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TEMA 4: LA NARRATIVA DE POSGUERRA: NOVELA EXISTENCIAL, SOCIAL Y

EXPERIMENTAL. LA NOVELA DEL EXILIO. CAMILO JOSÉ CELA, MIGUEL


DELIBES Y RAMÓN J. SENDER.

Tras el final de la guerra civil, la narrativa española viene marcada por el


sometimiento de los autores a la férrea censura de la posguerra. El nacimiento de
nuevas revistas y la creación de premios literarios de la categoría del Nadal, el
Planeta o el Biblioteca Breve, en los años cuarenta, cincuenta o sesenta, servirán
para favorecer el descubrimiento y difusión de autores de la talla de Carmen Laforet
o Miguel Delibes.
El ambiente literario de los años 40 refleja el difícil momento por el que están
pasando los españoles tras la Guerra Civil. Los primeros años están dominados por
el racionamiento, el hambre, el mercado negro, el aislamiento internacional y la
represión política. En cuanto a la creación literaria, una férrea censura impide la
publicación de ninguna obra que se cuestione la situación por la que está
atravesando el país. Por todos estos motivos no es de extrañar que la euforia de los
vencedores se contrapesara con el pesimismo y la angustia de los vencidos, igual
que sucedía en la poesía de estos años. Rota toda comunicación literaria con las
corrientes europeas, al impedir la censura la publicación de las novelas extranjeras
más relevantes, la única tradición a la que tienen acceso los autores de estos años
es a la novela de la generación del 98, principalmente Unamuno y Baroja. Ellos
serán los grandes maestros de los jóvenes narradores.
Los temas que aparecen en estas novelas son comunes con la poesía
desarraigada: la soledad, la frustración, la muerte... Sin embargo, como estaba
prohibida cualquier crítica social, los autores traspasan al ámbito de lo personal los
problemas sociales. Son por lo tanto novelas de personajes angustiados o
desarraigados que revelan el malestar social de estos años en su precaria
existencia. Las características de la novela existencialista son la presencia de un
protagonista individual, frecuentemente desorientado o marginado, la narración se
presenta en primera persona con predominio del monólogo interior y un tratamiento
lineal del tiempo.
Los escasos títulos que merecen citarse son La familia de Pascual Duarte (1942),
de Camilo José Cela; Nada de Carmen Laforet (1944) y La sombra del ciprés es
alargada (1948), de Miguel Delibes.
En los años 50 el panorama cambia sensiblemente. Hay una tímida liberalización y
la censura se relaja. El régimen franquista intenta una mínima apertura, buscando
un cierto reconocimiento internacional.
En el terreno literario se advierte un cambio: el realismo existencial desemboca,
desde 1950, en el realismo social. Representan esta corriente los mismos
escritores del realismo existencial y otros jóvenes autores, inquietos y con una
intención crítica evidente.
Los poetas, novelistas y dramaturgos del realismo social salen de su angustia
interior y contemplan lo que ocurre a su alrededor. Quieren denunciar la penosa
situación del país. Es la suya una literatura de urgencia, comprometida, que saca
a la luz las miserias, las injusticias y la falta de libertad. En los años cincuenta, Jean
Paul Sartre, creador del existencialismo francés y una de las figuras más polémicas
y sugestivas de nuestro tiempo, afirmó que “La literatura no debe reflejar solo la
realidad, sino explicarla e, incluso, transformarla”, que el escritor tiene una función
social.
