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Staff

Traducción:
Lady Red Rose

Corrección:
Sabran Berethnett
Anto
Bibi

Revisión Final:
Fassy

Diseño:
Dark Queen
Índice
Staff_____________________________3 16____________________________ 146
Sinopsis __________________________5 17____________________________ 153
Playlist ___________________________7 18____________________________ 160
1 _______________________________8 19____________________________ 172
2 ______________________________13 20____________________________ 178
3 ______________________________20 21____________________________ 185
4 ______________________________27 22____________________________ 192
5 ______________________________35 23____________________________ 200
6 ______________________________42 24____________________________ 212
7 ______________________________57 25____________________________ 217
8 ______________________________65 26____________________________ 224
9 ______________________________72 27____________________________ 231
10 _____________________________81 28____________________________ 238
11 _____________________________93 29____________________________ 245
12 ____________________________101 30____________________________ 253
13 ____________________________119 31____________________________ 263
14 ____________________________128 Epílogo________________________ 269
15 ____________________________137
Sinopsis
Lo amé primero.
Jake era mi mejor amigo en la universidad, mi mejor amigo heterosexual, hasta
que una noche fue algo más. Puede que corriera tras lo que pasó entre nosotros, pero
nunca lo olvidé.

Cuando el destino nos pone en el mismo lugar, cinco años después, tiene una
prometida a su lado. Carina es hermosa, impulsiva y llama mi atención casi tanto
como él todavía lo hace.

Un juego de verdad o reto conduce a una noche salvaje y una relación que hace
que nuestros sentimientos se conviertan en algo más grande de lo que cualquiera de
nosotros pretendía.

Pero, ¿qué sucede cuando nuestros sentimientos se profundizan? ¿Puedo soportar


estar con dos personas?

Si eso significa que puedo tenerlo, los amaré a ambos.

Voyeur #2
Para cualquiera que tenga miedo de
admitir quiénes son realmente.
Incluso a sí mismo.
Nunca olvides que eres una edición limitada.
Playlist
Dancing On My Own - Callum Scott

Like I Can - Sam Smith

Love Love Love - Of Monsters and Men

The Cure - Lady Gaga

Happily - One Direction

Unconditionally - Katy Perry

Love In the Dark - Adele

Born to Be Yours - Kygo & Imagine Dragons

Let Me Go - Hailee Steinfeld & Alesso (ft. Florida Georgia Line & watt)

All I Ask - Adele

Stand By Me - Florence + The Machine

Happier - Marshmallow & Bastille

Promises - Calvin Harris & Same Smith

Rewrite the Stars - Zac Efron & Zendaya


1
Jake
—¿Te apetece uno rapidito en tu oficina durante el almuerzo?

—Jake Wellington. —Carina fingió un jadeo con la mano en el pecho—. Qué


escándalo. —Sus labios entreabiertos se inclinaron en una deliciosa sonrisa—. Menos
mal que hoy no llevo bragas.

Gemí y me dejé caer en la silla del despacho de la sala de reuniones justo cuando
otros cinco empleados entraban para tomar asiento. Un momento después, David Russo
entró y supe que la oportunidad de deslizar mi mano por la falda de Carina para
confirmar lo dicho, había pasado. Ella no me miró directamente, pero sonrió cuando me
vio acomodarme bajo la mesa. Consideré la posibilidad de comprobarlo de todos
modos, sólo para ver cómo se retorcía, pero pensé que no sería la mejor decisión
meterle el dedo a la hija de tu jefe delante de él. No importaba si era tu prometida o no.
O que su apellido estuviera en el edificio.

—Buenos días a todos. Tomen un archivo y pásenlo. Tenemos un nuevo cliente.


Daniel Witt, propietario de Voyeur.

Cuando los expedientes llegaron a nuestro lado de la mesa, pasé por delante de
Carina para agarrarlos, asegurándome de frotar el dorso de mi mano por sus pechos. Su
pequeño jadeo me recorrió la espina dorsal hasta llegar a mi polla.

—Ya recibí los acuerdos de confidencialidad que envié a principios de semana —


continuó David—. Tengo que insistir en que su discreción es de máxima prioridad.

Aunque nos contrataron para montar un nuevo bar para el señor Witt, sus otras
participaciones empresariales nos serán reveladas con fines informativos. El bar, Voy,
estará separado de su club Voyeur, pero aun así quiere que los dos funcionen de forma
similar y accedió a permitirnos el acceso a Voyeur para estudiar los protocolos que ya
tiene en marcha y trabajar a partir de ahí. Mirando la portada básica, vi que no había
mucha descripción de Voyeur en absoluto. Sólo se explicaba cómo “Club privado”.

—¿Conseguiremos más información sobre Voyeur que la que se nos presenta aquí?
—preguntó Carina.
—Sí. Tú y Jake tomaran la delantera en este proyecto. Tú te encargarás del
marketing visual y Jake analizará los tipos de mercado y ver qué es lo que mejor
funciona para Daniel. Una vez que tú y el equipo hayan tenido tiempo de prepararse,
Daniel responderá a cualquier pregunta que tengan. Es muy reservado y quiere
mantener la información en base a las necesidades.

La reunión continuó mientras los demás hacían preguntas sobre el papel que iban
a desempeñar en el proceso. Las empresas nos contrataban como una empresa de
marketing completa, tanto si estaban empezando como si necesitaban actualizar algún
aspecto de su empresa que fallaba. Wellington & Russo crearon un equipo de marketing
de ocho personas diseñado para cumplir con las especificaciones.

Cuando el padre de Carina salió de la habitación, apreté los músculos tensos de sus
hombros. Trabajaba más que nadie para demostrarle a su padre que creía en ella, pero
que también tenía una creencia arcaica y hastiada sobre cómo los hombres veían a las
mujeres en el ámbito empresarial.

—Esta va a ser una gran oportunidad para demostrar que eres una jefa.

Se rio de mi uso de “jefa”.

—Quizá algún día pueda dirigir un proyecto yo sola.

Le besé la sien.

—Bueno, somos Wellington & Russo, y tengo que cumplir mi parte de Wellington.
Prométeme que no me dejarás tirado.

—Intentaré no hacerlo.

El padre de Carina y el mío fusionaron empresas de marketing cuando ambos


éramos jóvenes. Corríamos y jugábamos en los pasillos vacíos de la oficina mientras
nuestros padres trabajaban hasta tarde. Siempre fue mi amiga de alguna manera, ya
fuera cuando éramos pequeños, o a través de algún que otro correo electrónico
mientras pasábamos por diferentes institutos y universidades, o cuando empezamos a
trabajar a tiempo completo después de la universidad y nos hicimos mejores amigos.

Los dos veníamos de la universidad con algo que nos agobiaba, y era como si una
vez que empezábamos a hablar, eso desaparecía y nos quedábamos el uno con el otro,
alguien con quien olvidar el pasado y encontrar nuestro futuro.

E incluso ahora, después de pedirle que se casara conmigo, siempre sería mi amiga
primero. La amaba por eso. Me encantaba que siempre estuviera ahí, que siempre lo
estaría. Lo que hizo a nuestros padres más que felices, ya que formaron una broma de
larga duración sobre la fusión de las familias, así como de la empresa. Por desgracia, mi
padre no estuvo presente para ver cómo se formaba nuestra relación. Murió hace casi
dos años de un repentino ataque al corazón. Carina fue mi roca desde entonces y no
podía imaginar perder a alguien tan importante para mí.

Ya perdí a un mejor amigo en la universidad, alguien en quien me esforcé por no


pensar, y no estaba preparado para perder a nadie más. Sentir esa desesperación por
conservar a Carina fue el motor que me llevó a pedirle que se casara conmigo. No podía
imaginar pasar mi vida con nadie más.

Si no se trataba de esa pasión desbordante de la que hablaba mi madre y que salía


en sus libros románticos, estaba bien. Carina y yo nos respetábamos mutuamente y
teníamos una vida sexual demasiado saludable que hacía que un futuro con ella fuera
aún más deseable.

Carina se dirigió a los miembros del equipo y me hizo volver a la reunión.

—Jake y yo seremos el principal contacto con Daniel, así como sus socios en este
proyecto. Tendremos reuniones aquí todos los lunes para ponernos en contacto y
recopilar nuestra información.

—Connor, necesitaré reunirme contigo más a menudo para repasar la investigación


y los análisis —dije—. Pero podemos hablar de eso más tarde. Te enviaré un correo
electrónico cuando tengamos más información.

—¿Hay alguna pregunta? —preguntó Carina.

Algunas personas hablaron, pero la reunión terminó antes que nos diéramos cuenta
y todos salieron en tropel hacia el almuerzo.

Me puse detrás de Carina y arrastré mis manos por su espalda para acariciar su
delicioso trasero.

—Entonces, ¿nos vemos en tu oficina?

—Sí, déjame hacer algunas copias de estos archivos y nos vemos allí. —Las últimas
palabras salieron en un gemido jadeante mientras besaba y mordía su cuello—. ¿Sería
mucho pedir que estuvieras desnuda y atada a mi escritorio cuando llegue?

—¿Qué tal si cuando llegues te ato al escritorio y te doy unos azotes antes de
follarte?

Ella frotó su culo contra mi dolorosa longitud.

—Trato hecho.
Se giró rápidamente en mis brazos y me besó los labios antes de salir de la
habitación. Me tomé un momento para dejar que mi erección bajara antes de seguirla.
Pero cuando la vi desaparecer en la sala de fotocopias del otro lado del pasillo, se me
ocurrió una idea.

Asegurándome que nadie miraba, empujé la puerta y la cerré tras de mí, con un
chasquido de la cerradura que anunciaba mi presencia tras ella.

—¿Jake? ¿Qué estás haciendo?

No dije nada, merodeando por el pequeño espacio, con el zumbido de la


fotocopiadora como único sonido. Una vez que la alcancé, le exigí:

—Date la vuelta.

Ella obedeció como siempre. Me gustaba ir más allá de los límites, y ella siempre
corría al límite conmigo.

Apretándome contra ella, agarré sus manos y las apoyé en la fotocopiadora.

—¿Recuerdas la primera vez que follamos?

—¿Cómo podría olvidarlo?

—Bueno, sí lo olvidaste, me imagino que podría recordártelo.

—Entonces, no. Olvidé por completo la primera vez que sentí tu polla estirar mi
coño.

Apreté mis dedos contra sus muslos y los arrastré lentamente hacia arriba y hacia
abajo por su suave piel; escalofríos corrían a través de mi piel mientras recordaba
tropezar en la sala de fotocopias, presa del pánico al encontrarme con un pasado en el
que traté de no pensar. La vi allí, mi mejor amiga, una mujer, y la ataqué. Después de su
leve conmoción en el momento, ella dio lo mejor de sí y me atacó a su vez.

—Siempre me pregunté por qué tuve tanta suerte de tenerte ese día. Nunca fuimos
así el uno con el otro y, sin embargo, cuando irrumpí en la habitación y fui por ti, me
dejaste.

—Bueno, difícilmente me llamaría desafortunada. El hecho de que nunca hubiera


pensado en follar contigo no significaba que fuera a rechazar algo bueno. Además, mi
padre dijo alguna cosa para cabrearme. Ahora ni siquiera recuerdo qué fue. Viniste con
cara de buena distracción.

Tuve que detenerme un momento porque, si bien ella no recordaba las razones por
las que decidió dejar que la atacara aquel día en la sala de fotocopias, yo sí recordaba lo
que me llevó hasta allí. Supongo que ambos buscábamos una vía de escape en el otro
hace casi tres años.

—¿Por qué no pediste más? Sabía que lo disfrutabas. —Le mordí el cuello y le
susurré al oído—. Al menos tres veces.

Ella movió una de mis manos hacia su pecho y yo obedecí, masajeando y haciendo
rodar su pezón entre mis dedos.

Su explicación entrecortada me puso nervioso. Podría recitar cálculo con esa voz y
yo estaría listo para ella.

—Entonces no estábamos en condiciones de tener una relación. —Su gemido vibró


contra mis labios mientras le subía la falda por el culo—. Me alegro que hayamos
esperado para poder tener esto. Un futuro.

Esto era mucho mejor que perder a otra persona.

—Ahora fóllame antes que decida devolverte el anillo.

Liberando mi polla, aparté todo mi pasado como solía hacer cuando estaba con
Carina y obedecí a mi prometida.

—Sí, señora. Se acerca un polvo duro.


2
Carina
Me encantaban los domingos perezosos. Especialmente cuando los pasaba con mi
prometido dentro de mí.

Mis caderas se clavaron en el respaldo del sofá mientras Jake empujaba con fuerza,
gimiendo su orgasmo detrás de mí. Las réplicas de mi propia liberación recorrieron mis
extremidades.

El sexo con Jake siempre se salía de lo normal.

Se separó de mi cuerpo y fue a la cocina por una toalla para limpiarse.

—¿Quieres cenar comida china o pizza esta noche? —gritó por encima de su
hombro.

Todo lo que había entre nuestros acalorados retozos parecía ser menos que
excitante.

Tal vez porque fuimos amigos antes de ser más. Nos daba un nivel de comodidad el
uno con el otro que no aumentaba la presión de esforzarnos por cortejar y abrazar.

