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Es como un instinto sobrenatural que coloca Dios en la mente y el corazón de la persona que, despojada de sí
misma y del apego desordenado a las cosas y a las personas, vacía de sí y de su egoísmo personal, puede
sentir las mociones de Dios a través de su Espíritu, y seguirlas dócilmente.
Los dones del Espíritu Santo son siete, número muy querido en la simbología cristiana para expresar plenitud
y perfección. Siete son los días que Dios creó, siete son los sacramentos que comunican la plenitud de la
salvación pascual, siete son las virtudes cardinales más las teologales, siete son los dones del Espíritu Santo
que perfeccionan estas virtudes y Sietes son las Peticiones del Padre Nuestro.
Los dones del Espíritu Santo podemos dividir en dos grandes grupos: 1. Los que afectan más a la inteligencia
especulativa y práctica: Son los dones de entendimiento, sabiduría, ciencia y consejo. 2.Los que afectan más
a la voluntad operativa: Son los dones de piedad fortaleza y temor (amor) de Dios.
El hombre busca el placer de los sentidos y, en primer lugar, el placer del comer, visto que cada hombre,
necesitando alimentarse, es tentado por la gula. Este pecado seduce al hombre y lo reduce a un nivel inferior
al de los animales. Para combatir este sexto y tan bajo mal, Cristo nos enseña a pedir en la oración dominical:
“No nos dejes caer en la tentación”.
La gula explora el apetito natural de subsistir, llevándonos al exceso. Con el pretexto de la necesidad, la gula
nos induce a comer irracionalmente.
Por eso, para combatirla, pedimos a Dios, en la sexta petición del Padrenuestro, que nos conceda el don de la
Inteligencia. Porque es el apetito de la palabra de Dios que contiene al hombre en la justa medida del apetito
del pan material, ya que “no sólo de pan vive el hombre”. Pero sólo entiende eso quien tiene el espíritu de
Inteligencia, que hace comprender la que hace comprender la superioridad de los bienes espirituales sobre los
materiales, haciendo al hombre vencer la gula por el ayuno y abstinencia, y la avaricia acumuladora por la
confianza en la Providencia.
2. El Don de la Sabiduría (Combate el pecado la Lujuria): permite experimentar las cosas divinas como
por un instinto connatural que da el Espíritu Santo a la creatura, y le hace saborear y gustar a Dios
manifestado en Jesús. Contraria a la sabiduría es la necedad en las cosas espirituales, de quien prefiere a las
creaturas en vez del Creador, las cosas materiales a las invisibles y eternas, y las cosas carnales a las
espirituales y santas, y no observa en lo creatural aquello que conduce a Dios.
Es el Don de entender lo que favorece y lo que perjudica el proyecto de Dios. Él no fortalece nuestra Caridad
y nos prepara para una Visión plena de Dios. El hombre cuando cae en la lujuria, queda esclavizado, porque
ninguna pasión tiene mayor poder de dominación sobre el hombre que la impureza. Esclavo de los amores
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impuros, el hombre yace en el servicio al demonio, del que difícilmente se libra, a no ser por la oración y la
penitencia.
Este es el séptimo y fétido río de los pecados de Babilonia, del que, en el Padrenuestro, se pide
apropiadamente la liberación: “Líbranos del mal”. Es natural que el hombre esclavizado suspire e implore
por su libertad. Y la séptima petición del Padrenuestro nos implora de Dios Altísimo el don de la Sabiduría,
que vuelve al hombre realmente libre.
3. El Don de la Ciencia (Combate el pecado de la Ira): es el Don de la Ciencia de Dios y no la ciencia del
Mundo. Por este don el Espíritu Santo nos revela interiormente el pensamiento de Dios sobre nosotros. Capta
el designio de Dios sobre las cosas, sobre la historia, en lo natural ve lo sobrenatural.
Ve a Dios y sus planes en el mundo sensible y corporal que nos rodea, en los acontecimientos de nuestra
historia cotidiana, por más pequeña y aparentemente insignificante que sea, ya que a los ojos de Dios los
pequeño e insignificante puede contener los valores perennes del esfuerzo y el amor de la santidad cristiana.
