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Tema 13. La Administración Central.
De ahí que, durante el s. XIX, el concepto de “soberanía” presenta significados distintos en
función del periodo y las propuestas constitucionales que consideremos. Si la titularidad de la
misma se atribuye únicamente a la nación o de si se atribuye a la ficción jurídica doctrinaria de
la cosobreania de las Cortes con el rey, recogida en el Estatuto Real (1834) y en la
Constituciones de 1845 y1876, en las que el ejecutivo resulta reforzado, al poder éste
interponer su veto y nombrar senadores con los que contrarrestar el carácter electivo del
Congreso.
Desde estas premisas tres son los temas referentes al Congreso que aquí se abordarán
en función del tipo de Constitución ante el que estemos:
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La Constitución doctrinaria de 1876 no consagraría un modelo concreto de elección
limitándose a hacer una remisión al “método que determine la ley” (art. 25). Es lo que permitió
que bajo la Constitución de 1876 se sucediesen dos leyes electorales de signo completamente
contrario, en función del partido político en el poder: la ley de 1878, de carácter restrictivo y
censitario (solo votaba un 4,8% de la población) y la de 1890, con los liberales en el poder, que
introdujo el sufragio universal masculino para los mayores de 25 años. La ley electoral de
1907que pretendió ser un intentó del gobierno de Maura de frenar la corrupción electoral, se
limitó a extender el sufragio universal masculino a las elecciones municipales, sin lograr
erradicar, al introducir condiciones mas restrictivas para ser elegido, las prácticas caciquiles y
partidistas”
B) Auto convocatoria , auto normatividad y relación entre las Cámaras. Entre ley y
los reales Decretos/reglamentos.
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prohibición de que las Cortes deliberasen en presencia del rey (art. 47) y en el hecho de que la
potestad de hacer las leyes residiese únicamente en las Cortes (art. 34), haciendo desaparecer
el veto regio suspensivo de la Constitución de 1837.
En el Estatuto Real (1834) las atribuciones especificas de las Cortes (otorgadas por
el monarca) son escasas y dispersas a lo largo texto y “mediatizadas por el rey”. No tienen
iniciativa legislativa sino un derecho de petición (art. 32) y siguen conservando el carácter de
órgano consultivo regio (antiguo régimen art. 30). Al rey corresponde en la convocatoria,
suspensión y disolución de las Cortes (art. 24, 25 30, 37 y 40).
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No existió bajo la Constitución de 1812 un sistema eficaz de control de la
responsabilidad política de los ministros por las Cortes.
Durante el Trienio liberal surgiría como una práctica que los Reglamentos
parlamentarios de 1834 de los Estamentos de Próceres y de Procuradores, sancionarían como
ley la costumbre de discutir y acordar una contestación al discurso de la Corona al inicio de las
sesiones del Congreso. La contestación coincidiendo con la consolidación del
constitucionalismo en España se concibió por ello como un modo de debatir ante la opinión
pública el programa gubernamental al inicio de una legislatura. No obstante, si su interés
radicaba en lo abierto e ilimitado del debate al que daba lugar, el doctrinarismo se encargaría
de limitar el tiempo del debate (Reglamento del Congreso de 1847, art. 122), reduciendo en lo
posible su carácter controvertido.
Aún así el interés suscitado por los debates parlamentarios en los años del Estatuto
Real y la publicidad de sus sesiones (Reglamento de las Cámaras de 15 de julio de 1834, art. 48)
acabaron por darles un valor práctico en principio no previsto.
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Conforme Pérez Prendes (2017) cuatro han sido las funciones
principales atribuidas en la historia jurídica española al Senado (algunas
pueden coexistir con otras).
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de 1877 un sistema indirecto de elección muy restrictivo. El objetivo último
era constituir una segunda Cámara que sirviese de freno al Congreso como
Cámara representativa.
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Conforme a la doctrina constitucional, atribuir al monarca la condición de Jefe del
Estado requiere, tres presupuestos esenciales
Entender el gobierno, con funciones ejecutivas, como órgano separado del propio
monarca.
La existencia de mecanismos de control de la responsabilidad política del Gobierno
respecto a las Cortes.
La asignación de funciones de representación, como jefe del Estado, diferenciadas de
las del titular del ejecutivo.
Sólo con el Proyecto de Constitución federal de 1873 por primera vez en la historia
constitucional hispana, se hace expresa la separación entre la Jefatura y entre la Jefatura
del Estado y el poder ejecutivo. La primera se le atribuye de forma específica al presidente
de la República, elegido, a semejanza de la Constitución estadounidense, por sufragio
universal indirecto que pasaba por la elección directa de una Junta de compromisarios,
encargada de nombrarlo (art 85), lo que le permitían no necesitar la confianza de las
Cortes. Sus facultades eran promulgar las leyes aprobadas en las Cortes, nombrar y separar
libremente al presidente del Poder Ejecutivo tenía iniciativa legislativa y personificaba el
poder supremo y la dignidad de la Nación, concedió indultos y debía cuidar de que se
garantizasen las constituciones particulares de los estados (art. 82). Pero su atribución más
importante era la de ser un “poder relacional” entre poderes, encargado de hacer
observaciones al Congreso en caso de disidencias con el Senado y de dirigir mensajes a los
poderes públicos recordándoles el cumplimiento de sus deberes legales.
