Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ningún miembro del staff recibe alguna paga por la realización de nuestros
proyectos. Por lo que queda PROHIBIDA SU VENTA.
¡No subas esta traducción a Wattpad, ni capturas de pantalla del libro a tus
redes sociales, Y MUCHO MENOS A TIK TOK!
CONTENIDO
SINOPSIS 4 15 136
PLAYLIST 5 16 151
PARTE I 7 17 160
1 8 18 168
2 21 19 176
3 33 20 182
4 43 21 188
5 55 P A R T E III 197
6 68 22 198
7 79 23 202
8 86 24 211
9 93 25 215
10 100 26 220
P A R T E II 107 27 231
11 108 EPÍLOGO 241
12 115 SOBRE LA AUTORA 244
13 121
14 125
SINOPSIS
T y r a n t M e r c e r n o c o n c e d e d e s e o s.
Todo lo que quería era que mi hermanito volviera del hombre que se
lo llevó. Mi familia está en deuda con T y r a n t, un hombre al que odian, y
me repudian cuando los ojos del diablo se posan en mí. Ahora no hay nada
ni nadie que me proteja del cruel hombre que gobierna la ciudad desde las
sombras.
—Están justo... oh. —Lo que antes era el cajón de los utensilios de
repostería ahora está lleno de manteles individuales.
—Solo estaba...
—Hola, amigo. ¿Has pasado una buena tarde? ¿Te has portado bien
con mamá? —Sonríe y besa al niño, haciéndole cosquillas en la mejilla.
No lo soy.
Papá y yo nos miramos fijamente. Hay tantas cosas que quiere decir,
pero noto que se las guarda. No sé si no las dice porque no quiere o si está
esperando el momento oportuno. Una vez que cruce esa línea, no hay
vuelta atrás.
A los quince años, todo se torció. Las cosas se volvieron oscuras dentro
de mi cabeza después de eso, pero encontré maneras de dejar salir la
oscuridad en silencio para que nunca molestara a nadie más. No debía
molestar a nadie más. Debía estar agradecida por lo que tengo porque sé
que las cosas podrían ser mucho, mucho peores.
Un cuchillo.
—¿Qué regla?
Extiendo el brazo como si eso lo explicara todo.
—Estoy sangrando.
—¿Y?
—Es una zorra muerta si no hace lo que se le dice —suelta jersey negro,
con una mueca desagradable en los labios, y lanza un tajo al aire en mi
dirección. Está deseando que este atraco, violación o lo que sea vuelva a
su cauce.
Mi pulso se acelera tanto que me hace sentir mal, pero no son estos
chicos los que me dan miedo. Cómo se atreven estos idiotas a burlarse de
mí con algo tan estúpido como ese cuchillo. Es un cuchillo de mierda, pero
no se lo merece.
Lo quiero.
Todo.
Tyrant Mercer.
—¿Quién la ha lastimado?
—Um...
—Dámelo —ordena Tyrant.
—Si dan un paso más, después de matarlos a los dos, asesinaré a sus
familias.
—Suéltame, Tyrant.
Pero primero tiene que pedírmelo. Oiré de sus propios labios que me
desea, que nos desea. Paso cada momento de mi vida obsesionado con la
forma de hacer que Vivienne me pida lo que desea, y hoy creo que he dado
con la respuesta. Desde que se me ocurrió, he estado deseando estar a
veinte centímetros de su apretado coño.
Acerco mi boca a sus tentadores labios. Ella respira suavemente,
separa la boca y sus ojos se nublan.
—He dicho que vayas con Liam, ¿o vas a seguir poniendo a prueba
mi paciencia?
Sigo con el arma apuntando a los dos chicos restantes, y les pregunto,
viendo cómo Vivienne se aleja y se mete en el asiento trasero de mi auto:
—¿Han venido los tres por aquí esta noche por casualidad, o alguien
les ha dicho que le hagan daño a mi mujer?
—Lo siento, um señor. Señor Mercer. No sabemos nada. Todo fue idea
de Bryn.
Bryn debe ser el cadáver que yace a nuestros pies. Me pregunto si
maté al único que podría decirme algo útil.
—Bryn no nos dijo nada. Solo dijo que viniéramos con él y que íbamos
a meternos con una chica.
—Una chica. Así que eso es lo que es. Una chica. —Me rio y me rasco
la sien con el cañón del arma. Pensaba que tenía todas las amenazas en
torno a Vivienne bajo control, pero al parecer, me equivocaba. Los chicos
se miran nerviosos.
—Dense la vuelta.
—No, no lo es. —Bajo la mano por debajo del asiento del conductor,
saco un botiquín y lo dejo en el asiento de al lado—. Dame el brazo. —Como
no se mueve, alargo la mano y paso su brazo por mi regazo con suavidad
pero con firmeza.
Estudia mi cara.
—¿Ahora eres médico?
Nunca consigo ser tierno con nadie. Siempre que digo las palabras
«ya casi termino» suele ser porque estoy torturando alguien hasta la muerte.
—¿Qué quieres?
Todavía.
Cuando los dos respiramos con dificultad, abro los pliegues de su coño
y admiro el espectáculo de su apretada abertura, aún más húmeda y
rosada que antes.
—Es hora de que le diga a todo el mundo que eres mía. Así te dejarán
en paz. Todos me tienen miedo, ángel.
—No se lo digas a nadie, por favor —dice, con la voz apagada sobre
el asiento de cuero.
—¿Nada en secreto? Abre más las rodillas, ángel. Deja que te meta
los dedos hasta el fondo.
Como la buena chica que es, Vivienne separa las piernas para mí y se
arquea ante mis caricias, gimiendo:
—Por favor.
—Esa es mi putita.
Por supuesto que sí. Es asunto mío saber todo lo que pasa en esta
ciudad, sobre todo cuando se trata de Vivienne. Entre semana tiene la
agenda repleta de clases, estudio y costura, y los sábados los llena de
museos, galerías y compras de segunda mano. Los domingos por la mañana
lava la ropa, pero las tardes son largas y vacías. Los domingos por la tarde
es cuando puede hacer algo peligroso.
—Necesito ver más de ti. —Toco el botón del cuello de su blusa.
—Nada.
—Nada... nuevo.
—Pues enséñamelo.
—Di lo que dijiste la primera vez —susurra Vivienne, con las manos
cubriéndose la cara como si tuviera miedo de lo que va a ver en mis ojos.
—Vivienne. Mírame.
Titubea y baja las manos con miedo. Tomo su barbilla y hago que me
mire a los ojos para que sienta todo lo que quiero decir.
—Eres solo para mí, ángel. Maté al imbécil que te cortó, y si alguien
más te toca, le meteré una bala en la cabeza.
—¿Me crees?
—No entiendo por qué estás aquí. No tenemos sentido juntos —dice
desesperada, embelesada por la visión de mi ancha cabeza jugando sobre
su clítoris mientras me muevo lentamente hacia adelante y hacia atrás.
Tyrant ha dicho todo tipo de locuras mientras tenemos sexo, pero esta
es la más loca.
—Quiero que dure. —Estar aquí con él significa que mi mundo se llena
de color y luz, lo cual es irónico teniendo en cuenta que me está follando el
hombre con el corazón más oscuro de Henson.
—Entonces ten otro orgasmo. Y otro más. Córrete tantas veces como
quieras, ángel. No pararé de follarte hasta que seas un desastre bien
mojado.
Jadeo y retiro los dedos, pero aun así voy a correrme. No debería
animarlo hablar así corriéndome, porque entonces podría hacerlo de
verdad, y realmente no podré pensar en anticonceptivos si estoy
inconsciente.
Entonces me acuerdo.
—No, pero...
—Oh, joder, sí, ángel —gime Tyrant, con los ojos medio cerrados.
Apenas se retira antes de empujar duro y profundo de nuevo—. Eso es. Mi.
Buena. Chica. —Enfatiza cada palabra con otro empujón.
—¿Rosa? ¿Amarillo? ¿Qué tal una esmeralda? Una que haga juego
con tus ojos. ¿Sabes qué es lo más sexy? Mujeres con vestidos de novia largos
y blancos con una barriguita de embarazada.
