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LA IGLESIA SEGÚN LA TRADICIÓN CALVINISTA REFORMADA

Por José Luis Velazco Medina

Tomado del Libro: Calvino Vivo


Editorial El Faro
México, D.F. 1987

La Reforma de la Iglesia ha sido la preocupación constante de muchos cristianos


sinceros a través de los siglos. Esta preocupación constante surge a raíz de las
formas diferentes en que la Iglesia se ha desviado de las verdades básicas del
Evangelio y no menos por la práctica corrupta de tiempo en tiempo de sus
dirigentes.

Desde antes de la Reforma del siglo XVI, ya había algunos cristianos trabajando
por la reforma de la Iglesia. Algunos nombres sobresalientes son bien conocidos:
Juan Wiclef de Inglaterra, Juan Rus de Praga y Jerónimo Savonarola de Florencia.
Estos cristianos de los siglos XIV y XV lucharon sin temor por reformar la Iglesia y
se les conoce como prerreformadores. Rus y Savonarola pagaron con sus propias
vidas sus ideales de reforma.

En el siglo XVI, surge Martín Lutero como instrumento escogido de Dios para
iniciar lo que se llama la Reforma Protestante. Como el anhelo de todos los
reformadores, el propósito de Lutero era hacer volver a la Iglesia a la sencillez del
Evangelio y corregir muchas de sus prácticas injustas del alto clero y no la
creación de otra Iglesia.

Posteriormente surgen otros reformadores en diferentes lugares de Europa. Juan


Calvino fue uno de ellos. Su obra teológica y su práctica eclesiástica y su propia
vida cristiana, como hombre pobre y fiel seguidor de Jesucristo -al igual que la de
Lutero- estaba llamada a ejercer gran influencia en la continuación de la reforma
de la Iglesia no solamente en Europa y en su tiempo sino, más tarde, en todo el
mundo en los siglos por venir.

Calvino, joven estudiante distinguido de leyes, después de la muerte de su padre,


vive y trabaja en Francia. Era la Francia del Rey Francisco I quien había
reestablecido las relaciones con el Papado dando margen al movimiento de
contra-reforma en Francia, el establecimiento de la Inquisición y la persecución de
los protestantes especialmente de los llamados hugonotes (calvinistas franceses).

Calvino, al identificarse decididamente con los protestantes tuvo que huir en varias
ocasiones, alguna vez o dos fue encarcelado y en otras ocasiones predicó a
grupos protestantes escondidos en las cavernas de las cercanías de Poiter.
Vemos así a un reformador identificado con el sufrimiento de los cristianos
perseguidos y oprimidos. Calvino no es un simple teólogo especulativo. Vive su fe
con el pueblo.

Se menciona lo anterior para señalar que -al igual que los otros reformadores- su
concepción de la Iglesia y del Evangelio no son meramente ejercicios académicos.
Su compromiso con el Evangelio le llevó a comprometerse con el pueblo cristiano
francés perseguido por la intolerancia de los representantes de una Iglesia que
rehusaba reformarse.

Su obra escrita llamada Institución de la Religión Cristiana, de la cual surge la


tradición calvinista de la Iglesia, fue escrita en defensa de quienes se decía toda
suerte de calumnias y de los cuales ya habían sido quemados muchos. La escribe
también para aclarar al Rey y a toda Francia en qué consistía la fe y la creencia de
los perseguidos. En su dedicatoria a Francisco I le dice: "viendo yo que el furor i
rabia de ziertos hombres impios ha crezido en tanta manera en vuestro reino que
no ha dejado lugar ninguno a la verdadera doctrina, pareziome que yo haría mui
bien, si hiziese un libro, el cual juntamente sirviese de instruczion para aquellos
que están deseosos de relijion y de confesion de fe delante de vuestra Majestad,
por el cual entendiesedes cual sea la doctrina, contra quien aquellos furiosos se
enfurecen con tanta rabia metiendo vuestro reino el dia de hoi a fuego y sangre.
Por que no dudaré de confesar que en este libro yo no haya casi recopilado la
suma de aquella misma doctrina que ellos a vozes dicen deve ser castigada con
carzeles, destierros, confiscazion y fuego que debe ser hechada del mundo. Yo
mui bien se con cuan horribles rumores y chismes hayan henchido vuestras orejas
y entendimiento a fin de haceros nuestra causa odiosisima. . ." (Inst. R. C., FLR,
pág. 25).

Juan Calvino tenía apenas 27 años cuando el 1° de agosto de 1536 publicaba su


primera edición de la Institución de la Religión Cristiana. Revisada y aumentada
posteriormente, su edición final es de 1559. Llega a nosotros en castellano gracias
a la traducción de Cipriano de Valera quien la publicó en 1597. Esta obra expresa
el pensamiento vigoroso de uno de los Reformadores Latinos del siglo XVI. El
redescubrimiento de la tradición calvinista, puede ser sin duda alguna un elemento
esencial en la formación y la reformación de la Iglesia en América Latina,
comenzando con la Iglesia Protestante y en especial las llamadas iglesias
presbiterianas.

