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EL TRATADO DE VERSALLES

El Tratado de Versalles fue un tratado de


paz que se firmó en dicha ciudad al final de
la Primera Guerra Mundial por más de
cincuenta países. Este tratado terminó
oficialmente con el estado de guerra entre
la Alemania del segundo Reich y los Aliados
de la Primera Guerra Mundial. Fue firmado
el 28 de junio de 1919 en la Galería de los
Espejos del Palacio de Versalles,
exactamente cinco años después
del atentado de Sarajevo en el que fue
asesinado el archiduque Francisco Fernando,
(en alemán: Franz Ferdinand) la principal
causa de la Primera Guerra Mundial. A pesar
de que el armisticio fue firmado meses antes
(11 de noviembre de 1918) para poner fin a
las hostilidades en el campo de batalla, se
necesitaron seis meses de negociaciones en
la Conferencia de Paz de París para concluir
el tratado de paz. El Tratado de Versalles entró en vigor el 10 de enero de 1920.

De las muchas disposiciones del tratado, una de las más importantes y


controvertidas estipulaba que las Potencias Centrales (Alemania y sus aliados)
aceptasen toda la responsabilidad moral y material de haber causado la guerra y,
bajo los términos de los artículos 231-248, deberían desarmarse, realizar
importantes concesiones territoriales a los vencedores y pagar exorbitantes
indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos. El Tratado de Versalles
fue socavado tempranamente por acontecimientos posteriores a partir de 1922 y
fue ampliamente violado en Alemania en los años treinta con la llegada al poder
de Adolf Hitler.

Alemania liquidó el pago de las reparaciones de guerra en 1983, pero todavía


quedaba pendiente el abono de los intereses generados desde la aprobación del
tratado, que ascendían a 125 millones de euros (cambio de 2010). Dichos
intereses no podían ser abonados hasta que Alemania estuviese reunificada,
dándosele para ello 20 años a partir de ese momento. Por aquellos días, se creía
que nunca iban a ser abonados, pero tras procederse a la reunificación del país,
se fijó el 3 de octubre de 1990 como fecha de inicio de esos 20 años.
Finalmente, Alemania liquidó totalmente las reparaciones de guerra el 3 de
octubre de 2010.
HISTORIA

Al finalizar la Primera Guerra Mundial y declararse el armisticio, los aliados


(Tercera República Francesa, el Reino Unido y los Estados Unidos, así como
representantes de sus aliados durante la guerra) se reunieron en la Conferencia
de Paz de París para acordar los términos de la paz con Alemania, el
desaparecido Imperio austrohúngaro (entonces ya dividido en la Primera
República de Austria, el Reino de Hungría y la Primera República Checoslovaca,
así como pérdidas territoriales a favor del Reino de Rumanía, el Reino de Italia y
los nuevos Estados de la Segunda República Polaca y el Reino de los Serbios,
Croatas y Eslovenos), el Imperio otomano (ya en plena partición) y el Reino de
Bulgaria. Los aliados redactaron y firmaron tratados por cada una de las potencias
vencidas; el Tratado de Versalles fue el que se le impuso al Imperio alemán.

Como recuerda J.M. Keynes, Alemania "no se rindió de forma incondicional sino
en los términos acordados en relación con el carácter general de la Paz", y en
concreto que "Alemania compensará todo el daño causado a la población civil de
los Aliados y a su propiedad por la agresión de Alemania por tierra, por mar, y
desde el aire".

Las discusiones de los términos de la paz empezaron el 18 de enero de 1919, y


fue presentado ante Alemania en mayo siguiente como única alternativa; su
rechazo habría implicado la reanudación de las hostilidades. El día después de la
aceptación del Tratado, el 23 de junio de 1919, fue día de luto en Alemania,
considerado como la primera gran derrota del parlamentarismo y el «pecado
original» de la recién formada República de Weimar.