—Suéltame.
—Dale un minuto.
—Treinta y cuatro.
Me subo las copas del sujetador por encima de los pezones y busco
mi blusa rota y ensangrentada. Al levantarla, veo que está completamente
estropeada.
Asiento, pero me siento patética por estar triste por una blusa. Una
niña enfadada porque alguien ha pisado su proyecto de arte.
—Lo siento, ángel. —Tyrant suena como si realmente lo sintiera.
—Puedo hacerlo.
Me abre con los dedos y me frota lentamente con los pañuelos. Mis
pestañas se agitan y respiro hondo. Esto me parece incluso más íntimo que
tener sexo con él.
—Chúpalo.
—¿Perdón?
—¿Qué quieres decir, como hiciste las otras veces? ¿Tomaste el Plan
B?
Tyrant se pasa las manos por el cabello y maldice en voz alta, con la
ira brillando en sus ojos.
—Sí, señor.
Vivienne me lanza una mirada que dice que lo sabe todo sobre la
gente mala de Henson, y sale de mi auto con los labios y el culo enrojecido,
y las entrañas cubiertas de mi semen. La observo hasta que ha introducido
el código de la puerta y está a salvo dentro de su edificio,
Miro el reloj.
El farmacéutico no se ríe.
Mi sonrisa se ensancha.
—No es mi pareja. Todavía. Por alguna razón, esta cosita tan dulce
parece tenerme miedo. ¿Tienes algún consejo sobre citas?
Oliver murmura.
—Lo siento, no soy bueno con las chicas. Tienes... sangre en la boca.
—Porque yo lo digo.
Será demasiado tarde para que Vivienne tome la píldora del día
después. Perfecto. Saco la cartera, dejo un montón de billetes en el
mostrador y me doy la vuelta.
Sonrío al joven.
—No lo creía.
Quince minutos más tarde llegamos a una calle en la que hay un taller
de reparación de automóviles, un almacén de material eléctrico y una
cafetería cerrada por la noche. Entre la cafetería y el almacén hay una
puerta metálica pesada y anodina, arañada y abollada por el paso de los
clientes.
El club de la calle Yancy fue el tercero que abrí, a los veintiún años.
Fue mi cuartel general durante años, antes de que se trasladaran al club de
la avenida Larch, más lujoso, pero sigo teniendo mucho cariño a este lugar,
y las habitaciones del sótano están en uso constante. No me gusta derramar
cantidades excesivas de sangre en el club de la avenida Larch. Es una
mierda quitarla de las caras alfombras. ¿Pero el suelo de hormigón de aquí?
Unos cuantos cubos de agua regados por encima y es como si nadie
hubiera muerto.
No es suficiente.
—Pues, de hecho, sí
Su expresión se ilumina.
—Es maravilloso, porque tengo la mujer perfecta para ti. —Se lanza a
cantar las alabanzas de alguna de sus hijas, pero la sonrisa se me ha borrado
de la cara y ya no lo escucho.
—Cualquier familia que me quiera como yerno debe estar loca. —Le
doy una calada a mi cigarro y dejo que el humo se enrosque en mis
labios—. O desesperada.
A lo largo de los últimos veinte años, nunca quise tener una familia
porque ya había criado una.
Todo este tiempo he sido yo mismo, y una mujer y unos niños solo me
habrían frenado. Las mujeres siempre están llorando y odian la visión de la
sangre y la violencia. Entonces conocí a Vivienne, una mujer que agarra los
cuchillos por el filo y puede ser tan feroz como yo y, sin embargo,
dolorosamente inocente al mismo tiempo. Quién iba a decir que esa era mi
criptonita. Yo seguro que no.
Vuelvo a coser con tanta prisa que me pincho el lateral del índice con
la aguja.
—Ay.
Tyrant: Muéstrame.
Tyrant: Mala chica por ir a una farmacia anoche. Voy a castigarte por eso.
—Continúa, por favor. ¿Qué dice Kahlo sobre la vida con esta obra?
Así es como son las cosas, no como fingimos que son en las tarjetas de
cumpleaños o en los anuncios de teléfonos móviles o películas navideñas. Es
la razón por la que estudio historia del arte. Toda la desesperación. Hashtag
relacionable.
—Todos los ensayos que me has escrito tratan del dolor, o de cómo el
sufrimiento es la única emoción en la que se puede confiar.
Yo soy el problema.
Tyrant no está, así que me meto en la cama, me tapo con las mantas
y cierro los ojos.
—Eso es, ángel. Relájate y deja que te folle. Voy a disparar mi carga
tan profundo dentro de ti y mantenerla allí.
Olvidé intentar conseguir otra pastilla del Plan B, y Tyrant está a punto
de correrse dentro de mí una vez más. Cuando me retuerzo y forcejeo, solo
consigue follarme con más fuerza.
—Te encanta que sea cruel contigo, ángel —me dice al oído—. Te
encanta que controle cada pequeña cosa de tu vida. Soy el único que
puede protegerte. Soy el único al que le importas. ¿Sientes mi polla? ¿Sientes
esas ataduras? Estás tan jodidamente protegida.
Siento que Tyrant mira hacia la puerta. Esa de ahí es Julia. Si viene aquí
y ve a Tyrant, no será bueno para ella. No sé qué le haría Tyrant a alguien
que intenta impedirle hacer exactamente lo que quiere.
—¿Qué es esto?
—Voy hacer que todo sea perfecto para ti, ángel. Tú y este bebé van
a tener todo lo que quieran. Todo lo que tienes que hacer es darme tu vida
y tu alma cuando te lo pida. ¿Estás preparada? Nunca me cuestiones.
Nunca dudes de mí. Haz todo lo que te diga y te daré todo lo que quieras.
Me folla tan fuerte que mi cama se golpea contra la pared, pero estoy
demasiado ida para que me importe. Que oigan todos. Ya no importa
cuando pertenezco al hombre más peligroso de Henson. Todos se van a
enterar. Todos van a juzgarme. El mundo no puede darme la espalda más
de lo que ya lo ha hecho. Tyrant siempre estará ahí para mí, y él es todo lo
que necesito.
Deberías quedártelo.
Por si acaso.
Paso los dedos por encima de la foto, envidiando a Cecilia por haber
experimentado un amor que ha perdurado durante más de cien años.
—Ángel —susurro.
No puedo apartar los ojos de mi dibujo. Tal vez podría asistir al baile
de máscaras como un ángel. Un ángel de piedra llorón con lágrimas de
cristal en mi máscara. Si encuentro la tela adecuada para el vestido...
Carly: ¡¡Por fin!! Ojalá pudiera, pero tengo que estudiar. *Sollozos*
Veinte minutos más tarde, estoy vestida con una falda corta de línea
A y una americana vintage, una blusa blanca y zapatos de salón marrones,
con una boina lila sobre mi largo cabello oscuro para darle un toque de
color. Mi cartera golpea contra mi muslo mientras me apresuro a bajar a la
calle. Hay un autobús que me llevará a mi destino, pero me estremezco al
pensar en gastarme casi cinco dólares en el viaje de ida y vuelta cuando
apenas puedo permitirme comer. El cielo está nublado y las hojas húmedas
y anaranjadas están pegadas a la acera, y caen más a mi alrededor
mientras cruzo la calle.
—Sí, pero tiene una forma tan incómoda, ¿y cuánta gente necesita
decorar un arco? Me he estado preguntando cómo nos desharemos de él.
Es incómodo, pero podría hacerlo funcionar. Tal vez algo con tirantes
y sin espalda para no usar demasiada tela. No tengo cicatrices en la
espalda ni en los brazos. Hice todos mis cortes en las costillas, donde podía
envolver mis brazos alrededor de ellos y mantenerlos apretados.
La puta de Tyrant.
Mi puta indefensa.
Esta vez, las palabras son crueles. Una bofetada brutal en la cara.
Alguien sabe que me acuesto con Tyrant cuando debería ser un secreto.
Papá tiene un cubo de agua jabonosa a sus pies y restriega
agresivamente la pintura con una esponja, pero es inútil. La pintura es
indeleble, y va a necesitar productos químicos fuertes para quitarla.