—La china está bien —respondí, bajándome el vestido por las caderas.

Una vez hecho el pedido, se acercó a mí y me dio un beso en la frente.

—Voy a ducharme.

Cuando se alejaba, lo abracé y le susurré en los labios:

—¿Quieres que te acompañe?

Me pellizcó juguetonamente, pero se retiró.

—No, sólo voy a enjuagarme. Me hiciste trabajar mucho. —Otro beso en la frente,
seguido de un guiño, y luego se fue.
Lo vi avanzar por el pasillo y coger una toalla del armario de la ropa blanca antes
de desaparecer en mi cuarto de baño. Se movía por mi apartamento como si fuera el
suyo propio.

No es de extrañar, teniendo en cuenta que estaba aquí casi tanto como en su propio
apartamento, tres pisos más arriba. Me moría de ganas que llegara el día en que
terminara su contrato de alquiler y nos mudáramos juntos.

Pasaron casi tres años desde nuestro primer revolcón en la sala de fotocopias. Casi
dos desde que volvimos a caer en los brazos del otro. Su padre acababa de morir, y él
buscó consuelo en mi cuerpo, consuelo que yo le ofrecí libremente. Sin embargo, la
diferencia entre nuestra primera vez hace tres años y la siguiente después del funeral
de su padre era que estábamos preparados. Estábamos listos para más, y más es lo que
nos dimos el uno al otro.

Entonces, hace unos tres meses, me hizo la pregunta. Le faltaron todos los gestos
románticos mientras estábamos sentados en el sofá viendo un programa de cocina. Se
volvió hacia mí y me dijo:

—Cásate conmigo. —Por supuesto le dije que sí, y consumamos nuestro


compromiso allí mismo, en el suelo del salón. Me despertó dos mañanas más tarde
deslizando un diamante redondo de dos quilates en mi dedo.

Mi teléfono sonó desde mi maletín, sacándome de mis pensamientos. Al ver “Papá”


en la pantalla, respiré hondo y me preparé. Quería a mi padre, pero a veces nuestras
expectativas no coincidían y creaban tensión.

—Hola, papá.

—Hola, dulce niña. ¿Cómo estás?

—Bien. A punto de sentarme a cenar con Jake.

—Oh, bien. —Sonaba más feliz que yo de que Jake estuviera en casa, lo cual era decir
algo—. Dile que le mando saludos. Siento que no lo vi en toda la semana. No sé cómo
diablos ocurre eso si trabajamos en el mismo edificio —dijo con una risa.

Mi padre adoraba a Jake. Cuando nuestros padres fusionaron sus empresas,


comenzó una broma que decía que Jake y yo tendríamos un matrimonio concertado. En
algún momento, la broma dejó de serlo y se convirtió en una esperanza para nuestros
padres.

Siempre ponía los ojos en blanco cuando mi padre lo insinuaba, diciéndome que
Jake sería un buen marido y un hombre perfecto para dirigir la empresa. Y conmigo
como esposa, el apellido Russo permanecería en la empresa hasta que tuviéramos hijos
a los que pudiéramos transmitírselo. A veces sus sueños eran arcaicos.

Sin embargo, Jake era un hombre sexy, que me hacía reír y follaba como un tren de
mercancías. Una chica podría hacerlo peor. Y por mucho que odiara que mi padre fuera
anticuado, siempre anhelé su aprobación. Y casarme con Jake sería lo mejor a sus ojos.
Jake y yo acabaríamos dirigiendo la empresa juntos, codo a codo, y mi padre se vería
obligado a admitir lo equivocado que estaba mientras yo traía una clientela totalmente
nueva y llevaba a Wellington & Russo a nuevas alturas de marketing.

—De acuerdo. Le pasaré el saludo.

—Bien, bien. Además, quería recordarte que Jake se unirá a ti en la reunión de la


próxima semana. Querrás revisar tus puntos con él antes de entrar.

Por supuesto que sí. Porque una mujer no podía asistir sola a una reunión según mi
padre. Para un hombre que creció con cuatro hermanas, era muy anticuado al creer que
los negocios eran un mundo de hombres y que una mujer no podía manejarse en él.

—Sabes qué puedo hacerlo sola —le recordé a la defensiva. Era un argumento inútil,
sobre todo porque ya confirmé la reunión con Jake.

—Carina. —Mi nombre salió en un suspiro lleno de exasperación—. Esto no tiene


nada que ver con que seas una mujer y todo con que Jake necesite estar allí. Acabará
trabajando más estrechamente con ellos que contigo, así que quiero que la relación se
construya pronto.

Su explicación me quitó el aliento y me sentí como una niña petulante por asumirlo.
Al menos lo hice hasta que volvió a hablar.

—Además, todos los tratos se hicieron. No habrá negociaciones de las que tengas
que preocuparte. Sólo necesitan tu toque de mujer para que su marketing sea un éxito.

Apreté las muelas, conteniendo a duras penas un gruñido. Me gradué como la mejor
de mi clase y era una analista de marketing muy solicitada. Era muy inteligente y sabía
que ningún hombre de la empresa podía compararse conmigo. No solo me dieron el
puesto principal en la empresa por nepotismo, me lo había ganado.

Estaba a punto de echarle en cara mi frustración, hasta que Jake salió del baño
húmedo con un chándal que le colgaba de las caderas. Me tragué mi ira y pensé que
tenía cosas mucho mejores que hacer con mi boca.

—Bueno, tengo que irme, papá. Te veré en el trabajo la semana que viene.
Después de pulsar el botón rojo, tiré mi teléfono junto al de Jake en la encimera y
me quedé mirando cómo se flexionaban sus músculos mientras se pasaba la toalla por
el pelo. Joder, hacía que me doliera el cuerpo y que me saltara el corazón.

—¿Te gusta lo que ves, Russo? —se burló desde el pasillo, acercándose a mí.

—Sabes que sí —dije con una sonrisa. Era delicioso. Pecho ancho, cintura delgada.
La definición de porno de brazos 1. Una barba que me encantaba sentir entre mis muslos.

—¿Por qué no te quitas el vestido y quedamos a mano?

Parpadeé dirigiéndole una mirada inocente.

—Pero me arrancaste las bragas y aún no me puse unas nuevas. Estaría


completamente desnuda sin el vestido y eso no sería un empate.

—Carina —gruñó—. Quítatelo.

Agarré los lados del vestido y lo subí lentamente, moviéndome hacia atrás y
alrededor del sofá para provocarlo, manteniéndome fuera de su alcance. Me encantaba
que me deseara, y nunca dudé de su deseo. Pero daría tanto por que cayera sobre mi
espalda después del sexo y me besara el cuello mientras se quedaba dentro de mí un
poco más. Que estuviera desesperado por permanecer cerca de mí.

Se abalanzó sobre mí, y yo me aparté de un salto con una carcajada justo cuando
sonó el timbre de la puerta.

—Será mejor que abras —canté.

—¿Cómo se supone que voy a abrir la puerta con esto? —preguntó, señalando la
larga erección que le cubría los pantalones.

—Bueno, yo no puedo abrir. Estoy desnuda. —Me eché el vestido por encima de la
cabeza antes de pavonearme por el pasillo.

—Joder.

Si eso significaba que seguiría deseándome, me burlaría de él todo el día.

Tiré el vestido a la lavandería y me puse unos shorts cortos y una camiseta de


tirantes. ¿Quién necesitaba lencería sexy cuando tus pezones podían insinuarse a través
del material?

1
Hombre con brazos bien desarrollados mientras está en una camiseta sin mangas.
Al salir al salón, encontré a Jake en el sofá, con los ojos pegados a la CNBC. Tenía los
pies apoyados en la mesa del centro que estaba cubierta de comida para llevar. Reclamé
el recipiente del que estaba comiendo con palillos. Probablemente el mein de pollo que
sabía que tanto le gustaba.

Cogí una caja de pollo y verduras y me puse al otro lado, pero estiré las piernas
sobre los cojines para poder meter los pies junto a sus caderas. Le toqué el costado con
la punta del pie, y me encantó la forma en que sus abdominales se ondulaban como
reflejo.

Sonrió ante mis payasadas y cogió el mando a distancia, mirándolo durante unos
segundos más antes de silenciarlo.

—No tienes que silenciarlo si lo estás viendo.

—Quiero hablar contigo. Si no, me iría a mi apartamento.

—Sólo estás siendo amable —dije, buscando abiertamente un cumplido.

—Lo que sea. Eres mi mejor amiga. No estaría en ningún otro sitio.

Mi cabeza bajó para mirar en mi contenedor, tratando de ocultar mi expresión de


dolor. Quería que dijera “mi amante” o “mi futuro” o algo más que “mejor amiga”. Podía
decir con tranquilidad que amaba a Jake. Él también me quería. Sabía que lo hacía. Sólo
que a veces dudaba que fuera el tipo de amor que nos llevaría hasta nuestra boda.

—¿Estás listo para la reunión en Voyeur la próxima semana? —pregunté,


abandonando mi búsqueda de cumplidos.

—Todo lo preparado que puedo estar. Todavía no nos dieron mucha información
sobre lo que es. Incluso después de firmar el acuerdo de confidencialidad.

—Por lo que puedo decir, no es un club de sexo... ¿pero a la vez sí?

Se rió ante mi vaga descripción.

—Sí sé que no se puede pagar por tener sexo allí. Supongo que es como el porno en
vivo.

Me entusiasmaba este proyecto porque Jake y yo podíamos trabajar juntos en él, lo


que nos permitía pasar más tiempo juntos. A veces sólo éramos barcos que pasaban por
los pasillos y la mayoría de los días sólo nos veíamos a través de una mesa de
conferencias. Si añadimos el aspecto sexual del trabajo, las chispas saltaban entre
nosotros.
Jake y yo siempre conectábamos durante el sexo. Ambos estábamos abiertos a
probar cosas nuevas y nunca juzgamos al otro. La libertad y la aceptación que teníamos
el uno del otro eran la base de nuestra relación romántica. Quizá Voyeur nos daría algo
nuevo que probar y nos haría recordar que éramos mucho más que amigos.

Sólo pensar en el porno en vivo me hacía gemir.

—Joder, eso es caliente.

—¿Tus verduras? —bromeó Jake.

—Cállate. —Me reí y volví a empujar mis dedos en sus costillas—. No actúes como
si no te excitara. Te gusta que veamos porno juntos.

—Definitivamente podría ser interesante —aceptó con un brillo en los ojos.

Quería volver a abalanzarme sobre él. Que me gruñera palabras sucias al oído y me
obligara a explicarle con detalle lo que quería ver. Mi piel se calentó y mis músculos se
apretaron.

Pero un cubo de agua fría cayó sobre mi excitación cuando Jake volvió rápidamente
a los asuntos. Di un mordisco a mi comida para ocultar mi decepción.

—¿Te dieron más nombres de las personas con las que vamos a trabajar?

—Sólo Daniel Witt. Pero un archivo mencionó algo sobre otro tipo que invirtió en
el nuevo bar que montaremos y algunos otros empleados.

—Supongo que lo sabremos pronto.

Dio un último bocado a su pollo mein y me perdí en cada bulto de sus abdominales
mientras se inclinaba hacia delante para dejarlo sobre la mesa.

—Bueno, déjame ayudarte a limpiar y luego debo irme.

Fue a ponerse de pie, pero extendí la mano para tocar su muñeca, haciendo que se
detuviera y me mirara.

Por un momento me perdí en sus ojos azules, tratando de ver lo que había detrás
de ellos. Intentando ver lo que él veía cuando me miraba. ¿Su amante? ¿Su amiga? ¿Su
futura esposa?

—¿Carina? —preguntó, sacándome de mis pensamientos.

—Quédate.
—De acuerdo —dijo Jake con una sonrisa fácil.

Tal vez había estado imaginado la distancia. Quizás estaba pensando demasiado en
todo. Y él veía un futuro conmigo.

Pero cuando nos fuimos a la cama, se acostó de espaldas sin buscarme. Me acosté
observando su perfil, escuchando su respiración, sabiendo que no era la única que
sentía la distancia entre nosotros. Pero me preocupaba ser la única preocupada por ello.

Tal vez sólo necesitaba volver a encender el fuego entre nosotros. Volver a
dirigirnos hacia el camino de los amantes y alejarnos de la amistad.

—Te amo, Jake —susurré en la oscuridad, sin estar segura que estuviera despierto
para oírme, pero necesitando decirlo de todos modos.

—Yo también te amo —respondió, sin volverse para mirarme.

El tono me recordó la primera vez que lo dijo. Estuvimos en un bar después del
trabajo con unos amigos.

—Te amo, Carina. Tienes que ser la mejor amiga que tuve en mucho tiempo.

Expresó lo mucho que apreciaba mi amistad.

Y nada más.
3
Jackson
Llego tarde. Llego tarde. A una cita muy importante.

La frase de Alicia en el País de las Maravillas pasó por mi mente mientras corría por
el pasillo de Voyeur. Quedé con Daniel hace diez minutos para preparar una reunión, y
allí estaba yo, a punto de entrar en su despacho, sin mirar siquiera la carpeta que tenía
que estudiar anoche.

