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ROUSSEAU (1712-1778)

1. Vida y obras:

Juan Jacobo Rousseau nació en Ginebra (Suiza) en 1712. Vivió una


juventud azarosa, huérfano de madre y con su padre en el exilio, fue
educado por sus tíos y de joven, fue aprendiz de varios oficios
(relojero, grabador…). Se le puede considerar, casi en todo, como un
autodidacta. Solamente tuvo como orientación a Madame de Warens,
una dama ilustrada, quien lo guió en su educación y en su gran afición
por la música. En 1741 se estableció en París, y allí conoció a los
intelectuales ilustrados de su época: Voltaire y los enciclopedistas
Diderot y D’ Alembert. Asimismo, en París inició una relación con
Thérèse Levasseaur, criada de un hotel, sin educación, que será su
compañera para toda la vida. Con ella tuvo cinco hijos que fue
entregando al orfanato sucesivamente. En París trabajó como músico y preceptor.

Rousseau salió del anonimato a la fama por su obra “Discurso sobre las ciencias y las artes”,
escrito como respuesta a la pregunta del concurso de la Academia de Dijon en 1750: “¿Ha
contribuido a la mejora de las costumbres el progreso de las ciencias y las artes”? Rousseau
argumentó que no, y ganó el concurso. En 1753 volvió a ganar el mismo concurso con su
“Discurso sobre el origen y el fundamento de la desigualdad entre los hombres”, en el que
amplía su visión sobre el mismo tema. A partir de ahí escribió sus obras fundamentales como
“El Contrato Social” sobre la reforma política de la sociedad; o “Emilio”, sobre la reforma de los
individuos por la educación. Al sostener ideas totalmente contrarias a las ideas de los
ilustrados de la época, recibió duras críticas, sobre todo de Voltaire, que le hicieron muy
impopular. Llegaron a desterrarlo de Francia y luego de Suiza. Tuvo que refugiarse en
Inglaterra en casa de su amigo Hume.

Pudo volver a Francia, años más tarde, ya con 55 años, pero a condición de que no publicase
nada más. Él continuó escribiendo, a pesar de todo, como vemos en su autobiografía
“Confesiones”. Pero las críticas que recibió de los ilustrados le hicieron mucho daño y no llegó
a ser reconocido públicamente en vida, pese a haber pasado luego a la Historia como un gran
pensador ilustrado y el inspirador del Romanticismo posterior y de todo el movimiento
revolucionario desde la Revolución Francesa. Murió en París en 1778, a los 66 años de edad.

2. Contexto histórico y filosófico: de la Ilustración al Romanticismo.

Aunque Rousseau vivió en el momento histórico de la Ilustración antes de la Revolución


Francesa de 1789, sin embargo se le puede considerar más bien, como un autor romántico y
como un crítico de algunos de los ideales de la Ilustración. Los intelectuales ilustrados creían
en el papel de la educación y de su divulgación del conocimiento, como podemos ver en la
gran obra de la Enciclopedia, para luchar por la libertad contra la superstición, el absolutismo
político y el fanatismo religioso. Rousseau compartió con ellos el optimismo antropológico y su
fe en el progreso social y político, y reivindicó como otros ilustrados, la igualdad social y
económica, no solo la igualdad ante la ley, para lograr la justicia social. Sin embargo, Rousseau
es ya un autor romántico porque dará más importancia al sentimiento que a la razón, y porque
atacó directamente la obra enciclopedista, al asegurar que la civilización y la cultura, las
ciencias y las artes, solo han servido para corromper al hombre, considerándolas síntomas de
la decadencia social, como podemos ver en su Discurso para el concurso de la Academia de
Dijon. Si Voltaire pensaba que la razón y la civilización podrían sustituir a la barbarie de épocas
anteriores, Rousseau aparecía como una amenaza a los ideales ilustrados, y por ello, fue
acusado de pretender una vuelta imposible al salvajismo, incluso a la vida animal.