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Si por algo se caracteriza el monarca en el s. XIX es por asumir la condición de
órgano supremo de gobierno, de quien dependen los ministros, a los que nombra y
separa libremente. El tenor del precepto es común tanto a las constituciones
progresistas como a las moderadas.
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responsabilidad de los ministros exclusivamente ante él. La finalidad no era otra
que establecer un principio contramayoritario que los juristas se encargaron de
difundir por toda Europa de la restauración con la pretensión de crear un
constitucionalismo inmune a la revolución.
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El sexenio sería solo un paréntesis, ya que la Constitución de 1876 supondría la
vuelta a las facultades ejecutivas de la Constitución de 1845 (arts. 48 a 58), a la
iniciativa legislativa del monarca (arts. 18 y 41) la capacidad de veto suspensivo
temporal durante una legislatura, así como una importante potestad discrecional: la
ausencia de plazo límite para la convocatoria de las Cortes.
Pero sería con el fin del absolutismo cuando fue objeto de especial atención en el
Estatuto Real (artículos 26, 37 y 40) atribuyéndole las notas de homogeneidad, colegialidad y
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responsabilidad. Sin embargo, apenas lo mencionan las Constituciones de 1837 y 1845 lo que
constata con su importancia posterior y actual.
“El Consejo de Ministros solo tiene autoridad propia cuando el rey lo preside. Fuera de
su presidencia sólo formula proyectos, que adquieren fuerza ejecutiva por el consentimiento
del Monarca”.
En este periodo, desde el punto de vista jurídico, sus funciones son consultivas,
aunque sean ministros los que impulsan la acción del Gobierno. Su importancia hasta las
décadas finales del siglo XIX será más como institución de hecho que de derecho, lo que pone
de manifiesto que su relevancia es más política que administrativa, y que, en última instancia,
los ministros siguen desempeñando el papel de “secretarios” que aconsejan al rey.
Puede decirse que el Consejo de Ministros es una instancia decisoria sin relevancia
constitucional, puesto que sólo la tienen los ministros, a los que desde 1837 se les reconoció,
frente a 1812, la compatibilidad de su cargo con su condición de senador o diputado. Y el
Gobierno lo constituyen los ministros con el rey, ya que nada pueden sin él.
Por lo que la figura del presidente del Consejo de Ministros se refiere, su consolidación
resulta de la práctica. Lo encarnaba el ministro que mejor representaba la línea política que
contaba con el apoyo de la Corona. Representaba “el pensamiento del gobierno y podía
sustituir al rey en la tarea de imprimirle unidad de criterio a dirección”.
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V. ORGANIZACIÓN MINISTERIAL.
El término “ministro” se había utilizado en el siglo XVIII con un doble sentido con
carácter genérico, “oficio, ocupación y cargo” pero también con el específico de Secretario tal
y como pone de manifiesto el Diccionario de Autoridades (1714). Las Cortes de Cádiz siguieron
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manteniendo la denominación proveniente del Antiguo Régimen de secretario de Estado y del
despacho o secretario del despacho (art. 222), como lo haría el Estatuto Real en 1874 (art. 26 y
36). Sólo las constituciones progresistas de 1837 (art. 61) y moderada de 1845 (art. 64)
introduciría en la definitiva de denominación de “ministro” que continúa hasta la actualidad.
La edición de 1847 definía “ministro de la Corona” como:
Por otra parte, había una responsabilidad colectiva por los actos avalados del Consejo
de Ministros, tal y como recogía el citado proyecto de la ley de 1836, salvo en el caso de los
votos particulares de los integrantes de este.
Por último, subordinados a los ministros estarán los subsecretarios, creados mediante
Real Decreto de 16 de junio de 1834, con la finalidad de auxiliar al ministro en sus tareas
administrativas cotidianas o sustituirlos cuando debían acudir al parlamento
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El Consejo de ministros de hecho fue un instrumento entonces utilizado por los
reformistas frente a los tradicionalistas para impulsar importantes transformaciones
administrativas bajo el absolutismo fernandino. De ahí su relevancia tras la muerte de
Fernando VII para hacer que la “Administración” sustituyese a la “nación”.
La consolidación del organigrama ministerial de esos años tiene lugar en 1838 cuando
existe un total de 6 Secretarías de Despacho.
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VI. EL CONSEJO DE ESTADO.
El origen y naturaleza del Consejo de Estado gaditano sigue siendo objeto de debate
entre los historiadores de Derecho y los administrativistas.
El Consejo, presidido por el presidente del Consejo de ministros y compuesto por los
ministros y 30 consejeros ordinarios nombrados por el rey a propuesta del Gobierno
acumularía amplias competencias frente a la jurisdicción ordinaria como
Debía emitir dictámenes sobre estas materias que, aprobaba el gobierno, mediante
decretos-sentencias.
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como superior jerárquico de la administración de Justicia, con la Constitución de 1876 se
volvería al doctrinarismo que caracterizaba la situación anterior.
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