Está en la página 1de 12

Especialización en Enseñanza de Escritura y Literatura en la Escuela Secundaria

Módulo Teoría y Crítica cultural

Clase 3: Identidad, cultura, subjetividad

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Hoy vamos a continuar con la unidad 2 del
programa, titulada “Identidad, cultura, subjetividad”. Vamos a explorar contenidos relativos a
la formación de la subjetividad y sus críticas.

Como vimos en la clase anterior, la noción de una identidad cohesionada, unida, pura y estable
ingresó en crisis hace ya varios años. Se trata de un proceso de larga duración que erosionó la
soberanía del sujeto moderno, imaginado por la tradición iluminista europea, el así llamado
sujeto cartesiano concebido por el filósofo francés René Descartes, autor del cogito, ergo sum:
“pienso, luego existo”. Esta expresión que dio lugar a una centralidad de la identidad estuvo, sin
embargo, acompañada por sucesivas fragmentaciones reconocibles en la esfera cultural. No
tenemos espacio aquí para desarrollar esta trayectoria en detalle, pero es preciso mencionarla,
ya que en esta clase nos enfocaremos en la relación entre crítica cultural e identidad, tanto
en su formación como en el descentramiento del sujeto moderno que la continuó. Nuestro eje
será cómo pensar las transformaciones y articulaciones entre identidad y cultura, y nos
centraremos en ejemplos latinoamericanos que dialogan con esta problemática a nivel mundial.

LA IDENTIDAD COMO INTERSECCIÓN


El artículo de Nelly Richard que vimos la clase
pasada habla sobre las luchas culturales y
políticas de los años 80 en Chile. Uno de los ejes
del artículo está en el problema de
la fragmentación de la identidad y de la crisis
de nociones como identidad homogénea, ante la
emergencia de fragmentos, posiciones y focos de
atención que recuperaban la identidad como
sujeto y, por lo tanto, la identidad ligada con una
coyuntura potencialmente móvil, situacional y
estratégica. Así, la noción de clase social
empleada por los partidos de izquierda chilenos
no resultaba satisfactoria para enfrentar a la
dictadura. Pero, sobre todo, no funcionaba para
pensar la identidad ante la emergencia de otros
elementos, en particular, con la consolidación del
feminismo, pero también de otras formas de
marginación como las minorías sexuales que
Fuente: Diario La Tercera. J. L. F. - 28/04/2011 - 17:02 tendrán un lugar en la resistencia contra Pinochet
en Chile. La figura del escritor gay y travesti
http://www.latercera.com/noticia/cultura/2011/04/1453- Pedro Lemebel y el grupo “Las yeguas del
361829-9-exhiben-imagenes-de-las-yeguas-del- apocalipsis” es un ejemplo. Este grupo enfrentó
apocalipsis-un-hito-de-la-contracultura.shtml al régimen de Pinochet apelando a un repertorio
sexual que buscó desafiar a la cultura dominante. Los miembros de la Revista de Crítica
Cultural prestaron atención a articulaciones de la identidad específicas, como mujeres y gays, y
contribuyeron, de ese modo, a erosionar la confianza en las identidades rígidas y macizas
dominantes en las luchas contra la dictadura en Chile. El desplazamiento de la lucha política al
terreno de lo cotidiano permite pensar en la subjetividad, por ejemplo de mujeres, como una
zona donde cultura e identidad se intersectan.

En la imagen que vemos a continuación -tomada de la obra Para no morir


de hambre en el arte- puede observarse a los miembros del Colectivo
Acciones de Arte repartiendo sachets de leche Soprole en un sector pobre
de Santiago, Chile, en 1979.

