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Por desgracia, el ascenso de Piper tiene que ver con el encantador vaquero
que lleva años intentando evitar. Y volar al medio de la nada, Texas, en un
intento desesperado por hablar con el rey de la música country para que
vuelva a los escenarios.
Capítulo 1 Capítulo 20
Capítulo 2 Capítulo 21
Capítulo 3 Capítulo 22
Capítulo 4 Capítulo 23
Capítulo 5 Capítulo 24
Capítulo 6 Capítulo 25
Capítulo 7 Capítulo 26
Capítulo 8 Capítulo 27
Capítulo 9 Capítulo 28
Capítulo 10 Capítulo 29
Capítulo 11 Capítulo 30
Capítulo 12 Capítulo 31
Capítulo 13 Capítulo 32
Capítulo 14 Capítulo 33
Capítulo 15 Capítulo 34
Capítulo 16 Capítulo 35
Capítulo 17 Capítulo 36
Capítulo 18 Epílogo
Si no te gusta el camino que recorres, empieza a pavimentar otro.
DOLLY PARTON
Nota de la autora
King of Country es una novela independiente. Sin embargo, en ella
aparecen personajes secundarios de una de mis novelas anteriores, Six
Summers To Fall. Si quieres conocer la historia de Drew y Harper, he
incluido el primer capítulo al final de este libro.
¡Feliz lectura!
Charlotte
Prólogo
Kyle
En cuanto la veo, dejo de caminar.
Miro más allá de ella, por las ventanas que ocupan casi toda la pared del
fondo de la pequeña cocina.
O puede que sólo tenga jet-lag. Hace nueve horas estaba en Vancouver.
―¿Primer día?
Le doy la mano.
Piper.
―Estupendo. Gracias.
Harper sonríe, asiente con la cabeza y le dice algo a Piper que se parece
un poco a Sé amable antes de continuar por el pasillo hacia la sala de
conferencias central.
Sigo la misma rutina que acabo de verle hacer: sirvo café en una taza
limpia y añado un chorrito de crema de la nevera.
―¿Perdona?
Más reconocimiento.
Por la forma en que Piper tuerce los labios, no soy el único que piensa
que estoy sobrevalorado.
Carl se ríe.
―Sí, solo necesito un poco más de café. Ha sido una noche larga.
―Lo haré.
―Muévete ―me dice. Todo el entusiasmo que sentía al hablar con Mia
ha desaparecido de su voz, que vuelve a ser inexpresiva.
―¿Qué?
―No te gusto.
Teniendo en cuenta que a mis fans les gusta llamarme King of Country,
ambos sabemos que es bastante ofensivo. Pero en lugar de irritarme, me
divierte más su tibio intento de suavizar el insulto.
―¿Cuál es tu problema?
―Más o menos.
―No puedo hacer nada con mi acento. ―Todo mi equipo me dice que le
dé importancia a mi acento porque a las mujeres les encanta.
Definitivamente no le voy a decir eso a Piper―. Pero escribiré una
canción que no tenga nada que ver con cerveza o camiones o desamor,
sólo para ti.
Piper se burla. Fuerte.
Apenas oigo la pregunta de Serena por encima del constante sonido del
bajo que sale de los altavoces, y bebo un poco más de mi cóctel en cuanto
me doy cuenta. El sabor dulce y ligeramente ácido del margarita de
melocotón inunda mi boca, seguido por el cálido ardor del alcohol.
―Qué divertido.
Celebrando sin Lauren, que desapareció para bailar con un chico alto y
rubio unos cinco minutos después de que llegáramos. De nosotras tres,
ella es el imán de los hombres.
Doy otro largo sorbo a mi bebida, lamentando que el vaso esté casi
medio vacío. Soy demasiado mayor para llegar al trabajo con resaca y sin
dormir. Además, es difícil justificar el precio.
Serena se acerca para que pueda oírla mejor por encima de la música
alta. Esta cabina era la única que estaba vacía cuando llegamos, e
inmediatamente descubrí por qué: hay un altavoz situado justo encima.
―No ―miento.
―¡Ves! ―Serena oye lo que dije con intención de que sea un murmullo y
me da una palmada entusiasta en la rodilla desnuda―. Fue lo mejor.
Y también hay miedo a estropearlo, para uno mismo y para los demás.
Bebo otro sorbo y apuro el resto de la bebida. Saco el móvil para mirar
las redes sociales.
La sorpresa inesperada.
El accidente, aunque todos se cuidan expresándolo de otra manera. Mi
llegada por sorpresa retrasó el divorcio de mis padres unos años, pero no
de forma permanente.
¿Pero todos mis hermanos? Ha dificultado las citas, con los pocos
chicos que han llegado a la fase de conocer a la familia. Entre otras cosas.
―¿Red?
―¿Saber qué?
―¿No es obvio?
―¿Qué no es obvio?
Lo estoy haciendo.
Anzuelo.
Línea.
Hundido.
―Alguien interesada.
―Hola, Piper.
―No.
En los pocos años que llevo trabajando aquí, sólo hemos coincidido un
puñado de veces, ya que la mayoría de mis responsabilidades están muy
por debajo del nivel salarial de Carl y el trabajo de Eva es hacerle sombra.
Las únicas veces que hemos estado en la misma sala han sido en
reuniones importantes con artistas importantes, y yo simplemente estaba
allí para tomar notas o rellenar vasos de agua.
Miro a Eva para que me indique cómo proceder, pero ya está cerrando
la puerta tras de mí.
A mí me parece mi hogar.
Una vez sentada, meto las palmas de las manos bajo los muslos,
deseando que no me sudaran tanto.
En los casi cuatro años que llevo trabajando en Empire Records, nunca
me habían citado en el despacho de Carl. A pesar de que Linda me asegura
que no es para despedirme, me preocupa que siga siendo una posibilidad.
―¿Sí? ―Suena como una pregunta, pero Carl no parece darse cuenta.
Reprimo un suspiro.
―¿Puede irse?
―¿Está buscando en otra parte? ―Sigo sin tener ni idea de por qué
estoy aquí o de quién estamos hablando, así que no sé qué más decir.
Lo que significa...
Trago saliva, pero es lo máximo que logro moverme. No soy nadie aquí,
es lo que realmente está diciendo. Una asistente glorificada, que
interviene donde y cuando se me necesita.
Pero será a expensas de pasar más tiempo con el nombre que ya está
expuesto.
Demasiado...
Estoy sola en esa evaluación. Todos los demás están felices de adularlo.
Las últimas veces que Kyle vino a la oficina, me propuse mantener las
distancias lo más posible. Algo de lo que ahora me arrepiento porque creo
que Kyle se ha dado cuenta. Nuestro último encuentro fue especialmente
incómodo. Escuchó lo que se suponía que era una conversación privada
con Harper y luego se fue a comer con la mitad de la oficina después de
que yo fingiera una emergencia para librarme de ir.
―Por supuesto ―responde Carl. Pero las dos palabras resuenan con
decepción.
No sé qué decir. ¿Gracias por la oportunidad? ¿Perdón por no decir que sí?
¿Cuánto tiempo tengo para decidirme?
Luego, salgo corriendo del despacho mucho más rápido de lo que entré.
Tres
Piper
En cuanto se abre la puerta amarilla, me encuentro con un pecho
desnudo.
―¿Dónde está?
―¿La tuya?
Me burlo mientras me quito los tacones y tiro del elástico para liberar
mis rizos. Además de ser la única hija, soy la única de mis hermanos que
ha heredado el cabello rojo. Seth, como todos mis hermanos, tiene el
cabello castaño liso.
Tendrías que entrecerrar los ojos para pensar que somos parientes.
Vuelvo a respirar hondo, saboreando el aire acondicionado y la
comodidad de estar en la casa de mi infancia. Es la misma nostalgia que
cuando te pones una sudadera desgastada: familiar y reconfortante. Toda
la casa huele a madera vieja y al limpiador de lavanda que mi madre usa
para todo. Y... a humo.
Huelo el aire.
Seth palidece.
La foto fue tomada justo antes de que mi madre me dijera que estaba
orgullosa de mí por haberme graduado y rezara para que encontrara
trabajo. Expresaba lo que seguramente pensaba toda mi familia. Siempre
me han apoyado con cautela, como si estuvieran esperando
colectivamente a que mi incursión en la voluble industria conocida como
música se convirtiera en un callejón sin salida y encontrara una carrera
mejor. Nunca me desaniman, pero tampoco me animan.
―¿Está Alex?
―¿Otra vez?
―Lo sé.
―Bueno, yo...
―Hola, mamá. ―La miro mientras guarda las toallas en el cajón junto
al fregadero, mordiéndome el interior de la mejilla todo el rato.
―Estoy bien, gracias. ―Me espera una larga noche de equipaje, pero ya
estoy muy nerviosa―. Sólo vine a decirte… ―Exhalo―. No podré ir a la
cena familiar del viernes.
―Tengo que hacer un viaje de trabajo ―le digo―. Es posible que vuelva
el viernes, pero probablemente no.
―¿Un viaje de trabajo? ¿Adónde?
―No lo sé... todavía. ―Se supone que Linda me enviará los detalles del
viaje esta noche. Espero que Kyle viva en Austin, pero cualquiera de las
dos ciudades estaría bien.
―De acuerdo.
Las tres escaleras gimen cuando las subo: otra reparación que hay que
hacer. Lo mismo ocurre con las chirriantes bisagras que protestan contra
la apertura y cierre de la puerta mosquitera.
Descuelgo el auricular.
―Hola, Brayden.
―Bien, bien.
Hay una pausa, y mi aprensión crece.
Brayden suele ser un tipo de los que no se andan con vueltas, es más de
arrancar la tirita. Si está dudando, es porque está a punto de decir algo
que sabe que no quiero oír.
Brayden suspira.
―Eres una gran pérdida para ellos, Kyle. Harán lo que sea para hacerte
cambiar de opinión.
Brayden exhala.
―Tienes veintiocho años, Kyle. Entiendo que tu vida ha sido un ir, ir, ir
durante más de una década. Te has ganado un descanso, nadie lo
discutiría. Baja el ritmo. Da un paso atrás. Pero piénsalo bien antes de
lanzar una cerilla encendida y quemar todos los malditos puentes. Un día
podrías mirar atrás y arrepentirte.
No digo nada.
Otro suspiro.
―Kyle...
―No.
―He dicho que no, Brayden. Le hago ganar el doble de dinero que a los
demás. Eso no es trato especial; es lógico. Una vez que se acabe el dinero,
pasará lo mismo con el trato especial. Además, no es nada que él necesite
saber.
―Bien. ―Me acerco al armario y saco un vaso. Lo lleno con agua del
grifo mientras miro por la ventana que hay sobre el lavabo, hacia el largo
tramo de tierra que sirve de entrada―. Mi discográfica va a enviar a
alguien mañana para convencerme de que firme otro contrato.
Es estimulante.
Exactamente lo que dijo cuando llegué a casa. Suena tan absurdo ahora
como entonces.
Es mentira.
Hay tanto que hacer que no sé por dónde empezar. Esa indecisión ha
terminado con las cosas deslizándose a través de las grietas,
evidentemente.
Suspiro y miro por encima del hombro hacia el tejado medio derruido.
―Cierto.
Despejar tres cuartas partes de un lado del tejado me lleva el resto del
día. Es más de lo que esperaba. Pero no hay sensación de logro una vez
que más de la tela asfáltica gris queda expuesta, el material rasgado y
desgastado en tantos lugares que sé que esa capa también tendrá que ser
reemplazada.
Hudson y Tommy están junto a la parrilla cuando llego, cada uno con
una cerveza en la mano y una expresión de satisfacción.
Hudson empezó a salir con ella hace tres años, poco después de que se
mudara a Oak Grove para enseñar en el instituto. Teniendo en cuenta la
poca atención que Hudson presta a la mayoría de las cosas, ninguno de
nosotros esperaba que su relación llegara a ninguna parte. Pero aún
parecen sólidos. Hace unos seis meses, ella se mudó a esta casa, que
Hudson construyó en el extremo este del terreno de sus padres. Su
presencia es obvia en la hilera de arándanos recién plantados a lo largo
del patio. Y en la tabla de embutidos colocada en el centro de la mesa de
cristal del patio. La última vez que estuve aquí para cenar, comimos pizza
fría recién sacada de la caja.
―No pretendía...
Suelto una carcajada y me paso una mano por el cabello húmedo. Esto
es mi casa, tanto como las escaleras chirriantes y los campos abiertos del
rancho. Recibir mierda de mis amigos en lugar de consejos de gente a
sueldo.
―Un día largo. Estoy cambiando el tejado ―le digo, y le lanzo una
sonrisa de agradecimiento a Morgan cuando reaparece y me pasa una
cola fría antes de tomar asiento.
Pero también sé que hago lo que debo. Tal vez sea una retorcida forma
de penitencia. Tal vez me estoy castigando por los años en los que podría
haber hecho más y decidí no hacerlo.
Sea lo que sea, es la única forma que conozco de manejar las cosas.
Utilicé la música para escapar de esta ciudad, así que quizá sea justo que
vuelva aquí para poner fin a ese capítulo.
―De acuerdo.
―Sí.
El primer año de instituto fue la primera vez que Mabel y John fueron a
California a visitar a sus buenos amigos y a su ahijada. Y como yo era un
diablillo, lo aproveché al máximo. Después de mi éxito con la música, esa
fiesta es probablemente por lo que soy más conocido en esta ciudad.
―Sí. Gracias.
Más y más gente sigue la llegada de Danny hasta que el patio se asemeja
a una reunión de Oak Grove High. Gente a la que sólo he visto de pasada,
si acaso, durante mis breves y esporádicas visitas a este lugar en los
últimos diez años.
―No te disculpes.
Miro a Hudson.
―¿Por qué?
―¿Tú crees?
Tengo que decir que parece porque apenas conozco a la mujer a la que
mi mejor amigo planea pedirle matrimonio.
―¿Y tú?
Exhalo, sin saber cómo explicar que esa es parte de la razón por la que
estoy decidido a hacerlo yo mismo.
―Quiero hacerlo.
―Morgan dijo que este año hay una nueva profesora en el instituto.
Vayamos a Wagon Wheel con ella este fin de semana. Una cita doble.
―Tal vez.
Lo único que he hecho desde que volví a Oak Grove es cortar heno,
limpiar trastos y arreglar la granja.
Y evitar llamadas.
Lo que me recuerda...
―¿El tejado?
Suspiro.
Pero no hay señales del alivio que suele acompañar a la finalización con
éxito de una tarea o a la llegada sana y salva a un destino.
Maldita sea.
Tanta llanura.
Creo que debería haber dicho que no. Estar sentada en mi despacho
suena mejor que esto. Puedo seguir pasando CDs de maquetas por debajo
de las puertas. Seguir encontrando bandas poco conocidas en bares con
suelos pegajosos y esperar que alguien con el poder de dárselo les dé una
gran oportunidad.
Estoy aquí, el largo camino de entrada que termina frente a una casa de
dos pisos.
Estoy comprometida.
Respiro hondo y abro la puerta del auto. Unas últimas gotas de agua me
resbalan por los tobillos, pero al menos no me he empapado el vestido.
Ha pasado casi un año desde la última vez que lo vi, justo antes de que
partiera en su última gira. Y fue en circunstancias muy distintas, en una
oficina con mucha gente alrededor. Teléfonos sonando y dedos tecleando.
Espero.
Una sonrisa. Un reconocimiento.
Me irritaba ver ese encanto, estaba segura de que debía de ser una
actuación.