La voz de papá es lo bastante alta como para que la oigan todos los
vecinos. Percibo el movimiento de las cortinas a mi alrededor.
Probablemente se han estado moviendo desde que salió el sol y dejó al
descubierto este bonito grafiti.
—Lo sabía. Has estado viendo a ese hombre cuando jurabas que no
pasaba nada entre ustedes dos.
—Dime que odias a ese hombre y puedes ver a Barlow. Júrame que
incluso la idea de que te toque te eriza la piel. Prométeme que llamarás a la
policía si lo vuelves a ver.
No entiendo por qué tengo que elegir uno u otro. Tyrant nunca lastimó
a Barlow. Yo nunca lastimé a Barlow. El único que ha lastimado a esta familia
es papá.
Retrocede bruscamente.
—Vivienne. No.
Tyrant no dice nada, pero puedo sentir la ira que recorre su cuerpo.
Con su mano aún sobre la mía, empuja el cuchillo hacia sí. Tiene las mangas
de la camisa remangadas, lo que revela los músculos y tatuajes de su
antebrazo.
—Tu dolor es mi dolor. Está dentro de mí. Está fluyendo fuera de mí.
Sangro por ti, para que tú no tengas que hacerlo.
—Lo compré...
—Te voy a follar con mi saliva dentro de ti. Mi sangre dentro de ti. Mi
semen dentro de ti. Todo de mí, ángel. Estás muy lejos de estar sola. Voy a
asfixiarte.
Tyrant gime como si hubiera estado tan desesperado por sentir esto
como yo. Con la mano cubierta de sangre, me aprieta el pecho, me palpa
el vientre y luego me acaricia la mandíbula, mientras me embiste con su
polla y me mancha de sangre.
—Lo harás. Todo el mundo lo hace siempre. Soy rara. Estoy loca.
—¿Vas a dejar sin padre a nuestro bebé antes incluso de que nazca?
—Jesús, joder. —El dolor arde en mi carne y aprieto los ojos. Vivienne
saca el cuchillo con un grito horrorizado y un líquido caliente cae por mi
pecho y sobre ella—. Si bajas ese cuchillo, te mato, joder.
Abro los ojos y veo que sus suaves y bonitas tetas están salpicadas de
gordas gotas de sangre. La sangre me corre por el pecho. Gimo y empujo
sus rodillas hasta los hombros, penetrándola aún más. Gime mientras la follo
hasta acercarla al clímax, mientras mi sangre gotea sobre ella. Cuando se
corre, el cuchillo se le cae de los dedos. Lo atrapo en el aire antes de que
pueda hacerle daño y lo clavo en el suelo, junto a la cabeza, mientras mi
propio orgasmo me desgarra.
—Sé una buena chica para Tyrant y haz la prueba. Estoy deseando
saber si voy a ser papá.
Ahora mismo voy hacer algo con todas esas lágrimas que derramó.
—¿Sabes cómo trato a la gente que no paga sus deudas? Primero les
rompo las piernas. Luego les corto la garganta. ¿Sabes por qué no te he
hecho eso a ti?
Traga saliva.
—¿V-V-Vivienne? —balbucea.
Le doy otra patada, esta vez en las bolas. No quiero su puto dinero.
Quiero que deje de castigar a su hija cuando ella ya se castiga bastante a
sí misma. Lo quiero muerto. A él y a su puta esposa, y entonces nada me
impedirá darle a Vivienne todo lo que quiera.
Enderezo los puños de mi camisa y piso su cuello. Cada vez más fuerte
hasta que empieza ahogarse.
—Hay una persona que me impide matarte ahora mismo. Odio verla
llorar, y ahora mismo lloraría sobre tu cadáver, aunque no te lo merezcas. Si
mi ángel vuelve a venir a mí llorando por algo que hayas hecho, la próxima
vez no solo te romperé el brazo. Te romperé el puto cuello, y tu esposa
recibirá un balazo.
Pero pronto.
A menos que lo llame y le diga que es negativo. Hago una pausa, con
la esponja de maquillaje blanca que estoy usando para parecer una
estatua pegada al cuello, preguntándome si debo decirle a Tyrant los
resultados, aunque sean negativos. Si lo hago, quizá aparezca e intente
hacer algo para que no siga sin estar embarazada. Encuentro mi mirada en
el espejo y me doy cuenta de que me estoy sonrojando.
A las siete estoy lista para el baile y me reúno con Carly y Julia en el
vestíbulo. Carly va vestida como una doctora de la peste del siglo XVI, con
un corsé negro, una larga falda vaporosa y una inquietante máscara de
nariz aguileña. Julia lleva un catsuit1 y una máscara verde y morada de
Hiedra Venenosa, con luces brillantes en el cabello rizado y alborotado.
Durante varios minutos, nos maravillamos mutuamente de nuestros atuendos
y todas declaramos que las otras dos llevan los mejores y que el suyo no es
ni de lejos tan bonito o interesante.
Tengo que alisar el cuello del vestido y, al pasar los dedos por la tela,
noto un bulto en la nuca. Frunzo el ceño y noto que algo se mueve bajo mi
piel.
1 Un catsuit es una prenda de una sola pieza que cubre el torso y las piernas y
frecuentemente los brazos. Por lo general, están hechos de material elástico.
—¿Vivienne? —me pregunta Carly mientras se acomoda el corsé en
su sitio—. ¿Le pasa algo a tu disfraz?
Carly lo frota.
El mismísimo Diablo.
Viste de negro sobre negro. Una corbata y una camisa negras con un
traje negro, con las manos despreocupadamente en los bolsillos mientras
me dedica una sonrisa malvadamente retorcida. Sus ojos están cubiertos
por una máscara negra decorada con relucientes cuernos puntiagudos.
Vuelve a sonreírme.
Hay algo extraño en sus ojos. Cuando las luces iluminan su cara, me
doy cuenta de que lleva lentillas y de que sus ojos son de un rojo demoníaco.
Los labios de Tyrant rozan los míos y sonrío. Sus dedos me recorren la
nuca, justo sobre el bulto.
—¿Sentir qué?
Sus dedos están justo encima del bulto. No puede no sentirlo. ¿Es solo
mi imaginación o hay un brillo en los ojos rojos de Tyrant?
—Yo...
—¿Pedir qué?
—Todo. Puedo darte todo lo que quieras. Todo lo que tienes que decir
es lo deseo.
Lo que quiero es a Barlow, y que el mundo no vuelva hacerme daño.
Tyrant bien podría prometerme la luna.
—Deseo...
¿Por qué me parece tan siniestro que Tyrant me ofrezca todo lo que
quiero en bandeja de plata? ¿No debería ser este el momento más
romántico de mi vida?
—Bien.
—¿Papá?
Papá me ve en el abrazo de Tyrant, y su cara se transforma en
disgusto.
Odio ver sufrir a Vivienne, así que tengo que matar a su familia. En
cuanto me lo pida, en cuanto viva a salvo conmigo, degollaré a Stone.
—Eres una ilusa, Vivienne. Robó a Barlow. Me golpeó. Ya mató a
Lucas. Encontraron su cuerpo no lejos de uno de los clubes de Mercer. Lo
habían golpeado hasta matarlo. Eso es por tu culpa también, ¿no?
Las manos de Vivienne me aprietan los hombros tras oír esa pequeña
noticia. Le rodeo la cintura con mis brazos y calmo su sorpresa acariciándole
la espalda desnuda. Lucas Jones gritó, se meó encima y sollozó por su madre
yo lo golpeaba hasta matarlo con una pesada cadena. Fue un momento
maravilloso. Casi tan maravilloso como lo será matar a Stone y a su esposa,
y luego tomar a Barlow como nuestro.
—¿Cómo lo sabes?
—Hablo muy en serio. Siempre iba a ser así desde el momento en que
vi esas cicatrices en tu cuerpo. Ellos las pusieron ahí. Ellos te hicieron daño.
Van a pagar por todos y cada uno de los cortes, y luego voy a tomar a
Barlow y traerlo a casa para nosotros.
—Sí, pero...
—No, pero...
—Tu sitio está conmigo —le digo con furia, y ella forcejea en mi agarre,
sujetándome la muñeca con ambas manos.
