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Job
Salmos
Proverbios
Eclesiastés
El Cantar de los Cantares
Sabiduría
Eclesiástico
A los libros históricos sigue, en el Canon del Antiguo Testamento, el grupo de los libros llamados
didácticos (por su enseñanza) o poéticos (por su forma) o sapienciales (por su contenido
espiritual), que abarca los siguientes libros: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los
Cantares, Sabiduría, Eclesiástico. Todos éstos son principalmente denominados libros
sapienciales, porque las enseñanzas e instrucciones que Dios nos ofrece en ellos, forman lo que
en el Antiguo Testamento se llama Sabiduría, que es el fundamento de la piedad. Temer ofender a
Dios nuestro Padre, y guardar sus mandamientos con amor filial, esto es el fruto de la verdadera
sabiduría. Es decir, que si la moral es la ciencia de lo que debemos hacer, la sabiduría es el arte de
hacerlo con agrado y con fruto. Porque ella fructifica como el rosal junto a las aguas (Ecli. 39, 17).
Bien se ve cuán lejos estamos de la falsa concepción moderna que confunde sabiduría con el
saber muchas cosas, siendo más bien ella un sabor de lo divino, que se concede gratuitamente a
todo el que lo quiere (Sab. 6, 12 ss.), como un don del Espíritu Santo, y que en vano pretendería el
hombre adquirir por sí mismo. Cf. Job 28, 12 ss. La Liturgia cita todos estos libros, con excepción
del de Job y el de los Salmos, bajo el nombre genérico de Libro de la Sabiduría, nombre con que el
Targum judío designaba el Libro de los Proverbios (Séfer Hokmah).
Los libros sapienciales, en cuanto a su forma, pertenece al género poético. La poesía hebrea no
tiene rima, ni ritmo cuantitativo, ni metro en el sentido de las lenguas clásicas y modernas. Lo único
que la distingue de la prosa, es el acento (no siempre claro), y el ritmo de los pensamientos,
llamado comúnmente paralelismo de los miembros. Este último consiste en que el mismo
pensamiento se expresa dos veces, sea con vocablos sinónimos (paralelismo sinónimo), sea en
forma de tesis y antítesis (paralelismo antitético), o aún ampliando por una u otra adición
(paralelismo sintético). Pueden distinguirse, a veces, estrofas.
Al género poético pertenece también la mayor parte de los libros proféticos y algunos capítulos de
los libros históricos, p. ej. la bendición de Jacob (Gén. 49), el cántico de Débora (Jueces 5), el
cántico de Ana (I Rey. 2), etc.
La acción de gracias
La acción de gracias individual constituye el reverso luminoso de la sombría doxología judicial. En
ella se hace referencia a un acto salvífico de experiencia personal. Por eso, de una forma u otra, la
narración de lo incluido siempre forma parte de dichos cantos. El orante se hallaba en una
situación difícil de resolver, invocó a YHWH, le prometió un sacrificio e hizo voto de alabarlo y
YHWH lo ayudó: "Con holocaustos entraré en tu Casa, te cumpliré mis votos, los que pronunciaron
mis labios, los que en la angustia pronunció mi boca" (Sal 66,13s).
Ahora bien, para hacer esta confesión no se dirige ya a Dios, sino a la comunidad: "Venid a oír y os
contaré, vosotros todos los que teméis a Dios, lo que él ha hecho por mí" (66,16). El orante desea
manifestar ante la comunidad lo que solo él ha experimentado en la intimidad de su persona,
porque en una situación semejante todos han de comportarse como él, todos deben atreverse con
YHWH: "¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!: "Los que a
YHWH teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadlo, temedle raza toda de Israel".
Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, más
cuando le invocaba lo escuchó" (Sal 22,23-25). Es como si tal experiencia de salvación le hubiera
sido concedida al individuo únicamente para que la transmitiera a la comunidad, como si
perteneciera a ella y no a la persona directamente beneficiada.
El reconocimiento ante la comunidad de tales acciones de Dios y su justa y necesaria celebración
se convierte con frecuencia en una ocasión de enseñanza moral para toda la asamblea: "Amad a
YHWH, todos sus amigos; a los fieles protege YHWH, pero devuelve muy sobrado al que obra por
orgullo. ¡Valor, que vuestro corazón se afirme, vosotros todos que esperáis en YHWH!" (Sal 31,24-
25).
