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CLASES DE DERECHO ADMINISTRATIVO

LA POTESTAD REGLAMENTARIA DEL PODER EJECUTIVO


CONTENIDO: La potestad reglamentaria del Poder Ejecutivo. Concepto y clasificación. Régimen
jurídico.

LA POTESTAD REGLAMENTARIA DEL PODER EJECUTIVO

Concepto de acto administrativo de alcance general.


El reglamento administrativo es un acto de alcance general, abstracto y
obligatorio que dicta el Poder Ejecutivo con efectos jurídicos directos sobre las
personas en virtud de una atribución constitucional.
El Poder Ejecutivo debe aplicar la ley (es decir, ejecutar las políticas públicas
definidas por el legislador) por medio de dos instrumentos jurídicos, a saber: a) el
ejercicio del poder regulatorio complementario (reglamentos) y b) la aplicación
propiamente dicha del bloque jurídico (Constitución, ley y reglamento), es decir:
actos, contratos, hechos, otras formas jurídicas.

Distinción entre el acto administrativo de alcance general (reglamento


administrativo) y el acto administrativo de alcance particular (acto
administrativo).
Balbín señala que el punto para la diferenciación entre uno y otro es el sujeto
destinatario del acto, es decir, el carácter individualizado o no del sujeto en el
marco del propio acto y su carácter abierto o cerrado.
Por lo tanto, el acto es de alcance particular si cumple dos condiciones:
a) dice quiénes son las personas destinatarias: los sujetos destinatarios
están individualizados en el propio acto, y
b) el campo es cerrado, no pudiendo restarse o sumarse otros sujetos
destinatarios.
Ahora bien, cuando existe una pluralidad de sujetos, pero su individualización
no surge del propio texto del acto, sino de otras normas o actos y de su integración
con aquel, el acto administrativo es de alcance general.
En conclusión, el estándar de distinción entre los actos de alcance particular
(actos administrativos) y de alcance general (reglamentos administrativos) es el
campo definido y cerrado de los destinatarios del acto o no.

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Régimen jurídico de los reglamentos administrativos.
La doctrina resume como aspectos básicos del régimen jurídico de los
reglamentos administrativos los siguientes:
a) Jerarquía normativa del reglamento sobre el acto administrativo:
“inderogabilidad singular de los reglamentos”.
Gordillo señala, pese a que las normas de la LPA no se refieren al punto, la
existencia del principio de que toda decisión individual debe ser conforme a la regla
general preestablecida, o sea, existe una jerarquía normativa entre el reglamento y
el acto administrativo particular.
De ello se desprende, según indica Balbín, que el Poder Ejecutivo no puede
dejar sin efecto un reglamento administrativo, en el marco de un caso particular,
porque ello desconoce el principio de legalidad e igualdad. Es decir, el Poder
Ejecutivo no puede aplicar el reglamento, dejar de hacerlo y luego volver a
aplicarlo; puede dictar y derogar reglamentos, pero no puede aplicarlos o no según
las circunstancias del caso y a su libre arbitrio.
En otras palabras, la explicación de la inderogabilidad singular de los
reglamentos se encuentra en el principio de la legalidad de la Administración
puesto que, como sujeto de derecho que es, está sometida a todo el ordenamiento
y por lo tanto también a sus propios reglamentos. Al estar sometida a ellos y estos
no prever la posibilidad de su dispensa, la llamada derogación singular sería una
infracción del reglamento mismo.
b) Aplicación de la LPA y de su reglamento a los actos administrativos de
alcance general.
Tanto la LPA como el RLPA establecen de modo expreso en qué casos se
aplican sus normas a los actos de alcance general.
Entre ellos, cabe mencionar:
 El artículo 11 de la LPA que prescribe que el acto de alcance general
adquiere eficacia desde su publicación.
 El artículo 24 de la LPA que establece el modo de impugnación de los actos
de alcance general.
 El artículo 25 de la LPA que establece el plazo para entablar la acción judicial
“…plazo perentorio de noventa (90) días hábiles judiciales, computados de la
siguiente manera:… b) Si se tratare de actos de contenido general contra los
que se hubiere formulado reclamo resuelto negativamente por resolución
expresa, desde que se notifique al interesado la denegatoria; c) Si se tratare
de actos de alcance general impugnables a través de actos individuales de
aplicación, desde que se notifique al interesado el acto expreso que agote la
instancia administrativa…”
 El artículo 103 del RLPA que dispone “Los actos administrativos de alcance
general producirán efectos a partir de su publicación oficial y desde el día que
en ellos se determine; si no designan tiempo, producirán efectos después de
los ocho (8) días, computados desde el siguiente al de su publicación oficial.”

