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LECCIONES 1 y 2
EL DERECHO REAL
Precisamente por ello, la categoría de los Derechos Reales forma parte del
Derecho Civil Patrimonial, junto con el bloque del Derecho de Obligaciones, al que está
íntimamente ligado. Así, mientras los primeros conforman el aspecto dinámico del
Derecho Patrimonial, en cuanto son el instrumento idóneo del intercambio jurídico de
bienes y servicios, los Derechos Reales implican el aspecto estático, en cuanto están
referidos a la titularidad sobre bienes y derechos y generan relaciones jurídico-reales.
Esta distinción tiene una enorme importancia, tanto teórica como práctica. No
sólo configuran la columna vertebral del Derecho Civil, sino que también se utiliza en
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los textos legales como término técnico del cual derivan competencias y regulaciones
distintas. En todo caso, son dos caras de la misma moneda. Así, por ejemplo, el
contrato, en cuanto paradigma del Derecho de Obligaciones, va más allá del mismo, en
cuanto es medio que permite crear, modificar o extinguir un derecho real. Y si bien, el
Derecho Civil es, ante todo, el derecho de la persona, no menos cierto es que no existe
una sola institución que no esté asentada en valores patrimoniales.
2º.- El Derecho Real es un poder absoluto u oponible. Ello implica que tiene
eficacia erga omnes (< frente a todos), referido al deber genérico de abstención y
respeto impuesto a los terceros, de modo que el titular puede reclamar su derecho
sobre la cosa, independientemente de dónde se encuentre y quien la posea
(reipersecutoriedad).
Ante lo dicho resulta indudable que las notas peculiares o típicas de los
derechos reales radican, fundamentalmente en tres: la inmediatividad, la inherencia y
en la eficacia erga omnes.
a) La inmediatividad
Al hablar de inmediatividad del derecho real se pretende indicar que el poder
del ser humano sobre las cosas, en los márgenes reconocidos por el Derecho, se
desenvuelve de forma directa. La inherencia del derecho real al bien sobre el que
recae resalta en efecto la nota más sobresaliente de tal tipo de derecho: el señorío que
la persona ejerce de forma directa e inmediata sobre la cosa. Dicho señorío puede ser
total, cuando sólo una persona está legitimada para ejercitar todas las facultades
inherentes a la dominación de la cosa (propiedad) o, por el contrario, parcial. En este
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último caso, diversas personas ejercitan facultades o tienen atribuidos derechos reales,
de forma simultánea y compatible, sobre un mismo bien, pueden convivir, nudo
propietario, usufructuario, servidumbre dominante.
La coexistencia de una pluralidad de derechos reales sobre una misma cosa
obliga a distinguir entre la propiedad en sí misma considerada (que es caracterizada
como derecho real pleno) y los demás derechos reales Por ello, se habla de derechos
reales limitados o de derechos en cosa ajena para referirse a todas aquellas facultades
que, recayendo sobre una cosa de forma directa e inmediata, son diferentes a la
propiedad, que es el derecho real por excelencia, por tener un menor contenido.
b) la inherencia
La nota de la inherencia supone que el derecho real acompaña a la cosa allí
donde ésta vaya, con independencia de quién sea su titular en cada momento. El
efecto típico de la inherencia es la rei persecutoriedad.
La rei persecutoriedad se funda en una especial clase de acciones, las acciones
reales, que protegen los derechos reales; la más típica es la acción reivindicatoria del
propietario de la cosa. Por su parte, las acciones derivadas de los derechos de crédito
se denominan acciones personales. La diferencia entre ambas estriba en que con las
acciones personales lo que se pretende es la realización de una determinada conducta
por parte del deudor, mientras que las acciones reales exigen la inmediata restitución
del objeto.
Sin embargo, de los derechos reales también pueden surgir acciones personales, como la acción
declarativa del dominio, a través de la cual se condena a un sujeto a reconocer la propiedad de otro.
