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LECCIÓN 4
LA DINÁMICA DE LOS DERECHOS REALES (II):
LA ADQUISICIÓN ORIGINARIA DE LOS DERECHOS REALES:
OCUPACIÓN Y ACCESIÓN
Para que tenga lugar la ocupación, además de la idoneidad de los bienes sobre
los que recaiga, se requiere la conjunción de tres circunstancias:
1º.- Carencia de dueño
2º.- Aprehensión material efectiva de la cosa
3º.- Ánimo o intención de hacerla objeto de su propiedad por parte del
ocupante: ánimo de apropiación.
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- Pueden ocuparse igualmente los bienes que, aun habiendo tenido dueño
dejan de tenerlo por haberlos éste abandonado: RES DERELICTAE. Se trataría pues de
cosas abandonadas, que, legítimamente, pueden ser objeto de la apropiación por
cualquier otra persona (por ejemplo, la revista que abandona una pasajera cuando
llega a su destino y desciende del tren).
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la Administración General del Estado los inmuebles que carecieren de dueño (art. 17. 1º
LPAP). Añadiendo, asimismo que la adquisición de estos bienes se producirá por
ministerio de la ley, sin necesidad de que medie acto o declaración alguna por parte de
la Administración General del Estado (art. 17. 2º LPAP).
Los bienes a que se refiere el párrafo anterior se entenderán adquiridos, desde luego, por la
Administración General del Estado y se tomará posesión de los mismos por vía administrativa, siempre
que no estuvieren siendo poseídos por nadie a título de dueño, y sin perjuicio de los derechos de tercero,
en cuyo caso, si existiese un poseedor en concepto de dueño, la Administración General del Estado
habrá de entablar la acción que corresponda ante los órganos del orden jurisdiccional civil (art. 17. 3º y
4º LPAP)
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Como se ha indicado, el art. 610 CC indica que se adquieren por ocupación los
bienes que por su naturaleza carecen de dueño, como los animales que son objeto de
la caza y pesca. Ambos son conceptos de común entendimiento y, de hecho, el Código
Civil no regula ni una ni la otra, pues se limita a afirmar que “el derecho de caza y pesca
se rige por leyes especiales” (art. 611 CC), precepto éste de carácter señaladamente
administrativo
Actualmente la normativa sobre caza y pesca constituye un verdadero
enjambre, dado que la generalizada competencia de las CCAA en ambas materias ha
supuesto una absoluta eclosión de disposiciones legales.
Con alcance nacional siguen rigiendo disposiciones como la Ley de Caza de 1970 y su
Reglamento, aprobado por Decreto 506/1975 de 25 de marzo. Para la Pesca, se atenderá a la legislación
general de Medio Ambiente.
Por su parte, en materia propia de ocupación (arts. 612 y 613 CC), contempla el
Código tres supuestos:
1º.- Los enjambres de abejas
2º.- La pérdida de los animales amansados o domesticados
3º.- El tránsito de criadero de determinados animales (palomas, conejos y
peces).
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veinte días, a contar desde su ocupación por otro. Pasado este término, pertenecerán
al que los haya cogido y conservado.
Nuestro Código, siguiendo la tradición histórica del Derecho Romano, considera
en el artículo 465 CC (en sede de posesión) que “los animales fieros sólo se poseen
mientras se hallen en nuestro poder; los domesticados o amansados se asimilan a los
mansos o domésticos, si conservan la costumbre de volver a casa del poseedor”.
Debe destacarse que el régimen jurídico propio de los animales domésticos es
el mismo que el de las restantes cosas muebles. Conforme al citado art. 465 CC,
también tendrán el mismo tratamiento los animales domesticados si tienen el hábito
de retornar con su verdadero dueño (animus revertendi en las fuentes históricas). El
art. 612. 3º, sin embargo, dispone que el propietario de animales amansados podrá
también reclamarlos dentro de veinte días, a contar desde su ocupación por otro.
Pasado este término, pertenecerán al que los haya cogido y conservado. Parece que
cabe ocupación de tal clase de animales, aunque realmente la aplicación de las reglas
generales, en caso de reclamación del propietario, debería llevar a la solución
contraria.