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 El artículo 104 del RLPA que señala “Exceptúanse de lo dispuesto en el
artículo anterior los reglamentos que se refieren a la estructura orgánica de la
Administración y las órdenes, instrucciones o circulares internas, que entrarán
en vigencia sin necesidad de aquella publicación.”
c) El reglamento administrativo no goza de estabilidad.
A diferencia de lo que ocurre con el acto administrativo del que hubieran
nacido derechos subjetivos a favor del administrado, que no puede ser revocado
por razones de ilegitimidad en sede administrativa (artículo 18 de la LPA), el
reglamento puede ser derogado por el propio órgano que lo dictó o por el órgano
superior en ejercicio de sus potestades normativas reglamentarias. Puede hacerlo
de oficio o por pedido de parte
El artículo 83 de la LPA, establece: “Los actos administrativos de alcance
general podrán ser derogados, total o parcialmente, y reemplazados por otros, de
oficio o a petición de parte y aun mediante recurso en los casos en que éste fuere
procedente. Todo ello sin perjuicio de los derechos adquiridos al amparo de las
normas anteriores y con indemnización de los daños efectivamente sufridos por los
administrados.”
De modo que el reglamento no goza de estabilidad, en los términos de los
artículos 17 y 18 de la LPA y, consecuentemente, puede ser derogado ya que
nadie, al igual que ocurre en el campo legislativo, tiene un derecho adquirido
respecto de las normas de alcance general.
Según Cassagne, los reglamentos son esencialmente revocables en sede
administrativa, principio que resulta opuesto al que rige los actos administrativos
que, en principio gozan de estabilidad.
d) Eficacia de los reglamentos:
El reglamento, a diferencia de los actos administrativos, adquiere eficacia
desde su publicación (art. 11, LPA).
Pese a lo establecido en la última parte del artículo citado ( …Los
administrados podrán antes, no obstante, pedir el cumplimiento de esos actos si no
resultaren perjuicios para el derecho de terceros), en el caso de los reglamentos
no es factible su aplicación debido a que su eficacia respecto de unos destinatarios
y no de otros, desconoce el principio de igualdad ante la ley (art. 16, CN).
A su vez, el art. 103, LPA, dispone que “Los actos administrativos de alcance
general producirán efectos a partir de su publicación oficial y desde el día que en
ellos se determine; si no designan tiempo, producirán efectos después de los ocho
(8) días, computados desde el siguiente al de su publicación oficial”.
En el caso de los reglamentos sobre estructuras orgánicas de la
Administración y las órdenes, instrucciones o circulares internas, entrarán en
vigencia sin necesidad de publicación (art. 104, LPA).
e) Motivación de los reglamentos:

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Balbín sostiene que aún cuando no resulte necesario aplicar todo el régimen
de la LPA, en particular su Título III “Requisitos esenciales del acto administrativo”,
el Poder Ejecutivo debe motivar el reglamento porque este requisito nace del
principio republicano de gobierno.
Gordillo enseña que la exigencia legal del artículo 7º, inciso e), de la LPA no
es aplicable con igual intensidad para el reglamento que para el acto administrativo.
Es en el acto administrativo individual donde con mayor severidad cabe reclamar
la motivación.
f) El reglamento administrativo como fuente de competencia:
En su artículo 3º, la LPA establece que “La competencia de los órganos
administrativos será la que resulte, según los casos, de la Constitución Nacional,
de las leyes y de los reglamentos dictados en su consecuencia.”
Con lo cual, queda claro que el origen de la competencia puede ser
reglamentario, pero no que ella pueda nacer de actos concretos.
g) Régimen de impugnación de los reglamentos
Los reglamentos administrativos pueden impugnarse tanto en sede
administrativa como en sede judicial
g.1) Impugnación en sede administrativa:
Los reglamentos pueden ser impugnados por vía:

 Directa (artículo 24, inciso a de la LPA): es decir, reclamar contra actos de


alcance general ante la autoridad que lo dictó, sin necesidad de que exista un acto
particular de aplicación del reglamento. Es una vía facultativa ya que el particular
puede optar por no utilizarla y atacar el acto administrativo particular de aplicación
de ese reglamento administrativo.
Formulado el reclamo ante la autoridad que lo dictó, si el resultado fuere
adverso o si se configura el silencio formal del Estado -que debe ser interpretado
como rechazo de la pretensión- será impugnable por la vía judicial dentro de los
noventa (90) días desde que se notifique al interesado la denegatoria, o en
cualquier momento, cuando el acto adquiera el carácter de definitivo debido al
silencio administrativo (artículos 25 y 26 de la LPA).
Cabe destacar que resuelto el reclamo contra el acto de alcance general, no
es recurrible en sede administrativa (art. 73, primer párrafo, RNLPA).