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la electricidad o las energías naturales, o las puramente ideales, como los productos de
la inteligencia humana.
3.- Impersonal. La cosa no ha de formar parte del individuo como persona
física.
4.- Han de ser susceptibles de ser objeto de derecho. Esta afirmación, implica, a
la vez, tres conclusiones:
- Las cosas han de proporcionar utilidad, económica o moral.
- Las cosas han de tener existencia concreta y autónoma.
- Las cosas han de poder ser apropiables. Por eso, no son cosas en sentido jurídico aquéllas que
no son apropiables, como el Sol, los astros o el aire.
El Código civil no proporciona un concepto preciso de cosa, sino más bien todo
lo contrario y en muchas ocasiones, utiliza el término “bienes”, usado indistintamente,
aun cuando el concepto de “bienes” es económicamente mucho más amplio que el de
“cosa”, pues abarca prácticamente todo el objeto del derecho subjetivo (incluso, los
servicios son bienes).
A pesar de que el Código usa simultáneamente ambos términos, acentúa la nota de
apropiabilidad en el concepto de bienes, de acuerdo con el art. 333 CC.: “Todas las cosas que son o
pueden ser objeto de apropiación se consideran bienes muebles o inmuebles”. Esta es la nota que
diferencia principalmente los bienes de las cosas. Lo cierto es que coloquialmente bien y cosa son
términos que se refieren a elementos distintos, así, el bien es todo ente valioso, que sería más amplio
que la “cosa” que es, normalmente, el objeto material y tangible.
Las cosas o los bienes son el objeto de los derechos reales, en tanto que el
derecho de crédito tiene por objeto la conducta de otra persona (la prestación).
Ciertamente el derecho de crédito puede otorgar el poder de exigir conductas que
recaigan sobre cosas, pero en ellos no hay poder directo sobre la cosa sino q sólo tiene
señorío sobre la conducta del obligado, y solo a partir del momento en q se realice la
entrega de la cosa es cuando adquiere el derecho real. Por lo tanto, si no se produce la
prestación no se puede, por ejemplo, pretender que se la entregue quien la tenga.
La cosa cambia con los derechos reales ya que otorgan a su titular un poder
directo e inmediato sobre la cosa ejercitable erga omnes.
Esto queda claro en la teoría pero en la practica hay casos de derechos reales que son muy
difíciles de diferenciar de lo de crédito. Un ejemplo es el usufructo que es un derecho real sobre cosa
ajena que permite su disfrute, pero también el arrendatario, que es un derecho de crédito, confiere
facultades de uso y disfrute. Sin embargo, en el usufructo, el titular tiene la cosa directamente, mientras
que en el arrendamiento tan sólo se recibe continuamente una prestación del arrendador, prestación
que consiste en mantener al arrendatario en el goce pacifico de aquella. Es decir, al usufructuario se le
entrega la cosa para que use en ella el poder directo que sobre la misma le corresponde, en tanto que el
dueño queda despojado de la misma. Sin embargo, en el arrendamiento, el dueño no entrega la cosa al
arrendatario para que ejerza señorío directo sobre ella, sino que sólo le proporciona continuamente la
utilidad de la misma, mediante una conducta activa.
Esta diferencia es muy sustantiva, por cuanto el usufructuario que se ve despojado de la cosa,
puede reclamarla a cualquiera que la tenga y obtener del juez el reintegro de su disfrute, el arrendatario
despojado, al carecer de señorío directo, tan sólo podrá pedir del propietario que le proporcione de
nuevo tal goce, pero no le cabe dirigirse contra él ni contra quien tenga la cosa
En este orden de cosas, no puede recaer un derecho real sobre otro derecho
real previo, porque quedaría en suspenso uno sobre otro, claudica y su ejecución es
incompatible. El derecho derivado siempre sigue al inicial. Así, por ejemplo, no es
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posible una servidumbre sobre otra previamente constituida (de un "absurdo jurídico"
la calificaba la STS de 4 de febrero de 1930).