Existió en Israel, además, otro modo de cantar la acción de gracias particular a YHWH. Un modo
de agradecer más permanentemente la intervención del Dios que da la vida. No se entonaba un
himno, sino que se imponía a un recién nacido un nombre que hacía referencia a la situación de
sus padres antes, durante o después del nacimiento. Así Isaac (Yitzjaq) es la forma abreviada de
Yitzjaq-El, que significa: Dios ha sonreido, en alusión a la risa de Abraham ante el increíble anuncio
de su nacimiento (cf. Gn 17,17). Cuando Isabel tuvo su hijo en la vejez, sus vecinos se
congratulaban con ella porque "YHWH le había hecho gran misericordia" (Lc 1,57). Por eso se
empeñó en que había de llamarse Yw-Hanan (hebr. Misericordia de YHWH = Juan) a pesar de que
nadie en su familia llevase ese nombre. Otra forma del mismo nombre es Hanan-Yah (Ananías). La
misma intención estaba involucrada en el nombre fenicio del famoso militar cartaginés Hani-Baal
(misericordia de Baal: Aníbal). Otros nombres que reconocen el don de Dios en un hijo son Natan,
Yw-Natan y Natan-Yah (hebr. YHWH ha dado: Jonatán y Natanías), o sus variantes El-Natan y
Natana-El (hebr. Dios ha dado). El reconocimiento del consuelo de un nuevo hijo ante la pérdida
anterior de otro niño se expresaba con el nombre de Nehem-Yah o Nahum (hebr. YHWH ha
consolado: Nehemías). De todos estos modos la vida misma de esos hombres era un
reconocimiento de la bondad que Dios había tenido con sus padres.
En todo momento el orante israelita recordaba, en su acción de gracias personal, las principales
obras salvíficas de YHWH en favor de su pueblo: "Venid y ved las obras de Dios, temible en sus
gestas por los hijos de Adam: él convirtió el mar en tierra firme, el río fue cruzado a pie" (Sal 66,5-
6).
Existe una serie de cantos que contienen la aclamación "¡YHWH reina!". Éstos son los siguientes:
Sal 24,10: "YHWH Sebaot, él es el rey de gloria".
Sal 47,3: "Porque YHWH, el Altísimo, es terrible, Rey grande sobre toda la tierra".
Sal 93,1: "Reina YHWH, de majestad vestido, YHWH vestido, ceñido de poder, y el orbe está
seguro, no vacila".
Sal 96,10: "Decid entre las gentes: "¡YHWH es rey!" El orbe está seguro, no vacila; él gobierna a
los pueblos rectamente.
97,1-2: "Reina YHWH! ¡La tierra exulte, alégrense las islas numerosas! Nube y Bruma densa en
torno a él, Justicia y Derecho, la base de su trono".
98,5-6: "Salmodiad para YHWH con la cítara, con la cítara y al son de la salmodia; con las
trompetas y al son del cuerno aclamad ante la faz del rey YHWH".
99,1-2: "Reina YHWH, los pueblos tiemblan; se sienta en querubines, la tierra se estremece;
grande es YHWH en Sión".
Para entender estos cantos es necesario observar que en algunos textos importantes la expresión
reina se aplica también a señores terrenos. La proclamación del nuevo rey se realizaba, por
ejemplo, con esta invocación: "Absalón es rey en Hebrón" (2 Sa 15,10) o "Jehú es rey" (2 Re 9,13).
La expresión "decid entre las gentes: "¡YHWH es rey!" permite concluir que en los cantos
mencionados se tenían presentes las palabras del anuncio de la proclamación de un soberano.
Tales cantos celebran, por consiguiente, la entronización de YHWH.
La idea de que alguien sea constituido rey aparece ya en el poema babilonio de la creación:
"Cuando los dioses, sus padres, vieron el resultado de su oráculo, se alegraron y le rindieron
homenaje, diciendo: "Marduk es rey". Le impusieron luego la corona, el cetro y el manto" (citado
por H. Gunkel, Introducción a los salmos, Valencia 1983, p.111). La misma idea fue aplicada a
YHWH por los profetas en Israel, poniendo su esperanza en el dominio definitivo de Dios en la
ciudad santa: "Se afrentará la luna llena, se avergonzará el pleno sol, cuando reine YHWH Sebaot
en el monte Sión y en Jerusalem, y esté la Gloria en presencia de sus ancianos" (Is 24,23).
El hecho de que los cantos sitúen la frase es rey en un lugar destacado y que estén llenos de
imágenes características de la ceremonia de entronización, permite suponer, no sólo que aprueban
la aplicación del título de rey a YHWH, sino también que se inspiran en los poemas reales y
trasladan sus motivos a un plano espiritual.