 Indirecta (artículo 73 primera parte del RNLPA): se impugnan aquellos actos


administrativos que son de aplicación de los actos de alcance general. Es decir, en
estos casos los vicios que invalidan el acto administrativo no provienen de éste,
sino del acto de alcance general que le da origen. Es decir, si la Administración
hubiere dado aplicación al reglamento mediante actos individuales y definitivos,
entonces el particular puede impugnar éstos últimos. En este caso, será
competente para resolver el recurso administrativo el órgano que dictó el
reglamento, sin perjuicio de la presentación del recurso ante la autoridad de
aplicación, quién lo deberá remitir en el término de cinco (5) días.

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Agotadas las instancias administrativas, podrá impugnarse el acto definitivo
en sede judicial dentro del plazo de 90 días desde que se notifique al interesado el
acto expreso que agote la instancia administrativa. En caso de silencio, la demanda
podrá iniciarse en cualquier momento, sin perjuicio de lo que corresponda en
materia de prescripción.
g.2) Impugnación en sede judicial:
Al igual que lo indicado en el punto anterior, conforme lo establece el artículo
24 incisos a) y b) de la LPA, el acto de alcance general será impugnable en sede
judicial directamente o a través de los actos dictados por aplicación del reglamento
administrativo.
En el primer caso, se lo denomina reclamo impropio del artículo 24 y no existe
plazo para su interposición.
En el caso de la impugnación judicial indirecta, es decir cuando se produce su
aplicación (artículo 24, inciso b de la LPA), el plazo es de noventa (90) días
(artículo 25, inciso c de la LPA).
Con relación a la legitimación, cabe destacar que de acuerdo a lo establecido
en el artículo 24, inciso a) de la LPA, el titular de un derecho subjetivo puede
impugnar judicialmente el reglamento. No obstante, Balbín señala que cabe
incorporar, a la luz de la Reforma Constitucional de 1994 a los titulares de los
derechos de incidencia colectiva.
Gordillo postula que debe admitirse como principio la posibilidad de impugnar
el reglamento por quienes se vean afectados por él, actual o potencialmente, en
sus derechos subjetivos o intereses legítimos, según el criterio más genérico del
artículo 74.
h) Efectos de la revocación o declaración judicial de nulidad de los
reglamentos
Balbín señala que es necesario distinguir respecto de los efectos según se
trate de las revocaciones en sede administrativa o bien, de las declaraciones
judiciales de nulidad y según hubiese sido el modo de impugnación utilizado,
directo o indirecto.
El cuadro es el siguiente:
1) Si la impugnación es directa o indirecta y se revoca el reglamento en sede
administrativa: la resolución dictada tiene efectos extintivos absolutos. Es decir, la
Administración tiene la obligación en caso de ilegitimidad, de modificarlo, sustituirlo
o revocarlo porque se debe respetar el principio de legalidad.
2) Si la impugnación es indirecta y se declara judicialmente la nulidad del acto
de alcance particular y tras este el reglamento que da sustento a éste: los efectos
de la resolución deben ser relativos (sólo entre partes).
3) Si la impugnación es directa y se declara judicialmente la nulidad del acto
del reglamento: el decisorio judicial debe tener efectos absolutos. Máxime cuando
el fallo judicial nulifica el reglamento y favorece a todos.

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Ahora bien, subsiste el conflicto respecto de los actos administrativos dictados
que se encuentran firmes y consentidos pero que causan perjuicios. Balbín estima
que la resolución judicial de nulidad del reglamento debe alcanzar a los actos
aplicativos de éste, pero no con efecto retroactivo.
Gordillo, por su parte, considera que los efectos son erga omnes. Y citando a
Hutchinson, explica que los reglamentos contrarios a derecho son nulos de pleno
derecho y carecen de presunción de legitimidad.
Otro aspecto que colabora con esta postura, es la de asegura la economía
procesal, a fin de evitar la sucesión de presentaciones de los administrados
damnificados por el mismo acto de alcance general (Hutchinson).

Clasificación ("tipos de reglamentos administrativos o de decretos").

a) Reglamentos autónomos
El reglamento o decreto autónomo es aquella norma de alcance general que
dicta el Poder Ejecutivo sobre materias que son de su exclusiva competencia de
ordenación y regulación y que, por ende, excluye la intervención del Congreso.
Sin embargo, como señala Balbín, el ejercicio de la administración general del
país no supone ni exige necesariamente el reconocimiento del poder de dictar
decretos con carácter exclusivo prescindiendo de la voluntad del Congreso, menos
aún después de la reforma constitucional de 1994 ya que el Convencional
reconoció en el Poder Ejecutivo el ejercicio de potestades legislativas sólo en
situaciones excepcionales.
Es más, la Constitución sí establece expresamente, y en sentido contrario, el
principio de reserva legal, o sea que el poder de regular el núcleo es propio del
Poder Legislativo y no del Poder Ejecutivo. Por ello, concluye que el Poder
Ejecutivo no tiene una zona de reserva propia en materia normativa o regulatoria y,
en consecuencia, no puede dictar decretos autónomos o independientes.