Consideramos entonces que el Creador reparte mal sus bienes, y que ha sido injusto. Por eso, caemos en
cólera contra Él. La ira es entonces hija de la envidia. Ésta nos lleva a rebelarnos contra Dios como justo
distribuidor de los bienes. La cólera lo despoja de sí mismo, haciéndolo perder el control y el dominio del
propio ser. Porque el colérico tiene rabia de Dios, a quien acusa de repartir injustamente sus bienes, y se
encoleriza contra sí mismo, porque ve que no posee todo el bien y se da cuenta de sus defectos y
limitaciones.
Por todas estas razones Nuestro Señor puso como tercera petición del Padrenuestro “Hágase tu voluntad, en
la Tierra como en el Cielo”. Es la conformación con la voluntad de Dios que nos permite vencer el pecado de
la cólera. Cuando pedimos sinceramente a Dios, en el Padrenuestro, que nos conformemos con su santa
voluntad, Él nos concede entonces el don de la ciencia, a través del cual somos instruidos y comprendemos
que los males que nos vienen son consecuencia de la justicia y de un castigo misericordioso de nuestros
pecados. Comprendemos que debemos aceptarlos con paciencia y no con rebeldía.
Contrario a este don es la precipitación en el obrar, que no escucha la voz de Dios y pretende resolver las
situaciones con la sola luz de la razón natural o la conveniencia del momento.
De la pereza viene, entonces, la avaricia, la codicia desmesurada de bienes materiales. Quien no tiene hambre
y sed de justicia tendrá hambre y sed de oro, y hará de la fortuna su justicia. Y en ausencia de consuelo y
alegría interiores se sumará la inquietud por la adquisición y la conservación de bienes materiales, que sólo
traen falta de paz, inquietud, aprehensión de males y perturbación de espíritu.
La sed de bienes materiales solamente crece poseyéndolos, y el hombre jamás estará saciado por la riqueza.
Cristo nos mandó que pidiéramos, en quinto lugar: “Perdona nuestra ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden”.
El misericordioso con quien lo ha ofendido alcanzará la misericordia para sí. Y cuando pedimos a Dios el
perdón por nuestras ofensas, de la misma manera en que estamos dispuestos a perdonar a quien nos ha
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ofendido, lo que pedimos y recibimos es el don del Consejo. Por ese don del Espíritu Santo sabemos y
tenemos fuerza para ejercer de buen corazón la misericordia a quien nos ofende.
5. El Don de Piedad (Combate el Pecado de la Envidia):
Es el Don que el Espíritu Santo nos da para estar siempre abiertos a la Voluntad de Dios, buscando siempre
actuar como Jesús actuaría. el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el
cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.
Y, cuando ve el mismo bien existiendo en otro hombre, no lo ama como bien, sino que lo odia porque está en
otro. Él querría que ese bien no existiera en el otro, porque considera que ese bien sólo debería existir en él
mismo, fuente falsa del bien. Al ver el bien, que consideraba suyo, en otro hombre, el orgulloso se queda
triste y amargado.
Esa tristeza amarga se llama envidia, y es la segunda enfermedad que acomete al hombre, el segundo pecado
capital.
La soberbia genera siempre la envidia del bien que Dios concedió a terceros. De esa manera, ésta nos separa
y despoja de nuestros hermanos, así como la soberbia nos despoja y separa de Dios, nuestro Creador. Y eso
es justo, porque, así como el soberbio se deleita incontrolablemente con la dulzura de poseer el bien, también
se amarga al ver el bien en el otro.
Este segundo pecado capital que el divino maestro nos enseñó a pedir, en segundo lugar en el Padrenuestro,
“Venga a nosotros tu Reino”. Porque el Reino de Dios es la salvación de los hombres; porque Dios reina en
un hombre cuando éste le está unido por la fe y la caridad, con el objetivo de que, en la eternidad, esté para
siempre unido a Dios por la visión beatífica.
Cuando pedimos a Dios que Él reine en todas las almas, Él nos concede el don de la Piedad, que nos vuelve
benignos, deseando también para los demás el bien que deseamos para nosotros mismos.
6. El Don de Fortaleza (Combate del pecado de la Pereza): Enardece al individuo frente al temor de los
peligros. Inspira el superarlos, y da una invencible confianza para vencer las dificultades. Este es el Don que
nos vuelve valientes para enfrentar a las dificultades del día a día de la Vida Cristiana. Vuelve fuerte y
heroica la fe. Es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza
sobrenatural.