Además, Rousseau tendrá una visión escéptica y pesimista del progreso científico y no creerá
en el conocimiento como instrumento de dominio del hombre sobre la naturaleza. Al
contrario, afirmará que la civilización ha corrompido al buen salvaje, volviéndole débil y
dependiente de la técnica, lo que supone el origen de la decadencia humana.

Por esas razones, se puede afirmar que Rousseau es un pensador atípico en el contexto
ilustrado de su época y se le puede considerar ya como un pensador romántico. Asimismo, hay
que señalar que no manifestó interés alguno por cuestiones de metafísica o por los problemas
del conocimiento, al contrario que otros filósofos de la modernidad. Sus reflexiones se
centrarán, en cambio, en los temas sobre la naturaleza humana, la moral y, sobre todo, la
política.

3. El problema del hombre: el mito del buen salvaje

La idea principal de Rousseau es la bondad innata del ser humano y el papel corruptor de la
sociedad civilizada en su evolución. Justo todo lo contrario de lo que había afirmado antes
Hobbes. “El hombre es bueno por naturaleza”. Es pacífico, noble. No es “un lobo para el
hombre” como dijo Hobbes en su obra “Leviatán”. Tampoco es agresivo por naturaleza, ni está
en una guerra de “todos contra todos” en estado natural. Si se unió a los demás para crear la
sociedad, eso se debió tan solo a las dificultades de la subsistencia en el estado natural. Pero,
si en estado natural es un hombre bueno, libre y feliz, la sociedad ha terminado por
transformarlo en un ser malvado, esclavo y desgraciado; un ser que solo se mueve por sus
intereses egoístas. Rousseau critica así a la sociedad de su tiempo que se basaba solo en la
desigualdad económica y social. Al mismo tiempo, idealiza al buen salvaje y critica la
civilización asegurando que no ha hecho más feliz al hombre.

La afirmación de que la sociedad civilizada ha corrompido al ser humano tal como era en su
estado de naturaleza exige una descripción de dicho estado. Puesto que solo conocemos al ser
humano en sociedad, esta investigación de su estado natural no puede ser empírica ni
histórica, sino que más bien ha de ser una explicación hipotética que consiste en tomar al ser
humano tal como lo conocemos y retirarle todos los atributos que ha recibido de la vida en
sociedad. En definitiva, el estado de naturaleza es más bien el modelo o norma desde el cual
Rousseau somete a crítica el orden social vigente.

El ser humano en su estado natural, "el buen salvaje", es un ser solitario y sin lenguaje
que vive gracias a sus sentidos. A diferencia de los animales, en cambio, tiene capacidad de
autoperfeccionarse y es libre de elegir. En estado natural el instinto de conservación le ayuda a
sobrevivir, ese instinto solo estará moderado por la compasión, la piedad ante el dolor ajeno.

El origen de la sociedad y de la destrucción del estado natural del hombre comenzó, según
Rousseau, con la aparición de la propiedad privada. Ese es el origen de todos los males. La
única solución posible es reformar por completo a la sociedad, realizando un nuevo pacto, y al
propio hombre, por medio de la educación. De la reforma de la sociedad se ocupará en su obra
el Contrato Social, y de la reforma de la educación, en su obra “Emilio”.

Sobre la educación hizo su propia teoría, en la que partiendo de un optimismo radical, al


considerar que el hombre es bueno por naturaleza, concluyó afirmando que lo mejor es dejar
actuar a la propia naturaleza, sin interferir. Por eso se opuso al control de las instituciones
educativas y, en cambio, propuso un tipo de educación que sirviera para desarrollar antes la
sensibilidad y los sentimientos, que la razón. Hay que procurar salvaguardar la inocencia
natural del niño, incentivar su espontaneidad natural, la empatía (o capacidad para ponerse en
el lugar de los demás y comprender sus sentimientos), y finalmente, desarrollar su capacidad
para colaborar con los demás miembros de la sociedad. Rousseau, sí creía en la posibilidad de
mejorar al hombre por la educación, pero no como los ilustrados, aumentado su saber y
desarrollando su razón.