b) Reglamentos internos
Los reglamentos internos son decretos meramente formales porque no
regulan situaciones jurídicas y, por tanto, sólo tienen efectos dentro del marco del
Poder Ejecutivo, sólo regulan su propia organización.
Balbín destaca que el fundamento de este tipo de reglamento es la titularidad,
responsabilidad y ejercicio de la Jefatura de la Administración Pública, en tanto sólo
comprende aspectos internos de la organización y funcionamiento del Estado que,
en ningún caso, alcanza situaciones jurídicas, derechos ni obligaciones de las
personas.
Por consiguiente, concluye que el ámbito del decreto interno comprende las
potestades reguladoras del Poder Ejecutivo sobre cuestiones de organización

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propia que no tiene efectos sobre terceros y siempre que, además, la materia de
que se trate no se encuentre reservada al legislativo por mandato constitucional o
haya sido objeto de regulación por el Congreso.

c) Reglamentos de ejecución
Los reglamentos de ejecución son los actos que dicta el Poder Ejecutivo con
el propósito de fijar los detalles o pormenores de las leyes sancionadas por el
Congreso; es decir, las reglas de carácter general, abstracto y obligatorio, pero con
ese alcance específico y periférico.
Esta atribución del Presidente de la Nación se encuentra expresamente
prevista en el artículo 99 inciso 2° de la Constitución Nacional que prescribe
“Expide las instrucciones y reglamentos que sean necesarios para la ejecución de
las leyes de la Nación, cuidando de no alterar su espíritu con excepciones
reglamentarias.”
En ese sentido, Balbín destaca la importancia del deslinde de competencias
entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo respecto de las potestades regulatorias.
Es decir, cuál es el ámbito material de la legislación y su extensión (círculo central),
y cuál el de la reglamentación (círculo periférico).
Esta separación debe realizarse básicamente a través de la definición de los
conceptos de núcleo, por un lado; y complemento, por el otro. Estos conceptos
vacíos de contenido deben llenarse con los principios de legalidad y de reserva
legal. El alcance de la ley es ilimitado y, por ello, podemos afirmar que el campo de
actuación del reglamento es residual y limitado, según el mandato constitucional y
el alcance de la ley en cada caso particular.
En efecto, el complemento de la ley es un ámbito de regulación que el
legislador resuelve llenar o no discrecionalmente, de manera tal que el Poder
Ejecutivo sólo puede regular mediante el reglamento los detalles o espacios que
aquél dejó libres al ejercer sus potestades regulatorias normativas.
En síntesis, la potestad reglamentaria del Ejecutivo está determinada en el
caso concreto por el alcance de la regulación que hace la propia ley del Congreso.
En caso de que el legislador fije los pormenores en el propio texto legal, su
regulación alcanza rango legal, de manera tal que el Ejecutivo no puede luego
modificar o derogar la ley, ni siquiera en los aspectos complementarios.
Asimismo, en virtud de lo dispuesto por el artículo 99 inciso 2° transcripto
anteriormente, el límite constitucional de la potestad reglamentaria del Poder
Ejecutivo en cuanto a no alterar el espíritu de la ley con excepciones, tal como
refiere Balbín, debe interpretarse en los siguientes términos: (a) el decreto no
puede modificar, derogar o sustituir la ley “so pretexto de reglamentación” ni invadir
la zona del legislador y, además, (b) el Presidente debe observar el trámite que
prevé la Constitución.
El reglamento sólo debe incluir aquello que fuere imprescindible para la
aplicación, ejecución, desarrollo o interpretación de la ley. Es decir, las
disposiciones reglamentarias deben limitarse a establecer reglas cuyo contenido