—Estás loco. ¿Por qué no lo vi antes? Tuviste que ponerte esa máscara
para que yo viera tu verdadero rostro.
—Así soy yo, pero siempre seré dulce contigo, ángel. Son los demás los
que deberían tener miedo. Sé una buena chica y di que me quieres, joder.
Mi arma.
No dispara.
La tomo de la mano, pero sus finos dedos resbalan entre los míos y
desaparece entre la multitud. Corro hacia el interior y me giro en el acto,
mirando por encima de las cabezas de las bailarinas, a través de penachos
de plumas, alas y tocados. Vivienne no está a la vista.
¿Nunca?
¿Nunca me amaste?
Corro por las calles desiertas, cegada por las lágrimas y el aplastante
peso de la desesperación en mi corazón. Pensé que había algo de bondad
en Tyrant. Pensé que solo estaba un poco loco. Un poco violento. Un poco
obsesionado y desquiciado.
Los cuchillos cortan profundo, pero mi obsesión por ti corta aun más
profundo.
Oh, mierda.
Oh, mierda.
Estoy embarazada.
Ser madre significa tener por fin una familia. Mi familia. Alguien a quien
puedo amar incondicionalmente. Protegeré a este niño de todas las formas
en que mamá, papá o Samantha nunca me protegieron a mí.
Exígelo.
Puede que consiga que me maten, pero tengo que decir la verdad.
Tyrant me agarra de los brazos con tanta fuerza que percibo que me
saldrán moratones.
Sacudo la cabeza.
—No, Tyrant. No los elijo a ellos. Elijo a Barlow. Tiene que quedarse con
su familia. Es inocente en todo esto, y quiero lo mejor para él.
—No te aman —gruñe—. Te desprecian.
—Lo sé.
—Entonces no entiendo por qué eres tan terca, a menos que quieras
sufrir.
—He sangrado por ti, ángel. Esa es una deuda mayor que el dinero, y
se me pagará hasta la última gota.
P A R T E II
11
—Expondré mis fotos junto a estas del pasado, para que la gente vea
cuánto han cambiado los jardines. O no han cambiado.
—Sí, pero no es muy viejo porque lo puso él mismo, así que no sirve
para tu proyecto —le digo, mirando la hora en mi teléfono—. Me tengo que
ir. Les dije a papá y a Samantha que estaría en casa para cenar.
Recojo mis cosas y les digo a Carly y Julia que volveré más tarde, las
subo, agarro mi mochila y mi abrigo y salgo de los dormitorios para cruzar los
terrenos de la universidad. Solo son quince minutos andando hasta mi casa.
El hombre que habla tiene una voz más grave que la de Lucas, y no
es una que yo reconozca.
Lo sabe.
Y lo está disfrutando.
Tyrant Mercer.
Barlow está sentado en su trona, con sus grandes ojos azules de bebé
mirando inocentemente a Tyrant sin comprender que está mirando a un
asesino. Para horror de papá y Samantha, y mío, Tyrant levanta una mano
tatuada y pasa el dedo índice por la mejilla regordeta de Barlow.
Casi grito “No lo toques”, pero me detengo justo a tiempo. Tengo que
llamar a la policía antes de que Tyrant se dé cuenta de que estoy aquí. Miro
hacia el sofá, donde he dejado la mochila.
Tyrant se ríe.
—Adelante, Señora Stone, pero si lo hace, sus padres serán los
próximos en llamar a una funeraria. Por su esposo, por usted y por su bebé.
—Los bebés son tan indefensos, ¿no? Mira, ya confía en mí. —Tyrant
mueve un dedo índice tatuado contra la mejilla de Barlow, y envuelve su
regordeta mano de bebé alrededor de él y mira fascinado la tinta.
Tengo que taparme la boca con las dos manos para no echarme a
llorar.
El silencio es aplastante.
Conduzco con una sola mano, con una mano alrededor del bebé
para mantenerlo sobre mis rodillas. Mi mano libre agarra el volante mientras
entrecierro los ojos al ver la carretera. ¿Será un asesino? Hay mucha gente
que me quiere muerto. ¿O es la hija de Merrick? Mi molesta acosadora. Ese
pensamiento me irrita. Mis hombres me han dicho que la chica Merrick ha
estado apareciendo en mis clubes, con la esperanza de llamar mi atención.
Lo último que necesito es una pequeña idiota desesperada y débil que
quiera hacerme mamadas incompetentes y gastarse mi dinero, y me
cortaré el cuello antes de estar ligado de por vida a un político.
Hay miedo en sus ojos iluminados por la luna, pero mantiene la calma.
—¿Cuánto lo deseas?
Mi mirada se desliza por su cuerpo. Tan temeraria para ser tan joven y
bonita.
Me rio suavemente.
—Cierren las puertas uno, tres, cuatro, siete, nueve y diez. Abre la dos,
cinco, seis, ocho, once, doce y trece. Ponlas para que se aleatoricen cada
quince minutos.
Salgo del garaje y miro hacia la casa. Se alza sobre una colina con
jardines ornamentales que ascienden hacia ella. Jardines complicados con
setos y muros densamente poblados. El hombre que mantiene cautivo a
Barlow tiene todo el poder, y no va a jugar limpio. Intento no pensar en el
hecho de que Barlow está en peligro en este momento. Si llora o grita
demasiado alto, ¿qué impedirá que el Tyrant Mercer pierda la paciencia y
le haga daño a mi hermano?
—Vuelve.
—¿Perdón?
—Vuelve atrás.
Vuelvo al muro de piedra y lo exploro tanto con las manos como con
los ojos. Vuelvo a hacerlo. Y otra vez.
Y me detengo en shock.
Allí, entre unos esbeltos cipreses y rodeada de rosales, hay una verja
metálica abierta. Más allá veo setos, macetas ornamentales de piedra y una
fuente.
Apenas puedo creer lo que ven mis ojos. Por un segundo no me fío de
la forma en que la puerta parece hacerme señas para que entre. No parece
seguro. Pero por supuesto que no es seguro. Atravesar esa puerta significa
acercarse a Tyrant, pero también es un paso más hacia Barlow. Antes de
que pasen quince minutos y la puerta se cierre sola, me lanzo a través de
ella.
Alguien está de pie en una de las ventanas del segundo piso. Una
figura alta con hombros anchos, iluminada desde atrás. Parece llevar algo
en los brazos.
Salgo del salón y bajo por el pasillo hasta una habitación más
pequeña llena de monitores. La mayoría de ellos no muestran ningún
movimiento, pero en tres aparece la chica, moviéndose por mi jardín, con
la cabeza girando a izquierda y derecha a medida que avanza.
—Aun así. Ahora que está aquí, me hace darme cuenta de que un
bebé es lo que esta casa necesita. Es hora de que se case, Señor Mercer.
Angela me sonríe.
Abro la boca para decirle que dudo que vaya a ser padre cuando
nunca he conocido a una mujer que no me irrite a más no poder, pero me
distrae el retorcimiento de Barlow. Le he dado de comer y le he hecho
eructar, pero sigue sin estar contento.
—Puedo hacerlo por usted, Señor Mercer. —Está claro que mi ama de
llaves se muere por quitarme al bebé y armar un escándalo por Barlow.
Debería entregarlo simplemente, pero me encuentro reacio a
depositarlo en las capaces manos de Angela.
Yo lo robé. Es mi bebé.
En mis brazos, Barlow empieza a tener sueño. Tiene los ojos medio
cerrados y se retuerce cada vez más despacio.
—Eres terrible en esto —hablo en voz baja, pero mi voz viaja en el aire
tranquilo de la noche. La Señorita Stone da un sobresalto y se gira. Al
principio no me ve, pero luego sonrío y mis dientes deben de brillar en la
oscuridad.
Esta chica tiene una lengua afilada para estar tan desesperada y
asustada. Me quedo donde estoy, disfrutando de verla cubrir sus escalofríos
con falsas bravuconerías.
—Está claro que has visto El Resplandor demasiadas veces, o quizá has
leído la historia del Minotauro y el Laberinto y te ha encantado la idea de
ser el monstruo en el laberinto. ¿El laberinto te hace sentir inteligente?