Entre los autores neorrealistas encontramos novelistas procedentes del realismo
existencial (el ya citado Cela y Delibes –que sin seguir estrictamente las directrices
de la corriente escribió en estos años algunas de sus obras más conocidas, como El
camino (1950) y Mi idolatrado hijo Sisí, (1953).
Junto a los veteranos, hay otros jóvenes escritores que inician su andadura en los
50, y forman un nuevo grupo literario que ha recibido denominaciones como
generación del 55 o del medio siglo (Ana María Matute, Ignacio Aldecoa, Carmen
Martín Gaite, Juan Goytisolo, Juan García Hortelano y, sobre todo, Rafael Sánchez
Ferlosio, cuya obra El Jarama es un título emblemático de la novela social).
Citemos algunas de las características de la novela del realismo social:
El lenguaje es sencillo, directo. Intentan acercar la lengua literaria a la oralidad; en
cuanto a los diálogos, se aproximan al habla común, con frases cortas, repeticiones
y elipsis.
En cuanto a la estructura de las novelas, el capítulo tradicional dejará paso a la
"secuencia", así se consigue dar entrada a un mayor número de situaciones y
personajes.
Los personajes son representativos de los distintos grupos sociales; y cuando
aparece un protagonista suele ser un personaje débil, dubitativo o abatido por las
circunstancias. En estas novelas el espacio se limita y el tiempo se concentra: El
Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio dura unas 11 horas, y La Colmena, de Cela,
dos días y medio.
En la década de los 60 se empieza a hacer evidente en el panorama literario
español el enfrentamiento entre la tendencia de contenido social y la línea que
propone la necesidad de una renovación literaria que dirija la atención hacia la
búsqueda de nuevas vías formales y estructurales que saquen a la creación literaria
de su mimetismo realista. La representación más clara de que el desarrollo
económico de los sesenta y la apertura ideológica empiezan a dar sus frutos es la
creación de obras renovadas en la forma y en las técnicas, que ofrecen una amplia
gama de posibilidades expresivas junto con el acercamiento a temas antes vedados.
En 1962 Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, supone la síntesis perfecta de
las numerosas tendencias que se proponen en la producción narrativa española de
aquellos momentos. Las principales novedades que observamos en las nuevas
novelas son:
a) El narrador omnisciente desaparece y deja paso al llamado punto de vista único.
Así, la narración se produce desde la óptica de uno sólo de sus personajes: Cinco
horas con Mario (1966) de Miguel Delibes. El punto de vista puede ser múltiple, o
novela caleidoscópica, si se narra la historia desde la mirada de varios personajes
que muestran distintas interpretaciones de un mismo suceso.
b) Se generaliza la técnica narrativa del monólogo interior, consistente en dejar que
surja la voz del personaje en la narración libremente, tal y como se producen los
pensamientos en la mente, sin lógica. El tiempo pasa de ser lineal al desorden
cronológico, a veces el desorden temporal viene motivado por el intento de
reproducir los caprichosos mecanismos de la memoria.
c) El protagonista de la nueva novela suele entrar en conflicto con su entorno y
consigo mismo y se presenta deseoso de encontrar su identidad. No son héroes,
apenas son supervivientes.
d) Es relativamente frecuente que los autores experimenten con todos los recursos
a su alcance, suprimiendo los signos de puntuación totalmente o empleando solo
algunos.

