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2
I Introducción

Desde mediados del siglo XX, hay acuerdo entre los científicos sobre que no existe
ningún fundamento para continuar utilizando en nuestro vocabulario el concepto de raza
aplicado a la población humana. Con el desarrollo de la genética molecular, las
clasificaciones raciales quedaron deslegitimadas y el racismo, que es su consecuencia
inmediata, perdió sustento científico como explicación para justificar las diferencias u
desigualdades sociales.

Hay acuerdo unánime dentro de la comunidad científica acerca del punto anterior, pero
aún falta explicar ¿Por qué las acciones del día a día, en nuestra cotidianeidad y el sentido
común sigue funcionando de acuerdo con esta huella biológica que supuestamente fue
eliminada por la ciencia? Este interrogante es un tema que le corresponde dilucidar a las
ciencias sociales. Las preguntas que nos formulamos en este trabajo pueden sintetizarse
del siguiente modo: ¿En qué consiste la especificidad del racismo? ¿El racismo es simple
aversión o desprecio al color de piel? ¿Asistimos a una renovación de los racismos? En
definitiva: ¿De dónde extrae su fuerza el racismo para sostenerse y a la vez transformarse
a lo largo del tiempo?

Se entiende a menudo, de forma ingenua, que el racismo es un residuo del pasado, un


elemento arcaico que con la sola aplicación de leyes antirracistas o mandatos escolares
del tipo “no hay que ser racista” será un fenómeno que tenderá a desaparecer. Sin
embargo, no solo vemos que sigue vigente, sino que se presenta en renovadas formas
como resultado de las nuevas dinámicas sociales en relación con el surgimiento de nuevas
identidades; nos preguntamos entonces: ¿Qué habilitan los discursos racistas que permite
su renovación constante?

Raza y racismo son términos que no tienen referentes fijos, ni definiciones únicas.
Proponemos, en este trabajo, examinarlos en relación con los contextos históricos en
donde se originaron, analizando algunas de sus múltiples trasformaciones y persistencias.
Ambos términos han sido utilizados por disciplinas científicas, como la biología y la
antropología, pero también se integraron al habla cotidiana y al sentido común.

Hablar de la raza no es hacer referencia a un hecho natural o biológico, es un modo de


clasificar a las personas, de organizar grupos y por lo tanto de explicar, legitimar y darle
sentido a las diferencias. El racismo es efecto de esta construcción. Los sistemas de
clasificación racial hacen pie en el de las clasificaciones biológicas, relativas a las
concepciones cientificistas de las “razas” surgidas en el siglo XVIII y portan consigo
sentidos racistas estereotipados que asocian lo negro con la inocencia, estupidez, fortaleza
etc. El racismo no tiene una única manifestación, menos una forma universal que atraviesa
sin transformaciones los diferentes periodos históricos. Por esto, proponemos analizarlo
en sus usos contextuales y tratar de entender sus transformaciones, evitando
generalizaciones que impiden comprender los procesos sociales en donde los racismos se
manifiestan.

3
La raza fue la materia prima para explicar las diferencias en América Latina. En nuestro
continente las poblaciones mayoritarias están constituidas por una alta tasa de población
indígena, afrodescendiente y mestiza1. Podemos adelantar una de las ideas centrales que
sostiene el presente trabajo: el término raza carece de una esencia, de un significado
universal, es apenas el efecto de relaciones de poder. El poder de imponer nominaciones
cromáticas a determinadas poblaciones y mediante esta operación, condenarlas a la
explotación2.

Desde sus inicios existió una íntima articulación entre racismo y poder3. Raza y racismo
remiten no tanto a los colores que portan las pieles, como a una separación política y
social entre los grupos. Los sistemas de clasificación racial tienen una historia, y su
historia moderna surge cuando, en el siglo XV, los pueblos europeos intentaron explicar
en sus mapas conceptuales a las poblaciones que procuraban colonizar en el Nuevo
Mundo4. De esta manera, la cuestión colonial es de primordial importancia en cualquier
estudio histórico sobre las ideas raciales (Schaub, 2019).

En primer lugar, analizaremos algunas consideraciones teóricas y conceptuales en


relación con los conceptos de raza y racismo. Luego exploraremos algunas de sus
transformaciones históricas, para observar algunas de sus nuevas facetas a comienzos del
siglo XXI. Por último, abordaremos las formas que en nuestro país tuvo el racismo, donde
produjo la particular paradoja que se puede sintetizar en la frase “somos un país blanco y
europeo, pero con mayoría de negros que impiden nuestro desarrollo”.

II.- La Raza como forma de construcción del otro y como clasificador universal

Occidente construyó a los otros a lo largo de su historia. Como señaló Edward Said (1990)
las categorías de Occidente, así como la de orientales o la de salvajes no fueron un dato
objetivo de la realidad, sino el resultado de una compleja construcción social que
redefinió a escala universal el mundo como resultado de la expansión colonial Occidental.

En este contexto de descubrimiento y expansión, la raza fue la matriz conceptual a través


de la cual se organizaron los grandes sistemas clasificadores de las diferencias. La

1
Carnese (2019) problematiza la idea de mestizaje, por su origen zootécnico. Otro inconveniente de esta
categoría es que supone culturas puras inexistentes, ya que el mestizaje se produce entre pueblos
mestizados. Como señala Krotz (1994) se suele perder de vista, con el termino mestizo, el carácter de
mezcla de todas las culturas.
2
Ondelj y Bonaparte (2001) señalan en su texto “El sentido común y el conocimiento antropológico” la
articulación entre sentido común, prejuicio y poder.

