Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Las historias de la filosofía atribuyen tradicionalmente a Antístenes la fundación de la escuela cínica – tesis sostenida incluso por
algunos modernos como Zeller- . Sin embargo, aunque la serie Sócrates- Antístenes- Diógenes resulte inadmisible, o al menos
históricamente controvertida, ello no implica que no sea psicológicamente cierta (Ferrater-Mora). En cualquier caso, le
corresponderá a Diógenes de Sínope pasar a la historia como el máximo exponente de su escuela o movimiento. Diógenes fue
contemporáneo de Alejandro y la tradición nos dice que murió el mismo día que él, aunque no en Babilonia sino en Corinto.
Diógenes llevó hasta el límite las tesis de su maestro hasta el punto que fracturó la imagen clásica del hombre griego.
Unidad 10. ESTOICISMO
Así las cosas, el ideal ético estoico consiste en la “apatía” ; esta ausencia de
emociones y pasiones nos proporcionará la deseada imperturbabilidad de ánimo o
ataraxia y con ella los bienes deseados, la libertad, la paz de espíritu, la felicidad. El
sabio estoico que se libra de las pasiones es un hombre libre, aunque haya nacido
esclavo.
Puesto que la naturaleza está gobernada por principios racionales, hay buenas razones
para que todo sea como es. No podemos desear cambiarla y nuestra actitud ante la
muerte o cualquier tragedia personal debería ser de serena aceptación. La vida ideal
que aspira a la libertad y a la paz como bienes supremos, consistiría en la renuncia a
todos los deseos, a los plazeres positivos, físicos. El deseo es un enemigo del sosiego,
el sabio debe precaverse contra las sorpresas irracionales del sentimiento, de la
emoción, de la pasión.
O nada pueden los dioses o tienen poder. Si efectivamente no tienen poder, ¿por qué
suplicas? Y si lo tienen, ¿por qué no les pides precisamente que te concedan el no
temer nada de eso, ni desear nada de eso, ni afligirte por ninguna de esas cosas,
antes que pedirles que no sobrevenga o sobrevenga alguna de esas cosas?......
Empieza, pues, a suplicarles acerca de estas cosas, y verás. Éste les pide: «¿Cómo
conseguiré acostarme con aquélla?» Tú: «¿Cómo dejar de desear acostarme con
aquélla?» Otro: «¿Cómo me puedo librar de ese individuo?» Tú: «¿Cómo no desear
librarme de él?» Otro: «¿Cómo no perder mi hijito?» Tú: «¿Cómo no sentir miedo
de perderlo?» En suma, cambia tus súplicas en este sentido y observa los resultados.
Por ello decimos que el placer es el principio y el fin de la vida feliz. Lo hemos
reconocido como el primero de los bienes y conforme a nuestra naturaleza, él es el que
nos hace preferir o rechazar las cosas, y a él tendemos tomando la sensibilidad como
criterio del bien. Y puesto que el placer es el primer bien natural, se sigue de ello que no
buscamos cualquier placer, sino que en ciertos casos despreciamos muchos placeres
cuando tienen como consecuencia un dolor mayor. Por otra parte, hay muchos
sufrimientos que consideramos preferibles a los placeres, cuando nos producen un
placer mayor después de haberlos soportado durante largo tiempo. Por consiguiente,
todo placer, por su misma naturaleza, es un bien, pero todo placer no es deseable.
Igualmente todo dolor es un mal, pero no debemos huir necesariamente de todo dolor. Y
por tanto, todas las cosas deben ser apreciadas por una prudente consideración de las
ventajas y molestias que proporcionan. En efecto, en algunos casos tratamos el bien
como un mal, y en otros el mal como un bien.
Pero la mayor grandeza de mi arte es que puedo probar si la mente [...] está dando a
luz a una mera imagen, una impostura o un vástago real y auténtico.
PLATÓN
Al ejercitar esta nueva idea, Janet sería capaz de atraer a un marido que pudiera
amarla y la amara. Pero el primer paso es siempre el más difícil y requiere valor. El
pathologos se esconde como un viejo amigo y dejarlo atrás podría parecer una
descortesía. En realidad, es nuestro peor enemigo y debemos abandonarlo si
queremos llevar una vida plena.
Quinto, equilibrio: Ahora Janet comprendía no sólo que su impulso de irse a un hotel
era para protegerse a sí misma, sino también que tenía todo el derecho del mundo de
protegerse. Al estar algún tiempo sola, sin tener a nadie que le alimentara el ego en
exceso pero tampoco a nadie que se lo torturara, podría disfrutar del equilibrio de una
deliciosa soledad, necesaria para reconocer su propia valía, y en último término atraer
a quienes también la reconocieran.
