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Moderación
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Traducción
Clau V
EstherC
Guadalupehyuga
Harlis95
Kalired
Laura A
Ms. Lolitha
Niika
3
Renatte
RRZOE
Tolola

Corrección y lectura final


RRZOE

Diseño y Diagramación
Bruja_Luna_
Índice
Staff _____________________ 3 16 _____________________ 139
Sinopsis _________________ 5 17 _____________________ 147
1 ________________________ 7 18 _____________________ 157
2 _______________________ 13 19 _____________________ 167
3 _______________________ 23 20 _____________________ 173
4 _______________________ 32 21 _____________________ 181
5 _______________________ 41 22 _____________________ 188
6 _______________________ 50 23 _____________________ 197
7 _______________________ 58 24 _____________________ 205
8 _______________________ 70
9 _______________________ 82
25 _____________________ 213
26 _____________________ 220 4
10 ______________________ 92 27 _____________________ 229
11 _____________________ 104 28 _____________________ 233
12 _____________________ 112 29 _____________________ 240
13 _____________________ 118 Epílogo ________________ 247
14 _____________________ 124 Sobre la autora _________ 254
15 _____________________ 130
Sinopsis
Después de una tragedia, son extrañas las cosas que recuerdas.
El estruendo ensordecedor de la explosión de la casa.
El miedo paralizante mientras buscaba a mi mujer.
El humo cegador que me quemaba los ojos mientras la sacaba.

Pero el resto de mis días se me grabó en el alma el hecho de que la


mujer que tenía en mis brazos no era mi esposa.
Bree y yo éramos los únicos supervivientes, aunque ninguno de los
dos estaba realmente vivo después de aquella noche. Como padre soltero
sin ningún otro sitio al que ir, me mudé a su casa de invitados. Y de
alguna manera, con la culpa y el dolor, forjamos un equipo improbable.
Me costó años, pero vi cómo volvía a sonreír poco a poco, de forma
lenta y que cambiaba la vida.
Podíamos sentarnos al aire libre durante horas, sin hablar de nada,
5
y eso llenaba de nueva vida el enorme agujero que tenía en el pecho.
Puede que la haya sacado del fuego, pero la verdad es que Bree me
salvó.
Mientras nos curábamos, los secretos y las mentiras del pasado
ardían en las cenizas, amenazando con volver a encenderse.
Nuestro amor nació de las brasas, y juntos arderíamos en llamas.
Para Mo Mabie
Gracias por sugerir cosas brillantes como las botas de seguridad con
punta de acero.
Y también por asegurarte de que nunca dejara de escribir.

Y…
Para Corinne Michels.
Por todas las cosas buenas que he hecho que tú nunca recuerdas.
6
1
Eason
—Oye —llamé jadeante, agarrando el brazo de Jessica mientras salía
de puntillas de la guardería.
—Para, Eason. No estoy de humor.
Nunca estaba de humor. Y no el tipo de humor que ocurría en el
dormitorio. Aunque, casualmente, nunca estaba de humor para eso
tampoco.
Le di un cálido apretón en el brazo.
—Vamos. Tienes que hablar conmigo.
—¡No, no tengo que hacerlo! —gritó, dándose la vuelta para mirarme.
Preparándome para la guerra, y la derrota, cerré en silencio la
puerta del dormitorio de nuestra hija. 7
—Silencio o la despertarás.
—No hace falta que me lo recuerdes. Fui yo quien la hizo dormir
mientras tú estabas en el garaje, fingiendo ser Billy Joel en ese maldito
piano.
Sí. Tenía toda la razón. Aunque, en realidad, estaba tratando de ser
Eason Maxwell y forzar a la sangre lírica de las yemas de mis dedos a
encadenar un maldito estribillo que me permitiera mantener nuestra casa
fuera de la ejecución hipotecaria.
—No hay como ganar aquí, Jess. Si me paso todo el día intentando
crear aunque sea la mayor canción de mierda que pueda vender para
mantenernos a flote unos meses más, me odias por trabajar todo el
tiempo. Si dejo todo para ayudarte con la bebé perdemos la casa y me
odias. ¿Qué debo hacer?
Sus ojos se abrieron de par en par, sus cejas oscuras saltaron sobre
su frente. Después de tres años de matrimonio, tenía la suficiente
experiencia para saber que lo que iba a salir de su boca iba a ser la verdad
de Dios tal y como ella lo veía. También sabía que iba a doler mucho.
—¡Se supone que debes ser capaz de mantener a tu familia!
Sí. Derrota.
Controlando mi temperamento, cerré los ojos y me concentré en el
sonido de su respiración agitada, rota y áspera como nuestro matrimonio.
—Lo estoy intentando.
—¿En qué momento ya no es suficiente con intentarlo?
Mis ojos se abrieron de golpe al leer entre líneas. Aquello no era solo
una puñalada a mi carrera. Aquel golpe se refería tanto a nuestro
matrimonio como a mi situación laboral.
Apretando los dientes, advertí:
—No digas algo de lo que te puedas arrepentir.
Prometimos no utilizar el divorcio como amenaza y, en su mayor
parte, habíamos hecho un buen trabajo. Pero en los seis meses
transcurridos desde el nacimiento de Luna, la gran palabra con “D”
aparecía en sus labios casi a diario. Me destruía cada vez, pero llevaba
tanto tiempo caminando sobre cáscaras de huevo a su alrededor que no
sabía hacer otra cosa.
Las lágrimas brillaban en sus ojos azules. 8
—Me lo prometiste, Eason. Me lo juraste el día que vimos esas dos
rayitas rosas en la prueba de embarazo. Sabes cómo crecí y me juraste que
nuestro bebé no tendría que hacer lo mismo.
Todo esto era cierto.
Pero, mientras me esforzaba por darle todas las cosas que había
soñado cuando caminaba por el pasillo con un velo de encaje cubriendo
una enorme sonrisa, la vida que teníamos actualmente estaba muy lejos
de la ruinosa granja en la que había crecido.
—Eso no es justo. —Desvié mi mirada incrédula alrededor de
nuestra casa de tres dormitorios, dos baños y dos mil metros cuadrados
que habíamos apodada Maxwell Manor. Estaba más lejos de los límites de
la ciudad de Atlanta de lo que Jessica había querido en un principio, pero
era uno de los pocos lugares que podíamos permitirnos con un sótano
para albergar un estudio. Un estudio que nunca habíamos construido
porque... bueno, la vida.
Más exactamente, Luna Jade Maxwell.
No planeábamos tener hijos todavía. Jessica y yo teníamos mucho
que vivir antes de querer formar una familia. ¿Qué decía el refrán sobre los
planes mejor trazados? La tinta de mi contrato de grabación ni siquiera se
había secado cuando encontré a Jessica de rodillas en nuestro baño, con
lágrimas en las mejillas y agarrando una prueba de embarazo positiva.
¿Era el momento ideal? Por supuesto que no. Especialmente cuando,
unos meses después, mi discográfica desechó mi álbum y luego me
abandonó por completo.
¿Era Luna, con su espeso cabello castaño y unos ojos color miel tan
únicos que era como si ella definiera el color, lo más espectacular que me
había pasado? Sin duda alguna.
Mis hombros se hundieron y me pellizqué el puente de la nariz.
—Mira, ¿podemos retrasar esto por un rato? Tengo que ducharme y
empezar a preparar los aperitivos, y en cuanto Luna se despierte la llevaré
a casa de Rob y Bree.
—Oh, claro, porque no podemos permitirnos una niñera, así que
tenemos que apoyarnos en mi mejor amiga para poder salir con ellos.
Dejé escapar un gemido. Jesús, nunca se perdía la oportunidad de
tomar un pedazo de mi carne. Actuaba como si yo fuera el único adulto
que vivía en la casa. Quería ser ama de casa como Bree. Yo también quería
eso para ella. Pero cuando las cosas se pusieron difíciles y mis ahorros se
9
redujeron a la nada Jessica nunca dio un paso al frente para preguntar
qué podía hacer o cómo podía ayudar a nuestra familia. Y sí, estaba
amargado por ello, pero no me veías desquitándome con ella.
Por encima de eso, no me apoyaba en Bree para nada.
Por suerte, o por desgracia, según se mire, la mejor amiga de
Jessica, Bree, estaba casada con mi mejor amigo, Rob. Esto significaba
que había llamado a lo más parecido que tenía a un hermano y le había
preguntado si podía dejar a nuestra hija con su niñera.
Él, por supuesto, respondió que sí. Luego, después de escuchar la
vergüenza y la frustración en mi voz, pasó los siguientes quince minutos
con una charla de ánimo, recordándome que él y Bree también habían
tenido problemas después de que naciera su hijo mayor. Al escucharlo,
todo lo que estábamos viviendo era perfectamente normal. Tuve la
sensación de que su mujer no le daba a Jessica los mismos ánimos.
Podría decirse que Bree no era mi mayor fan. También podría decirse
que había vomitado en sus zapatos la noche que nos conocimos. Pero
bueno, ácido estomacal bajo el puente, ¿no?
No éramos enemigos mortales ni nada parecido. Bree y yo nos
llevábamos bien en la superficie. En el fondo, ella era un poco... difícil.
Y criticona.
Y esnob.
Y... bueno, muy exigente.
Estaba aprendiendo que algo de eso se aplicaba también a mi
esposa.
Había estado moviendo cielo y tierra para volver a ganarme la gracia
de Jessica. Mis esperanzas eran que una noche de cita doble al menos le
devolvería la sonrisa. No podía permitirme una cena y unas copas en
cualquier restaurante de cinco estrellas que Bree considerara digno de su
presencia, así que Rob sugirió que fuera una noche de juegos. Con los
niños en su casa, los cuatro podríamos pasar el rato en la nuestra, libres
de orejitas y responsabilidades. Todo el mundo traería su propia bebida.
Yo me bebería los restos del whisky que Rob me había regalado cuando
nació Luna, y le compraría a Jessica cualquier botella gigante de vino que
encontrara en oferta. La buena noticia para mí era que ella no era exigente
cuando se trataba de beber sus problemas.
Agarrando mi nuca, sostuve su gélida mirada.
10
—¿Podemos no hacer esto esta noche? Por favor. Estoy cansado de
pelear todo el tiempo. Estás enfadada. Lo entiendo, ¿de acuerdo? Ya lo
solucionaremos. —Extendí la mano, enganché mi dedo meñique con el
suyo y le di un suave tirón.
Ella se acercó, deteniéndose antes de que su pecho tocara el mío.
—Llevas meses intentando resolverlo y nada ha cambiado. La
compañía hipotecaria me hace sonar el teléfono como si pudiera producir
mágicamente cuatro meses de pagos si siguen llamando. Todas las
mañanas me despierto aterrorizada de que vaya a ser el día en que
finalmente corten el agua o la luz o... —Su voz se quebró—. O... no lo sé.
Algo.
Se me revolvió el estómago. Era malo, pero discutir todo el tiempo no
estaba haciendo nada productivo más que abrir una brecha entre
nosotros.
Me moví hacia ella, envolviéndola en un abrazo, y besé la parte
superior de su cabeza. No dejé que su rigidez me perturbara.
—No voy a dejar que corten el agua. O la electricidad. O cualquier
otra cosa que se te ocurra.
—¿Cómo? —graznó, y su falta de fe era tan insultante como
justificada.
Inspiré profundamente y el pecho se me llenó de dolor. Maldita sea.
Era el momento. No podía posponerlo más. No por orgullo. Ni por los “y si"”
Ni por todos los “quizás un día” del mundo. Era nuestra única salida. Era
un padre y un marido que tenía responsabilidades que no implicaban
perseguir un sueño.
—Voy a desmontar el álbum —susurré.
—Eason —jadeó, echando la cabeza hacia atrás y apoyando la
barbilla en mi pecho. Tanta jodida felicidad bailó en sus ojos que fue como
un cuchillo en las entrañas.
Los focos estaban fuera de mi alcance, pero sabía cómo vender
música. La composición de canciones fue mi punto de partida. Había
pagado nuestra primera cita, el anillo de compromiso de Jessica y el pago
inicial de nuestra casa. Actualmente, mis menguantes derechos de autor
pagaban nuestras facturas, cuando las pagábamos. La primera vez que
escuché una de mis canciones en la radio llamé a todos mis conocidos,
riendo y luchando contra la emoción. Estaba orgulloso de mis logros, pero 11
el objetivo final siempre había sido no solo escribir música increíble, sino
también ser la voz en la radio que la interpretara.
Con mi característica mezcla de pop relajado y soul, Solstice in the
'92 debía ser mi billete a la cima de las listas de éxitos. Trece canciones en
las que había volcado mi corazón y mi alma, cada una de las cuales
representaba una etapa diferente de mi vida, desde que crecí sin padre
hasta mis días de fiesta como soltero, pasando por el nacimiento de mi
hija. Eran audaces. Crudas. Eran Eason Maxwell. Venderlas iba ser como
si me arrancaran miembro por miembro.
Pero pagarían las cuentas.
Tal vez incluso devolverían permanentemente la luz a los ojos de mi
esposa, la chispa a nuestro matrimonio, y me permitirían mantener a mi
familia unida. No había nada que no sacrificara, esperanzas y sueños
incluidos, para ser el hombre que Jessica y Luna se merecían.
Solo por eso logré sonreír mientras la miraba fijamente.
—Es lo que hay que hacer, cariño. Por ti. Por Luna. Demonios, tal
vez incluso por mí. Un nuevo comienzo no puede hacer daño, ¿verdad?
Me rodeó el cuello con sus brazos, el primer contacto físico que
iniciaba en semanas.
—¿Cuánto tiempo crees que tardarás en venderlas?
—Es difícil de decir, pero haré algunas llamadas el lunes a primera
hora.
Dejó escapar una risita que sofocó momentáneamente el ardor de mi
garganta.
—“Turning Pages” es increíble. Apuesto a que alguien enorme la
quiere.
Genial, justo lo que siempre había querido: una prima donna
egocéntrica cantando sobre mi tumultuosa relación con mi madre
narcisista.
Le lancé otra sonrisa apretada.
—Eso sería increíble.
Su voz tenía una renovada levedad que no había escuchado en
meses.
—Deberíamos celebrarlo. Compra una botella de champán mientras
estás fuera. —Hizo una pausa—. En realidad, no importa. Se la pediré a
Bree. Ella traerá una buena.
12
Oh, por supuesto. Me había arrancado el corazón y lo había puesto a
los pies de mi mujer, pero sería Bree quien salvaría el día.
Era sal en la herida pero, como gran parte de mi matrimonio, seguí
sonriendo.
—Suena genial.
2
Bree
—¿Está vendiendo '92? ―susurré con total sorpresa en el teléfono.
Jessica dejó escapar un suspiro de exasperación al otro lado de la
línea.
—Bueno, dijo que lo haría. La verdadera pregunta será si realmente
lo hace.
Miré por la esquina de la cocina para asegurarme de que Rob no
estaba al alcance del oído. Mi esposo odiaba cuando Jessica y yo
hablábamos de su amigo más cercano. Rob siempre pensaba que nos
estábamos uniendo en contra del pobre tipo, pero asegurarme de que
Eason cuidara de mi chica estaba literalmente en la parte superior de la
descripción del trabajo de mejor amiga. Mi preocupación estaba más que
justificada. Durante los últimos años, él había fallado de manera
espectacular en esa tarea.
13
Cuando estuve segura de que Rob seguía en el garaje,
probablemente susurrando cosas dulces a su precioso Porsche, caminé de
regreso al horno para revisar la cena para los niños.
—Pero fue él quien mencionó vender el álbum esta vez, ¿verdad? Eso
tiene que significar algo.
Se burló.
—Sí, significa que está harto de dormir en el sofá y no tener sexo.
—Bueno, sea cual sea el caso. Siempre y cuando termine con que tú
y Luna no se queden sin hogar, estoy bien con eso. —Hice una pausa y me
mordí el labio inferior—. Sabes que si necesitas algo hasta que él pueda
vender…
—No. Ni siquiera empieces con esa basura. Este no es tu problema.
Dejé escapar un suspiro. Jessica y yo habíamos sido amigas desde
nuestros días de camareras en la universidad. Era terca, testaruda y tan
condenadamente orgullosa que no aceptaría una mano amiga aunque
estuviera boca abajo. Lo cual no estaba muy lejos de su situación actual.
—Jess, detente. Simplemente déjame darte un poco…
—Champán —terminó por mí—. Lo único que acepto de ti es
champán. Estamos celebrando esta noche.
—Esta es técnicamente la primera vez que me alejo de los niños
desde que nació Madison.
—Vaya. Tu primera salida es a mi horrible sala de estar. ¡Qué chica
tan afortunada!
—Oye, estoy feliz de tener una noche de fiesta que no involucre una
bolsa de pañales. —Esto no era totalmente cierto. Había estado estresada
por dejar a los niños toda la semana.
Rob se volvió loco porque había estado cancelando citas noche tras
noche durante casi diez meses. Teníamos una gran niñera en nuestra
vecina, Evelyn. Era locamente dulce y paciente, con cuatro hijos
adolescentes propios. Rob y yo le confiamos a Asher, pero Madison era
diferente. Había sido una bebé prematura que pasó más de un mes en la
UCIN. A los diez meses, estaba prosperando, pero a mis ojos, siempre sería
esa pequeña bebé de un kilo trescientos gramos cubierta de cables y
luchando por respirar.
Aunque ya era hora. Mental y emocionalmente, esta mamá
necesitaba un descanso.
14
—Tonterías —se burló—. Has estado paseando por la casa todo el
día, ¿no es así?
Me asomé por la ventana de mi cocina por sexta vez en tantos
minutos para ver a Evelyn y Madison jugando sobre una manta en el
césped.
—¿Qué? No. No lo he hecho.
—Mentirosa.
Un movimiento en la puerta del garaje me llamó la atención. Los ojos
marrón oscuro de Rob inmediatamente encontraron los míos y una sonrisa
traviesa apareció en su rostro. Era la forma en que siempre me miraba:
absorto y asombrado.
Mis mejillas se calentaron cuando merodeó hacia mí, su mirada
deslizándose por mi cuerpo, deteniéndose en todos los lugares correctos.
—Jess, tengo que irme.
—Bien, pero Eason debería estar allí en cualquier momento para
dejar a Luna. Lo más probable es que Rob ya sepa sobre el álbum, pero no
le menciones a ninguno de ellos que te lo conté.
—Mmm —tarareé, mordiéndome los labios. El cuerpo musculoso de
mi esposo se balanceó mientras hacía su avance depredador—. Te veo esta
noche. —No me despedí antes de presionar el botón de finalizar.
Rob agarró el teléfono de mi mano y lo puso sobre el mostrador,
enganchando un brazo alrededor de mis caderas para acercarme.
—Vaya —susurró, su aliento atravesando mis labios—. Te ves
preciosa.
—No nos dejemos llevar. Es un sencillo vestido de tirantes —
respondí, sonriendo contra su boca. Más específicamente, era mi vestido
de verano menos favorito. El estampado floral amarillo y marrón nunca
había sido mi amigo, pero todavía estaba en el camino cuesta arriba para
perder los últimos cuatro kilos después de tener a Madison, por lo que era
uno de los pocos vestidos que me quedaban.
Érase una vez, había sido una mujer de negocios: las faldas lápiz y
los blazers constituían la mayor parte de mi guardarropa. Ahora, era una
ama de casa con dos hijos. En un buen día, usaba pantalones con
cinturilla.
Deslizando su mano bajo el dobladillo de mi vestido, apretó mi
trasero. 15
—No digas nada cuando se trata de ti con este vestido.
—Supongo que te gusta…
—¡Mamá! —gritó Asher por las escaleras.
Rob dejó escapar un gemido y echó la cabeza hacia atrás para mirar
al techo.
—Juro que ese niño tiene una especie de sexto sentido para cuando
estoy tratando de hacer algo con su madre.
—Eso es lo que obtienes por crear a tu mini-yo. Sabe cuándo no
estás tramando nada bueno.
El lado de sus labios se alzó en una sonrisa impresionante.
—Oh, hubiera sido bueno, Bree. Muy bueno.
—Es lo que siempre me dices. Aunque el jurado todavía está
deliberando sobre tu seguimiento.
Su boca se abrió con una ofensa fingida, pero ese maldito brillo en
sus ojos me advirtió que me esperaba una larga, tan esperada noche,
después de que llegáramos a casa.
Riendo, le respondí a nuestro hijo:
—¿Sí, amigo?
—¿La cena está casi lista? ¡Matar niños de hambre es ilegal, ya
sabes!
Sí. Ese era mi chico. Cinco años y hambriento como su mamá.
—¡Dos minutos! —exclamé justo cuando sonaba el timbre.
Rob arqueó una ceja.
—Jesús, ¿pidió refuerzos?
—Creo que es Eason. Jessica dijo que estaba en camino.
Su sonrisa volvió y se agachó para otro beso.
—En ese caso, puede esperar. Ahora, ¿dónde estábamos?
Esquivé su boca.
—Abre la puerta a tu amigote y yo alimentaré a nuestro hijo real
antes de que llame a la policía.
—Oye —regañó Rob—. Sé amable esta noche. Eason ha estado
planeando esto por un tiempo. 16
—¿Qué? Siempre soy agradable.
Frunció el ceño y salió de la cocina, diciendo:
—Sí. Por supuesto. Llamarlo amigote es el pináculo de la bondad. Tu
invitación a la santidad probablemente ya esté en el correo.
Rodé los ojos incluso cuando una pequeña semilla de culpa brotó en
mi estómago.
De acuerdo. No. No siempre era amable con Eason. Aunque no lo
odiaba. Era un buen tipo, del tipo que abría puertas y se aseguraba de
incluir a todos en cualquier conversación que estuviera dominando
animadamente. Con todo su cabello rubio arena, cálidos ojos marrones y
una sonrisa astuta de un solo lado que hacía que las mujeres se volvieran
locas, había hipnotizado a Jessica desde el principio. Tengo en cuenta que
Jessica era hermosa con un ingenio agudo y que Eason nunca tuvo una
oportunidad.
En teoría, que tu mejor amiga se casara con el mejor amigo de tu
marido era el sueño de toda chica de secundaria.
Pero no con estos dos.
Jessica había tenido una vida difícil y quienquiera que estuviera
destinada a terminar con Eason la iba a tener aún más difícil mientras él
intentaba perseguir un futuro casi imposible. Al principio, todo habían
sido risas, miradas anhelantes y noches salvajes. Pero una prueba de
embarazo positiva y el choque y la quema de la carrera de Eason los
habían puesto en una situación delicada, justo donde siempre supe que
terminarían.
Sin embargo, su relación no era asunto mío o eso le gustaba decir a
mi esposo.
Usando un guante para horno, saque los nuggets caseros en forma
de corazón del horno y puse la bandeja para hornear galletas en un
salvamanteles para que se enfriara.
—La cena está lista —llamé a Asher—. Lávate las manos antes de
bajar.
Supuse que me había oído cuando hubo un ruido sordo revelador de
él saltando de la cama de la forma en que le había dicho que no lo hiciera
ochenta y siete millones de veces. Estimación aproximada, por supuesto.
Eason entró en la cocina, con una gran sonrisa en su rostro y mi
segunda niña favorita en su cadera.
17
—Hola, Bree —saludó, dándome su abrazo habitual y no habría sido
Eason si no lo terminara con un apretón fuerte y prolongado—. ¿Cómo has
estado?
—Estoy bien —respondí con un gorjeo, acercándome torpemente a
su agarre. Volviendo mi atención a mi ahijada, aplaudí y extendí mis
manos en su dirección—. Ven aquí, dulce niña.
Eason la hizo pasar con puro orgullo paternal brillando en sus ojos.
A pesar de todas sus luchas en los departamentos profesional y financiero,
amaba mucho a su hija.
»Bueno, te ves bonita. ¿Esto es nuevo? —le pregunté a Luna,
alisando el volante en la manga de su traje rosa con monograma. Me
estremecí al pensar qué tarjeta de crédito al límite había usado Jessica
para comprarlo.
Eason alisó la parte delantera de su Henley gris.
—Oh, vaya, Bree. Gracias por notarlo. Tú también te ves bien. ¿Ese
es el vestido de Jessica?
—Oh no. Es mi vestido que le presté a Jessica y la semana pasada
tuve que hacer todo lo de Misión Imposible de Tom Cruise para recuperarlo.
Tu esposa es una ladrona de ropa, pero robé estas cuñas mientras estaba
allí, así que se niveló.
Riendo, Eason sacó un nugget de la bandeja y se lo metió en la boca.
No hice ningún esfuerzo extraordinario para advertirle que todavía estaban
calientes. Sí, mi santidad definitivamente estaba en camino.
—Mierda, mierda, mierda —jadeó, masticando con la boca abierta.
Ligeramente divertida, hice rebotar a Luna en mi cadera y observé
su lucha.
—¿Quieres otro?
—Mmm. Gracias, pero creo que dejaré de lado los nuggets de pollo
de lava fundida.
—Son nuggets vegetarianos.
Curvó el labio.
—Eso explica el regusto a hierba.
Negué con la cabeza, porque honestamente, era todo lo que podía
hacer con él la mayor parte del tiempo. 18
—¡Tío Eason! —Asher bajó de un salto los últimos tres escalones,
dándome mi infarto diario.
—¿Qué pasa, hombrecito? —comentó Eason, poniéndose en
cuclillas.
Después del elaborado apretón de manos que habían estado creando
desde que mi hijo tenía tres días, terminaron chocando los cinco por la
espalda.
—¿Adivina qué? —preguntó Asher.
Eason no perdió el ritmo.
—Encontraste un fósil en el patio trasero que desenterró una nueva
especie de dinosaurios. Sin dientes, parece que este dinosaurio podría
haber sido amigable, por lo que los científicos han decidido usar su ADN
para devolverlos a la vida con la esperanza de domesticarlos y usarlos
como una nueva forma de transporte, salvando así nuestro precioso...
bueno, combustibles de fósiles.
La nariz pecosa de Asher se arrugó adorablemente.
—¿Qué? ¡No!
—Vaya. —Eason respiró, su rostro lleno de asombro mientras
miraba a lo lejos—. Tenía muchas ganas de montar un Asherosaurus.
Mi hijo aulló de risa, una reacción común cuando su “tío” favorito y
único estaba cerca. Eason se rio junto con él, con la versión abreviada de
su apretón de manos secreto.
—Está bien, ustedes dos —interrumpí—. Ve a sentarte a la mesa,
Ash.
—No lo hagas —susurró Eason por la comisura de su boca—. Son
nuggets de vegetales que pueden o no estar mezclados con recortes de
césped.
—¡Síííí! Me encantan los nuggets de vegetales.
Eason lo miró de soslayo.
—Amigo, no tienes razón. Eso es todo. Mañana, cuando recoja a
Luna, les traeré unos buenos McNuggets de pollo a la antigua de Mickey D.
Nunca te crecerá vello en el pecho comiendo estas cosas vegetarianas.
Con el cabello y los ojos casi negros de su padre, argumentó:
—Asqueroso. ¡No quiero vello en mi pecho!
—Lo harás algún día.
19
—No, no lo haré. Papá no tiene vello en el pecho.
—Bien. Eso es raro. Todo hombre tiene vello en su cuerpo. Tal vez
revise su trasero la próxima vez que esté en la ducha.
—¡Ewwwwwww! —gritó Asher, causando que Luna se sobresaltara
en mis brazos.
—Bieeeennn —intervine arrastrando la palabra, devolviéndole a
Eason a su hija—. Eso es suficiente charla sobre el vello y el trasero por
un día... y posiblemente nunca. —Saque un plato del gabinete y grité—:
¡Rob! ¡Por favor, ven a salvarme!
Eason, haciendo el baile universal para calmar a los bebés, usó su
mano libre para bajar el cuello de su camisa, revelando su vello en el
pecho cuidadosamente recortado antes de decirle a Asher:
—McNuggets.
En el momento justo, Rob entró en la cocina y le dio una palmada en
la espalda a su mejor amigo.
—Deja de acosar a mi esposa. —Él también agarró un nugget de la
bandeja. Todavía estaba caliente. Así que también jadeó un poco antes de
curvar su labio—. Oh Dios, ¿qué es esta mierda?
—Es un vegetal, cariño. Ten cuidado o tu cuerpo entrará en estado
de shock. —Después de preparar el plato de Asher con nuggets, un
puñado de zanahorias pequeñas y medio plátano, se lo entregué a Rob.
Lo llevó a la mesa.
—Está bien, tengo el Pack 'n Play de Luna listo en la habitación de
invitados. Me siento mal. ¿Tal vez deberíamos ponerla con Madison para
que no se sienta sola?
—No si quieres que duerman —le advirtí a Rob. Apoyé mi cadera
contra el mostrador—. Dos bebés guion futuras mejores amigas nunca
dormirán si pueden verse.
Se detuvo frente a Eason y le hizo cosquillas a la barriga de Luna.
—¿Estás seguro de que Jessica está de acuerdo con dejarla aquí esta
noche?
Eason se rio entre dientes.
—Si no lo está, los veintisiete conjuntos, baberos, biberones y un
abrigo de invierno que empacó a mediados de mayo fueron un verdadero
20
desperdicio. —Miro su reloj—. Y en esa nota, necesito salir de aquí.
Todavía tengo que parar en la tienda para comprar algunas cosas. —
Después de besar a Luna en la cabeza una docena de veces, de mala gana
se la pasó a Rob y luego me miró.
—Jess me pidió que le dieras del buen champán.
La vergüenza en su tono fue clara para todos los oídos en la
habitación.
Y maldita sea si esa semilla de culpa en mi estómago no creció.
—Vaya. Sí. Por supuesto. Déjame agarrar…
—Toma el Dom —interrumpió Rob.
Eason se burló.
—No voy a tomar eso para la noche de juegos. Guarda eso para…
Rob inclinó la cabeza en desafío.
—Dije toma el P3 Rosé. Oh, y el Bollinger también.
Mis ojos se encendieron. Santa mierda. Eso tuvo que haber sido al
menos tres mil dólares en champán.
Rob y yo nos manteníamos bien, más que bien si era honesta. Mi
trabajo secundario, que alguna vez fue pequeño, cosiendo edredones
personalizados a las chicas de mi dormitorio para ganar dinero para la
cerveza, despegó poco después de graduarme. Armada con un título en
negocios, cambié el nombre de Bree's Blankets a Prism Bedding y pasé a la
producción y distribución en masa a los grandes almacenes de todo el
país. Amaba mi trabajo, pero en el momento en que vi a mi bebé, mi
corazón ya no estaba en él. Manteniéndolo en la familia, Rob asumió el
cargo de director ejecutivo y poco después nos consiguió un acuerdo de
ocho cifras con la cadena hotelera más grande de América del Norte para
suministrar exclusivamente a los cinco mil hoteles con ropa de cama de
marca privada. Pasamos esa noche celebrando en una suite del ático en
Las Vegas con una botella de Dom y Bollinger.
Sin embargo, a menos que Jessica hubiera omitido algunos detalles
muy importantes sobre esta celebración que íbamos a tener para Eason,
no estaba segura de que Dom y Bollinger fueran necesarios.
Asumí que Eason compartió mis pensamientos cuando casi se
atraganta con la lengua.
—¿Estás loco? 21
Mi esposo negó con la cabeza.
—Mi mejor amigo es un genio musical que ha decidido honrar a los
artistas más importantes del mundo con sus canciones antes de escribir
más y dominar toda la industria como solista. No pasé un verano contigo
en una camioneta Ford Aerostar de mil novecientos noventa y dos,
dándome dos duchas a la semana, combinadas, para celebrar tus futuros
éxitos con champán de mierda. Fin de la discusión. —Con eso, palmeó a
Eason en el hombro y llevó a Luna por la puerta trasera hacia Evelyn.
—Jesús. —Eason respiró, pellizcando el puente de su nariz—. Como
si quitarles champán no fuera lo suficientemente malo, ahora tengo que
agregar medio millón de dólares de champán a mi deuda infinita.
Le ofrecí una sonrisa tensa.
—No es tan caro, pero si te encuentras como el artista más grande
de la historia moderna como él espera que seas, estaremos encantados de
aceptar medio millón de dólares como reembolso.
Resopló.
—No aguantaría la respiración.
No lo hacía, pero si Rob tenía ese tipo de fe en él, lo menos que podía
hacer era caminar hasta la bodega y traer el champán.

22
3
Eason
Estaba echando las últimas patatas fritas en un bol justo cuando
sonó el timbre.
—¿Jess?
—Sí, lo tengo.
Limpiándome las manos en una toalla al lado del fregadero,
inspeccioné mi obra. Papas fritas con salsa casera y un poco de queso al
azar que la señora del supermercado había prometido que estaría delicioso
junto con un plato de galletas saladas elegantes, cada una luciendo tan
apetecible como un pedazo de cartón. No era perfecto. En total, había
costado menos de veinte dólares. Pero se veía bien y eso fue más que
suficiente para apaciguar a mi esposa.
—¿Cómo va? —Quiso saber Rob, entrando con una botella de vino,
como si el champán no hubiera sido lo suficientemente malo.
23
—¿Qué es eso?
—Un regalo para nuestros anfitriones.
Lo nivelé con una mirada.
—¿En serio?
Riendo, sacudió la cabeza.
—No me des una mierda. Bree insistió. Además, un poco de vino
extra nunca hace daño a nadie. —Arqueó una ceja y miró fijamente a las
damas que ya estaban acurrucadas alrededor de la mesa del sofá que
había convertido en una barra improvisada.
Jessica lucía una enorme sonrisa, así que dejé de estar molesto por
la generosidad gratuita de mi mejor amigo, agarré la botella y la puse en el
refrigerador.
—¿Puedo traerte un whisky escocés?
Él arqueó una ceja oscura.
—¿Esperas que juegue Pictionary esta noche?
Me reí y me dirigí hacia la barra.
—Claro. Lo haré doble.
Juntos, caminamos hacia las damas, donde fui a abrazar a Bree.
—Mucho tiempo sin verte. —Como de costumbre, su abrazo fue
breve y rígido, pero hacía tiempo que había dejado de leerlo—. ¿Cómo
estaban los niños cuando te fuiste?
Rob tosió.
—No. —Otra tos—. Mencionar. —Se aclaró la garganta—. A los
niños. —Le sonrió a su esposa—. ¿Champán o vino, cariño?
Bree puso los ojos en blanco.
—Estoy bien. Deja de hacer un gran alboroto al respecto.
—Por supuesto que lo estás, mi amor —canturreó Rob,
disparándome un guiño—. ¿Champán?
Después del estallido de un corcho que costó más que mi hipoteca y
un rápido brindis por mí con algunas tonterías sobre nuevos comienzos y
un futuro brillante, migramos en diferentes direcciones. Jessica llevó a
Bree a la habitación de Luna para mostrarle las nuevas cartas que
colgamos sobre su cuna mientras Rob y yo deambulamos por mi fortaleza
24
de soledad que compartía con el auto de Jessica: el garaje.
Mucho antes de que se pusiera trajes de Dolce & Gabbana y
empezara a conducir un Porsche, Rob y yo habíamos crecido juntos,
jugando al baloncesto en el parque mientras nuestros padres trabajaban
hasta tarde para mantener la comida en la mesa. Se burló de mí cuando
encontré un teclado viejo en una venta de garaje y pasé horas aprendiendo
a tocarlo en la secundaria. También me dio un infierno cuando comencé a
cantar y escribir mi propia música. Pero una vez que comencé a actuar en
la universidad, se convirtió en mi mayor admirador.
El verano después de nuestro segundo año en la Universidad de
Georgia, Rob tomó prestada la decrépita minivan del 92 de su abuela y
reservó mi primera gira. De acuerdo, la llamada “gira” consistió en quince
noches de micrófono abierto por todo el estado, muchas de las cuales
tenían a Rob y al cantinero como las únicas caras de la audiencia, pero
maldita sea, ese fue el verano en el que realmente descubrí lo que quería
hacer el resto de mi vida.
No mucho después, dejé la universidad y me lancé a escribir y tocar
en cualquier lugar que me aceptara y nació mi álbum Solstice en el '92.
Rob siempre había creído en mí, incluso cuando estaba a punto de
tirar la toalla. Lo cuál fue exactamente la razón por la que esquivé la
verdad cuando terminó de quejarse de un chico nuevo que había
contratado en Prism y preguntó:
—Así que, ¿cómo te sientes realmente acerca de vender las
canciones?
Evitando el contacto visual, agité el whisky escocés en mi vaso.
—Es bueno para la familia.
—¿Y qué hay de lo que es bueno para ti?
Me encogí de hombros.
—Ha habido mucho de lo que es bueno para mí en los últimos años.
Ya no es mi turno.
Sus labios se afinaron, sin duda un discurso motivador en la punta
de su lengua. Aunque no estaba de humor. Se suponía que esta sería una
noche de diversión y libertad. Unas horas de risas para distraernos a todos
del mundo real.
O, en mi caso, ahogarlos en una botella.
—Vamos a buscar a las damas. Jess y yo tenemos que ganar un
juego de Pictionary.
25
Soltó una carcajada, leyendo claramente mi escape. Pero Rob siendo
Rob, no me llamó la atención.
Al igual que en el juego de la vida, Jessica y yo perdimos la primera
ronda. Tenía una fuerte sospecha de que Bree estaba haciendo trampa o
se había convertido en telépata. No había forma de que adivinara recoger
manzanas de Rob dibujando un maldito árbol que honestamente se
parecía más a un arbusto, sin una sola fruta a la vista. Fue una buena
charla basura a la antigua y subió la apuesta para la segunda ronda, así
que lo dejé pasar.
—Caminar. Flotar. ¡Hacer magia! —exclamó Jessica.
—No. Esto. —Apuñalé el marcador en la figura de palo muy
hábilmente dibujada saltando la cuerda.
Bree soltó una risita desde el sofá cuando mi esposa desafió a
Pictionary levantó las manos en el aire.
—¡No lo sé! Dibuja otra cosa.
Agarrando el brazo de Jessica, la arrastré más cerca de la tabla
como si los tres pasos entre nosotros distorsionaran su visión de alguna
manera.
—Esto. Esta cosa. —Señalé la cuerda para saltar.
—¡Sin hablar! —reprendió Rob, sosteniendo el diminuto reloj de
arena en su rostro, ya sonriendo en victoria, esperando que cayera el
último grano.
Ignorándolo, aclaré la frustración de mi voz.
—Nena, dulzura, cariño, mira el…
Eso fue todo lo que saqué antes de que el tiempo expirara para
nosotros.
Con un estruendo ensordecedor, toda la casa explotó.
No recordaba haberme caído, pero en el siguiente parpadeo, estaba
en el suelo, cubierto de escombros. Mis oídos zumbaban y mi visión se
nublaba mientras luchaba por orientarme, pero nada tenía sentido.
Mientras rodaba sobre mi espalda, el techo estaba abierto de par en par, el
aislamiento y los cables colgaban, las llamas cubrían las vigas de soporte
como un relámpago cruzando el cielo.
»Mierda. —Respiré, agarrándome la cabeza como si pudiera
ralentizar manualmente mis pensamientos—. Jess. —Tosí el humo
26
abrasador bajando por mi garganta—. Jessica. —De repente, un solo
pensamiento aterrador atravesó mi cerebro nublado—. ¡Luna! —Me senté
muy erguido.
No, espera.
Sacudí la cabeza, los recuerdos inundaron mi subconsciente. Luna
no estaba allí. Ella estaba en... Joder.
—¡Rob! ¡Bree!
Estaba inquietantemente silencioso.
Sin llantos.
Sin gritos.
Sin súplicas de ayuda.
Y en ese segundo, podría haber sido el sonido más aterrador de
todos.
La desesperación chocó con una oleada de adrenalina en mis venas.
Con un gemido forzado, logré ponerme de pie. El calor me lamió la cara
mientras me tambaleaba para recuperar el equilibrio entre los escombros.
De alguna manera, estaba simultáneamente oscuro y, sin embargo,
cegadoramente brillante. En las sombras de las llamas danzantes, divisé el
espacio vacío donde una vez había estado el sofá en el que Bree y Rob
estaban sentados.
Se ha ido.
Todo se había ido.
»¡Jessica! —Rugí hacia la nada. Ella había estado de pie justo en
frente de mí. No podía haber caído muy lejos. El pánico me envolvió y bajé
las rodillas, cavando frenéticamente entre los escombros. La sangre brotó
de mis manos como pedazos rotos de solo Dios sabe qué cortaron mi piel.
Tenía que encontrarla y sacarla de allí, luego volver y encontrar a
Rob y Bree, y de alguna manera sacarlos también.
En los primeros segundos, todo parecía posible. Todavía no podía
entender lo que había sucedido. Era malo, pero perder a las personas que
amaba no parecía un resultado realista. Aunque, a medida que crecía el
fuego, también lo hacían mis miedos.
El humo invadió mi visión hasta que estuve buscando a ciegas,
golpeando furiosamente el suelo donde pensé que podría haber estado.
Donde recé que ella podría haber estado.
27
Donde realmente necesitaba que estuviera.
Una ola de alivio me golpeó como un tsunami, casi derribándome,
cuando finalmente sentí su mano.
»¡Jessica! —Me atraganté, tosiendo y con arcadas.
No tenía ni idea de si estaba herida o respirando, pero la encontré.
Ahora, tenía que sacarla de ahí. Con un movimiento fluido, la alcé en mis
brazos y me dirigí hacia la puerta, forjando un camino solo de memoria a
través de las piezas de un hogar que ya no existía.
Casi habíamos llegado a la puerta principal cuando tropecé con algo
y casi la dejo caer. Solo la pura determinación me mantuvo en pie.
Un paso más, un segundo después, un movimiento en falso y la
habría perdido por completo. Su cuerpo estaba escondido debajo de una
pila de muebles rotos, pero su cabello oscuro caía en cascada sobre el
suelo sucio.
Oh Dios. Bree.
Me congelé por un segundo, haciendo malabarismos con Jessica en
mis brazos mientras intentaba agacharme para agarrar a Bree también.
Con un metro ochenta y ocho, era un tipo grande, pero una mujer sin vida
era lo suficientemente difícil de llevar a ciegas desde una casa en llamas y
mucho menos dos. El pánico gritó dentro de mí. El humo se hacía más
denso por segundos. Cuanto más lo intentaba y más tiempo nos
quedábamos, más peligroso se volvía para todos nosotros.
Todo cambió en el siguiente segundo.
Mi vida.
La vida de Jessica.
La vida de Bree.
La vida de Rob.
La vida de Luna.
Las vidas de Asher y Madison.
Una decisión en medio de lo inimaginable y el mundo tal como lo
conocíamos cambió irrevocablemente.
Todo se redujo a una sola decisión.
»Volveré enseguida. —Me atraganté.
Usando mi brazo para taparme la cara, continué hacia la puerta. La
28
perilla quemó mi palma cuando la abrí, pero el dolor ni siquiera se registró
a través de la adrenalina. El sonido de mis pies resonando por el camino
de entrada hacía eco en mis oídos mientras el fuego crepitaba detrás de
mí. Nuestro vecino más cercano estaba a más de media kilómetro de
distancia, pero no había forma de que no hubieran escuchado la explosión.
El departamento de bomberos estaría allí pronto.
Sacaría a Bree. Encontrarían a Rob. Todos estarían bien.
—Eason —graznó en mis brazos.
Mis pies aún se movían mientras corría, pero el tiempo se detuvo
cuando su voz impregnó mis sentidos.
No.
No era posible.
Estaba cubierta de hollín, y mis ojos estaban cubiertos de ceniza y lo
que luego supe que era sangre, pero aún podía distinguir las grandes
flores en su amarillo…
—Oh no. Es mi vestido que le presté a Jessica y la semana pasada
tuve que hacer todo lo de Misión Imposible de Tom Cruise para recuperarlo.
Oh, Dios.
Seguí corriendo hasta que el viento cambió de dirección, despejando
el humo. Con el corazón en la garganta, recé para que mis oídos todavía
zumbantes me hubieran engañado. Luego la bajé y usé el interior de mi
camisa para limpiarme la cara.
»Eason —repitió.
Pero una vez más, ella no era mi esposa.
—Oh, Dios. —Respiré, viendo cómo se levantaba con piernas
inestables. Las lágrimas tallaron cauces gemelos a través de la ceniza en
sus mejillas.
—¿Qué pasó? —interrogó Bree, sus ojos verdes enfocados en el
infierno ardiente detrás de mí.
La culpa acre me devoraba.
—Yo…
Salvé a la mujer equivocada. 29
Dejé a la madre de mi hija en un edificio en llamas.
Mi última promesa incumplida a la mujer a la que le había prometido
para siempre fue “volveré enseguida".
La bilis subió por mi garganta.
—No lo sé.
Miré hacia la casa, el calor del fuego crepitante me abrasaba incluso
desde varios metros de distancia. Un dolor abrumador me golpeó cuando
me di cuenta de que no había forma de que pudiera regresar a través de
esas llamas.
Oh, Dios. Jessica.
En medio de la tragedia, son extrañas las cosas que se graban en tus
recuerdos. Años después, no sabría decirte cuánto tardaron los camiones
de bomberos en llegar. Qué hora era ni qué llevaba puesto. Pero nunca
podría olvidar la absoluta devastación en el rostro de Bree cuando se dio
cuenta de que éramos los únicos parados afuera de la casa en llamas.
—¿Dónde está Rob? —interrogó con voz áspera, su voz sonaba como
si hubiera viajado a través de un kilómetros de grava antes de salir de su
garganta—. Y Jessica. ¿Dónde están? —Dio un paso urgente hacia mí.
—Lo intenté… —Me doblé en un ataque de tos. Probablemente fue lo
mejor. No había manera de que pudiera haber terminado ese pensamiento.
Agarrando la parte delantera de mi camisa, me empujó hacia atrás y
me sacudió con fuerza.
—¿Están ahí?
—¡No lo sé! —exclamé, el miedo y el fracaso mezclándose en una
emoción que aplasta el alma.
Hubo una pausa. Ninguno respiró. Intentamos desesperadamente
racionalizar nuestra salida. Estaba inconsciente cuando la encontré. Ella
no había visto el interior de esa casa.
La destrucción.
La carnicería
El infierno del que ambos habíamos escapado por poco.
No. Bree no había experimentado nada de eso.
Y se notaba, porque todavía tenía esperanza.
—¡Rob! —gritó, pasando como una flecha a mi lado. Resbaló en la
hierba y cayó, el calor brutal como un campo de fuerza la detuvo en seco—
30
. ¡Ayúdame! —me pidió, renunciando a estar de pie por completo. Comenzó
a gatear un centímetro a la vez—. Eason, ayúdame. Tenemos que sacarlos.
Me tomó cada gramo de fuerza que me quedaba para engancharla
alrededor de las caderas.
—Bree, detente.
Me tiró de los brazos, pateando y agitándose.
—¡Déjame ir! Tengo que sacarlos. —Su voz resonó en los árboles,
cada reverberación me cortó hasta el centro.
—¡No puedes entrar ahí! —mascullé—. No lo lograrás.
—Entonces ve tú. —Su pecho temblaba con exhalaciones rotas—. Tú
hiciste esto. Hiciste todo esto. Ahora entra allí, busca a mi esposo y
arréglalo.
Estaba en estado de shock, sin nada más que adrenalina. No podía
sentir las quemaduras de tercer grado en mis manos o la herida de quince
centímetros en mi cabeza, pero su golpe verbal me golpeó como un nocaut
técnico.
—¿Qué?
—¡Búscalo! —exigió, su rostro vibrando con un dolor tan visceral que
sacudió mis huesos. Su ira estalló en sollozos, pero sus palabras no fueron
menos venenosas—. Lo dejaste ahí. Tienes que ir a buscarlo. Él nunca te
habría hecho eso.
Respiré hondo, desesperado por el oxígeno que parecía que no podía
absorber. Mi mente daba vueltas en un millón de direcciones diferentes,
una carrera frenética de mis neuronas para dar sentido al mundo en
llamas a mí alrededor.
—No hice esto —jadeé, mirando por encima del hombro al imponente
infierno, el peso de la gravedad de repente más de lo que podía soportar—.
Apenas te saqué. Pensé que eras Jessica. Iba a volver por…
Eso fue todo lo que saqué antes de que nuestras vidas enteras
explotaran de nuevo.
Tal vez ella tenía razón y de alguna manera eso fue mi culpa.
Tal vez les había fallado a ambos.
Pero cuando cegadoras llamas anaranjadas y rojas se dispararon
hacia el cielo, solo quedaba una persona a la que podía salvar.
—¡No! —exclamó cuando me lancé encima de ella, inmovilizándola
31
contra la tierra. Ardientes fragmentos de mi vida llovieron sobre nosotros,
cada uno se sentía como una cuchilla oxidada que cortaba el corazón de
mi pecho.
Luchó debajo de mí, mordiéndome y arañándome.
Gritó su nombre y maldijo el mío.
Mientras las sirenas aullaban en la distancia, tenía aire en los
pulmones y un latido en el pecho.
Y a pesar de todo, no importa cuánto oré, ella nunca se convirtió
mágicamente en Jessica.
4
Bree
Entumecida, sola y completamente perdida, miré a su lado de la
cama. Con las manos debajo de la almohada, incliné las piernas hasta
donde hace solo tres días habría dejado escapar un siseo juguetón cuando
mis pies fríos tocaran sus pantorrillas. Me habría agarrado de la cadera y
arrastrado hacia él con un gruñido:
—Ven aquí, mujer.
Y entonces me habría abrazado.
Hablado conmigo
Envejeció conmigo.
—Vuelve —susurré, cerrando los ojos con fuerza, desesperada por
sentirlo de nuevo. Todavía podía oler su aroma característico de limón
fresco y madera de cedro en las sábanas. Su ropa sucia seguía en el cesto.
32
Una bolsa de su tintorería había sido entregada desde que tomó su último
aliento. Sin embargo, mi esposo, el padre de mis hijos, mi Rob. Se había
ido.
»Por favor, vuelve. —Me atraganté con la tristeza ineludible que
había definido todas mis horas de vigilia desde el incendio.
Va a estar bien. Escuché su voz en mi cabeza. Tú y los niños. Vas a
estar bien. Seamos honestos, siempre fuiste el motor de cuatrocientos
caballos detrás de esta familia. Yo solo era el adorno del capó.
Un sollozo burbujeó en mi garganta. Era algo que diría Rob. Juro
que el hombre podría haber convencido a un charco de lodo de que era un
océano. Tenía una forma de ser tan tranquila y racional que calmaba mis
inseguridades y me dejaba con una sonrisa en el proceso.
Dios, necesitaba una sonrisa.
Pero sobre todo, lo necesitaba a él.
»¿Cómo? —rogué—. ¿Cómo se supone que voy a hacer esto sin ti?
Ahí era donde siempre terminaban nuestras conversaciones
imaginarias. El fantasma en mi cabeza nunca tenia respuestas. No podía
entender cómo terminé en esta situación en primer lugar y mucho menos
cómo continuar después.
Todo inmediatamente antes y después de despertarme en los brazos
de Eason estaba manchado. Recordé el pánico y la confusión. La ira y el
resentimiento. La frustración absoluta de que el mundo seguía girando y
todo lo que podía hacer era aguantar. Pero nunca olvidaré el dolor
estremecedor cuando un oficial de policía se paró en mi habitación del
hospital, informándome que los cuerpos de Rob y Jessica habían sido
recuperados o al menos lo que quedaba de ellos. Me había hecho una
docena de preguntas. Les respondí lo mejor que pude, pero ya nada se
sentía real.
No el vacío en mi pecho.
Ni el dolor irregular en mi alma.
Ni siquiera la devastación absoluta que se arremolinaba en mi
estómago.
Rob se había ido.
Jessica se había ido.
Y la gente esperaba que siguiera adelante sin ellos. 33
Pasé dos días en el hospital, llorando hasta quedar en un estado de
nada.
Los médicos me diagnosticaron una conmoción cerebral. Me dieron
oxígeno para mis pulmones, antibióticos para prevenir infecciones en las
quemaduras de brazos y piernas, y hasta un sedante para ayudarme a
dormir.
Nada alivió el dolor.
Nada lo haría nunca.
Fue un accidente. Mientras los cuatro nos habíamos sentado arriba,
riendo y bebiendo vino, una tubería defectuosa había llenado el sótano con
suficiente gas para destruir toda la casa. La segunda explosión fue del
auto de Jessica que se incendió en el garaje. Según el bien intencionado
pero completamente sordo inspector de bomberos, habíamos tenido suerte
de sobrevivir.
No me sentí afortunada. Aunque tal vez Eason sí.
Eason.
Jesús... Eason.
Nos habían llevado en ambulancias diferentes a hospitales
separados y no habíamos hablado desde entonces.
No había un libro de reglas sobre el comportamiento en medio de
una tragedia catastrófica. La desesperación no viene con la cortesía o la
amabilidad. Pero no debería haber venido con tanta culpa.
Sin embargo, incluso mientras yacía en esa cama, había una parte
conflictiva de mí que quería enfurecerse con el mundo por lo que me había
quitado. Gran parte de la ira estaba dirigida a Eason.
Siempre era el perdedor en mis pequeños juegos de “qué pasaría si”.
¿Y si no hubiéramos estado allí esa noche?
¿Y si él no hubiera estado tratando de volver a estar en buenos
términos con Jessica?
¿Y si él no hubiera comprado esa casa en primer lugar?
De todas las personas, ¿por qué tuvo que sobrevivir?
¿Por qué no fue Rob?
¿Por qué no fue Jessica?
¿Por qué...Eason? 34
Aun así, me había salvado la vida. Incluso a través de mi angustia,
sabía que debería haber estado de rodillas, agradeciéndole. Mis hijos
todavía tenían a su mamá gracias a él. Aún tenía la oportunidad de verlos
crecer: graduaciones, bodas, nietos.
Gracias a Eason, todavía tenía un futuro.
Aunque estar atrapada en una espiral de dolor no me dio muchas
oportunidades para concentrarme en el lado positivo.
Nuestra vecina Evelyn, la mujer increíble que era, se había tomado
unos días libres para quedarse con los tres niños mientras Eason y yo
estábamos en el hospital. Ninguno de nosotros tenía mucho apoyo
familiar. Mis padres habían muerto hacía años y la madre de Rob era una
anciana con demencia. Eason no tenía a nadie. Había crecido sin padre y
su madre había muerto de cáncer de mama unos años atrás. La familia de
Jessica era más que inútil. Sin duda aparecerían en el funeral, llorando
dramáticamente sobre su ataúd, pero se irían de nuevo antes de que ella
pudiera descansar.
Nunca había sido un problema. Éramos la familia. Jessica, Eason,
Rob y yo.
Y luego había dos.
Como si lo hubieran invocado de mis pensamientos, sonó el timbre y
se me hizo un nudo en el estómago.
Llegué a casa del hospital el día anterior y después de que le conté a
Asher sobre su padre y tuve un ataque de nervios en mi habitación, Evelyn
insistió en quedarse una noche más. La mujer era increíble. No sabía qué
habría hecho sin ella.
Durante un desayuno sombrío en el que Asher se sentó en mi
regazo, empujando distraídamente la comida en el plato y Luna y Madison
se sentaron en sillas altas jugando al tira y afloja con un vasito, Evelyn
nos informó que Eason había sido dado de alta del hospital. Ella sonrió y
le hizo cosquillas en el estómago a Luna, diciendo algo sobre lo
emocionado que estaba por venir a buscar a su bebé.
Y así fue como terminé arriba, acostada en la cama, teniendo una
conversación con mi difunto esposo en lugar de clasificar la miríada de
emociones en conflicto que acompañaban la idea de ver a Eason.
El timbre volvió a sonar.
—Mierda. —Suspiré, rodando fuera de la cama, una asombrosa
combinación de culpa y pánico chocando en mi pecho. 35
El duelo era una emoción compleja. Mi cerebro me decía que
simplemente era Eason. El mejor amigo de Rob. El marido de Jessica. Pasé
innumerables Navidades, cumpleaños y vacaciones de verano con el tipo.
Pero las partes oscuras y amargas dentro de mi corazón destrozado
insistían en que él era el hombre que había sobrevivido mientras los
fragmentos carbonizados que quedaban de mi esposo y mi mejor amiga
yacían en una funeraria al otro lado de la ciudad. Sí, me había salvado la
vida, pero al hacerlo, los había sentenciado a ambos a muerte.
No era justo y no estaba bien. Pero no te preocupes, yo también me
odiaba por sobrevivir.
Sé amable, escuché a Rob decir en mi cabeza mientras bajaba las
escaleras.
»Siempre soy amable —comenté, plenamente consciente de que era
tanto una mentira como algo innecesario. No me quedaba nadie a quien
convencer.
Tomándome mi tiempo para enmascarar mis emociones, caminé
lentamente hacia la puerta. Asumí que Evelyn ya lo había dejado entrar
cuando escuché su voz profunda y áspera en la entrada.
—Hola, bebé —susurró—. Dios, papá te extrañó. —Su voz se quebró
al final, y por mucho que no quisiera, también se quebró mi corazón.
Eason se aferró a su hija, los hombros temblando, su mano vendada
ahuecando la parte posterior de su cabeza. Pero tan pronto como mis pies
tocaron el último escalón, sus ojos hundidos y enrojecidos saltaron hacia
los míos.
Me congelé, incapaz de respirar bajo el peso de su mirada. Nunca
había sido testigo de una desolación tan cruda. Ni siquiera cuando me
miraba en el espejo.
Círculos oscuros colgaban debajo de sus ojos, que apenas eran
sostenidos por sus mejillas hundidas. Yo tampoco había estado comiendo,
pero parecía que Eason había perdido mucho peso. Si no hubiera sabido
que era él, habría tenido que mirarlo dos veces. Su cabello rubio arena,
que generalmente estaba desordenado en la parte superior, había sido
afeitado, y una larga línea de puntadas comenzaba sobre su ceja,
desapareciendo en algún lugar de la parte superior de su cráneo. La
manga de tatuajes coloridos en su brazo izquierdo estaba cubierta de
vendajes, pero las costras y quemaduras eran prominentes en su cuello y
rostro.
Eason siempre había sido más grande que la vida. Pero mientras
36
estaba de pie en mi vestíbulo, sosteniendo a su hija, todo su cuerpo se
hundió como si fuera demasiado para que su esqueleto lo sostuviera.
—Hola —saludó con voz áspera.
El nudo en mi estómago se retorció dolorosamente.
—Hola.
Nos miramos durante un largo segundo, un millón de palabras
flotando en el aire entre nosotros, pero ambos sabíamos que ninguna de
ellas cambiaría nuestra realidad.
Mi nariz picaba cuando lo vi mover a Luna a su cadera.
Había perdido a su esposa.
Su casa.
Su amigo más cercano.
Todas sus posesiones.
Esa niña en sus brazos era todo lo que le quedaba.
Estaba tan lejos como uno podía estar de la santidad por la que mi
esposo se había burlado de mí, pero dejando de lado el dolor, la amargura
y la devastación, todavía era un humano mirando a otro humano que
estaba perdido en los pozos de la desesperación. No tenía mucho que
ofrecerle en cuanto a apoyo emocional, pero tenía recursos que Eason no.
—¿Qué planeas hacer? —le pregunté, cruzando mis brazos sobre mi
pecho como si el frío estuviera en la habitación y no dentro de mí.
Miró hacia el suelo de baldosas.
—Ah, esa es una buena pregunta. Un tipo con el que solía tocar va a
dejar que nos quedemos en su habitación de invitados por algunas noches.
Necesito ponerme en contacto con la compañía de seguros y ver cuáles son
mis opciones de vivienda, pero aún no he llegado tan lejos.
Afortunadamente, Jessica empacó demasiado para que Luna se quedara
aquí y mi amigo me trajo una bolsa de ropa que recolectó.
Hizo una pausa y respiró entrecortadamente.
»Es como este efecto dominó, ¿sabes? No tengo mi billetera. Lo que
significa que no tengo mi tarjeta de débito. Pero tengo que tener una
identificación para sacar dinero del banco. No es que el efectivo realmente
te haga ningún bien en estos días. Sin una tarjeta de crédito, no puedo
conseguir un teléfono nuevo, que es lo que necesito para que la compañía
de seguros me devuelva la llamada. Mientras tanto, no tengo auto, no 37
tengo forma de conseguir uno y de alguna manera durante todo esto, tengo
que descubrir cómo enterrar a mi esposa.
Dejó escapar un gemido gutural lleno de más agonía que cualquier
grito que pudiera haber producido. Su pecho se agitó cuando levantó la
cabeza, esos desolados ojos marrones una vez más se encontraron con los
míos.
»Mierda, Bree. ¿Cómo es que algo de esto es real?
No podía responder a eso. Una parte de mí seguía esperando que
fuera una pesadilla de la que eventualmente despertaría.
—Evelyn —la llamé, despegándome.
Rápidamente dobló la esquina como si no hubiera estado muy lejos,
sabiamente. Buscando su rostro en busca de permiso, saqué a Luna de
sus brazos y luego se la pasé a Evelyn.
—¿Puedes hacerme un favor y llevar a los niños afuera por un rato?
—Por supuesto.
—Eso no es necesario —alegó Eason, alcanzando a su hija—. Solo
necesito conseguir sus cosas para que podamos salir de aquí. Tengo
mucho que hacer hoy. —Su tono se volvió cada vez más agitado—. No
tengo tiempo para…
Me interpuse entre él y Evelyn.
—Eason, detente.
—No puedo parar. No puedo detener nada de esto —masculló—.
Mira, tengo un amigo esperando en el auto, solo necesito traer sus cosas.
—No irás a ninguna parte —susurré—. Tú y Luna van a quedarse
aquí por un tiempo. En la casa de la piscina. Es lo que Rob hubiera
querido.
—Sí, bueno. Rob está muerto, ¿verdad? Te deja libre allí.
Mi espalda se enderezó. Era un hecho, pero aún así se sentía como
un puñetazo en el estómago.
—No es justo.
—¿Y qué parte de esto es justo?
Con un movimiento de barbilla, le hice señas a Evelyn para que se
fuera y, sin más objeciones por parte de Eason, apresuró a Luna fuera de
la habitación. 38
Nos quedamos en silencio hasta que oí cerrarse la puerta trasera.
—Tienes que respirar hondo y relajarte. Sé que te duele, pero…
—¿Dolor? —Se burló—. Que me arrancaran los brazos sería doloroso
en comparación con la mierda que está sucediendo dentro de mí en este
momento. No puedo cerrar los malditos ojos sin que esas llamas me
consuman de nuevo. No puedo comer ni dormir. —Levantó una mano
temblorosa frente a él—. Simplemente tiemblo todo el tiempo, como si mi
alma estuviera tratando de liberarse de mi cuerpo. Y a veces me gustaría
que lo hiciera, incluso si eso significa que me fuera con ella. Pero luego
está Luna y sé que me necesita, sin embargo ¿cómo miro a esa niña a la
cara sabiendo que dejé morir a su madre?
Tragué saliva.
—No dejaste…
—Basura —siseó—. No te atrevas a pararte ahí y actuar como si no
me culparas por esto. Rob no me habría dejado en esa casa, ¿verdad? ¿No
es eso lo que dijiste? Todo esto fue mi culpa, ¿verdad, Bree? —Dio un largo
paso hacia mí, apretujándome en el vestíbulo que de otro modo estaría
vacío—. Ya lo dijiste una vez. Al ver que no he escuchado ni una maldita
palabra tuya, no creo que tu opinión haya cambiado mucho desde
entonces.
La culpa se hinchó en mi pecho, pero me quedé allí con la boca
cerrada, incapaz de argumentar la verdad.
»Correcto —susurró—. Así que gracias, pero no gracias. Ya me culpo
lo suficiente como para quedarme aquí, sabiendo que tú también me
culpas.
Dio media vuelta y caminó hacia la puerta trasera.
Jesús, ¿qué estaba pasando?
Rob y Jessica habrían odiado que discutiéramos así.
A raíz de la tragedia, es fácil encerrarse en uno mismo. Después de
todo, no puedes imaginar cómo alguien más podría entender
adecuadamente la miseria por la que estás pasando.
Pero Eason lo hacía. Filtramos nuestro dolor a nuestra manera.
Nuestros corazones se abrirían camino a través de las etapas del duelo de
manera diferente. Pero nos guste o no, en cada paso, Eason estaba a mi
lado en ese mismo viaje por el infierno.
Darme cuenta de que no estaba completamente sola en esto alivió la 39
presión en mi pecho de maneras inimaginables.
—Pensaste que yo era Jessica —comenté a su espalda.
Se congeló a medio paso.
»Vi tu cara esa noche. Estabas devastado porque fui yo a quien
sacaste. Y, sinceramente, no te culpo por eso.
—Bree —susurró, dándose la vuelta lentamente, con el rostro pálido
y lleno de vergüenza.
—Está bien que me odies por no ser ella.
—No te odio. Estoy tan malditamente…
—Enojado —terminé por él, una lágrima deslizándose por mi
mejilla—. Amargado. Aterrorizado. Con el corazón roto. Perdido.
Confundido.
Inclinó la cabeza, dolorida comprensión arrugando su frente.
—Sí. Todo eso.
—Yo también. —Un sollozo desgarrador que ya no pude contener
devastó mi cuerpo, pero en el siguiente latido, estaba en sus brazos.
—Lo siento —susurró, sus fuertes brazos envolviéndome—. Lo siento
tanto. Desearía haberlos salvado a todos.
No tenía nada de qué disculparse. Racionalmente, lo sabía. Sin
embargo, llegar a un lugar de aceptación estaría muy lejos. Al igual que él
encontrando una manera de mirarme sin el arrepentimiento de esa noche
devorándolo.
Pero estaba dispuesta a intentarlo si él lo estaba.
—Por favor, quédate aquí con nosotros —pedí contra su pecho—.
Solo hasta que te pongas de pie. Puedes odiarme y yo te odiaré, pero
podemos hacerlo juntos, ¿de acuerdo?
—Sí —retumbó a través de una avalancha de emoción. Me acercó
más, su pecho vibrando con sus propias lágrimas silenciosas—. Puedo
hacer eso.
No dijimos nada más.
Nos quedamos en el vestíbulo, llorando juntos por lo que pareció
una eternidad. Dos personas que lo habían perdido todo encontrando
consuelo en la familiaridad.
Cuando finalmente me soltó, no me sentí mejor. Tener compañía en
el infierno no cambiaba el hecho de que seguías en el infierno. 40
Por otra parte, tampoco me sentí peor. Y eso en sí mismo era un
progreso.
5
Eason
Enterramos a Jessica diez días después del incendio. Podría haber
sido mil días después y no habría estado listo. Su funeral fue pequeño:
apenas asistieron unas cincuenta personas. Algunos miembros de su
familia habían hecho el viaje desde Florida, su padre notoriamente
desaparecido incluso después de que le envié dinero para un boleto de
avión.
A pesar del enorme agujero en mi pecho, hice todo lo posible para
que ese día fuera tan especial como Jessica se merecía. Rosas
anaranjadas, del tipo que había llevado en nuestra boda, cubrían su ataúd
de marfil y un gran memorial de cientos de fotos que había construido
minuciosamente a partir del almacenamiento en la nube de nuestros viejos
teléfonos celulares crearon el telón de fondo para despedirme de mi
esposa. 41
Un sacerdote que no la había conocido habló sobre celebrar su vida
y honrar su memoria.
Bree intentó contar la historia de cómo se conocieron, pero se
derrumbó a la mitad y tuvieron que llevarla de regreso a su asiento.
Toqué “Wild Horses” de Rolling Stone en la guitarra. Se suponía que
había letras, pero todo lo que pude hacer fue encontrar los acordes
correctos.
A pesar de todo, Evelyn se quedó en la esquina, rebotando a mi
quisquillosa hija, que nunca recordaría a su madre.
Abracé a personas que no conocía.
Me encontré con viejos amigos que no había visto en años.
Consolé a los miembros de la familia que Jessica había odiado.
Bree fue lo suficientemente generosa como para abrir su casa para
almorzar después del funeral. Fue un gesto amable y considerado,
especialmente porque el terreno baldío que una vez había sido mi hogar
continuaba acordonado con cinta policial.
Al final del día, mientras me retiraba a la casa de la piscina con
Luna, estaba tan agotado física y emocionalmente que de alguna manera
logré dormir. Lo cual fue increíble, teniendo en cuenta que a primera hora
de la mañana siguiente, tenía que despertarme y hacerlo todo de nuevo.
—¿Papá tiene que usar ropa de trabajo en el cielo?
En cuclillas frente a Asher, dejé de abrocharle la camisa y lo miré a
los ojos.
—¿Qué?
—Trajes y esas cosas. ¿Tiene que usar eso o puede usar ropa de fin
de semana?
Mi garganta se puso espesa.
—Es el cielo. Supongo que tu papá puede usar lo que quiera.
Él medio sonrió.
—Entonces, probablemente usará ropa de fin de semana. Tenía esta
camisa que usaba todo el tiempo con un agujero debajo del brazo. Mamá
la odiaba, así que metía el dedo en el agujero y le decía que fuera a
cambiarse. —Inclinó la cabeza. Todo, desde su cabello castaño oscuro y
lacio hasta sus expresivas cejas, parecía una versión más joven de Rob—.
Me pregunto si se llevó esa camisa con él.
42
Un dolor familiar me desgarró el estómago. Madison y Luna eran
una cosa. Eran demasiado pequeñas para comprender realmente lo que
les había sucedido a Jessica y Rob, pero Asher era un vórtice de
curiosidad. En el lapso de una semana, había pasado de ser un niño
salvaje a un concursante de Jeopardy atrapado en la categoría Después de
la Vida. Sin embargo, no podía culparlo. La muerte era un concepto
abstracto incluso para los adultos, mucho más para un niño de cinco
años.
No sabía cómo lo hacía Bree. Apenas podía hablar con Luna sobre
Jessica y ella generalmente me abofeteaba y hacía burbujas de saliva en la
mayoría de nuestras conversaciones.
—No creo que tenga que llevarse nada con él, amigo. Pero tal vez
puedas quedarte con la camisa. Puedes ponértela cada vez que lo extrañes.
Sus ojos se abrieron cómicamente.
—¿Es eso lo que haces con la ropa de la tía Jessica?
La risa brotó de mi garganta antes de que mi constante estado de
miseria tuviera la oportunidad de reprimirla. Si le hubiera dado un
segundo para asimilarlo realmente, habría sido una bala en mi corazón.
No tenía nada de la ropa de Jessica. Nada a lo que aferrarme en las noches
más oscuras. Nada que transmitirle a Luna. Aparte de las fotos que
recuperé, nada de nuestra vida juntos había sido salvable después del
incendio.
Sin embargo, en ese momento, mientras miraba a un valiente niño
vistiéndose para el funeral de su padre, viví el momento.
—¿Qué? ¿No crees que me vería bien con uno de sus conjuntos?
Se encogió de hombros.
—Realmente no.
—Quiero que sepas que me veo espectacular con un crop top.
—¿Un qué? —Curvó el labio, de nuevo, igual que Rob.
Me puse de pie y palmeé mi estómago.
—Un top corto. Es una camiseta que deja ver tu barriga.
Seguramente has visto mis abdominales.
—No, pero he visto el vello de tu nugget de pollo en el pecho.
Solté una carcajada que juro recorrió todo mi cuerpo.
Bueno, hola, endorfinas. Muy amable de su parte unirse a mí de
43
nuevo.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Bree.
Giré como un niño atrapado con mi mano en el tarro de galletas y la
encontré de pie con un vestido largo y negro, su cabello castaño ondulado
recogido hacia atrás y su maquillaje impecable, esa era su marca personal
de excelencia.
—Oh, hola —saludé con una sonrisa incómoda.
Las cosas con Bree seguían siendo, mmm, a falta de mejores
condiciones, jodidamente raras. La mayoría de las veces me mantenía solo
en la casa de la piscina. Sin embargo, con la comida siendo entregada por
camiones, Bree había hecho una invitación abierta para cenar. De
acuerdo, entonces no era tanto una invitación como una demanda.
—La cena estará lista a las seis. Está allí para que sepa que no te has
vuelto loco y te has emborrachado hasta quedar en coma, dejándome con
tres niños menores de seis años y otro funeral que planear.
Oh, esa mujer tenía un don con las palabras. Y pensar que yo era el
compositor. Por otra parte, sus duras palabras eran solo la forma en que lo
estaba enfrentando y su descarada honestidad era al menos algo normal
en mi caótica existencia.
La primera noche comimos en silencio. Bueno, comer fue un poco
exagerado. Le di a Luna un biberón mientras miraba un plato de pasta que
había traído la secretaria de Rob. Bree se sentó frente a la silla alta de
Madison, alimentándola de un plato intacto.
La segunda noche, lloró en silencio durante la cena, dando vueltas
por la cocina y poniendo todas y cada una de las excusas para evitar la
mirada escrutadora de Asher. Traté de distraerlo con preguntas sobre su
cumpleaños, para el cual faltaban tres meses. Parecía funcionar. Quería
un pastel de Iron Man y una piñata. Ah, y que su padre regresara del cielo
por el día, lo que inmediatamente envió a Bree a su habitación a buscar el
cargador de su teléfono, durante veinte minutos.
Para dos personas que todavía no podían decidir si nos gustábamos
o no, rápidamente nos convertimos en campeones de parejas con los
niños.
Si estaba teniendo un mal día, como, por ejemplo, cuando la mamá
de Jessica me llamó para preguntarme si podía retirar un cheque por la
mitad del seguro de vida de Jessica en el funeral; una póliza que mi esposa
no tenía, e incluso si tuviera, seguro como el infierno que no le estaba
dando una porción a esa mujer; Bree saldría y, sin una palabra, sacaría a
44
Luna de la manta sobre el césped, dejándome maldecir y enojarme en
privado.
Luego, el día que la madre de Rob con Alzheimer llamó buscando a
su hijo y Bree se vio obligada a decirle por quinta vez que él había
fallecido, ella salió a la casa de la piscina, entregó a los niños sin siquiera
pedirlo y luego se fue durante más de una hora. Asher y yo éramos muy
unidos, así que eso fue fácil, pero a Madison no le gustaba tanto el viejo tío
Eason. Afortunadamente, las mini chispas de chocolate arrancadas de
algunas galletas parecían funcionar, siempre y cuando Bree no se
enterara.
Bree le sonrió cálidamente a Asher.
—¿Algo gracioso?
Ash tiró del cuello de su camisa de vestir blanca.
—El tío Eason usa crop tops cuando extraña a la tía Jessica.
Las cejas de Bree se alzaron en su frente mientras me miraba con
sospecha.
Rápidamente lo deseché.
—No. Estábamos bromeando. Fue toda una historia. Había que estar
allí. —Golpeé a Asher con mi cadera, enviándolo tropezando hacia un lado.
Se rio antes de tomar represalias con una patada en mi tobillo. Ignorando
a Karate Kid, miré a Bree—. De todas formas. ¿Estás casi lista para irte?
Ella no había estado sonriendo, pero de alguna manera, su rostro
seguía deprimiéndose cada día más.
—No.
Y así, la angustia volvió a invadirme.
—Yo tampoco.
Respirando hondo, echó los hombros hacia atrás y levantó la
barbilla.
»Pero si no nos vamos pronto, llegaremos tarde.
—Correcto, por supuesto.
—Ponte los calcetines y los zapatos, Ash. Tienes cinco minutos.
—¡Cinco minutos! —se quejó, aunque no tenía idea de por qué. El
niño no tenía concepto del tiempo. Una vez me dijo que odiaba el puré de
patatas porque tardaba una hora en masticarlo.
45
Inclinándome, agarré sus calcetines azul marino del suelo y se los
arrojé antes de seguir a Bree al pasillo.
—No llevas corbata —comentó ella, más como una declaración que
como una pregunta.
Miré mi traje negro y mi camisa blanca con el botón superior abierto.
Mis opciones de ropa se limitaban a lo que había comprado en mi carrera
de dos horas por el centro comercial durante la siesta de la tarde de Luna.
Literalmente, era exactamente lo mismo que había usado para el funeral
de Jessica el día anterior y Bree no había dicho nada sobre una corbata en
ese momento.
—No estaba planeando usarla. ¿Crees que necesito una?
—Depende de ti —masculló.
—Oh, está bien, intentémoslo de nuevo. ¿Quieres que me ponga
corbata?
—No. Solo pensé que, dado que el día de hoy es para Rob, podrías
intentar actuar el papel por una vez.
Parpadeé hacia ella. ¿Qué significaba eso? Definitivamente fue un
insulto, no había duda de eso. Pero cuando fui el padrino de su boda, Rob
no me pidió que usara corbata. ¿Por qué diablos iba a pensar que usaría
uno ahora?
Me pasé los dientes por el labio inferior, intentando y fallando en
esquivar el golpe verbal.
—¿Y qué papel podría ser ese? —pregunté más bruscamente de lo
que pretendía—. Porque, honestamente, si aparezco con corbata por
primera vez en veinte años, existe una gran posibilidad de que Rob se
siente solo para ver si he sufrido un derrame cerebral. —Me arrepentí
antes de que la última sílaba escapara de mis labios. Y no porque fuera
grosero e insensible, que lo era absolutamente. Por el amor de Dios, la
mujer estaba enterrando a su esposo y yo estaba soltando mi actitud.
Pero me odié mucho más cuando las lágrimas brotaron de sus ojos.
—Si eso es todo lo que se necesita para traerlo de vuelta, entonces
tal vez yo también debería usar una maldita corbata. —Giró sobre un pie,
sus tacones resonaron en el suelo de madera mientras se alejaba.
Tenía opciones. Ninguna de los cuales iba a sacarme el pie de la
boca. Además, probablemente ella no quería tener nada que ver con
ninguna. 46
Podría perseguirla y abrazarla. Funcionó cuando me abrazó en
medio de mi crisis nerviosa. Aunque ir al funeral de Rob con la huella de
su palma en mi cara probablemente generaría más preguntas de las que
quería responder.
Podría disculparme, por, oh, centésima vez, porque, claramente, eso
estaba funcionando muy bien para mí.
O, porque yo también era un maldito desastre que tenía el ancho de
banda emocional de un bloque de cemento ese día, podía dejarla irse,
enojada y furiosa.
Aunque solo uno de ellos lograría que Rob no me persiguiera por el
resto de mi vida.
—¡Lo siento! —La llamé, trotando para alcanzarla—. Me pondré una
corbata. Demonios, me pondré tres corbatas. No estoy tratando de ser un
imbécil. Solo dime qué hará que hoy sea más fácil para ti y te juro por Dios
que lo haré.
Se detuvo y se secó las lágrimas, con cuidado de no arruinar su
maquillaje. Esperaba más ira, algunas palabrotas y un sermón sobre Dios
sabe qué. Pero cuando finalmente abrió la boca, fue una súplica que se
derrumbó.
—Entonces ayúdame a encontrar una manera para que no tenga que
ir. —Sus desesperados ojos verdes chocaron con los míos—. No puedo
hacer esto, Eason. Sé que se supone que debo ser fuerte por los niños,
pero no puedo hacer esto. No soy como tú. Estuviste increíble ayer.
Hablando con todos y agradeciéndoles por venir. No estoy construida así.
Él era mi esposo. Si Tommy Sin Nombre, que fue al jardín de infantes con
él y no lo ha visto en treinta años, se me acerca llorando diciendo cuánto
lo va a extrañar, voy a terminar en la cárcel.
—Está bien, no hagamos eso.
Arrastró un gran diamante en forma de lágrima de un lado a otro en
la cadena de su cuello.
—No entiendo por qué tenemos que hacer todo este circo para
empezar. Él lo habría odiado. No me malinterpretes, ayer fue hermoso. A
Jessica le habría encantado la atención, pero Rob no habría tardado ni
cinco minutos antes de escabullirse por la parte de atrás para encontrar el
bar más cercano. Pero ahora, debido a una construcción social de mierda,
tengo que pararme allí sola y escuchar a un sacerdote que nunca conoció
a mi esposo hablar sobre el increíble ser humano que era.
Respiró hondo y, siempre consciente de la proximidad de sus hijos,
47
susurró:
»¡Era! Como en tiempo pasado. ¿Y entonces qué? Fingimos que de
alguna manera me las arreglo para mantener la compostura y no hago algo
loco como llorar demasiado fuerte porque Dios sabe que todos los ojos
estarán puestos en mí. Pero digamos que, hipotéticamente, no les ordeno a
todos que se vayan a la mierda, ¿qué pasa entonces? Cuando termine este
funeral, Rob se habrá ido. Realmente. Pero todavía voy a estar aquí sin
idea de cómo hacer esto sin él. Así que tal vez me convierta en una mala
esposa o simplemente en una mala persona, pero realmente no quiero ir.
—Cuando terminó, estaba jadeando con lágrimas goteando de su barbilla.
—No estarás sola —prometí, sin saber qué más decir.
—Lo sé. Lo sé. También estarás en el funeral. Te lo agradezco. De
verdad. Estoy abrumada. —Sus hombros se hundieron como si hubiera
estado esperando que sacara un poco de sabiduría de la nada para sofocar
mágicamente todas sus ansiedades.
Sin embargo, no tenía nada para dar o seguro que me habría
guardado algo para mí mientras me derrumbaba en la ducha esa mañana.
Las charlas para sentirse bien nunca fueron mi especialidad.
¿Consejo? Por favor, apenas podía cuidar de mi propia vida. Ahora, si
alguien necesitaba una frase ingeniosa, era el indicado. Y si la situación
era lo suficientemente incómoda y alguien no necesitaba una sola línea,
desafortunadamente, también seguía siendo ese tipo.
Fue lo peor que pude decir. Lo supe incluso antes de abrir la boca.
Pero bien o mal, era mejor que no decir nada.
—Oh, me refería a que no estarás sola en la cárcel. Tommy Sin
Nombre es, con mucho, mi menos favorito de todos los amigos de la
guardería de Rob. Si ese tonto se pasa un paso de la raya, tú y yo
compartiremos una celda en la cárcel.
Ella no se rio.
Ni siquiera sonrió.
Sin embargo, me miró como si tuviera dos cabezas, así que lo tomé
como un progreso después de gritarme sobre todo el asunto de la corbata.
—Correcto —murmuró—. Deberíamos irnos para no llegar tarde. —
Se alejó.
Agarré su mano y tiré de ella hacia mí.
—Mira. Soy un suplente de mierda para Rob o Jessica en esta
48
situación. Pero te prometo que hoy estoy aquí para ti. Te sientes abrumada
o que no puedes más, solo di la palabra y conduciré el auto de escape. No
pienses ni por un segundo que te convierte en una mala esposa o una
mala persona. Hagas lo que hagas o no hagas hoy, eso es para ti y tu
corazón. Rob no necesita que sufras por ninguna construcción social para
demostrar cuánto lo amas. Y eso es amor, Bree. Tiempo presente.
Me miró fijamente durante un largo segundo, con las mejillas
húmedas, pero el más mínimo destello de luz golpeó sus brillantes ojos
verdes.
—Gracias —susurró, usando su otra mano para cubrir la mía en su
antebrazo—. Necesitaba escuchar eso.
—Bueno. Luego lo escribiré para uso futuro porque siento que
podría haber alcanzado mi punto máximo.
Negó con la cabeza, la comisura de su boca se elevó casi
imperceptiblemente.
—Probablemente.
—Al menos estamos de acuerdo.
Esa vez, se rio. Era tranquila y triste, pero en los días más oscuros
imaginables, una risa era una risa de cualquier forma que viniera.
El funeral de Rob estuvo muy lejos del pintoresco asunto de Jessica.
El centro de la catedral estaba repleto, solo había espacio para estar de
pie. No me sorprendió. Todos los que alguna vez se habían cruzado en el
camino de Rob lo consideraban un amigo.
Pero nadie lo había conocido como yo.
Nadie le había fallado como yo tampoco.
Con una corbata negra delgada, nunca me separé del lado de Bree.
Se había subestimado mucho a sí misma esa mañana. Fue una estrella de
rock durante el funeral. Entré y redirigí las conversaciones cuando parecía
que ella estaba decayendo, pero en su mayor parte, era el epítome de la
gracia y la fuerza. Incluso jugué algunos juegos furtivos de piedra, papel o
tijera con Asher cuando parecía que necesitaba una distracción. Pero no se
equivoquen al respecto, la culpa agonizante seguía allí, pudriendo el
núcleo mismo de mi existencia de adentro hacia afuera.
Tal como me lo merecía.

