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Inmueble regularizado por el D.L.

2695 y
sociedad conyugal

Un exalumno ha consultado mi opinión sobre una situación que


afecta a un cliente suyo: después de haber comprado a una mujer un
bien inmueble adquirido por ésta conforme al D.L. Nº 2695, de
1979, que permite la regularización de la posesión de la pequeña
propiedad raíz, al intentar inscribir el inmueble a nombre del
comprador, el Conservador de Bienes Raíces se habría opuesto por
cuanto en su concepto, al haber sido adquirido a título gratuito
durante la vigencia de la sociedad conyugal, el inmueble sería bien
propio de la mujer, y su administración corresponde al marido
según los arts. 1749 y 1754 del Código Civil.

Antes de analizar el punto específico, dejemos constancia que la


adquisición del dominio mediante el procedimiento regulado por
este decreto ley se produce a través de una prescripción adquisitiva
de muy corto tiempo: un año a contar de la inscripción en el
Registro de Propiedad de la resolución administrativa que reconoce
la posesión material del inmueble por parte del o la solicitante.

Para determinar si un bien entra o no en el patrimonio de la


sociedad conyugal se toman en cuenta su naturaleza mueble o
inmueble, si la adquisición fue a título oneroso o gratuito y si ella
ocurrió estando vigente la sociedad conyugal. Como en estos casos
se trata de inmuebles, el análisis se limita a los otros dos factores.
Para muchos autores, la prescripción es un modo de adquirir a título
gratuito ya que no supone una contraprestación. Si esto lo aplicamos
a la sociedad conyugal, obtenemos que el inmueble adquirido por
prescripción siempre sería bien propio sin distinguir la fecha de su
adquisición: si fue antes de la sociedad, se tratará de un bien
aportado que no ingresa al haber social; si la adquisición se hace
durante la sociedad, al tratarse de un bien raíz adquirido a título
gratuito, igualmente será considerado bien propio del cónyuge
prescribiente. Pero esto choca frontalmente con lo dispone el art.
1736 Nº 1 del Código Civil. Esta norma, en general, dispone que la
fecha de la adquisición debe computarse según la data del título de
la adquisición y no del modo. Como ejemplo señala: “No
pertenecerán a la sociedad las especies que uno de los cónyuges
poseía a título de señor antes de ella, aunque la prescripción […]
con que las haya hecho verdaderamente suyas se […] verifique
durante ella”. La norma nos dice, entonces, que cuando se trata de
prescripción la fecha de la adquisición debe contarse no desde que
se completa el plazo legal de la prescripción sino desde que se inicia
la posesión; en suma que la prescripción opera con efecto
retroactivo. Por esta razón, si uno de los cónyuges comienza a
poseer antes del inicio de la sociedad conyugal y el plazo se
completa durante ésta, se entiende que lo adquirió antes de la
sociedad y se trata de un bien aportado, que al ser inmueble es
considerado bien propio y no social. Pero, además, indirectamente,
la norma nos dice que el bien será social si la posesión tiene su
inicio después de contraído el matrimonio con sociedad conyugal y
el plazo se completa durante o después de ella. Si se sostuviera que
el modo prescripción es siempre a título gratuito, la regla devendría
en superflua.

De allí que Alessandri, seguido y profundizado recientemente por


una ponencia del profesor Juan Andrés Orrego en las Jornadas
Nacionales de Derecho Civil (Estudios de Derecho Civil X,
Thomson Reuters, 2015, pp. 207-214), sostenga que, al menos para
estos efectos, la prescripción debe considerarse a título gratuito u
oneroso según lo sea el título de la posesión que dio lugar a la
prescripción.

La Corte Suprema en algunos fallos ha dicho sencillamente que


todo inmueble adquirido por prescripción durante la sociedad
conyugal ingresa al haber social absoluto y no al haber propio del
prescribiente, por lo que si el marido regulariza por el D.L. 2695 un
bien raíz ese inmueble es social si la inscripción de la resolución
administrativa que concede la posesión regular ha ocurrido vigente
la sociedad conyugal (C. Sup. 12 de noviembre de 2014, rol Nº
2554-2014; C. Sup. 30 de septiembre de 2014, rol Nº 13561-2013).

Por nuestra parte, pensamos que respeta mejor el sistema de la


sociedad conyugal el que se distinga según el título gratuito u
oneroso de la posesión. En el caso de regularización por el D.L.
2695 esto se determinará al examinarse los antecedentes
presentados por el solicitante para justificar su posesión material. Si
invoca una compraventa o una promesa de compraventa, estaremos
ante un título oneroso; si alega que el terreno le fue entregado en
donación o como herencia, tendremos un título gratuito. Si la
posesión se inicia durante la sociedad conyugal, en el primer caso,
el inmueble pertenecerá al haber social y el otro cónyuge tendrá
derecho a la mitad de la propiedad cuando la sociedad deba
liquidarse; en el segundo caso – posesión con título gratuito– será
un bien propio que pertenecerá en forma exclusiva al cónyuge que
obtuvo la regularización.

Este esquema viene a alterarse si quien solicita la regularización es


la mujer. En tal caso, el art. 37 del D.L. 2695 dispone, como regla
especial, lo siguiente: “La mujer casada se considerará separada de
bienes para los efectos de ejercitar los derechos que establece esta
ley en favor de los poseedores materiales, y para todos los efectos
legales referentes al bien objeto de la regularización”.

