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En esta unidad trabajaremos sobre dos conjuntos de conceptos próximos entre sí: primero, el
problema de la identidad étnica, es decir, el cuerpo y la raza como índices de la identidad. Y
segundo, el escenario de la globalización latinoamericana asociado a la ciudad como destino de
los inmigrantes urbanos y espacio de representación en filmes y narraciones.
La clase pasada trabajamos con la noción de cuerpo en la perspectiva de Judith Butler que,
según vimos, elabora la cuestión de la materialidad de lo corporal y el cuerpo como un espacio
dotado de densidad simbólica. Las ideas de Butler consideran al cuerpo ya no como mero efecto
o constructo de la cultura, sino como una superficie densa, dotada de su propio sentido y capaz
de alojar claves para entender la identidad. El cuerpo no sería, según propone Butler, una mera
superficie donde la identidad se inscribe, un receptor pasivo e inane de la razón humana, sino
una entidad con densidad propia, capaz de revelar rasgos que van más allá de la voluntad o la
consciencia del individuo. Restituir al cuerpo propiedades y funciones independientes de la
mente es un modo de contribuir a alejarse del binarismo cuerpo/alma y de sus conceptos
aliados, incluyendo la división binaria masculino/femenino en la que, según vimos, lo masculino
estaba asociado con la mente, la razón, el alma y lo superior, y lo femenino con el cuerpo, la
materia, los sentidos y lo inferior.
El sexo, entonces, o más bien el modelo heterosexual sobre el que se apoya matriz binaria
criticada por Butler, no es el único elemento determinante en la producción de sujetos. La
raza es otro componente central para definir los cuerpos y asignarles sentido y así lo reconoce
ella en su libro.
En las dos próximas clases nos concentraremos en la raza y en los inmigrantes para explorar
formas de la identidad cultural en los tiempos contemporáneos, y su representación en formatos
literarios y culturales.
La raza, como el sexo, es también un concepto complejo y ambivalente. La
raza puede pensarse como un estigma empleado para discriminar y asignar
atributos negativos, diferenciales, inferiores a un grupo étnico respecto del
sector hegemónico. Tuvo su apogeo durante el colonialismo que empleó la
raza para establecer jerarquías. Pero también puede pensarse como un
elemento aglutinador, que permite articular afiliaciones y posiciones
colectivas necesarias para que grupos minoritarios se defiendan y se
opongan a quienes buscan oprimirlos.
Antes que aceptar un modelo que entiende el racismo como discriminación sobre la base de una
raza dada previamente, sigo la línea de aquellas teorías recientes que han sostenido que la
“raza” se produce parcialmente como un efecto de la historia del racismo, que sus fronteras y
significaciones se construyen a lo largo del tiempo, no solo al servicio del racismo, sino también
al servicio de la oposición al racismo (Cuerpos que importan, p. 41).
Esta cita hace énfasis en un punto que los críticos culturales han observado y es que la raza,
como otros conceptos desnaturalizados por la crítica cultural (hombre, sujeto, cultura), es una
categoría que emerge en una tradición discursiva.
Quedan así asociadas a ciertos rasgos físicos con comportamientos morales: el judío
es avaro y encorvado; el negro es robusto, violento e irracional.
La literatura y la esfera cultural nos sirven aquí para examinar estas creencias, su
fijación en obras literarias y sus terribles efectos en la historia humana.
No obstante, es interesante que los Estudios Culturales y los estudios de raza han recuperado
el potencial emancipador de la noción de raza que, aunque guarda una relación muy estrecha
con el pensamiento racista y discriminatorio, puede también aprovechar los rasgos comunitarios
y colectivos de la raza como elemento proveedor de identidad. Como dice Judith Butler en la cita
anterior, la noción de raza puede funcionar también al servicio de la oposición al racismo. Es por
eso que numerosos grupos minoritarios como los negros o los hispanos en los Estados Unidos
han recuperado un valor en el término “raza”, capaz de proveer elementos aglutinantes para
una comunidad organizada simbólicamente.
Un ejemplo del segundo uso está en los movimientos antidiscriminatorios que actuaron en
distintos países y momentos históricos para resistir la opresión y el colonialismo, y donde la
noción de “raza” tuvo un valor positivo, empleado para formar alianzas y, generalmente, como
observa Stuart Hall en el caso de Inglaterra, con una relación débil con el color de piel.