IMÁGENES CALVINISTAS DE LA IGLESIA

"Mas como nuestra ignorancia y pereza y hasta la vanidad de nuestra alma tiene
necesidad de ayudas exteriores por las que la fe se engendre en nosotros, crezca
y llegue a ser perfecta, Dios nos proveyó de ellas para sostener nuestra flaqueza.
Y a fin de que la predicación del Evangelio siguiese su curso, puso como en
depósito este tesoro en su Iglesia; instituyó pastores y doctores mediante los
cuales enseña a los suyos y les confió su autoridad (Ef. 4:11-12)" (lnst. R. C., FLR,
pág. 803).
Dios ha depositado su Evangelio en el seno de su Iglesia. El Dueño y Señor del
Evangelio es Dios mismo. La Iglesia por tanto, no puede decir que éste es su
posesión. La Iglesia es simple depositaria de la Verdad. Su deber es exponerlo a
toda la humanidad. Este Evangelio no es para venerarse como reliquia religiosa
sino que debe compartirse en forma audible con todos los seres humanos (lnst. R.
C. L IV, 1.5). Hay que aclarar que para Calvino el Evangelio es el testimonio de la
Ley, de los Salmos, de los Profetas, de los Apóstoles (lnst. R. C. IV, 1.5). Es
importante llamar la atención a este aspecto del pensamiento de Calvino debido a
que muchos, en diferentes ocasiones de la historia de la Iglesia, tienden a olvidar
en su proclamación el contenido total de la Biblia.

Enseguida delineamos cinco declaraciones principales de Calvino en cuanto a la


naturaleza de la Iglesia que es importante recordar como esencial al pensamiento
o tradición calvinista.

1. La Iglesia visible es la madre de todos los creyentes

De acuerdo con Calvino, la Iglesia fue establecida por Jesucristo para ser el medio
por el cual Él realiza su obra redentora entre los seres humanos. La Iglesia es la
esfera de la revelación propia de Dios y el lugar de encuentro con Jesucristo. En
ella los creyentes son llamados a creer, a permanecer, a crecer y a ser fieles hasta
el fin. La Iglesia, como una madre, da a luz, nutre y fortalece a los creyentes
durante todo el curso de su vida. Fuera de la Iglesia verdadera no hay posibilidad
de vida eterna. Así lo asevera Calvino cuando dice:

"Mi intención es tratar aquí de la Iglesia visible y por eso aprendemos ya de sólo
su título de madre qué provechoso y necesario nos es conocerla, ya que no hay
otro camino para llegar a la vida sino que seamos concebidos en el seno de esta
madre, que nos dé a luz, que nos alimente con sus pechos y que nos ampare y
defienda hasta que, despojados de esta carne mortal, seamos semejantes a los
ángeles (Mt. 22:30). Anotemos también que fuera del gremio de la Iglesia no hay
remisión de pecados ni salvación como lo atestiguan Isaías y Joel (ls. 37:32; Joel
2:32). Con estas palabras se restringe el favor paternal de Dios y el testimonio de
la vida espiritual de las ovejas del aprisco de Dios, para que advirtamos que el
apartarse de la Iglesia de Dios es pernicioso y mortal". Institución de religión
cristiana, Libro IV, 1.4).

En lo anterior resaltan dos cosas: a) la dependencia de Calvino de la


interpretación patrística de la Iglesia ("fuera de la Iglesia no hay salvación" de San
Cipriano y desarrollada más tarde por San Agustín); b) esta declaración, sin
embargo, para Calvino, no está fundamentada en la Iglesia por sí sola, sino que es
una expresión de la voluntad del Señor de la Iglesia. Decir que fuera de la Iglesia
no hay salvación es lo mismo que decir que fuera de Cristo no hay salvación. La
imagen de la Iglesia como Cuerpo de Cristo nos ayuda a comprender mejor esa
realidad.
Esta doctrina de la Iglesia se expresa en confesiones de iglesias reformadas
posteriores como en la Confesión de la Iglesia de Escocia: "Así como creemos en
un Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, así mismo firmemente creemos que desde el
principio ha habido, hay y habrá hasta el fin del mundo una sola Iglesia, es decir
una compañía y multitud de hombres escogidos por Dios, quienes le abrazan y le
adoran por medio de fe verdadera en Cristo Jesús, quien es la Cabeza de la
Iglesia, siendo el Cuerpo y la Esposa de Cristo Jesús. Fuera de esta Iglesia no hay
posibilidad de felicidad ni vida eterna. Por tanto, aborrecemos absolutamente la
blasfemia de aquellos que aseveran que los hombres que viven equitativa y
justamente serán salvos sin importar que religión profesen. Porque así como no
hay salvación sin Cristo Jesús, de la misma manera ninguno tendrá parte de la
vida, salvo aquellos quienes el Padre les ha dado a Cristo Jesús . . ." (Confesión
de Escocia, Cap. XVI).

Existen otras Confesiones Reformadas que lo expresan más enfáticamente como


la Confesión Helvética. También lo expresa, aunque no tan claramente, la
Confesión de Fe de Westminster cuando dice: ". . . la casa y familia de Dios por
medio de la cual los hombres son ordinariamente salvos, unión a la cual es
esencial para su mejor crecimiento y servicio". (C.F.W. XXV. 2).

Esta tradición calvinista de la Iglesia es básica y esencial en el entendimiento


profundo de la naturaleza y misión de la Iglesia a fin de que los creyentes no
tomen a la ligera la importancia de ser parte de ella.

2. La iglesia visible y la iglesia invisible es una sola Iglesia católica; sus marcas
son la predicación fiel del Evangelio y la administración de los Sacramentos.

1. En donde es correcto, Calvino toma en serio a los Padres de la Iglesia y


expresa sus ideas en la definición de la Iglesia. Aquí vuelve a retomar ideas de
San Agustín al hablar de la Iglesia visible y la Iglesia invisible; estas, sin embargo,
son únicamente descripciones de una sola realidad: la Iglesia una y santa que
también es católica. En este caso la Confesión de Fe de Westminster expresa con
toda claridad las ideas de Calvino que nos ocupan:

1. La iglesia católica o universal, la cual es invisible, consiste de todo el número de


los elegidos que han sido, son y serán reunidos en uno bajo Cristo de la cual es la
Cabeza; y es la esposa, el cuerpo y la plenitud del que es todo en todo.

