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Dada la novedad (para algunos) en relación a la Teoría de Paradigmas, pongo a disposición

de uds. este texto propio, donde recupero varias de las afirmacioes del video de Joe Baker,
más algo de la crítica de Lákatos a la misma teoría. Advierto que itentaremos ir más allá de los
Paradigmas, hacia un abordaje sistémico, lo que creo ampliamente superador. Pero veo
oportuno y necesario comezar por este enfoque. Su lectura no es obligatoria, pero si lo hacen,
traten de responder a los juegos propuestos sin hacerse trampa... puede ser valioso analizar
nuestra actitud antes dichas consignas: todo un paradigma!. ¡Que lo disfruten!

Para pensar nuestros PARADIGMAS


Juan Carlos Stauber

Hace algún tiempo la palabra “paradigma” pasó a ocupar amplios espacios en los medios
académicos y científicos. Llegó a ambientes de la vida cotidiana, y penetró en el discurso
empresarial, escolar, político y hasta eclesial. Hasta en el discurso inaugural del actual
presidente argentino, N. Kirchner, fue mencionado varias veces la necesidad de “cambiar
de paradigma político”; y teólogos como H.Küng exponen la necesidad de repensar
nuestros paradigmas de teológicos y eclesiales; mientras que un futurólogo
norteamericano como James Baker anima a empresarios yakees a adquirir mayor
flexibilidad para abrirse a nuevos paradigmas económicos e industriales. ¿A qué se debe
tal insistencia? ¿qué quiere señalar de nuestra realidad el usos reiterado de este
vocablo?.
Según diccionarios de lengua española, “paradigma” (P) significa “modelo, patrón,
ejemplo”. Sin embargo, esta palabra adquirió notoriedad cuando en el año 1962, Thomas
S. Kuhn publicó su libro “The structure of scientific revolutions”, y que nosotros sólo
conocimos una década después como Estructura de las revoluciones científicas, Fondo
de la Cultura Económica, México, 1971. Este autor nos mostró aquí, y en otro libro
traducido como “La revolución copernicana”, cómo el polaco Nicolás Copérnico produjo
toda una revolución de modelos científicos, culturales y hasta religiosos al postular la
teoría heliocéntrica (el sol como centro del sistema donde habitamos los humanos, y no la
Tierra, como era el pensamiento normal hasta ese momento) Para quienes habitaban el
siglo XV y XVI, y siempre habían visto al sol “salir” y “ocultarse”, definiendo estaciones,
horarios, oportunidades y hasta castigos divinos, afirmar que era la Tierra la que giraba,
como una roca más alrededor de un astro central, superior y más importante, significaba
poner en cuestión la misma naturaleza de la creación, el orden y orientación del cosmos y
el mismo destino de grandeza del género humano. Hubo grandes crisis, enfrentamientos
que llevaron a mucha gente a juicios (Galileo) y hasta la hoguera (Giordano Bruno). La
Iglesia, sin embrago, poco a poco debió ir cediendo autoridad en esta materia y
cuestionarse sobre la firmeza de sus convicciones y argumentos. Por lo cual, lentamente
se instaló la sospecha de que si algo era “científico” no podía ser materia de Fe, y
viceversa. Lo que se estaba poniendo en tela de juicio era, nada más y nada menos que
la cosmovisión vigente en esa época: un cambio de paradigma.
En distintas latitudes el pueblo comenzó a preguntarse por esas cosas que se daban por
“seguras” en tiempos anteriores, tales como la existencia de “castas de sangre azul” y
sus privilegios “otorgados por Dios”; o la real mecánica del universo, del cuerpo humano,
de las especies, etc. Así, en los siguientes 3 siglos, sobrevinieron la caída de las
monarquías, el surgimiento de las repúblicas modernas, la invención de máquinas para
cuanto uso fuese posible, las nuevas teorías físico-químicas, grandes descubrimientos
geográficos, la constatación de la evolución de las especies y toda una serie de
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situaciones nuevas que nosotros, HOY, consideramos “avances” en la historia humana.


Generalmente las designamos como “revoluciones” (Rev. Científica, rev. Industrial, rev.
Francesa –republicana-, etc.). Claro está que no debemos olvidar cuánto costó llegar a
esta interpretación. Galileo nunca pudo disfrutar el “perdón” que Juan Pablo II le pidiera
póstumamente recién cuatro siglos después de su muerte. En el siglo XVI, Galileo
antagonizaba tanto las ideas que comúnmente eran aceptada y contrariaba tan
frontalmente las interpretaciones político religiosas del momento, que fue presionado de
muchas formas para que renunciara a sus concepciones, búsquedas e intuiciones.
Si a algunos de uds. les resulta similar esta situación con la de muchos personajes de
nuestras comunidades, pueblos y entornos laborales que hoy postulan nuevos caminos,
formas, modelos, etc. para afrontar situaciones que no consiguen respuestas
satisfactorias en los modelos tradicionales, no es pura casualidad. ¡Es tan fácil decir que
NO a una nueva idea!. O, dicho de otro modo, resulta muy difícil decir abierta y libremente
que SI a ideas nuevas que contradicen nuestra percepción habitual. Y esto es así porque
las nuevas ideas provocan cambios y cuestionan el status quo. Por lo cual son
frecuentemente catalogadas como “amenazas”. Para quienes sostienen que el futuro es
simple continuidad del pasado, o que las ideas que nos trajeron hasta donde hoy estamos
son las mismas que nos llevarán a donde queremos ir, es casi imposible no rechazar
nuevas concepciones. Sin embargo, como pasó con Copérnico, Galileo y otros, las
nuevas ideas son las que pueden provocar cambios oportunos y hasta imprescindibles.
Ellas pueden ayudarnos a evaluar nuestra manera de hacer y proceder, pero también
nuestras maneras de concebir, interpretar y hasta oír o ver el mundo que nos rodea. Esto
significa decir que estamos ante un enorme desafío, como lo mostró Thomas S. Kuhn:
nos encontramos ante un nuevo proceso de “cambio paradigmático”, o lo que los
sociólogos e historiadores designan como un cambio de época.
Ahora bien, ¿qué significa ésto en la vida concreta y cotidiana de nuestras familias,
escuelas, pueblos o culturas?.
Hablar de una “cambio de P” significaría designar un cambio de modelo, cambio de
patrones y hasta de ejemplos en lo cotidiano. Luiz B. Leite Araujo, en un artículo de
principios de los ’90, hizo algunas consideraciones interesantes sobre este tema, y que
ahora les compartiré.
1. Etimología del concepto.
La palabra “paradigma” no es nueva. Su etimología griega deja en claro el empleo lejano
de este vocablo que ya aparece en algunos escritos de Platón significando “modelo”
eterno de la cosa sensible, en acuerdo con su conocida doctrina de las ideas. Pero
también aparece en la Retórica de Aristóteles como sinónimo de “ejemplo” que los
oradores deben usar con frecuencia para persuadir a sus oyentes. Sin embargo, será en
la corriente post-empirista de la ciencia, inspirada en los nuevos fundamentos científicos
con que Einstein destronó a la física newtoniana, la que hará del vocablo P. el eje de la
reflexión científica de este tiempo. Al asumirse los principios relativistas de la nueva física,
comienzan a suscitarse preguntas tan fundamentales como: ¿qué significa que un
conocimiento sea catalogado como “científico”?; ¿no es la ciencia un simple mito del siglo
XIX y XX?; ¿habrá un método científico satisfactorio?; ¿se puede hablar de progreso en
el conocimiento humano?. De allí que las investigaciones de Thomas Kuhn sean el
resultado histórico de las variables científicas de los años 60.
2. Uso del vocablo hoy
En nuestros días resulta casi imposible avanzar en la reflexión y búsqueda de nuevas
ideas sin toparnos con este vocablo. En general lo encontramos en ámbitos muy diversos
y generalmente vinculado a cierto espíritu innovador. En el campo de la educación se oye