En función de cuál sea la naturaleza y el carácter del objeto sobre el que recae
el derecho real, el ordenamiento diferencia dos regímenes jurídicos perfectamente
diferenciados. A tenor del Art. 333 CC, las cosas se clasifican en bienes muebles e
inmuebles. El Art. 334 CC distingue diferentes clases de bienes inmuebles:
- Bienes inmuebles por naturaleza, básicamente las fincas.
La finca es un bien inmueble dotado de una específica regulación por parte del Derecho Civil. Si bien la
finca se identifica en un primer momento con algo de la realidad, el Código también habla de fincas
formales, o aquellas que aparecen inscritas en el Registro de la Propiedad (recordar, un folio, una finca:
sistema de folio real). La importancia de las fincas formales es que, a tenor de la regulación vigente,
pueden prevalecer o imponerse a las fincas reales. En definitiva, la finca formal y la finca material no
coinciden necesariamente, y la tendencia de la legislación registral es equipararlas lo más posible. El
principio de especialidad en materia de derechos reales se traduce en la finca en la obligación de
delimitarla mediante una serie de notas o criterios, determinados por el art. 51 del Reglamento
Hipotecario.
- Bienes inmuebles por destino, caso de los aperos, abonos, semillas,
instrumentos de labranza, en la medida en que guardan una relación de servicio con la
finca a la que pertenecen.
- Bienes inmuebles por incorporación, como las estatuas
La diferencia entre los bienes inmuebles por destino y los inmuebles por
incorporación radica en que en los primeros existe un acto espiritual de afectación
(relación de servicio), mientras que en los segundos existe un acto físico de afectación.
- Bienes inmuebles por analogía, como los derechos reales limitados.
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Ante todo, los derechos reales son derechos subjetivos, pues hacen referencia a
las personas, a las cuales el ordenamiento jurídico les confiere una serie de facultades
que recaen sobre cosas concretas. Por ello, la diferencia básica con los derechos de
crédito, también derechos subjetivos, radica en su objeto. Mientras éstos últimos,
derivados de una obligación, consisten en el poder que el acreedor tiene de exigir el
cumplimiento de una determinada prestación al deudor, es decir, recae sobre una
determinada conducta de éste (dar, hacer o no hacer alguna cosa ex art. 1088 CC.), los
derechos de crédito, en cambio, recaen directamente sobre una cosa y se ejercen de
forma inmediata sobre ella con eficacia erga omnes.
2.- OBJETO
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Por si fuera poco, los derechos reales pueden adquirirse mediante prescripción
adquisitiva (arts. 1940 y ss. CC.), no así los derechos de crédito. Sin embargo, ambos
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Esta tendencial permanencia de los derechos reales, sobre todo cuando éstos
recaen sobre bienes inmuebles, conlleva que el ordenamiento jurídico requiera
mayores requisitos de forma para los actos o contratos constitutivos, modificativos o
extintivos de los derechos reales que para la generalidad de los contratos o de las
demás fuentes de las obligaciones en sentido estricto. De otra parte, cuando la
adquisición y transmisión de la propiedad y de los derechos reales tenga lugar
mediante contrato, nuestro sistema jurídico exige que, junto con la forma prescrita
legalmente para aquél, tenga lugar también la tradición o entrega de la cosa para que
el efecto transmisivo se produzca.
De ahí que la publicidad derivada del Registro de la Propiedad alcanza a los
derechos reales sobre las cosas inmuebles susceptibles de inscripción y gozan, de este
modo, de protección que supone el Registro. En cambio, los derechos de crédito no
acceden a aquél, salvo excepciones, como sucede con los arrendamientos de bienes
inmuebles (art. 2. 5º LH).
