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Capítulo 2
La relación entre Dios y su ley

“La ley de Dios es la transcripción de su carácter” (Elena G. de White - PVGM 246).

“Su ley es una copia de su propio carácter, y es la norma de todo carácter” (Elena G. de White -
PVGM 255).

“El temor de Jehová es el principio de la sabiduría; y la ciencia de los santos es inteligencia.


Proverbios 9:10. La formación del carácter es la gran obra de la vida; y un conocimiento de Dios, el
fundamento de toda educación verdadera. Impartir este conocimiento y amoldar el carácter de
acuerdo con él, debe ser el propósito del maestro en su trabajo. La ley de Dios es un reflejo de su
carácter. Por esto dice el salmista: “Todos tus mandamientos son justicia,” y “de tus mandamientos
he adquirido inteligencia.” Salmos 119:172, 104 (Elena G. de White - PP 646-647).

“Dios le ha dado Su santa ley al hombre como medida de Su carácter. A través de esta ley podemos
ver y vencer todo defecto en nuestro carácter” (Elena G. de White - 5RH333).

“Mediante Jesús, la misericordia de Dios fue manifestada a los hombres; pero la misericordia no
pone a un lado la justicia. La ley revela los atributos del carácter de Dios, y no podía cambiarse una
jota o un tilde de ella para ponerla al nivel del hombre en su condición caída. Dios no cambió su
ley, pero se sacrificó, en Cristo, por la redención del hombre. “Dios estaba en Cristo reconciliando
el mundo a sí” (Elena G. de White - DTG 710).

(La ley) “Es la transcripción de la voluntad de Dios, la expresión de la sabiduría divina. Abre a la
comprensión de los hombres los grandes problemas de la vida; y para todo el que tiene en cuenta
sus preceptos, resultará un guía infalible que le guardará de consumir su vida en esfuerzos mal
dirigidos. Dios ha hecho conocer su voluntad, y es insensato para el hombre poner en tela de juicio
lo que han proferido sus labios. Después que la Infinita Sabiduría habló, no puede existir una sola
cuestión en duda que el hombre haya de aclarar, ninguna posibilidad de vacilar que corregir. Todo
lo que el Señor requiere de él es un sincero y fervoroso acatamiento de su expresa voluntad. La
obediencia es el mayor dictado de la razón, tanto como de la conciencia” (Elena G. de White - HAP
402-403).

“Como la ley de Dios es una revelación de su voluntad, un trasunto de su carácter, debe


permanecer para siempre “como testigo fiel en el cielo.” Ni un mandamiento ha sido anulado; ni
un punto ni un tilde han sido cambiados. Dice el salmista: “¡Hasta la eternidad, oh Jehová, tu
palabra permanece en el cielo!” “Seguros son todos sus preceptos; establecidos para siempre
jamás.” Salmos 119:89; 111:7, 8 VM (Elena G. de White - CS 487).

“Hay en las diversas denominaciones hombres eminentes por su piedad, que reconocen y deploran
este hecho. El profesor Eduardo A. Park, al exponer los peligros religiosos corrientes, dice
acertadamente “Una de las fuentes de peligros es el hecho de que los predicadores insisten muy
poco en la ley divina. En otro tiempo el púlpito era eco de la voz de la conciencia... Nuestros más
ilustres predicadores daban a sus discursos una amplitud majestuosa siguiendo el ejemplo del
Maestro y recalcando la ley, sus preceptos y sus amenazas. Repetían las dos grandes máximas de
que la ley es fiel trasunto de las perfecciones divinas, y de que un hombre que no tiene amor a la
ley no lo tiene tampoco al Evangelio, pues la ley, tanto como el Evangelio, es un espejo que refleja
el verdadero carácter de Dios. Este peligro arrastra a otro: el de desestimar la gravedad del pecado,
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su extensión y su horror. El grado de culpabilidad que acarrea la desobediencia a un mandamiento


es proporcional al grado de justicia de ese mandamiento...” (Elena G. de White - CS 518-519).

“La ley de Dios, por su naturaleza misma, es inmutable. Es una revelación de la voluntad y del
carácter de su Autor. Dios es amor, y su ley es amor. Sus dos grandes principios son el amor a Dios
y al hombre. “El amor pues es el cumplimiento de la ley.” Romanos 13:10 (VM). El carácter de Dios
es justicia y verdad; tal es la naturaleza de su ley. Dice el salmista: “Tu ley es la verdad;” “todos tus
mandamientos son justos.” Salmos 119:142, 172 (VM). Y el apóstol Pablo declara: “La ley es santa,
y el mandamiento, santo y justo y bueno.” Romanos 7:12 (VM). Semejante ley, expresión del
pensamiento y de la voluntad de Dios, debe ser tan duradera como su Autor” (Elena G. de White -
CS 520).