Tanto la delegación alemana como el Gobierno alemán consideraron el Tratado de


Versalles como un dictado (Diktat) impuesto a la fuerza sin un mecanismo de
consulta o participación. De hecho, el conde Ulrich von Brockdorff-Rantzau, quien
dirigió la delegación alemana, vio imposibilidad de negociación en la conferencia.
Particularmente molesto fue el precepto, incorporado en el Tratado, de la culpa y
responsabilidad de Alemania en la iniciación de la guerra. Esto se convirtió en un
elemento de tensión en la política interna en Alemania entre la derecha y los
grupos nacionalistas —que rechazaban de plano todo el Tratado, siendo
partidarios de su revocación— y el centro liberal y los socialdemócratas —que
trataban de suavizar las cláusulas más perjudiciales contra Alemania y otros
países— para evitar una muy posible guerra de nuevo.
El tratado estableció la creación de la Sociedad de Naciones, por iniciativa del
presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson. La Sociedad de Naciones
pretendía arbitrar en las disputas internacionales y evitar futuras guerras; sin
embargo, se vetó el ingreso a Alemania.

El primer ministro francés Georges Clemenceau fue el más vehemente en cuanto


a las represalias contra Alemania, dado las enormes pérdidas humanas y
materiales producidas en suelo francés, donde por la invasión alemana había
transcurrido gran parte de la guerra.

Otros requerimientos exigían a Alemania la pérdida de la soberanía sobre sus


colonias y otros territorios. Dichas condiciones, impuestas a Alemania, fueron
utilizadas por el nazismo para alcanzar el poder y como pretexto para su política
expansionista posterior.
DEFINICIONES DE FASCISMO

Las distintas definiciones de fascismo y de lo que constituye


cada gobierno fascista existente son objeto de gran controversia, donde se discute
la naturaleza exacta del fascismo y sus principios básicos.

La mayoría de académicos coincide en que un "régimen fascista" es, por encima


de todo, una forma de gobierno autoritaria, aunque no todos los regímenes
autoritarios sean fascistas. El autoritarismo es, en el fascismo, tan solo una de sus
características, de forma que la mayoría de académicos afirman que son
necesarios más rasgos identificativos para poder definir un régimen autoritario
como fascista.

De forma similar, el fascismo como ideología es también difícil de definir.


Originalmente, el fascismo se refería a un movimiento político totalitario enlazado
con el corporativismo que existió en Italia, entre 1922 y 1943 bajo el mando
de Benito Mussolini. Es evidente que si esa definición se limita al fascismo
italiano original, el término fascismo tendrá poco sentido fuera de la historia de la
política italiana. La mayoría de académicos, por tanto, prefiere usar la
palabra fascismo en un sentido más genérico para referirse a una ideología (o
grupo de ideologías) que fue influyente en muchos países en muchos momentos
distintos. Para ese propósito, hay que identificar un "mínimo fascista", es decir, las
condiciones mínimas indispensables que debe cumplir un grupo político para
poder ser considerado fascista. La mejor forma de hacerlo es considerar cuál ha
sido la propia definición de 'fascismo' para diversos autores relevantes. El
fascismo era un movimiento político y un tipo de Estado de carácter totalitario,
autoritario, antiliberal, antimarxista y antidemocrático.
EL FASCISMO SEGÚN LOS FASCISTAS

Benito Mussolini

Benito Mussolini, Il Duce, de Italia antes de y durante la Segunda Guerra Mundial,


firmó una entrada en la Enciclopedia Italiana en 1932 titulada La doctrina del
fascismo.12 Suele citarse a ese texto como la definición "original" del fascismo
italiano, el cual, a su vez, es considerado el fascismo "original". Sin embargo, el
valor de las afirmaciones de Mussolini sobre su propio movimiento político es
objeto de discusión.

