Está en la página 1de 33

CAPÍTULO 003

ELEMENTOS ESENCIALES

§ 001. INTRODUCCIÓN

Expuesta la noción de acto corresponde, ahora, trazar una enunciación sistemática


de sus requisitos esenciales.-
En este sentido, de acuerdo con la ley son elementos esenciales del acto
administrativo los requisitos que deben concurrir, sin vicios, para que él sea plenamente
válido.-
El art. 7* e la L.N.P.A. enuncia, así, como requisitos esenciales del acto a: la
competencia, la causa, el objeto, los procedimientos, la motivación y la finalidad (069).-
A éstos corresponde agregar la forma, la cual. pese a no haber sido enunciada en tal
carácter en dicha disposición, está contemplada en el art. 8*.-
La voluntad no está prevista expresamente como requisito, aun cuando, corno antes
se dijo, podría ser considerada un presupuesto indispensable para la existencia y validez
del acto si se acepta la postura de Marienhoff (ver supra, Cap. 2, pto. 2.l.).-

§ 001.A. COMPETENCIA

§ 001.A.01) NOCIÓN

La competencia es el conjunto de poderes, facultades y atribuciones que el


ordenamiento jurídico le atribuye a un órgano o ente estatal (071).-
Tal como ha señalado la P.T.N., es un principio básico de la organización
administrativa, que reconoce como uno de sus caracteres esenciales la circunstancia de
hallarse establecida en interés público por una norma estatal. de “orden público
inderogable”, según la expresión de José A. García Trevijano Fas (72), de modo que,
como ha señalado Marienhoff, ella no surge de la voluntad de los administrados ni de la
voluntad del propio órgano estatal (073).-

§ 001.B. CLASIFICACIONES DE LA COMPETENCIA

Las clasificaciones más frecuentes respecto de la competencia son las siguientes:


a) En razón de la materia. Atiende al conjunto de poderes, facultades y atribuciones
que le corresponden a un ente u órgano, en razón de la naturaleza de las funciones o
cometidos asigna dos.-
b) En razón del territorio. Toma en cuenta el ámbito espacial en que el órgano o
ente puede válidamente desplegar el ejercicio de sus atribuciones.-
c) En razón del tiempo. Esta clasificación responde al hecho de que el ejercicio de
la aptitud legal del órgano o ente estatal, en algunas ocasiones, puede estar condicionado
por el tiempo, sea para el comienzo de su desenvolvimiento o bien para su cese.-
La C.S.J.N. ha aseverado que, dentro de los distintos aspectos que hacen a la
competencia, se encuentran aquellos fijados en razón del tiempo, que puede venir dado
no sólo por un plazo determinado, sino condicionado por el objeto del acto y por la
finalidad que ha determinado la norma (074).-
La CNFed. C. A. ha dicho, por su parte, que la competencia de los órganos
administrativos debe ejercerse en cada caso en tiempo propio, sin que ningún funcionario
pueda sustraer atribuciones de quien lo haya de suceder en el cargo (075).-
d) En razón del grado. Se vincula con la ubicación que el órgano tenga en la
jerarquía adminis:ra1iva, y su alcance varía, por lo general. en relación propor-
cionalmente inversa a la distancia que separe al órgano del jerarca máximo.-

§ 001.B.01) CRITERIOS PARA DELIMITAR LA COMPETENCIA DE UN


ÓRGANO ESTATAL

Un tema que ha dado lugar a diversas expresiones doctrinales y jurisprudenciales


es el relativo al criterio para determinar el alcance de la competencia.-
Superado el planteo de la permisión expresa, se abrieron campo, criterios dirigidos
a ampliar el espectro interpretativo, proponiéndose incluir en el contenido de la
competencia los poderes razonablemente implícitos en los expresos (076) o,
directamente, el principio de la especialidad tal como es el empleado en el derecho
privado para determinar la competencia de las personas jurídicas (077).-
A nuestro juicio, resulta posible una conciliación entre ambas posturas, definiendo
el contenido de los poderes razonablemente implícitos por medio de la especialidad. sin
perjuicio de utilizar también esta última pauta para dar contenido a los poderes
inherentes.-
Estos últimos, conforme con la categorización que de ellos ha formulado entre
nosotros Aja Espil (078), son los que derivan de la propia existencia y naturaleza del
órgano. aun cuando no tengan soporte expreso en la literalidad de la norma de creación
(079).-
A modo de síntesis podemos decir que el alcance de la competencia de un órgano
o ente estatal se debe determinar, en nuestra opinión, sobre la base de los siguientes
elementos: en primer lugar, el texto expreso de la norma que la regule; en segundo, el
contenido razonablemente implícito, inferible de ese texto expreso y, en tercer término,
los poderes inherentes derivables de la naturaleza o esencia del órgano o ente de que se
trate, interpretados. los dos últimos elementos, a la luz de la especialidad.-
La P.T.N. ha afirmado, en este sentido, que el aspecto que define la aptitud para
obra r de un elite jurídico es la relación del acto con los fines para los que fue creado
(080), a lo que añadió que “... En el campo de las personas morales. la capacidad o
competencia se delimita de acuerdo con la llamada ‘regla de la especialidad’, es decir,
que les está permitido hacer lo no prohibido dentro de los fines de la institución” (081).-

§ 001.B.02) CARACTERES JURÍDICOS

Son caracteres jurídicos de la competencia: la obligatoriedad de su ejercicio, su


improrrogabilidad y su irrenunciabilidad.-

§ 001.B.02)a) OBLIGATORIEDAD

En la jurisprudencia judicial y administrativa se ha sostenido este principio (082),


y, en particular. se lo ha aplicado a la obligatoriedad de resolver las peticiones de los
administrados, a cargo de los órganos y entes de la Administración (083).-
Al mismo principio se refirió la P.T.N. al sostener que el art. 3* de la L.N.P.A.
determina la obligatoriedad del ejercicio de la competencia del órgano administrativo, la
que tiene carácter de irrenunciable en atención al interés público que motiva su
establecimiento (084).-
El art. 3* prevé, sin embargo, la posibilidad de delegación, sustitución o avocación,
aunque con arreglo a pautas de procedencia diferentes.-
En efecto, la L.N.P.A. condiciona la delegación y la sustitución a la existencia de
una autorización normativa expresa –sin precisar el rango de la norma–. y habilita la
avocación, como principio.-
Con fundamento en la modificación dispuesta por la Ley N* 25.344, de emergencia
económico financiera, al art. 31 de la L.N.P.A. –de la cual resulta que, ahora, la demanda
judicial contra el Estado se debe deducir dentro de los plazos perentorios previstos por el
art. 25 de esta última norma, aun en los supuestos de silencio administrativo ante el
reclamo previo y el pedido de pronto despacho (085), se ha planteado, en doctrina, la
posibilidad de interpretar que, con esa innovación, se habría modificado el principio de
la obligatoriedad del ejercicio de la competencia, transformando ese ejercicio en una
alternativa meramente facultativa y discrecional de la autoridad (086).-
Esta interpretación tornaría de muy dudosa constitucionalidad la norma en cuestión
pues la citada ley de emergencia derogaría, en principio, el Art. XXIV de la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre.-
Dicha norma, incorporada a la C.N., impone la obligación de dar rápida respuesta
al pedido que los ciudadanos formulan en ejercicio de su derecho a peticionar, ¿podríamos
considerar, junto con esta interpretación doctrinaria (087), que el nuevo art. 31 modifica
y deja sin efecto el orden jerárquico que resulta de la C.N. (arts. 28, 31 y 75, inc. 22),
párr, 2*)? ¿Dicha norma de rango legal inferior altera lo establecido por el
Constituyente?.-
Pensamos, en coincidencia con el autor que formula este planteo (088), que esta
interpretación ubica al primer párrafo del actual art. 31 de la L.N.P.A., en una posición
endeble, pasible de ser tachado de inconstitucional.-

§ 001.B.02)b) IMPRORROGABILIDAD

La competencia es improrrogable, debido a que se halla establecida en interés


público por una norma estatal (089), Las excepciones a este carácter –enunciadas en la
norma comentada– son la sustitución, la delegación y la avocación.-

§ 001.B.02)c) SUSTITUCIÓN

La sustitución consiste, no en una modificación de la competencia del órgano, sino


en un cambio en la persona del funcionario, en razón de que su titular se halla
imposibilitado de ejercer la competencia (090). Se trata de una “medida que no responde,
como la avocación, a una actividad administrativa normal, sino que tiene efectos
sancionatorios por negligencia o incapacidad económica o técnica, para ejercerlas
funciones en las que se lo sustituye” (091).-

§ 001.B.02)d) DELEGACIÓN

La delegación consiste en la transferencia parcial del ejercicio de la competencia de


un ente u órgano a otro ente u órgano, de donde se genera. respectivamente, la delegación
intersubjetiva e inter–orgánica (092).-
Conforme a la ley, la delegación no requiere autorización legislativa; es suficiente
la habilitación “normativa”, de modo que, en el marco de aquélla, un reglamento puede
operar como fuente de competencia para delegar, o de competencia delegada (093).-

