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PLACER E IDENTIDAD
DELEUZE
Confesaba sus reticencias hacia esta palabra porque le parecía que era un término que implicaba
pasividad. (Deseo anterior satisfecho, pero ahora hay otro deseo por satisfacer)
ARISTÓTELES
En la Grecia clásica, se pensaba que la virtud o el vicio estaban asociados al placer, de ahí que
pensadores como Aristóteles defendieran que había que educar al sujeto desde la más tierna
juventud, para que se pudiera alegrar o doler como es debido, porque en eso radica la buena
educación.
Para algunos pensadores griegos, la virtud y el buen comportamiento tienen una relación con el
placer y no podemos olvidar que no todos los placeres son iguales. La persona virtuosa deberá
actuar conforme a lo que es mejor respecto del placer y del dolor, y la persona viciosa hará
justamente lo contrario.
PLATÓN Y SÓCRATES
Platón, en su diálogo Filebo, presenta un problema de fondo que deberíamos tener en cuenta
para los tiempos actuales: ¿es el placer un saber? ¿hay que aprenderlo y educarlo? Pone en
boca de Sócrates la relación entre el deleite y la inteligencia (sabiduría). Enfrentado a esta
postura se encuentra otro de los personajes de la obra, Filebo, que apostará por fuentes más
sensoriales, tales como dormir o el sexo. Platón acuerda que “estos son nitos y limitados,
mientras que el amor a la sabiduría es mejor porque es ilimitado, de ahí que se requiera a una
persona virtuosa que lo sepa apreciar. El sujeto que encuentra el placer en el crecimiento de su
sabiduría tiene la fortuna de contar con instrumentos su cientes para que esa actividad no tenga
n, proporcionándole un deleite eviterno.
HUME
Hume, el padre del empirismo, llegó a postular que el placer no es duradero, los sentidos se
sacian, y para que no caigan en frío letargo, aquel debe llamar a su hermana la virtud, y con ella
harán acto de presencia los amigos. No en vano la amistad es philia, es decir, es amor, de ahí que
sea uno de los goces más virtuosos que existen.
SCHOPENHAUER
El deseo es una fuente de insatisfacción, tanto si se consuma como si no. Según el lósofo
alemán vivimos entre la angustia del deseo y el tedio que se produce una vez que hemos
aplacado ese deseo y quedamos sometidos a la nada. Pero esto lo pensó antes de la llegada de
la hipermodernidad.
DELEUZE
La idea del deseo como producción, del pensador francés Gilles Deleuze. Desde su perspectiva,
cuando deseamos algo, en realidad lo que hacemos es desear una composición, un conjunto, él
lo llama «un mundo». Nuestra psique produce el deseo; no es algo que nos invade, como se
suele decir, sino que imaginamos una disposición coral. Esto implica que no somos seres pasivos
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a los que el objeto incita y estimula. Al desear algo, al expresar el elemento en cuestión, en
realidad englobamos muchas más cosas.
Cuando deseamos nos convertimos en sujetos diligentes, en productores, o más bien, en activos
fabuladores del «mundo» que acompaña al deseo. Por esto, para Deleuze, lo que en realidad
hacemos es «discurrir», transitar dentro de esa composición. Es algo que saben muy bien los
publicistas cuando diseñan esos universos maravillosos para vendernos un producto.
DESEAR O MORIR
VICTORIA CAMPS
Pero si nos descuidamos perderemos el control de una parte esencial de nuestra identidad: el
placer. Para Victoria Camps es una irresponsabilidad, dejar el criterio del placer en intereses
ajenos a la propia humanidad, como, por ejemplo las pantallas:
LA DESGANA DE LO REAL
Pero la vida real es otra, los estímulos son más naturales y los procesos conllevan duración
(frente a la inmadurez), no puede cambiarse de pantalla. Lo que sucede dentro de nuestro campo
perceptivo suele ser menos dinámico y más homogéneo si lo comparamos con el mundo digital,
por lo que nuestra atención decae y la pretensión por evadirnos de allí, sacando el smartphone
del bolsillo, o colocándonos los auriculares, es cada vez mayor. José Antonio Marina, en su libro,
El laberinto sentimental, usa una expresión muy propicia para de nirlo: “la desgana”, Que aparece
al equiparar el deseo con la gana ( tengo ganas de).