Al no encontrar en sí mismo ni alegría ni consuelo, el hombre colérico cae en la tristeza. Ese era el nombre
que los medievales daban a la pereza, porque el pecado capital de la pereza lleva a tener tristeza con el bien
que recibió de Dios, visto que esos bienes nos traen obligaciones.
Lo que nos da fuerza para trabajar con alegría e incansablemente en la viña del Señor es el pan de cada día.
Por eso, para combatir la falta de generosidad en el servicio de Dios, Jesús nos hace pedir en el Padrenuestro:
“Danos hoy nuestro pan de cada día”. Es decir, que Dios nos conceda la gracia y la fuerza necesarias para
cumplir nuestros deberes de cada día. Que Dios nos de su gracia y fuerza para cumplir los deberes que éstas
nos implican. Y esta fuerza de actuar es la que da al hombre la alegría del deber cumplido.
7. El Don de Temor (por amor) de Dios, (Combate el Pecado de la Soberbia): Enardece la voluntad y el
apetito contra la concupiscencia o los deseos desordenados, y otorga una extraordinaria capacidad para
captar la Voluntad de Dios y ser feliz en ella practicándola.
El primer pecado capital, causa primera de todos nuestros males espirituales, es la soberbia. Por ese pecado
nos atribuimos a nosotros mismos, a nuestro propio ser, la causa del bien existente en nosotros.
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El hombre deja de amar el bien en sí mismo para amar el bien sólo mientras exista en él mismo, porque
existe en él. De esta forma, el hombre rompe su unión con la Fuente del bien.
La primera petición del Padrenuestro suplica que Dios nos conceda la gracia de reconocerlo siempre como la
fuente de todo el bien: “Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre”. Es decir: que Dios
sea glorificado como causa de todo bien existente en nosotros y en todas sus criaturas.
En la primera petición de la oración que nos fue enseñada por la propia Sabiduría encarnada, rogamos que
Dios nos conceda la comprensión y el reconocimiento de su excelencia y trascendencia, y que así, por medio
del don del Temor de Dios Altísimo, seamos humildes y curemos la enfermedad de nuestro orgullo.
Él nos hacer amar el bien que Dios nos concedió como si fuera nuestro, producido, en nosotros, por nosotros
mismos. Es el orgullo que hace que el arroyo se juzgue fuente y el rayo de luz se juzgue sol.
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ORACIÓN DE LA SANGRE DE CRISTO
Señor Jesús, en Tu Nombre, y con el poder de Tu Sangre Preciosa sellamos toda persona, hechos o
acontecimientos a través de los cuales el enemigo nos quiera hacer daño.
Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos toda potestad destructora en el aire, en la tierra, en el agua, en el
fuego, debajo de la tierra, en las fuerzas satánicas de la naturaleza, en los abismos del infierno, y en el mundo
en el cual nos moveremos hoy.
Con el poder de la Sangre de Jesús rompemos toda interferencia y acción del maligno. Te pedimos Jesús que
envíes a nuestros hogares y lugares de trabajo a la Santísima Virgen acompañada de San Miguel, San
Gabriel, San Rafael y toda su corte de Santos Angeles.
Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos nuestra casa, todos los que la habitan (nombrar a cada una de
ellas), las personas que el Señor enviará a ella, así como los alimentos, y los bienes que El generosamente
nos envía para nuestro sustento.
Con el poder de la Sangre de Jesús sellamos tierra, puertas, ventanas, objetos, paredes y pisos, el aire que
respiramos y en fe colocamos un círculo de Su Sangre alrededor de toda nuestra familia.
Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos los lugares en donde vamos a estar este día, y las personas,
empresas o instituciones con quienes vamos a tratar (nombrar a cada una de ellas).
Con el poder de la Sangre de Jesús sellamos nuestro trabajo material y espiritual, los negocios de toda
nuestra familia, y los vehículos, las carreteras, los aires, las vías y cualquier medio de transporte que
habremos de utilizar.
Con Tu Sangre preciosa sellamos los actos, las mentes y los corazones de todos los habitantes y dirigentes de
nuestra Patria a fin de que Tu paz y Tu Corazón al fin reinen en ella.
Te agradecemos Señor por Tu Sangre y por Tu Vida, ya que gracias a Ellas hemos sido salvados y somos
preservados de todo lo malo. Amén.
ORACIÓN
Señor Dios todopoderoso, que para gloria tuya y salvación de los hombres constituiste a Cristo sumo
sacerdote, concede al pueblo cristiano, adquirido para ti por la sangre preciosa de tu Hijo, recibir en la
eucaristía, memorial del Señor, el fruto de la pasión y resurrección de Cristo. Que vive y reina contigo.