49
6
Eason
—Abre —pedí con la catapulta de cuchara colocada frente a mi cara.
Asher soltó una risita, su boca estaba tan abierta que era un milagro
que su mandíbula no se desprendiera.
—¿Estás listo?
—De ar er do ha lo —respondió en un idioma que solo los dentistas
podían entender, pero supuse que quería decir que sí.
Siempre competitivo, abrí las piernas y doblé las rodillas para
centrar el equilibrio. El tiro podía ser decisivo o no, y no había forma de
que yo fuera el eslabón débil.
—De acuerdo. Bueno. Aquí vamos. ¡Uno, dos, tres!
El waffle voló por el aire con una puntería casi perfecta, pero por
supuesto, al igual que los últimos cuatro trozos que le había arrojado,
50
rebotó en su nariz antes de aterrizar en el suelo.
—¡No! —gritó, golpeando con los puños la barra de mármol blanco—
. Estaba tan cerca.
Volví a cortar pequeños bocados de los famosos waffles de batata y
espinacas de Bree. Confía en mí, usaba la palabra famoso a la ligera. Mis
papilas gustativas casi se habían declarado amotinadas la primera vez que
probé uno, pero ella los hacía a granel y los mantenía en el congelador
para que los niños los comieran durante toda la semana. Cuando se
trataba de hacer malabarismos con el desayuno para tres niños, nunca fui
de los que se quejan de lo rápido y fácil.
Durante el último mes, la vida se había movido a la velocidad de la
luz pero también a cámara lenta. Bree y yo todavía éramos zombis
emocionales, haciendo los movimientos por el bien de los niños, no más
cerca de la paz o la aceptación, pero fingir se había vuelto más fácil.
El fuego todavía me perseguía. Obsesionarme con todas las cosas
que podría haber hecho de manera diferente se convirtió en un elemento
básico de mi rutina nocturna. “Si tan solo hubiera…” seguido de un
espacio en blanco con cualquier acto de superhéroe ridículo e imposible
que mi mente hubiera conjurado ese día, así pasaba el tiempo hasta que
mi cerebro finalmente se rendía y me permitía deslizarme en lo que apenas
podría describirse vagamente como sueño.
A veces me enfurecía. En ocasiones caía de rodillas y lloraba. Otras
me limitaba a mirar al vacío, resignándome a una vida perdida en el dolor.
Pero cada mañana, ponía un pie delante del otro por mi hija. Esa
niña, con sus ojos color miel y su cabello ralo, era mi razón de existir.
Empecé la terapia, por Luna.
Tomé diligentemente los antidepresivos que mi médico me recetó,
por Luna.
Y actualmente estaba leyendo mi segundo libro de paternidad para
viudos, por Luna.
La gente me decía que me cuidara, y supuse que en cierto modo lo
hacía, pero solo porque Jessica hubiera querido que nuestra hija tuviera lo
mejor de la vida. Desafortunadamente, dudaba que Jessica, dondequiera
que se encontrara, estuviera de acuerdo en que lo “mejor” era yo.
Pero lo intentaría de todos modos. 51
No creía mucho en el viejo adagio de que todo sucede por una razón.
Nunca sería capaz de aceptar que Jessica y Rob nos fueran arrebatados a
propósito. Pero tampoco podrías convencerme de que no era un milagro
que Luna no hubiera estado en la casa esa noche. Ya sea por costumbre o
por las circunstancias, Jessica y yo no salíamos mucho. Y desde el día que
llegó a casa del hospital, Luna nunca había dormido en otro lugar que no
fuera su cuna. En su habitación. En su casa.
Hasta esa noche. Esa noche trágica y horrible.
Entonces, sí, todavía estaba luchando por respirar la mayoría de los
días, pero por la noche, cuando me dormía mirando a mi hija en una cuna
portátil al lado de mi cama, tenía una razón para despertarme. Me aferré a
eso incluso en mis horas más oscuras.
Y créeme, había muchas de esas.
—Una vez más —rogó Asher desde su taburete en la barra—. Puedo
atraparlo esta vez, lo sé.
Sonriendo, puse el waffle cortado en cubitos en la bandeja de la silla
alta de Madison y miré a Luna mientras jugaba en el platillo de
actividades.
—¿Qué opinas? ¿Debería hacerlo de nuevo, Lunes?
—Por favor, Luna. ¡Di que sí, di que sí! —gritó Asher.
Mi hija rebotó dos veces antes de lanzarme una sonrisa gomosa y
babosa.
—Está bien, amigo. ¡Eso suena como un sí para mí! —Corté la
esquina del waffle verde vómito—. Abran sus helicópteros. Entrando, diez,
nueve, ocho…
—Absolutamente no —intervino Bree, caminando hacia la cocina,
con una taza de café vacía en la mano y el agotamiento en su rostro.
—¡Maaaaa! —se quejó Asher.
Ella presionó un beso en la parte superior de la cabeza de Madison
antes de pasar a su hijo.
—Lo sé. La peor madre del mundo. —Hizo una pausa y su mirada se
fijó en la mía—. ¿Eso es jarabe?
¡Mierda!
—¿Qué? ¿Dónde? —Agarré el plato de Asher y rápidamente lo lancé
al fregadero. 52
—¡Oye! Todavía estaba comiendo eso.
Evitando estratégicamente los rayos láser disparados desde los ojos
de Bree, le di al plato la vieja rutina de enjuagar y fregar antes de
esconderlo en el lavavajillas.
—No, amigo. Ese era mi plato, no el tuyo. Tú sabes. Con miel
totalmente natural. No hay jarabe en esta casa. —No tan furtivamente
deslicé la botella de Hungry Jack detrás de un bote.
—No, eh. Lo vertiste en mi plato y dijiste: Aquí, Ash, hagamos esto
comestible. Solo no le cuentes a tu… —Cerró la boca tan rápido que pude
escuchar sus dientes chocar—. Ups.
Los labios de Bree formaron una línea delgada.
—Cuando esté rebotando en las paredes y jugando al avión desde lo
alto de las escaleras más tarde, me aseguraré de enviarlo a la casa de la
piscina.
—Bastante justo —murmuré tímidamente.
Sacudiendo la cabeza, lo ayudó a levantarse del taburete.
—Ve a cepillarte los dientes. Como seis veces. Y luego, no vuelvas a
comer nada de lo que el tío Eason te haya dado de comer.
Sabio como el búho, no discutió mientras subía corriendo las
escaleras.
Tan pronto como desapareció, los hombros de Bree se hundieron y
se sentó en su taburete.
—Golpéame, cantinero.
Coloqué los últimos dos waffles en un plato y los deslicé hacia ella.
—¿Cómo fue tu llamada con Prism?
—Como si tuviera que servirme una gran copa de vino tinto a las
ocho de la mañana. —Usando el reposapiés del taburete, se puso de pie y
se inclinó sobre la barra, agarrando la botella no tan escondida de jarabe.
Luego comenzó a ahogar sus waffles.
—Aficionada. La bebida matutina está dominada por el vodka, el
whisky irlandés o… —Me detuve y bajé la cabeza antes de dejar que la
palabra champán saliera de mi boca. Dudaba que ninguno de nosotros
volviera a tocar esas cosas—. Entonces, Prism… —La animé a continuar.
—Es un desastre. Como un auténtico desastre de grado A por allí. —
Se zambulló en su desayuno, un pequeño gemido escapó con el primer
bocado del jarabe prohibido—. Esto es mejor que el vino.
53
—¿Por qué? ¿Qué está sucediendo?
—Bien, veamos. —Se comió otro tenedor lleno de desayuno y luego
habló de la forma Bree menos remilgada y correcta posible—. Por alguna
estúpida razón, Prism contrató a un nuevo fabricante hace unos meses. La
tela no solo falló nuestras inspecciones de calidad, sino que enviaron la
mitad de nuestro pedido. Mientras tanto, los hoteles nos están pisando el
cuello por productos que ya han pagado, y no tenemos nada para
enviarles. Ah, excepto fundas de almohada. Parece que tenemos dos
almacenes completos de esas y ni un solo comprador las solicita.
Aparentemente hay un tipo de mantenimiento, un tipo llamado Barton,
que no ha aparecido en un mes o ha sido despedido oficialmente. Así que
supongo que les estoy pagando a los empleados para que se queden en
casa. Ah, y la mejor parte es que pasé toda la semana comunicándome con
todas las conexiones que había tenido y no pude conseguir que nadie me
devolviera la llamada. Y en un giro bastante interesante de los
acontecimientos, Recursos Humanos me llamó hoy para decirme que ya no
estaría cubierta por el seguro médico de Rob porque ya no está empleado
en Prism, como si yo misma no fuera la dueña de toda la maldita
compañía.
Me dirigí a la cafetera. Estaba en la taza número tres del día, pero
Bree tenía una estricta rutina matutina. Carrera de cinco kilómetros, yoga,
batido de proteínas, y solo entonces se permitía casi un cuarto de litro de
café en porciones perfectas, nada menos que negro. Sin embargo, dado
que estaba bebiendo jarabe como si estuviera bebiendo directamente del
río de chocolate de Willy Wonka, supuse que haríamos excepciones esa
mañana. Llené su taza y ella no dudó antes de llevársela a los labios.
—¿Que significa todo eso? —pregunté.
—Significa que tengo que ir a la oficina y ver si puedo averiguar qué
diablos estaba pensando Rob. ¿Sabías que redujo el tamaño de la división
de edredones hasta el punto de que literalmente podía volver a coserlos en
mi dormitorio y obtener más ganancias?
—Joder —articulé, muy consciente de que Madison había terminado
con su plátano y estaba viendo nuestra interacción como un partido de
ping-pong.
—Mis pensamientos. —Bree empujó otro bocado azucarado en su
boca, masticando como si le hubiera hecho daño.
—Relájate. Estoy seguro de que tenía un plan.
—Sí. Pero asumo que no incluía morir y dejarme con una compañía
54
que ya ni siquiera reconozco. —Su voz se enganchó, pero rápidamente lo
cubrió con una tos antes de girarse hacia su hija—. Hola, cariño. ¿Quieres
ir a la oficina con mami por unas horas?
—¿Por qué no dejas a los niños conmigo? No tengo nada que hacer
hoy. —No añadí que esperaba que el ruido y el caos me distrajeran de la
realidad por un rato.
Bree se rió y se puso de pie, deslizando la bandeja de la silla alta
antes de desabrochar a Madison.
—Gracias, pero está bien. Puede jugar con Asher mientras hago
llamadas. Además, ¿no tienes una entrevista esta tarde?
—No es una entrevista. El trabajo es mío, solo necesito completar el
papeleo de nuevo empleado. —Después de más de una década, estaba
volviendo al mismo trabajo de duelo de piano que había odiado cuando
tenía veinte años. Pero al igual que entonces, estaba desesperado y
necesitaba una forma de pagar las cuentas.
Mi agente tenía algunas pistas sobre la venta de las canciones de
Solstice en el '92, aunque tomaría tiempo antes de que me pagaran. Bree
había sido generosa al dejar que Luna y yo nos quedáramos con ella
durante el último mes, pero ya era hora de que encontráramos nuestro
propio lugar.
La compañía de seguros estaba reconstruyendo la casa que Jessica y
yo habíamos compartido; sin embargo, no había ninguna posibilidad en el
infierno de que me mudara allí. Si tenía suerte, podía venderla y usar
cualquier ganancia que obtuviera después de pagar la hipoteca para hacer
el pago inicial de algo pequeño. Hasta entonces, necesitaba una fuente
constante de ingresos para mostrársela a un futuro arrendador.
No tenía ni idea de lo que iba a hacer con Luna las noches que
tuviera que trabajar. Las guarderías no funcionaban a las tres de la
mañana. Pero al igual que lo estaba haciendo con el resto de mi vida... lo
averiguaría sobre la marcha.
De alguna manera.
No había otra opción.
Le entregué a Bree un trapo húmedo para limpiar la cara y las
manos de Madison.
—Vamos. Los he estado cuidando toda la semana mientras tú
atiendes las llamadas arriba.
—Sí, pero estaba arriba. Y esta vez, estaría… en la oficina.
55
—Que está a diez minutos.
Ella se rió de nuevo.
Hice lo mejor que pude para no ofenderme, pero seamos realistas,
esa mierda dolió.
»Mira, sabes tan bien como yo que si Madison no duerme la siesta de
la mañana, no harás ninguna llamada telefónica que no involucre a un
bebé gritando de fondo. Además, escuché que alguien que no será
nombrado le dio azúcar a Asher en el desayuno. ¿Cuánto trabajo crees que
vas a hacer con él haciendo parkour contra el escritorio?
Inclinó la cabeza.
—¿Planeaste esto?
—No. Pero lo habría hecho si lo hubiera pensado de antemano.
Vamos. Déjame quedarme con los niños por el día. Puedes acostar a
Madison para su siesta antes de irte. Haré lo mismo con Luna. Luego,
Asher y yo daremos vueltas alrededor de la sala de estar durante dos
horas. —Palmeé un par de veces cuando pensé en una manera de endulzar
el trato—. Mientras práctica sus tablas de multiplicar.
Fui recibido por otra mirada especial de Bree Winters, pero
afortunadamente, esta tenía un poco menos de calor que cuando había
visto el jarabe.
—Tiene cinco años, Eason. No sabe multiplicar.
—Bueno, todavía no. Te sorprendería la cantidad de matemáticas
que hay en la música. Están todos esos dos, cuatro, tres y seis. A veces,
un ocho salvaje aquí y allá. —Me moví alrededor de Bree y recogí a
Madison. Como de costumbre, gimió y alcanzó a su madre, pero no era
nada que un pequeño giro de Superman no pudiera arreglar.
Madison soltó una risita y que me condenen si no estiró una rara
sonrisa en el rostro de Bree también.
—Traidora —le susurró a su hija. Tan rápido como había aparecido,
su destello de felicidad se desvaneció—. No lo sé, Eason. No tengo nada
contra ti, es solo que, después de todo…
Cuchillo.
Corazón.
Giro.
Pero seguí sonriendo. Era menos incómodo de esa manera.
56
Nuestro acuerdo completo de te odio, tú me odias, pero lo hacemos
funcionar no había entrado en juego a menudo durante el último mes. Y la
verdad era que en realidad nunca odié a Bree.
Me odiaba a mí mismo. Por no poder salvar a Jessica ni a Rob. Por
no saber lo de la fuga de gas. Y una miríada de otras cosas que influyeron
en que estuviéramos en la casa esa horrible noche.
Claramente, mi sonrisa no ocultaba todo.
»Quiero decir, no es que no confíe en ti —se apresuró a decir—. Lo
hago. Es solo que… me cuesta mucho dejarlos con alguien.
—No. Lo entiendo. No se necesita explicación. —Le hice cosquillas en
el vientre a Madison, cualquier cosa para evitar la mirada de Bree.
Ella apoyó su mano en mi antebrazo.
—Sin embargo, aprecio la oferta.
—Sí. Por supuesto. —Forcé una sonrisa—. Cuando quieras.
Bree extendió los brazos y Madison casi saltó hacia ella, dejándome
allí de pie con las manos vacías y preguntándome cómo me las había
arreglado para avergonzarme y destrozar cualquier progreso que habíamos
hecho para coexistir cómodamente.
—Oye, uh, voy a llevarme a Luna y cambiarla. Parece que usó ese
plátano que le di como gel para el cabello en lugar de desayuno. —Pasé
junto a Bree, con cuidado de no tocarla, y saqué a Luna del centro de
actividades.
—Eason... —Bree se apagó, se aclaró la garganta y luego sonrió. No
era tan buena fingiendo como yo, por lo que estaba más cerca de una
mueca—. Gracias de nuevo. Por todo. Excepto el jarabe.
Sacudí mi barbilla y guiñé un ojo.
—¿Qué jarabe?
Sin darle tiempo a responder, abrí la puerta trasera y me deslicé a
través de ella, mi niña balbuceando todo el camino.

57
7
Bree
—¿Estás segura de que no puedo traerte nada más? —Quiso saber
la secretaria de Rob, Jillian, mientras limpiaba los restos de envoltorios de
bocadillos y cajas de jugo que había sacado mágicamente del cajón de su
escritorio de Mary Poppins. Supuse que ser una abuela de sesenta y cinco
años significaba que aprendías algunos trucos para estar preparado.
Sostuve el teléfono entre mi oreja y mi hombro, le ofrecí una sonrisa
tensa y mentí:
—No, creo que estamos bien. Gracias.
A decir verdad, me estaba ahogando. Solo poner un pie en la oficina
de Rob había sido una tarea hercúlea. Debería haber estado allí. Sentado
detrás del enorme escritorio de caoba, dándonos la bienvenida con una
sonrisa o, si hubiera sido yo sin los niños, con un brillo travieso en sus
ojos marrón oscuro.
58
Sin él, la enorme oficina de la esquina llena de estanterías y una
sala de juntas para seis personas estaba demasiado vacía. Me dije que esto
era solo una parada rápida. Tomaría lo que necesitaba, me llevaría el resto
a casa y trabajaría en ello por la noche cuando los niños se fueran a
dormir. Aunque en realidad ubicar las cosas que necesitaba en sus
desordenados gabinetes era algo completamente diferente. A pesar de lo
limpio y ordenado que había sido Rob en prácticamente todas las demás
facetas de su vida, su sistema de archivo hacía que mis ojos se crisparan.
Jillian sabía dónde estaban la mayoría de los contratos que
necesitaba, la mayoría de los cuales estaban digitalizados, pero había
bastantes pedidos que no podía localizar. Entonces, en lugar de la parada
rápida que esperaba, estábamos en la hora número dos llamando a
nuestros proveedores en todo el mundo.
Jillian asintió, sus zapatos ortopédicos chirriaron contra el suelo de
madera mientras retrocedía hacia la puerta.
—Bueno, si necesitas algo, llámame.
—Lo haré —una vez más, mentí. Aceptar ayuda aún era un concepto
extraño para mí.
Rob había sido un esposo increíble, pero trabajaba demasiado. No
podía culparlo por tratar de cuidar a su familia. La mayor parte del tiempo,
solo éramos los niños y yo. Ese era mi trabajo. Un trabajo que había
elegido. Un trabajo que me encantaba. Un trabajo que debería haber sido
capaz de hacer sin depender de todos los que me rodeaban. Entendía todo
el concepto de ser una aldea y cuando alguien estaba en necesidad, yo era
la primera en ofrecer una mano amiga. Pero estar en el extremo receptor
de esa ayuda era una píldora un poco más difícil de tragar para mí.
La gente tenía buenas intenciones; sabía que era así. Pero soltar ese
tipo de control no me daba consuelo. Especialmente porque últimamente
sentía que cada parte de mi vida estaba en el aire, volando en un estado de
agitación. Necesitaba aferrarme a todo lo que pudiera y controlarlo.
Incluso si en ese momento toda la ayuda que necesitaba era algo tan
simple como pedirle a Eason o Jillian que cuidaran a los niños durante
unos minutos para poder hacer el trabajo. Simplemente no podía hacerlo.
Con el clic de la puerta, Jillian desapareció, dejándome sola, como
temía que siempre estaría.
—¡Asher, para! —susurré mientras mi hijo arrastraba una cadena de
clips sujetapapeles de tres metros de largo por el suelo. 59
Madison chilló de alegría mientras gateaba tras él como un bebé
olímpico. Usando mi pie, levanté la tira fuera de su alcance antes de que
tuviera la oportunidad de agarrarla, y sin duda metérselos en la boca.
—¡Oye! —objetó Asher, lo cual me gustaría señalar que no fue un
susurro. La mitad de los empleados de Prism deben haberlo oído.
—¿Señor Winters? —la voz de un hombre finalmente llegó a través
de la línea.
Rápidamente cambié el teléfono a mi otro oído, casi dejándolo caer
en mi frenesí.
—Sí. Estoy aquí. Bueno, no soy el señor Winters. Pero soy su esposa.
—Dirigí mi mirada a Asher. Ya había pasado a triturar el papel que le
había dado para colorear. Maldito sea Eason y ese jarabe. Dándole mi
espalda como si pudiera protegerlo de la verdad, terminé—: Mi esposo
falleció el mes pasado. —El corte a través de mi corazón fue tan agudo
como siempre.
—¿Rob? ¿En serio? ¿Qué pasó?
No es de tu maldita incumbencia.
—Un accidente.
—Siento mucho escuchar eso. Rob era un buen hombre. Pero no
puedo ayudarla con esta orden, señora Winters. Voy a necesitar hablar con
alguien en Prism.
Este había sido el consenso general de todos con los que había
hablado ese día. Y tomó todo de mí no perder mi cabeza siempre amorosa
cada vez que lo escuchaba.
Construí ese negocio desde cero. Rob había asumido el cargo de
director ejecutivo, pero apenas había caído de la faz de la Tierra en los
cinco años transcurridos desde entonces. Todavía asistía a las reuniones
de la junta y mantuve la aprobación final en lo que respecta al control
creativo. Claro, la mayoría de estas decisiones se tomaban durante la cena
o por la noche en el sofá con una copa de vino después de que los niños se
hubieran dormido, pero yo seguía siendo una parte muy importante de la
compañía.
—Entonces está de suerte. Soy la dueña. Y necesito que esas
órdenes de compra se envíen por correo electrónico al final del día.
—Uhhhh... —dijo arrastrando las palabras.
Pero no tenía tiempo de pintarle al hombre un maldito diagrama de 60
flujo del equipo de liderazgo de Prism. Especialmente no cuando me di la
vuelta y vi a Madison sentada a los pies de Asher mientras quitaba la tapa
de una licorera de cristal que Rob había guardado en su bar de la esquina
estilo Mad Men.
Dando dos chasquidos para llamar su atención, siseé:
»Deja eso.
Siendo el niño obediente que rara vez era, inmediatamente lo dejó,
directamente frente a su hermana.
»¡No! —grité, abandonando el teléfono por completo cuando ella lo
tiró, causando que se rompiera por todo el piso de caoba.
Madison gritó cuando corrí hacia allí, pero no fue hasta que vi la
sangre gotear de la palma de mi bebé que la adrenalina me golpeó.
El corte era pequeño. Pero la ola de pánico que se estrelló contra mí
fue enorme.
Era demasiado. Demasiado familiar. Demasiado incontenible.
Una avalancha de emociones crudas irrumpió en las puertas de mi
cerebro. Con manos temblorosas, la levanté y luego enganché a Asher
rodeándolo por las caderas, llevándolo lejos del vidrio antes de dejarlos a
ambos en el sofá de cuero de dos plazas. La cabeza me dio vueltas cuando
caí de rodillas frente a ellos y traté sin éxito de reducir la velocidad de mi
respiración.
Tres gotas de sangre.
Una herida tan pequeña que apenas requeriría una tirita.
Sin embargo, mi cuerpo reaccionó como si el mundo se acabara de
nuevo.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! —exclamó Asher histéricamente al ver a su
hermana sangrando.
En medio del caos, Jillian entró corriendo en la habitación.
—¿Está todo bien?
No. Era seguro decir que no todo estaba bien.
Mi marido estaba muerto. Mi corazón estaba roto. Y me estaba
dando cuenta de que, por mucho que quisiera, nunca sería una
supermujer.
En ese momento, solo había una persona que posiblemente podría
entender.
61
Aclarándome la garganta, arrastré a mis dos hijos a mi regazo,
abrazándolos como si pudieran anclarme a la tierra. Luché
desesperadamente por contener las lágrimas para no asustarlos más de lo
que ya estaban y pedí con voz temblorosa:
—¿Podrías llamar a Eason Maxwell por mí?

Estaba fresco para ser junio en Atlanta. Me puse la chaqueta de


punto sobre los hombros y me hundí más en la esquina de la sección de
mimbre. Había hecho que me hicieran cojines personalizados con mi azul
damasco favorito después de que Rob me sorprendiera con una plataforma
elevada y una hoguera con vistas a la piscina y transformando nuestro
patio trasero en mí oasis privado.
—Invierno y verano. Ya lo tenemos todo cubierto —había dicho,
sabiendo cuánto me gustaba pasar las noches bajo las estrellas. A veces se
unía a mí, leyendo un libro o jugando con su teléfono, pero la mayor parte
del tiempo me sentaba afuera sola, internalizando mi día mientras
planeaba el siguiente.
Sin embargo, esa noche, mientras miraba las luces que bailaban en
la piscina, no pude encontrar la paz que tanto anhelaba.
—¿Estás de humor para tener compañía? —preguntó Eason,
apareciendo al final del sofá, una copa de vino tinto en una mano, una
cerveza en la otra.
No podría decir exactamente que no. No después de que dejó todo y
pasó el día cuidando a los niños mientras yo miraba al vacío como un
robot con la batería descargada.
—Claro —respondí, aceptando la copa de su mano—. Gracias.
Sacó dos monitores de video de sus bolsillos traseros, pasó uno en
mi dirección antes de instalarse en el otro extremo del sofá.
—Los niños cayeron bastante fácil. Ash tenía muchas preguntas
sobre Rob esta noche, así que pensé que podría necesitar una distracción
por un tiempo. Le dije que podía usar su linterna para leer un libro hasta
las nueve. Sostiene el libro boca abajo, pero me imagino que leer nunca es
algo malo. —Tomó un sorbo de su cerveza mientras jalaba la silla lateral
frente a él, descansando sus pies descalzos en el asiento—. Ahhh —gimió, 62
estirándose entre los dos muebles, sus músculos delgados se aflojaron por
el agotamiento.
Una punzada de culpa me golpeó con fuerza. Por supuesto que
estaba cansado. Eason ya estaba hasta el tope de sus propios problemas
sin cargar con los míos también.
—Lo siento —susurré—. No debería haberte llamado hoy, y luego…
Inclinó la cabeza en mi dirección, sus cálidos ojos marrones se
clavaron en los míos.
—Sí, deberías haberlo hecho. Soy exactamente a quien deberías
haber llamado, y me alegro de que lo hayas hecho.
Jesús, ¿por qué eso hizo crecer la culpa?
—No, no está bien. Soy una madre soltera ahora. Voy a tener que
empezar a averiguar estas cosas por mí misma. No puedo esperar que
todos los que me rodean pongan sus vidas en suspenso porque estoy
teniendo algún tipo de colapso mental. —Me picaba la nariz, pero tomé un
sorbo de vino para ocultar las lágrimas.
¿En qué momento llegaría a dejar de llorar todo el maldito tiempo?
—No estás teniendo un colapso mental, Bree. Perdiste a tu esposo y
a tu mejor amiga hace un mes. Date un poco de gracia. Tienes permitido
tener días malos. Estar abrumada. No tienes que mantenerte bajo control
las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana simplemente
porque tienes hijos.
—Sin embargo, no debería sangrar en tu vida también. Tú también
perdiste a tu esposa y a tu amigo. Tienes una hija propia en quien
concentrarte. Eason, te perdiste la reunión de tu nuevo trabajo esta noche
por mi culpa.
De repente se sentó, plantando ambos pies en el suelo.
—Y gracias por eso. He estado temiendo aceptar el trabajo toda la
maldita semana. Lo odiaba cuando renuncié hace diez años, y estoy
bastante seguro de que no me sentiré diferente ahora. Honestamente,
estaba teniendo pesadillas sobre volver a tocar “Sweet Caroline”.
—¿Qué? —jadeé—. Me dijiste que estabas emocionado por volver
detrás de un piano.
—Bree, soy un hombre de treinta y cuatro años que vive sin pagar
alquiler en la casa de la piscina de mi mejor amigo, con mi hija. Mendigar,
elegir y todo eso, necesitaba ese trabajo.
63
Dejé el vino en el borde de la hoguera y me giré para mirarlo,
doblando mi pierna en el cojín entre nosotros, la ansiedad arrastrándose
en mi voz.
—Correcto. Y ahora no lo tienes por mi culpa.
—No lo perdí. Todavía puedo ir a completar el papeleo mañana si
quiero. —Dejó caer la cabeza, pero me miró por el rabillo del ojo, con una
sonrisa juguetona torciendo un lado de su boca—. O podrías
recompensarme por haberle puesto el pijama a Madison esta noche y no
echarme hasta dentro de una semana más para que pueda buscar un
trabajo que no me obligue a tocar “Pony” de Ginuwine cada vez que llega
una despedida de soltera por la puerta. —Lo puntuó con una sonrisa
astuta que de alguna manera desafió las leyes del dolor y la culpa al
hacerme reír.
—No te voy a echar.
—Deberías. Soy un terrible inquilino aprovechado que hizo un
agujero en la pared de tu baño la semana pasada.
—¡Qué! —Me reí de nuevo.
Se encogió de hombros y tomó un trago de su cerveza antes de
responder:
—Aparentemente, mis días malos vienen con un poco más de
agresión que los tuyos.
—Mmm. —Asentí con comprensión—. También tengo esos.
Simplemente grito contra mi almohada.
—Lo intentaré la próxima vez. Probablemente sea más seguro
considerando que necesitaré dos manos para tocar el duelo incesante de
las canciones de lucha de Georgia y Georgia Tech.
Rodé los ojos.
—No aceptes el trabajo, Eason. Encuentra algo que quieras hacer.
Luna y tú se pueden quedar aquí todo el tiempo que necesiten. O quieras.
O cualquier combinación de los dos.
—Sinceramente, no sé cómo habría sobrevivido el último mes sin ti.
—Dejó escapar un suspiro irregular—. Y los niños.
—Bueno, eso nos convierte en dos. —Mi pecho se calentó cuando
levanté mi copa en su dirección.
La encontró a mitad de camino con un tintineo de su cerveza.
64
Madison se movió en la pantalla del monitor, momentáneamente
robando mi atención. Se había puesto de costado, quejándose por un breve
segundo antes de volver a quedarse dormida presionada contra los listones
de madera. Pero no fue por eso por lo que me acerqué a la pequeña
pantalla.
Un pijama de rayas rosadas y blancas cubría sus brazos, pero el
resto de su cuerpo estaba seguro en un saco de dormir con cremallera. Su
cuna estaba vacía: se habían quitado la manta y dos animales de peluche
que eran estrictamente para decorar, y la luz de noche de su castillo de
princesa iluminaba la esquina de la habitación. El resplandor de su
humidificador de vapor frío junto a la cama me hizo saber que se había
encendido, y con un solo golpe para subir el volumen del monitor, su
máquina de sonido zumbó de fondo.
No le había dicho a Eason que hiciera nada de eso. Ni una sola vez
mencioné que se desnudaba por la noche sin el saco de dormir. O cómo las
mantas y las almohadas eran un peligro de asfixia, así que las quitaba
cada vez que la acostaba. No le expliqué cómo había estado congestionada
recientemente, así que encendía el humidificador para ayudarla a dormir,
y la luz nocturna me facilitaba controlarla. Tampoco le dije que, sin la
máquina de sonido, Asher la despertaba por las mañanas.
Mientras estaba sentada afuera, perdida en un mar de dolor y
reviviendo recuerdos de la noche del incendio, Eason lo había hecho todo.
Era un buen padre que tenía una hija propia; no debería haber sido una
sorpresa que supiera cómo acostar a un bebé.
Madison no era su hija. Aunque la amaba y la cuidaba como si lo
fuera.
Hice clic en el botón y cambié la pantalla a la habitación de Asher. Él
no estaba leyendo. Una docena de figuras de acción lo rodeaban mientras
un bombero y un dinosaurio luchaban con tanta fiereza que Tyler Durden
se habría sentido orgulloso.
No estaba llorando porque extrañaba a su padre como lo había
hecho tantas veces en las últimas semanas. No estaba segura de qué
preguntas hizo sobre Rob en el cielo, pero lo que sea que Eason había
respondido sofocó su alma curiosa en un momento en que estaba tan
angustiada que ni siquiera había sido capaz de calmar la mía.
Eason no lo había dejado todo y corrió hacia Prism ese día cuando
más lo necesitaba por responsabilidad o deber. Estaba allí porque, me
diera cuenta o no, Rob tenía razón.
65
Eason era uno de los mejores.
Puse el monitor en mi regazo y dirigí mi atención al hombre que
bebía casualmente su cerveza a mi lado.
—¿Qué quieres hacer con tu vida?
Torciendo los labios, movió los ojos de un lado a otro.
—¿Esa es una pregunta seria?
—Completamente.
—Música —respondió, esas tres sílabas iluminando todo su rostro.
—¿Sí? Me di cuenta de que aún no has reemplazado tu piano.
Se rió.
—Los pianos no son baratos. En este momento, estoy enfocado en
los pequeños detalles como un trabajo, un lugar para vivir, muebles y tal
vez comprar más que un traje de funeral, tres pares de jeans y un paquete
de camisas. —Deliberadamente alisó la parte delantera de su sencilla
camiseta negra.
Tomé otro sorbo de mi vino y luego giré la base de la copa entre mis
dedos.
—¿Y si pudiera encargarme de tres de cuatro de esas cosas por ti?
Su boca se inclinó en una sonrisa irónica.
—Aunque suene bien, creo que voy a dejar pasar más limosnas.
Estoy al máximo.
Descansando mi brazo en el respaldo del cojín, giré la parte superior
de mi cuerpo para mirarlo completamente.
—Las cosas en Prism son peores de lo que pensaba. Nadie sabe qué
diablos está pasando. No tenemos producto. Ningún fabricante confiable.
Los proveedores que había tenido en mi bolsillo trasero antes de renunciar
para criar a los niños ni siquiera me devuelven las llamadas.
—Maldita sea. —Respiró—. Tienes suficiente en tu plato. Ese no es el
tipo de mierda con la que debes lidiar en este momento.
—En realidad, es exactamente con lo que necesito lidiar ahora
mismo. Porque si no lo hago, Prism está acabado. Necesito esa compañía,
Eason. Mi familia necesita esa compañía.
Se pasó una mano por la parte superior de su cabello. Su cabello
66
rubio todavía era demasiado corto para peinarlo con su rapado de hospital.
—Mierda. Está bien, ¿qué puedo hacer para ayudar?
Allí estaba.
La razón por la que todos los que amaba; Rob, Jessica, Asher,
Madison y Luna; adoraban a Eason Maxwell.
—Múdate —comenté sin rodeos.
Empezó a abrir la boca, probablemente con algún comentario
inteligente sobre que ya vivía allí, pero lo interrumpí.
»Permanentemente. La casa de la piscina es tuya. Voy a volver a
trabajar a tiempo completo. Y si funciona para ti, preferiría no contratar a
un extraño para que se quede con los niños, sacudiendo sus vidas de
nuevo. Podrían quedarse aquí contigo y Luna durante el día. Cuando
llegue a casa del trabajo, me haré cargo y me quedaré con Luna también.
Puedes salir y tocar en presentaciones o simplemente encerrarte y escribir.
Cualquiera que sea la búsqueda de música para ti, las noches y los fines
de semana, son todos tuyos.
Muy orgullosa de mí misma por pensar en un plan sólido, lo miré
con una sonrisa de suficiencia, esperando su entusiasmo. Una carcajada
cordial. Una celebración. Tal vez otra ronda de cerveza y vino.
Todo lo que obtuve fue una expresión aburrida que oscilaba entre la
molestia y el escepticismo.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué?
—No hagas eso —masculló—. No actúes como si tú y Jessica no
hubieran pasado años tramando planes para que dejara de tocar. Solías
decirle a mi esposa que necesitaba dejar de perder el tiempo y conseguir
un trabajo de verdad.
Mi espalda se enderezó.
—Yo... —A decir verdad, no tenía idea de que él sabía sobre eso.
¡Maldita sea!
Se puso de pie y me miró, su mirada oscura conmovedora y triste.
—Mira, aprecio lo que estás tratando de hacer. Y si necesitas ayuda
con los niños, nunca te diré que no. Los amo y haría cualquier cosa por
ellos. Pero no pretendamos que mi música sea lo suficientemente buena a
tus ojos.
67
Sacudí la cabeza con vehemencia.
—Nunca se trató de que fueras lo suficientemente bueno, Eason.
Eres increíble, y no solo por la forma en que cantas o tocas, sino que los
sentimientos que evocas en una canción de tres minutos me sorprenden. Y
créeme, las he oído todas. Porque cada vez que producías un nuevo demo,
Rob la tenía sonando en nuestra casa las veinticuatro horas del día, los
siete días de la semana. Estaba preocupada por ella.
Apreté mis manos en mi regazo. Hacer el duelo por dos de las
personas más importantes de mi vida al mismo tiempo era un acto de
equilibrio constante. Para ser honesta, Rob había estado ocupando la
mayor parte de mi espectro emocional durante el último mes. Pero había
momentos en los que simplemente me sentaba y lloraba, deseando poder
levantar el teléfono y llamar a Jessica por última vez. Escuchar su risa.
Tragué saliva, una lágrima se escapó por el rabillo del ojo.
»Jessica tuvo una vida difícil antes de ti, y aparte de un talento
increíble, ser la esposa de un músico nunca iba a ser fácil. Quería lo fácil
para ella. Si me hubiera salido con la mía, se habría casado con un
contador.
Resopló.
—Ella se habría aburrido hasta las lágrimas. Aunque probablemente
todavía estaría viva si lo hubiera hecho.
Ya había sido bastante malo para mí pensar cosas viles de él justo
después del incendio, pero escucharlo verbalizar un pensamiento tan
despectivo hizo que me doliera el corazón por él.
Había estado allí para mí innumerables veces, la más reciente ese
mismo día. Era mi turno de ser la amiga que necesitaba.
—¿Quizás? —Deliberadamente calmé mi tono y le hablé de la forma
en que le habría hablado a Jessica, la forma en que le hablaba a mi
amiga—. Pero sin ti, no habría Luna. Ella nunca habría renunciado a esa
niña, incluso sabiendo cómo terminó.
Su nuez de Adán se balanceó cuando se dio la vuelta y se frotó los
ojos con el pulgar y el índice.
Después de levantarme lentamente, me moví a su espacio.
»Si hemos aprendido algo recientemente, es que la vida es corta y su
impacto no se mide en años. Compra un piano, Eason. Escribe las 68
canciones. Sé la estrella. Revoluciona a toda la industria de la música.
Pero sobre todo, demuéstrale a Luna que si trabajas duro y nunca te
rindes, los sueños pueden convertirse en realidad. —Rápidamente me
sequé las lágrimas que corrían por mis mejillas—. ¿Y sabes qué? Después
de esta pesadilla, realmente podría soportar ver un sueño hecho realidad.
La emoción brilló en sus ojos de color marrón claro cuando se giró
hacia mí.
—¿Está segura? Me refiero a estar aquí todo el tiempo y cuidar a los
niños. Somos dos personas y padres muy diferentes, Bree. Esto no será
tan fácil como parece.
—Sí, lo sé. Pero podemos hacerlo juntos. Intentémoslo sin la cosa de
odiarnos mutuamente esta vez.
—Puedo hacer eso —aseguró con tanta esperanza en su tono que
hizo que mi pecho se apretara.
—Solo promete que no le darás más jarabe.
Sonriendo, envolvió su mano alrededor de mi nuca y me miró
fijamente a los ojos.
—Juro que nunca volveré a alimentar a tus hijos con nada que
realmente disfruten.
Dejé escapar una mitad sonrisa, mitad llanto, y luego, con una
suave presión en mi nuca, me atrajo hacia su pecho.
Ese hombre, siempre un abrazador.
Nos meció de un lado a otro, más como si estuviera tratando de
calmar a un bebé que lloraba que como si bailara lentamente.
—Tenemos esto, Bree. Tú y yo. Tenemos esto.
Y por primera vez desde que nuestro mundo había explotado, sentí
que tal vez tenía razón.

