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El desciframiento de la Piedra de Rosetta

Written by Eduard Tàpia

En 1822 Jean-François Champollion descubrió la manera de leer los jeroglíficos


egipcios mediante el estudio del contenido de la piedra Rosetta, un monolito en el
que figuraba inscrito un mensaje en tres idiomas antiguos: griego, demótico y
jeroglífico.

“Yo lo soy todo para Egipto y Egipto lo es


todo para mí.”
La vida de Jean-François Champollion (1790-1832) es una verdadera carrera
contrarreloj que da sentido a la monumental tarea
para la cual el lingüista francés se sintió en todo
momento preparado: el desciframiento de los
jeroglíficos. Hablamos de un apasionado orientalista
que ya con dieciséis años manifestó la sospecha
que la escritura jeroglífica del Egipto faraónico
estaba directamente relacionada con el copto, el
lenguaje egipcio coincidente con la era cristiana. En
sólo cuatro años, sin dejar de investigar y
profundizar sus conocimientos en otras lenguas
(árabe, hebreo, persa o sánscrito), Champollion fue
nombrado miembro de la Académie Delphinale de
Grenoble y profesor de la facultad de historia de la
misma ciudad. Antes de su exilio a Figéac (1816-
1817), tuvo tiempo de publicar su trabajo “L’Egypte
sous les Pharaons” (1814) y de elaborar una
gramática y un diccionario del copto.

Desde entonces y hasta 1822, Champollion retomó intensamente el estudio de los


jeroglíficos en Grenoble y en París. La fecha clave en esta tarea fue el 22 de
septiembre del mismo 1822, cuando el incansable lingüista hizo público a Lettre à
Monsieur Dacier que, estudiando la piedra Rosetta, había conseguido lo que
parecía imposible: descifrar los jeroglíficos egipcios. En 1828 viajó a Egipto y se
dedicó a la frenética recopilación de material que después traduciría. En veinte
meses puso a prueba in situ todos sus conocimientos. No es extraño, pues, que la
primera cátedra de egiptología de la historia se creara en 1831 en el Collège de
France expresamente para Champollion. Finalmente, el agotamiento venció a
Champollion, pero ni siquiera una muerte prematura no impidió que se publicaran
póstumamente —durante más de diez años— obras que habían quedado en el
cajón, entre ellas la Grammaire égyptienne y el Dictionnaire égyptienne.

“Je tiens l’affair!”


“¡Ya lo tengo!” fueron las primeras palabras de
Champollion a su hermano antes de comunicarle
que era capaz de descifrar la escritura sagrada del
Antiguo Egipto. Acto seguido, sufriría un desmayo
como resultado del agotamiento mental. Con la
ayuda de los grabados de la piedra Rosetta, que
ofrecían un mismo texto traducido a tres lenguas
(jeroglífico, demótico y griego), Champollion
acababa de demostrar que la escritura jeroglífica no
era exclusivamente simbólica como erróneamente
se había creído desde hacía siglos.

¿Cómo lo hizo?
En primer lugar, comparó el número de caracteres egipcios con el de palabras
griegas: 1.419 caracteres egipcios y 486 palabras griegas; por lo tanto, los
jeroglíficos no podían representar palabras, sino fragmentos de palabras.
Además, se fijó especialmente en aquellos grupos de símbolos jeroglíficos que
aparecían en un círculo (cartuchos) y que, según se pensaba, debían designar
nombres de personajes que reinaron. Por lo tanto, hacían referencia a nombres
propios que tanto en griego como en jeroglífico se deberían pronunciar del mismo
modo.

Si el texto griego hablaba de una alabanza al rey “Ptolmis” (Ptolomeo),


descendiente del general de Alejandro Magno, no costaría demasiado localizar los
correspondientes cartuchos para comprobar que, efectivamente, los egipcios
podían también hacer referencia a una entidad del mundo real (por ejemplo el
faraón) a través, no de uno, sino de más de un símbolo. ¿Se podría hablar pues
de la existencia de símbolos que representarían sonidos como en nuestros
alfabetos?

El hecho de que la palabra “faraón” (Ptah) y el mismo nombre del faraón


(Ptolemeu) presentara los dos mismos símbolos iniciales (p y t), parecía respon-
der afirmativamente a esta pregunta. Para reforzar el planteamiento, Champollion
sólo debía fijarse en nombres de regentes en otras fuentes que compartieran el
máximo de letras con el cartucho de Ptolmis. En el obelisco Filas aparecía el
nombre de Cleopatra, que ofrecía hasta cuatro letras comunes (p, t, o y l).
Con respecto a la letra T, Champollion dedujo que se podría escribir de dos
maneras diferentes, cosa que resultó correcta.

Este procedimiento permitía a Champollion ir confeccionando un primer alfabeto


de símbolos fonéticos (fonogramas), con el cual se aventuró a descifrar más
cartuchos, como este:

Las letras que conocía eran las siguientes:

123456789
AL?SE?TR?

Así, dedujo que este nombre era el de ALKSENTRS (Alexandre), y añadió 3


símbolos nuevos a su diccionario.

