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EL LOBO FEROZ

Personajes.-
Narrador.- El mismo personaje.
Rocío.- Niña segura de sí misma, valiente y decidida.
Doña Leonor.- Su abuela, que tiene una casita en el bosque.
María.- Madre de Rocío.
Manolito.- Compañero de Rocío.
Leoncio.- Agente de una inmobiliaria.

ACTO I
Narrador.- (Voz en off) Queridos amigos. Esta historia que hoy traemos ante vosotros
sucedió dentro de muchos, muchos años. Cuentan que en aquellos tiempos quedarán en
la tierra muy pocos bosques. En uno de ellos, el más hermoso que jamás hayamos
soñado, es donde transcurrirá nuestra historia.
(Los niños juegan en el bosque.)
Manolito.-¡Toma! Pásame la pelota.
Rocío.- El día que no juguéis al fútbol es que se han acabado los balones en el mundo.
Manolito.- Y la tarde que caperucita roja no vaya a merendar a casa de la abuela es que
se ha acabado el chocolate en el mundo entero. (Se acerca a Rocío, le da una flor).
Rocío.- Y el día que Manolito no le haga la pelota a Rocío, es que ya no hay flores en el
monte. Ni merienda en casa de la abuela. Anda, vámonos.
(Leoncio entra. Al ver llegar a Leoncio se esconden detrás de un árbol)
Leoncio.- ¡Una maravilla! ¡Un tesoro! Eso es, ¡un tesoro! (Señala las copas d elos
árboles). ¡Esmeraldas! Esto son esmeraldas. ¡El cielo! Esta gente no sabe lo que tiene.
Oro… diamantes… esmerarlas… rubíes… ¡Un bosque! ¡Un tesoro! ¡Un tesoro!
(Inesperadamente aparece María por el lateral derecho. Leoncio la mira. Hace como si
no la hubiera visto).
Leoncio.- ¡Qué porquería! ¡Esto no hay quien lo aguante! Bichos por todos lados…
avispas… pestazo a plantas… ¡Qué asco de bosque! Buenas tardes, señora. Perdone. No
la había visto.
María.- Buenas tardes, caballero.

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Leoncio.- Vive usted por aquí, supongo.
María.- Pues no, yo vivo en el pueblo. Quien vive por aquí es mi madre.
Leoncio.- ¿Su madre? ¿Y vive sola?
María.- Pues sí.
Leoncio.- Qué pena. La pobre… Deberá pasarlo muy mal… esto es tan feo, tan triste, el
pestazo a campo, los bichos, hierbajos por todos lados… Y sin agua.
Rocío.- Más falso que una moneda de cartón. Vámonos que vomito. (Los niños
abandonan definitivamente la escena).
María.- Qué va. Ella vive la mar de a gusto. Y agua… toda la que quiera. Un manantial
de agua fresca y limpia que es un tesoro. Y lo tiene en la misma puerta de la casa.
Leoncio.- ¿Qué bebe agua de un manantial? ¡Qué peligro, señora! ¡Qué peligro! Y
usted, su hija, tan tranquila. Pues sepa que será responsable si a su señora madre le pasa
algo por vivir en este paraje tan peligroso… y bebiendo esa agua que Dios sabe de
dónde vendrá.
María.- De la montaña, señor. Del ventisquero que ve usted allá arriba. Con decirle que
viene gente de la capital expresamente a llenar garrafas…
Leoncio.- De la capital, claro. Qué sabrá esa gente.
María.- Pues la verdad, señor. Ellos dicen que mi madre vive en el paraíso. Y perdone
que no siga hablando con usted. Mi madre y los niños me esperan para merendar. Ellos
también dicen que este bosque es un paraíso.
Leoncio.- Claro ellos… ¿qué sabrán?… Los pobres no han salido de aquí.
María.- Hasta luego (Sale).
Leoncio.- Adiós, señora. Y perdone que le diga, ¿esto un paraíso? Ni por asomo.
Porquería, señora. Esto es una porquería.
Leoncio.- (Alborozado creyendo haber convencido a María). ¡Una porquería! Jeje…
Sí, señora. Una porquería es lo que yo voy a pagarles por este paraíso. Me forro. Me
forro. Cuatro céntimos y ale, todo esto es mío. Luego, a tomar viento los árboles. Pisos,
pisos y más pisos. Bueno y un par de casas de campo para los amigos junto al manantial
ese. Y a la señora Leonor… A esa la planto en el pueblo antes que canta un gallo. El
lobo ese de Caperucita es un santo comparado conmigo. Por aquí creo que está la casa.