El objetivo final de la educación, según Rousseau, no debe ser fomentar el individualismo, sino
fusionar la moral con la política, creando buenos ciudadanos que terminen reprimiendo su
egoísmo para pensar antes en su comunidad. Por eso piensa que hay que fomentar el amor a
la Patria, el sentimiento de fraternidad, y la idea del bien común, que siempre debe estar por
encima del bien particular.

Este proceso educativo debe ser gradual y atender a las distintas etapas del desarrollo
psicológico del niño y del adolescente, pues en cada fase de su evolución el ser humano requiere
diferentes técnicas pedagógicas según las facultades que se hayan desarrollado lo suficiente para
ser educadas. En general, el educador nunca debe considerar al niño como un adulto en
miniatura, sino como un niño con sus propios modos de pensar y de sentir.
Desde el nacimiento hasta los doce años, hay atender al ejercicio inteligente de los
sentidos. Posteriormente, de los doce a los quince años, se tiene que desarrollar una educación
de la inteligencia, orientando la atención del adolescente hacia las ciencias, pero siempre por
medio del contacto directo con las cosas que imponen sus leyes y su necesidad. Por último, desde
los quince a los veintidós años, la educación debe centrarse en la dimensión moral, fomentando
el amor al prójimo, la compasión, el sentido de la justicia, la vida en comunidad y, como
complemento, la preparación para el matrimonio.

Como pone de manifiesto Ortega y Gasset, el siglo de la Ilustración es el siglo educador,


dado la particular sensibilidad hacia el problema educativo. En Rousseau, el problema de la
educación tiene una importancia aún mayor. Su filosofía de la educación se encuentra en su obra
El Emilio, que junto con la República de Platón, supone dos momentos culminantes en la filosofía
de la educación. Pero Rousseau, plantea un nuevo enfoque en el problema educativo, ya que se
seguía insistiendo el los contenidos de la educación, mientras que Rousseau sitúa el debate en el
sujeto de la educación. Desde este giro hacia el sujeto, llama la atención sobre el carácter
específico del mundo del niño, haciéndonos ver que no se conoce la infancia. La Ilustración se ha
preocupado sobre lo que debían saber los hombres, sin caer en la cuenta de que los niños están
en condiciones de aprender, por ello hay que empezar por estudiar al alumno. Esto supone un
giro copernicano que condicionará la investigación contemporánea sobre la educación. Es preciso
averiguar lo que el sujeto es capaz de hacer en cada estadio de su evolución, que viene marcado
por la marcha de la naturaleza.
La educación le sirve también a Rousseau para mediar en las tensiones entre naturaleza y
cultura.

El hombre, naturalmente bueno, se ha hecho malo en la cultura, en su relación con los otros,
pero una vuelta a la naturaleza ya no es posible, de modo que la educación será el intermediario
entre la política y el estado de naturaleza, evitando que este sea adulterado con los artificios de
la cultura. Si nos atenemos a la marcha de la naturaleza evitaremos las alienaciones del hombre
civilizado, que “nace, vive y muere en la esclavitud”, fijando un ritmo de desarrollo natural, que
permita agotar las posibilidades internas de cada etapa. Rousseau critica así la educación libresca,
para incentivar que el alumno aprenda por sí mismo, en contacto directo con las cosas.

Sin embargo, también quiere educar para la razón, así nos dice que “La obra maestra de una
buena educación es formar a un hombre racional”. Pero esta no es la meta de la educación, sino
el comienzo, puesto que educar para la razón no es otra cosa que educar para la sociedad. A
pesar de que Emilio recibe una educación solitaria, su destino no es otro que la ciudad.