69
8
Eason
Un año después

—¡Grr! —grité, saltando de detrás del sofá.


Madison chilló de risa, corriendo por el pasillo con su camisón
rozándole los tobillos.
Luna se detuvo en seco, inmovilizándome con una mirada
amenazadora que ningún niño de diecinueve meses debería ser capaz de
producir.
—¡No! —ordenó, señalándome con el dedo—. No, papi.
Levanté las manos en señal de rendición.
—Está bien. De acuerdo. Seré amable.
Sonrió y se llevó la mano a la nariz, pero mantuvo la punta del dedo
70
nivelada sobre mí.
—No. Susta. Una.
Era una locura lo rápido que crecían los niños. Se fue mi bebé
baboso que pensaba que las monedas eran un refrigerio aceptable. No
juzgues. Sucedió una vez y le saqué la moneda de la boca inmediatamente.
No. No le conté a Bree. Nuestras vidas estaban más seguras de esa
manera.
Con su cabello castaño, corto y rizado y una dentadura tan recta
que parecían dentaduras postizas de bebé, Luna ya era una niña grande.
O eso le decía mientras trataba de convencerla de ir al baño con Madison.
Aun trabajamos en ambas niñas, avanzando lenta y seguramente hacia un
paraíso sin pañales.
—¿Lo encontraste? —preguntó Bree, entrando en la habitación.
Luna se giró para mirarla y, mientras estaba distraída, me abalancé.
Saltando del suelo, cargué a mi hija en mis brazos.
Cayó en un ataque de risa cuando le hice cosquillas. Retorciéndose y
agitándose, extendió su brazo hacia un lado.
—¡Bwee, ayuda! ¡Ayuda!
—Oh, no. —Bree agarró la mano de Luna y la llevó a sus labios para
besarla—. Estás sola cuando se trata del monstruo de las cosquillas
Maxwell. —Levantó su mirada hacia la mía—. Sin embargo, si esperamos
que estén en la cama a las ocho, el monstruo de las cosquillas podría
querer comenzar a cantar una canción de cuna.
Miré el reloj y maldita sea si no tenía razón. Teníamos veinte
minutos para meter a todos en la cama y, Dios mediante, medio dormidos.
Dejé a mi hija sobre sus pies y acepté la ira de su mirada de niña pequeña.
Seguía sonriendo, por lo que no tenía mucho enojo.
—Está bien, Lunes. Ve a decirle buenas noches a Maddie y Ash.
—¡Noches! —comenzó a gritar mientras se alejaba por el pasillo
hacia la sala de juegos.
Sonriendo como un tonto, la vi irse. Quería tanto a esa niña; era una
delgada línea entre la euforia y el dolor al verla crecer.
—¿Tuviste suerte con el teléfono? —me interrogó Bree.
Suspiré y planté mis manos en mis caderas.
—Aún no. Sin embargo, debe haber caído entre los cojines. Las
chicas lo tenían hace un rato.
71
—¿Quieres que llame?
—Por favor.
Tocó su teléfono y un segundo después un zumbido amortiguado,
casi imposible de rastrear, pulsó en la dirección general del sofá.
—¿Qué tal tu llamada? —Una vez más caí de rodillas y continué mi
búsqueda a través de los cojines.
—Tan bien como se puede esperar cuando tu abogado llama fuera de
horario.
—¿Algo nuevo?
Dejó escapar un suspiro.
—No realmente. Los contadores de Prism afirman que todo está en
orden, pero una auditoría de Hacienda nunca será completamente cómoda
para una empresa.
Bree había estado trabajando duro desde que se lanzó de cabeza a la
vida corporativa de tiempo completo. Pasó largos días y noches aún más
largas tratando de que Prism volviera a su punto máximo. Rob había
tomado algunos riesgos que no necesariamente habían dado resultado,
dejando a Bree para limpiar el desorden. Afortunadamente, ella
prosperaba bajo presión. Claro, estaba cansada y estresada la mayor parte
del tiempo, pero en general, parecía gustarle volver a la acción.
Yendo detrás de mí, enderezó las almohadas mientras limpiaba cada
sección.
—¿Por qué no usamos mi teléfono? —sugirió—. ¿O nos sentamos en
el auto?
—El monitor de Luna no tiene buena señal en el auto.
Arqueó una ceja de forma perfecta.
—¿Has estado pasando mucho tiempo en tu auto recientemente?
—Solo cuando me drogo o bebo durante el día.
Hice una pausa en mi búsqueda el tiempo suficiente para esperar su
ceño fruncido. Era medio fruncido, medio pellizco hacia un lado, pero no
pegaba ni de cerca el golpe que solía dar. También me di cuenta de que
sus ojos cambiaban solo un poco cuando intentaba ocultar su buen
humor. Dios, me encantaba irritarla.
Nunca decepcionaba, ella me niveló con una mirada entrecerrada. 72
»Estoy bromeando. Durante la siesta, el viejo Tahoe funciona como
mi oficina en casa para no despertar a las niñas.
—¿Por qué no usas mi oficina arriba?
Volví a voltear cojines.
—No sabía que se me permitía volver a entrar allí después de la gran
debacle navideña de M&M.
—Eason, te comiste todos los rojos —se defendió—. Me permito una
bolsa al año. Imagina mi decepción cuando abrí mi cajón secreto y todos
eran verdes.
Eché la cabeza hacia atrás y la miré con escepticismo.
—¿Una bolsa al año? ¿Significa esto que no contamos los pasteles en
Pascua, los rosas en el día de San Valentín o los cacahuetes que guardas
escondidos en el pote vacío de semillas de lino en la despensa durante todo
el año?
Enderezó los hombros y levantó la barbilla con altivez, y luego luchó
por reprimir una sonrisa.
—No hablamos de eso.
—Bueno, bien. Porque también me comí todos los rojos del bote de
semilla de lino.
—¡Eason!
Bree y yo habíamos recorrido un largo camino durante el último año,
pero no fue un viaje sin baches, o un socavón ocasional. Como
sospechaba, trabajar para la pequeña señorita perfección no había sido un
ajuste fácil. Las primeras semanas fueron horribles, y reconsideré el
trabajo de duelo de piano todas las noches. Bree podría ser muy
particular. Entendía cuando se trataba de los niños. Le gustaba que
comieran una dieta saludable, que tuvieran un tiempo limitado frente a la
pantalla y que pasaran la mayor parte del tiempo al aire libre. Era la
buena crianza que esperaba y quería para Luna también.
Lo que no esperaba era que me criticaran por cómo doblaba las
toallas o cargaba el lavavajillas. Una vez me dio un curso paso a paso
sobre cómo cambiar correctamente el papel higiénico en el baño de Asher.
Cabe señalar que las tareas domésticas no formaban parte de la
descripción de mi trabajo, pero ella trabajaba duro, así que traté de
asegurarme de que no volviera a casa con una montaña de ropa sucia o,
digamos, un calcetín cubierto de caca porque Asher se quedó sin papel 73
higiénico y se volvió creativo. Vea la clase antes mencionada sobre cómo
cambiar el papel higiénico cuando traté de esconder un rollo extra en la
parte trasera de su inodoro en caso de emergencia.
Unas semanas después, nos sentamos a conversar como adultos. Me
entregó una carpeta de reglas e instrucciones de setenta y nueve páginas,
y le dije que prefería vivir en una tienda debajo del puente que leer la
maldita cosa. Ella, a su vez, me respondió dónde encontrar el viejo equipo
de campamento de Rob y me dio instrucciones explícitas de dónde podía
empujarlo antes de subir las escaleras.
En realidad no me iba a mudar. Bree lo sabía. Yo lo sabía. Asher, sin
embargo, me llamó histérico por el walkie-talkie que le había regalado en
su cumpleaños, rogándome que no me fuera como su padre.
Esa fue la última gran discusión que Bree y yo tuvimos. Todos
dormimos en la habitación de Asher esa noche. La carpeta se tiró a la
basura a la mañana siguiente y comencé a doblar las toallas de la manera
que le gustaba a Bree, de la manera incorrecta, debo agregar.
Juntos, éramos un equipo y esos niños eran nuestra primera,
principal y única prioridad.
Después de eso, las cosas se volvieron más fáciles. A medida que
desarrollamos un respeto mutuo, siguió la confianza. Y luego, de alguna
manera, a través del caos, nació una amistad genuina. Trabajé muchas
noches, escribiendo música y tocando en cualquier lugar que me aceptara.
Era agotador llegar a casa a las tres de la mañana y luego levantarme con
los niños a las siete, pero cada vez que subía a un escenario, por pequeño
que fuera, sentía que había vuelto a encontrar otra parte de mí. En las
noches que no estaba trabajando, Bree y yo intercambiábamos historias
sobre Rob y Jessica. A veces nos reíamos, algunas llorábamos, y en el
primer aniversario del incendio, nos sentamos en silencio, incapaces
incluso de pronunciar sus nombres.
No había rima ni razón para las mareas de dolor. Todo lo que
podíamos hacer era aguantar y tratar de mantener nuestras cabezas fuera
del agua que corría.
En el cumpleaños de Luna, sentí que me estaba ahogando, sabiendo
que Jessica nunca la vería crecer.
En Navidad, mientras veía a los niños reír cuando abrían los regalos,
sonreí hasta que me dolió la cara y sentí que tal vez finalmente había
salido de las profundidades de la devastación.
En mi aniversario de bodas, me sentí como si estuviera atrapado en
una resaca, incapaz de llegar a la superficie sin importar cuánto luchara.
74
Con el tiempo, Bree alcanzó los mismos hitos desgarradores, pero
día tras día, semana tras semana, mes tras mes, nadamos juntos en el
océano, a menudo turbulento.
Boca abajo, pasé una mano de un lado a otro debajo del sofá,
todavía buscando mi teléfono ilusorio.
—¿Cómo, en esta casa enorme, no tienes un solo radio?
—Um, porque no es mil novecientos noventa y nueve —alegó—. Aquí.
Simplemente descargue la aplicación en mi teléfono. Te encontraré por ahí.
Necesito comenzar la hora del cuento.
Con un gemido, me levanté del suelo, jurando que nunca más
dejaría que Luna y Madison jugaran con mi celular. O eso me decía al
menos dos veces al día. Esas chicas sabían que no lo cumpliría.
Bree y yo hicimos un trabajo rápido para acostar a los niños y, como
un equipo de profesionales capacitados, llegamos al patio trasero con
tiempo de sobra. Pasamos muchas noches acurrucados alrededor de esa
hoguera. Por razones obvias, nunca la encendimos, pero agregué un hilo
de luces blancas dentro de la cuenca de combustión. En parte porque
agregó un ambiente agradable y relajante a nuestras conversaciones
nocturnas. Pero sobre todo porque odiaba la forma en que Bree miraba el
pozo sin fuego como si pudiera ver las llamas. Dios sabía que yo todavía
podía.
—Toma —dijo, entregándome mi teléfono—. Estaba en la parte de
almacenamiento de la otomana. Asher sabía dónde estaba.
—Increíble. Recuérdame compartir tus M&M’s con él por la mañana.
Se instaló en su lugar en la esquina de la sección de mimbre, con
una copa de vino en la mano.
—Olvídalo. Ya los volví a ocultar.
—Dentro de la caja de granola no cuenta como esconderlos.
—Maldita sea —siseó, haciéndome reír.
Mientras revisaba dos veces mi conexión a los parlantes Bluetooth
en el patio, la miré por el rabillo del ojo. Tal como esperaba, sonreía y eso
hizo que mis labios también se estiraran. Por alguna razón, mantenerla de
buen humor me mantenía de buen humor. Hacerla sonreír o reírse entre
dientes era diferente ahora. También, si pudiera hacerla sentir mejor,
relajarse, disfrutar de un maldito segundo de paz, incluso si fuera fugaz,
entonces podría permitirme hacer lo mismo.
75
Cuando se reía, hacía las cosas fáciles para mi corazón, y ella
también era bastante agradable para mis ojos. Aunque eso probablemente
tenía más que ver con mi nuevo celibato que con cualquier atracción real.
Pero cuando estás solo, es fácil confundir la amistad con algo más. Algo
que ni siquiera dejé que mi mente pensara.
Mientras la aplicación de radio de mi teléfono llenaba el aire húmedo
de la tarde con un comercial de autopartes, encontré mi lugar al final, y
acerqué la silla para usarla como reposapiés, como de costumbre. Luna
acababa de empezar a quedarse dormida, así que cambié el monitor de
bebé por mi cerveza y bebí un largo sorbo.
—¿Estás nervioso? —me preguntó.
Ignoré el hecho de que su expresión la hacía parecer casi
emocionada por la idea de que yo estaba cualquier cosa menos fresco
como un pepino.
—¿Por qué lo estaría?
Hizo círculos con su dedo alrededor de la boca de su copa de vino.
—Oh, no lo sé. Porque durante los últimos seis meses ha habido un
frenesí en las redes sociales esperando el nuevo álbum de Levee Williams y
el primer sencillo es tu canción.
Desde todo punto de vista debería haber estado extasiado. Esto era
enorme. Había tenido otras canciones en la radio antes. Ninguna realizada
por artistas tan grandes como Levee. “Turning Pages”, el dúo que había
grabado con Henry Alexander, ya había sido elegido como preestreno para
encabezar la banda sonora de una película importante, que desde la
perspectiva de las regalías sin duda lo convertiría en mi mayor día de pago
hasta el momento. Pero no importa cuánto traté de mentalizarme acerca
de escuchar el tan anticipado debut en la radio de “Turning Pages”, no
pude emocionarme.
Era mi canción. Conocía cada letra y cada acorde y no simplemente
porque había sido yo quien había puesto la pluma sobre el papel. Había
vivido esa música y, maldita sea, debería haber sido yo quien la
interpretara.
Pero mi vida no parecía funcionar de esa manera. La cantidad que
ganaba en conciertos era irrisoria, y después de vender la casa
reconstruida junto con el dinero que el seguro me había dado por nuestro
contenido destruido, guardé un pequeño nido de ahorros.
Todos los viernes, Bree enviaba un depósito directo a mi cuenta. 76
Todos los lunes, tenía configurado el pago automático para devolver
el dinero de inmediato.
A mi modo de ver, intercambiamos el cuidado de los niños. Así que,
a menos que le pagara por todas las noches que se quedó con Luna, no
podía permitir que me pagara por quedarme con sus hijos. Pagué lo poco
que me permitía de alquiler en la casa de la piscina todos los meses, pero
aún quedaban otras facturas. El seguro de salud privado era una estafa, y
luego había que pagar comestibles, pañales y tarifas industriales.
Vender canciones era la elección obvia; sin mencionar que fue mi
compromiso final con mí esposa. Suponiendo que no hayas contado el
fracaso total de cuando le dije que volvería enseguida.
Después de los últimos trece meses de angustia y dolor, debería
haber estado disfrutando de mi éxito y aferrándome a cualquier felicidad
que pudiera encontrar. Sin embargo, ver tus sueños hacerse realidad para
otra persona nunca era tan fácil.
—No es mi primer rodeo, Bree —respondí antes de tomar un sorbo
de mi cerveza.
—Tal vez no. Pero estoy orgullosa de ti. —No estaba siendo
sarcástica cuando se quitó descuidadamente la sandalia de la punta del
pie. Estaba, al menos por el momento, contenta, y se notaba en su
apariencia relajada—. Y sé que Rob y Jessica también lo estarían.
Con cautela, uní mi mirada con la suya, y se me formó un nudo en
la garganta.
—Era la canción favorita de Jessica.
Sonrió, orgullosamente.
—Lo sé. También la de Rob.
Volví a mirar mi cerveza.
Justo a tiempo, la voz del DJ de la radio resonó por los parlantes.
—Y ahora, el momento que todos hemos estado esperando: el debut
de “Turning Pages” de nada menos que la nueve veces ganadora del
Grammy, Levee Williams, con la estrella de R&B favorita de Estados
Unidos, Henry Alexander.
Sonreí al suelo porque era lo que se suponía que debía hacer.
Compositores de todo el mundo esperaron toda su vida para escuchar su
música en la radio, y allí estaba yo, revolcándome en la autocompasión.
Dios, necesitaba controlarme.
77
A medida que avanzaba la introducción, el DJ siguió hablando.
»Trivia exclusiva de WQXX para ustedes. Un pajarito me informó hoy
que esta canción fue escrita por uno de los propios de Atlanta, Eason
Maxwell. —Mi cabeza se alzó—. Si esto es algo por lo que pasar, podría ser
un nombre a tener en cuenta.
Tan pronto como terminó la última sílaba, las sensuales armonías
de Levee y Henry consumieron el aire de verano.
Habían captado la emoción de la canción y, para ser honesto,
encajaba perfectamente con sus voces. Pero no fue por eso que mi boca se
abrió.
Giré mi mirada hacia Bree.
—¿Un pajarito?
Ella escondió su enorme sonrisa detrás de su copa de vino. Sus
largas pestañas batieron contra sus mejillas sonrojadas mientras cantaba,
—Chirp. Chirp.
La miré durante un largo minuto, completamente perplejo mientras
las letras sobre el tiempo detenido y para siempre sonaban de fondo. No
podía decidir si estaba impresionado, conmovido, posiblemente
avergonzado o alguna malvada combinación de los tres.
—¿Qué hiciste? —susurré.
—Lo que haría cualquier buen amigo. Llevé una botella de Johnnie
Walker Blue, una canasta que contenía aproximadamente dos golosinas de
panadería y suficiente ropa de cama Prism para redecorar una casa entera
hasta la estación de radio hoy.
Sí. Totalmente impresionado.
—¿Los sobornaste?
—No. Quería que mis nuevos amigos en Q99.3 supieran que tenía
información privilegiada sobre cierta celebridad que actualmente reside en
nuestra gran ciudad.
Espera, no. Vergüenza definitiva.
Me puse de pie, arrastrando una mano por la parte superior de mi
cabello ahora que finalmente estaba lo suficientemente largo como para
confiar en él para expulsar la frustración de nuevo.
—¿Les dijiste que soy una celebridad?
Se encogió de hombros.
78
—Bueno, lo eres. Escribiste una canción para Levee Williams. Y
Henry Alexander —acotó soñadora antes de interrumpirse rápidamente—.
Y para esta fecha el próximo año, será tu voz en la radio. Será mejor que
empiecen a acostumbrarse a tu nombre ahora. No quiero escuchar nada
de esa basura de Easton cuando lo hagas a lo grande.
Muy bien, de acuerdo. Fui tocado. No compartía exactamente su
positividad sobre mi carrera. O su sorprendente cariño por Henry
Alexander.
¿Era su tipo?
No importa.
De todos modos, fue una locura cómo se había esforzado para
asegurarse de que me reconocieran y más que solo en la letra pequeña en
la parte trasera del álbum.
Planté mis manos en mis caderas y la miré boquiabierto. No estaba
seguro de qué decir y aún más inseguro de poder decir algo. Entonces,
después de aclararme la garganta, lo mantuve ligero por el bien de ambos.
—Sabes, son momentos como estos los que me hacen sentir
realmente culpable por vomitar en tus zapatos hace tantos años.
Riendo en voz baja, se puso de pie y se acercó a mí. Bree no era
particularmente alta, así que llegaba a la altura de mi cabeza y hombros,
pero estiró la cabeza hacia atrás para mirarme.
—Sé que estabas temiendo esta noche. Siempre piensas que puedes
ocultarlo con una sonrisa inteligente o una broma, pero no conmigo.
El calor inundó mi pecho, y luché contra el impulso de colocar un
mechón de cabello que la brisa nocturna había soltado detrás de su oreja.
Tantas cosas habían cambiado. En todos los años anteriores al incendio,
nunca me había arriesgado realmente a conocer a Bree. Obviamente, me di
cuenta de que era hermosa; con su espeso cabello castaño y sus
penetrantes ojos verdes, era difícil no hacerlo. Pero estaba aprendiendo
que la belleza era solo la punta del iceberg con esta mujer.
—No te escondo nada.
—Bien —respondió—. Mantengámoslo así.
Se me hizo un nudo en la garganta y, por hipócrita que fuera,
esperaba que el sudor que me corría por la nuca y el ritmo acelerado de mi
corazón estuvieran ocultos. De pronto, su proximidad se sintió sofocante,
79
lo que era casi tan confuso como intoxicante.
Juntos, nos quedamos allí, rodeados de luces blancas y emociones
no expresadas. Había gratitud y respeto, pero sobre todo, amor. Tal vez no
la variedad convencional o romántica, pero estaba ahí de todos modos.
»Estoy muy orgullosa de ti —susurró.
Era tonto. Había escuchado esas palabras antes. Amigos, familia,
Rob. Demonios, ya me lo había dicho hace cinco minutos. Bree realmente
quería que lo escuchara, y viniendo de ella, fácilmente una de mis mayores
críticas en el pasado, significaba el mundo. El orgullo viajó hasta la
médula de mis huesos, reproduciéndose y extendiéndose por todo mí ser.
No había mayor motivación en el mundo que tener a alguien que realmente
creyera en ti.
Metiendo mis manos en los bolsillos de mis jeans antes de tener la
oportunidad de hacer algo estúpido, como arrastrarla para abrazarla y
posiblemente nunca soltarla, me puse de puntillas.
—Esta fecha el próximo año, ¿eh?
Su sonrisa creció.
—Síp.
—De acuerdo. Desafío aceptado. Dentro de doce meses, Easton
Maxwell será un nombre familiar.
Soltó una carcajada.
—Tienes que cortar eso de raíz. No me hagas llevar canastas de
regalos a todas las estaciones de radio en Estados Unidos solo para que lo
pronuncien bien.
—Me importa una mierda si me llaman Estonian Maxwrong mientras
toquen mi música. Además, me ofende mucho que no hayas guardado el
Johnnie Walker para mí.
—¿Quién dice que no lo hice? Lo abriremos este fin de semana.
Sorpréndete cuando abras tu refrigerador y trae la cesta para el desayuno.
Había un bollo de arándanos en el que tenía el ojo puesto.
Ella había echado a perder su regalo de felicitación, pero lo aprecié
de todos modos, así que jadeé con fingido horror.
—Querido Dios. ¿Azúcar para el desayuno? ¿Qué somos?
¿Animales?
Sacudiendo la cabeza, se colocó a mi lado, deslizó su brazo alrededor
de mis caderas y me dio un largo apretón.
80
Tomado por sorpresa, me congelé, de pies a cabeza sólido como una
roca. Bree y yo nos abrazábamos a veces. Por lo general, había lágrimas,
crisis emocionales o ataques de pánico involucrados, pero no éramos
ajenos al contacto físico.
Aunque esto era diferente.
No tenía ni puta idea de por qué, pero cuando saqué las manos de
los bolsillos y la rodeé con fuerza, nuestros cuerpos se fundieron como si
finalmente hubieran llegado a casa, definitivamente fue diferente.
Y estaría mintiendo si no dijera que amé cada maldito segundo de
ello.
La canción finalmente terminó.
Nuestro abrazo también.
En una hora, ambos nos dirigíamos a nuestras respectivas camas.
Pero algo cambió entre nosotros esa noche. Un cambio en la
atmósfera. Un vistazo del sol detrás de las nubes. El cambio de la marea.
O, como aprendería más tarde, la primera chispa de un incendio
forestal.

81
9
Bree
—Oh, Dios —jadeé, la oscuridad más absoluta cubrió mi visión
mientras abría más las piernas y sus dedos callosos se deslizaban por mi
abertura. El dolor que sentía en mi interior crecía a medida que él me
rodeaba y me acariciaba por todas partes menos en donde lo necesitaba—.
Por favor —supliqué contra su boca, sus labios se cernían sobre los míos,
sus jadeantes exhalaciones llenaban mis pulmones.
—Todavía no —retumbó, una orden y una promesa.
Enganchando mis tobillos alrededor de su espalda, lo arrastré hacia
abajo, su grueso eje presionando mi muslo, una vez más perdiendo el
objetivo.
—Te necesito.
—Lo sé. —Continuó su tierno asalto con agonizantes caricias que no
hacían nada para liberarme de su tormento sin aliento.
82
La necesidad primaria rugía en mis oídos mientras me retorcía
debajo de él. Sin palabras, continué suplicando con mi cuerpo mientras el
juego que habíamos estado jugando durante lo que parecía una eternidad
se volvía demasiado para mí.
—No puedo hacer esto. No puedo...
Me silenció con un pellizco en el labio inferior, el dolor viajó hasta mi
clítoris en una ola de éxtasis que fue casi suficiente.
»Sííí —siseé, la presión dentro de mí se disparó. Estaba tan cerca.
Un toque y podría estar al borde del clímax. Una maldita caricia en
cualquier parte de mi febril cuerpo y me habría derrumbado en sus brazos.
Entonces todo se detuvo de repente.
—Ten paciencia —me ordenó—. Aún no estás preparada.
—Lo estoy —insistí, con la voz quebrada por la desesperación—. Lo
estoy. Lo juro.
—Solo un poco más —gruñó, mi cuerpo se marchitaba sin él.
—Me he cansado de esperar —espeté, la frustración se apoderó de
mis deseos—. Deja de jugar conmigo y haz que me venga de una buena
vez. Esto es cruel.
—¿Lo es? —me preguntó, con su voz grave y desafiante.
—¡Sí! —exclamé, esa única sílaba abrasando mi garganta mientras
se desgarraba de mi alma.
—Entonces ven a buscarlo.
Una luz brillante iluminó la habitación, mi visión regresó de golpe
cuando Eason apareció frente a mí. Dios mío, era el hombre más hermoso
que jamás había visto. Y no porque los músculos se alinearan en su torso,
un paquete de seis que ondulaba su estómago. Tampoco por su mandíbula
cincelada o sus labios carnosos. No eran los tentadores tatuajes o el
cabello rubio desordenado que casi rogaba por mis dedos. Era
simplemente él, Eason, y la sonrisa fácil que se dibujaba en sus labios y
que siempre lograba calentar mi pecho.
Pero había algo diferente escrito en su cara, algo desesperado y
urgente mientras me miraba fijamente.
Se me hizo un nudo en la garganta. 83
—Eason —jadeé, extendiendo la mano hacia él, pero sin moverme, se
alejó de mi alcance.
El pánico estalló en mi pecho y me levanté de la cama.
—Espera. ¿A dónde vas?
—A ningún sitio. —Ladeó la cabeza y sonrió, pero en el siguiente
parpadeo, estaba aún más lejos.
Me apresuré a seguirlo, pero mis extremidades no cooperaban.
Instintivamente, supe que si podía atraparlo en mis brazos, todo estaría
bien.
Otro parpadeo y esta vez él era apenas visible en la distancia.
—¡Eason! —grité.
—Estoy aquí.
Pero no lo estaba, y el dolor era paralizante.
—No, no, no. Regresa.
De la nada, caí de espaldas, con su gran peso encima de mí,
inmovilizándome. Sus manos estaban en mi cabello. Su boca en mi cuello.
La felicidad más caótica se apoderó de mí mientras me penetraba con
fuerza y rapidez.
—¡Oh, Dios! —gemí, mi clímax una vez más rugiendo dentro de mí.
Si y cuando cayera sobre ese borde, no habría vuelta atrás.
Entonces, de repente, nuestros papeles se invirtieron.
—Espera, espera, espera. Es demasiado pronto —rogué, sin dejar de
mover las caderas y de responder a cada una de sus embestidas.
—Suéltalo —ordenó, y su ritmo se aceleró hasta que fue tan
placentero como castigador—. Estás lista. —Levantando la cabeza, sus
ardientes ojos marrones se clavaron en los míos—. Date prisa, Bree. —
Sonrió, arrogante y burlón—. Antes de que me vaya.
Como una banda elástica, mi cuerpo se rompió, un orgasmo me
desgarró y me hizo despertar.
—¡Eason! —jadeé, mis dedos rodeando mi clítoris mientras un
orgasmo demoledor me sacudía. Mi mente racional se abrió paso a través
del sueño, y el placer se convirtió gradualmente en culpa.

cama.
»¿Qué demonios? —Suspiré, mientras mi cuerpo se hundía en la
84
—Date prisa, Bree. Antes de que me vaya.
No, en serio, ¿qué mierda le pasaba a mi subconsciente? ¿Eason?
¿No Shamar Moore, Michael Fassbender o incluso Henry Alexander?
De todos los hombres que mi cerebro podía conjurar para un sueño
sexual, ¿elegía a Eason?
Con solo pensarlo, una visión de él mirándome fijamente mientras
me penetraba duro y rápido, su polla estirándome de todas las maneras
correctas, hizo que el calor floreciera entre mis muslos de nuevo.
De acuerdo, mierda. No era así como debía sentirme con el mejor
amigo de mi esposo. El mejor amigo de mi esposo muerto. Mi esposo que
apenas llevaba un maldito año muerto. El esposo de mi mejor amiga. El
esposo de mi mejor amiga muerta.
Jesús, qué doble bofetada en la cara.
Después de salir de la cama, me dirigí al baño y abrí la ducha.
Todavía faltaba una hora para que sonara el despertador, pero no confiaba
lo suficiente en mi cerebro como para no poner a Eason en un reinicio del
lóbulo temporal de Magic Mike.
Aunque, si era sincera, la especie de sueño húmedo adolescente no
era lo único que necesitaba lavar. El miedo que experimenté cuando Eason
desapareció lentamente era del tipo que se incrusta en los huesos. Ahora
que estaba despierta, podía procesar que Eason estaba a metros de
distancia, dormido en la casa de la piscina, pero el pánico y la pérdida aún
persistían en mis venas.
Nunca fui una persona que leyera en los sueños. En el instituto,
solía tener uno recurrente en el que mi profesor de historia vivía bajo mi
cama y me mantenía despierta a todas horas de la noche acribillándome
con Pop Rocks y zapatos de mujer. Estaba segura de que había un médico
en alguna parte que podría haberse divertido con eso. Pero no pude evitar
la sensación de que esta vez significaba algo más.
Tal vez fue la vergüenza, pero esa mañana mientras me preparaba,
vi a Rob en todas partes. Desde su gel de baño aún en el estante de la
ducha hasta su cepillo de dientes en el soporte junto al lavabo. Había un
puñado de monedas en su mesita de noche y un par de zapatos aún
escondidos bajo la cama. Limpiaba y ordenaba sus cosas semana tras
semana, asegurándose de que nada acumulara polvo, pero nunca llegué al
punto de estar preparada para deshacerme de ellas. 85
Pero mientras estaba de pie en medio de mi habitación, todo se
sentía tan triste y sofocante.
—Estás lista —repitió Eason en mi cabeza con ese tono intenso y
dominante.
Sí, de acuerdo, bien. El sueño había sido ardiente, pero también lo
era Eason. Eso no era un secreto. Era una mujer. Tenía ojos. Pero un
juego tentador de empujar y tirar no era quienes éramos. Era el esposo de
Jessica y el mejor amigo de Rob. Ese sueño no era lo que íbamos a ser.
Pero tal vez el sueño de Eason tenía razón. Tal vez era el momento
de dejar ir finalmente. Rob no querría que viviera en el limbo para siempre.
Seguir adelante no significaba borrarlo de nuestras vidas. Seguía siendo el
padre de Asher y Madison. Y mi primer amor. Pero, al fin y al cabo, nunca
iba a regresar a casa, y aunque me parecía que lo aceptaba, seguía
aferrándome a trozos de la vida que habíamos compartido.
Ya era hora.
Respirando profundamente, sonreí y cerré los ojos, tratando de
evocar un recuerdo de la sonrisa de mi esposo.
Solo que él no era el hombre de la parte posterior de mis párpados.
—Date prisa, Bree. Antes de que me vaya.
Maldición.