Al final de nuestra sesión, Janet me dijo que le había dado mucho que pensar y que
ahora confiaba en su capacidad para tomar la decisión adecuada. Como mínimo,
sabía que ahora le sería posible detener ese «irremisible e infeliz camino hacia el
divorcio». Tal vez ahora incluso se encaminara felizmente hacia él. Aunque, desde
todos los aspectos, la mejor opción es un matrimonio duradero, en determinadas
ocasiones es preferible divorciarse por las razones correctas que seguir casado por las
razones equivocadas. Cuando uno empieza a descubrirse filosóficamente, la vida
puede cambiar.
LARRY
Larry también se debatía sobre el posible fin de su relación. Casado con Carol desde
hacía casi veinticinco años, tenía dos hijos ya mayores. Había sido fiel a su esposa
durante todos aquellos años y se enorgullecía del equipo que habían formado para
educar y criar a sus hijos. Ambos tenían carreras brillantes, aunque Carol trabajaba
desde casa y, durante muchos años, a media jomada para pasar más tiempo con sus
hijos. Larry respetaba a su esposa, pero ahora que sus polluelos habían abandonado el
nido, encontraba que ya no tenían demasiado en común.
Cuando Larry se acercó a Carol para hablar en serio sobre su compromiso, ella fue
muy clara: le dijo que no quería saber nada del tema y le sugirió que pagara a alguien
por escucharle. Uno de los motivos más importantes por los que se tiene una relación
sentimental es para participar en un continuo diálogo, de modo que la respuesta de
Carol demostraba que este elemento clave de su relación se había roto. Un hogar no
sólo es donde está la chimenea y donde te cobijas, sino también donde la gente se
interesa por lo que dices, se interesa por ti como ser humano, sin otras razones, y te
valora por lo que eres.
Larry y Carol eran ambos personas fieles y con principios, y se percibían a sí mismos
moviéndose dentro de un marco ético responsable. No eran personas religiosas, pero
habían formulado sus propios preceptos morales y los cumplían. Ahora, mientras
Larry contemplaba la posibilidad de un final (el divorcio), que no tenía por qué estar
en consonancia con sus principios (el matrimonio es un compromiso de por vida), se
preguntaba a sí mismo si había llegado el momento de cambiar las reglas que tenía
por absolutas. Cuando obedecer a ciegas una regla empieza a infligirte dolor, tal vez
sea el momento de cambiarla.
Los votos matrimoniales suelen ser «hasta que la muerte nos separe», o sea,
vitalicios. Pero suponga que descubre, algún tiempo después de la luna de miel, que
se ha casado con un psicópata o un sádico que le ha engañado arteramente y que
puede hacerle daño de verdad o arruinar su vida. En ese peligroso caso, lo más
probable es que mantener los votos del matrimonio le hiciera más daño que
romperlos. Pensemos por un momento en un caso más trivial, cuando al discutir con
un hermano o un amigo íntimo uno espeta: «¡No pienso volver a hablarle nunca más
en la vida!» Al cabo de poco tiempo, echará de menos a esa persona, que también le
echará de menos a usted. Lo más seguro es que mantener la promesa de no volver a
hablarle le cause más dolor que romperla, así que le llama por teléfono.
El caso de Larry se encuentra entre esos dos extremos. Dos personas pueden
compartir un matrimonio de ensueño durante varios años, mientras aún crecen como
personas e intentan mantener sus promesas. Sin embargo, puede llegar el día en que
se les quede pequeño, en cuyo caso mantener el matrimonio sería más perjudicial que
disolverlo. Si es sólo un cónyuge el que se siente así, puede pasarlo realmente mal;
pero si ambos sienten lo mismo, que es lo más corriente, pueden conservar su amor y
abandonar su matrimonio. Creo que esto es lo que Larry y su esposa querían
conseguir.
Deber
Kant piensa que el deber moral debe cumplirse para uno mismo y que la moralidad
procede de la razón. Al igual que Kant, Larry era un moralista, por lo que las ideas de
Kant venían a Larry como anillo al dedo. Kant escribió sobre ciertos «deberes
perfectos» que tienen los humanos, y su lista de acciones que no hay que hacer nunca
(p. ej. mentir o matar) se parece a los Diez Mandamientos. También habla de los
«deberes imperfectos» que tenemos, uno de los cuales es mejorarnos a nosotros
mismos. A diferencia de los deberes perfectos, que son universales, los deberes
imperfectos son situacionales. Aplicados al caso de Larry, podría significar que,
aunque el matrimonio (una obligación mutua) es un compromiso formal que no debe
ser quebrantado, si ese sentimiento de obligación mutua ha cesado tal vez seguir
casados no beneficiaría a Larry ni a su esposa; así pues, se quebrantaría el «deber
imperfecto» por el cual ambos tenían que mejorarse a sí mismos.