2. La Iglesia visible, la cual es también católica o universal bajo el Evangelio (y no


confinada a una nación como lo era bajo la ley) consiste de todos aquellos quienes
a través del mundo confiesan la verdadera religión, juntamente con sus hijos y es
el reino del Señor Jesucristo, la casa y la familia de Dios, por medio de la cual los
hombres son ordinariamente salvos y cuya unión a ella es esencial para su
crecimiento y servicios. (CFW, XVII, 1, 2).
Estas declaraciones acerca de la Iglesia están de acuerdo a la mejor tradición
calvinista de la Iglesia. Para Calvino la Iglesia visible es la que podemos conocer y
palpar y está compuesta por personas. En esta Iglesia están mezclados los
buenos y los hipócritas. La Iglesia invisible es sólo conocida por Dios y no se
refiere únicamente a los santos que viven en este mundo, sino también a cuantos
han sido elegidos desde el principio del mundo. (Inst. R. C., pág. 810, 7).

2. Esta Iglesia única, católica o universal, por imperfecta que sea, no ha de


dividirse ni abandonarse sino bajo el peligro de ofender al Señor, oscurecer su
Evangelio y finalmente perderse.

Calvino es muy explícito al respecto cuando describe el fundamento de la Iglesia


Universal: ". . . no basta concebir que Dios tenga sus elegidos si no
comprendemos al mismo tiempo la gran unidad de la Iglesia, de tal forma que nos
persuadamos de que estamos como injertados en ella. Porque si no estamos
unidos con todos los demás miembros bajo la única Cabeza, Cristo, no esperemos
conseguir la herencia que esperamos. Esta es la razón por la que la Iglesia se
llama católica o universal, porque no es posible dividirla en dos o tres partes sin
despedazar a Jesucristo, lo cual es imposible . . ." (Inst. R. C., IV, 2).

3. Frente a tales declaraciones surge la pregunta: ¿cómo se justifica entonces la


separación de la Iglesia de Roma durante la Reforma? Calvino explica que hay
que conocer la Iglesia verdadera. Esa Iglesia verdadera se reconoce por medio de
dos elementos esenciales o dos marcas "infalibles": la predicación sincera de la
Palabra de Dios y la administración de los sacramentos (Bautismo y Santa Cena)
conforme a la institución de Jesucristo. Es así como conoceremos la Iglesia, pues
la promesa de Dios no puede fallar: Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos (Mt. 18:20). Cuando estas marcas o señales no se
encuentran claramente expresadas en alguna llamada iglesia aunque tenga la
apariencia de serIo y aun si fuera un grupo de personas muy religiosas o pías,
ésta ha dejado de ser Iglesia de Dios. Ante los ojos de los reformadores, como
Calvino, la Iglesia de Roma había dejado ambas cosas.

Según Calvino, la Iglesia particular que expresa las marcas de la verdadera Iglesia
no está permitido romper la unidad ni separarse de la comunión: "Hemos puesto la
predicación de la Palabra y la administración de los sacramentos como marcas y
señales para conocer la Iglesia, porque estas dos cosas no pueden existir sin que
por la bendición de Dios fructifiquen y prosperen . . . es cierto que dondequiera
que se escucha con reverencia la predicación del Evangelio y no se menosprecien
los sacramentos, allí hay una forma de Iglesia, de la que no se puede dudar y a
nadie es lícito menospreciar, mucho menos será lícito apartarse de ella y romper
su unión . . ." (lnst. R. C., IV, 10).

4. Para Calvino, donde no hay predicación del Evangelio, no hay Iglesia. Allí
donde la mentira ha destruido las bases fundamentales de la doctrina cristiana no
hay Iglesia. Por otra parte declara que si en alguna congregación existen estos
dos elementos o marcas aun cuando hubiese vicios y problemas polémicos o
casos de inmoralidad (como en el caso de la Iglesia de los Corintios), estos dos
últimos no son razones fundamentales para separarse de la Iglesia o para dividirla.
Estas declaraciones en el capítulo sobre la Iglesia son importantísimas a fin de
controlar o abolir la tendencia enferma de dividir la Iglesia o separarse de ella
cuando se ejerce disciplina a alguna persona, o no está de acuerdo con ciertas
ideas no fundamentales o por espíritu diotrefeano que es lo mismo que caciquismo
en la Iglesia.

5. Es importante señalar que Calvino, aunque consideraba la Iglesia papista como


expresión viva de Anticristo, reconocía que habría posibilidad de que en el papado
persistiera algún vestigio de Iglesia: "A pesar de todo, así como en aquellos
tiempos existían ciertas prerrogativas que pertenecían a la Iglesia de los judíos,
así también ahora no negamos que haya entre los papistas ciertos vestigios de
Iglesia que ha dejado el Señor después de tanta disipación -todo basado en la
fidelidad de Dios y no de los hombres- aunque casi todo haya sido destruido por la
tiranía del anticristo, con todo quiso, para que así permaneciera inviolable su
pacto, que quedara el bautismo como testimonio de la misma, el cual retiene su
virtud, a pesar de la impiedad de los hombres porque fue consagrado y ordenado
por su boca . . ." (Inst. R. C., IV, 11). En otros países, no se rebautiza a las
personas de origen católico y que desean hacerse miembros de una iglesia
reformada.