“La doctrina de la santificación verdadera es bíblica. El apóstol Pablo, en su carta a la iglesia de


Tesalónica, declara: “Esta es la voluntad de Dios, es a saber, vuestra santificación.” Y ruega así: “El
mismo Dios de paz os santifique del todo.” 1 Tesalonicenses 4:3; 5:23 (VM). La Biblia enseña
claramente lo que es la santificación, y cómo se puede alcanzarla. El Salvador oró por sus
discípulos: “Santifícalos con la verdad: tu Palabra es la verdad.” Juan 17:17, 19 (VM). Y San Pablo
enseña que los creyentes deben ser santificados por el Espíritu Santo. Romanos 15:16. ¿Cuál es la
obra del Espíritu Santo? Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, él
os guiará al conocimiento de toda la verdad.” Juan 16:13 (VM). Y el salmista dice: “Tu ley es la
verdad.” Por la Palabra y el Espíritu de Dios quedan de manifiesto ante los hombres los grandes
principios de justicia encerrados en la ley divina. Y ya que la ley de Dios es santa, justa y buena, un
trasunto de la perfección divina, resulta que el carácter formado por la obediencia a esa ley será
santo. Cristo es ejemplo perfecto de semejante carácter. Él dice: “He guardado los mandamientos
de mi Padre.” “Hago siempre las cosas que le agradan.” Juan 15:10; 8:29 (VM). Los discípulos de
Cristo han de volverse semejantes a él, es decir, adquirir por la gracia de Dios un carácter conforme
a los principios de su santa ley. Esto es lo que la Biblia llama santificación” (Elena G. de White - CS
522-523).

“La expiación en la ofrenda de Cristo por el pecado del mundo es el gran argumento de
que la ley de Dios es vigente para cada ser humano... Él envió a su Hijo unigénito al mundo
para que viviera la ley de Jehová. La ley, revelada en el carácter de Cristo, fue una
manifestación perfecta del Padre. Y por su obediencia perfecta y el sacrificio de sí mismo,
que ofreció una sola vez a Dios a través del Espíritu eterno, él ha satisfecho plenamente la
justicia del Padre, y no solo ha comprado la reconciliación, sino una herencia eterna en el
reino de los cielos para todos los que el Padre le ha dado” (Elena G. de White - Signs of the
Times, 4 de agosto, 1898).

“Desde los tiempos más remotos, los fieles de Israel habían prestado mucha atención a la
educación de la juventud. El Señor había indicado que, desde la más tierna infancia, debía
enseñarse a los niños su bondad y grandeza, especialmente en la forma en que se revelaban en la
ley divina y en la historia de Israel. Los cantos, las oraciones y las lecciones de las Escrituras debían
adaptarse a los intelectos en desarrollo. Los padres debían enseñar a sus hijos que la ley de Dios es
una expresión de su carácter, y que al recibir los principios de la ley en el corazón, la imagen de
Dios se grababa en la mente y el alma” (Elena G. de White - DTG 49-50).

“En todo el Sermón del Monte describe los frutos de esta justicia, y ahora en una breve expresión
señala su origen y su naturaleza: Sed perfectos como Dios es perfecto. La ley no es más que una
transcripción del carácter de Dios. Contemplad en vuestro Padre celestial una manifestación
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perfecta de los principios que constituyen el fundamento de su gobierno” (Elena G. de White –


DMJ 67, 68).

“Estamos acercándonos a la finalización de la historia de esta tierra, cuando podrá haber


solo dos bandos, y todo hombre, mujer y niño estará en uno de estos dos ejércitos. Jesús
será el General de un ejército; Satanás será el dirigente del ejército opositor. Todos los que
están quebrantando y enseñando a otros a quebrantar la ley de Dios, el fundamento de su
gobierno en los cielos y en la tierra, están comandados por un jefe superior, que los dirige
en oposición al gobierno de Dios” (Elena G. de White - Mensajes selectos, tomo 3, p. 483).

“La ley de Dios es tan santa como él mismo. Es la revelación de su voluntad, el reflejo de su
carácter…” (Elena G. de White - PP 34-35).

“El Hijo de Dios, el glorioso Soberano del cielo, se conmovió de compasión por la raza caída. Una
infinita misericordia conmovió su corazón al evocar las desgracias de un mundo perdido. Pero el
amor divino había concebido un plan mediante el cual el hombre podría ser redimido. La
quebrantada ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el universo sólo existía uno que podía
satisfacer sus exigencias en lugar del hombre. Puesto que la ley divina es tan sagrada como el
mismo Dios, sólo uno igual a Dios podría expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podía salvar al
hombre de la maldición de la ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo” (Elena G. de White -
PP 48-49).

