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_Personería jurídica:

En el art. 2 de la ley de sociedades declara expresamente la calidad de sujeto de derecho que la


sociedad reviste. Es decir que la sociedad constituye una entidad jurídica diferente de los miembros
que la componen (art. 143 CCC) con capacidad suficiente para adquirir derechos y contraer
obligaciones.

La personalidad jurídica es un fenómeno nacido de las necesidades prácticas, tomando en


consideración que, ciertas actividades humanas no se pueden desenvolver correctamente si no se
las protege dotándolas de actitud para exteriorizarse en el mundo de los negocios.

Las sociedades tienen nombre y domicilio propio, aunque ello no implica extender su esfera de
actividad más allá del derecho patrimonial. Nombre y domicilio junto con capacidad y patrimonio
(independiente al de los socios que la integran) son indispensables para el normal ejercicio de sus
derechos y obligaciones, como sujetos de derechos patrimoniales.

Sin embargo, debe decirse que la personalidad jurídica no es un elemento tipificante del contrato de
sociedad, para determinar la existencia de la misma bastan los requisitos previstos por el art. 1.

La personalidad jurídica es un efecto del acto constitutivo de una persona jurídica de carácter
privada. Constituye un privilegio otorgado por el legislador fundado en evidentes razones de
conveniencia práctica, no solo en beneficio de los socios, sino fundamentalmente en el interés de
terceros y del comercio en general.

_Fundamento y alcance del reconocimiento de la personalidad a las sociedades comerciales: La


personalidad jurídica que gozan las sociedades comerciales no tiene el mismo fundamento que el
que disfrutan las personas físicas. Pues este proviene de la naturaleza misma del ser humano y es
impensable concebirlos sin los atributos inherentes a esa persona. Por el contrario, la personalidad
de los entes ideales y de otros fundamentos y este dentro de las personas jurídicas puede ser
diferente en uno o en otro caso, tratándose de fundaciones, asociaciones civiles o sociedades
mercantiles.

Como ha dicho Orgaz: la personalidad no es una cualidad natural, es una cualidad puramente
jurídica. En el caso de las sociedades comerciales el reconocimiento de la personalidad jurídica se
funda en fines eminentemente prácticos, que se satisfacen múltiples necesidades: 1) La sociedad
adquiere una entidad de sujeto de derecho, distinto de los socios individualmente consignados y con
un patrimonio independiente. 2) La limitación de responsabilidad, que permite a los socios oponer al
acreedor de la sociedad los bienes que compone el patrimonio de ella, para que aquel obtenga
satisfacción, sea con carácter previo a la agresión de los bienes particulares o liberándolos por las
consecuencias de tales obligaciones.

El carácter instrumental de la persona jurídica y los fines que su reconocimiento persigue explican
que, a diferencia de las personas físicas, la capacidad de las sociedades se encuentra limitada al
desarrollo de su propia actividad. Por ejemplo, en los art. 26, 58 (limita las consecuencias de los
efectos patrimoniales de la actividad social a las obligaciones que hayan sido contraídas por sus
representantes para el cumplimiento del objeto de la sociedad), 101, 183 y 184 de la ley de
sociedades.

_Momento a partir del cual las sociedades comerciales gozan de personalidad jurídica: La
personalidad jurídica es un efecto característico del acuerdo de voluntades destinado a la
constitución de una sociedad, y ello explica que las sociedades irregulares o de hecho gocen también
de este beneficio.
La inscripción de la sociedad en los registros mercantiles no guarda relación con el goce del beneficio
de la personalidad jurídica, el cual es contemporáneo con el nacimiento del ente. La registración del
contrato constitutivo de la sociedad solo permite a los socios ampararse en los beneficios del tipo
elegido, y como consecuencia de ello oponer a los acreedores de la sociedad el límite de la
responsabilidad asumida, conforme el régimen social que integran.

_Sociedades en formación (art. 7): La fórmula empleada por el legislador en cuando subordina la
adquisición del carácter de regularmente constituidas a la sociedad con su inscripción en el registro
público de comercio dio lugar a que, interpretando literalmente la norma, pudiera concluirse
utilizando el argumento en contrario que toda sociedad que no se encuentre inscripta en el registro
público de comercio no está regularmente constituida, o lo que es lo mismo de ser considerada
irregular y por ende sometida a las normas de los art. 21 a 26.