Es importante señalar todo lo anterior por dos razones: 1) la unidad de la Iglesia


debe ser tomada muy en serio a fin de manifestar la gloria de Dios en ella; y 2) es
esencial laborar por mantener la unidad de la Iglesia y trabajar para que ésta se
manifieste a todos los niveles de la vida de la Iglesia, es decir,
congregacionalmente, regionalmente e interconfesionalmente con todos los que
confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador. En América Latina existe,
desgraciadamente, en algunas denominaciones protestantes una actitud
triunfalista basada en su relativo éxito en términos de crecimiento numérico tanto
de miembros como de iglesias locales. Esta actitud triunfalista ha llevado a
muchos a no sentir la necesidad de manifestar la unidad de la Iglesia de Jesucristo
en actos concretos de unión eclesiástica. Esto es así por la falta de una clara
comprensión bíblica y teológica y muchas veces, no tanto por ser leales a la
verdad, 'una vez entregada a los santos', sino por egoísmos sectarios y de
conveniencia personal en cuestiones de autoridad y dominio.

En otras partes del mundo, afortunadamente, se han dado casos de expresión


concreta de la unidad de la Iglesia visible. Un caso fue la creación de la Iglesia
Unida de la India en la que episcopales, metodistas y presbiterianos vieron la
necesidad urgente de formar una sola iglesia para un testimonio más fiel al
Evangelio de Jesucristo frente a situaciones como en el caso de las declaraciones
de los 60 millones de descastados que querían dejar el hinduismo pero objetaron
diciendo que en el cristianismo estarían divididos mientras que en el hinduismo, a
pesar de sufrir el sistema de castas, permanecerían unidos. Otro caso reciente es
de dos Iglesias Presbiterianas de Estados Unidos. Después de estar separadas
por cuestiones ideológicas desde la Guerra Civil de 1862, las Iglesias
Presbiteriana del Norte y la Presbiteriana del Sur, como les llamamos en México, y
después de largos años de diálogo se unieron en una sola. En 1983 como una
expresión de obediencia a mantener la unidad de la Iglesia y de fidelidad al deseo
de Jesucristo que todos sean uno para que el mundo crea.

Mantener la Unidad de la Iglesia no es simplemente mantener la unidad


denominacional sino buscar formas positivas y concretas de la unidad de todos los
cristianos que confiesan a Jesucristo. El hacerlo así no solamente se está en línea
con la tradición calvinista sino con la voluntad del Señor de la Iglesia.

6. La unidad de la Iglesia no es una finalidad en sí misma. La meta de la unidad


cristiana es la evangelización del mundo. Un pastor brasileño reformado reflexiona
al respecto de la siguiente manera:

Los reformadores, al definir la naturaleza de la Iglesia afirmaron: ecclesia


reformata et semper reformando, esto es, la Iglesia reformada, siempre en
proceso de reforma. Esta es la marca característica de la Iglesia revelada en el
Nuevo Testamento. En la medida en que es fiel a sí misma, o, en la medida en
que procura ser expresión del cuerpo de Cristo, la Iglesia debe estar procurando
siempre nuevas maneras de ser en el mundo, para poder hablar con actualidad en
el lenguaje de todos los hombres. Cabe entonces la pregunta: ¿Cuál es la forma
de la iglesia hoy? (Discusión sobre la Iglesia, Zwinglio Díaz, 1984, CUPSA, pág.
119).

Agregaríamos una pregunta más: al perpetuar nuestros denominacionalismos


¿estaremos siendo fieles al llamado de Dios en este tiempo? En un congreso
internacional sobre evangelización uno de los conferenciantes dijo que había que
manifestar en formas concretas la unidad de la Iglesia de Cristo: "la Iglesia de
Cristo tiene que estar unida. Decir que ya tenemos unidad es una forma de
escapismo para cubrir el pecado de nuestra desunión. Basta de fachadas,
complejos de santidad, complejos de ortodoxia para cubrir nuestras divisiones" . . .
agregó diciendo que muchos cristianos mueren en cruces modernas y muchos son
perseguidos. La Iglesia por tanto, no puede más darse el lujo de vivir dividida bajo
la excusa de protección de la Verdad. Esta verdad será más eficaz en el mundo no
tanto por nuestras formas hábiles de definiciones teológicas sino en la medida que
compartamos esa verdad evangélica como cuerpo de Cristo con el pueblo, en
nuestro caso, con el pueblo latinoamericano en la hora más difícil de nuestro
continente.

3. El sacerdocio de todos los creyentes: aspecto esencial para un entendimiento


protestante de la Iglesia.
1. La doctrina sobre el sacerdocio de todos los creyentes, en cierto modo, es
producto del movimiento total de la Reforma. Esta expresión era más clara en
reformadores como Lutero y no tan clara, como creen algunos, en Juan Calvino
quien por un lado decía que no hay un sacerdocio aparte del sacerdocio de
Jesucristo quien es el único Sumo Sacerdote y, sin embargo, agrega diciendo que
es el deber de todos los cristianos de presentar sacrificios espirituales porque
pertenece a un real sacerdocio.

2. La idea de Calvino se entiende cuando se examinan en el libro Segundo los


capítulos relacionados con el oficio de Jesucristo como Mediador entre Dios y los
hombres, especialmente el capítulo XV en donde describe los oficios de Cristo
como Profeta, Sacerdote y Rey. El término preferido de Calvino en relación a la
obra sacerdotal de Cristo era el de Mediador. Calvino trata este tema con mucho
peso y sobriedad para no dejar lugar a dudas que hay un solo Mediador entre Dios
y los hombres y que este Mediador es el único a quien la Iglesia debe reconocer
como tal. Todas las otras formas de "sacerdocio" en la Iglesia dependen del oficio
del Sacerdocio de Cristo.