3
Por poder entendemos la multiplicidad de relaciones de fuerza que se ejercen y son constitutivas de
cualquier organización social. Para Foucault, el poder, es el juego que, por medio de las luchas y
enfrentamientos incesantes donde se impone una perspectiva, que se refuerza y transforma (2016: 88).
4
Utilizamos la idea de Nuevo Mundo de forma irónica y metafórica, estas denominaciones, como otras,
contienen un alto grado de eurocentrismo, lo mismo que la palabra descubrimiento. ¿Nuevo Mundo para
quién? ¿Descubrimiento de América desde qué perspectiva? El nombre del continente América también fue
cuestionado y se propusieron formas diversas de nombrarlo.

4
racialización de la vida social ha brindado una matriz jerárquica para pensar las relaciones
sociales que ha calado profundamente en las formas de ver y entender el mundo. La idea
de raza permitió nombrar a los otros, los que portaban el color. La blanquitud representó
un marcador universal para el “civilizado”, desprovisto de racialidad. Se igualó la
blanquitud a “lo normal”, “lo bueno” y puro”; en cambio, lo negro se asoció a lo malo.
Los marcadores raciales no son neutros, portan sentidos, los ideales de belleza que asocian
la blancura de la piel, el pelo lacio, rubio y los ojos claros con la belleza y la fealdad como
sinónimo de negro. Hermosura y fealdad se relacionan estrechamente, entonces, con la
blanquitud o negritud de las personas. De esta forma, Occidente legitimó su superioridad
al asumir el blanco como un no-color y otorgarse un “manto de invisibilidad” respecto de
un otro coloreado (Castagna Sefa Dei, 2010).

No existe una categorización racial independiente de la historia y de las relaciones de


poder. Tanto lo blanco como lo negro se refieren a una separación política y social entre
los grupos más que al color de la piel. El propio hecho de que percibamos el color de la
piel de una persona, más que otro rasgo, es, el resultado de las “huellas” que el discurso
racial ha depositado en nuestras formas de ver y saber (Hall Stuart,2019; Schaub, 2019).

El racismo se estructura a través de la categoría de raza, construyendo fronteras entre las


poblaciones y legitimando las desigualdades. Forma una estructura conceptual que
jerarquiza y distingue a los seres humanos según condiciones fijas y naturales. Siempre
involucra el menosprecio y el odio hacia grupos considerados “inferiores”. Los discursos
del odio racial funcionan en un mundo de oposiciones maniqueas: (ellos–nosotros),
(blanco-negro), (indio-blanco). La aparente simplicidad del racismo fue lo que resultó
efectivo y es parte de la explicación de su persistencia (Grimson, 2009; Hall Stuart, 2019).

Por todo esto, el análisis del racismo requiere no abordarlo como un fenómeno único,
universal y sin historia. No se refiere a una discusión biológica o genética, sino que es un
fenómeno político que consiste en producir alteridad en la sociedad para alimentar los
mecanismos de explotación y desigualdad (Schaub, 2019). La pregunta entonces es:
¿cómo se establecieron los procesos de producción de otredad racializada en los
diferentes contextos históricos?

II Historia y producción de alteridad: Del racismo colonial al racismo científico

Los sistemas de clasificación racial tienen una historia y ella parece surgir cuando los
pueblos de Europa necesitaron dar sentido y explicación a la existencia de diferentes
poblaciones con las que se encontraban en sus viajes exploratorios y de expansión
colonial. A partir de la idea de raza se estructuraron las relaciones coloniales y originaron
en América latina nuevas identidades sociales: indios, negros y mestizos.

En los inicios de este proceso, los europeos se preguntaron si esos otros con los que se
enfrentaban eran realmente humanos. En 1550, los clérigos Bartolomé de las Casas y Juan
Ginés Sepúlveda mantuvieron en torno a este tema una ardua polémica. Este famoso
debate se enfocó en tratar de responder preguntas tales como ¿eran realmente humanas
las poblaciones que encontró la corona española en América? ¿pertenecían a la misma
especie, o surgieron de otra creación? ¿Podían ser esclavizados? (Todorov, 2014).

5
A raíz de estos debates y a la drástica disminución de las poblaciones amerindias en el
área hispana, la Corona de Castilla decidió tempranamente el cese de la esclavitud de los
indios que, de esta forma, fueron confinados a la servidumbre, a diferencia de las
poblaciones africanas que fueron esclavizadas. Las formas de explotación de los cuerpos
eran similares, lo que cambiaba era el estatuto con el cual se ejercía la explotación del
trabajo. En América la esclavitud y la servidumbre indígena fueron establecidas y
organizadas como mercancía para producir materias primas y valor para los mercados
mundiales. Las formas de explotación del trabajo (servidumbre y esclavitud) actuaban
simultáneamente y estuvieron articuladas alrededor de la acumulación originaria de
capital5 (Quijano, 2011).

El Otro racializado, como negro o como indio, se convirtió en la rueda principal del
engranaje de un sistema de explotación y extracción de riqueza que en los inicios de la
Modernidad creó, por medio del sistema de plantación o el trabajo en las minas, formas
eficaces de acumulación de riquezas y explotación del trabajo. La plantación y el trabajo
esclavo en América, África y Asia representó una innovación de envergadura y aceleró
la integración del capitalismo mercantil (Mbembe, 2016).