ORACIÓN DE OFRECIMIENTO
¡Oh Señor nuestro Sacramentado! Míranos aquí en tu adorable presencia. Venimos a bendecirte y alabarte en
unión de los ángeles que invisiblemente rodean esa Hostia Divina.
Venimos a consagrarte esta Hora Santa, gozándonos de estar aquí, en tu acatamiento, a gustar de tu compañía
y a conversar contigo, que tienes palabras de vida eterna.
Sí, Dios nuestro. Quisiéramos contemplarte a través de esa Hostia Santa con el tiernísimo afecto con que os
miraba tu Madre: con aquella devoción con que os seguían tus discípulos, y muy singularmente el Discípulo
Amado, cuando la noche de la Cena reclinó su cabeza sobre tu ardiente Corazón.
Nos sentimos felices de hallarnos junto a Ti, y queremos aprovechar todos los momentos de esta Hora Santa
para hacerte compañía, que tu presencia nos hace tan agradable. Concédenos, oh Jesús, no dormirnos, como
se durmieron tus apóstoles la noche tristísima de tu agonía en el Huerto de los Olivos.
Míranos, Señor; somos tus hijos, a quienes tantas veces habéis alimentado con tu mismo Cuerpo y Sangre.
¡Señor! Vuelve hacia nosotros tus ojos misericordiosos; pon en nuestros pensamientos una ráfaga de la luz de
tu Rostro, y en nuestros corazones una centellita siquiera del fuego que abrasa tu dulcísimo Corazón.
Concédenos, oh Jesús, sentir hondamente la verdad de aquellas palabras del Real Profeta: "es mejor una hora
en tu Casa, que mil años en compañía de los pecadores".
ORACIÓN DE REPARACIÓN
Divino Salvador de las almas: cubiertos de confusión nuestros rostros nos arrodillamos en tu presencia
soberana, dirigiendo una mirada al solitario Tabernáculo, donde permaneces cautivo de amor, nuestros
corazones se conmueven al contemplar la soledad y olvido en que os tienen tus criaturas. ¿Habréis
derramado en balde vuestra Sangre bendita? ¿Será inútil tanto amor? Pero ya que nos has permitido esta
noche unir nuestras reparaciones a las tuyas, y acompañarte en tu Sacramento, donde Tu, que sois el Sol del
mundo, irradias silenciosamente sobre nosotros a todas las horas la luz de la verdad, el calor del amor divino,
la belleza de lo sobrenatural y la fecundidad generosa de todo bien; ya que te has dignado escogernos de
entre todos los hombres para gozar de tu compañía y amistad, permítenos por los que no os bendicen o
blasfeman de Ti, oh pacientísimo Señor Jesús, adorarte por todos aquellos que os tienen olvidado, e implorar
para ellos de la infinita misericordia de tu Corazón indulgencia para sus olvidos y para sus crímenes.
"Al que no tenía que ver con el pecado, por nosotros lo cargó con el pecado, para que nosotros, por su medio,
obtuviéramos la rehabilitación de Dios". 2Co 5,21
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¡Oh Jesús! Por nuestros pecados, los de nuestros padres, hermanos y amigos, y por los del mundo entero:
Perdón, Señor, perdón.
Por las infidelidades y sacrilegios, por los odios y rencores: Perdón, Señor, perdón.
Por las blasfemias; por la profanación de los días santos: Perdón, Señor, perdón.
Por las impurezas y escándalos: Perdón, Señor, perdón.
Por los hurtos e injusticias, por las debilidades y respetos humanos: Perdón, Señor, perdón.
Por las desobediencias a la Santa Iglesia: Perdón, Señor, perdón.
Por los crímenes de los esposos, las negligencias de los padres y las faltas de los hijos: Perdón, Señor,
perdón.
Por los atentados contra el Romano Pontífice: Perdón, Señor, perdón.
Por las persecuciones levantadas contra los obispos, sacerdotes, religiosos y sagradas vírgenes: Perdón,
Señor, perdón.
Por los insultos a vuestras imágenes, profanación de los templos, abuso de los Sacramentos y ultrajes al
Augusto Tabernáculo: Perdón, Señor, perdón.