- Si una persona compra mediante contrato privado una finca, sin ocuparla de
forma inmediata pero pagando en el mismo momento de la compra su importe total,
tiene derecho evidentemente a que el vendedor le entregue la cosa (art. 1095 CC),
poniéndola a su disposición, así como a que, en su caso, le preste la asistencia debida
para elevar el documento privado a escritura pública.
- Si la misma persona realizara dicha compra mediante escritura pública,
aunque no haya satisfecho el precio de la venta, desde el mismo momento de la firma
de escritura, sería propietario o dueño de la finca (art. 1462. 2º CC), con independencia
de que nunca la haya pisado o piense dedicarse a cultivarla directamente.
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Los modos de clasificación de los derechos reales son muy variados, si bien la
distinción fundamental diferencia entre los derechos reales de carácter pleno y los
derechos reales limitados, atendiendo al contenido de las facultades de su titular.
Cierta doctrina moderna distingue entre:
- Derechos Reales sobre cosas incorporales (Propiedad intelectual/Propiedad industrial)
- Derechos reales sobre cosas corporales (De protección provisional por el ordenamiento
jurídico: La posesión; De protección definitiva o de contenido pleno: La propiedad; o de contenido
limitado: Derechos reales de goce, derechos reales de garantía y derechos reales de adquisición)
El derecho real pleno es el derecho de propiedad, pues su titular tiene todas las
facultades de uso, disfrute, administración y disposición sobre la cosa. Ello no significa
que sea un poder ilimitado, pues la propiedad está sometida a una función social que
le impone cargas y deberes. El derecho de propiedad está regulado en el Libro II del
Código civil (arts. 348 y ss CC).
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En tal sentido, una de las notas características de los derechos reales de goce,
ausente en los otros dos grupos, es su acusado componente posesorio. Al presentarse
en ellos las notas propias de todo Derecho Real, como el alcance general, afección o
inherencia a la cosa, eficacia erga omnes… se manifiesta al tiempo un altísimo carácter
posesorio, ausente en los demás derechos reales limitados. Dicho componente
posesorio es un dato inherente a esta categoría, en cuanto derivación de la restricción
de la facultad de gozar propia del titular dominical. Esta última y los derechos de goce
juegan con el fiel de la balanza: cuanto mayor sea el contenido del derecho real de
goce más restringida verá el propietario su facultad de gozar (en el usufructo queda
virtualmente anulada; en la servidumbre queda tangencialmente afectada).
Los derechos de goce pueden encontrar su origen en la ley o ser constituidos de forma
voluntaria por el propietario. El dueño hace dejación o cede su facultad de gozar efectivamente la cosa,
a cambio de un determinado precio (es lo más frecuente: la constitución a título oneroso) o bien por un
deseo de beneficiar a cualquier persona, llevado por el altruismo (constitución a título gratuito). Al
extinguirse los derechos reales de goce (sea por la razón que sea) el propietario, en base a la elasticidad
del dominio, recupera la facultad de gozar que hasta entonces tenía restringida. Se dice entonces,
técnicamente, que se ha producido la consolidación: el propietario reasume la plenitud de facultades
dominicales.
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Estos derechos permiten a su titular adquirir una cosa ajena pagando su valor
con preferencia a cualquier otro en el caso de que vaya a ser o haya sido enajenada.
Los derechos de este grupo son tres:
* El tanteo.
* El retracto.
* La opción.
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Ante el absoluto silencio del Código Civil español al respecto, nuestra doctrina
tradicional se mostró partidaria, en general, de la admisibilidad del juego de la
autonomía privada respecto de la creación de derechos reales distintos a los tipificados
legalmente. Dicha corriente de pensamiento insiste de forma particular en subrayar los
siguientes datos:
Dada la admisión del sistema de numero abierto, cabría entonces admitir, junto
a los derechos reales típicos, de los denominados NEGOCIOS JURÍDICOS CON TRASCENDENCIA
REAL Y DE LOS DERECHOS REALES ATÍPICOS. Cabe distinguir, en consecuencia, dos cuestiones:
- El juego de la autonomía privada en la constitución de los derechos reales.