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hablar del P. de la construcción del conocimiento. En la teoría política se evoca el llamado


“tercer sector”. Hay quien habla de un nuevo ciclo civilizador marcado por el P.
“ecológico”. En lo religioso cristiano se oye hablar de un nuevo P. teológico contra-
hegemónico: participativo, pluralista, ecuménico, etc. En todos estos casos podemos
reconocer el significado de un patrón o modelo que se va imponiendo progresivamente
entre individuos y grupos. En su acepción más común, puede escucharse hablar de P.
como el éxito en el reconocimiento compartido de determinada solución presentada a
problemas emergentes –de carácter particular o general- que propicia la adhesión,
consciente o no, por parte de una comunidad, una nación o de toda la humanidad
inclusive.
3. P. y epistemología
Evidentemente, la historia de las ideas no es inmune a estas evaluaciones y evoluciones
de la conciencia humana, razón por la cual los temas clásicos del pensamiento son
revisados a la luz de paradigmas predominantes en cada época. El uso del término P. nos
fuerza a tener una mirada dinámica sobre la realidad y sobre las innumerables
producciones del espíritu humano. La percepción creciente de que las teorías,
cualesquiera de ellas, son siempre falibles, ¿conlleva inexorablemente al callejón sin
salida del escepticismo?.
Para resolver tal cuestión apelaremos a la magnífica sistematización lograda por Kuhn en
su mencionada “Estructura de las revoluciones científicas”. A partir de una profunda
revisión del desarrollo científico, y del comportamiento de los personajes que encarnaron
la ciencia en las diferentes épocas, Kuhn afirma que el problema de los P es angular para
la comprensión de los cambios científicos y sus consecuencias revolucionarias. “Los P.
son visiones del mundo, y, por lo tanto, más amplios que una mera teoría, que orientan la
actividad normal de una comunidad científica. La ciencia se encuentra en estado de crisis
cuando un P. deja de funcionar de manera adecuada en el tratamiento de problemas
emergentes, hecho que impone el paso del P. en crisis al surgimiento de un nuevo P. que,
a su vez, hará emerger nuevas traducciones de la ciencia normal”.
Según tal interpretación, la historia de la ciencia avanza al ritmo de tiempos de
revoluciones y tiempos de normalización. Pero no se trata de períodos cíclicos. El avance
es en forma no-lineal y no-acumulativa, ya que todo P que se impone victorioso lleva a
una visión distinta de la naturaleza y la cultura, que sirve de telón de fondo –inconsciente
y difuso- en la concepción de nuevos estudios y observaciones. Pareciese que, al
instalarse un nuevo P, todo comenzase de cero1. Por ello decimos que no es acumulativo
el avance, ni es lineal (un P puede hacernos volver atrás en muchas cuestiones dejadas
de lado por los viejos P. Ejemplo de ello es el retorno a diálogo con la alquimia y el azar al
que hoy asistimos, siendo que los científicos de la Modernidad parecían haber acabado
con ellos; o el retorno a lo “casero” –dulces, artesanías, etc.- siendo que la tecnología y el
mercado propusieron una vida más fácil y “comparada hecha”).
Adoptando el pensamiento de Kuhn, podemos decir que, sustancialmente, P es un
modelo de interpretación y de “explicación” de la realidad, no sectorial sino global (tiende
a la totalidad). Para Kuhn, P no designa sólo el cambio de un método, o de una teoría,
sino también el cambio de una completa “constelación de creencias, valores, técnicas,
etc... que son compartidas por los miembros de una determinada comunidad”.
Algunos ejemplos ayudarán a comprender mejor toda esta teoría.

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Veremos más adelante que el peso de las tradiciones no es sólo un lastre sino que también
puede servir como herencia a ser re-significada por los nuevos P. (esto es: las viejas respuestas
dadas a los problemas de ayer sirven, al menos como lecciones a olvidar o no repetir). Por ahora,
bástenos saber que cuando un P cambia, las viejas recetas de ayer no sirven de mucho.