La novela en el exilio. Características, autores y obras.


“La España peregrina” es el nombre con el que se conoce a los escritores españoles que
marcharon al exilio durante la dictadura franquista; toma su nombre de una revista editada
en México por exiliados españoles. Sus obras giran en torno a la nostalgia de la patria
perdida, el recuerdo de la guerra, la crítica e imprecación contra los vencedores del
conflicto, el deseo de recuperar el pasado, la experiencia dolorosa del exilio. Los autores
que escribían fuera de España no estaban sometidos a la censura y ello les permitió tratar
temas como la guerra civil o la recreación y añoranza de España con total libertad. No
obstante, en nuestro país el desconocimiento de sus obras fue grande; se publicaban en
editoriales mexicanas o argentinas -muchas fundadas por los propios españoles-y circularon
de forma clandestina por España, donde tardaron décadas en ser publicadas. A finales de los
años 60 se inicia la llamada “operación retorno” que culmina tras la muerte de Franco con
sendos decretos de indulto (1975) y amnistía (1976).
Evidentemente, no todos aquellos que partieron al exilio eran grandes escritores, pero sí se
cuentan entre ellos algunos de los nombres más destacados de nuestra narrativa, como
Francisco Ayala, Arturo Barea, Rosa Chacel, Manuel Andújar, Ramón J. Sender y Max
Aub.
CAMILO JOSÉ CELA
Camilo José Cela y Trulock (Iria Flavia, 1916-Madrid, 2002) fue académico de la
Real Academia Española y resultó galardonado, entre otros, con el Premio Príncipe
de Asturias de las Letras en 1987, el Premio Nobel de Literatura en 1989 y el
Premio Cervantes en 1995.
Cela es ante todo un magnífico narrador. Su concepción de la vida, bastante
negativa, podría recordarnos el pesimismo de Baroja. Por este motivo en su obra se
advierte muy a menudo un tono cruel y amargo que no puede ocultar una inmensa
compasión por el dolor humano y una mirada llena de ternura por los seres más
vapuleados y los más débiles.
Escribió poesía, cuentos (Once cuentos de fútbol), libros de viajes (Viaje a la
Alcarria), memorias, teatro, y hasta un Diccionario Secreto, donde aparecen las
voces más escatológicas del español y sus tacos más descriptivos. Pero fue en su
labor novelística donde consiguió algunas obras fundamentales para la narrativa
española del s. XX. Cela aplica una fórmula narrativa que le daría excelentes
resultados: una mezcla de realismo descarnado, humor negro, ternura, horror,
lirismo y vocabulario riquísimo que no esquiva la crudeza. Cela creía que la novela
es un género en libertad, un territorio abierto a la experimentación. Así cada novela
suya responde a una técnica distinta de novelar.
De su trayectoria novelística podemos citar Pabellón de reposo, escrita en 1945. Se
trata de una novela formada por los monólogos de los enfermos de un sanatorio
antituberculoso, con sus ilusiones y sus angustias. Mrs. Caldwell habla con su hijo
(1953) recoge las cartas imaginarias que una mujer enloquecida escribe a su hijo
muerto. Son verdaderos poemas en prosa.
Pero sobre todo destacan dos obras, una perteneciente a la llamada novela
existencialista de los 40, La Familia de Pascual Duarte, experimento violento y
amargo que desarrolla la confesión de un condenado a muerte y que dio origen al
tremendismo. En esta obra los personajes viven en un ambiente de marginación,
sumidos en la incultura, el dolor y la angustia. Esto hace que las historias giren en
torno a lo grotesco o repulsivo buscando con ello impactar al lector. Es obvia la
predilección por el mismo tipo de personajes, gente anodina y vulgar, quienes son
muchas veces inconscientes de su conducta de consecuencias malignas o incluso
trágicas, ya que se comportan de una forma irracional e instintiva. Por eso no son
culpables de los crímenes y de las atrocidades que cometen, puesto que su
mentalidad primitiva es un producto directo de la sociedad en la que viven. A través
del prisma del tremendismo, al lector se le presenta el hombre visto desde su parte
más miserable y degradada, como fruto de una realidad cruel y desvalida. El
lenguaje crudo, propio de los personajes primitivos, se usa como una especie de
espejo que intensifica todavía más la fealdad de la realidad retratada.
La colmena (1951) es su novela más importante y de las mejor escritas. Se ha dicho
de La Colmena que tiene "calidad de página" por la perfección formal de cada una
de sus secuencias. El tema central de la obra es la incertidumbre de los destinos
humanos. Otros temas recurrentes son: el hambre, el sexo, la hipocresía, el miedo y
el recuerdo de la guerra.
La colmena recoge dos días y medio en la vida de múltiples personajes en la ciudad
de Madrid. La ciudad es la verdadera protagonista, aunque Martín Marco sea el
personaje itinerante alrededor del cual se articulan los distintos ambientes que
vemos en la obra. Así aparecen los cafés, el mundo de la prostitución de medio pelo
y el de los burdeles más refinados, la clase media con sus estrecheces, el
proletariado con sus trapicheos para sobrevivir, el hambre y la generosidad en
varias ocasiones. Todas estas vidas tejen un vivir colectivo: el del Madrid de los
años 42 ó 43.
Este personaje colectivo puede presentarse ante nuestros ojos gracias a la
estructura en secuencias que permite al lector adentrarse en sus vidas como si
observara simultáneamente las distintas celdillas de una colmena de abejas. La
unidad de la obra se consigue gracias a las múltiples relaciones que tienen los
personajes entre sí. Y como fiel reflejo de la vida, La Colmena no tiene un
argumento lineal sino múltiple, y el final no está cerrado, puede suceder cualquier
cosa, es lo que llamamos estructura abierta. En su lenguaje literario combina el
retoricismo y la sencillez, el esperpento y el lirismo, el lenguaje más crudo y soez
con el más delicada, irónico y burlón.
Dentro de la novela experimental de la década de los sesenta podemos citar San
Camilo, 1936. Se trata de un largo monólogo interior, sin pausas ortográficas, que
recoge las experiencias del protagonista en Madrid la semana anterior al estallido de
la Guerra Civil.