—¿Bree?
Un par de ojos marrones como el caramelo en los que no podía dejar
de pensar desaparecieron cuando mi oficina volvió a estar enfocada.
—¿Eh?
—¿Estás bien? —preguntó mi secretaria Jillian mientras se sentaba
al otro lado del escritorio frente a mí, mostrando preocupación y
desconcierto a partes iguales en las arrugas de su frente.
Me aclaré la garganta y me enderecé en la silla.
—Sí, hoy estoy un poco distraída. Continúa y termina lo que estabas
diciendo.
Levantó su bloc de notas amarillo. 86
—En realidad, tú estabas hablando. Yo tomaba notas.
Mierda.
—Bien. De acuerdo. Y... um, ¿qué estaba diciendo exactamente?
Apoyando su bloc de notas en el regazo, se inclinó hacia delante y
me ofreció una sonrisa tensa.
—¿Cómo estás, cariño? Sé que no hace mucho tiempo se cumplió un
año sin tu Rob. Después de perder a mi Edgar, los aniversarios fueron los
más duros.
Sí. El aniversario del incendio fue horrible. Eason y yo fuimos
zombis esa semana, perdidos en un mar de arrepentimiento. Pero no era
por eso por lo que un peñasco de culpa se posaba en mi pecho mientras el
deseo más inoportuno de mi vida se encendía entre mis muslos.
—No, no es eso.
Me ofreció una sonrisa cálida y maternal.
—Sabes que siempre estoy aquí si quieres hablar.
Maldita sea, echaba de menos a Jessica. No es que, si todavía
estuviera viva, pudiera llamarla y decirle:
—Oh, oye, anoche tuve un sueño sexual con tu marido. —Dios, era
una persona horrible.
Claro, tenía a Eason. Hablamos de todo, aunque sospechaba que
esto iba a estar un poco fuera de su zona de confort. Y como a cuarenta
mil kilómetros más allá de la mía.
Jillian me miró expectante.
—Cualquier cosa que necesites, Bree, estoy aquí, ¿de acuerdo?
Dejé escapar un suspiro. Esto se iba a sentir como hablar con mi
abuela, pero estaba lo suficientemente desesperada como para que no me
importara. Estaba segura de que podría encontrar la manera de
preguntarle sin escandalizarla demasiado.
—En realidad, ¿puedo hacerte una pregunta personal?
Se inclinó hacia delante en su silla.
—Por supuesto. Cualquier cosa.
Tragué.
—Después de que, um, perdieras a Edgar, ¿alguna vez tuviste un...
sueño con otra persona?
87
—Oh. —Respiró antes de estirar los labios en la cara universal de
asco—. Vaya, realmente quisiste decir personal.
Mierda. Auxilio. Auxilio.
Nota para mí misma: dedicarme a dictar correspondencia a Jillian y
no a diseccionar los sueños en los que el mejor amigo de mi esposo me dio el
mejor orgasmo de toda mi vida.
—Sabes qué, no respondas a eso. Estaba completamente fuera de
lugar. Acabo de tener...
—Ahora, espera ahí, cariño. Sabes que me encanta trabajar aquí en
Prism. Rob hizo de este mi hogar hace años y odiaría hacer o decir algo
inapropiado para arriesgarme a perderlo. —Con dos dedos, se colocó el
cabello corto y gris detrás de la oreja—. Pero si esto es simplemente una
charla de chicas entre dos amigas, entonces... —Levantó un hombro en un
medio encogimiento de hombros.
—Oh, totalmente —Agité una mano entre nosotras—. Esto sería
extraoficial. Dos chicas charlando durante un descanso. No pretendía
hacerte sentir lo contrario. Tu trabajo siempre está a salvo, Jillian. Prism
no sería lo mismo sin ti.
—Bueno, en ese caso —Una sonrisa intrépida se extendió por su
rostro mientras se inclinaba hacia atrás en su silla, entrelazaba los dedos
y apoyaba las manos unidas en su estómago—. Por favor, Dios, dime que
esto ha sido un sueño absolutamente sucio con ese buen pedazo de
hombre que es Eason Maxwell.
Me quedé con la boca abierta ante su descaro, y también ante su
alarmantemente acertada suposición.
—Bueno... quiero decir.
—Oh, no te preocupes, niña. He tenido muchos sueños con ese
hombre. Deberíamos comparar notas.
Una risa burbujeó de mi garganta mientras reprendía:
—¡Jillian!
Se encogió de hombros.
—¿Qué? No puedo creer que hayas tardado tanto. Cuando me hiciste
llamarlo el día en que Madison se cortó la mano, la mirada en su rostro
cuando entró volando por la puerta, blanco como una sábana y sin
embargo aún ardiente com... —Se tiró de la parte delantera de su blusa de 88
seda blanca de forma cómica, pero también completamente seria; y se
abanicó—. Señor, estuve acalorada y nerviosa durante una semana. No sé
cómo lo haces, viviendo con él en tu casa de huéspedes, viéndolo todos los
días. Si yo fuera tú, acabaría en su cama o en la cárcel por intentarlo.
—Oh, Dios mío. —Me incliné y enterré mi rostro entre mis brazos
sobre el escritorio.
—No. No te pongas tímida conmigo ahora. Suéltalo. Necesito todos
los detalles.
—¿Estás loca? No te voy a dar detalles.
Resopló.
—Oh, ya veo cómo es. Consigues verlo todo sudado y haciendo
flexiones sin camiseta en el patio, pero ni siquiera compartes los jugosos
detalles de tu imaginación con una anciana solitaria.
Mi cabeza se levantó.
—¿Quién ha dicho que hace flexiones sudorosas y sin camiseta en el
patio?
Enarcó una ceja y me fulminó con la mirada.
—Oh, por favor. Un hombre no tiene un cuerpo como el suyo sin
hacer flexiones. Si no estás mirando, invítame y yo lo haré.
Otra ronda de risas me golpeó, pero finalmente me senté y pateé mi
silla hacia atrás.
—De acuerdo, para. En serio. No puedo respirar.
Durante unos segundos, se quedó sentada mirándome con una
sonrisa orgullosa en su rostro regordete.
—Muy bien, ahora que hemos sacado el tema vergonzoso del camino.
Dime por qué has estado tan distraída todo el día.
Todo el humor se desvaneció de repente, mi archienemigo la realidad
marcando el ritmo del día.
—Ugh —gemí—. Es Eason.
—Oh, lo sé. Ya lo hemos cubierto.
—No, quiero decir que es Eason. El mejor amigo de Rob. El marido
de Jessica. Eso es un error de toda la vida.
—Pero...
—Pero... no puedo dejar de pensar en él.
89
Con un gran aplauso, se sentó con la espalda recta.
—Muy bien. Jillian, tu mejor amiga se ha ido. Es hora de un poco de
amor duro de mamá Jill. —Otro aplauso—. Bree, cariño. Despierta.
—Estoy despierta. Aunque el hecho de que esto sea una gran
pesadilla podría explicar por qué acabamos de hablar de los abdominales
de Eason. —Apreté las palmas de las manos contra mis ojos y luego sacudí
la cabeza para alejar la imagen de mamá Jill embobada junto a mi piscina.
—No estás despierta. Estás atrapada. Y dada la forma en que
perdiste a Rob, no te culpo. Pero tal vez este sueño tuyo te está diciendo
algo. Si Eason está fuera de los límites, bien. Lo respeto. Déjalo para el
resto de nosotras. Pero está bien querer ese tipo de intimidad con otra
persona. Ustedes pasan mucho tiempo juntos. Tal vez tu cerebro tiene
algunos cables cruzados. Pero eso no significa que tengas que sentirte
avergonzada por ello. Eres una mujer joven y vibrante con necesidades. No
hay que avergonzarse de eso.
Pero la vergüenza era exactamente la emoción que me invadía.
—Fue más que eso, sin embargo. En mi sueño, él se iba. Y yo le
rogaba que no se fuera. Tenía mucho miedo. —Las lágrimas se agolparon
en mis ojos y desvié la mirada hacia la ventana en un intento de
evitarlas—. Fue el abandono.
—Eso sí que es algo diferente —susurró—. Has perdido mucho. Ese
tipo de dolor se queda contigo. Me parece que Eason ha asumido muchos
roles en tu vida. Dependes de él. Te preocupas por él. Confías en él. Y
ahora, estás empezando a sentir algunas cosas que no esperabas. Pero eso
no hace que esté mal. ¿Es posible que él también sienta algo por ti?
—¡No! —exclamé—. Dios mío, no. Somos amigos. Eso es todo.
—De acuerdo —Inclinó la cabeza hacia un lado—. Entonces, ¿por
qué estamos enloqueciendo con esto?
—Porque tuve un sueño sexual con Eason.
—Pero no tuviste sexo con él. Fue un sueño. Escucha, estás
acostumbrada a estar a cargo, pero no puedes controlar eso. No es nada,
Bree. Mañana a esta hora, me estarás contando tus fantasías nocturnas
con el chico de UPS de pantalón corto —gimió—. Esas botas con punta de
acero lo consiguen para mí.
Su broma no
realmente en racha.
provocó ninguna carcajada, aunque estuviera
90
Sacudí la cabeza. Esto no se sentía como nada. Sentí que una parte
dormida de mí se había despertado por primera vez en años. Años. En
plural. Como en más de uno, y eso no era posible porque mi marido
apenas ha estado muerto uno.
Tal vez estaba desesperada.
Tal vez simplemente estaba agotada y necesitaba una liberación.
¿Pero por qué Eason? ¿Y por qué me asusté tanto cuando se fue? ¿Y
por qué mi habitación se sintió más pequeña esa mañana rodeada de
todas las cosas de Rob?
—No sé, Jillian. Esto se sentía grande. Como realmente grande. Me
escabullí antes del desayuno para no tener que verlo esta mañana.
—Déjame contarte un pequeño secreto. Ese cerebro tuyo sabe más
de lo que crees. Pero nada de eso importa hasta que tu corazón también
reciba el memorándum. Hasta entonces, todo lo que puedes hacer es
sentarte y disfrutar del viaje. ¿No quieres a Eason? Bien. No te tropieces y
caigas de bruces en su regazo con la boca abierta.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—Jesús, Jillian.
Se rió suavemente y sus hombros rebotaron.
—Relájate, ¿de acuerdo? Deja que el polvo erótico se asiente y luego
ve cómo te sientes en unos días. No puedo hablar por Rob o Jessica, pero
mi Edgar me amaba con todo su corazón. Celoso como una pieza extra en
el día de San Valentín y tan territorial como un maldito oso pardo. Pero me
gusta pensar que, si siguiera adelante con alguien nuevo, se alegraría por
mí. No subestimes a la gente que te ha querido.
Respiré profundamente, aguantando hasta que mis pulmones
ardieron. De acuerdo. Ella tenía razón. No había nada por lo que ponerse
nerviosa… todavía. Eason no sabía que había tenido un sueño. No hay
daño.
Aunque... relajarse nunca fue mi fuerte.
—Tienes razón. No sirve de nada ponerse nerviosa por nada.
Sus rodillas crujieron al levantarse de la silla.
—De acuerdo, pero si decides que quieres excitarte, tengo un código
de cupón de veinte dólares para un fantástico vibrador. Diez velocidades,
resistente al agua, garantizado para hacerte decir: ¿Eason quién?
91
—Bien, es suficiente. Vuelve al trabajo. Se acabó el descanso.
Riéndose, se dirigió a la puerta.
—Voy a enviar el código del cupón por correo. Ya sabes, por si acaso.
10
Eason
—¡Papá! —exclamó Luna, chocando con mis piernas en cuanto entré
por la puerta trasera de la casa de Bree.
Sudoroso y sin camiseta, recién terminada mí la carrera, la levanté.
—Hola, dulce niña. ¿Me echaste de menos?
Envolvió mi cuello con sus brazos y apoyó su cabeza en mi hombro,
dándome la única respuesta que necesitaría. Y entonces, en el siguiente
latido, se levantó de golpe y se pellizcó la nariz.
—Puaj, papá susio.
—Oh, Dios mío... —murmuró Bree, deteniéndose a unos metros de
distancia.
—¿Qué? —pregunté. 92
Usando la mano para protegerse la cara, dirigió su mirada al suelo.
—¿Dónde está tu camisa?
Torcí los labios.
—Probablemente en mi cajón.
—Bieeeeen, pero ¿por qué no la llevas puesta?
Parpadeé durante varios segundos. No es que ande mucho sin
camiseta, pero no era raro si estaba haciendo ejercicio o pasando el rato en
la piscina con los niños.
—¿Porque acabo de regresar de correr? ¿Te... molesta?
Levantó la cabeza, pero seguía usando su mano para bloquear mi
pecho de su visión.
—Por supuesto que no me molesta. ¿Por qué iba a molestarme?
—Vaya, Bree. No lo sé —respondí, levantando una mano para
imitarla.
Desechando su escudo, puso los ojos en blanco.
—Como sea. Ahora que has vuelto de hacer flexiones en el patio,
¿puedes cuidar a los niños un rato? El concesionario que compró el
Porsche de Rob debe recogerlo por la mañana, así que tengo que sacar el
resto de sus cosas y limpiar el interior. Se volvería loco si dejara que
alguien viera a su bebé así.
No había hecho ninguna flexión en el patio; por lo tanto, no tenía
ninguna maldita idea de lo que estaba hablando. Pero había partes más
urgentes de su declaración que requerían mi atención.
—Oye, espera. —Puse a Luna de pie—. Pensé que ibas a dejar que
me encargara de eso.
—Sí, pero son las cuatro.
—¿Y? —exclamé, claramente confundido.
Había sido cuestión de tiempo que esto sucediera. Sencillamente no
lo esperaba ese día.
Por otra parte, una vez leí en un libro que no hay una línea de
tiempo real para el dolor. Siempre era un paso adelante, dos semanas
revolcándose y maldiciendo al universo. Pero, con el tiempo, los días
buenos habían empezado a superar a los malos. 93
Durante más de trece meses después del incendio, las pertenencias
de Rob habían permanecido intactas. Su abrigo colgaba en el perchero
junto a la puerta, su ropa llenaba el armario y su precioso descapotable
acumulaba polvo en el garaje. Bree y yo habíamos hablado varias veces de
recoger sus cosas, pero aún no lo había hecho.
No podía culparla; yo todavía llevaba mi anillo de boda porque
quitármelo me parecía una traición.
Sin embargo, esa semana algo había pasado con Bree. Había estado
más callada que de costumbre, reservada.
Al principio pensé que había hecho algo para enfadarla, porque si
entraba en una habitación, ponía todas las excusas posibles para
marcharse. Sin embargo, nunca se perdía una de nuestras charlas
nocturnas junto a la hoguera, aunque también eran extrañas. O bien
evitaba el contacto visual o bien la atrapaba mirándome de reojo.
Por no hablar de su reacción cuando Madison y Asher tramaban un
ataque de cosquillas a escondidas contra ella. Mi trabajo consistía en
inmovilizar sus brazos por encima de su cabeza, tal y como había sucedido
una docena de veces antes. Su cara se había vuelto de tonos rojos que no
sabía que la carne humana era capaz de hacer ese día. Me evitó como la
peste durante el resto de la tarde, y solo me perdonó cuando le metí tres
M&M’s rojos en la servilleta durante la cena.
Sin embargo, el viernes cuando llegó a casa del trabajo, se puso un
pantalón de pijama morado y una camiseta de tirantes a juego y empezó a
ordenar las cosas de Rob. Armada con un sistema de guardar, donar y
tirar a la basura, se negó a que le ayudara más allá de entretener a los
niños y, de vez en cuando, bajar las cosas por las escaleras o subirlas al
ático después de haberlas metido en cajas para guardarlas.
La impotencia que sentí mientras me paseaba frente a la puerta de
su habitación mientras escuchaba sus sollozos rotos casi me destruyó. Me
había acostumbrado a ser un equipo, pero aquella no era una despedida
que tuviéramos que decir juntos. Cuando los niños se fueron a dormir,
llamé a la puerta para avisarle de que me dirigía a la casa de la piscina.
Para mi sorpresa y alivio, dio una palmadita en la alfombra que tenía al
lado y me pidió que me quedara un rato.
Con dos monitores de vídeo para bebés de fondo, nos sentamos en la
alfombra de su habitación, riéndonos durante horas de los viejos anuarios
de Rob y míos. La limpieza literal y figurada del armario tampoco se limitó
a su marido. Encontró fotos de ella y de Jessica de mucho antes de que yo
94
conociera a alguna de las dos. Había tarjetas de cumpleaños escritas por
Jessica, algunas bufandas e incluso un pequeño par de pendientes de oro
que le había prestado mi mujer y que, por suerte, nunca devolvió. Por muy
pequeños o baratos que fueran, se convirtieron de inmediato en tesoros
familiares que podía transmitir a nuestra hija.
Eran más de las tres de la mañana cuando me dirigí a mi casa, con
una cesta llena no solo de las cosas de Jessica, sino también de las
camisetas favoritas de Rob, el Rolex que Bree insistió en que él habría
querido que tuviera, y una caja de zapatos con los resguardos de las
entradas y los folletos de mis presentaciones que no tenía ni idea de que él
había coleccionado.
Pero, sobre todo, cuando nos despedimos, nos quitamos de encima
un peso que no sabíamos que cargábamos. Era casi como si hubiéramos
tenido demasiado miedo de permitirnos recordar en voz alta a las dos
personas que habíamos perdido, pero esa noche, después de purgar un
recuerdo tras otro junto con las cosas tangibles, había mucho menos dolor
y mucha más paz de lo que había esperado.
A pesar de lo sombrío y triste que podría haber sido, después de
pasar ese tiempo riendo y básicamente tirando la mierda, sin
preocupaciones en la noche, me encontré sintiéndome tan afortunado de
seguir teniendo a Bree. Y aún más afortunado de poder ser yo quien
estuviera allí para ella.
El sábado fue muy parecido, aunque cuando la casa se vació de las
pertenencias de Rob, también lo hizo la luz en los ojos de Bree. Había sido
una noche de sábado silenciosa alrededor de la hoguera, y su única copa
de vino se convirtió poco a poco en una botella. Sin embargo, el domingo
por la mañana, a primera hora, volvió a la carga, con una resaca tremenda
y a toda máquina.
Intenté convencerla de que se tomara un descanso. Incluso le
propuse ir al parque con los niños. Pero Bree no lo aceptaba. Al final, se
hartó de mi insistencia y me dijo que me fuera de excursión. En lugar de
eso, salí a correr, ya que había descubierto que me ayudaba a expulsar la
nueva energía que tenía últimamente.
—¿Qué tienen que ver las cuatro de la tarde? —pregunté.
—Se está haciendo tarde, y tengo que limpiar el auto, bañar a los
niños, hacer la cena, y...
¿Estaba mal pensar que era preciosa cuando estaba nerviosa y 95
abrumada? Su cabello despeinado. Su camisa sucia y arrugada. La
pequeña mancha de rímel que le llegaba a la sien junto al ojo izquierdo.
¿Era peor que mi primer instinto fuera rodearla con mis brazos y
decirle que me encargaría de lo que había que hacer y que al diablo con lo
que no estuviera terminado? Lo mejor para mí era quitarle algo del plato y
verla exhalar por lo general por primera vez en todo el día.
A veces, la mirada silenciosa y agradecida que me dirigía me robaba
un poco el aliento.
—¿Por qué no vas a sentarte afuera un rato y tomas un respiro? Te
dejaré sola. —Aparté mis ojos, no queriendo hacerla sentir incómoda como
lo había sido conmigo últimamente—. Me ocuparé del auto y de los baños,
y pediré una pizza vegetariana para cenar.
—¡Pis-za! —gritó Luna, corriendo tan rápido como sus piernecitas le
permitían para dar la buena noticia a Asher y Madison.
Sonreí, disfrutando del fugaz momento en el que cuidaba de mis
chicas al mismo tiempo.
—Ves, ya es un hecho.
—No puedo dejar que hagas eso. Se supone que los fines de semana
son tus días libres para que puedas trabajar. —Se estiró el cuello,
demostrando de nuevo el precio que le había cobrado el largo fin de
semana.
—Sí, bueno. Me tomo un día libre para ayudar a una amiga.
Sus ojos se iluminaron, pero luego frunció rápidamente el ceño,
formando una arruga entre sus ojos.
—Deberías encontrar nuevos amigos. La que tienes ahora está muy
necesitada.
La que tengo ahora es muy sexy, de pie frente a mí, muerta de
cansancio con unos viejos Birkenstocks.
—Psh, tú deberías encontrar nuevos amigos. El que tienes ahora
está a punto de colar tocino en la pizza vegetariana.
Curvó el labio.
—¿No es contraproducente el tocino después de un entrenamiento?
—No, si haces ejercicio para poder comer el tocino.
—Touché. —Se rio bajo y su mirada se dirigió a mi pecho durante un
96
nanosegundo. Todo su cuerpo se sobresaltó cuando sus ojos verdes
volvieron a mirar los míos—. Ummm, ¿seguro que no te importa? Puedo
con la hora del baño e incluso pedir una pizza. Pero estoy emocionalmente
agotada.
—Lo has hecho bien este fin de semana. Realmente bien. —Le di un
apretón en el hombro.
—Sí. Gracias. —Se encogió de hombros.
Jesús, ¿cuál era su problema? De acuerdo. No le des importancia.
Literalmente, acababa de decir que estaba emocionalmente agotada. Lo
último que necesitaba era que yo interpretara esa mierda.
Puse mi sonrisa característica y recurrí a mi habilidad especial de
hacer una broma.
—Ahora, solo para que quede claro, escuchaste la parte sobre el
tocino en una de esas pizzas, ¿verdad?
—Tocino extra. Te entiendo.
No hice suficiente cardio para justificar el tocino extra, pero tampoco
la corregí.
Tras una rápida parada para ducharme, me dirigí al garaje. Me armé
de valor antes de retirar la cubierta del Porsche 911 rojo rubí de Rob.
Aparte de los arranques ocasionales para evitar que la batería se agotara,
nadie había tocado el auto desde que perdimos a Rob.
Una oleada de nostalgia me apuñaló en las entrañas al abrir la
puerta.
No había mucho que limpiar. Salvo una fina capa de polvo en el
salpicadero, el interior estaba impecable: un cargador de iPhone
abandonado era la única prueba de que el auto había salido alguna vez de
la sala de exposiciones. Me puse a trabajar en la apertura de las viseras y
de la guantera. En su interior había todo lo habitual: un paquete de
chicles, unas gafas de sol, los registros de mantenimiento y el justificante
del seguro, pero lo que me llamó la atención fue un pequeño teléfono
negro.
Inmediatamente, lo agarré y lo giré entre mis dedos. El teléfono de
Rob se había perdido en el incendio, así que supuse que debía ser un
teléfono del trabajo o un modelo más antiguo que había actualizado. En
cualquier caso Bree lo querría recuperar, así que lo conecté al cargador y
seguí adelante sin pensar mucho en ello.
El pequeño maletero del capó estaba vacío, y después de revisar
debajo de los asientos, limpiar la consola y sacudir las alfombrillas, di por
97
terminado el día.
Conseguí sacar mi cuerpo del diminuto auto de payaso solo para
acordarme del teléfono, así que me recosté.
Y fue entonces cuando el tiempo se detuvo de nuevo.
Con la batería cargada, el teléfono se había encendido y en la
pantalla brillaban las notificaciones de un número local de Atlanta. No
había ningún nombre ni foto programados para el contacto, pero
basándose en el mensaje, Rob estaba más que familiarizado con el
remitente.
No puedo dejar de pensar en lo profundo que llegaste anoche.
Qué.
Demonios.
Me hundí de nuevo en el asiento del conductor, dejando la puerta
abierta. No había manera. De ninguna manera. Rob y yo habíamos estado
más unidos que nunca. Me lo había contado todo. Si hubiera estado
engañando a Bree lo habría sabido. Como mínimo habría sabido que era
infeliz.
Pasé a la siguiente notificación.
El mismo número de teléfono, un mensaje diferente que me dejó
boquiabierto.
Tus labios. Tu cuello. Tu polla. No puedo esperar mucho más para
volver a probarlos todos.
Con el corazón en la garganta, miré hacia la puerta que llevaba a la
casa. La pizza debería llegar pronto, y si iba a averiguar qué demonios
había en el teléfono antes de que Bree saliera a buscarme, tenía que ser
rápido.
Con la mandíbula apretada, me desplacé hasta el siguiente mensaje.
Diablos, tal vez ni siquiera fuera el teléfono de Rob.
Señor Winters, prométame que hará un hueco en su apretada agenda
para follar conmigo hoy.
Mierda. Ahí se fue esa teoría.
—¿Qué diablos estabas haciendo? —le grité a mi mejor amigo
muerto. Cuando me quedé sin notificaciones, tecleé lo que esperaba que
fuera el código para desbloquear su teléfono.
La cajita que aparecía en la pantalla se sacudió en rechazo.
98
En rápida sucesión, intenté el cumpleaños de Bree, el código de su
sistema de alarma y los cumpleaños de los niños, y justo antes de
quedarme bloqueado durante sesenta segundos, intenté una combinación
de los tres.
Todas jodidamente equivocadas.
Sí, claro. Por supuesto. Cuando se tiene una aventura
probablemente sea mejor no usar un código que tu esposa pueda adivinar.
No es que yo supiera nada de eso. La contraseña de mi teléfono era 1-1-1-
1.
Respiré hondo, pero no sirvió para frenar el estruendo en mis oídos.
Tenía que haber una explicación. Mi mente giraba en un millón de
direcciones diferentes. El quién, el qué, el cuándo, el dónde y el maldito
por qué seguían sin respuesta. Luna me había bloqueado el teléfono las
suficientes veces como para saber que, si me equivocaba una vez más,
tendría que esperar cinco minutos para que se abriera de nuevo. Luego
quince, una hora, y finalmente lo desactivaría por completo.
Por desgracia, la pizza de Gino’s no era tan lenta. Máximo, me
quedaban dos intentos antes de que Bree viniera a buscarme. ¿Y luego
qué?
¿Le contaba lo de las notificaciones? ¿Podría volver a ellas sin el
código de acceso? Esos mensajes la habrían destrozado. Bree apenas
sobrevivía al fin de semana. ¿Realmente quería arrojar este montón de
mierda a sus pies sin conocer todos los hechos?
Si siguiera vivo, habría ido directamente a Rob. Exigiría respuestas.
Mejores amigos o no, la forma en que vivía su vida no era de mi
incumbencia. Pero, ¿vamos? ¿Engañando a su esposa? ¿La madre de sus
hijos? A la mierda con eso.
Especialmente ahora que dicha esposa era mi... bueno, lo que sea
que fuéramos Bree y yo. ¿Una especie de empleador? ¿Una amiga? Oh, ¿a
quién demonios estaba engañando? Bree era de la familia. Y esto no era
algo que se le ocultara a la familia.
Tragando con fuerza, me devané los sesos. En la pantalla aparecían
cuatro puntos. Necesitaba un número de cuatro dígitos que Bree no
adivinara pero que Rob nunca pudiera olvidar.
Mi rodilla rebotó a ritmo de maratón y mis dedos se cernieron sobre
la pantalla, esperando sin descanso a que se agotara la cuenta atrás, todo 99
el tiempo aterrorizado por un golpe equivocado.
Tal vez no necesitara saberlo.
Tal vez lo mejor sería que tirara el teléfono a la papelera más
cercana.
Tal vez los secretos de Rob deberían haberse ido a la tumba con él.
Ella no necesitaba saberlo.
No nec...
—La pizza está aquí —me informó Asher, apareciendo a escasos
centímetros como un maldito ninja en la noche.
Me tambaleé, dejando caer el teléfono en mi regazo.
—Jesús, Ash.
Sonrió con una gran sonrisa, con su cabello oscuro barriendo su
frente.
—¡Ja! ¿Te asusté?
—Um, sí.
Sin perder de vista nada, tal era el trabajo de un niño de seis años,
bajó la mirada.
—¿Compraste un teléfono nuevo?
—No —le respondí con demasiada brusquedad. Agarrando el
equivalente digital de la libreta negra de su padre, me puse de pie y lo metí
en el bolsillo trasero.
Asher se apartó de mi camino, aunque fue persistente.
—¿De quién es el teléfono?
—Uhh... —Me entretuve, recogiendo el pequeño montón de cosas
que había encontrado en la guantera y el cubo de artículos de limpieza.
Genial. Ahora también tenía que mentir. Rob, maldito imbécil—. Es uno
viejo que uso para escuchar música. Ven. Vamos a comer. —No teniendo
una sola mierda que dar sobre ese maldito auto, usé mi talón para patear
la puerta y cerrarla.
Por suerte, Asher no sacó el tema del teléfono durante la cena. Nos
sentamos todos en la mesa del comedor, con las sillas altas de las niñas
recogidas en los extremos.
Bree hablaba.
Los niños se reían.
100
Y yo miraba fijamente al espacio, con ese maldito teléfono ardiendo
como un ladrillo de carbón incandescente en mi bolsillo trasero mientras
una matriz de números llovía por mi cabeza.
No es de extrañar que Bree sintiera que algo pasaba. Su mirada se
clavó en mí con una sospecha tangible que hizo que se me erizaran los
pelos de la nuca. Por eso la gente como yo no tenía segundos teléfonos ni
amantes. Yo no era el tramposo, pero despellejarme habría sido más
cómodo que soportar el peso de su mirada escrutadora durante un
segundo más. Luna todavía estaba masticando su último bocado de pizza
cuando la levanté, me despedí y la llevé a la casa de la piscina.
Desenfocado y distraído, me esforcé por llevar a cabo la rutina de
Luna a la hora de acostarse. Pero, que Dios bendiga a mi hija; estaba
medio dormida antes de que terminara “Buenas noches, Luna”.
Dejándome solo.
Por fin.
Con ese maldito teléfono.
—Está bien, de acuerdo, bien —canté para mis adentros mientras
caminaba por la pequeña sala de estar.
Mucho antes de que me mudara, Bree había decorado la casa de la
piscina con un tema playero. Los muebles de color tostado con acentos de
color verde azulado creaban el ambiente. Las paredes estaban decoradas
con fotos en blanco y negro de estrellas de mar y aguas costeras, y las
piedras azules multicolores de los paneles de la cocina remataban la
moderna sensación oceánica. Aunque, en ese momento, mientras miraba
el misterioso teléfono de Rob sobre la mesa de centro, me parecía estar
atrapado en aguas infestadas de tiburones.
Todavía no podía creer que le hiciera eso a Bree. Esa mujer era su
vida, y en el último año de conocerla de verdad, entendí completamente
por qué. Una aventura no tenía sentido. Mi desesperada necesidad de
entender crecía por momentos. Sin embargo, pasearse no iba a ayudarme
a entenderlo mágicamente.
»De acuerdo —dije, bajando para sentarme en el sofá frente al
teléfono. El siguiente cierre era de cinco minutos. Podía hacerlo. Podía
hacerlo totalmente.
Rob siempre había estado obsesionado con los autos. No eran lo mío,
pero le había escuchado divagar lo suficiente como para saber que un 101
Shelby de 1969 era el auto de sus sueños.
1-9-6-9
Denegado.
Maldición.
Durante los siguientes cinco minutos, hubo un huracán de pasos,
pensamientos y palabrotas.
Tal vez no fuera un código a descifrar. Si era tan estúpido como para
tener una aventura, tal vez era lo suficientemente tonto como para pensar
que ni siquiera necesitaba un código. Respirando hondo, me decanté por la
secuencia más genérica que se me ocurrió.
1-2-3-4
Me equivoqué de nuevo.
Mierda.
Derrotado, me acomodé con mis quince minutos de purgatorio.
Tenía que haber decenas de miles de combinaciones diferentes, pero
solo una abría el teléfono y se me estaban acabando las conjeturas. Era mi
mejor amigo; no debería haber sido tan difícil. Por el amor de Dios, había
pasado tres meses viviendo en una furgoneta con él, donde compartíamos
hamburguesas con queso de noventa y nueve centavos para cenar y nos
turnábamos para hacer guardia cuando teníamos que orinar en mitad de
la noche.
Cuando decía que conocía a Rob Winters, quería decir que lo
conocía. Había titulado el trabajo de mi vida después de eso...
Mi cuerpo se convirtió en piedra. Fue un verano que pasamos
juntando monedas e intercambiando ropa limpia, pero no importaba
cuántas veces nos dobláramos de risa mientras contábamos esas historias,
siempre volvíamos a la camioneta Aerostar.
Había una razón por la que mi álbum no era Solstice en el 2007. Nos
lo habíamos pasado en grande tocando en bares nuevos, conociendo
mujeres y bebiendo hasta la saciedad los chupitos que nos servía el
camarero cuando nadie miraba. Pero fue el vínculo que forjamos dentro de
la furgoneta lo que cambió nuestras vidas.
Rob me había contado todo sobre sus miedos a no estar nunca a la
altura de lo que los demás esperaban de él. Y yo le conté todo sobre que
había crecido con una narcisista que estaba demasiado ocupada con su
propia vida como para recordar que yo existía. Nos confiamos mutuamente
102
sobre la mierda que dos jóvenes de veintiún años nunca deberían haber
experimentado. Y, en aquellas sillas de capitán, recostadas, mirando la
tela que caía sobre el techo, habíamos prometido mantenernos unidos y
rendir cuentas el uno al otro.
Mil novecientos noventa y dos. No era un lugar en el tiempo. Era una
dirección en la que dos chicos rotos habían jurado convertirse en hombres
mejores que el mundo en el que habíamos nacido.
Conteniendo la respiración, tecleé los números 1-9-9-2.
Un torrente de adrenalina se apoderó de mí como un tsunami
cuando la pantalla se abrió de repente.
Me puse en pie, con la victoria cantando en mis venas. Por un
momento me sentí tan orgulloso de mí mismo que me olvidé de la traición
y de por qué había entrado en el teléfono en primer lugar.
La pantalla de inicio estaba configurada por defecto, con las
aplicaciones estándar de fábrica ordenadas en carpetas. El único icono en
el dock de la parte inferior era el de Mensajes y me devolvió a la realidad.
No había vuelta atrás, pero Bree merecía saberlo.
Podía decírselo con delicadeza. Estar ahí para apoyarla. Recordarle
que Rob siempre la había amado, sin importar las malditas decisiones que
había tomado. Esta vez sería la roca de nuestro equipo, le daría el espacio
y el tiempo que necesitaría para volver a llorar.
Pero esto sería completamente diferente a lo de hace trece meses.
Olvídate de la sal, esto sería ácido en sus heridas. Yo estaría allí para ella
y, si Dios quería, suavizaría el golpe.
Al revisar los mensajes, solo encontré un hilo: el último mensaje
fechado el día del incendio. Me desplacé hacia arriba y se me revolvió el
estómago al hojear su conversación. Desde citas espontáneas por la tarde
en un hotel local hasta citas semanales los martes por la noche en
cualquier lugar que fuera “su lugar”. Esto no era algo nuevo ni un hecho
aislado para Rob. Con los dulces comentarios de las tres de la mañana y
los innumerables “te echo de menos” de ambas partes, la amargura me
subió a la garganta mientras una semana tras otra de engaños aparecía en
la pantalla.
Tras la tragedia, es extraño lo que uno recuerda.
Recordé estar dentro de la casa de huéspedes, la casa de huéspedes
de Rob.
103
Recordé el peso nauseabundo en mi estómago mientras intentaba
averiguar cómo podía destruir a una mujer que durante el último año
había llegado a significar tanto para mí.
Pero el momento en el que apareció una foto de mi mujer desnuda
en la pantalla me marcó el alma para siempre.
11
Bree
Después de acostar a los niños, bajé a limpiar la cocina. La mayor
parte de la pizza de tocino estaba intacta. Solo una porción estaba a medio
comer en el plato de Eason, y la culpa de verla allí se acrecentó en mi
interior. No debí dejar que se ocupara del auto de Rob. La limpieza de la
casa ese fin de semana fue emocionalmente agotadora y Eason se
comportó de manera increíble.
No sabía cómo lo hacía, pero siempre estaba ahí cuando lo
necesitaba y apenas lo notaba cuando necesitaba tiempo a solas. Se
preocupaba por mí, así que por supuesto había momentos en los que se
quedaba demasiado tiempo. Pero eso era puramente Eason, así que no me
quejaba mucho.
A veces, en las sombras de mi propio dolor, olvidaba lo unidos que
fueron él y Rob. No es de extrañar que haya estado tan callado en la cena. 104
Limpiar el auto de Rob, el último capítulo de la vida de su mejor amigo; no
debía ser una tarea fácil para él. Sin embargo, insistió en hacerlo de todos
modos.
Y después de actuar como una maniática total y de mirarle el pecho
a conciencia, lo había dejado.
Bien, Bree. Excelente manera de comunicar tu gratitud.
Todavía con la resaca de mi intento de ahogarme en una botella de
Chardonnay la noche anterior, agarré un agua con gas y una cerveza para
Eason, y luego calenté dos trozos de pizza con la esperanza de poder
obligarlo a comer.
En el transcurso de la semana, mi sueño con las manos de Eason
sobre mí no se desvaneció en lo más mínimo. Fueron aproximadamente
cinco duchas frías y una entrega exprés del vibrador recomendado por
Jillian, sobre el que mintió porque no me hizo olvidar a Eason en absoluto.
Pero, dejando de lado la incomodidad, hacía tiempo que me volví
adicta a nuestras charlas nocturnas. No importaba lo duro que fuera el
día. El simple hecho de verlo sentado afuera, con su cabello rubio
desordenado y peinado hacia un lado, con una cerveza en la mano y los
pies apoyados en una silla, calmaba la constante tormenta que se
desataba en mi interior. No estaba segura de que tuviera el mismo efecto
en él, pero si no estaba de camino a una presentación, nunca se perdía
una noche.
A juzgar por la forma en que salió corriendo de la casa esa noche,
podría tomarse su tiempo. Recuperar la calma. Poner la sonrisa falsa que
yo había llegado a odiar.
Pero él estaría allí.
Y por Eason, esperaría.
Sentada en mi rincón del sofá, miré el cielo nocturno con una
sensación de satisfacción arremolinándose en mi pecho. Había sido un fin
de semana infernal, pero por fin sentía que estaba dando los primeros
pasos en el retorcido camino de seguir adelante. Cada día, veía a Rob en
las caras de mis hijos. Por eso, él siempre formaría parte de mi vida. Pero
ya no me sentía atrapada en una espiral de dolor. Limpiar el armario y
donar sus cosas no era lo mismo que borrarlo de nuestras vidas. Pero vivir
como si fuera a llegar a casa en cualquier momento no nos había hecho
ningún favor ni a mí ni a los niños.
Miré mis anillos de boda, con los diamantes brillando a la luz de la
105
piscina. Aún no estaba preparada para guardarlos en la caja fuerte. Y eso
estaba bien. Era un proceso. Lo sabría cuando llegara el momento.
Sin embargo, cuando Eason salió de la casa de la piscina, con unas
ganas asesinas llenando su rostro, pronto me enteraría de que el momento
era justo antes de que Rob muriera.
—¿Lo sabías? —masculló desde unos metros de distancia, con su
voz resonando en la casa.
Mi cabeza se echó hacia atrás, la confusión me golpeó como una
bofetada.
—¿Sabía qué?
Se detuvo frente a mí, con su cuerpo alto y musculoso vibrando de
rabia.
—¡Que tu marido se estaba follando a mi mujer!
Me reí, el mero hecho de pensarlo era tan ridículo que casi resultaba
gracioso.
—¿De qué demonios estás hablando?
Levantó un teléfono en mi línea de visión, revelando una foto de
Jessica sonriendo en un espejo, un brazo sosteniendo sus pechos
desnudos, su otra mano enredada en la parte superior de su cabello.
Puse la palma de la mano para bloquear la imagen.
—Jesús, Eason. ¿Por qué me muestras eso?
—¡Porque ella se lo envió a Rob! —murmuró entre dientes apretados.
Con el dedo, dio un golpe a la pantalla y docenas de burbujas de texto azul
y gris rodaron tan rápido que daba vértigo.
Pero, como una ruleta sacada de la Dimensión Desconocida, se
detuvo en una foto de Rob. Según la funda de almohada blanca y verde,
estaba en nuestra cama. Con el pecho desnudo y una sábana sobre las
caderas, tenía el rostro alejado de la cámara. Casi podía oír su rica risa.
Sin embargo, fue Jessica acurrucada a su lado, con sus pechos desnudos
apretados contra su costado, con una sonrisa cegadora mirando a la
cámara, la que me robó el aliento de los pulmones.
—¿De dónde sacaste eso? —siseé, poniéndome de pie.
—De su auto —respondió de mala manera, con el pecho agitado
mientras me miraba con ojos tan fríos y distantes que apenas lo reconocí. 106
Respiré entrecortadamente y, como si el oxígeno se hubiera vuelto
venenoso, me quemé hasta el fondo.
No era posible.
Era imposible que la imagen fuera real.
Pero tampoco era posible negarlo.
—¿Esto es una especie de broma de mal gusto? Porque tengo que ser
honesta, Eason. Es muy jodido. —Una lágrima se me escapó por el rabillo
del ojo.
Como si se hubiera encendido una luz, su rostro se suavizó
inmediatamente.
—Ojalá —murmuró, entregándome el teléfono. Comenzó a caminar,
basándome en el sonido de sus pasos. Yo estaba demasiado concentrada
en el universo alternativo que tenía en la palma de mi mano para estar
segura.
En la pantalla no aparecía el número de teléfono de ninguno de los
dos, pero había tantas fotos que era fácil averiguar quién era quién.
Jessica: Le dije a Eason que iba a la tienda de comestibles. ¿Crees
que puedes almorzar temprano?
Rob: Eres mi almuerzo favorito. Solo dime dónde.
—No lo entiendo. —Me atraganté, con el dolor que irradiaba el
cuchillo de la traición alojado firmemente entre mis hombros.
—¿Qué hay que entender? —comentó, plantando sus manos en las
caderas—. Estaban follando a nuestras espaldas.
—No. —Sacudiendo la cabeza como si pudiera borrar las imágenes
grabadas en mi mente, afirmé—. Él no me haría eso. Ella no me haría eso.
—Sí, bueno, me lo hicieron a mí, Bree. —Alargó la mano y me
arrebató el teléfono—. ¿Quieres ver algo divertido?
No había absolutamente nada divertido que fuera a mostrarme, así
que me preparé para el impacto cuando pasó su dedo por la pantalla,
buscando Dios sabía qué.
Se puso a mi lado, colocando el teléfono entre nosotros.
—¿Recuerdas cuando la llevé a Savannah por nuestro aniversario?
—Inclinó el teléfono para que ambos pudiéramos ver la foto en la pantalla.
Jessica miraba a la cámara con una mueca de beso, y el tirante de un
sujetador negro de encaje transparente caía de su hombro—. Este es el
107
baño del hotel de nuestro viaje de aniversario. —Señaló la esquina inferior
de la imagen donde aparecían dos espejos reflejados entre sí para mostrar
el resto de la habitación del hotel—. Ese soy yo. Dormido en la cama. —
Movió el dedo hacia su sujetador—. Y esa es la lencería que le compré,
pero me dijo que estaba demasiado cansada para el sexo, así que ni
siquiera se la puso.
Mi estómago se agrió y mi boca se secó. ¿Su aniversario? Eso fue
meses antes del incendio.
—¿Cuánto tiempo duró esto?
—Al menos tres meses, aunque habían estado hablando antes. El
primer mensaje que aparece es que él tenía un nuevo número que era
seguro. Quedaban para comer y por las tardes cuando yo sacaba a Luna
de paseo. ¿Esa nueva clase de baile que había estado tomando por la
noche? —Se rió sin humor, con el dolor esculpido en su apuesto rostro—.
Sí, eso era una tontería para poder quedar en el Four Seasons. Rob tenía
una reserva permanente todos los martes y jueves.
Parpadeé varias veces, tratando de dar sentido a lo ilógico. Siempre
supe que Rob y Jessica eran amigos. Él me mostraba memes que ella le
enviaba por mensaje sobre su adicción al trabajo, y se reunían para
planear mi cumpleaños o comprar mis regalos de Navidad. ¿Pero una
aventura?
—¿Por qué? Quiero decir... ¿qué demonios, Eason?
—No tengo ni idea —soltó—. Solo sé que, durante tres meses, mi
mejor amigo me dio consejos sobre mi fallido matrimonio, mientras le
decía a mi esposa que la amaba a mis espaldas.
Y con eso, la daga en mi espalda se clavó justo en mi corazón. Con
las piernas inestables, tropecé, mis pantorrillas golpearon el sofá y me
obligaron a sentarme.
—¿La amaba?
Dejó escapar un fuerte gemido.
—Tengo que salir de aquí. No puedo estar aquí esta noche.
Mi cabeza se levantó de golpe, una ola de ansiedad que no tenía
nada que ver con mi marido infiel se estrelló sobre mí.
—¿A dónde vas?
—A cualquier sitio. —Alzó sus manos a los lados—. Estar aquí. Su
casa. Su patio. No puedo dormir en una cama bajo su techo,
preguntándome si alguna vez se folló a mi mujer en ella. —Se inclinó hacia
108
delante para agarrar el teléfono, pero lo aparté de su alcance.
—No, quiero ver todo.
—No necesitas leer esa mierda, Bree. Hazme caso. Ya sabes lo
suficiente.
Pero se equivocaba.
—No. Puedes irte, tomarte un tiempo para ti, hacer lo que tengas
que hacer. Pero yo necesito saber cada una de sus palabras al derecho y al
revés, una y otra vez, hasta que algo por fin me haga entender cómo
pudieron hacerme esto... a nosotros.
Su mandíbula se tensó.
—No va a hacer que duela menos.
—Sí, bueno, tampoco unas vacaciones y no me oyes intentando
detenerte.
Me miró fijamente durante un largo rato, pero finalmente, sus
hombros cayeron.
—El código de acceso es diecinueve noventa y dos.
Oh, Dios mío. ¿Qué demonios, Rob?
Sin poder ocultarlo, palidecí.
»Sí —resopló—. Supongo que esa furgoneta no era lo único que
compartíamos. —Bajando la cabeza mientras se alejaba, añadió—. Ya te
diré dónde terminamos
Asentí, pero mi corazón, ya roto, se hizo añicos al verlo alejarse. Era
igual que mi sueño. Se estaba yendo y no tenía forma de detenerlo.
Esa noche no pude dormir. Lo primero que hice fue desnudar mi
cama, metiendo las sábanas y las mantas en una bolsa de basura y
tirándolas por la ventana. Fue un poco dramático cuando simplemente
podría haberlas llevado a los cubos de basura, pero golpear mi puño
contra su lado vacío de la cama era algo terapéutico. Me planteé tirar los
anillos de boda y de compromiso en la misma bolsa, pero tenía hijos que
podrían quererlos algún día, así que los metí en la caja fuerte, con la
esperanza de haberlos lanzado lo suficientemente fuerte como para que se
hicieran añicos, igual que nuestros votos.
Cuando me instalé en la habitación de invitados, leí cada mensaje al
menos una docena de veces. Como una masoquista, amplié cada imagen y
memoricé cada detalle. Cuando se me acabó el material, llamé al jefe de
109
informática de Prism a las cinco de la mañana y pedí un registro de todos
los mensajes y llamadas que Rob hizo desde su teléfono del trabajo. Hice lo
mismo con nuestro proveedor de telefonía móvil personal en cuanto
abrieron sus oficinas, pero mi búsqueda no terminó ahí.
Después de perder a Rob, utilicé una vieja copia de seguridad de la
nube para descargar el contenido de su teléfono personal y así no perder
todas las fotos que hizo a lo largo de los años. Pasé muchas noches
desgarradoras revisando sus fotos y soñando con el pasado. Jessica nunca
aparecía desnuda en sus fotos, pero encontrarla en el carrete de su
cámara no era raro. En ese momento, no le di mucha importancia. A
menudo hacíamos que Rob o Eason tomaran fotos cuando estábamos los
cuatro juntos. Sin embargo, ahora, sin la venda en los ojos, me esperaba
un gran día de escrutinio.
Era lunes por la mañana y, en cuanto los niños se despertaron,
preguntaron por Eason y Luna. No tenía mucho que contarles. Me envió
un mensaje con una dirección en algún lugar de Tennessee poco después
de la medianoche, pero no ofreció detalles sobre cuándo iban a volver. Me
sorprendió mucho. Eason y yo no éramos ajenos a los trastornos
emocionales, pero esta vez, él quería afrontarlo solo.
Yo, en cambio, quería que entrara por la puerta de mi cocina con
una sonrisa en la cara, Luna en la cadera, y me dijera que todo iba a salir
bien. Porque, de alguna manera, todo estaba bien con Eason alrededor. Y
sí, sabía exactamente lo salvajemente egoísta que sonaba, pero eso no
cambiaba el hecho de que ya lo extrañaba como una loca.
Llamé al trabajo para comunicarles que no estaría en la oficina
durante unos días. Con la auditoría de Hacienda en pleno apogeo y Prism
preparándose para la nueva línea de otoño, no era un buen momento para
tomarme días personales. Por otra parte, ¿hubo alguna vez un momento
conveniente para descubrir que tu marido muerto estaba enamorado de tu
mejor amiga muerta?
Desesperada por una escapada, llevé a los niños al parque, luego a
comer un yogur helado y finalmente al centro comercial para montar en el
carrusel. Estaba agotada, pero estar con mis hijos era lo único que aliviaba
mi alma astillada. Cuando regresamos, la casa estaba muy silenciosa. No
había ninguna de las risas azucaradas de Luna ni de las carcajadas de
Eason.
No estaba allí para preguntarme por mi día. Independientemente de
mi respuesta, su amplia sonrisa me hacía saber que estaba a punto de
mejorar.
110
No estaba allí para sentarse afuera y decir tonterías sobre nada, sus
animadas historias hacían que el peso de la vida pareciera más ligero.
Para ser honesta, ni siquiera tenía que hablar. El mero hecho de
saber que estaba allí, afuera, en la casa de la piscina, trabajando en su
música, me daba una sensación de confort que nunca esperé encontrar de
nuevo.
Mi propio dolor escocía, pero mi simpatía por Eason era la verdadera
bofetada en la cara y solo me hacía odiar a Rob y Jessica mucho más.
Totalmente incapaz de mantener los párpados abiertos por más
tiempo, me quedé dormida un rato después de que los niños se fueran a la
cama, pero a las pocas horas volví a levantarme. Cubrí el suelo del
dormitorio con filas y filas de los mensajes impresos que había solicitado.
Fue un proceso tedioso, cotejar las líneas de tiempo, revisar mis antiguos
mensajes para averiguar qué me decía que hacía mientras estaba con ella,
y luego volver atrás para ver si se había tomado alguna foto en esos días.
¿Y de qué hablábamos Jessica y yo en nuestras viejas conversaciones
mientras se movían a escondidas a mis espaldas? Estaba armando
mentalmente un rompecabezas del que solo tenía la mitad de las piezas.
Lo peor era que tenía esa necesidad visceral de saber por qué lo
hicieron, pero en el fondo sabía que nada de eso importaba. Saberlo no
cambiaría lo que pasó. No importaba cuántas mentiras descubriera, eso no
iba a reparar mi corazón roto.
Después de las revelaciones de los últimos dos días, empecé a sentir
que toda nuestra vida juntos y mi amistad con una mujer, que nunca
había pensado que podría traicionarme, no había sido más que una
ilusión. Cuidadosamente elaborada y expertamente llevada a cabo,
dejándonos a Eason y a mí como tontos en sus juegos.
Cuando Rob y Jessica se perdieron en aquel incendio, muchos
secretos perecieron con ellos. Algunos, aparentemente, únicamente habían
sido esparcidos a la brisa por un tiempo. A pesar de todo, no podía evitar
la sensación de que, de alguna manera, seguíamos ardiendo en las cenizas
de aquella noche, un punto caliente aún por descubrir, que crecía con más
fuerza incluso un año después de sus muertes.
Y mientras pasaba la página a la siguiente serie de sus mensajes,
mis párpados casi tan pesados como mi corazón, las brasas de su traición
se encendieron de repente en una conflagración que nos consumiría a
todos.
111
12
Eason
Incluso antes de perder a Jessica, no era ajeno a la angustia. No
había muchos compositores que lo fueran. En mi juventud, una mujer me
engañó con un compañero de trabajo. Otra me dejó por su ex. Una
simplemente se volvió loca y llamó a mi madre para contarle que no le
compré suficientes flores. Todo era parte del viaje, y el cierre no era más
que parte del proceso.
Sin embargo, resultó que enfurecerse con un fantasma era tan
insatisfactorio como las rupturas.
No había nadie con quien enfadarse.
No había discusiones llenas de lágrimas hasta altas horas de la
madrugada.
No había mentiras que analizar. No había súplicas para quedarse. Ni
siquiera el golpe satisfactorio de la puerta cuando saliera furioso, con la
112
cabeza en alto y mi autoestima por los suelos, pero sabiendo que merecía
algo mejor.
Jessica había estado durmiendo a mis espaldas con el hombre que
consideraba mi hermano.
No pude conducir hasta la casa de Rob y golpear su puerta en medio
de la noche, exigiendo respuestas a preguntas que nadie debería tener que
hacer. No había insultos que intercambiar, ni puñetazos que lanzar, y
absolutamente nada que pudiera hacer para calmar el huracán que crecía
dentro de mí.
Así que tomé a mi hija y mi guitarra y me fui en medio de la noche.
Odiaba dejar a Bree sola con el maldito teléfono, pero no podía quedarme.
Los recuerdos que los cuatro habíamos hecho en esa casa antes del
incendio alguna vez fueron reconfortantes. Las tardes alrededor de la
piscina, riendo y bebiendo. Las cenas improvisadas que Bree y Jessica
planearían en las que Rob insistiría en asar a la parrilla. Las innumerables
veces que Rob y yo vimos fútbol, baloncesto o cualquier deporte que
estuviera en temporada en la pantalla grande mientras nuestras esposas
conversaban sobre todo bajo el sol.
Ahora, esos recuerdos estaban envenenados por la duda.
Empañados por el engaño y la mentira.
¿Él había estado fantaseando con ella mientras caminaba alrededor
de la piscina en bikini? La misma piscina a la que daba mi dormitorio.
¿Todas las cenas fueron una artimaña para que ella pudiera verlo y
jugaran con los pies debajo de la mesa en la que actualmente yo cenaba
todas las noches?
Mientras mis ojos habían estado pegados al juego, ¿él planeaba un
momento para quedarse con ella a solas, tal vez inmovilizándola contra la
pared en el pasillo por el que yo pasaba todos los días?
Tenía que salir de allí, incluso si eso significaba alejarme
temporalmente de Bree también.
Necesitaba un respiro. Un lugar para pensar y procesar. No
encontraría la paz, pero había vivido sin ella durante más de un año.
Podría hacerlo un rato más.
Me las arreglé para conseguir una cabaña justo al norte de
Gatlinburg con registro digital las veinticuatro horas. Era un apartamento
pequeño de dos habitaciones, perfecto para Luna y para mí, con una vista
increíble de las montañas.
113
No tenía idea de cuánto tiempo me quedaría. Había reservado el
lugar por una semana, pensando que prefería perder dinero e irme antes
que ser expulsado antes de estar listo para regresar.
El primer día, Luna y yo exploramos la zona. Estaba relativamente
aislado, excepto por unas pocas cabañas en la distancia, pero
encontramos una tienda de comestibles a unos treinta minutos y
compramos suficientes galletas Goldfish, crayones y libros para colorear
para mantener ocupada a Luna.
Hacíamos senderismo. Nos acurrucábamos en el sofá. Incluso logré
bajar la temperatura del jacuzzi para que pudiéramos usarlo como una
piscina. Pero cuando caía la noche, sin las distracciones de ser padre, mi
mente me atormentaba.
¿Cuándo fue la primera vez? ¿El primer beso? ¿El primer toque?
¿Quién lo inició? ¿Quién lo quería más?
¿Cuándo fue la última vez? ¿El jueves antes del incendio? ¿La sedujo
en la cocina cuando yo preparaba el Pictionary? ¿Ella esperaba que me
emborrachara lo suficiente como para no oírla follándoselo en el baño?
¿Cuán malditamente ciego había estado para no haberlo visto?
Desde el día en que descubrí la música, la escritura era mi vía de
escape. Cuando los tiempos se ponían difíciles y todo se volvía demasiado
duro, me sentaba detrás de mí piano o arrastraba una guitarra a mi regazo
y el caos fluía desde lo más profundo de mí, a través de mis dedos y hacia
el mundo.
Cuando la noticia del incendio se extendió a través de mis
conexiones en la industria de la música, un productor con el que me moría
por trabajar se acercó para darme el pésame. Terminó la llamada diciendo:
“Este tipo de angustia debería hacer un álbum increíble para ti.
Contáctame cuando estés listo para comenzar a grabar”. Quería llegar a
través del teléfono y romperle el maldito cuello.
Lo que había pasado no era una ruptura común y corriente que
inspirara baladas llenas de angustia. Casi lo perdí todo. No capitalizaría la
muerte de mi esposa y amigo. E incluso si quisiera, escribir significaba
revivir esas emociones para diseccionarlas y derribarlas hasta un nivel
fundamental y luego volver a juntarlas de una manera brutal y sucinta
pero agradable al oído.
No existía suficiente fama o fortuna por lo que yo estuviera dispuesto
a revivir la noche del incendio. Me apoyé en Bree, hablé con un terapeuta,
114
pero nunca quise vivir en un mundo donde alguien en algún lugar
estuviera cantando letras como “volveré enseguida”.
A la mierda eso.
Pero esto... Esta herida. Este dolor. Esta traición absoluta y pura.
Necesitaba sacarla, triturarla, unirla de nuevo y luego seguir adelante con
mi jodida vida.
Así que, con mi guitarra en mano, mientras Luna dormía, me puse
manos a la obra.
A la mañana siguiente, no estaba menos enojado o cansado, pero al
menos tenía algo que mostrar por la angustia. No era tanto una canción
como un flujo de conciencia en Do menor, pero lo estaba resolviendo, y
eventualmente también lo haría mi corazón.
Durante las últimas cuarenta y ocho horas, el sueño era una
ocurrencia tardía. Me dormía, aprovechando algunas horas aquí o allá,
pero la realidad no permitía que mi mente permaneciera en silencio por
mucho tiempo. Sin embargo, cuando llegó la hora de la siesta de Luna y se
quedó dormida en mis brazos en medio de su caricatura favorita, comencé
a pensar que podría convertirse en una larga siesta para los dos.
—No teno sueno —gimió, ya medio dormida en mi hombro, con los
brazos apretados alrededor de mi cuello.
—Cariño, ya estabas dormida —susurré, bajándola a la cuna de
viaje—. Papá te ama. Descansa un poco.
—Nooooo —contradijo arrastrando las palabras, pero esa fue la
última de sus objeciones antes de ponerse boca abajo, colocarse la manta
bajo el brazo y quedarse dormida de nuevo.
No había dado dos pasos fuera de su habitación cuando hubo un
suave golpe en la puerta principal.
—¿Bree? —dije, nuestros ojos se encontraron a través del vidrio.
Levantó la mano en un saludo incómodo, e incluso con lo
sorprendido y físicamente agotado que estaba, no pude evitar la sonrisa
que apareció en mi rostro.
Me apresuré a la puerta y la abrí.
»Hola, ¿qué haces aquí? Entra, entra.
Lo hizo y me asomé, buscando en el camino de entrada.
—¿Dónde están los niños?
115
—En casa. Con Evelyn. —Miró alrededor de la cabaña, la puerta
principal daba a la gran sala de estar con un dormitorio a cada lado y la
pequeña cocina escondida en la esquina trasera—. Estaba esperando
hasta la hora de la siesta. ¿Luna está dormida?
—Sí, la acabo de llevar a su habitación. Justo a tiempo.
—Espero que esté bien que venga. Quiero decir... Sé que las cosas
entre nosotros están...
—Bien —terminé por ella. Con un brazo sobre su hombro, la arrastré
para abrazarla. El moño desordenado en la parte superior de su cabeza me
hizo cosquillas en la nariz, pero maldición, se sentía bien verla—. Tú y yo
estamos bien, Bree. La mierda de Rob y Jessica no es nuestra, ¿de
acuerdo?
Inclinó la cabeza hacia atrás y, cualquier otro día, habría sido la
señal para dejarla ir. Habría sonreído, se habría alejado y no seríamos más
que dos amigos que habían compartido un abrazo. Pero ahora, después de
toda la mierda y de no verla por mucho tiempo, simplemente no quería.
Así que no lo hice.
Y ella tampoco. En cambio, deslizó sus brazos alrededor de mi
cintura y me miró con ojos cansados.
—Lo sé, pero querías espacio…
—No de ti. Solo de... toda la otra mierda. Necesitaba resolver algunas
cosas y no podía hacerlo en la casa.
—¿Cómo te va?
Maldición. No tenía idea de lo que estaba sucediendo o por qué el
rugido constante en mis oídos se apagó de repente, pero toqué fondo el
tiempo suficiente para saber que no debía perder el tiempo cuestionando lo
bueno o podría perderlo por completo.
—Mejor ahora.
—Oh, Dios —gimió, descansando su frente en mi pectoral, ocultando
su rostro.
No era exactamente lo que esperaba escuchar. Aunque, tampoco
sabía lo que debería haber anticipado, y dejó mi cerebro como un hámster
en una rueda, finalmente apareciendo para trabajar. Todos los engranajes
comenzaron a girar en conjunto. Estaba tan feliz de verla que realmente no
había considerado por qué había conducido todo ese camino.
116
—Espera, ¿por qué no trajiste a los niños?
Suspiró.
—Eason, tenemos que hablar.
Tres simples palabras me golpearon como una casa de ladrillos.
Nada bueno venia de alguien que decía: “Tenemos que hablar”. Nunca era
seguido por “salgamos a cenar” o “ganamos la lotería”. Tenemos que hablar
era un lenguaje universal de estoy a punto de revolver la mierda, y si la
historia fuera un indicador, el universo iba a usar una maldita licuadora
para revolver mi vida.
Soltándola, me alejé un paso, la sospecha rebotando dentro de mí.
—¿Por qué? ¿Qué está sucediendo?
Sus ojos verdes brillaban bajo el sol del mediodía que entraba por
las ventanas de vidrio del piso al techo con vistas a las montañas.
—Encontré algo en el teléfono de Rob que pensé que necesitabas ver.
El alivio me inundó. Gracias a Dios. Ya había visto el teléfono. En el
peor de los casos, me iba a decir que habían estado juntos en mi
cumpleaños o algo igualmente asqueroso.
—¿Qué es?
—Es solo que estuvieron juntos mucho más tiempo de lo que crees.
—Está biennn —comenté arrastrando las palabras—. Lo asumí un
poco cuando vi el primer mensaje sobre ellos cambiando de un número
diferente.
Sus labios se afinaron y una tristeza sofocante llenó el aire.
—Sí, pero fue... mucho más tiempo. —Agarrando mi mano, la cubrió
con las suyas—. Vamos a sentarnos, ¿de acuerdo?
Si pudiera construir una máquina del tiempo, volvería a ese
momento. Me reiría y la abrazaría de nuevo. Diciéndole que nada de eso
importaba. Rob y Jessica eran el pasado y deberían quedarse allí. Le
ofrecería una cerveza, insistiría en que nos sentáramos en el balcón y
luego me perdería en la vista, y no en la de las montañas.
Pero no hice nada de eso, y lo lamentaría por el resto de mi vida.
Perdiendo la paciencia, alejé mi mano.
—¿Qué diablos está pasando? Sea lo que sea, dilo. Me estás
asustando.
Mordiéndose el labio inferior, se atragantó.
117
—Eason…
—Dilo —ordené.
Y luego me asestó el golpe más devastador que jamás soportaría.
—Creo que Luna podría ser la hija de Rob.
13
Bree
—¿De qué mierda estás hablando? —rugió, su voz sacudió las
ventanas.
No era así como quería decirle. En el viaje de cuatro horas, consideré
todas las formas posibles de dar esa noticia, pero ninguna habría sido
menos aplastante. No había una forma amable de clavar un mazo en el
corazón de Eason. Pero se merecía la verdad.
Cuando leí los mensajes por primera vez, debatí conmigo misma
sobre esperar y avisarle cuando llegara a casa. Pero si él hubiera odiado a
Rob y no hubiera podido soportar estar en el lugar en el que una vez vivió
después de enterarse de la aventura, es posible que nunca hubiera querido
volver después de escuchar la verdad. Y no lo habría culpado ni un poco.
La traición ardía como lava dentro de mí también.
Mi esposo tuvo una hija con otra mujer.
118
Esa mujer fue un lobo disfrazado, haciéndose pasar por mi mejor
amiga.
Y una vez más, tuve que compartir esa miseria única y profunda con
uno de los mejores hombres que he conocido.
A primera hora de la mañana, sin saber qué más hacer, llamé a
Evelyn para que cuidara a mis hijos y fui hacia él. Se merecía escucharlo
de alguien que se preocupara por él, y me refiero a que realmente se
preocupara. No la fachada de mierda que Rob y Jessica nos habían
mostrado.
Me acerqué a Eason, necesitaba tocarlo, necesitaba que supiera que
estaba allí, igual de dolida, pero se alejó.
—Eso no es posible —insistió, los músculos de su cuello se
tensaron.
Dios, esto iba a doler.
—No sé cuándo empezó su relación. No he llegado tan lejos en los
mensajes. Pero la noche después del nacimiento de Luna, Jessica le envió
un mensaje diciéndole que acababas de irte de casa para comprarle
algunas cosas y que fuera a conocer a su hija.
Los ojos de Eason brillaron con sorpresa y rabia, pero seguí
hablando, esperando el efecto de la tirita.
»Rob le pidió que no dijera eso, que Luna todavía podría ser tuya.
Ella lo llamó después del mensaje, así que no tengo idea de qué más se
dijo. —Saqué mi teléfono de mi bolsillo trasero—. Y luego encontré esta
foto en su teléfono personal de él sonriendo, sosteniendo a Luna en el
hospital. —Giré la pantalla para que la mirara—. La había visto una
docena de veces, pero nunca la miré realmente. Hay toneladas de fotos de
nosotros visitando a Jessica en el hospital. Lo mismo cuando vinieron a
visitarnos después del nacimiento de Madison. Pero mira el reloj. —Mi voz
se quebró y las lágrimas que juré que no le mostraría brotaron en las
esquinas de mis ojos.
Esto no se trataba de mí. Se me permitía estar enojada. Se me
permitía estar dolida. Pero mi trabajo, ante todo, era asegurarme de que él
estuviera bien. Porque, sin importar la situación, él hubiera hecho lo
mismo por mí.
»Fuimos de visita a la mañana siguiente. Lo recuerdo porque
llegamos alrededor de las diez después de que yo insistiera en parar a
buscarle el desayuno a Jessica en ese lugar de almuerzo que tanto
119
amábamos. Nosotros no estuvimos en el hospital a las seis y veintiséis esa
noche ni ninguna otra noche, pero claramente él sí. O Jessica lo convenció
o Rob debe haber pensado que había suficientes posibilidades de que Luna
fuera suya como para correr el riesgo de ir allí.
—Oh, Dios —murmuró, la esperanza desapareció de su rostro junto
con el color—. Oh, mierda. Oh, mierda, mierda, mierda. —Frotándose el
centro del pecho, tropezó con una de las sillas de madera que rodeaban
una mesa rústica y se sentó—. Ella me envió a casa para conseguir su
almohada y un montón de otras cosas al azar que dijo haber olvidado
empacar en su bolso para el hospital. Era toda una maldita lista,
incluyendo la parada para comprar Coca-Cola. De esas con hielo picado,
no las que teníamos en casa. Me tomó una eternidad encontrarlo todo. Y
cuando regresé, Rob estaba allí. —Plantando los codos sobre la mesa,
hundió la cara entre sus manos—. No parecía raro en ese momento. ¿Por
qué no pensé que era raro?
—Porque confiabas en él. Confiabas en ella. —Me puse en cuclillas a
su lado y apoyé una mano en su espalda—. Jugaron con nosotros. Esto no
es culpa tuya.
—¡Pero lo es! —Se puso de pie de un salto y movió la mano en el
aire, señalando una puerta cerrada—. Esa es mi hija. Esa niña es toda mi
razón para vivir, ¿y me estás diciendo que tal vez ni siquiera sea mía? No
era lo suficientemente malo que él se estuviera follando a mi esposa, ¿pero
el hijo de puta también me quitó a mi bebé? —Deslizando su brazo, quitó
las velas decorativas del centro de la mesa. Cayeron al suelo con un fuerte
estruendo, rompiéndose al igual que el hombre frente a mí.
Agachándome bajo su brazo, corrí frente a él.
—Detente. Eason. Vamos. Piénsalo. No importa.
—¿Cómo es que esto no importa? Él me quitó todo. Toda mi maldita
vida es una mentira. Por favor, Dios, Bree, dime cómo hacer que esto
parezca que no importa.
Lo miré con total pérdida.
Había estado tratando de hacer precisamente eso durante días,
incluso antes de que me enterara de Luna, y todavía no había descubierto
cómo dejar de permitir que un fantasma pisoteara mi corazón. Solo había
una persona que alguna vez me dio consuelo. Probablemente estaba mal
dada la situación, pero cuando sus ojos color caramelo se clavaron en los
míos, tanto dolor tallado en su hermoso rostro, habría hecho cualquier 120
cosa para quitarle esa la agonía.
Incluyendo arriesgarlo todo.
Mi corazón se aceleró cuando levanté mi mano temblorosa.
—Porque él ya no importa y tú todavía lo haces.
Sus ojos se oscurecieron cuando enrosqué mis dedos alrededor de
su nuca. Un solo movimiento aclaró mis intenciones.
—¿Qué estás haciendo? —susurró.
—Lo que debería haber hecho hace semanas.
Sus ojos brillaron, pero no se movió.
»Eason —jadeé y él estaba justo allí, a centímetros de distancia,
tragando mi deseo mientras suplicaba por el suyo.
Su boca se cernió sobre la mía mientras buscaba mi rostro.
—Eres todo lo que me queda, Bree. Y maldita sea, también eras
suya.
Mientras se enderezaba, puse una mano en la parte delantera de su
camisa.
—No, no lo era. Lo sabes tan bien como yo. Yo era un maldito títere
en su espectáculo, y he terminado de usar los hilos.
Me apoyé sobre mis dedos de los pies, he terminado con mucho más
que Rob Winters.
Ya terminé de sufrir. Terminé de quemarme en la hoguera por un
hombre al que nunca le importé. Pero, sobre todo, terminé de fingir que no
deseaba a Eason en niveles que no tenían nada que ver con nuestras
tragedias compartidas.
Cuando su boca descendió sobre la mía, sus labios se separaron y
nuestras lenguas compartieron su primer baile, Eason dejó en claro que él
también había terminado. Inclinando la cabeza, profundizó más el beso,
sellando nuestras bocas, pero aún mejor, selló todo lo demás. Él sabía a
nada y a todo mientras luchábamos desesperadamente, buscando el
control que ninguno estaba dispuesto a ceder.
Envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, traté de estar
imposiblemente más cerca. Como si estuviéramos compartiendo los
mismos pensamientos, palmeó mi trasero, levantándome del suelo. Mis
piernas rodearon sus caderas mientras nos llevaba hacia adelante, mi 121
espalda golpeó la pared con un ruido sordo.
Después de todos sus gritos, sus maldiciones y de las velas que
rompió, de todo eso, de alguna manera fue mi espalda contra la pared lo
que la despertó.
—¡Papi! —Lloró Luna.
Su cabeza se levantó, ambos jadeando, pero la realidad golpeó a
Eason con más fuerza.
—Oh, Dios. —Respiró, cerrando los ojos con fuerza y bajándome de
nuevo a mis pies.
—Está bien. Está bien —coreé, enmarcando su rostro con mis
manos—. Mírame.
Sacudió la cabeza, pero se agachó para descansar nuestras frentes
juntas.
»No cambia nada, ¿me oyes? Ni siquiera sabemos con certeza si Rob
dejó embarazada a Jessica o no. Lo que sí sabemos, pase lo que pase, es
que tú eres su padre. Ella te ama, y la biología, de una forma u otra,
nunca cambiará eso. —Golpeé mi dedo sobre su corazón—. Luna es tuya
de la única manera que realmente importa, ¿de acuerdo?
—Sí —respondió, pero no fue ni convincente ni confiado.
Luna soltó otro grito y, como buen padre que era, Eason no la hizo
esperar.
—Shh, bebé, estoy aquí —susurró, abriendo la puerta del
dormitorio—. ¿Papi te despertó?
Ella balbuceó algo que no pude entender, pero Eason no tuvo
problemas.
»No, nada de qué asustarse. Ven aquí. Recibimos una visita mientras
dormías.
Hice un trabajo rápido en alisar mi blusa y la parte superior de mi
cabello mientras él la sacaba de su cuarto.
»Mira, es la tía Bree —anunció.
Tomando su mano, la llevé a mis labios.
—Hola, cariño.
Se apoyó en el hombro de Eason y me miró, menos que emocionada
de haber sido despertada por los sonidos de mi maltrato a su padre. De
122
acuerdo, bien, ella no sabía esa parte, pero todavía estaba soñolienta y
enojada.
Algo en mi pecho hizo que mis ojos se apartaran de su rostro dulce y
regordete porque no quería verlo. No le mentí a Eason cuando juré que no
importaba de quién era el ADN que corría por sus venas. Pero al igual que
con todas esas fotos en el teléfono de Rob, con otra perspectiva y toda la
verdad, pude ver algunos detalles muy convincentes.
A lo largo de los años, a Jessica y a mí nos preguntaban
innumerables veces si éramos hermanas. Teníamos ojos diferentes, los de
ella azules y los míos verdes, pero ambos eran claros. Teníamos la piel
clara, pero ambas nos bronceábamos en verano. Y mientras cada una
alisaba su cabello castaño, compartíamos ondas naturalmente salvajes
similares.
Yo estaba más avanzada que ella, pero estuvimos embarazadas de
las niñas al mismo tiempo. Solíamos bromear diciendo que probablemente
saldrían como gemelas. Jessica obviamente tenía un poco más de
información que yo, pero no se podía negar que Luna y Madison se
parecían.
Ya fuera por las similitudes de sus madres o por el hecho de que
compartían un padre, no tenía idea. Sin embargo, dependía de Eason si
alguna vez lo descubríamos.
—¿Necesitas volver con los niños? —me preguntó, regresando mi
atención a él.
Me aclaré la garganta, rezando para que no pudiera leer mis
pensamientos.
—Puedo si quieres tiempo a solas.
—¿Y si no?
Sonreí con todo un enjambre de mariposas volando en mi estómago.
—Entonces estoy aquí para lo que necesites.
Inclinó la cabeza con gratitud, plasmando una sonrisa que nunca
llegó a sus ojos, y levantó a su hija en el aire por encima de su cabeza.
—Muy bien, cascarrabias. La siesta corta significa acostarse
temprano, pero tenemos toda la tarde por delante. ¿Qué haremos hoy,
señoritas?
123
14
Bree
El día era sombrío, tanto en el estado de ánimo como en la vista.
Llegó la niebla de la tarde y nos condujo a la cabaña; no es que Eason
estuviera dispuesto a hacer mucho más que sentarse en el sofá y mirar a
su hija.
Ellos colorearon.
Él la dejó cepillar su cabello.
Incluso jugaron un animado juego de “Luna, ¿dónde estás?” en el
que ella se sentaba frente a él y él fingía que no podía verla.
Traté de mantenerme fuera de su camino ordenando la cabaña y
eventualmente preparando sopa y queso asado para la cena. Pero de vez
en cuando, sentía la mirada de Eason deslizarse hacia mí. No tuve que
mirarlo para que mis mejillas se calentaran o mi estómago se revolviera. 124
Santa mierda. ¿En verdad lo había besado? Y, oh, mierda, una
más… ¿Realmente me había devuelto el beso?
Honestamente, qué tiempo tan terrible. Acababa de descubrir que su
hija podría no ser suya. Obviamente, ese es un momento apropiado para
intentar conquistar a un hombre. Pero tampoco se sentía mal. Las
emociones estaban tensas, los fragmentos de nuestros corazones rotos
crujían en el suelo bajo nuestros pies, pero tal como siempre había sido,
incluso mientras estábamos destrozados y sin aliento, solo éramos Eason y
yo, sobreviviendo de la única manera que sabíamos: juntos.
Comimos y me impresionó que realmente tuviera apetito.
Le preparé un baño a Luna, y él se sentó en el suelo junto a ella,
salpicando su mano en el agua, el amor más hermoso que jamás había
visto brillaba en los ojos de Eason.
Mientras él la preparaba para irse a la cama, barrí los suelos que ya
estaban limpios, limpié los mostradores desmenuzados y reorganicé el
desorden del refrigerador. Desafortunadamente, tenía suficiente práctica
para estar allí para Eason en medio de una agitación catastrófica, pero el
beso me hizo tambalear. Ahora había líneas y límites que nunca estuvieron
allí. Un día antes, un abrazo era solo una muestra de apoyo o una oferta
de consuelo.
También era completamente posible que estuviera analizando
demasiado nuestro beso. Tal vez solo fue un momento de debilidad, el
deseo desesperado de reemplazar su angustia con placer.
¿Era diferente ahora que conocía su sabor?
¿Un toque era más que un toque ahora que sabía cómo se sentía
tener sus fuertes manos sujetando mi trasero?
¿Había sido algo de una sola vez?
¿Debería disculparme?
¿Besarlo de nuevo?
¿Lanzarme a sus brazos?
Agarrar mis llaves y...
—¿Estás bien? —me preguntó, apareciendo repentinamente fuera de
la habitación de Luna, cerrando la puerta silenciosamente detrás de él.
—Oh, eh… sí. Lo siento, me distraje. —Puse el plato que estaba
volviendo a secar en el gabinete y dejé la toalla al lado del fregadero—.
¿Cómo te fue ahí? ¿Está dormida?
125
Exhaló con fuerza y se agarró la nuca, su antebrazo tatuado dio un
espectáculo asombroso.
—Está agotada, así que luchó por un tiempo, pero creo que
finalmente está dormida.
—Eso es bueno.
—Mmm —tarareó, los largos mechones de su cabello rubio cayeron
sobre su rostro cuando se miró los pies.
Se me hizo un nudo en el estómago cuando un silencio incómodo
cubrió la habitación. No había estado con nadie más que con Rob en casi
una década, así que no tenía idea de cuál era el protocolo adecuado
después de que intentara conquistar a mi amigo más cercano en lo que
posiblemente fue el día más difícil de su vida. Y además de verse
puramente apetitoso allí de pie, Eason tampoco me daba pistas con las
que trabajar.
Aunque podría haber sido la parte más reveladora de todas. Esa
torpeza. El silencio incómodo. Las Inseguridades. Esos no éramos
nosotros.
Nosotros era algo que sabía hacer.
Después de caminar descalza alrededor del mostrador, me detuve
frente a él.
—¿Cómo estás?
Su cabeza se inclinó hacia atrás y sus ojos cansados se abrieron.
—Cansado. Necesito ir a la cama antes de que me desmaye de pie.
—Sí. Por supuesto. Podría dormir una o doce noches también.
Asintió y me dio un apretón en la cadera antes de pasar junto a mí
hacia el dormitorio al otro lado de la sala de estar.
Correcto. De acuerdo, tal vez estaba pensando demasiado en las
cosas para nada, otra vez. Esto no era octavo grado. Los adultos podían
besarse y no ser gran cosa. Mañana por la mañana, probablemente nos
reiríamos de eso. Incluso podría hacer una broma sobre lo absolutamente
perfectos que eran sus labios...
Mierda.
Pero era una conversación para otro día. Estaba exhausto. Eso
estaba bien. El sueño REM proporcionaba una gran cantidad de beneficios
mentales y emocionales. Nunca le negaría eso, ni siquiera por mi propia
126
cordura egoísta.
Crucé los brazos sobre mi pecho y miré alrededor de la sala de estar.
El sofá parecía tan cómodo como un montón de rocas, pero los cojines se
despegaban del respaldo, así que esperaba tener suerte y encontrar un
sofá cama.
Eason se detuvo en la puerta, su barbilla se encontró con su hombro
mientras me miraba.
—¿Vienes?
—Disculpa, ¿qué?
—A la cama. ¿Vienes?
Parpadeé y mi estómago se hundió, esa maldita colegiala dentro de
mí ya corría hacia él. La Bree más sabia y racional que estaba
enloqueciendo se quedó como una estatua mirándolo.
¿Qué significaba eso? ¿Esperaba que durmiera en la misma cama
con él? ¿Cómo dormir de verdad? ¿O estaba expresando el uso más
sugerente del término dormir juntos?
Quiero decir, honestamente, no cambiaba mi respuesta. Aunque la
aclaración me daría un aviso sobre qué condición de alerta necesitaba
advertir.
—Eh, ¿sí?
Con su confusión igualando la mía, se dio la vuelta por completo.
—¿De acuerdo? Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Trajiste algo para
dormir o necesitas una camiseta?
Miré mi bolso, que él había insistido en sacar del auto antes, y traté
de recordar lo que había empacado. Sin saber adónde me llevaría el día,
metí algunas cosas en un bolso de lona, aunque ninguna de ellas era la
vestimenta adecuada para compartir cama con un hombre por primera
vez. Especialmente no con ese hombre siendo Eason Maxwell.
Tenía un pijama. Pantalones de franela y un top a juego que eran
casi tan atractivos como un saco de papas. Y eso no era ni rascar la
superficie de la ropa interior de abuela y el sostén de cobertura completa.
Impresionante. La fantasía de todo hombre.
Parpadeé de nuevo, sonriendo a través del horror.
—Una camiseta estaría bien. 127
—Voy por ella. —Desapareció en la habitación y me tomé un
momento para practicar un pequeño ejercicio de respiración que me
gustaba llamar hiperventilación.
Jesús, ¿qué diablos estaba mal conmigo? Era Eason. El último
hombre en la Tierra con el que debería haber estado nerviosa. Pero esta no
era una de nuestras noches alrededor de la hoguera. O al menos no lo era
para mí. Por lo que sabía, él estaba allí pensando que esto no era más que
una pijamada casual entre dos amigos.
Maldita sea. La idea de que nuestro beso no significara nada para él
no debería haber dolido tanto.
Eso provocó más hiperventilación, lo que a su vez hizo que siguiera
de pie en la sala y evitara lo inevitable.
»Bree. —Asomó la cabeza por el marco de la puerta—. Date prisa.
Tienes el baño primero.
Impresionante. También compartíamos una ducha.
—Ya voy.
Estuvimos en silencio la mayor parte del tiempo mientras nos
preparábamos para ir a la cama. Su mano encontró mi cadera más de una
vez cuando nos deslizamos uno junto al otro en la pequeña habitación, la
mayor parte del espacio ocupado por una cama tamaño king y dos mesas
auxiliares rústicas. Su toque nunca se demoró, dejándome más
confundida sobre lo que implicaba “ir a la cama” en la mente de Eason.
Pero nunca fui de las que se meten en una situación sin preparación.
Pasé una cantidad obscena de tiempo en el baño, afeitándome y
depilándome, cepillándome los dientes y peinándome en algo que esperaba
sería atractivo sin el uso del secador de cabello que no había traído. Me
maquillé y luego me lo quité, no queriendo parecer demasiado ansiosa. En
serio, ¿quién se maquilla antes de acostarse? Además, Eason me había
visto en mi peor momento, así que no estaba segura de que mis esfuerzos
valieran la pena. Aunque me hicieron sentir mejor.
Todos mis problemas se desvanecieron cuando salí del baño y lo
encontré profundamente dormido sobre el edredón, sin camisa, con un
mono deportivo, las luces aún encendidas, su teléfono en el pecho y las
piernas cruzadas a la altura de los tobillos.
Estaba casi tan aliviada como decepcionada.
No se movió cuando lo cubrí con una manta y sigilosamente moví su
teléfono a la mesa de noche. Su cargador estaba tirado allí, así que lo
enchufé y luego apagué la lámpara.
128
La luz de la luna iluminaba el lugar. Sin embargo, el teléfono de
Eason brillaba más. No podía recordar la última vez que había mirado su
teléfono. Dejaba que los niños jugaran con él incluso después de que le
advertí que no los dejara. Pensó que era divertido que, con menos de dos
años, Madison y Luna se tomaran selfies ridículas y generalmente
accidentales. Asher también participaba en la acción y usaba el teléfono de
Eason para hacer videos de los nuevos movimientos que había aprendido
en el kárate. Eason me confesó una vez que su parte favorita del día era
abrir la galería de su cámara para ver qué sorpresas le habían dejado los
niños.
Debe haber tenido un millón de fotos graciosas y conmovedoras que
podría haber usado en su lugar, pero en ese momento, su pantalla de
inicio era una foto mía sentada en el suelo con Luna en mi regazo y
Madison a mi lado. Mi boca estaba abierta de la risa mientras Asher se
aferraba a mi cuello por detrás. Había sido una semana antes más o
menos, y recordaba bien el día. Acababa de vencer a Ash en un juego
altamente competitivo de memoria, y me había declarado la guerra por
hacer trampa. No tenía idea de que Eason tomó la foto, y mucho menos
que la programó en su pantalla de inicio.
La miré hasta que la luz se atenuó y luego se apagó.
Abrumada por la emoción, levanté una mano para taparme la boca.
Era algo tan simple. Pero después de todo lo que pasamos, esa imagen
significaba más para mí de lo que él podría haber imaginado. Pasé los
últimos dos días revisando viejas grabaciones telefónicas y fotos,
abriéndome paso por la madriguera de un hombre que afirmó amarme en
lo bueno y en lo malo, pero destruyó a nuestra familia con cada
respiración engañosa y mentirosa. Mientras tanto, Eason pasó el último
año cuidando de una familia que no era la suya, al menos no por sangre,
hasta el punto de que mantuvo una foto nuestra al frente y al centro en su
teléfono, y tenía una sospecha furtiva de que en su corazón también.
¿Cómo es que él era tan increíble? ¿Y cómo no lo había visto todos
esos años?
Oh, claro, porque no éramos Rob y Jessica, buscando algo nuevo y
emocionante cuando ya lo teníamos todo. Qué buen chiste.
No sabía cuál era la cosa entre Eason y yo o en qué podría
convertirse, pero nunca quería mirar hacia atrás y preguntarme si solo
estábamos tratando de vengarnos de ellos por la forma en que nos habían
destrozado. 129
Deseaba a Eason, a pesar de todo.
Esa tarde, mientras estaba a salvo en sus brazos con su boca
moviéndose sobre la mía, sintiéndome más viva que nunca, me solidificó.
Pero arriesgarlo a él, a nosotros, por un momento de pasión no era algo
que pudiera hacer con la conciencia tranquila. Nuestras vidas estaban tan
entrelazadas que el más mínimo paso en falso podía ser trascendental
para todos, incluidos los niños.
Sonriéndole, apoyé la palma de mi mano en un lado de su cara. El
pobre estaba tan cansado que ni siquiera se movió.
—Llegaremos allí —susurré—. Juntos.
15
Eason
La casa estaba en silencio cuando me desperté de un sueño
profundo que necesitaba desesperadamente. Durante un momento, no
tenía ni idea de dónde estaba ni siquiera de qué mes era. Pero a medida
que el cansancio se iba de mi cerebro, todo volvió a aclararse.
El teléfono.
El romance.
Luna. Dios, Luna.
Y cuando extendí el brazo hacia un lado, las yemas de mis dedos
encontraron piel sedosa.
Bree.
Una sonrisa tiró de mis labios mientras la miraba. Profundamente
dormida de costado, frente a mí, su cabello castaño cayendo en cascada
130
sobre la almohada a su alrededor. Seguía oscuro afuera, así que no podía
ver mucho, pero no necesitaba una luz para saber que estaba demasiado
lejos de mí. Después de ese beso, podría haber estado encima de mí y aún
así no habría sido lo suficientemente cerca.
Maldición. Ese beso.
Bree siempre había sido sexy; no era algo que me hubiera perdido
solo porque era mi amiga. Me había fijado en su trasero cada vez que
regresaba de correr con esos cortos pantalones ajustados. Hubo
demasiadas noches donde un escalofrío la había atrapado en la hoguera,
su camiseta sin mangas no hacía nada para ocultar los picos de sus
pezones. Y ni siquiera empecemos con esas jodidas faldas y tacones que
usaba para trabajar. Odiaba a todos los hombres de Prism a diario porque
podían mirarla todo el día. Todo lo que conseguía era verla momentos
antes de irse al trabajo y, si realmente tenía suerte, mientras subía las
escaleras para cambiarse cuando llegaba a casa.
Pero no todo se trataba de deseo físico con Bree. Me sentí atraído
hacia ella en formas que nunca había experimentado. Con nadie. Era feroz,
segura de sí misma y estaba preparada para dirigir el mundo entero si
quisiera. Ciertamente tenía una forma de mantenerme a raya. Aunque
había que decir que me daba mucho placer meterme bajo su preciosa piel
de vez en cuando.
Era considerada cuando nadie la miraba y lo negaría todo si la
atrapaban.
Sus ojos verdes eran hermosos, pero nunca más que cuando miraba
a sus hijos. Dos de los niños más afortunados que había conocido.
Naturalmente cariñosa, cuidaba de todos y nunca esperaba una
maldita cosa a cambio.
Pero al final del día, jamás me había permitido ir allí con Bree
porque no me pertenecía. Había sido de Rob y que él se hubiera ido no
cambiaba eso.
¿Pero sabes qué lo cambió? Rob siendo un bastardo de mierda que
cruzó cada línea que había sido dibujada en la arena.
Se acabaron las apuestas.
Código de hombre o como diablos quieras llamarlo. Acabado.
Bree ya no estaba fuera de los límites, y antes, cuando se había
puesto en puntillas, sus labios apuntando a mi boca, declarando que 131
nunca había sido suya, se había evaporado en la nada el negarme a mí
mismo a una mujer que nunca podría haber tenido.
Que se jodan. Bree era mía. Mi amiga, mi familia, y si dependía de
mí, mi todo.
Me acerqué, enganchándola alrededor de la cintura y arrastrándola
para encontrarme en el centro de la cama.
—¿Eason? —murmuró, sonando tan suave y sensual que hizo que la
polla se me agitara. O tal vez tenía más que ver con tenerla finalmente en
la cama conmigo.
—Sí. Soy yo. —Me apoyé de frente y encontré sus labios para un
beso demasiado breve—. No quise dormirme. Realmente esperaba poder
verte en mi camisa. —Sonreí contra su boca, deslizándole la mano por el
costado, el algodón amontonándosele en la curva de la cadera—. Pero
estoy pensando que la visión de ti sin ella podría ser mejor.
Tomo una respiración profunda.
—Eason, espera. Tenemos que hablar.
Y allí estaban de nuevo, mis palabras menos favoritas en el idioma
inglés.
—Terminé de hablar —declaré con un gruñido.
Me agarró la mano que le tenía en la cadera y me apretó la muñeca.
—De acuerdo, pero no quiero ser como Rob y Jessica.
Todo mi cuerpo se volvió sólido y mi pecho se tensó, sintiendo más
una implosión inminente que un malestar de dolor.
—¿Qué mierda, Bree? —Rodé hasta quedar de espaldas contra la
cama, pero me siguió, poniéndome la pierna sobre las caderas para
mantenerme cerca.
Se apoyó en el codo, dejando la barbilla en mi pecho y me pasó un
dedo de ida y vuelta por la clavícula.
—Detente. No quise decir eso.
—Entonces, ¿qué tal si encuentras una manera de decir mierda sin
traerlos a esta cama con nosotros.
—¿Pero no lo ves? Ya están aquí. Debido a los niños, siempre
estarán aquí.
Arqueé una ceja incrédulo.
—¿Tienes a Ash y a Mads escondidos por ahí?
132
Levantó la cabeza para mirarme.
—¿Qué?
—Dije que, si tienes a Asher y a Madison metidos en las sábanas por
allí, porque no tengo a Luna, lo que significa que, en esta cama, en este
momento, no hay niños. Y estoy jodidamente seguro que no están Rob y
Jessica.
Abrió la boca para discutir, pero no le di tiempo para confundir la
mierda.
—No somos como ellos. ¿Me oyes? Esta cosa entre nosotros, sea lo
que sea, no los involucra. No estoy casado. Tú tampoco. No estamos
escabulléndonos a espaldas de la gente y destruyendo sus vidas. No
pueden estar en esta cama con nosotros.
Se quedó callada por un largo rato. La luna le iluminaba un lado de
la cara, pero las sombras hacían que su expresión fuera ilegible.
—Vi la foto en tu teléfono.
—¿Cuál foto?
A pesar de mi actitud defensiva, su voz era uniforme y mesurada.
—La mía con los niños que tienes como pantalla de inicio.
—Sí, ¿y? —Esa foto valía más para mí que el oro, y los humanos en
ella no tenían precio.
—Y me hizo darme cuenta de lo mucho que tenemos que perder.
Torcí los labios y la miré, completamente perplejo.
—Si eso es lo que captaste de esa foto, entonces estamos en
problemas más grandes de los que pensaba. —Estirando la mano, busque
alrededor de la mesa de noche hasta que encontré mi teléfono. Con un
toque en la pantalla, la luz se encendió, la hermosa sonrisa de Bree
brillando al frente y al centro—. Encontré esta foto justo después de llegar
aquí. Había tenido una de Jessica y Luna de fondo desde el día que
conseguí este teléfono, pero no podía soportar mirarla después de leer sus
mensajes con Rob. Estaba buscando la de Luna en la piscina hace unas
semanas, pero esta me detuvo en seco. Hemos pasado por un infierno el
último año. Y eso no incluye el desastre del que me enteré hoy. Había
tantas noches en las que todo me dolía y no estaba seguro de que fuera
capaz de respirar de nuevo. Pero ahí estabas. En cada paso del camino. —
Volví a tocar la pantalla cuando empezó a atenuarse—. Esta foto, Bree. No
es lo que tenemos que perder. Es lo que ya he ganado.
133
—Oh, Eason —susurró, poniéndome una mano a un lado de la cara.
Me gire, besándole la palma antes de entrelazar nuestros dedos y
bajarlas de nuevo a mi pecho.
—Mira, sé que esto va a complicar un infierno las cosas. Pero estar
contigo es lo único que se siente bien en mi vida. Voy a ser muy honesto:
Estoy enojado con ellos. Herido. Avergonzado. Y ni siquiera puedo
imaginar la agonía que va a seguir en las próximas semanas mientras
resolvemos esta mierda con Luna. Pero hay dos cosas que sé con
seguridad: te deseo, Bree, y no voy a esperar ni un maldito segundo más
para hacer algo al respecto.
En un rápido movimiento, me di la vuelta y la puse debajo de mí.
Deslizando los mechones de cabello de su cara, añadí:
»No puedo esperar más para besarte de pies a cabeza, para hacerte
sentir bien y saber con seguridad que fue por mí.
Se quedó sin aliento cuando le acaricie el labio con el pulgar y sus
gruesas pestañas revolotearon.
»Necesito oírte decirlo primero. —Presioné mis labios contra su sien,
su pómulo, su mandíbula.
—Eason, solo dime lo que quieres oír. —Hizo una pausa y el
zumbido más sexy le vibro a través de la boca—. Diré cualquier cosa.
—Así no es como funciona esto, Dul.
Frunció el ceño y momentáneamente, su enfoque volvió y sus
hermosos ojos verdes buscaron los míos.
—Disculpa. ¿Dul?
Había sido espontáneo, pero ahora, estaba convencido de que el
nombre le encajaba aún más.
—Abreviatura de Dulzura.
Un bramido de risa le surgió de lo profundo del pecho.
—Eso es rico, Eason. ¿Por qué Dulzura? Nunca encontrarás una
persona en la Tierra que me describa como dulce.
—Bien —contesté fácilmente—. Entonces puedes guardar todo lo
dulce para mí.
Su cara se relajó y su barbilla se inclinó hacia mí. Deslizándole la
mano detrás de la cabeza, uní su boca con la mía.
134
Si pensaba que trabajar con ella y presionar sus botones para
conseguir que se levantara alrededor de la casa había sido divertido, había
subestimado dolorosamente el disfrute que podría tener con ella de otras
maneras. Formas en las que ella se sentaba rápidamente y se arrancaba la
camiseta prestada, revelando que no tenía sostén y unas modestas bragas
de algodón.
Cuando me sorprendió evaluándola mientras jalaba y me quitaba la
sudadera a patadas, se miró la ropa interior y se disculpó.
—Lo siento. No pensé que... simplemente las quitare…
Le aparte la mano de un manotazo.
—No te atrevas. —Y como no pude resistirme, apreté uno de sus
pechos y capturé el otro con la boca—. Déjame trabajar por ello —le pedí
contra su suave piel—. Además, no importa lo mucho que quiera, solo... —
No pude encontrar las palabras y siseé través de los dientes mientras se
arqueaba ante mi toque—. Dios, quiero trabajar tu hermoso cuerpo tan
jodidamente duro, pronto. —Besé el espacio entre sus pechos, a través de
su clavícula pasando por su cuello y hasta su oreja antes de finalmente
apoyar la frente contra la suya—. Pero he esperado demasiado para no
tomarme mi tiempo.
De mentón a mentón. De ojo a ojo. Dijo las palabras que quería
escuchar al principio de todo esto. Las palabras que necesitaba oír
directamente de su boca. No solo porque la respetaba, lo cual hacía de
todo corazón. Pero necesitaba desesperadamente saber que lo que sentía
era mutuo.
—Eason, te deseo. Por favor.
Las palabras mágicas.
Vaya, si hubiera hablado de un buen juego sobre ir lento. Pero en la
práctica, era monumentalmente más difícil.
La besé y chupe haciendo un camino arriba y abajo de su cuerpo.
Me dolía la polla por encontrar el camino dentro de Bree.
Pero todavía no.
No hasta que probara cada maldito centímetro.
Después de desenvolverla como un caramelo y probar la dulzura
entre sus piernas, sus manos empuñando las sábanas junto a mis
hombros, casi pierdo la cabeza.
Justo antes de que inclinara la balanza a mi favor, ella lo aniquiló
135
por completo al rodar sobre mí.
—En mis sueños, dijiste que no estaba lista. Pero estoy lista, Eason.
Estoy tan malditamente lista para ti.
Había soñado.
Conmigo.
Joder, me podría haber corrido con solo ese pensamiento.
—No... tengo un condón ni nada.
—Confío en ti. Siempre he confiado en ti. Estamos bien. Estoy en
control de natalidad.
Envolví los brazos a su alrededor mientras se sentaba sobre mi polla
con un suspiro contra mi oído. Por un momento, se quedó completamente
quieta y luego me miró directamente al alma.
»Ahí estás —comentó sin aliento.
Había pasado mucho tiempo, pero nunca, nunca, se había sentido
así.
—Estoy aquí —contesté, mi cabeza dando vueltas. Un cóctel
embriagador de placer y deseo, necesidad y propósito, sensación y
pertenencia, todo a la vez me golpeó el torrente sanguíneo. Enredando la
mano a través de su cabello oscuro, agarré un puñado y dirigí sus labios
hacia los míos en un susurro—: Eres perfecta. ¿Lo sabías? Tan
jodidamente perfecta.
Lentamente, Bree se levantó y cayó. Llevándome más profundo con
cada oleaje y movimiento de caderas. Me mordió el cuello y me sujetó tan
fuerte que sospeché que había dejado marcas en algunos lugares.
Evidencias que me gustaría llevar como insignias de honor.
Y cuando nos convirtió en un nudo febril de gemidos y carne,
jadeando el uno contra el otro, no pude resistir el impulso de tomarla.
No es que no hubiera estado con ella todo el tiempo.
Es que necesitaba ser yo quien se lo diera.
Con un brazo alrededor de su cintura, me puse de rodillas y la puse
de nuevo debajo de mí, nunca rompiendo nuestra conexión. Con sus
piernas extendidas, me hundí en su interior y luego dejé fuera al mundo.
—Sí —alabó—. Sí.
Necesitando sentir su clímax a mí alrededor, deslicé el pulgar entre 136
nosotros y suavemente presioné su clítoris hinchado. En el momento en
que su cuerpo rodó hacia él, guiándome a lo que quería, mantuve un ritmo
con ella hasta que arqueó la espalda, sus muslos temblaron a mis
costados y las palabras—: Dios, Eason. Me vengo. —Me llenaron los oídos.
Un fusible se encendió, mi columna vertebral se volvió rígida, y
mientras me movía dentro de ella, me zambullí en el océano de Bree,
rezando por no volver jamás.
Nos quedamos jadeando en una maraña de sudor saciado.
Había muchas posibilidades de que las cosas después de lo que
acababa de suceder fueran diferentes. Para bien o para mal, no estaba
seguro. Pero recobrando el aliento, desnudo, y compartiendo una sábana
ahora arrugada con la mujer a mi lado, tuve la sensación de que no
importaba lo que viniera, no había dos personas en esta gran Tierra que
pudieran manejarlo más de lo que nosotros podíamos.
Fuimos probados en batalla. Habíamos experimentado un bautismo
de fuego, literalmente. Para ser honesto, no había nadie en quien confiara
más o a quien le tuviera más confianza que a Bree. Aunque me aterraba
que no pudiera decir lo mismo.
Colocándome de lado, estiré el brazo bajo la almohada, poniéndonos
nariz con nariz otra vez. Pero si quedaban palabras, mi cerebro no podía
encontrarlas.
—¿Qué piensas? —preguntó, su voz generalmente satinada ahora
grave y ronca.
Como nada en mi vida se había sentido tan bien.
Me guardé eso para mí y fui por el humor que venía tan fácilmente
cuando estaba con ella.
—En esas bragas de algodón traviesas. Has encontrado mi debilidad.
Con un golpe juguetón, me atrapo justo en el pecho.
»Ay —murmuré, riéndome de su mirada asesina.
—Dale un respiro a una chica, no es como si hubiera planeado venir
aquí y seducirte.
—Oh, pero lo hiciste. Cuéntame más sobre estos sueños que tenías
sobre mí. ¿Estaba siempre desnudo? ¿O solo en los realmente buenos?
Bajo la sábana, me dio una patada en la pierna.
—¡Eason!
Esta era la Bree de la que me estaba enamorando. La luchadora. La
137
fiera y peleona impulsiva. Un hermoso dolor en el culo.
—¿Qué? Es una pregunta válida.
Su débil intento de asalto sobre mí se detuvo.
—La única pregunta válida es a dónde vamos desde aquí.
Deslizándole la mano hacia su trasero, la atraje contra mi pecho.
—¿Qué quieres que diga? Creo que es un poco tarde para “Bree,
¿saldrás conmigo?”
Arqueo la ceja.
Iba de puntillas hacia el hielo más delgado y lo sabía. Y estaba tan
feliz que no me importaba.
»Bien, de acuerdo —agregué—. En casa, actuamos de forma natural.
No es como si te inclinara en la mesa frente a los niños.
—Dios mío. Lo sé. ¿Pero no crees que debamos decir nada?
La acerqué más y le acaricié el brazo.
—No. Al menos no por ahora. Ninguno de nosotros va a ir a ningún
lado. No hay prisa por definir nada o confundirlos. Nos han visto juntos.
Sinceramente, son los más felices cuando estamos los cinco. —Presioné un
beso en la parte superior de su cabeza—. Además, todos sabemos acerca
de tu política con el azúcar en la casa.
Me pellizcó el pezón.
—Hablo en serio aquí —me regañó, su voz no solo se está volviendo
seria, sino que revela su vulnerabilidad—. ¿Y si no, ya sabes...
funcionamos?
—Está bien. Relájate. De acuerdo. Estamos bien. Somos dos adultos
que han pasado por cosas peores que cualquier ruptura. Realmente quiero
explorar esta cosa entre nosotros. Hasta ahora, hemos hecho un equipo
estelar y claramente desnudarnos juntos no fue la excepción. Pero por si
acaso no funcionamos, nada cambia. Escribiré una trágica canción sobre
ti, ganaré un millón de dólares, y tendrás que escucharla en la radio todos
los días por el resto de tu vida. Pero además de eso, estaremos bien.
Su suave risa hizo que el corazón me rebotara en las costillas, pero
fueron sus palabras las que hicieron que pareciera que se estaban
rompiendo.
—Tengo miedo, Eason. No te puedo perder.
—Oye —la calmé, atrayéndola a un abrazo—. No voy a ninguna
138
parte.
Metió la cara en mi cuello y se aferró a mi espalda, sus uñas
hundiéndose en mi espalda en desesperación.
—Por primera vez en mucho tiempo, estoy feliz. Contigo, soy feliz.
—Entonces, cariño, no tienes nada de qué preocuparte. Te prometo
que siempre seré honesto contigo, y si esto no está funcionando para mí,
te lo haré saber. Contigo, también soy feliz. El resto caerá en su lugar, ¿de
acuerdo?
No expresó su acuerdo. En realidad, no volvió a hablar. Pero por el
resto de la noche, no me dejó ir. Eso fue lo suficientemente bueno para mí.
En lo que debería haber sido el peor de los días, con el camino por
delante destinado a ser más rocoso que nunca, no pude evitar sentir que,
con esta mujer a mi lado, juntos, lo superaríamos todo.
16
Bree
Casi todo había cambiado en las últimas veinticuatro horas. Todavía
no tenía idea de que pensaba Eason sobre Luna. Cuando se trataba de
lidiar con desastres personales, tenía dos velocidades: la obsesión o la
obsesión turbo. No había mucho en el medio.
Eason, sin embargo, tomaba un camino mucho más lento al
procesar sus emociones. Se quedaba callado, centrándose en ello durante
unos días, y resolvía todos los diferentes escenarios en su cabeza y solo
cuando lo miraba desde todos los ángulos posibles llegaba a una
conclusión.
Sí, tenía curiosidad de si consideraría una prueba de ADN para
confirmar o refutar lo que ambos temíamos, pero no me correspondía
sugerir tal cosa. Cuando él estuviera listo para hablar de ello, sabía dónde
encontrarme. Y después de anoche, ese lugar no estaría al otro lado del 139
sofá o alrededor de la hoguera.
Me dio un beso de buenos días, lento y reverente.
Me acarició el muslo debajo de la mesa del desayuno donde Luna no
podía ver.
Y cuando le dije que debía llegar a casa con Asher y Madison, Eason,
siendo aún más increíble de lo que ya sabía que era, me dio un abrazo y
me pidió que le diera unos minutos para empacar sus cosas porque él
también venía.
Desafortunadamente, algunas cosas seguían igual, principalmente la
casa a la que teníamos que volver y los recuerdos que vivirían para
siempre dentro de ella. Por mucho que me hubiera gustado mudarme y
tener un nuevo comienzo en algún lugar nuevo, era importante para mí
mantener la estabilidad para los niños. Rob seguía siendo su padre a
pesar de cómo me había roto. Era mi trabajo mantener viva su memoria
para ellos, y si eso significaba fotografías colgadas en la pared de la casa
que él había llamado hogar, entonces eso era un sacrificio que tendría que
hacer.
Dada la situación, apestaba saber que Eason también tenía que
hacer ese sacrificio.
Sin embargo, no todo cambio era malo.
Mientras él empacaba las cosas de Luna y preparaba la cabaña para
que nos fuéramos, hice una llamada telefónica a Jillian. Mientras le
explicaba nuestra situación, me encontré con indignación por lo que Rob y
Jessica habían hecho, maldiciones que los desterraban al infierno y,
finalmente, súplicas de todos los detalles sobre cómo era realmente Eason
en la cama. Pero al final, prometió que se encargaría de algunas cosas por
mí en la casa. Ya que era un viaje de cuatro horas de regreso, no tenía
grandes expectativas de cuánto podría lograr.
Sin embargo, cuando nos detuvimos para encontrar dos camiones de
reparto de muebles y otros tres marcados con Hud Construction llenando
el camino de herradura de ladrillo, no pude evitar reírme. Claramente, el
conjunto de habilidades de Jillian era mucho mayor que contestar los
teléfonos y proporcionar códigos de cupón de vibradores.
Maldición, esa mujer necesitaba un aumento.
Sonriendo, estacioné en la calle. Eason se detuvo detrás de mí para
hacer lo mismo.
—¿Qué es todo esto? —interrogó, saliendo de su Tahoe negro.
140
—No estoy segura.
Frunció el ceño en confusión.
—¿Eso significa que sabes lo que está pasando y esperabas un
camión en lugar de seis o que no tienes ni idea y que probablemente
debería estirarme en preparación para un combate cuerpo a cuerpo con
quién diablos nos esté robando ahora mismo?
Me entusiasmé y caminé hacia él, luchando contra la necesidad de
besar su hermosa cara.
—Relájate, Chuck Norris. Le pedí a Jillian que me hiciera un favor y
claramente estaba preparada para el desafío.
—¿Qué clase de favor?
—Ya verás.
Entrecerró los ojos, pero no tardó en sacar a Luna de su asiento de
seguridad. Juntos, los tres nos dirigimos a la casa.
—No —exclamó Jillian mientras salía por la puerta principal,
corriendo por los escalones, con un portapapeles sujetado contra el
pecho—. Se supone que no deberían estar aquí todavía. ¿Qué pasó con los
descansos para ir al baño o los rapiditos en el asiento trasero?
—¿Perdón? —Los ojos de Eason se abrieron como platos.
Me mordí el labio inferior.
—Sí, así que puede que le haya contado a Jillian sobre... um,
nosotros. Es como mi única amiga.
—Única y mejor —corrigió Jillian, su flequillo gris rebotando
mientras asentía orgullosa.
—Correcto —cortó Eason, pero con la forma en que la comisura de
su boca se elevó, no estaba engañando a nadie. Le gustaba la idea de que
existiera un nosotros y que ya me sintiera lo suficientemente cómoda con
ello para correr la voz.
Jillian se agachó y le ofreció a Luna chocar los cinco.
—Bueno, hola, hermosa. La tía Jillie Bean tiene una sorpresa para
ti.
Apoyándose en su padre, Luna escondió la cara contra su pierna y
trató de desaparecer. Eason la había oído fuerte y claro.
141
—¿Tienes una sorpresa? ¿Para Luna?
La cara de Jillian casi brillaba.
—Sí. Y varias para ti también, guapo. —Le guiñó el ojo y se levantó a
toda su altura, regresando su atención hacia mí—. Así queeee, puede que
me haya pasado un poquito, un poquitito por la borda.
Deliberadamente mire los camiones.
—¿Lo crees?
Levantó la barbilla.
—No me siento mal por eso, pero si no te gusta, siempre puedes...
aguantarte y ser agradecida. Tuve que llegar a un acuerdo con el mismo
diablo para hacer esto en el marco de tiempo que me diste. —Se apartó el
cabello de la cara—. Siempre he sabido que me veía como un ángel, pero
no me di cuenta hasta hoy que también puedo hacer milagros. —Girando
en la punta del pie, grito sobre el hombro—. Vamos, los dos, los niños
están en la piscina, así que vamos a empezar por ahí.
También podría haber exagerado un poquito cuando le dije a Jillian
que no había presupuesto para este proyecto en particular. Lección
aprendida. Podría esperar hasta que Eason no me estuviera taladrando el
lado de la cara con una mirada inquisitiva.
—La escuchaste. Vamos —comenté, caminando poderosamente
hacia la parte trasera de la casa.
No había dado ni un paso a través de la valla que rodea la piscina
antes de que Asher estuviera fuera del agua, corriendo hacia mí.
—¡Mamá! —gritó, chocando con mis piernas. Se estaba haciendo tan
grande, tanto en edad como en tamaño, que no pasaría mucho tiempo
hasta que no pudiera alzarlo en mis brazos.
Maldita sea el agua, me arriesgaría mientras todavía los tenía.
Levantándolo, me lo acomode en la cadera.
—Hola, amigo.
Madison estaba en la piscina en un par de flotadores, riéndose y
pateando mientras Evelyn la guiaba hacia un lado.
—¡Sííí! ¡Mami, sííí! Lo hago. ¡Te lo dije!
—Te veo. —Me reí—. Buen trabajo, niña bonita. ¿Se divirtieron con
Evelyn mientras no estaba?
142
—¡Totalmente! —declaró Asher, pero su sonrisa creció
exponencialmente cuando su mirada se deslizó sobre mi hombro—. Eason,
Eason, ¿adivina qué? ¡Te conseguimos una cama nueva! ¡Y a Luna
también! Y un nuevo sofá y cosas de mesa. ¡A ti también, mamá! Incluso
llegamos a pintar las paredes. —Sus hombros cayeron—. Evelyn dijo que
había gases, así que tuvimos que irnos y dejar que los profesionales lo
hicieran. Ni siquiera sabía que los jugadores de fútbol sabían pintar, pero
supongo que tal vez si no tienen un juego o algo.
—Uhhhhh —murmuró Eason arrastrando las palabras—. ¿Qué
hiciste qué?
Asher continuó:
—¡Tenemos cosas nuevas! No conseguí una cama nueva, pero Jillian
me consiguió una tienda de campaña genial para mi habitación. Y
Madison y Luna consiguieron castillos de princesa. ¡Es genial! Tienes que
verlo.
Cuando ideé este plan y llamé a Jillian para implementarlo, pensé
seriamente que era la mejor idea que había tenido. La ansiosa energía de
Eason me hizo dudar de algunas cosas. Como, por ejemplo, todas ellas.
—Bree, ¿podemos hablar? ¿En privado?
—Sí, claro. Déjame saludar a Madison primero.
Me tomé mi tiempo abrazando a mi hija mojada. Tenía muchas
cosas que contar, de las cuales entendía dos tercios. En ese momento,
note a Jillian en el paraíso, deslizándose junto a Eason, hablándole
demasiado en la oreja. Probablemente entendió menos de dos tercios de lo
que ella dijo porque su estoica mirada estaba fija en mí.
Cuando Luna se aburrió de su padre, corrió a reunirse con mis
hijos, robando su atención y mi capacidad para demorarme más.
—Volveremos enseguida —le informó Eason a Evelyn mientras
acorralaba a los niños alrededor de la hoguera para tomar una merienda.
Usando mi codo para sacarme del área de la piscina, estratégicamente
cerró la puerta a tiempo para encerrar a Jillian dentro.
—Oh. Bien, entonces. ¡Estaré aquí cuando estén listos para un
recorrido! —grito detrás de nosotros.
En silencio, me guio todo el camino de vuelta al frente de la casa y si
no hubiera sido por un cartel de pintura fresca colgado en la puerta
principal, probablemente me habría arrastrado dentro también. 143
—¿Quieres parar? —pregunté finalmente, apartándole la mano.
No se detuvo. Para nada. En realidad, después de una rápida mirada
alrededor para ver si alguien nos estaba observando, me agarró las
caderas y me arrastró contra su pecho. Su palma se deslizó entre mis
hombros y más arriba, hacia mi nuca. Y luego, con un suave tirón, forzó
mi cabeza hacia atrás. Ni un segundo después, su boca caliente y
depredadora cayó sobre la mía.
La sorpresa me hizo retroceder un paso, pero lo agarre de los
costados de la camisa para equilibrarme. Su lengua barrió la mía mientras
exploraba mi boca en un beso abrasador. En cierto modo, yo era solo otro
instrumento que Eason instintivamente sabía tocar y nunca se cansaría de
él.
Cuando el aire se hizo necesario y ni un segundo antes, movió su
atención hacia mi cuello.
—¿Una cama nueva?
—Um. —Respiré, inclinando la cabeza permitiéndole más espacio
para deambular—. Sobre eso…
—¿Y para Luna también?
Gemí mientras sus dientes rastrillaban mi sensible carne, justo en el
lado derecho del dolor.
—Mencioné la mejora en las cunas de las niñas. Aunque los castillos
de princesas son noticias para mí.
—Jesús, Bree. ¿Por qué hiciste todo esto?
—No quería que volvieras a casa con esos recuerdos.
Se detuvo y levantó la cabeza para mirarme.
—Vine a casa contigo. Podría haber cambiado las sábanas y estar
bien. No necesitabas hacer esto.
Balanceándome hacia él, le rodee la cintura con mis brazos.
—No quiero que esto entre nosotros crezca en sus sombras. No
podemos mudarnos, al menos no ahora, pero nos merecemos un espacio
que no esté contaminado por ellos.
—Oh, dulce mujer —susurró, levantando las manos para
enmarcarme el rostro. Me besó profunda y prolongadamente antes de
permitirme continuar.
—No sé cuándo o dónde estuvieron juntos en el pasado, pero creo
144
que ambos podemos asumir, dadas las circunstancias, que no tenían
mucho tacto o respeto por nadie, especialmente por nosotros. Me dijiste en
la cabaña que, dentro de esa cama, no importaban. Bueno, quiero que sea
verdad cada noche. Merecemos más que pasar una noche más en su cama
de mentiras.
Una tierna emoción le inundó los ojos mientras me recorrían la cara.
Sus dedos se curvaron en la parte posterior de mi cabello, acariciándome
el pómulo con el pulgar.
—Lo que tú y yo tenemos es más brillante que cualquier sombra que
puedan proyectar, pero no voy a mentir. Dormiré mucho más tranquilo
sabiendo que no estás en la cama que compartiste con él.
—Puedo dormir mejor sabiendo eso también.
Sus labios se elevaron en una sonrisa juguetona.
—Sabes que te pagare por toda esta mierda, ¿verdad?
—De acuerdo, pero será mejor que lo veamos primero y nos
aseguremos que te guste.
Bajo los labios a una línea y frunció el ceño.
—Tengo que ser honesto aquí. Le tengo un poco de miedo a Jillian.
Le di unas palmaditas en el pecho.
—Bien. Deberías. Información privilegiada: Ella tiene una rodilla
lesionada, así que, si alguna vez estás atrapado en una habitación a solas
con ella, corre.
Riéndose, me soltó.
—Vamos. Terminemos con esto. Asher me debe una competencia de
balas de cañón.
Sonreí muchísimo. Dios, me encantaba que amara a mis hijos.
—Te ganara de nuevo, ¿lo sabes?
—No estés tan segura. Sé de buena fuente que el juez me ha
calentado desde la última vez. —Guiñó un ojo y llevo mi mano a su boca
para darle un beso.
La casa de Eason se veía increíble. Bueno, técnicamente, todavía
parecía un manicomio cubierto de paños y lleno de media docena de
trabajadores, pero pude ver la visión de Jillian mientras nos daba el
recorrido. Mi decoración de playa había sido reemplazada por una paleta
de azules oscuros y un ocasional estallido de rojo. Tenía una nueva
145
sección de cuero, una mesa de café para dos metida en la pequeña cocina
y una cama tamaño king con una plataforma gigante cubierta de ropa de
cama Prism azul marino en el dormitorio. Un equipo de hombres en
camisetas polo de Hud Construction estaban retocando la pintura,
mientras que otros perforaban ganchos en la pared que más tarde
sostendrían las guitarras de Eason.
Basada en la enorme sonrisa en la cara de Eason y el abrazo que le
dio a Jillian cuando salimos para permitir que los hombres tuvieran
espacio para terminar, adoraba cada detalle.
Y no era el único. Mi dormitorio se había transformado en un
santuario. La nueva cama real de respaldo alto a juego con tocadores
ornamentados y mesas de noche era una comparación cruda con la
estética moderna que Rob y yo habíamos elegido juntos. Me encantaba lo
diferente que hacía que se sintiera la habitación, tanto en el ambiente
como en el aura. En contraste con los muebles oscuros, un caleidoscopio
de rosas y verdes azulados estaban entretejidos tan hábilmente que temía
que los talentos de Jillian se estuvieran desperdiciando detrás de un
escritorio en Prism. Había bromeado sobre ser mi mejor amiga, pero no
había manera de que nadie más pudiera haber preparado una habitación
tan perfecta para mí.
Sin embargo, ¿mi parte favorita? La pura satisfacción de Eason
mientras estaba de pie en la puerta, el hombro apoyado contra el marco,
sexy como todo pecado sin la enormidad del fantasma de Rob agobiando.
Los niños nos arrastraron por el resto de la casa, mostrándonos qué
más había hecho Jillian. Como mover todas las fotos de Rob, incluyendo
algunas de nuestra boda, al largo pasillo que conducía a las habitaciones
de los niños. Todas las noches, podrían verlo y a la fachada de una familia
que una vez tuvimos. Pero ya no tenía que mirarlo mientras me relajaba en
el sofá o preparaba la cena en la cocina.
Eason se sintió abrumado por la emoción cuando Jillian le contó que
había planeado hacer una configuración similar en la habitación de Luna
con fotos de Jessica tan pronto como la pintura de lavanda en las paredes
se secara. Esto le valió otro abrazo de mi chico. Y le valió a mi chico un
gemido entrecortado de mi chica. Me reí de ambos.
Nada se había resuelto. No había suficientes muebles o pintura en el
mundo para curar el dolor que Rob y Jessica habían grabado en nuestras
almas. Pero había algo que decir acerca de tener espacio para respirar.
Algo prometedor en el nuevo comienzo de todo. Algo que simplemente
mover las cosas de Rob no había hecho.
146
Lo estábamos haciendo nuestro y, a pesar de lo aterrador que era
dejarlo ir y tener fe de nuevo, con Eason y nuestra pequeña familia feliz, yo
también estaba feliz.
Y por el resto del día, Eason y yo respiramos tranquilamente
mientras él perdía tres competencias de balas de cañón seguidas.
17
Eason
Desde el día en que me mudé con Bree, había convertido en un
pasatiempo el hecho de comer comida basura a escondidas de los niños.
Era un maldito cinturón negro en comida engañosa. Galletas escondidas
en una bolsa de zanahorias pequeñas, chocolate envuelto en el plástico de
una barra de proteínas. Demonios, una vez me comí una hamburguesa
entera y patatas fritas disfrazadas de ensalada mientras estaba sentado
justo enfrente de ellos.
La astucia, la distracción y la redirección eran mis armas preferidas.
Sin embargo, durante dos semanas, no había sido capaz de
conseguir más de treinta minutos a solas con la madre de Madison y
Asher. No era del todo culpa de ellos. Mi verdadero problema era un raro
brote veraniego de gripe tipo A.
Puede que Luna viviera técnicamente en otra casa, pero pasaba cada
147
hora despierta con Asher y Madison. Así que cuando Madison tuvo fiebre
la misma noche que volvimos de la cabaña los tres cayeron como un juego
de dominó. Pero lo peor de todo fue que, al final de la semana, Bree y yo
caímos aún más.
Al principio intentamos reunirnos junto a la hoguera, pero los
dolores corporales y la tos seca no eran una buena compañía. Cuando
empezamos a recuperarnos, Bree trabajó desde casa mientras yo hacía
malabares con los niños y pedía favores a todos los músicos que conocía
en Atlanta para que me sustituyeran y no tener que cancelar más
presentaciones. Los gestores de reservas tienden a ponerse bastante
irritados cuando los dejas colgados tres fines de semana seguidos.
Cuando llegó el viernes, mi última noche libre en el futuro
inmediato, volví a sentirme como yo mismo y estaba desesperado por
pasar un rato a solas con Bree.
—¿Eason? —llamó, bajando las escaleras exactamente a las cinco.
—¡Aquí! —grité desde la cocina. Levantándome del taburete, me alisé
el cuello en V blanco y me abroché la americana. No era un tipo de traje si
podía evitarlo, así que lo había combinado con unos jeans oscuros y un
par de botas de vestir para que al menos me reconociera.
Cuando dobló la esquina, sostenía su taza de café vacía de aquella
mañana. El cabello alisado, el maquillaje impecable, una blusa de seda
color crema sobre un pantalón de pijama. Una elegancia de trabajo en
casa como nunca había visto.
Se congeló en el momento en que me vio, y una lenta sonrisa
iluminó su rostro.
—Vaya, qué guapo.
—Tú también, Dul. Bueno, al menos de cintura para arriba.
—Señor, por favor, deja de llamarme así. —Se rio—. ¿Por qué estás
tan arreglado? ¿Tienes una presentación esta noche? —Frunció el ceño y
maldita sea si no hizo que mi pecho se apretara.
—No. Tengo una cita.
—¿Ah, sí? —Comprendió mientras miraba con curiosidad la
habitación—. ¿Dónde están los niños?
—Jugando con Evelyn en la habitación de Luna.
Sus cejas se alzaron.
—¿Evelyn está aquí?
148
—Por favor, remítase a la parte antes mencionada sobre que tengo
una cita.
Se mordió el labio inferior y arrastró las zapatillas hacia mí. Después
de dejar su taza en la barra, me pasó un brazo por el cuello.
—¿Quién es la afortunada? ¿Alguien a quien pueda conocer?
Rodeando sus caderas, la acerqué.
—Oh, no lo sé. Morena sexy, cuerpo apretado, estornuda como una
sirena de tornado.
—¡Oye! —objetó—. La gripe no se lo toma con calma en nombre de la
belleza. ¿Necesito recordarte que te atrapé con un pañuelo colgando de la
fosa nasal?
—No tengo ni idea de lo que estás hablando.
Se burló.
—Bueno, por desgracia, yo sí. Mi factura de la terapia ha aumentado
considerablemente desde entonces.
Fue mi turno de reír. La terapia no era una broma. Habíamos
acordado volver en cuanto nos sintiéramos mejor. Nuestra relación se
había interrumpido un poco después de la enfermedad, pero seguíamos
intercambiando mensajes cada noche, e incluso había conseguido robarle
algún que otro beso casto. Pero la angustia persistente de la traición de
Jessica y Rob nos amenazaba a cada paso.
Todavía estaba intentando organizar mis emociones sobre la posible
paternidad de Luna.
Algunos días me decía que no quería saberlo. Era mi hija, fin de la
historia.
Otros días, vislumbraba a Rob en sus rasgos y eso casi me
aniquilaba.
Y, dependiendo del día, necesitaba saber la verdad más que mi
próximo aliento o no necesitaba saber la verdad ni con mi último aliento.
Así que, sí, estaba claro que tenía mierda que resolver.
Y la angustia y la confusión no se limitaban a mí. Bree tenía que
lidiar con el hecho de que la niña a la que amaba y consideraba su
segunda hija era ahora potencialmente la hija del amor de su marido con
su mejor amiga. No eran emociones que desaparecieran simplemente
porque hubiéramos decidido explorar las chispas entre nosotros. De
149
hecho, me aterraba el hecho de que, si no se trataban adecuadamente,
tenían el poder de extinguirlas por completo.
Sin embargo, esos eran problemas para el lunes, cuando nuestros
respectivos médicos volvieran a abrir sus consultas.
Era viernes y tenía una cita pendiente con una mujer preciosa en la
que no podía dejar de pensar.
Le hice cosquillas en el costado.
—Muy bien, listilla. Volvamos a esa cita.
—Tienes mi atención.
De mi bolsillo trasero saqué tres sobres que había preparado
durante todo el día. Los extendí como si fueran cartas de póquer y los puse
entre nosotros.
—¿Me harías el honor de pasar la noche haciendo lo que te apetezca
siempre que sea conmigo?
Torció los labios.
—Es toda una propuesta. ¿Hay dinero en efectivo en esos sobres?
Probablemente sea el momento de decir que no soy una prostituta.
Se retorció contra mí mientras le hacía cosquillas de nuevo.
—Sé que tiendes a... —Aspiré entre los dientes—. Cómo decirlo...
Hacer los planes, no necesariamente seguir la corriente.
Ladeó la cabeza con una mirada aburrida.
—Dilo. Crees que soy aburrida y alérgica a la espontaneidad.
—No. No he dicho eso en absoluto. Eres una mujer fuerte,
independiente y sexy que sabe lo que le gusta, y de alguna manera ese qué
soy yo, así que no voy a quejarme de ninguna manera, ni forma. Pero,
sabiendo que no te gustan las sorpresas y queriendo hacerte feliz como yo,
he venido esta noche con opciones.
Su sonrisa regresó.
—¿Qué tipo de opciones?
Besé la punta de su nariz.
—Me alegro mucho de que preguntes. En estos tres sobres… —Los
agité a un lado como un abanico mágico—. Hay tres variaciones diferentes
de nuestra primera cita. Cada una incluye todos los detalles de nuestra
velada, desde el transporte, el restaurante, el vino, la actividad de después
de la cena, hasta las flores que puedo o no llevarte cuando te recoja.
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Su sonrisa no solo se extendió, sino que iluminó toda su cara.
—¿Has planeado tres citas?
—Sí. Tenemos “sofisticado y con clase”, “divertido y aventurero” y,
por si acaso todavía no estás de humor para salir, tenemos “Netflix y
relajado”. Ahora, milady, se los entregaré y le daré unos minutos para que
los examine mientras espero ansiosamente su decisión. —Muy orgulloso
de mí mismo, le ofrecí mi obra con una dramática reverencia digna de un
Oscar.
Excepto que ella no los tomó de mi mano. Se quedó allí de pie.
Durante un tiempo absurdamente largo.
Finalmente, levanté la vista para ver a qué se debía el retraso y me
encontré con la más hermosa adoración.
—No necesito verlas —aseguró en voz baja—. Podrías llevarme a
cualquier parte del mundo ahora mismo e iría con tal de que tú también
estuvieras allí.
Joder, ¿por qué me sentí tan bien? Había pasado todo el día
planeando porque quería que la noche fuera perfecta, para ella.
Y en una frase, ella la había hecho perfecta para mí.
Entrecerré los ojos.
—¿A cualquier lugar? Puede que hayas aceptado más de lo que
puedes controlar. Hay sucias cuevas infestadas de murciélagos que me
encantaría explorar en algún lugar del mundo.
Se puso de puntillas y me rodeó el cuello con los brazos.
—Confío en ti. Elige tú. Quiero la verdadera experiencia Eason
Maxwell esta noche, con sorpresas y todo.
Roce mi nariz con la suya, negándole el beso que tan claramente
pedía recibir.
—¿Estás segura?
—Estoy segura —respondió sin aliento.
—De acuerdo, entonces. —Deslicé mi mano por su espalda,
deslizándola dentro de su pantalón de pijama para agarrar su trasero—.
Puede que quieras ponerte un par de jeans, Bree. No es tan divertido
quitártelos al final de la noche si no los llevas puestos para empezar. —Y,
151
con eso, retiré mi mano, metí los sobres en mi bolsillo trasero y giré sobre
un pie, dirigiéndome a la puerta trasera, llamando por encima de mi
hombro—. Te recojo en treinta minutos.