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ACTO II
(Estamos en la casa de la abuela, en el bosque. Entran Rocío y Manolito).
ESCENA 1ª
Rocío y Manolito.- (Al alimón).- ¡Hola abuelita! (Se acercan y la besan).
Doña Leonor.- Hola, niños.¿buscáis algo?
Toño.- ¿Tú qué crees, abuelita?
Doña Leonor.- Pillines… Tenéis hambre, ¿eh? Rocío… Lo prometido es deuda.
Doña Leonor.- Sí. Os invito. Pero sabéis por qué, ¿verdad? Dilo tú, Manolito.
Manolito.- Bueno, lo digo. El maestro dice que somos el mejor curso que ha tenido. Ea,
Ya está dicho.
Doña Leonor.- Lo que sois es una pandilla de bichitos encantadores.
Rocío.- Gracias, abuela. ¿Nos vamos al jardín? Vámonos.
(Doña Leonor queda sola en casa, tras la ventana se adivina el rostro de Leoncio).
Doña Leonor.- Qué lindos. Si pudiésemos guardar su inocencia durante toda la vida,
reinaría la felicidad en el mundo.
Leoncio.- (Desde la ventana). Y el mundo, todo el mundo, estaría lleno de tontos. Sería
maravilloso. Hummmm. (Llaman a la puerta).
Doña Leonor.- ¿Quién es?
Leoncio.- Una visita señora. Desearía hablar con usted.
Doña Leonor.- Adelante. Está abierto.
Leoncio.- (Entrando). Buenas tardes señora. ¿Vive usted sola?
Doña Leonor.- Ya lo ve. ¿Por qué?
Leoncio.- No sé… si se pone enferma. O aparece un ladrón… No sé. Quizá debiera
vivir en el pueblo.
Doña Leonor.- Qué va, señor. Aquí se vive de maravilla. Y entre la calma que se
respira aquí, las visitas diarias de mi hija y la invasión de mis nietos y sus amigos cada
fin de semana… esto es una delicia.
Leoncio.- ¿Y no teme a los animales salvajes?
Doña Leonor.- Nunca los vi por aquí, señor.
Leoncio.- Pues creo que últimamente se han visto lobos por estos bosques…
Doña Leonor.- Cuento chino, señor. Cuento chino.

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Leoncio.- Señora… le diré el motivo de mi visita. Represento a un señor muy
interesado en comprarle su propiedad. Le aseguro que será el gran negocio de su vida. Y
los lobos, a la porra señora. Los lobos están invadiendo este bosque.
Doña Leonor.- No conozco mejor negocio que vivir en plena naturaleza, señor. Y si son
los lobos… Más peligrosos son algunos humanos.
Leoncio.- Entonces… ¿No le interesaría venderme la finca?
Doña Leonor.- Le he dicho que no, señor. Guárdese el dinero y déjeme en paz.
Leoncio.-La dejo, señora, y también le dejo mi tarjeta por si cambia de opinión. Y ojalá
no tenga que defenderse de los lobos.
Doña Leonor.- Adiós, señor.
Leoncio.- Adiós, señora.
Doña Leonor.- Y cierre la puerta al salir.
(De nuevo se queda sola. Aparece el rostro de Leoncio a través de la ventana).
Leoncio.- Ya cerré la puerta. Pero agárrese, señora, Cuando venga el lobo ya veremos si
vende o no vende.
Doña Leonor.- Dios. Qué hombre más pesado. No vendo y no vendo. Se acabó.

