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0148-4310-2010-08-901.html
RECURSO
DE CASACIÓN
RECURSOS
POR VICIOS DE ACTIVIDAD
-I-
De
conformidad con el artículo 313, ordinal 1° del Código de Procedimiento Civil,
se delata el
vicio de incongruencia en la sentencia recurrida, por la
infracción de los artículos 12, 243, ordinal 5°
eiusdem y 483 de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente.
Al
respecto, explicó la formalizante lo siguiente:
(…) el Tribunal de la Alzada tomó unos hechos concretos, no afirmados por la Actora (sic) en
su demanda; hechos que tienen que hacer con la demostración de la posesión de estado, que a
juicio
del Tribunal, determinaron la condición de hija de PATRICIA ISABEL, siendo que,
desde el punto de vista procesal, no compusieron el tema a resolver, con otro
giro la médula de
la controversia.-
Fíjese la respetable
Sala que la actora hace descansar la posesión de estado en dos
circunstancia (sic):
a) la declaración al Fisco Nacional y b) el reconocimiento del abuelo.- Así
pues, la recurrida no es digna ni feliz a no ceñirse a los justos términos como
fue planteada la
pretensión al grado que el Juez buscó apoyo en hechos
diferentes a los afirmados por Actora
(sic).-
Desde luego, la
recurrida padece de notoria incongruencia porque suplió argumentos de hecho
no
invocados oportunamente por la actora; y en el caso, más grave con vista a que,
tampoco sé
(sic) ocupo (sic) ésta esos (sic) hechos nuevos antes de la
celebración del acto oral de
evacuación de pruebas (artículo 469 LOPNA),
a fin de que el Juez, entonces y solo (sic)
entonces los considerara como
incorporados al proceso y, en consecuencia, digno (sic) de ser
analizados y
resueltos en su sentencia definitiva; al mismo tiempo que los pone en
conocimiento de la contraparte para que tenga la oportunidad de cuestionarlos y
promover y
desahogar pruebas con el definido propósito de enervarlos.- (Omissis).
(…) debió la
demandante de escribir en su demanda, los precisos hechos constitutivos de la
posesión de estado, explicados en el artículo 214 del Código Civil. De no
hacerlo corre con el
riesgo de que su pretensión se venga a tierra, ya que el
Juez, huérfano de hechos sobre esa
cuestión litigiosa, no podrá desplegar su
exhaustiva y plena actividad juzgadora, porque
justamente le falta lo más
importante: los hechos.
(Omissis)
(…) al Tribunal de
Alzada nada le importó el alegato suministrado tanto en la contestación
como en
la audiencia oral de evacuación de pruebas, en cuanto que la parte actora no
aporto
(sic) los hechos constitutivos de la posesión de estado a que alude el artículo 210 c.c. (sic) y la
crítica probatoria que hizo de prueba por testigos, en tanto ésta especialmente pretendió probar
hechos nuevos; extraños a la litis; en este caso, visiblemente la recurrida radicalmente omisa
por infrapetición al no dársele respuesta acerca de unos de los extremos
de la defensa de
nuestra representada; ex profeso, la recurrida doblemente
incongruente.- (Subrayados
originales).
Esta
Sala para decidir observa:
De
una lectura del escrito libelar, se evidencia que la demandante señala que
sostuvo una
unión no matrimonial pública, continua y notoria con el ciudadano sobre
quien recae la paternidad
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La Sala para
decidir pondera:
Al
leer el escrito de formalización de la apelación y consecutivamente la
sentencia recurrida,
emerge innegable la incongruencia en la que incurrieron los
operadores de justicia que profirieron el fallo
cuya impugnación se persigue; ello
al omitir pronunciamiento en cuanto a uno de los alegatos efectuados
por el
recurrente en la oportunidad de presentar la formalización a la apelación. Éste
se refiere a la errónea
valoración del testimonio del ciudadano LUIS ALBERTO
HERNÁNDEZ, por parte del sentenciador de
primera instancia, sin que éste fuera
promovido como testigo; es decir, se apreció una diligencia por él
consignada,
como parte de las pruebas testimoniales y ciertamente nada dijo la alzada en cuanto
a esta
defensa.
Con
respecto al vicio de incongruencia, esta Sala en sentencia
N° 320 de fecha 28 de mayo de
2002, (Caso: Keila Orliza
Suárez Paredes contra Daniel Enrique Izquierdo), con ponencia del Magistrado
Alfonso Valbuena, al interpretar el artículo 489 de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del
Adolescente, estableció el deber del sentenciador superior de pronunciarse en los
procedimientos
contenciosos en asuntos de familia y patrimoniales sobre todos y
cada uno de los alegatos y defensas
opuestas en el escrito de formalización de
la apelación, de la siguiente manera:
(…) en virtud del
contenido del artículo 489 de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y
del Adolescente, en lo referente a la sentencia en esta materia, cuando se ejerza el
recurso de
apelación contra una decisión dictada en Primera Instancia, el Juez
Superior ante quien se
interponga tal medio de impugnación debe necesariamente
pronunciarse sobre todos y cada
uno de los alegatos señalados por el apelante
en la formalización del recurso con los cuales no
está conforme con la
sentencia del a-quo, indicando las razones en las cuales se funda para
estimar
o desestimar las defensas alegadas por el formalizante, todo ello en procura
del
principio de la exhaustividad de la sentencia.
En virtud de lo
anterior y a partir de la publicación de este fallo se deja sentado el presente
criterio, según el cual, y como antes se indicó, el Juez de Alzada en estos procedimientos
tiene
la obligación de pronunciarse sobre los puntos alegados en la
formalización del recurso de
apelación, para evitar así incurrir en la
infracción del ordinal 5º del artículo 243 del Código de
Procedimiento Civil,
que conlleva el vicio de incongruencia. Así se establece.
Por
otra parte, también la Sala ha sostenido en reiterados fallos que de proceder
una denuncia
sustentada bajo el supuesto de incongruencia, la misma debe tener
influencia determinante en el
dispositivo de la sentencia. Ello en atención a los
postulados de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, en el sentido de no declarar la nulidad de la sentencia:
si la deficiencia concreta
que la afecta no impide determinar el alcance
subjetivo u objetivo de la cosa juzgada, si no hace imposible
su eventual
ejecución, o si no viola el derecho de las partes a una justa resolución de la
controversia. Es
decir, ha de atenderse a si la violación es capaz de alterar
lo decidido por la alzada, impide el control de la
legalidad del fallo, o
afecta el derecho a la defensa de las partes.
En
tal sentido, es de advertir que si bien es cierto que el tribunal con asociados
omitió
pronunciamiento en cuanto al aludido punto, tal omisión no resultó
determinante en el dispositivo del
fallo; pues, aún acogiendo el Tribunal como
ciertos sus argumentos, y restándole en consecuencia validez
a la diligencia
cursante al folio 50 del expediente, la cual valoró el a quo como una
testimonial, resulta un
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como hija de LUIS ALBERTO HERNÁNDEZ (f°. 1 vuelto); que éste ‘le dio
trato que como
hija suya’ (f°. idem); que ejerció ‘la posesión de estado, tal
es el caso de la declaración al Fisco
Nacional’ (…).
