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Sinopsis

Se suponía que Liam no iba a ser mi "feliz para siempre".


Ni siquiera estaba en mi radar.
Era el mejor amigo de mi marido, prohibido.
Pero mi marido está muerto y yo estoy sola. Me duele por él y busco a Liam.
Una noche con Liam lo cambió todo. Ahora tengo que decidir si lo amo de verdad o si
só lo es el premio de consolació n.

Consolation Duet Libro 1


Dedicatoria
Para Crystal, hay pocas mujeres que puedan soportar la vida que tú llevas.
Eres fuerte, hermosa y el premio de consolación de nadie.
Espero que nunca pierdas tu chispa.
Contenido
• Pró logo • Capítulo 19
• Capítulo 1 • Capítulo 20
• Capítulo 2 • Capítulo 21
• Capítulo 3 • Capítulo 22
• Capítulo 4 • Capítulo 23
• Capítulo 5 • Capítulo 24
• Capítulo 6 • Capítulo 25
• Capítulo 7 • Capítulo 26
• Capítulo 8 • Capítulo 27
• Capítulo 9 • Capítulo 28
• Capítulo 10 • Capítulo 29
• Capítulo 11 • Capítulo 30
• Capítulo 12 • Capítulo 31
• Capítulo 13 • Capítulo 32
• Capítulo 14 • Capítulo 33
• Capítulo 15 • Capítulo 34
• Capítulo 16 • Capítulo 35
• Capítulo 17 • Capítulo 36
• Capítulo 18 • Capítulo 37
P rólogo

Natalie
―Oh, Chloe, si quieres salir, por favor, espera a que vuelva tu padre ―insisto,
sujetá ndome el vientre mientras me llega otra contracció n de Braxton Hicks. Me
agarro a la có moda e intento respirar a través de ella. Parece que vienen con má s
frecuencia.
Una vez que pasa, intento terminar lo que he venido a hacer. Aaron está fuera,
pero quiero que la habitació n de la bebé esté terminada para que podamos disfrutar
de las pró ximas semanas cuando vuelva. Recorro la que será su habitació n, colocando
algunos de los bonitos vestidos rosas en los cajones. Aaron y yo nos hemos peleado
por la gran cantidad de cosas rosas que hay repartidas por la casa: él las odia, yo las
adoro.
Insistió en que pintá ramos su habitació n de camuflaje. ¿Camuflaje marró n,
verde y negro para una niñ a? No. Casi me pongo de parto con esa discusió n. Llegué a
casa y él y Mark estaban dibujando en las paredes. Le lancé a Mark varios objetos del
hogar mientras lo echaba de la casa. Mi marido descubrió poco después lo mucho que
podía sufrir por mis manos. Puede que no sea una SEAL, pero tampoco te metas
conmigo. Al final, gané con las paredes pú rpuras y la malla transparente alrededor de
su cuna blanca.
―A papá le va a encantar esta habitació n, Chloe. No puedo esperar a ver su cara
cuando vea las bonitas mariposas. ―Con la necesidad de tomar otro descanso, me
siento en la mecedora y me froto el estó mago. Me tranquiliza saber que ella está ahí.
Puedo protegerla, es mi trabajo. Me encanta estar embarazada y es un milagro que
hayamos podido concebirla. Ya le he dicho a Aaron que quiero intentar tener otro en
cuanto nazca. Cierro los ojos y me sumerjo, dejando que el mundo se desvanezca.
Me imagino sosteniéndola en mis brazos, sentada aquí en esta silla, calmá ndola
y besá ndola. Me imagino a Aaron con ella dormida sobre su pecho mientras escucha
los latidos de su corazó n. Ella será la dueñ a de su mundo y lo tendrá envuelto en su
dedo.
Toc, toc, toc.
Escucho la puerta, pero tardo unos segundos en levantarme de la silla.
TOC, TOC, TOC.
Esta vez golpean má s fuerte.
―¡Ya voy! ―Le grito a la puerta. Dios, dame un segundo.
Llegar a la puerta me lleva un minuto, ya que soy del tamañ o de una ballena.
Abro la puerta y veo a Mark Dixon, el jefe y amigo íntimo de Aaron. Trabaja en
las Fuerzas de Seguridad Cole con Aaron y ha servido con él durante añ os. Tiene la
cabeza baja y, cuando levanta la vista, sus ojos está n llenos de tristeza.
―¿Qué pasa?
―Lee ―se atraganta con la ú nica sílaba de mi nombre. La que usa Aaron.
Definitivamente, algo no va bien.
―¿Qué ha pasado? ―Vuelvo a preguntar mientras empiezo a temblar.
Las lá grimas llenan sus ojos y lo sé. Sé que mi vida nunca va a ser la misma. Sé
que todo lo que he temido está a punto de hacerse realidad porque Mark no llora.
Mark no estaría en mi puerta si algo no estuviera muy, muy mal.
―Es Aaron.
Mi corazó n deja de latir y el mundo en el que vivo deja de existir.
―No lo hagas ―ruego con las lá grimas nublando mi visió n y mi respiració n
acelerada. Esto no puede estar pasando―. Por favor, no lo hagas, Mark. Por favor ―le
ruego de nuevo, porque una vez que lo diga... pero sé que es inú til. No importa porque
no puede detenerlo. Ya ha ocurrido.
―Natalie, lo siento mucho.
Las temidas palabras que toda esposa de militar teme. Só lo que se suponía que
no tenía que preocuparme má s por esto. Habíamos terminado. Salimos. Se suponía
que no debía temer esto nunca má s.
Por favor, Dios, no me lo quites. ¡Por favor!
―Pero estoy embarazada. Voy a tener un bebé ―tartamudeo como si eso hiciera
que nada de esto fuera real―. Dijo que volvería. Dijo que... ―Me quedo sin palabras
porque me cuesta respirar. Me llevo la mano a la boca para reprimir el grito que está a
punto de escapar. Todo se vuelve incoloro.
―Fue un artefacto explosivo improvisado. Lo siento ―dice Mark mientras sus
ojos brillan con lá grimas no derramadas.
Me caigo.
Pero él está ahí, acuná ndome en sus brazos.
―Lo siento mucho, joder.
―No. No. No. ―Mark me abraza mientras sollozo agarrá ndome el estó mago―.
Está s mintiendo ―siseo, arrancá ndome de su abrazo.
―Ojalá lo hiciera ―dice mientras lucho por levantarme.
―Fue un error. Va a tener un bebé. Dijo que era un simple entrar y salir. ―Grito
y lanzo las manos contra su pecho―. ¡Está s mintiendo! ―Grito, aú n sabiendo que no es
una mentira.
―Lo siento.
―¡Deja de decir que lo sientes! ―Mi pena se convierte en odio. Lo odio. Odio a
todos en este momento. Odio a Aaron y a todos los que estaban allí. Odio esta casa y
todo lo que hay en ella. Odio el aire que él ya no respira. El odio me consume. El odio
me asfixia―. ¡Fuera! ―Grito y empujo contra su pecho―. ¡Fuera de mi casa, joder!
Aaron volverá en unos días y luego nos prepararemos para que nazca nuestra hija.
―Por favor ―suplica Mark y me niego a mirarlo.
Esto no está sucediendo porque Aaron está vivo.
No está muerto. ¿Có mo se atreve Mark a mentirme?
―Volverá . No me dejará . Lo prometió . ―Aaron no me mentiría. Nunca lo hace.
Cuando se iba a las misiones, siempre se despedía como si pudiera ser la ú ltima. Pero
esta vez me besó la punta de la nariz y dijo: Ahora no tengas ese bebé hasta que vuelva.
―¿Puedo llamar a alguien? ¿A tu madre?
―¡No, no puedes llamar a nadie porque no está muerto! ¡Ve por él, Mark! Ve a
buscar a mi marido y trá elo a casa. ―Doy un paso atrá s señ alá ndolo con el dedo―.
Todos ustedes lo prometieron. Lo prometió . ―Me agarro el estó mago mientras se
irradia un dolor agudo, pero no es nada comparado con la agonía que se siente en mi
pecho. Las lá grimas fluyen implacables mientras lucho contra su agarre―. Lo
prometió .
―Sé que lo hizo ―dice Mark mientras sostiene mi cabeza contra su pecho.
―Mintió .
Mi vida ha desaparecido.
Mi corazó n está muerto.
Soy viuda a los veintisiete añ os.
Capítulo uno

Tres meses después


―Aaron Gilcher fue un hombre que dejó esta Tierra demasiado pronto. Era un
marido cariñ oso, padre de su hija no nacida y amigo ―habla el sacerdote en voz baja―.
Nos hemos reunido hoy para decirle adió s, pero no es una despedida. Vivirá en
nuestros corazones mientras nos aferremos a él. ―Un sollozo se me escapa del pecho.
No puedo contenerlo. Se me cae el estó mago al darme cuenta de que se ha ido. Se ha
ido de verdad y esto lo consolida. La ú ltima pieza de un rompecabezas que estaba
desesperada por no armar.
Siento que unas manos me agarran por los hombros y me aprietan. No necesito
mirar para saber a quién pertenecen. Jackson y Mark está n a mi espalda a ambos
lados. Protegiéndome cuando mi marido ya no puede hacerlo. Mi madre me agarra de
la mano mientras mi padre sostiene a Aarabelle. Después de que naciera, quise honrar
a su padre. Me debatí entre el nombre que habíamos elegido y algo especial. Al final,
cuando la vi, lo supe. Quería que tuviera parte de su padre para el resto de su vida.
―Señ or, por favor, levanta los corazones que nos rodean y concédeles paz
durante este tiempo. Ayú danos a recordar a Aaron y danos una sensació n de calma
sabiendo que está en tus brazos. ―Termina la oració n y la parte que má s temía es la
siguiente.
―Lee, estoy aquí ―susurra Mark desde detrá s de mí.
Asiento con la cabeza porque si me permito hablar, sé que no podré controlar
las emociones que amenazan con escaparse. Sé fuerte, todo esto acabará pronto. Miro
mi vestido negro e intento concentrarme en cualquier cosa menos en esto. Me
acomodo detrá s de la oreja los largos mechones de pelo rubio que me caen alrededor
de la cara. Empiezo a temblar y la mano de Mark se tensa.
La guardia de honor que había estado de pie a un lado gira frente a mí. Conozco
a los cuatro. Eran sus amigos, sus hermanos, y ahora tienen que darme lo ú ltimo que
cualquier esposa quiere tener en sus manos.
Las emociones está n muy arraigadas, pero puedo ver en los ojos de su mejor
amigo el dolor que siente. Liam voló desde California para estar aquí. Fue el mejor
amigo de Aaron durante los ú ltimos ocho añ os. Se graduaron juntos en el
entrenamiento de los SEAL. El vínculo forjado al arriesgar sus vidas era irrompible. La
noticia de la muerte de Aaron lo sacudió y se comprometió a estar aquí.
Liam y Jeff tensan la bandera mientras yo intento mantener los ojos abiertos,
pero no puedo. Escucho el golpeteo de la tela al tensarse. Inhalo y me concentro en
exhalar. El dolor que emana de mi pecho es insoportable. Me está n desgarrando de
dentro a fuera.
Siento que mi madre me aprieta la mano. Levanto la vista para ver al antiguo
jefe de Aaron arrodillado ante mí.
―Natalie, en nombre del Presidente de los Estados Unidos y del Jefe de
Operaciones Navales, por favor, acepta esta bandera como símbolo de nuestro
agradecimiento por el servicio de tu ser querido a este país y a una Marina agradecida.
Las lá grimas caen incontrolablemente mientras mi corazó n se tambalea. Su
mano se extiende y sé que tengo que tomarla. Tengo que hacerlo... pero no puedo
mover las manos. La levanto y tiembla mientras asiento con la cabeza. Cuando coloca
la bandera en mi mano apoyada en mi regazo, vuelvo a sollozar. Esto no puede estar
pasando de verdad. Es decir, hace tres meses que sé que está muerto, pero esta... esta
bandera lo es. Es el final que no quiero que ocurra, demostrando que esto no es una
mentira.
Mi mano cae. Lo miro a los ojos mientras otra lá grima salpica mi piel.
―Lo siento, Natalie. Aaron era un gran hombre.
―Gracias ―logro decir de alguna manera.
Cierro los ojos y dejo caer la cabeza.
¿Có mo es esta mi vida? ¿Por qué ha ocurrido esto? ¿Có mo puedo seguir
adelante? Todas estas preguntas me sacuden y bullen, supurando en mi corazó n.
Escucho los sonidos del llanto a mi alrededor, pero nada de eso importa. Nadie
puede saber la agonía extrema que estoy viviendo en este momento. Perder al amor de
mi vida, al padre de mi hija, me come viva. Mi vida era exactamente como la quería.
Desgarra mi cuerpo llevá ndose todo lo bueno y tragá ndoselo entero.
Que se joda la vida.
Que se joda el amor y que se jodan todos los que me dijeron que lo sentían.
Miro a mi bebé que duerme en los brazos de su abuelo. Tengo a Aarabelle.
Tengo una niñ a preciosa que necesita a su madre.
Los SEAL comienzan su ritual. He observado y compadecido a las esposas que
han tenido que asistir a él. No era yo la que tenía que sufrir durante esos momentos,
sin embargo aquí estoy.
El Jefe Superior Wolfel avanza y se quita el tridente del pecho. Se acerca a la
urna, donde hay un cofre de madera a su lado. El cofre de madera ocupa el lugar de un
ataú d. No hay cuerpo que enterrar, só lo un trozo de él. Fue despedazado, igual que yo.
Wolfel se queda parado un momento antes de meterlo en la caja y golpearlo con el
puñ o. El sonido del metal atravesando la madera me recorre el alma. Es como si me
penetrara.
Se vuelve hacia la urna y saluda.
Uno menos, faltan veinte má s.
―Lamento su pérdida, Aaron era un gran hombre ―me dice otro miembro de
su antiguo equipo. Asiento con la cabeza, incapaz de hablar, sabiendo que el inminente
sonido de otro prendedor siendo golpeado romperá el aire en un momento. Una y otra
vez, los hombres se acercan a mí, ofrecen sus condolencias y luego continú an su ritual
con sus tridentes.
No puedo hacerlo.
Empiezo a moverme, pero las manos de Mark me sujetan con fuerza. Antes de
que pueda pensar, Liam se adelanta. Sus ojos azules como el cristal está n inyectados
en sangre mientras intenta mantener la calma. Es obvio que está sacudido. El vínculo
entre Aaron y Liam era irrompible.
―Lee, yo... ―Se detiene y traga saliva. Coloco mi mano sobre la suya dá ndole
una señ al de que no necesito sus palabras. Sé lo que está sintiendo. La pérdida es
evidente en sus ojos.
―Lo sé ―digo suavemente. Su cabeza se inclina hacia delante y toca mi mano.
Coloco mi otra mano en la parte posterior de su cabeza y siento que se estremece.
―Era mi hermano ―dice Liam mientras otra lá grima cae de mi mejilla.
―Yo... Yo... ―El tartamudeo de mis palabras es todo lo que puedo sacar mientras
él me mira.
Se toma un segundo y respira profundamente, se levanta y se acerca a la caja.
Al principio, Liam se negó a aceptar la muerte de Aaron, ya que había muy poco para
identificarlo. Quería creer que estaba vivo en alguna parte, pero yo lo sabía. Lo sentí
una vez que llegué a aceptarlo.
Miro a mi hija una vez má s. Yace arrullando en los brazos de su abuelo,
completamente inconsciente de que nunca tendrá el consuelo de un padre. Tengo la
suerte de que el hombre que me acunó y me abrazó cuando me dolía la abrace ahora.
Si pudiera retroceder en el tiempo y pedirle a mi padre que me abrace como a su niñ a
y me diga que todo irá bien, lo haría. Ella está segura y protegida, mientras que yo me
siento abierta y expuesta.
Contemplando al marine que está de pie ante el monumento, cierro los ojos e
intento disipar los pensamientos que me asaltan. Lo he perdido después de todo este
tiempo. Los añ os de preocupació n y temor mientras él estaba en servicio activo los he
soportado. Só lo para tener una falsa sensació n de seguridad una vez que dejó la
Marina. Ahora mira dó nde me ha llevado toda esa comodidad.
Finalmente el ú ltimo prendedor entra en la caja y miro hacia arriba para ver a
Jackson con la cabeza colgando. La culpa que arrastra por haber enviado a Aaron a la
muerte es insuperable, pero sé que Aaron no lo habría hecho de otra manera. Quería
morir con valor y honor. Si hubieran muerto Jackson o Mark, habría deseado que fuera
él. Pero ahora mi hija y yo pagamos el precio de sus decisiones.
Mirando a mi alrededor, reconozco a los demá s que lloran la pérdida de este
hombre increíble. Miro a la multitud y veo las caras de sus amigos y familiares. Su
madre, que solloza incontroladamente junto a su padre. Se ahoga en su angustia
mientras entierra a su ú nico hijo. Antiguos marines que sirvieron a su lado y amigos
de las Fuerzas de Seguridad de Cole se sientan desconsolados por su pérdida.
Hay algunas caras que no reconozco. Una guapa rubia está de pie a un lado,
limpiá ndose los ojos. Una morena, que supongo que es Catherine, se lamenta en los
brazos de Jackson. Hay mucha gente, muchos uniformes. Es un mar negro de luto.
Aaron era un hombre muy querido, así que no me sorprende, pero nadie lo amaba má s
que yo.
Hoy es el ú ltimo día que me permitiré sentir pena, el ú ltimo día que derramaré
lá grimas, porque las lá grimas no cambian nada. Tengo que cosechar la fuerza que
tenga y mantenerla firme. Soy una madre que tiene un bebé que necesita que yo sea
tanto mamá como papá .
Un día, dicen. Un día esto dejará de doler.
Mentiras.
Esto nunca estará bien ni dejará de doler.
Nunca seré la misma. La mujer que era antes murió en el momento en que
llamaron a la puerta. Soy una cá scara de la mujer que era. La mujer que era cariñ osa,
abierta y llena de esperanza se ha ido. La esperanza es una perra débil a la que le
importa un bledo lo que quieras. Así que confío en la fe. Fe en que superaré esto y
encontraré mi corazó n de nuevo.
Capítulo dos
El tiempo pasa. Las horas se convierten en días, los días se convierten en
semanas, los meses pasan como un borró n, y yo sigo viviendo. ¿Pero estoy viviendo?
Respiro, me levanto y me visto, pero estoy insensible. Seguro que sonrío y pongo cara
de felicidad, pero todo es una ilusió n. Por dentro estoy perdida en el abismo del dolor.
Han pasado tres meses desde el funeral de Aaron. La misma mierda, un día
diferente. Mi hija está creciendo y no tengo a nadie con quien compartirlo. Por suerte,
duerme toda la noche, así que no soy un completo desastre. Esos primeros meses
fueron suficientes para ponerme al límite, pero al mismo tiempo, ella me hizo seguir
adelante.
La soledad me consume, pero no dejo que nadie lo sepa.
―No, mamá . Estoy bien ―resoplo y me pongo el teléfono en el hombro,
tratando de asegurá rselo por millonésima vez. Si no es ella, es Mark quien llama para
saber có mo estoy.
―Lee, no está s bien. Apenas está s funcionando. Voy a tomar un avió n ―me
reprende.
Eso es lo ú ltimo que quiero. Se quedó conmigo durante un mes después de que
naciera Aarabelle, y pensé que iba a perder la cabeza. Su insistencia y el hecho de
obligarme a salir de casa fueron suficientes para que me cuestionara mi decisió n de
dejarla venir.
―Jesú s, estoy bien. Estoy viviendo y papá te necesita en casa. Aarabelle y yo
estamos muy bien incluso ―miento. Hace seis meses que dejé de dejar que nadie
supiera có mo es mi vida. Al parecer, hay un límite de tiempo en el duelo antes de que
la gente empiece a hablar. Mis amigos siguen preocupados porque realmente no he
hecho nada. No salgo y me he negado a volver a mi antiguo trabajo de reportera. No
quiero estar en antena y hablar con familias que está n pasando por una tragedia.
Ahora estoy pasando por ello.
Ella suelta una breve carcajada:
―Mentirosa.
―No estoy mintiendo. ―Agarro el monitor del bebé y salgo a la terraza. Que es
lo mejor de esta casa. Cuando Aaron y yo encontramos este lugar, me enamoré. Da a la
bahía de Chesapeake y en la terraza es donde paso la mayor parte del día. Me siento
cerca de él aquí. Puedo sentirlo en el viento, lo cual es una locura, pero cuando cierro
los ojos, es como si sus manos me tocaran. Su aliento se desliza por mi cuello,
apartando el pelo de mi cara. El sol me calienta y puedo fingir. Puedo permitirme la
ilusió n de que está aquí. Só lo está en una misió n y volverá pronto a casa. Me aferro a
esa sensació n todo lo que puedo porque es mucho mejor fingir que afrontar el hecho
de que mi marido está muerto.
―Bien. Siempre está s bien. Eres un maldito zombi ―me regañ a.
―Tengo un trabajo ―suelto, esperando que eso la despiste.
―¿Haciendo qué? ―pregunta escéptica.
―Voy a trabajar para Cole Security. ―Casi puedo escuchar su desaprobació n a
través del teléfono. Lá stima que no me importe lo que piense.
―Me parece una gran idea y una forma maravillosa de empezar a avanzar.
―Me alegro de que estés de acuerdo ―respondo, sabiendo perfectamente que
está siendo sarcá stica.
No lo entiende. Ella y mi padre siguen felizmente casados. Yo perdí mi "felices
para siempre". Quiero estar cerca de él, sentir algo, tener todavía algo que compartir
con él. Las Fuerzas de Seguridad de Cole es el ú ltimo lugar donde Aaron estuvo vivo.
Es el lugar en el que pasó sus días trabajando para Jackson. Está en esa oficina. Está en
esta casa. No puedo seguir adelante. Apenas puedo respirar... pero lo hago. Por
Aarabelle. Todos los días saco el culo de la cama, me visto y vivo en lo poco que puedo.
Y todo lo que quiero es un pedacito de lo que una vez tuve, así que me voy a donde
pueda sentirlo con má s fuerza. Aquí empieza a desvanecerse. Ya no puedo verlo en el
bañ o afeitá ndose, ni recordar có mo sonaba cuando reía. Me esfuerzo por aferrarme a
él. Lo quiero, pero cada día pierdo otra parte de mi vida con él. El dolor permanece,
pero mi recuerdo de Aaron se escapa.
―¿Natalie? ―pregunta mientras espero en silencio―. Creo que deberías venir
de visita. Tal vez si te alejas un poco, te ayude a seguir adelante.
―¡Estoy siguiendo adelante! ―grito y luego respiro profundamente.
―¿Có mo? ¿Te has reunido con los del seguro? ¿Te has ocupado de todo el
papeleo que necesitabas? ―me molesta.
Juro que está buscando una pelea só lo para hacerme perder los nervios.
―Ya lo he hecho. Ya he terminado de hablar. ―No tengo una respuesta para ella
porque la realidad es que... que estoy atascada. Estoy viviendo en un ciclo
interminable. Nada cambia. No pasa nada. Me niego a vaciar sus cajones o armarios
porque entonces realmente no va a venir a casa. Por supuesto, no puedo decirle esto a
nadie. Lo necesito. Lo quiero tanto, pero ese día me dejó . Me besó la nariz y luego la
barriga y nos dijo que volvería a casa en unos días. Me mintió .
Mis ojos se cierran y puedo ver su cara. Al menos, todavía lo tengo. Sus
profundos ojos marrones con pequeñ as motas de oro pasan por mi mente. La forma en
que llevaba el pelo siempre cortado casi rapado. Aaron. Mi mundo.
―Natalie... ―La suave voz de mi madre rompe mi ensoñ ació n―. Por favor, deja
que tu padre y yo vayamos a buscarte a ti y a Aarabelle. Nos encantaría pasar un rato
con las dos.
―No. Te quiero, mamá , pero estoy bien. ―Veo que el monitor se ilumina y la voz
de Aara irrumpe―. La bebé se está despertando, me tengo que ir. Te quiero.
―Cuando decidas que no está s bien, llá mame. Te quiero, pequeñ a.
Pulso la tecla de finalizació n y guardo el teléfono. Me quedo sentada unos
minutos, tratando de controlarme antes de buscar a mi hija. La amo mucho, pero es un
clon de su padre. Cada vez que la miro, necesito toda mi fuerza para no llorar. Me mira
con esos ojos inocentes tan llenos de amor y me rompe un trozo de corazó n. ¿Por qué
nunca tendrá la oportunidad de tomar la mano de su padre? Hacerle una tarta. Decirle
lo mucho que lo ama o simplemente conocer el amor de un padre. Ella se merece eso.
Debería tener a sus dos padres para guiarla, pero en lugar de eso só lo me tiene a mí...
una mujer rota.
Cada vez que sus "tíos" se acercan, los odio un poco má s. Odio que puedan
verla, abrazarla, tocarla, pero que el ú nico hombre que la creó nunca pueda hacerlo. La
ira hierve en mi alma como una nube negra. Cubre la luz que estoy desesperada por
ver. Hace que la esperanza se apague antes de que tenga una oportunidad, porque él
está muerto. Se la llevó cuando dejó esta Tierra. Lo quiero de vuelta y no só lo en mis
sueñ os. Quiero darme la vuelta y sentirlo a mi lado; en cambio, tengo sá banas frías y
una cama vacía.
―Aaaaaa. ―Escucho a mi preciosa niñ a gritar y me esfuerzo por
recomponerme. Ella emite sonidos aleatorios mientras está tumbada en su cuna y yo
me siento aquí en la miseria.
Reprimiendo las emociones que me arden, hago acopio de las fuerzas de mis
escasas reservas y voy a buscar a mi hija.
―Hola, cacahuete ―le digo al entrar en su habitació n. El mero hecho de mirarla
hace que mi vida se centre en ella. Me parece increíble có mo los niñ os pueden alterar
completamente tu mundo.
Aarabelle está de espaldas y me mira con el amor que tanto ansío. Para ella, el
mundo es perfecto. No conoce el dolor, y en cierto modo tiene suerte. Por lo menos
Aara no se enamoró de su padre para que lo despojaran de su vida. Las cosas que me
preocupan nunca las temerá porque nunca las habrá conocido.
―¡Aaaaa! ―chilla mientras la miro. Su pelo castañ o oscuro sobresale
desordenadamente y sus ojos marrones brillan de adoració n. Ella hace que quiera
superar esto.
―Hola, cariñ o. ―Da patadas con las piernas y sus brazos se agitan sin control
cuando me agacho para levantarla.
Escucho que llaman a la puerta mientras acuno a Aara en mis brazos. Cada vez
que ocurre, se me aprieta el corazó n y se me revuelve el estó mago. Han pasado seis
meses desde que llamaron a la puerta, y todavía se siente como la primera vez. Por un
momento, rezo para que sea Aaron quien aparezca y me diga que todo ha sido un gran
malentendido. Coloco a Aarabelle en su columpio y respiro profundamente.
Sin prisas, me dirijo a la puerta principal tratando de sofocar los deseos que
conjuro sin permiso. Será Mark otra vez... Me digo a mí misma y me concentro en
respirar. Es como tener un mini ataque de pá nico cada vez.
Abro la puerta y un hombre está allí de espaldas a mí. Sus brazos son gruesos y
sus hombros anchos. La camisa ajustada se ciñ e a todas las crestas de su cuerpo. Me
fijo en su pelo color nuez, corto y recortado. Me resulta familiar, pero no puede ser
porque está en California.
―¿Liam?
Se gira lentamente y esboza una amplia sonrisa. Su cuerpo alto y corpulento
bloquea el sol detrá s de él. Se me cae la cara de vergü enza al verlo. Liam Dempsey. Si
tener a Mark y a Jackson cerca es lo que considero difícil, entonces Liam va a ser una
agonía.
Se quita las gafas de aviador y hay un brillo en sus ojos.
―Hola, Lee. Estaba en el barrio. Quería venir a saludar. ―Sus ojos azules brillan
bajo el sol y me aseguro la má scara en su sitio. Si vamos a hablar de Aaron, la necesito.
No siento... No duele.
―No sabía que California y Virginia son ahora estados vecinos. Lo ú ltimo que
supe es que aú n estabas en el oeste. ―Incluso yo puedo escuchar el tono monó tono de
mi voz. Es imposible que estos tipos no lo vean. No estoy engañ ando a nadie, pero
realmente no me importa. Me echo el pelo largo y rubio a un lado y me agarro a la
puerta.
Me tomo un segundo para mirarlo. Parece má s grande, má s alto, o quizá s no he
estado rodeada de suficiente gente. Pero todo en Liam parece... diferente. Su cuerpo
ocupa má s espacio del que recordaba y se ha dejado crecer la barba en la cara. Sin
embargo, só lo ayuda a definir su fuerte mandíbula. Puede que esté afligida, pero no
hay forma de ignorar lo guapo que es.
―¿Puedo entrar? ―me pregunta dulcemente.
Es el mejor amigo de Aaron, su compañ ero, su hermano hasta la médula. Liam
ha formado parte de nuestra vida durante mucho tiempo y verlo me hace sentir aú n
má s la pérdida de Aaron. Abro la puerta de un empujó n y le permito entrar.
Concéntrate en respirar, Natalie... pronto se irá.
―He intentado llamar ―dice mientras mira a su alrededor.
―Oh, no lo he visto. ―La mentira se le escapa. Ha llevado este juramento a
Aaron má s allá de mi paciencia. He empezado a ignorar sus llamadas porque quiere
hablar del pasado. Las historias de ellos en el campo, o peor, cuando quiere
rememorar mi boda. Liam también tiene esa extrañ a forma de ver demasiado. Sabe
có mo leer a la gente, pero especialmente a mí.
Se acerca y sonríe, sus ojos azules brillan con diversió n.
―Seguro que no. No hemos hablado mucho desde que volví a Cali.
Porque no quiero hacerlo. Me muerdo las palabras y busco una respuesta má s
suave.
―No ha cambiado mucho. ―Sin embargo, todo ha cambiado.
―Aarabelle ha crecido y tú te ves muy bien ―dice mientras arroja su teléfono y
sus llaves sobre la mesa.
―Gracias.
Liam sonríe y me abraza.
―Ya no me preocupa que esquives mis llamadas ―dice, dejá ndome ir.
―¿Por qué?
―Ahora vivo aquí.
¿Qué?
Mierda.
Capítulo tres
―No parezcas tan feliz. Estaba en la zona y quería venir a ver có mo estabas ya
que no recibías mis llamadas. ―Los ojos de Liam se desvían hacia la bandera colocada
sobre la chimenea. Permanece allí, recordá ndome a diario que será lo ú nico que tengo
de él. Quiero lanzarla contra la pared. Destrozarla hasta que no quede nada y
quemarla. Odio esa bandera porque prefiero tenerlo a él. Quiero a Aaron, no una
muestra por su servicio.
―Estoy feliz. Es que no sabía que estabas a las ó rdenes ―digo mientras agarro a
Aarabelle y la atraigo hacia mis brazos.
Sus ojos se quedan en la repisa.
―¿Es realmente tan malo? ―pregunta.
―No, por supuesto que no ―digo, deseando tener alguna forma de apartar su
atenció n de la incó moda conversació n que estamos manteniendo.
Liam se gira y sus ojos se quedan fijos en Aarabelle.
―Es preciosa, Lee. ―Su mano roza la parte superior de su cabeza―. Tengo algo
para ella.
Respiro profundamente y acuno a Aarabelle.
―¿De verdad?
Se ríe y saca un collar del bolsillo:
―Lo compré para Aarabelle antes de que la tuvieras. Cuando estaba en el
extranjero pensé que era algo que debía tener una niñ a, pero... bueno, nunca voy a
tener una. ―Sus labios se mueven con diversió n mientras levanta el regalo en el aire.
Acercá ndome, miro la pequeñ a joya verde que cuelga del extremo de la cadena.
Es pequeñ a, delicada y, sin embargo, impresionante, rodeada de diamantes.
―Liam, esto es demasiado.
―No, como he dicho, no es que vaya a tener hijos. Tendría que encontrar una
chica a la que realmente le guste. ―Liam ríe con fuerza y mira por la ventana.
―Sí, puedo ver que eso podría ser difícil para ti ―bromeo y me relajo un poco―.
Pero gracias, es precioso.
Sonríe y coloca su mano sobre Aarabelle.
―Ella también lo es.
Lo es. Es pequeñ ita y un poco difícil, pero para mí es perfecta. Todo lo que he
soñ ado está envuelto en mis brazos. La abrazo y la acaricio.
―Sí, yo también lo creo.
Liam se aclara la garganta, lo que hace que vuelva a centrar mi atenció n en él:
―He visto que su coche sigue en la entrada. ¿Te has reunido ya con la gente de
Asuntos de Veteranos?
Asiento con la cabeza y trato de no mirarlo. He pospuesto las cosas que sé que
tengo que hacer. Cerrar todas las cuentas de Aaron, su testamento, vender su coche, tal
vez incluso esta casa, pero no quiero hacerlo.
―He estado ocupada.
Se acerca y su mano agarra mi hombro suavemente.
―Puedo ayudar si lo necesitas.
Todo el mundo se ofrece a ayudar. Eso es lo que má s he aprendido sobre la
muerte. La gente sale de la nada ofreciendo su ayuda. Cocinan para ti, limpian tu casa,
arreglan la persiana rota, pero todo es superficial. Nadie sabe qué decir, así que
intentan hacer, pero después de una semana o unos meses, la ayuda ya no llega. No
tienes má s remedio que afrontar la vida de frente y aprender que la gente olvida, sigue
adelante. Pero yo no lo he hecho. Vivo el infierno que me impusieron día tras día.
―Estoy bien. ―Doy una sonrisa falsa―. Tengo a Mark y a Jackson si los necesito,
ademá s estoy segura de que tienes muchas otras cosas de las que preocuparte. Te
acabas de mudar y sé que registrarte lleva mucho tiempo.
―Me he tomado un permiso, ademá s me gusta molestarte de todas formas.
―De verdad, puedo manejarlo.
―Nadie está diciendo que no puedas. Estoy diciendo que no tienes que hacerlo.
Apó yate en la gente que te rodea. É l era mi amigo y tú también lo eres, así que no seas
demasiado orgullosa. ―Sus ojos se clavan en los míos al fijar su mirada.
¿Qué pasa con estos hombres y su incapacidad para dejarme ser?
―De acuerdo, está bien ―concedo.
―Bien. No es que tengas muchas opciones. Soy un poco implacable.
Resoplo:
―Lo recuerdo.
Se produce un silencio incó modo entre nosotros. Afortunadamente, Aarabelle
se revuelve, atrayendo mi atenció n hacia ella.
―¿Sabes algo de Patti? ―pregunta Liam.
―No, está bastante desaparecida desde la muerte de Aaron. ―Mi suegra,
comprensiblemente, no se ha tomado bien la noticia. Ha cortado el contacto con todos
nosotros. Se niega a ver a Aarabelle y no quiere participar en mi vida. Afirma que si lo
amara, no lo habría dejado ir. Habría exigido que se quedara. Si conociera a su hijo,
sabría que eso no habría funcionado.
Liam da un paso hacia la repisa de la chimenea y su mano se acerca a la
bandera. Se queda mirando mi mini monumento. Las fotos de Aaron se alinean en el
estante. La foto de su campamento de entrenamiento, la de nuestra boda y una de ellos
dos está n junto a la bandera. Su tridente está delante. Las manos de Liam se apoyan en
la pared de piedra y su cabeza cae. Lo observo mientras sus dedos se tensan y se
vuelven blancos de tanto aferrarse a la cornisa. Es como si se hubiera olvidado de que
estoy aquí. Las lá grimas amenazan con llenar mis ojos mientras veo a su amigo má s
cercano llorar en silencio. Es un momento en el que casi puedo sentir el dolor que
irradia de él. Le doy la espalda y le doy un poco de privacidad.
―La gente maneja la mierda de forma diferente, supongo ―murmura Liam en
voz baja.
Me doy la vuelta mientras se agarra el cuello.
―¿Có mo lo está s manejando? ―pregunto.
Se gira y sacude la cabeza.
―He llamado a su nú mero unas cuantas veces. Estaba borracho, y no sé, fue
só lo el instinto de llamar y decirle algo estú pido. La primera vez me saltó el buzó n de
voz y... ―Los ojos de Liam vuelven a dirigirse a los míos cuando se da cuenta―. ¿Y tú ?
Mi fachada cambia de lugar mientras repito el discurso que he pronunciado
tantas veces.
―Estoy viviendo. Es difícil, pero lo estoy manejando.
Liam me conoce. También es un interrogador de los SEAL. Es uno de los
mejores, y por alguna razó n olvidé a quién estaba mintiendo.
―¿De verdad? ―pregunta incrédulo.
Su gran cuerpo avanza mientras evalú a mis reacciones. Intento recordar todas
las cosas que Aaron practicó conmigo. Có mo me obligaba a mantenerme firme, a no
moverme ni mover los ojos, pero Liam es un juego diferente.
―Sí ―digo con confianza.
―Sabes quién soy, ¿verdad? ―Su mano callosa me roza la muñ eca y mi ritmo
cardíaco se acelera. No le tengo miedo, pero es el primer hombre que me toca
íntimamente desde la muerte de Aaron. Aunque só lo somos amigos, se me aprieta el
pecho―. Me está s mintiendo ―dice Liam con su voz profunda.
Reprimo un escalofrío e intento no mirarlo a los ojos. No quiero que vea lo que
oculto en mi interior. Sabe leerme, está entrenado para ver a través de mis capas de
mentiras, y necesito mantenerme protegida de él.
―Natalie. ―Me levanta la barbilla, pero mantengo los ojos cerrados―. Puedes
decírmelo. No puedo imaginar que si fueras tú la que él perdiera estaría bien. Sería un
puto desastre, un luná tico con los muebles rotos por toda la casa. Así que no tienes
que estar bien. Puedes estar enfadada o lo que sea.
Sus palabras me llegan al alma y abro los ojos.
―No puedo ser cualquier otra cosa. Tengo a Aarabelle ―digo mientras miro a la
bebé en mis brazos―. Tengo que estar bien. ―El muro de acero tras el que me escondo
es fuerte y só lido. Allí estoy a salvo.
―Eso no es cierto. Vas a seguir embotellando esta mierda y luego vas a explotar.
Aprieto los dientes y suelto un profundo suspiro por la nariz.
―¿Có mo es tu calendario de despliegue? ¿Estará s por aquí? ―No me cabe duda
de que sabe que estoy desviando la atenció n. Quiero salir de esta conversació n.
―Sabes que no puedo decírtelo, pero estoy aquí por ti. Voy a hacer algunas
cosas y luego podemos pensar qué má s hay que hacer.
―Realmente no necesito la ayuda ―digo aunque ya no sé lo que necesito.
Aarabelle se revuelve y la acuno suavemente.
―De acuerdo, pero necesito hacer algo para el pró ximo mes que estoy de baja,
así que me ayudas.
―¿Ahora quién es el mentiroso? ―pregunto.
Liam se arremanga y guiñ a un ojo.
―Yo nunca miento.
Por primera vez suelto una carcajada sincera. Miente por mentir. Aarabelle
comienza a quejarse, y por mucho que quiera discutir con él, necesita comer.
―¿Con qué equipo SEAL está s?
Por favor, no digas cuatro.
No sé qué importancia tiene. Por la forma en que deja escapar un suspiro
vacilante, me preparo para ello.
―Cuatro ―se acerca y me pone la mano en el hombro―. Debería estar conmigo.
―No, debería estar conmigo.
―Sí, debería ―dice Liam y la tristeza es evidente en sus ojos.
Esto nos duele a los dos. Liam y Aaron eran hermanos. Si uno moría, morían los
dos. Aaron habló una vez de la hermandad que compartían en comparació n con la de
Jackson y Mark. Si bien todos estaban unidos, él y Liam eran casi consanguíneos. Se
llevaron el uno al otro durante el entrenamiento de los BUD, y cuando la hermana de
Liam murió , Aaron estuvo a su lado todo el tiempo.
―Lo siento, Demps ―digo mientras muevo a Aarabelle entre mis brazos.
―¿Por qué demonios lo sientes? ―pregunta él, sonando afrentado.
―Ustedes dos estaban muy unidos. Sé que esto no es fá cil para ti.
Liam se pellizca el puente de la nariz.
―¿Esto es lo que haces? ―Mi mandíbula se afloja mientras trato de entender lo
que me está preguntando―. Finges. ―Los ojos de Liam se suavizan mientras me
estudia.
―No sé lo que quieren todos ―digo, exasperada. É l sonríe y yo quiero
abofetearlo. ¿Por qué demonios sonríe?
―Por fin algo de emoció n. Nos vemos pronto. Tengo trabajo que hacer por aquí.
―Eres un idiota.
―Sí. Ve a ocuparte de Aarabelle. Yo me encargo de lo demá s. ―Liam me besa la
mejilla y luego la parte superior de la cabeza de Aara y se va.
Me quedo aquí sabiendo que no me voy a librar de él. Es noble, honesto, y
cuando Liam le hizo una promesa a Aaron, lo dijo en serio. Estará aquí para mí en lo
que necesite.
Liam Dempsey va a ser mi perdició n.
Capítulo cuatro
―¿Hola? ―Escucho a mi mejor amiga, Reanell, llamar desde la cocina.
―Aquí, Rea.
―Aquí está s. He traído unas cuantas comidas que las esposas hicieron esta
semana. Las he puesto en el congelador. ―Su generoso corazó n hace que un cá lido
resplandor fluya a través de mí. Ella ha sido mi roca estos ú ltimos meses. Pasando por
aquí, trayendo comida, cuidando a Aarabelle para que yo pueda dormir la siesta.
―Gracias, pero estoy bien. Lo prometo.
Esta solía ser yo. Yo era la que dirigía los grupos de ayuda. Me aseguraba de que
las esposas de los SEAL caídos tuvieran comida, ayuda y amigos. Es curioso có mo
funciona la vida, ahora soy la esposa que solía compadecer.
―Nunca dije que no lo estuvieras. Ahora dame ese bebé ―dice con las manos
extendidas mientras me quita a Aara―. Hola, princesa ―arrulla Reanell y acurruca a
Aarabelle. Es imposible no quererla―. ¿Y? ―me pregunta.
―¿Y?
―¿Quién era el tipo de afuera que se metía con el coche de Aaron?
Mis ojos se abren de par en par y me apresuro a acercarme a la ventana.
―¿Qué? ―Pregunto, bajando las persianas―. ¿Quién demonios iba a meterse
con el coche? No hay nadie allí. ¿Por qué no has llamado a la policía? ―Miro hacia la
entrada, pero no veo a nadie.
―Me sonrió y me saludó , así que no le di mucha importancia. Ademá s, tenía los
signos reveladores, así que supuse que tal vez estabas aceptando finalmente algo de
ayuda ―comenta.
―¿Qué signos?
Suspira y levanta a Aara de arriba a abajo:
―Reloj de pulsera G, tatuajes tribales y toda la vibració n de soy-tan-increíble.
Típico de los SEAL.
―Voy a comprobarlo. ¿Puedes vigilarla?
―Pregunta estú pida.
Abro la puerta y me detengo en seco.
―Hola ―Liam está allí de pie cubierto de grasa.
―Hola, tú . ―Me agarro el pecho y trato de frenar mi corazó n acelerado.
É l se limpia la mano en el trapo que lleva en la mano.
―Lo siento, no quería asustarte. He llamado antes, pero no has contestado.
―Debo haber estado con Aara. ¿Qué está s haciendo? ―Pregunto.
Mirando su ropa y luego de nuevo hacia arriba, levanta la ceja.
―He vuelto a poner en marcha su coche.
―Ya lo veo. Quiero decir, ¿por qué está s trabajando en su coche?
―Estoy ayudando.
Dejando escapar una profunda respiració n, cuento hacia atrá s desde diez.
Puedo hacerlo. Tengo que vender sus cosas y empezar a poner mi vida en orden.
―De acuerdo, pensé que tendría unos días, pero...
―Mi licencia termina en cuatro semanas, pensé en empezar de inmediato.
Tiene sentido, pero no hay ninguna parte de mí que esté preparada para esto.
En mi cabeza sé que es lo correcto, terminar con esto. Empezar a seguir adelante, pero
hace que mi nueva realidad sea tan definitiva. Pero la muerte es definitiva, así que ¿por
qué estoy tratando de luchar contra todo?
―Tienes razó n. Está bien.
Liam se acerca un paso má s y la mirada de sus ojos me produce un escalofrío.
―Un día esa palabra va a abandonar tu vocabulario y te vas a dar cuenta de que
mentirme no tiene sentido.
Ahora sé por qué es tan bueno en su trabajo.
―Sí, de acuerdo. ―Intentando apartarlo, sonrío y me acomodo el pelo detrá s de
la oreja. Se da la vuelta sin decir nada má s y se dirige de nuevo a la entrada.
―Bueno, eso fue intenso. ―Salto al escuchar a Reanell detrá s de mí. Había
olvidado que estaba aquí y que siempre estaba al acecho.
Me giro y la veo con Aarabelle dormida en sus brazos.
―Era amigo de Aaron. Está destinado en el equipo SEAL Cuatro y está
ayudando en la casa, al parecer.
―Puede ayudarme cuando termine aquí ―dice ella mientras mira por la
ventana.
―Dudo que tu marido lo apruebe ―le digo y me tumbo en el sofá .
Se ríe y se sienta en la mecedora.
―Mason no es del tipo celoso ―bromea. Su marido es el comandante del
Equipo Cuatro. Reanell puede bromear, pero nunca haría nada. Sin embargo, le
encanta irritarlo y hacerle rabiar―. ¿Con qué equipo dijiste que estaba?
Levanto las piernas y suelto una risita:
―El Cuatro.
―Joder.
―Tonta ―respondo riendo. Huh. Volví a reír.
―Vaya, vaya. Parece que alguien está ayudando en má s de un sentido ―se
maravilla Reanell y luego mira hacia otro lado.
―¿Por qué?
―Porque te está s riendo.
―Me he reído antes ―replico.
―No, te has reído de mentira. Esta es la primera risa que no parece que te duela
físicamente. Claro, has montado un gran espectá culo. Pero creo que el tal Liam hace
milagros ―murmura y sale de la habitació n.
Tal vez lo haga. O tal vez él sea la primera persona que no aguanta mi mierda.
Capítulo cinco
―¿Tiene alguna pregunta, Sra. Gilcher? ―pregunta el Sr. Popa. Es el enlace
enviado por nuestra compañ ía de seguros que piensa guiarme a través del papeleo.
―No estoy segura ―murmuro. Sinceramente, no he escuchado nada de lo que
ha dicho.
―Si ella tiene alguna duda, ¿hay algú n nú mero donde pueda localizarte?
―pregunta Liam a mi lado.
Ha estado aquí casi todos los días, asegurá ndose de que yo hiciera una cosa
má s de mi lista. Diablos, incluso ha hecho la lista. Sin embargo, no la miro. Me levanto
y me aseguro de que todo el mundo esté alimentado. No puedo preocuparme por toda
esta otra mierda porque no importa. Bueno, supongo que esta parte sí. Todavía no
estoy trabajando y no tengo ingresos. Tengo que ocuparme de todo, pero sigo
preocupada por el funcionamiento. Entonces llega Liam y me obliga a ocuparme de
todo.
―Claro, aquí está mi tarjeta. Sra. Gilcher, una vez que tengamos los formularios
firmados, antes podremos trasladar el dinero. Es imperativo que iniciemos este
proceso. Ya ha transcurrido mucho tiempo. ―Me entrega la tarjeta.
―Gracias, Sr. Popa. Estaremos en contacto. ―Liam le da la mano y lo acompañ a
hasta la puerta.
Siento que se sienta a mi lado y me atrae contra él. Acepto el consuelo que me
ofrece y me inclino hacia él.
―Esto será má s fá cil, ¿verdad? ―pregunto.
Por supuesto, nadie lo sabe. Incluso las esposas que han perdido a sus maridos
me dicen que sí y, sin embargo, no. Amy perdió a su marido el añ o pasado en un tiroteo
y dice que cada día se pregunta có mo se levanta y respira. Jillian dijo que la ú nica
forma en que finalmente se sintió humana de nuevo fue cuando se deshizo de casi
todo lo que Parker tocaba, pero yo no puedo hacer eso. Hacer como si nunca hubiera
existido no haría desaparecer mi dolor. Pero manejar todo el papeleo de la muerte y
lidiar con ponerlo a descansar... esto es lo que duele.
―No estoy seguro ―responde Liam con sinceridad. Gracias a Dios por eso.
Nunca me miente ni me dice lo que quiero escuchar. Me lo dice directamente y, sin
embargo, nunca es hiriente. En estas dos ú ltimas semanas he llegado a confiar en él
má s de lo que nunca creí posible. Su amistad significa el mundo para mí.
―Sí, yo tampoco.
―¿Por qué no traemos a Aarabelle y vamos a hacer algo? ―sugiere.
Miro a sus ojos azules y veo la emoció n. Ha estado aquí todos los días durante
las ú ltimas dos semanas y no ha hecho má s que preocuparse por mí de una forma u
otra. Aquí está este hombre soltero y muy guapo que ha puesto su vida en pausa por la
viuda de su mejor amigo.
―No tienes que cuidarme. Estaré bien.
Su boca se afloja ligeramente.
―¿Te estoy molestando?
―¡No! ―exclamo―. Eres un tipo soltero. No necesitas pasar tu tiempo conmigo.
―Cá llate. Eres muy divertida. Quiero decir, ¿dó nde má s podría conocer a una
mujer que no está tratando de meterse en mis pantalones?
Me eché a reír.
―Pasa a menudo, ¿eh?
Liam se inclina conspiradoramente:
―Bueno, no quiero presumir, pero se sabe que he roto algunos corazones... y
camas.
―Romper camas porque eres un culo gordo no cuenta.
Se le cae la cara y parece genuinamente afligido. Lo siguiente que sé es que se
arranca la camiseta y se muestran todas las crestas y ondulaciones de su piel. Lo
conozco desde hace añ os, lo he visto en traje de bañ o má s veces de las que puedo
contar, pero hay algo diferente en este momento, pero nunca se lo haré saber.
―¿Gordo? ¡Muéstrame!― me desafía.
Me pongo de pie y le toco el costado.
―¿Qué, no te ríes como el chico de la pasta cuando te pincho?
Liam se ríe:
―No creo que debas bromear con los pinchazos, Lee. ―Sonríe y le agarra la
camisa.
―¿Por qué lo ensucias todo?
―Porque soy un tipo ―dice Liam como si debiera ser obvio―. Voy a salir a
correr y a hacer un par de cientos de flexiones ya que piensas que estoy gordo.
―Ohhh, no llores... le pasa a todo el mundo cuando llega a esa edad ―bromeo y
me parece extrañ o. He olvidado esta parte de mí. Me encuentro riendo cada vez má s,
lo que me recuerda a la persona que solía ser.
Liam se gira y me mira con cautela.
―Finjamos que no me has llamado viejo y gordo en el mismo minuto.
―Finge que no... ―Me alejo y me dirijo a la cocina. Antes de llegar a la puerta,
miro por encima del hombro para ver su reacció n. Se queda ató nito con la boca
abierta. Sonrío y sigo adelante, dejá ndolo allí.
―Te voy a enseñ ar lo gordo ―lo escucho decir en voz baja cuando la puerta se
cierra.
Miro fijamente las encimeras de la cocina. El rastro de una sonrisa persiste en
mis labios cuando una parte de mí empieza a doler. La parte que piensa que es
demasiado pronto para volver a sentirse bien. ¿No debería dolerme y estar triste? Só lo
han pasado seis meses. Luego está la otra parte de mí que dice Ya han pasado seis
meses... vive. Aaron no querría que estuviera sola. No querría que estuviera triste todo
el tiempo.
―¿Tienes café? ―pregunta Liam mientras bosteza, entrando en la cocina.
―¿Sabes a quién le preguntas? ―Digo riendo. Saco las cosas y le sirvo una
taza―. Soy una madre soltera. El café es mi droga preferida.
―Gracias. ―Levanta la taza y prá cticamente la engulle―. Voy a salir a trabajar
en el coche de nuevo. Todavía hay algunas cosas que tengo que arreglar antes de que
se venda.
Liam se inclina hacia atrá s, sin romper su mirada. Lo miro, realmente me tomo
un segundo para mirarlo. Sus ojos siempre tienen un brillo... un poco sexy y un poco de
picardía detrá s de ellos. La barba de tres días que siempre lleva le hace parecer
robusto y duro. Por supuesto, su cuerpo grita peligro, pero no es excesivamente
descarado. Sabe que es sexy, pero está relajado.
―De acuerdo, voy a dar un paseo por la playa mientras ella sigue durmiendo.
―Me acerco, le pongo la mano en el hombro y tomo el vigilabebés―. Gracias, Liam. Te
lo agradezco todo.
Su mano cubre la mía.
―Cualquier cosa que necesites, estoy aquí. ―Me da una palmadita en la mano y
me alejo con una suave sonrisa, pensando en lo que se siente al tenerlo cerca.
Aparto la taza de café que está sobre la encimera. Al abrir el armario, veo la
taza favorita de Aaron. La que le regalé en nuestro ú ltimo aniversario, dice Nadie te
ama como yo. El pasado me golpea de lleno.
―¡Aaron, para! ―Me río mientras me agarra por la cintura y me tira a la arena
frente a nuestra casa.
―Di 'uncle'1. ―Me hace cosquillas mientras me retuerzo bajo él.
Me río y trato de zafarme de él, aunque sé que nunca lo conseguiré.
―Si me amas, dejarás de hacerlo.
Inmediatamente, sus manos abandonan mis costados y las coloca junto a mi
cabeza.
―Nadie te amará nunca tanto como yo.
Mi mano se desliza por su brazo y la aprieto contra su mejilla.
―Ninguna mujer te amará nunca tanto como yo.
―Ninguna mujer se acercará jamás.
―Mejor que no.
Se hace a un lado y me atrae contra su pecho. Me apoyo aquí y me relajo en su
abrazo.