Las particularidades de esta fiesta son todavía una cuestión discutida, pero dos cosas parecen
probables: la fiesta celebraba en forma de drama la entronización de YHWH sobre el mundo, y era
además una fiesta desbordante de alegría. El Salmo 24 nos puede ofrecer, a través de los
versículos 7-10, una muestra del ceremonial de esta fiesta. Un grupo de participantes en el culto se
halla de pie ante las puertas del santuario. Solicitan que se abran las puertas para que "entre el
Rey de la gloria" (v. 7.9). A este grupo reunido para una procesión se le pregunta dos veces:
"¿Quién es el Rey de la gloria?" (v.8.10). Esto supone un canto antifonal muy probablemente
conectado con la entrada del Arca en el templo de Jerusalem, y es la ocasión para proclamar
"YHWH Sebaot, él es el rey de gloria". También era la ocasión de recordar al pueblo las
condiciones para ser admitidos en el recinto sagrado: "El de manos limpias y puro corazón, el que
a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura. Él logrará la bendición de YHWH, la justicia del
Dios de su salvación. Tal es la raza de los que le buscan, los que van tras tu rostro, oh Dios de
Jacob" (v.4-6).
El sacrificio de alabanza
En algunos textos podemos percibir claramente que el canto de himnos acompañaba el
ofrecimiento de los sacrificios. Con referencia a la restauración cultual del rey Ezequías leemos: "Al
comenzar el holocausto, comenzaron también los cantos de YHWH, al son de las trompetas y con
el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de Israel. Toda la asamblea estaba postrada,
se cantaba cánticos y las trompetas sonaban. Todo ello duró hasta que fue consumido el
holocausto. Consumido el holocausto, el rey y todos los presentes doblaron las rodillas y se
postraron. Después, el rey Ezequías y los jefes mandaron a los levitas que alabasen a YHWH con
las palabras de David y del vidente Asaf; y ellos cantaron alabanzas hasta la exaltación, e
inclinándose, adoraron" (2 Cro 29,29-30). Y cuando el sacerdote Simón II (220-195 a.C.) ofrecía las
libaciones sobre el altar "todo el pueblo entonces de repente, en masa, caía rostro en tierra, para
adorar a su Señor, al Todopoderoso, Dios Altísimo. Y los salmistas también le alababan con sus
voces, el son vibrante formaba una dulce melodía" (Eclo 50,17-18).
Pero en algunos textos, el sacrificio de alabanza es mencionado en situación de superioridad
respecto al sacrificio sangriento: "No es por tus sacrificios por los que te acuso: ¡están siempre
ante mí tus holocaustos! No tengo que tomar novillo de tu casa, ni machos cabríos de tus
apriscos... El que me ofrece sacrificios de acción de gracias me da gloria, al hombre recto le
mostraré la salvación de Dios" (Sal 50,8-9.23). Otras veces como equivalente del sacrificio
vespertino: "Valga ante ti mi oración como incienso, el alzar de mis manos como oblación de la
tarde" (Sal 141,2). Le agrada a Dios más la música que la carne de los animales: "El nombre de
Dios celebraré en un cántico, le enzalsaré con la acción de gracias; y más que un toro agradará a
YHWH, más que un novillo con cuernos y pezuñas" (Sal 69,31-32).
Estas aclamaciones provienen de las tradiciones de los cantores del templo, quienes, sin duda,
tenían sus buenas razones para oponer su concepción un tanto revolucionaria del culto a la
defendida entonces por la clase superior, los sacerdotes. Tales afirmaciones eran, pues,
exageradas y, seguramente, sus mismos autores las consideraban radicales, aptas para sacudir
del pueblo esa seguridad que amenazaba incesantemente el culto sacrificial. Pero eso no
significaba que se pretendía una sustitución de los sacrificios materiales. No hay que olvidar que
los profetas a veces condenan tanto el sacrificio sangriento como los cantos cuando no hay una
adecuada actitud de corazón que los respalde: "Si me ofrecéis holocaustos no me complazco en
vuestras oblaciones, ni miro a vuestros sacrificios de comunión de novillos cebados. ¡Aparta de mi
lado la multitud de tus canciones, no quiero oír la salmodia de tus arpas!" (Am 5,22-23).
Sal 18 2 Sam 22
Sal 14 Sal 53
b- Oración de la comunidad.
