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Molly
Traductoras
3
Molly Kariza Rrzoe
Clau V
Diseño
Dopamina
Créditos Capítulo 15
Índice Capítulo 16
Sinopsis Capítulo 17
Capítulo 1 Capítulo 18
Capítulo 2 Capítulo 19
Capítulo 3 Capítulo 20
Capítulo 4 Capítulo 21 4
Capítulo 5 Capítulo 22
Capítulo 6 Capítulo 23
Capítulo 7 Capítulo 24
Capítulo 8 Capítulo 25
Capítulo 9 Capítulo 26
Capítulo 10 Capítulo 27
Capítulo 11 Capítulo 28
Capítulo 12 Epílogo
Capítulo 13 Sobre el Autor
Capítulo 14
¿Qué ocurre cuando una diva de tacones altos se va de acampada
con el perro de su hermana?
Avery Montgomery, fashionista e hija de un predicador, necesita que
la lleven de Milwaukee a Los Ángeles.
Jake Matthews, que odia a las divas, acepta que ella lo acompañe en
su viaje anual, aunque primitivo, a la Costa Oeste.
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Extraño a mi mamá. Murió cuando yo tenía ocho años. Estoy segura
de que un psiquiatra diría que he estado tratando de llenar ese vacío durante
años. Algunos vacíos no se pueden llenar. Algunas heridas tampoco dejan
de sangrar por sí solas, pero no dejas de presionarlas.
Tal vez llegue un día en que me dé cuenta de que este vacío es una
parte integral de lo que soy, pero en este momento, se siente como un
estómago vacío anhelando algo, cualquier cosa.
Mi anhelo por algo me lleva a casa. Llamo a mi hermana para avisarle 17
que llevaré a Swarley conmigo a Illinois para ver a papá. Hay un poco de
alivio cuando no contesta su teléfono. Prefiero dejar un mensaje para que
no pueda disuadirme de hacer el viaje. También ayuda que espere hasta que
tenga catorce horas en mi viaje de veintisiete horas antes de dejarle ese
mensaje.
¿Y mi padre? No tiene idea de que voy en camino para una visita
sorpresa. Ha tenido demasiados problemas cardíacos. No puedo estresarlo
con mi aventura impulsiva por medio país en un viejo Honda Pilot, con un
perro viejo y una mano coja.
—¡Sorpresa! —Pongo mi cara valiente y espero que ignore las bolsas
debajo de mis ojos. Convertí un viaje de tres días en dos con la ayuda del
café, las bebidas energéticas y la ira alimentada por la adrenalina.
—Avery… —Papá niega con la cabeza—. ¿Q-qué estás haciendo aquí?
Swarley olfatea su camino por el patio, meando en todo.
Muevo mi pulgar sobre mi hombro.
—¿Por qué hay un camión de mudanzas en la entrada de tu casa?
Me da una sonrisa incómoda y luego la sacude.
—¿Condujiste sola? ¿Desde Los Ángeles?
—Sí. ¿Me vas a dejar entrar en la casa?
Se mueve de mi camino.
—Pero, estoy aquí ahora. Estoy a salvo. Así que no hay necesidad de
sermonearme sobre… —Me detengo a un metro de la puerta principal. Hay
cajas por todas partes—. ¿Te estás mudando? ─Me doy la vuelta para
mirarlo de frente.
Se desinfla.
—Sí.
—¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Ibas a decirme? ¿Sydney lo sabe?
—Cálmate. Tampoco se lo he dicho a Sydney todavía. —Frunce el
ceño—. Cariño, ¿qué le pasó a tu mano?
Extiendo mi mano vendada como si me diera cuenta por primera vez.
—Nada… Swarley… —Niego con la cabeza varias veces— No importa
mi mano. Quiero saber qué te pasa. ¡Oh, Dios mío! ¿Te mudas a California?
—La posibilidad ahuyenta mi fatiga y enciende la esperanza en mi corazón
roto—. Eso es todo, ¿no? ¿Ibas a sorprendernos a Sydney y a mí? Papá... ¡ja!
No tienes idea de lo feliz que me hace. Te necesito ahora mismo. Mi vida es
un desastre y…
—¿Avery? —Me agarra la cara y me obliga a concentrarme, lo cual es
difícil con tanta cafeína corriendo por mi cuerpo—. No me mudaré a
California. Me mudaré a Milwaukee. 18
Mi nariz se arruga.
—¿Milwaukee?
—Sí. —Da un paso atrás, juntando las manos detrás de él y
balanceándose hacia adelante y hacia atrás sobre sus talones—. Conocí a
alguien.
Me inclino hacia adelante.
—Disculpa, ¿qué dijiste?
Sonríe como alguien... No. No, no, no... no está enamorado. Él no está
parado a un metro de mí luciendo todo mareado y chiflado. Es agotamiento.
Estoy alucinando. Después de una larga siesta, todo esto tendrá sentido. El
camión de mudanzas desaparecerá. Las cajas desaparecerán. Mi mano será
sanada. Y tendré más que bolsos y zapatos de diseñador para mostrar de
mis dos años con Anthony.
—Deedy—. Él suspira mientras su boca se asienta en satisfacción.
—¿Qué es un deedy?
—No qué, Avery. Quien. Deedy es la mujer que conocí en línea. Ella
vive en Milwaukee. La vas a amar.
Equivocado. Ya la odio.
—Ella estuvo en el Cuerpo de Paz por un tiempo, hace años. Allí
conoció a su marido. Murió hace tres años. Nos conectamos a través de la
sala de chat de su iglesia. Ahora organiza viajes misioneros. Voy a ir con ella
después de que nos casemos.
Qué. ¿Mierda?
—¿Es un tumor cerebral?
Papá inclina la cabeza hacia un lado.
—¿Qué es un tumor cerebral?
Me río.
—¡Esto! ¿El camión de mudanzas, la mujer Deedy, las salas de chat
de la iglesia? ¿En serio? Ah, y no olvidemos que acabas de decir que te vas
a casar. ¡CASAR!
Me muerdo los labios, sintiéndome abrumada con todo.
—¿Cuánto tiempo te dieron los médicos?
Masajeándose las sienes, se mira los pies.
—Avery, sé que es mucho para asimilar. Deedy y yo queríamos
decírselos a ti y a Sydney juntos. Pero la casa se vendió muy rápido y no
quería decírtelo por teléfono. Ha sido una locura, pero ustedes, niñas, son
adultas y tienen sus propias vidas en California. Solo te veo cuando hago el 19
viaje para allá. Y esta relación con Deedy simplemente sucedió. Realmente
creo que Dios la trajo a mi vida.
—¿Has tenido sexo con ella?
—¡Avery Lynn Montgomery! Estás fuera de lugar. No. Ni siquiera la he
conocido cara a cara. No tendré sexo con una mujer hasta que la unión sea
bendecida por Dios.
Me paso los dedos de la mano sana por el pelo y tiro de él.
—¡Oh, ¡Dios mío, oh, Dios mío, oh, ¡Dios mío…esto no está pasando!
¿No la conoces? ¿Estás planeando casarte con una mujer que nunca has
conocido? ¡Papá! ¿Qué te pasa? ¡Puede que ni siquiera sea una mujer! Te
van a meter una polla en el culo en tu noche de bodas. ¿Cómo puedes ser
tan irresponsable?
—¡Suficiente! No permitiré que le faltes el respeto a Deedy. No
permitiré que me faltes al respeto en mi propia casa.
Parpadeo para quitar las lágrimas. Todo esto es demasiado. ¿Qué
diablos le está pasando a mi vida?
—Avery… —Su voz se suaviza—. Ven conmigo a Milwaukee. Sé que
cuando la conozcas verás lo que yo veo cuando chateo por video con ella
todos los días. Me voy por la mañana. Solo… —Toma mi mano sana—. Por
favor. No me he sentido así en muchos años.
Deedy es un tipo con una gran polla al que le gusta usar ropa de
mujer. Esto no terminará bien. Pero él es mi papá.
—Bien. Suspiro—. Pero mi auto está fallando. Me temo que no llegará
a Milwaukee.
—Lo comprobaré. Al menos si me sigues, no viajarás sola. —Me lanza
una mirada acusatoria. Hemos cerrado el círculo.
—No. —Pongo los ojos en blanco—. Simplemente viajaré como un
caracol porque nunca manejas al límite de velocidad.
El viaje de cinco horas y media nos lleva ocho horas y paramos cada
treinta kilómetros por problemas de próstata de ancianos. Por suerte, mi
Honda Pilot se estropea por completo a dos kilómetros de la casa de Deedy.
Papá llama para que lo lleven al taller más cercano y tomamos un café antes
de llegar donde Deedy.
—Estoy nervioso. —Mientras caminamos hacia su puerta, me lanza
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una sonrisa rígida. Está enamorado de una extraña, una extraña con la que
quiere casarse y está nervioso por conocerla por primera vez.
Suena bien.
—¿Le gustan los perros? —Miro por encima del hombro a Swarley.
—Los ama. —Se ajusta la corbata. Cuando paramos para tomar un
café, se puso un traje. Es dulce, pero sigue siendo una locura. Tiene que
estar empapado de sudor con este clima de veintisiete grados.
—¿Qué pasa si cambia de opinión cuando me ve?
Mi cabeza y mi corazón están en guerra. Creo que esto es un error,
pero nunca he visto esta vulnerabilidad con mi papá. Abrazo su brazo y lo
aprieto con fuerza mientras le susurro al oído: —Entonces es una tonta.
Besa un lado de mi cabeza mientras lo suelto y lo dejo dar los pasos
finales hacia la puerta por su cuenta. Rezo para que él sea todo lo que ella
imaginó y más, y que no esté a la altura de sus expectativas. Entonces él
puede irse sin sentirse abatido, ella será la abatida. ¿Insensible de mi parte?
Probablemente, pero es mi padre.
—¡Tommy!
Oh, precioso señor de las salas de chat de la iglesia... Deedy es...
bueno, está buena. Y es joven. Espera, tal vez no sea Deedy, tal vez sea su
hija, oh, mierda. se están besando. Claramente no la hija.
—Bueno, alabado sea Jesús, finalmente lo logramos. Tú debes ser
Deedy—. Subo los escalones del porche.
¡Dios mío, haz que se detengan!
Mi papá se aleja, sin aliento, con el lápiz labial rojo manchado por
toda la cara.
—Lo siento. Deedy, me gustaría presentarte a mi hija menor, Avery.
—Avery, he oído hablar mucho de ti. Siento que te conozco. —Me
tiende la mano y yo la estrecho.
—Ah, no había oído nada sobre ti hasta ayer.
Su expresión jovial muere un poco.
La revivo con una gran sonrisa falsa.
—Pero es un placer conocerte. Claramente, mi papá piensa muy bien
de ti. Estoy segura de que yo también lo haré.
No lo haré Parece poco probable que tenga la gran polla que predije,
pero creo que la preferiría a unos pechos turgentes y un culo que podría
estar en la portada de un glorioso video de ejercicios de glúteos.
—Esto es tal como lo imaginé —dice papá, disolviendo parte de la 21
tensión mientras mira alrededor del exterior de la casa.
—Adelante. Mi casa es su casa. —Ella engancha su brazo y acaricia
su cuello como lo hice hace unos momentos, menos el cuello acariciando.
—¿Puede entrar Swarley? —pregunto.
—Por supuesto. Amo los animales. Toda la vida realmente.
Especialmente este de aquí. —Golpea con el dedo la nariz de mi padre y
luego la besa.
Él sonríe y levanta la barbilla para capturar su boca. Es un beso
rápido, seguido de otro y eso conduce a un beso más profundo.
—Mmm… —papá gime.
Me tapo la boca para que no me salga el mini vómito. Sydney está en
Disney World, donde los sueños se hacen realidad y yo estoy atrapada en
una pesadilla, donde mi padre está comprometido con una mujer lo
suficientemente joven como para ser su hija y se están preparando para
hacer una película porno aquí mismo en la entrada.
Me aclaro la garganta y doy un paso hacia la puerta.
—Swarley y yo estamos un poco inquietos después del largo viaje en
automóvil. Voy a llevarlo a dar un paseo antes de la cena. Entonces ustedes
dos pueden… —Tener sexo extraño de “nos conocimos en Internet” bajo los
ojos condenatorios de Dios, que es mejor que frente a mí.
Deedy frota el lápiz labial de la boca de mi papá con el pulgar mientras
mi papá se ajusta. Guau. Como si Anthony lamiendo el mousse de chocolate
del cuerpo desnudo de Kim no fuera suficiente castigo por algún crimen
desconocido que cometí, ahora tengo el placer de ver a mi padre lidiar con
una erección.
—Toma la carretera principal dos cuadras al norte y encontrarás una
franja de tiendas y restaurantes frente al mar. Prepararé la cena después de
mostrarle a tu papá su nueva casa. Nuestra casa.
Yyyyy.. Me voy de aquí. Incluso si Swarley intenta arrancarme la mano
sana del brazo, preferiría ese dolor a esta pesadilla nauseabunda.
Seguimos la sugerencia de Deedy y caminamos dos cuadras hacia el
norte hasta la pintoresca zona comercial que bordea la orilla del agua.
Swarley tira de mi brazo mientras su lengua se arrastra por el suelo,
directamente hacia un plato de agua entre las mesas frente a un café
familiar.
Sage Leaf Café.
Tenemos uno en Los Ángeles, pero no voy allí a menudo. Es un
restaurante vegano y yo soy una chica de carnes magras y bajas en
carbohidratos, pero a veces caminar por la calle con un jugo verde en la
mano atrae la atención de chicos sexys que pasan todo el día perfeccionando 22
sus cuerpos. Nunca engañé a Anthony, pero ¿a quién no le gusta verse así?
Swarley lame el resto del agua del plato.
—Hermoso perro… y sediento. —Una mujer joven en pantalones
cortos y una camiseta de Sage Leaf café nos sonríe mientras limpia las
mesas al aire libre.
—Gracias. No es mío.
Ella deja las sombrillas sobre las mesas, su cabello oscuro y rizado
escapa del moño desordenado que parece haber tenido un largo día.
—¿Lo robaste?
—Difícilmente. Es el perro de mi hermana. —Suelto la correa y lo dejo
buscar sobras debajo de las mesas.
—Los motoristas en esta calle pueden estar un poco locos. —Mira a
Swarley suelto con su correa arrastrándose detrás de él.
—No correrá hacia la calle. —Desafortunadamente. Compruebo mi
teléfono en busca de mensajes. Hay una docena de Sydney. Está enojada
porque no la devuelvo la llamada. Sabe que me ha pasado algo catastrófico
por haber empacado a su perro para un viaje por carretera.
Le devuelvo el mensaje estándar.
Estoy bien. Está bien. Diviértete.
—Cincuenta por ciento menos en The Kermit si estás interesada.
Meto mi teléfono en mi Mini bolso rosa de Hermès.
—¿El Kermit?
—Hojas de diente de león, lechuga romana, manzana, limón, jengibre,
cúrcuma.
—¿Jugo verde?
Asiente.
Niego con la cabeza.
—No veo ningún chico guapo. No hay necesidad de usar accesorios en
este momento.
—Bueno, hay uno adentro haciendo Kermits a mitad de precio.
—No estoy en el mercado para ningún tipo. La especie masculina me
ha destruido la mano y el corazón en los últimos cinco días.
—Eso apesta.
—Totalmente. —Asiento con la cabeza.
Ella se encoge de hombros.
23
—No está de más solo mirar escaparates. —Su cabeza se vuelve hacia
la puerta del café.
Me concentro en Swarley.
La joven saca una silla y toma asiento.
—Lo vigilaré. Ve y dile a Jake que quieres El Kermit, la mitad del diente
de león y manzana extra.
Asiento lentamente.
—Gracias.
Michael Bublé canta el coro de "I've Got You Under My Skin" sobre el
zumbido agudo de la licuadora. Es como la ubicación de Los Ángeles:
carteles hippies, mesas que no combinan, todo reciclado o recuperado. No
encajo aquí.
—Lindos pantalones cortos. —Una rubia alta, muy parecida a
Gwyneth Paltrow, me lanza una sonrisa de bienvenida mientras vierte un
batido rojo oscuro en un frasco conservero, lo cubre con guarnición de frutas
y menta, y se lo pasa a una señora mayor sentada en el bar, leyendo un
libro.
—Gracias. Son de mezclilla con dobladillo de Paige. Y viejo… Los
conseguí a principios del verano pasado. Mi novio decidió follar a su cocinera
antes de que pudiera adquirir un nuevo guardarropa para este verano.
Ella ríe.
—No sé nada acerca de los jeans con dobladillo de Paige y mi
guardarropa es de hace cinco años e incluso entonces lo compré en una
tienda de segunda mano, pero lamento escuchar que tu novio te engañó.
Ropa de cinco años de una tienda de segunda mano. Solo quiero
abrazar a la pobrecita o llevarla de compras.
—Sí, todos los hombres mienten, hacen trampa y se masturban.
El profundo rugido de un hombre aclarándose la garganta me
sobresalta. No lo vi en la esquina detrás de la pantalla de cristal. Es todo
musculoso y tatuado: cobrizo desordenado y cabello rubio dorado. Los ojos
oscuros y desafiantes me fijan en mi lugar mientras él mira por encima de
su ancho hombro, tensando los músculos tensos de su cuello.
La chica parecida a Gwyneth se ríe.
—Jake, tú y tus semejantes tienen un nuevo título. Me gusta bastante,
¿a ti no?
Jake me inspecciona con ojos errantes. No es nada nuevo.
—No estoy impresionado —dice y vuelve a cortar verduras.
24
Eh... espera un minuto. ¿No impresionado con qué? ¿Conmigo? ¿Lo
que dije? ¿¡¿Conmigo?!? ¿Qué me importa? No. Sí. Diablos no.
Está bien... me importa un poco.
¡Rayos!
Tengo, bueno, tuve, un cliente que da clases de motivación para
mujeres. Ella es un algo poco convencional, o eso he oído. Una de sus clases
se llama No Jodas A Nadie, No Aguantes Mierda . Me ofreció una clase gratis.
En ese momento yo estaba enamorada de Anthony polla doblada Bianchi,
aceptando muchas mierdas y dándome muchas jodidas, así que rechacé su
oferta.
Ahora, estoy pensando que fue un error.
—¿Qué podemos conseguirte?
Mi atención vuelve a la persona agradable detrás del mostrador.
—Me dijeron que le pidiera a Jake un The Kermit, medio diente de
león, manzana extra. Pero... —Mis ojos se posan en él. Me da la espalda
como si no hubiera dicho su nombre—. Creo que preferiría que lo hicieras
por mí.
El cuchillo en su mano golpea contra la tabla de cortar. Jake se gira
lentamente, una sonrisa venenosa curvando sus labios.
—Bethanne, tengo esto.
Gwyneth Bethanne me guiña un ojo antes de agarrar los platos sucios
del mostrador y desaparecer en la trastienda.
La señora mayor en el mostrador se desliza del taburete.
—Adiós, Jake. —Toma su bebida y me da una sonrisa cortés mientras
se dirige a la puerta. ¿Él la deja irse con eso? ¿No tienen vasos para llevar
en Milwaukee?
—Toma asiento, Paige. —Jake asiente hacia el taburete vacío.
—Avery, no Paige. —Me subo al taburete—. Mis pantalones cortos son
Paige. Esa es una marca, no mi nombre. ¿De qué marca son tus pantalones?
Jake mete verduras y otras cosas en el exprimidor, sin quitarme los
ojos de encima.
—¿Me veo como el tipo de persona que sabe qué marca estoy usando
sin mirar la etiqueta? —grita sobre el exprimidor.
Espero a que termine para no tener que gritarle.
—No sé. Soy hija de un predicador. Ya sabes... no juzgarás.
Desliza el vaso hacia mí. Lo atrapo con un grito ahogado, con los ojos
muy abiertos, la mandíbula abierta por la incredulidad. Si no lo hubiera 25
detenido, tendría jugo verde por toda la parte delantera de mi camisa.
—Sí, no hay nada en ti que se sienta crítico. —Se encoge de hombros—
. ¿Pero qué se yo? Solo soy un masturbador.
Tomo un sorbo de la bebida verde.
—Nada mal.
Sacude la cabeza, inclinando la barbilla hacia abajo para ocultar su
sonrisa.
—Algo me dice que eso es el equivalente a una crítica entusiasta
viniendo de ti.
—Ahora, ¿quién está siendo crítico? —Dejo un billete de diez dólares
en el mostrador mientras me pongo de pie, agarrando mi bolso y la bebida
verde.
—No soy la hija de un predicador. Las reglas no se aplican a mí.
Pongo los ojos en blanco.
—Lo que sea. Quédate con el cambio.
—¿Estás bebiendo eso afuera?
—No. —Me deslizo en mis gafas de sol—. Necesito volver a… —
¿Deedy? ¿la casa de mi papá? ¿Infierno?— A algún lugar.
—Entonces lo pondré en un vaso para llevar. No puedes irte con mi
vaso.
Me volteo.
—Uh... Acabo de ver a esa señora salir de aquí con un vaso.
—Ella regresará. A la misma hora. La misma orden. Cada día.
—Lo traeré de vuelta mañana.
—Lo dudo. —Se burla.
—Lo haré. Lo prometo.
—Será mejor que lo hagas, o lo denunciaré como robado.
Toso una carcajada.
—Es un frasco conservero que probablemente cueste menos de un
dólar.
—Los frascos conserveros que usamos aquí eran de mi abuela. Ella
solía hacer mermelada. Entonces, si sales por la puerta con eso, es como si
te llevaras una parte de mi abuela contigo. Solo… —deja escapar un suspiro
lento— …tráelo de vuelta en una sola pieza.
No sé qué decir. Rara vez me sorprende el sentimentalismo de un 26
chico, pero eso es realmente dulce.
—Lo protegeré con mi vida.
La dama de cabello rizado frota a Swarley detrás de sus orejas.
—Gracias por venir, amigo. Pasa de nuevo alguna vez.
—Gracias por cuidarlo. —Revuelvo la bebida con la pajita.
Swarley planta su trasero perezoso a mis pies, moviendo su cuerpo lo
suficiente como para hacerme perder el equilibrio. Tropiezo hacia atrás unos
metros.
¡Crash!
El tarro de jugo salpica y se hace añicos en el suelo.
—¡Swarley! ¡Oh, Dios mío! No… lo siento mucho. Me golpeó y no pude
sujetar el vidrio porque mi otra mano está arruinada y…
—Oye, está bien. En realidad. Fue un accidente. No es gran cosa. Solo
ten cuidado con el vidrio. —Se encorva y abraza a Swarley para que no se
mueva—. ¡Jake, ven aquí! Apúrate. —Besando un lado de la cabeza de
Swarley, ella le habla como un bebé—. No quiero que este chico guapo tenga
vidrio en sus patas.
¿Sus patas? Tengo jugo verde salpicado por todas mis Tory Burch
Reva Flats.
Jake me mira fijamente mientras pasa por encima del cristal, recoge
a Swarley y se lo lleva lejos del peligroso lío.
—Lo siento mucho.
Me hace señas para que me vaya mientras nos agachamos para
recoger los pedazos.
—No es la gran cosa.
—Es un gran problema. Rompí el frasco de su abuela en un millón de
pedazos.
—¿De qué estás hablando? —Ella desliza el bote de basura más cerca
de nosotros y arroja pedazos en él.
—El frasco pertenecía a su abuela —rechino entre dientes, con miedo
de hablar de eso demasiado alto. Estoy segura de que está aplastado por mi
descuido. El descuido de Swarley.
—Ay dios mío. —ríe—. Los obtenemos de un distribuidor. Un centavo
la docena. ¿Quién dijo que pertenecían a la abuela de Jake?
Levanto la mirada para encontrarme con su sonrisa arrogante
mientras barre la acera. Poniéndome de pie, cerré la distancia entre
nosotros, señalándolo con el dedo en la cara.
27
—Que. Te. jodan.
Mojándose los labios, sonríe.
—Eso suena como algo que haría la hija de un predicador.
Quiero perforar cada diente blanco perfectamente alineado en su
boca.
—Vamos, Swarley.
Por favor, que mi padre y Deedy estén vestidos.
Por favor, que Deedy sea mayor que yo por lo menos una década.
Por favor, despiértame de esta pesadilla en la que se ha convertido mi
vida.
No hay suerte.
La pesadilla continúa.
—Hola, Avery, ¿puedo traerte un poco de limonada antes de que 28
empecemos a descargar el camión de mudanzas? Está recién exprimida.
Swarley se hace amigo del arce y de la mitad de los arbustos de la
parte delantera de la casa mientras yo me fuerzo en sonreír, fingiendo que
no me escandaliza en absoluto ver a mi padre tumbado en una mecedora de
madera en el porche con Deedy en el regazo.
Qué bonito. Acogedor. ¡Qué asco!
—Limonada sería genial. Gracias. —¡Quítate del regazo de mi padre!
—Enseguida. —Le da un beso a mi padre en la mejilla y entra
revoloteando en casa, dejando a mi padre con una sonrisa de pajarito.
Suspira todo soñador y.… simplemente... no. Esto no está pasando.
—¿Qué te parece, Ave?
Subo los escalones del porche.
—Creo que estás loco si piensas que voy a descargar algo. Tengo la
mano herida y las uñas recién manicuradas.
Se da unas palmaditas en la rodilla.
Sacudo la cabeza. Su regazo está lleno de Deedy. Nunca volveré a
sentarme en él. El último escalón me servirá.
—¿Cuántos años tiene, papá?
—¿Acaso importa? —Se rasca la nuca—. ¿Cuántos años tiene tu
novio? ¿Cómo se llama? ¿Tony?
—No estamos juntos exactamente. Tuvo... —Frunzo el ceño porque
debajo de toda la rabia está esta horrible vergüenza mezclada con un mundo
de inseguridades— ...problemas de honestidad.
—¿Sobre qué te mintió? El saldo de su cuenta bancaria. —Me guiña
un ojo.
Pongo los ojos en blanco.
—El chocolate. Me dijo que odiaba el chocolate, pero descubrí que en
realidad le gusta mucho.