Todo mi esfuerzo por organizar tres citas dignas de Bree fue en vano.
Aunque fácilmente se convirtió en la mejor cita de toda mi vida. Eso tuvo
menos que ver con lo que realmente hicimos y más con la compañía.
Usando una combinación de las tres flores de mis citas planeadas,
me presenté en la puerta principal con un ramo gigante de lirios,
margaritas y bragas de seda en forma de capullos de rosa. ¿Qué? Después
de dos semanas de besos castos, tenía grandes planes por si acaso ella
elegía el sobre de Netflix y Relajado.
Allí, con unos jeans que podrían detener el tráfico y un atrevido
número rojo sin hombros, se rio, como yo esperaba. Y así, después de
poner las flores en agua y dar las buenas noches a los niños, la guie hasta
un UberBlack. Si quería la verdadera experiencia de Eason Maxwell, tal y
como había afirmado, no incluía el conductor privado que tenía a la espera
ni la Harley que me había prestado un amigo y que estaba guardada en el
garaje. Sinceramente, la experiencia Eason Maxwell ni siquiera incluía el
UberBlack, pero se trataba de una primera cita, así que me decidí por la
mejora.
Sonriendo como dos tontos, fuimos de la mano hasta un pequeño
restaurante de sushi en el centro de la ciudad. Yelp lo calificó de “moderno
y auténtico” y, dado que parecíamos octogenarios comiendo antes de que
se pusiera el sol, pudimos colarnos antes de la hora punta de la cena.
Las críticas sobre Sushi Run no se habían equivocado. Era un
restaurante increíble y, aunque nunca había estado personalmente en
Japón, los tentáculos de pulpo crudo retorciéndose en la cinta
transportadora de sushi me parecían bastante auténticos. Pensé que Bree
iba a arrastrarse bajo la barra cada vez que pasaban por delante de
nosotros. Me reí más en esa cena, protegiéndole los ojos cada tres
minutos, de lo que lo había hecho en años.
Y la noche acababa de empezar.
Fuimos a un bar de Martinis que a Bree parecía encantarle y, dos
cócteles más tarde, nos dirigimos a una cervecería al final de la calle.
152
Hablamos. Nos reímos. Nos besamos siempre que quisimos. Mi mano
nunca dejó su muslo y, si yo no la tocaba, ella me tocaba a mí.
Como dos padres de treinta y tantos años que no habían salido de
casa para otra cosa que no fuera el trabajo en aproximadamente un millón
de años, éramos unos pesos ligeros. Para cuando llegaron las nueve de la
noche, ya estábamos borrachos de amor. Así fue como acabamos en un
karaoke, y no en uno bueno.
Era un público interesante. La larga barra de madera llena de
hombres de mediana edad que bebían whisky e intercambiaban historias
de guerra literales y figuradas contrastaba con las mesas que rodeaban un
escenario improvisado lleno de universitarios que jugaban a juegos de
mesa “retro” como el Conecta Cuatro y el Battleship.
Con sus tacones rojos, Bree se dirigió a una mesa vacía y la reclamó
mientras yo pedía bebidas en la barra. Luego, juntos, soportamos el
karaoke más horrible que he tenido la desgracia de presenciar. El pobre
tipo no podía subir a un cantante al escenario para salvar su vida.
Cantaba horriblemente. En serio, era como un gato de cola larga en una
sala de sillas de rock malo. El tipo tocaba, y utilizo este término de forma
imprecisa; un teclado al que juraría que le faltaban algunas teclas. Sus
chistes eran aún más horribles que su voz. Hasta el punto de que me sentí
mal por él. Por lo que hice lo que cualquier músico profesional haría en esa
situación...
—Muy bien, muy bien. Por fin tenemos a nuestro primer artista de la
noche —anunció el presentador Kerry O'Key, casi mareado por haber sido
finalmente liberado—. ¡Señoras y señores, unan sus manos y un aplauso
para Bree Winters!
Nunca en mi vida me habían fulminado con una mirada más dura o
más rápida. Y nunca en mi vida lo había disfrutado tanto.
—¡Aquí mismo! —grité, agitando mi mano en el aire.
—Eason —siseó Bree—. ¿Estás loco? No voy a cantar.
—Vamos. Querías la experiencia de Eason Maxwell. Bueno, esto es
todo. Muéstrame tus habilidades.
—No tengo habilidades. Ni siquiera puedo seguir una melodía lo
suficiente como para cantarles “Feliz Cumpleaños” a los niños. Esa es
literalmente la única razón por la que te mantengo cerca.
Me reí de sus mejillas rosadas.
—No tienes que ser buena. Simplemente tiene que ser divertido. 153
—¿Qué te hizo pensar que soy divertida?
—Eres el mejor tipo de diversión. Porque eres mi tipo de diversión. —
Me incliné para darle un beso, sonriendo contra su boca—. Vamos. Lo
haremos juntos.
Dejó escapar un suspiro y me siguió a regañadientes mientras la
remolcaba hacia el escenario. Después de hojear el cancionero más
antiguo del mundo, nada más nuevo que 2005, finalmente le pregunté si
podía usar el teclado. Probablemente MC Kerry me habría prestado su
alma siempre que eso significara que tenía un respiro.
Por suerte, me había equivocado y todas las teclas estaban intactas,
así que toqué una suave introducción de nada mientras le preguntaba a
Bree:
—Entonces, ¿qué tienes en mente, preciosa?
Con las manos temblorosas, se puso a mi lado, cambiando su peso
de un lado a otro, muy nerviosa.
—¿Cuál es la canción más corta que conoces?
Riendo, toqué las siete notas de “Shave and a Haircut” y la miré,
preparado para recibir más calor de esa preciosa mirada. No me defraudó,
pero mientras disfrutaba de la irritación de mi mejor amiga, recordé que
debía impresionar a mi cita.
Levantando el brazo en el aire, seguí tocando con mi otra mano e
incliné la barbilla hacia mi regazo.
—Siéntate aquí y sostenme el micrófono. —Casi me sentí culpable
por su alivio cuando se hundió sobre mis muslos.
Sin embargo, no me sentí culpable cuando sus mejillas se pusieron
rojas mientras yo entonaba la primera nota de “Let’s Get It On” de Marvin
Gaye.
Creo que la gente dejó de hablar cuando empecé a cantar. Puede que
incluso levantaran la vista de sus juegos o se giraran en sus taburetes
para ver mejor. Pero en ese escenario, solo estábamos nosotros dos.
Me costaba llegar a todas las teclas con ella sentada de lado sobre
mi regazo. Pero no me importaba que sonara como un recital de piano de
tercer grado. No iba a dejar que se fuera. Después de la última nota, no
había terminado del todo, así que toqué directamente “I'll Make Love to
You” de Boyz II Men antes de cambiar de marcha a un poco de Color Me
Badd, “I Wanna Sex You Up”.
Casi me trago la lengua cuando Bree se soltó lo suficiente como para
154
entrar en acción, cantando los Ooooh de fondo. Y con ella saliendo de su
caparazón, no podía parar ahí. Para cuando llegué al primer estribillo de
“Sex on Fire”, Bree estaba a mi lado, riendo y dominando el micrófono.
Había un tema definido para mi set improvisado de esa noche, y
mientras Bree me miraba fijamente, con una sonrisa en la cara y fuego en
los ojos, esperaba que esa energía nos siguiera a casa.
—Salgamos de aquí —le grité al oído cuando la última nota se
desvaneció en el caos del bar que estalló en fuertes vítores.
Ella asintió con entusiasmo.
—Tú cierras nuestra cuenta y yo pido el Uber.
—Trato hecho.
Parecía que Bree y yo éramos la grasa que O’Key necesitaba para
poner en marcha el negocio. Mientras estaba en la barra esperando a que
el camarero me devolviera la tarjeta de crédito, una mujer se apoderó del
escenario cantando un clásico de Whitney Houston.
Un hombre mayor, de vientre redondo, se acercó a mí, diciendo algo
que no pude entender.
Me llevé la mano a la oreja.
—¿Perdón?
Se inclinó más hacia mí.
—He dicho: ¿Cómo te llamas? Estuviste genial ahí arriba.
—Ah, Eason Maxwell. —Sonreí—. Y gracias. Se lo agradezco.
—¿Alguna vez has considerado hacer de la música tu carrera?
Solté una sonora carcajada.
—Una o dos veces. —Casi instintivamente, encontré a Bree cuando
salía del pasillo del baño, con sus sensuales caderas contoneándose entre
el laberinto de mesas.
Como hacía tan a menudo, mi cuerpo empezó a zumbar cuanto más
se acercaba. Después de todo lo que habíamos pasado, todo lo que
seguíamos pasando, ¿cómo era posible ser tan condenadamente feliz? Y lo
que es más importante, ¿cómo demonios me aferraba a ella? No tenía el
mejor historial con el universo. Pero, de nuevo, fue a Bree a quien saqué
del fuego aquella noche. Incluso sabiendo lo que sabía ahora, seguía
albergando una enorme cantidad de culpa por no haber sido capaz de
155
salvar a Jessica y a Rob. Pero una mirada a Bree y sentí que tal vez
alguien había estado cuidando de mí después de todo.
El hombre mayor interrumpió mis pensamientos.
—Escucha, un amigo mío trabaja en un estudio. Me encantaría
ponerlos en contacto.
—¿Ah sí? —respondí, apartando lamentablemente los ojos de Bree.
Todo el mundo tenía un amigo, una tía, un tío o un primo seis veces
superior en la industria musical. La mayoría de ellos eran profesionales de
poca monta que tenían estudios en su habitación de invitados o se
dedicaban a la producción de sonido o a la iluminación. Pero no estaba en
condiciones de rechazar una oportunidad.
El camarero me pasó la tarjeta de crédito y firmé el resguardo antes
de agarrar la cartera. Cambié mi Visa por una tarjeta de visita y se la
entregué al caballero.
—Los datos de mi agente están en el reverso. Me alegró conocerlo.
Ahora, si me disculpa, mi... —Me detuve y ladeé la cabeza. ¿Novia?
¿Señora? ¿Mujer? ¿Cómo diablos la había llamado? Era mucho más que
todo eso, pero no me apetecía tener una conversación de tres meses con el
hombre para hacerle entender—. Mi cita me está esperando.
Levantó la tarjeta entre sus dedos.
—Muy buen trabajo el de esta noche.
Incliné la cabeza y me deslicé a su lado, localizando a Bree junto a la
puerta principal.
—¿Qué fue todo eso? —me preguntó.
Le di un fuerte empujón a la puerta y luego le pasé el brazo por los
hombros mientras salíamos a la acera y al aire húmedo de Georgia.
—Solo estaba escudriñando todas las ofertas para firmar un
contrato de grabación con la increíble Bree Winters. Por supuesto, le dije
que tendría que discutirlo contigo, pero le advertí que si no podían llegar a
un adelanto de mil millones de dólares ni siquiera merecía nuestro tiempo.
Me dio un codazo en el costado.
—Divertidísimo.
Me agaché y encontré su boca para darle un beso demasiado breve.
—Estuviste increíble esta noche. 156
—No pensé que el karaoke fuera a ser lo mío, pero me lo he pasado
muy bien. Gracias por obligarme a salir de mi zona de confort. Puedo ver
cómo te enamoras de estar en un escenario como ese.
De momento no era el escenario lo que me enamoraba. Aunque no
estaba seguro de que enamorarse fuera la terminología correcta. Mirando
hacia atrás, había estado enamorado de Bree incluso antes de compartir
nuestro primer beso.
Acurrucándose contra mi pecho, apoyó su barbilla en él y me miró.
»Gracias por esta noche, Eason. Sin duda ha sido la mejor cita de mi
vida.
Sonreí, compartiendo total y completamente el sentimiento.
—Todavía no ha terminado.
18
Bree
Con mi mano enroscada a través del cabello largo y alborotado en la
cabeza de Eason, que estaba entre mis piernas, un segundo orgasmo me
exprimió. Me preguntaba si conocía mi cuerpo mejor que yo. Cuando
encontré mi liberación y me hundí en las lujosas sábanas nuevas, Eason
me dio una última lamida lánguida en mi centro.
—Mmmm —murmuró—. Tan dulce. Todo mío.
Aunque discutir era mi primer idioma, no había duda de que él me
poseía.
Y cuando pensé que no podía soportar más afecto o euforia, se
arrastró hasta la cama y se hundió en mí con un control devastador.
Después de haber estado al límite dos veces esa noche, encontré aún más
placer al experimentar cómo este hermoso hombre encontró el suyo.
Todos los días, Eason era tranquilo y relajado, pero en la cama era
157
un animal completamente diferente. Era poderoso y fuerte, casi inflexible
en la forma en que devastó mi cuerpo con el suyo. Era audaz y seguro,
confiado en saber todo lo que necesitaba incluso antes de que yo misma
pudiera anticiparlo. Era exigente y gentil, pero sobre todo, no se contenía.
Eason dio. Yo tomé.
Fue más duro, más rápido. Rogué por más.
—Sí —jadeé.
—Te lo juro por Dios, Bree, tu maldito cuerpo fue hecho para mí. —
Sus caderas se torcieron mientras empujaba más profundo—. No puedo
durar mu….
Lo silencié con mi boca sobre la suya.
—Shhh. Entonces no lo hagas. Dámelo. Dame todo.
Rompiendo el beso, se apoyó en sus brazos, miró hacia abajo, donde
nuestros cuerpos chocaban entre sí, y luego presionó su frente contra mi
hombro mientras el gemido más erótico retumbó a través de su pecho.
—Mierda.
Su gran peso colapsó encima de mí mientras bombeaba y movía su
liberación. Por muy feo y contaminado que pudiera ser el mundo, la visión
de Eason perdiéndose en un orgasmo sería para siempre una de las cosas
más puras y hermosas que podría experimentar.
Mareado y agotado, se movió hacia el lado donde estuvo jadeando
por varios segundos, sus labios encontraron mi hombro más de una vez.
—¿Mis tres opciones de citas terminaban así?
Sonrió contra mi hombro.
—Netflix y Relajado comenzaba de esa manera.
Me reí y él levantó la palma de su mano hacia mí.
—¿Qué?
—No me dejes colgado, Dul —jadeó, mientras luchaba por recuperar
el aliento—. Ese fue uno de mis mejores trabajos.
Empecé a abofetearle la mano, cualquier cosa para que se detuviera,
pero me detuve.
—Con una condición. No más Dul.
158
—Oh vamos. Te va a gustar.
—No.
—No sé qué te hizo la glucosa en una vida pasada, pero deberías
hablar con tu médico al respecto. —Rápidamente, se inclinó y me dio un
beso en el cuello, su mano aún colgando en el aire—. ¿Cómo debo
llamarte, entonces?
Sonreí, sintiéndome más joven de lo que había sido en años. Fueron
estos momentos tontos y tranquilos los que me sacaron de la destrucción
del año pasado, y estaba tan agradecida de que, con todo lo que había
cambiado, Eason y yo seguíamos siendo los mismos. Está bien, tal vez no
exactamente lo mismo. Quizás mejor.
—¿Qué hay de solo tu novia? —Medio bromeé.
Me golpeó la mano tan rápido que me dolió. Después de rodar sobre
mi pecho, me miró con la sonrisa más encantadora que jamás había visto.
—Eso es un maldito trato, Dul.
—Oye. Acabas de acceder a no volver a llamarme así.
—Lo siento. Estoy tratando de dejarlo, pero no va a ser fácil. —
Juguetonamente actuó como si fuera a morderme la nariz y en su lugar
presionó un pequeño beso en la punta cuando me estremecí—. Toda esa
dulzura tuya, me das dia-bree-tes, pero trabajaré en lo de la novia.
Jadeé.
—No acabas de decir dia-bree-tes.
—¿Qué?— Rió—. Es una afección grave, Bree.
Quería darle un infierno, pero a pesar de lo loco que podía estar a
veces, siempre lograba hacerme reír.
—Oh, tienes una condición seria, de acuerdo… en esa ridícula
cabeza tuya. Y pensar que la gente te paga por escribir canciones.
—Soy un verdadero artífice de las palabras. ¿Qué puedo decir?
No importaba lo que dijera. Honestamente, no tenía que decir nada.
Eason estaba loco de la mejor manera posible.
Había una parte de mí que se preocupaba de cómo iban a cambiar
las cosas entre nosotros a medida que llevábamos nuestra relación al
siguiente nivel. Tenía miedo de perder al hombre que se había convertido
no solo en mi mejor amigo, sino en un elemento fijo de mi vida por el que
rezaba casi a diario para que fuera permanente.
159
Pero nada fue diferente.
Todavía era atento y amable.
Reflexivo y desinteresado.
El bobo más sexy del mundo.
Y yo era suya.
¿Qué más podría pedir?