¿Qué es una persona negra? ¿Quién es “blanco”? ¿Cuál es el límite que distingue a uno del otro?
Los colores de piel son imposibles de determinar con precisión, lo que permite entender la
condición “ficcional” y, por lo tanto, próxima a la literatura, de la raza. En el caso de Inglaterra,
el término “negros”, señala Hall, servía para designar (y unir) a inmigrantes de muy diversos
orígenes y herencias étnicas que habían inmigrado a Gran Bretaña luego de la Segunda Guerra
Mundial: caribeños como Stuart Hall mismo, pero también personas que venían de lugares muy
diversos como África, pero también la India, Pakistán o Bangladesh e incluso inmigrantes de
oriente. Básicamente “negros” eran quienes no eran blancos.
No podemos detenernos en esta cuestión aquí, pero sabemos que también en la Argentina la
palabra “negro” designa un conjunto de atributos sociales y políticos con una relación muy
imprecisa y vaga con la “raza”. Aunque el término “negro” posee características despectivas y
ha sido utilizado (y todavía se utiliza) principalmente con propósitos discriminatorios en nuestro
país, negro o negra también puede agrupar personas en función de su afiliación política, social o
incluso afectiva y proveerlas de un “hogar simbólico” con el cual identificarse.
Por esta razón, resulta importante recuperar la raza como un concepto
cultural complejo, presente en momentos históricos para promover políticas
autoritarias y discriminatorias, pero también capaz de articular formas de
la identidad colectiva que surgieron en resistencia y en contestación de
esas mismas políticas. El racismo es un fenómeno que no ocurrió sin
oposición y resistencia a las políticas segregacionistas y a las prácticas
racistas. En esos movimientos se forjaron alianzas y formas de la identidad
colectiva que resulta preciso recuperar.
De modo adicional, al darle a la raza una dimensión histórica capaz de ser leída en textos,
imágenes, relatos, representaciones y formaciones del repertorio cultural, podemos entender
por qué la Crítica Cultural es capaz de brindar instrumentos originales y apropiados para
analizar este problema. Si como observa el profesor estadounidense afroamericano Henry Louis
Gates, “La raza, en tanto criterio dentro de las ciencias biológicas, ha sido ya por un tiempo
reconocida como una ficción” (1985:4), entonces podemos entender por qué los estudios
literarios y culturales pueden darnos herramientas para mejor comprender su funcionamiento.
Un texto literario, pero también una imagen, un film, una obra de arte o una canción de música
popular ofrecen soportes en los cuales examinar articulaciones del problema de la raza.
Como vimos en las clases anteriores, la trayectoria de Stuart Hall, profesor negro nacido en
Jamaica y educado en Inglaterra donde ejerció como profesor y teórico de los Estudios
Culturales, puede entenderse por el cambio demográfico que aconteció en Inglaterra y en toda
Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando millones de personas de las colonias y ex
colonias europeas comenzaron a inmigrar –en algunos casos para estudiar, como él mismo– y a
establecerse en las antiguas metrópolis. Ese movimiento no se ha detenido sino que continúa
hasta hoy y presenta un problema urgente en el mundo contemporáneo, del que también es
parte América Latina. Uno de sus efectos más palpables es la convivencia muy próxima, en
espacios principalmente urbanos, de personas de muy diversos orígenes. Como sabemos, no se
trata de una experiencia fácil y a menudo genera comportamientos discriminatorios y fricciones
sociales que podemos asociar con la raza.
De este modo, podemos ver que la cuestión de la raza continúa acompañando la experiencia
humana aunque exista hoy un consenso acerca de las trágicas consecuencias del racismo como
política estatal. La globalización, la inmigración y los refugiados son un emergente de esta
cuestión. En lo que nos queda de esta clase y en la clase siguiente, procuraremos abordar el
problema de la identidad étnica en relación con el escenario privilegiado donde la raza se
vuelve visible y donde surgen conflictos que la vuelven uno de los sitios centrales: la ciudad
global donde inmigrantes, ciudadanos y refugiados convergen.
Ciudadanías multiculturales
Como sabemos, en la experiencia americana la convivencia entre culturas diferentes tiene una
larga historia. La Conquista de América significó un primer episodio de un encuentro signado por
la violencia entre europeos e indígenas. La experiencia de la esclavitud sumó a personas del
continente africano al mundo americano y también señala una historia de desigualdad, opresión
y convivencia áspera entre grupos humanos que, sin embargo, contribuyeron a conformar una
subjetividad heterogénea. Ya en tiempos más próximos al presente, las sucesivas olas de
inmigración europea, pero también asiática (árabes, orientales) y, más recientemente, nuevas
oleadas africanas y asiáticas de inmigrantes han contribuido a la formación de identidades
altamente diversas en nuestra región.