Fuente: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3342.html#imagenes

La instalación evoca imágenes de la sociabilidad urbana (barrios pobres,


sectores céntricos de Santiago), la vida cotidiana (leche Soprole, arte) y la
desacralización del arte equiparado a una acción de arte-situación que
interviene en el dominio de lo común. El arte sale del museo y se mezcla
con la vida cotidiana, politizándose. La politización se ubica en la
emergencia de esta problemática en un espacio inusual y en la presencia de
subjetividades en contacto: artistas, vecinos pobres, transeúntes, un sujeto
contraépico, como lo define Richard. Emerge aquí el universo de lo común
como materia de los Estudios Culturales, en un doble sentido: aquello que
es común a todas las personas, y define a las sociedades por la cultura
compartida, pero también lo ordinario (un sachet de leche).

Stuart Hall (2003), en un ensayo titulado “¿Quién necesita de la identidad?” desarrolla un


recorrido por esta problemática y concluye que la identidad, antes que una esencia, es un
punto de intersección mediado por la dimensión discursiva, ya que las identidades se
constituyen en el discurso, no existen a priori ni fuera del soporte simbólico; por eso las
estudiamos quienes trabajamos desde la dimensión cultural.
La cultura provee una superficie donde se manifiestan las identidades, incluyendo sus propios
límites y tensiones.

En el caso del grupo CADA de Chile, pero también en otras manifestaciones


de resistencia al poder político dominante como las Madres de la Plaza de
Mayo en la Argentina durante la Dictadura Militar, vemos caminos de
confrontación y cuestionamiento no solo antagónicos con el poder, sino
también capaces de mostrar grietas en la oposición al poder dominante. En
el rechazo a identificaciones planas con nociones como “la clase obrera” los
miembros del grupo CADA y la Revista de Crítica Cultural permitieron poner
bajo sospecha formaciones unitarias y estructuras binarias como clase alta-
clase baja u oposiciones como varón-mujer que no toman en cuenta otras
variables (como raza, género, educación o posición social).

El activismo de grupos de mujeres en los movimientos de resistencia a los


regímenes autoritarios en América Latina contribuye a poner en cuestión,
por ejemplo, la noción de “el hombre” como sujeto de la historia que se
empleaba de manera acrítica en los discursos sociales, históricos y
culturales. El sustantivo “hombre” no es neutral, participa de una
designación de género masculino; a menudo supone una etnicidad blanca
(los negros o los indígenas no fueron considerados propiamente “hombres”
durante gran parte de la historia occidental) y esconde, bajo una retórica de
universalismo humanista, una particularidad engañosa.

En su ensayo “La cuestión de la identidad cultural”, Stuart Hall (2003) traza un recorrido por
la crisis de identidad que asocia con la misma emergencia del sujeto moderno. De algún
modo, como en la relación dialéctica entre crítica y cultura, la Modernidad también se encuentra
asociada a la consolidación del sujeto moderno que ocurrió con la caída del poder feudal y de la
religión como proveedores de certezas. La pérdida de autoridad de la religión y el régimen
monárquico permitieron que la esfera del arte y la cultura cobraran autonomía. La cultura será
uno de los recursos para la hegemonía y la formación de subjetividades, aunque también una
zona potencial de resistencia, como vimos en la clase anterior.

Modernidad y subjetividad van juntas, y suponen, como cultura y crítica, un distanciamiento


crítico del presente y de la temporalidad moderna en la que el sujeto se encuentra sumido. Así,
la emergencia de una articulación del sujeto con el mundo y la sociedad que lo contiene puso a
la identidad en términos de identificación con marcos colectivos como la nación, la comunidad,
el pueblo, la clase o el territorio. El proceso de identificación de una persona con cualquiera de
esas unidades colectivas, nación, comunidad, pueblo o provincia fue mediado por la cultura.