1 “Say Uncle” es una expresió n norteamericana que exige que el oponente en una competició n se
someta. La respuesta "¡Uncle!" equivale a "¡Me rindo!" e indica sumisió n.
―¿Alguna vez piensas en lo que harías si yo no estuviera?
Su pregunta me sobresalta.
―A veces. ―Hace tres años que está en los equipos y mentiría si le dijera que no
pienso en ello. Se despliega casi cada seis meses, y cada vez son más difíciles. Quiero a mi
marido, pero entiendo su deber. Es difícil amar a alguien y saber que podría no volver a
casa, pero la idea de no amarlo es inimaginable. Estoy hecha para esta vida: no todas las
mujeres pueden ser esposas de militares, pero aún menos pueden ser esposas de SEAL.
Tienes que amar más profundamente, ser más fuerte, pero saber que en cualquier
momento los lazos pueden romperse. Luchamos como todo el mundo, pero Aaron y yo
queremos esto. Hemos visto a muchos amigos pasar por la infidelidad y el divorcio, pero
mantenemos nuestro amor en marcha. Se va dentro de tres días y estoy aprovechando
todo el tiempo que puedo con él.
―Me gustaría que volvieras a amar, Lee ―dice Aaron mientras me besa la parte
superior de la cabeza―. Prométeme que si me pasa algo encontrarás a otra persona.
No quiero prometerlo. No quiero ni pensar en esa posibilidad, así que me quedo
callada.
Aaron se eriza y me obliga a sentarme. Al girarme para mirarlo, veo que sus ojos
se endurecen. No va a echarse atrás.
―Prométeme.
―No va a pasar nada, así que mi promesa no es necesaria. Además, ¿realmente
quieres que otra persona duerma en nuestra cama? No quiero.
―Necesito saber que serás amada. Necesito saber que si me voy, tendrás a alguien
que te proteja.
Sus palabras me calientan y me enfurecen a la vez.
―No necesito protección.
―Natalie ―dice con ternura―. Sé que eres fuerte, cariño. Sé que no necesitas que
te protejan, pero necesito esto. Necesito saber que encontrarás a alguien que esté ahí.
―Realmente no quiero hablar de esto.
Me tira de nuevo sobre su pecho.
―Lo sé, pero no quiero irme sin él.
―Entonces no te vayas.
La risa se le escapa del pecho mientras ambos sabemos que es divertido porque
no es su elección y seguramente nunca se iría.
―Bien ―digo de mala gana―. Lo prometo. ―Esperando que sea la única promesa
que pueda romper.
Una lá grima cae y la necesidad de salir de esta casa hace que sea imposible
respirar. Me apresuro a levantarme de la silla y salgo a la terraza. Me gustaría poder
olvidarlo todo. Me hablaba del valor y el coraje, me decía que siempre esperaba que
cuando muriera fuera por algo. Siento que todo fue para nada.
Empiezo a caminar por la playa mientras el agua se precipita y me cubre los
dedos de los pies. El viento sopla, cierro los ojos y siento có mo me envuelve. Me paro
en la estela de las olas y trato de sentirlo.
―Aaron, te echo de menos ―susurro al viento―. Odio que me hayas dejado.
Ojalá pudieras ver có mo es cada día para mí. Nuestra hija está creciendo tanto. Te
necesito. Ella te necesita. ―Má s lá grimas caen sobre mi mejilla mientras rezo a mi
marido―. Me hiciste hacer estas promesas. Promesas que no puedo cumplir.
―Ey ―una voz profunda y gruesa llama suavemente desde detrá s de mí―. Lee...
¿está s bien?
Me giro y Liam se acerca.
―Sí, estoy bien ―respondo mientras me limpio las ojeras.
Se acerca, tapando el sol a su espalda.
―Te vi salir corriendo y luego no me respondiste cuando te llamé.
He bajado la guardia y me siento vulnerable. Sé que él puede verlo todo.
―Estoy bi...
―No digas 'bien'. No está s bien. Está s llorando y nunca has sido una mentirosa,
así que no lo seas ahora. Ven aquí ―dice mientras se adelanta con los brazos abiertos.
Me acerco a él y me golpeo contra su pecho mientras sus brazos me rodean
como un nudo. La mezcla de emociones me envuelve y sollozo en sus brazos.
―¿Por qué tuvo que irse? ¿Por qué no podía quedarse en casa? Odio esto. Estoy
tan sola. Lo quiero en casa ―grito mientras mis dedos agarran su camisa y se aferran a
ella―. ¡Lo necesito tanto! Lo extrañ o tanto que me duele respirar. ―Me acerco a Liam
mientras lo pierdo―. ¡Dios! ¡No es justo!
―No, no lo es ―dice mientras frota su mano por mi espalda.
―Pero se fue y ahora vivo cada día deseando que no se subiera a ese maldito
avió n. ¡Estaba fuera! No debía morir. ―Mis piernas empiezan a desmoronarse pero
Liam me mantiene en pie.
―Eres muy fuerte, Lee. ―Levanto la vista y sus ojos dicen mucho―. No
minimices lo difícil que es esto.
Sus palabras me envuelven y sé que es verdad. Soy fuerte, pero hay partes de
mí que no lo son. No quiero volver a conocer un dolor como este. He construido una
fortaleza a mi alrededor porque tengo que proteger a mi hija y a mí misma. Me doy
cuenta de dó nde estoy, en sus brazos, llorando en el mar.
―Soy un desastre. Lo siento mucho.
―Natalie, maldita sea, deja de decir que lo sientes, joder. ¿Has llorado desde
que murió ? ¿Te has dejado llevar por el dolor?
Doy un paso atrá s y él me agarra de la muñ eca. Mis ojos permanecen abatidos
mientras intento reunir las fuerzas que me quedan.
―Sí, me he afligido. ―Lo miro y respiro profundamente para limpiarme―. ¿De
qué sirve llorar? Está muerto. Nunca volverá a casa. Tengo una hija, una casa, una
hipoteca y un montó n de cosas de las que preocuparme. ―Las palabras se precipitan
sin control―. Tú puedes ir a tus misiones y escapar del infierno que me abofetea en la
cara todos los días. Estoy sola, Liam. É l se fue y todo lo que tengo es una bandera
doblada y toda una vida de dolor. Así que, sí, estoy de luto.
Liam me suelta los brazos y se aleja de las olas.
―¿Crees que las misiones son un escape? Todos recordamos a los hombres que
hemos perdido cuando salimos. Miramos a nuestro alrededor y sabemos que el avió n
podría tener un cuerpo menos. Que en realidad es un cuerpo menos. Conozco las
posibilidades y vivo para esto. Odio que tengas una bandera en la chimenea y que
darías cualquier cosa por cambiar de lugar con él. ¿Qué carajo dejo atrá s?
Doy un paso hacia él y cierro los ojos. Sé lo que sienten los unos por los otros.
Confían el uno en el otro má s que un marido y una mujer. Para Aaron, sus compañ eros
de equipo eran si vivía o moría. Pasamos muchas noches hablando de có mo recibiría
una bala por cualquiera de ellos. Recuerdo estar tan enojada y gritar sobre lo estú pido
que era. Có mo estaba dispuesto a morir por uno de ellos y có mo eso me afectaría a mí.
Me besaba y me decía que así era.
―Creo que Aaron lo habría querido así.
Liam levanta la vista y nuestros ojos se fijan. Veo al hombre que es. El hombre
que habría ocupado su lugar pero que no puede, así que está aquí, para mí. Todos los
días, Liam está aquí. Me ayuda, me hace reír y sonreír. Se preocupa por nosotros.
―¿É l habría qué? ―pregunta confundido. Sus manos se aprietan, y yo me
adelanto y le doy un poco del consuelo que me ha dado.
―Quería morir así. Sentir que era por algo o por alguien. Si Mark o Jackson
hubieran ido a esa misió n, se habría odiado a sí mismo. Desearía haber ocupado su
lugar. Siempre quiso caer en un resplandor de gloria. Morir por una razó n. Aunque no
sé cuá l es la maldita razó n.
―Yo tampoco. Con gusto hubiera cambiado de lugar con él. Las tenía a ti y a
Aarabelle para vivir. ―La mano de Liam agarra la mía y me acerca―. ¿Vas a estar bien?
Tengo a Aarabelle y tengo toda la vida por delante. Me merezco ser feliz y es
hora de que empiece a vivir como tal.
Levanto la vista y doy un pequeñ o asentimiento:
―Creo que lo estaré.
―Yo también creo que lo estará s.
Capítulo seis
―Toc, toc ―escucho decir a Reanell mientras abre mi puerta.
―¿Qué pasa, mi amor? ―Pregunto, con una voz que irradia alegría.
―Está s muy animada esta mañ ana ―me mira escéptica.
Empiezo a tener una nueva perspectiva a partir de hoy. Puedo seguir estando
triste y abatida o puedo recordar a Aaron como el hombre que era. El marido, marine y
héroe, no el má rtir en el que lo he convertido. Vuelvo a trabajar en unas semanas,
tengo un gran sistema de apoyo. Es hora de empezar a dar pasos de bebé.
―Bueno, ¿quién no sonreiría ante tu hermosa cara? ―Pregunto dulcemente.
―¿Podría ser el sexo en un palo que está afuera sin camisa arreglando el
cobertizo? ―Ella mira por la ventana mientras gime―. Dios, los hombres como él no
son reales. Son enviados para jugar con nosotras.
Mirando detrá s de ella, reprimo un gemido. Ella lo tomará como algo que no es.
Pero, en serio, joder. Su espalda está tensa y los mú sculos se ondulan mientras levanta
el dos por cuatro y luego lo clava en su sitio. Sus brazos se flexionan y me quedo
boquiabierta. Se limpia la frente mientras el sudor le resbala por la cara y yo lucho
contra el impulso de seguir mirando. Giro la cabeza pero mis ojos permanecen
pegados a él.
Reanell se aclara la garganta y me mira fijamente con la ceja levantada.
―Vaya, vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí?
―Nada. ¿Qué? ―Finjo sonar confusa ante lo que ha visto.
―Sí. Nada en absoluto.
―No. No hay nada que ver aquí.
Vuelve a mirar por la ventana.
―Hay mucho que ver, mi amiga. Mucho de hecho.
Tengo que cambiar la atenció n.
―¿Te han dicho alguna vez que eres un ama de casa cachonda que necesita un
trabajo?
―Unas cuantas veces. Mason aprecia que pueda mirar sin comprar.
Me río y le doy una palmada en el brazo.
―Sí, es casi lo ú nico que no compras.
Desvía la mirada y resopla.
―Exacto. Tampoco me creo tu distracció n. Te he visto comértelo vivo.
―No, ni siquiera estoy dispuesta a llegar a eso. Cambiemos de tema, ¿de
acuerdo?
―No, no hasta que admitas que está caliente.
―¿Por qué importa si creo que está bueno? ―Me burlo.
Rea sonríe y pone las manos en las caderas.
―Admítelo.
―Bien, no lo negaré. Está bueno.
―Sabía que lo pensabas ―sonríe.
Pongo los ojos en blanco y reprimo las ganas de estrangularla.
―Ademá s, si lo negaras, me preocuparía ―se ríe―. ¿Qué tal si mientras
Aarabelle duerme, hacemos algunas cosas por aquí?
Miro la chimenea y mi corazó n se tambalea. Puedo sentirlo en todas partes y no
estoy dispuesta a perder eso. Ya he perdido mucho. El mero hecho de entrar en mi
casa sin su coche será un recordatorio má s. La pérdida y la ira está n en guerra en mí.
Me enfado con todos y con todo, pero luego tengo que seguir día a día. No puedo
enfadarme y estar triste porque hay un pequeñ o bebé que hicimos juntos. Cierro los
ojos y pienso en él.
―Claro ―se me escapa la palabra.
Pasamos las siguientes horas limpiando papeles y cosas por la casa. Estoy
sudando y resoplando por haber subido y bajado todas las cajas por las escaleras. Ha
sido un día muy largo y me veo fatal, pero me siento un poco má s ligera. Tenemos las
cosas organizadas y, por mucho que quiera parar, también quiero seguir adelante. Me
preocupa que la fuerza que he aprovechado se pierda mañ ana.
Antes de que pueda contarle a Rea mi plan para seguir, ella mira y frunce el
ceñ o.
―Tengo que ir a casa. Mason quiere cenar pronto y yo quiero un bolso nuevo.
Está hecha un lío.
―¿Có mo es que esas dos cosas van de la mano?
―A él le gusta comer. Me gusta Michael Kors. Si no consigo un bolso, que se
muera de hambre ―guiñ a el ojo y toma su bolso.
―Suena perfectamente razonable ―respondo con un resoplido―. Voy a
terminar. Gracias por lo de hoy.
Reanell me besa la mejilla.
―Estoy orgullosa de ti. Sé que no es fá cil, pero ya era hora.
―Gracias, ¿sabes que hoy se cumplen siete meses?
―¿Desde que murió ?
―Sí, una locura, ¿verdad? Aarabelle es tan pequeñ a para mí que se me olvida.
Reanell se sienta en el sofá con su bolso en los brazos.
―Creo que todos lo hacemos. Tú estabas embarazada cuando él murió y luego
Aara como que cambió el tiempo. Pero es algo bueno. Ella te ha dado una forma de
seguir avanzando.
―Tal vez.
―Y que Liam esté cerca obligá ndote a hacer cosas también ayuda, ¿no?
Pienso en lo que dice y trato de encontrar un argumento. Pero es cierto. Liam
me ha obligado a manejar todo en las ú ltimas semanas. En poco tiempo se ha ocupado
de cosas de meses.
―Ha ayudado mucho.
―Es mejor que rebotar, pero me alegro de que te vaya bien. Tú también tienes
mejor aspecto.
―Gracias, creo.
―No hagas nada que yo no haría ―me guiñ a el ojo.
Asiento con la cabeza y se va. Aarabelle está durmiendo la siesta en su
corralito. Ha comido y jugado un poco y ahora tengo una hora antes de que necesite
volver a comer. Decido colgar las cortinas del saló n que llevan meses en el armario.
Sacando todas mis herramientas, agarro la escalera y marco los puntos donde
irá la nueva varilla. Yo puedo hacerlo. Toma eso, Martha Stewart. Una vez que todo está
arriba, tomo el tornillo y no entra. Lo vuelvo a intentar y el tornillo se cae y yo tanteo
con el taladro.
―Maldita sea ―maldigo mientras cae al suelo. Agarrando el taladro, escucho
una risa detrá s de mí―. ¿Te estoy divirtiendo, Dreamboat? ―pregunto mientras intento
alinear el tornillo. Sé que usar su indicativo lo cabrea... y por eso lo he dicho. Aaron
solía perder la cabeza cuando lo llamaba Papá Pitufo.
―Creo que quieres herirme.
―Nunca. Yo só lo... ―Lucho con el estú pido tornillo que se niega a entrar―. ¡El
maldito taladro está roto!
―Lo tienes puesto en reversa ―dice Liam riéndose y sube la escalera detrá s de
mí.
―¡Baja! ―Grito mientras su peso hace que la escalera se incline un poco.
―Aprieta ese botó n de ahí ―dice contra mi cuello―. No te vas a caer. Seré yo
quien se rompa el cuello.
Reprimo un escalofrío cuando levanta mi mano y empuja la parte trasera del
taladro.
―Bien, tal vez te dé un codazo ―bromeo para intentar alejar mi mente de có mo
su cuerpo se aprieta contra el mío. El cuerpo que yo miraba y se maravillaba. Sólo está
ayudando, Natalie.
―Te llevaré conmigo. Ahora, empuja fuerte y atornillalo.
Pierdo mi agarre en el taladro.
―¡Eso ha sonado muy mal! ―Mi cabeza cae hacia adelante y ambos reímos
histéricamente―. Oh ―digo mientras me duele el estó mago.
―¡Lo has hecho sonar sucio!
―Me dijiste que empujara fuerte y lo atornillara ―y empiezo a reírme de nuevo.
Liam se apoya contra mí y ambos intentamos controlar nuestra respiració n.
―De acuerdo ―vuelve a respirar―. Ahora, asegú rate de que está alineado en el
agujero.
―Oh, Dios. Agá chate. No puedo hacer esto. ―Me río y resoplo.
―¡Has resoplado! ―dice mientras me agarra de las caderas y me ayuda a bajar
de la escalera.
―Me has obligado ―respondo incrédula.
―Bueno, ponlo en el agujero y atornilla.
―¡Para! ―Me agarro a la escalera mientras se me caen las lá grimas de tanto
reír.
Liam sigue adelante.
―Si no sabes có mo ponerlo, puedo ayudarte.
Los dos nos reímos y escucho a Aarabelle llorar.
―Ahora lo has hecho ―mi voz está llena de humor.
Liam toma el taladro:
―Ve a buscar a Aara, yo me aseguraré de que no tengas que volver a enlucir las
paredes.
Me agarro el pecho y respondo dramá ticamente:
―Oh, mi héroe.
É l hace un simulacro de saludo con el taladro y yo lo dejo con sus herramientas
eléctricas. Tal vez sea realmente un trabajador milagroso.
Al cabo de un rato, Liam ha colgado todas las cortinas y unos cuantos cuadros
que encontré durante la limpieza. Aarabelle juega felizmente en su columpio.
―Un poco a la izquierda ―le ordeno a Liam mientras intenta alinear la foto.
―¿Aquí?
―Ummm, ¿tal vez a la derecha? Pero só lo un poco. ―Me río para mis adentros
mientras su cabeza baja, claramente frustrado.
―Lee, voy a clavar esto en el suelo si me obligas a moverlo de nuevo
―refunfuñ a Liam mientras lo devuelve al lugar donde estaba originalmente.
Doy un paso atrá s y trato de no reírme porque esto es realmente divertido.
―¿Sabes? ―reflexiono―. Creo que tal vez debería ponerlo en el pasillo. ―Me
muerdo el labio para no estallar.
É l gime y deja la foto en el suelo. Lo escucho respirar profundamente un par de
veces. Cuando se da la vuelta, muevo los ojos inocentemente.
―Voy a dejar esto aquí un minuto.
―Oh, pero yo quiero colgarla. ―Suelto una risita y Liam suelta una sonora
carcajada.
―Eres un gran dolor de culo.
―Sí, pero ¿a qué otro lugar irías por abuso? ―Me río y me encojo de hombros.
―Al trabajo.
―Es cierto. Es decir, probablemente no te llamará n gordo o viejo... sí, claro, lo
hará n ―me burlo, recordá ndole nuestra discusió n anterior.
―Retíralo.
Levanto la ceja.
―Nunca.
―¿De verdad quieres pelearte?
―Perderá s. Me han entrenado.
Sale corriendo hacia mí y yo corro hacia la cocina riendo. Va a matarme, pero
no puedo echarme atrá s. Me apoyo en la puerta con la esperanza de evitar que entre.
―¿Por qué corres, oh, entrenada? ―me pregunta desde el otro lado de la puerta
de la cocina.
Mierda. Estoy atrapada.
Capítulo siete
―Liam, quiero recordarte que tengo muchos objetos afilados aquí en la cocina.
Lo escucho reírse una vez.
―Te olvidas de que estoy entrenado en la lucha con cuchillos.
―Ugh. De acuerdo, ¿puedo decir uncle?
―Tal vez ―dice pero luego nada má s.
Tras unos segundos de silencio, intento preguntar de nuevo:
―¿Liam? Uncle. ―No hay respuesta. Me pregunto dó nde diablos se habrá
metido. Escucho a Aarabelle por el monitor del bebé y sé que no puedo quedarme aquí
para siempre―. ¿Liam? ―De nuevo, no hay respuesta. Tengo dos opciones. Puedo
tratar de mantenerme bloqueada aquí o puedo echarle huevos y enfrentarme a él.
Puedo hacerlo. He dado a luz de forma natural, he enterrado a un marido y todavía me
las arreglo para funcionar. Que se joda.
Lentamente abro la puerta y él no está allí. Bueno, eso no era lo que esperaba.
Doy un paso hacia el pasillo y miro a mi alrededor. Estos tipos son sigilosos y a Aaron
le encantaba asustarme cuando no me lo esperaba. Se escondía detrá s de las puertas y
en los armarios y luego salía de un salto para que yo gritara.
―¿Liam? ―pregunto, tratando de escabullirme hacia la sala de estar. Cuando
me doy la vuelta, lo veo sosteniendo a Aarabelle con una sonrisa socarrona.
―Salvada por la bebé.
―No estaba asustada ―digo con seguridad.
―Mentirosa. Pero te la dejo.
Me río y extiendo los brazos. Liam me entrega a Aarabelle y yo la acerco.
―Me gusta ese sonido ―dice casi como una idea tardía.
―¿Eh?
Liam se adelanta y me echa el pelo hacia atrá s.
―Tu risa. Me costó un tiempo conseguir que volviera má s.
Se me cae la mandíbula y lo miro fijamente a los ojos. Me ha devuelto... casi. Me
ha devuelto la sonrisa y yo ni siquiera lo sabía. Liam ha estado aquí y ha conseguido
que la antigua yo salga a la luz.
―Yo. . . ―Me quedo sin saber qué decir.
―Tengo que irme, pero quería darte esto. He encontrado algo en la guantera de
Aaron.
―¿Qué?
Liam saca un sobre de su bolsillo trasero y sus ojos me dicen lo que es. Si estás
leyendo esta carta. Cuando no recibí ninguna después de su muerte, supuse que la
había triturado al salir de la Marina. Teniendo en cuenta que normalmente se la deja a
tu amigo má s cercano, y que ni Mark ni Jackson me la habían dado, lo supuse. Luego, al
estar Liam por aquí, pensé que seguramente Aaron la había tirado, sin pensar que la
necesitaríamos. Pero aquí está .
Extiendo la mano y la tomo.
―¿Había algo má s?
Lo ú nico que quería era nuestro anillo de bodas. Después de la explosió n, no se
devolvió ningú n objeto personal. ¿Tal vez también lo dejó ?
Liam mira las otras cartas en su mano, y odio el dolor que veo.
―Una carta para Jackson, Mark y una para mí también estaban ahí.
―No sé si podré leer esto ―respondo con sinceridad.
―La leerá s cuando estés preparada. Tengo que hacer algunas cosas ―dice Liam
y toma su abrigo. Me besa la parte superior de la cabeza.
Asiento con la cabeza y miro la carta que tengo en la mano. Quiero leerla, pero
ahora no puedo. No con Aarabelle despierta. No tengo ni idea de có mo voy a manejar
esto. La dejo sobre la mesa y decido que la leeré má s tarde.
La noche pasa y llevo a Aarabelle a la cama. Estoy exhausta y agotada cuando
me tumbo en el sofá y enciendo la chimenea. La carta está ahí y la necesidad de leer
sus palabras es demasiado fuerte para luchar contra ella. Lo echo de menos y tal vez
esto me ayude a sentirme de nuevo cerca.
Se me seca la garganta mientras mi dedo rasga el sello. Mi corazó n late
rá pidamente en mis oídos mientras el miedo empieza a recorrer mi cuerpo. ¿Puedo
leer el ú ltimo mensaje de mi marido? Inhalando por la nariz, cuento hacia atrá s
mientras me tiemblan las manos.
El viento sopla y sé que está aquí conmigo.
Mordiéndome el labio, pienso en Aaron y en lo que me diría ahora mismo. Me
diría que "fuera un hombre" y que lo leyera. Sonrío para mis adentros mientras
escucho su voz en mi cabeza. Las lá grimas me nublan la vista, pero las enjuago y leo
las ú ltimas palabras de mi marido.
Lee,
Si estás leyendo esto, ya no estoy aquí. He roto mi promesa de volver a casa
contigo, aunque era una promesa que sabía que no podía hacer realmente. Quiero que
sepas que no me fui por voluntad propia. Quería una vida contigo, para siempre. No hay
una sola parte de mí que quisiera que leyeras esto. Primero, porque no soy bueno en esta
mierda. Segundo, porque te he fallado en algún nivel. Siempre te dije que soy un SEAL, el
mejor, la élite y lo intocable. Me lo creo. Hay una razón por la que estamos entrenados
como lo estamos: hacemos la mierda que nadie más podría. Así que, de alguna manera,
la cagué. Me metí en una situación y mi entrenamiento falló. Lo siento.
Mi vida nunca fue la misma después de conocernos en la clase de la Sra. Cook. Te
sentaste a mi lado y supe que estaba perdido. Entonces te vi antes del partido de vuelta y
tenías esa maldita falda puesta. Casi arruiné el partido pensando en cómo conseguir que
tuvieras una cita conmigo. Después de semanas de decirte lo increíble que soy,
finalmente cediste. Me sentí como si hubiera ganado la lotería. Eras el mejor premio.
Diablos, eres el mejor premio. Fuimos a ese horrible restaurante, pero sonreíste todo el
tiempo. Cuando te acompañé a la puerta y me besaste antes de que pudiera haber hecho
alguna estupidez incómoda, supe que un día me casaría contigo. Sabía que serías la
mujer junto a la que pasaría todas las noches. Porque tú eres mi puto mundo, Lee. Eres el
sol, las estrellas y todo lo que hay en medio.
Todo el mundo dice que en estas cartas damos estos grandes discursos sobre
cosas al azar. Probablemente he reescrito esta maldita cosa doce veces. Sólo puedo
decirte esto: Te amo. Siempre te he amado y te amaré mucho más allá de mi muerte.
No puedo decirte lo que tienes que hacer porque, bueno, me he ido y no me
escucharías de todos modos. Pero, hiciste promesas. Te mereces tener la vida que
querías... una con un hombre que te ame más que a su propia vida. Un hombre que te
dará una familia y el amor que necesitas. Si tenemos hijos, espero que les des un padre.
Lo necesitarán. Alguien que les enseñe a lanzar una pelota, a invitar a salir a una chica, a
alejar a los chicos estúpidos que sólo quieren una cosa. Si tenemos una chica no se le
permite salir... nunca. Asegúrate de que ningún chico se acerque a mi hija. Háblales de
nosotros. Háblales de lo mucho que los hubiera amado. Si preguntan por qué, diles que
las estaba protegiendo. No soy un hombre orgulloso, pero estoy orgulloso de la vida que
hemos tenido. Has estado a mi lado, me has empujado y me has hecho un hombre mejor.
He cometido errores en mi vida, pero tú has sido lo mejor que me ha pasado. Me
has amado cuando probablemente no lo merecía. Quiero que sepas que cuando cierro los
ojos por la noche siempre te veo. Y cuando respire por última vez, será tu nombre el
último que diga. Sin ti, no existiría yo.
Ámame cuando me haya ido.
Aaron
Las lá grimas caen y aprieto la carta contra mi pecho.
―Te amaré siempre ―susurro y espero que en algú n lugar, de alguna manera,
me escuche.
Capítulo ocho

Liam
―¡Joder! ―Grito y golpeo el á rbol. Mis nudillos gritan de dolor.
Acelero el paso y empiezo a correr de nuevo. Tengo que hacer ejercicio y estar
listo para el equipo. No puedo estar sentado y luego no estar en la mejor condició n
física, pero todos los malditos días estoy en su casa. No puedo alejarme ni dejar de ir a
verla. Es como una droga. Así que corro... Corro y trato de evitar que mi mente se
desvíe hacia ella y Aarabelle. Pienso en su forma de reír, en có mo su sonrisa ilumina la
habitació n y en lo mucho que me gusta ser yo quien la ponga ahí. Esta mierda tiene
que parar.
La mú sica suena en mis oídos mientras corro. Cuento y respiro,
concentrá ndome só lo en eso. No puedo pensar en su pelo rubio. No me preocupa si ha
leído la carta. Me niego a preocuparme por si se ha acordado de llamar a la compañ ía
hipotecaria. Porque yo no soy su puta madre. Soy el imbécil que no la deja en paz por
una promesa. Al menos eso es lo que me digo a mí mismo. No soy nada para ella y
nunca podré serlo. No debería ni siquiera pensar en esto.
Corro má s rá pido y me detengo para hacer algunas flexiones. Le mostraré lo
gordo y viejo.
Mi teléfono suena y es un nú mero de California.
―¿Hola?
―Dreamboat, soy Jackson.
―Hola, Muffin. ¿Qué pasa? ―Pregunto mientras trato de recuperar el aliento.
He visto a Jackson Cole un montó n de veces. Aaron trabajó para él cuando dejó la
Marina y nuestros equipos fueron desplegados juntos al mismo tiempo en Á frica. No
éramos muy amigos, pero bebimos juntos algunas veces.
―No mucho. Quería ver có mo estaba Natalie y ver si necesitaba algo.
Natalie me contó que se tomó muy mal la muerte de Aaron. Se sentía como si
fuera el responsable. Le dispararon cuando fue a investigar y llevar los restos de Aaron
a casa. No es que quedaran muchos restos.
―Ella está dando un buen espectá culo. Es muy terca, pero por fin se ocupa de
algunas cosas.
Suspira y me pregunto qué esperaba. Só lo han pasado unos siete meses desde
que murió . Nadie estaría preparado para mucho má s que ella.
―Ella empieza a trabajar para mí esta semana. Quería asegurarme de que todo
está bien.
Me olvidé de eso. Mierda.
―Sí, estoy seguro de que estará bien. Mi permiso termina esta semana y quién
sabe có mo es el calendario de despliegue.
―Ahhh, lo he oído. Cuatro, ¿eh?
―Sí, hombre. ―Me apoyo en el á rbol ya que esto va a durar unos minutos má s―.
¿Có mo está Cali?
Se ríe y hace una pausa:
―Me estoy adaptando.
―¿Ella vale la pena?
―No tienes ni idea.
―Gracias a Dios ―digo. Esta no es vida para una mujer. La vida de volver a casa
y volver a irse. Có mo diablos alguno de estos tipos es tan tonto como para casarse con
alguien que nunca sabré. Es injusto y no necesito que nadie me nuble el juicio cuando
estoy en una misió n.
Jackson se ríe como si supiera algo que yo no sé.
―Un día. Un día todo lo que pensaste, lo olvidará s, por ella.
Mi mente se dirige a Natalie y Aarabelle. La sonrisa aparece sin pensarlo. Joder.
Se supone que no debo sentir nada por ella. Maldita sea. Esto no está permitido.
―O no.
La empujo hacia abajo porque estoy seguro de que no es nada.
―Un día ―repite Jackson.
Es porque estoy pasando mucho tiempo allí. Ayudá ndola a colgar cuadros,
cortando el césped y ocupá ndome de las cosas que hay que hacer. Sí. Eso es todo. Nada
má s. Cerraré esa mierda antes de que se convierta en algo má s porque es mi amiga. Es
la esposa de mi mejor amigo.
―Un día. Tengo que correr. Literalmente ―le digo a Jackson y me estiro para
volver a correr. Necesito quitarme esta mierda de la cabeza.
―Cuídate. Volveré pronto al este y quizá podamos tomar una cerveza.
―Suena bien, Muff. ―Desconecto la llamada y pongo a todo volumen algo de Jay
Z esperando perderme en los bajos.
Intentando concentrarme en los á rboles que pasan y en lo mucho que me van a
odiar mis mú sculos má s tarde, acabo pensando en la carta que está en mi coche. ¿Por
qué demonios nos ha escrito a todos? La carta está en la funda de mi rifle y va dirigida
a mi madre, no a ninguno de los chicos. Empiezo a pensar en Natalie y en có mo está .
¿Ha leído la carta? ¿Le ha dicho algo que le va a causar dolor o la va a tranquilizar? Me
doy la vuelta y vuelvo al camino, corriendo má s rá pido que antes.
Una vez que llego a mi coche, tiro el teléfono sobre el salpicadero. No puedo
volver allí. No soy su novio y nunca lo seré. Necesito echar un polvo. Tomo el teléfono y
llamo a mi compañ ero que está destinado aquí.
Quinn contesta al primer timbrazo.
―¿Qué pasa, saco de mierda?
―Hola, cabró n. Necesito salir esta noche. ¿Te apuntas?
―¿Hot Tuna? Un montó n de coñ os dispuestos.
Suena perfecto. Necesito meterme hasta las pelotas en alguna chica y sacarme
a la otra de la cabeza.
―Te veo allí sobre las diez.
Desconecto el teléfono y me reclino en mi asiento. Las piernas me gritan
después de la carrera que acabo de hacer. Cada vez que empiezo a desconectar, me
pongo a pensar en Lee y Aarabelle, preguntá ndome qué estará n haciendo. Es
imposible no amar a esa niñ a. Se parece a Aaron, só lo que má s linda. ¿En qué
demonios me he metido? ¿Y en qué momento de las ú ltimas semanas cambió esto?
Ella es Lee, por el amor de Dios. Es la chica de pelo desordenado, pantalones de
chá ndal y sin sujetador que conozco desde hace ocho añ os. La he visto prá cticamente
desnuda y aunque cualquier hombre tendría que estar ciego para no mirarla dos
veces, nunca he tenido nada má s que amistad hacia ella. Entonces, ¿qué demonios es
diferente?
Basta de pensar.
Es hora de emborracharse y echar un polvo.

―¡Oye, cabró n! No estaba seguro de que fueras a aparecer. ―Quinn se sienta


con una cerveza en la mano.
―Me he desmayado después de correr ―digo.
Quinn y yo somos amigos desde hace unos añ os. Ambos fuimos al mismo lugar
de entrenamiento en Nevada y seguimos en contacto. Cuando me enteré de que me
dirigía al Equipo SEAL 4, me alegré de que al menos conociera a algunos chicos.
―Hace tiempo que no entrenas, ¿eh?
―He estado ocupado ―digo y le hago una señ al al camarero para que me sirva
una cerveza.
Me mira y sonríe.
―Ocupado... claro.
―Eso es lo que he dicho.
Quinn asiente con la cabeza y mira el partido en la televisió n mientras yo miro
alrededor del bar. Tiene razó n. Este lugar está plagado de mujeres que buscan algo de
atenció n. Ni siquiera son sutiles. Me parece bien.
―Entonces, ¿qué ha pasado? No he tenido noticias tuyas.
―He estado ayudando a Natalie a hacer cosas. Desde que Aaron no está activo,
la Marina no ayuda.
―Sí, me enteré de eso. Aaron era un buen tipo. Es una pena có mo murió .
―Quinn da un golpecito a mi cerveza y ambos bebemos un trago.
―Es jodidamente raro. Todo el asunto.
―¿A qué te refieres? ¿El artefacto explosivo improvisado en Afganistá n? ―Me
mira como si me hubiera salido otra cabeza―. Dime dó nde está la parte rara.
Mi entrenamiento me dice que hay algo má s en esa explosió n.
―¿Por qué demonios estaba allí? ¿Por qué fue atacada su caravana? Sé que a
estos imbéciles les importa una mierda, pero la compañ ía de Jackson no es estú pida.
Conocen esa regió n. Entonces el hecho de que a Cole le dispararan cuando fue al lugar
no tiene sentido. ¿Por qué y quién tiene como objetivo la compañ ía de Cole?
Lo que pasa con Quinn es que es fá cil de leer. Por eso es un francotirador en
nuestro equipo y no en inteligencia.
―No empieces a buscar cosas que no existen. Fue asesinado por un IED y tú
mismo lo dijiste: no les importa. Así que lo mataron porque podían. Simple y
llanamente. En cuanto a por qué le dispararon a Jackson, de nuevo son americanos, ya
se ha dicho bastante.
―Claro ―respondo para aplacarlo. No creo que sea simple y llano, pero Quinn
es demasiado estú pido o ensimismado para que le importe una mierda. Es simple y
sigue las ó rdenes, sin pensar nunca má s en ello. Yo, en cambio, no hago bien ninguna
de las dos cosas.
―Hola ―escucho desde detrá s de mí. Los ojos de Quinn se abren de par en par
al ver la compañ ía que tenemos.
Me giro y veo a las dos mujeres. Una tiene el pelo negro cortado justo por
encima de sus tetas claramente falsas. La otra tiene el pelo rubio recogido hacia un
lado. Está jodidamente buena.
―Hola, señ oritas.
―¿Está ocupado ese asiento? ―pregunta la rubia, mordiéndose el labio. Estoy
jodido... y espero que ella también lo esté pronto.
―¿Cuá l es tu veneno?
Ella sonríe y se sienta en el taburete junto a mí y se agacha, mostrá ndome su
escote. La punta de su dedo recorre la madera junto a mi brazo y mi polla se agita.
―¿Có mo te llamas?
―Liam ―respondo y me inclino hacia ella.
―Bueno, Liam... Soy Brit. ¿Qué tal si me invitas a un trago de whisky y
descubrimos qué má s es mi veneno?
En un día normal, este tipo de mierda me cabrearía, pero hoy, Brit parece ser
justo lo que necesito.
Las horas pasan y bebemos y pasamos la noche con Brit y su amiga, Claire.
Ambas está n prá cticamente rogando por ir a casa con nosotros. Nunca entenderé lo
que piensan estas perras. ¿Por qué querría un hombre llevarte a casa con mamá si fui
capaz de follarte la primera noche que nos conocimos? Ese no es el tipo de chica con la
que quiero tener una vida. Esa es la chica con la que voy a follar y olvidar.
―Probablemente estoy demasiado borracha para conducir ―me susurra Brit al
oído.
―¿Quieres que te lleve? ―Pregunto, y su labio vuelve a estar entre los dientes.
Ella asiente y su lengua sale y lame las marcas rojas. Voy a perder la cabeza.
―Vayamos entonces ―muevo el brazo hacia delante y Brit se tropieza en mis
brazos.
―Sí. Vamos.
Capítulo nueve

Natalie
―Shhh, está bien, Aarabelle. ―Estoy empezando a ponerme nerviosa. Lleva casi
dos horas seguidas gritando. Las lá grimas caen y nada la calma. Son casi las dos de la
mañ ana y no sé qué le pasa. Le di la medicina cuando se sintió caliente antes, pero
todavía no se calma.
Se lamenta una y otra vez y no consigo que se calme. Todavía me parece que
tiene calor, así que tomo el termó metro y se me acelera el corazó n cuando veo su
temperatura.
Metiendo las cosas en la bolsa de los pañ ales, tengo que llevarla al hospital.
Tiene 40 grados de fiebre. Tomo el teléfono y lo meto en la bolsa. Cuando me doy la
vuelta para levantarla, veo que tiene los ojos en blanco y empieza a retorcerse.
―¡Dios mío! ―Grito y corro hacia ella.
Su cuerpo se convulsiona y la pongo de lado. Los miembros de Aarabelle se
agitan y el pá nico se apodera de mí. La sostengo mientras se estremece y las lá grimas
caen por mi cara. Só lo dura un minuto, pero tengo el corazó n en la garganta.
―¡Aarabelle! ―Estallo cuando empieza a llorar de nuevo y rebusco en mi bolso
el teléfono. Marco el 9-1-1. La levanto en brazos y la sostengo con fuerza.
La voz tranquila de la operadora me dice:
―9-1-1, indique su emergencia.
―Mi hija. Creo que ha tenido un ataque. No lo sé. Su fiebre... es alta... ¡y no sé
qué hacer! ―Digo a voz en grito tratando de recuperar la cordura. Estoy agotada y
deshecha. Aarabelle llora con fuerza mientras la acuno en mis brazos.
―¿Está consciente, señ ora?
―Sí, está llorando y tiene mucha fiebre. La acosté para prepararme para ir al
hospital y entonces empezó a temblar ―lloro y cada parte de mí se siente débil. Mi
corazó n se acelera mientras la observo, esperando que no vuelva a suceder.
―Bien, ¿cuá l es su direcció n? Voy a enviar una ambulancia.
Le doy la informació n a la operadora y ella se queda en la línea mientras
esperamos que llegue la ayuda. En unos minutos, llegan los paramédicos y me indican
que tome su silla de coche mientras le toman las constantes vitales. Vuelvo a meter el
teléfono en el bolso, busco mis cosas y subo a la ambulancia.
―Bien, Aara. Mami te tiene ―le digo tranquilamente mientras la abrocho en su
asiento―. Estaremos en el hospital en unos minutos.
Ella llora y yo lucho contra las lá grimas que amenazan con salir de nuevo.
Nunca he tenido tanto miedo en mi vida. Verla temblar sin control era aterrador. No
podría sobrevivir si le pasara algo a mi bebé.
Las luces y las sirenas resuenan mientras nos apresuramos a la sala de
urgencias del hospital infantil.
―Su fiebre sigue siendo alta, pero deberíamos estar en el Hospital Infantil de
las Hijas de los Reyes en unos minutos, señ ora ―dice el joven paramédico.
No estoy segura de haberlo reconocido porque estoy muy concentrada en
Aarabelle. Por fin ha dejado de llorar, pero no sé si es algo bueno o no.
Una vez que la ambulancia se detiene, nos meten en una sala donde nos
esperan las enfermeras.
―Hola, señ ora Gilcher. Soy la doctora Hewat ―entra rá pidamente y se dirige a
Aara―. ¿Qué pasa con Aarabelle?
Le explico có mo ha estado durante la noche y có mo ha estado extremadamente
inquieta. La examina y le explica el camino que van a seguir para bajarle la fiebre
inmediatamente. Hay que ponerle una vía intravenosa y luego van a hacerle algunas
pruebas.
La enfermera entra y conecta la vía. Se asegura de que los monitores y los
líquidos de Aarabelle funcionan y me dice có mo pedir ayuda. Cuando Aara se
tranquiliza un poco, la enfermera vuelve a tomarle la temperatura y las constantes
vitales. Por fin se ha dormido de cansancio y tengo un segundo para pensar.
―¿Algú n cambio? ―Pregunto con dudas.
―Todavía no, pero la medicina puede tardar un poco ―dice y sale de la
habitació n con una sonrisa comprensiva.
Tomo mi teléfono para enviar un mensaje a Reanell, haciéndole saber dó nde
estamos y que me llame cuando se despierte. No tiene sentido preocuparla.
―Señ or ―escucho fuera de la cortina antes de que se abra de golpe.
―¡Ahí está ! ―exclama Liam con cara de pá nico.
―¿Liam? ―Me pongo de pie y él mira a Aarabelle.
―Te he escuchado hablar del hospital. ¿Por qué no me has llamado?
Lo miro, su cara es cenicienta y sus ojos está n muy abiertos.
La enfermera lo empuja hacia atrá s:
―Señ ora, ¿quiere que llame a seguridad?
―No, está bien. ―Me adelanto y Liam vuelve a mirar a Aara―. ¿Qué está s
haciendo aquí?
―Escuché sonar mi teléfono y vi que me llamabas. Nunca me llamas, así que me
imaginé que algo iba mal. Te escuché hablar de un hospital, pero no me contestaste.
Tuve que dejar a alguien y luego vine corriendo. No sabía si estaba bien. ―A Liam
apenas le salen las palabras y mi corazó n se tambalea. Parece tan preocupado.
―Lo siento. No me di cuenta de que te había llamado.
―¿Por qué demonios no lo hiciste?
Se me cae la mandíbula y veo lo dolido que está .
―¿Por qué iba a hacerlo? Puedo cuidar de mí misma y de mi hija.
Cierra los ojos y suelta un profundo suspiro:
―Nunca dije que no pudieras, pero ¿por qué demonios deberías hacer esto
sola? Soy tu amigo, ¿no? Te he dicho que quiero estar aquí para ti. Pensé... ―Se detiene.
―¿Pensaste qué?
Lo veo en sus ojos. Está reteniendo algo.
―Pensé que habrías llamado.
―Lo siento, no quería molestarte. ―No sé qué má s decir. Sinceramente, nunca
pensé en llamarlo. Liam ha sido de gran ayuda, pero no quiero depender de él.
―¿Qué le pasa? ―pregunta.
Miro a Aarabelle que está durmiendo y le echo el pelo hacia atrá s.
―No lo sé. Empezó a tener fiebre alta y luego tuvo convulsiones. Llamé a los
servicios de emergencia y nos trajeron aquí. Le está n haciendo unos aná lisis de sangre
y está n esperando a ver qué sale.
Liam se acerca al lado de su cama y pone su mano sobre la mía mientras yo
empiezo a llorar en silencio. Rezo para que no sea nada grave. No puedo soportar nada
má s. Entre la carta de Aaron del otro día y ahora Aarabelle, voy a perder la cabeza.
La Dra. Hewat entra y revisa los papeles.
―Hola, Sr. Gilcher, supongo.
Mis ojos se dirigen a Liam.
―No, só lo un amigo ―dice con una sonrisa fá cil.
―Lo siento, mi error.
―¿Está bien? ―pregunto, necesitando respuestas.
Me mira y luego sus ojos se dirigen a Aarabelle.
―Ahora mismo estoy descartando algunas cosas, pero tengo que hacer una
exploració n adicional. Como su fiebre no ha vuelto a la normalidad, necesito estar
segura. Sus recuentos son elevados, lo que indica una infecció n. Estará n aquí en unos
minutos para llevarla a la prueba.
―¿Qué está n analizando?
―Vamos a descartar algunas cosas y luego sabremos cuá l es el mejor curso de
acció n ―responde el Dr. Hewat y se va.
Liam está a mi lado en un instante.
―Todo irá bien.
―Claro. Como si Aaron volviera enseguida.
―Lee ―reprende y luego se detiene.
Me gustaría tener la confianza que él tiene. Debe ser agradable ser el que no
tiene que sentarse y preocuparse. Ellos van y hacen. Luchan y viven de lo lindo
mientras las familias se quedan sentadas y se preguntan. No sabemos si está n bien.
Só lo sufrimos por ello. Ahora, me siento aquí meses después de mi ú ltima tragedia y
me pregunto si mi hija estará bien.
É l se sienta a mi lado y yo me apoyo en su hombro. Estoy agotada tanto física
como emocionalmente. ¿Qué carajo má s me va a deparar la vida? Una vez má s, tengo
que ser fuerte.
Aarabelle descansa y yo cierro los ojos. El fuerte brazo de Liam me envuelve y
acepto el consuelo que me ofrece. Inhalo su aroma a sá ndalo y almizcle y me
tranquiliza. Me encanta el olor de un hombre. Echo de menos el olor de un hombre.
Especialmente este tipo de hombre, uno que desprende fuerza, confianza y dominio.
Dominan el espacio que les rodea.
Me concentro en lo segura que me siento en este momento. La forma en que
solía sentirme cuando Aaron me abrazaba. Pienso en la carta que me escribió
instá ndome a amar de nuevo. ¿Podría dar a otro hombre la oportunidad de abrazarme
así? Ahora mismo... No lo sé. Pero estar en el abrazo de Liam me hace querer estar
abierta a la idea.
Algo me sacude suavemente y abro los ojos. El olor del hospital me golpea
primero y me doy cuenta de que debo haberme quedado dormida. Frotá ndome los
ojos, me siento y Liam se estira. Su camisa se levanta y veo las ondas de su abdomen.
Mira hacia otro lado, Natalie.
―¿Sra. Gilcher?
Asiento con la cabeza y me dirijo a la enfermera.
―Sí.
―Vamos a llevar a Aarabelle a su exploració n. Tardará unos cuarenta minutos.
Puede esperar aquí o puede subir y esperar fuera. Depende totalmente de ti.
―Iré con ustedes ―digo con naturalidad. No hay forma de que me aleje de ella.
Liam me pone la mano en el hombro.
―Voy a ir corriendo a por un café. ¿Necesitas algo?
Mi corazó n se hincha ante su preocupació n.
―No, estoy bien. Gracias por estar aquí.
―Siempre estaré aquí para ti, Lee.
―Lo sé. Se lo prometiste.
Su pulgar me agarra la barbilla y me obliga a mirarlo. Los ojos azules brillan
con alguna emoció n sin nombre. Quiero apartar la mirada, romper la conexió n, porque
lo siento. Siento algo y no quiero hacerlo. No estoy preparada. Es demasiado pronto,
pero está ahí, empezando a abrirse camino a través de mí, y me aterra que lo vea. La
necesidad de cerrar los ojos se vuelve intensa, pero no puedo, o tal vez realmente no
quiero. Tal vez quiero que lo vea, pero Dios, si no tengo miedo.
―Ve con Aarabelle ―dice mientras baja la mano.
Mis mejillas se pintan de rojo y cierro los ojos finalmente. Mierda. Me he
equivocado. Quizá no sienta nada por mí.
―¿Señ ora? ―La enfermera me llama mientras desbloquea las ruedas de la cuna
de Aarabelle.
―Lista ―digo, sabiendo que me siento todo lo contrario. Todo esto es
demasiado y mis sentimientos no podrían haber llegado en peor momento. Necesito
concentrarme en mi bebé y luego podré preocuparme de mí misma y de mis estú pidos
sentimientos.
Capítulo diez
La espera es una agonía. Esperar es una mierda. Esperar es lo ú nico que parece
que estamos haciendo.
―Deberías irte a casa ―refunfuñ o mientras me acurruco en el pecho de Liam.
Quiero que él quiera irse. Lo cual es una estupidez, porque él es mi almohada en este
momento, pero si quiere irse, este sentimiento persistente y enconado en mi interior
podría dejarme en paz.
Liam se hunde en la silla para que yo tenga una posició n má s có moda, y el
estruendo de su risa vibra en su pecho. Son las 5 de la mañ ana y nadie, excepto
Aarabelle, duerme.
―Me iré ahora mismo si es lo que realmente quieres.
Las mariposas se agitan en mi vientre. ¿Qué es lo que quiero? Ojalá lo supiera.
―No ―se me cae la respuesta a regañ adientes―. Necesito mi almohada. Voy a
seguir usá ndote por ahora.
―Puedes usarme cuando quieras, Lee.
Puedo responder o elegir fingir. Opto por fingir. El personal de enfermería tiene
el peor o el mejor momento del mundo, dependiendo de có mo quiera ver esto, porque
entra a grandes zancadas para comprobar có mo está Aara. Levanto la cabeza y me
acerco a ella.
―Estamos comprobando de nuevo su fiebre ―explica y comienza a evaluar sus
constantes vitales.
De pie junto a mi hija mientras la revisan de nuevo, el miedo me corroe. Me
pregunto si la fiebre ha bajado má s y, si no, cuá l es el siguiente paso. Ella mira el
termó metro y niega con la cabeza. Sigue teniendo unos 38 grados, pero al menos
estamos fuera de la zona de peligro.
―¿Ya está n los resultados de su escá ner? ―Pregunto.
―Lo comprobaré, pero el médico vendrá en cuanto sepamos algo. ―Sonríe y me
agarra la mano―. Es bueno que no esté subiendo la fiebre.
Cierro los ojos y asiento con la cabeza. Supongo que es bueno. Me gustaría que
no estuviera enferma, pero me alegro de que Liam esté aquí. La espera ha sido una
agonía y no puedo imaginarme sin su apoyo. Lo miro mientras descansa en el silló n y
lucho contra el impulso de reírme. Este hombre voluminoso de dos metros se
desborda sobre esta pequeñ a silla. Sus piernas casi tocan la cuna en la que duerme
Aarabelle y sus brazos prá cticamente tocan el suelo. Es có mico. Tiene el pelo revuelto
y su barba de tres días solo le hace parecer má s adorable. Siempre ha sido guapo, pero
cuanto má s lo miro, má s veo los pequeñ os detalles. La arruga alrededor de sus ojos y
la cicatriz en su antebrazo que le añ aden atractivo. Va a hacer muy feliz a alguna mujer.
―¿Has terminado de mirar? ―refunfuñ a con un ojo abierto.
Mierda.
―No estaba mirando. Intentaba averiguar si estabas muerto ya que no te
movías ―miento y me giro para que no vea mis mejillas enrojecidas.
―Claro que sí. . . ―Se ríe por lo bajo.
―Da igual, eres viejo y gordo. ―Le hago un gesto con la mano.
El gran cuerpo de Liam se levanta y me hace sombra. Da un paso hacia mí con
una sonrisa de satisfacció n. Mis ojos se quedan fijos en los suyos. Está loco si cree que
me voy a echar atrá s.
Con un paso medido, se acerca. Ninguno de los dos rompe su mirada.
Leo la vacilació n detrá s de sus ojos. Está tan inseguro como yo, pero ambos
somos demasiado testarudos para ceder.
―Aaaaaa ―grita Aarabelle, y yo me quiebro y la miro.
―Hola, pequeñ a ―digo suavemente y la levanto con cuidado para no
desconectar nada. Todavía se siente caliente y empieza a inquietarse. ¿Por qué no le
baja la fiebre?
La mano firme de Liam me aprieta el hombro como si pudiera leer mi angustia.
―Voy a llamar a la enfermera ―declara y va a pulsar el botó n.
Antes de que pueda hacerlo, la Dra. Hewat entra, levantando papeles en la
historia clínica.
―Bien, tenemos los resultados del escá ner y de su aná lisis de sangre. ―Nos
mira a ambos con la empatía nadando en sus ojos―. Tiene una infecció n del tracto
urinario que se extendió a los riñ ones, que es lo que causó la fiebre. Tenemos que
tratarla con antibió ticos y asegurarnos de que sus riñ ones funcionan correctamente.
Ademá s, quiero vigilar la fiebre, ya que tuvo convulsiones. Pero debería estar bien. Voy
a pedir la medicina ahora.
Suelto un suspiro de alivio. Se va a poner bien. Gracias a Dios.
―¿Le bajará la fiebre? ―Pregunto.
―Debería. ¿Puede colocarla en la cama por mí?
La acuesto y la doctora viene por el otro lado. Comienza a auscultar su corazó n
y su abdomen.
―Está bien, y creo que una vez que los antibió ticos hagan efecto, la fiebre
desaparecerá y volverá a la normalidad ―explica la doctora Hewat y me da unas
palmaditas en la mano―. Mientras tanto, tenemos que mantenerla hidratada y
vigilarla de cerca.
―De acuerdo ―asiento y Aarabelle levanta los brazos para que la levante.
Tomo a mi bebé en brazos, la acerco y rezo una oració n silenciosa para
agradecer que no haya sido nada grave. Ella es mi mundo y no creo que pudiera
sobrevivir a enterrar a mi marido y a mi hija en el mismo añ o. Ni siquiera puedo
permitir que mi mente se desvíe hacia allí.
Los ojos de Liam brillan mientras le frota el costado de la cara con adoració n en
sus ojos. Es un buen hombre y se preocupa por Aarabelle y por mí. Podría haber
estado en un bar o haciendo lo que quisiera, pero ha venido a vernos. Le agradezco
que esté aquí. Coloco mi mano sobre la suya y una carga recorre mis dedos hasta mi
hombro. Los dos nos miramos y mi cuerpo se bloquea. Veo la respiració n entrecortada
de él, que también la siente.
Retiro mi mano rá pidamente, me tomo unos segundos para calmar mi corazó n
acelerado y camino hacia el otro lado de la cuna de Aarabelle. Distancia... Necesito
mantener la distancia. No entiendo lo que está pasando. Liam es mi amigo, es el amigo
de Aaron... está mal siquiera pensar en él.
―¿Lee? ―Liam me saca de mis pensamientos. Comienza a dar un paso, pero
levanto la mano para detenerlo.
―Estoy bien. Creo que estoy abrumada, pero estaré bien.
―Volvemos al 'bien'. Entendido.
Que se joda. Estoy bien.
―¿Qué significa eso?
―Estoy cansado. Está s cansada. Mañ ana, si te apetece un combate, me apunto.
―Liam bosteza y se deja caer en la silla que tiene detrá s. Se tapa los ojos con el gorro y
sonríe.
Bastardo.
Capítulo once
―Bien, señ orita Aarabelle, ¿lista para volver a casa? ―dice la enfermera
mientras abrocho a Aarabelle en su asiento. Los antibió ticos por vía intravenosa han
conseguido controlar la infecció n y bajar la fiebre. Después de dos días y noches sin
dormir, estoy má s que emocionada por volver a casa.
―Yo diría que sí, ¿verdad, pequeñ a? ―Pregunto retó ricamente mientras
acurruco la manta alrededor de ella. Estoy deseando que llegue el día en que hable.
Entonces no me sentiré tan tonta manteniendo conversaciones unilaterales.
―Menos mal que ha venido ese pedazo de hombre, ¿eh? ―me pregunta
mirando hacia la esquina.
Intento ocultar mi diversió n y me río en silencio.
―Sí, es un buen amigo.
―Oh, ¿no está n saliendo? ―sus ojos se agrandan y se muerde el labio.
―No ―digo lentamente y me doy cuenta de que está pescando. Una punzada de
celos se agita en mi pecho. No es mío ni mucho menos, pero seguro que no es de ella―.
Bueno, no oficialmente ―añ ado y me abofeteo mentalmente por ello.
No hay razó n para que le bloquee la polla, pero algo dentro de mí no quiere que
ella lo tenga. O que tenga una oportunidad con él. Me iré al infierno.
―Agá rrate bien a ese, porque esa gorrita y esa sonrisa . . . ―Se tapa la boca con
la mano, claramente avergonzada por lo que ha dicho―. Lo siento. No sé qué me pasó .
Le pongo la mano en el brazo y me río.
―No pasa nada. Es fá cil de ver.
Ella suelta una pequeñ a carcajada.
―Sí, podría decirse que sí.
Antes de que pueda responder, Liam entra y lanza una mirada de complicidad.
Nos ha escuchado. Genial, esto debería ser divertido.
―¿Está n preparadas para salir a la carretera, chicas? ―pregunta con una risa
solapada.
Sacudo la cabeza y me muerdo la lengua.
―Podría salir de la habitació n, si quieres seguir hablando de lo caliente que soy
―ofrece Liam y se deja caer en la silla en la que ha dormido dos noches seguidas. Se
niega a separarse de Aarabelle.
Me acerco y le arranco el gorro.
―La arrogancia no te sienta bien, Dempsey. ―Se me escapa una risita al ver
có mo su pelo sobresale en varias direcciones―. Nadie piensa que estés caliente ahora
mismo, amigo.
Se levanta y camina hacia mí lentamente. Su cá lido aliento bañ a mi cuello
mientras se inclina para que só lo yo pueda oírlo:
―Creo que ambos sabemos que eso no es cierto. ―El dedo de Liam se desliza
por mi brazo y me estremece―. Pero podemos fingir. ―Lentamente, su dedo llega a mi
mano y mi corazó n se acelera. Disfruto de la sensació n de sus manos sobre mí má s de
lo que debería. No puedo explicar lo que ocurre entre nosotros porque nunca ha sido
así. Siempre ha sido amistad. Se echa hacia atrá s y me arrebata el sombrero de la
mano.
Miro hacia él y trato de controlar mi respiració n. Liam intenta disimular, pero
veo el deseo acumulado en sus ojos. No está tan poco afectado como finge, pero Liam
está entrenado para contener sus emociones. Bien, yo también puedo jugar al juego.
Me paso el pelo por encima del hombro y me inclino un poco, dejá ndole ver un
poco de piel.
―No es fingir cuando uno de nosotros no se siente así. ―Agarro la bolsa de los
pañ ales... realmente sexy, Natalie... y trato de mantener mi mirada seductora.
Liam no se lo cree y suelta una carcajada profunda y sonora.
―Buen intento, nena. Vamos. ―Me quita la bolsa de pañ ales del hombro y sale
de la habitació n.
―Parece que mamá ha perdido el toque ―le digo a Aarabelle mientras tomo el
asiento del coche y salgo.