§ 001.B.02)d)1) LAS DELEGACIONES EN PARTICULAR

A fin de establecer claramente las pautas que rigen las delegaciones en el ámbito de
la Administración centralizada, corresponde referirse, en primer término, a la ubicación
y las relaciones de los órganos P.E.N., Jefe de Gabinete y Ministros en el actual esquema
constitucional.-
En lo relativo a las dos primeras figuras, el art. 100, inc. 10) de la C.N- atribuye al
Jefe de Gabinete de Ministros el ejercicio de la administración general del país (094) y
constituye al Presidente de la Nación en responsable político de aquélla (art. 99, inc. 1)).
En ese marco, queda fuera de duda que el P.E. esté a cargo exclusivo del Presidente de la
Nación (art. 87), quien, siendo Jefe del Gobierno (art. 99, inc. 1)), se encuentra por sobre
el Jefe de Gabinete y los Ministros. De ello se deriva que la titularidad y consecuente
responsabilidad por el ejercicio de la administración general del país recae en el
Presidente, delegándose la concreta ejecución de aquélla en el Jefe de Gabinete (095).-
Por su parte, los Ministros integran el órgano ejecutivo, bajo la dependencia del
P.E. En cuanto a la relación que los une con el Jefe de Gabinete, la P.T.N. se ha
pronunciado por la inexistencia de relación jerárquica entre el Jefe de Gabinete y los
Ministros del Poder Ejecutivo Nacional (096). Por nuestra parte, hemos disentido con esa
interpretación (097), catalogando al Jefe de Gabinete como la cabeza del cuerpo
ministerial. al que integraría, pero con una jerarquía superior a la del resto.-
Ahora bien. en el esquema jerárquico explicado, esto es, el Presidente de la Nación
en la cúspide de la Administración Central. a quien está subordinado el Jefe de Gabinete
del que dependen, por su parte, los Ministros, cabe dilucidar qué atribuciones de cada uno
de los órganos citados pueden ser delegadas, ya qué otros órganos.-
Así, con respecto a las atribuciones del –por entonces– art. 86 (actual art. 99), es
decir, las correspondientes al Presidente de la Nación, la P.T.N. señaló oportunamente
que se había generalizado la distinción entre facultades administrativas, por un lado, y de
gobierno, por otro. Las primeras resultaban delegables por el Presidente, mientras que las
segundas, en cambio, no (098).-
En este marco, el Presidente puede delegar sus atribuciones relativas a la
administración general del país en el Jefe de Gabinete. En efecto, si consideramos a este
último como un mero destinatario de la delegación impropia, nada impide que el titular
de la función amplíe el marco de la delegación (099). Ello es así pues, si se acepta la
posición de que el Poder Ejecutivo sigue siendo el titular de la administración general del
país, resultarán de entera aplicación –respecto de las facultades administrativas del
Presidente, no transferidas en su ejercicio por la Constitución Nacional al Jefe de
Gabinete– las prescripciones del Dto. N* 260/83 (100), el cual, en su Anexo I, establece
como facultades delegables “las administrativas que ejerce el Presidente de la Nación en
su carácter de administrador general del país” (101).-
En cuanto a la posibilidad de que el Presidente del delegue directamente en los
Ministros, su viabilidad depende del rango que se otorgue al Jefe de Gabinete. Si se lo
considera superior de aquéllos, la delegación debe respetarla la línea jerárquica y, por
ende, la delegación directa no sería, en esa hipótesis, admisible; si, por el contrario, se lo
entiende como un Ministro más, ella sí sería procedente (102). Como hemos sostenido
que el Jefe de Gabinete es el superior jerárquico de los Ministros desde nuestro punto de
vista, y más allá del discutible criterio que consagra el art. 13 de la Ley de Ministerios en
tanto autoriza una delegación directa en los Ministros. las delegaciones únicamente
proceden a favor de aquél, sin perjuicio de la potestad presidencial de autorizar la
subdelegación.-
El Dto. N* 977/95 (103) dispone. en ese sentido, que “las delegaciones previstas en
el art. 100, inc. 4), de la C.N. se entenderán limitadas a las atribuciones de administración
relativas a las competencias propias del Presidente de la Nación conforme se estipule
expresa y taxativamente por decreto. El jefe de Gabinete de Ministros no podrá, en estos
casos, subdelegar” (art. 12).-
Respecto de las competencias propias del Jefe de Gabinete, habida cuenta de que,
como dijimos anteriormente, él tiene preeminencia jerárquica sobre los ministros y
considerando, además, que dentro de sus potestades constitucionales se pueden discernir
atribuciones de carácter administrativo y otras de tipo político, no existirían reparos para
admitir la delegación y, en su caso, subdelegación –previa autorización presidencial– en
los Ministros de las facultades administrativas (104); no así, por el contrario, de las
privativas como es, p. ej., la obligación de concurrir al Congreso mensualmente.-
Ahora bien, de conformidad con el Dto. N* 977/95, el Jefe de Gabinete de Ministros
puede delegar en los Ministros secretarios atribuciones relativas al régimen económico-
financiero y a la administración de recursos humanos relacionadas con sus respectivos
departamentos, de acuerdo a lo que expresa v taxativamente determine por Decisión
Administrativa, como así también retornar o mantener las atribuciones actualmente
delegadas.-
Esta previsión no se ajusta, a nuestro juicio, a lo que la Constitución dispone, toda
vez que, según ésta (art. 103), sigue correspondiendo a los Ministros resolver por sí solos
lo concerniente al régimen económico y administrativo de sus respectivos departamentos.
Siendo así, no es. pues, lógicamente posible que el Jefe de Gabinete delegue el ejercicio
de competencias que no le son propias.-
En el citado decreto se establece, asimismo, que el Jefe de Gabinete podrá, a través
del dictado de resoluciones, delegar en los Secretarios de su jurisdicción las atribuciones
premencionadas referentes a su departamento. En ambos supuestos, se podrán subdelegar
tales atribuciones en funcionarios de jerarquía no inferior a la de Director Nacional o
Generala equivalente (art.14).-
¡Qué sucede con las delegaciones que, con anterioridad a la reforma constitucional,
había efectuado el Poder Ejecutivo a los Ministros? Las delegaciones preexistentes
vinculadas a la administración general del país. se deben analizar valorando si el
Presidente continúa, o no, siendo titular de la Administración.-
Para dilucidar este aspecto, recordemos en primer lugar que la ley de organización
de ministerios vigente, con controvertible criterio, como ya indicamos (105), faculta al
P.E.N. para delegar en los Ministros y en los Secretarios de la Presidencia de la Nación
facultades relacionadas con las materias que les competen, de acuerdo con [o que
determine expresa y taxativamente por decreto (art. 13).-
Si se considera que el Poder Ejecutivo, como pensamos. continúa siendo el titular
de la Administración, debe entenderse que el constituyente, al establecer que el ejercicio
de la administración le compete al Jefe de Gabinete, quiso que ese ejercicio le llegara
delegado sin cortapisas ni limitaciones. Desde este punto de vista, las delegaciones
preexistentes en los Ministros se deberían considerar caducas y atribuidas al Jefe de
Gabinete, sin perjuicio de la facultad de éste de delegarlas en aquéllos con autorización
presidencial.-
Corresponde puntualizar, sin embargo, que el P.E.N., a través del art. 7* del Dto.
N* 909/95, dispuso que las delegaciones de facultades vigentes, referidas a atribuciones
que en función de lo establecido por la Constitución Nacional corresponden al Jefe de
Gabinete de Ministros, subsisten en tanto éste no las modifique.-
Por último, cabe examinar la procedencia de que los Ministros efectúen
delegaciones de ciertas competencias en órganos inferiores. Sobre el punto, la ley de
organización de ministerios vigente determina que los ministros podrán delegar la
resolución de asuntos relativos al régimen económico y administrativo de sus respectivos
departamentos en los funcionarios que determinen conforme con la organización de cada
área (art. 14). Asimismo, el art. 2* del R.L. N.P.A. también faculta a los Ministros, a los
secretarios de la Presidencia dela Nación ya los órganos directivos de los entes
descentralizados a delegar facultades en sus inferiores jerárquicos, consagrando, así, con
carácter genérico, la norma que para la procedencia de la delegación exige el art. 3* de la
ley.-

§ 001.B.02)e) AVOCACIÓN

Respecto de la avocación –que es el acto por el cual un superior jerárquico (o titular


