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Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Hoy vamos a continuar con la unidad 2 del
programa, titulada “Identidad, cultura, subjetividad”. Vamos a explorar contenidos relativos a
la formación de la subjetividad y sus críticas.
Como vimos en la clase anterior, la noción de una identidad cohesionada, unida, pura y estable
ingresó en crisis hace ya varios años. Se trata de un proceso de larga duración que erosionó la
soberanía del sujeto moderno, imaginado por la tradición iluminista europea, el así llamado
sujeto cartesiano concebido por el filósofo francés René Descartes, autor del cogito, ergo sum:
“pienso, luego existo”. Esta expresión que dio lugar a una centralidad de la identidad estuvo, sin
embargo, acompañada por sucesivas fragmentaciones reconocibles en la esfera cultural. No
tenemos espacio aquí para desarrollar esta trayectoria en detalle, pero es preciso mencionarla,
ya que en esta clase nos enfocaremos en la relación entre crítica cultural e identidad, tanto
en su formación como en el descentramiento del sujeto moderno que la continuó. Nuestro eje
será cómo pensar las transformaciones y articulaciones entre identidad y cultura, y nos
centraremos en ejemplos latinoamericanos que dialogan con esta problemática a nivel mundial.
Fuente: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3342.html#imagenes
En su ensayo “La cuestión de la identidad cultural”, Stuart Hall (2003) traza un recorrido por
la crisis de identidad que asocia con la misma emergencia del sujeto moderno. De algún
modo, como en la relación dialéctica entre crítica y cultura, la Modernidad también se encuentra
asociada a la consolidación del sujeto moderno que ocurrió con la caída del poder feudal y de la
religión como proveedores de certezas. La pérdida de autoridad de la religión y el régimen
monárquico permitieron que la esfera del arte y la cultura cobraran autonomía. La cultura será
uno de los recursos para la hegemonía y la formación de subjetividades, aunque también una
zona potencial de resistencia, como vimos en la clase anterior.
Marcos como la división de la sociedad en clases sociales, las articulaciones del inconsciente
freudiano, así como formaciones simbólicas y disciplinarias y las posiciones de género
contribuyeron a hacer reconocible que la identidad, antes que una esencia es una posición:
de clase, género, familia y de negociación con los contextos culturales por los que el sujeto se
encuentra determinado. La crisis del sujeto moderno emergió, entonces, de modo casi paralelo
al proceso de su misma constitución. Hall recuerda que el “pienso, luego existo” de Descartes
comenzó como una duda y que esa duda puede proyectarse hacia el problema más general del
descentramiento del sujeto moderno.
Visto algunas veces como “el Padre de la filosofía moderna”, Descartes fue un matemático y un
científico, fundador de la geometría analítica y la óptica, profundamente influenciado por la
“nueva ciencia” del siglo XVII. Estuvo afligido por esa profunda duda que siguió al
desplazamiento de Dios del centro del universo; y el hecho de que el sujeto moderno nació en
medio de duda y escepticismo metafísicos nos recuerda que nunca estuvo tan establecido y
unificado como quiere dejar entender esta manera de describirlo. (Hall, 2010: 371).
La fragmentación de la subjetividad revela que no hay nada natural en la identidad sino todo
lo contrario. Se trata de un efecto de la historia humana y del desarrollo de su manifestación
dominante en la Modernidad, el capitalismo, bajo el cual los sujetos modernos fuimos
constituidos como miembros, por ejemplo, de una clase (la clase trabajadora, la clase media o
la burguesía), de un género sexual (masculino, femenino, gay u otro), una raza (negra, blanca,
mapuche, mestiza) o, incluso, una posición inconsciente o social específica, incluyendo la
nacionalidad, uno de los rasgos de la identidad que veremos a continuación.
Como nos enseña la Historia, los derechos fueron al principio restrictivos. No todos los
habitantes de una nación eran ciudadanos. La ampliación progresiva del perímetro de la
ciudadanía permitió que ingresaran en la nación quienes antes no habían estado incluidos en
ella: las mujeres, los analfabetos, los subalternos, los hijos ilegítimos que quedaban afuera de la
familia patriarcal tradicional y los extranjeros que, si adquirían ciudadanía, podían acceder a los
derechos otorgados por la nacionalidad. También los indígenas o los negros fueron privados de
la ciudadanía en diversos contextos. Todos ellos pudieron incorporarse al colectivo nacional
gracias a la mediación de la nación y adquirieron una identidad nacional como condición
necesaria para el ejercicio pleno de la ciudadanía. En nuestra región ese proceso todavía
continúa en marcha, aún no está concluido, debido, en parte, a un Estado-nación nunca
terminado y que permanece en construcción. Nación e identidad son, entonces, conceptos
próximos y ambos son también dinámicos e históricos, cambiaron y pueden continuar
haciéndolo. La nacionalidad se adquiere, pero también puede perderse y una persona puede
tener distintas nacionalidades simultáneamente.