La invención de la imprenta con la expansión del capitalismo, observa Benedict Anderson


(1993), tuvo un papel central en la difusión de la pertenencia a unidades abstractas, de difícil
comprobación empírica ya que los miembros de una nación, un pueblo o incluso de una
provincia nunca pueden llegar conocerse entre sí. Por esa razón, Anderson denomina
“comunidades imaginadas” a un tipo de unidad política que sucede a la religión y al poder
dinástico (la monarquía), y adquirió una enorme capacidad de generar identificación apoyada en
un soporte cultural. “Lo que estoy proponiendo –dice Anderson– es que el nacionalismo debe
entenderse alineándolo, no con ideologías políticas conscientes, sino con los grandes sistemas
culturales que lo precedieron, de donde surgió por oposición” (1993: 30). Es así como la nación
se presta a funcionar como soporte cultural para la subjetividad moderna.
El “sujeto” está sujeto por aquella estructura simbólica que lo contiene y lo
explica, y las bases de la Modernidad proveyeron (y permiten también
cuestionar) esas mismas bases sobre las que se asentó la centralidad del
sujeto moderno. Al mismo tiempo que se formaba, esa centralidad del
sujeto comenzó a ser erosionada. Así, el marxismo, el psicoanálisis, la
genealogía del poder disciplinario, la lingüística y el feminismo, sostiene
Stuart Hall, contribuyeron a descentrar el sujeto moderno y a volver visibles
sus condiciones de posibilidad, enmarcadas en situaciones precisas.

Marcos como la división de la sociedad en clases sociales, las articulaciones del inconsciente
freudiano, así como formaciones simbólicas y disciplinarias y las posiciones de género
contribuyeron a hacer reconocible que la identidad, antes que una esencia es una posición:
de clase, género, familia y de negociación con los contextos culturales por los que el sujeto se
encuentra determinado. La crisis del sujeto moderno emergió, entonces, de modo casi paralelo
al proceso de su misma constitución. Hall recuerda que el “pienso, luego existo” de Descartes
comenzó como una duda y que esa duda puede proyectarse hacia el problema más general del
descentramiento del sujeto moderno.

Visto algunas veces como “el Padre de la filosofía moderna”, Descartes fue un matemático y un
científico, fundador de la geometría analítica y la óptica, profundamente influenciado por la
“nueva ciencia” del siglo XVII. Estuvo afligido por esa profunda duda que siguió al
desplazamiento de Dios del centro del universo; y el hecho de que el sujeto moderno nació en
medio de duda y escepticismo metafísicos nos recuerda que nunca estuvo tan establecido y
unificado como quiere dejar entender esta manera de describirlo. (Hall, 2010: 371).

De este modo vemos que el abordaje a la cuestión de la formación de la subjetividad permite


reconocer los conceptos empleados para pensar y representar al sujeto moderno, pero, del
mismo modo que lo hicimos en relación con la idea de crítica cultural, al volver visibles los
medios empleados para representarlo, la misma noción de sujeto revela su “artificialidad”. El
sujeto es antes una pregunta que una certeza. Por eso regresa como problema.

La fragmentación de la subjetividad revela que no hay nada natural en la identidad sino todo
lo contrario. Se trata de un efecto de la historia humana y del desarrollo de su manifestación
dominante en la Modernidad, el capitalismo, bajo el cual los sujetos modernos fuimos
constituidos como miembros, por ejemplo, de una clase (la clase trabajadora, la clase media o
la burguesía), de un género sexual (masculino, femenino, gay u otro), una raza (negra, blanca,
mapuche, mestiza) o, incluso, una posición inconsciente o social específica, incluyendo la
nacionalidad, uno de los rasgos de la identidad que veremos a continuación.

En este sentido, el afianzamiento de la identidad como subjetividad permite reconocer un rasgo


característico de la Modernidad que también forma parte de la crítica cultural: la capacidad de la
Modernidad para fragmentarse y exhibir sus fracturas internas. Se trata de un mecanismo por el
que lo moderno permite el acceso distanciado a su propia naturaleza que no tiene,
paradójicamente, nada de “natural”. El sujeto moderno resulta, entonces, una posición, no un
rasgo esencial o permanente, y puede variar, desplazarse, ampliarse o restringirse. Los recursos
de la crítica cultural como actividad capaz de desarmar los objetos y superficies simbólicas nos
permiten reconocer esa articulación cambiante y contingente.
Naciones culturales
El papel de la cultura en la construcción de identidades se encuentra asociado, principalmente, a
la idea de nación, que será una de las proveedoras centrales de insumos para la construcción de
la identidad cultural. La nación, junto al pueblo y al territorio con los que se encuentra asociada,
cumplió un rol clave, particularmente en América latina, para definir identidades: es en torno a
la formación de la nación que pueden establecerse otras categorías afines como la de
ciudadanía, imprescindible para la obtención de derechos. Sin nación -tal como se la concibió a
partir del siglo XIX- y de las revoluciones burguesas, es decir, como un contrato capaz de
garantizar igualdad y libertad a sus miembros pensados como hermanos, no resulta posible el
acceso a una posición de dignidad y al amparo de la ley. La ley concede derechos a los
ciudadanos, por lo tanto, aquellos que carecen de ciudadanía por no tener nación no pueden
acceder a tener derechos. Y los derechos son concedidos en un contexto jurídico nacional.