Lo ocurrido en América también tiene ejemplos en otros lugares del mundo: la inmigración y los
refugiados de hoy permiten reconocer un fenómeno en el que conviven culturas distintas,
chocan entre sí pero también se mezclan y han contribuido en la historia a procesos que han
sido reunidos bajo el término transculturación en los estudios literarios y culturales
latinoamericanos (Ángel Rama, Transculturación literaria en América Latina, México: siglo xxi,
1982).
Silviano Santiago, en su ensayo “El cosmopolitismo del pobre” indica dos tipos de
multiculturalismo que pueden servirnos para entender mejor la relación entre identidad y
etnicidad en la cultura contemporánea. En primer lugar, está el multiculturalismo del siglo XIX,
asociado con el que se practicó en los países latinoamericanos cuando fueron fundados en el
proyecto de establecer naciones modernas. El modelo liberal del cosmopolitismo
latinoamericano promovió la inmigración, pero también explotó a los negros y atacó a las
minorías indígenas. Esta forma de cosmopolitismo aspiraba a otorgar derechos a cambio de
ciudadanía, pero la ciudadanía también significaba incorporarse a una unidad política que exigía
abandonar la identidad preexistente en favor de una nueva. La obra de Sarmiento es un ejemplo
de este proceso.
La construcción del Estado con las reglas de ese multiculturalismo tuvo como sello prioritario el
engrandecimiento del Estado-nación por la pérdida de la memoria individual del marginado a
favor de la artificialidad de la memoria colectiva (2012: 321).
El búmeran que en el siglo XIX lanzó el multiculturalismo para el Nuevo Mundo, a fin de que él
permaneciera de apéndice de Europa en el periodo poscolonial, en los últimos años pasó por
encima del blanco África y Asia, para regresar al lugar de lanzamiento. El hechizo se vuelve
contra el hechicero en la propia casa de este (318).
Tomaremos como ejemplo el film Copacabana, de Martín Rejtman (2006), que muestra
un ritual propio de la comunidad boliviana de Buenos Aires y sirve para examinar esta
formación y un uso específico de las tradiciones bolivianas en el espacio urbano de
Buenos Aires. Como sabemos, muchos de los inmigrantes no solo vindican sus
tradiciones (la celebración del año nuevo chino en la ciudad de Buenos Aires, una fiesta
popular que crece cada año sería otro ejemplo) sino también algunos aspectos de su
posición subalterna, como los barrios precarios que el film recorre. No se trata,
exactamente, de villas miseria, aunque las viviendas se encuentran próximas a uno de
los conglomerados precarios más grandes de la ciudad de Buenos Aires, la villa
1.11.14. La película también incluye imágenes de distintos lugares de Bolivia,
incluyendo el barrio de El Alto, en La Paz, con sus construcciones características de
ladrillo sin revocar, que se reproducen en las viviendas de los bolivianos de Buenos
Aires.
https://youtu.be/0Av7YGklBt0
Ensayistas argentinas como Beatriz Sarlo y Verónica Gago han estudiado este fenómeno y han
reconocido la densidad cultural y la complejidad del mundo de la villa que, en un proceso con
paralelos con una nueva configuración de las posiciones identitarias, ha perdido muchas de las
connotaciones negativas y los estigmas característicos y hoy es defendida como “identidad
contingente”. Sarlo ha trabajado este problema en su libro La ciudad vista. Mercancías y cultura
urbana (Buenos Aires: Siglo XXI, 2009) y Verónica Gago en su libro La razón neoliberal.
Economías barrocas y pragmática popular (Buenos Aires: Tinta Limón, 2013).
Puede accederse al artículo de Gago “Hasta que un día nos organizamos” donde
sintetiza varias de sus hipótesis en:
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/hasta-que-un-dia-nos-organizamos/
La villa esta incrustada en la ciudad, pero vive, sin embargo, en un régimen legal y
simbólico diferente. La frontera que la imagen muestra permite apreciar el contacto
y la separación útiles para pensar la condición contemporánea de fragmentación e
indistinción: la villa es y no es la ciudad, sus habitantes son y no
son ciudadanos, poseen y no poseen los mismos derechos que los habitantes de la
ciudad.
