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La lírica en el franquismo

De la poesía desarraigada a la poesía social Tras la Guerra Civil surgieron dos tipos de poesía, conocidos como poesía arraigada y poesía
desarraigada.
• La poesía arraigada, cultivada por autores como Leopoldo Panero o Luis Rosales, era afín al régimen franquista y se caracterizaba por su tono
optimista.
• La poesía desarraigada, por el contrario, expresaba un sentimiento de angustia ante la vida. Entre las obras pertenecientes a esta corriente
destacan Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y dos poemarios de Blas de Otero: Angel fieramente humano y Redoble de conciencia.
La poesía desarraigada evolucionó hacia la poesía social de los años cincuenta, que concebía la palabra poética como una herramienta para
denunciar la injusticia. El principal precursor de la poesía social fue Miguel Hernández (1910-1942), autor de obras como Viento del pueblo y El
hombre acecha, en las que ponía de manifiesto su compromiso con la causa republicana.
Dentro de la poesía social destacaron Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro.
-Blas de Otero (1916-1979), tras una primera etapa existencial, compuso libros como Pido la paz y la palabra o Que trata de España, en los que
se hace explícita la denuncia de la situación social del país.
-Gabriel Celaya (1911-1991) defendió la idea de que la poesía es un arma cargada de futuro», un instrumento de transformación social.
-José Hierro (1922-2002) abordó los temas sociales en obras como Tierra sin nosotros o Quinta del 42. En libros posteriores ha cultivado una
lírica muy personal, que concibe la realidad como un enigma.
La generación de los cincuenta
A finales de los años cincuenta se fue abandonando la poesía social tras la aparición de un nuevo grupo de autores que recibieron el nombre de
generación de los cincuenta. Integraban este grupo, entre otros, Claudio Rodriguez, Jaime Gil de Biedma, Jose Angel Valente y Ángel González.
Estos escritores pretendian profun- dizar en el conocimiento de la realidad o evocar recuer- dos y experiencias personales.
Los Novísimos
En el año 1970 el crítico José Maria Castellet publicó la antología Nueve novísimos poetas españoles. Este hecho marcó la aparición de los
Novisimos, un grupo de poetas que renovaron el lenguaje lírico mediante la creación de una poesía esteticista y minoritaria, cargada de
referencias culturales (citas de autores extranjeros, alusiones al cine, a la música...). A este grupo pertenecen poetas como Guillermo Carnero,
Félix de Azúa, Ana María Moix o Pere Gimferrer, que fue el autor más emblemático.
La novela en el franquismo
La novela de los años cuarenta
La publicación de La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela (ver págs. 212-213), marcó el inicio de una nueva tendencia, el
tremendismo, que abordaba con crudeza los aspectos más descarnados de la realidad.
Otra obra relevante de esta década fue la novela Nada (1945), de Carmen Laforet, que narra el paulatino desencanto de una joven estudiante
universitaria. En ella se expresa el sinsentido de la existencia simbolizado en el ambiente asfixiante y mezquino de una familia de clase media.
La novela social de los años cincuenta
Al igual que en el caso de la lírica, la realidad irrumpió en la narrativa y los autores emprendieron el cultivo de la novela social. De nuevo fue un
libro de Cela, La colmena (1951), el que dio origen a esta corriente. Entre los rasgos de la novela social destacan los siguientes:
• El narrador intenta reflejar los hechos con objetividad y reproduce los diálogos como si los hubiese grabado previamente. Esta técnica alcanzó
su cima en "El Jarama" (1956), de Rafael Sánchez Ferlosio.
• La novela no se centra en un único protagonista, sino en la vida de un grupo de personajes que constituyen un protagonista colectivo.
• Las descripciones de personajes y ambientes retratan la cotidianidad con intención crítica importancia en la narración. y alcanzan gran
Entre las novelas sociales de este periodo sobresalen Las ratas, de Miguel Delibes, Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, o Primera memoria,
de Ana María Matute.
La novela experimental de los sesenta
La novela social provocó el cansancio de autores y lectores a finales de los años cincuenta. La publicación en 1962 de Tiempo de silencio, de
Luis Martín-Santos, supuso el comienzo de la novela experimental.
Los autores renovaron la técnica narrativa y abandonaron la estética realista. En sus obras dieron más importancia al lenguaje y a la estructura
que al argumento, adoptaron el punto de vista múltiple e indagaron en sus personajes a través del monólogo interior.
Muchos escritores de la generación anterior elaboraron novelas experimentales: Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes (ver págs. 214-215);
Oficio de tinieblas 5, de Camilo José Cela; La saga/fuga de J. B., de Gonza- lo Torrente Ballester. Otros autores destacados fueron Juan Benet,
Juan Goytisolo y Juan Marsé
La novela en Hispanoamérica
La revolución de las formas narrativas en España coincidió con la aparición en Hispanoamérica de un grupo de escritores que constituyeron el
llamado «boom» de los sesenta. Estos autores, entre los que se encuentran Gabriel García Márquez (Cien años de soledad), Mario Vargas Llosa
(La ciudad y los perros) o Julio Cortázar (Rayuela), también se apartaron de los modelos realistas y buscaron nuevos procedimientos narrativos.
En algunas obras cultivaron el realismo mágico, técnica que mezcla elementos reales y míticos.
El teatro en el franquismo
En los primeros años de la posguerra predominó un teatro cómico destinado a la burguesía. Pero ya en los años cuarenta comenzó a escribirse
un teatro de humor más intelectual. Entre los autores de esta tendencia, cercana al teatro del absurdo europeo, destacaron Enrique Jardiel
Poncela (Eloisa está debajo de un almendro) y Miguel Mihura (Tres sombreros de copa).
Los años cincuenta supusieron, al igual que en la novela y la poesía, la aparición de un teatro social, que reflejaba los problemas del país. Esta
nueva corriente se inaugura con el estreno en 1949 de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo (ver págs. 216-217).
Durante los años sesenta y setenta se impuso la experimentación escénica. Se dio mayor importancia al espectáculo y a la interacción con el
público, surgieron así autores innovadores como Fernando Arrabal y grupos independientes como Els Joglars o Tábano.
Camilo José Cela
Camilo José Cela (Iria Flavia, 1916 - Madrid, 2002) destacó como novelista. Dos obras suyas dieron inicio a dos corrientes de la narrativa de
posguerra: La familia de Pascual Duarte (1942) inauguró el tremendismo y La colmena (1951) dio paso a la novela social de los años cincuenta.
En los años sesenta el autor se sumó al cultivo de la novela experimental (San Camilo 1936, Oficio de tinieblas 5); entre sus obras posteriores
destaca Mazurca para dos muertos (1983). En 1989 recibió el Premio Nobel.
Los textos que siguen pertenecen a La colmena, una novela sobre el Madrid de posguerra.
Miguel Delibes
Aunque cultivó también el periodismo y el relato autobiográfico, Miguel Delibes (Va- Iladolid, 1920-2010) fue, ante todo, un gran novelista. Su
trayectoria recoge las diversas corrientes de la novela española desde la posguerra hasta la actualidad: la novela existencial y pesimista en La
sombra del ciprés es alargada, el realismo social en Las ratas, la novela experimental en Cinco horas con Mario, la novela intimista en Mujer de
rojo sobre fondo gris y la novela histórica en El hereje.
A continuación se ofrecen algunos textos pertenecientes a Cinco horas con Mario, una de las mejores novelas experimentales españolas. Esta
obra reproduce el monólogo de una mujer, Carmen, mientras vela el cadáver de Mario, su marido. A través de sus palabras, Delibes retrata dos
ideologías muy diferentes: el conservadurismo y la intolerancia de Carmen frente al idealismo y el liberalismo de Mario.
Antonio Buero Vallejo
Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916 - Madrid, 2000) fue uno de los más importantes dramaturgos de la segunda mitad del siglo XX. Su obra
se caracterizó, sobre todo, por el compromiso social y ético.
En la trayectoria teatral de Buero se pueden distinguir tres etapas:
• Primera etapa. Buero cultiva el drama social y existencial, del
que se vale para indagar en la frustración de la sociedad de la posguerra. Esta etapa se inaugura con Historia de una escalera, obra que rompe
el inmovilismo del teatro del momento.
•Segunda etapa. Predomina el drama histórico, con obras como El sueño de la razón o Las meninas, que plantean temas actuales ambientados
en otras épocas de la historia
• Tercera etapa. El autor lleva a cabo una crítica social explícita. Una pieza representativa de esta etapa es La Fundación.
A continuación se reproducen tres textos pertenecientes a Historia de una escalera. Estos textos, a pesar de su brevedad, permiten reconstruir el
argumento esencial de la obra y advertir su alcance simbólico.

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