Está en la página 1de 3

1

Capítulo 3
El cuerpo es el templo del Espíritu Santo

“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno
destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros,
santo es” (1Corintios 3:16, 17)

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual
tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues,
a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1Corintios 6:19, 20).

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la
familia de Dios, 20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal
piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para
ser un templo santo en el Señor; 22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para
morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:19-22).

“Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.
14
Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros” (2Timoteo 1:13-14).

“!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera,
pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. 5 ¿O pensáis que la
Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?”
(Santiago 4:4-5).

“El exceso de estudio estimula el cerebro y aumenta el flujo de sangre hacia él. El resultado seguro
de esto es la depravación. No se puede excitar indebidamente el cerebro sin producir
pensamientos y acciones impuros. Se afecta todo el sistema nervioso, y esto conduce a la
impureza. Las facultades físicas y mentales degeneran, y así se contamina el templo del Espíritu
Santo. Las malas costumbres se comunican, y las consecuencias son incalculables. Estoy bajo la
obligación de hablar claramente acerca de este asunto” (Elena G. de White - Carta 145, 1897 /
2MCP89 526.1).

“Ceder a las emociones violentas pone en peligro la vida. Muchos mueren víctimas de una
explosión de rabia y pasión. Muchos se adiestran para caer en esas explosiones. Lo podrían
impedir si quisieran, pero eso requiere fuerza de voluntad para contrarrestar una conducta
equivocada. Todo esto debe ser parte de la educación que recibimos en la escuela, porque somos
propiedad de Dios. El sagrado templo de nuestro cuerpo debe mantenerse puro y sin
contaminación, para que el Espíritu Santo de Dios more en él” (Elena G. de White - Nuestra
Elevada Vocación, 267 – 1897 / 2MCP89 537.4).

“Él [Dios] preparó esta habitación viva que es la mente; fue maravillosamente “entretejida”; es un
templo que el Señor mismo creó para que fuera la morada de su Santo Espíritu. La mente controla
al ser humano en su totalidad. Todas nuestras acciones, buenas o malas, tienen su origen en ella.
Es la mente la que adora a Dios y se une con los seres celestiales. No obstante, muchos se pasan la
vida sin llegar a conocer el [...] [estuche] que contiene este tesoro” (Elena G. de White - La
Educación, 33, 11 de mayo de 1896 / Fundamentals of Christian Education, 426 / 2MCP 425.2).
2

“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. 1Corintios
10:31. He aquí un principio que yace en el fundamento de todo acto, pensamiento y motivo: la
consagración de todo el ser, tanto el aspecto físico como el mental, al control del Espíritu de Dios.
Deben crucificarse la voluntad no santificada y las pasiones, lo que puede considerarse como una
obra estricta y severa. Sin embargo debe hacerse, o ustedes oirán la terrible sentencia de los
labios de Jesús: “Apartaos”. Pueden hacer todas las cosas mediante Cristo, que los fortalece.
Ustedes son de esa edad cuando la voluntad, el apetito y las pasiones claman por ser complacidos.
Dios los ha implantado en su naturaleza para propósitos elevados y santos. No es necesario que se
conviertan en una maldición para ustedes al ser degradados. Pero llegarán a serlo cuando se
nieguen a someterse al control de la razón y la conciencia. Refrenarse, negarse, son palabras y
actos con los cuales ustedes no están familiarizados por experiencia. Las tentaciones los han
dominado. Las mentes no santificadas no reciben esa fuerza y aliento que Dios les ha provisto. Son
impacientes y poseen un fuerte deseo por algo nuevo, algo para gratificar, complacer y excitar la
mente; y a esto se llama placer. Satanás tiene encantos seductores para cautivar el interés y
excitar la imaginación de los jóvenes en particular, para poder asegurarlos en su trampa. Ustedes
están edificando sobre la arena. Necesitan clamar fervientemente: “Oh Señor, convierte lo más
íntimo de mi alma”. Pueden ejercer una influencia para el bien sobre otros jóvenes, o pueden
ejercer una influencia para el mal” (Elena G. de White - 3TI 95.2).

“Mantener la pureza de nuestro espíritu, como templo del Espíritu Santo, es un deber sagrado
para con Dios” (Elena G. de White - 4TI 37.1).

“En el corazón humano purificado de toda impureza moral reside el precioso Salvador,
ennobleciendo y santificando la naturaleza entera, y convirtiendo al hombre en un templo del
Espíritu Santo” (Elena G. de White – TM 394).