3. Los oficios de Cristo como Profeta, Rey y Sacerdote no eran sino para beneficio
de la Iglesia. Ésta como cuerpo de Cristo adquiere como beneficio un carácter
también sacerdotal -pero nunca igual al de Cristo- así el sacerdocio de todos los
creyentes está basado en el hecho de que Cristo es nuestro Mediador. En este
contexto es que Calvino acepta el sacerdocio de todos los creyentes. Habrá que
estudiar aquí el Libro II capítulos 7 y 15 de donde citamos únicamente lo siguiente:
". . . San Pedro, admirablemente acomoda las palabras de Moisés, enseñando
que la plenitud de la gracia, que los judíos solamente habían gustado en el tiempo
de la Ley, ha sido manifestada en Cristo: Vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio (1ª Pedro 2:9)" (lnst. R. C. II, 7, 1).

"De esto trata por extenso el Apóstol en la carta a los Hebreos desde el capítulo
séptimo hasta casi el final del décimo. En resumen afirma, que la dignidad
sacerdotal compete a Cristo en cuanto por el sacrificio de su muerte suprimió
cuanto nos hacía culpables a los ojos de Dios y satisfizo por el pecado. Así vemos
que hemos de comenzar por la muerte de Cristo, para gozar de la eficacia y
provecho de su sacerdocio; y de ahí se sigue que es nuestro intercesor para
siempre . . . Cristo tiene además el nombre de sacerdote no solamente para hacer
que el Padre nos sea favorable y propicio, en cuanto que con su propia muerte
nos ha reconciliado con Él para siempre, sino también para hacernos compañeros
y partícipes con Él de tan grande honor; porque aunque por nosotros mismos
estamos manchados, empero, siendo sacerdotes en Él (Ap. 1:6) nos ofrecemos a
nosotros mismos y todo cuanto tenemos a Dios . . ." (lnst. R. C. II, 15, 6).

4. La contribución de Calvino al hacer énfasis en el Sacerdocio de Cristo iba


dirigida a dejar bien claro que nadie puede arrogarse el título de Sumo Pontífice ni
tampoco la misa (sacrificio de Cristo) puede ser considerada como oblación
expiatoria de los pecados.
5. Lo anterior es importante recordar ya que las iglesias protestantes de América
Latina viven y trabajan en un contexto católico romano. Es importante señalar, sin
embargo, que traer a colación el Sacerdocio de Jesucristo y el sacerdocio de
todos los creyentes no debe usarse para señalar los errores de la Iglesia Romana
con espíritu farisaico sino para ayudarnos mutuamente en el desarrollo de la
reforma de la Iglesia de Cristo. Por otro lado, el estudio a fondo del significado del
sacerdocio de todos los creyentes debe servir a las iglesias protestantes a
desterrar la idea generalizada y herética de que cada hombre es su propio
sacerdote y puede por sí mismo allegarse a Dios. Uno puede allegarse a Dios sólo
por medio de Jesucristo (1ª Juan).

a) Otro aspecto importante de esta doctrina para los protestantes es hacer énfasis
en la dimensión misionera de la Iglesia y de la cual son responsables todos los
creyentes que componen el laos, Pueblo, de Dios. El sacerdocio así entendido no
es una finalidad en sí sino para interceder por el mundo para que anunciéis las
virtudes de Aquél que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1ª Pedro 2:9).
Esta es la tarea no de unos cuantos expertos en evangelización a la Billy Graham,
sino la tarea de cada día de cada creyente allí en donde Dios les ha llamado a
vivir, trabajar, estudiar y luchar. Aquí habría que estudiar detenidamente la
relación que Calvino establece entre este carácter sacerdotal y la vocación. Decía
un teólogo: todos los hombres son sacerdotes en su vocación diaria. Todos son
sacerdotes aunque sus labores sean diferentes . . . el único hombre verdadero es
el hombre cristiano . . . aparte de Cristo no somos lo que somos llamados a ser.
(Barkley, Presbyterianism, pág. 18).

b) Otro aspecto importante de esta doctrina es que el creyente es adoptado


inmediatamente como parte del pueblo de Dios. El creyente se confronta
individualmente con Dios pero al hacerlo descubre que es parte de una nueva
comunidad, que es la familia y el cuerpo de Cristo, el pueblo de Cristo, la gente
santa y el real sacerdocio de Dios. En el Calvinismo no hay tal cosa como una vida
cristiana individualista, personal sí, pero no individualista, es importante señalar
este punto porque el contexto capitalista de la sociedad en que vive la Iglesia en
América Latina hace tanto énfasis en lo individual, el éxito personal, la salvación
personal sin tomar en cuenta la dimensión comunitaria de la fe y destruyendo así
el sentido bíblico de la Iglesia. Los cristianos en la Iglesia no viven para ellos
mismos. Viven para el servicio del prójimo y para la Gloria de Dios. El fin principal
de la Iglesia es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre. La Iglesia glorifica más
a Dios, cuando, como su Señor, adopta la forma de Sierva de la Palabra infalible
que es Cristo mismo y del prójimo en el nombre de Cristo por quien es enviada al
mundo a cumplir su misión.

