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SALA CONSTITUCIONAL

Magistrado Ponente: PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ

 
Consta en autos que, el 23 de mayo de 2002, el ciudadano CARLO
PALLI, titular de la cédula de identidad n° 169.047, mediante la representación de su
abogado defensor Giovanni Scarvaci, inscrito en el Inpreabogado bajo el n° 78.332,
intentó, ante el Juzgado Primero de Primera Instancia en funciones de Control del
Circuito Judicial Penal del Estado Aragua, amparo constitucional bajo la modalidad de
habeas corpus contra la decisión que dictó el Juzgado de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil, Tránsito y Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Aragua,
Extensión Cagua, el 23 de mayo de 2002, para cuya fundamentación denunció la
violación de sus derechos a la libertad y a la libertad de expresión que acogieron los
artículos 44 y 57 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Asimismo fundamentó su solicitud de amparo en los artículos 1, 7, 8 y 11 del Código
Orgánico Procesal Penal.
El 23 de mayo de 2002, el Juzgado de Control declaró su incompetencia
para el conocimiento de la demanda de amparo y declinó la competencia en la Corte de
Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Estado Aragua.
El 28 de noviembre de 2002, la Corte de Apelaciones del Circuito
Judicial Penal del Estado Aragua declaró su incompetencia para el conocimiento de la
causa, planteó el conflicto negativo de competencia y ordenó la remisión del expediente
a esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.
Luego de la recepción del expediente de la causa, se dio cuenta en Sala
por auto del 6 de diciembre de 2002 y se designó ponente al Magistrado Pedro Rafael
Rondón Haaz.
 
I
DE LA PRETENSIÓN DE LA PARTE ACTORA
1. 1.                   Alegó:
1.1 1.1               Que fue parte en un juicio de divorcio ante el Juzgado de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Trabajo de la Circunscripción
Judicial del Estado Aragua, con sede en Cagua.
1.2 1.2               Que, el 7 de mayo de 2002, el Juzgado de la causa dictó
sentencia definitiva en la cual declaró con lugar la demanda de divorcio.
1.3 1.3               Que, el 8 de mayo de 2002, su defendido solicitó dos
copias certificadas de la decisión mediante diligencia.
1.4 1.4               Que, el 23 de mayo de 2002, se presentó en la sede del
Tribunal y pidió le entregaran las copias certificadas que requirió, pero “...el
ALGUACIL DEL TRIBUNAL le manifiesta que: ‘LAS COPIAS CERTIFICADAS
ESTABAN LISTAS, PERO QUE NO SE LAS ENTREGARIA AL DR. PALLI, SI NO QUE
SE LAS ENTREGARIA AL ABOGADO LUIS BASTIDAS’.”
1.5 1.5               Que su representado insistió en que le entregaran las
copias, porque él las pidió y pagó primero.
1.6 1.6               Que, “En plena exigencia se presentó el JUEZ
PROVISORIO CIVIL EULOGIO PAREDES TARAZONA, en una actitud de pocos
amigos le dijo al Dr. Palli que no le entregaría las copias...”
1.7 1.7               Que el demandante invocó la violación al debido proceso
y demandó la presencia del Ministerio Público y de un Inspector de Tribunales.
1.8 1.8               Que “Acto seguido el JUEZ PROVISORIO CIVIL
EULOGIO PAREDES TARAZONA, cerró con llaves el Tribunal y le ordenó al Policía
Municipal de Cagua, Sargento Tercero VICENTE OSCAR LIENDO, (...) ‘QUE
ESPOSARA AL Dr. PALLI Y SE LO LLEVARA PRESO, A COMO DIERA LUGAR Y
PIDIO CON UN TELEFONO CELULAR REFUERZOS DE CUATRO POLICIAS
MAS’.”
1.9 1.9               Que todas las personas presentes en el Tribunal
señalaron que tal procedimiento constituía un abuso de autoridad y un atropello.
1.10 1.10           Que “El Dr. Palli le expresó al Juez: ‘Ciudadano Juez,
si usted considera que (...) he actuado de manera indebida, ‘ABRAME UN
PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO O DISCIPLINARIO’, el Juez le riposto:
‘USTED TIENE RAZON, PERO COMO AQUÍ MANDO YO, USTED VA PRESO’ acto
seguido los agentes se llevaron arrestado al Dr. Palli.”
1.11 1.11           Que el Juez Eulogio Paredes Tarazona “...envió cinco
horas después, un oficio signado con el No. 0403-02 donde ordena el arresto pero SIN
INDICAR POR CUANTO TIEMPO.”
2. 2.                   Denunció:
2.1 La violación del derecho a la libertad y la libertad de expresión
que establecen los artículos 44 y 57 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, por cuanto fue privado de su libertad arbitrariamente porque expresó a viva
voz sus pensamientos.
3. 3.                   Pidió:
“...(Se) restablezcan los derechos constitucionales conculcados y oficie al
COMANDO DE LA POLICIA MUNICIPAL DE CAGUA PARA QUE
SE ORDENE LA INMEDIATA LIBERTAD DEL Dr. Carlo Palli.”
 
II
DEL CONFLICTO DE COMPETENCIA
El 23 de mayo de 2002, el abogado Giovanni Scarvaci intentó, en
representación del ciudadano Carlo Palli, demanda de amparo bajo la modalidad de
habeas corpus ante el Juzgado Primero de Primera Instancia en funciones de Control
del Circuito Judicial Penal del Estado Aragua contra la decisión del Juzgado de Primera
Instancia en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Trabajo de la Circunscripción Judicial del
Estado Aragua, Extensión Cagua, de esa misma fecha.
El 23 de mayo de 2002, el Juzgado Primero de Primera Instancia en
funciones de Control del Circuito Judicial Penal del Estado Aragua declaró su
incompetencia para el conocimiento de la demanda de amparo y declinó la competencia
en la Corte de Apelaciones del mismo Circuito Judicial Penal.
Por otra parte, el 24 de mayo de 2002, el abogado Giovanni Scarvaci, en
representación del ciudadano Carlo Palli, intentó otra demanda de amparo de habeas
corpus ante la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Estado Aragua
contra la decisión del Juzgado de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, Tránsito y
Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Aragua, Extensión Cagua, del 23 de
mayo de 2002.
En esa misma oportunidad, la Corte de Apelaciones ofició al Juzgado de
Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Trabajo de la Circunscripción
Judicial del Estado Aragua, Extensión Cagua, y a la Comandancia de la Policía del
Municipio Sucre del Estado Aragua para que informara sobre la medida de arresto
disciplinario que ordenó el mencionado Tribunal contra el abogado Carlo Palli.
El 27 de mayo de 2002, la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial
Penal del Estado Aragua recibió la declinatoria de competencia que realizó el Juzgado
Primero de Primera Instancia en funciones de Control del Circuito Judicial Penal del
Estado Aragua el 23 de mayo de 2002, de la primera solicitud de habeas corpus. En esa
misma oportunidad, la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Estado
Aragua acumuló la antedicha solicitud de habeas corpus con la que se presentó ante ese
Órgano Juzgador.
El 28 de noviembre de 2002, la Corte de la Apelaciones del Circuito
Judicial Penal del Estado Aragua dictó sentencia en la cual declaró su incompetencia
para el conocimiento del amparo en cuestión y planteó el conflicto negativo de
competencia. Por ello ordenó la remisión del expediente a la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia.
 
