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Capítulo 5
La vindicación de Dios en el conflicto

“Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas
reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio” (Salmos 50:4).

“Alcanzará el estrépito hasta los fines de la tierra: porque Jehová tiene una contienda con las
naciones: entra en juicio con toda carne: y en cuanto a los inicuos, los entregará a la espada.”
Jeremías 25:31 (VM). El gran conflicto siguió su curso durante seis mil años; el Hijo de Dios y sus
mensajeros celestiales lucharon contra el poder del maligno, para iluminar y salvar a los hijos de los
hombres. Ahora todos han tomado su resolución; los impíos se han unido enteramente a Satanás
en su guerra contra Dios. Ha llegado el momento en que Dios ha de vindicar la autoridad de su ley
pisoteada. Ahora el conflicto no se desarrolla tan sólo contra Satanás, sino también contra los
hombres. “Jehová tiene una contienda con las naciones;” “y en cuanto a los inicuos los entregará a
la espada” (Elena G. de White - CS 714).

“Entonces vendrá el fin. Dios vindicará su ley y librará a su pueblo. Satanás y todos los que se han
unido con él en la rebelión serán cortados. El pecado y los pecadores perecerán, raíz y rama,
Satanás la raíz, y sus seguidores las ramas” (Elena G. de White - DTG 712).

“El honor de la ley de Dios ha de ser vindicado ante los mundos no caídos, ante el universo
celestial, y ante el mundo caído” (Elena G. de White - Recibiréis poder 338).

“Debido a la rebelión en las cortes celestiales, el amor de Dios debía ser vindicado, no solo ante
todo el cielo, sino ante todos los mundos que él había hecho. Todo el haría para mantener la
lealtad de los primeros seres humanos, pero si estos eran vencidos por la tentación, Cristo se
comprometió a convertirse en el sacrificio, sustituto y garante del hombre” (Elena G. de White –
Signs of the Times, 12 de julio, 1898).

“Dios, el Ser infinito y omnisciente, ve el fin desde el principio, y al hacer frente al mal trazó planes
extensos y de gran alcance. Se propuso no solo aplastar la rebelión, sino también demostrar a todo
el universo la naturaleza de ésta. El plan de Dios se iba desarrollando y a la vez que revelaba su
justicia y su misericordia, vindicaba plenamente su sabiduría y equidad en su trato con el mal”
(Elena G. de White - PP 64, 65).

“Mediante el plan de salvación ha de cumplirse un propósito más amplio aun que la salvación del
hombre y la redención del mundo. Por medio de la revelación del carácter de Dios en Cristo, se
manifestaría ante el universo la benevolencia del gobierno de Dios, se refutaría la acusación de
Satanás, se manifestaría la naturaleza del pecado y se demostraría plenamente la perpetuidad de
la ley de Dios” (Elena G. de White - A fin de conocerle, p. 368).

“Al rendir su alma sin mancha como sacrificio vivo, Jesús estaba cargando el pecado del
mundo; estaba soportando la condenación de la ley; estaba vindicando la justicia de Dios.
Sobre él habría de caer la separación del Padre, el castigo por la transgresión, con el propósito
de magnificar la ley de Dios y atestiguar de su inmutabilidad. Y esto habría de resolver para
siempre el conflicto entre Satanás y el Príncipe del cielo concerniente al carácter inmutable
de esa ley” (Elena G. de White - Signs of the Times, 9 de diciembre, 1894).
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“... porque solamente la Divinidad puede ser eficaz en la restauración del hombre de la mordedura
venenosa de la serpiente, el propio Dios en Su único Hijo, asumió la naturaleza humana y en la
debilidad de la naturaleza humana sostuvo el carácter de Dios, vindicó Su santa ley en cada punto
en particular” (Ellen White, Youth Instructor, 11-02-1897, pág. 42, col. 2).

“Al rendir su alma sin mancha como sacrificio vivo, Jesús estaba cargando el pecado del mundo;
estaba soportando la condenación de la ley; estaba vindicando la justicia de Dios. Sobre él habría
de caer la separación del Padre, el castigo por la transgresión, con el propósito de magnificar la
ley de Dios y atestiguar de su inmutabilidad. Y esto habría de resolver para siempre el conflicto
entre Satanás y el Príncipe del cielo concerniente al carácter inmutable de esa ley” (Elena G. de
White - Signs of the Times, 9 de diciembre, 1894).

