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Cosmovisión de vanguardia y
experimentación
Consigna 1 → Discutan qué tienen en común los poemas siguientes y en qué se diferencian. Señalen qué
particularidades observan en el segundo texto. Arriesguen una respuesta: ¿cerca de qué fecha creen que fue escrito
cada poema?
II
Era un aire suave (fragmento)
Tiempo Tiempo.
Era un aire suave, de pausados giros;
el hada Harmonía ritmaba sus vuelos; Mediodía estancado entre relentes.
e iban frases vagas y tenues suspiros Bomba aburrida del cuartel achica
entre los sollozos de los violoncelos. tiempo tiempo tiempo tiempo.
Sobre la terraza, junto a los ramajes,
diríase un trémolo de liras eolias Era Era.
cuando acariciaban los sedosos trajes
sobre el tallo erguidas las blancas Gallos cancionan escarbando en
magnolias.
vano.
Boca del claro día que conjuga
era era era era.
Mañana Mañana.
La historia del arte del siglo XX está marcada a fuego por dos explosiones (a principios y a mitad de siglo) de lo que se
suele llamar en español “arte de vanguardia”.
El término “vanguardia” es una adaptación de la expresión francesa avant-garde, que designa una posición dentro de la
formación del ejército: son los que van delante de la guardia, la fuerza de exploración y de choque. Estos dos matices,
sumados a un sentido temporal (el de llegar primero, estar en combate antes que nadie) nos pueden servir para
caracterizar lo que hicieron los movimientos de vanguardia: fueron un movimiento de exploración y modernización del
arte en varios aspectos. Su bandera fue la ruptura con una tradición inmediata que ellos consideraban anquilosada
(atrofiada, paralizada, estática, cristalizada) y, por sobre todas las cosas, alejada de la esfera de la vida.
El arte de vanguardia parte del reconocimiento de que retomar una tradición cualquiera (por ejemplo el romanticismo o el
modernismo) hacía imposible hablar del aquí y ahora, de todo lo nuevo que se estaba presentando en su vida cotidiana a
partir de los avances técnicos y científicos que ocurrían (muchos de ellos fruto de las investigaciones que se hacían para la
guerra). Así, la ruptura con las tradiciones y con la institución del Arte les sirvió de medio para poder decir su propia
experiencia de la modernidad al calor de los acontecimientos.
La tradición modernista, inaugurada y llevada a su punto máximo por el poeta Rubén Darío, fue el principal centro de
los ataques de los vanguardistas latinoamericanos. El modernismo fue una estética que llegó a crear verdaderos
monumentos poéticos (en la poesía modernista abundaron las figuras de mármol, de oro, de piedra: indestructibles al paso
del tiempo, pero irremediablemente quietas, sin movimiento). Desde lo temático, Darío y sus continuadores prefirieron
temas clásicos relacionados con la mitología. Desde lo formal, el cuidado y manejo de todos los metros y ritmos que
permite el español en la poesía, la atención por la rima y el uso de cuanto esquema estrófico les hubiera legado la
tradición fueron los puntos máximos de esta estética y, por supuesto, objeto de ataque de los poetas vanguardistas.
Por otra parte, la tradición mimética del realismo también fue atacada por los vanguardistas en tanto y en cuanto estos
últimos rechazaron la copia fiel de la realidad.
Finalmente, otro objetivo común de sus ataques fue la tradición romántica, que en Europa estaba en extinción desde
mediados del siglo XIX pero que en países como Argentina había vuelto a aparecer con fuerza hacia fines de ese siglo.
Los poetas vanguardistas apuntaron sus críticas al hecho de que los románticos concibieran la poesía como una exaltación
de la subjetividad del poeta, como un medio en el que el desenfreno de sus sentimientos encontraba su forma de expresión
y su libertad máxima.
Los poetas de vanguardia (nucleados según diversas filosofías pero con intenciones similares) se opusieron a estas
estéticas de su pasado inmediato: con una actitud beligerante, constituyeron un movimiento artístico transgresor,
buscando generar estéticas que exaltaran lo nuevo como valor fundamental.
El discurso literario de las ataduras del pasado los llevó a los poetas de vanguardia a cuestionar todo: la gramática, la idea
de lo “bien escrito”, los cánones de belleza, la métrica regular de los versos, la rima, incluso el repertorio de palabras que
les ofrecía un idioma específico. De modo que se dedicaron a experimentar en el arte, procediendo por ruptura:
rompieron estructuras gramaticales (un poema de Vallejo termina diciendo “¿Qué se llama cuanto heriza/nos?/Se llama
Lomismo que padece/ nombre nombre nombre nombre), se dedicaron a “escribir mal” (durante la década del veinte,
Borges escribía así: “Nuestra realidá vital es grandiosa...”), propusieron como objetos de arte a cosas que nunca hubieran
sido calificadas como bellas (alguna vez, el Conde de Lautremont escribió “bello como el encuentro fortuito, sobre una
mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas”), cultivaron el verso libre al punto de que no se distinguiera
poesía de prosa e inventaron numerosas palabras.
Los vanguardistas también experimentaron con el lenguaje en su plano más material: con respecto a lo visual, los poetas
empezaron a jugar con los espacios en blanco entre verso y verso, la disposición de las palabras en diferentes zonas de la
página, las tipografías variadas; en cuanto a lo fónico, jugaron con la aliteración (la repetición de sonidos. Como el grupo
‘alf’ en “Alfan alfiles a afilarse”).
*
[Concepto de desautomatización]
Las vanguardias históricas europeas surgieron en un período de grandes cambios. A principios del siglo
XX, la primera guerra mundial, la revolución rusa y los gobiernos totalitarios transformaron el panorama
político europeo, y también la relación de cada individuo con su nación y su gobierno. A su vez, los avances
técnicos como el teléfono, la radio y el cine cambiaron la forma en que las personas se comunicaban e
informaban, y permitieron la creación de nuevos productos culturales.
En este contexto cambiante, muchos artistas se replantearon su rol en la sociedad. ¿Puede el arte
transformar la realidad, o solo reflejarla? ¿Se deben aprovechar o rechazar los avances tecnológicos? ¿Es el
artista un actor político, o un genio aislado? ¿El arte es para todos o para unos pocos? ¿Es la obra de arte un
producto comercial, se le puede poner precio? Estas preguntas y muchas otras eran tema de discusión para los
artistas vanguardistas. Muchas de las vanguardias históricas, además, eran multidisciplinarias: pintores,
escultores, músicos, cineastas y performers integraban los movimientos.
Texto teórico 4:
A partir de las cuatro fuentes teóricas leídas y luego de analizar textos vanguardistas en clase, elaborá un esquema en el
formato que prefieras (red conceptual, infografía, línea del tiempo con anotaciones, etc.) sobre las vanguardias artísticas.
El esquema debe contener la siguiente información de manera resumida, de modo que resulte una herramienta de estudio
que nos permita acceder fácilmente a la teoría:
b. Imaginen que pertenecen al grupo vanguardista que les tocó analizar. Piensan intervenir pronto en las calles platenses
y hacerse escuchar, para que la gente conozca sus ideas. ¿Qué carteles, cantitos y proclamas harían, teniendo en cuenta
las ideas que ya estaban en el manifiesto? ¿Cuáles serían sus lemas? ¿Cómo se vestirían? ¿Realizarían alguna acción
colectiva? ¿Cómo utilizarían las redes sociales para convocar a las personas o dar a conocer sus obras?
1) Hagan un borrador con un listado con dos columnas donde anoten lo siguiente:
- En la primera: las cosas que les gustan o les gustaría hacer, vivir o tener y que desearían que todos también pudieran
descubrir y compartir. Pueden ser situaciones de la vida, sentimientos, ideas, objetos, personajes, canciones, frases,
comidas, actores, películas, costumbres, lugares, etc. con los que se identifiquen, les gusten o inventen. Cuanto más
raras, exageradas y ridículas sean, mejor. Descríbanlas brevemente.
- En la segunda escriban las cosas, actitudes, situaciones, emociones, reacciones, ideas, costumbres, etc. que no les
gusten, que les provoque rechazo o con las que no estén de acuerdo.
2) A partir de lo bosquejado, escriban su manifiesto, como si fuera una propuesta que le hacen al mundo, convocando a
los que no conocen pero saben que pueden pensar lo mismo que ustedes y proponiéndoles que se unan a su movimiento.
Tengan en cuenta algunas de estas frases que suelen usarse en este tipo de textos:
“MARTÍN FIERRO artista se refriega los ojos a cada instante para arrancar las telarañas que tejen de
continuo el hábito y la costumbre. ¡Entregar a cada nuevo amor una nueva virginidad, y que los excesos de
cada día sean distintos a los excesos de ayer y mañana!”
Luego de leer los fragmentos del manifiesto, seleccioná tres conceptos o ideas que den cuenta del
posicionamiento vanguardista de los artistas de Martín Fierro. Explicalos.
cúbrete el rostro
y llora.
Vomita.
¡Sí!
Vomita,
largos trozos de vidrio,
amargos alfileres,
turbios gritos de espanto,
vocablos carcomidos;
sobre este purulento desborde de inocencia,
ante esta nauseabunda iniquidad sin cauce,
y llora…
pero no te contengas.
Vomita.
¡Sí!
Vomita,
ante esta paranoica estupidez macabra,
macerada impotencia,
(…) Nosotros cantaremos a las grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o
por la revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las
revoluciones en las capitales modernas, cantaremos al vibrante fervor nocturno de las
minas y de las canteras, incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones
ávidas, devoradoras de serpientes que humean; a las fábricas suspendidas de las
nubes por los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes semejantes a gimnastas
gigantes que husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que patalean
sobre los rieles, como enormes caballos de acero embridados con tubos, y al vuelo
resbaloso de los aeroplanos, cuya hélice flamea al viento como una bandera y parece
aplaudir sobre una masa entusiasta. Es desde Italia que lanzamos al mundo este
Nos encaminamos así hacia un arte completamente nuevo que será para la pintura, tal
como fue considerada hasta ahora, lo que la música es para la literatura.
Del mismo modo, los pintores nuevos procuraran a sus admiradores sensaciones
artísticas debidas únicamente a la armonía de las luces contrastantes.
(…) Yo escribo un manifiesto y no quiero nada y, sin embargo, digo algunas cosas y
por principio estoy contra los manifiestos, como, por lo demás, también estoy contra
los principios, decilitros para medir el valor moral de cada frase. Demasiado cómodo:
la aproximación fue inventada por los impresionistas. Escribo este manifiesto para
demostrar cómo se pueden llevar a cabo al mismo tiempo las acciones más
contradictorias con un único y fresco aliento; estoy contra la acción y a favor de la
contradicción continua, pero también estoy por la afirmación. No estoy ni por el pro ni
por el contra y no quiero explicar a nadie por qué odio el sentido común. (…)
DADÁ no significa nada. (…) Así nació DADÁ, de una necesidad de independencia, de
desconfianza hacía la comunidad. Los que están con nosotros conservan su libertad.
No reconocemos ninguna teoría. Basta de academias cubistas y futuristas, laboratorios
de ideas formales. ¿Sirve el arte para amontonar dinero y acariciar a los gentiles
burgueses? Las rimas acuerdan su tintineo con las monedas y la musicalidad resbala
a lo largo de la línea del vientre visto de perfil. Todos los grupos de artistas han ido a
Para esto –como para toda poesía– hay dos imprescindibles medios: el ritmo y la
metáfora. El elemento acústico y el elemento luminoso.
La metáfora: esa curva verbal que traza casi siempre entre dos puntos –espirituales–
el camino más breve.
Manifiestos vanguardistas
6- El necesario que el poeta se prodigue con ardor, con lujo y con magnificencia para
8- ¡Nos hallamos sobre el último promontorio de los siglos! ¿Por qué deberíamos mirar
a nuestras espaldas, si queremos echar abajo las misteriosas puertas de lo imposible?
El Tiempo y el Espacio murieron ayer.
10- Nosotros queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo
tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y toda cobardía oportunista o
utilitaria.
11- Nosotros cantaremos a las grandes muchedumbres agitadas por el trabajo, por el
placer o la revuelta; cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las
revoluciones en las capitales modernas...
Y sobre todo, frente al pavoroso temor de equivocarse que paraliza el mismo ímpetu
de la juventud, más anquilosada que cualquier burócrata jubilado:
"MARTÍN FIERRO" siente la necesidad imprescindible de definirse y de llamar a
cuantos sean capaces de percibir que nos hallamos en presencia de una NUEVA
sensibilidad y de una NUEVA comprensión, que, al ponernos de acuerdo con nosotros
mismos, nos descubre panoramas insospechados y nuevos medios y formas de
expresión.
"MARTÍN FIERRO" acepta las consecuencias de localizarse, porque sabe que de ello
depende su salud. Instruido de sus antecedentes, de su anatomía, del meridiano en
que camina: consulta el barómetro, el calendario, antes de salir a la calle a vivirla con
sus nervios y con su mentalidad de hoy.
"MARTÍN FIERRO" sabe que "todo es nuevo bajo el sol" si todo se mira con unas
pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo.
"MARTÍN FIERRO" artista, se refriega los ojos a cada instante para arrancar las
telarañas que tejen de continuo: el hábito y la costumbre. ¡Entregar a cada nuevo amor
una nueva virginidad, y que los excesos de cada día sean distintos a los excesos de
"MARTÍN FIERRO" sólo aprecia a los negros y a los blancos que son realmente
negros o blancos y no pretenden en lo más mínimo cambiar de color.
NON SERVIAM
Y he aquí que una buena mañana, después de una noche de preciosos sueños y
delicadas pesadillas, el poeta se levanta y grita a la madre Natura: Non serviam.
Con toda la fuerza de sus pulmones, un eco traductor y optimista repite en las
lejanías:«No te serviré».
La madre Natura iba ya a fulminar al joven poeta rebelde, cuando éste, quitándose el
sombrero y haciendo un gracioso gesto, exclamó: «Eres una viejecita encantadora».
Ese non serviam quedó grabado en una mañana de la historia del mundo. No era un
grito caprichoso, no era un acto de rebeldía superficial. Era el resultado de toda una
evolución, la suma de múltiples experiencias.
El poeta dice a sus hermanos: «Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar al
mundo en sus aspectos, no hemos creado nada. ¿Qué ha salido de nosotros que no
estuviera antes parado ante nosotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros
pies o nuestras manos?
»Hemos cantado a la Naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos
»Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras
realidades que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también
podemos crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y
su flora propias. Flora y fauna que sólo el poeta puede crear, por ese don especial que
le dio la misma madre Naturaleza a él y únicamente a él».
Non serviam. No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo. Te servirás de mí;
está bien. No quiero y no puedo evitarlo; pero yo también me serviré de ti. Yo tendré
mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis ríos y mis
mares, tendré mi cielo y mis estrellas.
Y ya no podrás decirme: «Ese árbol está mal, no me gusta ese cielo.... los míos son
mejores».
Yo te responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los tuyos y que no
tienen por qué parecerse. Ya no podrás aplastar a nadie con tus pretensiones
exageradas de vieja chocha y regalona. Ya nos escapamos de tu trampa.
Una nueva era comienza. Al abrir sus puertas de jaspe, hinco una rodilla en tierra y te
saludo muy respetuosamente.
Actividad:
1- Escriban su propio manifiesto de su vanguardia siguiendo estas pautas:
a- Formar grupos. Elegir el tema que guiará al movimiento
b- Acordar cuál será la postura, qué elementos culturales se valorizarán y contra
quiénes se pronunciarán.
c- Elijan un título (recuerden la importancia del título como nombre del grupo y la
necesidad de proponer un eslogan o consigna que identifique su plan de lucha)
d- Realicen un plan de escritura de su manifiesto teniendo en cuenta el uso creativo
del espacio en blanco y de los juegos tipográficos. Recuerden introducir metáforas
combativas y elementos paródicos e irónicos
2- Planificar y hacer diferentes obras en distintos soportes que representen su grupo:
poema, cuento, cancelación, dibujo, escultura, audio, video, etc.
vicente huidobro
Consigna 10 → Elegí uno o algunos versos de una canción que te guste y convertilos en un caligrama,
considerando la definición trabajada.
8 (Espantapájaros, 1932)
En mí, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que
me nazca una nueva personalidad.
Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una
quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W. C.
Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me
pertenezcan.
¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo —me pregunto— todas estas personalidades inconfesables, que harían
ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo
ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?
El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de indignación. Ya que no puedo
ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una
petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto...
Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se
consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda
especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!,
cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una
ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien
aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la
abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el
amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.
Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se
entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de
dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero
renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al
menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.
Consigna 11 → Escribí una entrada del diario de una persona con las múltiples personalidades en base al texto de
Girondo que leímos y analizamos. No olvides que sus distintos yo deben entrar en conflicto ante situaciones cotidianas.
Con mi yo
y mil un yo y un yo
con mi yo en mí
yo mínimo
larva llama lacra ávida
alga de algo
mi yo antropoco solo
y mi yo tumbo a tumbo canto rodado en sangre
yo abismillo
yo dédalo
posyo del mico ancestro semirefluido en vilo ya lívido de líbido
yo tantan yo
panyo
yo ralo
yo voz mito
pulpo yo en mudo nudo de saca y pon gozón en don más don tras don
yo vamp
yo maramante
apenas yo ya otro
Eh vos
tatacombo
soy yo
dí
no me oyes
tataconco
soy yo sin vos
sin voz
aquí yollando
con mi yo sólo solo que yolla y yolla y yolla
entre mis subyollitos tan nimios micropsíquicos
lo sé
lo sé y tanto
desde el yo mero mínimo al verme yo harto en todo
junto a mis ya muertos y revivos yoes siempre siempre yollando y yoyollando siempre
por qué
si sos
por qué dí
eh vos
no me oyes
tatatodo
por qué tanto yollar
responde
y hasta cuándo
11
ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada
13
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
21
he nacido tanto
y doblemente sufrido
en la memoria de aquí y de allá
En un mundo de crisis, el sujeto poético se fragmenta: no tiene una identidad total, completa, cerrada. Es pedazos, es
multiplicidad, es desgarro. Sus palabras lo muestran dividido, ambivalente, recorriendo vaivenes.
Los sujetos fragmentarios y múltiples nos muestran una literatura lúdica donde existe la posibilidad de ser algo y ser
otra cosa al mismo tiempo.
Consigna 12
Primera parte: Armá una lista con cinco ítems que digan qué/quién sos, cinco que digan qué/quién no sos, cinco que
digan qué/quién deseás ser.
Segunda parte: Convertí esa lista en un poema, haciéndole las modificaciones y los agregados que consideres necesarios.
Armá un collage poético en que incluyas el texto obtenido y pinturas vanguardistas. Titulá el poema.
Mi Lu
mi lubidulia
mi golocidalove
mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma
y descentratelura
y venusafrodea
> https://www.youtube.com/watch?v=zvZOufg6o3s
Juan Gelman.
Si (Cólera buey, 1963)
celebrando su máquina
el emperrado corazón amora
como si no le dieran de través
de atrás alante en su porfía
si fuéramos o fuésemos
como rostros humanos
empezando de a dos
completos en el resto
1) Escribí una interpretación de “si” donde incluyas los siguientes términos: sujeto poético - comunicación -
neologismos - humanidad - experimentación - condición - libertad - gramática – utopía.
si fuéramos o fuésemos
como rostros humanos
empezando de a dos
completos en el resto,
Consigna 14 → Ensayá una “traducción” del siguiente fragmento de “La inmiscusión terrupta” (J. Cortázar en Último
round, 1969)
Como no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí nomás le flamenca la cara de un
rotundo mofo. Pero la Tota no es inane y de vuelta le arremulga tal acario en pleno tripolio que se lo ladea hasta el copo.
-¡Asquerosa! –brama la señora Fifa, tratando de sonsonarse el ayelmado tripolio que ademenos es de satén rosa.
Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea y consigue marivolarle un suño a la Tota que se
desporrona en diagonía y por un momento horadra el raire con sus abroncojantes bocinomias.
Por segunda vez se le arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido el encuadre a
la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa contrae una plica de miercolamas a media
resma y cuatro peticuras de ésas que no te dan tiempo al vocifugio, y en eso están arremulgándose de ida y de vuelta
cuando se ve precivenir al doctor Feta que se inmoluye inclótumo entre las gladiofantas.
-¡Payahás, payahás! –crona el elegantiorum, sujetirando de las desmecrenzas empebufantes. No ha terminado de halar
cuando ya le están manocrujiendo el fano, las colotas, el rijo enjuto y las nalcunias, mofo que arriba y suño al medio y
dos miercolanas que para qué.
Y ahí nomás se recompalmean y fraternulian como si no se hubieran estado polichantando más de cuatro
cafotos en plena tetamancia; son así las tofifas y las fitotas, mejor es no terruptarlas porque te desmunen el persiglotio y
se quedan tan plopas.
En 1924, André Bretón publica el primer Manifiesto Surrealista, en el que a las audacias del Dadaísmo añade concepciones filosóficas
de Freud y Marx. Pretende ser una revolución integral. Su gran lema sería "transformar la vida", liberando los impulsos naturales del
hombre reprimidos en el inconsciente y atados por la razón a las convenciones morales y sociales. De esta manera se busca liberar la
capacidad creadora del hombre.
Según Freud, en los sueños aflora el mundo del inconsciente, pero en forma de imágenes ilógicas. De este modo se produce una
liberación del lenguaje con respecto a lo que sería la expresión normal o lógica. En un poema surrealista se mezclan objetos,
conceptos y sentimientos que la razón mantiene separados, se dan asociaciones libres e inesperadas de palabras, aparecen metáforas
insólitas. Es un lenguaje que no se dirige a nuestra razón, sino que quiere despertar en nosotros sentimientos y reacciones también
inconscientes. Ante un poema de este tipo, el lector no comprende, pero puede recibir fuertes impactos que le produzcan emociones
profundas.
En grupos, escriban tres preguntas. Luego, escriban por separado sus respectivas respuestas. Finalmente, crucen al azar
cada pregunta con una respuesta que no sea su correspondiente. Lean sus resultados.
Pueden emplearse los siguientes comienzos: ¿Qué es…?¿Por qué…?¿Para qué sirve…?
1) ¿Cómo aparece el sujeto poético en cada texto? ¿Cómo lo describirías? ¿Qué vínculo guarda el mismo con la actitud
de las vanguardias, y más puntualmente del surrealismo?
3) En la “Cantata”: ¿A quién imaginás que se dirige el sujeto poético? ¿Qué le dice y con qué tono? ¿Por qué se lo dice?
¿Qué fragmentos del texto podrían referir al contexto de producción de Artaud y por qué? ¿Qué intertextos incorpora el
autor? (Para esta última pregunta, investigar en Google sobre los puentes amarillos de Van Gogh).
En grupos, observen los siguientes novelas y cuentos. Conversen en torno a los interrogantes y
luego compartan sus conclusiones con los demás equipos.
Julio Cortázar
12 de enero
20 de enero
A veces sé que tiene frío, que sufre, que le pegan. Puedo solamente odiarla tanto, aborrecer las manos que la tiran al suelo
y también a ella, a ella todavía más porque le pegan, porque soy yo y le pegan. Ah, no me desespera tanto cuando estoy
durmiendo o corto un vestido o son las horas de recibo de mamá y yo sirvo el té a la señora de Regules o al chico de los
Rivas. Entonces me importa menos, es un poco cosa personal, yo conmigo; la siento más dueña de su infortunio, lejos y
sola pero dueña. Que sufra, que se hiele; yo aguanto desde aquí, y creo que entonces la ayudo un poco. Como hacer
vendas para un soldado que todavía no ha sido herido y sentir eso de grato, que se le está aliviando desde antes,
previsoramente. Que sufra. Le doy un beso a la señora de Regules, el té al chico de los Rivas, y me reservo para resistir
por dentro. Me digo: «Ahora estoy cruzando un puente helado, ahora la nieve me entra por los zapatos rotos». No es que
sienta nada. Sé solamente que es así, que en algún lado cruzo un puente en el instante mismo (pero no sé si es el instante
mismo) en que el chico de los Rivas me acepta el té y pone su mejor cara de tarado. Y aguanto bien porque estoy sola
entre esas gentes sin sentido, y no me desespera tanto. Nora se quedó anoche como tonta, dijo: «¿Pero qué te pasa?». Le
pasaba a aquella, a mí tan lejos. Algo horrible debió pasarle, le pegaban o se sentía enferma y justamente cuando Nora iba
a cantar a Fauré y yo en el piano, mirándolo tan feliz a Luis María acodado en la cola que le hacía como un marco, él
mirándome contento con cara de perrito, esperando oír los arpegios, los dos tan cerca y tan queriéndonos. Así es peor,
cuando conozco algo nuevo sobre ella y justo estoy bailando con Luis María, besándolo o solamente cerca de Luis María.
Porque a mí, a la lejana, no la quieren. Es la parte que no quieren y cómo no me va a desgarrar por dentro sentir que me
pegan o la nieve me entra por los zapatos cuando Luis María baila conmigo y su mano en la cintura me va subiendo como
un calor a mediodía, un sabor a naranjas fuertes o tacuaras chicoteadas, y a ella le pegan y es imposible resistir y entonces
tengo que decirle a Luis María que no estoy bien, que es la humedad, humedad entre esa nieve que no siento, que no
siento y me está entrando por los zapatos.
Consigna 20 → En grupos, propongan hipótesis acerca de cómo terminará el cuento. Elijan una y desarrollen
su escritura. Luego, socialicen sus producciones.
Consigna 21 → Confeccionen un poema visual en que el sujeto lírico sea la lejana. Piensen qué quisiera
transmitir ella y cómo lo haría. Busquen expresar gráficamente sus ideas y sentires.
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba
en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de
escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la
tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por
la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su
vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a
la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres
peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala
azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la
segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de
terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde
el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo
sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía
nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los
pantalones.
Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en
la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas
que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la
derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su
involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada
a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y con la mano, desviándose a la izquierda;
oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.
Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y
sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no
parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la
La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda
lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi
no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se
sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía
muy estropeada. “Natural”, dijo él. “Como que me la ligué encima...” Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al
hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un
pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron
largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura.
Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las
contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento.
Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho como una lápida
negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de
mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez,
sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.
Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda
de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una
fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de
los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de
no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.
Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era
habitual, que hasta entonces no había participado del juego. “Huele a guerra”, pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra
atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no
era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos,
probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo.
El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se
enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida.
Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo
más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el
sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.
-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo.
Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se
despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió
sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un
buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto,
entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio
llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le
clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un
aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando
Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trozito de pan, más precioso que todo un
banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba
a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba
a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor
del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.
Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que
estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. “La
calzada”, pensó. “Me salí de la calzada.” Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que
las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio,
se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo
ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su
cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la
súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban
hundiendo despacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida
había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando
la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros
que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la
señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.
Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas
moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi
sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire
una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás.
-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que
duerme bien.
Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la
pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin
acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del
brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de
noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no
debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel,
sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia
advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían
levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco,
esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o
recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había
sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la
contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna
vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su
garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la
lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.
Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra
rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo
Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas,
gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus
compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente,
casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un
esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las
cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que
ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la
ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados,
en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió
alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban
adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza.
Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con
un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y
danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero
todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero cómo impedirlo si le
habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de la vida.
Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber
gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida
contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían
pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero
gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño
profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que
él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron
en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba
gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y
de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían
buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna
mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas
columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del
sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados,
gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del
balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él
con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que
estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado
por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de
metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se
le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.
“El problema, como siempre, está en saber qué es lo fantástico. Es inútil ir al diccionario, yo no me molestaría en hacerlo,
habrá una definición, que será aparentemente impecable, pero una vez que la hayamos leído los elementos imponderables
de lo fantástico, tanto en la literatura como en la realidad, se escaparán de esa definición. Ya no sé quién dijo, una vez,
hablando de la posible definición de la poesía, que la poesía es eso que se queda afuera, cuando hemos terminado de
definir la poesía. Creo que esa misma definición podría aplicarse a lo fantástico, de modo que, en vez de buscar una
definición preceptiva de lo que es lo fantástico, en la literatura o fuera de ella, yo pienso que es mejor que cada uno de
ustedes, como lo hago yo mismo, consulte su propio mundo interior, sus propias vivencias, y se plantee personalmente el
problema de esas situaciones, de esas irrupciones, de esas llamadas coincidencias en que de golpe nuestra inteligencia y
nuestra sensibilidad tienen la impresión de que las leyes, a que obedecemos habitualmente, no se cumplen del todo o se
están cumpliendo de una manera parcial, o están dando su lugar a una excepción.
Ese sentimiento de lo fantástico, como me gusta llamarle [...] me acompaña a mí desde el comienzo de mi vida, desde
muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a escribir, me negué a aceptar la realidad tal como pretendían
imponérmela y explicármela mis padres y mis maestros. Yo vi siempre el mundo de una manera distinta, sentí siempre,
que entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas, hay intersticios por los cuales, para mí al menos,
pasaba, se colaba, un elemento, que no podía explicarse con leyes, que no podía explicarse con lógica, que no podía
explicarse con la inteligencia razonante. Ese sentimiento, que creo que se refleja en la mayoría de mis cuentos, podríamos
calificarlo de extrañamiento”
¿Qué tiene de vanguardista o experimental este texto de Cortázar? ¿Y los demás cuentos del autor que hemos
leído? Escribí un breve comentario crítico en que se exponga lo analizado.
Silvina Ocampo
Las supersticiones no dejaban vivir a Cristina. Una moneda con la efigie borrada, una mancha de tinta, la luna vista a
través de dos vidrios, las iniciales de su nombre grabadas por azar sobre el tronco de un cedro la enloquecían de temor.
Cuando nos conocimos llevaba puesto un vestido verde, que siguió usando hasta que se rompió, pues me dijo que le traía
suerte y que en cuanto se ponía otro, azul, que le sentaba mejor, no nos veíamos. Traté de combatir estas manías absurdas.
El señor PithonBaer de su oficina salió. Al garaje fue. Dio propina una al cuidador. Su auto sacó. Transitó la rambla por,
hasta a chalé su llegar. Y aquí de esto la más importante parte comienza: chalé vacío estaba el. Lo desvalijado habían.
Hasta las habían robado valijas le. Los vacíos estaban roperos. El también de la cocina armario. Ni un heladera de
gramo en la carne quedaba. Ni cagar había dónde, inodoro el porque ya no estaba. Tampoco el teléfono, así que
PithonBaer a comisaría la fue.
Actividad: En un borrador inventen un texto coherente relacionado con el tema del libro o cópienlo de algún lugar y luego
vuelvan a escribirlo para el libro vanguardista pero desordenándolo sintácticamente.
Una metáfora es una expresión en la que se pueden identificar dos términos entre los cuales existe algún tipo de relación
de semejanza. Uno de ellos es el “literal” (lo que dice concretamente) y el otro el que sugiere un “sentido figurado”,
“simbólico”, que es la metáfora propiamente dicha y por lo tanto el más importante.
Los autores del estilo denominado “Patafísica” empleaban este recurso poético para invertir la relación de importancia
entre estos dos términos y desconocer su sentido metafórico.
Actividad: Elegir una metáfora e inventar una breve historia considerando únicamente su interpretación literal, es decir,
quitándole el significado sugerido, simbólico, figurado o metafórico.
Ej: Cuando a Pedro se le ocurría algo o tenía una idea, “se le encendía la lamparita”. Le brillaba unos centímetros sobre la
cabeza. No creo que tuviera más de 20 watts porque Pedro no era muy brillante. Daba pena verlo en los exámenes con su
lamparita apagada. No había manera de iluminarle la cabeza. Sin embargo, cuando jugaba al fútbol era otra cosa. Se le
ocurrían mil jugadas y andaba con la bombita encendida todo el tiempo. Y si el partido de noche, era un espectáculo
maravilloso poder verlo jugar.
Actividad: Lean el Poema 1 del libro Espantapájaros, al alcance de todos (1932) y escriban un texto similar a este. Una
posibilidad es que completen los puntos suspensivos que aparecen a continuación y extiendan el texto:
No se me importa un pito que …….. tengan ….… o como ….…; un ……. o ……. Le doy una importancia igual a cero, al
hecho de que ………. o ………... Soy perfectamente capaz de soportar ……………..; ¡pero eso sí! —y en esto soy
irreductible— ……………………. Si no ……………………………. ¡………………………………………….!
Lean el Poema 12 del mismo libro de Oliverio Girondo y escriban un texto similar pero con el otro “campo
semántico”. Para ello, elijan un tema y hagan una lista de palabras de ese campo semántico. Por ejemplo:
Campo semántico del Fútbol: pase, gambeta, foul, penal, tiro libre, taquito, gol, hinchada, etc.
Una vez que tienen el listado empleen esas palabras con el sentido que tiene el poema, reemplazando las
originales.
Otros campos semánticos: Religión – Política – Matemáticas – Herramientas – Pesca – Comercio – etc.
Tomen una acción cualquiera que puedan hacer automáticamente, sin pensarla, que no necesite instrucciones,
como cruzar una avenida peligrosa, hacer nuevos amigos, atrapar una mosca, manejar el auto con el papá al
lado observando, simular estar contento cuando estás triste, etc. y elaboren instrucciones para realizarla,
describiéndola en sus más mínimos detalles, paso a paso y creando a la vez situaciones absurdas
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que
no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u
ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y
mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para
llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de
creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes
en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la
palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón
del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
1) Explorá la página de Facebook “Poesia concreta” y buscá en Instagram los hashtags #poesiaconcreta,
#poesiablackout y #blackoutpoetry. Googleá sobre estos movimientos.
En torno a lo observado y leído, reflexioná: ¿Qué características tienen estos poemas? ¿Se los podría considerar
convencionales o no; por qué? ¿Qué rasgos nos permiten situar estas formas del arte en el marco de la
vanguardia y experimentación?
2) Googleá en varias fuentes en qué consisten la poesía concreta y la poesía black out. Armá una infografía para
cada una, recolectando datos de su historia, características de su manera de hacer arte y técnicas practicadas.
Importantísimo: no solo se debe explicar estos modos de artes experimentales, sino hacerlo de modo
vanguardista.
3) Elegí una de las siguientes temáticas y creá una definición artística de la misma, realizando un poema al
modo de la poesía concreta o la poesía black out.
Amor – Libertad – Esperanza – Carcajadas – Conocimiento – Esclavitud – Amistad – Memoria – Paisaje –
Futuro – Canto – Caminata – Árbol.
4) Elegí un texto en prosa que hayamos leído durante al año, traé a clase una copia de alguna página que te
guste y hace poesía black out sobre ella.
Recordá tener en cuenta las indicaciones dadas en clase sobre el ensayo como forma y la escritura como
proceso.
Respondé:
a. ¿A qué famosa obra de arte remite el inodoro expuesto? Comentar el contexto. Explicar por qué la tira está parodiando
dicha manifestación artística.
b. ¿Qué les responderías a Condorito? ¿Qué podrías contarle sobre la obra de arte que está viendo y lo que ella busca
generar? ¿Cómo se relaciona esto con los movimientos históricos de vanguardia?
c. Volvé a observar la imagen. ¿Qué característica de la pintura de vanguardia se observa en las obras expuestas en las
paredes?
• Bitácora vanguardista.
• Performance.
• Instalación.