Una sonora carcajada retumba en el pecho de papá.
—¿Y eso fue el motivo de ruptura?
Me miro las uñas, agradecida por haberme puesto la capa de gel, ya
que podría pasar un tiempo antes de que me las rehagan.
—Lamentablemente, sí. Ha sido todo un fracaso. Pero basta de hablar
de mi último error, deja de esquivar mi pregunta. ¿Cuántos años tiene
Deedy?
—Tengo treinta y ocho. —La puerta de mosquitera chirría cuando
Deedy sale al porche y me tiende una limonada adornada con una fresa y 29
hojas de menta.
Me encantan las bebidas bonitas, pero está ya sabe agria, y ni siquiera
he dado un sorbo.
—Gracias. —Se me quiebra un poco la voz de vergüenza.
—Sí, soy lo bastante joven para ser hija de Tommy, pero al amor no le
importa la edad.
¿Tommy? Lanzo una mirada interrogativa a mi padre, pero está
demasiado ocupado ayudando al Deedy a acomodarse de nuevo en su
regazo. Tommy es un niño de cinco años que se mea encima el primer día
de colegio, o quizá un diseñador de ropa, pero no un pastor.
Querido Padre Celestial,
Si dejo de ser hipócrita y juro no volver a salir con nadie más de cinco
años mayor o menor que yo, ¿harás que esta mujer desaparezca? Si prometo
respetar los límites de mi generación, ¿le recordarás a Tommy que juró servirte
a ti y no a su menguado apetito sexual?
Se le está haciendo tarde con su crisis de la mediana edad. Es la única
explicación lógica. Lo siento, papá, perdiste ese tren. Ahora tienes que
mostrar madurez o revocarán tu membresía de AARP, incluyendo tu
asistencia en carretera.
Deedy... es inquietante a muchos niveles. Tiene mi cabello rubio
californiano, solo que más corto y con un moño invertido barriéndole el
mentón. Sus ojos azules se parecen a los míos, pero no son tan claros. En
este pequeño pozo de dolor en el estómago, pienso en cómo se parecería a
mi mamá a los treinta y ocho años si hubiera vivido tanto.
Deedy es demasiado guapa, demasiado joven y demasiado ..... No sé...
encima de mi padre como una chica cachonda que acaba de descubrir cómo
frotarse.
¡Rayos! Me doy cuenta. Van a tener sexo. Me estremezco. ¿Se le
parará? Mi experiencia con los hombres mayores es que lo hacen mejor con
una pastilla. Por primera vez en mi vida, mi mente ha decidido comparar a
los hombres mayores con los que he salido con mi padre.
¡Está en mi cabeza! Haz que pare. ¿Hará lo suyo al estilo misionero?
Tienen que hacerlo, ¿no? Después de todo, él es pastor y ella ha estado en
viajes misioneros. ¿Se la chupará? ¡No! No. ¡No! ¡NO! ¡Haz que pare!
—Avery, ¿te sientes bien? Tienes cara de mortificación. —Papá aparta
su mirada profana de Deedy lo suficiente para reconocer que sigo aquí.
Este viaje fue un error épico. Debería haber revisado mi auto en un
taller de Illinois y regresado directo a Los Ángeles. Mis días de ser la niña de
los ojos de mi padre han terminado. Él está asaltando cunas, y a Anthony 30
le gusta el chocolate. ¿Qué le está pasando al mundo?
—Sí, solo pensaba en algo un poco inquietante. Estoy bien.
—¿Cómo estuvo tu paseo? —Le acaricia el cuello a Deedy.
—Me detuve en un café, pero no fue muy bien. Swarley me hizo
derramar mi bebida verde por todas partes.
—¡Oh! —Deedy llama la atención, con los ojos muy abiertos—.
¿Paraste en el Sage Leaf Café?
—Sí, tenemos uno en Los Ángeles. No voy allí a menudo, solo cuando
estoy tratando de impresionar a alguien de la multitud hippie.
—Es un restaurante totalmente vegano. —Le devuelve la mirada a mi
papá—. La comida es la mejor. Jake Matthews, el dueño, es el hombre más
agradable, y es....
Arrugo la frente.
—No sé si estoy de acuerdo con esa apreciación.
—Oh, Avery, él es increíble. —Me guiña un ojo—. Y soltero.
Fue un idiota conmigo. Claro que está soltero.
—Entonces deberías salir con él. —Les lanzo una sonrisa con dientes.
Papá frunce el ceño.
—Avery...
—Es broma. —Me levanto y tomo un sorbo de limonada.
Deedy contiene la sonrisa. Le doy un poco de crédito por no ofenderse.
La mirada que me lanza me dice que conoce mi juego. Yo también conozco
el suyo: hacer que la hija adulta parezca una mocosa egoísta y malcriada.
Hacer que el viejo elija entre la niña necesitada y la mejor mamada de su
vida.
¡Maldita sea! Mente estúpida.
Mi teléfono suena. Lo saco de mi bolso Hermes.
—Avery Montgomery.
—Soy Trace del taller Wellman. Hemos inspeccionado su vehículo y
encontramos dos problemas graves y varios leves.
—Bien, ¿cuánto costará dejarlo listo para la carretera?
—Cinco mil quinientos.
—¿Pero ¿qué...? —Hago una mueca cuando mi padre me mira con
desaprobación—. ¿De qué rayos estás hablando? No creo que todo el
vehículo valga tanto.
31
—Me temo que estoy de acuerdo contigo. Tiene más de doscientos mil
kilómetros y, por lo que podemos ver, no parece que haya tenido un
mantenimiento regular.
Después de dejar mi vaso en la barandilla, me froto las sienes,
respirando hondo.
—Gracias. Adiós.
—Espere, señorita, ¿qué quiere hacer?
—Nada. Quédatelo.
—Espere...
Pulso fin.
—Mi Honda está muerto. Necesito un auto.
—Avery, te presto el mío. —Deedy me da un gesto con la misma
simpatía que mi padre.
Niego con la cabeza.
—No. No necesito que me prestes un auto. Necesito uno nuevo, pero
no tengo trabajo. —Levanto la mano herida—. O una forma de ganar dinero.
O un sugar daddy.
—Como de momento no puedo permitírmelo, tendré que alquilar un
auto para volver a Los Ángeles y resolver las cosas desde allí.
—Avery, no quiero que conduzcas sola hasta allí. No me gusta nada
que hayas conducido hasta Illinois sin nadie contigo. No es seguro que viajes
sola.
Hago un gesto con la cabeza hacia mi némesis.
—Tengo a Swarley.
—Un perro viejo. No es lo bastante bueno. Quizá deberíamos llevarte
a casa.
—¡No!
Incluso Swarley salta a la vista ante mi rotunda negativa a conducir
hasta Los Ángeles con mi padre y Deedy.
Mi disculpa viene en forma de una sonrisa rígida.
—A Swarley le gusta despatarrarse, ocupando más de la mitad del
asiento trasero. Sería un viaje miserable para los tres con él y todo mi
equipaje.
—Avery, no voy a dejar que vayas sola.
—No nos preocupemos por esto ahora. Ya se me ocurrirá algo.
Hacer autostop.
32
Dejar atrás a Swarley y volar a casa en primera clase.
Cortarme las venas.
Cualquier cosa que no implique viajar con ellos.
—Deedy, ¿necesitas ayuda con la cena?
—Gracias, pero está todo en la olla instantánea. Solo veinte minutos
más.
—De acuerdo. —Sonrío—. Entonces vamos a... —Deslizo mi pulgar
bueno por encima de mi hombro— ... a descargar tus cosas del camión,
papá.
—Tu mano. —Deedy se quita del regazo de mi padre—. Entra y
descansa, Avery. Llamaré a algunos vecinos amigos para que ayuden.
Tendremos esto descargado en poco tiempo.
—Tengo una mano buena. Puedo llevar algunas cosas ligeras.
—Siéntate. —Señala la silla vacía que mi papá ha dejado libre porque,
según una nueva ley, él y Deedy tienen que estar siempre a una distancia
prudencial el uno del otro.
—Bien. —Pongo los ojos en blanco y me siento en la silla, sin intención
de ayudar a descargar el camión. Intento no tomar más analgésicos para la
mano, pero de momento me duele.
Diez minutos más tarde, la mitad del vecindario llega para descargar
las cosas de mi padre. Mientras las abejas obreras entran y salen de la casa,
me abrazo la mano herida contra el pecho para que sepan que estoy herida
y no simplemente perezosa.
—Hola, perro hermoso, qué alegría volver a verte.
Levanto la cabeza de la pantalla del móvil al oír la voz de Bethanne,
una de las amables del Sage Leaf Café. Me sonríe mientras sube una caja
por las escaleras.
—Hola de nuevo.
—Hola. Qué pequeño es el mundo. ¿Vives en el barrio?
Mueve la cabeza hacia un lado.
—Dos casas más allá. Me encanta este barrio, especialmente Deedy.
Ella es la bomba.
Antes de que pueda añadir mi opinión sobre que Deedy es la bomba,
Bethanne entra en la casa con cajas. Cuando vuelve, se seca la frente y se
apoya en la barandilla del porche.
—Soy Bethanne, por cierto.
33
Asiento.
—Sí, oí a Jake decir tu nombre. Soy Avery.
Ella asiente.
—¿De qué conoces a Deedy?
Ella es la retrasada crisis de mediana edad de mi padre.
—Mi padre la conoció por internet.
—¡Dios mío! ¿Eres una de las hijas de Tom?
Con una sonrisa tensa, asiento con la cabeza.
—Deedy ha estado hablando de él sin parar. Está enamoradísima. La
convencí de que no se pusiera nerviosa la noche antes de que le pidiera que
se casara con ella.
—Espera. ¿Ella se lo pidió?
Bethanne echa un rápido vistazo al patio y baja la voz.
—Sí. Dijo que él no aceptaba conocerla en persona porque se sentía
solo y sabía que no sería capaz de dejarla marchar.
Intento ocultar mi estremecimiento. Se sentía solo. Me aprieto la mano
contra el pecho, pero no porque me duela la mano; esta vez es el corazón.
La soledad es el efecto secundario de la soledad que mata de hambre
al alma. Lo sé muy bien.
—No lo sabía —susurro.
—No te sientas mal. Encontró a Deedy.
Mi mirada se desvía hacia la de Bethanne.
—No es rico.
Se ríe entre dientes.
—A Deedy no le importa el dinero. Todo es cuestión de amor. Puedo
prometerte que lo ama.
Mi atención pasa de Bethanne a mi padre y a Deedy descargando el
camión con su pueblo de amigos. Parece feliz.
De verdad.
Verdaderamente.
Feliz.
—Gracias. —Sonrío—. Es que no lo había visto. —Probablemente
porque nunca un hombre me ha mirado como mi padre mira a Deedy.
—¿Cuánto tiempo te quedarás en Milwaukee? 34
—Solo hasta que averigüe cómo volver a Los Ángeles con el perro de
mi hermana. Mi auto dio su último suspiro. Volar no es una opción. Y mi
padre se niega a dejarme conducir sola. Ya intenté cerrar los ojos y
chasquear los dedos tres veces, pero no funcionó. Sigo aquí.
Sonríe.
—Sabes... puede que tenga el boleto que necesitas.
—¿Boleto?
—Sí. Apuesto a que puedo conseguirte un aventón si estás dispuesta
a esperar hasta la semana que viene.
Frunzo el ceño.
—Estaba pensando en escaparme antes de que mi padre se trague su
pastilla para la disfunción eréctil.
—¡Ja! Lo entiendo. Pero en serio, si no te importa esperar, puedo
conseguir que te lleven a ti y al perro de tu hermana.
—No estarás planeando llevarme de polizón en la parte trasera de un
semirremolque lleno de queso, ¿verdad?
—Nunca lo haría. —Sonríe—. Reúnete conmigo en el café mañana
sobre las diez de la mañana y lo planearemos todo.
—¿Podemos vernos en otro sitio? Creo que debería evitar a ese Jake a
toda costa.
—Mañana trabajo, pero puedo tomarme un descanso a las diez. Y lo
último que deberías hacer es evitar a Jake.
—¿Por qué dices eso?
Bethanne salta de nuevo hacia el camión de mudanzas.
—Ya lo verás.
36
Llego al café a las 10:05. Deedy probablemente me habría prestado su
auto, pero no he decidido si estoy lista para pedirle favores. Ella podría
malinterpretar mi desesperación como aprobación de su compromiso con
mi papá.
Mi solitario papá... Todavía no puedo quitarme la culpa de la
revelación de Bethanne.
—Siento mucho llegar tarde. Olvidé poner mi alarma y mi cuerpo está
en la hora de la costa oeste, y… 37
Bethanne hace caso omiso de mis disculpas.
—Está bien. Llego unos minutos tarde al descanso de todos modos.
Somos bastante relajados por aquí—. Desliza una pila de mango picado en
un recipiente y le cierra la tapa.
Miro alrededor en el café vacío.
—¿Está abierto?
Ella ríe.
—Sí. Sobrevivimos al ajetreo de la mañana y en aproximadamente una
hora estaremos llenos con la multitud del almuerzo temprano.
—Aah… el de L.A. siempre está lleno.
—Milwaukee no es Los Ángeles.
Asiento.
—Puedes decir eso otra vez.
—¿Puedo ofrecerte una bebida? ¿Algo de desayuno?
—Estoy bien. Bueno... ¿quizás una taza de café?
—Lo tienes—. Ella prepara mi café mientras me subo a un taburete.
—Tengo azúcar de coco, crema de almendras o de coco, canela…
—Negro está genial. —Tomo un sorbo cauteloso.
—Bueno, ya que eres la única cliente en este momento, llamaré a Jake
y solucionaremos tu dilema de viaje.
—¿Jake? Espera… ¿por qué lo necesitas…
El Sr. Musculoso Tatuado cruza la puerta de la cocina, viéndose
bañado y sexy. No sexy. ¡Rayos! ¿Por qué pensé eso?
—¿Recién salido de la ducha? —Bethanne sacude una gota de agua
que cuelga de una de las puntas de su desordenado cabello rubio.
Miro su camiseta, sin palabras.
Mira hacia abajo como si no supiera lo que dice: —Es nueva, Paige.
¿Te gusta?
Mi mirada se fija en la suya.
—Avery.
Bethanne se ríe.
—Jake posee todas las remeras desagradables que se han hecho.
Se frota la mano sobre el pecho como si estuviera acariciando las
palabras.
Come coño, no carne. 38
—¿Tu jefe te deja usar eso?
—Jake es el jefe—. Bethanne pone un vaso de agua al lado de mi café.
Él sonríe.
—Lo sé. Fue mencionado ayer. —Estrecho los ojos—. Por lo tanto, los
frascos conserveros son una preciosa reliquia de tu abuela.
Su sonrisa se convierte en una sonrisa completa.
Froto mis labios juntos. Diablos, olvidé darles brillo. Recuperando mi
brillo de mi bolso, acerco la cámara de mi teléfono para usarla como espejo.
—¿Tomando una foto de mi camisa? —pregunta Jake.
Pongo los ojos en blanco, sosteniendo mi teléfono.
—De ninguna manera. Solo necesito brillo en mis labios. Solo tuve
media hora para concentrarme esta mañana.
—Me duché y me vestí en menos de diez minutos.
—Bien por ti. —Frunzo los labios y les doy una última inspección
antes de tapar el brillo y devolverlo a mi bolso.
Bethanne se aclara la garganta.
—Ustedes dos son tan divertidos juntos. Me encantan sus bromas
coquetas.
Detengo la taza de café a un par de centímetros de mis labios. Jake
coloca la licuadora en su base, con el ceño fruncido con fuerza mientras le
lanza a Bethanne una mirada de qué diablos.
—Así que… —Golpea el mostrador con las manos y tamborilea con los
dedos unas cuantas veces—. Jake, Avery y su perro necesitan que los lleven
a Los Ángeles. Su auto se estropeó y no se puede revivir. ¿Puedes pensar en
alguna forma en que ella pueda llegar a Los Ángeles?
No sé a dónde va esto, pero tengo una sensación incómoda
deslizándose por mi piel.
Vuelve su atención a la licuadora, llenándola con frutas, verduras y
proteína en polvo.
—Comprar un auto nuevo.
—No puede pagar uno.
Siento que estoy en juicio y Bethanne es mi abogada.
Frunce los labios hacia un lado y tararea.
—Parece que será mejor que consiga un trabajo y ahorre para uno.
—Probablemente tiene uno. En los Ángeles.
Esa no es una declaración precisa, pero me la guardo para mí. 39
—Bueno, lo siento. Soy un chef, no un reparador. —Despide a
Bethanne encendiendo la licuadora.
Ella planta sus manos en sus caderas, esperando que él termine de
mezclar. Tomo mi taza de café tanto con la mano buena como con la débil,
tratando de esconderme detrás del vapor.
—Jake Matthews... —dice ella en el momento en que él apaga la
licuadora— …sabes exactamente lo que estoy sugiriendo.
Oh, Dios. Me estremezco. Él tiene un auto extra y ella sugiere que me
lo preste. ¿Y qué? Vuela a Los Ángeles para llevarlo a casa. Bueno... eso
podría funcionar. Si es el dueño de este café, entonces debe ser el dueño del
de allá afuera. Seguramente visita ese lugar. Pero eso no resuelve el
problema de que mi papá no quiere que conduzca sola a casa.
—No voy simplemente a conducir a Los Ángeles. Estoy haciendo un
viaje. Tomando mi tiempo. Disfrutando de mi tiempo a solas para recargar
como lo hago todos los veranos. Es una especie de viaje personal que hago
solo.
Oh, no. No. No. No. Ella no está sugiriendo que vaya con él.
—Hace dos años llevaste a Mo.
—Eso fue diferente. —Vierte la bebida en uno de esos tarros
tradicionales y enjuaga la licuadora.
No sé si debo unirme a esta conversación, insistir en que no necesito
ayuda o simplemente mantenerme al margen porque sí necesito ayuda. Así
que hago lo que mejor hago cuando estoy nerviosa: arreglarme.
Saco mi bolsa de maquillaje, me empolvo la nariz, nivelo el delineador
de ojos, aplico más rímel y depilo algunas cejas.
Continúan discutiendo como una pareja casada y como si yo no
estuviera aquí, medio escuchándolos, medio tratando de recordar la fecha
de mi cita con el cabello.
—Mira... ¿parece ser una campista?
Cuando cesa el parloteo, levanto la vista. ¿Qué estaban diciendo?
Bethanne se ve estreñida como si estuviera haciendo algo mal y está
decepcionada de mí. Jake tiene una mirada de suficiencia como si acabara
de probar algo para él.
Vuelvo a pensar. ¿Parece ser una campista?
—Oh… —Me encojo de hombros— …He acampado antes. ¿Es solo por
qué... dos, tres noches?
Descansa sus palmas en el mostrador frente a mí. Me desato el pelo y
lo vuelvo a hacer un moño más prolijo.
—Mientras yo quiera. Así de largo es mi viaje. Sin prisas. Sin horario. 40
Llegaré allí cuando llegue allí.
Mierda. Miro mi uña del dedo pulgar. Está astillada y áspera en el
borde, así que busco una lima. Sé que hay una en mi bolso, pero no puedo
encontrarla. Después de sacar la mayor parte del contenido sobre el
mostrador, la encuentro.
—¿Hola?
Limando el borde áspero, miro hacia arriba.
—¿Me oíste? —Jake frunce el ceño, mirando el filo en mi mano.
—Oh, sí. —Sigo limando—. Te gusta tomarte tu tiempo conduciendo
a Los Ángeles. Eso está bien. Mi trabajo es... flexible. —Me muerdo los labios
para que no vea mi expresión de no tengo trabajo.
Jake se ríe, sacudiendo la cabeza. Es una risa malvada. ¿Por qué me
da una risa malvada? ¿Qué me perdí?
—Jake… —Bethanne dice su nombre como una súplica—. Solo
ayúdala. Podrías disfrutar de la compañía. —Me lanza una mirada, una
especie de señal.
Está bien, supongo que estoy dentro
—Sí. —Le doy una sonrisa llena de dientes—. Seré una excelente
compañía.
Cambia su atención al contenido tirado de mi bolso en el mostrador.
Bethanne da un paso atrás para que él no pueda verlo. Levanta las manos
en un gesto de oración y dice—: Di por favor.
Eso se siente como mendigar. No soy buena para mendigar. Soy más
sobornadora o manipuladora.
Él suspira.
—No creo que sea una buena idea…
—¡Por favor! —Yo dije eso. ¡Guau! ¿De dónde vino eso? Mi necesidad
de llegar a casa es más desesperada de lo que pensaba.
Jake me inspecciona con aprensión nerviosa arrugando su rostro.
Lentamente llevo mis manos a mi pecho en posición de oración,
reflejando a Bethanne.
—Por favorcito. —¡Aah! Otra uña astillada. Extiendo una mano,
inspeccionando el borde irregular. Nunca volveré a ese salón de uñas.
—Dos semanas sin astillas, mi culo —murmuro.
—Avery es la hija de Tommy… el amigo de Deedy —dice Bethanne
entre dientes.
—Mierda... —murmura, rodando los ojos—. Está bien, princesa, te 41
llevaré a Los Ángeles, pero tu corona no llegará allí de una pieza.
Mis cejas saltan hacia arriba cuando mi respiración se queda sin
aliento. ¿Princesa? Me obligaré a morderme la lengua y ser amable con mi
conductor, pero mi pobre lengua estará hinchada cuando regrese a la casa
de Deedy.
—Tiara.
—¿Qué? —Él entrecierra los ojos hacia mí.
Puse todo de nuevo en mi bolso, evitando su mirada escrutadora.
—Insinuaste que soy una princesa, —me encogí de hombros,
manteniendo mi cabeza inclinada—, lo cual es genial. ¿Qué mujer no querría
ser princesa? Pero luego insinuaste que tengo una corona, lo cual sería
incorrecto porque solo los reyes y las reinas usan coronas. Las princesas
usan tiaras.
Sus manos se cierran en puños, todavía apoyadas en el mostrador.
Arriesgo una mirada hacia arriba, mis labios temblando en una
sonrisa nerviosa.
—Entonces, o crees que en realidad soy una reina o debes decir que
mi tiara no llegará a Los Ángeles de una pieza. Lo cual… —froto mis labios
para ocultar mis nervios— …no va a ser un problema ya que dejé mi tiara
en casa. Por lo general, solo la tomo en escapadas de chicas.
Bethanne suelta una carcajada, se inclina y apoya la cabeza en la
espalda de Jake.
—Oh, Dios mío… —Su cuerpo tiembla de risa.
Me va a estrangular. Trago saliva, sintiéndome agradecida por primera
vez de que mi padre tenga a Deedy para hacerle compañía cuando esté
muerta.
En un giro inesperado, una pequeña sonrisa se forma a lo largo de su
boca.
—Nos vamos en dos días.
—¿Dos días? —Le lanzo a Bethanne, con los ojos llorosos, una mirada
inquisitiva—. Dijiste la próxima semana.
Jake se aclara la garganta.
—Son dos días ahora. Después de cuarenta y ocho horas, mi sentido
común se pondrá al día con lo que acepté hacer y no tendrás suerte de
nuevo.
Me pongo de pie, tirando las correas de mi bolso sobre mi hombro.
—Dos días es perfecto. Cuanto antes llegue a casa, mejor. —Ofrezco
mi mano. 42
—Dije que me iría antes, pero todavía no tengo prisa. No me apurarás.
No te quejarás. No serás una niña, regañándome con incesantes “¿Ya
llegamos?” ¿Entendido?
¿Cuánto tiempo cree que se tarda en conducir hasta California? Retiro
mi mano ofrecida ya que él no muestra interés en sellar el trato con un
amistoso apretón de manos.
—Entiendo. Dame tu teléfono y te daré mi número.
Bethanne agarra su teléfono del mostrador detrás de ellos y se lo
acerca a la cara para desbloquearlo. Él la ignora, dándome una mirada en
blanco acentuada con un parpadeo ocasional. Entro mi información en sus
contactos.
—No sé la dirección de Deedy. Envíame un mensaje y te la enviaré
cuando llegue. O…claro. Ella es la vecina de Bethanne. Deedy, por alguna
razón, piensa muy bien de ti. —Mis ojos comienzan a rodar, pero me
detengo.
Él asiente lentamente.
—Ella está planeando casarse con mi padre. Razón número uno por
la que necesito irme lo antes posible. Llegué a mi límite de noticias
impactantes que cambian la vida.
Jake le lanza a Bethanne una mirada entrecerrada.
Su nariz se arruga.
—Olvidé mencionar que el nuevo hombre en la vida de Deedy está en
la ciudad. Ayer ayudé a mudarlo a su casa. Y… se van a casar. Lo siento...
Debería habértelo dicho.
—¿Qué me estoy perdiendo?
Ambos dicen “Nada” al mismo tiempo, lo que significa que es algo.
59
Jake
72
Avery trama mi larga y tortuosa muerte con una sola mirada antes de
regresar su atención a Addy. —Soy Avery, y me encantaría una ducha.
Estaría por siempre en deuda por una ducha. Estoy segura de que vendería
mi alma por una ducha.
Addy se ríe. —La ducha es gratis. Puedes quedarte tu alma e irte de
aquí libre de deuda.
—Lo siento, —les ofrezco a ambas chicas una sonrisa apretada—.
¿Dónde están mis modales? Addy, Avery. Avery, Addy. Suena como una 73
rima.
Addy sonríe. Avery no lo hace.
Swarley se queja. Eso es básicamente todo lo que hace. Paso la
mayoría de la noche debajo de la cubierta exterior de la tienda de campaña,
probablemente para evitar la tensión entre Avery y yo, Avery le dijo que se
metiera a la tienda. Él se negó.
Me quede fuera de eso.
No es mi perro. No es mi problema.
—¿Has comido Avery? ¿Puedo traerte algo?
—Avery está en un ayuno de agua. —Saco sus maletas, sin saber cuál
tiene su mierda para el baño.
Avery deja a Swarley salir de la parte de atrás de la camioneta desde
que claramente no nos iremos hasta dentro de un rato.