Desde la teoría feminista se han realizado muchas críticas a la filosofía de la educación de


Rousseau, ya que en su capítulo final, nos describe la educación de Sofía, como una educación
menor, acorde con las menores capacidades de la mujer, incapaz de razonar, pero suficiente
para desempeñar bien el papel de esposa sumisa y recluida en el ámbito privado del hogar. El
filósofo de la igualdad, dejó fuera de su proyecto educativo a la mitad de la humanidad

4. El problema de la Política: “El Contrato Social”

Tan solo subrayar que, así como de la visión de Hobbes nacerá un estado absoluto, sin división
de poderes, ni forma alguna de eclipsar el poder absoluto del soberano; de la idea de Locke, se
derivará un estado liberal, parlamentario y representativo, que podrá contar con la división de
poderes. En cambio, de la idea de Rousseau, lo que saldrá es el intento de superar la libertad y
la igualdad naturales para producir una nueva naturaleza en el hombre. Rousseau
fundamentará un estado democrático, en el que solo el pueblo es el soberano, y la ley, la
expresión escrita de la voluntad general.

Rousseau propone una nueva forma de contrato social que devuelva al hombre su libertad
como autonomía. No es ya un contrato entre individuos, como decía Hobbes, ni de los
individuos con un gobernante, como pedía Locke, sino un pacto de la comunidad con el
individuo y del individuo con su comunidad. Cada asociado se une a todos para crear un
cuerpo político común de donde surge la voluntad general que es inalienable, ya que no se
delega la soberanía en los representantes, como en las democracias liberales, y el gobierno no
es sino un mero ejecutor de la ley, pudiendo siempre ser sustituido; además, la soberanía es
indivisible, porque si se trata de la voluntad general, de la voluntad de bien común, esta no
puede dividirse. Así pues, para hacer compatible la libertad individual y la vida en sociedad
hace falta imaginar un pacto social diferente. En lugar de entregar el poder a alguien en
concreto, Rousseau propone que cada uno ceda su libertad al grupo entero. De esta manera,
como cada individuo también forma parte de la colectividad, esa libertad que ha entregado la
puede recuperar de inmediato. Por tanto, en su modelo, no se contempla la división de
poderes defendida por Montesquieu y Locke. El verdadero poder será el legislativo, en el que
todo el pueblo soberano tendrá el deber de participar. Como el pueblo es el soberano, le
corresponde elaborar las leyes que sirven para organizar la convivencia, que así serán el reflejo
de la voluntad general, expresión del sentir de los ciudadanos en que la medida en que buscan
el bien común.

De este modo, Rousseau establece la soberanía popular y la libertad como libertad civil. Al
hacer el contrato cada individuo con la comunidad, cada particular contrata, en cierto modo
“consigo mismo”, porque el individuo pasa a ser por ese contrato, una parte indivisible del
nuevo cuerpo político. Su compromiso tendrá un carácter tanto político como moral. Los
ciudadanos ya no se guiarán solo por sus impulsos naturales egoístas como en el estado
natural, sino por la justicia. Por eso, al obedecer a la voluntad general, no se obedece más que
a sí mismo, y eso es la libertad civil, entendida como autonomía. Todos en asamblea deben
colaborar para crear una ley que solo tenga en cuenta el bien común y no los intereses
egoístas. Si el pueblo soberano es el autor de la ley, al obedecer a la ley, se estará obedeciendo
a sí mismo, y quedará tan libre como antes, ganando todas las ventajas de poder vivir en una
sociedad que los defienda a todos. A partir del contrato social, si se diera la situación de que
un particular solo quisiera defender sus intereses egoístas y no acatara la ley nacida de la
voluntad general, entonces la comunidad tendría derecho a obligarle, porque el pacto social es
lo que legitima las obligaciones civiles, en este caso solo cabrían dos opciones: someterse y
acatar la voluntad general o abandonar la sociedad partiendo hacia el exilio.

Para diferenciar la voluntad de todos (suma de intereses particulares), de la voluntad


general (aquella que busca el bien común) Rousseau propondrá la figura del legislador, que
deberá interpretar cuál es la auténtica voluntad general. Esto justifica que esa voluntad
general deba imponerse siempre.

La idea de una soberanía que reside en el conjunto de la sociedad tiene como


consecuencia que nadie puede arrebatar el poder al pueblo, por eso esa soberanía será
inalienable (no puede delegarse ni entregar a nadie) e indivisible (sino perdería parte de su
poder), por eso rechaza la división de poderes.

