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Junio 2023

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Todos los nombres, personajes, lugares y acontecimientos de esta novela son producto de la imaginación de la autora, o son
empleados como entes de ficción. Cualquier semejanza con personas vivas o fallecidas es mera coincidencia. La autora reconoce
la condición de marcas registradas de diversas marcas citadas en la obra sin permiso de los derechohabientes. El uso de dichas
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Fotografía e ilustraciones: Canvas


Diseño de portada y maquetación: Kayla Laurels
Copyright © Kayla Laurels.
All right reserved.
Este libro es para ti Ismael, porque el mundo necesita conocer más historias
como la nuestra. Siempre hay que sonreír, incluso en los días más oscuros.

Te quiero.
Me gustan las personas que no se rinden, no renuncian, no
desisten cuando aman algo de verdad. Porque cuando las ganas son reales,
el interés siempre está.

—Rafael Cabaliere.
¿Por qué los adultos son tan egoístas? No entiendo por qué no cuentan con
nuestra opinión. Se piensan que por ser niños no nos afecta las decisiones
que toman. Pero le he dejado muy claro a mis padres, que no estoy de
acuerdo en esta nueva mudanza, la tercera en un año. Esta vez han
aprovechado que hay una semana de fiesta nacional para marcharnos a
nuestro nuevo hogar. Es una injusticia porque ahora que estaba haciendo
amigas, llega mi padre y vuelve a cambiar de trabajo. Esta vez, lo supe
antes de que dijese nada. En el instante en que sacó dos cajas enormes de
regalo envueltas una en papel de los vengadores y la otra de unicornios,
comprendí que había gato encerrado. No me equivoqué, así fue. Después de
regalar a mi hermano Caleb un patinete eléctrico y a mí la Nancy más
bonita que jamás había visto, nos dio la noticia de que nos mudamos de
nuevo. Nos volvían a cambiar de colegio en mitad del curso y para colmo
nos íbamos a otro estado. New Bern, estaba demasiado lejos de todo lo que
yo siempre había conocido. Pero esta vez no les dije nada, no hubo
lágrimas, ni reproches tan solo me giré a mi habitación y me puse a recoger
mis juguetes en cajas. Mi hermano en cambio se lo tomó genial, porque es
un vendido. A pesar de que quiero creer a mi madre, en que esta vez será la
última que nos mudemos, no quiero hacerme ilusiones.
Llevo tres días sin hablar. No he dicho ni una sola palabra ni al idiota de
Caleb, que no para de chincharme, y para colmo, hoy cuando hemos bajado
las cajas de la mudanza a la nueva casa, él ha roto una maceta del jardín y
les ha dicho a mis padres que había sido yo. El muy mentiroso se ha
aprovechado de mi voto de silencio para que no pudiera defenderme, he
estado a punto de hablar, pero al final he apretado mis labios y con mi dedo
índice y corazón me he señalado mis ojos para luego señalarle a él, que se
prepare porque no pienso dejar que esto acabe así. Por lo general, nos
llevamos como el perro y el gato todo el día, pero en el fondo nos
queremos.
Durante todo el camino en coche, deseaba con todas mis ganas que nuestro
nuevo hogar no me gustase ni un poquito. Pero mis rezos no han surtido
efecto porque desde el instante en que llegamos, llegué a la conclusión de
que me encanta, parece un lugar sacado de una peli. Todas las casas de la
calle son prácticamente iguales, de dos plantas con la fachada laminada en
color blanco que resalta aún más por su tejado de pizarra. Tiene muchas
ventanas, tantas, que parece un castillo. Tenemos un jardín delantero y otro
trasero con barbacoa y piscina, que da acceso a un sendero que rodea un
lago. Sin duda alguna, parece un lugar sacado de mis sueños. Me encanta
que al fin voy a tener una habitación para mí sola. ¿Sabes lo que eso
significa? Que no tendré que soportar al imbécil de mi hermano. Pero lo
mejor de todo, son las vistas que tiene mi habitación, a pesar de que veo la
casa del vecino, puedo sentarme en el alféizar y contemplar el lago. Lo he
echado a suertes con Caleb y él se ha tenido que quedar con la otra
habitación que da a la parte delantera de la casa.
—¡Eh mudita! —Me llama Caleb.
Me bajo del alféizar para encararme a él que pone su sonrisa de idiota y
cuando estoy lo suficientemente cerca me lanza una araña enorme a la cara.
—¡Ahhhhh! —grito y él se troncha de risa.
—Has roto el silencio, perdedora. —Se mofa de mí y no dudo en
lanzarme hacia él y comenzar a tirarle del pelo.
—Te vas a enterar pecoso. —Comenzamos a pegarnos.
—¡Ya basta! —grita mi madre que sube a trote por la escalera y me coge
en brazos para apartarme de encima de mi hermano.
—Prepárate. —Le advierto y él se sienta en el suelo mirándome como si
nada le afectase.
—Estoy deseando ver que eres capaz de hacer desdentada. —Me vacila
con el mote que me tiene puesto por estar mellada.
—¡Caleb y Abbigail! Ya está bien. —Nos reprende mi madre y ambos
nos callamos. Ella suspira cansada y con la mano que tiene libre se pellizca
el puente de la nariz—. Sé que esta nueva mudanza os ha afectado. Pero, no
podéis llevaros así de mal ahora que os vais a necesitar más que nunca.
»Vais a un nuevo colegio y aunque estéis en cursos diferentes, sois
hermanos y los hermanos están para cuidarse y protegerse. Vuestro padre y
yo estamos haciendo todo lo que podemos por el bien de la familia, yo
también he cambiado a un nuevo hospital y papá a una nueva empresa de
transportes. Todos tenemos cambios y somos una familia. ¡No podéis
declararos la guerra! Así que ya sabéis lo que tenéis que hacer. —Nos
regaña mi madre dejándome en el suelo y acariciándome la mejilla para que
dé el primer paso. Me acerco a mi hermano, le ofrezco mi mano que la
agarra sin dudar y se levanta para abrazarme. Me envuelve en sus brazos y
me da un beso en la mejilla.
—Lo siento Abby, no debí de gastarte esa broma con la araña de juguete
—dice con un arrepentimiento que sé que no siente y luego baja la voz para
susurrarme—. Sabes que la guerra acaba de comenzar. —Me recuerda,
sabiendo que solo es un papel que está haciendo delante de mi madre.
—Te perdono Caleb —miento y bajo mi voz para decirle solo a él la
verdad—. Estoy deseando que veas lo que le ha pasado a tu patinete. —
Suelto una risita.
—Cuando queréis sois adorables. Aunque la señora Montgomery venga
a estar con vosotros, mientras papá y yo estamos trabajando, siempre debéis
de cuidaros el uno al otro, ¿está bien? —Ambos asentimos y mi madre
satisfecha nos da un beso a cada uno y nos recuerda que pronto tendremos
una nueva niñera, que tampoco conocemos y eso nos irrita. Pero no
decimos nada más y ella se marcha satisfecha.
En el momento en que ella desaparece escaleras abajo, ambos nos
separamos y mi hermano me mira alarmado por lo que le ha podido suceder
a su querido patín. Corre hasta su dormitorio y sé que tengo poco tiempo
para huir, cuando descubra que lo he pintado de rosa con spray y se lo he
llenado de pegatinas de unicornios. Debo desaparecer del mapa, al menos
hasta que mi madre no me llame para cenar. Gracias a que mis padres están
tan ocupados con la mudanza, sé que no me echarán en falta.
Me pierdo por la nueva casa, bajo hacia la entrada y miro con urgencia
donde puedo esconderme, pero veo al final del pasillo la puerta que da al
patio trasero. Sin dudarlo dos veces salgo, miro en la zona de la barbacoa y
rodeo la piscina. No encuentro un buen lugar para esconderme, me pillará si
me quedo aquí. Así que abro la puertecita que da al paseo que bordea el
lago y corro sin mirar atrás por el camino empedrado y me alejo un poco
para detenerme y tomar aire. Uff… Cuando lo encuentre va a enloquecer, sé
que se chivará a mis padres y que me castigarán, pero no me importa. Tenía
que dejarle muy claro que a pesar de que tengo ocho años, él solo es dos
años mayor que yo y no puede seguir arrancándole las cabezas a mis
muñecas, porque a él le divierta. Necesito estar tranquila, lejos de su furia y
este lugar me tiene hipnotizada. Es un lugar tranquilo y sé que no se le va a
ocurrir buscarme fuera de casa, porque acabamos de llegar y es algo
impensable. Voy caminando distraída junto a los juncos viendo a los patitos
nadar, cuando descubro que para mi sorpresa no estoy sola. A unos metros
de mí, hay un niño que está sentado con la cabeza enterrada en sus rodillas
y tiembla. Camino hacia él con cuidado y por lo que puedo ver, parece más
grande que yo.
—Hola. —Lo saludo con timidez y él, levanta la cabeza sobresaltado.
Me mira con lágrimas en los ojos, se las seca con la manga de la sudadera y
aspira con fuerza. Le sonrío con cariño y me acerco para sentarme junto a
él. No ha dicho ni una sola palabra, pero tampoco se aparta cuando me
siento a su lado. Veo como me observa entre sorprendido y extrañado.
—¿Vives ahí? —pregunto señalando la casa que hay junto a la mía y él
asiente—. Soy tu nueva vecina, espero que no estés llorando por eso —
intento bromear con él y lo consigo. Cuando sonríe sus ojos que son de un
color negro intenso se le iluminan.
—Hola vecina. —Me responde con una sonrisa triste—. He discutido
con mi padre —confiesa poco orgulloso de ello y aparta la vista para coger
una piedra del suelo y lanzarla al agua con rabia.
—Yo no suelo discutir con los míos, se pasan todo el día trabajando. —
Le comento y apoyo mi mejilla en las rodillas y lo miro con detenimiento.
Él nota que lo estoy observando con descaro y le sonrío—. Me llamo
Abbigail, pero mis amigos me llaman Abby.
—Encantado de conocerte Abb. —Jamás nadie me ha llamado así, pero
me gusta como suena y sonrío divertida por ello—. Soy Zack. —Me ofrece
su mano con una mirada llena de complicidad y se la estrecho sin dudar.
—¡¡¡ABBIGAIL!!! —Oigo gritar a mi hermano y me encojo un poco
del sobresalto. Miro tras mi espalda por si aparece por el sendero, pero no
lo hace. Entonces rompo a carcajadas y Zack lo hace junto a mí sin
comprender aún el motivo.
—Ese grito que parece de un perro rabioso, es del cascarrabias de mi
hermano Caleb. Con él si discuto, y mucho —digo con sinceridad.
—¿Por eso estás aquí? —pregunta curioso.
—Sí, seguramente acaba de descubrir que me he vengado de él por
arrancarle las cabezas a todas mis muñecas. —Él parece alucinado de lo que
le digo y entonces se ríe aún más, cuando comprende todo.
—Espero que no las queme como venganza —añade divertido.
—Puede ser que lo haga, —digo encogiéndome de hombros—. Por eso
guardo una Nancy que me acaban de regalar mis padres en otro lugar… Por
si acaso —susurro.
—Es lo mejor que puedes hacer —comenta risueño—. Yo no tengo
hermanos.
—Debe de ser aburrido no tenerlos —respondo pensativa y él se encoge
de hombros indiferente—. Pero puedes tener muchos amigos, ¿quieres ser
amigo de Caleb?
—¿De tu hermano rabioso? —Me pregunta extrañado y alegre.
—Síp, lo necesita porque acabamos de llegar y no conoce a nadie. —Le
informo.
Él ladea su cabeza como si intentara comprenderme mejor. Guarda silencio
un rato enorme y no comprendo por qué lo hace. Aparto la vista confundida
y me fijo en el lago sereno. Creo que no he dicho nada raro para que me
observe de esa forma, pero cuando vuelvo a mirarlo. Zack vuelve a
sonreírme de forma tan amplia, que se le ven los Brackets y sus dientes ya
casi perfectos.
—¿Y por qué no el tuyo? —Me pregunta intrigado.
—También, pero será nuestro secreto.
Bostezo una vez más cansada mientras vamos en el coche en dirección a
nuestra nueva escuela. Hoy por ser el primer día nos llevan papá y mamá.
Anoche no podía dormir, solo de pensar en mi primer día en la escuela y
por ello, Zack estuvo hablando conmigo hasta tarde. El cuarto dónde él
duerme tiene una ventana justo enfrente de la mía. Así que anoche, como él
estaba solo en su casa, se le ocurrió crear un teléfono con dos vasos de
plásticos unidos por una cuerda y hablar a través de ellos. Me gusta ese
chico, porque es divertido, ingenioso, atento y se porta muy bien conmigo.
Llevamos tan solo unos días aquí y sin embargo tengo la sensación, de que
lo conozco desde siempre.
La tarde que hui de casa, decidí regresar con Zack y presentarles a todos
a nuestro nuevo vecino. Caleb y Zack, se cayeron bien en el primer instante
de conocerse y desde entonces se han vuelto inseparables. Aún aguardo el
momento en que mi hermano me devuelva su venganza, pero está siempre
con Zack y por ahora, pasa de mí. Aunque suelo ir con ellos a todos lados, a
veces mi hermano se empeña en que los deje solos para hacer cosas de
chicos. Pasan mucho tiempo jugando en casa, ya que está cuidándonos la
señora Montgomery y Zack siempre suele estar solo. Según me contó
anoche, su madre había fallecido hacía unos años y su padre siempre estaba
fuera por trabajo. Me da pena, porque es muy triste estar sin tus padres. Yo
no soy capaz de hacerme a la idea. Su padre siempre le da regalos caros y
hasta tiene un móvil de última generación, lo llama todos los días o al
menos eso me dice él. Por lo visto lo ha cogido de costumbre, traerle un
regalo de cada viaje y aunque él no me lo dice, esos juguetes caros no le
gustan. Porque los tiene sin abrir en las cajas, incluso le regaló a mi
hermano tres juegos de la playstation.
Muchas tardes nos bañamos en la piscina y luego cuando ellos
comienzan a jugar a rugby, a veces me dedico a mirarlos desde los
escalones del porche y otras entro en casa con la señora Montgomery, para
ayudarle en lo que este haciendo. Nuestra niñera es una mujer mayor, tanto
que podría ser mi abuela. Tiene el pelo blanco y las mejillas sonrosadas, es
muy dulce y se porta genial con nosotros. A veces, cuando le sobra tiempo
me hace trenzas. Pasa con nosotros todas las tardes que mi madre está de
guardia en el hospital y mi padre aún no ha vuelto de la oficina.
Mi padre detiene el coche al lado de Zack que va caminando con los
auriculares puestos. Va distraído y no es hasta que mi padre toca el claxon
cuando se da cuenta de que estamos a su lado mirándolo y al vernos, una
sonrisa ilumina su rostro.
—¡Buenos días chico! Sube, que te llevamos.
—Buenos días señor Brad, no es necesario… —responde avergonzado.
—¡Vamos Zack! —Lo anima mi madre que baja del coche y le abre la
puerta—. Es el primer día de Caleb y Abbigail, lo mejor para ellos es llegar
contigo.
—Claro tío, así entraré contigo a clase y no pareceré un fracasado como
Abby. —Se ríe de mí, que no tengo la misma suerte y yo sí que no conozco
a nadie.
—¡Mamá! —grito y me quejo.
—¡Caleb, ya basta! No empieces otra vez. —Le riñe mi madre y yo le
saco la lengua victoriosa.
—No se preocupe señora Lisa, yo cuidaré también de Abby —responde
Zack subiéndose al coche y sentándose junto a mi hermano.
—¿Cuántas veces te hemos dicho que solo nos llames Brad y Lisa? —Le
pregunta mi madre risueña subiéndose de nuevo al coche.
—Lo siento Lisa —responde avergonzado con una pequeña sonrisa.
Me mira de forma fugaz y yo le sonrío feliz, mientras me hace un guiño.
Observo a ambos chicos, que van junto a mí en el asiento trasero y me fijo
en que uno parece el reflejo del otro, tan menudos, con brackets, el mismo
uniforme y el corte de pelo parecido. Solo que mi hermano es tan blanco
como la leche y tiene pecas en las mejillas a diferencia de Zack que tiene la
piel ligeramente bronceada.
El resto del camino lo paso mirando por la ventana del coche y me voy
fijando en lo bonito que es este lugar. La gente parece vivir a un ritmo muy
diferente al que había en Gainesville o en Winter Haven, las dos últimas
ciudades de Florida en las que habíamos estado viviendo. Pero New Bern
parece un oasis de tranquilidad, hay algo especial en este lugar que no
puedo negar lo mucho que me gusta. Lo único que deseo, es que esta vez
sea verdad y nos quedemos aquí para siempre.
Cuando bajamos del coche y mis padres se despiden de nosotros, nos
quedamos los tres parados junto a un cartel de madera en el pone
«Bienvenidos a la escuela central de primaria de New Bern». Frente a
nosotros hay un edificio antiguo de dos plantas, con un tejado muy alto
dividido a cuatro aguas, cubierto por tejas de pizarra negra y frente a
nosotros, hay un porche de entrada semicircular que tiene las puertas
abiertas, de par en par, mostrándonos nuestro nuevo colegio. Trago saliva
nerviosa y agarro la mano de mi hermano. Él me la sujeta de forma
protectora y me mira con una sonrisa para que este tranquila. A pesar de
todo Caleb, sabe que no es fácil comenzar de nuevo por tercera vez en un
año y aunque me haya estado chinchando estos días, sé que solo lo hacía de
broma porque para él esto tampoco es fácil.
—Vamos enana. —Me anima tirando de mí.
Apresuro mis pasos para ir al mismo ritmo que él. Zack nos sigue y
caminamos entre cientos de niños que nos observan curiosos, miro a
algunos de forma fugaz y vuelvo a mirar al suelo. Por cada paso que doy
más diminuta me siento y pienso que no ha sido buena idea ponerme hoy
las trenzas. Nos miran como si fuésemos de otro planeta y cuando pasamos
por una puerta de cristal, me fijo en mi reflejo y no veo nada extraño para
que me miren de esa forma. Zack nos lleva a secretaría, allí nos atiende una
mujer de pelo rubio, delgada y con gafas que nos sonríe con alegría y nos
explica con amabilidad cual es el número de nuestras taquillas y Zack se
ofrece a guiarnos a nuestras clases. Me duele la barriga porque estoy
nerviosa, tengo hasta náuseas y creo que no ha sido buena idea tomarme un
segundo tazón de cereales esta mañana. Me pican los ojos, pero no pienso
llorar y que se rían de mí y piensen que soy una llorica. Caminamos por el
pasillo de brillante terrazo en color crema, en el que hay muchísimas
taquillas y hay algunos alumnos cogiendo sus cosas. No pensé que habría
tantos niños, ya que desde que llegué aquí, hace una semana, solo he
conocido a Zack. Cuando nos detenemos frente a la que es mi clase, tomo
aire y me miro los zapatos para tranquilizarme y tener suficiente valor para
entrar.
—¡Vamos Abby! Te va a ir genial. —Me anima con cariño mi hermano.
Lo miro insegura y presiono mis labios porque no pienso llorar. Me lanzo a
sus brazos y me atrae hacia él—. Tranquila, estaré aquí esperándote para ir
al recreo. Sobrevivimos a los otros dos colegios y a este también, tú solo
tienes que estar atenta a los profesores.
—Gracias Caleb, espero que también te vaya bien. —Le digo un poco
más animada y convencida de que lleva razón.
Me aparto de él y veo como Zack guarda silencio. Nos observa apoyado
en el marco de la puerta con los brazos cruzados, parece perdido en sus
pensamientos y a la vez, hay un brillo precioso en sus ojos oscuros que
refleja que está disfrutando de ver que en realidad mi hermano y yo no nos
odiamos tanto como parece. Nos queremos, aunque rara vez nos lo
mostremos.
—Eh Abb. —Solo él me llama así y sonrío—. Seguro que pronto harás
amigas porque eres genial—. Me anima deslizando sus dedos por mis
trenzas, a la vez que me guiña el ojo.
—Gracias Zack —respondo acercándome a él y le doy un beso en la
mejilla, Zack sonríe sorprendido y se acaricia la mejilla donde acabo de
besarle. —Hasta luego chicos. —Me despido de ellos y entro en la clase.
Los nervios se me quitan cuando varias niñas me saludan con alegría y
forman un círculo, me preguntan con curiosidad cómo me llamo, de dónde
vengo y por qué estoy aquí. Estaba contestando a todas las preguntas que
me hacían y parecía que les gustaba, pero su opinión me dejó de importar
cuando una chica negra, con el pelo lleno de cientos de trenzas se acerca al
grupo y me sonríe alegre.
—Hola, la estáis agobiando y no es ningún mono de feria. Ven, si
quieres puedes sentarte conmigo. —Me dice cogiéndome de la mano y
sacándome del medio del círculo que se ha formado.
—Gracias —murmuro avergonzada.
—No hay de qué, eres la novedad, pero en tres días serás una más de
aquí y verás como todo es diferente —comenta sentándose en primera fila y
yo lo hago junto a ella.
—Me llamo Abbigail aunque todos me llaman Abby.
—Yo soy Grace —responde risueña. Me cae bien.
—Me encantan tus trenzas. —Le digo fascinada al ver que tiene trenzas
de raíz por toda la cabeza.
—Gracias, me las hace mi abuela porque tengo el pelo tan rizado que es
indomable. —Se ríe—. Yo llegué nueva a comienzos de curso y sé cómo te
sientes.
—Oye Grace… ¿Quieres ser mi amiga? —pregunto avergonzada y
esperanzada.
—Por supuesto Abby, te he elegido como amiga desde el momento en
que te he visto con esas dos trenzas. —Bromea divertida.
La profesora de mates llega a clase y todos vuelven a sus asientos y aunque
sé que ahora llega el momento de tener que presentarme, contar con la
complicidad de Grace hace que sea más llevadero y que no me importe si
no le gusto al resto de niños. Al menos, sé que ya tengo una amiga, mi
primera amiga.
A pesar de que es sábado y no tengo que ir a la escuela, me suelo despertar
temprano como de costumbre. Tengo la hora cogida de levantarme para
llegar siempre a tiempo a todos lados y nunca necesito una alarma. Miro el
techo de mi dormitorio y me restriego los ojos adormilado. La casa está en
completo silencio y eso solo puede significar una cosa, que mi padre ya se
ha largado de nuevo para el aeropuerto. Porque de lo contrario, estoy seguro
que se le escucharía hablar por teléfono desde su despacho y el olor a rancio
del humo de sus puros inundaría toda la casa. Suspiro frustrado solo de
pensar en el día que es hoy, él lo sabía y ni por ello se ha quedado. Sé que le
importo poco, porque es el tercer año que lo paso solo y la verdad es que
me da igual. No sé por qué anoche pensé tan iluso que él hoy pasaría el día
conmigo. Pero una vez más, solo me ha recordado lo poco que le importo.
Me bajo de la cama cabreado y me froto la cara cansado, bostezo y me
esperezo frente a la ventana de Abby. Pensar en ella me hace sonreír. Parece
que fue ayer cuando apareció junto a mí en el lago. Aquel día, había
discutido con mi padre como de costumbre, porque había pasado solo el día
del aniversario de la muerte de mi madre y a él le traía sin cuidado, parecía
haberla olvidado tan fácil que me dolía. Así que cuando regresó, discutí con
él y él descargó su furia golpeándome y gritándome que fuera un hombre.
Exigiendo que dejase de llorar por algo del pasado y cuando me dejó en
paz, rompí todo lo que estaba a mi paso y me fui de casa. Corrí hasta el lago
y me senté bajo el árbol en el que siempre me sentaba con mi madre. Lo
odiaba, quería desaparecer y marcharme de este lugar para siempre. Pero,
¿a dónde iba a ir? No tenía más familia y casi siempre estaba solo en casa.
Eso era mejor, a que me llevasen los asuntos sociales y me entregasen a una
familia de acogida o a un internado. Estaba pensando en que no le volvería
a permitir ponerme una mano encima, cuando una vocecita que sonaba
como una campanilla me sacó de mi tristeza. Para encontrarme con una
niña pequeña, con el pelo de color del caramelo, que me observaba llena de
curiosidad con los ojos más verdes y grandes, que jamás había visto. Me
gustó su sonrisa pícara y su forma de mirarme.
Aún recuerdo cómo se sentó a mi lado sin avisar y habló conmigo como
si me conociera de toda la vida. Yo no tenía ganas de estar con nadie, pero
me quedé hipnotizado de las cosas que me contaba. Casi no podía dar
crédito a la valentía que tenía al haberse vengado de su hermano, y no sé
por qué, cuando me quedé en silencio observándola, sentí que se me
olvidaban mis problemas. No se me pasó desapercibido, cuando se encogió
al oír gritar a Caleb y a pesar de apretar los labios y juntar los pies nerviosa,
me eligió como amigo para su hermano. Eso me gustó, era fuerte, valiente y
tenía un corazón que la hacía única. Pero yo no solo quería ser amigo de su
hermano sino también de ella, porque de alguna forma sentía que ella me
había encontrado a mí.
Desde aquel día, conocí a mis dos mejores amigos y dejé de plantearme
huir de casa. Con Abb todo es diferente, es mi única amiga chica y tan
divertida, que nunca me canso de oírla hablar. Tiene cientos de sueños.
Como algún día ser doctora como su madre y viajar a la India para ayudar a
los niños huérfanos y cuando me pregunta por mis sueños me quedo le
cambio el tema. Porque estoy convencido que si ella supiese lo que
verdaderamente me gusta diría que soy un imbécil como me recuerda mi
padre. Cada noche, me quedo embobado oyéndole al otro lado del vaso de
plástico que une nuestras ventanas. Es un secreto que solo ella y yo
compartimos, porque Caleb, se cabrearía por no poder participar y sé que es
egoísta, pero durante ese trocito del día, nada más existe excepto ella y yo.
La familia Smith, lleva casi un año aquí y siento que es lo mejor que me
ha podido pasar en mucho tiempo. Sus padres son geniales, se preocupan
por ellos y hasta por mí. Estas navidades en su casa me pusieron regalos
como si fuese uno más y pasé el día de acción de gracias con ellos. Mi
padre también nos acompañó, el señor Brad lo invitó a él también y ese día
no hubo riñas, ni reproches.
Sus padres están casi todo el día fuera de casa, pero todas las noches los
cuatro cenan juntos y aunque ellos no lo saben yo me siento a la vez a cenar
junto a la ventana de mi cocina que da justo enfrente a su comedor. Los
observo y los veo reírse, es imposible no notar cuánto amor hay en esa casa
y de una forma extraña, me siento acompañado durante la cena. Me han
invitado a que me quede a cenar muchas veces, pero no quiero abusar de su
hospitalidad y que se cansen de mí. No quiero que lo que dice mi padre sea
verdad y que cuando vean como soy, prefieran alejarse de mí. Mi padre
siempre me recuerda que soy su decepción constante y tal vez es por eso,
por lo que no termino de acercarme del todo a esa familia, por miedo a
perderlos. Siempre soñaba con el día en que pudiese largarme de aquí, no
creáis que no lo he pensado. Pero para ello, necesito dinero y cuando tenga
el suficiente me largaré de aquí. Aunque desde que conocí a Abby y a
Caleb, dudo de marcharme y perderlos, porque cuando estoy con ellos
siento que estoy en el lugar correcto.
Me pongo un jersey de lana burdeos y me miro frente al espejo, al
recordar que es igual al de Caleb y que me lo tejió su abuela Annie cuando
vino a pasar las Navidades. Bajo las escaleras de casa con una sonrisa al
recordar que es una suerte tenerlos de vecinos. Pero cuando veo una enorme
caja envuelta con papel de regalo, toda mí felicidad se esfuma de un
plumazo. Paso por el lado del regalo y no lo miro más de dos segundos,
porque no pienso abrirlo. Pero leo con rapidez la nota que hay escrita.
¡Felicidades! Y una mierda. ¿Qué padre felicitaba a su hijo por su once
cumpleaños con una nota? El mío sin duda. Me dirijo a la nevera y cuento
los tuppers que hay, para calcular más o menos cuántos días va a estar
fuera. Si no me equivoco, pasará unos cuatro días viendo la comida que me
ha dejado. El día de mi cumpleaños, lo pasaría solo una vez más. Por
suerte, este año tengo a mis vecinos y cuando se despierten, podré pasar el
día con ellos como de costumbre.
Voy a la entrada y cojo una foto de mi madre y sonrío con nostalgia.
Camino de nuevo hasta la cocina y rebusco en los cajones hasta encontrar
una vela. Me siento al lado de la encimera, enciendo la vela, cierro los ojos
y soplo, pidiendo un deseo. «Ojalá que alguna vez le importe lo
suficientemente a alguien». Pero un golpe en seco me sobresalta y doy un
brinco que casi me caigo de espalda del susto, cuando miro hacia el lugar de
donde viene, veo el rostro aplastado de Abby contra el cristal, lleva un
enorme sombrero de paja, del que se escapan sus dos trenzas tan
características y me saluda con una enorme sonrisa llena de alegría.
—¡Hola Zack! He visto la luz encendida de tu cocina y supe que ya
estabas despierto. Caleb aún está desayunando y he pensado venir yo a
contártelo. —Me comenta feliz con voz amortiguada al otro lado.
Le hago un gesto para que rodee la casa y camino hasta la entrada para
abrirle la puerta extrañado y feliz de verla.
—¿Qué haces aquí tan temprano Abb?
—Hoy mis padres están libres y vamos a ir a pasar el día al otro lado del
lago, ¿quieres venir? Le ayudé ayer a la señora Montgomery, a hacer una
tarta de arándanos. Así que iremos de picnic y a la vuelta, iremos a ver un
partido de los Red Bears y comeremos perritos calientes. ¿No es genial? —
Me pregunta de forma apresurada, tierna y cariñosa.
—Esto… yo no puedo ir —digo frotándome la mejilla para que no vea
mi cara de tristeza, porque en realidad me muero de ganas de pasar el día
con ellos. Pero a mi mente viene esa conversación con mi padre en la que
me dice, que ellos también se cansarán de mí si soy demasiado pesado.
—¿Qué? Pero si a ti te encanta ese equipo de rugby y los perritos
calientes. —Frunce el ceño extrañada y se gira para mirar al aparcamiento
de la calle—. Estás solo en casa, el coche de tu padre no está.
—Ya peque, pero… —No me deja continuar, cuando ella pasa por mi
lado y abre la puerta de entrada del todo, viendo la caja que hay a los pies
de las escaleras.
—¡Es tu cumpleaños! —Exclama con efusividad y da un salto para
lanzarse sobre mí. La rodeo con ganas y ella ríe feliz, sin duda alguna mi
día no podía comenzar mejor.
—Trencitas, yo… —Abby me mira con determinación.
—Zack, se te da fatal mentir. Además, te he visto soplar las velas antes y
pedir un deseo. —Me comenta alzando las cejas divertida—. ¿Qué has
pedido? Ya sé, no me lo digas para que se te cumpla, ¿vale? —Me anima,
apartándose de mí para comenzar a dar saltitos y su alegría me contagia—.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS OSITO! —Tan solo a ella se le ocurriría llamarme
de esa forma, por ser fan de nuestro equipo local. Abby ríe despreocupada y
yo lo hago con ella.
—Bueno es que no quiero ser pesado. —Soy sincero y ella deja de saltar
y me mira extrañada inclinando hacia un lado un poco la cara. Parece que
va a decir algo, mira de nuevo hacia el aparcamiento vacío, pero se calla. Se
humedece los labios y toma aire antes de hablar.
—No vas a pasar solo el día de tu cumpleaños. —Me advierte y veo que
la familia Smith ya se ha dado cuenta de cómo es mi padre.
—Bueno, está bien —respondo siendo el niño más feliz de toda la tierra
y ella aplaude llena de júbilo—. Tengo que vestirme, si quieres esperar
mientras.
—Me encantaría.
Me responde con una mirada llena de afecto. Abby nunca había estado en
casa, supongo que el verdadero motivo era porque yo siempre estaba en la
suya. Aunque ambas casas tienen la misma distribución, hay una gran
diferencia entre una y otra. Mi casa es fría y solitaria, al contrario que la
suya que es cálida y está llena de vida.
Ella se pasea por el recibidor con mirada curiosa y observa el regalo sin
abrir, sé que no va a hacer comentario alguno, sabe que no pienso abrirlo.
Es la única que conoce la verdadera razón. Se lo conté una noche mientras
hablábamos por la ventana, había discutido de nuevo con mi padre y
necesitaba hablar con alguien, incluso me sinceré de aquella vez en la que
me dio una paliza. Ella no me dijo nada, no me juzgó, tan solo me sonrío
con tristeza y me prometió que siempre la tendría a ella y a su familia.
Subo las escaleras al trote y me giro para ver como ella se ha sentado en los
primeros escalones y veo como sonríe mientras observa una foto de mi
madre conmigo. La dejo ahí y me dirijo a mi habitación, con un sentimiento
nuevo que brota desde lo más profundo de mi ser y se me concentra en el
estómago. Una sensación que no sé cómo describir, ¿era miedo? ¿nervios?
¿vértigo? No lo sé, pero cada vez que Abby sonríe de esa forma tan tierna e
inocente, una luz se prende en mi interior e ilumina toda la oscuridad que
siente mi alma y me calienta el corazón. Estoy ilusionado, porque aún no
me puedo creer que el día fuese a dar un giro así. Sin duda alguna, nos
esperaba un gran día por delante.

Estábamos exhaustos, nunca había pasado un día así y sin duda alguna, era
lo mejor del mundo mundial. Brad, nos había estado enseñando a Caleb y a
mí a pescar, mientras que Abby y su madre se dedicaban a reírse de
nosotros. Luego jugamos los tres a lanzarnos por una tirolina que había en
aquella zona y pasamos por un puente colgante, que unía dos árboles.
Estaba tan feliz, que quería pellizcarme la mejilla para saber que no era
un sueño. Cuando nos sentamos a comer, Lisa sacó la tarta de arándanos y
puso dos velas. Me cantaron cumpleaños feliz y Abby me regaló una
pulsera de bolitas, que había estado haciendo mientras nosotros habíamos
estado pescando. Tenía un pellizco en el corazón, porque solo pedí que ojalá
esto fuera eterno. Luego fuimos al estadio de los Red Bears, acompañé a
Caleb a comprar perritos calientes y vimos el partido, gritamos y
celebramos la victoria hasta quedarnos roncos.
Ya vamos de regreso y estoy cansado, pero estoy tan emocionado por el día
que he vivido que no consigo que el sueño me rinda. Voy oyendo como Lisa
y Brad van hablando llenos de complicidad, mientras que Caleb y Abby
están dormidos. Mi dulce trencitas respira con el corazón encogido, por el
llanto que ha tenido por culpa de su hermano. No comprendo por qué
siempre tiene que ser tan capullo con ella, cuando en realidad la quiere con
toda su alma. Pero a él le divierte irritarla y es por eso por lo que casi
siempre me cabreo con él. A Abb, se le escapa una lágrima que resbala por
su mejilla y no dudo en borrarla de su rostro con mi dedo pulgar. Observo
mi dedo húmedo por su lágrima y el silencio que hay en el coche llama mi
atención, miro a la parte delantera del coche y veo a Lisa mirándome de un
modo que me ruboriza al haber sido pillado.
—Eres un gran hombrecito Zack, feliz cumpleaños —dice Lisa a la vez
que me ofrece un regalo.
—Muchas gracias señora… es decir, Lisa. —Me corrijo y ella sonríe
complacida—. Pero con todo lo que hacen por mí, no necesito más regalos.
—Vamos Zack seguro que te va a gustar —añade Brad—. Y si tú te
hubieras portado bien con tu hermana, también hubieras tenido un regalo—.
Le riñe a Caleb que se ha despertado y aparta la vista arrepentido.
—Lo siento —dice una vez más mi amigo.
—No entiendo por qué siempre la llevas al límite Caleb —comenta su
madre con seriedad.
—No lo voy a hacer más —responde y ojalá fuese eso cierto.
Me estiro para coger el regalo que Lisa me ofrece, con cuidado de no
despertar a Abby pero no lo consigo porque cuando me vuelvo a sentar en
mi asiento la veo que me sonríe ilusionada y apoya su pequeña manita en
mi brazo. Desgarro el papel y Abby aplaude feliz cuando desdoblo la
camiseta y la miro alucinado. No me puedo creer que me hayan regalado
una camiseta de los Red Bears y encima está grabada con mi nombre y el
número once en honor a la edad que estoy cumpliendo.
—¡Madre mía! —exclama alucinado Caleb.
—¡Me encanta! —grito feliz—. ¡Muchísimas gracias a todos!
Miro a cada uno de ellos que me sonríen con familiaridad y cariño. Sin
duda alguna, este ha sido el mejor cumpleaños que he tenido en mucho
tiempo y todo gracias a la familia Smith. Sé que ellos aún no lo saben, pero
el mejor regalo ya me lo han hecho al demostrarme que les importo
llevándome hoy con ellos.
Una de las ventajas de que nos cuidase la señora Montgomery es que
teníamos libertad para hacer lo que quisiéramos. Por eso, Caleb y Zack
habían decidido que hoy era la tarde perfecta para ir a casa del señor Lewis.
Abrir los aspersores de su jardín y jugar al rugby en el lago delante de sus
narices. La razón por la que querían hacer esa travesura era sencilla, querían
vengarse del cascarrabias de nuestro vecino, le molestaba oírnos jugar junto
al lago, porque decía que los gritos de Zack y Caleb irrumpían en su
tranquilidad. Por ello, hace una semana les quitó el balón o como ellos le
dicen «la guinda» y se lo destrozó como si fuera un melón, dejándoles muy
claro que odiaba ese juego y a ellos también.
—Abby, ¿por qué has tenido que venir? —Vuelve a preguntar irritado
por quinta vez Caleb.
—Porque os voy a ayudar, cabeza de chorlito —digo molesta, mientras
camino cogida de la mano de Zack que sonríe divertido.
—Está bien, sabes lo que tienes que hacer ¿verdad? —Insiste conforme
llegamos a la casa de nuestro objetivo.
—Que sí pesado… —respondo aburrida, soltándome de Zack y
dirigiéndome a mi puesto.
Mientras ellos comienzan a hacer ruido frente a la casa del señor Lewis, yo
entro en su jardín y me ocupo de que salten los aspersores de su jardín.
Sabía perfectamente cómo activarlos, porque todas las casas de la
urbanización son iguales. Así que me dirijo hasta una esquina en la que hay
una pequeña casetilla con una puerta de metal, la abro y dentro de ella hay
una llave de paso, que hago girar. En el momento que lo hago, salgo
corriendo para salir del jardín. Pero cuando el señor Lewis sale antes de lo
esperado, corro campo a través y me pongo empapada por los aspersores al
igual que le está pasando a él.
—¡Gamberros! —grita el gruñón de nuestro vecino.
Una risita nerviosa se me escapa cuando estoy llegando hasta mi hermano
que sigue jugando con Zack, siguen apurando a que los pille. Cuando llego
a ellos sabemos que es el momento de huir.
—¡Corred! —grita Caleb.
Sin responderle le hacemos caso, el único inconveniente es que me van
cogiendo ventaja y me voy quedando detrás. Corro con todas mis fuerzas,
las piernas me arden y oír a nuestro vecino lanzarnos amenazas de todo
tipo, tampoco ayudaba a que parase. El señor Lewis es un hombre mayor,
pero habíamos subestimado que pudiese alcanzarnos. Cada vez lo oigo más
cerca y miro atemorizada a que me pille a mí que soy la que va última, pero
sin darme cuenta tropiezo con un adoquín y me caigo al suelo.
—¡Auch! —Me quejo tocándome la rodilla.
Zack y Caleb se giran y se vuelven para ayudarme a levantarme y seguimos
corriendo.
—¡Venga vamos! —Me anima Zack.
—¿Por qué has tenido que venir? —Me riñe mi hermano nuevamente y
me irrita que me haga sentir que soy un estorbo.
—Porque Grace aún no ha regresado de visitar a su prima, y me aburría
en casa —respondo molesta.
—Es mejor que haya venido, así es más divertido —comenta Zack.
—Pues como nos pille, no va a ser divertido. —Se queja mi hermano.
—Separémonos —Sugiere nuestro amigo, a la vez que me coge de la
mano y tira de mí en otra dirección.
—Zack no puedo más. —Me quejo por el dolor que tengo en la rodilla.
Entonces él se ríe despreocupado y nos ocultamos tras unos arbustos que
hay cerca del lago. Tira de mí hacia él y me abraza, me quedo quieta y
vemos como mi hermano sigue corriendo y el señor Lewis se detiene
desorientado cuando nos ha perdido de vista a los tres.
—Caleb es un idiota… —Pero no me deja decir nada más, cuando me
tapa la boca con su enorme mano.
—Shh… —Me advierte y le hago caso.
Nuestros rostros están muy cerca y lo miro atemorizada, mientras que él me
observa feliz y me sonríe lleno de complicidad, formándosele pequeñas
arrugas junto a la comisura de sus labios. Siempre he sido consciente de lo
guapo que es mi vecino, pero desde que sé que trae locas a todas las chicas
del instituto, me siento afortunada cada vez que me sonríe de esa forma tan
íntima y cercana. Porque el Zack que yo conozco, es muy diferente al que
ellas piensan que es. Oímos caminar muy cerca al señor Lewis. Presiono
mis labios nerviosa y Zack fija su vista en ellos, sentir tan cerca al
quisquilloso de nuestro vecino me atemoriza. Cierro los ojos como si así
pudiera desaparecer por arte de magia y pienso en que ha sido una idea
horrible. Mi respiración es acelerada y me humedezco los labios antes de
hablar, pero Zack me vuelve a tapar la boca con cuidado.
—Malditos niños, ¿qué se habrán creído? —masculla pensativo mirando
a su alrededor.
Abro los ojos y veo como Zack está aguantando la risa. Nos quedamos
quietos, hasta que él se aleja de nosotros y lo perdemos de vista. Es
entonces cuando mi cuerpo se relaja y sé que estamos fuera de peligro.
—Por qué poco… —digo suspirando, mientras salimos de nuestro
escondite.
—¿Te duele mucho? —Me pregunta mirándome la rodilla
ensangrentada.
—Un poco —respondo aguantando el dolor y caminando normal.
—Anda sube. —Me anima.
Zack se agacha frente a mí para que trepe a su espalda y cuando lo hago, él
aguanta mis piernas, se pone de pie y yo lo rodeo por el cuello.
—Vamos a casa peque. —Me dice con cariño, suspiro cansada y asiento.
Sé que no me puede ver, así que no oculto la enorme sonrisa que tengo en el
rostro porque Zack Williams, el chico más deseado de toda la escuela me
lleva cargada a su espalda. Inspiro su aroma tan familiar a su colonia de
citrus marino de Angel Schlesser, era una mezcla entre limpio y fresco, con
un toque que todavía no sé cómo describir pero que me encanta. Se la
regalé en su último cumpleaños y por alguna extraña razón, era la única que
desde entonces usaba. No estamos lejos de casa, así que no tardamos en
llegar y entrar al jardín trasero.
—Joder, que habéis tardado pensé que os había pillado. —Nos dice mi
hermano que está metido en la piscina.
—Le ha faltado poco. —Comienza a decir Zack divertido, a la vez que
coge carrerilla.
—¡Ni se te ocurra Zack! —grito a su espalda, cuando entiendo lo que va
hacer.
Pero no me dice nada más, él y mi hermano comienzan a partirse de risa
cuando caemos a la piscina y entonces me suelta. Muevo mis piernas para
salir a flote y me acerco al borde de la piscina con toda la ropa empapada.
—Eres idiota. —Me quejo en un tono poco convincente.
—Yo también te quiero trencitas —responde feliz y un cosquilleo me
acaricia la tripa, a la vez que él me hace un guiño y se pierde bajo el agua.
—Jovencitos. —La voz grabe de mi padre, hace que los tres nos giremos
para verlo con la camisa remangada hasta los codos y una cara de pocos
amigos.
—Papá, ¿cómo que has llegado antes? —pregunta extrañado mi
hermano.
—Hoy entré antes a trabajar y resulta que, viniendo para casa, me he
encontrado al señor Lewis empapado. Me he parado a saludarlo y a
preguntarle que le había pasado… —Hace una pausa y yo de forma
alternativa miro a mi hermano y a Zack—. Resulta que unos niños han
activado los aspersores de su jardín, han jugado al rugby frente a su casa y
luego han salido huyendo por patas.
—¡Vaya como está el barrio! —comenta mi hermano y mi padre se
cruza de brazos y alza una ceja.
—Estáis castigados. —Ataja sin más rodeos—. Y tú también chico —
advierte señalando a Zack, que agacha la vista y asiente.
Sin decir nada más mi padre entra en casa y ninguno de los tres decimos
nada más. Porque cuando mi padre se enfada lo mejor es no llevarle la
contraria o el castigo se incrementa un día más, por cada palabra que digas.
Zack, no espera a que mi padre nos diga cual es el castigo y mira que
técnicamente no tiene por qué hacerle caso, pero es tal el respeto que le
tiene, que coge el cortacésped y comienza a pasarlo.
—Venga Caleb, cuanto antes comencemos menor será el castigo, —digo
levantándome para coger el limpiafondos de la piscina y comenzar a
pasarla.
Nos esperaban unos días tensos en casa, por no hablar de que seguramente
tendríamos que ir a casa del Señor Lewis a disculparnos con él. Pero a pesar
de ello, no me importaba ni la rodilla herida, ni el castigo. Porque si algo
bueno había sacado de la tarde de hoy, era que Zack me había tenido
abrazada tras aquel arbusto para que no nos pillasen y luego, me había
traído hasta casa en brazos, por lo que hacía que todo esto mereciera la
pena.
Miro una vez el reloj y aún falta para que llegue Grace, Caroline y Hope,
mis tres amigas vienen a celebrar mi cumpleaños y no puedo estar más
emocionada. Pelis, pizzas, música, helado y fiesta de pijama. Es un plan
perfecto, me encanta y por eso llevo todo el día con una sonrisa imborrable.
Me termino de hacer las planchas en el pelo y bajo para ayudar a mi madre
a decorar la tarta, que desprende un olor dulzón que lo inunda todo. Entro
feliz en la cocina y le doy un beso en la mejilla a mi madre.
—Gracias mamá —digo admirando la tarta de chocolate que tanto me
gusta.
—No todos los días se cumplen catorce años, —responde con cariño.
—Voy a ayudarte a decorar la tarta —comento risueña.
—Ya lo he hecho yo, tranquila, está todo listo. Cuando te subiste a
ducharte tu hermano y Zack terminaron de preparar el proyector en el salón.
El timbre de casa suena y mi madre me hace un gesto de que vaya a abrir.
Salgo corriendo por el pasillo y tal como abro, me encuentro con una
mirada enigmática que me encanta. Tomo aire, me humedezco los labios y
sonrío alegre.
—¡Feliz cumpleaños Abb! —Me susurra, dándome un beso en la mejilla
que me eriza la piel.
Me aparto de él y agacho la vista antes de que pueda darse cuenta de que
me he sonrojado. Sé que para él es algo habitual, pero para mí es especial.
Él sonríe relajado a la vez que se pasa una mano por su despeinado pelo
castaño y es entonces cuando me fijo que viene demasiado arreglado para
pasar la noche en casa. Pues su piel bronceada, por pasar demasiadas horas
entrenando, resalta con una camisa blanca de lino y un pantalón corto beige.
—¿Por qué te has arreglado tanto? —pregunto feliz—. Eres el primero
en llegar. —Le informo y Zack frunce el ceño.
—Verás peque. Esto… La verdad, es que… —Se rasca la nuca y sé que
lo que va a decir no me va a gustar.
—¡Hola chavalote! —Lo saluda alegre mi hermano chocando su puño
con el de Zack—. ¿Preparado para ligar está noche con Alison?
En el momento en que mi hermano pronuncia ese nombre, doy un paso
atrás. Alison es la voz cantante en el instituto, una chica rubia llena de
curvas perfectas y a la que sus padres la dejan hacer una fiesta, cada vez
que a ella le da en gana. Todos los chicos del instituto suspiran por ella y a
Alison, solo está interesada en Zack. No va al mismo curso, es obvio que la
chica más popular del instituto solo tiene ojos en la joven promesa de
nuestro equipo de rugby. Los miro alternativamente e intento hablar, pero sé
que si lo hago, soy capaz de ponerme a llorar. Cambiar mi cumpleaños por
ir a una fiesta de Alison, duele y mucho.
—¡Vamos Abby! No pensarías que nos quedaríamos en una fiesta de
pijamas con las sosas de tus amigas. —Me vacila mi hermano.
Sus palabras me hieren y me escuecen, pero no digo nada. Me giro y me
marcho a mi habitación dejándolos solos, son unos capullos. Como pueden
ser capaces de ser tan egoístas, yo no me pierdo sus cumpleaños por nada
del mundo. Cierro mi puerta y me siento en el suelo, pensando en lo idiota
que he sido por creer que pasarían la noche conmigo. Mi móvil vibra y se
ilumina la pantalla, es un mensaje de Grace, avisándome de que está
llegando y que se acaba de cruzar con los dos imbéciles. Cierro los ojos y
me quedo en silencio, sabiendo que ya se han ido.

