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LA ADORACIÓN EN EL

ANTIGUO TESTAMENTO
El antiguo testamento es muy esclarecedor en orientarnos a descubrir el
concepto de adorar gracias a la revelación que Dios entrega de forma
natural a la creación y posteriormente de manera formal al establecer la
fórmula cúltica que deseaba para su pueblo, Israel.
El primer concepto que la Biblia muestra como principio de la adoración es
aquella respuesta humana desde el punto de vista del ofrendar a Dios. El
término teológico clave para definir la ofrenda del hombre a Dios es
sacrificio.
El primer acto específico registrado de adoración se halla en Génesis 4:3,4:
“Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra, una
ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de
lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda”.
En el capítulo de los héroes de la fe (Hebreos 11) Abel figura primero. El autor, bajo
inspiración de Dios, nos permite ver la razón por qué Dios miró con agrado la ofrenda de
Abel y no la de Caín. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín. ¿Qué
significa “por la fe” en este contexto? Al describir la ofrenda de Abel, el texto dice que trajo
una ofrenda de los primogénitos de sus ovejas, lo mejor de ellas (Génesis 4:4). Es decir,
¡Abel ofreció lo mejor de lo mejor! Su fe le llevó a presentar una ofrenda digna de su
Creador, lo mejor que tenía. Era una ofrenda de fe. Nació en la fe y expresaba su fe. En
cambio, el texto dice sencillamente que Caín “trajo una ofrenda a Jehovah”, nada más.
Parece que escogió cualquiera cosa que serviría como ofrenda, sin rebuscar entre todo el
fruto de la tierra algo especial. Quizás no tomó el tiempo suficiente como para escoger lo
mejor, o habría reservado lo mejor para sí mismo. Si fue así, no sería una ofrenda de fe.
Posterior a esto, en tiempos de Enós (nieto de Adán) se introduce la
adoración a Dios como cosa permanente, siempre relacionada a la
práctica cúltica de ofrecer sacrificios de animales (Gén. 4:25-26). Es así
como es posible ver a Noé haciendo sacrificio de todo animal limpio a
Dios (Gén. 8:20) tras ser librados del diluvio. Podemos ver a Abraham
construir altares y adorar a Dios a través de sacrificios en cada lugar
donde debió establecerse (Gén.12:7 – 8). Fue precisamente Abraham
quien demostró su fidelidad y obediencia a Dios al mostrarse dispuesto a
sacrificar a su propio hijo por agradar a Dios (Gén. 22:8). Su hijo Jacob
continuó adorando a través del sacrificio (Gén. 26:24­25)‐ señalándose
muchos encuentros de adoración con Dios. Es el mismo Jacob que nos
señala la característica familiar, cercana y real de la adoración en su
tiempo (Gén. 35:2).
La adoración de los patriarcas era muy diferente a la de sus vecinos
paganos. Sus vecinos adoraban a sus dioses basados en la agricultura y en
los ritos de fertilidad, mientras que para los primeros referentes del pueblo
de Dios consistía en la construcción de altares y en el sacrificio de animales
sin mancha.

El cuadro bíblico nos señala que adorar es una actitud activa de quien se
le pide que “haga una ofrenda”. Asimismo, la exigencia que se impone al
adorador es ofrecer lo mejor de sí, y demostrar de esa manera, mediante su
ofrenda de alabanza, oración y dádivas, la seriedad con la cual el propio
creyente considera al ejercicio de su fe.
De acuerdo con lo anterior vemos cómo los ritos y ceremonias del Antiguo
testamento ponen mucho énfasis en la necesidad de la preparación del
adorador para el culto. David dijo: “No ofreceré a Jehová mi Dios
holocaustos que no me cuesten nada” (2 Samuel 24.24). “No podréis servir a
Jehová” (Josué 24.19) fue la exhortación de Josué a un pueblo que por sus
costumbres idólatras y descuidadas había olvidado que Jehová es “un Dios
Santo” que demanda una dedicación de todo corazón y no compartida a su
nombre.
Es así como la “santidad de Dios” es central en el concepto cristiano de la
adoración y tiene como efecto el inspirar en el creyente una conciencia vívida
de dependencia y flaqueza debido a su pecaminosidad (Isaías 6.1-9; Lucas
5.8)
La naturaleza santa de Dios establece el patrón de la adoración cristiana que es
diferente a la intimidad cómoda con Dios.

En períodos posteriores de la historia de Israel, la Biblia nos muestra con riqueza


los detalles de la relación íntima de Dios con su pueblo. La Biblia comienza a
mostrarnos otros aspectos de la adoración que surgen de la experiencia diaria de
Israel con el Dios que los formó.

Precisamente, la experiencia del largo peregrinar por el desierto y la


consolidación de sus dominios según la promesa de Dios, permitió consolidar un
propósito de Dios para su pueblo: Jehová dio la existencia a Israel para que fuera
un pueblo de su posesión y pusiera “gloria” en su alabanza (Sal. 66:2). Los
verbos que se usan más a menudo para referirse a la aproximación a Dios del
pueblo en adoración “inclinarse” y “servir”, van acompañados de otras palabras de
acción que expresan la devoción que ponían los israelitas en su ofrenda de
alabanza al Dios del pacto.
Hay tres verbos muy expresivos:

1. “Hacer ruido” (la raíz hebrea es halal) subraya el punto obvio de que la
alabanza comprende el uso de palabras con expresión audible. La
oración en silencio no es costumbre hebrea; asimismo, las lecturas de las
Escrituras es un ejercicio que se hace con las cuerdas vocales (véase
Hechos 8:30; Felipe pudo oír al etíope que leía la profecía escrita).
Observe que Elí pensó que Ana estaba ebria porque oraba sin enunciar
palabra de manera audible (1 Sam. 1:12‐14).
El verbo hebreo que se mencionó antes suministra “la expresión
principal de toda alabanza”, es decir, “aleluya” que significa
“Alabad a Jehová el Señor” (Sal.135:3; a menudo está al principio y
al final de los salmos). El sustantivo “alabanza” en hebreo es tehillah
de la misma raíz; tiene una amplia gama de significados, pero se usa
más que todo con relación a Dios, cuyas proezas se cantan y
reconocen. De esta manera se proclama la honra de Dios en toda la
tierra (Hab. 3:3).
2. Otra acción relacionada directamente con la adoración a Jehová es la
celebración con movimientos corporales y gestos. María canta (Éx. 15:20-
21) y David danza (2 Sam. 6:14), por ejemplo, y el canto y la danza van
juntos en la escena descrita en 1 Sam. 18:6. Son parte integral de esa
expresión alegre de la alabanza (el verbo “alabar” se toma del hebreo
yadah; relacionado posiblemente con la mano, yad, significa “dar
gracias”). El salmista conoce este tipo de actividad locomotora como una
manera de exaltar a Dios (Sal. 149:3), alzando la voz y las manos (Sal.
28:2; 134:2) como tributo de “acción de gracias”.
3. El verbo zamar (en la forma Zimmer, que la Biblia griega traduce psallo:
“cantar himnos”) cubre la actividad musical, incluso el toque de instrumentos
y el canto en honor de Jehová. La mejor traducción es “hacer melodía”. Los
individuos ofrecen este tipo de alabanza; de igual forma los coros también
pueden unir sus voces, como en los responsos antifonales del Salmo 136 y de
forma aún más dramática en el Salmo 24. En el Salmo 150.3‐5 se menciona
una variedad de instrumentos musicales, entre los cuales están el sonido de la
bocina o trompeta, los címbalos resonantes y la dulce melodía de la flauta y el
arpa. Todos se unen para alabar al Señor (v. 6) .
Se alaba a Dios en la Iglesia del Antiguo Testamento por muchas
razones. El Salmo 150, citado antes, se escribió para celebrar las
“proezas” de Dios (v. 2), una idea característica de gran parte del
Antiguo Testamento con su énfasis en la “historia sagrada” como el relato
de los actos salvadores de Jehová a favor de su pueblo. Se pueden
identificar cuatro aspectos principales en la vida de Israel por los que se
regocijaban en alabar a su Dios:
a) Nada se compara con la celebración del poder de Dios al liberar a su
pueblo escogido de la tiranía de la esclavitud en la época de Moisés. La
redención y el éxodo se convirtieron en el foco permanente del gozo de
Israel en la gracia y el poder salvador de Dios.
b) Lo que hizo en el mar Rojo cobró más importancia una vez que se
completó el drama en la montaña de la revelación, Sinaí, con la
promulgación de la ley y el establecimiento del pacto (Exodo 24). Así los
salmistas después exaltarían a Jehová como el Dios del pacto (Salmos
106), que salvó a la nación del enemigo y “los rescató de mano del
adversario” (v.10).
c) La renovación del pacto se convirtió en un aspecto central del año litúrgico
de Israel. El ambiente principal aquí es Deut. 26.1‐11, donde la presentación
de un sexto del producto de la cosecha es la ocasión de una “confesión de fe
”típica”, la versión de Israel del credo apostólico, que recuenta la bondad de
Dios al escoger, redimir y conservar la nación (26.5‐9).

d) En relación con las presiones del politeísmo pagano y la adoración de la


naturaleza, Israel ofreció su convicción de Dios como el creador único (Gén.1)
y Señor sobre todos los pueblos. De esa matriz nació la alabanza a Dios
por parte de Israel como el único y soberano Señor, el rey de la creación.
Adorando sobre un altar (Génesis 8:20, 21)

La primera cosa que Noé hizo cuando salió del arca fue construir un altar
y sacrificar animales limpios sobre él.

El altar es mencionado por primera vez. Esta es la mención más antigua


en la historia del uso de un altar en la adoración. No se sabe si fue el
resultado del instinto natural del hombre, o si fue por revelación de Dios.
El texto no aclara esta interrogante.
El altar, su significado. El término hebreo, traducido altar, significa el lugar
donde se ofrecen los animales. Parece ser que el altar, o lugar elevado,
miraba hacia el cielo, morada del Dios a quien se ofrecía el sacrificio. De
este concepto viene el término ofrenda, o lo que asciende. La idea parece
ser que la esencia del animal quemado en holocausto subía a Dios en
humo o vapor, representando la esencia del hombre que presentaba la
ofrenda.
El altar, expresión de gratitud a Dios por su protección durante el diluvio y
súplica por su misericordia en el futuro. Noé y su familia recién habían
salido de la experiencia de una tumba. Era algo como la resurrección de
en medio de la muerte y destrucción de la raza humana. Dios había
instruido a Noé en la construcción del arca y la preservación de su esposa
y sus tres hijos y nueras, más los animales. El buscó la manera más
apropiada para expresar su gratitud por la bondad de Dios en salvarlos de
la destrucción.
El altar, expresión de entrega personal. Los animales siendo quemados en
el altar representaban la entrega personal de Noé y su familia a Dios, su
esencia siendo ofrecida a él.

El altar, adoración agradable al Altísimo. El humo y vapor de los animales


quemados subían a Dios y el texto dice que Jehovah percibió el grato olor,
es decir, el acto de adoración fue agradable a Jehovah. No fue tanto el
olor de los animales quemados, sino que fue el olor de corazones sinceros
que se entregaban a él por medio del sacrificio lo que le agradó a Dios.
La adoración que ofendió al Altísimo ( Éxodo 32:8)