ACTO III
(Atardece. Comienzan a oírse aullidos de lobo La abuela está sentada junto a la mesa.
Acaba de merendar. Se levanta y pasea nerviosa de un lado a otro).
Voz de Leoncio.- ¡Auuuuu! ¡Auuuuuuuuuuuu! ¡Auuuuuu!
Doña Leonor.- Dios mío. Qué miedo. ¿Pues no va a ser verdad lo que decía aquel
señor? Nunca se vieron lobos por aquí. Ni de pequeña… Menos mal que hoy es sábado
y vienen los niños. Qué alegría. Ya están aquí.
(Entran Rocío y Manolito).
Rocío.- Buenas tardes, abuelita.
Doña Leonor.- ¡Mis niños! (Se abrazan los tres).
Rocío.- ¿Qué te pasa, abuelita? Estás triste.
Doña Leonor.- Nada hija.
Rocío.- Te tiembla la mano (coge la mano de doña Leonor).
Doña Leonor.- ¿Vosotros sabéis si hay lobos por este bosque?

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Rocío.- ¿Lobos? Anda ya abuela. Eso son bromas del policía municipal, para que no nos
alejemos del pueblo. Seguro.
Manolito.- Anda que iban a durar mucho los lobos aquí. Se nos iban a acabar las
piedras en el pueblo. Lo que yo le diga, señora.
Doña Leonor.- Uy, qué niños. Con razón os quiere tanto don José Manuel.
Rocío.- Es que don José Manuel es un maestro muy bueno.
Manolito.- Yo creo que hasta es capaz de defender al lobo para que no le hagamos
daño…
Doña Leonor.- Claro, es que si los animales no hacen daño, tampoco debemos
hacérselo nosotros…
Manolito.- Claro… Mire usted. Si el lobo es como Coliblanco, el perro de mi abuelo…
Aquí, nosotros, tan amigos.
Doña Leonor.- Claro, claro. ¿Y si es un lobo que no deja de aullar por las noches
amenazando a la gente sencilla que vivimos por los alrededores del pueblo?
Manolito.- Entonces… Entonces, se iba a enterar de quienes somos los niños de este
pueblo.
Rocío.- Qué valientes….
Doña Leonor.- Pues os diré que algo así está pasando. (Se oye un toque suave en la
puerta). (Entra María).
María.- Buenas tardes. Vaya. Si está aquí medio pueblo. Uy. Y parece que estabais
contando secretitos…
Rocío.- Mamá…
Doña Leonor.- Si. Hija. Casi. Estábamos hablando de que por aquí andan lobos
últimamente.
María.- ¿Lobos?
Doña Leonor.- Si, desde el sábado pasado. Cuando vino aquel señor que quería
comprarme la casa no han dejado de oírse aullidos de lobo durante toda la noche.
Manolito.- ¿Desde que vino ese hombre?
Doña Leonor.- Sí.
Manolito.- Anda. Si a ese hombre lo vemos todas las tardes paseando por el bosque
cuando venimos a jugar después de terminar las tareas…

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María.- ¿Ese señor que anda últimamente por el pueblo caminando con un bastón? No
puede ser. ¿Y quería comprarte la casita? Si el otro día, cuando me lo encontré paseando
por aquí me dijo que este bosque es un asco.
Manolito.- Bueno… antes de que apareciera usted…
Doña Leonor.- Pues no lo comprendo. Estaba como loco por comprarme la casita y la
parcela que la rodea…
Rocío.- Pues yo creo que empezó a comprenderlo (guiña a Manolito, que se miran con
una sonrisilla medio escondida).
Manolito.- ¡Qué poca vergüenza!
María.- ¿Poca vergüenza? ¿Quién?
Rocío.- Nadie, mamá. Es que Manolito estaba de broma.
María.- Bueno. ¿Habéis merendado ya?
Rocío.- No.
María.- ¿A que no sois capaces de poneros la merienda?
Manolito.- Anda que no.
María.- A ver si es verdad. Aquí os quedáis. Yo voy a sacar a la abuela a pasear un
ratito. Vamos mamá. (Ambas salen de la casa).
Rocío.- ¿A que estás pensando lo mismo que yo?
Manolito.- Que ese tío no tiene vergüenza.
Rocío.- Y quiere engañar a la abuela para quedarse con la casita.
Manolito.- Y cuando se hace de noche… espera. Me acabo de acordar de una cosa. Ufff
ya me está dando lástima el tío ese. (Sale de escena).
Rocío.- ¿Lástima?
Manolito.- lástima y pena.
Rocío.- Sea lo que sea, que se aguante, por ambicioso.
(Entra Manolito. Trae un saco en la mano y muestra una sonrisa de oreja a oreja).
Señores. Esta noche tenemos trabajo. (Saca un cepo del saco). Esto duele, ¿eh?
Rocío.- (Sonríe). Pues me parece que vamos a tener fiesta.
Manolito.- De esto ni a tu madre.
Rocío.- Nos la vamos a cargar…