Todo lo cual constituyó un grave error, pues ello importaría someter a las sociedades que se
encuentran en proceso de constitución, sociedades en formación a esas normas de evidente
carácter sancionatorio, pensadas para desalentar a quienes omiten a cumplir los requisitos formales
y que llegan incluso a prohibir a sus integrantes invocar el contrato social entre ellos.

Este criterio ha quedado superado en la actualidad, pues nadie hoy asimila a las sociedades
irregulares con las sociedades en formación. Y mucho menos con la ley 22.903, que modifica los art.
183 y 184 de la misma, que legisla sobre los actos cumplidos por la sociedad durante el período
fundacional. Se impone adecuar el principio previsto por el art.7 y dar a la registración del contrato
constitutivo el único efecto que tal requisito predica, la invocabilidad por la sociedad y los socios
respecto de terceros de los derechos y defensas que sean consecuencia del tipo elegido; hasta la
inscripción del contrato social en el registro público de comercio.

EJEMPLOS:

La corte suprema en autotelecom S.A. contra provincia de Catamarca, sentó una doctrina
preocupante, en la cual se llegó al extremo de negarle a la sociedad en formación su personalidad
jurídica, circunstancia a que opta a que dicha sociedad pueda estar en juicio, aquí la corte suprema
confundió la existencia de la sociedad con la regularidad que le otorga su inscripción en el registro
público de comercio.

Finalmente, con otro fallo, volvió a la buena doctrina: 1) estableció el principio de identidad entre la
sociedad en formación y la sociedad una vez inscripta; 2) declaró la inaplicabilidad de las normas
sobre sociedades irregulares a las sociedades en formación; 3) decretó la plena invocabilidad del
contrato social entre los socios, descartando la aplicación del art. 23 (ni las sociedades ni los socios
podrán invocar derechos o defensas nacidas del contrato social).

_Personalidad jurídica de las sociedades simples o residuales: Con el objeto de evitar la desaparición
de las sociedades que constituyen fuente de producción y trabajo, se ha dado una justa solución a la
sociedades de los tipos no autorizados por la ley o que carezcan en su contrato constitutivo o
estatuto de requisitos esenciales no tipificantes, que conforme el régimen anterior estaban
condenadas a la liquidación, previendo ahora un régimen especial dentro del cual también
gobernara a las actuales sociedades no constituidas regularmente y las que hoy se conocen como
sociedades civiles. La nueva norma brinda cobertura legal permanente a las sociedades atípicas, a las
irregulares o de hecho y a aquellas entidades que carezcan en sus actos constitutivos de requisitos
esenciales no tipificantes, entonces se elimina definitivamente la sanción de a nubilidad por la
ausencia de requisitos esenciales no tipificantes.
El nuevo texto da una importancia fundamental al principio de la autonomía de la voluntad, reduce
el régimen de responsabilidad y cambia fundamentalmente el régimen de la sociedad informal (el de
aquella que no acudió a instrumentarse como una sociedad típica, que se regía como sociedad de
hecho).

La sociedad que omita elementos no tipificantes al igual que las sociedades atípicas presentan las
siguientes características;

1) serán plenamente validas y eficaces, pues se le retira la sanción de a nubilidad (art. 21),

2) las cláusulas del contrato son plenamente oponibles entre los socios (art. 22), por ejemplo, los
socios pueden iniciar la exclusión del socio (art.91), podrán impugnar la asamblea (art. 251), los
socios podrán demandar a los administradores por remoción y responsabilidad (art. 276)

3) a diferencia de lo que ocurre con las sociedades atípicas, produce los efectos del tipo;

4) son oponibles las normas en materia de representación frente a terceros, si se exhibe el contrato
(art. 23)

5) los socios, salvo pacto contrario, no responden solidariamente frente a terceros, sino solamente
en forma mancomunada (art. 24);

6) estas sociedades pueden ser titulares de bienes registrables (art. 23);

7) las relaciones entre los acreedores sociales y acreedores particulares de los socios, aun en caso de
quiebra, se jugarán como si se tratase de una sociedad típica, incluso respecto de bienes
registrables.