de una relación de tutela) asume el conocimiento o la decisión de un asunto que
corresponde al ámbito de la competencia de un inferior o, en su caso eventualmente, ente
sujeto a su tutela–, la L.N.P.A. la habilita como principio –a menos que una “norma”
expresa disponga lo contrario (106)–. Y el art. 2* del Reglamento determina, por su parte,
que aquélla procede a menos que una norma hubiere atribuido competencia exclusiva al
inferior, norma ésta que no comprende al propio Presidente de la Nación (107).-
Se ha señalado como impedimento para la avocación el hecho de que la
competencia del inferior sea de naturaleza técnica específica de éste, más la P.T.N. ha
opinado que esta restricción no se aplica a la posibilidad de avocación del Presidente de
la Nación, aunque entendiendo que sí existiría obstáculo para que aquel órgano se avoque
a la emisión de dictámenes jurídicos de requerimiento obligatorio, pero no porque lo
impida la exclusividad de la competencia o la idoneidad específica del inferior, sino
porque el requerimiento de aquéllos constituye una exigencia de naturaleza procesal
(108).-
La aplicación directa de la excepción a la procedencia de la avocación, cuando el
órgano inferior posee una competencia especial, la realizó el organismo asesor en el caso
de la Comisión Nacional de Valores, pues –señaló– ella tiene como función instruir los
sumarios relacionados con la materia que en virtud de su idoneidad técnica, se encuentra
encargada de regular, descartándose la posibilidad de avocación (109).-
También ha dicho que el instituto estudiado se da cuando un órgano determinado,
por un acto administrativo propio y fundándose en razones de orden jerárquico y de
oportunidad, ejerce una competencia que materialmente coincide con la de un órgano
inferior, sobre la base de que tal competencia del inferior está contenida en la del superior
(110).-
Y ha indicado que (111), recibido un pedido de avocación en la Presidencia de la
Nación, corresponde dar intervención al Ministro competente a fin de que se cumplan las
siguientes diligencias:
a) la agregación de los antecedentes, si es que se dictará resolución expresa (art. 70,
inc. b) de la Ley N* 19.549);
b) la producción de la información a fin de que el organismo de la Presidencia de
la Nación cuente con los elementos de juicio necesarios;
c) la preparación y refrendo del correspondiente proyecto de decreto del P.E.N., en
el cual se decidirá sobre el pedido de avocación; y
d) el dictamen jurídico previo a la elevación del proyecto.-
La P.T.N. también sostuvo que la avocación es un acto de carácter facultativo y
excepcional, más ello no implica dejar de reconocer que los administrados, en ejercicio
del derecho de peticionar, pueden solicitar la avocación del superior, sin obligar a éste a
considerar tal pedido, pues importaría tanto como suprimir los beneficios de la
distribución de las tareas de la Administración en diversos órganos, impuesta incluso
como exigencia constitucional.-
No obstante –puntualizó– las afirmaciones anteriores no empecen a considerar que
la petición de los administrados deba ser tramitada. puesto que el P.E.N., para adoptar
una decisión afirmativa de la intervención solicitada o denegatoria del pedido formulado,
precisa contar con los elementos de juicio necesarios para tornar tal decisión (112).-
Una cuestión singularmente controvertible es si resulta admisible que el P.E. se
avoque al ejercicio de las competencias de los entes jurídicamente descentralizados.-
Pensamos que ella procede siempre por razones de legitimidad. habida cuenta la
importancia que la vigencia de la juridicidad posee. en nuestra opinión, en el marco del
bien común cuya gestión inmediata compete a la Administración Pública y, dentro de
ésta, como titular. al Presidente de la Nación. sin perjuicio de las inherentes al ejercicio
de aquélla con fiada al Jefe de Gabinete y de las delegaciones válidas que se hayan podido
instrumentar.-
Por razones de oportunidad. en cambio, estimarnos que debería acogerse, en lo
pertinente y en este aspecto, el principio que resulta del art .97 del Reglamento de
Procedimientos Administrativos. Así, si el ente fuera de los creados por el Congreso en
ejercicio de sus facultades constitucionales, la avocación procedería por razones de
oportunidad. mérito o conveniencia cuando la ley de creación hubiere acordado el control
amplio; si se tratare, por el contrario, de los creados por el P.E. en ejercicio de sus propias
atribuciones constitucionales aquella sería admisible con amplitud.-
Finalmente, cabe aclarar que no se debe confundir la avocación con la revocación
de la delegación (113) La primera, en efecto. importa el ejercicio por el superior de la
competencia propia del inferior en un asunto concreto y determinado; la segunda, por su
lado, implica la reasunción por el delegante del ejercicio de la competencia transferido al
delegado y puede ser referida a un asunto en particular o a toda la materia delegada.-

§ 001.B.02)e)1) AVOCACIÓN DEL PODER EJECUTIVO NACIONAL


RESPECTO DE FACULTADES DEL JEFE DE GABINETE (REVOCACIÓN DE
LA DELEGACIÓN)

Si se considera a las competencias del Jefe de Gabinete como meramente delegadas


de modo impropio, el Presidente, en tanto titular de la función. y sin necesidad de
avocarse, podría revocar parte de la delegación, siempre que dicha revocación no
implicara un vaciamiento de las competencias de aquél. No se trataría, en el caso, de
avocación, sino de “revocación de la delegación”, ya que la primera se refiere, como antes
se explicó, ala reasunción de competencias propias del inferior, y no a las delegadas.-
En una postura distinta, la P.T.N., con sustento en el art. 15 del Dto. N* 977/95, ha
dicho que mediante esa norma se equipara el tratamiento jurídico de las decisiones y
resoluciones de los Ministros, y las somete a la facultad del Poder Ejecutivo de avocarse
a su resolución (114).-

§ 001.B.02)f) CAPACIDAD DEL AGENTE ESTATAL Y DEL ADMINISTRADO

La L.N.P.A. no contiene previsiones reguladoras de la capacidad del agente estatal,


ni del administrado, omisión que podría considerarse en cierto modo lógica, porque tanto
la capacidad de hecho y de derecho de los agentes estatales, como la de los particulares o
administrados, se rigen, en principio, por el derecho privado (115). Hay que tener en
cuenta, pese a ello, que el derecho administrativo, de índole esencialmente local, puede
introducir modificaciones a dicha capacidad.-

§ 002. CAUSA

A diferencia de lo que sucede en el derecho privado, en cuyo ámbito la causa es


referida al origen o fin de las obligaciones, en la L.N.P.A. ella se vincula a los hechos y
antecedentes del acto y al derecho aplicable, y su validez hace a la legalidad de la decisión
(116).-
Ha destacado Fiorini, con acierto, que la causa primaria de todo acto administrativo
radica en la juridicidad primaria que proviene de la C.N., a partir de la cual adquieren
significación para el derecho los hechos, las conductas y los restantes componentes
normativos del ordenamiento (117).-
La “causa” cue funda el dictado de un acto administrativo son las “circunstancias
de hecho y de derecho” que motivan su emisión y, según la P.T.N., no puede ser
“discrecional” porque debe hallarse referida a circunstancias perfectamente verificables
(018).-
La P.T.N. ha sostenido, asimismo, que la L.N.P.A., al referirse a la causa, se ha
enrolado en una concepción objetivista que, precisamente, considera a aquélla como
elemento del acto administrativo y está constituida por los antecedentes o circunstancias
de hecho y de derecho que justifican su dictado o, en otras palabras, que en cada caso
llevan a producirlo (119).-
En cuanto “los antecedentes de derecho el citado órgano asesor ha señalado que las
reglamentaciones dictadas por la propia Administración integran el bloque de legalidad
al que ésta se debe ajustar al emitir los actos individuales de aplicación de aquéllas (120)
y ha puntualizado, asimismo, que la circunstancia que determina la validez de un acto
administrativo individual consiste en la correspondencia de este último con el derecho
objetivo vigente al momento de su dictado; ello constituye la esencia del principio de
legalidad de la actividad administrativa (121).-
Y en lo referente a los antecedentes de hecho, vinculó el ejercicio de facultades
discrecionales con la apreciación de ellos, sosteniendo que la apreciación o valoración de
las razones de oportunidad, mérito o conveniencia pertenecen al ámbito de facultades
discrecionales del organismo competente, las que, no obstante. tienen ciertas limitaciones
jurídicas, entre ellas, que tal discrecionalidad debe enmarcarse e n la real existencia de
los hechos objetivos que se invoquen como causa del acto (122).-
Los hechos objetivos deben existir en la realidad, como algo exigible por el agente
que ve comprometido su derecho, y la Administración debe acreditarlos de algún modo,
especialmente cuando el interesado cuestiona la existencia de tales hechos, Esta
conclusión es un derivado de las normas de la Ley N* 19.549, que establece los requisitos
esenciales de los actos administrativos y los principios básicos del procedimiento
administrativo (123).-
Por nuestra parte, pensamos que la causa del acto, no puede consistir.
exclusivamente, en la voluntad del agente, siendo, por ende, siempre necesario que ella
se sustente en factores objetivables.-
Por tal razón estimamos que son nulos por falta de causa, los actos que,
genéricamente, intentan fundarse en “razones de servicio” o de “oportunidad, mérito o
conveniencia” sin explicitación concreta de ellas, además de la deficiencia que ello
implica respecto de la motivación a la cual también se la debe considerar afectada grave
m en te en estos casos.-
En relación con este elemento, la Cámara Federal de Mendoza ha afirmado que el
control de legitimidad de los actos disciplinarios emanados de la Administración supone
el con trol de la debida aplicación de las normas estatutarias, de modo que los hechos se
clarifiquen adecuadamente y lo decidido se ajuste al texto legal. Agregó que la
circunstancia de que el control jurisdiccional de los actos de aquella naturaleza esté
limitado a la legitimidad del procedimiento y del acto atacado, no impide verificar si los
hechos se encuentran probados y configuran la causal que fundó la sanción impuesta
(124).-

§ 003. OBJETO
El objeto del acto es aquello en que él consiste; es, concretamente, la decisión,
certificación u opinión contenidas en la declaración que el acto implica.-

§ 003.A. DEBE SER CIERTO Y FÍSICA Y JURÍDICAMENTE POSIBLE

Sería de objeto físicamente imposible, por ejemplo, la orden de demolición por


mina de un edificio destruido totalmente, y resultaría jurídicamente imposible rescindir
una concesión concluida por el transcurso del tiempo, o pretender cancelar la licencia de
conducir de una persona fallecida (125).-
La Cámara Nacional en lo Civil ha sostenido que el contenido u objeto del acto
administrativo consiste en la resolución o medida concreta que mediante el acto adopta
la autoridad, y que sus atributos son “certeza”, “licitud”, “posibilidad física” y
“moralidad” (126).-
Por su parte, la P.T.N. ha dicho que cualquier decisión de un ente regulador no es
otra cosa que un acto administrativo; una decisión técnica será un acto administrativo
cuyo elemento objeto –es decir, lo que en concreto se dispone, certifica, resuelve u ordena
en el acto– es de naturaleza técnica (127).-