Resulta irónico que la única vez que parece estar de mal humor se dirija
exclusivamente a mí. No me satisface pensar que tal vez yo tenía razón y
que el buen chico era una farsa.
De acuerdo entonces.
Es un músico con ego. Estoy aquí para acariciarlo. Pensé que eso sería
un punto a mi favor, no en mi contra.
Abro la boca para hablar, aunque no tengo ni idea de lo que voy a decir.
Kyle no tiene el ceño fruncido, así que dudo que mencionar que está en
juego un ascenso le haga firmar un nuevo contrato. No hay nada en ello
para él, y estoy segura de que no podría importarle menos cómo me
beneficiará a mí. La dura línea de su mandíbula no sugiere que acepte un
discurso de venta sobre la cantidad de dinero que está dejando escapar.
―¡Sí! ¡Soy Piper! ―Mi voz sale demasiado alta y alegre. Hago una
mueca de dolor, el sonido chirría contra mis propios oídos.
―Deberías irte.
―Encantada de conocerla.
―¿Te rindes?
Resopla.
―Está a cuarenta minutos de aquí.
Fantástico. Me espera más de una hora de viaje cada día que pase aquí.
―¿Casa de huéspedes?
Todo lo que veo son graneros, una casa y algunos cobertizos. Nada que
se parezca a un alojamiento para visitantes.
Me hago sombra en los ojos con una mano, sintiendo que el sudor se me
acumula en la frente y tratando de encontrarle sentido a la metáfora
mezclada.
―¿Miles?
Premios.
Fila tras fila de brillantes megáfonos. Trofeos que los artistas pasan
años-vidas persiguiendo, escondidos como si fueran algo de lo que
avergonzarse.
No encaja con nada de lo que sé de Kyle. Es el típico artista, feliz de
mostrar sus logros. Fuerte y orgulloso cada vez que está en el escenario.
―Um, ¿hola?
Me aclaro la garganta.
―Hola.
Se ríe.
―Bueno, está el viejo barracón, pero hace siglos que nadie se aloja allí.
Se pasa una mano por la frente quemada por el sol, con expresión
preocupada.
―Debería llamar a Spencer y ver...
Y lo hace.
Es nuevo para mí que Kyle haya colaborado con otros artistas. Siempre
ha actuado en solitario. Una atracción por sí mismo. Por otra parte, todo
lo que realmente sé sobre el tipo es lo que se ha tratado en las reuniones a
las que he asistido.
Jamie gruñe, sin dar ninguna indicación de cómo se siente ante esa
respuesta.
―Gracias.
―Creo que Linnia guardaba todas las toallas y sábanas en ese arcón.
―Señala con la cabeza un rectángulo de madera en la base de las camas de
la izquierda.
―¿Linnia?
Una vez vestida con ropa más informal, llamo y cancelo mi reserva en
el Lone Star Bed and Breakfast. Me preocupa que, si no lo hago, tenga
demasiada tentación de ir a buscar el aire acondicionado. Preparo una de
las literas inferiores con ropa de cama del baúl de cedro y saco mi portátil,
usando el hotspot de mi teléfono para consultar el correo electrónico.
―¿Cuál es la diferencia?
Exhalo.
―Mira, Kyle...
Acepto la oferta, ya que ayudar a Mabel suena mucho mejor que rogarle
a Kyle que me deje quedarme.
Me fuerzo a sonreír.
―Qué bien.
Kyle se centra ahora en mí, con una expresión mucho más desagradable
que la de Mabel. John está masticando maíz, imperturbable.
―Me las arreglaré. ―Me inclino hacia adelante, usando las pinzas para
transferir algunas verduras y una mazorca de maíz a mi plato.
Mabel y John nunca actualizaron los años que estuve fuera, pero sólo
duré dos días de vuelta en Oak Grove antes de conducir a la ciudad y
recoger tres aparatos de aire acondicionado. Hacen un trabajo decente
enfriando los dormitorios.
Creo que Linnia solía limpiar allí además de en la casa principal, pero
no estoy seguro de eso. Mabel ni siquiera me dijo que el ama de llaves que
había contratado uno de mis ayudantes se había mudado a su ciudad natal
hasta que yo volví. Ella y John siempre se resistieron a cualquier ayuda
que les ofreciera. Aunque habría insistido, de haber sabido el estado en
que se encontraba la propiedad.
Y ahora está aquí, haciendo un lío de lo que se suponía que iba a ser una
salida fácil.
Las tablas del suelo crujen cuando salgo de mi habitación y camino por
el pasillo inclinado que conduce a las escaleras. A pesar de sus muchos
problemas, esta casa tiene un carácter que ha faltado en todos los lugares
en los que he vivido desde que dejé Oak Grove. He pasado la mayor parte
de ese tiempo en hoteles de lujo o en lujosas casas de alquiler llenas de
cristal, cromo y mármol.
Piper es la que está de pie en la cocina. Se gira al oír mis pasos, con el
plato que acaba de sacar del armario pegado al pecho.
Piper pone los ojos en blanco, gira y abre otro armario, poniéndose de
puntillas para mirar dentro.
Es una vista increíble. Lleva unos pantalones cortos de algodón y una
camiseta de tirantes. No hacen juego, lo que me hace sonreír sin motivo
alguno, salvo que es extrañamente entrañable.
Odio ser este tipo. Odio contribuir a la negatividad cuando ya está tan
extendida en el mundo.
Cuando miro por encima del hombro, está junto a la cocina, enrollando
un rizo en un dedo.
Suspira.
―¿Qué haces?
Piper pone los ojos en blanco, lo que yo interpreto como un sí. Pongo
un buen trozo en la sartén, espero a que chisporrotee y añado el
sándwich.
Piper exhala.
―Cada vez que comía carne, me imaginaba que era Wilbur. Así que
empecé a negarme a comerla. Mis padres pensaron que se me pasaría,
pero puedo ser algo terca. Muy pronto, toda mi familia era vegetariana.
―Sonríe, y es cariñosa―. Al menos durante un tiempo. Después de que
mis padres se divorciaran, mis hermanos iban mucho a cenar a casa de mi
padre.
―¿Tus padres están divorciados? ―La pregunta sale sin que me decida
conscientemente a hacerla, un reflejo de curiosidad.
―Sí.
Lo que le dije a Hudson anoche iba en serio. Las citas ocupan un lugar
secundario en mi lista de prioridades, por debajo de averiguar qué
demonios hacer con el resto de mi vida. El encanto de las mujeres
interesadas en mí exclusivamente por mi voz o mi dinero o mi aspecto
físico desapareció hace mucho tiempo. Así que hace tiempo que no tengo
sexo, y me acuerdo de cuánto tiempo hace exactamente cuando Piper saca
la lengua para atrapar unas migas que se le han quedado pegadas al labio
inferior.
Sacudo la cabeza, pero como que quiero sonreír. Esta chica. Nunca me
cede un ápice.
―Bien.
―De nada.
Más que encantado, estaba ansioso. Emocionado por dejar atrás a Miles
Spencer. Y ahora... como que lo extraño. Me pregunto cómo sería su vida.
Si todavía tendría una madre.
He terminado.
―Buenas noches.
―¿Kyle?
―No me voy ―dice, con el mismo tono duro que acabo de emplear
reflejado en mí.
Trago saliva.
Se queda callada.
―Sólo estás aquí porque no tenías otra opción. Estoy seguro de que, si
hubieras podido, le habrías pasado este viaje a otra persona, igual que
hiciste con el almuerzo. Pero te ahorraré algo de tiempo. No voy a
cambiar de opinión. Te digo que es imposible. Quédate o vete, no me
importa. No cambiará nada.
―Ya veremos.
Odio que la letra de "Blue Rain Boots1" me ronde por la cabeza durante
toda la subida.
1
Botas de lluvia azules
Siete
Piper
HARPER: ¿Está s en Texas? ¡¿Con KYLE SPENCER?!
PIPER: No quiero hablar de eso.
HARPER: Va tan bien, ¿eh?
PIPER: No me va nada bien.
PIPER: Es un vaquero testarudo que vive en medio de la nada.
PIPER: Por no hablar de un multimillonario que no tiene aire acondicionado.
HARPER: Aposté 100 dó lares a que le harías firmar un nuevo contrato. No
me defraudes.
PIPER: Entonces, las dos estamos jodidas.
PIPER: ¿Qué posibilidades tengo?
HARPER: No quieres saberlo.
PIPER: Son un asco.
HARPER: ¿Ahora eres del Sur?
PIPER: ¡ADIÓ S!
Nunca esperé que Kyle mencionara que se había dado cuenta de eso casi
un año después de la última vez que nos vimos.
Revisé todas sus cuentas en las redes sociales antes de salir de Nueva
York. No hay anuncios, no hay pausas en la publicación. Kyle,
obviamente, tiene un equipo que ejecuta todo eso para él. Más miembros
de la máquina. Y ese equipo o no está al tanto de sus planes para dejar la
música o está optando por no anunciarlos.
―Buenos días ―la saludo, mientras entrelazo los dedos con ansiedad al
acercarme a la encimera, donde está cortando fresas. Hay un montón
impresionante de ellas en un cuenco junto a su codo.
―Gracias.
Ya me he dado cuenta de que a Mabel no le gustan las charlas triviales.
Y se lo agradezco ahora mismo porque no tengo ni idea de lo que le diría si
me preguntara cómo he dormido.
Como deprisa y lavo a mano el cuenco y la taza con la esponja que hay
junto al fregadero. No hay rastro de lavavajillas, pero los demás
electrodomésticos parecen bastante nuevos.
Ella asiente.
―Eso es mucho.
Mabel frunce las cejas y aprieta las comisuras de los labios en señal de
desaprobación. Pero sigue cortando, ignorando el preocupante sonido.
―Que Dios nos ayude si graniza ―murmura Mabel tan bajo que apenas
capto las palabras. Luego me mira―. La pena nunca se ve igual dos veces.
Y no creo que sea una persona antipática -no como carne por culpa de
un cerdo que conocí durante una semana-, así que no estoy segura de por
qué mi tendencia es no conceder nunca a Kyle el beneficio de la duda. A
juzgar y suponer primero siempre que él está involucrado.
Tal vez porque logró fácilmente lo que he visto luchar a tantos otros.
Tengo aún menos idea de cómo convencer a Kyle para que vuelva a la
música que hace cinco minutos.
―Añade tres tazas ―dice Mabel, golpeando la sartén con una cuchara
de madera.
Una vez añadidos todos los ingredientes a la olla, Mabel me indica que
siga removiendo. La veo lavar una colección de tarros de cristal y luego
sumergirlos en agua hirviendo, uno a uno.
―Sí, lo sé.
―Está buena.
―Jamie...
―No me digas que no te has dado cuenta. Es difícil no ver ese cabello.
―Sí, señor.
―Vete de aquí.
Sigo su mirada.
―No lo sé. ¿Quizá porque nunca has vuelto a colocar tejas en un tejado?
Marco los raíles que están podridos y que aún hay que cambiar, y luego
traslado los que ya nos hemos encargado a la creciente pila de chatarra
que hay detrás del cobertizo de ordeño, con la espalda y los hombros
protestando todo el rato.
Una pausa.
―No.
―¿Qué ha dicho?
―¿Algo más?
―Sí. ―Pateo una teja perdida y la veo caer al suelo, donde yacen
docenas de otras.
Brayden exhala.
―Gracias, Brayden.
―Hola, Alex.
―Hola, Pipsqueak.
―Le dije a mamá que era un viaje de trabajo. Qué bien que no te lo
dijera.
Suspira.
Me río.
―¿De verdad?
―Lo siento, hermanita. Me tengo que ir. ―El tono de Alex se ha vuelto
de disculpa, pero es mejor que la única vez que recibió una llamada de
emergencia en el trabajo mientras estaba al teléfono conmigo.
Me dio un susto de muerte durante tres horas hasta que me llamó para
decirme que todo estaba bien. Aparte de sentirme a menudo como una
extraña en mi propia familia, esa ha sido siempre la peor parte: la
preocupación.
―No. Mi hermano.
No responde, y me pregunto si debería haber mentido.
―Buenos días.
Miro el bol.
―¿Más mermelada?
―Treinta años.
Otro misterio, uno que sus labios fruncidos sugieren que no debería
intentar resolver.
―Vaya. No sabía que algo pudiera crecer tan bien con este tiempo.
Mabel toma una cesta de mimbre que esperaba en el suelo y me la
entrega.
En el poco tiempo que hace que conozco a la tía de Kyle, siento que la
mayoría de lo que dice tiene un significado oculto. Es un poco agotador
buscar el subtexto. O tal vez me estoy imaginando cosas.
―Y agua, ¿verdad?
―Y agua.
Veo cómo aprieta el tenedor con los dedos. Sus hombros se cuadran,
como si se preparara para una pelea.
―¿Adónde se fueron?
Piper murmura las palabras, pero aún así capto en ellas un atisbo de
dolor. Como si tuviera derecho a un itinerario cuando se trata de los
planes de los demás, pero fuera libre de presentarse, sin avisar, ella
misma. Si Brayden no se hubiera enterado de que Empire iba a enviar a
alguien aquí, me habría pillado totalmente desprevenida cuando llegó.
―Por eso John y yo estuvimos hablando del camión anoche ―le digo.
Piper se burla.
Miro el reloj que hay sobre la estufa y me doy cuenta de que tengo que
ponerme en marcha.
Todo lo que John tiene que hacer es mirar a su alrededor, y los chicos
entran en acción. No soy una figura de autoridad. Me ven como a un
hermano mayor y no como a un jefe.
Piper abre un cajón y saca una toalla limpia para secarse la taza. Es
extraño verla tan cómoda en la casa de mi infancia. Sugiere una
familiaridad que en realidad no compartimos.
Estoy caminando por una línea muy fina. No quiero animarla ni darle
falsas esperanzas cuando sé que ya he tomado una decisión. Pero no voy a
ser un imbécil con ella. No es como me gusta manejar las cosas. Y
además... es ella, lo que marca más la diferencia de lo que me permito
considerar, y mucho menos admitir ante Piper.
―¿Vas a henificar?
Me voy antes de que pueda decir nada más, dejando escapar una larga
exhalación tan pronto como estoy en el porche delantero.
Todavía no hace tanto calor. Pero hay un susurro de calor en el aire que
sugiere que hoy será otro día abrasador. Me encantaría aplazar la siega,
pero el tiempo para la próxima semana parece dudoso. Si no cortamos
esta semana, es posible que pasen dos antes de que se sequen los campos.
No sólo siento que llevo un secreto -no anunciar que ésta será mi última
actuación en directo-, sino que además tiene lugar en el escenario donde
empezó mi carrera. El único lugar donde mi madre me vio actuar. En el
evento que es el orgullo y la alegría de la ciudad a la que siempre he
llamado hogar.
―Hola, chicos.
Hay diez puertas. Se tarda unos quince segundos en saltar y abrir cada
una, otros quince en volver y cerrarla. Treinta segundos por puerta.
Trescientos segundos. Una gota de agua comparado con las horas que
llevará segar los campos.
―Genial.
―Esta mañana dijiste que California está más cerca que Nueva York.
Ni loco voy a revelar la razón principal, ya que tiene más que ver con
ella de lo que jamás admitiría.
―No, ya lo tengo.
La observo. Se esfuerza.
La miro, sorprendido.
Piper hace esa pregunta con expresión seria, lo que me indica que no ha
leído ninguno de los artículos sobre la niña que asistió a uno de mis
espectáculos. Hace años, y todavía se especula. Es un recordatorio de todo
aquello de lo que intento alejarme. Todo lo que ella está aquí para
empujarme de nuevo.