—Estaba, ayer, pero voy a romper el ayuno esta mañana. Si no fuera
mucho problema, sería feliz con un plátano o un punado de galletas. Muero
de hambre.
Addy asiente hacia la casa. —Creo que puedo hacer algo mejor que un
plátano y un punado de galletas. Estoy sorprendida que el Chef Matthews
no te haya ofrecido algo de su reserva.
Ruedo los ojos mientras Avery remolca sus maletas hacia la casa.
—Jake, modales. No la hagas cargar esas maletas. —Addy me golpea
en el brazo.
—Avery es muy independiente.
Avery suelta las maletas y sigue caminando sin mirar atrás. —
Realmente no lo soy. Swarley, recuéstate. —Ella apunta al lugar con sombra
antes de los escalones de la puerta delantera.
Addy se ríe mientras agarro las maletas, aguantando la respiración
para no refunfuñar.
—Parte superior de las escaleras a la izquierda. Las toallas están en
el calentador. Eres libre de tomar jabón, champú, absolutamente lo que sea.
Comenzaré a hacer el desayuno.
—Muchas gracias. —Avery le da a Addy una genuina sonrisa de te-
debo-la-vida, pero cuando su mirada aterriza en mi empujándola por las
escaleras, entrecierra los ojos, los músculos de su mandíbula trabajando
tiempo extra.
Sonrío. —No soy claustrofóbico. Puedes atarme antes de matarme.
¿Alguna vez has atado a un hombre, Avery? 74
A pesar de su evidente odio hacia mí al momento, sus labios pelean
con lo que sé que es una sonrisa.
—¿Algo más? —Pongo sus maletas justo fuera de la puerta del baño.
Después de hacer una lenta inspección del baño, se gira hacia mí. —
tu amiga tiene buen gusto en decoración.
Me recargo contra el marco de la puerta. —Lo tiene.
—Excepto cuando se trata de amigos. —Avery cruza sus brazos sobre
su pecho—. Eres una terrible persona. El rey de los cabrones. No sé cómo
alguien tan agradable como ella se hizo tu amiga.
Asiento, mordiendo mis labios juntos. —Estaré abajo. Tómate tu
tiempo mientras sea menos de veinte minutos.
—Idiota. —Agarra la puerta.
—Princesa. —Doy un paso atrás justo mientras azota la puerta en mi
cara.
—¿Aún estas aquí?
Me giro hacia el familiar acento latino. —Si, Quinn,
desafortunadamente aún estoy aquí. —Me dirijo abajo mientras el esposo
de Addy me sigue.
—Caballeros. —Addy nos mira con su mirada de “pórtense bien”
mientras sus manos permanecen ocupadas preparando comida en su cocina
gourmet.
—Hermosa. —Quinn presiona su pecho contra la espalda de ella,
besando su cuello y susurrando algo en su oído que la hace sonrojar.
Ella le pega con el codo y se aclara la garganta. —Así que, Jake,
encontraste una buena pareja ¿eh?
Saco uno de los bancos y me deslizo en el mientras Quinn se sirve un
vaso de jugo. — ¿Avery? —Me rio—. Acabo de conocerla. Le estoy dando a
ella y su perro un aventón a L.A. por una amiga.
—¡Wow! —Los ojos de Addy se abren. —¿Así es como tratas a alguien
que acabas de conocer? Realmente te debe gustar mucho.
—¿Qué? —mi cabeza se dispara hacia atrás.
—Estas pretendiendo que te irrita, cuando lo que en realidad te irrita
es el hecho de que te molesta, por el motivo que sea y aun así te sientes
atraído por ella.
Miro a Quinn. Sus ojos en mí sobre el filo de su vaso de jugo.
—Yo odiaba a Quinn… en serio, lo odiaba. —Addy retuerce los labios. 75
—Muchas gracias nena. —Pone su baso en el lavabo—. Estaré en mi
oficina. Déjame saber cuándo los niños se despierten.
Ella sacude la cabeza. —Es verano. No creo que los veamos por otra
hora más o menos.
—Eres feliz. —Sonrió
Addy imita mi sonrisa. —Delirantemente. Pero sabes eso, así que deja
de tratar de cambiar el tema.
—¿Qué tema?
—Tú y Avery.
Entrelazo mis dedos detrás de mi cabeza. —No hay un Avery y yo. La
conozco desde hace dos segundos. Es una diva. Prefiero al perro que a ella,
pero me siento en deuda con una amiga, así que estoy sacrificando mi viaje
de verano para llevarlos a L.A.
—Ella es linda. —Addy sonríe
—Tiene un aspecto falso.
—¿Tiene novio?
—No. Si. No lo sé. ¿Por qué importa? —La irritación tensando mis
palabras.
Addy regresa su atención a los platos que está armando con fruta,
una tostada de aguacate, tomate y coles. —Oh hombre… ella la está bajo tu
piel. Eso se va a poner muy bueno. Deberías mandarme mensajes con
actualizaciones.
—Entonces, recuérdame de nuevo, ¿por qué estás en casa?
—Bonita desviación, Jake. Te dije, Elena no quería perderse la fiesta
de cumpleaños de su amiga, así que acordamos esperar otro día.
—Oh, sí, es cierto. ¿Cómo están los niños?
—Jake, de verdad que eres todo un tipo. Ellos están bien. Todos
estamos bien. Y no pienses que ya terminamos de hablar sobre ti. —Desliza
un plato enfrente de mí—. Pero primero voy a revisar a Avery.
Avery
76
—¿Avery? —Addy toca la puerta
La abro, enredada en una bata blanca que estaba doblada como nueva
al lado de la regadera. —Espero que no importe —tiro del cordón de la bata.
—Para eso están ahí. —Ella acomoda su largo cabello rubio detrás de
sus orejas. Se ve mucho más saludable que el mío.
—Jake me hizo bañarme en un arroyo. No puedo decirte que tan
increíble se sintió esa ducha. —Me quito la toalla de la cabeza.
—Jake tiene una gran personalidad. Es un gran bromista.
—¿Bromista? —Miro a su reflejo en el espejo mientras trato de pasar
el peine a través de mi cabello con cuidadosas pasadas. —No estoy segura
si está bromeando. —Pensando de nuevo en la noche del arroyo,
mentalmente sonrió. Eso fue divertido, una clase de divertido que no había
sentido en años—. ¿Bromea contigo de esa manera? ¿Te haría bañar en un
arroyo?
Addy frota sus labios juntos. —Tenía una relación diferente con Jake
hace años, y si, él era juguetón.
Detengo el cepillo. —¿Diferente?
—Fue antes de que me casara con mi esposo Quinn. Terminamos por
un tiempo, y Jake, quien trabajaba por mí al momento, fue exactamente lo
que necesitaba en ese punto de mi vida. Me hizo sentir joven y libre. Tuvimos
mucha diversión juntos.
Ella es buena con las palabras, particularmente diciendo todo y nada
al mismo tiempo.
—Así que…¿estuviste en una relación con Jake?
—Si, una casual.
Asiento lentamente, volviendo a cepillar. —Acabo de salir de una
relación. Anthony quería casarse conmigo.
—Oh, lo siento. ¿Qué pasó?
—Me mintió. Dijo que no le gustaba el chocolate.
La frente de Addy se arruga. —¿Encontraste su escondite de
chocolate?
—No. Lo encontré comiendo mousse de chocolate… en la cocina… del
cuerpo desnudo de su cocinera.
—Ohhh… eso es…
Me encojo de hombros. —Mas o menos la historia de mi vida. —Ya sea
que ella quiera oírlo o no, doy reversa a mi camioneta y le suelto toda mi
saga. Si mi hermana, Sydney, estuviera aquí, sería mi caja de resonancia, 77
terapista, y cirujana para poner mi vida junta de nuevo. Para cuando
termino de hacer mi cabello, maquillaje y limarme las uñas, Addy tiene la
historia completa.
—Lo siento mucho, Avery.
Jalo un profundo respiro, sintiéndome mucho mejor por encontrar un
oído empático —la ducha y el bien iluminado espejo para hacer mi
maquillaje también ayudaron—. —Gracias por escuchar. No es el fin del
mundo. Solo estoy en una mala racha.
—Vamos, vamos a alimentarte. Y no dejes que Jake agite tus plumas.
Él tiene sus propios problemas, pero pensé que cuando dejo de pelear los
había dejado ir. Aparentemente, sin querer, has traído algunos a la
superficie de nuevo.
La sigo escaleras abajo. —¿Pelear?
—Si. Él era un peleador clandestino, peleador supremo… algo así. No
soy una experta en ello, pero lo vi enviar a un tipo fuera en camilla. No es lo
mío, pero fue más o menos… —Ella mira sobre su hombro y me guiña—.
Caliente.
Bueno genial. Estoy viajando con alguien que no tiene problemas en
golpear a otro humano a centímetros de su vida. Si no sintiera que podría
ser ese próximo humano, podría compartir la evaluación de Addy de que la
fuerza de Jake es caliente.
—Espera.
Addy se detiene al final de las escaleras. —¿Sí?
Miro alrededor, viendo que no hay nadie en la corta distancia. —Así
que tuviste una aventura con Jake y, aun así, el viene y acampa en tu
propiedad, usa tu baño ¿y tú esposo está bien con ello? ¿Él sabe sobre tu
pasado con Jake?
Su sonrisa es un poco débil. —Oh, Quinn sabe todo. Tomó algunos
años antes de que yo pudiera siquiera decir el nombre de Jake sin que él
perdiera su mierda. Pero Jake se hizo cargo de mi negocio, y aun hago
inversiones en él. Jake y yo compartimos una pasión, que es el bien mayor:
cambiando la forma en que la gente ve la comida. Y Quinn me ama, así que
lidia con mi relación con Jake. Creo que su relación por fin llego a un punto
tibio, pero supongo que ahí es donde alcanzará su punto máximo.
—¿Mamá?
Addy mira arriba de las escaleras con una sonrisa que he visto un
millón de veces en la cara de mi hermana. Es la sonrisa de una madre.
—Elena, buenos días, dormilona.
Una niña rubia con piel oliva hace su camino hacia debajo de las
escaleras, mirándome todo el tiempo. 78
—Elena, esta es Avery, la amiga de Jake.
No soy la amiga de Jake. No por mucho. No en esta vida. No, aunque
fuera el último hombre de pie. No. Nunca jamás. —Hola Elena. Gusto en
conocerte. Tengo una sobrina que está como de tu tamaño. A ella le gusta
surfear. ¿Qué te gusta hacer a ti?
—Navego en un barco con mi mamá, —abraza a Addy.
—Eso suena divertido.
—Lo es. —Addy besa la parte superior de su cabeza—. Elena ama el
agua. Su gemelo, Ben, se marea. Imagínate.
—Esa es mi chica. —Jake sonríe, mostrando todos esos dientes
perfectamente irritantes.
—Jake, —susurra Elena, escondiéndose detrás de Addy.
Oh por dios. Se está sonrojando.
Addy se ríe. —Mi querida hija tiene un enamoramiento con Jake, para
gran desaprobación de su padre.
—Tenemos mucho tiempo para obtener la bendición de tu padre para
nuestro matrimonio en otra década.
Elena va de rosa a rojo chile cuando Jake la besa en la mejilla.
—Come Avery. Nos vamos pronto. Alimenté a Swarley mientras
ustedes dos estaban arriba hablando de mí. —Me da una mirada mordaz
mientras me pasa para ir a las escaleras—. Tomaré tu equipaje. No olvides
dar propina al botones.
—Si, come. —Addy señala a la cocina—. Voy a empacar algo de comida
para llevar también.
—Oh, no tienes que hacer eso. —Comienzo a inhalar la comida.
—Insisto.
No peleo. Necesitaré mi fuerza si quiero derribar a un luchador de más
de cien kilos que cree que puede manipularme con mentiras. Antes de que
tome mi último bocado, Satán apuñala mi pequeña burbuja de felicidad con
su puntiagudo tridente.
—¿Lista?
Lo ignoro. —Addy, ¿esto es cuarzo o granito? —froto la encimera
blanca.
—Avery, chop, chop.
Addy sonríe mientras su mirada va de uno al otro. Vuelvo mi último
bocado en cinco, como un ratón mordisqueando un queso.
—Cuarzo. 79
—Mi papá construyó esta casa para ganarse a mi mamá otra vez. —
Elena sonríe, tomando fresas cortadas de su tostada de aguacate.
—¿Con que sí? Dime más. —Cambio mi banco hacia donde Elena esta
arrodillada en el banco de al lado.
—No hay tiempo para más. Me iré sin ti en cinco minutos.
Pica. Pica.
Voy a enterrar ese tridente en su trasero. Él solo no lo sabe aún.
—Tienes un hogar adorable, Addy. No puedo agradecerte lo suficiente
por tu generosidad. Es difícil encontrar gente de verdad amable estos días.
Addy me da una bolsa. —Eres bienvenida en cualquier momento.
No pensará eso cuando asesine a su socio de negocios. —Fue
agradable conocerte, Elena.
Elena me ignora porque su sonado Jake está en la habitación. Pobre
chica se dirige al camino del corazón roto. Ella se cruzará con millones de
Jakes en su vida, y la mayoría de ellos apestarán.
—¿Se van?
Sostén. El. Teléfono.
Dios se ha aparecido.
Querido padre celestial.
No tenía idea de que eras latino en tu forma humana. Buena elección.
¿Estás aquí para salvarme de Satán?
—Si —Jake le dice al Dios latino con una ligera sonrisa.
Addy se casó con un Dios. Quiero chocarle los cinco, pero no nos
conocemos lo suficiente para celebrar engancharse con un chico caliente.
—Quinn, esta es la amiga de Jake, Avery. Avery este es mi esposo,
Quinn.
Jake gruñe algo en voz baja a la mención de nuestra amistad. Estoy
con él, pero no gruño porque estoy muy ocupada suspirando un aliento
sonador de envidia.
—Mucho gusto, Avery. —Quinn sostiene su mano en alto.
Me toma un momento sacudirla porque estoy aturdida por su sexy
acento. Necesito un chico con acento. Está bien. No necesito a ningún chico
al momento, pero si decidiera entretener la idea de un acompañante barón
de nuevo, necesitaría ser Latino y sincero con sus sentimientos sobre el
chocolate.
—Un gusto verte, Uh, digo, conocerte. —Me avergüenzo detrás de mi
sonrisa.
80
Super genial.
Retira su mano de la mía porque no la dejo ir. Me gusta su mano y
todo lo que viene con ella.
Un gusto verte.
Jesus. Como si nos hubiéramos visto antes. Nop. Lo dije en el sentido
más literal. Ver, mirar, observar a Quinn es muy agradable. ¿En serio, sería
raro si choco los cinco con Addy? Le quiero dar un aplauso lento por un
trabajo bien hecho.
—A ti, por todo tu gracias.
Addy se ríe.
¡Dije eso! ¡Dios! Se me traba la lengua por un hombre mientras estoy
de pie frente a su esposa.
—O…—Jake agarra mi brazo, jalándome de la cocina—. Gracias por
todo.
—Si… —asiento, medio agradecida por mi traductor. La gratitud se
disipará para cuando lleguemos a su camioneta.
Llegamos hasta fuera de la puerta sin avergonzarme más, subimos a
Swarley, y salimos a nuestro siguiente destino. Querido dios, por favor que
se involucre una llave de un cuarto, agua corriente, y gruesas batas de felpa.
¿Cuáles son las probabilidades de que mi chofer idiota conozca a otra gente
ridículamente rica entre aquí y Los Ángeles?
—Solo para que sepas, terminé de hablar contigo. Lo que hiciste es
imperdonable.
Manteniendo sus ojos en el camino, Jake asiente. —Estoy totalmente
bien contigo sin hablarme más, pero difícilmente llamaría a lo que pasó esta
mañana imperdonable. —Sube el volumen de la música.
Mientras los minutos y kilómetros pasan, mi vejiga se llena, llorando
cada parada que pasamos. Si Swarley hablara con un simple gemido, Jake
se detendría para un descanso.
Nop.
Swarley está dormido.
Bump. Bump. Bump.
Después de cuatro horas, llegamos a un tramo de carretera que
necesita nuevo pavimento. Podría pedirle que se detenga, pero hice un voto
de silencio hasta que se disculpe conmigo. ¿Si me orino en su camioneta,
apresuraría su disculpa sin mí diciendo más que “ups”?
Cuando el arco de St. Louis viene a la vista, él sale del camino
principal, y toma algunas vertiginosas izquierdas antes de pararse en una
estación de gasolina. Mi vejiga aplaude mientras mi dignidad se limpia el 81
sudor de las cejas.
Salto fuera, caminando como pato dentro del edificio tan rápido como
puedo sin chorrear.
—No te preocupes. Dejaré a tu perro salir.
No tengo suficiente control en mi vejiga para reconocer a Jake. Tal vez
él puede leer mi mente. Si, Jake, deja salir a Swarley y no me orinaré por
toda tu camioneta. ¿Trato justo? Creo que sí.
—¿Baño de damas? —Le doy al cajero una rápida sonrisa.
—Baño único. Solo uno. Al lado del edificio.
¡Dios! Al lado del edificio. Estamos en una ciudad mayor. Los baños
deberían estar dentro del edificio. Hago una vuelta en U.
—Señora, necesitará la llave. —Sostiene una llave atada a una
cadena, atada a un viejo volante. Se ve como algo de un auto viejo o incluso
un tractor. Es enorme.
Agarro el volante y me manejo a mí misma a un lado del edificio. Jake
mira arriba por el área del pasto por la calle donde Swarley olfatea por el
mejor lugar para marcar. Jake frota su mano sobre su boca.
Adelante, Jake idiota, ríete todo lo que quieras. No me importa. Nada
en este mundo me importa más en este momento más que vaciar mi vejiga.
Sin forro de asiento de inodoro.
Sin lugar para colgar mi bolsa o el volante.
Que se joda.
Deslizo el cordón de mi bolsa alrededor de mi cuello, y hago lo mismo
con el volante, sacudiéndome de mis pantalones cortos de mezclilla, y me
dejo caer en el asiento del inodoro infectado de gérmenes.
—Oh…. por…. dios…—susurro, cerrando mis ojos. Esto se siente
mejor que mi último orgasmo.
Después de orinar una piscina completa, busco el papel de baño.
Nada. ¿Porque eso no me sorprende?
No tengo un solo pañuelo en mi bolso, así que me fuerzo a sacudirme
y salir.
Me lavo las manos.
Me las sacudo para secarlas… si… nada de toallas de papel o secadora
de manos.
Abriendo la puerta con mi camisa protegiendo mi mano, la dejo que
se cierre tras de mí. Después trato de jalar el volante sobre mi cabeza para
cerrar la puerta. 82
Pero…
—Maldita sea. —Se enreda con mi cordón de la bolsa así que lo
retuerzo para que se libere, tratando de no dañar el cordón.
Izquierda. Derecha. Arriba. Abajo.
Lo jalo en cada dirección, levantando mi barbilla, bajándola, jalando
el volante y mi cabeza para todos lados.
—Ugh —me estremezco cuando jala de mi cabello. No puedo hacer
eso, si simplemente se deslizó por mi cabeza, ¿por qué no sale?
—No lo cierres. Necesito orinar. Swarley está de vuelta en la
camioneta. De nada. Y no te preocupes, pagué por la gasolina.
Ruedo mis ojos ante su voz agitada detrás de mí. —Es todo tuyo. —
giro, levanto mis hombros, mi barbilla, como si no tuviera mi bolsa y un
volante colgando de mi cuello.
Él levanta una ceja. —Bonito bling.
Mis labios se retuercen juntos.
—El cajero me dijo que tú tenías la llave. Así que dámela para que
pueda cerrar cuando termine.
Querido padre celestial.
Lo siento. El anillo de pureza que usaba en la preparatoria era una
promesa a ti de que mantendría mi virginidad. No debería haberlo usado como
anillo de revitalización. ¿Si no se supone que tenía que haberle dado mi cuerpo
a alguien hasta más tarde en la vida, te hubiera matado retrasar el inicio de
la pubertad? Totalmente no te culpo, solo estoy pensando en voz alta. De
todos modos… si aún me amas. Demonios, digo, diablos. ¿Si alguna vez me
amaste, podrías dejar que este volante salga de mi cabeza tan fácil como
entró? En tres…dos…uno.
Dándole a Jake mi sonrisa más confiada, pongo toda mi fe en dios
mientras jalo el volante sobre mi cabeza. Solo que alcana mi barbilla, luego
mi nariz, luego mi oreja, amenazando con arrancar mi arete de diamante.
Mi mirada se levanta al cielo. Amor incondicional mi trasero.
—Avery, la llave. Vamos. —Jake sostiene fuera su mano.
—Ugh. —agarro el volante—. Maldito hijo de pu —maldita vida.
La mirada de Jake aterriza en la llave colgando de la cadena, colgando
de mi bling. —¿Siquiera quiero saber?
Me rindo. —El estúpido baño no tiene ganchos, y no quería poner
nada en el piso. ¿Y quién pone una llave en un volante?
Me silencia con una palma en alto acompañada de media docena de
sacudidas de cabeza. —No era una pregunta retórica. Estaba 83
preguntándome en serio si de verdad quería saber. La respuesta es no. No
quiero saber cómo terminaste con un volante atorado alrededor de tu cuello.
Estoy en un viaje en carretera con el diablo. ¿Como esto le pasa a la
hija de un predicador?
—No me mires como si todo esto fuera mi culpa.
Entrecierra los ojos, rascando su barbilla recién afeitada. —¿No es tu
culpa? Mierda de perro en tu zapato, una sandalia perdida, y un volante
atascado alrededor de tu cuello todo en el lapso de veinte minutos. ¿De
quién más va a ser la culpa?
—Solo… —arrugo la frente—. Ve a hacer tu cosa. Voy a hablar con el
tipo adentro.
Jake se ríe. —Buena idea. Estoy seguro de que sucede todo el tiempo.
Apuesto que te lo sacará con un abracadabra de inmediato. Pero ¿te
importaría esperar hasta que termine? Me gustaría ver como arregla tu
situación. Tú sabes, en caso de que pase otra vez a lo largo del camino.
Descansando mis manos en mi cadera, dejo salir una respiración
exasperada. —¿Te mataría tratarme con un poco de compasión y
humanidad?
Abre la puerta del baño y mira hacia atrás sobre su hombro.
—Pregúntame cuando no tengas un volante atorado alrededor de tu
cuello. —Sosteniendo su teléfono, me toma una foto y su boca se retuerce
en una estúpida sonrisa antes de que cierre la puerta.
—¿Enserio acabas de tomarme una foto?
—Si —grita desde el otro lado de la puerta—. Necesitaba una buena
toma. Estoy pensando dejar que mis amigos la nombren.
¡Bastardo!
84
Resulta que Avery es el primer cliente en tener la cabeza atorada en
el volante.
—¡Jake!
El asistente tose para esconder su diversión mientras trabajo sobre
su cabeza.
Sus manos se entierran en mis brazos. —¡Mi cabello!, oh por dios, mi
cabello. Mi cuello. Mis aretes. ¡Para!
85
—Ve a la camioneta. —Apunto a la puerta después de que se tambalea
hacia atrás, dándose cuenta de su libertad. Le doy el volante al cajero
mientras la fijo con una mirada firme—. No toques nada. No te pares en
nada. Directo a la camioneta. ¿Puedes manejar eso, princesa?
Sus manos tocan sobre su cabello, inspeccionando cualquier posible
daño. Ella asiente. Creo que incluso está temblando un poco. Las peleas
inesperadas con volantes te harán eso.
Inspecciona su cabello todo el camino hacia la camioneta mientras el
cajero escanea mis botellas de agua.
—Solo un segundo. —Busco a través de un cubo con camisetas,
buscando una de mi talla—. Está también.
Un minuto más tarde, estoy fuera de la puerta, sacándome una
camiseta y poniéndome la nueva.
Avery cierra el espejo de la visera cuando abro la puerta. Por supuesto
está jugando con su cabello.
—¿Qué se supone que significa eso? —Mira mi nueva camiseta.
—Si tengo que explicarlo, entonces está claro por qué has tenido
problemas de relaciones.
El Karma es como el 69.
Das lo que recibes.
—No soy una fan del Karma al momento.
Enciendo la camioneta.
—¿Y del 69? —Apretando mis labios, escondo mi sonrisa.
—Es…—Se encoge de hombros, tamborileando sus dedos en sus
piernas, labios torcidos—. Eficiente.
Riendo, salgo del estacionamiento. La mayoría del tiempo quiero
enredar mis manos alrededor de su cuello y apretarlo, pero ha habido
momentos como ahora, en que me encuentro intrigado, medianamente
entretenido por sus comentarios.
—Y si me preguntas si soy eficiente, voy a saltar de la camioneta. No
me gusta hablar sobre esas cosas.
—¿Eres eficiente?
Se ríe, sacudiendo su cabeza mientras se enfoca en la ventana. Es
sorprendentemente un sonido placentero. —Lo siento, aún estoy enojada
contigo. No vamos a tener esta conversación.
—Sin conversación funciona para mí. —Le subo al radio.
Ella agarra un contenedor que Addy envió con ella. Le doy una mirada
rápida de reojo. 86
—No voy a compartir. Tú no compartiste tus bayas conmigo ayer.
Sonrió, regresando mi enfoque al camino.
—Dios…—tararea—. Este es el mejor pan de calabacín con chocolate
que he probado.
—Lo es.
Avery se lame los dedos. —No pilates. Nada de contar calorías. Voy a
pagar por esto.
—¿Cómo?
—¿Hola? Caderas, trasero, abdomen. Todos los lugares donde al
exceso de comida le gusta acomodarse en mi cuerpo.
En el semáforo, le doy una mirada. —Nada parece estarse
acomodando en tus caderas, trasero y abdomen.
—Aún, —murmura con la boca llena de pan.
—Feliz, saludable, útil.
Envolviendo el resto del pan, me dispara una mirada interrogante.
—No estoy entendiendo.
—En vez de caderas, trasero y abdomen, deberías enfocarte en ser
feliz, saludable y útil. ¿Eres feliz? ¿Tienes salud? ¿Y al final de cada día,
puedes decir que ayudaste a alguien?
