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Capítulo 1
¿Qué es la ley?

“Tu justicia es justicia eterna, Y tu ley la verdad” (Salmos 119:142).

“La ley de Dios que se encuentra en el santuario celestial es el gran original del que los preceptos
grabados en las tablas de piedra y consignados por Moisés en el Pentateuco eran copia exacta”
(Elena G. de White - CS 487).

(Moisés) “Luego pasó otra escena ante sus ojos. Se le había mostrado la obra que iba a hacer
Satanás al inducir a los judíos a rechazar a Cristo, mientras profesaban honrar la ley de su Padre.
Vió ahora al mundo cristiano dominado por idéntico engaño al profesar que aceptaba a Cristo
mientras que, por otro lado, rechazaba la ley de Dios. Había oído a los sacerdotes y ancianos
clamar frenéticos: “¡Quita, quita, crucifícale!” Oyó luego a los maestros que profesaban el
cristianismo gritar: “¡Afuera con la ley!” Vio cómo el sábado era pisoteado y se establecía en su
lugar una institución espuria. Nuevamente Moisés se llenó de asombro y horror. ¿Cómo podían los
que creían en Cristo desechar la ley que había sido pronunciada por su propia voz en el monte
sagrado? ¿Cómo podía cualquiera que temiera a Dios hacer a un lado la ley que es el fundamento
de su gobierno en el cielo y en la tierra? Con gozo vió Moisés que la ley de Dios seguía siendo
honrada y exaltada por un pequeño grupo de fieles. Vió la última gran lucha de las potencias
terrenales para destruir a los que guardan la ley de Dios. Miró anticipadamente el momento
cuando Dios se levantará para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad, y cuando los
que temieron su nombre serán escudados y ocultados en el día de su ira. Escuchó el pacto de paz
que Dios hará con los que hayan guardado su ley, cuando deje oír su voz desde su santa morada y
tiemblen los cielos y la tierra. Vió la segunda venida de Cristo en gloria, a los muertos resucitar para
recibir la vida eterna, y a los santos vivos trasladados sin ver la muerte, para ascender juntos con
cantos de alabanza y alegría a la ciudad eterna de Dios” (Elena G. de White - PP 509).

“No está salvado ningún transgresor de la ley de Dios, la cual es el fundamento del gobierno divino
en el cielo y en la tierra” (Elena G. de White - Mensajes Selectos tomo 1 370).

“Siendo la ley del amor el fundamento del gobierno de Dios, la felicidad de todos los seres
inteligentes depende de su perfecto acuerdo con los grandes principios de justicia de esa ley. Dios
desea de todas sus criaturas el servicio que nace del amor, de la comprensión y del aprecio de su
carácter. No halla placer en una obediencia forzada, y otorga a todos libre albedrío para que
puedan servirle voluntariamente” (Elena G. de White - PP 12-13).

“Cristo vino para magnificar la ley y hacerla honorable. Mostró que está basada sobre el anchuroso
fundamento del amor a Dios y a los hombres, y que la obediencia a sus preceptos comprende
todos los deberes del hombre. En su propia vida, Cristo dio un ejemplo de obediencia a la ley de
Dios” (Elena G. de White - HAP 402-403).

(La ley es) “… y la expresión de su amor y sabiduría” (Elena G. de White - PP 34-35).

“La ley de Dios es tan santa como él mismo” (Elena G. de White - PP 34-35).

“La ley de Dios es santa, justa y buena, un trasunto de la perfección divina, resulta que el carácter
formado por la obediencia a esa ley será santo” (Elena G. de White - CS 522-523).
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“Pero mientras que en la naturaleza todo está gobernado por leyes naturales, solamente el hombre,
entre todos los moradores de la tierra, está sujeto a la ley moral. Al hombre, obra maestra de la
creación, Dios le dio la facultad de comprender sus requerimientos, para que reconociese la justicia
y la benevolencia de su ley y su sagrado derecho sobre él; y del hombre se exige una respuesta
obediente” (Elena G. de White - PP 34-35).

(La ley) “Es la revelación de su voluntad, el reflejo de su carácter” (Elena G. de White - PP 34-35).

“La armonía de la creación depende del perfecto acuerdo de todos los seres y las cosas, animadas e
inanimadas, con la ley del Creador. No sólo ha dispuesto Dios leyes para el gobierno de los seres
vivientes, sino también para todas las operaciones de la naturaleza. Todo obedece a leyes fijas, que
no pueden eludirse” (Elena G. de White - PP 34-35).

“… no podía cambiarse una jota o una tilde de ella para ponerla al nivel del hombre en su condición
caída. Dios no cambió su ley, pero se sacrificó, en Cristo, por la redención del hombre. “Dios estaba
en Cristo reconciliando el mundo a sí” (Elena G. de White - DTG 710).

“Los que llegaron a comprender este punto importante fueron inducidos a reconocer el carácter
sagrado e invariable de la ley divina. Comprendieron mejor que nunca la fuerza de las palabras del
Salvador:
“Hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni un tilde pasará de la ley” Mateo 5:18
(VM). Como la ley de Dios es una revelación de su voluntad, un trasunto de su carácter, debe
permanecer para siempre “como testigo fiel en el cielo.” Ni un mandamiento ha sido anulado; ni
un punto ni un tilde han sido cambiados. Dice el salmista: “¡Hasta la eternidad, oh Jehová, tu
palabra permanece en el cielo!” “Seguros son todos sus preceptos; establecidos para siempre
jamás.” Salmos 119:89; 111:7, 8 VM (Elena G. de White - CS 487).

“En los preceptos de su santa ley, Dios ha dado una perfecta norma de vida; y ha declarado que
hasta el fin del tiempo esa ley, sin sufrir cambio en una sola jota o tilde, mantendrá sus demandas
sobre los seres humanos” (Elena G. de White - HAP 402-403).

“En el gobierno moral de Dios, que es un gobierno basado en una distinción entre lo correcto
y lo errado, la ley es esencial para asegurar una acción correcta” (Elena G. de White - Signs of
the Times, 5 de junio, 1901).

“En el sermón del monte mostró cómo sus requerimientos se extienden más allá de sus acciones
externas y abarca los pensamientos e intentos del corazón…” (Elena G. de White - HAP 402-403).

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