Piso el freno con fuerza porque ella me distrajo y conduje más cerca de
lo que quería.
―Puerta.
Mis ojos se fijan en su culo sin permiso, así que me paso una mano por
la cara para apartar la vista a la fuerza, ya que mis ojos parecen incapaces
de apartar la vista por sí solos.
―Los dos sabemos que sí. ―Ella no es baja, pero el tractor es alto. Me
llevó el verano anterior a mi tercer año averiguar cómo subirme al
asiento sin problemas, y mido unos centímetros más de 1,80―. Así que
podemos quedarnos aquí discutiendo hasta que admitas que sí, o puedes
dejar que te ayude para no perder aún más tiempo.
―De acuerdo.
Murmura algo en voz baja mientras me acerco para ayudarla a
levantarse. Lo único que capto es la palabra ascenso.
Sabía que no era voluntario. Pero esto me escuece más. Saber que la
sobornaron para venir aquí.
Sus ojos brillan y sólo puedo pensar en su azul brillante. Más claros y
brillantes que el fondo del cielo.
―¿Quién es Natasha?
Suspiro.
―Ella no trabaja para mí. Ella sólo... lo que sea. Ella podría estar allí.
Mis pasos son pesados, y lo hago a propósito. Quiero que sepa que voy.
Pero por alguna razón, de repente siento que todo en mi vida gira en
torno a las decisiones que toma Piper en lugar de al revés.
―¿Qué?
Piper está sentada con las piernas cruzadas sobre la colcha que Mabel se
pasó haciendo el invierno pasado, mirando algo en la pantalla de su
portátil. Su intensa concentración en el ordenador parece deliberada, y
estoy seguro de que tiene todo que ver con el final de nuestra última
conversación.
―Lo siento.
No me disculpo.
Hay una incomodidad entre nosotros que me dice que esperaba mis
disculpas tanto como yo pensaba pedirlas.
Ella está aquí por su trabajo, que ha sido bien establecido, y yo sueno
como un adolescente torpe, pidiéndole una cita.
Mi ansiedad aumenta.
―Esta noche voy a ir allí con unos amigos. Puedes venir, si quieres.
―¿Es más probable que eso ocurra aquí mientras estás sentada sola en
tu habitación como si estuvieras castigada o en el bar donde también
estoy yo?
―¿Estás trabajando?
―Es sábado por la noche. Carl no puede esperar que estés trabajando.
No tengo ni idea de por qué sigo por este camino. El trabajo debería ser
el último tema que tocara con ella.
De explicarle que mi equipo dejó muy claro a Empire Records cuál era
mi postura sobre la firma de un nuevo contrato y que el hecho de que no
lo comunicaran a Piper no es culpa mía.
Recordarle que ésta es una industria que desgasta todos los límites que
trazas, si es que consigues mantener alguno. Me protejo porque he
aprendido que nadie lo hará por mí.
Puede que Piper pensara que venía para uno o dos días, pero ha hecho
la maleta para semanas.
Ella suspira.
Me doy una ducha rápida, frotándome la piel con dureza para quitarme
por fin el sudor pegajoso, junto con la capa de polvo y semillas de heno
que tenía adheridas. Me duelen los músculos y siento el cuerpo agotado,
pero hay una sensación de satisfacción que acompaña al trabajo manual y
que echaba de menos mientras mi única forma de ejercicio era ir al
gimnasio.
―¿Qué?
―Puedes atenderlo, si quieres ―le digo, sin saber si quiere ser educada.
―¿Y a ti?
―No lo sé. Nunca parecías tan entusiasmada por asistir a las reuniones
en las que yo estaba. Sobre música.
―¿En eso consiste tu promoción? ―pregunto, sin apartar los ojos del
plato. Desconfío de que sea un tema delicado.
―Lo sé.
―No niego que los recursos importen. Digo que si has intentado algo
durante décadas y no has llegado a ninguna parte, quizá deberías intentar
algo diferente.
Me río.
La estudio.
―No importa.
A mí sí me importa. Pero no la presiono.
―¿Qué?
―Supongo que sí. No esperaba que supieras el mío cuando aparecí por
aquí.
HOWDY está pintado en el exterior del edificio, las letras son grandes,
desiguales y descoloridas. Una enorme rueda de madera cuelga de la
fachada del edificio, justo encima de la puerta principal.
Observo a la multitud que se ríe delante del bar: chicas con faldas cortas
y botas vaqueras, tíos con grandes cinturones y sombreros más grandes.
―Ninguno de ellos sabe que voy a dejar la música ―dice por fin Kyle.
Miro hacia él y descubro que está mirando al frente. Trazo su perfil con
los ojos. Mandíbula cincelada, nariz fuerte, cabello desordenado.
―¿Qué haces?
―Abriendo tu puerta ―responde Kyle en tono de "duh".
―Eh, gracias.
―Ajá. ―Hay un deje en la voz de Kyle que sugiere que podría estar
sonriendo, pero no miro atrás para confirmarlo.
Doy zancadas hacia las puertas dobles que dan a Wagon Wheel como si
ya hubiera estado aquí antes, pasando junto a un grupo de gente que no
parece lo bastante mayor para estar en un bar y un par de hombres
mayores con los que evito el contacto visual. El cínico neoyorquino que
hay en mí, supongo. El humo del cigarrillo se arremolina en el aire
nocturno mientras camino.
Es una atención más sutil, una onda de aviso, como registrar lo que
hace el chico más popular del colegio porque lleva una importancia
innata, pero sin ser lo bastante valiente para entrar en su órbita.
Y me doy cuenta de que Kyle era el chico más popular del colegio.
Parece que sigue siéndolo.
Uno a uno, el grupo se fija en mí. Sonrío vacilante, sin modelo a seguir.
Lo más parecido a esta situación en la que he estado son las fiestas de
presentación de discos organizadas por la discográfica con una lista
exclusiva de invitados y compañeros de trabajo.
―¿Más bebida por aquí? ―Aparece una mujer de mediana edad, con
una camiseta de los Longhorns y un delantal.
Frunce el ceño.
―Piper.
―Qué bien.
―Supongo que sí. Días en los que me encanta y días en los que lo odio,
ya sabes.
―Sí, lo sé.
Y por primera vez, me pregunto si tengo lo que hace falta. Si será tan
inspirador como siempre imaginé que sería buscar nuevos talentos.
Suponiendo que alguna vez consiga el ascenso, por supuesto.
―Trabajo para una discográfica. ―Miro a Kyle, que está hablando con
el tipo junto al que está sentado. De nuevo, no recuerdo su nombre―. Por
eso estoy aquí. Para repasar algunas cosas con Kyle.
―¿Has venido desde Nueva York solo para reunirte con Kyle?
Rompo el contacto visual primero, justo cuando Maggie llega con las
bebidas.
Es mejor de lo que esperaba. Creo que la última vez que tomé una
cerveza fue en una barbacoa del 4 de julio a la que fui el verano pasado, y
esta sabe menos amarga y más cítrica.
Por lo que he oído en la mesa, creo que se llama Hudson. La mujer que
está a su lado tiene una mano despreocupada sobre su rodilla. Se inclina
hacia delante y dice algo que hace reír a los dos chicos.
La única silla en cuestión está al otro lado de Kyle. Veo cómo le hace una
mueca a Hudson, que sonríe. Kyle sacude la cabeza y sonríe.
―¿Seguimos bailando?
―Hola.
―Piper.
―¿Puedo invitarte a una copa, Piper? ―La mirada de Jack baja hasta
mi pecho durante medio segundo antes de volver a subir hasta mi cara,
haciendo evidente su interés.
Y... estoy tentada. Muy tentada. Ha pasado mucho tiempo desde que
tuve a un chico entre mis piernas. La parte más explosiva de mi relación
con mi ex más reciente fue nuestra ruptura, así que parece que ha pasado
incluso más tiempo del que ha pasado. Además, me apetece distraerme de
dónde estoy y por qué.
Pero no estoy tan achispada como para olvidar quién me trajo hasta
aquí. En qué casa estoy durmiendo. De ninguna manera voy a llevar a un
tipo al rancho de Kyle, y no estoy dispuesta a ir a casa de un desconocido
en un pueblo que he visitado exactamente una vez. Por no hablar de sufrir
el humillante suplicio de pedirle que me deje en casa de Kyle después o,
peor aún, tener que pedirle a Kyle que me recoja. Dudo mucho que esta
ciudad tenga un servicio de transporte compartido.
La rubia la agarra rápidamente del brazo y tira de ella hacia abajo, con
un No de pánico evidente desde el otro lado de la habitación.
Asiente.
―Enseguida.
Kyle nunca actuó como si nadie en la oficina estuviera por debajo de él.
En parte por eso sus reuniones se consideraban prácticamente una fiesta
nacional entre el personal femenino.
El resto tiene que ver con la sonrisa que dirige a la rubia, asintiendo a lo
que sea que esté diciendo.
Que Kyle me importe una mierda -cómo acabe su carrera, por qué se
marchó, qué ha revelado la fama sobre él- no formaba parte del plan.
Sonrío.
Julia se ríe.
Me encojo de hombros.
Ella y Julia me convencen para que siga bebiendo agua con chupitos de
tequila, y me doy cuenta de que es un error, incluso antes de que el
alcohol humeante llegue a mi lengua.
Cuando vuelvo a la mesa con ellas, estoy sudorosa y más que un poco
achispada. Y me estoy planteando seriamente quitarme las cuñas y
caminar descalza a pesar de que el suelo de madera parece haber sido
lavado por última vez antes de que yo naciera.
―He dicho este pueblo, no tú. Lo único que has hecho es estar aquí
sentado toda la noche.
Kyle inclina la cabeza hacia atrás, como si rezara en silencio para tener
paciencia.
―Sí.
Natasha espera. Cuando no digo nada más, pregunta―: ¿Es tu primer
viaje a Texas?
―Piper. Vámonos.
A medio camino del aparcamiento, oigo una voz masculina que grita―:
¡Piper!
―Hola, Josh.
―Soy Jack.
―Jack, claro.
Mi horario aquí no es más que libre. Sin embargo, las citas no son la
forma en que debería llenarla.
―No estoy libre. ―Doy un paso atrás, casi tropezando con mis pies―.
Estoy ocupada. Muy, muy ocupada. Buenas noches.
―Parece que hiciste buenas migas con Jack Ransom. Es un buen tipo.
Suena un clic y me desplomo contra el asiento, inmensamente aliviada
por no tener que seguir caminando.
―Claro.
―Lo dice la mujer que está aquí para devolver mi vida a lo que ha sido
durante la última década.
―Siento oír que ser rico y famoso fue tan duro para ti.
Le echo un vistazo.
Pongo los ojos en blanco y vuelvo a mirar fuera, dejando caer el brazo
por la ventana abierta. La brisa fresca se desliza entre mis dedos abiertos,
el roce del aire me roza la piel como un cosquilleo agradable. El tequila
recorre mi torrente sanguíneo en torrentes perezosos, haciéndome los
párpados pesados y los miembros flojos.
―Lo sé.
―Natasha es guapa.
―Lo dice el tipo que me invitó a un bar. ¿Querías que me sentara sola
en un rincón, sobria?
Me arde la sangre.
Estoy borracha con mucho más que el tequila que me tomé para olvidar
dónde estoy atrapada en el futuro inmediato. Estoy achispada por Kyle y
la forma temeraria en que me hace sentir.
―¿Cómo te alejas de la música por tus fans? ¿Por tu equipo? ¿Por tus
amigos? Si lo has decidido, ¿por qué no se lo has dicho a ninguno de ellos?
Piper está sentada en el columpio del porche, con los pies descalzos
apoyados en la barandilla. Se me revuelve el estómago como si fuera a
caerme hacia delante, reaccionando ante la visión.
Tiene mejor aspecto del que esperaba, teniendo en cuenta los ruidos del
baño de anoche. Estoy seguro de que bebió su peso en cerveza y tequila en
Wagon Wheel.
A tres metros del porche, reduzco el paso. Pensé que tendría unas horas
antes de verla, así que no he pensado en lo que le voy a decir. Bajo el sudor
y el cansancio, todavía hay un lento hervor de ira.
―Estaba conduciendo.
―Lo siento.
―¿Por qué?
―Por casi todo lo que dije e hice después de llegar al bar. Todo el
mundo era amable, pero era raro estar con un grupo de gente que se
conocía tan bien. Estaba... nerviosa, así que seguí bebiendo. Y estoy
frustrada por estar aquí. Pero eso tampoco es exactamente culpa tuya. Así
que, sí, lo siento. Fue muy poco profesional.
Joder, creo.
―No pasa nada ―digo, pero no estoy seguro de que sea así. Me
preocupa a dónde podrían llevar estos sentimientos.
―Será mejor que vaya a ducharme. Todavía tengo treinta acres que
terminar hoy.
―Conozco el sarcasmo.
―Sé que ayer... no fue bien. Pero literalmente no tengo nada más que
hacer, así que...
Piper sonríe.
―En serio.
Piper asiente.
―Oye, ¿Kyle?
―¿Sí?
Ella sonríe.
Le devuelvo la sonrisa.
―Es bueno. Siempre hay algo roto o que necesita arreglo por aquí.
―Sí. Quité las tejas viejas, pero también hay que quitar y cambiar la
tela asfáltica.
Él asiente.
Se me ocurre otro.
―¿Hastings? ―Supongo.
Deacon asiente.
―Gracias, Deacon.
Tardo unos diez minutos en recoger todo lo que necesito y pasar por
caja.
―Creo que hay una vieja de carbón en algún lugar del granero.
―¿Eh?
―¿Vas a actuar?
―¿Qué más da? ¡Estás actuando! Dijiste que habías terminado, ¡pero
estás actuando!
Pone los ojos en blanco, pero sus siguientes palabras son más suaves.
Estoy tan molesto como anoche y no sé por qué. Es como una mosca
irritante que no me atrevo a espantar. Y eso no tiene sentido. Mi decisión
es firme: no tengo ningún interés en volver a la música. Pero no será
motivo de celebración cuando Piper se vaya. Será volver a una rutina
sombría y predecible.
―¿Qué pensabas cenar? Nos hemos quedado sin las sobras de Mabel.
―Yo pago.
Consideraría las cinco bolsas de comida que hay en el carrito más que
unas pocas, pero no lo menciono.
Kyle no dijo mucho una vez que regresamos del viaje a la ciudad. Se
dirigió a "arreglar algunas cercas" después de descargar las compras.
Luego, lo vi esparciendo semillas de césped en los espacios vacíos del
jardín delantero entre mensajes de texto con Harper y Serena, que se
preguntaba cuándo volvería para alternar los turnos en el baño. No tenía
una buena respuesta.
Los brazos de Kyle ya están morenos, y me acuerdo de ello cada vez que
sus músculos me llaman la atención.
No nos tocamos, pero podríamos hacerlo. Estamos tan cerca que puedo
olerlo. Lo bastante cerca como para ver el pulso constante y uniforme de
su corazón justo debajo de la mandíbula. Lo bastante cerca como para
darme cuenta de que tiene el cabello rebelde y de que le hace falta un
corte, con las puntas enroscadas bajo el ala desgastada de su sombrero.
Ahora no me río.
Unas nubes grises surcan el cielo sin cesar, borrando la mayor parte del
azul. Y estamos en medio de un mar de color beige, de un lado los tallos
ondulantes y del otro la mitad recortada a un par de centímetros.
Para fijarme.