¿Enigmático? Odio decirte esto, pero no eres tan complicado como crees.
Solo eres un matón.
—Oh, has leído un libro de mitos y has visto una película. Felicitaciones
por tu licenciatura en literatura.
—Oh, no. Una pequeña universitaria piensa que doy vergüenza ajena.
Hashtag sollozando.
Eso es deprimente. O mal rollo. O básico. Lo que sea que digan los
chicos-de-dieciocho-años de mi pandilla.
—¿Barlow? ¿Por qué llora? ¿Le estás haciendo daño? Por favor,
déjame verlo. Ya debe tener hambre y también necesita que lo cambien.
¿Quién va hacer eso?
—Yo lo hice.
—¿Qué?
—Probablemente. Será mejor que te des prisa y llegues hasta él. Si no,
todo será culpa tuya cuando ocurra algo terrible.
Nunca quise una mujer. Mi propia mujer. La madre de mis hijos. Una
cosita feroz y hermosa en la que pondré a mis bebés, que los protegerá
hasta el fin del mundo y de vuelta. No hay mujer que haya conocido en la
que confiaría para ser tan locamente sobreprotectora como lo sería yo. La
Señorita Stone suplicando por su hermanito y corriendo hasta la extenuación
para salvarlo es lo más caliente que he visto nunca.
—Bastardo.
—¿Insultos? Ahí van otros cuatro. Sigue hablando y te seguiré quitando
horas.
—¿Quién dijo que algo de esto iba a ser justo? Te estoy dejando jugar
el juego. Te estoy dando una oportunidad. ¿No soy misericordioso?
—Haces todo lo posible para que pierda los nervios —gruño entre
dientes, con la nariz a unos centímetros de la suya. Ansío su lamentable
rendición como si fuera oxígeno. Es tan jodidamente pura. Tan buena. La
odio—. Nadie te ha pedido que te cueles en mi casa y te atrevas a
rescatarlo. Si solo vas a lloriquear, deberías rendirte e irte a casa.
—¿Por qué no? —exijo. Descubriré sus botones y los pulsaré todos
hasta que sea un desastre lloroso a mis pies y pierda ante mí.
La Señorita Stone no está aquí por lealtad o amor. Algo más la está
impulsando, y voy averiguar qué es. Por lo menos, descubriré que no es la
hermana siempre cariñosa que finge ser. A nadie le gusta tanto un medio
hermano. Ha tenido pensamientos celosos y mezquinos, y voy a descubrir
cuáles son y echárselos en cara a la jodida Señorita Perfecta.
Tiro la prenda con asco. No debería saber a qué huele esa chica. Está
en mi laberinto, concentrada en su tarea, y yo estoy aquí para desenterrar
trapos sucios sobre ella.
Tyrant Mercer sale de las sombras hacia mí con una sonrisa burlona en
los labios y un libro rosa en su mano grande y tatuada. Por alguna extraña
razón, tiene en sus manos uno de mis diarios de adolescencia y lo lee en voz
alta.
—Nunca habrá un día más maravilloso que éste mientras yo viva. Que
el diecisiete de julio sea el mejor día de mi vida. Pensaré en estos momentos
hasta que muera.
Tyrant vuelve a meterse las llaves en el bolsillo con una sonrisa burlona.
Entrecierro los ojos con odio. Era innecesario. Ahora sé que una
prenda así me haría parecer una niña pequeña jugando a disfrazarse con
la sofisticada ropa de su madre, pero dame un respiro. Me lo preguntaba a
mi diario, y tenía quince años.
—Espera —le digo. Tyrant hace una pausa y me mira con una ceja
levantada—. Sé lo que pasa después. Tú sabes lo que pasa después. ¿Por
qué perdemos el tiempo con esto?
Su sonrisa se ensancha.
Sin embargo, Tyrant no dice nada. Está disfrutando del hecho de que
estoy atrapado en un huracán de emociones.
—Se llama Camilla. Era su decimosexto cumpleaños y la llevaba a
cenar.
—Te complace que sea mi hermana —dice Tyrant con una sonrisa
malvada.
Tyrant me estudia con los ojos entrecerrados durante largo rato. En sus
manos, mi diario empieza a cerrarse. Solo un milímetro al principio. Luego
otro y otro. Me invade el alivio. Está perdiendo interés, o estoy haciendo que
se dé cuenta de lo repugnante que es examinar las fantasías sexuales de
una adolescente.
—La mayoría de las adolescentes fantasean con estrellas del pop y
hombres lobo torturados —dice—. ¿Qué hizo que una chica buena como tú
se enamorara de un imbécil violento como yo? No fue bonito lo que les hice
a esos hombres. Deberías haber vomitado. ¿Ni siquiera te estremeciste? ¿Te
mareaste un poco?
Ojalá fuera algo tan estúpido como eso. Se me llenan los ojos de
lágrimas cuando intento arrebatarle el diario de los dedos, y se me quiebra
la voz.
—Ya te lo he contado todo. No hay nada más que tenga que ver
contigo. ¿Por qué me haces esto?
—¿Lucas qué?
Quiero que Tyrant me corte y deje salir toda la fealdad. Más profundo
de lo que yo me corto. Soy tan cobarde. Él podría hacerlo mucho mejor que
yo. Eso suena como cosa mía.
—Lucas. Qué.
El diario cae a nuestros pies, y verlo abierto así, mostrando todos mis
secretos, me parece obsceno, y gimo al verlo. Tyrant lo aparta de un
puntapié y se escabulle hacia un rincón oscuro donde no podamos verlo.
Le he dado asco. A él. Tyrant Mercer, que mutila y mata gente para
ganarse la vida.
—Mírame —ordena.
Me mira las costillas y me doy cuenta con horror de lo que quiere decir.
No solo quiere un nombre. Quiere ver mis cicatrices.
—Vivienne. Muéstrame.
—Un parpadeo en tus ojos será suficiente para que me digas que soy
repugnante. No te voy a dar ese tipo de poder.
Aprieto los ojos. ¿Ahora él para el reloj? ¿Por qué la primera persona
que descubrió mis cicatrices tuvo que ser él? El amor abrumador que sentía
por Tyrant está grabado en estas cicatrices. Mis fantasías sobre él están
grabadas en mi cuerpo.
Lo miro.
—¿Qué?
—¿Estás tan segura? —Tyrant inclina la cabeza tan cerca que siento
sus labios fantasmagóricos sobre los míos mientras murmura—: Te creo,
ángel.
Te creo.
Esto es peligroso.
Cuando rompe el beso, se pasa los dientes por el labio inferior como
si disfrutara de mi sabor.
Luego espera.
—Pensabas que era perfecta porque quería salvar a mi hermano, y
eso te molestó tanto que fuiste a buscar mi diario. Ahora sabes que estoy
muy lejos de ser perfecta. Estoy completamente rota, y nunca jamás volveré
a recomponerme. Nadie se va a enterar de estas cicatrices el resto de mi
vida, pero como tú ya lo sabes, está bien. Déjame mirarte a los ojos mientras
ves algo que nadie más verá jamás.
Pero ya lo he hecho.
—¿Por qué les ayudas a recuperar a su hijo? ¿Por qué sufres aún más
por esa gente?
—Admite que disfrutas de que por fin los castiguen por lo que te han
hecho.
—¡No siento nada de eso! Todo lo que he sentido desde que acabé
en tu laberinto es una ansiedad que me revuelve el estómago.
—Hice llorar a ese hombre por su madre, y llevaba muerta veinte años.
¿Cómo sabes eso?
—Me dijiste que no era sexy hace solo diez minutos —me dice,
mientras le planto besos a lo largo de la clavícula y hasta la garganta.
—Dije que no estarías sexy con ese vestido coral, no que no lo estés
en absoluto. Tu cuerpo se ve increíble en... cosas más suaves. Eres como un
hada. —Paso el dedo por debajo del tirante de encaje de su sujetador—.
Un ángel. Eres preciosa, y no te miento. El hecho de que nadie haya visto
estas cicatrices salvo yo... —Tarareo mi agradecimiento contra su
garganta—. Eso me hace querer ser todas tus primeras veces.
