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Capítulo 11
Dios es la Fuente del amor

“Todo esto no es sino el cumplimiento del principio de la ley—el principio ilustrado en la historia
del buen samaritano y manifestado en la vida de Jesús. Su carácter revela el verdadero significado
de la ley, y muestra qué es amar al prójimo como a nosotros mismos. Y cuando los hijos de Dios
manifiestan misericordia, bondad y amor hacia todos los hombres, también atestiguan el carácter
de los estatutos del cielo. Dan testimonio de que “la ley de Jehová es perfecta, que vuelve el
alma.” Y cualquiera que deja de manifestar este amor viola la ley que profesa reverenciar. Por el
sentimiento que manifestamos hacia nuestros hermanos, declaramos cuál es nuestro sentimiento
hacia Dios. El amor de Dios en el corazón es la única fuente de amor al prójimo. “Si alguno dice, Yo
amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano al cual ha
visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” Amados, “si nos amamos unos a otros, Dios
está en nosotros, y su amor es perfecto en nosotros” (Elena G. de White - DTG 466-467).

“El corazón de piedra se quebranta. Una oleada de amor inunda el alma. Cristo es en él una fuente
de agua que brota para vida eterna. Cuando vemos a Jesús, Varón de dolores y experimentado en
quebrantos, trabajando para salvar a los perdidos, despreciado, escarnecido, echado de una
ciudad a la otra hasta que su misión fue cumplida; cuando le contemplamos en Getsemaní,
sudando gruesas gotas de sangre, y muriendo en agonía sobre la cruz; cuando vemos eso, no
podemos ya reconocer el clamor del yo. Mirando a Jesús, nos avergonzaremos de nuestra frialdad,
de nuestro letargo, de nuestro egoísmo. Estaremos dispuestos a ser cualquier cosa o nada, para
servir de todo corazón al Maestro. Nos regocijará el llevar la cruz en pos de Jesús, el sufrir pruebas,
vergüenza o persecución por su amada causa” (Elena G. de White - DTG 407).

“Y el consejo de la paz estará entre los dos.” El amor del Padre, no menos que el del Hijo, es la
fuente de salvación para la raza perdida. Jesús había dicho a sus discípulos antes de irse: “No os
digo, que yo rogaré al Padre por vosotros; pues el mismo Padre os ama.” Juan 16:26, 27. “Dios
estaba en Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo.” 2 Corintios 5:19 (VM). Y en el ministerio
del santuario celestial, “el consejo de la paz estará entre los dos.” “De tal manera amó Dios al
mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino que
tenga vida eterna.” Juan 3:16 (VM) (Elena G. de White - CS 469).

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