4. El señorío de Cristo en la Iglesia

El recién extinto misionero y teólogo reformado, Dr. Juan A. Mackay, en su


excelente libro El Sentido Presbiteriano de la Vida, en su capítulo sobre el Señorío
de Cristo en la Iglesia, dice: "El curso de la historia presbiteriana ha sido marcado
con una profunda cristología, una exaltada visión de Jesucristo, no meramente
como un concepto teológico sino como una presencia viviente y soberana en
medio de su Iglesia" (pág. 145).

1. A decir verdad, la doctrina del Señorío de Cristo va hasta las raíces mismas de
la Biblia. Este fue el discurso de la Iglesia temprana Kurios Christos, Cristo es
Señor. Este era el término supremo reservado solamente a Jesucristo como dice
Pablo: Por eso, Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los
nombres, para que en el nombre de Jesús, doblen la rodilla todos los que están en
los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es
el Señor, para honra de Dios Padre (Fil. 2:9-11).

2. Esta confesión, según un teólogo norteamericano reformado/presbiteriano,


expresa en la forma más positiva y directa el espíritu del protestantismo pues
habla de "lealtad a Jesucristo como Señor" (Robert Mc-Affee Brown, The Spirit of
Protestantism, pág. 41).

3. Es afortunado, entonces, que la Confesión de Westminster incluye con toda


claridad esta declaración de lealtad a Jesucristo por encima de todas las otras
lealtades: "'El Señor Jesucristo es la única Cabeza de la Iglesia, por tanto, el
reclamo de cualquier hombre de ser el vicario de Cristo y la cabeza de la Iglesia,
hace sin fundamento en las Escrituras y de hecho, es anticristiano y una
usurpación que deshonra al Señor Jesucristo" (CFW XXVII, 6).

Estas declaraciones se encuentran fundamentadas en la tradición calvinista de la


siguiente manera: ". . . San Cipriano, siguiendo a San Pablo, afirma que la fuente
de unión de la Iglesia consiste en que Jesucristo sea el único obispo" (lnst. IV, II,
6) y agrega: "Cristo sólo es el Jefe de la Iglesia. Él no tiene vicario . . . porque la
Iglesia tiene a Jesucristo como única Cabeza (Ef. 4:15-16) bajo cuyo principado
todos nos reunimos de acuerdo con el orden y forma de gobierno que Él ha
establecido. Por lo tanto, los que quieren dar preeminencia sobre toda la Iglesia a
un hombre solo, so pretexto de que no puede prescindir de tener una Cabeza,
hacen grandísima injuria a Cristo, que es la verdadera Cabeza, al cual como dice
San Pablo, todo miembro debe adherirse para que todos a la vez conforme a la
medida y facultad que le es otorgada crezcan" (lnst. R. C., IV, 6, 9).

4. Una forma actualizada del Señorío de Cristo sobre su Iglesia se encuentra en la


Nueva Confesión de la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos y dice: "Cristo es
la Cabeza de la Iglesia, por tanto, somos responsables ante Él cuando tomamos
acuerdos normativos y hacemos decisiones en la Iglesia. Cristo es el fundamento
de la Iglesia y por tanto no fracasará a pesar de nuestras flaquezas" (Confesión de
Fe, Cap. VII, La Iglesia Cristiana).

5. Pero, ¿Qué significa todo lo anterior para la vida de la Iglesia en la realidad? Ya


vimos que la Reforma del siglo XVI es una lucha contra el dominio papal de la
Iglesia. En diferentes lugares, posteriormente, diferentes iglesias han hecho
declaraciones a fin de salvaguardarse de intentos de dominio de la Iglesia por
parte de gobernantes seculares y eclesiásticos, como ha sido el caso de las
declaraciones de Escocia, Westminster, y otras. Pero no solamente en casos así,
sino cuando de tiempo en tiempo se han levantado doctrinas que amenazan el
Señorío de Cristo sobre su Iglesia, como el caso de la veneración de María o la
dominación del Estado sobre la Iglesia. El Dr. Mackay en su libro ya mencionado
da ejemplos claros de cómo se ha tenido que resistir esa tentación y dejar que la
Iglesia esté únicamente sometida al Señorío de Jesucristo. Un ejemplo clásico se
encuentra en la experiencia de la Iglesia Confesional alemana en tiempos de Hitler
(1934). La política nacional socialista de Hitler buscó y logró el control de la
Universidad, la prensa y los grandes sindicatos. Le quedaba pendiente la Iglesia
así que, por medio de algunos "cristianos alemanes" simpatizantes del nazismo
querían obligar a las Iglesias Luteranas, Reformadas y otras Evangélicas a una
unión forzada y colocar sus secuaces en posiciones claves en la nueva iglesia.
Los que se opusieron a tal proyecto se reunieron en lo que llamaron "sínodos
libres" y redactaron una sencilla pero contundente declaración asegurando su
lealtad a Jesucristo como único Señor de la Iglesia. Esa declaración se conoce
como la Declaración de Barmen. Algunas Iglesias Reformadas la han adoptado
como parte de sus confesiones. El asunto principal de la declaración dice:

"Jesucristo, tal como se presenta en la Escritura, es la única Palabra de Dios a


quien tenemos que oír y a quien debemos confiar y obedecer en la vida y en la
muerte. Condenamos la falsa doctrina que declara que la Iglesia puede y debe
reconocer como revelación de Dios otros eventos y poderes, formas y verdades
aparte y al Iado de esa única Palabra de Dios".

Esto querría decir: Cristo es el Señor: por tanto, Hitler no puede ser el Señor de la
Iglesia. "Otros eventos y poderes" se refería a toda la política imperialista, clasista
y racista de Hitler. Hubo un alto precio que pagar por esta declaración.