En este sentido, la creación del trabajo esclavo en América fue decisiva para la expansión
europea y el surgimiento de la revolución industrial. En este continente, entre los siglos
XVI y XIX, fueron introducidos 13.000.000 de africanos como trabajadores esclavos.
Entre los que llegaron vivos a América, se estima que el 45 % desembarcó en Brasil, en
los puertos de Río de Janeiro y Salvador de Bahía (Pineau, 2011).

Se ha discutido a menudo por qué los africanos constituyeron la porción significativa de


la fuerza de trabajo. Para Pineau (2011) las respuestas deben buscarse en razones
económicas que se combinaron con el racismo europeo. Desde el siglo XVI la región del
Atlántico se convirtió en una red activa de comercio que unió tres continentes en el
intercambio de gentes, bienes y riqueza. América produjo riquezas que se enviaron a
Europa e influyeron de forma decisiva en las economías de España, Francia, Inglaterra,
Países Bajos y Portugal. Los esclavos hicieron posible que Brasil se convirtiera en el
principal productor de azúcar, que los holandeses desarrollaran sus plantaciones
azucareras, los franceses pudieran extraer riquezas cuantiosas en las plantaciones de
azúcar, café y algodón en Santo Domingo, los ingleses en Barbados, Jamaica y el sur
EEUU. La trata de esclavos y la servidumbre indígena en América tuvieron un rol
fundamental en la construcción del capitalismo comercial y de esta forma, se desarrollará
el proceso de industrialización entre mediados del siglo XVII y XIX (Pineau, 2011). El
racismo constituyo un engranaje fundamental en la explotación del trabajo indígena y de
poblaciones africanas, de la emergencia del capitalismo y su expansión planetaria.

Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVIII comenzó un desplazamiento de los
significados de la raza y las formas que cobró el racismo. Estas transformaciones

5
Ver: Capítulo XXIV, Acumulación Originaria. en el libro: K. Marx. Das Kapital. Kritik der politischen
Oekonomie. Erster Band, Hamburg, 1867. Versión al castellano: Instituto del Marxismo-Leninismo &
Editorial Progreso, C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas (en tres tomos), tomo II, Editorial Progreso,
Moscú, 1974.

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comenzaron a tomar cuerpo en los ideales de la Ilustración, cuya visión universal de la
humanidad, permitió concebir todas las gradaciones de diferencia humana en un esquema
único. Las poblaciones humanas se representaron en el discurso de la filosofía natural
como partes de un solo sistema. Ya no se trataba, como en el siglo XV, de especies
diferentes y excluyentes entre sí. En esta nueva concepción, lo que diferenciaba a las
distintas poblaciones humanas eran grados y niveles dentro de un único sistema universal.
A partir de este periodo, se estructuró un nuevo tipo de dispositivo racial entre Occidente
y los otros, lo que exigió una delimitación de mayor rigor. El discurso científico, en este
periodo, tuvo un rol cada vez más destacado en la organización y legitimación de las
diferencias humanas (Carnese, 2019, Stuart Hall, 2019).

Varios pensadores de la Ilustración tuvieron frente el racismo y la esclavitud una actitud


ambigua. Por un lado, propiciaban la igualdad y los derechos humanos universales para
todos los hombres y por otro enfatizaban como un beneficio científico la utilidad de la
categoría de raza y la esclavitud6. Esta ambivalencia podemos encontrarla en la respuesta
que encontró Toussaint Louverture, líder de la revolución haitiana7. En los momentos
iniciales de las revueltas, viajó a Francia donde solicitó la abolición de la esclavitud en
1791 a la Asamblea Nacional de Paris, en nombre de los derechos humanos del hombre.
Lo que planteó T. Louverture fue “Somos negros, somos humanos y por lo tanto también
ciudadanos universales” La respuesta de rechazo a su pedido por parte de la Asamblea
Nacional fue “si, ustedes son negros y humanos, pero para ser realmente humanos han
de convertirse en franceses y europeos, es decir civilizarse, como nosotros”8. Este
rechazo puso en evidencia las limitaciones y la ambivalencia de la vigencia de los
derechos de ciudadanía en el corazón de la Ilustración (Hall Stuart, 2019).

En este nuevo periodo que inauguró la Ilustración, la legitimidad del conocimiento y la


verdad ya no estuvieron a cargo de la religión sino de la ciencia. Los debates en torno a
la organización de las diferencias humanas no tuvieron como escenario los monasterios,
sino las universidades e instituciones científicas. La ciencia sentó las bases del discurso
moderno sobre la raza.

6
Emmanuel Chukwudi Eze (2014) estudió las teorías antropológicas y raciales de Kant (1724 – 1802). En
sus "Observaciones sobre lo Bello y lo Sublime", Kant establece una clasificación taxonómica de las razas.
Su clasificación gira en torno al color de la piel, lo cual no sólo es un atributo físico, sino que define la
psicología y la moralidad de cada cultura. Así, los asiáticos (amarillos), los americanos (rojos) y los
africanos (negros), tiene características diferentes entre ellos, pero son inferiores al europeo (blanco), ya
que no poseen el "don" o "talento" natural, de lo moral, y de carácter y autoconsciencia y no pueden ser
más que esclavizados o entrenados.

7
La abolición de la esclavitud (1794), y luego la independencia de Santo Domingo (1804) y la fundación
de una nueva nación bajo el nombre taíno, pueblo que exterminaron los españoles, de Haití. La revolución
haitiana tiene su origen en la insurrección de esclavos que dio lugar a una de las constituciones más radicales
ya que prohibía los títulos nobiliarios, instauraba la libertad de culto y se oponía a la esclavitud. El célebre
artículo 14 dispuso que todos los ciudadanos haitianos, cualquiera sea el color de su piel, serán denominados
negros (un artículo posterior aclarará explícitamente que esa disposición es válida también “para los
alemanes y los polacos”). Se trata de un acontecimiento literalmente extraordinario, inédito, en la historia
del continente americano, y posiblemente en la de la modernidad en su conjunto (Grüner, 2020).