―¿Quieres decir que se quedó todo el tiempo que estuviste en el hospital?


―pregunta Reanell con suspicacia.
―Sí, no quiso irse. ―Agarro mi taza de café y me acurruco en el sofá . Llevamos
unos días en casa y Liam no se ha pasado por aquí. Ayer me envió un mensaje de texto
para desearme suerte en mi primer día de trabajo, pero no le he contestado.
―Hmmm ―dice Rea mientras se golpea el labio. Hemos intentado analizarlo
todo, porque hay una parte de mí que se pregunta si me estoy inventando todo esto―.
Quiero decir que era el mejor amigo de Aaron.
―Lo sé. Creo que es su deber para con él. Eso explicaría por qué desapareció
después de dejarnos.
Ella me mira tratando de ver a través de mí.
―¿Quieres que se pase por aquí?
―Reanell, por favor. Ni siquiera ha pasado un añ o. De ninguna manera quiero a
otro hombre. Amo a mi marido.
Tomando su bebida, se acerca al sofá y se sienta a mi lado.
―Sé que lo amas, pero eres una mujer. Liam es un buen hombre. Un hombre
que parece preocuparse mucho por ti y por Aara. ¿Sería algo tan malo?
Creo que he entrado en otra dimensió n. Mi amiga, que me dijo que si su marido
moría se uniría al convento porque sería demasiado duro, me insta a considerar esto.
―Sí, sería malo. En primer lugar, Liam nunca ha tenido una novia en serio, y
menos aú n si se hace cargo de una viuda y un bebé. En segundo lugar, ¡es un SEAL!
―grito y luego me recupero―. Joder. ... es un SEAL. Despliegues, posible muerte. No
podría. ―Empiezo a entrar en pá nico.
―Oye ―Reanell me agarra la mano―. No estoy diciendo que sea bueno o malo.
Só lo digo que a veces el corazó n quiere lo que la cabeza dice que no. No sé si tu
corazó n o tu cabeza quieren algo.
―Dormir. Quieren dormir.
Se ríe y suelta mi mano.
―Por eso estoy aquí. Ve a dormir la siesta. No hables má s de chicos. Me alegro
de que haya venido al hospital y te haya cuidado. Necesitabas a alguien y él estaba allí.
―Sí, estuvo. Bien, voy a descansar. Gracias por venir y cuidarla por mí. No
puedo mantener los ojos abiertos. ―Reanell es un regalo del cielo. Llamó , la puse al
corriente de todo y, sin decir nada má s, escuché có mo su coche se ponía en marcha
para dirigirse a mi casa. Es una hermandad, ser un có nyuge militar. Aunque Aaron ya
no estaba en activo, seguimos siendo una familia. Cuando uno nos necesita, estamos
ahí, especialmente en la comunidad de operaciones especiales.
―Cuando quieras, amiga mía. Ahora ve a dormir un poco.
Le doy un beso en la mejilla y me voy a la cama. Una vez que me he despojado
de los pantalones cortos y la camiseta, me tumbo de espaldas y miro el techo.
Me doy la vuelta, tomo la carta de Aaron y la vuelvo a leer. Sus palabras me dan
esperanza para el futuro y, al mismo tiempo, me separan aú n má s. Todo lo que quería
era una vida con él. Leo lo que sintió cuando nos conocimos. Si só lo lo supiera.
―No tuviste que esforzarte tanto para conseguirme ―digo en voz alta,
confiando en mi fe en que pueda escucharme―. Te amé desde el momento en que te
conocí. Fui tuya incluso antes de que dijeras una palabra. Dios, eras tan guapo
―suspiro y cierro los ojos.
―Recuerdo la primera vez que te vi. . tenías esa estú pida gorra al revés y
llevabas tu camiseta de fú tbol. Me hiciste un gesto con la cabeza como si tuviera que
adularte. Idiota ―me río suavemente. Era tan engreído y tan orgulloso de sí mismo. De
ninguna manera iba a dejarle saber lo mucho que ya lo deseaba―. Ahora estoy aquí sin
ti. ―Las lá grimas corren por mi cara. É l se ha ido y a mí me duele.
―¿Por qué, Aaron? ―Ruedo y me pongo de cara a donde estaría él si estuviera
en nuestra cama. Mi mano roza su almohada y cae otra lá grima―. Dices que siga
adelante, pero ¿có mo? No me has dicho có mo hacerlo. No puedo amar a nadie má s. No
sé có mo. Fuiste mi primer amor, mi ú nico amor, el primer hombre en mi corazó n y en
mi cuerpo. Diablos, tú eres mi corazó n y no sé có mo dejarlo ir. Si dejo entrar a otro, te
perderé para siempre. ―Continú o hablando conmigo misma, rezando por una
respuesta, porque no sé có mo renunciar a él―. Tienes que mostrá rmelo, o darme una
señ al. ―Me aferro a su almohada y sollozo sin descanso hasta quedarme dormida,
deseando estar en sus brazos. Segura y feliz en los brazos de mi marido.
Capítulo doce
―Su comida está etiquetada y he anotado todas las veces que necesita comer
―le digo a la niñ era que he contratado. Es una amiga de Reanell y vino muy
recomendada.
―Estaremos bien. ―Paige hace rebotar a Aarabelle en su regazo mientras se ríe.
―Está bien, estoy segura de que só lo llamaré unas cien veces.
Paige sonríe tranquilizadora.
―No espero menos. Los primeros días dan miedo, pero Aarabelle y yo tenemos
planeado un día intenso de diversió n.
Secretamente me encanta que le preste má s atenció n a Aarabelle que a mí y a
mi neuroticidad. Primer día de trabajo en Cole Security y ya no me parece una buena
idea. Dejar a Aarabelle y pisar el edificio donde trabajaba Aaron es desalentador.
Pensaba que tal vez podría sentirme má s cerca de él, ahora no estoy tan segura de que
sea el movimiento correcto.
―Llevaré el teléfono encima y el nú mero de la oficina está en el papel junto a la
nevera. ―Claramente estoy dando rodeos. No sé có mo pasar todo el día lejos de
Aarabelle.
Paige me acerca a Aara.
―Estará bien. Si te necesitamos, te llamaré. Lo prometo.
Asintiendo con la cabeza y respirando profundamente, beso a mi hija y me doy
la vuelta para dirigirme al trabajo.
Puedo hacerlo.
Cuando llego al coche, veo la nota y la flor en el parabrisas. Abro la nota y se me
eriza el labio.
Hola Lee,
Siento haber estado desaparecido, pero he vuelto al trabajo y mi horario se ha
desbordado. Que tengas un buen primer día. Asegúrate de darles un infierno a los chicos.
Liam
Sentada en el coche, intento borrar la sonrisa de mi cara, pero no puedo
evitarlo. Es lo má s dulce y considerado que alguien ha hecho por mí en meses.
Al arrancar el coche, el teléfono se conecta al bluetooth y decido llamarlo.
―Hola ―responde al primer timbre.
―Hola ―le digo, aú n sonriendo―. Tengo tu tarjeta y tu flor. Gracias.
―Estaba haciendo footing y quería que supieras que no me había olvidado de
ti. He estado ocupado revisando y poniéndome al día. ―La voz de Liam es gruesa y
contenida. Hay una parte de mí que no le cree del todo.
―Sí. No, está bien. Yo también he estado ocupada ―miento.
Liam se ríe:
―Me han llamado por el quad de Aaron, por si todavía quieres venderlo.
Otra parte de Aaron que voy a perder.
―Claro.
―¿Lee? ―Liam pronuncia mi nombre de mala gana.
―¿Sí?
Hace una pausa y se aclara la garganta.
―¿Có mo está Aara?
No era lo que esperaba por el tono de su voz. No es que tuviera idea de lo que
iba a decir, pero Aarabelle no es un tema delicado.
―Bien, está con la niñ era y yo alucinando ―me río―. Seguro que estará bien,
pero es la primera vez que la dejo. ―Giro hacia el estacionamiento de las Fuerzas de
Seguridad de Cole y los nervios comienzan a agitarse.
Son Mark y Jackson, pero aú n así. Me preocupa que el hecho de estar allí haga
que su pérdida sea aú n má s notoria . . no es que pueda ser má s evidente. Está muerto.
Estoy sola y soy una madre soltera.
―¿Está s bien? ―pregunta Liam, y me doy cuenta de que he estado en silencio.
Con los ojos cerrados, sacudo la cabeza. ¿Estoy bien? No recuerdo la ú ltima vez
que me sentí bien.
―Estoy bien.
Casi puede sentir la desaprobació n a través del teléfono. Odia esa palabra, pero
es mi muleta.
―Me lo imaginé. ¿Qué tal si traigo una pizza esta noche? Podemos repasar
algunos de los papeles para la venta de su coche y ahora el quad.
―Suena bien.
―Bien, nos vemos sobre las siete.
―A las siete será . ―Esto es incó modo. Siento que hay algo que ninguno de los
dos está diciendo pero ninguno sabe có mo proceder―. Bien, tengo que entrar a
trabajar.
Se oye un murmullo de fondo y la mano de Liam cubre el teléfono:
―Te veo luego. Buena suerte hoy.
―Gracias, hasta luego ―respondo y cuelgo el teléfono.
Voy a necesitar mucha suerte.
Al salir del coche, mis nervios vuelven a dispararse. Estos hombres han
formado parte de mi vida durante añ os, pero es como si acabara de conocerlos. Las
cosas han cambiado en el transcurso de siete meses. Jackson y Mark siguen llamando y
comprobando có mo estoy, pero nuestras amistades han cambiado. Diablos, yo he
cambiado. Mark se acercó mucho al principio, pero, como sucede en la vida, ha seguido
adelante o se ha alejado. Liam, sin embargo, se ha mantenido constante.
Aquí vamos...
―¡Lee! ―exclama Mark y se acerca caminando―. Te vi estacionar y salí a
buscarte. Pensé que tal vez no sabías dó nde estaba la puerta. ―Se inclina y baja la
voz―: Todo irá bien.
Asiento con la cabeza y aprieto los labios.
―Los he echado de menos.
―Hay unos papeles en la sala de conferencias que necesitamos que rellenes y
luego te enseñ aré tu despacho y repasaremos lo que necesitamos hacer, ¿te parece
bien?
Miro a mi amigo, el hombre que cargó con mi marido durante una milla cuando
estaba herido en una misió n, el que es el padrino de mi hija y también el hombre que
destruyó mi mundo, y veo su dolor. El dolor en sus ojos es frecuente porque refleja el
mío. Por muy duro que sea para mí, esto tampoco puede ser fá cil para ellos. Mark,
Jackson y el resto de los hombres aquí eran sus amigos. Verme es probablemente
difícil para ellos también.
Mi mano agarra su brazo.
―Me alegro de verte.
Mark, en su verdadera forma, sonríe:
―No soy una mala vista, ¿eh, Lee?
Estos tipos son todos iguales. Idiotas.
―Claro, eres el hombre má s guapo que he visto en semanas... bueno, aparte de
mi cartero. Es bastante soñ ador.
―Creo que podría desaparecerlo.
―Estoy seguro de que eso es un delito federal.
―No puede tocar estas armas ―replica y flexiona.
Pongo los ojos en blanco y resoplo:
―Dios mío.
Me río mientras nos dirigimos a la sala de conferencias y noto las miradas, pero
finjo no hacerlo.
Mark se da cuenta de mi malestar:
―Sé que esto va a ser incó modo, pero dale unos días y será s uno de los chicos.
―¿De verdad quiero eso?
―Puedo inventar un nombre bonito para ti . . veamos ―se sienta en la silla y
parece sumido en sus pensamientos.
―Me preocupa que quemes las pocas neuronas que te quedan si sigues
pensando tanto ―me burlo de él. Estar cerca de Mark es como estar cerca de un
cachorro. É l saca naturalmente su lado divertido y juguetó n. Y es cariñ oso pero fuerte
y tiene esa innegable atracció n que hace que quieras estar cerca de él.
―Sigue así y tu nombre será algo que no te guste ―levanta la ceja y frunce el
labio―. Sabes que no puedes elegir. Los nombres se dan. Son un rito de paso y no
puedes opinar. ¿Crees que yo quería llamarme Crepú sculo?
Incliná ndome en mi silla, golpeo el bolígrafo.
―No lo sé, parece que te gustan los vampiros.
Se ríe y yo le sigo.
―Rellena el papeleo y luego vuelvo. ―Se acerca y me pone la mano en el
hombro―. Me alegro de que estés aquí. Necesitamos la ayuda con la ausencia de
Muffin.
Mi mano se apoya en la suya.
―Sé que es duro que se hayan ido los dos. ―En cuestió n de unos meses, Mark
perdió a sus dos mejores amigos, por así decirlo. Aaron y él estaban muy unidos.
Pasaban los fines de semana reconstruyendo el coche de Aaron, haciendo barbacoas
en la playa, y luego Jackson se mudó a California. No puedo imaginar que haya sido
fá cil para él tampoco.
―Ya me conoces ―responde y retira la mano. Miro el perió dico y escucho có mo
se cierra la puerta. La muerte de Aaron ha sacudido nuestros mundos y ninguno de
nosotros lo reconoce.
Cuando termino de rellenar lo que parecen trescientos formularios, salgo en
busca de Mark.
Sin prestar atenció n, abro la puerta y escucho una voz profunda:
―Hola.
Dejo caer los papeles y alzo la vista para ver a Jackson. Mi mano se agarra a mi
pecho:
―Oye, me has dado un susto de muerte. ―Doy una carcajada nerviosa.
Bueno, esto es inesperado. Jackson llamó el otro día para ver có mo está bamos y
asegurarse de que seguía pensando en venir a trabajar para él. Me sobrepasa con su
metro ochenta de estatura. No soy bajita ni mucho menos, pero él me hace sentir
diminuta. Se agacha y recoge los papeles.
―Lo siento. Catherine dice que yo le hago lo mismo ―se ríe y sus ojos se
iluminan cuando dice su nombre.
―¿Có mo está ella? ―le pregunto. He hablado con ella unas cuantas veces desde
que se mudó a California, pero con la diferencia horaria, parece que nos echamos de
menos.
La alegría de Jackson prevalece en sus rasgos. Sus ojos se iluminan, sus labios
se levantan y mi corazó n se rompe. Recuerdo haber estado así de enamorada.
―Genial, estamos genial.
Me río para tapar el dolor que se está acumulando.
―No he preguntado por ti le ―digo juguetonamente dá ndole un codazo.
―Sí, sí. Todo el mundo se preocupa por ella y yo no podría importarle menos
―me guiñ a un ojo―. ¿Có mo está s? ―me pregunta, rodeando mi hombro con su brazo y
atrayéndome. Ha cargado con una inmensa culpa por todo lo que ha pasado y me ha
ofrecido un empleo cuando quiera trabajar. La flexibilidad y la posibilidad de hacer mi
propio horario eran má s que atractivas. Como periodista, tenía que ir cuando llegara la
noticia. Habría habido demasiadas noches en las que no habría podido dormir a
Aarabelle.
Dejo escapar una lenta respiració n mientras me suelta.
―Estoy viviendo. Liam ha estado ocupá ndose de las cosas de la casa. Ha
ayudado mucho con las cosas estú pidas y mundanas.
―Dempsey es un buen tipo. Hablé con él la semana pasada.
―Oh ―respondo, un poco sorprendida. No sabía que fueran tan amigos.
Jackson se ríe ante mi respuesta.
―Tengo que comprobar có mo está s, ya que no respondes a mis llamadas.
―Contesto! ―exclamo a la defensiva―. Bueno, a veces... ―Me quedo sin
palabras.
―No pasa nada. Sé que está s ocupada y Demps dice que mientes de todos
modos ―me lanza una mirada có mplice. A Jackson se le da bien leer a la gente. Todos
lo hacen. A veces, ser amiga de todos los SEAL no es tan bueno. Claro, siempre estoy a
salvo y protegida, pero es imposible ocultar nada. Que Aaron se haya ido por un
tiempo me ha hecho perder un poco la forma de actuar. Saqué mi fuerza de él, ahora
tengo que confiar en la mía. Lo cual creo que he hecho un buen trabajo.
―No miento... Só lo estoy cansada de decir lo mismo una y otra vez.
―Sí, recuerdo esa sensació n ―responde Jackson.
¿Có mo podría olvidarlo? Jackson lo sabe mejor que nadie. Ha estado
exactamente donde estoy yo cuando su esposa murió . Soy una idiota e insensible.
―Jackson ―le pongo la mano en el brazo― no puedo creer que haya sido tan
estú pida.
É l suelta una breve carcajada y me guía hasta su despacho.
―Siéntate ―dice con autoridad, pero sin dejar de ser amable.
Siempre me sorprende có mo Jackson puede ser tan duro porque tiene el
corazó n má s grande de todos los que conozco. Se cortaría literalmente el brazo para
que otra persona no tuviera que sufrir. Aaron siempre lo admiró y dijo que era un
honor servir con él. Creo que estaría orgulloso de que yo haya venido a trabajar para
Jackson, aunque haya muerto por el trabajo que hacía para él.
Jackson se sienta frente a mí:
―No soy nadie para hablar de Maddie y de todo lo que pasó . Estoy mejor desde
lo de Catherine, pero todavía es algo que me cuesta. Sé que dices que está s bien, y está
bien, pero no tienes que estar bien conmigo. O con Liam ―me mira de forma mordaz.
―No sé lo que todo el mundo espera, ¿sabes? ―Pregunto―. Quiero decir, ¿la
gente espera que esté dando volteretas por los pasillos? ¿Que ya esté enamorada?
¿Casada? ¿O prefieren que esté borracha para no tener que sentir?
É l resopla:
―No, no esperan eso. Tampoco saben qué esperar. Me negué a tener citas
después de su muerte. Nunca quise tener una maldita mujer cerca de mí.
Sonrío, porque sé por dó nde va.
―Sí, sí. Ni lo digas. ―La sonrisa de Jackson vuelve a crecer.
―Eres lindo en el amor ―me inclino hacia atrá s y sonrío.
É l se cruza de brazos e imita mi postura:
―Siempre soy lindo, pero eso no es lo importante.
Pongo los ojos en blanco ante su arrogancia. Todos necesitan terapia.
―Entre tú y Mark, no sé có mo alguien puede hacer algo de trabajo.
―¿Por qué? ―pregunta, confundido por dó nde voy.
―Bueno, quiero decir que los dos son taaaan guapos. Seguro que todo el
mundo se queda mirando todo el día ―respondo con sarcasmo.
La risa de Jackson resuena en la habitació n.
―Ya te acostumbrará s ―me guiñ a el ojo.
―Cat se merece una medalla por aguantarte. Un día verá la verdad.
―Me casaré con ella antes de que eso ocurra. Só lo tengo que convencerla de
que vale la pena estar con ella para siempre. ―Jackson siempre es honesto. Es lo ú nico
con lo que podemos contar.
―¿Có mo está n ustedes? ―Creo que Catherine es buena para él. Ella lo mantiene
alerta y él la complementa.
―Bien, ella está haciendo lo suyo y yo estoy feliz de estar de vuelta en
California. Estoy bastante cerca de San Diego, lo que ha funcionado bien. De todos
modos, basta de hablar de mí... está bamos hablando de ti.
―No lo hagamos.
Jackson levanta las manos en señ al de rendició n.
―Só lo digo que tienes que hacer lo que sea necesario para sobrevivir, pero
después de un tiempo, sobrevivir no es suficiente. Catherine me lo demostró . Podría
haber estado en un lugar mucho mejor si no hubiera vivido en el limbo durante dos
añ os.
No hay mucho que pueda decir. Sé que tiene buenas intenciones, y sé que
entiende de verdad có mo me siento. Ni siquiera yo entiendo qué demonios estoy
sintiendo o por qué, pero aun así.
―Gracias, Jackson.
―Suficiente mierda pesada. ¿Có mo está mi hermosa ahijada?
La sonrisa al pensar en Aarabelle es automá tica. Amo a esa niñ a má s que a mi
propia vida.
―Afortunadamente, después de que la medicina eliminó la infecció n, ella ha
estado bien. Deberías venir a verla.
Se ríe:
―Iba a ir tanto si te ofrecías como si no. Hice que Mark montara tu oficina la
semana pasada. Me refería a lo que dije de ser flexible... si necesitas trabajar desde
casa porque está enferma o lo que sea, puedes hacerlo. Queremos que seas feliz aquí y
si necesitas algo, siéntete libre de volver a Mark absolutamente loco hasta que lo
consigas.
―Me aseguraré de hacerlo só lo por diversió n.
Jackson se levanta y extiende su brazo hacia adelante. Me acompañ a a mi
despacho.
Entramos y me detengo en seco. Es má s grande que su despacho. Se diría que
es una sala de conferencias.
―Vaya, Jackson, ¿qué demonios? ―le pregunto―. Esta oficina es enorme. Mark,
que bá sicamente dirige las cosas desde aquí, está en un cubículo. Esto es una locura.
―Me quedo alucinada y es completamente inesperado. Soy una recepcionista. No voy a
ir a las misiones ni a hacer nada má s que archivar algo de papeleo y poner en orden su
ridículo sistema de archivos. Sinceramente, es un atraco a la carretera para lo que
ofrece como salario.
―Puede que tengas que traerla aquí de vez en cuando. Todos estuvimos de
acuerdo en que necesitarías algo má s grande ―afirma Jackson sin pestañ ear―. He
dejado algunas cosas en tu escritorio por si quieres empezar. Envíame un correo
electró nico cuando estés lista para salir.
―Ummm, claro. ―Me quedo boquiabierta ante esta habitació n. Es una locura y
está completamente sobrecargada. Aunque debería haberlo esperado ya que Jackson
Cole no hace nada a medias.
Es hora de ponerse a trabajar.
Capítulo trece
―¿Hola? ―Escucho la voz ronca de Liam.
―¡En la cocina!
Aarabelle está sentada en su silla mientras le doy de cenar. Está creciendo muy
rá pido. Ya está comiendo cereales y un poco de comida para bebés. Pronto estará
gateando y no tengo a nadie con quien celebrarlo. Su padre nunca verá estos hitos y
eso me destroza.
―Deberías cerrar la puerta con llave ―resopla Liam mientras arroja su abrigo
sobre la silla.
―Pero entonces tendría que levantarme para dejarte entrar ―digo con
naturalidad y vuelvo a alimentar a la bebé, intentando dejar de lado mis
preocupaciones. El hecho es que... esto es la realidad. Tengo que afrontarla.
―Eh, sí. Hola, calabacita ―se le iluminan los ojos mientras se agacha junto a
Aara. Es adorable escuchar a los hombres adultos usar una voz de bebé. Se vuelve un
poco má s suave y agudo.
Las comisuras de su boca se levantan y lanza los brazos al aire cuando él se
acerca. Me da un vuelco el corazó n al ver lo feliz que se pone al verlo. Liam le besa la
cabeza y ella se ríe.
―Al menos alguien se alegra de verme ―dice juguetonamente.
―Yo me alegraría si me trajeras un regalo ―bromeo.
Se ríe y va al bolsillo de su abrigo.
―Resulta que sí, pero como es la ú nica forma de que seas amable, me guardaré
esto hasta que te lo hayas ganado.
Prá cticamente saltando de mi silla, me apresuro a acercarme.
―¿Qué es? ―Intento mirar a su espalda mientras sostiene el objeto misterioso.
Los labios de Liam se curvan al ver lo mucho que quiero esto. Ni siquiera sé lo
que es. Dios, soy una idiota.
―No. Primero comemos, luego quizá s lo consigas.
―Mira, es un maldito dispensador de Pez o algo estú pido.
―Supongo que tendrá s que ser amable para averiguarlo. ―Se mete el objeto en
el bolsillo trasero y yo lucho contra el impulso de alcanzarlo y tomarlo―. ¿Qué tal el
trabajo?
Pasamos los siguientes treinta minutos repasando mi día y el regreso de
Jackson. Liam no ha mencionado que hayan hablado, pero se sorprende al saber que
está en Virginia. Después de terminar la pizza, Liam me convence de alguna manera de
que deberíamos ver una película. Llevo a Aarabelle a la cama y bajo para encontrarlo
tirado en el sofá .
―Por supuesto, ponte có modo.
Liam se sube el gorro a la frente y sus ojos brillan con diversió n. Se sienta y
pone la televisió n.
―He elegido la película.
―¿Qué? ―pregunto con fingida incredulidad―. Es mi casa. ¿Por qué tienes que
elegir la película?
―Ummm, soy el invitado. ―Se encoge de hombros, como si la respuesta fuera
obvia.
Gimoteo y me inclino hacia atrá s.
―¿Qué película de mierda y de disparos tengo que soportar?
―Ya lo verá s. Es un clá sico. ―Liam me rodea con su brazo y me atrae hacia su
lado.
Me acurruco en su pecho sin pensarlo. Después de haber dormido
prá cticamente encima de él en el hospital, no tengo ningú n reparo en abrazarlo. Echo
de menos los abrazos y si él es uno de los pocos hombres que los disfrutan, me parece
bien. A la parte egoísta de mí le gusta que me toque. Sin embargo, no quiero que me
guste. Está mal disfrutar de los brazos de otro hombre a mi alrededor tan pronto.
La película comienza y quiero arrancarme los ojos.
―¡No! ―Grito y me incorporo―. No. No, no, no. No voy a ver esta mierda
horrible ―sacudiendo la cabeza con vehemencia y tomando el mando a distancia.
―'Viernes después del siguiente' es digna de un Oscar. ―Liam me arrebata el
mando y se lo mete en los pantalones.
―¿Hablas en serio? ¿Te has metido mi mando en los pantalones?
Liam se queda sentado desafiá ndome a que vaya a buscarlo. Un hombre
exasperante.
―Ahora, ¿está s lista para ver la mejor película de la historia?
―Te odio.
―Puedo vivir con eso. ―Me tira de nuevo al silló n y contemplo seriamente la
posibilidad de tomar el mando―. Un día te dará s cuenta de lo mucho que me quieres.
―Lo dudo.
Quizá disfrute cuando tenga que ver "Pitch Perfect" en nuestra pró xima cita.
¿Cita? Espera. He llamado a esto una cita. Esto es só lo dos amigos acurrucá ndose y
viendo películas después de cenar. Oh, Dios mío. Entre el hospital, él llamando,
cuidando de mí, y todas las demá s cosas, empieza a encajar. No. Es mi amigo y no se
siente así.
Yo no me siento así.
Quiero decir, seguro que es guapo, pero está fuera de los límites. Es Liam. El
padrino de nuestra boda. El hombre que nos ayudó a Aaron y a mí a mudarnos a
nuestra primera casa. Las líneas no pueden ser borrosas. Mi cuerpo se tensa y Liam lo
nota.
―Si realmente odias esto, no tenemos que mirar ―ofrece.
Lo miro a sus ojos azules y el miedo revolotea en mi estó mago.
―No, estoy bien. Vamos a mirar".
―Ahora, ven a ponerte có moda para que pueda instruirte en la seguridad de
alto vuelo del mundo ―dice en su mejor imitació n de película.
―¿Puedo tener mi regalo? ―pregunto.
Liam busca en su bolsillo trasero y saca un paquete de chicles. Le pongo mi
mejor cara de perra en reposo y él se ríe.
―Nunca dije qué era.
―Realmente sabes có mo cortejar a una chica.
―Lo sabrá s cuando lo intente de verdad, nena.
Me atrae contra su lado y empieza la película. Rezo para que no note el cambio
en mí. La tensió n se desprende de mí, pero intento relajarme y disfrutar de esta noche.
Capítulo catorce

Liam
Ella encaja en mi lado como si estuviera destinada a estar aquí. Debería
haberme ido. Diablos, nunca debería haber venido, pero quería ver a Aarabelle. Bueno,
esa es la mierda que sigo diciéndome a mí mismo. La verdad es que extrañ é a Natalie.
Y eso me convierte en un imbécil.
―Esta película es tan tonta ―murmura a mi lado.
Algunas mujeres deberían conseguir un manual de películas que los hombres
nunca odiará n. Esta sería una. "Top Gun" sería otra. Esa película tiene mujeres
calientes y una mierda de la Marina.
―Sería mucho mejor si no te quejaras ―respondo, agradecido por la
distracció n.
―Imbécil ―murmura en voz baja, pero luego me rodea el estó mago con el
brazo.
Quiero replicar con un gesto inteligente, pero no quiero que se mueva. La
sensació n de su cuerpo contra el mío me hace desear má s. Es un error a muchos
niveles. Estoy rompiendo el ú ltimo có digo de los hombres, pero no puedo detenerme.
Só lo puedo esperar que Aaron quiera que ella esté con alguien como yo. La mierda si
sé por qué estoy pensando en algo de esto... ella no me quiere. Quiere a su marido, y yo
só lo soy su amigo imbécil que no se va a ir.
El brazo de Natalie me roza el estó mago y trato de detener la erecció n que se
está formando.
Monjas.
Arañas.
Justin Bieber.
Abuela.
Me estremezco con la ú ltima, pero afortunadamente eso fue todo.
Nunca sería capaz de explicar que se me pusiera dura la polla por esta maldita
película. Ella sabría con seguridad lo que pasa. Que su puta mano esté tan cerca de mis
trastos hace que tenga que volver a respirar por la lista. Necesito concentrarme y dejar
de pensar.
La película continú a y ella empieza a reírse de ella en lugar de hacerme saber lo
estú pido que es todo.
―Ves, te lo dije. Oro có mico. ―Me inclino un poco má s hacia atrá s y le sonrío.
Ella me mira y luego desvía la mirada rá pidamente. Sin embargo, lo vi, la forma
en que se quedó mirando mis labios un poco má s de un tiempo.
Natalie sacude la cabeza y, cuando vuelve a mirarme, tiene la má scara bien
puesta.
―Cuando te obligue a ver 'Pitch Perfect' o 'El diario de Noa', veremos qué te
parece el oro cinematográ fico.
―Tendrá s que atarme y amordazarme para que esa mierda suceda, cariñ o. La
ú nica película de chicas que voy a ver es 'Arma Letal' ―respondo con suficiencia.
―En primer lugar, 'Arma Letal' no es una película de chicas. ―Se queda quieta,
pero siento que se agita. Natalie es fá cil de hacer volar. Cuando se calienta, veo que
vuelve una parte de su antiguo yo. No esta mierda de felicidad falsa.
―Tengo que discrepar. ―Mi mano cae y se apoya en su espalda.
―Lo harías.
―Simplemente no ves el romance épico.
Natalie se burla:
―Eres un idiota. No hay ningú n romance en absoluto. Son dos policías tratando
de no ser despedidos.
Me río y tiro de ella para que se acerque.
―Mel Gibson está tratando de conseguir lo que es su cara para estar con él.
―Eso es una subtrama. Ni siquiera es la base de la película.
―Una película de chicas total. Yo gano. ―Sonrío sabiendo que no tengo
absolutamente ningú n argumento. Fue la primera película en la que pensé y me agarro
a un clavo ardiendo.
Ella suelta un profundo suspiro.
―Me rindo. No se puede arreglar la estupidez.
Esta vez la dejo pasar.
Mis dedos comienzan a frotar su espalda mientras ambos nos calmamos y
volvemos a ver la película. Ni siquiera me doy cuenta de que lo estoy haciendo hasta
que noto que se tensa. Su respiració n se detiene y se sienta. Lo que demuestra aú n
má s mi opinió n de que no me quiere.
―¿Quieres algo de beber o quizá s palomitas? ―pregunta.
La forma en que se coloca el pelo detrá s de la oreja, sus ojos mirando al suelo y
su labio perfecto entre los dientes me lo muestran todo. Necesita alejarse y ganar algo
de distancia.
―Unas palomitas estarían bien.
Yo también necesito algo de distancia.
Capítulo quince

Natalie
―¿Qué demonios me pasa? ―Digo en voz alta mientras tomo las palomitas en la
cocina. Me he puesto en plan estú pido por nada. Me está pasando una cosa. No lo
entiendo. La atracció n entre nosotros se hace má s fuerte y, por mucho que quiera
luchar contra ella, me siento impotente. Quiero estar cerca de él. Quiero que venga y
esté aquí, pero luego no lo hago, y sinceramente la ú nica razó n es que tengo miedo.
Miedo de tener sentimientos por otro hombre, y un hombre exactamente como
mi marido. Uno que dará su vida por otro. Es el mismo destino que estoy viviendo
ahora, y no sé si podría soportar esto de nuevo. Definitivamente no quiero que mi hija
conozca el dolor de perder otro hombre en su vida. Só lo que esta vez, sería mucho
peor. Ella realmente conocería a Liam. Así que tengo que detener esto, sea lo que sea.
Me dirijo de nuevo a la sala de estar con el cuenco y me siento junto a Liam. Su
postura es ridículamente rígida, ya que mi evidente distracció n no debe haber pasado
desapercibida.
―¿Quieres un poco? ―le pregunto, entregá ndole el cuenco.
Se ríe y mete la mano, lanzá ndome unos cuantos granos.
―Suave, Lee. ―Liam se ríe y yo me río a pesar de mi vergü enza―. Ven aquí,
vamos a terminar nuestra película.
Tomando aire, me inclino hacia él.
La película se hace eterna. Nunca entenderé có mo me quedé atrapada viendo
esto. También era una de las películas favoritas de Aaron. É l y Mark se recitaban frases
cada vez que podían. Echo de menos los pequeñ os detalles. Una lá grima se me escapa
y el conflicto se apodera de mí una vez má s.
Me acomodo e intento que mi mente deje de dar vueltas. Es una locura lo fá cil y
doméstico que es este momento. Acostada en los brazos de Liam, viendo la televisió n
después de trabajar todo el día. Có mo hemos cenado, acostado a Aarabelle y ahora
só lo estamos pasando tiempo juntos. Só lo se ha sentido raro porque yo lo he hecho
raro. Se siente... correcto. Podría hacer esto todos los días y estar contenta.
No debería querer esto.
Pero lo quiero.
No debería estar cómoda en sus brazos.
Pero lo estoy.
Debería hacer que se fuera y poner distancia entre nosotros.
Pero no puedo.
Escucho la frase que Aaron solía recitar de la película: "Espera un momento,
déjame poner algo de proxenetismo".
Me echo a reír y Liam también. Lo miro al recordar. Recuerdo có mo sonaba,
có mo era su cara después de decirlo. La forma en que sus ojos se arrugaban y sonreía
cuando yo ponía los ojos en blanco. Lo recuerdo todo y empiezo a llorar. No lá grimas
de risa, sino lá grimas completas. Me duele recordar. El dolor se abate sobre mí como
las olas en la orilla. Llegan una tras otra y cada una me rompe un poco má s el corazó n.
Quiero que el dolor se detenga.
Los ojos de Liam se abren de par en par cuando se da cuenta de que no me
estoy riendo. Inmediatamente me toma en sus brazos y me abraza.
―¿Lee? ¿Qué ocurre? ―El pá nico es evidente en su voz.
―¡Dios mío! ―Lloro má s fuerte y no para―. No puedo ―digo entre
respiraciones. Mierda, me estoy desmoronando―. No puedo respirar.
La culpa me asalta por pensar en una vida con Liam cuando todavía estoy tan
reciente en esta nueva vida, lo que hace que me cueste respirar.
Liam me sostiene la cara entre sus manos y me limpia las lá grimas con sus
pulgares.
―¿Por qué está s llorando? ¿Qué ha pasado? ―me pregunta confundido.
Sigo llorando mientras él me mira como si fuera un animal herido. Que es
exactamente lo que debo parecer.
Apaga la película y las lá grimas siguen cayendo.
―No puedo ―digo, y él vuelve a agarrarme la cara.
―Dime lo que tengo que hacer. No sé por qué está s llorando ―la voz de Liam
tiembla y mira frenéticamente a su alrededor buscando... algo, cualquier cosa que
pueda ayudar―. Natalie, cá lmate.
―No lo sé. Es que... me duele. No quiero que me duela má s. ―Exclamo mientras
mi respiració n se vuelve má s agitada. Estoy teniendo un maldito ataque de pá nico―.
Haz que deje de doler ―ruego.
Liam baja los ojos y atrae mi cara hacia la suya lentamente. Me mira mientras
su boca se acerca y yo salgo de lo que sea que haya sido eso.
―¡Liam! ―Digo y me retiro―. ¿Qué está s haciendo?
Se echa hacia atrá s y se agarra el cuello.
―Estabas llorando y yo só lo... ―dice rá pidamente―. No lo sé. Quiero decir, las
lá grimas y las chicas... ―Liam divaga y se levanta. Se queda de pie y se pasa la mano
por la cara―. ¡Los chicos no saben qué hacer con las lá grimas! ―dice, frustrado.
Yo reprimo mi alegría por la situació n. Realmente lo hago, pero él se ve ridículo
y entrañ able.
―Lee, lo siento. Me estabas rogando que lo hiciera parar. ―Comienza a caminar
y habla rá pido―. Quiero decir, Jesú s.
―Sí, pero ¿por qué pensaste que debías besarme? ―Pregunto, tratando de no
sonreír de nuevo. Pero ahora mismo, es adorable. Está nervioso y fuera de su
elemento. Me levanto y le pongo la mano en el brazo para que deje de pasearse.
―No sé. Quiero decir, ¿qué demonios? Estabas llorando. Como si estuvieras
llorando de verdad. Soy un hombre. Nosotros no lloramos. ―Levanta las manos y
empieza a murmurar sobre las mujeres―. Malditas lá grimas. Quiero decir, só lo pensé...
si te besaba entonces dejarías de llorar, joder.
Vuelvo a soltar una carcajada y le agarro la cara.
―Eres tan tonto ―me río y él se relaja―. La pró xima vez que una chica esté
llorando, abrá zala.
―No llores má s. Nunca. No estoy equipado para lidiar con esa mierda.
―No puedo prometer eso ―lo miro a los ojos.
Los brazos de Liam rodean mi espalda y las ganas de besarlo aumentan.
―Odié verlo ―murmura.
―¿Qué?
―Verte llorar. Nunca me había sentido tan impotente. ―Liam sacude la cabeza y
luego baja la mirada―. Siento haber intentado besarte.
Vuelvo a acercar su cara a mí.
―Liam, yo... es... ―Quiero ver. Quiero besarlo y aliviar su vergü enza, pero má s
que eso, quiero besarlo. Puede que me odie má s tarde, pero ahora mismo no estoy
segura de nada. Liam me hace sentir segura. Aaron se ha ido. Lo miro a los ojos, y
luchar contra la necesidad de sentir a este hombre, de sentirse deseada, de ser besada
por él, se vuelve insuperable.
Lentamente, me inclino hacia él. Sus ojos observan los míos mientras acerco su
cabeza y él me deja. Se deja llevar por mí y veo có mo el deseo se acumula en sus ojos.
Veo la tormenta que pasa por su cara mientras la procesa, y mido lo que estoy
haciendo.
―Natalie... ―dice en voz baja y reverente.
La forma en que mi nombre sale de sus labios me hace desearlo má s.
Respiramos el uno en el otro. Tomando y dando este momento, mi estó mago se aprieta
mientras aprieto mis labios contra los suyos. No pienso. Intento no centrarme en las
diferencias. La forma en que sus labios son firmes pero ceden. La forma en que no se
mueve y cada parte de él está rígida. No me permito comparar las diferencias de
altura. Có mo tengo que levantarme en puntas de pie para alcanzarlo. Mis dedos se
deslizan hasta su nuca y se enredan en su pelo. Quiero que me bese, pero ahora mismo
está parado como una estatua. Inclinando la cabeza, intento que responda, pero lo
ú nico que siento son sus manos apretando mi espalda mientras me agarra la camisa.
Me separo y ambos abrimos los ojos.
Lo que sea que esté buscando en mis ojos, lo encuentra, y la determinació n de
Liam se resquebraja. Su mano se desplaza hacia la parte superior de mi espalda
mientras su boca está sobre la mía. Este beso es suyo. Este beso no es una petició n, es
una toma. Sus labios presionan contra los míos, firmes y fuertes. Suspiro
inconscientemente y él lo toma como un permiso. Siento su lengua rozando la mía y
los mú sculos de mi estó mago se tensan. Liam me sujeta contra él y me mantiene
unida. Me pierdo en su contacto. Incluso en este momento, se entrega a mí. Me acerca
y mis dedos se enredan en su pelo y me agarran. No quiero parar.
Lo quiero.
Quiero esto.
Lo necesito.
Odio esto.
El conflicto se agita de repente cuando me doy cuenta.
Estoy besando a Liam Dempsey y me gusta.
Capítulo dieciséis
Mis dedos se aflojan y luego lo hace su agarre. Liam me suelta y ambos
tratamos de recuperar el aliento. Lo miro y sus ojos se desvían hacia la chimenea. Se
queda mirando la bandera y me duele por dentro.
―Natalie ―refunfuñ a en un tono bajo. Está molesto―. Yo... joder... . . Yo só lo...
―Por favor, no ―le pido esperando que no diga que ha sido un error o que lo
siente. Odio la palabra "lo siento" y estoy segura de que no quiero oírla de su boca.
Estoy cansada de que la gente se disculpe. No lo sientes. No sabes qué decir y ya me
cansé de oírlo.
―No, escucha ―su mano me agarra del brazo mientras intento girarme―.
Escucha, joder. No sé qué es esto. Quiero decir, eres... bueno... ¡tú ! ―exclama y suelta la
mano―. Somos amigos desde hace mucho tiempo y tú siempre has sido su mujer. No
sé si lo que digo tiene sentido.
Toda esta situació n es confusa. Hay una parte de mí -una gran parte- que está
lastrada y asfixiada por la culpa. Me siento de alguna manera como si hubiera
engañ ado a mi marido. Sé que no lo hice. Sé que se ha ido, y diablos, él quería que
siguiera adelante, pero está ahí. En lo má s profundo de mis entrañ as, me atormenta
saber que esto estuvo mal. Luego está la otra parte de mí, la parte femenina, que
quería y necesitaba que la tocaran. Disfruté de la forma en que sus labios se sintieron
contra los míos. La forma en que Liam me tomó en sus brazos y la forma en que mi
cuerpo se amoldó al suyo. Era todo lo que necesitaba y nada de lo que quería necesitar.
Pero yo lo inicié. Fui hacia él y lo volvería a hacer.
―No sé qué decir ―le respondo con sinceridad―. Quería besarte. Quería no
querer besarte ―suelto una media carcajada.
Liam se adelanta y me atrae hacia él.
―Quería no querer quererte, pero lo hago. No sé có mo ni cuá ndo, pero siento
algo por ti. No sé si deberíamos hacer esto. No sé si ninguno de los dos está preparado
para esto ―dice Liam en voz baja mientras nos abrazamos.
―Yo tampoco lo estoy. Tal vez deberíamos tomar todo esto un día a la vez. No sé
si estoy preparada. ―Lo miro mientras él me mira a los ojos―. Sé que no quiero que
dejes de venir, pero no sé de qué soy capaz. Quiero decir, ni siquiera ha pasado un añ o
y yo só lo… ―Las lá grimas se acumulan en mis ojos mientras intento procesar lo que ha
pasado. Besé a mi amigo. He besado al amigo de Aaron, y no sé si está mal.
―No te vas a librar de mí. Y no quiero presionarte. Pero quiero volver a besarte.
A menos que quieras que me detenga. ―É l espera y mi respiració n aumenta.
La expectació n crece en mi interior. Se agita y crece, ocupando cada centímetro
de mi alma. Quiero esto. Mido mis partes, tratando de ver si es la culpa la que se abre
paso a través de mí o si es el deseo. El deseo se acumula y ahoga cualquier sentimiento
de culpa. Mi corazó n lo desea y mi cuerpo también. Inhalo y cierro los ojos,
absorbiendo cada nota de especias y sá ndalo. La sensació n de unos brazos fuertes que
me envuelven. Me estremezco aunque no hay ninguna parte de mí que tenga frío.
―¿Quieres que pare, Lee? ―La voz de Liam es ronca y llena de deseo. Las
manos de Liam suben por mi columna vertebral y vuelven a bajar por mis caderas. Me
levanta del suelo y su aliento me calienta la cara. Puedo sentirlo cada vez má s cerca―.
Ahora es el momento, cariñ o ―dice, prá cticamente rozando mis labios.
―No ―digo en voz alta.
―No, no quieres que me detenga, o no, sí quieres ―pregunta, con su nariz
rozando la mía. Sus labios está n a un milímetro de los míos y un empujó n y nos
estaríamos tocando.
―No, yo só lo...
Se aleja un poco.
―¿Só lo qué? ¿Qué quieres?
¿Qué quiero? Lo quiero todo. Quiero que no me duela má s, y cuando estoy
cerca de Liam, no es tan difícil. É l me hace sonreír y reír cuando siento que me ahogo
en la tristeza. Pero lo mejor de él es que ni siquiera se da cuenta de que lo está
haciendo. Simplemente sucede cuando él está cerca.
―Bésame.
Presiona sus labios contra los míos suavemente. No hay prisa, no hay urgencia,
me besa como si yo fuera delicada y rompible. Liam me aprecia mientras me sostiene
en sus brazos y me da un trozo de sí mismo. Soy abierta y vulnerable y este beso me
demuestra que él lo sabe. No me está presionando. Me da fuerza y comprensió n.
Muy pronto se retira y presiona su frente contra la mía. Nos quedamos
abrazados y su mano me roza la espalda.
―Me voy a ir. Mañ ana tienes que trabajar.
―De acuerdo ―digo y mantengo los ojos cerrados mientras él me abraza―. ¿Tal
vez puedas venir otra vez esta semana? ―Pregunto torpemente. No sé có mo funciona
todo esto. ¿Lo invito yo o sigue apareciendo como en el ú ltimo mes y medio?
Vuelve a acercarse a mí y se ríe.
―¿Qué tal si salimos el viernes por la noche?
Lo miro y se me acelera el ritmo cardíaco. No estoy segura de estar preparada
para salir.
―Lee, no tenemos que tener una cita. Só lo me refería a que tal vez podamos
salir con amigos como amigos.
Liam baja las manos y yo suelto un profundo suspiro.
―No sé si puedo dejar a Aarabelle.
―Piénsalo. Podemos ir todos a celebrar que vuelvas al trabajo. Mark y Jackson
está n aquí, dijiste. Seguro que a todos les gustaría salir.
Asiento con la cabeza y me retuerzo las manos.
―Lo pensaré.
―De acuerdo, te llamaré pronto ―dice Liam mientras recoge sus cosas.
―De acuerdo ―murmuro. Esto se ha vuelto raro de repente.
Se dirige a la puerta y se detiene con la mano en la puerta. Lentamente, Liam se
gira y sus ojos brillan con sinceridad.
―Pase lo que pase, quiero que sepas que tu amistad lo significa todo. Siempre
estaré aquí para ti y no tenemos que volver a mencionar esta noche si no quieres.
Podemos hacer como si nada hubiera pasado. Quiero que seas feliz, y si necesitabas
besarme porque necesitabas algo, no me molestaré.
―Liam, yo...
Su mano se levanta para detenerme y me dedica una sonrisa tranquilizadora:
―Dejaré que me uses si lo necesitas. No sé cuá ndo cambiaron las cosas para
ninguno de los dos, pero lo que necesites, dímelo. Si quieres olvidar esta noche, si
quieres que seamos amigos, o si quieres ver lo que sea, aquí estoy. Por ahora te dejaré
guiar.
Antes de que pueda responder, Liam gira el pomo de la puerta y sale. Me acerco
a la puerta, pongo la mano sobre ella y cierro los ojos.
Ahora tengo que averiguar có mo dirigir un baile del que no conozco los pasos.
Subo las escaleras y miro las fotos que se alinean en las paredes. La foto de mi
boda, la de nuestra primera cita y la de mi sesió n de maternidad me miran fijamente
mientras doy cada paso. Me hormiguean los labios por nuestro beso y mi mente se
tambalea. He besado a otro hombre, y no a uno cualquiera, sino a alguien que ha
estado presente en la mayoría de estos recuerdos.
¿Có mo he podido hacer esto? ¿Puedo hacerlo? Me detengo en la parte superior
del escaló n donde la foto de Aaron cuelga en un marco oscuro. Tiene su caja de sombra
con todas sus medallas y cintas debajo. Mi mano toca el frío cristal y cae una lá grima.
Me quedo mirando al hombre que amé mientras mi boca todavía sabe a Liam.
Tomo la foto de Aaron de la pared y me tumbo en la cama con mi marido en
brazos y me duermo deseando que esta culpa termine.