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Manolito.- O nos lo vamos a cargar...Pues yo digo lo que mi abuelo, quien se pica, ajos
come. Y si el tío es ha comido ajos…Que se pique. (Ríe).
Rocío.- ¿Y cuándo?
Manolito.- En cuanto venga tu madre… Hummm. Anda que lo vamos a pasar…
Rocío.- Calla, que vienen la abuela y mi madre.
(Manolito tira el saco por la ventana. Entran doña Leonor y María).
Manolito.- Ahora venimos.
María.- ¿Dónde vais con tanta prisa?
Manolito.- Es que nos hemos acordado de que el almendro que hay a la orilla del
arroyo está cargadito…
Rocío.- Ahora venimos.
(Salen corriendo los niños)
Doña Leonor.- Estos niños. Un terremoto, eso es lo que son.
María.- Son niños, Mamá.
Doña Leonor.- Verdad. Son niños. Todos lo hemos sido. Y es tan hermoso ser niño…
María.- Bueno, mamá. Te dejo que se hace de noche. Te quedas en buena compañía.
Doña Leonor.- Eso es cierto. Lo más lindo del pueblo son estas criaturas.
María.- Lindos y revoltosos. Vaya que si el lobo los conociera, no se acercaba a menos
de un kilómetro de la casa.
(Entran los niños. Vienen alegres y revoltosos).
Rocío.- Hola, abuelita. ¿Se ha ido ya mamá?
Doña Leonor.- Ahora mismo. ¿Queréis cenar ya?
(Rocío mira a Manolito. Los dos sonríen).
Rocío.- Claro, abuela.
Manolito.- Más hambre tengo, señora.
Doña Leonor.- Si es que no paráis. Voy a la cocina a preparar una sopita caliente.
¿Vale? (Sale por la izquierda).
(Comienza a oírse el aullido del lobo. Los niños corren a asomarse a la ventana).
Manolito.- ¿Lo oyes? Cada vez está más cerca.
Rocío.- ¿Tú crees que funcionará el cepo? Llevaba tanto tiempo en el desván…
Manolito.- ¡Claro que sí! Atentos… Mira…

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Rocío.- Por allí viene el lobo.
Manolito.- Ya va a caer, ya…
Rocío.- ¡Qué guay!
Manolito.- Ya, ya, ya…
Voz de Leoncio.- ¡Auuuuuuu! ¡Auuuuuuu! ¡Auuuuuuu! ¡Auuuuuuu! (silencio un
segundo). ¡Ay, ay, ay, ay….!
Los niños a coro.- ¡Bien! ¡Cayó el lobo!
Doña Leonor.- (Entrando). ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha pasado?
Rocío.- Nada, abuelita. Que el lobo ha caído en el cepo.
Doña Leonor.- ¿Un lobo? Pues me ha parecido…
Rocío.- Bueno, abuelita, tú llama a una ambulancia.
Doña Leonor.- Una ambulancia para un lobo… no lo entiendo… O… ¿Será…? (Se
vuelve hacía los niños sin poder disimular una sonrisa). Estos niños…
Rocío.-
Esta es la historia, señores,
de un viejo lobo feroz
que resultó ser un hombre.
Un hombre sinvergonzón.
Quiso engañar a la abuela.
Con nosotros no contó.
Manolito.-
Hoy aprendió que los niños,
Valemos un mogollón.
Aunque seamos pequeños,
el cariño nos unió.
Y la unión hace la fuerza.
¡Valemos por un millón!

TELÓN

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