La hierba sin cortar se aplasta, los tallos ceden ante el fuerte diluvio. El
polvo desaparece, hundiéndose en la tierra húmeda. Los vaqueros
mojados se pegan a mis piernas y mi ropa queda empapada al instante, la
tela empapada y pegajosa.
Kyle maldice.
Yo empiezo a reírme.
―Apuesto a que ahora desearías tener esas botas de lluvia ―dice Kyle.
Es difícil oír algo con la lluvia que cae. Pero está lo bastante cerca como
para que yo capte esas palabras, y siento como si perduraran en el aire
húmedo.
El agua me empapa las puntas del pelo y me cae por los brazos mientras
le miro fijamente.
―Sí, me acuerdo.
―No había dormido mucho.
―¿Qué?
―Me preguntaste por qué llevaba botas de lluvia cuando hacía sol. No
había dormido mucho. Mi hermano menor, Alex... estábamos hablando
por teléfono durante uno de sus descansos, y su unidad recibió una
llamada de emergencia. Pasaron horas hasta que supe que estaba bien.
Así que no había dormido mucho y literalmente tomé los primeros
zapatos que encontré de camino al trabajo. Probablemente por eso estaba
un poco... irritable esa mañana.
Pongo los ojos en blanco y me bajo el ala del sombrero para que me
proteja más la cara. Mis mejillas se humedecen a pesar de estar tapadas.
―Yo también.
Sonríe brevemente.
―¿Miles o Kyle?
―Sí. Exactamente.
―¿Y Sutton?
―¿Qué pasa con ella? ―La mitad de su cara que puedo ver parece
confusa.
―Salieron juntos.
―Me gustaba que fuera famosa. Más allá de eso, no éramos tan
compatibles.
Asiente.
―Cuéntamelo.
Creo que sus ojos bajan hasta mi pecho por un milisegundo, pero no
puedo asegurarlo. Es más sutil que el tipo del bar.
Kyle se aclara la garganta.
―Deberías ir a cambiarte.
No estoy segura de lo que hay que hacer. Pero tampoco pensaba salir
corriendo en cuanto volviéramos.
―No necesito ayuda. Entra. ―Su tono es más brusco que antes.
Me la lanza.
Tomo la camiseta.
Dieciséis
Piper
Kyle entra en la cocina mientras estoy rallando los tomates.
Hago lo posible por ignorar su presencia -su cabello mojado y sus pies
descalzos-, pero siento que me arden las mejillas por lo que
cariñosamente llamo Bragate. He estado en una playa delante de
desconocidos, exponiéndome mucho más. Pero eso no era lo mismo que
estar mal vestida delante de Kyle, sobre todo sin querer. Peor era lo poco
que le afectaba. Cubriéndome como un caballero y haciendo obvio que
cualquier atracción era unilateral.
Se aclara la garganta.
―Sigues colgado con eso, ¿eh? ―Me relajo un poco ya que parece
haberse olvidado de lo de antes.
El agua empieza a hervir, así que echo los fettuccine a la olla y tiro las
pieles de tomate al compost.
2
Hace referencia a mostrar las partes íntimas.
Inesperadamente recordando nuestra primera interacción de hace
años. Y ahora ofreciéndome lo que supongo es un cumplido. Tal vez sea el
espíritu competitivo que hay en mí por ser la hija menor, pero me gusta
saber que destaqué para él de alguna manera.
―Rállalo ahí.
Kyle está rallando obedientemente, con dos líneas entre los ojos
mientras se concentra en la tarea. Es bonito. Caliente. Lo que sea. Mi
atracción por Kyle se ha establecido. Admitir un problema es el primer
paso para superarlo.
―¿Cocinas mucho?
―De acuerdo.
Kyle saca dos cuencos del armario. Divido la pasta entre ellos y
espolvoreo el queso y la albahaca por encima.
Kyle sonríe.
―¿A quién van a visitar?
―Raro.
―¿El ejército?
―¿Cómo se conocieron?
Kyle se ríe.
Miro a Kyle.
―Yo te enseñaré.
Es un poco... divertido.
Diecisiete
Kyle
Tommy aparece una hora después de que Cal Hastings llegue con su
equipo de techado.
Estoy ocupado quitando los últimos restos del viejo montón de tejas,
pero me enderezo cuando veo la familiar camioneta que se acerca por el
camino de entrada.
―¿Por qué?
Él asiente.
Yo, aparentemente.
Se endereza y asiente.
Resoplo.
Se ríe.
―A ti también, Piper.
―¿Está soltera?
―Ni idea ―miento, y no tengo ni idea de por qué. Bueno, quizá tenga
alguna pista.
―¿Están tú y ella...?
―No.
―Pobre de ti.
Sacudo la cabeza.
―¿Qué haces aquí?
Sacudo la cabeza.
―Me encantaría, pero eras una parada en una docena de cosas que
tengo que hacer hoy. Ahora que sé que no te vas a romper la cara ahí
arriba, debería ponerme en marcha.
―De acuerdo.
―Sí.
Es la voz, audible por encima del chorro de agua que corre por las
chirriantes tuberías de las paredes.
―¿Sí?
―Hola. Soy Kyle. ―Cierro los ojos. Sabe que eres tú, idiota―. ¿Ya casi
terminas ahí?
―No es tan grave ―le digo aunque, sí, tiene muy mala pinta.
―Espera, aquí está. De acuerdo, está bien hasta el año que viene.
―¿Qué ha pasado?
―No sabía que cantabas. ―Las palabras salen antes de que pueda
pensarlas.
―¿Espiando a escondidas?
―Eres buena.
―Deberías considerar...
―¿Diga?
―Carl, por favor. ¿Cómo van las cosas por ahí abajo?
―No me he rendido.
―¿Tan mal?
―Está...
―Kyle siempre ha sido muy dócil ―dice Carl, casi para sí mismo.
Lo más cerca que he estado de una feria fue un viaje a Coney Island con
mi familia cuando tenía cinco o seis años. Es un recuerdo borroso de
perritos calientes, carrusel y manos pegajosas de algodón de azúcar.
Kyle sigue fuera hablando con uno de los techistas cuando entro en el
porche. Me dirige una mirada al oír el golpe de la puerta mosquitera y
vuelve rápidamente a su conversación.
―Hola, señora.
―Cal Hastings.
―Piper Egan.
―Encantada de conocerte.
Es la vez que más tiempo he pasado sin ver a ninguno de los miembros
de mi familia en varios años. Y los viajes anteriores que me llevaron lejos
de Nueva York siempre fueron con amigos. Me siento muy sola aquí,
porque lo estoy. Por muy acogedores que hayan sido casi todos, es difícil
ignorar esa soledad.
―Será mejor que me vaya a casa ―dice Cal―. Espero con impaciencia
tu actuación de esta noche, Kyle.
―¿Va todo el pueblo a esta feria? ―le pregunto a Kyle mientras Cal se
dirige a su furgoneta.
Me meto los pliegues del vestido bajo los muslos para evitar que toquen
el cuero caliente y tiro del antiguo cinturón de seguridad.
Ya hay una diferencia notable con respecto a la primera vez que llegué:
el césped está perfectamente recortado y el montón de tejas viejas ha
desaparecido. Kyle terminó de quitarlas cuando volvimos de urgencias, a
pesar de que le dije que no era buena idea. Al menos se acordó de ponerse
los dos guantes para evitar más heridas.
―¿Piper?
―Gracias.
La página web del pueblo de Oak Grove presumía de esta feria como el
acontecimiento del verano, y no me ha decepcionado. Es un espectáculo;
cientos de autos estacionados en hileras cuando Kyle sale de la carretera
hacia la hierba aplanada.
―Creía que les gustaba algo más que eso ―digo, intentando disimular
mi incertidumbre con humor.
―No eres tú, soy yo ―responde―. Les dije a todos que quería estar un
rato a solas antes de actuar. Hace un tiempo que no subo al escenario.
Seguro que tiene motivos para dejar la música. Buenas, según Mabel.
Pero a mí no me importa cuáles sean. Y cada vez me parece más necesario
recordarme exactamente por qué estoy aquí. Cuanto más tiempo paso
cerca de Kyle, más fácil me resulta fingir que estoy en Texas por razones
que no tienen nada que ver con mi trabajo.
Odio cómo usa mi nombre. Cómo hace que suene como si me estuviera
rechazando a mí, no a la máquina de hacer dinero para la que trabajo.
Y odio especialmente el matiz de arrepentimiento en su voz, como si
una parte de él deseara poder darme una respuesta diferente.
―¿Quieres dar una vuelta? ―Kyle inclina la cabeza hacia las luces
parpadeantes.
Pero no se mueve.
Esto está desdibujando la línea. Esto no tiene nada que ver con la
música o mi trabajo.
―Claro.
Echo un vistazo a Kyle, que mira hacia los oscuros campos que rodean
la concurrida y brillante feria.
Me froto las palmas de las manos contra el algodón del vestido para
quitarme el sudor, buscando algo que decir.
Me estremezco ante lo que suena a frase cursi para ligar. Luego oculto
rápidamente cualquier vergüenza de mi cara cuando la atención de Kyle
pasa del campo a mí.
He visto a Kyle sonreír muchas veces. Pero rara vez iba dirigida a mí y
contenía genuina diversión. Y nunca me ha tocado mientras sonreía, lo
cual es una diferencia crucial.
―¿Qué?
―¿Por eso no bebes? ―La pregunta sale sin permiso. Otro pequeño
misterio sobre Kyle Spencer, uno que he pasado más tiempo
preguntándome de lo que jamás admitiría.
―Simplemente no bebo.
―Esa es mi respuesta.
―Piper.
―¿Qué?
―¿Y tú?
―Sí.
―No te creo.
―¡No cooperas!
―Bien ―dice―. Y ya que estamos siendo sinceros, creo que quieres ese
ascenso para poder dar a otros la oportunidad que desearías que alguien
te hubiera dado a ti.
―Bien.
―¿Cuál era tu plan? ―le pregunto, olvidando que estoy enfadada con
él.
Me mira.
―¿Mi plan?
Se encoge de hombros.
―Pasaba la mayor parte del tiempo saliendo con mis amigos y bebiendo
cerveza.
Me burlo.
―Yo era el tipo que pensaba que tenía mucho por lo que estar
enfadado.
La irritación me hierve.
Sonríe de repente.
Pongo los ojos en blanco, registrando que por fin hemos tocado fondo.
Me paro justo cuando la cabina se balancea de repente.
―Lo siento.
―¿Estás bien?
Sus manos se retiran, pero aún puedo sentirlas. El tacto de Kyle persiste
como una marca fantasma, la piel bajo mi vestido hormiguea.
―¡Kyle!
―Tú eres Piper Egan. ―Brayden mira a Kyle, que sacude la cabeza casi
imperceptiblemente.
Sacudo la cabeza.
―Primera vez.
―Oh. De acuerdo.
Una fan.
Sacudo la cabeza.
Exhalo.
―Kyle...
―Está bien.
Espero que Brayden tenga algo que decir al respecto, pero lo único que
hace es asentir.
Cuando hice ese estúpido comentario sobre que Piper necesitaba sus
botas de lluvia cuando nos atrapó la lluvia, pensé que me miraría como si
estuviera loco. No esperaba que se acordara de aquella mañana. Y ahora
que sé que está ligado a un recuerdo doloroso para ella, me siento aún más
raro al respecto. Sobre todo porque he evitado todas las oportunidades
posibles para hablarle de la canción. He tenido docenas de oportunidades
para mencionársela y las he evitado todas.
Porque nunca pensé que estaría entre el público. Nunca pensé que
tendría que cumplir esa decisión. Nunca pensé que dormiría bajo mi
techo, me haría café cada mañana y me llevaría a vacunarme contra el
tétanos. Nunca pensé que sería más que una fantasía.
―La banda está lista, y todo está preparado. Sólo quería asegurarme de
que estás listo.
―Estoy listo.
Hank sonríe.
Resoplo.
―Brayden...
Sonrío.
―Lo siento, no los escuché. He dicho: ¿Cómo están esta noche, Oak
Grove?
Sólo un poco.
Después de bajar del escenario, tardo una hora en atravesar la multitud
que se agolpa fuera de la carpa, pidiendo autógrafos y selfies, y llegar al
lugar donde Hudson me había dicho que estaba esperando.
Los saludo, pero mi atención se centra en Piper, que se quita los zapatos
y camina por la pista hinchable.
«Quizá me subestimaste».
Tal vez sigo haciéndolo porque estoy buscando defectos. Por razones
por las que ella es mala para mí.
Piper se las arregla para saltar al asiento en su primer intento,
metiéndose el vestido bajo los muslos. El asistente le dice algo. Piper
asiente, toma la correa con la mano izquierda y levanta la derecha.
Por alguna razón, me escuece. Como echar de menos algo que no sabía
que tenía.
Esto sería mucho más fácil si estuviera de pie a un lado con los brazos
cruzados, quejándose de lo caluroso y polvoriento que estaba aquí. Si no
hubiera aceptado venir.
El toro deja de moverse. Piper se baja del toro y esboza una sonrisa
triunfal cuando sus pies tocan el plástico inflado.
Luego, está frente a mí, con una ceja arqueada en señal de desafío.
Sonrío.
―¿Quieres apostar?
―Ya veremos.
Me quito el sombrero y lo dejo encima de sus rizos, sonriendo ante su
expresión de sorpresa.
Parece mía.
Esto es estúpido.
Monté mucho en Ferdinand cuando era más joven. Y había un bar con
una política de identificaciones poco estricta y un toro mecánico un par
de pueblos más allá al que solía ir con los chicos en el instituto.
Me olvido del sordo latido cuando salgo del ruedo y me veo rodeado de
actividad. La multitud que rodea el cuadrilátero se ha triplicado, así que
tardo unos minutos en ver a Hudson y Tommy. Ambos sonríen
ampliamente.
Le devuelvo la sonrisa.
―Todavía lo tengo.
―¿Cuál?
Hudson se ríe.
Me aclaro la garganta para romper el silencio que persiste, saco los pies
de las sandalias y los meto debajo del vestido. Echo un vistazo furtivo a su
perfil impasible. Lleva una hora callado, apenas sonrió cuando le devolví
el sombrero. Todo lo que puedo imaginar es que venía de un subidón tras
el espectáculo y ahora, por defecto, apenas me tolera.
―¿Lo viste?
―Uh. Sí.
Aunque estuve tentada de irme un par de veces, escuchando los
sugerentes comentarios que le lanzaban. Fue un sí fácil cuando Morgan
sugirió dirigirse a los baños en cuanto Kyle desmontó.
―Ajá.
Me alivia ver que la comisura de sus labios esboza una media sonrisa.
Lo cual me confunde, porque no estoy segura de cuándo el humor de Kyle
empezó a afectar al mío.
Los demás faros que han salido del estacionamiento al mismo tiempo
que nosotros van en dirección contraria. La interminable extensión de
asfalto vacío me tranquiliza de una manera que nunca antes había
considerado.
―Sé que has estado en Nueva York antes, así que deberías saber la
respuesta a eso ―digo, manteniendo la mirada al frente.
Echo de menos a mi familia, por muy loca y caótica que sea. Echo de
menos mi cama. Echo de menos la bodega que hay fuera de la oficina,
donde suelo ir a comer. Echo de menos estar de pie en suelos pegajosos,
esperando a escuchar un grupo nuevo para poder decidir si lo tienen.
―Supongo que sí ―digo, sin saber qué más decir―. ¿Crees que el
nuevo techo aguantará?
Me río.
―Sí. Era una escuela de arte en la que tuve que solicitar plaza. Todos
mis hermanos fueron a otro sitio porque querían hacer deporte.