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sea la explicación, interpretación, aclaración y precisión conceptual de la ley de
modo de lograr la correcta aplicación y cumplimiento de ésta.
Por otra parte, vale destacar que, si bien el Presidente conserva el poder de
dictar los reglamentos de ejecución, al Jefe de Gabinete le corresponde, de
acuerdo al artículo 100 inciso 2° de la Constitución Nacional: “Expedir los actos y
reglamentos que sean necesarios para ejercer las facultades que le atribuye este
artículo y aquellas que le delegue el presidente de la Nación, con el refrendo del
ministro secretario del ramo al cual el acto o reglamento se refiera.”
Ahora bien, la potestad de reglamentar puede ejercerse por sí o trasladarse a
los órganos inferiores. En ese sentido, el legislador puede, entre sus facultades
implícitas, delegar el ejercicio del poder regulatorio reglamentario (que, tal como se
señaló anteriormente, es de carácter concurrente entre el Poder Legislativo y el
Poder Ejecutivo) en los órganos inferiores de la Administración. A su vez, el Poder
Ejecutivo puede también delegar en cada caso particular el poder de fijar los
detalles o pormenores de la ley ya sancionada por el Congreso.
En síntesis, el poder reglamentario de los órganos inferiores de la
Administración no tiene el alcance de un poder originario sino derivado, en virtud de
habilitaciones legislativas o delegaciones del propio Poder Ejecutivo.

d) Reglamentos delegados
Se entiende por reglamentos o decretos delegados a los actos de alcance
general que dicta el Presidente sobre materias legislativas, previa autorización del
Congreso.
En este caso, el Poder Ejecutivo ingresa en el círculo central propio del Poder
Legislativo, ya que éste le transfiere al Ejecutivo materias propias que, en vez de
ser regladas por ley a través del trámite parlamentario, son reguladas por el
Presidente por medio de decretos.
Por tanto, cabe distinguir entre la ley de delegación (es decir, la ley que
transfiere competencias legislativas) y el decreto delegado (esto es, la ley dictada
por el Ejecutivo en virtud de la ley de delegación que completa el círculo central).
En nuestro país, la Corte Suprema de Justicia de la Nación convalidó las
delegaciones desde 1929 hasta 1994, salvo pocos casos de excepción, pero no
como tales, sino justificando el dictado de los decretos legislativos bajo los términos
del entonces artículo 86 inciso 2 de la Constitución Nacional (actual artículo 99
inciso 2), es decir, poder simplemente reglamentario.
Con la reforma constitucional de 1994, se introdujo el artículo 76 a la
Constitución Nacional (luego de las atribuciones del Congreso previstas en el
artículo 75), que establece: “Se prohíbe la delegación legislativa en el Poder
Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o de emergencia
pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las bases de la delegación
que el Congreso establezca. La caducidad resultante del transcurso del plazo
previsto en el párrafo anterior no importará revisión de las relaciones jurídicas

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nacidas al amparo de las normas dictadas en consecuencia de la delegación
legislativa.”
En virtud de ello, la Constitución admite la procedencia de la delegación, si se
cumplen los siguientes requisitos:
- La delegación debe tratar sobre materias determinadas de administración o
emergencia pública.
- El legislador debe fijar las bases legislativas.
- El legislador debe decir también cuál es el plazo de la delegación (esto es, el
término en que el Ejecutivo puede dictar la ley).
La Constitución exige los siguientes requisitos respecto de los decretos
delegados:
a) Requisito material: Materias determinadas de administración o emergencia
pública.
En cuanto a la definición del concepto de “administración”, primero deben
determinarse las materias prohibidas.
Balbín propone las siguientes: 1) las cuestiones penales, tributarias,
electorales y de partidos políticos (por aplicación analógica del artículo 99 inciso 3
de la Constitución Nacional); 2) las materias sobre las que la Constitución exige el
principio de legalidad con carácter expreso, específico y formal; 3) los supuestos en
que el Convencional estableció mayorías especiales para el ejercicio de las
potestades legislativas; 4) cuando una de las dos Cámaras del Congreso debe
actuar como Cámara de origen; 5) las competencias que, si son ejercidas por el
Poder Ejecutivo, resultan desnaturalizadas en razón de su carácter o contenido
(por ejemplo, las potestades de control del Congreso); 6) las facultades
materialmente administrativas del Congreso (verbigracia: los nombramientos de
funcionarios, la concesión de amnistías generales, entre otras); 7) los actos
complejos en los que intervienen el Presidente y el Congreso (por ejemplo, la
negociación, firma, aprobación y ratificación de los tratados).
En síntesis, el Poder Legislativo no puede transferir las atribuciones de
gobierno, administración, jurisdiccionales, de control y constituyentes. Tampoco
puede, obviamente, delegar la facultad de fijar las bases, ni el plazo de ejercicio del
poder regulatorio transferido.
Ahora bien, respecto a las materias comprendidas en el concepto de
“administración”, siguiendo a Balbín, son aquéllas cuyo núcleo es el conjunto de
actividades propias, habituales y normales del Poder Ejecutivo, según el
ordenamiento vigente. En ese sentido, podrían ser -entre otras- las relativas a las
estructuras administrativas, los procedimientos administrativos, los agentes del
sector público y las contrataciones del Estado.
Respecto al alcance del concepto de “emergencia pública”, también existe el
límite negativo en razón de las materias (así, el artículo 99 inciso 3 de la
Constitución Nacional; el principio de legalidad; las mayorías o procedimientos
especiales; las potestades legislativas de control; las competencias materialmente
administrativas; y los actos complejos; entre otros). Pero el resto de las materias