Llamé a la puerta de su despacho para anunciar mi presencia. Justo cuando iba a


abrirla, la carpeta casi se me escapa de los dedos. Trasteando con los papeles para
ponerlos todos juntos, empujé la puerta y la cerré sin levantar la vista.

—Hola —dije sin aliento—. Siento llegar tarde. El tráfico fue una mierda hoy.

—Jackson —El tono formal de Daniel me hizo levantar la vista hacia él—, me
gustaría presentarte al equipo de marketing de Wellington & Russo, Carina Russo y Jake
Wellington.

Como en cámara lenta, con el corazón tratando de ahogarme, bajé la mirada para
observar a las dos personas sentadas frente al escritorio de Daniel. Vi primero a la
morena, que se volvió hacia mí con una sonrisa de satisfacción, como si mi entrada le
pareciera graciosa. Una chispa juguetona brilló detrás de sus ojos que me hizo luchar
contra una sonrisa. Mi alma juguetona reconoció la suya y le gustó.

Pero entonces me desvié lentamente hacia Jake Wellington, y la alegría que Carina
conjuró se deslizó hasta la boca del estómago.

El maldito Jake Wellington.

La piel me cosquilleó, hiperconsciente ahora del hombre, sabiendo lo que


encontraría incluso antes que lo mirara del todo. Alto. Ancho. Pelo rubio oscuro. Ojos
azules penetrantes. Labios suaves y besables, como mi mejor sueño húmedo.

No me decepcioné cuando lo escruté de pies a cabeza, pero me sorprendió


gratamente encontrar una barba completa alrededor de esos labios que no estaba allí
hace unos años. El estómago se me revolvió sólo con verlo. Incluso después del pasado
que compartimos y del daño que me hizo, no pude evitar que el corazón latiera con más
fuerza en mi pecho.

Nuestras miradas se encontraron por fin y la suya me mantuvo clavado en mi sitio.


El ruido blanco me rodeó, bloqueando todo menos a él. La tensión aumentó y tuve que
luchar contra el impulso de frotarme la piel de lo tangible que era. Me pregunté si él
también podía sentirlo.

Por la expresión de su cara, sólo sentía conmoción. Quería hundirme en sus


brillantes ojos azules y disfrutar del momento antes que la burbuja se rompiera y la
realidad volviera a golpear, recordándome que ya no éramos amigos. Que no éramos
amigos por mi culpa. Recordándome que, por mucho que lo deseara, Jake no era gay.

—Jackson —dijo Daniel, llamando mi atención de nuevo hacia él. Señaló


ligeramente con la cabeza a mi derecha. Joder, la chica. ¿Cómo se llamaba? No
importaba. Apartando a Jake de mi mente por el momento, moví mi cuerpo y encendí el
encanto. No importaba si se trataba de negocios, siempre le daba a una chica bonita mi
mejor sonrisa.

—Hola. —Esperaba que fuera bajita con lo menudo que era su cuerpo, pero cuando
se puso de pie se acercó a mis ojos. Bastante impresionante teniendo en cuenta que
medía 1,80 m. Deslicé mi mano en la que ella extendió—. Soy Jackson Fields. Seré el
gerente de Voy.

—Carina Russo. —Su voz era suave pero firme—. Estaré a cargo del marketing.

—Fantástico. —Le regalé otra sonrisa. Entonces llegó el momento de volver a


centrar mi atención en Jake. Respirando profundamente para prepararme, traté de
ocultar las emociones a flor de piel que evoqué un momento antes. Traté de ocultar la
rabia residual de él al abandonarme.

Giré mi cuerpo y le di el mismo encanto que le di a Carina. Supuse que la emoción


que sacudía mi cuerpo sería menos evidente si los trataba igual.

Conseguir el placer de verlo retorcerse era una ventaja añadida. Cuando éramos
amigos en la universidad, se reía de mis payasadas y ponía los ojos en blanco ante cada
insinuación.

—Este es mi compañero en el proyecto, Jake. Se encargará de analizar el negocio


aquí y el mejor montaje para el nuevo bar.

—Ya nos conocemos —dije, tendiéndole la mano. Sus ojos se abrieron de par en par,
e incluso por debajo de la piel, pude ver su mandíbula apretada. Se me escapó la sonrisa
y traté de ignorar el pinchazo de dolor. Sabía que evitaría nuestro pasado, pero aun así
tenía el poder de doler.
Su mano rodeó la mía y los ásperos callos que rozaron con la mía me produjeron
escalofríos en el brazo. La sensación desapareció demasiado pronto cuando se apartó
lo más rápido posible sin que nadie se diera cuenta. Otra vez ese pellizco. Pensé que
disfrutaría más de su incomodidad como lo hice entonces. En lugar de eso, cada tirón o
estremecimiento suyo me golpeaba en los lugares blandos entre mis costillas.

Apiadándome de los dos, omití la universidad y seguí con nuestra especie de


encuentro de hace unos años.

—He ayudado con algunos asuntos de contabilidad para su empresa antes. Me


encontré con Jake allí.

Pareció respirar por primera vez desde que entré en la habitación.

Nunca olvidaré la forma en que mi corazón tropezó consigo mismo cuando lo vi en


los pasillos de la oficina. Tampoco olvidaré la forma en que me hizo un gesto cortante
con la cabeza y salió disparado. Lo vi un par de veces durante la semana que había
estado allí para trabajar, pero me enfadé por su reacción inicial y me mantuve al
margen. Lo vi a la vuelta de la esquina, en una sala de reuniones, caminando por el
pasillo, y me alejaba o fingía que no existía. No me atrevía a ver cómo se escondía de mí
otra vez. Así que, esa semana, fingí que no existía y él hizo lo mismo conmigo.

—Me pareciste familiar —dijo Carina, chasqueando los dedos—. Probablemente te


vi por la oficina.

—Sí —habló por fin Jake, con una voz a la vez familiar y nueva después de años sin
escucharla—. Mi padre te contrató para la contabilidad, ¿correcto?

—¿Por qué contrató a alguien de fuera de la empresa? —preguntó Carina.

Jake se encogió de hombros.

—Porque siempre que había un problema, quería que alguien con ojos frescos e
imparciales lo revisara.

—Suena como tu padre. —Se volvió hacia mí—. ¿En qué empresa trabajabas que te
contrató?

—Hice trabajos por cuenta propia.

—Interesante. —Intenté decidir si estaba siendo condescendiente, pero parecía


realmente intrigada—. ¿Trabajaste en otro sitio? Puedo ver los beneficios de ser
freelance para hacer tu propio horario alrededor de otras obligaciones.

—Uhh —Me froté la nuca.


Daniel, el hombre que siempre decía las cosas como eran, respondió por mí.

—Jackson solía actuar aquí en Voyeur y rápidamente se convirtió en mi mano


derecha y me ayudó con la contabilidad. Una vez que se graduó, se encargó de más
trabajos, pero nunca me dejó que tuviera que lidiar con todo por mi cuenta cuando
Voyeur empezó a crecer. —Se volvió para mirar a Jake—. Jackson invirtió una parte
para poner en marcha Voyeur y será su hombre de confianza para la mayor parte de la
información que necesiten. Este es un proyecto conjunto, pero es su bebé.

Tuve que trabajar duro los últimos años para conseguir los ahorros, pero una vez
que Daniel me presentó la oportunidad de comprar en su creciente negocio, me lancé.
Ahora, tenía la ventaja añadida de ver a Jake.

Me entusiasmó la oportunidad de pasar tiempo con Jake, a pesar que su mandíbula


apretada me hizo saber que era unilateral. Todavía se las arreglaba para robarme el
pensamiento lógico, y tenía que luchar para mantener mi polla a raya cuando estaba
cerca, pero también fue mi amigo una vez. Lo echaba de menos. Tal vez la proximidad
forzada nos haría recordar nuestra amistad.

—¿Actuar? —preguntó Carina, con un brillo excitado en los ojos. Carina estaba
mostrando signos de ser mi tipo de chica—. Nos dieron algunos detalles del club, pero
no mucho ya que nos centramos sobre todo en el bar.

Daniel sonrió, dispuesto a hablar de su bebé.

—Voyeur es un lugar para gente a la que le gusta mirar. Actos sexuales en su mayor
parte. No vendemos sexo, pero proporcionamos un lugar seguro para que la gente
exprese ese lado de su sexualidad sin ser juzgada. Tenemos artistas —dijo,
señalándome a mí—, que son seleccionados por los clientes para realizar cualquier acto
que esté disponible.

—Oh, vaya. —Las palabras se escaparon de su boca en un suspiro, apenas más que
un susurro.

—Las damas y los caballeros se sintieron bastante decepcionados cuando Jackson


dejó de actuar, pero todavía lo hace a veces si estoy escaso de personal o le apetece.

—Tengo que mantener a los clientes contentos. —Me dirigí a Carina, pero miré por
el rabillo del ojo para ver la reacción de Jake.

Ella sonrió y se sonrojó, bajando la mirada. Jake mantenía la mirada fija en Daniel,
con una expresión casi inexpresiva. Excepto por esa mandíbula crispada.

—Sentémonos y discutamos los planes para Voy —sugirió Daniel.


Cogí una silla y la acerqué al lado de su escritorio para poder mirar a Jake. Sólo me
miró a los ojos una vez durante la reunión, pero los apartó de un tirón cuando descubrió
que lo miraba fijamente. Era extraño verlo tan asustado. Sabía que lo que pasó entre
nosotros lo asustó, pero el Jake que yo conocía era atrevido, sexual y nunca se echaba
atrás.

A pesar de su tranquila sumisión conmigo, dominaba la reunión, dirigiendo la


conversación y exponiendo claramente el plan de su equipo.

Yo era un hombre al que le gustaba ser el centro de atención y hacerse cargo de una
situación, es lo que me hacía encajar tan bien en Voyeur, pero verlo hablar con
autoridad hizo que mi polla se sacudiera en mis pantalones.

—Así que llevaremos toda esta información a nuestro equipo —explicó Carina—.
Puede que los veas de vez en cuando, pero nosotros seremos los principales contactos
que interactuarán con tu personal.

—Parece que fue una buena elección acudir a su empresa. Me gustaría decir que
conozco los entresijos lo suficiente como para hacerlo por mi cuenta, pero francamente,
conozco el kink 2 y a mucha gente que lo practica. Voyeur fue una aventura personal, y
Voy es más un negocio. No quiero arruinarlo por no pedir ayuda.

—Si no te importa que pregunte, ¿por qué el nombre Voy? —preguntó Carina.

Una sonrisa melancólica cruzó los labios de Daniel.

—Una vez conocí a una mujer española. Siempre quería ir a sitios y, antes de morir,
me dijo que fuera por él. Voy significa 'voy' en español. —Se encogió de hombros—. Sólo
es un homenaje a una mujer que me dio algo cuando lo necesitaba.

—Me parece precioso —dijo Carina. Cerró su carpeta y la guardó—. Supongo que
eso es todo por hoy. Revisaremos la información y nos pondremos en contacto esta
misma semana.

—Me parece bien. —Todos se pusieron de pie y Daniel rodeó su escritorio para
acompañarlos a la salida—. Muchas gracias a los dos por venir. Estoy emocionado por
ver lo que tienen para nosotros.

Le dediqué a Carina otra sonrisa de satisfacción cuando nos dimos la mano y


disfruté del rubor de sus mejillas. Luego me volví hacia Jake y me aseguré de sostenerle
la mirada mientras apretaba mi mano alrededor de la suya, obligándolo a aguantar más
de lo que quería. Cuando lo solté, le guiñé un ojo. Su mandíbula volvió a hacer un tic,

2
El kink es el uso de prácticas, conceptos o fantasías sexuales no convencionales
pero rápidamente fue seguido por un fuerte trago que seguí por su garganta,
observando cómo se movía su manzana de Adán.

Y luego se fue, caminando hacia la puerta para reunirse con Carina, donde deslizó
su mano en la de ella. Le sonrió, y el doloroso pellizco de antes se convirtió más bien en
un apretón alrededor de mis pulmones. Miré hacia su mano izquierda pero no vi ningún
anillo. Al mirar hacia la de ella, vi un anillo tan grande que no podía creer que lo hubiera
pasado por alto.

Apartándome de la pareja, me senté en uno de los asientos abandonados,


reprendiéndome a mí mismo por sentir algo. Se trataba de Jake, tan recto como una
flecha. Una noche de borrachera no cambiaba eso, y yo era un tonto por pensar alguna
vez que podría hacerlo.

Daniel se acercó para sentarse detrás de su escritorio y me miró largamente.


Conseguí aguantar su mirada, pero a duras penas. Cuatro años de práctica para no ceder
bajo su intensa mirada ayudaron. Lo conocía desde que estaba en el primer año de
universidad y con el tiempo se convirtió en un pseudo padre. O más bien como el tipo
genial que te enseñaba el mundo pero que estaba ahí si las cosas se iban a la mierda.

—¿Cómo está Andrew?

—Está bien. Irritable y preguntando cuándo lo vas a dejar trabajar aquí.

Daniel se limitó a reírse, sabiendo que mi hermano sólo bromeaba a medias.

—Hoy está teniendo un buen día. La fisioterapia fue bien, e incluso caminó algunos
pasos con correas y un andador.

—Eso es impresionante. Los hombres Fields no se dan por vencidos.