Kyle sonríe.
Suspiro.
Su sonrisa crece.
―Y eras el jugador estrella con la chaqueta que todas las chicas querían
llevar, ¿verdad?
―Ajá.
―No me lo imagino.
―Oh.
―Puedes preguntar.
Kyle exhala.
―Mi madre era... complicada. Nunca conocí a mi padre, y creo que ella
tampoco tenía idea de quién era. Se estableció con Carter Spencer cuando
yo tenía tres años. Me adoptó legalmente y enfermó un año después. Se
fue en unos meses, y nos dejó el rancho. Avancemos rápido a la escuela
secundaria. Se acostó con uno de mis profesores. Se quedó embarazada y
recayó en la bebida en cuanto nació el bebé. El padre obtuvo la custodia
completa y se mudó a Tennessee.
―Sí. Gracias.
―La gente tiene que querer la ayuda, Kyle. Hiciste todo lo que pudiste.
Kyle suspira.
―No tengo ni puta idea. Nunca me vio tocar en ningún sitio, excepto
en la feria, ni siquiera cuando le envié entradas.
―No.
―De acuerdo.
Sigue siendo extraño que me abra las puertas como si fuera una
inválida, pero extraño de una forma especial e inesperada.
―He movido todas las tejas. No hay nada con lo que tropezar. Sólo
dirígete a la casa.
―Sí, ya sé que moviste todas las tejas ―refunfuño―. Por cierto, ¿cómo
tienes la mano?
―Bien.
Tropiezo de nuevo.
Kyle se ríe.
―Camina recto.
―Lo estaba haciendo ―insisto, pero de todos modos tomo la mano que
me ofrece.
Sus pasos se ralentizan y los míos también. Los dos nos estamos
mojando más de lo necesario, caminando al paso más lento posible.
―Me alegro de que la lluvia esté amainando ―comenta Kyle.
Lo miro. Está mirando el techo de metal brillante, con una arruga entre
los ojos.
―Entiendo por qué la gente está obsesionada con tu música. Eres muy
bueno.
―¿Es esta tu nueva táctica? ¿Actuar como un fan para que me sienta
culpable por decepcionar a otra persona?
Sacudo la cabeza.
Es cerveza de raíz.
Esto no tiene nada que ver con la razón por la que estoy aquí, la razón
que está llegando rápidamente a su fin. Si Kyle ha rechazado una segunda
oferta, las posibilidades de que pronto me digan que vuelva a Nueva York
son altísimas.
Me aclaro la garganta.
―Lo siento.
―¿Qué es esto, Piper? ¿La fase cinco del plan para hacerme perder la
cabeza?
Sacude la cabeza.
―¿Qué he hecho que sea tan terrible, Kyle? Si no querías que fuera esta
noche, ¡deberías haberlo dicho! No puedo...
Y suenan a locura.
Pero se siente correcto.
―¿De qué es? ―Mi dedo índice traza ligeramente el viejo corte,
evitando el peso penetrante de su mirada.
Preguntar por viejas heridas es más fácil que hablar de lo que acaba de
ocurrir entre nosotros.
―No.
Mi mano se mueve, recorriendo la línea de su mandíbula y bajando
hasta su hombro tenso. Le ofrezco compasión en silencio porque es la
única que podría aceptar.
―¿Que cosa?
―¿Por qué?
Inevitable.
Pero me imagino a todas las mujeres guapísimas con las que ha estado
mientras entro en su dormitorio, preguntándome cómo estaré a su altura
y odiando haber creado una competición en mi cabeza.
Eso creo.
―¿Cuánto tiempo?
―Un año. Maso.
Me río. ¿Alguna vez me había reído en la cama con un tipo? Creo que
nunca.
―¿De verdad? Porque nunca había oído a nadie decir Es como tener
sexo.
―¿Estás mojada por mí, Piper? ―Kyle lo pregunta tan en serio que la
verdad se escapa sin que me lo piense dos veces.
―Siempre.
―Qué impaciente.
Su lengua está donde acababan de estar sus dedos antes de que pueda
darme cuenta de lo que está pasando.
Gimo y giro la cabeza hacia un lado para poder ver su cabeza entre mis
muslos. Así puedo memorizar exactamente cómo es Kyle Spencer
chupándomela.
―Joder.
―Hazlas ―desafío.
Sus manos suben hasta que ya no llevo el vestido. Extendida bajo él,
sólo llevo un sujetador negro de encaje completamente transparente. Sus
cálidas palmas cubren mis pechos, ahuecándolos y apretándolos. Luego,
mi sujetador también desaparece.
Me siento tan bien que puedo alejar todos los pensamientos sobre el
gran error que probablemente haya sido.
Porque si antes pensaba que irme iba a ser difícil, estoy segura de que
no era nada comparado con lo que va a ser ahora.
Veintiuno
Kyle
Piper está profundamente dormida cuando me despierto.
Expresión apacible.
Tetas perfectas, pezones duros por la corriente de aire frío que sale del
aire acondicionado.
Algunos dirán que se lo merecía. Era una madre ausente y egoísta que
eligió el alcohol antes que a mí, no una, ni dos, sino docenas de veces. Que
nunca pudo librarse de sus demonios, aunque lo intentó. Que decidió
ponerse al volante cuando no tenía nada que hacer conduciendo un auto
y, como resultado, se convirtió en otra estadística.
Todos en Oak Grove me ven como Miles. Puede que sepan que soy un
cantante famoso y que me ven actuar en la feria todos los años, pero
ninguno de ellos comprende cómo es realmente esa parte de mi vida.
Y los que lo saben no tienen ni idea de cómo es mi vida aquí. Quién soy
en realidad por debajo de la celebridad y el éxito.
Piper es la única que ha visto ambos lados. Ella sabe exactamente cómo
es mi vida aquí, lo que fue el pasado y lo que es el presente. Y también
forma parte de la industria musical. Ella se sentó en las reuniones que
discutieron las ventas y las fechas de la gira. Marketing de álbumes y citas
falsas con otra artista.
Y me digo que por eso me siento diferente cerca de ella. Ser yo mismo
sin preocuparme de que no entiendan una parte de mí o la otra no es un
lujo que me haya permitido con nadie más.
Se me caen los dedos de las cuerdas y rezo en silencio para que Piper no
haya oído nada gracias a la insonorización.
Un fantasma de sonrisa.
―No me había dado cuenta de que mirar más de cerca significaba que
habías registrado cada centímetro del lugar.
―Sí, me lo imaginaba.
Ella se va.
Yo me quedo.
―Bueno, debería...
―Piper.
―¿Qué?
Trago saliva.
Hay arañazos rojos en mi espalda que sugieren que ella disfrutó, pero
hay una llamarada de inseguridad que me esfuerzo por ocultar.
―¿Somos amigos?
―Eso espero.
Piper asiente una vez y se levanta.
―Necesito café.
―Lo recuerdo.
―Yo pensé lo mismo ―oigo decir a Piper―. Pero todo el mundo las
llevaba. No creo que destaques.
―Hola, Bailey.
Se parece a mi madre.
―Hola.
―No tienes que irte. Me alegro de que estés aquí. Sólo quería
asegurarme de que el departamento de policía de Oak Grove no está
buscándote.
Me siento mal por tenerla aquí cuando los adultos responsables de ella
no tienen ni idea de dónde está. Pero me alegro -sorprendido pero
contento- de que esté aquí, y obligarla a marcharse no lo transmitirá.
Se saca un móvil rosa del bolsillo -algo que no sabía que tenía, ya que
siempre he llamado al fijo- y se dirige hacia las escaleras con él pegado a
una oreja.
―Hice mucho de canguro cuando era más joven. Los niños pequeños y
los adolescentes siempre eran los más difíciles. Espero no haberme
pasado.
―Vaya, vaya, vaya. Palabras que nunca pensé que oiría. ―Su sonrisa se
vuelve burlona alrededor del borde de la taza.
―Tienes razón.
Levanto una ceja, pero no pregunto por qué, saco el teléfono del
bolsillo y busco en mis contactos hasta que encuentro a Ella. Le tiendo el
teléfono con el número marcado.
Una pausa.
―Oh, no, Kyle está bien. Todo está bien.
―Mm-hmm. Gracias. Y... ¿tú también vestías así cuando eras más
joven? ¿Como a los trece?
Miro fijamente hacia delante, sin ver realmente, hasta que oigo abrirse
de nuevo la puerta mosquitera. Me giro y veo salir a Piper.
―Uh...
―Los abuelos de Bailey dijeron que estaba bien que se quedara. Sólo la
quieren en casa a las seis. Les dije que la llevaríamos a casa.
Nosotros.
Piper duda.
―¿Piper?
―¿Qué pasa?
―Kyle estaba hablando de las tareas de las que tiene que ocuparse esta
mañana. Este rancho tiene mil vacas, ¿lo sabías?
Le dirijo a Piper una mirada más divertida que el ceño fruncido que
pretendía.
―Kyle, ¿puedo?
―S-sí. Sí, claro. Siempre y cuando Piper no tenga nada que necesite
estar haciendo en su lugar.
Una vez que Bailey camina hacia el auto de Piper, saco mi cartera del
bolsillo. Saco una tarjeta y se la tiendo a Piper, que ya se está girando para
entrar.
―¿Prefieres efectivo?
―De acuerdo...
Piper se acerca.
Exhalo.
―¿De qué hablo con ella? ¿A algunos chicos les gusta hablar de la
escuela? Porque yo odiaba hablar de la escuela, así que...
Me interrumpe de nuevo.
Lo intento de nuevo.
―Piper...
―Cuidado con abrir esas puertas tú solo, granjero. Algunas son más
difíciles de lo que parecen.
Esa es la bola blanda que Bailey decide lanzarme primero mientras aún
estamos rodando por el largo camino de entrada que separa la granja de la
carretera principal.
Hablé bien de Kyle porque los dos no podíamos estar nerviosos por esto.
Pero mi experiencia como canguro consistía sobre todo en supervisar los
deberes durante un par de horas entre que terminaba el colegio y los
padres volvían a casa del trabajo. Nunca he entretenido a un niño. Hasta
ahora, todos mis hermanos han dado prioridad a sus chapas antes que a
los bebés, y ninguno de mis amigos íntimos está casado todavía, y mucho
menos procreando.
―¿Por qué?
Leí a Bailey muy mal, me estoy dando cuenta. Parecía tímida e insegura
cuando llamó a la puerta. Ahora, es todo ojos evaluadores e interminables
preguntas.
―Significa que estoy aquí para discutir algunas cosas de trabajo con él,
y luego me iré.
―¿Conociste a mi madre?
―Yo tampoco.
―Supongo ―dice. Luego duda―. Le dije a una amiga del colegio que
era mi hermano. No me creyó.
―¡Piper!
―¡Julia! Hola!
―Ojalá hubiéramos tenido más tiempo para pasar el rato anoche ―dice
Julia―. Pero te divertiste, ¿verdad?
―Me encantan.
Dudo.
―¿Qué?
―Botas vaqueras.
Costillas de cerdo, falda de ternera, cerdo desmenuzado, pollo asado.
No habló mucho cuando le dije que Kyle había quedado con nosotros
para comer. Entre sus nervios y la tardanza de Kyle, siento que mi propio
nivel de ansiedad aumenta.
Bailey asiente.
Bailey se baja del banco y levanta uno de sus pies en el aire para que
Kyle pueda ver por encima de la mesa.
―Ella también consiguió unos ―le dice Bailey a Kyle, recuperando algo
de la cháchara de la que he sido testigo toda la mañana.
―¿En serio? ―Siento sus ojos clavados en mí, pero tardo unos
segundos en armarme de valor para encontrarme con su mirada. Hay
algo que me quema, y también arde en su voz. Creo que no me estoy
imaginando el acento añadido a la palabra.
―¿Están listos para ordenar ahora o... Dios mío. ―Nuestra camarera
reaparece, registrando rápidamente la adición a la mesa―. Pensé que
Margie me estaba tomando el pelo ―añade―. Vaya. Soy una gran
admiradora ―dice efusivamente.
―¿Algo de beber?
―Una Coca-Cola.
El pedido de Kyle es el que más tarda. Por cada decisión que él toma, a
ella se le ocurren dos preguntas más que hacer. Hay varias salsas barbacoa
que acompañan al pulled pork que pide. Y tienen dos tipos de ensalada de
col. Cuatro tipos de pan para el bollo.
―Lo sé.
No es mío.
Y nunca lo será.
Veintitrés
Kyle
―¡Feliz cumpleaños!
―Mabel llamó sobre las cinco. Dejó un mensaje. ―No importa cuántas
veces le explique lo de los mensajes de texto, sigue actuando como si fuera
un concepto extraño que hay que evitar.
―¿Volverán pronto?
―Suena bien.
―Adiós. Cuelgo y me hago sombra sobre los ojos, intentando ver quién
está en el auto.
Jamie sale del asiento del copiloto con el ceño fruncido en lugar de su
sonrisa habitual. Lleva el brazo derecho en cabestrillo.
―Hola ―saludo.
―¿Qué ha pasado?
―No te preocupes. Cuando estés al cien por cien, puedes pasarte por
aquí y hablamos.
Sonrío.
―No pienses así, Jamie. No está roto; volverás antes de que te des
cuenta.
Me río.
―¿Ahora es tu novia?
Considerar que lo que pasó entre nosotros es algo más que sexo es una
muy mala idea. Pero la tentación está ahí, sobre todo cuando subo los
escalones del porche delantero y encuentro a Piper sentada en el
columpio del porche en lo que se ha convertido en su rutina diaria, con
los pies descalzos apoyados en la barandilla y el pelo enmarañado, lo que
sugiere que podría haber dormido tan mal como yo.
―Buenos días.
―Más o menos.
―He hablado con Hudson antes. Está planeando venir esta noche para
ir a un bar en Mayville. Está a unos veinte minutos de aquí.
Ella asiente.
Sacudo la cabeza.
―Deberías salir con tu amiga. De todas formas, tengo cosas que hacer
en el trabajo.
―¿Más?
―El mío.
―Ajá.
―¿Ibas a mencionarlo?
―Acabo de hacerlo.
―Um. De acuerdo.
El olor es más fuerte aquí, pero no parece haber nada raro. Encimeras
limpias, nada ardiendo en la estufa.
Sin éxito.
Su ceño se arruga.
―¿Qué pasa?
―Nada.
―Sí.
Su vestido es escotado por delante y aún más por detrás. También está
hecho de un material ligero y vaporoso que casi parece transparente.
―¿Y? ―Se levanta y gira―. Esta vez no me faltan las botas vaqueras.
―Sí, sí… ―Su voz se entrecorta y, sin mirar atrás, sé que ha aparecido
Piper.
―¡Kyle! ¡Hola!
Miro a Jack Ransom, que ha aparecido con uno de sus colegas, cerveza
en mano. Mike, creo que se llama. Con suerte, no saldrá a relucir, ya que
me burlé de Piper por recordar el nombre de Jack y fui al colegio con el
chico. Los dos estaban un curso por detrás de mí, lo que significa que
tienen la edad de Piper.
―Hola, Jack.
Sin embargo, sé que cuando vuelva echaré de menos esto. Tomar café
en el porche del rancho. Salir con ropa con la que me sienta cómoda.
Recoger fresas. Cenar con Kyle. Muchas cosas de Kyle.
―Sí.
―¿Estás bien?
Sigue rodeado, igual que desde que llegamos. Igual que estuvo mientras
actuaba la banda que vinimos a ver.