III
DE LA COMPETENCIA DE LA SALA
Corresponde a esta Sala la determinación de su competencia para el
conocimiento del conflicto negativo de competencia que se planteó entre el Juzgado
Primero de Primera Instancia en función de Control del Circuito Judicial Penal del
Estado Aragua y la Corte de Apelaciones del mismo Circuito Judicial Penal, con
ocasión de la demanda de amparo constitucional bajo la modalidad de habeas corpus
que incoó el ciudadano Carlo Palli.
El artículo 266, cardinal 7, de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, dispone lo siguiente:
 
“Son atribuciones del Tribunal Supremo de Justicia:
(...)
7. Decidir los conflictos de competencia entre tribunales, sean
ordinarios o especiales, cuando no exista otro tribunal común a ellos en el
orden jerárquico”.
 
Por su parte, esta Sala Constitucional, en sentencias Nos 1 y 2 del 20 de
enero de 2000 (casos: Emery Mata y Domingo Ramírez), determinó su competencia
para el conocimiento de las demandas de amparo a la luz de los principios que establece
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Ahora bien, esta Sala observa que, de conformidad con el artículo 12 de
la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, el artículo 42,
cardinal 21, de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia y el artículo 79 del
Código Orgánico Procesal Penal, el conocimiento de un conflicto negativo de
competencia, corresponde al Tribunal Supremo de Justicia cuando no hubiere un
tribunal superior común a los que declararon su incompetencia.
En consecuencia, por cuanto no existe un tribunal superior común en
materia de amparo entre el Juzgado Primero de Primera Instancia en función de Control
del Circuito Judicial Penal del Estado Aragua y la Corte de Apelaciones del mismo
Circuito Judicial Penal, y de conformidad con las disposiciones que se señalaron, esta
Sala declara su competencia para dirimir el conflicto negativo de competencia. Así se
decide.
 
IV
MOTIVACIÓN PARA LA DECISIÓN
Del escrito de solicitud de amparo se desprende que el ciudadano Carlo
Palli, a través de su defensor, abogado Giovanni Scarvaci, intentó la demanda de
amparo de habeas corpus contra la decisión de arresto disciplinario que decretó el Juez
del Juzgado de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Estado Aragua, con sede en Cagua, abogado Eulogio
Paredes Tarazona, por cuanto dicho arresto se hizo de forma arbitraria y sin
procedimiento previo, ya que el Juez consideró que la conducta inapropiada, violenta e
irrespetuosa que desplegó el prenombrado abogado en el recinto del Tribunal causó un
desorden generalizado en el mismo, por lo cual se suspendieron las actividades en el
Juzgado, todo de conformidad con lo que establecían los artículos 114, 115 y 116 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial derogada.
Así, observa la Sala que, para el conocimiento de la demanda de amparo
de habeas corpus en cuestión, se planteó un conflicto negativo de competencia entre el
Juzgado Primero de Primera Instancia en función de Control del Circuito Judicial Penal
del Estado Aragua y la Corte de Apelaciones del mismo Circuito Judicial.
Ahora bien, en materia de competencia para el conocimiento de las
demandas de amparo, el artículo 7 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, preceptúa el principio fundamental, cuando dispone, en el
primer y segundo aparte, lo siguiente:
“Son competentes para conocer de la acción de amparo, los Tribunales de
Primera Instancia que lo sean en la materia afín con la naturaleza del
derecho o de la garantía constitucionales violados o amenazados de
violación, en la jurisdicción correspondiente al lugar donde ocurrieren el
hecho, acto u omisión que motivaren la solicitud de amparo.
En caso de duda, se observarán, en lo pertinente, las normas sobre
competencia en razón de la materia.”
 
Por su parte, el artículo 64 segundo aparte del Código Orgánico Procesal
Penal establece el criterio competencial específico en materia de amparo en la
jurisdicción penal cuando se trata de la violación del derecho a la libertad y seguridad
personal, en los siguientes términos:
 
“Corresponde al tribunal de control hacer respetar las garantías
procesales, decretar las medidas de coerción que fueren pertinentes,
realizar la audiencia preliminar, y la aplicación del procedimiento por
admisión de los hechos. También será competente para conocer la acción
de amparo a la libertad y seguridad personales, salvo cuando el presunto
agraviante sea un tribunal de la misma instancia, caso en el cual el
tribunal competente será el superior jerárquico .”
 