Como nos enseña la Historia, los derechos fueron al principio restrictivos. No todos los
habitantes de una nación eran ciudadanos. La ampliación progresiva del perímetro de la
ciudadanía permitió que ingresaran en la nación quienes antes no habían estado incluidos en
ella: las mujeres, los analfabetos, los subalternos, los hijos ilegítimos que quedaban afuera de la
familia patriarcal tradicional y los extranjeros que, si adquirían ciudadanía, podían acceder a los
derechos otorgados por la nacionalidad. También los indígenas o los negros fueron privados de
la ciudadanía en diversos contextos. Todos ellos pudieron incorporarse al colectivo nacional
gracias a la mediación de la nación y adquirieron una identidad nacional como condición
necesaria para el ejercicio pleno de la ciudadanía. En nuestra región ese proceso todavía
continúa en marcha, aún no está concluido, debido, en parte, a un Estado-nación nunca
terminado y que permanece en construcción. Nación e identidad son, entonces, conceptos
próximos y ambos son también dinámicos e históricos, cambiaron y pueden continuar
haciéndolo. La nacionalidad se adquiere, pero también puede perderse y una persona puede
tener distintas nacionalidades simultáneamente.

Al mismo tiempo, analizados desde una perspectiva cultural, los conceptos de “nación”, “pueblo”
o “región” -e incluso “provincia” o “comunidad”- se encuentran atravesados por una dimensión
simbólica e imaginaria en la medida en que son los discursos (el discurso histórico, los relatos y
narraciones) los espacios donde esas identidades cobran forma.

Si bien el texto impreso no tiene una difusión universal ya que existen los
analfabetos, la difusión del libro y el periódico fueron importantes en la
difusión de la idea de nación como proveedora de identidad.

El “pueblo argentino” o el “pueblo paraguayo” son sujetos de discursos


verbales, reconocibles en actos oficiales o en narraciones históricas y
literarias o de actualidad mucho más que en una realidad tangible. Todos
estos términos guardan, a su vez, relación con la identidad, en particular
con la identidad colectiva, con la que el sujeto se identifica.

Por lo tanto el “nosotros” proveedor de un espacio imaginario en el cual la


subjetividad se define tiene una dimensión imaginaria. Pero se trata, como
podemos ver, de una operación principalmente verbal y simbólica: el
“pueblo argentino” es, ante todo, un referente discursivo, difícil (o
imposible) de palpar en carne y hueso, del mismo modo que el “pueblo
sanjuanino”.
Sin embargo, como vimos, al aproximarnos y examinar su trayectoria, también la identidad
colectiva revela aspectos contingentes, es decir, pasibles de transformarse y variar al estar
mediados por luchas políticas. Las identidades nacionales cambian, pueden ensancharse cuando
permiten el ingreso de nuevos integrantes o adelgazar si los expulsa. En el estado de Texas, en
los Estados Unidos, ocurre hoy un debate sobre los hijos de los inmigrantes ilegales que, por
ley, en los Estados Unidos como en la Argentina, adquieren ciudadanía por el solo hecho de
haber nacido en el territorio nacional. Sectores conservadores del estado de Texas quieren
privar a los hijos recién nacidos de inmigrantes ilegales ese derecho, la nacionalidad, achicando
de ese modo los límites de la ciudadanía. Sectores defensores de los derechos de los niños y de
los inmigrantes se oponen a esta propuesta. Alrededor de esa polémica iniciativa legal se generó
un debate que continúa abierto y donde podemos observar formas de restricción de la identidad,
así como existen otras de signo contrario, donde la identidad se amplía, como en la recepción de
refugiados o nuevos inmigrantes en la comunidad nacional en sociedades hospitalarias.