Y nunca jamás habría imaginado que Kyle Spencer sería la persona que
apreciaría -comprendería- una experiencia como ésta de la misma
manera que yo.
Enarca una ceja al ver que me desvío, pero asiente con un alegre―: ¡De
acuerdo!
Me abro paso entre la gente y me dirijo hacia la entrada que espero que
conduzca a los baños. Este lugar es el doble de grande que Wagon Wheel y
está aún más abarrotado.
No es que me preocupe que Kyle vaya a enrollarse con una fan esta
noche. Es lo afectada que estoy por la hipotética posibilidad. El súbito
cráter en mi pecho es un incómodo recordatorio de que mis sentimientos
por él han echado raíces y parecen florecer como el huerto de fresas de
Mabel. De repente, recuerdo lo que dijo sobre que las cosas crecen con
paciencia. Me pregunto si se refería a Kyle y a mí. Si vio todo el tiempo lo
que acabo de darme cuenta.
Ella ya no está en el bar cuando salgo del baño. En vez de eso, me dirijo
a la multitud que se agolpa en el centro del bar. Directamente hacia el
chico al que he estado mirando toda la noche. Está hablando con Morgan
y Hudson, pero su atención se centra en mí.
Me río, sorprendida.
―¿Qué?
Sonríe.
Eso lo sé.
―No creo que los regalos funcionen así. Se supone que debes
aceptarlos, no exigirlos.
Le tiendo la mano y tomo el vaso medio vacío que hay sobre la mesa. Se
me seca la garganta ante la perspectiva de subir al escenario. La última
vez que actué ante un público estaba en la universidad. Poco después de
decidir que no lo quería tanto como para dedicarme a ello, dejé de cantar
en cualquier sitio, excepto en la ducha.
―Lo sé. ―Me lo bebo de un buen trago, con las burbujas quemándome
la garganta. Exhalo―. Bien. De acuerdo.
―¿Qué canción?
―¡Woo!
―¡Vamos, Piper!
Cuando termina la última nota, los aplausos suenan más fuerte que la
tibia acogida que han recibido la mayoría de los demás intérpretes, en su
mayoría procedentes de las mesas de atrás.
―Ha sido increíble. ―grita Ella cuando llego al fondo del bar y me
abraza―. Chupitos de tequila para celebrarlo. Te convertiremos en una
chica country.
―Yo me encargo de las botas ―dice Julia.
Pero lo hago.
Y es insoportable.
Verla, besarla.
―Piper.
―¿Tienes un condón?
―Sí.
Piper sonríe.
Deslizo una mano por su pierna y entre sus muslos, encontrando la tira
húmeda de su ropa interior.
―Estás empapada.
Sonrío.
―Gracias.
Otra vez.
Veintiséis
Piper
Actualizo mi correo electrónico del trabajo mientras almuerzo, más
por costumbre que por otra cosa. Inmediatamente siento un nudo en el
estómago cuando aparece un nuevo mensaje sin leer.
Para: piper.egan@empirerecords.com
De: linda.parker@empirerecords.com
Asunto: Urgente
Piper,
Linda
Sólo miedo.
Él me hace sentir más yo misma, y ni siquiera sabía que eso era lo que
se suponía que estaba buscando. No lo estaba buscando -definitivamente
no con él- y eso hace que encontrarlo sea aún más chocante.
Desde que llegué aquí, sabía que esto iba a pasar. Durante un tiempo,
deseé que sucediera antes.
Mi tiempo aquí siempre fue temporal. Nunca esperé que desearía que
no fuera así, y traté de ignorarlo una vez que me di cuenta de que lo era.
La Piper del pasado decidió que ese era el problema de la Piper del futuro,
y ahora, tengo que lidiar con ello.
―Hola, Piper.
Sonrío.
Apenas reconozco el rancho de cuando llegué. Cada día hay algo nuevo.
El césped se está rellenando en el patio, las bisagras de la puerta
mosquitera fueron reparadas, y todos los montones de escombros al azar
han desaparecido.
―Oh.
Ha pasado todas las noches aquí desde que llegué. No le envidio que
pase tiempo con sus amigos. Pero esta noche es mi última noche aquí, y él
no tiene ni idea.
Tal vez esto sea mejor. Un comienzo de nuestra separación. Una grieta
preliminar antes de la ruptura limpia.
―Te veré esta noche ―dice Kyle, guiñándome un ojo cuando Danny no
mira.
Y entonces se van.
Esta noche, asando filetes de venado con mis amigos más viejos y
simplemente charlando en una noche de verano, me pareció una buena
ocasión para abrir una. Y aunque estoy disfrutando de la noche, ni la
compañía ni la cerveza me han quitado la preocupación que me corroe el
estómago.
Estoy harto de que me hagan esa pregunta. Así que le digo la verdad.
―No.
Me mira, sorprendido.
Lo miro de reojo.
―Desde que te conozco, las chicas se vuelven locas por ti. Desde que te
hiciste famoso. En el instituto. Demonios, ¿recuerdas cuando nuestra
clase de octavo grado echó a suertes para decidir quién te invitaba al
semiformal? Todos los chicos del pueblo se quedaban con tus sobras.
―Exageras.
―La verdad es que no. Pero lo que quiero decir es que las chicas
siempre te han deseado. Nunca te he visto desear a una chica. Ha sido
entretenido, sinceramente.
Hudson se ríe.
―Morgan podría haber sido el que dijo algo primero. Pero todos los
vimos desaparecer durante veinte minutos en Whiskey Cowboy.
¿Estaban hablando de tu contrato en el callejón de atrás? ―Sonríe cuando
guardo silencio―. Sí, no lo creía.
Se encoge de hombros.
Las cejas de Hudson vuelan hacia arriba, sugiriendo que soy mejor
actor de lo que pensaba.
―Se supone que tiene que parecer fácil y asombroso porque eso es lo
que vende discos y entradas. Pero, ¿hombre? No puedo salir en público
sin guardaespaldas, y aun así me acosan. Las calles se cierran. En mi
última gira, dormí en una cama diferente cada noche durante meses. Me
senté solo en un autobús durante meses. Una chica se coló en el hotel en el
que me alojaba en Los Ángeles y tuve que cambiar de hotel en mitad de la
noche. En el rancho, siempre hay cosas que hacer, pero no tengo que
hacer nada de eso. Kyle Spencer apenas tiene control sobre su propia vida.
Si quiero acostarme con una mujer, alguien de mi equipo le hace firmar
un acuerdo de confidencialidad. Es ―suelto un suspiro― un circo total.
―Sí, lo sé.
Se oyen voces lejanas que sugieren que Danny y Tommy vuelven del
granero.
―¿Cuándo se va?
―No lo sé.
Exhalo.
―No lo sé.
Los ojos de Mabel se dirigen a los míos. En el poco tiempo que hace que
la conozco, nunca la había visto tan sorprendida.
No es realmente una pregunta, así que no contesto. No sabía que ése era
el nombre de su madre.
―Sí. Un viaje largo pero un destino que merece la pena. Es fácil olvidar
que hay un gran mundo ahí fuera cuando estás escondido en un lugar
como este.
Aparece otra nube de polvo, esta vez detrás de la camioneta por la que
he pasado casi toda la tarde y toda la mañana mirando por las ventanillas.
Ahora que está aquí, que sé que no está tirado en alguna cuneta, un pulso
de ira se abre paso a través de mí.
Es estúpido que las lleve puestas, pero así es. Un último adiós.
―¿Puedo hablar un momento con Piper? ―le pregunta a Mabel una vez
que se han puesto al día.
―No pasa nada ―digo rápidamente. Permitirle que se explaye hace que
parezca que tengo derecho a una explicación. Y no es así―. Me alegro de
que estés... bien. Pensé en llamar a la policía. ―Intento hacer un poco de
humor, pero no lo consigo.
―No pasa nada ―vuelvo a decir a pesar de que siento que es todo lo
contrario.
Exhala, mira el auto cargado y luego vuelve a mirarme.
―¿Te vas?
―¿Qué?
Quería crear distancia, pero ahora que está ahí, en cierto modo me
arrepiento.
―Si alguna vez estás en Nueva York… ―Mi voz se interrumpe después
de dejar una invitación abierta. No sé para qué.
―Sí. ―Confío en que lo tengo, pero siento que estoy dejando algo atrás.
―No lo haré.
Cuando por fin lo hago, a unos kilómetros del rancho, mi vista está
demasiado borrosa para ver nada.
―¡Piper!
―¡Hola!
―Ajá. Será mejor que me cambie antes de que alguien más me vea.
―Mi atuendo de vaqueros, camiseta y botas vaqueras podría ser normal
en Texas, pero no aquí.
―Te acompaño. Hay un par de cosas más que tenemos que discutir.
―¿Qué? ¿Cómo?
―No. Él iba rápido, pero el otro auto cruzó la línea. Aún no han hecho
público el informe toxicológico, así que ni idea de si iba colocado,
borracho o mandando mensajes. Dudo que le importe a la familia o a los
fans de Jason.
―Eso es horrible.
Linda asiente.
―Lo es. Las noticias aún no se han filtrado porque el auto estaba en tan
mal estado que no pudieron identificarlo en la escena. En cuanto se sepa,
habrá que movilizarse. La gerencia está planeando un evento de
homenaje. Parece que será para recaudar fondos y que los beneficios se
destinarán a la organización benéfica que elijan los Martin. Varios
artistas de Empire actuarán.
―De acuerdo.
―¡Piper!
―Hola, Mia. ―Le devuelvo el abrazo, inhalando el familiar aroma de
su perfume floral. Estoy segura de que huelo a comida rápida y aire
reciclado.
Linda se ríe.
Me quito las botas de un tirón mientras ella habla a mil por hora y saco
los tacones que metí en el equipaje de mano, junto con el vestido que ha
conseguido viajar casi sin arrugas.
―¡Piper!
―De acuerdo. Harper vuela el jueves para ayudar con el evento de este
fin de semana. Podemos cenar y nos cuentas todo lo que ha pasado. Y…
―Agita la mano izquierda y, por fin, capto lo que estaba demasiado
distraída para ver de inmediato.
―Vaya, ¡felicidades!
Estoy emocionada por Mia. Al igual que estoy feliz por Harper, que
siguió el amor hasta la Costa Oeste. Pero cuando empecé a trabajar aquí,
salíamos todos juntos los fines de semana sin obligaciones hasta el trabajo
el lunes. Soy un año más joven que ellas dos, así que quizá sea natural que
hayan pasado primero a esta nueva fase de sus vidas. Pero también me
siento un poco como si me hubieran dejado atrás.
―Sí, supongo que sí. Tenía una larga carrera por delante. Toda una
vida.
―Bueno, si el resto del departamento escucha mis ideas, recaudaremos
mucho dinero en su honor. La compañía no escatima en gastos. Va a ser la
entrada más caliente de la ciudad. ―Su teléfono vuelve a sonar―.
Mierda, tengo que irme. Luego hablamos.
―Adiós.
―Genial. Gracias.
Carl no está solo. Hay una mujer sentada en una de las sillas frente a su
mesa. Me echa un vistazo por encima del hombro y respiro sorprendida.
Aparece Eva.
―Sí.
―Vi actuar a un grupo sin firma en Texas cuando estuve allí. Eran
buenos.
―¿Significa eso que Carl tendrá un nuevo CD ahora que has vuelto a la
oficina?
―No.
Fiona sonríe.
―Déjame verlo.
―Sigue pasando.
―De nada. ―Me mira con expresión especulativa―. ¿Cómo está Kyle?
Por alguna razón, pensé que dejar Oak Grove sería como pasar página.
Volver o regresar a una vida en la que Kyle Spencer no tiene cabida.
Una parte de mí esperaba que ese plan se viniera abajo. Que Bailey
cambiara de opinión sobre venir otra vez. Que sus abuelos cambiaran de
opinión y no se lo permitieran.
Bailey los estudia con curiosidad y luego les hace un pequeño gesto con
la mano.
No hay mucho más que hacer aquí. Su última visita fue breve y la pasó
sobre todo con Piper en el pueblo.
―Claro.
―Lo hice construir para poder trabajar y pasar más tiempo aquí.
Bailey me mira.
―Sí. ―Es la primera vez que oigo a Bailey referirse a nuestra madre
como mamá, y me afecta más de lo que esperaba. Me imaginaba que su
madrastra ostentaba ese título―. Era una gran aficionada a la música,
¿sabes?
Suspiro.
―¿Por qué
Es la primera vez que siento que he hecho algo bien con mi hermana,
hablando de algo que no sea el colegio o Tennessee o cualquiera de los
otros temas a los que me he agarrado a lo largo de los años, intentando
averiguar qué le interesaba.
Tal vez me centré en todas las formas en que éramos diferentes en lugar
de en algunas de las formas en que podríamos ser iguales.
―Ajá.
―Y el tejado.
―No fui yo. Contraté a Cal Hastings. ―Le echo un vistazo―. Lo cual ya
sabías, supongo.
―Con Piper.
―Síp.
―Ella me gusta.
―Sí... a mí también.
―No la dejé hacer nada. Es una adulta que puede tomar sus propias
decisiones. Y decidió irse porque tiene toda una vida en Nueva York. ¿Por
qué se habría quedado?
―No firmé un nuevo contrato. Ella perdió una gran promoción por mi
culpa. Y yo… ―Suspiro―. Técnicamente, estoy en paro. En cuanto
anuncie mi retirada de la música, perderé muchos fans. Me siento como si
tuviera diecisiete años otra vez y no tuviera nada resuelto. No es
precisamente un buen momento para empezar una relación. Ni siquiera
sé si ella... no lo sé.
―Me imaginé que no eras tú. ―Hace una pausa―. ¿Te suena a alguien
que sólo vino aquí por un ascenso?
La miro, sorprendido.
Ella y John han vivido aquí desde entonces, administrando las cosas
ellos mismos y luego supervisándolas una vez que yo ganaba lo suficiente
como para contratar ayuda.
Me acaricia la mejilla.
―Sé por qué volviste. Pero John y yo no somos Ada. Hay una diferencia
entre preocuparse por alguien y cuidarlo. Sé que tu madre tenía sus
demonios, y no los descarto. La adicción es una enfermedad fea. Pero no
es tu carga. Ninguna. Cualquier decisión que tomes, no dejes que sea
sobre tu madre. O sobre John y yo. O tu música. O esa dulce niña que te
visitó hoy. Haz de tu vida lo que quieras, y las piezas adecuadas encajarán.
―Hace una pausa―. A menos que una inteligente neoyorquina te la
arrebate primero porque se da cuenta de que es especial antes que tú.
Me burlo.
―Sutil.
―Buenas noches.
Una roca aterriza en mis entrañas. Fue mi telonero en una gira hace un
par de años.
―Joder.
―Sí. Tenía veintidós años.
Exhalo.
―¿Cuándo es el servicio?
―¿Estaba borracho?
―Maldición.
―Mira, sé que las cosas están tensas con Empire ahora mismo y que
has dejado clara tu opinión al respecto. Pero es una buena causa, y
teniendo en cuenta de qué causa se trata, quería asegurarme de que
tuvieras la oportunidad de participar, si quieres. Piden un set de tres
canciones.
―Sí.
―Sí.
―De acuerdo. Haré los preparativos.
Nos despedimos.
―Más te vale, Piper. Wells y Norah dicen que tienen una gran sorpresa.
Asumo que Norah está esperando, y también todos los demás. Por eso
voy a tener que meter todo lo que tengo que hacer hoy en horas normales
de trabajo para poder llegar a casa de mi madre en Brooklyn a tiempo
para la cena familiar y el anuncio.