―Sparkles, ¿puedes traer el nuevo contrato que se ha enviado por fax hace
unos minutos y dirigirte al despacho de Jackson? ―Mark se detiene en la puerta de mi
despacho y se va corriendo.
Tomo los papeles y me dirijo a su despacho. Hace dos semanas que trabajo aquí
y hasta ahora ha sido estupendo. Se dieron cuenta rá pidamente de que estaba
definitivamente sobrecualificada y ahora me encargo de toda la programació n y la
preparació n de las misiones.
―Hola ―digo al entrar. Jackson y Mark se está n riendo de Dios sabe qué.
―Oye, entra ―me indica Jackson y le da una palmada a Mark―. Necesito ver
cuá ntos tipos tenemos abiertos para enviar si conseguimos la misió n de Á frica.
Asiento con la cabeza y le entrego los papeles que he traído. La forma en que
Jackson ha sido capaz de poner en marcha esta empresa y manejar misiones complejas
es realmente impresionante. Han estado recibiendo má s solicitudes y no son capaces
de cumplirlas todas debido al personal. Al parecer Aaron se encargó de la contratació n
y no han cubierto su puesto.
―Creo que tienen que hacer una sesió n de reclutamiento o algo así. Ha habido
muchas consultas y está n rechazando clientes ―sugiero y ambos me miran con aire
pensativo.
―Lee ―dice Jackson con cautela―. Sé que acabas de empezar y, seamos
sinceros, está s haciendo mucho má s de lo que te contratamos. Necesito a alguien que
sea inteligente, que sepa leer a estos tipos, y que traiga sangre nueva aquí. Rechazaré
los negocios antes de enviar a alguien sin preparació n o con poco personal.
―¿Me está s ofreciendo otro ascenso? ―Esto es, con mucho, lo má s rá pido que
alguien ha ascendido en una empresa.
Jackson asiente y Mark se ríe.
―Seguro que te aburres como una ostra contestando un teléfono que suena una
vez cada hora. Ademá s, Cara de Pito se va en unos días y necesito a alguien con
cerebro.
Miro hacia la oficina donde hay otros que llevan mucho tiempo aquí. Se parten
el culo y llevan mucho má s tiempo dedicados a la empresa que yo.
―¿Y los demá s?
Mark echa un vistazo y, por primera vez, parece serio.
―Hay muchas cosas que no sabes respecto a lo que hacen. No son
administrativos.
―De acuerdo ―digo confusa, pero lo dejo caer―. ¿Qué implica todo esto?
Quiero decir, tengo a Aarabelle y ni siquiera quería volver a trabajar.
Jackson se levanta y se dirige a la pared de cuadros.
―Nunca dejaría que esto te alejara de Aara. Mark y yo nos aseguraremos de
ello. Só lo tienes que ser sincera con nosotros y hacérnoslo saber. ―Se pasa la mano por
la cara―. Si la aceptas, habrá algunas cosas de fondo y de autorizació n que necesitaré
que hagas.
Mark levanta los pies sobre el escritorio de Jackson y lanza una mirada burlona.
―No hagas sufrir demasiado a Muffin. Ya está empezando a encanecer.
―Vete a la mierda.
―¿Tengo que arbitrarlos a los dos? ―Pregunto y doy una palmada en la pierna
de Mark.
Mark se ríe y suelta las piernas.
―Siempre gano yo.
Jackson se burla y camina detrá s de nosotros, golpeando a Mark en la parte
posterior de la cabeza. Juro que estos dos son como niñ os. Es una especie de tic
genético que tienen todos.
―De acuerdo, si crees que soy la persona adecuada, Jackson, haré lo que
necesites.
El comportamiento de ambos cambia ligeramente. Puedo sentir la tensió n de
ambos.
―Lee ―dice Jackson atrayendo mi atenció n hacia él― tendrá s acceso a mucha
informació n y archivos. Cosas que ahora está n bloqueadas en tu ordenador debido a tu
autorizació n. Cuando hagamos esto, ya no estará s bloqueada.
―Ummm, ¿de acuerdo?
―No tengo ninguna duda de que conseguirá s la autorizació n, así que quiero
hablarte de una.
Mark me pone la mano en el hombro:
―Se trata de Aaron.
Capítulo diecisiete
―¿Qué pasa con Aaron? ―Pregunto con dudas. ¿Qué podrían tener en un
archivo que no conozco? Era un artefacto explosivo improvisado. . no hay mucho má s
que tener en un archivo secreto.
Jackson se sienta en el borde de su escritorio y la mirada seria de sus ojos me
asusta.
―Hemos investigado el ataque a su vehículo. Creo que era un objetivo.
―¿Ataque có mo? Quiero decir, ¿quién iba a tenerlo como objetivo?
Se agarra el puente de la nariz y exhala.
―A él no. Creo que querían atacarme a mí. No lo sé. En este momento, no
tenemos mucha informació n, pero hay un archivo y no quería que te enteraras por
alguien o de otra manera.
―No entiendo ―digo conflictivamente. Me dijeron que su muerte fue só lo eso,
una muerte. No tiene ningú n sentido que lo investiguen.
―Natalie ―Mark llama mi atenció n―. Nadie mata a un miembro de este equipo
sin que lo investiguemos. Hubo problemas con nuestra entrega de suministros. Aaron
salió a investigar y luego murió . Luego, salimos y Muff recibe un disparo. No tiene
sentido. ―El tono de su voz es dominante y aú n así es el Mark que conozco.
Debería haber sabido que no iban a dejar pasar esto, y sinceramente, me
alegro. Estos son buenos hombres, hombres honorables que no dejará n que la vida de
alguien se vaya sin tener respuestas. Sin embargo, esto no va a ser fá cil para mí. He
empezado a sentir de nuevo, a vivir, y luego esta cosa con Liam. Diablos, ni siquiera sé
si es una cosa.
―No estoy segura de qué decir.
Jackson se inclina hacia delante:
―Te digo que ningú n miembro de este equipo es asesinado y lo dejamos pasar
a la ligera. Alguien pagará por su muerte. Alguien pagará por haber estado a punto de
matarme. No quería que te dieran gato por liebre.
Cada parte de mí quiere decirles que paren. Que lo dejen pasar porque, pase lo
que pase, no cambiará nada. Las crueles manos del destino ya me han abofeteado una
vez. Realmente no sé si podré sobrevivir a otra ronda.
―De acuerdo, supongo que gracias por el aviso. ―Lucho conmigo misma si
debo pedir má s informació n. Si hay un archivo, entonces hay algo dentro de él. No
estoy segura de tener el control para no mirar―. ¿Jackson? ―Pregunto con vacilació n.
―¿Quieres saberlo?
―Sí y no. Só lo necesito saber si hay algo ahí que deba saber porque no sé
cuá nto puedo soportar ―respondo con sinceridad. El corazó n me late con fuerza y se
me seca la boca mientras espero.
Jackson y Mark se miran y ambos se mueven incó modos. Mark se aclara la
garganta:
―Todo lo que sabemos en este momento es que creemos que nuestra empresa
está en el punto de mira. Ademá s, creemos que creían que Jackson estaría en ese
coche.
Mi mano vuela a mi pecho y jadeo.
―¿Por qué? ―Tartamudeo―. ¿Por qué querría alguien tenerte como objetivo?
―Las palabras salen volando de mi boca y me pongo de pie. Estos son mis amigos. Se
trata de mi marido y mi familia que quedaron atrapados en el fuego cruzado.
―No lo sabemos, pero lo averiguaremos. Esto no es algo que vayamos a dejar
caer. ―Mark se pone de pie y me atrae hacia sus brazos―. Era uno de los nuestros.
Asiento con la cabeza y doy un paso atrá s. Esto es mucho para procesar y no
estoy segura de que haya algo que haga que esto esté bien. En cualquier caso, mi
marido fue asesinado, así que averiguar por qué, para mí, es irrelevante. No lo traerá
de vuelta.
―Bien, vamos a la reunió n. Tengo mucho que pensar y quiero poder
concentrarme en el trabajo. Tengo que tomarme mañ ana libre para llevar a Aarabelle
al médico para un seguimiento. ―Su cita es mañ ana má s tarde, pero quiero pasar algo
de tiempo con ella ya que siento que me estoy perdiendo al volver al trabajo. Ademá s,
no quiero hablar de Aaron... hoy no.
Terminamos el resto de la reunió n y repasamos algunas cosas que hay que
hacer. Me tumbo en la silla y giro para mirar por la ventana. Qué desastre es todo esto.
Mi corazó n estaba empezando a sanar. Estaba encontrando la manera de poner un pie
delante del otro sin tropezar, pero ahora vuelvo a estar en terreno inestable.
El teléfono de mi oficina suena, deteniendo mi agitació n interior.
―Hola, soy Natalie.
―Hola, Natalie ―su ruda voz de barítono hace que mi corazó n se tambalee.
―Hola, Liam ―digo mientras mis labios se levantan por sí solos. Me hundo en
mi silla y hago girar el acorde. Dios, el simple hecho de que me salude me ha reducido
a una adolescente.
―¿Qué está s haciendo?
―Trabajando ―respondo con sarcasmo.
―Qué lista. Te llamo para pedirte una cita.
Liam ha estado fuera la ú ltima semana. Tuvieron una misió n de entrenamiento
que los obligó a ir a Florida. No hemos hablado mucho mientras estuvo fuera, aparte
de unos cuantos mensajes de texto rá pidos, pero me siento mejor sobre lo que pasó
entre nosotros. Reanell y yo hablamos largo y tendido y ella me ayudó a ver todo con
claridad.
A Liam le importa o no me daría el espacio que necesito. Me conoce después de
añ os de amistad, y ademá s Aaron era su mejor amigo. No creo que sea capaz de
manchar su memoria. No hay una parte de Liam que quiera quitarme el amor que
compartía con Aaron.
―¿Lo haces? ¿Una cita? ―Sonrío y me muerdo el labio mientras juego un poco
con él.
Se ríe.
―Lo hago. ¿Está s disponible?
―No tengo niñ era. Necesito algo má s que unas horas de antelació n, pero quizá s
mañ ana.
―Revisa tus mensajes de texto ―indica Liam.
―Ummm, de acuerdo.
Tomo mi teléfono para comprobarlo y, efectivamente, tengo un mensaje de Rea.
Oye, tengo a Aarabelle esta noche. Diviértete. Tengan sexo... o no, pero ya saben,
podrían hacerlo.
―¿Y bien? ―Liam pregunta ya sabiendo la respuesta.
―Eh, bueno, ¿qué sabes? Una amiga está secuestrando a mi hija.
―Te recogeré a las siete. ―La confianza de Liam es espesa a través de su voz.
Una parte de mí quiere abofetearlo, la otra parte quiere plantar mis labios contra los
suyos de nuevo―. Oh, ¿Natalie? ―pregunta, y su voz es grave y rasposa.
―¿Hmmm?
―Ponte un vestido ―dice Liam y luego desconecta la llamada.
Le envío un mensaje rá pido a Reanell.
Parece que has hecho un nuevo amigo.
Parece que te has echado un novio.
¿Qué tenemos, doce añ os? Ni siquiera sé si la gente los llama novios. Quiero
decir, no somos exclusivos. O quizá lo seamos y yo sea una estú pida, lo cual es posible.
Me empiezan a sudar las palmas de las manos al pensar en esto. No estoy segura de
estar preparada para tener un novio.
No, somos amigos. Sólo me está sacando a pasear.
De acuerdo. Lo que tú digas. Recogeré a Aarabelle de la canguro de camino a
casa. Que te diviertas. Te quiero.
La quiero mucho. Es lo má s parecido a una hermana que tengo. Estaba allí
sosteniendo mi mano cuando di a luz a Aarabelle, durmió en mi cama durante tres días
cuando me enteré de que Aaron había muerto. No sé có mo sobreviviría sin ella.
¡Te quiero más! Te llamaré esta noche.
O no lo hagas. Eso podría ser incómodo.
Está loca si cree que eso va a pasar. Dios mío, ¿y si eso es lo que se supone que
tengo que hacer?
Necesito un trago.
Capítulo dieciocho

Liam
―¿Has perdido la puta cabeza? ―Quinn está de pie junto a mi camioneta
echá ndome mierda sobre salir con Natalie esta noche―. ¿Natalie Gilcher? ¿Como la
mujer de tu mejor amigo?
―Vete a la mierda. No es como tú crees.
Sacude la cabeza y me da una palmada en el hombro.
―Vas a tener una cita con la mujer de Aaron. Dime dó nde me estoy perdiendo
algo. Porque a mí me parece clarísimo.
Me encojo de hombros. No tiene lugar para hablar ya que se estaba tirando a la
mujer de uno de nuestros compañ eros, pero por lo visto tiene pérdida de memoria a
corto plazo.
―Tal vez deberíamos hablar con Bueno sobre la pérdida de algo. Parecía estar
muy confundido cuando deslizaste tu polla allí.
―Estaba borracho. ―Da un paso atrá s y sacude la cabeza.
No voy a sentarme y dejar que me eche mierda. Ya lo hago lo suficiente. No
quiero ser ese tipo. El que se folla a la mujer de su amigo. Mierda, hasta el ú ltimo mes,
nunca miré a Natalie de esa manera. No es que estuviera persiguiendo su falda cuando
estaba vivo. Somos amigos y pasó , carajo.
―Como sea, hombre. Só lo digo que no me des mierda. No estoy haciendo nada
malo. Somos amigos y la estoy sacando para que tenga una noche fuera por una vez.
Han pasado nueve meses desde que murió .
―¿Te la has follado?
Doy un paso adelante y cierro los puñ os.
―Cuida tu puta boca. ―En primer lugar, no es de su maldita incumbencia. En
segundo lugar, si eso ocurre, no pienso decírselo―. Si lo hacemos y cuando lo
hagamos... seguro que no será follar.
Algunos de los chicos del equipo son peores que un montó n de mujeres. Tendré
que escuchar todas sus opiniones y consejos no solicitados. No quiero escuchar có mo
está n de acuerdo o no. No depende de ellos. Por lo que sé, me presentaré esta noche y
ella me mandará a la mierda, lo cual es muy posible.
Quinn sacude la cabeza.
―Ten cuidado, hombre. Eso es todo lo que digo.
―Siempre tengo cuidado.
―Sí, bueno, esta vez está s jugando con fuego. No es só lo una chica. Es su chica y
su hija.
―Voy a ser un poco obvio aquí, hombre. É l está muerto. No voy a hacer nada
para empañ ar su memoria o su vida. Era mi mejor amigo. Con gusto hubiera estado en
ese Humvee cuando lo atacaron. Habría cambiado de lugar con él sin pensarlo. Natalie
y yo somos amigos y hay algo ahí. Así que no estoy haciendo nada que él desapruebe
―le explico y él asiente.
―Sé que no eres así, pero no me gustaría que mi mujer se casara con otro SEAL.
―Primero tendrías que encontrar a alguien lo suficientemente tonto como para
casarse contigo antes de tener que preocuparte por eso. ―Intento calmar la situació n.
Entiendo que Quinn cree que está ayudando, pero él no lo ve. Só lo ve lo que quiere en
este momento.
―Esto sería cierto. Y tendría que renunciar a las aventuras de una noche. Estoy
bien. ―Me da la mano y se ríe―. Me voy al gimnasio. Hablamos luego.
―Hasta luego.
Esta noche va a ser la primera vez que la vea desde que nos besamos. Intenté
darle la ventaja. Dejé que me enviara un mensaje de texto primero. Juro que perdí mi
polla y me creció un coñ o. Estoy haciendo la maldita mierda de tres días. Ridículo.
Quiero abofetearme a mí mismo o sacar mi propia tarjeta de hombre. Pero ella es
Natalie. Tiene una hija y no es una chica cualquiera. La conozco desde siempre. Estuve
en su boda, por Dios. No puedo saltar el arma e ir como un cavernícola en ella. Ella
necesita sentirse en control.
Llego a casa, me ducho y me aseguro de que todo esté listo. Cuando llamé a
Reanell para que vigilara a Aarabelle, me dio un "consejo" sobre qué hacer esta noche.
No es que tuviera un plan brillante, pero al parecer a Reanell no le impresionó en
absoluto. Así que me proporcionó el restaurante y dó nde llevarla después de la cena.
Sesenta segundos parecen ser eternos. El reloj está roto porque juro que no se
mueve. A la mierda. Voy a ir ahora. La molestaré hasta nuestra reserva.
Tomo mi abrigo y salgo por la puerta.
Los diez minutos de trayecto me dan la oportunidad de convencerme de no
avergonzarme. Aunque somos amigos desde hace añ os, esto es definitivamente algo
má s. La he visto con vestidos. La he visto en bikini. Pero esto es diferente.
Estaciono en la puerta de su casa y abro la guantera para tomar el regalo que le
he hecho y se cae la carta de Aaron. Joder. Me había olvidado de eso.
Aquí estoy sentado frente a su casa para recoger a su mujer para una cita y ni
siquiera he leído lo que quería que supiera. Soy un jodido imbécil. Me meto la carta en
la consola. Esta noche quiero estar con ella. No quiero que su fantasma me persiga y ya
tengo suficiente culpa por esta cita.
Pienso en lo que dijo Quinn y en que soy un estú pido. En parte, lo soy. Es viuda,
madre soltera y está intentando recomponer los pedazos de su vida, pero hay algo ahí.
Ella me atrae y ni siquiera me doy cuenta de que está sucediendo. Me hace querer ser
un mejor hombre.
Pasé de soñ ar con pistolas a pensar en có mo se ve su pelo rubio cuando está
cansada y le cae en los ojos. El aspecto de Aarabelle cuando está dormida y lo mucho
que quiero tener eso en algú n momento. No puedo explicarlo. No sé si hay siquiera
una manera de ponerlo en palabras. Pero ella hace algo y aquí estoy sentado tratando
de convencerme de hacer algo que no estoy seguro de que deba hacer. Si nunca
hubiera sido la esposa de Aaron, ya habría estado en su puerta. La habría tenido en mi
cama, en mis brazos y en mi corazó n, pero viene con una señ al de advertencia. Una
que he decidido ignorar porque no puedo. Soy débil ante ella y no sé por qué.
Pero voy a averiguarlo.
Capítulo diecinueve

Natalie
Toc, toc, toc.
El sonido del golpe en la puerta hace que el miedo se agite como una tormenta
de nieve en mi interior. La forma en que tu cara se enfría y te duele respirar, lo cual es
una locura ya que es verano. Sé que esta vez no es malo, pero todavía estoy aterrada.
Es una cita.
Con Liam.
Me miro el vestido y lo aprieto con las manos, alisando la suave tela de satén y,
al mismo tiempo, intentando calmar mis nervios. Me miro rá pidamente en el espejo,
me esponjo el pelo y me pellizco las mejillas. Me puse mi vestido rojo favorito. Me
preocupaba que después de tanto tiempo no me quedara bien, pero por suerte me
queda mejor que la ú ltima vez que me lo puse. Mis pechos está n má s llenos gracias a
Aarabelle, y se ciñ e a mis curvas perfectamente. Los rizos suaves y fluidos cuelgan
hasta la mitad de la espalda y tengo puestos mis tacones nude. Es la primera vez en
meses que me tomo la molestia de ponerme guapa. Normalmente voy en chá ndal y
con una coleta. No hay mucha necesidad de ser vanidosa con un bebé.
―Aquí vamos ―me digo antes de abrir la puerta.
Liam se queda con la mano en el marco y se me seca la boca. Santa mierda. Está
vestido con unos pantalones de vestir negros y una camisa azul oscuro. Tiene las
mangas remangadas mostrando sus antebrazos y la tela se adhiere a sus mú sculos.
¿Qué tienen los antebrazos de un hombre que son tan jodidamente sexys? Mis ojos
recorren su cuerpo y absorben cada parte de él. No es normal lo guapo que es. No es
justo. Hace que sea imposible para cualquier mujer resistirse a él. Me dirijo a su cara,
donde se dibuja la sonrisa. Me mira mientras lo observo, claramente disfrutando.
No he mirado realmente a un hombre como Liam. No suelo prestar atenció n,
pero con él... es imposible no hacerlo. Es alto y firme, imponente y seductor. Cada parte
de él grita peligro, pero veo dentro de su corazó n. Veo al hombre que se preocupa por
mí y por Aarabelle. El que organizó una noche entera después de no poder vernos
durante unas semanas. Veo el corazó n que lleva en la manga conmigo. Quiero que me
empuje, pero él sabe de alguna manera que necesito ir a él.
Me quedo admirando al hombre increíblemente sexy que está en mi puerta
mientras me mira fijamente.
―Hola ―su rica voz es grave y seductora. Una palabra y mi corazó n empieza a
acelerarse.
―Hola ―se me quiebra la voz y miro hacia abajo.
Liam da un paso adelante y me agarra la barbilla. Me empuja para que estemos
frente a frente.
―Está s impresionante. Te he echado de menos.
―¿Lo hiciste? ―Pregunto ya sabiendo que lo hizo. Me envió mensajes de texto
durante todo el tiempo que estuvo fuera, haciéndome saber que estaba pensando en
mí y en Aara. Eso es lo que pasa con Liam: no puedo evitar que rompa mis muros. Se
preocupa por Aarabelle y la quiere. Cuando ella se enfermó , él vino corriendo. No por
una estú pida obligació n, sino porque estaba preocupado. Se podía ver en sus ojos y fue
otra grieta en mi armadura.
Se ríe y se acerca para que estemos juntos.
―Lo hice. ¿Me has echado de menos? ―El dedo de Liam recorre ligeramente mi
brazo, dejando la piel de gallina a su paso.
Me encojo de hombros y respondo juguetonamente:
―Eh, ya sabes. Necesitaba que alguien colgara un par de fotos nuevas, así que
supongo que lo hice...
La mano de Liam vuela hacia su pecho en señ al de horror.
―Soy el manitas. Estoy destrozado.
Doy un pequeñ o paso adelante y envuelvo mis brazos alrededor de su torso y
me agarro con fuerza.
―Te he echado de menos.
Sus fuertes y gruesos brazos me rodean y mi cuerpo se amolda al suyo.
―Vamos a llegar tarde ―dice y presiona sus labios contra la parte superior de
mi cabeza.
Miro sus ojos azules que brillan a la luz de la luna.
―¿A dó nde vamos?
―Eso es una sorpresa.
―Vaya, sí que vas por todas.
―No sé cuá ntos de estos momentos puedo tener, así que voy a hacer que
cuente. ―El labio de Liam se levanta y rodea mi cintura con su brazo y me guía hacia el
coche.
―Sigue así y puede que consigas algunas citas má s ―bromeo y le doy un
codazo.
―Ya veremos. No soy el ú nico que está a prueba ―dice Liam y le doy una
palmada en el pecho.
―Sí, de acuerdo. Ya quisieras, amigo.
Se ríe y yo lo sigo mientras caminamos del brazo por el camino de entrada.
―Dios, me encanta tu coche ―digo en voz alta mientras subo. Tiene un Dodge
Charger de 1968 que ha restaurado con su padre. Es de color rojo manzana con el
interior marró n. Cada parte de este coche grita Liam. Es sexy, misterioso, ruidoso y, sin
embargo, encaja con él de alguna extrañ a manera.
―Combinas ―reflexiona mientras me acomodo en el asiento―. Robin se ha
portado bien conmigo. Nunca me decepciona ―dice mientras agarra el volante―.
Tenemos un acuerdo.
―¿Le pusiste nombre a tu coche?
―¿Y esto te sorprende? Es mi bebé. No dejarías de ponerle nombre a tu hija,
¿verdad? ―pregunta Liam completamente serio.
―Eso es una estupidez.
―No, no lo es.
Me río y me abrocho el cinturó n de seguridad:
―Sí, totalmente, ¿y por qué una chica? ¿Por qué no ponerle al coche el nombre
de un chico?
Liam sonríe y sale de la calzada. Su mano se desliza por el salpicadero mientras
habla de su coche.
―Las mismas razones por las que los barcos tienen nombre de mujer. Los
barcos tienen personalidad y cará cter. Nos protegen en los mares y nos traen a casa.
Reflejan lo que es bello en cada mujer. Voluntariosa, fuerte, protectora y fiel, y Robin
no es diferente.
―Creo que lo he oído todo.
―Bueno, podría decir que es porque no es el gasto inicial sino el
mantenimiento lo que te matará . ―Su boca se curva mientras pongo los ojos en
blanco―. Pero eso podría considerarse sexista.
―¿Podría? ―replico.
Intento evitar reír o sonreír. Lo intento pero no lo consigo.
―Ves, siempre puedo hacerte sonreír.
―Y al mismo tiempo me dan ganas de golpearte.
Liam se ríe y entra en el estacionamiento del Lynnhaven Fish House. Que es
uno de mis restaurantes favoritos de Virginia Beach.
―Es un don, al menos eso dice mi madre.
―Es parcial.
―¿Natalie? ―pregunta Liam con cierta aprensió n. Miro y él se sienta con la
mano en la puerta―. Me alegro de que hayas accedido a salir esta noche.
No es que tuviera muchas opciones, pero por supuesto que sí. Podría haberle
dicho que no y haberme ido a casa con Aarabelle. Había cientos de otras cosas que
podría haber elegido, pero en lugar de eso, me puse un vestido y me fui a ciegas con él.
―Yo también.
―Quédate aquí ―pide Liam y sale rá pidamente del coche.
Mis labios se ensanchan en señ al de aprobació n cuando él abre la puerta de mi
coche unos segundos después. Me tiende la mano y yo pongo mi palma sobre la suya.
No sé si alguna vez una cita ha sido tan caballerosa. No. No voy a comparar. Necesito
estar aquí en el momento.
―Gracias ―digo y beso su mejilla―. Por cierto, ¿có mo sabías que me gusta el
Fish House?
―Suerte ―dice, pero intuyo que hay algo má s.
Entramos en el restaurante y nos sentamos en la ventana que da a la bahía. No
importa que mi casa dé a esta vista, nunca me cansaré de ella. La forma en que cada
ola trae agua nueva a la arena, lavando las huellas que dejamos y dá ndole a todo una
nueva oportunidad. Es... esperanzador.
Una vez que pedimos y nos dan el vino, Liam me agarra la mano que está
apoyada en la mesa.
―¿Está s bien?
―Estoy muy bien. ¿Por qué? ―Pregunto, perpleja.
―Só lo has estado callada. ―Mira hacia el océano y luego vuelve a mirarme.
Sonrío tímidamente y le doy la vuelta a mi mano para que quedemos palmo a
palmo.
―¿Esto es raro para ti? Quiero decir, somos nosotros.
Liam suspira y su dedo susurra sobre la piel de mi muñ eca.
―¿Raro? No. ¿Inesperado? Sí.
Esa es una buena palabra para describir lo que es todo esto. Ninguno de
nosotros pensó que estaríamos sentados aquí en una cita, sin embargo, eso es
exactamente lo que estamos haciendo.
―Sin embargo, es un buen imprevisto, ¿verdad?
―Natalie, no querría estar sentado aquí con nadie má s ―responde y la verdad
brilla a través de sus ojos.
Quiero responderle que yo tampoco. Quiero decir las palabras, pero se me
mueren en la lengua. La cara de Aaron aparece en mi mente y se me cae el estó mago.
La culpa empieza a pesar y se posa en mi pecho. Pesa sobre mi corazó n y comienza a
aplastarlo. Estoy en una cita con otro hombre en el restaurante al que mi marido me
llevaba cada añ o en nuestro aniversario.
―¿Lee? ―pregunta Liam mientras las lá grimas se acumulan en mis ojos―. ¿Qué
pasa?
―Este... este lugar ―digo y trato de controlarme.
―¿La he cagado? ―me pregunta y se acerca a la mesa, agachá ndose frente a mí.
―No ―digo y me limpio los ojos―. Es só lo... Aaron. ―Desvío la mirada porque
odio incluso decir esto―. É l...
―¿Te trajo aquí? ―pregunta Liam, sin parecer molesto, pero sí preocupado.
―Sí ―le devuelvo la mirada mientras cae una lá grima―. Lo siento mucho.
―No tienes que disculparte. No tienes que fingir conmigo. ―Liam me agarra de
la mano y gira mi silla para que tenga que mirarle―. Escú chame. Era tu marido, el
padre de tu hija, y mi mejor amigo. No tienes que fingir que no está entre nosotros. Si
crees que no está en mi mente cada vez que te miro, te equivocas. Me cuesta pensar en
ti como lo hago. Imaginando hacer cosas contigo por las que él me daría una paliza.
De nuevo, una parte de mi corazó n se rompe, pero esta vez por Liam. Esto entre
nosotros no es fá cil para mí, pero nunca pensé en có mo sería para él. Me pregunto si
estamos condenados desde el principio. No sé si es posible que los dos tengamos una
oportunidad en esto. No hay simplemente dos corazones marcados tratando de
encontrar un camino. También hay un fantasma entre nosotros.
―No sé có mo hacerlo ―respondo con sinceridad.
―Yo tampoco. Por eso dije que nos tomá ramos esto con calma. Pero puedes
hablar conmigo. Si lo echas de menos o si quieres hablar de él. No es un tema
prohibido. Nunca lo mencionas conmigo. ¿Por qué? ―Liam me agarra de las manos
mientras estamos sentados en este hermoso restaurante y la gente nos mira. No se
aparta de mí. En cambio, se arrodilla en el suelo, sosteniendo mi mano, mientras yo
tengo una mini crisis nerviosa.
Retiro mis manos de las suyas y las apoyo en su cara. La corta barba que lleva
está recortada y me hace cosquillas en la mano. Rozo mi pulgar de un lado a otro y
reprimo las emociones que se agitan. Me inclino hacia delante y beso sus labios con
suavidad.
―Gracias.
Sus cejas se ponen en una línea recta y mira hacia otro lado.
―No sé por qué. Te hice llorar otra vez... lo que te rogué que no volvieras a
hacer. Aunque ―se detiene y suelta una rá pida carcajada― tiendes a besarme cuando
lloras, así que quizá debería replanteá rmelo. Pero no has respondido a mi pregunta.
―No lo sé. Siento que está mal hablar de él contigo. Lo amaba tanto y ahora
tengo estos sentimientos por ti y... ―Me quedo sin saber qué decir.
Los ojos de Liam nunca vacilan. Permanece fijo en mí, esperando a que termine.
―Tienes que decírmelo porque te prometo que no puedo leer tu mente. Puedo
intentarlo. Puedo leer tu cuerpo. Puedo decir que ahora mismo está s nerviosa. Tu
corazó n se acelera, tus ojos se mueven y la forma en que tartamudeas me dice todo lo
que necesito saber. Pero no sé lo que está pasando en tu mente o en tu corazó n.
―Só lo deseo que esté aquí, y entonces, cuando estoy contigo, no pienso tanto
en él. Me hace sentir que soy una esposa horrible.
―No eres horrible. No creo que lo que estamos haciendo sea horrible. Ninguno
de nosotros pensó que estaríamos aquí. Creo que con mi buen aspecto y mi encanto
estabas condenada. ―Liam guiñ a un ojo y su humor cambia a juguetó n.
Me río y me limpio la cara con la servilleta.
―Eres un desastre. Ahora, por favor, levá ntate del suelo y vamos a cenar.
Liam vuelve a su asiento y yo extiendo mi mano pidiendo la suya a cambio.
Quiere que yo dirija esto y ahora mismo su tacto me tranquiliza. No voy a pensar en el
porqué, simplemente voy a disfrutarlo. Esta es nuestra noche y quiero estar en el
momento durante el resto de ella.
―De acuerdo, vamos a disfrutar de nuestra cita ―dice Liam mientras la
camarera se acerca.
Liam pide prá cticamente todo del menú . Juro que está alimentando a alguien
por debajo de la mesa. Ningú n ser humano puede consumir tanta comida. Para cuando
la cena está servida, yo estoy totalmente llena, pero él sigue adelante.
Bromeo con él sobre su apetito y me río mientras me cuenta las historias de su
misió n de entrenamiento. Algunos de los chicos con los que Aaron estuvo cerca siguen
en los equipos. Conozco a sus esposas y familias y eso me hace retroceder un poco. He
echado de menos estas historias.
―¿Có mo va el trabajo? ―pregunta Liam.
―Bien. Me han vuelto a ascender. Juro que es lo má s rá pido que alguien ha
pasado de nivel bá sico a directivo en la historia ―digo y doy un bocado a mi langosta.
―Muffin es un tipo inteligente. Estoy seguro de que nunca te contrataron con la
expectativa de quedarte en el nivel de entrada ―dice Liam mientras se sienta―. ¿Qué
te tienen haciendo ahora?
Dejo el tenedor y respiro profundamente. Sé que Liam ha dicho que Aaron no
está fuera de los límites, pero todavía me siento incó moda. Por otro lado, Liam
también merece saberlo de alguna manera.
―Estoy haciendo toda la preparació n de su misió n. Me encargaré de toda la
logística y me aseguraré de que todo esté bien dotado de personal y de que tengan
todos sus suministros. Lo que aparentemente fue el problema que envió a Aaron a
Afganistá n para empezar. Pero hoy he aprendido otras cosas... ―Me quedo sin
palabras.
―¿Có mo? ―La mano de Liam cubre la mía. Es como si supiera que necesito el
apoyo extra.
―Está n investigando la muerte de Aaron. Quiero decir. . . No sé qué van a
encontrar. Para mí estaba bastante claro. Fue un artefacto explosivo improvisado. ...
¿qué hay que investigar? ―Pregunto y los ojos de Liam se mueven un poco hacia la
izquierda. Normalmente no me importaría, pero sé que esa es su forma de hablar―.
¿Liam?
―Mira, todo el tiempo pensé que algo no estaba bien. Quiero decir, no el IED,
esas cosas son comunes, pero cuando le dispararon a Jackson allí, fue una bandera roja
para mí. Esa regió n no estaba en nuestro radar, pero luego dos tipos de Cole Security
fueron heridos o asesinados... No lo sé. Es la parte escéptica de mí la que lo cuestiona
―dice Liam y enlaza nuestros dedos.
―¿Debería preocuparme?
Liam me aprieta la mano.
―No me parecería bien que trabajaras allí si no creyera que es seguro. Me
inventaría una mierda y lo sabotearía. De ninguna manera dejaría que estuvieras en
peligro, y tampoco lo harían Jackson o Mark.
Respiro profundamente y lo suelto. Tiene razó n. Nadie me pondría en peligro,
pero las preguntas me atormentan.
Capítulo veinte
―Bien, ¿está s lista? ―pregunta Liam mientras me venda los ojos para la
siguiente parte de la cita. Me concentro en todo lo que me rodea. Puedo oler el heno o
tal vez es só lo ese aire limpio y abierto... Creo. No lo puedo ubicar, pero no hay ningú n
ruido. El silencio es total. Vuelvo a respirar, y la hierba y las flores se perciben.
―¿Dó nde estamos?
Lo siento detrá s de mí. Se queda ahí sin tocarme, pero puedo sentir el calor de
su cuerpo. Me envuelve y la expectació n aumenta. Me inclino hacia atrá s para sentirlo
y él se ríe.
Sus manos rozan mis brazos desnudos y las puntas de sus dedos se deslizan
por mi piel. Mi cabeza cae sobre su hombro y mi respiració n se acelera.
―Cuando estuve destinado aquí la primera vez, encontré este lugar. Es donde
vine después de que nos besamos. Vengo aquí cuando necesito recordar lo pequeñ o
que soy en este mundo. ―Liam respira contra mi cuello―. A veces nuestros problemas
se sienten tan grandes que olvidamos có mo tener los pies en la tierra y ser humildes.
―Sus manos se dirigen a mis hombros. El toque es tierno y sensual.
Me desata la venda y mis ojos se adaptan. La oscuridad es total, excepto por las
estrellas y la luna que hay sobre nosotros. Ilumina la belleza que me rodea. Los á rboles
se alinean en el campo y la hierba alta cubre toda la zona. Está intacta, excepto el
pequeñ o parche circular en el que nos encontramos. Los brazos de Liam me rodean
por detrá s y lo asimilo.
―Vaya ―digo―. Es tan hermoso y a la vez tan desolado.
―No está s sola ―dice, y yo me dejo caer sobre él. Mi cabeza se apoya en su
pecho mientras él me abraza con fuerza―. Pase lo que pase, me tendrá s. Como amigo o
lo que sea que esto se convierta o no.
―Me da miedo. Siento que es tan pronto. Todavía lo extrañ o, Liam. ―Me giro en
sus brazos para poder ver su perfil―. Lo amé toda mi vida y la idea de seguir adelante
me aterra. No sé si no me dará miedo y me alejaré.
Sus manos acunan mi cara.
―Nunca te presionaré. Sé que era tu mundo. He visto el amor que compartían y
estaría lleno de mierda si dijera que no me asusta. Se supone que eres intocable, y sin
embargo aquí está s en mis brazos. No sé si soy afortunado o un maldito idiota. Só lo sé
que cuando estamos juntos, se siente bien. Se siente como si tuviéramos que estar.
Incluso en la oscuridad, los ojos de Liam brillan. No me hará dañ o. No me
traicionará .
Será paciente y amable porque así es él. Mis manos se enredan en su pelo
cuando nos ponemos de pie juntos. Nuestras frentes se tocan y él sostiene mi cara
mientras yo me aferro a este momento. Estoy en paz en este mismo segundo. Ningú n
dolor me consume, ningú n miedo, só lo Liam. Cierro los ojos y me permito sentir y
rezar.
Por favor, Aaron, no te preocupes por esto. Por favor, entiende que siempre te
amaré, pero Liam lo hace un poco mejor. Él será bueno conmigo. Así que por favor,
perdóname.
Levanto la cabeza y presiono mis labios contra los suyos. Su mano acuna mi
mejilla y me abraza mientras nos besamos. Me agarro a su cuello y siento la ingravidez
de dejar escapar una pequeñ a parte de mí. Me besa con adoració n y cautela, dejá ndose
llevar por mí pero sin dejar de mandarme. Me pierdo un poco má s y gimo cuando su
mano me aprieta la espalda.
―Suéltalo ―dice contra mi boca―. Deja que lo tome por ti.
Antes de que pueda decir nada, su boca vuelve a estar sobre la mía. Nuestras
lenguas chocan entre sí mientras el beso se vuelve hambriento. Me acerca para que no
haya espacio entre nosotros. El sonido grave resuena en su pecho y me produce
escalofríos. Es sexy y, antes de darme cuenta, mis manos se dirigen a su pecho. Le saco
la camiseta y mis dedos recorren su pecho. Quiero sentir su piel.
Liam rompe el beso.
―Natalie ―mi nombre es a la vez una sú plica y una petició n.
―Shhh ―le ordeno mientras le desabrocho la camisa―. Quiero sentir tu
corazó n.
Mis manos se deslizan hacia arriba y él tiembla bajo mi contacto. Nos
quedamos aquí, con mis dedos apoyados en su pecho, sintiendo el latido de su corazó n
debajo de mí. Está vivo y aquí conmigo. Sus manos permanecen a los lados mientras
me deja decidir una vez má s a dó nde quiero llegar.
―Tengo tantas ganas de tocarte ―admite y su mano se levanta y luego baja―.
Estoy luchando con cada mú sculo de mi cuerpo ahora mismo.
―Deja de luchar ―digo sin pensar.
Liam me agarra del brazo y tira de mi mano hacia abajo mientras sus labios
encuentran los míos de nuevo. Me besa con fuerza. Toma de mí todo lo que estoy
dispuesta a dar. No sé hasta dó nde puedo llegar, pero ahora mismo estoy perdida para
él. No veo, ni siento, ni quiero nada má s que a él. Mi mente se desconecta por completo
y, por una vez, vivo el momento. En el campo con él, no me estoy ahogando. Liam
respira el aire en mis pulmones por mí. La vida que abandonó mi alma hace meses,
cuando me la arrancaron, empieza a encontrar su camino de vuelta. Estoy viva en sus
brazos. Su tacto hace que la parte de mí que cerré vuelva a encenderse.
―Liam ―suspiro cuando sus labios abandonan los míos y me besa el cuello.
―Dime que pare.
―Liam ―vuelvo a pronunciar su nombre mientras siento su lengua deslizarse
por mi clavícula.
―Dime que esto no está mal ―me dice entre besos.
Le agarro la cara y lo obligo a mirarme. Necesito que lo vea en mis ojos. Quiero
que sepa que estoy aquí con él y só lo con él.
―Esto no está mal.
Cierra los ojos y me atrae contra su pecho. Nos abrazamos mientras nuestra
respiració n vuelve a la normalidad. Es una locura lo mucho que me libera de mí
misma.
―Podría quedarme aquí para siempre ―dice Liam, rompiendo el silencio.
―Me encantaría verlo durante el día.
―Un día, cariñ o. Volvamos al coche antes de que haga alguna estupidez. ―Liam
me suelta y me toma de la mano y empezamos a caminar de vuelta por el sendero―.
He venido una vez durante el día, pero por la noche sientes la paz. Puedes ver la luz a
través del negro. Las estrellas y la luna me recuerdan que la vida es corta y que tengo
que vivir cada día. Mi trabajo me exige respetar la muerte.
―¿Respetar la muerte? ¿Có mo puedes decir eso? ―Pregunto con la duda
goteando de mi voz.
Se detiene y se pone delante de mí.
―Sin la muerte no hay vida. ―Liam hace una pausa como si estuviera
sopesando sus pró ximas palabras―. Cuando uno de nosotros muere, no es en vano. No
nos vamos a la ligera y si no respeto el sacrificio que alguien ha hecho por su honor,
¿entonces qué? ―pregunta Liam.
―No hay respeto en la muerte para mí. Te quita. Hace que las cosas se vuelvan
oscuras y grises porque no hay consuelo para lo que queda. Me quedo aquí,
recogiendo los pedazos de mi vida destruida por culpa de la muerte. ―Me ahogo con
las palabras mientras él se mueve incó modo.
Liam se adelanta y al instante me arrepiento de mis palabras.
―Tu vida no está arruinada. Está alterada. Las cosas no salieron como
pensabas, pero tienes a Aarabelle, tienes amigos que te quieren y, con suerte, me
tendrá s a mí. Nunca podré reemplazarlo y nunca quiero hacerlo. Era mi mejor amigo y
daría cualquier cosa por haber ocupado su lugar para que no tuvieras que sufrir.
―Liam ―intento detenerlo, pero me pone el dedo en los labios.
―No, lo haría. Odio verte herida. Odio saber que Aarabelle crecerá sin
conocerlo. Me siento culpable de poder tocarte, besarte y tenerte en mis brazos. Pero
respeto que Aaron salvó má s vidas de las que nunca sabremos. Dio su vida porque iba
a asegurarse de que su equipo tuviera lo que necesitaba. Es un héroe para los hombres
a los que ayudó . Un patriota. Y por eso, respeto la muerte. ―La mano de Liam me
aprieta el hombro y abre la puerta del coche.
No hablo porque no confío en mí misma. Subo al coche y dejo que el peso de
sus palabras caiga a mi alrededor.
También era mi héroe y lo perdí.
El viaje de vuelta a casa es tranquilo mientras ambos sentimos que las
emociones se asientan. Hay mucho que decir, pero no esta noche. Esta noche ha sido
nuestra primera cita, y no se me escapa que he pasado la mayor parte del tiempo entre
recuerdos y lá grimas. Sé que si estuviera con otra persona que no fuera Liam, habría
sido la cita del infierno.
El coche se detiene en mi entrada y nos sentamos incó modamente.
―¿Liam? Sé que no lo parece, pero esta noche ha sido sinceramente especial
para mí.
Se inclina y sonríe.
―Eres especial y te mereces una noche de fiesta.
―Só lo necesito tiempo para llegar allí. Quiero que sigamos viéndonos. Quiero
que seamos... bueno, lo que sea que seamos. ―Me río y me retuerzo las manos con
nerviosismo.
Esto es tan incó modo que resulta un poco ridículo.
―Somos amigos, Lee. Amigos que se besan mucho.
Sonrío y suelto una respiració n temblorosa.
―Me gusta besarte.
―Me alegro. Ahora ven aquí y muéstrame cuá nto. ―La voz de Liam es ronca de
deseo. Me muevo ligeramente y le doy exactamente lo que pide.

―¡Hey, nena! ―Reanell grita mientras se acerca corriendo―. Está s increíble.


―Estoy fatal ―le respondo mientras me miro el chá ndal.
―Sí, estaba siendo amable. Te ves como una mierda.
Deja que Reanell sea tan dulce.
―¿Está s lista para el gimnasio?
Reanell y yo decidimos que teníamos que mover el culo ya que es verano, y si
tengo que ponerme un bikini, me gustaría no sacudirme tanto. A pesar de que no hay
ni un gramo de grasa en su metro sesenta y cinco. Es el tipo de mujer de la que la gente
odia ser amiga, naturalmente delgada aunque se coma una bolsa de patatas fritas de
una sentada. Tiene un pelo largo y castañ o oscuro que siempre parece que se ha
pasado horas haciéndolo cuando acaba de despertarse. Pero sus ojos son los má s
codiciados: tiene ojos color avellana enmarcados con las má s largas pestañ as negras.
Quiero odiarla, pero entonces abre la boca y es la persona má s amable que conozco,
así que odiarla es imposible.
―¿Podemos ir a comer después? ―pregunta mientras se sienta en el sofá .
Le doy una palmada en la pierna y me burlo.
―Levá ntate o no iremos nunca, y no, no podemos ir a comer.
―Ugh ―se queja―. Eres una maldita aguafiestas. De acuerdo, vamos a mirar a
los hombres calientes mientras trabajan…
―Eres imposible ―me río y cierro la puerta.
Paige tiene a Aarabelle en el parque mientras yo voy a hacer ejercicio durante
una hora. No sé có mo he podido sobrevivir sin ella. Es dulce, cariñ osa y Aarabelle la
adora. Ademá s, está disponible cada vez que la llamo. He estado trabajando desde casa
con un poco má s de frecuencia ya que es una ventaja que Jackson dijo que tengo. Estar
cerca de Aarabelle durante los primeros ocho meses de su vida y luego sentir que ya
no la veo ha sido extremadamente difícil para mí.
―Entonces ―dice Reanell mientras subimos al coche.
―¿Entonces?
―¿De verdad no vas a contarme lo que pasa entre tú y Liam? ―pregunta con las
cejas levantadas.
Me río y trato de desviar la atenció n. No hay manera de explicarlo porque no
estamos definiendo nada. Desde nuestra cita, ha estado ocupado prepará ndose para
otra breve misió n de entrenamiento, así que no nos hemos visto. Sin embargo, le echo
de menos, así que algo es algo.
―No hay mucho que decir. Quiero decir, estamos tomando un día a la vez.
Se mueve en su asiento y me mira.
―¿Besa bien? ¿Te ha tocado las tetas?
―Juro... ―Pongo los ojos en blanco y me concentro en la carretera.
―Oh, déjalo ―resopla dramá ticamente.
―Bien ―acepto de mala gana―. Me llevó a cenar y luego a este campo abierto.
Nos besamos y luego fue un caballero y me llevó a casa.
Nos besamos mucho, pero no voy a darle ninguna munició n. Reanell estaba
medio dormida cuando fui a recoger a Aarabelle, así que no me molestó para obtener
detalles. Parece que hoy va a ser una historia diferente.
―¿Eso es todo? ―parece no estar impresionada―. Quiero decir... suena
adorable y todo, pero esperaba algo jugoso.
―Siento decepcionarte. ―Aprieto el volante mientras entramos en el gimnasio.
Cuando estacionamos, me giro y la miro. Estoy cansada de que piense que debo
despedir tan rá pidamente a mi marido y seguir adelante. No es tan fá cil y apostaría mi
culo a que si fuera ella, nunca hablaría con otro hombre―. Estoy enfadada contigo.
Reanell se gira en su asiento y su mandíbula se afloja:
―¿Conmigo? ¿Por qué?
―Porque lo haces parecer tan jodidamente fá cil, Rea. No es fá cil.
―Nunca dije que fuera fá cil. Só lo te observo y es difícil. Pero... ―Pone su mano
en mi brazo y su voz se suaviza―. Odio verte así. Eres mi mejor amiga y si fuera yo y
Mason muriera, tú también empujarías. Creo que eres muy fuerte. Has manejado todo
esto con gracia incluso cuando estabas muerta por dentro.
Aparto la mirada y ella me sacude el brazo. Quería gritarle y ahora hace que me
duela físicamente el corazó n.
―Mírame ―su voz es suplicante―. Liam vino y pensé que tal vez te ayudaría a
ocuparte de las cosas de la casa y te presentaría a alguien. Nunca pensé que sería él
quien te abriera. Ahora sonríes. ―Las lá grimas se acumulan en sus ojos y se reflejan en
los míos―. Sonríes y te ríes. No pude conseguir que te rieras. Lo intentaba y lo
intentaba, pero te quedabas vacía.
―Rea...
―No, es que lo hizo. Si Aarabelle hubiera enfermado antes, me habrías llamado
enseguida y me habrías rogado que viniera corriendo. Pero no lo hiciste, porque Liam
estaba allí. ¿No lo ves? Está sucediendo y tú ni siquiera lo intentas. No quiero ver có mo
lo alejas.
―Tengo miedo ―admito en voz baja. Eso es lo esencial. Estoy absolutamente
aterrorizada. É l es todo lo que no debería querer. Es una réplica de mi marido.
Honorable, valiente y dispuesto a morir por un bien mayor. Si lo dejo entrar en mi
corazó n, no hay forma de que pueda soportar perder a otro hombre. Si lo dejo entrar
en el mundo de mi hija y se va demasiado pronto, nunca me lo perdonaré.
Reanell me atrae hacia sus brazos y me frota la espalda.
―Sé que lo está s haciendo. No puedes guardarte todo esto, Lee. Habla conmigo.
Todo el mundo quiere que hable, pero cuando dejo salir aunque sea un poquito,
siento que el diluvio me va a superar. Llegaré a la orilla solo y sin poder respirar. Hay
veces que parece que la marea va a arrastrarme. Tanto dolor. Tanto dolor. Pero
entonces Liam se acerca y es un poco má s fá cil.
―Cuando me enteré de que Aaron había muerto, la idea de tocar a alguien má s
estaba fuera de mi proceso de pensamiento. Había olvidado có mo reír porque era má s
fá cil permanecer detrá s de la pared. ―La miro y la empatía nada en sus ojos color
avellana―. No quiero que duela má s.
Sus labios se vuelven mientras se forma una sonrisa triste.
―Sé que no, pero la vida es tenerlo todo. No puedes conocer el verdadero amor
a menos que hayas tenido el verdadero dolor. Tu vida no va a caber en una caja. Todos
somos má s grandes que esa caja. Tú , yo, Aaron, Mason e incluso Liam... no podemos
definir la caja. Pero tú ―me aprieta el brazo― eres cariñ osa incluso a través de tu
dolor. Eres hermosa incluso cuando trataste de no serlo. Cuando Aaron murió y tuviste
a Aarabelle, viviste porque eres mejor que la caja en la que te has metido.
Escucho y dejo que sus palabras me reconforten. Tomo cada sílaba y la saboreo,
la asimilo de verdad, porque tiene razó n. Lo sé, pero a veces lo olvido. Es fá cil perderse
en el dolor y la pena. Por alguna razó n, es casi má s fá cil ser infeliz, pero no quiero vivir
una vida llena de miseria. Tengo una hija preciosa, un grupo de apoyo fantá stico y
tengo a Liam.
―No quiero vivir en una caja ―admito con lá grimas en los ojos.
―No te dejaré, pero no fui yo quien abrió la tapa y por eso creo que es bueno
para ti. ―Reanell me atrae en un abrazo y luego se aparta―. Ahora, ¿todavía quieres
entrar ahí o deberíamos ir por un helado?
Me río a pesar de las lá grimas y la abrazo de nuevo.
―Vamos a ponernos a hacer gimnasia.
Ella gime y su cabeza cae hacia atrá s contra el asiento.
―Eres tan malditamente malvada.
―No, só lo estoy saliendo de la caja.
―Maldita caja.
―Sí, maldita caja.
Capítulo veintiuno
Me estoy muriendo. No hay otra forma de describir el inmenso dolor y
malestar que tengo. Culpo al gimnasio. Ademá s, Aarabelle estuvo enferma los ú ltimos
días y, por supuesto, ahora me contagié yo. Los dolores y escalofríos asolan mi cuerpo
y quiero arrastrarme a un agujero.
―Aara, por favor, quédate en un sitio ―le suplico cuando empieza a dirigirse
hacia el otro extremo de la habitació n. Está gateando, lo que hace que esta enfermedad
sea cien veces peor. Y no duerme la siesta tan a menudo, así que no tengo tiempo para
descansar.
Tres días con ella despierta toda la noche ya fue bastante malo. Ahora que
estoy completamente agotada, me da cualquier bicho que haya tenido... impresionante.
Liam llegará hoy a casa después de otro trabajo. Había olvidado lo mucho que odiaba
las estú pidas misiones de entrenamiento. Se van todo el tiempo y luego se van al
despliegue. Solía rogarle a Aaron que se fuera un mes má s para que no fuera una
semana aquí y otra fuera. Enloquecedor es como lo describiría.
Cuando se van, tienes tu rutina. Sabes lo que va a suponer tu día. Estas
pequeñ as misiones de entrenamiento alteran tu ritmo. Aunque Liam y yo en realidad
no tenemos un ritmo, todavía. Hablamos todas las noches por teléfono. É l intenta que
sea yo quien decida el ritmo, pero por ahora, estoy contenta con có mo son las cosas.
No hay una definició n real.
Disfrutamos de la compañ ía del otro, me hace reír, es atento y cariñ oso. Sobre
todo, es bueno con Aarabelle, lo que me importa má s que nada.
―¿Lee? ¿Está s ahí? ―Escucho que llaman a la puerta, pero ahora debo estar
alucinando.
Fantá stico, la fiebre se ha vuelto tan fuerte que ahora escucho voces.
Vuelvo a escuchar los golpes y Aarabelle chilla.
―Bien, bien. Shhh ―le ruego a la puerta y a Aara, ya que mi dolor de cabeza está
ahora en pleno apogeo.
―Natalie... Voy a usar la llave de repuesto si no abres ―me advierte la voz de
Liam mientras arrastro mi cuerpo hacia la puerta.
Lo abro y me apoyo en él. Mis ojos se entrecierran por el sol brillante y
gimoteo.
―¿Qué...? ―dice mientras me mira.
Mirando hacia abajo me doy cuenta de lo que lo tiene desconcertado. Llevo mi
sudadera gris de Navy Wife y mis pantalones de chá ndal naranjas. Levanto las manos
para alisarme el pelo, só lo para notar que está medio recogido y medio suelto. Bueno,
ya no hay vuelta atrá s.
―Si vas a juzgar, puedes irte. ―Toso al final y entra en la casa―. Entra bajo tu
propio riesgo. Me estoy muriendo.
Liam se ríe y cierra la puerta.
―No te está s muriendo. ―Se acerca y me besa la frente―. Creo que necesitas
tomar má s medicinas e ir a dormir. Está s ardiendo.
Dormir.
Dormir suena bien. Sueñ o y drogas.
―De acuerdo... ―Me quedo sin palabras mientras arrastro los pies―. ¡Espera!
―exclamo y luego toso.
―¿Qué? ―pregunta, recogiendo una de las prendas para eructar con un lá piz.
―Aarabelle. Tengo que vigilar a Aarabelle ―le recuerdo y empiezo a arrastrar
los pies hacia el sofá .
Liam me agarra por los hombros, riendo.
―La tengo.
Bueno, eso me despierta.
―¿Eh? ―Mis ojos se abren de par en par mientras le miro.
Se encoge de hombros y sonríe.
―Yo tengo a Aarabelle, tú vete a la cama. Quizá también una ducha ―regañ a
mientras ríe. Idiota.
―Cama. Bien. ¿Está s seguro? ―Le pregunto una vez má s. Esta es su ú ltima
salida. Si no, me voy a la cama y me tomo una medicació n fuerte. Necesito eliminar
este virus y rá pido.
―He luchado en guerras, he sobrevivido a BUDs, he sacado cuerpos
ensangrentados de tiroteos y cosas mucho peores que unas horas con un niñ o.
―Liam ladea la cabeza y la confianza que tiene se desprende de él en oleadas.
Me río a medias y vuelvo a toser ante su seguridad en sí mismo. No tiene ni
idea de lo que es vigilar a un niñ o mó vil. Pero bien, estoy enferma como un perro y,
sinceramente, tengo miedo de quedarme dormida con ella despierta, así que en este
punto él es mejor que yo.
―Acaba de comer, probablemente tendrá hambre sobre las cinco. Se ha
despertado de la siesta hace un rato, así que tendrá s que entretenerla ―le digo
mientras la toma en brazos y ella se ríe. Se sonríen el uno al otro y Aarabelle le da una
palmada en la cara con la mano mojada que tenía en la boca.
―Babas de bebé ―dice y se limpia la mejilla―. Estaremos bien. Ve. ―Liam
levanta la barbilla para indicarme que me dirija a la cama―. Ya lo tenemos, ¿verdad,
Aarabelle? El tío Liam y tú van a ver el fú tbol mientras mamá duerme. ―Me quedo de
pie un momento y observo la escena que tengo ante mí. El hombre que conozco desde
hace añ os, por el que nunca hubiera imaginado sentir nada en un sentido romá ntico...
de pie aquí mientras mi corazó n se hincha. Cada vez que me pregunto si esto es
correcto, él hace algo que sofoca mi duda.
Liam no me debe nada. Está aquí, de nuevo, porque se preocupa por nosotras.
La ú ltima vez que hablamos, no llegaba a casa hasta mañ ana, pero ha vuelto y ha
venido aquí. Me apoyo en la pared mientras él habla con ella y podría llorar. Só lo que
esta vez, son lá grimas de alegría y amor.
―Bien, los Packers está n en marcha y queremos que aniquilen a los Bears. Di
'¡Vamos, Pack, vamos!' ―Liam juega con Aarabelle y levanta su brazo hacia el cielo.
Me voy de puntillas a mi habitació n, me tomo la medicació n antigripal má s
fuerte que tengo y me desmayo en mi cama.
Pasan las horas y me despierto descansada y ligeramente desorientada. Está
oscuro, lo que significa que he dormido mucho má s de las dos horas de siesta que
había planeado.
Salgo de la cama y me aseo, me cepillo los dientes e intento arreglarme la cara.
Mi pelo es insalvable, así que hago lo que puedo. Me veo un poco mejor, pero las bolsas
bajo los ojos no son normales.
Compruebo la habitació n de Aarabelle para ver si está allí, pero está vacía.
Temiendo lo que pueda encontrar, me dirijo a la sala de estar, donde nada podría
haberme preparado para lo que veo.
Liam está tumbado en el sofá con Aarabelle profundamente dormida sobre su
pecho. Su pequeñ a mano rodea la de él y ambos se aferran el uno al otro. Su enorme
cuerpo la protege mientras su brazo la sujeta con fuerza. Me rompe el corazó n y lo
repara al mismo tiempo.
Dos partes de mí se separan. Una parte que está triste porque no es su padre.
La otra parte que agradece que sea Liam. Aarabelle se mueve un poco, e incluso en su
sueñ o, él se mueve para acomodarla y protegerla.
―¿Te sientes mejor? ―La potente voz de Liam corta el silencio y yo doy un
respingo.
―Hola ―susurro y me arrodillo para que estemos cara a cara―. No quería
despertarte.
Sus ojos se arrugan y asiente.
―Creo que nunca duermo del todo. Puedo sentir que me observan. Ademá s
―bosteza y desplaza a Aara― se mueve cada cinco segundos.
―Puedo cargarla.
―No, ella está bien.
La televisió n está en silencio pero ilumina la habitació n. Los ojos de Liam está n
cansados y, sin embargo, no deja que me la lleve. Se tumba aquí y deja que mi hija
escuche su corazó n. Coloco mi mano en su espalda y Liam coloca la suya sobre ella.
―Gracias ―sonrío suavemente.
―Yo no me lo agradecería todavía... He hecho un lío.
Sonrío y miro alrededor de la habitació n. No está bromeando. Hay biberones,
tarros de comida y unos diez pañ ales esparcidos por la habitació n. Por primera vez,
me doy cuenta de que Aarabelle no lleva ropa y me echo a reír.
―Dios mío ―susurro e intento calmar mi risa―. ¿Por qué tiene dos pañ ales
puestos? ¿Y eso es una cuerda?
Liam se mueve y acuna a Aara en sus brazos para sostenerla como si fuera un
baló n de fú tbol.
―¿Quién hizo estas cosas estú pidas? Esas lengü etas se desprenden sin razó n, y
luego ¿quién diablos puede saber hacia dó nde va la cosa? Así que lo até.
―¿Con cuerda?
―Tenía un poco en mi bolso ―susurra y besa la parte superior de su cabeza―.
Funciona.
―No sé ni qué decirte ―suelto una risita y toso un poco.
―¿Qué tal...? 'Oh, Liam, eres increíble, sexy, divertido, y te debo una vida de
favores que puedes cobrar en cualquier momento' ―frunce el ceñ o.
―No es probable, idiota. ―Reprimo mi risa y beso su mejilla―. Dá mela, la
llevaré a la cama.
Me entrega a Aarabelle y yo tomo un pañ al mientras él se queda con los brazos
cruzados.
―¿Sabes cuá nto tiempo me ha costado ponérselo?
Miro hacia abajo y hay al menos tres nudos y la cuerda está enrollada alrededor
de su cintura y bajo sus piernas. No puedo creer que se haya quedado dormida con
esto puesto.
―Mira lo que tardo en ponérselo bien ―me río y miro los nudos―. De todas
formas, ¿qué clase de nudos son estos? ―Pregunto mientras él se queda mirando
orgulloso de su trabajo.
―¿Necesitas ayuda?
―¡Necesito un cuchillo para sacarla de esto! ―Suspiro-grito. Está loco. Empiezo
por el ú nico nudo y se suelta. Miro fijamente a Liam con fingida rabia―. Te juro que si
se despierta, te voy a atar.
É l resopla:
―Puede que me guste.
―Ya quisieras. ―Estornudo y toso deseando volver a la cama. Liam se agacha y
desata los otros dos nudos del pañ al improvisado. Lo miro―: Me sorprende que no
hayas usado cinta adhesiva.
―Lo habría hecho si supiera dó nde está ―bromea Liam.
Las emociones se arremolinan en mí. Podría haberme despertado, pero lo ha
manejado. Sí, le ha atado un pañ al, pero es dulce y demuestra, una vez má s, la suerte
que tengo. Los dos tenemos miedo de entrar en esto, pero ahora mismo, no quiero
luchar má s. Hay cosas que tenemos que resolver, pero Liam me ha dado una parte de
mí misma que había olvidado. Me ve como una mujer, no como una viuda.
―Mira ―le digo mientras se sienta a mi lado―. Es fá cil. ―Tardo literalmente
diez segundos en ponerle el pañ al.
―Te juro que me tocaron los defectuosos.
―Claro que sí ―digo mientras recojo a Aarabelle. Liam me sigue hasta su
habitació n. Le besa la cabeza y le da las buenas noches, y yo la coloco en su cuna.
Todas las noches, cuando la acuesto, rezo una oració n por ella y le pido a su padre que
la cuide. Luego le damos las gracias por permitir que Liam esté en nuestras vidas y le
pedimos que nos ayude a sanar.
Cuando me vuelvo, Liam está de pie junto a su puerta, apoyado en ella. Me
coloco frente a él y nos miramos. Los dos nos decimos muchas cosas en este momento,
aunque no se hable nada. Mi corazó n y mis ojos se lo dicen todo.
Liam se inclina hacia delante, me aparta el pelo de los ojos y se queda un poco
má s. Su pulgar me roza el labio y suspiro.
―Liam ―mi voz es un susurro jadeante.
―Probablemente debería irme ―dice mientras su dedo se frota de un lado a
otro. Mis ojos se cierran e inspiro.
―Probablemente deberías.
Quiero que se quede, pero necesito que se vaya. Mis defensas está n bajas y no
estoy preparada.
―De acuerdo ―su voz es baja y á spera―. Debería hacerlo. Ademá s, está s
enferma y necesitas descansar.
―Sí, probablemente... ―Tomo su camiseta y me agarro a ella―. O... ¿podríamos
acurrucarnos en el sofá ? ―Digo, reacia a dejarlo ir. Quiero que se quede y esta es mi
forma segura de tenerlo cerca. Sé que los hombres no quieren acurrucarse, pero yo
só lo quiero acostarme con él, y no estoy preparada para tenerlo en mi cama.
Liam se ríe en voz baja y me atrae entre sus brazos.
―Sí, podría ir por eso.
Capítulo veintidós
―Bien, Sparkles, ¿tienes las solicitudes para el nuevo equipo? ―pide Mark,
entrando en mi despacho.
Hemos tomado el relevo de una empresa que fracasó en dos contratos de apoyo
en Á frica, y ahora que las Fuerzas de Seguridad Cole los han ganado, tenemos que
dotarlos de personal. Me he convertido en una apasionada de mi nuevo papel. Siento
que me estoy asegurando de que todo el mundo vuelva a casa sano y salvo. Los
problemas que la empresa tenía antes se debían a una mala planificació n. Ahora me
aseguro de que los equipos que enviamos allí tengan todo el equipo que necesitan.
También me ha permitido comprobar que Jackson no escatima en gastos. Cada vez que
le he pedido má s fondos para suministros, me los ha concedido sin rechistar. Prefiere
recortar fondos en nuestro lado que en el frente.
―Sí, está n aquí. ―Levanto una pila de papeles y sigo escribiendo―. Odio que de
alguna manera me hayas dado el indicativo por el que podría matarte. ―Mi segundo
nombre es Star gracias a los días de hippie de mi padre. Mark lo descubrió en mi
solicitud y dijo que brillaba como una estrella.
―Es un don. Deberías haber visto a Catherine la primera vez que la llamé 'Kitty'
―Se queda parado y se ríe.
―Espero que te haya golpeado.
―No, ella me quiere.
―¿Có mo es que te las arreglas para volver loca a la gente pero todavía te
mantienen cerca? ―pregunto, sin dejar de mirar el papel que intento arreglar. La
redacció n es incorrecta y quiero hacerlo bien.
―Sabes que puedes tomarte un descanso y que tenemos un café de muerte ―el
acento neoyorquino de Mark es marcado y no puedo evitar las ganas de burlarme de
él. Es lo ú nico por lo que siempre se han burlado de él.
―¿Cawfee? ―Sonrío y lo imito, dejando el bolígrafo sobre el escritorio.
―Veo que tenemos bromas.
―Só lo contigo, Twilight.
―¿Ves? ―dice Mark mientras se tumba en el silló n que tengo en mi despacho―.
Hacemos un buen equipo. Tú eres Sparkles y yo soy Twilight. Es como una pareja
hecha en el cielo.
Me río:
―Creo que me está coqueteando, Sr. Dixon. ―Sé que no lo hace, pero es
divertido irritarlo.
―No, só lo estoy bromeando. ―Levanta las manos en señ al de defensa―. Yo no
te faltaría al respeto, Natalie.
―Cá lmate ―sacudo la cabeza―. Sé que no lo está s. Aaron te daría una patada en
el culo ―respondo bromeando y mi mano vuela hacia mi boca―. Quería decir. . . Yo. . .
Mark se levanta y se dirige a mi mesa.
―Lo haría, y también Liam. No pasa nada.
―¿Alguien ha dicho mi nombre? ―Escucho la voz de Liam y mis ojos se
levantan de golpe. Oh, qué bien.
―Hola ―lo saludo y me acerco.
―¡Hola, Dreamboat! ―Mark sonríe, se dan la mano y se abrazan―. ¿Qué pasa,
hombre? Hace tiempo que no te veo.
Liam y Mark terminan de saludarse y de ponerse al día brevemente antes de
que Mark se vaya. No sé si Liam lo ha escuchado, y si lo ha hecho, si le habrá
molestado. En cualquier caso, me sorprende verlo aquí.
―No te esperaba. ―Mi voz es cautelosa.
Entra y cierra mi puerta.
―Lo sé. Te envié un mensaje de texto pero no respondiste. Pensé en pasarme
por aquí.
―Bueno, me alegro de verte. ―Se acerca y yo doy un paso atrá s. ¿Por qué me
alejo de este hombre?
―Está s muy guapa.
―Está s increíblemente sexy con el uniforme. ―Lo evalú o mientras se acerca.
Lleva su camuflaje de bosque. Sus mangas remangadas hacen que sus ya grandes
bíceps parezcan enormes. La forma en que el top se adhiere a su pecho es muy sexy, y
só lo puedo imaginar lo increíble que se ve su trasero. Algo en los uniformes siempre
hace que sus culos se vean fantá sticos. Tal vez lo haga girar para poder ver.
El labio de Liam se levanta lentamente, como si estuviera leyendo mi mente.
―¿En qué está s pensando? ―me pregunta mientras se acerca.
Sigo su cuerpo con la mirada y luego vuelvo a su cara con una sonrisa.
―Tu culo. ―Se ríe y luego sus ojos se oscurecen.
Me encanta el juego que hacemos. Juguetó n pero seductor. Sigo presioná ndolo
y pronto no será tan paciente.
―Estaré encantado de que me veas el culo...
―Apuesto a que lo harías, pero estoy en el trabajo y eso sería muy inapropiado.
―Suelto una risita y le pongo la mano en el pecho para impedir que se acerque. Liam
me empuja lentamente hacia atrá s como si no estuviera allí―. ¿Qué puedo hacer por ti,
marine?
―Los chicos van a un bar esta noche ―hace una pausa y yo asiento―. Hace
tiempo que no salgo con ellos.
Otro paso me empuja hacia atrá s.
―¿De acuerdo? ―Respondo un poco confundida de a dó nde quiere llegar con
esto.
Los ojos de Liam se fijan en los míos. La forma en que me mira me deja sin
aliento.
Respiro profundamente, pero no ayuda, todo lo que huelo es a él. Su colonia
mezclada con un duro día de trabajo se filtra por mi cuerpo y hace que mi cabeza dé
vueltas.
―Quiero que vengas con nosotros. Conmigo.
―Yo... pero... ―Me quedo sin palabras y miro hacia otro lado―. No sé si es una
buena idea. ―Mantengo la mirada baja, pero, por supuesto, Liam no lo acepta.
Sus brazos me enjaulan mientras me aprieta contra el escritorio.
―No quiero ir y tener que apartar a zorras al azar toda la noche. Te quiero a mi
lado. Quiero pasar la noche contigo, Natalie. ―Los labios de Liam me presionan el
cuello y me estremezco. Lentamente, me besa como una pluma en el cuello y luego en
el hombro, y yo gimo―. Quiero entrar y que todos los hijos de puta me miren y
piensen: Maldita sea, ¿có mo ha tenido tanta suerte? ―Otro beso y sube por mi cuello
hasta mi oreja―. Y yo...
―¿Y tú ...? ? ―Gimoteo cuando se inclina hacia atrá s.
―Tienes que decirme si vas a ir primero.
Es imposible decirle que no. Sus ojos azules brillan con esperanza y me tiene
prá cticamente atrapada entre sus brazos. Esta cita será diferente. Vamos a salir como
pareja con amigos comunes. Gente que conoció a Aaron y que luego me verá con Liam.
Tengo que elegir si voy a dejar que mi pasado defina mi futuro.
―¿Quién va?
―¿Importa? ―contesta.
―Sí ―digo mirá ndolo―. Por supuesto que importa. Quiero decir, ¿qué decimos?
Los ojos de Liam no vacilan.
―No te metas en tu cabeza. Só lo amigos, que van a tomar una cerveza.
―No, somos tú y yo saliendo con nuestros amigos. Amigos que no nos conocen
como nosotros. Ademá s, ya me has dicho lo que piensas hacer ―respondo con una
mirada burlona.
―Lee ―dice con cautela―. Esto no tiene que ser extrañ o. Mantendré mis manos
para mí toda la noche.
Lo miro con las cejas levantadas.
―Sí. Después de que me asaltaras en mi despacho con todas tus promesas.
―Oye, puedo mantenerme en control. Eres tú quien me preocupa. Soy carne de
primera y puede que quieras marcar tu territorio. ¿Y mi asalto estaba funcionando?
La risa que se me escapa es fuerte y sin esfuerzo. Mi cabeza cae hacia atrá s y
sus labios vuelven a encontrar mi cuello. Suspiro y envuelvo mis brazos alrededor de
sus hombros.
―Usas tu sensualidad contra mí.
―Todo forma parte del plan, cariñ o.
Chillo y sonrío:
―De acuerdo, tú ganas. Tengo que ver si Paige puede cuidar a Aarabelle esta
noche.
―Mmmm ―gime contra mi clavícula antes de mirarme―. Manos quietas,
¿verdad?
Me inclino y lo beso castamente.
―Todavía no es esta noche.
―No, no, no lo es ―dice Liam antes de presionar sus labios contra los míos. Me
reclina contra el frío escritorio, pero só lo siento calor. Su calor. Me abraza y me acuna
la cabeza en sus manos, enrollando mi pelo alrededor de sus dedos. El corazó n me late
errá ticamente en el pecho mientras me besa sin descanso. Lo agarro por la espalda y
tiro de él para acercarme.
Le abro la boca y su lengua roza la mía. Y es como si se apagara un interruptor.
Me devora y se lleva todo el miedo al que me aferraba. Floto de mi cuerpo mientras su
peso está encima de mí. No dejará que me haga dañ o. Me protegerá aunque sea de mi
propia culpa.
Siento que su alegría irradia de él. Ambos hemos encontrado la felicidad a
través del otro. Da miedo, pero también es hermoso. Quiero darle má s. Quiero darle lo
que sé que quiere. Pero no estoy segura de estar preparada.