Me senté derecha al sonido de la puerta de mi dormitorio


abriéndose. Normalmente, eso no era motivo de alarma. El pasatiempo
favorito de Asher era despertarme antes de que saliera el sol. Sin embargo,
esa mañana, cuando el suave chirrido de mi puerta me despertó, había un
hombre semidesnudo acurrucado a mí alrededor.
Maldición. ¿Qué demonios le había pasado a nuestra alarma? Miré el
reloj para ver que apenas eran las cinco, treinta minutos antes de la hora
programada para despertarnos.
—¿Mamá?
—Hola, amigo. Te levantaste temprano. —Muy consciente de que
estaba vestida con la ropa mínima, bragas y una camisola de seda; corrí
hasta el borde del colchón, me puse la bata y tiré el edredón hacia atrás
mientras saltaba de la cama, con la esperanza de disfrazar a Eason como
un bulto en las cubiertas.
No tuvo tanta suerte cuando el bulto salió disparado y encendió la
lámpara.
—¿Qué ocurre? ¿Qué está sucediendo? ¿Estás bien, Ash?
Asher se detuvo, con un pequeño bloc de dibujo verde sostenido
contra su pecho, su somnolencia transformándose en sorpresa mientras
miraba de un lado a otro entre Eason y yo. No comentó nada de inmediato,
pero juro que casi podía ver los engranajes girando en su cabeza.
Bien, entonces supuse que era hora de contárselo a los niños. Tenía
la esperanza de llegar un poco más lejos en el camino de nuestra relación
que una cita, pero Eason y yo habíamos oficializado las cosas, y confiaba
en que ambos haríamos de los niños una prioridad si las cosas no
160
funcionaban entre nosotros. Podría haber habido tiempos peores. Aunque
atraparnos juntos en la cama definitivamente cambió la dinámica de dicha
charla.
Le mostré a Eason una expresión que decía atrapados y tuvo el buen
sentido de parecer avergonzado.
—¿Tuviste una pesadilla? —le pregunté a mi hijo, tratando de
distraerlo.
—¿Qué está haciendo Eason aquí?
Obviamente, había fallado.
—Bueno —comencé, lista para contar todo sobre hombres, mujeres y
citas.
Asher se encogió de hombros.
—En realidad, esto probablemente es mejor. —Sin otra palabra, se
subió a la cama y se arrastró a cuatro patas hasta el medio—. Hazte a un
lado —le ordenó a Eason.
Este obedeció, pero sus ojos muy abiertos se movieron hacia mí.
—¿Tal vez debería ir a hacer café? —Levantó la manta y obtuvo una
vista de nada más que un par de calzoncillos negros y luego se reclinó
contra la cabecera—. O no.
—Quédate. De todos modos necesito hablar con ustedes —admitió
Asher, abriendo su bloc de dibujo. Pasó las páginas hasta que encontró lo
que estaba buscando y me lanzó una mirada de impaciencia—. Vamos. No
puedes ver desde allí.
Estaaa bien. Así que nos amontonamos en la cama. Juntos. A las
cinco de la mañana. Con el hombre al que había considerado un tío
durante la mayor parte de su vida y que ahora era mi novio.
Por supuesto. Por qué no.
Dispárame.
Me senté en el borde de la cama, pero él no aceptaría nada de eso.
Tiró de mi brazo.
—Vamos, mamá.
—Ash, cariño. Tal vez deberíamos bajar y hablar. 161
—¿Por qué? —Curvó el labio—. Todos estamos aquí. Las chicas
siguen dormidas, ¿verdad?
—Sí, pero…
—Mamá, Eason ni siquiera lleva pantalones. ¿Cómo se supone que
va a bajar?
Mi boca se abrió mientras miraba a mi hijo. Era demasiado pronto
para esta conversación, en realidad, cualquier conversación, pero
especialmente esta.
Eason dejó escapar una tos para cubrir su risa.
—Tal vez deberíamos escuchar al chico, Bree.
Fuera de las discusiones, o al menos del poder cerebral con cafeína
para procesar más, volví a la cama.
—De acuerdo. Bien. ¿Qué pasa, amigo?
Dramáticamente, Asher se aclaró la garganta.
—Así que las chicas y yo tuvimos una charla anoche. —Pasó la
página de su cuaderno para revelar una representación a crayón de tres
niños tristes, ambas niñas llorando. Todo estaba oscuro, el cielo gris y la
hierba marrón.
Eason se inclinó más cerca y pasó su brazo alrededor de los
hombros de Asher, las puntas de sus dedos rozaron mi brazo.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, la misma preocupación
llenando mi pecho en su voz.
—Bueno... —Asher resopló con fuerza—. Este es un dibujo mío,
Madison y Luna ahora. —Pasó la página—. Y estos somos Madison, Luna y
yo con un gato.
Los tres estaban sonriendo. La hierba verde se mezclaba con flores
rosadas y moradas, y el sol amarillo colgaba alto en el cielo, rodeado de
nubes azules. Pero el gato era naranja, aproximadamente del tamaño de
un avión pequeño si lo hubiera dibujado a escala, en el centro de la
imagen.
Eason y yo intercambiamos una mirada de complicidad, una sonrisa
creciendo en nuestras bocas.
Revolví el cabello de Asher mientras pasaba la página.
—Estos somos nosotros con un gato negro. —Otra imagen brillante y
alegre. Volvió a pasar la página—. Y estos somos nosotros con un gato
marrón. —Esta vez, había agregado burbujas de texto de las bocas de
162
Madison y Luna con ¡Hahaha! y corazones adentro. Pasó de nuevo a otra
imagen brillante de ellos con un gato blanco, esta con una figura de palo
de pie sobre las nubes—. Y este es papá en el cielo, muy, muy, muy lejos
de nuestra casa. Así que no es al-ger-ico a nuestro gato. —Hizo una pausa
y torció los labios, mirando a Eason—. No eres al-ger-ico a los gatos,
¿verdad?
Eason se rió entre dientes.
—Alérgico y no. Amo a los gatos.
Los ojos de Asher se iluminaron cuando lanzó una maldita mirada
casi vertiginosa en mi dirección.
—Por favor mamá. Por favor. ¿Podemos tener un gato? Madison y
Luna dijeron que me ayudarían a pasearlo y alimentarlo para que no
tengas que hacer nada.
—Los gatos no salen a pasear. Además, a las niñas ni siquiera se les
permite salir sin un adulto. No estoy segura de que ese sea argumento.
Hablemos de quién está limpiando la caja de arena.
—Por favor. Por favor. Por favor. Me haré cargo de ello. Lo prometo.
Te lo juro, mamá.
Riendo, negué con la cabeza, su desesperación y emoción explicaban
su apariencia a las cinco de la mañana de la mañana de Navidad.
—Ash, ni siquiera he tomado café todavía. ¿Podemos dejar la charla
de gatos hasta después del desayuno?
—No —se quejó—. Porque en el desayuno vas a hacer que hablemos
de Eason y tú casándose.
Cerré la boca con fuerza.
Pero Eason dejó escapar un largo:
—¡Whoooooa!
—Espera, si Eason es mi nuevo padre, eso significa que puede
conseguirnos un gato. —Se giró hacia Eason—. Por favor. Por favor. Por
favor. Eason. Solo un pequeño gatito. Ni siquiera me importa de qué color
es. Solo quiero uno lindo.
—Despacio, chico. Una cosa a la vez. Tu mamá y yo… —Levantó su
mirada hacia la mía en una silenciosa solicitud de permiso y asentí,
confiando en él implícitamente.
163
De acuerdo, bien, y un poco de curiosidad sobre cómo iba a manejar
esto también.
»Tu mamá y yo estamos saliendo, Ash. No nos vamos a casar. Al
menos no todavía. Y tal vez nunca. —Sus labios se curvaron en una cálida
sonrisa cuando sus ojos se encontraron con los míos—. Pero tengo mis
esperanzas.
Mi pecho se calentó mientras lo miraba fijamente. Después de perder
a Rob, nunca pensé que consideraría la idea de volver a casarme. Pero no
podía negar que estar con Eason me dio algunas esperanzas.
»Sin embargo, por ahora —continuó—. Es mi novia. Esto significa
que nos estamos conociendo y pasando tiempo juntos. Pero, Ash, si tu
mamá y yo alguna vez decidimos casarnos, e incluso si no lo hacemos,
estaré aquí para ti en todas las formas en que puedas necesitarme. Sin
embargo, nunca voy a reemplazar a tu padre, ¿de acuerdo? Ya tienes un
padre increíble. Que él esté en el cielo no cambia eso.
Y ese fue el momento exacto en que me enamoré por completo,
perdidamente, sin arrepentimiento de Eason Maxwell.
Odiaba a Rob Winters. Tenía pocos recuerdos positivos a los que me
aferraba, la mayoría de los cuales giraban en torno a los niños, pero
después de ver las cosas egoístas y repugnantes que él y Jessica habían
hecho sin pensar ni considerarnos, acepté el hecho de que había estado
casada con un extraño.
Y Eason, Dios, pobre Eason. Todavía ni siquiera sabía si su ex mejor
amigo, que había estado durmiendo con su esposa, había engendrado a su
hija o no. No podía imaginar que tuviera algo más que desdén por Rob.
Pero allí estaba, su brazo envuelto alrededor de los hombros de
Asher, preservando el lugar de Rob en su vida porque era lo correcto para
mi pequeño.
Aparté la mirada y tragué saliva, con la esperanza de mantener la
emoción a raya.
—¿Esto significa que ustedes se besan ahora? —Quiso saber Asher.
—Sí —respondió Eason.
—¿Y duermen sin pantalones?
—Parecería que sí. Aunque no todo el tiempo. Vamos a tomar esto
con calma y asegurarnos de que ustedes se sientan cómodos con ello. De
hombre a hombre, debería haber venido a hablar contigo sobre las cosas 164
primero. Y me disculpo por eso. Significaría mucho para mí si me dieras tu
permiso para salir con su madre.
Está bien, en serio. ¿Qué tan dulce podría ser este hombre? Tal vez
él era la verdadera dulzura en esta relación.
»Me preocupo mucho por ella, Ash. No haré nada para lastimarla.
De acuerdo, Eason estuvo casi perfecto. Prepara. Todas. Las
lágrimas. Seguí mirando la pared del fondo para que no pudieran verme la
cara.
Asher tarareó por un minuto.
—Si digo que sí, ¿significa que tendré un gato?
—No. Pero sí significa que obtienes panqueques con chispas de
chocolate mientras lo discutimos durante el desayuno.
—¡Síííííííííí! —siseó.
Eason se echó a reír, y todavía incapaz de mirarlos, escuché la
bofetada reveladora de su rutina de chocar los cinco y chocar los puños.
—Está bien, chico. Sal de aquí y dame unos minutos para vestirme y
hablar con tu mamá. Bajaré a cocinar en un momento. No despiertes a las
chicas. ¿Sí?
—Está bien. —Con dos rebotes en la cama y un ruido sordo en el
suelo cuando aterrizó, se fue.
—Cierra la puerta —gritó Eason.
Al segundo siguiente, escuché el clic del pomo de la puerta.
Y en el segundo después de eso, los fuertes brazos de Eason me
envolvieron, arrastrándome al centro de la cama. Rodó sobre su espalda y
me empujó como una muñeca de trapo a una posición con mi cabeza
sobre su hombro y mi pierna sobre sus caderas, y solo entonces dejó
escapar un largo suspiro.
—Bien. Háblame. ¿Cómo fue eso para ti?
Había literalmente una sola respuesta. Secándome las mejillas,
incliné la cabeza hacia atrás para mirarlo.
—Eres increíble.
—No sé sobre todo eso. Simplemente nos comprometí a no dormir
sin pantalones todo el tiempo. Ya me arrepiento.
—Hablo en serio, Eason. La forma en que manejaste la situación...
165
No puede ser fácil para ti hablar de Rob después de todo lo que sucedió,
pero lo que acabas de darle a Asher... No puedo agradecerte lo suficiente.
Presionó un suave beso en mi frente.
—Nunca saldrá nada bueno de él sabiendo cuánto odio a su padre.
En este momento, él confía en mí, así que habla conmigo. Si lo supiera,
sentiría que tiene que elegir un bando. No voy a poner eso sobre él. Rob y
yo éramos mejores amigos. Ninguno de los niños necesita saber por qué
eso terminó después de su muerte.
¿Y si Luna fuera la hija de Rob?
¿Y si tuviéramos que decirles que su padre tuvo una aventura con
Jessica?
¿Entonces qué?
Aunque no comenté nada de eso. Esos eran problemas para un día
diferente cuando Eason finalmente estuviera listo para conocer la verdad.
Él llegaría allí, y no me correspondía apresurarlo.
—Como dije, eres increíble.
Se movió lentamente por la cama, provocando que nos miráramos a
los ojos, con una sonrisa juguetona en sus labios.
—Bueno. Ten eso en cuenta, porque sabes que les voy a comprar un
gato, ¿verdad?
Dejé escapar un suspiro, pero era estrictamente para mostrar. Un
gato no ocupaba un lugar destacado en mi lista de tareas pendientes, pero
tampoco uno demasiado bajo.
—Lo temía tanto.

166
19
Bree
Agotadora no era una palabra lo suficientemente fuerte para la
semana que había tenido. El hecho de que fueran más de las nueve de la
noche de un domingo y que acabara de llegar a casa de la oficina debería
haberlo dicho todo.
Sin embargo, el timbre de mi teléfono personal por un número de
Prism fue la guinda del pastel.
Con un suspiro, pulsé el botón de respuesta en la pantalla de mi
tablero.
—Estoy llegando a la entrada de mi casa. Tienes treinta segundos
antes de que entre en coma durante los próximos cien años.
—Lo han detenido —me informó Paul, el nuevo jefe del departamento
de contabilidad de Prism, por los altavoces de mi auto. 167
Eran buenas noticias, pero no resolvían exactamente mis problemas.
—¿Por casualidad llevaba un maletín con ciento siete millones de
dólares?
—Eso sería un no.
—Por supuesto que no.
Lo que pasa con Hacienda es que es posiblemente la entidad más
odiada de Estados Unidos y después de experimentar el proceso de
auditoría, pensé que ese odio era más que justo. Pero cuando se trataba de
descubrir que tu antiguo jefe de finanzas había estado malversando fondos
de la empresa durante más de tres años, fueron sorprendentemente
serviciales. ¿La factura de impuestos con la que me abofetearon? No fue
tan divertida.
Entre la contratación de una empresa externa para hacer una
auditoría interna, la búsqueda de alguien que sustituyera a Doug, el nuevo
recluso del Estado, y el hecho de pasar todo el fin de semana con la policía
mientras reunían pruebas para construir un caso contra él, estaba
agotada.
Por desgracia, el hecho de que trabajara horas extras significaba que
Eason hacía horas extras, lo que significaba que había que traer a Evelyn
para que él pudiera ir a sus presentaciones y trabajar un poco más. Era
un círculo vicioso de horas extras para todos nosotros. Esto también
significaba que, desde nuestra cita de hace una semana, no le había visto
más que unos minutos cada mañana.
Maldita sea, era difícil ser una madre soltera trabajadora que
intentaba encontrar tiempo para tener sexo con un padre soltero
trabajador mientras los tres niños estaban en la casa veinticuatro horas al
día. Y vivíamos en la misma propiedad, así que no podía imaginar lo difícil
que habría sido si él hubiera vivido al otro lado de la ciudad, como una
relación normal.
Algo tenía que ceder.
Les habíamos contado a las chicas nuestra nueva situación
sentimental, aunque no lo entendían. Pero Eason y yo no éramos tímidos a
la hora de agarrarnos de la mano o de darnos algún que otro beso en los
labios. Si queríamos algo más, nos colábamos en la despensa mientras los
niños estaban ocupados. Vivía para esos momentos robados en los que me
perdía en sus brazos. Casi había dominado la habilidad de no escuchar
“Baby Shark” al otro lado de la puerta.
Entré en el garaje y m estacioné.
168
—¿Tienes algo más para mí?
—No. Con la marcha de Doug y el cierre oficial de la auditoría, todo
debería ir sobre ruedas a partir de ahora.
—No digas eso. Nos traerás mala suerte.
Se rio.
—De acuerdo, bien. Estamos en un patrón de espera hasta el
próximo desastre. ¿Así está mejor?
—Mucho. Ahora tengo que irme. Mantenme al tanto si te enteras de
algo más.
—Claro que sí.
—Adiós. —Colgué y apagué el motor. Tras recoger mi maletín y las
tres tazas viajeras que me habían acompañado al trabajo durante todo el
fin de semana, me dirigí al interior—. Lo siento, llego tarde. —Llamé a
Evelyn mientras entraba en la cocina.
—Shhh —siseó alguien a lo lejos, pero no era Evelyn, así que una
enorme sonrisa se dibujó en mi rostro.
Me apresuré a ir a la cocina para dejar mis cosas en la encimera y
quitarme los tacones. Luego me dispuse a buscarlo.
Un rápido paseo por el salón vacío me llevó por el pasillo hasta la
sala de juegos. Una luz parpadeaba dentro, pero la habitación estaba en
silencio. Entrando de puntillas, encontré a Eason de pie, como un
centinela, frente al televisor apagado, con los tres niños profundamente
dormidos en un montón de piernas y brazos enredados en el sofá. Su
mirada me encontró por encima de su hombro, pero no estaba ni mucho
menos preparada para la devastación que me asaltó.
—¿Qué ha pasado? —susurré, corriendo hacia él.
—Nada. Todo está bien —murmuró, pasando un brazo alrededor de
mis hombros y acurrucándome contra su pecho para un largo abrazo de la
especialidad Eason Maxwell.
Todo mi cuerpo se hundió en sus brazos.
—Jesús, me has asustado. ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que
tenías una presentación esta noche.
—El bar perdió su licencia de licor. Cancelaron todo y cerraron por 169
unos días hasta que puedan arreglarlo.
—Oh. Entonces, ¿estás libre esta noche? —lo dije como un susurro,
pero no pude ocultar mi emoción.
Su pecho se sacudió con humor.
—Sí, Dul. Estoy libre.
Lo fulminé con una mirada punzante, pero estaba demasiado
excitada como para preocuparme demasiado y lo dejé pasar.
—¿Esto es algo bueno? ¿No es así? ¿Por qué estás aquí de pie como
si los niños se hubieran comido todas tus galletas otra vez?
Su pecho se expandió con una inhalación profunda, y sus labios
encontraron la parte superior de mi cabeza. No fue un beso. No
exactamente. Simplemente los apretó contra mi cabeza mientras respiraba
en mi cabello.
»Eason —comenté cuando mi euforia se convirtió en preocupación.
—Míralos —me pidió con la voz ronca como si apenas hubiera
podido forzar las palabras a través de su garganta.
Siguiendo su mirada, observé a nuestros hijos. Asher estaba a la
izquierda, apoyado en el brazo del sofá, con la boca abierta. Luna tenía la
cabeza en su regazo, con un perro de peluche abrazado a su pecho, y
Madison estaba boca abajo, con las piernas entrelazadas con las de Luna
mientras su brazo colgaba del lado del sofá. Era raro que se desmayaran al
mismo tiempo de esa manera, pero no era inaudito.
—¿Hubo algún tipo de brujería para que se durmieran esta noche?
Me dio un apretón.
—Casi. Comimos palomitas y vimos El Mago de Oz.
Mi estómago se hundió, decepcionada por habérmelo perdido.
—Eso parece divertido.
—Lo fue. Las chicas hicieron ooh y ahh cuando vieron a la bruja
buena, y Ash se rio tanto que casi se orina en los pantalones cuando le
dije que parecía un miembro del Gremio de la Piruleta.
Me llevé una mano a la boca para amortiguar mi risa.
»No conocen una vida sin el otro —se apresuró a agregar como si la
confesión le quemara los labios.
Mis cejas se fruncieron y giré la cabeza hacia atrás para ver mejor su
rostro.
170
—Y nunca tendrán que hacerlo. No importa lo que pase entre
nosotros, Eason. Siempre seremos una familia, ¿recuerdas? Hacemos esto
juntos.
Sacudió la cabeza.
—No, no quiero decir eso. Si es su hermana, querrán saberlo.
Inspiré con fuerza. De repente, su comportamiento sombrío tenía
mucho más sentido. Eason no había dicho mucho sobre la paternidad de
Luna desde que dejamos la cabaña. Intentaba darle tiempo y espacio para
que lo pensara en su cabeza y en su corazón, pero mentiría si no admitiera
que había pensado bastante en ello durante las últimas semanas. Pero esa
era una decisión que él debía tomar por sí mismo; mi curiosidad al
respecto no era un factor.
Me puse delante de él y rodeé su cuello con los brazos.
—¿Crees que quieres hacer una prueba de ADN?
—No. —Respiró, con una tormenta en sus ojos—. Sinceramente, me
había convencido de que no necesitaba saberlo. No cambiaría nada. No lo
mucho que la quiero. Ni lo mucho que ella estará cosida para siempre en
la fibra de mí ser. Pero ellos merecen saberlo. Ya ha habido suficientes
secretos y mentiras sin que tengamos que guardar más. Si realmente es de
Rob, no tengo ni idea de cómo vamos a hacer que lo entiendan, pero no
quiero que haya un día en el que sienta el cuchillo oxidado de la traición,
preguntándose por qué no se lo conté. —Su voz se quebró y levantó una
mano, restregándose los ojos con el pulgar y el índice—. Dios, ¿por qué
todo es tan jodidamente difícil?
—Porque eres un buen padre. —Usando su muñeca, aparté la mano
de su cara—. Y sabes que la forma en que manejes esto ahora tendrá un
impacto en su vida. Estás tomando las decisiones difíciles y cargando con
ese peso para que ella nunca tenga que hacerlo. Maldito sea el ADN, por
eso sé que siempre serás su verdadero padre. No me corresponde opinar,
pero creo que estás tomando la decisión correcta.
—¿Qué quieres decir con que no te corresponde opinar? Jesús, Bree.
Podría ser la hija de tu marido. ¿Vas a poder mirarla alguna vez y no ver a
Rob y Jessica juntos?
Oh, mi dulce Eason. Todo su mundo estaba al revés, a punto de
salirse del eje y él estaba preocupado por mí.
Poniéndome de puntillas, presioné un beso profundo y prometedor
contra su boca. Cuando lo solté, mantuve nuestros rostros cerca,
171
necesitando que sintiera mis palabras tanto como las escuchara.
—Te veo en ella, Eason. La forma en que se ríe cuando roba uno de
mis M&M’s cuando cree que no estoy mirando. La forma en que ama con
todo su corazón y sonríe con todo su cuerpo. El brillo en sus ojos cuando
te ve sentado detrás del piano, lista para bailar salvaje y
despreocupadamente. Todas las cosas que me gustan de esa niña no
tienen nada que ver con cómo fue hecha, sino que se deben a quien tú la
hiciste ser.
—Oh, Dios —murmuró, lleno de emoción mientras me envolvía en
un abrazo tan fuerte que no estaba segura de poder respirar.
Pero mientras estaba a salvo en el calor de sus brazos, el oxígeno era
algo secundario.
Pasé una mano por su espalda.
—Vamos a hacer esto. Vamos a hacerlo juntos y vamos a hacer que
esté bien para ellos. Eso es lo que hacemos, y no importa cómo se
desarrolle esto, eso es lo que vamos a seguir haciendo, ¿de acuerdo? Estoy
aquí, Eason. Estoy aquí.
Su abrazo me atrajo aún más.
—Dios, Bree. Te quiero tanto.
Mi corazón se detuvo y apreté la espalda de su camisa. No tenía ni
idea de si eso era un romántico te quiero o un genuino agradecimiento por
haber estado ahí en su momento de necesidad, pero no importaba la forma
en que viniera, no cambiaba la verdad.
—Yo también te quiero.
Sus brazos me rodearon.
Estábamos allí, en medio de una sala de juegos desordenada,
abrazándonos, apoyándonos y amándonos a través de todo lo que la vida
nos había arrojado. Pero en esos segundos, con todo nuestro mundo
durmiendo en el sofá, sentí que tal vez había habido un propósito en el
infierno que habíamos tenido que soportar para encontrarnos.
—¿Te quedarás conmigo esta noche? —susurré—. Luna puede
dormir en la habitación de Madison. ¿Dormiremos en pantalones y
pondremos una alarma para que puedas levantarte antes que Asher? En
verdad necesito estar contigo esta noche.
Su cabeza se alzó, sus ojos marrones encontraron los míos con una
intensidad abrasadora. 172
—No hay fuerza en el mundo que pueda mantenerme alejado.
Mis mejillas se calentaron y me mordí el labio para ocultar mi
sonrisa.
—Entonces será mejor que nos demos prisa y llevemos a estos tres a
la cama antes de que el universo lo tome como un desafío.
Eason no estuvo tan en desacuerdo mientras se ponía en acción.
20
Eason
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Asher cuando salí de la
despensa.
—Umm… —Mi espalda se enderezó de golpe y cerré la puerta
rápidamente, apoyándome contra esta mientras entraba en pánico bajo
sus escudriñantes ojos—. Yo, um, estaba…buscando un refrigerio.
—¿Qué tipo de refrigerio?
—¿Qué es esto, un examen sorpresa?
Él inclinó la cabeza hacia un lado.
—Puede. ¿Estabas besando a mamá de nuevo ahí dentro?
—Puede.
No era mi culpa. Bree había bajado las escaleras en un par de jeans
173
muy sexys y una camiseta de tirantes que abrazaba todas sus curvas de la
manera en la que me gustaba. Íbamos a salir en cuanto Evelyn llegase,
pero había habido menos de un cero por ciento de probabilidades de que
mantuviese las manos lejos de ella por tanto tiempo.
Me miró fijamente durante un largo segundo, y no importaba ni un
poco que fuera un niño y pesase menos de veinte kilos, podía ser
aterrador, al igual que su madre. Finalmente, me dirigió un seco
asentimiento como si fuera el maldito Padrino.
—¿Puedo tener un dulce después de comer?
—Claro. —Cualquier cosa para detener el interrogatorio.
Sonrió.
—¿Podemos usar los cojines del otro sofá para nuestro fuerte?
Me encogí de hombros.
—Me parece bien.
—Genial. —Se fue corriendo.
Esperé hasta que hubiera desaparecido antes de abrir la puerta de la
despensa.
—No hay moros en la costa.
Al otro lado de la puerta, Bree destapó la parte superior de un
envase de proteína en polvo.
—No estoy segura de que darle una boca llena de caries sea la mejor
manera de manejar tu culpa por meterle mano a su madre. —Sacó una
bolsa de M&M’s y volcó unos cuantos en mi mano.
—Entré en pánico, ¿de acuerdo? Es un niño bueno. Pero a veces en
verdad puede dar miedo ahora que sabe sobre nosotros.
Ella se rio y regresó su alijo secreto de golosinas a la estantería de
arriba.
—Te está usando, ¿lo sabes? Deja de actuar raro cuando nos atrape.
Entiendo el no querer restregárselo en la cara, pero las golosinas no van a
cambiar el hecho de que con el tiempo va a tener que acostumbrarse a que
nos toquemos.
—Bree, tiene arcadas cuando nos besamos.
—Sí. Eso es lo que hacen los niños cuando sus padres se besan.
Confía en mí. Está feliz por nosotros. El gatito que prometiste conseguirles
este fin de semana tampoco viene mal.
174
—Bien, de acuerdo. Solo estaba tratando de evitar la incomodidad.
Tenemos bastante agitación emocional durante el día sin añadírselo al
circo.
Su rostro se suavizó.
—¿Cómo lo llevas?
Alcé un hombro en un medio encogimiento.
—Simplemente quiero que termine. De una u otra manera.
—¡Papá! —gritó Luna, sus pies golpeaban sobre el suelo de madera
mientras corría por el pasillo.
Madison soltó una risita y después gritó.
—¡Easiiin!
Solté la mano de Bree como si fuera una papa caliente y estampé
una sonrisa, justo a tiempo para verlas doblar la esquina.
—Quiero dulce —anunció Luna dándose una palmada en el pecho.
Madison daba saltos a su lado.
—¡Yo también! ¡Yo también!
Cerré la mano sobre los M&M’s y la metí detrás de mi espalda.
—¿Qué? ¿Quién dijo que tengo dulces?
—Asher. —Madison hizo un puchero con los labios y Luna la miró
antes de imitarla.
Habíamos hecho una prueba de ADN, una versión simple en la que
recogí una muestra de mi boca y la de Luna mientras ella dormía, y
después las envié por correo. Bree había hecho lo mismo con Madison. No
era suficiente solo saber si era mía o no. Necesitábamos saber si era de
Rob. Hasta donde sabíamos, Rob podría haber sido uno de muchos. Mi
confianza en Jessica era oficialmente inexistente.
Sin embargo, mientras las miraba justo ahí, con los labios inferiores
hacia fuera, los mismo rizos oscuros y nariz chata, no había duda de que
parecían hermanas. Me había resignado a que ya no era una situación de
si Rob era su padre. Todo se reducía a cómo lo manejásemos.
Los resultados habían llegado en un correo al principio de la
mañana, pero aún tenía que abrirlo. Primero había algo de lo que tenía
que ocuparme.
—Todo el mundo tiene que comerse su comida. Después pueden
175
tener los dulces.
—¡Sí! —aclamaron, bailando y abrazándose.
Eran tan malditamente encantadoras, y tanto Bree como yo nos
reímos.
Tres sándwiches de queso fundido, una cabeza de brócoli y una
pequeña ración de zumo fresco de manzana más tarde, Evelyn había
llegado y Bree y yo nos fuimos. No era una gran noche de cita, y al
principio había planeado ir solo, pero Bree insistió en venir conmigo.
Compramos algo rápido para comer en un pequeño sitio italiano del que
las había escuchado hablar a ella y a Jillian por teléfono una noche. La
comida era buena, pero el estado de ánimo estaba completamente mal. Por
más discursos motivacionales que me haya dado a lo largo de esta
semana, de saber que esta noche era la noche; estaba nervioso, y estar
sentado quieto tanto tiempo me estaba volviendo loco.
En cuanto llegamos al estudio de tatuajes mi nerviosismo menguó
mientras penetraba la euforia de tinta nueva. Bree estaba adorable,
vagando alrededor inspeccionando todo el arte de las paredes. Imaginaba
que la pequeña señorita remilgada y correcta no había estado nunca
dentro de un estudio. Y, si era sincero, era excitante explotarle esa cereza.
Parado sin camiseta frente al espejo, me giré de lado a lado.
—¿Qué opinas?
Inclinó la cabeza.
—Es más grande de lo que esperaba.
Estaba demasiado emocionado para siquiera hacer una broma sobre
eso.
—Eso era justamente lo que estaba buscando. No quiero que haya
ninguna duda en su mente cuando vea esto de que es y siempre será mía.
—Me encontré con los ojos de Bree en el espejo.
—Entonces creo que es increíble.
—¿Sí?
—No creo que lo necesites para que ella sepa nada de eso, pero al
juzgar por la mirada en tu cara, te hace feliz. Así que, es perfecto.
Mientras miraba la plantilla morada sobre mi pecho, mi cuerpo
vibraba del orgullo. También se sentía perfecto. Tras pasar días trabajando
con un artista en mi estudio favorito, terminamos una representación
176
tridimensional de una media luna mientras era observada a través de un
telescopio desde la Tierra. El contorno trazaba la curva de mi pectoral, y
horas de sombreado darían vida a las pendientes y cráteres de la superficie
de la luna. La parte superior y la inferior se enrollaban en la distintiva
forma de media luna, pero el centro se desdibujaba en el nombre de Luna
en letras mayúsculas que se recorría en horizontal sobre mi corazón.
Hasta ese momento, mis tatuajes habían sido aislados en una
colorida manga que conseguí en mis veintes, pero ese cubría casi la
totalidad de mi pectoral. Y me encantaba la idea de tener el nombre de mi
niña ahí, tan cerca de mi corazón de la forma en la que siempre lo estaría.
Quería tenerlo antes de que leyésemos los resultados del test de
ADN. Para marcar mi cuerpo de la misma manera en la que ella había
marcado mi alma el día en que nació. Quería que supiera, genes aparte,
que siempre sería su padre y ningún maldito test podría decirme otra cosa.
—De acuerdo. Hagámoslo.
—Umm. —Bree pasó los dientes sobre su labio inferior—. Sabes,
creo que voy a esperar en el vestíbulo.
—¿Qué pasó con lo de estar aquí para mí?
—Bueno, lo estoy. Pero puede que te aliente desde fuera. —Arrugó la
nariz de manera adorable—. Las agujas no son lo mío.
Me había estado metiendo con ella, pero incluso estar aquí estaba
fuera de su elemento. Soltando una risa, la arrastré en un abrazo, con
cuidado de no borrar la plantilla en mi pecho.
—¿Sabes que esto va a llevar horas verdad?
—Sí. Y estoy aquí para ti durante cada minuto. Necesitas un café o
una fascinante charla desde fuera de la puerta, cuentas conmigo.
—Lo tendré en mente.
Inclinó la cabeza hacia atrás y frunció los labios, pidiendo un beso
que nunca sería capaz de negarle.
—Te quiero, nena.
Su boca se separó en una radiante sonrisa que podía iluminar hasta
la más oscura de las esquinas de cualquier habitación.
—Yo también te quiero, Eason.
Pasé cuatro horas en la silla, y cuando terminamos, tuvimos que
programar una segunda sesión para finiquitar con el sombreado. Pero la
177
única parte que realmente me importaba era ver el nombre de mi hija en
mi pecho.
Mientras nos llevaba a casa, el temor llenó de nuevo mi estómago.
Habíamos acordado leer los resultados junto a la hoguera después de que
los niños se fueran a la cama. Era la elección lógica, era en donde Bree y
yo hacíamos nuestro mejor control de daños emocionales. Casi como
terreno neutral. Aunque al minuto en el que estacionamos en la entrada,
de saber que teníamos que entrar y actuar como si fuera solo otro día y el
reloj no fuera una palpitante bomba de relojería haciendo la cuenta
regresiva hacia mi peor pesadilla, la hora de acostarse parecía demasiado
dolorosamente lejana.
Tras estacionar en mi sitio frente a la casa de la piscina, apagué el
motor, pero no hice ningún movimiento para salir.
Como siempre, Bree sabía exactamente lo que necesitaba,
silenciosamente se sentó a mi lado y su mano se entrelazó con la mía
mientras organizaba mis pensamientos.
Me restregué la palma libre sobre el muslo de mis jeans.
—Creo que simplemente quiero arrancar la tirita. Se merecen más
que yo pase una noche más fingiendo sonrisas con el estómago hecho
nudos. Estoy listo para terminar con esto. Con todo. Ha sido un golpe tras
otro en el estómago durante demasiado tiempo. Ya basta. Quiero que
nuestros problemas sean qué gato traer a casa y si Asher entra en el
equipo de fútbol infantil este año. Joder, Bree. Estoy aterrado de que, si
seguimos llorándole al pasado, el futuro se va a convertir en nada más que
en un eco.
—Lo sé —concordó, soltando mi mano, pero solo el tiempo suficiente
para envolver la suya en mi nuca. Inclinándose sobre el compartimento
central, llevó su frente hacia la mía—. Esto es todo. Después de esto, no
tienen más control sobre nosotros. Leemos esos resultados y después solo
somos tú, yo y esos niños creando una vida juntos de ahora en adelante.
—Soltándome de repente, se recostó en su asiento, alzó la esquina de su
camiseta y bajó un centímetro de la cinturilla de sus jeans para revelar un
trozo de plástico transparente pegado en las cuatro esquinas.
Era pequeño, pero nunca, en toda mi vida, algo se había sentido más
grande.
En fuente negra de máquina de escribir estaba el tatuaje de tres
simples letras separadas por dos pequeños corazones.
A M L. 178
Asher. Madison.
Y Luna.
—Bree. —Una áspera y cruda emoción me llenó la garganta. Estiré el
brazo para delinear las esquinas, con cuidado de no tocar su irritada piel
roja—. ¿Te hiciste un tatuaje?
—Somos una familia, Eason. Pese a lo que diga el correo. Tu tatuaje
es importante para ti porque Luna siempre sabrá que la amas. El mío es
importante para mí porque nunca tendrás que cuestionarte cómo me
siento de verdad. Esos niños son mi vida. Los tres.
Mi pecho se apretó de manera dolorosa mientras la acercaba a mis
brazos. Ella había dicho que no importaba si Luna era hija de Rob muchas
veces, y le creía.
Pero esto era más.
Era diferente.
Era una prueba permanente en su cuerpo para todos los días que
vendrán.
Y esto significaba más para mí de lo que ella podría haber
imaginado.
—Te amo tanto.
—Somos tú y yo, Easton. Vamos a arrancar la tirita, entra ahí, juega
con nuestros niños, dales la mejor vida posible y nunca mires atrás. —Se
alejó, enderezándose en su asiento y extendió la mano en mi dirección—.
Dame tu teléfono.
Con el corazón en la garganta, le sostuve la mirada y se lo pasé.
Esto iba a doler.
Esto iba a matarme completamente.
Pero con Bree y su mano en la mía, no sentía como si me estuviera
ahogando bajo el peso de esos resultados.
—¿Estás listo? —preguntó, usando su mano libre para navegar por
mi correo electrónico en mi teléfono.
—Tanto como podría estarlo.
Con una extraña sensación de tranquilidad inundándome, agaché la
cabeza, clavando los ojos en mi regazo con el rostro sonriente de mi niña
en la parte trasera de mis párpados. Ella era feliz. Estaba sana. Estaba
dentro de esa casa, esperando a que su papi llegara. No importaba nada
179
más.
—¡Eason! —exclamó Bree con un jadeo.
Le di un apretón de manos.
Aquí llega. Solo aguanta, Eason. Casi ha terminado.
Durante un largo segundo, estuvo siniestramente callada. Ni
siquiera podía estar seguro de que estuviera respirando. El único sonido
en ese todoterreno era el de mi corazón palpitándome en el pecho.
Tomé aire profundamente. No importa. No cambia nada. Exhalé
abruptamente.
»¡Dios mío! —prácticamente gritó, su voz hizo echo a través de las
ventanas. Y entonces Bree pronunció las dos palabras que de alguna
manera curaron cada herida que tuviese y fuera a experimentar nunca—.
Es tuya.
Levanté la cabeza de golpe tan rápido que me asombré de no
haberme roto el cuello.
—¿Qué?
Soltó una ruidosa risa y las lágrimas de alegría más hermosas
llenaron sus ojos.
—Es tuya. Mira. —Empujó el teléfono hacia mi cara y, sin duda, a
un 99,999997% de probabilidades, era el padre de Luna.
Con total incredulidad, le arrebaté el teléfono y deslicé hacia abajo
buscando sus resultados en comparación a Madison. Quizás había habido
un error. Si bajaba la guardia y me dejaba creer esto incluso por un
minuto y era un error, no sobreviviría ese choque de vuelta a la realidad.
La probabilidad de que Luna y Madison compartiendo padres era un
apasionante, eufórico, grande, gordo y malditamente hermoso 0%.
—Oh, joder —murmuré, el alivio fue tan abrumador que todo mi
cuerpo se estremeció—. Es mi niña. Es mía. Ha terminado y es mía.
Gire rápidamente la mirada hacia Bree. Tenía una mano sobre su
boca, con lágrimas derramándose de sus ojos, pero no necesitaba ver sus
labios para saber que su sonrisa era épica.
Y sí, sabía, lo admitiera o no alguna vez, que Bree también tenía un
montón de agitación emocional en juego con esos resultados. Pero la
absorbente felicidad que irradiaba de su deslumbrante rostro era por mí, y 180
si no estuviera ya locamente perdido en esta mujer, ese habría sido el
momento en el que supiese que no había vuelta atrás.
Bree y yo nos quedamos en el auto por un rato.
Riéndonos. Abrazándonos. Besándonos.
Disfrutando en general de la extraña sensación de las buenas
noticias.
Y cuando por fin terminamos, salimos y les dimos a Rob y a Jessica
el mayor “que te jodan” que podíamos dedicar.
Caminamos dentro, hacia nuestra familia.
21
Bree
Durante las siguientes seis semanas, la vida fue buena. No. Tacha
eso. La vida fue increíblemente buena.
Con la inspección de Hacienda en el retrovisor, las cosas se
ralentizaron en Prism. Contraté un nuevo equipo de apoyo para
permitirme más flexibilidad y felizmente regresé a trabajar de nueve a
cinco tan a menudo como pude. Eason todavía tenía un montón de
presentaciones, pero con el verano llegando a su fin, sus espectáculos
estaban casi completamente limitados a los fines de semana.
Por fin habíamos llevado a los niños al refugio para conseguir un
gato. Elegir uno fue fácil. Hubo un pequeño gatito blanco y negro que nos
adoptó en el momento en el que atravesamos las puertas. Jugó con Asher,
persiguiéndolo como un perro, y después se expuso como una muñeca de
trapo mientras Luna y Madison lo transportaban a rastras por la sala de 181
visitas del refugio. Y sí, de acuerdo, bien, no necesariamente quería un
gato, pero mientras Eason rellenaba el papeleo, el gatito que no muy
ingeniosamente llamamos Oreo, se enroscó en mi regazo para tomar una
siesta. Fue amor a primer ronroneo.
El siguiente fin de semana, Eason desapareció en el estudio de
tatuajes. Cuando no vino a casa durante cinco horas tuve la leve sospecha
de que se estaba haciendo más que un simple retoque en la luna de Luna.
Como era de esperar, esa noche mientras nos alistábamos para la cama,
reveló un orbe vivamente coloreado cubriendo su pectoral derecho. Los
nombres de Asher y Madison se curvaban de los rayos del sol en brillantes
tonalidades de rojo y naranja. Puede que llorase. Riéndome, pero aún así
llorando. No me podía contener, era hermoso; al igual que él.
Estar rodeados de tanta felicidad era un cambio agradable de aires
para nosotros. Eason y yo regresamos a las cenas familiares, a hacer
equipo en las rutinas relativas a la hora de acostarse y después a las
tranquilas noches alrededor de la hoguera. Aunque esta vez, Easton no
estaba en el extremo opuesto del sofá. O, si lo estaba, generalmente mi
cabeza reposaba en su regazo y sus dedos enredados en mi cabello
mientras me sonreía.
Estar enamorada de Eason Maxwell era la cosa más sencilla que
había hecho nunca. Pasé tantos años tratando de construir la vida
perfecta con el marido perfecto, los niños perfectos y la compañía perfecta.
Pero dominar la percepción de la perfección no era lo mismo a encontrar la
auténtica felicidad.
Creí que era feliz con Rob. Pensé que había encontrado a mi
persona, mi alma gemela, al indicado. Lo que había encontrado era a un
estafador, un manipulador y un mentiroso. Pero, aunque sacaras todo eso
de la ecuación, sabiendo lo que sé ahora de cómo se siente el tener a un
hombre que me apoya de verdad, un hombre que siempre mantendrá a su
familia en el centro de sus pensamientos e intenciones y sus sueños eran
tan a lo grande que inspiraban a todos los que lo conocían; yo seguiría
eligiendo a Eason. Cada día de la semana.
Tan cliché como eso sonase, Eason me hacía una persona mejor. En
el fondo, seguía siendo Bree, obstinada y reservada con el nivel de
espontaneidad a menos cuatro mil. Sin embargo, Eason me entendía. Era
mi completo opuesto; divertido, alegre y despreocupado. Pero no me
juzgaba o trataba de cambiarme. Me aceptó por quién era, sin importar lo
difícil que eso pudiera ser a veces. Se reía cuando me ponía tensa. Me
abrazaba cuando me agobiaba. Me hacía el amor como si hubiera sido
hecha justo para él.
182
Y mientras pasaban las semanas, una magnífica calma se instalaba
en nuestras vidas y empezaba a creer que quizás Eason también había
sido hecho para mí.
—Mmmm —murmuró, limpiándose una gota de kétchup de la
comisura de la boca—. Eso está… delicioso —mintió, inclinándole la
cabeza a cada uno de los niños.
Luna y Madison se quedaron ahí sentadas mirándolo, con los labios
curvados, totalmente escépticas.
—¡Está bueno! —concordó Asher, con la comida derramándose de su
boca. Nuestro niño debía de haber crecido. Ya había arrasado con la mitad
de su hamburguesa.
Cuando las chicas comenzaron a toquetear sus papas de boniato,
Eason se inclinó hacia mi costado y susurró.
—De acuerdo, ¿qué demonios es esto?
—Es una hamburguesa vegetal.
—Eso lo entiendo. Pero me han llegado a gustar tus hamburguesas
vegetales y estas no lo son. —Levantó el bollo de arriba y sacó un tallo
verde, dejándolo caer de forma intencionada en la esquina de mi plato—.
¿Qué te he hecho? ¿Espárragos? ¿En una hamburguesa? Esto en verdad
es un poco de violencia innecesaria, cariño.
Solté una risa.
—No tenía suficientes judías negras. Tuve que ponerme creativa.
Mira, a Asher le gusta.
—Sí, pero me he preocupado durante años por su gusto. —Eason dió
otro bocado, añadiendo otro murmullo de aprobación por si acaso.
Tenía razón. Estaban espantosas, y no había suficientes murmullos
en el mundo que hicieran que las chicas se las comieran. Pero ir a la
tienda hubiera significado perderme jugar al escondite con los niños, y
sinceramente, estaba harta de perderme las cosas buenas.
Durante años, había sido una ama de casa, pasando las veinticuatro
horas con mis niños, no fue glamuroso y tenía que rogar y robar para
siquiera tener un minuto para mí. Pero me encantaba. Amaba a mis niños.
Me encantaba verlos creer. Adoraba ser la que les enseñara sus primeros
números y abecedarios. Fue el trabajo más duro que había tenido nunca y
eso incluía el construir una empresa multimillonaria desde cero. Cada
atracón, berrinche o colapso caía sobre mis hombros. Pero también lo 183
hacían los dulces abrazos cuando se cansaban y las risitas cuando los
empujaba alto en los columpios del parque infantil.
Extrañaba esos días. Asher ya estaba en primer grado, y Madison y
Luna se preocupaban más por los vestidos bonitos y los lazos que por lo
sonajeros y las mantitas. Por más que me hubiera gustado que fueran
bebés por siempre, todo era parte de crecer. Simplemente odiaba que
pasara tan rápido.
Así que, esa noche, estábamos comiendo unas asquerosas
hamburguesas veganas de judías negras y espárragos porque me había
rehusado a perderme nada más. Y no sentía ni un ápice de culpa por ello.
Tome un bocado de mi hamburguesa, encogiéndome y después
sonriendo mientras masticaba.
El teléfono de Eason empezó a sonar y le lanzó una mirada asesina a
la pantalla, sus cejar se unieron.
—Es un número de LA. Probablemente debería responder. ¿Puedes
quedarte al mando?
—Síp. Y habrá tres platos limpios cuando regreses. —Estarían
limpios porque los tirarías a la basura y haría sándwiches de mantequilla
de maní, pero eso no tenía que saberlo.
Se agachó y me besó la parte superior de la cabeza y después se
retiró a la otra habitación mientras respondía:
—Hola… sí soy yo.
Asher no solo se terminó su hamburguesa, sino que también liquidó
los restos de la mía. Eason tenía razón, necesitaba concertarle una cita
con el médico para evaluar su clara falta de gusto. Cuando las chicas se
terminaron sus sándwiches y Eason aún no había regresado, les obsequié
un postre pirata. Este consistía en tres tazones de agua llenos de fruta, y
les di tres pequeñas espadas de plástico para usar como brochetas. Era
una pequeña versión de morder la manzana no infestada de babas y les
encantó.
Mientras reían tratando de atrapar su postre, fui a buscar a mi
hombre.
Seguí su voz por la formal sala de estar hacia el frente de la casa.
—Mhm. Sí, claro. —Sus ojos se encontraron con los míos en cuanto
doblé la esquina. Su cabello era un desastre como si hubiera estado
pasando los dedos por él, pero fue la blanca palidez de su rostro la que
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hizo que se me detuviera el corazón.
—¿Qué pasa? —vocalicé.
Negando con la cabeza, alzó un dedo para que esperase.
»No, eso no es problema. —Su nuez se movió de arriba a abajo
cuando tragó saliva—. Sí. No, lo agradezco. Esto es… —Se rio, y pese a que
parecía auténtica, llevaba más emoción que simple humor—. Gracias. —
Finalmente sonrió, una sonrisa llena de dientes—. Lo estoy deseando.
Bien. Lo veo entonces. Buenas noches. —Con un golpecito en la pantalla,
colgó la llamada. O al menos creo que lo hizo. Lo volvió a alzar hacia su
oído, diciendo—. Hola. Hola. ¿Hay alguien ahí?
—¿Qué estás haciendo? —pregunté—. ¿Quién era?
—Un segundo. —Con la cabeza agachada, siguió presionando
botones en su teléfono y solo entonces noté el pequeño temblor de sus
manos—. Jesús, ¿cómo apago esto?
Di un par de pasos lagos hacia él.
—Eason, cariño. ¿Qué pasa?
—Un segundo. Solo un segundo. Solo un segundo. —Desfiló hacia el
sofá y levantó uno de los cojines, escondiendo el teléfono bajo este. Aún no
feliz, agarró otros dos cojines y también los apiló encima.
»De acuerdo —dijo, girándose por fin para mirarme.
—¿Por qué estás enterrando tu teléfono?
—Porque en verdad estaba tratando de mantener la calma y no
quiero que Levee Williams me escuche gritar… —Tomó aire y después gritó
a pleno pulmón—. ¡Voy a tocar en los Grammys! —Corriendo hacia
delante, me tacleó con un abrazo de oso.
—¡Santa mierda! ¿Hablas en serio? —Me reí mientras él nos hacía
girar en círculos.
—Se suponía que iba a hacer “Turning Pages” como un dueto con
Henry Alexander para una presentación especial, pero está enfermo y ella
necesita a alguien que se sepa la canción y pueda sustituirlo en poco
tiempo. Mi nombre salió en la conversación, y como alguien que empezó
como compositora, pensó que sería perfecto. Quiere que actúe con ella. En
los Grammys. Frente a todos los que son alguien en la industria de la
música. ¡En dos días!
—Espera. ¿Dos días? Como en dos días, ¿dentro de dos días? 185
—Síp. Este domingo. Van a reservar los vuelos mañana a primera
hora. —Su pecho se movía con fuerza para cuando terminó, pero nunca
me bajó.
Pero lo que sí hizo fue besarme, robándome el aliento.
—¿Por qué están gritando? —preguntó Asher entrando corriendo a la
habitación con dos niñas blandiendo espadas pisándole los talones.
No tenía ni idea de dónde siquiera empezar a explicarles lo enorme
que era esto para Eason.
Me senté con él fuera la noche en la que su canción debutó en la
radio. Su cara seria mientras anunciaba el nombre de Levee. La chispa en
sus ojos cuando descubrió que yo había ido a la estación de radio y les
pedí que le dieran créditos como el compositor.
Este era su lanzamiento tras más de una década de sueños. Lo más
de lo más cuando había firmado su contrato discográfico. El total bajón
cuando le abandonaron. Vergonzosamente, no había sido partidaria de
Eason durante esos días, así que a pesar de que habíamos hablado de
todo ello extensamente. Solo pude asumir la pena que había
experimentado durante esa época de su vida.
Pero lo que sabía de primera mano era lo duro que había trabajado.
Las horas que había pasado, noche tras noche en su piano o con una
guitarra en la mano. Llegando a casa agotado después de una
presentación y despertándose un par de horas después para poder estar
ahí para mí y los niños. La doble bofetada de la gente cerrándole la puerta
en la cara en sus intentos de convertirse en un artista, todo mientras esas
mismas personas le preguntaban si había escrito algo nuevo.
Era amor y trabajo exigente.
Retos y dificultades.
Tocar fondo y aun así volver a levantarse.
Pero no había manera de que pudiera hacer que los niños
entendieran algo de eso.
Así que fui por algo que definitivamente entenderían.
—¡Eason va a salir en la televisión!
Todos empezaron a gritar y brincar a nuestro alrededor. Eason me
bajó a mis pies, pero solo para poder alzar a los tres niños en un abrazo
gigante, sus pequeñas piernas se bamboleaban mientras él se movía de
lado a lado. 186
Dicen que cuando llueve, diluvia. Durante cerca de dos años, ese
había sido exactamente nuestro caso. Drama y tragedia, uno tras otro.
Primero con Luna, y ahora con esto… era bueno ver que esa alegría
también venía en las tormentas.
E incluso tan eufórica como estaba por él, la Bree planificadora salió
en su totalidad.
—Oh Dios mío, Eason, ¿qué vas a ponerte? Vamos. Tienes que
empezar a empacar. Te ayudaré.
Él dejó a los niños en el suelo y caminó en mi dirección.
—¿Qué quieres decir con que tengo que empezar a empacar?
Tenemos que empezar a empacar.
Mi espalda se enderezó de golpe, y él me envolvió en sus brazos,
dirigiendo esa sonrisita de suficiencia hacia mí.
»Tienes que estar loca si crees que voy a ir a Los Ángeles para el día
más importante de mi carrera sin ti.
Levanté la mirada con terror.
Este hombre. Este maravilloso, hermoso, talentoso hombre,
evidentemente no me conocía en absoluto.
No podía planear un viaje a los malditos Grammys para la mañana.
No teníamos niñera para los niños. No tenía vestido. Ni zapatos. Mis
uñas eran un desastre y mi cabello tenía la urgente necesidad de un corte.
Tenía trabajo el lunes. Reuniones en mi calendario. Asher tenía escuela. Y,
sinceramente, merecía la pena mencionar de nuevo: no tenía vestido.
Pero, por otro lado, a ese mismo maravilloso, hermoso y talentoso
hombre al que amaba con todo mi ser y mi corazón era al que le acababan
de dar la mayor oportunidad de toda su vida.
Y me quería allí con él.
Por lo tanto, aunque tuviera que ir en un par de jeans y una coleta,
llevando a los tres niños a mi espalda como una mula de carga, iba a
subirme en ese avión a primera hora de la mañana. Porque si Eason me
quería allí, maldita sea, entonces ahí es donde estaría.
—De acuerdo —susurre—. En ese caso, trae la maleta del ático y
llamaré a Evelyn para ver si puede quedarse a los niños.
Su sonrisa fue tan amplia que juro que creí que se iba a tragar su
187
rostro.
—¿Eso es todo? ¿Nada de perder los papeles sobre la poca
antelación?
—Oh, hay mucho de eso pasando por mi cabeza en estos momentos.
Pero te amo y estoy tan malditamente orgullosa de ti que estaría honrada
de ir. —Solté un suspiro distraído—. Y vamos a ser sinceros, una sexy
estrella del rock pidiéndome que sea su cita para los Grammys no es
exactamente una adversidad.
Los niños hicieron ruidos de arcadas cuando nos besamos, nuestras
sonrisas nunca vacilaron incluso cuando nuestros labios se entrelazaron.
Sí… el dicho tenía razón. Cuando llueve, definitivamente diluvia, y
estaba demasiado feliz de ahogarme en Eason Maxwell.
22
Eason
En teoría, dos días no parecían mucho tiempo para prepararse para
el mayor escenario de música.
En realidad, era incluso menos tiempo del que había imaginado.
Como siempre, Evelyn fue asombrosa. En cuando Bree le contó
sobre mi oportunidad, lo dejó todo para estar ahí para nuestros niños
mientras nosotros no estábamos.
Lo primero de la mañana, con las maletas tan llenas que tuvimos
que hacerle un pequeño pago a la aerolínea por la tarifa de peso extra,
Bree y yo volamos a California. Fue un completo torbellino desde el
segundo en el que salimos del avión.
Los autos nos estaban esperando cuando llegamos, dos autos. Bree
fue llevada al hotel y que Dios bendiga a Levee Williams que había
organizado a su estilista para que llevara a Bree a hacerse las uñas, el
188
cabello e ir de compras. Odiaba abandonarla. No me importaba una
mierda si tenía que pasar el día sosteniendo su bolso mientras se probaba
cada vestido de Los Ángeles. Debería de haber estado ahí con ella. Pero
con treinta y seis horas hasta la hora de inicio, no tenía mucha elección.
Después de que se subiera en la parte trasera de un Escalade negro,
me incliné por un beso.
—Te veré esta noche, ¿de acuerdo?
—Seré la mujer en tu habitación de hotel. Con algo de suerte, no me
reconocerás.
Solté una risa y la volví a besar.
—Entonces espera desnuda. He memorizado cada curva de ese
cuerpo, Dul.
Envolvió el costado de mi cuello con su mano y en modo de burla
actuó como si me fuera a estrangular por usar el apodo que odiaba. Pero
no dijo nada.
—Vas a estar increíble. Trata de no ser tan asombroso que hagas
que Levee se vea mal, ¿de acuerdo?
Me reí, pero tanto amor creció en mi pecho que era un milagro que
fuera capaz de respirar.
—Lo intentaré.
Rozó su nariz con la mía.
—Te amo, Eason.
No había una palabra lo suficientemente fuerte para la forma en la
que me sentía por Bree, así que me las arregle con lo que tenía.
—Yo también te amo.
El resto del día fue una locura. Pasé cuatro horas practicando con
una mujer llamada Jo mientras al menos ocho escépticos hombres y
mujeres se amontonaban en una esquina. Levee era dueña de Downside
Up Records, por lo que asumí que tenía la última palabra, pero tenía la
leve sospecha de que, que Levee me pidiera a mí, Eason don nadie, que
sustituyera a la superestrella Henry Alexander no había sido una idea
emocionante para todos los de su equipo. En cualquier caso, si querían
“Turning Pages”, una canción de amor, pérdida y pasar página; una 189
canción que había escrito antes de hacer conocido la verdadera
profundidad de cualquiera de esas emociones; no había una persona en la
Tierra que pudiera hacerla más auténtica de lo que yo podía.
Toqué para una sala llena de conversaciones murmuradas. Y no me
importaba lo que estuvieran diciendo. Seguí mi corazón y dejé que la
música hablara por si sola. Cuando finalmente terminé, tenía a todos de
acuerdo con cambiar la disposición para que pudiera tocar el piano en
lugar de reemplazar a Henry con la guitarra. Podía tocar ambos
instrumentos, pero si quería que el mundo recordara mi nombre, mi mejor
apuesta era tras las teclas de marfil.
Después de que todos hubieran parecido satisfechos de que no era
un completo desastre, me llevaron al Staples Center, atravesé el armario,
me encontré con maquillaje y peluquería y después serpenteé por un
pasillo de prensa. No tenían ni idea de quién era yo, y la mayoría no
trataba de fingir que lo hacían. Principalmente todas las preguntas
rotaban alrededor de cómo conocía a Levee. Y la verdad era, que no lo
hacía.
Había estado perdido todo el día, pero en cuanto me dejaron en el
hotel esa noche, tenía una docena de mensajes de la misma cantidad de
personas resumiendo el abarrotado horario para el día siguiente que
empezaba mucho antes de que el sol hubiera salido.
Era surrealista.
Estresante.
Jodidamente intimidante.
Y adoraba cada maldito minuto.
Bree estaba dormida cuando llegué a nuestra habitación. Estaba tan
cansado que ni siquiera tuve la energía para aprovecharme de ella en una
habitación de hotel a miles de kilómetros de distancia de los niños.
—Mmm —canturreó cuando me metí en las sábanas detrás de ella—.
¿Cómo ha ido el día?
—Una locura. Increíble. Agotador. —Le besé el hombro—. Y ahora,
perfecto.
—El mío también —murmuró dándose la vuelta y descansando la
cabeza sobre mi pecho volviéndose a dormir.
No sabía cómo lo hacía. 190
Había estado en relaciones antes. Maldición, había estado casado.
Pero era diferente con Bree. Después de un día experimentando un
subidón tras otro, viviendo la vida con la que había soñado la mayor parte
de mi existencia en la Tierra, volver a casa con ella seguía siendo mi parte
favorita.