*Las sociedades no regulares (sección IV, capítulo I) gozan de plena personalidad jurídica y son
sujetos de derecho en los términos y con los alcances previstos en dicha ley.

Ratificando esto, el art. 142 del CCC dispone que la existencia de las personas jurídicas privadas
comienza desde su constitución sin necesidad alguna de autorización para funcionar, salvo
disposición legal en contraria, de modo que, la separación patrimonial entre la entidad y sus
miembros, con todos sus efectos entre ellos y fundamentalmente la inexistencia de responsabilidad
de sus miembros por las obligaciones de la persona jurídica rigen desde el mismo día de la fundación
de la misma.

Sin perjuicio de ello, hay excepciones expresamente previstas en la ley especial y en el código, entre
las cuales, las hipótesis y sanciones previstas por el párrafo III del art. 54 constituye el ejemplo más
destacado, obviamente el reconocimiento de la personería jurídica de estas entidades depende de
su existencia como sociedad que debe existir un patrimonio independiente y una concreta actividad
societaria. Sociedades civiles en el estatus legal en el nuevo CCC de la Nación:

1_ No podrán conformarse ni constituirse nuevas sociedades civiles a partir de la entrada en vigencia


del nuevo CCC

2_ Ellas, desaparecerán como tales, para quedar incluidas en el régimen previsto por el art. 21 al 26.

3_ Las sociedades civiles que a esa fecha hubieran sido constituidas por escritura pública,
continuaran gobernadas por las cláusulas de su estatuto, en la medida que resulte compatible con el
nuevo régimen legal previsto por los art. 21 al 26.
4_ Las referidas entidades que no se hubieran constituido regularmente durante la vigencia del CC
(sociedades irregulares o de hecho) pasarán a ser gobernadas por los art. 21 al 26.

_Sociedades irregulares o de hecho: En los art. 21 al 26 surgen algunas contradicciones que


conspiran contra la aludida intención del legislador en el sentido de incluir a las sociedades de hecho
en su seno. Lo cual podrá generar todo tipo de inconveniente a la hora de interpretar dichas normas:
Téngase en cuenta que todos estos dichos artículos parecen destinarse a las sociedades que se han
instrumentado mediante un contrato constitutivo, así lo menciona el art. 22 cuando se refiere a que
el contrato social puede ser invocado entre los socios y que el mismo es oponible a los terceros solo
si se prueba que lo conocieron efectivamente. Del mismo modo el art. 23 predica que, las cláusulas
relativas a la representación, la administración y las demás que disponen sobre la organización y
gobierno de la sociedad pueden ser invocadas por los socios; disponiendo en su segundo párrafo,
que en las relaciones con terceros cualquiera de los socios representa a la sociedad exhibiendo el
contrato, pero la disposición del contrato social le puede ser opuesta si se prueba que los terceros la
conocieron efectivamente al tiempo del nacimiento de la relación jurídica.

En conclusión, que cuando estas normas se refieren a la invocación del contrato social, hace
referencia al instrumento escrito y no al acuerdo de voluntades y al respecto, la redacción de dichas
normas no deja lugar a dudas. Pues bien, admitida esa premisa, dichas soluciones resultaran
aplicables a las sociedades que omitan requisitos esenciales, tipificantes o no, o a las conocidas
como sociedades civiles y que cuenten con un contrato escrito, así como a las sociedades irregulares.

Pero queda duda si las normas del art. 21 y 26 de la ley puedan aplicarse a las sociedades de hecho,
tampoco parece aplicable a la sociedad de hecho la norma del beneficio de subsanación (art. 25),
figura solo admisible cuando existe expresamente previsto un plazo de duración en el contrato
constitutivo y este estuviera vigente, o si, por el contrario, las nuevas disposiciones solo resultan
aplicables a las entidades mencionadas en el art. 21, pero que cuenten con un instrumento escrito
de constitución.

En opinión de Nissen, le serán aplicables con la única limitación de que en ellas los socios no podrán
invocar entre sí, ante la sociedad y frente a terceros las cláusulas del contrato, ni recurrir al instituto
de subsanación para regularizar la sociedad. Para lo cual requieren indispensablemente la existencia
de un contrato.