8
Ver: Stuart Hall, 2019.

7
La producción científica, sin ser algo homogéneo, brindo métodos y elaboró ideas y
teorías que explicaba la inferiorización y deshumanización de diferentes grupos. Por este
motivo, se denominó a esta etapa como racismo biológico o científico (Foucault, 2014,
Bauman, 1998, Schaub, 2019).

El modelo biológico en el siglo XIX tenía la especial virtud de explicar las jerarquías
sociales y el dominio colonial en términos de superioridad o inferioridad. Durante este
período tomó impulso la idea de que las diferencias sociales podían ser pensadas y
justificadas en términos biológicos. Repasaremos brevemente algunas de las más
destacadas posiciones respecto de este tema.

En el cuadro 1 se muestran algunas de las clasificaciones raciales más importantes y los autores
que las propusieron en los siglos XVIII, XIX y XX. Es interesante observar que el número de
razas varía en cada autor. Esta variación, como los criterios utilizados para clasificarlas son un
indicador de la dificultad que existió para definir criterios comunes entre los diferentes sistemas,
dado que los grupos humanos no presentan discontinuidades ni diferencias tales que posibiliten
separarlos en entidades claramente diferentes (Carnese, 2019).

Cuadro

Autor Número Nombre de las razas propuestos


de razas

Carl von Linneo (1735) 6 Monstruosus, comprendía a las personas


afectadas por enfermedades congénitas.
europeus, americanus, asiaticus afer y ferus.

George Buffon (1749) 6 Lapón, asiático, europeo, etíope, americana,


malaya.

Johann Friedrich 5 Caucásica, o blanca, mongólica o amarilla,


Blumenbach (1776) etíope o negra, americana o roja y malaya o
parda.

George Cuvier (1830) 3 Caucásica, negroide, mongólica.

Paul Topinard (1885) 3 Blanco leptorrino, amarrillo mesorrino, negro


platirrino.

Joseph Deniker (1900) 29 Nórdica, litoral, oriental, adriática, íbero-insular,


occidental, etc.

En autores como Linneo y Blumenbach, la cultura y el sentido común de su época


tuvieron una importante influencia a la hora de establecer algunas de las categorías
taxonómicas. Linneo definió la clase mamífero, por la lactancia que todos sus miembros
compartían, ya que la idea política que defendía Linneo era que la función “natural” de

8
las madres es la alimentación de sus propios hijos y no como era costumbre en las clases
pudientes que los alimentara una nodriza. A su vez, el nombre dado a la variedad
caucásica fue tomado por Blumenbach del monte Cáucaso, especialmente de su vertiente
sur, porque consideraba que allí habitaban la raza más hermosa de hombres, que
constituían según él, la forma original de la humanidad. Blumenbach es considerado el
padre de la Antropología Biológica, y aún en la actualidad se sigue empleando,
erróneamente, la coloración de la piel como rasgo distintivo de la especie humana.
(Gould, 1994; Carnese,2019).

En esta breve enumeración de teorías y taxonomías raciales, debemos mencionar a


Gobineau, no solo por su influencia en el ambiente científico de la época, sino porque sus
ideas tuvieron gran influjo en las políticas que los Estados Nacionales implementaron.
Joseph A. de Gobineau (1816 - 1882), fue un aristócrata y filósofo francés, cuyas ideas
tuvieron amplia difusión en el siglo XIX y XX. En 1855 publicó Ensayo sobre la
desigualdad de las razas humanas. En este trabajo propuso interpretar la historia
universal a partir de clasificaciones raciales. Su tipología incluía a tres tipos: la negroide,
la amarilla y la blanca. Según él, la raza blanca representaba el mejor exponente de los
valores humanos como la energía, amor a la vida, inteligencia y capacidad creadora. La
mezcla de razas, según Gobineau, perjudicaba y degradaba a la humanidad. Imbuido de
una mentalidad romántica y colonialista, sostuvo que el progreso histórico es fruto de la
dominación de las razas superiores. Introdujo la idea de la degeneración asociada al
mestizaje. La mezcla de razas, según este autor, debe ser controlada por los Estados, para
evitar cruces con razas inferiores que llevan inevitablemente a la degeneración de la
civilización. El término mestizo tuvo un origen peyorativo, como otros vocablos usados
por los conquistadores españoles en América. Por ejemplo, el termino mulato, que
designaba la unión entre españoles y subsaharianos, es de origen zootécnico, ya que el
mulato sería el representante humano de la mula, una cruza entre yegua y un burro. La
perspectiva de Gobineau en relación con el mestizaje, le dio un barniz de cientificidad a
prejuicios de larga tradición9.