Estos fueron los
hechos que considerados en si mismo (sic) hubo basarse la posesión de
estado;
pues bien, no obstante que el apoderado de la srta: YOLIMAR ALEJANDRA
HERNÁNDEZ
DÍAZ, puso en guardia al Tribunal Aquo (sic) en cuanto que los testigos
declararon sobre hechos no articulados en la demanda, con todo y eso, la
recurrida tomó esos
hechos, distintos a los aducidos en la demanda, como aptos
para probar que la actora es hija de
LUIS ALBERTO HERNÁNDEZ.-
(Omissis)
(…) Se violó el
artículo 15 del Código de Procedimiento Civil al colocar a mi representada en
estado de indefensión, caracterizado por una situación de injusticia procesal
que perjudicó su
derecho a la defensa por lo que le alivió la carga de la
afirmación a la actora y permitió, con
sentido de irritante desigualdad, probar
hechos nuevos porque no habiendo invocado de forma
precisa con la
demanda dichos hechos, así y todo, le suplió esa deficiencia procesal y los dio
por probados, sin percatarse que dejó sin posibilidad de que la representada
les hiciera
contraprueba, pues hubo de conocerlos durante la evacuación
de las testificales momento en
que para su sorpresa encuentra que los testigos
declaraban sobre una (sic) cuestiones de hechos
distintas a las afirmadas en la
demanda (…). (Subrayados originales).
La Sala
pondera:
La parte recurrente sostiene que el Tribunal de alzada
violó su derecho a la defensa, al
impedirle hacer contraprueba a los hechos
nuevos traídos por la actora; señala que tal menoscabo se
produce por la
infracción del artículo 506 del Código de Procedimiento Civil.
El artículo 506 del Código de Procedimiento Civil,
establece que:
‘Las partes tienen la
carga de probar sus respectivas afirmaciones de hecho. Quien pida la
ejecución
de una obligación debe probarla, y quien pretenda que ha sido libertado de
ella, debe
por su parte probar el pago o el hecho extintivo de la obligación.
Los hechos notorios no
son objeto de prueba.’
Dicha norma, regula la distribución de la carga de la
prueba y su apreciación, por lo cual es
una norma vinculada al establecimiento
de los hechos y de las pruebas.
Entonces, dada la naturaleza del artículo 506 del Código de
Procedimiento Civil, su infracción
por parte del Juez de la recurrida no puede
ser denunciada como un menoscabo del derecho a la defensa,
sino como un error
de juzgamiento y, consecuentemente, su denuncia debía hacerse con fundamento en
el
ordinal 2° del artículo 313 del Código de Procedimiento Civil, y en el
artículo 320 eiusdem.
Sin embargo, debe indicar esta Sala, que la presente
denuncia se desecha no sólo por ello, sino
porque no se encuentra menoscabo
alguno al derecho a la defensa, pues la indefensión se produce cuando
el Juez
priva o limita el ejercicio a las partes de los medios y recursos que la ley
procesal les concede para
la defensa de sus derechos, lo cual no verifica la Sala en el caso denunciado.
Pues como quedó establecido en la resolución de la primera
denuncia, los hechos nuevos a los
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correspondiente, de
ser silenciadas en la sentencia recurrida, resulten relevantes para la
resolución de la
controversia, ya que con base en disposiciones
constitucionales, por aplicación del principio finalista y en
acatamiento a la
orden de evitar reposiciones inútiles, no se declarará la nulidad de la
sentencia recurrida
si la deficiencia concreta que la afecta no impide
determinar el alcance subjetivo u objetivo de la cosa
juzgada, o no hace
imposible su eventual ejecución.
En la
presente denuncia, no se dan los supuestos a los que se ha hecho mención supra.
La Sala
percibe que la recurrente comienza formulando su denuncia como un
vicio de inmotivación, el cual
sustenta en la infracción del artículo 243,
ordinal 4° del Código de Procedimiento Civil, pero, en el
desarrollo de la
misma, se constata que la formalizante únicamente plantea lo que a su entender
ha debido
el juez desprender de una de las probanzas valoradas.
Al
respecto, se advierte que si la formalizante consideró que la apreciación dada
por el juez al
medio de prueba en cuestión, entiéndase al informe emanado del
IVIC, fue incorrecta, no ha debido
denunciarla como un vicio de inmotivación,
sino como un error por infracción de ley, pues, la motivación
errónea es un mal
juzgamiento, un error de juicio, que no se refiere a la forma de la sentencia,
sino al
mérito de la causa y que conduce, por tanto, a un dispositivo erróneo
que sólo puede ser corregido
mediante una nueva decisión de alzada, por el
efecto devolutivo de la apelación, o mediante la casación
del fallo por
infracción de ley. Tan es así, que más adelante se verá como el recurrente
encuadra los
mismos hechos aquí explanados, en la segunda delación que hace por
error de juzgamiento y que será
atendida por esta Sala cuando corresponda. En
consecuencia, se desecha la presente denuncia. Así se
decide.
-V-
De
acuerdo al artículo 313, ordinal 1° del Código de Procedimiento Civil se delata
la
infracción del artículo 243, ordinal 4°, del mismo Código, por ser
inmotivada la recurrida.
En el
mismo orden de la anterior denuncia, continúa la formalizante su argumentación
al
expresar que:
(…) Al folio 240 del
expediente, sigue lo que denominó el Tribunal de Alzada la valoración
probatoria a ‘las pruebas científicas o heredobiológicas’; sin embargo,
pensamos que el
pronunciamiento hecho al respecto resulta enteramente
contradictorio en cuanto a los motivos
empleados para cumplir esa delicada
tarea de apreciación probatoria.
En una primera parte de esas consideraciones afirma el Tribunal que obra en contra de mi
representada la presunción prevista en el artículo 210 del Código de Procedimiento Civil
porque no compareció al IVIC a someterse a la prueba heredobiológica circunstancia que
permitió se produjera ‘una confusión de la
filiación’.
O bien con otra
dirección, en opinión del Tribunal el informe técnico carece de valor porque
no
logró fijar la filiación investigada; no otra cosa se infiere de esas expresiones
puestas en la
recurrida.
Esto no le sirvió de
impedimento para que a renglón seguido, tome los puntos tres y seis del
llamado
por el Tribunal informe emanado del IVIC y lo aprecia a favor de la Actora (sic) al
punto de que con fundamento a lo declarado en esos dos puntos, sacó elementos
de convicción
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presunciones (…).