—Seguro que no. —Estuve de acuerdo.

Y gracias a Dios, porque si hubiera perdido a mi hermano pequeño en el mismo


accidente de tren que se llevó a mis padres, no estaba seguro de poder sobrevivir. Mi
hermano se salvó con daños en la columna vertebral que lo dejaron en una silla de
ruedas los últimos cuatro años. Pero progresó y nunca se rindió a su destino. El médico
dijo que había esperanza y él se aferró a ella más que al arroz blanco.

—¿Y Jake?

Me sorprendió su cambio de tema.

—¿Qué pasa con él?

Volvió a dirigirme esa intensa mirada, y esta vez fue más difícil de sostener.
—¿Va a ser un problema?

Mi testarudez asomó la cabeza.

—No sé de qué estás hablando.

Bajé los ojos y miré mis manos entrelazadas frente a mí.

—No puedo recordar una vez que te haya visto mirar a alguien de esa manera.

—¿Así cómo? —Me burlé. Como no dijo nada, levanté la vista y me encontré con una
mirada que me decía que era una mierda.

Porque era una mierda.

—No hay nada de lo que preocuparse. Nada que afecte a los negocios con Voy.

—Aunque hubiera algo, confío en ti. Sé que no necesito revolotear como un jefe
normal y recordarte los límites en el trabajo. No es que los obedezcas de todos modos.

Daniel sabía que yo era un seductor, pero nunca dejaría que eso interfiriera en los
negocios.

—¿Hay muchos límites en Voyeur?

—La verdad es que no. —Levantó la ceja y me miró fijamente—. Pero estoy seguro
que los encontrarías si estuvieran ahí. —Sólo me encogí de hombros, sin negarlo—.
Sólo... Ten cuidado. ¿De acuerdo?

—No hay nada de qué preocuparse.

Daniel me miró de nuevo con dureza, sin tener que volver a llamarme la atención
sobre mis tonterías. Estaba seguro de que todo lo que sentía estaba escrito en mi cara.

Sabía cómo probablemente me veía cuando miraba a Jake.

Con anhelo y frustración, sabiendo que nunca tendría algo que deseaba
desesperadamente.
4
Jake
—Jake —Luke dijo mi nombre, tratando de enfocar sus ojos vidriosos en mí—.
¿Verdad o reto?

—Y no seas marica. Elige reto —intervino Jackson. Estaba al borde de la borrachera


y él me conocía lo suficiente como para verlo. Todo lo que necesitaba era un empujón
desafiante y no me echaba atrás ante nada. Así que, reto, sería.

—Muy bien. Trae tus retos. No tengo miedo.

La sonrisa de Luke creció mientras me miraba fijamente con una mirada de victoria.
Estaba cayendo de cabeza en el territorio de los borrachos, así que sólo podía imaginar lo
que se le ocurría.

—Te reto... —Hizo una pausa para conseguir un efecto dramático, que funcionó
porque todos los presentes en el salón se inclinaron hacia delante en sus asientos para
escuchar lo que venía a continuación. Sabían que nunca me echaba atrás, así que la
anticipación de lo que haría esa noche aumentó el juego—. Besar a Jackson.

El grupo de amigos de la sala estalló en un coro de “oohs”. Le lancé a Luke una mirada
que podría tomarse como “diablos, no” o “es lo mejor que tienes”. Sinceramente, no estaba
seguro de lo que era. Mi corazón golpeaba fuertemente contra mis costillas mientras
intentaba mantener una cara neutral.

Jackson era mi mejor amigo. Lo fue desde la primera semana del primer año. Nos
unimos inmediatamente por nuestra afición a la pizza y por nuestras actitudes chulescas,
que en su mayoría eran sólo para aparentar. Me reventé de risa cuando me llevó a su
dormitorio y vi las pilas de crucigramas apiladas en la esquina. Eso me valió un puñetazo
en el brazo y una mirada fulminante hasta que le dije que tenía pilas iguales en mi propia
habitación.

Cada día que pasábamos juntos, descubríamos que teníamos más y más cosas en
común. Y pasábamos mucho tiempo juntos, ya que los dos éramos licenciados en negocios
y estábamos cursando casi todas las mismas clases.
La única gran diferencia era que mientras yo amaba a las mujeres, Jackson amaba a
todo el mundo. Era bisexual y no le importaba quién lo supiera. No es que a nadie con
quien saliéramos le importara.

Jackson era un soplo de aire fresco y simplemente... me atrapó.

—Awwww —dijo Jackson—. Tiene miedo de besarme y enamorarse. No puedo decir


que te culpe.

—Jódete —le respondí con humor—. Me preocupa que te enamores de mí. A mí no me


gustan los chicos. —Y era cierto. Pero había algo en Jackson que siempre me hacía feliz
estar cerca de él, hacía que mi pecho se sintiera más apretado y más ligero al mismo
tiempo. Me recordaba a la sensación que tenía con mi enamoramiento en el instituto. Lo
hice a un lado y lo excusé por ser mejores amigos. Tener a alguien que me entendía por lo
que parecía ser la primera vez en mi vida.

Pero, a veces, cuando me encontraba mirando su perfil mientras fruncía las cejas,
inclinado sobre un rompecabezas, no podía evitar dejar caer mis ojos hacia sus labios y
preguntarme si se sentirían tan suaves como se veían. Si serían más suaves que los de la
chica a la que besé la semana anterior.

—Hmmm, ¿va a ser este el reto que rompa la racha de Jake? —gritó Cade, otro amigo.

Nunca me echaba atrás ante un reto, y los últimos dos años y medio de universidad
me habían encontrado en algunos predicamentos interesantes.

—Vamos, Jake —se burló Jane, una de las pocas chicas de nuestro grupo—. Todos
vimos cómo se acostaron Genevieve y tú hace unos meses.

Así. Ese era un predicamento interesante y muy caliente. Follando a una chica en el
sofá en medio de la sala de estar con todo el mundo pululando alrededor.

Genevieve simplemente se encogió de hombros desde su posición en el sofá antes de


dar un trago a su cerveza.

—Menudo espectáculo, cariño —dijo Jackson, guiñándole un ojo. Se inclinó un


sombrero falso e inclinó la cabeza en una reverencia. Todos mis amigos estaban tan locos
como yo. Por eso encajábamos.

—Entonces, ¿qué va a ser, chico amante? —preguntó Jackson, sonriéndome—. Vas a


dejar caer uno en mí ¿Posiblemente caer enamorado? O retroceder como una pequeña
perra y vivir tu vida en la vergüenza. ¿Serás capaz de dejar atrás las miradas de
compasión mientras recordamos siempre tu caída de la gracia de Verdad o Reto?

Puse los ojos en blanco.


—Qué manera de decirlo, Jackson. —Me levanté de mi sitio en el sillón y levanté las
manos en señal de derrota—. De acuerdo, de acuerdo. Pero no digas que no te lo advertí.
Y cuando te enamores de mí, quiero que me compres pizza y lleves mis libros a clase.

—Oh, haré más que eso —dijo Jackson, con sus ojos ya puestos en mi boca. Era todo
diversión de buen grado, y yo hice un espectáculo de lamerme los labios.

—Y quiero lengua. Nada de esta mierda de picoteo —advirtió Luke.

Mi cuerpo vibró, y se extendió como la electricidad a mi pecho, sacudiendo mi corazón


a toda velocidad. Jackson estaba justo delante de mí. Ojo con ojo. Su seis-cuatro 3
coincidiendo con el mío.

Jackson nos sacó a todos de nuestros pensamientos estereotipados sobre el aspecto de


un hombre gay. Se rió al oír nuestras suposiciones que tenía que ser femenino. Jackson era
lo más alejado de lo femenino. Tenía un pecho ancho y brazos y piernas musculosos. Sólo
podía imaginar cómo se llenaría cuando se asentara como hombre. No me di cuenta de lo
duras que estaban sus piernas cuando nos sentamos muy juntos y dejé que mi pierna
rozara la suya.

—No tienes que hacer esto —dijo Jackson en voz baja para que sólo yo pudiera oírlo,
con un tono juguetón mezclado con algo más pesado. Como si estuviera igual de nervioso.
¿Estaba nervioso por mi reacción? Él sabía que yo no tenía ningún problema con su
bisexualidad.

Mirando fijamente sus ojos color chocolate, no estaba dispuesto a echarme atrás.
Quizás una parte de mí quería saber por fin cómo se sentirían sus labios contra los míos.
Tal vez estaba usando este juego como una excusa perfecta para averiguarlo y no tener
que cuestionar mi razonamiento. Era sólo un reto.

—Dámelo —dije lo suficientemente alto como para que todos oyeran la burla—.
Intenta no chupar.

Sus manos se movieron rápidamente mientras tomaba las riendas de la situación,


haciéndome enmudecer. Una mano se dirigió a mi cadera y la otra se clavó en el pelo de
mi nuca mientras me atraía y presionaba sus labios contra los míos.

Joder, eran suaves. Tan suaves como imaginaba que serían. Más suaves que los labios
femeninos de Genevieve. Pero se movían con la fuerza y la exigencia de un hombre.
Presionando con fuerza contra los míos, moviéndose con brusquedad cuando se separaron
y su lengua se introdujo entre mis labios. Por instinto, abrí, y el sabor de la cerveza y de la
pizza de piña que tanto le gustaba a Jackson estalló en mi lengua.

3
Abdominales.
Se acercó un paso más y yo imité sus acciones, casi poniéndonos en contacto. Mi polla
se agitó bajo el tejido de mis pantalones como si quisiera acercarse a él. La forma en que
se alargó contra mi pierna provocó una sacudida en mi cerebro y mis labios tantearon por
un momento. Se suponía que no debía disfrutar de esto. Era Jackson. Un chico. No una
chica. No alguien con tetas y un coño con el que follar y jugar. No se suponía que se me
pusiera dura.

Quise retirarme, pero él me sujetó con más fuerza, sacudiéndome hasta que nos
apretamos el uno contra el otro. Tan apretados, que pude sentir la erección tensando sus
pantalones y mi polla se sacudió más fuerte por la emoción de que le hice eso.

Jackson, mi mejor amigo, se me puso dura. Debería asustarme, pero cuando su lengua
se enredó con la mía y su gemido vibró contra mis labios, no pude recordar por qué.

Demasiado pronto, el beso se ralentizó hasta que se retiró. Con un último picotazo, sus
manos se apartaron de mi cuerpo. Cuando por fin pude volver a respirar aire, los vítores
de la habitación volvieron a sonar. Oh, joder. Oh, mierda, oh, mierda, oh, mierda. Besé a
Jackson. Lo besé, y ahora estaba duro como una piedra apretado contra él. No había forma
de ocultarlo. No se podía negar. Y una vez que se apartara, todo el mundo lo sabría. Y
entonces, ¿qué? ¿Qué, qué, qué? ¿Qué estaba pasando?

Mi corazón latía con fuerza y mi visión se oscurecía en los bordes mientras el pánico
se apoderaba de mí.

—Respira, Jake. —Las palabras de Jackson acariciaron mis labios con el suave aliento
con el que las pronunció—. Te tengo.

Y con eso, se alejó, pero frente a mí, con las manos abiertas como si hubiera ganado
una victoria. El pánico comenzó a ablandar mi polla, y con toda la atención puesta en él,
tuve tiempo de ajustar el bulto restante antes que alguien pudiera verlo.

—Bonita erección, Jackson —comentó una de las chicas.

—Oye, un buen beso es un buen beso. No puedo evitar que mi cuerpo no sepa que no
va a conseguir más que eso. —Hizo ademán de meter la mano por debajo de la cintura y
ajustarse la polla. Eso no debería hacer que mi polla saltara de nuevo en mis pantalones.
Pero lo hizo.

—Después de ese espectáculo, me encantaría montarte de nuevo, Jake —dijo


Genevieve—. Eso estuvo muy caliente.

Me reí como todos los demás, pero cogí una cerveza, dando un tirón tan largo como
me permitieron mis pulmones y me senté de nuevo en el sofá. Nadie me pidió que hiciera
otro gran reto a medida que avanzaba la noche. Supuse que alcancé mi cuota por la noche.
Gracias a Dios, porque estaba demasiado consumido por los acontecimientos que parecían
repetirse en mi mente distrayéndome de la mayor parte de la acción que ocurría a mi
alrededor.

Pronto, la gente empezó a dar por terminada la noche. Estaba a punto de llamar a un
Uber cuando Luke me recordó que uno de sus compañeros de piso estaba fuera de la
ciudad y que podía quedarme allí. Me pareció un buen plan. La cerveza me estaba
golpeando, y estaba demasiado cansado para esperar a que me llevaran y llegar a mi
propio apartamento.

A trompicones, subí los escalones y traté de recordar qué puerta cerrada era en la que
debía dormir. Creo que la de Jackson era la segunda a la derecha. ¿O era la de la izquierda?
La de su compañero de habitación estaba en el lado opuesto a la de Jackson. Eso lo sabía.
Pero todo estaba borroso y la izquierda y la derecha parecían muy difíciles de entender
ahora mismo.

A la mierda. Iba a ir por la derecha.

Entré en la habitación y encontré a Jackson tumbado en la cama con un libro de


crucigramas apoyado en los muslos.

Sin camiseta.