Respecto de la competencia para el conocimiento de la demanda de
amparo de habeas corpus, esta Sal, en sentencia de 13-2-01 (caso Eulices Salomé Rivas
Ramírez), precisó lo siguiente:
“Resulta pertinente indicar que, en dicha reforma de la Ley Orgánica del
Poder Judicial (G.O.E. nº 5.262 de fecha 11 de septiembre de 1998),
quedó intacta la facultad de los jueces de imponer sanciones correctivas y
disciplinarias, entre las cuales se encuentra el arresto, lo que pudiera dar
lugar a un hábeas corpus.
Es oportuno referir, en este sentido, que la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo se atribuyó la competencia para conocer del
amparo contra la libertad y seguridad personales, atendiendo a la
naturaleza de acto administrativo del arresto en vía disciplinaria. Dicha
competencia fue modificada a raíz de la sentencia nº 1/2000 proferida por
esta Sala Constitucional, que estableció la competencia exclusiva de los
Juzgados de Control para conocer y decidir los amparos interpuestos en
solicitud de protección al derecho fundamental in commento, en cuya
consideración final se lee en síntesis lo siguiente:
‘[...] Esto implica que la doctrina establecida por la Sala Constitucional
es vinculante para esta Corte y en consecuencia se acoge en su
totalidad; en el caso de autos, al tratarse de una pretensión de amparo
constitucional cuyo derecho material protegido es la libertad personal...
esta Corte Primera de lo Contencioso Administrativo declina su
competencia en los Tribunales de Primera Instancia en lo Penal en
función de control [...]’.
El criterio sostenido por esta Sala Constitucional, es que la procedencia
del hábeas corpus depende de que la detención haya sido impuesta por
una autoridad administrativa, policial, o judicial, con violación de
normas constitucionales, y sólo en aquellos casos en que la autoridad, se
exceda en el ejercicio de sus atribuciones legales o en los plazos en que
se mantiene la detención, podría ser considerada la privación de la
libertad ilegítima.
Aunado a ello, el ordinal 4º del artículo 60 del Código Orgánico Procesal
Penal, establece que los tribunales de control serán los competentes para
conocer de la acción de amparo a la libertad y seguridad personales,
imponiéndose así el criterio de la competencia exclusiva para los Jueces
de Primera Instancia en función de Control de la Investigación; sentido
que fue precisado por esta Sala en decisión de fecha 20 de enero de 2000,
referida con anterioridad ( Vid. Caso Emery Mata Millán vs. Ministro y
Vice-Ministro del Interior y Justicia, exp. nº 00-001). Como excepción y
tomando en cuenta el artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, cuando la decisión o acto que se
entienda lesivo provenga de los altos funcionarios u órganos
mencionados en dicha disposición, o de otros que ostenten igual rango o
jerarquía en la conformación institucional del Estado, tal competencia le
corresponde exclusivamente a la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia.
No obstante el razonamiento de esta Sala, se presentan dificultades en
cuanto al orden jerárquico para atribuir a los jueces de control la
competencia para conocer de los amparos interpuestos con ocasión de
presuntas violaciones a la libertad y seguridad personales –hábeas
corpus-, provenientes de un órgano jurisdiccional superior o de igual
rango a los Juzgados de Primera Instancia en Función de Control; es
decir, cuando el presunto agraviante sea otro Tribunal de Primera
Instancia o una Corte de Apelaciones en lo Penal, como por ejemplo, en
materia Penal, aquéllos que conocen en otra fase del proceso, como son
los tribunales de juicio o de ejecución. En estos casos resulta contrario a
la teoría general del proceso, que un tribunal de la misma o inferior
jerarquía revise una decisión –aun cuando sea por la vía de una acción de
amparo-, pues esto quebranta el orden lógico de la organización
institucional en la que se ve reflejada la concepción del ejercicio de la
función jurisdiccional, la cual atiende al contenido de valores que nutren
el fin último de dicha función. Tal orden se trastocaría, ciertamente, en la
conjetura de decisiones de órganos de superior jerarquía que deban ser
revisadas, con lo cual decimos valoradas, y quizás revertidas, por
instancias de igual o inferior jerarquía.
Debe señalarse que, ‘ambas figuras –amparo contra decisiones judiciales
y Hábeas Corpus-, se encuentran consagradas en la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, de manera
separada, siendo que la primera va dirigida a restituir la situación
jurídica infringida ocasionada por un acto, resolución o sentencia
emanada de un Tribunal, actuando fuera del ámbito de su competencia –
entiéndase con abuso o extralimitación de poder o con usurpación de
funciones- que lesiona derechos y garantías protegidas por la
Constitución; en tanto que el hábeas corpus se concibe como la tuición
fundamental de la esfera de la libertad individual, como una verdadera
garantía contra posibles arrestos y detenciones arbitrarias’, incluso
provenientes de los órganos judiciales actuando en vía disciplinaria (la
privación ilegítima de libertad). Ver sentencia de fecha 17 de marzo de
2000.
Para rectificar la diversidad de criterios que se originó a raíz de la
promulgación de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, esta Sala Constitucional dijo: ‘...haciendo una
interpretación armónica y coherente que garantice una adecuada
aplicación de ambos institutos, debe entenderse que el mandamiento de
hábeas corpus resulta procedente cuando se trata de proteger al
ciudadano frente a arbitrarias detenciones administrativas, sin embargo,
el mismo también es ejercible en aquellos casos en los cuales exista de
por medio una detención de carácter judicial, pero únicamente, cuando
dichas decisiones no cuenten con un medio ordinario de impugnación o
éste no sea acorde con la protección constitucional que se pretende’. De
tal manera que, en el supuesto de privaciones ilegítimas por
detenciones policiales o administrativas, incluidas las practicadas en
acatamiento de sanciones disciplinarias decretadas por los jueces,
debemos reiterar que corresponde la competencia en primera
instancia, como regla general, a los jueces de control –primera
instancia en lo penal.
En el otro supuesto, si la acción va dirigida contra una privación judicial
preventiva de libertad ordenada por un Juez, por considerarse que actuó
con abuso de poder o con extralimitación de funciones en cualquiera de
las fases del proceso penal, es decir, actuando con facultad jurisdiccional
-no administrativa- con ocasión de la comisión de un delito o falta, con
fundamento en el Código Orgánico Procesal Penal o en cualquier otra ley
penal, aun cuando el contenido de la pretensión involucre un hábeas
corpus por alegarse que tal detención en sí misma resulta ilegítima o que
por extensión excesiva de la misma en el tiempo haya adquirido el
carácter de ilegitimidad, se atenderá al orden de gradación del órgano en
contra de quien se acciona. No cabe duda, entonces, de que el caso
deberá analizarse bajo la óptica del artículo 4 de la Ley de Amparo, y la
competencia corresponderá a un Tribunal Superior, en el orden
jerárquico, de aquél que emitió el pronunciamiento, puesto que se trata de
un acto, resolución o sentencia emanados de un órgano jurisdiccional
actuando en tal condición.” (Resaltado añadido).
 