§ 003.B. DEBE DECIDIR TODAS LAS CUESTIONES PROPUESTAS

Este aspecto de la disposición legal constituye el deber administrativo correlativo


del derecho acordado al administrado por el Art. 1*, inc. f), ap. 3) de la Ley (128), según
el cual el acto decisorio debe hacer expresa consideración de los principales argumentos
y de las cuestiones propuestas, que fueren conducentes a la solución del caso (129).-

§ 003.C. PUEDE INVOLUCRAR CUESTIONES NO PROPUESTAS, PREVIA


AUDIENCIA DEL INTERESADO, SIEMPRE QUE NO AFECTE DERECHOS
ADQUIRIDOS

Esta cláusula se vincula directamente con el principio de la verdad material, uno


delos soportes básicos del procedimiento administrativo (131).-
La L.N.P.A. (art. 7*, inc. d) exige que ames de la emisión del acto, se dé
cumplimiento a los procedimientos esenciales y sustanciales previstos, ya los que surjan
implícitos del ordenamiento jurídico.-
Prevé, asimismo, que sin perjuicio de lo que establezcan otras normas especiales,
se considerará esencial el dictamen proveniente de los servicios permanentes de
asesoramiento jurídico, cuando el acto pudiera afectar derechos subjetivos o intereses
legítimos.-
La ley nacional no precisa cuál es el criterio que en cada caso permitirá establecer
el grado de “esencialidad” o “substancialidad” de los procedimientos exigidos
normativamente; cuestión que deberá ser resuelta atendiendo a los bienes jurídicos
gravitantes en cada situación (132). De todos modos aunque la ley no lo mencione
expresamente en este inciso, el debido proceso adjetivo, como reglamentación
procedimental administrativa de la garantía de defensa consagrada por el art. 18 de la C.
N., es, sin duda, una especie de procedimiento insoslayable cuando los derechos
particulares puedan resultar afectados.-
La cláusula en comentario menciona expresamente como esencial al dictamen
proveniente de los servicios permanentes de asesoramiento jurídico cuando el acto puede
afectar derechos subjetivos e intereses legítimos, destacando el valor del control de
juridicidad que tiene la función de los asesores letrados de la Administración Pública
(133).-
La CNFed. C. A. ha puntualizado la importancia del procedimiento previo como
medio de juridizar la actividad de la Administración Pública y la concurrencia, a ese fin,
de la exigencia legal del dictamen jurídico en tanto instrumento tuitivo de los derechos
de los administrados (134) y ha resaltado, asimismo, el carácter de elemento esencial de
este dictamen (135).-
Nos parece importante destacar que con buen criterio la P.T.N. ha sostenido que el
dictamen jurídico no puede constituir una mera relación de antecedentes ni una colección
de afirmaciones dogmáticas, sino el análisis exhaustivo y profundo de una situación
jurídica determinada a la luz de las normas vigentes y de los principios que la informan,
a efectos de recomendar conductas acordes con la Justicia y el interés legítimo de quien
formula la consulta (136).-
No se debería por ende, reconocer esa condición a algunas intervenciones –
ciertamente excepcionales– de los organismos de asesoramiento jurídico en los cuales
éstos se limitan a afirmar o negar dogmáticamente la validez de un acto o la simple
conformidad formal de un proyecto de acto con el ordenamiento vigente. o en todo caso
–como puede ocurrir durante el trámite de un recurso administrativo– a expresar, también
dogmáticamente, que el recurrente no incorpora nuevos elementos que contribuyan a
desvirtuar un acto u opinión ya vertidos.-
Pensamos, además, que si el dictamen jurídico previo se concibe como un modo de
control de legalidad él debería ser requerido no sólo como medio de protección de los
derechos particulares, sino, en general, como recaudo esencial previo al dictado de todo
acto administrativo, incluso cuando éste sea favorable para los intereses individuales. La
legalidad se compromete tanto con los actos injustos para los administrados. como con
aquellos que ilegítimamente afectan al interés público. En este último aspecto, el
dictamen previo se debería exigir especialmente en relación con los actos que puedan
incidir en la hacienda pública, tal como, correctamente lo hace la P.T.N. en un dictamen
relativamente reciente (137). Otro supuesto de procedimiento previo es lo de las au-
diencias públicas en los actos regulatorios de los servicios públicos (138).-

§ 005. MOTIVACIÓN

En la. L.N.P.A., la motivación también adquiere la calidad de elemento esencial


pudiendo ser definida, en ese marco legal, como la exteriorización en el acto de la
existencia de la causa y de la finalidad (139).-
La L.N.P.A. se orienta, así, en las aguas de la doctrina que considera obligatoria la
motivación de todos los actos administrativos (140). aun cuando se admite que ella surja
no sólo del texto mismo del acto –motivación contextual–, sino también de sus
antecedentes, incluyendo en este supuesto –motivación in aliunde– tanto el caso del acto
creado exclusivamente como complemento del principal, como el del procedimiento
autónomo al cual el acto hace remisión.-
Si bien la extensión de la motivación es una circunstancia condicionada por las
características propias de cada caso, entendemos que ella siempre debe concurrir al
momento de ser emitido el acto, sin que sea dable aceptar su integración posterior (141).-
La motivación del acto administrativo adquiere especial relevancia en el caso de los
actos dictados en ejercicio de facultades preponderantemente discrecionales, pues en
éstos la Administración debe explicar, más que en cualquier otros, por qué (causa) y para
qué (finalidad) lo emite, explicitando, además, su razonabilidad, esto es, la adecuada
proporcionalidad que debe mediar entre el qué del acto (objeto) y su fin (para que).-
Los principios republicanos que imponen a la Administración dar cuenta de sus
actos, los recaudos exigidos para permitir que éstos puedan ser impugnados por quienes
ven afectados sus derechos, y la necesidad de que los jueces cuenten con los datos
indispensables para ejercer la revisión de su legitimidad y razonabilidad, imponen, ha
dicho la CNFed. C. A. f, que en el ejercicio de facultades discrecionales los órganos
administrativos satisfagan, con mayor razón aún que en las predominantemente regladas,
el imperativo de una motivación suficiente y adecuada de sus decisiones (142).-
La Suprema Corte de Justicia de Mendoza (143) ha sostenido, con referencia al
requisito de la motivación, los siguientes principios:
a) En primer lugar, para eviten discusiones, “... es imprescindible indicar cuál es el
significado que se otorga a las palabras utilizadas. Marienhoff distingue muy
adecuadamente el motivo de la motivación. Todo acto requiere ineludiblemente una causa
motivo por la cual la administración asume una decisión determinada; la motivación es
la exteriorizacián o exposición de los motivos del acto administrativo ...” “... La doctrina
nacional –siguiendo los caminos marcados por la extranjera– ha discutido si la motivación
es o no un elemento del acto administrativo. La cuestión es hoy más fácil de resolver en
razón de expresas disposiciones legales inexistentes a la época en que muchas opiniones
doctrinarias se expresaron”;
b) “En el orden nacional, la Ley N* 19.549, fuertemente influida por el pensamiento
de Marienhoff (según se explica en la Exposición de Motivos) dispone expresamente en
su art. 7*: ‘Son requisitos esenciales del acto administrativo los siguientes: ... b) Deberá
sustentarse en los hechos y antecedentes que le sirvan de causa y en el derecho aplicable;
... e) Deberá ser motivado, expresándose en forma concreta las razones que inducen a
emitir el acto, consignando además los recaudos indicados en el inc. b) del presente
artículo’. Sea o no un elemento autónomo de la causa ..., el hecho concreto es que en el
orden nacional el principio general es el de la necesidad de motivación del acto ...”:
c) “... ‘el acto que decreta la cesantía de un agente debe ser motivado, La falta de
motivación acarrea la nulidad del acto, ya que se trata de un presupuesto sobre el cual se
asienta la legalidad y se expresa la razonabilidad de la medida’ ...”:
d) “La necesidad de la motivación del acto administrativo ha sido explicada con
diferentes razones: por ejemplo, todo acto debe ser motivado a fin de completar el mismo
en virtud de un principio de claridad; el principio de ejecutividad de los actos
administrativos parte de la presunción de legalidad, y presume una inversión de la carga
de la prueba en favor de la administración, a cambio de cuya prerrogativa queda la
Administración obligada a motivar sus resoluciones: deben aplicarse por analogía las
reglas sable actos procesales, siendo la obligación de motivar un principio de derecho
público que se funda en el respeto a los ciudadanos, etcétera ...”;
e) “... La motivación de los actos administrativos tiende a cumplir tres finalidades:
que la Administración, sometida al derecho de un régimen republicano, dé cuenta de sus
decisiones; que éstas puedan ser examinadas en su legitimidad por la justicia en caso de
ser impugnadas; que el particular afectado pueda ejercer su defensa ...”.-
La Cámara Federal de Córdoba (144), por su lado, ha sostenido que la causa o
motivo del acto administrativo está constituido por los antecedentes o circunstancias de
hecho o de derecho que en cada caso llevan a dictarlo, mientras que la motivación es la
expresión o constancia de que el motivo o causa existe o concurre en el caso concreto, al
momento de su emisión (la cursiva nos pertenece).-
En referencia al recaudo estudiado, la Cámara Federal de Mar del Plata ha dicho
que la motivación importa la concreción reglada de la razonabilidad (145).-
Asu turno la ex Cámara Nacional Especial Civil y Comercial en pleno (146).
resolvió que el art. 7*, inc. e) de la Ley N* 19.549 requiere que el acto administrativo
deba ser motivado.-
Tal motivación, como exteriorización o manifestación de los extremos en que se
sustenta el acto, incluye, continuó, una referencia a tres aspectos: “las razones que
inducen a emitir el acto”, y, “además”, “los hechos y antecedentes que le sirven de causa”
y el “derecho aplicable”.-
La ley –agregó el Tribunal– es, pues, expresa, al exigir la motivación como
elemento esencial de todo acto administrativo.-
Por cierto, continuó, con la mentada exigencia no se busca establecer formas por
las formas mismas, sino preservar valores sustantivos. Ello aparece, así, como una
necesidad tendiente a la observancia del principio de legalidad en la actuación de los
órganos estatales, traduciendo desde el punto de vista del particular o administrado, una
exigencia fundada en la idea de una mayor protección de los derechos individuales, ya
que de su cumplimiento depende que el administrado pueda conocer de una manera
efectiva y expresa los antecedentes y razones que justifiquen el dictado del acto.-
Los actos discrecionales de la Administración –puntualizó la ex Cámara citada– no
se hallan relevados del recaudo de la motivación. La ley no distingue al respecto, y, como
se destaca en la jurisprudencia y la doctrina, ésta posee, en ellos, singular importancia ya
que posibilita su control (147).-
Es doctrina. a su vez, de la PT.N. que las decisiones discrecionales no pueden
carecer de todo fundamento, puesto que en tal caso la discrecionalidad, que es sólo la
posibilidad de apreciar libremente la oportunidad o conveniencia de la acción
administrativa, dentro de ciertos límites. puede llegar a convertirse, por la inadecuada o
maliciosa actuación de algún funcionario, en arbitrariedad (148).-
La discrecionalidad, ha sostenido la P.T.N., no se debe confundir con la
arbitrariedad que es su límite. El principio general que juega en estos supuestos es que
todo acto del Estado debe tener justificación y que los actos emanados de facultades
discrecionales exigen adecuada motivación (149).-