Después de la invocación a YHWH, se ofrece una retrospectiva histórica que contempla la labor de
salvación realizada por YHWH en tiempos anteriores y que culmina con un llamamiento al Dios de
Israel para que confirme su fidelidad salvadora. La descripción de las desdichas, los clamores
pidiendo ayuda, las reflexiones y las preguntas determinan la parte principal de la oración.
Sal 44: "Oh Dios, con nuestros propios oídos lo oímos, nos lo contaron nuestros padres, la
obra que tú hiciste en sus días, en los días antiguos, y con tu propia mano".
De un modo similar al caso de la súplica individual, aquí es la nación entera la que se encomienda
al juicio de Dios en una situación de fracaso ante una agresión extranjera: "Y con todo, nos has
rechazado y confundido, no sales ya con nuestras tropas, nos haces dar la espalda al adversario,
nuestros enemigos saquean a placer" (10-11). También el pueblo en su conjunto tiene conciencia
de su inocencia: "Nos llegó todo esto sin haberte olvidado, sin haber traicionado tu alianza. ¡No
habían vuelto atrás nuestros corazones, ni había dejado nuestros pasos tu sendero, para que tú
nos aplastaras en morada de chacales, y nos cubrieras con la sombra de la muerte!" (18-20).
La comunidad orante sabe muy bien que su propia existencia se funda en un acto gratuito de
salvación divina en la época de sus antepasados: "Para plantarlos a ellos, expulsaste naciones,
para ensancharlos, maltrataste pueblos; no por su espada, conquistaron la tierra, ni su brazo les
dio la victoria, sino que fueron tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque los amabas" (3-4).
Por eso permanece fiel y constante en la alabanza, confiando en que YHWH también seguirá
manteniendo su promesa: "¡Alzate, ven en nuestra ayuda, rescátanos por tu amor!". La hostilidad
que se padece no hace más que evidenciar la pertenencia del pueblo a YHWH: "Por ti se nos mata
cada día, como ovejas al matadero se nos trata" (44,23).
Este versículo hizo concluir a muchos que la situación es la de una persecución religiosa a causa
del cumplimiento de la Ley. El Talmud (Sotá 48a) refiere que durante la época de los macabeos los
levitas cantaban diariamente: "¡Despierta ya! ¿Por que duermes, Señor?" (Sal 44,24a). También
Calvino en su Comentario de los Salmos escribió: "No sabemos con seguridad quién fue el autor
del salmo. Pero, eso sí, consta claramente que fue compuesto por alguien distinto de David. Las
lamentaciones que contiene encajan muy bien en la época desgraciada y calamitosa en la que
hacía sus estragos la tiranía brutal de Antíoco, a menos que queramos darle mayor amplitud a la
época, ya que, después del regreso del destierro, no hubo prácticamente ningún tiempo que
estuviera libre de grandes calamidades".
Sal 126,1-3: "Cuando YHWH hizo volver a los cautivos de Sión, como soñando nos
quedamos; entonces se llenó de risa nuestra boca y nuestros labios de gritos de alegría.
Entonces se decía entre las naciones: ¡Grandes cosas ha hecho YHWH con éstos! ¡Sí,
grandes cosas hizo con nosotros YHWH, el gozo nos colmaba!"
La visión retrospectiva que nos presenta el comienzo de este Salmo nos remite de un modo
clarísimo al regreso del destierro babilónico después del año 538 a.C. El contraste enunciado en
los vv.5-6: "al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo sus gavillas",
guardan correspondencia con la situación de llanto y con la negación a cantar durante el exilio
afirmada en un Salmo rezado durante el destierro: "A orillas de los ríos de Babilonia estábamos
sentados y llorábamos, acordándonos de Sión; en los álamos de la orilla teníamos colgadas
nuestras cítaras... ¿Cómo podríamos cantar un canto de YHWH en una tierra extraña?" (137,1-
2.4). Al regreso sí se podía cantar con alegría.
¿Cómo entender, entonces, la súplica: "¡Haz volver, YHWH a nuestros cautivos como torrentes en
el Néguev!" (v.4)? ¿Cómo se puede celebrar el retorno si, a la vez, se lo está suplicando? La
situación descrita con motivo de los Salmos de alabanza imperativos explica que, a pesar del
regreso, las esperanzas abrigadas durante el destierro no se habían cumplido todavía. Si la
alabanza expresaba la confianza en YHWH que reina y movía a la esperanza, la súplica confirma
una vez más esa confianza que YHWH cambiará la situación como se transforma el desierto al
llegar la estación de lluvias, llenándose sus wadi de corrientes impetuosas.