(Omissis)
Desde luego, la
conclusión probatoria por la que aplicó en contra de la representada la
presunción contenida en el artículo 210 del Código Civil, resulta artificial e
(sic) equivocada
porque justamente lo que hizo la Alzada fue copiar servilmente el punto 5 del informe enviado
por el IVIC al Tribunal
que dice a la letra:
‘5.- La no
concurrencia de YOLIMAR ALEJANDRA HERNÁNDEZ DÍAZ permitió que la
confusión de
filiación se produjera y también que no fuera posible identificar
inequívocamente
los genes maternos’ (vid. F° 97).
Entonces, si esta es
una declaración que corre a ese documento elaborado y suscrito por el
IVIC,
debió el Juez valorarlo conforme a los preceptos contenidos en el artículo
1.359 del
Código Civil, como quiera que los efectos de este juicio se califica
como un documento
público administrativo; de modo (sic) la comunicación
del IVIC que sacar (sic) del referido
documento, entre otras, una declaración
aislada, la que interesa a la controversia no necesitó
indagarlo de forma
indirecta a través de la prueba circunstancial o de presunciones, que no
cabe; debiendo hacer y no hicieron un balance completo de todo el
contenido del documento a
fin de formarse convicción severa sobre los
puntos controvertidos y fundamentar su decisión;
naturalmente buscaron los
sentenciadores auxilio en una lógica edificante.-
Escogió un medio
inidóneo, para ello y adulteró injustificadamente el medio de prueba directo
y
típico (…).
(…) por qué aplicar
una presunción, si la Ley le habilita para, que entre a valorar en todo dicho
documento, que siendo administrativo, a los buenos propósitos del proceso se le
tiene por
público; en este trance debió acudir a la aplicación de los artículos
1.359 y 1.360 del Código
Civil, que sin (sic) las normas de valoración
probatoria que corresponden para dicho
documento; normas que no aplico (sic) y
no cobijarse bajo el manto de la presunción
establecida en el art. 210 del
Código Civil, que por las razones expuestas está fuera de lugar y
de ahí su
falsa aplicación (…).
(Subrayados
originales).
Esta
Sala para decidir considera:
Comprende
la Sala que la sentencia recurrida realmente detenta una construcción
argumental
confusa por lo exiguo de su redacción, pues pareciera que la
presunción prevista en el artículo 210 del
Código Civil surge de la valoración
de la prueba científica o heredobiológica, cuando en realidad no
proviene de la
estimación de dicha prueba que por su naturaleza es pericial, sino de un
documento que
cursa a los folios 96 y 97 del expediente, emanado del IVIC en el
cual se da respuesta a varias
comunicaciones efectuadas por el Tribunal en las
que se informa del error en la evacuación de la prueba
pericial y se solicita
ampliación del informe de experticia en la relación abuelo-nieta. En este
informe, se
explican las razones de la confusión y los pasos a seguir para
tomar otra muestra necesaria a los efectos de
procesar una nueva prueba de
filiación. Entre las razones esgrimidas se hace referencia a la no
comparecencia de Yolimar Alejandra, contra quien se inquiere la paternidad en
su condición de heredera
del pretendido padre, y es éste el hecho en el cual
descansa la presunción.
Ahora
bien, señala la recurrente que dicho informe ha debido ser valorado como una
prueba
documental y ello es cierto, ya que aún y cuando no era una prueba
promovida por las partes, ha podido
incorporarse de conformidad con el artículo
478 de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del
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Adolescente vigente para ese momento y ser apreciada como una documental. Sin embargo, se observa
cómo
los juzgadores la estimaron como parte integrante de la prueba de experticia o
pericial, lo cual es
palpable en la decisión del a quo, cuando expresa:
(…) En relación a esta
prueba científica, la misma no tuvo el resultado esperado, es decir, no
determinó si el ciudadano RAFAEL ALEJO HERNÁNDEZ es o nó (sic) el abuelo
paterno de
la demandante (…) por motivo de una confusión entre la demandante,
la demandada y el
presunto abuelo, por lo tanto esta prueba no aporta ninguna
certeza de que (…) es hija del
decujus (…). En consecuencia, se desecha la
misma y no se le da ningún valor jurídico en ese
sentido, dejando a salvo lo
dispuesto en el Punto N° 05 de dicho Informe, el cual será
analizado mas (sic) adelante.
Al
dejar a salvo el punto N° 5 del referido informe, sin percatarse de que se
trata de dos
instrumentos distintos, generó la confusión en la que también
incurrió el ad quem al valorar la experticia y
el oficio emitido
posteriormente, como parte de un todo.
Entonces,
tenemos que el primer informe debió ser valorado como una experticia, una prueba
pericial, que en el presente caso por el error en su evacuación, sus resultados
fueron impertinentes y no
lograron aportar la certeza en cuanto a la filiación
biológica investigada. Así lo dejó establecido, como se
evidenció supra,
el juzgador de la primera instancia, y por otra parte debió valorarse como una
prueba
documental el oficio contentivo del informe que rindió el IVIC producto
de la confusión en la evacuación
de la prueba.
No
obstante lo anterior, hay un hecho cierto que no sólo se desprende del aludido
punto N° 5
del informe en referencia, sino de otras actas del expediente,
además de haber sido reconocido por la
demandada, y no es otro que la
incomparecencia de ésta por ante el IVIC en la oportunidad fijada con el
objeto
de practicarse las pruebas heredobiológicas, a pesar de haber sido debidamente
notificada a tal fin.
Manifestar
la voluntad de someterse a la prueba en cuestión y luego no asistir en la
oportunidad fijada a tal efecto, a pesar de haber recibido notificación y sin ningún
motivo de caso fortuito
o de fuerza mayor que lo justifique, no puede ser
entendido sino como una negativa a someterse a dicho
peritaje. En consecuencia,
ante el hecho cierto de la incomparecencia operó la presunción legal prevista
en
el artículo 210 del Código Civil, por lo que independientemente de la
valoración que hayan dado los
juzgadores de instancia a las pruebas mencionadas
precedentemente, es indiscutible que la demandada no
compareció a practicarse
la prueba y de ese hecho cierto y concreto, nace la presunción en su contra,
por
lo que las inconsistencias que hayan podido existir en la valoración de las
pruebas no resultaron
determinantes en el dispositivo del fallo y así se
declara.
Atendiendo
a los planteamientos que anteceden, se desestima la actual delación. Así se
establece.
-II-
Según
los artículos 313, ordinal 2° y 320, ambos del Código de Procedimiento Civil, invoca
la
formalizante la infracción de los artículos 1.359 y 1360 del Código Civil,
por haber incurrido los
sentenciadores de instancia en errónea valoración
probatoria del documento que dirigió el IVIC al
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Tribunal.