§ 006. FINALIDAD. RAZONABILIDAD

La finalidad es, también, enunciada por la L.N.P.A. como un elemento esencial del
acto, al preceptuar que éste debe cumplir con la finalidad que surja de las normas que
otorgan las facultades pertinentes al órgano emisor, sin que pueda perseguir
encubiertamente otros fines, públicos o privados, distintos de los que justifica n el acto,
su causa y objeto (art. 7*, inc. f) primer párrafo).-
El carácter encubierto a que se refiere la ley no excluye, por supuesto, la prohibición
–que debemos considerar obvia– de perseguir manifiestamente otros fines que los
normativamente fijados para el acto.-
Por otra parte, advirtamos que la ley prohíbe, incluso, el accionar inspirado en un
fin público diverso del que determina en cada caso la emisión del acto, estableciendo así
una veda a una eventual intercambiabilidad de “fines” (150).-
El fin al cual debe propender todo acto administrativo, en tanto acto estatal, es el
bien común, considerado no como una simple suma de intereses individuales
coincidentes, sino como conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a
asociaciones e individuos el logro más pleno y más fácil de su propia perfección (151).-
La atribución de potestades que el ordenamiento contiene en favor de los órganos
administrativos es formulada en razón de un fin cuya efectiva concreción debe vertebrar
todo el accionar de la administración pública.-
Esa genérica télesis de bien común se manifiesta, no obstante, por medio de
exigencias particulares que configuran el fin específico de cada acto, de acuerdo con el
bien jurídicamente protegido por el sistema normativo en el que se encauce (152).-
En coherencia con esta última idea se puede indicar el fallo de la C.S.J.N. en el que
se exige que la competencia para determinar el precio de las contrataciones que celebre
el Estado debe ejercitarse conforme a la finalidad en mira a la cual ella fue atribuida, la
cual, en ese caso, es contratar al precio más conveniente y razonable (153).-
Dentro del requisito en examen, la ley exige que las medidas que el acto involucre
–es decir, su objeto– sean proporcionalmente adecuadas a su finalidad (art. 7*, último
párrafo, in fine) (154).-
Si bien como enseñó Fiorini (155) la razonabilidad no proviene, en rigor. de la ley,
sino que es inherente a la juridicidad que sustenta la aplicación de toda norma, cabe
sostener que, con esta cláusula, la ley recoge, específicamente, para el acto administrativo,
la garantía de razonabilidad cuyo sustento genérico deviene de los arts. 28 y 33 de la
Constitución Nacional (156), por lo cual se puede afirmar, con Marienhoff, que lo
irrazonable es, por tanto, inconstitucional (157).-
Linares, por su parte, señaló que el patrón o estándar axiológico de razonabilidad
es la variante sustantiva del “debido proceso legal” (158); y éste es, a su vez, una garantía
constitucional innominada de que todo acto estatal –ley, sentencia o acto administrativo–
debe ser resultado de un conjunto de procedimientos que hay que cumplir no sólo para
que él sea formalmente válido (aspecto adjetivo del debido proceso), sino también para
que se consagre una debida justicia (aspecto sustantivo del debido proceso) (159).-
Gordillo afirma que la falta de proporcionalidad, como especie de irrazonabilidad,
puede referirse a la relación entre los medios que el acto adopta y los fines que persigue
la ley que le dio al administrador las facultades que ejerce en el caso, o al vínculo entre
los hechos que determinan el acto (su causa) y lo que éste dispone (160).-
Sin embargo, entendida como la plantea la ley –esto es como exigencia de
proporcionalidad entre el objeto del acto y su fin- fue consagrada en su momento por la
C.S.J.N. y la P.T.N., y el mismo alcance le dio el Alto Tribunal, al control que habilita la
Ley N* 23.098 (161).-
Esta parece ser la buena doctrina, porque los casos con que Gordillo explica la
desproporción entre los hechos que generan el acto y su contenido –falta de saludo de un
agente a su superior, reprimida con una sanción expulsora– u otros similares, no
evidencian sino la falta de adecuación razonable entre el contenido del acto y los fines
que debieron sustentarlo (162).-
El examen del requisito de la razonabilidad cobra especial relevancia respecto de
los actos administrativos emitidos en ejercicio de facultades discrecionales, es decir, en
los casos en los que una norma confiere libertad de elección a la Administración para que
ésta, dentro de los límites que imponen los principios generales del derecho. determine
cuándo actuará, si lo hará o no y, en su caso, con qué contenido (163).-
En ese sentido, la C.S.J.N. ha dicho que tratándose de actos administrativos dictados
en ejercicio de facultades discrecionales ello no obsta a que se verifique si, dentro las
opciones posibles abiertas a la potestad discrecional del P.E., el ejercicio de tal potestad
devino en el dictado de un acto viciado de arbitrariedad. El control judicial de los actos
denominados tradicionalmente discrecionales o de pura administración encuentra su ám-
bito, señaló el Alto Tribunal, por un lado, en los elementos reglados de la decisión –
esencialmente, competencia, forma, causa y finalidad– y por otro en el examen de la
razonabilidad, la cual, junto con la legalidad, compone el valor legitimidad como dato
categorizador de todo acto del Estado (164).-
Es, pues, en el marco de los principios generales del derecho –en los cuales se
inscribe indudablemente la exigencia del actuar razonable de la Administración– donde
la libertad electiva en la que la discrecionalidad consiste se coloca efectivamente de cara
a la juridicidad.-
Por lo tanto, si la actuación administrativa debe ser racional y justa, la circunstancia
de que la Administración obre en ejercicio de facultades discrecionales no constituye
justificativo de su conducta arbitraria (165).-
Y, si bien es cierto que todo acto administrativo goza de presunción de legitimidad,
ello es así en tanto esté debidamente motivado, no bastando, pues, la mera invocación de
facultades discrecionales, dado que aun aceptándolas, no cabe admitir que ellas sean
ejercidas en forma contraria a la ley (166).-
Ha sostenido también la CNFed. C. A., que las atribuciones del órgano juris-
diccional, respecto de la revisión de actos administrativos dictados en ejercicio de
facultades de aquella especie, quedan limitadas al control de su legitimidad o de su
razonabilidad; por lo que el acto sólo podría ser anulado cuando fuere ilegal o
manifiestamente arbitrario (167), no pudiendo, el tribunal, sustituir la decisión
administrativa con base en la distinta opinión que él pudiera sustentar sobre apreciaciones
fácticas o consideraciones de oportunidad, mérito o conveniencia (168).-
Por lo tanto, el ejercicio de facultades discrecionales de la administración no se
encuentra fuera del conocimiento de los tribunales, ya que tal conclusión violaría el
principio de legalidad de la administración y el art. 100 de la C.N. (169).-
La P.T.N. ha expresado (l70), que, si bien escapa a su competencia expedirse sobre
la oportunidad o conveniencia de las decisiones adoptadas en materia de la llamada
“discrecionalidad técnica”, ámbito en el que la libertad del administrador es amplia y no
es discutible su opción por determinado criterio. las medidas que en ejercicio de esa
potestad discrecional se adopten. no podrán quedar exentas de] sello de razonabilidad
para evitar caer en la arbitrariedad (171).-
Explicó, en ese sentido que la facultad discrecional es la que se ejecuta sin sujeción
a criterios o normas trazadas de antemano porque precisamente la oportunidad o
conveniencia de apreciar los motivos se deja librada al Poder Administrador. por
entenderse que si se le reglara esa actividad, la acción administrativa podría resultar
ineficaz, impropia o inconveniente, ello así, siempre que su accionar respete los límites
impuestos por la razonabilidad y la buena fe (172).-
Por eso, el citado órgano asesor pudo afirmar que el concepto de razonabilidad,
lejos de definirse como un criterio meramente personal y subjetivo de la autoridad que
dicta el acto administrativo, se debe caracterizar como una motivación coherente con los
principios generales del derecho y los propios del derecho administrativo (173); habiendo
expresado asimismo que el acto administrativo es arreglado a Derecho cuando tiene
fundamento de legalidad y, al propio tiempo, de razonabilidad (174).-
Y ha sostenido también que la razonabilidad limita la actividad administrativa
discrecional de una forma más o menos elástica, vaga o imprecisa, necesitada de una
investigación de hecho en cada caso concreto, por lo que una decisión administrativa es
irrazonable cuando falla en su fundamentación, o no guarda una proporción adecuada
entre los medios empleados y el fin de las normas que se aplican (175).-
La discrecionalidad tiene, pues, insoslayables límites jurídicos (176) y resulta
impensable en la actualidad concebir porción alguna de la actividad administrativa que
pueda estar fuera o por encima del orden jurídico. Siendo así, la determinación de si esos
límites han sido o no violados exige, necesariamente, el control judicial también de la
parte discrecional del acto (177) cuando la transgresión pueda implicar perjuicios para el
particular.-
Por eso, Mairal pudo decir con acierto (178), que el desarrollo del derecho
administrativo durante este siglo se identifica en gran medida con el progreso del control
jurisdiccional sobre las facultades discrecionales (179).-