Salmos de fiestas
Son los cánticos vinculados a la celebración litúrgica de alguna de las festividades religiosas del
calendario israelita. La principal era la fiesta de las Tiendas, para el año nuevo.
Sal 50,1-3.5-6: "El Dios de los dioses, YHWH, habla y convoca a la tierra desde oriente hasta
occidente. Desde Sión, la hermosa sin par, Dios resplandece, viene nuestro Dios y no callará...
"¡Congregad a mis fieles ante mí, los que mi alianza con sacrificio concertaron!" Anuncian los cielos
su justicia, porque es Dios mismo el juez".
Sal 81,3: "¡Entonad la salmodia, tocad el tamboril, la melodiosa cítara y el arpa; tocad la trompeta
al nuevo mes, a la luna llena, el día de nuestra fiesta! Porque es una ley para Israel, una norma del
Dios de Jacob; un dictamen que él impuso en José, cuando salió contra el país de Egipto".
Estos dos Salmos podían ser parte de una gran fiesta en la que el pueblo se reunía en un lugar de
culto para celebrar la renovación de la alianza con Dios. En el marco de la misma se oía la lectura
de las cláusulas del pacto y se hacía el propósito de renovarlo de todo corazón. Detalles de estos
Salmos evocan la escena de la manifestación de YHWH en el Sinaí : "Delante de él, un fuego que
devora, en torno a él, violenta tempestad; convoca a los cielos desde lo alto, y a la tierra para
juzgar a su pueblo" (50,3-4). El contenido de la Alianza es el del pacto sinaítico: "No haya en ti dios
extranjero, no te postres ante un dios extraño; yo, YHWH, soy tu Dios, que te hice subir del país de
Egipto; abre toda tu boca, y yo la llenaré" (81,10-11).
Celebrada en los antiguos santuarios israelitas del norte primero (¿en Siquem?), tal vez después
en Jerusalem, esta fiesta era la ocasión para que los levitas ofrecieran una instrucción al pueblo
congregado.
V. El Salterio en la primitiva
predicación cristiana
Uno de los problemas esenciales que se planteó a los predicadores y a los autores de los escritos
apostólicos fue el de encontrar un lenguaje adecuado para presentar a Jesús y hacer comprender
el misterio subyacente a su vida entre los hombres y a su glorificación más allá de la muerte.
Puesto que tanto Jesús como los primeros anunciadores de la Buena Noticia eran judíos
arraigados en la cultura judía de su tiempo, las Escrituras y la tradición viva vinculada a ellas
constituían el terreno en que se fundaba su pensamiento, su oración y toda su vida. Éstas fueron la
fuente esencial del lenguaje que tenían a su disposición para traducir el mensaje que tenían la
misión de anunciar. Entre todas las Escrituras, los Salmos ocuparon un lugar muy importante.
La pasión de Jesús
No todos los aspectos del misterio del Mesías Jesús se presentan reflejados en los textos del
Salterio a los ojos de los autores de la Tradición apostólica. La concepción virginal de Jesús no
figura en ellos para nada; para expresar este misterio recurrieron a los escritos de los profetas. Sin
embargo, la consideración global del misterio que se desplegó en su vida impone la relectura de
varias categorías de salmos: salmos reales, salmos del justo doliente, salmos de sabiduría. Es el
examen de estos textos lo que mostrará cómo la oración de Israel ofreció un lenguaje para
expresar lo esencial de la doctrina cristiana.
Como lo exigía la formulación del anuncio pascual, los relatos de la pasión de Jesús hacen
constantes referencias a los lugares de la Escritura donde los primeros creyentes encontraron la
explicación del escándalo de la cruz. Estos relatos no son narraciones biográficas ni apologéticas,
sino narraciones teológicas, hechas desde la fe, en los que se expone la dimensión profunda de los
hechos, accesible solamente para el creyente.
Los autores no muestran ningún interés por hacer un relato exhaustivo de los hechos. Pasan por
alto muchas escenas y dejan otras en la penumbra. Quien pretenda leer los textos con ánimo de
historiador podrá quedar insatisfecho al comprobar las grandes lagunas que existen en la narración
y los desacuerdos entre los cuatro relatos.
Los autores tampoco quieren hacer una apologética frente aquellos que llevaron a Jesús a la
muerte. Es verdad que la figura de Jesús resplandece por su inocencia frente a la perversidad de
sus jueces y sus acusadores. Pero en ningún momento se encuentra una palabra de condena
hacia los responsables. Por el contrario, el relator va señalando implacablemente el proceder
mezquino y culpable de los mismos seguidores de Jesús.