Por los crímenes de la prensa impía y blasfema, y por las horrendas maquinaciones de las sectas tenebrosas:
Perdón, Señor, perdón.
Por los justos que vacilan, por los pecadores que resisten a la gracia, y por todos los que sufren: ¡Piedad,
Señor, piedad!
¡Perdón, Señor, y piedad por el más necesitado de vuestra gracia; que la luz de tus divinos ojos no se aparte
jamás de nosotros; encadena a la puerta del Tabernáculo nuestros inconstantes corazones; danos a sentir algo
del calor divino de tu Pecho, y que nuestras almas se derritan de amor y arrepentimiento. Amén
Bendición
Alabanzas Divinas
Bendito sea Dios.
Bendito sea Su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea Su Sagrado Corazón.
Bendito sea Su Sangre Preciosa.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo, el Paráclito.
Bendita sea la gran Madre de Dios, María santísima.
Bendita sea su santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su cónyuge más casto.
Bendito sea Dios en Sus ángeles y en Sus santos.
VIGILIA DE ORACIÓN Y
EUCARISTIA EN HONOR A
LA VIRGEN DEL CARMEN
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"Padre Dios, en Nombre de Jesús te pido, que por los méritos y virtudes de sus Santas Llagas, sean
lavados por su Sangre todos los efectos, causas, consecuencias y atributos, de las faltas de mis
antepasados que no fueron reparadas, y que todavía pesan sobre mí, en forma de debilidades o
tendencias hacia esos mismos errores y pecados.
Te pido perdón en su nombre por haberse burlado o renegado de los Sacramentos, de la Santa Iglesia,
siendo bautizados, o por insultos y negaciones hechos a tu Santa Trinidad, te pido perdón por toda
infidelidad y desconfianza hacia Ti.
Pido perdón en su nombre por los daños que mis antepasados causaron a la familia, al matrimonio, a la
sociedad, al medio ambiente. En Nombre de Jesús, te ruego que tu Amor repare las injusticias que
cometieron en contra de todas las personas, Instituciones, pueblos o Naciones y en sus descendientes.
Que, por Intercesión de la Inmaculada Concepción de María, nos concedas la Sanación, a partir del
instante de nuestra concepción, la de mis antepasados y la de mi descendencia.
Que tu Espíritu Santo me inspire, todos los días de mi vida, para hacer obras de caridad y servicio. Pido
que tu Misericordia alcance a los que ya han muerto, para que descansen en paz junto a Ti, y para los
que aún vivan, tu Espíritu Santo los convenza de sus errores, dándoles la Gracia del arrepentimiento.
Amén, Amén, Amén".
2. Plegarias de liberación
(oración diaria) Inicie la oración de rodillas y con un momento de oración a Dios en silencio. Mucho
mejor si se prepara una cruz, vela nueva, incienso y la imagen de la Virgen María.
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Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Solo a Dios honor y gloria. Bendigamos al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo; sea alabado y ensalzado por los siglos de los siglos. Te invocamos, te alabamos,
te adoramos, oh Santa Trinidad. Esperanza nuestra, salvación nuestra, honor nuestro, oh Santa Trinidad.
Líbrame, sálvame, vivifícame, oh Santa Trinidad. Santo, santo, santo es el Señor, Dios todopoderoso, el
que era, el que es y el que vendrá. A ti el honor y la fuerza, oh santa Trinidad, a ti la gloria y el poder por
los siglos de los siglos. A ti la alabanza, a ti la gloria, a ti la acción de gracias por los siglos de los siglos,
oh santa Trinidad. Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, ten piedad de mí.
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Oración deprecativa
Dios del cielo, Dios de la tierra Dios de los ángeles, Dios de los arcángeles, Dios de los patriarcas, Dios
de los profetas Dios de los apóstoles, Dios de los mártires Dios de los sacerdotes, Dios de las vírgenes
Dios de todos los santos y santas, Dios que tienes poder para dar vida después de la muerte, el
descanso después del trabajo, no hay otro Dios fuera de ti, creador de todo lo visible e invisible, Dios que
quieres que todos los hombres se salven y amaste al mundo de tal modo que enviaste a tu Hijo Unigénito
para destruir las obras del diablo. Te suplico, Señor, humildemente, apelando a la majestad de tu gloria,
que me libres de todo poder de los espíritus infernales, de sus lazos de sus engaños, de sus malicias, y que
me custodies incólume. Infúndeme, el Espíritu de la verdad, aquél que tu Hijo prometió a sus discípulos.