En
tal sentido, expresó la recurrente:
Al poner bajo
escrutinio a la recurrida, veremos no extendió todos los efectos procesales que
produce el documento, a todos y cada uno de los hechos materiales que se
desprende del
contenido y de las declaraciones ahí vaciadas pues bien, le
otorga valor y eficacia probatoria
parcial a la instrumental pero eso no le
sirvió de impedimento para extenderlo a todo su
contenido al coartar el alcance
de los hechos materiales que las declaraciones contenidas en
ellas se
acreditan; ese distanciamiento hecho al resto de las declaraciones comporta
una
valoración errónea del documento en infracción a los artículos 1.359
y 1360 del Código Civil,
por falta de aplicación; ya que sí lo valoró en
cuanto aquello que desfavorecía a mi
representada, tanto que le atribuyó
responsabilidad con relación a la confusión de filiación,
siendo también
cierto que el IVIC trae otra serie de declaraciones en lo que participa al
Tribunal un proverbial descuido en cuanto que este no le informó en ninguno de
los oficios
que le envió: ‘la relación de parentesco supuesto entre las tres
personas nombradas’; que, la
actora contribuyó al error, al identificarse con
nombre distinto, lo que llevó al IVIC a creer que
la actora era hija del Sr.
Hernández; que, tampoco sabía si este último era abuelo ¿materno?
¿padre de
Yolimar Alejandra Hernández Díaz, en una madre diferente: Natacha Díaz; así
pues,
que pidió al Tribunal se le aclarara quién era el padre presuntivo y
quién la madre supuesta;
que, ambas personas se les ‘requiera una muestra de
sangre para procesar la prueba de
filiación’.
Luego, el Tribunal
hubo de analizar esos otros puntos expresados en el ‘informe’ y hacer un
balance
equilibrado de manera que, con irrecusable sindéresis, estableciera quién en
definitiva
provocó el error: el Tribunal, la Actora y mi representada.
Esa infracción es
relevante porque de haber valorado íntegramente el documento, habría
llegado a
la conclusión de que la prueba fue mal promovida y peor evacuada; como la
expuso
el IVIC y en ello no intervino mi representada, pues admitiendo con el
suplemento de la
benevolencia de que su comparecencia resultaba vital a la
suerte de la prueba, en verdad, dicha
prueba conforme a los datos que le fueron
suministrados al IVIC se frustró haciéndola ineficaz
a los efectos deseados por
la actora.- (Subrayados originales).
La Sala
estima que:
La
denuncia bajo análisis constituye un complemento de la anterior, razón por la
cual se
reproducen a los efectos de resolverla los argumentos expuestos precedentemente;
no sin antes advertir
que la errónea valoración que se delata no fue determinante
o relevante, como señala la recurrente, en el
último párrafo de la cita, toda
vez que la Sala comparte lo afirmado por la formalizante en cuanto a que la
prueba fue “mal” promovida y “peor” evacuada y que “dicha prueba conforme a
los datos que le fueron
suministrados al IVIC se frustró haciéndola ineficaz a
los efectos deseados por la actora”. Los
sentenciadores de instancia
también así lo admitieron y no le dieron valor a la prueba de experticia
heredobiológica por resultar impertinente a los fines perseguidos, sólo que
operó la presunción legal en
contra de la demandada derivada del hecho de su
incomparecencia para la práctica de dicho examen, lo
cual como se dijo supra
se desprende de otras actas del expediente, inclusive del propio reconocimiento
de
la accionada, quien pretendió justificarse bajo el argumento de que no quiso
“cohonestar las
irregularidades con que la prueba había sido promovida”.
De
allí que la forma de valorar la prueba documental contentiva del tantas veces
mencionado
punto N° 5, no fue concluyente en el dispositivo del fallo porque de
igual manera, como quiera que
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tanto de naturaleza
autoaplicativas, así y todo, no quiere decir que el artículo 288 id (sic)
colida
con sus postulados.-
(…) hemos de comenzar por definir la noción de derecho subjetivo bajo el
concepto de que se
apoya en una situación de ventaja activa por parte del
titular ante los demás, quienes deberán
someterse en todo a ese interés
relevante, cumplidamente protegido; pero ello no significa,
dentro de lo que
aprecia la dogmática, de que sea un acto unilateral y de poder sino que traduce
en una facultad.-
Si el sujeto no la ejerce, ese derecho subjetivo no nace; de ahí su recta
vinculación con los
llamados derechos potestativos; de ello se sigue que
el derecho subjetivo no es una expectativa
sino una situación final, que es el
resultado de una conducta positiva del sujeto, por el que se
pide su tutela o
reconocimiento, de modo que deje de ser potencia para que se convierta en
acto,
para lo cual requiere lo que llama la doctrina un ‘agere licere’ y una
‘facultas agendi’; ahí
reside el modo de actuación del sujeto que culmina en un
resultado o situación final; con vista
a que, si derecho es la facultad de
obrar, entonces, elimina el poder de voluntad, como señorío
en el
perfeccionamiento del derecho subjetivo, como quiera que no será poder sino
facultad.
(Omissis)
(…) Nadie niega que los artículos 56 y 78 concedan derechos subjetivos a
toda persona a
investigar la paternidad, para lo cual el Estado brindará las
garantías del caso.- Estas las
desarrolla la Ley; pues si toda persona está investida de ese derecho, a contrapelo deberá
ejercerlo activamente, mas siendo,
urgente acate los requisitos de Ley que no dispenda
directamente la Constitución sino que los envía al poder constituido, a normas legales o
reglamentarias.-
Ese derecho no significa pues, un reconocimiento y defensa incondicional
de dicho interés;
pues vive dentro de una realidad y a esos efectos, el titular
deberá actuar de la forma y tiempo
que la Ley le indica; que justamente, es lo que pregona el artículo 228 Id (sic) (…).
(…) el artículo 228 no es una norma confesional, retardataria, represiva y
anticiudadana, sino
la plena sintonía con el programa deseado por la Constitución, sólo que reserva a la Ley todo
lo apropiado de cómo se ejercerá ese derecho; la Constitución no sirve para todo.
(Omissis)
Asimismo, el artículo
78 Constitucional, no significa que el intérprete bajo el amparo del
principio del ‘Interés Superior’ del menor deba violar la Ley como lo hizo el Tribunal con
Asociados, en vista que la sola cita de tal principio justificó
la desaplicación del artículo 228 id
(sic) (...).(Subrayados originales).
La Sala para decidir observa:
Ahora bien, en aras de la función pedagógica que ejerce esta Sala, se
estima necesario
puntualizar varios aspectos en la denuncia contenidos, no sin
antes hacer la salvedad en cuanto a la
imposibilidad que tiene esta Sala de
Casación Social de revisar violaciones de normas de rango
constitucional, por
cuanto como se ha dicho en múltiples ocasiones, ello es competencia de la Sala
Constitucional de este Tribunal Supremo de Justicia, de conformidad con lo establecido
en el artículo 266,
ordinal primero, de la Constitución; y por cuanto sólo son objeto del recurso de casación aquellas normas
que
resulten directamente infringidas, es decir, las normas de naturaleza
infraconstitucional, que resulten
violadas de forma inmediata en el caso
concreto. Por esta razón, se conocerá la denuncia en lo que
concierne al
alegato de la falsa aplicación del artículo 20 del Código de Procedimiento
Civil y la falta de
aplicación del artículo 228 eiusdem.