—Podría hacerte daño, ángel. Podría hacerte sangrar con una fuerte
y profunda embestida.
—Qué buena chica eres. —Levanto la mano hacia sus costillas, pero
ella grita horrorizada y se aparta de mí.
—Te haré una promesa —susurro, mis labios se posan sobre los
suyos—. Tocaré tu cuerpo, y lo único que sentiremos los dos es lo mucho que
queremos follar.
—Así es, ángel. Me encanta ser dulce con mi chica. —Empujo mi dedo
más adentro de su ropa interior hasta que se desliza entre sus pliegues.
Se desliza fácilmente.
—Joder. Estás empapada para mí. Nunca había sentido nada igual.
¿Cuántas veces en tu vida has estado tan mojada y excitada por mí?
—Menos mal que por fin estoy aquí para poder hacer algo con todo
tu dulce y chorreante frustración.
—Déjame hacer esto por ti, ángel. Nunca nadie te ha hecho sentir
bien, y no puedo soportarlo.
Me rio entre diente. ¿Por qué regatear lo que ella tiene tantas ganas
de darme? Además, si tengo a Barlow, me quedo con ella. Vivienne no irá
a ninguna parte sin él.
—Nada de esto cuenta —insiste sin aliento—. No tiene nada que ver
con el motivo por el que estoy aquí. Esto es entre tú, yo y lo que escribí en mi
diario cuando tenía quince años. Después de esto, volveré a buscar a
Barlow.
—Eres atrevida.
Me rio.
—¿Yo?
—Puede que eso también fuera bonito —dice, luego sostiene mi cara
entre sus manos y me besa.
Más tarde. Ahora mismo, la necesito tanto que creo que voy a
explotar.
—¿Me deseas?
—A partir de ahora solo puedes sangrar por mí, ángel. ¿Me oyes? Solo
por mí. —Me hundo en ella una vez más, y empujo una y otra vez, cada vez
más profundo, haciendo que se estire a mi alrededor.
Sonrío y la beso, nuestras bocas abiertas y sin aliento con cada beso.
Cada empujón.
—¿Cómo te sientes?
Vivienne se rodea con los brazos mientras me mira vestirme con ojos
enormes y luminosos.
Le tiendo la mano.
—Creo que hemos jodido las reglas, ángel. Pero claro, tú ganas. —Une
su mano con la mía, enorme y fuerte, y me arrastra escaleras arriba hasta el
interior de su casa.
Tyrant agarra las asas del moisés con una mano y a mí con la otra, y
nos saca a los dos de la habitación por el pasillo. Deja el moisés en un
escritorio junto a la ventana mientras yo observo esta nueva habitación. La
enorme cama. El vestidor de la derecha. El hombre parece adorar su ropa.
—Ángel —dice entre besos—. Necesito follarte otra vez. ¿Te duele?
Estoy tan aturdida por el sexo que no tengo ni idea de lo que está
hablando.
—¿Cual aspecto?
—¿Hacerte qué?
—Sí y no.
Estudia mi cara y una lenta sonrisa se dibuja en sus labios.
Quiero decirle que está loco, que no puede retenernos, que no somos
suyos, pero la forma brusca en que me folla y el placer que persigo me
hacen gemir:
—¿Dormiste?
Me vuelvo a tumbar, pero esta vez tengo los ojos abiertos y me siento
muy despierta. Barlow debe de haberse terminado el biberón y se ha
quedado dormido, porque oigo a Tyrant acomodarlo de nuevo en su moisés
y entonces noto cómo se hunde el otro lado de la cama.
—No te preocupes.
—Por favor, no me hagas hablar más de ello. Las últimas horas han
sido tan preciosas que no quiero arruinarlas arriesgándome a ver un destello
de duda en tus ojos. No podré soportarlo si no me crees.
—Voy a reordenar el universo con sus putos órganos. Voy hacer tal
desastre de sus entrañas, globos oculares y uñas que se necesitará un
equipo de investigadores de la escena del crimen para identificar quién
solía ser y una docena de limpiadores para blanquear toda la sangre. Este
Lucas, ¿alguien más que te haya hecho daño? Son tan buenos como
muertos.
18
—Papá no va a...
Frunzo el ceño.
—Oh. Viví con mi madre hasta los catorce años. En Los Angeles. —Hay
una expresión de preocupación en sus ojos.
—¿De mi infancia?
—Continúa.
—Tyrant, ¿estás bien? Tus músculos se han puesto duros como piedras.
La abrazo tan fuerte como puedo sin aplastarle las costillas ni cortarle
la respiración.
Ella asiente.
Traga saliva.
—No quería porque eran muy buenos amigos, pero Lucas vino a casa
una semana después para ver el fútbol. Lo vi de pie en mi salón y me invadió
el pánico. Estaba muy asustada. No podía respirar y Samantha estuvo a
punto de llamar a una ambulancia. Cuando Lucas se fue, me sacaron la
verdad a la fuerza. —Vacila y siento que me aprieta el hombro—. Papá
estaba muy enfadado conmigo.
—Me dijo que estaba equivocada y que Lucas no haría eso. Luego
me preguntó si me lo había inventado porque me preocupaba tener
problemas por haberme escapado de casa.
Exhalo pesadamente. Así que es por eso. Cada vez que veía a Lucas,
se inundaba de miseria y miedo, y tenía que dejarlo salir.
—Quédate.
—¿Qué?
—La razón por la que te deseo tanto es porque te tengo miedo, por
una buena razón. ¿Sabes cómo te llama todo el mundo en Henson?
—¿Cómo me llaman?
—Un monstruo.
Sus manos aprietan mis bíceps. Hay tanto anhelo en sus ojos.
—Pero...
—Duerme.
Horas después, me despierta la luz del sol que entra por el dormitorio.
Sin abrir los ojos, busco a Vivienne. El espacio a mi lado está vacío. Confuso,
levanto la cabeza y miro a mi alrededor, pero ella no está. Mi habitación
está silenciosa y quieta.
No van a decir gracias o que hice algo bueno para nuestra familia.
En ese momento suena el timbre. Los tres nos volvemos hacia la puerta
al mismo tiempo y mi corazón se acelera. Es Tyrant. Tiene que ser él. No
puedo ver la silueta de nadie a través del cristal esmerilado, pero ha
retrocedido o se ha colocado a un lado, y va a irrumpir en cuanto alguien
abra la puerta.
—Papá, no puedes...
—¡Tiene un arma!
Tyrant y yo.
Las últimas fotos son las peores. Tyrant me carga y me lleva hacia la
casa. Mis brazos le rodean el cuello. Nuestras cabezas están muy juntas y las
tomas son más íntimas y emotivas que cualquier foto de boda que haya
visto. Nos miramos a los ojos y parece que estamos enamorados.
—No soy una mentirosa —consigo susurrar, pero sueno muy culpable.
Respiro entrecortadamente.
—Hice lo que tenía que hacer. Nunca quise... —Pero no soy una
mentirosa, y no puedo decir las palabras nunca quise que pasara, porque
no es verdad. Quería tanto a Tyrant. Todavía lo quiero. Si hubiera hecho lo
que me pidió, ahora estaría a salvo y calentita en sus brazos en lugar de
enfrentarme al juicio de papá.
—No volveré hacer esto contigo, Vivienne. Esta vez tengo pruebas, así
que no te molestes en mentirme. Estas fotos no muestran a Tyrant forzándote
a tener sexo con él. No hay nada forzado en esto. Es como la vez que te
lanzaste sobre Lucas. Admítelo.
Miro fijamente una fotografía mía con las manos apretadas contra el
pecho desnudo de Tyrant mientras lo contemplo. Adorando al hombre que
me arrebató la virginidad. ¿Quién podría haber hecho esto? ¿El propio
Tyrant? ¿Con qué propósito? Las fotos están tomadas desde un ángulo
ligeramente por encima de nosotros, y están algo granuladas, como si el
fotógrafo hubiera tenido que hacer zoom desde lejos. Tyrant utiliza CCTV en
su laberinto. Vi la habitación de vigilancia, pero no parecen imágenes
tomadas de un vídeo de seguridad. Quienquiera que sea el responsable, su
propósito era humillarme delante de papá y Samantha. Tyrant debe estar
furioso conmigo por escabullirme con Barlow, pero no creo que hiciera algo
así. No parece su forma de castigar a alguien.