MIGUEL DELIBES
Nació y murió en Valladolid, 1920-2010. Fue miembro de la Real Academia
Española desde 1975 hasta su muerte. Es una de las primeras figuras de la
literatura española posterior a la Guerra civil y fue reconocido con multitud de
galardones, incluido el Premio Cervantes y el Príncipe de Asturias de las Letras.
Delibes es uno de los grandes novelistas españoles. Su obra refleja los distintos
caminos por los que ha ido transcurriendo la novela durante los últimos sesenta
años: la novela existencial de los años cuarenta en La sombra del ciprés es
alargada; el realismo crítico de los años cincuenta con El camino; o la
experimentación formal de los años sesenta y setenta en Cinco horas con Mario
(1966). Se puso también de manifiesto una estrecha relación entre vida y literatura
en sus últimas obras, como Señora de rojo sobre fondo gris (1991) en la que
podemos percibir claramente la experiencia de la dura enfermedad de su esposa
que fallece en 1974.

Y en todas estas etapas Delibes siempre nos cuenta bien una historia, él cree que el
lector lo que busca en la novela es: "un hombre, un paisaje, una pasión".
Sus obras nos ofrecen mundos bien cohesionados donde los temas que prevalecen
son el amor a la naturaleza, la defensa de los débiles y oprimidos, la crítica clara y
rotunda de los prepotentes y opresores, la defensa de lo inocente que habita en el
hombre y que adquiere sus mejores representaciones en los niños, y la tolerancia,
imprescindible para superar los enfrentamientos por posturas diferentes.
Su lengua literaria busca la sencillez y la claridad en un relato bien contado, y lo
hace con un vocabulario muy rico en el que encontramos las palabras propias de los
ámbitos rurales o ciudadanos de sus novelas. También aparecen los distintos
registros del lenguaje, desde el culto al coloquial, familiar o incluso el vulgar y
fragmentario de los personajes analfabetos o deficientes.
De su extensa obra narrativa destacaremos tres novelas:
- El camino (1950) narra los recuerdos que surgen la última noche en su pueblo de
un niño de once años que debe partir a la mañana siguiente a la ciudad para
estudiar el Bachillerato como interno en un colegio. Su protagonista, Daniel "el
Mochuelo", quisiera quedarse en el pueblo con sus amigos, Roque "el Moñigo" y
Germán "el Tiñoso", descubriendo y disfrutando la vida en el campo. La ternura, el
humor y la nostalgia aparecen en este canto a la naturaleza y al afecto limpio y
sincero por todos los seres, humanos y animales, que pueblan sus páginas.
- Cinco horas con Mario (1966) narra, a través de un largo soliloquio, los reproches
que hace Carmen a su marido, muerto, durante la noche de su velatorio: nunca
quiso comprarle un seiscientos, era muy frío con ella, no le importaba quedar bien
en sociedad... En sus palabras podemos observar la enorme diferencia ideológica
de ambos protagonistas. Carmen es tradicional y de derechas. Considera "rojos a
todos aquellos que se separan del pensamiento oficial. Por su parte, Mario, un
catedrático de Instituto de ideología liberal, cristiano posconciliar, defiende a los
pobres quienes, según las palabras de su mujer, no se merecen ni tener ascensor.
En el fondo de los reproches que Carmen hace a su marido late la frustración
porque su marido no cedió ni un punto en su forma de entender la vida y en nada se
acercó a lo que para ella era importante. Además, ella revela de la culpa siente por
una infidelidad que, a pesar de su pensamiento tan tradicional, estuvo a punto de
cometer.
Los santos inocentes (1982) narra en seis capítulos el dominio que una familia
poderosa y rica ejerce sobre sus criados, a los que trata abusivamente. Frente a
este trato a menudo inhumano y vejatorio aparece la solidaridad de los humildes
para ayudarse mutuamente. La novedad de esta novela consiste en que cada uno
de los seis capítulos están escritos como una sola oración gramatical, sin puntos y
aparte. En la novela el pensamiento dominante de los señores y lo fragmentario y
primitivo de algunos personajes aparece directamente, sin guiones, trabado en la
voz de un narrador que es el hilo conductor de todo el relato.