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A través de la difusión de la teoría de Copérnico en el s. XVI, que ya mencionamos antes,


se operó una re-estructuración de toda la astrofísica vigente hasta entonces. No se trató
simplemente de saber que “el sol no sale” y que somos nosotros los que nos asomamos a
él, sino que se puso en duda la misma idea de verdad con la que se leía la Biblia. Con ello
se afianzó un fuerte cuestionamiento a la autoridad jerárquica de la Iglesia. La Rev.
Francesa quitó a los reyes el poder que el mismo Dios parecía haberles dado y fue la
voluntad mayoritaria de los habitantes de la ciudad el criterio de razón y verdad para
sostener un gobierno. Gracias a los descubrimientos de Newton, el universo comenzaba a
verse como una maquinaria perfecta, con leyes objetivas y estables que simplemente
había que descubrir, conocer y saber manejar. La idea de “ciencia” se pegó a la de
“conocimientos objetivos”, y poco a poco, una verdad “comprobada científicamente” se
interpretó como un saber absoluto, sin margen para interpretaciones subjetivas. Aquello
que dependía de “interpretaciones” (del punto de vista de quien lo interpretase) era “mera
literatura”. El científico era alguien que observaba “objetivamente”: tal como las cosas
son. Las ideas de tiempo y espacio eran fijas y estables. Aunque los estudiosos adoptaron
con cierta rapidez este nuevo P, el pueblo tardó en ver la vida desde estas perspectivas 2.
Sin embargo, con los descubrimientos de Einstein, la teoría de la Relatividad nos enseñó
que no estábamos parados en un observatorio fijo, estable y sin alteraciones, sin que
estábamos parados en un observatorio móvil: observamos el universo desde un planeta
que se traslada a altas velocidades, con permanentes variaciones de posición, y
perspectivas de interacción con el universo exterior (e interior): el tiempo y el espacio
pasaron a ser variables que dependían de quién, desde dónde y con qué se medían. Por
lo cual, también nuestras perspectivas dependen de quién, desde dónde, con qué se
adoptaban. Lo “comprobado científicamente” no significa ahora nada absoluto ni menos
“totalmente objetivo”. Ya no existen ciencias propiamente “exactas”, sino más bien,
ciencias probabilísticas; y el saber objetivo dialoga con las interpretaciones subjetivas. Sin
embargo, como ocurrió anteriormente, en el mercado, las calles y las plazas, aún el P de
Newton y Copérnico sigue marcando su concepto de ciencia. La idea de que algo sea
científicamente avalado significa que no puede haber lugar a dudas. En el siglo pasado
(s.XX), los descubrimientos en las estructuras atómicas y la manipulación de las
“fricciones nucleares”, vuelven a operar un nuevo cambio en la capacidad destructiva de
la humanidad. Llegamos a un nuevo modo de concebir las guerras y los conflictos
armados (posibilitando incluso la idea de una destrucción total y masiva). Con la
catástrofe de Chernobil fuimos despertados de la inconsciencia y tuvimos miedo de que
todo el planeta volara en pedazos. Con la revelación del “holocausto” ya nos es imposible
continuar con un ingenuo optimismo sobre la dignidad de la persona humana: la
perturbación que nos originó aún molesta nuestra conciencia. Pero lo mismo ocurre
cuando pensamos en la cadena de invasiones militares que la única macro-potencia
mundial que aún perdura, EE UU, ha realizado en nombre de la civilización, la libertad y la
democracia, avasallando poblaciones, ecosistemas y legados culturales enteros.
Ahora bien, qué tienen que ver estas observaciones sobre ciencia y política del siglo XX
con la teoría sobre los P?.
Empecemos por definir lo que comprendemos como PARADIGMA: es un conjunto de
significados y valores, elaborados por cualquier grupo cultural para comprender la
realidad que le rodea y reaccionar a ella, a la luz de cuanto llegan a comprender. De
manera que los P. actúan prácticamente como un set de reglas y modelos que sirven para

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Baste ver cómo aún hoy hay gente que, si adhiere a la verdad del relato bíblico de la Creación,
cree que debe rechazar toda propuesta científica al respecto. Les cuesta mucho considerar que se
trata de dos discursos con fines, medios y perspectivas diferentes, y que, por lo tanto, no se
contraponen o niegan mutuamente.

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a) establecer y señalar límites, definir fronteras, decir lo que se permite, lo que es