La norma presupone dos ámbitos de aplicación: uno, el referido a la


capacidad de la mujer para solicitar, gestionar y obtener a su
nombre la regularización del inmueble conforme a esta normativa,
inscribirlo en el Conservador de Bienes Raíces y adquirirlo por
prescripción. Otro, distinto, es el régimen legal al que debe sujetarse
ese bien una vez ya adquirido por la mujer en cuanto a los distintos
patrimonios de la sociedad conyugal y a las facultades para
administrar o disponer del referido inmueble. Para ambos casos la
norma nos indica que la mujer “se considerará separada de bienes”.
Para el primer ámbito de aplicación (capacidad de la mujer), la
referencia podría ser suficiente en el sentido de disponer que la
mujer puede actuar sin necesidad de la autorización o
consentimiento de su marido. En realidad, después de la reforma del
Código Civil efectuada por la ley Nº 18.802, de 1989, que eliminó
la incapacidad relativa que afectaba a las mujeres casadas en
régimen de sociedad conyugal, la norma ha devenido en irrelevante,
porque si ella no existiera igualmente la mujer será considerada
plenamente hábil para realizar este tipo de acto jurídicos, ahora
conforme a las reglas generales.

En cambio, en el segundo ámbito de aplicación (estatuto o régimen


del bien adquirido), la norma sí tiene utilidad, ya que por ella
sabemos que el bien raíz regularizado no entrará al haber social
aunque la posesión que justificó su adquisición estuviera fundada en
un título oneroso. Lamentablemente, la norma es técnicamente
deficiente porque se limita a decir que la mujer se considerará
“separada de bienes”, pero sin especificar qué tipo de separación es
la que cabe aplicar.

Obviamente, se trata de una separación legal parcial (que se limita


al inmueble regularizado) pero queda la duda de si estaremos frente
a la separación como la que produce el patrimonio reservado del art.
150 del Código Civil o la separación que se da cuando se dejan
bienes a título gratuito a la mujer con la condición de que el marido
nos los administre del art. 166 del mismo Código. La distinción
tiene importancia para saber si se exigirá o no a la mujer la renuncia
a los gananciales para que el bien pueda permanecer en su dominio
exclusivo después de la disolución de la sociedad conyugal. Esa
exigencia se da en el caso de separación legal parcial del art. 150,
pero no en cuanto a los bienes del art. 166, aunque sí a sus frutos.
Otra posibilidad es pensar que estamos a un tercer tipo de
separación legal parcial no regulado por el Código Civil y que se
regiría por sus propias reglas. Pero en tal caso el problema sólo se
traslada y se convierte en decidir si se aplican, ahora
analógicamente las reglas del art. 150 o las del art. 166.

Lo insólito de todo esto es que originalmente el art. 37 no contenía


esta ambigüedad, ya que se remitía expresamente al art. 150 del
Código Civil. Su texto señalaba: “La mujer casada se considerará
separada de bienes en los términos del artículo 150 del Código Civil
para los efectos de ejercer los derechos que establece esta ley en
favor de los poseedores materiales”. La alusión desapareció por la
reforma que hizo la ley Nº 19.455, de 25 de mayo de 1996. La idea
de modificar el art. 37, fue producto de una indicación sustitutiva
del Ejecutivo a un proyecto de ley presentado por el senador Andrés
Zaldívar en 1994, pero consistía en agregar que la mujer se
consideraría separada de bienes conforme al art. 150, no sólo para
ejercer el derecho a regularizar un bien raíz sino “para todos los
efectos legales referentes al bien objeto de la regularización”. Así
fue aprobado el proyecto por el Senado. Quedaba claro entonces
que el estatuto que se aplicaría al bien regularizado era el del
patrimonio reservado. Pero en segundo trámite, en la Comisión de
Recursos Naturales de la Cámara se acordó además suprimir en el
art. 37 la referencia al art. 150 del Código Civil. El Informe de la
Comisión no entrega luces sobre cuál fue el propósito de esta
eliminación; sólo nos dice en general que “la sustitución [del art.
37] se funda en el hecho de que la tendencia actual es dar plena
capacidad a la mujer casada” (Informe de 4 de abril de 1995). Más
adelante, esta alteración introducida por la Cámara, será aceptada
por el Senado sin mayor discusión, y así se convirtió en ley.

Tratando de salvar la torpeza de esta supresión habría que convenir


que el legislador no quiso que se aplicara al bien regularizado por la
mujer casada en sociedad conyugal el estatuto de la separación legal
parcial regulada por el artículo 150 del Código Civil y que, no
habiendo otra separación legal parcial más que la del art. 166 del
mismo Código, la regularización originará un nuevo supuesto de
este tipo de separación legal parcial. El inmueble pertenecerá a la
mujer sin que pueda exigírsele que repudie los gananciales para que
mantenga el dominio. La mujer, por tanto, puede enajenar o gravar
el inmueble por sí sola, sin necesidad de autorización del marido o
de la justicia en subsidio. No se trata de un bien propio administrado
por el marido, sino de un bien separado de la mujer que se rige por
el art. 166 del Código Civil.

Por cierto, y como hace ver el profesor Orrego en el trabajo que


citamos más arriba, esto da lugar a una diferencia entre la
regularización que hace el marido y la regularización que obtiene la
mujer, si el título de la posesión es oneroso. Mientras el marido
deberá compartir la propiedad del inmueble con su mujer (el
inmueble ingresa al haber absoluto de la sociedad), la mujer no lo
compartirá con su marido, y lo hará propio de manera exclusiva. Si
se justifica o no esta diferencia podría ser materia de otro
comentario, en todo caso el desequilibrio sería menos grave si,
como preveía el texto original, se aplicara en estos casos el estatuto
de los bienes reservados del art. 150 del Código Civil.

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This entry was posted on 19 marzo, 2017 at 7:57 pm and is filed under Abogados, Contratos, Derecho
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Etiquetas: administración de bienes por la mujer, D.L. 2695, haber


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artículo 166 del Código Civil, prescripción, regularización de propiedad
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