Ahora bien, de conformidad con el criterio transcrito ut supra, es
evidente para esta Sala que, en el caso bajo examen, la competencia para el
conocimiento de la demanda de amparo bajo la modalidad de habeas corpus en primera
instancia le correspondía al Juzgado Primero de Primera Instancia de Control del
Circuito Judicial Penal del Estado Aragua, por cuanto la supuesta violación de los
derechos constitucionales que se denunciaron -libertad y libertad de expresión-, resultó
del hecho del arresto por siete (7) días que decretó contra el abogado Carlo Palli, el Juez
del Juzgado de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Estado Aragua, con sede en Cagua de conformidad con lo
que establecía la Ley Orgánica del Poder Judicial derogada, el cual constituyó un arresto
disciplinario. Así se declara.
En virtud de las consideraciones que se expusieron, considera esta Sala
que el Tribunal con competencia para el conocimiento de la demanda de amparo bajo la
modalidad de habeas corpus que intentó el abogado Carlo Palli con ocasión de la
medida de arresto disciplinario que decretó el Juzgado de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil, Tránsito y Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Aragua, con
sede en Cagua, el 23 de mayo de 2002, es un Juzgado de Primera Instancia en funciones
de Control del Circuito Judicial Penal del Estado Aragua. Así se decide.
Por otra parte, se advierte al Juez del Juzgado de Primera Instancia en lo
Civil, Mercantil, Tránsito y Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Aragua,
con sede en Cagua, abogado Eulogio Paredes Tarazona que la Ley Orgánica del Poder
Judicial fue reformada el 27 de agosto de 1998 y su publicación en Gaceta Oficial
Extraordinaria fue el 11 de septiembre de ese mismo año bajo el n° 5.262, por lo cual la
Ley en que fundamentó la sanción disciplinaria de arresto estaba reformada.
Luego de la determinación anterior, esta Sala considera pertinente
realizar las siguientes consideraciones en relación con la potestad disciplinaria que se
ejerció en el caso concreto y que dio lugar a esta demanda de amparo. En tal sentido
observa:
La Ley Orgánica del Poder Judicial otorga a los jueces potestad
disciplinaria respecto de los particulares, las partes, apoderados judiciales y los
empleados judiciales, cuando faltaren el respeto y el orden debidos dentro del recinto de
su Tribunal, potestad que la Ley define en su artículo 91 y que desarrolla, según la
distinción de los sujetos pasivos de la sanción disciplinaria, en sus artículos 92, 93, 94,
98 y 99 de la manera siguiente:
“Artículo 91. Los jueces podrán imponer sanciones correctivas y
disciplinarias, así:
1) A los particulares que falten al respeto y orden debidos en los actos
judiciales;
2) A las partes, con motivo de las faltas que cometan en agravio de los
jueces o de las otras partes litigantes; y
3) A los funcionarios y empleados judiciales, cuando cometan en el
tribunal faltas en el desempeño de sus cargos, y cuando con su conducta
comprometan el decoro de la judicatura.
 
Artículo 92. Se prohíbe toda manifestación de censura o aprobación en
el recinto de los tribunales, pudiendo ser expulsado el transgresor. Caso
de desorden o tumulto, se mandará a despejar el recinto y continuará el
acto o diligencia en privado.
Los transgresores serán sancionados con multas del equivalente en
bolívares a dos unidades tributarias (U.T.), convertible en arresto, en la
proporción establecida en el Código Penal.
 
Artículo 93. Los jueces sancionarán con multas que no excedan del
equivalente en bolívares a tres unidades tributarias (U.T.), o de ocho días
de arresto, a quienes irrespetaren a los funcionarios o empleados
judiciales; o a las partes que ante ellos actúen; y sancionarán también a
quienes perturbaren el orden de la oficina durante su trabajo.
 
Artículo 94. Los tribunales podrán sancionar con multa del equivalente
en bolívares a cuatro unidades tributarias (U.T.), o con arresto hasta por
ocho días, a los abogados que intervienen en las causas de que aquellos
conocen:
1) Cuando en el ejercicio de la profesión faltaren oralmente, por escrito,
o de obra al respeto debido a los funcionarios judiciales;
2) Cuando en la defensa de sus clientes ofendieren de manera grave o
injustificada a las personas que tengan interés o parte en el juicio, o que
intervengan en él por llamado de la justicia o a los otros colegas. Todos
estos hechos quedan sometidos a la apreciación del juez, quien decidirá
discrecionalmente si proceden o no las medidas indicadas; pero los
sancionados tendrán el derecho de pedir la reconsideración de la medida
si explicaren sus palabras o su intención, a fin de satisfacer al tribunal.
En caso de falta cometida por escrito, el juez ordenará testar las especies
ofensivas, de manera que no puedan leerse.
 
Artículo 98. Los secretarios, alguaciles y empleados de los tribunales
están sujetos a la jurisdicción disciplinaria de sus superiores.
 
Artículo 99. Las sanciones que podrán imponerse a los secretarios,
alguaciles y demás empleados de los tribunales, serán:
a) Amonestación;
b) Multa, no convertible en arresto que podrá alcanzar hasta el
equivalente de una quincena de sueldo.
c) Suspensión hasta por un período de seis meses;
d) Destitución”.
 
Tal potestad disciplinaria está comprendida dentro de los poderes
generales del juez, aun cuando no tiene naturaleza estrictamente jurisdiccional, y de allí
que la doctrina procesalista, la cual comparte esta Sala, la entienda como un poder
procesal, inherente a la condición del Juez en tanto director del proceso (vid. RENGEL-
ROMBERG, ARÍSTIDES, Tratado de Derecho Procesal Civil Venezolano, Tomo I,
Editorial Arte, Caracas, 1992, pp. 277-294). poder procesal que se ejerce mediante actos
cuya naturaleza jurídica analizó ya esta Sala en anteriores oportunidades, en las que
señaló que se trata de actos administrativos de efectos particulares. En concreto, en
sentencia de 23-01-02 (caso Mirna Mas y Rubi Spósito), la cual reitera el criterio de
decisiones anteriores (ss.S.C. de 10-5-01, caso José Ángel Rodríguez y de 3-10-01, caso
Eduardo José Ugarte H.), señaló lo siguiente:
 
“En este sentido observa la Sala que tanto la doctrina como la
jurisprudencia han sido contestes en considerar que las sanciones
correctivas y disciplinarias decretadas por los jueces, en ejercicio de la
potestad disciplinaria de la cual están investidos, son actos
administrativos de efectos particulares, toda vez que el tribunal no actúa
en la función jurisdiccional que originariamente le ha sido atribuida, sino
en una función administrativa, por lo cual, dichas decisiones son
recurribles por la vía del contencioso administrativo ante la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo.
 Tal potestad deviene del hecho de que los distintos poderes del Estado
pueden dictar actos que rebasan o escapan de su función natural,
verbigracia, la facultad del Poder del Ejecutivo de reglamentar leyes, o en
el caso específico del Poder Judicial, la facultad del Juez de imponer
multas, o destituir funcionarios, los cuales constituyen actos distintos a su
función, cual es la de emitir actos o decisiones judiciales”.
 