“Pero el plan de redención tenía un propósito todavía más amplio y profundo que el de salvar al
hombre. Cristo no vino a la tierra solo por este motivo; no vino meramente para que los habitantes
de este pequeño mundo acatasen la ley de Dios como debe ser acatada; sino que vino para
vindicar el carácter de Dios ante el universo. A este resultado de su gran sacrificio, a su influencia
sobre los seres de otros mundos, así como sobre el hombre, se refirió el Salvador cuando poco
antes de su crucifixión dijo: 'Ahora es el juicio de este mundo: ahora el príncipe de este mundo será
echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo' (Juan 12:31, 32.) El
acto de Cristo de morir por la salvación del hombre, no solo haría accesible el cielo para los
hombres, sino que ante todo el universo justificaría a Dios y a su Hijo en su trato con la rebelión de
Satanás. Demostraría la perpetuidad de la ley de Dios, y revelaría la naturaleza y las consecuencias
del pecado” (Elena G. de White - PP 55).

“¡Qué efectos grandes y maravillosos han resultado de la crucifixión! ¡Qué visión del carácter de
Dios ha abierto ante el universo el sacrificio de Cristo! Su amor por el hombre, mucho más
abarcante que todo amor humano, ha elevado la ley de Dios a su propia dignidad eterna. Los
atributos de Dios han sido revelados, y los santos requisitos de su ley han sido vindicados. Los
efectos del sacrificio sobre la cruz todavía se sienten; pero todos los que han de ser salvos deben
tener interés propio en el Crucificado” (Elena G. de White – Signs of the Times 14 de abril 1898).

“El vino a demostrar la falsedad de la acusación de Satanás de que Dios había hecho una ley que
el hombre no podía cumplir. Cristo guardó los diez mandamientos mientras tenía la naturaleza del
hombre. Así demostró a los seres humanos que para el hombre es posible obedecer
perfectamente la ley. Así vindicó la justicia de Dios al demandar obediencia a su ley. Aquellos que
acepten a Cristo como su Salvador, haciéndose partícipes de la naturaleza divina, son habilitados
por seguir su ejemplo de obediencia a cada precepto divino” (Elena G. de White – Signs of the
Times 14 de mayo 1902).

“Si deseamos alcanzar altos logros en excelencia moral y espiritual, debemos vivir con ese
objetivo. Estamos bajo una obligación personal frente a la sociedad de hacer esto, con el fin
de ejercer continuamente influencia en favor de la ley de Dios. Debiéramos dejar que
nuestra luz brillase de modo que todos pudieran ver que el sagrado evangelio está influyendo
sobre nuestros corazones y nuestras vidas, que caminamos en obediencia a sus
mandamientos y no violamos ninguno de sus principios. En gran medida, el mundo tiene
derecho a pedirnos cuentas por las almas de los que nos rodean. Nuestras palabras y
acciones constantemente testifican a favor o en contra de Cristo y de esa ley, la cual él vino a
este mundo para vindicar” (Elena G. de White - Testimonios para la iglesia, tomo 4, pp. 62, 63).
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“Todo el cielo está esperando a escucharnos vindicar la ley de Dios” (Elena G. de White - Review
and Herald, 16 de abril, 1901).

“Desde los tiempos más remotos, los fieles de Israel habían prestado mucha atención a la
educación de la juventud. El Señor había indicado que, desde la más tierna infancia, debía
enseñarse a los niños su bondad y grandeza, especialmente en la forma en que se revelaban en la
ley divina y en la historia de Israel. Los cantos, las oraciones y las lecciones de las Escrituras debían
adaptarse a los intelectos en desarrollo. Los padres debían enseñar a sus hijos que la ley de Dios es
una expresión de su carácter, y que al recibir los principios de la ley en el corazón, la imagen de
Dios se grababa en la mente y el alma” (Elena G. de White - DTG 49-50).

(Que la muerte es resultado del pecado y no de Dios) “Al principio de la gran controversia, los
ángeles no comprendían esto. Si se hubiese dejado a Satanás y su hueste cosechar el pleno
resultado de su pecado, habrían perecido; pero para los seres celestiales no habría sido evidente
que ello era el resultado inevitable del pecado. Habría permanecido en su mente una duda en
cuanto a la bondad de Dios, como mala semilla para producir su mortífero fruto de pecado y
desgracia.
Pero no sucederá así cuando la gran controversia termine. Entonces, habiendo sido completado el
plan de la redención, el carácter de Dios quedará revelado a todos los seres creados. Se verá que
los preceptos de su ley son perfectos e inmutables. El pecado habrá manifestado entonces su
naturaleza; Satanás, su carácter. Entonces el exterminio del pecado vindicará el amor de Dios y
rehabilitará su honor delante de un universo compuesto de seres que se deleitarán en hacer su
voluntad y en cuyo corazón estará su ley” (Elena G. de White - DTG 713).

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