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CALVINISTA REFORMADA
Por José Luis Velazco Medina
Desde antes de la Reforma del siglo XVI, ya había algunos cristianos trabajando por la
reforma de la Iglesia. Algunos nombres sobresalientes son bien conocidos: Juan Wiclef
de Inglaterra, Juan Rus de Praga y Jeró nimo Savonarola de Florencia. Estos cristianos
de los siglos XIV y XV lucharon sin temor por reformar la Iglesia y se les conoce como
prerreformadores. Rus y Savonarola pagaron con sus propias vidas sus ideales de
reforma.
En el siglo XVI, surge Martín Lutero como instrumento escogido de Dios para iniciar lo
que se llama la Reforma Protestante. Como el anhelo de todos los reformadores, el
propó sito de Lutero era hacer volver a la Iglesia a la sencillez del Evangelio y corregir
muchas de sus prá cticas injustas del alto clero y no la creació n de otra Iglesia.
Calvino, al identificarse decididamente con los protestantes tuvo que huir en varias
ocasiones, alguna vez o dos fue encarcelado y en otras ocasiones predicó a grupos
protestantes escondidos en las cavernas de las cercanías de Poiter. Vemos así a un
reformador identificado con el sufrimiento de los cristianos perseguidos y oprimidos.
Calvino no es un simple teó logo especulativo. Vive su fe con el pueblo.
Se menciona lo anterior para señ alar que -al igual que los otros reformadores- su
concepció n de la Iglesia y del Evangelio no son meramente ejercicios académicos. Su
compromiso con el Evangelio le llevó a comprometerse con el pueblo cristiano francés
perseguido por la intolerancia de los representantes de una Iglesia que rehusaba
reformarse. Su obra escrita llamada Institució n de la Religió n Cristiana, de la cual
surge la
LA IGLESIA SEGÚ N LA TRADICIÓ N
CALVINISTA REFORMADA
Por José Luis Velazco Medina
Desde antes de la Reforma del siglo XVI, ya había algunos cristianos trabajando por la
reforma de la Iglesia. Algunos nombres sobresalientes son bien conocidos: Juan Wiclef
de Inglaterra, Juan Rus de Praga y Jerónimo Savonarola de Florencia. Estos cristianos
de los siglos XIV y XV lucharon sin temor por reformar la Iglesia y se les conoce como
prerreformadores. Rus y Savonarola pagaron con sus propias vidas sus ideales de
reforma.
En el siglo XVI, surge Martín Lutero como instrumento escogido de Dios para iniciar lo
que se llama la Reforma Protestante. Como el anhelo de todos los reformadores, el
propó sito de Lutero era hacer volver a la Iglesia a la sencillez del Evangelio y corregir
muchas de sus prá cticas injustas del alto clero y no la creación de otra Iglesia.
"Má s como nuestra ignorancia y pereza y hasta la vanidad de nuestra alma tiene
necesidad de ayudas exteriores por las que la fe se engendre en nosotros, crezca y
llegue a ser perfecta, Dios nos proveyó de ellas para sostener nuestra flaqueza. Y a fin
de que la predicació n del Evangelio siguiese su curso, puso como en depó sito este
tesoro en su Iglesia; instituyó pastores y doctores mediante los cuales enseñ a a los
suyos y les confió su autoridad (Ef. 4:11-12)" (lnst. R. C., FLR, pá g. 803).
De acuerdo con Calvino, la Iglesia fue establecida por Jesucristo para ser el medio por
el cual É l realiza su obra redentora entre los seres humanos. La Iglesia es la esfera de
la revelació n propia de Dios y el lugar de encuentro con Jesucristo. En ella los
creyentes son llamados a creer, a permanecer, a crecer y a ser fieles hasta el fin. La
Iglesia, como una madre, da a luz, nutre y fortalece a los creyentes durante todo el
curso de su vida. Fuera de la Iglesia verdadera no hay posibilidad de vida eterna. Así lo
asevera Calvino cuando dice:
2. La iglesia visible y la iglesia invisible es una sola Iglesia cató lica; sus marcas son la
predicació n fiel del Evangelio y la administració n de los Sacramentos.