Sin duda alguna este cumpleaños iba a ser inolvidable, no de la manera que
yo me lo había imaginado. Pero fue sorprendente cuando Caroline y Hope,
cenaron a toda prisa y me explicaron que habían sido invitadas a la fiesta de
Alison. Así que al final, he soplado las velas con Grace y mis padres. No
me ha pasado desapercibida las miradas de compasión de mis padres, y es
por lo que he decidido pasar del proyector del salón y subir directamente a
mi cuarto con Grace. He cogido mi portátil y nos hemos sentado en mi
cama para terminar de ver la última temporada de los Bridgerton y mi gran
fiesta de pijamas, ha quedado reducida a una noche más con mi mejor
amiga. Había pedido el deseo de que no acabase mi cumple sin verle, pero
estaba claro que Zack, tenía mejores planes que verme o pasar un rato
conmigo.
—Bueno, era un final que no esperaba. —Le comento cerrando la
pantalla del ordenador, tras acabar de ver la serie.
—La vida a veces es así, terminas con la persona que menos esperas —
añade encogiéndose de hombros con indiferencia.
—Vamos Abby, cambia esa cara. —Me anima Grace con una sonrisa
dulce a la vez que se tumba sobre mi cama—. Solo tienes que priorizar
también y darle una oportunidad a John.
—No me gusta. —Soy sincera.
—Lo sé, estás pillada por Zack. Pero él tiene dieciséis y tú catorce, estás
fuera de su radar.
—Seguro que ahora estará metiéndole la lengua hasta la campanilla a
Alison, —digo tumbándome junto a ella con tristeza.
—Es muy probable —responde girándose hacia mí—. Aunque, a veces
me da la sensación, de que él te está esperando y es por eso, por lo que te
animo a seguir soñando —afirma. Se restriega los ojos cansada y bosteza—.
Buenas noches Abby y feliz cumpleaños.
—Buenas noches Grace, —digo sonriéndole y girándome para apagar la
luz.
Me vuelvo a tumbar boca arriba y contemplo las sombras que se proyectan
en el techo de la habitación. La tenue luz de la luna que se filtra por las
cortinas y yo sigo dándole vueltas a lo que me ha dicho Grace.
John Carter es un buen chico, es guapo y me ha escrito una carta por mi
cumpleaños. Para ser sinceros, era el primer y único chico que se ha
atrevido a hacer algo así, incluso sabiendo que corría el riesgo de que Caleb
se enterase y le patease el trasero. Era un mérito a tener en cuenta, ya que
para el resto de chicos yo era invisible y Grace me ha confirmado que los
causantes de ello, eran los abusones de Caleb y Zack.
Un ruido que proviene de la ventana capta mi atención y me incorporo
para ver que la tengo cerrada, pero la cortina se mueve y sé muy bien lo que
eso quiere decir. El corazón me da un brinco y me acerco hasta ella, para
apartar las cortinas y ver moverse el viejo teléfono que habíamos creado
cuando éramos unos críos. Aún seguía activo, aunque ya no lo usábamos
con tanta frecuencia. Pero al otro lado estaba Zack con la luz de su
habitación encendida, con el vaso en sus manos y una enorme sonrisa
traviesa. Lo miro molesta y él me saluda feliz y señala su vaso,
indicándome que coja el mío. Le hago caso y abro el cristal, me pongo el
vaso en el oído y espero que hable.
—Buenas noches peque.
—¿Por qué no me llamas al móvil? —pregunto entre sorprendida y
molesta.
—Porque me apetecía recordar viejos tiempos. —Sonríe despreocupado,
pero sigo enfadada con él.
Estaba enfadada con Zack, pero más que eso era decepción. No entendía
cómo había sido capaz de largarse y pasar de mi cumpleaños. No pienso
hablar con él y me conoce bien, así que antes de que deje el vaso en su
lugar él vuelve a hablar.
—¡Vamos no te enfades trencitas! No pensarás que me he olvidado de
tu regalo.
Su voz en el vaso vibra y me hace cosquillas. Lo miro sorprendida y Zack
sonríe al conocerme tan bien. Sabe que me ha pillado por sorpresa y
disfruta de ello. Él se apoya en el marco de su ventana y a pesar de la
distancia, siento que me observa de esa forma tan intensa e íntima que hace
que los latidos de mi corazón se alteren.
—Creía que era más divertido pasar la noche con Alison. —Le digo
intentando sonar indiferente y veo como se ríe.
—¿Estás celosa Abb? —Me pregunta con voz profunda.
—Jamás. —Miento y me coloco el vaso para oírlo.
—¿Seguro? —Insiste alzando las cejas.
—¿Debería estarlo? —Mi pregunta lo sorprende y veo como su sonrisa
se borra del rostro y me mira serio.
—Para nada peque —responde y quiero creerlo—. Venga, anda, mira
debajo de tu cama. —Me pide cambiando el rumbo de la conversación.
Le hago caso y dejo el vaso en el alfeizar de mi ventana. Corro hasta mi
cama y me agacho para sacar una caja de cartón que no dudo ni un segundo
en abrir. Cuando veo su contenido, me siento en el suelo y saco con cariño
la Nancy que hay en su interior. La miro con nostalgia y acaricio la
rugosidad causada por el pegamento que hay en alguna de sus
extremidades. Sonrío recordando el día en que llegué aquí, me vengué de
Caleb con su patinete, conocí a Zack y perdí a mi última Nancy. Hacía
mucho tiempo que dejé de jugar con ellas, dejé de pedirme muñecas,
porque sabía que tarde o temprano pasarían a formar parte de la colección
de venganzas de mi hermano. Así que opté por decirle a mis padres que ya
no me gustaban y poco a poco, fui olvidándome de ellas y de esa forma de
jugar. Pero, ¿cómo la había conseguido Zack?
—¿Cómo la has encontrado? —pregunto frente a mi ventana y él me
indica que coja el vaso—. ¿Cómo la has encontrado Zack?
—Hace unos días estábamos ayudando a tu padre a ordenar el garaje y
apareció una vieja caja de muñecas descuartizadas y torturadas por tu
hermano… Y bueno, tu padre dijo que ya era hora de tirarlas, porque tú
habías aborrecido las muñecas por culpa de Caleb y bueno, sé que no es así.
Así que pensé que sería bonito que al menos conservaras una. —Me
confiesa y se rasca la cabeza avergonzado.
—Zack es perfecto. Muchas gracias, es el mejor regalo que me podías
hacer.
Estoy tan emocionada que no soy capaz de decirle nada más y vuelvo a
mirar con admiración el trabajo que ha hecho con mi muñeca. Vuelvo a
ponerme el vaso en mi oído y oigo como suspira, entonces lo miro y le
sonrío agradecida.
—No ha quedado igual, pero al menos puedes conservarla como
recuerdo de aquellos años. Pero no pensarás que eso es un regalo, ¿verdad?
Mira entre los recortes. —Me pide a la vez que se sienta en su ventana.
Hago lo que me pide y encuentro una cajita pequeña de terciopelo azul, la
cojo en mis manos y lo miro, él asiente invitándome a que la abra y
obedezco. En su interior hay un colgante plateado con forma de corazón y
ante un regalo tan especial, el mío se acelera.
—Es… precioso. ¡Me encanta! —Confieso y él sonríe a la vez que se
lleva el vaso a sus labios.
—Mi corazón es solo tuyo Abb —susurra y me estremezco. Lo miro
sorprendida porque jamás me había dicho algo así. La inquietud y los
nervios comienzan a brotar en mi estómago y me estremezco ante la oleada
de emociones que me envuelve—. Feliz cumpleaños Abbigail, te prometo
que te recompensaré por no haber estado esta noche, ¿vale? Jamás me
volveré a perder tu fiesta de cumpleaños, he sido un idiota. ¿Me perdonas?
—Me pide con mirada arrepentida y yo asiento sin aliento—. Buenas
noches trencitas. —Sonríe con cariño.
—Buenas noches.
No puedo evitar sonreír como una enamorada, porque me gusta Zack
Williams, y era inevitable ocultarlo después de este gesto tan tierno y
especial. Sin más dejo el vaso en su lugar y veo como él se pierde también
en el interior de su habitación. Me siento frente a mi tocador y me miro en
el espejo. Tengo las mejillas sonrojadas y los ojos me brillan de la emoción,
acaricio con las yemas de mis dedos el colgante y me lo pongo con
facilidad. Estoy perdida por enamorarme de mi mejor amigo. Me tumbo en
la cama al lado de Grace y se me escapa un suspiro junto con una sonrisa en
los labios. Zack Williams, el chico más guapo que conozco, no solo es mi
vecino o mi mejor amigo, sino que me acaba de confesar su amor por mí.
Una confesión que yo guardaré en secreto, junto a mis sentimientos por él,
que habían ido creciendo desde el primer día que lo vi en el lago. Un
secreto que guardaré como mi tesoro más preciado.
Esta noche era de esas veces en las que uno se debería de sentir victorioso,
poderoso y capaz de comerse el mundo. Desde que llegué a la fiesta, todo
había sido elogios, piropos y felicitaciones allá por donde pasase. Gracias a
mi última jugada, habíamos ganado y éramos campeones de la liga
estudiantil de rugby de toda Carolina del Norte. Era por eso por lo que
Jacob, había organizado esta extravagante fiesta de la victoria en su casa.
Tenía que estar feliz por muchos motivos. Entre ellos, porque el curso se
había terminado y con ello, dejaba atrás el instituto. Después de este verano,
por fin me marcharía de una casa que me ahogaba de soledad, era mayor de
edad y por fin podría hacer lo que me viniera en gana. Estudiaría en la
misma universidad que Caleb y había conseguido una beca, no necesitaría
el dinero de mi padre y estudiaría lo que me gustaba, aunque él eso aún no
lo sabía. Porque no tenía ningún derecho a decidir sobre mi futuro y mucho
menos, en las decisiones que tomase de aquí en adelante. Era el tercer
brindis que se hacía en mi nombre y todos a mi alrededor bebían, incluido
yo.
Intentaba diluir el nudo que se había instalado en mi pecho, al recordar
una vez más la mirada de decepción en los ojos de Abby, cuando el árbitro
pitó el final del partido y Alison corrió hasta mí para besarme y pillarme
por sorpresa. Lo peor de todo es que no la aparté, porque quería recordarle
una vez más a mi mente que entre Abby y yo no podía haber nada. Así que
era un capullo, un amigo horrible, egoísta y cobarde por negarme a
reconocer lo que siento por ella. Pero si Caleb se enterase de mis
sentimientos reales hacia su hermana, me daría una paliza y nuestra amistad
se acabaría. Por eso no podía correr ese riesgo, porque la familia Smith era
muy importante para mí. Ellos habían sido lo único bueno que me había
pasado en la vida y yo era tan egoísta que no quería perder a ninguno de
ellos.
Aún recuerdo la semana que estuve con el ojo morado, a causa del
puñetazo que me llevé de mi amigo. Cuando Caleb se enteró de aquel
colgante, fue la primera vez que me pegué con mi amigo por la única chica
que de verdad me importaba. Pero desde ese día me prometí en secreto que
Abbigail Smith, estaba fuera de mi alcance.
Cada vez me es más difícil mantener mi promesa, porque soy un tío,
tengo ojos y no estoy ciego, y veo en la chica tan increíble y apetecible que
se ha convertido. Así que hoy al herirla con aquel beso de Alison, me sentía
culpable y furioso. Y aproveché para dejarle claro a Nill, que Abby, está
fuera de su radar de chicas. Porque ella está prohibida para cualquier chico
del equipo de rugby, y aunque esa norma solo está dentro del equipo, los
rumores han corrido como la pólvora entre todos los estudiantes de New
Bern, y es por eso por lo que ninguno se atreve a ni siquiera pedirle una
cita.
Soy consciente de la decepción que siente, lo veo en su mirada triste
cada vez que su mejor amiga queda con un chico y ella esa noche se queda
en su habitación leyendo. O cuando llegamos a una fiesta y a Grace, no
paran de lloverle pretendientes y mi dulce Abby, parece invisible. La
palabra del capitán y del mejor ala izquierdo del equipo, va a misa. Somos
unos capullos, pero lo hacemos porque la queremos, al fin de cuentas es lo
más valioso que tengo en mi vida. Estoy sentado en un sillón del salón junto
con Caleb, Nill y Jacob, cuando la conversación que están teniendo del
partido se disipa y sus miradas quedan atrapadas en las tres chicas que nos
miran desde el umbral de la puerta.
—Eh tío, ahí vienen las triples A. —Me saca de mis pensamientos con
un codazo Caleb, que le lanza una mirada depredadora a Anna y yo me
encojo de hombros indiferente. Las triples A, son Alison y sus amigas Alice
y Anna. Ellas son las chicas por las que todos los chicos del instituto
suspiran. La verdad que a mí me parece que entre las tres no suman ni una
neurona y media, en comparación con mi trencitas que es despierta y
vivaracha. Pero ella está censurada para mí, la quiero en secreto y me
conformo con hablar con ella cada noche a través de nuestros vasos, que
unen nuestras ventanas o de poder abrazarla y acurrucarla en el sofá, con la
excusa barata de ver una peli de miedo.
Pero la gente habla y saca conclusiones equivocadas. Así que el rumor
de que yo era gay corrió como la pólvora por todo el instituto, la razón
porque pasaba de las chicas y de la despampanante e insistente Alison. La
verdad es que no tengo nada en contra de los gais, pero yo no soy
homosexual y esa fue una de las razones por lo que finalmente accedí a salir
con Alison, para callar bocas. Y la otra razón, fue porque Caleb comenzó a
sospechar de nuevo de que estaba pillado por su hermana. Me pilló un día
mirando de forma ilegal a Abby en bikini, me puse duro y a pesar de que
ella no se dio cuenta Caleb sí se percató, me tiró a la piscina de un empujón
y supe en ese instante que estaba perdido. Así que, para no arriesgar, esa
misma noche fuimos al cine con las triples A y me lie con Alison.
—Enhorabuena por la victoria chicos —afirma Alison con una sonrisa
lobuna clavada en mí, mientras que las dos pánfilas de sus amigas ríen
como dos hienas hambrientas.
No le respondo y cuando ella se sienta en mi regazo me llevo a los labios el
vaso de cerveza y le doy un trago. Alison se queda a un palmo de mis
narices con los labios abiertos como un besugo y yo suspiro aburrido, me he
liado tantas veces con ella que me aburre lo fácil que es. Sus otras dos
amigas tienen una acogida más afectuosa por parte de Caleb y Jacob. Ella
bufa cabreada, se humedece los labios y se lanza a mi cuello para intentar
despertar en mí un ápice de interés por ella.
—Deberías estar feliz de haber sido quien ha dado la victoria al equipo
—susurra.
—Estoy feliz. —Miento con una sonrisa de pegatina y ella se separa de
mi cuello para mirarme con incredulidad.
—Porque no nos subimos a una habitación y me dejas que te relaje, estás
muy tenso. —Ronronea como una gata en celo, frotando sus nalgas contra
mi pierna y masajeando mis hombros.
—Eh, buscarse un cuarto. —Vacila divertido Caleb y vuelvo a beber un
trago para no decirle que se vaya a la mierda.
—Quizás más tarde —respondo y ella pone cara de decepción.
—Zack tengo muchas ganas. —Me susurra en mis labios de forma que
me hace cosquillas en mi piel.
Pero como si de una señal divina de salvación se tratase, mi móvil
comienza a vibrar en el bolsillo de mis vaqueros y Alison se restriega contra
mis vaqueros al sentir la vibración.
—A ver Alison, necesito contestar. —Le digo cogiéndola de la cintura e
intentando apartarla de mí.
—Vamos Zack —añade con fastidio resistiéndose.
—Alison necesito salir. —Le aclaro cogiéndola en peso y levantándome
del asiento para librarme de ella.
—Está bien, te acompaño y luego vamos arriba. —Insiste creando
círculos con su dedo índice sobre mi camiseta.
—Quédate aquí, está noche no me apetece. Enseguida vuelvo. —Le
aclaro apartándome de ella e ignorando las miradas de estupefacción de
nuestros amigos.
Miro el móvil de forma fugaz y cuando veo su nombre, el corazón me da un
vuelco. ¿Qué hace llamándome a estas horas? Son las dos y media de la
madrugada y ella debería estar durmiendo. Hay demasiado ruido aquí
dentro y la música retumba por cada rincón, así que camino entre la gente y
cuando estoy saliendo al jardín la llamada cesa. Solo hago desbloquear el
móvil que vuelve a vibrar con una llamada entrante y esta vez descuelgo al
primer timbre.
—Hola peque —respondo con una sonrisa que intento disimular.
—¿Zack? Zack, no te oigo bien —grita pero la música de la fiesta está
lejos, es ella la que está en un lugar con mucho ruido.
—Abby ¿qué ocurre? ¿dónde estás? —pregunto confundido.
—Esto… Necesito que vengas a por mí a casa de Rosse. —Arrastra las
palabras.
—¿No estabas en casa de Grace?
—Sí, pero ahora estoy en una fiesta en casa de Rosse —responde con
dificultad.
—¿Estás borracha? —Pero el silencio de ella lo confirma—. ¿Y qué
haces en una fiesta? Se suponía que te quedarías con Grace en su casa.
—Sí, pero John iba a la fiesta y pensé que sería buena idea.
—¿Qué? —grito furioso sin dar crédito.
—No te enfades tú también por favor, ya tengo suficiente con John. —
Me pide con voz rota y yo suspiro exasperado, me paseo de un lado a otro
inquieto.
—Abby, ¿estás borracha sin Grace y con John? —pregunto, queriendo
confirmar mis miedos y ella ríe despreocupada.
—Sip, Grace se fue con Colin y necesito que vengas por mí, por favor
no le digas nada a Caleb porque se chivaría a mis padres.
—Voy para allá. Estoy allí en cinco minutos. —Le cuelgo malhumorado
y salgo del jardín de casa de Jacob como alma que lleva el diablo.
Me subo al coche y salgo del aparcamiento exprimiendo las marchas. En
cuanto se conecta el manos libres, llamo a Caleb y en esos escasos
segundos pienso en una mentira que él se trague. Pero antes de que me
responda, cuelgo y sé que me conoce demasiado bien, así que finalmente le
dejo un mensaje diciéndole que me voy a casa. Sé que no se lo va a tragar
del todo, pero mañana él no le dará importancia al asunto. Me alejo de la
urbanización en la que estoy y conduzco por Simmons Street. Mi mente va
a mil pensando en el capullo de John, es el único que parece no importarle
que mi chica está prohibida para él. Joder, he dicho mi chica y es una
locura, porque lo máximo que puede ser, es mi mejor amiga. Cuando llego a
la dirección que Abby me ha mandado, la veo sentada en el bordillo de la
acera y tras ella hay una casa llena de luces centellantes que indican que la
fiesta está en su apogeo. Ella me ve en cuanto giro la esquina y se pone en
pie.
—Sube al coche. —Le digo con la ventanilla bajada.
Me hace caso sin decir ni una sola palabra, me mira de forma nerviosa y
aparta la mirada avergonzada. Se centra en ponerse el cinturón de seguridad
y sigo observándola, pero Abby no atina a ponérselo. Así que sujeto sus
manos y la ayudo para anclarlo. En el momento que la toco ella me mira
alarmada y se humedece los labios con una dulce sonrisa.
—Gracias —susurra de forma casi inaudible.
Pero no le respondo, porque no quiero perder los papeles con ella. ¿En qué
estaba pensando? Salgo a la carretera de nuevo y veo como ella reposa la
cabeza sobre el sillón y lleva los ojos cerrados. No está como una cuba,
pero ha bebido y aprieto mi mandíbula, solo de pensar en la de veces que le
he advertido que no beba en las fiestas en las que no estoy, si se emborracha
cualquiera podría usarla como una muñeca de trapo desechable. Quito el
aire acondicionado y bajo las ventanillas del coche para que el frío de la
noche entre y le ayude a despejarse.
—Abre los ojos, así solo conseguirás marearte y vomitar. —Le aclaro,
ella asiente, pero no me hace caso.
—¿Estás enfadado? —pregunta frunciendo el ceño.
—¿Tú qué crees? —pregunto tenso y sigo atento a la carretera.
—Que estás furioso —responde y suspira cansada.
Vuelvo a mirarla, esta vez fijándome en el mini vestido que lleva y se me
seca la boca. Trago saliva, al ver las curvas que se ciñen y que para mí están
prohibidas.
—¿Te gusta lo que ves? —Su pregunta me pilla por sorpresa y ella
sonríe vacilante con los ojos brillantes.
—Estás borracha. —Le aclaro.
—Y qué tiene eso que ver con lo que te he preguntado Zack… —
murmura y de nuevo esa sonrisa que me encanta.
—Es mejor que te lleve a tu casa. —Pienso en voz alta al recordarme
que no puedo cagarla con ella.
—A casa no, mis padres salen mañana temprano de viaje, ¿recuerdas?
Por eso se suponía que me quedaba a dormir con Grace. —Me aclara y
asiento, ella parece relajarse y vuelve a cerrar los ojos cansada.
Sus padres por primera vez, se van de viaje de aniversario de bodas,
dejando a sus hijos solos en casa. Abby y Caleb no están acostumbrados a
vivir sin la supervisión de ellos, al contrario que yo que he crecido así. Pero
Caleb, ya es mayor de edad y él les ha prometido cuidar de su hermana.
Aunque Abby nos mintió diciendo que se quedaría en casa de Grace. Ahora
comprendo que todo era un cuento para irse a una fiesta con el imbécil de
John Carter. Gruño cabreado y subo la música para acallar mi mente que no
para de recordarme todas las razones por las que no debería de seguir
pensando en besarla y quitarle de la mente a ese idiota de John, para colmo
Caleb comienza a llamarme de forma insistente. No tengo otra opción que
responder.
—Tío, ¿dónde te metes? Alison está buscándote —dice tal como
descuelgo la llamada.
—Me he ido a casa, me he empezado a encontrar mal. —Miento y
aprieto el volante cabreado de tener que hacerlo. No me siento orgulloso de
mentirle a mi mejor amigo, entre nosotros no hay secretos. Pero en todas las
reglas hay una excepción y esa es Abby.
—¿En serio? Pero si ahora ibas a correr contra Nill —responde
incrédulo.
—Lo sé, pero no me encuentro bien para una carrera.
—Tío, tú nunca has cancelado una carrera de coches por nada del
mundo. —Lo sé y miro a Abb que duerme ajena a todo—. Ibas a ganar
mucho dinero…
—Pues siempre hay una primera vez. —Sonrío—. Corre tu por mí,
Caleb, y si ganas quédate con el dinero.
—¿Estás seguro? A ti te hace más falta la pasta que a mí. —Me
recuerda.
—Cuídate hermano. —Le digo.
—Voy a hacer que muerda el polvo. ¡Hasta mañana colega!
Y sin más cuelga alegre, me paso una mano por mi pelo y me despeino
frustrado. Suspiro confundido y sé que está noche podría haber ganado unos
cuantos miles de dólares, que me habrían venido como anillo al dedo, para
mis ahorros de la universidad. Llevo un par de años participando en carreras
clandestinas y es increíble la cantidad de dinero que se mueve entre las
apuestas de los jóvenes. No tengo el mejor coche para competir, por eso
siempre corro con el de alguno de mis colegas a cambio de darles dinero,
pero esta noche todo es diferente. No puedo correr y dejar a mi dulce Abby
tirada cuando me necesita. Tiene las mejillas húmedas de haber estado
llorado y eso me cabrea, solo de pensar que el capullo de John haya
intentado propasarse con ella.
Cuando llego a nuestra calle, veo la casa de Abby completamente a oscuras
y el coche de sus padres aparcado en la puerta. Sonrío aliviado de que mi
padre en cambio nunca este en casa, yo estoy acostumbrado a estar solo
pero Caleb y Abby, nunca han estado solos. Los señores Smith no saben
qué es lo peor que han hecho. Su hijo está ahora mismo corriendo en una
carrera de coches clandestina y su hija está borracha como una cuba.
Aparco frente a mi puerta de garaje y me tomo unos segundos para mirarla
maravillado.
—Eh Abb, despierta —susurro con cariño tocándole el hombro. —
Hemos llegado.
—Mmm, cinco minutos más mamá —balbucea inconsciente y sonrío.
—Está bien peque, no me dejas otra —respondo en voz alta.
Salgo del coche y llego hasta su puerta para quitarle el cinturón de
seguridad y cargarla en brazos. Abby entreabre un poco los ojos, me
reconoce y sonríe con ternura de forma que me calienta el alma. La llevo
sin esfuerzos hasta dentro de mi casa y subo con ella las escaleras hasta
llegar a mi dormitorio. Pienso en los cientos de veces que ella ha estado
aquí, pero jamás se había quedado a dormir. La dejo sobre mi cama y ella ni
se inmuta, sonrío negando para mí. Está preciosa, es el pensamiento más
nítido que tengo en mi mente, le aparto el pelo de la cara y me siento en la
silla de mi escritorio para observarla.
Mi mente me recuerda que si Caleb se entera me mata, no es racional con
nada que respecta a su hermana. No comprendo como de pequeños se
llevaban tan mal y ahora es tan protector con ella, pero sonrío sintiéndome
victorioso porque no se va a enterar.
Abby, hacía mucho tiempo que había dejado de ser una niña y se había
convertido en una chica extremadamente atractiva, inteligente, simpática y
llena de curvas que no me canso de mirar. Le he quitado los zapatos,
¿debería quitarle esa ropa tan incómoda? Me va a reñir si lo hago… pero
termino haciéndolo. La había visto cientos de veces en bikini, verla en
bragas y sujetador debía de ser lo mismo, pero me equivoco. Me fijo en sus
piernas largas, delgadas y morenas, ese culo que resalta con las braguitas de
encaje blanco… mierda. ¡Está realmente buenísima! —Para Zack, deja de
devorarla con los ojos, como un puto salido—. Me esfuerzo en no mirarla
demasiado y la tapo con las sábanas para no ver que está medio desnuda.
Joder es Abby, no debía de desearla así, pero cada vez me es más difícil
verla como mi mejor amiga. La quiero y no lo puedo negar más.
—Joder Abb, ¡qué difícil me lo pones! —Pienso en voz alta, sintiendo
como mi cuerpo se pone tenso.
Decido ir a darme una ducha fría y cuando regreso, me tumbo a su lado.
Cierro los ojos e inspiro, su perfume afrutado que me envuelve y me saca
una sonrisa al sentirme el tío más afortunado de todo el planeta. No puedo
resistirme a tocarla y sin pensarlo, acaricio su brazo con las yemas de mis
dedos. Pero mi chica lo nota y entreabre los ojos adormecida.
—Gracias por todo Zack, —susurra con una débil sonrisa y saboreo sus
palabras.
Instintivamente se gira para mi lado y sigue durmiendo. Joder, está tan
guapa. Tiene un rostro perfecto, con algunas pecas salteadas, una nariz
pequeñita que resalta sus espesas pestañas y unos labios que me muero por
besar. Pero no puedo aprovecharme de esta situación, está semi
inconsciente. Así que inspiro profundamente para intentar mantener la
calma, me tumbo boca arriba y miro fijamente el techo. Suspiro feliz
pensando en que está noche ha terminado mejor de lo que jamás pensé.
—¡Joder Zack, duerme de una vez! —Me digo una vez más y espero que
el sueño me rinda.
Abro un ojo, después el otro y luego los vuelvo a cerrar. No sabría decir un
número exacto de veces en las que había soñado con despertar junto a Zack
y ahora que lo tengo a mi lado, me parece un deseo cumplido. Aún sigue
dormido, sonrío victoriosa, el plan que he diseñado con Grace ha
funcionado. Ella estaba en lo cierto, si lo llamaba en plena madrugada él
vendría a por mí. Me siento feliz y lo observo con detenimiento. Zack
duerme de lado, con un brazo sobre mi cintura y el otro bajo su almohada,
mostrándome un espectáculo hipnotizante de su torso musculoso. Trago
saliva y presiono mis labios para intentar mantener la calma. Pero es
imposible, Zack Williams me tiene abrazada y ha dormido junto a mí,
quiero chillar, saltar de alegría y contárselo a Grace. Recorro con la mirada
su cuerpo, su brazo que me rodea y que irradia calor. Me fijo en su pecho
que sube y baja de forma casi imperceptible.
Entonces me fijo en su rostro, es tan guapo que me deja sin aliento. Su
pelo castaño oscuro cae desigual sobre su frente. La barba incipiente de
varios días dibuja una sombra en su rostro perfecto y sus labios
entreabiertos parecen tan dulces… Trago saliva, está tan cerca que sé que
no puedo desaprovechar la ocasión y debo seguir con el plan. Tengo que
besarle, es la única forma de saber si él siente lo mismo. Así que me armo
de valor y levanto mi mano para enredar mis dedos en su pelo y al
acariciarlo se me eriza la piel, una corriente eléctrica me recorre la espalda.
Tomo aire y me humedezco los labios para armarme de valor, nunca antes
había besado a un chico y tengo miedo, porque estoy segura de que Zack es
un experto. Paseo mi mirada por su rostro relajado, su bronceado resalta sus
espesas pestañas y su barba incipiente. Desciendo mi mano hasta su mejilla
y me acerco a él, cierro los ojos y pienso que no es buena idea, no quiero
arrepentirme después. Cuando los vuelvo abrir me da un vuelco el corazón,
sus ojos negros están abiertos y están clavados en mi boca.
Zack estaba haciéndose el dormido. Me acerco un poco más a él, no se
mueve, ni se echa hacia atrás. Tengo tantas ganas de besarle que ahora
mismo estaría dispuesta a suplicárselo si fuera necesario. Pero no soy tan
valiente como para luego poder soportar su rechazo. Sé que le parezco una
cría, la hermana de su amigo, su vecina y su amiga con la que habla todas
las noches, a través de nuestros vasos… Me sonríe y hago lo mismo. Me
acaricia la cadera y sube su mano por mi vientre, un cosquilleo torturador
despierta mi piel. Estoy segura de que si sigue así, me voy a convertir en
una antorcha humana, tengo calor y siento mis mejillas teñirse de rojo.
—¿Has dormido bien? —pregunta con una voz gutural que me hace
temblar por dentro.
—Sí, ¿y tú? —Le vuelvo a sonreír avergonzada.
—Mejor que nunca —confiesa y agacho mi vista abochornada.
De nuevo en esta habitación, que ha subido de temperatura a mil grados, se
hace un silencio sepulcral. Zack acaricia mi mejilla y me pone un mechón
tras la oreja, de forma que hace que lo mire. Está muy serio y cada vez más
cerca.
—Abb, me muero de ganas de besarte. —Me lee el pensamiento.
Su declaración, mis nervios, la emoción, mi corazón y las mariposas que
brotan por toda mi piel están en ebullición. Veo como se humedece los
labios y a mí se me corta la respiración. Busca mi aprobación con su mirada
y yo asiento en silencio. Entonces acorta los centímetros que nos separan y
roza mi boca lentamente con cuidado. Me siento torpe cuando mis labios se
encuentran con los suyos. Es obvio que mi mente ha colapsado de tantas
emociones encontradas.
El beso es dulce suave y supera con creces todas mis expectativas, de los
cientos de veces que había imaginado este momento. Pero poco a poco me
voy relajando al sentir sus labios cálidos, dulces y placenteros acariciar los
míos. Un remolino de emociones se agolpa en mi estómago y siento como
él sonríe en mis labios, me responde al beso de una forma lenta y
torturadora. Se mueve con destreza y se coloca encima de mí, sintiendo la
influencia de este beso en su cuerpo. Lo noto duro y un suspiro de
excitación se escapa de mis labios, que él atrapa hambriento.
—Abb, ¿qué diablos estamos haciendo? —pregunta a medio susurro con
voz ronca, junto con una mirada oscura cargada de culpabilidad.
—Verás yo… —Intento explicarme nerviosa y avergonzada, pero antes
de que diga nada más, él sonríe entre feliz y aliviado y vuelve a atrapar mis
labios hambriento.
El beso se hace cada vez más intenso, más sensual y experimentado. Noto
que estoy cayendo en espiral a un vacío, donde solo puedo ver el abismo y
siento un cosquilleo indescifrable bailar en mi estómago, que me calienta la
piel. Acaricio con atrevimiento y manos inexpertas la espalda desnuda de
Zack y un suspiro de desahogo muere en mis labios. Su lengua se abre paso
con sensualidad y busca la mía. Clava sus manos en mi cuerpo con posesión
y me atrae hacia él. Nuestros cuerpos están pegados, paso una pierna
alrededor de su cintura y noto lo excitado que él también está. Sus labios
hambrientos hacen que mi cuerpo arda de deseo. Zack me acaricia la
espalda y detiene sus manos en mi trasero que lo presiona y un latigazo de
deseo me azota el cuerpo. Me muerde los labios, la barbilla, me siento viva,
deseada. Pero todo se desvanece cuando el timbre de la casa suena de forma
insistente varias veces. Ambos damos un respingo y nos separamos
alarmados. Zack se pone de pie y me mira como si me reconociera por
primera vez y yo me siento en el filo de su cama inquieta.
—¡Eh tío! ¿Dónde cojones tienes el móvil? —El grito amortiguado de
mi hermano nos llega y ambos nos miramos alarmados, sabiendo que si
Caleb nos descubre se formará la tercera guerra mundial.
—Joder Abb… Él no puede enterarse de que estás aquí, —comenta
nervioso paseándose de un lado a otro como un león enjaulado, pasándose
las manos por el pelo.
—Lo sé. —Es todo lo que le puedo decir y él suelta una carcajada
amarga.
—Estoy muerto como nos descubra —dice perdido en sus pensamientos
y él timbre de la casa vuelve a sonar, sale de la habitación y grita desde la
escalera—. ¡Voy! —Regresa al dormitorio y me mira de una forma tan
intensa, que me hace sentir pequeña. Un nudo se me forma en la garganta y
trago saliva porque no pienso llorar. No ahora. Aparto dolida la vista de él y
pienso que ha sido un maldito error besarle.
—Será mejor que me vaya. —Logro decirle queriendo desaparecer
como por arte de magia y dejar este momento embarazoso. Me levanto sin
mirarlo y cojo mis zapatos.
—Eh vamos peque. —Me alza la barbilla y hace que lo mire para
encontrarme con unos ojos profundos que me cortan la respiración—. Será
nuestro secreto, ¿vale?
—No me gustan las mentiras Zack.
—Lo sé, pero no mentiremos solo que no diremos nada.
—Vale, en secreto —respondo sonando poco convincente y una sonrisa
pícara se dibuja en sus labios.
—Pues no puedes salir y que tu hermano monte en cólera cuando sepa
que hemos pasado la noche juntos —comenta alzando las cejas y no puedo
evitar sonreír con timidez—. Quédate aquí y cuando puedas salir te
mandaré un mensaje. —Me pide acercándose a mí y cierro los ojos
esperando un beso, que no llega a mis labios.
Zack me besa en la frente, como cuando era pequeña, me acaricia el brazo
con afecto y se marcha. Un beso que era familiar, que me gustaba, pero que
hacía que todo fuera diferente. Nos acabábamos de besar y por un instante
creí que mi amor por él era correspondido. Pero después de está confusa
despedida, la decepción que siento me ahoga de tristeza. Me vuelvo a sentar
en su cama y contemplo su habitación, había estado muchas veces aquí.
Sabía de memoria dónde tenía cada póster, cada trofeo y hasta dónde
guardaba las cartitas que las chicas le escribían y le dejaban en su taquilla.
Mi móvil vibra y leo que es él, en un escueto mensaje en el que me dice que
tengo vía libre.
No le respondo, tan solo me limito a recoger mi bolso y mis zapatos y salir
de este lugar que me ahoga. Corro por la acera hasta mi casa y cojo la llave
de emergencias que hay bajo la maceta del porche para entrar, lo hago con
cuidado, pero todo está en silencio. Subo las escaleras al trote y cuando
oigo la risa de mi hermano en su jardín me acerco a mi ventana, para ver
que aún siguen en su casa. Están en el jardín trasero tumbados en una
tumbona cada uno y me molesta ver como Zack actúa como si nada, como
si nuestro beso nunca hubiese existido. Cierro la ventana para evitar oírlos y
me tumbo en la cama para llamar a mi madre.
Me había pasado toda la mañana en mi habitación, había hablado con Grace
y aunque me había pedido detalles de todo, solo le dije que necesitaba estar
lejos de Zack todo lo posible. Así que habíamos quedado para almorzar.
También había estado hablado con mis padres por video llamada, me habían
contado que por la mañana había más tráfico del habitual y llegaron un
poco más tarde al aeropuerto de lo que esperaban y casi pierden el avión a
Phoenix. Era palpable la emoción en los ojos de mi madre y a pesar de que
estaba preocupada por dejarnos solos, le recordé que llevábamos años sin
niñera. Porque desde que la señora Montgomery se fue a vivir a otro estado,
dejamos de tener niñeras y todo había ido bien, solo eran cuatro días. Así
que finalmente pareció tranquilizarse un poco y me despedí de ellos antes
de que cambiasen de opinión y se dieran media vuelta de regreso a casa.
Oigo la música del jardín y sé que Caleb estará haciendo abdominales como
de costumbre, es casi la hora de comer y mi estómago ruge hambriento.
Grace estará al llegar. Me pongo un vestido sencillo de tirantes, me dejo la
melena suelta y me pinto con un poco de brillo los labios.
El timbre de casa suena, de esa forma tan particular al ser pulsado tres
veces y sé perfectamente que solo él llama así. Tal vez, ahora actúe
diferente. Así que, bajo las escaleras al galope, con la intención de
adelantarme a mi hermano para abrirle. Cuando llego junto a la puerta, me
miro un par de segundos en el espejo del recibidor, seguro que a partir de
hoy dejo de ser invisible para Zack. Tomo aire, trago saliva y recuerdo las
palabras de Grace, «poner cara de indiferencia y no de emoción al verle, eso
me hará más interesante». Pongo la mano en el pomo de la puerta y cuento
una, dos y tres…
Entonces ahí está él, con su pelo despeinado y con esa sonrisa tan
característica de que nada le importa lo suficiente, en bañador, sin camiseta,
mostrando cuánto ha mejorado físicamente en los últimos años, debido a los
duros entrenamientos con el equipo. Zack está bueno y él lo sabe, pero mi
cara de indiferencia se esfuma por la sorpresa, al ver que viene acompañado
de Alison y Anna. Él tiene su brazo por los hombros de cada una y ambas
sonríen como dos pánfilas. Me quedo como un pasmarote, muda y
cabreada, al pensar que como tiene la poca decencia de aparecer aquí con
las dos cursis, demostrándome que le importo una mierda.
—Eh… Hola Abb. —Que me llamase así me molestaba, me escocía
como si me echasen alcohol directo en la herida. Sobre todo porque pensé
que entre nosotros siempre había algo especial. Él suelta a ambas chicas que
siguen pegadas a él y mi mente me recuerda que ponga cara de me importa
una mierda, aunque por dentro quiero salir corriendo al sentir como la
decepción me ahoga.
—El idiota de Caleb está en el jardín de atrás, ya sabes el camino —digo
todo lo borde que puedo y le cierro la puerta en las narices.
Que rodeen la casa. Me apoyo en la fría puerta y me llevo la mano a la boca
para ahogar el llanto, ¿cómo ha podido hacerme eso? Después de lo que ha
pasado esta mañana, creía que todo había cambiado… ¡Seré idiota! ¿Qué
esperaba? Siento que mi vida se ha convertido en un ascensor, a veces me
siento en lo más arriba, eufórica y llena de esperanzas cuando lo pillo
mirándome en secreto y otras, me encuentro en el subterráneo de mi
corazón. Justo como ahora, cuando lo he visto con su novia perfecta y
dejándome muy claro que lo que pasó está mañana, no ha significado nada
para él.
Suspiro derrotada, sintiéndome una completa imbécil. Oigo las risas de
las chicas mezcladas con el sonido de la música y supongo que ya se están
bañando, no pienso quedarme ni un segundo más aquí y ver como se
divierten. Le escribo un mensaje a Grace de que necesito que venga ya a
por mí. Me dirijo en silencio hasta la cocina para coger algo de dinero, del
tarro de cerámica donde papá siempre nos lo deja para una emergencia, y
esto lo es. Al girarme tropiezo con Zack que me sujeta por la cintura y me
sonríe de esa forma tan arrolladora, con ese brillo en la mirada que cuando
me habla desearía que las puertas del ascensor de mi vida se quedarán
cerradas para siempre junto a él. Pero me aparto de él y lo ignoro e intento
marcharme fracasando en el intento.
—¿Dónde vas? —pregunta sujetándome del brazo.
—Adiós Zack —digo sin mirarlo y me alejo de él.
—Espera Abb, ¿por qué estás así? —pregunta con el ceño fruncido y me
río con ironía.
—En serio, ¿qué me lo estás preguntando?
—Abby, no es lo que parece…
—¿Ah no? Explícame entonces que es. —Le sostengo la mirada herida y
el guarda silencio.
—Pues, la verdad es que… —Pero se calla, suelta el aire y chasquea la
lengua.
—He quedado con Grace, tengo planes. —Prefiero no escuchar ninguna
excusa barata.
—Muy bien, diviértete —responde cruzándose de brazos y mirándome
con una sonrisa divertida, cambiando por completo de nuevo su actitud.
—Seguro que lo haré —sonrío falsamente y a él eso parece divertirlo
más.
—No regreses tarde. —Me lanza un guiño.
—No eres mi padre —digo irritada.
—Le di mi palabra de que siempre te cuidaría. —Insiste esta vez con
seriedad.
—Se cuidarme sola —respondo pasando por su lado, pero él no lo puede
dejar estar. Me sujeta por el codo y me acerca a él. Lo miro y veo lo alto
que es, debe medir un metro ochenta frente a mi metro sesenta, porque me
saca dos cabezas. Pero incluso así no me intimida y lo miro con descaro.
—Lo mismo dijiste ayer y tuve que ir a por ti. Te recuerdo que estabas
borracha y sabe Dios, qué estabas haciendo con John Carter. —Me informa
con mirada oscura y voz grabe.
—¿Estás celoso? —pregunto con ironía, alzando una ceja y él no
responde, así que sin pensar hablo—. No hice mucho más con él, de lo que
hice contigo esta mañana. —Le vacilo y le miento, aunque él eso no tiene
por qué saberlo.
Zack tensa su mandíbula y me suelta como si mis palabras le quemasen, le
sonrío con una seguridad que no siento y me voy con el corazón acelerado.
Camino por el pasillo sintiendo su mirada clavada en mi espalda, contengo
la respiración y no es hasta que salgo afuera cuando logro respirar de
nuevo.
Grace me está esperando frente a casa y seguramente acaba de llegar,
corro hasta ella y me subo al coche, como si de mi tabla salvavidas se
tratase. Ella mira tras de mí y me giro para ver a Zack plantado en el umbral
de la puerta, mi amiga no dice nada, no hace preguntas y arranca el coche
para salir de aquí cuanto antes. Ella sabe que el beso de esta mañana no fue
bien, se lo conté por teléfono y no es necesario volver a revivir aquel
agridulce momento. Así que ella me sonríe y sé que en su mirada me dice,
que todo va a salir bien. Suspiro sabiendo que no es así, pero había que
intentarlo. Miro por la ventana y cuando nos hemos alejado una manzana de
casa, mi corazón comienza a tranquilizarse.
—Muy bien, me vas a contar, ¿qué hacía Zack mirándote desde el
porche de tu casa, cómo si fueses una mariposa que se le ha escapado? —
pregunta impaciente.
—Ha llegado a casa con Alison y Anna, luego me ha pillado sola en la
cocina y le he mentido diciéndole que anoche también besé a John —digo
de forma atropellada.
—Muy bien, le has demostrado quién manda —comenta con fuerza y
sonrío.
—No significó nada para él. —Le vuelvo a comentar triste.
—Bah, pasa de él. Estamos de vacaciones, es verano y hay chicos por
todos lados. Así que vamos a ir al centro comercial y vamos a comprarnos
algo para ir esta noche a la fiesta de hogueras en la playa.
—Seguro que también estará Zack. —Le informo y ella bufa aburrida.
—Y también estará John.
—No es buena idea. —Soy sincera.
—Abby, tal vez sea hora de darle una oportunidad a John. Porque has
intentado llamar la atención de Zack cientos de veces. Anoche fingiste estar
sola en la fiesta de Rosse, huir de John y estar demasiado borracha. Nada de
eso era cierto, pero era nuestro plan. —Hace una pausa y se detiene en un
stop, antes de cruzar la avenida que nos lleva al centro comercial—. Te
llevó a su casa y luego apareció con Alison en la tuya. Está claro que
nuestro plan fracasó.
—Lo sé, pero canceló una carrera, le mintió a mi hermano —aclaro—.
Eso debe significar algo.
—Sí claro, te diré que significa: No quiere que tu hermano le corte las
pelotas, porque como bien sabemos estás vetada para todo aquel que tenga
un rabo entre las piernas, incluido su mejor amigo.
—No lo comprendes Grace… Estoy enamorada de Zack —confieso.
—Lo sé amiga y te compadezco —comenta con sonrisa triste—. Llevas
enamorada del mismo tío toda tu vida y te recuerdo que tú misma te
prometiste anoche que era la última oportunidad que le darías…
—Tienes razón —afirmo con escozor, siendo consciente de la promesa
que me hice.
—Siempre la tengo, por eso vamos a ir está noche a las hogueras y
vamos a comprarnos un vestido de putizorra, para que vea lo que se ha
perdido. —Me anima y me contagia su risa.
—Eres de lo que no hay —digo riéndome, sintiéndome afortunada por la
amiga que tengo.
—Menos mal, me asustaría ser igual que el resto —responde sacándome
la lengua y robándome una carcajada divertida.
Acabamos de aparcar junto a la playa y veo el Jeep de Zack, a mi amiga no
le pasa desapercibida mi tensión, pero no me dice nada. Caminamos por las
dunas de arena, dejando atrás los aparcamientos y vamos salteando las
plantas, cada vez el bullicio es mayor y el resplandor del fuego ilumina
todo. Veo algunas caras conocidas de gente del instituto, muchos beben
sentados en la arena, otros bailan al son de la música y hay quien se atreve a
correr en ropa interior para darse un chapuzón. Me detengo para quitarme
las sandalias doradas y cuando veo a un par de chicos hacerme un barrido
con sus miradas, tiro con disimulo el filo de mi vestido, arrepintiéndome de
que tal vez sea demasiado corto. Grace en cambio sonríe satisfecha de
llamar la atención, se gira hacia mí y se acerca para que la oiga mejor.
—Divirtámonos Abby —grita y me coge de la mano para acercarnos a
ese par de chicos.
—Hola, soy Matt y este es Adam. —Nos dice el más alto de los dos, a la
vez que su amigo nos ofrece dos vasos para brindar.
—Genial, yo soy Grace y esta es Abby —dice Grace alzando su vaso al
cielo y chocándolo con el mío. Me lo bebo de un trago y el sabor intenso
del alcohol, me quema por dentro, toso y sonrío a Matt que me observa con
demasiado interés. Va a decir algo cuando Nill llega hasta nosotros, le echa
un brazo por los hombros a Matt y me mira con una sonrisa floja.
—Oh vamos Matt, no pierdas el tiempo con Abby Smith, es la hermana
prohibida de Caleb. —Le dice arrastrando las palabras, pero el chico se
suelta del agarre de Nill y se acerca a mí.
—¿Estás prohibida? —Me pregunta incrédulo, no me da tiempo de
responder porque me coge por la cintura y me acerca a él—. ¿Acaso las
reglas no están para romperlas?
—Al fin un tío con pelotas. —Oigo que murmura entre orgullosa y
alucinada Grace, a la vez que alza un vaso al cielo como si estuviera
haciendo un brindis.
—Abby, tienes una sonrisa preciosa y unos labios que quiero probar —
susurra Matt acercándose a mí.
—Eh tío, es la hora de la carrera. —Le dice el otro y él sonríe con
chulería sin apartar los ojos de mis labios.
—Nena, espero verte en la meta porque está noche serás mi trofeo. —
Me dice con voz gutural y una sonrisa ladeada. Trago saliva y me
humedezco los labios, cierro los ojos, pero noto como me empujan y tiran
de mí.
—Bien, bien, bien… No tienes tiempo que perder en esa carrera, así que
chaoooo… —Nos interrumpe Grace que me lleva casi arrastras alejándome
de los chicos.
—Grace, ¿se puede saber qué diablos haces? —Le pregunto enfadada.
—Abby, tu primer beso de verdad no puede ser así y ese tío es un
capullo.
—No me importa, te recuerdo que está mañana me besé con Zack.
—Sí, pero… Yo solo quiero, que el tipo que te quiera besar sea de
verdad, no para meterse en tus bragas. —Me aclara y yo me cruzo de brazos
fulminándola con la mirada.
—¿Otra vez con esas? Era perfecto, un completo desconocido que se la
suda quién es mi hermano.
—Lo siento Abby, yo solo quería… —Pero la interrumpo.
—¿Protegerme? Pues ahórratelo, porque ya tengo dos gorilas que lo
hacen y se han encargado de que nadie se haya atrevido a darme un
estúpido beso y tú que lo sabes. Parece que estás de su parte —digo
sintiéndome mal por discutir también con ella.
—Vale, la he cagado —dice arrepentida—. Pero mira como ese
cabronazo no merecía la pena. —Me informa cogiéndome de los hombros y
haciéndome girar ciento ochenta grados para ver al tipo que acabo de
rechazar, está metiéndole la lengua hasta la campanilla a una chica, a la vez
que le clava los dedos en su trasero.
—Lo siento Grace, últimamente estoy hecha una imbécil —digo
abrazándola arrepentida.
—Yo también Abby, no importa —susurra—. Vamos a ver esa carrera.
—Me pide cogiéndome de la mano.
Ambas corremos por la arena en la misma dirección en la que se dirige la
mayoría de la gente al acantilado. Allí será la carrera del capullo que me
besó está mañana. Pero no puedo negar mi sorpresa e inquietud cuando veo
subido en el coche de Nill a Zack.
Estaba siendo un día de mierda y yo solo quería desahogarme en esta
carrera, sé que era peligroso correr por el acantilado. Era consciente de ello
y yo solo quería canalizar mi frustración. Caleb me notaba tenso y le volví a
mentir, diciéndole que había discutido con mi padre y él se lo creyó, porque
era algo habitual. Pero la verdadera razón de mi mal humor era otra muy
diferente, está mañana besé a Abb y me hizo sentir tantas cosas que he
llegado a la conclusión de que estoy enamorado de Abbigail Smith. Estoy
jodido porque tengo clarísimo que es inalcanzable para mí. Durante toda mi
vida me he conformado con disfrutar de su presencia. Pero ahora eso no es
suficiente.
Me había pasado toda la noche mirándola como un acosador y cuando se
despertó fingí que dormía. Se me seca la garganta solo de recordarla pegada
a mí, con su cuerpo menudo enredado entre mis sábanas. Sabía lo peligroso