El modelo político elaborado por Rousseau parece apoyar una forma de gobierno basada
en la democracia directa, en la que todos los ciudadanos puedan participar. Sin embargo,
Rousseau era consciente de que esta propuesta era difícil de llevar a la práctica en territorios
extensos y muy poblados.

El desarrollo de la democracia que propone Rousseau es aquella en la que el pueblo vota


en referéndum y mediante una votación directa, que además debe tener en cuenta tres cosas:

1) Debe tratarse de una votación de deliberación pública en la que todos los ciudadanos
participan y en la que cada uno de los integrantes de la ciudad tiene el compromiso de
mirar por el bien común, por lo que a su vez, Rousseau, matiza que esto es mucho más
fácil y llevadero si se trata de pueblos de tamaño reducido.

2) A la hora de votar, no debemos dejarnos guiar por las pasiones externas o


distorsionadores que pueden condicionar el uso de la razón, sino que debemos llevar a
cabo una votación sincera y que parta de nosotros mismos, aunque pensando siempre
en el bien del colectivo por supuesto.

3) Los ciudadanos no deben comunicarse entre sí en todo el proceso, con el fin de evitar
las facciones y la posibilidad de acordar los votos. De hecho la decisión del voto debe
hacerse en solitario, meditando con nosotros mismos. (De esta forma podemos
suponer que Rousseau era contrario a los partidos políticos, pues pensaba que al final
no hacían más que tratar de convencer a la población de votarlos para conseguir sus
propios bienes, pero no pensando en el bien común).

Si la votación se realiza siguiendo estos tres pasos nos aseguramos de que se cumpla la
voluntad general, pues coincidirá con la de todos, lo que nos llevará al fin común, por lo que
hay que obedecer la decisión resultante.

Así pues, Rousseau rechaza que haya una forma de gobierno ideal, pues el mejor modo
de organización política es diferente para clase de sociedad y Estado. Pese a ello, considera que
los gobiernos democráticos son adecuados para estados pequeños, los gobiernos aristocráticos
para los estados de tamaño medio y los monárquicos para los grandes estados. No obstante,
todas ellas pueden degenerar y, de hecho, la tendencia a hacerlo es inevitable, si bien la
separación de los poderes ejecutivo y legislativo frena este proceso de decadencia. Por otra
parte, no hay que olvidar que el filósofo ginebrino muestra cierta preferencia por los estados
pequeños tales como los pequeños cantones suizos en los cuales resulta posible una democracia
directa en las que los ciudadanos se reúnen con facilidad en asambleas para ejercer el poder
legislativo. Sin embargo, a la vez teme que la democracia no sea, en realidad, realizable en una
sociedad humana.

Su teoría del Contrato Social inspirará tanto a los revolucionarios de la Revolución Francesa
como al comunismo del siglo XIX, y antes aún, a la Declaración de independencia de los
Estados Unidos de América.

5. El problema de la moral: una ética basada en el sentimiento en vez de la razón

Rousseau afirmó que la diferencia entre el ser humano y el animal procede de la libertad y la
responsabilidad moral que hay en el hombre. En estado natural, el buen salvaje antes de ser
corrompido por la sociedad, ya es un ser sensible y compasivo con los demás hombres. Por sus
buenos sentimientos, ya es capaz de manifestar empatía. En ese sentimiento, basa Rousseau la
condición moral del hombre, y no en la razón, como dijera Kant. Rousseau está por tanto, más
cerca del emotivismo ético de Hume que de la ética racional de Kant.