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En primer término, surge propicia la oportunidad para abordar previamente el
tema de la
distinción entre los términos de caducidad y prescripción, toda vez
que aunque tradicionalmente, la
mayoría de la doctrina ha catalogado el término
previsto en el artículo 228 del Código Civil, como un
lapso de caducidad,
también es cierto, que a pesar de ello, hay quienes admiten que son precarios
los
criterios para una diferenciación ontológica entre caducidad y prescripción.
Para una mayor comprensión del asunto bajo análisis, se citará de seguidas,
el texto de la
norma en cuestión:
Artículo 228.- Las acciones de inquisición de la paternidad y la
maternidad son
imprescriptibles frente al padre y a la madre, pero la acción
contra los herederos del padre o de
la madre, no podrá intentarse sino dentro
de los cinco (5) años siguientes a su muerte.
En tal sentido, en cuanto a los criterios invocados para determinar de qué
clase de lapso se
trata, señala José Melich Orsini lo siguiente:
Salvo el análisis del
caso concreto en relación con las diferentes funciones que cumple un
término de
caducidad o de prescripción no es posible decidir de qué clase de término se
trata
con solo atenerse a la literalidad de la norma cuando se está en
presencia de un término
establecido por la ley. (…) La ley utiliza a veces la expresión
el ‘derecho se prescribe’ o ‘la
acción prescribe’, lo cual puede servir de
guía, pero tampoco puede atribuírsele a esto un valor
absoluto, en especial
cuando se trata de una ley especial. Otras veces la norma alude a un
‘deber’
(art. 207,1500, 1525,1526 C.C.) o utiliza expresiones como ‘no se admitirá’
(arts. 42,
117 C.C.) o ‘no podrá intentarse’ (arts. 206, 228, 229 C.C.) o alguna otra expresión que
parece dejar ver con claridad que se trata de un término
de caducidad (arts. 1029, 1052,
1547 C.C.), pero ni aun así puede estarse a la sola expresión utilizada, pues hemos visto
que hay
controversia acerca de si el lapso de dos años para intentar la acción de
responsabilidad por ruina de edificio ex art. 1637 C.C. es de caducidad o de prescripción, no
obstante que el texto legal hable categóricamente que
‘la acción debe intentarse’. Por ello el
único criterio seguro será
atenerse a la ratio, de la disposición. (Subrayado y negritas de
esta
Sala) (José Mélich Orsini. “La prescripción extintiva y la caducidad”,
Academia de
Ciencias Políticas y Sociales, Pág. 163-164). (Subrayados nuestros).
Siguiendo a Melich Orsini, considera esta Sala, que debe atenderse a la ratio
de la norma. En
tal sentido, con relación al artículo 228 del Código Civil,
aquellos autores que consideran que debe
entenderse que el lapso en referencia
es de caducidad alegan que ese carácter viene dado por motivos de
orden público
que se relacionan con la tranquilidad y el honor de las familias, al mismo
tiempo que con
dificultades probatorias.
Sin embargo, esta Sala de Casación Social, se pronunció al respecto, en
sentencia N° 19, de
fecha 20 de enero de 2004, caso: José Rafael Monasterio Torrealba contra Ana Carolina Ramírez de los
Santos, al siguiente tenor:
(…) al interpretar el alcance del artículo 228 del Código Civil que trata sobre la
imprescriptibilidad de las acciones de la paternidad y de la maternidad frente al padre o la
madre. La norma citada dispone, igualmente, que dichas acciones no podrán intentarse contra
los herederos del padre o de la madre sino dentro de los cinco (5) años siguientes a su muerte.
A esta última disposición le fue atribuida durante muchos años los efectos de la caducidad.
Doctrina de la Sala de Casación Civil, inicialmente, y, posteriormente, tribunales de instancia
han interpretado, en cambio, que es de prescripción el lapso fijado para el ejercicio de las
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aporta. Ese edificio no es, pues, una pura ejecución de la Constitución, sino una realización de
los valores y principios que ésta reconoce (Cf.
G. Zagrebelsky, El derecho dúctil, Trotta, págs.
12 y ss.). (Resaltados
originales).
En
tal sentido, de conformidad con el artículo 334 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, corresponde a los jueces y juezas de la República en el caso concreto del que se
trate, aplicar preferentemente la Constitución cuando constaten la colisión entre ésta y una norma de
menor rango, sin que ello
implique la declaratoria de inconstitucionalidad de la norma en cuestión, con
efectos vinculantes, por ser ésta una atribución exclusiva y excluyente de la Sala Constitucional que
ostenta el control concentrado de la Constitución.
Revisemos
entonces la alegada colisión entre la norma supra citada (artículo 228 del Código
Civil) y las normas constitucionales contenidas en los artículos 56 y 78 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela:
Artículo 56. Toda persona tiene derecho
a un nombre propio, al apellido del padre y al de la
madre, y a conocer la
identidad de los mismos. El Estado garantizará el derecho a investigar la
maternidad
y la paternidad. (…).
Artículo 78. Los niños, niñas y adolescentes son sujetos plenos de derecho y
estarán
protegidos por la legislación, órganos y tribunales especializados, los
cuales respetarán,
garantizarán y desarrollarán los contenidos de esta
Constitución, la Convención sobre los
Derechos del Niño y demás tratados
internacionales que en esta materia haya suscrito y
ratificado la República. El Estado, las familias y la sociedad asegurarán, con prioridad
absoluta,
protección integral, para lo cual se tomará en cuenta su interés superior en
las
decisiones y acciones que les conciernan. El Estado promoverá su
incorporación progresiva a
la ciudadanía activa, y creará un sistema rector
nacional para la protección integral de los
niños, niñas y adolescentes.
Ambas normas han sido ya interpretadas por la Sala Constitucional de este máximo Tribunal,
en sentencia N° 1443, de fecha 14 de agosto de
2008, con ponencia de la Magistrada Luisa Estella
Morales Lamuño, en un recurso
de interpretación interpuesto por El Consejo Nacional de Derechos del
Niño y
del Adolescente, en la cual se destacó la primacía de la identidad biológica, y
de cuyo contenido
interesa destacar lo siguiente:
(…) resultaría
incomprensible admitir que el derecho ante el desarrollo científico actual que
permite conocer en un alto grado de certeza la identidad genética de dos
individuos, tal avance
científico no se corresponda inversamente proporcional
al desarrollo en forma directa del
derecho, y que éste en definitiva
involucione hacia un positivismo desacerbado, a partir del
cual se niegue a
determinados individuos, la calidad de personas y su verdadera identidad
biológica.