que era responderle a aquel beso, pero no pude contenerme y sabe Dios
cómo habríamos terminado si Caleb no llega a tocar el timbre. ¿En qué
estaba pensando? Había sido una jodida locura besarla. Si Caleb se
enteraba, me cortaría las pelotas. Yo mismo fui el que sugerí imponer una
norma de que Abby estaba prohibida para cualquier chico del instituto y su
hermano lo vio genial, pero la verdad es que solo soy un cretino egoísta.
Había visto el brillo en sus ojos cuando nos separamos, pero ese brillo se
apagó cuando me vio tras llamar a su puerta con Alison colgada de mi
brazo. Me di una colleja mental, pensé que ya se habría ido con Grace y me
sentía un miserable de hacerle daño. Quería borrar de mi mente su mirada
triste y ansiaba volver a ver la felicidad en sus ojos.
Necesitaba canalizar mi frustración, vaciar toda mi ira y poder aclararme
la mente. Así que ya sabéis la verdadera razón por la que he accedido a
correr esta carrera infernal. Era un circuito exprés de dos kilómetros ida y
vuelta por el filo del acantilado. Sé que Matt no es trigo limpio sé lo que
hablan de él, pero necesito ese dinero extra. El próximo otoño me largaría
de este pueblo y no dependería nunca más de mi padre.
El rugido del Mustang me saca de mis pensamientos, Nill me sonríe con
orgullo de que corra con su coche. Si gano él se llevará una parte. Aprieto
con fuerza el volante y mantengo la vista anclada al frente. Alison pasa
contoneándose en bikini frente al capó y me lanza un guiño, a la vez que se
humedece los labios con su lengua de forma sugerente. Acelero en vacío y
el motor del coche vuelve a rugir. Mi amigo me coge de la nuca y hace que
lo mire.
—Tío, céntrate. La última curva es muy cerrada y peligrosa. La arena
está batida y puede que el coche no te agarre lo suficiente.
—Lo sé, por eso está noche ganaré el triple. —Le recuerdo.
—Debes de tener cuidado. Reduce la marcha y luego aceleras. —Caleb
me grita dándome instrucciones y advirtiéndome de un par de curvas
peligrosas, pero mi mente está muy lejos de aquí cuando oigo su voz.
—Zack, ¡no lo hagas! —Oigo que grita mi peque.
Nuestra relación está más extraña y tensa que nunca, así que tenemos que
solucionarlo. No me hago a la idea de perderla. Miro por encima del
hombro para encontrarme con una mirada esmeralda que me observa con
miedo entre la multitud. Abby quiere correr hacia donde estamos, pero su
amiga Grace la tiene sujeta. En el instante en que nuestras miradas se
cruzan, siento que algo se quiebra en mi interior y decido apartar la mirada.
La bocina de gas que toca Nill junto con la bajada de banderas de Alison,
indican que la carrera da comienzo.
Salgo llevando el pedal del acelerador pisándole hasta el fondo y noto como
el coche galopa sobre la arena. Correr en la playa hace que todo sea más
salvaje y por ello todas las emociones se intensifican. A pesar de que los
coches tienen tracción en las cuatro ruedas, la arena suelta hace que pueda
perder el control en cualquier instante. El peligro, en todas las carreras lo
hay. Me gusta la adrenalina y el sentir como el coche y mi mente, se
convierten en solo uno. Durante los minutos que dura la carrera, me olvido
de todo y me siento bien, porque controlo algo de mi vida. Miro por el
retrovisor y veo a lo lejos las luces de las hogueras y como nos vamos
adentrando en la oscuridad. Matt me va cogiendo ventaja y no se da por
satisfecho, pues me va cortando el camino. Veo a unos cien metros el pino
que está señalado con un triángulo luminoso, el cual es la señal de que
debemos hacer un giro de ciento ochenta grados para regresar a la meta.
Reduzco la marcha y el motor brama haciendo un ruido ensordecedor,
barajo en escasas milésimas de segundo las posibilidades y sé que si freno
para seguir el camino marcado Matt ganará, pero si sigo en paralelo puedo
tomar ventajas a pesar de que el espacio con el filo del acantilado es
demasiado justo.
Matt me cierra en la curva y decido cogerla por fuera. Su coche casi da un
trompo por la arena batida y mi coche culea más de lo que esperaba. Veo el
vacío del precipicio y cojo el freno de mano, el coche patina y da una
sacudida que hace que me enderece por completo. He ganado un par de
segundos y cojo ventaja, lo suficiente para posicionarme primero. Veo
como mi contrincante se intenta poner en paralelo, pero ya es imposible
darme alcance, vuelvo a cambiar de marcha y acelero al máximo con la
vista clavada en la meta. Cuando la cruzo freno en seco, el coche derrapa y
una nube de arena se levanta en el ambiente. Oigo los aplausos, mezclados
con la música, vítores y gritos de la gente que comienzan a agolparse
alrededor de mí coche. Cierro los ojos para retomar el aliento, mi corazón
palpita desbocado y Nill abre la puerta junto con Caleb que me sacan del
coche para abrazarme. Todos reímos felices y soy consciente de la gran
suma de dinero que acabo de ganar. Entre tanta euforia la busco a ella, pero
no la veo. Me excuso de mis colegas y avanzo entre el mar de personas que
se cruzan para felicitarme y festejar mi victoria. Algunos me palmean la
espalda, otros me ofrecen un vaso para brindar, Allison intenta alcanzarme,
pero no me detengo a perder el tiempo. Nada me importa, excepto ella.
Abby va subiendo descalza por las dunas de arena, alejándose de la
multitud. Corro hacia ella a la vez que grito.
—¡Eh Abby, espera! —Pero ella parece no oírme, no se detiene y sigue
su camino.
Apresuro mi paso, los pies se me entierran en la arena y vuelvo a gritar,
pero ella sigue su camino. Cuando voy bajando el otro lado de la duna gano
velocidad y finalmente la alcanzo.
—¿Estás sorda Abb? —Le pregunto cuando la cojo de la cintura y la
hago que se gire, la veo llorando desconsolada y mi confusión crece—.
¿Estás bien?
Ella me mira asustada, le tiembla la barbilla y las lágrimas surcan sus
mejillas. Cuando me reconoce se intenta soltar de mí y me golpea con sus
puños en el pecho furiosa, le sujeto las muñecas y ella deja de luchar.
—¡Eres imbécil Zack! Podrías haberte matado. —Me grita
desconsolada.
—Pero estoy aquí —digo con voz calmada y la suelto con cautela, le
seco con mis pulgares las mejillas, la abrazo y ella se acurruca en mi pecho
e intento bromear para que deje de temblar—. Además, he ganado un
montón de dinero.
—Eso es lo único que te importa, ¿verdad? Tener lo suficiente para
largarte. —Me grita con voz aguda y rota, dándome un empujón para
alejarse de mí.
—Ehh trencitas… —Intento volver a tocarla. Lo necesito.
—No me llames así Zack, no tienes derecho a hacerlo —Me responde
furiosa.
—Eres la persona que más me importa Abb, eres mi mejor amiga. —Le
confieso.
—Ese es el problema, que después de besarnos no quiero ser solo tu
amiga. Me gustas Zack, y te quiero. —Me grita rota y siento que se me
anudan las entrañas ante su declaración sincera.
No puedo ocultar la sorpresa de mi rostro, porque sus palabras son un dardo
directo a mi corazón. Me quiere, no podía ser más afortunado y más idiota
en hacerle daño. Sabía que tenía que hablar con ella de ese tema, pero jamás
pensé que sería de esta forma. Me quedo callado y sé que ella espera una
respuesta que no puedo darle. No ahora que poco a poco va creciendo una
guerra interna en mi interior. Por una parte, mi lado más racional piensa que
seguir como amigos es lo mejor para los dos, pero mi corazón me grita que
la bese, que borre esa tristeza de sus bonitos ojos aceitunados, sin
importarme nada más.
—Eh, tío ¿qué haces aquí? La fiesta está… —La voz de Caleb rompe
nuestra frágil atmósfera y veo cómo su rostro va desde la confusión a la
preocupación. Joder. ¡Qué oportuno!— ¿Abby? ¿Qué te pasa?
Ella en cuanto ve a su hermano, se suelta de mi agarre y da un par de pasos
atrás, agacha la cabeza y toma aire para intentar recuperar la compostura.
—Quiero irme a casa —balbucea.
—¿Qué te ha pasado? ¿Por qué lloras? —pregunta alarmado.
Abby guarda silencio y pasea su mirada entre su hermano y yo. Sé que no
va a decirle la verdad, pero ¿qué otra mentira va a decir? No podía verla así.
Solo quería desaparecer con ella, abrazarla y susurrarle que todo estaría
bien. Siento como mi mandíbula se tensa y sé que me voy a delatar, pero no
me importa.
—Tío, verás… —Pero me callo cuando veo a Grace aparecer pisando
fuerte, llega hasta nosotros y coge a Abby de la mano.
—¡Vámonos! —Le pide a su amiga alejándose de nosotros.
—Pero… —susurra Caleb confuso.
—Le duele la cabeza, es solo eso. Le pedí que me acompañase esta
noche y no fue una buena idea… —Miente Grace y clava su mirada en mí
—. Adiós cabeza de serrín.
Sin nada más las dos se alejan de nosotros, se suben al coche de Grace y
nos dejan allí perplejos como dos pasmarotes. Caleb se lleva las manos a la
nuca y bufa desesperado antes de mirarme.
—Si me entero del capullo que le ha hecho daño… —Comienza a
decirme.
—Tranquilo, yo mismo me encargaré de él. —En el instante en que le
hago esa promesa a mi amigo, me siento el tío más capullo de la faz de la
tierra.
Era un egoísta por no querer tener que renunciar a nada, por querer todo y
no correr riesgos. Pero comprendo que en la vida hay que elegir, tomar
decisiones y arriesgar. Tenía miedo, estaba acojonado, solo de pensar en que
la puedo perder. Porque Abbigail Smith, es la persona más importante de mi
vida. Solo esperaba que no fuera tarde para decirle a mi dulce chica que mi
corazón solo le pertenecía a ella. No me importaba que su hermano me
diera una paliza, porque merecería la pena a cambio de vivir una vida plena
a su lado.
No había vuelto a casa desde la noche de las hogueras, después de decirle a
Zack lo que sentía por él, no era capaz de estar en la misma habitación que
él. Así que me quedé en casa de Grace, hasta que mis padres regresaran de
su viaje de aniversario. Le mandé un mensaje a Caleb y a él no le importó,
sería una carga menos para él. Pero ahora que mi madre me había avisado
de que estaban en casa, sabía que tarde o temprano tenía que plantarle cara
a mi realidad.
—¿Seguro que estarás bien? —Me pregunta Grace justo antes de
bajarme del coche.
—Tranquila, podré evitarlo y cuando acabe el verano se marchará a la
universidad.
—Cualquier cosa llámame, de todas formas, hablamos mañana para ir a
la playa. —Me recuerda.
—Sí, gracias por todo. —Le digo dándole un abrazo fugaz y bajándome
del coche.
Tomo aire y trago saliva, para armarme de valor y deseando que cuando
entre en casa él no esté. Camino por el corto paseo de hormigón que me
conduce a los dos escalones del porche de madera de casa. Introduzco mi
llave en la cerradura y tal como la puerta se abre, la risa de mi padre con
Zack y Caleb, me indica que están en el salón. Mierda. Tal vez, con un poco
de suerte pueda subir a mi habitación sin que me vean. Cierro la puerta sin
hacer ruido y subo las escaleras con cuidado.
—¡Eh Abby! ¿No vas a darle un beso a tu padre? —Me pregunta él
mismo.
Me giro sobre mis talones y me sujeto a la barandilla, como si de mi tabla
salvavidas se tratase. Lo miro y le regalo mi mejor sonrisa, esforzándome
por ignorar las otras dos figuras que están junto a él.
—¡Hola papá! Iba a dejar la mochila en mi dormitorio… —Miento y
bajo los escalones que nos separan, mientras que él se acerca a mí con los
brazos abiertos.
—Mi dulce mazapán —murmura mientras me abraza y sonrío sobre su
hombro, siempre me llama así y a mí me encanta.
—¿Dónde está mamá? —pregunto deseando marcharme para alejarme
de Zack.
—Está arriba, se acaba de dar una ducha —responde.
—Estupendo, pues voy a saludarla también. Hasta luego —digo con
urgencia y me giro para subir a trote las escaleras.
Cuando llego a la planta superior, me doblo y apoyo mis manos en las
rodillas para retomar el aliento. Cierro los ojos y sonrío, pensando en lo que
siempre me recuerda Grace. La vida es una suma de pequeñas victorias. He
conseguido ignorarlo y aparentar que me es indiferente.
—¡Sí! —exclamo orgullosa de mí misma, a la vez que doy un saltito de
euforia.
—¿Por qué estás tan feliz? —La voz de mi madre me sobresalta y me
giro para verla apoyada en el marco de la puerta de su dormitorio. Mi madre
me observa entre extrañada y confundida, junto con una sonrisa dulce que
baila en sus labios.
—Hola mamá, ¿qué tal vuestro viaje? —pregunto evadiendo su
pregunta. Mi madre aguarda unos segundos y ve que no pienso decir nada
más. Su sonrisa se ensancha y niega para sí.
—Genial tesoro, ha sido como conectar con nuestra juventud. —Me
comenta acercándose a mí y me lanzo a ella para fundirnos en un abrazo.
—Me alegro muchísimo mamá, ¿ves que no hemos quemado la casa? —
Bromeo y ella ríe, reconociendo que fue reticente a dejarnos solos.
—Es cierto, tu hermano este año se va a la universidad y tú, ya mismo te
sacas el carnet de conducir. —Me recuerda acariciándome la mejilla—. El
tiempo pasa volando cuando somos felices.
—Pues sí, necesito que Caleb me de clases para ir a examen. —Le
comento y sé que es mejor que ella se lo pida a mi hermano.
—Tranquila, hablaré con él.
Cuando entro en mi habitación cierro la puerta y me tumbo sobre la cama
para mirar un rato las redes sociales. Veo fotos que han subido muchos de
los que estuvieron en la fiesta de las hogueras y decido dejar el móvil antes
de que me aparezca él en una de esas fotos. Cojo el libro que hay en mi
mesa de noche y decido que no hay mejor plan para pasar el resto del día.
Me sumerjo en la lectura y me evado de la realidad, mi tristeza se esfuma y
es sustituida por un sentimiento de paz que me da felicidad.
El sol se pone, alargo mi brazo para encender la luz y me pongo boca
abajo para seguir leyendo, estoy ensimismada en la historia y solo ansío
conocer su desenlace. Mi hermano había subido para decirme que bajase a
cenar, han comprado comida mexicana, me encanta, pero sé que cuando
compramos mexicano Zack se queda a cenar, así que le he dicho que no me
encuentro bien.
Retomo la lectura y vuelvo a adentrarme en la intensa y fascinante
historia que estoy leyendo. Cuando dos toques suenan tras mi puerta doy un
sobresalto, al romperse mi atmósfera de tranquilidad. Mi madre aparece tras
ella y cuando nuestras miradas se cruzan ella me sonríe con cariño.
—Abby baja a cenar.
—No me encuentro bien —digo sentándome sobre la cama. Ella alza las
cejas, sonríe divertida y niega para sí.
—¿Qué te pasa? —pregunta incrédula.
—Creo que he cogido frío y voy a resfriarme —miento.
—Un catarro…
—Sí, un catarro. —Repito y asiento para intentar ser más creíble, pero
sé que como doctora que es no se lo traga.
—Te diré lo que te pasa jovencita, llevas todo el día metida en tu
habitación y parece que estás evitando algo o mejor dicho, a alguien…
Tienes un corte de digestión emocional por un chico.
—¿Qué? No mamá, es solo que no me apetece cenar. —Es increíble lo
bien que me conoce.
—Claro, lo que tú digas. —Me responde soltando una carcajada—. Por
si te interesa, Zack no cena en casa esta noche. Su padre ha llegado y se ha
ido con él a cenar.
—Qué raro que hayan ido a cenar. —Intento aparentar normalidad, pero
siento como mi corazón se acelera, al saber que Zack odia estar con su
padre. ¿Por qué había accedido a ir con él?— Bueno ahora bajo, ¿vale?
—No tardes, la cena se enfría. —Me dice con una dulce sonrisa.
Estaba flotando en una duermevela cálida y acogedora, cuando un sonido
estridente inunda toda mi habitación y doy un salto de la cama asustada.
Tardo un par de segundos en comprender que es lo que está sucediendo y
cuando veo partirse de risa a Caleb con una bocina de gas en la mano,
comienzo a despotricar y a insultarle, a la vez que le lanzo un zapato que él
esquiva con facilidad.
—¡Arriba bella durmiente! Tú no te vas a librar.
—¿Qué dices imbécil? —Le grito cabreada y avanzo hasta él, pero mi
hermano corre escaleras abajo.
—Hoy vamos a pintar la casa —comenta mi padre que lleva una camisa
vieja.
—¿Has visto cómo me ha despertado? —Me quejo y mi padre niega
feliz.
—Seguro que lo vas a echar de menos cuando se vaya a la universidad,
te vas a aburrir sin él —añade—. Baja y desayuna, ¿vale?
—Me voy a quedar sorda de no oírlo. —Le confieso y él ríe.
—Tu hermano está castigado porque como sabes me ha llegado una
multa por velocidad de hace un mes que le presté mi coche, tú no tienes por
qué ayudar pero me gustaría recordar viejos tiempos.
—Lo que no sé, es cómo han tardado tanto en multarlo —confieso con
una sonrisa y mi padre niega divertido.
—La verdad es que yo tampoco.
—Voy a ponerme algo viejo para pintar, ahora nos vemos papá —digo a
la vez que me giro para entrar de nuevo en mi habitación.
Mis ojos quedan atrapados en el vaso rojo de plástico con la cuerda cortada,
que hay sobre mi escritorio y sin ser consciente estoy mirando a su ventana.
Niego para mí misma, me pongo un vestido viejo y bajo para desayunar
pensando en él. Hacía días que no lo veía, tampoco estaba pasando mucho
tiempo en casa con Caleb y la verdad que eso me ayudaba. Ojalá no hubiera
pasado nada y todo siguiera como antes. Pero él tampoco parecía quererlo
dejar pasar.
No lo entendía, primero me besa, me dice que será nuestro secreto y
luego aparece en mi puerta con Alison. Luego me buscó la noche de las
hogueras y después de dejarle claro que no quería seguir siendo solo su
amiga que me gusta, él no dijo nada. Estaba decepcionada y por eso cuando
una noche tiró del hilo del vaso, me levanté con determinación y en sus
narices corté la cuerda.
En casa se respira un ambiente de armonía y sosiego, mi madre está
cocinando y tarareando una canción que suena en la radio. El aroma de la
carne guisada es inconfundible y se mezcla con las voces apagadas que
llegan de fuera. Mi padre, Caleb y Zack, ya han empezado a pintar, así que
me apresuro a beberme un vaso de zumo de naranja y salgo afuera.
Cuando rodeo la casa, encuentro a mi padre y a Zack, pintando mientras
que Caleb, está subido en la escalera rascando la pintura de una parte de la
fachada y con una brocha está dándole una primera mano de imprimación.
Mi padre ya me tiene preparado un cubo con un poco de pintura y una
brocha, para que vaya pintando los recovecos por donde no entra el rodillo
y los huecos de ventana. No digo nada, simplemente me dedico a realizar la
tarea e ignoro a los tres hombres que hay junto a mí. Siento su mirada
clavada en mí, pero intento disimular que me es indiferente.
—Papá esta noche hay una fiesta y me gustaría poder ir… —Rompe el
silencio Caleb, y sonrío mientras extiendo la pintura con afán con mi
brocha.
—Estás castigado —dice sin querer seguir con el tema.
—Pero es el cumpleaños de la novia de Zack. —Tal como pronuncia
esas palabras no puedo evitar mirar a Zack sorprendida que me observa de
una forma indescifrable. Así que ahora Alison es su novia.
—Por mí como si va Julio César, él puede ir —comenta señalando a
Zack—. Pero tú, estás castigado —dice serio.
—Pero papá… Te he explicado que no vi el radar nuevo que han puesto
y te he dado el dinero de la multa. —Se queja.
—Que pesado eres, venga sigue rascando. —Lo ignora y continúa
pintado. No puedo evitar reírme de la pataleta que tiene y mi hermano me
fulmina con la mirada.
—¿Y tú de qué te ríes? —Brama mi hermano y yo me encojo de
hombros indiferente, y sigo a lo mío.
Pero conozco muy bien a Caleb y cuando le da por algo no para hasta que
lo consigue. No se la de veces que lleva dicho «por favor, papá». Parece un
disco rayado, aprieto la mandíbula y yo misma estoy por gritarle y decirle
que si acaso está sordo. Le ha dicho más de treinta veces que no.
—Pero papá… —Vuelve a la carga. Mi padre suspira frustrado, bufa y
se detiene, apoya sus manos en las caderas y mira a mi hermano que lo
desafía.
—Si vuelves a preguntar…
—¿Qué es lo que te ha vuelto a preguntar? —Lo corta mi madre curiosa
que viene con una bandeja con limonada—. He pensado que os vendría bien
algo fresco. —Termina diciendo a la vez que me ofrece un vaso.
—Mamá, está noche hay una fiesta y van todos mis amigos… —
Comienza a decirle Caleb mirándola con cara de inocencia—. Pero papá
dice que sigo castigado.
—Y lo estás —dice ella y él hunde un poco más los hombros.
Zack que hasta ahora se había mantenido al margen, se manifiesta
rompiendo a carcajadas y Caleb lleno de fastidio coge una brocha que tiene
cerca y la agita para salpicarle. Con la mala suerte de que Zack se mueve
con astucia y todas las gotas de pintura blanca caen sobre mí.
—¡Oh Dios mío! —grito alarmada y fulminó con la mirada a mi
hermano.
—¡Caleb, ya basta! —Le riñe mi padre.
Mi hermano hace un ruido extraño de querer tragarse su propia risa, pero
fracasa en el intento y se ríe. No tardo nada en devolvérsela y hacer lo
mismo en su dirección, empapándole por completo de pintura.
—Vamos Abb, solo es un poco de pintura. —Zack me dirige la palabra,
por primera vez en días.
—Como solo es pintura… —Cojo mi brocha y lo salpico a él también,
mi madre da un paso atrás y empieza a echarnos la bronca.
—¡Ya está bien! —grita mi madre usando la bandeja como escudo.
—Parecéis críos. —Brama mi padre.
—Como te pille verás. —Me amenaza mi hermano que intenta bajarse
de la escalera y mi padre con la mirada le advierte que no lo haga.
Pero veo como mira a Zack y se descifrar esa mirada de complicidad entre
los dos. La había visto cientos de veces y es que a veces se entendían con
una mirada. Sé que el objetivo soy yo, así que salgo corriendo despavorida
y siento como Zack me persigue.
—Véngate por los dos. —Oigo cómo le grita mi hermano.
—Como en los viejos tiempos —dice mi padre y mi madre termina
riéndose.
¿Cómo era posible, que no vieran el riesgo que yo estaba corriendo en estos
momentos? Se lo estaban tomando a bromas y mi corazón peligraba si él
me lograba alcanzar. Sin duda alguna, no ha sido buena idea. Giro la
esquina de la casa y corro hacia el porche, subo los escalones y siento como
me atrapa. Zack me agarra de la camiseta y tira hacia a él. Me detengo y me
giro para mirarlo, me humedezco los labios e intento retomar el aliento.
—Estamos manchando el suelo. —Me advierte mirando el suelo que
tiene nuestras huellas marcadas. Yo me encojo de hombros indiferente e
intento marcharme, pero Zack me agarra por la cintura y me obliga a que lo
mire—. Vamos Abb, no puedo estar así contigo.
—¿Así cómo? —pregunto. Él no responde niega para sí y sonríe—. ¿Así
cómo Zack? Me dejaste muy claro todo, solo amigos. Además, tienes
novia… —Le digo con retintín y lo empujo necesitando un poco de espacio
para respirar. Solo de recordar que está noche irá a la fiesta de Alison.
—¿Es qué no lo comprendes? —Me pregunta exasperado acariciándome
la mejilla y mi cuerpo reacciona a él, se me eriza la piel y me molesta ser
tan transparente ante sus ojos.
—Claro que lo entiendo —respondo furiosa soltándome de su agarre—.
Sabes, ojalá no te hubiera besado nunca.
Sin dejar que me diga nada más entro en casa y cierro la puerta tras de mí.
Me apoyo en ella y miro al techo a la vez que presiono mis labios. «No voy
a llorar». Me digo mentalmente, respiro y me paso una mano por mi coleta
medio deshecha.
—¿Qué pasa Abby, va todo bien? —Me pregunta mi madre con
preocupación. Asiento con una sonrisa intentando no venirme abajo, pero se
me escapa un amago de risa que suena más a un alarido, mezclado por las
lágrimas de frustración que surcan mis mejillas.
—Es solo que… Estoy cansada de los chicos mamá. —Termino
confesando.
Mi madre se acerca hasta mí y la abrazo con necesidad, convirtiéndose una
vez más en mi refugio. Ella me pone el pelo tras la oreja y me susurra al
oído.
—¿De los chicos o de un chico en particular? —pregunta y prefiero no
responderle, lo sabe. No puedo negarlo, no a ella. Mi madre sonríe y me da
un beso en la sien—. Siempre supe que existía la posibilidad de que este día
llegaría Abbigail.
—Mamá estoy manchada de pintura, ten cuidado no te vayas a manchar
tú también. —Le advierto sonando poco convincente.
—Abbigail, no me cambies de tema —responde suspicaz.
—¿Qué? —Es todo lo que logro decir, a la vez que inspiro las lágrimas y
me separo para mirarla. Ella me observa con ternura y una sonrisa dulce en
los labios.
—Zack es un chico especial, siempre he visto como entre vosotros había
un acuerdo no hablado, una unión única que él solo tiene contigo. —
Reconozco que es cierto, pero no digo nada, siempre había sentido que él
me entendía mejor que mi propio hermano—. Solo espero que no os hagáis
daño, porque sois muy importantes el uno para el otro.
—Zack es solo mi amigo. —Le intento aclarar avergonzada.
—¿Y no es ese el problema?
Echaba de menos el entrenamiento matutino con el equipo de rugby, el
deporte siempre me había ayudado a canalizar las emociones y la
frustración. Porque ahora con Abby sin hablarme me estaba volviendo loco.
El colmo era tener que fingir a Caleb y a todos, que estaba bien, cuando en
realidad sentía que me estaba consumiendo. Estaba ausente la mayor parte
del tiempo y a Caleb, le mentía diciéndole que era por problemas con mi
viejo. Pero la realidad era muy diferente. Estaba cabreado con Abby,
cuando la llamé por nuestro vaso y ella apareció tras la ventana, con unas
tijeras y cortó el hilo en mis narices, para después desaparecer tras la
ventana y no dignarse a dirigirme más la palabra. Un hilo que no solo había
conectado nuestras ventanas durante años, sino también nuestros corazones.
¡Joder! Cuando hizo eso, enloquecí. Estuve a punto de colarme en su
habitación y fundirme en un beso con ella para borrar todos nuestros
miedos. Pero la realidad es que no tenía huevos, ¿qué le iba a decir a sus
padres? Por no hablar de Caleb, referente a su hermana no es nada
razonable. Soy un cobarde, había tenido ciento de oportunidades que ella
me había regalado en los últimos años y que había desaprovechado,
pensando que aún no era el momento. Pero, ¿cuándo lo era? Estaba claro
que estar en pleno verano no ayudaba, porque si al menos estuviéramos en
el instituto, buscaría mil excusas para tropezarme con ella. Abbigail llevaba
medio verano evitándome, se pasaba el día en su habitación o se marchaba
con Grace a saber dónde. Por suerte está noche Lisa y Brad han levantado el
castigo a Caleb y para celebrarlo, mi amigo ha pedido pizzas para todos.
Así que a Abby no le queda otra que soportarme a su lado mientras
cenamos. Toco el timbre y espero, deseando que sea ella quien abra, pero no
tengo esa suerte.
—Buenas noches Zack, vamos pasa. —Me invita Brad que se aparta a
un lado y le sonrío.
—Buenas noches, he traído el vino que le gusta a Lisa, —comento
mostrándole la botella que he robado de la bodega de mi padre.
—Oh siempre tan detallista —dice Lisa a la vez que me abraza y me da
un beso en la mejilla—. Las pizzas están al llegar. —Me informa.
—Abbigail, baja ya —grita Brad y se aleja a la cocina junto con su
mujer.
—¡Voy! —grita ella desde arriba y me da un pellizco el estómago
cuando oigo su voz. Lleva días sin hablarme.
—¡Eh tío! —Me recibe Caleb, chocando los puños como tenemos por
costumbre y vamos también a la cocina.
—¿Qué pasa? —Lo saludo y mi amigo se frota las manos ansioso.
—Está noche hay una fiesta que organizan las triples A, y ya soy un
hombre libre así que podemos ir, Alison se alegrará de verte. —Me comenta
alzando las cejas juguetonamente y chocando su hombro con el mío.
—Claro, Nill me ha avisado que irá también —respondo queriendo
cambiar el tema de conversación.
—Mamá, me voy. Grace está al llegar. —La voz de Abby a mi espalda
me sobresalta y me giro para mirarla, pero ella me ignora como de
costumbre.
—No jovencita. —Le corta Lisa.
—Pero mamá…
—Ni mamá ni mamu. Te quedas a cenar y punto. —Le aclara tajante su
madre.
—Uffff… —Bufa molesta y cuelga su bolso diminuto en el pomo de la
silla.
—A tu edad, queda feo hacer pucheritos. —Se mofa Caleb y ella le
enseña su dedo corazón.
—¡Qué te den! —Gruñe intentando pasar por nuestro lado, pero Caleb
no se lo permite. Entonces ella me mira de forma fugaz como siempre que
había estado en apuros con su hermano.
No puedo evitar quedar prendado de lo guapa que está con una minifalda
blanca a juego con un top corto, que muestra su ombligo y su bronceado
veraniego. Caleb me da un cosqui cuando ve que me quedo pasmado
mirándola y yo le doy un empujón a mi amigo para desbloquear el paso.
Carraspeo y me aclaro la garganta antes de hablar.
—Hola Abb.
—Hola. —Me responde con una mirada llena de anhelo a la vez que
pasa por mi lado y va dejando a su paso un rastro de su perfume dulce y
afrutado.
—¿Tú también vas a alguna fiesta? —Le pregunto intentando que no se
me note mucho el interés. Ella se gira y me sonríe falsamente, porque sigue
enfadada conmigo. La miro expectante y Abby parece que estudia su
respuesta, sus palabras desfallecen en sus labios y cuando suena el timbre
tiene la excusa perfecta para desaparecer.
—¡Voy yo! —exclama con urgencia, pasando por mi lado con apremio.
Dejándome con un remolino de emociones que me abrasa la piel y la
curiosidad de qué hará ella esta noche. Estaba claro que iba a ir a algún
lugar con Grace, solo deseaba que fueran a la misma fiesta que nosotros.
Caleb se asoma al pasillo y aguanta una risotada, me hace un gesto para que
me acerque a él y mire quién es el repartidor. Cuando lo veo, un fuego
interno se prende en mi interior y me abrasa. John Carter, el mismo pesado
que lleva babeando por Abby durante todo el curso, está entregándole las
pizzas y comiéndosela con la mirada.
—Que aproveches Abby.
—Gracias John. —Le responde ella con una sonrisa coqueta, a la vez
que inclina un poco su cabeza al suelo y vemos como agacha la mirada
avergonzada.
Estaban tonteando en mis narices y yo me siento como un león enjaulado,
sin ser consciente doy un paso al frente con determinación y Caleb me
sujeta de codo para que no me mueva. Verla coquetear con el capullo de
John me hierve la sangre, Caleb rompe a reír con descaro y Abby se gira
para lanzarle una mirada de advertencia.
—Luego te veo, ¿no? —Le pregunta John, con demasiado interés
ignorándonos por completo a nosotros.
—Claro, te estaré esperando. Hasta luego. —Le responde ella cogiendo
las pizzas y cerrando la puerta tras ella.
Me quedo patidifuso, ¿había oído bien? Luego ella estaría con John a saber
dónde y con la mirada lasciva que él había reflejado en sus ojos tras darle
un repaso, estaba claro que no estarían jugando al parchís. A Caleb se le ha
borrado la diversión, cuando se ha dado cuenta igual que yo de las
intenciones ocultas de John Carter, pero Abby parece ajena a todo eso. O es
que le importa lo más mínimo estar con ese pánfilo, porque pasa por
nuestro lado con naturalidad y entra en la cocina.
—¡A cenar! —Nos avisa Brad y ambos obedecemos.
—Tío, te has dado cuenta…—murmura Caleb y yo asiento sin
comentarle nada más.
Entramos en la cocina y cada uno nos sentamos en nuestro sitio habitual,
Caleb en un extremo, Abby en medio y yo al otro lado. La madre termina
de separar las porciones de pizzas y se chupa la punta de los dedos y nos
observa.
—Estáis los tres guapísimos, poneos juntos que os voy a tomar una foto.
—Pero mamá… —rechista Caleb y con la mirada que le lanza Lisa él se
calla y obedece.
Nos ponemos en pie en el mismo orden en que nos sentamos y Caleb le
echa el brazo por encima del hombro a su hermana, mientras que yo la
abrazo por la cintura, rozo su piel aterciopelada adrede y siento como una
corriente de electricidad me recorre la espina dorsal. Ella se tensa y fuerza
una sonrisa. Se me seca la garganta, trago saliva y sonrío mirando a la
cámara sin prestar demasiada atención. Una vez que el flash salta dos veces,
Abby se aparta de mi lado con rapidez y se sienta en su sitio. Hago lo
mismo y cuando alzo la vista, veo que Lisa me observa de una forma
extraña y me sonríe con dulzura. ¿Acaso Lisa sabe algo? Desde luego iba a
ser una cena muy larga.
Era demasiado tarde para arrepentirme y darme la vuelta, sobre todo porque
Grace no me lo iba a permitir a estas horas de la noche. Solo había que ver
la multitud de gente que bailaban y bebían en el jardín del enorme casoplón,
como para saber que todo el instituto estaba invitado a la fiesta que habían
organizado las triples A. Lo que significaba que también estaría Zack y yo
quería evitar a toda costa estar cerca de él. Me había quedado bien claro que
Zack Williams no había pillado ninguna indirecta en todo este tiempo. La
razón era concisa, habíamos crecido juntos y él solo me veía como una
amiga. Esa era la razón por la que me miraba con esa cara de
arrepentimiento. Grace en cambio tenía otra teoría, Zack tenía miedo. Pero,
¿miedo de qué?
Nunca había venido a una fiesta organizada por las triples A y eso que eran
famosas por ser las más alucinantes que se hacían en todo New Bern. Miro
la fachada iluminada con luces led y estas parpadean al ritmo de la música
que suena a todo volumen y que sale del interior de la casa.
—Prohibido pensar en Zack. —Me advierte Grace, yo asiento y ella me
coge de la mano y tira de mí para subir al porche—. Esta noche vamos a
pasarlo bien —grita para que la oiga. Coge un par de vasos de plástico con
un líquido esmeralda en su interior y me ofrece uno.
—Que así sea —respondo brindando con ella y me lo bebo de un solo
trago.
Una chica nos ofrece una tira de pegatinas con motivos florales, frutales y
veraniegos para ponernos en la cara. Estás pegatinas se reflejan de forma
fluorescente en la oscuridad de la pista de baile. Las cogemos y las
intercambiamos, yo se las pongo a Grace y ella a mí. Cuando termino de
ponerle las pegatinas, me fijo en que están charlando Matt y Adam, los dos
chicos que conocimos la noche de las hogueras. Sé que a mi amiga le gustó
mucho el misterioso Adam, así que sonrío y me acerco a su oído.
—Grace, detrás de ti está Adam con Matt. —Le informo y ella se separa
de mí mirándome alarmada.
—¡Oh madre mía! ¿Cómo estoy? ¿Tengo bien el maquillaje? —Me
pregunta a la vez que se toca las pegatinas y no puedo evitar reírme.
—Tranquila, estás increíble. ¡Venga acércate! —La ánimo, la giro,
dándole un empujoncito. Ella me mira de forma fugaz, y me lanza un beso.
Yo camino en dirección opuesta a mi amiga y entro en el salón, que es una
pista de baile improvisada. Junto a la puerta hay una mesa larga rectangular
repleta de bebidas, vasos y chupitos en forma de gelatina. Anna, una chica
de las triples A me ofrece un chupito que me bebo sin dudar y ella me
sonríe.
—¡Eh Abby! Estás guapísima no te había visto desde que terminó el
instituto. —Me comenta Anna risueña.
—Sí, las vacaciones de verano es lo que tiene. Cada uno va de aquí para
allá.
—¿Has venido con Caleb? —Me pregunta con interés y yo niego feliz.
—No, he venido con Grace, está por ahí saludando a un amigo —
respondo señalando afuera del salón.
—Ah, es que… —Pero se queda callada y mira tras de mí con mirada
centelleante.
—Buenas noches hermanita. —Me saluda Caleb a la vez que me echa el
brazo por el hombro y me da un beso en la mejilla.
No puedo evitar fruncir el ceño extrañada, mi hermano rara vez tiene
muestras de afecto conmigo y menos en público. Lo miro con recelo y
Caleb apesta a whisky. Él tiene la vista clavada en Anna y pongo los ojos en
blanco.
—Hola Anna, estás increíble. —La piropea y ella sonríe coqueta.
—¿Qué tal estás Cab? —Aguanto una carcajada cuando oigo como lo
llama, ¿Cab? ¿En serio? Será mejor que me vaya, Grace se va a partir de
risa cuando se lo cuente.
—Bueno, hermanito voy a buscar a Grace. Hasta luego Anna. —Me
despido de ambos que pasan de mí, porque están muy ocupados en meterse
la lengua hasta la campanilla.
Hay más gente que antes en el salón y me cuesta salir, pero la mano menuda
de Grace me sujeta el antebrazo y tira de mí. Yo me parto de risa, solo de
recordar lo cursi que ha sonado el nombre de mi hermano en los labios de
Anna. Pero Grace no sonríe, está seria y mira justo de dónde vengo.
—¿Qué ocurre Grace? ¿No ha ido bien con Adam? —Le pregunto y es
entonces cuando ella me mira triste y niega siendo poco convincente.
—Ha ido genial, solo que se va y no regresa hasta que comience el
curso. —Me responde y me agarra de la muñeca y se gira con
determinación tirando de mí—. Vamos a la cocina, están jugando a verdad o
atrevimiento y está John.
—Pero qué prisa Grace, ¿qué te ocurre? —Le pregunto deteniéndome, y
haciendo que ella se gire.
—Nada.
—¿Nada? Te conozco y sé que no estás bien. —Le advierto cruzándome
de brazos esperando una explicación que no llega.
Grace mira a su lado y ve una chica con bebida, le coge un vaso y se lo
bebe de golpe. Me ignora y termina llegando al grupito de chicas que están
sentadas junto con John, Mike y Steven. Los tres van a mí misma clase de
historia, pero con el único que había cruzado palabra era con John.
No le digo nada más a Grace y ella parece agradecerlo. Me siento junto a
los demás y comenzamos a jugar a «Verdad o atrevimiento». Llevo ocho
chupitos y arrastro un poco las palabras, pero me siento relajada y feliz.
Grace cuenta una verdad de cómo fingió llorar para que el profesor
Maverick la aprobará y me río junto a ella despreocupada. Sé que estamos
montando un espectáculo, que cada vez hay más curiosos en la cocina que
se ríen cómplices y no me pasa inadvertida la mirada taciturna que está
junto a Alison, pero me da igual. Me doy cuenta como se aproxima mi
turno y Zack está atento a mi respuesta, porque tiene la mirada fija en mí,
está de brazos cruzados y tiene la mandíbula tensa. Así que cuando una
chica que es la que me tiene que preguntar, Tessa creo que se llama, yo ya
he tomado una decisión. Olvidar a Zack.
—Tessa, déjame preguntarle yo a Abby. —Se adelanta Mike el amigo de
John.
—Está bien, ¿no te importa? —Y yo le hago un gesto de que estoy de
acuerdo.
—¿Verdad o desafío? —Me pregunta Mike y le da un codazo a John que
sonríe.
—Desafío —respondo sin dudar. Grace me mira atónita y luego aplaude
feliz y borracha. Veo a Zack dejar de prestarle atención a Alison que está a
su lado contoneándose, pero él está atento a nuestro juego.
—Muy bien, tienes que bajar al sótano y besarte John. —Me reta y yo
me quedo un par de segundos en silencio procesando su propuesta.
—¿Qué? —Le preguntó con voz aguda, porque solo de pensarlo un
cosquilleo de inquietud me acaricia el vientre.
—No —responde Grace por mí.
—Vamos tranquila, será solo un beso. —Me anima Mike y John sonríe
de forma pícara.
—No tienes por qué hacerlo. —Me susurra Grace al oído.
—Creo que no hay mejor momento que este. —Le soy sincera, sintiendo
una valentía en mí que desconocía.
—Pero tu hermano está aquí y también Zack. Como se enteren le van a
arrancar las pelotas. —Me aclara y yo me encojo de hombros.
—El que me bese, sabe a lo qué se arriesga. —Le sonrío y me levanto,
cierro los ojos un momento para recomponerme y cojo aire—.
Sinceramente, creo que no aparecerá ninguno de los dos.
Termino diciéndole, no sé si me ha oído, pero cuando levanto la vista para
buscar a Zack veo que no está. Mierda, me hubiese encantado ver la cara
que se le quedaba cuando me viera salir del sótano cogida de la mano de
John. Salgo de la cocina y un tipo que va corriendo con una diadema de
unicornio me golpea y todo mi cuerpo da una sacudida. Me agarro como
acto reflejo al marco de la puerta y vuelvo a respirar. Joder, ¿tan borracha
estoy? Yo nunca me había emborrachado, la vez que Zack vino a por mí,
mayormente lo fingí, pero esta vez creo que me he pasado. A cada paso que
doy, siento mis piernas pesar menos y flotar. Puff… Giro el pomo de la
puerta que hay bajo el hueco de las escaleras y le doy al interruptor. Las
escaleras son empinadas y creo que no es buena idea bajar. Mi mente me
recuerda que es ahora o nunca, no podía echarme atrás, por primera vez en
mi vida me iba a besar con un chico que de verdad quería besarme. Me
agarro al barandal de madera y con cuidado voy bajando, el ruido
amortiguado de la música se va haciendo cada vez más leve y un silencio
desolador inunda el sótano desierto. Es extraño que no haya nadie, teniendo
en cuenta que estamos en una casa llena de adolescentes hormonados. A no
ser que el anfitrión haya dejado muy claro que está prohibido este lugar.
Miro a mi alrededor y veo una sala recreativa, con una televisión plana
enorme anclada a la pared, frente a un sofá y tras este una mesa de billar.
De repente la luz se apaga y quedo sumida en la completa oscuridad.
—¿John? —Pero solo reina el silencio—. Esto no tiene gracia —grito a
la oscuridad.
Cojo del bolsillo trasero de mi falda el móvil y enciendo la linterna.
Alumbro a la escalera y no hay nadie, pero presiento que no estoy sola.
—John, Mike… Si sois alguno de vosotros, esto no tiene gracia. —
Insisto y como respuesta solo tengo el silencio.
Me dirijo a la escalera para subir y largarme de aquí cuanto antes. Alumbro
el suelo para no tropezar con nada y vuelvo a mirar a la escalera que está
desierta, me agarro con una mano al barandal y con la otra alumbro los
peldaños. Solo hago poner el pie en el primero, cuando siento que me
agarran por detrás de la cintura y tiran de mí.
—¡Aaahhh! —grito y pataleo, cayendo mi móvil al suelo.
—Shh… Tranquila Abb, soy yo. —Me susurra en mi nuca y se me eriza
la piel.
—¿Zack? —pregunto girándome y viendo en la tenue luz una sonrisa
dulce. —¿Qué… Qué haces tú aquí?
—Debería hacerte la misma pregunta —responde con una mirada
divertida, alzando las cejas.
—No te importa. —Atajo.
—Claro que me importa, si tiene que ver contigo y con el salido que
pensaba bajar a meterte de todo menos miedo. —Gruñe con una mirada
feroz y lo empujo cabreada. ¿Cómo se atreve? Él me sujeta por los
antebrazos y me atrae hacia él—. Puedes odiarme cuánto quieras, pero no
iba a dejar que eso pasase. —Me advierte.
—No tienes ningún derecho, ¿sabes? —mascullo enojada—. Estoy
deseando que os vayáis a la universidad y perderos de vista, para poder
hacer lo que me venga en gana y besarme con…
Pero Zack, no deja que continúe, antes de que pueda decir nada más ataca
mi boca y todo el cabreo que tengo se disipa. Todo comienza en un beso
para sellar mis labios y el deseo crece entre ambos conforme lleva sus
manos a mis caderas para atraerme hacia él. El beso crece y se hace más
intenso, su lengua se abre paso entre mis labios de forma exigente y
recuerdo la primera vez que nos besamos, aquel beso era muy diferente.
Nos enredamos y el cosquilleo que siento en el estómago explota por todo
mi cuerpo. Porque este es un beso lleno de deseo, de ganas contenidas y de
sentimientos que llevaban guardados demasiado tiempo. Sus labios son
excitantes, con un ritmo errático y feroz que hacen que mi corazón lata de
forma desenfrenada. Nuestras bocas hambrientas se quieren devorar la una
a la otra. Me arden los labios y siento el pulso desbocado martillear mis
oídos. Sentir su cuerpo pegado al mío me hace temblar. Cuando nuestros
labios se separan, se me escapa un suspiro y Zack apoya su frente en la mía.
Tengo miedo de mirarlo y ver que está arrepentido de lo que ha pasado. Él
me levanta la barbilla y yo sigo con los ojos cerrados.
—Eh Abby, mírame, por favor. —Hago lo que me pide y encuentro una
mirada que me cala hasta lo más profundo del alma—. Abbigail Smith, me
gustas desde el primer instante en que te vi, pero siempre he pensado que lo
que tenemos es tan especial y tan único, que tengo miedo de perderlo.
Porque también están tus padres y tu hermano…
—Shh… —respondo silenciándolo con mi dedo índice sobre sus labios,
acaricio su mejilla y le sonrío, antes de volver a besarlo.
Sus labios contra los míos chocan de nuevo sin previo aviso, en un beso
lento y largo. Me aprieta el trasero y presiona contra él, notando su erección
de lo excitado que está. Sus labios se vuelven refugio, embriagándome y
sintiéndome como una naufraga en ellos. Su boca me da caza de nuevo,
saboreándome sin prisa.
Me besa una y otra vez.
Perdemos la noción del tiempo.
Siento que floto, que con él todo es posible.
El móvil de Zack lleva un rato sonando y no cesa, así que de forma
reticente se aparta de mí y saca él móvil del bolsillo, puedo ver en la
pantalla el nombre de mi hermano y la inquietud se apodera de mí.
—Tranquila vale, no tiene por qué enterarse esta noche. —Me comenta
Zack y asiento muda. Él descuelga la llamada y lo pone en altavoz.
—Eh tío, ¿sigues en la fiesta? —Le pregunta Caleb.
—Sí.
—Genial, es que me voy a ir con Anna y bueno no veo a Abby, sé que
ella y Grace aún siguen en la fiesta. —Le comenta Caleb.
—Tranquilo, yo cuido de ellas —responde Zack a la vez que me hace un
guiño y yo reprimo una sonrisa.
—Gracias hermano —responde aliviado Caleb.
—No las des.
Sin más, mi hermano cuelga y la llamada se corta. El silencio se vuelve a
hacer en el sótano y veo como Zack mira la pantalla del móvil sumido en
sus pensamientos. Me atrevo a tocarle el brazo y acariciarle. Está tan tenso
que parece que está a punto de explotar. Pongo una mano sobre su pecho y
la otra la enredo en su pelo, lo acaricio y eso parece que lo relajaba.
—Tranquilo, lo comprenderá —digo esperanzada.
—No lo creo, cuando se entere me va a dar una paliza, pero por ti
merecerá la pena. —Me responde con voz ronca y una sonrisa triunfal,
acercándose de nuevo a mí con cariño y sonrío en sus labios y nos
perdemos besándonos de nuevo.
Pasa las manos por mi vientre desnudo, se pasea de forma lenta y
torturadora por mis costados. Se para en el contorno de mi pecho y vuelve a
acariciarme la espalda. Después de varios besos hambrientos, el deseo es
demasiado intenso. Zack me empuja con cuidado hacia atrás, hasta que mi
culo choca con el filo de la mesa de billar y me siento sobre ella. Abro mis
piernas un poco y él se coloca en medio. Dejamos de besarnos. La débil luz
de la linterna de mi móvil que aún sigue en el suelo, me permite ver que
tiene los labios hinchados de haber estado devorándome. Nos miramos a los
ojos y sus ojos negros brillan más que de costumbre. Una canción que reina
en la fiesta nos llega amortiguada y el mundo entero desaparece.
—Abb, podría estar besándote toda la noche. —Me dice en voz baja,
demasiado baja y ronca.
—Pues hazlo. —Le respondo sabiendo que ninguno de los dos ha tenido
suficiente.
Aún recuerdo aquella fiesta en la que tomé la decisión más importante de
mi vida, lanzarme al vacío por Abby, sin paracaídas. La quiero, siempre la
he querido y no podíamos seguir así. Por lo que aquella noche, no la perdí
de vista ni un segundo desde que la vi entrar en la cocina. A pesar de que
ella me ignoró como si yo fuese un mueble más, no pude evitar contar los
chupitos que llevaba.
Abby me estaba cabreando, porque si se pasaba de la raya bebiendo se
volvería vulnerable y cualquier salido de los que había en esa fiesta
intentaría meterle mano. Es por eso, por lo que el cretino de Mike, le
propuso que se fuese al sótano con John y cuando ella aceptó, sentí que me
habían dado una patada invisible en los huevos, me quedé sin aliento y tuve
que salir a reponerme con el aire fresco. Necesitaba pensar con claridad,
pero aun así no la perdí de vista. La observé en la lejanía como entraba y
cerraba la puerta del sótano, entonces tomé una decisión, fui hasta allí y me
apoyé en la pared de la puerta del sótano, esperando a que el oportunista de
John apareciera. Tardó en verme, pues estaba perdido en sus sucios
pensamientos con una sonrisa de tiburón, a la vez que el muy capullo se
frotaba las manos. Pero no le permití bajar abajo con ella. Me vaciló cuando
le dije que se largará y finalmente terminé cogiéndole por el cuello de la
camisa y golpeándole contra la pared. A la vez que le ladré, que si no se
largaba y se alejaba de Abby, se iba a llevar un mes cagando dientes del
puñetazo que se iba a llevar. No dijo nada, simplemente se alejó a
regañadientes, tomé aire e intenté mantener la calma. Yo no era un tipo
agresivo, pero solo de pensar que estaba a punto de perderla, me hizo sentir
miedo y decidí que había llegado el momento de arriesgar todo por ella. No
supe cómo iba a reaccionar, pero sabía que la vida era todo o nada y que, si
había una oportunidad para nosotros, era justo en ese momento.
El zumbido de mi móvil en la mesita de noche me saca de mis
pensamientos. Dejo de mirar el techo y estiro mi brazo para cogerlo y leer
un mensaje de buenos días de ella. Ese gesto tan sencillo, me arranca una
sonrisa de imbécil y no dudo en responderle.
*Buenos días trencitas, ¿preparada para tu clase de conducción? Te veo en
diez minutos*