—¿Ayudar a alguien?
Asiento. —No tiene que ser algo grande, como donar un riñón. Algo
tan simple como abrir la puerta para un extraño. ¿Hiciste sentir mejor a
alguien? ¿Pusiste las necesidades de alguien por encima de las tuyas?
Después de unos segundos, ella deja salir un largo suspiro, girando
su atención de vuelta a la ventana.
—¿Eres feliz, saludable y útil?
—Bueno… —Le doy una mirada rápida—. Hay una extraña en mi
asiento del pasajero y su perro en mi asiento trasero. Yo diría que soy
bastante útil. Hago ejercicio todos los días y como comida de verdad. Si,
diría que soy saludable.
Me meto en un espacio de estacionamiento en ángulo en el centro.
—¿Y feliz? ¿Eres feliz?
Apagando el motor. Me encojo de hombros. —Estoy satisfecho.
—Satis…
Cerrando la puerta antes que ella pueda responder, miro arriba a un
cielo parcialmente nublado. 87
¿Feliz? Dos de tres no está mal.
Mi teléfono vibra.
Deedy: ¡Oye! Solo quería decirte gracias por llevar a Avery y Swarley
de vuelta a Los Ángeles :). Eres un humano amable, Jake Matthews. Por favor
nunca olvides eso.
—Deedy… —murmuro, caminando al otro lado de mi camioneta—.
Estoy soportando esto por ti, y solo por ti. —Abriendo la puerta de Avery,
escondo mis dientes apretados detrás de mi sonrisa cerrada.
—¿Qué haces, princesa?
Ella frota sus labios juntos, enfocándose en su reflejo en el espejo de
la visera mientras tapa su brillo labial. —Refrescándome.
—¿Para qué?
—Para salir. ¿Por cierto, a dónde vamos? —destapa un tubo de rímel.
No. No. No, no…
Lo agarro de sus manos, y lo empujo de vuelta a su bolsa de
maquillaje, y empujo la bolsa en su cartera elegante. —Vamos por comida
antes de montar el campamento. A nadie aquí le podría importar el color de
tus labios o lo largo de tus pestanas. Sal.
Subiendo la visera, ella se gira hacia mí, aun frotando sus labios
juntos. Su mirada escanea mi cuerpo de arriba abajo, pausando algunos
segundos extra en mis brazos.
—Es gracioso… parece que tienes necesidad de marcar tu cuerpo-
para expresarte exteriormente al mundo. ¿Y aun así soy una princesa por
querer arreglar mi maquillaje?
Sonrió. —De verdad. ¿Por qué? Infiernos si lo sé. Levantando mi brazo
entre nosotros, lo giro para mostrarle algo de mi autoexpresión.
—¿Por qué usas tanto maquillaje? —levanto la mirada mientras ella
inspecciona mi brazo.
—Mis labios son pálidos —murmura, trazando sus dedos sobre la
escritura en mi brazo por un breve segundo antes de que su mano se haga
un puño como si la hubiera quemado. Vulnerables ojos azules se
encuentran con mi mirada.
Si ella no fuera tan molesta, diría que detrás de esas diez mil capas
de vanidad, Avery podría ser jodidamente hermosa.
Si…
—Mis pestañas son muy delgadas. Mi tono de piel es desigual.
—Me hago tatuajes para recordar dónde he estado, las personas que 88
he amado y qué es importante en la vida.
Su enfoque se desliza, sus ojos mirando a la distancia más allá de mi
hombro.
—No estoy escondiendo nada detrás de la tinta en mi piel. No cubre
ninguna imperfección percibida.
Manteniendo su mirada sobre mi hombro, ella tuerce los labios y
gruñe una risa. —Bueno… —me empuja fuera del camino y salta fuera de
la camioneta— …Que suertudo. Vamos Swarley.
Sale y corre directo a poste de luz a pintarlo con grafiti amarillo.
—No voy a comer. —Ella casi se tropieza con el bordillo, tratando de
tirar de la correa de Swarley con su mano buena—. Me estás matando perro.
¿Qué te he hecho?
Swarley la mira de regreso, ladeando la cabeza. Creo que su expresión
dice, “¿Me estás hablando a mi princesa?”
—Entonces voy a ir por mi comida así podemos ir al campamento más
rápido.
La sonrisa falsa en su rostro falso me agrada. ¿Por qué encuentro
tanto placer en sacar el lado de mujer abandonada de ella?
—Perfecto. —Su falta de sinceridad se duplica—. No hay nada que
amo más que verte revivir tu niñez fallida. ¿Qué edad tenías cuando te
echaron de los niños exploradores por ver el único niño rostizando una pieza
de tofu en la fogata?
Y… por eso es por lo que me sentí contento de dejarla que se bañara
en el rio esta mañana.
—Ten cuidado princesa, los comentarios listillos alientan tu
metabolismo. Si no cuidas lo que dices, no serás capaz de abrocharte
mañana tus elegantes pantalones Penélope.
—Pantalones cortos Paige, estúpido comedor de pasto. Y si no paras
de llamarme princesa, voy a golpearte mientras duermes.
Es realmente difícil tomar sesenta kilos (a lo sumo) de Avery
Montgomery en serio cuando sé que ella no levantaría ni un dedo para
lastimarme porque puede que se le rompa una uña. Pero ¡maldición!
Seguramente encuentro su lucha extrañamente adictiva. Así que por
supuesto, no puedo resistirlo.
—Paige, Penélope, princesa. No puedo mantenerme al día. Lo siento.
—Guiño, tocando mis labios entre mis dientes.
—Duerme con un ojo abierto. —Sus ojos se estrechan mientras me
apuñala el pecho con su dedo.
89
Me rio. —Espera mientras tomo mi almuerzo. —Pasando a un lado de
ella, me rio un poco más.
—No pierdas nada o te pares en nada… y por el amor de dios… no
atores tu cabeza en algo.
Dia tres
—Psst…
Muevo a Jake. El gruñe.
—Psst… 96
Rueda lejos de mi
—¡Jake! Necesito las llaves de la camioneta —medio grito medio
susurro.
Otro gruñido.
Mis ojos revolotean entre su torso desnudo que se apartó de mí y su
bolsa de dormir parcialmente abierta a sus pies. Jake tiene pies bonitos. No
estoy segura si alguna vez pensé eso de algún tipo. Pero, muevo la linterna
de mi teléfono unos centímetros más cerca, sí, de hecho, tiene pies bonitos.
Ningún asqueroso callo y sus uñas son perfectas.
No es justo. ¿Qué demonios, Dios? ¿Por qué le darías a un chico pies
tan perfectos? El idiota de Jake debe usar una crema cara para pies.
Me ruedo los ojos a mí misma. ¿Qué es esto? ¿El comienzo de un
fetiche de pies? Puede que mi futuro contemple terapia de algún tipo.
Después de la última inspección a sus pies perfectos y tal vez una mirada
de un nanosegundo a su torso desnudo —porque, ¿por qué diablos no?--
Inspecciono el contenido de su bolso.
Tiene 5 bolsillos externos, pero vacíos. Nada de llaves. Abrir la bolsa
más grande se siente un poco entrometido. Mordiendo la orilla de mis labios,
paso la luz de mi teléfono sobre su cuerpo inmóvil. Si soy completamente
honesta, sus pies están unidos a otras partes realmente buenas, ¿pero por
qué comenzar a ser honesta ahora?
La luz se va. —Mierda —frunzo el ceño a la pantalla muerta. ¿Qué le
paso a mi último 3%?
Llave.
Necesito la llave. Necesito cargar mi teléfono.
—Jakey Jakey, es hora de despertar —susurro, sabiendo que no es
nada más que un tronco muerto encima de una bolsa de dormir. Un tronco
muerto con pies perfectos y un tronco digno de babear, podría trepar…
¡Rayos!
Yo NUNCA debo pensar en el diablo como sexy. ¿Acaso no aprendí
nada de la tentación de Eva y todo el debate completo en el edén? Una
historia erróneamente cuestionable si me preguntas. Sin embargo,
atormenta permanentemente la conciencia de algunos, y no soy la
excepción.
No husmees.
Espera hasta que despierte.
No es como que fuera una emergencia.
Es solo mi teléfono, mi conexión con el resto del mundo, una manera 97
de ver en la oscuridad, un guardián del tiempo, lista de contactos,
notificaciones de redes sociales, mi salvador en una emergencia… ¡MI VIDA!
Amordazando a mi conciencia, me sumerjo en el compartimiento más
grande de la bolsa de Jake, de la manera en que un policía abriría una
puerta después de una llamada al 911. Está llena de ropa, pero en diez
segundos tengo toda dicha ropa esparcida a mi alrededor.
Nada de llaves.
Un tintineo me sobresalta, y mi cabeza se dispara hacia atrás, pero es
solo Swarley. —¡No! —Le advierto en mi susurro más severo mientras el
abandona su lugar en la esquina y se echa en mi bolsa de dormir—. Muévete
Sacude su cabeza una vez. Me doy cuenta de cuán loco suena, pero
es verdad. Swarley no es un perro promedio, es un demonio —muy parecido
a Jake— buscando destruirme. Él puede hacer cosas como asentir o sacudir
su cabeza, así como casi arrancar mi mano cuando ve algo que vale la pena
perseguir, muy parecido a como Anthony arrancó mi corazón cuando
descubrió que el chocolate de hecho sabía delicioso.
Maldito Idiota.
Antes de que mi compañero de viaje herbívoro se despierte, comienzo
a meter su ropa de vuelta en la bolsa, tomando un aliento profundo. ¿Qué
es ese olor? Es bueno. Realmente bueno.
¿Herbáceo? ¿A madera? Tal vez pino, pero no estamos en medio de
tantos pinos aquí.
Llevándome una de las camisas de Jake a la nariz, inhalo.
Oh…eso es agradable. ¡Hijo de perra! Sexy, uh, digo, pies suaves y
detergente increíble.
Come la brillante manzana roja, Eva…
No voy a comer su camisa, pero me permito una olfateada más antes…
—¿Por qué estás olfateando mi ropa interior?
—Mierda. —Salto, escondiendo la camisa detrás de mi espalda.
Jake se inclina para sentarse de una manera en que su cara queda a
centímetros de la mía, esos profundos ojos azules iluminados por el
fragmento de luz que se filtra por el respiradero de la tienda. Se estrechan
un poco mientras me inspecciona arrodillada al lado de sus piernas con su
bolsa de lona abierta.
—Mi teléfono está muerto. —Exhalo más allá del auge de mi corazón
acelerado.
—¿Tu teléfono está muerto? 98
Lentamente asiento, mirando a su boca que está en una firme línea,
peleando con lo que parece una sonrisa.
—¿Y?
Trago un océano de saliva.
—Y necesito cargarlo.
No puedo quitar mi mirada de su boca. También es tan agradable.
¡Por el amor de dios!
Terapia. Mucha terapia
—¿Y? —inclina su cabeza hacia un lado una fracción.
—Estaba buscando la llave de la camioneta.
—¿En mi bolsa?
Asiento, arrancando mi enfoque de sus labios para encontrarme con
su mirada.
Jake se rinde con una sonrisa arrogante.
Idiota.
Su mirada se sumerge en mi boca y le hace muchas cosas indeseadas
a mi cuerpo, específicamente a partes de mi cuerpo que se supone que están
en huelga por no importarles ninguna mierda de ningún hombre.
—Pero está oscuro.
—Si, —digo con una ridícula aspereza en mi voz.
—Entonces las estás oliendo… ¿específicamente en mi ropa interior?
—¿Qué? —echo mi cabeza hacia atrás.
Ojos juguetones se encuentran con los míos, junto con una sonrisa
de ¡te atrape!
—No, psicópata.
—¿Entonces qué hay en tu espalda?
—Nada. —Mi espalda se endereza unos centímetros. Él no me hará
retroceder nunca más.
—Avery, —dice mi nombre una silaba a la vez mientras se inclina más
cerca.
Me va a besar. ¿Porque va a besarme? Lo odio. Y a todos los hombres.
Y los tatuajes. Y a los veganos con pies extrañamente suaves.
Mi corazón se detiene y el aire en mis pulmones se congela mientras
su mejilla pasa rosando la mía. Por supuesto mis estúpidos pezones
sobresalen porque no lo saben mejor. 99
Dios…él huele bien. No solo su ropa.
Mis labios se abren y mis ojos se ponen pesados mientras sus labios
se posan cerca de mi oído y su mano se desliza por mi brazo. Cada
centímetro de su torso desnudo irradia calor, y me está encendiendo.
—Dame mi ropa interior —susurra.
Le toma a mi cerebro hecho papilla varios segundos para darse cuenta
de que no va a besarme o seducirme. Tampoco es que quiera que lo haga.
No lo hago.
Mis pezones solo están siendo rebeldes. Tendré que hablar con ellos
más tarde.
Después de una pausa, echo mi brazo hacia atrás mientras él trata de
tomar su camisa de mí. —Es una camisa, gran idiota, no tu…
Las letras J-O-C en una gruesa banda elástica sale a la vista mientras
las cuelgo entre nosotros.
Mi nariz se arruga. Lo dejo caer como si estuviera en llamas.
Jake, por supuesto, sonríe. —Las sucias están en el bolsillo de al lado
si ese olor te funciona.
Muero. No es una muerte pacifica, más como una lenta, tortuosa
muerte donde el asesino insiste en avergonzar a su víctima antes de encajar
la punta de la navaja en la carótida de la víctima.
—Nada sobre ti, funciona para mí.
Sus cejas se deslizan hacia arriba de su frente y su mirada cae a
inspeccionar mi pecho. —¿Estás segura de eso?
Hijo de perra.
—Tengo frio.
—Tienes sudor alrededor de tu ceja.
—Es un sudor frio.
—Esta como a 26 grados aquí.
—Tengo una tiroides lenta.
Su sonrisa crece una fracción mientras su mirada se posa en mi boca
de nuevo por un breve segundo.
—Deberías espolvorear algas marinas en tu comida.
—Donde está la llave de la camioneta.
—¿A que huele mi ropa interior?
Le entrecierro los ojos, desesperada por una buena respuesta.
Necesito una. Él ha estado un paso delante de mí todo el viaje. Necesito 100
tomar la delantera, solo por una vez.
¿Pedos veganos? No. Eso no me dará la delantera.
¿Colonia de trasero? No. eso es tonto
¿Leche de polla? Tal vez.
¿Pútrido vello púbico? No. No estoy segura si tiene. Tal vez se ha
rasurado en esa región. Dirijo mi mirada justo debajo de su abdomen. Pero
está muy oscuro para decirlo con seguridad, pero ciertamente hay un
tentador camino feliz, seguramente esa cosa no termina en una
convergencia de piel estéril, dos colgantes bolsas bajas y un apéndice que
se balancea.
Mordiendo mis labios en contemplación, lo miro de regreso.
—Deja de mirar mis tetas.
—Deja de mirar mi paquete
—Oh, ¡por dios! —Me pongo de pie, encontrando el centro de la tienda
donde puedo estar de pie completamente—. Eres tan engreído. No estaba
mirando tu paquete, solo veía si tenías…
Él se recuesta, levantando su cabeza sobre su brazo doblado. Le hace
cosas agradables a su abdomen.
Avery…apestas.
—¿Si tenía qué? ¿Paquete?
—Pelo. —Ahí, solo tenía que decirlo.
El pasa su otra mano a través de su grueso cabello. Mis pezones están
jodidos.
—Solía tener la cabeza afeitada, pero he tenido cabello por muchos
años.
Mis dientes se aprietan de lado a lado. Una oportunidad. Solo necesito
una oportunidad de tomar la ventaja, pero él la roba cada vez.
»Pero… ese no es el pelo del que hablas. Supongo.
—La llave, Jake.
Él sonríe, rascando justo debajo del ombligo al comienzo del camino
feliz. —Va todo el camino.
—La llave, ahora.
—El sol aun no sale. No voy a dejarte encender mi camioneta. Hay
otros acampando cerca. No necesitas hacer ruido y llenar los alrededores
con aire de escape. Acuéstate con tu perro y podrás cargarlo en algunas
horas. 101
Veo de regreso a Swarley, ahora durmiendo en mi lugar. —Necesito
hacer pipí. Volveré más tarde. —Meto mis pies en mis sandalias—. O no, si
puedo encontrar un alma amable que me lleve al aeropuerto más cercano.
Mi hermana te pagará mucho dinero por regresar a Swarley a Los Ángeles.
Jake se sienta, tirando de una camiseta y tomando una linterna. —
Tu hermana puede quedarse con su dinero. Si encuentras esa alma amable,
estoy seguro de que encontrarás una manera de que el perro de tu hermana
llegue a ella.
—¿A dónde vas? —pregunto mientras se para cerca de mí. Demasiado
cerca.
—Te llevo al baño arriba de la colina.
—Se cómo llegar ahí.
Él se mueve más allá de mí y baja el cierre de la solapa de la tienda.
—Estoy seguro de que lo sabes.
—Entonces ¿por qué me llevas? —Lo sigo fuera de la tienda y persigo
sus grandes zancadas.
—Porque podría haber algunos extraños en esta área de acampar que
no son almas amables.
Me tropiezo con una roca y me recompongo antes de aterrizar en mi
cara. —Tomé clases de defensa propia. Tengo habilidades.
Jake se detiene, dejándome pasar enfrente de él, pavoneándome con
toda mi confianza.
—¡Ahh! —Mi grito se amortigua en su enorme mano cuando cubre mi
boca con ella y restringe mis brazos a mis lados con su otro brazo
serpenteando alrededor de mi cuerpo. Me balanceo y grito, pero no llego a
ningún lado, mis gritos son reducidos a nada más que un zumbido suave.
—Muéstrame tus habilidades, Avery —susurra en mi oído.
Todos mis intentos de liberarme, pegarle con la cabeza, darle un
codazo en las costillas, básicamente cualquier cosa, son frustrados por su
sólido cuerpo que me encierra como una tumba de concreto.
—¿Qué pasaría si un alma amable te sostiene así? ¿Qué harías?
Déjame decirte…
Lágrimas inesperadas llenan mis ojos.
—Te cagarías en tus elegantes pantalones, arruinarías tus uñas
tratando sin éxito de arañar al Sr. Alma buena, luego terminarías atada a
algo frio muestras él te haría sentir absolutamente de todo menos sexy.
Añorarías los días en el que el imbécil te compraba cosas caras para después
usarte para un buen polvo.
Antes de que salga una sola lagrima, él me libera, toma mi mano, y 102
me hala arriba de la montaña hacia el baño.
—La falsa confianza es dañina para tu salud, tu autoestima, y toda tu
alma. Necesitas ser algo más que una enorme compilación de etiquetas
caras. —Suelta mi mano hacia la puerta del hoyo de mierda con cuatro
paredes y sin lavabo.
Me trago el dolor y el miedo y empujo la puerta. Con mi espalda a él.
Me encojo de hombros. —Fue una clase gratis. Dos horas. Tenía un
enamoramiento con el instructor. Él me dijo que tenía un talento natural
para la defensa propia. Dijo que tenía buenos movimientos.
Jake gruñe una risa. —Estoy seguro de que lo dijo. Los hombres les
dicen a las mujeres lo que sea para meterse en sus pantalones.
Cuando la picadura de la verdad comienza a doler, me meto en el
asqueroso cubículo, odiando que las paredes no lleguen al suelo o bloqueen
el sonido de mí orinando.
—No puedo ver nada.
Él apunta la linterna por la abertura al final de la pared.
—Gracias. —Casi me ahogo con mis palabras, pero caminó conmigo
arriba de la montaña y ahora está sosteniendo una linterna para mí.
—¿Qué dices? —Me mantengo en cuclillas para evitar tocar cualquier
cosa mientras orino.
—De nada.
Ruedo mis ojos.
—No estoy hablando de la linterna. ¿Qué es lo que le dices a las
mujeres para meterte en sus pantalones?
De nuevo, no hoy papel higiénico. ¿Cómo se me olvidó tomar
servilletas? Me sacudo y me subo la ropa interior y pantalones cortos rosas
de seda. Abro la puerta, sintiéndome todos los tipos de desagradable.
Sin papel higiénico.
Sin lavabo.
¿Quién vive así? ¿No hay leyes que requieran un lavabo con un baño?
Tal vez uno que si se pueda descargar.
Baños descargables… la mejor invención del mundo.
Jake se levanta de su posición de cuclillas donde sostenía la linterna
para mí.
—¿Qué?
Niega.
—No niegues. Y ¿por qué estás mirándome así? ¿Es mi cabello? —Lo 103
aliso con las palmas de las manos sobre mis frágiles bucles. Necesito a mi
estilista como un paciente con un ataque al corazón necesita un cirujano de
corazón.
¡Estilista INMEDIATAMENTE!
—¿Qué sucede con tu cabello? —Inspecciona mi cabeza con la luz, así
como yo había hecho con sus pies perfectos, solo que no creo que la mueca
de su cara tenga que ver con mi cabello estando perfecto.
—¿Por qué estas metiéndote con él todo el tiempo? ¿Rascando tu
cuero cabelludo todo el maldito tiempo? ¿Si no son piojos, es psoriasis?
¿Candidiasis?
—Jesus. —Alejo la linterna—. Te dije que no mencionaras mi cabello.
No hables sobre él, no lo mires y lo que sea que hagas, no lo toques.
Regresa la luz a mi cabeza.
—¡Detente! —Trato de empujarlo de nuevo.
—Justo es justo. Tú estuviste inspeccionando mis pies un buen rato.
No necesito un espejo para saber que toda la sangre se ha drenado de
mi rostro. ¿Cómo diablos lo sabe?
—¿Qué? —susurro.
Acercándose un paso, apunta la linterna entre nosotros, de manera
que sus pies en sandalias quedan iluminados. —Cuando estabas buscando
las llaves, te detuviste a mirar mis pies, y…—Sonríe—. El resto de mí.
Mi mandíbula se abre en toda su extensión.
—Eres tan arrogante. No estaba mirando ninguna parte de ti,
especialmente tus feos y apestosos pies. —Cruzo los brazos sobre mi
pecho—. Pero, si hubiera estado mirando a tus pies infectados de hongos,
¿cómo lo sabrías si estabas dormido?
—Es difícil dormir cuando alguien sigue diciéndome que despierte.
Un jadeo se atasca en mi garganta. —¡Tú, bastardo!! Si estabas
despierto, ¿por qué no me respondías?
Odio su sonrisa.
Estúpida, estúpida sonrisa. No me importa que tan blanca sea, es una
sonrisa terrible. Odio el modo en que sus ojos sonríen. Sí, ojos sonrientes.
Apuesto que es un síntoma temprano de algo como… hongos en los pies o
disfunción eréctil.
—Mientras hablamos, hay mosquitos zumbando a nuestro alrededor,
pero no los reconozco. Me percato de su pequeño y molesto zumbido, pero
no voy a dejar que arruinen mi viaje, o me eviten dormir.
—Oh…por…dios… ¿Estás comparándome con un insecto
chupasangre? 104
—Si el sobrevaluado zapato te queda… —Me sonríe como…
¡Rayos!
No sé realmente qué me recuerda su sonrisa. Es burlona, coqueta,
tortuosa e increíblemente desesperante, porque sólo sonríe así cuando se
burla de mí.
—No respondiste mi pregunta. —Planto mis manos en mis caderas.
Apunta la linterna a mi cara. —¿Qué pregunta fue esa?
Me encojo, alejándome de él y del olor del hoyo de mierda detrás de
nosotros. ¿Qué le dices a una mujer para meterte en sus pantalones?
Sus labios se tuercen. —Les pregunto si quieren oler mi ropa interior.
Antes de que mi boca caiga en otro jadeo ofendido, aprieto mis dientes
y formulo… algo
¿Qué? No estoy segura. Tengo habilidades. Solo necesito usarlas para
mi beneficio. Tristemente, mis habilidades con tipos involucran coquetear…
y otros intercambios cuerpo a cuerpo.
Forzando a mi mandíbula a relajarse, pongo mi mejor sonrisa: la que
me deja obtener toda clase de cosas de hombres que han posado un mayor
desafío que el Sr. Ensalada Kale.
—A puesto que lo hacen. —Muerdo mi labio inferior, cerrando la
distancia entre nosotros. Recorro con mi uña su definido pecho, trazando
algo de su tinta antes de jugar con la banda de su ropa interior arriba de
sus pantalones cortos. Sus abdominales son incluso más duros—. Apuesto
a que quieren oler cada centímetro de ti.
—Avery —me advierte con voz rasposa.
Deslizo la punta de mi dedo justo debajo de la banda elástica, dándole
un provocado jalón mientras cambio mi mirada a sus ojos.
Mierda… trago la saliva que se acumula en mi boca. Estoy cayéndome
a pedazos en medio de mi oportunidad de tomar la delantera. Me estoy
convirtiendo en él. Su polla está despertando, pero maldición si no estoy
sintiendo mi propia excitación latiendo entre mis piernas.
Me mojé apenas con que dijera mi nombre con esa voz inestable. El
timbre en su voz es casi demasiado para tomar.
Casi… pero la necesidad de venganza triunfa.
Agarro con ambas manos sus pantalones cortos, sujetando sus
calzoncillos también.
—Ave… —Sacude su cabeza lentamente, pero cuando traga duro, sé 105
que lo tengo.
Jake es muchas cosas, pero sigue siendo un chico que deja que el
mundo a su alrededor se acabe, si eso significa que una mujer se pondrá de
rodillas y lo tomará en su boca.
—¿Sabes qué he estado deseando, Jake? —lleno cada palabra con
tanta seducción como puedo, lo que no es difícil porque… estoy tan
jodidamente excitada.
Sus labios se abren y sé que ni siquiera puede hablar. Si…tengo esto.
Le doy una caliente y astuta sonrisa. —Venganza. —Tirando tan fuerte
como puedo, bajo sus pantalones, le quito la linterna y corro como una presa
siendo asechada hacia la tienda.
—Oh por dios. Oh mierda. Oh, oh, ¡oh! —Pánico inflama mis venas
mientras navego por el terreno desigual pensando en lo que acabo de hacer,
pero más que eso…en lo que vi.