—¿Qué pasa, hombre? —preguntó, apenas levantando la vista de su libro.

—Oh, lo siento —dije torpemente. El beso de antes se cernía sobre mi mente y me hacía
tropezar con mis palabras—. Yo, eh, pensé que esta era la habitación de tu compañero de
cuarto. Luke dijo que podía dormir allí en lugar de llamar a un taxi.

Iba a darme la vuelta y dirigirme al otro lado del pasillo cuando me detuvo.

—Yo no entraría ahí si fuera tú. Cade y Genevieve están haciendo Dios sabe qué.

—Mierda. Llamaré a un taxi.

—No, Jake. Quédate aquí.

Lo hizo sonar tan simple, pero no podía dejar de recordar la sensación de sus labios
presionados contra los míos o la forma en que su polla rozaba rígidamente contra la mía.
Se trataba de mi mejor amigo y fue un reto estúpido, y no podía evitar que mi cerebro lo
repitiera una y otra vez.

—Tengo un saco de dormir en el armario. —Ya se estaba levantando de la cama, su


pecho desnudo se flexionaba con el movimiento.

Genial, ahora estaba mirando su pecho desnudo. Me pasé una mano por la cara
cansada, el zumbido de antes se desvanecía en el agotamiento. Cuando retiré la mano, él
estaba de pie frente a mí, acercándose por detrás para cerrar la puerta. Nuestras caras
estaban a centímetros de distancia y, por un momento, pensé que iba a besarme de nuevo.
Debería salir corriendo por la puerta y decirle que se retirara. Yo no era gay. En lugar de
eso, me quedé allí, congelado, sin poder hacer nada más que esperar el siguiente
movimiento.

El siguiente movimiento fue que él bajara sus ojos a mis labios antes de retirarse,
rompiendo el momento como si nunca hubiera sucedido. ¿Sucedió? ¿Me lo inventé? ¿Iba
mi mente a pensar constantemente y a convertir cada momento que pasábamos juntos en
algo sexual?

—Relájate, amigo. No voy a forzarte —dijo con una risa, volviéndose hacia el
armario—. Es que no me gusta dormir con la puerta abierta.

Me pasé una mano por la cara de nuevo y me adentré en la habitación. Jackson tiró el
saco de dormir al suelo antes de coger una almohada de su cama y tirarla al suelo.

Me estaba quitando la camiseta justo cuando preguntó:

—¿Quieres un rompecabezas?

Riendo por lo bien que me conocía, le dije:

—Sí.

De nuevo, se acercó y pasó por delante de mí hacia su escritorio. De nuevo, debería


moverme para hacerle sitio. Una vez más, debería hacer cualquier cosa que no fuera
congelarme; pero entonces su brazo me rozó el costado, y aspiré una bocanada de aire
por la nariz. Se congeló y levantó la vista para encontrarse con mis ojos.

Tal vez fuera el alcohol residual. Tal vez fue la conexión que sentí con él como nadie
más. Tal vez fuera simplemente la curiosidad. Sea lo que sea, sin pensarlo mucho, me
incliné y presioné mis labios contra los suyos.

Me desperté de golpe, respirando entrecortadamente.

Joder.

Me paso una mano por la cara y trato de calmar mi corazón palpitante.

Jackson.

Solo nombrarlo me hizo revolver el estómago. Siempre evocaba una gran cantidad
de emociones, incluso con sólo pensar en él. ¿Pero verlo? Verlo hacía que todas ellas
volvieran a luchar por el dominio, ahogándome en ellas. Siempre había un anhelo que
parecía ser el más prominente, pero lo dejaba de lado o lo desechaba como un anhelo
por el amigo que había perdido.

Esa noche me cambió. Me hizo sentir una profunda confusión sobre quién era yo.
Me consideraba heterosexual, nunca miré a otro hombre con interés, hasta Jackson. Yo
era el hombre que iba a llevar el nombre Wellington, hacer que mi familia se sintiera
orgullosa continuando nuestro legado para dirigir Wellington & Russo. Eso era lo que
yo era.

Era.

Después de esa noche, ya no estaba seguro y eso me asustó. Me volví inseguro de lo


que la gente vería cuando me mirara, y a su vez, me cerré.

Al menos hasta Carina.

Miré su forma aún dormida, acurrucada de lado. Entró en mi vida después de la


graduación y nuestra amistad fue rápida y feroz.

Estar con ella me recordaba al hombre que era, y su atrevida confianza me hacía ver
la mía. Era hermosa y fácil de amar. Se reía de mi arrogancia y me desafiaba en todos
los aspectos de mi vida. Me hizo olvidar que había una parte de mí que no entendía.

Aunque volvió a aparecer cuando vi a Jackson por primera vez después de la


universidad. Entró en la oficina como si fuera el dueño del lugar, lleno de la confianza
que yo conocía tan bien. Cuando nuestras miradas se cruzaron, esa confianza vaciló, y
él tropezó.

Olvidando mi propia audacia, fui un cobarde y asentí con la cabeza antes de


esconderme detrás de una puerta. Acabó siendo la sala de fotocopias, y Carina levantó
la vista con los ojos muy abiertos ante mi repentina entrada. Sin pensarlo bien, sólo con
la necesidad de escapar de esa incertidumbre tan familiar, enterré mis manos en su pelo
y la besé. Ella no sólo me dejó, sino que me devolvió el beso.

Cerramos la puerta con llave y follamos rápido y fuerte como si ambos estuviéramos
desesperados por escapar. Cuando salimos de aquella habitación, no volvimos a hablar
de ello, hasta que me permitió volver a buscar consuelo en ella tras la muerte de mi
padre. Esta vez nunca salí.

Nunca me arrepentí de mi decisión de estar con ella. Amaba a Carina, pero a veces
tenía la sensación que me faltaba algo, y no podía evitar preguntarme si ambos lo
veíamos, pero lo ignorábamos, en lugar de aferrarnos el uno al otro porque era fácil y
ambos nos preocupábamos profundamente.
Pero tuve que preguntarme si el hecho de que estuviéramos juntos era sólo la
ilusión de estar predestinados desde el principio. Nuestro supuesto matrimonio
concertado, que empezó como una broma, se convirtió en un punto final inevitable.
Pero si Carina y yo estábamos predestinados, ¿por qué seguía viendo a Jackson? ¿Cuál
era nuestro destino?

Yo no quería a Jackson. Quería a la hermosa mujer que estaba a mi lado y que me


ayudaría a cumplir mi papel en nuestra familia. Bebés, una nueva generación. La
necesitaba.

Y después de ese sueño, necesitaba su consuelo. Miré su cabello oscuro, que se


esparcía por la almohada y que caía en sus mejillas. Me incliné, aparté los mechones y
apreté mis labios contra su cuello. Ella se arqueó y rodó hacia atrás en su sueño y yo
comencé a despertarla con mi boca, deslizándome lentamente entre sus piernas y
perdiéndome en ella.
5
Jackson
—Hola, Dorothy —saludé.

—Buenos días, Jackson.

—¿Cómo está él hoy? —pregunté mientras cerraba la puerta tras de mí del


apartamento de Andrew en el primer piso.

—Bien, bien. —Se rio un poco—. Más intratable que nunca.

—Tendré una charla con él. —Me despidió con una sonrisa y volvió a limpiar los
mostradores de la cocina. Contraté a Dorothy cuando Andrew abogó por su
independencia y pidió mudarse. Llevábamos dos años viviendo juntos después del
accidente para poder ayudarlo. Pero vi cómo lo agotaba ver a sus amigos ir a la
universidad y pasar a la independencia que se suponía que él tenía. Acepté siempre que
siguiera con su terapia física, me dejara asistir a sus citas médicas y tomara algunos
cursos en línea para la universidad.

Fue una lucha infernal ganar suficiente dinero para pagar una segunda casa y las
citas de fisioterapia en casa, la señora de la limpieza y los cursos universitarios. Pero
ver la chispa en sus ojos valió la pena.

Tampoco fue fácil encontrar un apartamento que se ajustara a sus necesidades,


pero yo busqué mi propio apartamento más económico después que él se mudara para
asegurarme que podía permitirme un apartamento accesible para discapacitados para
él. Me dirigí por el amplio pasillo hasta el salón. Al entrar, lo vi sentado en su silla, viendo
The Price is Right 4.

—Hola, hermano.

Me devolvió los mismos ojos marrones que yo y sonrió.

4
Programa de concurso, norteamericano.
—Hola, idiota. ¿Te masturbaste con alguna cougar 5 últimamente?

Me reí de su broma sobre mi trabajo en Voyeur y le hice un gesto con el dedo medio.

—¿Y tú? —le respondo Mi hermano no tuvo la mejor mano en la vida, pero de alguna
manera se las arregla para hacer bromas y disfrutar del día. Al menos la mayoría de los
días.

—¿Bromeas? —dijo, apagando el televisor antes de agarrar sus ruedas y dirigirse a


reunirse conmigo en la pequeña mesa de la sala—. Desde que recuperé la capacidad de
correrme de nuevo, es lo único que jodidamente hago. Deberías llevarme a Voyeur.
Seguro que alguien tiene un fetiche parapléjico.

Me limito a negar con la cabeza y a tirar la bolsa de Holtman's Donuts al suelo.

—Ah, joder, sí. ¿Me trajiste el tocino de arce?

—Por supuesto. Es el mejor. —Dejó caer la cabeza hacia atrás con un suspiro, y
cerró los ojos—. Pero luego me lo comí antes de llegar aquí. Estaba muy bueno.

Tuve que reprimir la risa cuando su cabeza se levantó de golpe y me dirigió una
mirada fulminante. Sin decir nada, abrió la bolsa y volvió a comprobar mi historia.

—Eres un hermano de mierda, ¿lo sabías? Podría tener un ataque al corazón. Un


corazón roto por perder mi donut. Soy un hombre herido.

Poniendo los ojos en blanco, le arrebato la bolsa de las manos y cojo una de glass
para mí.

—Sí, apenas te aferras a la vida.

Con un encogimiento de hombros, saca su dona de tocino de arce y gime a través de


toda la cosa. Quería echarle mierda, pero fue uno de esos momentos en los que me
quedé mirando y sentí que una ola de agradecimiento me inundaba, me consumía tanto
que me ardían los ojos. Mi hermano era la última familia que me quedaba después del
accidente, y casi lo perdí también. Por suerte, era un maldito testarudo que no se rindió
cuando, a los dieciséis años, perdió el uso de las piernas. De alguna manera, se esforzó
en la fisioterapia y se negó a abandonar. Ganó algo de movilidad y cada mes parecía
progresar en la misma dirección. Lo más reciente fue su capacidad para masturbarse.
Nunca vi a un hombre tan feliz.

—Entonces cómo va el trabajo? —pregunta, interrumpiendo mis pensamientos.

5
Mujeres que tienen relaciones con chicos diez o veinte años más jóvenes que ellas.
—Va bien. Tuvimos una reunión con el equipo que ayudará a montar el bar. Al
menos dos de ellos. Conoceré a los demás a lo largo del proceso.

—¿Alguna de ellas está buena? ¿Una chica con un traje de negocios ajustado?

—Eres incorregible. —Da un encogimiento de hombros descarado—. Había un


chico y una chica.

Los ojos de Andrew se ponen vidriosos, probablemente fantaseando con alguna


mujer de negocios, mientras mi mente salta a Jake.

—Carina hace el marketing. Ella te gustaría. Jake... —Me atraganto con su nombre y
tengo que tragar más allá del nudo de tensión en mi garganta para continuar—. Jake
está ayudando con las finanzas. Así que trabajaré más con él.

—Genial. ¿Estás emocionado?

—Sí. Es como si hubiéramos estado hablando de ello desde siempre y ahora por fin
está sucediendo. Las obras comenzaron y cada vez que voy allí o paso en auto, tengo
que tomarme un segundo para asimilar que voy a estar a cargo de ello.

—Bueno, ya era hora. Te lo mereces después de todos los sacrificios.

Asiento, escuchando lo que no dijo. Sabía que estaba agradecido por todo lo que
hice. Cómo empecé a trabajar en Voyeur para ganar el dinero suficiente para ponerlo
en este lugar. Renuncié a una oportunidad de trabajo en Nueva York para quedarme
aquí y seguir en Voyeur mientras conseguía trabajos por cuenta propia. Me dejé la piel
estos últimos cinco años para sacarnos adelante.

—Sabes que todo mereció la pena.

—Sí, sí. No hay necesidad de llorar como un bebé —dice, poniendo los ojos en
blanco. El hombre estaba más lisiado emocionalmente que físicamente—. Tal vez
finalmente puedas conseguir un apartamento menos mierdoso con tu mayor sueldo.

—No es tan malo.

—Amigo, podría patear tus paredes son tan delgadas. Y mis piernas ni siquiera
funcionan.

—Ja. Ja. Es mejor que ser un indigente. Y mi apartamento de mierda me permitió


ahorrar suficiente dinero para tener sólo un trabajo, así que podré verte más.