RAMÓN J. SENDER (1901-1982)


Con apenas quince años, comienza Sender su fase de aprendizaje literario a través de
colaboraciones en la prensa del momento. Se matriculó en Filosofía y Letras en Madrid,
pero no pudo sostener esa disciplina y abandonó los estudios para formarse por su cuenta
leyendo vorazmente en las bibliotecas y comprando libros cuando podía. Compartió esa
vocación de escritor y periodista con su vocación política y las actividades revolucionarias
con grupos de obreros anarquistas. Luchó en la Guerra Civil, su mujer fue asesinada y él
llegó en 1939 a Nueva York, acompañado de sus dos hijos pequeños. Recaló en México,
donde fundó y dirigió Ediciones Quetzal, editorial que publicó varias novelas suyas. Ejerció
como docente en varias universidades de EE.UU. Regresó a España cuando le concedieron el
Premio Planeta por En la vida de Ignacio Morel (1969) y tras la muerte de Franco pasó largas
temporadas en su país natal. En 1980, solicitó desde San Diego (California) recuperar la
nacionalidad española y renunciar a la estadounidense. Murió dos años después, en Estados
Unidos, el 16 de enero de 1982. La producción narrativa de Ramón J. Sender es muy extensa
-y su temática variada-por lo que nos limitaremos a destacar algunos títulos. Su obra
maestra es Crónica del alba, escrita entre 1942 y 1946. Publicada inicialmente en México, no
fue editada en España hasta 1965. Los nueve libros que la componen se agrupan en tres
tomos. José Garcés, excombatiente republicano de la Guerra Civil española, rememora su
vida desde un campo de concentración del sur de Francia. Ello le permite a Sender tejer la
historia de la España que él conoció y vivió. La obra ha sido llevada al cine y a la televisión
varias veces. El tema de la Guerra Civil y el recuerdo de la patria perdida están presentes en
buena parte de su producción: 1) La guerra es tratada de modo simbólico entre una
duquesa y su criado en El rey y la reina (1949). 2) Réquiem por un campesino español
(1960), considerada una de las mejores novelas en castellano del siglo XX, se publicó por
primera vez en México en 1953, con el título original de Mosén Millán. La obra no se publicó
en España hasta 1974. También ha sido llevada al cine. En un pueblecito aragonés, el
párroco Mosén Millán se dispone a ofrecer una misa de réquiem por el alma de Paco el del
Molino, un joven campesino al que estuvo muy unido. Mientras aguarda a los feligreses, el
cura, atormentado por haber sido él quien condujo a los asesinos hasta el lugar donde se
escondía Paco, recuerda tanto los buenos momentos vividos con el joven antes de la guerra
como los días angustiosos de las sospechas, las delaciones y las ejecuciones. La novela
histórica La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964) es una visión personal del autor
de un episodio real y también tiene versión cinematográfica. Nos sitúa en el siglo XVI,
cuando el rey Felipe II encarga al vasco don Pedro de Ursúa una expedición para dar con el
famoso “El Dorado”, reino legendario donde se creía que existían abundantes minas de oro
y que, según las noticias que se tenían en ese momento, parecía que se encontraba en una
zona del río Amazonas próxima a Perú. Publicada en 1962, La tesis de Nancy, es una de las
novelas más divertidas de Ramon J. Sender. Nancy es una estudiante norteamericana recién
llegada a Sevilla para conocer la cultura española y redactar su tesis. A través de una mirada
aguda y llena de humor, el lector descubre su perplejidad ante una lengua y unas
costumbres que la confunden y atraen por igual.

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