¡Santo Batman! Vi la chatarra de Jake y no es para nada chatarra. Es
casi perfecto y grande como sus pies. Cuando se soltó casi me saca un ojo.
Patinando dentro de la tienda, completamente sin aliento, cierro la
cremallera y golpeo el aire cien veces en señal de celebración antes de
empujar a Swarley de mi saco de dormir y deslizarme hasta que solo se ven
mis ojos en la parte superior.
¡Lo hice! Soy la reina, no una princesa. Reina Avery de No te Metas
Conmigo.
Mis pulmones contienen mi respiración como rehén mientras las
ramitas se quiebran bajo los pasos aproximándose. Ni siquiera el grueso
saco de dormir oculta el visible temblor de mi cuerpo. No soy nada más que
un manojo de adrenalina y hormonas.
Cachonda.
Estoy tan excitada que podría montar un objeto inanimado como hace
Swarley.
La luz parpadea y Jake abre el cierre de la solapa y levanta la linterna
que accidentalmente deje caer mientras me apresuraba aquí adentro.
—¿Cuantos años tienes? —Me clava en el suelo con una sola mirada.
No parpadeo, pero lo que él no puede ver es mi sonrisa, y es muy
grande como su estúpida y ridícula sonrisa de “burlándome-de-Avery”.
—¿Cinco? ¿Tienes cinco años, Avery? —Se quita la camiseta.
Me permito un parpadeo para evitar que mis ojos se sequen. Bajarle
los pantalones a alguien no es realmente una broma de alguien de cinco
años. Es más, como una broma de alguien de trece, pero no lo corrijo porque
nunca le había bajado los pantalones a alguien en venganza. Si lo hubiera 106
hecho antes, hubiera sabido mantener mi cara a una distancia segura del
elástico apéndice.
Después de que me rehuso a darle más de un parpadeo, él se desliza
en su saco de dormir y apaga la linterna.
—¿Avery?
Contemplo darle cualquier tipo de respuesta, pero después de unos
segundos, tarareo una respuesta interrogativa.
—Ahhh —Suspiro y luego grito cuando él agarra mi bolsa de dormir y
la hala completa, conmigo atrapada en ella, hacia su cuerpo quedando nariz
con nariz y la cabeza de su todavía erecta polla empuja en el vértice de mis
piernas. Juro que las pollas son dispositivos naturales para localizar
coños—. Soy claustrofóbica —digo en un susurro de pánico. Mis brazos
están atrapados. No me puedo mover.
Aun así, estoy desesperada por abrir mis piernas un par de
centímetros, por descaradas razones.
La nariz de Jake rosa la mía mientras su aliento a menta invade mi
espacio personal, o tal vez su espacio personal. Las cosas están un poco
raras al momento. No estoy segura el espacio de quien estamos ocupando.
—Cuando menos te lo esperes, voy a bajar tus pantalones y olfatear
tu ropa interior… probablemente en público. Has sido advertida.
¿Entendido?
Oh por dios…
Con la misma facilidad y a la misma velocidad del rayo con la que me
haló de mi lugar, me regresa al suelo al lado de Swarley.
107
Día Cuatro.
Bosque Nacional de Ozark
Jake se compra una camiseta nueva.
Solía ser una persona sociable, pero tú me lo arruinaste.
Día Cinco
Bosque Nacional de Ozark con agua dura, cabello deteriorado y siete
de cada diez uñas astilladas, quebradas y dignas de vergüenza. 108
Jake se compra una camiseta nueva.
Rasca y Huele.
Imbécil.
Día Seis.
Parque Nacional Ozark. Señal de celular de mierda. No salimos del
campamento. Contemplo cortar su garganta o mis muñecas.
Día Siete.
¡Todavía en el maldito Ozark! Nunca había estado tan desaliñada,
desde mi cabeza de bruja hasta mis callosos dedos de los pies. Vamos por
comida, gracias a Dios. Tuve que hacer otra sesión de ayuno porque se me
acabaron los bocadillos de Addy. Para ser justos, Jake me ofreció algo de su
comida, pero con la amenaza inminente de perder los pantalones en público,
no podía arriesgarme a acercarme a él o a su comida.
Jake nos lleva a través de las montañas hasta una pequeña tienda de
comestibles.
—Ve por tus cosas y nos vemos en la caja. Bajaré las ventanillas, pero
tengo la sensación de que Swarley podría entrar en un frenesí de ladridos
pase lo que pase.
—Tal vez. —Encojo mis hombros, pasando una mano por mi cabello.
—Malditos piojos. —Jake pone los ojos en blanco.
—No son piojos, imbécil. Ya te lo he dicho. —Lo persigo dentro de la
tienda. Agarra una cesta y se dirige hacia los productos. Yo tomo otra y me
dirijo hacia las punteras con artículos en oferta.
Con quince dólares en bocadillos en la cesta, me dirijo a la caja.
»Maldita sea —susurro cuando me encuentro con un puesto de
camisetas con frases divertidas. Pero no sólo frases divertidas, sino LA
camiseta perfecta para mi compañero de viaje.
La vida es corta y tu polla también.
Pero... son diez dólares. ¿Comida? ¿O venganza?
Es una obviedad. Cambio mi primera opción de comida por cinco
bolsas de noventa y nueve céntimos de Pasta O's con salsa de tomate. El
impuesto de la camisa me deja con menos de cinco dólares a mi nombre.
Puede que tenga que empeñar algo para volver a Los Ángeles sin morirme
de hambre.
¿Tal vez Swarley?
109
Me río para mis adentros.
Jake frunce el ceño ante mi pequeña bolsa cuando carga sus caros
productos en la cinta transportadora. Sonrío. Sí, es una mierda de comida,
pero merece la pena.
—¿Compraste aceite de árbol de té para los piojos? —Mira mi cabello
después de pagar la compra.
—No. —Saco mi camisa nueva y le tiendo la bolsa para que la reciba.
Por supuesto, no puede agarrarla. Tiene que fruncir el ceño como si
tocarla fuera la cosa más incómoda que ha tenido que hacer en su vida.
Cuando la agarra, salgo por la puerta y me pongo la camisa nueva. Me doy
la vuelta para mirarlo y retrocedo mientras él avanza, inspeccionando mi
camisa.
Después de leerla, su mirada se cruza con la mía. Intento mantener
mi petulancia al mínimo, como diciendo: Sí, es una camiseta increíble porque
yo soy así de increíble, no pasa nada. Por desgracia, soy pésima en sutilezas.
¿Jake? Es un maestro en enmascarar sus emociones, lo opuesto a un
libro abierto. Un libro cerrado, sin cubierta y sin propaganda.
—Noté que esos pantalones cortos tuyos son un poco flojos alrededor
de la cintura.
Retrocedo unos pasos para evitar que me pisotee y miro mis
pantalones cortos. Están un poco sueltos, pero no me sorprende, dado mi
reciente ayuno.
—Sí, ¿y? —Levanto la mirada.
Me clava una mirada dura y expectante.
Mierda.
—¿Cuándo fue la última vez que besaste a alguien, Avery?
—Jake. —Sacudo la cabeza.
La comisura su boca se curva un poco mientras acelera el paso.
—No. —Extiendo mi dedo.
—Sí. —Lo sujeta.
—¡Jake, no! —Me doy la vuelta y corro.
¿Dónde? Pues justo ahí. No tengo a dónde ir, excepto en círculos
alrededor del estacionamiento. Pero no me va a bajar los pantalones cortos
en el estacionamiento de una tienda de comestibles.
Sus pasos me ganan.
—¡Socorro! 110
—Shh... —se ríe justo detrás de mí.
—¡Para! ¡No! ¡Me voy a caer con estos tacones!
—Shh... —La mano de Jake engancha la parte trasera de mis
pantalones cortos.
Mis dedos aprietan la cintura de ellos mientras él tira de mí hasta
detenerme y me arrastra de vuelta a la camioneta, encajándolos en mi culo
en el proceso.
—Jake...
—Shh... deja de chillar como un maldito cerdo. No voy a bajarte los
pantalones... todavía.
Envuelvo mis dos manos alrededor de su muñeca, tirando de su firme
agarre en la parte posterior de mis pantalones. Abre la puerta de la
camioneta y mete las bolsas junto a Swarley. Después de cerrar la puerta,
me suelta. Salto al asiento y me abrocho el cinturón, esperando que me
ayude a mantener los pantalones puestos.
Apoya la mano en la parte superior de la puerta y me inspecciona con
esa mirada indiscernible durante unos instantes, mientras empiezo a
revolver mi cabello y luego decido dejar las manos quietas sobre el regazo
para evitar que haga algún comentario estúpido sobre los piojos.
»No puedo decir que haya perseguido a nadie por un estacionamiento
antes. —Se muerde los labios.
Que se joda. No voy a imitar esa estúpida sonrisa que tiene en su cara
moderadamente guapa. Somos adultos. Jugar a perseguirse es algo que
hacen los niños de diez años. Me ha vuelto a reducir a un adolescente.
—Cierra la puerta, idiota. —Agarro el picaporte, pero él mantiene la
puerta firmemente sujeta. No se va a cerrar hasta que él esté listo.
Resoplo y cruzo los brazos sobre el pecho. Miro hacia delante e ignoro
el agujero que me está haciendo en la cabeza. Sabe que he visto su enorme
polla. No voy a reconocerlo.
Nunca. Jamás.
La puerta se cierra. Se sube, baja las ventanillas y sale a toda
velocidad del estacionamiento, frunciendo el ceño en dirección a mis zapatos
de tacón.
—Eran para el supermercado.
—Seguro que la señora de ochenta años de la caja estaba muy
impresionada contigo.
—Cállate. A veces me visto para mí misma, ¿sabes? ¿Hay algo malo
en querer sentirme bien conmigo misma? Dios sabe que el resto de mí 111
necesita urgentemente un poco de mantenimiento.
Arquea una ceja.
Ignoro su mirada condescendiente e intento subir la ventanilla
mientras aceleramos, pero él la ha bloqueado desde su lado.
—Sube mi ventanilla. —Recojo mi cabello y lo sujeto, pero el viento
sigue tirando de él—. Jake, sube mi ventanilla. No puedo tener mi cabello
volando por todas partes.
—¿Qué? —Se lleva la mano a la oreja.
—¡Mi cabello!
—Sigo sin oírte. —Encoge sus hombros—. Cuéntamelo cuando
volvamos al campamento.
Le frunzo el ceño mientras Swarley asoma la nariz entre el asiento y
la puerta para disfrutar también del viento. Traidor.
—Mi padre solía traernos a Sydney y a mí aquí los fines de semana
largos después de que muriera nuestra madre. Alquilábamos una cabaña
que venía con un bote de pesca.
Jake me lanza una mirada, lo que significa que puede oírme. Después
de unos segundos, sube las ventanillas. Sonrío para mis adentros.
Lero, lero. Te gané.
»Hay al menos cuatro especies de serpientes venenosas en los Ozarks.
Son más activas a media mañana y a última hora de la tarde. Tal vez debas
tomar tus caminatas en esos momentos, mientras Swarley y yo nos
quedamos en la camioneta. Por favor, deja las llaves, en caso de que no
regreses. ¿Tienes familia con la que pueda contactar cuando mueras?
Jake responde con una mueca torcida. Le devuelvo una sonrisa
dentada.
Mi mirada se desvía hacia el camino de grava que lleva a nuestro
campamento. Inspecciono mis uñas. Son un desastre. Yo soy un desastre.
Esta tortura tiene que acabar.
Jake 112
117
Avery
Jake
141
Jake
¡Está encima de mí! Una pierna sobre las dos mías. Su cabeza usa mi
pecho como almohada y me babea encima. ¿Pero su mano derecha? Está
sobre mi bulto, y.… sí, mi bulto está bastante duro por eso. Sin embargo,
esa no es la parte más perturbadora. Hay mechones de cabello rubio en mi
pecho y cuello, y no están pegados a su cabeza.
—¿Ave?
Ella se reajusta, lo que implica su mano derecha apretando alrededor
de mí sobre mis calzoncillos como un manillar de bicicleta. En este punto,
estaría bien con ella montándome, o incluso una buena paja. Pero temo que
se despierte y me eche la culpa.
—¿Avery?
—¿Hmm? —Su zumbido no me convence de que realmente esté
despierta—. ¡Oh, Dios mío! —Salta de la cama, haciendo que Swarley salte
de su cama, gimoteando.
Bien. Ahora está despierta.
Entorno los labios entre los dientes y enarco las cejas. Avery se queda
mirando mi erección y se frota los dedos. No me corrí en su mano, pero iba
en esa dirección. Cuando su mirada se desliza por mi cuerpo, el horror que
acaba de provocarle mi polla queda empequeñecido por la fea máscara de
destrucción total del Armagedón que se dibuja en su rostro.
Sí, Avery... se te está cayendo el cabello. ¿Por qué? No lo sé.
—Dios mío... —Sus manos se acercan a su cabeza como si temiera
tocar un solo mechón.
Algo me dice que Dios no la está escuchando. Quizá la línea esté
ocupada. Imagino que tiene asuntos más urgentes como niños hambrientos,
genocidio y calentamiento global. El cabello de Avery realmente no es nada
cuando se mira el panorama general. No creo que ella esté viendo el
panorama más amplio en este momento.
Agarrando los mechones de mi pecho, como agarrando frenéticamente
el dinero disperso en una acera, Avery lo abraza y corre al baño.
—Avery...
La puerta se cierra de golpe seguida de más súplicas a Dios y 142
murmullos indescifrables, posiblemente incluso algún sollozo. No estoy
segura de cuál es mi fe en este momento. Mi juventud fue bastante mierda,
así que ya no estoy demasiado cerca de Dios. Sin embargo, tengo la
impresión de que Avery y Dios llevan un tiempo enemistados.
—¿Por qué? —grita—. Lo siento.
Me siento en la cama y sonrío. Se está disculpando. Su lista de
travesuras debe ser larga. Me bebo la botella de agua que ha dejado junto a
la cama y me atraganto con la última onza mientras ella sigue
arrepintiéndose.
—No debí envenenarlo.
¿Pero qué coño...?
Tiro la botella vacía a un lado, doy tres largas zancadas hasta el baño
y golpeo la puerta con el hombro mientras intento abrirla.
—¡Abre la puerta! ¿Qué dijiste? ¿Veneno? ¿Me ENVENENASTE?
Avery solloza más.
—¡Abre la puta puerta antes de que la eche abajo!
—No me mates. Por favor... lo siento... mi cabello... es... mi vida... es...
¿por qué Dios me odia?
—No voy a... —No puedo terminar ese pensamiento. ¿Verdad? La
puerta se va a abrir de una forma u otra, y cuando lo haga, voy a matarla—
. Te odia porque eres una zorra vanidosa y egocéntrica... ¡y cometiste un
maldito intento de asesinato!
—¡No quería que murieras! —Su dolor pasa de la desesperación total
a la ira—. Solo quería que dejaras de ser tan malo conmigo.
—Bueno, matándome lo conseguirías, ¿no?
Avery abre la puerta de un tirón, con los ojos enrojecidos e hinchados,
las mejillas ahogadas en lágrimas, pero el fuego brotando de sus fosas
nasales.
—¡Si te quisiera muerto, estarías muerto! —Me empuja el pecho.
La agarro de la muñeca y le giro el brazo por la espalda, acercándonos
pecho con pecho.
—¿Qué me diste?
—Nada... ¡PARA!
Le doy un apretón en el cabello, posiblemente arrancándole más.
—Suéltame el cabello. Suéltame el cabello. Por Favor. Por Favor.
Anticipo que un policía llamará a la puerta de nuestra habitación de 143
hotel antes de que pase mucho tiempo.
—Nada no me haría vomitar y cagar hasta que todo dentro de mí se
sintiera en carne viva.
—Hongo. La mitad de uno —susurra como si fuera su último aliento
mientras su mano libre tira de la mía enredada en su cabellera.
—¿Recogiste un hongo al azar y lo pusiste en mi batido?
Apenas se le nota, pero asiente.
—No tienes límites morales.
Parpadea y suelta otra lágrima. Quiero atarla y dejar que se
desmorone por completo, drenando toda la maldad y vanidad de su alma
materialista. En lugar de eso, la suelto. Ella se deja caer por la puerta hasta
el suelo, llevándose las manos a la cabeza mientras más sollozos llenan el
aire.
—Contrólate. Nos vamos.
Recojo mis cosas y las suyas mientras ella se sienta en el suelo del
baño, en el mismo sitio al pie de la puerta. No se ha movido, pero su llanto
cesó hace cinco minutos. Cualquiera diría que alguien ha muerto y se ha
perdido toda esperanza. Mi lealtad a Deedy comienza a disminuir cuando
me doy cuenta de que voy a tener que sacar nuestras cosas a la camioneta,
junto con su perro, y luego llevar su patético culo también.
Pero... lo hago.
Menos mal que no me he muerto. ¿Quién demonios iba a cuidar de
ella?
Una respiración agitada sacude su cuerpo mientras la levanto y la
dejo en la cama.
—No voy a ponerte pantalones cortos en tu cuerpo flácido, así que
encontré este vestido en tu bolso. —Levanto el vestido negro.
Ella lo mira sin comprender. Le quito el camisón y sus manos cubren
sus pechos.
¿De verdad?
Sé cómo es y a qué sabe su parte más íntima, ¿y ahora muestra algo
de pudor? Ojalá fuera un poco más pudorosa con sus emociones. Se encoge
cuando el vestido se engancha en su cabello o nido o como quiera que
llamemos a esa situación en su cabeza.
—¿Te llevo a cuestas o puede andar la princesa rota?
Se levanta, mirándose los pies, moviendo los dedos en sus sandalias.
No me tomé la molestia de buscar unas chanclas a juego. Si eso importa,
entonces será mejor que salga de esto.
144
—Esto termina hoy. —La agarro de la mano y tiro de ella hacia la
camioneta.
Cuarenta y cinco minutos después, con la camioneta repostada,
entramos en un centro comercial. Avery no ha dicho ni una palabra. Debería
ponerme nervioso, pero sus mocos constantes son peores que sus quejas.
—Anímate, florecilla. —La saco de la camioneta.
Se queda mirándose los pies, con los hombros encogidos.
—Vas a parecer de un millón de dólares o, según el cartel del
escaparate, catorce dólares y noventa y nueve centavos, cuando nos
vayamos.
Levanta la cabeza y la llevo de la mano al edificio.
—No. —Intenta apartarse.
—Sí. —La agarro con más fuerza.
—¿Qué puedo hacer por ti? —pregunta la chica de cabello púrpura.
—Se le está cayendo el cabello. Necesito que hagas que se detenga.
—¡No! —Avery vuelve a pelear.
Yo sigo sin soltarle la mano.
—No voy a hacer esto. —Mira a su alrededor, usando todo su peso
para intentar zafarse de mi agarre—. ¿Qué es este lugar? —Mueve la cabeza
continuamente.
—Savvy Savings Salon. —Cabello Morado sonríe.
—No. ¡Diablos, no! No puedo dejar que me toques el cabello.
Aprieto los dientes detrás de mí sonrisa, poniéndome en la cara de mi
jodida princesita molesta.
—Este es el trato. Te cortas el cabello aquí y ahora, y te llevo hasta
California. Si tienes otra ridícula crisis, te dejo aquí. Sin transporte. Sin
dinero. Sin teléfono. ¿Qué va a ser?
Otro sollozo se le escapa a Avery. Estoy tan insensible a estas alturas.
La peli púrpura saca el labio inferior.
—Oh, no.… está bien. Te arreglaré. Te lo prometo.
Arrastro a Avery hacia la silla. Ella arrastra los pies como en el
corredor de la muerte, se acomoda en la silla mientras suelta otro sollozo y
me quita la mano de encima mientras Cabello Morado la rodea con una
capa.
—Parece que alguien no cuidó sus extensiones de cabello. —Cabello
Morado vuelve a sacar el labio inferior, poniéndole ojos de cachorrito a
Avery.
145
—Es culpa suya. —Avery frunce el ceño—. Hemos estado acampando.
—No pasa nada. Voy a arreglarte ahora mismo.
—Genial. Hazlo tú. Yo tengo un perro que alimentar y pasear. —El
timbre en lo alto de la puerta tintinea cuando salgo a empujones de la nube
de estrógeno y puro odio machista.
Una hora después, la puerta vuelve a sonar. Miro a mi alrededor en
busca de Avery. No está.
—Está en el baño... con mi quitaesmalte. —Cabello Morado hace una
mueca—. Lleva ahí un rato. Tuve que cortarle bastante. Le dije que el cabello
corto está de moda. Creo que está muy linda.
Avery se ha vuelto a encerrar en el baño. Genial.
Dejo cuarenta dólares en el mostrador.
—Te traeré el cambio.
Sacudo la cabeza y me dirijo al baño de mujeres.
—Quédatelo. Seguro que a estas alturas te lo mereces.
—¿Avery? —Toco a la puerta.
—Todo... la mayoría...—Su voz suena tensa—. ... listo. —La puerta se
abre.
No más lágrimas.
No más respiración de fuego.
Solo Avery con capas de cabello hasta la barbilla. Sin maquillaje. Sin
esmalte en las uñas de las manos o de los pies.
Solo. Avery.
Ella mira fijamente mi pecho, pero no llevo una camiseta especial.
¿Qué está mirando?
—Mucho mejor. —sonrío, pero ella no me mira—. Vamos.
Me sigue, todavía arrastrando por el suelo sus pies calzados con sus
chanclas desparejadas. Le abro la puerta.
No me mira.
Entro.
No me mira.
No siento que esté enfadada conmigo como cuando la dejé para que
se cortara el cabello. Esta Avery está... triste.
¿Insegura?
No lo sé. 146
Se aparta de mí, con un pie cubriendo el otro, los dedos doblados y
las manos cerradas entre las piernas.
—La comida. Yo invito. Donde tú quieras.
—No tengo hambre —murmura Avery apenas por encima de un
susurro.
Toma su bolso y rebusca en él. Después de unos segundos, cierra los
ojos y se desinfla.
Su teléfono.
Creo que acaba de recordar que no tiene. Su mano se desliza a lo largo
de su cabello, deteniéndose al final junto a su barbilla. Traga saliva, vuelve
a centrar la atención en la ventanilla y desliza las manos entre las piernas,
como si las escondiera.
Subo el volumen de la radio, buscando una emisora que pueda
gustarle, y luego simplemente conduzco.
Bienvenido a Texas
Conduce amigablemente, A la manera de Texas.
Paramos en un camping a unos veinticinco kilómetros de Amarillo.
Avery no suspira. Suele suspirar cuando entramos en un camping.
—Ven, Swarley —dice bajándose de la camioneta.
No reconozco su voz. Es tímida y carece de cualquier tipo de confianza,
descaro o esa característica nariz de princesa. De nuevo, debería estar
saltando de alegría porque no está siendo tan molesta, porque no está
intentando envenenarme otra vez.
Pero... no.
Después de montar la tienda y encender el fuego, preparo la cena para
los dos, una lata de chili vegetariano.
—Compartiré mi cena esta noche.
Aun así... no me mira. Su atención permanece en el fuego. Su postura
en la silla de camping imita la que tenía en la camioneta: todo su cuerpo
doblado sobre sí mismo. Dejo el cuenco de chili a su lado y me siento frente 147
a ella, comiendo e intentando comprenderla. Pero más que eso... intento
averiguar por qué siento la necesidad de entenderla.
Sé por qué me vuelve loco.
Sé por qué quiero verla derribada.
Sé por qué mi polla me traiciona cuando estoy con ella.
Pero... al diablo sí sé por qué siento esta necesidad de cuidarla.
Cuando el fuego se reduce a pequeñas brasas incandescentes, silbo
para que Swarley entre en la tienda. Avery no se mueve. Dejo el cubo de
agua junto a su silla en lugar de apagar el resto del fuego. No se resiste
cuando la levanto de la silla y siento el trasero con ella acunada en mi
regazo, con la mejilla apoyada en mi pecho.
Aprieto una mano contra su cabeza y beso su suave cabello.
—Mis canciones favoritas son acústicas. Solo un piano o una guitarra
y una voz. A veces ni siquiera me doy cuenta de lo mucho que me gusta una
canción hasta que la escucho en versión acústica. Las palabras significan
más. Las emociones se magnifican. Es como las estrellas... Durante el día
no las vemos, pero por la noche, cuando el mundo que nos rodea se siente
despojado y desnudo, brillan tanto.
Apoyo la mejilla en su cabeza.
—No estoy seguro de haber visto algo tan hermoso como tú en este
momento.
Y tan despacio... me mira.
148
Avery
Dejo a mi mano tocar su cara, dejo las puntas de mis dedos pasar a
lo largo de su mandíbula. Jake no se mueve. Cuando un hombre dice algo
así, es difícil no querer darle todo. Lagrimas llenan mis ojos, porque quiero
darle algo que nunca le he dado a ningún hombre.
La verdad. 149
—Mi mamá murió cuando tenía ocho. Luzco justo como ella. —Una
sonrisa agridulce jala mis labios mientras mis manos se deslizan para
descansar en el pecho de Jake. Descanso mi cabeza junto a mi mano y miro
fijamente las brasas anaranjadas y rojas—. Ella era demasiado bonita para
ser la esposa de un predicador. Hermosas curvas escondidas detrás de ropa
conservadora. Mi papá solía decirme que la belleza física solo debía darse a
tu esposo en tu noche de bodas. Un hombre debía enamorarse de tu
corazón.
»Pero a veces cuando mi papá viajaba en misiones y Sydney pasaba la
noche en la casa de una amiga, mi mamá buscaba en su cajón del tocador
unos camisones negros de satín y seda y los usábamos como vestidos sexys.
Ella rizaba nuestro cabello y lo sujetaba con pequeños rizos colgando. Se
ponía maquillaje, super cargado, y ponía algo de sombras azules, rubor
rosado y labial rojo en mí. Entonces nos deslizábamos en los tacones altos
de su armario, los cuales no eran muy altos, y atábamos bufandas en
nuestros cuellos y bailábamos en la habitación con la canción de Donna
Summer’s “Hot Stuff”, usando peines como micrófonos.