Moisés subió al monte de Sinaí otra vez (Éx. 24:15) para recibir las
instrucciones de Dios sobre la construcción del tabernáculo, las vestiduras
de los sacerdotes y la consagración de Aarón y sus hijos como sacerdotes.
Estuvo en el monte 40 días y 40 noches. El pueblo se puso impaciente y
demandó que Aarón hiciese dioses (ídolos), dándole sus alhajas de oro para
la tarea. En vez de disuadirlos de su intención y recordarles de las obras de
Dios en la liberación del pueblo, como un líder fiel y responsable, Aarón
cedió a la demanda del pueblo. Quizá la exigencia de sus alhajas de oro
fuera un débil intento de parte de Aarón de cambiar el propósito de ellos,
pensando que no estarían dispuestos a entregarle sus artículos de valor. De
todos modos, Aarón cooperó con el pueblo en cometer una grave ofensa a
su Dios
El ídolo que Aarón hizo fue una copia del becerro que los egipcios
usaban en su adoración. La imagen del becerro era elaborada de
madera y cubierta de una chapa de oro. Sabemos esto porque luego fue
quemada (la madera) y molido (el oro), quedando como polvo (Deut.
9:21). La intención era de adorar al Dios infinito con la réplica de un
animal finito. Para colmo, dijeron: “¡Israel, éste es tu dios que te sacó de
la tierra de Egipto!” (Éx. 32:4) y luego edificó un altar delante del
becerro. Parece increíble que un líder que recién había estado en la
presencia del Dios glorioso hiciera una cosa así.
La adoración ofendió a Dios por usar una práctica prohibida. No todo
acto de adoración, aun dirigido hacia Dios, le agrada. En este caso lo
que hicieron fue una imitación de la adoración pagana de los egipcios.
Además, fue una violación del segundo mandamiento que recién habían
recibido, en el cual Dios prohibió explícitamente el uso de cualquier
clase de imagen en su adoración (Éx. 20:4, 23; cf. 34:13). Dios había
revelado la clase de adoración que le agradaba, y lo que no aceptaría.
En vez de seguir la revelación de Dios, el pueblo siguió sus propias
ideas, gustos, emociones e influencias paganas
La adoración que ofendió a Dios fue permitida por un líder consagrado.
Prácticas paganas del pueblo serían graves, pero la aprobación tácita y
cooperación del líder responsable era mucho más grave. Dios establece
en su palabra que mientras más frecuente y clara la revelación, mayor
es la responsabilidad de obedecer. En este caso Aarón, sus hijos y los
ancianos eran más responsables ante Dios que el pueblo en general
porque tuvieron el privilegio de estar más cerca de Moisés y de Dios en
el monte de Sinaí.
La adoración que ofendió a Dios trajo vergüenza y muerte al pueblo.
La adoración pervertida de parte de los israelitas hizo que fuesen “una
vergüenza entre sus enemigos” (v. 25). Es decir, su adoración dejó la
impresión a sus enemigos que su Dios era como los dioses paganos.
Más grave todavía es que incitó la ira de un Dios celoso y tres veces
santo. El pueblo volvió las espaldas a su Dios en su adoración; Dios
también se apartó del campamento donde estaba reunido su pueblo.
Luego, los levitas ejecutaron la ira de Dios, matando a espada a los
rebeldes que no querían arrepentirse y así borrando del pueblo las in-
fluencias paganas.
LA ADORACIÓN PROHIBIDA POR DIOS

El hecho de que Dios repita seis veces en Deuteronomio la advertencia


en contra de la idolatría indica dos cosas:

• la propensión del pueblo a incorporar prácticas paganas en su culto a


Dios, y
• la importancia para Dios de que su pueblo le adorara en la forma
establecida por él.

En cada una de las seis referencias se repiten algunos de los elementos


básicos de la advertencia, pero también Dios agrega nuevos elementos
en algunas de ellas.
La adoración que incluye culto a cosas creadas

El Creador, y no lo creado, debe ser el objeto de la adoración. Toda cosa


creada es una pobre reflexión del glorioso Creador. Una imagen, es decir
cualquier objeto tangible, distrae la atención del orador y pervierte su concepto
de Dios. Dios, de acuerdo con el segundo mandamiento (Éxodo 20:4), prohíbe
específicamente la formación de imágenes para usar en el culto a Dios: “No
sea en forma de hombre o de mujer, ni en forma de cualquier animal que esté
en la tierra, ni en forma de cualquier pez que haya en las aguas debajo de la
tierra” (Deuteronomio 4:16-18). Desde la antigüedad las civilizaciones han
tendido a adorar los cuerpos celestiales. Por eso, Dios prohíbe también la
adoración del sol, luna, estrellas y/o otros del ejército del cielo (4:19; 17:3).
La adoración rendida a dioses paganos. Por supuesto, Dios siendo muy
celoso, prohíbe la adoración rendida por su pueblo a otros dioses (Dt. 8:19;
11:16; 17:3; 29:26; 30:17). La formación del becerro de oro por Aarón y el
pueblo, cuando Moisés estaba en el monte de Sinaí, es un ejemplo de la
tendencia de adoptar formas del culto pagano rendido a otros dioses.

La adoración prohibida tiene consecuencias severas. Dios no sólo advierte


a su pueblo en contra de la idolatría, sino que dice específicamente cuáles
serían las consecuencias de caer en tal práctica. Básicamente, prácticas
prohibidas en la adoración ofenden a Dios y provocan su ira, o furor
(Dt.11:16). Dios pone delante de los seres humanos dos opciones: la vida y el
bien, por un lado, y la muerte y el mal, por otro. La consecuencia de
desobedecer a Dios en la práctica de la adoración se expresa en varios
términos: perecer totalmente (Dt. 8:19; 11:17; 30:18); muerte (Dt.17:5);
maldición (Dt. 29:27); cielos cerrados; falta de lluvia; fracaso en cosechas
(Dt.11:17).
La gravedad de prácticas prohibidas se ve en el hecho de que significan
volver las espaldas al Dios libertador y proveedor y rendir culto a dioses
falsos. Dios recuerda a su pueblo una y otra vez, en relación con su
advertencia en contra de la idolatría, de su bondad generosa para con ellos.
El es su Creador, los había formado como pueblo, los había sacado de
Egipto con milagros asombrosos, con mano poderosa y brazo extendido
(Dt.26:8), les había dado la ley, había entrado en una alianza con ellos,
llamándoles su pueblo, los había conducido a una tierra que fluye leche y
miel y los había tratado como un padre amante (Dt. 4:20; 8:7-10; 11:10-15;
29:1-13; 30:1-14).