“normal”, lo “extraño”, identificar rápidamente aquello de lo que hay que defenderse y
aquello que es doméstico. Por ej.: un niño es invitado a “poner la mesa” (preparar los
utensilios y otros arreglos para una comida familiar), pero él coloca los platos y
cubiertos en lugares y de manera distinta a lo que sus padres suelen hacerlo
cotidianamente. Sin mucha reflexión, su padre reacciona diciendo: “Esta mesa no está
bien puesta; no sabes poner la mesa; te voy a enseñar... etc.”. Lo que ocurre es que el
padre posee un P de cómo debe ponerse la mesa, y tal P es normativo. Cuando el
pequeño personaje transgrede ese P (por desconocimiento, negligencia o rebeldía, el
padre identifica esta realidad como extraña a los límites habituales de “LA manera
correcta” de poner la mesa, y determina que debe ser corregido. Este ejemplo puede
ampliarse a la forma de definir la arquitectura u organizar el transporte de una ciudad;
los lugares y maneras normales de orar en un templo; la forma correcta de “hacer un
asado”; o lo que debe o no debe ser enseñado, permitido y tolerado en una escuela,
hospital, etc. Para poner un ejemplo más complicado, tomemos el caso de una familia
educada en el modelo occidental, cristiano y machista, que ha organizado sus
relaciones afectivas, educativas, sexuales, económicas, etc. en base a lo considerado
“una familia normal” en este P cultural. Si surgiese que una de las hijas adopta, por
contraposición, un pensamiento feminista, o, “peor” aún, un hijo adquiere
comportamientos homosexuales, o el uso de drogas, o simplemente decide casarse
con una joven musulmana.... todo el modelo familiar entrará en crisis. Es posible que
los padres decidan convencer de lo “inconcebible” de tales opciones; o hasta
castiguen a los transgresores. Tal vez entren en crisis las mismas relaciones de
pareja, surjan viejas disputas matrimoniales, y hasta puede llegar a disolverse la
institución familiar como tal. Lo menos probable es que los padres abran el diálogo
tratando de comprender a sus hijos, visualizar su proceso de maduración y tratar de
aportar a una solución que potencie la plenitud de una vida sana para todos/as desde
sus posibilidades reales. Es muy poco probable que tanto padres como hijos vean
con rapidez y profundidad el punto de vista o la misma realidad del otro. ¡Tan
fácilmente negamos lo que pasa, cuando esto no condice con nuestra forma de
concebir las cosas!. En tal sentido, los P actúan como filtros que retienen los datos
que no condicen con nuestras formas habituales, y dejan pasar aquello que es
considerado familiar, lo que esperamos que ocurra, lo “normal”. Vemos lo que
esperamos ver. Aquellos datos que son familiares a nuestro P son vistos sin dificultad,
pero los que no concuerdan con nuestro P son experimentados con enorme dificultad,
no sólo para aceptarlos y entenderlos, sino incluso para admitir que existen!.
Habitualmente, cuando algo así ocurre, los defensores de un P juzgan de “anormal,
raro, o defectuoso” lo que no coincide con su P, y en oportunidades, ni siquiera llegan
a ver que algo pueda existir fuera de su propio P.
b) Existe una segunda utilidad de los P: a la vez que establecen límites, también nos
enseñan cómo enfrentar y resolver exitosamente problemas y necesidades diarias
dentro de los límites establecidos. Vale decir que, todo P es un fenómeno cultural que
establece modelos o patrones de resolución de conflictos y viabiliza la satisfacción de
necesidades a partir de la experiencia acumulativa de una comunidad o grupo social a
lo largo de su historia. Esto nos explica por qué se produce cierta resistencia a
comprender los fenómenos que no coinciden con el P (lo que antes detallamos):. Un P
no es casualidad ni capricho espontáneo de ciertas personas. El P, sea del género y
alcance que sea, desde poner la mesa hasta coordinar un equipo de trabajo, o una
nación, el o los P se configuran desde la experiencia exitosa de años acumulando
tales patrones como positivos para ese grupo de personas. Una vez instalado un
determinado P, se genera en las personas la expectativa legítima de que ese patrón

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sirva para solucionar los problemas futuros y garnatizarnos el éxito. De esa forma se
genera una suerte de filtro que actúa permitiendo el ingreso rápido de aquellos datos
esperables, y deja fuera, en segundo plano o anulándolos, aquellos datos que no se
esperan dentro del patrón normativo. Muchas veces hasta llegamos a distorsionar
nuestra visión de la realidad al intentar forzar datos que no sor “normales”, para que
se ajusten a nuestras reglas, en lugar de reconocer que son una excepción a las
mismas. A manera de ejemplo, piénsese en el rol del grueso de la Jerarquía católica
argentina durante la última dictadura militar. Las afirmaciones del cardenal Tortolo
sobre que en Argentina “no había desaparecidos” no puede deberse solamente a una
posible visión perversa de lo que pasaba (lo cual sería una interpretación posible) sino
también a su distorsión de la realidad y su incapacidad, a veces hasta fisiológica, para
reconocer la situación más allá de sus propios P. Lo trágico es cuando tales cegueras
cuestan la vida de otras seres humanos. De hecho, el mismo Galileo no alcanzó a
disfrutar el perdón que en nombre de la Iglesia le pidiera póstumamente Juan Pablo II.
Nótese que, hasta el momento, no hemos dicho que un P sea “bueno o malo”. No hemos
entrado en el terreno moral, y mucho menos en el campo ético. Sin embargo, en la
medida que Uds. deseen ampliar ejemplo, verán cómo lo que parece “normal” en un
grupo o cultura, rápidamente se transforma en “bueno” y en fuente de esperanzas, juicios,
métodos educativos, patrones de salud, etc.
Siempre contemplamos al mundo a través de nuestros P. Constantemente seleccionamos
del mundo aquellos datos que se ajustan a nuestras reglas y reglamentos e intentamos
ignorar lo demás. Consecuentemente, lo que parece se r obvio para unos, puede ser
totalmente imperceptible para otra persona con otro P. Este fenómeno suele designarse
como “efecto paradigma” y se aplica a todos aquellos que tengan normas y reglamentos
claros para su vida y sus prácticas. ¿Y quién no los tiene?!. El “efecto paradigma” es
capaz de cegarnos a la solución de problemas graves o importantes. Son nuestras reglas
y reglamentos que nos impiden ver el futuro como una posibilidad creativa y nos empuja a
verlo como continuidad segura de nuestros viejos P. Esa influencia produce una suerte de
parálisis mental para reaccionar creativa y positivamente a ciertos aspectos de la
realidad y explica por qué ante determinados desafíos hay mucha gente que no logra
visualizar salidas y reacciona intentando restaurar viejas recetas (“antes no había estos
problemas”; “si fuésemos como antes estaríamos más tranquilos”; “en lugar de
evolucionar estamos involucionando”...).
Ocurre que, siguiendo los aportes que Lákatos realizó a Kuhn sobre el tema que nos
ocupa, podemos decir que un P está compuesto por un núcleo firme y consistente que es
in-modificable, es el núcleo del P. Pero éste está rodeado por un entorno maleable,
adaptable, que inter-actúa con otros P.
El entorno de todo P sirve para adecuarse y sobrevivir en una maraña de P que coexisten
diariamente en toda cultura. Muchas veces, un P menor puede habitar dentro de P
mayores o abarcativos de realidades más englobantes.

entorno Cuando una situación determinada influye con sus


interrogantes al núcleo de un P, y éste no posee respuestas
Núcleo satisfactorias para hacer frente a tal cuestión, se produce un
fenómeno de adaptación, en el mejor de los casos, o de
simulación, en el peor, por el cual, modificando el entorno, el
núcleo paradigmático de un grupo, cultura o institución intenta
sobrevivir para no perecer. Hay situaciones en las que un núcleo puede
afrontar un cambio tan grande que no logre adaptar su entorno y se produzca un conflicto
interno que termina, sencillamente, aislando al núcleo, destruyéndolo o abandonándolo

