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La fascinante historia de las palabras –991–

JEROGLÍFICO
Por miles de años la escritura jeroglífica fue un misterio para todo el mundo, porque
se habían perdido las claves de interpretación. Se tenía el nombre, hieroglyphikós
(sagrado + cincelar), que pasó del griego al latín como hieroglyphicus, y que llegó al
castellano como hieroglífico y después como geroglífico y jeroglífico. El jeroglífico es
una escritura propia de los templos, que representa ideas o palabras por medio de
figuras; es decir, poco tiene que ver con alfabeto o con fonética.
En julio de 1799, en el puerto egipcio de Rosetta, un soldado francés encontró una
piedra de basalto oscuro con extrañas inscripciones. En ese momento nadie sabía
que era una inscripción de Ptolomeo V (siglo II a.C.), escrita en tres lenguas:
jeroglífica, demótica y griega. El británico Thomas Young logró descifrar el nombre
de Ptolomeo, y el estudioso francés Jean-François Champollion (1822) pudo
identificar todos los demás dibujos. Finalmente, los jeroglíficos volvían a hablar.
Extra: Un antropólogo, experto en jeroglíficos, encontró una momia y la entregó al
Museo con estos datos: ‘Tres mil años de antigüedad, sexo femenino, sufría de los
dientes pero murió de infarto.’ Tras los análisis científicos más modernos todos los
datos fueron comprobados. El director del Museo se apresuró a preguntarle al
antropólogo: “¿Cómo supo usted que tenía problemas dentales y murió de
infarto?”
“¡Porque en una de las manos aún tenía la factura del dentista!”

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