Por estas razones el pueblo de Israel era la posesión de Jehovah,


pertenecía a él y le debía una gratitud perpetua y una adoración sincera de
acuerdo con sus instrucciones.
LA ADORACIÓN SEGÚN LAS INSTRUCCIONES DE JEHOVÁ ( Dt. 26:1-11)

Dios había conducido a su pueblo Israel desde Egipto hasta la orilla oriental
del río Jordán. Por medio de Moisés, instruyó a su pueblo sobre cómo tomar
posesión de la tierra prometida, cómo trabajarla, cómo vivir en ella y cómo
adorar a su Dios. Prometió su presencia, protección y prosperidad bajo la
condición de la obediencia de su pueblo. Los actos de adoración, rendidos
por el pueblo, tendrían lugar en el tabernáculo durante las tres fiestas
anuales (Dt. 6:1-17).
"Los tres peregrinajes" es el nombre dado a las tres festividades judías de
Pésaj, Shavuot y Sucot, durante las cuales el pueblo judío acostumbraba a
peregrinar al Templo de Jerusalén y ofrecer ofrendas.

En hebreo, la palabra utilizada para designar a estas tres festividades es jag


(hebreo, ‫ָח ג‬, "fiesta", y también "movimiento circular"), lo que hace referencia
a la costumbre de moverse en círculos alrededor de un objeto, haciendo
referencia al tiempo del peregrinaje hebreo en círculos por 40 años en el
desierto. Las tres festividades son prescritas por el texto bíblico, y están
fuertemente ligadas a los cambios de estaciones y a la vida agrícola.

Las festividades comprendidas en esta categoría son:

Pésaj - La Pascua judía,


Shavuot - La festividad de las Semanas, o de Pentecostés,
y Sucot - La fiesta de las Cabañas o de los Tabernáculos.
Pésaj (en hebreo ‫פסח‬, ‘salto’) es una festividad judía que conmemora la
liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto, relatada en el
Pentateuco, fundamentalmente en el Libro del Éxodo. El pueblo hebreo ve el
relato de la salida de Egipto como el hito que marca la conciencia de los
descendientes de Jacob, con su identidad entendida en términos de nación
libre y provista de una Ley.nota 1​Los cristianos hablantes de
lenguas romances suelen llamarla Pascua judía o Pascua hebrea para
distinguirla de la Pascua de Resurrección celebrada por el cristianismo.2​
La festividad es uno de los Shalosh Regalim (Tres Fiestas de Peregrinaje)
del judaísmo, ya que durante la época en que el Templo de Jerusalén existía,
se acostumbraba peregrinar al mismo y realizar ofrendas.
La festividad comienza en el día 14 del mes hebreo de Nisán, que
generalmente cae entre los meses marzo-abril del calendario gregoriano; y
dura siete días (ocho en la Diáspora, ante la antigua duda de un error de
cálculo de calendario se agrega un día extra para asegurar el cumplimiento), y
durante la misma está prohibida la ingestión de alimentos derivados de
cereales (avena, cebada, centeno, espelta y trigo) fermentados, llamados en
hebreo Jametz (‫( )חמץ‬la raíz de la palabra indica «fermentación»). En su lugar,
durante la festividad se acostumbra comer matzá (‫)מצה‬, pan sin levadura o
pan ácimo. Esta costumbre está basada en el precepto impartido al pueblo
judío en la Biblia, en los capítulos 15 al 20 del Libro del Éxodo: "Siete días
comeréis panes sin levadura; y así el primer día haréis que no haya levadura
en vuestras casas, porque cualquiera que comiere algo leudado desde el
primer día hasta el séptimo, aquella alma será cortada del pueblo de Israel."
Según la tradición, el pueblo judío salió de Egipto con mucha prisa y sin tiempo
de prepararse, por lo que no hubo tiempo para dejar leudar el pan para el
camino, dando origen a la tradición.
Shavuot (?·i) es la segunda de las tres fiestas de peregrinaje del pueblo
hebreo (Shalosh Regalim - ‫)שלוש רגלים‬. La festividad acaece exactamente 7
semanas después de la fiesta de las primicias, la cual se da al día siguiente
al shabbat que se encuentra dentro de los 7 días de la
fiesta de los panes sin levadura (15 al 21 de Nisán), exactamente cincuenta
días después de ese shabbat. El nombre de la festividad tiene su origen en
este hecho (Shavuot - ‫ שבועות‬- plural de Shavúa - ‫שבוע‬, semana.) La
festividad conmemora la entrega de las tablas de la ley por parte de Dios a
Moisés, en el Monte Sinaí.
La festividad también tiene un significado agrícola: corresponde a la época
del año en la que —en Israel en particular y en el hemisferio norte en
general— se recogen los primeros frutos. Es por esto que la festividad
también es llamada la Fiesta de las Primicias. Antiguamente, la ofrenda
que se llevaba al Templo de Jerusalén consistía justamente de las primicias
Esta festividad es un día no laborable según la ley judía. Su duración en la
Tierra de Israel es de un día, mientras que en el Galut dura dos días,
siendo que cada día comienza con la puesta del sol, y finaliza con la salida
de las estrellas al día siguiente (similar al crepúsculo civil). Durante la
festividad se acostumbra a comer productos lácteos, acompañados por los
siete frutos o siete especies característicos de Eretz Israel.
Sucot (hebreo, ‫— ֻס ּכֹות‬sin puntuación diacrítica, ‫סוכות‬, sukkōt—,
‘cabañas’ o ‘tabernáculos’) es una festividad judía, llamada también
precisamente «Fiesta de las Cabañas» o «de los Tabernáculos», que
se celebra a lo largo de 7 días en Israel (del 15 al 22 de Tishrei, en
septiembre-octubre) y 8 días en la diáspora judía (hasta el 23 de ese
mes).
Es una festividad de origen bíblico que rememora las vicisitudes del Israel
durante su deambular por el desierto, y la precariedad de sus
condiciones materiales simbolizada por el precepto de morar en una
cabaña provisoria o sucá, luego de la salida de la esclavitud en Egipto: «A
los quince días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los
tabernáculos a Elohim por siete días» (Levítico 23:34).
Junto a las de Pésaj (Pascua) y Shavuot (Semanas o Pentecostés), es
considerada una de las festividades más importantes del judaísmo (por ser
una de las tres peregrinaciones), en las que se acostumbraba —en la
época del templo de Jerusalén— peregrinar a Jerusalén, más
precisamente al templo de Jerusalén, quedando prácticamente vacío todo
el reino de Israel.
Esta festividad consiste en días no laborales (1 en Israel, 2 en el resto del
mundo) y 4 días festivos laborables (5 en Israel). Estos son seguidos por la
fiesta de Shminí Atzeret y Simjat Torá, considerada una festividad distinta
de Sucot, constituida por 2 días no laborables (1 en Israel, 2 en el resto del
mundo). Los días festivos no laborables tienen las mismas prescripciones
que Shabat, con la diferencia de que en Sucot está permitido cocinar y
cargar cosas en áreas públicas sin necesidad de un Eruv.
Las cuatro especies