Los relatos de la pasión se dirigen a lectores creyentes, como una profundización del contenido del
anuncio pascual. Los autores narran los incidentes de la pasión de Jesús y los ilustran con citas y
alusiones de las Escrituras, para que se advierta que todo lo sucedido está en conformidad con
ellas. De este modo se detienen en aquellos hechos que encuentran resonancia en la Escritura,
aunque puedan ser de menor interés en otro orden (por ejemplo el reparto de los vestidos, el
vinagre como bebida), omitiendo otros detalles que los historiadores juzgarían como más
importantes (por ejemplo la precisión cronológica, la forma de la cruz, el modo como Jesús fue
fijado en ella). En una lectura atenta de la pasión en los cuatro evangelios se pueden encontrar
varias referencias a los salmos, entre los que se destacan especialmente el 22 y el 69.
El Salmo 69.
¿Qué sugiere en sí mismo el texto completo del Salmo leído desde su sentido literal? El salmo
evoca una situación de angustia de un acusado injustamente de robo: "Son más que los cabellos
de mi cabeza los que sin causa me odian; más duros que mis huesos los que me hostigan sin
razón. ¿Lo que yo no he robado tengo que devolver?" (v.5). Tal vez el orante también fue
encarcelado a causa de la falsa acusación: "Porque YHWH escucha a los pobres, no desprecia a
sus cautivos" (v.34). La descripción de sus padecimientos "en el cieno del abismo, sin poder hacer
pie" (v.3) podría ser más que una imagen metafórica, si tenemos en cuenta la prisión de Jeremías
en una cisterna fangosa (Jer 38,6). Él también tuvo que ser salvado antes que el agua de las
lluvias lo ahogaran. Una súplica análoga de parte de un prisionero encontramos en una oración
mesopotámica: "Tu siervo está arrojado a una catástrofe. ¡Retira tu castigo! ¡sácalo del fango!
¡rompe su cadena, desata sus ataduras; aclara sus alucinaciones, entrégalo al Dios que lo creó!
¡concede a tu siervo la vida, para que él alabe sin cesar tus hazañas guerreras, para que glorifique
tus proezas en todas las moradas!" (Citado por Kraus, H.-J., Los Salmos II, p.98).
Este sufrimiento se estaría sumando a uno que viene padeciendo anteriormente, tal vez una
enfermedad: "acosan al que tú has herido, y aumentan la herida de tu víctima" (v.27). Esa dolencia
puede ser lo que daba pie a la acusación, puesto que en la comprensión de la vida existente en el
mundo antiguo la conexión causal entre la culpa y el sufrimiento funcionaba como un dogma
religioso de primer orden que trataba de explicar el escándalo de innumerables desgracias y
conflictos. A la vista de las graves aflicciones y pruebas a las que se ve sometido, el orante, seguro
de su inocencia ante los cargos de sus acusadores, pero conciente de su condición pecadora ante
Dios, acoge el sufrimiento como purificación y se confía al poder protector y salvífico de YHWH:
"Tú, oh Dios, mi torpeza conoces, no se te ocultan mis ofensas" (v.6); "¡tu salvación, oh Dios, me
restablezca!" (v.30).
La época de composición del salmo puede deducirse de los v.36s: "Salvará Dios a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá: habitarán allí y las poseerán; la heredará la estirpe de sus
siervos, los que aman su nombre en ella morarán". Puede tratarse de la época que siguió
inmediatamente al destierro. La afirmación: "me devora el celo de tu casa" (v.10) podría estar
señalando al orante como uno de aquellos que anhelaban la reedificación del Templo, a diferencia
de la gran mayoría de indiferentes que se burlan de él: "Este pueblo dice: "¡Todavía no ha llegado
el momento de reedificar la Casa de YHWH!" ¿Es acaso para vosotros el momento de habitar en
vuestras casas artesonadas, mientras esta Casa está en ruinas?" (Ag 1,2.4). El celo del orante es
visto como fanatismo religioso por los indiferentes: "Si mortifico mi alma con ayuno, se me hace un
pretexto de insulto; si tomo un sayal por vestido, para ellos me convierto en burla, cuento de los
que están sentados a la puerta, y copla de los que beben licor fuerte" (v.11-13).