Preguntamos ahora:

¿De qué puede servirnos la declaración del Señorío de Cristo sobre su Iglesia tal
como lo expresa la Confesión de Fe de Westminster que es la confesión que
suscribimos?

¿Cómo se le da expresión real en nuestro contexto histórico-político y social en


que vive la Iglesia no solamente en México sino en toda América Latina?

Existen poderes hoy día que quieren controlar la Iglesia de Cristo, así por ejemplo:

¿Está la Constitución de cualquier país por encima de la autoridad de Cristo sobre


su Iglesia a fin de que ésta no perturbe el "orden social" establecido aunque en
ese orden se cometan injusticias contra el pueblo?
Sin duda alguna tales preguntas pueden considerarse difíciles y hasta peligrosas
de discutir y contestar. Así es, pero los cristianos en América Latina, si somos
conscientes del hecho de que Jesucristo no solamente es el Señor de la Iglesia
sino que también es el Señor de la Historia y que no hay autoridad por alta que
sea que esté por encima de Él, tenemos que abocarnos a tales cuestiones en vista
de la realidad en que vive el pueblo latinoamericano al cual somos enviados a
cumplir nuestra misión. La reflexión de tales preguntas nos lleva directamente a
analizar cuál sea la tarea y misión de la Iglesia hoy día. No debemos contentarnos
con respuestas simplistas y así evadir nuestra responsabilidad. Las Confesiones y
Declaraciones de las diferentes iglesias en diferentes épocas y países siempre
han obedecido a circunstancias especiales.

Comenzando con Juan Calvino vemos que se vio obligado como cristiano a
escribir para salir en defensa no solo del Evangelio sino de sus hermanos
hugonotes que estaban siendo perseguidos y masacrados.

El genio del Protestantismo, y en particular de la tradición reformada, es su


habilidad de buscar y descubrir, con la ayuda del Espíritu Santo, las formas
nuevas en qué ha de servir y proclamar el Evangelio de Jesucristo en el mundo.
Cuando una iglesia dada no se aboca a esa tarea, se enclaustra, se avejenta y
corre el peligro de dejar de ser la iglesia que Jesucristo necesita.

5. Ecclesia reformata et semper reformanda. (La Iglesia Reformada siempre en


proceso de reforma) para mejor cumplimiento de su misión en el mundo y para
gloria de Dios.

1. Calvino no acuñó la frase Ecclesia Reformata et semper reformanda. En


realidad no se sabe quién la formuló por primera vez. Un librito sobre Suinglio dice
que es probable que apareció por primera vez en el siglo XVII en alguna de las
declaraciones de las iglesias de los Países Bajos (Jaques Courvisier, Swingli, A
Reformed Theologian, John Knox Press, pág. 56).

El pensamiento de Juan Calvino, sin embargo, expresa la necesidad de que la


Iglesia verdadera esté siempre alerta contra las tentaciones y las acechanzas de
Satanás. Quizá podríamos decir que una base para fundamentar la necesidad de
que la Iglesia Reformada siempre esté reformándose, la encontráramos en el Libro
IV, capítulo I, II:

1.1 "Es necesario que retengamos y juzguemos rectamente las marcas de la


Iglesia.

Nos es, pues, necesario retener con gran diligencia las marcas de que hemos
hablado, y estimarlas como el Señor las estima. Porque no hay cosa que con más
ahínco procure Satanás que hacernos llegar a una de estas dos cosas: o abolir las
verdaderas marcas con las que podríamos conocer la Iglesia de Dios, o, si esto no
es posible, inducirnos a menospreciarlas no haciendo caso de ellas y así
apartarnos de la Iglesia, para que no seamos engañados con el título de Iglesia,
es menester que examinemos la tal congregación que pretende su nombre con
esta regla que Dios nos ha dado como piedra de toque: si posee el orden que el
Señor ha puesto en su Palabra y en sus sacramentos, no nos engaña en manera
alguna. .."

2. Lo anterior quiere decir que puesto que la verdadera Iglesia únicamente existe
allí donde se predica la Verdad pura de la Palabra y allí donde los Sacramentos
son correctamente administrados, hay una necesidad de que la Iglesia esté
examinándose a sí misma constantemente (W. Niesel, The Theology of Calvin,
Westminster Press, pág. 197).

La Confesión de Fe de Westminster admite que la Iglesia es algunas veces más


visible que otras y que algunas iglesias particulares son más o menos puras y que
aún la más pura de las iglesias está sujeta a error (Confesión de Fe de
Westminster, XVII, 4, 5). Si se toma con seriedad tales declaraciones nos da
margen a inferir que existe la necesidad de buscar la manera de que la Iglesia sea
más visible en el mundo y que las iglesias particulares se analicen a ellas mismas
para buscar la manera de ser más puras y no menos eficaces. Es decir que hay
que reformarse y hay que renovarse constantemente.

La revisión constante de la Iglesia se hace por medio de reflexión bíblica y


teológica, siempre en espíritu de oración y dependencia del Espíritu de Dios. Las
Iglesias protestantes nunca deben estar satisfechas consigo mismas, nunca deben
de decir ya está completada la reforma de la Iglesia. Varios profesores de teología
nos dicen en sus libros: a) El juicio comienza por la casa de Dios (1ª Pedro 4:11);
b) Debemos luchar contra la falsedad que pueda haber en nuestro discurso al
mundo (Reinhold Niebuhr); c) La Reforma no fue completada en el siglo XVI. Esta
nunca se completa; no se puede hacer del Protestantismo un sistema cerrado; d)
No tenemos una voz "infalible" que silencia las otras voces con decretos
"irreformables". Es quizá éste último punto en que diferimos con la Iglesia Católica
Romana porque cuando se habla de una revisión y juicio a la Iglesia romana ellos
tendrían que insistir que la iglesia no necesita reforma en ningún sentido básico,
que por su naturaleza es irreformable y sus dogmas son infalibles.