Vemos así que, tanto la identidad nacional como la ciudadanía que la expresa en términos
legales, son variables. Ambas dependen del concepto de nación. Pero la nación se ha pensado
también como una comunidad imaginada, en la medida en que las leyes y los relatos que la
sustentan tienen un formato simbólico: la nación funciona como un relato, una narración (con
una Historia que se reescribe periódicamente y puede cambiar). Como sabemos quienes
estudiamos literatura, las narraciones pueden descomponerse, analizarse y ser sometidas a
crítica. En la medida en que la nación representa a sus miembros, actúa como representación y
tiene, en este sentido, rasgos que la aproximan a un escenario con actores, personajes, un
argumento y una estructura imaginaria con la que los ciudadanos se identifican, es decir,
construyen sus identidades.

Sin embargo, al reconocer la condición cultural, imaginada e histórica del colectivo “nación”
también estamos admitiendo su contingencia. El impacto de la globalización y el crecimiento
sostenido de las migraciones han erosionado el poder de la nación y también el de otras figuras
aliadas. El territorio, el pueblo, el género (masculino o femenino) o la clase (obrera, burguesa)
no poseen el mismo poder explicativo que tenían hace algún tiempo. Veamos, entonces, el
impacto de lo global en la subjetividad.

El retorno de la identidad
El historiador del arte paraguayo Ticio Escobar plantea una conjunto de ideas válidas para
explorar esta cuestión que abordaremos a partir de su ensayo “La identidad en los tiempos
globales”, incluido en el libro El arte fuera de sí (Asunción: Fondec/Museo del Barro, 2004).

Escobar parte de algo que hemos planteado en esta clase: la reemergencia del tema de la
identidad en el debate contemporáneo a partir del repliegue de grandes figuras que lo
legitimaban en clave esencialista, como nación, pueblo, clase, territorio y comunidad(61).
Como vimos, estas figuras, aunque mantienen poder y prestigio, han perdido el aura épica que
tenían. Ese retroceso, argumenta el autor, deja un vacío riesgoso que identifica en dos peligros:
que la formación de subjetividades pueda ser regulada por las industrias culturales (los medios
masivos de comunicación, la publicidad, el espectáculo) es el primero. El segundo es una
fragmentación excesiva en micro identidades incapaces de alcanzar efectividad política en
contextos como el de América Latina que, subraya Escobar, difiere de la globalización
experimentada en el Primer Mundo. Debido a las condiciones todavía débiles de los Estados-
naciones garantes de derechos, la micropolítica de las identidades puede conspirar contra un
sistema articulado de resistencia.

Su análisis enfatiza, entonces


(…) el cambio del concepto de identidad-sustancia al de identidad-constructo, lo que supone el
desplazamiento desde una noción sustantiva a una consideración pragmática del término. El
colapso del sujeto cartesiano (el Sujeto, dueño del lenguaje, centrado) producido a lo largo de la
modernidad ha terminado por echar por tierra el mito del privilegio unitario y racional de la
subjetividad y ha preparado el campo para comprender las identidades a partir de
identificaciones y posiciones variables. (62).