La giro para que me mire y veo que le caen lágrimas por la cara.
Vivienne me abraza y solloza contra mi pecho. ¿Está llorando?
—No puedes arreglar esto. Nadie puede. Lo único que puedo hacer
es volver la semana que viene y esperar que papá y Samantha se hayan
calmado lo suficiente como para dejarme ver a Barlow otra vez.
Un hogar.
Sí, puedo, pero si la obligo a venir conmigo, seré el malo y la razón por
la que nunca podrá ver a Barlow. Vivienne necesita darse cuenta por sí
misma de que nunca va hacer feliz a esa gente, y entonces será toda mía.
—¿Qué?
—¿Tengo reglas?
Me rio suavemente.
—¿No tienes otras cosas de qué preocuparte? ¿Qué pasa con papá
y su deuda?
—¿Qué pasa con todo lo que acabo de decirte? Eres mía, y eso
significa hacer lo que yo diga, de lo contrario, haré que malditamente lo
lamentes.
Lucas Jones. Por fin. No importa que no sepa dónde vive. Si aún
respira, lo encontraré, aunque se haya ido de la ciudad. Sujeto la garganta
de Vivienne y deslizo mi boca sobre la suya. Buena chica. Me encargaré de
este imbécil y Vivienne se dará cuenta de que su familia es un patético
desperdicio de espacio y los apartará de su corazón.
Si cree que algo ha terminado entre nosotros, está muy equivocada.
Vivienne Stone es mía, ahora y siempre.
Inquietantemente tranquila.
El domingo pasado volví a casa por primera vez desde que Tyrant
robó a Barlow y yo lo recuperé. Samantha no parecía sorprendida de verme
en la puerta, pero tampoco se alegró de verme.
—Por favor, déjame ver a Barlow —le rogué—. Sabes que haría
cualquier cosa por mi hermano.
—No tienes vergüenza. —Su voz estaba llena de repulsión. Sin esperar
a que respondiera, salió de la casa y cerró la puerta tras de sí. Ni siquiera
pude enfadarme con él. Me sentí patéticamente agradecida de que no me
hubiera ordenado salir y no volver jamás.
O eso creo.
—Aquí no hay nadie. No dejaré que nadie vea a mi chica. —Me sube
lentamente el vestido y me acaricia las costillas. Mi estómago. Todas mis
viejas cicatrices. Me da un beso en la garganta con un zumbido de
deseo—. Buena chica. Ha sido una eternidad. Necesito follarte, ángel.
—Estamos en la biblioteca.
—¿Cuál sorpresa?
—Sí, aquí.
Jadeo y abro los ojos. Intento zafarme de él, pero me sujeta con fuerza
las caderas y me folla más fuerte con sus dedos.
—Tyrant. No puedes.
—Sigue gritando así. Haz que todos corran para que puedan verte
bien así.
—¿Has visto alguna vez algo más bonito? —me pregunta. Cuando me
llama la atención, añade—: Qué pequeña putita —y vuelve a penetrarme.
—Yo lo haré.
—Tengo que dejarte con algo dulce para que me recuerdes. Querido
diario, Tyrant es cruel y malvado, ¿por qué lo amo tanto?
—Yo lo haré.
Lo miro asombrada.
Desenvuelve el tampón.
—¿Estás lista para decir, te amo, Tyrant, por favor llévame a casa?
Esposo y esposa están uno al lado del otro, ella temblando y llorando,
él mirándome con una mezcla de miedo y desafío. ¿Y la hermosa hija de
Stone?
Esperé meses y meses por esta chica. Meses. ¿Y para qué? En lugar
de correr hacia mí cuando se rompieron los últimos lazos con su familia, huyó
de mí. ¿No se dio cuenta de que esperar a que se rompieran esos lazos para
tenerla, era lo único que me impedía matarlos a todos?
—Ven. Nos vamos de aquí. —Owen Stone agarra a su mujer del brazo
y la arrastra por un sendero del jardín antes de desaparecer por un seto,
dejando atrás a su hija. Vivienne los mira marcharse sin un ápice de sorpresa
en el rostro por el hecho de que la hayan abandonado.
No sé qué hacer, así que sigo corriendo. Hay tantos giros a izquierda y
derecha que ni siquiera sé si he pasado antes por estos caminos. Miro por
encima del hombro tras doblar una esquina. Cuando me giro para mirar al
frente, estoy mirando justo a Tyrant.
—Te tengo.
Se lo piensa un momento.
—¿Vivienne?
Manchas negras bailan ante mis ojos. Alargo los brazos para intentar
agarrarme a un árbol. Un seto. A cualquier cosa. Siento pánico. Me estoy
volviendo loca, igual que cuando vi a Lucas después de que intentara
violarme.
A él.
Quiero a Tyrant.
Es el deseo de mi corazón.
—Joder, sí, ángel —dice Tyrant con voz gutural mientras me elevo y
me hundo en su polla una y otra vez—. Te he echado de menos, tan
apretada alrededor de mi polla. Ordéñame y me voy a correr tan profundo
dentro de ti.
—Por favor, Tyrant —le suplico, aferrándome a sus hombros con todas
mis fuerzas. Si así es como quiere hacerme suya, se lo daré. Su rastreador en
mi nuca para mantenerme a salvo. Su polla en mi boca cuando necesito
calmarme. Con cada golpe de su polla, me acerca más y más al límite.
Clavo las uñas y grito cuando llego al clímax. Tyrant gruñe y me aprieta
contra él con ambos brazos, empujándose más profundamente con cada
oleada de su propio orgasmo.
Sin dejar de mirar a papá con una mirada gélida, Tyrant me planta un
beso lento en la garganta, diciéndome en silencio que está orgulloso de mí.
—Con mucho gusto. Mi hija nos quiere muertos solo para poder tener
a Barlow.
—¿Qué he hecho para que creas que soy tan despiadada? Me han
repudiado, pero he luchado por sus vidas.
—¿Mi amiga? No tengo una amiga que inventaría tales mentiras sobre
mí.
—No lo sé.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué tienes un arma? Por favor, ayúdame.
Cuando Julia se acerca a mi mujer, me invade la rabia y la abofeteo
con fuerza. Grita y se desparrama por el césped. Hirió a Vivienne, y eso no
quedará impune.
—Te lo preguntaré otra vez y luego empezaré a rebanar esa cara tan
bonita que tienes. ¿Por qué has estado acosando a Vivienne?
Espero con los ojos entrecerrados. Me importa una mierda lo que Julia
Merrick tenga que decir. Ansío su sangre y sus gritos, pero Vivienne merece
una respuesta.
—Pensé que Vivienne te evitaría una vez que su familia le dijera que
te entregara. Te odiaban tanto después de que le robaras a su hermano
pequeño. Pero las fotos no funcionaron y yo empezaba a desesperarme. No
tenía elección —dice Julia, suplicándome—. No quería hacerle daño a
Vivienne, pero...
—Tenía que hacerlo —grita, con los ojos tan abiertos por el miedo que
se le ve lo blanco—. Papá me presionaba día y noche para que lo hiciera.
La única vez que me hablaba era para decirme que le fuera útil o perdería
mi herencia, los pagos de la universidad y mi asignación. Mi futuro y mi lugar
en la familia estaban en peligro. —Titubea y añade desafiante—: Tenía una
buena razón para lo que hice, porque la familia es lo primero. Al menos no
le dije a alguien que violara a mi propia hija por una deuda de unos miles
de dólares.
Todo este tiempo, Julia se ha centrado en mí, pero ahora mira a
alguien por encima de mi hombro. Detrás de mí, Owen Stone inhala
bruscamente.
—Julia, ¿de qué estás hablando? —Stone suelta una risa nerviosa.
Owen Stone, el hombre que está tan resentido con su hija que puede
deshacerse de ella como de un trapo viejo. Owen Stone, el hombre con
adicción al juego y tantas deudas que su propia esposa no conoce el
estado de sus finanzas. Owen Stone, cuyo amigo intentó violar a Vivienne.