Tu que desde el cielo expulsaste al diablo como un rayo, envía desde allí al Espíritu Paráclito, para que
expulse lejos al delator y opresor de nuestra naturaleza y nos haga evitar todo daño. Por Cristo, nuestro
Señor. Amén.
Invocación a los
Arcángeles.
A Dios Todopoderoso, Señor de Israel, Que Miguel esté a mi derecha, Gabriel a mi izquierda, Rafael
delante de mí y detrás de mí la Virgen María (Advocación de la Virgen del Carmen) y por encima de mí la
Divina Providencia de Dios. (Luego de un momento de silencio)
Oración final
¿Quién como Dios que vive en las alturas y mira a los humildes en el cielo y en la tierra? ¿Quién como el
que es todopoderoso y de nadie tiene dependencia, el que humilla a los soberbios y derriba a los que el
mundo ciego llama poderosos, el que triunfa del demonio y le oprime hasta el profundo? Señor y mi
Dueño, fortaleza mía, luz verdadera de la luz, sólo en tu amparo está toda mi confianza y la exaltación de
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tu santo nombre. A todos los que lo contradicen, anatematizo, aborrezco y detesto. Amén, amén, amén.
(Se aconseja rosario diario, confesión mensual y misa semanal).
3. Rosario
Exorcista
El rosario exorcista se reza como el rosario normal que contiene los 5 misterios. Se reza el credo, las
intenciones por el papa 1 padrenuestro y 3 avemarias, luego el gloria y se empiezan con los misterios, al
final de cada misterio se puede rezar oh Jesús mío… Al final del rosario se reza la Salve. La estructura
es
la misma, solamente cambian los misterios, que son adecuados a la intención, los misterios son los
siguientes.
Primer misterio
Apártate Satanás (Mateo 4, 1-10)
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer
un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» Mas él respondió: «Está escrito: = No
sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» = Entonces el diablo le
lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate
abajo, porque está escrito: = A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no
tropiece tu pie en piedra alguna.» = Jesús le dijo: «También está escrito: = No tentarás al Señor tu Dios.»
= Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su
gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» Le dice entonces Jesús: «Apártate,
Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.»
Segundo misterio
Sé quién eres tú : el Santo de Dios (Mc 1, 21-28)
Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaban asombrados
de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar:
«¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo
de Dios.» Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.» Y agitándole violentamente el
espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. Todos quedaron pasmados de tal manera que se
preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a
los espíritus inmundos y le obedecen.»
Tercer misterio
Jesús exorciza a distancia (Mc 7, 24-29)
Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no
logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba
poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era pagana, sirofenicia de
nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. El le decía: «Espera que primero se sacien
los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» Pero ella le respondió:
«Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.» El, entonces, le dijo:
«Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.»
Cuarto misterio
Creo, ayuda a mi poca fe (Marcos 9,14-29)
Al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con
ellos. Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. El les preguntó: «¿De qué
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discuten con ellos?» Uno de entre la gente le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un
espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de
dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.» El les
responde: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo habré de
soportarlos? ¡Tráiganmelo!» Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al
muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces él preguntó a su padre:
«¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?» Le dijo: «Desde niño. Y muchas veces le ha
arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros.»
Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!» Al instante, gritó el padre del
muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!» Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu
inmundo, diciéndole: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él.» Y el
espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto
de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en
pie. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: «¿Por qué nosotros no
pudimos expulsarle?» Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración.»
Quinto misterio
Denlo también gratis (Mateo 10, 7-8)
Vayan proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos,
purifiquen leprosos, expulsen demonios. Gratis lo recibieron; denlo gratis.
4.
Letanías.
Imploremos humildemente, queridos hermanos, la misericordia de Dios todopoderoso, para que, movido
por la oración de los fieles escuche benigno la oración de la Iglesia en favor de N. Que está oprimido
por una grave necesidad.
Señor, ten piedad; Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad; Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad; Señor, ten piedad.