“… todos los estatutos y mandamientos de Dios son la expresión de su justo carácter. A causa de
ser El justo, es cumplidor de las leyes que ha hecho.
Tus testimonios que has recomendado, son rectos y muy fieles. Tu Justicia es justicia eterna, y tu
ley la verdad -Salmo 119:138, 142-.
Justicia y juicio son el cimiento de su trono. Justicia y juicio son el cimiento de tu trono;
misericordia y verdad van delante de tu rostro -Salmos 97:2; 89:14-. Por lo tanto, la ley de Dios es
la transcripción de su carácter” (Elena G. de White – Palabras de Vida del Gran Maestro, pág.
246).

“De manera que poner a Dios en un nivel de infinita grandeza, mientras consideramos la ley en un
plano menor, es sostener una posición de error. Tanto el uno como el otro, debe ser considerado
como siendo tan santo, tan grande, tan infinito y sagrado.
Asimismo, entender que Jesús vino a revelar al Padre, es comprender que Cristo vino a magnificar
la ley. Estas no fueron dos tareas separadas para ser cumplidas sucesivamente o aun en concierto.
Fueron uno y el mismo trabajo. La revelación del carácter de Dios fue la magnificación de la ley”
(Fred Wright – Ved aquí el Dios vuestro 194).

“Téngase certeza en el poder del testimonio de Cristo, que Dios ama al diablo y por tanto sólo lo
bendice y le hace el bien. Esto significa que Dios nunca le quitará la vida sino se inclina para
salvarlo si es posible.
Este es amor a un nivel increíble. Dios tiene mucha razón para destruir a Satanás. Los hombres
argumentan que la posición de Dios como custodio del universo y su posición de poder
omnipotente lo hace responsable de destruir a Satanás para que no pueda herir y ofender más.
Argüir de esta manera es caer en el abismo de hacer a Dios semejante al hombre, que sigue la
práctica de destruir al violador de la ley para poner fin a la iniquidad. Esto es quebrantar la ley para
asegurar que se observe. Pero este no es el proceder de Dios. El es perfectamente justo. Su ley es
perfecta y nunca será quebrantada. Así que, bajo ninguna circunstancia Dios mentirá, hurtará o
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matará. El no quebranta esa ley para ver que ella es observada” (Fred Wright – Ved aquí el Dios
vuestro 215).

“Es muy natural y fácil pensar de la ley como algo que Dios decretó como siendo sus deseos para
nuestro comportamiento, pero que tiene poco o nada que ver sobre su propio proceder” (Fred
Wright – Ved aquí el Dios vuestro 76).

“Esto no es así en el gobierno de Dios. Su ley es primero que todo su propio carácter. Como tal, es
la revelación del modo en el que actuará bajo toda circunstancia. Entonces simplemente invita a
los hombres a que procedan como Él lo hace. Él es justo en todas sus obras.
Nos invita a ser y realizar lo mismo. La misma ley es para Dios como para su pueblo. De manera
que dice:» Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos,
porque yo soy santo. Levíticos 11:44.
Sino, como Aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de
vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 1 Pedro 1:15, 16. “Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” Mateo 5:48 (Fred Wright – Ved
aquí el Dios vuestro 76-77).

“La ley es la transcripción del carácter de Dios. El obedece esa ley no como algo a lo cual está
atado, sino porque es la expresión natural de lo que Él es y por tanto no le es posible proceder de
otra manera. Un carácter que refleje la expresión de la santa ley, es un carácter santo.
Dios nos llama a ser santos como Él es santo a fin de que nuestra conducta sea como la suya es. Por
tanto, tenemos que recibir su vida, que es su carácter, que es la transcripción de la ley, a fin de que
la ley esté escrita en nuestros corazones. Entonces eso “producirá el mismo carácter y manifestará
las mismas obras que manifestó en El. “De ese modo no habrá ninguna diferencia en esencia o
naturaleza entre el carácter del Soberano Padre del universo y sus criaturas que ha creado para
habitar el universo” (Fred Wright – Ved aquí el Dios vuestro 77).

“No hay un mandamiento hecho por Dios para su propia exaltación, interés o bendición. Para algunos
esto puede parecer increíble, pero es la verdad. La mente humana opera sobre el principio de que la
posesión de gran poder es la oportunidad para gozar libertad a expensas de otros. Por lo tanto, se
concluye que, puesto que Dios tiene poder infinito, lo usa para exaltarse a sí mismo y satisfacer sus
propias ambiciones y deseos” (Fred Wright – Yo pienso como hombre 27).

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