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por obsoleto. Cuando una situación cambia tan radicalmente, los núcleos de los P
vigentes hasta ese momento parecen quedar fuera de época. Podemos decir que
“vuelven a cero”: sus éxitos y glorias pasadas ya no garantizan nada, y por más que
añoren restaurar su poderío y efectividad, la realidad presente los deja sin autoridad ni
sustento.
Les propongo dos pequeños juegos que nos ayudarán a comprender mejor cómo
funciona en nuestro pensamiento el efecto P.
Tomen uds. 6 (seis) fósforos de madera; palillos, o lo que se le parezca: La consigna es
que logren armar una figura de 4 triángulos colindantes sin quebrar los palitos y
ubicándolos sólo una vez en una posición. Tómense el tiempo. Intenten hacerlo. No se
dejen llevar por el instinto de “continuar leyendo” como si éste ejercicio fuese de menor
importancia. Lograrán comprender mejor el tema propuesto una vez hechas las
experiencias. Y, por las dudas... el ejercicio tiene solución.
Vamos ahora con el siguiente caso: reproduzcan el siguiente diagrama de puntos en una
hoja de papel

  

  

  

Ahora intente unir todos los puntos con 4 (¡y sólo cuatro!) trazos rectos y continuos, sin
levantar el lápiz del papel, hasta unir todos los puntos con los trazos.
Una vez que lo hayan intentado, salvo para el caso de aquellos de uds. que ya conocían
las respuestas, les invito a que se pregunten: ¿qué es lo que me posibilitó o limitó en la
resolución de estos ejercicios?. Y para facilitarles la respuesta, les invito a sincerarse:
¿cuáles fueron las figuras básicas que había en sus mente cuando intentaron resolver
estos problemas por primera vez?. Déjenme suponer: para el primer caso, muchos de
uds. habrán intentado disponer los palitos sobre una mesa (espacio plano) y armaron sus
intentos de solución sobre el plano (considerando sólo dos dimensiones posibles: ancho y
largo, con lo cual abortaron de cuajo la posibilidad de dar otra solución al planteo. Pero si
ya lo resolvieron, sabrán que los cuatro triángulos son perfectamente posibles si arman,
con la misma cantidad de palillos o fósforos una pequeña pirámide, incorporando así una
tercera dimensión: lo alto, para dirimir el problema. Una triángulo será la base de la
pirámide y los otros tres serán los lados. La idea de que los problemas geométricos se
solucionan sobre un plano traicionó a muchos y les impidió ver otras posibilidades.
Lo mismo ocurre con el diagrama de puntos. Si la figura que les condicionó la respuesta
es la del cuadrado, entonces seguramente aún están sin resolver el planteo. Dirán que es
imposible abarcar todos los puntos con cuatro trazos continuos; o supondrán que “hay
una trampita”, o que sencillamente están perdiendo su tiempo. La forma tácita de un
cuadrado les puede estar traicionando y los obliga a pensar que no pueden salirse de
ciertos márgenes para buscar soluciones alternativas. Pero si intentan salir de ese
cuadrado que nadie mencionó pero que nos condicionó a todos en un momento, verán
que la respuesta es sencilla.
Si la informática no nos juega una mala pasada, uds. podrán seguir el ejemplo en el
documento electrónico, y si lo han reproducido en el papel, se podrán dar cuenta que la
primera vez deberán seguir al pié de la letra las instrucciones de la respuesta, pero al
apropiarse de la clave y destrabar la imaginación, poco a poco irán siendo más libres para

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iniciar los trazos en un punto cualquiera del diagrama y dar igual solución al problema.
Deberemos partir de un punto cualquiera, en este caso desde punto superior izquierdo,
llevando el trazo hasta y extendernos más allá de la imaginaria figura del cuadrado
(indicada por la línea azul). Seguimos el trazo con la línea violeta (hacia abajo, en
diagonal) uniendo sólo dos puntos esta vez y transgrediendo nuevamente la figura del
cuadrado. Continuamos el trazo hacia arriba (color verde) hasta el mismo punto de inicio,
para bajar en diagonal hacia el extremo inferior derecho (trazo verde limón), para unir los
dos puntos restantes.
No existe ninguna “trampa” en la respuesta. Sólo que para lograrlo necesitamos “salir” del
paradigma del cuadrado que nos impide ir más allá de esos límites para buscar
alternativas. Obviamente existen quienes dirán: “Lo que pasa es que nadie nos dijo que
podíamos hacerlo así”; o tal vez “Si las reglas hubieran dicho que podíamos salir de la
figura lo hubiésemos hecho antes”. Obviamente, ese “nadie” al que se refieren sería un
personaje que logre desprenderse del P. tradicional y, desde su propia experiencia
“autorizaría” a los demás a transgredir los espacios. Pero el problema es que las “reglas”
están hechas desde ciertos P. que no siempre contienen todas las soluciones posibles.
Por eso es que nunca podrán decirnos de antemano qué caminos tomar cuando
aparecen problemas imprevistos. Veamos el gráfico:

  

  

  

Ahora, imaginen Uds. que en lugar de unir “puntos de un acertijo” se trata de unir
docentes de un equipo de trabajo, o directivos de una escuela, o sectores pastorales de
una obra evangelizadora. Contemplen nuevamente el gráfico de arriba e identifiquen las
dos zonas en las que nuestras líneas “salen” de su “molde” formando dos triángulos (uno
en la parte superior derecha, con las líneas azul y violeta; y la otra en la parte inferior
izquierda, con las líneas violeta y verde). Piensen ahora en esas zonas fuera del ámbito
normal de trabajo que uds. deberán ocupar, transitar o incorporar para dar solución
creativa a la integración de personas o sectores de las obras pastorales que desean
incluir. Seguramente ahora verán la utilidad de haber hecho el ejercicio y su pertinencia
temática.
Para “aterrizar” el tema en otro ámbitos cotidianos podríamos pensar en lo difícil que se
les hace a nuestras familias y comunidades incluir e integrar con sus líneas vitales a
personas y grupos que no se encontraban en los parámetros que les eran “normales”:
drogadictos; homosexuales; aborígenes u otras minorías étnicas; punks; etc. A más de un
padre, el sólo hecho de “pensar” en semejante “acertijo” les resulta violento, impertinente,
tramposo, y hasta una pérdida de tiempo.
Obviamente no es sencillo. Hay un ejemplo clásico que deseamos reproducir ahora del
futurólogo norteamericano Joel Baker, citado en un famoso video de Chart House
Learning dedicado a empresarios, sobre este tema. Durante muchos años el mercado de
relojes estuvo hegemónicamente dominado por un solo país: Suiza. Véanse las cifras:
controlaban el 65% del mercado mundial; se llevaban el 80% de las ganancias mundiales
del rubro; poseían una industria muy avanzada tecnológicamente y una mano de obra
altamente cualificada de 65.000 empleados. ¡Eso sí que es liderazgo!. Pocos años más