Por suerte, todos han estado tan ocupados preparándose para la gala
benéfica de mañana que todos los interrogatorios han sido breves. Harper
llegó ayer, pero aparte de un almuerzo rápido que se centró
principalmente en el compromiso de Mia, no hemos tenido la
oportunidad de hablar. Lo cual es un alivio, ya que es la única persona
que sabe algo más de mi viaje que un contrato sin firmar.
―Oh.
Me aclaro la garganta.
―No lo conocía tan bien. Cuando fue mi telonero, insinuó que yo era
un cantante mediocre. Estuve de acuerdo con él, y creo que asumió que
me estaba metiendo con él. Después no hablamos mucho.
Sonrío brevemente.
―Sí, lo es.
Su mirada es intensa.
―No dejes que nadie más se lleve el mérito, Piper. Todo esto has sido
tú.
―Dios mío.
Miro al otro lado del pasillo y Kyle también lo hace. Lilah se queda
inmóvil, mirando a Kyle.
―No puedo creer que haya dicho eso en voz alta. Lo siento muchísimo.
Esto es muy poco profesional. Es que... me encanta tu música. Mis
compañeros y yo condujimos cinco horas para verte tocar en Miami. Nos
gastamos todo el dinero de la comida en entradas y comimos ramen
durante un mes. Valió la pena.
Ser testigo de cómo la gente -mujeres- se muere por Kyle en este edificio
no es nada nuevo. Que me moleste no es nada nuevo. Pero esta vez, la
molestia no se basa en la incredulidad. No me pregunto por qué actúan
así con él.
―Eso no suena como algo que yo haría. Soy más bien pacifista.
―Probablemente.
Sonríe.
Kyle asiente.
Estoy confusa, pero asiento con la cabeza. Linda me mira con simpatía
y perplejidad cuando llega el ascensor. Lo sigo dentro, mirando al suelo
en lugar de las miradas dirigidas en esta dirección.
Me quedo boquiabierta.
―¿Qué demonios estás haciendo? Estoy segura de que eso llama a los
bomberos...
Vuelve a besarme.
Sonríe.
―Parece una situación aterradora. Oak Grove tiene menos policías que
tu familia más cercana.
Y hace que las siguientes palabras caigan sin esfuerzo cuando antes
siempre habían sido una lucha.
―¿Eso es un sí a la cena?
―Yo sí ―susurro.
―¿Nosotros?
Y realmente no ayuda que sean todos policías. Pensé que Piper estaba
bromeando cuando lo dijo por primera vez.
Ahora, estoy muy ansioso acerca de hacia qué podría estar caminando.
El auto se detiene delante de una casa de ladrillo de dos plantas con una
verja de metal negro que separa el pequeño patio delantero de la calle.
Piper baja primero. Doy las gracias al chófer que Brayden ha contratado
para llevarme por la ciudad y la sigo. Agarro con fuerza el ramo de flores
que he traído mientras caminamos. Pensé que tal vez eran una tontería,
pero Piper parece impresionada por el gesto. Espero que su madre piense
lo mismo.
―Mis padres compraron esta casa cuando se casaron ―me dice cuando
nos acercamos a la puerta abierta y empezamos a caminar―. Mi madre
salió con un agente inmobiliario hace un par de años y él le dio una
estimación de lo que vale ahora. Ella todavía lo menciona.
―Buena inversión.
―Supuse que como dijiste que era una cena en casa de tu mamá, él no
vendría.
―Entendido.
Cálmate, me digo.
Piper y yo no estamos saliendo. Ella está aún más atada a Nueva York
ahora que tiene su ascenso, lo que hace menos factible cualquier
posibilidad de una relación entre nosotros.
―Te dije que llegaría a las siete y media. Son las siete y treinta y dos. Y
había tráfico.
Le dice algo a Piper que la hace asentir con la cabeza y sonreír, y luego
se vuelve hacia mí.
Levanta una ceja interrogante ante esa respuesta, pero sigue adelante
con la conversación sin aclarar nada.
―¿Dónde vives?
―Uh, Texas.
Por su expresión, está atando cabos. No estoy seguro de si eso es bueno
o malo. Lo que Piper podría haber compartido sobre su viaje de trabajo
con su familia.
Uno de los hermanos de Piper mira a la morena. Parece que podría ser
el mayor, pero no estoy seguro.
―¿Qué?
―Claro que sí ―dice Seth, poniendo los ojos en blanco. Me lanza una
mirada―. ¿Qué tipo de música tocas, hombre?
Alex sonríe.
―Gracias, mamá.
Wells asiente.
Nadie parece saber qué decir. Para una familia tan unida y que siempre
ha vivido a pocos kilómetros de distancia, esto debe ser un shock enorme.
―Lo haré.
El breve intercambio parece sacudir a la familia de Piper de su sorpresa.
Pronto, la habitación vuelve a llenarse de charlas y risas mientras Wells y
Norah son acribillados a preguntas sobre su próxima mudanza.
―Gracias ―susurra.
Treinta y dos
Piper
La puerta se cierra y cierro el pestillo.
―Gracias. ―Mi corazón late tan fuerte que me preocupa que pueda
oírlo mientras me quito los zapatos y dejo las llaves en el cuenco junto a la
puerta.
―Estoy bien, gracias. ―Está estudiando los lomos de los libros de las
estanterías. La mayoría son gruesos volúmenes de derecho de Serena.
En Texas era más fácil. Esa parte me parecía más natural, separada del
mundo real y siguiéndole la corriente.
Todo lo que sé sobre su pasado romántico es que era muy popular en el
instituto, que salía a escondidas en lugar de pasar la noche y que salió con
Sutton Everett. Aunque dijo que su relación con la guapísima estrella del
pop era totalmente falsa, me cuesta creerlo. No sólo que no le gustara,
sino que ella no estuviera interesada en él.
Por lo que sé, hay una lista muy corta de mujeres que no se sienten
atraídas por Kyle Spencer.
Y yo no estoy en ella.
Miro a Kyle, que me ha seguido hasta aquí y sonríe ante mis paredes.
Culpo a los dos grandes tragos de vino que me tomé en la cena de que
eso salga de mi boca.
Sus manos callosas suben por mis muslos y me acercan a él. Hasta que
estoy en su regazo, a horcajadas sobre él, mordiéndome el labio inferior
cuando noto la dura cresta de su erección.
Muchísimo.
Kyle gime tan fuerte que mis compañeras de piso lo oirían si alguna de
ellas estuviera en casa.
Subo las manos por sus muslos desnudos, el vello claro me hace
cosquillas en las palmas. Su piel está caliente, los músculos se flexionan
bajo mi tacto a medida que me acerco a su polla.
Clavo las uñas en sus muslos y muevo la cabeza para tomarlo de nuevo.
Saboreo su sabor salado mientras él se acerca a correrse.
―Inclínate, nena.
No puedo verlo muy bien con la cara medio pegada al colchón. Pero
siento el roce de la tela vaquera cuando me quita los pantalones que me
puse para cenar. Oigo el desgarro de mi tanga cuando tira de ella con
impaciencia y el arrugamiento de un envoltorio cuando se cubre.
¿Quién sabe qué incoherencias sale de mi boca? Sólo quiero que siga.
―Sí.
Se me cierran los ojos y no los vuelvo a abrir hasta que noto que el
colchón se hunde con su peso. Me doy la vuelta y quedo medio tumbada
sobre su pecho. Me rodea la cintura con el brazo y me estrecha aún más.
―Sí. Tenemos que criarlas para ordeñarlas. ―Su voz tiene un tono
insultante, como si yo no entendiera cómo funciona ese aspecto de la
industria láctea.
Parpadea.
―El establo de los terneros está pasado el cobertizo de ordeño. Supongo
que nunca has caminado tanto.
―Lo habrá.
―Ya veremos.
Sus dedos suben y bajan por mi brazo con un ligero roce. Estoy cansada
y un poco dolorida, pero de repente me siento tentada de volver a
empezar.
Suspiro.
―También hay más cosas en la vida que multas por exceso de velocidad
y arrestos. No digo que lo que haga tu familia no sea importante. Pero si a
más gente le importaran los grupos que tocan en antros, quizá habría
menos violencia en el mundo. Descubrir una banda no sólo cambiaría sus
vidas. Cambiaría las vidas de todos los que escuchan su música. Les
ayudaría en los momentos difíciles y en los buenos.
―¿Tocando en su boda? ―Me burlo.
―Ajá.
―Que no tienen nada con lo que ella pueda trabajar o vender y que
aprenderé a detectar el verdadero talento. ―Exhalo―. Tenías razón en lo
de repartir noes. Duele, incluso cuando no están ahí para oírlo.
―Fiona lo hizo sonar como si lo fuera. Dijo que no todas las ranas que
encuentro se convierten en príncipes después de besarlas.
Él entiende, pienso.
De alguna manera sabe exactamente qué decir, exactamente lo que
quiero oír.
―Le dije a Carl que tomaste la decisión correcta. Sólo... quería que
supieras que pienso eso.
No lo hace.
Harper sonríe.
―Sí, bueno, Piper nunca ha sido una gran fan de la música country.
―Bien consciente.
―Creo que ella podría estar desarrollando una nueva apreciación por
ello sin embargo.
―Hasta luego.
―Hola.
―Hola.
―¿Estás bien?
―Estoy bien. Sólo que... tengo previsto tocar una canción que no he
interpretado en directo antes, y es ―sobre ti― desesperante.
La sonrisa se extiende, lenta y segura, así que sólo me doy cuenta de que
estoy sonriendo cuando me guiña un ojo. Nunca había experimentado
esta sensación, este calor que se extiende por todas partes. Quiero
agarrarla de la mano y volver a acercarla a mí cuando se aleja para
responder a la llamada de otra persona.
Parecía tener sentido, estar con alguien que entendía la industria y era
parte de ella. Alguien que podía compadecerse de los paparazzi y apreciar
el proceso de composición. El dúo que escribimos fue una de las pocas
colaboraciones en las que he participado, pero fue con diferencia la más
agradable. Pero eso es lo confuso de la química. Es ilógica. Difícil de
explicar o de eludir.
―Gracias, chicos. Estoy muy contento de estar aquí con todos ustedes
esta noche. Pero estoy tan devastado por la razón... que Jason dejó este
mundo mucho antes de que debería haber sido su tiempo. Estamos
celebrando su vida esta noche, y también estamos recaudando fondos
para evitar que otra tragedia como esta le suceda a alguien más. Y yo...
Quizá eso facilite las cosas. No importa dónde esté entre bastidores, el
equipo de sonido ha hecho un trabajo increíble con la acústica. Si está a
una milla del escenario, escuchará esta canción.
Las dos primeras líneas son las más difíciles. Sigo cantando,
sorprendido por la cantidad de gente del público que se sabe la letra, ya
que no es uno de mis mayores éxitos.
Sea lo que sea lo que Piper sienta al respecto, está ahí fuera. No puedo
retractarme, y nada en mí quiere hacerlo. Si ella tenía alguna duda sobre
lo implicado que estoy en nosotros, en ella, esta es mi respuesta. Estoy en
esto aunque ella no lo esté. Y espero que signifique más, ofrecido en el
medio que ambos apreciamos.
―Se ha ido.
Es un millón de veces peor que cuando pensé que no me había visto en
el toro. Se me cae el estómago, repentina y bruscamente.
Aparece Brayden.
―Pero yo...
Linda asiente.
Error de novato.
Joder.
Lo que me deja sin nada que hacer, excepto caminar por los pasillos
vacíos y rezar por un pequeño milagro.
No vuelvo al parque hasta pasadas las seis, más de una hora después de
lo previsto. Estuve a punto de llamar a la policía cuando por fin apareció
el equipo de limpieza y abrió la puerta.
Han montado una carpa con bebidas y aperitivos para los pocos
afortunados invitados a la fiesta posterior.
Ladea la cabeza hacia una de las salidas. Trago saliva y le sigo. El lunes
empiezo en A&R. Y aunque mi primer encuentro con Fiona ha mermado
mi entusiasmo, me disgustaría mucho que cambiara de opinión.
―¿Qué? ―De todas las cosas que podría haber dicho, no esperaba
eso―. ¿Dónde has oído eso?
―Te envié a Texas para averiguar por qué no iba a volver a fichar. Y
volviste con excusas a medias sobre cómo estaba tomando la decisión
correcta cuando había una razón legítima que necesitaba saber. ¿Eres
incompetente, Piper, u ocultaste información a propósito?
Aún así, no me arrepiento. Era Kyle quien tenía que compartirlo, no yo.
―Y fracasaste.
Sacudo la cabeza.
―¿Y?
Su frente se arruga.
―¿Qué?
Se me aprieta el corazón.
Miro la letra.
Miro a Harper.
―¿Qué?
Exhalo.
―De acuerdo.
Bostezo. Los baches con los que sigo tropezando y el café espresso que
tomé al aterrizar son las dos únicas cosas que me mantienen despierta.
Estoy de vuelta en el mismo sedán negro en el que regresé hace una
semana, dando tumbos por una carretera rural en el mismo viaje que
parece otra vida.
La última vez que pasé por delante del cartel de Bienvenidos a Oak
Grove, Texas, llegaba con equipaje, maquillada y con un bonito vestido.
Esta vez, conduzco un auto vacío y llevo una mancha de café en la ropa
que llevo puesta desde ayer por la mañana. La única similitud entre los
dos viajes es que, una vez más, estoy ansiosa y no estoy segura de qué
esperar al girar por el largo camino de tierra.
Kyle aparece con el grupo de jóvenes que ayudaron a segar los campos
cuando estoy a medio camino de cruzar el patio. Todas las manchas de
tierra han desaparecido, rellenadas con nuevo crecimiento de la semilla
que plantó.
Diga lo que diga, todos escuchan con atención. Al menos hasta que
oyen que me acerco. Uno, luego dos giran la cabeza. Luego todos.
―Están en la iglesia.
―Ah. ―He estado despierto casi toda la noche, así que olvidé que es
domingo. Respiro hondo―. Te fuiste.
―Y una mierda.
―Sí, eso fue cuando pensaba que había algo por lo que quedarse.
―¿Yo no cuento?
Kyle exhala.
―Los dos sabemos a qué atenernos, ¿de acuerdo? No hay razón para
retrasar lo inevitable.
―Ayer estuve trabajando, Kyle. Tuve que volver a la oficina por algo
que Linda había olvidado. Cuando volví, Harper me dijo que te habías
ido.
Por fin establece contacto visual conmigo, la sorpresa clara en sus ojos.
―Oh.
―Bien, exageré.
―Te dije que escribiría una canción sobre algo que no fuera cerveza,
camiones o desamor.
―Claro que fue por ti, Piper. ―Sacude la cabeza, como si no pudiera
creer que sea tan tonta―. Podría haber firmado un cheque, y lo hice. Fui a
verte porque no puedo sacarte de mi cabeza.
Trago grueso.
―Voy a renunciar.
―¿Qué?
―¿Qué?
―De acuerdo.
―Sí, me gustaría.
Kyle se da la vuelta y se dirige al granero sin decir nada más. Mis cejas
se levantan mientras lo sigo, inmediatamente intrigada.
Nunca he estado dentro de la sección central del granero, sólo en la
nave exterior, donde está estacionado el tractor. Está lleno de trastos y
huele a heno.
Me lleva a un rincón alejado. La luz del sol que entra por la puerta
abierta apenas llega hasta aquí, y el aire también está estancado.