“La circunstancia de haber revelado Dios su voluntad a los hombres por su Palabra, no anuló la
necesidad que tienen ellos de la continua presencia y dirección del Espíritu Santo. Por el contrario,
el Salvador prometió que el Espíritu facilitaría a sus siervos la inteligencia de la Palabra; que
iluminaría y daría aplicación a sus enseñanzas. Y como el Espíritu de Dios fué quien inspiró la
Biblia, resulta imposible que las enseñanzas del Espíritu estén jamás en pugna con las de la
Palabra” (Elena G. de White - CS 9).

(La santificación) “Esta obra no se puede realizar sino por la fe en Cristo, por el poder del Espíritu
de Dios que habite en el corazón. San Pablo amonesta a los creyentes: “Ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor; porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer,
por su buena voluntad.” Filipenses 2:12, 13. El cristiano sentirá las tentaciones del pecado, pero
luchará continuamente contra él. Aquí es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad
humana se une con la fuerza divina, y la fe exclama: “A Dios gracias, que nos da la victoria por el
Señor nuestro Jesucristo.” 1 Corintios 15:57 (Elena G. de White - CS 523).

“En aquel tiempo de persecución la fe de los siervos de Dios será probada duramente.
Proclamaron fielmente la amonestación mirando tan sólo a Dios y a su Palabra. El Espíritu de Dios,
que obraba en sus corazones, les constriñó a hablar. Estimulados por santo celo e impulso divino,
cumplieron su deber y declararon al pueblo las palabras que de Dios recibieran sin detenerse en
calcular las consecuencias. No consultaron sus intereses temporales ni miraron por su reputación
o sus vidas. Sin embargo, cuando la tempestad de la oposición y del vituperio estalle sobre ellos,
algunos, consternados, estarán listos para exclamar: “Si hubiésemos previsto las consecuencias de
nuestras palabras, habríamos callado.” Estarán rodeados de dificultades. Satanás los asaltará con
terribles tentaciones. La obra que habrán emprendido parecerá exceder en mucho sus
3

capacidades. Los amenazará la destrucción. El entusiasmo que les animara se desvanecerá; sin
embargo no podrán retroceder. Y entonces, sintiendo su completa incapacidad, se dirigirán al
Todopoderoso en demanda de auxilio. Recordarán que las palabras que hablaron no eran las suyas
propias, sino las de Aquel que les ordenara dar la amonestación al mundo. Dios había puesto la
verdad en sus corazones, y ellos, por su parte, no pudieron hacer otra cosa que proclamarla”
(Elena G. de White - CS 666-667).

“Daniel fue amado por Dios. El trajo la justicia eterna, el Ungido, el Santo de Dios, gustosamente
aceptó la agencia consagrada de su siervo, a través del cual obró dotándolo con su Espíritu Santo e
impartiéndole gracia por gracia” (Elena G. de White – Signs of the Times, 7 de noviembre, 1895).

"La verdad debe santificar a todo el hombre: su mente, sus pensamientos, su corazón, sus
energías. Sus facultades vitales no deben consumirse en prácticas concupiscentes. Estas deben
ser vencidas, o lo vencerán a él... Santificación, ¿cuántos entienden su significado pleno? La
mente está nublada por la malaria sensual. Los pensamientos necesitan purificación. ¡Qué no
podrían haber sido los hombres y las mujeres si hubieran comprendido que la manera en que se
trata el cuerpo es de vital importancia para el vigor y la pureza de la mente y del corazón!
El verdadero cristiano participa de experiencias que producen santificación. No hay ninguna
mancha de culpa en su conciencia, ninguna mancha de corrupción en su alma. La
espiritualidad de la ley de Dios con sus principios restrictivos, penetra en su vida. La luz de la
verdad irradia en su entendimiento. Un resplandor de perfecto amor por el Redentor despeja
el miasma que se ha interpuesto entre su alma y Dios. La voluntad de Dios se ha convertido
en su voluntad: pura, elevada, refinada y santificada. Su rostro revela la luz del cielo. Su
cuerpo es un templo adecuado para el Espíritu Santo. La santidad adorna su carácter. Dios
puede tener comunión con él, pues su cuerpo y su alma están en armonía con Dios" (Elena G.
de White - Comentario bíblico adventista, tomo 7, p. 921).

También podría gustarte