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tarde, Suiza pasó a controlar solamente el 10% del mercado mundial y en tres años
debieron despedir a más de 50.000 trabajadores (cifra que engrosó las tasas de
desempleo). ¿Qué fue lo que pasó? Otra nación ha sido la que tomó la delantera en la
industria relojera: Japón, que en 1968 no poseía ni el 1% del mercado. ¿Cómo pudieron
los suizo, que durante más de un siglo dominaron el rubro ser desplazados por una
nación sin experiencia, sin cualificación ni independencia tecnológica?. La causa es
sencilla de explicar, pero difícil de entender... cambió el paradigma de la relojería!. El reloj
de cuarzo es el que hoy domina el mercado y establece los criterios de gusto, desarrollo y
economía. Lo más insólito es que el reloj de cuarzo fue inventado por los mismos suizos,
en los talleres relojeros de Newcastle. Pero cuando la idea fue presentada por los
inventores a los industriales suizos, éstos la rechazaron de plano: ¡cómo admitir que el
futuro de los relojes fuese “esa cosa” sin engranajes, sin resorte maestro, sin agujas
indicadoras... era una idea atroz!!. Tan era así que los fabricantes ni siquiera patentaron la
obra y, cuando industriales estadounidenses de Kansas Instruments of America y los
copistas japoneses de Seiko la conocieron, tomaron la delantera y... hoy detentan el
dominio hegemónico del mercado relojero mundial. Los suizos estaban tan obnubilados
por el éxito de sus viejos paradigmas que cuando se confrontaron con un modo
totalmente distinto de hacer las cosas, lo rechazaron pues ese modo no se ajustaba a su
forma de ver y juzgar la realidad, que hasta el momento le era tan válida y favorable. Ni
siquiera se preocuparon de analizar la posibilidad de cambios. Es lo que nos suele ocurrir
cuando un P ha prevalecido con tanta fuerza en modelos religiosos, médicos,
agronómicos, etc.
Los suizos volvieron a cero pues su glorioso pasado ya no garantiza nada en las nuevas
concepciones de ese mercado. También a nosotros puede ocurrirnos que nuestras
glorias pasadas nos bloqueen el camino al futuro.
Existe otra anécdota que me gustaría compartir del autor antes citado. Una tarde de
verano un muchacho conducía su nuevo auto por una sinuosa ruta vecinal muy pintoresca
que le gustaba para sus destrezas al volante. Disfrutaba manejando e intentó hacer gala
de sus habilidades acelerando entre las curvas. De repente, justo antes de doblar, un auto
aparece de frente veloz y zigzagueante, casi fuera de control. A punto de chocar nuestro
personaje clava los frenos, mientras el otro auto logra controlarse y cruzarlo por su carril
correspondiente. Cuando estaban paralelos, una mujer que manejaba el sorpresivo auto
le grita: “¡cerdo!”. Nuestro joven, lejos de serenarse le respondió: “¡vaca!”. Obvio, ¡qué se
creía!, acaso pone en riesgo sus vidas, casi lo choca y encima lo insulta! Era necesario
repeler su insulto y tal vez “darle una lección... mujer al volante...”, pensó el muchacho.
Volvió a acelerar, nervioso y ofuscado, tomó la curva y... ¡chocó contra un cerdo!.
Lo que el muchacho interpretó como agresivo era nada más una severa advertencia que
la mujer apenas logró transmitirle en su emergencia. Pero él, tan cegado por su deseo de
continuar el paseo sin problemas, de la forma que siempre lo hacía, más su pre-juicio
sobre la forma de manejar de las mujeres, consideró que se trataba de “mala voluntad, un
insulto, y hasta una amenaza”. Esto suele ocurrir cuando un grupo de manifestantes
cortan una ruta para reclamar por algún derecho, o un niño se poner rebelde para
expresar su descontento por una situación que le molesta y no logra controlar, o con la
gente que deja de participar en propuestas anquilosadas y sin significado vital, o
simplemente con alguien que nos desafía a pensar la realidad desde otro punto de vista.
Ciertas situaciones de la historia, cuando nos enfrentan con nuevos modelos, nuevas
variables y alternativas a lo que “siempre hemos hecho de una determinada manera”,
parecen amenazarnos y hasta suenan a insultos.

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Para Pensar nuestros PARADIGMAS Juan Carlos Stauber