Al mismo tiempo, analizados desde una perspectiva cultural, los conceptos de “nación”, “pueblo”
o “región” -e incluso “provincia” o “comunidad”- se encuentran atravesados por una dimensión
simbólica e imaginaria en la medida en que son los discursos (el discurso histórico, los relatos y
narraciones) los espacios donde esas identidades cobran forma.
Si bien el texto impreso no tiene una difusión universal ya que existen los
analfabetos, la difusión del libro y el periódico fueron importantes en la
difusión de la idea de nación como proveedora de identidad.
Vemos así que, tanto la identidad nacional como la ciudadanía que la expresa en términos
legales, son variables. Ambas dependen del concepto de nación. Pero la nación se ha pensado
también como una comunidad imaginada, en la medida en que las leyes y los relatos que la
sustentan tienen un formato simbólico: la nación funciona como un relato, una narración (con
una Historia que se reescribe periódicamente y puede cambiar). Como sabemos quienes
estudiamos literatura, las narraciones pueden descomponerse, analizarse y ser sometidas a
crítica. En la medida en que la nación representa a sus miembros, actúa como representación y
tiene, en este sentido, rasgos que la aproximan a un escenario con actores, personajes, un
argumento y una estructura imaginaria con la que los ciudadanos se identifican, es decir,
construyen sus identidades.
Sin embargo, al reconocer la condición cultural, imaginada e histórica del colectivo “nación”
también estamos admitiendo su contingencia. El impacto de la globalización y el crecimiento
sostenido de las migraciones han erosionado el poder de la nación y también el de otras figuras
aliadas. El territorio, el pueblo, el género (masculino o femenino) o la clase (obrera, burguesa)
no poseen el mismo poder explicativo que tenían hace algún tiempo. Veamos, entonces, el
impacto de lo global en la subjetividad.
El retorno de la identidad
El historiador del arte paraguayo Ticio Escobar plantea una conjunto de ideas válidas para
explorar esta cuestión que abordaremos a partir de su ensayo “La identidad en los tiempos
globales”, incluido en el libro El arte fuera de sí (Asunción: Fondec/Museo del Barro, 2004).
Escobar parte de algo que hemos planteado en esta clase: la reemergencia del tema de la
identidad en el debate contemporáneo a partir del repliegue de grandes figuras que lo
legitimaban en clave esencialista, como nación, pueblo, clase, territorio y comunidad(61).
Como vimos, estas figuras, aunque mantienen poder y prestigio, han perdido el aura épica que
tenían. Ese retroceso, argumenta el autor, deja un vacío riesgoso que identifica en dos peligros:
que la formación de subjetividades pueda ser regulada por las industrias culturales (los medios
masivos de comunicación, la publicidad, el espectáculo) es el primero. El segundo es una
fragmentación excesiva en micro identidades incapaces de alcanzar efectividad política en
contextos como el de América Latina que, subraya Escobar, difiere de la globalización
experimentada en el Primer Mundo. Debido a las condiciones todavía débiles de los Estados-
naciones garantes de derechos, la micropolítica de las identidades puede conspirar contra un
sistema articulado de resistencia.
Más allá de estos ejemplos, en América latina -aunque vivimos en sociedades multiculturales
con importantes minorías indígenas o afrodescendientes, inmigrantes de todo el mundo y un
mosaico social expandido- precisamente porque el Estado-Nación todavía no garantiza derechos
a todos sus habitantes, la fragmentación de la identidad puede tener efectos
políticamente destructivos. En nuestro contexto cultural, el Estado nación es necesario para
garantizar derechos, incluso aunque a veces sus políticas sean insuficientes e ineficaces.
Cultura y modo de vida
Siguiendo uno de los postulados de Stuart Hall a quien Escobar también cita, resulta preciso
examinar esta coyuntura en un nivel local a partir de “políticas de la ubicación” específicas,
capaces de reconocer derroteros históricos en sociedades donde el Estado-nación todavía se
encuentra en construcción y donde el poder insaciable del mercado nacional y transnacional
carece en general del contrapeso de un Estado eficiente.