Abby iba a examinarse cuando acabase el verano y Caleb, pasaba de darle


clases. Así que me ofrecí a ser su instructor y todos lo vieron bien. Así
podría tener una excusa más para estar con ella y sin levantar sospechas.
Sabíamos que teníamos que hablar con Caleb, pero mi amigo era tan
troglodita que sabía que no reaccionaría bien cuando se enterase, así que se
lo diríamos más adelante. Mientras disfrutaríamos de nuestro secreto y
seguiríamos saboreando la felicidad. Por primera vez en mi vida, parecía
que el universo conspiraba a mi favor y no quería que la buena racha
acabase. Así que me conformaba con robarle un beso fugaz, buscar
cualquier excusa para rozarla y robarle sonrisas llenas de complicidad. Un
ruido en la casa, hace que me dé cuenta de que no estoy solo. Bloqueo el
móvil sin esperar una respuesta de su parte y me levanto para ponerme unos
pantalones cortos y una camiseta de algodón.
No contaba que él regresaría tan pronto de su último viaje a Bali. Hacía
años que era consciente de que el trabajo era una mera excusa para viajar de
aquí para allá con sus ligues fugaces que no le duraban más de dos viajes.
Pero que él volviese antes de lo planeado me fastidiaba todo, incluida la
matrícula para la universidad.
Bajo las escaleras y lo veo sentado con un cigarro en una mano y justo
en el hueco de la chimenea hay una mancha húmeda seguramente del vaso
de whisky que acaba de estampar. Está de mal humor, no hay que ser muy
lumbreras para saberlo y yo sé perfectamente el motivo. Pero paso de hablar
con él, no le debo ninguna explicación. Así que cojo las llaves de mi coche
y me dispongo a salir, cuando él me detiene con voz mordaz.
—¿A dónde te crees que vas?
—A casa de los Smith, —respondo con frialdad sin ni siquiera mirarlo.
—Siéntate, tenemos que hablar. —Me advierte.
—No tengo nada que hablar contigo. —Lo reto y él se levanta con una
mirada cargada de agresividad pero se tambalea un poco. Está borracho.
—He dicho que tenemos que hablar y cuando lo digo, se hace y punto.
—Me ordena.
—Tengo planes y me tengo que ir. —Le respondo indiferente con la
mano puesta en el pomo de la puerta.
Camina como un depredador hasta a mí. Pero a pesar de no tenerle miedo,
mi cuerpo se tensa ante el riesgo de saber lo voluble que es.
—Te crees que, por tener la mayoría de edad, ya puedes hacer lo que te
dé la gana… ¿No? Pedazo de mierda. —Sus palabras me encienden y lo
reto con la mirada, no pienso dar un paso atrás, no me importa su opinión.
—Lo tengo todo controlado —respondo y él suelta una carcajada irónica
al oírme.
—Así que todo está controlado… ¿Crees que no me iba a enterar de que
has rechazado ir a Harvard? —Me pregunta a la vez que me empuja y
tropiezo con el aparador que hay junto a la puerta, de forma que el golpe
hace que caiga un jarrón con flores secas al suelo y se haga añicos. Cierro
los ojos para no perder el control y aprieto la mandíbula conteniendo mi
furia.
—¡No vuelvas a tocarme! —Le advierto con toda la frialdad que siento
en el alma, a la vez que me dispongo a salir.
—Estás tirando un futuro brillante por la borda, por seguir como un
perrito faldero al imbécil de tu amigo que va a una pública. Hay un puesto
de dirección en mi empresa que te está esperando, algún día Williams
Enterprise será tuya, pero para ello debes seguir mis pasos. —Oír su
confesión me revuelve el estómago y sonrío con amargura, aún no entiende
que no quiero parecerme en nada a él y no quiero su empresa.
—La universidad Estatal, es considerada una de las mejores
universidades públicas de Estados Unidos, y es conocida por sus
prestigiosas carreras y es ideal para los fanáticos de los deportes. —Le
informo, porque he tomado una decisión inamovible.
—No voy a permitir que desperdicies tu vida de esa forma.
—No eres el más indicado para darme lecciones de cómo vivir la vida,
—confieso. A la vez que abro la puerta y veo a Abby que viene a mi
encuentro ajena a todo. Me doy cuenta, de cómo mi padre se fija en ella, y
luego me mira con una sonrisa sarcástica en los labios.
—Es por la chica, no por tu amigo… ¿verdad? —Pero no le respondo,
guardo silencio y solo deseo que ella no haya oído nada.
Del rostro de Abby se borra la sonrisa soñadora que trae y se humedece los
labios nerviosa cuando nos ve observándola. Abby conoce a mi padre, pero
rara vez han intercambiado más de un par de frases.
—Hola señor Williams —dice inquieta.
—Hola Abby, hacía mucho que no nos veíamos —responde mi padre
con una sonrisa frívola.
—Es cierto —responde ella risueña y me mira a mí, cuando lo hace
frunce el ceño al ver mi rostro tenso.
Antes de que él diga algo que la pueda herir, la cojo de la mano y tiro de
ella para alejarnos cuanto antes de aquí. Pero la voz de mi padre la detiene y
ella se gira para mirarlo.
—Una pregunta Abby, estaba hablando con mi querido hijo sobre la
universidad… —Comienza con una sonrisa vacilante—. ¿Qué opinas de
que haya renunciado a Harvard para ir a la Estatal?
Abby palidece y me mira sorprendida con los ojos muy abiertos. Niego en
silencio y vuelvo a tomarla de la mano queriendo marcharme con ella,
ansiando querer desaparecer de este lugar cuanto antes. Pero sé cómo es ella
y no va a permitirme que nos larguemos de esa forma tan borde con mi
padre. Abby siempre es dulce, inocente y educada con todo el mundo,
incluido con él, a pesar de que sabe de sobra que no se lo merece.
—¿Es eso cierto? —Me pregunta atónita.
—¡Vámonos! —Le pido tirando de ella y oigo a mi padre reírse.
—Es un cobarde para aceptar la verdad. —Añade mi padre alzando la
voz para que lo oigamos. Entonces ella se detiene, se muerde el labio
inferior como si se contuviera de decir algo, pero finalmente termina
haciéndolo.
—Creo que Zack puede ser muchas cosas, pero su hijo no es ningún
cobarde por perseguir sus sueños.
Manifiesta mi chica y está vez sí que no espero respuesta alguna de parte
del ogro que nos fulmina con la mirada. Nuevamente tiro de ella con
determinación y me sigue con paso apresurado. Nos subimos al coche y
arranco con urgencia para salir de aquí cuanto antes.
Siento que mi corazón late desbocado, mi respiración es desacompasada
y estoy furioso. Es un cretino, como se atreve a querer hacer de padre
después de algo más de trece años, sin mi madre. Aprieto con todas mis
fuerzas el volante, de forma que mis nudillos toman un tono blanquecino.
Abby no dice nada, aunque se muere de ganas de hacer preguntas y sé que
no puedo posponer más está conversación. Es un tema que guardo en un
cajón en lo más profundo de mi corazón, porque no quiero que me juzguen
y además, muchos pensarán igual que mi padre. Que estoy siendo un idiota
renunciando a una universidad tan prestigiosa, pero yo no quiero un título
para enmarcar en la pared y una vida vacía como la de mi padre. Yo quería
seguir a mi corazón y eso me llevaba a la Estatal, quiero ser un chico más y
no ser el hijo del famoso empresario de Williams Enterprise. Abby aguarda
a que aparque en la gran explanada de asfalto a la que solemos venir cada
mañana para que practique. Cuando detengo el coche, ella se quita el
cinturón y se gira para mirarme. Sigo con la vista al frente, queriendo
olvidar todo. Ella acaricia mi mano con timidez, luego la arrastra por mi
brazo y finalmente me toma la barbilla para que la mire.
—Zack, ¿quieres decirme a que ha venido eso?
—Así es Jason Williams, un tipo rastrero que usa a las personas. No le
hagas caso —respondo sintiendo el sabor amargo en mis labios.
—Pero, ¿cómo has podido renunciar a ir a Harvard? —Me pregunta
atónita y suelto un suspiro cansado.
—Abb, no quiero ir a Harvard, porque no quiero ni un puto dólar de él.
No quiero su dinero, no quiero la empresa y en la Estatal podré mantenerme
económicamente por mí mismo. —Le respondo con sinceridad.
Ella guarda silencio más de lo que me gustaría, pero no me dice nada, tan
solo sonríe y asiente con una mirada de «está bien». Puede que ella no lo
comprenda, pero para mí es muy importante no deberle nada al hombre que
se ha dedicado toda su vida a ignorarme. Que soy su único heredero, no me
importa. No quiero su imperio y lo rechazaré cuando llegué el momento,
aunque eso él aún no lo sabe. Con ella siempre soy sincero, sin medias
tintas.
Abby me sonríe con ternura y me acaricia la mejilla de forma que hace
que mi corazón se estremezca. Acerco mi rostro y aprieto mis labios contra
los suyos, en un beso lento y largo. La atracción entre ambos es enorme, no
puedo evitar tocarla. Así que meto las manos por debajo de su camiseta y le
acaricio su piel aterciopelada. A ella parece gustarle y sonríe en mis labios,
a la vez que ella toma el control del beso y comienza a darme besos
juguetones y sin prisas. Me lleva al límite, sabe que me tienta, que me
excita. Así que le chupo la lengua con hambre, a la vez que con una mano
me aferro a su culo con firmeza mientras que con la otra le acaricio
suavemente su piel. No hemos llegado aún tan lejos, yo no soy ningún
santo, pero con ella lo quiero hacer todo bien, no tengo prisa y sé que no es
el momento. Además, un buen beso siempre es mejor que un polvo rápido.
Ella se aparta de mí para recuperar el aliento y no puedo evitar sonreír
complacido. Joder, quiero besarla otra vez.
—Vamos a dar esas prácticas del coche. —Le susurro intentado hacer
caso a mi lado más cuerdo.
—Será lo mejor, cualquiera que nos vea, nos va a llamar exhibicionistas
—comenta risueña y me contagia con su alegría.
—Pues venga, ponte frente al volante antes de que me arrepienta en
poner mi vida en peligro. —La intento picar y me bajo del coche para llegar
a su puerta y encontrarme con una mirada que finge estar molesta y eso me
divierte más aún.
—Habló el chico que participa en carreras ilegales.
Me reta bajándose del coche y poniéndose frente a mí, para ponerse de
puntillas y darme un beso fugaz antes de dejarme con una sonrisa de idiota
en la cara. Si algo tengo claro, es que estos pequeños instantes los guardo
en mi corazón, como mi tesoro más preciado.
Si había algo que no me gustaba mantener en secreto, era mi relación con
Zack, pues a los ojos de mi hermano él sigue siendo un ligón de
campeonato y supuestamente tiene algún lío esporádico con Alison. Ese era
el problema, que cuando Caleb le hablaba de chicas o de Alison en
particular, yo tenía que fingir que la conversación de ellos me era
indiferente. Aunque por dentro la sangre me hervía. Tenía que aguantarme
para que mi hermano no sospechara nada. Pero, ¿cuánto tiempo podríamos
seguir con esta farsa?
Estoy sentada en el columpio que tenemos en el porche trasero que da al
lago, mirando sin prestarle mucha atención al libro que tengo entre las
manos. Realmente estoy oyendo como mi hermano no para de hablarle a
Zack de su última cita con Anna, pero el sonido de un claxon insistente
capta nuestra atención. Frunzo el ceño y me levanto para apoyarme en el
barandal de madera y asomarme para ver quién acaba de aparcar enfrente
de casa. Caleb pasa por la acera que bordea la casa. Zack se hace el
remolón, y sube las escaleras del porche con una sonrisa prohibida y antes
de llegar a mí se detiene. Cuando el sonido de unas risas cursis nos avisa de
que se acercan, él me regala un guiño y hago el intento de sonreír, aunque
estoy convencida de que ha debido parecer más una mueca. Veo que el
brillo de su mirada desaparece al ver mi cara de sorpresa e incomodidad
cuando llegan hasta donde estamos. Caleb viene riéndose de algún
comentario que le ha hecho Nill y a ambos los siguen las triples A. ¿Qué
hacen aquí? ¿Por qué las ha tenido que invitar? No me quedo para ver como
Alison se lanza al cuello de Zack y este no va a hacer nada por apartarla.
Fingir se me da fatal y no puedo aparentar indiferencia cuando siento que
mi corazón llora desolado de impotencia. Me giro y entro en casa dando un
portazo adrede, aunque puede que para ellos haya pasado desapercibido, no
lo es para mi madre que se asoma a la cocina y apoya su cadera en la
encimera.
—¿Qué ha sido eso? —pregunta cruzándose de brazos.
—Había corriente y se me ha ido la puerta —miento. Ella mira la
ventana de la cocina que está cerrada y sonríe.
—Claro, han llegado unos amigos de Caleb y Zack, ¿no?
—¿Por qué me lo preguntas? —respondo irritada—. Si seguro que Caleb
te ha pedido permiso para invitarlos.
—Sí, me dijo que iban a estar un rato.
—Pues espero que no se queden hasta tarde, porque yo me voy a dormir
ya —comento molesta a la vez que paso por su lado.
—Le he dicho que a las once es el tope, mañana tengo que madrugar —
dice siguiéndome y yo me encamino hacia la escalera.
—Estupendo, buenas noches mamá —digo dándole un beso fugaz en la
mejilla y ella me sujeta la muñeca.
—¿Todo bien? —Me pregunta con el ceño fruncido.
—Tengo ganas de que regrese Grace, me aburro sin ella. —No miento
del todo, estoy deseando que mi amiga vuelva de pasar unos días en casa de
su abuela. Nos habíamos llamado un par de veces, pero la echo de menos.
—Podrías hacerte amiga de esas chicas. —Añade mi madre con mirada
astuta.
—Antes me vuelvo vegana —respondo con rotundidad y ella se ríe
divertida.
—¿Por qué eres tan obtusa?
—Mamá, no tengo ganas de que me psicoanalices. —Le comento,
aprieto los labios y trago saliva para diluir el nudo mudo que me oprime la
garganta.
—Está bien, pero solo quiero que sepas que cuando Grace no está
también puedes hablar conmigo.
—Lo sé mamá. —Añado con una sonrisa llena de afecto y ella me
acaricia la mano.
—Buenas noches mazapán. —Me apremia dejando que me marche.
Cuando llego a mi habitación, voy directa a la ventana y cierro el cristal
para evitar oír el sonido que es una mezcla de risas, música y de los
chapuzones en la piscina. Miro el móvil y Grace sigue sin recibir mis
mensajes, seguramente estará ahora mismo cruzando el cielo desde Arizona
para regresar a casa. Tiene el móvil en modo avión y es por ello por lo que
llevo toda la tarde sin saber de ella.
Me tumbo en la cama y cojo mis auriculares, los conecto a mi móvil y
comienzo a oír en bucle el nuevo álbum de Taylor Swift. Subo el volumen
más de lo necesario, cierro los ojos y me centro en la letra de la canción que
suena. Poco a poco me voy olvidando de todo lo que pasa afuera, mis
sentimientos se van adormeciendo y los latidos agónicos van calmándose,
haciendo que mi corazón deje de doler. Entonces, me dejo llevar por la
somnolencia del sueño.
No sé en qué momento de la noche he decidido apagar la música y dejar a
un lado los cascos y el móvil. Me acurruco bajo las sábanas y hundo mi
cara en la mullida almohada, pero como si de una corazonada se tratase
siento que no estoy sola en la habitación. Así que me giro hasta alcanzar la
lámpara que hay en mi mesita de noche y cuando la enciendo veo a Zack,
sentado en el alfeizar de mi ventana. Cuando éramos pequeños, había
noches que se venía a jugar a mi habitación y trepaba por la ventana, pero
hacía años que no se colaba y tenerlo aquí, me hace sentir un revoloteo de
mariposas hiperactivas en mi estómago. Me siento en la cama y doy unas
palmaditas a mi lado para que se siente junto a mí.
—¿Qué hora es? —pregunto a la vez que bostezo y me restriego los ojos
cansada. Observo sus pantalones negros y su camiseta de algodón gris.
—Son las tres de la mañana —susurra y no puedo evitar fruncir el ceño.
—¿Las tres? ¿Qué haces aquí Zack? —Insisto confusa. Él me acaricia la
mejilla, se encoge de hombros y sonríe.
—No podía dormir —comenta.
Me deslizo por mi cama y me tapo con las sábanas, aparto las sábanas de su
lado para que Zack haga lo mismo, a la vez que me observa con una ligera
sonrisa en los labios. Me estiro para apagar la luz, mientras él se mete en la
cama junto a mí. La luna llena que entra por la ventana arroja sombras
sobre el dormitorio.
—¿Quieres hablar de ello? —pregunta y niego, sé que se refiere a
Alison.
Aún estoy molesta, pero hablar de ellos es dardo directo a mí corazón. Zack
se queda mirándome durante un momento, y siento una punzada en el
pecho. Tengo unas ganas voraces de cogerle la cara y plantarle un beso,
pero trago saliva y tomo aire intentando tener el autocontrol de mis
hormonas. Zack parece darse cuenta y sonríe en una mezcla de alivio y
diversión.
—Me encanta estar contigo, reírnos hasta que nos duela la barriga y no
soy tan estúpido como para perder algo así. —Vuelve a hablar con una
bonita sonrisa en los labios, oír sus palabras hace que mi corazón retumbe
en mi pecho.
Quería estar enfadada con él, pero ¿por qué razón? Sé que dice la verdad y
lo que importa es que está aquí, conmigo. Acorta los escasos centímetros
que nos separan y acaricia mi nariz con la suya y ese gesto tan tierno hace
que las mariposas de mi estómago salgan disparadas. Me da un suave y
delicado beso, que solo avivan mis ganas. Cuando se aparta me acaricia la
mejilla con anhelo y aparto la vista.
—¿Cómo que no has seguido de fiesta? Seguro que Caleb se ha ido con
ellas —comento sin poder ocultar la curiosidad. Zack, me toma de la
barbilla y hace que lo mire, analiza mi cara durante unos segundos, antes de
que una sonrisa sincera se extienda en sus labios.
—Porque le he dejado muy claro a Alison que nuestro tonteo se acabó.
Le he dicho a Caleb, que estoy enamorado de otra chica y aunque se ha
reído porque está borracho me ha dicho que se alegra por mí. Y es que Abb,
el único lugar en el que quiero estar es aquí, contigo. —Me responde en un
susurro rodeándome por la cintura y atrayéndome hacia él.
Su expresión cambia, acompañada de un brillo intenso en sus ojos. Un
centenar de mariposas alzan el vuelo en mi estómago y siento cosquillas.
Me acerco a él con una sonrisa de alivio, porque oír eso es todo lo que
necesitaba escuchar y le planto un beso. Presión, calidez, alegría y pasión.
Zack me devuelve el beso, de forma ardiente, suave y entrañable. Sus
manos acarician con deleite mi cuerpo y me hace vibrar. Sus labios dibujan
un camino invisible desde mi mandíbula hasta alcanzar mi oreja.
—He estado atormentado toda la noche… Porque solo de pensar en
perderte… —susurra con arrepentimiento.
—Shh… Eso no va a pasar Zack Williams. —Le soy sincera y veo como
sonríe cuando me escucha.
Lo rodeo con mis brazos y lo traigo hacia mí, cada vez es más difícil
reconocer los límites. Las líneas que siempre nos habíamos marcado se iban
difuminando conforme más tiempo pasábamos juntos. Zack sigue dándome
besos por la piel desnuda de mi cuello, me aprieta y me atrae hacia él. De
forma que su intenso deseo me pilla desprevenida y suspiro suavemente
como respuesta. Él se inclina sobre mí y un tenue gruñido se escapa de su
garganta cuando me aprieta con su pelvis, y puedo sentir a través de su
pantalón lo mucho que me desea. Zack me mira y puedo ver su expresión
cuando me ve contener el aliento. Nos habíamos comido a besos cientos de
veces, pero esta vez todo es más intenso. Siento el calor de nuestros cuerpos
mezclarse y somos capaces de incendiar la ciudad, si seguimos así. Lo
único que nos impide dar el gran paso, a lo que siempre he sido reacia es
nuestra ropa. Su mano se desliza por mi vientre y se detiene en la liguilla de
mis braguitas. Pero en el momento que creo que va a bajar el delicado tejido
por mis piernas, se detiene y parece que puede más su autocontrol. Cierra
con fuerza los ojos y se aparta de encima de mí. Zack no quiere
conquistarme, no soy una chica más, me lo ha demostrado cientos de veces
y es por eso por lo que no ha sido necesario ni siquiera hablar del tema.
—Así no —susurra tumbándose boca arriba y abrazándome hacia él. De
forma que apoyo mi mejilla en su pecho y me humedezco los labios,
intentando recobrar el sentido.
—Te quiero Zack —digo demasiado ebria de amor como para
avergonzarme. Mis palabras no lo pillan por sorpresa, pero siento como se
tensa, como si no supiera cómo reaccionar. Apoyo mi barbilla en su pecho y
le sonrío. Zack intenta reprimir su regocijo de oírme decírselo por primera
vez, pero fracasa cuando una enorme sonrisa se dibuja en sus labios.
—Te quiero desde siempre y para siempre Abb. Me vuelves loco. Lo
sabes ¿no? —Me comenta con una expresión de ternura que me calienta el
alma y asiento, a la vez que vuelvo a apoyar la cabeza sobre su pecho, le
doy un beso sobre su corazón. Estiro mi brazo por encima de él, intentando
acurrucarme tan cerca como puedo. Él pone una mano sobre mi espalda y la
otra sobre mi nuca, a la vez que aprieta los labios contra mi frente. Me
abraza más fuerte y suspira.
—Dulces sueños.
Entrecierro los ojos por la luz del sol que entra a través de la ventana. Me
froto la cara y bostezo estirando cada extremidad de mi cuerpo. El sutil
aroma del perfume de Zack es todo lo que queda de él. Seguramente se
marcharía después de que me quedase dormida, pensar en él me saca una
sonrisa boba en los labios y me giro para mirar la hora en mi móvil. ¡Las
doce de la mañana! ¿Cómo había podido dormir tanto? Me levanto
enseguida y me recojo el pelo en una coleta alta. Oigo el mensaje de voz
que me ha dejado Grace y le respondo, preguntándole si le apetece quedar
para comer. El sonido de la olla exprés me llega amortiguado y bajo hasta la
cocina para encontrarme a mi madre tarareando una canción cualquiera a la
vez que suena en la radio.
—Buenos días, bella durmiente. —Me saluda a la vez que me acerco a
ella y le doy un beso en la mejilla.
—Buenos días mamá, ¿por qué me has dejado dormir tanto? —Le
pregunto a la vez que me dirijo a la nevera para coger zumo de naranja.
—Los chicos se han ido con tu padre a ver un partido de los Red Bears y
no regresarán hasta la hora de comer. Estás de vacaciones, por eso te he
dejado dormir más.
—Genial, ¿puedo invitar a Grace a comer? Iba a quedar con ella, que
acaba de llegar de pasar unos días en casa de su abuela.
—Claro, avísala dile que estoy haciendo jambalaya.
—¡Qué bueno! Hacía mucho tiempo que no la hacías —comento y ella
asiente feliz—. A Grace le va a encantar, su padre es de Luisiana y en su
casa, es típico ese plato.
—Espero que me salga la receta, hoy tenía inspiración y me apetecía
hacer algo diferente.
—Seguro que sí —respondo acercándome a ella—. ¿Te ayudo en algo?
—Si haces la colada, te lo agradezco. Sube a la habitación de tu
hermano y mira en la silla del escritorio que siempre suele dejar ropa sucia.
—Vale, hasta ahora mamá —añado saliendo de la cocina y subiendo
hasta el dormitorio de Caleb.
Hago caso a mi madre y cojo toda la ropa sucia de deporte que Caleb no
deja en el cesto de la ropa sucia, paso por mi dormitorio cojo el móvil y le
envío un mensaje a Grace invitándola a comer. En ese instante me llega una
foto de Zack con una cerveza en la mano y sonríe feliz, en el pie de la foto,
me pregunta si sigo dormida y me informa de que ya vienen para casa. Me
muerdo el labio inferior, pensativa y le respondo diciéndole que le echo de
menos. Bajo hasta la cocina y paso de nuevo junto a mi madre que siento
como me analiza. Abro la puerta de la lavadora y comienzo a meter las
prendas en su interior.
—Este verano veo que estás más mayor… Estás diferente. —Termina
diciéndome mi madre a la vez que remueve el caldo que hay en la olla. Yo
sonrío y me encojo de hombros feliz.
—Me siento distinta —respondo a la vez que cojo el bote de detergente.
—Sabes que puedes hablar de ese chico que te hace sentir especial. —
Insiste curiosa.
—No quiero hablar contigo de chicos mamá —comento con una sonrisa
que se me escapa, solo de pensar en él.
—Sabes que Zack no es un chico cualquiera.
Si algo es mi madre, es directa. Ella va al grano sin andarse con rodeos.
Intento decirle que no es él, pero no quiero mentirle. Odio las mentiras y
bastante tengo con estar ocultando a todos mi relación con él. Porque
primero tenemos que hablar con Caleb. Cojo el tapón del bote de detergente
y lo enrosco y desenrosco una y otra vez.
—Vamos Abbigail, todavía recuerdo cuando de pequeña me decías lo
guapo que era. Te gusta desde siempre. —No puedo evitar sonreír
delatándome ante ella—. Solo quiero que sepas que sois jóvenes y que
bueno, no quiero que os hagáis daño.
—Mamá, Zack es solo mi mejor amigo —añado terminando de poner la
lavadora.
—Está bien, si no quieres decirme nada te respeto. Pero usad
preservativos por favor.
—¡MAMÁ! —Me quejo avergonzada, siento mis mejillas teñirse de rojo
y ella se parte de risa.
La puerta de casa se abre y las voces masculinas rompen nuestra incómoda
conversación. Mi padre es el primero en entrar en la cocina que se contagia
con la risa de mi madre y su sonrisa es aún mayor. Se acerca a ella y la besa
con cariño, deseo y respeto.
—¡Que bien huele! Estoy hambriento —susurra con ninguna discreción.
Mi hermano se queja fingiendo una arcada cuando los ve tan acaramelados
y ellos se miran con complicidad. Si había algo con lo que siempre había
soñado era con encontrar un amor así de puro, sincero e intenso como el de
mis padres. Después de más veinte años juntos, siguen deseándose como si
fueran dos jóvenes con las hormonas revueltas y la llama de su amor, sigue
prendida a pesar de la frialdad de la rutina del día a día.
—¿Qué tal el partido chicos? —pregunta mi madre a Caleb y Zack que
están apoyados el uno junto al otro sobre el filo de la encimera a la vez que
beben un refresco que acaban de coger de la nevera.
—Monstruoso, le hemos dado una paliza a los Lions, ¿verdad tío? —
añade efusivo mi hermano, esperando una respuesta de Zack, que no llega.
Porque él está sosteniéndome la mirada y se humedece los labios como si
estuviera saboreando algún rastro de los besos que nos dimos anoche. Al
ver que no responde mi hermano le da un codazo y él reacciona aturdido.
Miro a mi madre que no se pierde ninguna y asiente como cerciorándose de
que su teoría es cierta.
No espero a oír su respuesta, salgo con urgencia por la puerta que da a la
piscina y bajo las escaleras del porche para intentar tomar la mayor
distancia posible antes de llamar a Grace. Por suerte descuelga la llamada al
cuarto tono.
—Ya se debe estar cayendo el cielo a pedazos, para que me despiertes —
gruñe y no puedo evitar reírme.
—Yo también me alegro de oírte, pero no te llamaría si no fuera urgente
—respondo.
—Tengo un trastorno de jet lag, llegamos tardísimo a casa y he dormido
cuatro horas. Así que espero que sea cierto que es urgente.
—Grace, mi madre sabe que estoy con Zack.
—¿Qué? ¿Se lo has contado?
—No, pero sabes cómo es de observadora y Caleb lo ha pillado
comiéndome con los ojos hace un momento. —Le comento llevándome una
mano a la frente, intentando pensar con más claridad.
—Os tengo dicho que debéis de ser más cuidadosos, si tu hermano se
entera lo va a matar.
—Lo sé.
—No creo que sea tan razonable como tus padres.
—¿Qué hago?
—Pues seguir como siempre y mantener las distancias delante de todos,
ahora más que nunca —responde bostezando.
—Oye Grace, supongo que no has leído los mensajes que te he dejado
está mañana. Vente a comer a casa.
—No. Estoy en pijama y tengo mucho sueño, nos vemos mejor por la
tarde.
—Grace, mi madre está cocinando jambalaya. —Le digo con una
sonrisa de que sé que no va a decirme que no a ello.
—Entonces, cambia la cosa… Está bien, estaré allí en media hora —
responde más animada.
—Te debo una —añado aliviada.
—Me debes tantas…
Llevaba días de mal humor, había discutido de nuevo con mi padre, Caleb
no parecía querer entrar en razón y Abby llevaba días distante conmigo,
sabía perfectamente que era para evitar sospechas, pero casi no la veía
durante el día y llevaba dos noches durmiendo con Grace, por lo que no
podía colarme en su habitación. Así que, me costaba muchísimo disimular
mi mal humor con Caleb, porque es un jodido cabezota que parece no
querer entrar en razón. Todo sería más fácil si no tuviéramos que tenerlo en
secreto. Pero estoy seguro de que si se lo decimos, lo perderé como amigo.
Hace un par de noches le saqué el tema de conversación, le dije que
creía que su hermana se veía con alguien y él directamente actuó con su
lado más troglodita. Quería saber quién era el tipo, primero pensó en John
Carter y le dije que Carter estaba liándose con Caroline, así que se apaciguó
un poco y le quité la idea de la cabeza de ir a darle una paliza para que se
alejase de ella. No tenía sentido, ya no éramos unos críos Abb es madura y
sabe lo que hace. Pero él me miró como si me hubieran salido tres cabezas
y me dijo que estaba raro. En ese instante me tensé, pensando que me había
descubierto, pero me excusé diciéndole que si nos marchábamos en menos
de un mes a la universidad pasaba de líos de faldas y eso lo relajó, se río
incrédulo y me sentí despreciable por tener que mentirle. No era la primera
vez y no sería la última.
Voy conduciendo por Greensboro Street, cuando la veo caminar por la
acera a la vez que va hablando por teléfono y va mirando los escaparates de
las tiendas distraída. Aparco a un lado y le toco el claxon, ella mira
desprevenida y cuando me ve, la alegría baña su rostro.
—¡Eh Abby! —grito y ella mira a ambos lados antes de cruzar.
—¡Zack! —exclama feliz cuando llega junto a mi puerta y me da un
rápido beso en los labios que me sabe a poco. Me hace señal de que aguarde
un segundo—. Grace, sí acabo de encontrarme con él, no te preocupes… Lo
sé… pásalo bien y ya me cuentas, yo también. Un beso.
—¿A dónde ibas? —pregunto a la vez que ella se sienta a mi lado. Está
guapísima y me muero de ganas de besarla.
—A casa, porque había quedado con Grace para hacer algo, ir al cine y
eso. Pero hay un chico que conocimos a principios de verano en la noche de
las hogueras, Adam. Le ha escrito que ha regresado antes de tiempo de sus
vacaciones y quería quedar con ella.
—¿Grace tiene novio? —pregunto extrañado, ya que su mejor amiga
parece siempre pasar de los chicos en general.
—Es un rollo de verano, se han visto un par de veces y eso —responde a
la vez que toca una y otra vez el asa de su bolso.
—¿Entonces te llevo a casa? —Ella se encoge de hombros.
—¿Tienes un plan mejor? —pregunta emocionada con una de sus
sonrisas llenas de luz, que son capaces de alumbrar una ciudad entera.
Me tomo más tiempo del necesario en responderle y me deleito mirándola,
mientras ella espera expectante una respuesta. Su cabello castaño claro se
sacude con la suave brisa que entra por las ventanas, me trae su aroma dulce
mezclada con el reflejo de un bronceado dorado que resalta aún más si cabe
sus bonitos ojos verdes. Una sonrisa canalla se dibuja en mi rostro,
pensando en un sin fin de posibilidades que tenemos por delante.
—Tu hermano se va a pasar el día con Anna en Belk, así que estará de
compras por allí. ¿Tienes hambre?
—Mucha —responde, a la vez que pongo el coche en marcha para ir al
lugar perfecto.
Ella no dice nada más, se pone las gafas de sol y se acomoda en su asiento.
Coge el móvil y le manda un mensaje a su madre para que no la espere para
comer. No sé exactamente por qué, pero experimentar con ella esta paz y
sosiego, me recuerda a aquellos años que compartía cientos de momentos
con mi madre, aquellos eran mis preferidos. Tal vez es por eso que a mi
mente viene un lugar que era mi favorito. Por eso conduzco por Craven
Street en busca del restaurante al que iba cuando era niño frente al río
Neuse. Y una sonrisa vacilante se dibuja en mi rostro, venir aquí con ella es
algo nostálgico y a la vez reconfortante. Aparco frente al acogedor edificio
de madera color vainilla, el cual está en un embarcadero del río y hace el
lugar más agradable. No hay muchos coches a pesar de que es sábado.
—Llevamos aquí casi diez años y nunca hemos venido a Persimmons a
comer —comenta Abby entusiasmada.
—Pues yo venía mucho con mi madre —respondo y Abb sabe que no es
ningún tabú para mí hablar de ella.
—¿En serio? Pues sin duda alguna, es todo un honor que me hayas
traído contigo por primera vez en tanto tiempo —añade a la vez que se
quita el cinturón de seguridad y se lanza para abrazarme.
—No podía ser de otra forma —susurro a la vez que la rodeo con mis
brazos y acaricio su espalda.
Cuando entramos en el restaurante nos envuelve un ambiente elegante pero
informal, un gran salón rectangular en la planta baja nos muestra a través de
unas cristaleras, una terraza pintoresca al aire libre frente al río. Abby tira
de mí decidida a comer en el exterior y aprovechar el día soleado que hace.
Nos sentamos en una mesa para dos y me tomo unos segundos
rememorando aquellos tiempos que estaban empolvados en mi memoria y
que hoy me hacen sonreír.
—Zack es precioso este lugar…
—La verdad que tiene su encanto, no ha cambiado nada desde entonces
—digo pensativo, ella estira su mano por encima de la mesa para
entrelazarla con la mía.
—¿Por qué no me cuentas alguna anécdota que tengas de aquí con tu
madre? Cuéntame algo sobre ella. —Su proposición me pilla por sorpresa y
tomo aire pensando en aquellos findes en que mi padre no estaba en casa y
mi madre me traía aquí, decía que era nuestro secreto. Me humedezco los
labios y apoyo la espalda en el respaldar de la silla con la vista perdida en el
horizonte del río.
—Mi madre era muy observadora y curiosa, siempre se cuestionaba todo
y preguntaba el porqué de las cosas. —Comienzo contándole—. Así que un
día estábamos sentados en el salón de dentro y se quedó acariciando con la
yema de sus dedos el dibujo del árbol que hay como logo en el encabezado
de la carta y cuando el camarero se acercó le pregunto, ¿por qué
Persimmons? —Sonrío con nostalgia.
—¿Y por qué se llama así? —Me pregunta apoyando los codos sobre la
mesa e inclinándose hacia mí con interés.
—Por lo visto para poder construir el restaurante, tuvieron que dragar el
embarcadero y encontraron varios troncos sumergidos de un antiguo
aserradero que había justo aquí en el siglo diecinueve. Uno de los troncos
que se encontró era de un árbol de caqui o como decían los romanos era «el
fruto de los Dioses». Cada vez hay menos plantaciones, pero como bien
sabes, son una de las únicas frutas nativas del este de Carolina del Norte.
Así que aquel camarero, le contó a mi madre esa historia y de ahí el nombre
en honor a la fruta de nuestro Estado.
—Vaya jamás imaginé una historia así, simplemente pensé que era un
nombre puesto al azar. —Me responde con una de sus sonrisas perfectas, de
esas que tantas veces he rememorado en mis ratos de soledad, a juego con
sus ojos chispeantes de felicidad que hace que se me hinche el pecho de
satisfacción porque soy el causante de ello.
Había aceptado la inesperada propuesta de Zack, nuestra primera cita
formal. Sabíamos a qué nos exponíamos, pero solo había una ínfima
posibilidad de cruzarnos con Caleb y tampoco nos importaba, tarde o
temprano teníamos que decírselo. Cada vez era más complicado ocultarlo,
cuando una parte de mí sabía que no había nada de malo en ello. Mis padres
no se lo tomarían a mal, pero en cambio mi hermano era un cabezota
olímpico. ¿Acaso se pensaba que iba a meterme a monja? Parecía idiota
siendo tan sobreprotector y egoísta, pero era frustrante querer hacerlo entrar
en razón. Sabíamos que cuando le soltásemos la noticia, nuestro pequeño
universo que habíamos creado se tambalearía desde los cimientos. Sé lo
importante que mi hermano es para Zack, y le daría el tiempo que él
necesitase para hablar con Caleb. Así que seguíamos posponiéndolo y
viviendo en secreto la historia de amor más bonita que jamás me imaginé.
Porque cuando Zack me sonreía de esa forma tan traviesa, dulce,
despreocupada y feliz me temblaban las piernas, me atrapaba con su mirada
oscura, de insondable profundidad y a mí se me olvidaba que todo era un
secreto. Después de salir del restaurante me sentía feliz y solo quería
detener el tiempo, que el día de hoy no terminase. Habíamos ido a jugar a
los bolos, nos habíamos tomado un helado en Dairy Queen y Zack me había
robado cientos de sonrisas y besos.
Al atardecer nos encontramos caminando por el paseo marítimo de
Union Point Park, cuando llegamos a la altura del templete, Zack tira de
mí.
—¿Dónde vas? —pregunto risueña.
—¡Vamos! Te aseguro que desde el quiosco se ven las puestas de sol
más bonitas de todo el pueblo —comenta llevándome con él hasta el centro
del mismo y está en lo cierto. Cuando una luz cálida y anaranjada nos baña
la piel, el sol va ocultándose perezosamente en el horizonte dejando un
efímero rastro a su paso. Me quedo prendada en silencio, Zack me tiene
abrazada a él y mi espalda descansa en su pecho.
—Zack, esto es precioso —confieso girándome hacia él.
Cuando el sol está casi oculto, todo el templete se ilumina con cientos de
luces diminutas alrededor del mismo que parecen luciérnagas
revoloteando.
—Tú eres preciosa Abby, ¿te he dicho alguna vez cuánto te quiero? —
susurra pegado a mi cara y asiento. Me muerdo el labio inferior reprimiendo
una sonrisa, él lleva su pulgar a mi labio y lo libera.
—Tal vez lo nuestro comenzó desde aquella tarde cuando nos
encontramos por primera vez en el lago. Tal vez por eso te he querido desde
siempre —confieso.
Siempre nos habíamos querido, él había sido como el hermano perfecto
cuando el mío me hacía rabiar. Zack siempre había sido protector, cariñoso
y paciente cuando tocaba. A mí me gustaba llamar su atención y me
encantaba revolotear a su alrededor, no tenía filtros cuando estaba conmigo
y tenía el privilegio de conocer una parte de él que el resto de chicas
desconocían. Durante años me limité a pasármelo bien, a bromear y hacer
trastadas, a pasar buenos ratos en familia. Cuando venía a comer a casa o se
sentaba un rato conmigo y simplemente se dedicaba a observarme mientras
yo hacía los deberes. Pero un día todo cambio, tal vez, yo cambié y
necesitaba más, mucho más.
Tarda unos segundos, quizás menos, en recuperar la compostura. Sonríe
a la vez que me coge de las mejillas y me besa de forma dulce. La calidez
de sus labios hace que una corriente eléctrica me recorra todo el cuerpo
hasta los dedos de los pies y lo acerque más a mí. Un beso sensual,
profundo, intenso… quería que fuese eterno. Su lengua se entrelaza con la
mía y un suspiro suave se me escapa al sentir que mi corazón está volcando
todo lo que siento en este beso. Hace que me maree y sienta que me quedo
sin aliento.
—No está mal para una primera cita —afirmo y su mirada se endulza y
las comisuras de su boca se curvan hacia arriba.
—¿No está mal? —pregunta incrédulo.
—Ha superado mis expectativas, llevamos prácticamente todo el día
juntos, mis padres piensan que estoy con Grace y mi hermano no te ha
llamado, pensé que nuestro día acabaría antes. —Le soy sincera y él se mete
la mano en el bolsillo para sacar su móvil y mostrarme la pantalla en negro.
—Está apagado. —Se encoge de hombros—. Sé que soy un amigo
horrible, hace años le hice una promesa que he roto. Pero por ti todo merece
la pena —añade risueño sobre mis labios, aunque está cerca, no me pasa
inadvertida una sombra de culpabilidad brillando en sus ojos.
Después de asimilar lo que Zack me quiere decir, lo vuelvo a abrazar por la
cintura y apoyo la frente en su pecho. Sé lo mucho que para él significa la
amistad con mi hermano, sé que le ha prometido que siempre me cuidará y
que nunca iría más allá de nuestra amistad. Lo sé, nunca me lo ha confesado
como tal, pero lo intuyo. Porque Zack, hubo un tiempo que se alejó un poco
de mí, me soltó de la mano, aunque siguió caminando a mi lado y todo fue
desde aquel cumpleaños en que me regaló el colgante de plata, que todavía
llevo puesto y por el que apareció al día siguiente con un moretón en el ojo
por culpa de Caleb. Desde ese día se marcó unos límites.
—Lo entenderá —susurro esperanzada con voz casi inaudible.
—Te llevo a casa. —Es todo lo que dice con una mirada teñida de
tristeza.
No le digo nada más, entrelazo sus dedos con los míos y guardo silencio. El
camino en coche lo pasamos sin hablar, cada uno en un universo paralelo
tan cerca y a la vez tan lejos, con nuestros miedos, nuestras inquietudes que
seguramente son las mismas. El verano se va acabando y yo siento vértigo
solo de pensarlo, porque soy consciente de que todo cambiará. No sé qué
pasará después, simplemente me limito a disfrutar de cada instante con él.
Cuando aparca en su casa, miro hacia la mía y veo que no hay ningún
coche afuera, todo está a oscuras y eso solo significa que no hay nadie en
casa. Me extraña que mis padres no estén. Miro mi móvil que me lo
confirma al leer un mensaje de mi madre, que me dice que mi padre la lleva
a darle una sorpresa. Sonrío porque a pesar de los años que llevan juntos
siguen sorprendiéndose y cuidándose como el primer día. Le respondo
deseándole que se lo pasen genial y vuelvo a bloquear el móvil.
—Mis padres han salido —digo a la vez que me acerco a él.
Me humedezco los labios y siento como mi respiración se acelera. Zack
jamás me ha presionado, siempre se ha adaptado a las circunstancias, pero
él no sabe que yo he tomado una decisión que lo cambiará todo. Me acerco
y lo beso con necesidad a la vez que él me aprieta contra su cuerpo. Me
coge en brazos y se me escapa una risita, me alza y enredo las piernas en su
cintura. Entierro mi cara en su cuello, acaricio con mis labios su piel y
dibujo una línea imaginaria hasta sus labios. Cuando regreso de nuevo a
ellos, me muerde hambriento y lleno de seguridad. Zack sonríe sobre mis
labios y sé que estoy lista. Entrelazo las manos detrás de su cuello y le
sonrío.
—Zack sé lo que quiero y te quiero a ti. —Es todo lo que le digo y él
suelta el aire que parecía estar conteniendo.
—Voy a ir al infierno, pero merecerá la pena —murmura a la vez que me
acaricia la mejilla con deleite, antes de volver a besarme con una media
sonrisa.
Aprieta sus labios contra los míos en un beso largo y lento de forma que me
provoca, me tienta y me excita. Atrapa mi lengua con hambre a la vez que
me aferra con ansia el culo y con la otra mano acaricia con su pulgar mi
mejilla. Dejo de respirar cuando veo que se aparta un poco y por un instante
me observa con el ceño fruncido, sé que está luchando con todo su
autocontrol. Pero le sonrío para tranquilizarlo y sin decir nada asiento
dándole permiso.
Vuelve a besarme con firmeza, de forma intensa y voraz. Cierro los ojos
queriendo grabar este instante en mi memoria, disfrutar de las emociones y
sensaciones que se despiertan en mi cuerpo al percibirlo. Zack tiene la piel
cálida y cuando me abraza sé que no quiero soltarlo jamás. Notar sus manos
acariciar mi piel, me hace sentir calor, mucho calor. Inspiro profundamente
su aroma, mientras mis dedos dibujan pequeños círculos bajo la fina tela de
su camiseta y siento que me quema la piel.
Me lleva escaleras arriba, tropezamos alguna que otra vez contra la pared y
nos reímos cómplices hasta llegar a su habitación. Se detiene en el marco de
la puerta y me aprieta contra ella, me besa en el cuello y todo mi cuerpo
reacciona al notar el contacto de sus labios en mi piel. Los ojos de Zack
chispean de pasión, nuestras miradas se entrelazan y noto la gran conexión
que hay entre ambos, que se intensifica por segundo que pasa. Me deja en el
suelo despacio, sin apartar las manos de cada curva de mi cuerpo. Me quito
la ropa y oigo como Zack contiene la respiración cuando las prendas caen al
suelo y solo me queda la ropa interior. Él se queda quieto, inmóvil y no
aparta su mirada, estoy nerviosa y siento que se me aflojan un poco las
rodillas. Entonces él vuelve a respirar profundo y se humedece los labios
como si así pudiese saborearme.
—¡Joder Abb! Eres una auténtica obra de arte —gruñe feroz y
hambriento.
Zack recorre con sus largos dedos mi cuerpo desnudo, haciendo que sienta
el tsunami de sensaciones que explotan en cada poro de mi piel. Nuestras
miradas se enredan y siento que no hacen falta las palabras, porque veo el
amor, el respeto, el miedo y el anhelo reflejado en sus ojos. Tira de mí para
tumbarnos en su cama y mi cuerpo queda atrapado bajo el suyo. Zack se
quita su camiseta y se recuesta de lado, me acaricia la tripa y asciende hasta
mis pechos, mete la mano bajo la fina tela del sujetador y cuando me roza,
siento un latigazo de tensión recorrerme la espina dorsal. Con la otra mano
lo desabrocha y lo aparta.
No era la primera vez que me veía con tan poca ropa, me había visto
infinidad de veces en bikini, era algo habitual pero nunca antes me había
sentido tan expuesta ante él. Se inclina hacia mí y besa mis pechos de forma
suave, lenta y delicada. Un latigazo de placer me castiga todo el cuerpo.
Gimo y no puedo evitar arquear mi espalda ante tanto cúmulo de tensión.
Entonces busco con mis manos su rostro y tiro de él para besarlo, a la vez
que le ayudo a quitarse la ropa. Siento nuestras respiraciones erráticas,
seguimos besándonos sin prisa y desciendo con mi mano por su espalda
hasta llegar a la liguilla de su bóxer, meto la mano bajo la fina tela y le
acaricio del culo, él me muerde el labio y yo le clavo las uñas en su piel.
Eso lo hace perder el autocontrol que le queda.
Zack, me besa enredando nuestras lenguas y devorándome con hambre a
la vez que mueve sus manos hasta mis braguitas, quitándolas y eliminando
la única barrera que nos separa. Se sube encima de mí y apoya las manos y
sus antebrazos a cada lado de mi cabeza. Me mira con deleite y pasión, a la
vez que me come con su mirada feroz. Me lanza una mirada cargada de
intenciones, como si pudiera comprender todo lo que estoy sintiendo.
Desliza su mano hasta mis muslos y hunde con delicadeza y extremada
lentitud sus dedos en mí. Se queda quieto unos segundos hasta que mi
cuerpo se adapta a él y luego vuelve a moverlos con maestría, de forma
suave y apasionada. No puedo evitar cerrar los ojos y gemir de placer.
—Zack… —gimo y él me besa llevándose todo el sonido.
—Eres perfecta Abb —responde sobre mis labios con una sonrisa, a la
vez que sigue acariciándome como una dulce tortura.
Clavo mis dedos en su musculosa espalda como si así aliviase la tensión
que se acumula en mi cuerpo.
—Sabes que si no… —Sé lo que va a decir y lo interrumpo.
—Zack, estoy segura de lo que quiero y te quiero a ti. —Repito sobre su
boca.
Él asiente y vuelve a hundir sus dedos en mi interior de forma que me tenso
y siento que el corazón se me va a salir del pecho. Estira el brazo hasta la
mesita de noche, para coger un preservativo y vuelve a colocarse encima de
mí. Vuelve a besarme y noto que está siendo dulce, delicado y cuidadoso
para que este momento sea perfecto. Quiero decirle que no se contenga, que
disfrute del momento. Pero mis palabras quedan atrapadas en mi garganta y
desfallecen cuando siento que se hunde lentamente en mí, resbalando poco
a poco hasta que sus caderas encajan con las mías y contengo la respiración,
trago saliva y humedezco mis labios para intentar recuperar el aliento. Una
mezcla entre dolor y placer explota desde lo más profundo de mi ser.
Zack comienza a besarme por todas partes, los labios, las mejillas, la
nariz, el cuello… Y luego empieza a moverse despacio, una y otra vez. Mi
cuerpo se estremece cada vez con una intensidad mayor, al sentir que toda
mi piel arde de calor. Lo abrazo con ganas y suspiro cuando una nueva
sacudida de placer atraviesa mi cuerpo. Zack lo nota y aumenta el ritmo y la
profundidad de sus movimientos, me acaricia y me besa como si no se
saciara de mí. Jamás me imaginé que hacer el amor sería así, tan intenso y
arrollador. Tiemblo en una oleada de placer.
—Zack —susurro su nombre jadeante.
—Eres mi perdición Abby —murmura en un gruñido con una mirada
rebosante de felicidad. A su vez clava sus manos en mis caderas,
empujando una última vez dejándose llevar.
Nos quedamos tumbados el uno al lado del otro, me abraza sin necesidad de
decir nada ni siquiera con nuestras respiraciones apresuradas. Zack me
rodea la cintura y me trae para él, me besa en la sien y me acurruca.
Descanso mi cabeza en su pecho, cierro los ojos y saboreo el momento,
disfrutando de oír los latidos de su corazón. Él acaricia con la yema de sus
dedos mi espalda con delicadeza y me estremezco ante su contacto.
—Te quiero peque. Descansa —dice con dulzura y siento que se detiene
el mundo, que todo deja de existir, excepto nosotros dos.
Si al comienzo de las vacaciones de verano me hubiesen dicho que este
sería MI VERANO, en mayúsculas, no lo hubiese creído. Sí me parecía un
sueño y os juro que me pellizcaba para saber que era real, que después de
toda la vida amando en secreto a Zack Williams, mi amor era correspondido
y estaba tan pletórica que tenía ganas de gritarlo a todo pulmón. Siempre
había fantaseado en cómo sería besarlo, abrazarlo o verlo dormir, pero la
realidad ha superado todas mis expectativas. Desde que me besó en el
sótano en aquella fiesta mi mundo había comenzado a girar en una vorágine
que me daba vértigo, pero que me erizaba la piel y me sentía más viva que
nunca. Cada vez pasaba más tiempo con él, incluso eludía los planes que
tenía con mi hermano para ir a ligar. Viniéndose con Grace y conmigo a
donde fuéramos.
Otras veces, vamos al cine o a cenar solos y Grace nos cubre las
espaldas, la verdad que no sé qué haríamos sin ella. Este finde se lo he
reservado en exclusividad a Grace, se lo debo porque últimamente no
pasamos tanto tiempo juntas como me gustaría. Así que tendremos nuestro
finde de chicas. A Zack, también le vendrá bien pasar más tiempo con mi
hermano, y es que si hay algo que ambos queremos es que nadie salga
lastimado, y ese alguien es mi hermano el cabezota neandertal.
Voy con Grace feliz saliendo de la librería «The Next Chapter». Después de
haber esperado nuestro turno para que la autora superventas Mia Sheridan
nos firmara su última novela, ambas intercambiamos nuestros libros para
ver la dedicatoria que nos ha puesto.
—Ha merecido la pena esperar dos horas, Mia es encantadora —
comento alegre a la vez que acaricio con cariño mi libro, como si se tratase
de un gran tesoro. Pero Grace no me responde, se detiene y parece que su
mente está muy lejos de aquí— ¿Qué ocurre Grace? —No responde
simplemente alza su barbilla, y me indica al otro lado de la acera, justo
dónde están cruzando hacia nosotras Caleb y Zack. No me da tiempo de
decir nada porque están demasiado cerca.
—Pero mira a quién tenemos aquí, a las dos ratoncitas de biblioteca —
comenta mi hermano a la vez que le revuelve el pelo a Grace, como si fuese
un cachorrito al que está saludando.
—Al menos tenemos cerebro, dudo mucho que alguien como tú sepa lo
que es eso —gruñe Grace. Pero a mi hermano parece divertirle demasiado
el comentario de mi amiga.
—Déjalas tío. —Interviene por primera vez Zack que me sonríe y coge
el libro que tengo en las manos, lo mira con rapidez y mira a mi hermano—.
Vamos a la verbena anual de Pepsi Cola, ¿os apetece venir?
—Creo que no es buena idea —dice Grace antes que pueda decir nada.
—Creo que es una idea magnífica. —La corta mi hermano—. Así podré
divertirme a costa tuya, cuando participes en el concurso de carreras de
sacos y pierdas.
—¿Qué te hace pensar que voy a participar? —Lo reta mi amiga con
petulancia.
—Porque la chica que participe conmigo como pareja, en las carreras de
sacos se llevará una cita con este servidor. —Le responde Caleb a la vez
que le echa el brazo por el hombro y eleva las cejas.
—Antes prefiero arrancarme los ojos. —Le contesta con sarcasmo
Grace.
—Lo dudo mucho monada. —Le vacila mi hermano a la vez que tira de
ella y sin decir nada más caminan calle abajo dejándonos atrás.
—Dijimos un finde con amigos. —Le digo a Zack que me atrae hacia él.
—Eso hacemos pequeña —susurra a la vez que me da un beso en la sien
—. Será divertido ver como Grace se niega a participar en pareja con Caleb
y encima le gana. Ya sabes que a tu hermano no hay nada que se le dé peor
que perder.
—¿Crees que ellos dos se gustan? —Le pregunto viendo como mi amiga
se cuelga de la sonrisa de mi hermano y este no para de hacer el payaso
para que ella se tronche de la risa.
—Nah, si casi no se soportan —comenta.
—Es cierto, es imposible. Solo que a veces actúan como si se
importasen, solo hay que mirarlos. Aunque si fuera así, estoy segura de que
Grace me lo habría contado. —Le digo y agarro mi libro recién firmado
sobre mi pecho.
Zack va disminuyendo la velocidad y tomando una mayor distancia de
mi amiga y mi hermano, justo cuando ellos doblan la esquina, él me arrastra
hacia un pequeño hueco que hay para los contadores de luz y agua de los
locales. No es grande, pero lo suficiente para ocultarnos si mi hermano se
gira para buscarnos. Zack, me besa con necesidad y se me corta la
respiración solo de pensar que es una locura. Una pequeña sonrisa nerviosa
se escapa de mis labios y él se detiene, aún tiene los ojos cerrados, pero
sonríe también y toma aire antes de mirarme de forma insondable, entrelaza
mis dedos con los suyos y tira de mí para seguir calle abajo.
—¡Vamos cariño! Todavía no tengo ganas de que tu hermano me pateé
los huevos —comenta risueño.
—No va a pasar eso —digo sonando poco convencida y él, que me
conoce bien, me mira y alza una ceja en respuesta.
—Sabes que no me defendería, porque está en su derecho —afirma muy
serio.
—Ya hemos hablado de esto Zack y no tiene lógica alguna que Caleb
actúe así, puedo hacer lo que me dé la gana. —Le recuerdo.
—Lo sé trencitas. —Añade deteniéndose y acariciándome una de las
trenzas que llevo—. Pero conozco a tu hermano y sé que no me va a
perdonar que lo haya traicionado, que haya roto nuestro juramento y…
—¡Eh espabilad que Caleb ya ha preguntado dónde diablos os habéis
metido! —Nos sobresalta Grace que nos alcanza, tira de mi codo y deja a
Zack con la palabra en la boca.
—Grace… —digo con un nudo en la garganta, pero mi amiga chasquea
sus dedos frente a mis narices y me pone morritos cabreada.
—¿No te das cuenta? Tú hermano es gilipollas pero no idiota.
No me da tiempo a que le responda más cuando llegamos al bullicio de
gente que se agolpa en medio de la calle, que está rodeada de varias carpas
con líneas azules y rojas que hacen resaltar el logo de la bebida fundada en
este pueblo. Como cada año a finales de verano se celebra un festival en
conmemoración a su fundador Caleb Davis Bradham, ya que el 28 de
agosto de 1898 puso nombre a la bebida que había creado bajo el famoso e
internacional nombre de Pepsi Cola. Desde entonces en New Bern se
celebra un festival que dura tres días, repleto de actuaciones de animadores,
cuentacuentos, concursos, juegos y música en directo protagonizada por
grupos locales. Hay varias barras, que sirven comida y cervezas, refrescos y
sobre todo Pepsi Cola, barriles y barriles de esta bebida, que fue creada con
el fin de tratar la indigestión y años después se comenzó a comercializar
como un refresco que, a día de hoy, es conocido en el mundo entero. La voz
aguda del Showman, indica que el concurso de carreras de sacos está a
punto de comenzar.
—Deséame suerte para patearle el culo al engreído de tu hermano. —Me
pide Grace a la vez que me da su libro y su bolso y sale corriendo hacia la
línea de salida.
—¡Tú solo ten cuidado! —Le grito, aunque no creo que me haya oído.
Me aparto hasta un par de sillas altas que hay bajo una de las carpas a la
sombra y tomo asiento para ver el comienzo de la carrera de sacos. Sonrío,
cuando veo a mi amiga desafiar a mi hermano y a él se le borra la sonrisa de
engreído, cuando Grace le adelanta sin ninguna dificultad.
—Dicen que al ganador le dan un mes de tickets gratis en «Birthplace of
Pepsi Cola». —Me susurra Zack al oído y me giro para verle sonreír, a la
vez que me ofrece un vaso con refresco, que no dudo en coger.
—Pues creo que Grace va a tener Tickets para dar y regalar —respondo
brindando mi vaso de cartón con el suyo. Zack toma asiento a mi lado y
sigue con la vista fija en el espectáculo que están dando sin decir nada más.
Por mucho que quiero estar atenta a la competición, lo observo de soslayo y
no se me pasa por alto que está preocupado y me siento culpable por ello.
Solo hay una opción para acabar con toda esta agonía cuanto antes y es
decir la verdad antes de que sea demasiado tarde. Pero no soy tan valiente
como para ser yo quien dé el paso, sobre todo porque conozco demasiado
bien a mi hermano y sé cómo va a reaccionar. Se van a ir a la universidad
en unas semanas y no quiero que su amistad se vaya al traste por mi culpa.
De repente los vítores y aplausos de la gente me sobresaltan y veo a Grace,
que acaba de cruzar la línea de meta, su alegría me contagia. Ella le saca la
lengua a mi hermano y este niega para sí mismo con una sonrisa que no
puede disimular. Aplaudo como el resto y me llevo las manos a la boca para
gritar.
—¡Eso es Grace! —Me desgañito y Zack, ríe a carcajadas, al ver la cara
de fastidio de Caleb cuando camina hacia nosotros.
—No digáis nada. —Nos advierte con el ego herido, cuando se sienta a
mi lado y yo hago como si tuviera una cremallera invisible sobre mis labios
y la cerrase, aunque no puedo ocultar mi enorme sonrisa.
—No sé por qué, siempre subestimas a Grace. —Le comenta Zack y
mira hacia mi amiga que está junto al Showman recibiendo los tickets
correspondientes a su premio.
—Yo no hago eso. —Se defiende.
—Sí que lo haces —digo risueña—. ¿Acaso querías impresionarla o no
sabes cómo pedirle una cita?
—Pero, ¿qué dices mocosa? —Me pregunta desprevenido y yo me
encojo de hombros recostándome sobre mi taburete.
—Solo digo lo que veo —añado.
—Pues creo que es mejor que te pongas gafas, ni siquiera la soporto
como hace Zack contigo. —Se pone a la defensiva y lo conozco bien y sé
que miente.
—Tal vez, el que se tiene que poner gafas eres tú… —Le respondo sin
pensar dando un salto de mi taburete y llegando hasta Grace antes de que
oiga alguna estupidez de Caleb.
—¿Qué quieres decir? —Insiste, pero lo ignoro.
—¡Eh Grace! Espero que me invites con uno de esos tickets a cenar en
Birthplace. —Comenta Zack palmeando la espalda de mi hermano y
eludiendo también su pregunta.
—Por supuesto, ¿no tenéis hambre? —Nos pregunta a la vez que hace
un gesto para que la sigamos para almorzar con sus tickets. Grace se gira
hacia mi hermano y sonríe victoriosa—. También estás invitado perdedor,
¿te vienes?
—Qué remedio me queda —responde levantándose con el ceño fruncido
y fingiendo una indiferencia que sé que no siente. Porque estoy convencida
de que mi suposición ha dejado de serlo, cuando sé que mi hermano solo
quiere seguir aparentando su papel de ligón de campeonato que no se pilla
por ninguna chica.
Si pudiera tener un superpoder, sin duda alguna sería poder detener el
tiempo. Sonrío para mí mismo y pienso que es una idiotez, pero es que este
instante con ella es perfecto. Sé que puede parecer egoísta o irracional pero
este lugar es nuestro refugio, nuestro rinconcito seguro. La observo en
silencio y siento que el pecho se me hincha de estar a su lado inmerso en el
universo infinito de su sonrisa. Abb está tumbada sobre la manta de picnic,
apoyada en mi regazo, yo la acaricio con parsimonia como si de un gran
tesoro se tratase.
En esta época del año esta zona del lago está desierta, porque la mayoría
de la gente se van a la playa, así que es un lugar tranquilo donde se respira
paz. Estamos envueltos en un silencio, agradable, acogedor y natural. No sé
en qué estará pensando mi trencitas, pero tiene los ojos cerrados y su
sonrisa se hace más amplia cuando le doy un beso en ella. Tomo aire y miro
al horizonte dónde están nuestras casas, una al lado de la otra, tan grandes y
señoriales y desde este extremo opuesto del lago, se ven diminutas como un
cuadro pintado al óleo. Entonces sonrío con nostalgia al recordar aquellos
años de mi infancia en los que yo era una persona completamente diferente.
Aquel Zack de ocho años soñaba con ser un chico completamente diferente
al que soy hoy. Niego para mí y a Abby no se le pasa desapercibido y me
sonríe acariciándome la mejilla.
—¿Qué estás pensando? —Me pregunta curiosa levantándose de mi
regazo y sentándose a mi lado.
—En mi madre. —Soy sincero, aunque no del todo.
—No tienes por qué contármelo si no te apetece —dice entrelazando sus
dedos con los míos, a la vez que apoya su cabeza en mi hombro. Sé que es
el momento de hablarle un poco más de ella. Se lo debo a Abby por todo lo
que siempre ha hecho por mí.
—Mi madre era artista, le encantaba pintar y lo hacía genial —digo con
una sonrisa triste y veo la sorpresa en sus ojos—. Venía con ella a este
mismo lugar con mucha frecuencia, yo me sentaba allí. —Señalo un árbol
que hay cerca del embarcadero—. Ella pintaba a mi lado, nos pasábamos
las tardes aquí, yo jugaba o me quedaba mirándola mientras que ella
pintaba. Sus cuadros fueron expuestos en varias galerías de Estados Unidos,
Francia, Italia e incluso en España. Y cuando falleció mi padre guardó todo
en el desván haciendo como si nunca hubiese existido. —Le cuento
resentido.
—Me hubiese encantado conocerla —responde dándome un beso en la
mejilla.
—A ella le habrías fascinado. —No me cabe la menor duda. Mi móvil
comienza a vibrar y es un mensaje de Nill.