El pecho de Jake vibra con una risa suave.
—No tenía idea de qué significaba la letra. Y no me sentía sexy, porque
no sabía que significaba eso tampoco. Todo lo que sabía era que mi mamá
se veía realmente bonita, y estaba delirantemente feliz. No lo sé… hicimos
esto tal vez una docena de veces antes de que muriera. Pero es uno de mis
recuerdos más preciados. Cuando te sientes bonita sonríes más amplio, y
es divertido sentirse bonita.
Suspiro. —Ella solía trenzar mi cabello. Me encanta cuando la gente
trenza mi cabello. Pero salí con un hombre que pensaba que el cabello largo
no era sofisticado. Así que lo corté, más o menos de este largo. No lloré esa
vez, pero quería. Ya no veía más el reflejo de mi madre cuando miraba en el
espejo. —Gruñendo una risa dolorosa, sacudo mi cabeza—. El idiota me
dijo, después de que era muy tarde, que no tenía cara para llevar el cabello
corto. Dijo que acentuaba mis enormes orejas y mis ojos. Dos días después
me dejó por alguien más joven con ojos y orejas más pequeños.
Jake presiona sus labios en la cima de mi cabeza de nuevo, trae más
emociones a mis ojos. Hace que mi corazón duela por muchas razones. Es
tierno, no sexual. Es un sentimiento tan extraño para mí.
—¿Es por eso que tienes cabello falso?
Me rio. —Extensiones
—Es lo mismo.
—No. —Me rio más—. Las extensiones eran de cabello real. Solo no
eran de mi cabello. 150
—¿Y eso no es un poco espeluznante para ti? ¿Usar el cabello de
alguien más?
—Tengo ropa de piel y cuero. Estoy segura de que eso te ofende, pero
claramente no tengo ningún problema con ello.
—El largo de tu cabello no te define.
—Tampoco lo hace el tamaño de tus músculos o la tinta en tu piel…
aun así tienes ambos. ¿Sabías que han realizado estudios exhaustivos sobre
el narcisismo y los resultados muestran que los hombres son más
narcisistas que las mujeres? El vínculo estereotipado entre la vanidad y la
feminidad es solo eso… un estereotipo. Mira, él es fuerte, poderoso y en
forma. Él tiene estilo y es sexy. Ella, por otro lado, es absorta en sí misma,
vana, materialista y falsa.
—Hmmm.
Espero para que me dé más que un contemplativo Hmm. No. Eso es
todo.
—Largo día. Estoy cansado. —Me mueve fuera de su regazo.
Acomodo mi sudadera y alcanzo mi cabello para alisarlo,
deteniéndome justo antes de tocar las cortas puntas. Viejos hábitos. Jake
no lo pasa por alto. Él refleja mi débil sonrisa.
—Haz lo tuyo. —Asiente hacia la tienda—. Apagaré el fuego y cerraré
la camioneta.
—Está bien, —digo con la confianza rota: totalmente vestida y aun así
completamente desnuda.
160
Jake
168
Avery
—No voy a saltar solo porque tú me digas que salte. —Aprieto la toalla
que me ha atado a la cintura.
Los músculos de la mandíbula de Jake palpitan varias veces.
—Bien por ti —dice Frannie mientras ella y Howie se escurren detrás 169
de Jake para abrir la parte trasera de su vehículo.
Jake les echa una rápida mirada por encima del hombro. Seguro que
frunce aún más el ceño mientras sacan los trajes de neopreno de la parte
trasera. Su padre bucea. Me parece genial.
—Me alegro de verte, Jake. Búscame cuando quieras hacer las paces.
Estamos a las afueras de Albuquerque. Buena suerte, Avery. La vas a
necesitar.
Espero que Jake ataque a Howie de nuevo, pero no lo hace. Cuando
su padre y Frannie están fuera del alcance del oído, vuelve su atención a
mí.
—Este es un límite difícil para mí. —Me da su teléfono—. Llama a tu
hermana o a tu padre. Llevaré a Swarley a Los Ángeles por ti. Lo siento si
no te gusta la forma en que tengo que protegerte. Lo siento si no es lo
suficientemente delicado y educado para ti. Pero de hecho lo es para ti. —
Me empuja el teléfono en la mano, marcando su punto como un puñetazo
en el corazón.
—Querías que me defendiera, y ahora que lo estoy haciendo, ¿quieres
que me someta a ti? —Le quito el teléfono.
—No soy el enemigo. —Jake rodea la camioneta y saca su cartera de
la bolsa que hay detrás del asiento. Saca algo de dinero.
Niego.
—No quiero tu dinero.
Intenta empujarlo hacia mí.
—No vas a llegar muy lejos sin él.
Lo miro fijamente.
—Por favor —susurro.
—¿Por favor qué? —Exhala un fuerte suspiro.
Levanto la vista, sintiéndome al borde de la risa histérica o del llanto.
—Por favor, sube a la camioneta, Avery —digo, conformándome con
un simple y derrotado encogimiento de hombros—. Eso es. Una palabrita.
—Me doy la vuelta, dejo su teléfono en el asiento del conductor y saco mi
ropa de la bolsa que he abierto hace unos minutos. Después de ponerme un
vestido de verano, me quito el sujetador deportivo y las bragas,
imposiblemente ajustados y húmedos, y me pongo las bragas.
Antes de que pueda volverme hacia él, sus manos me rodean la
cintura y me aprietan contra su pecho mientras sus labios rozan mi oreja.
—Por favor, perdóname.
170
Pestañeo de dolor y respiro entrecortadamente.
—Francine... te recuerdo a ella. Por eso me odias.
—Tú no eres ella.
Me giro en sus brazos y me inclino hacia atrás para verle la cara.
—No. No lo soy. Pero ¿realmente lo crees, o tienes que convencerte a
ti mismo para que veas más allá de la parte de mí que es como ella?
Su mirada se posa en el pequeño espacio que nos separa.
A veces el silencio es la verdad de los cobardes.
—Está bien, Jake. Hoy me follaste bien. Espero que te haya ayudado
a resolver algunos de tus problemas. Sé que hoy resolví algunas cosas. Mis
días de confiar en los hombres han terminado. Al menos mis bolsos
elegantes y zapatos caros me hacen ver bien. Los hombres son mucho peores
que cualquier cosa materialista. Dices las cosas correctas por las razones
equivocadas. Mientes para conseguir lo que quieres. Me haces quedar mal.
Me haces sentir mal. No hay nada malo en mi gusto por la moda. Lo que
está mal es mi gusto por los hombres. —Aparto sus manos de mi cintura y
subo a la camioneta.
Swarley apoya el hocico en la consola como si quisiera mostrarme
compasión. Qué irónico que mi némesis K9 se haya convertido en mi fuente
de consuelo. Le paso la mano por la cabeza y suspira.
No me importa que Jake siga de pie junto a mi puerta abierta. No hay
forma de que lo mire. Después de unos instantes, cierra la puerta.
Anthony y yo estuvimos juntos mucho más tiempo del que conozco a
Jake. Hablamos de matrimonio. Dijo que me amaba. Sin embargo, esto
duele más que el incidente del chocolate porque permití que Jake me viera
emocionalmente despojada. Es vergonzoso. Es degradante. Es...
jodidamente doloroso.
Cuando sube a la camioneta, aparto el cuerpo de él y mantengo la
mirada fija en la carretera.
185
Avery
Avery
—¿Ave?
—¿Mmm?
—¿Adónde fuiste? —susurra Jake, deslizando sus labios sobre los
míos.
—Solo… hablando con Dios.
Sus cejas se fruncen.
—¿Sobre Swarley?
—Um… sí.
Voy a ir al infierno. Pero eso no es una noticia nueva.
En un suspiro comprensivo, él rueda hacia un lado, tirando de mi a
su cuerpo para un abrazo. —Me siento como un idiota por tratar de 207
seducirte cuando tu mente está claramente en Swarley… donde debería
estar esta noche.
Frotando mis labios juntos, dejo mi enfoque en mis manos
presionadas planamente en su pecho. Si veo hacia él, lo sabrá. Vera mis
mentiras, mi perversión. Mis pecados.
—¿Rezas para que viva o rezas para que encuentre paz, así como tu
hermana y su familia?
Soy una persona horrible.
Rezo para que Dios le proporcione una suave manta en el más allá.
—Iré al infierno —susurro.
—No, ¿Por qué dirías eso? —desliza una pierna entre las mías,
acercándonos incluso más.
Lo empujo. —Desnuda y en tu estómago.
Sus labios se tuercen en una restringida pero sexi sonrisa.
—Un segundo. —Voy a buscar una toalla al baño y se la tiro—. Cubre
tus bienes con esto. —Le doy la espalda y recupero la loción de mi bolso.
Él se ríe. Es juguetona y podría escucharla para siempre como una
canción que habla al corazón, haciéndolo rebosar de felicidad. —¿Mi
trasero? ¿Es a eso que llamas mis bienes? ¿Y hay una razón por la que me
estás dando la espalda?
Apretando mis piernas juntas, aclaro mi garganta y cruzo mis brazos
sobre mi pecho.
—Estoy tratando de ser profesional.
—La Avery profesional. Me gusta a donde está yendo esto.
—Solo… —ruedo mis ojos—. ¿Estás listo?
—Sí, señora.
Me giro. Demonios… él es como metro ochenta, y cien kilos de
atractivo sexual crudo sobre su estómago con su trasero para morirse
mayormente cubierto con una toalla de mano demasiado pequeña.
¿Coincidencia? No lo creo.
—¿Qué tipo de presión te gusta? —arrodillándome junto a él en la
cama, tomo una lenta respiración profesional y rocío loción en mi mano.
Él descansa su cabeza en su mejilla opuesta, mirándome. —Sabes que
me gusta duro, Ave. Justo como tú.
Aprovechando mi cara de póker, asiento. —Presión firme. Anotado.
Él sonríe, pero me aferro a mi expresión estoica, incluso si estoy 208
ahogándome en mi propia excitación en otras áreas.
Mis manos, antebrazos y codos trabajan en su espalda. Él gime,
párpados cerrados a la deriva. Mis rodillas tiran hacia dentro para evitar el
deseo que está fuera de mi control. Después de veinte minutos de trabajar
en su espalda, me seco el sudor de la frente.
Esta podría haber sido una mala idea. Soy una buena terapista de
masaje. Los clientes se acumulan en lista de espera para verme, pero Jake
podría no ver mi brillo asombroso porque soy una perra en celo.
Reglas del masaje: enfoca todos tus pensamientos en tu cliente, deja
ir los pensamientos extraños.
Hecho.
Soy toda sobre Jake ahora mismo.
Masajes poderosos, sensaciones palpables, pueden ser transferidas de
mis dedos y palmas a mi cliente.
Hecho.
Para ahora Jake debería saber que quiero tocarlo en todas partes con
cada parte de mi cuerpo. Quiero darle placer y tomar algo para mí también.
Moviéndome a sus piernas, salgo de la cama y me paro al final,
trabajando mis pulgares profundamente en sus músculos.
—Ave… eres tan… malditamente… increíble —murmura él como un
borracho.
—Lo sé —sonrío, pero si soy honesta, la aprobación de Jake sobre mis
habilidades hace que fuegos artificiales exploten dentro de mí. Sus palabras
gruñidas superan cada crítica entusiasta que he recibido.
Después de otros treinta minutos, no estoy segura de sí está despierto.
Dejando mis manos en sus pantorrillas, le doy a sus piernas una gentil
sacudida. —Rueda sobre tu espalda. —Me volteo, flexionando y doblando
mis dedos, frotándolos para aliviar la rigidez.
—Listo —dice.
— ¡Oh! —Cubro mi boca, los ojos muy abiertos.
Jake sonríe sin abrir sus ojos.
Estaba equivocada. Él está lejos de ser arrullado para dormir. Está
muy despierto. Lanzo una almohada sobre su sección media porque la toalla
pierde la batalla con su polla dura.
Después de trabajar mí camino de regreso a su cuerpo, me arrodillo
justo arriba de su cabeza, masajeando su cuero cabelludo. Sus ojos
parpadean abiertos. Él solo… me mira con una expresión ilegible. Pierdo la
mirada y veo hacia otro lado mientras mis dedos continúan haciendo 209
círculos pequeños.
—Acércate más —murmura.
Me detengo, encontrando su mirada nuevamente.
Sin sonrisas. Sin expresiones.
Mi cabeza desciende unos centímetros.
—Más cerca.
No sé qué es, pero es como si algo hubiese cambiado entre nosotros,
y pasó en un solo parpadeo. Y ahora… estoy asustada y vulnerable y solo
desnuda hasta los huesos.
Moviéndome más cerca, las puntas de mi cabello húmedo rozan su
rostro, nuestros labios a un susurro de distancia.
—Te amo.
Tomando una respiración temblorosa, lágrimas llenan mis ojos,
desdibujando su hermoso rostro.
—Vivo en L.A. —El pánico cabalga en su gigante caballo, sacando su
espada para matar mis sueños antes de que la decepción me tome como
rehén.
—Te amo. —No le da a mi respuesta el más mínimo de los
estremecimientos.
—Amo las compras y el queso —murmuro mientras su mano acuna
la parte trasera de mi cabeza.
—Yo te amo a ti. —Lleva a nuestros labios a encontrarse en un
paciente beso, un baile lento. Una promesa inquebrantable.
El miedo y la falta de valor sangran de mis ojos en grandes lágrimas.
Él tira de mi cuerpo para enfrentar al suyo, perdiendo la toalla y la almohada
segundos antes de deslizar su camiseta de mi cuerpo.
Si, algo ha cambiado. La tierra se inclina hacia el otro lado sobre su
eje y comienza a girar en la dirección opuesta, destruyendo mi sentido de
ser. La gravedad ya no existe en mi mundo.
Mi espalda se arquea, los parpados pesados, el cuerpo rendido
mientras él se empuja dentro de mí. Cuando se queda quieto, robándome el
aliento en un pesado gemido, obligo a mis ojos a abrirse.
Intensos ojos azules me saludan.
Mis dedos encuentran su cabello cuando baja su cabeza, dejando un
tren de besos a lo largo de mi quijada mientras se mueve dentro de mí. Es
familiar. Nuestros cuerpos conectados es algo familiar y fácil y… perfecto.
—Oh Dios… esto es —susurro.
Se detiene. —Esto es ¿qué? 210
Nuestras miradas se bloquean. —Así es como se siente estar
enamorado, profundamente… incontrolablemente… eternamente
enamorado.
La frente de Jake se tensa por un momento antes de que las líneas se
desvanezcan y sus labios se acerquen a los míos. —Si.
Jake
Cuatro de la mañana.
Mi teléfono suena. Avery salta. Beso su cabeza y alcanzo mi teléfono.
—Hola, Meg.
—Hola, Jake. —No necesita decir otra palabra. El tono de su voz lo
dice todo—. Swarley se fue. Hicimos todo lo que pudimos para revivirlo. Lo
siento.
Me siento con las piernas colgando de la cama, mi espalda hacia
Avery.
—Está bien. —Es difícil hablar. Mi garganta se siente tan jodidamente
estrecha con las palabras que no estoy seguro de que pueda transmitir la
noticia a Avery y Sydney.
—No hay necesidad de venir ahora, al menos que ellas sientan la
necesidad de estar aquí. De cualquier manera, estaré aquí cuando estén
listas para venir por él.
—No… —Avery se ahoga en un sollozo antes de que desconecte la
llamada.
Las malas noticias son un sentimiento que llega como un verdugo a
tu pecho antes de que las palabras sean pronunciadas. Es una mirada. Una
sonrisa triste. Es una poción invisible. Y ninguna palabra puede suavizar el
golpe después de ese primer puñetazo sin palabras.
—Gracias, Meg. — Dejo mi teléfono
—No… —La frente y las palmas de las manos de Avery presionan mi 213
espalda—. No lo digas… por favor no lo digas. —Otro sollozo se rompe desde
su pecho.
Giro mi torso, y ella cae en mi regazo con sus manos cubriendo su
rostro.
—Lo siento Ave.
—No, no, no… —Su cuerpo tiembla mientras la acerco más, una bola
de quebrantamiento en mi regazo.
La puerta de la habitación cruje. Levanto la mirada. La tenue luz del
pasillo detrás de Sydney hace que sea difícil verle el rostro, pero no me
pierdo su mano cubriendo su boca. No hay necesidad de palabras.
A diferencia de Avery, Sydney se rompe lentamente…
silenciosamente… hasta que se encorva como si fuera a vomitar.
Recuerdo este momento con mi mamá. Es cuando este espacio en tu
corazón se siente más crudo y hueco pero pesado, cómo el dolor se apresura
a llenar el vacío. Y hay un vacío, no importa lo que digan los demás. No los
recordamos en nuestros corazones, los recordamos en nuestra mente. Todo
lo que el corazón puede hacer, es sentir, y cuando alguien muere, la única
cosa que queda sentir es dolor.
—Lo siento. —Es todo lo que puedo decir. Es todo lo que cualquiera
puede decir.
Cuando Avery se da cuenta que mis palabras no son solo para ella,
levanta la mirada y sale volando de mi regazo. —Syd… —Avery envuelve a
su hermana y colapsan el resto del camino hacia el piso.
Un grito audible escapa de Sydney.
Pellizco el puente de mi nariz, resistiendo la urgencia de arreglar lo
irreparable.
Avery tiene mi camiseta puesta, pero yo estoy desnudo debajo de la
sabana, así que la envuelvo alrededor de mi cintura y agarro mis shorts,
poniéndomelos. Acuclillándome junto a ellas, apoyo mi mano en la espalda
de Avery.
—Estaré en la sala. Toma la cama. Déjame saber lo que necesites de
mí.
No responde. Ellas se aferran la una a la otra, sollozando y temblando.
—Él, él se ha ido.
Me estremezco, frotando la parte trasera de mi cuello mientras las
palabras de Sydney sangran detrás de mí.
Acomodándome en el sofá, busco el número de Deedy y pulso el botón
verde.
214
—¿Jake? —Deedy contesta al primer tono. Ella está en una zona
horaria distinta y madrugadora—. Oh, Dios mío, olvidé regresarte la
llamada. ¿Era importante? Es temprano allí, ¿Qué pasa? Algo debe estar
mal. Por favor dime que no le ha pasado nada a Avery.
—Swarley murió.
Unos pocos segundos de silencio roban la línea.
—¿Qué? —Es apenas un susurro.
—Es… —Suelto una larga respiración, pasando una mano frustrada
sobre mi rostro—. Es jodido. No entiendo como esto pasó tan rápidamente.
Y no tengo ni puta idea de qué se supone que debo hacer al respecto. Sydney
y Ave están en el piso del pasillo, llorando. No sé qué hacer o decir. No sé el
número del esposo de Sydney, o si incluso es mi lugar llamarlo. Yo solo…
—Jake, toma un respiro.
Lo hago. Respiro.
—Solo se paciente. Está allí para ellas cuando te necesiten. Despertaré
a Tommy y nos encargaremos del resto. ¿Está bien?
Tarareo mi reconocimiento.
—Estoy segura de que esto no es la culpa de nadie. Es la vida. Tú
sabes de la vida. Así que sabes que has hecho tu parte, más que tú parte.
No puedo decirte lo mucho que Tommy y yo apreciamos todo lo que has
hecho por esta familia.
Si, torturé a su hija, la desnudé hasta las lágrimas, y luego me
enamoré de ella. Oh… y su perro abuelo murió bajo mi cuidado. Estoy
seguro de que Tom Montgomery estará muy agradecido.
—Gracias Deedy.
Termino la llamada y dejo mi teléfono en el sofá junto a mí.
—Mierda… —Apoyo mi cabeza hacia atrás y cierro mis ojos.
Avery
228
Sydney y Lautner me envían a casa cuando llegamos a Los Ángeles,
dejándome con un teléfono temporal y el Lexus de Sydney. Quieren tiempo
a solas con los niños para dar la noticia sobre Swarley. No discuto. No soy
más que un recipiente vacío con pulso. Ver a Ocean reaccionar ante la
muerte de Swarley me acabaría por completo.
—Tus cosas ya no están.
Miro a mi vecino, Dave, cuando sale de su apartamento al otro lado
del pasillo y cierra la puerta. 229
—¿Qué? —Giro la llave y abro la puerta de mi apartamento vacío. Un
suspiro escapa de mi boca, un neumático que se desinfla lentamente. Esto
debería dar pie a las lágrimas, pero no tengo más lágrimas. Se las di a
Swarley y Jake. Luego bebí las últimas gotas de dolor salado de camino a
casa.
Casa.
¿Dónde diablos está eso?
—Hace tres días. Ese tipo tuyo con traje elegante llegó con un pequeño
equipo de mudanzas. Todo desapareció en poco menos de dos horas.
Honestamente, tenía miedo de preguntar, pero pensé que tal vez te había
pasado algo. Incluso revisé los obituarios ayer. Me alegro de que no estés
muerta.
—Bueno, al menos uno de nosotros lo hace —murmuro.
—Escuché al gerente aquí ayer. Van a cambiar las cerraduras
mañana. Ahí va tu depósito.
Asiento, fascinada por el vacío de mi apartamento.
Y mi corazón.
Mi vida.
Es adormecedor. Pero adormecer es bueno en este momento.
»¿Tienes un lugar para quedarte?
El Lexus. Voy a dormir en un vehículo, luego me quedaré con Sydney
mañana, pero esta noche no iré a su casa.
Asientos de piel.
Sin insectos.
Será una gran mejora para mí.
»Avery, si necesitas un lugar para pasar algunas noches, Randy estará
fuera de la ciudad hasta la próxima semana. Puedes quedarte en su
habitación.
Todo. Anthony se llevó todo.
Jake… bueno, él tomó todos los intangibles.
»¿Avery? —Dave cuelga una llave frente a mi cara—. ¿Sí? ¿No? Pareces
un zombi. Escucha, depende de ti, pero tengo que ir al hospital para un
turno de veinticuatro horas agotador.
Asientos de cuero versus el probable colchón viejo del vecino y una
ducha.
—Ducha —susurro.
—¿Qué? 230
Sacudo la cabeza, tratando de sacarla a la superficie para no
ahogarme en mi fea realidad.
—Eh, sí. Gracias. Estaría muy agradecida si me dejaras quedarme
esta noche. Mañana iré a casa de mi hermana.
—Genial. —Me entrega la llave—. Siéntete como en casa.
Reúno lo más parecido a una sonrisa que mis labios pueden formar.
—Gracias. —Agarrando su llave con mi mano izquierda, dejo caer la
llave de mi apartamento de mi mano derecha. Tintinea en el suelo duro.
Dave mira mi llave descartada por unos segundos antes de darme una
sonrisa triste.
—Levanta la barbilla, ardilla. Te veré más tarde.
—Más tarde —susurro mientras toma las escaleras al nivel principal.
Agarrando la única maleta que traje conmigo, la llevo al apartamento de
Dave, cierro la puerta con llave y me derrumbo en el sofá. No necesito una
cama o incluso una ducha en este momento. Solo necesito dormir para
escapar del dolor por unas horas.
Al día siguiente, le decimos adiós a Swarley con un entierro digno, un
árbol plantado a su lado y muchas lágrimas. Papá y Deedy llegaron anoche
y se quedaron en un hotel cercano para darle a la familia de Sydney la
privacidad que necesitaban para contarle la noticia a los niños. Planeaban
casarse antes de hacer el viaje a California, pero la vida tiende a reírse de
los planes.
Es presuntuoso por parte de los humanos pensar que tenemos un
poco de control sobre lo que sucede en la vida. Puedo estar un poco enojada
en este momento.
—Nosotros vamos a la playa. Lautner se tomó un día personal. Pensé
que sería una buena idea pasar el día con los niños. Tomar algunas
fotografías. No he sacado mi cámara en mucho tiempo. Papá y Deedy se
quedan aquí, pero deberías venir con nosotros. —Sydney pone las sobras
del brunch en la nevera mientras yo lavo los platos, mirando por la ventana
a Deedy que está junto a Ocean al lado de la tumba de Swarley, más allá de
la piscina vallada.
Ocean abraza a Deedy, limpiándose el rostro lloroso con el vestido de
verano de Deedy. Se han unido rápidamente. Bueno para Ocean; ella es más 231
madura que su tía Avery. Apuesto a que nunca ha pensado en Deedy y papá
desnudos, haciendo cosas que podrían causarle otro ataque al corazón a
papá. Su inocencia es envidiable en este momento.
—Necesito encontrar un trabajo.
—Lautner dijo que necesitas ver a un fisioterapeuta por tu mano.
—Esos cuestan dinero.
—Te prestaremos dinero hasta que encuentres un trabajo y consigas
algunos beneficios de salud.
Niego con la cabeza mientras Sydney saca una toalla del cajón a mi
lado y seca los platos.
—No estoy buscando caridad. Bueno... Me vendría bien un lugar
donde quedarme hasta que resuelva algo.
—¿Quedarte? ¿Qué quieres decir? ¿Dónde te quedaste anoche?
—En el sofá de mi vecino. En realidad... —Mis labios se tuercen—.
Supongo exvecino ya que ya no vivo allí.
—Ave…
—Ido. —Tomo un respiro tembloroso, manteniendo mi enfoque en la
bandeja de servir jabonosa en mis manos—. Todas mis cosas se habían ido.
Anthony se lo llevó todo.
—¿Qué? No puede hacer eso. No hay forma de que él haya comprado
todo lo que hay en tu apartamento. Necesitas un abogado, Ave. No puedes
dejarlo escapar así.
—Sí, bueno… los abogados también cuestan dinero.
—Pagaremos por…
—No, Syd. No quiero que pelees esta batalla por mí. Demonios, ni
siquiera quiero la batalla. Lo que sea... son solo cosas.
Sydney agarra la bandeja de servir de mí y la enjuaga.
—Um… ¿Quién eres tú? ¿Son solo cosas?
—Sí, no las quiero. No las necesito No necesito… —Cierro los ojos,
rodando mis labios entre mis dientes.
—Papá comentó que vamos a la playa. —Ocean y Deedy entran por la
puerta trasera.