En atención a ello, se
debe destacar que es en la identidad de cada persona que se encuentra la
específica verdad personal, que es el conocimiento de aquello que se es
realmente, lo que el
sujeto naturalmente anhela conocer y desentrañar. Ese
derecho se encuentra mancillado
cuando el acceso a la verdad biológica es
obstruido o negado, por el simple formalismo de un
positivismo exegético que no
atiende a la realidad fáctica y jurídica de una nación, y que
tampoco aprecia
el efectivo desarrollo y garantía de los derechos constitucionales.
En tal sentido, se
aprecia que la comprobación científica y real de la identidad biológica, tiene
relevancia en dos escenarios, el primero se verifica en el interés social, en
el que está
involucrado el orden público, y tiene como objetivo esencial la
averiguación de la verdad
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Así
como toda reflexión sobre los derechos fundamentales del hombre sería
incompleta sin la
mención expresa a la dignidad humana que es inherente a él, tampoco
es concebible tratar tales derechos
ignorando el derecho relativo a la propia
identidad. En tal sentido, señala el mismo autor:
(…) El hombre tiene un
derecho inviolable a ser el mismo, único e irrepetible, con sus
características
somáticas y espirituales, que le diferencian de los demás, y a su
identificación
por los medios que las leyes y las costumbres establecen en cada
caso. El hombre, en su propia
esencia individual, está formado, en una parte
importante, por las características hereditarias,
que le han sido
transmitidas por sus antepasados, a las que, en consecuencia, tiene derecho.
Afirma
que, dentro de los derechos morales comprendidos a su vez dentro de los
derechos
humanos, se encuentra el derecho al conocimiento de la paternidad
biológica. Al respecto, indica que:
El artículo 39.2 de la Constitución Española establece que ‘(…) la ley posibilitará la
investigación de la paternidad’
y, en desarrollo de este principio, el Código Civil ha
consagrado la
admisibilidad de toda clase de pruebas para tal fin, incluida las biológicas.
En este derecho al
conocimiento de la realidad de la sucesión biológica, se integran
derivaciones
del derecho a la salud, porque de la identificación de los antepasados y sus
peculiaridades pueden surgir mejores posibilidades para prevenir enfermedades o
malformaciones, de curarlas o de paliar sus efectos. Pero también forman parte
de este derecho
al conocimiento de la ascendencia, el de saber la procedencia
biológica del ser humano, como
parte de su identidad. (Subrayado de esta
Sala).
Este
derecho, entendido como integrante de la esfera de los derechos de la
personalidad se
caracteriza por ser necesario, absoluto o erga omnes,
extrapatrimonial, originario o innato, vitalicio,
imprescriptible, inalienable,
irrenunciable, intransmisible, indisponible, privado, inherente al ser humano,
inseparable de la persona. Entre las características de tales derechos destaca
a los efectos de este análisis,
el carácter de imprescriptibilidad del cual
gozan los mismos, es decir, el efecto del tiempo no influye en la
merma de
tales derechos, a pesar del abandono o inercia de su titular. Lo que nos
permite afirmar que
menos aún pueden ser sometidos a plazos de caducidad.
Tales
características derivan de que los referidos derechos se encuentran
estrechamente
vinculados con la noción de orden público, concepto de vital
importancia en esta reflexión, pues como se
ha establecido en otras
oportunidades, las leyes que regulan el estado y capacidad de las personas son
de
tal entidad; por lo tanto, el artículo 228 del Código Civil está dentro de
esas normas consuetudinariamente
consideradas como de aplicación e
interpretación irrestricta. Pero, igualmente la Ley Orgánica para la
Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, en sus artículos 10, 11 y 12 alude
a que los derechos en ella
contenidos son de orden público y aunque cualquier clasificación
que se haga de los derechos de la
personalidad es meramente enunciativa (véase
artículo 22 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela y 11 de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente), no es este el caso
del derecho a la identidad que sin lugar a dudas
siempre formará parte de tal clasificación y de hecho se
encuentra expresamente
consagrado no sólo en el precitado artículo de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, sino también en la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente,
artículos 16 y 25 y en la Convención de los Derechos del Niño, artículos 7.1 y 8.1.
En este
orden de ideas, parecieran contrapuestas dos o más normas consideradas como de
orden público; entonces, ¿cómo dirimir tal antagonismo? La respuesta, sin duda,
se encuentra en la noción
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La doctrina se ha
pronunciado a favor del derecho de todo ser humano de conocer la identidad
de
sus padres biológicos. La jurisprudencia extranjera igualmente se orienta
igualmente (sic) a
favor del derecho de toda persona a conocer su identidad de
origen.
(Omissis)
Véase en este sentido:
Ferrari, ob.cit. La autora cita decisiones colombianas de 17 de
septiembre de 1996 y del 25 de agosto de 1998 en las que el Tribunal considera
que constituye
un interés público garantizar al niño su derecho a conocer su
origen. Por ello la justicia no
aspira en forma exclusiva a llegar a una verdad
judicial, de acuerdo con las pruebas aportadas
por los litigantes, sino que
busca la verdad objetiva, la existencia o no del vínculo filial. Cita
igualmente una decisión de CSSanta Fe del 19 de septiembre de 1991 y del 8 de
octubre de
1992 relativa a una acción de filiación que intentaba una hija
extramatrimonial y fallecido el
padre los herederos intentaron acción de
inconstitucionalidad, El Tribunal Santafesino resuelve
que la satisfacción del
derecho a la identidad no lesiona otros derechos. (Domínguez Guillen,
María
Candelaria. “Aproximación al Estudio de los Derechos de la Personalidad”, Revista de
Derecho N° 7, Tribunal Supremo de Justicia, 2002, Págs. 124-125).
El
derecho de la persona de conocer y establecer su verdadera estirpe genética no
está
consagrado únicamente en el texto constitucional, pues se encuentra en
sincretismo con la ley especial que
regula la particular materia que nos atañe (los
derechos de la infancia y la adolescencia), Ley que a su vez
desarrolla los
postulados de la Convención sobre los Derechos del Niño. Ello puede observarse
de las
disposiciones que se citan a continuación:
Convención
sobre los Derechos del Niño:
Artículo 7.1 El niño
será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho
desde
que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y en la medida de lo posible,
a
conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos (…).
Artículo 8.1.- Los
Estados Partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su
identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares, de
conformidad con
la ley sin injerencias ilícitas.
Ley
Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente, (conforme a la cual se
decidió la
presente causa) y Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (vigente):
Artículo 25.- Derecho a conocer a
sus padres y ser cuidados por ellos.
Todos los niños y
adolescentes, independientemente de cual fuere su filiación, tienen derecho
a
conocer a su padre y madre, así como a ser cuidados por ellos, salvo cuando sea
contrario a
su interés superior.