- Y su papel en la configuración dentro de cada tipo.
Aunque tanto los derechos reales como los pactos o negocios con
trascendencia real tienen de común el referirse directamente a una cosa y poder
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hacerse efectivos erga omnes, se diferencian en que los primeros constituyen figuras
tipificadas y, por consiguiente, limitadas, mientras que los pactos con trascendencia
real no se hallan sometidos a ningún proceso de configuración y surgen
espontáneamente de la voluntad para constituir las más variadas modalidades de los
negocios jurídicos (los llamados derechos reales atípicos).
Por ello, respecto de la primera cuestión, el cómo juega la autonomía privada
en la constitución de los derechos reales, cabría idear nuevos tipos de derechos reales,
por tanto atípicos tal y como acabamos de exponer (STS de 30 de diciembre de 1930 y
arts. 2.2 LH: “y otros cualesquiera reales” y 7 RH).
2º.- Sujetar los derechos reales a condición, término o modo (arts. 11, 23, 37
L.H., 647 CC. y R.DGRN, 15 de abril de 1980).
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Hacia la mitad del siglo XX, en efecto, algunos autores intensifican la tendencia
de defensa del numerus clausus, en gran medida llevados de la admiración por el
sistema alemán y por la evidente claridad del sistema y, en consecuencia, por la
facilitación de la función calificadora de los Registradores de la propiedad.
La mayoría de los autores que defiendan una posición u otra, acaban por
reconocer que la discusión dogmática sobre si el sistema es de numerus clausus o
numerus apertus resulta inútil, pues en el fondo hay un sustancial acuerdo en que,
aunque se admita la capacidad de creación de nuevos derechos reales (o de subtipos
de los legalmente contemplados) por la autonomía privada, dicha libertad de creación
no puede llegar hasta el extremo de considerarse omnímoda, completa.
Esta libertad tiene que ajustarse a determinados límites y respetar las normas
estructurales (normas imperativas) del estatuto jurídico de los bienes, dado su
significado económico político y la trascendencia erga omnes de los derechos reales.
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tiempo durante el cual fue titular de la finca, mientras que en las cargas reales, la obligación de
cumplimiento añadiría a la propia, aquello que el titular anterior no hubiese cumplido.
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Según historiadores, fue Sinibaldo dei Fieschi (Pontífice Inocencio IV) el primer
canonista que, en el siglo XIII, utilizó la expresión ius ad rem con el propósito de
describir la situación jurídica en que se encontraba el Obispo que había sido nombrado
coadjutor por encontrarse el obispo titular en condiciones precarias de salud y por
tanto pasaba de detentar un ius ad rem a ser titular de un ius in re.
Pasado algún tiempo y, al menos, hasta POTHIER, tales expresiones cambiaron
de significado y fueron utilizadas por los jurisconsultos europeos como un binomio
más, en el que ius in re equivalía a derecho real (en sentido técnico) y el ius ad rem
implicaba el derecho de crédito que se tenía contra el deudor obligado a entregar una
cosa. El espejismo y la fortuna de la expresión ius ad rem estaban ya creados y,
durante gran parte del siglo XX, la doctrina española ha debatido al respecto para
llegar a la postre a lo ya advertido por el profesor VALVERDE: carece de sentido la
construcción teórica y, por consiguiente, la presunta categoría de figura intermedia
entre el derecho real y el de crédito merece ser radicalmente abandonada.
En la actualidad se entiende que es aquella titularidad que se atribuye a un
sujeto en virtud de una ley, un contrato, un testamento, una resolución judicial, para
obtener la posesión o utilidad económica de una cosa determinada que aún no tiene.
Los supuestos más comunes son:
- La anotación preventiva
- La doble venta.
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