1.- CONCEPTO
Dispone el art. 614 CC que el que por casualidad descubriere un tesoro oculto
en propiedad ajena, tendrá el derecho que le concede el artículo 351 CC. Nuestro
Código define al llamado tesoro oculto en su art. 352 CC y en los siguientes términos:
“Se entiende por tesoro oculto, para los efectos de la Ley, el depósito oculto e
ignorado de dinero, alhajas u otros objetos preciosos, cuya legítima pertenencia
no conste”.
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Pese a que el art. 351 hable “del terreno en que se hallare” el tesoro, éste no tiene por qué
encontrarse necesariamente «enterrado» en el suelo o en el terreno, sino que, como contemplan
algunas de las sentencias referidas, el tesoro puede encontrarse oculto en algún bien mueble (máquina
abandonada en un cobertizo, mueble librería con o sin doble fondo, etc.).
En segundo lugar, conviene precisar que si el descubrimiento se lleva a cabo por una persona
en «propiedad ajena», sus efectos son los mismos que si tal propiedad corresponde al Estado o a
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cualesquiera otras corporaciones públicas. Por tanto, el pasaje normativo del artículo 351. 2 que
describe el descubrimiento en propiedad ajena, o del Estado, es redundante.
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1º.- Todos los objetos y restos materiales que posean los valores que son
propios del Patrimonio Histórico Español y sean descubiertos como consecuencia de
excavaciones, remociones de tierra u obras de cualquier índole o por azar, son
calificados como bienes demaniales.
La amplitud del texto trascrito permite concluir que tales bienes son objeto de automática
adquisición por parte del Estado, incluso en el caso de que las circunstancias de hecho pudieran avalar
que el actual titular dominical del inmueble fuere heredero, por ejemplo, de quien llevó a cabo el
enterramiento –en el siglo XVI- de un conjunto de monedas de curso legal bajo el reinado de Carlos I o
de piedras preciosas traídas de las Indias.
2º.- Por su parte, el art. 44. 3º LPHE dispone que el descubridor y el propietario
del lugar en que hubiere sido encontrado el objeto tienen derecho, en concepto de
premio en metálico, a la mitad del valor que en tasación legal se le atribuya, que se
distribuirá entre ellos por partes iguales. Si fuesen dos o más los descubridores o los
propietarios se mantendrá igual proporción.
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Nuestro Código Civil regula con suficiente detalle la suerte de las cosas perdidas
en los artículos 615 y 616 CC, cuya mera trascripción será más que suficiente para
hacerse una idea inicial del régimen jurídico básico de lo que doctrinalmente se
denomina hallazgo: encontrar una cosa mueble que no merezca la calificación de
tesoro.
Conforme al art. 615 CC, el que encontrare una cosa mueble, que no sea
tesoro, debe restituirla a su anterior poseedor. Si éste no fuere conocido, deberá
consignarla inmediatamente en poder del Alcalde del pueblo donde se hubiese
verificado el hallazgo. El Alcalde hará publicar éste, en la forma acostumbrada, dos
domingos consecutivos.
Si la cosa no pudiere conservarse sin deterioro o sin hacer gastos que disminuyan
notablemente su valor, se venderá en pública subasta luego que hubiesen pasado ocho días desde el
segundo anuncio sin haberse presentado el dueño, y se depositará su precio. Pasados dos años, a contar
desde el día de la segunda publicación, sin haberse presentado el dueño, se adjudicará la cosa
encontrada o su valor al que la hubiese hallado. Tanto éste como el propietario estarán obligados, cada
cual en su caso, a satisfacer los gastos.
Por su parte, el art. 616 CC, regula el supuesto de que el propietario reclame la
cosa, estableciendo que si se presentare a tiempo el propietario, estará obligado a
abonar, a título de premio, al que hubiese hecho el hallazgo, la décima parte de la
suma o del precio de la cosa encontrada. Cuando el valor del hallazgo excediese a
2.000 pesetas, el premio se reducirá al 5%.