—Sí, cariño. Iremos. —Sydney deja caer la toalla sobre el mostrador y
abraza a su hija.
—¿Va a venir la tía Avery?
Pongo una sonrisa rígida en mi rostro y me doy la vuelta. 232
—En realidad, me quedaré aquí con papá y la De… —Me aclaro la
garganta—. Deedy. Te llevaré a la playa la próxima semana. Solo nosotras
para tiempo de chicas. ¿Suena bien?
Ocean se frota los ojos rojos y asiente.
—Bien. Supongo…
—Vamos a cambiarnos. —Sydney pasa una mano amorosa por el
cabello largo y oscuro de Ocean y la guía hacia las escaleras.
—Voy a tomar una taza de té. ¿Puedo conseguirte una? —me pregunta
Deedy, llenando la tetera eléctrica.
Niego con la cabeza y vuelvo al fregadero lleno de platos.
—¿Dónde está mi papá?
—Dijo que tenía un recado rápido que hacer, pero tenía una mirada
traviesa en los ojos, así que no estoy segura de qué tiene bajo la manga. —
Se hace cargo del trabajo de Sydney y seca los platos mientras espera que
se caliente el agua—. Hablé con Jake anoche.
—Qué lindo.
—Parecía realmente angustiado.
La Deedy no entiende que “qué lindo” es un código para no quiero
hablar de Jake.
—Supe que algo podría estar pasando entre ustedes dos… Sydney
filtró eso a tu papá y a mí. Pero después de hablar con Jake, ahora me doy
cuenta de que era algo bastante serio. Lo siento, Avery. Debes estar
emocionalmente agotada. Si quieres hablar de eso.
—¿De qué hay que hablar? Jake hace que todos piensen que es
increíble, mientras que yo solo soy la puta con la que folló en un viaje por
carretera. ¿Eso lo resume todo? —Friego la mierda de la jarra de cristal.
—Vas a rayar la superficie. —Deedy toma el cepillo de cerdas abrasivo
y la jarra de mis manos. Luego la enjuaga—. ¿El café es más lo tuyo? —
pregunta mientras levanta la cafetera medio llena.
Descanso mis manos en el borde del lavabo, cierro los ojos y asiento
una vez.
—¿Crema? ¿Azúcar?
—No.
—Por favor, siéntate… solo por unos minutos. Los platos pueden
esperar.
Con un suspiro de derrota, me rindo y tomo asiento en la mesa de la
cocina. Deedy coloca una taza roja de café frente a mí y se sienta frente a
mí con su té caliente. 233
—Conocí a Gavin en la universidad.
Bebo un sorbo de mi café y la miro cuando no da más detalles.
—¿Gavin?
Sacude la cabeza, mirando la bolsita de té mientras la sumerge en el
agua caliente.
—Jake no compartió mucho sobre sí mismo. ¿Cierto?
Mis hombros se levantan una fracción mientras mis labios se tuercen.
Odio que Deedy sepa cosas sobre Jake que yo no. Me hace sentir como una
tonta que abrió las piernas para él. Me enamoré de un hombre que
realmente no conozco. Y se enamoró de la versión de mí que creó. Ahora
nuestra burbuja ya no existe, y no somos nada.
—Es un chef vegano que tiene dos restaurantes. Era luchador,
boxeador... o algo así. Conocí a su papá y a Francine. Ella es básicamente
yo, en su mente. Eso llevó a una pelea y una confesión. Su madre se suicidó
después de perder una batalla contra la depresión. Ella perdió un bebé, así
que él es hijo único.
Levanto la vista de mi taza de café.
—Pero no conozco a nadie llamado Gavin. Y ni siquiera sé cómo se
conocieron ustedes dos.
Deedy saca su bolsita de té, exprimiendo el exceso de agua antes de
colocarla en una servilleta.
—Gavin era mi marido.
Asiento lentamente.
»Y el tío de Jake.
Mis ojos se abren como platos, los labios entreabiertos, las palabras
silenciadas mientras mi cerebro junta las cosas. El tío de Jake. Eso significa
que Deedy es la tía de Jake. Ella se va a casar con mi papá. Eso me hará...
¿la prima de Jake? No, eso no está bien. Pero parece que hay un lazo familiar
que hace que lo que hemos hecho sea aún más malo.
—Tienes una mirada de disgusto en tu rostro. ¿Es el café?
—No. Es solo que hace que Jake...
—Gavin era el hermano menor de su padre, mucho más joven y nada
parecido a su padre. Jake y Gavin eran más primos o hermanos que tío y
sobrino. Después de que la madre de Jake muriera, él vivió con Gavin
porque…
—No quería vivir con su padre. Me contó eso.
—Sí. Gavin es quien ayudó a canalizar la ira de Jake hacia una mejor 234
salida. Lucha. Él lo entrenó. Jake era como otro hermano para mí. Nunca
pensé en él como un sobrino después de que Gavin y yo nos casamos. —Se
encoge de hombros y me da una sonrisa suave—. Jake es mi familia.
Siempre será familia.
—Bueno, claramente él piensa mucho en ti porque no puedo decirte
cuántas veces su mantra murmurado “hazlo por Deedy” evitó que
literalmente me matara en nuestro viaje.
Deedy gruñe una carcajada.
—Jake se siente en deuda conmigo. Se siente culpable… responsable
de la muerte de Gavin.
—¿Por qué? —Mi cabeza se inclina un poco hacia un lado.
Respira lentamente. Luego se muerde el labio inferior. Sus ojos se
centran en el espacio de la mesa blanca entre nosotras.
—Fueron a una pelea para ver a un amigo en común. Me quedé en
casa para empacar para un viaje misionero que se suponía que íbamos a
hacer al día siguiente. —Su mirada se encuentra con la mía. El tiempo no
ha borrado el dolor. Hay rojo en sus ojos, muy vivo todavía.
»Después de la pelea, hubo una disputa. Un tipo con el que Jake peleó
años antes no estaba feliz de volver a verlo. Fue uno de los oponentes de
Jake que se fue en una camilla. —Deedy suelta otro suspiro y vuelve a mirar
la mesa y tres años antes.
»Gavin comenzó a discutir con el tipo. Jake trató de evitar que las
cosas se salieran de control, así que empujó a Gavin hacia atrás para
interponerse entre ellos. Gavin tropezó con algo y cayó hacia atrás. Se golpeó
la cabeza con una repisa de concreto del siguiente nivel de asientos.
Deedy niega con la cabeza lentamente.
»Sin corte. Sin golpes. No perdió el conocimiento. Se levantó solo y se
sacudió el polvo como si no fuera gran cosa. Aparentemente ileso. Jake
sugirió que lo revisara un médico, pero Gavin dijo que había recibido golpes
mucho más fuertes en la cabeza cuando era luchador.
Ella es La Deedy. Ladrona de mi padre. La habitual de mis fantasías
de Jake. Sin embargo, no puedo evitar que mi mano alcance la suya, dándole
un suave apretón.
Deedy sonríe a nuestras manos.
»Vino a casa. Duchado. Miré su cabeza, pero se veía bien. Él estaba
bien. Bien… —Su rostro se contorsiona en una mueca—. Hasta que dejó de
estarlo. Tenía este fuerte dolor de cabeza y se sentía mareado. Sus palabras
fueron confusas. Llamé a Jake y le informé que llevaría a Gavin al hospital.
Me pidió que llamara al 911. —Sus palabras salen temblorosas. Se aclara la 235
garganta—. Él murió más tarde esa noche. Fue un hematoma epidural
causado por un impacto contundente.
No hablo ni me muevo. ¿Qué hay para decir?
»Así que… —Deedy quita su mano de la mía y la envuelve alrededor
de su taza de té—… ahí lo tienes. Jake soportó una gran variedad de
traumas en su vida. Lleva la culpa como un tumor inoperable adherido a su
conciencia. Trabajando con comida. Preocupación por el medio ambiente.
Estas cosas lo han ayudado a lidiar con sus emociones reprimidas. Pero no
está exento de factores desencadenantes.
Me río a través del dolor.
—Claramente soy un desencadenante de más de uno de sus
momentos traumáticos en la vida. Pero… eso se acabó. No importa ahora.
Sin embargo, lamento mucho tu pérdida.
—Gavin fue mi primer amor. Creo que Tommy es mi último amor.
Tommy. Sonrío, pero temo que pueda parecer un escalofrío.
»Perdón. Tu papá. ¿Thomas? ¿Qué funciona para ti? No me gusta
cuando te sientes incómoda con nuestra relación. Quiero que seamos
amigas, no solo familia por matrimonio.
¿La Deedy y yo forjando una amistad? No estoy segura de esto, pero
parece que las probabilidades están a su favor ahora que sé con certeza que
no hubo nada sexual entre ella y Jake.
—Él va a ser tu esposo. —Sonrío—. Llámalo como quieras llamarlo.
Nunca había escuchado a nadie llamarlo Tommy, pero tal vez eso hace que
sea aún más apropiado que lo llames así. Creo que, si mi mamá lo hubiera
llamado así, se sentiría mal de una manera mala, no solo de una manera
desconocida. ¿Tiene sentido?
—Perfecto sentido.
Esto es incómodo. Tenía la mente puesta en odiar a Deedy sin ninguna
razón en particular. ¿Inmaduro? Por supuesto. Pero tengo mi propio
equipaje.
—Entonces… —Me levanto antes de que el silencio se vuelva
demasiado extraño—. Háblame de la boda. —Me ocupo con los platos de
nuevo.
—Nos vamos de aquí. ¿Seguro que no quieres venir? —Sydney asoma
la cabeza en la cocina.
—Estoy bien, pero gracias.
Deedy saluda a Sydney justo antes de que mi hermana y su familia
salgan por la puerta.
—Bueno, supongo que tendremos la ceremonia tan pronto como 236
regresemos a Milwaukee. Todos están invitados; simplemente no queríamos
hacer algo demasiado grande o que nadie sintiera que tenía que hacer el
viaje, por eso dijimos que nos casaríamos y luego vendríamos aquí para una
especie de recepción familiar.
—Bueno, es algo grande si compraste un vestido de novia. —De
acuerdo, nuestra amistad es un trabajo en proceso. No es de mi
incumbencia lo que Deedy use para su segunda boda. Tal vez se fugó con
Gavin y nunca tuvo la oportunidad de usar el vestido blanco. No hay juicio
aquí.
¡Maldita sea!
Tal vez un poco de juicio. Viejos hábitos…
—¿Vestido de novia? —Deedy se ríe—. Tu papá es otra cosa. Le oí
hablarte de mí vestido de novia. Lo amo, pero sigue siendo un hombre.
Compré un vestido. Es blanco. Lo usaría para ir a la iglesia o a la boda de
otra persona. No tiene cola. Cae justo debajo de mis rodillas. Sin pedrería.
Sin encaje. Un simple vestido blanco.
De espaldas a ella, sonrío. Maldito infierno de todos modos...
Lo siento, Padre Celestial.
Maldita sea de todos modos... Creo que me agrada Deedy. ¿Cómo pasó
esto?
—Suena perfecto.
—Sí, sigue siendo una boda por la iglesia, pero pequeña.
Principalmente nuestra familia de la iglesia. Pero estoy emocionada. Y si
sirve de algo, estoy tan emocionada de caminar por el altar para casarme
con tu papá como lo estaba cuando me casé con Gavin.
Asiento, manteniendo la mirada firmemente plantada en el fregadero.
De ninguna manera. Amigas o no. Deedy no me va a hacer llorar. He
superado mi límite anual de lágrimas en el transcurso de un mes.
»Sabes... —Deedy reanuda su trabajo de secado de platos—. Jake me
habló de tu relación con el exmarido de Megan.
Relación.
—Eh… eso es interesante. La última vez que lo comprobé, ser la puta
de alguien no es realmente una relación.
—Avery, no digas eso. Por favor… eso no es cierto en absoluto.
—Sí, bueno, díselo a Jake.
—Lo hice. Lo que le sucedió a Megan cuando perdió a su bebé,
realmente afectó a Jake porque él estaba allí para ella, incluso cuando no
estaban seguros de si viviría. Su ira era aguda e implacable.
237
—Lo sé. Sentí esa ira aguda e implacable. —No puedo evitar la ira en
mis palabras.
—Lo que sea que te haya dicho, no fue Jake. Era enojo por lo que le
pasó a su amiga y miedo por sus sentimientos por ti. Dale tiempo. Vendrá.
Me río y se convierte en algo que bordea la histeria.
—Eso es… —Recupero el aliento y calmo mi dolorosa diversión—. Eso
es todo... No me importa si regresa. —Secándome las manos, camino por la
cocina para gastar algo de esta energía antes de que explote, enviándome a
un lunático despotricado.
»No me malinterpretes, ser el objeto del afecto de Jake es increíble. Su
actitud melancólica, su necesidad de proteger, no se parece a nada que haya
experimentado en mi vida. Y cuando es amable y cariñoso, bueno… es tan
intenso que podría morir y no arrepentirme ni un solo momento de mi vida.
Pero cuando no es amable, cuando es degradante, cuando es como tú dices
que no es Jake, me siento estúpida. Y no soy estúpida. Tengo que dejar de
ser una novia desechable.
—Te puedo asegurar que él no cree que seas una novia desechable.
—Lo hace. ¿Las novias que mantienes? ¿Con las que te casas? No
dejes que se vayan. Tú. Las. Mantienes. ¡Y no tienes sexo con tu cocinera y
desarrollas una afinidad repentina con el chocolate mientras dices que amas
a tu novia!
Demasiado para evitar al lunático despotricado.
—Vaya… espera. ¿Jake tuvo sexo con su cocinera? ¿Una empleada de
su restaurante? ¿Cuándo?
—No. No Jake. Anthony. Simplemente… olvídalo. Lo que quiero decir
es que Jake me trata como a todas las chicas a las que ha odiado, lo hace
como todos los imbéciles con los que he tenido el desagrado de salir. No voy
a entrenarlo para que sea digno de mí. Eso es una mierda. Soy digna de un
buen hombre. Un hombre bueno, honesto, cariñoso. Un hombre que
realmente me vea, incluso si no me veo a mí misma, incluso si no siempre
es una vista hermosa... me ame. Y pensé que era Jake, pero no lo era. Jake
no me vio. Vio lo que quería ver para justificar su atracción por mí. Nunca
estaré a la altura de sus expectativas de mí. Es demasiado agotador. Es…
demasiado.
Deedy se apoya contra el mostrador mientras acelero mi ritmo,
preparándome para que salte en defensa de Jake.
Espero.
Y espero.
—Bien por ti. Absolutamente te mereces ese tipo de hombre. Nunca
pienses lo contrario.
238
Me detengo, con la boca abierta.
Más espera.
—¿Y?
Deedy se encoge de hombros.
—Y nada.
—¿No vas a cantar las alabanzas de Jake y convencerme de que lo
perdone si viene y quiere mi perdón?
—No. Honestamente, aunque Jake es mi familia en mi corazón, trato
de dejarlo tomar sus propias decisiones. Trato de dejar que se distancie del
pasado en el que estuve casada con Gavin. Ni siquiera le he dicho a tu padre
todo sobre Jake y su relación con Gavin. Quiero que Jake comparta esos
detalles cuando esté listo.
Mis manos apretadas se relajan junto con mis hombros tensos y mi
mandíbula rígida.
—Bien. De acuerdo. Solo… —Saco mi ira reprimida—. Quiero que
sepas que lo amo. Simplemente necesito amarme más a mí misma, de una
manera emocional y de autoconservación. Y gracias por no contarle a mi
papá cada detalle. Incluso ahora, no quiero que se preocupe por mí.
—Eventualmente le diré porque no quiero tener secretos entre
nosotros.
Asiento lentamente.
»Pero Avery… volviendo a lo que acabas de decir… no tienes que
amarte a ti misma antes de amar a alguien más, pero seguro que es un
regalo para ellos si lo haces. Y no me debes ninguna explicación por lo que
decidas sobre Jake.
Ay. ¿Esperaba que Jake me amara lo suficiente por los dos?
—Creo que necesito tiempo —susurro.
—El tiempo es bueno. —Camina hacia mí.
No nos vamos a abrazar.
Rayos.
Ella envuelve sus brazos a mí alrededor. Me pongo rígida. Me abraza
más fuerte. Mantengo mi terreno.
Sostenlo.
Sostenlo fuerte.
Aguanto la respiración.
¡Maldita sea, Deedy! Aquí vienen las lágrimas.
239
—¿Dónde están mis cosas?
—Hola, cariño. ¿Estás de vuelta en la ciudad? Deberíamos cenar y
discutir tu dilema —la voz de Anthony, una vez suave como la miel, se siente
como un desagradable caso de erupción en la carretera en mis nervios.
¿Dilema? Mi rodilla les mostrará un dilema a sus nueces arrugadas,
justo después de que golpee sus estúpidos dientes tapados para que todo lo
que pueda hacer sea lamer la mousse de chocolate de los labios inferiores
sueltos de Kim. 240
—Mis cosas, imbécil. Tenía un lugar para vivir lleno de muebles antes
de conocerte.
—Te conseguí un apartamento más grande.
—No te pedí que hicieras eso. Así que puedes devolvérmelo todo o mi
abogado se asegurará de que pagues por todo el estrés emocional que me
hiciste pasar durante el último mes.
—Dejé ir a Kim.
—No me importa.
—Te extraño.
—Te desprecio.
—Suena como una receta para el sexo de reconciliación enojado.
¿Recuerdas eso, cariño? Recuerdas cómo te enfadabas conmigo por algo y
follábamos como animales rabiosos.
—No halagues tu ego geriátrico. Difícilmente llamaría al estilo perrito
follar como animales rabiosos. No estoy segura de que alguna vez hayas
terminado de esa manera. Te daría un calambre en la pierna y yo tendría
que soportarlo y hacerte acabar con una paja porque olvidaste tu
medicamento para la disfunción eréctil. Ahora, si hemos terminado de fingir
que eres joven, sexy o incluso un humano remotamente decente, ¿puedes
decirme dónde están mis cosas, para que nunca tenga que volver a hablar
contigo?
—Una comida. Cena. Si todavía quieres que terminemos después de
la cena, haré que te entreguen todas tus cosas dondequiera que vivas ahora.
¿Trato?
—¡TÚ TIENES MIS COSAS! NO ESTAMOS JUGANDO A HAGAMOS UN
TRATO. HE ESTADO FOLLANDO A OTRO HOMBRE CON UNA POLLA
MUCHO MÁS GRANDE DURANTE SEMANAS. El. NOSOTROS. SE. ¡ACABO!
Alguien se aclara la garganta. Doy la vuelta desde mi escondite en el
costado de la casa de la piscina. Pensé que era la única aquí.
—Uh… Syd estaba buscando su teléfono —comenta Lautner con mi
papá parado a su lado.
Querido Padre Celestial,
Haré esta pregunta rápidamente. ¿Por qué? ¿Simplemente, por qué?
—Dame un segundo. ¿Sí? —susurro, devolviendo una sonrisa tensa.
Simplemente encantador. Mi cuñado, el señor Perfecto, y mi padre ministro
ahora sabe sobre mis actividades extracurriculares en mi viaje por carretera,
y el tamaño aproximado de la polla de Jake.
Lautner asiente. Papá frunce el ceño. Pongo los ojos en blanco y les
doy la espalda. 241
—Cariño…
—No. No a tu cariño. No a cenar contigo. Voy a llamar a mi abogado
tan pronto como cuelgue, lo cual es justo… —Miro por encima del hombro
para asegurarme de que los espías se han dispersado—… jodidamente
ahora. —Presiono finalizar.
Tres noches con mi hermana y su familia perfecta es demasiado.
Necesito un lugar propio. Necesito salir. Necesito espacio. Necesito quietud
y libertad de constantes miradas de simpatía.
Mi amada familia se queda en silencio cuando entro en la casa, todos
los ojos puestos en mí.
»Perdón. Aquí está tu teléfono. —Dejo el teléfono de Sydney al final de
la encimera de la cocina.
—No es gran cosa. Solo necesito un número. ¿Está todo bien?
Frunzo el ceño a mi padre y a Lautner. Desvían la mirada. Cobardes.
Chismosos.
Sin hogar. Sin teléfono. Sin auto Sí, estoy genial.
—Todo es estupendo. Entonces... ¿cuál es el plan para la cena?
—Vamos a salir. Lautner hizo reservas. Es una especie de... cena de
ensayo. —Sydney sonríe, dando a nuestro padre y Deedy una expresión
cálida.
—¿Cena de ensayo?
Deedy abre la parte superior de una caja de envío que está sobre la
mesa de la cocina.
—Tommy hizo los arreglos para que me enviaran el vestido aquí. —
Sostiene el vestido blanco. Es bonito, pero tiene razón; no es un vestido de
novia.
Papá apoya su mano en la espalda baja de Deedy.
—Nos casaremos mañana. Arreglé todo. Es en una pequeña iglesia
cerca del hospital de Lautner. Un viejo pastor amigo mío, es su iglesia. Ha
accedido a casarnos.
Todos me miran como si yo fuera la última palabra en este plan. No
lo soy. No tengo nada por el momento. ¿Estas personas realmente me van a
confiar la bendición de una boda?
—Está bien entonces. —Sonrío.
Un suspiro colectivo se extiende por la habitación. Vaya... ¿realmente
soy tan mala? Todo el mundo se dispersa como si hubiera un millón de
cosas que hacer para ganarle al reloj.
—Agarra tu bolso. Vamos a hacernos la manicura y la pedicura en 242
diez minutos —me informa Sydney justo antes de salir de la cocina.
—No puedo permitírmelo.
—Yo invito.
—¡No lo quiero! —Me estremezco cuando Deedy y mi papá me miran,
y los cuerpos dispersos se congelan. Aclarándome la garganta, pongo una
sonrisa de disculpa—. Quiero decir, le estoy dando a mis uñas un descanso
del esmalte. No han visto la libertad en años.
Sydney asiente lentamente.
—Una manicura y pedicura. Puedes hacer eso sin tener que pulirlas.
—Um… —Me siento tan estúpida, perdida y… fuera de mi mente
porque Jake me arruinó—. Por supuesto. Eso sería genial. Gracias.
Papá besa a Deedy en la mejilla y luego a mí en la cabeza antes de
salir de la habitación.
—Hay otra cosa —agrega Deedy como si se estuviera preparando para
terminar con mi ya frágil existencia—. Dios, esto es difícil. —Apoya las
manos en las caderas y se mira los pies.
—¿Qué es? Solo dilo. Mientras no planees dejar a mi papá en el altar,
entonces estamos bien.
—Mi padre falleció el año anterior a la muerte de Gavin. Y mi mamá
vive en Florida, pero tiene miedo de volar. Mi hermano murió y mi hermana
vive en Alemania.
—Oh, Deedy... —Sonrío—...por supuesto que seré tu dama de honor.
—Oh… —Ella me devuelve una sonrisa rígida—. Um… en realidad se
lo pedí a Sydney, pero solo porque Ocean es la niña de las flores y Lautner
está de pie con Tommy. Yo simplemente... quiero decir...
—No. Está completamente bien. —Muevo mi muñeca hacia ella y hago
un sonido estúpido como si estuviera soplando una frambuesa en la mejilla
de mi sobrina—. Es una tontería de mí parte asumirlo.
Ahora es simplemente incómodo. La he hecho sentir mal.
—No es tonto. De hecho, tú también deberías apoyarme
absolutamente. No existe una regla que diga que las damas de honor y los
padrinos de boda tienen que ser iguales en número.
—Estoy bien, Deedy. En serio. Entonces, ¿qué ibas a decir antes de
que te interrumpiera con mis suposiciones?
—Oh, sí… yo eh… le pedí a Jake que me acompañara por el pasillo.
No reacciono en absoluto. Es como ese momento en que pisas chicle
o caca de perro y simplemente te congelas, demasiado asustada para 243
evaluar el daño.
»No estoy tratando de ponerte en una situación incómoda. También
me preocupaba preguntarle a tu padre sobre eso. No sabía toda la historia
con Jake y Gavin, pero le conté todo anoche, y está bien con eso. Entonces…
—No. —Me las arreglo para decir una palabra sin pestañear o incluso
mover la mandíbula—. Está bien. —¡Viva yo! Dos palabras rígidas y
constipadas.
—¿Está segura? Es solo que él está aquí en Los Ángeles, y es lo más
cercano que tengo a una familia por aquí.
Lentamente, alargo la mano y saco el palo de mi trasero. Una vez que
mi cuerpo se relaja, aclimatándome a la realidad, tomo la mano de Deedy.
—Es tu día. A pesar de lo que mi familia pueda creer o incluso de lo
que hayas presenciado desde que nos conocimos, tengo autocontrol. Puedo
estar en el mismo lugar que Jake y no hacer una escena. Puedo ser
amistosa.
Contralada. Medicada. Parcialmente borracha. Lo que sea necesario.
—Oh, gracias, Avery. —Deedy me ataca con un abrazo asfixiante—.
Gracias. Gracias. Gracias. Y… —Me suelta—. En realidad, es un día y una
noche. Estará en el ensayo y en la cena de ensayo esta noche. Hoy también
es su cumpleaños.
Sonrío y trago el nudo en mi garganta. Sé que es su cumpleaños.
Después de husmear en su billetera para averiguar su edad, descubrí su
fecha de nacimiento. Y robé/tomé prestados cuarenta dólares para
comprarle algo bonito. Esos fueron los cuarenta dólares. Todavía los tengo.
Nunca llegué a encontrar algo bueno.
—Bueno. Bien. —Aprieto los dientes. Emociones estúpidas.
—¿Segura?
Asiento.
—Por supuesto.
—Genial. Vamos al salón. Ah… y vamos a pasar por Dress Barn.
Tommy y yo queremos comprarles vestidos nuevos para mañana.
Dress Barn…
250
Jake
252
Avery
257
Hace una semana, nos despedimos de papá y Deedy cuando se fueron
de luna de miel improvisada en un auto de alquiler con dirección a la zona
de viñedos. Hoy tuve una entrevista de trabajo.
—Me dieron el trabajo —interrumpo a Lautner mientras habla de un
objeto que sacó hoy de la nariz de un niño.