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Santiago, Todos los santos Apóstoles y Evangelistas, Santa María Magdalena,
Todos los santos Discípulos del Señor, San Esteban, San Lorenzo y San Vicente,
Santas Perpetua y Felicidad, Todos los santos Mártires, San Basilio, San
Gregorio, San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San
Antonio Abad, San Martín de Tours, San Benito, San Alberto Magno, San
Irineo de Lyon San León Magno, San Ildefonso, Santos Francisco y
Domingo, San Antonio de Padua, San Bernardo de Claraval, San
Buenaventura, San Diego de Alcalá, Santos Ignacio de Loyola y Francisco
Javier, San Juan María Vianney, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de
Jesús, San Nicolás de Flue San Carlos Borromeo San Juan de la Cruz
San Felipe Neri Santo Toribio de Mogrovejo, San José de Cupertino
Santa Margarita María de Alacoque Santo Pio de Pietrelcina, San Juan
Nepomuceno, Santo Tomas Moro, San Juan Bosco, Santo Domingo Savio,
Santa Crescencia de Hoos, Santa María Faustina Kowlaska, Santa Gemma
Galgani San Maximiliano María Kolbe, San Damián de Veuster, Santa Teresa
de Jesús, Santa Teresita de los Andes, Santo Tomás de Aquino
San Antonio María Claret, Santa Clara de Asis, San Martín de Porres,
Santa Rosa de Lima, Santa Ana Katherina de Emmerich, Santa Hildegarda de
Bingen, Santa Teresa de Ávila Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Santa
Isabel de Hungría, Santo Papa Juan XXIII, Santo Papa Juan Pablo II,
Santa Teresa de Calcuta, Todos los santos ascetas, Todos los santos exorcistas,
Todos los santos confesores, Todos los santos pastores, Todos
los santos místicos y videntes, Todos los santos y santas de vida
contemplativa, Todos los santos y santas de Dios
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Tú que liberaste a los atormentados de los espíritus inmundos,
Tú que diste a tus discípulos el poder sobre los demonios,
Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros,
Tú que vendrás a juzgar a vivos y muertos
(Se repite Te
rogamos óyenos)
Nosotros, que somos pecadores,
Para que nos perdones,
Para que nos indultes,
Para que nos confortes y conserves en tu santo servicio,
Para que eleves nuestras
mentes hacia los deseos del cielo,
Para que concedas a tu Iglesia servirte con plena libertad,
Para que concedas la paz y la verdadera concordia a todos los pueblos,
Para que alejes de nosotros el demonio de la Avaricia,
Para que alejes de nosotros el demonio de la Envidia,
Para que alejes de nosotros el demonio de la Gula,
Para que alejes de nosotros el demonio de la Ira,
Para que alejes de nosotros el demonio de la Lujuria,
Para que alejes de nosotros el demonio de la Pereza,
Para que alejes de nosotros el demonio de la Soberbia, Para que nos escuches,
Cristo, óyenos.
Cristo óyenos
Cristo, escúchanos,
Cristo escúchanos
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mis tristezas y mis alegrías.
Cuida de mi vida y todas mis acciones para que
sea más fiel al Señor Trino y Uno,
y con tu ayuda alcance la salvación.
Te confío, Oh gran Señora,
mi cuerpo y mis sentidos,
para que sean puros siempre
y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te confío mi alma, para Tú la preserves de
las tentaciones del mundo,-
de la carne, – y de Satanás.
Hazme participar de una santidad- similar a la tuya;
vuélveme conforme a Jesucristo,- ideal de mi vida.
Te confío mi entusiasmo- y el ardor de mi devoción
para que me ayudes- a no envejecer en la Fe.
Te confío mi capacidad y ganas de amar
como has amado Tú,- y como Jesús quiere que se ame .
Te confío mis incertidumbres y mis angustias,
para que en tu Corazón– encuentre seguridad,
– sostén y luz- en cada instante de mi vida.
Con esta consagración
me empeño en seguir tu vida
de humildad,- mansedumbre,- y pureza.
Acepto las renuncias y los sacrificios
que esta elección conlleva y te prometo
con la gracia de Dios y con tu ayuda
ser fiel al empeño tomado.
Oh, Madre de todos los hombres,
Soberana de mi vida y de mi conducta,
dispón de mí- y de todo lo que pertenece
para que camine siempre en el Evangelio
bajo tu guía, oh Estrella del Mar.
Oh Reina del Cielo y de la Tierra,
Madre Santísima del Redentor,
soy todo (a) tuyo (a), – oh Virgen del Carmen,
y a Ti quiero unirme ahora y siempre
para adorar a Jesucristo, – junto a los Ángeles
y a los Santos, ahora y por los siglos de los siglos.
Amén.
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