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Es inadmisible que las mercancías arrojadas al mar para salvar un buque (sobre
todo cuando se encuentra «a la vista de la costa») puedan ser consideradas carentes
de dueño y, por tanto, susceptibles de ocupación Ley 48/1960, de 21 de julio, de
Navegación Aérea.
Semejante constatación constituye el arranque de una serie de disposiciones
legislativas que establecen parámetros normativos claramente diversos de los fijados
por el Código Civil. Es el caso de: Ley 48/1960 de 21 de julio de Navegación Aérea; Ley
60/1962, de 24 de diciembre, reguladora de los Auxilios, Salvamentos, Remolques,
Hallazgos y Extracciones Marítimos. Diversas órdenes Ministeriales relativas a los
automóviles en situación de abandono.
Por tanto, hay que indicar que en general se niega en los supuestos de las leyes especiales al
hallador la posibilidad de adquirir la propiedad de la cosa, por atribuírsela directamente el Estado.
2.- LA ACCESIÓN
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En tal sentido, establece el art. 366 CC que pertenece a los dueños de las heredades
confinantes con las riberas de los ríos el acrecentamiento que aquéllas reciben
paulatinamente por efecto de la corriente de las aguas. Por tanto, el posible aumento
de la extensión territorial de la finca lo hace suyo el propietario en virtud de la
accesión. En cambio, los linderos físicos de las fincas propiamente dichos no quedan
afectados por la «subida» o «bajada» del nivel de las aguas de los estanques o lagunas.
Los dueños de las heredades confinantes con estanques o lagunas no adquieren el
terreno descubierto por la disminución natural de las aguas, ni pierden el que éstas
inundan en las crecidas extraordinarias.
A la misma conclusión ha de llegarse ahora en relación con los terrenos adyacentes a los cauces
de los ríos, según la Ley de Aguas que dispone que los terrenos que puedan resultar inundados durante
las crecidas no ordinarias de lagos, lagunas, embalses, ríos o arroyos, conservarán la calificación jurídica
y la titularidad dominical que tuvieren.
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- Si se abre un nuevo cauce en dicha finca (fenómeno nada extraño, sobre todo en caso de
largas sequías seguidas de lluvias torrenciales), con abandono del anterior, respecto -del abandonado
habrá de aplicarse lo establecido por el art. 370 (accesión a favor del propietario), mientras que los
terrenos ocupados por el nuevo cauce habrán de considerarse, de dominio público, según establece el
artículo 372.
- «Si el cauce abandonado separaba heredades de distintos dueños –concluye el art. 370-, la
nueva línea correrá equidistante de unas y otras». Esto es, el cauce se dividiría longitudinalmente entre
los propietarios de las fincas de una y otra ribera.
Probablemente la regulación civil se haya afectado por la Ley de Aguas, pues actualmente los
cauces de las corrientes naturales, sean continuas o discontinuas, constituyen siempre dominio público
hidráulico del Estado, Antes la accesión a favor de los propietarios de los predios ribereños tenía lugar
de forma indubitada.
4.- FORMACIÓN DE ISLA. El posible debate sobre la accesión en relación con las
islas formadas ex novo queda limitado al supuesto de que su nacimiento se produzca
en los ríos que no sean navegables ni flotables.
En efecto, el propio art. 371 CC preceptúa que “Las islas que se forman en los
mares adyacentes a las costas de España y en los ríos navegables y flotables,
pertenecen al Estado”. Por otra parte, propiamente hablando tampoco existe, derecho
de accesión cuando la corriente de un río, al dividirse en distintos brazos (caso típico
de los estuarios o de los cauces con mínima pendiente), produce la separación de
porciones de una misma finca. En tal caso, el art. 374 CC sigue reconociendo la
propiedad del titular originario de la finca.
Para el caso de que el nacimiento de la isla acaezca en los restantes ríos (sólo respecto de los
tramos hasta donde no lleguen las mareas) y se dé el supuesto de accesión, ha de atenderse a lo
establecido en el art. 373 CC: “Las islas que por sucesiva acumulación de arrastres superiores se van
formando en los ríos, pertenecen a los dueños de las márgenes u orillas más cercanas a cada una, o a los
de ambas márgenes si la isla se hallase en medio del río, dividiéndose entonces longitudinalmente, por
mitad. Si una sola isla así formada distase de una margen más que de otra, será por completo dueño de
ella el de la margen más cercana”.