Este salmo es el cántico de un siervo de YHWH que sufre por amor de su Dios: "Por ti sufro el
insulto, y la vergüenza cubre mi semblante... no retires tu rostro de tu siervo, que en angustias
estoy, pronto, respóndeme" (v.8.18). Él es ejemplo y testimonio para todos los que, como pobres,
buscan y esperan la ayuda de YHWH. Con él y en él están en juego la confianza y la esperanza de
otras personas: "¡No se avergüencen por mí los que en ti esperan, oh YHWH Sebaot! ¡No sufran
confusión por mí los que te buscan, oh Dios de Israel!" (v.7). Su salvación demostrará la realidad
salvífica de Dios y dará confianza y alivio.
Si tenemos en cuenta que estos enunciados singulares superan ampliamente toda referencia
individual, podremos comprender inmediatamente por qué la comunidad primitiva vio anunciada en
este salmo la actividad y el sufrimiento de Jesús. Después de la purificación del Templo, "sus
discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu casa me devorará" (Jn 2,17). En el
relato joánico se concentra la totalidad de la pasión de Jesús en el cumplimiento del Sal 69,5: la
oposición de los adversarios de Jesús "es para que se cumpla lo que está escrito en su Ley: Me
han odiado sin motivo".
En el momento de la llegada al Gólgota, el evangelista Mateo dice: "le dieron a beber vino
mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso beberlo" (27,34). Marcos presenta una
variante: "Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó" (15,23). En este caso se trata de una
referencia con apoyo histórico, puesto que existía la costumbre de administrar a los condenados a
muerte un narcótico que atenuara sus padecimientos: "Rabí Jiiá hijo del Rabí Ashí dijo en nombre
de rabí Jisdá: Al condenado que se lleva a ejecutar se le da un poco de incienso en una copa de
vino, para entorpecerle el conocimiento, como dice lo escrito: "Dad bebida embriagante al
desfallecido, y vino a los de ánimo amargado" (Prov 31,6). "Y además se ha enseñado: Las
mujeres distinguidas de Jerusalem solían donarlo y traerlo. Cuando ellas no lo donaban, ¿quién lo
proveía? Es razonable que lo proveyera la comunidad, porque el versículo dice dad, es decir, con
lo de ellos" (Talmud de Babilonia, Sanhedrín 43a). Por eso Marcos niega que lo haya tomado,
como una forma de asumir los padecimientos hasta el final.
Pero la bebida de vino con hiel que Jesús "probó" según Mateo tiene su transfondo en el libro de
los Salmos. Efectivamente, está citando el Sal 69,22 según los LXX donde, en lugar de la
expresión "pusieron veneno en mi comida" del texto hebreo, traduce: "Me dieron hiel como
alimento, para mi sed me dieron a beber vinagre" (68,22).
También Pablo acude a Sal 69,10 para exhortar a los fieles a la generosidad: "pues tampoco Cristo
buscó su propio agrado, antes bien, como dice la Escritura: Los ultrajes de los que te ultrajaron
cayeron sobre mí" (Rom 15,3). Y hasta en la suerte que corrió Judas se ve un cumplimiento de Sal
69,26: "Pues en el libro de los Salmos está escrito: Quede su majada desierta, y no haya quien
habite en ella" (Hech 1,20).
Mediante el sufrimiento de Jesús, el Siervo de Dios, queda desvelado el misterio del mensaje del
Sal 69. Para los cristianos el contenido esencial de este Salmo no será accesible de ahora en
adelante por ningún otro camino. El cumplimiento llena de sentido el anuncio del antiguo salmo,
que ya trascendía todo individualismo. Junto con Is 53, Sal 22 y Sal 118 (y Sab 2) se convierte en
una profunda predicción de la pasión de Jesús.
El Salmo 22.
Las burlas de los circunstantes se describen en los tres relatos de la pasión de Jesús de los
evangelios sinópticos. También en este caso Mateo presenta algunas particularidades que
encuentran su respaldo en el Salterio: "Los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos
se burlaban de él diciendo: "A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Es Rey de Israel: que
baje de la cruz ahora, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que lo salve ahora, si es
que de verdad lo quiere" (Mt 27,41-43). Se trata de una cita del Salmo 22: "todos los que me ven
se mofan de mí, tuercen los labios, menean la cabeza: "Se confió a YHWH, ¡pues que él lo libre,
que lo salve, puesto que lo ama!" (22,8-9).
Este mismo Salmo está en el transfondo del reparto de las vestiduras de Jesús en el Calvario (Mt
27,35; Mc 15,24; Lc 23,34), aunque sólamente el cuarto evangelio cita textualmente Sal 22,19:
"Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica.
Y esto es lo que hicieron los soldados" (Jn 19,24).