Sus ojos bajan al suelo y traga saliva. Andrew hace lo mejor de su vida, pero está
muy solo aquí y yo lo echo de menos todo el tiempo. Nos veíamos todo lo posible, pero
hasta ahora tenía tres trabajos, lo que no dejaba mucho tiempo. Los dos estábamos
deseando pasar más tiempo juntos. De aferrarnos a la familia que teníamos. Diablos,
incluso yo podía admitir lo solo que estaba. Voyeur no abría muchas oportunidades
para una relación comprometida y Andrew era lo más cercano que tenía a sentir una
conexión con alguien. Estaba deseando reforzar esa conexión y estar más a su lado.

Levanta la vista, con la mandíbula tensa tratando de contenerlo todo. Abro la boca,
dispuesto a hacerle saber lo mucho que lo echo de menos cuando él habla primero.

—¿Quién es Jake?

—¿Qué? —pregunté sorprendido por la inesperada mención de su nombre.

—Ya me oíste —dice con los ojos entrecerrados.

—Jake es... —Mi estúpida voz se quiebra de nuevo—. Jake no es nadie. Sólo el chico
de las finanzas. —Me encojo de hombros y hago un gesto para que no me moleste,
tratando de ocultar mi reacción.

—Mentira. Incluso si tu voz no se quebrara como la de una colegiala enamorada,


puedo verlo en toda tu cara.

—Vete a la mierda —digo. Se limita a esbozar una sonrisa descarada que me hace
apretar los dientes. Él es una mierda.

—Vamos. Sácalo. Habla sobre tu hombre enamorado. —Negué con la cabeza, pero
recordé la suerte que tenía de tener una familia tan comprensiva. Nunca se inmutaron
cuando les decía nerviosamente que me gustaba un chico. Mi padre se limitaba a sacudir
la cabeza con una carcajada y dijo que nunca me conformé con la mitad, así que por qué
empezar ahora.

—Jake es... —Me pasé una mano por la cara, ganando tiempo para pensar en mis
palabras—. Lo conocí en la universidad. Éramos muy unidos.

—Oh, sí. Me acuerdo de Jake. Creo que lo conocí un poco cuando venimos de visita.

—Sí, era él.

—¿No es heterosexual? Tenía una chica con él.

—Seguro que lo es, joder.

—Así que, ¿te estás enamorando de un tipo heterosexual? ¿No eres tú el que
siempre dice que no se molestaría con los heterosexuales porque es una pérdida de
tiempo?

Solté una carcajada sin humor.


—Sí.

—Entonces, ¿qué pasó?

—Nosotros... nos enrollamos una noche. Fue algo sin pensar. Era mi mejor amigo y
claro, me atraía, y a veces parecíamos más cercanos que simples amigos, pero sabía que
era tan recto como una flecha y lo dejé de lado, ni siquiera me planteé la idea.

—Siento que se acerca un giro en la historia... uno que termina con su flecha
doblada. —Andrew agitó las cejas, haciéndome reír incluso mientras recapitulaba un
recuerdo tan mierdoso.

—Luego hubo ese estúpido reto de besarme, y Jake tenía fama de no dejar pasar
nunca un reto. No creo que esperara la reacción que tuvo el beso. No creo que esperara
que le gustara. Luego se tropezó con mi habitación más tarde esa noche, todavía
borracho, y le ofrecí un lugar para dormir. No es gran cosa. Ya lo habíamos hecho un
millón de veces. Intenté que el beso no cambiara nada porque era mi mejor amigo y
estaba borracho. Hablé de ello. Entonces él me besó y simplemente... continuó a partir
de ahí.

—Entonces, ¿fue como una cosa de una noche?

—No creo que haya sido eso. Fue más bien un lapsus momentáneo. Cuando me
desperté al día siguiente se había ido. Lo vi una semana después y tenía una nueva novia
y evitaba mirarme a los ojos. Se apartó y dejó de hablarme. Así que le di espacio.

—A la mierda —gritó Andrew—. Nadie jode a mi hermano. Que se joda.

Me reí de su vehemencia.

—Gracias, hermano. Agradezco el apoyo. Pero debería haberlo sabido. Jake es recto
como una flecha.

—Parece que conseguiste que se doblara un poco.

—Estábamos borrachos. —La mentira se me escapó de la lengua por los años de


práctica. No estaba borracho y después que Jake tropezara en mi habitación, se puso
sobrio rápidamente.

—No me importa lo borracho que estaba, no besaría a un tipo y haría lo que sea que
hayan hecho. Eso es lo que es recto como una flecha.

—De cualquier manera, el pasado es el pasado y ahora tengo que trabajar con él.

—¿Todavía te importa?
Reflexioné sobre el tirón en mi pecho.

—Era mi mejor amigo y no tuve nada parecido desde él. Simplemente nos
compenetrábamos bien. Sin esfuerzo. Era bonito. —Me gané la reputación de ser
siempre el alma de la fiesta, y Jake me daba tiempo para estar tranquilo. Nos
escapábamos juntos de las fiestas para ir a una de nuestras habitaciones y hablar, o
jugar, o simplemente sentarnos en silencio mientras hacíamos uno de nuestros
rompecabezas. Nunca me sentí tan en paz como con él. Tampoco conocí a nadie que
pudiera igualar mi actitud descarada y presionarme más como él. Éramos una mezcla
perfecta.

—Entonces, ¿qué vas a hacer?

—Trabajar. Agachar la cabeza y romperme el culo como dije durante los últimos
cinco años. Entiendo que es heterosexual y que esa noche fue una casualidad.

—Buena suerte con eso. —Levantó un dedo—. Sólo una pregunta.

—Dispara.

—¿Eras el de arriba o el de abajo? Porque los hombres Fields nunca debemos ser
los de abajo. Siempre al mando.

—Jesús, Andrew. —Pero consiguió hacerme reír y sacarme del estado de ánimo en
el que me metió revolver en el pasado. El sonido de mi teléfono me salvó de más
preguntas invasivas.

Pasé el dedo por la pantalla y contesté.

—¿Qué pasa, Daniel?

—Hola Jackson, sé que es tu día libre, pero Jake y yo vamos a quedar y queríamos
saber si podrías estar allí. —Las cejas de mi hermano se alzaron al escuchar el nombre
de Jake a través de la línea—. Sé que es de última hora.

—Sí, puedo estar allí. Sólo hazme saber dónde.

Daniel me dio la dirección mientras Andrew empezaba a imitar una mamada y a


hacer todo lo posible por empujar sus caderas. Le di mi dedo corazón antes de anotar a
dónde ir.

—Tengo que irme —dije una vez que colgué.


—Que tengas una buena cita con Jakey-poo 6.

Sacudiendo la cabeza, recogí mis cosas preparándome para salir.

—Sólo una pregunta más. —Me volví hacia él con una ceja arqueada preparada para
algún comentario lascivo—. Si tuvieras una oportunidad con él, ¿la aprovecharías?

Me imaginé a Jake de pie ante mí. Me lo imaginé acercándose y apretando su pecho


contra el mío. Imaginé que respiraba el mismo aire justo antes que nuestros labios se
cerraran. ¿Me echaría atrás? Era vergonzoso darse cuenta de lo fácil que sería ceder.

—Sí. Lo aceptaría.

—Bueno, nunca se sabe. El Jackson que conozco no se rendiría tan fácilmente.

—Está viendo a alguien.

—Entonces fóllala también. ¿No es ese el punto de ser bisexual?

—Dios, eres un idiota —dije, riendo.

—Piénsalo, hombre.

Haciendo mi salida, saludé por encima de mi hombro.

—Volveré pronto. Haz caso a tus médicos y no asustes a nadie con tus aventuras de
masturbación.

—Les encanta —gritó a mi espalda.

6
Una persona a la que realmente le gusta el chocolate pero que no puede consumirlo durante un año y
medio, pero que lo come en secreto sin vergüenza.
6
Jake
—Espero que no te importe que haya invitado a Jackson. Debería llegar pronto. —
Daniel me lanzó una mirada dubitativa como si esperara que protestara.

—Por supuesto que no.

¿Qué debía decir? Sí, me importa porque recordé cómo se sintieron sus callos
acariciando mi polla y está empezando a atormentar mis días y mis noches.

Además, estaba bien con él cerca. No tenía ningún problema. Quizá sí lo dijera lo
suficiente mi corazón dejaría de intentar salirse de mi pecho cada vez que él entraba en
una habitación.

Daniel seguía con su intensa mirada, llena de conocimiento, y me hizo preguntarme


qué sabía. ¿Se lo dijo Jackson? Con la esperanza de parecer más despreocupado de lo
que me sentía, forcé una sonrisa que estiró mis mejillas hasta convertirlas en una
mueca.

Por suerte, la camarera se acercó a nuestro puesto y tomó nuestro pedido. Yo iba a
limitarme a pedir agua, ya que se trataba de una reunión de negocios, no oficial, pero
Daniel pidió una jarra después de preguntarme si me gustaba la cerveza. Así pues,
cerveza. Sinceramente, a mis nervios les vendría bien.

—Así que —Daniel comenzó de nuevo—. ¿Cómo le va a Carina por su lado?

—Bien. Está entusiasmada con el proyecto y es muy buena en lo que hace. Creo que
te va a encantar lo que hace.

—Seguro que sí. —La camarera puso tres vasos y una jarra en nuestra mesa y Daniel
los llenó—. Ustedes están comprometidos, ¿verdad?

—Um... yo... —Tartamudeé sobre la pregunta al azar—. Sí. Le hice la pregunta hace
unos meses.

—¿Cuándo es la gran boda?


Tuve que tomarme un momento para pensar si Carina mencionó alguna vez una
fecha. Llevábamos tres meses comprometidos, pero no recordaba ni una sola vez que
hubiéramos hablado de ello.

—La verdad es que aún no hemos hablado de ello.

—¿Supongo que no tienen prisa por casarse? —Cuando dudé, dio marcha atrás—.
No tienes que responder. Sólo estoy haciendo una pequeña charla antes de que Jackson
llegue. Los vi salir el otro día y me picó la curiosidad.

—No hay problema. —Mis músculos se relajaron—. El trabajo nos mantuvo


ocupados. —La excusa rodó por mi lengua, pero no la creí. Los últimos meses no fueron
más ocupados que los anteriores. Sinceramente, ni siquiera pensé en sacarle el tema.
Algo de eso me movió, pero dudé en preguntarme por qué.

Me salvé de más preguntas cuando la puerta se abrió, llamando nuestra atención


hacia Jackson que entraba. Y ahí se me fue el corazón, intentando salirse del pecho,
inundando mi cuerpo con el cóctel de emociones que sólo él podía crear a la vez.

Jackson se acercó a la mesa y me miró primero, lanzándome una mirada que decía
que sabía cuáles eran mis miedos más oscuros y a qué sabía mi semen.

A cambio, le dediqué una sonrisa apretada y estudié mi cerveza como si tuviera las
respuestas a la paz mundial.

—¿Ya empezaron a beber sin mí? Maldita sea, Daniel. No sabía que fueras tan
impaciente.

—Sí, sí. Fue un día largo. Alégrate que no esté tomando chupitos a estas alturas.

Jackson tomó su cerveza y la acercó a la de Daniel.

—Por una noche mejor y una reunión productiva. —Levantó su vaso antes de dar
un largo trago al líquido dorado.

—¿Cómo está Andrew? —preguntó Daniel.

—Está bien. Quiere que sepas que está listo para cualquier perversión parapléjica.

Daniel se rió con Jackson antes de explicar:

—Andrew es el hermano de Jackson.

—Sí, lo recuerdo de cuando tu familia vino a visitarte a la universidad.


Daniel ladeó una ceja ante la información que le revelé. Sólo admitimos
encontrarnos cuando él trabajaba para nuestra empresa, no antes.

—Joder —dijo Jackson—. ¿Acabas de reconocer nuestra amistad en la universidad?

Puse los ojos en blanco mientras él se agarraba el pecho en un simulacro de infarto.

—Te crees tan jodidamente gracioso, Fields.

Apoyó los codos en la mesa y esbozó esa sonrisa de comemierda unilateral que
recordaba tan bien.

—Soy un payaso y lo sabes. ¿Cuántas noches te hice reír tanto que estuviste a punto
de llorar?

—Sí, porque me reía que te pusieras en evidencia —bromeé.

—Eso parece cierto —dijo Daniel en su vaso antes de beber.

Jackson y Daniel tenían una fácil camaradería. Casi como una familia. Me alegraba
que tuviera a alguien después del accidente que se llevó a sus padres.

—Entonces, hablemos de negocios —comenzó Daniel. Saqué mi teléfono para


empezar a tomar notas—. Estaré fuera la próxima semana, pero Jackson estará allí y
tendrá acceso a cualquier información financiera que necesites. Como te expliqué por
teléfono, me gustaría asegurarme que ambos negocios coincidan y actualizar todo lo
que en Voyeur haga que funcione de forma más eficiente.

Empecé a enumerar las diferentes hojas de cálculo y documentos que necesitaría


para hacer una evaluación y Jackson respondió a todas mis preguntas con facilidad. La
conversación avanzó rápidamente y se cerró más rápido de lo que pensé.

—Bien, este es un gran comienzo. Llevaré toda esta información al equipo. También
me gustaría hacer algunas observaciones por mi cuenta. Ver cómo funcionan los
protocolos, las interacciones con los clientes y los empleados. Puede ser mejor verlo de
primera mano que pasarlo por una conversación. Puedo usar esa base para establecer
Voy.