1. En donde es correcto, Calvino toma en serio a los Padres de la Iglesia y expresa sus
ideas en la definició n de la Iglesia. Aquí vuelve a retomar ideas de San Agustín al
hablar de la Iglesia visible y la Iglesia invisible; estas, sin embargo, son ú nicamente
descripciones de una sola realidad: la Iglesia una y santa que también es cató lica. En
este caso la Confesió n de Fe de Westminster expresa con toda claridad las ideas de
Calvino que nos ocupan:
1. La iglesia cató lica o universal, la cual es invisible, consiste de todo el nú mero de los
elegidos que han sido, son y será n reunidos en uno bajo Cristo de la cual es la Cabeza;
y es la esposa, el cuerpo y la plenitud del que es todo en todo.
2. Esta Iglesia ú nica, cató lica o universal, por imperfecta que sea, no ha de dividirse ni
abandonarse sino bajo el peligro de ofender al Señ or, oscurecer su Evangelio y
finalmente perderse.
Segú n Calvino, la Iglesia particular que expresa las marcas de la verdadera Iglesia no
está permitido romper la unidad ni separarse de la comunió n: "Hemos puesto la
predicació n de la Palabra y la administració n de los sacramentos como marcas y
señ ales para conocer la Iglesia, porque estas dos cosas no pueden existir sin que por la
bendició n de Dios fructifiquen y prosperen . . . es cierto que dondequiera que se
escucha con reverencia la predicació n del Evangelio y no se menosprecien los
sacramentos, allí hay una forma de Iglesia, de la que no se puede dudar y a nadie es
lícito menospreciar, mucho menos será lícito apartarse de ella y romper su unió n . . ."
(lnst. R. C., IV, 10).
4. Para Calvino, donde no hay predicació n del Evangelio, no hay Iglesia. Allí donde la
mentira ha destruido las bases fundamentales de la doctrina cristiana no hay Iglesia.
Por otra parte declara que si en alguna congregació n existen estos dos elementos o
marcas aun cuando hubiese vicios y problemas polémicos o casos de inmoralidad
(como en el caso de la Iglesia de los Corintios), estos dos ú ltimos no son razones
fundamentales para separarse de la Iglesia o para dividirla. Estas declaraciones en el
capítulo sobre la Iglesia son importantísimas a fin de controlar o abolir la tendencia
enferma de dividir la Iglesia o separarse de ella cuando se ejerce disciplina a alguna
persona, o no está de acuerdo con ciertas ideas no fundamentales o por espíritu
diotrefeano que es lo mismo que caciquismo en la Iglesia.
5. Es importante señ alar que Calvino, aunque consideraba la Iglesia papista como
expresió n viva de Anticristo, reconocía que habría posibilidad de que en el papado
persistiera algú n vestigio de Iglesia: "A pesar de todo, así como en aquellos tiempos
existían ciertas prerrogativas que pertenecían a la Iglesia de los judíos, así también
ahora no negamos que haya entre los papistas ciertos vestigios de Iglesia que ha
dejado el Señ or después de tanta disipació n -todo basado en la fidelidad de Dios y no
de los hombres- aunque casi todo haya sido destruido por la tiranía del anticristo, con
todo quiso, para que así permaneciera inviolable su pacto, que quedara el bautismo
como testimonio de la misma, el cual retiene su virtud, a pesar de la impiedad de los
hombres porque fue consagrado y ordenado por su boca . . ." (Inst. R. C., IV, 11). En
otros países, no se rebautiza a las personas de origen cató lico y que desean hacerse
miembros de una iglesia reformada.
Es importante señ alar todo lo anterior por dos razones: 1) la unidad de la Iglesia debe
ser tomada muy en serio a fin de manifestar la gloria de Dios en ella; y 2) es esencial
laborar por mantener la unidad de la Iglesia y trabajar para que ésta se manifieste a
todos los niveles de la vida de la Iglesia, es decir, congregacionalmente, regionalmente
e interconfesionalmente con todos los que confiesan a Jesucristo como Señ or y
Salvador. En América Latina existe, desgraciadamente, en algunas denominaciones
protestantes una actitud triunfalista basada en su relativo éxito en términos de
crecimiento numérico tanto de miembros como de iglesias locales. Esta actitud
triunfalista ha llevado a muchos a no sentir la necesidad de manifestar la unidad de la
Iglesia de Jesucristo en actos concretos de unió n eclesiá stica. Esto es así por la falta de
una clara comprensió n bíblica y teoló gica y muchas veces, no tanto por ser leales a la
verdad, 'una vez entregada a los santos', sino por egoísmos sectarios y de
conveniencia personal en cuestiones de autoridad y dominio.