Los efectos de la proliferación de identidades contingentes y fragmentadas en el


panorama latinoamericano no son menores ni insignificantes. Los estudiosos de la
fragmentación de la subjetividad toman, en general, ejemplos que pueden ser leídos en el
marco de los procesos de globalización que no afectan todavía a América Latina en un grado tan
intenso como en las metrópolis, pero que, sin embargo, han erosionado el poder de la nación
como referente simbólico. Si en los países centrales o del “Primer Mundo” el Estado-Nación ha
perdido poder de identificación ante el impacto de la globalización, ese proceso ocurrió a merced
de formaciones “micro”, como comunidades religiosas, étnicas, regionales o formas de vida que
consagraron la ideología del multiculturalismo. Esta misma ideología contribuye a una
fetichización de la identidad, convertida bajo el formato multicultural en bandera del capitalismo
transnacional, del cual resulta cómplice. (Zizek, 1988)

Un ejemplo de la fetichización de la identidad se encuentra en la


asignación de cualidades fijas y, a menudo, dobles, típicas de los
estereotipos étnicos o de género.

Stuart Hall señala la identificación de la mujer como santa o prostituta en


una distribución dual que excluye otras opciones y borra los matices. En
términos raciales el negro también ha sido inscripto en una estructura
donde puede ser el buen salvaje o el vengador violento. Zizek convoca el
ejemplo de la mujer afroamericana que recibe planes sociales y no trabaja,
como una fetichización de la identidad, como un fetiche empleado para
atacar al Estado de bienestar.

En la Argentina también existen ejemplos semejantes que pretenden


convertir en universal una identificación particular y generalmente
equivocada. Podemos dar dos ejemplos: en el interior existe la imagen del
santiagueño, el habitante de la Provincia de Santiago del Estero, como
alguien poco dado al trabajo y a quien le gusta dormir la siesta. La realidad
indica algo muy distinto: Santiago del Estero, una provincia pobre y con
poco trabajo, es una de las regiones que exporta trabajadores rurales a
todo el país, desde la zafra del azúcar en Jujuy a la cosecha en Mendoza;
algo semejante ocurre con los bolivianos que constituyen una parte
significativa de la fuerza laboral en la construcción en la Argentina, aunque
puedan ser acusados de poco afectos al trabajo.

Más allá de estos ejemplos, en América latina -aunque vivimos en sociedades multiculturales
con importantes minorías indígenas o afrodescendientes, inmigrantes de todo el mundo y un
mosaico social expandido- precisamente porque el Estado-Nación todavía no garantiza derechos
a todos sus habitantes, la fragmentación de la identidad puede tener efectos
políticamente destructivos. En nuestro contexto cultural, el Estado nación es necesario para
garantizar derechos, incluso aunque a veces sus políticas sean insuficientes e ineficaces.
Cultura y modo de vida
Siguiendo uno de los postulados de Stuart Hall a quien Escobar también cita, resulta preciso
examinar esta coyuntura en un nivel local a partir de “políticas de la ubicación” específicas,
capaces de reconocer derroteros históricos en sociedades donde el Estado-nación todavía se
encuentra en construcción y donde el poder insaciable del mercado nacional y transnacional
carece en general del contrapeso de un Estado eficiente.

En esta dirección, el historiador


paraguayo desconfía tanto de las
opciones de identidad micro por sus
efectos capaces de obstaculizar el poder
transformador del Estado-Nación, sin
proveer de una fuerza
contrahegemónica útil para
reemplazarlo, como de los defensores
de la identidad nacional en clave
militarista que dominaron el horizonte
político paraguayo durante la dictadura
de Stroessner (1954-1989).

Ambas opciones indican el


debilitamiento o la ineficacia política del
colectivo nación sin que esto signifique
celebrar este cambio. Así, por ejemplo,
"I dannati" ("los condenados") del escritor y pintor italiano Lorenzo Escobar señala que la noción de
Paolini: una metáfora del consumismo y de la barbarización de la
cultura. Encarcelado queriendo ser libre, y donde ya no se puede territorio puede verse amenazada en
parar porque un retraso tal vez pueda significar la muerte. contextos como el latinoamericano por
fuerzas globales con un poder
De Lorenzo Paolini - Trabajo propio, económico que solo la legislación
CC0,https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12870329 nacional puede enfrentar y equilibrar.
Derechos como los de los pueblos
indígenas, a menudo en conflicto con la nación (o anteriores a ella), solo pueden ser protegidos
por el régimen legal del Estado-nación, el mismo que, sin embargo, ha sido responsable de su
desprotección, cuando no de cómplice o ejecutor de matanzas de indios.