*Hola tío, te he conseguido la carrera de tu vida, si ganas te harás un


hueco entre los grandes de las carreras nocturnas de la NC. Si lo logras,
conseguirás el doble de lo que has ganado en el último año. Dentro de una
semana correrás contra el gran Austin Reynolds, pronto te daré más
detalles. Mueve tu culo con Caleb hasta mi casa para poner a punto el
coche. Nos vemos bro.*

No le respondo, bloqueo el móvil y espero que ella diga algo, sé que lo ha


leído y para mí siempre ha sido tan fácil comprenderla, sé perfectamente
que no le gusta nada la idea de verme correr.
—No vayas por favor. —Rompe el silencio y paso mi brazo por su
cintura y la abrazo.
—No va a pasar nada —digo con tranquilidad.
—Me da pánico esas carreras, sabes que no me gustan —responde con
rapidez.
—No hay peligro. —La intento tranquilizar.
—Siempre lo hay Zack.
—Es cierto, pero aún queda tiempo, ¿vale? Es la última carrera del
verano. —Le aclaro.
—Solo queda una semana —comenta con el ceño fruncido. No puedo
evitar mirarla risueño y colocarle un mechón rebelde tras la oreja y pasar las
yemas de mis dedos por su trenza.
—¿Tan poco? —pregunto con fingida incredulidad y me lanzo sobre ella
tomándola de nuevo en la manta y comiéndomela a besos. Besos en las
mejillas, en la sien, en la nariz, en los labios, en el cuello. Mis labios le
hacen cosquillas y su risa cantarina inunda todo.
—Para… —Me pide entrecortadamente.
—No… —La beso en los labios—. No puedo señorita… —La beso de
nuevo.
La sigo besando una y otra vez, a la vez que le hago cosquillas. Su risa
podría ser el paraíso de cualquier mortal. Nuestras carcajadas rompen la
tranquilidad de este lugar y me aparto para que tome aire y me tumbo a su
lado maravillado.
—Debo aprovechar todo el tiempo que pueda.
Abb asiente feliz, se gira para mirarme y me acaricia el pelo, suspira y
siento como me observa con demasiado detenimiento.
—¿Qué piensas? —pregunto intrigado.
—En la Estatal —confiesa apretando los labios. No he pensado
demasiado en la universidad, porque este verano me propuse vivir el
momento y desde luego ha sido lo mejor que he podido hacer.
—Un año pequeña y tú también estarás allí. —La intento animar
dándole un toque con mi dedo índice en la nariz y ella sonríe, pero esta vez
sé que no lo hace de verdad—. Vendré cada fin de semana y ya sabes que
estaré a tan solo una llamada y me tendrás aquí, ¿vale?
Abby asiente y suspira a la vez que entierra su rostro en mi cuello como si
de un refugio se tratase.
—¿Qué te estás guardando Abby? —susurro acariciando su espalda y
siento como ella inspira mi aroma.
—Nada, tan solo estoy saboreando el momento —responde y no se me
pasa inadvertido como la tristeza tiñe sus bonitos ojos esmeralda.
La universidad Estatal de Carolina del Norte, está en Raleigh, a dos horas
en coche de New Bern. Hoy todos hemos venido a recoger las llaves del
piso que han alquilado Caleb y Zack. Afortunadamente, los chicos van en el
coche de Zack y yo voy con mis padres y Grace que también nos acompaña,
ella está ilusionada y fantasea con el próximo año que estaremos aquí. Nos
imagina paseando por las calles del campus y no para de tomar fotos, que
probablemente dentro de unos meses borre de la galería de su móvil porque
las considere innecesarias. Es perceptible la zona más antigua fundada en
1887 y como poco a poco han ido ampliando con nuevos edificios
colindantes, hasta crear esta, la gran ciudad universitaria.
Todavía queda un par de semanas para el comienzo de las clases y es por
ello por lo que está desértico, hay algunos coches en los aparcamientos, no
he visto ni a un solo alma caminando. Es un lugar que tiene algo especial.
Tal vez son los extensos patios cubiertos de césped bordeados por caminos
que llevan a los diferentes edificios de ladrillos rojizos que están vestidos
con banderas de la universidad o las muchas estatuas y monumentos que
hay conmemorativos.
Mi padre estaciona el coche, frente a un edificio con tejado de pizarra y
por el centenar de ventanas que adornan la fachada, deduzco que es el
bloque de piso dónde van a pasar todo el curso. Bajamos del coche y cada
uno de nosotros coge una caja del maletero, porque ya que veníamos han
aprovechado para traerse algunas cosas. Mi hermano me pasa una caja suya
y subo las escaleras del edificio. Cuando llego al rellano Zack está abriendo
la puerta del piso que está en la primera planta y cuando entramos
observamos el salón impersonal que huele a poca ventilación por llevar
todo el verano cerrado. Dejamos las cajas a un lado del sofá, mi madre y
Grace entran tras nosotros y hacen lo mismo con sus cajas para volver a
bajar. Es un piso pequeño, porque desde donde estoy se ve la diminuta
cocina y tres puertas de las que deduzco que una de ella es el baño y las
otras dos los dormitorios. Lo que es un punto a favor, es que está muy cerca
de todo y de precio es bastante asequible. Zack mira con rapidez por la
ventana del salón, me coge de la mano y tira de mí hacia uno de los dos
dormitorios. La emoción corre por mi cuerpo y junto a ella una serie de
sentimientos encontrados que no sé muy bien cómo canalizar, nostalgia,
arrepentimiento… La habitación es diminuta, pero las paredes blancas la
hacen luminosa. Tan solo tiene una cama individual en una esquina y en la
opuesta un armario de madera de cerezo.
—No sabes la de cosas que pienso hacerte en esta cama. —Me susurra a
la vez que me atrae hacia él.
Me toma de la barbilla y sonrío sobre sus labios, a la vez que lo rodeo
por la cintura. Sus labios me acarician con deleite y mis labios lo reciben
con sosiego. Un carraspeo a mi espalda hace que me separe de él
sobresaltada. Pero cuando me giro mi corazón vuelve a latir cuando veo que
la suerte ha estado de nuestro lado y solo es Grace que nos mira de brazos
cruzados con mala cara.
—¿Podéis tener más cuidado? ¿Y si no llego a ser yo? —Nos riñe y me
muerdo el labio porque sé que tiene razón.
—Lo sé Grace, es solo que no me puedo contener. —Se excusa Zack
con una sonrisa inocente y mi amiga niega para sí.
—Sois imposibles, en serio. —Se ríe despreocupada, me aparto de Zack
y abrazo a mi amiga dándole un beso en la sien.
—Gracias por ser la mejor amiga que se puede tener. —Ella va a
decirme algo cuando de repente decide no hacerlo y me hace un gesto para
que vea a Caleb que camina hacia dónde estamos.
—¿Qué pasa? —pregunta desubicado y Zack se encoge de hombros con
una felicidad que no sabe disimular.
—Estas niñas, que tienen la mente sucia colega. —Le miente y Caleb se
ríe alucinando a la vez que mira a Grace. No me pasa inadvertido la forma
en que lo hace ni tampoco el repaso que le da, mi amiga no se amedrenta y
le reta con la mirada.
—En un año estaremos aquí —añade Grace y a mi hermano se le dibuja
una sonrisa vacilante.
—No seremos vuestras niñeras. —Le dice con voz infantil.
—Ni falta que hace imbécil —responde irritada y eso a mi hermano
parece hacerlo disfrutar.
No dice nada más, no suele ser de muchas palabras con Grace, pero le hace
un gesto a Zack para que le siga, este le hace caso. Cuando pasa por mi lado
me hace un guiño y me sonríe con cariño. En cuanto los perdemos de
nuestro campo de visión Grace me golpea el brazo.
—No te cortes hija, no te cortes. —Se queja.
—Auch… —Será bruta, pero la conozco bien y sé que quiere desviar mi
atención, así que me cruzo de brazos y me acaricio dónde acabo de recibir
el golpe, esperando que hable.
—¿Qué? No tengo monos en la cara para que me mires así. —Me ladra
y su comportamiento solo está consolidando mi teoría.
—Te gusta mi hermano. —Ya lo he dicho.
—¡Tú flipas en colores! —No puedo evitar reírme, aunque eso parece
molestarla.
—Vamos Grace, cómo no me he dado cuenta antes—. Comento
pensativa sumando dos más dos—. Cada vez que lo ves con una chica te
cambia el estado de ánimo, el otro día en el festival de Pepsi tonteaste con
él y bueno… El odio que aparentemente os tenéis, no es más que deseo
acumulado—. Termino diciéndole.
—¿Tan raro es que me guste Caleb Smith? Es el chico más popular del
instituto y encima es el hermano de mi mejor amiga, —confiesa con cierta
inquietud, me encojo de hombros y miro hacia la puerta de entrada dónde
está mi hermano cargando con una nueva caja.
—Mi hermano es un capullo con las chicas. —Le soy sincera.
—Lo sé, por eso le odio y no me gusta —dice con voz apagada
apartando la vista de él. La abrazo sintiendo compasión por ella.
—No quiero que te haga daño —susurro.
—No me lo va a hacer, no soy su tipo —responde apenada. Me aparto de
ella y la sujeto de los hombros para tenerla frente a mí.
—¿En serio Grace? ¿Tú te has visto? ¡Mírate! Eres un pibón, eres
guapísima e inteligente… Digamos que puedes ser el tipo de cualquiera.
Zack lleva unos días un poco más callado que de costumbre, está sumido en
sus propios pensamientos y estoy casi convencida de saber qué es lo que le
sucede. Sobre todo, por el día que es hoy, hay cosas que nunca llegamos a
superar del todo en la vida y la pérdida de su madre es una de ellas. Es un
tema del que no suele hablar porque le hace daño y lo respeto, le doy su
espacio, pero desde que lo conozco, cada año paso este día junto a él. Lo
acompaño al cementerio a ponerle flores frescas, vamos a misa, le
encendemos velas en su nombre y luego en casa mi madre suele tener para
comer su comida favorita, macarrones con queso.
Mis padres aún no han regresado de trabajar y Caleb no sé dónde está,
así que cierro la puerta de casa y salgo al jardín para cruzar hacia la casa de
Zack, pero en el momento que paso los arbustos de rododendro de mi padre,
veo que su coche no está. Extrañada miro mi móvil y no tengo ningún aviso
suyo, es raro, se ha ido sin mí. Lo llamo y su móvil está apagado, no es
típico en él desaparecer sin más, ni siquiera por ser el día que es.
Sé que para Zack no es fácil el día de hoy, sobre todo cuando ha tenido un
padre que desde entonces no ha parado de castigarlo con la indiferencia,
haciendo como si él también hubiese muerto junto a ella. A pesar de todo
nunca antes se había ido sin mí, siempre he estado a su lado. Cojo mi bici
del garaje, pongo las rosas que llevo en la cesta y pedaleo rumbo al
cementerio.
Por mucho tiempo que lleves conociendo a una persona, no significa en
absoluto que la conozcas del todo. Es cierto que puedes saber cómo va a
actuar ante un acontecimiento, lo que le gusta, lo que detesta o incluso que
piensa de determinados temas. Tal vez os estaréis pensando porque digo
esto y es que sé perfectamente que debe de haber una buena razón para que
él haya desaparecido así sin más. Cuando llego dejo mi bici junto a su
coche y camino hacia él. Zack está sentado frente a la tumba de su madre y
tiene la cabeza enterrada entre sus rodillas, no es hasta que estoy más cerca
que me doy cuenta de que está temblando y comprendo que está llorando.
Llego en silencio, pongo las flores sobre su lápida de brillante granito y me
siento a su lado lo más cerca que puedo. Nuestros cuerpos se rozan y
automáticamente él levanta la cabeza para mirarme con los ojos anegados
de lágrimas. Por acto reflejo pongo mi mano sobre su mejilla y con mi
pulgar le borro las lágrimas que humedecen su rostro, le sonrío con dulzura
y apoyo mi cabeza en su hombro.
—Estoy segura de que está muy orgullosa de ti —confieso en un susurro
mirando las letras doradas del nombre de su madre.
—No lo sé, pero hay una parte de mí que siento que la estoy
decepcionando cada día, —responde con voz ronca y lo miro con interés.
—¿Qué quieres decir? —pregunto. Zack contiene la respiración y aparta
la vista negando para sí—. Vamos Zack, ¿qué te atormenta tanto?
—Está mañana me ha llamado mi padre y hemos vuelto a discutir… —
Hace una pausa—. No comprende que no quiero ser como él, ni parecerme
ni siquiera en el blanco de los ojos.
—Bueno, no es la primera vez que se lo dejas todo claro, ¿cuál es el
problema? —Insisto intrigada porque sé que hay algo más, pero guarda
silencio.
Hay algo que lo atormenta, que le da miedo o tal vez vértigo y lo que quiera
que sea, lo bloquea. Creo que Zack tiene una espina clavada en su interior y
eso hace que la herida, por la pérdida de su madre, no termine de curarse y
aceptarlo. Se me ocurre una idea al recordar de forma fugaz aquella
conversación en el lago.
—¡Vamos! —Le pido levantándome y ofreciéndole mi mano.
—No —responde reacio.
—Confía en mí. —Le pido poniéndome en cuclillas frente a él dándole
un beso y apoyando mi frente con la suya. Cierro los ojos, tomo aire y le
acaricio los hombros—. Solo necesito que guardes la bici en el maletero y
si no quieres conducir puedo hacerlo yo. —Mi sugerencia parece
sorprenderlo y una vaga sonrisa baila en sus labios.
—Te recuerdo que no tienes carnet.
—Por ahora. —Hago énfasis y le robo una sonrisa auténtica—. Pero eso
no quiere decir que no sepa manejar ese bicho.
—¿A dónde quieres ir? —Me pregunta más animado.
—A casa.

Cuando Zack aparca frente a su puerta de garaje le hago un gesto para que
baje y me siga. Me bajo del coche y lo espero, cuando llega hasta mí
entrelazo mis dedos con los suyos y tiro de él hasta el porche de su casa.
Veo la confusión en su rostro y le sonrío con dulzura, porque a veces no es
necesario decir nada, vale con un simple gesto para explicarle que estoy
aquí y que solo tiene que dejarse llevar. Zack abre la puerta y retomo de
nuevo mi plan, conozco la distribución de esta casa perfectamente, ya que
está hecha a imagen y semejanza de la mía y con el resto de las otras veinte
que forman la urbanización. Subo las escaleras y tiro de él que me sigue sin
rechistar. Me detengo en el descanso del primer tramo y me pongo de
puntillas para tirar de la cuerda que abre la puerta del desván, me suelto de
la mano de Zack y agarro la escalera para desplegarla.
—¿Qué haces? —Me pregunta aunque ya sabe la respuesta, subo el
primer peldaño para estar a su altura y paso mis manos por sus hombros, le
acaricio el cuello y me inclino para darle un beso, que dura un poco más de
lo necesario.
—Confía en mí. —Le vuelvo a decir y borro una lágrima traicionera que
se le escapa y le hago un gesto para que me siga.
Subimos al desván y enciendo la luz, una luz blanquecina que ilumina la
estancia, hay polvo en suspensión como resultado de llevar demasiados
años sin ser visitada por nadie. No sé exactamente cuántas cajas y cientos
de cosas se albergan en este lugar, pero estoy convencida de que aquí están
todas las cosas de su madre.
—Ella no se ha ido Zack, ningún ser querido nuestro se va. Mueren pero
no nos dejan, siguen viviendo aquí en nuestro corazón. —Le digo
girándome y descubriendo a un Zack estupefacto. Le aclaro poniendo la
palma de mi mano sobre su pecho que late desbocado—. En cada cosa que
hicieron, en cada recuerdo que guardamos como nuestro tesoro más
preciado. Tienes la gran suerte de que ella era una artista y dejó todo un
legado, ¿o me equivoco?
—Jamás me había atrevido a subir —responde barriendo con la mirada
cada palmo de la estancia.
Hay varias sábanas blancas que cubren objetos, cajas precintadas, un
caballete con un cuadro sin acabar, una bata rosa cubierta de gotas de
pinturas colgada de una percha y un sombrero francés que en otros tiempo
lucía de un color malva brillante.
—Lo más bonito que podemos hacer es recordarla a través de todo lo
que te dejó, —susurro y trago saliva para intentar diluir el nudo de
emociones que se agolpan en mi pecho.
Zack asiente pero su mente está en otra parte lejos de aquí, tal vez
recordando unos años que creía tener olvidado. Presiono los labios cuando
veo como acaricia con deleite el cuadro que hay sobre el caballete sin
acabar el cual parece un paisaje. Ver tanto dolor reflejado en su mirada me
rompe, tomo aire con dificultad y no soy consciente hasta que noto que mi
rostro se humedece y sé que estoy llorando. Un hipido pequeño se me
escapa y me delata ante mi novio que se aproxima a mí con una mirada
llena de ternura a la vez que me acaricia la mejilla.
—Gracias Abb —confiesa a la vez que tira de mí hacia una de las
sábanas y con la mano que tiene libre la aparta y destapa un cuadro tan
perfecto, que parece una fotografía desde el otro lado del lago—. Solía
pintar realismo. —Me dice pensativo soltándome de la mano y agachándose
frente al cuadro.
—Creo que todo artista, deja una parte de su alma en sus obras y de
alguna forma permanece por siempre viva en ellas. —Confieso conmovida
—. Pintaba como los ángeles.
—Ella es un ángel —responde a la vez que traga saliva.
—No me cabe la menor duda —digo a la vez que tiro de otra sábana y
encuentro un retrato de su madre. Es un dibujo a mano alzada a carboncillo
pero lo que me deja estupefacta es por quién está firmado—. Esto… Está
firmado por ti —susurro sorprendida.
Miro a Zack que no me lo niega y se encoge de hombros con cierta
indiferencia.
—Ese Zack, murió con ella. —Me responde con tanta frialdad que hace
que un escalofrío me recorra la espina dorsal.
—¿Tú crees? —Le pregunto con ironía alzando una ceja y poniéndome
frente a él, para acariciar con mi mano su mejilla. Zack cierra los ojos como
si mi contacto le hiciese daño y suspiro para decirle lo que realmente pienso
—. Porque yo creo que ese Zack está más vivo que nunca y está deseando
de demostrar su talento al mundo.
Es todo lo que le digo con una enorme sonrisa, antes de sellar mi confesión
con sus labios que me reciben con una mezcla entre dolor, anhelo y pasión.
Es durante ese beso, que se va disipando la tensión y el tormento a medida
que va tornándose sincero, sin reproches y lleno de cariño y comprensión.
Cuando nuestros labios se separan, Zack me abraza y descanso mi cabeza
en su pecho. No decimos nada durante un buen rato, supongo que no es
necesario, cuando nuestras almas se comprenden con cada latido de
nuestros corazones. Al cabo de un rato me aparto de Zack y le sonrío
pensando que él no es consciente del gran talento desaprovechado.
—¿Cómo has podido privarme de disfrutar de esta parte tuya? —
pregunto conmovida.
—Dejé de pintar cuando ella murió, mi padre me prohibió subir aquí
después de guardarlo todo —confiesa—. Me acostumbre y en parte yo
también quería olvidar para que así dejase de doler tanto.
—Pero es increíble el talento que tienes —digo señalando el cuadro—.
Eras solo un niño, no tienes culpa de nada de lo que pasó. —Entonces le
hago una pregunta que me viene rondando desde que he visto el retrato de
su madre— ¿También te gusta el arte? —Zack asiente.
—Me encanta —confiesa y se ríe con sarcasmo—. ¡Vaya! Un jugador de
rugby que le gusta el arte.
—Bueno. —Me encojo de hombros y sonrío—. Cosas más raras seguro
que se han visto.
—Seguro que sí —responde mirando de nuevo el cuadro.
—Zack… ¿A qué esperas para matricularte en arte? Puedes estudiarlo en
la Estatal. —Le sugiero, pero él niega.
—No puedo. —Me aclara.
—¿Tienes miedo? ¿Es eso? —pregunto cogiéndole la barbilla y
haciendo que me mire—. Tienes todo mi apoyo.
—No es eso Abby, es solo que recordarla así… —Hace una pausa al
quebrársele la voz y me mira con tristeza—. Ver todas sus cosas me duele
tanto como si me levantaran el alma a tiras.
—Estoy segura de que aprenderás a que deje de doler y sentirás paz
cuando lo hagas. Además, estaré aquí para apoyarte y decirte que te
levantes cuando te caigas. —Lo intento animar porque creo en él y porque
le quiero.
Desde aquella mañana en el desván de mi casa me sentía diferente, había
tomado una decisión, iba a estudiar bellas artes. Se lo conté a Caleb que me
miró como si fuera un extraterrestre, pero me dijo que hiciese lo que me
diera la gana, ya que en la universidad solo íbamos a estar una vez en la
vida. El saber que mi padre detestaba que siguiera el mismo camino que
ella, era lo que más me motivaba a hacerlo y seguir los mismos pasos de mi
madre era un sueño. Claro que sabía que habría consecuencias al decírselo,
por eso primero había tomado medidas y había vaciado el desván llevando
todo al garaje de Abby. Después lo llamé, le solté mi decisión y colgué
sabiendo que no tardaría mucho en visitarme. Así que cuando esta mañana
mi padre llegó a casa, lo primero que hizo fue subir al desván para llevarse
una gran desilusión, ahí ya no quedaba nada para destrozar y herirme. Pero
vi el fuego reflejado en sus ojos y fui consciente de que entonces intentaría
pagar su ira conmigo. Sobre todo, porque no solo se había enterado de lo
que finalmente iba a estudiar, sino que también le habían notificado que
había rechazado una nueva oferta de lo que para él, si era un futuro
brillante. Se desabrochó la correa y se la sacó para castigarme con ella, pero
una fuerza interna se apoderó de mí. Di un paso al frente, lo cogí por el
cuello de la camisa y lo estampé con todas mis fuerzas contra la pared,
dejándole claro que no se atreviera a golpearme. Entonces algo en él
cambió y me miró de esa forma tan déspota, para recordarme una vez más
que yo no merecía la pena. Tal vez tenía razón, no lo sé pero no me
importaba su opinión. Esa noche en cambio tenía otras prioridades.
—¡Eh tío! ¿Dónde cojones tienes la mente? —Me empuja con su
hombro Caleb a la vez que me ofrece un vaso—. Sin alcohol, esta noche
corres. —Me recuerda con una sonrisa de orgullo.
—Solo estoy concentrándome —miento.
A la vez que le doy un trago a mi refresco y suspiro frustrado. Hoy es el día
que va a cambiar todo, así lo había decidido con Abby. Intentaré decírselo
antes de la carrera, no podemos posponerlo más. Hemos pasado todo el
verano ocultándoselo y me marcho con él en menos de cuarenta y ocho
horas para la universidad. Así que por eso he aceptado venir a la última
fiesta del verano antes de la carrera, porque Abby viene con Grace y es un
terreno neutro para decírselo. Camino junto con Caleb por el jardín y
entramos a la cocina dónde nos encontramos con un círculo de chicas
riendo y bebiendo al son de la música, no es hasta que estoy más cerca que
entiendo que están jugando a yo nunca.
—Mira ahí están Abby y Grace. —Me aclara Caleb, como si fuese ciego
y no me diese cuenta de lo deslumbrante que está mi chica con ese vestido
negro.
—Ya veo —respondo con amargura a la vez que me cruzo de brazos y
me pongo con descaro a escuchar.
—Está bien, pues… Yo nunca me he liado con el mejor amigo de mi
hermano o hermana. —Propone una de las chicas.
Veo como varias de las chicas beben y se ríen, entre ellas Abby. Mierda.
Miro de reojo a Caleb que se le desencaja el rostro y coge del brazo a su
hermana para hacerla girar.
—¿Qué haces bebiendo Abby? —Le ladra furioso.
—Beber, en eso consiste el juego. —Le responde Grace que se pone en
medio de ambos hermanos—. ¡Relájate! Que pareces un pitbull rabioso.
La comparación de Grace me hace soltar una carcajada y Caleb se gira aún
con fuego en los ojos, le doy una palmada en la espalda para intentar
quitarle hierro al asunto y bebo un trago para armarme de valor y decirle la
verdad.
—Es cierto tío, estás tenso y Abby ya es mayorcita. —Comienzo a
decirle.
—¿Qué quieres decir con eso? —Me pregunta furioso y me encojo de
hombros a la vez que miro a Abb que me observa preocupada—. Quieres
dejar de mirarla así.
—¿Así como? —Le pregunto alucinando.
—Como si fuese comestible. —Me aclara.
—Es que estoy hambriento —mascullo sin dudar y me preparo para
recibir el primer golpe, pero en cambio Caleb me mira con tanta alucinación
como si yo estuviera vestido de princesa ante él.
—Recuerda que es Abbigail, mi hermana. —Me recalca.
—Lo sé. —Le respondo con frialdad mirándole a los ojos—. Debes de
comprender que siempre ha sido especial para mí y que es imposible que
sea invisible porque…
Pero antes de decir nada más Grace se pone en medio y empuja a Caleb
para que vuelva a su sitio, no me había dado cuenta de que había acortado
la distancia hasta que Grace lo ha empujado. Ella es nuestro cortafuego, así
se definió cuando habló con Abby ésta tarde.
—Me debes un baile. —Le dice sin titubear para distraerlo y me guiña el
ojo.
—¿Un baile? ¿Desde cuándo? —Le pregunta con chulería.
—Desde que te pillé mirándome el culo esta tarde en tu casa. —La
declaración de Grace lo pilla de sorpresa y veo como mi amigo traga saliva
—. ¿Qué pasa? ¿También estoy vetada?
—Tú flipas. —Le responde con desaire.
—Me importa una mierda que lo niegues, quiero bailar y punto. —Le
vacila Grace a la vez que tira de él hasta la pista.
No es hasta que los tenemos suficientemente retirados cuando miro a Abby
que se muerde el labio nerviosa y niega para sí, sé que lo tenemos
complicado. Miro de nuevo hacia la pista de baile y veo a Caleb absorto en
los movimientos de caderas de Grace y no puedo evitar reírme por la ironía
de la situación.
—Ven —dice Abby, a la vez que tira de mí para salir hacia el jardín
trasero de la piscina de Nill.
—Creo que es mejor dejarlo para otro momento —comento viendo la
obviedad de como se lo va a tomar—. Si solo he insinuado que me gustas,
cosa que no es mentira —confieso dándole un beso en la frente y viendo
que nadie se ha dado cuenta de ello—. Y casi se me lanza a la yugular si no
llega a ser por Grace…
—Es que no entiendo como puede ser tan terco y tan infantil —comenta
desesperada.
—Abb, creo que lo mejor será que se lo digamos después de la carrera.
—Ella asiente—. En privado, mejor cuando lleguemos a vuestra casa
porque me va a dar una paliza igualmente —confieso.
—No digas eso Zack. —Me responde con una mirada llena de
preocupación y culpabilidad, acuno con mis manos su rostro.
—Mira peque conozco a tu hermano lo suficiente para saber cómo va a
reaccionar cuando se lo contemos, y puede que nos demos una paliza, pero
lo superaremos. No es la primera vez que nos zurramos. —Le aclaro
recordando alguna que otra vez que nos hemos atizado de lo lindo, pero a la
media hora tan amigos, supongo que es lo que tiene ser casi hermanos.
—¡Menos mal! —Nos sobresalta la voz aguda de Grace.
—¿Qué ocurre? —pregunta Abby separándose de mí.
—Caleb os está buscando porque creo que se lo huele. —Nos informa y
Abby se lanza a la piscina sin dudar.
—¿Qué haces? —grita su amiga y Abby se sumerge.
—¿Sé puede saber dónde os metéis? —pregunta Caleb serio y le hago
un gesto para que mire a la piscina.
—Abb está borracha y estoy diciéndole que no te va a hacer gracia
llevarla en el coche mojada —miento. Mi amigo se ríe, supongo que
soltando la tensión que estaba acumulando solo de pensar que su más
temido miedo se había hecho realidad.
—Puff… —Se ríe entre feliz y aliviado—. Abby en serio eres increíble.
—¡Eres un capullo Caleb! —grita mi chica desde el agua. No puedo
evitar troncharme de risa de ver lo bien que sabe fingir estar ebria.
—No os veía y bueno pensé… —Se lleva las manos a la cabeza con una
sonrisa dibujada en los labios, se revuelve el pelo y mira a Grace que lo
mira con cara de pocos amigos.
—Gilipollas… —gruñe y se lanza a la piscina con Abby.
Vemos como bucea hasta ella y le susurra algo en el oído, algo que sé muy
bien lo que es… Nos hemos librado de lidiar con la realidad por los pelos.
Pero, ¿hasta cuándo?
Esta noche hemos ido a la fiesta de Nill, con la firme decisión de contarle
toda la verdad a mi hermano. Ver que es un troglodita nos hace deducir que
no se va a tomar nada bien nuestra relación, pero lo superará. Al menos eso
espero. No quiero seguir ocultándoselo, no ahora que solo quedan unas
horas para que se marchen a la Estatal. Sé que Zack ha intentado decírselo
antes y viendo como mi hermano estaba atando cabos y poniéndose
agresivo lo hemos dejado pasar. Lleva razón, tal vez al terminar la noche,
después de la carrera, cuando solo estemos los tres llegando a casa. Tal vez
así sea más sencillo.
—Después hablamos con él, ahora prefiero tener la mente despejada
para correr —comenta Zack.
—Está bien —digo sonriendo sobre sus labios cuando me besa.
Me dejo llevar y me olvido de que estamos en los aparcamientos cerca de
dónde va a tener comienzo la carrera, me olvido de que mañana cuando se
vayan una parte de vida se quedará vacía, después de toda una vida juntos y
ahora me toca aprender a amarlo en la distancia. Un año, eso es lo que me
recordaba mi mente continuamente. En un año yo también estaré en la
Estatal y todo será más sencillo, solo tenemos que lidiar un curso viéndonos
los fines de semana o cuando sea festivo. No pasa nada, todo estará bien.
Zack me rodea con sus brazos y me aprieta contra él con necesidad. Sus
labios son un bálsamo para la añoranza que siente mi corazón y eso que
todavía no se ha marchado. Pero estoy tan abstraída en todo lo que me hace
sentir, que no me doy cuenta de que no estamos solos y la realidad sale
como si fuese una luz incandescente. Una luz que nos delata ante un Caleb
que no da crédito, todo pasa demasiado rápido cuando mi hermano me
aparta de un empujón y caigo de espaldas. Solo me incorporo y veo que ha
tumbado a Zack y está sobre él estampando su puño una y otra vez.
—¡NO! —grito rota y corro hasta ellos al ver que Zack no se defiende.
—¿Cuánto tiempo llevas mintiéndome? Eres mi hermano, teníamos una
norma, ella…
—¡Ya basta Caleb! ¡Ayuda! —grito y siento como me desgañito.
Me lanzo sobre mi hermano y logro sujetarle el brazo para evitar que vuelva
a pegarle. Oigo como Zack tose con dificultad, no logro ver bien porque
mis ojos están anegados de lágrimas. Por suerte los gritos han debido de
alertar a los que estaban más cerca y entre ellos Nill y Jacob aparecen para
separarlos.
—¿Cómo has podido? —Le grita exigiendo una respuesta.
—Tío, déjalo no ves que no te ha devuelto ninguna. —Le dice Nill que
lo consigue apartar de Zack.
Tal como mi hermano se aparta, me acerco a mi novio que tiene un pequeño
corte en la mejilla y sangre en la boca. Es entonces cuando rompo en llanto,
al sentir que todo esto es culpa mía. Lo siento, intento decirle, pero no me
sale la voz hasta que oigo a mi hermano y la furia se apodera de mí.
—Abby… —Es todo lo que dice, me levanto hecha una fiera y le golpeo
el pecho con todas mis ganas.
—No, no, no Caleb, ¿qué puto problema tienes? —Le empujo y veo un
brillo de confusión y arrepentimiento en su mirada—. ¡Es tu mejor amigo!
Y yo puedo hacer lo que me dé la gana.
—Abb… Abby.
No espero una respuesta de su parte y tampoco una disculpa, cuando oigo a
Zack decir mi nombre entrecortadamente. Vuelve a toser y se incorpora un
poco para escupir sangre. Me pongo a su lado y lo ayudo a levantarse. Zack,
me pasa un brazo por el hombro y una mirada fugaz llena de culpabilidad,
hace que un dolor punzante me pellizque el corazón.
—Lo siento peque… —Me dice abatido.
—Shh… no digas nada. —Le pido sacando un pañuelo de papel de mi
bolso y presionando en la mejilla, él pone su mano sobre la mía y cuando
nuestras miradas se encuentran le sonrío con tristeza—. Todo va a estar bien
—susurro de forma casi inaudible.
Él asiente y mira a mi hermano que sigue agarrado por Nill y Jacob. Un pito
estridente me sobresalta y sé que significa que los corredores deben ir a sus
puestos, ya que la carrera va a tener lugar en breve.
—Te veo en la meta. —Me informa Zack, aunque suena más a una
súplica.
—Zack por favor… —Pero no me deja terminar.
—Te prometo que será la última, ¿vale? —Me comenta intentando
sonreír, me abraza y apoya su barbilla sobre mi cabeza, suspira y me susurra
—. Te quiero Abby, pase lo que pase quiero que sepas que te quiero.
Asiento y me aparto un poco de él para ver esos ojos negros que tanto me
gustan, le sonrío y le beso, un beso rápido de un fugaz roce de nuestros
labios, pero lo suficiente para sentir que entre nosotros todo está bien.
—Te quiero Zack Williams.
Él se aparta de mí y Jacob comienza a caminar junto a él hacia la línea de
salida, veo como le palmea la espalda y sé que tras de mí está mi hermano
con Nill, pero ahora no quiero hablar con él, necesito tiempo.
—Abby… —murmura arrepentido.
—No Caleb, ahora no… Déjame sola y si ves a Grace, dile que estoy
aquí.
Es todo lo que le digo antes de alejarme de él y de Nill un poco más.
Necesito a mi amiga, sé que estaría distrayendo a mi hermano cuando me
vine a los aparcamientos con Zack y está ajena a todo lo que acaba de
suceder. Cuando mi hermano se marcha con su amigo hacia dónde están
todos los curiosos, para presenciar la última carrera del verano, siento que
vuelvo a respirar. ¿Cómo ha sido capaz de actuar así? Saco mi móvil del
bolsillo y escribo un escueto mensaje a Grace.

*Estoy en el aparcamiento, lo sabe*.

No necesito decirle nada más, sé que lo va a entender a la perfección, apoyo


mi espalda en el tronco de un árbol, cierro los ojos y respiro. Solo quiero
que está noche termine. Oigo pasos a mis espaldas y me giro con la
esperanza de que sea Grace, pero cuando reconozco al tipo que se aproxima
hacia mí, me quedo petrificada. Aplaude con parsimonia y una sonrisa
sarcástica se esboza en su rostro.
—¿Señor Williams? —pregunto confusa.
—Siempre supe que tú serías la causa de separación entre él y tu
hermano. Pero que fueras la causante de tirar el futuro de mi hijo por la
borda me sorprende. —Hace una pausa y al ver que no digo nada, él
continúa—. Eres consciente de que mi hijo es un delincuente, que conduce
de forma temeraria en carreras clandestinas, dónde el dinero que se mueve
no es legal y todo por querer darme a mí una lección.
—No sabes nada de Zack. —Lo defiendo y a él parece hacerle
demasiada gracia.
—¿Eso piensas? Te diré lo que sí sé, y es que ha renunciado ir a Harvard
para irse a la Estatal, como un tipo sin posibilidades. ¿Qué más tienes
planeado?
—Zack, no quiere parecerse en nada a usted, pero sí a su madre. —Le
digo sabiendo que no tiene derecho alguno a hablar así de él, veo como mis
palabras le irritan cuando un brillo malvado se refleja en sus ojos.
—Ya veo que eres tú, la que no sabe nada… Puede que sepas que ha
renunciado a Harvard, pero supongo que no te ha contado el resto. También
ha renunciado a la universidad de Greensboro, le habían ofrecido una beca
deportiva con el equipo de rugby, y si seguía destacando, tenía muchas
posibilidades de ser jugador de los Red Bear, el mejor equipo de la liga
profesional de toda Carolina del Norte. ¿No lo sabías? —Me pregunta con
una sonrisa maliciosa de suficiencia.
—No… —respondo sorprendida. No comprendo como Zack, no me ha
contado que ha renunciado a los Red Bear, el equipo de sus sueños.
—No te das cuenta. Mi hijo es un idiota que por un poco de cariño es
capaz de tirar un futuro brillante por una chica. —Me comenta y suspira a la
vez que se pellizca el puente de la nariz, como si hablar de ello le produjera
dolor de cabeza—. Has visto lo que ha pasado esta noche entre él y tu
hermano, eres consciente de que todo es culpa tuya y dices que lo quieres…
—Sonríe con sarcasmo—. Si eso es cierto, no le segarás sus sueños y lo
dejarás volar lejos. Siempre te he tenido como una chica lista, espero que
sepas hacer lo correcto.
Y tras acabar su discurso estudiado, se marcha sin esperar una respuesta por
mi parte. Me quedo ahí mismo, quieta y mirándolo hasta que su silueta se
pierde en la oscuridad del bosque. El bullicio y el rugido de los coches me
avisan de que la carrera ha comenzado y una parte de mí quiere pensar que
su padre no lleva razón, pero otra parte, la más racional comprende que
Zack, por estar cerca de mí, se ha adaptado a las circunstancias. Sé que
finalmente se ha decidido por el arte, pero sería idiota de no querer
reconocer cuanto adora el deporte y el rugby en particular.
Si al comienzo de esta noche, que parece no querer terminar, me
hubiesen dicho todo lo que sucedería no me hubiese creído ni la mitad. Pero
ahora la realidad es otra y todo lo que daba por sentado ha cambiado. No
comprendo cómo ha podido ocultarme lo de Greensboro y la beca de
deporte con los Red Bear. No soporto la idea de que haya renunciado al
sueño de cualquier chico de su edad por mí. Así que cuando aparece Grace
corro hacia ella y me lanzo a sus brazos. La abrazo y ella me sostiene
mientras rompo a llorar, permitiéndome por primera vez desahogarme y
vaciar toda mi tristeza. La culpa y la angustia, me ahoga como una mano
invisible que me aprieta el cuello y no me permite respirar. Me cuesta
trabajo tragar saliva al sentir un nudo que me oprime y un hipido se escapa
de mi desolado corazón. Me sentía herida, sin fuerzas y con el corazón roto.
Necesitaba tiempo, creo que ambos lo necesitamos. No puedo ser egoísta y
retenerlo a mi lado, no se lo merece. Porque el amor es eso, es dejar
marchar a pesar de que duela.
Todo parecía ir bien, realmente bien, por fin se acabaría eso de besarnos y
amarnos en secreto. Hablaríamos con Caleb, yo estaba pletórico porque
pensaba que sería mi noche. Por fin tendría a mi chica sin tener que
ocultarlo más. Iba a correr está noche, y si ganaba tendría dinero para un
semestre entero. La suerte parecía estar a mi favor o al menos eso pensé yo,
tan idiota. Recuerdo cuando esta noche antes de que mi vida se fuera al
traste, los esperé a que salieran de su casa mientras yo estaba apoyado en mi
coche como de costumbre. Vi abrir la puerta de la casa y solo la vi a ella, a
mi dulce Abby y joder, se me paró el corazón. Porque estaba preciosa con
esa mirada centelleante y esa sonrisa que a mí me vuelve loco. Llevaba un
vestido que resaltaba sus largas piernas y me hacía desear encontrar un
momento para estar solos. Carraspeé e hice un ligero movimiento de cabeza
para saludar a su hermano y cuando ella llegó junto a mí, no pude evitar
acercarme y darle un beso en la mejilla. A Caleb no le pasó inadvertido mi
gesto y vi cómo se puso tenso, pero no dijo nada. No, en ese momento.
Fuimos a la fiesta e intenté darle a entender que me gustaba su hermana,
que estaba enamorado de ella y me encantaba, pero vi que no estaba por la
labor de entrar en razón. Me lo dejó claro cuando apareció en la piscina
buscándonos, como un lobo hambriento en busca a su presa y gracias a
Grace, una vez más nos salvamos. ¿Pero cuánto tiempo nos quedaba? Sabía
que el tiempo se agotaba, conocía muy bien a Caleb y se lo olía. Sabía
perfectamente cómo reaccionaría por eso decidimos dejarlo para cuando
acabara la noche y solo estuviéramos los tres. Pero no tuvimos esa suerte.
Recuerdo todo con total nitidez, vi exactamente el instante en que todo se
complicaba. Caleb venía con determinación hacia nosotros con el ceño
fruncido y la mandíbula apretada en una fina línea. Lo sabía. No había
excusas, nos había visto besándonos en secreto. En cuanto me alcanzó, no
pude evitar encajar el primer puñetazo, ni tampoco los cinco siguientes. Los
gritos de Abby se alzaron a nuestro alrededor y atrajo a algunos chicos que
estaban cerca. A pesar del dolor lacerante yo solo podía pensar en ella, en
su voz desgarrada y me sentía plenamente culpable de haberla llevado a
esta situación. Porque la culpa había sido mía por haber cruzado los límites
y roto las normas, una parte de mí sentía que lo merecía. No veía nada a mi
alrededor cuando al tercer golpe caí al suelo, aún seguía oyendo a Abby
pero en ese instante mi mirada estaba clavada en mi amigo de toda la vida,
mi hermano y sentí que todos los lazos que nos unían se estaban rompiendo.
La complicidad que habíamos mantenido desde que teníamos diez años
desapareció y se esfumó como si de un humo débil se tratase. Sentí el sabor
metálico de la sangre en la boca y aunque lo apartaron, en su mirada podía
ver que no parecía haberse quedado satisfecho en absoluto. Pero Nill y
Jacob lo sujetaron, supongo que todos los presentes se habían dado cuenta
de que yo no pensaba defenderme, ni tampoco responder a sus preguntas.
¿De qué serviría? Así que solo me centré en ella, que me tocaba el rostro
con manos temblorosas y me observaba con la mirada llena de lágrimas. La
amaba con cada latido de mi corazón, siempre sería ella y pensaba
demostrárselo cada instante, cada segundo, porque ella era mi hogar. Me
prometí que esto no terminaría así, tenía que correr esa carrera, mis amigos
habían apostado mucho dinero y no podía arruinarlos. Así que me despedí
de mi chica con la esperanza férrea de verla en la línea de meta.
Todo mi mundo parecía haberse quedado suspendido en standby, no soy
consciente de que he ganado la carrera hasta que me bajo del coche y todos
se acercan a felicitarme. Pero ella no está, no la vi en la salida y tampoco
cuando he llegado, desde que entré en la recta final, miraba entre la
multitud y me fijé en la última farola dónde habíamos quedado, no está.
Intento avanzar y a pesar de los vítores y aplausos, un sabor amargo me
reseca la boca al sentir un mal presentimiento.
—¡Enhorabuena tío! Sabía que lo conseguirías. —Me abraza Nill.
—¿Dónde está Abby? —pregunto devolviéndole las llaves de su coche.
—No la he visto.
Es todo lo que necesito oír para seguir buscándola entre la multitud, elevo
el cuello y busco a mi chica con sus dos trenzas particulares. Mi mente me
recuerda una y otra vez que no debí de dejarla sola, cuando me alejo de la
carretera y camino hacia el bosque veo apoyado en una farola a Caleb, me
tenso al ver la mirada de frialdad que me lanza, pero está vez pienso
defenderme si intenta golpearme.
—¡La quiero! —Le explico.
—No es suficiente —responde apartando la vista de mí—. ¿Cómo has
podido?
—Porque sería un necio en ignorar lo increíble que es. La respeto, la
amo y la conozco mejor que nadie, ¿no te vale? —Le aclaro poniéndome
frente a él.
—Pues entonces deberías saber que odia que le mientan.
—¿Qué? —pregunto sin comprender nada.
—Se ha ido con Grace después de haber hablado con tu padre, ¿sabes?
—Me quedo estupefacto por lo que acabo de oír.
—¿Mi padre?
—Así que Greensboro… —Me comenta con desprecio y ahora lo
comprendo todo—. Encima de traidor, mentiroso —masculla mi amigo a la
vez que pasa por mi lado y se choca adrede con fuerza contra mi hombro.
No digo nada más. Cierro los ojos y solo pido que esto sea un mal sueño del
que quiero despertar, no puede estar pasando esto, no ahora a tan solo unas
horas de que me marche. Marco su número de teléfono y espero a que
responda, lo hace al cuarto tono.
—Vamos, Abby contesta.
—¿Zack?
—¿Grace?
—Zack dale tiempo —dice.
—No tengo tiempo, me voy mañana Grace —recuerdo desesperado.
—Pues lo siento, pero es lo que ella necesita.
Tras esa breve y dolorosa declaración se corta la llamada. No puede ser
verdad, no puede ser posible. Mi corazón se acelera, se desboca, sintiendo
miedo de pensar que la he perdido. Necesito aclararlo todo y que me
perdone. Necesito estar con ella.
Me rasco el mentón nervioso y molesto, ¿cómo ha podido ser tan
rastrero de venir a buscarla? Fui un idiota de pensar que le había ganado,
renunciando a ser el próximo director de su gran multinacional, cancelando
la beca de Harvard y por último desestimando la oferta de los Red Bears,
porque en la vida las preferencias cambian. Nosotros cambiamos
constantemente. No soy el mismo de hace un año, ni de hace un mes, ni
siquiera de hace una semana y desde aquel día en el desván había tomado la
decisión de retomar mi auténtica vocación, el arte.
Había comenzado un retrato de Abby, ese era el único secreto que tenía
con ella. Pensaba contarle lo de la beca de los Red Bears pero antes quería
que juntos aclarásemos todo con Caleb. Pero me había faltado tiempo.
Mi padre se había adelantado y sabe Dios de qué manera lo había hecho,
para alejar a Abby de mí. Parecía que no quería comprender que desde que
cumplí la mayoría de edad yo había renunciado a todo lo que tenía que ver
con él. La casa era mía, así decía la primera cláusula del testamento de mi
madre una vez que yo fuese adulto y él ya no tenía ningún derecho a
regresar aquí, pero lo había seguido haciendo y yo se lo permitía, porque
pensé que pronto se cansaría. Sonrío con amargura al recordar nuestra
última discusión, hace unos días en la que me dejó bien claro, que iba a
demostrarme que el único perdedor era yo. La verdad es que estaba en lo
cierto. Me sentía derrotado solo de pensar que Abby no me quería ni ver.
Comprendo lo que me acaba de decir Grace. Abby necesita tiempo y se lo
daré.
—Sabes que esto se acaba aquí. —Me recuerda Caleb.
Tiene una mirada fría al ver que lo he ignorado y la he llamado en sus
narices, cuando Grace ha respondido en lugar de su hermana he sentido que
mi corazón se rompía en añicos y no me ha pasado inadvertida la mirada de
satisfacción en su rostro.
—Esto se acaba cuando lo diga Abby, no tú —respondo con la misma
frialdad con la que él me trata.
Me llevo otro puñetazo, porque no logro esquivarlo, pero antes de que
vuelva a repetir la acción le hago un placaje, con todas mis ganas con mi
hombro en su pecho, retrocede como lo haría un jugador de rugby contra su
contrincante y lo retengo contra la pared. La tensión que hay entre nosotros
crece por segundos y hace que me cueste hasta respirar. En todos estos
años, escasas eran las veces que habíamos discutido y habíamos acabado a
golpes, pero cuando había pasado lo habíamos solucionado en unas horas.
Pero esta vez todo era diferente, no éramos aquellos críos y Abby no era
cualquier tema.
—Hasta ahora no me he defendido, porque te aprecio. Pero te aseguro
que si vuelves a tocarme, te devolveré cada golpe que me has dado y
créeme, no es lo que quiero, aunque me lo estás poniendo muy jodido. Así
que te pido que me escuches, solo eso. Después de todos estos años es lo
mínimo que me merezco. —Le exijo apretando la mandíbula, siento como
Caleb deja de poner resistencia y se relaja un poco, lo suficiente para que lo
suelte.
Caleb sigue con la vista clavada en mí como si pudiese fusilarme, se sacude
los hombros y se pasa una mano por el pelo como un puto animal rabioso.
Niega para sí y en sus ojos veo el rechazo.
—¿Cómo has podido? Teníamos un trato y ella es una cría ¡joder!
—Surgió, y es imposible que me fuera indiferente —soy sincero y veo la
sorpresa aparecer en sus ojos.
—¿Te das cuenta de que has tirado por la borda no solo mi amistad y
también la de ella? Todo por tu egoísmo. —Niego cuando oigo sus palabras.
—Yo jamás tomé una decisión sin el consentimiento de ella y es que no
lo entiendes Caleb, la amo… yo la necesito. Necesito estar con ella.
—¿En serio? —pregunta incrédulo.
—Por si no te acuerdas de nuestra amistad, todo lo que hemos vivido
juntos ha sido gracias a ella. Ella me encontró en el lago aquel día y me
salvó. No lo comprendes… —Le aclaro derrotado con un suspiro frustrado.
—No me vengas ahora con esas chorradas de que te salvó. Es una cría si
nunca ha tenido ni un rollo, porque me he encargado de protegerla de
gilipollas como tú, que le puedan hacer daño. Le queda todo un mundo por
descubrir y tú dices que la necesitas…
—No me importa eso, yo quiero mi vida con ella —explico con
sinceridad.
—No —ataja con rotundidad—. Ella era como una hermana para ti.
Dime Zack, ¿en qué momento dejaste de verla así y se convirtió en tu
próximo polvo?
Su acusación me enfurece tanto que no dudo en empujarlo y sujetarlo del
cuello de la camisa con toda la rabia e impotencia que tengo contenida.
—Jamás vuelvas a decir algo así, ¡te queda claro! No me comprendes,
porque tú eres un gilipollas que piensa que enamorarse es de pánfilos. Así
que, si no sabes a lo que me refiero, no hables y menos así de ella. —Mis
ojos se clavan en mis nudillos blancos como el mármol y lo suelto de golpe.
Yo no soy así.
—Está bien, pues si dices que la amas déjala. Si ella no te busca, no
aparece mañana para ver cómo nos largamos a la puta universidad, la
dejarás en paz y si aparece… Pues os dejaré en paz. —Me pide extendiendo
su mano a modo de trato y no dudo en estrecharla con la mía.
Conozco muy bien a mi chica y sé que por muy mal que estén las cosas
entre nosotros, no faltaría para despedirse de nosotros. No se perdería algo
así, vendrá. Una parte de mi corazón está plenamente convencido de ello,
veo la satisfacción en la mirada de Caleb y me alejo de él pensando que no
conoce ni un ápice a su hermana. Lo vuelvo a mirar y jamás pensé que la
noche se complicaría tanto.
—Lo siento, perdóname —digo con total sinceridad.
—No sé si puedo, porque no comprendo cómo has podido engañarme,
traicionar a mi familia y jugar con ella. Te vas a la universidad en unas
horas y ella se quedará aquí esperándote, mientras que tú estarás haciendo
lo que mejor se te da, engatusar a las chicas con tu sonrisa de perdonavidas.
No comprendo por qué no hablaste conmigo antes de que empezara todo…
—Me comenta con una mirada cargada de reproche.
—Porque no quería parar lo que sentía por ella, lo tenía y lo tengo claro.
No me importa esperar un año o toda una vida para tenerla conmigo —
admito—. Mañana cuando ella aparezca para despedirse, tendrás que dar un
paso atrás y retirar esta actitud de capullo.
—Hemos hecho un trato, si aparece pues que os vaya bien, de lo
contrario serás tú el que la deje en paz.
No respondo porque sé que da igual lo que diga, Caleb seguirá sin querer
comprenderme. Aunque su hermana mañana no apareciese, yo jamás dejaré
de amarla. Siento un remolino de palabras que quieren salir, reproches,
justificaciones y declaraciones, pero sé que de nada servirá. El tampoco
pretende arreglar nada, al menos no está noche. Lo dejo atrás y me subo en
el coche, no quiero saber nada de la victoria de la carrera ni de todo lo que
ha sucedido. Ojalá pudiera borrar esta jodida noche de nuestras vidas.
Las palabras de Caleb vuelven nuevamente a mí y es que yo la había
elegido a ella mucho antes de que fuera consciente de ello. Pero, ¿ella me
había elegido a mí por amor, o por qué había sido el único chico que me
había atrevido a romper las normas? Odiaba pensar que era por eso y no
porque desde siempre habíamos estado predestinados. Durante toda mi vida
había sentido que entre ambos había una atracción invisible, silenciosa y
mutua. Que era más fuerte que cualquier hermano sobreprotector como
Caleb.