La naturaleza administrativa de la potestad disciplinaria, sin embargo, no
implica su confusión ni generalización respecto de la potestad sancionadora de la
Administración, pues mientras la potestad sancionadora consigue su fundamento y fin
en el ejercicio de un poder de imperio dirigido a la preservación del ordenamiento
jurídico administrativo y el alcance de determinado cometido de interés general, la
disciplinaria se dirige a la represión de actuaciones contrarias a la conducta debida
dentro de determinada estructura organizativa de servicio o bien en el marco de una
relación jurídica concretada –en el caso que nos ocupa, la relación jurídica a que da
lugar todo proceso judicial-, para que se logre el mantenimiento de la actuación ética y
jurídicamente correcta, indispensable para el alcance de la plena eficacia del ejercicio de
determinada función pública –en este caso la función judicial-.
Ahora bien, la exclusión formal de la potestad disciplinaria respecto del
ius puniendi del Estado no implica, en modo alguno, que no le sean aplicables los
principios fundamentales que informan el ejercicio del poder punitivo estatal, pues, en
definitiva, la imposición de un castigo disciplinario repercute en detrimento de la esfera
jurídica del particular, tanto como una sanción penal o una sanción administrativa -
máxime cuando, como en el caso de la potestad disciplinaria judicial, la sanción puede
afectar la libertad personal- y, por ende, mal podría discriminarse el respeto de garantías
y derechos reconocibles cuando se impongan determinadas sanciones.
Tales consideraciones son, además, exigibles según el Texto expreso de
la Constitución de 1999, cuyo artículo 49 dispone que el derecho al debido proceso y
todos sus atributos se aplicará “a todas las actuaciones administrativas y judiciales” sin
distinción. Por tanto, el ejercicio de la potestad disciplinaria por parte de los jueces con
fundamento en las normas de la Ley Orgánica del Poder Judicial, debe forzosamente
garantizar el derecho fundamental al debido proceso y, por ello también, entre otros, a la
defensa, a la presunción de inocencia, a ser oído, al juez natural, a la legalidad de la
pena y al non bis in idem en los términos en que los establece el artículo 49 del Texto
Fundamental.
No obstante, el análisis de las normas legales que otorgan al juez la
potestad disciplinaria, que antes fueron transcritas, revela la ausencia de un
procedimiento especial a seguir para el ejercicio de las mismas. Tal cuestión fue ya
objeto de pronunciamiento por parte de esta Sala, concretamente mediante la sentencia
de 23-01-02 que anteriormente se citó, en la cual se sostuvo la falta de necesidad del
procedimiento previo al ejercicio de la potestad disciplinaria judicial, con consideración
de la verificación de flagrancia del imputado en estos casos. Ahora bien, de
conformidad con el Texto Constitucional (artículo 44, cardinal 1) la flagrancia lo que
puede relajar es el principio de prohibición de detenciones preventivas sin orden judicial
previa, por lo que la Sala expresa ahora que, ante la imposibilidad de una interpretación
in extenso de esa norma -so pena de violación del principio in dubio pro reo- para
sostener que la flagrancia relaja el principio del procedimiento previo a la imposición de
sanciones definitivas, como lo son el arresto y la multa en el caso del ejercicio de la
potestad disciplinaria judicial, debe revisar su doctrina.
De allí que un nuevo análisis del punto, a la luz del Texto Constitucional,
lleva a la Sala a la reformulación de su posición ante la conveniencia y necesidad del
previo procedimiento frente a la aplicación de dichas sanciones disciplinarias, y por
cuanto los artículos 91 y siguientes de la Ley Orgánica del Poder Judicial no normaron
expresamente el procedimiento disciplinario a seguir, debe la Sala, en cumplimiento con
su deber de velar por la uniforme interpretación y cumplimiento de la Constitución
(artículo 335 constitucional), propender a la aplicación de dichas normas legales a la luz
del artículo 49 del Texto Fundamental. Por tanto, y de conformidad con la potestad que
le otorga el artículo 102 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, han de
analizarse las pautas procedimentales a seguir para el ejercicio de la potestad correctiva
que, a los jueces, otorga la Ley Orgánica del Poder Judicial.
En este sentido, debe tenerse en cuenta que, en tales casos, el supuesto
infractor de conformidad con dichas normas, tiene derecho a que se le oiga para que se
defienda, lo que involucra que se le notifique, aunque de inmediato, el procedimiento
que se le seguirá; a disponer del tiempo, así sea breve, para su defensa y para el alegato,
en su favor, de las pruebas que considere pertinentes, con salvaguarda, en todo
momento, del derecho a la presunción de inocencia.
En ausencia de un procedimiento sancionador administrativo tipo en
nuestro ordenamiento jurídico, considera la Sala que puede aplicarse en estos casos,
mutatis mutandi, el procedimiento que dispone el artículo 607, Título III, Libro Tercero,
del Código de Procedimiento Civil. Por tanto, cuando un juez de la República considere
que se verifica alguno de los supuestos de hecho expresamente tipificados en los
artículos 91 y siguientes de la Ley Orgánica del Poder Judicial, en virtud del irrespeto u
ofensa que algún particular, parte en juicio o abogado profiriere respecto de su persona,
respecto del resto de los funcionarios del tribunal o bien de la contraparte en juicio, en
contravención del orden público tribunalicio, podrá ejercer la potestad disciplinaria que
dichas normas le otorgan, previa audiencia del supuesto transgresor, a través del
procedimiento que establece el artículo 607 del Código de Procedimiento Civil. Así se
declara.
En estos casos, al momento de la ocurrencia de la supuesta infracción, el
Tribunal pondrá a derecho al sujeto, por escrito, para que esté en conocimiento de los
hechos que se le imputan; le informará, en esa oportunidad, que al día siguiente podrá
plantear alegatos en su favor, promover las testimoniales y, en general, las pruebas que
considere pertinentes; luego de ello, la incidencia se tramitará según preceptúa el
artículo 607 en relación con el lapso para la resolución de la misma, por lo que el juez
deberá resolver a más tardar dentro del tercer día, a menos que haya necesidad de
esclarecer algún hecho, caso en el cual abrirá una articulación por ocho días sin término
de distancia. El juez podrá tomar, aún de oficio, las medidas cautelares que estime
indispensables para asegurar la tramitación y las resultas del procedimiento
sancionador, como, entre otras, la detención preventiva para el caso de flagrancia, que
sería, por ejemplo, el supuesto del agresor verbal o físico del juez o funcionario judicial
en estrados, durante una audiencia oral o una entrevista.
La decisión del procedimiento disciplinario corresponde, según la Ley, al
propio juez, quien ha de seguir las pautas que le indican el artículo 94 eiusdem y
decidirá con fundamento en el arbitrio que le otorga su sana crítica si proceden o no las
medidas indicadas, esto es, si procede la imposición de alguna de las sanciones
disciplinarias tipificadas en la Ley Orgánica del Poder Judicial, a saber, arresto o multa
–y, además, suspensión y destitución en el caso de los funcionarios judiciales-.
Ahora bien, en una nueva interpretación de la norma a la luz del Texto
Constitucional, el cual reconoce el principio de objetividad del órgano decisor y derecho
a ser juzgado por un juez imparcial (artículo 49, cardinales 2 y 3), la competencia para
la imposición de la medida disciplinaria corresponderá al juez del Tribunal en el cual
ocurriere la falta, cuando el ofendido sea la contraparte, terceros o apoderados en juicio,
o bien cuando sea cualquier funcionario judicial distinto al propio juez, pues, en caso de
que él mismo sea el ofendido, la decisión corresponderá a otro juez de igual jerarquía,
siguiendo las reglas procesales de la inhibición. Ya, en anterior oportunidad, la Sala
advirtió la necesidad de salvaguarda del principio de objetividad cuando se ejerce la
potestad disciplinaria judicial (s.SC de 25-3-03, caso William Albrey Mora) y, agrega
en esta oportunidad, que dicha garantía debe operar no sólo en vía de recurso, esto es,
para la impugnación de la sanción disciplinaria, sino incluso al momento cuando se
dicte la propia decisión sancionatoria.
Por último, huelga señalar que quien se vea afectado por la decisión
disciplinaria podrá ejercer su derecho a acudir a las vías jurisdiccionales que ofrece el
ordenamiento jurídico para el planteamiento de la contrariedad a derecho de dicha
sanción, a través del recurso contencioso administrativo de anulación de actos
administrativos, o bien para la denuncia de violación de sus derechos y garantías
constitucionales a través del amparo constitucional, en los términos en que, de
ordinario, éstos son admisibles y, en ambos casos, con seguimiento de las reglas
procesales de competencia; vías jurisdiccionales que no merman, claro está, la
posibilidad de que potestativamente se solicite al órgano que dictó la medida, la
reconsideración de la misma, tal como expresamente lo permite el artículo 94 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial. Así se decide.
Con fundamento en las consideraciones expuestas, esta Sala deja sentado
el siguiente criterio, con carácter vinculante para todos los tribunales de la República:
1. El ejercicio de la potestad disciplinaria que a los jueces otorga la
Ley Orgánica del Poder Judicial, debe forzosamente garantizar, entre otros, los derechos
fundamentales al debido proceso, a la defensa, a la presunción de inocencia, a ser oído,
al juez natural, a la legalidad de la pena y al non bis in idem, en los términos en que los
establece el artículo 49 del Texto Fundamental.
2. En ausencia de un procedimiento especial que prevea la norma
legal, el ejercicio de la potestad disciplinaria de los jueces se tramitará de conformidad
con el procedimiento que establece el artículo 607, Título III, Libro Tercero, del Código
de Procedimiento Civil, y en consecuencia:
(i) Al momento de la ocurrencia de la supuesta infracción, el
Tribunal pondrá a derecho al sujeto, por escrito, para que esté en conocimiento de los
hechos que se le imputan y de la oportunidad que tiene para el ejercicio de las defensas
que considere pertinentes. De esa manera se entenderá notificado del inicio del
procedimiento disciplinario.
(ii) Se otorgará al supuesto infractor la oportunidad de plantear
alegatos en su favor, promover las testimoniales y, en general, las pruebas que considere
pertinentes, defensas que deberá ejercer al día siguiente de dicha notificación.
(iii) Se haga o no uso de la oportunidad de defensa que se otorgó
al supuesto infractor, el Juez competente para la imposición de la sanción resolverá a
más tardar dentro del tercer día, a menos que haya necesidad de esclarecer algún hecho,
caso en el cual abrirá una articulación por ocho días, sin término de la distancia.
3. La competencia para la decisión del procedimiento disciplinario
corresponde al juez del Tribunal en el cual ocurriere la falta, cuando el ofendido sea la
contraparte, terceros o apoderados en juicio, o bien cuando sea cualquier funcionario
judicial distinto al propio juez; en caso de que él mismo sea el ofendido, la decisión
corresponderá a otro juez de igual jerarquía, siguiendo las reglas procesales de la
inhibición.
4. El juez competente deberá decidir con fundamento en los
supuestos y pautas que le indican el artículo 94 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, y
determinará si procede la imposición de alguna de las sanciones disciplinarias
expresamente tipificadas en dicha Ley. El juez podrá tomar, aún de oficio, las medidas
cautelares que estime indispensables para asegurar la tramitación y las resultas del
procedimiento sancionador, como, entre otras, la detención preventiva para el caso de
flagrancia.
5. Quien se vea afectado por la decisión disciplinaria podrá acudir a
las vías jurisdiccionales que ofrece el ordenamiento jurídico para el planteamiento de la
contrariedad a derecho de dicha sanción, a través del recurso contencioso administrativo
de anulación de actos administrativos, o bien a través del amparo constitucional, en los
términos en que, de ordinario, éstos son admisibles y según las respectivas reglas
procesales de competencia. Asimismo, tendrá la posibilidad de solicitar la
reconsideración de la decisión sancionadora, ante la misma autoridad que dictó la
medida, tal como lo prevé el artículo 94 de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
reconsideración que será siempre de carácter potestativo.
 