Aarabelle está
dormida cuando llega
Paige. Esta chica me salva la vida al estar disponible sin previo aviso. No estoy segura
de qué ponerme, ya que es la primera vez que salgo con todos. Me cambio diez veces,
pero finalmente me decido por mis vaqueros favoritos y un top morado sin hombros.
Mi objetivo para esta noche es ir guapa y có moda.
Escucho el coche de Liam entrar en la entrada y me doy una charla de á nimo.
Puedo hacerlo. Son sólo amigos, y Liam y yo no estamos haciendo nada malo.
Diablos, ni siquiera estamos durmiendo juntos. Sólo nos besamos mucho. Besos muy, muy
buenos. Besos increíbles.
Antes de que llame, abro la puerta. Una vez má s, este hombre es demasiado
guapo para su propio bien. ¿Có mo no me di cuenta de esto antes?
―Hola, cariñ o. ―Su voz profunda es una seducció n aterciopelada. Me derrito
ante la forma en que saca el "corazó n" de "cariñ o" mientras me evalú a.
―Hola a ti. ―Sonrío y agarro mi bolso.
¿Está s lista?
―Como siempre. ―Cierro la puerta y alzo la mano para besarlo, pero se aparta.
¿Qué?― ¿Ummm? ―pregunto con los ojos muy abiertos.
Liam extiende su brazo en un gesto para que pase el mío, pero yo me quedo
esperando una respuesta.
―¿Qué demonios ha sido eso? ―Mi voz está llena de indignació n.
―Eso ―dice, tocando mi nariz― era yo cumpliendo mi promesa. Quieres que
me comporte, para no empezar la noche utilizá ndome para tu placer ―me informa,
volviendo a extender el brazo.
―Está s bromeando.
Liam se inclina y sus labios apenas rozan mi oreja mientras baja la voz:
―Si te toco ahora, se acaban las reglas. Quiero poder ponerte las manos encima
esta noche, pero si empiezo no voy a parar. Así que tú eliges. Te quiero… no lo dudes.
―Se aparta y sé que tiene que ser mi elecció n.
Hablando de una decisió n.
Lo quiero y me hace feliz.
―¿Y si quiero que me beses ahora?
―Entonces puedo besarte después, cuando quiera.
―¿Y si no quiero que me beses después?
Se ríe y mueve sus labios para que se alineen con los míos:
―Creo que te gustará que te bese ahora, y sé que te gustará que te bese
después.
―Ya que lo pones así ―lo agarro de la camisa y lo aprieto contra mí. Sus labios
se encuentran con los míos y me pierdo entre sus brazos. Las manos de Liam se
deslizan por mi cuerpo y me sujeta el culo, levantá ndome del suelo. Apretada entre él
y la puerta, mis manos se agarran a su cuello y le doy lo que quiere.
Besar a Liam no se parece a nada que haya sentido antes. Es rudo, pero al
mismo tiempo tierno.
Su lengua baila con la mía como si lo hubiéramos hecho toda la vida. No hay
ninguna incomodidad. Cuando él da, yo tomo, y viceversa. Podría pasarme todo el día
besá ndole y estar completamente satisfecha.
Gimo en su boca y él aprieta sus caderas contra las mías. Oh. Dios. Dios. Mi
cuerpo empieza a temblar y él lo hace de nuevo. Mis labios se separan de los suyos y
jadeo como una loca.
―Deberíamos irnos ―refunfuñ a contra mi cuello.
―Voy a necesitar unas cuantas cervezas después de esto. ―Sacudo la cabeza y
me deslizo por el cuerpo de Liam.
―Necesito una ducha fría. ―Liam me agarra de la mano y caminamos hacia el
coche. Abre la puerta del coche para mí―. En serio ―hace una pausa y espera hasta
que nuestras miradas se cruzan― eres preciosa.
Mis brazos rodean su cuello y nuestros labios se juntan.
―Gracias.
Me besa la parte superior de la cabeza y subo a su coche. Rezo para que pueda
pasar esta noche sin que nada explote.
Capítulo veintitrés

Liam
Dios mío, esta mujer me está matando. Me tiene envuelto en su dedo, pero no
lo ve. No puedo alejarme de ella haga lo que haga. Correr ya no sirve de nada. Acabo
pensando en ella durante cualquier canció n que suena. El gimnasio es una broma, cada
rubia que pasa por delante de mí la comparo con que el cuerpo de Natalie es mejor. Me
está creciendo una puta vagina.
Me mira como si la salvara. Ojalá supiera lo mucho que me está salvando.
Siempre he sido imprudente en las misiones. No ha habido nadie esperá ndome en
casa, así que recibiría una bala por cualquiera. Ahora, durante nuestro entrenamiento,
pienso en có mo se sentiría ella. Có mo sería para ella si me pasara algo. No es que me
ame... todavía. Pero sé que se preocupa. Seguro que no me besaría así si no lo hiciera.
―Entonces, ¿en qué buen establecimiento se van a reunir? ―Lee pregunta
mientras se mueve en su asiento. Dos de mis mujeres favoritas está n conmigo en este
momento. Robin y Natalie.
―El Banque ―respondo y espero su reacció n. El Banque es un bar de baile
country. Está un poco deteriorado, pero entramos gratis gracias al dueñ o, y nunca
faltan mujeres dispuestas a ceder.
Natalie se echa hacia atrá s con un gemido.
―¿Qué pasa, cariñ o? ―Pregunto un poco condescendiente. Sé que odia ese
lugar. Todas las esposas lo hacen.
―Es casi tan malo como Hot Tuna. Quiero decir, ¿acaso quieres intentar tener
algo de juego? ¿O ligar con mujeres que no lo está n dejando todo para ustedes?
Es tan adorable cuando está así.
―Lo dejaré pasar.
―¿Dejar pasar qué?
―Tengo mucho juego ―le hago saber―. Nunca he tenido que trabajar mucho.
Ella resopla y sacude la cabeza.
―Asno arrogante.
―No te preocupes, só lo tú puedes ver mi juego ―le digo con un gesto y pongo
mi brazo detrá s de su asiento.
Natalie me da una palmada en el pecho y sonríe.
―Bueno, tal vez deberías probar un nuevo libro de jugadas porque no está s
consiguiendo mucho aquí, cariñ o.
―Eso duele.
―Vivirá s.
―Lo pagará s.
Natalie se ríe:
―Estoy taaaan segura. No me das miedo, Liam Dempsey. Sin embargo, está s
asustado de mí.
―Maldita sea, claro que lo tengo ―digo en voz baja, pero estoy seguro de que
me oye. Estoy aterrorizado por ella. Es todo lo que quiero y no tengo por qué quererla.
Tiene una hija y ya ha perdido un marido. Llevo una vida peligrosa. Amo mi vida y no
voy a renunciar a ella.
Hay mucho má s que temer en todo este asunto que el hecho de que sea la
mujer de mi mejor amigo. Natalie tiene muros y miedos que son vá lidos y yo lo sé. Y
soy un idiota egoísta porque realmente no me importa. Si ella no me quiere, que lo
diga, pero hasta entonces... Lo quiero todo con ella.
Conducimos los siguientes minutos y ella se queda mirando por la ventana. A
veces no sé có mo manejarla. Como con las lá grimas. Las lá grimas no me gustan.
Cuando llegamos al bar, Natalie suspira. Se sumerge tanto en sus propias
preocupaciones que es difícil sacarla. Sé que esto no es fá cil y lo odio. No tengo el
bagaje de preocuparme por lo que piensa todo el mundo como ella parece hacerlo.
Francamente, me importa una mierda. La gente juzgará pase lo que pase, y Natalie y yo
somos adultos.
―¿Lee? ―Le pregunto y su cabeza cae a un lado mientras me mira.
―¿Está s preparado para reclamar tu derecho, Dreamboat? ―sonríe y mi
preocupació n se desvanece.
―¿Reclamar mi derecho?
―Ya sabes... que todos sepan que estamos juntos.
Me inclino hacia delante y ella se gira para mirarme.
―¿Es esto lo que quieres?
―Liam, por supuesto.
―No, hablo en serio. ―Hago una pausa porque quiero que me escuche de
verdad―. Si necesitas tiempo, si no quieres seguir, podemos volver a ser amigos. Só lo
digo esto antes de acercarme a ti. Te conozco desde hace mucho tiempo y parece que
una vez que pasamos de amigos a má s, no quiero bajar el ritmo. ―Admito esto porque
sé que ella necesita escucharlo. Ha tenido un añ o de mierda y puedo respetar eso, pero
mis sentimientos por ella crecen cada día.
―Eso es lo que me asusta. Pienso en ti todo el tiempo. Me preocupa que esto no
sea normal porque parece tan fá cil. ―Mira por la ventana delantera y luego vuelve a
mirarme―. Me importas mucho. Me haces feliz y... Yo só lo...
―¿Só lo?
―No quiero ir demasiado deprisa y luego meter la pata. Tampoco quiero
perderte. Tengo que pensar en Aarabelle, y me preocupa que cuando demos los
siguientes pasos, có mo sé si seré capaz de proteger mi corazó n de ti. ―Natalie tiene los
ojos abiertos y es vulnerable. Sé có mo le cuesta dejarse llevar y será casi imposible
ignorar la sensació n de que un fantasma la observa.
Cuando estamos en su casa, es fuerte. Veo a Aaron en cada esquina y me asusta.
No puedo imaginar lo que es para ella.
―Nunca te haré dañ o intencionadamente. No tienes que guardar tu corazó n.
Los ojos de Natalie se llenan de lá grimas y siento que mi cuerpo empieza a
entrar en modo pá nico. Ella se enjuaga los ojos.
―Vas a hacer que me enamore de ti, ¿verdad?
―Estoy bastante seguro de que es un trato hecho.
Se ríe y abre la puerta del coche, rompiendo el momento.
―Tendremos que ver eso. ―Cuando me alcanza al otro lado del coche, la atraigo
contra mí.
―Sí, lo haremos.
Hace añ os que no voy a este bar, pero el lugar no ha cambiado demasiado. Hay
una pista de baile en el centro y está rodeada de mesas. Hay dos barras a cada lado y
hay una enorme barra en el fondo de la sala. Las mesas de billar está n siempre
ocupadas, pero quizá pueda convencer a Natalie para que juegue una o dos partidas.
Quizá necesite que le enseñ e.
Empiezo a imaginarme có mo será ella con el palo, inclinada sobre la mesa de
billar. La forma en que su pelo caerá y sus ojos encontrará n los míos. Caminaré detrá s
de ella y sentiré su culo presionando contra mi polla. La forma en que se contonea...
Monjas.
Cachorros.
AK- 47s.
Pañales.
Me alegro de tener eso bajo control. Encontramos la mesa donde algunos de los
chicos ya está n sentados.
―¡Oye, cabró n! ―Quinn se levanta y me da una palmada en el hombro, ya con
su mirada de desaprobació n de mierda.
―Oye, ¿dó nde está có mo-se-llama? ―Pregunto, sabiendo que pasa de una
mujer a otra como si nada. Creo que nunca se ha tirado a la misma chica dos veces.
―Hoy estoy buscando carne fresca. ―Me echa una mirada y se vuelve hacia
Natalie―. ¡Hola, guapa! ―Quinn se acerca y le da un abrazo. Juro que si la molesta, se
va a casa a congelar las pelotas.
―Hola, Quinn. Hace tiempo que no te veo. ―La voz de Natalie tiembla un poco.
Está nerviosa, lo que intento con todas mis fuerzas que no me moleste. Estoy
preparada para mostrar a todo el mundo dó nde estamos y me gustaría que ella
también lo estuviera. Sé que ha pasado menos de un añ o y sé que no debería
molestarme. Pero el problema de saber y dejar son dos cosas diferentes.
Estamos bien juntos. La conozco desde hace casi nueve añ os y nunca imaginé
que estaría con ella así. Ella da vida a algo dentro de mí.
Saludo al resto de los chicos del equipo, y cuando llegamos al final, Natalie
grita.
―¡Rea! ―corre y abraza a su mejor amiga―. No sabía que estarías aquí.
La infame Reanell Hansen. Las dos se ríen y veo que el comandante Hansen me
inclina su cerveza. Joder. ¿Có mo demonios ha ocurrido esto?
―Comandante ―digo y le doy la mano. Una cosa es cuando todos estamos
desplegados, pero estar bebiendo con tu jefe cuando está s en casa es otra cosa.
―Dempsey, hoy es só lo 'Mason' ―dice y refunfuñ a en voz baja.
―Oh, Mason, deja de ser un idiota ―dice Reanell, y se levanta, caminando hacia
mí―. Soy Reanell. Es un placer conocerte por fin durante má s de dos segundos de
pasada.
―Encantado de conocerla, señ ora.
―No me acabas de decir 'señ ora'.
Me río e inmediatamente me gusta.
―No. Nunca.
―Eso es lo que pensé. Ahora, siéntense y pongamos algo de alcohol para que
Natalie parezca que puede respirar. ―Ella sonríe y nos hace sentar.
―Suena como un plan.
―Entonces, dime, ¿cuá nto puedes levantar en banco? ―Reanell inclina la
cabeza mientras me mira de arriba a abajo antes de desplazarse hacia delante con la
barbilla apoyada en el puñ o.
Natalie le da una palmada en el brazo para que se le caiga la barbilla. Ella y
Mason se ríen mientras Reanell le lanza una mirada de muerte.
―Deja de ser estú pida y bebe tu cerveza.
―Era una pregunta vá lida ―dice y pide una ronda para todos.
Natalie se relaja un poco y empieza a hablar de su trabajo y de Aarabelle. Nos
reímos y disfrutamos de pequeñ as caricias. Coloca su mano en mi pierna y me mira
bajo sus largas pestañ as con una tímida sonrisa. Mi mano cubre la suya y la aprieta.
Las pequeñ as cosas como esta son difíciles para ella, pero las aprecio. Me inclino hacia
atrá s y la rodeo con el brazo, y ella se hunde en mi costado.
Las luces se atenú an, indicando que es una canció n lenta.
―¿Quieres bailar? ―Le pregunto en voz baja por dos razones. Una, si dice que
no, nunca podré vivir con estos imbéciles. Dos, no quiero que sienta que tiene que
decir que sí.
Antes de que pueda responderme, una rubia bajita se acerca por detrá s y me
pone la mano en el hombro. Tardo un segundo en darme cuenta.
―Hola, Liam. ¿Te gustaría bailar?
Joder. Brittany.
La chica a la que casi me tiro para sacar a Natalie fuera de mente.
Capítulo veinticuatro

Natalie
Liam se desplaza mientras una mujer muy bonita se sitú a detrá s de él. Es
evidente que se conocen y juro que me resulta familiar. Sin embargo, no puedo
ubicarla.
―No, pero gracias ―responde Liam.
―No te he visto desde aquella noche ―dice y me mira. Vaya, qué bonito es esto.
Liam se levanta y me tiende la mano, dejando claras sus intenciones. Mi palma
toca la suya y él me aprieta la mano levantá ndome.
―Sí ―intenta quitá rsela de encima.
―Me imaginé que llamarías.
―Escucha, Brittany, estoy aquí con mi chica y te agradezco que hayas venido,
pero no me interesa.
Brittany se vuelve hacia mí y extiende su mano.
―Hola, soy Brittany Monaco. ―Me pongo de pie y miro su mano. Me molesta,
porque sé que la he visto por ahí.
―Natalie Gilcher ―respondo y sus ojos se abren rá pidamente, pero luego mira
hacia otro lado y se recupera.
Extrañ o.
―Yo... ―comienza a hablar, pero Liam se aclara la garganta arrastrando mi
atenció n hacia él.
―Vamos, cariñ o. Tenemos una pista de baile esperando. ―Los ojos de Liam no
se apartan de los míos mientras habla, centrando toda su atenció n en mí.
―De acuerdo. ―Mi voz vacila un poco. Parece ansioso por alejarme de ella y me
pregunto. Mi estó mago se revuelve mientras caminamos hacia la plaza de madera.
Quiero preguntarle por ella, pero no estoy segura de tener ese derecho. No somos
exclusivos - bueno, sí lo soy-, pero nunca le he dado esa definició n.
Las ruedas giran en mi mente, cada radio que pasa trae una nueva
preocupació n. Si se acostó con ella... ¿cambia algo? Está conmigo todo el tiempo, así
que ni siquiera sé cuá ndo habría tenido la oportunidad.
―Pregú ntame, Natalie ―dice Liam mientras su mano rodea mi espalda y me
atrae contra él―. Só lo pregú ntame. ―Me alejo ligeramente y nuestros ojos se fijan.
Dudo y miro hacia otro lado―. Pregú ntame, porque sé que te está matando.
―¿Por qué no me lo dices? ―Pregunto, aú n sin poder forzar las palabras.
―Si quieres saberlo, tendrá s que preguntar ―dice Liam, mirá ndome
profundamente a los ojos.
Haciendo uso de todas las fuerzas que me quedan, suelto un profundo suspiro
y pregunto:
―¿Te has acostado con ella?
―No. ―La honestidad es clara en sus ojos y en su voz. No parpadeó ni hizo una
pausa―. Quería hacerlo. No te voy a mentir, pero nunca me acerqué.
―¿Cuá ndo?
―Antes de que te tocara. ―Hace una pausa y presiona su frente contra la mía.
Suena la mú sica y me acerca a él. Nos balanceamos al ritmo de la mú sica y mi corazó n
late errá ticamente en mi pecho. Liam suspira y frota su nariz contra la mía―. No
dejaba de pensar en ti y quería que dejara de hacerlo. Quería sacarte de mi puta
mente. ―La voz de Liam es baja y suena casi enfadada.
―¿Por qué no lo hiciste? ―Pregunto con aprensió n.
No hay razó n para que me sienta amenazada, pero lo hago. Es soltero,
increíblemente sexy, y no tiene ninguna razó n para quedarse. Tengo un pasado, una
hija, y temores que me roen por acercarme a él. Tiene todas las excusas a su
disposició n, y sin embargo sigue viniendo.
―Porque no eras tú . ―Lo miro y sus ojos permanecen cerrados. Parece dolido y
quiero aliviarlo. Levanto ligeramente la barbilla y rozo suavemente mis labios con los
suyos. Aquí, en medio del bar, rodeada de nuestros amigos, lo beso. No me importa que
esté segura de que la gente está mirando. Quiero que sepa lo mucho que significan sus
palabras. Que aunque no estuviéramos juntos, él me eligió de alguna extrañ a manera.
Se retira y vuelve a apoyar su cabeza en la mía mientras nos balanceamos
lentamente al ritmo de la mú sica. Sus brazos me envuelven y me guía por el baile.
Puedo sentir los ojos que me hacen agujeros en la espalda. Las miradas de los amigos
que ahora saben a qué atenerse. Dó nde estamos.
―Fue la noche en que Aarabelle enfermó . La tenía en mi coche ―empieza a
decirme Liam en voz baja―. Todo el tiempo que estuvo sentada en el asiento
delantero, no dejaba de pensar en que lo ú nico que quería era dejarla e ir a verte.
Decirte lo que estaba empezando a sentir. Y entonces llamaste.
―Liam, no tienes que decírmelo ―murmuro.
―Sé que no, cariñ o. Pero quiero que lo sepas todo. No te ocultaré nada. ―Me
besa la punta de la nariz y me derrito en su abrazo―. Cuando vi tu nombre en mi
pantalla, supe que de ninguna manera quería tocarla. Me di la vuelta antes de
contestar y cuando escuché lo que estaba pasando... ―se detiene y miro a Brittany. Se
gira y me mira fijamente, mordiéndose las uñ as―. No había una puta manera de que
no fuera y si la hubiera tocado ―tira de mi barbilla hacia él― habría deseado que
fueras tú .
Sus palabras alivian mi corazó n y sonrío con ternura.
―Tú haces que esto sea fá cil para mí. Haces que sea difícil luchar porque tienes
sentido para mí. ¿Có mo puedes saber exactamente lo que necesito todo el tiempo? ―le
pregunto.
―Porque te conozco. Y esto es fá cil para ambos porque es lo correcto. Conozco
tu corazó n, y no lo daré por sentado.
―Sé que no lo hará s ―respondo mientras la canció n termina. Esta vez es Liam
quien me besa.
Salimos de la mano de la pista de baile mientras los ojos de Reanell se
iluminan. Voy a necesitar má s cerveza.
Nos sentamos y disfrutamos de unas cervezas e incluso hago que Liam baile
conmigo durante un baile en pareja. No soy la mejor bailarina ni mucho menos, pero
me encanta. Solía venir mucho aquí con mis amigos cuando Aaron estaba desplegado.
Liam baila conmigo aunque no tiene ni idea de los pasos. Le doy un sobresaliente por
su esfuerzo; realmente es algo especial.
A lo largo de la noche todos hablamos y reímos, y no puedo evitar mirar a
Brittany. Hay algo que me corroe por dentro sobre ella. Ella mira un par de veces, pero
aparta la vista rá pidamente. Quizá no sea nada, pero no lo sé. Tal vez sí se acostó con
Liam y él está mintiendo. Lo que no tiene sentido porque él parecía tan genuinamente
honesto. Ademá s, no tiene ninguna razó n para mentirme.
Me dirijo al bañ o para comprobar mi cara, y cuando vuelvo, Liam y Reanell
está n bailando. Casi me caigo de la risa porque, aunque el hombre puede hacer casi
cualquier cosa -excepto los pañ ales-, tiene un ritmo horrible. Bueno, he encontrado un
fallo.
―¿Te diviertes? ―Quinn se sienta en la silla de al lado. Quinn y Aaron estaban
muy unidos cuando él estaba en el servicio activo. Estaban en la misma secció n y
trabajaban mucho juntos. Era la ú nica persona que me preocupaba que desaprobara
toda esta situació n.
―Sí, ¿y tú ?
―Donde hay cerveza y tetas, soy un tipo feliz.
―No has cambiado nada. ―Me río y bebo un trago. Quinn siempre ha sido un
chico de campo relajado. Bebe mucho, se acuesta por ahí y tiene má s armas de las que
cualquier ser humano debería necesitar. Lleva el pelo oscuro cortado al rape y se le ve
la cicatriz detrá s de la oreja de cuando fue herido en Irak.
―La vida es demasiado corta para cambiar. Vivo como quiero y si no te gusto,
oh, jodidamente bien.
―Qué encantador ―respondo juguetonamente.
―Escucha, sé que no es mi lugar y todo eso, pero... ―Quinn se pasa la mano por
la cara―. Me alegro por ti. Al principio no lo estaba. Quiero decir, tenemos un có digo
sobre las esposas. Pero creo que Aaron se alegraría de que encontraras a alguien como
él. Si te ayuda en algo.
Coloco mi mano sobre la de Quinn. É l no sabe que lo que ha dicho importa. O
que tal vez en algú n pequeñ o lugar de mi mente necesitaba escuchar eso. Creo que a
Aaron le parecería bien, es cuestió n de si estoy preparada para seguir adelante. Si
puedo vivir la vida de salir con un SEAL. Sabiendo lo que podría pasar porque ya he
tenido mi peor pesadilla.
―Gracias, Quinn.
―¡Basta de esto... necesitas otra cerveza! ―exclama y hace un gesto a la
camarera.
―¿Natalie? ―Escucho mi nombre y Brittany está de pie detrá s de mí.
Bien, tal vez necesite inyecciones.
―¿Sí?
―Só lo quería decir que siento lo de Aaron ―mira hacia otro lado y se me cae el
estó mago.
Los ojos de Liam se dirigen a mí y deja de bailar. Estoy confundida porque
pensé que ella conocía a Liam. ¿Por qué demonios está hablando de Aaron?
―¿Conocías a Aaron?
He visto a esta chica. Conozco su cara y me está volviendo loca. La forma en que
me mira como si también me conociera. Sus ojos se llenan de lá grimas y el miedo se
extiende por mis venas.
¿Por qué iba a llorar?
―Sí. Quiero decir, lo hice. Lo conocí y... ―Deja de hablar y mira al suelo mientras
cae una lá grima.
―Bueno... No entiendo por qué está s tan molesta si só lo lo conociste. ―Trato de
entender esto.
De repente, la mano de Liam está en mi hombro.
―Brittany, deberías irte. ―Liam da un paso adelante y me tira a un lado―. No sé
qué mierda está s tratando de hacer.
―¿Có mo conociste a Aaron? ―Pregunto y empujo para que pase.
―¿Aaron? ―pregunta Liam, sonando tan confundido como yo.
Se balancea ligeramente y veo que Quinn se levanta y se mueve detrá s de mí.
―En realidad no lo hice. Quiero decir.. Lo hice... pero fue...
―O lo has hecho o no lo has hecho ―le digo.
―Quería decir que lo siento. É ramos amigos.
―Dijiste antes que lo acababas de conocer.
―Tienes una hija, ¿verdad?
Ella está mintiendo. La intuició n femenina suena fuerte en mi cabeza. Algo no
está bien. Algo en el fondo de mi alma me dice que no confíe en ella. Su cara, sin
embargo, la he visto.
―Te he visto antes. ―Y entonces me doy cuenta―. En su funeral. ―Mis ojos
parpadean y recuerdo a la rubia que estaba de pie a un lado en su memorial. Salió
corriendo antes de que nadie pudiera hablar con ella. La vi llorar en Pensilvania. ¿Por
qué alguien de Virginia conduciría hasta allí si só lo se habían conocido?― Tú estabas
allí.
―No sé qué quieres decir. ―Su voz es temblorosa y empieza a retroceder―. No
debería haber venido aquí.
―Lee, vamos. ―Liam intenta controlar la situació n.
Me siento mareada y la ira empieza a apoderarse de mí.
Reanell está a mi lado, tirando de mí, y mis manos empiezan a temblar.
―Estuviste en su funeral. Te vi. ¿Por qué? ―Grito―. Recuerdo que había una
mujer llorando a un lado. Me pareció extrañ o, pero estaba tan angustiada que no me
importó . Eras tú.
Liam me atrae contra su lado y Reanell comienza a pasar entre todos con
Mason detrá s de ella.
―Natalie, había mucha gente allí ―me tranquiliza mientras se dirige a Brittany.
―No soy estú pida, Rea. Ella estaba allí. ¿Por qué estabas allí?
―No era yo.
―¿Por qué no te vas ahora? ―le sugiere Reanell.
Brittany se da la vuelta para irse, pero necesito saberlo.
―¿Có mo lo conociste? ―Pregunto una vez má s y sus ojos se llenan de dolor.
―No fue lo que piensas.
―¿Es esto lo que haces? ¿Vienes a una viuda y le hablas de su marido? Quiero
decir, no fue tranquilo que mi marido fuera asesinado en el extranjero. ¿Así que
cuando fuiste desairada por Liam sentiste que necesitabas hacer esto?
Brittany mira hacia otro lado y luego vuelve a mirarme:
―Conocía muy bien a Aaron... esto no es un juego. Hace tiempo que quería
conocerte.
―¿Por qué? ¿Por qué querrías conocerme?
―Quería disculparme contigo y conocer a su esposa.
El hielo se dispara a través de mi cuerpo, congelá ndome en el lugar.
―¿Estabas involucrada con Aaron? ―Suelto la pregunta, sin saber si quiero la
respuesta, pero necesito saberla. Todos los mú sculos de mi cuerpo se tensan a la
espera de su respuesta.
―Está bamos enamorados ―dice lentamente y una lá grima cae al igual que mi
corazó n.
Capítulo veinticinco
―¡Dios mío! ―Lloro y los brazos de Liam me rodean en un santiamén―.
¡Déjame ir! ―Lo empujo.
―Lee, para. ―Liam me agarra la cara y me obliga a mirarlo―. Para. No sabes
nada. Podría estar llena de mierda.
―¡Eres una mentirosa! Mi marido nunca me engañ aría. ¡Íbamos a tener un
bebé! É ramos felices y está bamos enamorados.
Brittany da un paso adelante, pero Reanell la empuja ligeramente hacia atrá s,
manteniéndose entre nosotros.
―Lo siento. Estuvimos juntos unos meses antes de que descubriera que estabas
embarazada.
―No pudiste llegar a mi novio, ¿así que ahora te inventas una mierda loca sobre
mi marido?
―Desearía estar inventando. Pero lo amaba.
―¡Deja de decir eso! ―Grito―. Está s mintiendo. No lo conoces. ―Me digo a mí
misma: Él no haría eso. Liam me sujeta contra su pecho mientras lucho contra él―. Te
equivocas de hombre ―digo desafiante.
―Tenía un tatuaje en las costillas y rechinaba los dientes cuando dormía. Ojalá
fuera mentira. Me mintió .
Mi cuerpo tiembla, y por mucho que quiera creer que es una mentira, hay una
parte de mí que sabe que no lo es.
―Esto es bajo y jodidamente ridículo ―dice Liam y me rodea con sus brazos.
―He querido decírtelo tantas veces. Y cuando te vi hoy...
Mis ojos se cierran y quiero despertar de esta pesadilla. Me duele respirar.
―Natalie ―la voz de Liam es tranquila y comedida― todo lo que sabes es lo que
ella te cuenta.
Lo miro con incredulidad.
―¡Estaba allí, Liam! Estaba en su puto funeral. ¿Quién viene a un funeral por
alguien que acaba de conocer? ¿A cinco malditos estados de distancia? ―Me doy la
vuelta y Reanell tiene a Brittany arrinconada contra la pared. Me dirijo hacia ella,
necesitando respuestas. Quiero cada puto detalle. El hombre por el que he estado
llorando era un infiel.
―Conocía a ese hombre y no te habría tocado ―dice Reanell y apunta con el
dedo a la cara de Brittany. Las lá grimas que se forman en los ojos marrones de
Brittany, me miran con lá stima.
―¿Cuá nto tiempo? ―Pregunto con la rabia y el asco que me atraviesan―.
¿Cuá nto tiempo y cuá ntas veces?
Brittany se libera del agarre de Reanell y su cara cae.
―No fue así. Lo juro.
―¿Có mo fue? ―Exijo una respuesta.
―Lo conocí y simplemente sucedió . Lo siento mucho. Só lo quería verte. Quería
que supieras que no estoy...
―¿No qué? ―Pregunto con lá grimas cayendo por mis mejillas. Arden y
alimentan mi ira.
Esta noche debía ser un paso adelante. Una oportunidad para sentirme un poco
viva y ser una mujer. Era mi noche con Liam y, de alguna manera, esto se ha convertido
en la noche del infierno. Cada palabra destroza mi mundo en pedazos y los convierte
en cenizas.
―Lo amaba. Estuvimos juntos durante meses antes de que lo descubriera. No
quería que te enteraras así.
―Querías que lo supiera. ¡Puta estú pida! Querías que lo supiera. ―Los brazos
de Liam me rodean con vicios mientras me agito hacia ella―. ¡Si te importara, podrías
no haber venido a hablar conmigo!
―Cuando descubrí que estaba casado, terminé con él. Pero eso no significó que
dejara de amarlo.
Me burlo:
―Lo amaba. Eres una egoísta, ¿lo sabes? ¡Meses que estuvieron juntos!
Tenemos una hija.
―La he visto. ―Mira hacia otro lado avergonzada―. Me gustaría que las cosas
fueran diferentes.
―¡No mires para otro lado! Tienes que ver mi cara cuando te digo esto
―prá cticamente gruñ o las palabras. Estoy muy enfadada―. Podrías haber mantenido
la boca cerrada y dejarme en paz, pero no, tenías que venir a asegurarte de que lo
supiera. Puta estú pida y egoísta. ―Grito y estoy dispuesta a darle un puñ etazo en la
cara.
―Natalie, basta ―dice Liam mientras me aparta. Estoy temblando de rabia y
asco. La odio. Odio a todo el mundo.
Esto no puede ser real. Me digo una y otra vez. Estaba empezando a ser yo de
nuevo, y ahora descubro esto. No es real. Pero lo es. La broma cruel es para mí. Los
ecos de la desesperació n gritan con fuerza en mi corazó n. El desasosiego supera
cualquier emoció n y trato de desconectarme. Mi mente se remonta a cuando descubrí
que Aaron había muerto y a có mo me entrené para adormecerme. Vuelvo a buscar ese
poder, pero no encuentro nada.
―¡Déjame ir! ―Grito en los brazos de Liam.
―Vamos, cariñ o. ―La voz de Liam es tranquila y me enfurece.
―¡Suéltame! ―Prá cticamente me saca del bar, me deja en el suelo y me toma la
mano.
Levanto la vista y retiro la mano.
―¿Lo sabías?
―¿Me está s tomando el pelo? No, no lo sabía.
Liam extiende su mano y yo tiemblo. Me mira esperando y yo me quedo
parada. No quiero tocar a nadie. Mi mente empieza a dar vueltas locas y las preguntas
me asaltan. Mi corazó n está destrozado y mi vida parece una mentira.
Un hombre al que habría vivido el resto de mi vida amando es un pedazo de
mierda mentiroso. Se acostó con otra mujer cuando yo estaba embarazada de su hijo.
Lloré durante meses por perderlo. Me aferré a su almohada y sollocé deseando que
estuviera en casa, só lo para descubrir que estaba haciendo esto.
Reanell se precipita hacia nosotros y me pone la mano en el hombro. La miro y
las lá grimas siguen cayendo como una lluvia.
―Rea ―mi voz es apenas un susurro.
El torrente de emociones fluye de una a otra y parece que no puedo retener la
ira. Puedo aguantar la ira.
―Deja que Liam te lleve a casa. ―Le hace un gesto con la cabeza a Liam, que me
agarra por el hombro y tira de mí hacia él―. Vendré má s tarde.
―Rea ―vuelvo a decir, rogá ndole que haga de esto una mentira. Que haga que
todo esto desaparezca.
―Descubriré la verdad. Só lo vete a casa. Liam te tiene.
Todo el camino hasta el coche está borroso. Sigo viendo la cara de Brittany e
imaginando a mi marido besá ndola, tocá ndola, y me siento mal. Cuando llegamos al
coche, me inclino y las ná useas son demasiado. El estó mago se me revuelve, no sé si
por la noticia de la infidelidad de mi marido o por el alcohol que he bebido. Lloro y me
desahogo.
Liam me sujeta el pelo y los hombros. Quiero morirme. Siento que cada hueso
de mi cuerpo se hace añ icos. Las astillas de mis heridas está n abiertas y estoy desnuda
para que el mundo las vea.
―¡Lo odio! ―grito mientras me pongo de pie y Liam me mete en el coche sin
decir una palabra. Me odio por haber venido aquí. Odio a Liam por haberla tocado,
aunque só lo haya sido su mano. Odio a Aaron por su indiscreció n y el hecho de que me
quede con mi imaginació n.
Aaron, el hombre que me escribía cartas. El que me hizo el amor tan
dulcemente cuando fue mi primera vez, era un maldito tramposo. Le hice promesas de
amor y fidelidad, para terminar con él muerto y ahora mentiroso. Lloré por él, quise
ponerme en el suelo junto a él para poder estar cerca de él.
¿La amaba? ¿Era ella mejor que yo? Cuando me abrazaba por la noche y
hablaba con mi estó mago, ¿deseaba que fuera ella la que llevara a su hijo? No puedo
dejar de pensarlo. Fluye por mis pensamientos una y otra vez. Cada recuerdo se siente
manchado.
Lo siguiente que sé es que estoy frente a mi casa y Liam me está ayudando a
salir del coche. Cierro los ojos y me siento en la terraza. El aire caliente que solía
darme consuelo me enferma. Liam está de pie ante mí, y cuando levanto la vista,
parece tan perdido como yo.
―Voy a dejar que Paige se vaya a casa ―dice Liam y entra en la casa. Apenas
asiento con la cabeza.
Este día quiero olvidarlo.
Paige pasa y saluda con la mano. Levanto la mano y entonces siento a Liam a mi
lado.
―Estoy perdido, Lee. No estoy seguro de qué decir o hacer.
―¿Crees que lo sé? ―Digo con dureza. Estoy aquí sentada llorando por el recién
descubierto romance de un añ o de mi difunto marido con mi actual novio. No hay
manera de inventar esta mierda.
―No, no lo sé, pero ¿te retengo? ¿Te digo que es un maldito tonto?
Lo miro dispuesta a vomitar mi ira, pero él parece tan enfurecido como yo.
―No lo sé. No puedo obtener respuestas para nada de esto. ¿Sabes có mo me
hace sentir esto?
―Lo juro por Dios, Lee. Si estuviera vivo, lo mataría ahora mismo.
―¿Có mo pudo hacerme esto? ―Si Liam puede darme algunas respuestas, le
agradecería mucho.
Vacilante, Liam se acerca.
―No lo sé, pero nunca sería capaz de tocar a otra mujer después de ti. Me
cortaría el puto brazo antes de que eso ocurriera. Así que no puedo responderte
porque no lo entiendo. Odio que te duela.
Lo miro y me siento peor que antes. Aquí está Liam, mi novio, consolá ndome
por otro hombre. La palabra "hombre" se usa con ligereza porque ahora mismo no lo
considero uno.
―No sé si puedo hacer esto contigo.
Liam se lleva las manos a la cabeza y mira al cielo.
―Esto va a sonar jodido, pero no dejes que lo que te hizo defina lo que pasa con
nosotros. Yo no soy Aaron. Estoy aquí. Estoy aquí mismo. No la toqué y no estaba
casado contigo. Joder, ni siquiera nos acostamos y no pude hacerlo. Así que no soy ese
tipo.
Me dirijo a la puerta y quiero borrar toda esta noche. Antes de abrirla, me dirijo
a él:
―Sé que no eres Aaron. Sé que está s aquí, pero ahora mismo tengo el corazó n
roto. Es como si volviera a estar de duelo otra vez.
Se adelanta y me agarra la cara, y le ruego con los ojos que no lo haga.
―No está s afligida. Está s dolida y lo entiendo. Pero si no hubieras descubierto
nada de esto, ¿dó nde estaríamos esta noche? Estaría en tu cama contigo. Estaría
abrazá ndote, tocá ndote, mostrá ndote lo mucho que significas para mí.
―Haz que lo olvide ―digo desesperadamente.
―Lee... ―La aprensió n en su voz me dice que me detenga, pero no puedo.
―Por favor, muéstrame có mo me quieres ―mi voz está llena de necesidad.
―No lo hagas ―me suplica, mirá ndome fijamente a los ojos.
Quiero que haga que todo esto desaparezca.
―Hazme el amor esta noche. Por favor, necesito que me demuestres que soy
tuya. Haz que todo lo que pueda pensar sea en ti. Dame esto. ―Intento inclinarme para
besarlo, pero se aparta. La forma en que me mira lo dice todo. Me cubro la cara con las
manos. Esta noche es cada vez mejor.
Liam tira de mis manos hacia abajo.
―Cuando hagamos el amor por primera vez, cuando te reclame, no va a ser
porque quieras olvidar. Será porque me quieres. Ahora eres mía. ―Me acerca y me
besa. Todas las emociones que siente Liam se transmiten entre nosotros. Mi estó mago
se aprieta mientras las experimento todas: ira, dolor, miedo, amor y deseo. É l se vuelca
en mí.
Liam se retira y me mira.
Mis ojos se llenan de lá grimas no derramadas. Me besa suavemente y se aleja,
dejá ndome peor que antes.
Entro en la casa y quiero no sentir nada. Me merezco un descanso de todas las
emociones que me persiguen. La botella de Jack Daniels está sentada burlá ndose de
mí. La tomo y no me molesto en tomar una copa.
―Que te jodan a ti y a tu engañ o, Aaron ―digo en voz alta mientras bebo un
trago. El ardor de mi garganta enciende mi ira―. Espero que haya sido buena, maldito
bastardo ―digo ante su foto y la bandera en la repisa.
Bebo otro trago y el alcohol fluye a través de mí. Después de vomitar en el bar y
la cantidad que bebí antes, mi cuerpo agradece el adormecimiento.
―Supongo que soy una verdadera idiota ingenua.
Reanell abre la puerta y se queda de pie.
―Oh, Lee... tú y Jack no necesitan tener una cita esta noche.
―Jack, Johnny, diablos, cualquier hombre servirá . Excepto Liam, no... él no me
quiere así. ―Agarro la botella y me sirvo má s en la garganta. Má s vale que así sea, mi
vida se fue a la mierda otra vez de todos modos.
Se acerca a mí y coge la botella. Antes de que pueda protestar, da un largo
trago.
―Me imagino que ambas podemos odiar la vida mañ ana.
Le arrebato la botella y ella frunce el ceñ o.
―Es mía. La necesito má s que tú .
―Antes de que busques una pajita, creo que deberías hablar conmigo. ¿Dó nde
está Liam? ―Reanell mira alrededor y me burlo.
―É l también se fue. Me lancé sobre él y se fue. ―Veo la desaprobació n a través
de sus ojos.
Bien. Ella también puede estar enojada con él.
―Quizá s volvió al bar a buscar a Brittany. Parece que se mueve por ahí.
―Ahora só lo está s siendo una idiota. Si sigues hablando así, te quitaré el licor
―me reprende y empiezo a llorar―. Oh, Natalie...
Las lá grimas fluyen y el adormecimiento que esperaba se transforma en dolor.
―¿Có mo ha podido hacerme esto? ―Sollozo y ella abre los brazos―. Pensé que
me amaba. Estaba embarazada.
―Lo sé, lo sé. Déjalo salir. ―No intenta consolarme má s que abrazá ndome y
dejando que moje su camisa.
―Le di todo. No lo entiendo.
―Está s dolida y borracha, así que adelante, llora ―dice Rea mientras me aparta
el pelo de la cara.
Me tumbo en su regazo mientras juega con mi pelo. Murmuro incoherencias
sobre el odio que le profeso y el deseo de matarlo yo misma. Todo este tiempo pensé
que estaba casada con un hombre diferente.
Una vez que he llegado a un punto en el que ya no tengo hipo ni llanto, Reanell
me ayuda a subir. Se mete en la cama conmigo mientras yo estoy tumbada deseando
poder dormir para poder descansar de mi mente. Esto es lo que hizo después de su
muerte.
Mason estaba fuera y ella venía a dormir aquí para que ninguna de las dos
estuviera sola.
―Ojalá pudiera retroceder en el tiempo ―susurro, conteniendo la tristeza que
me invade. Rea se pone de lado,
―¿Sí? ¿A cuá ndo?
―No habría intentado que se acostara conmigo... ―Mis ojos se cierran y lucho
contra el sueñ o―. Ni siquiera me quería.
Reanell me sacude el hombro, despertá ndome.
―Liam te quiere. Liam se preocupa por ti y por eso no se acostó contigo. Los
dos se merecen algo mejor que una noche de sexo borracho porque descubriste que
Aaron te engañ ó . Ahora, cá llate y vete a dormir. Le voy a deber a Mason una mamada
por dormir aquí esta noche.
Mis labios intentan sonreír, pero no lo consiguen. Cierro los ojos y me quedo
dormida, donde el dolor no puede tocarme. Agradezco el respiro y rezo para que
Brittany y Aaron no me persigan mientras duermo.
Capítulo veintiséis