De las mitzvot que se observan en esta fiesta es reunir las primicias de las
cuatro especies o Arbaat Haminim, compuestos por el lulav, una hoja de palma
cerrada; el etrog y un fruto de cidro; los hadasim, por otra parte, incluyen tres
hojas de mirto ; y las aravot, por último, algunas hojas de sauce. El origen de
este mandamiento está en Levítico (23:40): «Y tomen el primer día ramas con
fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y
sauces de los arroyos, y regocíjense delante del Señor su Elohim por siete
días».

El rezo de la mañana de los 7 días de la fiesta -exceptuando el sábado- se lleva


a cabo la ceremonia de Netilat Lulav o Agitar el Lulav, en la cual se toman los
Arbá Miním y se agitan a los cuatro puntos cardinales acompañado por un
movimiento hacia arriba y hacia abajo. Esta ceremonia se lleva a cabo durante la
recitación del Halel compuesto de los Salmos 113—118.
El Lugar de Adoración Se Institucionaliza Con la Construcción del
Tabernáculo

Antes de que los israelitas se fueran del Sinaí Dios instruyo a Moisés para
que el pueblo construyera “un santuario para mí, y habitaré en medio de
ellos” ( Éxodo 25:8). La palabra “santuario” indica un lugar en el cual la
presencia de Dios habita en medio del pueblo. Este paso crucial representa
el comienzo de la adoración organizada que toma un nuevo significado con
la construcción del tabernáculo.
La palabra “tabernáculo” quiere decir “morada”. La comunión de Dios con
los Israelitas puede ser entendida predominantemente en cada símbolo
usado en el tabernáculo para adorar. Por ejemplo, el arca del pacto
simboliza las condiciones de acuerdo con las cuales el Señor dice: “Y de
allí me declararé a ti y hablaré contigo de ...todo lo que te mandare para los
hijos de Israel” ( Éxodo 25:22).
La mesa de los panes de la proposición (de los panes de la presencia)
parece simbolizar la presencia del Señor como el alimento vital. Los
candeleros simbolizan la presencia de Dios como fuente de la luz de la
vida. Estos y otros símbolos actúan para concentrar la atención sobre el
significado de Shekinah del Señor (la cercanía de Dios al pueblo). Aun la
forma en que estos símbolos eran arreglados enseñan lecciones
concernientes al acercamiento a la presencia del Señor.
La Práctica de la Adoración Se Realza con el Servicio de Sacerdotes y
Levitas

Es lógico que a la construcción del tabernáculo siga la adoración


congregacional como algo instituido. Con la inauguración del sacerdocio del
Antiguo Testamento comienza una nueva era en la historia de la práctica de
la adoración en el pueblo de Israel (Éxodo 28, 29; Levítico 8). La idea de
expiación (reparación) se enfatiza con el sacerdocio y el servicio en el
tabernáculo. Las divisiones del tabernáculo con su respectivo equipamiento y
uso en el culto simboliza una cubierta que separa del pecado. Los que
adoran sólo pueden entrar en la sección de más afuera para traer sus
ofrendas (especialmente las ofrendas mayores por sus pecados).
Los sacerdotes y levitas son representantes del pueblo delante de Dios. A
ellos les es permitido entrar al lugar santo para que mantengan dispuestos
los símbolos de comunión, lo que permite cubrir los pecados. Únicamente el
sacerdote puede entrar al lugar santísimo. Él hace su intercesión como el
principal representante del pueblo sólo el día de la expiación con el
propósito de rociar la sangre del sacrificio en el lugar llamado propiciatorio.
Esta importante práctica claramente establece que los sacrificios son
condición necesaria para una adoración efectiva. La base para “cubrir los
pecados” es la misericordia de Dios. De esa manera, el tabernáculo llega a
ser el punto central para la comunión con Dios tanto personal como nacional
(Éxodo 33:7-11).
De acuerdo con el libro de Números, los hombres de la tribu de Leví
fueron seleccionados para “ministrar en el tabernáculo de reunión”
(Números 8:15). Como mediadores entre Dios y los hombres, los
sacerdotes tenían que ofrecer algo en nombre de ellos mismos así como
por la congregación. Está claro que ellos también eran pecadores aunque
eran sacerdotes. El Señor da a Moisés la ley acerca de las ofrendas,
indicando lo que serían estas prácticas (cuándo, dónde, cómo, y a través
de quiénes serían hechas). También define el significado de cada ofrenda.
Así uno está consciente de que toda la vida de los judíos está centrada en
Dios porque la vida misma se entiende como una relación permanente
entre la humanidad y Dios.
El Tiempo de Adoración Está Especificado con la Institución del Día
de Reposo (Sábado Judío)

La observancia del reposo instituye un símbolo del tiempo en cuanto a las


relaciones del pacto entre Dios y su pueblo. Como el tabernáculo era un
lugar y el servicio sacerdotal un ritual o culto, así el sábado era el tiempo
adecuado para que el pueblo de Dios recordara el pacto (Éxodo 31:12-
17). Obviamente, la adoración de los israelitas se entiende mejor como
algo que va en su desarrollo progresivo, de acuerdo con las necesidades
humanas que aparecen y las demandas divinas.
EL TEMPLO Y CULTO DURANTE EL PERÍODO DE LOS JUECES Y
REYES