Sydney me da otro trozo de pizza mientras todos los comensales me
prestan atención. A Lautner no parece molestarle mi interrupción. Tiene un
brillo esperanzador en sus ojos azules. 258
—Es solo un trabajo a tiempo parcial, así que aún no estoy lista para
mudarme. —Hago una pequeña mueca de disculpa.
—Nadie ha dicho que tengas que irte —Sonríe.
¿Por qué tiene que ser tan perfecto? ¿Y por qué se enamoró de Sydney
antes de que yo tuviera la oportunidad de tomarlo para mí?
—Eso es genial, Ave. ¿Y crees que tu mano está bien? ¿Serás capaz de
dar masajes a la gente? —Sydney asiente a los niños cuando Ocean
pregunta si pueden retirarse de la mesa.
Quiero una mesa con niños que pidan que se les excuse, y un esposo
que acoja con cariño a los sintecho y sin trabajo.
Un paso a la vez.
—Es el bar de los descalzos. Estaré bien. Pero necesito encontrar otra
cosa para complementar esos ingresos. Además, he estado contactando con
algunos amigos, buscando un compañero de apartamento. Estoy bastante
segura de que pasará un tiempo antes de que pueda alquilar por mi cuenta.
—Doy un mordisco a la pizza.
Sydney y Lautner me miran fijamente, inquietantemente quietos e
inexpresivos. Pensándolo bien, parecen totalmente sorprendidos. Sí, esa es
la sensación que tengo.
—¿Qué? —Me encojo de hombros.
—¿Quién eres tú? —Sydney suelta una risita nerviosa—. ¿Qué te ha
pasado entre Milwaukee y aquí?
Suspiro y me limpio la boca.
—El último mes me ha otorgado varias dosis fuertes de realidad.
Amor. Desamor. Pérdida. Humillación. Tal vez encontré a Dios de nuevo.
¿No haría eso sentir orgulloso a papá?
Sydney asiente en micro incrementos, los ojos ligeramente
entrecerrados.
—Danos un minuto, amor.
Lautner detiene la pizza en su boca.
—Toma el resto. —Ella empuja la caja en su dirección, lanzándole una
sonrisa malvada.
Me encanta su historia. Sus miradas. Los intercambios que dicen
tanto sobre lo duro que han trabajado para llegar a este punto de su vida.
¿Compartiré alguna vez esa misma sonrisa? ¿El mismo tipo de amor?
Él se levanta y se inclina para morderle el cuello. Ella salta y suelta 259
una risita. Su sonrisa se transforma en algo más sombrío y comprensivo
cuando él se marcha con el resto de la pizza. Su atención vuelve a centrarse
en mí.
—Si Jake dijo que lo siente y tú lo quieres, ¿qué te lo impide? —Sydney
deja la servilleta sobre la mesa y se reclina en la silla, con los brazos
cruzados sobre el pecho.
—¿Por qué esperaste tanto para contarle a Lautner lo de Ocean?
Frunce el ceño.
Sacudo la cabeza con un lento suspiro.
—No es una pregunta de verdad. Conozco la respuesta. Sé que estabas
paralizada por el miedo, la idea del rechazo y la necesidad de proteger tu
corazón. Bueno… —Me inclino hacia delante, apoyando los brazos en la
mesa—. A mí me pasa lo mismo. Diría que es un rasgo Montgomery, pero
creo que es un rasgo humano. Si Jake fuera emocionalmente estable, libre
de un pasado problemático, si simplemente tuviera esta reacción instintiva
a mi confesión... creo que sería más fácil...
—¿Perdonarlo?
Sacudo la cabeza.
—Lo perdoné. Pero no confío en él. Tiene demasiados demonios, y soy
un detonante para todos ellos.
—Así que lo quieres. Lo perdonas. ¿Pero no crees que puedas confiar
en él?
—Bingo.
Los labios de Sydney se crispan hacia un lado.
—Deedy cree que es un buen partido. Amable. Leal. Protector. No
siento que piense que él no es digno de confianza. Pero... yo soy del equipo
Avery. Así que, si él no es digno de confianza para ti, entonces apoyo tu
decisión. Nunca imaginé que serías la calma en la tormenta estas últimas
semanas, pero aparte del incidente del maquillaje en la cena de ensayo, has
sido útil con los niños...
—Amo a Ocean y Asher. Eso no es nada nuevo. ¿Y a qué te refieres
con lo de incidente de maquillaje?
—¿En serio? —Enrosca unos mechones de cabello alrededor de su
dedo—. ¿Entonces no entraste en pánico ante la idea de ver a Jake? ¿No
querías demostrarle que eres tú misma?
—No entré en pánico. Tuve una epifanía. Dos cosas totalmente
diferentes.
La risa burbujea en el pecho de Sydney.
—¿Una epifanía? 260
—Sí. Me di cuenta de que lo dejé entrar en mi cabeza hasta el punto
de que no sabía si mis pensamientos eran míos o suyos. —Me encojo de
hombros—. El caso es que... me gusta el maquillaje y la ropa. Me gusta
cuando tengo el cabello bonito y las uñas pintadas. Si no uso estas cosas
para medir mi autoestima, entonces no veo por qué es un problema.
Se levanta y recoge los platos sucios.
—Quizá sí encontraste a Dios. —Una sonrisa se dibuja en sus labios—
. Hazlo, Ave. Sólo asegúrate de no dejar que tu ego y tu orgullo te roben algo
que tiene un gran potencial.
La ayudo a recoger la mesa y abro la boca varias veces antes de
cerrarla. Sydney me lanza varias miradas cómplices, provocándome para
que reaccione, para que diga algo más.
—Besa muy bien. —Rompo el silencio.
—¿Sí? —Sydney levanta una ceja.
Mordiendo una sonrisa, asiento.
—Si pudiera quererme como me besa... serías la hermana celosa por
una vez. —Le guiño un ojo
Jake
Dos semanas después.
Sage Leaf Café, Los Angeles
—¡Oye, Jake! Un grupo de mujeres preguntan por ti. Muy atractivas.
—Seth se limpia las manos en una toalla blanca de bar y me sonríe antes
de abrirse paso a través de la puerta giratoria hacia la parte delantera del
restaurante.
Termino de introducir algunas cifras de ventas en mi programa de
contabilidad y cierro la computadora.
—No pensaste que me iría sin despedirme, ¿verdad? —Deedy rodea el
mostrador, me da un fuerte abrazo y me besa en la mejilla.
Mi mirada se posa sobre Sydney, Ocean y Avery, y mi pecho se aprieta.
—¿Qué tal la región del vino? —Hago fuerza para que mis palabras
transmitan confianza y entusiasmo. Avery me pone nervioso, ansioso e 261
incómodo. No es fácil ser amable pero no prepotente. Confiado, incluso
cuando quiero rogarle que me diga cómo arreglar las cosas.
—Hermoso. Nos alojamos en tres B&B diferentes. No quiero volver a
casa, pero el deber me llama. Se acabó la luna de miel. —Me agarra de la
mano y tira de mí alrededor del mostrador—. Quería comer contigo y con
mis nuevas chicas favoritas antes de irme. ¿Conoces un buen sitio para
comer?
Sydney se ríe cuando sonrío, y los labios de Avery se fruncen un poco.
Su vaporoso top blanco acentúa su bronceado. Su minifalda vaquera es
probablemente de diseño, como su bolso y sus zapatos, pero lleva el cabello
desordenado, perfectamente al viento, y su rostro lleva muy poco maquillaje.
Sin embargo, esa mirada suya... recorre la habitación como si fuera
demasiado mirarme durante más de unos segundos. Esto intensifica el dolor
en mi pecho. Deedy me dio el nuevo número de teléfono de Avery. Mi pulgar
ha rondado el botón de llamada cientos de veces. He pasado por delante de
la casa de Sydney al menos otras cien veces.
Palabras.
Tantas malditas palabras.
No puedo encontrar las correctas. Cuando creo que lo he resuelto,
esta vocecita en mi cabeza me convence de encontrar nuevas, mejores. Pero
ahora mismo, no puedo encontrar ni una.
—O... ¿no tienes tiempo para nosotras?
—¿Qué? —Me sacudo de mi aturdimiento por Avery y vuelvo a
centrarme en Deedy—. Muy gracioso. Sí, resulta que conozco un sitio. Oye,
Seth. Estaremos arriba. ¿Puedes traer un surtido del menú?
—De acuerdo.
—¿Arriba? ¿Terminaste de pintar? —pregunta Deedy.
—Sí, la semana pasada. Síganme.
Las conduzco a mi apartamento. Al final de la escalera, les abro la
puerta a todas. Avery es la última de la fila. Me echa una mirada rápida
mientras se agacha para quitarse las sandalias de plataforma. Le dedico mi
mejor sonrisa. Quizá me ayude a canalizar mejores palabras.
—¡Esta mesa es increíble! —Sydney pasa la mano por mi mesa de
forma irregular hecha con varios troncos viejos.
—Gracias. La hicieron a medida en una tienda de muebles ecológicos
de San Francisco.
—Y tus vistas. Ocean, ven a ver a los surfistas. —Sydney hace señas
a Ocean hacia la pared de ventanas.
262
Avery da pasos lentos por mi estudio con los dedos metidos en los
bolsillos delanteros de su minifalda. No dice nada, pero parece
inspeccionarlo todo minuciosamente.
—¿Podemos ir caminando a la playa? —pregunta Ocean.
—Quizá después de comer.
—¿Surfean? —Les sirvo a todas vasos de agua fresca de cítricos.
—Ocean y Lautner surfean. Yo tomo fotos. —Sydney se sienta a la
mesa y vuelve a pasar la mano por la superficie lisa y cristalina.
—Ave, ¿surfeas? —pregunto como si fuera una conocida reciente, no
como si tenerla aquí, en mi espacio, tuviera mi corazón martilleando contra
mi pecho porque lo único que quiero es retroceder en el tiempo y cambiar
cómo reaccioné ante su confesión.
Ladea la cabeza ante una foto mía en blanco y negro de mi última
pelea. Entonces estaba más destrozado, con la cabeza rapada y un ojo
hinchado. Irreconocible para cualquiera que no me conociera entonces,
salvo por mis tatuajes. No es una foto glamurosa. Pero... gané.
—A veces —murmura, ladeando la cabeza.
—Rara vez. —Sydney pone los ojos en blanco.
—Más que tú. —El tono de Avery sigue siendo uniforme, como si
estuviera respondiendo en piloto automático, sin que le moleste en absoluto
que su hermana la desafíe.
Mis pulmones se quedan sin aire cuando el dedo de Avery roza la foto
sobre mi ojo hinchado y el rastro de sangre que baja por mi mejilla.
Sangre, sudor y lágrimas.
Eso es lo que Gavin me dijo que se necesitaría para vencer a mi
oponente invicto. Estoy bastante seguro de que va a hacer falta mucho más
que eso para arreglar las cosas con la mujer que amo.
Después de tres golpes rápidos, abro la puerta y tomo las bandejas de
comida de Seth.
—Gracias, amigo.
Sirvo la comida y le guiño un ojo a Deedy cuando me deja la silla junto
a Avery.
Avery saca el móvil del bolso y mira algo en la pantalla durante unos
segundos antes de volver a guardarlo.
—¿Nuevo teléfono? —Les paso servilletas a todos.
—Sí. —Inspecciona mi cara como si aún intentara relacionarla con la
de la foto.
—Teléfono nuevo. Y recuperó todas sus cosas de Anthony sin pelearse 263
ni quedar con él para cenar. Papá dio su discurso de “Dios trabaja de
maneras misteriosas”. Y el amigo de Lautner tiene un concesionario de
autos y le prestó a Ave un auto usado para que lo “pruebe” hasta que consiga
un trabajo a tiempo completo. —Sydney, se golpea el labio inferior con el
tenedor—. Aunque lo que realmente funcionaría es otro trabajo a tiempo
parcial. ¿Verdad, Ave?
Avery levanta la parte superior del bollo a su sándwich de garbanzos,
probablemente en busca de tocino.
—Tal vez.
—Avery ha vuelto a dar masajes, casi siempre en bar descalzo, —
añade Deedy—. Pero es sólo a tiempo parcial.
Avery tiene un verdadero club de fans hoy. Eso es bueno. Se lo merece.
Doy un mordisco a mi bocadillo y espero a que Avery me mire, pero
no lo hace.
—Conozco al dueño de la cafetería de abajo. Tiene una vacante a
tiempo parcial si puedes llevar una batidora y un exprimidor.
Esto llama su atención. Ojos muy abiertos. Los labios entreabiertos.
Me encojo de hombros.
—No te lo garantizo. Sólo digo que podría hablar bien de ti.
—Me parece perfecto. —Sydney sonríe.
Avery gira la cabeza hacia su hermana y le lanza una mirada
traicionera.
—¿Qué? Es un trabajo. No una carrera. Te ayudará a recuperar algo
de independencia hasta que puedas reagruparte y averiguar dónde quieres
estar a largo plazo.
Avery da un mordisco a su comida y no dice otra palabra ni mira a
nadie durante el resto del almuerzo.
—¿Podemos ir ya a la playa? —Ocean tira del brazo de Sydney.
—Sí, cariño. ¿Vienen ustedes dos?
—Por supuesto. —Deedy deja el resto de los platos junto al fregadero
y me mira de reojo mientras baja la voz—. Su familia quiere saber qué le
hiciste. Dicen que no es la misma persona que era antes del viaje.
Levanto una ceja interrogante hacia Deedy durante unos segundos y
luego vuelvo a mirar a Avery y Sydney, que no nos prestan atención.
—Yo... no lo sé. —Mi mirada vuelve a Deedy.
—¿Por qué le hiciste daño?
—No era mi intención. Simplemente no sabía cómo lidiar con... cosas.
264
—¿Y por cosas quieres decir que no pensaste antes de arremeter
contra algo que no era culpa suya?
Frotándome la mano en la cara, murmuro mi frustración con un
gemido bajo y echo otra mirada rápida por encima del hombro.
—Sí. Es sólo que, en ese momento, cuando me contó lo de la aventura,
me acordé de todo por lo que había pasado Meg, y sentí que Avery tenía
parte de la culpa.
—¿Te contó lo de la aventura?
Asiento.
Deedy se inclina más cerca, manteniendo la voz baja.
—¿Ella te lo contó voluntariamente y tú actuaste así?
Otro asentimiento.
—La cagaste.
Mi cabeza se echa hacia atrás. La misionera Deedy soltando una
palabrota es una experiencia nueva para mí.
—Bueno... —Sonríe, recogiendo una pelusa invisible de la manga de
mi camiseta—. No hay otra forma de decirlo. Avery es mi familia ahora, pero
tú también lo eres. Así que busca la manera de hacer que las cosas sean
amistosas.
Me encojo de hombros.
—Ya lo son. Acabamos de comer juntos. Nos fue bien en la boda.
—No. Ella está siendo falsamente amistosa para mi beneficio. Te odia
en secreto porque te ama, y tú la cambiaste. Ahora no sabe qué demonios
hacer consigo misma. La jodiste. Arréglalo.
—Ocean ya fue al baño. Vamos, señoritas. —Sydney interrumpe
nuestra conversación en voz baja—. ¿Ave? —Sydney tira del dobladillo de la
camisa de Avery para llamar su atención.
Avery mira por encima del hombro, de pie cerca de la ventana junto a
mi cama.
—No. —Me mira—. Tengo que hablar con Jake.
Sydney asiente, moviendo la cabeza hacia la puerta de la escalera.
Ocean y Deedy la siguen.
—Volveremos en una hora o así. ¿Te parece bien? —Deedy levanta
una ceja hacia Avery.
Ella asiente.
Entonces Deedy frunce el ceño con una severa advertencia en los ojos,
justo antes de que la puerta se cierre tras ellas. 265
Avery se dirige de nuevo al centro de la habitación y se frota tres veces
las manos por delante de la falda. Me acomodo en mi sillón y espero a que
ella marque el tono de lo que se supone que hay que decir.
—Deedy me contó lo de la muerte de Gavin.
Intento apretar la mandíbula y quedarme inmóvil para ocultar mi
reacción. Nunca llegará el día en que su solo nombre no haga que todos los
músculos de mi cuerpo se tensen de arrepentimiento. Fue un accidente. Lo
sé, pero eso no cambia las consecuencias. Cosas malas pasan todo el tiempo
como resultado de un accidente. Gavin murió. Era una buena persona. Mi
madre murió. Era una buena persona. El bebé de Megan murió. Era perfecto
y completamente inocente. Pero mi padre —lo opuesto a bueno e inocente—
aún camina por la tierra.
Tan... Jodidamente. Injusto.
—Lo siento. Y siento haberme acostado sin saberlo con un hombre
casado. Siento haber intentado intoxicarte. Siento haberte engañado para
que nos llevaras a Swarley y a mí a tu viaje especial. Siento cada segundo
de molestia, el oxígeno que robé de tu sagrada burbujita.
—Nunca pedí una disculpa.
—No me estoy disculpando por ti. Me disculpo contigo. —Me da la
espalda, una vez más, mirando la foto en blanco y negro.
Sólo quiero abrazarla y arreglar las cosas.
Tras uno o dos minutos de silencio, su postura se relaja.
—Una parte de mí desearía haberte conocido cuando se hizo esta foto.
Me habría encantado ser la chica que esperaba en tu rincón. Me habría
encantado conocer a ese Jake... el intrépido que no se aferraba a su ira—.
Este... —Se acerca a la foto.
—Esta era la versión despojada de ti. Esta era tu canción acústica. Lo
sé porque cuando salí de casa de Megan, me sentía como tú en esta foto:
destrozada. Casi rota. Agotada. Irreconocible. Pero… —se gira hacia mí con
lágrimas en los ojos— ...también victoriosa. Más fuerte. Cambiada. Tú lo
hiciste. Me diste pelea cuando la necesitaba. Me enseñaste a recibir un golpe
y a levantarme. Me enseñaste que lo que vemos por fuera puede ser muy
engañoso. Una cicatriz no significa que fueras débil. Una cicatriz significa
que has sobrevivido. Una cicatriz es una insignia de fortaleza.
Cuando parpadea, varias lágrimas resbalan por sus mejillas, pero no
se mueve para enjugarlas.
—Me dejaste cicatrices, pero ahora soy más fuerte. Así que... gracias.
—Te amo, Avery. —Se me escapan las palabras. Odio lo vacías que
probablemente le suenan, pero es lo único que tengo en la cabeza y en el
corazón.
266
Ella asiente, apartándose lentamente las lágrimas y moqueando.
—Lo sé. Pero no durará porque se basa en algo débil: tus expectativas
sobre mí. Y no puedo mantenerlas para siempre. Tropezaré y caeré. Me
estrellaré y me desmoronaré. Y con el tiempo, no seré reconocible para ti
porque siempre me recordarás en mi mejor momento, cuando amarme era
fácil.
—Eso no es verdad. —Me inclino hacia delante, apoyando los codos
en las rodillas.
—¿No es así? Creo que ves a tu madre en mi fragilidad.
Definitivamente ves a Francine en las cosas que me gustan. Y creo que
cuando te conté de mi relación con el esposo de Megan, viste a tu padre en
mí. Soy ese demonio que todo lo abarca y que estás decidido a matar. Si
puedes amarme a pesar de todas las cosas que odias de mí, entonces ganas.
—Estás huyendo. Eso es lo que es. Estás huyendo y me echas la culpa
a mí.
Se ríe entre dientes, sacude la cabeza y vuelve a meter los dedos en
los bolsillos delanteros.
—Yo estoy aquí. No voy a ninguna parte. Tú eres el que corre. Tú eres
el que se irá a Milwaukee. Y no pasa nada. Estoy bien, Jake. Pero no a tu
pesar. Estoy bien gracias a ti.
Hay una necesidad punzante bajo mi piel, una necesidad que me
acelera el corazón. No quiero que terminemos, pero no sé qué decir.
Las palabras. Las malditas palabras.
Si pudiera entregarle mi corazón, ¿no sería suficiente? ¿Tendría que
ser servido con alguna gran explicación?
Toma, Ave. Tómalo. Es tuyo.
Si no es "lo siento" o "te amo", ¿entonces qué es?
¿Cómo puede parecer tan hermosa, tan resignada a lo que ha pasado
y tan segura de sí misma al mismo tiempo, cuando esto está deshaciendo
cada fibra de mi corazón?
Sonríe. Es impresionante y real.
—Voy a buscarlas a la playa.
—Me voy en dos semanas. Quizá podríamos… —La desesperación se
retuerce y choca en mi cabeza como un tornado—. Cenar o algo antes de
irme. —Me pongo de pie y me meto las manos en los bolsillos, imitándola.
Me pican las manos por tocarla, pero creo que ya no es mía.
Junta los labios y asiente media docena de veces. 267
—¿Desayunamos o comemos abajo? Podemos hablar de mi trabajo a
tiempo parcial en tu cafetería. Necesito otro trabajo por un tiempo. —Se
encoge de hombros—. Estoy dispuesta a tragarme mi orgullo y admitirlo.
—El trabajo es tuyo.
—No. —Levanta una mano—. Tú me entrevistas. Contrátame sólo si
mis cualificaciones te parecen aceptables. No quiero que ningún compañero
piense que conseguí el trabajo por lástima o porque me acosté con el jefe.
—Solo tienes que usar un exprimidor y una licuadora. Seth hace el
resto de la comida. Seguro que estás muy cualificada.
Sus labios se retuercen. Quiero besarlos. Quiero caer de rodillas y
rogar que el tiempo retroceda.
—Pero... —Me acerco, dejando unos centímetros entre sus pies
descalzos y los míos— ...te entrenaré antes de volver a casa.
—A casa —susurra, mirándonos los pies.
—Ave... —Doy el último paso y le acaricio el rostro.
Se inclina hacia mí y cierra los ojos, con el rostro arrugado como si le
doliera.
—Te extraño malditamente tanto. Y sé que de alguna manera no es
suficiente, pero lo siento de verdad por lo que te dije, por cómo te traté. Si
pudiera volver atrás, lo haría.
Su mano cubre la mía mientras respira entrecortadamente.
—Extraño tu toque.
Me acerco más y acaricio su otra mejilla con mis labios.
—Entonces déjame tocarte.
—Jake...
Mi boca cubre la suya, tragándome su débil súplica. Sus manos se
apoyan en mi pecho y se cierran en puños, acercándome más,
profundizando nuestro beso.
Por favor, no pares... Por favor, déjame demostrarte lo que significas
para mí.
Su lengua se desliza en mi boca.
Mis manos se deslizan por su cabello.
Gemimos al unísono.
¿Cómo he podido olvidar lo mucho que me gusta besar a esta mujer?
Sabe a rodajas de naranja y lima en el agua. Su cabello tiene un suave
aroma floral. Y su piel... es todo lo que mis manos quieren tocar. Ella es...
todo lo que quiero. 268
—Para. —Se separa sin aliento, presionando las puntas de los dedos
contra sus labios, con los ojos azules sin pestañear—. Yo no soy ella. —Su
cabeza se mueve de lado a lado—. No soy la chica que puedes manipular
con un beso o promesas vacías. Ya no.
—Ave... —Me paso los dedos por mi cabello—. No te estoy
manipulando.
—Sí lo estás haciendo. Me estás distrayendo. Y lo haces bien, pero...
está mal. No puedes lanzar disculpas temporales y "te amo" a medias sólo
para meterte en mis bragas.
—Yo … —Me quedo boquiabierto. ¿Cómo puede creerse eso?
Porque eso es todo lo que siempre ha conocido.
—No quiero entrar en tus bragas. Quiero entrar en tu corazón, en tu
vida.
—¿Se supone que debo creer que no quieres entrar en mis bragas? —
Cruza los brazos sobre el pecho y mueve la cadera hacia un lado.
Pongo los ojos en blanco mientras apoyo las manos en las caderas y
respiro lentamente.
—Me gusta mucho lo que hay en tus bragas. Pero…—Vuelvo a centrar
mi atención en su mirada expectante—. Te deseo a ti y todo lo que eso
implica.
—No. —Sacude la cabeza, con más emoción en sus ojos—. Cuando te
conté lo de Steve, no gruñiste ni apretaste los puños como si te hubiera
arañado el lateral de la camioneta. Básicamente me llamaste puta, rompe
hogares, asesina de bebés.
—No, Ave ...
—Sí. Sí, Jake. Eso es lo mucho que me amas. Fui honesta contigo, y
me castigaste por ello. Simplemente... renunciaste a nosotros.
—No voy a renunciar a nosotros. —Doy un paso adelante.
Avery retrocede.
—Lo hiciste. Y ahora que he vuelto a estar completa, no puedes entrar
en mi vida y decidir que me quieres otra vez. Y no puedes culpar a nadie
más que a ti mismo. Me dijiste que me defendiera. Bueno... esta soy yo. Y
no voy a dejar que ningún hombre me trate como a una puta nunca más. —
Se calza las sandalias y agarra el pomo de la puerta. Entonces... se congela.
Tardo unos segundos en darme cuenta de lo que ha captado su
atención. Suelta el picaporte y toma un papel rasgado de la mesa que hay
junto a la puerta.
—Dios mío… —susurra. 269
Cierro los ojos y suspiro.
—Tú... tú hiciste esto.
Abro los ojos y ella se gira lentamente hacia mí, sosteniendo el papel
con la dirección de Anthony Bianchi.
—Tú eres la razón por la que me devolvió mis cosas. El dinero... el
teléfono... fuiste tú.
No respondo. Ni siquiera me inmuto.
—¿Cómo...? —Sacude la cabeza, con el ceño fruncido—. ¿Cómo
conseguiste esta dirección? ¿De Sydney?
Deedy la consiguió de Sydney, pero no lo digo.
—¿Qué hiciste? ¿Lo amenazaste? ¿Le diste una paliza?
Le hice una visita. Hubo amenazas sutiles. Cooperó, así que no tuve
que golpearlo. Lo habría hecho. Mataría por ella. Pero tampoco digo eso.
—¿Por qué? —susurra.
—Tú sabes por qué.
Su mirada se desvía. Deja caer el trozo de papel de su mano. Y se va.
Avery