Jamás imaginé que todo podría acabar tan rápido, la noche anterior había
sido cálida y desde que me vi sin ella, siento que mi corazón ha emigrado al
Polo Norte. Apenas he dormido y el cansancio es notorio en mi rostro. Me
he puesto una sudadera con capucha para ocultar mi mala cara y los restos
de la noche de ayer. Antes de que todo se fuera a la mierda, habíamos
quedado a las diez en la puerta para poner rumbo a la Estatal y yo había
cumplido con mi palabra. En un primer instante miré hacia su casa y dudé
en si Caleb aparecería, pero lo hizo un poco más tarde junto a sus padres.
No nos dirigimos la palabra a menos que fuese necesario, tan solo hemos
intercambiado un par de palabras monosílabas y siento una tensión palpable
entre nosotros.
Brad, termina de meter una caja de Caleb en el maletero de mi coche,
mientras que Lisa nos da una bolsa con una decena de tuppers con comida
para sobrevivir la primera semana de Universidad. Miro a mi alrededor, a su
ventana y a la puerta de entrada de la casa, esperando y deseando con todas
mis ganas verla aparecer. Pero el tiempo va pasando y la decepción se va
apoderando de mí. Una parte de mí quiere, necesita y desea que ella
aparezca de un momento a otro, pero mi parte más racional presiente que
Abby no vendrá.
—¿Dónde está Abby? —pregunto a Lisa y sé que ella siente la
necesidad en mis palabras. Cuando me toca el brazo con cariño y me da un
leve apretón.
—Se quedó anoche a dormir en casa de Grace, pero me extraña de que
no esté aquí para despediros. No se lo perdería por nada del mundo. —
Termina diciendo demasiado lento y me quita la capucha que llevo puesta,
quedando ante sus ojos el moretón que tengo en la mejilla—. ¿Qué te ha
pasado? —pregunta preocupada y sé que ella siempre ha sabido lo nuestro
antes que nosotros mismos lo descubriéramos.
—No es nada Lisa —respondo apartando la vista avergonzado y
volviéndome a poner la capucha de la sudadera.
—¿Cómo que no es nada? ¿Te has pegado con alguien jovencito? ¿Qué
te tenemos enseñado? —Me pregunta preocupándose como lo haría mi
madre, intento sonreír pero la tristeza no me lo permite. Ella me coge de las
manos y mira mis nudillos perfectos, no me defendí.
—No me he peleado con nadie —miento con una sonrisa fingida—.
Simplemente ayer jugué al rugby sin protecciones —vuelvo a mentir. Lisa
guarda silencio y mira a Brad que se encoge de hombros confundido. Luego
mira a su hijo y le coge las manos viendo sus nudillos.
—No te hemos educado así. ¡Jamás os habéis pegado! ¿Qué pasa
chicos? —Le recrimina con desdén y vuelve a mirarme.
—Ni siquiera sé por qué me voy con él a la universidad —masculla
Caleb asesinándome con la mirada.
—Sois como hermanos —interviene Brad—. Y lo que sea que suceda
entre vosotros lo tenéis que solucionar como dos adultos. Pero no podéis
tirar una amistad única por una cosa que seguramente sea una tontería.
—¿Es por Abby? —pregunta Lisa sabiendo la respuesta.
—Sabes que no le gustan las despedidas —respondo eludiendo la
respuesta, con una sonrisa triste de derrota. Ella me abraza como lo haría mi
propia madre para darme consuelo. Después se separa de mí y me sonríe
con dulzura acariciándome la mejilla.
—Creo que tú jovencito, debes de reflexionar un poco y entender la
suerte que tienes de tener a Zack. —Le reprocha a la vez que lo abraza
también y le da un beso en la sien.
—Bueno venga, creo que si seguís así yo también os voy a abrazar. —Se
excusa abochornado Brad y me palmea la espalda—. Cuidaos y arreglar lo
que os suceda.
—Hasta luego. —Les digo. Me subo para arrancar el coche y espero a
que Caleb mueva su culo y se suba para largarnos de aquí de una vez.
Miro una última hacia el comienzo de nuestra calle, esperando y deseando
que aparezca de un momento a otro. Pero la realidad es que no ha venido,
Abby no está. Cuando Caleb se sienta a mi lado, sube el volumen de la
radio y me da a entender de que no piensa decir ni una sola palabra. En otra
circunstancia puede que no se lo hubiese permitido, pero estoy tan abatido
que se lo agradezco. Aguanto sin apartar la vista del retrovisor todo lo que
puedo, pero Abby ha decidido no venir. Emprendemos la marcha, dejó atrás
la calle en la que vivimos y conforme me voy alejando de ella, de mi
hogar… Siento que una parte de mi alma se queda ahí, en la piscina en la
que tantos baños me he dado con ella, en el lago que nos conocimos, en
aquel jardín que une nuestras ventanas, las cuales han sido testigos del amor
más puro e incondicional que he experimentado en mi vida.
Esta mañana en cuanto el sol comenzó a entrar por mi ventana me
levanté y me quedé un buen rato apoyado en el alféizar. Le envié un
mensaje y le supliqué que viniese. La necesitaba. Mi mente sabía que hoy
comenzaba una nueva etapa de mi vida, un punto de inflexión que lo
cambiaba todo y jamás me imaginé que tomaría este nuevo rumbo sin ella
presente. Era inevitable rememorar todo lo vivido con Abby, porque mi
infancia había sido muy bonita gracias a su familia y a ella. Abbigail Smith
se convirtió en una constante en mi vida y ahora no sé cómo me las voy a
apañar sin ella. Solo quiero pensar que lo nuestro no había sido un adiós,
sino un hasta luego.
Porque era imposible olvidar tanto vivido, como las cientos de veces que
habíamos hablado a través de nuestras ventanas, con un par de vasos de
plástico y un hilo que los conectaba. Y es que ahora lo comprendo, cuando
siento un escalofrío que me recorre el alma. Nosotros siempre habíamos
estado conectados no solo por esos vasos, sino por nuestras almas. Porque
ella sin saberlo me había tocado el alma antes que la piel y dime tú a mí,
¿cómo se supera eso?
No falté a la despedida. Estaba allí, viéndolo tras el cristal del desván. Veía
como me buscaba con necesidad y quería gritar lo suficientemente alto para
que supiese que estaba allí, que a pesar de todo jamás me hubiese perdido
despedirme de él. Pero Caleb seguía siendo un puñetero crío, capullo y
egoísta como él solo. Lo había demostrado una vez más, cuando está
mañana me escuchó llegar y aprovechó que mis padres estaban en el garaje,
lo suficientemente lejos como para oírme que estaba en casa. Me cargó
sobre el hombro y me encerró en el desván y para colmo me arrebató el
móvil. Nadie sabía que estaba aquí, excepto él. Dime a mí, ¿cómo se
perdona eso?
Me dolían las manos y estaba exhausta de golpear la puerta del desván, pero
estaba atrancada con algo. Está mañana leí el mensaje de Zack, en el que
me suplicaba que si le seguía importando, aunque fuese un poco, no faltase
a despedirme de él. Siento que le he fallado. No logro borrar su mirada de
decepción cuando se subió al coche. Cierro los ojos y respiro. Ojalá todo
esto solo fuese una amarga pesadilla. Pego mi oreja al suelo y oigo las
voces de mis padres.
—¡Estoy aquí! ¡Mamá! ¡Papá! —grito a la vez que golpeo de nuevo el
suelo.
Pero nada, las voces se alejan y supongo que están en la planta de abajo. No
me toca otra que esperar y que el lumbreras de mi hermano se digne a
decirles que estoy secuestrada en el desván. Me hago un ovillo, cierro los
ojos y me concentro solo en respirar con la esperanza de que el dolor que
siento en el pecho vaya remitiendo paulatinamente. Los minutos pasan y la
luz que entra por la diminuta ventana, de cristal fijo del desván, se va
alargando un poco más. Una duermevela me va envolviendo y me mantiene
semi inconsciente, hasta que un ruido al otro lado llama mi atención y la
voz de Grace hace que todos mis sentidos se vuelvan a activar.
—¿Abby? ¿Estás aquí? —La puerta se abre y veo como asoma su
cabeza.
—Grace, menos mal —respondo levantándome y caminando hasta ella.
—Yo lo mato. —Es todo lo que me dice antes de ofrecerme su mano. Se
la cojo sin dudar y antes de comenzar a bajar ella me estudia con
advertencia— ¿Estás bien?
—No —respondo abatida—. Mis padres…
—Tu hermano me dejó un mensaje y bueno, he venido en cuanto lo he
visto y tus padres me han abierto…
—Está bien hablaré con ellos. —No digo nada más porque siento que
me tiembla la barbilla al sentir una mezcla entre enfado, tristeza y
decepción.
Bajo junto con mi amiga las escaleras del desván y me encuentro con mis
padres que me miran preocupados. Mi padre me pregunta algo, pero estoy
tan desbordada de emociones que no soy capaz de responderle. Entonces mi
madre me envuelve con sus brazos cálidos, reconfortantes y suaves como si
de un gran almohadón se tratase y me limito a hundir mi rostro en su cuello
y dejo que las lágrimas de tristeza salgan a su libre albedrío.
Los días van pasando y siento que me voy muriendo poco a poco por
dentro. Estoy haciendo el esfuerzo de mi vida en no responder a sus
llamadas, en no leer ni un solo mensaje y en no volver a mi hogar, a ella.
Hice un trato con Caleb y esta vez no pienso romperlo. Aunque siendo
sinceros no sé cómo manejar todo esto porque me parece una auténtica
tortura. Pero no tengo ningún derecho a ser egoísta, no con ella. No puedo
ser el culpable de separarla de su hermano, de que el amor y la armonía que
en su familia siempre se ha respirado desaparezca por mi culpa. No tengo
ningún derecho de arrebatarle eso y sé que si leo un mensaje u oigo su voz
no podré respetar la promesa que le he hecho a su hermano.
Han pasado tres semanas, las clases han comenzado y la vida sigue, al
menos así era para todo el que está a mi alrededor. Yo siento que sigo
atrapado en su sonrisa, en los recuerdos y es eso lo que me mantiene a flote.
Solo me queda aceptar que así son ahora las cosas y así son como deben de
ser.
Mi relación con Caleb sigue deteriorándose cada día más. Desde
entonces no nos hablamos a menos que sea indispensable. Afortunadamente
estudiamos en edificios diferentes y solo nos vemos en los entrenamientos
de rugby y rara vez nos cruzamos en el piso. Mentiría si os dijese que me da
igual, pero perderlo a él también me duele. Al fin y al cabo, los Smith han
sido las únicas personas que me han hecho sentir que le importaba a
alguien. Es por eso, por lo que he pensado que lo mejor es dejar que el
tiempo pase y tal vez, algún día las cosas vuelvan a ser algo parecidas a
como lo eran antes. No he vuelto a New Bern, no estoy preparado para
verla. Caleb en cambio se marcha cada fin de semana y yo me quedó en el
campus.
Ahora es tiempo de aprender a vivir sin ella, porque durante todos estos
años me he acostumbrado a Abby y en estos últimos meses todo se ha
intensificado. Solo quedan todas sus sonrisas, caricias, besos y miradas que
durante años he ido coleccionando en pequeños frascos de cristal que ahora
guardo en mi corazón como mi tesoro más preciado. Lo que más me cuesta
es comprender que se acabó y que me queda por delante un curso muy
largo…
Era mi último año de instituto, se suponía que debía de ser increíble, así era
como siempre lo había soñado junto con Grace. Había que pasarlo bien y
juro que lo intentaba, pero no podía cuando sentía que en mi interior seguía
lloviendo. Lo que antes me importaba ahora ya no. Hace una semana
aprobé el carnet de conducir y en vez de saltar de alegría, lloré porque él era
quien me había enseñado a conducir. ¿Cómo podía ignorar todo lo vivido
con él? ¿Cómo podía hacerlo él? Era como si yo hubiese dejado de existir
para él. No sabía nada de Zack desde aquel día y para obtener todas las
respuestas a mis preguntas, necesitaba verlo. Porque solo así sabría que solo
era una mala racha, que nuestro amor era más fuerte que todo esto que
estaba sucediendo. Caleb lo terminaría comprendiendo tarde o temprano,
solo era cuestión de tiempo y reconocería que actuó como el imbécil más
grande del mundo mundial.
Miro el vaso de plástico que descansa con un trozo de cuerda en el
alféizar de mi ventana, y sonrío con nostalgia al pensar en todas las noches
que nos habíamos pasado hablando a través de ellos. Le escribo un mensaje
a Grace antes de volver a tumbarme sobre la cama. Le he pedido que hable
con Zack, que al menos lo intente. Oigo cerrarse de golpe la puerta
principal y unos pasos indican que alguien está subiendo las escaleras. No
me cabe duda de que es mi hermano, seguramente ya ha acabado su jornada
en la residencia de mayores. Después de todo lo que pasó el día de la
despedida me sinceré con mis padres. No había nada más que ocultar se
acabaron los secretos. Mis padres no me reprocharon nada, pero mi
hermano no tuvo tanta suerte. Han castigado a Caleb durante todo el curso a
trabajar cada fin de semana en la residencia sin obtener ninguna retribución
a cambio, es por eso por lo que regresa cada viernes y yo intento evitarlo, si
lo veo intento no hablar con él a menos que sea necesario. Dos golpes en mi
puerta me avisan de que una vez más lo vuelve a intentar y entierro mi
rostro en la almohada cuando veo que la puerta se abre.
—¡Vete! —advierto.
No dice nada, pero oigo los pasos en la habitación y mi cama cede cuando
él se sienta en el borde.
—Abby en serio que lo siento, pero no puedes odiarme eternamente.
Puede que la cagase, pero te aseguro que es por tu bien. Cuando pase un
tiempo me lo agradecerás…
Aguarda a que le responda, pero sigo en silencio y aprieto mis párpados
para no llorar. Un silencio que a él lo desespera y a mí me sirve, para no
romper a llorar de nuevo y gritarle que todo esto es su culpa. Entonces
sigue.
—Él está en la universidad, no es ningún santo y es uno de los mejores
jugadores del equipo de rugby, le llueven las pretendientas y no puedo
permitir que te haga daño. —Pero esta vez no aguanto más.
—¿No te enteras Caleb? Lo nuestro es real y va más allá de todas esas
cosas superfluas que dices… —Me dirijo a él por primera vez en todo este
tiempo y no puede ocultar la sorpresa en su rostro cuando lo miro desolada.
—Abby lo siento, ¿vale? Pero créeme, solo quiero lo mejor para ti —
dice temblándole la voz y lanzándome una mirada llena de arrepentimiento
y lástima.
—Pues si quieres lo mejor para mí, arréglalo. Haz que al menos me
responda y me diga algo, porque este silencio es atronador y no lo soporto
más.
Mi frágil barrera de autocontrol se hace añicos y rompo a llorar en una
mezcla de tristeza y rabia porque sé que no nos merecemos esto. Porque es
increíble que no quiera comprender que lo que había entre Zack y yo, iba
más allá de este verano. Me duele que piense que soy una ilusa y que me
estoy equivocando. Caleb intenta acercarse a mí para darme consuelo, pero
niego, me aparto todo lo que puedo de él y el llanto se acentúa.
—Lo siento Abby, de verás que lo siento. Intentaré…
—¿En serio? ¡Esto es increíble! ¿No tienes suficiente qué vienes aquí
con recochineo? —La voz de Grace hace que mi hermano se levante sin
dudar de mi lado y se gire para verla a ella.
—Grace, yo… Solo necesito que… —Comienza a decirle en un tono
teñido de tristeza y arrepentimiento.
—Shh… No digas ni una sola palabra más Caleb, bastante has hecho ya.
¡Déjala en paz de una vez! Porque si no lo haces, te juro que soy capaz de
cortarte las pelotas y dárselas de comer al gato de mi abuela. —Lo encara
clavando su dedo índice en el pecho de mi hermano y no puedo evitar
sonreír agradecida de tenerla como amiga.
—Está bien. —Le responde levantando las manos en señal de rendición.
Grace no dice nada más, se aparta y da un paso al lado para dejarle libre el
camino hacia la salida. Mi hermano echa un último vistazo a mi amiga y
niega para sí. Tal como Caleb se marcha Grace cierra la puerta, apoya la
espalda en ella y suspira soltando toda la tensión que tiene. Es increíble
como se hace la dura delante de él y aunque se niega a reconocerlo está
coladita por él. Grace abre los ojos y me mira con compasión, junto con una
sonrisa llena de dulzura.
—Eh vamos, ¿desde cuándo no te duchas? Pareces una vagabunda… —
comenta tumbándose junto a mí y envolviéndome en sus brazos—. Apestas
a tanto dulce que empalagas. —Su comentario me hace reír y ella se aparta
un poco de mí para mirarme sorprendida—. ¿Eso que acabo de oír ha sido
una carcajada?
—Aja —afirmo y le intento mostrar mi mejor sonrisa.
—Estamos progresando y se me ha ocurrido una cosa —dice sentándose
en forma de flor de loto—. Sinceramente ya lo tenía pensado, pero no
puedes seguir malgastando días de vida de esta forma, así que me vas a
escuchar…
—¿Tengo otra elección? —pregunto, recostándome sobre el cabecero de
mi cama.
—Déjame que piense… No. Así que quiero que razones, porque no
pienso hablar con el capullo de Zack. Sinceramente no sé qué diantres le
pasa para que no te responda. Pero la realidad Abby es que le has mandado
un centenar de mensajes y lo has llamado el doble de veces, ¿o me
equivoco?
—¿Qué pretendes Grace?
—¿Me equivoco? —insiste.
—No, no te equivocas —respondo en tono monocorde.
—Gracias por responder, pues creo que es hora de que dejes de
lamentarte y comiences a intentar ser tú misma, ha pasado casi un mes y
créeme, más hace el que quiere que el que puede. —Sus palabras están
cargadas de verdad y la verdad duele, escuece y me rasga un poco más el
alma.
—¿Pretendes hundirme del todo? —Me quejo herida.
—Digamos que pretendo abrirte los ojos, quitarte los puntos de sutura de
un tirón y que grites unos segundos. Prefiero todo eso, antes de ver como
desperdicias un solo día más de tu vida por un tío que al parecer pasa de ti
—responde con total naturalidad.
—¿Y qué insinúas?
—Pues que sigas con tu vida, que vuelvas a ser tu. Necesito que dejes de
llorar por él y que salgas de está cama y nos vayamos a tomar algo. Porque
necesito a mi amiga, ¿lo comprendes? —insiste.
—Lo siento Grace, soy una amiga horrible —respondo abrazándola.
Tiene razón—. ¿Dónde quieres ir? —pregunto a la vez que veo como se le
dibuja una enorme sonrisa.
—Ya lo verás…
Una vez más, me siento sobre el taburete frente al cuadro que descansa en
el caballete que preside mi habitación, de fondo el sonido de un partido de
rugby llena cada silencio de mi dormitorio. Me estremezco al fijarme en las
diminutas pecas salpicadas color bronce de sus mejillas. Cada línea que he
trazado de forma delicada para plasmar esa luz que siempre hay en sus ojos
me desubica y a la vez me deja sin aliento. Una mirada que parece que de
alguna forma irracional me está retando. Dos días, cuarenta y ocho horas
sin sonar mi teléfono, sin una llamada pérdida ni un mensaje sin abrir. Abby
había desistido y sabía que eso solo significaba una cosa… Alzo la mano y
me tiembla el pincel que tengo sujeto, cuando el miedo de haberla perdido
para siempre hace que se me encoja el estómago solo de pensarlo. Dos
golpes tímidos en mi puerta y luego silencio. Trago saliva y me aclaro la
garganta al saber que es él. No respondo, pero lo conozco y si Caleb quiere
algo, no para hasta conseguirlo.
—¡Eh tío! ¿Puedo pasar? —Su voz suena amortiguada al otro lado y
suspiro mirando el retrato de Abby. Por suerte el lienzo está de espalda a la
puerta y aunque entre, no va a ver lo que estoy pintando.
—¿Qué quieres? —gruño en una mezcla entre molesto e irritado.
—Esto… Hola. —Me saluda a la vez que abre y se apoya en el marco de
la puerta solo con un pantalón de chándal puesto, seguramente se acaba de
duchar. Caleb me mira y suspira abatido.
—¿Qué pasa? —pregunto con un gesto alzando la barbilla y
mostrándole la poca paciencia que tengo para soportarlo.
—Mi hermana me odia, mis padres siguen bastante serios por lo que le
hice y Grace cuando me vio está mañana me miró con tanta repulsión que
creo que está planeando mi muerte —comenta y al ver que no voy a decirle
nada él sigue—. Tú también lo haces, ¿verdad?
—¿Qué has hecho para que te odie Abby? —pregunto con el ceño
fruncido.
Él aparta la vista avergonzado y niega para sí. Es la primera vez que me
habla de ella en todo este tiempo y no puedo perder la ocasión de saber de
mi dulce chica. Caleb abre la boca y luego la cierra, como si fuera un pez
fuera del agua. Hasta que finalmente habla.
—Jugué sucio —responde y sus palabras me hacen mostrar interés.
—¿A qué te refieres? —pregunto poniéndome tenso al oírlo.
—Pues que soy un capullo egoísta…
—Eso ya lo sé, quieres ir al grano —exijo exasperado.
—Después de esto, tú también me vas a odiar —afirma y saltan en mi
mente todas las alarmas.
—Prueba suerte —respondo intentando aparentar una serenidad que no
siento.
—Encerré a Abby en el desván para que no llegase nunca a despedirte.
—Suelta de golpe como un detonador.
—¿Qué?
—Que encerré….
—Ya me he enterado —grito y me levanto ciego de rabia—. ¿Cómo has
podido ser tan rastrero? —Le pregunto con desprecio.
—Lo siento tío...
—¿Qué lo sientes? —pregunto con ironía—. Tú no sientes una mierda
—reprocho acercándome a él.
—Consideré que era lo más conveniente, porque si llegaba a
despedirte… ¿Para qué? La lastimarías días más tarde, le has llenado la
cabeza con cientos de promesas que sé no ibas a cumplir. Te crees que no
me he dado cuenta de la chica del pelo lila que se sienta cada día a comer
contigo en el comedor, o de la pelirroja de rizos del equipo de animadoras
que te ha esperado cada día al finalizar el entrenamiento… —dice
intentando justificarse.
Está vez acorto el espacio que nos separa y lo empujo sacándolo de mi
habitación. Me lanzó sobre él y lo acorralo contra la pared. Caleb no se
mueve un ápice y me mira expectante esperando el primer golpe. Un golpe
que no llega, yo no soy así. Bajo mi puño y me aparto de él.
—Eres un puto egoísta —grito cargado de ira, a la vez que me doy la
vuelta hacia mi dormitorio.
Cojo las llaves del coche y cierro de un portazo. Bajo las escaleras a trote y
corro hasta mi coche, golpeo el volante con furia, grito de impotencia hasta
que creo que se me ha desgarrado las cuerdas vocales y giro la llave del
contacto para alejarme de allí.
Entonces sumo dos más dos, ¿cómo había podido ser tan imbécil?
¿Cómo había podido hacer un trato con el capullo de Caleb? Después de
todo lo que pasó la última noche del verano… ¿Cómo he podido estar tan
ciego? ¿Cómo? La llamo y pongo el altavoz, la llamada cesa y vuelvo a
intentarlo. Así una y otra vez, mientras voy conduciendo en dirección a
New Bern. No sé exactamente cuántas veces la llamo, porque la verdad que
he perdido la cuenta. Pero de repente el móvil deja de dar tono y veo que ha
descolgado.
—¿Abby? ¡Abby, gracias a Dios! —exclamo aliviado pasándome una
mano por el pelo.
Pero no dice nada, guarda silencio y un sollozo apagado se filtra con un
golpe de realidad de lo jodido que está todo.
—Abby, por favor acabo de hablar con Caleb y me acabo de enterar de
todo. No tenía ni idea, le hice una promesa, un trato y no sabía que jugó
sucio. Te quiero —confieso y por su parte solo hay un silencio que solo
dura unos segundos, pero que para mí es casi media vida.
—Y yo Zack, pero me quiero más a mí —responde con voz quebrada.
—Peque, lo siento. Juro que no sabía que Caleb… —Pero me
interrumpe.
—Pues te lo intenté decir, en los cientos de mensajes que te escribí y en
cada llamada de la que no obtuve respuesta. Créeme que lo intenté con
todas mis fuerzas casi un mes intentando cada día explicártelo y ahora sé
que todo pasa por algo, que se acabó y punto —confiesa con voz firme y
distante.
—Abby espera… —Le pido desesperado.
—No, no, no… No puedo esperar a una persona que ha aceptado una
explicación de mi hermano, antes que mía. —Un sollozo se le escapa y
rompe a llorar sin consuelo.
—Cariño lo siento, de verdad que jamás he querido hacerte daño. Si no
respondí a esas llamadas fue porque había hecho un trato con él. Le prometí
que te dejaría en paz y pensé… —Pero me detengo y trago saliva al sentir
un nudo que me oprime.
—¿Qué pensaste? ¿Qué había renunciado a ti? ¿A nosotros? Después de
todo, veo que no me conoces… Así que no hagas esto Zack, no me hagas
más daño porque no podría soportarlo —confiesa y una lágrima traicionera
se escapa por mi mejilla. La he perdido.
—¿Qué insinúas? ¿Qué se acabó? —Le pregunto herido.
—No insinúo nada, eso lo decidiste tú cuando te marchaste sin ni
siquiera buscar una respuesta a lo que pasó aquella mañana —solloza. Miro
al frente de la carretera, aprieto la mandíbula y agarró con fuerza el volante.
—Si esto es una despedida, solo quiero saber… ¿Qué ha sido para ti,
todo lo que ha pasado este verano? —pregunto desesperado.
—Zack, no lo comprendes… Hemos sido todo lo que siempre había
soñado, hemos sido la felicidad en estado puro, atardeceres en el templete o
el sosiego que se respira en la orilla del lago. Hemos sido canciones,
sonrisas llenas de complicidad, noches estrelladas y cientos de te quieros
que solo eran promesas incumplidas. Hemos sido todo en secreto. —Guarda
silencio y oigo como contiene un nuevo sollozo.
—Hemos sido muchas cosas —afirmo emocionado—. Por eso no
podemos ignorarlas.
—No lo hago, solo estoy aprendiendo a vivir con ellas. Porque sé que
volver contigo ahora es hacerme daño y no quiero. No quiero volver y pasar
de nuevo por este dolor insoportable. —Se sincera desesperada con voz
rota.
—Jamás te haría daño.
—Ya lo has hecho Zack Williams y solo te pido que si de verdad me
quieres como dices… —Pero esta vez soy yo el que la interrumpe. Lleva
razón. Me hecho a un lado de la carretera y tomo aire para llenarme de
valor a lo que voy a decir. Cierro los ojos al sentir el dolor punzante en mi
pecho.
—Está bien Abb, es lo mínimo que puedo hacer. Te lo debo, solo quiero
que seas feliz y recuerda… Jamás voy a dejar de quererte.
No espero a que responda, cuelgo y me bajo del coche, necesitando aire.
Me asfixio y pongo mis manos sobre mis rodillas exhausto. El corazón me
late frenético y cierro los ojos al sentir un leve mareo y comprender que
hubo una vez, pero que ya no. Todo se ha esfumado y ya solo forma parte
del pasado. La he perdido para siempre y los recuerdos, son lo único que
me quedan de ella.
El invierno ha llegado, con un frío que hiela y te hace temblar hasta el alma.
Tenía esperanza de que sirviera como un bálsamo que adormeciera el dolor
punzante que siento en el pecho. Porque el dolor sigue como una constante
en mi día a día, he pasado noches llorando hasta quedarme dormida y he
aprendido a vivir con una tristeza que me ahoga. Saber que se acabó, que
toda una vida junto a él se termina como un capricho del destino, es difícil
de asimilar. Pero a pesar del dolor visceral que siento, no me arrepiento de
todo lo vivido con Zack Williams. Si pudiera volver al pasado, al punto
exacto en que decidí fingir estar borracha para dormir con él y besarle, lo
volvería a hacer con los ojos cerrados. Pero tampoco puedo negar que poner
punto y final ha servido para hacer añicos cada trozo de mi roto corazón. Se
acabó, solo quedan los recuerdos y creo que es por eso por lo que es tan
doloroso. Porque Zack era mucho más que un novio, más que mi primer
amor. Porque antes de todo era mi amigo, mi alma gemela. Había perdido al
chico que conectó nuestras ventanas y nuestras vidas, con un hilo y dos
vasos. El chico que me hacía visitas sorpresa a mi habitación, que me había
acurrucado cientos de veces a su lado hasta quedarme dormida. Lo había
perdido, ya no volvería a oír sus gritos desde el salón, cuando los Red Bear
ganaran un partido o su risa ronca cuando Caleb bromeaba con él. Todo se
había terminado.
Lo único que me ayudaba a disminuir la culpabilidad era tener la mente
ocupada. No me podía permitir pensar demasiado en todo lo que pudo haber
sido. Porque desde que conocí la jugada sucia que me había hecho Caleb,
comprendí todo y sentí que mi alma sentía un poco de alivio entre tanto
dolor. Ella había estado allí, pero ahora ya era tarde. Entonces sentí de
nuevo un dolor punzante, del que estaba plenamente convencido que jamás
desaparecería del todo, pero con el que tendría que aprender a vivir.
—¡Vamos nenitas a sus puestos!
La orden del entrenador junto con el ruido del silbato me saca de mis
pensamientos. Me pongo en mi lugar y me agacho la protección del casco,
miro a mi contrincante y fijo mis ojos en el chico que me intenta
amedrentar con una mirada feroz. No puedo evitar disimular una sonrisa al
pensar lo ingenuo que es, si piensa que me voy a dejar coger. El silbato
vuelve a sonar y el juego comienza, soy el ala izquierda lo que quiere decir
que soy el más rápido de mi equipo, llego a mi lugar y espero la jugada de
ataque que tenemos estudiada. Salto cargando con mi hombro contra mi
adversario, y recibo la guinda, que me la lanza el otro ala derecha. Sigo
corriendo canalizando la rabia que siento al oír la voz de Caleb gritándome
que se la pase. Pero hago caso omiso, improviso una jugada que sé que no
va a salir bien y no tarda mucho en sumarse los gritos del entrenador.
—¡Zack, ahora! —insiste Caleb.
—¡Demonios Williams, la quieres pasar! —Oigo que despotrica el señor
Hoffman.
Pero el problema es que cuando veo que me tienen acorralado, no tengo
otra opción que tensar mi cuerpo, cerrar los ojos y esperar a sentir el golpe
con sabor metálico. Una sacudida de dolor azota todos los músculos de mi
espalda al caer contra el suelo. Siento un leve aturdimiento, el choque me
deja sin oxígeno y allí tumbado en el césped, mirando el cielo turquesa me
pregunto cuándo volveré a respirar de verdad.
.

Volver a New Bern, era despertar sentimientos que estaban aletargados por
el paso del tiempo, pero que no dejaban de estar presentes y llegar aquí era
tenerlos más vivos que nunca. No me había permitido el lujo, ni el capricho,
de volver a casa en todo el curso. La razón era ella. Había sido un año de
mierda, posiblemente el peor de mi vida. Mi amistad con Caleb, había
experimentado una amplia diversidad de tonalidades y ahora mismo,
digamos que está en fase experimental. Porque desde la última vez que sus
padres vinieron al campus y literalmente me obligaron a comer con ellos, la
tensión que había entre ambos ha ido aminorando. Tal vez, tuvo mucho o
todo que ver, que sus padres lo tenían planeado. Ya que con ellos trajeron
un par de álbumes de fotos repletas de momentos de nuestra infancia,
cientos de fotos en las que aparecemos los dos o a veces los tres. Revivir
tantas cosas, nos hizo comprender que hay amistades que si tuvieran que ser
una palabra sería RESILIENCIA. Nos llevamos algo mejor, aunque no es
como antes, porque es como si entre nosotros hubiera crecido un muro
invisible que de alguna forma nos separa. Pero aun así hemos superado el
primer curso viviendo juntos.
La razón por la que regreso es porque a falta de una semana para acabar
el verano cierran el campus y nos obligan a desalojar el piso por completo.
Así pues, vuelvo a casa después de casi un año. Dejamos atrás el cartel que
da la bienvenida a nuestro pueblo y siento que contengo la respiración solo
de pensar en volver a verla. Me detengo en un semáforo y me fijo en un
grupo de chicas que pasean y ríen por la acera.
—No está aquí. —Me saca de mis pensamientos Caleb y aunque no la
nombra, sé que se refiere a ella.
—¿Y eso? —pregunto fingiendo una tranquilidad que no siento.
—Sabía que tú vendrías y bueno… —Hace una pausa y mira por la
ventanilla—. Se ha ido con Grace a casa de su abuela esta semana. —Su
confesión me hace sentir incómodo.
—Supongo que es lo mejor para todos —digo ahogándome con mis
propias palabras.
Caleb no dice nada más y el semáforo cambia de color, me centro en
conducir y en intentar mantener la calma. No os voy a mentir de que me
moría de ganas de volverla a ver, tenía esperanza en que tal vez… Bah, da
igual. Soy un idiota de campeonato por haberme hecho ilusiones. Aún
recuerdo con total nitidez mi última conversación con ella y si de algo me
arrepiento, fue de haber respetado su opinión y no llegar a New Bern aquel
día para besarla. Tal vez, todo hubiese sido diferente, tal vez…
Cuando aparco en la puerta de mi casa me tomo unos segundos para
reponerme, joder. Claro que sabía que todo lo que tenía adormecido se
despertaría, pero no de esta manera descomunal. Me centro en mi
respiración y clavo la vista en mi casa. En la gran cantidad de sobres y
folletos que sobresalen del buzón, es el claro reflejo de que mi padre
también hace mucho tiempo que no viene por aquí. La verdad que él no
tiene ningún motivo para volver.
—¿Por qué no vienes a comer algo y luego bajas tus cosas? —pregunta
Caleb sacándome de mis pensamientos.
—No creo que sea buena idea. —Le soy sincero.
—Vamos tío, pensé que lo habíamos superado. —Hace una pausa, niega
para sí y sonríe de medio lado—. No hay nadie en mi casa, mis padres están
trabajando y mi hermana…
—Ya, no hace falta que lo repitas —aclaro con tono irritado. Él parece
captar la indirecta y levanta las manos en son de paz. Me arrepiento al
instante de hablarle así e intento enmendarlo—. Creo que es buena idea
comer algo.