Las normas
anteriormente citadas, todas dictadas con posterioridad a la entrada en vigencia
del
Código Civil de 1982, guardan correspondencia con los postulados de la
doctrina de la protección integral
cuyo principio rector para la aplicabilidad
de la ley antes referida y para la toma de decisiones en materia
de infancia, es
el interés superior del niño. Por el contrario, el legislador de 1982, según se
desprende de la
interpretación doctrinaria que se le ha dado a la norma del
artículo 228 del Código Civil, pretendió tutelar
con ella el interés de la
familia.
Por
su parte, el artículo 8 de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente, es
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El ‘interés superior
del niño’, en tanto concepto jurídico indeterminado, tiene por objetivo
principal
el que se proteja de forma integral al niño por su falta de madurez física y
mental,
pues requiere protección y cuidado especiales, incluso la debida
protección legal, tanto antes
como después de su nacimiento. A título
ejemplificativo, el niño debe ser protegido contra
toda forma de discriminación
o castigo por causa de la condición, las actividades, las opiniones
expresadas
o las creencias de sus padres, tutores o familiares.
El concepto jurídico
indeterminado ‘interés superior’ del niño se conecta con uno de los
principios
de carácter excepcional, junto al de cooperación de la colectividad hacia metas
de
integración, que tipifica el Derecho de Menores y le diferencian de las
restantes ramas de la
Ciencia del Derecho, cual es el principio eminentemente
tuitivo, en el que reside la esencia
misma de su existir (MENDIZÁBAL OSES, L. Derecho
de menores. Teoría general. Madrid.
Ed. Pirámide. 1977. p. 49)
Por ello, el ‘interés
superior del niño’ previsto en el artículo 8 de la Ley Orgánica para la
Protección del Niño y del Adolescente viene a excluir y no a limitar la
libertad individual de
establecer y perseguir fines individuales, pues cuando
se trata de la protección y cuidado de los
niños se persiguen fines que van más
allá de los personales. Así, el interés individual es
sustituido por un interés
superior, que es el del niño, porque a las necesidades de éste subviene
la
tutela jurídica con la cual se obtiene el fin superior de la comunidad social.
Si la Constitución, en su artículo 78, habla de que ‘El Estado, las familias y la sociedad
asegurarán, con
prioridad absoluta, protección integral, para lo cual se tomará en cuenta su
interés superior en las decisiones y acciones que les conciernan’ y el
parágrafo segundo del
artículo 8 de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente dicen que ‘En
aplicación del Interés Superior del Niño, cuando exista
conflicto entre los derechos e intereses
de los niños y adolescentes frente a
otros derechos e intereses igualmente legítimos,
prevalecerán los primeros’
¿Implica lo anterior que el concepto jurídico indeterminado ‘Interés
superior’
del niño se antepone a cualquier otro derecho subjetivo o interés legítimo de
los
ciudadanos? No, sólo significa que, bajo ningún concepto, ha de prevalecer, en el Derecho de
Menores, otro interés que el que la propia Ley tutela: El del niño y el del
adolescente, sin
obviar que dicho interés debe aplicarse en forma adecuada y
razonable respetando el resto del
sistema constitucional y legal, ya que no
puede llevar a subvertir o derogar implícitamente las
demás normas del
ordenamiento jurídico, y así se declara. (Subrayados originales).
En este
orden de ideas, atendiendo a tales consideraciones, es forzoso concluir que el
derecho
que tienen niños y adolescentes como personas en desarrollo a buscar
sus lazos de genealogía, se
encuentra estrechamente vinculado a su interés
superior y, por ende, no puede estar condicionado o
restringido, en tanto y en
cuanto ello no comporta la violación de derechos de terceros, no afecta el bien
común; por el contrario, se trata de un derecho de la personalidad consagrado
en el marco constitucional y
legal vigente como se ha destacado supra.
Por
otra parte, este principio de interés superior del niño está íntimamente ligado
al orden
público, el cual ha servido de limitante o excepción a lapsos de
caducidad previstos en otras leyes,
específicamente en la Ley Orgánica de Amparo y Garantías Constitucionales. Al respecto, se extrae de un
fallo
dictado por la Sala Constitucional N° 1.644, de fecha 3 de septiembre de 2001,
en un Recurso de
Apelación de Amparo Constitucional, intentado por el ciudadano
José Sánchez Rivero contra el fallo
dictado el 20 de diciembre de 2000, por la Corte Superior del Tribunal de Protección del Niño y del
Adolescente de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, lo siguiente:
(…) al tratarse el
presente caso de la revisión de un régimen de visitas de los hijos menores de
los ciudadanos (…) materia que está íntimamente ligada al ‘Interés Superior del
Niño’ y a la
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control difuso de la Constitución, el referido artículo del Código Civil al considerarlo reñido con los
artículos 56 y 78 del texto constitucional.
Así se decide.
De
los planteamientos que anteceden se colige que el recurso de casación
interpuesto en la
presente causa debe ser declarado sin lugar. Así se
establece.
Ahora bien, deviene de la declaratoria sin lugar del
recurso de casación interpuesto, el que la
sentencia recurrida ha adquirido el
carácter de definitivamente firme y como quiera que de una manera
indirecta
esta Sala con el fallo proferido ha desaplicado de manera parcial el artículo
228 del Código Civil
en los mismos términos en que lo hizo el Juez Superior, debe
someterlo a la revisión de la Sala
Constitucional, en sujeción a los artículos 335 y 336, numeral 10 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela y en concordancia con el artículo 5, numeral 16 de la Ley Orgánica del Tribunal
Supremo de Justicia, así como también en acatamiento a la
doctrina jurisprudencial de la Sala
Constitucional, que de seguidas se cita:
‘En lo que respecta a
las decisiones definitivamente firmes de control de constitucionalidad se
revisa una decisión que declara la inconstitucionalidad de una norma –con
efectos sólo en el
caso concreto-, cuya aplicación o desaplicación puede
vulnerar el orden público constitucional,
y cuya inconstitucionalidad, con
efectos vinculantes para las demás Salas y todos tribunales de
la República, sólo puede ser pronunciada por esta Sala, la única con atribución constitucional
para tal pronunciamiento.
Esta Sala, en anterior
decisión con respecto a la remisión por los jueces, de oficio, de la
decisión
definitivamente firme en la cual desaplicaron una norma jurídica en ejercicio
del
control difuso de la constitucionalidad, estableció:
‘En atención a la
incidencia en el ordenamiento jurídico de tal cuestión, el Tribunal o Sala
desaplicante deberán remitir a esta Sala Constitucional copia de la decisión, a
la cual anexarán
copia de los autos, con el fin de someterlo a la revisión
correspondiente, todo en obsequio de la
seguridad jurídica y de la coherencia
que debe caracterizar al ordenamiento jurídico en su
conjunto (...)’ (s S.C. n°
1225, del 19-10-00. Subrayado añadido).