Una de las primeras críticas a las clasificaciones raciales fue formulada tempranamente
por Darwin, quien llamó la atención sobre la dificultad de encontrar características
distintivas evidentes entre las razas. Darwin había notado las discrepancias entre los
diferentes sistemas clasificatorios raciales, no solo en cuanto al número de razas, sino
también en los criterios que sustentaban las clasificaciones. A partir de esa observación
concluyó que “esa diversidad de pareceres… demuestra que están en gradación
continua, siendo casi imposible distinguir entre ellas caracteres distintivos bien
determinados” (Darwin, [1871]: 32). Ya en el siglo XX, la genética de poblaciones pudo

9
En esta época contaron con muy poca difusión los autores que rechazaron y discutieron el racismo
dominante y específicamente a las ideas de Gobineau. Un ejemplo lo encontramos en la figura de Joseph-
Anténor Firmin. Nacido en Haití en 1850, fue antropólogo, periodista y político. En su poco conocido libro
“Sobre la igualdad de las Razas Humanas”, refuta las ideas racistas de Gobianeau. Firmin, en este trabajo
precursor, sostuvo que "todos los hombres tienen las mismas cualidades y faltas, sin distinción de color o
formas anatómicas. Las razas son iguales".

9
demostrar lo acertado del enunciado de Darwin, al corroborar que no era posible detectar
rasgos comunes entre las mal denominadas razas humanas (Carnese, 2019)10.

Estos resultados, y la variedad de clasificaciones raciales que proliferaron en el siglo XIX,


indican que el problema no fue de naturaleza técnico-metodológica sino teórico-
conceptual, porque lo que se intentaba discriminar —las razas humanas— no tenían una
existencia biológica real (Carnese, 2019; Kornblihtt, 2013).

Hacia finales del siglo XIX, Francis Galton (1822 – 1911) propone una disciplina que
designó con el nombre de Eugenesia. El término, cuyas raíces griegas indican buen
engendramiento, se dedicó al estudio de los factores que influyen en la herencia y las
posibles maneras de alterarla. Sus objetivos apuntaron a modificar la fertilidad de las
poblaciones humanas. La eugenesia propuso prácticas de esterilización y hasta la
eliminación de las personas declaradas no aptas. En EEUU, el eugenista Harry Laughlin
(1880 – 1943) promovió en distintos estados la esterilización compulsiva de débiles
mentales, insanos, alcohólicos, criminales e indigentes. Hasta 1941 se llegaron a
esterilizar, bajo su supervisión, unas 70.000 personas en el estado de California. Bajo el
respaldo científico de las ideas de Laughlin, el parlamento alemán sancionó en 1933 una
ley que imponía la esterilización obligatoria. Esta ley condujo a 350.000 personas, por
diferentes motivos, a esterilizaciones forzadas (Nagel, 2008). La eugenesia se asoció al
anhelo de una sociedad perfecta, por medio de un esfuerzo planificado racionalmente por
la ciencia que se articularon con políticas de Estado. En este sentido, el Estado nazi en el
siglo XX implicó una ordenación eugenésica de la sociedad.

Los Estados nacionales tuvieron un papel activo en la articulación de la ciencia con el


racismo, esto se reveló en el despliegue de técnicas y estrategias eugenésicas para
producir poblaciones sanas y puras y la resultante eliminación de las marcadas como
degeneradas o indeseables. Estos nuevos dispositivos de gobernanza de los Estados sobre
las poblaciones11 necesitaba del racismo para legitimar la eliminación de los declarados
anormales o inferiores.

En la articulación del racismo con el saber científico se desarrolló una maquinaria que
posibilito la eliminación de poblaciones consideradas sobrantes o enfermas. Para
Foucault (2014) el racismo moderno estuvo muy lejos de ser simple desprecio u odio a
los extraños; más bien consistió en una técnica de poder ligada al funcionamiento del
Estado:

“estamos muy lejos de pensar el racismo como una ideología mediante la cual los
Estados o una clase tratan de eliminar a un adversario. Es algo mucho más

10
El conocimiento del genoma humano permitió demostrar que la especie humana comparte el 99,9% de
sus genomas, por consiguiente, nuestras diferencias se encuentran solo en el orden del 0,1%.

11
Ver el concepto de biopolítica de Foucault (2014, 2016). Según este autor, el poder sobre la vida se
desarrolló desde el siglo XVII en dos formas que no fueron antitéticas, por lo contrario, constituyeron dos
polos entrelazados. Uno de los polos son los dispositivos disciplinarios sobre los cuerpos individuales
(Anatomopolítica). El segundo dispositivo de poder, el biopoder, formado hacia mediados del siglo XVIII,
se centró sobre las poblaciones, no sobre los individuos, una gobernanza de las poblaciones.

10
profundo que una vieja tradición o una nueva ideología. La especificidad del
racismo moderno no está ligada a mentalidades o ideologías, está ligado a técnicas
de poder, a la tecnología del poder. El racismo está ligado al funcionamiento del
Estado obligado a servirse de la raza, para la eliminación de parte de su población”
(Ibíd., 218).

En síntesis, no hay funcionamiento moderno del Estado que no pase en cierto momento
y bajo ciertas circunstancias por el racismo. Es a través del racismo, como técnica de
poder, que se legitima el hostigamiento, la explotación o la eliminación de poblaciones
marcadas racialmente (Ibid,2016).

III Zoológicos Humanos: Formas efectivas de divulgar a través de espectáculos


masivos la idea de superioridad racial

En el siglo XIX el racismo se difundió en amplios sectores sociales a través de la


literatura, el folletín, los periódicos y los medios de divulgación científica de la época.
Un papel importante en la propagación de las jerarquías raciales fueron los espectáculos
de ferias y circos donde se exponían a personas o grupos considerados exóticos. Las
exposiciones antropozoológicas nacieron en la segunda mitad del siglo XIX en Europa
como espectáculo con fines comerciales, llegando a su esplendor entre 1890 y 192012. El
público que asistía sentía la seguridad, sin necesidad de viajar a países lejanos, de estar
en presencia de representantes de razas primitivas. A menudo, a los grupos expuestos se

12
Las exposiciones de este tipo nacieron en Alemania, de la mano del empresario Carl Hagenbeck, dueño
del zoológico de Hamburgo. Debido al éxito de público en los zoológicos de Hamburgo y Berlín, el director
del Jardín de Aclimatación de París, Albert Saint Hilaire, decidió presentar las muestras antropozoológicas
en 1877 en la capital francesa.