—Por supuesto —dijo Daniel—. Ven algún día y te conseguiré un pase. Trae a
Carina. Será bueno que ella también vea el lugar en movimiento. —Se inclinó hacia
delante con los codos sobre la mesa y me dirigió una mirada seria—. Tendré que
recordarles a ambos el acuerdo de confidencialidad que firmaron. Asegúrense de echar
un segundo vistazo a todo lo que conlleva si van a venir en horario de apertura. Proteger
la privacidad de mi clientela es mi máxima prioridad.

—Por supuesto.
Me salvé de cualquier otra mirada cuando sonó su teléfono. Sacó el teléfono del
bolsillo y levantó un dedo antes de contestar.

—Hola, Kent. —Hizo una pausa mientras escuchaba a la persona que llamaba—. Sí,
puedo conseguirte esa información. Deja que termine aquí y te llamo luego. —Colgó y
volvió a centrar su atención en nosotros—. Bueno, chicos. Creo que eso es todo por esta
noche. Gracias por reunirse conmigo aquí. A veces necesito salir de la oficina.

—Cuando quiera, Sr. Witt.

—Nos vemos luego, Daniel —dijo Jackson con un saludo de dos dedos.

Entonces nos quedamos solos por primera vez en cinco años, con una jarra de
cerveza medio vacía entre nosotros que invitaba a ser disfrutada entre amigos. El
corazón me retumbó en el pecho y mi mente me instó a levantarme y salir. No había
ninguna razón para quedarse y pasar el rato con Jackson. Pero durante esos pocos
minutos, en los que nos reímos, me acordé del amigo que tuve en la universidad y me
golpeó un dolor de añoranza.

¿Qué hay de malo en volver a ser amigo de Jackson? Pasaron cinco años. Sabía quién
era y cómo era mi futuro. Podía ignorar la atracción que sentía por él. Valía la pena
sentir nuestra conexión de nuevo.

Así que, en lugar de ponerme de pie, me oí decir:

—¿Quieres quedarte y terminar esta cerveza?

Se volvió hacia mí con las cejas levantadas, pero luego una lenta sonrisa curvó sus
labios.

—Sí. Eso estaría bien.

Llené los vasos de ambos y compartimos una larga mirada mientras cada uno daba
largos tragos a su bebida, tratando de averiguar por dónde empezar la conversación. El
sabor amargo del trigo en mi lengua me hizo recordar una noche que pasamos en un
bar similar a éste.

—¿Recuerdas aquella vez que pedimos un cubo de cerveza pensando que eran unas
botellas en un cubo de hielo, pero en lugar de eso acabó siendo un cubo literalmente
lleno de cerveza?

Jackson negó con la cabeza, su risa coincidía con la mía.

—Joder, era mucha cerveza. Hombre, nos emborrachamos mucho esa noche.

—Fue tan bueno que volvimos y lo hicimos de nuevo.


—Sí, y Luke te retó a que te lo bebieras todo tú solo.

Me encogí recordando lo mal que me sentí a mitad de camino.

—Probablemente tendrías una intoxicación etílica si no hubiera dado unos cuantos


tragos a escondidas cuando no miraban.

—Siempre cuidando de mi sustento.

—Alguien tenía que hacerlo con todos los retos que te negabas a rechazar.

Ambos miramos hacia otro lado, recordando la última partida que jugamos. Por
suerte, rompió la tensión y cambió de tema.

—Entonces, ¿cómo es el trabajo en la empresa familiar? Sé que trabajaste durante


los veranos en la universidad, pero ¿cómo es trabajar a tiempo completo?

Mi mejilla se crispó al recordar todas las conversaciones que tuvimos sobre lo que
queríamos para nuestro futuro.

—No está tan mal. De hecho, lo disfruto más que en aquellos primeros años. Me
centro en el análisis de los negocios en lugar de ir de un lado a otro haciéndolo todo.

—¿Qué tal es trabajar con tu padre? Sabía que a veces te molestaba.

—No fue tan malo como pensé que sería. Me dio mucha independencia en la
empresa, contento que trabajara allí y no en alguna empresa de California. —Me reí,
recordando la conversación.

“Haz lo que tengas que hacer, hijo. Me alegro de ver tu cara en la oficina y de saber
que la próxima generación de Wellington estará aquí para que su viejo abuelo les enseñe
los trucos”.

—¿Fue? —preguntó Jackson, captando el tiempo pasado.

—Él... —Mi pecho dio el conocido pellizco—. Murió de un ataque al corazón hace
dos años.

—Joder, Jake. —La mano de Jackson se disparó hacia la mía en señal de consuelo y
me chamuscó la piel. Casi me echo hacia atrás, estaba tan caliente. Sin embargo, no lo
hice. En su lugar, miré la forma en que su gran palma cubría mi puño, sintiendo que un
rayo me atravesaba—. Lo siento.

Apretó antes de retirarse.

—Siento lo de tus padres —le ofrecí con cuatro años de retraso.


Hizo una mueca de dolor y bajó los ojos a su bebida.

—Gracias, hombre.

—Siento no haber estado ahí para ti.

Eso trajo sus ojos a los míos y en ellos vi cada día que pasamos juntos en la
universidad, cada risa y cada momento de tranquilidad. Vi el dolor de los años que
pasamos separados.

Entonces parpadeó, la emoción desapareció y fue reemplazada por una sonrisa que
no llegó a sus ojos.

—Vamos a jugar a los dardos. —Se levantó sin esperarme, haciéndome seguirlo
hasta la esquina trasera del bar—. Todavía apestas, ¿verdad? —preguntó.

—Ya quisieras que apestara 7 antes.

Sus cejas se alzaron y sus labios se apretaron como si estuviera conteniendo una
sonrisa. No sabía qué era lo que me hacía gracia hasta que repasé mis palabras. Negué
con la cabeza, haciéndole un gesto con el dedo corazón mientras me giraba para coger
los dardos de la estantería. Cualquier cosa para ocultar el calor que inundaba mis
mejillas.

—Voy a coger otra jarra —dije.

—Uh, ¿has conducido hasta aquí?

—Sí, pero voy a coger un Uber a casa.

—De acuerdo.

El zumbido ya fluía por mis venas y aflojaba mis músculos recordándome la


universidad. ¿Cuántas veces abandonamos Jackson y yo a la multitud para ir a jugar a
los dardos por nuestra cuenta? Al principio éramos pésimos, pero después del primer
año estábamos igualados. Pero yo estuve practicando durante años y estaba preparado
para patearle el culo por fin.

Acabamos jugando tres partidas. Yo gané la primera y él la segunda. Estábamos


empatados en la tercera cuando empezamos a jugar sucio. Joder con el otro como si los
últimos cinco años se hubieran desvanecido y nuestra amistad se deslizara
perfectamente en su lugar.

7
Apestar: En inglés suck, que además de apestar también quiere decir chupar.
—No la cagues —susurré cerca del oído de Jackson.

Esa cuarta jarra de cerveza me estaba poniendo las pelotas de punta y me hacía
olvidar por qué tenía que mantener las distancias. Nos metíamos con el otro así durante
toda la universidad, y de alguna manera me parecía natural volver a caer en ello.

No se volvió hacia mí, pero vi su sonrisa. Entonces me golpeó con la cadera, casi
dándome en las pelotas. Mientras yo retrocedía para protegerlas, él lanzó el dardo justo
fuera de la diana.

Lo miré fijamente cuando se volvió, con la victoria en la cara.

—Aún no has ganado.

—Todavía no —se burló.

Un deja vú me golpeó cuando se puso delante de mí, inclinándose cerca mientras


buscaba algo detrás de mí.

—Te toca —susurró junto a mi oído. Se me puso la piel de gallina por la suave brisa
de sus palabras. Me quedé congelado, viendo cómo sonreía y se retiraba con el vaso en
la mano que alcanzó.

Los nervios me sacudieron, robando mi concentración, pero hice mi mejor intento.


Mi mejor tiro terminó en la pared al lado del tablero de dardos.

—Vamos, Jakey-boy. Pensé que dijiste que estuviste practicando.

Mis dos últimos lanzamientos fueron mejores, pero Jackson se adelantó, acertando
en la diana y en el triple anillo, y ahí se acabó el juego.

—Buen juego, idiota —le dije, alegremente.

—Volvamos a hacerlo alguna vez. Aunque quizá con menos cerveza. Voy a sentir
esto por la mañana.

Asentí sin dudarlo. Tenía ganas de volver a ver a Jackson.

Pagó nuestra cuenta y se reunió conmigo en la puerta.

—No tenías que hacer eso.

—Lo reclamaré como gastos de negocio —explicó mientras pedía su Uber y yo el


mío—. La próxima vez te dejaré ser el hombre y pagar. Ya que no te gusta ser la dama
en esta relación.
—Sería mejor hombre que tú. Te enseñaría cómo se hace —bromeé como solíamos
hacer.

—Sí, maldita sea —dijo, empujando mi hombro—. Tendrías que luchar conmigo por
ello.

—Eso te gustaría, ¿verdad? —Me reí más fuerte, devolviéndole el empujón.

Se tambaleó por mi empujón y se agarró a mi brazo para enderezarse. Todo lo que


siguió se movió como en cámara lenta. Me agarré a su brazo para que no se estrellara
contra la pared de ladrillos, pero caí con él, terminando cerca y abrazándolo con mis
manos a cada lado de su cabeza.

Sus ojos se dirigieron inmediatamente a mis labios mientras tragaba. Se me oprimió


el pecho y la respiración apenas se me escapó de los labios entreabiertos. Los sentía
secos y mi lengua se deslizó para humedecerlos. Entonces nos movimos. Jackson
cambió nuestras posiciones y me apretó contra la pared, entre sus brazos. Pero
estábamos más cerca que antes, el calor de nuestros cuerpos llenaba el pequeño espacio
entre nosotros.

Todas las palabras de ánimo para dejar de lado cualquier cosa que no fuera la
amistad se desvanecieron. Mi mente se volvió loca. ¿Y si me inclinaba hacia delante? ¿Y
si rozaba mis labios con los suyos? ¿Sentiría lo mismo que antes? ¿Se apartaría? ¿Se me
pondría la polla dura otra vez? ¿Me llevaría a casa, caería de rodillas y me chuparía la
polla de nuevo?

Al parecer, ni siquiera necesitábamos tocarnos para que mi polla empezara a


alargarse por mi pierna, presionando contra mis pantalones.

—Jackson —susurré. La pequeña palabra sin aliento estaba llena de mucho más de
lo que pretendía dejar escapar. Anhelo por nuestra amistad perdida, por más. Anhelo
que él llenara los lugares que ni siquiera Carina podía llenar. Se retorcía con un deseo
de sentirlo que estuve negando durante años.

Los ojos de Jackson se cerraron mientras respiraba con fuerza por la nariz, con los
labios apretados entre los dientes. Luego dio un paso atrás. El aire fresco de la noche
me acarició la piel, devolviéndome a la realidad.

Joder. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿En qué demonios estaba pensando?

—Tu Uber está aquí —dijo Jackson, con una voz monótona que no delataba nada.

—Sí —murmuré, viendo el auto junto a la acera. Una mano entró en mi visión antes
que pudiera salir. Deslicé la mía en la suya, dando un apretón, casi riendo por lo formal
que era desde que me acababa de tener inmovilizado y sin aliento contra una pared.
—Gracias por las partidas de dardos. Me hizo darme cuenta de lo mucho que te eché
de menos... a mi amigo.

Sus palabras reflejaban los pensamientos que tuve toda la noche. Ambos nos
echábamos de menos y mientras me mantuviera alejado de cuatro jarras de cerveza,
debería estar bien.

—Yo también te eché de menos, hombre —admití.

Me dio un último apretón de manos y me soltó, moviendo la cabeza hacia el Uber.

—Ahora vete a casa. Volveremos a jugar cuando no estés tan borracho, tomando
decisiones cuestionables.

Las palabras fueron dichas con humor, pero con un significado extra. Me estaba
dando una salida por lo que acababa de pasar. Jackson siempre me dio una salida. Y yo
siempre la aceptaba sin pensar demasiado en por qué lo necesitaba.

—Sí —dije, simplemente.

El viaje a casa duró sólo unos minutos, pero mi mente daba vueltas a los
acontecimientos de la noche. La confusión que tenía desde hacía cinco años volvió con
fuerza, pero una pregunta era la que más gritaba.

¿Por qué? ¿Por qué Jackson?

No me atraían los hombres, y busqué cuando intentaba encontrar respuestas. Pero


cada vez que pensaba en un hombre, mi cuerpo se negaba a reaccionar. Entonces, ¿por
qué Jackson? La pregunta me hizo escarbar durante la noche en la que cedí a mi
curiosidad, tratando de encontrar una respuesta.

Mis labios estaban en los de Jackson. Nadie estaba mirando. Nadie me retaba a
hacerlo. Lo estaba haciendo yo. Todo por mi cuenta porque no había nada que me
impidiera inclinarme y saborearlo.

Permaneció inmóvil durante diez segundos antes de dejar de agarrar lo que fuera
detrás de mí y convertirse en un participante activo en esta locura. Sus manos agarraron
mis caderas y me acercaron. Le pasé la lengua por la comisura de los labios y él se abrió,
encontrándose conmigo a mitad de camino, nuestras lenguas se enredaron, empujándose.