Por todo ello, y para
la mayor eficacia de la conexión entre el control concentrado, que
corresponde
a esta Sala, y el control difuso, que corresponde a todos los jueces de la
República, debe darse, como se dio en la sentencia que antes se citó, un trato diferente a la
remisión ex oficio que, para su revisión, haya hecho el juez que la dictó; se obtendrá
así una
mayor protección del texto constitucional y se evitará la aplicación
general de normas
inconstitucionales o la desaplicación de normas ajustadas a la Constitución en claro perjuicio
para la seguridad jurídica y el orden público constitucional.
Por las razones que preceden se
reitera que, no sólo el juez puede remitir
las sentencias definitivamente firmes en las
cuales, en resguardo de la
constitucionalidad, desaplique una norma, sino que está
obligado a ello.
Si, por el contrario,
no se aceptara la remisión hecha de oficio antes aludida, el control difuso
no
tendría más efecto práctico que el que deviniese de su aplicación al caso
concreto, en
perjuicio del orden público constitucional, pues, su canal de
conexión con el control
concentrado -que tiene efectos erga omnes- estaría
condicionado a la eventual solicitud de
revisión de la persona legitimada para
ello, con la consiguiente disminución del alcance
potencial de los instrumentos
con
que el nuevo texto
constitucional ha provisto a esta Sala (carácter vinculante de sus decisiones
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y
facultad de revisión), con la finalidad de hacer más eficaz el resguardo de la
incolumidad
constitucional. Es por ello, que esta Sala acepta la remisión de
las presentes actuaciones, y así
se decide’. (Sentencia N° 1998 del 22 de julio de 2003
(caso: Bernabé García) (Resaltados
originales).
A los
efectos supra señalados, se ordenará en el dispositivo de la presente
decisión, remitir a la
Sala Constitucional de este máximo Tribunal copias de la
presente decisión y de los autos del expediente.
DECISIÓN
Por
las razones antes expuestas, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala de
Casación Social,
administrando justicia en nombre de la República Bolivariana de Venezuela y por autoridad de la Ley,
declara SIN LUGAR el recurso de casación interpuesto por la parte demandada contra la
sentencia
proferida el 25 de octubre de 2006 por el Juzgado Superior en lo
Civil, Mercantil, Tránsito, Bancario y de
Protección del Niño y del Adolescente
de la Circunscripción Judicial del Estado Apure y Municipio
Arismendi del
Estado Barinas. Se ordena REMITIR copias de la presente decisión
y de los autos del
expediente a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, a los fines de la revisión
correspondiente.
No
hay condenatoria en costas del recurso, dada la naturaleza de la presente
decisión.
Publíquese,
regístrese y remítase el expediente a la Juez
Unipersonal N° 2 de la Sala de Juicio
del Tribunal de Protección del
Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judicial del Estado Apure.
Particípese de la presente remisión al
Juzgado Superior de origen, de conformidad con el artículo 326 del
Código de
Procedimiento Civil.
Dada,
firmada y sellada en la Sala de Despacho de la Sala de Casación Social del Tribunal
Supremo de Justicia, en Caracas, a los cuatro (4) días del mes de marzo de
dos mil diez. Años: 199º de la
Independencia y 151º de la Federación.
El Presidente de la Sala,
____________________________
OMAR ALFREDO
MORA DÍAZ
El Vicepresidente,
Magistrado,
_______________________
______________________________
JUAN RAFAEL
PERDOMO ALFONSO VALBUENA CORDERO
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Magistrado y Ponente, Magistrada Disidente,
_______________________________
__________________________
LUIS E. FRANCESCHI
GUTIÉRREZ CARMEN ELVIGIA PORRAS
El Secretario,
_____________________________
JOSÉ E.
RODRÍGUEZ NOGUERA
R.C.
N° AA60-S-2008-000901
Nota:
Publicada en su fecha a El
Secretario,
La Magistrada doctora Carmen
Elvigia Porras de Roa, discrepa del criterio mayoritario
respecto de la
sentencia que antecede, motivo por el cual salva su voto, bajo las siguientes
consideraciones:
Por disposición del
artículo 228 del Código Civil, las acciones de inquisición de paternidad y
maternidad son imprescriptibles frente al padre y a la madre, pero cuando la
acción es interpuesta contra
sus herederos, ésta sólo puede incoarse dentro de
los cinco años siguientes a la muerte de aquellos. Quien
suscribe considera que
se trata de un criterio de avanzada establecer que en ambos casos la acción
para
determinar la filiación es imprescriptible, lo que es acorde con el
carácter progresivo del ejercicio de los
Derechos Fundamentales, establecido en
el artículo 19 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, y porque la regulación especial contenida en la Ley Orgánica para la Protección de Niños,
Niñas y Adolescentes prevalece sobre la norma
general contenida en el Código Civil.
Ahora bien, respecto
al establecimiento de la filiación declarada en el presente caso, se observa
que mediante escrito libelar presentado el 26 de febrero de 2003, la ciudadana
Emilia Isabel Infante Rivas,
actuando en nombre y representación de su hija
Patricia Isabel Infante Rivas, demandó por inquisición de
paternidad a la
ciudadana Yolimar Alejandra Hernández Díaz, en su condición de heredera del de
cujus
Luis Alberto Hernández Guerrero, quien falleció el 29 de diciembre de
1991.
Por auto de fecha 27
de junio de 2003 el Tribunal de la causa acordó oficiar al Instituto
Venezolano
de Investigaciones Científicas (IVIC), a los fines de realizar la prueba de
determinación de la
filiación biológica mediante ADN “entre los ciudadanos
RAFAEL ALEJO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ,
YOLIMAR ALEJANDRA HERNÁNDEZ DÍAZ y la
adolescente PATRICIA ISABEL INFANTE RIVAS”, sin
embargo, en la respectiva
comunicación no se especificó el parentesco que tendrían estas personas entre
sí,
lo que condicionó el resultado de la experticia, con la que no se pudo
establecer la filiación, según consta a
los folios 96 y 97 del expediente.
Lo anterior fue
reconocido por la mayoría sentenciadora en el texto del fallo del que se
disiente, al establecer que la prueba de determinación de la filiación
biológica mediante el ADN, no se
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El Presidente de la Sala,
____________________________
OMAR
ALFREDO MORA DÍAZ
El Vicepresidente,
Magistrado,
_______________________
______________________________
JUAN RAFAEL
PERDOMO ALFONSO VALBUENA CORDERO
Magistrado y Ponente,
Magistrada Disidente,
_______________________________
__________________________
LUIS E. FRANCESCHI
GUTIÉRREZ CARMEN ELVIGIA PORRAS
El Secretario,
_____________________________
JOSÉ E.
RODRÍGUEZ NOGUERA
R.C.
N° AA60-S-2008-000901
Nota:
Publicada en su fecha a El
Secretario,
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