—¡Eason! Eason, por aquí.


Apreté la mano de Bree, alzando la otra para saludar a la fila de
paparazzi acampados afuera del afterparty de Levee. Ni una sola persona
había sabido quién era cuando me había levantado esa mañana, pero tras
una ovación de pie de las mayores estrellas del mundo, mi nombre estaba
haciendo las rondas.
Y para mucho alivio de Bree, ninguno me había llamado Easton aún.
La actuación fue un enorme éxito y una experiencia casi religiosa
para mí. Cuando las luces se encendieron, revelando a Levee en un vestido
largo de gala que estaba hecho para que parecieran páginas de un libro, la
enorme cola ocupó la mitad del escenario, y yo, en mis jeans negros de
diseñador y un ajustado chaleco gris, las mangas de mi camisa blanca
enrolladas en los codos, cobré vida tras un gran piano ónice.
Había un motivo por el cual el mundo llamaba a Levee la Princesa
del Pop. Se movía con la gracia de la realeza, equilibrada con poder y
experiencia. Pero tras bastidores, tenía lo pies en la tierra y era tan
amable. Durante los primeros veinte minutos tras habernos conocido, me
había hecho una docena de preguntas sobre mi familia y después se
acercó a mí para ver las fotos de los niños en mi teléfono.
En el escenario, nuestras voces se mezclaron a la perfección, su
marca personal de sensualidad armonizaba con mi provocador soul. Con
“Turning Pages” siendo tan popular como se había vuelto, me preocupaba
no estar a la altura de los estándares establecido por Henry Alexander,
pero si había fallado de alguna manera, nadie dijo nada.
—Esto es una locura —comentó Bree cuando un enorme guardia de
seguridad nos abría la puerta, sin hacer preguntas.
Doblé las manos sobre las suyas y le di una sonrisa.
—Lo sé. Hemos pasado la medianoche y todavía no nos hemos 191
transformado en calabazas. ¿Quién lo sabría?
Se rio mientras atravesábamos un virtual quién es quién de la
industria musical.
Bree se congeló de repente, frenándome en seco.
—Oh Dios mío, ¿ese es Shawn Hill? Ohhhh, dulce señor, sí que lo
es.
Soltando una risa, me incline hacia ella.
—Sí, y después de dejar que tu novio escuchara ese gemido, nos
quedaremos en este lado de la fiesta durante el resto de la noche.
—No estoy sugiriendo que lo invitemos a nuestra habitación de hotel
para tener un trío. Pero quizás una foto que pueda mandarle a Jillian. Me
dio una lista de personas a las que estoy obligada a deslizarles su número
de teléfono este fin de semana.
Curvé mi labio.
—¿Y el veinteañero Shawn Hill estaba en ella?
Bree se encogió de hombros.
—¿Qué puedo decir? Le gustan jóvenes. Y ahora que tú estás fuera
del mercado, está de nuevo al acecho.
—En ese caso, definitivamente tenemos que ir hacia allá y advertirle.
—Acomodando mi brazo alrededor de sus caderas, coloqué los labios en su
oído—. ¿Se me olvidó mencionar que te ves increíble esta noche?
Ella se iluminó.
—Quizás una vez, o setenta y cinco.
Bree siempre estaba hermosa, sin importar lo que llevase puesto;
ropa sudada de entrenamiento, trajes de poder o simples jeans y tops.
Aunque un vestido rojo de espalda al aire con una alta raja en una de las
piernas definitivamente no hacía daño. Y tampoco lo hacía el escotado
pequeño vestido negro al que se había cambiado para la afterparty.
—Bueno, vamos a convertirlo en setenta y seis. —Sonreí—. Te ves…
—Eason, viniste —me interrumpió Levee deteniéndose a nuestro
lado, su mano estaba unida con la de un hombre con abundantes tatuajes
recorriendo ambos brazos.
—Hola, enhorabuena por el Álbum del Año.
Se metió un rizo castaño detrás de la oreja. 192
—Gracias. Aún no tengo ni idea de cómo “Turning Pages” no te
consiguió el visto bueno. Sin embargo, después de la actuación de esta
noche, estoy segura de que las nominaciones del año que viene van a ser
muy diferentes. Mi teléfono ha estado estallando, todos tratan de averiguar
quién eres y en dónde te he estado ocultando.
—Si fue una discografía ejecutiva de cualquier continente,
incluyendo Antártica, diles que comprueben el montón de demos de los
últimos cien años. Estoy seguro de que estoy ahí en algún lugar.
Ella se rio melódicamente.
—Lo comprendo. Créeme. También me he pasado mi buena parte de
tiempo en las trincheras. —Inclinando la cabeza hacia el hombre a su lado,
agregó—. Este es mi marido, Sam. Sam, este es Eason Maxwell.
Extendí la mano.
Él la encontró con una firme sacudida.
—Encantado de conocerte. Esta noche lo has clavado.
—Ha sido todo tu esposa. —Soltando su mano, tiré de Bree de nuevo
a mi costado—. Esta es mi novia, Bree. Bree, Levee y Sam.
Levee le dirigió una sonrisa a Bree.
—Hoy he escuchado hablar mucho de ti. Creo que puede que le
gustes un poco a tu chico.
Bree inclinó la cabeza hacia atrás y me sonrió.
—Bueno, el sentimiento es mutuo. Como que también me gusta un
poco.
—Oh, por favor. Me ama. En realidad, es más una obsesión.
¿Aunque creo que puede estar esperando a Shawn Hill por ahí? —Guiñé el
ojo y Bree me pellizcó el costado.
—Bueno, tengo la sensación de que el resto del mundo ahora está
esperando a Eason Maxwell. —Levee se rio—. Me alegro de haberme
encontrado contigo. De hecho, estábamos de salida.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿No es tu fiesta?
—Síííí —Alargó la palabra, dando un vistazo por la habitación—. Es
bueno para el sello discográfico, pero este ya no es mi escenario. —Se
deslizó bajo el brazo de su marido y se acurrucó contra su pecho—. En
estos días soy más de bata, copa de vino y servicio de habitaciones
mientras reviso las bolsas de regalo.
Bree se puso la mano en la oreja.
193
—Lo siento. ¿Has dicho bolsa de regalos?
Levee chascó los dedos y apuntó a Bree.
—Veo que también eres de mi tipo. No te preocupes. Estará en tu
habitación cuando regreses. Pero escucha, mientras te tenga aquí, no
tengo ninguna duda de que te van a empezar a llegar ofertas mañana. Pero
a Henry y a mí nos encantaría totalmente que te unas al equipo de
Downside Up.
Todo mi cuerpo se convirtió en piedra y el oxígeno que ha estado
circulando libremente en la habitación desapareció de repente.
—¿Cómo…escritor?
Ella sonrío.
—Claro, si tienes palabras de sobra. Pero estaba pensando más algo
como un artista en solitario.
Bree me agarró la mano y le dio un apretón con fuerza, del que solo
fui vagamente consciente a través de la ola de adrenalina rugiendo en mis
venas.
—Yo… em.
Ella hizo un además con la mano.
—No me respondas ahora. Hay agentes, managers y abogados con
los que necesito hablar primero. Pero estuve realmente impresionada
contigo esta noche, Eason. Sin compromisos ni ataduras. Tengo un par de
semanas libres. Quizás, en vez de irte a casa mañana podrías hacer un
desvío a San Francisco. Me encantaría consultarte un par de canciones en
las que he estado trabajando. Podríamos incluso colaborar y ocuparnos de
lanzar un sencillo mientras el mundo aún está acelerado con todas las
cosas de Eason Maxwell.
—Oh, vaya. Eso suena increíble, pero no sé si pueda ir a San
Francisco. Tengo niños. Bree tiene que regresar al trabajo y…
—Estará ahí —me interrumpió Bree y la punta de su tacón aterrizó
de manera dolorosa en mi pie—. Solo haznos saber en dónde y estará ahí.
Levee sonrío.
—Ahí tienes a una señorita inteligente. Escúchala. Fue agradable
encontrarme con ustedes. Buena suerte en la búsqueda del tesoro de la
bolsa de regalos de esta noche. 194
—Gracias —contestó Bree—. Por todo. Esta ha sido una experiencia
increíble para ambos.
—De nada, pero estaría mintiendo si actuara como si les hubiera
hecho un favor. Vas a tener éxito, Eason. Simplemente estoy tratando de
meterme en la base. Hablaremos pronto. —Miró a su marido—. ¿Estás
listo?
Sam nos dio hizo un gesto con la barbilla, pasó un brazo sobre los
hombros de su esposa y, juntos, caminaron hacia la puerta.
Me quedé de pie como una estatua tratando de procesar todo lo que
acababa de suceder. Un potencial contrato discográfico con Downside Up.
Una invitación para colaborar con Levee Hell, incluso la posibilidad de que
me “consultase” podría anotarme la atribución como coescritor en su
próximo álbum. Ninguna de esas cosas representaba algo malo. Sin
embargo, no tenía ni idea de cómo podría escabullirme un par de semanas
para hacer que suceda. Un largo fin de semana, claro que sí. Bree
intervendría y siempre podríamos contar con Evelyn para cubrir el puesto.
Pero, ¿semanas? En plural. Logística aparte, no sabía cómo me sentía
acerca de dejar a Luna durante tanto tiempo.
La parte trasera de la mano de Bree dándome una palmada en el
pecho me sacó de mis pensamientos.
—¿Has perdido la cabeza? Cuando Levee Williams te pide que vayas
a trabajar con ella, no dices… —Descendió la voz a un tono profundo que
no se parecía en nada al mío, o al menos esperaba que no lo hiciera por
que sonaba seriamente estúpido—: “Oh vaya, no lo sé. Bree tiene trabajo.
¿Quién cuidaría de los niños?” —Me volvió a golpear el pecho—. ¿Estás
loco?
Me reí y alcé las manos en rendición.
—Es la verdad.
—No, no lo es. Eason, cuando hicimos este acuerdo sobre que te
quedaras con los niños, fue para que pudieras tener tiempo en la noche
para dedicarte a la música. La oportunidad que acaba de exponerse justo
frente a ti fue literalmente la meta. Ya están hechas todas las apuestas.
—Aún tengo responsabilidades. Tengo una hija que…
Clavó un dedo hacia el tatuaje cubierto en su cadera.
—Tenemos una hija, Eason. Y soy totalmente capaz de ocuparme de
las responsabilidades mientras no estás. Pero tienes que ir. Cuidar de
nuestra familia significa cuidar de ti. Después de todos estos años, este es 195
tu momento. No te atrevas a ignorarlo en nombre de la responsabilidad.
Somos un equipo, ¿recuerdas? Haz tu parte en San Francisco y yo haré la
mía en casa, ¿de acuerdo?
El pecho se me tensó mientras la miraba en medio de una afterparty
llenos de celebridades, sintiéndome como el impostor que era, pero aun así
sabiendo que era el hombre más afortunado de la habitación.
Envolviendo mis brazos alrededor de sus caderas, la acerqué
directamente hacia mi pecho.
—De acuerdo, pero ¿qué voy a hacer sin ti durante dos semanas?
Sonrío y subió las manos por mis brazos hacia mi cuello.
—Ahora, de eso no estoy segura. Pero simplemente piensa en la
cantidad de diversión que podemos tener cuando llegues a casa. Toda
esa…
La voz de tenor de un hombre interrumpió nuestra conversación.
—Lo siento. ¿Eres Bree?
Mi cabeza se alzó de golpe y ella se giró en mis brazos. Y con total
seguridad, Shawn Hill estaba parado frente a nosotros, con el pecho al aire
cubierto solo por una chaqueta de cuero. Largo y suelto cabello rubio y los
ojos más azules que haya visto alguna vez, y sin parecer en absoluto como
el universitario nerd que yo era a su edad, sino un modelo adulto que
nunca ha escuchado la palabra no de una mujer en su vida.
—Uhhhh —murmuró mi novia que no estaba para nada babeando
Él le sonrió, tan hipnóticamente que por un segundo temí que le
fuera a lanzar su sujetador.
—Hola, soy Shawn. Levee me mandó un mensaje diciendo que
debería venir a hablar contigo.
Quería estar celoso. Tras Jessica y Rob, mi habilidad para confiar
debería de haber sido nula. Pero era Bree y estaba impactada de una
manera muy graciosa. Aun así, sabía que Shawn podría haberse puesto de
rodillas justo entonces y no habría importado ni un poco. Bree era mía.
De la manera en la que siempre tendría que haber sido.
Nos pasamos el resto de la noche haciendo rondas. Conociendo a
gente. Haciendo amigos. Tomándonos fotos y enviándoselas a Jillian. Nos
marchamos alrededor de las cuatro de la mañana, y afortunadamente Bree
ignoró la bolsa de regalo y en su lugar hicimos el amor hasta que salió el
sol.
196
Al día siguiente ella voló a casa, cansada, satisfecha y sola; mientras
yo me dirigía hacia San Francisco, con mis sueños en la punta de los
dedos y todo mi corazón en Atlanta.
23
Bree
—¡Ewwww! —Luna se rió, empujando el slime en un pequeño vaso
de plástico para hacer un singular ruido fuerte.
—Mamá, mamá, mamá. ¡Escucha el mío! —exclamó Asher.
Todos se rieron histéricamente. En serio, no importaba la edad de
los niños, aparentemente los sonidos de pedos siempre eran divertidos.
Sin quedarse atrás, Madison empezó a empujar frenéticamente el
suyo en el contenedor, gritando:
—¡Mi turno!
—Está bien, espera, Mads. Júntense para que podamos enviarle una
foto a Eason. Vamos Luna. Papá necesita ver tu hermosa sonrisa. —
Apoyándome en el mostrador con los codos para estabilizar mis brazos,
apunté la cámara de mi teléfono hacia ellos cubiertos de pegamento
197
escolar y colorante de alimentos. Sus camisetas estaban arruinadas y
tenía la sensación que iba a estar limpiando los mostradores durante días,
pero estaban felices.
Y como estaban felices, yo también estaba feliz.
En las casi dos semanas desde que Eason se había ido, habíamos
estado ocupados. Hicimos slime, pintado atrapasueños y usamos papas
como sellos. Pasamos casi todas las tardes en el parque y las noches
enseñando a Oreo a buscar un ratoncito de fieltro. Compré un trampolín
para el patio trasero y gastamos más tiza de la que creía posible.
Y me encantó cada minuto.
Al día siguiente de llegar de Los Ángeles, cargué a Madison y Luna y
fui a la oficina mientras Asher estaba en la escuela. Pasé unas horas
resolviendo algunas cosas mientras Jillian entretenía a las niñas. Una vez
hecho esto, envié un correo electrónico a toda la empresa para informarles
que iba a tomar unas vacaciones durante unas semanas, con efecto
inmediato. Debí de recibir cincuenta respuestas en los primeros dos
minutos: correos electrónicos, llamadas telefónicas, jefes de departamento
pasaron a mi oficina con una larga lista de preguntas. Le respondí
exactamente a ninguno de ellos. En su lugar, cerré mi computadora, reuní
a mis hijas y fui a buscar a Ash a la escuela, y los cuatro salimos a tomar
batidos sin ningún arrepentimiento.
Podría haber llamado a una agencia de niñeras y conseguir una.
Podría haber trabajado desde casa, quemando la vela en ambos extremos.
Pero nada de eso se sentía bien en mi corazón.
Le había dado a Eason una charla sobre cómo cuidar a la familia
significaba cuidar de uno mismo. Y aquí estaba yo, la hipócrita, en un
trabajo que había llegado a despreciar cuando lo único que realmente
quería era estar en casa con mis hijos. Dependiendo de a quién le
preguntes, la gente tiene opiniones muy firmes sobre el viejo debate entre
la madre trabajadora y la madre que se queda en casa. Pero, según mi
experiencia, no había una respuesta correcta. O incorrecta. Todo se reduce
a lo que funciona mejor para la familia.
Y en los últimos meses, ver crecer a mis hijos en el intervalo de una
o dos horas que tenía con ellos cada noche, ya no funcionaba para mí.
—¡Cheese! —gritaron los niños, pero no llegué a tomar una foto
antes que el teléfono se iluminara con un FaceTime entrante.
Una enorme sonrisa se extendió por mis mejillas. Presioné el botón y
luego contuve la respiración cuando su hermoso rostro apareció la
198
pantalla.
—¡Hola! —saludé, girando el teléfono para que los niños pudieran
verlo.
—¡Papi!
—¡Eason!
—¡Eeeeeson!
La casa no había sido lo mismo sin él. Demasiado aburrida. Muy
silenciosa. Demasiado saludable ¿Quién iba a pensar que habría un día
que extrañaría al contrabandista de galletas?
Llamó tanto como pudo, pero con la diferencia horaria en la costa
oeste, se hacía difícil. Pero no había pasado ni un solo día que no hubiera
hecho tiempo para estar presente.
—Papá, ¿dónde estás? —preguntó Luna, parándose en su taburete
como si eso la acercara más.
—Todavía estoy en San Francisco. —Giró el teléfono, mostrando la
mesa de sonido en un estudio vacío—. Todos se fueron a comer algo. ¿Qué
están haciendo, chicos? —Se inclinó más cerca, la parte superior de su
cabello rubio cayendo sobre sus ojos cansados—. ¿Eso es slime?
Asher se lanzó hacia adelante y me quitó el teléfono de la mano.
—Escucha, escucha. —Balanceando precariamente el teléfono,
comenzó a meter el dedo en el recipiente y, seguido a eso, Luna y Madison
se unieron a él para una sinfonía de sonidos de pedos.
—¡Vaya! —exclamó Eason—. Apuesto a que a tu mamá le encanta
eso.
—Totalmente —aseguró Asher.
Y si era sincera, no estaba equivocado.
Después de eso, los niños se turnaron para llevar el teléfono por la
casa, hablarle a Eason y mostrarle todo, desde las mismas fotos que le
habían mostrado ayer hasta un calcetín solitario que Luna había
encontrado que Oreo llevaba por la casa. Aproximadamente media hora
después, Madison me trajo mi teléfono y desapareció en la sala de juegos
con Luna.
Me acomodé en la esquina del sofá, levanté la pantalla hasta mi
línea de visión y pregunté:
—¿Te queda algo de tiempo para mí? 199
Se recostó en un sofá y movió las cejas.
—Para ti, tengo una eternidad.
—Que bien. Deberías incluir eso en una canción.
Arqueó una ceja.
—¿Quién dice que no lo he hecho?
Suspiré.
—Entonces, ¿cómo te va por ahí? Dígame, señor famoso. ¿Ya
compraste una mansión y decidiste abandonarnos por una vida de
celebridad?
Levee no se había equivocado al decir que el mundo se fijaría en
Eason Maxwell. Durante los días posteriores a los Grammy, su nombre
apareció en todas las redes sociales. Las mujeres volviéndose locas por él.
Las fotografías sonriendo a Levee en el escenario habían puesto en marcha
la fábrica de chismes. Las imágenes de los paparazzi de ellos cenando y
saliendo juntos de los estudios Downside Up no hicieron más que
alimentar el frenesí de los medios. La cosa se pudo tan mal que, al final de
su primera semana en San Francisco, el esposo de Levee, Sam, me llamó
para ver cómo estaba. Era un tipo muy agradable que me aseguró que no
pasaba nada y que así eran las cosas en la industria. Especialmente con
alguien tan nuevo y cautivador como Eason.
La verdad es que la nueva fama de Eason, había sido un poco difícil
de digerir. Circulaban fotos de nosotros en la alfombra roja, y mientras
imprimía y enmarcaba algunas, recortaba estratégicamente todos los
titulares de nuestro “amorío escandaloso”.
Mientras indagaban en su pasado, los medios de comunicación
basura se habían enterado del incendio. Oh, qué día tan jugoso debió de
ser para ellos, cuando mostraron una foto mía, Rob, Eason y Jessica en
una recaudación de fondos de caridad que Prism realiza una vez al año
junto a una imagen aérea de la casa demolida de Eason y Jessica.
Insistieron en el hecho que Rob había sido el mejor amigo de Eason e
incluso lograron encontrar un video de mi celular sosteniendo a Luna y
forzando una sonrisa fuera del funeral de Jessica como “prueba” de
nuestra traición.
No sabían sobre la aventura de Rob y Jessica.
Tampoco que Eason y yo apenas habíamos sido amigos antes del
incendio.
No entendían que nuestro amor había sido lento como las
200
estaciones, construido sobre una base de honestidad y confianza.
Nadie lo entendió, pero a los pocos días, fuimos etiquetados como
traidores y tabú.
Fue un gran problema y Eason perdió cabeza, pero me había puesto
firme cuando trató de volver a casa antes de tiempo. La gente siempre
hablaría y haría suposiciones, pero al final del día, lo único que importaba
era que sabíamos quiénes éramos, cómo nos habíamos enamorado y a
dónde nos llevaba el futuro.
Lo que más le dolía era que un día los niños iban a leer esa mierda,
pero si hacíamos bien nuestro trabajo, para cuando llegara ese día, nunca
tendrían que cuestionar la verdad.
—No, estoy listo para abandonar la vida de celebridad para volver a
casa contigo —gruñó—. Dios, me gustaría que estuvieras aquí, Bree. Y los
niños. Solo han pasado unas semanas, pero te juro que Luna parece que
va a pedir prestado el auto pronto.
—Creo que es de Asher por quien tienes que preocuparte. Tiene a
esta chica en su clase y no para de decirme que es tan bonita que le duele
el estómago.
Soltó una carcajada.
—Oh amigo, eso es serio. Aunque estoy un poco herido, no me ha
dicho nada sobre ella.
—Seguro que está esperando a que llegues a casa. Hablando de...
¿Alguna idea de cuándo será eso?
Dejó escapar un gruñido.
—Está bien, ¿qué quieres primero? ¿Buenas o malas noticias?
Mi estómago se hundió. La única buena noticia que quería era que él
entrara por esa puerta, y supuse que, cualquiera que fuera la mala noticia,
no iba a ser propicia para que la recibiera.
—Empecemos con las malas noticias.
—Desde que firmé con Downside Up, Levee me puso en contacto con
su productor. Es increíble. Entiende completamente mi visión. Hoy
trabajamos en un estribillo en el que me había quedado atascado y lo dejo
listo en menos de dos minutos.
Torcí mis labios.
—¿Y cómo es eso algo malo? 201
—Quiere que vuelva al estudio para rehacer partes que hice con
Levee. Y tiene razón. Tenía demasiado de ella y no suficiente de mí. Van a
ser otras dos semanas por lo menos. Tal vez más cerca de un mes si puedo
conseguir el tiempo de estudio. He estado escribiendo como loco y tengo
material más que suficiente para un álbum completo. Solo necesito un
poco de ayuda para grabar las pistas.
Sí, un mes sonaba como una eternidad con la forma que lo
extrañaba. Pero él también nos extrañaba, así que no necesitaba que le
echara la culpa encima.
—Eason, no son malas noticias. Tienes un contrato discográfico con
un sello importante que está gastando tiempo y dinero para ponerte con
uno de los mejores productores. Sabíamos que la distancia iba a ser difícil,
pero no es tan malo.
Cambió el teléfono de una mano a otra, y se pasó la otra por la parte
superior del cabello.
—Lo sé. Lo sé. Me siento mal por dejarte con los niños. Tendrás que
volver al trabajar. Tal vez deberíamos hablar de contratar a una niñera.
Puedo pagar a alguien a tiempo completo. Sé que estar aquí te está
poniendo en un aprieto y lamento que tengas que cargar con todo el
trabajo.
—¿Quieres parar? No estoy en un aprieto. Estoy haciendo lo que hay
que hacer por nuestra familia. Lo mismo que hiciste cuando trabajaba
ochenta horas a la semana durante la auditoria de Hacienda. Deja de
sentirte culpable por tener éxito. Si quieres la verdad, he estado pensando
en no volver a trabajar.
Arrugo su frente y se inclinó hacia adelante.
—Espera, espera, espera. ¿Qué? ¿Esto es por mí?
Dejé caer la cabeza hacia atrás.
—No, es por mí. He estado pensando un poco. Odio perderme el
crecimiento de los niños. Solo tenemos algunos años con ellos, y muy
pronto todos estarán en la escuela y serán demasiado geniales para pasar
el rato con su anciana madre. Entonces podría volver a trabajar. Mi
corazón ya no está en eso. Me partí el trasero para construir esa empresa.
Tal vez es hora de entregar las riendas a otra persona y seguir mis propios
sueños.
Su rostro se suavizó y se inclinó hacia la cámara.
—Bree, no estoy ahí ahora mismo. Pero estoy aquí para ti. Si esto es
202
lo que quieres, no vuelvas nunca a Prism. Puedo hacerme cargo de las
cuentas. Le fallé a Jessica en ese aspecto, pero esta vez es diferente. No lo
voy a dejar pasar. Puedo cuidar de nosotros ahora. Todos nosotros. Te juro
que puedo.
Oh, mi dulce Eason. Después de todo, todavía sentía que no había
hecho lo suficiente.
—En primer lugar, no le fallaste a Jessica. Ella se falló a sí misma. A
pesar de lo que nos hizo creer a todos, no era un indefenso diente de león
que soplaba en el viento. Podría haber conseguido un trabajo, pero eligió
pasar su tiempo libre con Rob en lugar de cuidar de su familia. No puedes
cargar con sus fracasos como si fueran tuyos.
—Nena —susurró, con emoción en su garganta.
—En segundo lugar —continué—. Has estado cuidando de nosotros.
Desde el primer día. Y eso no tiene nada que ver con quién estaba pagando
la hipoteca. Los niños y yo no estaríamos aquí, tan malditamente felices y
queridos, sin ti. Tienes el corazón más grande que todos los hombres que
he conocido, y dadas las veces que te han arrancado esa cosa del pecho,
eso es decir mucho. No necesito que nos cuides. Todavía tendré Prism.
Simplemente no seré quien la dirija. Pero si eso es algo que necesitas hacer
para ver finalmente todo tu duro trabajo dar sus frutos, transferiré todas
las cuentas a tu nombre esta noche. No necesito dinero, Eason. Te
necesito a ti. Eso es todo lo que necesitaré.
—Maldita sea, Bree. ¿Cómo sabes siempre exactamente qué decir?
—Es una pequeña habilidad que aprendí de ti. Ahora, si esa era la
mala noticia dime la buena.
La comisura de su boca se alzó, con tanto amor ardiendo en sus ojos
que pude sentir el calor tangible a través de la pantalla del teléfono.
—Estaré en casa mañana.
Mi corazón saltó a mi garganta.
—¿En serio?
Se rió.
—Sí. Tengo una semana antes que tengan tiempo para mí en el
estudio. Así que vuelvo a casa con mi mujer y mis hijos. Te juro que nunca
había estado tan emocionado en mi vida.
—Los niños van a enloquecer. Que sea una sorpresa.
—¿Y tú? ¿Estás emocionada?
203
Incliné mi cabeza.
—¿Por qué, superestrella Eason Maxwell, estás buscando un
cumplido?
—No necesito un cumplido. Necesito a mis hijos, y después que se
vayan a la cama, te necesito en una lencería realmente escandalosa. Si voy
a estar fuera por un mes, necesitamos pasar toda la semana llenando mi
cabeza con suficientes recuerdos desnudos para poder superarlo.
Asentí, mordiéndome el labio inferior.
—Puedo hacer eso.
Y, oh, Dios mío, podría hacer eso.
—Bien. —Guiñó un ojo—. Te enviaré los detalles de mi vuelo. Ahora,
tengo que irme antes que todos regresen y me quede sentado aquí duro
como una maldita roca. Te amo, cariño.
—También te amo, Eason.

204
24
Eason
Un Uber me dejó en la casa de la piscina y escondí mis maletas justo
a un lado de la puerta. Armado con un enorme unicornio de peluche, un
gato de peluche, una picota de Minecraft de plástico y un frasco que
contenía todos los M&M’s rojos que pude encontrar en San Francisco, me
escabullí por la parte trasera de la casa. Como estaba planeado, Bree llevo
a los niños afuera, dibujando en el patio con tiza. Solo con ver las tres
cabecitas acurrucadas me invadió una ola de satisfacción.
Bree se puso de pie cuando entré por la puerta trasera, con el
cabello alborotado por la brisa. Como si fuera la primera vez que la veía y
no la millonésima vez, se me hizo un nudo en el estómago. Dos semanas
no parecían mucho tiempo, pero después de vivir juntos y pasar todos los
días el uno con el otro durante casi dos años, mierda, había extrañado a
esa mujer. FaceTime no era suficiente. 205
—Hola —saludó, la alegría pura en su hermoso rostro se trasladó a
mi pecho.
Me llevé el dedo a los labios en un silencioso ¡Shh!
Sacando su teléfono del bolsillo trasero, llamó:
—Oigan, niños, mírenme. Vamos a enviarle a Eason una foto de
nuestros dibujos con tiza.
—¡El mío es el mejor! —exclamó Asher—. Toma una foto del mío.
Las chicas se rieron, peleando con la tiza, pero con los cientos de
fotos que Bree me había enviado mientras no estaba, eran animales de
circo entrenados y se pusieron en fila para una foto.
—Digan cheese —les indicó Bree.
—Cheese —cantaron todos.
Después de soltar todos los juguetes y dejar con cuidado los dulces
de Bree a un lado para que no se estropearan, me acerqué sigilosamente,
me agaché y dije:
—Cheese.
Después de eso, fue un coro de los gritos más hermosos de mi vida.
La cara de Asher no tenía precio cuando se dio la vuelta, con la boca
abierta, y los ojos del tamaño de un plato.
Madison se estrelló primero en mis brazos primero, gritando:
—¡Eeeeeeson!
Mi dulce bebé Luna se quedó aplaudiendo y riéndose.
—Papá en casa. Papá en casa.
Era un hombre. Como el ejemplo consumado de masculinidad pura
y sin trabas. O al menos eso me decía cuando me miraba en el espejo. Pero
en realidad, lloré como si una fábrica de cebollas se hubiera mudado al
lado cuando todos me abordaron. Al caer de espaldas, me convertí en el
tipo más feliz, me encontraba atacado por un montón de cachorros de
perro.
Durante varios minutos, fue un caos, todos hablaban a la vez, un
millón de preguntas e historias surcaban sus labios más rápido de lo que
mis oídos podían procesar. Por mucho que amaba a mis hijos, tenía a
alguien a quien necesitaba tener en mis manos. Por suerte, había un 206
método infalible para escapar de una pila de cachorros, y lo había
planeado con anticipación.
—¿Quién quiere una sorpresa? —pregunté.
En un abrir y cerrar de ojos estaban fuera saltando y coreando:
—¡Yo!
Después de ponerme de pie, me acerqué a mi montón de cosas.
—Muy bien, chicas. Estos pueden parecer peluches normales, pero
son mucho más. Tienen bebés dentro. —Los jadeos hicieron que esos
malditos juguetes espeluznantes valieran cada centavo—. Y no me
pregunten si he mirado porque no lo hice. Y tampoco me pregunten cómo
una unicornio quedó embarazada de un conejo. Toma, Luna, Rainbow
Sparkle Twinkle Toes es tuyo. —Le entregué el unicornio, que era más o
menos del mismo tamaño que ella.
—¡Glacias, papá!
La besé en la parte superior de la cabeza, con el corazón tan lleno
que no tenía idea de cómo aún cabía en mi pecho.
—Y, Mads, eso significa que Bootsy Glitter McWhiskers es todo tuyo.
—Le pasé el gato y juro que sus ojos estaban tan abiertos que parecía que
le había entregado el mundo. Metió a Bootsy debajo de su brazo y le dio un
largo abrazo a mis piernas, expresando su gratitud sin palabras.
Pero fue el exuberante:
—¡Síiii! —de Asher. Lo que me hizo reír más fuerte—. Eso significa
que la picota es mía —aseguró, saltando sobre un pie, levantando los
puños—. Es lo que quería. Quería eso.
Riendo, negué con la cabeza y me incliné e hice una reverencia,
presentándosela con ambas manos.
—Feliz excavación, Ash.
—¡Gracias! —La agarró y se fue a toda velocidad hacia los árboles en
el patio lateral, y las niñas se dejaron caer a mis pies, sacando conejos
unicornio y gato, exclamando oh y ah sobre cada uno.
Tenía unos cinco minutos antes que la novedad pasara, así que
agarré el frasco de M&M’s y fui a saludar a mi mujer como es debido.
Levantó la mano para bloquear el sol mientras me acercaba, con una
sonrisa torciendo un lado de su boca.
—¿Eso es…?
207
No dejé que terminara la frase antes de agarrarla por las caderas,
acercándola a mi pecho y plantando un beso largamente esperado en su
sexy boca.
»Mmmmm —tarareó, rodeando mi cuello con sus brazos.
—Parece que me extrañaste, Dul.
Frunció el ceño, pero era exactamente lo que había estado
buscando, así que funcionó.
—No he echado de menos que me llames Dul. Pero tal vez te
extrañé... un poco. ¿Son para mí? —Bajo la barbilla hacia el frasco del
tamaño de un galón con la tapa de metal negro.
—¿Qué, estos? No, son míos. Sin embargo, te guardé una bolsa
Ziploc de todos los otros colores.
Me pellizcó el costado.
»Bien, bien. Puedes quedártelos. No hay necesidad de recurrir a la
violencia.
Mi corazón se detuvo cuando lo quitó de mis manos. No debería
haberme puesto nervioso. Era imposible que Bree comiera M&M antes de
la cena. No en un buen día de todos modos. Pero verla sostener ese frasco
provocó un subidón que nunca pensé que volvería a sentir.
—Mierda, esta cosa es pesada —comentó—. ¿De verdad clasificaste
tantos M&M’s? —Lo levantó hacia el sol y lo giró en su mano—. Debe
haber mil aquí.
Me encogí de hombros.
—Tres mil novecientos noventa y nueve para ser exactos. Me comí el
último para darle un toque auténtico.
Se rió y se puso de puntillas para recibir otro beso. Uno que no le
negué.
—¿Esto es para reemplazar todo los que me robaste?
Moví la cabeza de un lado a otro.
—Más como un anticipo. Pero ya llegaremos a eso.
Riendo, plantó su rostro contra mi pecho, y durante varios minutos,
nos quedamos allí, nuestros pechos subiendo y bajando en respiraciones
sincronizadas. No tuvimos que decir nada. No había expectativas ni
presión. Me bastaba con tenerla en mis brazos.
208
Dios, se sentía bien estar en casa otra vez.
—¡Mamá! —gritó Asher—. ¿Qué hay para cenar?
Luna se puso de pie.
—Quiero cenar.
—Yooooo tambieeeeeen —secundó Madison.
Y así, nuestro pequeño momento de tranquilidad había terminado.
Pero el caos era igual de dulce.
—Muy bien. —Solté a Bree y aplaudí—. Vamos a salir a cenar, luego
quizás a una sala de juegos, después al parque de saltos y a cualquier otro
sitio que encontremos en el camino.
Los niños vitorearon como si los hubiéramos tenido cautivos, sin
dejarlos ver la luz del día.
Bree chasqueó los dedos.
—Todos tienen que limpiar la tiza primero y poner sus nuevos
juguetes en sus habitaciones.
Entraron en acción, dando vueltas, discutiendo sobre quién había
pintado qué color de tiza, pasé mi brazo sobre los hombros de Bree y
sonreí, disfrutando cada segundo.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás para mirarme, aún sosteniendo el
ridículo frasco de chocolates y llenando mi alma con nueva vida.
—Eason, acabas de llegar a casa. ¿Estás seguro de que quieres
salir? Iba a cocinar algo sencillo para que pudieras relajarte. Tienes que
estar exhausto de viajar todo el día.
Lo estaba completamente, pero tenía grandes planes con Bree esta
noche.
—Así que, esto es lo que estoy pensando. Si nos quedamos aquí, y
pasamos una noche familiar tranquila y perezosa, esos tres estarán
emocionados cuando llegue la hora de acostarse. Terminaremos pasando
horas respondiendo preguntas, dando besos de buenas noches y
rellenando vasos de agua. Luna no va a querer dejarme ir, así que tendré
que acostarme con ella. Sabemos por experiencia que una vez que me
pongo en posición horizontal, no hay vuelta atrás. Estaré dormido y la
noche terminará antes que comience.
Incliné la cabeza en la otra dirección.
»O bien, salimos a comer hibachi, donde el chef cocina frente a
209
nosotros, haciéndoles pensar que el pollo a la parrilla y el brócoli son
geniales. Luego vamos a la sala de juegos, los dejamos correr mientras
entramos en un no tan amigable torneo de Skee-Ball donde el perdedor le
debe al ganador cosas malvadas con su boca más tarde. Después llevamos
a los niños al parque de saltos, les dejamos saltar hasta que sus piernas
se agoten y volvemos a casa con tres niños agotados que se desmayarán
antes de que los llevemos a la cama. Dejándonos completamente solos,
para que pueda compensar la pérdida que sufriste antes durante la noche.
—Sonreí.
—Vaya. Alguien pensó bien esto.
Levanté un hombro en un medio encogimiento de hombros.
—¿Qué puedo decir? Tuve mucho tiempo libre mientras separaba
cuatro mil M&M’s rojos. —Era mentira. Los pedí por internet, pero ese era
un secreto que no necesitaba saber.
Dejó escapar una fuerte carcajada y sacudió la cabeza.
—Sí, está bien. Te extrañé más que un poco.
No tenía que decírmelo. Lo vi en sus ojos cada día que estuve fuera.
Lo escuché en su voz cada vez que susurraba, “te amo”. Y lo sentí en la
forma en que seguía abrazándome con fuerza, con su delgado cuerpo
hundido en mis brazos.
Con Bree nos unimos para preparar a los niños para salir. Luna y
Madison se colgaron de mis piernas mientras subíamos las escaleras.
Luego, mientras Asher se vestía, insistió que me quedara afuera de la
puerta para ponerme al corriente de todo lo relacionado con Abigail, la
chica que le hacía doler el estómago.
Me encantaba estar en Los Ángeles y San Francisco. El sol, la
energía… había algo en saber que estaba caminando por las mismas
calles, visitando los mismos restaurantes y, en más de una ocasión,
huyendo de los mismos paparazzi que todas las leyendas que me habían
precedido.
Pero había magia en ver a los niños aplaudir cuando el chef hacia un
volcán de cebollas y escuchar a Bree reír cuando perdí a propósito a Skee-
Ball, lanzando cada bola en la rampa de diez puntos porque tenía toda la
intención de terminar mi noche con mi boca entre sus piernas. Había
soñado con una vida en el centro de atención, pero había una felicidad
inconmensurable al subir el volumen de la radio y cantar a todo pulmón
para mantener a los niños despiertos de camino a casa.
Mi plan para agotar a todos había funcionado demasiado bien,
210
porque cuando volví al dormitorio después de leerles un cuento a las niñas
y cerrar la casa, Bree había hecho un Eason Maxwell y estaba
profundamente dormida de lado, con el mínimo indicio de encaje negro
asomando por sus hombros.
Después del día que habíamos tenido, y con el hecho de estar al fin
en casa, no podía siquiera estar decepcionado. La dejé dormir un rato. El
sexo a mitad de la noche tenía sus méritos.
Mientras me quedaba ahí mirándola, me reí al ver el frasco de
M&M’s rojos intacto en su mesita de noche. Sabía que estaban sin tocar
porque todavía no había encontrado el anillo de compromiso dentro. Pero
ya lo encontraría.
Tal vez una tarde, mientras yo estuviera en la ducha, iría por un
puñado y gritaría.
Tal vez comería unos cuantos a escondidas a primera hora de la
mañana y me despertaría mirándome con lágrimas en los ojos.
Tal vez lo encontraría la próxima semana cuando estuviera de vuelta
en California. Una propuesta a larga distancia no era lo ideal, pero el
elemento sorpresa que ella tanto odiaba definitivamente valdría la pena.
¿Era demasiado pronto? Para la mayoría de la gente, probablemente.
Pero no para mí. La había encontrado. La única. No había nervios ni
temores. No había dudas ni arrepentimientos. Sabía hasta la médula de
mis huesos que Bree había nacido para ser mía. Puede que lo nuestro se
haya forjado a través de la tragedia, pero nuestro amor floreció gracias a la
paciencia, respeto genuino y la comprensión.
La vida nunca fue fácil, y la nuestra había sido más difícil que la
mayoría. Por muy feo que fuera a veces, había belleza al mirar hacia todo
el dolor del pasado, la angustia y la devastación, sabiendo que habíamos
salido del otro lado mejor y más enamorados de lo que nunca habría creído
posible.
Así que, cuando me dormí en la cama con ella esa noche, con una
sonrisa en mi cara, amor en mi pecho, y la satisfacción corriendo por mis
venas, no tenía idea que nuestras mayores pruebas aún estaban por
llegar.
—¡Mamá! —gritó Asher, su terror era palpable cuando entró
corriendo en el dormitorio.
Me incorporé de un salto, al igual que Bree, igual de rápido, a mi
lado. Echando las mantas hacia atrás, salté de la cama; tres largas
zancadas me llevaron hasta él.
211
Se lanzó a mis brazos en cuanto me acerqué lo suficiente. Todo su
cuerpo temblaba de pies a cabeza.
—¿Qué pasa? —Por instinto, lo puse en la cama y frenéticamente
comencé a revisarlo, buscando heridas. Era la única explicación que se le
ocurría a mi cerebro, que estaba nublado por el sueño.
Bree encendió la luz y se acercó a nosotros para examinarlo, sin
encontrar nada físico que pudiera explicar su histeria. Bree se puso en
cuclillas frente a él, tocando cada lado de su pálido rostro.
—Respira, amigo. No pasa nada. Mami está aquí. Todo está bien.
¿Tuviste una pesadilla?
Sacudió la cabeza, lágrimas gruesas fluían continuamente de sus
ojos aterrorizados.
A lo lejos, escuché que Madison comenzó a llorar, el caos claramente
la despertó. Mi corazón comenzó a ralentizarse, mi cerebro llegó a la
conclusión que no había ningún peligro inmediato que mi adrenalina
tuviera que manejar.
Inspirando profundamente, miré a Bree.
—Tú te encargas de esto. Me ocuparé de las niñas.
—¡No puedes! —exclamó Asher—. ¡Se la llevó! ¡Él se la llevó!
—¿Quién? —preguntó Bree.
En su siguiente aliento, todo mi mundo se detuvo.
—¡Luna! ¡Papá se la llevó!
—Asher, cariño —lo tranquilizó Bree—. Eso no es posible. El papá de
Luna está justo aquí.
En medio de la tragedia, son extrañas las cosas que se graban en tus
recuerdos.
Recordé cuando me llamo la atención que solo Madison estaba
llorando en el fondo.
Recordé irrumpir en la habitación para encontrar la cama de Luna
vacía.
Recordé la búsqueda frenética mientras llamaba a Bree a gritos, con
el corazón aún aferrado a la esperanza de que Luna se hubiera levantado
de la cama y bajado las escaleras.
Pero grabado en mi alma por el resto de mis días estaría el sonido
212
estremecedor de Asher gritando:
—¡Su papá no! ¡Mi papá!
25
Bree
—¡Encuéntrenla! —Eason le rugió al canoso detective Hoffman
mientras al menos media docena de policías recorrían nuestra casa.
—Señor Maxwell, le aseguro que tenemos un equipo de oficiales en
esto. Si está ahí fuera…
—No diga si —le masculló—. No se atreva a decir si. Estamos
hablando de mi hija. Sabemos que está ahí afuera. Ahora, haga su maldito
trabajo y tráigala a casa.
Eran apenas las diez de la mañana, pero ya había sido el día más
duro de mi vida.
Una sinfonía interminable sonaba en nuestras cabezas.
¿Dónde estaba ella?
¿Estaba a salvo?
213
¿Estaba asustada?
O mi mayor miedo: ¿Ya era demasiado tarde?
Durante más de seis horas, con Eason habíamos estado en un
constante estado de pánico. El tiempo pasaba, los segundos se sintieron
como horas. Al igual que las etapas del duelo, el proceso emocional de
descubrir que alguien había secuestrado a tu hija mientras dormía
profundamente bajo tu techo, a pocos metros de la puerta de tu
habitación, comenzó con la negación.
Era imposible creer que alguien se la hubiera llevado; las
afirmaciones de Asher de que había sido Rob quien lo había hecho eran
aún más descabelladas.
En cualquier caso, Eason había salido por la puerta trasera sin llave,
corrió alrededor de la casa y buscó en las áreas circundantes mientras
llamaba a la policía. En tanto esperábamos a que llegaran, Eason estuvo
rabioso, corriendo de un lado al otro, gritando su nombre. Con Asher y
Madison llorando, los arrastré conmigo por miedo a perderlos de vista. La
piscina había sido mi primera parada. Tan aterrorizada como estaba de
encontrar a nuestra dulce bebé en el agua, el miedo se amplificó al no
encontrarla.
Mientras estaba afuera, me di cuenta que la puerta de la casa de la
piscina estaba rota. El alivio hizo que mi cabeza diera vueltas mientras
corría hacia allá, esperando que se hubiera despertado desorientada y
fuera a buscar a su papá. Eason se reunió conmigo ahí fuera, su cerebro
siguiendo el mismo camino que el mío.
Había tantos factores que ni siquiera habíamos considerado en esos
primeros minutos de buscarla.
¿Cómo pudo haber atravesado la puerta para bebés en la parte
superior de las escaleras?
¿Cómo pudo abrir la puerta trasera?
¿Por qué no había sonado la alarma?
Pero la desesperación no permitía resolver los problemas de forma
lógica.
Luna no había estado en la casa de la piscina.
Ni en su habitación.
Ni en la de Eason.
214
En ningún lugar.
Y cada segundo que pasaba hacía que mi ansiedad se disparara.
Pero justo cuando salíamos, escuchando sirenas a la distancia,
Eason se fijó en un papel doblado que estaba sobre el banco del piano.
Dos líneas mecanografiadas en tinta negra. Nada especial pero sí
completamente trascendental.
5 millones de dólares para recuperarla.
Seguido de un número de veintiséis dígitos de algún tipo.
Eso era todo.
Sin instrucciones ni explicaciones.
Solo una demanda y cinco vidas que nunca serían las mismas.
Había visto a Eason roto y destrozado.
Lo había visto sangrando y cubierto por el fuego.
Vacío y emocionalmente demolido.
Pero cuando cayó de rodillas, con las manos temblando, lo
inimaginable se instaló, el hombre que amaba estaba destruido.
Ella desapareció.
Cuando llegó la policía, nos separaron para interrogarnos casi de
inmediato. La ira fue la siguiente respuesta de Eason. Durante más de dos
horas, lo escuché furioso en la cocina. La agonía absoluta en su voz
coincidía con el dolor dentro de mi pecho.
Me hicieron preguntas, pero no tenía muchas respuestas.
Habíamos estado durmiendo. La casa había sido cerrada con llave.
Sin embargo, alguien había entrado y se había llevado a nuestra pequeña.
Las imágenes de seguridad de la cámara del frente de la casa no
mostraban nada. Ningún auto entrando o saliendo del camino de entrada.
Ninguna figura sombría acercándose bajo la sombra de la oscuridad.
Tampoco había nada en las cámaras laterales. La única pista que
teníamos procedía de la parte trasera de la casa, que mostraba un clip de
tres segundos de una persona vestida de negro, con un pasamontañas y
guantes. Ni siquiera pudimos distinguir si era hombre o mujer antes que
se cortaran los cables, inhabilitando la cámara por completo.
Luego estaba Asher, que juraba, sin vacilar, que se había despertado 215
para ver a su padre muerto cargando a Luna por el pasillo.
Después de varias horas de interrogarnos por separado, no
estábamos más cerca de encontrar a Luna. Eason era un desastre,
completamente inconsolable, y me sentía como si hubiera retrocedido al
pasado, donde todo dolía y nada tenía sentido. Finalmente, nos reunieron
en la sala de estar. Una oficial se sentó con los niños en la sala de juegos
y, por mucho que me destrozara escuchar los llantos ahogados de Asher,
esto no era algo de lo que él necesitara ser parte.
—Mi bebé está en algún lugar con Dios sabe quién. ¿Por qué carajos
están parados en mi casa ahora mismo hablando sobre los y si? —Eason
estalló.
—Solo respira —insté, poniéndome a su lado. Su corazón latía tan
rápido que podía sentirlo golpeando contra sus costillas—. Déjalo hablar,
¿de acuerdo?
Se llevó una mano a la parte superior de su cabello y los músculos
de su cuello se tensaron, pero cerró la boca el tiempo suficiente para dejar
que el detective continuara.
—Lo que intentaba decir es que tenemos todo un equipo trabajando
en la búsqueda de su hija. Sé que el agente Garrett estuvo aquí antes y
habló con ustedes por separado sobre los posibles sospechosos y los
peligros de pagar el rescate.
Cerré los ojos y miré al suelo, los ojos marrón miel de Luna en la
parte posterior de mis párpados. Por Luna, habría pagado cualquier
cantidad de dinero del mundo para acabar con la pesadilla. Ninguno de
nosotros tenía cinco millones así como así. Pero, con el tiempo suficiente,
tenía fe en poder acceder a ellos. Podría vender la casa, vaciar todas las
cuentas bancarias, cuenta de jubilación y cartera de inversiones que tenía.
Solo con la venta de Prism habría conseguido diez veces más.
Pero como nuestras posibilidades de encontrarla después de las
veinticuatro horas disminuían cada segundo, el tiempo era lo único que no
teníamos.
Incluso si pudiéramos reunir el dinero, el agente Garrett y su equipo
se oponían rotundamente a pagar el rescate. Decían que no había ninguna
garantía de que los secuestradores la devolvieran y, a veces, eso los volvía
codiciosos y violentos, exigiendo aún más.
Así que Luna había desaparecido. 216
Alguien se la había llevado.
Y estábamos en un punto muerto sin poder recuperarla.
Hubiera preferido volver al fuego.
Hubiera preferido estar de nuevo dentro del fuego.
Hubiera preferido estar en el fuego que no saber si volveríamos a ver
a nuestra pequeña.
Y en base a la agonía grabada en su rostro, Eason habría dicho lo
mismo.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —cuestionó, su rabia se convertía
en impotencia.
El detective Hoffman se subió los pantalones azul marino y
mostrando su placa en la cadera.
—Estamos trabajando estrechamente con el FBI para traer a su hija
a casa. Pero voy a ser sincero con usted. No tenemos mucha información
para seguir aquí. Sin embargo, tenemos un par de teorías que estamos
investigando. La primera es que esto es algo relacionado con su nuevo
estatus de celebridad. Tal vez un acosador o alguien por el estilo. El hecho
de que la nota fuera dejada en su piano es revelador. Y si ambas niñas
estaban durmiendo en la misma habitación, definitivamente explicaría por
qué solo se llevaron a su hija y dejaron a la niña Winters.
—Un extraño no sabría cuál es mi hija —exclamó Eason—. No soy
famoso. Toqué una vez en los Grammy y me fotografiaron un par de veces
con Levee Williams, pero la foto de mi hija no aparece en Internet. Nada
más que cuando era bebé. —Se acercó a una mesa contra la pared y
agarró una foto enmarcada de Madison y Luna posando frente al árbol de
Navidad—. Mírelas. Dígame que en una habitación oscura, con dos camas
una al lado de la otra, podrías distinguir quién es quién.
Definitivamente tenía un punto en eso. Había una razón por la que
habíamos pasado tanto tiempo cuestionando la paternidad de Luna. Más o
menos la misma edad, el mismo tamaño, el mismo color de cabello,
diferentes tonos de ojos marrones, pero no lo suficiente como para que un
extraño pueda distinguirlas.
—De acuerdo —admitió el detective—. Esa teoría tampoco explica
cómo esta persona entró en su casa. No hay señales de entrada forzada y,
según la compañía de seguridad, su alarma se desactivó con un código
preestablecido. Lo que me hace pensar que estamos tratando con alguien
que los conoce. 217
—Pero, nadie tiene nuestro código —argumenté.
Arqueó una ceja peluda y gris.
—Tómese un minuto y piense realmente en esto. ¿Niñeras,
empleadas domésticas? ¿Nadie más tiene un código de su casa?
—No —afirmó Eason con firmeza—. Ustedes ya han descartado a
nuestra niñera, Evelyn. Ella es la única persona permitida en nuestra casa
e incluso tiene su propio código. Ese no fue el que usaron para desactivar
la alarma.
No quería decirlo. Sonaría ridículo, y se sentía aún peor que eso,
pero aceptaría la humillación cualquier día si recuperara a Luna.
—¿Qué pasa con Rob?
La mirada de Eason bajó para encontrarse con la mía, su boca en
una mueca enojada, pero no pronunció la primera objeción, lo que dejaba
claro que también había estado pensando en eso.
El detective dejó escapar un gruñido gutural y miró por encima de
mi hombro.
—Escuche, hablando con casi cuarenta años de experiencia, los
niños no son los mejores testigos oculares. Cuando suceden cosas
traumáticas, sus mentes se esfuerzan por mirar más allá del miedo, así
que sus cerebros rellenan los detalles en un intento de dar sentido a una
situación. No es raro que los niños...
Di un paso hacia él.
—Pero esto tendría sentido.
Inclinó la cabeza.
—¿Un muerto que resucita para secuestrar a un niño que no es
suyo? ¿Eso tiene sentido para usted?
—Oiga —gruñó Eason, toda la paciencia del día esfumándose—.
Cuide su maldito tono.
Levantó las manos en señal de rendición.
—No es mi intención faltar el respeto. Solo trato de ser realista con
usted.
—¡Nada de esto es jodidamente realista! —bramó Eason.
—Mire. —Me interpuse entre los dos hombres y apoyé mi mano en el
pecho de Eason, que subía y bajaba a un ritmo de maratón—. Suena loco.
E imposible. Pero solo por el bien de cubrir todas las bases, vamos a
218
pensar en ello. Rob sabía dónde están todas las cámaras de esta casa. Él
mismo hizo que la compañía de seguridad las instalara. El código de la
alarma no ha cambiado desde que se fue. Y Eason jura que cerró las
puertas, pero la puerta trasera estaba abierta y la casa de la piscina
estaba abierta de par en par. Alguien debe haber tenido una llave. —
Tragué saliva y negué con la cabeza—. Las llaves de Rob estaban en su
bolsillo la noche que murió, y por lo que se, nunca fueron recuperadas.
El Detective Hoffman inhaló profundamente, una calma que nos
había estado evadiendo a Eason y a mí durante todo el día lo inundo.
—Le repito, señora Winters. Lo digo con el máximo respeto. No
estamos en el negocio de perseguir a un hombre muerto.
—Y yo tampoco —refuté—. Pero mi hijo no es un mentiroso. Ha
estado temblando y llorando todo el día, pensando que un fantasma se
llevó a su hermana. Creo que todos estamos de acuerdo en que no fue
Rob, pero ¿y si fue alguien cercano a él? Mi ex marido no era un hombre
fiel. Tenemos pruebas que se acostaba con la esposa de Eason... en mi
cama. ¿Y si también tenía a alguien más? ¿Y si, antes de morir, le había
dado a alguien una llave de la casa, un código para el sistema de
seguridad, un patrón para evitar las cámaras de seguridad, y no porque
planeara secuestrar a nuestra hija, sino porque estaban tratando de evitar
que los atraparan teniendo una aventura en mí casa? —Lágrimas que
deberían haberse agotado hace tiempo llenaron mis ojos—. No sé a quién
vio Asher, ¿de acuerdo? Pero le ruego que no descarte la idea que él
todavía podría ser responsable de esto. —Un sollozo salió de mi garganta al
terminar.
—Ven aquí —susurró Eason, pasando su brazo por mis hombros y
acurrucándome en su pecho.
Siempre me sentía segura en los brazos de Eason. Pero esto no era
algo que pudiera calmarse o aplacarse.
Ya habíamos vivido un infierno, pero aquí estábamos, con nuestras
pesadillas haciéndose realidad más rápido de lo que podrían hacerlo
nuestros sueños.
—Solo la necesitamos de vuelta —le dije al detective, con mis gritos
amortiguados por el fuerte pecho de Eason—. Por favor, solo ayúdenos a
encontrarla.