La entrada a la tierra de Canaán puso a Israel en el punto de transición de


su vida nómada a la sedentaria, lo que permitió un mayor desarrollo de su
cultura. Las hazañas de Josué y los otros jueces de Israel juegan un papel
importante en la obtención de su estabilidad en la tierra prometida; así que,
los patrones de la adoración hebrea pueden continuar desarrollándose,
especialmente en Gilgal y Silo.
Gilgal es probablemente el primer lugar establecido para adorar a Dios en
Canaán. Gilgal llega a ser un santuario prominente. Cuando Israel acampó en
ese lugar se levantaron doce piedras traídas del río Jordán para recordar al
pueblo que Dios les había hecho pasar a través del Jordán en seco como lo
había hecho en el Mar Rojo:

Para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano de Jehová es
poderosa; para que temáis a Jehová vuestro Dios todos los días (Josué
4:24).
Desafortunadamente, los israelitas quedan bajo la influencia del culto a
Baal en Canaán. La pureza del culto hebreo se prostituye por trescientos
años. Hay algunos hebreos, como siempre, en cada generación que
permanecen fieles al Señor durante ese período. En el tiempo de Samuel,
el arca del pacto llega a ser un fetiche y finalmente capturada por los
filisteos. Aun Silo, que fue un centro de adoración de los israelitas desde
Josué hasta Samuel, pierde su preponderancia como el principal
santuario de Dios. Como resultado, adoración en un determinado lugar no
se menciona desde Josué hasta 1 Samuel. Pero bajo la sabia dirección y
sobresaliente integridad del joven Samuel, Israel se dirige por mejor
sendero.
El reinado de Saúl, también marcado por numerosas guerras, trae un
desarrollo de los músicos. Eventualmente, los israelitas reconocen que la
música ha tenido un efecto significativo en sus vidas.

Dado que los reyes eran ungidos de Dios, ellos son considerados directores
de la adoración. Cuando David es rey de Israel, cuida de proveer lo necesario
para la vida religiosa organizada, en la cual los músicos juegan un papel
importante en la adoración. Con gran pompa y ceremonia, David trae el arca
del pacto a Jerusalén. La pone cuidadosamente en un tabernáculo que
prepara con ese propósito. Allí permanece hasta que Salomón construye el
Templo ( 2 Samuel 6:15).
Es David quien hace los planos para el Templo en Jerusalén. Los diseños
son muy elaborados pues la adoración sin forma es menos significativa.
Se agrega el hecho de la necesidad de salvaguardar la adoración de la
idolatría que rodea a Israel.

La adoración en el Antiguo testamento alcanza su mayor altura durante el


reinado de Salomón. El Templo en Jerusalén es la más elaborada y
magnifica estructura que está dedicada a la adoración entre los judíos.
Segler resume el relato de la dedicación del templo según 2 Crónicas de
la siguiente manera:
Los sacerdotes y los levitas cantores vestidos de lino fino, con címbalos,
arpas, liras y trompetas, junto con muchos cantantes hacen oír al unísono,
alabanzas y acción de gracias al Señor. Cantaban:”...Porque él es bueno,
porque su misericordia es para siempre (5:13);... la casa se llenó de una
nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para
ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la
casa de Dios” (vers.13, 14). Entonces Salomón se arrodilló ante el pueblo
reunido y oró una oración de dedicación. Una vez más Dios se manifestó y
su gloria llenó el templo. Cuando el pueblo vio la gloria del Señor sobre el
templo se postraron sobre sus rostros a tierra y adoraron y dieron gracias a
Dios. Salomón y todo el pueblo ofreció sacrificio delante del Señor. Los
sacerdotes hicieron sonar sus trompetas mientras el pueblo permanecía de
pie (7:3-6).
La adoración en el templo contempla cuatro partes principales:

(1) se hacen sacrificios regularmente y en ocasiones especiales;

(2) toman lugar las posturas de adoración o reverencia y los actos


ceremoniales cuando el sumo sacerdote regresa de ofrecer la ofrenda
de incienso en el lugar santísimo, después de lo cual los adoradores se
postran a tierra al sonido de las trompetas de plata;

(3) el servicio de alabanza incluye instrumentos musicales, solos vocales


o ambos;

(4) la oración pública se ofrece en forma descrita como más corta,


media alabanza, media oración.
El templo de Salomón fue el más atractivo y permanente lugar de oración
que los judíos conocieron jamás. Con el Templo vino una evolución del
culto que se desarrolla alrededor de las fiestas que se celebran por todo
el país. La fiesta de los panes sin levadura con las ofrendas de los
primeros frutos (primicias) está precedida por la pascua y es celebrada
anualmente. La fiesta de Pentecostés queda entre la cosecha de la
cebada y el trigo. La magnífica fiesta de las tiendas (de los tabernáculos)
es una cosecha de acción de gracias que incluye el uso de luces y danza
durante la cual el pueblo vive en carpas o tiendas por siete días y celebra
el año nuevo.
DESINTEGRACIÓN ESPIRITUAL DURANTE EL PERÍODO DE LOS
PROFETAS

Desafortunadamente, la adoración judía finalmente llega a ser un fin en sí


misma. A la madurez espiritual la reemplaza un ritualismo hipócrita y
vacío. La adoración llega a ser una actuación tradicional aprendida como
una cosa rutinaria en vez de una actitud adecuada del corazón. Israel
ensucia su verdadera religión con compromisos políticos por incluir ídolos
y prácticas cúlticas de sus vecinos paganos en su propio templo para su
adoración.
Pero Dios manifiesta su abundante amor y misericordia una vez más,
levantando profetas para advertir a Israel de un juicio inminente contra
ellos. Los profetas eran individuos toscos en su mayoría, hombres
valerosos y de gran visión espiritual.
Predicaban abiertamente sus mensajes de arrepentimiento. Proclamaban
contra la sustitución de los sacrificios por la misericordia. Oseas habla por
el Señor, diciendo: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y
conocimiento de Dios más que holocaustos” (Oseas 6:6). Los profetas
clamaban por justicia, bondad y una relación espiritual verdaderas con el
Señor y con sus compatriotas. Ezequiel corrige severamente al pueblo
por profanar el santuario de Dios (Ezequiel 5:11). Los profetas
intensificaban sus advertencias acerca del juicio divino mientras que
Israel continuaba hundiéndose más y más en el pecado.
Pero los profetas hacían más que predicar el arrepentimiento y advertir
del juicio. Ellos también profetizaban liberación con la venida de un
Salvador que sufre, el cual será el Redentor de aquellos que vienen a él
con arrepentimiento y fe.