Así fue con la proyección de Arno Peters, un geógrafo alemán que desafió nuestra
estética planetaria con un nuevo diseño del “mapa mundi”. La antigua proyección de
Mercator, un comerciante holandés del s.XV, fue la que dominó el imaginario mundial, y
es aún la que controla los mercados de la cartografía popular. Sin embargo, la falta de
precisión en sus proporciones, distancias y ubicación hicieron obsoleta la representación
de Mercator. Ahora bien: pregúntenle uds. a un profesor de geografía qué piensa de un
mapa proyección Peters colocada con el Sur hacia arriba. Verán cómo el efecto P
funciona de maravillas: ha llegado a producir una parálisis en la manera de ver, interpretar
y moverse en el mundo que los profes de geografía suponen como “real, bello o exacto”
mucho más de lo que en rigor pueden contrastar efectivamente. Ni qué hablar si
transferimos estas reflexiones al ámbito religioso o político. Pregunten uds. cómo vivieron
los adultos de las décadas del 60 y 70 (s.XX) las variaciones de P en la liturgia católica
tras la actualización propuesta por el Concilio Vaticano II. Más de un fiel y piadoso católico
creyó insolente y agraviante a Dios mismo la incorporación de las lenguas de cada cultura
en lugar del latín, o la mezcla de varones y mujeres en los bancos de la Iglesia, o el uso
de música e instrumentos propios en lugar del tradicional órgano, etc, etc.
Los P afectan dramáticamente nuestros discernimientos y nuestras tomas de decisiones.
Si queremos tomar decisiones acertadas en el futuro es preciso conocer nuestros P y su
funcionamiento, o al menos tener la humildad necesaria para aprender a dialogar con
quienes nos ayuden a tomar conciencia de los límites y posibilidades de nuestros P. Ello
nos posibilitará abrirnos a otras perspectivas y prepararnos para ir más allá del “espacio
doméstico”, el mundo conocido de nuestras cotidianas preguntas y respuestas. En el
lenguaje ignaciano, para quienes comprenden el lenguaje, los P pueden constituirse en
verdaderas “afecciones desordenadas”, de las cuales no siempre estamos dispuestos a
desprendernos.
Analicen uds. este ejemplo: un amigo porteño volvía de su agotadora jornada en la
oficina. Como siempre, toma el subte que lo lleva a su barrio. Además de las tradicionales
pujas por conseguir un asiento libre a esa hora, mi amigo se encuentra con dos niños, de
4 y 6 añitos viajando junto a su padre. Los niños estaban insoportables. Se movían de un
lugar a otro, protestaban por cualquier cosa, se peleaban, lloraban, interpelaban a su
padre quien sólo intentaba mirarlos como si buscase descubrir algo en el fondo de sus
ojos. No les decía nada, no los reprendía, no se “hacía cargo” como me comentaba mi
amigo. Éste “aguantó un tiempo, pero con todo el agotamiento de la jornada encima
perdió la paciencia y encaró al papá: “Viejo, ¡no te das cuenta que el vagón está hasta las
manos y que estos mocosos nos están cansando a todos!”. El papá levantó la vista con
timidez y abatimiento, y con voz cansina le contestó: “Disculpe señor ¡No sé qué hacer!.
Los llevé al hospital para que conversaran por última vez a su mamá pero llegamos
apenas para que le dieran un beso. Tenía un cáncer fulminante y no hubo tiempo de
nada. Es difícil hacerles entender, y yo no tengo ni fuerzas...”
Mi amigo tragó saliva como acomodando el nudo en su garganta. Me contó que se
disculpó ante el papá y que lloró con ellos cuando se bajaron del tren. No sé si iban a la
misma estación. Pero sé que mi amigo los acompañó a su casa y pagó les invitó a un café
y gaseosas para ayudar a que se desahoguen. Sin querer, sacó fuerzas de no sé dónde y
se transformó en una ayuda grande para su duelo. Hasta el día de hoy mantienen una
linda y enriquecedora amistad.
Lo que para mi porteño amigo era una señal de indisciplina y negligencia, se mostró en
realidad como signo de bronca, dolor y abatimiento ante una circunstancia trágica de la
vida. Lo que en un principio mereció la condena y el reproche de mi amigo, luego se
transformó en motivo para la comprensión, la paciencia y la dedicación. Y, sobre todo, la

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Para Pensar nuestros PARADIGMAS Juan Carlos Stauber

mala interpretación de un comienzo se tornó en desafío a ver la vida desde otro


paradigma: literalmente, una auténtica conversión de sentido.
Por ello es importante tener en cuenta algunas observaciones básicas sobre este tema
para poder hacer un análisis apropiado a nuestros intereses personales, profesionales,
sociales, etc. Hagamos un resumen puntual:
1- En un sentido amplio, los P son “comunes”. Los tenemos en todas las dimensiones
de nuestra vida. No solemos ponerlos en discusión y los compartimos con otras tantas
personas que conviven en el mismo ámbito, sea familiar, escolar, profesional, religioso
o político. Son tan “comunes” que ni siquiera solemos darnos cuenta que existen, que
constituyen una estructura básica aprendida alguna vez y confirmada por la práctica
habitual. Al compartirla con muchos, suele hacerse fuerte la idea de que tal P está
aprobado por todos y que su modificación puede tener el peso de una traición a la
tradición del grupo.
2- Los P son útiles. Nos muestran lo que es importante de lo que no lo es, y nos obligan
a una visión dinámica de la realidad. Nos permiten realizar cosas con agilidad y
resolver problemas con cierta facilidad. Nos garantizan el éxito, dentro de las variables
consideradas habitualmente como “normales”. Son, de alguna manera, un filtro por
donde ingresan los datos de la realidad y nosotros captamos lo “normal” de lo
“anormal”, lo cual nos sirve para vehiculizar dinámicamente nuestros recorridos
cotidianos.
3- A veces, un P se puede convertir en “EL” P, la única manera de hacer las cosas
aceptada y posible. En estos casos podemos decir que nos encontramos ante lo que
Joel Baker llama: parálisis paradigmática, o la única forma aceptada como válida. Esta
Parálisis es una enfermedad muy fácil de contraer y de consecuencias fatales.
Muchas instituciones y hasta culturas han sido destruidas por causa de ella. Podemos
afirmar que, con un pensamiento así, cualquier alternativa es rechazada de plano.
Pero es preciso saber que, si alguien no está dispuesto a buscar o aceptar otros
caminos posibles, no tiene derecho a interponerse en la marcha de los que ya lo están
haciendo. En lengua castiza nos lo enseñaba el viejo adagio: “No seas como el perro
del hortelano, que no come ni deja comer”. Esto es lo que hace que mucha gente
parezca volver a cero –quedarse sin recursos ni salidas- ante nuevas problemáticas.
4- La gente que se anima, esos que son capaces de abrirse al cambio y buscar
alternativas al P decadente, suelen ser personas que no están comprometidas con el
núcleo del P, y que por ello mismo tienen muy poco o nada que perder con intentar
algo diferente. A veces han tenido que desposeerse de sus intereses en el viejo P. De
todas maneras, los audaces intrépidos suelen ser siempre foráneos: ellos no hacen
parte del centro del P vigente. Pueden ser jóvenes o viejos, la edad es irrelevante,
pero queda claro que ellos están en los márgenes del viejo P. Las soluciones
“normales” en el antiguo P les dejan insatisfechos y se sienten fuera de su paraguas
protector, están desamparados por las “normas” establecidas. Ellos/as, cuando
intentan plantear sus puntos de vista suelen sentirse como si hablaran otro idioma.
Literalmente, son foráneos, extranjeros del viejo P. Por ello, si queremos visualizar
nuevos P en nuestra profesión, sociedad, sistema económico, político o religioso,
debemos mirar hacia los márgenes, hacia la periferia de nuestros P.3, ya que