219
26
Eason
Entumecido pero al mismo tiempo congelado en un estado de más
dolor del que jamás había experimentado, pasé el resto del día en piloto
automático.
Mi corazón latía.
Mis pulmones se expandían.
Pero mi mente estaba perdida en un mar de qué pasaría si.
No es el tipo de preguntas hipotéticas que se pueden decir en voz
alta por temor a que el universo me escuche y las tome como un desafío.
El mundo estaba lleno de gente enferma y retorcida.
Y ahora, uno de ellos tenía a mi niña.
Bree había llamado a un cerrajero para que cambiara todas las
cerraduras de la casa. La puerta del garaje había sido reprogramada y la
220
compañía de seguridad vendría a la mañana siguiente para instalar
nuevas cámaras dentro y fuera de la casa.
Pero hasta que eso estuviera hecho, y tal vez nunca, ninguno de los
dos se sentiría seguro quedándose en la casa. Aunque tampoco queríamos
ir muy lejos. Pasé el día mirando la puerta mientras la policía tomaba
fotografías y examinaba cada centímetro cuadrado de nuestra casa. Estaba
colgando al borde de un acantilado, sabiendo que alguien se la había
llevado, pero aún había una parte de mí que esperaba que ella
simplemente se hubiera alejado y que en cualquier momento regresara a
casa.
No lo haría. Lo sabía. Pero la esperanza era mi droga preferida en
este momento.
Afortunadamente, Evelyn vivía al final de la calle y se acercó a
nosotros esa tarde. Pasó el día con los oficiales revisando su casa, y en el
momento en que la absolvieron como sospechosa potencial, nos abrió las
puertas.
Estaba más cerca que un hotel en caso de que necesitáramos
regresar a casa rápidamente, y Asher y Madison la adoraban, por lo que se
sentirían cómodos allí. La policía también creyó que era una buena idea
irnos por algunas noches, así que con un gran agujero en mi pecho,
hicimos las maletas y nos fuimos del último lugar donde le había dado un
beso de buenas noches a mi hija.
Bree y yo no perdíamos de vista a los niños, pero Evelyn se hizo
cargo de preparar la cena, repartir bocadillos e incluso atraer a Madison,
que no había dejado de preguntar por Luna en todo el día, a un juego de
escondite.
Sin embargo, Asher no se movió, y cuando llegó el momento de
meterlos en la cama esa noche, no estaba menos ansioso.
—¡No estoy mintiendo! —gritó, aferrándose al cuello de Bree.
—Lo sé. —Bree acarició la parte de atrás de su cabello oscuro.
—¿La gente puede volver del cielo?
Me hundí en el borde de la cama, puse los codos en las rodillas y
bajé la cabeza.
—No, cariño. No pueden —respondió Bree, apoyando su otra mano
en mi rodilla que rebotaba. 221
—Entonces, ¿cómo él estaba allí? —Su cabeza se levantó de repente,
una nueva ronda de pánico apareció en su rostro—. Oh, no. ¿Y si se llevó a
Luna al cielo con él? Tal vez la tía Jessica la extrañó.
Ese pensamiento alojó una piedra en mi garganta, causando que
casi me asfixiara, y tuve que levantarme y caminar hacia la puerta o correr
el riesgo de romperme justo en frente de él.
—Eso no es posible, cariño —susurró Bree—. Mírame, Ash. Te
creemos. Viste a alguien, y sé que nunca mentirías sobre eso. Pero tenía
una máscara puesta, ¿verdad? Tal vez solo era alguien que se parecía a…
—¡Era papá! —exclamó, con una desesperación frenética espesa en
su voz—. Lo miré directamente antes de que escapara. Recuerdo cómo era
y sé que era él.
Respiré hondo, conteniendo el aire hasta que me dolieron los
pulmones. El dolor en mi pecho había sido tan insoportable todo el día que
el ardor momentáneo por la falta de oxígeno se sintió como un respiro.
Girando sobre un pie, lo miré directamente a los ojos.
—Te creo, Ash.
No lo hacía, Pero él necesitaba saber que le creíamos.
Ese niño.
Ese niño, con un corazón de oro que siempre sería dueño de una
parte de mí, me miró fijamente a los ojos y luego me mató por completo.
—Lo siento, Eason. Lamento no haberlo detenido. Me asusté porque
pensé que era un fantasma.
Lo tenía en mis brazos al siguiente segundo. Como un bebé, cruzó
sus brazos alrededor de mi cuello y sus piernas alrededor de mi cintura,
sollozando en mi hombro por algo que nunca debería haber sido suyo para
soportar. Sabía muy bien lo que era fallar a alguien a quien amabas. Y
cargar con la culpa por algo completamente fuera de tu control. Ese tipo
de arrepentimiento no era algo que quisiera que mi hijo experimentara.
Lo abracé con fuerza, mis antebrazos cruzados sobre su espalda.
—Hiciste todo bien esta mañana. Tienes siete años. No es tu trabajo
detener a un intruso en nuestra casa. ¿Me entiendes? Hiciste lo correcto.
Viniste y nos despertaste. Saber que se la llevó tan rápido como lo supimos
realmente ayudará a la policía a encontrarla. Lo hiciste bien, amigo.
Realmente bien. 222
Continuó llorando, los sollozos devastando su pequeño cuerpo
cortándome en lo más profundo. Bree estaba de pie al otro lado de la
habitación, las lágrimas corrían por sus mejillas, pero ninguno de los dos
sabía qué hacer.
Y, sinceramente, la parte más difícil era que en realidad no quedaba
nada por hacer.
Solo teníamos que esperar y rezar para que la encontraran.
Después de unos minutos, Bree lo tomó de mis brazos y se
acostaron juntos en la cama. Evelyn había preparado dos de sus
habitaciones de invitados para nosotros y, originalmente, yo iba a dormir
con Asher mientras que Bree dormiría con Madison. Pero Asher necesitaba
a su mamá por un rato.
Y yo necesitaba un momento para recordar cómo respirar.
Me detuve en la otra habitación de invitados y miré dentro. Madison
ya estaba dormida, tirada en la cama. Tenía la edad suficiente para darse
cuenta de que su mejor amiga se había ido, pero no se dio cuenta del
miedo y el pánico que nos rodeaba a todos como un vórtice. Mientras la
miraba dormir, sin ninguna preocupación en el mundo, estaba
enormemente agradecido de que al menos uno de nosotros pudiera
descansar.
Muy silenciosamente, cerré la puerta de su habitación, saqué mi
teléfono de mi bolsillo trasero y luego me dejé caer en el suelo. Debo haber
recibido un millón de notificaciones de mensajes. Se había corrido la voz
cuando la policía activó la Alerta Ámbar y todos, desde viejos compañeros
de bar hasta Levee y Sam, me habían estado enviando mensajes,
ofreciéndome cualquier ayuda que pudieran brindarme. No le había
respondido a ninguno. No necesitaba una cazuela, una cerveza o, en el
caso de Levee, un guardaespaldas.
Solo necesitaba a Luna. No tenía idea de cómo sobreviviría la noche
sin ella.
Al hacer clic dos veces en el botón verde de llamada, levanté el
teléfono que sonaba hasta mi oído. Ni siquiera tuve que marcar su
número. Era la única persona a la que había llamado en todo el día. El
detective Hoffman y los miembros de la policía que estaban pasando el rato
en nuestra casa en caso de que el imbécil intentara regresar fueron
geniales. Pero sabía que el grupo de trabajo del FBI estaba trabajando
duro en toda la ciudad.
—Agente Garrett.
223
—¿Por favor dime que tienes algo nuevo? —rogué.
Suspiró.
—¿Cómo lo llevas, Eason?
—No lo hago. Tienes que darme algo aquí. Me estoy desmoronando.
Después de tararear con simpatía, dijo:
—No hemos encontrado a Luna. Permíteme comenzar diciendo eso.
—Otro cuchillo oxidado de la realidad me apuñaló en el estómago—. Pero
la verdad estaba a punto de ir contigo. Recibimos un acierto en ese
número de la nota. No es un número de cuenta bancaria. Es una cuenta
privada de criptomonedas. Propietario anónimo, virtualmente imposible de
rastrear.
—Joder —espeté.
—Pero, aunque no podemos rastrear al propietario, la analizamos en
algunas de nuestras bases de datos y obtuvimos una pista sobre otra
cuenta de criptomonedas que recibió fondos de la cuenta de su hombre
hace un tiempo.
Mi corazón se detuvo y me senté derecho. No era Luna, pero al
menos era algo.
—Eso es bueno, ¿verdad?
—Es un punto de partida, eso es seguro. ¿Conoces a alguien que se
llame S. Barton?
—No me suena. ¿Por qué?
—Porque menos de veinticuatro horas antes de que explotara tú
casa, el hombre que secuestró a tu hija le envió medio millón de dólares.
Mi corazón se detuvo y un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—¿Qué diablos acabas de decir?
—Me escuchaste bien. Tengo chicos en eso. Voy a pasar por el
departamento de policía para recoger el informe del inspector de bomberos
y luego voy a verte. Aguanta. Los veré a Bree y a ti en treinta.
Colgó, pero mi mente corría más rápido que nunca. Podría haber
sido una coincidencia. Personas de todo el mundo habían estado viviendo
sus vidas, haciendo transacciones, comprando y vendiendo cualquier cosa
bajo el sol antes, durante y después del incendio.
Pero, ¿cuáles eran las posibilidades de que esas personas luego
secuestraran a mi hija?
224
Caminé por el pasillo por lo que pareció una eternidad, pero
probablemente calcule cerca de diez minutos antes de que Bree finalmente
saliera de la habitación.
Con solo mirarme una vez se puso alerta.
—¿Qué ocurre?
Me detuve y agarré mi nuca.
—El agente Garrett está en camino.
En el estrecho pasillo, corrió los pocos pasos hacia mí.
—¿La encontraron?
Negué con la cabeza, incapaz de decir siquiera una sola sílaba.
—Pudieron encontrar a alguien que había recibido dinero de la
cuenta del rescate. Medio millón de dólares un día antes del incendio.
—¿Qué? —jadeó—. Eso es…
—Sospechoso como la mierda —terminé por ella—. Un tipo llamado
S. Barton.
—¿Quién es ese?
Incapaz de quedarme quieto, reanudé mi paseo por el pasillo.
—Al demonio si lo sé. Garrett aseguró que lo están investigando,
pero…
—Espera. —Entrecerró los ojos en un espacio en blanco sobre la
puerta—. Barton.
—Eso es lo que dijo.
Chasqueó los dedos dos veces y luego, sin otra palabra, irrumpió en
la habitación en la que Madison estaba durmiendo.
La seguí, susurrando y gritando:
—Oye, shhhh, está dormida.
Una vez que agarró el bolso de la computadora que había traído de
la casa, salió silenciosamente de la habitación tan rápido como había
entrado. Hizo un trabajo rápido al sacar su computadora portátil y luego
me pasó el bolso.
—Busca mi llave externa.
Se sentó en la escalera superior, escribiendo contraseñas y
225
encendiendo su computadora. Busqué en el fondo del bolso y encontré el
pequeño dispositivo del tamaño de una memoria USB que usaba para
acceder de forma segura a Prism desde casa.
—¿Qué estás haciendo?
—Teníamos un Barton en Prism. Aunque no recuerdo su primer
nombre.
Con el corazón latiendo en mi pecho, le pasé la llave digital y
acomodé mi gran cuerpo a su lado en la parte superior de la escalera.
—¿Crees que podría ser él?
—No lo sé. Sin embargo, es el único Barton que conozco. —Continuó
mirando la pantalla, sus dedos volando sobre el teclado—. ¿Recuerdas
cuando regresé a trabajar después del incendio? Hubo un tipo de
mantenimiento que no se presentó durante un mes entero antes de que
alguien se diera cuenta y lo sacara de los libros.
No recordaba esto en lo más mínimo. Sin embargo, estaba flotando
sobre su pantalla como si pudiera desbloquear mágicamente el universo y
recé con toda mi alma para poder hacerlo.
De repente, su espalda se enderezó y se inclinó cerca de la pantalla.
—Steven Barton. S. Barton, solía trabajar en Prism.
Giró la pantalla en mi dirección y allí estaba él. Un hombre que no
reconocí con cabello castaño oscuro y una barba espesa. Steven Todd
Barton en carne y hueso que posiblemente sabía quién se había llevado a
mi hija.
Me puse de pie.
—¿Cuál es su dirección?
Continuó haciendo clic frenéticamente en la pantalla.
»Bree, ¿cuál demonios es su dirección?
—No lo sé. Estoy buscando. Parece que no tiene una. La sección de
la dirección está tachada. —Sacudió su cabeza—. Eso no es posible. Llama
a Jillian. Todo el mundo tiene una dirección en el archivo. Es política.
Jillian tardó un repique en contestar el teléfono.
—¿Hola?
—¿Por qué Barton no tiene una dirección? —solté.
—¿Qué? —respondió, completamente perpleja.
226
Bree alargó la mano y me quitó el teléfono de la oreja.
—Hola, Jill, soy Bree. Escucha, estoy mirando un archivo de un ex
empleado. Sin embargo, su dirección está tachada. ¿Por qué? —Presionó el
botón del altavoz y luego colocó el teléfono a su lado para poder usar
ambas manos.
La voz de Jillian llenó el pasillo.
—Muchas veces, cuando los empleados simplemente renuncian o
son despedidos, se olvidan de enviarnos su nueva dirección. Cuando llega
la temporada de impuestos, enviamos todo a no remitir. De esa forma, la
oficina de correos nos lo devolverá con la dirección correcta y podremos
actualizarla en el sistema. Si presionas las flechas amarillas, debería
llevarte a la dirección más reciente que tenemos registrada.
—Sí, veo las flechas amarillas. —Otro clic—. Sí. Bien. Lo tengo.
Leí por encima de su hombro: la dirección de tres líneas marcada en
la parte posterior de mis párpados.
—¿Nada sobre Luna todavía? —preguntó Jillian.
—Estamos trabajando en ello. —Bree terminó la llamada, pero yo ya
estaba a la mitad de las escaleras—. ¿Adónde vas?
—891 Richmont Way.
—No puedes ir allí —siseó, sus pies golpeando las escaleras mientras
corría detrás de mí, pero no disminuí la velocidad—. Ni siquiera sabes si es
el mismo tipo.
—Me arriesgaré a equivocarme. —Cada paso hacia la puerta me
volvió más decidido que el anterior.
—Eason —me llamó—. Espera, llamemos al agente Garrett.
—Estaré feliz de hacerlo tan pronto como nos pongamos en camino.
—Hice una pausa al pasar junto a Evelyn, que estaba sentada en su sillón
reclinable—. ¿Puedes cuidar a los niños por un rato?
Se sentó y pateó el reposapiés para cerrarlo, con los ojos muy
abiertos.
—Por supuesto. ¿Qué está sucediendo? ¿La encontraron?
—Aún no. —Saqué las llaves de mi bolsillo y metí los pies en un par
de botas junto a la puerta trasera, sin molestarme con los cordones—.
Pero estamos trabajando en ello.
227
Bree me persiguió todo el camino hasta mi Tahoe, y aunque amaba a
esa mujer, mi ya escasa paciencia se estaba agotando.
—Eason, detente —ordenó, saltando entre la puerta del auto y yo.
—No puedo parar, maldición. ¿Me entiendes? —pregunté furioso—.
Alguien tiene a mi hija. Alguien que no conozco. Alguien que podría, en
este mismo segundo, estar lastimándola, abusando de ella. —Me incliné y
agregué con los dientes apretados—: Matándola. Parar ya no es una
opción. Si este Steven Barton termina siendo el tipo equivocado, entonces
no tengo nada que perder además de un viaje por la ciudad. Sin embargo,
si termina siendo el tipo correcto… —Levanté mi camiseta para revelar mi
pectoral cubierto por la luna—. Tengo todo el maldito mundo que ganar.
Así que muévete y déjame ir o súbete al maldito auto, pero de una forma u
otra, contigo o sin ti, voy a encontrar a mi hija.
Me miró fijamente a los ojos, buscando la opción correcta. Yo estaba
más allá de todo eso. Bree no era impulsiva ni imprudente. Era demasiado
equilibrada para ser alimentada por una emoción desesperada. Sin
embargo, ella era mi alma gemela, la madre de mi hija; al diablo con el
ADN, y la mujer más inteligente que jamás había conocido.
Prueba de ello: se subió al auto.

228
27
Bree
—¡No te atrevas a ir allí! —gritó el agente Garrett tan fuerte que ni
siquiera estaba sosteniendo el teléfono y lo escuché claramente al otro lado
del Tahoe.
—Demasiado tarde. Ya estoy aquí —respondió Eason, sin que le
importara un carajo. Terminó la llamada y dejó caer el teléfono en el
portavasos. Inmediatamente se iluminó con una llamada entrante, pero
era seguro decir que Eason había terminado de hablar.
Me acerqué a la consola central y le di un apretón en el muslo.
—Eason, cariño. ¿Podemos tomar un respiro por un minuto? Es
completamente posible que este tipo no tenga nada que ver con Luna.
—¿Te parece que este es el barrio de un empleado de mantenimiento
de nivel básico? —interrogó, siguiendo su GPS a través de las cuidadas
calles y los encantadores bulevares por los que pasamos.
229
No. Era seguro decir que no. Este lugar era magnífico, todo
extendido, a diferencia de algunos de los barrios más nuevos de los
suburbios de Atlanta, donde las casas estaban prácticamente
superpuestas. Las grandes casas con extensos y verdes céspedes estaban
apartadas de la calle. Las antiguas farolas iluminaban las aceras e incluso
un carril bici que se adentraba en una zona boscosa. Las casas no eran
tan grandes como las nuestras, pero el barrio en sí era impresionante.
—Tal vez sus padres viven aquí o...
—O tal vez la compró con el medio millón que le pagaron por
incendiar mi casa y matar a dos personas.
Se me revolvió el estómago. Era una teoría que había sacado a
colación mientras sorteaba el tráfico de camino mientras veníamos, y tenía
que admitir que el momento del pago parecía muy sospechoso, pero la
policía nunca había considerado el incendio como provocado.
Estaba al borde de la cordura, con la adrenalina dándole vueltas a
su mente en todas las direcciones posibles. Lo comprendía. También
estaba desesperada. Pero si no podía hacerlo esperar a la policía, al menos
podía convencerlo de que no hiciera algo que nos alejara aún más de
encontrar a Luna.
—No lo sabemos —lo contradije—. Y si te acercas a esa puerta,
lanzando acusaciones, puede que nunca lo sepamos. Te apoyo al mil por
ciento en esto. Pero las emociones son altas, y no podemos perder nuestro
enfoque. Steven Barton recibió dinero del hombre que tiene a Luna. Todo
lo que necesitamos es un nombre, Eason. Guarda el resto del
interrogatorio para los policías.
Su mandíbula se tensó y sus ojos permanecieron fijos en la
carretera, pero incluso con lo furioso y asustado que estaba, sabía que
tenía razón.
—Busca el ocho-nueve-uno —pidió y no fue una orden ni salió con
un gruñido, por lo que supuse que lo había conseguido.
Entramos en el camino de entrada de una casa de dos pisos de
ladrillo poco después de las diez. La luz del porche estaba encendida, así
como varias del interior, tanto en el piso superior como en el inferior, así
que, si Barton estaba allí, no íbamos a tener que despertarlo.
Eason salió primero del auto y tuve que trotar para seguirle el ritmo.
Subió la escalera que conducía a un enorme porche delantero. Al menos
media docena de mecedoras blancas y plantas colgantes se alineaban en el
230
frente. Una casa tan normal para estar frente a ella con tan horribles
pretensiones.
Tenía el corazón en la garganta cuando Eason llamó al timbre.
Intenté hacerme la desentendida, pero su adrenalina se extendió a mí
mientras permanecíamos allí, esperando impacientemente, deseando y
rezando que este hombre pudiera llevarnos hasta Luna.
Después de varios segundos sin respuesta, Eason golpeó con fuerza
con su puño.
—Tranquilo —susurré, rodeando la mecedora para asomarme al
interior a través de una ventana. Los modernos muebles de cuero oscuro
decoraban la sala mientras las noticias locales aparecían en una gran
pantalla plana montada sobre la chimenea.
—¿Ves a alguien?
—No, pero la televisión está encendida.
—Entonces tiene que haber alguien ahí dentro. —Golpeó el pomo de
la puerta, gimiendo cuando no cedió—. A la mierda. Voy a ir por detrás.
—Eason... —Empecé a regañarlo, con todo un sermón sobre el
allanamiento de morada en la punta de la lengua, pero murió antes de
salir de mi boca.
De repente, un grito agudo sonó desde el interior de la casa, y sentí
que golpeaba mi cuerpo con la fuerza de un mazo.
No era Steven Barton.
No era un hombre en absoluto.
Pero no había duda. Reconocería esa voz en cualquier lugar.
Y no era la única.
—¡Luna! —gritó Eason, golpeando su hombro contra la puerta.
La ancha espalda de un hombre apareció mientras corría por el
pasillo con nuestra pequeña colgada en brazos. Sus ojos marrones como la
miel chocaron con los míos por encima de su hombro. No pude oír su voz
apagada, pero el sonido de su dulce “Bwee” sonó en mi cabeza igualmente.
—¡Está ahí dentro! —exclamé, el pánico me consumía—. Creo que se
la está llevando por la parte de atrás.
Salí por el lado de la casa. Sin embargo, Eason fue más rápido; me
pasó corriendo, sus pies martillando en el porche de madera. Con las dos
manos en la barandilla, se impulsó sobre ella y desapareció de mi vista.
231
—¡Oye! —bramó—. Detente ahí, maldición.
La sangre me retumbó en los oídos mientras doblaba la esquina
hacia los escalones de atrás, saltando todos los demás en mi camino hacia
abajo. Llegué a la parte inferior justo a tiempo para ver a Eason lanzarse y
abordar al hombre con barba que sostenía a Luna.
Luna salió volando de sus brazos y aterrizó con fuerza en la hierba,
con un gemido de dolor desgarrando su garganta.
—¡Agárrala! —me gritó Eason mientras se aferraba al hombre, que
luchaba debajo de él para alejarse. Se intercambiaron puñetazos, gruñidos
y maldiciones que resonaban en la noche, por lo demás silenciosa.
Con el corazón en la garganta, me abalancé sobre Luna. Sus brazos
ya estaban estirados al máximo para alcanzarme, con dos ríos de agua
cayendo sobre su barbilla. A mitad de camino, la levanté y la puse sobre
mi cadera, pero ella se arrastró por mi frente, temblando mientras se
abrazaba a mi cuello.
—¡Quiero a papá! —pidió entre sollozos.
—Shhh. No pasa nada. Te tengo —la tranquilicé, deslizando una
mano por su espalda.
Lo correcto era tomar a Luna e irse. Eason podía arreglárselas solo.
Le ordené a mis pies que se movieran. Mi cerebro casi lo gritó. Pero, por
alguna razón, no podía dejar de mirar al hombre que Eason luchaba por
contener.
No reconocía a Steven Barton. Nunca había visto más que la única
foto de él en mi computadora. El cabello castaño oscuro coincidía.
También la espesa barba.
Pero nada de eso explicaba por qué se me erizaban los pelos de la
nuca.
—Hijo de puta —gruñó Eason, poniéndose encima de él y rodeándole
la garganta con una mano. Usando sus rodillas, lo inmovilizó en el suelo,
levantó su puño y luego se detuvo. Completamente. De pies a cabeza. Todo
su cuerpo tenso, lleno de rabia y cargado de adrenalina se...
Se congeló.
Al igual que mi corazón, mientras el mundo entero volvía a arder a
nuestro alrededor. 232
Su nombre se deslizó por mis labios en un violento susurro.
—¿Rob?
28
Eason
—¿Qué demonios? —Respiré, el puño dirigido a la cara de mi ex
mejor amigo cayó sin fuerzas a mi lado.
La cara de mi ex mejor amigo muerto.
—Quítate de encima. —Se sacudió debajo de mí, la sangre goteando
de su labio en su barba.
Sacudí la cabeza, viendo, pero de ninguna manera creyendo que el
hombre que respiraba frente a mí pudiera estar realmente vivo.
No podía mentir. Odiaba a Rob por tantas cosas que había
descubierto desde su muerte, pero todavía había una pequeña parte
dentro de mí que chispeaba, casi feliz de ver al hombre que había
considerado mi hermano durante tantos años con pulso de nuevo.
Hasta que recordé que se había llevado a mi hija.
233
Con las dos manos alrededor de su cuello, estrellé su cabeza contra
el suelo, gruñendo:
—¡Estás muerto! Te enterramos.
Una sonrisa siniestra curvó las comisuras de su boca.
—No. Enterraron a Steven. Ese maldito tonto se merecía morir.
Activar el explosivo en el sótano demasiado pronto. El maldito aficionado
me costó toda mi maldita vida.
Parpadeé, literalmente nada de aquel momento tenía sentido. Tenía
muchas preguntas, pero mi mente no podía concentrarse en una lo
suficiente como para hacerla. Fue el grito de Luna detrás de mí lo que
finalmente rompió mi conmoción.
Levanté la mirada y encontré a mi mujer sosteniéndola a unos
metros, con el rostro pálido, como si hubiera visto un fantasma. Lo que, en
realidad, había visto. Pero tenía a mi hija, a mi bebé, a salvo en sus
brazos, fuera del alcance de quienquiera que fuera este loco debajo de mí.
Incluso con la tormenta de mierda que se estaba gestando a mí alrededor,
conseguí dejar escapar un suspiro de alivio.
Bree empezó a dar un paso adelante, pero se quedó paralizada, la
conmoción la dejó incapaz de acercarse más.
—¿Cómo saliste? —Su voz temblaba, pero sus palabras eran
claras—. Nadie podría haber sobrevivido a la segunda explosión.
—Nadie debería haber sobrevivido a la primera. Y sin embargo, aquí
estamos —siseó Rob.
No quería apartar los ojos de Luna, temiendo que, si apartaba la
mirada, me viera empujado de nuevo a la pesadilla de no saber dónde
estaba. Pero fue la risa maníaca de Rob la que me hizo sentir escalofríos,
obligándome a concentrarme en él.
—Dios, esto es tan condenadamente poético. Eason, deberías
escribir una canción sobre esta mierda. Tal vez por una vez sea buena.
Un golpe bajo del hombre que había pasado años animándome a
perseguir mis sueños. Pero mientras más palabras salían de él, más me
decía que ese hombre ya no existía.
Tal vez nunca lo había hecho.
»¿Tienes idea de lo difícil que fue encontrar a alguien dispuesto a
matarlos? Pasé meses desviando el dinero de Prism. Planeé cada maldito 234
detalle, hasta cómo Jessica pasaría su tiempo descansando en la piscina,
o mejor aún, de rodillas, tratándome como un puto rey. —Incluso con mis
manos todavía alrededor de su garganta, consiguió girar la cabeza para
mirar a su mujer. No, a la mierda. Mi mujer—. Tu póliza de seguro de vida
iba a permitirnos la vida que ambos merecíamos. Medio millón de jodidos
dólares desperdiciados en Steven Barton y al final, ella fue la única que
murió. —Dejó escapar un gruñido bajo lleno de dolor.
El aire que nos rodeaba se quedó estático, y en ese momento, al
inmovilizarlo contra la tierra, en la que debería estar a dos metros de
profundidad, pude sentir el fuego lamiéndome el cuello de nuevo.
El miedo al despertarme cubierto de escombros.
El dolor al cortarme las manos, buscando a Jessica entre los
escombros.
La agonía sin igual cuando me quedé fuera, sabiendo que había
fallado a mi mujer y a mi mejor amigo.
—¿Tú hiciste esto? —Me quejé, las piezas de su engaño encajaron
casi tan rápido como mi puño cayó sobre su cara—. ¿Intentaste matarme?
Gruñó por la fuerza de mi puñetazo, pero su sonrisa viciosa
aumentó.
—Bueno, técnicamente, solo debía morir Bree. Jessica fue la que te
metió en el trato. Dios, te odiaba.
Quería estrangularlo hasta matarlo. Mi visión se estrechó mientras
la sangre rugía en mis oídos. Con sus viles confesiones golpeándome una y
otra vez, podría haberlo hecho sin el primer gramo de culpa.
No se podía matar a un hombre que ya estaba muerto, ¿verdad?
Pero estaba tan malditamente confundido; necesitaba respuestas más que
venganza.
—¿Qué demonios, Rob? Te acuestas con mi mujer, se enamoran, o lo
que sea que estuvieran haciendo. ¿Finges tu propia muerte y luego
secuestras a mi hija? ¿Quién demonios eres?
—No habría necesitado a Luna si esa zorra de ahí no hubiera
despedido a mi vaca lechera.
Bree jadeó y quise ir hacia ella, sostenerlas a ella y a Luna en mis
brazos mientras tratábamos de armar este enfermo y retorcido
rompecabezas, pero no podía arriesgarme a darle a Rob la oportunidad de
escapar. 235
—¡Bree, saca a Luna de aquí! —grité, con los ojos todavía clavados
en un rostro que me resultaba familiar y extraño a la vez. Podía oír sus
pasos, pero en lugar de alejarse, se acercaron.
—¿A quién demonios tenías en Prism? —pronunció.
—Oh, no te sorprendas tanto. Probablemente había una fila de
personas que habrían estado encantadas de ayudarme a destruirte. Doug
fue el primero al que sorprendí robando dinero. Y ahora no hay ni una sola
posibilidad de que no vaya a volverse contra mí en cuanto llegue su juicio.
Cinco millones era mi última oportunidad de un viaje de ida a México. —Se
retorció debajo de mí—. Quítate de encima. No puedo respirar.
Me incliné hacia su cara, una gota de mi sudor goteando en su
frente.
—Bien. Bienvenido al infierno que hemos estado viviendo durante
los últimos dos años. —Aunque me pregunté brevemente si había sido un
infierno. Tenía la mejor familia, la mejor mujer y ahora una carrera con la
que siempre había soñado. La angustia había valido la pena.
—Oh, vamos. No ha sido tan malo —se burló—. No has perdido el
tiempo y te has colado en mi vida... o en mi mujer. —Apartó sus ojos de mí
y ese baboso hijo de puta le guiñó un ojo a Bree—. Me imaginé que todavía
te tendría en la casa de la piscina, pero después de esa actuación en los
Grammy, supongo que te trasladó al piso de arriba. —Se rio antes de
escupirme a la cara—. Nunca pensé que lo conseguirías y mucho menos
con el coño helado de mi mujer en tu brazo.
—¿Qué? —Respiró Bree.
—He dicho que con el coño helado...
No terminó la frase antes de que le golpeara de nuevo la boca. No era
un hombre violento, pero me sentía bien al sentir los huesos de mis
nudillos crujiendo contra su cara.
—¡Deja de pegarme maldición! —gruñó mientras movía las caderas—
. O juro por Dios que te voy a romper el cuello.
Fue mi turno de sonreír, aunque no tenía ni la mitad de la
repugnante suficiencia que tenía él.
—Ya intentaste matarme una vez, imbécil. ¿Cómo te funcionó?
Bree volvió a meterse en esta maldita conversación.
—¿Tenías a Doug malversando dinero para ti?
Rob se rio.
—Llevaba años haciéndolo. Cuando me jodieron en el incendio, le
236
dije que si yo caía también él. Entonces el dinero se convirtió en algo mío.
—¿Por qué? —Quiso saber Bree, el dolor tan claro en su voz que hizo
que se me calentara la sangre.
—¿Por qué? ¿Qué? La mierda no salió como estaba previsto. ¿Qué
quieres de mí? La maldita casa explotó demasiado pronto. No es ciencia
espacial. Salí por la parte de atrás, pero mi vida se acabó en el momento
en que los vi delante. No iba a dejar que todo el trabajo que hice fuera para
nada. Con Steven muerto, volví a su casa y decidí empezar de nuevo.
Utilicé el dinero para conseguir algo que no fuera una cabaña destartalada
de mierda y me quedé cerca para vigilar a Doug. Lo último que necesitaba
era que a ese bastardo le creciera la conciencia.
—Sabes que existe esa cosita llamada divorcio, ¿verdad? —le
preguntó ella.
—Sí. ¿Así que podrías quedarte con mi empresa y utilizar a los niños
para llevarme por la polla el resto de mi vida? A la mierda con eso. Casado
o no, prefiero estar muerto que vivir otro maldito día en el que tenga que
entregarte mis pelotas. Y sorpresa, sorpresa. Aquí estás, jodiéndome de
nuevo. Solo necesitaba una salida.
—No. ¡Necesitabas una salida sin parecer un fracasado! —siseó,
acunando la cara de Luna en la curva de su cuello—. Tu pobre y precioso
ego. Prism estaba en números rojos. Tu plan para acabar conmigo y con
Eason fracasó. Mataste a tu propia novia. Todo lo que has tocado ha sido
un fracaso tras otro.
—¡Cierra la maldita boca! —bramó, luchando debajo de mí; pero lo
mantuve inmovilizado.
—Te cerraré la maldita boca —gruñí, sintiendo la garganta como si
me hubiera tragado una hoja de afeitar—. ¿Pensaste que, ahora que tengo
un poco de dinero, secuestrar a mi hija sería tu boleto a la libertad?
—Oh, Eason. Siempre fuiste tan jodidamente crédulo.
¿Honestamente crees que esa niña de allí es tuya? Tú y Jessica estaban
follando ¿cuántas veces? ¿Una vez al mes? La follaba a diario. Algunas
veces cuando estabas en la otra habitación. ¿Por qué crees que Luna se
parece tanto a Asher y Madison? Odio ser el que te lo diga, pero Luna
Maxwell es en realidad Luna Winters.
Fue mi turno de ofrecer una sonrisa de suficiencia.
—Oh, Rob. —Lo imité—. Siempre fuiste tan jodidamente egoísta.
Puede que Jessica te dijera que Luna era tuya, pero nunca hiciste una 237
prueba de ADN, ¿verdad? Me llamas crédulo, pero todo lo que hizo falta
fue que una mujer te pusiera la boca en la polla cuando quisieras y te
creíste cualquier línea de mierda que te dieran. Encontramos tu otro
teléfono. Los mensajes, las malditas fotos. Sabíamos lo de la aventura y
cómo pensabas que Luna era biológicamente tuya. Solo que yo no era tan
estúpido para creer ciegamente algo que me dijeran.
Apreté mis dedos alrededor de su garganta mientras acercaba mi
cara a la suya hasta que nuestras narices se tocaron. Con más placer del
que jamás había experimentado, le conté la verdad.
»Luna es mía.
Sus ojos se abrieron de par en par y, por primera vez desde que
había empezado esta locura, pareció sorprendido.
—Estás mintiendo.
—Lo siento. A diferencia de Jessica, el ADN no miente. ¿Y quieres oír
mi parte favorita? Ahora, Bree también es mía. ¿Tu hijo Asher? Mío.
¿Madison? Mía. ¿Una vida libre y fácil, no pudriéndose en una celda? —
Bajé la voz y declaré—: Mía. Así que dime, Rob. ¿Quién es el maldito
ganador en esta situación?
Con toda la adrenalina que había corrido por mis venas, lo que me
liberó no fue el sonido satisfactorio de la carne contra la carne al golpear al
hombre que había puesto nuestro mundo patas arriba. Fue la forma en
que la cara de Rob recorrió toda la gama de emociones al darse cuenta de
que había tirado su vida por una mujer que no había hecho más que
manipularnos a todos.
Es posible que haya querido matarlo unos minutos antes y si soy
sincero, el impulso aún ardía en el borde de mi mente. Pero la dulce
victoria de saber que había sido capaz de dar la noticia que más le sacudía
era toda la justicia que necesitaba.
Bree y yo permanecimos en silencio después de eso. Finalmente llevó
a Luna a la parte delantera de la casa y esperó a la policía. Rob gritó
mucho mientras esperábamos. Gritando y maldiciendo. Lanzando insultos
y amenazas de muerte como si fueran su segunda lengua. Pero nada de
eso importaba ya.
Porque de una vez por todas, Rob Winters ya no importaba.
El agente Garrett y su equipo llegaron pronto. En cuanto pude soltar
mi agarre sobre aquel psicópata delirante, salí por la casa en busca de mi
hija. 238
Luna se lanzó a mis brazos, todavía llorando en silencio. Su calor
descongeló de inmediato el hielo que se había formado en mis venas en
cuanto supe que había desaparecido.
—Shhh, papá te tiene. Ya se acabó.
Incluso desde el frente, podíamos oír a Rob seguir luchando con los
oficiales, gritándonos a mí y a Bree como si de alguna manera hubiéramos
causado su caída en desgracia.
Justo después del incendio, había pasado demasiado tiempo
culpándome por las cosas que no podía controlar. Había llorado la pérdida
de una esposa que nunca me había amado y de un hombre que se había
hecho pasar por mi mejor amigo pero que había estado dispuesto a
matarme para hacerse con una idea de mierda que tenía sobre la vida
perfecta.
Me había quedado despierto en la cama demasiadas noches,
repitiendo el incendio en mi cabeza una y otra vez, con el agrio sentimiento
de culpa revolviéndose en mi estómago porque pensaba que había salvado
a la mujer equivocada.
Pero con mi hija en la cadera y Bree a mi lado mientras nos
dirigíamos a casa con nuestra familia, supe que había salvado
exactamente a la correcta.

239
29
Bree
—Oye, Dul, ¿has visto mis llaves? —preguntó Eason, con sus anchos
hombros llenando mi puerta.
Puse los ojos en blanco ante su incesante uso de ese tonto apodo.
Solo me llamaba así cuando intentaba tomarme el pelo. Y con Eason, en
cuanto conseguía la reacción que buscaba, se inclinaba y me besaba sin
aliento. Que me llamara Dul era un pequeño sacrificio que hacer.
Le miré desde el suelo, donde estaba tapando una caja de mis
bragas.
—Comprueba el gancho junto a la puerta trasera. Tuve que mover el
Tahoe al garaje cuando llegaron los empacadores. —Hice una pausa y traté
de reprimir una sonrisa—. Y deja de llamarme Dul.
—Sabes que no puedo hacerlo. —Con una sonrisa de oreja a oreja,
se acercó a mí. Me agarró por la nuca, se dobló por las caderas y se agachó
240
para cumplir con su rutina de Dul.
Le mordí el labio inferior, pidiéndole más, y Eason nunca me negaba
nada. Abrió la boca y sacó la lengua para enredarla con la mía.
Con un gruñido bajo, preguntó:
—No se llevarán las camas esta noche, ¿verdad?
Dejé escapar una carcajada y apoyé mi mano en un lado de su cara.
—No, solo están recogiendo las cosas. Los de la mudanza vendrán
mañana. Aunque nuestra mejor opción va a ser una ducha después de que
todos se duerman.
Habían pasado dos semanas desde el arresto de Rob.
Dos semanas tratando de entender por qué había hecho lo que había
hecho.
De intentar relajarme sin que los recuerdos de esas horas mientras
Luna estaba desaparecida asolaran nuestros pensamientos.
La traición de descubrir que tu marido estaba enamorado de tu
mejor amiga fue un puñal en el corazón. La realidad de que te odiaban
tanto que estaban dispuestos a mandarte matar era más bien como ser
atropellado por un tren.
Con Rob en custodia, Doug cantó como un pájaro, lanzando a mi
exmarido tan debajo del autobús que le golpeó con cada rueda.
Según la declaración de Doug a la policía, confesó haber presentado
a Steven Barton a Rob, pero mantuvo su inocencia sobre todo lo que había
ocurrido después. Aunque el hecho de que siguiera enviando dinero a un
supuesto muerto cada mes decía lo contrario.
Si Rob no hubiera sido un maníaco tan codicioso y ávido de poder y
no hubiera ido por Luna, probablemente también se habría salido con la
suya.
Todavía me asombraba que hubiera elegido llevársela a ella. Y no a
Asher o Madison, los niños que había criado desde su nacimiento. Pero, de
nuevo, había pensado que Luna era su hija con su querida Jessica.
Era pura especulación, ya que Rob se había negado a cooperar con
la policía. Pero pensaba que había una parte de él que simplemente quería
castigar a Eason. Verlo triunfar en ese escenario de los Grammy, saber
que sus sueños se hacían realidad mientras él se sentaba solo en la 241
clandestinidad, con su buen nombre en una lápida, tuvo que haber
encendido un frenesí de celos.
Rob siempre pareció apoyar la música de Eason pero, mirando hacia
atrás, estaba empezando a pensar que su amistad solo había existido
porque Rob siempre había esperado que Eason fracasara. Rob tenía que
hacer el papel de héroe, alentando a Eason, predicándole que el mundo
estaba al alcance de su mano, mientras encontraba paz en su suposición
de que Eason nunca sería capaz de superarlo en ningún aspecto de la
vida.
Hasta que lo hizo.
Y Rob se volvió loco.
Honestamente, el complejo de inferioridad de Rob constituía la
mayor parte de sus problemas. Lo había ocultado bien, pero no podía
soportar la idea de que su esposa tuviera más éxito que él. Antes de que
renunciara después de tener a Asher, ganaba más dinero que él. Tenía una
posición más alta que él. Prism era mío y, mientras yo veía nuestro trabajo
juntos como una asociación, claramente él no lo hacía. Nunca le pedí a
Rob que se pusiera a mi sombra, pero demostró ser solo un hombre
inseguro, asustado por la oscuridad que proyectaba su esposa.
Eason y yo todavía teníamos muchas preguntas. La mayoría
empezaban con por qué. Pero independientemente de cuántas respuestas
obtuviéramos o, como resultó, no obtuviéramos, las locas y desquiciadas
acciones de Rob y Jessica nunca tendrían verdadero sentido.
Juntos, Eason y yo podíamos aceptarlo. Éramos adultos con
facturas de terapia extremas. Los niños estaban teniendo un camino más
difícil en las cosas. Luna tenía pesadillas hasta el punto de que Eason la
había trasladado a nuestra habitación. En el fondo, eso tenía tanto que ver
con sus miedos como con los de ella. Pero, de nuevo, juntos, estábamos
trabajando en nuestro camino a través de ello.
Aunque Asher se sintió aliviado al descubrir que no había visto un
fantasma y pareció aceptar nuestras profusas disculpas por no haber
tomado sus acusaciones con más seriedad, luchó con la verdad sobre lo
que había hecho su padre. Se lo contamos con la mayor delicadeza posible
tras consultar a un psicólogo infantil, pero no había forma de endulzar ese
tipo de depravación. Su diluvio de preguntas pasó de las relacionadas con
el cielo a otras como si papá iba a volver y llevárselo a él o a Madison en
mitad de la noche. O si Rob podía hacer que nuestra casa se incendiara
desde la cárcel. Le aseguramos que ninguna de esas cosas era posible,
pero nos preguntó si podía dormir un tiempo en nuestra habitación. Y,
242
aunque Madison parecía sobrellevarlo bastante bien, no íbamos a dejar de
lado a mi niña.
Cada noche, los cinco nos amontonábamos en esa cama. Dormíamos
poco, con los codos clavados en mis costillas y, en más de una ocasión,
con Eason con un pie en sus regiones inferiores. Sin embargo, estábamos
juntos y a salvo, así que los pocos minutos de descanso que conseguíamos
eran los más tranquilos de todos.
Siempre me había empeñado en darles a los niños una sensación de
estabilidad tras la muerte de Rob. Pero, cuando esa estabilidad se vio
empañada por el miedo y el trauma, llegó el momento de irse.
No tenía intención de volver a trabajar en Prism. Y solo en parte era
por el papel que había jugado en el atentado contra nuestras vidas cortesía
de Rob. La mayor razón era que simplemente no quería hacerlo.
Después de todo lo que habíamos pasado, mi familia me necesitaba
más que nunca. Y, a decir verdad, yo los necesitaba cien veces más.
En el momento en que el FBI cerró su auditoría, vendí la empresa. El
negocio iba bien, aunque la noticia del regreso de Rob de entre los muertos
había llegado a los medios de comunicación y había ensuciado nuestro
buen nombre. Pero todavía teníamos muchas ofertas de todo el mundo.
Sin nada más que nos retuviera en Atlanta, Eason y yo tuvimos una
larga charla. Su carrera estaba despegando y, para ello, necesitaba estar
en Los Ángeles. Nosotros necesitábamos estar con él.
Y así se tomó la decisión. En menos de veinticuatro horas nuestra
pequeña familia se iba a California.
El hombre de mis sueños me sonrió.
—Mmm, podría tomar otra ducha contigo. —Volvió a besar mis
labios y se levantó—. Si tenemos empacadores aquí, ¿por qué estás
sentada empacando tus cosas?
—Oh, claro. ¿Por qué no vas a buscar a uno de los chicos y le dices
que venga a empaquetar mi ropa interior?
Dejó escapar un jadeo horrorizado.
—De ninguna manera, ningún hombre va a tocar las bragas de
abuela de mi mujer.
Me eché a reír.
—¡Oye! También tengo cosas sexis.
—Sí, pero ya sabes lo que hacen por mí esas bragas de abuela de
243
algodón blanco. —Se mordió el labio inferior y movió las cejas.
Dios, me encantaba ese hombre tan ridículo.
Le di un manotazo, pero saltó, alejándose de mi alcance, riéndose.
Cuando por fin se puso sobrio, puso las manos en las caderas.
—Veo que aún no has probado mis M&M’s rojos.
Seguí su mirada hacia la mesita de noche y me encogí de hombros.
—Supongo que últimamente no me apetecen mucho los dulces.
—Hmmm. —Volvió a dirigir su mirada sexy hacia mí—. ¿Piensas
hacerlo antes de que nos vayamos mañana?
Lo miré con desconfianza.
—No lo había planeado.
—¡Chicos, mamá tiene caramelos! —gritó mientras me miraba
fijamente—. ¿Y ahora qué?
—¡Eason! Es casi la hora de la cena. Y, si tienes alguna esperanza de
que se duerman esta noche para que consigas esa ducha sexy, no estoy
segura de que los caramelos sean la forma de hacerlo.
—Hmmm, supongo que no lo pensé bien. Pero ya es demasiado
tarde. —Se encogió de hombros con indiferencia mientras el sonido de una
estampida subía las escaleras.
Asher llegó primero.
—Quiero caramelos.
Madison fue la siguiente, con las manos levantadas por encima de
su cabeza.
—Yo. Yo. Yo.
Luna apareció en la retaguardia.
—¡Necesito caramelos!
Eason agarró el tarro de la mesita de noche y me lo acercó. Cuatro
manos ansiosas se extendieron frente a mí. Sí. Cuatro. Eason tenía la suya
pegada al frente y al centro.
Desenroscando la tapa, negué con la cabeza.
—Dos cada uno.
244
—¡Dos! —se quejó Asher —. ¡Eason nos prometió diez!
Golpeó a Asher con su cadera.
—Chico, no me metas en problemas.
Asher soltó una risita, cayendo a un lado, con la mano aún
extendida mientras se ponía de pie.
—Psh. ¿Diez? Eason estaba contando historias otra vez. —La tapa se
soltó y la levanté—. Porque no hay...
Y así, sin más, no quedaban más palabras en el idioma inglés.
Bien, bueno, tal vez una.
—¡Eason! —exclamé jadeante, con los ojos llenos de lágrimas
mientras miraba un precioso solitario de diamante de corte esmeralda.
—¿Lo escondiste en los M&M’s? —lo interrogó Asher, claramente
metido en el plan.
Levanté la cabeza y me encontré con Eason de rodillas en medio de
los niños. Sus pequeñas manos no bajaron ni siquiera cuando empezó a
hablar.
—Te he amado desde antes de saber que te amaba. Te he amado
desde antes de lo que debía. Y seguiré amándote cada día, por el resto de
la eternidad. No puedo decirte que la vida será siempre fácil. Seamos
sinceros, a veces seguiré llamándote Dul.
Me reí y una lágrima rodó por mi mejilla.
La limpió antes de continuar.
»Pero puedo decirte que siempre estaré aquí para ti en todo lo que
necesites. Seré tu mejor amigo. Tu mayor fan. El hombre que te vuelve
loca en lo bueno y en lo malo. No me importa cómo me necesites o incluso
si me necesitas si quiera: seguiré aquí, considerándome el hombre más
afortunado del planeta mientras hagamos esta vida juntos. —Levantó el
anillo de diamantes del frasco y lo sostuvo frente a él—. Bree, ¿me harás el
mayor honor de mi vida y te casarás conmigo?
Este.
Hombre.
Pensé que mi vida había terminado el día del incendio, pero poco
había sabido, al despertar en sus brazos fuera de aquel infierno furioso,
que solo era el comienzo de la eternidad. 245
Era, con mucho, la pregunta más fácil que jamás respondería.
—Sí —pronuncié. Poniéndome de rodillas, le rodeé el cuello con mis
brazos, repitiendo—: Sí, sí, sí, sí.
Me colocó el anillo en el dedo y luego soltó una fuerte carcajada,
poniéndose de pie conmigo en sus brazos.
—¡Ha dicho que sí! Eso significa que se van a casar —explicó Asher a
las chicas.
Una ronda de vítores y risas estalló a nuestro alrededor mientras
Eason me daba besos por toda la cara.
Una idea me asaltó y me aparté para ver sus ojos.
—¿Cuánto tiempo lleva ese anillo en ese frasco?
Sonrió con orgullo.
—Desde que lo traje a casa desde California.
—¿Pensabas decírmelo alguna vez?
—Bueno, sé cuánto te encantan las sorpresas.
Me reí.
—Esta me ha gustado.
—Bien. No quiero oír ni una sola palabra de que me voy a comer tus
M&M’s rojos a partir de ahora. Ya me habría acabado el tarro.
Podría tener todos los M&M’s del mundo por lo que me importa.
Incluso podía llamarme Dul, aunque no iba a decírselo.
—Te amo.
Sonrió con la sonrisa más hermosa que jamás había visto, y como
era Eason, eso era decir mucho.
—Yo también te amo.

246
Epílogo
Eason
Dos años después

—Y los nominados al Álbum del Año son... —anunció un hombre,


pero yo estaba demasiado ocupado mirando a mi mujer como para
concentrarme en el escenario.
—Habla conmigo —susurré.
Bree exhaló una respiración controlada y se agarró a mi muslo con
dolorosa fuerza.
—Relájate. La cámara está a punto de llegar a ti.
—Me importa una mierda la cámara si...
Las notas iniciales de mi éxito número uno sonaron en el Staples
Center mientras el presentador, que reconocí tardíamente como Shawn
Hill, anunciaba mi nominación:
247
—From the Embers, Eason Maxwell.
Me enderecé en mi asiento y esbocé una sonrisa que recé para que
pareciera más genuina de lo que era.
Levee se giró en su asiento frente a nosotros y me lanzó una sonrisa
radiante.
—Lo has conseguido.
No estaba seguro de que tuviera razón. Por otra parte, tampoco
estaba seguro de que importara.
Después de mudarme a Los Ángeles, la vida había cambiado por
completo. Y gracias a Dios por eso. No es que no tuviera buenos recuerdos
en Atlanta. Jugar con los niños en el patio trasero. Enamorarme de Bree
alrededor de la hoguera. Los niños riéndose mientras Oreo trepaba por las
cortinas como un gato drogado. Pero nada de eso tenía que acabar por
nuestra ubicación. Todas las personas con las que compartí esos
recuerdos estaban conmigo, felino loco incluido.
Tardamos unas dos semanas en encontrar la casa de nuestros
sueños en California. Costó un dineral en comparación con el mercado
inmobiliario de Georgia, pero mi anticipo de Downside Up cubrió con
creces las cosas. Bree se enamoró de la puerta de seguridad que cruzaba
el camino de entrada y de las cámaras que había en cada esquina, y los
niños se enamoraron de la piscina o, más exactamente, del tobogán de
agua que llevaba a la piscina. Yo me enamoré del hecho de que ellos se
habían enamorado. Todos salimos ganando.
En cuanto recibimos las llaves, contraté a una empresa para que
nos construyera una hoguera más grande y mejor, sobre todo porque no
incluía fuego. Dos sofás curvos rodeaban un círculo de ladrillos, pero el
recipiente para quemar era el centro de una fuente de agua invertida. Era
lo suficientemente silencioso como para que pudiera seguir oyendo los
zumbidos de Bree, pero lo suficientemente relajante como para que
pudiéramos sentarnos allí durante horas en noches estresantes, perdidos
en nuestros pensamientos, solos y juntos.
Incluso después de mudarnos, los niños tardaron en adaptarse a la
vida tras el dramático regreso de Rob. Poco a poco Luna había resurgido
como la niña descarada y salvaje que siempre había sido. Madison sonreía
y reía con ella a cada paso. La recuperación emocional de Asher fue un
poco más cuesta arriba. No confiaba en nadie. Se cuestionaba todo. El solo
hecho de aclimatarse a una nueva escuela casi lo quebró. Ver a mi chico
248
extrovertido y enamorado encerrarse en sí mismo me hizo odiar mucho
más a Rob Winters. Y hay que tener en cuenta que ya odiaba a ese imbécil
con la ira de un tigre rabioso, así que en verdad eso era mucho decir.
No fue hasta seis meses después, cuando Rob aceptó un acuerdo de
cadena perpetua para evitar la posibilidad de la pena de muerte, que Asher
pareció finalmente relajarse. Antes de salir de Atlanta, los tribunales
habían aprobado la petición de Bree de disolver su matrimonio
inmediatamente. Pero, con algo aún mayor, como parte de la sentencia de
Rob, el juez le quitó también la patria potestad.
Ese fue el día en que todo cambió para Asher. Saber que Rob estaba
en la cárcel era una cosa, pero saber que nunca saldría era otra. Sin
embargo, las lágrimas en sus ojos y el alivio en su cara cuando le
explicamos que Rob ya no sería legalmente su padre curaron heridas
dentro de mí que ni siquiera me había dado cuenta de que aún llevaba.
Saber que Asher había sentido ese miedo, que le preocupaba tener que ir a
visitar al hombre que había secuestrado a su hermana y que le
aterrorizaba que, de alguna manera, volviera por él, me destrozó de
muchas maneras diferentes.
Sin embargo, cuando me miró y me preguntó:
—¿Significa eso que por fin puedes ser mi verdadero padre? —Todas
las piezas de mi corazón encajaron en su sitio.
No pude decir que sí lo suficientemente rápido, pero tampoco pude
decir nada más allá de la emoción alojada en mi garganta. Tomé a mi hijo
en brazos y asentí al menos una docena de veces. Bree se excusó
rápidamente y, un rato después, la encontré sentada en el suelo de la
despensa, llorando y separando los M&M’s rojos de su alijo secreto.
—Puedes quedarte con todos los rojos durante el resto de nuestras
vidas por eso —graznó.
Los M&M’s rojos me importaban un bledo; los robaba todos de todos
modos. Pero adoptar a Asher y Madison no era un favor o una buena
acción que mereciera una recompensa. Eran mis hijos. Y punto. Listo. Fin
de la historia.
Bree y yo aún no nos habíamos casado. Estábamos planeando unas
pequeñas vacaciones familiares a Jamaica en primavera cuando mi agenda
se abriera. Sin embargo, tan pronto como el tribunal abrió al día siguiente,
estábamos de pie en los escalones delanteros. Si íbamos a hacer oficial
nuestra familia, no iba a andarme con medias tintas.
Delante de un secretario del condado, con un vestido de verano
249
blanco mientras yo llevaba unos jeans y una camisa azul pálido, sin
corbata, Bree Winters se convirtió en Bree Maxwell. Y entonces, cuatro
meses después, tras una pila kilométrica de papeleo, un juez concedió
nuestra solicitud de adopción, convirtiéndome en el padre legal de Asher
Maxwell, Madison Maxwell y, por supuesto, de su radiante y vertiginosa
hermanita, Luna Maxwell.
Sin embargo, en este momento, me preocupaba más que nuestro
cuarto hijo debutara en medio de los Grammys.
Tan rápido como la cámara cambió a la siguiente candidata, mi
sonrisa cayó y me giré hacia Bree.
—Tienes que decirme algo. ¿Cómo de seguidas son tus
contracciones?
Sus labios cayeron.
—¿Te refieres a las de esta mañana o a las de ahora?
—¿Tenías contracciones esta mañana? —siseé—. Jesús, Bree. ¿Qué
demonios estamos haciendo aquí, entonces?
Cruzó los brazos sobre el pecho, apoyándolos sobre su redondo
estómago, y me lanzó mi mirada favorita.
—No sé tú, pero yo estoy a punto de ver a mi marido ganar un
Grammy. —Hizo una pausa, cerrando los ojos, antes de aspirar un fuerte
aliento entre los dientes.
Cualquier otro día en el que el nacimiento de mi hijo no corriera el
riesgo de ser un acontecimiento televisado, me habría conmovido su
apoyo. Ese día, con sus treinta y ocho semanas de embarazo y sus
contracciones, solo me movía a salir de allí.
—Ya está. Vámonos. Te voy a llevar al hospital.
Sacando su brazo de mi agarre, inclinó la cabeza.
—¿Quieres parar? Estoy bien. Las contracciones aún no son
regulares. Pero, incluso si estuviera coronando, hay exactamente un cero
por ciento de posibilidades de que te deje perderte esto. Así que siéntate,
relájate, sonríe y disfruta del momento por el que te has dejado la piel.
Apreté los dientes.
Bree era la mujer más obstinada y ferozmente independiente que
había conocido. Y aunque normalmente eran cualidades que admiraba,
con los nervios revueltos en el estómago, no eran mis atributos favoritos de 250
ella en ese momento.
—Te juro que si te pones de parto y Shawn Hill se pone a mirar por
encima de tu vestido mientras yo me veo obligado a recibir a nuestro hijo,
no te lo perdono nunca.
Dejó escapar una risa silenciosa.
—Genial. Bueno, ahora has arruinado mi plan. Todo el mundo sabe
que no hay nada más sexy que el parto.
No menos nervioso, le sonreí.
—Tengo mis ojos puestos en ti, Maxwell.
Volvió a reír, pero terminó con otra mueca de dolor.
»No son regulares, ¿eh?
Apretando la mandíbula, negó con la cabeza. Así que. Maldita sea.
Testaruda.
Apenas un año antes, nos habíamos sentado en la misma entrega de
premios con tres nominaciones en mi haber a Mejor Artista Revelación,
Canción del Año y Disco del Año. No había ganado ninguno de ellos, pero
con mi música en todas las emisoras del país y una gira como cabeza de
cartel que se vendía con la misma rapidez que las fechas, era difícil
sentirse algo más que agradecido.
Para Bree y para mí, tener otro bebé fue una decisión fácil. Yo
siempre había querido tener una manada de niños y, aunque a veces nos
parecía que era eso con los tres que ya teníamos, la idea de añadir otro
había sido más tentadora de lo que cualquiera de los dos podía resistir.
Con mi gira a punto de terminar y el trabajo en mi próximo álbum, era el
momento perfecto.
Aunque nuestra situación actual era menos que estelar.
—Y el ganador es... —La voz de Shawn Hill retumbó, obligando a mi
atención a volver al gran escenario.
Después de mi primera derrota de la noche, me había dicho que una
victoria no importaba. Me ganaba la vida con la música. Era un trabajo
que mantenía con creces a mi familia, y mi carrera había crecido hasta
niveles que ni siquiera había soñado. Tenía una esposa preciosa que me
amaba y apoyaba por completo y con todo su ser, tres hijos hermosos y
sanos en casa y otro que, con un poco de suerte, aguantaría hasta que
llegáramos al hospital.
A pesar del caos y la tragedia de mi pasado, tenía una vida que
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amaba. Ganar un Grammy no cambiaría nada de eso.
Pero seguía sonando la melodía más dulce cuando escuché:
—¡From the Embers, Eason Maxwell!
Una ola de emoción se estrelló contra mí, clavándome en mi asiento,
así que me giré hacia Bree mientras me pasaba el brazo por los hombros.
Los nombres más importantes de toda la industria aplaudieron y
vitorearon. Levee y Sam se pusieron de pie, gritando mi nombre y
dándome palmaditas en el hombro, pero fue la voz de Bree en mi oído la
que hizo que se me hiciera un nudo en la garganta.
—Esto es todo tuyo. Incluso cuando la gente insistió en que te
detuvieras y el mundo literalmente se incendió a nuestro alrededor, tú
seguiste adelante. E hiciste esto, Eason. Todo esto.
Cuando todas las demás palabras me fallaron, me las arreglé para
susurrar:
—Te amo.
—Yo también te amo —respondió antes de soltarme—. Ahora, ve a
buscar tu Grammy.
Con las manos temblorosas y los pulmones sin aliento, me levanté y
le di un beso en los labios antes de subir al escenario. Shawn me entregó
mi premio y me tomé un momento para admirarlo, absorbiendo su peso en
mis manos. Los había visto una docena de veces en los estudios y en casa
de Levee; incluso había réplicas que se vendían en las tiendas de regalos
de la ciudad.
Pero ninguno había sido mío.
Tragando con fuerza y rezando para que mi cerebro encontrara
palabras, miré a la multitud. Mi mirada se centró en el lugar donde Bree y
Levee seguían de pie mientras mi productor, Lincoln, se unía a mí en el
escenario. Hicimos todo el numerito del apretón de manos, el abrazo y la
palmadita antes de pasarle el gramófono dorado e ir hacia el micrófono.
—Yo, um, me he ganado la vida durante la última década
escribiendo letras. Pero me preocupaba demasiado que fuera a ser un mal
augurio si escribía algo para esta noche. —Me froté las palmas sudorosas,
sin tener la menor idea de qué hacer con mis manos sin un instrumento
que las llenara—. Ahora me estoy arrepintiendo.
El público se rio y aproveché para aclararme la garganta.
»Quiero empezar dando las gracias a mi esposa. Sé que muchos de
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ustedes han oído trozos de nuestra historia, pero para los que no, les daré
la versión resumida. Hace algunos años, hubo un incendio en mi casa.
Fue horrible. Perdimos varias vidas. Nuestros caminos cambiaron para
siempre. Pero los medios de comunicación informaron de que salvé la vida
de esa hermosa mujer de allí. —Clavé mis ojos en Bree, vertiendo cada
gramo de amor en mis palabras—. Pero la verdad es que ella me salvó.
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras me lanzaba un beso.
»Sin esa mujer, no existiría Eason Maxwell. —Sonreí y balanceé la
cabeza de un lado a otro—. Podría haber un Easton Maxwell, pero esa es
una historia para otro día.
Las lágrimas finalmente escaparon de sus ojos mientras reía.
»Supongo que simplemente quiero dar las gracias. A mi antiguo sello
discográfico, que permanecerá en el anonimato, por dejarme caer hace
tantos años. A Levee y a todo el equipo de Downside Up por arriesgarse
conmigo. A Asher, Madison y Luna, ustedes tres son el mayor sueño que
he tenido nunca. Gracias por dejarme ser su padre. Ha sido un viaje
salvaje, y ahora, si me disculpan, está a punto de volverse mucho más
loco. Mi maravillosa y comprensiva esposa se olvidó de mencionar que ha
estado teniendo contracciones todo el día. Probablemente debería llevarla
al hospital.
Mi productor me devolvió el premio y lo levanté en el aire finalizando
mi discurso sin guión, pero desde lo más profundo de mi corazón.
»Así que, gracias. Además, no debía decírselo a nadie, pero es una
niña. —Sonreí y le guiñé un ojo a Bree y, aunque me miró con desprecio,
la sonrisa de sus labios me dijo que no tenía demasiados problemas.
El público rugió, todo el mundo se puso en pie, todos los ojos
dirigidos a Bree. Como debe ser.
Puede que fuera yo quien creara la música.
Pero Bree siempre seria la estrella de nuestro espectáculo.
Ocho horas más tarde, Ava Grace Maxwell nació con el mismo
aspecto que sus hermanas y completó la familia que habíamos forjado
desde las brasas, como siempre debió ser.

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Sobre la autora
Originaria de Savannah, Georgia, la autora éxitos en ventas del USA
Today, Aly Martinez, vive en Carolina del Sur con sus cuatro hijos
pequeños.
Como nunca se toma a sí misma demasiado en serio, disfruta del
vino barato, las tablas de charcutería y su golden retriever levemente
neurótico. Sin embargo, debe saberse que odia la pizza y el helado, casi
tanto como escribir su biografía en tercera
persona.
Pasa el poco tiempo libre que tiene leyendo
cualquier cosa y todo lo que esta a su alcance,
preferiblemente con un vaso de vino de gran
tamaño a su lado.

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