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(residual) es parte de las cuestiones que sí puede delegar el Congreso en el Poder
Ejecutivo y siempre en el contexto de las situaciones de emergencia.
La “emergencia” fue desarrollada extensamente por la Corte que ha dicho,
reiteradamente, que la misma abarca un hecho cuyo ámbito temporal difiere según
las circunstancias modales de épocas y sitios. A su vez, este hecho sobreviniente
constituye una situación de corte extraordinario que gravita sobre el orden
económico y social con su carga de perturbación acumulada, en variables de
escasez, pobreza, penuria e indigencia y origina un estado de necesidad al que hay
que ponerle fin.
b) Requisito subjetivo y de forma: El órgano competente y el trámite
constitucional.
La Constitución define el aspecto subjetivo propio de las delegaciones
legislativas, el órgano delegante es el Poder Legislativo y el órgano delegado es el
Poder Ejecutivo.
En principio, el Presidente no puede subdelegar en sus órganos inferiores las
potestades legislativas transferidas por el Congreso ni tampoco el Poder Legislativo
podría delegar directamente sus facultades en los órganos inferiores de la
Administración.
Sin embargo, la Corte convalidó la subdelegación de facultades legislativas en
los órganos inferiores o entes de la Administración Pública en los fallos “Comisión
Nacional de Valores c/ Terrabusi” (2007) e “YPF c/ ESSO” (2012).
En cuanto al trámite constitucional cabe señalar que, por un lado, el
procedimiento que debe seguir la ley de delegación es el trámite de formación y
sanción de las leyes que establece la Constitución.
Pero, además, el artículo 100 inciso 12 prescribe que le corresponde al Jefe
de Gabinete de Ministros: “Refrendar los decretos que ejercen facultades
delegadas por el Congreso, los que estarán sujetos al control de la Comisión
Bicameral Permanente.”
Asimismo, deben ser suscriptos por los ministros con incumbencia en la
materia.
c) Requisito de admisibilidad: Las bases para el ejercicio de la potestad
delegada y el plazo en que puede ejercerse.
Las “bases” son las materias, el objeto y alcance que deberá tener la norma
que dicte el Poder Ejecutivo en ejercicio de esas potestades delegadas. Las bases
deben comprender las directrices para el dictado de la norma, los principios y
criterios que debe seguir el Poder Ejecutivo.
La ley de delegación no sólo debe autorizar al Ejecutivo a regular las materias
delegadas de diferentes maneras sino que, fundamentalmente, debe fijar los límites
que aquél debe respetar en el ejercicio de las potestades transferidas.
Las bases legislativas circunscriben el objeto material del decreto delegado y,
a su vez, definen especialmente cómo el Ejecutivo debe regular ese objeto.

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La ley de delegación también debe prever, por orden del Convencional, el
“plazo” para el ejercicio de las potestades delegadas; es decir, el Presidente sólo
puede dictar los decretos delegados dentro de ese término.
d) Requisito de control: La intervención de la Comisión Permanente y el pleno
de las Cámaras.
El ordenamiento constitucional prevé un doble control. Por un lado, el control
judicial mediante el análisis y resolución de casos concretos y, por el otro, el control
legislativo.
En particular, el texto constitucional establece el control por parte de la
Comisión Bicameral Permanente, cuya composición debe respetar la proporción de
las representaciones políticas de cada Cámara.
Ahora bien, mediante la Ley 26.122 se estableció el régimen legal de los
decretos de necesidad y urgencia, de delegación legislativa y de promulgación
parcial de leyes.
El trámite allí reglado Balbín lo condensa en las siguientes pautas:
- El decreto delegado tiene plena vigencia desde su publicación, según el
artículo 5 del Código Civil y Comercial, es decir “las leyes rigen después del
octavo día de su publicación oficial, o desde el día que ellas determinen”.
- Las bases de la delegación no pueden ser reglamentadas por el Ejecutivo.
- El Ejecutivo debe elevar el decreto a la Comisión Permanente en el plazo de
diez días desde su dictado.
- La Comisión debe expedirse y elevar el dictamen sobre la validez o invalidez
del decreto y, en particular, la procedencia formal y la adecuación del decreto
a la materia y a las bases de la delegación, así como también al plazo fijado
para su ejercicio, en el término de diez días. Vencido éste sin que la Comisión
hubiese cumplido su mandato, las Cámaras se abocarán al expreso e
inmediato tratamiento del decreto de que se trate de conformidad con lo
establecido en los artículos 99 inciso 3 y 82 de la Constitución Nacional.
- Las Cámaras deben darle tratamiento expreso e inmediato (el pleno, no tiene
plazo).
- El rechazo o aprobación de los decretos debe ser expreso.
- Las Cámaras no pueden introducir modificaciones en el texto del decreto.
- El rechazo por ambas Cámaras del Congreso supone derogar el decreto,
quedando a salvo los derechos adquiridos durante su vigencia.
- Este régimen no obsta al ejercicio de las potestades ordinarias del Congreso
relativas a la derogación de normas de carácter legislativo emitidas por el
Poder Ejecutivo.
Balbín sostiene que la invalidación del decreto por el Congreso
(inconstitucionalidad) debe ser retroactivo, nulificando las relaciones jurídicas
nacidas bajo su amparo. Por el contrario, si el Congreso no comparte el modo en
que el Ejecutivo ejerció las competencias delegadas, sin perjuicio de haberlo hecho
en el marco de la legalidad constitucional, el rechazo de los decretos delegados
sólo debe tener efectos hacia el futuro por tratarse de razones de oportunidad y así
lo establece la norma.