En cambio, el Protestantismo, y en especial la tradición Calvinista Reformada, dice


que la Iglesia debe ser sacudida, juzgada, purgada y reformada. Esta no se puede
renovar una sola vez. Su vida debe estar en constante renovación y recreación por
el hecho de que es una iglesia de pecadores. La actitud de la Iglesia debe ser de
continuo arrepentimiento (R. Mc-Affee E., The Spirit of Protestantism, Oxford U.
Press, pág. 45).

3. Pero preguntamos aquí ¿qué quiere decir revisar la Iglesia, reformar la Iglesia?
En primer lugar, dejemos perfectamente claro que lo que se va a examinar
constantemente es la práctica de la Iglesia en cuanto a su fidelidad al Evangelio y
no el Evangelio en sí mismo. Lo que se desea es que cada generación nueva de
la Iglesia comprenda plenamente el significado bíblico de Jesucristo y su Obra
Redentora, la Iglesia como Cuerpo de Jesucristo con una tarea por cumplir y si
ésta está siendo fiel a su vocación; por ejemplo, la noción falsa que circula entre
algunas iglesias que el mundo es el campo de Satanás y que por tanto hay que
abandonarlo es incompatible con la doctrina bíblica de la Soberanía de Dios y el
Señorío de Jesucristo. ¡Jesucristo no es sólo Señor de su Iglesia sino del mundo y
de la historia! Satanás entromete su presencia en el mundo de Dios a través de
hombres y sistemas injustos y pecaminosos y parece ganar terreno: siempre
habrá Hitlers, Somozas, Pinochets, Reagans, con mucho poder en sus manos.

¿La Iglesia deberá abandonar el mundo en esas manos? ¿Qué quiere el Señor
nuestro de nosotros como Iglesia que hagamos en casos así? ¿Cuál será el
discurso de la Iglesia en esas circunstancias? Es eso lo que tenemos que
examinar y ver si nuestra predicación es verdaderamente evangélica y de acuerdo
con La Ley, Los Salmos, Los Profetas y Los Apóstoles. Esta es una manera de
practicar lo de Ecclesia Reformata semper reformando.

4. Calvino nos reprocharía si nosotros únicamente tratáramos de recuperar las


grandes verdades del siglo XVI. Hay que hacerlo, pero no basta. Podríamos
reajustar los principios de la Reforma a las circunstancias de nuestros días. De los
Reformadores podemos aprender muchas lecciones, pero ellos, de seguro no
harán nuestro trabajo. Podríamos decir que somos menos leales a Calvino cuando
somos más Calvinistas. De estos movimientos, más Calvinistas que Calvino, ya
han habido muchos. La tarea de continuar la reforma es nuestra, como dice un
pastor reformado en su libro La Reforma Venidera, Geddes MacGregor, pág. 52.

En esta tarea nos ayudan hombres cristianos de pensamiento claro y sincero de


nuestra propia confesión como Mackay cuando dice que la Iglesia debe ser fiel a
su vocación haciéndolo en un espíritu de absoluta obediencia a Cristo; para ello, la
Iglesia deberá tomar conciencia de la realidad y de la situación en que vive,
ganando de este modo el derecho de ser oída y de ser tomada en serio. Jamás
deberá la Iglesia conformarse a cierta cultura o civilización sino que de acuerdo
con el espíritu de peregrinaje que le es propio debe marchar siempre adelante (El
Sentido Presbiteriano de la Vida, J. Mackay, pág. 159).

5. Hay mucho más terreno que cubrir para animarse a ser una verdadera Iglesia
Reformada siempre en proceso de reforma. No debemos tener miedo. Jesucristo
está en medio de su Iglesia y siempre va adelante de la historia y llama a los
suyos a seguirla. La sombra de la cruz o de las cruces en las que están muriendo
muchos hermanos y que se proyectan hoy por hoy en América Latina no deberá
atemorizarnos.

Hay mucho camino que andar en la experiencia de reformar la Iglesia; queda


mucho que decir en cuanto al ministerio, la disciplina, la Iglesia(1), el culto y la
adoración. Hoy día se está dando una espiritualidad cristiana maravillosa en
América Latina que surge de la Iglesia sufriente a lo largo y ancho del continente y
está siendo expresda en poesía, canto, música, oración, literatura cristiana y que
podría ser recogida por el culto en la Iglesia.

Terminamos con las palabras de Mackay: "El Presbiterianismo desde el principio


de su historia, ha tenido un alto concepto de la Iglesia, sin embargo, lo que
distingue a la Iglesia como comunidad más singular de la historia, no descansa en
nada que ha heredado en su propia naturaleza o existencia histórica. La Iglesia es
la comunidad de Cristo y bajo Cristo deberá probar que es la comunidad de
destino. La Iglesia es el instrumento de la gloria de Dios"

(1) La Iglesia debe tener evangelistas, pastores y doctores: estos últimos hacen
falta. ¿Qué provisiones está haciendo la Iglesia Presbiteriana de México para
preparar un liderazgo verdaderamente docto en las Escrituras?

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