Así, aunque el territorio pueda ser considerado -junto a la nación o a la región- un tipo de
articulación vacía de cualidades esenciales o permanentes, desprovista de espesor metafísico y
en posición de “repliegue”, en determinadas circunstancias puede ser equiparado con
articulaciones de la identidad “primarias” como la familia, la clase o el estilo de vida que
sobrevivieron al colapso del sujeto cartesiano. Uno de los casos estudiados por Escobar es el de
las comunidades indígenas cuyas tierras tradicionales requieren de la protección del Estado
nación para preservar el espacio y la forma de vida asociados a ese territorio. Ninguna fuerza
política resulta capaz de intervenir para proteger a esas comunidades vulnerables excepto el
Estado nación, lo que permite reconocer su necesidad y potencial político para preservar las
identidades en peligro.
Del mismo modo, la lengua, otro locus de la identidad central para pensar la articulación de la
subjetividad, ocupa una posición central para elaborar este problema. El guaraní en el Paraguay
ha adquirido status de lengua nacional aunque se hable en otros países de la región, incluida la
Argentina. Hablada por el 80 % de los paraguayos, el guaraní provee un mecanismo de
identificación que permite reconocer en sus hablantes una identidad compartida que los iguala
entre sí y los distingue de otras nacionalidades. Se trata, junto a otros elementos como el
género sexual o la clase social, de uno de los muchos componentes capaces de contribuir a
delinear la subjetividad útil para reconocer articulaciones de la identidad colectiva.
Ticio Escobar reconoce esta formación incluso en el español hablado por los paraguayos:
La lengua guaraní funciona aquí como un elemento elástico, capaz de incluir e incluso dejar
huellas en el español paraguayo que lo distingue de otras variedades lingüísticas empleadas en
la región. En este sentido, aunque las identidades culturales hayan abandonado cualidades
sustanciales o metafísicas, conservan en contextos puntuales una capacidad de intervenir y
producir efectos perdurables en la subjetividad.
Esta imagen recupera una escena familiar del sur de Italia. Observen la
composición de la fotografía e intenten responder a las siguientes
preguntas: ¿qué revela la imagen sobre la relación entre los personajes que
posan en ella? ¿Qué tipo de configuración identitaria es posible reconocer en
el grupo y qué diferencias se vuelven visibles entre los personajes? ¿Qué
rasgos de género masculino o femenino se exponen?
Recapitulación
Hemos recorrido la relación entre identidad, cultura y subjetividad a partir de la crisis del sujeto
cartesiano. La subjetividad puede articularse en relación con diferentes marcos colectivos como
la nación, el territorio o la lengua, todas ellas pasibles de modificarse y traducibles en códigos
simbólicos. Estudiar el sustrato simbólico sobre el que las identidades han sido construidas
permite reconocer los procesos de formación y fragmentación de la subjetividad.
Debido a la conexión entre identidad y los insumos simbólicos que les otorgan sentido, la
subjetividad se vuelve una superficie contingente, atravesada por componentes simbólicos que
pueden desarmarse, alterarse y ser reconocidos a partir de su densidad cultural. Una
aproximación a la historia de la formación de las identidades revela aspectos incómodos que
incluyen el rol del Estado en la violencia sobre las minorías indígenas o negras que conviven (y a
menudo chocan) con la nacionalidad. Sin embargo, la nación resulta imprescindible como agente
capaz de garantizar derechos y en contextos donde el Estado se encuentra todavía en
formación; es la única fuerza que puede garantizar derechos de acceso a la ciudadanía cultural.
Con esto llegamos al final de la unidad 2. Espero que hayan seguido la clase con interés y que la
exposición haya sido clara. Deberán comenzar con la actividad de la clase que se explica a
continuación. ¡Nos leemos la semana que viene!
Bibliografía obligatoria
-Ticio Escobar, “La identidad en tiempos globales”, en El arte fuera de sí, Asunción: Museo del
Barro, pp. 61-87. Se puede descargar en:
http://problemasfilosoficosiser.blogspot.com.ar/2010/09/ticio-escobar-la-identidad-en-los.html
Bibliografía de referencia
Anderson, Benedict (1993) Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la
difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
Borges, Jorge Luis (1974), “El etnógrafo”. En Elogio de la sombra [1969] Obras
Completas. Buenos Aires: Emecé, pp. 989-990.
Escobar, Ticio (2004) El arte fuera de sí. Asunción: Museo del Barro.
Hall, Stuart (2003) “¿Quién necesita ‘identidad’?” en Stuart Hall y Paul du Gay,
comps. Cuestiones de Identidad Cultural. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 13-39.
Roa Bastos, Augusto (1974). “Carpincheros”, en El trueno entre las hojas. Buenos Aires:
Losada. Recuperado dewww.portalguarani.com/537_augusto_roa_bastos/7464
Zizek, Slavoj (1988). “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional”
en Jameson Fredric Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo. Buenos
Aires: Paidós.
Actividades
- Entrega del Trabajo Práctico N° 1
- Trabajo Práctico N° 2: