Está en la página 1de 6

Tema 4.

Teatro español anterior a 1939


Hasta 1939 el teatro español del siglo XX se divide en dos corrientes: el teatro comercial,
destinado a satisfacer al público burgués que ignoraba los planteamientos ideológicos y los
problemas sociales, y el teatro innovador que rompía con los gustos y las convicciones de la
época. Este último quedó personificado en las figuras de Ramón María del Valle-Inclán y
Federico García Lorca.
En el teatro comercial observamos diversos subgéneros como la comedia benaventina,
impulsada por el dramaturgo Jacinto Benavente y caracterizada por diálogos elegantes e
ingeniosos con temas poco conflictivos que plasman una crítica leve e irónica de las
costumbres burguesas. Su obra más famosa es Los intereses creados. Dentro de la comedia
costumbrista, sobresalen los sainetes que representan escenas pintorescas y personajes
típicos con un lenguaje humorístico. Destacamos autores como Carlos Arniches quien
consigue reflejar las costumbres madrileñas de los barrios populares. Su obra cumbre es La
señorita de Trevélez. El teatro en verso recoge una gran influencia modernista y cultiva
temas de carácter histórico. Uno de sus principales autores es Eduardo Marquina con su
obra Las hijas del Cid.
En cuanto a los intentos renovadores de los autores de la generación del 98 subrayamos
Fedra de Unamuno o El señor de Pigmalión de Jacinto Grau. No obstante, resalta Valle-
Inclán cuyas obras apenas se representaron en vida pues presentaban planteamientos muy
radicales y una riqueza en el lenguaje alejada de la del teatro convencional. Sus inicios son
modernistas con temas decadentes y de evasión, pero después prueba con un ciclo que
llama “mítico”, representado en las Comedias bárbaras. En ellas se trata la vida de su Galicia
rural donde los personajes están gobernados por instintos y pasiones primitivas. Este ciclo
culmina con Divinas palabras, en el que seres irracionales y monstruosos desencadenan
conflictos relacionados con la avaricia y la lujuria. A la vez, desarrolla una serie de farsas,
protagonizadas por fantoches y marionetas ridículas. Cabe destacar, que con Luces de
Bohemia creó un género literario conocido como el esperpento, caracterizado por la visión
deformada y grotesca de los personajes y la realidad con el fin de hacer sátira y crítica social.
El teatro del esperpento continúa con su trilogía Martes de carnaval
Respecto a los autores de la generación del 27 sobresale Federico García Lorca con su
teatro de raíz poético, cuyos temas reflejan un conflicto entre las pasiones del individuo y la
autoridad. El público y Así que pasen cinco años fueron clasificadas por Lorca como
“comedias imposibles” por la dificultad de su representación. Creó algunas farsas para
guiñol como la Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita. Sin embargo, su farsa más
lograda es Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, en la que un hombre anciano, se
enamora de una joven con la que se casa por fuerza. Sus obras más importantes forman la
llamada trilogía rural. Bodas de sangre parte de la huida de una novia con su antiguo amor
el día de su boda. Finalmente, el marido y su amante fallecen tras una trágica pelea. En
Yerma, la esterilidad se presenta como una maldición para la protagonista, que le lleva a
asesinar a su marido. La casa de Bernarda Alba desarrolla la lucha entre el principio de
autoridad, encarnado en Bernarda, quien dicta años de luto y reclusión para sus hijas por la
muerte de su marido, y el principio de libertad, representado por Adela quien mantiene
relaciones ocultas con el prometido de su hermana Angustias.
Aunque el papel de las mujeres haya estado presente en la Edad de plata de la literatura
española, muchas fueron silenciadas y olvidadas como María Lejárraga, quien escribió las
obras con las que su esposo conoció el éxito. La Guerra civil puso fin a este periodo cultural
dejando grandes carreras desgarradas e inacabadas como es el caso de Lorca, quien fue
asesinado en la guerra.
Tema 5. La novela española de 1939 a 1974
La guerra civil supuso una ruptura total con la Edad de plata de la literatura española y fue
un hecho determinante en la vida cultural. Algunos escritores se verán obligados a exiliarse.
Otros tuvieron que sucumbir a las imposiciones de la censura. Pero también hubo muchos
que escribieron novelas de patriotismo y propaganda ideológica debido a su estrecha
vinculación con el régimen (Rafael García Serrano, Agustín de Foxá, etc.).
Los aspectos comunes de los escritos exiliados son el recuerdo de la guerra y de la España
que abandonaron, la reflexión acerca de existencia del ser humano, el dolor y la soledad. El
más conocido de todos es Ramón J. Sénder, cuya obra cumbre es Réquiem por un
campesino español que narra la historia de un campesino fusilado por un grupo de
nacionales durante la guerra civil. Max Aub destaca por su serie novelística El laberinto
mágico, en la cual relata con una perspectiva histórica la guerra civil desde sus inicios hasta
el exilio en los campos de concentración de Francia.

Dejando de lado las novelas de evasión y las novelas patrióticas, en la década de los
cuarenta surgen diversas novelas que plasmaron una visión crítica de la realidad a través de
testimonios de vidas desoladoras y conflictivas. Por un lado, resaltamos La familia de
Pascual Duarte de Camilo José Cela, que inauguró el tremendismo, corriente que presenta
los aspectos más desagradables de la condición humana y de la realidad. Narra la dura vida
de un campesino que ha acabado en la cárcel tras asesinar a su madre. Otra muestra
importante de la novela existencialista fue Nada de Carmen Laforet, que obtuvo el premio
Nadal en 1944. Con tintes autobiográficos, la novela narra la llegada a Barcelona de una
joven que desea estudiar, pero que su ilusión choca con el ambiente de la posguerra y la
tensión familiar
Los años cincuenta conllevan al renacer de la novela española gracias al impulso de Camilo
José Cela con La colmena, ambientada en el Madrid de la posguerra cuyos temas son el
dinero, la miseria, el hambre y el sexo. Aporta grandes innovaciones como el protagonista
colectivo, una novela abierta dividida en secuencias y el objetivismo conductista. El
propósito de las novelas en este período es denunciar la situación social y concienciar a la
gente sobre la injusticia. Tratan temas variados como el egoísmo de la burguesía (Juegos de
manos de Juan Goytisolo), la vida de campo (Dos días de septiembre de Caballero Bonald),
la explotación del proletariado (Central eléctrica de Jesús López Pacheco), y la evocación de
la guerra desde la infancia (Primera memoria de Ana María Matute). Dentro de estas
novelas se pueden dividir las que son más objetivistas, como El Jarama, o las que son más
sociales como Dos días de septiembre.
En los años sesenta irrumpen nuevos modelos narrativos debido al agotamiento de la
novela social, al auge de la literatura hispanoamericana y a que la sociedad española mejora
sus condiciones de vida gracias a que la censura se flexibiliza En 1962 se publica una novela
clave: Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos. La crítica social continuó siendo la misma
que en etapas anteriores, pero el objetivo de este periodo se basó en profundizar en la
conciencia del personaje a través de innovaciones narrativas como el cambio de la
perspectiva narrativa, el monólogo interior, romper con la secuencia cronológica... Camilo
José Cela participa en esta experimentación con San Camilo 1936, largo monólogo interior
escrito en segunda persona. Gonzalo Torrente Ballester se atreve con aspectos fantásticos
en La saga/fuga de J.B. Juan Marsé ofrece una visión crítica de la burguesía catalana en
Últimas tardes con Teresa. Por su parte, Juan Benet Otra expone la decadencia de la
condición humana a través de una estructura muy compleja en Volverás a Región
A partir de los años setenta la experimentación se abandona progresivamente debido al
ambiente de libertad que comenzó a proliferar en la cultura española, sobre todo tras la
muerte de Franco y la desaparición gradual de la censura. Esto supuso un mayor desarrollo
de la literatura, en tanto a que se amplió el mercado y el público, y la vuelta a la narratividad
Tema 6. La poesía española de 1939 a la actualidad
Tras la Guerra Civil el panorama poético queda empobrecido. Con García Lorca y Antonio
Machado muertos y el exilio de buena parte de los autores del 27, la llamada Edad de Plata
llega a su fin. Se produjo una doble visión de la creación poética. Por un lado, la España
peregrina, y por otro, los que se quedaron, que a su vez se dividían en vencedores y
vencidos.
A los poetas de la década de los cuarenta se les suele agrupar en diversas tendencias.
Respecto a la corriente desarraigada, es decir, aquellos que vivieron un exilio interior a la
espera de poder gritar su rabia, cabe destacar Cancionero y romancero de ausencias, obra
póstuma que fue escrita por Miguel Hernández mientras se encontraba en prisión. También
es importante mencionar dos libros publicados en 1944 que manifiestan un malestar de raíz
existencial: Hijos de la ira de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre. La
revista Espadaña obtuvo un papel significativo por su defensa de una poesía comprometida
con las circunstancias del ser humano. En cuanto a la poesía arraigada, hay que citar las
revistas Escorial y Garcilaso que reúnen a poetas como Leopoldo Panero y Luis Rosales, que
abordan temas amorosos, familiares y religiosos.
Hacia 1950 cobra auge la llamada poesía social que pretende transformar la sociedad y
denunciar las injusticias. El estilo de esta poesía está condicionado por su intención, debido
a ello predomina el lenguaje directo y coloquial. Como obras principales destacamos Pido la
paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos íberos de Gabriel Celaya.
A mediados de los 50 se consolida un nuevo grupo de poetas que, sin renunciar al
compromiso, anuncian un nuevo concepto de poesía que consolidarán en los 60. Para ellos,
lo esencial es la poesía como medio de conocimiento y expresión de las vivencias
personales. En función de la ciudad a la que pertenecen los autores, distinguimos dos
grupos: los de Madrid (Ángel González, Claudio Rodríguez) y los de Barcelona (Jaime Gil de
Biedma, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo). De esta generación resaltamos Don de la
ebriedad de Claudio Rodríguez y Las personas del verbo de Jaime Gil de Biedma.
En 1970, el crítico Castellet publica una polémica antología: Nueve novísimos poetas
españoles en la que incluye a poetas como Manuel Vázquez Montalbán, Pere Gimferrer,
Ana María Moix y Leopoldo María Panero. Se trata de poemas irracionalistas que provocan
la vuelta de las vanguardias, particularmente el surrealismo, retomando así la escritura
automática y el gusto por el “collage”. Sobresalen obras como Arde el mar de Gimferrer o
Así se fundó Carnaby Street de Leopoldo María Panero.
Tras la muerte de Franco, el grupo poético dominante es el de los novísimos. Durante los
años ochenta se desarrolla la llamada poesía de la experiencia. Este subgénero poético
resalta por su carácter urbano y el uso de la temática realista. Un ejemplo representativo es
la antología titulada La otra sentimentalidad del poeta Luis García Montero. Por otro lado,
destaca la poesía del silencio, poesía conceptual y de densidad expresiva que toma como
referente a Valente. Sobresalen autoras como Blanca Andreu, Luisa Castro o Elena Medel.
A la par que se produce el declive de la poesía de la experiencia, la poesía del siglo XXI vive
un auge en redes sociales. Gracias a estos medios los poetas pueden dar a conocer sus obras
sin necesidad de recurrir a las editoriales. Debido ello, han proliferado estéticas muy
variadas que hacen difícil establecer alguna línea dominante, por esta razón se le denomina
a esta época como el siglo de las individualidades. Es importante mencionar que las nuevas
tecnologías han consolidado una conciencia poética feminista.

También podría gustarte