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e) Reglamentos de necesidad y urgencia:
Los decretos de necesidad y urgencia son las normas de alcance general
que dicta el Poder Ejecutivo sobre materias legislativas, sin autorización previa del
Congreso.
Así, la diferencia que existe entre los decretos delegados y los decretos de
necesidad y urgencia es que, en este caso, no existe una habilitación previa del
Poder Legislativo.
Los decretos de necesidad tampoco estaban previstos expresamente en el
texto constitucional antes de la reforma de 1994, sin embargo, la Corte Suprema de
Justicia de la Nación los convalidó en ciertas ocasiones, tales como en los fallos
“Porcelli” (1989) y “Peralta” (1990).
La reforma constitucional incorporó estos reglamentos en el artículo 99 inciso
3 que, entre las atribuciones del Presidente, contempla: “3. Participa de la
formación de las leyes con arreglo a la Constitución, las promulga y hace publicar.
El Poder Ejecutivo no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e
insanable, emitir disposiciones de carácter legislativo. Solamente cuando
circunstancias excepcionales hicieran imposible seguir los trámites ordinarios
previstos por esta Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate de
normas que regulen materia penal, tributaria, electoral o de régimen de los partidos
políticos, podrá dictar decretos por razones de necesidad y urgencia, los que serán
decididos en acuerdo general de ministros que deberán refrendarlos,
conjuntamente con el jefe de gabinete de ministros. El jefe de gabinete de ministros
personalmente y dentro de los diez días someterá la medida a consideración de la
Comisión Bicameral Permanente, cuya composición deberá respetar la proporción
de las representaciones políticas de cada Cámara. Esta comisión elevará su
despacho en un plazo de diez días al plenario de cada Cámara para su expreso
tratamiento, el que de inmediato considerarán las Cámaras. Una ley especial
sancionada con la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada
Cámara regulará el trámite y los alcances de la intervención del Congreso.”
La Constitución dispone, en principio, la prohibición al Poder Ejecutivo de
dictar normas de contenido legislativo.
El decreto de necesidad es de carácter extraordinario y provisorio ya que, por
un lado, sólo procede cuando estén presentes los supuestos de hecho tasados en
el texto constitucional y, por el otro, el decreto debe ser aprobado inmediatamente
por el Congreso.
a) Requisito de admisibilidad: La existencia de circunstancias excepcionales
que hagan imposible seguir los trámites ordinarios previstos por la Constitución
para la sanción de las leyes.
Para ello, resulta necesario determinar en qué casos existe una circunstancia
excepcional que hace imposible seguir el trámite para la formación y sanción de las
leyes.