§ 007. FORMA
Respecto, finalmente, de la forma, debe decirse que ella es el modo por medio del
cual se exterioriza la declaración en que consiste el acto administrativo.-
Desde ese punto de vista, todo acto administrativo es, necesariamente, formal,
porque si la declaración no se produce, no existe, técnicamente, acto administrativo.-
Una cuestión diferente es la de si el principio a seguir en la materia es el de la
libertad formal, o, por el contrario, el de la forma predeterminada.-
Según la L.N.P.A el principio es que el acto debe manifestarse expresamente y por
escrito (180), indicando el lugar y la fecha en que se lo dicta y con la firma de la autoridad
emisora. Sólo excepcionalmente. y si las circunstancias lo permiten, se puede emplear
una forma distinta (art. 8*) (181).-
Sobre este punto, la CNFed. C. A. ha descartado como forma legal de manifestación
de voluntad de una empresa estatal a un fax enviado por esta última a otra firma,
argumentando, entre otros fundamentos, que aquélla condicionó su compromiso a la
expresión por escrito de su voluntad, acorde con la regla general que prevé el art. 8*
(182).-
Desde el punto de vista doctrinal, se ha indicado que el término “forma” puede ser
empleado en un sentido estricto o amplio (183).-
El tratamiento de la forma con un criterio conceptual estricto, es el acogido por la
L.N.P.A en su art. 8*. Conforme con este temperamento, froma es el conjunto de
requisitos que hay que cumplir en el momento de emisión del acto administrativo, con el
fin de instrumentar válidamente la declaración en que él consiste (184).-
Para otra corriente doctrinal, la forma comprende en cambio, además de los
requisitos a observar para la declaración, las formalidades o serie de recaudos de índole
formal que resulta necesario cumplir antes del dictado del acto e, incluso, después, para
que él adquiera eficacia (185).-
Esta distinción tiene interés legislativo, porque como se verá cuando se estudien las
causales de invalidez del acto, una de ellas deriva, precisamente, de la violación de las
formas esenciales (art. 14, inc. b).-
Así, si se leda al término “forma” el mismo alcance restringido con que se lo emplea
en el art. 80, excluyendo, por ende, de su contenido elementos esenciales como el
procedimiento (art. 7*, incs. d) y h). motivación (art. 7*, inc. e), cabría concluir en que la
afectación de éstos no fue valorada por la norma como circunstancia determinante de la
invalidez del acto.-
Esta conclusión sería, ciertamente, disvaliosa, motivo por el cual más allá de la
deficiencia técnica que la ley refleja en este aspecto, se impone considerar recogido por
el art. 14, inc. b), el sentido amplio de forma. La necesidad de asegurar el adecuado
cumplimiento de todas las “formas esenciales”, mediante la pertinente imputación de
invalidez a su inobservancia, se debe a la doble función que ellas cumplen en el derecho
administrativo.-
El contenido tuitivo que las formas tienen en el derecho privado, dirigido a la
protección de la seguridad jurídica y la celeridad del tráfico, adquiere, en efecto,
significación diversa en el ámbito administrativo.-
En éste, las formas apuntan, por un lado, a la protección de los derechos e intereses
de los administrados, y, por otro, al aseguramiento de la adecuada gestión del interés
público, en su doble vertiente de celeridad y eficacia (186).-
De todos modos no es ocioso puntualizar que respecto de los paniculares, el
incumplimiento de las formas no esenciales que sea subsanable con posterioridad está
dispensado legislativa mente (art. 1*, inc. e)) de la L.N.P.A.), y se ha interpretado incluso
que la posibilidad de la subsanación puede extenderse a las formas esenciales, cuando
ello no importe un perjuicio para terceros.-

§ 007.A. FORMA Y SILENCIO

Se hace necesario, en primer lugar, delimitar el alcance de la expresión “silencio


administrativo”, ya que se suele incluir bajo tal genérica denominación ciertas situaciones
que, por su especificidad, deben ser, en nuestro criterio, objeto de una nominación
distinta.-
Así, pues, no creemos que deba incluirse en el ámbito del silencio administrativo,
al supuesto de inactividad del particular en el procedimiento, teniendo en cuenta el
fenómeno específico que dicha situación implica (187).-
Efectuada la aclaración precedente, cabe ahora analizar ero forma particular las
implicancias del silencio de la Administración Pública.-
La inactividad, la pasividad, la inercia de la Administración en aquellos casos en
que es posible exigir de ella un pronunciamiento concreto, se puede trasuntar en la
constitución de relaciones jurídicas caracterizadas por su incertidumbre o confusión, con
los consiguientes y lógicos perjuicios de los derechos subjetivos e intereses legítimos de
los particulares e. incluso. del interés de la propia Administración. en la medida en que el
silencio significa un vicio del procedimiento y una frustración de la ejecutoriedad
unilateral y oficiosa que, como principio general, debe caracterizarlo (188).-
Es por ello que resulta criticable la modificación que, mediante la ley de emergencia
económico–financiera N* 25.344 se ha introducido al art. 31 de la Ley N* 19.549, en
cuanto obliga al particular a accionar judicialmente, en ciertos casos de silencio
administrativo, dentro de los plazos de caducidad regulados por el art. 25 de la misma
norma, toda vez que, con esa disposición, se dispensa a los órganos de la Administración
de su obligación de ejercer la competencia que le atribuyen las normas, y se impone al
particular una carga originada, precisamente, en el incumplimiento de un deber legal por
parte del Estado.-
Existe coincidencia general en la doctrina respecto de la irrelevancia del silencio en
sí mismo para poseer significación jurídica alguna y de la necesidad, en consecuencia, de
que para que él pueda ser interpretado en algún sentido (positivo, negativo o,
eventualmente, hecho presupuesto procesal de la demanda), exista una norma que en
forma expresa y concreta le impute un cierto efecto jurídico (189).-
Es decir que la posibilidad de interpretar el silencio de la Administración en algún
sentido, depende de la existencia concreta de una prescripción normativa que aprehenda
a dicho silencio como dato presuntamente indicativo de la voluntad administrativa.-
Si bien, en la actualidad, se distingue entre la inactividad formal y material de la
Administración (190), tradicionalmente se ha referido el concepto de silencio
administrativo a los casos de inactividad formal, gravitando para ello razones de orden
histórico (191), que se proyectaron en nuestro derecho positivo y en la doctrina nacional
por la influencia en ellos del Derecho Administrativo Francés (192).-
Ahora bien, la regulación orgánica del silencio administrativo, puede efectuarse
fundamentalmente, de tres modos diversos: a) estableciendo un principio general que será
de aplicación cada vez que se presente un supuesto de silencio; b) determinando en forma
especial la solución para cada caso: o c) consagrando un sistema combinado, resultante
de establecer, por un lado, un principio o regla de carácter general y, por otro, aplicaciones
particulares de él, o bien excepciones (193).-
A su vez, en lo que se refiere a la operatividad, puede seguirse el sistema que se ha
dado en llamar de “denuncia de la mora”, o el del silencio “automático”.-
De acuerdo con el primero, Be basta para que se produzca el efecto jurídico
imputado al silencio, que se opere el vencimiento del plazo otorgado a la Administración
para pronunciarse, sino que es necesario requerir previamente un “pronto despacho”
(denunciarla moral. momento a partir del cual, entonces sí, transcurrido cierto lapso sin
que la decisión pertinente haya recaído, se configura el silencio.-
Por el segundo sistema, una vez transcurrido el lapso dentro del cual debía
producirse el pronunciamiento de la Administración se configura, automáticamente el
silencio, sin necesidad de “requerimiento” o “denuncia” alguna del particular.-
La L.N.PA., en tina de las disposiciones que Cassagne ha considerado de mayor
trascendencia (194), establece un principio general en materia de silencio administrativo.
Al respecto, determina que frente a pretensiones que requieran de la Administración un
pronunciamiento concreto, su silencio o ambigüedad, como regla general. se interpretarán
como negativa (art. 10, párr. 01)) pudiendo acordarse al silencio sentido positivo sólo en
caso de mediar una disposición expresa que así lo establezca (art. 10, párr. 2)).-
Sobre el punto, ha dicho la C.S.J.N .que el silencio de la Administración no vale
como consentimiento tácito de los órganos estatales, ya que se trata de una conducta
inapta para ser considerada como una manifestación positiva de voluntad, pues salvo
disposición expresa del orden normativo, el silencio debe ser interpretado en sentido
negativo (195).-
Por su parte, la CNFed. C. A. sostuvo que la disposición comentada al acordarle al
silencio de la Administración un sentido concreto, establece una facultad del particular y
no un derecho de aquélla, y que en ningún caso la denegación presunta excluye el deber
de pronunciarse, de dictar una resolución expresa debidamente fundada. El derecho de
los administrados a obtener una decisión fundada –art. 1*, inc. f) de la ley– se vería
vulnerado sí se le diera al silencio de la Administración el carácter de una prerrogativa en
la que pudiera am parase para soslayar dicho deber (196).-
A su turno la P.T.N. ha dictaminado que el art. 10 de la L.N.P.A. requiere una
disposición expresa para acordar al silencio sentido positivo, como lo establecía, p. ej., el
inc. 102) de la Reglamentación a la Ley de Contabilidad aprobado en su momento por el
Dto. N* 5.720/72 (197).-
Se equiparan en cuanto a sus efectos jurídicos, el silencio y la ambigüedad,
asimilación criticable en cuanto el silencio indica omisión o falta de pronunciamiento
expreso, mientras que la ambigüedad supone la existencia de una resolución, aunque
equívoca (198).-
En lo que se refiere a la operatividad del “silencio”, de acuerdo con el mecanismo
legal, no es suficiente para que él se configure la existencia de un plazo y su vencimiento
sin la producción de un pronunciamiento administrativo pertinente, sino que será preciso
que el particular, una vez operado dicho vencimiento. requiera el pronto despacho, luego
de lo cual, si transcurrieren otros treinta días sin producirse la decisión, se considerará
que hay silencio de la Administración (art. 10, 2* parte del párr. 3).-
No existiendo plazo determinado fijado por las normas especiales, él no puede
exceder de sesenta días (1* parte, párr. 3) de la mencionada disposición legal).-
Se ha orientado la ley, pues, en las aguas del sistema de “denuncia de la mora”
(199).-
Por ello se ha dicho que el art. 10 de la Ley M* 19.549 exige la intervención activa
del particular al obligarlo a requerir pronto despacho frente a la inactividad de la
administración como condición para que se opere el silencio, pues si bien ésta se
encuentra obligada a expedirse ante toda petición de los administrados, es dable requerir
un mínimo de diligencia por parte de éstos, utilizando los recursos que las normas legales
ponen a su disposición (200).-
Se advierte que la puesta en operatividad del silencio es facultativa para el particular
(201), por lo que el incumplimiento de la Administración “habilita al interesado para optar
entre esperar que (aquélla) cumpla con su deber, o acudir a la instancia administrativa o
judicial correspondiente” (202).-
Corresponde de distinguir las finalidades de los institutos del silencio, y del amparo
por mora (art. 28 de la L.N.P.A.). Si bien ambos constituyen garantías para el particular,
el primero “posibilita el acceso al proceso aunque la administración no haya dictado un
acto expreso”, el segundo “faculta para exigir judicialmente la decisión administrativa
expresa”, “uno posibilita huir del procedimiento administrativo, el otro seguir en él hasta
que concluya con una decisión fundada y expresa” (203).-
Como conclusión, podemos señalar que la regulación legislativa y reglamentaria en
materia de silencio administrativo, constituye un positivo instrumento en favor de la
defensa de los derechos subjetivos e intereses legítimos de los administrados (204),
teniendo el mérito de aportar un sistema particular de soluciones a una problemática que,
precisamente por su especificidad, requiere respuestas típicamente administrativas. con
exclusión de interpretaciones analógicas (205).-
Sólo cabe puntualizar que hubiera resultado conveniente legislar también el silencio
en las relaciones inter–orgánicas e interadministrativas, materia ésta que actualmente
carece de una regulación general (206).-