En el momento culminante del relato de la pasión, "Jesús gritó con fuerte voz: "¡Elí, Elí! ¿lemá
sabactaní?", esto es: "¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46). Según la
costumbre rabínica, al presentar a Jesús diciendo las palabras iniciales, los evangelistas dan a
entender que recita todo el salmo. Por eso conviene repasar el texto completo y la intención del
orante que por primera vez lo entonó para comprender la intención de Jesús al proclamarlo en el
momento de su muerte.
En este salmo el orante ve acumulados sobre sí multitud de sufrimientos. El cuerpo del orante está
desfigurado por la enfermedad: "Y yo, gusano que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del
pueblo, todos los que me ven se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza" (v.7s). En medio de
la fiebre, sufre los dolores anticipados de la agonía: "Como el agua me derramo, todos mis huesos
se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas. Está seco mi
paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; tu me sumes en el polvo de la muerte"
(v.15-16). Ve ya que su muerte se da por supuesta: "se reparten entre sí mis vestiduras y se
sortean mi túnica" (v.19). En consecuencia, la aflicción de encontrarse olvidado de Dios se está
viviendo en una enfermedad mortal.
Sin embargo el Salmo cambia de tono; de lamentación se transforma en acción de gracias entre
los vv. 22 y 23. Una palabra discutida podría estar marcando la transición: ‘annitani = "tú me has
respondido" o ‘anniyyati = "mi pobre ser". Una lectura difícil siempre tiene más garantía de ser la
expresión original, puesto que los copistas tienden a corregir lo que suena incomprensible. Con
esta palabra se estaría finalizando el reclamo comenzado en el v.3: "Dios mío, de día clamo y no
respondes". El orante ha escuchado el "no temas" de Dios, tan frecuentemente dirigido a sus fieles
y enviados, y luego la garantía de que YHWH no lo abandonaría, estaría con él y sería su ayuda.
El orante presenta su lamentación y acción de gracias de forma pública: "¡Anunciaré tu nombre a
mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!" (v.23; LXX 21,23: en meso ekklesías
hymneso se); "De ti viene mi alabanza en la gran asamblea" (v.26; LXX 21,26: en ekklesía
megalé). Es posible que el orante haya hecho su aparición durante una gran fiesta y haya
entonado su canción en el atrio del templo. Tal vez el salmo se haya cantado en un banquete
asociado con un sacrificio, al cual habrían sido invitados los pobres y éstos se habrían congregado:
"mis votos cumpliré ante los que le temen. Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a
YHWH le alabarán: "¡Viva por siempre vuestro corazón!" (v.26-27).
Es posible que en épocas diferentes, diversos orantes dejaron su huella en esta lamentación y
oración. Particularmente en los versículos finales, el salmo muestra vestigios de ampliación y de
nuevas formulaciones: "Y para aquél que ya no viva, le servirá su descendencia: ella hablará del
Señor a la edad venidera, contará su justicia al pueblo por nacer: Esto hizo él" (v.30-32). Por eso,
será muy difícil señalar la fecha de su composición.
El Sal 22 atraviesa, pues, dimensiones inimaginables. Desde las profundidades del abandono
divino, el cántico de la persona salvada se eleva hasta las alturas de himno universal que incluye
también a los muertos en un gran homenaje a YHWH. Tal vez sea éste el sentido más profundo
captado por la primitiva comunidad cristiana al referir el Salmo a la pasión de Jesús, y no
sólamente la correspondencia de detalles que estaría anunciando por anticipado las circunstancias
de la crucifixión. En efecto, aquí no se habla, como en Is 53, del sacrificio expiatorio llevado a cabo
por el Siervo doliente en calidad de víctima; más aún, ni siquiera se habla del Mesías. Más bien se
estaría diciendo que la muerte, intensificada hasta la más profunda experiencia del sufrimiento,
conduce -con la actuación de Dios que salva de la muerte- a la irrupción del Reino de Dios. Aquel
que proclamó en su vida este Reino, lo introdujo por medio de su muerte y resurrección.
La Cena de comunión instituida por Jesús está asociada inseparablemente a la alabanza de
YHWH, al reconocimiento de Dios como el Salvador mediante el memorial de la pasión. La Cena
del Señor es también la todah, la eukharistía, la acción de gracias del Resucitado que se sienta a la
mesa con sus discípulos en cada una de sus manifestaciones pascuales. Debemos, por tanto,
aplicar todo el Salmo a Jesús, y no sólamente algunos detalles como la perforación de sus
miembros, el reparto de sus vestiduras o el grito de abandono antes de expirar.
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