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Teoria de la Mente

Cuando pensamos en todas aquellas facultades mentales que son propias del ser humano y de ninguna
otra especie, resulta muy fácil pensar en el lenguaje, la capacidad de aprender todo tipo de cosas o la
posibilidad de resolver problemas matemáticos complejos.

Se trata de características humanas fácilmente observables, pero no son las únicas que disfrutamos en
exclusiva. Existe otra, mucho más discreta, gracias a la cual nuestras relaciones sociales son más ricas.
Esta capacidad ha sido llamada Teoría de la Mente.

¿Qué es la Teoría de la Mente?

Definida de manera general, la Teoría de la Mente es la capacidad de tener consciencia de las diferencias
que existen entre el punto de vista de uno mismo y el de los demás.

Dicho de otra forma, esta facultad hace posible que tengamos en cuenta los estados mentales de otros
sujetos sin suponer que estas ideas o pensamientos son como los de uno mismo. Una persona que ha
desarrollado Teoría de la Mente puede atribuir ideas, deseos y creencias al resto de agentes con los que
interactúa. Y todo esto de manera automática, casi inconsciente.

Una jerarquía de estados mentales

Con mucha frecuencia somos expuestos a situaciones en las que tenemos que imaginar lo que está
pensando alguna otra persona. A su vez, esta persona puede suponer, a partir de la información que
tiene acerca de nosotros, lo que nosotros pensamos que está pensando, y todo esto puede ser también
inferido por nosotros y por la otra persona en un bucle teóricamente infinito. Una jerarquía de estados
mentales que se contienen los unos a los otros: yo creo que tú crees que yo creo…

La Teoría de la Mente se sitúa en el segundo lugar en esta jerarquía (yo creo que tú crees esto), y es la
semilla de la que nace la capacidad para ir progresando hacia el resto de categorías más complejas.

¿Cómo se desarrolla la Teoría de la Mente? El umbral de los 4 años de edad

Los seres humanos somos, probablemente, la única especie en la que sus integrantes pueden pensar en
los demás como agentes intencionales, es decir, seres con unos intereses propios. Esto significa que
desde una edad muy temprana, la gran mayoría de los humanos somos capaces de distinguir entre una
acción y el objetivo al que está orientado esa acción, aunque lo último no se haya revelado claramente.
Además, a los pocos meses de vida todas las personas aprenden a tener en cuenta hacia dónde están
centrando su atención los demás, y por lo tanto pueden reclamar esa atención para uno mismo o hacia
algo que se encuentra cerca.

Estos cambios en el desarrollo cognitivo de los bebés empiezan hacia el final del primer año de edad y
forman parte de lo que se conoce como la revolución de los nueve meses, de la que emanan habilidades
que se van construyendo unas sobre otras y potencian la creación de conductas sociales complejas,
como el juego simulado, que requiere entender que el otro está actuando al usar un plátano como si
fuese un teléfono, o la imitación, en la que el niño aprende de las acciones del adulto y es capaz de
figurarse el objetivo de cada uno de los movimientos que está viendo.

La Teoría de la Mente aparece hacia los 4 años de edad y se construye sobre los fundamentos de todas
estas capacidades derivadas de la revolución de los nueve meses, pero interviene en procesos mentales
más abstractos y refinados. Así, todas aquellas personas que desarrollan Teoría de la Mente piensan en
los demás no solo como agentes intencionales, sino también como agentes mentales, con toda una serie
de estados psicológicos complejos que les son propios. Entre estos nuevos estados mentales que se
atribuye a los demás se encuentran, por ejemplo, los deseos y las creencias.

El experimento de la falsa creencia

El método clásico para averiguar si un niño o niña ha desarrollado Teoría de la Mente es el test de la falsa
creencia. Esta es una prueba que sólo puede ser solucionada de manera correcta si se es capaz de
diferenciar los propios conocimientos sobre el entorno de lo que otra persona cree acerca de este.
Además, es un ejercicio que puede ser utilizado para ayudar a detectar casos de Trastornos del Espectro
Autista, ya que las personas que manifiestan síntomas asociados al autismo tienden a mostrar una Teoría
de la Mente poco o nada desarrollada.

En un ejemplo de esta prueba, el psicólogo manipula dos muñecos para formar una pequeña narración
en la que todo ocurre ante la mirada atenta del niño o niña puesta a prueba. En primer lugar, el primer
muñeco enseña un juguete y luego muestra cómo lo guarda en un baúl cercano. Luego, el muñeco
desaparece de la escena y aparece el segundo muñeco, que saca el juguete del baúl y lo mete en, por
ejemplo, una mochila apoyada en el suelo. En ese momento, se le pregunta al niño o niña: "cuando el
primer muñeco vuelva a entrar en la habitación, ¿cuál es el primer lugar en el que buscará el juguete?".

Normalmente, los niños y niñas de menos de cuatro años fallarán al dar una respuesta, porque creerán
que el primer muñeco tiene la misma información que ellos e irá a buscar en primer lugar a la mochila.
Sin embargo, con cuatro años la mayoría ya dan una respuesta correcta, prueba de que han hecho la
transición hacia la Teoría de la Mente y de que han abandonado una percepción de la realidad más bien
egocentrista.

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