 
V
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República por autoridad de la
Ley, declara que el Tribunal competente para el conocimiento de la demanda de
amparo, bajo la modalidad de habeas corpus, que intentó el abogado CARLO PALLI
contra la decisión de arresto disciplinario que dictó el Juzgado de Primera Instancia en
lo Civil, Mercantil, Tránsito y Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Aragua,
con sede en Cagua, el 23 de mayo de 2002, es un Juzgado de Primera Instancia en
funciones de Control del Circuito Judicial Penal del Estado Aragua, al cual deberán
remitirse los autos inmediatamente.
Se declara el carácter vinculante de la presente decisión en lo relativo al
ejercicio de la potestad disciplinaria judicial que atribuyen los artículos 91 y siguientes
de la Ley Orgánica del Poder Judicial, a todos los jueces de la República. Conforme a lo
que disponen los artículos 119 y 120 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia, se ordena la inmediata publicación de este fallo en la Gaceta Oficial de la
República, con expresión, en el sumario, del siguiente título:
“Sentencia del Tribunal Supremo de Justicia que establece los principios
fundamentales y el procedimiento que deben seguirse para el ejercicio de la potestad
disciplinaria que los artículos 91 y siguientes de la Ley Orgánica del Poder Judicial
otorgan a los jueces de la República”.
Publíquese, regístrese y remítase el expediente.
Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas, a los 23 días del mes de
julio de dos mil cuatro. Años: 193º de la Independencia y 145º de la Federación.
 
El Presidente,
 
 
IVÁN RINCÓN URDANETA
El Vicepresidente,
 
 
JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO
 
 
 
 
JOSÉ MANUEL DELGADO OCANDO
Magistrado
 

ANTONIO JOSÉ GARCÍA GARCÍA


Magistrado
 
 
PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ
Magistrado-Ponente
 
El Secretario,
 
 
JOSÉ LEONARDO REQUENA CABELLO
 
 
PRRH.sn.fs.
Exp. 02-3057
 
Quien suscribe, JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO, salva su voto por
disentir de sus colegas del fallo que antecede, por las siguientes razones:

La Sala al dirimir el conflicto de competencia planteado entre el Juzgado


Primero de Primera Instancia en funciones de Control del Circuito Judicial Penal del
Estado Aragua y la Corte de Apelaciones del mismo Circuito Judicial, resolvió que el
competente para conocer del amparo constitucional ejercido, en virtud de una medida de
arresto disciplinaria acordada por el Juzgado de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil,
Tránsito y Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Aragua es “...un Juzgado
de Primera Instancia en funciones de Control del Circuito Judicial Penal del Estado
Aragua...”.
 