Algunos extractos destacados de una de las traducciones de la Doctrina del


fascismo:

Aunque el XIX fuera el siglo del socialismo, el liberalismo y la democracia, eso no


significa que el siglo XX deba ser también el del socialismo, el liberalismo y la
democracia. Las doctrinas políticas pasan; las naciones permanecen. Somos
libres de creer que este es el siglo de la autoridad, un siglo de «derecha», un siglo
fascista. Si el XIX fue el siglo del individuo (liberalismo implica individualismo),
somos libres de creer que este es el siglo del 'colectivo', y por tanto el siglo del
estado

La concepción fascista del estado es totalmente incluyente; fuera del mismo no


puede existir ningún valor humano o espiritual, mucho menos tener valor.
Comprendido esto, el fascismo es totalitario, y el estado fascista - síntesis y unidad
que incluye todos los valores - interpreta, desarrolla y potencia toda la vida de un
pueblo

El fascismo es una concepción religiosa en la que un hombre es visto bajo la


perspectiva de su relación inmanente con una ley superior y con una Voluntad
objetiva que trasciende al individuo particular y le eleva a la pertenencia
consciente a una sociedad espiritual. Cualquiera que no haya visto en las políticas
religiosas del régimen fascista nada más que mero oportunismo, no ha entendido
que el fascismo, aparte de ser un sistema de gobierno, es también, y sobre todo,
un sistema de pensamiento.
Ramiro Ledesma Ramos
El fundador de las JONS, uno de los principales teóricos del fascismo en España,
analiza el fascismo en su libro ¿Fascismo en España?
Fácilmente se comprenderá que cuantas veces utilizamos aquí la palabra
"Fascismo" lo hacemos como una concesión al vocabulario polémico mundial,
pero sin gran fe en la exactitud expresiva, ya que, por nuestra parte, nos
inclinamos a negar al fascismo propiamente dicho características universales...
Nos fijaremos en dos factores, que sin ser desde luego los únicos, ni quizá los de
más profundidad, han influido considerablemente en la universalización del
fascismo.
Helos aquí:
1) Su tendencia al descubrimiento jurídico-político de un Estado nuevo, con la
pretensión histórica de que ese Estado signifique, para el espíritu y las
necesidades de la época, lo que el Estado liberal-parlamentario significó en todo el
siglo XIX, hasta la Gran guerra.
2) Su estrategia de lucha contra una fuerza social -el marxismo, el partido clasista
de los proletarios-, venciéndola revolucionariamente, y sustituyéndola en la ilusión
y en el entusiasmo de las masas...

No hay ni puede haber una Internacional fascista. El fascismo, como fenómeno


mundial, no es hijo de una fe ecuménica, irradiada proféticamente por nadie. Es
más bien un concepto que recoge una actitud mundial, que señala una
coincidencia amplísima en la manera de acercarse el hombre de nuestra época a
las cuestiones políticas, sociales y económicas más altas. Pero hay en esa actitud
mundial zonas irreductibles, que son las primeras en denunciar la no universalidad
originaria del fascismo. Pues su dimensión más profunda es lo "nacional". De ahí
que el fascismo no tenga otra universalidad que la que le preste el soporte
"nacional" en que nace...

¿Qué significa, en resumen, ser fascista? ¿Qué características ofrece esa actitud
moral, política y económica que en el mundo entero se califica hoy de actitud
fascista? ¿Qué aspiraciones y qué propósitos tienen esos movimientos que el
mundo conoce y señala como movimientos fascistas?

Parece que esas preguntas pueden hoy ser contestadas, y ello, de acuerdo con lo
que antes dijimos, sin necesidad de dirigir exclusivamente el catalejo hacia Italia y
hacia Mussolini, sino capturando una dimensión esencial de nuestra época, y de la
que, en realidad, es ya consecuencia y producto el fascismo italiano mismo.
Señalemos brevemente, en esquemas, las características y afirmaciones
centrales, definitorias, que en opinión nuestra determinan el fascismo como
fenómeno mundial:

1) La Patria es la categoría histórica y social más firme. Y el culto a la Patria, el


impulso creador más vigoroso.
2) El Estado liberal-parlamentario no es ya el Estado nacional. Las instituciones
demoburguesas viven al margen del interés de la Patria y del interés del pueblo.
No representan ni interpretan ese interés.
3) La oposición a la democracia burguesa y parlamentaria es la oposición a los
poderes feudalistas de la sociedad actual.
4) El marxismo es la solución bestial, antinacional y antihumana que representa el
clasismo proletario para resolver los evidentes problemas e injusticias, propias del
régimen capitalista. La primera incompatibilidad de tipo irresoluble del fascismo se
manifiesta frente a los marxistas. Tan irresoluble, que sólo la violencia más
implacable es una solución.
5) Desde el momento en que el fascismo no es un producto de los sectores más
conformistas de la sociedad, es decir, de los grupos más satisfechos y partidarios
de la actual ordenación económica y política, su régimen y su victoria implican,
necesariamente, grandes transformaciones revolucionarias.
6) El fascismo busca un nuevo sentido de la autoridad, de la disciplina y de la
violencia. Respecto a la autoridad, vinculándola en jefes verdaderos. Respecto a
la disciplina, convirtiéndola en liberación, en eficacia y en grandeza del hombre.
Idea nacional profunda. Oposición a las instituciones demoburguesas, al Estado
liberal-parlamentario. Desenmascaramiento de los verdaderos poderes feudalistas
de la actual sociedad. Incompatibilidad con el marxismo. Economía nacional y
economía del pueblo frente al gran capitalismo financiero y monopolista. Sentido
de la autoridad, de la disciplina y de la violencia.

José Antonio Primo de Rivera


José Antonio Primo de Rivera habla del fascismo en el diario ABC el 22 de marzo
de 1933, en una carta dirigida a su director Juan Ignacio Luca de Tena: Algunas
de sus afirmaciones son las siguientes:

El fascismo no es una táctica: la violencia. Es una idea: la unidad. Frente al


marxismo, que afirma como dogma la lucha de clases, y frente al liberalismo, que
exige como mecánica la lucha de partidos, el fascismo sostiene que hay algo
sobre los partidos y sobre las clases, algo de naturaleza permanente,
trascendente, suprema: la unidad histórica llamada Patria. La Patria, que no es
meramente el territorio donde se despedazan aunque sólo sea con las armas de la
injuria varios partidos rivales ganosos todos del Poder. Ni el campo indiferente en
que se desarrolla la eterna pugna entre la burguesía, que trata de explotar a un
proletariado, y un proletariado, que trata de tiranizar a una burguesía. Sino la
unidad entrañable de todos al servicio de una misión histórica, de un supremo
destino común, que asigna a cada cual su tarea, sus derechos y sus sacrificios.

En un Estado fascista no triunfa la clase más fuerte ni el partido más numeroso


que no por ser más numeroso ha de tener siempre razón, aunque otra cosa diga
un sufragismo estúpido, que triunfa el principio ordenado común a todos, el
pensamiento nacional constante, del que el Estado es órgano.

Para encender una fe, no de derecha (que en el fondo aspira a conservarlo todo,
hasta lo injusto), ni de izquierda (que en el fondo aspira a destruirlo todo, hasta lo
bueno), sino una fe colectiva, integradora, nacional, ha nacido el fascismo. En su
fe reside su fecundidad, contra la que no podrán nada las persecuciones. Bien lo
saben quiénes medran con la discordia. Por eso, no se atreven sino con
Calumnias. Tratan de presentarlo a los obreros como un movimiento de señoritos,
cuando no hay nada más lejano del señorito ocioso, convidado a una vida en la
que no cumple ninguna función, que el ciudadano del Estado fascista, a quien no
se reconoce ningún derecho sino en razón del servicio que presta desde su sitio.
Si algo merece llamarse de veras un Estado de trabajadores, es el Estado
fascista. Por eso, en el Estado fascista y ya lo llegarán a saber los obreros, pese a
quien pese los sindicatos de trabajadores se elevan a la directa dignidad de
órganos del Estado.

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