En otras partes del mundo, afortunadamente, se han dado casos de expresió n concreta
de la unidad de la Iglesia visible. Un caso fue la creació n de la Iglesia Unida de la India
en la que episcopales, metodistas y presbiterianos vieron la necesidad urgente de
formar una sola iglesia para un testimonio má s fiel al Evangelio de Jesucristo frente a
situaciones como en el caso de las declaraciones de los 60 millones de descastados
que querían dejar el hinduismo pero objetaron diciendo que en el cristianismo
estarían divididos mientras que en el hinduismo, a pesar de sufrir el sistema de castas,
permanecerían unidos. Otro caso reciente es de dos Iglesias Presbiterianas de Estados
Unidos. Después de estar separadas por cuestiones ideoló gicas desde la Guerra Civil
de 1862, las Iglesias Presbiteriana del Norte y la Presbiteriana del Sur, como les
llamamos en México, y después de largos añ os de diá logo se unieron en una sola. En
1983 como una expresió n de obediencia a mantener la unidad de la Iglesia y de
fidelidad al deseo de Jesucristo que todos sean uno para que el mundo crea.
3. Los oficios de Cristo como Profeta, Rey y Sacerdote no eran sino para beneficio de la
Iglesia. É sta como cuerpo de Cristo adquiere como beneficio un cará cter también
sacerdotal -pero nunca igual al de Cristo- así el sacerdocio de todos los creyentes está
basado en el hecho de que Cristo es nuestro Mediador. En este contexto es que Calvino
acepta el sacerdocio de todos los creyentes. Habrá que estudiar aquí el Libro II
capítulos 7 y 15 de donde citamos ú nicamente lo siguiente: ". . . San Pedro,
admirablemente acomoda las palabras de Moisés, enseñ ando que la plenitud de la
gracia, que los judíos solamente habían gustado en el tiempo de la Ley, ha sido
manifestada en Cristo: Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio (1ª Pedro 2:9)"
(lnst. R. C. II, 7, 1).
"De esto trata por extenso el Apó stol en la carta a los Hebreos desde el capítulo
séptimo hasta casi el final del décimo. En resumen afirma, que la dignidad sacerdotal
compete a Cristo en cuanto por el sacrificio de su muerte suprimió cuanto nos hacía
culpables a los ojos de Dios y satisfizo por el pecado. Así vemos que hemos de
comenzar por la muerte de Cristo, para gozar de la eficacia y provecho de su
sacerdocio; y de ahí se sigue que es nuestro intercesor para siempre . . . Cristo tiene
ademá s el nombre de sacerdote no solamente para hacer que el Padre nos sea
favorable y propicio, en cuanto que con su propia muerte nos ha reconciliado con É l
para siempre, sino también para hacernos compañ eros y partícipes con É l de tan
grande honor; porque aunque por nosotros mismos estamos manchados, empero,
siendo sacerdotes en É l (Ap. 1:6) nos ofrecemos a nosotros mismos y todo cuanto
tenemos a Dios . . ." (lnst. R. C. II, 15, 6).
a) Otro aspecto importante de esta doctrina para los protestantes es hacer énfasis en
la dimensió n misionera de la Iglesia y de la cual son responsables todos los creyentes
que componen el laos, Pueblo, de Dios. El sacerdocio así entendido no es una finalidad
en sí sino para interceder por el mundo para que anunciéis las virtudes de Aquél que
nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1ª Pedro 2:9). Esta es la tarea no de unos
cuantos expertos en evangelizació n a la Billy Graham, sino la tarea de cada día de cada
creyente allí en donde Dios les ha llamado a vivir, trabajar, estudiar y luchar. Aquí
habría que estudiar detenidamente la relació n que Calvino establece entre este
cará cter sacerdotal y la vocació n. Decía un teó logo: todos los hombres son sacerdotes
en su vocació n diaria. Todos son sacerdotes aunque sus labores sean diferentes . . . el
ú nico hombre verdadero es el hombre cristiano . . . aparte de Cristo no somos lo que
somos llamados a ser. (Barkley, Presbyterianism, pá g. 18).