11
les inventaba un nombre de fantasía y los disfrazaban con ropas de utilería. Lejos de
despertar la indignación del público, la experiencia se difundió con éxito rápidamente por
toda Europa y América.

Las exposiciones se realizaban de tres maneras diferentes: la primera en el formato de


feria mundial, la segunda forma fue en teatros de variedades, como espectáculo
popular, donde exhibían enanos, gigantes, mujeres barbudas junto con personas o grupos
considerados exóticos. El tercer formato fueron las muestras antropozoológicas de los
zoológicos como las del Jardín de Aclimatación de París. Era común que un mismo grupo
pasara de una modalidad a otra, realizando giras por diferentes ciudades, de un Jardín
zoológico a un teatro, o un cabaret y de allí
a una exposición mundial. Cada una de
estas modalidades tenía su propio lenguaje,
una manera propia de representar al otro
exótico, como objeto. En los cabarets, se
acentuando el costado erótico, al exhibir las
mujeres con sus torsos desnudos. En las
Exposiciones Mundiales se enfatizaba las
ventajas económicas derivadas de la
colonización.

Los historiadores Christian Báez y Peter


Manson (2006) investigaron las
condiciones que sufrieron personas de comunidades Selknam, Kawéskar, Yámanas y
Mapuche de la Patagonia, llevadas de manera no voluntaria en giras por diferentes
ciudades europeas.

Existió una alta tasa de mortalidad en estas exposiciones, debido en parte a los largos
viajes, a las giras interminables por distintas ciudades europeas que sumado a las malas
condiciones en las que vivían, provocaban un coctel mortífero.

La recreación de las supuestas condiciones de vida de los grupos dio fe al imaginario


europeo de la veracidad de las categorías de raza. A través de estos espectáculos masivos
se legitimaba las jerarquías raciales, y se exhibían “supuestas pruebas” de la superioridad
europea. Fue una forma efectiva de difundir el racismo y al mismo tiempo promover el
apoyo de la población a la gesta colonial.

De esta manera, el racismo plasmó una forma de percibir y significar la diferencia. Los
modos raciales de nombrar a los otros fueron construidos históricamente y a menudo
permean nuestros sentidos comunes actuales, en redes y medios de comunicación, como
también en discursos políticos.

12
IV Los Racismos en el siglo XXI

Una vez finalizada la II Guerra Mundial y la Shoá13, las ideas racistas fueron
desacreditadas. Se deslegitimaban paulatinamente y a medida que esto ocurría
comenzaron a utilizarse otros modos de clasificación basados en la cultura que también
resultaron problemáticos en sus usos. La noción de cultura, propia de la antropología,
ofrecía un abordaje privilegiado para entender tanto la unidad como la diversidad del
género humano. El concepto de cultura contenía, desde sus orígenes, un potencial
democratizador que impugnaba las clasificaciones raciales y las jerarquías. Sin embargo,
la sustitución de la imagen de un mundo dividido en razas por la de un mundo dividido
en culturas presentó nuevos problemas. Uno de ellos, derivaba del acto mismo de
clasificar, ya que toda clasificación asigna un orden que contiene jerarquías. Otro
consistió en partir de una concepción artificial y atomizada de la cultura, como si cada
una de ellas pudiera existir sin saber nada de la otra y vivieran cada una en territorios
inexpugnables con limites sólidos y bien delimitados14.

La afirmación de las diferencias culturales comenzó a traducirse, para algunos, en la


legitimación de jerarquías entre culturas. La cultura pasó a desempeñar la función
clasificatoria que la raza ya no podía cumplir por estar deslegitimada y por su falta de
sustento biológico. De esta forma, se deja de lado el potencial democratizador del
concepto de cultura y se acentúa su función segregadora. Se utiliza la idea de cultura con
el mismo sentido legitimador de jerarquías y desigualdades con que se utilizaba la
categoría de raza. La cuestión que intentamos subrayar es que no basta con un simple
cambio de nombres o conceptos. Son los usos sociales e ideológicos que se hacen de los
conceptos científicos; y de los objetivos teórico político ideológico con que son usados
lo que se debe tener en cuenta para su análisis (Menéndez, 2010). Algunos autores
denominan a estas nuevas formas de segregación y jerarquización que ya no utilizan la
idea de raza como racismo cultural o racismo sin razas (Balibar, 1998; Wright, 2010;
Mbembe, 2016; Stolcke, 2003).

A comienzos del siglo XXI, este tipo de racismos toman el lenguaje de intereses de clase,
políticos, religiosos y culturales para excluir o sojuzgar con el fin de conservar la pureza
cultural de un territorio. La difusión y la violencia en Europa contra los inmigrantes de
África, Asia y América Latina han generado debates en torno a las nuevas dinámicas
racistas. Los gobiernos conservadores alimentan retóricas de exclusión y seguridad. La
matriz de estas narrativas es el ensalzamiento de la identidad nacional como un todo
homogéneo que la llegada de extranjeros pone en crisis (Stolcke, 2003). Nuevos racismos
se desarrollan con persistencia, en formas disfrazadas y opacas.15

13
Holocausto judío. Shoá: significa catástrofe. La diferente denominación se refiere a que el término
holocausto hace referencia a un sacrificio voluntario, a diferencia de Shoá.