Liam
Mi casa está inquietantemente silenciosa y lucho contra el impulso de volver a
ella. Me senté en mi coche durante una hora después de que apareciera Reanell. Luché
conmigo mismo para llamar a la puerta, pero en lugar de eso me fui a casa. Sentado
allí, deseando no haberla presionado para que viniera esta noche. Egoístamente, había
querido obligarla a estar conmigo fuera de las paredes de su casa, a salir en pú blico.
Después de dos horas mirando las paredes, necesito verla y asegurarme de que
está bien. La forma en que me fui no fue exactamente como había planeado que
terminara la noche. Quería quitarle todos los recuerdos de su mente. Demostrarle que
es un imbécil por haberla hecho sentir así, pero no quiero que sea por él. Cuando la
tome por primera vez, será porque ella está preparada, pero tuve que usar cada gramo
de contenció n que tenía para alejarme.
Qué lío es toda esta maldita situació n... Realmente no puedo golpear a Aaron
porque era mi mejor amigo. Pero quiero golpearlo porque fue un tonto. No puedo
presionar a Natalie para que esté conmigo porque la culpa de enamorarme de la mujer
de mi mejor amigo me abruma, pero la deseo tanto que apenas puedo respirar.
Abro la puerta con la llave debajo de la planta. Hago una nota mental para que
cambie eso. Está pidiendo que pase algo malo.
Primero, veo la botella de Jack medio vacía en la mesa del saló n. No debería
haberla dejado. De ninguna manera iba a dormir con ella esta noche. No es que no me
duerma pensando en ella todas las malditas noches, porque ella es de verdad. La chica
que llevas a casa con tu madre porque quieres pasar todos los días con ella. No es la
chica con la que te acuestas la noche que descubre que su marido se acostó con otra.
La ira hierve por dentro porque es un imbécil. El Aaron que creía conocer no
era tan egoísta. No puedo entender có mo pudo engañ ar a Lee. Ella es hermosa,
inteligente, divertida y cariñ osa. ¿Estaba tan dispuesto a tirar todo por la borda por
alguien como ella? Gracias a Dios que nunca toqué a esa zorra.
Compruebo có mo está Aarabelle y la veo profundamente dormida en su cuna.
Amo a esta niñ a. Es adorable, aparte del tema del pañ al. Si supiera usar el bañ o,
estaríamos de maravilla.
Abro lentamente la puerta de Natalie, sin saber qué voy a encontrar, pero
necesito verla. Está dormida de lado frente a mí, pero no se mueve. Su pelo le cae en la
cara y parece perfecta. Quiero despertarla y estrecharla entre mis brazos. Abrazarla.
Pero me niego a hacer nada esta noche. Miro y veo a otra persona al otro lado de la
cama.
Inmediatamente quiero golpear algo.
¿Có mo demonios puede tener a otra persona en su cama?
Entonces veo el pelo castañ o oscuro recogido y me doy cuenta de que es
Reanell. Debe haberse quedado.
Bajo las escaleras y miro la chimenea donde está la bandera. Me siento
conflictuado y enfadado.
―¿Por qué, hombre? ¿Por qué lo hiciste? Después de todo lo que has dicho
sobre los tipos que joden a sus esposas. ―Hablo en voz baja pero estoy cabreado―. ¿Y
jodiendo a Brittany? ―Só lo la conocí una vez, pero estaba má s que dispuesta a hacer lo
que yo quisiera después de una noche. Diablos, me la hubiera chupado en el bar si se
lo hubiera pedido. No tiene sentido.
Me siento en el sofá y echo la cabeza hacia atrá s. Estoy agotado, cabreado y con
un montó n de sentimientos má s en los que prefiero no pensar.
La botella de Jack está ahí y la alcanzo, dá ndole un largo trago. Cierro los ojos y
espero que se me ocurra alguna idea brillante sobre có mo manejar toda esta mierda.
Ella va a retroceder. Lo noto. La aparté cuando se lanzó hacia mí, pero quiero que esté
preparada cuando demos el siguiente paso, porque después... no hay vuelta atrá s.
Me relajo y mi mente se queda en blanco.
De repente, escucho pasos. Me levanto desorientado y me doy cuenta de que
me he quedado dormido en su sofá . Mierda.
Miro y veo a Reanell bajando los escalones. Se detiene y se agarra la mano a la
garganta hasta que se da cuenta de quién soy.
―¿Está s aquí? ―pregunta con una mirada có mplice.
―Vine tarde a ver có mo estaba, pero... ―Me siento estú pido. Debería haberme
ido después de ver que estaban bien.
Reanell se adelanta y me pone la mano en el brazo.
―Realmente te preocupas por ella, ¿no?
Dejo escapar un profundo suspiro.
―Creo que eso es bastante obvio.
―¿La amas? ―Ella no se anda con rodeos.
―Me he preocupado por ella todos estos añ os en que fuimos amigos. Pero me
estoy enamorando de ella ―admito por primera vez ante alguien, incluso ante mí
mismo.
Ella asiente y mira la botella de Jack.
―Va a estar dolida durante un tiempo, pero no te rindas con ella. Veo cosas en
ella que tú has sacado a la luz. Su corazó n sanará , pero tendrá s que decidir cuá nta
mierda está s dispuesto a soportar mientras tanto.
Nos sentamos en el sofá y miro el reloj. Son las seis de la mañ ana y es
demasiado temprano para estar pensando en esto.
―Debería irme.
―Si sirve de algo ―me pone la mano en el antebrazo― no creo que Natalie esté
dispuesta a ver los problemas que tenían ella y Aaron. En su mente, su vida era
maravillosa, pero al prepararse para tener un bebé tenía las gafas de color de rosa bien
puestas. Cuando eres una esposa militar eliges ver las cosas de una determinada
manera. Es má s fá cil que lidiar con sus culos melancó licos cuando pasan por otro
cambio de actitud. ―Su cara cae y mira hacia otro lado.
―No puedo competir con él.
Ella mira hacia atrá s y sus ojos se suavizan:
―No creo que tengas que hacerlo. Eso es lo que estoy diciendo. Dale unos días y
deja que llore la pérdida del verdadero marido que tenía. Ha estado de luto por una
idea... que entiendo.
―No puedo sentirme como si fuera el segundo mejor para él.
―Lo entiendo. Creo que en uno o dos días se dará cuenta de todo. Si la amas,
tendrá s que darte cuenta de que esto es como perderlo de nuevo. El pasado la
abofeteó muy fuerte. Y luego la pateó varias veces. ―Ella suspira y mira hacia otro
lado―. También creo que nunca fuiste el nú mero dos. Una vez que ella permitió que su
corazó n te dejara entrar, has sido el nú mero uno, incluso cuando no lo eras.
―Eso no tiene sentido, pero estoy agotado y necesito dormir un poco. Ademá s,
no quiero que me vea aquí.
―Eres un buen tipo. Me gustas ―dice Reanell y ambos nos ponemos de pie.
―Gracias. Creo. ―Tomo las llaves y salgo por la puerta, con cuidado de no hacer
ruido.
Miro su ventana y decido que tengo que dejar que se acerque a mí. No puedo
seguir presioná ndola y temo que la aleje. La amo y eso me da mucho miedo. Ella tiene
que decidir si es a mí a quien quiere. Estoy seguro de que no seré el premio de
consolació n.
Capítulo veintisiete

Natalie
Me duele la cabeza. Entre el llanto y las copiosas cantidades de Jack Daniels que
he bebido ademá s de la cerveza, tengo suerte de no estar vomitando. Me doy la vuelta
y Reanell me mira con una sonrisa triste.
―Buenos días, solecito ―dice en un tono bajo―. El agua y las aspirinas está n
ahí. Deberías tomarlas.
Gimo y aprieto la palma de la mano contra mi crá neo.
―¿Aarabelle?
―Ya le he dado de comer y se ha echado la siesta de la mañ ana.
Me levanto y me arrepiento inmediatamente de haberlo hecho. El reloj marca
las once y me siento la peor madre del mundo.
―Ni siquiera la escuché.
―Eso es porque me levanté temprano y saqué el monitor. Creo que necesitabas
el sueñ o má s que ser supermamá . ―Reanell se sienta y me pone la botella de agua en
la mano.
Los recuerdos de la noche anterior me inundan y enseguida deseo seguir
durmiendo. Miro alrededor del dormitorio y la ira hierve má s allá de lo razonable.
―Tengo que salir de esta habitació n ―murmuro y me tomo las pastillas.
―¿Quieres hablar? ―pregunta ella, sabiendo lo que siento. Al principio de su
matrimonio con Mason, él la engañ ó . Son una de las historias de los equipos que
dieron a otros la esperanza de poder salir del otro lado. Reanell y Mason trabajaron
duro para superarlo y salir fortalecidos. É l lo pagó con creces, pero el amor nunca fue
su problema.
―¿Sobre qué? ¿De lo estú pida que soy?
―¿Có mo diablos eres estú pida? ―su voz está llena de reproches.
Me pongo de pie y miro la có moda donde está n los relojes de Aaron. Miro a su
lado de la cama, que todavía tiene su ropa doblada con esmero. Abriendo un cajó n,
empiezo a buscar algo.
Cualquier cosa que me diga que ha pasado. El dolor de cabeza continú a, pero
no me importa. Hay respuestas aquí y voy a encontrarlas.
―Natalie, ¿qué está s haciendo? ―me pregunta mientras empiezo a tirar su
ropa.
―Tengo que saberlo. Tiene que haber algo aquí. Algo que me diga que mi
marido se tiraba a otra mujer ―explico mientras saco una camisa del cajó n―. Nunca le
compré esto... tal vez ella lo hizo.
Rea se acerca por detrá s de mí y su mano me agarra el hombro, pero me encoge
de hombros.
―No era tan inteligente. Aquí hay algo ―insisto. Agarro la foto en la que
aparecemos con él detrá s de mí sujetá ndome los hombros y besá ndome la mejilla. La
arrojo contra la pared con todas mis fuerzas y el cristal se hace añ icos―. ¡Lo odio!
―Todo vuelve a la memoria.
Reanell se sienta de nuevo en la cama y cruza las piernas.
El siguiente cajó n contiene sus pantalones. Saco cada par y rebusco en los
bolsillos.
Buscando Dios sabe qué, pero necesito algo... cualquier cosa.
―Estú pido bastardo. ―Cada vez que no encuentro nada, me enfado má s y má s.
Abro la puerta de su armario y empiezo a sacar má s cosas. Encuentro una
navaja en sus pantalones y la rabia me consume. Quiero arrancar todas las emociones
de mí. Purgar el dañ o que ha conseguido causar desde la tumba.
―¡Espero que haya valido la pena! ―Lloro mientras corto su traje favorito con
su cuchillo. La tela se desgarra y también una parte de mi alma.
―¿Ya has terminado? ―pregunta Reanell, mientras se sienta en la cama.
―¡No! ―Retrocedo y apuñ alo su uniforme y lo destrozo―. ¿Có mo? ¡Toda mi
vida me he dedicado a ti! ―El cuchillo hace otro jiró n. Lo dejo caer y el repiqueteo
contra el suelo de madera es el ú nico sonido que penetra en el aire.
Me paro en su armario e inhalo. Me golpea como un ladrillo en el pecho, lo
huelo. Es como si estuviera detrá s de mí. El olor a clavo y almizcle es fuerte, y en lugar
de tristeza. . . quiero verlo convertido en cenizas.
―De acuerdo, iré a hacer palomitas ―se apoya en el cabecero de la cama.
―¡Odio esta casa! Quiero prenderla fuego, joder ―grito y Reanell se calla―. ¡Di
algo!
―¿Qué quieres que te diga? Destrú yelo, quémalo... haz lo que tengas que hacer
para empezar a sanar.
Vuelvo a mirar en el armario donde sus camisas está n destrozadas como si un
animal las hubiera desgarrado.
―¿Está s contento ahora? ―Agarro la camisa y me aferro al agujero, tirando de
ella aú n má s. El bolsillo se desgarra y sigo desgarrando todo lo que está a mi alcance.
Saboreo la sal de mis lá grimas mientras sigo asaltando sus pertenencias―. ¿Me ves?
―Grito hacia el techo―. ¿Ves lo que me has hecho? Te odio. Me has arruinado.
Reanell me toca el hombro y caigo en sus brazos.
―No te arruinó . Creo que só lo te liberó .
Me limpio los ojos y suelto un profundo suspiro.
―Necesito una ducha.
―Sí, así es. Ve a asearte y nosotras iremos a tomar aire y a hablar.

―Grande, sin grasa, moca de chocolate blanco, por favor. ―Pido mi bebida
preferida y me siento en la silla frente a Reanell.
―Podría estar completamente llena de mierda ―intenta convencerme por
tercera vez en el día.
Miro por la ventana y trato de encontrar una respuesta que no termine en
"jó dete".
―Tú y yo sabemos que no lo es. Ella estuvo en su funeral.
―Ese día fue un borró n para ti. ¿Está s segura de que era realmente ella?
Aarabelle juega con una sonrisa en la cara, tirando los juguetes de su cochecito
mientras nos sentamos en la cubierta.
―Sé que lo era, pero lo sé en mi corazó n.
Reanell se sienta y sacude la cabeza.
―Puede ser. No lo sé. Sabía que tú y Aaron no eran perfectos. Siento que
necesitas recordarlo. Pero voy a decir esto y puedes darme un puñ etazo: él ya no está
aquí, Lee ―suelta una respiració n temblorosa―. Ahora tienes a Liam. ¿Está s dispuesta
a dejarlo ir?
―¿Te das cuenta de lo jodido que es esto? De verdad, esto es tan loco que ni
siquiera puedo comprenderlo del todo. ―Empiezo a divagar mientras todo sale a la
luz―. Me casé con Aaron al salir del instituto, lo seguí por todas partes. Pasé por
cuá ntos despliegues, trabajos y toda esa mierda para que saliera de la Marina.
Entonces, se va a trabajar para Jackson y en algú n lugar de allí se tiró a otra persona
mientras yo estaba embarazada. Oh, pero ¡espera! ―Sigo con mis manos moviéndose
mientras hablo―. ¡Va y se hace volar por los aires! Sí. Esa es mi vida. Pero no, se pone
mejor, porque no sería divertido si no siguiera... Me enamoro de su mejor amigo, ―digo
y luego me siento.
Oh, Dios mío.
―Amor,¿eh?
―He dicho amor.
―Sí, seguro que sí. ―Reanell me estudia por encima del borde de su taza y
luego da un lento sorbo a su bebida.
―Yo no... ―empiezo a decir "no quería", pero las palabras se me atascan en la
garganta.
―¡Padadada! ―Aarabelle grita mientras lanza su chupete.
―Mamamama ―le digo mientras intento que diga mi nombre. Se ríe y levanta
los brazos.
La levanto y la estrecho.
―Vas a tratar de desviar la atenció n, pero tú y yo sabemos que tú y Liam
funcionan. Tiene sentido.
Abrazo a mi hija y la beso.
―¿Có mo es eso? Nos hemos besado unas cuantas veces, ¿có mo estamos
funcionando? ―pregunto mientras hago rebotar a Aara de arriba abajo. Ella se ríe y mi
corazó n que se sentía roto se repara con el amor de mi niñ a.
―Tal vez estoy hablando con el culo. Me gusta. Es diferente de lo que era Aaron.
Sé que crees que tuvieron un buen matrimonio, pero ¿recuerdas todo lo malo? ¿Qué
hay de las noches en las que se comportaba como un imbécil y se enfadaba por nada?
¿Y la forma en que salía con Quinn y los otros chicos y no volvía a casa? Qué fá cil es
olvidar todo eso.
―Aaró n y yo nunca lo tuvimos perfecto, pero lo que estaba mal es lo que nos
hizo bien.
Defiendo mi vida y me siento tonta. No siempre fue genial. De hecho, si soy
sincera, hubo muchas veces en las que no estaba segura de que saliéramos adelante.
La guerra cambia a un hombre. Hace que lo que antes era un corazó n ligero se
vuelva negro y cínico.
Había resultado ligeramente herido en el tiroteo de Irak que acabó con su
equipo, y esa pérdida le afectó mucho. Después de esa misió n, nunca volvió a ser el
mismo. Le di tiempo y espacio, pero cuando decidió abandonar la Marina, las cosas
fueron mal durante un tiempo. Estaba enfadado, y cuando me quedé embarazada,
hubo una parte de él que se alejó completamente de mí. No era feliz, pero fingía.
Supongo que yo también fingí mucho. Si evitaba los problemas, pensaba que
simplemente desaparecerían.
―Sé que no es fá cil, pero date un tiempo.
―¿Y te sigue gustando después de que se fuera anoche? Me lancé sobre él, le
rogué que se acostara conmigo, y me dijo que no y se fue.
Ella resopla y mira hacia otro lado, frustrada conmigo.
―¿Realmente querías acostarte con él la noche que te enteraste de la aventura
de tu marido? ¿Es eso lo que quieres recordar? Creo que es un puto héroe por decirte
que no. ―Reanell no suele ponerse en voz alta conmigo, pero aquí me está
maldiciendo.
―No me juzgues, Rea.
Sus ojos se estrechan y su mandíbula cae.
―¿Está s drogada? Porque es imposible que me digas esa mierda. Nunca te he
juzgado, Natalie. Jamá s. No tienes ni idea, y por eso eres una imbécil.
―Vaya, gracias.
Suena mi teléfono, miro la pantalla y veo el nombre de Liam.
―Hola ―contesto la llamada.
―Hola, quería saber có mo estabas. ―Siempre preocupado por mí.
―Estoy... Ni siquiera lo sé. Reanell y yo vamos a tomar un café.
―Creo que deberíamos hablar. ¿Quieres que nos encontremos?
Tomo aire y lo suelto.
―No sé. No estoy segura de poder aguantar mucho hoy. ―No hay respuesta―.
¿Liam?
―Estoy aquí. Avísame cuando te decidas.
―Lo haré ―respondo y cuelgo.
Reanell me mira con ojos de complicidad y mantiene la boca cerrada.
―No me mires así. Una persona no puede aguantar mucho en un día.
Aarabelle exige mi atenció n y yo la elijo a ella. Soy una madre ante todo.
Necesito decidir si estoy preparada para volver a amar y si esa persona es Liam. No es
justo para ninguno de los dos seguir adelante só lo para descubrirlo después.
―Sabes, estuvo allí esta mañ ana ―suelta Reanell y luego cruza los brazos sobre
el pecho.
Mi cara está en blanco mientras trato de entender.
―¿En la casa?
―Sí, durmiendo en tu sofá mientras estabas desmayada. Volvió . Se quedó a
pesar de que lo alejaste.
―Yo no... Quiero decir... ¿por qué?
―¿Por qué? ―Ella levanta los brazos y Aarabelle se ríe―. Porque quizá te ama.
Estaba preocupado por ti, así que fue a tu casa en mitad de la noche y comprobó có mo
estabas. Luego se quedó dormido en tu sofá . Pero aquí está la cosa y por qué eres una
imbécil... ―hace una pausa y me mira fijamente―. Se fue antes de que lo vieras. Podría
haberse quedado y hacer que te enfrentaras a él, pero en lugar de eso hizo lo má s
noble y se fue. No quería que te lo dijera. Así que sí, eres una imbécil.
Volvió incluso después de que hiciera el ridículo.
―¿Por qué tiene que ser esto tan jodidamente complicado? ―Le pregunto al
hermoso cielo, esperando alguna intervenció n divina.
Ella resopla:
―Creo que tienes que pensar en lo que he dicho y decirme: ¿vas a fastidiar
esto?.
Vuelvo a mirarla y me doy cuenta de que es mi decisió n. Depende de mí. Y si
Liam y yo no podemos hacer que funcione debido a mis problemas, que así sea. Pero él
ha estado aquí, día tras día. Me cuidó cuando estuve enferma, estuvo allí cuando Aara
estuvo en el hospital y me recompuso cuando yo no reconocía que estaba rota. Fue
Liam quien arregló mis grietas.
―¿Puedes cuidar a Aarabelle? Tengo que ocuparme de algo.
Reanell simplemente se sienta como si supiera que esto iba a suceder y
extiende sus manos.
―Creo que deberías irte ahora. ―Me quita a Aara y me empuja―. Ve. Corre.
Ahora.
Tomo las llaves y me meto en el coche. Es hora de ver si realmente tenemos una
oportunidad.
Capítulo veintiocho
Volvió .
Lo repito una y otra vez porque no parece posible. Cada vez que creo que lo he
descubierto, hace algo má s para despistarme. Lucho con lo que voy a decir
exactamente cuando llegue a su casa. Hay muchas cosas con las que estoy lidiando, y
tiene que ser él quien lidere esta relació n ahora. É l es lo que quiero, pero necesito que
Liam tome las riendas. Mi corazó n está destrozado y va a ser él quien decida si quiere
ser quien lo arregle.
Su apartamento está a pocos kiló metros del mío y me gustaría que estuviera
má s lejos.
No tengo ni idea de qué decir. Las palabras flotan en mi mente: lo siento, ojalá
fuera diferente, te quiero, soy un desastre. No sé cuá l es la verdad, o tal vez todas lo
sean. Soy un desastre. Lo quiero… tanto. Desearía que toda esta situació n no estuviera
ocurriendo y lamento que estemos así.
Estaciono en la entrada y trato de recomponerme. Sé dos cosas. Una, que Liam
me importa mucho. Dos, voy a tener que procesar todo.
El paseo hasta su apartamento parece eterno. Puede ser que esté caminando a
paso de tortuga. Voy a llamar y me abre la puerta.
Liam está de pie con su camiseta azul marino ajustada y sus vaqueros azul
oscuro.
Lleva un gorro marró n claro en la cabeza y se apoya en la puerta.
―Hola ―dice y mira a mi lado.
―Hola, ¿puedo entrar? ―Pregunto vacilante.
Abre la puerta y se gira para que pueda pasar. Bueno, mierda... ahora tengo que
hablar. Liam me sigue y miro a mi alrededor. Su apartamento es moderno y está
prá cticamente vacío. El típico apartamento de soltero, con la televisió n má s grande
que he visto nunca. Me sitú o en el centro de la habitació n y él hace un gesto hacia el
sofá .
―Me sorprende que estés aquí ―dice Liam mientras se sienta a mi lado.
―Si te estoy interrumpiendo algo...
―No es importante.
Me acomodo el pelo detrá s de la oreja y trato de decidir por dó nde empezar.
―Voy a hablar y probablemente divague, pero necesito decirlo. ―Levanto la
vista y él asiente―. Siento haberme lanzado de esa manera. No fue justo para ti ni para
lo que hemos estado haciendo. Me importas demasiado como para hacer eso. . . pero
sabía que podías hacerlo desaparecer. Me hace ser egoísta, y estoy tan avergonzada de
haberlo hecho.
»Cuando te fuiste, bebí tanto y todo lo que pude hacer fue reproducir có mo me
miraste cuando te rogué. Entiendo si no quieres estar conmigo o no quieres que yo...
―Ni siquiera lo digas. No digas que no te quiero. Ese no es el caso. Te deseo.
Todos los días te deseo ―me interrumpe Liam con su voz afilada.
Mis mejillas se ruborizan y mi corazó n comienza a acelerarse.
―De acuerdo, só lo quería decir que no debería haber intentado que te
acostaras conmigo anoche.
―Mira, si toda esa mierda no hubiera caído y quisieras dar ese paso, estaría a
favor. Créeme, no quiero nada má s que tocarte, pero no porque quieras follar para
sacarte a Aaron de la cabeza. Quiero que sea porque no puedes soportar la idea de que
no te toque.
Tiene razó n pero está muy equivocado.
―Quiero estar contigo. Hay algo entre nosotros que es hermoso y no quiero
perderlo. Incluso si hubieras dicho que sí anoche, no habría sido eso.
―Eso es exactamente lo que habría sido. Seamos sinceros, porque si
empezamos con mentiras, esto fracasará antes de tener una oportunidad.
El miedo a perderlo comienza a burbujear.
―No sé có mo seguir a partir de aquí porque siento que he dado dos pasos
atrá s. Quiero confiar en ti, y lo hago, pero siento que este asunto acaba de destruir lo
que está bamos construyendo. ¿Có mo puedes querer que sepa esto?
―Natalie ―dice Liam y su mano acaricia suavemente mi cara. Me empuja para
que lo mire y me pierdo en sus ojos―. Me he enamorado de ti y de Aarabelle. No voy a
ir a ninguna parte hasta que me digas que has terminado. He terminado de luchar
conmigo mismo por tener algú n tipo de sentimientos por ti. Te quiero, Lee. Y sus
cagadas no tienen nada que ver con nosotros.
―Pero nos afectan.
―Só lo si tú quieres. Mira, cada parte de mí lucha con tocarte. Es como si yo
fuera el puto saco de mierda aquí. Tú eras su jodida esposa. ―Su mano cae.
―Es evidente que no tenía ese título muy alto ―digo y le agarro la mano
rodeando con mis dedos la suya―. Sin embargo, estoy enfadada y dolida. É l y yo no
éramos perfectos, pero no creía que fuera capaz de ser infiel.
―¿Tenías alguna idea?
―No, quiero decir, está bamos peleando, pero yo estaba embarazada.
Llevá bamos casi un añ o intentando quedarnos embarazados de Aarabelle. Só lo podía
acostarme con él en ciertos momentos, y el sexo era tedioso, pero creía que lo
hacíamos lo mejor posible.
La infertilidad fue una gran carga entre nosotros. Aaron sentía que su hombría
estaba en entredicho y yo pensaba que tal vez no estaba destinada a ser madre. A
pesar de todo, Aaron y yo intentamos mantenernos unidos. É l no estaba má s distante
de lo normal, y yo definitivamente no sospechaba nada.
―Me gustaría poder quitarte esto. Pero no puedo. Era tu marido.
Asiento con la cabeza en señ al de comprensió n. Liam só lo conocía el lado de
nuestro matrimonio que todos veían. La pareja feliz y sonriente que se amaba desde
los dieciséis añ os. En muchos sentidos, no era una actuació n. Lo amaba, y si estuviera
vivo, estaríamos juntos, o al menos averiguando hacia dó nde ir. Pero él se ha ido, y yo
tengo a Liam.
―En cierto modo, también me ha abierto los ojos sobre có mo mi vida no era
exactamente lo que pensaba.
―¿Có mo es eso?
―¿Hablamos en serio de esto? ¿Realmente te cuento lo bueno y lo malo de mi
matrimonio con tu mejor amigo? ―Pregunto porque se siente casi antinatural. Este es
el tipo que estoy segura que escuchó a Aaron hablar de mí y ahora estoy sentada aquí
a punto de hacer que me escuche.
―No puedo decir que lo vaya a disfrutar, pero si seguimos evitando esta
mierda, nunca lo vamos a superar. Mira, esto es muy duro para mí. Aaron era mi mejor
amigo. Habría recibido una bala por él, sin hacer preguntas. Cuando las cosas
empezaron a pasar entre tú y yo, me sentí como un idiota. ―Liam juega con mis dedos
mientras nos sentamos a hablar―. Está s fuera de los límites. Nadie se folla a la mujer
de otro chico del equipo. Es un có digo. Pero él se ha ido y no sé có mo hemos llegado
hasta aquí.
―Lucho con lo mismo. Tú eras... ...bueno... tú. Te veía como un amigo. Como
amigo de Aaron. Recuerdo haber cosido tus parches y pintado tu casco cuando estabas
en los BUD. Cuando mis sentimientos empezaron a cambiar, intenté detenerlo.
―Enrosco mis dedos en los suyos mientras ambos nos abrimos―. ¿Sabes qué es lo que
má s me molesta? ―Musito en voz alta, pero necesito decirlo.
―¿Qué?
―Todo este tiempo... ―Desvío la mirada, pero la mano de Liam tira de mi
barbilla hacia él. Los ojos de Liam son tiernos, pero su mandíbula está tensa.
―No te escondas de mí. Déjame entrar.
Mis ojos se empañ an con lá grimas no derramadas mientras las palabras
comienzan a formarse como á cido en mi lengua.
―He estado tan ciega. En mi mente, he bloqueado todo lo malo y lo he puesto
en este pedestal. Cuando le dije que estaba embarazada, se encogió de hombros y se
marchó . Me olvidé de eso hasta anoche. Quería que fuera tan perfecto. No quería
recordar que no siempre éramos felices, pero está bamos a gusto. Soy tan idiota.
Me frota suavemente el pulgar contra la piel. Cierro los ojos ante su contacto y
mi mano toca su pecho. Me inclino hacia su cuerpo y él me abraza.
―No eres una idiota.
Dejé escapar una risa corta y sarcá stica.
―Como el infierno que no lo soy. Mi marido me engañ aba cuando estaba
embarazada. Me tiré en la cama llorando durante días por alguien que podía estar
planeando dejarme. Toda mi vida era una mentira.
―No sé qué decir. Una parte de mí -la parte egoísta- quiere decirte que era un
maldito imbécil y que está s mejor conmigo. No te engañ aría y te diría que no deberías
pasar ni un minuto má s pensando en él. ―Me inclino hacia arriba y Liam deja escapar
un profundo suspiro―. La otra parte de mí lucha contra la defensa del hijo de puta.
Pero no voy a defender lo que hizo... es tan jodido.
Esto es lo que me preocupa de nosotros.
―¿Aaron siempre estará entre nosotros? ―Pregunto y contengo la respiració n.
―No lo sé. Dime... ―Liam hace una pausa y se inclina hacia delante. Sus labios
tocan los míos y me besa. Su lengua se desliza por mis labios y se retira. Espera a que
abra los ojos y la ferocidad me impide respirar. La tensió n de sus mú sculos es evidente
mientras me da lo que necesito―. ¿Desearías que estuviera aquí en lugar de yo? Ahora
mismo, ¿desearías que fueran sus brazos los que te rodearan? ¿Su boca en la tuya?
Lo escucho hablar, pero no puedo concentrarme. Cuando sus labios tocan los
míos, todo lo que existe es Liam y yo. Se detiene y espera... Vuelvo a su pregunta y
niego con la cabeza.
―Eso no es suficiente ―exige su voz grave y ronca.
―Ahora mismo, no pienso en nadie má s. ―Mis labios son un fantasma contra
los suyos.
Apenas roza sus labios con los míos. La cabeza de Liam se mueve de lado a lado
mientras roza mi boca. Es un juego de quién es má s fuerte en este momento.
―Yo no he pedido eso.
―No estoy segura de có mo responder a eso, Liam. Estoy aquí contigo ahora
mismo. Estoy en tus brazos. Quiero estar aquí, contigo.
El aire es espeso entre nosotros y no se relaja.
―É l no tiene que estar aquí. Somos tú y yo.
―No quiero perderte. ―La honestidad se filtra a través de cada sílaba―. Tengo
miedo. ―Liam se recuesta en el sofá y me atrae contra su pecho. Me tumbo en sus
brazos apretada contra él con nuestros dedos entrelazados.
―Me estoy enamorando de ti, Natalie. ―Su pecho retumba y miro hacia
arriba―. Si no lo estoy ya. No eres la ú nica que tiene algo que perder. No quiero que me
contestes nada. Só lo quiero que lo sepas. ―Los dedos de Liam hacen rodar los míos
mientras espera que reaccione.
Por mucho miedo que tenga a que me vuelvan a hacer dañ o, sé que no estoy
sola.
―Yo también me estoy enamorando de ti. Só lo que no sé si puedo.
Sus ojos me dicen que lo entiende. Me tira de nuevo hacia abajo y me frota la
mano contra la espalda. Hay muchas cosas que los dos tenemos que superar. Pero aquí
y ahora, estoy a salvo. Los fuertes brazos de Liam me sostienen y trato de pensar en la
ú ltima vez que me sentí así.
Aaron y yo nos casamos muy jó venes, pero habíamos tenido un buen
matrimonio. É l se iba mucho, y esa parte era una mierda, pero hacía que nuestros
reencuentros fueran mucho má s dulces. Aaron tenía temperamento, pero nunca fue
abusivo o malo. La mitad de las veces era yo la que lanzaba cosas por la habitació n. É l
me mantenía y yo me conformaba. Pero había momentos en los que podía ver có mo se
distanciaba de mí. Cuando se ponía beligerante cuando yo intentaba hablar de lo que
había pasado en el extranjero. La infertilidad, el trastorno de estrés postraumá tico y su
desprecio por dejar de ser un SEAL nos carcomían. Se pasaba horas en el garaje
trabajando en su coche y luego se iba a dormir o salía. Me puse anteojeras y pensé que
cuando estuviera embarazada de Aarabelle se arreglaría todo. Pero el ú nico momento
en que Aaron era feliz era cuando había otras personas cerca.
Entonces me pregunto por Liam. El hecho de que me meta en una relació n
sabiendo la vida que viviría con él y el posible resultado. Pero estoy hecha para esto.
Soy la esposa de un SEAL. Conozco la vida, las luchas y las alegrías que puede traer. Sé
que soy capaz de manejar los despliegues y todo lo que conlleva. No sé si podría
soportar perderlo. Amar a Liam tiene un coste.
―¿Qué está pasando por tu mente? Puedo sentir que te pones tensa. ―Liam
rompe el silencio.
Me apoyo en mi mano que descansa sobre su pecho. Sus ojos azules brillan y
esbozo una sonrisa triste.
―Estoy pensando en todo ello. El amor, la pérdida, la aventura. Creo que el
hecho de no tener respuestas es lo má s difícil.
―¿Quieres hablar con ella? ¿Ayudará eso? ―La mano de Liam sigue recorriendo
mi espalda de arriba abajo.
―No lo sé. Una parte de mí quiere olvidarlo todo y llamarla mentirosa. ¿Qué
importa?
Liam me besa la parte superior de la cabeza y deja escapar un profundo
suspiro.
―¿A dó nde vamos a partir de aquí? ―le pregunto.
Las manos de Liam me agarran por los hombros y me tira encima de él. Me
tumba sobre su pecho y estamos cara a cara.
―Nosotros decidimos. Tú decides porque estoy aquí contigo, pero necesito
saber que no está s allí con él.
Subiendo mis manos por su pecho, me apoyo en sus hombros.
―Estoy contigo ahora mismo.
Se sienta tan rá pido que no sé có mo lo consigue. Me da la vuelta para que yo
esté de espaldas y él encima de mí. Mi cuerpo se calienta con su contacto y él desliza
sus dedos callosos por mi brazo desnudo.
―Liam... ―Suspiro su nombre.
―Dime cuá ndo necesitas que pare ―su voz es baja y suave.
No sé si podré decirle que pare. Espero que tenga má s control que yo.
Capítulo veintinueve
Sus dedos rozan mis pantalones donde se junta mi camisa. Me retuerzo con
anticipació n. Liam se detiene y mis ojos se fijan en los suyos. No hablo ni me muevo,
pero le concedo el permiso que busca. Sabe có mo leerme, mi cuerpo, mis pequeñ os
movimientos que no muchos serían capaces de captar. Es una bendició n y una
maldició n.
Las yemas de sus dedos flotan sobre mi estó mago y mi respiració n se detiene.
La lujuria se agita y aumenta a medida que la punta de su dedo sube. Me roza las
costillas y recorre la parte inferior de mi pecho.
―Dime si es demasiado ―me dice su voz ronca al oído.
―No es suficiente ―las palabras caen de mis labios.
Liam gime y su lengua recorre mi oreja. Mis ojos giran hacia atrá s en mi cabeza
de puro placer cuando él empuja por debajo de mi sujetador. Cuando su dedo me roza
el pezó n, casi me caigo del sofá .
―Eres tan perfecta ―me tranquiliza y me frota de un lado a otro, mientras mi
pezó n se agita bajo su há bil tacto.
Con la necesidad de tocarlo, paso mis manos por debajo de su camisa,
empujá ndola hacia arriba. Liam utiliza una mano y la arranca. Mis dedos presionan
delicadamente su piel. Trazo el tatuaje en sus costillas: Dulce bellum inexpertis. Delineo
las letras y él se tensa.
―¿Qué significa eso? ―Le pregunto mientras me besa el cuello.
Levanta la vista y sus ojos azules se oscurecen.
―Significa que la guerra es dulce para los que no la han experimentado.
Mi voz es apenas audible,
―Lo siento. Sé que has perdido mucho.
―Yo también he ganado. La guerra nos quita. Nos roba tanto, pero si se lo
permitimos... puede salvarnos. Que estés aquí en mis brazos ahora mismo me recuerda
que a veces la victoria vale la batalla.
Liam se inclina a medida que cada aliento pasa entre nosotros. Así como él me
insufla vida, yo hago lo mismo por él. Ambos hemos perdido por culpa de la guerra.
Liam ha perdido innumerables amigos, ademá s de manejar sus propios demonios.
―No debería sentirme así ―digo mientras me aparta el pelo de los ojos.
―¿Qué sientes? ―su voz es rica y cá lida. Calienta partes de mi cuerpo que han
sido olvidadas―. Descríbelo ―exige.
Cierro los ojos mientras su mano desciende por mi cuerpo y vuelve a meterse
bajo mi camisa. Dejo que las sensaciones se apoderen de mi mente y me entrego a las
caricias de Liam.
―Tus manos son fuertes, pero cuando me tocas, es tierno. ―Su pulgar roza mi
pezó n y yo suspiro―. El roce de tu pulgar contra mi piel. ―Lo hace de nuevo.
―¿Se siente bien? ―pregunta bruscamente.
―Sí ―gimo, mientras su mano toma mi pecho y lo aprieta.
―¿Quieres que te siga tocando? ―me pregunta.
Manteniendo los ojos cerrados, permanezco en el momento.
―Por favor ―mi voz es baja y gotea de necesidad.
Su peso se desplaza y me pasa la camisa por la cabeza. Lo miro y sus ojos se
vuelven líquidos mientras me evalú a, calmando mis nervios. Liam gime en señ al de
aprobació n.
―Perfecta. Cada centímetro de ti es la perfecció n. ―Me baja los tirantes y
espera. Me inclino y me desabrocho el sujetador, pero lo dejo en su sitio.
Ningú n otro hombre me ha visto así ademá s de Aaron. Aaron fue el primero y
el ú nico.
Liam parece entender mi vacilació n y entonces vuelve a estar encima de mí. Su
boca se funde con la mía y me besa con avidez. Mis dedos le quitan el gorro y se
enredan en su pelo. Lo deseo tanto en este momento. Siento que cada célula arde y
que pronto me convertiré en cenizas. Ardiendo de necesidad, me pierdo de nuevo. Ya
no pienso en nada má s que en él.
Mis manos se aferran a su culo mientras él me aprieta. Siento su dureza contra
mi nú cleo y empiezo a palpitar. Sus manos empiezan a bajar por mi costado mientras
retira el sujetador de entre nosotros, pero me mantiene cubierta con su cuerpo.
―Voy a chuparte los pechos, Natalie. ¿Quieres? ―me pregunta y prá cticamente
me derrito en el sofá .
Gimoteé cuando se acercó a mi espalda y me arrastró con él. Me mantiene
protegida con su pecho. Me pongo a horcajadas sobre sus piernas, sintiendo el enorme
bulto que hay entre ellas.
Me sujeta contra él y me mira fijamente a los ojos:
―¿Quieres que te meta la boca, o quieres que pare? ―No hay ira ni vacilació n.
Me desea, está claro, pero no quiere llevarme demasiado lejos.
―No te detengas ―le suplico y sus manos bajan por mi espalda muy
lentamente. Ahora no hay dolor en mi corazó n. Me siento viva y adorada. Mi corazó n
se acelera y mi corazó n se aprieta.
Liam me extiende con cuidado sobre mi espalda, sin dejar de mirarme. Su
cabeza baja y su lengua rodea mi pezó n. Lo acaricia y me acaricia.
―Oh, oh Dios. ―Mi voz es ronca y mi respiració n llega en rá fagas cortas.
Su boca se desplaza hacia el otro pecho y mis caderas se mueven contra él,
creando la fricció n que tanto ansío.
―Tu piel sabe a gloria. ―Se echa hacia atrá s y me mira.
Lucho contra el impulso de cubrirme, y la forma en que sus ojos me evalú an me
mantiene quieta. La punta de mi dedo se desliza hasta su frente y su cabeza cae hacia
atrá s. Vuelvo a balancearme contra él. Se siente demasiado bien como para parar.
―Liam ―suspiro su nombre.
―Dime que pare o te daré la vuelta y no podré controlarme.
―Bésame ―le pido y él accede. Nuestras bocas se juntan y mi mano se posa en
su corazó n. Siento su vida bajo mi palma. Está vivo, es real, y es bueno para mí. Liam
estuvo allí cuando Aara estuvo enferma, cuando yo estuve enferma y en cualquier otra
ocasió n en la que lo necesité. La boca de Liam nunca tocó a Brittany. Sus manos
presionan mi espalda y me abraza fuertemente contra él. No hay ningú n otro lugar en
el que preferiría estar que aquí, en sus brazos.
Nos separamos y nos quedamos pecho con pecho.
―Nunca te daré por sentada. Nunca le daré a otra mujer un pedazo de mí una
vez que seas mía. Só lo seré tuyo.
Levanto la vista con lá grimas en los ojos.
―No estoy preparada, pero ahora soy tuya. Quiero entregarme a ti por
completo cuando só lo se trate de nosotros.
―¿Qué te hace pensar que me estaba ofreciendo a ti? ―Liam sonríe y el
ambiente pasa de un deseo furioso a un juego.
―¿Oh? ―Levanto las cejas en forma de pregunta―. Creo que si te quisiera,
podría tenerte.
Liam me acerca y yo me acurruco en su cuello.
―¿Me está s llamando un polvo fá cil? ―Me río y él me besa el costado de la cara.
―Nunca. No hay nada fá cil en ti.
―Bueno, excepto mi cuerpo caliente... Quiero decir, eso es fá cil para los ojos.
―La arrogancia no es sexy, cariñ o ―me burlo mientras su dedo hace dibujos en
mi espalda.
―Creo que eres muy sexy ―dice Liam mientras sus manos se dirigen a los lados
de mis pechos.
―¿Oh? ―Respondo mientras mis labios presionan su cuello.
―¿Te lo enseñ o con la boca? ―me pregunta mientras su vello se desliza por mi
hombro.
Me escuece la piel y enciende la lujuria que había bajado a fuego lento.
Mi teléfono suena, interrumpiendo lo que está bamos haciendo. Gruñ o y me
acerco a mi bolso. Liam se acomoda y se sienta, mirando mi cuerpo semidesnudo con
una sonrisa de satisfacció n.
―Mierda ―digo cuando leo el texto―. Me tengo que ir. Aarabelle está siendo
sú per quisquillosa y Rea tiene que salir corriendo. ―Agarro mi sujetador y Liam me lo
arrebata de la mano―. Lo necesito.
―Estoy pensando que no querrá s salir de casa así.
No quiero irme. Dios sabe que quiero quedarme aquí con él. Es el ú nico
momento en el que estoy completa. No hay piedad en los ojos de Liam. Cuando me veo
en él, me siento deseada y hermosa. Me inclino y lo beso y agarro su camiseta. Me la
pongo por encima de la cabeza y sonrío.
―Quédate con el sujetador. Puedo usar tu ropa.
Liam se levanta antes de dar un paso medido, atrayéndome lentamente.
―Voy a tomar la ducha má s fría que pueda. De alguna manera encontraré la
forma de no pensar en ti con mi ropa. Caminando con mi camisa pegada a tu cuerpo y
tú oliendo a mi colonia.
Doy un paso atrá s y tomo mi bolso.
―Puede que tengas que ducharte dos veces. ―Le guiñ o un ojo y abro la puerta
principal. Me vuelvo y lo miro por encima del hombro―. Sabes, puede que incluso
duerma en ella. ―Me vuelvo y lo escucho gemir mientras cierro la puerta tras de mí.
Es curioso, no pensé ni una sola vez en el dolor que me causó Aaron mientras
estaba en los brazos de Liam.
Capítulo treinta

Liam
―Dempsey, a mi despacho ahora― ordena el comandante Hansen y yo me
pongo en pie. ¿Qué demonios he hecho ahora?
―Señ or ―le digo y me sitú o ante su escritorio.
―Toma asiento ―me indica y señ ala la silla. El comandante es el tipo de oficial
al que todos queremos servir. Es justo y no se cree por encima de todos. Es un líder al
que quieres seguir y eso hace que sea muy fá cil recibir ó rdenes de él―. Mi mujer es un
incordio. Se entromete, y la mayor parte del tiempo soy capaz de manejar su mierda,
pero Natalie es una historia diferente. Gilcher sirvió bajo mi mando durante seis añ os.
Lo conocía y era como de la familia. Así que, que te llame aquí no es de comandante a
jefe. Es de hombre a hombre.
Asiento con la cabeza por respeto y me muerdo la respuesta. No es asunto de
nadie lo que pase entre Natalie y yo. La otra noche fue una mierda. Lo que se suponía
que iba a ser un punto de inflexió n terminó en un completo desastre gracias a una
perra estú pida.
―Estoy seguro de que no te importa una mierda, y honestamente, no me
importa si lo haces. Me preocupan Lee y Aarabelle. Má s que eso, mi mujer me hace la
vida imposible cuando se pone así. Rea está preocupada, así que si necesitas tomarte
unos días y estar allí, ve.
Eso no era lo que pensaba que iba a decir. Pensaba que me iba a dar el discurso
de "aléjate de ella". A lo que habría encontrado una manera de decirle que me chupara
la polla... respetuosamente.
―¿Cuá nto tiempo?
―Si necesitas dejar la licencia, lo aprobaré. Tenemos las pró ximas dos semanas
en las que no pasa nada. Demonios, la mayoría de ustedes se irá n antes del almuerzo
de todos modos.
―Lo haré, señ or. Se lo agradezco.
El Comandante mira hacia otro lado y resopla.
―Natalie no sonreía, ni lloraba, ni reía. Durante semanas se quedó sentada sin
emociones. Reanell estaba en la sala de partos con ella y no fue hasta que nació
Aarabelle que finalmente lloró . Volvió a ser así unas semanas después del funeral de
Aaron. ―Se rasca la cara―. Luego empezó a abrirse cuando creía que nadie la miraba.
Lo atribuyo a tu llegada.
―No sé si he tenido algo que ver.
―Yo tampoco, pero es una corazonada.
Esta es la conversació n má s extrañ a que he tenido.
El comandante se levanta y se acerca a la pared.
―Sospechaba que algo pasaba antes de que se fuera a Afganistá n ―admite―.
Creo que Natalie recuerda una vida diferente a la que estaba viviendo.
Aaron era mi mejor amigo. Sabía que estaba luchando con la llegada de un bebé
y lo que significaba, pero nunca pensé que estuviera jodiendo con ella. É l y yo vivíamos
en costas opuestas, así que no hablá bamos tan a menudo, pero seguro que nunca
mencionó a otra mujer.
Pienso en Natalie y en có mo ya está reconstruyendo sus paredes. Recuerdo
có mo se sentía, có mo sabía y cuá nto tardó mi polla en bajar. Ayer fue otro día que no
esperaba que pasara como pasó , pero ella se abrió a mí. La necesidad de reclamar una
parte de ella era tan fuerte que no estaba seguro de poder parar. Tuve que recordarme
constantemente que ella tenía el control de hasta dó nde llegá bamos.
Vale la pena las bolas azules.
―Entiendo, señ or. Voy a necesitar esos días.
―Esperaba que fueras el hombre que creía que eras. ―El Comandante se
levanta y extiende su mano.
―Comandante.
―Jefe, lo veré en unos días.
Me giro y empiezo a formar un plan. Uno que incluye no tener salida y tal vez
cuerda.