_Personería jurídica de las sociedades en liquidación (art. 101): Durante la etapa de liquidación, la
personalidad jurídica de la sociedad sigue existiendo, aunque limitada a sus propios fines.

Sin embargo, la interpretación; por un lado, sostiene que este artículo predica que todo acto ajeno a
la liquidación de la sociedad resulta inoponible a la misma, esta solo responderá con su patrimonio
por las actuaciones de sus liquidaciones, que encuadren estrictamente con el trámite liquidatorio.
Esta manera de pensar coincide con el art. 2 de la ley, que limita la personalidad de las sociedades al
alcance dado por la ley.

Ahora bien, en sentido contrario, se sostiene que la fórmula empleada por el art. 101, indica que la
sociedad en liquidación es la misma que la sociedad disuelta y que su personalidad propia e
independiente se mantiene durante toda la etapa liquidatoria sin restricciones de ninguna especie, y
que la restricción a la personalidad jurídica que se pregona, es decir la inimputabilidad de la sociedad
de los efectos exorbitantes de sus liquidadores, dejaría desprotegidos a los terceros, quienes
deberían sufrir los perjuicios de esos actos, con la consecuencia de verse privados de accionar contra
la sociedad.
_Inoponibilidad de la persona jurídica: La personería jurídica es un privilegio otorgado por la ley, que
debe ser respetado, siempre y cuando se cumpla con las siguientes condiciones:

1) Que la sociedad haya sido constituida y actúe con fines lícitos, leales y sinceros (art. 276 del
CCC)
2) Que la sociedad desarrolle el fin societario para el cual fue creada, esto es producción e
intercambio de bienes y servicios
3) Que internamente se cumpla con las normas de funcionamiento del tipo social y del pleno
respeto por los derechos de los integrantes de la sociedad.

Sancionada la ley 19.550, el legislador era consciente de los problemas que ocasionaba el abuso de
la personalidad jurídica de las sociedades. Esta intención del legislador quedó plasmada en el art. 2
de la ley: cuando siguiendo las orientaciones doctrinarias ratificó la personalidad jurídica de todas las
sociedades, aunque limitando ese reconocimiento a los efectos de esta ley. Esta era una formula
muy breve, pero sustanciosa en proyecciones porque incluía toda la doctrina norteamericana que
permitía ignorar el privilegio de la personería jurídica cuando la sociedad había sido constituida o
actuado en beneficio de uno, varios o todos los socios.

Sin embargo, la fórmula empleada por el art. 2 era insuficiente, porque no previo los efectos
derivados de la privación de esa personalidad. La ley 22.903, incorporó el art. 54, último párrafo: la
actuación de una sociedad que encubra la consecución de fines extra societarios o constituya un
mero recurso para violar la ley, el orden público, la buena fe, o para frustrar derechos de terceros, se
imputará directamente a los socios o controlantes que lo hicieron posible, quienes responderán
solidaria e ilimitadamente por los perjuicios ocasionados.

La declaración de desestimación de la persona jurídica societaria, no conduce necesariamente a la


extinción de la sociedad, ni importa una causa disolutora, sino que hace perder para esa actuación
efímera o permanente, la autonomía que había adquirido y que le permitía actuar y desempeñarse
como titular de un patrimonio autónomo.

JURISPRUDENCIA: Caso Swift de la Plata S.A. sobre quiebra: El caso Swift – Deltec a los fines de la
década de los 60, Swift se presentó en un concurso preventivo, y allí luego verificó un crédito por
una suma significativa de la empresa Deltec. La realidad era que Swift era solo una filial de Deltec,
quien era la titular del paquete accionario mayoritario. Al presentarse como acreedor de Swift, ello
le permitía votar en la junta de acreedores y de esa forma se avalaría la propuesta de acuerdo
presentada por Swift, notablemente perjudicial para el conjunto de acreedores minoritarios. Allí la
justicia en un fallo, aplicó la teoría de la desestimación y demostró que Swift y Deltec eran una
misma persona, y que, por ende, el primero no podía ser deudor de la segunda. En definitiva, se
negó el pedido de Deltec de ser verificado como acreedor y no se hizo lugar a la homologación del
acuerdo preventivo; y se decretó la quiebra de Swift.