INCONFORMISTAS Y DESANIMADOS
EPICURO
Epicuro, defendió la importancia de llevar una vida conforme al placer (Hedoné), de ahí que su
doctrina, el epicureísmo, se inserte dentro de la rama del hedonismo. Por culpa de una
manipulación de sus enseñanzas, consideramos el epicureísmo y, a veces, al hedonismo, como la
manifestación de un placer sensual y sexual que no repara en otra cosa que no sea dejarse llevar
por las pasiones. Esta interpretación como un «placer degenerado» procede de las calumnias que
pensadores estoicos lanzaron contra él porque su losofía ponía en peligro la política de
contención y pasividad emocional que ellos defendían.
Epicuro respaldó que existe placer en el hecho de evitar el sufrimiento. Simple y directo. Aceptó
la existencia de una escala del placer a modo de jerarquía. Muchas de sus enseñanzas son
atemporales, como, por ejemplo, sus llamamientos a la moderación, y también a la prudencia…
Tener un ánimo sereno y un espíritu tranquilo no solamente es gustoso, sino que además facilita
la asimilación del goce. También es importante conocer y dominar aquellas cosas que puedan
provocarnos daño o dolor.
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Para Epicuro no fueron tiempos fáciles a la hora de poner en marcha su «escuela». Se fue a las
afueras de Atenas y compró un terreno rodeado de naturaleza donde asentar su comunidad. Su
idea era vivir con la tranquilidad y la perspectiva su cientes como para no dejarse contaminar por
las cuestiones que invadían la vida social y cultural de la capital helena.
Este gesto nos alerta sobre una de las cuestiones más relevantes para enfrentarnos a las nuevas
dinámicas hiperestimulantes del deseo: la importancia de las periferias.
Es fundamental tomar distancia, retirarse y buscar aire limpio con el que aprender a respirar de
nuevo.
No podemos extirpar radicalmente nuestra con guración del deseo, es complicado deshacerse
de años de consumo de pantalla teledirigiendo la intimidad de nuestros anhelos. Pero eso no es
óbice para que, al igual que Epicuro, realicemos una taxonomía de nuestros deseos y placeres.
Es importante que sepamos si el placer es el que condiciona nuestro deseo, o si, por el contrario,
son nuestros deseos la fuente del placer. También es primordial evitar el displacer.
MICHEL ONFRAYL
Michel Onfrayl, Epicuro es el precursor de una losofía-medicina entendida como terapia del alma
y del cuerpo. De hecho, se suele interpretar su losofía con cuatro máximas que se engloban en
una especie de fármaco (tetraphármakon): 1) no debemos temer a los dioses, 2) ni a la muerte, 3)
el dolor es soportable, 4) se puede lograr la felicidad. Llevar una vida placentera implica
desprenderse de temores infundados y realizar una comprensión realista de nuestro mundo. Esta
debe alcanzarse por medio de un ejercicio intelectual en torno a la realidad, tanto externa como
interna.
EPICURO
Como dormir, aunque esto se dificulta ya que los trastornos del sueño son cada vez más
significativos. El gustazo de dormir a pierna suelta es inigualable. Pero
en múltiples ocasiones, el peso de la conciencia, la hiperestimulación, la ansiedad...
convierten este proceso natural en un displacer, en un tormento.
no naturales y no necesarios,
Ejemplos como la fama, el honor, el reconocimiento, la riqueza, el poder. Epicuro los registra como
placeres, que no son de poca cosa, lo que implica darles un valor por sí mismos muy importante.
No es baldi. que un filósofo reconozca placer en estas cuestiones que para muchos otros
pensadores eran objeto de displacer, o causaban problemas.
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Si lo planteamos desde nuestra perspectiva, son, si cabe, más importantes que los dos
anteriores, ya que los primeros se dan por asegurados. No es conveniente evitarlos sin más,
deshacernos de ellos o tratar de no experimentarlos.
Hedonismo de Aristipo
El hedonismo, de la mano de Aristipo amplió el abanico hacia el goce, entendiéndolo como uno los
placeres más sofisticados, si bien, para el epicureísmo, la felicidad debía enfocarse lo menos
posible hacia este, lo que conlleva educar el deseo
y el placer al mismo tiempo, cosa muy complicada a día de hoy.
EL TACTO
STEVE JOBS
PLACER INTELECTUAL
PLATON
El sujeto —> una apertura mental hacia el descubrimiento de lo que está fuera de sí, hacia lo
externo.
Platón, en el Filebo, lo considera un placer ilimitado, si bien defiende la importancia de llevar una
vida mixta donde se conjuguen los placeres sensuales con los intelectuales.
Aristoteles
Aristóteles decía que existe placer en el desarrollo de las potencias de los seres vivos.
Spinoza