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Así entendemos la OPCIÓN PREFERENCIAL por el POBRE: como una mirada hacia la periferia
del sistema vigente, que intenta vislumbrar alternativas salvíficas a las preguntas que el P. del
modelo actual deja sin respuesta. Es la mirada al POBRE como FORÁNEO y sujeto que puede
mostrarnos brechas hacia nuevos P. No significa que todos los pobres pasen, de ser foráneos a

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Para Pensar nuestros PARADIGMAS Juan Carlos Stauber

siempre las nuevas reglas son escritas en los límites de lo antiguo. Fue así como
empezaron todos los movimientos alternativos del último siglo, y de los siglos
anteriores: el movimiento antiesclavista, el movimiento feminista, el republicano, el
ecologista, etc.4.
5- Los que decidan cambiar su centro de normatividad (abrirse a un nuevo P) serán
pioneros del nuevo P. Ellos/as tendrán que ser muy valientes y tenaces ya que las
evidencias ofrecidas por el viejo P no logran ser equivalentes a las pobres pruebas
que otorga el nuevo P: todavía no demostraron lo que pueden y deben hacer. Thomas
Kuhn lo dice claramente: “La persona que abraza un nuevo P tendrá que hacerlo
desafiando muchas veces las normas establecidas para la solución de problemas. Ella
necesita tener fe5 en que el nuevo P tendrá éxito a pesar de los problemas que
enfrenta, sabiendo sólo que el viejo P ya no era suficiente para satisfacer los desafíos
y demandas del nuevo tiempo. Una decisión de ese tipo sólo puede ser tomada con
mucha fe. Los signos del verdadero pionero son: gran coraje y confianza en sus
ideas”.
6- Finalmente, es preciso considerar que, aunque nuestras tradiciones nos impactan tan
profundamente que es difícil lograr evadir o controlar su influencia en nuestras
herencias familiares, genéticas o culturales. Sin embargo, si una persona está atenta y
conectada con su medio, es posible que logre objetivar demandas y abrirse a un
cambio de sus reglas y normativas. Los seres humanos no están genéticamente
programados con una sola forma de ver al mundo. Es posible deshacerse del viejo P,
al menos en gran parte, y adoptar nuevas visiones de la realidad, nuevas
perspectivas para vislumbrar alternativas. Esta tarea, como es de suponer, más que
con un puro voluntarismo individual, se refiere a una intuición, una convicción y un
proceso grupal, de quienes se atreven a plantear nuevos horizontes a su espacio
interno. No olvidemos que ningún P lo es sólo para UNA persona individual. Estamos
hablando de planteos colectivos que sólo se resuelven colectivamente.
Volviendo al tema del muchacho que atropelló al cerdo en la ruta por no aceptar la
advertencia de la mujer: en las próximas décadas habrá mucha gente gritándonos cosas,
y para quienes tengan la flexibilidad mental de aceptar el desafío, en lugar de escuchar
“amenazas”, lo que oirán son “oportunidades”. En cambio, si sufrimos de parálisis
paradigmática probablemente lo que escucharemos son amenazas y deseos profundos
de “volver atrás”, reproducir las seguridades del pasado y emular gloriosas recetas de
ayer. Esto puede ser sostenido por un tiempo más, pero, cuanto más intente perpetuarse,
más violenta y autoritaria deberá ser la fuerza con la que disfrace los cambiantes
procesos de la realidad y las demandas de la periferia y sus pioneros.
A veces las personas se asustan por el futuro: ¿cómo vamos a enfrentar estos
problemas?, y desean fervientemente que alguien les facilite mapas y direcciones seguras
para transitar el trayecto hacia sus repetidos proyectos profesionales, familiares o
sociales. La respuesta a esta pregunta, sin embargo, puede encontrarse mirando a
nuestros tatarabuelos: a veces ellos debieron aventurarse sin demasiadas luces ni
seguridades a los desafíos del pasado. Aunque el futuro parezca terrible, no lo es. Como

ser pioneros. Son dos cosas distintas. Pero también es cierto que no se puede ser pionero sin
haber sido foráneo antes.
4
Aquí hay que decir, en rigor a la verdad, que nunca se “vuelve a cero” al cambiar de P. La
experiencia acumulada durante el camino realizado siempre puede ser resignificada, re-ciclada, y
aprovechada en diversos sentidos por los pioneros que deseen ser fieles y sensatos con un
proceso mayor que ellos mismos.
5
Negrita y subrayado nuestro, no del autor citado.

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Para Pensar nuestros PARADIGMAS Juan Carlos Stauber

seres humanos tenemos la capacidad de cambiar, de convivir con los cambios de P. y ha


sido esta increíble capacidad de adaptación mutua entre nosotros y el medio lo que nos
ha llevado a evolucionar tan rápidamente a lo largo de los siglos de vida en el planeta.
Siempre habrá un manera diferente de solucionar y resolver dificultades y problemas. Hay
siempre una nueva puerta para avanzar hacia el futuro. Del otro lado de esas puertas hay
oportunidades suficientes para quienes tengan el coraje y la decisión de ser creativos,
felices y laboriosos toda la vida.

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