Cuando se dictó el fallo, se dio lugar a la llamada doctrina Swift – Deltec: en ella se dice que la
totalidad del conjunto económico tiene que responder por las deudas de cada uno de sus
segmentos, en la causa, el fraude se producía porque se hacía aparecer a otra empresa del mismo
grupo económico como acreedora de Swift; de eso modo se llevaba una parte significativa del
patrimonio y se lo quitaba de esa manera a los acreedores.
El régimen de la personalidad jurídica no puede utilizarse en contra de los superiores intereses de la
sociedad ni de los derechos de terceros, el uso meramente instrumental de las formas societarias
cede ante la consideración de la realidad económica y la supremacía del derecho objetivo. Ahora
bien, no obstante, el consenso que existe sobre su vigencia y alcances es predominante la doctrina
que postula que: la llamada teoría de la penetración o prescindencia de la personalidad jurídica
constituye un remedio excepcional que debe aplicarse con sumo cuidado y que solo cuando de las
circunstancias particulares del caso puede inferirse con total certeza que se ha abusado del esquema
societario para alcanzar fines contrarios a la sociedad o a los designios de la ley.

_Organicismo societario:

_Concepto del órgano social: El desenvolvimiento de la sociedad, la gestión de sus negocios, su


actuación frente a terceros, la vida misma de la sociedad requiere la actuación de personas físicas
facultadas a esos efectos, que debe procurar que la sociedad alcance el objetivo propuesto con su
creación. Surge así el concepto de órgano societario: que es con natural con la personalidad de la
sociedad; los órganos de un ente dotado de propia personalidad son aquellas personas o grupos de
personas físicas que por disposición de la ley están autorizadas a manifestar la voluntad del ente y a
desarrollar la actividad jurídica necesaria para la consecución de sus fines.

En principio, debe distinguirse entre administración y representación de la sociedad. La


administración, importa la deliberación de la decisión del órgano de ella pertenece a la esfera
interna del ente, mientras que la representación, se refiere a la esfera externa, es decir a la
vinculación de la sociedad con terceros, pues tiene a su cargo la representación o el uso de la firma
social, esto obliga a la sociedad por todos los actos que no sean notoriamente extrañas al objeto
social.

La diferencia se advierte con mayor nitidez en las SA, donde el órgano de administración es
necesariamente colegiado, salvo que el directorio se haya organizado en forma unipersonal.

En tal caso la adopción de la política de administración en todos sus ámbitos está en manos del
directorio, pero la ejecución de las decisiones adoptadas por este órgano cuando se trata de la
celebración de actos frente a terceros está a cargo del presidente de la sociedad y no en manos de
cualquiera de los integrantes del directorio. En los restantes tipos sociales en los cuales no es para
nada habitual la organización del órgano de administración en forma colegiada, los administradores
revisten también el carácter representante de la sociedad, confundiéndolos en la misma persona
jurídica ambas cualidades. Por consiguiente, puede afirmarse que la representación es el medio en
cuya virtud la sociedad se manifiesta frente a terceros. Mientras que la administración es un
concepto que abarca las relaciones internas de los órganos societarios.

_Doctrina del órgano: Predica la inexistencia de la relación de mandato entre los administradores y
la sociedad, que era aplicable a las sociedades civiles durante la vigencia de aquellas. La doctrina
nacional especifica sostener que la ley de sociedades ha adoptado la teoría organicista para explicar
la naturaleza jurídica de las relaciones entre la sociedad y sus administradores, pues la teoría del
mandato que parecía explicar esas relaciones a la luz de las disposiciones del código de comercio no
parece adecuarse al carácter de sujeto de derecho que el legislador a otorgado sin restricciones a las
sociedades comerciales; en efecto al gozar la sociedad comercial de personalidad jurídica, la
actuación de la misma frente a terceros debe hacerse por medio de personas físicas que han sido
designadas por los socios para administrarla o representarla; estos administradores no son
mandatarios de la sociedad ni del órgano de gobierno de la misma, sino que forman parte de la
sociedad misma.
La doctrina del órgano lleva como presupuesto la negativa de todo tipo de diferenciación de sujetos
jurídicos en la relación entre el órgano de administración y la sociedad. Durante mucho tiempo se
intentó encuadrar la relación entre los administradores y la sociedad, en las normas de la teoría de la
representación y más concretamente en la teoría del mandato, pero el mandato exige la presencia
de dos voluntades distintas, la del mandante como titular del interés y la del mandatario que
expresa la voluntad del primero; eso no sucede en el caso de las sociedades, ya que las personas que
ocupan los puestos de administración y dirección de la sociedad no son empleados apoderados o
representantes de esta, en este caso, los actos del órgano se confunden con los de la propia
sociedad, es decir, los administradores no son mandatarios de la sociedad, sino sus funcionarios, por
lo que es la sociedad misma la que actúa frente a terceros, mediante la actuación de personas
físicas.