Que no le creyó cuando le contó lo ocurrido, y que la hirió tanto llamándola
mentirosa, que su cuerpo y su alma llevarán las cicatrices hasta el día de su
muerte.
Owen Stone, que está sudando frío y culpable ante mis ojos.
25
Todo eso ya era bastante chocante, pero oír sus últimas palabras hizo
que mi mente se pusiera blanca de asombro.
—Papá —digo con voz quebrada—. No. Por favor, no. Di que no es
verdad.
—No puede —dice Tyrant entre dientes apretados—. ¿Puedes, Stone?
Julia solloza.
Tyrant me llama.
Hay varios giros rápidos y los pierdo entre los estrechos setos y las
estatuas de piedra. Vuelvo sobre mis pasos y escucho el sonido de mi
respiración agitada. Oigo un grito y corro en esa dirección, pero sigo
perdiéndome y recorriendo el mismo camino una y otra vez. Creo que
nunca podré resolver el laberinto de Tyrant.
Está muerta.
—¿Las ves?
¿Estoy bien?
Sí, por primera vez en mi vida, lo estoy. Todas las cuerdas invisibles que
retenían mi felicidad han sido arrancadas. Tomo la cara de Tyrant entre mis
manos pegajosas y ensangrentadas.
—¿Y ahora?
—Vivienne, gracias.
—¿Quieres decir que está pasando? ¿Vas a ser padre? Sabía que los
dos formarían una familia preciosa. Vamos a tener que preparar tantas
cosas para un bebé en casa. ¿Y este bebé? ¿También nos quedamos con
este bebé? —Mira a Barlow, que ha empezado a despertarse al oír nuestras
voces.
Cuando nos deja solos, Tyrant se vuelve hacia mí con un brillo en los
ojos.
—No puedo creer que por fin te tenga. A ti y a él. —Con una sonrisa,
se vuelve hacia Barlow y lo levanta de su moisés—. ¿Puedes decir
papá? —Se señala a sí mismo y dice despacio—: Papi. Pa-pi.
Barlow mira a Tyrant con grandes ojos azules. Los rasgos siniestros y los
tatuajes de mi amante siempre han fascinado a mi hermanito. De repente,
Barlow rompe a sonreír encantado y exclama:
—¡Pa!
Juego suavemente con uno de los rizos de Barlow. Una historia así es
probablemente más amable que la verdad, y nunca dejaremos de darle a
Barlow todo el amor y la protección que se merece. Me acurruco junto a
Tyrant, rodeándole la cintura con el brazo y tomando la manita de Barlow
con el otro.
—Has sido tan paciente conmigo. ¿Por qué esperaste tantos meses
cuando podías haberme atrapado sin más?
—Me estás tomando tan bien. Mira qué perfecta estás llena de mi
polla.
—Oh, sí. Soy tan buena chica por huir de ti y desafiarte durante meses
y meses. Sacarme el rastreador del cuello y no decirte que estoy
embarazada.
Hemos pasado por muchas cosas juntos en tan poco tiempo. Pienso
en las parejas lindas que se sonríen y dicen cosas como, cuando está bien,
simplemente lo sabes. Para nosotros, es más como, Cuando es tan
deliciosamente jodido, simplemente lo sabes.
—Ya me habías pedido que me quedara, y yo había aceptado, y aun
así me pusiste un rastreador.
Solo Tyrant podría decir algo tan espeluznante y hacerlo sonar como
una canción de amor.
Cierro los ojos y me quedo dormida, cálida y segura entre sus brazos.
—Estamos prometidos. —Me roza los labios con los suyos y sigue
moviendo las caderas a un ritmo constante que aprieta mi corazón.
Lo miro por encima de las pestañas.
La amenaza en su voz hace que mi sexo se apriete aún más contra él.
—¿Qué estás...?
—¿Sientes eso?
—Sí, joder. —Le encanta que pueda sentir el rastreador siendo forzado
en mi carne.
Saca la aguja con un fuerte suspiro de satisfacción y vuelve a dejarla
en la mesita de noche.
Suelta una risita sombría mientras sus manos se posan a ambos lados
de mi cabeza.
—Todo lo que hago es por ti —me jadea al oído—. Vivo por ti. Muero
por ti. Nunca te dejaré ir, y nunca revelaré todos mis secretos. Cuando los
descubras por ti misma, será demasiado tarde. El monstruo del laberinto
tendrá sus garras demasiado clavadas en tu corazón.
Con el brillo en los ojos de alguien que está a punto de contar una
buena anécdota durante una cena, Carly echa un vistazo a la mesa para
asegurarse de que todos le prestan atención, y así es.
—Me sentía triste por ella y por la forma en que murió. No era buena
conmigo, pero quería a Barlow como yo también lo quiero. Quería
despedirme.
—Lo que necesites para dejar atrás el pasado —le digo, recorriendo
con mis dedos la parte posterior de sus hombros.
—No. No voy a hacerlo. Voy a dar las gracias, Tyrant. Me alivia que no
estén viviendo felices para siempre en otra parte. Tenías razón.
—Soy la chica buena de Tyrant. Soy la puta de Tyrant. Por favor, por
favor, fóllame duro.
Camilla y Vivienne están cada vez más unidas. Son casi de la misma
edad y tienen mucho en común. Ella está haciendo que algunos de los míos
sean también los suyos. Últimamente, mi ama de llaves, Angela, y mi chófer,
Liam, están más de su parte que de la mía. La semana pasada, Angela me
regañó cuando Vivienne se golpeó accidentalmente el codo contra el
marco de la puerta. Cuando le señalé que yo no estaba en casa, me dijo
que debería haber estado allí. Besé el moratón de mi mujer con una sonrisa,
diciéndole que arrancaría el marco de la puerta si era lo que ella quería.
Angela pensó seriamente si debíamos hacerlo durante una hora.
—¿Cuál es el problema?
—Yo...
—Es precioso, ángel. Eres tan jodidamente hermosa con los ojos
cerrados y tus labios envolviéndome.
—He dicho mierda, ¿no? Pon las manos contra la pared. —Le doy la
vuelta, hace lo que le digo, le subo el vestido hasta dejarle el culo al
descubierto y tiro de su tanga. Sus pliegues brillan de humedad.
—Estás tan hinchada y resbaladiza, ángel.
—Todo el mundo ahí fuera puede oír a la novia siendo follada sin
sentido —le digo al oído con una sonrisa malvada.
—Espera. Se supone que tienes que estar ahí arriba para que pueda
caminar hacia ti.
—Yo.
Son poco más de las siete de la mañana y nuestro hijo Huck tiene
quince horas. Está tumbado en el cambiador y Tyrant tiene los antebrazos
apoyados a ambos lados. Tyrant mira a Huck absorto. Se está bebiendo
todo lo que hace el bebé. Creo que mi marido no se ha movido desde que
la enfermera terminó de pesarlo y cambiarlo hace diez minutos.
—Es tan perfecto. No me imaginaba que fuera tan perfecto. Mira sus
dedos, Vivienne. Sus pestañas. Son tan pequeñas. ¿Cómo es posible?
Tiene una pequeña línea entre las cejas mientras me mira, y sé a qué
se refiere. Todo el personal médico vio las cicatrices de mi vientre mientras
daba a luz. Tyrant sabe lo difícil que me resultó revelárselas a mi obstetra al
principio del embarazo, pero cada vez me resultaba más fácil. Poco a poco,
las cicatrices se estiraron y cambiaron a medida que mi vientre crecía. A
medida que cambiaban, me resultaba más fácil dejar de pensar en ellas
como “mis cicatrices” y ver en su lugar la evidencia de nuestro bebé
creciendo dentro de mí.
—Sabes que lo haré —murmura y roza sus labios con los míos.
—Señora Mercer, es tan hermoso. Es usted muy lista. Bien hecho. —Me
sonríe y me da un beso en la frente—. Volveré dentro de unas horas por
Barlow. Estamos haciendo todo perfecto para ti en casa.
Lilith Vincent es una autora de harén inverso de mafia que cree en vivir
en el lado salvaje. Por qué elegir una cuando puedes elegirlas a todas.