Cuando entramos en la casa, camino tras Caleb y tomo aire saboreando el


gustazo de volver a casa. Hogar dulce hogar. Lo había echado tanto de
menos que no veía el día en que volvería y aunque me había imaginado
cientos de situaciones, ninguna se asemejaba al silencio sepulcral que habita
en la casa de los Smith. Ayudo a Caleb, a dejar sus cosas en los primeros
peldaños de la escalera y nos dirigimos hasta la cocina, donde el olor a
carne asada me hace la boca agua.
—Tú pones los platos y yo saco la comida —sugiere Caleb.
—Sí. —Es todo lo que logro decir a la vez que me dirijo al mueble
dónde están los platos, pero me siento extraño, como un intruso en su casa.
—Como en los viejos tiempos eh… —comenta despreocupado.
—Ni que lo digas…
Pongo los manteles individuales sobre la mesa y encima los platos, sonrío al
recordar la de broncas que nos había echado Lisa por no usar el mantel.
Pero mi sonrisa se congela y se convierte en una mueca de dolor al ver los
papeles que hay pisados con el frutero que está en el centro de la mesa. Lo
aparto y los cojo con determinación. No había que ser muy lumbreras para
saber que Abby había acabado el instituto y había estado mirando otras
universidades que no eran la Estatal. En mis manos tenía dos matrículas,
una de la universidad de Virginia y otra de Alabama. Abby no solo pensaba
cambiar de universidad, sino que también pretendía cambiar de Estado. Sé
que Caleb me habla algo, pero aún estoy estupefacto, miro a mi amigo y
solo sé que necesito respuestas.
—¿Abby se va a otro Estado? —pregunto con inquietud.
—Puede… —comenta rascándose la nuca—. No lo tiene claro, pero está
barajando esa posibilidad. Por eso se ha ido con Grace para pensar con
claridad.
—¿El qué no tiene claro? ¿No sabe qué estudiar o no quiere ni verme?
—pregunto herido.
—No es eso, ella no lo ha pasado bien, sabes… Y bueno, no te quise
contar nada porque todavía no hay nada seguro.
—Claro, lo entiendo. —Le soy sincero—. Solo que siempre pensé que
iría a la Estatal, con Grace… Con nosotros.
Voy en el sillón de atrás junto con Grace, mientras que mi hermano conduce
y mi madre va de copiloto. Vamos entrando por el campus y los nervios
crecen por segundo que pasa, solo espero no arrepentirme de la decisión
que he tomado. Estar aquí, era lo que siempre había soñado. Por más que
había pensado irme lejos a estudiar, no podía ir en contra de mis principios.
Mis padres se reventaban a trabajar para darnos una educación digna y
marcharme a otra universidad que no fuera la Estatal, era un gasto no
contemplado en la economía de nuestra casa. Además, de que no quería
vivir esta etapa sin Grace, no sería lo mismo sin ella.
Me recuerdo una vez más a mí misma que esto es un campus enorme,
con más de treinta y cinco mil estudiantes, él no sabe que estoy aquí y le he
pedido a mi hermano que así siga siendo. La posibilidad de coincidir con
Zack, es ínfima, puesto que él estudia arte y yo voy a estudiar literatura.
Nuestras facultades están en lugares opuestos y el piso dónde me voy a
quedar con Grace, también. Había sido un año largo y triste. A pesar de que
había vivido cientos de anécdotas con Grace, una parte de mí no volvería
nunca a ser la misma porque sentía el vacío de su ausencia. Aunque deje de
doler, no significa olvidar.
Bajamos del coche y andamos hasta el edificio que es a imagen y
semejanza del que vive mi hermano. Estar aquí con una mochila a la
espalda y una caja en la mano me hace sentir un deja vù. No soy consciente
de que me he quedado quieta en la puerta del piso hasta que mi madre se
gira y me quita la caja que llevo.
—Vamos Abbigail, tengo que entrar a trabajar y tengo el tiempo justo
para volver. —Me recuerda.
—Sí mamá, nos hubiésemos apañado con Caleb —comento y ella suelta
una carcajada.
—Claro, si os hubiese ayudado también Zack…
—Por favor, no sigas con eso —pido.
—Es que, a pesar de todo Abby, creo que no todo es blanco o negro
como tú lo ves. —Me dice una vez más.
—Lo sé y Zack es amigo de Caleb, no mío. —Intento sonar indiferente.
—Claro y tu ex, o tu primer amor… Como quieras llamarlo —añade
encogiéndose de hombros.
—Está bien, pero te estás equivocando. Creo que lo vuestro era algo
épico, esa complicidad desde pequeños…
—Mamá, no te montes más películas. —Me quejo, y paso por su lado.
—Como quieras, pero que sepas que no se encuentra a alguien así dos
veces en la vida. —Sus palabras hacen mella en mi frágil coraza y sé que
lleva razón, porque yo misma lo siento así, pero no quiero aceptarlo.
—Mira mamá, me lo has prometido…
—Sí —afirma soltando la caja en el suelo del salón y levantando la
mano en un gesto solemne—. Seré una tumba, no sabrá que estás aquí
«señorita quiero ser un misterio».
—Mi hermana se pasará el curso en la biblioteca o en la cafetería de los
frikis, no son zonas que suele transitar Zack —comenta Caleb, subiendo la
última caja a la vez que me mira con una sonrisa forzada.
—Bien nos vamos, voy a dejar a tu hermano en su piso que voy justa de
tiempo. —Rompe la tensión mi madre envolviéndome en un abrazo
reconfortante, a la vez que mira el reloj.
—Voy a dejar esto dentro… —comenta distraído Caleb, sin darse cuenta
de que Grace sale casi al trote se chocan.
—Lo siento no te he visto, déjala aquí ya terminamos nosotras —
responde mi amiga con cierta timidez, que no me pasa desapercibida.
—Prometedme que seréis unas jovencitas responsables. —Nos pide mi
madre a la vez que nos lanza un beso y camina escalera abajo con mi
hermano.
—Lo seremos mamá.
—Seremos todo un ejemplo Lily —grita risueña Grace para que la oiga.
Nos despedimos de ambos y nos quedamos en el rellano hasta que vemos
que bajan a la siguiente planta. Cuando se marchan cojo la caja que había
dejado mi hermano en el suelo y entro en el piso cerrando la puerta con el
pie. No se me pasa desapercibido la sonrisa de Grace mirando por la
ventana y no puedo evitar sacar la conversación una vez más.
—Te gusta mi hermano.
—En serio, ¿otra vez? ¡Estás loca! —exclama, pero me doy cuenta
como evita mirarme.
—Ups, lo siento Caleb no te he visto. —Finjo imitarla de cuando ha
tropezado con él—. ¿Qué tiene de malo contármelo?
—Di lo que quieras —responde caminando hasta su dormitorio.
—¿Por qué no lo reconoces? —pregunto, elevando un poco la voz y mi
amiga se gira para mirarme.
—Lo haré, el día que tú reconozcas que sigues enamorada de Zack —
añade elevando las cejas. Vaya esa a dolido. Guardo silencio y como sabe
que no voy a decir nada más, me lanza un beso y continúa su camino.
Me quedo contemplando la diminuta estancia y suspiro entrando en mi
habitación con mi maleta, no me pasa inadvertido que todo es exactamente
igual a aquel piso en el que estuve hace casi un año y siento la tristeza
querer ganar el pulso. Entonces me fijo en el espejo alargado, que mi
hermano ha colocado junto al ropero y me observo casi sin reconocerme.
Cierro los ojos, cojo aire y me digo una vez más «Todo va a ir bien, yo
estoy bien, cada día mejor». Repito varias veces como un mantra que he
cogido por rutina.
El paso por la facultad me parecía algo crucial porque así siempre me lo
habían inculcado en casa. Vivimos en una sociedad dónde son más
importantes los títulos que la ética y moral de las personas. Desde pequeña
en casa me habían hablado de lo importante que era ir a la universidad y
encontrar nuestra vocación para ser adultos felices y no frustrados. Durante
un tiempo se convirtió en una obsesión saber cuál era mi vocación, pero
ahora sé que nada de eso es importante, al menos no tanto como vivir cada
instante, porque al fin y al cabo es lo que te llevas. No te quedas con lo que
te compras, ni con lo que te pones, ni con los títulos que te definen en la
sociedad. Te quedas con el amor, los momentos y los recuerdos de las
personas que te hacen sentir los latidos de tú corazón, creo que de eso va la
vida. Al menos así lo siento desde que Zack irrumpió en mi vida y cambió
todos mis planes. Aún recuerdo todo lo bueno vivido con él y puede que el
amor que todavía siento por él me siga nublando un poco la mente. Pero mi
lado más racional me recuerda que fue un imbécil por confiar en mi
hermano, creer en su palabra y no buscar respuestas a tiempo. Entonces,
siento que mi mundo sin él sigue patas arriba y nada volverá a ser tan
sencillo como antes.
Me giro para coger el móvil y apagar la alarma que tengo programada antes
de que suene el despertador. Llevo un buen rato despierta, pensando en el
día que tengo por delante. Ha sido una noche muy larga, desde que me
desvelé sintiendo la inquietud crecer por momentos. A los pocos minutos
oigo sonar una música atronadora que proviene de la habitación de Grace y
cuando esta cesa es acompañado de un gruñido de mi amiga. Ese gesto tan
sencillo me saca la primera sonrisa del día. Me desperezo y me levanto,
vuelvo a bostezar y me recojo el pelo en un moño improvisado, para
inclinarme a hacer la cama. Me tomo mi tiempo para estirar las sábanas y
las doblo por la parte superior sacando el embozo. Me las ingenio como
puedo para subirme la cremallera del vestido floral y cojo una rebeca beige
para llevar en las primeras horas de la mañana.
—¿Grace? ¿Te has levantado? —pregunto al temer que se haya vuelto a
dormir.
—Sí… —responde de forma perezosa.
—Vale, no me gustaría llegar tarde en mi primer día de clase.
—Ya estoy levantada, tranquila. —Su respuesta suena más a un gruñido
que a una aclaración y no puedo evitar volver a sonreír.
Me dirijo hasta nuestra pequeña cocina y enciendo la cafetera, saco un par
de magdalenas y miro a la calle al oír las risas de un grupo de chicos que
caminan por la acera. En ese instante un nudo en el estómago comienza a
crecer y me giro para coger mi taza de café. Comienzo a beberlo sintiendo
ese sabor amargo, ácido y a la vez cálido, demasiado cálido. Pero ansío que
a su paso arranque todo rastro de inseguridad.
—Buenos días, acaso te han echado a patadas de la cama. —Grace me
saca de mis pensamientos a la vez que se apoya en el marco de la puerta
aún en pijama.
—Buenos días no he dormido bien, supongo que me tengo que
acostumbrar a mi nueva cama —respondo intentando disimular mi
inquietud.
—Oh, vamos Abby… Por fin estamos juntas en la universidad —grita
con voz aguda a la vez que se lanza sobre mí para abrazarme.
—Sí, al fin juntas en la universidad. —Intento responder con la misma
efusividad para camuflar mis pensamientos.
—Vaya, ¿serán vecinos? —pregunta mirando sobre mi hombro por la
ventana a un par de chicos que se suben a un coche negro.
—Puede, —respondo fijándome en ellos.
—¡Va a ser un gran año! La universidad es un punto de inflexión, un
antes y un después en la vida. —Me recuerda una vez más y como ve que
no respondo sigue—. Voy a ir a vestirme, tenemos media hora —comenta,
dándome un beso en la mejilla y girándose para coger su taza de café para
marcharse.
—Genial, yo casi estoy.
Le respondo acabándome el café y soltando un suspiro, volviéndome a
perder en mis pensamientos sintiendo un remolino de emociones recorrerme
el cuerpo. Un batallón de mariposas se agolpa en mi estómago y vuelve a
ganar la inquietud. Preguntándome una vez más ¿cuánto tiempo tardaré en
cruzarme con Zack?
No me era del todo nuevo estar en este lugar, pero la realidad se alejaba
mucho de las veces que había venido, como cuando acompañamos a Zack y
a Caleb por primera vez, o cuando hace tres días llegué al piso con Grace.
Es como si nada de eso hubiese servido para prepararme ante la multitud
que camina de un lado para otro. Padres que se despiden de sus hijos en
efusivos abrazos y una decena de besos, algunos estudiantes que forman
pequeños grupos y unos cuantos que parecen no llevar un rumbo fijo. Tanta
gente me intimida y me inquieta, solo espero que con el paso del tiempo me
sienta como en casa. Camino con Grace por el campus centenario, dejando
atrás las hileras de árboles de frondosas hojas que presiden el patio frontal
del edificio principal, al cual nos dirigimos porque es allí dónde va a tener
lugar la charla de orientación para estudiantes del primer curso. Cuando
cruzamos las puertas del gran edificio de ladrillos rojizos, me quedo
admirada y boquiabierta porque todo el edificio conserva la estética y la luz
adecuada, respetando el reflejo de su historia, pero dibujando nuevos
horizontes. Me da un poco de consuelo ir con mi amiga, aunque después de
que concluya la reunión, cada una nos iremos a nuestras respectivas
facultades. Grace a la de medicinas y yo a la de letras.
—¡No me puedo creer que estemos aquí! Viviendo como dos adultas y
pisando por primera vez este suelo sagrado. —Exagera Grace, pasándome
su brazo por mis hombros y atrayéndome hacia ella.
—Creo que hoy no llegaré a ninguna clase a tiempo, cada campus puede
tener el tamaño de New Bern quintuplicado —gimoteo.
—Vamos… No seas negativa, ni exagerada. Seguro que en la reunión
hay mentores que guían a los novatos. —Intenta darme consuelo.
—Esperemos Grace. Creo que es por ahí —digo señalando hacia el final
del pasillo donde se agolpan más de un centenar de estudiantes que parecen
tan perdidos como nosotras.
Después de algo más de dos horas de charla, nos reúnen en grupos de
ocho u diez y nos asignan un guía, que suele ser estudiante de nuestra
facultad de tercer o cuarto curso. El cual va a ser el encargado de ayudarnos
a ubicarnos la primera semana y asesorarnos en las dudas que tengamos.
Me despido de Grace, con un gesto de mano y ella me responde con una
sonrisa, en forma de media luna y un movimiento de cejas señalando a mi
mentor.
Salimos de la sala de reuniones y caminamos por el campus. Me dedico
a observar a las ocho personas que caminamos junto a nuestro guía, nadie
ha puesto interés alguno en entablar conversación entre nosotros, pero sí
que lo intentan una y otra vez con el chico que nos va dando explicaciones
de dónde está cada cosa. Miro el mapa informativo del campus y me fijo en
el nombre de la facultad de artes. La risa de varios chicos que se ríen por
algún comentario que ha hecho nuestro mentor hace que me fije en él.
Parece simpático, al menos parece que estar aquí con una panda de novatos
no le desagrada lo más mínimo. He de reconocer que es guapo, no en el
sentido clásico de la palabra. Pero tiene un estilo muy peculiar con la
cabeza rapada y su tez morena, resaltan sus ojos azabaches y su barba
incipiente.
—¿Tenéis alguna duda? —pregunta y el silencio reina—. ¡Genial!
Bueno espero que no os perdáis y os vaya genial en vuestro primer día.
Seguramente habéis recibido un email de la secretaría adjuntando mi
contacto, cualquier cosa solo tenéis que llamarme en la primera semana de
adaptación, luego si me llamáis que sea para ir a una fiesta. —Bromea con
un guiño de ojo y una gran sonrisa llena de amabilidad.
—Estupendo.
—Gracias tío.
—Nos vemos.
Dicen algunos dispersándose y vuelvo a mirar el mapa buscando mi
facultad, cuando un dedo largo y masculino señala un punto en concreto.
—Aquí está la facultad de filosofía y letras —comenta y siento el
sonrojo colorear mis mejillas cuando lo miro al tenerlo tan cerca.
—¿Cómo sabes que…? —Comienzo a preguntarle confundida.
—¿Qué cómo sé que vas allí? —pregunta y asiento. Eso lo hace sonreír
todavía más—. Pues no lo sabía, solo te he señalado mi facultad, que por lo
que veo está al lado de la tuya. Soy Logan Varley y tú eres…
—Abbigail Smith, aunque todos me llaman Abby —respondo
estrechando su mano.
—Muy bien Abbigail, creo que estás de suerte, te acompaño a tu primera
clase —comenta mirando el reloj—. Debemos de darnos prisa, estamos a un
cuarto de hora andando y no creo que te guste llegar tarde en tú primer día
—añade risueño.
—Muchas gracias Logan, ¿en qué curso estás?
—En tercero de filosofía, soy un pensador de la vida y tú especialidad,
¿es filología? —Bromea y me hace reír ante lo expresivo que es.
—Sí, ¿y se puede saber por qué eres voluntario para ser nuestro mentor?
—Pregunto curiosa.
—Bueno, digamos que más que voluntario es por interés. Me dan tres
créditos y todo suma, para poder quitarme alguna optativa del último curso.
—Me informa metiéndose las manos en los bolsillos de su sudadera, antes
de volver a mirarme—. Y dime Abbigail, ¿qué más quieres saber?
—¿Dónde me recomiendas ir para buscar trabajo?
—No te recomiendo trabajar el primer año. —Suelta una carcajada—.
Te tienes que adaptar al ritmo de estudio y si trabajas, no tendrás tiempo de
tener vida social.
—No me importa —soy sincera. Mis palabras parecen sorprenderle,
frunce el ceño y me mira confundido, a la vez que se detiene.
—Abbigail Smith, bienvenida a la NC State. Dónde los pisos son
diminutos, pero las fiestas son enormes. Toma, esta noche hay una fiesta en
la fraternidad de medicina en honor al comienzo de curso. —Me comenta
dándome un panfleto informativo y no me pasa inadvertido dos cosas, es la
fraternidad a la que pertenece mi hermano y a la que va a asistir el equipo
de rugby.
—Gracias, pero creo que hoy acabaré agotada —comento cogiendo el
papel por educación y lo doblo por la mitad.
—Yo estaré allí, te prometo que no permitiré que te hagan ninguna
novatada —intenta convencerme.
—De verdad muchas gracias, puede que otro día me anime —digo
intentando ser amable y él se encoge de hombros.
—Bueno, eso dice mucho de ti.
—¿Por qué dices eso? —Esta vez soy yo la que me detengo ante las
escaleras de mi facultad intrigada ante su afirmación. Él se encoge de
hombros y sonríe divertido.
—Cualquier chica quiere asistir a una fiesta invitada por un estudiante
de tercero y defensa del equipo de rugby de la universidad —comenta con
orgullo.
—Digamos que no soy muy de fiestas y tú no eres muy modesto para ser
un filósofo —bromeo
—Solo soy sincero y directo —responde encogiéndose de hombros. A la
vez que me guiña y se muerde el labio inferior para reprimir una amplia
sonrisa. Un gesto sexy, sugerente y transparente que me hace sentir
incómoda y siento que nuevamente mis mejillas se sonrojan.
—Es difícil encontrar gente así. —Mi voz suena casi inaudible, así que
carraspeo y me giro para la puerta principal, dónde me sorprende ver a
Grace que me está observando con diversión—. Ya has hecho suficiente por
mí, creo que no me perderé al llegar a clases. Muchas gracias Logan.
—Primera planta pasillo B, ahí suelen darse las clases del turno de
mañana para los de primero en todas las facultades suelen ser iguales.
Piensa lo de la fiesta —insiste.
—Gracias —digo y él se da media vuelta y yo comienzo a subir las
escaleras.
—¡Ah! Abbigail, empieza buscando trabajo en las cafeterías. —Llama
mi atención y asiento.
Me quedo ahí mismo viendo cómo sigue su camino sin volver a girarse. Es
obvio que es deportista, solo me tendría que haber fijado en su metro
ochenta y su espalda ancha. Entre todas las cosas que pensé que me
sucederían hoy, en ninguna entraba conocer a Logan, tenía la corazonada de
que era un chico de fiar. Un grito agudo a mis espaldas me hace recordar
que Grace ha presenciado todo y está justo detrás de mí. Me giro y así es,
está dando saltitos de alegría y se lanza sobre mí con efusividad.
—¡Oh! Abby cuánto me alegro por ti —dice con felicidad a la vez que
se aparta un poco y me acaricia el brazo.
—¿Qué? —pregunto sabiendo sus pensamientos—. No, no, no… No es
lo que tú crees, él es mi mentor para la primera semana de adaptación. —
Intento justificar la realidad.
—Claro y por eso te ha acompañado hasta tu facultad a ti solita y, ¿a ver
que te ha dado? —pregunta quitándome el folleto que tengo en la mano
—No va con esa intención, tan solo le pillaba de camino porque él está
en filosofía —comento.
—¡Oh madre mía! Nuestro primer día y vamos a una fiesta de
fraternidad. —Da por hecho.
—¡Grace! Quieres parar, por favor. —Le pido un poco sobrepasada
quitándole el folleto, haciendo una bola y lanzándolo a la papelera que
tenemos al lado—. No pienso ir a esa fiesta, ni a ninguna otra dónde vayan
los jugadores del equipo de rugby, porque estará…
—Vale, no hace falta que lo nombres. Está bien, aguafiestas. —Ataja sin
entusiasmo alguno mirando con la vista perdida hacia el horizonte.
—Lo siento Grace…
—No te disculpes, no conmigo. Sé cuánto lo quieres a pesar de todo —
confiesa y hago el intento de sonreírle.
—¿No tendrías que estar en clases? —pregunto intentando cambiar el
rumbo de la conversación.
—Mi clase empieza en una hora y quería ver que tal te estaba yendo —
añade y me hace sonreír y achinar los ojos porque al mirarla me deslumbra
el sol en la cara.
—Pues creo que ha empezado genial, Logan es atento y si te parece
mono, ya sabes… Puedes lanzarle la caña. —Le guiño guasona y Grace
hace como la que se lo piensa dándose unos golpecitos en la barbilla con su
dedo índice.
—No es mala idea. —Me confirma con sonrisa pícara a la vez que mira
su móvil—. Creo que tu clase está a punto de comenzar en cinco minutos.
—¡Oh mierda! Grace, te veo luego para comer —digo apresurada,
lanzándole un beso al aire.
Corro escaleras arriba en dirección a la primera planta pasillo B como me
comentó antes Logan. Paso por unas enormes puertas de cristal con los filos
cromados en plata que me brindan paso al interior y a su paso un suelo
pulido y brillante color topacio que da más amplitud y luminosidad al
extenso pasillo. Me fijo en los carteles de información hasta que veo una
señal de la escalera izquierda que conduce a la primera planta, pasillo B. La
mera idea de llegar tarde me agobia, pero conforme entro en la clase y veo
que la profesora todavía no ha llegado y que los alumnos están charlando de
forma despreocupada me relajo. Me tomo unos segundos para elegir sitio,
cojo aire, me humedezco los labios y con una enorme sonrisa de
satisfacción me lanzo a esta nueva aventura.
A veces en nuestras vidas, nos tropezamos con personas que nos
decepcionan hasta tal punto en que piensas que es imposible que lo hagan
más. Que nuestra relación ha llegado a un punto de no retorno y se ha ido
deteriorando. Tanto, que lo que quedan son imágenes deshilachadas, rotas e
inconexas en tus recuerdos. Pero a veces lo prefieres, porque piensas que es
lo mejor para que no duela y para que te sea indiferente. Pero a pesar de que
esa persona ya no tiene poder sobre nuestras vidas, cualquier gesto que
tenga contigo te parece raro, extraño y sospechoso.
Al menos, eso es lo que me ha pasado a mí, cuando he recibido un
mensaje de mi padre, enviado por su secretaria. Creo que no podría ser más
impersonal. En el cual me decía que me recogería al final del día para ir a
cenar juntos y hablar sobre mi primer día de clases en el nuevo curso.
Creedme cuando os digo que releí el mensaje tres veces, porque era la
primera vez en mis veinte años que mi padre se interesaba lo más mínimo
en mí. No era la primera vez que actuaba de esta forma inesperada e
interesada, cuando era un crío me ilusionaba pensar que le importaba, que
estaba cambiando que tal vez quedaba esperanza. Pero a pesar de los años y
de todo lo malo, una pequeña parte de mí quería ilusionarse y pensar que
solo quería redimirse. Que podría quedar un ápice de humanidad en su frío
y malvado corazón. Pero mi parte más racional, sabe de sobra que no
aprueba que esté en la Estatal y que para colmó, este estudiando Arte. Así
que sumando dos más dos, mi padre no es ese tipo de personas que hacen
las cosas porque le apetezca, de forma desinteresada. Si él mueve su
remilgado culo hasta aquí, es porque quiere algo a cambio y conmigo la
lleva clara. Porque lo que no sabe es que, por primera vez en mi vida, sé
cuál es mi lugar.
—¡Eh hijo! ¿Subes o qué? —pregunta con afabilidad a la vez que
detiene el coche junto a mí y baja la ventanilla para sonreírme de forma
ladina.
—Hola, voy —digo con poco entusiasmo subiéndome al coche.
—¿Qué tal hijo? Te he traído una sudadera de los Red Bears, de la
equipación que saldrá para la nueva temporada —comenta poniendo sobre
mi regazo un paquete envuelto con un enorme lazo turquesa que seguro él
ha encargado que preparen. No hago ni siquiera el amago de abrirlo.
—Gracias, pero no era necesario que hubieses comprado nada —
respondo dejándolo sobre mis piernas y clavando la vista en la carretera,
pensando en que hay costumbres que no cambian.
—Sabes que por mí hijo, lo que sea.
Creo, que con la mirada que le lanzo, comprende que no me trago nada de
esta farsa. No sé a dónde quiere llegar y ahora me arrepiento de haber
venido, no tendría que haber aceptado. Pero es tarde cuando veo que
salimos del campus universitario y entramos en la autopista, en dirección al
centro de Raleigh. El trayecto no dura más de un cuarto de hora, cuando
llegamos seguramente al restaurante más caro de toda la ciudad. Para en la
puerta y mi padre le entrega las llaves a un aparcacoches, sigo con las
manos metidas en los bolsillos de mi chaqueta vaquera, cuando me fijo en
su traje de Armani impoluto y me recuerdo una vez más que no tenemos
nada en común. Eso me alivia al menos un poco.
Llegamos a un enorme rascacielos que destaca de forma notoria su
altura con el resto de edificios que hay alrededor. Un mayordomo se
encarga de abrirnos la puerta junto con una leve reverencia, que me hace
sentir un pelín más incómodo si cabe. Me encuentro completamente fuera
de lugar, sobre todo al fijarme en que los comensales que hay en la sala de
recepción están tomando champagne rosado que parecen todos sacados del
festival de Cannes.
Camino a su lado sin mostrar ninguna emoción y no me pasa inadvertido
como sonríe y saluda a un par de chicas, lo que me hace comprender que
era uno de sus lugares asiduos. Se me corta un poco la respiración cuando
entramos en el ascensor y le indica al botones que marque la planta treinta.
Trago saliva y estiro mi espalda, miro por el rabillo, él teclea un mensaje
rápido en su móvil y esconde una sonrisa cuando se percata de que lo estoy
observando. Carraspea y se aclara la garganta antes de hablar.
—Verás hijo, está noche iba a cenar con dos inversores de la empresa y
pensé que ya era hora de que tuvieras una primera toma de contacto con
nuestra empresa. —Me lanza como una bomba que explota en mis narices,
lo miro alucinado y a la vez furioso.
—¿Qué? ¿Cómo eres capaz? Si venir a cenar contigo es un suplicio,
hacerlo con dos hombres que serán igual de estirados que tú… —Pero su
rabia me interrumpe.
—Zack Williams, te exijo un mínimo de respeto como tu padre que soy
—masculla. Veo como el botones que intenta fingir no estar prestando
atención a nuestra conversación, abre un poco más los ojos, viendo el tono
dictatorial que ha usado.
—No tienes ningún derecho para ponerte el título de padre, así que no
me puedes exigir lo que no te has ganado. Me largo, debí de saber que
usarías cualquier artimaña porque detrás de cada acto tuyo hay alguna
argucia. —Termino diciéndole cuando el ascensor llega a la última planta.
—Vamos, es una reunión sumamente importante. —Me informa
cogiéndome del codo con exigencia.
—¡No me toques! —exclamo con hastío y me suelta cuando se percata
de que no estamos solos.
—Te necesito —dice midiendo las palabras y eso me hace sospechar
cuando intenta camuflar su ira con falsa amabilidad.
—¿Y eso por qué? —pregunto con desconfianza. Él mira en el pasillo y
vuelve a mirar al botones, el pobre hombre no sabe dónde meterse.
—Mil dólares. Bloqueé el ascensor con las puertas abiertas y déjenos a
solas —dice con urgencia, sacando un fajo de billetes del bolsillo interior de
su chaqueta. No puedo evitar sonreír al ver la cara de sorpresa del hombre,
tal vez esa propina es superior al sueldo de un mes.
—Como usted ordene caballero —responde con afabilidad,
introduciendo una llave en el panel del ascensor y cogiendo con entusiasmo
el dinero que para mi padre es pura calderilla.
Ambos guardamos silencio y siento que cada músculo de mi cuerpo se
tensa, tanto, hasta el punto que me duele las lumbares de la tensión
acumulada. Sigo con mis manos en los bolsillos de la chaqueta para fingir
una impasibilidad que no siento y bajo la tela vaquera aprieto mis manos en
dos puños. Espera a que el señor se aleje lo suficiente de nosotros, mientras
me preparo para recibir el ataque de sus palabras cortantes e hirientes como
dagas envenenadas.
—Mira pedazo de mierda, si no te necesitase no estarías aquí. Porque
eres la última persona que me gustaría ver. Pero créeme cuando te digo que
tienes que estar en esta reunión —comenta sin rodeos.
—Me la trae al pairo lo que necesites, no cuentes conmigo —respondo
con templanza.
—Sé que estás al corriente de que tienes la mayoría de acciones de mi
empresa, porque así se encargó la ingenua de tu madre… —Mencionarla, es
el detonador que hace que pierda mi frágil templanza y me lance sobre él.
Cogiéndolo de la camisa y lo empujo contra la pared, como si estuviera en
el campo de rugby. Lo que lo pilla por sorpresa, porque es la primera vez en
mi vida que pienso plantarle cara como se merece, ya que será la última.
—Mira pedazo de mierda. —Imito su forma tan habitual de llamarme—.
No quiero que vuelvas a hablar de ella con tu sucia boca. ¿Entiendes? No
tienes derecho. No sé qué te vio, pero desde luego que te tenía calado, de lo
contrario no hubiese dejado todo tan bien atado antes de morir —susurro
apretando los dientes—. Mientras ella luchaba con sesiones de quimio y me
criaba, tú no estabas porque estabas jugando con tus putitas. Aunque, a
decir verdad, nunca has estado. Y deberías de estarle agradecido porque
eras un don nadie y gracias a la venta de sus obras de artes en galerías de
Nueva York o Francia, te ayudó a cumplir tu sueño de tener una empresa.
Pero todo tiene un precio, no crees señor Williams… —Le digo con sonrisa
maliciosa y una mirada llena de ironía.
—¿A dónde quieres llegar? —pregunta sintiéndose acorralado como una
rata frente a un gato.
—Que si yo quiero, con tan solo chasquear los dedos hago que se acabe
tu juego de ser empresario. Porque todo este tiempo lo he dejado pasar,
incluso cuando tú mismo te encargaste de hacer que Abby, dudase de mí. —
Sonrío con amargura al recordarlo—. Pero creo que es hora de que asuma
mis responsabilidades como hijo de Alice Leblanc, ¿no crees?
»Ya es hora de asumir que soy el dueño de todos los bienes de mi madre,
ya que si no recuerdo mal vuestro acuerdo prenupcial os casasteis por
separación de bienes. Lo que significa que soy el dueño de Williams
Enterprise. ¿Lo entiendes? Y que si quiero puedo hacer que te echen de la
junta directiva si vuelves a cruzarte en mi vida. Se acabaron esos años en
que venías cada cuánto ¿cuatro o cinco días y me dejabas comida? No era
ningún perro para que me tratases así, pero claro me tenías que tener
controlado para poder disfrutar de lo que no te pertenecía.
—Solo quería lo mejor para ti —dice sin vergüenza alguna.
—Creo que es demasiado tarde para preocuparte por mí. Así que vive lo
que te queda de vida sin intentar joderme, o te prometo que volverás a la
alcantarilla de la que mi madre te saco. Pero te recuerdo que todo lo que has
luchado por esa empresa se acabará contigo. No seguiré tus sueños porque
seguiré los de mi madre y los míos. —Le suelto sintiendo la adrenalina
recorrerme el cuerpo al liberar un gran peso de encima. Mi padre se sacude
y se rasca con nerviosismo el cogote, al igual que lo haría un perro sarnoso.
—Está bien, será como tú quieres a pesar de todo creo que es una oferta
tentadora —dice con voz neutra.
—Genial, pues que te vaya bien —atajo, con la certeza de que se acabó
cualquier lazo que nos unía. Chasqueo los dedos hacia el botones que nos
ha estado observando con disimulo al final del pasillo—. Por favor, necesito
bajar.
—Ahora mismo señor —responde el hombre apresurando el paso.
—Cuídate Zack —dice con un tinte de tristeza que no me trago.
—Lo mismo digo, te va a hacer falta.
Es todo lo que pronuncio hasta que las puertas del ascensor se cierran y
siento que el poder que ejercía mi padre sobre mí, queda anulado para
siempre. Me apoyo en la pared del ascensor abatido, miro hacia el techo y
suspiro soltando toda la tensión del momento. Joder, lo había logrado.
Sonrío aún sin creérmelo. Le había plantado cara y le había puesto las
cartas sobre la mesa. No tenía ningún derecho a ejercer poder sobre mí.
Jamás le había importado, lo más mínimo. Durante toda mi vida no lo había
comprendido, pero este verano todo había dado para mucho. Cuando
regresé la última semana del verano a New Bern, en el buzón había una
carta del abogado de mi madre, había cumplido la edad que ella había
indicado en su testamento para que me fuese leído. Ahí conocí toda la
verdad y me sentí sobrepasado.
Había pasado algo menos de un mes desde entonces y toda mi vida
había cambiado, era dueño de una gran multinacional que pertenecía a mi
madre. Además de la casa, la cual era mía desde que cumplí los dieciséis y
desde aquella reunión con el abogado, en mi cuenta del banco apareció una
gran suma de dinero que fue el detonante para que mi padre estallase de
rabia. Él siempre lo supo y había estado como una hiena a mi alrededor, al
acecho esperando su momento. Pero se había equivocado si pensaba que le
iba a entregar en bandeja de plata lo que siempre me había pertenecido.
Esta noche él había salido de mi vida, para siempre.
Salgo a la calle con la mente como un remolino confuso y devastador.
Levanto la mano y detengo un taxi.
—A la Estatal, por favor —pido al chofer.
—De acuerdo.
Una vez que el coche se pone en marcha, bajo el cristal de mi ventana y
agradezco el frío aire de la noche acariciarme la piel, me ayuda a aplacar
mis emociones. Tomo aire, cierro los ojos y pienso en mi madre, en cuanto
la echo de menos y me prometo una vez más, que haré todo lo posible para
que se sienta orgullosa de mí.
Todos tenemos momentos que marcan un punto de inflexión en nuestras
vidas. De todo ello, siempre se saca alguna enseñanza. Algunos nos
enseñan a ser mejor persona, a tener las metas claras, a perder los miedos, a
amar más y junto a esos momentos, hay fechas que se graban en nuestras
almas. Fechas que al recordarlas nos erizan la piel y otras nos recuerdan
momentos que desearíamos no haber vivido jamás.
Con el transcurso de los días todo parecía volver a la normalidad, no
había vuelto a saber nada más de mi padre y esperaba que tardara en volver
a ponerse en contacto conmigo. Las clases habían comenzado hacía un mes
y yo me encontraba envuelto en una rutina que me servía como bálsamo
para no pensar demasiado en ella, pero a veces era inevitable. Justo como
me pasa ahora que estoy esperando en el aparcamiento de la facultad de
filosofía a Logan. Me fijo en las chicas de primer curso y la recuerdo a ella,
no volví a hablar con Caleb de aquellos papeles que vi sobre la mesa de su
casa. Pero es obvio que Abby no está aquí, de lo contrario me lo hubiese
contado cuando le pregunté por ella. Aún recuerdo de forma punzante como
Caleb, me miraba a la vez que negaba sin poder pronunciar palabra, cuando
le pregunté para saber dónde estudiaría, supe en ese instante que le había
prometido a su hermana que no me diría nada. No insistí, al fin y al cabo,
me lo merecía por haber tirado la toalla demasiado pronto… o no.
Justo en este momento, la veo pasar en el coche de Grace. Me quedo
perplejo, pensando que es un espejismo, pero a la vez una sonrisa llena de
esperanza brota desde lo más profundo de mi ser. Tal vez todavía había un
mañana escrito para nosotros. Sin duda alguna la vida me estaba brindando
una nueva oportunidad. Abby y Caleb piensan que estoy ajeno a ello y
pienso jugar con eso a mí favor. Pero no puedo ocultar la sorpresa cuando
veo que el coche de Grace se detiene junto a la acera y a la ventanilla de
Abby, se acerca un chico al que ella le sonríe con demasiado agrado. Frunzo
el ceño y me quito las gafas de sol para fijarme mejor en el tipo corpulento,
vestido con la sudadera del equipo de rugby, es… ¿Logan? Espera, ¿qué?
¿No puede ser? ¿O sí? ¿De qué la conoce?
Veo como él le dice algo y ella niega, no estoy lo suficiente cerca como
para oír su conversación, pero sí que escucho a Grace reírse de forma
exagerada, para luego arrancar de nuevo y dejarlo allí con la palabra en la
boca. Típico de Grace, digo sonriendo aliviado. Hago ráfagas con las luces
para que Logan mueva su culo hasta aquí cuanto antes. La paciencia nunca
ha sido mi virtud, no cuando se trata de ella. Así que a pesar de que él
camina hacia donde estoy sin volver a detenerse, me bajo del coche y
camino hacia él para darle encuentro.
—¡Eh tío! Te he visto —comenta a modo de saludo.
—Ya bueno, es que… —Guardo silencio y clavo la vista a dónde hace
un momento él estaba hablando con Abby, porque si no es ella creo que me
estoy volviendo loco.
—¿Qué te pasa Zack? —pregunta extrañado girando para ver que no hay
nada interesante a sus espaldas—. ¿Zack?
—Sí, esto… Logan te he visto hablando hace un momento con dos
chicas en un coche y bueno… —Me quedo mudo, tomando aire y
armándome de valor para confirmar que no estoy alucinando.
—Sí, son de primero y buah tío son increíbles. Porque son guapas y
están muy buenas, pero no son las típicas niñas plastas que quieren… —
Noto chirriar los dientes al apretar mi mandíbula al oírlo hablar así.
—¿De qué conoces a Abby? —Lo interrumpo sin poder aguantarme más
y veo el asombro en sus ojos.
—¿Abbigail? —pregunta extrañado—. ¿La conoces?
—¿Tú de qué la conoces? —pregunto sin poder ocultar la necesidad de
mis palabras.
—Bueno, la verdad que como no fijarse en una chica así… —Comienza
a explicarme y cuando ve que estoy hablando en serio y no estoy de coña,
se ríe y se aclara la garganta—. Vale, estoy de broma tío. Tranqui. He sido
su mentor en el curso de adaptación y bueno digamos que somos amigos.
Además, no puedo negar que es una chica muy interesante, la verdad.
—¿Interesante? —pregunto con desconfianza, conociendo de sobra a
Logan.
—Bueno ya me entiendes, pero espera… ¿Tú de qué la conoces? Porque
si es que estás en alguna clase con ella y te gusta, la llevas clara tío.
—Era mi novia —Afirmo con amargura, tensando la mandíbula tanto
que duele.
—¿Qué? —pregunta reprimiendo una sonrisa incrédula—. Estás de
broma, ¿verdad? —Niego sin poder responderle y veo la diversión en los
ojos de mi amigo—. Así que tú eres, él ex que hizo que pusiera el corazón
en modo avión…
—¿Te ha hablado de mí? —pregunto, entre extrañado e intrigado.
—No exactamente, pero claro… Después de ver como todos mis
encantos no surtían efectos con ella…
—Espera, ¿qué has intentado? —pregunto alarmado dando un paso al
frente de forma inconsciente y Logan levanta las manos en son de paz.
—Lo intenté, en pasado tío. Tranquilo solo es mi amiga, no me quiere
para nada más y mira que me he prestado a ello. —Me responde alzando las
cejas y ve el desdén en mi mirada que lo divierte un poco más si cabe.
—No sé ni para que te pregunto —mascullo molesto. Me doy la vuelta
para subirme a mi coche.
—Zack, no puedes actuar así. —Me pide adelantándome—. Ella no
lleva un cartel fluorescente en la frente diciendo que es tu ex y bueno, creo
que no te has enterado de que es una chica increíble y que solo es mi
AMIGA —enfatiza—. ¿Por qué lo dejasteis? Aunque viendo tu despecho
creo que fue ella quién te dejó…
—Fui un imbécil y no confié en ella —afirmo con hastío.
—Creo que la palabra imbécil se te queda corto.
—Abby es muy especial para mí, no te puedes hacer la idea…
—Aún la quieres —murmura perdido en sus pensamientos.
—Hasta la médula. Nunca he dejado de hacerlo, pero ha pasado un año
sin saber prácticamente nada de ella… Hasta hoy.
—¿Sabes? Puedes que estés de suerte, porque se me ha ocurrido una
idea para que recuperes a tu chica. —Me anima pasando su brazo por mis
hombros.
—Pero si a ti te gusta, ¿por qué ibas a ayudarme a recuperarla? —
pregunto extrañado.
—Porque eres un capullo con suerte y no me quiere a mí, sino a ti —
afirma sabiendo algo que no me piensa decir—. Sí Zack, como me oyes,
soy experto en las chicas, ¿recuerdas? Dime colega, ¿tienes planes para esta
noche?
El curso va avanzando y entre las clases y el trabajo, los días se pasan
volando. Tener una rutina marcada es la mejor forma de obligarme a no
remolonear. Es verdad que el trabajo me está ocupando más tiempo del que
esperaba, pero no me importa, suelo trabajar de noche en un bar que hay en
la facultad de empresariales y hay noches que solo duermo unas cuantas
horas antes de que suene mi despertador para ir a clases. No gano un dineral
para cubrirme por completo los estudios, pero sí que es un desahogo para
mis padres, no me gusta vivir a costa de ellos.
La alarma de mi móvil suena como aviso para no llegar tarde a trabajar.
Apago mi ordenador y cierro el cuaderno de literatura clásica, mañana
seguiré estudiando. Suspiro echando de menos a Grace, que se ha ido a
pasar el fin de semana a New Bern para celebrar el cumpleaños de su
abuela. Me dirijo al cuarto de baño y me fijo en mi reflejo, tengo el pelo
más largo que nunca, así que me hago una trenza para recogerlo. Una nueva
alarma vuelve a sonar avisando de que tengo diez minutos para estar
saliendo de casa. Así pues, me apresuro y comienzo a maquillarme.
Lo que más me gusta de ir contra reloj, es que me mantiene la mente
ocupada. Eso significa que no tengo tiempo para pensar en él. Como no
tengo experiencia con las bandejas, suelo estar atendiendo en la barra. Mi
compañera de turno Judith, es una chica de tercer curso muy correcta, pero
a la vez muy comprensiva. Ella lleva varios años trabajando y es la que me
ha enseñado todo lo que sé. Cada día me recuerda con una amable sonrisa
que nadie nace sabiendo y que ella comenzó como yo, a pesar de la presión
de las horas demás afluencia, el trabajo se saca, es una gran compañera y
amiga.
Como es de esperar, al ser viernes, todo el bar está repleto de estudiantes
que beben hasta perder la cordura. Teniendo en cuenta la cantidad de
personas que hay, es una auténtica locura pensar en que cabe la posibilidad
de verle y eso me hace estar en alerta. Aunque luego recuerdo que los
chicos del equipo de rugby no suelen venir hasta aquí, para eso tienen su
propia fraternidad. Hay personas a las que les gusta trabajar en un ambiente
de trabajo tranquilo y sereno. Y otras como yo, que prefiero trabajar bajo
presión. Ya que es lo mejor para mantener la cabeza bien ocupada. Esta
noche en el bar estoy sola con Judith tras la barra del bar. Porque la otra
chica que llevaba dos días trabajando aquí ha decidido no venir más. Eso
significa que trabajaré hasta el cierre de la noche en la barra. La verdad que
no iba a rechazar tener que echar unas cuantas horas más, además una
noche como hoy se puede sacar unas buenas propinas.
Conforme va llegando la hora de máximo apogeo, vuelan las copas, los
cócteles, los chupitos y las cervezas. Estoy preparando un cóctel de mango,
de espalda a la barra cuando tengo la inquietante sensación de que me están
observando. Miro hacia un lado, pero no veo a nadie que este centrado en
mí. Sigo echando la fruta, preparo la batidora y justo cuando voy a
taparla… Veo unos ojos familiares que reconozco incluso antes de
pestañear. Unos ojos que me observan con ternura, afecto y anhelo,
acompañado de una sonrisa dulce que hace que me distraiga y me ponga
nerviosa. Sin ser consciente, aprieto el botón de funcionamiento de la
batidora y me salpico entera. ¡Mierda! Lo he puesto todo perdido.
Oigo sus carcajadas que son una melodía electrizante, que suena
mezclada con la música del local y ver como todo mi ser reacciona así a él
me pone de mal humor. Lo miro con desaprobación y aunque no hay luz
suficiente para ver con claridad su rostro, veo que se pone una mano en la
boca para disimular, su risa, que sigue resonando al compás de la canción.
No puede ser, me digo mentalmente, pero es él. Tomo aire y trago saliva,
recogiendo con un paño húmedo todo el estropicio que he causado, cojo
aire e intento que no vea como me tiemblan las manos. Cuando termino, se
lo dejo a Judith en una bandeja y él ya no está. Hago un barrido exhaustivo
con la mirada y ni rastro de Zack, pero él no se iría, así como así. Tal vez
solo era un chico que se le parecía y pensar demasiado en él me está
afectando. Aunque una parte de mí está completamente convencida de que
era Zack.
Cuando tengo todo limpio y dos cócteles más preparados, le hago un
gesto a Judith para ir a cambiarme de camiseta al almacén. Allí tenemos
unas taquillas donde dejamos nuestras cosas. La camiseta que traía me
servirá para lo que queda de noche. Una vez que me he cambiado, me doy
con una toalla húmeda en la cara para quitarme el olor a mango. Me vuelvo
a pintar los labios y me sonrío a mí misma en el espejo intentando
tranquilizarme, desde luego que debe ser cosa del agotamiento. Ya me
aseguré que los de rugby nunca vienen por aquí. No era imposible, pero
Judith misma me lo confirmó, ellos no venían hasta aquí. Niego para mí
misma, descartando esa idea y camino distraída tocándome la trenza para
salir de nuevo, cuando tropiezo con un chico que me sujeta con rapidez y su
aroma tan familiar me rompe. Espera a que me sostenga por mí misma y me
suelta, mis brazos sienten el anhelo de su firme agarre. Es real, no era
ninguna alucinación, tengo frente a mí a Zack, que se apoya en el marco de
la puerta y me observa impasible.
Intento controlar el remolino agonizante de emociones que surcan mi
cuerpo y por un instante, al ver su rostro taciturno, me pregunto qué estará
sintiendo él. Un latigazo de adrenalina hace que reaccione e intente pasar
por su lado sin mediar palabras, pero él extiende su brazo y me lo impide.
Su rostro sigue impasible, como si fuera una estatua de piedra y veo el dolor
en su rostro. Tiene el pelo como siempre, con un corte clásico pero
desenfadado. Me fijo en el brazo que impide mi única salida hacia el bar y
me doy cuenta de que su cuerpo está más musculoso y grande, hay algo en
él que lo hace más maduro, más salvaje y diferente a como lo recordaba. Lo
conozco bien, no me va a dejar marcharme así como así.
—Te puedes apartar, tengo que volver. —Es todo lo que logro decirle sin
que note que estoy muriéndome por dentro.
—Vamos Abb, después de todo lo que hemos vivido y solo me dices que
me aparte —dice con voz profunda.
—Después de todo, me di cuenta de que no nos quedaba nada —aclaro
con tristeza.
—¿Tú crees? —pregunta dando un paso al frente con una mirada llena
de ferocidad. Tenerlo tan cerca no me hace ningún bien, me tiemblan las
rodillas, pero aun así no esquivo su mirada, se la mantengo y siento
decepción y enfado.
—Sigues siendo un imbécil, por tu culpa me he puesto perdida.
—No tengo culpa de que seas un poco patosa peque —dice con
diversión y oírlo llamarme así hace que mi alma tiemble.
—¡Déjame pasar! —gruño desesperada, a la vez que lo empujo con
ganas para que se eche a un lado. Pero cede durante un breve segundo, por
primera vez en tanto tiempo estoy frente a él y observo que es familiar, pero
a la vez está tan cambiado que parece un completo desconocido.
—Espera Abby, creo que…
—No me vuelvas a hablar jamás — le advierto. Él parece comprender
cuánto dolor siento en este momento, porque me deja tranquila marcharme.
Justo cuando entro de nuevo tras la barra del bar, Judith se cruza con
nosotros y comienza a reírse. Cuando llego hasta su lado me habla en tono
burlón con voz aguda.
—¿Ya te has liado en las sábanas de Zack?
—¿Qué? No es eso. —Pero su sonrisa, es la muestra de que no me cree.
—Ten cuidado, puede resultar encantador… Pero luego es un capullo, lo
sé porque le ha roto el corazón a un par de mis amigas.
—¿Por qué? —pregunto confundida.
—Porque quieren cazarlo, míralo… —Me hace un gesto en dirección
opuesta y veo como está bebiendo un trago de un botellín de cerveza y una
chica morena está a su lado—. Pero es como si ninguna fuese lo
suficientemente buena para él. No sale con chicas, no tiene citas con chicas.
Y bueno, aunque te resistas a caer en sus encantos debes de reconocer que
tiene un buen polvo.
—¿Tú también? —pregunto con asombro, ya que sé que tiene novio.
—¡Qué más quisiera! —exclama con una enorme sonrisa—. Estoy
prometida, ¿recuerdas? —Me enseña un anillo que luce en su mano.
—Él… Zack, era mi…
—¡Eh! Una cerveza por aquí —grita alguien desde la barra.
—Voy —grita Judith—. Luego hablamos, venga sigue moviendo ese
culito.
Sin decir nada más, se marcha hacia el lado opuesto y yo vuelvo a mirar
hacia dónde él está. Zack, está hablando con la chica morena que se pega
más a él, con la excusa de que la música está alta. Pero su mirada va más
allá de ella y se detiene en mí, en su rostro aparece una sonrisa traviesa, que
me confunde y me inquieta. Pongo los ojos en blanco al pensar que la lleva
clara si piensa que voy caer rendida a sus pies después de todo y me marcho
para seguir con mi turno.

La noche no ha podido terminar mejor, nos hemos repartido las propinas y


he ganado un extra de ochenta dólares. No está nada mal. Me despido de
Judith y camino hacia la calle contigua para mi piso. Pero me detengo en
seco al ver a un tipo que tiene sus manos sobre la puerta de un coche negro
que conozco perfectamente, tiene la cabeza gacha y parece bastante ebrio.
La primera intención es hacer caso omiso y seguir mi camino, pero miro de
refilón y no solo es su coche, sino que también es él. Zack siente mi
presencia y alza la cabeza en mi dirección. Veo que tiene la mirada perdida,
parece reconocerme y hace el intento de sonreírme sin conseguirlo. Creo
que está a punto de sufrir un coma etílico y no puede ni mantenerse en pie,
cuanto más conducir, en estas circunstancias. No puedo dejarlo así. Me
acerco a él y le rebusco en los bolsillos, no pone resistencia y saco sus
llaves, la cartera y el móvil. Podría estar robándole y él no pondría
resistencia. Miro el móvil e intento desbloquearlo. ¿Apagado? Le doy al
botón de encender y está sin batería, premio.
—Zack. —Intento llamar su atención ya que está con los ojos cerrados
apoyado en el coche—. Tu móvil está sin batería, vamos mírame no te
duermas.
—Ssssí… —balbucea—. Lo sé, pero no voy a llamar a mi padre y
mucho menos a Caleb. —Sonríe.
No puedo tener más mala suerte… Desde que lo vi está noche, solo quería
salir de mi turno y llegar a casa, pero en esta situación no puedo dejarle así.
Miro a mi alrededor nerviosa, como si por arte de magia fuese a encontrar
respuestas a todas mis dudas. Esto no puede estar pasándome a mí.
—Joder… —gruño desesperada.
—Si tanto me odias, por qué no te piras Abb —masculla herido.
—No te odio, pero se suponía que…
Le fallan la fuerza en las piernas y lo abrazo con rapidez antes de que se
desplome por completo. Zack, me olisquea el pelo y a pesar de esta
incómoda situación, me saca una sonrisa que él no ve. No tengo otra
opción, cojo las llaves de su coche y abro la puerta e intento meterlo
adentro. Le doy un suave tortazo en la cara para que vuelva abrir los ojos y
colabore conmigo.
—Vamos, tienes que ayudarme a subirte al coche.
A la vez que se lo digo, paso mi mano por debajo de su axila y lo agarro.
Siento el calor que irradia su cuerpo, su perfume me acaricia la piel y si no
fuera por el olor a cerveza que se mezcla… Sería irresistible. Me río de mí
misma, al pensar de esa forma y al sentir que estoy nerviosa con él, ¿yo
nerviosa con Zack? Es irresistible, siempre lo ha sido pero eso ya no
importa. Una vez que lo tengo sentado en el asiento del copiloto, me pongo
en marcha al único lugar que se me ocurre, a las cuatro de la mañana. Mi
casa.

Después de lo que me ha parecido una eternidad, tras haber parado tres


veces para que Zack vomitase, al fin hemos llegado a casa. Creo que ha
echado hasta su primera papilla… Puag. ¿Quién me mete a mí en esto?
Menos mal que vivo en un tercero con ascensor. Cuando entramos en casa,
está semi inconsciente.
—¡Vamos! Aguanta un poco más, ya casi estamos. —Llegamos hasta mi
habitación y lo tumbo sobre mi cama.
Cae desplomado boca arriba y ni se inmuta, se ha quedado croquis. Tiene la
camisa manchada de cerveza y sin pensármelo dos veces lo desvisto. Joder
Abbigail, ¡qué diablos estoy haciendo! Pero mi mente solo me dice una y
otra vez, que es Zack. Una vez que lo tengo en bóxer. Busco en uno de mis
cajones, y saco una camiseta mía, que es tres tallas mayor que la que suelo
usar, es rosa y tiene dos pestañas dibujadas. No dudo ni un instante en
ponérsela.
Voy al trote hacia el baño y enseguida regreso con una toalla húmeda
para limpiarle un poco el rostro de sudor. A medida que le voy dando en la
cara, me quedo contemplando que es normal que consiga tener a todas las
chicas pidiéndole citas, siempre había sido así. Pero es que ahora tiene un
físico imponente y sus espesas pestañas abrazan esa mirada oscura, que
trasmite calidez y seguridad en sí mismo. Es difícil resistirse a él. Vuelvo
del baño con la toalla limpia y húmeda otra vez, se la dejo puesta sobre la
frente para que el dolor de cabeza de mañana no sea tan agudo. Me pongo
mi pijama y me dirijo al salón para dormir en el sofá.
Me acurruco y a pesar de estar tan agotada no puedo conciliar el sueño.
Pienso en que he tenido suerte de que Grace no esté en casa, porque
posiblemente pondría el grito en el cielo cuando me viese aparecer con
Zack. Sinceramente no sé por qué lo he traído a casa, podría haberlo llevado
con Caleb, pero de alguna forma he sentido la necesidad de protegerlo, tal
vez por miedo a que se volviera a repetir la historia y que mi hermano
pierda el sentido común al verme llegar con él.
¿Qué he hecho? Mañana cuando despierte tendré que enfrentarme a la
realidad. Al pensar eso, me siento mal conmigo misma. Siento que se me
escapa una lágrima y no quiero venirme abajo, no ahora. Intento dejar mis
emociones y cierro los ojos para dejarme llevar por el agotamiento.
Llevaba todo el día impaciente porque llegase la hora de ir con Logan a
aquel viejo bar del campus de empresariales. No solía moverme por allí,
pero según me informó mi amigo, Abby hacía poco que trabajaba allí.
Cuando salí de casa no le dije a Caleb a dónde iba esa noche. Porque si se
enteraba seguramente me lo impediría, habíamos crecido y madurado,
habíamos limado las asperezas de nuestra amistad. Pero ambos sabíamos
que en nuestra amistad había un agujero negro y profundo que marcó un
punto de inflexión. Es cierto que nos llevamos bien, solemos salir con el
equipo de rugby, a tomarnos algo después de cada partido. Pero saber que él
me ha estado ocultando el paradero de Abby todo este tiempo, me hace ver
que hay cosas que nunca cambiarán, por mucho tiempo que pase. Le hice
jurar a Logan que no abriría el pico con Caleb sobre nuestra quedada de
hoy. Él acordó conmigo, que una vez que yo viese a Abby, él se largaba. Lo
vi justo, ya que no tenía por qué meterse en líos con el imbécil de Caleb.
Era un lugar que quedaba a unas tres manzanas de mi piso y cuando
llegamos estaba abarrotado de gente, la mayoría estaban tomando copas,
charlando o bailando en la pista.
—Mira, esa de allí no para de mirarte con odio. ¿Acaso te has liado con
ella? —pregunta divertido Logan.
—No, esa vino antes y le dije que pasaba —respondo dándole un trago a
mi cerveza—. Sabes bien que no soy de esos, tal vez quiera una aventura
contigo —digo desviando la mirada hacia la barra.
—Pues ya tengo plan para esta noche —responde dándome una palmada
y marchándose, tal como habíamos acordado.
Ignoro si Logan me dice algo más, porque sigo observando distraído a esa
chica que me roba cada latido de mi corazón. Parece que quiere pasar
inadvertida del mundo, pero no lo consigue, llama la atención la belleza
natural que tiene. Ese pelo castaño recogido en su forma tan características
con una trenza y esas curvas que muestra su vaquero ceñido no pasan
desapercibidos ni para un ciego. No puedo apartar la mirada de ella. ¡Joder!
No me puedo contener a comérmela con los ojos.
Me acerco hasta la barra y me quedo como un pasmarote viendo cómo
se mueve con soltura de un lado a otro. La sigo con la mirada, me la como
con los ojos. Recuerdos cuantas veces la he besado, he acariciado su pelo
hasta que se quede dormida… Mierda, lo único que quiero ahora es saltar la
barra y besarla contra una maldita pared hasta que no sepamos ni en el día
en que vivimos. Lo que ocurre es que eso no es posible porque la conozco
demasiado bien y si hago eso no tendré oportunidad de que me escuche.
Una sonrisa se cuela en mis labios cuando veo la de ella cuando le
entrega a un chico un cóctel, en ese momento se da cuenta de mi presencia
y cuando nuestras miradas se encuentran le vuelvo a sonreír del modo que
nunca fallaba, pero para mi sorpresa ella pone cara de asco, desvía la
mirada y se gira para hacer lo que sea que estaba haciendo antes de entregar
ese cóctel y entonces, se salpica entera. ¿Cómo ha podido fallar mi sonrisa?
Me aparto para dejar que pidan otros y cuando me doy cuenta ha
desaparecido. ¿Dónde se ha metido?
Camino entre la multitud y voy abriéndome paso hacía donde veo que
mira un par de veces su compañera de barra. Cuando llego a la puerta del
almacén la veo mirarse al espejo y fingir una sonrisa forzada, un suspiro
desolador se escapa entre sus labios e intento pensar con rapidez en cómo
abordarla. Pero el destino elije por ambos y sin previo aviso se gira para
salir y tropiezo con ella. La sostengo con delicadeza y noto como su cuerpo
se estremece por mi contacto, por ello la suelto sin querer hacerle daño.
Entonces me topo con unos ojos que hacen que me dé un vuelco el corazón,
al percibir un atisbo de tristeza en la profundidad de su mirada esmeralda,
que me intimida tanto, que por una fracción de segundo juraría que ella
sabe que vengo buscándola.
Aunque no hay que ser muy lumbreras, estoy siendo un poco directo y
todo el plan que llevaba planeando desde que la vi, se ha ido al traste. Así
que solo me queda improvisar, pero cualquier atisbo de esperanza
desaparece cuando siento el hastío en sus palabras. Sin ser capaz de decir
nada, la dejo que se marche. Me tomo unos minutos para recomponerme y
me niego a aceptar que después de todo, es nuestro final. Me alejo un poco
del bullicio y me siento en un reservado para seguir viéndola trabajar a lo
lejos, mientras pienso en cuál es el siguiente paso. Desde luego, algo bueno
había en todo esto, no podía seguir escondiéndose de mí. No logro borrar de
mi mente su mirada llena de tristeza, a pesar de que intentaba aparentar una
indiferencia que no sentía. Entre tanto, pierdo la cuenta de todo lo que bebo
para ahogar el dolor punzante que siento más vivo que nunca.
Abro los ojos y siento que la cabeza me va a estallar, parece que tengo
un martillo percutor golpeándome las sienes. Llevo un rato despierto,
reviviendo una y otra vez lo pasado la noche anterior y es cuando abro los
ojos, que me doy cuenta de que tengo una toalla húmeda en la cabeza. ¿Qué
cojones? Me incorporo con torpeza y observo a mi alrededor. ¿Dónde
estoy? Es una habitación pequeña, repleta de libros. Todo está
perfectamente ordenado, tiene un escritorio y huele a algo dulce… ¿Huele a
vainilla? Tengo la boca áspera, como la suela de un zapato. Entonces,
recuerdo que anoche después de intentar hablar con Abby, bebí demasiado.
Pero mi asombro es mayor, cuando observo que estoy vestido con una
camiseta rosa que me queda ridícula. ¿Esto qué es? ¡Joder! Me recrimino a
mí mismo, por mi mala cabeza.
¿Dónde he acabado?
Por más que me esfuerzo en recordar, sé que anoche Logan, me llevó
hasta allí. El plan era hablar con Abby, pero después de intentar hablar con
ella, comprendí cuánto dolor albergaba su dulce corazón. Recuerdo que
rechace a varias chicas que se acercaron, porque solo la quiero a ella. No
recuerdo haberme enrollado con nadie, no me interesan las demás. No
podría hacer algo así. Pero entonces ¿dónde cojones estoy?
Salgo de la habitación, y un silencio sepulcral inunda el diminuto piso
de estudiante. El sol se filtra por las ventanas iluminando todo su interior.
Vale, al menos estoy en la universidad, sonrío con amargura. Camino hacia
la única puerta que veo abierta y se ve que es el baño. Me miro frente al
espejo, y me fijo en el reflejo viendo mi camisa lavada que está secándose
junto al radiador, por lo que mi sorpresa es aún mayor. ¿Qué diablos…?
Me giro en busca de alguna señal de vida en la pequeña casa y encuentro
a alguien dormido en el sofá. Es una chica, de larga melena ondulada que
cae sobre su rostro. Me acerco con sutileza hasta ella y no doy crédito a lo
que estoy viendo. «No puede ser». Grita mi mente triunfante. ¿Estoy en el
piso de Abby? La observo cómo duerme relajada y sonrío con nostalgia de
cuánto la echo de menos. Despertarla no está entre mis opciones, porque no
sé exactamente qué hago aquí, pero desde luego estoy seguro de que no me
ha traído por gusto. Todo está en demasiado silencio y camino de puntillas
hasta la otra puerta que está entre abierta, cruzo los dedos y respiro aliviado
cuando veo que Grace, no está. Si Grace, me viese aquí me daría una patada
en el trasero, y me pondría de patitas en la calle de inmediato. Entonces,
saboreo este instante tan íntimo y fantaseo con poder congelarlo, para
demostrarle cuánto la quiero. Que puede confiar en mí y así poder sanar
todas las heridas de su corazón. Despertar aquí, es un comienzo, una
efímera ilusión brota, al pensar en la posibilidad de que tal vez, no esté todo
perdido. Creo que podemos arreglarlo. Por lo que decido que lo mejor será
no despertarla.
Tal vez no comprendo qué hago exactamente aquí, pero si hay algo de
cierto en todo esto es que mi chica tampoco quiere que su hermano se
enteré de que nos hemos visto, así que volvíamos a tener un secreto en
común, y jugaría con eso a mí favor.
Me dirijo hasta la pequeña cocina con una sonrisa triunfante. Al menos,
puedo intentar empezar hoy con buen pie con ella. Voy abriendo los
muebles para ver si tiene todo lo necesario para hacer unas tortitas. Estoy de
suerte, cojo una sartén y un poco de mantequilla y me pongo a cocinar.
Cuando tengo varias listas, las pongo en un plato y le espolvoreo un poco
de azúcar glas y vierto jarabe de arce, junto con algunos arándanos que
tenía en la nevera.
De vez en cuando miro hacia el sofá y veo que sigue durmiendo, preparo
un par de cafés, voy a la nevera para coger la leche y cuando cierro la
puerta de la nevera me encuentro a Abby mirándome molesta, y no puedo
evitar quedarme pasmado viendo lo guapa que está recién levantada sin
filtros. Fragmentos deshilachados de nuestra niñez me llegan y no puedo
evitar sonreír al sentirme afortunado.
—Buenos días trencitas —digo ofreciéndole una taza de café en son de
paz. Llamarla de esa forma tan familiar hace que se me hinche el pecho de
felicidad.
—¿Por qué sigues aquí? —pregunta molesta, pero coge la taza y da un
sorbo al café, cuando lo hace cierra un poco los ojos y yo me deleito con
solo mirarla.
—Es lo menos que puedo hacer después de todo, ¿no crees? —pregunto
apoyando mi cadera en la encimera y cruzo mis brazos. Esta vez es ella la
que no se corta ni un pelo en darme un repaso y sonríe al ver que sigo con
su camiseta.
—Estás ridículo, creo que es mejor que te vistas y te marches, antes
de… —Pero la interrumpo.
—¿Por qué me trajiste anoche, a pesar de todo? —Hago énfasis en esas
últimas palabras que ella recalcó en el almacén. Abby, toma otro sorbo para
no responder y sé que está buscando una excusa.
—Ha sido la peor decisión que he tomado en mucho tiempo. —Me
suelta con una mirada tan fría que podría helar cualquier corazón, pero no la
creo.
—Vaya, siento mucho que sea así para ti. —Hago una pausa y doy un
paso al frente acercándome a ella—. Porque para mí es lo mejor que me ha
pasado en el último año… —Le susurro acercándome aún más, ella no
retrocede, pero reacciona a mí presionando sus labios y conteniendo la
respiración.
—No puedes hacer esto. —Me recrimina con una mirada cargada de
confusión.
—¿Hacer qué peque? —La reto con voz aterciopelada dando un paso
más hacia ella, que retrocede y queda quieta contra la nevera—. Vamos
Abb, sabes que nos merecíamos mucho más, y no voy a negar que fui un
gilipollas integral. Pero si algo aprendí, es que no pienso volver a alejarme
de ti. Al menos que me lo pidas —murmuro tan cerca de ella, que no puedo
evitar inspirar su aroma dulce y embriagador que me reconforta y da la
vida.
—No puedes aparecer de repente y hacer como si nada hubiese pasado.
—Añade retándome con la mirada.
—Llevas razón. —Sonrío y acaricio con mi pulgar su mejilla, ella
contiene la respiración y traga saliva—. ¿Qué te parece si volvemos a ser
amigos?
—No, no puedo —responde con demasiada rapidez.
—Vale, tal vez mañana —comento intentando aparentar que su respuesta
no me ha dolido.
—Zack…
—Está bien —respondo en tono aburrido. Me acero todavía más a ella,
que ante mi proximidad se humedece los labios y cierra los ojos.
Me fijo en su boca, deseo besarla pero sé que no es el momento. Abby, se
merece mucho más, así que me desvió hasta su frente y poso mis labios con
lentitud. Me separo de ella reacio, pero sé que no es lo que ella ahora
necesita. Abby, necesita hechos no palabras y se lo pienso demostrar.
—¿Qué te parece si nos vemos el domingo después de que corra? —
Estoy convencido de que no le va a ser indiferente mi propuesta.
—Creí que lo habías dejado.
—Uno vuelve a los malos hábitos cuando pierde al amor de su vida.
—No te andas con medias tintas, ¿verdad?
—Sabes que no me gusta andarme por las ramas. Así que dime Abb, ¿te
apetece vernos el domingo para cenar? —Insisto con una mirada de fingida
inocencia.
—No, yo… Tengo planes, y creo que… No deberías de correr —
responde con necesidad y sé cuánto detesta esas carreras.
—No puedo cancelarlo, aunque puedo hacer una excepción… Si no
corro, ¿me concedes una cita? —Insisto.
—¿Me estás chantajeando? —pregunta incrédula.
—Bueno, digamos que estoy buscando recursos para tener una cita
contigo —aclaro.
—Sabes que hay mil formas de sustentarte sin tener que correr, ni
pedirle dinero a tu padre. —Me intenta convencer.
Sonrío, al ver que tampoco ha dicho un no rotundo para cenar conmigo.
Además, recuerdo que todavía no le he contado a nadie que el dinero ha
dejado de ser un problema para mí.
—Lo sé peque, durante un tiempo las dejé. Pero tanto tiempo sin saber
de ti, me dolía y tan solo cuando corro, el dolor desaparece. —Me sincero y
siento un huracán de emociones recorrerme el cuerpo.
Veo una tormenta en sus ojos y tengo miedo, miedo de que ella no quiera
darme otra oportunidad. No quiero venirme abajo y llorar como un crío, así
que me alejo antes de que sea demasiado tarde y no pueda seguir con esta
máscara de que estoy bien, cuando por dentro me siento en ruinas. Sé que
no puedo pedirle que haga de tripas corazón, pero si de algo estoy seguro es
de que nuestro amor siempre ha sido más fuerte que cualquier brecha que se
haya abierto en nuestro camino. Ella no lo sabe, pero estoy dispuesto a
construir todos los puentes que hagan falta, para volver a llegar de nuevo a
su corazón. Me giro a su dormitorio, cojo el pantalón, la cartera, las llaves y
mi móvil. Paso por el baño, recojo la camisa y regreso a la cocina. La miro
con añoranza y cariño, no se ha movido ni un ápice, parece una mera
espectadora viendo como me marcho, al sentir impotencia de ver que todas
las posibilidades de volver, se van reduciendo. No quiero pensarlo ni
siquiera. Pero antes de salir por la puerta de su piso y sin saber cuándo
volveré a verla de nuevo.
—Espero que te guste el desayuno y si cambias de opinión para cenar el
domingo, solo tienes que llamarme. ¿Vale? Cuídate peque.
Abby, asiente sin decir nada y veo brillar su mirada cuando la mía la abraza.
Ninguno de los dos dice nada más, tal vez porque sentimos tanto que no
somos capaz de dar el primer paso. Bajo las escaleras de su bloque con su
camiseta rosa puesta y sonrío de pensar en que hay personas que dejan una
huella imborrable en nuestra memoria para siempre. Personas que cuando
piensas en ellas, te arrancan una sonrisa de esas que iluminan una ciudad
entera, son tan increíbles y su amor es tan puro e incondicional que te hacen
sentir que son hogar y se convierten en tu lugar favorito. Ella siempre ha
sido mi refugio y mi faro, porque desde el momento en que la conocí me
iluminó la vida.
No tenía ningún derecho a aparecer así y desordenar cada resquicio de mi
alma. Zack siempre había sido tan intenso y arrollador que hacía que me
replantease todas mis decisiones. Claro que no dudé en llevarle a casa la
otra noche, después de ver la lamentable situación en la que se encontraba,
no podía abandonarlo. Pero despertarme y ver el delicioso desayuno que me
había dejado preparado para después largarse y dejarme con la palabra en la
boca, hacía que tuviese un lío mental descomunal.
Llevaba todo el fin de semana evitando hablar demasiado con Grace por
teléfono cuando me llamaba, pero un nuevo mensaje avisando de que está
entrando en el campus me advierte que ha llegado el momento de
contárselo, que ponga el grito en el cielo y me recuerde todas las razones
por las que decidí alejarme de Zack para siempre. Me siento en el sofá y
espero inquieta a que entre.
—Madre mía, si no fueras mi mejor amiga y no te conociera, diría que
estás hasta arriba de éxtasis. Pero obviamente no te drogas… Así que
empieza a cantar qué o mejor dicho, quién ha roto tu paz mental. —Me
comenta guasona alzando las cejas, a la vez que deja caer en el suelo su
maleta y se sienta a mi lado, para mirarme expectante.
—Verás, el viernes por la noche… —Comienzo a decirle, pero me
interrumpe.
—¡Logan! —exclama—. Te liaste con él, dime que sí —suplica.
—¿Qué? ¡No! —Entonces pone los ojos en blanco y bufa—.
Escúchame, ¿quieres? Estaba en el bar como cualquier viernes, haciendo
cócteles con la batidora y entonces un chico me miró, me puse nerviosa y
puse todo perdido de zumo de mango… —Le voy contando
—¿En serio Abby? ¿Qué eres, una cría de trece años? —pregunta
alucinada a la vez que se recuesta en el sofá.
—Era Zack. —Tal como pronunció su nombre hace que vuelva a
incorporarse de un respingo.
—No —murmura cogiéndome de la mano con mirada recelosa.
—Sí, déjame acabar por favor…
Conforme voy contándole todo a Grace, su rostro va cambiando de
expresión de la sorpresa, al enfado y luego al desconcierto. Cuando termino
de hablar ella guarda silencio, apoya sus codos en las rodillas y mueve una
pierna nerviosa. Me preparo para una reprimenda que no llega y su silencio
es inquietante.
—Di algo, ¿no? —No estoy acostumbrada a que Grace se quede muda y
eso me intriga aún más.
—Zack, nunca deja de sorprenderme —dice con una sonrisa, a la vez
que me da una palmadita en mi pierna—. Amiga mía, ese chico está loco
por ti y tú por él, es cierto que tenéis mucho que arreglar, pero creo que no
intentarlo sería un gran error del que luego te lamentarás el resto de tu vida.
—Grace, sé que es Zack pero… —Intento explicarle, pero mi amiga me
interrumpe.
—Mira, siempre te he apoyado en todo y he visto bien que tomaras
distancia con él, pero era cuestión de tiempo que os encontraseis, no creo
que haya sido casualidad y tampoco pienso que tu hermano le haya hablado
de ti.
—Yo tampoco lo creo la verdad. —Pienso en Caleb y en cómo ha ido
digiriendo toda mi historia con Zack, pero Caleb fue el encargado de que
todo se acabara—. Grace, en un primer instante he pasado mucho tiempo
enfadada con Zack. Pero tenerlo cerca, sentir como me ha acariciado, me ha
traído tantos recuerdos… —Hago una pausa rememorando nuestro
encuentro y me abrazo a mí misma—. Ha despertado sentimientos que
llevaban todo este tiempo dormidos y…
—¿A qué hora es esa carrera? —pregunta levantándose.
—Dentro de una hora. —La informo.
—¿Y qué haces así vestida? ¡Venga! —Me anima y aunque una parte de
mi piensa que es una idea horrible, no puedo evitar reírme nerviosa cuando
corro a cambiarme de ropa.
Cuando llegamos a la ubicación que marca el GPS del móvil de Grace,
aparcamos el coche frente a una valla de obras oxidada, con un cartel que
advierte prohibido el paso. Todo está demasiado oscuro, pero el bullicio y la
música provienen de un edificio en obras abandonado, siendo obvio que si
se va a realizar una carrera de coches ilegal, este sitio es el lugar idóneo.
Nos agachamos para pasar por un agujero de la valla y caminamos juntas
con paso apresurado. Conforme más cerca estamos más fuera de lugar me
siento. Hay mucha gente bebiendo por doquier, algunas bailan a un ritmo
completamente diferente al de la música que sale del maletero de un coche.
Nos fijamos en que hay un gran grupo haciendo un círculo, me pongo de
puntillas y miro por encima de los hombros. Veo a Zack y a Caleb, hablar
junto a un BMV negro, supongo que es el coche con el que va a correr.
—Grace, hay demasiada gente para llegar a él —advierto a mi amiga.
—Lo sé, la carrera está a punto de comenzar —responde mirando a
todos lados, como si buscase una respuesta que no encuentra.
Veo a una chica que luce un bikini y pasea en tacones que se posiciona
frente a los dos coches con un pañuelo naranja. De repente se me ocurre un
plan para llegar a él y una corriente de adrenalina me recorre la espina
dorsal.
—Tengo una idea Grace, sígueme.
Cuando Nill, me envió un mensaje avisando de la hora y el sitio, supe que
el dinero que prometían al ganador no lo iban a regalar. Había corrido
muchas veces, en diversos lugares, pero ninguno como este. Es un lugar
donde el peligro baila en el aire, teníamos que ascender hasta la última
planta del edificio en construcción y al mínimo error te podías salir del
camino y caer al vacío. Sin duda alguna era una puta locura, por eso te
pagaban una cantidad indecente por ganar, pero el dinero no me importaba.
No lo hago por el dinero, sino porque cuando corro mi mente desconecta de
mi corazón y no pienso en ella, en lo que fuimos y en todo lo que seríamos
juntos. Lo hago como una terapia personal, sé que cualquiera no me
entendería, estar así por una chica pero no es una chica cualquiera. Es la
chica más alucinante, dulce e inteligente que jamás podría haber conocido.
Pero también la chica más testaruda con la que he lidiado, ha pasado todo el
fin de semana y he perdido la esperanza de que ella me dé una oportunidad.
Después de aquella despedida apresurada en su piso, sé que necesita
tiempo, la conozco bien o al menos eso creo. Cuando le dije adiós, vi ese
brillo en sus ojos tan familiar, tan llenos de luz que me ilusioné pensando en
que la pelota estaba en su tejado, es el turno de Abby de mover ficha. La
carrera está a punto de comenzar, así que antes de subirme miro una última
vez mi móvil, no hay nada. Caleb me abraza y yo hago lo mismo.
—Tío, ¿estás seguro de querer correrla? Porque sabes que el dinero no te
supone ningún problema —comenta preocupado Caleb.
Ayer cuando regresé a casa y me preguntó dónde había pasado la noche,
eludí la respuesta. No le podía decir la verdad, porque temía que se lo
tomase igual de mal que aquella vez. Así pues, desvié el tema y le conté
toda la historia de mis padres y mi patrimonio. Caleb se quedó ojiplático,
después de todos estos años, en los que él mejor que nadie sabía por lo que
había pasado, la vida había sido tremendamente benevolente conmigo.
Todos mis problemas económicos habían desaparecido, era el dueño de una
gran multinacional, mi padre me había dejado en paz y mi madre me había
dejado una cuenta con tanto dinero que me brindaba un universo de
posibilidades para perseguir mis sueños.
—Ten cuidado colega. —Me advierte y asiento.
—Nos vemos en la meta. —Lo animo a la vez que abro la puerta y me
subo al coche que me han preparado.
Hago rugir el motor, cierro los ojos y agarro el volante. Tan solo tardo unas
milésimas de segundos en darme cuenta de que no estoy solo.
—Pero, ¿qué cojones? ¿Abby? ¿Qué haces aquí? —pregunto alucinando
y sintiéndome ya ganador por solo tenerla a mi lado. Está preciosa con un
vestido corto y sencillo, con estampado floral, que muestra sus largas
piernas y sus dos trenzas tan características que hace que este irresistible.
—Correré contigo —afirma sonando muy poco convincente y no puedo
ocultar mi alegría de que este aquí. Pero no me da tiempo a responderle,
cuando oigo a su hermano gritar.
—¿Abby? ¿Qué haces ahí?
Caleb que se ha encontrado con Grace viene corriendo como un
energúmeno. Aprovecho la escasa distancia que lo separa del coche, el
tiempo justo para echar el seguro y subir las ventanas del todo.
—¡Sal del puto coche Abby! —Vuelve a gritar golpeando con las
palmas de sus manos el cristal.
—¿Estás segura de querer correrla trencitas? —pregunto con una sonrisa
divertida. Ignoro todo lo que sucede afuera del coche y ella asiente a la vez
que traga saliva nerviosa.
—Sí… —murmura decidida.
—Está bien, dos condiciones que debes aceptar. Si no, abriré la puerta y
tu hermano se encargará de sacarte de aquí. —Le advierto intentando sonar
serio y convincente, porque por nada del mundo dejaría que se fuese de mi
lado.
—No te recordaba tan tiquismiquis Zack Williams. —Me comenta con
una mirada felina que hace tambalear mi fingida máscara de chico duro.
Carraspeo antes de hablar y me giro un poco hacia ella.
—La primera, es que debes taparte los ojos. —La informo sacándome
un pañuelo que antes una chica me había regalado para desearme buena
suerte. Ella me mira sorprendida y me humedezco los labios y los presiono
para reprimir una sonrisa. Estoy improvisando.
—Vale, adelante —dice acercándose a mí.
Paso el pañuelo doblado por la mitad por sus ojos y me tomo un par de
segundos para anudarlo en su nuca e inspiro su dulce aroma frutal. Me
separo despacio de ella y me preguntó qué estará pensando ahora mismo, y
más que nada porque me encantaría que sea lo mismo que estoy sintiendo
yo, al tenerla tan cerca después de tanto tiempo. Abby tiene los ojos
tapados, paso mi mano por una de sus trenzas y trago saliva, porque nunca
antes me había latido tan desbocado mi jodido corazón.
—¡Te voy a matar Zack! —Oigo las amenazas de Caleb y me río
dichoso sin poder aguantar más e ignoro al capullo de Caleb.
—Muy bien peque, la segunda es un trato. Si gano la carrera tendrás una
cita conmigo. —Le comento nervioso. Ella se humedece los labios antes de
hablar, no puede verme y entonces sonrío dichoso.
—¿Y si pierdes? — Me reta de esa forma que solo ella sabe hacer.
—Sabes que no voy a perder. —Le comento con mi sonrisa de chico
malo—. Pero si se diera el caso te dejaré elegir a ti y desapareceré de tu
vida si así lo deseas —respondo con seriedad. Sabiendo muy bien que este
momento marca un nuevo punto de inflexión en nuestra historia.
—Me parece justo. —Me comenta sonriendo a la vez que entrelaza sus
manos nerviosa.
—Muy bien, ¿preparada? —Abby asiente. Mi corazón se acelera y sé
que soy el tío con más suerte del mundo al tenerla aquí y ahora—. Allá
vamos peque —digo quitando el freno de mano y avanzando unos metros
hasta la línea de salida.
Me muero de ganas de decirle todo lo que siento, cuánto la quiero y
entonces recuerdo una frase que mi madre siempre me decía, hay palabras
que no dicen nada y hechos que lo dicen todo. Entonces tomo una decisión
que lo cambiará todo. Miro por el retrovisor a toda la multitud que espera
atenta la salida. El coche ruge a nuestros pies y su sonido retumba en mi
interior de forma que me hace cosquillas y sonrío al volver a mirarla, está
nerviosa. A pesar de no haber comenzado, mi corazón corre como un
caballo desbocado, los pitidos de los latidos se agolpan en mis oídos y el
mundo que gira a mi alrededor, se queda en silencio. Mi respiración y su
respiración se mezclan en una sigilosa danza. Miro con determinación al
frente donde una chica alza un pañuelo naranja, acelero el motor, suben las
revoluciones, se oye un silbido y a continuación una bocina, que indica el
instante en que todo se detiene. El coche sigue rugiendo y Abby, se tapa los
oídos y aprieta la mandíbula, entonces no aguanto más y se me escapa una
carcajada. No tardarán mucho en llegar para rodear el coche y pedirme una
explicación. Me giro hacia mi chica y le quito el pañuelo, solo tarda unos
segundos en comprender que el coche no se ha movido ni un ápice. Abre
los ojos despacio y, si todo esto no fuese una auténtica locura, diría que
cuando nuestras miradas se entrelazan ambos quedamos hechizados.
—Zack, ¿por qué lo has hecho? —pregunta frunciendo el ceño
confundida, como si despertase de una ensoñación y ese gesto me despierta
a mí.
—Jamás te pondría en peligro Abb, no necesitaba ganar está carrera
porque lo que más me importa eres tú. —Hago una pausa y me paso una
mano por el pelo nervioso—. No voy a prometerte que todo siempre va a ir
bien, porque seguramente te estaría mintiendo. Pero pienso estar ahí para
abrazarte cuando lo necesites. Has ganado, porque he perdido la carrera, ese
era el trato… Ahora todo depende de ti.
—Zack, yo… —Sus palabras desfallecen en sus labios y sonrío con
cariño.
No le da tiempo a decir nada más, cuando un centenar de curiosos se
agolpan a nuestro alrededor haciendo preguntas por doquier. Caleb vuelve a
aporrear el cristal, abro el coche y salgo para hacerle frente también a él.
—El coche tenía un ruido raro, así que no iba a correr y jugar con la vida
de ella. —Le digo a Nill, lanzándole las llaves.
Tan solo doy un par de pasos cuando Caleb llega hasta a mí y me empuja
con fuerza.
—¿Qué diablos pensabas hacer? —Me increpa.
—No he corrido por ella, ¿vale? —Le advierto con mi paciencia al
límite.
—Si llega a pasarle algo… —Pero le interrumpo cuando me advierte, le
cojo con el puño por la camiseta y me acerco a su oído.
—Jamás la pondría en peligro, creo que después de todo este tiempo
todavía no te has dado cuenta… La amo y la respeto —comento dolido—.
¿Cuándo me ibas a contar que estaba aquí? Otra vez me mentiste. Me dijiste
que se fue a otra universidad y todo este tiempo ha estado aquí…
No le digo nada más, porque creo que no es necesario. Lo suelto con desdén
y me marcho sin mirar atrás, no respondo a ningún curioso y camino
apresurado deseando largarme de aquí. Solo pienso en que me diría mi
madre de todo esto. No tenía respuestas, no había crecido con un adulto que
me hubiese dicho que era lo políticamente correcto. Es cierto que los Smith,
siempre habían influido en mi vida, pero qué sabía yo de cometer errores,
de actuar con el corazón y dejar a un lado la razón. Realmente creo que
nadie sabe si está haciendo lo correcto en las decisiones que toma, pero si
de algo estoy seguro, es que todo pasa por algo. Que ella hubiese aparecido
esta noche y se hubiese subido al coche era una señal. ¿Verdad? ¡Dios!
Quería pensar que sí, no quería lo contrario. Así que, todo dependía de ella.
Había ido con Grace a esa carrera con un propósito, tener ocasión para
hablar y cenar con Zack, después de la carrera tal como él me había
propuesto en mi casa. Pero cuando lo vi junto al coche, no lo pensé dos
veces y me escabullí entre el bullicio. No voy a admitir que era algo
predeterminado, realmente una parte de mí se arrepentía enormemente de
ponerme en peligro, pero la otra… La menos racional, confiaba en él
plenamente. No sabía por qué, solo sabía que no debía tener miedo. Porque
si había algo único que caracterizaba a Zack, era que cuando me miraba me
daba la impresión de que podía ver dentro de mí y eso me hacía sentirme
segura. No me importaba mi hermano, confiaba en que esta vez lidiaríamos
mejor con él. Pero lo que no me esperaba era que Zack me hiciera una
declaración de amor, para después marcharse. Si todo dependía de mí como
él mismo decía, sabía que nos merecíamos una oportunidad.
Es temprano, las clases no comienzan hasta dentro de dos horas y el timbre
del piso no para de sonar, me levanto y cojo una sudadera para abrigarme.
A pesar de que estamos en otoño, por las mañanas las temperaturas son
demasiado bajas. Paso por la habitación de Grace y veo que sigue
durmiendo como un tronco, el timbre vuelve a sonar y abro la puerta con
rapidez, para que quién sea quité el dedo del botón del timbre.
—¿Caleb? ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres? —pregunto extrañada. Me
pongo la mano en la boca para bostezar.
—Zack, no ha vuelto al piso desde ayer y esta mañana tampoco ha
venido a entrenar, nadie lo ha visto desde la carrera —comenta
preocupado.
—¿Y por qué debería de saberlo yo? —pregunto extrañada que haya
venido hasta aquí.
—Porque siempre habéis sido amigos, incluso antes de que yo lo fuese
de él —responde apartando la vista avergonzado—. Siempre he sido un
capullo con vosotros —añade arrepentido
—Caleb, ya todo eso es pasado. —Le soy sincera sabiendo todo lo que
ha cambiado.
—Lo sé, todo fue culpa mía Abby, jamás debí de encerrarte en el desván
y a él traicionarlo, haciéndole prometer que si no aparecías debía de pasar
de ti. Os la jugué, y todo este tiempo he sido gilipollas. Al fin de cuentas
eres mi hermana y él… Es mi mejor amigo.
La confesión de mi hermano no me pilla desprevenida, sé que nos la jugó y
que por ese malentendido nos separamos. Noto la tristeza crecer en mi
interior, trago saliva y lo miro con una serenidad que no siento.
—Mira Caleb, Grace está dormida y vas a despertarla con tu arrebato de
remordimiento. —Le sonrío con cariño, a la vez que le aprieto el brazo
intentando tranquilizarlo—. Es temprano, seguro que aparecerá luego en
clase.
—¿Tú crees? Es que ayer cuando te vi subida en el coche, tuve pánico
de que fuese a correr contigo y que os pasará algo, pero él me demostró una
vez más que solo soy un gilipollas de campeonato. Siento todo muchísimo.
—Su declaración me hace sonreír y pienso que más vale tarde que nunca.
—Bueno, no tengo nada que perdonarte creo que deberíamos de haberte
dicho todo desde el principio, aunque no te hubiese gustado —comento—.
Vete tranquilo, si sé algo de él te aviso.
—Está bien, gracias por todo Abby. —Se despide de mí, dando un paso
al frente y dándome un beso en la mejilla—. Creo que tú y Zack, os
merecéis otra oportunidad. —Añade a la vez que se da la vuelta para
marcharse y yo asiento dándole la razón.
Pero no le digo nada, no puedo, ya que un nudo me oprime la garganta de
emoción al ver por primera vez, que todo es como debería de haber sido
desde el principio. Espero que termine de bajar las escaleras para cerrar la
puerta. Cuando lo hago corro hasta el dormitorio de Grace y me siento en el
borde de su cama.
—Grace, Grace, despierta —digo frotándole el brazo. Mi amiga
masculla algo inaudible y se gira para el lado opuesto—. ¡Oh vamos Grace!
Espabila, es importante o no te estaría despertando. —Le advierto, entonces
ella abre un ojo y me mira confusa.
—¿Qué quieres Abby? Es temprano para esa hiperactividad tuya. —Se
queja.
—Necesito que me dejes tu coche. —Mi confesión hace que de un
respingo y me miré extrañada.
—¿Qué? Pero si te sacaste el carnet hace poco y casi no has conducido.
—Me advierte.
—Por favor, Zack no fue anoche a su piso y tampoco ha ido a entrenar…
Creo que sé dónde está.
—Está bien. Pero, ¿a dónde vas a ir? —Me pregunta interesada.
—A casa —confieso.
—¿Y por qué sabes que está allí? —insiste.
—No lo sé, pero solo hay dos lugares en los que puede estar —admito.
—Está bien, dame cinco minutos, me visto y te llevo —responde
desperezándose.