El amor de sí, como afán de conservación de la propia vida, no tiene por qué ser solo egoísmo.
No es lo mismo que el amor propio. El amor de sí solo impulsa al hombre, en el estado de
naturaleza, a conservar su vida y a buscar su bienestar. Es pues un sentimiento natural y
bueno. Por el contrario, el amor propio que empuja al hombre a tratar de ser el primero en
todo, fomentando sentimientos negativos como la envidia o la codicia, se dará ya en la
sociedad civilizada y corrupta. La empatía es una capacidad innata enemiga de la crueldad.
Rousseau criticó al individualismo egoísta de la sociedad de su tiempo y reivindicó los vínculos
de la comunidad. Como modelos de comunidad se inspirará en la Polis griega de Esparta y en
la antigua Roma. Defenderá la cohesión social y el patriotismo (otra característica romántica
frente al cosmopolitismo de los ilustrados).

El propio interés del ser humano debe llevar más a la cooperación pacífica con los demás
hombres que al enfrentamiento violento. Tan solo las duras condiciones de una sociedad en la
que prevalece la desigualdad económica y social, pueden conducir a ese conflicto continuo con
los demás hombres. Rousseau no está en contra de toda la propiedad privada; distingue entre
la situación del que posee un pequeño taller o un lote de tierra y el hombre tan rico que puede
esclavizar a otros. No proponía ni la igualdad absoluta ni el comunismo de bienes, sino tan solo
poner límites a la excesiva desigualdad: que ningún ciudadano sea tan rico como para poder
comprar a otro, ni que haya ningún ciudadano tan pobre que se vea obligado a venderse por
su pobreza.

Rousseau ve una continuidad entre la moral y la política. Debe ser la comunidad, la que
fijándose en el bien común, debe establecer lo que es moral. La educación de los ciudadanos
debe ser buscar sobre todo el bien de la comunidad. Aunque Kant llegó a afirmar de Rousseau
que él era el “Newton de las ciencias morales”, sin embargo Kant pensaba que la moral era la
que debía obligar tanto a los individuos como a los estados; en cambio, Rousseau afirmará que
es el interés general el que debe producir la obligación moral en los ciudadanos. Por tanto,
según Rousseau, y al contrario del pensamiento de Kant: es la política la que debe mandar
sobre la moral, y no al revés.

6. El problema de Dios: el Deísmo como “religión natural”

Rousseau se muestra partidario de una religión natural o Deísmo, como otros ilustrados de la
época, incluido el propio Voltaire. Desde esta posición se opondrá tanto a las Iglesias de su
época (católica o protestantes) como al ateísmo materialista o al escepticismo de otros
autores como Hume.

El Deísmo mantiene la existencia de Dios pero asegura que es imposible desde la razón
determinar la naturaleza de Dios o los atributos de la esencia divina. Solo sabemos que Dios es
el autor del mundo. Rousseau también asegura que la belleza y el orden de la naturaleza es
una prueba de que este mundo es obra de Dios. Pero, por otra parte niega totalmente el
concepto de Providencia divina (el continuo cuidado de Dios sobre el mundo creado), así como
la responsabilidad de Dios en el mal del mundo, que es solo imputable al hombre y no a Dios.

En su época tuvo lugar un terrible terremoto en Lisboa. Ese suceso llevó a Voltaire a ridiculizar
la posición de algunos autores racionalistas, como Leibniz, quien poco antes de ese suceso
había afirmado con ingenuidad que “Dios ha creado el mejor de los mundos posibles”. Aunque
el Deísmo sí reconoce que Dios ha creado el mundo, sin embargo se niega a aceptar ni
milagros ni futuras intervenciones de Dios en este mundo. Todo, en la naturaleza, sigue solo
las leyes naturales.

Rousseau también creyó en un derecho natural de origen divino, de donde proceden las
normas morales, pero asimismo defendía que las creencias particulares no deben ser un
asunto propio del estado, sino una cuestión de conciencia individual. Pensaba que eran
mejores las religiones más tolerantes con las demás, que las religiones más fanáticas que
persiguen a los infieles. En cuanto al estado, defendía que este debía ser laico y no debía
fundarse en ninguna religión. Desde su posición deísta defendía que era mejor una religión
sencilla y no sometida a ningún dogma de fe, ni verdad revelada. Por tanto se opondrá tanto al
ateísmo como al fanatismo religioso y dogmático.

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