Mediante este procedimiento, en pocas semanas, estudiando numerosos


cartuchos disponibles no traducidos todavía, llegó a definir alrededor de 100
signos jeroglíficos.

Pero no acabaron aquí sus descubrimientos. Los jeroglíficos no eran tan sencillos.

Imágenes que representan sonidos


Los éxitos de Champollion no radican sólo en identificar algunos signos
jeroglíficos con letras que representan sonidos (fonogramas), sino también en
descubrir por qué se escogían precisamente estos signos para cada sonido. Esto
lo consiguió gracias a sus grandes conocimientos de copto, lengua emparentada
con el egipcio de la época faraónica. Los signos jeroglíficos no dejaban de ser
figurativos (representaban objetos, como por ejemplo, un león) y fue al expresar
estas imágenes en copto, cuando Champollion se dio cuenta de que se escogía la
imagen para representar los sonidos iniciales. Por ejemplo, un león para
representar el sonido inicial: "L".
La complejidad de la escritura jeroglífica se hacía bien patente,
puesto que un mismo nombre podía componerse de ideogramas y
fonogramas. Por ejemplo, en el cartucho siguiente:

representa el Sol, pronunciado RA en copto. En la piedra Rosetta,


Champollion encuentra el segundo símbolo traducido al griego por
“nacimiento”, que en copto se pronuncia como MS. Finalmente, los
dos últimos signos ya los había descrito en su diccionario como SS.
Así, dedujo el nombre de RAMSSS, Ramsés, el faraón del gran
Éxodo hebreo.

Acto seguido, traduce también el siguiente:

El pájaro del jeroglífico representa un ibis, que a su vez es símbolo


del dios egipcio Thot. La traducción sería, pues: THOTMSS,
Tutmosis, otro famoso faraón.

Estas fueron los primeros pasos de Champollion a la hora de


resolver el misterio de los jeroglíficos. Unos años después, —con el
sistema más perfeccionado—, llegaría a la conclusión de que el
jeroglífico era un combinado complejo de ideogramas, fonogramas y
determinativos (símbolos para evitar ambigüedades). Desde enton-
ces, la egiptología se serviría de todos estos estudios para seguir investigando.

Diccionario jeroglífico
Champollion descubrió que los jeroglíficos representaban sonidos o conjuntos de
sonidos. Pretendían plasmar por escrito el lenguaje hablado. Pero a menudo los
jeroglíficos omitían las vocales y por esto hay palabras que nunca sabremos
completamente como se pronunciaban. Los jeroglíficos, además, se podían
escribir de izquierda a derecha, de derecha a izquierda o de arriba abajo. Para
saber en qué sentido de los dos primeros se deben leer, debemos fijarnos si
aparecen símbolos que representen hombres o animales. Si miran hacia la
izquierda, el texto se leerá de izquierda a derecha.
¿La maldición de los faraones?
Las dificultades en la historia francesa del desciframiento de la piedra Rosetta
escasean y hacen pensar, incluso, que el secreto de los faraones no debería
haber sido descubierto. Veamos aquí algunos ejemplos:

 1801: La piedra no llegaría nunca a Francia, país de sus descubridores


originales. Tras la victoria de los británicos sobre los franceses en Egipto, el
destino definitivo del “botín de guerra” será el British Museum.
 1807-1809: Una iluminación inadecuada provoca estrabismo en el ojo
izquierdo de Champollion.
 1815: La Académie Delphinale de Grenoble niega a Champollion la
publicación de su gramática del copto, lengua clave, según él, para el
análisis de la estructura jeroglífica.
 1816-1817: Champollion es exiliado por los monárquicos a Figéac y
desposeído de sus cargos en Grenoble, por haberse posicionado a favor
de Napoleón Bonaparte.
 1822: Apenas había comunicado a su hermano que ha empezado a leer
jeroglíficos, Champollion se desmaya. La fiebre, producto de los nervios, lo
mantendrá varios días alejado del trabajo.
 1832: La fatiga y una infección que ha contraído en Egipto, acaban con la
vida del joven Champollion.

La clave de todo
La piedra Rosetta es un invitado indispensable en la fiesta
del nacimiento de la egiptología. Esta importancia se
origina gracias a la última frase del texto que encontramos
grabado: “Este decreto ha de ser escrito sobre piedra con
los símbolos de la escritura sagrada jeroglífica, popular
demótica y griega”. La tranquilidad de saber que el texto en
la enigmática lengua contenía la misma información que el
texto griego, no sólo animó a Champollion, sino también a
Silvestre de Sacy (1758-1838), Thomas Young (1773-
1829) o Karl Richard Lepsius (1810-1884), entre otros.
Como vemos, todo un reto que seducía a cualquiera.

Revisado y adaptado para “Metodología de la ciencia histórica” del espacio Historia del
Arte y la Cultura (Fo.Ba.) por el profesor Daniel Egusquiza. (2012)

Historia relacionada (video):


http://www.dailymotion.com/video/xxkkgf_el-secreto-de-los-jeroglificos-piedra-
rosetta_tech (50min. en español)

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