§ 007.A.01) EL SILENCIO Y LOS PLAZOS DE CADUCIDAD Y PRESCRIPCIÓN


El art. 23 inc. e) de la L.N.P.A. establece que podrá ser impugnado por vía judicial
un acto de alcance particular, cuando se diere el caso de silencio o ambigüedad a que se
alud e en el art. 10.-
Por su parte. el art. 26 determina que “la demanda podrá iniciarse en cualquier
momento cuando el acto adquiera carácter definitivo por haber transcurrido los plazos
previstos en el art. 10 y sin perjuicio de lo que corresponda en materia de prescripción”,
es decir que, en estos casos. no se aplican los plazos de caducidad para interponer acción
o recurso judicial, previstos en el art. 25 (207).-
Sobre este punto cabe destacar que. aunque con referencia a ordenamientos
administrativos provinciales, la C.S.J.N. ha entendido que padece de injustificado rigor
formal la decisión jurisdiccional que declara operado el plazo de caducidad judicial frente
al silencio de la Administración, lo que comporta también una inteligencia de las reglas
aplicables contraria al principio in dubio pro actione.-
El Alto Tribunal valoró que, al así decidir, se premiaba la actitud negligente de la
Administración y se hacía jugar en contra d el particular la figura de I silencio
administrativo instituida en su favor (208).-
Como señaló Fiorini, aplicar el plazo de caducidad en estos casos es soslayar dos
veces la obligación de la administración de resolver (209).-
Si la Administración emite resolución tardíamente, es decir, vencidos los plazos
establecidos en la norma comentada, dicha decisión expresa abre –en cambio– la vía del
recurso para el interesado a partir de su notificación, en que comienzan a correr los plazos
normales para deducir los recursos pertinentes (210) y, en consecuencia, se tornarán
aplicables las normas del citado art. 25.-
Cabe recordar que, como se ha explicado anteriormente, la solución establecida por
la ley para la vía recursiva, es decir, la inaplicabilidad de los plazos de caducidad en el
caso de silencio de la Administración, no es actualmente aplicable a la vía reclamatoria
(arts. 30 y sgtes.), a raíz de la reforma del art. 31 de la L.N.P.A., operada por la Ley N*
25.344.-

§ 007.B. FORMA Y PUBLICIDAD

Una de las notas esencia les para caracterizar al acto administrativo radica en la
producción de efectos jurídicos.-
Tratándose de actos de alcance particular, dichos efectos sólo se generan a partir de
la notificación al interesado (art. 11, párr. 1) L.N.P.A.), en tanto que los reglamentos
requieren, para producir efectos, su publicación (art. 11 in fine L.N.P.A.).-
Ambos recaudos se incluyen en el genérico marco nominativo de la “publicidad”.-
De lo expuesto es posible desprender que sin publicidad –es decir, sin notificación
o publicación– no existen, técnicamente, acto administrativo ni reglamento, pues sin ella
no se producen los efectos jurídicos que les son propios.-
La P.T.N. ha dicho que los actos administrativos no notificados regularmente
carecen de ejecutoriedad y no corren los términos para recurrir de ellos, pudiendo ser
revocados en cualquier momento por la autoridad que los dictó o por sus superiores sin
incurrir en responsabilidad (211).-
Ahora bien: Si la forma es el medio por el cual se exterioriza la declaración
constitutiva del acto administrativo, y éste, a su vez, no existe jurídicamente si n o después
de la notificación o publicación, es coherente concluir en que ambas –o, lo que es lo
mismo, la publicidad– integran aquélla como requisito esencial de su válida configuración
(212).-
Se diferencian los medios de publicidad según se trate de actos administrativos de
alcance individual o general (213).-
Los primeros sólo generan efectos jurídicos a partir de la notificación al interesado
(214), en tanto que los segundos requieren. para producir efectos. su publicación (215).-
Marienhoff relaciona la publicidad de los actos con la presunción de conocimiento
de la ley atribuida a los habitantes del país, “quedando satisfecho, por esa vía, el precepto
constitucional según el cual ‘ningún habitante de la Nación será obligado a hacerlo lo que
no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe’ (art. 19 de la Constitución
Nacional)” (216).-
Para la ley procesal administrativa, la diligencia de la notificación se encuentra
revestida de formalidades que impiden asimilarla al simple conocimiento del acto que
pudiera tener el interesado (217).-
En materia de notificaciones, no se debe perder de vista, pues, que con ellas no se
consagra un inútil formalismo sacramental. sino que se busca lograr que el panicular tenga
conocimiento cieno del acto y quede debidamente informado de las posibilidades de
defensa de sus derechos e intereses, es decir, que no se produzca al administrado una
situación de inferioridad o dificultad para el ejercicio de tales derechos (218).-
Por eso Fiorini pudo encontrar su fundamento en el derecho de defensa y en el
derecho administrativo, ante el carácter específico de sus actos y su naturaleza ejecutoria
(219).-
Es, por ello, nulo de nulidad absoluta e insanable según el art. 14 de la ley el acto
por el cual se sanciona a un particular por violación de una Resolución publicada en el
boletín informativo de la dependencia sancionadora, si aquélla no fue publicada en el
Boletín Oficial, pues la primera no posee el alcance de una publicación general que
permita presumir el conocimiento de los actos por todos los habitantes del país (220).-
Se deriva, como consecuencia de la falta de notificación regular de los actos
administrativos, que éstos no produzcan efectos jurídicos, carezcan de ejecutividad, no
corran los términos para recurrir contra ellos y puedan ser revocados en cualquier
momento por la autoridad que los dictó o sus superiores, sin incurrir en responsabilidad
(221).-

§ 007.B.01) LA NOTIFICACIÓN DEL ACTO ADMINISTRATIVO: ¿REQUISITO


DE EFICACIA O DE VALIDEZ?