Se invocó en dicho fallo el criterio sostenido en la sentencia del 13 de febrero de
2001, recaída en el caso Eulices Salomé Rivas Ramírez, señalándose que “...de
conformidad con el criterio transcrito ut supra, es evidente para esta Sala que, en el
caso bajo examen, la competencia para el conocimiento de la demanda de amparo bajo
la modalidad de hábeas corpus en primera instancia le correspondía al Juzgado
Primero de Primera Instancia de Control del Circuito Judicial Penal del Estado
Aragua, por cuanto la supuesta violación de los derechos constitucionales que se
denunciaron -libertad y libertad de expresión-, resultó del hecho del arresto por siete
(7) días que decretó contra el abogado Carlos Palli, el Juez del Juzgado de Primera
Instancia en lo Civil, ercantil, Tránsito y Trabajo de la Circunscripción Judicial del
Estado Aragua, con sede en Cagua de conformidad con lo que establecía la Ley
Orgánica del Poder Judicial derogada, el cual constituyó un arresto disciplinario...”.
 
Quien disiente considera que la mayoría sentenciadora obvió la doctrina
vinculante de esta Sala en la materia de arresto disciplinario, contenida en sentencia de
reciente data, esto es, del 29 de agosto de 2003 (caso: Carmen Alicia Perozo Heredia),
en la cual se sostuvo lo siguiente:
 
“El hábeas corpus es la institución que como máxima garantía de la libertad
personal obliga a la inmediata exhibición de la persona detenida ante la
autoridad judicial, cuando es reclamada por cualquier persona que pretende
poner coto a una posible irregularidad.
 
En el orden constitucional, éste concepto primigenio del hábeas corpus pierde
completamente su sentido, produciéndose una mutación que lo convierte en una
acción de amparo que indudablemente también comporta una protección de los
derechos fundamentales garantizados al individuo por la Constitución.
 
Tal afirmación deviene del hecho que el hábeas corpus tiene un
procedimiento de carácter especial, de cognición limitada, pues a través de él
se busca sólo la inmediata puesta a disposición judicial de toda persona
detenida ilegalmente. En la acción de amparo, el tribunal constitucional jamás
pide que se traiga ante su presencia a la persona privada de libertad para ser
directamente oída.
 
En el hábeas corpus, el órgano judicial que conoce de la solicitud juzga sobre
la legitimidad de la privación de libertad, a la que puede poner fin o modificar
en atención a las circunstancias en la que la detención se produjo, pero sin
extraer de éstas más consecuencia que la necesaria finalización o modificación
de la privación de libertad.
 
Por ello, en dicho procedimiento no pueden obtenerse declaraciones sobre los
agravios que, a causa de la ilegalidad de la detención se hayan ocasionado a
los que la han padecido.
 
Al hilo de lo anterior, la verdadera especialidad del hábeas corpus es la
prontitud de la respuesta ante la violación de la libertad individual por
infracción de la Constitución o de la Ley, en tanto que en la acción de amparo
se dicta un fallo declarativo, reconociendo un derecho fundamental.
 
La Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, en
su Título V, consagra el amparo a la libertad y seguridad personales,
aceptando examinar por vía de amparo la vulneración a dicho derecho
fundamental, razón por la cual “el autentico hábeas corpus” no ha sido
desarrollado en nuestra legislación.
 
Así las cosas, la controversia en este orden se suscita sobre la procedencia
del hábeas corpus –amparo a la libertad personal-, ante los arrestos
provenientes de los órganos judiciales actuando en vía disciplinaria.
 
En tal sentido, acota la Sala, que dentro de los actos administrativos gravosos
para los administrados se encuentran las sanciones administrativas, en el
entendido de éstas como un mal inflingido por la Administración a un
administrado como consecuencia de una conducta ilegal. Este mal consistirá
siempre en la privación de un bien o de un derecho, imposición de una
obligación de pago de una multa, incluso arresto personal del infractor.
 
Dichas sanciones nacen como consecuencia del mantenimiento en manos de
la Administración de poderes sancionatorios directos, esto es, el mismo ius
puniendi del Estado manifestado por la vía administrativa.
 
Tal potestad deviene del hecho de que los distintos poderes del Estado pueden

dictar actos que rebasan o escapan de su función natural, como sería la

facultad del Poder del Ejecutivo de reglamentar leyes, o en el caso específico

del Poder Judicial, la facultad del Juez de imponer multas, o destituir


funcionarios, los cuales constituyen actos distintos a su función, cual es la de

emitir actos o decisiones judiciales.

 
Otra de esas manifestaciones del poder sancionatorio lo constituyen las

sanciones correctivas y disciplinarias decretadas por los jueces, en ejercicio de

la potestad disciplinaria de la cual están investidos.

Al respecto los artículos 91, 93 y 94 de la Ley Orgánica del Poder Judicial

expresan:

Artículo 91. Los jueces podrán imponer sanciones correctivas y disciplinarias,


así:
1) A los particulares que falten al respeto y orden debidos en los actos
judiciales;
2) A las partes, con motivo de las faltas que cometan en agravio de los jueces o
de las otras partes litigantes; y
3) A los funcionarios y empleados judiciales, cuando cometan en el tribunal
faltas en el desempeño de sus cargos, y cuando con su conducta comprometan
el decoro de la judicatura.
 
Artículo 93. Los jueces sancionarán con multas que no excedan del equivalente
en bolívares a tres unidades tributarias (U.T.), o de ocho días de arresto, a
quienes irrespetaren a los funcionarios o empleados judiciales; o a las partes
que ante ellos actúen; y sancionarán también a quienes perturbaren el orden de
la oficina durante su trabajo.
 
Artículo 94. Los tribunales podrán sancionar con multa del equivalente en
bolívares a cuatro unidades tributarias (U.T.), o con arresto hasta por ocho
días, a los abogados que intervienen en las causas de que aquellos conocen:
1) Cuando en el ejercicio de la profesión faltaren oralmente, por escrito, o de
obra al respeto debido a los funcionarios judiciales;
2) Cuando en la defensa de sus clientes ofendieren de manera grave o
injustificada a las personas que tengan interés o parte en el juicio, o que
intervengan en él por llamado de la justicia o a los otros colegas. Todos estos
hechos quedan sometidos a la apreciación del juez, quien decidirá
discrecionalmente si proceden o no las medidas indicadas; pero los
sancionados tendrán el derecho de pedir la reconsideración de la medida si
explicaren sus palabras o su intención, a fin de satisfacer al tribunal. En caso
de falta cometida por escrito, el juez ordenará testar las especies ofensivas, de
manera que no puedan leerse.
 