―Entonces, ¿siguen juntos? ―Quinn pregunta mientras cargamos las pesas en


la barra.
―Sí ―respondo y me alineo para levantar. Voy por un récord personal y lo
ú nico que quiere hacer este capullo es hablar de Natalie.
Alineo mis manos y Quinn me empuja para que no pueda moverme.
―¿Ella está bien con esto? ¿El hecho de que su marido -tu mejor amigo- la
estuviera jodiendo y ella quiera estar contigo?
―No sé dó nde te confundiste cuando dije 'sí'. Ella y yo estamos juntos. Aaron la
jodió , pero él y yo estamos separados.
―Si tú lo dices ―se burla y mueve la mano.
Siempre tiene algo inteligente que decir. Es irritante y estoy cansado de sus
tonterías.
―Sabes, no eres parte de mis putas elecciones de vida. Si quiero estar con ella,
lo haré. Si a ella le parece bien y a mí me parece bien, ¿a ti qué carajo te importa?
Quinn retrocede con las manos levantadas:
―Só lo pregunto, amigo.
Me siento, cabreado.
―Cuando has jodido cualquier cosa que camina, nunca dije una mierda. Has
jodido má s que todos nosotros juntos. ―Mis manos tiemblan mientras las aprieto en
una bola―. Deja de hablar de mí y de Lee.
Se mueve hacia mí.
―No diré otra palabra después de decir esto. Si le haces dañ o, te daré una
paliza. Ella no es só lo una chica. Es su maldita esposa y es su hija. Sé el costo que viene
con una madre soltera.
―No soy estú pido.
―El jurado aú n no está seguro de eso. ―Quinn me da una palmada en el
hombro―. Puede que no haya sido tan cercano como tú y Aaron, pero él también era
mi amigo. Sé que no eres una mierda. Digo que te asegures de que todo está bien antes
de ir má s lejos. ―Me lanza una mirada mordaz y luego se transforma en su yo normal,
el de los imbéciles―. Ahora, veamos si tu débil trasero puede levantar esto.
Somos amigos desde hace mucho tiempo. Es probablemente el discurso má s
largo que he escuchado.
―No tienes que preocuparte de que le haga dañ o.
―Todo lo que quería escuchar. ¿Vamos a hacer ejercicio o quieres abrazarnos?
―bromea mientras espera.
―Cabeza de chorlito. Vamos. ―Vuelvo a subirme al banco y trato de
concentrarme en superar el resto del entrenamiento.
Quinn y yo terminamos y decidimos ir a comer. Es lo suficientemente
inteligente como para no sacar a relucir mi relació n o lo que sea con Lee. Hablamos del
pró ximo despliegue. Tener nuestro propio escuadró n significa que trabajamos juntos
pero cada uno maneja un grupo de chicos. Esperamos que nuestros escuadrones no se
dividan ya que nos entendemos. Es bueno conocer al tipo que vigila a tus seis.
―Escuché que te vas a tomar unos días libres ―menciona Quinn mientras toma
su bebida.
―Sí, voy a llevar a Natalie y a Aarabelle a algú n sitio. Tengo que pensar en ello.
―me río. Me he devanado los sesos tratando de pensar en algo cercano que le guste.
Algo para alejarnos de toda esta mierda y ver si esto es algo o si es una cuestió n de
circunstancias.
―¿Por qué no la llevas a mi casa de la playa?
―¿Dó nde?
―La de OBX. Sé que vive en la playa y todo eso, pero es una bonita casa y está
lejos.
―Tengo que admitir, hombre, que estoy sorprendido ―musito y me reclino. Es
la ú ltima persona que pensé que me ayudaría.
―Te lo dije, quería estar seguro. Te preocupas por ella y te llevas a la niñ a. Creo
que eso lo dice todo. Toma ―dice y saca la llave de su anillo―. Tó mala. Ve o no vayas.
No me importa. Te diré toda la informació n. Son unas cuantas horas, pero Corolla es
un lugar genial. He visto los caballos salvajes una o dos veces.
―No eres tan idiota después de todo. ―Sonrío mientras guardo la llave en el
bolsillo.
―No se lo digas a nadie.
―Tu secreto está a salvo conmigo ―le doy una palmada en la espalda―. Hasta
que me cabrees. Entonces se lo diré a todo el mundo.
―Sí, le diré a todo el mundo que hoy no pudiste levantar la barra.
Ahora, necesito reunir mi bolsa y un plan para que Natalie acepte. Esto debería
ser divertido.
Capítulo treinta y uno
―Mamamama ―repite Aarabelle una y otra vez, sentada en su trona. Es mú sica
para mis oídos. Está creciendo tan rá pido. Ojalá pudiera pulsar la pausa y congelar
cada pequeñ o momento.
Ahora se mueve de verdad, lo que ha sido un gran dolor de cabeza. Ademá s,
todo se le mete en la boca, y juro que la niñ a puede encontrar las cosas má s pequeñ as.
―Mamamama.
―Hola, preciosa. ―Sonrío y pongo otro Cheerio en la bandeja. He aprendido
que un Cheerio me da tiempo para lavar má s o menos un plato. El tiempo lo es todo.
Ella sonríe e intenta agarrarlo mientras yo me apresuro a volver al fregadero
para seguir limpiando antes de que empiece a gritar de nuevo.
Miro por la ventana y veo llegar el coche de Liam. Mi felicidad es automá tica y
las mariposas empiezan a revolotear en mi estó mago. Só lo han pasado unos días
desde que nos vimos, pero lo he echado de menos.
El tiempo de separació n me dio la oportunidad de aceptar mis emociones.
Estoy enfadada, pero no permitiré que las decisiones de Aaron afecten a mi futuro. Se
ha ido. Tomó malas decisiones y tengo que vivir con eso. Pero me dio a Aarabelle y, en
cierto modo, me dio a Liam. La verdad es que no tengo forma de saber si sucedió . Todo
lo que tengo es la palabra de una mujer.
Escucho a Liam llamar a la puerta y Aarabelle empieza a alborotar. Parece que
mi tiempo de Cheerio ha expirado.
―¡Entra! ―Grito hacia la puerta y escucho có mo se abre.
―Cierra la maldita puerta ―refunfuñ a Liam al entrar.
―Vivo en el barrio má s seguro. También tengo la vecina má s entrometida que
acampa en su terraza. Creo que la señ ora DeMatteo se daría cuenta y te golpearía con
un bate antes de que pudieras entrar. ―Sonrío y Liam se agacha y besa a Aarabelle en
la mejilla.
―Hola, preciosa ―la arrulla y ella sonríe.
―Mamamama ―dice Aara.
―Dale un Cheerio, por favor ―le ordeno a Liam y casi me emociono porque
puedo lavar todos los platos mientras él le da de comer.
―Claro, pero primero será mejor que me beses.
Me doy la vuelta y mis brazos rodean su cuello.
―Hola ―susurro.
―Hola. Está s muy guapa ―dice Liam de forma seductora.
―Está s todo sudado ―respondo mientras me levanto en puntas de pie. Me
acerco a sus labios y él se inclina lentamente.
La tensió n aumenta entre nosotros y yo saboreo el momento. Cuando un beso
puede dejar la cabeza dando vueltas y el cuerpo hormigueando... No he tenido esto en
mucho tiempo.
Se detiene justo antes de que sus labios puedan tocar los míos.
―Me gusta el sudor ―refunfuñ a y luego me besa.
Me agarro a su nuca y él me sujeta con fuerza mientras me hace retroceder. Mi
espalda choca con el mostrador y él me empuja. El beso termina igual de rá pido, pero
me deja sin aliento.
―Maaaaaamaaaaa ―grita Aarabelle desde su silla recordando su presencia.
Me río y le aprieto el pecho.
―Nadie se ha olvidado de ti, tonta ―le digo juguetonamente y coloco un
Cheerio en la trona de Aara.
Me regala una de sus sonrisas de cara. En la que sus ojos brillan, su nariz se
arruga un poco y sus labios se ensanchan. No puedes evitar devolverle la sonrisa.
―Tengo una idea ―dice Liam mientras rodea mi cintura con sus brazos.
―¿Oh?
Liam me suelta y me gira para que estemos frente a frente.
―Estamos en los entrenamientos, así que sabes que el despliegue llegará en
algú n momento.
―Sí, me lo imaginaba. ―Lo sé. Puedo intentar fingir que soy ignorante, pero no
lo soy. Añ os de ser la esposa de un SEAL me han dado el conocimiento de có mo
funcionan. Có mo voy a manejar su salida está por verse. Esta es una de mis mayores
preocupaciones. ¿Podré volver a enfrentarme a esto?
―Oye ―me levanta la barbilla―. ¿Confías en mí?
Lo miro a los ojos y mis manos se apoyan en su pecho. Creo que es la ú nica
pregunta que nunca tengo que pensar dos veces. Liam ha demostrado una y otra vez
en los ú ltimos nueve meses que puedo confiar en él.
―Por supuesto que sí.
―Bien, entonces sube y prepara una bolsa para ti y Aarabelle.
―¿Qué? ―Me retiro mirá ndolo confusa.
―Durante unos días. ―Liam me besa la punta de la nariz y me da la vuelta. Me
doy la vuelta pero él empieza a acompañ arme hacia las escaleras.
―Liam, para.
―Sabía que ibas a discutir ―murmura.
Claro que voy a discutir.
―¿Para qué demonios estoy empacando? ¿A dó nde quieres llevarnos? Tengo
que trabajar esta semana. Tengo cosas que hacer ―empiezo a divagar sin descanso
mientras mi mente se tambalea―. No puedo irme sin má s. No puedo dejarlo todo.
Tengo reuniones y Aarabelle tiene una cita para jugar. Quiero decir, ¿qué pasa con...?
―Dios mío, mujer. Confías en mí. Así que confía en mí ―Liam se apoya en la
pared mientras lo miro fijamente con los labios fruncidos―. ¡Vete! Sube las escaleras.
―No me digas 'mujer'. Y no me des ó rdenes ―respondo desafiante.
Se echa a reír y yo lo sigo. Liam da un paso adelante y me agarra por las
caderas. Mis manos se enroscan en su cuello.
―Deja de ser tan malditamente linda. Ve a hacer la maleta. Quiero que nos
vayamos de aquí. ―Me acerca y me mira con adoració n en los ojos―. Darnos la
oportunidad de ser libres de toda la mierda de aquí y ver có mo nos sentimos. Só lo
nosotros. Sin fantasmas. Sin recuerdos. Só lo nosotros tres.
Cuando dice esas ú ltimas palabras, mi corazó n se estremece. Nosotros tres.
Nunca estuvo destinado a ser él entre los tres, pero aquí estamos. Liam no só lo me
quiere a mí. También quiere a Aarabelle, incluso con sus pañ ales y sus babas. No me
pide que me lleve en una escapada para poder seducirme. En cambio, Liam se
preocupa lo suficiente como para querer construir algo juntos e incluir a Aara.
―Realmente sabes có mo ganarte el corazó n de una chica, Dempsey. ―Le tiro
del cuello mientras me levanto y aprieto mis labios contra los suyos.
Liam se retira, pero me mantiene pegada a él.
―Só lo el tuyo. Só lo me importa tu corazó n.
Apoyo mi cabeza en su pecho y deseo quedarme aquí. Con los ojos cerrados y
aferrá ndome a este momento. En sus brazos donde estoy segura y sé que me
protegerá .
―¿Para qué hago la maleta?
―Unos días. Ropa de playa.
―¿Playa? ¿Ves lo que hay en mi terraza trasera? ―Pregunto confundida.
―Cierra la boca. Ve a hacer la maleta. ―Liam se libera de mi agarre y me da una
palmada en el culo―. Tengo a Aarabelle.
―Oh, eso es reconfortante ―replico y subo las escaleras rá pidamente,
esperando que no me persiga.
O tal vez sí lo espero.
Entro en mi habitació n un poco mareada. Unas vacaciones con Liam. Es algo
surrealista y completamente inesperado. Mierda, vamos a tener que dormir juntos.
Como dormir en la misma cama. Es decir, no me gustaría que durmiera en el sofá y
hemos ido muy despacio con todo lo sexual, pero no sé si podré estar en la misma
cama. Luego, claro, no sé si quiero seguir yendo despacio. Lo deseo y está claro que él
me desea. Sé que mis sentimientos por Liam son reales, pero aú n así. Só lo he estado
con Aaron y me preocupa no ser buena.
El pá nico empieza a brotar y decido que tengo que concentrarme. Me estoy
adelantando a los acontecimientos.
Empacar. Eso es todo lo que me tiene que preocupar. Voy a tener que
abofetearlo por esto. Las mujeres necesitan días para hacer la maleta para un viaje, no
minutos, y eso cuando saben a dó nde van. Intento hacer una lista mental de todas las
cosas que necesitaré para Aara y para mí.
Apilando diferentes prendas en la cama, empiezo a sentirme un poco mejor.
Tengo ropa para lo que pueda pasar, y al menos tengo lo necesario para la playa. En el
armario de Aaron está todo nuestro equipaje. No he vuelto a este armario desde el día
en que destrocé su ropa. No hay nada aquí dentro que quiera volver a abrir, pero tengo
que hacerlo.
Apoyando la mano en el pomo de la puerta, respiro tranquilamente y la abro.
Todavía huele a Aaron. La especia y el almizcle asaltan mis sentidos y lucho contra las
lá grimas. Me ha herido profundamente, incluso desde su tumba.
―¿Por qué no me lo dijiste? ―Pregunto en voz alta―. No dejaré que me
destruyas. Mi corazó n era tuyo pero decidiste que no era lo suficientemente bueno así
que lo recupero. Siempre te amaré pero ya no soy tuya. ―Me apoyo en la puerta y
espero que me escuche.
Dejo caer una solitaria lá grima mientras cojo la maleta del estante superior.
Cuando la bajo, veo un trozo de papel roto que está en el suelo.
Vacilante, me pongo en cuclillas y agarro el papel. Le doy la vuelta temiendo lo
que pueda encontrar, pero lo ú nico que hay escrito es Lo siento.
Má s preguntas comienzan a tomar forma.
―¿Lo sientes por qué, Aaron? ¿O por quién? ―Grito y cierro la puerta de una
patada. El fuerte golpe de la puerta resuena en la habitació n.
Apoyando la espalda en ella, me deslizo hasta el suelo y me agarro las rodillas.
Mi cabeza cae hacia delante y empiezo a llorar. La disolució n de un matrimonio
siempre es dura.
Quedar viuda y que te quiten ese matrimonio es lo má s difícil que se puede
imaginar, pero descubrir que ese matrimonio era una mentira es inexplicable.
―¿Natalie? ―Escucho a Liam gritar―. ¿Está s bien? ―Siento que sus manos
tocan mi brazo y levanto lentamente la cabeza.
Ahí está con Aarabelle en sus brazos.
―No. Sí. No lo sé ―digo en voz baja. Intento contener las lá grimas. No quiero
que me vea así. Liam es a quien quiero, pero sigo rompiendo con Aaron. No es justo
para ninguno de los dos.
―Bueno, pues... vamos a hacer la maleta y lo resolveremos juntos. ―Liam se
levanta y me tiende la mano para que la tome.
Pongo mi mano en la suya y me levanta.
Aarabelle empieza a dar palmas y yo me río.
―¿Quieres irte de vacaciones, guapa? ―Ella chilla como si tuviera alguna idea
de lo que estoy diciendo y yo miro a Liam.
―Juntos ―afirma de nuevo y me besa en la sien―. Ahora ―su voz cambia para
ser má s animada―. Alguien necesita que le cambien el pañ al y yo no lo pido.
Sacudo la cabeza mientras me la tiende.
―Ni hablar, has dicho que tienes a Aarabelle y si estamos en esto de estar
juntos ―digo con comillas de aire― también vas a hacer pañ ales.
Me cruzo de brazos y le dedico una sonrisa comemierda.
―Por encima de mi cadáver, cariñ o.
Me acerco y mi lengua se desliza por mis labios. Observo la respiració n de
Liam, la forma en que sus ojos siguen mi lengua y se detienen en mis labios. Cambia a
Aarabelle a su otro brazo y me agarra de la cintura cuando me acerco.
Me inclino cerca de su oído y le susurro:
―Sin pañ ales, sin desnudos. ―Liam gime y yo me río―. Ahora, tengo que
terminar. Sin cuerda. ―grito mientras sale por la puerta.
―No puedes poner las reglas ―me grita y lo escucho hablar con Aarabelle―.
Ahora, ¿dó nde está la cinta adhesiva de mamá ?
Capítulo treinta y dos
―Bien, ¿ahora me dirá s a dó nde vamos? ―Pregunto por trigésima vez. Es tan
fá cil volverlo loco.
―Está s intentando que me frustre, pero no va a funcionar. Estoy muy
entrenado ―Liam lanza su brazo sobre el respaldo de mi asiento―. ¿Qué puedo decir?
Soy así de superior.
Lo miro esperando la sonrisa de satisfacció n o algo que me haga saber que está
bromeando.
―¡Superiormente estú pido! ―replico.
―Celosa.
―¿De qué? ―pregunto con la mandíbula colgando. Espero a que responda.
Y espero.
Y espero un poco má s. Sigue conduciendo y mira a cualquier parte menos a mí.
Aarabelle se ríe y juega con su juguete en el asiento trasero.
Este hombre está loco.
―¡Liam! ―Grito y él empieza a reírse. Lo que, por supuesto, no hace má s que
alimentar mi irritació n. Bien.
Puedo jugar.
Me inclino hacia atrá s y pongo los pies sobre el salpicadero. Con los ojos
cerrados, me recuesto en el asiento y puedo sentir sus ojos. Sí, esto va a ser bueno.
―Cariñ o ―dice Liam entre dientes.
―¿Hmmm? ―Respondo manteniendo los ojos cerrados y los pies en su sitio. Mi
rostro permanece estoico mientras lucho contra el impulso de sonreír.
―¿Serías tan amable de quitarle los pies de encima a Robin? ―la voz de Liam es
tensa pero educada.
Abro mi ú nico ojo y miro por encima.
―Oh, estoy bastante có moda.
―Eso es genial, pero realmente, no querrías perder el pie si chocamos. Só lo
estoy pensando en ti.
Mi cabeza gira hacia un lado perezosamente y me encojo de hombros.
―Me llevará s de un lado a otro. Estoy bien. Pero gracias por preocuparte. ―Me
muerdo el interior de la mejilla para no reírme. Prá cticamente puedo sentir el vapor
que se forma en su cabeza.
―Lee.
Miro con timidez.
―Liam.
―Si te digo a dó nde vamos, ¿quitará los pies de mi bebé?
Oh, la alegría de ganar. Algunos hombres son difíciles de averiguar cuá l es su
detonante, pero Liam es sencillo: su coche. Robin, como él la llama, es su versió n de un
niñ o.
―¿Usas la cuerda con Robin?
Liam intenta disimular su sonrisa, pero veo que sus ojos se arrugan.
―Pies, Natalie.
―A dó nde vamos? ―pregunto mientras muevo un poco las piernas.
De ninguna manera voy a conceder. Es demasiado divertido, en primer lugar.
Pero en segundo lugar, me mantiene alejada de la idea de no saber a dó nde vamos, por
cuá nto tiempo, y si voy a dormir con Liam o no. Mi personalidad tipo A se está
volviendo un poco loca por no saber. Intento relajarme y seguir la corriente, pero eso
no está en mi ADN. Todo el mundo sabe que soy el tipo de chica que toma el toro por
los cuernos y lo hace. He tenido que estar con Aaron siempre fuera.
―¿De verdad quieres saberlo? ―Liam me toma la mano y entrelaza sus dedos
con los míos.
Levanto la vista y me enfrento a sus ojos:
―En realidad, no. Só lo me gusta molestarte.
―Mujeres.
―Hombres ―respondo mientras quito los pies del tablero.
―Está profundamente dormida ―señ ala Liam mientras mira por el espejo
retrovisor. Mirando hacia atrá s, veo lo tranquila que está . Sin ninguna preocupació n en
el mundo.
Envidio ese tipo de serenidad. Mentiría si dijera que estar lejos de casa ahora
mismo no es un poco de alivio. Hay algo que decir sobre dejar las preocupaciones
atrá s.
―Gracias por esto ―aprieto su mano suavemente.
Liam levanta nuestras manos entrelazadas y me besa los dedos.
―Me alegro de no haber tenido que atarte y llevarte fuera. Centrémonos en
relajarnos y en ver hacia dó nde va esto. Sin expectativas.
―Puedo hacerlo.
Se ríe:
―Lo creeré cuando lo vea.
―Lo que sea. Entonces, ¿cuá ntos días tengo que pedir de baja en el trabajo?
―Ya hablé con Muff y Twilight. Está s bien.
Miro con los ojos muy abiertos.
―¿Qué has hecho?
No sé si quiero abofetearlo o besarlo. Por un lado, demuestra que se preocupó
lo suficiente por mi trabajo como para pensar en ello. Por otro, es mi trabajo y debería
ser yo quien manejara las cosas.
Só lo llevo unos meses trabajando para Jackson y me encanta. No quiero
arriesgarme a perder mi puesto. Aunque dudo mucho que Jackson me despida. He
aumentado su mano de obra y he reducido los costes en algunas á reas. También he
podido utilizar mis contactos a través de mi tiempo como periodista. Hice muchos
reportajes militares y conocí a unas cuantas personas que trabajaban en empresas
similares. Todos estaban muy contentos de darme algunas personas nuevas que
buscaban crear algunas á reas de oportunidad para el crecimiento.
―Llamé a Muff y le conté mi plan. Me dijo -y cito- que te llevara todo el tiempo
que quisiera. ―Liam hace una pausa y deja que eso se asimile―. Así que te llevaré a ti.
Dejo salir una respiració n profunda. Relá jate y disfruta. Relá jate y disfruta. Me
digo a mí mismo repetidamente para no volverme loco.
―Só lo voy a dar las gracias.
―Es la primera vez ―refunfuñ a.
―¿Por qué esto se siente tan fá cil con nosotros? ―Pregunto de la nada. No sé
por qué salió de mi boca, pero me lo pregunto a menudo. Nuestra relació n parece
haber entrado en hipervelocidad. No es instantá nea porque luché contra él durante
meses, pero cuando cedí... se sintió natural.
Liam mira con el ceñ o fruncido.
―¿Fá cil? No sé si llamaría a esto fá cil.
―No, me refiero a estar contigo. Es fá cil y sin esfuerzo. Como si lo estuviéramos
haciendo desde siempre ―reflexiono.
―Creo que es porque está bien. No lo sé. ¿Por qué? ¿Quieres que sea difícil?
Porque puedo.
Me río y sacudo la cabeza.
―Seguro que sí. Ya eres difícil, pero me refiero a nosotros como pareja. Me
pregunto si esto es normal.
La mano de Liam me agarra el interior de la pierna.
―Nunca me he sentido así con nadie. Creo que es porque somos amigos desde
hace mucho tiempo. Te conozco y tú me conoces. No hay fase de conocimiento. Te
quería antes de que fuéramos má s, pero no como me siento ahora. Eras una de mis
amigas cercanos, pero estabas fuera de los límites. Aunque eso no significa que no
hubiera hecho nada por ti. Ahora, simplemente es diferente. ―Liam mira por la
ventana mientras intenta comprenderlo también.
―Yo también te quería. Dicho esto, nunca pensé en besarme contigo todo el
tiempo. Esto es nuevo para mí, así que no estaba segura de si esto es lo que sucede.
Pasar de amigos a amantes y sentir que es la elecció n correcta. ―Agarro su mano y
entrelazo nuestros dedos.
―Dejé de luchar por sentirme mal con nosotros y sucedió . Tal vez por eso se
siente tan fá cil, porque es lo correcto. No somos dos extrañ os que se conocieron en un
bar. Sé que tu familia, tus amigos y yo habríamos seguido formando parte de tu vida
aunque Aaron no hubiera muerto. ―Hace una pausa y se rasca la mandíbula―. Nunca
te miré como lo hago ahora y no puedo decir honestamente cuá ndo sucedió para mí.
Sin embargo, puedo precisar cuá ndo decidí que estaba bien. En el hospital, después de
que coqueteá ramos, decidí que podía sentir algo por ti. Creo que estabas destinada a
ser mía.
―¿Lo haces ahora?
―Lo hago.
―¿Y có mo crees exactamente que es el caso?
Me encanta esta parte de nuestra relació n. Podemos pasar de serios a
juguetones en un segundo.
Liam resopla. Tal vez no le guste tanto esta parte.
―No tengo ni puta idea. Creo que estabas enamorada de mí hace añ os.
―No, sin embargo pensé que estabas caliente. Siempre lo he hecho.
Sonríe y asiente con la cabeza.
―Soy un buen partido.
―Sabes que me querías.
Gira ligeramente la cabeza para dedicarme su sexy sonrisa que derrite las
bragas.
―Oh, sí. Siempre has sido hermosa. Só lo que ahora, eres mía y te tendré.
―No cuentes tus pollos antes de que nazcan, calabaza. Puede que en este viaje
conozca a un apuesto desconocido que me lleve en su yate. Enséñ ame todas las cosas
que me estoy perdiendo contigo ―bromeo y veo có mo le tiembla el mú sculo de la
mandíbula.
Oh, los hombres alfa son todos iguales.
―Mataré a cualquiera que lo intente.
―Qué miedo.
―Sigue poniéndome a prueba, mujer. Mira lo que pasa ―advierte Liam y yo
sonrío.
Liam sonríe y sale de la autopista hacia los Outer Banks de Carolina del Norte.
No me había dado cuenta de adó nde íbamos hasta ahora. Sabía que íbamos hacia el
sur, pero no me había dado cuenta de que íbamos a ir a una de mis playas favoritas.
―¿Por qué sonríes? ―pregunta Liam.
No me di cuenta de que lo era.
―Estoy feliz. Me encanta OBX.
―¿Ves? Superior.
―Oh, cá llate ―me río y le doy un golpe en el pecho.
Conducimos hacia el norte y atravesamos todos los pintorescos pueblecitos que
conforman los Outer Banks. Hay montones de pequeñ as tiendas y restaurantes. Me
encanta el lugar en el que vivo ahora, es la vieja sensació n de Virginia Beach, pero
estos pueblos son hogareñ os. Tienen encanto y gritan vida de playa.
Donde está mi casa sigue habiendo mucho turismo. Todos estos pueblos
prosperan con los turistas de verano, pero siguen manteniendo sus raíces.
Liam entra en los límites de la ciudad de Corolla y yo cierro los ojos y respiro el
aire salado.
El olor del sol y la arena mezclados con el mar. Es mi hogar. Entramos en la
entrada de una de las casas má s impresionantes que he visto nunca.
―Vaya ―digo, mirando hacia arriba.
―Es la casa de la familia de Quinn.
Miro y Liam parece tan sorprendido como yo.
―¿Quién lo iba a saber?
―No me digas. Aara todavía está durmiendo. ¿Quieres traerla y yo voy por las
bolsas? ―Liam ofrece.
―Claro. ―Va a salir del coche, pero le pongo la mano en el brazo para detenerlo.
É l mira por encima con la boca ligeramente abierta.
―¿Qué pasa?
Me inclino sobre la consola, prá cticamente sobre su regazo.
―Gracias ―digo y presiono mis labios contra los suyos.
En el momento en que nuestros labios se unen, algo cambia. Las manos de
Liam se enredan en mi pelo y me besa con fuerza. Nuestras lenguas se mueven juntas
y mi cuerpo se enciende. Estoy eufó rica en este momento mientras le doy mi
agradecimiento. Me acerca la cara a la suya y siento que sus dientes me pellizcan el
labio.
Es imposible que duerma en el sofá .
Liam me retira suavemente la cara y me besa con ternura.
―Puedes darme las gracias cuando quieras.
Mi risa es corta y mi respiració n pesada.
―Apuesto a que te gustaría.
―Claro que me gustaría.
―Ve por las bolsas. Yo buscaré a la bebé ―le ordeno y vuelvo a subir a mi lado.
Saco a Aarabelle del coche milagrosamente sin despertarla y miro de cerca la
casa. Es una preciosa casa azul de dos plantas con contraventanas blancas. El porche
rodea el lado izquierdo y se asienta sobre pilotes. Aunque es vieja, se nota que ha sido
bien cuidada. A pesar de las tormentas que le han tocado, se mantiene fuerte y
orgulloso. La puerta principal es blanca y las dunas de arena casi cubren los zancos de
madera. Subo las escaleras y Liam está detrá s de mí.
Desbloquea la puerta y me da tiempo para asimilarlo.
―Es magnífica ―digo en voz baja, con cuidado de no despertar a Aara. Lleva
una hora durmiendo la siesta, pero si no se despierta a su hora, es una fiera.
―Mira a tu alrededor. Voy a subir las bolsas.
Asiento con la cabeza y empiezo a explorar. La cocina ha sido actualizada
recientemente y tiene unas preciosas encimeras de granito negro con armarios
blancos de estilo rú stico. Avanzo y las ventanas me hacen parar en seco. Unas
hermosas cortinas de tela satinada de color crema cubren los cristales y se enredan en
el suelo haciendo que el azul del océano parezca má s azul. Sé que tengo la vista del
océano en casa, pero es como si nunca hubiera visto este océano antes.
Sostengo a Aarabelle, que está profundamente dormida en mis brazos, y miro
el mar ante nosotros. Escucho a Liam bajar las escaleras y lo siento detrá s de mí. Sus
brazos rodean mi torso y los dos nos quedamos mirando hacia fuera.
―Hermosa ―susurra.
―Sí, lo es.
―Me refería a ti.
Mi corazó n se anima y su calor me envuelve. Me apoyo en su pecho y aprecio
este momento. Hay tantas cosas que quiero decir, pero esto es suficiente ahora mismo.
Estar en sus brazos, lejos de toda la mierda que hay en casa, pasar tiempo con Liam y
Aarabelle. Esto es satisfacció n.

―¿Está s lista? ―grita Liam desde abajo. Ha tenido a Aarabelle durante la ú ltima
hora mientras yo me preparaba para la cena. Supongo que no ha hecho ni pis ni caca
porque no he oído grandes cantidades de maldiciones ni gritos de Aarabelle.
―¡Casi!
Llevo un vestido blanco con el pelo recogido. He pasado má s tiempo afeitando
cada centímetro de mis piernas y asegurá ndome de que no me faltaba nada. Si
acabamos donde espero, quiero estar lo má s perfecta posible.
De pie ante el espejo, me miro y sonrío. Este viaje era todo lo que necesitaba.
Me siento viva y renovada. Después de instalarnos en la casa, dimos un paseo por la
playa. Liam llevaba a Aarabelle en brazos mientras yo me sujetaba a los suyos. Aara
estuvo muy risueñ a, especialmente cuando Liam empezaba a correr en el agua con
ella. Ella chillaba y se reía, y luego él volvía a salir corriendo.
Una parte de mi corazó n se convirtió en el suyo en ese momento. Espero que
esta noche otra parte sea suya también.
―¡Pronto voy a comer comida de bebé! ―La fuerte voz de Liam recorre los
pasillos. Hombres.
Tomo mi bolsa y bajo las escaleras.
―Ya estoy lista. Caramba ―me reprendo mientras entro en la sala de estar.
Liam está de pie con sus pantalones caqui y su camisa azul marino. Los
mú sculos de sus brazos tiran de la tela, estirá ndola de manera que la camisa parece
casi incó moda. Sus ojos azules son má s profundos de lo normal, pero siguen siendo
hipnotizantes. La barba que suele tener está bien afeitada y no tiene la gorra que tanto
me gusta. Es ridículamente sexy.
―No voy a llegar a la cena ―refunfuñ a Liam.
―¿Qué?
―¿No puedes ponerte un chá ndal? ―me pregunta mirando mis piernas.
Me burlo:
―No voy a ir en chá ndal a cenar. Me he arreglado, vas a tener que aprender a
controlarte, señ or yo-tan-superior.
Por supuesto, hay una parte de mí que está má s que mareada porque parece
que le cuesta mi vestido. No me lo puse para volverlo loco, pero es una ventaja. Olvidé
lo que era tener la ú nica atenció n de un hombre sobre ti. Lo que te hace sentir cuando
eres deseada. Liam despertó eso dentro de mí. Hizo que la mujer que hay en mí
volviera a la vida.
Cuando me doy la vuelta, se le corta la respiració n. El vestido es de tirantes y la
parte trasera cae hasta la parte baja de mi espalda.
―Joder, no ―dice Liam y me agarra suavemente del brazo―. Por favor, dime que
tienes un jersey o un poncho para ese vestido.
Me giro lentamente con una sonrisa socarrona.
―No. Hace calor fuera.
―Voy a necesitar un minuto. ―Deja escapar un profundo suspiro y me tiende a
Aarbelle para que la levante.
La agarro y me río:
―Vamos, Dreamboat. Vamos a comer antes de que pierdas la cabeza.
Nos dirigimos a una pequeñ a marisquería, que parece ser uno de los ú nicos
lugares del pueblo. Liam tuvo que parar a repostar y tomamos un mapa de la ciudad.
Mañ ana planeamos utilizar los cruceros de la playa que encontramos en la casa y
comprobar los otros lugares locales.
Nos sientan en una mesa junto a las ventanas con vista al mar. Aarabelle se
sienta en la trona entre nosotros.
―Mamamamama ―dice mirando a Liam.
―No soy tu mamá . Yo soy el divertido.
―¿Divertido? La ataste.
―Y vivió y no se orinó en todo.
Sacudo la cabeza:
―Está bien, mi amor. Liam no sabe có mo manejar un pequeñ o pañ al ―me burlo
de él y Aarabelle es su yo feliz.
Liam mira hacia otro lado y Aarabelle grita, haciendo que su atenció n vuelva a
centrarse en ella.
―Alguien es igual que su mamá ―su voz juguetona se anima―. Te veo. ―Liam le
da la mano a Aara y ella le da unas cuantas palmadas.
Le presta atenció n y yo me siento asombrada. Dicen que el camino al corazó n
de un hombre es su estó mago, pero el mío es Aarabelle. Ella es mi mundo. No hay nada
má s importante que mi hija. Un hombre puede irse, morir, engañ ar, pero ella siempre
será mi hija. Quererla y aceptarla no só lo es importante, sino que sin ella, ningú n
hombre me tendrá .
Llega nuestra comida y comemos y charlamos un poco. Le cuento a Liam
algunas de las cosas que he estado manejando en el trabajo y él me habla de las
estupideces que han hecho los equipos. Me río de su nuevo juego con Quinn de quién
es el má s fuerte. Parece que le está ayudando a ejercitarse de nuevo en un horario.
―Se acerca el cumpleañ os de Aarabelle. ¿Vas a hacer una fiesta? ―pregunta
Liam una vez que hemos terminado de cenar.
―Quiero hacer algo divertido. Jackson dijo que él y Catherine volarían y sé que
mis padres también vendrá n. Probablemente debería empezar a planearlo.
Tengo algo de tiempo, pero Liam me conoce lo suficiente como para saber que
mis fiestas son como las de Martha Stewart. Me excedo y me encanta hacer eventos
extravagantes con cada detalle planeado. Normalmente me lleva un mes hacer a mano
toda la decoració n. Tengo problemas.
―Me ofrecería como voluntario para ayudar, pero... ―se interrumpe―. He
estado en tus fiestas... y llevaré la cerveza.
―No lo creo ―afirmo con una sonrisa―. Está s conmigo, tienes que ayudar.
Liam murmura en voz baja mientras la camarera trae la cuenta.
Decidimos dar otro paseo por la playa, ya que hace un tiempo precioso. Liam
paga la cuenta y levanta a Aarabelle en sus brazos.
―Vamos, cariñ o. ―Se levanta con la mano extendida.
Coloco mi mano en la suya y salimos hacia la playa. Liam tiene a Aarabelle en
un brazo y me rodea con el otro. Camino rodeada de él mientras su cuerpo me protege
del viento. Esta es una de las cosas que má s me gustan. No tenemos que hablar. Liam
está bien con el silencio y yo también. Ninguno de los dos tiene la necesidad de llenar
el silencio, simplemente podemos encontrar consuelo el uno en el otro.
Mientras caminamos, Aarabelle mete la cabeza en su hombro y él la protege. Mi
corazó n se llena de amor al verlo cuidar de ella. É l ama a Aara y yo lo amo a él.
Siempre lo he querido como amigo, pero hoy no hay duda de que mis sentimientos de
amistad se han convertido en algo mucho má s profundo.
―Liam ―digo con ternura.
Se detiene y nos enfrentamos. Quiero decírselo. Quiero que sepa lo mucho que
me importa.
―¿Qué pasa?
―Nada ―digo sintiéndome incó moda. Miro hacia abajo y muevo la arena con
los dedos de los pies.
―Oye ―dice y atrae mi atenció n de nuevo hacia él.
Respiro profundamente. Liam no es Aaron. No hay garantía de que no vaya a
sufrir el mismo destino, pero lo fundamental es que es diferente. Nuestra relació n
también es muy diferente. Yo era una niñ a cuando conocí a Aaron, crecimos juntos y,
en cierto modo, nos distanciamos. Las pérdidas en su vida hicieron que me pusiera en
un lugar diferente en su corazó n. Tal vez no quería herir má s, así que eligió herirme a
mí en su lugar. Nunca sabré esa respuesta, pero tengo que seguir adelante.
Nunca planeé volver a amar. Pero Liam... No puedo luchar contra él. Tampoco
quiero luchar contra él.
―Te amo. ―Digo las palabras y veo la alegría reflejada en sus ojos. Las lá grimas
llenan mis propios ojos mientras dejo libre el amor en mi corazó n―. Te amo. Te amo.
Me haces feliz y me haces sentir segura.
Liam se acerca y me acaricia la mejilla:
―Te amo, Natalie. Siempre te mantendré a salvo. ―Mi cara se inclina hacia su
mano y él limpia una lá grima que desciende por mi mejilla―. No llores, cariñ o.
―No estoy triste. Es só lo que... hay cosas que me asustan de amarte ―admito.
―¿Como qué? ―La voz de Liam es tierna y curiosa.
Debe conocer los miedos a los que me enfrento. O tal vez no. Se sumergen en
este mundo donde se creen intocables. Aunque vivan y respiren la muerte.
―Eres un SEAL de la Marina en servicio activo. Ya soy una viuda SEAL. ―Las
palabras se filtran y también el miedo.
―No puedo hacerte promesas. Sería un mentiroso y un tonto si te dijera que no
me puede pasar. Sé que lo sabes. Sabías cuando empezamos a sentir algo má s que
amistad lo que significaría. Despliegues, entrenamientos, cosas peligrosas de las que
no puedo hablarte. ―Las palabras de Liam son mesuradas, y su voz es fuerte y firme.
Mantiene su mano acariciando mi cara, y mi mano se apoya en su pecho―. Puedo
contarte todas las tonterías que quieras oír, pero só lo será n eso. Quiero una vida
contigo, Lee. Quiero construir algo contigo y con Aarabelle. Quiero pasar mis días
pensando en volver a casa contigo. Quiero sentir tu cuerpo debajo de mí cuando te
haga el amor.
Miro hacia arriba y se me aprieta el pecho.
―Lo quiero todo. Las amo a ti y a Aarabelle, pero tiene un coste. Sabía que esto
iba a ser algo que tendríamos que superar. Amarme viene con el riesgo de saber que
podría no volver a casa.
Una lá grima cae de mis ojos mientras la imagen pasa ante mí. Otro golpe en la
puerta diciéndome que se ha ido. Otra bandera en la chimenea en la que tengo que
mirar a los dos ú nicos hombres que he amado y que me han sido arrebatados. No
puedo. No creo que pueda hacerlo.
―No puedo perderte así.
―No puedo prometer que no lo hará s, pero sí puedo prometer que lucharé todo
lo posible para que no sea así. Haré todo lo que pueda para que nunca tengas que
sentirte así. Esa es la ú nica promesa que puedo hacer.
Aarabelle duerme profundamente sobre el hombro de Liam y yo sé la opció n
que tengo ante mí. O me alejo de Liam ahora y salvo lo que me queda de corazó n.
Protegerme y tener cuidado con quién dejo entrar, o dar todo lo que tengo a él.
Aprovechar la oportunidad de terminar sin nada o tal vez con el mayor amor que he
conocido. Liam y yo tenemos la oportunidad de crear un nuevo amor que nunca tuve.
Aaron era fá cil y conocido. Era el consuelo y la estabilidad. Creo que incluso
con su aventura no me habría dejado. Tal vez hubiéramos encontrado una manera de
superarlo. No habría sido fá cil, pero tenemos un hijo, una vida, un matrimonio juntos.
Nunca sabré esas respuestas o si hubiera sido verdad, pero le quería. Incluso ahora,
por muy herida que esté, Aaron tiene un trozo intangible de mi corazó n y de mi alma.
Siempre será suyo.
―Si hacemos esto ―dudo― ¿tendrá s cuidado? ―Es una pregunta estú pida, y esa
palabra es aborrecible para ellos. No saben ser cuidadosos. Es un complejo de héroe,
pero tiene que saber que lo necesito.
―Natalie, haré todo lo posible para volver a casa contigo.
―Entonces volvamos a la casa. Estoy lista para ir a la cama.
Le tomo la mano y volvemos al coche.
Capítulo treinta y tres
Los nervios empiezan a apoderarse de mí cuando volvemos a la casa. Intento
decirme a mí misma que es só lo Liam, pero también es Liam.
―Voy a bajarla. ―Me tiembla la voz. Suave, Natalie.
―Iré contigo ―me ofrece y pone su mano en mi espalda.
Genial.
Subimos las escaleras y llegamos a la habitació n de invitados, donde he
colocado su cuna. Está orientado hacia la parte trasera de la casa para que el sol no la
despierte a primera hora de la mañ ana. La sostengo un poco má s de lo normal y le
beso la frente. Me estoy demorando.
Liam le besa la mejilla y luego besa la mía. Sale de la habitació n y yo suelto un
profundo suspiro. Necesito un maldito trago.
―Aquí vamos… ―me digo y la coloco en su cuna―. Duerme toda la noche, mi
princesita.
Mamá va a estar ocupada.
Bueno, ¿ahora a dó nde voy? ¿Al dormitorio? ¿Al bañ o? ¿Tengo que meterme en
algo? Me siento como una imbécil.
Decido que realmente necesito un trago y me dirijo a la cocina. Liam está de pie
junto a la encimera bebiendo una cerveza.
―Parece que no soy la ú nica ―digo riendo y le quito la cerveza de la mano. Me
agarra por la cintura y me atrae hacia él.
―No tienes que estar nerviosa. No tenemos que hacer nada que no quieras
―dice contra mi cuello. Su nariz se desliza desde mi cuello hasta mi hombro, y dejo la
botella en el mostrador detrá s de él. Lentamente, sus dedos se introducen en la tela
donde mi espalda no está expuesta. Se queda ahí, rozando mi piel, mientras su lengua
recorre mi cuello hasta la oreja.
Me estremezco y el calor se acumula en mi interior.
―Quiero ir despacio. Quiero saborear cada momento contigo. Quiero tocarte,
saborearte, sentirte, y luego volveremos a hacerlo. ―Su voz profunda es rica y llena de
promesas.
Me derrito en sus brazos.
―Liam, he... ―Dejo de hablar cuando su lengua recorre mi oreja.
―¿Qué has hecho, cariñ o?
―He... ―Dejo escapar una respiració n temblorosa―. Só lo he estado con Aaron
―admito y me pongo tensa. Para algunos, esto podría ser una desventaja. Yo no lo sé.
Só lo sé hacer lo que a Aaró n le gustaba y quizá no lo hice bien. Tal vez por eso buscó a
otra mujer―. ¿Y si...?
Las manos de Liam suben por mi espalda y me agarran los hombros desde
atrá s. Me tira hacia atrá s para que estemos frente a frente.
―¿Y si?
―¿Y si apesto?
―Voy a mantener mi primer pensamiento a raya ―responde con una sonrisa de
listillo. Me quedo esperando a que se ponga serio―. Natalie, para. Eres perfecta y
hablaremos. Si no te gusta algo, dímelo. ―La mirada de Liam no vacila. Espera a que yo
asienta con la cabeza.
Entonces me toma en sus brazos y me atrae contra su pecho.
―Bá jame.
―Silencio.
―Puedo... ―empiezo a decir, pero me hace callar con sus labios.
Liam me lleva sin apenas esfuerzo por las escaleras. Entramos en el dormitorio
y lo cierra cuidadosamente con el pie. Me abraza y me besa sin parar mientras me
tumba en la cama.
―Te amo ―me asegura.
―Te amo.
―Voy a mostrarte cuá nto ―los ojos de Liam no se apartan de los míos mientras
su mano recorre desde mi cara hasta mi cuerpo. Se inclina y me permite sentir su
peso.
Estoy caliente por todas partes. Quiero que me toque, que me bese, y quiero
sentirlo dentro de mí. El deseo de ser reclamada por él es tan feroz que me estremece.
Acaricia la piel de mi pierna con sus dedos. Se desliza gradualmente hacia arriba y
hacia abajo mientras me mira fijamente. Sube má s y má s hasta llegar al dobladillo de
mi vestido.
―Bésame ―le pido y lo hace.
Nuestras lenguas se entremezclan y él me empuja hacia la cama. Su peso me
cubre y quiero má s. Le sujeto la cara y le beso con todo lo que tengo. Mi corazó n late
en mi pecho y mi pulso se acelera cuando sus dedos rozan mi ropa interior. Liam
profundiza el beso y sus manos suben hasta rozar la parte inferior de mi pecho. La tela
está demasiado apretada y él se retira.
Se sienta y tira de mí con él. Há bilmente, desata el nudo detrá s de mi cuello y
los tirantes caen, dejando mi pecho desnudo al descubierto. Liam mira hacia abajo
antes de que sus manos acaricien mis pechos. Se inclina hacia mí y me acerca los
labios a la oreja.
―He esperado para hacer esto de nuevo. He soñ ado con que estuvieras
desnuda ante mí. Espero que estés preparada para una noche de insomnio, cariñ o.
―Hace rodar mi pezó n entre sus dedos y yo gimo.
―Quítate la camiseta. ―Mi voz es desesperada. Quiero volver a sentir su piel
contra la mía.
Lo ayudo tirando de él hacia arriba y se lo quita. Las yemas de mis dedos
vuelven a trazar el tatuaje y recuerdo lo mucho que ha sufrido. Antes de que pueda
pensar demasiado, sus labios envuelven mi pezó n y su lengua lo rodea. Mis manos le
agarran la cabeza y lo mantienen ahí.
―Oh ―suspiro mientras sus dientes muerden suavemente―. Liam.
Se detiene.
―Dilo otra vez. ―Lo miro a los ojos confundida―. Di mi nombre.
―Liam ―vuelvo a decir.
Gime y luego prodiga el otro pecho. Su mano serpentea hacia mi espalda y me
quita el vestido. Lo tira al suelo y me tumba de nuevo. Su boca vuelve a tocar mis
pechos y luego empieza a bajar. Me pongo tensa y el miedo empieza a apoderarse de
mí.
Sin embargo, Liam no echa de menos el cambio en mí. Sabe demasiado bien
có mo leer a la gente.
―Relá jate, cariñ o. Quiero hacerte sentir bien.
Dejo que sus palabras me inunden y me concentro en permanecer en el
momento. Sus dedos se enganchan en mi sencilla tanga blanca y me la quita sin prisas.
Estoy completamente desnuda ante él. Estoy abierta y expuesta, pero todo lo que veo
es asombro en sus ojos. Me mira como si fuera un premio, un regalo para él.
Con sus ojos fijos en los míos, baja la cabeza y me besa el estó mago. Luego, un
centímetro má s abajo, me da otro beso. Otro centímetro recibe la misma atenció n
antes de acomodarse entre mis piernas.
Me observa mientras me apoyo en los codos.
Su cabeza se inclina y la mía cae hacia atrá s. La lengua de Liam se arremolina
contra mi clítoris y cada parte de mí cobra vida. Chupa y luego su lengua entra en mí.
Me levanto de un salto, pero él me sujeta. Mis brazos ceden cuando me retuerzo contra
él, pero no cede. Cada golpe de su lengua me hace subir. Me acerco al orgasmo y él
gime contra mí.
―Tan cerca ―empiezo a cantar.
Ha pasado tanto tiempo. Juro que nunca me he corrido tan rá pido. Estoy justo
ahí cuando levanta la boca.
Mis ojos se abren y mi boca se afloja mientras lo miro con frustració n.
―Todavía no ―es todo lo que dice y luego vuelve. Empieza lentamente y su
lengua es ligera como una pluma. Lucho contra el impulso de empujar su cabeza
donde má s lo necesito.
―Liam, por favor ―le ruego.
Siento que su dedo presiona mi abertura y me penetra lentamente. No sé si
llorar o reír. Empieza a moverse y su lengua está exactamente donde la necesito. Subo,
y juro que si se detiene, lo voy a morder. Se mueve creando la fricció n que necesito. El
cielo. Esto es el puto cielo. Mis terminaciones nerviosas arden con la necesidad de
liberarse. Mis mú sculos se bloquean y me suelto.
Cada parte de mí hormiguea y se siente pesada. Jadeo y sigo palpitando
mientras Liam sigue sacando cada gramo de placer que mi cuerpo puede dar. Se
levanta y me mira fijamente.
―Eres aú n má s hermosa cuando te corres.
―Ahora te toca a ti ―digo dá ndome la vuelta y subiéndome encima de él. Mis
dedos tocan sus labios y recorren todo el camino hasta su esternó n. Recorro cada
cresta y cada plano de su paquete de seis. Deslizá ndome por su cuerpo, admiro al
hombre que tengo debajo. Es fuerte, sexy, cariñ oso, y voy a hacer todo lo posible para
que esta noche sea memorable para él.
Tocarlo se siente bien.
Estar con él se siente como si estuviera destinado a ser.
Le aflojo el cinturó n y le quito los pantalones. Está tumbado con una sonrisa
perezosa mientras me tomo mi tiempo para quitarle los bó xers. Me tomo un momento
para admirarlo. Su larga y gruesa polla palpita ante mí y la necesidad de ser llenada
me abruma. Quiero que me tome. Pero primero quiero explorarlo.
―Natalie, si sigues mirá ndome así, no voy a poder controlarme ―advierte Liam
y yo quiero desafiarle.
Me encanta poder poner a prueba sus límites. Es una sensació n de poder que
nunca he conocido.
Mi mano lo envuelve y me inclino hacia arriba y le pellizco la oreja.
―No eres el ú nico que pone a prueba su fuerza ―digo en voz baja y seductora―.
Te quiero dentro de mí con tantas ganas que podría llorar. Hazme tuya, Liam.
Un interruptor se enciende dentro de él y me pone de espaldas.
―Ya eres mía. ―Mis ojos se cierran y él espera―. Mírame ―exige. Abro los ojos
y veo que el amor brilla a través de él―. ¿Necesito un condó n?
―No. ―No le digo que las posibilidades de concebir son escasas o nulas. La
ú nica manera de quedarme embarazada es con tratamientos de infertilidad.
―Quiero sentirte. Só lo a ti. Quiero que me sientas. No cierres los ojos.
Cada vez que respiro me parece que pasa una eternidad esperando a que entre
en mí.
Va despacio y siento su punta.
―Te amo. Amo cada parte de ti. Quería luchar contra ello, pero no puedo luchar
contra ti. ―Me consuela mientras empuja má s adentro. Mis ojos permanecen en los
suyos y le entrego todo mi corazó n―. Se supone que eres mía y no te perderé. ―Los
ojos de Liam se cierran mientras entra completamente en mí.
Mi respiració n es corta mientras trato de adaptarme. É l se queda quieto y luego
presiona sus labios contra los míos. Me relajo y me pierdo en el beso y entonces
empezamos a movernos juntos. Liam empuja y yo me aferro a su espalda mientras se
balancea lentamente dentro de mí. Empujo contra él y gime.
Lo asimilo todo de él. La forma en que su mandíbula está tensa y sus mú sculos
se tensan al moverse. Sus ojos pasan del azul oscuro al claro, sus ojos se abren de
placer. Mis manos memorizan la forma en que su culo encaja en mi palma mientras se
mueve conmigo. Empujando y tirando de mí. Encajamos como si lo hubiéramos hecho
siempre.
Me da la vuelta para que esté encima y mis manos recorren su cuerpo.
―Te sientes increíble ―digo mientras me balanceo hacia adelante y hacia
atrá s―. No quiero que esto se detenga ―digo sin aliento mientras empiezo a subir de
nuevo―. Se siente tan bien ―susurro contra su boca y él me besa de nuevo.
Su mano se introduce entre nosotros y encuentra mi clítoris. La presió n de su
dedo y la forma en que su polla golpea el punto dentro de mí... Estoy muerta.
―Me voy a correr, Lee. Te sientes tan jodidamente bien ―me advierte.
―Dios mío ―gimo mientras mi orgasmo está muy cerca. Cierro los ojos y libero
mi mente. Me concentro ú nicamente en la forma en que Liam me está tocando.
Me destroza y juro que mi cuerpo acaba de explotar.
Me da la vuelta y me golpea implacablemente mientras sigue mi orgasmo con
el suyo. Liam y yo hemos hecho el amor y no quiero que termine nunca.
Nos quedamos tumbados intentando recuperar el aliento y empiezo a bajar de
mi subidó n. Me levanto y me dirijo al bañ o. Me miro en el espejo después de
limpiarme y trato de notar algo diferente. Mi pelo es un desastre e intento arreglarlo,
pero sigo siendo la misma. Sin embargo, mi interior ha cambiado. Ya no soy só lo la
chica de Aaron. Me he entregado a otro hombre, un buen hombre. Un hombre que
espero que esté por mucho tiempo.
Me vuelvo a meter en la cama y él nos envuelve con la manta. Me quedo
tumbada mirá ndole con adoració n.
Su cabeza se inclina y su cara se ilumina.
―Eso fue... ―Liam lucha por las palabras.
―¿Bueno? ―Pregunto con aprensió n.
Me toma la mano.
―No, cariñ o. Eso fue mejor que bueno.
Me sonrojo y cierro los ojos. Mi mente se desplaza sin permiso a mi primera
vez con Aaron. No fue nada parecido. Ambos éramos adolescentes inexpertos que
intentaban recrear una película. No quiero pensar en él. Liam se merece tenerme aquí
y no en mi pasado ahora mismo.
―¿Liam? ―Pregunto, tratando de desviar mis pensamientos.
―¿Hmmm? ―Toma mi mano y la coloca contra su pecho.
No sé después de esto cuá nto nos veremos. Me pregunto si se va pronto a un
despliegue o si só lo es un entrenamiento. Incluso antes de que nuestra relació n
avanzara, le echaba de menos cuando se iba. No sé có mo voy a manejarlo ahora. Tengo
que recordar que es un SEAL y que he vuelto a esa vida. Antes, ni siquiera me daba
cuenta cuando Aaron no estaba, pero Liam y yo estamos tan compenetrados.
―¿Cuá l es tu agenda para las pró ximas semanas? No soy una persona
necesitada, pero quiero saber cuá nto nos veremos.
―Tengo que irme dentro de unos días por unas dos semanas. Luego estaré en
casa por un tiempo. Estaré aquí para el cumpleañ os de Aara y después probablemente
tenga que irme.
―Te echaré de menos.
Liam se desplaza y me tira encima de él. Sus dedos recorren mi nariz hasta
llegar a un lado de mi cara. Mi barbilla tiembla un poco al pensar que se va durante
seis meses. Somos tan nuevos y no quiero que se vaya.
―Te veré todos los días. Cuando cierre los ojos, veré tus ojos azules, tu pelo
rubio y tu hermoso rostro. Has hecho esto, sabes que no es para siempre ―se detiene
Liam, atrapá ndose en esa frase―. Lo siento, no quería decir eso.
―Sé que no lo hiciste ―lo tranquilizo y me doy la vuelta―. Pero a veces puede
ser para siempre.
Liam me atrae a su lado y yo cierro los ojos. Me abraza con fuerza y me atrevo a
esperar que este para siempre no sea el mismo destino que el ú ltimo hombre al que
amé.
Me despierto a la mañ ana siguiente y mi mano busca a Liam, pero todo lo que
consigo son sá banas frías.
Otra vez.
No.
Me siento y miro a mi alrededor. Por favor, que esto no sea un sueño.
Definitivamente no es mi habitació n.
Estoy en Carolina del Norte.
―De acuerdo ―me digo― respira profundamente.
Al levantarme de la cama, siento los dolores de los mú sculos que no había
usado en un tiempo. Estoy dolorida, pero lo agradezco. Me recuerda el éxtasis total que
sentí en los brazos de Liam. El sol brilla a través de la ventana y voy a ver dó nde está .
Paso por delante de la habitació n de Aarabelle para ver có mo está , pero no
está . Me apresuro a bajar las escaleras y los veo en el sofá . Liam tiene a Aara arropada
a su lado y ella tiene comida por toda la cara. Está eufó rica y sonriente, viendo la
televisió n con él. Apoyada en la pared, los observo.
Ella empieza a contonearse y él la coloca en su regazo.
―De acuerdo, mamá sigue durmiendo y estoy bastante seguro de que vas a
necesitar un pañ al nuevo después de la cantidad de comida que has comido. Vamos a
dejar eso entre nosotros.
Se pone de pie sobre sus piernas y rebota.
―Así que si pudieras no hacer caca, sería realmente genial ―intenta
convencerla―. Puedo comprarte una muñ eca o lo que sea que les guste a los niñ os.
¿Quieres un poni? Hay salvajes por ahí. Estoy seguro de que puedo conseguir uno si
puedes cumplir tu parte del trato.
―Mamamama ―arrulla Aarabelle y Liam trata de ocuparla.
―Tu madre es mucho má s guapa que yo. ¿Puedes decir Liam? ―pregunta él y
ella se come los dedos―. Probablemente no, pero puedes intentarlo.
Reprimo mi risa mientras ella se come la mano y rebota, sin darse cuenta. Si ya
la está sobornando con ponis, vamos a tener que cortar esto de raíz.
―¿Un poni? ―Digo al llegar a la vista.
―Oh, gracias a Dios. Me preocupaba que se fuera a cagar y no tengo cuerda ni
cinta.
―Hay mucho mal en esta situació n. ―Sonrío y camino hacia ellos. Si esto es una
Si veo mis mañ anas con Liam, seré una mujer muy feliz. Está sentado sin
camiseta y hago todo lo posible por no mirar, pero es difícil apartar la vista de su
cuerpo. Su pecho es ancho y sus hombros fuertes. Sé lo que se siente cuando me
rodean sus fuertes brazos.
De hecho, me gustaría tenerlo ahora mismo. Me acerco, llevando su camiseta
larga que encontré en el suelo. Recordando lo mucho que le gustó que me fuera con
ella la primera vez que tonteamos, supuse que no le importaría.
―Buenos días ―me mira mientras me pongo delante de él.
―Buenos días. ―Me encorvo y lo beso y luego beso a Aara―. Buenos días,
princesa. ―La levanto en mis brazos y me acomodo en su regazo.
―Mis dos chicas favoritas. ―Liam nos rodea con sus brazos y nos aprieta.
―Gracias por despertar con ella.
Aarabelle balbucea mientras la acurruco en mi pecho. Mira a Liam y toda su
cara se ilumina.
Liam apaga la televisió n y me aparta el pelo de la cara.
―Me fui a correr y cuando volví la escuché hablar en su cuna. Debo haberla
agotado anoche ―dice con orgullo.
Poniendo los ojos en blanco, me acurruco en su pecho.
―¿Qué hora es?
―Las diez.
―¿Diez? ―Grito mientras me levanto de un salto―. ¿Me dejas dormir hasta las
diez? ¿Qué demonios? ―Pregunto y miro a Aara―. ¿La has alimentado?
―Sí, la alimenté ―se burla―. No soy un idiota total.
―¿Qué demonios tiene en la cara? ―Pregunto, limpiando la mancha marró n
oscura en su cara―. ¿Esto es chocolate?
Liam se levanta e ignora mi pregunta.
―Voy a meterme en la ducha.
―¡Liam! ¿Le has dado chocolate para desayunar?
―Siéntete libre de acompañ arme ―dice mientras sube las escaleras.
―¡Vas a cambiar todos los pañ ales de mierda que tenga!
―¡Te amo!
―¡Uf! ―Gimoteo y la miro toda feliz y despistada. Es difícil enfadarse con él ya
que me ha dejado dormir hasta tarde, pero aun así. Tiene mucho que aprender y
espero que esté cerca para enseñ arle.
Capítulo treinta y cuatro
―¡No dejes que se acerque demasiado! ―le digo desde mi silla de playa. Liam
está dejando que Aarabelle juegue cerca del agua y no puedo evitar ponerme un poco
nerviosa.
―Cá lmate. Sé nadar bien ―me hace saber en tono molesto.
He podido disfrutar de la playa por primera vez desde que nació Arabelle. No
sé qué hacer conmigo mismo. Ademá s, puedo ver a Liam sin camiseta. Realmente,
estoy ganando de cualquier manera que se mire.
Suena mi teléfono y miro el nú mero. ¿California?
―Hola ―contesto.
―¿Natalie? Es Catherine.
―¡Cat! ¡Hola!
No he hablado con ella en mucho tiempo. Entre que trabaja a horas locas y que
mi vida es una locura, nos echamos de menos. Sin embargo, puedo hablar con ella a
través de Jackson... Supongo que eso es algo.
―¡Hola! Tenía unos minutos y estaba pensando en ti. Creo que voy a volver al
este la pró xima vez que Jackson venga a Virginia y me encantaría verte.
Me río mientras Aara le lanza arena a Liam.
―Sí, eso sería genial.
―Suenas feliz ―observa ella.
―Lo estoy haciendo. En realidad estoy fuera hasta mañ ana. Liam y yo hemos
venido a los Outer Banks.
Se queda en silencio durante un segundo.
―¿Las cosas van bien entonces? ¿Con Liam?
Suspiro y la sonrisa que se forma es natural.
―Sí, las cosas está n muy bien. Estoy contenta, Cat. Es dulce y nos ama a
Aarabelle y a mí. Es extrañ o y nos estamos adaptando, pero estoy enamorada de él.
―Oh, eso es increíble. En serio. Me alegro mucho por ti. ¿Y después de
descubrir todo? ―Jackson y Mark se enteraron de la aventura, supongo que a través de
Liam o Quinn.
Jackson me apartó y me aseguró que no sabían nada. É l y Mark estaban
enfadados, pero también lo han visto muchas veces. El engañ o no es infrecuente en la
comunidad SEAL. Agradecí que no fuera la ú nica persona a la que le sorprendió .
―Fue una mierda.
―Créeme, lo sé. Sé que es horrible, pero te prometo que, con el tiempo, la
aventura puede incluso convertirse en una bendició n. Cuando descubrí a mi ex
engañ á ndome con su puta, no pensé que podría volver a amar. Fue lo má s horrible,
pero gracias a eso... conocí a Jackson. Quizá Liam sea tu langosta. ―Las dos nos reímos
con la referencia a Friends.
―Creo que podría serlo. Estoy tomando las cosas un día a la vez, pero ya sabes.
Oh ―me acuerdo de contarle lo de la fiesta de Aara―. Dentro de un mes, voy a
hacer la primera fiesta de cumpleañ os de Aarabelle. Sé que es un poco pronto, pero
me encantaría que tú y Jackson pudieran estar allí.
―¡Oh, seguro! Jackson no querría perdérselo. De acuerdo, cariñ o, tengo que
irme. Tengo una reunió n en un rato, pero me alegro de que hayamos podido ponernos
al día ―dice Catherine, sonando apurada.
―¡Yo también! No puedo esperar a verte.
―Yo tampoco puedo esperar. Besa a esa preciosa niñ a y volveremos a charlar
pronto.
Desconecto la llamada y pienso en lo que ha dicho. Su ex le hizo un verdadero
dañ o. Al menos nunca tuve que ver a Aaron y Brittany, pero al menos Catherine no
estaba casada ni iba a tener un bebé. Es una mierda, lo mires por donde lo mires. La
infidelidad toma una parte de tu corazó n y lo empañ a para siempre. Puedo pulirlo,
pero siempre tendrá una mancha.
Liam y Aarabelle se dirigen hacia atrá s y aprecio su forma de moverse. Incluso
su forma de caminar es á gil. Los mú sculos de sus brazos se agrandan cuando levanta al
bebé. Me levanto y me dirijo a ellos.
―Dadada ―balbucea Aarabelle y se frota los ojos.
Liam y yo nos miramos el uno al otro y luego a Aara. Ella mira hacia la casa y
me pregunto si só lo está haciendo ruidos o si en serio lo llamó de alguna manera papá .
Tendría sentido. Es el ú nico hombre en su vida. Ninguno de los dos habla mientras
espero a ver si lo vuelve a decir.
―¿Lo hizo? ―Pregunto en voz alta.
―Probablemente lo entendimos mal.
Asiento con la cabeza y lo ignoro. Puede que haya dicho algo má s y que
estemos haciendo el tonto. Los dos nos quedamos en silencio durante unos instantes y
la observamos como si fuera a decir algo de nuevo. Después de unos minutos, Liam me
toma la mano y enlaza sus dedos con los míos.
El sol me calienta la cara y cierro los ojos.
―Deberías ponerte otra cosa ―me reprende Liam, sacá ndome de mi
tranquilidad.
―¿Qué le pasa a mi traje de bañ o? ―Pregunto mirando hacia abajo.
Sé que no es el cuerpo que tenía antes del embarazo, pero no creo que esté
gorda. Llevo un bikini sin tirantes de color burdeos. Se ajusta a mis nuevas curvas,
pero oculta la pequeñ a barriga de la que nunca me libraré.
―No pasa nada. Simplemente me cuesta no querer cargarte sobre mi hombro y
enterrarme dentro de ti otra vez ―dice Liam y yo me estremezco literalmente.
Se me aprieta el estó mago y necesito un minuto para volver a pensar.
Definitivamente, eso no era lo que esperaba oír.
―De acuerdo ―logro decir―. ¿A qué hora nos vamos mañ ana?
―Tengo que preparar algunas cosas antes de irme, así que probablemente
después del desayuno. Y después del sexo matutino.
―Tan seguro que voy a dejarte, ¿eh? ―Juego un poco con él.
―Creo que me he probado a mí mismo.
―No estoy tan segura.
Está má s que probado, pero no está en mi naturaleza dejar que se regodee.
―Yo tendría cuidado. Aarabelle está bostezando y se me ocurre algo que hacer
durante su siesta.
Miro a la bebé y me pregunto si es demasiado pronto para su siesta.
―Tengo otras cosas que realmente quería hacer, como ponerme al día con mis
programas de televisió n. Aunque quizá s en otro momento.
Liam se lanza hacia delante y prá cticamente me hace caer de la silla.
―Yo empezaría a estirarme, cariñ o. ―Me besa el costado del cuello y su cá lido
aliento hace que se me ponga la piel de gallina―. Voy a hacer que te corras muchas,
muchas veces.
Trato de manejar mi respiració n y parecer en control.
―Cuento con eso. ―Me va a hacer sufrir, pero de la mejor manera.
Una hora má s tarde, recogemos las pocas cosas que hemos traído a la playa y
volvemos hacia la casa. Doy de comer a Aarabelle y la preparo para su siesta. Está
agotada y, después de su desayuno tan saludable, no fue divertido hacer que comiera.
Una vez que todo está limpio y la acomodo, no sé qué hacer.
¿Voy a buscarlo? Quiero decir, él aludió a lo que haríamos. Entonces me siento
incó moda porque no estoy segura de que esto sea normal. Me siento como una
adolescente cachonda preocupada por tener sexo de nuevo. Nunca he tenido una
relació n adulta en la que salgas con alguien.
―¿Tratando de evitarme? ―Liam dice y yo me sobresalto.
―Qué pasa con todos ustedes? ¿Los entrenan a todos para asustar a la gente?
Maldita sea. ―Intento calmar mi corazó n, pero ha pasado casi un añ o desde que
murió ... ha pasado un añ o.
Es un añ o.
Hoy.
Y ni siquiera me di cuenta. Hoy hace un añ o que murió Aaron.
Miro a Liam con lá grimas en los ojos. Estoy aquí de vacaciones con Liam,
haciendo el amor, divirtiéndome, y no me he dado cuenta de que es el aniversario de la
muerte de mi marido.
―No quería asustarte. ¿Está s bien? ―pregunta preocupado.
―Liam ―le digo con la mano en el brazo―. No sé. . . Quiero decir... hoy se
cumple un añ o. Hoy hace un añ o que murió . ―Levanto la vista con desesperació n. Soy
una persona horrible. Quiero decir, ni siquiera lo sabía. No pensé en ello ni en él. Sí, me
hizo dañ o, pero aú n así.
¿No debería estar en Pensilvania? De repente quiero vomitar.
Liam se queda parado y no dice nada. La culpa por dos hombres es demasiado
para mí.
Estoy aquí de vacaciones con mi novio llorando por mi marido muerto. El día
después de tener sexo por primera vez. Oh, Dios mío. Voy a perderlo.
―Necesito un minuto ―digo y me apresuro a bajar las escaleras.
Aquí no hay respuestas que alivien mi mente. Nada está bien y, sin embargo,
nada está mal. Hice las paces con Aaron. Hice mi elecció n con Liam, pero en este
momento, mis dos mundos chocan y nada encaja.
Atravieso la puerta hacia la playa y caigo de rodillas. Me molesta má s haberme
olvidado. No sé cuá l es el protocolo de duelo, pero ¿no debería haberlo recordado?
Pienso en la nota que encontré con la disculpa. Tal vez estaba arrepentido de la
aventura.
Tal vez se arrepintió de haberse casado conmigo y fue infeliz. Aunque yo no
pienso eso. Claro que tuvimos momentos difíciles -todos los matrimonios los tienen-
pero tuvimos muchos momentos felices. Tuvimos risas, amor, y tuvimos una familia.
Me tomo este tiempo aquí en la playa para perdonarlo y perdonarme a mí misma. Si
me salgo de su carta, él quería que fuera libre y que volviera a amar. Yo también quiero
eso.
Y lo tengo.
Miro hacia el océano y hay tres caballos salvajes trotando a lo largo del agua.
Nunca he visto los caballos cuando he estado en la playa. Son majestuosos y los tres se
mueven un poco má s despacio por un momento.
El caballo marró n oscuro parece estar al mando ya que lidera la manada. Hay
un caballo moreno claro que está entre los dos caballos má s oscuros. El otro caballo se
adelanta y es casi negro. Es el má s alto de los tres. Se adelanta y el caballo moreno se
anima.
Me siento y los observo y no puedo evitar sentirme por el caballo moreno.
Decido que es una mujer. Tiene dos caballos machos que compiten por guiarla. Pero
ella es salvaje y no quiere ser guiada. De nuevo, decido todo esto. Ella quiere amar,
pero se siente dividida entre los dos caballos. Cuando he escrito toda su historia en mi
mente, el caballo marró n oscuro se vuelve y la abandona.
―Yo también lo siento, Aaron. Me dejaste.
Los dos caballos corren en direcció n opuesta y siento que de alguna manera
acaba de responderme.
De pie, me quito la arena de las piernas y decido buscar a Liam. Se merece una
explicació n. Cuando me vuelvo, le veo de pie a unos metros detrá s de mí. Sus brazos
está n a los lados y sus ojos está n tristes.
―Liam ―digo como una sú plica.
Levanta la mano y se pellizca el puente de la nariz.
―Yo tampoco me di cuenta. No me acordaba, joder. ―Da un paso adelante.
―Siento haber salido corriendo así. No es tu culpa. Sentí que era una persona
horrible. Aquí estoy ―camino hacia él―. Feliz y enamorada. Durmiéndome en tus
brazos y queriendo estar ahí de nuevo. Es abrumador por sí solo. Y luego, cuando me
di cuenta de lo que es hoy, sentí una punzada de culpa. Pero te elijo a ti, Liam. Quiero
estar en tus brazos. Quiero estar aquí contigo. Eres tú quien tiene mi corazó n.
Sus ojos se encuentran con los míos y me atrae contra él. Ninguno de los dos
habla y me pregunto si habrá visto los caballos. La simetría entre esos tres caballos
y yo me dice mucho.
Yo. Uno de ellos siempre tendría que estar solo. Tenían que elegir quién debía
liderar y a quién debía seguir. Pero yo no tengo que elegir porque uno se fue, dejando
mi camino libre.
Me prometo a mí misma disfrutar del resto de nuestro viaje juntos. Permitirme
el descanso de la vida que me espera cuando esté en casa. Liam es con quien quiero
pasar mi tiempo. Es a él a quien amo. Quien estoy deseando que me llame, que venga, y
me da todo lo que necesito. Puede que Liam y yo hayamos sido amigos, pero no puedo
evitar preguntarme si esto es lo que siempre debió ser.