Como observan Gago y Sarlo, la práctica de construcción sin revocar presenta una
marca material característica donde conviven tradiciones culturales (como la
arquitectura característica del barrio de El Alto, en La Paz, Bolivia), formas de vida
y un uso específico de los recursos materiales. El desafío es intentar entender la
administración y la composición de estructuras edilicias en su propio régimen
simbólico. (Imagen tomada de “Hasta que un día nos organizamos”,
revista Anfibia).
El interés por la villa y los barrios marginales como espacio cultural muestra un cambio que será
el último punto a mencionar en esta clase. En la cultura contemporánea la villa dejó de ser un
lugar vergonzoso para adquirir valor simbólico propio, así como materia de films, relatos,
imágenes y estudios críticos, como por ejemplo La ciudad vista, de Beatriz Sarlo o los trabajos
de Verónica Gago mencionados. Abundan asimismo textos literarios que exploran y escriben
sobre el mundo de la villa.
Recapitulación
El momento actual de la globalización tiene como consecuencia una nueva configuración de las
relaciones entre ciudadanos e inmigrantes. La utopía que presentaba a la nación y la ciudad
como promesa de igualdad inclusión y derechos ha perdido muchas de sus garantías. Existe,
incluso, un conjunto de textos literarios que rechazan y atacan a la nación como signo y
denuncian sus miserias. Hoy los refugiados y los inmigrantes se muestran mucho menos
interesados en abandonar su cultura y, por el contrario, la exhiben de modo orgulloso y a veces
provocativo. Las tradiciones propias, incluida la religión, forman parte de un capital cultural al
que no están dispuestos a renunciar. Los fragmentos se multiplican y presentan un paisaje
social quebrado y desarticulado, que ha perdido la distribución en grandes unidades, o donde las
unidades culturales son rechazadas y se ven invadidas por otros cuerpos: extranjeros,
inmigrantes, pobres, mujeres, prácticas culturales que palpitan y exhiben su diferencia.
Aquí dejamos por hoy. Gracias por la atención. Esperamos que hayan disfrutado de la clase.
Vamos a continuar con la última unidad que recupera algunos de los problemas que vimos hoy y
los confronta con el mundo urbano.
Bibliografía de referencia
Gago, Verónica (2013) La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática
popular,Buenos Aires: Tinta Limón.
Gates, Henry Louis (1985), ed. “Race”, Writing, and Difference. Chicago: The University
of Chicago Press.
Hall, Stuart (2010). Sin garantías. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
Ludmer, Josefina (2010). Aquí América Latina. Una especulación. Buenos Aires: Eterna
Cadencia.
Rama, Ángel (1982), Transculturación literaria en América Latina, México: Siglo XXI
Santiago, Silviano (2012)“El cosmopolitismo del pobre”. Traducción de Daniel
Bergel.Cuadernos de Literatura No. 32, julio-diciembre, pp. 309-325. Recuperado
dehttp://revistas.javeriana.edu.co/index.php/cualit/article/view/4074
Sarlo, Beatriz (2009) La ciudad vista. Mercancías y cultura urbana. Buenos Aires: Siglo
XXI.
Sassen, Saskia (1999). La ciudad global. Buenos Aires: Eudeba.
Bibliografía obligatoria
Verónica Gago, “Hasta que un día nos organizamos” en Revista Anfibia, accesible
enhttp://www.revistaanfibia.com/ensayo/hasta-que-un-dia-nos-organizamos/
Stuart Hall, “La cuestión de la identidad cultural” en Sin garantías. Lima: Instituto de
Estudios Peruanos, 2010, pp. 363-404. Accesible en:
http://perio.unlp.edu.ar/catedras/system/files/stuart_hall_-_sin_garantias.pdf
Actividad
Participar del Foro no obligatorio donde se discuta el problema de la etnicidad y la formación de
la subjetividad colectiva. Usos discriminatorios y contestatarios de la raza. Busque ejemplos en
obras literarias, cinematográficas u obras de arte (instalaciones, fotografías, puede citar
ejemplos recorridos en el curso, i.e. Marcos López, Augusto Roa Bastos, Adriana Lestido) donde
la cuestión de la raza emerja y pueda discutirse. Explique de qué modo resulta problematizada y
cómo puede aprovecharse este material para estimular un debate en el aula.
Autor :Equipo Especialización