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Desde antes de la Reforma del siglo XVI, ya había algunos cristianos trabajando
por la reforma de la Iglesia. Algunos nombres sobresalientes son bien conocidos:
Juan Wiclef de Inglaterra, Juan Rus de Praga y Jerónimo Savonarola de Florencia.
Estos cristianos de los siglos XIV y XV lucharon sin temor por reformar la Iglesia y
se les conoce como prerreformadores. Rus y Savonarola pagaron con sus propias
vidas sus ideales de reforma.
En el siglo XVI, surge Martín Lutero como instrumento escogido de Dios para
iniciar lo que se llama la Reforma Protestante. Como el anhelo de todos los
reformadores, el propósito de Lutero era hacer volver a la Iglesia a la sencillez del
Evangelio y corregir muchas de sus prácticas injustas del alto clero y no la
creación de otra Iglesia.
Calvino, al identificarse decididamente con los protestantes tuvo que huir en varias
ocasiones, alguna vez o dos fue encarcelado y en otras ocasiones predicó a
grupos protestantes escondidos en las cavernas de las cercanías de Poiter.
Vemos así a un reformador identificado con el sufrimiento de los cristianos
perseguidos y oprimidos. Calvino no es un simple teólogo especulativo. Vive su fe
con el pueblo.
Se menciona lo anterior para señalar que -al igual que los otros reformadores- su
concepción de la Iglesia y del Evangelio no son meramente ejercicios académicos.
Su compromiso con el Evangelio le llevó a comprometerse con el pueblo cristiano
francés perseguido por la intolerancia de los representantes de una Iglesia que
rehusaba reformarse.
"Mas como nuestra ignorancia y pereza y hasta la vanidad de nuestra alma tiene
necesidad de ayudas exteriores por las que la fe se engendre en nosotros, crezca
y llegue a ser perfecta, Dios nos proveyó de ellas para sostener nuestra flaqueza.
Y a fin de que la predicación del Evangelio siguiese su curso, puso como en
depósito este tesoro en su Iglesia; instituyó pastores y doctores mediante los
cuales enseña a los suyos y les confió su autoridad (Ef. 4:11-12)" (lnst. R. C., FLR,
pág. 803).
Dios ha depositado su Evangelio en el seno de su Iglesia. El Dueño y Señor del
Evangelio es Dios mismo. La Iglesia por tanto, no puede decir que éste es su
posesión. La Iglesia es simple depositaria de la Verdad. Su deber es exponerlo a
toda la humanidad. Este Evangelio no es para venerarse como reliquia religiosa
sino que debe compartirse en forma audible con todos los seres humanos (lnst. R.
C. L IV, 1.5). Hay que aclarar que para Calvino el Evangelio es el testimonio de la
Ley, de los Salmos, de los Profetas, de los Apóstoles (lnst. R. C. IV, 1.5). Es
importante llamar la atención a este aspecto del pensamiento de Calvino debido a
que muchos, en diferentes ocasiones de la historia de la Iglesia, tienden a olvidar
en su proclamación el contenido total de la Biblia.
De acuerdo con Calvino, la Iglesia fue establecida por Jesucristo para ser el medio
por el cual Él realiza su obra redentora entre los seres humanos. La Iglesia es la
esfera de la revelación propia de Dios y el lugar de encuentro con Jesucristo. En
ella los creyentes son llamados a creer, a permanecer, a crecer y a ser fieles hasta
el fin. La Iglesia, como una madre, da a luz, nutre y fortalece a los creyentes
durante todo el curso de su vida. Fuera de la Iglesia verdadera no hay posibilidad
de vida eterna. Así lo asevera Calvino cuando dice:
"Mi intención es tratar aquí de la Iglesia visible y por eso aprendemos ya de sólo
su título de madre qué provechoso y necesario nos es conocerla, ya que no hay
otro camino para llegar a la vida sino que seamos concebidos en el seno de esta
madre, que nos dé a luz, que nos alimente con sus pechos y que nos ampare y
defienda hasta que, despojados de esta carne mortal, seamos semejantes a los
ángeles (Mt. 22:30). Anotemos también que fuera del gremio de la Iglesia no hay
remisión de pecados ni salvación como lo atestiguan Isaías y Joel (ls. 37:32; Joel
2:32). Con estas palabras se restringe el favor paternal de Dios y el testimonio de
la vida espiritual de las ovejas del aprisco de Dios, para que advirtamos que el
apartarse de la Iglesia de Dios es pernicioso y mortal". Institución de religión
cristiana, Libro IV, 1.4).