1.- UNIÓN. Conforme al art. 375 CC, la unión o adjunción tiene lugar «Cuando
dos cosas muebles, pertenecientes a distintos dueños, se unen de tal manera que
vienen a formar una sola cosa ... » que sufriría detrimento si se pretendiera recuperar
la forma primitiva de sus componentes. El art. 378 CC, a su vez establece “Cuando las
cosas unidas pueden separarse sin detrimento, los dueños respectivos pueden exigir la
separación. Sin embargo, cuando la cosa unida para el uso, embellecimiento o
perfección de otra, es mucho más preciosa que la cosa principal, el dueño de aquella
puede exigir su separación, aunque sufra algún detrimento la otra a que se incorporó”.
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1º.- Si la unión se produce sin intervención de mala fe por parte de los dueños
de las cosas unidas o con aquiescencia de ambos (art. 379.3 CC), el propietario de la
principal adquiere, por accesión, la accesoria, indemnizando su valor al dueño de ésta
(art. 375).
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notoria mejor calidad), pues en tal caso el art. 382.2 CC establece que «perderá la cosa
de su pertenencia mezclada o confundida, además de quedar obligado a la
indemnización de los perjuicios causados al dueño de la cosa con que hizo la mezcla» .
Por el contrario, no habrá accesión, sino establecimiento de una copropiedad
sobre la masa común resultante de la mezcla, en los siguientes supuestos:
- Cuando ambos dueños, voluntaria y conscientemente (para ahorrarse horas
de molino, por ejemplo), llevan a cabo la mezcla.
- Cuando la mezcla se produce casualmente (art. 381 CC) o, aunque el Código
no lo indique expresamente, a consecuencia del acto de un tercero.
- Cuando la mixtura sea resultado de la actuación de uno de los dueños, pero
obre de buena fe (art. 382 pr. CC).
Pero si la actividad fue realizada con mala fe, en tal caso «el dueño de la
materia tiene el derecho de quedarse con la obra sin pagar nada al autor, o de exigir de
éste que le indemnice el valor de la materia y los perjuicios que se le hayan seguido»
(art. 383.3 CC). Se trata claramente de una opción a ejercitar por el dueño de la
materia, quien desde luego no puede pretender, de forma simultánea, apoderarse de
la nueva especie y, además, reclamar la indemnización.
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3º.- SUELO AJENO Y MATERIALES AJENOS. Rizando el rizo de cuanto venimos viendo,
ha de considerarse finalmente el supuesto de que el incorporante, utilizando
materiales ajenos, actúe sobre suelo igualmente ajeno.
El supuesto, sin lugar a dudas, es sumamente raro en la práctica y no ha sido
objeto de aplicación por parte del TS. No obstante, es objeto de contemplación por el
Código Civil en su art. 365 CC
Conviene resaltar inicialmente que, ahora, la situación jurídica en su conjunto
requiere considerar la presencia de tres protagonistas: el dueño del suelo (sobre el que
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dando lugar a una composición de intereses que actualmente se conoce con el nombre
de accesión invertida o de construcción extralimitada. Es decir, ha conformado una
excepción al principio superficies solo cedit.
Los requisitos que deben darse en el caso litigioso para que se dé la accesión
invertida, son los siguientes:
2.- Que las dos partes del suelo formen con el edificio un todo indivisible.
3.- Que el edificio en su conjunto tenga un valor económico superior al valor del
suelo invadido (aunque a veces se dice que ha de considerarse exclusivamente el valor
de la parte del edificio construida sobre el suelo ajeno)
4.- Que haya buena fe por parte del constructor o incorporante: se trata de un
elemento primordial del supuesto de hecho, que implica la ignorancia del constructor
de que el suelo sobre el que construye no le pertenece, por lo que, en caso contrario,
no puede darse la accesión invertida.
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