Se discute en la doctrina yen la jurisprudencia si la publicidad del acto se relaciona


con su validez o con su eficacia.-
La letra de la ley se inclina por la segunda alternativo, a la que también adscriben
calificados doctrinarios (222).-
Es también la postura de la mayor parte dela jurisprudencia judicial y de la doctrina
de la P.T.N.; de las cuales se ha derivado que:
a) La falta de notificación dentro del lapso de vigencia de la ley no hace a la validez
del acto sino a su eficacia; de modo que habiéndose expedido en término el organismo
administrativo, la circunstancia de que él fuera notificado con fecha posterior a la pérdida
de aquella vigencia, no anula el acto respectivo, válido, sino sólo que será eficaz a partir
de dicha notificación (223).-
b) Aun cuando la comunicación se realizó por medios distintos al previsto en el art.
11 de la L.N.P.A., no parece razonable la exigencia del cumplimiento de medios rituales
a fin de dar por completados los elementos que hacen a la eficacia del acto, ya que el
interesado tuvo, de todas formas, un real y efectivo conocimiento de éste (224);
c) Es un principio liminar que para que un acto administrativo adquiera eficacia se
requiere que, a través delos medios legalmente establecidos, tome conocimiento de su
contenido el afectado por la decisión.-
Tratándose de un acto particular se requiere, como condición posterior de su
eficacia, la notificación expresa al interesado, única forma en que aquél. hasta entonces
reservado en la esfera de su emisor, pueda tener los efectos a los cuales estaba destinado,
sin perjuicio de lo cual, la falta de notificación no le quita validez (225);
d) Aunque una resolución, por la cual el órgano competente dejó sin efecto –antes
de su entrada en vigencia– la prórroga de los interinatos que las autoridades anteriores
habían dispuesto en forma anticipada, haya sido notificada al agente, luego de la fecha de
su presunta entrada en vigencia, ello no afecta la validez del acto que la deja sin efecto,
sino tan solo su eficacia (226);
e) La notificación no forma parte del acto, pero posee una doble importancia, ya
que, por un lado, constituye un requisito ineludible que lo torna eficaz y, por el otro, actúa
como presupuesto para que transcurran los plazos de su impugnación (227);
f) Dentro del sistema diseñado por la L.N.P.A. (art. 11), la eficacia de los actos
administrativos de alcance particular queda supeditada a su notificación, por lo tanto, un
acto favorable no notificado no otorga derecho alguno (228);
g) La competencia del órgano debe examinarse a la fecha de sanción de los actos
administrativos y no a la de su notificación, el acto tiene vida jurídica independiente de
su notificación, en tanto ésta puede afectar a la vinculación o sujeción del particular al
acto, mas no a su existencia (229);
hl Debido a la jurisprudencia de la Corte conforme a la cual la notificación hace a
la eficacia del acto y no a s u validez, es válido el acto en el que la Administración ha
ejercido su acción punitiva en tiempo hábil (230).-
i) La L.N.P.A. ordena la notificación al interesado de todo acto administrativo de
alcance individual para que él adquiera eficacia (231).-
j) Toda vez que el art. 11 de la ley establece que para que el acto administrativo de
alcance particular adquiera eficacia debe ser objeto de notificación al interesado, la
resolución por la que se dispuso iniciar sumario –entre otros– al recurrente sólo puede
producir efectos jurídicos –entre ellos, el de interrumpir el curso de la prescripción que
venía operando a favor del prevenido en los términos del último párrafo del art. 42 de la
Ley N* 21.526– a partir de la fecha en que fue puesta en conocimiento del sumariado
(232).-
k) Visto que la notificación del acto hace a su eficacia y no a su validez (233); de
acuerdo con lo dispuesto por el art. 11 de la L.N. P.A., el mismo recién adquiere eficacia
a la fecha de su respectiva notificación (234), pero en nada afecta su validez intrínseca
(235); aunque el plazo de vigencia de la ley respectiva haya vencido (236);
1) Un acto administrativo de alcance particular se perfecciona una vez que está
constituido por el conjunto de elementos que funcionan como requisitos de validez, pero
para adquirir eficacia el art. 11 de la ley impone la notificación. El acto que no ha sido
notificado no produce efectos jurídicos; los derechos emergentes de un acto nacen
inmediatamente después de que éste reúne simultáneamente los presupuestos de validez
y eficacia. De igual modo, la posibilidad de ejecución del acto nacerá a partir de su
eficacia (237).-
Es de destacar, como se desprende de la reseña efectuada, que la P.T.N. se ha
expedido reiteradamente en sentido concordante con la doctrina sustentada sobre el
particular por la C.S.J.N. (238).-
Otro sector de la doctrina adscribe, como ya lo adelantamos, en cambio, a la postura
según la cual la publicidad del acto –como integrante de su elemento esencial “forma”–
se refiere a la validez de aquél (239). Por nuestra parte, hemos adherido a esta última
posición (240).-

§ 007.B.02) EL ART. 11 IN FINE DE LA LEY

La norma permite invocar la aplicación del acto, aun antes de su publicidad, si no


se perjudican derechos de terceros, es decir, cuando su aplicación –tratándose de actos de
alcance general– no sea susceptible de quebrar el principio de igualdad ante la ley o de
causar lesión al derecho de terceros (241).-
En cambio, Cassagne limita dicha posibilidad a los actos de alcance individual, a
favor de las personas que tomen conocimiento de ellos, excluyéndola respecto de los
“reglamentos”, a fin de respetar el principio constitucional de igualdad ante la ley, ya
mentado. Concluye en que el art. 11 de la ley, en cuanto posibilita el pedido de aplicación
de esta última clase de actos, es inconstitucional (242).-
Sobre el punto, ha dicho la P.T.N. que la presunta excepción de la última parte del
artículo no es tal, ya que si el particular pide el cumplimiento del acto, se trata de una
presentación espontánea de la que se infiere su conocimiento fehaciente de aquél. que es
una forma válida de notificación (art. 41 R. L.N.P.A.). De donde resulta que el
cumplimiento se efectuará después de su notificación, o sea, cuando el acto ya ha
adquirido eficacia (243).-
Desde nuestro punto de vista, se trate de actos de alcance general, normativos o no
normativos, o bien de alcance particular, ningún administrado puede invocarlos, sin
comprometer los fundamentos que dan sentido a la publicidad, si no se han cumplido
regularmente respecto de ellos los medios de publicidad establecidos por el
ordenamiento.-
De lo expuesto es posible desprender que sin publicidad –es decir, sin notificación
o publicación– no existen, técnicamente, acto administrativo ni reglamento, pues sin ella
no se producen los efectos jurídicos que les son propios.-
La C. S.J.N. por su parte (244) sostuvo, recientemente, que el acto administrativo
sólo puede producir sus efectos propios a partir de la notificación al interesado (245).-

§ 007.C. LOS ACTOS TÁCITOS

Para algunos autores, la voluntad administrativa puede expresarse en forma tácita,


por medio del silencio. El silencio implica, en esta concepción, un acto tácito de la
Administración, cuyo contenido positivo o negativo, respecto de la pretensión del
administrado, dependerá de la norma positiva que la regule (246).-
Se han señalad o eventuales efectos disvaliosos de esta concepción en el ámbito
contencioso–administrativo, lo cual se vería enervado si se considerase al silencio no
como un “acto tácito”, sino como un simple hecho jurídico o ficción legal
(247).Consideramos, sin embargo, que los efectos disvaliosos atribuidos a la concepción
del silencio como acto tácito no están, necesariamente, unidos a ella, en tanto la norma
positiva bien puede excluir a tales actos de las consecuencias procesales inherentes a los
actos expresos.-
Más allá de estas consideraciones, cabe señalar que en virtud de la reforma
introducida por la Ley N* 25.344 al art. 31 de la L.N.P.A., el silencio de la Administración
frente a los reclamos previos a la demanda judicial no dispensa al administrado de la
observancia del plazo de caducidad, como sucedía hasta esa reforma, ya que ahora se
exige que la acción judicial, aun en caso de silencio, se deduzca, al igual que cuando
media un acto expreso, dentro del plazo contemplado por el art. 25 de la ley (248).-
Por nuestra parte, y como antes dijimos, pensamos que los actos tácitos sólo se
conciben a partir de actos expresos y como derivación implícita de efectos contenidos
virtualmente en él (249). Desde este punto de vista la manifestación tácita dela
declaración en que el acto consiste no se concibe silla como un elemento implícitamente
contenido en el acto expreso (250) (251).-
La P.T.N. ha hecho referencia a los “actos tácitos”, sosteniendo que si bien es exacto
que el art. 8* de la Ley N* 19.549 exige que el acto administrativo sea “expreso” y
“escrito” no es menos cierto que, con anterioridad a la fecha en que ésta comenzó a regir
y toda vez que no había norma jurídica que dispusiera lo contrario, el organismo asesor
aceptó la existencia del acto administrativo “tácito” o “implícito” cuando la conducta
seguida por el órgano administrativo competente para dictarlo permitía, sin lugar a duda,
inducir el sentido de su decisión (252).-
Sin embargo, en posterior dictamen se estableció que se impone un criterio
restrictivo respecto de la ad misión de la existencia de actos tácitos de manifestación de
la voluntad de la Administración. cuando dicha manifestación no resulta indubitable
(253).-
Fuente: Comadira, Julio Rodolfo C., El Acto Administrativo. Primera edición.
2.003.-
La presente publicación se realiza con propósitos exclusivamente didácticos. Quedan
excluido todo propósito comercial, lucrativo y semejante, sin excepción alguna.-

También podría gustarte