2. La iglesia visible y la iglesia invisible es una sola Iglesia católica; sus marcas
son la predicación fiel del Evangelio y la administración de los Sacramentos.
Según Calvino, la Iglesia particular que expresa las marcas de la verdadera Iglesia
no está permitido romper la unidad ni separarse de la comunión: "Hemos puesto la
predicación de la Palabra y la administración de los sacramentos como marcas y
señales para conocer la Iglesia, porque estas dos cosas no pueden existir sin que
por la bendición de Dios fructifiquen y prosperen . . . es cierto que dondequiera
que se escucha con reverencia la predicación del Evangelio y no se menosprecien
los sacramentos, allí hay una forma de Iglesia, de la que no se puede dudar y a
nadie es lícito menospreciar, mucho menos será lícito apartarse de ella y romper
su unión . . ." (lnst. R. C., IV, 10).
4. Para Calvino, donde no hay predicación del Evangelio, no hay Iglesia. Allí
donde la mentira ha destruido las bases fundamentales de la doctrina cristiana no
hay Iglesia. Por otra parte declara que si en alguna congregación existen estos
dos elementos o marcas aun cuando hubiese vicios y problemas polémicos o
casos de inmoralidad (como en el caso de la Iglesia de los Corintios), estos dos
últimos no son razones fundamentales para separarse de la Iglesia o para dividirla.
Estas declaraciones en el capítulo sobre la Iglesia son importantísimas a fin de
controlar o abolir la tendencia enferma de dividir la Iglesia o separarse de ella
cuando se ejerce disciplina a alguna persona, o no está de acuerdo con ciertas
ideas no fundamentales o por espíritu diotrefeano que es lo mismo que caciquismo
en la Iglesia.
3. Los oficios de Cristo como Profeta, Rey y Sacerdote no eran sino para beneficio
de la Iglesia. Ésta como cuerpo de Cristo adquiere como beneficio un carácter
también sacerdotal -pero nunca igual al de Cristo- así el sacerdocio de todos los
creyentes está basado en el hecho de que Cristo es nuestro Mediador. En este
contexto es que Calvino acepta el sacerdocio de todos los creyentes. Habrá que
estudiar aquí el Libro II capítulos 7 y 15 de donde citamos únicamente lo siguiente:
". . . San Pedro, admirablemente acomoda las palabras de Moisés, enseñando
que la plenitud de la gracia, que los judíos solamente habían gustado en el tiempo
de la Ley, ha sido manifestada en Cristo: Vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio (1ª Pedro 2:9)" (lnst. R. C. II, 7, 1).
"De esto trata por extenso el Apóstol en la carta a los Hebreos desde el capítulo
séptimo hasta casi el final del décimo. En resumen afirma, que la dignidad
sacerdotal compete a Cristo en cuanto por el sacrificio de su muerte suprimió
cuanto nos hacía culpables a los ojos de Dios y satisfizo por el pecado. Así vemos
que hemos de comenzar por la muerte de Cristo, para gozar de la eficacia y
provecho de su sacerdocio; y de ahí se sigue que es nuestro intercesor para
siempre . . . Cristo tiene además el nombre de sacerdote no solamente para hacer
que el Padre nos sea favorable y propicio, en cuanto que con su propia muerte
nos ha reconciliado con Él para siempre, sino también para hacernos compañeros
y partícipes con Él de tan grande honor; porque aunque por nosotros mismos
estamos manchados, empero, siendo sacerdotes en Él (Ap. 1:6) nos ofrecemos a
nosotros mismos y todo cuanto tenemos a Dios . . ." (lnst. R. C. II, 15, 6).
a) Otro aspecto importante de esta doctrina para los protestantes es hacer énfasis
en la dimensión misionera de la Iglesia y de la cual son responsables todos los
creyentes que componen el laos, Pueblo, de Dios. El sacerdocio así entendido no
es una finalidad en sí sino para interceder por el mundo para que anunciéis las
virtudes de Aquél que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1ª Pedro 2:9).
Esta es la tarea no de unos cuantos expertos en evangelización a la Billy Graham,
sino la tarea de cada día de cada creyente allí en donde Dios les ha llamado a
vivir, trabajar, estudiar y luchar. Aquí habría que estudiar detenidamente la
relación que Calvino establece entre este carácter sacerdotal y la vocación. Decía
un teólogo: todos los hombres son sacerdotes en su vocación diaria. Todos son
sacerdotes aunque sus labores sean diferentes . . . el único hombre verdadero es
el hombre cristiano . . . aparte de Cristo no somos lo que somos llamados a ser.
(Barkley, Presbyterianism, pág. 18).