―Buenos días, dormilona. ―El aliento caliente de Liam está contra mi oído. Me
hago un ovillo y deseo desesperadamente estar dormida.
―Todavía está oscuro ―refunfuñ o. Abro un ojo y quiero darle una bofetada por
haberme despertado. Anoche nos quedamos los tres solos en el saló n. Jugamos con
Aarabelle y luego él me abrazó durante horas.
No hablamos de lo que había sido el día. Creo que cada uno de nosotros
necesitaba procesarlo por su cuenta. Un añ o cambió mucho para mí. Aprendí mucho
sobre la vida, el amor, el dolor y que no hay respuestas reales para nada de esto. El
amor puede herir y curar. Aaron me hirió má s profundamente de lo que sabía que era
posible, pero Liam me mostró que está bien perdonar. El dolor me carcomió , formó
bolsas de culpa y rabia tan profundas que no pensé que encontraría una salida, pero lo
hice. Todavía hay momentos en los que estoy enfadada, pero no dejaré que me defina.
Cada día tengo que elegir la vida que quiero vivir.
―Voy a salir a correr, pero he pensado que quizá podríamos hacer ejercicio
juntos ―su voz penetra en lo má s profundo de mi ser.
Dios, su voz es sexy.
―¿Qué tienes en mente?
Sus labios se deslizan por mi oreja y me echa el pelo hacia atrá s dejando al
descubierto mi cuello. Me muerde suavemente la piel de esa zona y yo gimo.
Lentamente, su lengua se desliza por la piel que acaba de morder.
―¿Tal vez un poco de cardio? ―sugiere―. O estiramientos... ―dice mientras
muerde otra zona sensible.
―Yo. . . ―Mi voz se queda sin aliento cuando su mano serpentea por mi pecho―.
Yo. . . ―No me salen las palabras.
La mano de Liam me aprieta el pecho mientras su boca explora mi cuello y mi
oreja.
―¿Tú qué? ―me dice al oído.
Sus dedos tiran de mis pezones y mi culo se mece contra él. Ya estoy mojada. Lo
deseo tanto.
―Te deseo ―digo con una voz que ni siquiera yo reconozco. Estoy necesitada y
le suplico, aunque apenas me ha tocado.
―¿Qué tanto?
Gimo cuando su mano encuentra mi otro pecho. Intento darme la vuelta, pero
su cuerpo me mantiene donde estoy. Completamente a su merced.
―¿Cuá nto me deseas, Natalie?
―Má s que mi pró ximo aliento.
Su mano baja y me separa las piernas. Cuando su dedo encuentra mi clítoris,
grito de éxtasis. Empuja y da vueltas mientras yo jadeo. Mi mano retrocede y le quito
los calzoncillos y la ropa interior. Quiero guiar a éste.
Mi mano rodea su polla y la bombeo hacia arriba y hacia abajo mientras se
hincha bajo mi contacto.
―Quiero hacer algo ―digo mientras él sigue introduciendo un dedo en mi
interior.
―Haz lo que quieras ―me ofrece.
Me siento y me quito la camiseta. Los ojos de Liam brillan con la poca luz que
entra de la luna. Buenos días, mi trasero.
Le quito los pantalones y se pone en la cama. Me inclino y rodeo su polla con
mis labios. Liam gime y sus dedos se enredan en mi pelo.
―Joder ―gime.
Mi boca se desliza por su longitud mientras me concentro en cada respiració n y
sonido que hace. Me concentro en llevarlo hasta el fondo y sé que debe disfrutar por la
forma en que su mano se aprieta en mi pelo. Vuelvo a deslizarme hacia arriba y luego
lo meto má s adentro, y Liam vuelve a gemir.
―Natalie, tienes que parar. ―Me tira y me pone de espaldas―. Voy a follarte
como un loco.
No tengo ninguna duda.
Me pasa las piernas por encima de los hombros y no pierde el tiempo. La boca
de Liam está sobre mí en un momento y mi cabeza cae hacia atrá s. Me lame y me
devora. No hay delicadeza. Es salvaje y se siente increíble. Su dedo entra en mí y
bombea dentro de mí, retorciendo su mano mientras su boca chupa mi clítoris.
―Me voy a correr ―digo mientras me lleva má s arriba.
No ceja en su empeñ o y desliza otro dedo que se mueve al mismo ritmo que su
lengua. Mi respiració n es errá tica y cada vez estoy má s cerca de la liberació n. Puedo
saborearlo. Lo necesito. Liam chupa con má s fuerza y yo me derrumbo. Me retuerzo y
jadeo mientras él sigue sacando todo lo que tengo.
―Tan jodidamente hermosa ―dice y sube lentamente por mi cuerpo.
Mi mano se agarra a su cuello y atraigo su boca hacia la mía. Nuestras lenguas
se funden y él se desliza dentro de mí.
―Oh ―me separo mientras él empuja profundamente y espera―. Muévete. Por
favor, muévete ―le ruego mientras se sienta completamente dentro de mí.
Espera con los ojos cerrados como si estuviera memorizando esta sensació n.
Estoy llena y quiero que me tome.
―Quiero vivir dentro de ti ―dice y luego se retira―. Está s hecha para mí.
―Continú a hablando mientras empuja má s profundamente que antes. Liam se desliza
hacia delante y hacia atrá s mientras llena mi corazó n y mi cuerpo―. Quiero amarte
todo el día.
Cierro los ojos mientras saboreo las sensaciones de su interior. Cuando levanto
la vista, apoyo mis manos en su cara.
―Ya lo haces ―digo suavemente―. Me amas todo el día. ―É l ralentiza su ritmo
pero sigue moviéndose mientras le digo lo que siento―. Me das tanto sin saberlo. Me
curaste. Me diste la fuerza para ser la mujer que una vez fui. ―Los ojos de Liam se
quedan clavados en los míos mientras se vuelca en mí y yo le derramo mi corazó n―.
Me enseñ aste a amar de nuevo. Así que me amas todo el día, y yo te amo a ti.
Los dos nos miramos fijamente mientras hacemos el amor. Una lá grima cae de
mis ojos cuando ambos caemos juntos sobre el borde sin decir una palabra. Liam me
abraza contra él mientras lloro, embargada por el amor y la felicidad. Este es un
momento que nunca olvidaré. Es el momento en que me di cuenta de lo
profundamente enamorada que estoy de Liam Dempsey.
Capítulo treinta y cinco
―Oye, ¿puedes ir a la sala de conferencias? ―pregunta Mark. Es mi primer día
de vuelta al trabajo después de nuestras vacaciones. Hay montones de papeles en mi
mesa y he visto en el calendario que Jackson vuelve a volar.
―Claro.
―Gracias ―responde él, que ya se ha ido.
Supongo que está pasando algo porque todo el mundo corre como un loco.
Agarro mi cuaderno y trato de no notar las miradas extrañ as que recibo. Me pregunto
si me van a despedir.
―¿Qué pasa? ―Pregunto nada má s entrar por la puerta.
―Hay un problema con una cuenta. Jackson viene hacia aquí y luego nos vamos.
Seremos yo, Jackson y otros tres tipos ―dice Mark, todavía mirando un papel.
―¿A dó nde se dirigen?
―Al extranjero ―responde rá pidamente y parece muy distraído.
―De acuerdo… ―Me siento un poco fuera de onda―. ¿He metido la pata en algo?
Mark levanta la cabeza.
―No, en absoluto. Esto es bastante normal. Nuestras cuentas en el extranjero
son siempre un poco extrañ as. Esta cuenta está en Dubai y la Armada quiere que les
proporcionemos protecció n de activos. Quieren que vayamos y veamos lo que pasa de
primera mano y les demos una evaluació n sobre lo que podemos hacer para asegurar
que no se joda. Muff quiere asegurarse de que puedes manejar la oficina mientras
estoy fuera.
―Estoy segura de que puedo.
―De acuerdo, estaremos fuera de alcance la mayor parte del tiempo, así que
tendrá s que ser capaz de resolver cualquier cosa mientras estamos fuera. Quería darte
estos archivos antes de que me vaya en unos días. Ademá s, repasar algunas de las
cosas financieras.
Me dice mucho que quieran que me encargue del despacho en su ausencia. No
tiene sentido que estén ilocalizables, pero lejos de mí entender todo lo que pasa aquí.
Mike llama,
―Charlie está en la línea para ti, Twilight.
Mark me mira:
―Tengo que llevarme esto. Nos vamos en un día o dos, pero te enviaré un
correo electró nico con todo por si las cosas se agitan antes.
―De acuerdo ―me pongo de pie torpemente y salgo de la habitació n. Mark
suele ser un tipo bastante tranquilo, pero parece estar nervioso. Espero que sea
sincero y que no haya hecho nada malo. Me encargué de la cuenta de Dubai y me
aseguré de que tuvieran la mano de obra que pedían.
De vuelta a mi oficina, veo que tengo una llamada perdida de la madre de
Aaron. Es la primera vez que sé de ella en un añ o. Nos dejó de lado a Aarabelle y a mí, y
no importa cuá ntas veces lo intente, nunca me corresponde.
El otro día envié las invitaciones del cumpleañ os de Aarabelle. Quizá venga.
Marco su nú mero y alguien coge el teléfono.
―¿Patti? ―Pregunto.
―Lee ―dice mi nombre con un suspiro―. Lo siento mucho. He sido una suegra
horrible. Debería haber llamado. Es que ha sido tan duro ―empieza a divagar Patti y
me duele el corazó n por ella.
―No hay pautas para el duelo. Me hubiera gustado que me dejaras hacer el
duelo contigo, pero lo entiendo. ―Quiero aliviar su mente. Es un lugar difícil para estar
y no puedo envidiar la forma en que eligió vivir con ella.
―Tengo la invitació n con su foto. Se parece tanto a él.
―Se parece ―estoy de acuerdo.
―¿Có mo está s?
Charlamos y nos ponemos al día. Me dice que quiere venir a su fiesta de
cumpleañ os y que le encantaría volver a hablar. La he echado de menos. Era como una
madre para mí desde los dieciséis añ os.
―¿Eres feliz? ―La pregunta me detiene en seco. Quiero ser sincero con ella,
pero me preocupa que me odie.
―Lo estoy haciendo. Han pasado muchas cosas en el ú ltimo añ o, pero sigo
adelante. No tengo otra opció n. ―Decido no contarle demasiado. Ella no necesita saber
sobre la aventura de Aaron. Decido dejar que el recuerdo de su hijo permanezca
inmaculado.
―Me alegro por ti. Creo que él también se alegraría. ―Patti moquea pero se
contiene―. Te dejaré volver al trabajo y te veré en unas semanas.
Desconectamos la llamada y me vuelvo a sentar en mi silla. Tengo mucho que
agradecer.
El resto del día transcurre sin problemas. Repaso todos los archivos de los
correos electró nicos de Mark. Reanell me envía un mensaje de texto y me pide que nos
encontremos para comer. Ha estado tan ocupada con la parte de mando del equipo
que no nos hemos visto mucho. Estoy emocionada por poder pasar un rato de chicas
con ella, y como todo el mundo en la oficina está loco, nadie me echará de menos.
Llego a nuestro restaurante favorito que sirve desayunos todo el día. En Citrus
siempre hay que esperar, pero somos buenos amigos de la dueñ a. La llamé y le dije
que iríamos, así que nos guardó un lugar en el bar.
―Hola, mamá sexy ―dice Reanell cuando me encuentra en mi taburete.
―¡Te he echado de menos! ―exclamo y la atraigo en un abrazo.
Me abraza con fuerza y actuamos como si hubieran pasado añ os en lugar de
una o dos semanas.
―¿Có mo va todo? Parece que las vacaciones te han sentado bien.
―Sí, fue genial. ―Sonrío pensando en el tiempo que pasé con Liam. Realmente
fue genial. Conozco a Reanell lo suficientemente bien como para ver las ruedas que
giran en su cabeza. Le doy cinco segundos antes de que pase de morderse la uñ a a
reñ irme.
―¿En serio? ¿Eso es todo lo que recibo?
O quizá s menos.
Me río y tomo mi bebida, lo que me da unos segundos má s y también un
pequeñ o empujó n a su frustració n.
―Soy feliz, Rea. Me hace sentir que puedo hacer cualquier cosa.
―Estoy contenta. ¿Có mo está s con todo el asunto de los SEAL y lo de Aaron?
Ella es la primera persona que saca el tema. También es la ú nica persona que
me vio volverse un poco loco y destrozar su mierda.
La verdad es que... No estoy seguro de có mo manejar ninguno de los dos temas.
Aaron no está aquí, así que no puedo obtener respuestas de él. Liam es un SEAL, así
que tampoco puedo hacer nada al respecto. Mis opciones no son realmente favorables.
―Son lo que son.
―Eres una mentirosa. ―Reanell se ríe y apoya la cabeza en su mano―. Soy yo.
No hace falta que me engañ es.
―No puedo hacer nada con ninguna de las dos cosas. Todavía estoy molesta por
la aventura. Yo estaba embarazada y él se acostó con otra persona. Llevá bamos mucho
tiempo intentando tener a Aarabelle y sé que nos pasó factura, pero aun así ―hago una
pausa mientras todo vuelve a brotar―. Ni siquiera puedo precisar cuá ndo pudieron
ocurrir las cosas.
Se me eriza el vello de la nuca. No puedo explicar qué es lo que ha agudizado
mis sentidos, pero miro a mi alrededor, tratando de ver si me está n observando.
―¿Qué es? ―Rea pregunta y mira también a su alrededor.
―No lo sé, tengo una sensació n extrañ a. ―Vuelvo a mirar a mi alrededor pero
no reconozco a nadie.
Disfrutamos de nuestro almuerzo y le hablo de la fiesta de cumpleañ os de
Aarabelle. Se ríe y me dice que estoy exagerando, pero sabe que no hay quien me pare.
Quiero celebrar lo que hemos conseguido en un añ o. Puede que Aara no sepa que la
vida que ha tenido no ha sido precisamente un camino de rosas, pero ha tenido una
vida llena de amor.
―Tengo que volver al trabajo ―digo y pongo un billete de diez dó lares―. Los
chicos se van y tengo que asegurarme de que todo está en orden.
―Primero, te vas a sentar aquí y me vas a contar sobre el sexo. ―Se cruza de
brazos y espera expectante.
Creía que me había salido con la mía, pero parece que no.
―Realmente no tengo que decirte nada. ―Mi sonrisa se desvanece casi
inmediatamente cuando miro al final de la barra y Brittany está sentada allí―. Me voy
―le informo y empiezo a recoger mi bolsa.
―¿Por qué? ―Rea mira y la ve. Brittany mira y se pone de pie.
La ira fluye por mis venas. Me acerco a ella y desvía la mirada.
―No mires hacia otro lado. ¿Me está s siguiendo?
―¿Seguirte? No! ―dice y va a recoger sus cosas―. Lo juro, no quiero causar
problemas.
―¿Qué quieres? ―Pregunto, porque esta es la parte que todavía me molesta.
Ella quería que yo supiera sobre ella y Aaron. Podría haberme dejado seguir viviendo
mi vida ignorante, pero en lugar de eso, me hizo consciente―. Estoy tratando de
superar todo esto, pero es obvio que nos vamos a ver.
Brittany se apoya en la silla y suspira.
―Quiero seguir adelante con mi vida, pero hay muchas cosas que me impiden
hacerlo.
―Yo siento lo mismo.
―Mira, no quería decírtelo. No me propuse que lo descubrieras, pero ¿no lo
ves? Estoy igual que tú . Me duele. ―Casi se atraganta con la ú ltima palabra.
―Me gustaría poder decir que me importa... pero no es así.
―Sé que no te importa y me gustaría no ser la otra mujer. No sé có mo seguir
adelante... ―admite y sus ojos se llenan de lá grimas.
Reanell se coloca detrá s de mí y me pone la mano en el hombro.
―¿Puedes responder a algunas preguntas para mí? ―Le pregunto. Ni siquiera
puedo creer que esté considerando la idea de hablar con ella, pero tal vez podamos
encontrar una manera de superar esto.
―Puedo intentarlo.
―¿Cuá ndo empezaste a verlo?
Mira hacia otro lado y luego vuelve a mirarme mientras intenta recomponerse.
―Estuvimos juntos alrededor de un añ o antes de que muriera. Nos conocimos
en un bar y empezamos a hablar.
―Vaya. ―Es como si me hubieran dado un puñ etazo en las tripas. La estaba
viendo cuando está bamos intentando quedarnos embarazados―. ¿Cuá ndo te has
enterado de lo mío? ―La miro y espero la respuesta que me molesta desde que me
enteré.
Brittany empuja su pelo rubio por detrá s del hombro.
―Unas semanas antes de que muriera. Cuando descubrí que estaba
embarazada.
Levanto los ojos y lucho contra las ná useas que amenazan con salir.
―¿Embarazada? ―Pregunto mirando su estó mago.
―Sí, estaba embarazada de ocho semanas cuando perdí al bebé. ―Me mira con
tristeza en los ojos.
Me agarro la garganta e intento respirar.
―Yo no... ―No sé qué decir―. ¿Cuá ndo?
―Perdí al bebé una semana después de su muerte.
Y los éxitos siguen llegando.
Así que habría tenido un bebé con mi marido. Increíble. Después de tres
embarazos fallidos e incontables meses de infertilidad, me entero de esto. Cada vez
que empiezo a pensar que esto no puede empeorar, lo hace.
―Creo que voy a vomitar. ―Me vuelvo hacia Reanell y ella me atrae hacia sus
brazos.
―Lo amé. No era una chica cualquiera.
Me giro y la miro.
―Sí, lo eras. No te dijo que estaba casado. Nunca me habló de ti. El hombre que
amabas era una mentira. Lo conozco desde que tenía dieciséis añ os. Fui a su baile de
fin de curso, estuve en su graduació n del campo de entrenamiento, me casé con él. Tú
no eras su vida. ―Me salen las palabras.
―Tú tampoco ―rebate Brittany.
Me gustaría poder discutir con ella. Desearía poder gritar y chillar, pero ella
tiene razó n.
Yo no era su vida. Yo era su esposa que se quedó embarazada y tal vez lo
atrapó .
Brittany se limpia los ojos y se corrige.
―Lo siento. Debo irme.
Reanell se adelanta.
―Sé que está s sufriendo, pero esto ―me señ ala― no es el camino correcto.
Brittany empieza a alejarse y yo la agarro del brazo. Las palabras me saben a
vinagre en la lengua. Lucho conmigo mismo para decirlas, pero he perdido un hijo.
Conozco el dolor y lo mucho que me aferré a cada pérdida como mi propio fracaso
personal. Cada bebé que no sobrevivió me carcomió .
―Siento que hayas perdido un hijo ―digo mientras caen las lá grimas.
Las lá grimas que había detenido comienzan a fluir y resbalan por su mejilla. No
dice nada mientras recoge su bolsa y se va.
―Un bebé ―es todo lo que puedo decir mientras Reanell me atrae hacia sus
brazos―. Ella iba a tener su bebé.
Capítulo treinta y seis
Pasan dos semanas y hago todo lo posible por apartar a Brittany y su bomba de
mi mente. Liam se ha ido, así que me ha dado tiempo para llorar la noticia a mi
manera. He llegado a una especie de paz con respecto a ella, aunque no sé si alguna
vez estaré completamente en paz con ella. Me odio a mí misma por sentirme aliviada
de que haya perdido al bebé. No es algo de lo que me enorgullezca, pero Reanell me ha
ayudado mucho a entender mis sentimientos.
Esta ú ltima sesió n de entrenamiento se suponía que iba a ser de tres días, pero
la ampliaron a siete para poder conseguir algunas calificaciones de tiro. No me pierdo
esta mierda.
Anoche llegó tarde a casa y tenía mucho que terminar, así que acordamos una
cena tardía esta noche.
―Hola, cariñ o ―dice Liam cuando entra en la cocina con una bolsa de comida
china.
Puedo oler lo delicioso que es.
―Mi héroe. ―Doy un suspiro dramá tico y me agarro el pecho―. ¿Me has traído
un bollo de huevo?
―¿Me dan un premio si lo hice?
―Te doy un beso y tal vez me desnude para ti.
―¿Tal vez? ―pregunta con una ceja levantada.
―Bien, tú tendrá s sexo si yo consigo un rollo de huevo ―acepto.
Liam rebusca en la bolsa y su cara lo dice todo. Se olvidaron del rollo de huevo.
¡Ja! Le voy a hacer pagar por esto.
―Rollo de huevo, Dreamboat. ―Extiendo la mano esperando. É l sigue cavando.
―Si no tengo sexo porque no hay un puto bollo, voy a matar a alguien ―dice en
voz alta y yo sonrío.
No hay rollo de huevo y se va a molestar. Oh, có mo disfruto de las cenas tardías.
―¿Eso es todo lo que soy para ti? ―Bromeo―. ¿Sexo?
Mira por encima y hace una mueca. Parece que alguien no está contento.
―Ni siquiera voy a contestarte. Volveré ―dice y comienza a alejarse.
―¡Oh, para! ―Digo riendo―. No seas idiota.
Los brazos de Liam me atrapan mientras se inclina.
―Te compensaré. ―Su voz está llena de promesas.
―Me aseguraré de que lo hagas.
―Te he echado de menos ―dice mientras sus labios apenas rozan los míos.
―Yo también me extrañ aría.
―Y tú dices que soy arrogante. ―Sonríe contra mi boca.
Le devuelvo la sonrisa y lo beso suavemente.
―Só lo sé la suerte que tienes. ―Me besa de nuevo y se ríe.
Cenamos y nos ponemos al corriente de nuestro viaje. Echo de menos escuchar
las historias del campo. Las cosas que han pasado y todas las tonterías que hacen.
Liam me habla de Quinn y de las bromas que les hizo a algunos chicos nuevos que se
registraron esta semana. Me río y le hablo del trabajo y luego le cuento mi charla con
Brittany.
―¿Estaba embarazada? ―pregunta con la mandíbula abierta―. Aparentemente.
Ya no sé qué diablos creer. Todo es ridículo.
Liam tira de mi silla para que me siente con las piernas entre las suyas.
―¿Está s bien?
Sé que no es fá cil para él cambiar en esta conversació n. Quiero decir, aquí
estamos de nuevo, hablando de Aaron de alguna manera. Incluso yo me molesto con
eso. La otra cara de la moneda es que Aaron no era só lo un ex para mí y no era un tipo
para él. Hay mucha historia para ambos.
―Fue un shock. Fue un gran shock ―digo en un tono bajo.
―Estoy seguro, pero eso no responde a mi pregunta.
―Estoy bien.
―Oh, bien. Estás bien otra vez. ―Liam levanta las manos y las baja con una
bofetada.
Levanto la vista cuando oigo el rechinar de la silla contra el suelo. Se aleja de mí
y empieza a comer de nuevo. Me quedo sentada, aturdida.
―¿Por qué está s cabreado? ―Pregunto, un poco cabreada yo también.
Suelta el tenedor, mira y resopla.
―¿Está s bien? ¿Vamos a volver a eso? Descubres que tu marido estaba teniendo
un bebé con la mujer con la que se acostaba a tus espaldas ¿y está s bien?
Que le den. Puedo estar bien o lo que quiera ser.
―He tenido unos días para procesar todo, Liam. Siento no querer contarte toda
la mierda que se me pasó por la cabeza. Ahora estoy bien con ello, ¿está mejor? ―Hago
una mueca con las palabras y sacudo la cabeza.
―Tengo muchas cosas en la cabeza.
―Eso no es excusa para ser un idiota conmigo. No tenía que contarte lo de
Brittany y su hijo de amor. Pero estoy tratando de ser honesta contigo. Dijiste que
debíamos hablar de esta mierda.
―Lo sé.
―Esa es tu señ al para decir 'lo siento' ―le instruyo.
Se acerca y aparta mi silla. Sus ojos brillan a la luz y da un suspiro dramá tico.
―Mi querida Natalie ―Liam hace una pausa y luego levanta mis manos entre
nosotros― Lo siento eternamente por ser un idiota. Prometo que só lo me pelearé
contigo cuando sea aceptable y me des permiso. ¿Me perdonas?
―Te odio.
―No, no me odias.
―Estoy bastante segura de que sí.
―Vivirá s.
―Puede que no ―amenazo.
Los labios de Liam se levantan mientras lucha contra su sonrisa.
―Me arriesgaré.
Probablemente podría matarme en medio segundo, pero primero tendría que
atraparme. Los dos nos sentamos en silencio y me permito unos momentos para
recomponerme después de nuestra discusió n. Me pregunto cuá nto tiempo podremos
seguir así en serio.
Liam empieza a moverse un poco y me doy cuenta de que parece estar en otro
sitio.
Normalmente lo presionaría, pero no es normal que se sienta incó modo. Liam
irradia confianza. Sabe có mo manejar la mayoría de las situaciones antes de que
ocurran. Tal vez lo haya molestado mucho con nuestro desacuerdo.
―¿Está s bien? ―Pregunto finalmente después de un largo rato de silencio.
―Sí, ya te he dicho que tengo muchas cosas en la cabeza ―explica. Me siento y
espero a que se explaye. Levanta la cabeza hacia el cielo y suelta un profundo
suspiro―. Hoy hemos recibido las ó rdenes de despliegue. ―Me mira y espera.
Sé lo que esto significa y el hecho de que sea así de infeliz me dice todo lo que
necesito saber. Es pronto y voy a tener que empezar a prepararme para ello. Trato de
profundizar en mis viejas costumbres. Pensar má s tarde-sonreír ahora. Necesito
encerrar mis propias preocupaciones y ser su apoyo. É l no puede ver mi miedo, no
puede ver mi tristeza. Tiene que escuchar las palabras que lo mantendrá n a salvo. Es
hora de confiar en mi propio entrenamiento de ser el que se queda atrá s.
―¿Cuá ndo te vas?
Liam me agarra la mano.
―Justo después del cumpleañ os de Aarabelle.
―Oh, muy pronto ―digo y trato de fortificarme tras el muro de la indiferencia.
Hace mucho tiempo que no tengo que lidiar con despliegues.
―Lo siento.
―¿Por qué? ―Pregunto sorprendida. No ha hecho nada malo. Esta es la vida. Es
hora de que me acostumbre de nuevo, porque a Liam le espera una larga temporada.
Se levanta y comienza a caminar.
―Sé que no está s bien con esto. Joder. Yo tampoco estoy bien.
―¿Soy feliz? No. Pero es tu vida. Lo entiendo.
―Creo que deberíamos irnos una semana antes de irme. Ya he tenido un
permiso de descanso antes. Podemos volver a Corolla y ser simplemente nosotros.
El cuadro que pinta es algo que no puedo rechazar, pero me he librado del
trabajo no hace mucho.
―No lo sé. Quiero decir, tengo muchas cosas que hacer. ―Me muerdo la uñ a y
lucho contra mis propios deseos.
Otro viaje sería estupendo para poder volver a ser só lo nosotros. Pero estoy
intentando avanzar en todos los aspectos de mi vida, incluido el trabajo.
―Lee, creo que es importante que hagamos esto antes de que me vaya.
―Pero acabamos de volver.
―Lo sé, pero quiero que pasemos una semana juntos. Só lo nosotros tres.
Quiero pasar todo el tiempo que pueda contigo y con Aarabelle.
La sú plica en sus ojos hace que sea casi imposible resistirse a él.
Me pongo de pie y le rodeo la cintura con los brazos.
―Liam, no voy a ninguna parte. No necesito un viaje para reafirmar lo mucho
que te amo. ―Espero a que me mire―. No sé si podré volver a escaparme.
Las manos de Liam se deslizan hacia abajo y se agarran a mis muslos,
levantá ndome. Me aferro a él mientras mis piernas lo envuelven.
―Te voy a robar.
―No soy robable ―bromeo e invento la palabra.
―Ya te he robado. ―Me besa la punta de la nariz.
Y lo ha hecho. É l también lo sabe. No quiero pelear esta noche, y creo que
puedo convencerlo de que no viaje má s tarde... pero esta noche, quiero estar só lo con
él. No quiero pensar en bebés ni en despliegues. Quiero que só lo seamos nosotros.
―¿Dó nde está mi rollo de huevo? ―Pregunto y él sonríe.
―En mis pantalones.
Mis ojos se abren de par en par mientras intento no reírme.
―¿Es uno grande?
―Yo diría que sí ―replica con una sonrisa.
―Puede que tenga que verlo por mí misma.
―Puedo arreglar eso.
Aprieto mis labios sobre los suyos y me saca de la cocina. Sigo besá ndolo
mientras él se mueve conmigo en sus brazos. Una pequeñ a punzada de miedo escénico
me golpea de nuevo al darme cuenta de que esta será la primera vez que Liam esté en
mi cama. La cama que compartía con mi marido.
Me baja lentamente mientras llegamos a mi puerta.
―No tengo que quedarme ―de alguna manera lee mi mente.
―No seas estú pido. Te quiero aquí. ―Le tomo la mano y abro la puerta. Me
toma de la mano mientras entramos en mi habitació n.
Hay muchos recuerdos en esta habitació n, pero quiero crear otros nuevos. Me
merezco unos nuevos. Corolla era hermosa, pero aquí es donde está nuestra vida.
Necesitamos ser una pareja en nuestra vida real.
Liam me toma de la mano mientras lo arrimo a la cama. Miro la habitació n y
agradezco mi perorata. Me permitió que no hubiera má s fotos que las de Aarabelle. No
quería mirarlo después de haber descubierto lo de Brittany. Estoy segura de que no
quiero sentir que me mira ahora.
Su mano sujeta mi cara mientras se acerca lentamente antes de besarme. Me
tumbo de nuevo en la cama y lo pongo encima de mí. Le quito el gorro de la cabeza y
mis dedos se deslizan por su pelo. El pelo que tanto me gusta ha vuelto y me arañ a el
cuello cuando empieza a mover su boca hacia allí. Podría derrumbarme fá cilmente en
sus brazos. Me da tanto confort y seguridad.
―Odio la idea de dejarte ―dice contra mi piel.
Yo también lo odio, pero me concentro en las palabras que flotan antes de
decirlas. Tengo que andar con cuidado antes de decir las cosas. Estoy en la fase de
puntillas en la que tengo que cuidar su corazó n y el mío.
―Estará bien.
Por supuesto que no lo sé. Nuestras vidas está n constantemente colgando de
un precipicio, listas para volcarse y hacerse añ icos. Podría morir en cualquier
momento. Podría decidir que es demasiado estrés. Pero si podemos amarnos lo
suficiente, tenemos una oportunidad.
Liam me tira de la camisa por encima de la cabeza y me abraza. Es como si se
aferrara a algo má s que a este momento. El malestar comienza a crecer y empiezo a
cuestionar lo que estamos haciendo. Si ya le da miedo, ¿tenemos alguna posibilidad?
Sus labios recorren mi clavícula e intento aliviar mis preocupaciones. Quiero
permanecer en el momento con él. Entregarme y dejar que me saque de mi propia
mente.
―Quédate conmigo ―ordena con su voz profunda y ronca.
Cierro los ojos mientras su boca rodea mi pezó n. Lo chupa y lo pellizca
mientras me retuerzo bajo él. Su mano recorre mi cuerpo por debajo de los
calzoncillos. Se mueve lentamente, y yo catalogo cada movimiento que hace. La forma
en que su dedo roza mi cadera. Cada pasada por mi clítoris mientras juega conmigo.
Liam me despoja de mis defensas para que esté abierta y expuesta a él. Puede
ver a través de mis capas de mierda y llegar directamente a mi corazó n.
―Liam, bésame. ―Quiero volver a esconderme detrá s de mis muros.
―Déjame amarte. Déjame entrar. ―Su voz no deja lugar a dudas. Sabe que tengo
miedo. Me conoce. Cierro los ojos y él empuja su dedo dentro de mí―. Te tengo. No te
dejaré caer.
―Se siente tan bien ―gimo mientras usa su pulgar contra mi clítoris.
De repente, su mano se retira y me quedo con la sensació n de vacío. Mis ojos se
abren de golpe y gimoteo.
Me mira mientras se quita la ropa.
Me incorporo y alejo sus manos:
―Déjame.
Mis dedos tiran suavemente de su camisa. Voy despacio, saboreá ndolo y
sabiendo lo que hay debajo de su ropa. Un hombre demasiado bello para las palabras.
Recorro su pecho, ahora desnudo, y uso mis uñ as para raspar su piel. Sisea cuando le
paso el dedo por el estó mago.
―Ningú n otro hombre tiene mi corazó n ―murmuro―. Ningú n otro hombre
tiene mi cuerpo. ―Mis ojos se fijan en los suyos mientras le quito los pantalones. Se
deslizan hacia abajo y me vuelve a poner debajo de él.
―Y ningú n otro hombre volverá a tenerlos.
Sus labios chocan con los míos y su lengua se introduce en mi boca. Le beso con
todo lo que soy. É l ordena mi cuerpo y yo se lo permito. Liam me reclama y yo lo
reclamo a él. Somos el uno para el otro y, pase lo que pase, no puedo volver atrá s.
No quiero volver.
Me quita los pantalones por completo y se cierne sobre mí.
―Te amo. ―Mi voz es fuerte y necesito que lo sepa―. Soy tuya. ―Me penetra de
un solo empujó n y casi grito de la sensació n. Sus ojos permanecen fijos en los míos, se
echa hacia atrá s y empuja lentamente―. ¡Liam! ―Grito cuando las emociones y las
sensaciones físicas se vuelven demasiado.
―Ningú n otro hombre estará dentro de ti ―dice en voz alta, pero no puedo
decir si está tratando de convencerse a sí mismo o a mí.
―Nadie... só lo tú ―digo.
―Ninguna otra mujer tendrá mi corazó n ―me asegura Liam―. Nadie má s ha
tenido mi corazó n. Só lo tú , Natalie. ―Sus ojos se cierran mientras se desliza de un lado
a otro.
Por las palabras y los sentimientos, es demasiado. Liam me ha robado toda la
determinació n que tenía de guardar algo para mí. É l sabe lo que necesito y me lo da.
Con su cuerpo y con sus palabras.
Me elevo cuando me pone boca abajo. Su mano me rodea y presiona el manojo
de nervios. Me golpea por detrá s mientras yo me empujo contra él. Necesito que
pierda el control. Quiero ponerlo tan duro que no pueda pensar en nada má s que en lo
bien que se siente.
―Fó llame ―grito mientras me empujo hacia atrá s para recibir sus empujones.
Casi pierde el control cuando me agarra por la nuca y el sonido de la piel
abofeteá ndose invade la habitació n. La respiració n pesada, los gemidos y el eco de
nuestro amor. Cierro los ojos mientras me agarra con fuerza y me folla sin descanso. Es
el cielo y el infierno. Me resisto a llegar al orgasmo, ya que quiero llegar al límite con
él.
―Suéltalo, maldita sea ―dice enfadado―. Déjame sentir có mo lo pierdes.
―Hace girar sus caderas y rodea mi clítoris y me voy.
Gimo y me dejo llevar. Liam me besa la espalda y me sigue hasta el borde un
minuto después. Caigo rendida sobre la cama, saciada y agotada.
―Eres increíble ―dice Liam mientras me frota la espalda.
Me doy la vuelta y sonrío perezosamente.
―Tú también eres bastante increíble. Ahora vuelvo.
Me incorporo y me dirijo al bañ o. Me envuelvo con la bata y miro el lado
izquierdo del lavabo. La vieja maquinilla de afeitar y el cepillo de dientes de Aaron.
Han formado parte de la casa y he olvidado deshacerme de ellos. Los recojo y los
sostengo en la mano. Sin embargo, no siento nada. Ni tristeza, ni rabia, só lo
resignació n.
Liam abre la puerta y me ve. Mira mi mano y luego cierra la puerta.
―¡Liam! ―grito y me precipito hacia él.
―Me voy a ir"
―¡No! Por favor, no es así ―intento explicar. No estaba de luto ni nada, lo vi y lo
recogí―. Por favor, para. Deja que te explique.
Se está poniendo la ropa y las lá grimas empiezan a formarse en mis ojos.
―Lo siento. Tengo que irme.
―¡Para! ―Grito y él se gira―. No estaba alterada. No estaba llorando por su
navaja. Só lo la vi y no sé... Lo recogí. No fue así.
―Có mo fue? ―Mira hacia otro lado, pero veo el dolor en sus ojos.
―No lo sé. No puedo explicarlo.
Liam me agarra la mano y yo levanto la vista.
―Inténtalo.
―Lo vi allí, pero no sentí nada. Sin embargo, no me sentiré mal. No puedes
esperar que sea tan insensible. Eres el primer hombre que está en mi cama aparte de
él. Tienes que tener algo de compasió n por eso. ―Espero a que se dé cuenta de lo que
he dicho.
―¿Crees que no tengo simpatía por lo que sientes? Me está s tomando el pelo.
Nunca he dicho una palabra, pero estoy luchando contra un maldito fantasma. ―Las
palabras de Liam son afiladas y está claramente molesto.
―Está s luchando contra algo por tu cuenta. Nunca te he hecho sentir así.
Sus ojos se encuentran con los míos antes de apartarse de nuevo.
―Tal vez no, pero verte con esa navaja. Aferrá ndola a tu pecho no fue mi
imaginació n.
―Tienes dos opciones ―digo decidida a terminar con esto, porque él está
haciendo algo que no es―. Puedes confiar en mí cuando te digo que no tienes nada de
qué preocuparte o puedes irte.
―¿Tan fá cil es para ti?
―No lo hagas. ―Digo sin espacio para una discusió n―. No te atrevas a hacer
que esto sea mi culpa. Esto es todo tuyo.
Liam se acerca a la puerta y mi corazó n se hunde. Su mano se apoya en el pomo
de la puerta y se vuelve hacia mí.
―Só lo necesito un minuto. Vuelvo enseguida.
Asiento con la cabeza, comprendiendo.
―Puedo soportar un minuto.
Se acerca a mí y, en un instante, estoy en sus brazos. Me abraza y me inspira.
―Nunca será má s que eso ―jura y luego me suelta.
Me meto en la cama y espero a que pase su minuto.
Capítulo treinta y siete
―No, mamá , te escucho ―digo mientras intento meter en la bolsa la comida que
necesitamos para Corolla. Me imagino que si vamos a ir una semana, debemos
empacar lo que podamos.
―¿Vas a volver a tiempo para su fiesta? ―pregunta.
Va a volar tres días antes de la fiesta de cumpleañ os de Aarabelle para ayudar.
El vuelo desde Arkansas no es barato, y por mucho que le explique que volveré una
semana antes, no lo entiende.
―Mamá , todo estará bien. Es un viaje de dos horas y Liam tiene que volver al
trabajo después de eso de todos modos.
―Estoy encantada de que se vayan de nuevo ―admite. Mi madre ha apoyado
mucho mi relació n con Liam. Siempre le ha gustado y saber lo bien que está con
Aarabelle es suficiente para ella.
―Liam me lo exigió . Me siento como una mierda faltando al trabajo de nuevo,
pero voy a hacer algunas cosas desde allí. Aunque creo que es importante.
Estoy deseando que llegue el viaje. Después de una semana de discutir con él
sobre que no me parecía justo volver a pedir tiempo libre, Liam hizo una observació n
vá lida. Trabajo con un equipo de antiguos SEAL. Todos ellos han tenido despliegues y
aumentos de trabajo, todos ellos saben lo que es ser el que se va y no me envidiarían la
oportunidad de pasar el tiempo con él.
Por supuesto, Mark no me dio ningú n argumento y dijo que ni siquiera
necesitaba consultarlo con Jackson.
Todavía me sentía culpable y casi esperaba que dijeran que no.
―Bueno, no puedo esperar a verte a ti y a esa hermosa nieta mía.
―Nosotros tampoco podemos esperar a verte. Te llamaré cuando vuelva de
Corolla.
Tomo unos bocadillos para meterlos en la bolsa. Nos vamos en tres días y al
menos esta vez he tenido tiempo de hacer la maleta.
―Bien, diviértete. Te quiero.
Desconectamos y escucho un coche entrar en la entrada. El ronroneo del fuerte
motor me hace saber que es Robin. Genial, ahora incluso me hace llamar al estú pido
coche por su nombre. Me dirijo a la terraza para ver por qué está aquí Liam. Me dijo
que estaba muy ocupado con el entrenamiento antes de que comenzaran los períodos
de licencia.
―Oye― digo, tirando de la manta que he tomado del sofá alrededor de mis
hombros.
―Oye, lo siento, só lo tenía unos minutos y pensé que preferirías escucharlo de
mí. ―Liam parece enfadado y decidido. Se baja el ala de la cubierta de su uniforme
para que no pueda ver sus ojos.
―¿De acuerdo? ¿Qué pasa?
Da una patada en el pie y ya puedo decir que no voy a ser feliz.
―Me voy esta noche.
―¿Qué? ―exclamo.
―Tengo que salir por unos días. Tenemos una misió n y necesitan que vayamos.
―Pero tu permiso empieza mañ ana. Nos íbamos a Corolla ―digo y tiro de la
manta con má s fuerza.
Mira hacia arriba y veo la resolució n. No tiene elecció n.
―Lo sé. Intentaré volver. . han dicho que es un día o dos. Si no podemos salir el
viernes, iremos en cuanto vuelva.
―No me voy a tomar má s tiempo. Tenía problemas para tomar los cinco días.
Liam se adelanta y pone sus manos sobre mis hombros.
―Lo sé. Yo tampoco estoy contento, pero tengo que ir. Es un equipo pequeñ o de
chicos.
―¿Y no puedes dá rselo al otro jefe? ―Pregunto, sabiendo que no podría. La vida
de una novia militar. El trabajo es lo primero y nosotros lo segundo.
―Natalie ―dice mi nombre y se agarra con fuerza―."Tengo que ser yo el que se
vaya.
―De acuerdo, quiero decir que no tengo elecció n. Odio esto. Estoy cabreada,
pero es lo que hay.
Liam me acerca y sus labios se presionan contra los míos. Me estrecha contra
su cuerpo y mantiene su boca pegada a la mía. Este beso es desesperado, como si me
estuviera memorizando. Sus manos se aferran como vísceras alrededor de mis brazos.
No me suelta y no puedo evitar pensar que esto se siente como una despedida. Es
como ese beso en el que no está s seguro de que vayas a tener otro. Lucho contra las
ganas de llorar porque lo siento en la punta de los dedos de los pies. Me duele y trato
de separarme, pero Liam me mantiene contra él.
Finalmente, se retira. Mi respiració n es corta.
―¿Qué fue eso? ―Le pregunto.
―Te veré tan pronto como pueda. Intentaré volver antes de que tengamos que
irnos.
Me pasa la mano por la mejilla.
―Liam ―intento detenerlo pero sigue adelante―. ¡Liam! Detente. ―Empiezo a
correr tras él y se detiene―. No puedes besarme como si fuera el ú ltimo y luego irte
así. ―Le pongo los brazos sobre el pecho y él se gira y me mira.
―Nunca he tenido que dejar a alguien atrá s. No sé có mo funciona esto
―explica. No he pensado en có mo sería esto para él. Ha estado soltero.
Doy un paso adelante y le rodeo el estó mago con mis brazos.
―Bueno ―le digo con dulzura― me dices que me amas y que me verá s pronto.
Me besas con ternura y te sientes libre de decirme que cada minuto que estés lejos de
mí será un asco. ―Sonrío y los brazos de Liam me envuelven.
―Oh, ¿eso es todo? ―se relaja un poco.
―Bueno, cualquier cumplido servirá .
―Qué tal esto... cada segundo que esté lejos de ti sentiré que me falta el
corazó n.
―Puedes hacerlo mejor. . . ―Sonrío.
Mira detrá s de mí y se ríe:
―Pensaré en ti a cada momento.
―Mejor, pero me vendría bien un poco de desmayo.
―Oh, Natalie, amor de mi vida... Aguantaré la respiració n hasta que pueda
respirar el mismo aire que tú y ni siquiera entonces será suficiente porque mis
pulmones estará n muertos.
Me río y tiro de él para que se acerque.
―Ahora está s haciendo el ridículo.
―Te amo.
―Te amo, má s ―le digo y me levanto en puntas de pie y lo beso―. Vuelve
rá pido.
No dice nada má s y me suelta. Me quedo aquí y lo veo entrar en su coche. El
sonido del motor me hace saltar y lucho contra las lá grimas. No dejaré que me vea
llorar. Me saluda y yo le devuelvo el saludo mientras se pierde de vista.
Puedo hacerlo. Volverá. Puedo manejarlo.

Pasan los días y no sé nada de él. Debería estar en Corolla ahora mismo, pero
en lugar de eso estoy trabajando desde casa mientras Aarabelle está en la guardería.
Odio no poder escuchar su voz. Las misiones de entrenamiento eran diferentes porque
él llamaba.
En cambio, ahora me siento y me pregunto. Me preocupa poner las noticias y
ver que ha pasado algo.
Dios, no me perdí esta parte.
Salgo a la cubierta para tomar el sol. Me sigue haciendo gracia que demos por
sentada esta vista. Miro el horizonte y me pierdo en mis pensamientos. Mi vida está en
un lugar maravilloso. Tengo una hija preciosa que hace que mi vida merezca la pena,
un hombre que me quiere y al que quiero, y un gran trabajo.
Mi familia estará aquí pronto y entonces todos podrá n ver lo bien que está n las
cosas. La fe actú a de forma misteriosa. Hace un añ o, no quería pensar que podía estar
aquí. Pensaba que estaba destinado a vivir solo y triste.
Me quedo mirando el océano, sintiendo una sensació n de serenidad hasta que
escucho el sonido de un coche entrando en la entrada y me giro. La sonrisa es
instantá nea. Está en casa. Necesito ponerle los ojos encima. Quiero besarlo y
abrazarlo.
Me apresuro a bajar por el camino de entrada y veo que Jackson y Mark se
acercan primero. Miran al suelo y caminan lentamente como si estuvieran a punto de
destruir mi mundo.
No.
No.
Otra vez no.
No.

Mi corazó n vacila cuando se acercan sin mirarme.


―¡No! ―Grito y empiezo a retroceder―. No puedo. ―Empiezo a temblar, pero
Mark se aparta y veo a Liam.
Está bien.
―¡Dios mío, está s bien! ―Grito y me precipito hacia él con las lá grimas
cayendo―. ¡Estaba tan asustada! ―Empiezo a correr y entonces Liam levanta la mano
para detenerme.
Mis pies no se mueven mientras Liam se acerca, pero no dice nada. Se limita a
mirarme con tanto dolor en los ojos que temo que vaya a romperse.
Por favor, dime que no han perdido a alguien.
―¿Liam? ―Pregunto vacilante y tomo su cara entre mis manos―. ¿Qué pasa?
―Siento su vello contra la palma de la mano y me inclino para besarlo, pero él se echa
atrá s ligeramente. Lo miro con los ojos muy abiertos, tratando de entender por qué
está tan desolado―. Oye ―vuelvo a decir. Sigue sin hablar.
Cierra los ojos mientras aparta mis manos de la cara. Mis dedos caen mientras
él se aparta, y entonces lo veo.
―¿Aaron? ―me tiembla la voz.
Mi pecho se agita y miro fijamente sus ojos castañ os oscuros y su pelo largo. Mi
marido... Oh, Dios.
Aaron se acerca a mí y mi corazó n deja de latir.
―Hola, cariñ o.

Continuará….
P róximo Libro

Conviction
Me enamoré de Liam só lo para quedar
destrozada en un milló n de pedazos. Otra
vez. La idea de estar sin él me paraliza, pero
la realidad es que se ha ido.
É l no lo entiende y yo no puedo obligarlo.
Si tan só lo viera la convicció n que hay detrá s
de mis palabras, entonces Liam todavía
estaría aquí.
Agradecimientos
Uno pensaría que a la tercera vez ya tendría esto claro, sin embargo, sigue
siendo la parte má s difícil. Si me olvido de ti, estoy segura de que me enteraré, pero
que sepas que te quiero.
Mis betas: Mandi, Jennifer, Melissa, Holly, Roxana, Megan y Linda. Las quiero a
todas y no podría hacer esto sin vosotras. Cada vez que les envío los mini cliffhangers
vuelven por má s. Me encanta torturarlas y hacerlas sonreír. Gracias por su amistad.
Christy Peckham: No podría hacer esto sin ti. Soportas todas mis locuras y
sigues a mi lado. Tengo la suerte de tenerte en mi vida y no lo doy por sentado. Me
haces sonreír cuando quiero llorar, reír cuando ya estoy llorando, y si estoy muy ida,
me haces cabrear, lo que ayuda. Te quiero.
Melissa y Sharon: Melissa, gracias por no querer matarme o, al menos, por no
hacerlo. Tengo la suerte de tener una publicista como tú . Todos los autores deberían
tener la suerte de trabajar contigo. Sharon, ¡oh, mi amor! Me haces reír y me
mantienes anclada. Las quiero a las dos, Maléfica y Sataná s.
Claire Contreras: Dicen que la gente entra en tu vida por una razó n... Creo que
fue para enseñ arme el tipo de mujer que quiero ser. Tu fuerza es asombrosa, tu
amistad nunca flaquea y cada día estoy agradecida de conocerte. ¡Te quiero hasta la
luna!
FYW: Ustedes son el primer lugar al que voy, el ú ltimo lugar al que voy, y mi
lugar intermedio. Tengo la suerte de conocer a un grupo de mujeres tan fantá stico. Son
todas divertidas, guapas y funky y las quiero.
Blogueros: Sin ustedes, nuestros libros nunca se verían. Gracias por tomarse el
tiempo de leer y reseñ ar, promover incansablemente y por todo su amor y apoyo.
Stabby Birds: Ustedes son mis rocas. No podría imaginar un lugar sin cada una
de ustedes.
Corinne Michaels Book Group: Ustedes son muy divertidos. Gracias por
quererme a mí y a todas mis locuras. Realmente me hacen sonreír cada día que vengo
a ver có mo está el grupo. Las palabras de á nimo y la amistad me abruman cada día.
Mis lectores de prueba: Gracias por dejar lo que está n leyendo para hacerme
saber lo que sentís. No se pueden imaginar lo mucho que los aprecio.
Un enorme agradecimiento a mi editor, formateador, corrector y diseñ ador de
la portada por hacer de este libro todo lo que es.
Gracias, The Rockstars of Romance, por acoger todo para Consolation. ¡Las
quiero mucho, chicas!
Lauren Perry: ¡Ahhh gracias por encontrar a Ben y Hannah! Tus fotos son la
razó n por la que este libro no es un libro independiente. Tu arte me inspiró a hacer
esta historia mucho má s de lo que había planeado. Gracias.
Rinny, Melanie, Krissy: Parece que somos amigas desde que éramos bebés.
Hemos tenido malos novios, bodas, amor, odio, amistad, hermandad y bebés. A través
de todo, hemos mantenido nuestra amistad fuerte y no importa que pasemos meses
sin pronunciar una palabra. Si llamara mañ ana, sé que estarías aquí. Es una amistad
que muchos nunca tendrá n la suerte de experimentar. Las quiero mucho.
Crystal: Incluso cuando sacamos las partes má s hostiles del otro, somos
capaces de encontrar nuestra amistad. Creo que es algo especial y ú nico que, por muy
feo que se ponga, veamos la belleza. Gracias por prestarme a tu marido para matarlo.
Fue divertido y deberíamos repetirlo.
Lucia Franco: Sin su conversació n, este libro nunca habría sido posible. Gracias
por animarme y estar tan emocionada como yo.
Tammi Ahmed: ¡Eres una reina grá fica! ¡Gracias por hacer un arte tan hermoso!
Me encanta cada creació n que haces.
Mis hijos: No tienen ni idea de la profundidad de mi amor por ustedes. Gracias
por mis grandes abrazos, mis divertidos acurrucamientos y por hacerme recordar que
hay má s cosas en la vida que los libros. Son mi mundo.
Mi marido: Te conocí cuando no estaba segura de quién era. Me amaste y me
ayudaste a convertirme en la mujer que soy hoy. Puede que quiera abofetearte, pero
no hay nadie má s con quien prefiera construir muñ ecos de nieve.

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