A criterio de la Sala, tales sanciones son actos disciplinarios, toda vez que el

tribunal no actúa en la función jurisdiccional que originariamente le ha sido

atribuida, sino en una función administrativa sancionatoria.

 
Siendo ello así, si bien es cierto que la situación cambia radicalmente en lo

que se refiere a los arrestos disciplinarios, dentro de la potestad sancionatoria

conferida a los jueces, pues en tales decisiones se ponen en juego dos valores

definidos constitucionalmente: el derecho a la libertad y a la seguridad

personal y el respeto a la majestad de los jueces en el ejercicio de sus

funciones, no es menos cierto que aun tratándose de actos que tienen por

objeto la privación de libertad, al tener los mismos su origen en la potestad

sancionatoria del Poder Judicial, deben estar sometidos al control de la

jurisdicción disciplinaria, en razón de que la disciplina -en todos sus aspectos-

no es propia de la actividad administrativa, sino que constituye el derecho

disciplinario.

Ciertamente dicha jurisdicción disciplinaria es actualmente ajena a nuestro

sistema de justicia, pero ello no es óbice para que hasta tanto la misma se

regule por ley, ésta corresponda al órgano jurisdiccional competente de

acuerdo a la naturaleza del acto impugnado.

De acuerdo con lo anterior, el punto fundamental del asunto sería entonces no

sólo precisar cuál sería el órgano jurisdiccional competente para conocer de la

legalidad de los arrestos disciplinarios, sino si contra dichos arrestos opera el

hábeas corpus.

 
Al respecto, estima la Sala preciso acotar, que el artículo 44.1 Constitucional

consagra el derecho que toda persona tiene a no ser detenida o arrestada sino

en virtud de una orden judicial, salvo que sea sorprendida in fraganti delito.

Estima la Sala, que a la letra del precepto constitucional señalado, no es

posible el arresto por vía administrativa-disciplinaria, ya que la detención de

cualquier persona debe provenir de una orden judicial.

Ahora bien, en los casos en que los abogados, particulares, funcionarios y

empleados judiciales irrespeten flagrantemente la majestad de los jueces, éstos,

en esa circunstancia se encuentran facultados para ‘imponer sanciones

correctivas y disciplinarias’ a los mismos, siendo una de dichas sanciones el

arresto hasta por ocho (8) días, en los casos establecidos en los artículos 93 y

94 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, precedentemente transcritos.

En ese orden de ideas, el juez en uso de la potestad disciplinaria puede ordenar

el arresto, estando el mismo ajustado a la norma constitucional en virtud de

emanar de una orden judicial.

De allí, que el derecho a la inviolabilidad de la libertad personal consagrado

en el señalado artículo 44.1 de la Constitución, no se vea menoscabado en los

casos de los arrestos disciplinarios, ya que la limitación del derecho que

deviene en dichos casos, se encuentra preservada por los principios de la

reserva legal y la judicial.

 
Por ello, la Sala, en sintonía con las consideraciones precedentemente

expuestas, establece como doctrina vinculante, que en materia de arrestos

disciplinarios provenientes de la potestad sancionatoria de los jueces de la

República, no procede el mandamiento de hábeas corpus, en virtud que en

dicho decreto, expedido legalmente, no existe violación al derecho a la

libertad.

A juicio de la Sala, los posibles agravios que a causa de la orden de arresto se

hayan ocasionado -distintos al de la libertad personal-, deben ser tutelados por

vía del amparo, y cuya acción corresponderá conocerla al Tribunal

Constitucional que resulte competente, no sólo por la naturaleza del derecho

violado, sino igualmente por la jerarquía del órgano emisor del acto

presuntamente lesivo.

En el presente caso, la Sala, estima que no ha lugar a la solicitud de hábeas

corpus formulada por el abogado Domingo Montes de Oca, Defensor Delegado

del Pueblo del Estado Lara, a favor de la ciudadana Carmen Alicia Perozo

Heredia, con ocasión de la orden de arresto disciplinario decretado en su

contra por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la

Circunscripción Judicial del Estado Lara, y así se declara”.

 
Atendiendo al criterio vinculante al que antes se ha hecho referencia, quien
disiente estima que la Sala debió aclarar como lo hizo en el caso antes referido, que no
había lugar a la solicitud de hábeas corpus que fue solicitada y que lo planteado se trató
de una acción de amparo constitucional, cuyo conocimiento corresponde de acuerdo a lo
establecido en el artículo 4 de la Ley que rige la materia, al tribunal de alzada del
Juzgado de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, Tránsito y Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Estado Aragua, el cual fue señalado como autor del acto
presuntamente agraviante, y no remitir como lo hizo en un juez de control el
conocimiento de la acción propuesta contra una medida de arresto disciplinario
acordada por un juez de primera instancia con competencia en lo civil.
 
Por otra parte, quien suscribe considera que los arrestos disciplinarios emanados
de los jueces, con motivo del ejercicio de la función judicial, no son típicos actos
administrativos.
 
Con la vigencia de la actual Constitución, la Administración no puede arrestar a
nadie (artículo 44.1 constitucional), por lo que un acto administrativo capaz de imponer
un arresto o detención se encuentra prohibido. Siendo ello así, mal puede sostenerse que
el poder de privación de la libertad pueda emanar del sector administración,
cualesquiera sea su fuente. En consecuencia, los arrestos o detenciones que ordenen los
jueces por motivos disciplinarios, no podrán fundarse en la actividad administrativa del
juez, y ello debió ser ponderado por la Sala en este fallo, ya que la ausencia de un
procedimiento que preceda a estas medidas no las hace inconstitucional o ilegal per se,
como si sucedería en el caso de los actos sancionatorios que dicta la Administración.
 
 
Queda así expresado el criterio del disidente.
 
Caracas, en la fecha ut-supra.
 
El Presidente de la Sala,
 

IVÁN RINCÓN URDANETA

El Vicepresidente-Disidente,
 

JESÚS EDUARDO CABRERA


ROMERO
Los Magistrados,
 

ANTONIO JOSÉ GARCÍA GARCÍA


 

PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ

 
 
 
 
JOSÉ MANUEL DELGADO OCANDO
 
 
 
El Secretario,
 

JOSÉ LEONARDO REQUENA CABELLO


 
 
 
EXP. Nº: 02-3057

J.E.C.R./

 
 
 
 
 
 

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