Josías, el “rey bueno”, procura traer un despertar espiritual a Israel (2


Reyes 23:4-25). Sus esfuerzos tienen éxito durante su reinado, pero
cuando Josías sale de la escena, Israel regresa a su anterior condición
pecaminosa. El juicio de Dios cae sobre Israel cuando Nabucodonosor
captura Jerusalén saqueando y destruyendo la ciudad, robando y
profanando el Templo y deportando los judíos a Babilonia.
RESTAURACIÓN DE LA ADORACIÓN DURANTE Y DESPUÉS DEL
CAUTIVERIO

Aunque el cautiverio fue consecuencia de la falta de cumplir las


instrucciones de Dios entre los israelitas, no fue sin algunas bendiciones.
Por lo menos, Israel obtuvo cuatro beneficios de sus tan amargas
experiencias en la cautividad.

Dios. La vida en una tierra extranjera con cultos paganos trae a los israelitas
a un sentido común, les cura de su idolatría y tendencias politeístas. El
monoteísmo es así afianzado. Nunca más Israel interrumpe su adoración al
verdadero Dios.
La sinagoga. La sinagoga judía es probablemente instituida durante ese
tiempo en respuesta a la sentida necesidad de educar a sus hijos en la
herencia de sus antepasados y en la ley de Moisés. La palabra
“sinagoga” (significa congregación, asamblea o reunión) adquiere
especial significado como una agrupación de creyentes para adorar y
recibir instrucción. El culto de adoración en la sinagoga es sencillo e
incluye la lectura de las Escrituras, oración e instrucción. Al comienzo la
música se usa poco en la adoración en la sinagoga, probablemente a
causa de los malos tratos recibidos en su alejamiento de la tierra patria
(Salmo 137:1-7). Así, el canto israelita se transforma en un lamento.
Las Escrituras. El estudio de las Sagradas Escrituras da a los israelitas un
nuevo y profundo respeto por la ley de Moisés. Negativamente, se
desarrolla un espíritu de legalismo exagerado que caracteriza al judaísmo
en el período del Nuevo Testamento.

El Mesías. El pueblo que vive en cautividad se inclina más a buscar la


liberación. Ya que los profetas anuncian la venida del Mesías, el pueblo
comienza a desear el cumplimiento de su venida.
Después que el rey Ciro de Persia permite a los judíos volver a su tierra
natal, se construye el nuevo Templo en Jerusalén. Este segundo Templo es
menos elaborado que el anterior y no tiene el arca del pacto en el lugar
santísimo. Sin embargo, el Templo permanece como el lugar central para
la adoración de los judíos. Junto con su indicación de la presencia de Dios
con su pueblo, el nuevo Templo refleja una dedicación renovada al Señor
por parte de los judíos. En cuanto a prácticas cúlticas en el Templo, los
coros probablemente cantan diferentes colecciones de salmos. La fiesta de
los tabernáculos se cambia por tres festividades llamadas; día de año
nuevo, día de la expiación y fiesta de los tabernáculos.
La adoración a practicarse en la tierra prometida

Dios había prometido conducir a su pueblo a la tierra prometida, como


parte del pacto que hizo con Israel. Esa promesa estaba por cumplirse. La
adoración que Dios esperaba de su pueblo estaba basada en su fidelidad
de cumplir lo que había prometido. La tierra prometida para Israel era un
tipo de salvación, habiendo sido rescatado del horno de hierro (Dt.4:20), y
provisto de una tierra que fluía leche y miel. Así, las instrucciones son
válidas para nosotros hoy día, los que hemos sido librados del horno de
hierro del pecado y su condenación, y bendecidos con una salvación
mucho más rica que la tierra prometida de Canaán, aun con su leche y
miel.
La adoración por medio de ofrendas

La manera correcta de acercarse a Dios en adoración era con una canasta


de primicias del fruto de la tierra. La ofrenda se relaciona estrechamente
con la adoración a través de la Biblia, comenzando con Abel y Caín. Antes
era un acto espontáneo y voluntario, no como mandato, pero a partir de
ese momento entra a formar parte de la voluntad expresa de Dios. Las
primicias de la tierra, ofrecidas en adoración, expresaban gratitud y
reconocimiento de que esa tierra pertenecía a Dios y que él la había
concedido a Israel de pura gracia. Esta verdad se enfatiza en forma
notable en los versículos 1, 2, 3, 9, 10 y 11 de Dt.4. En la misma manera,
nuestra salvación y sus beneficios han venido de pura gracia y sirven de
base para nuestra adoración.
La adoración por medio de una confesión

El adorador, al presentar la canasta de primicias de la tierra, daría un


testimonio de la bondad de Dios en toda la trayectoria entre Egipto y la
tierra prometida (Dt. 26:5-10). “Arameo errante” del versículo 5 se refiere a
Jacob cuando huyó de Israel y fue a Padan-aram, a la casa de Labán,
donde se casó y donde nacieron sus hijos (Gén. 29-31). En esta
confesión, el adorador traía a la memoria para sí mismo, su familia y el
público, la vida miserable que tenía antes y la vida abundante que gozaba
ahora. Sería un testimonio amplio con detalles descriptivos. La repetición
de este acto conservaba fresca en su conciencia la misericordia y bondad
de Dios.
La adoración que produce gran gozo

El hecho de recordar “el bien que Jehová tu Dios te haya dado a ti y a tu


casa” (Dt. 26:11) servía para llenar el corazón con gozo y alabanza. Este
gozo se extendería a todos los miembros de la familia del adorador, a los
visitas y a los siervos en su casa (Dt.26:11). Las principales fiestas de los
judíos, en que adoraban a Dios, eran ocasiones de gran júbilo y
celebración. Eran dramas históricos en acción.
LA ADORACIÓN EN LOS LIBROS POÉTICOS

De los cinco libros poéticos, o seis según Francisco, sólo dos emplean el
término shachah, traducido adoración; ellos son: Job y Salmos. En Job hay
una sola referencia, pero en Salmos hay dieciséis como es de esperarse,
siendo un libro de carácter más devocional.