1. A decir verdad, la doctrina del Señorío de Cristo va hasta las raíces mismas de
la Biblia. Este fue el discurso de la Iglesia temprana Kurios Christos, Cristo es
Señor. Este era el término supremo reservado solamente a Jesucristo como dice
Pablo: Por eso, Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los
nombres, para que en el nombre de Jesús, doblen la rodilla todos los que están en
los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es
el Señor, para honra de Dios Padre (Fil. 2:9-11).
Esto querría decir: Cristo es el Señor: por tanto, Hitler no puede ser el Señor de la
Iglesia. "Otros eventos y poderes" se refería a toda la política imperialista, clasista
y racista de Hitler. Hubo un alto precio que pagar por esta declaración.
Preguntamos ahora:
¿De qué puede servirnos la declaración del Señorío de Cristo sobre su Iglesia tal
como lo expresa la Confesión de Fe de Westminster que es la confesión que
suscribimos?
Existen poderes hoy día que quieren controlar la Iglesia de Cristo, así por ejemplo:
Comenzando con Juan Calvino vemos que se vio obligado como cristiano a
escribir para salir en defensa no solo del Evangelio sino de sus hermanos
hugonotes que estaban siendo perseguidos y masacrados.
Nos es, pues, necesario retener con gran diligencia las marcas de que hemos
hablado, y estimarlas como el Señor las estima. Porque no hay cosa que con más
ahínco procure Satanás que hacernos llegar a una de estas dos cosas: o abolir las
verdaderas marcas con las que podríamos conocer la Iglesia de Dios, o, si esto no
es posible, inducirnos a menospreciarlas no haciendo caso de ellas y así
apartarnos de la Iglesia, para que no seamos engañados con el título de Iglesia,
es menester que examinemos la tal congregación que pretende su nombre con
esta regla que Dios nos ha dado como piedra de toque: si posee el orden que el
Señor ha puesto en su Palabra y en sus sacramentos, no nos engaña en manera
alguna. .."
2. Lo anterior quiere decir que puesto que la verdadera Iglesia únicamente existe
allí donde se predica la Verdad pura de la Palabra y allí donde los Sacramentos
son correctamente administrados, hay una necesidad de que la Iglesia esté
examinándose a sí misma constantemente (W. Niesel, The Theology of Calvin,
Westminster Press, pág. 197).
3. Pero preguntamos aquí ¿qué quiere decir revisar la Iglesia, reformar la Iglesia?
En primer lugar, dejemos perfectamente claro que lo que se va a examinar
constantemente es la práctica de la Iglesia en cuanto a su fidelidad al Evangelio y
no el Evangelio en sí mismo. Lo que se desea es que cada generación nueva de
la Iglesia comprenda plenamente el significado bíblico de Jesucristo y su Obra
Redentora, la Iglesia como Cuerpo de Jesucristo con una tarea por cumplir y si
ésta está siendo fiel a su vocación; por ejemplo, la noción falsa que circula entre
algunas iglesias que el mundo es el campo de Satanás y que por tanto hay que
abandonarlo es incompatible con la doctrina bíblica de la Soberanía de Dios y el
Señorío de Jesucristo. ¡Jesucristo no es sólo Señor de su Iglesia sino del mundo y
de la historia! Satanás entromete su presencia en el mundo de Dios a través de
hombres y sistemas injustos y pecaminosos y parece ganar terreno: siempre
habrá Hitlers, Somozas, Pinochets, Reagans, con mucho poder en sus manos.
¿La Iglesia deberá abandonar el mundo en esas manos? ¿Qué quiere el Señor
nuestro de nosotros como Iglesia que hagamos en casos así? ¿Cuál será el
discurso de la Iglesia en esas circunstancias? Es eso lo que tenemos que
examinar y ver si nuestra predicación es verdaderamente evangélica y de acuerdo
con La Ley, Los Salmos, Los Profetas y Los Apóstoles. Esta es una manera de
practicar lo de Ecclesia Reformata semper reformando.
5. Hay mucho más terreno que cubrir para animarse a ser una verdadera Iglesia
Reformada siempre en proceso de reforma. No debemos tener miedo. Jesucristo
está en medio de su Iglesia y siempre va adelante de la historia y llama a los
suyos a seguirla. La sombra de la cruz o de las cruces en las que están muriendo
muchos hermanos y que se proyectan hoy por hoy en América Latina no deberá
atemorizarnos.
(1) La Iglesia debe tener evangelistas, pastores y doctores: estos últimos hacen
falta. ¿Qué provisiones está haciendo la Iglesia Presbiteriana de México para
preparar un liderazgo verdaderamente docto en las Escrituras?