b) Otro aspecto importante de esta doctrina es que el creyente es adoptado
inmediatamente como parte del pueblo de Dios. El creyente se confronta
individualmente con Dios pero al hacerlo descubre que es parte de una nueva
comunidad, que es la familia y el cuerpo de Cristo, el pueblo de Cristo, la gente santa y
el real sacerdocio de Dios. En el Calvinismo no hay tal cosa como una vida cristiana
individualista, personal sí, pero no individualista, es importante señ alar este punto
porque el contexto capitalista de la sociedad en que vive la Iglesia en América Latina
hace tanto énfasis en lo individual, el éxito personal, la salvació n personal sin tomar
en cuenta la dimensió n comunitaria de la fe y destruyendo así el sentido bíblico de la
Iglesia. Los cristianos en la Iglesia no viven para ellos mismos. Viven para el servicio
del pró jimo y para la Gloria de Dios. El fin principal de la Iglesia es glorificar a Dios y
gozar de É l para siempre. La Iglesia glorifica má s a Dios, cuando, como su Señ or,
adopta la forma de Sierva de la Palabra infalible que es Cristo mismo y del pró jimo en
el nombre de Cristo por quien es enviada al mundo a cumplir su misió n.
El recién extinto misionero y teó logo reformado, Dr. Juan A. Mackay, en su excelente
libro El Sentido Presbiteriano de la Vida, en su capítulo sobre el Señ orío de Cristo en la
Iglesia, dice: "El curso de la historia presbiteriana ha sido marcado con una profunda
cristología, una exaltada visió n de Jesucristo, no meramente como un concepto
teoló gico sino como una presencia viviente y soberana en medio de su Iglesia" (pá g.
145).
1. A decir verdad, la doctrina del Señ orío de Cristo va hasta las raíces mismas de la
Biblia. Este fue el discurso de la Iglesia temprana Kurios Christos, Cristo es Señ or. Este
era el término supremo reservado solamente a Jesucristo como dice Pablo: Por eso,
Dios le dio el má s alto honor y el má s excelente de todos los nombres, para que en el
nombre de Jesú s, doblen la rodilla todos los que está n en los cielos, y en la tierra, y
debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es el Señ or, para honra de Dios
Padre (Fil. 2:9-11).
4. Una forma actualizada del Señ orío de Cristo sobre su Iglesia se encuentra en la
Nueva Confesió n de la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos y dice: "Cristo es la
Cabeza de la Iglesia, por tanto, somos responsables ante É l cuando tomamos acuerdos
normativos y hacemos decisiones en la Iglesia. Cristo es el fundamento de la Iglesia y
por tanto no fracasará a pesar de nuestras flaquezas" (Confesió n de Fe, Cap. VII, La
Iglesia Cristiana).
Preguntamos ahora:
¿De qué puede servirnos la declaració n del Señ orío de Cristo sobre su Iglesia tal como
lo expresa la Confesió n de Fe de Westminster que es la confesió n que suscribimos?
Existen poderes hoy día que quieren controlar la Iglesia de Cristo, así por ejemplo:
Sin duda alguna tales preguntas pueden considerarse difíciles y hasta peligrosas de
discutir y contestar. Así es, pero los cristianos en América Latina, si somos conscientes
del hecho de que Jesucristo no solamente es el Señ or de la Iglesia sino que también es
el Señ or de la Historia y que no hay autoridad por alta que sea que esté por encima de
É l, tenemos que abocarnos a tales cuestiones en vista de la realidad en que vive el
pueblo latinoamericano al cual somos enviados a cumplir nuestra misió n. La reflexió n
de tales preguntas nos lleva directamente a analizar cuá l sea la tarea y misió n de la
Iglesia hoy día. No debemos contentarnos con respuestas simplistas y así evadir
nuestra responsabilidad. Las Confesiones y Declaraciones de las diferentes iglesias en
diferentes épocas y países siempre han obedecido a circunstancias especiales.
Comenzando con Juan Calvino vemos que se vio obligado como cristiano a escribir
para salir en defensa no solo del Evangelio sino de sus hermanos hugonotes que
estaban siendo perseguidos y masacrados.
1.1 "Es necesario que retengamos y juzguemos rectamente las marcas de la Iglesia.
Nos es, pues, necesario retener con gran diligencia las marcas de que hemos hablado,
y estimarlas como el Señ or las estima. Porque no hay cosa que con má s ahínco procure
Sataná s que hacernos llegar a una de estas dos cosas: o abolir las verdaderas marcas
con las que podríamos conocer la Iglesia de Dios, o, si esto no es posible, inducirnos a
menospreciarlas no haciendo caso de ellas y así apartarnos de la Iglesia, para que no
seamos engañ ados con el título de Iglesia, es menester que examinemos la tal
congregació n que pretende su nombre con esta regla que Dios nos ha dado como
piedra de toque: si posee el orden que el Señ or ha puesto en su Palabra y en sus
sacramentos, no nos engañ a en manera alguna. .."