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Ciertamente, debe tratarse de una situación de carácter extraordinario o
excepcional, esto es, un hecho no habitual, imprevisible o difícilmente previsible. A
su vez, este estado de emergencia, por su carácter extraordinario, debe ser
necesariamente transitorio. El estado de emergencia no justifica por sí solo el
dictado de los decretos si, además, no existe la imposibilidad de seguir el trámite
legislativo ordinario.
Por otra parte, las medidas estatales dictadas en este contexto deben ser
necesarias y urgentes. El acto es necesario cuando la crisis es de suma gravedad y
constituye el único medio institucional idóneo para superar la situación excepcional.
b) Requisito material: Materias sobre las que el Presidente puede ejercer
excepcionalmente la atribución.
Para determinarlas, cabe recordar cuáles son las materias vedadas, dado que
–como sostiene Balbín- el Constituyente fijó el ámbito material de los decretos de
contenido legislativo con alcance negativo. Así, el Poder Ejecutivo no puede emitir
disposiciones legislativas sobre determinadas materias.
El autor, apunta que el esquema constitucional es el siguiente: a) el
Convencional fijó el principio prohibitivo; b) luego estableció el campo de las
permisiones en términos de excepción; y, por último, c) determinó ciertas
prohibiciones específicas materiales (expresas e implícitas).
Las materias prohibidas expresamente son los asuntos penales, tributarios,
electorales y de partidos políticos.
Pero, a su vez, Balbín sostiene que deben delimitarse cuáles son las
prohibiciones implícitas que surgen del sistema constitucional. Así, existen otros
asuntos también vedados, tales como aquellos que exigen: a) leyes en términos
expresos, específicos y formales; b) mayorías o procedimientos especiales; c)
facultades que resultarían desnaturalizadas en caso de ser ejercidas por el
Ejecutivo; d) competencias materialmente administrativas; y e) actos complejos.
3) Requisito subjetivo: El órgano competente para el dictado de los decretos
de necesidad es el Presidente. Aunque cierto es también que el acto reviste
carácter complejo, toda vez que sólo es válido si está acompañado por el refrendo
del Jefe de Gabinete de Ministros y, además, es aprobado en acuerdo general de
ministros.
4) Requisito de forma y de control: El Jefe de Gabinete, luego del refrendo del
decreto, debe elevarlo en el plazo de diez días a la Comisión Bicameral. A su vez,
ésta (en igual plazo) debe dictaminar y elevar el informe ante el Pleno de ambas
Cámaras. Por último, las Cámaras deben tratar el decreto legislativo.
El trámite reglado en la Ley 26.122 Balbín lo condensa en las siguientes
pautas:
- La Comisión debe expedirse acerca de la validez o invalidez del decreto y
elevar el dictamen al plenario de cada cámara para su expreso tratamiento. A
su vez, el dictamen debe pronunciarse expresamente sobre la adecuación del
decreto a los requisitos formales y sustanciales establecidos
constitucionalmente para su dictado.

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- En caso de que el Jefe de Gabinete no remita en el plazo establecido a la
Comisión los decretos, dicha Comisión se abocará de oficio a su tratamiento.
- En tal caso, el plazo de diez días hábiles para dictaminar, se contará a partir
del vencimiento del término establecido para la presentación del Jefe de
Gabinete.
- La Comisión tiene un plazo de diez días hábiles contados desde la
presentación efectuada por el Jefe de Gabinete, para expedirse y elevar el
dictamen al plenario de cada una de las Cámaras. La Comisión debe
expedirse acerca de la validez o invalidez del decreto y elevar el dictamen al
plenario de cada Cámara para su expreso tratamiento.
- Vencido el plazo sin que la Comisión haya elevado el correspondiente
despacho, las Cámaras se abocarán al expreso e inmediato tratamiento del
decreto.
- Elevado por la Comisión el dictamen al plenario de ambas cámaras, éstas
deben darle inmediato y expreso tratamiento.
- Las Cámaras se pronuncian mediante sendas resoluciones. El rechazo o
aprobación de los decretos deberá ser expreso conforme lo establecido en el
artículo 82 de la Constitución Nacional.
- Las Cámaras no pueden introducir enmiendas, agregados o supresiones al
texto del Poder Ejecutivo, debiendo circunscribirse a la aceptación o rechazo
de la norma mediante el voto de la mayoría absoluta de los miembros
presentes.
- El rechazo por ambas Cámaras del Congreso del decreto de que se trate
implica su derogación de acuerdo a lo que establece el artículo 2 del Código
Civil, quedando a salvo los derechos adquiridos.
- Las disposiciones de esta ley y el curso de los procedimientos en ella
establecidos, no obstan al ejercicio de las potestades ordinarias del Congreso
relativas a la derogación de normas de carácter legislativo emitidas por el
Poder Ejecutivo.
- Los decretos tienen plena vigencia de conformidad a lo establecido en el
artículo 2 del Código Civil (actual artículo 5 del Código Civil y Comercial).

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

Balbín, Carlos F., Manual de Derecho Administrativo, 3ª ed. actualizada y ampliada, La Ley, Buenos Aires,
2015.
Gordillo, Agustín, Tratado de Derecho Administrativo, 10ª ed., T 3, Fundación de Derecho Administrativo,
Buenos Aires, 2011. https://www.gordillo.com/pdf_tomo1/capituloIX.pdf
Hutchinson, Tomás, Régimen de Procedimientos Administrativos. Ley 19.549. Decreto reglamentario 1759/72,
texto ordenado 1991 según reformas introducidas por decreto 1883/91, 7ª edición actualizada y ampliada, Ed.
Astrea, Buenos Aires, 2006.

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