La jurisprudencia ha admitido sin reservas a esta doctrina, que proviene del derecho extranjero, y
que monta una ficción, la de considerar que, una persona jurídica puede tener órganos como los
seres humanos; sobre otra ficción de mayor alcance, el carácter de sujeto de derecho de la persona
jurídica, llegando a sostener que no es una persona física con voluntad diferente sino la misma
sociedad.

No es difícil advertir en consecuencia que la teoría del órgano supone una extracción a los fines de
tomar compatible el régimen de administración y representación de la sociedad con el carácter de
sujeto de derecho autónomo de este.

En tal sentido, la doctrina de la jurisprudencia ha echado mano de esta teoría para explicar los
fundamentos por los cuales los administradores de las sociedades comerciales no rinden cuentas a
través de los procedimientos previstos por los art. 858 y hasta el 864 del CCC. Sin embargo, la
doctrina orgánica ha sido insuficiente para explicar otras cuestiones relacionadas con la gestión de la
sociedad, por ello no debe extrañarse que, en definitiva, se recurra en subsidio a las normas del
mandato para interpretar la relación que existe entre el o los administradores con la sociedad;

y así lo dispone el art. 68 de la ley 20.337 (cooperativas): el consejo de administrador tiene a su


cargo la dirección de las operaciones sociales dentro de los límites fijados en el estatuto, con
aplicación supletoria de las normas del mandato.

El art. 358 del CCC ha terminado aparentemente con la referida polémica sobre la naturaleza jurídica
de la relación jurídica del representante con la sociedad, adhiriéndose sin reservas a la teoría
organicista, al prescribir que la representación es orgánica cuando resulta del estatuto de una
persona jurídica.

Estas soluciones, en definitiva, solucionan el problema, pero no tanto, porque esta solución no
puede explicar que el fenómeno de la teoría organicista no es compatible con cualquier persona
jurídica; y así lo reconoce el legislador cuando refiriéndose al art. 211: a los derechos y obligaciones
de los integrantes del consejo de administración de las fundaciones, prescribe que ellas se rigen por
la ley, por las normas reglamentarias en vigor, por los estatutos y subsidiariamente por las reglas del
mandato; y del mismo modo cuando el Código se hace referencia al administrador del consorcio de
propiedad horizontal, dispone en su art. 2.065 y en lo que respecta a la representación legal de esta
persona jurídica que, el administrador es representante legal del consorcio con el carácter de
mandatario, con lo cual es principio general del art. 358 queda bastante relativizado.

Teoría organicista, aspecto subjetivo y objetivo: conforme a ella, las personas que desempeñan las
funciones de administración son órganos sociales. El órgano es una parte funcional de la estructura
total que conforma la sociedad, este órgano tiene un aspecto objetivo que es el conjunto de
facultades y atribuciones que la ley y el contrato le atribuyen.

El aspecto subjetivo, que es el componente personal de los individuos que son sus miembros, es
entonces una parte de la sociedad que al expresarse está indicando la voluntad de la sociedad
misma (se manifiesta a través de sus órganos).

_Organicismo diferenciado y auto organicismo: existen sociedades cuya administración, gobierno y


fiscalización se encomienda a órganos distintos, con competencia y atribuciones propias que no
pueden ser delegadas ni restringidas. Tal ocurre con las SA, cuya administración es encomendad al
directorio, el gobierno a la asamblea y la fiscalización a la sindicatura o al consejo de vigilancia. Los
socios no pueden intervenir en la administración y fiscalización, sino a través de sus respectivos
órganos y las resoluciones sociales solo pueden ser adoptadas válidamente a través de las
asambleas.