Se oye un suave resoplido que se hace más fuerte cuanto más me acerco
al pequeño corral que han montado, construido con unas cuantas tablas
de madera y un montón de paja. Me detengo y miro dentro, mis ojos se
abren de par en par en cuanto veo al cerdito olisqueando las virutas de
madera que cubren el fondo de su recinto.
Excepto él.
Se me corta la respiración.
Sonríe.
Le devuelvo la sonrisa.
Aprieto mis labios contra los suyos y pienso lo mismo que la primera
vez que nos besamos.
Puede que ahora tenga dinero, pero no crecí con él. La extravagancia
me incomoda, y ya estoy nervioso. Me pregunto si Carl creció con dinero
o si se ha acostumbrado a ser rico mejor que yo. No sé nada de su infancia.
De sus padres, mis abuelos. Si tengo tíos o tías.
―Sí, yo tampoco.
―¿Listo?
Pero tengo preguntas, para las que sólo él tiene las respuestas.
En la puerta hay una mujer rubia y delgada, con un vestido azul marino
y una rebeca a juego.
Piper saluda.
―Piper Egan.
Sé que Carl tiene dos hijos. Si no me equivoco, los dos son más jóvenes
que yo. Uno vive en Los Ángeles y el otro estudia en Boston. Es extraño,
darme cuenta de que esos extraños de los que he oído hablar son mis
hermanos. Que tengo hermanos. Al menos con Bailey, siempre supe que
existía. La tuve en brazos cuando era una bebé y vi fotos del colegio todos
los años.
Carl está sentado en una de las sillas Adirondack junto a la piscina, con
el móvil pegado a una oreja.
No me molesto en responder.
Los ojos de Piper se dirigen a los míos. El hecho de que Celeste se centre
en ella hace evidente que la invitación sólo va dirigida a ella. Igual de
poco sutil es la intención que hay detrás: que Carl y yo estemos a solas.
Carl pasa junto a mí y se dirige al bar, que está repleto de bebidas. Pone
un cubito de hielo gigante en un vaso de cristal y lo cubre con un chorrito
de líquido ámbar.
―Estoy bien.
Se hace el silencio.
―¿Cuándo lo supiste?
―Me preguntaba si Ada llegaría a ser una estrella. Como dije, una voz
como la suya… ―Se detiene―. Tu madre tenía mucho talento.
Asiente lentamente.
―No me vengas con esa mierda, Carl. Protegías tus intereses, no los
míos. Tu familia. Tu éxito.
―No sabía de las luchas de tu madre, Kyle. Por lo que pude ver, estabas
teniendo éxito. Y no era por el dinero o la incómoda conversación con
Celeste. No quería que lo supieras porque me preocupaba que otra
discográfica comprara tu contrato o hiciera algo drástico. Y yo quería
jugar un papel en tu carrera, no importa cuán pequeño. Quería ver tu
éxito de cerca, y me preocupaba que eso no sucediera si sabías la verdad.
Estaba orgulloso de ti, hijo.
―Azules.
Sonrío.
―Aún no lo he decidido.
―No.
―Allá vamos. ―La alegre voz de Celeste suena detrás de mí, y Piper se
aparta rápidamente.
Exhalo.
Cualquier cosa.
Treinta y seis
Piper
―¡Ahora los declaro marido y mujer!
Los dos se ríen cuando por fin se separan para mirar a los espectadores,
Harper con las mejillas sonrosadas y Drew sonriendo orgulloso. Veo
cómo le susurra algo a Harper que la hace negar con la cabeza y luego
observo el mar de caras hasta que encuentro a quien busco.
Una vez que estamos todos al final del pasillo, las parejas ordenadas se
deshacen. Mia me abraza mientras vemos a Drew y Harper compartir
otro beso antes de que él sea apartado por sus compañeros.
Mia aún no ha fijado una fecha para su boda porque todos los lugares de
Nueva York que le interesan están reservados con unos cinco años de
antelación. Está decidida a tener un evento de alta sociedad. Estoy segura
de que eso significa que ha visto demasiados dramas televisivos
ambientados en la ciudad. La última vez que hablamos, su elección era un
hotel de lujo en el Upper East Side.
―¿Yo? ¿Y tú?
Me río.
Mia arruga la nariz, y entonces las dos nos distraemos con la novia, que
se dirige hacia nosotras. Las dos abrazamos y felicitamos a Harper. Mia se
escabulle al cabo de unos minutos para buscar a Dax.
―La ceremonia fue perfecta ―le digo a Harper―. ¿Y este lugar?
―Estaba tan nerviosa de que algo saliera mal. Drew me prometió que
podríamos fugarnos si yo quería, hasta la ceremonia.
―Si ese es su peor defecto, creo que has elegido bastante bien.
―No sabía que a las parejas les hicieran esa pregunta antes de
comprometerse.
―Hermosa boda.
―Realmente no me di cuenta.
Kyle se ríe.
―Eso no tenía nada que ver con ella y todo que ver contigo.
―Sí, claro.
Parpadeo.
―¿En serio?
―Ajá. Estoy seguro de que fuiste la única que no se dio cuenta. Harper
seguro que sí.
―Esta noche ibas a echar un polvo de todas formas. No hace falta que te
pongas sentimental.
―¿Hacer qué?
Sonrío.
―Sobre todo si hace sol. Tengo que estar preparada para la lluvia.
―Te amo.
Kyle me besa con lo que estoy segura que pretende ser un picotazo
rápido.
―No tenía ni idea de que eso fuera un requisito de las damas de honor.
Kyle tiene la expresión tensa por el placer, los tendones del cuello
levantados mientras aprieta el labio inferior entre los dientes. Su polla se
engrosa y palpita dentro de mí con cada movimiento, su inquebrantable
atención me lleva cada vez más alto. Me encanta cuando solo se centra en
mí. Tiene toda la calidez de un foco, pero ningún resplandor incómodo.
Me siento apreciada y vista.
La voz de una mujer llega hasta aquí, más cerca que el murmullo más
distante del sonido.
―No será difícil ―ronca Kyle―. La tengo dura desde que te vi con ese
vestido.
―¿Qué? ―Respiro.
Gimo con fuerza, tan excitada por su boca sucia como por la gruesa
polla contra la que me muelo.
Kyle sonríe.
―Vente en mi polla.
Me inclino sobre el borde, el torrente de liberación es inmediato y me
consume. El calor que se filtra dentro de mí es tan satisfactorio.
―Buena chica.
Sus ojos color avellana brillan con una mezcla de humor y calor.
―Sí.
Arrugo la frente.
―Lo sé. ―Me mira―. Si crees que es demasiado, trabajar juntos, yo...
―No, no es eso.
Sonrío.
―Si recuerdas, vine a Texas y trabajé muy duro para que volvieras a la
música.
Me devuelve la sonrisa.
―Sí, lo recuerdo.
―Quiero que seas feliz. Si eso es actuar para sesenta mil personas,
quiero que lo seas. Si eso es pasarte tres horas trasteando con el tractor en
lugar de contratar a alguien que pueda arreglarlo en la mitad de tiempo,
entonces dejaré de burlarme de lo mal mecánico que eres.
Meses de discusiones.
Meses de planificación.
Muchas dudas.
―Ha habido un bicho por ahí. Y mejor que salte el fusible ahora que
durante el espectáculo.
De nuevo, gruño.
―¡Kyle!
Miro más allá de ella, donde está su padre con su mujer y su hijo. Les
envié a todos las entradas, no estaba seguro de que permitieran a Bailey
venir, y mucho menos de que aparecieran todos. Le hago un gesto con la
cabeza y él me devuelve el gesto. Al igual que con Carl, probablemente
haya demasiado en el pasado para que podamos superarlo del todo. Pero
es un gran paso adelante que haya traído a Bailey y al resto de su familia.
―¿Estás bien?
―Estuvo muy buena. Comí pasta casera. ―Mira la botella de agua que
tengo en la mano―. ¿Has comido?
―Comí una barrita de cereales hace un rato. Comeré después del
espectáculo.
Sonríe.
Asiento con la cabeza, aun sabiendo que me verá antes. Salgo del
camerino y me dirijo al escenario.
La última vez que actué ante un público de este tamaño, estaba tan
nerviosa como ahora. Y por incómodo que sea, también lo agradezco.
Antes de alejarme, antes de conocer a Piper, la música dejó de significar
tanto. Era una excusa, no una pasión. Seguía el ritmo sin apreciar nada de
ello.
Miro fuera del escenario, y ella está allí. Junto a Brayden, con un
vestido azul brillante y una sonrisa enorme.
―En realidad, antes de tocar esta canción, hay una cosa que me
gustaría hacer.
Piper levanta las manos para taparse la boca, con una expresión más
sorprendida que cualquiera de las veces que la he asustado
accidentalmente.
Fin
Six summers to fall
Seis veranos. Seis oportunidades. Una semana fingiendo.
Desde que se anunció el compromiso de su hermana pequeña, Harper
Williams ha estado temiendo la boda. Lo que debería ser un
acontecimiento alegre y soleado estará lleno de momentos incómodos,
gracias a la tensa relación de Harper con su única hermana. La
incomodidad se ve reforzada por el lugar de la boda: un lago de Maine en
el que nadan dolorosos recuerdos de su difunto padre.
Ella espera que él se eche atrás. Él aparece. Ella busca una distracción del
pasado. Él está matando el tiempo hasta que empiece su temporada y
pueda perseguir el campeonato. Ella es reservada pero extrovertida. Él es
tranquilo pero centrado.
El problema es que ninguno de los dos busca una relación. Como mucho,
están destinados a ser una aventura de verano. Definitivamente, no un
felices para siempre.
¿Pero cuando se trata de caer? No tienes control. Una vez que empiezas, es
imposible parar.
Un poder.
Una intensidad.
Port Haven es una ciudad diminuta. Cuando era niña y viajaba hasta
aquí desde una suburbanización de los suburbios de Connecticut, llegar
siempre me pareció un desborde de carácter.
La casa de los McNally, tres puertas más abajo, sigue pintada de un rojo
chocante. Destaca como una manzana brillante sobre el fondo de un cielo
gris tormentoso. Al otro lado de la calle, tres bicicletas se apoyan en la
valla que separa el jardín de los Garrett de la acera. No hay candados a la
vista, otro indicador de que he dejado atrás el bullicio de la ciudad.
Pero yo sí.
Caminar por la tranquila y apacible calle es como arrancar una venda
para evaluar la herida que hay debajo. La mía debería parecer cicatrizada
pero curada. Pero ahora que miro por debajo, aún parece rosada y en
carne viva.
Tomo un par de limas de la cesta de cítricos verdes que hay junto a los
plátanos antes de recorrer el pasillo de las patatas fritas. Tras un breve
debate entre patatas fritas o hojaldres de queso, tomo una bolsa de patatas
fritas con sal y vinagre para cenar tarde. Luego, me dirijo al fondo de la
tienda y hago una rápida selección.
Una botella de tequila de las de abajo y ya estoy en la cola del Exprés,
la única caja abierta. El mercado está casi vacío, lo que no es de extrañar.
Ya ha pasado lo que la mayoría de los residentes de Port Haven
considerarían un horario de compras apropiado y es demasiado tarde en
agosto para que haya mucha afluencia turística en la ciudad. Sólo hay
un hombre en la cola delante de mí.
Tengo veintisiete años. Hace mucho que mi familia dejó de dictar mis
decisiones vitales. Y sé que sus comentarios vienen de un lugar de amor,
sólo que están fuertemente disfrazados de juicio y consternación. Por
ejemplo, cuando mi madre menciona que algunas de sus amigas tienen
hijos solteros y mi hermana dice que muchos de sus antiguos compañeros
de la facultad de Derecho tienen veintitantos. Tengo tanto interés en salir
con un banquero de inversiones o estudiar derecho como en salir de esta
tienda con las manos vacías.
Ninguna.
—Mierda —murmuro.
Quizá sea un resto de los impulsos contra los que luchó mi yo de trece,
catorce, quince, dieciséis y diecisiete años durante los cinco veranos que
vivió al lado.
—Drew. Drew Halifax. Mis padres son los dueños de la casa de al lado.
—Sí, lo recuerdo.
Lo digo como una prueba, preguntándome cuánto queda del tipo que
solía moverse en respuesta a los elogios, tras años de fama y adoración.
Sacudo la cabeza.
Quizá una respuesta más contundente. Sobre por qué he vuelto y por
qué mi visita es tan corta. Si ha visitado Port Haven con regularidad desde
el instituto, debe saber que yo no. Y por qué.
Supongo que es deprimente dar por sentado que todo el mundo con el
que me cruzo sólo está interesado en el mínimo intercambio. Y es aún
más triste que casi siempre sea así.
Exhalo.
—Por supuesto.
—¿Cómo te llamas?
—Dustin.
—Muchas gracias.
—Gracias.
Drew asiente, con la comisura de la boca curvada mientras hace
inventario de los otros dos artículos que tengo en las manos. Sus compras
ya están empaquetadas, así que no puedo devolverle el favor. Aunque
dudo que sólo compre alcohol y comida basura.
No sé mucho de hockey.
—Sí. ¿Y tú?
No es que no quiera pasar más tiempo con Drew, sino todo lo contrario.
Pero me preocupa la perspectiva.
Soy yo quien habla primero. La lluvia que cae impide el silencio total,
pero sigue resultando extraño caminar con alguien a quien apenas
conozco sin pronunciar palabra.
—No sé mucho de hockey. Pero una de mis amigas del trabajo es una
gran aficionada. Le impresionó mucho saber que nadé hasta un muelle
flotante contigo cuando tenía catorce años.
—¿Hmm?
—Oh. —Aprieto con fuerza la bolsa que llevo. Dios, odio esta pregunta
—. Contesto teléfonos y recojo café, principalmente. Intento averiguar
qué más hacer con mi vida. —Suelto una leve carcajada.
Pero no me muevo.
Agradecimientos
Quería escribir un libro sobre Kyle Spencer desde que terminé Heartbreak for
Two. Originalmente desempeñaba un papel mucho más importante en la
historia de Sutton y Teddy que decidí reducir para tener más espacio para
elaborar su personaje más adelante.
Mary Scarlett, tenía una visión tan clara para esta portada y has creado una
obra maestra que ha superado mis más altas expectativas. Es absolutamente
perfecta y colgaré una versión tamaño póster en mi oficina.
Britt, has sido la mejor en este proyecto. Gracias por ir más allá y, sobre todo,
por tus comentarios.
Katie, Zachary y Andi, gracias por dar vida a Piper y Kyle. No puedo esperar a
escuchar el producto final.
Mi agente, Lauren, gracias por todo el trabajo duro que has hecho en mi
nombre y en el de mis libros. No puedo esperar a todo lo que está por venir.
A todo el equipo de Valentine PR, por ayudar a Piper y Kyle a llegar al mayor
número de personas posible.
A mis padres, por todo su amor y ánimo. Por animarme y por traerme
comida cuando estoy en plazo atiborrándome de café. Si están leyendo esto,
espero que se hayan saltado los capítulos 20, 25, 32 y 36.
Y, por último, a mis lectores. Este fue el primer libro que escribí como autora
a tiempo completo, y todavía no puedo creer que pueda decir eso. Tanto si este
es el primer libro mío que lees como si has estado conmigo desde el principio,
¡gracias! Es un privilegio poder ganarme la vida haciendo lo que me gusta, y no
sería posible sin todos vosotros.
Sobre la autora
C.W. Farnsworth es autora de numerosas novelas románticas para
adultos y jóvenes con deportes, protagonistas femeninas fuertes y finales
felices.
Rival Love
Kiss Now, Lie Later
For Now, Not Forever
The Kensingtons
Fake Empire
Real Regrets