Durante el camino le he contado a Grace la visita inesperada de mi hermano


y su confesión de arrepentimiento. Ella no ha hecho comentario alguno,
pero era notorio la satisfacción que sentía al oírme contarle todo. Ya
habíamos hablado otras veces, que si fuese al revés la historia, que mi
hermano y ella tuviesen algo, a mí no me importaría. Siempre que hablaba
de ese tema, Grace se ponía inquieta y desviaba el tema de conversación.
Supongo que era porque nunca ha querido admitir que está colada por mi
hermano.
Cuando me deja en casa, veo que los coches de mis padres no están.
Porque la hora que es ya deben estar cada uno en sus respectivos trabajos.
Pero en casa de Zack, tampoco hay ningún indicio de que él este ahí. Así
que abro con el mando a distancia el garaje y cojo mi bici, poniendo rumbo
al único lugar en el que Zack siempre ha perdido la noción del tiempo. Cada
vez que lo atormentaba algo, él acudía a la tumba de su madre. Es como si
de alguna forma la sintiera más cerca y eso le transmitía calma. Cuando
subo colina arriba veo su coche aparcado bajo un roble y pedaleo hasta
llegar a él. Dejo caer la bici en el carril y cuando él se percata de mi
presencia, levanta la vista desolado. Su mirada llena de dolor me hace
temblar el alma y comprendo que ha debido pasar aquí toda la noche.
Acaricio con la yema de mis dedos el nombre grabado en la tumba de su
madre y trago saliva sabiendo que debo ser fuerte por él, me siento a su
lado todo lo cerca que puedo. Busco su mano que está fría y entrelazo mis
dedos con los suyos. Durante un rato nos quedamos en silencio con solo el
sonido de nuestras respiraciones.
—¿Sabes una cosa? La vida es verdaderamente sorprendente. —Rompo
el silencio que nos rodea—. Hace más de diez años, conocí a un chico que
me miró de la misma forma que tú me acabas de mirar y resultó ser el chico
más increíble que jamás pudiese haber conocido —comentó acercándome a
él. Le doy un beso en la mejilla y luego apoyo mi mejilla en su hombro—.
¿Te apetece que te cuente aquella historia? —Le pregunto con dulzura
acariciando con la yema de mis dedos su mano y lo miro de reojo, viendo
una débil sonrisa en sus labios.
—Me encantaría —responde con voz ronca.
—Crecimos juntos y no solo fue mi mejor amigo, sino que al final
resultó ser el amor de mi vida, ya que entre nosotros había una conexión tan
intensa que con una sola mirada podíamos comprendernos a la perfección.
—Hago una pausa y tomo aire—. Tuvimos nuestra historia de amor en
secreto y cuando la verdad salió a la luz, un malentendido nos separó
durante un tiempo.
—Creo que no hubo suerte —comenta pensativo y me hace feliz oírlo
hablar.
—Yo creo que sí —respondo mirándole—. A veces es necesario cometer
errores y equivocarse, porque de eso va la vida, de aprender. Así que un día
sin previo aviso, nuestros corazones se volvieron a tropezar. Habíamos
crecido y éramos personas completamente distintas, pero a pesar de ello
nuestros sentimientos seguían siendo los mismos.
—¿Y entonces qué pasó? —pregunta con interés. Nuestras miradas se
entrelazan en una danza silenciosa de amor, complicidad e intriga.
—Que solo hizo falta una mirada, para comprender que hay amores que
nunca mueren, que crecen en la adversidad de la vida y aunque todo este en
completo cambio, el nuestro resultó ser imperturbable —confieso en un
susurro. Veo como Zack contiene la respiración, cierro los ojos, respiro y
apoyo mi frente con la suya—. Te quiero Zack.
—Te quiero desde siempre y para siempre Abbigail Smith, ¿lo recuerdas
verdad? —Me confiesa con una sonrisa auténtica y sus palabras hacen que
se me caliente el alma.
Asiento complacida y una expresión de ternura se refleja en su rostro.
Nuestros labios se acercan, hasta quedarse a escasos centímetros de
distancia y todo a nuestro alrededor se desvanece, el tiempo se detiene y el
mundo deja de girar. Siento el golpeteo acelerado de mi corazón y cierro los
ojos al sentir la presión de sus dulces labios sobre los míos al besarme con
delicadeza. Nuestras bocas se acarician y bailan en perfecta sintonía,
saboreo el dulzor de la pasión que arde en lo más profundo de mi alma. El
beso crece y se hace más intenso, su lengua busca la mía y nos enredamos.
Me deja sin aliento y el cosquilleo que siento en mi estomago crece hasta
mis pulmones. Entonces, una parte de mí vuelve a respirar, después de
mucho tiempo habiendo estado conteniendo la respiración.
Desde aquel día en que Abby había aparecido en el cementerio, todas las
barreras y muros que nos separaban se habían derrumbado. Volvíamos a ser
nosotros, pero en una versión más auténtica si cabía. Ya que esta vez no
había secretos, ni medias palabras. Aquel día en el cementerio, Abby llamó
a Caleb diciéndole que estaba conmigo y que todo estaba bien y de alguna
forma completamente inexplicable él parecía haber entrado en razón.
Durante el regreso a la universidad hablamos de muchas cosas, entre ellas
de la historia del testamento secreto de mi madre. Abby no podía ocultar su
asombro y su alegría de saber que mi padre jamás volvería a hacerme daño.
Con ello también se acabarían las carreras clandestinas, y volcaría todo mi
tiempo y vocación en mi pasión, el arte. También le comenté a Abby que
llevaba tiempo con una idea rondándome la mente. Abrir una fundación en
nombre de mi madre que ofreciera becas de estudio para aquellas personas
que lo tuviesen un poco más complicado en acceder a ese tipo de
formación. Aún quedaba un largo camino, pero todo esto era un comienzo.
Estoy terminando de anudarme los cordones de mis deportivas, después de
un arduo entrenamiento cuando veo una sombra frente a mí. Elevo la
mirada y veo a Caleb que me mira más serio de lo habitual.
—¿Qué pasa tío? —pregunto, irguiéndome en mi sitio.
—Esto, verás… He pensado que esta noche podrías decirle a Abby que
se venga también con Grace, a la fiesta que se va a organizar en la
fraternidad —comenta dubitativo y nervioso pasándose una mano por la
nuca.
—¿Desde cuándo te andas con rodeos? —pregunto divertido,
levantándome y colgándome el asa de mi maleta de entrenamiento al
hombro.
—¿Qué? No es eso, solo que… —Comienza a decirme a la vez que sale
conmigo de los vestuarios.
—¿Por qué no se lo dices tú mismo? —Le pregunto haciéndole un gesto
con la cabeza para que mire hacia los aparcamientos dónde se encuentra
Abby con Grace. Ambas están apoyadas en mi coche y están riéndose por
algo que están viendo en el móvil de Abb.
—No creo que sea buena idea —añade inseguro.
—Creo que deberías de tener en cuenta que Grace lleva toda la vida
colada por ti. Además, es la mejor amiga de tu hermana, así que no seas
capullo y no vayas a jugar con ella. —Le advierto conociéndole bien.
—Lo sé, pero no soy tan valiente como tú. —Me comenta animado
chocando su hombro con el mío, a la vez que caminamos hasta las chicas.
—¡Hola! No te esperaba aquí. —Le digo a mi chica que se lanza a mis
brazos y la abrazo con fuerza. Rodeo con mis manos su cintura y la levanto
un poco del suelo, mientras que ella mi cuello con sus manos y me da un
tierno beso.
—Hemos salido antes de clases y nos apetecía pasar a saludaros —
responde risueña.
—Qué buena tarde hace, ¿verdad Grace? —Le comenta Caleb en un
intento patético de acercarse a la chica que realmente le gusta. Porque
Caleb, podría ser un ligón de campeonato, pero jamás se había tomado algo
tan en serio como respetar a Grace.
—En serio, ¿me vas a hablar del tiempo? —pregunta Grace entre una
mezcla de sorpresa e irritación.
—Bueno, era un poco para ver de qué humor estás hoy. —Le comenta
abochornado, rascándose el cuello nervioso.
Noto como Abby se ríe en silencio a la vez que me rodea con su brazo la
cintura y yo la atraigo hacía mí, ambos estamos disfrutando de la escena
que estamos presenciando. Grace y Caleb, son polos opuestos, que se atraen
pero que hacen el intento de repelerse el uno del otro, como si acaso eso
fuese posible.
—Abb, creo que se me ha olvidado el móvil en la taquilla del vestuario,
¿me acompañas? —Le pregunto teniendo consideración de que necesitan un
poco de intimidad.
—Por supuesto, ahora volvemos —responde mi chica y entrelaza su
mano con la mía, alejándonos del aparcamiento.
—Es increíble como pueden ser tan orgullosos. —Le comento a Abby
cuando nos hemos alejado lo suficiente de ellos.
—Porque a ambos les da miedo decidirse a dar el paso, aunque Caleb
me está sorprendiendo cada día más. ¿De dónde viene ahora esa
predeterminación por caerle bien a Grace? —pregunta extrañada.
—Desde que la otra noche tuve una conversación con él y le hice
comprender que Grace no va a estar toda la vida esperándolo. —Le soy
sincero.
—¿Y desde cuándo tenéis esas conversaciones tan trascendentales? —
Insiste alegre y burlona.
—Desde que tú vuelves a ser nuestro vínculo más fuerte —respondo.
Me detengo a unos metros de la puerta del vestuario y me pongo frente a
ella que apoya su espalda en la pared de ladrillos rojizos. Le acaricio la
mejilla con el pulgar, maravillado de cada peca casi imperceptible de su
rostro y ella sonríe, siempre he pensado que tiene la sonrisa más bonita del
mundo. Entonces la beso, sus labios son adictivos, así que lo hago
hambriento, mientras que mis manos la sostienen como la obra de arte más
valiosa que hay sobre la faz de la tierra. Abby me mira como si yo fuese
magia, y no se da cuenta de que la magia la tiene ella en su sonrisa
infinita. Y así, de repente, comprendo que ella es mi lugar favorito.
Era fiesta nacional y habíamos regresado a New Bern, para pasarla en casa
y así también celebrar mi cumpleaños. Zack, no había vuelto con nosotros
ya que había tenido que viajar a Nueva York, para cerrar un acuerdo con
William Enterprise y unos contratos sobre la fundación de su madre, que
inaugurará el próximo curso. Miro el reloj de mi mesita de noche y
recuerdo el último mensaje de Zack, avisando de que su vuelo se había
retrasado y que probablemente no llegará hasta la cena. Me esperezo y
sonrío sintiéndome la persona más afortunada del mundo de estar aquí, en
casa y saber que ahora todo es aún mejor que antes. Me siento en el filo de
la cama y mi mirada queda atrapada en el cuadro pintado en óleo que
cuelga en mi pared recientemente. Es el regalo por adelantado de Zack, un
retrato de nosotros, un cuadro que él había hecho durante el tiempo que
estuvimos separados. Me levanto hipnotizada y maravillada, sonrío y paso
la yema de mis dedos sobre las líneas del trazado. Noto el relieve de la
pintura seca y un cosquilleo se instala en mi estómago al sentir, que cada
pincelada lo ha hecho con delicadeza y amor. Es obvio que le apasiona lo
que hace, y se le da realmente bien, estoy orgullosa de él y de todo lo que
va a conseguir.
Un pequeño ruido familiar, que proviene de mi ventana hace que me gire y
sonría dichosa. El vaso de plástico, que durante cientos de noches había
sido nuestra conexión y nuestro primer secreto, vuelve a estar con un hilo
rojo tirando de su base. Se llevó varios años roto, porque yo misma corté el
hilo cabreada de que le había puesto mis sentimientos en bandeja y pensé,
que para él siempre sería su amiga. Estos vasos no solo habían conectado
nuestras ventanas durante años, sino también nuestras vidas. No me cabía la
menor duda que era cosa de Zack. Pero, ¿cuándo lo ha arreglado?
Me acerco al alféizar de mi ventana y miro hacia su casa. Tal vez,
nuestros secretos comenzaron mucho antes de lo que yo pensaba, todavía
recuerdo que esperábamos a medianoche para asegurarnos de que Caleb,
estuviese dormido. Porque sabíamos que mi hermano no comprendía
nuestra amistad sincera. Sonrío al pensar, que eso solo era una premonición
de todo lo que estaba por venir. Por primera vez en mucho tiempo, siento
que todo está bien, que todo es como siempre debía de haber sido. Es como
empezar de cero. Aunque no tuviera ninguna lógica, tengo la sensación de
que todo lo malo ha desaparecido y se ha quedado en un efímero recuerdo.
Miro el móvil y no hay ningún aviso nuevo suyo. La risa de Grace
mezclada con la de Caleb hace que me vuelva para mirar la puerta de mi
habitación.
—Abby, buenos días. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —grita mi amiga a la
vez que se lanza a mis brazos.
—Gracias Grace. —Le comento feliz, dándole un beso en la mejilla.
—Hermanita, felicidades —añade Caleb, uniéndose al abrazo y
rodeándonos a las dos.
—Gracias bruto. —Finjo quejarme de que me estruje tan fuerte, pero mi
enorme sonrisa confirma lo contrario.
—Mamá ha preparado un desayuno delicioso, te estamos esperando para
que soples las velas —afirma alzando las cejas juguetonamente.
—Como en los viejos tiempos —comenta risueña mi amiga,
separándose del abrazo y sonrojándose al mirar a mi hermano.
—Mejor aún —dice mi hermano alegre, pasando su brazo por los
hombros de Grace, pero ella se aparta como si su contacto le quemase.
—El papel de encantador no te funciona conmigo —añade Grace.
—Está bien no vayáis a empezar a discutir, ¿vale? —Sé lo poco que se
soportan y me sorprende que lleven cinco minutos en la misma habitación
sin tirarse los trastos—. Bajo en cinco minutos. —Los informo sonriendo
dichosa. Mi amiga me sonríe con cariño y me abraza de nuevo.
—Seguro que llega para la cena como te prometió. —Me susurra, a la
vez que me da un beso en la mejilla intentando animarme.
—Sí, lo importante es que llegue —comento—. Ahora voy.
—Está bien, le digo a tu madre que vaya preparando las velas. —Me
comenta con un guiño y pasa por el lado de Caleb ignorándolo.
Grace y Caleb, están predestinados a estar juntos, aunque ellos todavía no
lo saben. No pienso empujarlos, ni forzar las cosas, porque solo es cuestión
de tiempo que ellos mismos se den cuenta. Al menos no suelen discutir tan
a menudo y Caleb, está dejando de ser tan capullo. Parece que mi hermano
está madurando, ¿quién lo iba a decir? Pero todavía le queda mucho por
aprender y convertirse en el chico cariñoso y atento que mi amiga se
merece.
Me miro las manos y hago girar el anillo de mi dedo corazón, pienso en
Zack y solo deseo que las reuniones que tenía, le hayan ido bien. Hecho un
último vistazo al vaso que se mueve porque están tirando del otro extremo
del hilo. Sonrío cuando sé que es él. Lo veo en su ventana con el vaso en
la mano y me indica que me lo lleve a la oreja. Le hago caso, a la vez que
abro el cristal para que el hilo esté perfectamente tenso.
—¡Feliz cumpleaños trencitas! —exclama feliz.
—¡Zack! Pensé que no llegarías hasta la hora de la cena. —Le soy
sincera y no puedo ocultar mi felicidad de saber que está aquí.
—Llegué anoche de madrugada, conseguí coger un avión de última hora
que hacía transbordo en Craven. —Me explica y hablar con él de este
modo, me trae tantos recuerdos, tantas emociones, que no puedo ignorar
sentir mi corazón palpitar acelerado—. Así que anoche, me tomé la libertad
de arreglar nuestro teléfono particular —añade risueño pasándose una mano
por el pelo, está guapísimo.
—Me encanta —confieso—. Grace ya ha llegado también, vamos a
desayunar todos juntos. Venga vente para casa. —Le pido feliz.
—Lo sé peque. Si no, ¿quién crees que me ha ayudado a dejar el vaso en
tu ventana? —Me pregunta con suspicacia.
—¿Grace? —Sugiero confundida y el niega.
—Tu hermano, vino a recogerme al aeropuerto. —Sus carcajadas llegan
hasta mi oído por las ondas que transmite el hilo y siento un cosquilleo
acariciarme la piel—. Tendrías que haber visto la cara que se le quedó,
cuando anoche descubrió después de todos estos años, nuestro primer
secreto.
—¿En serio? Yo pensé que después de todo él lo sabía —comento y él
niega feliz.
—Fue él quien se coló anoche en tu dormitorio mientras dormías, para
dejar el vaso pillado. —Me informa—. Quería que mi primera felicitación
del día, fuese recordando viejos tiempos. Comprendiendo que nuestro amor
había existido desde siempre, que comenzó mucho antes de que nosotros
fuésemos conscientes y lo hizo de la forma más pura y desinteresada que
puede haber.
—Te quiero Zack Williams —declaro, conteniendo un suspiro y sonrío
con dulzura.
—Te quiero Abbigail Smith, desde siempre y para siempre, ¿recuerdas?
—pregunta feliz y asiento—. Te veo en dos minutos en el porche delantero.
—Vale — respondo feliz y veo como se aleja de la ventana.
Dejo el vaso sobre el alféizar de la ventana y cierro el cristal para dejarlo
pillado. Cojo una sudadera burdeos que tiene grabado el logo y las letras de
nuestra universidad, me queda enorme porque es de Zack y sonrío feliz,
bajando las escaleras a trote.
—Buenos días familia —grito asomándome por el barandal y corro
hacia la puerta de entrada.
En un primer instante creo que no ha llegado, pero su voz me sobresalta y
me arranca una sonrisa, viendo como se levanta del columpio del porche y
se dirige hacia mí.
—¿Esperas a alguien? —Me pregunta abriendo sus brazos para
recibirme.
—¡Zack! Gracias por haber hecho todo lo posible de estar hoy aquí. —
Le comento risueña lanzándome sobre él, rodeando con mis brazos su
cuello. Su olor a fresco, a limpio, a algo diferente en una mezcla de cítricos
y marino, me envuelve al mismo tiempo que él lo hace con fuerza.
—Por nada del mundo me perdería tu cumpleaños peque. —Me comenta
feliz, a la vez que me besa la sien y acaricia con sus dedos una de mis
trenzas.
—Cuéntame, ¿qué tal la reunión con la empresa de tu padre? ¿Abrirás la
fundación para el próximo curso? —pregunto curiosa y él sonríe dichoso.
—Ha ido genial cariño, todo va según lo previsto y para él próximo
curso tendremos becas para estudiantes. Aunque si te soy sincero… —Hace
una pausa y me coje de la cintura. Acerca sus labios a los míos y me susurra
—. No pienso en el futuro Abb, cuando solo quiero vivir el presente
contigo.
Y un segundo después nuestros labios se encuentran y todo mi cuerpo vibra
con él. Sus manos se colocan en la parte baja de mi espalda, me abraza con
fuerza en un abrazo tan cálido como el calor del sol y me atrae más hacia él,
a la vez que sonríe en mi boca y noto el vértigo crecer al sentirlo tan cerca.
Entonces, lo siento todo, el deseo, el amor, la amistad, nuestra infancia y
todo lo bueno que está por venir. Porque es justo en este momento, cuando
me doy cuenta de que las cosas siempre ocurren por alguna razón, que no es
destino ni casualidad, solo es la vida que no te da a elegir, porque ella ya
tiene los planes para nosotros.
Gracias por leer está novela, espero que la hayas disfrutado.

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Muy pronto podrás conocer la historia de Caleb y Grace. Mientras tanto te


regalo el primer capítulo. Que es el comienzo del próximo libro.
Mil gracias por todo.
1
CALEB

Hace tan solo dos semanas que he dejado de trabajar en la residencia de


mayores de New Bern. He de decir que gracias a eso, me he podido
comprar mi primer coche, un Ford Mustang, he estado casi un año sin faltar
ningún finde y debo de reconocer que les he cogido cariño a algunos de sus
internos, pero necesitaba cerrar esa etapa que me recordaba lo estúpido que
había sido. Reconozco que la cagué con Abby y Zack y que me comporté
como un gilipollas. Cuando quise enmendar mi error era demasiado tarde.
Porque a veces tomamos decisiones, pensando en que es lo mejor para
nuestros seres queridos pero estamos equivocados. Aprendí que a la familia
siempre hay que cuidarla y protegerla por encima de todo. Cada uno es libre
de hacer lo que quiera y si se caen, pues solo tienes que estar ahí para
tenderles la mano y ayudarles a levantarse.
Quería como a mi vida misma a mi hermana, aunque no se lo dijese
tanto como se merecía y fui sobreprotector con ella. Tomé la errónea
decisión de intentar alejarla de cualquier chico de New Bern, pensando que
así no le harían daño y sin embargo el que le causó más dolor fui yo. No
hay día en que no me arrepienta de aquella estúpida decisión, pero no me
queda otra que aceptar el pasado. Al fin y al cabo, son nuestras
equivocaciones y nuestras decisiones, las que definen quienes somos hoy.
Afortunadamente el amor de Abby y Zack era más fuerte que cualquier
adversidad de la vida y me alegro de verlos felices. Sinceramente, creo que
estaban destinados a estar juntos. Ellos son el claro ejemplo de que es cierto
que existen las almas gemelas, y aunque no he tenido la suerte de encontrar
algo así, no quiere decir que no exista. Aunque la verdad es que tampoco
me he esforzado en buscarlo, creo que eso surge. Mientras tanto me divierto
con las chicas, siempre con su consentimiento y lo pasábamos bien sin
compromiso. Ser el capitán del equipo de rugby, me da ciertos privilegios,
entre ellos que no me tengo que esforzar para que una chica quiera pasar un
rato agradable conmigo. Sé que tengo una reputación de capullo y ligón de
campeonato que me he ganado solo, pero no me importa. Ellas saben como
soy, no pueden esperar una cita romántica, ni flores, ni promesas por
cumplir. Lo que surge es algo consentido, divertido y luego se acabó. ¿Por
qué actuó así? Es sencillo, sé que ellas se acercan a mí por quien creen que
soy, no se esfuerzan en ver más allá del quarterback de la Estatal.
Acabo de salir de la ducha, me lío una toalla en la cintura y me dirijo a
mi taquilla. Veo a Owen anudarse los cordones y cojo aire para no ir hasta
allí y estampar mi puño en su cara. ¿A qué está jugando? No comprendo
por qué se está dejando venir en los entrenamientos, todavía queda la mitad
de la liga y tenemos posibilidades de ganar.
—No merece la pena —masculla Zack, como si me leyese la mente.
—Al menos me quedaría agusto de darle lo que se merece —comento en
voz alta y Owen sonríe con chulería sabiendo que va por él, se echa la bolsa
de deporte al hombro y sale del vestuario con total indiferencia.
—El entrenador te dejaría en el banquillo un par de partidos —añade
Zack levantándose para ponerse los vaqueros.
—Está resentido por lo de Shelby. —La voz de Nill hace que me gire
para mirarlo y él se encoge de hombros divertido—. Fuiste un capullo.
—Yo no hice nada. —Me defiendo y mis dos amigos se ríen.
—Te la tiraste —concluye Nill.
—Era su novia —aclara Zack.
—Debo de decir en mi defensa, que ella me dijo que lo habían dejado.
—Les aclaro terminándome de vestir y esa es la verdad.
—Desde luego que después de que Owen se enterase, terminaron
definitivamente —dice Nill negando para sí divertido.
—Pero ha pasado casi un año de eso y él ha estado con otras chicas —
recalco.
—Él ve que Shelby sigue detrás de ti y eso lo cabrea bastante —añade
Nill.
—Por eso Owen no te hace pases en los entrenos y menos todavía en los
partidos, —comenta con obviedad Zack y sé que lleva razón—. Tal vez
podrías disculparte con él —sugiere.
—Ni de coña me pienso disculpar, no he sido el único que ha tenido algo
con su ex. Shelby se ha liado con media universidad —atajo con obviedad y
Zack sonríe leyendo algo en su móvil.
—Cualquier día el entrenador Hoffman os obligará a resolver vuestras
mierdas por el bien del equipo —idea Nill.
—No me pienso rebajar a él, porque por su culpa llevamos perdiendo
dos partidos. —Me defiendo cogiendo mi móvil y veo que tengo un
mensaje de un número desconocido que me hace sonreír.
—Yo me voy, mañana hablamos tíos. —Se despide de nosotros Nill
sabiendo que a cabezota no me gana nadie.
—Hasta mañana —decimos casi al unísono Zack y yo.
—Yo iré un momento al piso a dejar la maleta, he quedado para
merendar en la cafetería de Abby —añade Zack, saliendo conmigo de los
vestuarios del estadio—. Así hago tiempo y la espero que acabe su turno.
—Dale recuerdos —digo.
—¿Tú qué vas a hacer?
—Alina me está esperando —respondo divertido enseñándole la pantalla
del móvil y Zack niega para sí.
—No cambias, asegúrate de que no tenga novio —bromea dirigiéndose
a su coche.
—Nos vemos tío. —Me despido de mi mejor amigo.
Me subo en el coche, me pongo la gorra de la estatal del revés enciendo la
radio y el móvil vuelve a vibrar en mi bolsillo. Me estiro hacia un lado para
sacarlo y leo un nuevo mensaje de Alina. Me ha enviado la ubicación y una
foto frente al lavabo, sale desnuda de cintura para arriba y está tapándose
con un brazo los pechos frente a un espejo.

«Caleb estoy desnuda esperándote, quiero comprobar eso que dicen


de que haces que las chicas hablemos siete idiomas mientras nos lo haces.
La puerta está abierta, edificio 7, planta 3, letra F».

Alina tenía pinta de animadora y sabía por sus amigas que solo íbamos a
pasar un rato agradable. Pero quién era yo para decirle que era mejor que
tuviese un poco más de amor propio. Le respondo con un escueto «voy» y
salgo del aparcamiento en dirección a la zona de las residencias de chicas.
Me conozco bastante bien el camino, lo podría hacer hasta con los ojos
cerrados y no porque estuviese acostumbrado a visitar a mi hermana.
Me he alejado un par de calles del estadio de rugby, cuando veo una
camioneta verde botella que ha tenido años mejores aparcada en el arcén y
sé perfectamente de quién se trata. Tan solo de verla allí con el capó
levantado me saca una sonrisa gigante que no puedo ocultar, me detengo a
su lado y bajo la ventana.
—¿Estás en apuros? —Mi voz la sobresalta y se gira para fulminarme
con la mirada.
—¿Me ves cara de damisela del siglo dieciocho? —Su ironía me divierte
y no puedo evitar sonreír un poco más negando para mí mismo, está chica
es imposible.
Me reta con la mirada y espera que le responda, pero subo la ventana y
pongo de nuevo el coche en marcha. La observo por el retrovisor y me
apuesto lo que sea, que ahora mismo está pensando diez maneras diferentes
de patearme los huevos. Pero no soy tan capullo como ella piensa, solo
estoy fastidiándola un poco y cuando considero que ha sido suficiente, doy
la vuelta de nuevo hacia dónde se encuentra. De esta forma mi coche queda
el morro frente al suyo, por si necesita que le conecte las pinzas para
arrancar. Cuando me ve de vuelta, se gira e intenta ignorarme como si eso
fuese posible. Me bajo del coche y ella está inclinada hacia la parte del
motor. No puedo evitar fijarme en sus largas y tonificadas piernas morenas
y en ese culito respingón que es la perdición de cualquier chico.
—¿Qué le ocurre a esta chatarra bombón? —Le pregunto sabiendo que
le molesta que la llame de esa forma cariñosa.
—Le ha costado trabajo arrancar cuando he salido de clase y ha
comenzado a darme tirones. —Me aclara Grace reticente, pero sabe que soy
su única opción.
—Deja que le eche un vistazo, con estas manos hago magia. ¿No te lo
han dicho? —Le vacilo mostrándole las manos y sonriendo con picardía.
Me acerco un poco más de lo necesario hacia ella y su perfume me sacude.
Joder, huele a lavanda. Trago saliva recomponiéndome y no me pasa
inadvertida como su respiración se acelera y sé que no le soy indiferente.
Por eso disfruto llevándola al límite, hasta que Grace me empuja y habla.
—Mientras que no arranques el coche, solo eres un fantasma Caleb
Smith. —Mi nombre en sus labios me parece tentador y asiento
entusiasmado.
Ella se cruza de brazos y guarda silencio esperando que le dé una solución.
No hay que ser muy lumbreras para saber que es un problema de
combustión. Es demasiado intenso el olor de la gasolina, miro cada
recoveco hasta que veo una mancha. La toco con la yema de mis dedos y
me fijo en que proviene de un manguito del sistema de inyección. Este tubo
de goma debería de llevar una abrazadera de metal en el inicio del mismo y
no la tiene. Supongo que se ha roto y se ha salido de su sitio, por eso coge
aire el circuito de gasolina y se ha ahogado el coche. En el maletero de mi
coche tengo un maletín de herramientas y cojo un paquete de bridas, para
sujetar el manguito. Al menos será un apaño para que le sirva hasta que no
le ponga la abrazadera en un taller. Mi móvil no deja de sonar de forma
incesante y sé perfectamente quién es, con mis dedos en pinzas lo saco del
bolsillo trasero del vaquero y respondo la llamada poniéndola en alta voz.
—¿Si nena? —respondo y no me pasa inadvertido que capto la atención
de Grace, que pone los ojos en blanco molesta.
—Caleb cariño, ya deberías de haber llegado y estoy muy, pero que muy
caliente —ronronea Alina y no puedo evitar reprimir una carcajada.
—Esto veras, me ha surgido un imprevisto. —Me excuso sonando poco
convincente.
—Jo… ¡Qué fastidio! —exclama Alina con una pena fingida.
—Sí, es de esos que fastidian tanto como un grano en el culo. —Le
explico adrede para irritar a Grace y lo consigo, porque veo como le arde la
mirada de las malas pulgas que le entran al oírme decir algo así.
—Gilipollas… —masculla apartando la vista de mí y girándose para
darme la espalda.
—Te prometo que te lo compensaré, ¿vale nena? —añado, sin
importarme si no vuelve a llamar.
—Está bien, te llamaré dentro de un rato. Porque Caleb, seguiré aquí
esperándote —sugiere y Grace finge tener una arcada de solo oírla.
—Nos vemos nena —digo divertido y cuelgo antes de que diga algo
más.
Ensancho mi sonrisa sabiendo que Grace cabreada es tan peligrosa como
una bomba nuclear a punto de estallar. Pero cuando explota, no tiene filtros
y dice todo lo que piensa, está preciosa.
—Está muy feo escuchar las conversaciones ajenas, no te han enseñado
que es una falta de educación. —Le comento risueño intentándola picar un
poco más.
—¿Sabes que está feo? Que tengas un ego tan grande. Ogg… Eres…
¡Eres insoportable! ¿Sabes? Además, no te he pedido ayuda, lo tenía
controlado y podrías estar ahora mismo con esa pánfila y no aquí —brama
cabreadísima. Suspiro relajado y apoyo mi cadera en la defensa de su coche
sin prisa alguna.
—Bombón no me cabe dudas de que lo tenías controladísimo —
respondo tranquilo y miro el motor del coche.
—No me llames así —añade molesta.
No se da cuenta que es a la única chica que llamo de esa forma. Porque no
existe mejor palabra para definir a una chica tan increíble como Grace, con
su piel de color chocolate que si la miras sin conocerla, parece tan dulce y
tentadora como un bombón.
—Prueba si ahora arranca —sugiero desviando la conversación.
Me distraigo mirándole el culo cuando se gira y no es hasta que arranca que
no caigo en la cuenta de que no he terminado de apretar las bridas. En el
momento en que el coche arranca me salpico de gasolina.
—¡Apágalo Grace! —grito para que me oiga y me hace caso, aunque
tarda en apagarlo y me pongo perdido de salpicones de gasolina.
Su risa cantarina me llega hasta mis oídos y no puedo evitar unirme a ella.
Vale, tal vez me lo tenía merecido por capullo. Grace llega de nuevo hasta
donde estoy con una sonrisa preciosa y me observa divertida con esos ojos
negros que me nublan la razón.
—Creo que estamos en paz por llamarme grano en el culo —comenta
alegre.
Antes de pensar que se sentiría al tocarle esas trenzas de color grafito o
enredar mis dedos por esos pequeños rizos rebeldes que se escapan y tocan
sus mejillas, me cercioro de apretar bien las bridas y con un alicate de corte
le quito la parte sobrante. Una vez listo la observo de nuevo y siento que
hay algo en mi interior que lleva en silencio toda la vida, pero que me niego
a reconocer, así que lo aparto de un plumazo y me aclaro la garganta.
—Créeme Grace, eres mucho más molesta que eso. —Le respondo con
una sonrisa sosteniéndole la mirada.
La intensidad de mis palabras le hacen dar un paso hacia atrás de forma
inconsciente, como si supiese que es mejor mantenerse alejada de mí. Antes
de que diga nada más vuelvo a hablar.
—Prueba de nuevo a arrancar y si lo hace, no apagues el motor. —Grace
asiente y el coche arranca a la primera, me aseguro una vez más de que ya
no tira gasolina y acto seguido cierro el capo.
—Pues arreglado —comento sosteniendo con una mano el maletín y con
la otra el paquete de bridas.
—Gracias Caleb —responde con alivio.
—No las des. —Le resto importancia—. ¿Qué planes tienes ahora?
—Voy a la cafetería de Abby, no está el encargado y aprovecho para que
me ponga doble el helado de chocolate. —Me confiesa divertida y guarda
silencio un par de segundos como sopesando decirme algo, espero paciente
a que hable—. ¿Y tú? —Veo el arrepentimiento instantáneo en sus bonitos
ojos negros—. Esto… ¡Qué tontería! Es obvio. —Me mira avergonzada,
doblo un poco la cabeza y sonrío divertido.
—¿Qué es obvio bombón? —Necesito oírselo decir de sus dulces labios,
porque es la única manera de mantener en silencio lo que me muero por
decirle. Grace me mira de forma insondable, se sonroja, se humedece los
labios y aparta la vista mirando tras de mí.
—Es mejor que me marche, si no tu hermana se va a preocupar. —Y con
esa frase vuelvo a la realidad de que con ella es mejor mantener las
distancias. Es Grace, y si hay una chica que me importa aparte de mi
hermana, es ella.
—Claro. —Sonrío—. Dale un beso a Abby de mi parte y no olvides de
llevar el coche al taller para que le pongan la abrazadera.
—Lo haré.
Me quedo como un pasmarote observando como se sube en el coche y
emprende la marcha hacia la cafetería. Cuando gira al final de la calle, la
pierdo de vista, suspiro y me doy cuenta de que he estado conteniendo la
respiración desde que se ha despedido de mí. «¡Joder Caleb! ¿Qué diablos
te pasa?» Estamos hablando de Grace, la conozco desde que llegué a New
Bern siendo un crío y es la mejor amiga de Abby. Y no debo de olvidar que
solo me soporta a ratos. Mi móvil vuelve a sonar y aunque no tengo el
número guardado, sé que es de nuevo Alina. Entonces respondo y antes de
que diga nada, ya he tomado una decisión que lo cambiará todo.
—Lo siento nena, hoy no puede ser.

CONTINUARÁ… (MUY PRONTO)


Una vez más, gracias a ti querido lector. Gracias por formar parte de este
sueño, y hacer posible que Abby y Zack te llenen de mucho amor. Pero
sobre todo, que te hayan enseñado ese mensaje que queda en estas páginas.
El cuál, tiene mucha relación con la cita del comienzo. Comprender, que en
la vida no hay que rendirse, ni renunciar, cuando se ama algo de verdad.
Que por muy complicada que parezcan las cosas, hay que seguir luchando
por nuestros sueños, porque eso es lo que hace que la vida merezca la pena.
Disfruta del camino y saborea cada instante.
La historia de Abby y Zack, podría ser la de cualquiera. A veces, el
amor surge incluso antes de que seas consciente de ello. Porque hay
veranos, que se quedan grabados en nuestra piel, con ese olor a salitre que
te hace sonreír. Y es que el primer amor es tan intenso y tan sorprendente,
que lo recordaremos siempre.
Las primeras líneas de este libro, son para Ismael, mi pareja. Mi primer
amor, que durante años fue mi mejor amigo, lo conocí una noche de verano
y desde ese día, nada volvió a ser igual. Él es el causante de que crea en este
tipo de amor, porque después de tantos años aquí seguimos, sumando
momentos y multiplicando sueños. Gracias por creer en mí, por tu apoyo
incondicional y tus palabras de consejo.
Gracias a mis lectores beta, mi madre, mi pareja y mi amiga Ana. Mi
madre, una amante incondicional de la literatura. Me enseñó desde pequeña
lo mágico que es el mundo de los libros, y tengo la gran suerte de disfrutar
de este camino junto a ella. Gracias a mi amiga Ana, aunque jamás podré
estar lo suficientemente agradecida por tu sinceridad, tus ganas y tu tiempo.
Gracias a los tres, por ser luz en el camino, con vuestras opiniones sinceras,
vuestras enseñanzas, y especialmente con vuestro apoyo y ánimo, para que
esta historia llegue hoy a ti, que me estás leyendo.
Gracias a mi familia y amigos, no me olvido de ninguno de vosotros.
Gracias por apoyarme de forma incondicional desde que comencé esta
andadura de ser escritora. Que recomendáis mis libros a todos vuestros
conocidos e intentáis, que cada día más gente conozca mis novelas.
Gracias a mi mitad, mi hermano, por ser una constante en mi vida y a
acompañarme en cada paso que doy en el camino. Gracias a mi padre, hacer
todo lo posible para que hayamos podido cumplir nuestros sueños. Y
enseñarnos que en la vida hay que trabajar duro, para conseguir lo que se
quiere. Gracias por ser una constante y quererme tan bonito.
Gracias a todo el que apuesta por descubrir nuevas escritoras. Gracias, a
todas mis lectoras, que se han convertido en grandes amigas. Gracias, a
todos mis seguidores de redes sociales, porque poco a poco, estamos
formando esta familia increíble y preciosa, que crece día a día. Gracias a los
bookstagrammer, que me acogen con los brazos abiertos y que con todo su
cariño reseñan mis novelas.
Gracias a TODOS, los que dedicáis cinco minutos de vuestro tiempo
para escribirme y para poner vuestras valoraciones en las plataformas de
lecturas, me ayudáis muchísimo. Gracias, a todos los medios de
comunicación que me acogéis en vuestros estudios, haciéndome sentir
como en casa. Gracias, a mis compis escritoras, que me apoyáis y
comprendéis, que todo es mejor codo con codo. Gracias a todos los que
confiáis en mí y me dais una oportunidad.
Gracias a todos vosotros, y a ti que estás leyendo estas líneas. Gracias,
porque soy la suma de vosotros y en vuestro amor encuentro las ganas y la
motivación para seguir. Esto solo es el comienzo de todo lo bueno que está
por venir y tú, que lees estas líneas, sigas siendo cómplice de esta
maravillosa aventura.
Espero que nos volvamos a ver pronto en otras historias, que también
estarán colmadas de magia. Porque de eso se trata la vida, de encontrar
amor en cada instante que nos rodea.

Gracias.
Kayla Laurels. ❤️
Otras novelas con la editorial: Mil amores
(Mediaset España)

La sombra de la Golondrina. (1º parte).

La luz de la golondrina. (2º parte).

Minerva y un todo incluido.


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