14
Ver: Wolf (1982), García Canclini (1981) y Gordillo y Hirsch (2010).

15
Susan Wright (2010) estudió los movimientos de las nuevas derechas en Europa entre 1980 y el 2000,
mostró la forma en que dichos movimientos reformularon los significados de conceptos de raza y cultura,

13
En el siglo XX, y aún en el siglo XXI, en EEUU siguió vigente la huella racial. En este
país, el racismo tuvo formas más institucionalizada como las leyes de segregación racial
conocidas como Jim Crow16. En los últimos años, el surgimiento del movimiento Black
Lives Matter permitió visibilizar no sólo a las violencias institucionales a las que son
sometidas las poblaciones segregadas sino también organizar políticamente sus reclamos.
En 2020 asistimos a importantes movilizaciones pidiendo justicia por el asesinato de
George Floyd a manos de las fuerzas policiales. En Norteamérica la concepción que se
utiliza para determinar si una persona es negra es la que indica en líneas generales, que
“basta una gota de sangre negra, para ser negro”. Esto implica que por más que una
persona no posea ninguna de las características visuales asignadas a la racialidad negra,
es clasificada como negra, sólo por sus antecedentes familiares.

Es necesario, entonces, conceptualizar el racismo como una experiencia histórica, social


y política y no como un fenómeno universal, tomando en cuenta las diversas formas en
que se fue constituyendo en cada región y en cada país debido a procesos históricos
complejos. En la siguiente sección analizaremos algunos elementos del racismo en la
Argentina.

V La Paradoja del Racismo Argentino

En Américalatina y en nuestro país en particular, las diferencias raciales y las jerarquías


implícitas en ellas se organizaron en torno a un gradiente de colores alrededor de la idea
del predominio de un país blanco, invisibilizando el color de las mayorías. Los
marcadores raciales no son inocuos: portan sentidos de desprecio y exclusión; posibilitan
o impiden la ciudadanía plena, las categorizaciones sociales relativas al color fueron
constituyéndose en procesos históricos complejos y actúan en nuestro presente. Analizar
el racismo en la Argentina nos permite comprender sus dinámicas, tanto en sus
persistencias como en sus transformaciones.

A menudo se tiende a negar el racismo en nuestro país entendiéndolo como anécdota o


problema excepcional. Su invisibilidad se relaciona con la narrativa sobre la propia
constitución de la nación, que se imagina mayoritariamente europea, relegando a los no
europeos a meras sobrevivencias de un pasado colonial. Los pueblos originarios, como
los afrodescendientes, se convierten en esta operación que podemos calificar de racista,
en singularidades del pasado que, como nota exótica, sobreviven en nuestro presente.

En nuestro país, en la segunda mitad del siglo XIX las elites y grupos de poder tenían la
convicción de que las comunidades indígenas no debían ni podían incorporarse a sus

cuyo objetivo son políticas conservadoras de control social. En una operación discursiva que desplaza el
concepto de raza hacia el de cultura para justificar desigualdades .

16
El origen del nombre Jim Crow se atribuye al espectáculo era interpretado por un actor con este nombre,
que pintaba su rostro de negro. En este caso hace referencia a leyes estatales y locales promulgadas entre
1876 y 1965, que propugnaban la segregación racial en todas las instalaciones públicas, el transporte, etc.

14
proyectos civilizatorios; y desde este núcleo de ideas se plasmó una de las experiencias
racistas más profundas de nuestra historia, la mal llamada por la historiografía liberal,
Campaña al Desierto17. Esta violencia racial constituyó una matriz de ideas y prácticas
que continuó vigente, aunque con transformaciones, durante el siglo XX18.

Las elites definieron a la Argentina como un país blanco, donde la mayoría de sus
habitantes eran descendientes de inmigrantes europeos. La marca de color, la
racialización disminuía a la población en su capacidad ciudadana (Adamosky, 2012).

Este proceso promovió una ceguera particular al color, convirtiendo a la raza en el punto
ciego de la Argentina; esto es la imposibilidad de reconocer, de pensar e imaginar las
heterogeneidades y mestizajes constitutivas de nuestra población. Lo negro, la apelación
al color, no reivindica una pertenencia étnica racial determinada, sino que hace visible la
diversidad que compone a la Argentina y especialmente a sus sectores populares, no
europeos. Lo negro, a menudo, es un modo de mencionar la situación popular.

En la década del 1940, los inmigrantes internos que llegaban a la ciudad de Buenos Aires
para trabajar en el naciente proceso industrial recibieron la denominación estigmatizante
de “cabecita negra”. Cabecita negra hace referencia a un pájaro (Spinus magellanicus)
que habita el territorio argentino y que tiene su cabeza renegrida, y de allí la comparación
con el color del cabello de los migrantes internos. Dicha comparación animaliza y quita
del ámbito humano a quien la porta y representa un estigma que perdura y se mantiene
hasta nuestros días en las calificaciones de “negro”, “cabeza”. Esta denominación expone
una Argentina jerárquica, organizada en función del color y de fronteras de clase pero
que, sin embargo, no asume su racismo constitutivo. Un racismo que tuvo la potencia de
estructurar las relaciones sociales. La forma que tomaron las diferencias raciales en la
Argentina se articuló con la invisibilización de la diversidad interna.