Así, aunque el territorio pueda ser considerado -junto a la nación o a la región- un tipo de
articulación vacía de cualidades esenciales o permanentes, desprovista de espesor metafísico y
en posición de “repliegue”, en determinadas circunstancias puede ser equiparado con
articulaciones de la identidad “primarias” como la familia, la clase o el estilo de vida que
sobrevivieron al colapso del sujeto cartesiano. Uno de los casos estudiados por Escobar es el de
las comunidades indígenas cuyas tierras tradicionales requieren de la protección del Estado
nación para preservar el espacio y la forma de vida asociados a ese territorio. Ninguna fuerza
política resulta capaz de intervenir para proteger a esas comunidades vulnerables excepto el
Estado nación, lo que permite reconocer su necesidad y potencial político para preservar las
identidades en peligro.

Del mismo modo, la lengua, otro locus de la identidad central para pensar la articulación de la
subjetividad, ocupa una posición central para elaborar este problema. El guaraní en el Paraguay
ha adquirido status de lengua nacional aunque se hable en otros países de la región, incluida la
Argentina. Hablada por el 80 % de los paraguayos, el guaraní provee un mecanismo de
identificación que permite reconocer en sus hablantes una identidad compartida que los iguala
entre sí y los distingue de otras nacionalidades. Se trata, junto a otros elementos como el
género sexual o la clase social, de uno de los muchos componentes capaces de contribuir a
delinear la subjetividad útil para reconocer articulaciones de la identidad colectiva.

Ticio Escobar reconoce esta formación incluso en el español hablado por los paraguayos:

De manera notablemente uniforme, el propio idioma español empleado en el Paraguay se


encuentra marcado por la sintaxis, la inflexión y el universo semántico enfocado por el guaraní,
hecho este que caracteriza el hablar paraguayo y también funciona como un distintivo
identitario a nivel nacional. Por una parte, la lengua guaraní permite modular diversas
inflexiones, registrar diferencias y administrar sutilezas referidas todas ellas a la identidad. La
oposición entre el pronombre personal de primera persona del pluraloré (que deja fuera al
interlocutor) y el ñandé (que lo incorpora) regula con flexibilidad el juego de inclusiones y
exclusiones que moviliza la confrontación de diferentes nosotros, cuyas exclusas se abren o no
según la variación de las posiciones enunciativas. Este dúctil dispositivo ha sido reconocido y
conceptualizado por varios estudiosos del tema de la identidad (2004: 70).

La lengua guaraní funciona aquí como un elemento elástico, capaz de incluir e incluso dejar
huellas en el español paraguayo que lo distingue de otras variedades lingüísticas empleadas en
la región. En este sentido, aunque las identidades culturales hayan abandonado cualidades
sustanciales o metafísicas, conservan en contextos puntuales una capacidad de intervenir y
producir efectos perdurables en la subjetividad.

A continuación, una imagen del fotógrafo Paul Strand, La familia, tomada en


Luzzara, Italia, 1953.

Esta imagen recupera una escena familiar del sur de Italia. Observen la
composición de la fotografía e intenten responder a las siguientes
preguntas: ¿qué revela la imagen sobre la relación entre los personajes que
posan en ella? ¿Qué tipo de configuración identitaria es posible reconocer en
el grupo y qué diferencias se vuelven visibles entre los personajes? ¿Qué
rasgos de género masculino o femenino se exponen?

La fotografía se detiene en algunos estereotipos de lo italiano; fue tomada


por un fotógrafo norteamericano y exhibida a una audiencia
norteamericana, ¿qué preconceptos resultan confirmados por la imagen y
qué preconceptos son desafiados?

Recapitulación
Hemos recorrido la relación entre identidad, cultura y subjetividad a partir de la crisis del sujeto
cartesiano. La subjetividad puede articularse en relación con diferentes marcos colectivos como
la nación, el territorio o la lengua, todas ellas pasibles de modificarse y traducibles en códigos
simbólicos. Estudiar el sustrato simbólico sobre el que las identidades han sido construidas
permite reconocer los procesos de formación y fragmentación de la subjetividad.