En la sociedad colectiva, salvo disposición expresa en contrario en el contrato, cualquier socio puede
administrarla indistintamente, cualquier socio puede examinar sus libros y papeles sociales (art. 55)
y las resoluciones pueden ser tomadas en acuerdo de socios sin los requisitos que impone una
asamblea.

Teniendo en cuenta estas circunstancias, se señala que la SA es una sociedad de órganos


diferenciados, en tanto la sociedad colectiva es de auto organicismo, al igual que la sociedad de
capital e industria, sociedad en comandita simple, sociedades de participación.

_Principio mayoritario: la ley dispone que, para la adopción de los acuerdos asamblearios, que los
mismos deben ser adoptados por las mayorías previstas en ese ordenamiento legal. Salvo
unanimidad que son en 3 casos: a) asambleas unánimes; b) adoptar decisiones no incluidas en el
orden del día; y c) para resolver la reducción del contrato social con plazo de duración.

Pero obviamente las mayorías cuya voluntad se expresa por la suma de votos individuales, solo es tal
cuando los votos se formulan en una asamblea válidamente constituida.

_Interés social: sin embargo, la predominancia del régimen mayoritario no es ilimitado, sino que
supone como requisito imprescindible que, la decisión sobre la cual recayó tal mayoría se encuentre
inspirada en el interés social, pues de lo contrario nos encontramos frente a un acuerdo en exceso o
de desviación de poder.

El interés social puede definirse como el fin perseguido por la sociedad, a través de su objeto social,
el cual debe subordinarse el interés de cada uno de los socios accionistas, que puede no coincidir
con aquel. El accionista individualmente considerado quedaría a merced de cualquier mayoría que
podría disponer de su fortuna y sus derechos, y si bien el principio rector es la decisión de la
mayoría, ello es así en cuanto la mayoría obre dentro del límite de sus poderes.

Surge así la doctrina de abuso o exceso de poder en las mayorías, que tiende a poner remedio a las
situaciones que se presentan cuando las resoluciones adoptadas en el seno de la asamblea tienden
solo en beneficio o en interés particular de quienes contribuyeron a formar la voluntad social.

_Función orgánica de administración: el concepto de administración comprende la toma de


decisiones dentro de la faz interna del ente, referida a la gestión ordinaria y habitual de los negocios
sociales. Por ejemplo, los socios deben efectuar los aportes no integrados, deben comenzar la
actividad destinada a cumplir el objeto social. Ahora, la representación de la sociedad es el medio
por el cual esta se manifiesta frente a terceros y queda obligada frente a ellos por las obligaciones
celebradas por sus representantes.

_Función de gobierno: consiste en fijar las grandes pautas a las que se ajusta la función de
administración, la actividad cotidiana de la sociedad no es el resultado de improvisaciones
ocasionales, es preciso que existan directivas generales que confieren un ideal al accionar del órgano
de administración estas líneas pueden encontrarse en el contrato social o en el estatuto, y cuando se
las modifique, amplie o restringa, será necesario modificar dichos instrumentos. Lo mismo ocurrirá
cuando se quiere transformar la sociedad, se modifique el capital social o se altere el elenco de los
socios; a más de ello es necesario designar las personas que ejercerán las funciones de los demás
órganos. Todo ello encuadra en la función del gobierno.

_Función de fiscalización: los socios confían el patrimonio social y su gestión al órgano de


administración, y se apartan así, de la gestión directa de los negocios que han emprendido en
conjunto, como órgano de gobierno que constituye o forma el conjunto tienen poder de aprobar o
desaprobar la gestión de los administradores, pero el órgano de gobierno no es un órgano de
funcionamiento permanente, y no puede ejercer en forma constante la fiscalización de los actos de
administración. Entonces, la fiscalización es el control formal o de legalidad y de resultados: observa
si los órganos de administración y representación actúan conforme la ley, el estatuto o los
reglamentos; controlar las cuentas y el manejo correcto de los fondos y el cumplimiento de las
obligaciones por los demás órganos. Pero no puede establecer un control de mérito y oportunidad,
no está en sus funciones expedirse sobre la conveniencia de realizar un determinado acto, o
controlar la gestión cumplida.

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