Estudios recientes sobre el mestizaje en la Argentina (Carnese, 2019), evidencian que


más de la mitad de la población actual de la Argentina tiene algún antepasado indígena.
En el último censo de 2010, la presencia indígena dentro de la población argentina llegaba
casi a un millón de personas que se autopercibían como pertenecientes a algún pueblo
originario.

17
En la etapa que se inicia en 1880 se impuso la modernización del Estado y la campaña contra el indio
para apropiarse de su territorio. Se da la coincidencia de los grupos que ocupan el Estado con los sectores
que dominan la economía (Halperin Donghi, 2005).

18
Se establecieron prácticas y operaciones discursivas que asociaban al indio como un sujeto inferior y
amoral que se diferenciaba de la identidad blanca y europea que se relacionó con el progreso. La idea
propuesta por Domingo F. Sarmiento de civilización y barbarie constituyó una de las metáforas más
potentes y recurrentes del lenguaje político argentino (Svampa, 2006). Dicha metáfora ubicó a los indios
como imagen de la barbarie que debía ser excluida de cualquier proyecto de nación. Civilización o barbarie
fue la imagen racista matriz desde la cual se ha definido la relación con el mundo indígena.

15
El equipo de antropología biológica dirigido por el Dr. Francisco Carnese (2019)
demostró que el mestizaje tuvo un fuerte impacto en la constitución de la población
argentina, desmintiendo el hecho de que nuestro país está constituido exclusivamente por
europeos y sus descendientes. Tanto los indígenas como las poblaciones subsaharianas
(afrodescendientes) tuvieron una significativa participación en el proceso de mestizaje19.
Según el último censo realizado en 2010, 4% de la población tiene ascendencia afro. Esto
es aproximadamente 1 de cada 20 habitantes, aunque a mitad del siglo XIX en ciudades
como Córdoba, Tucumán o Santiago del Estero llegaban a la mitad de la población.
Nuestra mirada fue moldeada por el mandato estatal de blanquitud y nos impide ver el
color de sus habitantes. La invisibilidad de lo indígena, de los afrodescendientes
constituye una matriz racista que, como vimos, tiene sus raíces en la formación del Estado
Nacional Argentino.

El color se convirtió en una existencia negada, un punto ciego del que participan diversos
sectores institucionales la historiografía liberal, medios de comunicación y las
narraciones escolares, textos y discursos como algunos de los ejemplos más destacados.
Se coincide en imaginar una Argentina blanca, mayoritariamente descendiente de
europeos. Pero también existe, al mismo tiempo, una apelación constante al color de la
población, fundamentalmente como insulto. Esto es lo que podemos llamar paradoja. Una
paradoja en tanto que señala un contrasentido, cierta incongruencia que desborda los
límites entre dos posturas contrapuestas. Por un lado, tenemos la operación de
invisibilizar el color de sus habitantes que al mismo tiempo coexiste con una constante
apelación a esas diferencias, cuya expresión más acabada es el insulto “negro de mierda”.
Esta paradoja visibiliza tensiones y disputas en torno al color y la forma de pensar e
imaginar la Argentina. En los últimos años reaparecieron con fuerza en diversos registros,
en la música popular, en la política, intentos de reponer y visibilizar la presencia no blanca
en nuestro país, disputando el predominio del imaginario de una argentina blanca y
europea20.

19
En esta investigación (2019) se detectó el componente amerindio que en la región NOA, particularmente
en las ciudades de Jujuy y Salta, sobrepasa a los descendientes de europeos, esta tendencia, aunque en
menores proporciones se observó en el Sur del país. En cambio, el componente europeo fue preponderante
en la región central. Aunque el grado de presencia indígena siguió manteniéndose elevado en Córdoba
(43,6%) y San Luis (40,3%). En la ciudad de Buenos Aires (CABA), como en el primer cordón bonaerense
hay un elevado predominio de ancestrías europeas. Aunque existen variaciones significativas respecto del
2° y 3° cordón del conurbano bonaerense, que presentó una mayor proporción de componente indígena en
la población. El aporte afrodescendiente se manifestó homogéneamente en todas las regiones del país, pero
los valores más elevados se registraron en la ciudad de Salta (5%) y La Plata (6,5%).

20
Ese antagonismo ingresó en la política, bajo el estigma de “negro choriplanero”, en bandas de cumbia
populares como Damas Gratis cuyo líder, Pablo Lescano se reivindica 100% negro cumbiero. Estos son
algunos de los ejemplos que visibilizan tensiones que disputan el relato de la nación blanca (Adamosky,
2012, 2019).

16
VI A Modo de Conclusión

Si retomamos la pregunta inicial, ¿de dónde extrae su fuerza el racismo para sostenerse a
lo largo del tiempo? a partir del epígrafe inicial de Fanon (2016), el interrogante que
propone alude a la raza como vacío ¿Por qué la raza no tiene un significado estable y
único, como tampoco el racismo tiene una manifestación única? La raza y el racismo no
son referentes estáticos ni tienen una esencia universal. La raza es una categoría
contextual por ser un efecto y no causa de relaciones de poder en cada sociedad particular
y en cada periodo histórico.

No hay una categorización racial independiente de la historia, estas se constituyen dentro


de relaciones de poder que transforman algunas diferencias fenotípicas en cruciales, y su
análisis no puede separarse del contexto donde surgen. Es en su íntima vinculación con
las relaciones de poder de donde extrae su fuerza y contenido.

La raza es un vacío porque carece de esencia fija, de una definición única, pero es
justamente ese vacío lo que la transforma en un fundamento de relaciones de poder que
se articulan con condiciones históricas y sociales.

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