Debido a la conexión entre identidad y los insumos simbólicos que les otorgan sentido, la
subjetividad se vuelve una superficie contingente, atravesada por componentes simbólicos que
pueden desarmarse, alterarse y ser reconocidos a partir de su densidad cultural. Una
aproximación a la historia de la formación de las identidades revela aspectos incómodos que
incluyen el rol del Estado en la violencia sobre las minorías indígenas o negras que conviven (y a
menudo chocan) con la nacionalidad. Sin embargo, la nación resulta imprescindible como agente
capaz de garantizar derechos y en contextos donde el Estado se encuentra todavía en
formación; es la única fuerza que puede garantizar derechos de acceso a la ciudadanía cultural.

Con esto llegamos al final de la unidad 2. Espero que hayan seguido la clase con interés y que la
exposición haya sido clara. Deberán comenzar con la actividad de la clase que se explica a
continuación. ¡Nos leemos la semana que viene!

Bibliografía obligatoria
-Ticio Escobar, “La identidad en tiempos globales”, en El arte fuera de sí, Asunción: Museo del
Barro, pp. 61-87. Se puede descargar en:

http://problemasfilosoficosiser.blogspot.com.ar/2010/09/ticio-escobar-la-identidad-en-los.html

Bibliografía de referencia
 Anderson, Benedict (1993) Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la
difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
 Borges, Jorge Luis (1974), “El etnógrafo”. En Elogio de la sombra [1969] Obras
Completas. Buenos Aires: Emecé, pp. 989-990.
 Escobar, Ticio (2004) El arte fuera de sí. Asunción: Museo del Barro.
 Hall, Stuart (2003) “¿Quién necesita ‘identidad’?” en Stuart Hall y Paul du Gay,
comps. Cuestiones de Identidad Cultural. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 13-39.
 Roa Bastos, Augusto (1974). “Carpincheros”, en El trueno entre las hojas. Buenos Aires:
Losada. Recuperado dewww.portalguarani.com/537_augusto_roa_bastos/7464
 Zizek, Slavoj (1988). “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional”
en Jameson Fredric Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo. Buenos
Aires: Paidós.

Actividades
- Entrega del Trabajo Práctico N° 1

- Trabajo Práctico N° 2:

Deberán formar grupos de cuatro estudiantes dentro de su misma aula y


escribir un texto de dos páginas (600 palabras, tipografía cuerpo 12,
interlineado 1.5) en el formato wiki, a partir de las siguientes consignas:

0. Elijan y lean uno de los dos cuentos seleccionados para la actividad:


Jorge Luis Borges, "El etnógrafo" o Augusto Roa Bastos, "Carpincheros"
para integrarse a un grupo de trabajo.

1. Los personajes principales de cada cuento enfrentan un problema con la


identidad. Describa y analice cuál es el problema.

2. Cada cuento describe un proceso de aprendizaje relacionado con


entender el mundo circundante. Expliquen cómo se opera esa relación y
qué cambia en los protagonistas respecto de sus ideas y perspectivas
preexistentes.

3. Elaboren una conclusión breve sobre la relación entre cultura e


identidad a partir del cuento elegido.

Este trabajo será entregado en la clase 5

Encontrarán en esta clase un foro no obligatorio para acompañar el


proceso de escritura colaborativa que realizarán en la wiki.

El foro de consulta sigue disponible para compartir las dudas que se


presenten durante la elaboración de la propuesta.
Autor :Equipo Especialización

Cómo citar este texto:


Equipo Especialización (2016). Modulo Teoría y Crítica cultural. Clase 3. Identidad, cultura, subjetividad.
Especialización en Enseñanza de Escritura y Literatura para la escuela secundaria. Ministerio de
Educación y Deportes de la Nación.

Esta obra está bajo una licencia Creative Commons


Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0

También podría gustarte