JOB
El problema del sufrimiento ha sido un desafío para la mente humana desde el
comienzo de la historia. ¿Cómo se explica el hecho de que el Dios de amor y
compasión, todopoderoso, permita en su dominio las injusticias y el
sufrimiento de inocentes?
Los judíos de aquel entonces tenían una respuesta sencilla, aunque
inadecuada a la luz del Nuevo Testamento. Según ellos, los justos
prosperan material y físicamente mientras que los impíos sufren toda clase
de adversidad. Así, los amigos de Job procuraron convencerle de que su
tragedia se debía a sus muchos pecados. Job luchó contra este concepto,
consciente de que era justo delante de Dios. En el mismo comienzo del
libro encontramos a Job destrozado por la noticia de la pérdida de todas
sus posesiones, materiales y la muerte de todos sus hijos, hijas y criados.
¿Qué actitud tendría Job hacia su Dios en tal situación? ¿Blasfemarlo,
negar su existencia, acusarlo de ser injusto? Job respondió humillándose y
adorando a su Dios.
La adoración de un hombre afligido (Job 1:20)

La adoración en medio de una magna catástrofe. Pocas personas


tendrán que recibir golpes tan grandes como los que cayeron sobre Job.
En el espacio de pocas horas perdió bienes y familia, excepto su esposa.
Satanás, el autor directo o indirecto de la mayoría de las catástrofes,
estaba seguro que Job negaría o blasfemaría a Dios al sufrir estas
pérdidas. Esta fue una verdadera prueba de su carácter y su fe.
La adoración, a pesar de ignorar el por qué de la aflicción

Cuando uno entiende el por qué de una adversidad —por culpa propia, o por la
de otros— es más fácil aceptarla y aun recibir un beneficio de ella. Por ejemplo,
cuando el hijo de David y Betsabé murió, David adoró a Dios, pero sabía muy
bien que ese desenlace se debía a su propio pecado. El caso de Job fue
distinto, pues no se daba cuenta de mal alguno que hubiera hecho como para
merecer el castigo que estaba recibiendo. Dos de sus pérdidas se debían a dos
grupos de enemigos que atacaron para matar y robar: los sabeos y los caldeos.
Más difícil habrá sido para Job la pérdida debida a fuerzas naturales: fuego de
Dios (probablemente relámpagos) y un fuerte viento. En el caso de los
destrozos de hombres malvados, Dios no tendría parte directa en los hechos,
pero en el caso de la destrucción causada por fuerzas naturales es otra cosa.
Muchos piensan que puesto que Dios tiene control directo sobre la naturaleza,
sería responsable por tales destrozos. Sin embargo, “en todo esto Job no pecó
ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22).
La adoración que revela una fe inquebrantable en Dios

Dios permitió que Satanás probara a Job para demostrar la calidad de fe


que éste tenía. La adoración de Job vino a revelar el grado de fe que él
tenía para con Dios y, a la vez, vindicar la confianza que Dios tenía en él.
Sin lugar a dudas, Dios se agradó en este acto de adoración rendida a él
por un hombre severamente probado. No defraudó Job la confianza que
Dios tenía en él. No sólo es que Job no defraudó a Dios, al contrario, se
humilló, adoró y bendijo a Dios: “¡Sea bendito el nombre de Jehovah! En
todo esto Job no pecó ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:21b,
22).
La fe inquebrantable de Job sigue manifestándose a través de más
pruebas: una aflicción física muy dolorosa, insensibilidad y acusaciones
falsas de sus amigos y finalmente el desprecio de su esposa. Llegó hasta
decir: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). De sus
labios sale uno de los testimonios más solemnes de fe y de confianza en la
vida venidera: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el
polvo; y después de desecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios”
(Job 19:25, 26). No existe otra afirmación en todo el Antiguo Testamento de
la resurrección y vida eterna más clara que ésta. ¡Y pensar que expresó
esa clase de fe cuando aun la mano de Dios pesaba terriblemente sobre él!
Sí, ¡la adoración de Job habrá subido como un incienso suave y agradable
a Dios!
Más adelante otro gran hombre de fe dijo: “Y no sólo esto, sino que
también nos gloriamos en las tribulaciones sabiendo que la tribulación
produce perseverancia, y la perseverancia produce carácter probado, y
el carácter probado produce esperanza” (Ro. 5:3, 4). Se puede traducir
la expresión “carácter probado” como “carácter aprobado”. En su
tribulación, el carácter de Job fue aprobado por Dios. El agrado de Dios
y su aprobación se ve en la restauración y bendiciones que Job luego
recibió (42:7-17).
LOS SALMOS

En los Salmos hay dieciséis referencias al término hebreo shachah


(Salmo 5:7; 22:27, 29; 29:2; 45:11; 66:4; 81:9; 86:9; 95:6; 96:9; 97:7;
99:5, 9; 106:19; 132:7; 138:2). Nuestro estudio nos llevará a examinar
estas referencias; pero antes, y como introducción, será provechoso
considerar el análisis de un escritor conocido. C. T. Francisco menciona
seis salmos que dan un énfasis especial a la adoración (26, 73, 84, 100,
116, 122). Es interesante notar que los Salmos que enfatizan más la
adoración no emplean shachah, el término hebreo de interés particular
para nuestro estudio, ni otros términos hebreos que se traducen
“adoración”. Sin embargo, estos Salmos describen actitudes y acciones
que son propias de la adoración que agrada a Dios.

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