2. Lo anterior quiere decir que puesto que la verdadera Iglesia ú nicamente existe allí
donde se predica la Verdad pura de la Palabra y allí donde los Sacramentos son
correctamente administrados, hay una necesidad de que la Iglesia esté examiná ndose
a sí misma constantemente (W. Niesel, The Theology of Calvin, Westminster Press,
pá g. 197).
La revisió n constante de la Iglesia se hace por medio de reflexió n bíblica y teoló gica,
siempre en espíritu de oració n y dependencia del Espíritu de Dios. Las Iglesias
protestantes nunca deben estar satisfechas consigo mismas, nunca deben de decir ya
está completada la reforma de la Iglesia. Varios profesores de teología nos dicen en
sus libros: a) El juicio comienza por la casa de Dios (1ª Pedro 4:11); b) Debemos
luchar contra la falsedad que pueda haber en nuestro discurso al mundo (Reinhold
Niebuhr); c) La Reforma no fue completada en el siglo XVI. Esta nunca se completa; no
se puede hacer del Protestantismo un sistema cerrado; d) No tenemos una voz
"infalible" que silencia las otras voces con decretos "irreformables". Es quizá éste
ú ltimo punto en que diferimos con la Iglesia Cató lica Romana porque cuando se habla
de una revisió n y juicio a la Iglesia romana ellos tendrían que insistir que la iglesia no
necesita reforma en ningú n sentido bá sico, que por su naturaleza es irreformable y
sus dogmas son infalibles.
3. Pero preguntamos aquí ¿qué quiere decir revisar la Iglesia, reformar la Iglesia? En
primer lugar, dejemos perfectamente claro que lo que se va a examinar
constantemente es la prá ctica de la Iglesia en cuanto a su fidelidad al Evangelio y no el
Evangelio en sí mismo. Lo que se desea es que cada generació n nueva de la Iglesia
comprenda plenamente el significado bíblico de Jesucristo y su Obra Redentora, la
Iglesia como Cuerpo de Jesucristo con una tarea por cumplir y si ésta está siendo fiel a
su vocació n; por ejemplo, la noció n falsa que circula entre algunas iglesias que el
mundo es el campo de Sataná s y que por tanto hay que abandonarlo es incompatible
con la doctrina bíblica de la Soberanía de Dios y el Señ orío de Jesucristo. ¡Jesucristo no
es só lo Señ or de su Iglesia sino del mundo y de la historia! Sataná s entromete su
presencia en el mundo de Dios a través de hombres y sistemas injustos y pecaminosos
y parece ganar terreno: siempre habrá Hitlers, Somozas, Pinochets, Reagans, con
mucho poder en sus manos.
¿La Iglesia deberá abandonar el mundo en esas manos? ¿Qué quiere el Señ or nuestro
de nosotros como Iglesia que hagamos en casos así? ¿Cuá l será el discurso de la Iglesia
en esas circunstancias? Es eso lo que tenemos que examinar y ver si nuestra
predicació n es verdaderamente evangélica y de acuerdo con La Ley, Los Salmos, Los
Profetas y Los Apó stoles. Esta es una manera de practicar lo de Ecclesia Reformata
semper reformando.
5. Hay mucho má s terreno que cubrir para animarse a ser una verdadera Iglesia
Reformada siempre en proceso de reforma. No debemos tener miedo. Jesucristo está
en medio de su Iglesia y siempre va adelante de la historia y llama a los suyos a
seguirla. La sombra de la cruz o de las cruces en las que está n muriendo muchos
hermanos y que se proyectan hoy por hoy en América Latina no deberá
atemorizarnos.
Hay mucho camino que andar en la experiencia de reformar la Iglesia; queda mucho
que decir en cuanto al ministerio, la disciplina, la Iglesia(1), el culto y la adoració n.
Hoy día se está dando una espiritualidad cristiana maravillosa en América Latina que
surge de la Iglesia sufriente a lo largo y ancho del continente y está siendo expresda en
poesía, canto, mú sica, oració n, literatura cristiana y que podría ser recogida por el
culto en la Iglesia.
(1) La Iglesia debe tener evangelistas, pastores y doctores: estos ú ltimos hacen falta.
¿Qué provisiones está haciendo la Iglesia Presbiteriana de México para preparar un
liderazgo verdaderamente docto en las Escrituras?