Este beso fue diferente al de abajo. Tal vez porque sabía qué esperar de mi cuerpo. No
me sorprendió tanto cuando mi polla se puso dura. No me sorprendí cuando sentí su
longitud contra la mía.
Sus manos se deslizaron por debajo de mi camisa y subieron por mi espalda, los callos
de sus dedos rozando mi piel, los duros músculos de sus hombros y brazos flexionándose
bajo mis dedos inquietos. Cada uno de mis sentidos era consciente del hombre que tenía
delante. Todo en este beso me recordaba que no era una hembra suave la que tenía en mis
brazos.

Pero a mi cuerpo no le importaba. Mi corazón seguía acelerado, bombeando sangre


hasta debajo de mi cintura. Mi piel seguía sintiéndose viva, anticipando cada roce. Mi
mente todavía me empujaba a continuar, a correr hacia el orgasmo que sabía que llegaría.
No le importaba que fuera Jackson, un hombre, mi mejor amigo.

Lo único que importaba era el deseo, y en ese momento, en esa pequeña habitación, lo
deseaba. No importaban las consecuencias.

Nuestros cuerpos chocaron y se rozaron. Sus labios bajaron agresivamente por mi


cuello, mordiéndome el hombro antes de volver a subir para susurrarme al oído.

—¿Está bien?

Asentí con la cabeza.

—Dime cuándo debo parar. Pararé si lo necesitas. —Su voz temblaba, y me pregunté
si serían los mismos nervios y la excitación que hacían temblar todo mi cuerpo.

Lo ayudé a quitarme la camisa y gemí cuando el calor de nuestros pechos desnudos se


tocaron. Sus manos rozaron cada parte de mí y yo le devolví el favor. Nuestras caricias
eran ásperas y desesperadas, como si no nos aferráramos lo suficiente, esta noche se nos
escaparía de las manos.

Podía oír el ruido de las puertas en el pasillo, pero lo bloqueé todo. Jackson volvía a
bajar por mi cuello, yendo más allá hasta que pasó su lengua por mi pezón.

¿Podía sentir mi corazón retumbando detrás de mis costillas? ¿Alguna vez el deseo
ardió tanto, chamuscando cada centímetro de mi cuerpo hasta que estaba seguro que iba
a arder?

No. Nunca sentí esto. Apagando mi cerebro, me concentré en sentir. Me concentré en


mirar.

Jackson se arrodilló y llevó sus manos al botón de mis vaqueros. Antes de abrirlos, me
miró y quise hundirme en el marrón fundido de sus ojos. Tragué con fuerza y asentí. Me
desabrochó los vaqueros, bajando lentamente la cremallera.

Cuando esperaba que me los quitara, en lugar de eso, dejó caer sus manos sobre mis
muslos y los frotó bruscamente hacia arriba y hacia abajo, mirándome de nuevo. Sus ojos
brillaban, pero también podía ver sus nervios. Queriendo calmarlo, le pasé la mano por el
pelo antes de acunar su mejilla. Giró la cabeza y depositó un suave beso en mi palma.

Con la otra mano, me pasé el vaquero por la polla dura y gemí cuando se soltó, el aire
de la habitación una brisa fría sobre mi piel caliente y dolorida.

La mano de Jackson subió por mi muslo desnudo antes de agarrar la base de mi polla,
manteniéndola en su sitio para poder deslizar toda la longitud en su boca.

—Oh, joder —gemí, intentando, sin éxito, mantener los ojos abiertos. Quería ver cómo
sus labios me envolvían. Quería ver cómo su fuerte mandíbula se esforzaba por tomar todo
mi cuerpo.

Él murmuró, y mis piernas casi se derrumbaron, y me obligué a inclinar la cabeza


hacia abajo para asimilarlo todo. Una parte de mí intentó cuestionar todo aquello. Una
parte de mí sonó como una sirena que decía que esto era un error. Mi mejor amigo me
estaba haciendo la mejor mamada de mi vida. Yo era un hombre heterosexual que apenas
contenía su orgasmo mientras uno de los hombres más masculinos que conocía me
masturbaba y chupaba con rudeza. No había que fingir. Ni tenía ganas de hacerlo.

Mis dedos se deslizaron por su pelo y me perdí, entregándome por completo al


momento.

—Sí, Jackson. Chúpame más fuerte. Todo de mí.

Tiré de su cabeza hacia abajo al mismo tiempo que empujaba mis caderas, golpeando
la parte posterior de su garganta y gimiendo cuando tuvo una arcada. Iba a retirarme
porque la mayoría de las chicas odiaban que empujara más fuerte. Pero no Jackson.
Jackson gimió, las vibraciones se dispararon a mis bolas, tirando de ellas con fuerza.

Entonces, agarré su pelo oscuro con mis dedos y lo hice de nuevo. Y otra vez. Más y
más fuerte, murmurando cosas sucias que no le dices a tu amigo.

Pero lo hice.

—¿Te gusta cuando te follo la cara? ¿Te gusta la forma en que mi polla empuja hasta
tu garganta?

Él seguía murmurando su acuerdo. Bajaba por mi polla, sólo para deslizar su lengua
por la parte trasera. Se hundía más y se metía una bola en la boca para hacerla rodar
mientras agarraba mi eje con más fuerza que antes y me masturbaba.

En un momento dado, su mano libre se movió para bajar la cintura de sus pantalones
y liberar su propia polla. Era muy grande. Gruesa y con la piel tensa, enrojecida por el
placer, con una gota de pre semen goteando. Tuve que morderme el labio y concentrarme
en mi respiración cuando vi que se pasaba el pulgar por la punta y empezó a acariciarse
mientras me chupaba.

—Maldita sea, me chupas la polla tan bien. Me muero de ganas de disparar mi semen
en tu garganta. Voy a hacer que me saborees, que te llenes toda la boca. ¿Vas a tragarlo?

En ese momento, se apartó y me sonrió.

—Hasta la última gota —dijo mientras su lengua se deslizaba por la raja de mi


cabeza, arrastrando hacia su boca el pre semen que goteaba allí—. Ahora, ¿vas a hacer
que yo haga todo el trabajo, o vas a cumplir tu promesa y me vas a follar la cara?

Gruñí, con una sonrisa en los labios. Porque se trataba de Jackson, mi mejor amigo que
siempre me empujaba más fuerte. Tenerlo de rodillas con mi polla en la boca no era
diferente. Me agarré a su pelo con más fuerza y me perdí en mis jadeos, en los sonidos
húmedos de su boca deslizándose hacia arriba y hacia abajo, en las arcadas que hacía
cada vez que empujaba con más fuerza, en las respiraciones entrecortadas que hacía
cuando por fin sacaba mi polla lo suficiente de su garganta para dejarlo respirar.

Mi orgasmo comenzó en algún lugar profundo de mí, un lugar que no sabía que existía,
y se extendió como un incendio por todo mi cuerpo hasta que cada parte de mí ardió.

—Sí, sí —gemí—. Trágalo. Trágatelo todo.

Mi semen fue arrancado de mí y él tomó cada gota, la contracción de su garganta me


ordeñó hasta que no me quedó nada.

—Jackson —Respiré, con todo mi fuego robado.

Se apartó de mí y se sentó sobre sus talones, con su cuerpo tieso y orgulloso delante de
él mientras se acariciaba. Volví a gemir, viendo cómo sus bíceps y su pecho se flexionaban
con el movimiento. Tenía las mejillas enrojecidas y los labios abiertos y húmedos,
suplicando por mí.

Me arrodillé frente a él y le introduje la lengua, saboreando el sabor de mí mismo en


su boca. Saqué la mano y agarré su pene, sacudiéndolo con todas mis fuerzas y amando
sus gemidos contra mis labios. Me encantó la forma en que su mano libre subió para
agarrarme el hombro y sostenerse mientras su propio orgasmo sacudía su cuerpo.
Apartando mis labios de los suyos, miré hacia abajo mientras un hilo tras otro de semen
cubría mi mano, que seguía moviéndose arriba y abajo. Cuando sus temblores finalmente
se calmaron, reduje mi ritmo y rocé mi pulgar a lo largo de la cabeza de su polla, amando
la forma en que se sacudía por la presión en su piel hipersensibilizada.

La curiosidad me venció y levanté la mano para deslizar la lengua por el fluido pegado
al pulgar. El sabor salado no era tan malo como imaginaba. Y la idea de tomar el semen
de Jackson en mi boca me hizo salivar. Esa idea debería asustarme, y lo hizo, pero estaba
demasiado cansado para preocuparme. Demasiado satisfecho.

—Joder —respiró Jackson.

—No estuvo nada mal.

Nos sentamos cada uno sobre nuestros talones, con las pollas liberadas de nuestros
pantalones, el único sonido a nuestro alrededor eran las pesadas respiraciones que
entraban y salían de nuestros cuerpos.

—¿Estás bien? —Jackson habló primero.

—Sí. —Exhalé una carcajada—. Sí, creo que lo estoy.

Todos los músculos de mi cuerpo hormigueaban, pero estaban relajados. El alcohol de


antes mezclado con la fuerte liberación me tenía a punto de colapsar.

—Vamos. —Jackson se levantó y me arrastró con él, dándome una toalla para que me
limpiara—. ¿Te quedas? —me preguntó una vez que pusimos nuestros pantalones en su
sitio.

Parecía muy nervioso y yo odiaba eso. Quería calmarlo, quería hacerlo sentir la mitad
de bien que él me hizo sentir a mí.

—Por supuesto.

Señaló la cama y apiñamos nuestros grandes cuerpos en el colchón de dos plazas,


riéndonos de lo apretado que estaba. Pero me puse de lado y Jackson se deslizó detrás de
mí, envolviéndome fuertemente en su abrazo.

Me sentí como en casa. Mejor de lo que nunca me sentí con los brazos de otra persona
a mi alrededor.

No fue hasta que la luz del día se asomó por las persianas que el pánico se apoderó de
mí y salí corriendo.

—¿Señor? Estamos aquí.

Me sacudí de mis recuerdos, más agitado que cuando subí al auto. Quise saber qué
era lo que tenía Jackson que me hacía cuestionar mi sexualidad, pero no encontré
ninguna respuesta en los diez minutos de viaje a casa.
Le di las gracias a mi chófer y salí a trompicones del auto. Cuando entré en el
ascensor, tomé una decisión precipitada y me dirigí al piso de Carina en lugar del mío.

Sólo pensar en que me recibiera en camisón era suficiente para excitarme. La


tomaría en cuanto abriera la puerta. Le arrancaría la ropa y me daría un festín con ella
hasta olvidar lo que era desear a otro.

Esto. Esto era el deseo.

Jackson y yo éramos sólo amigos como antes.

Caminé por el pasillo y racionalicé la noche.

Era un hombre heterosexual.

Sólo necesitaba echar un polvo.

Estaba borracho y mi cuerpo se excitaba fácilmente, sin importar el género.

Tanteé con las llaves de su apartamento, dejándolas caer de mis dedos entumecidos.
Desesperado por llegar a ella y apartar la noche de mi mente, llamé con más fuerza de
la necesaria. Un momento después abrió la puerta, con un aspecto desaliñado y
delicioso, llevando el camisón que imaginé.

—¿Por qué no usaste tus llaves?

Permanecí en silencio, pateando las llaves que se me cayeron al suelo antes de


entrar en su apartamento antes de acechar su espalda, cerrando la puerta tras de mí.

—¿Jake? —preguntó ella, con un temblor de deseo encendiéndose tras mi nombre.

Sus brazos se extendieron hacia atrás cuando su trasero chocó con el marco del sofá,
empujando sus pechos hacia afuera, haciéndome sentir casi tan duro como recordando
aquella noche de la universidad con Jackson.

No. Más duro.

Me excitaba más la hermosa mujer que tenía delante. Y una vez que la tuviera
desnuda, no me quedaría ninguna duda al respecto. Agarré el sedoso material y tiré,
alimentándome del sonido de su jadeo y del tejido que se deshacía, dejando que
alimentara mi deseo.

Sin dejar que dijera nada, le di la vuelta y la incliné sobre el sofá.


No discutió ni se resistió. Se aferró y dejó que me perdiera en ella como siempre lo
hacía. Ella me recibió estocada tras estocada y me recordó lo mucho que la amaba.
Amaba su coño. Sus pechos. Amaba todo lo femenino en ella.

Porque yo era heterosexual.

Y podía ignorar fácilmente cualquier deseo que sintiera por Jackson cuando me
enterraba en Carina.

Lástima que todo se sintiera como una lista de famosas últimas palabras.
7
Carina
La semana se alargó interminablemente, pero no supe a dónde fue. Todo
transcurrió en un borrón de reuniones, comida para llevar y yo sentada frente al
ordenador durante horas y horas. De alguna manera, incluso con Jake y yo trabajando
en el mismo proyecto, no nos permitía pasar más tiempo juntos. Aparte de cuando lo
miraba fijamente a través de la sala de reuniones, un par de cenas para llevar y la única
noche que vino a mí oliendo a cerveza e hizo todo lo posible por romper mi cabecera.

Me sentía más desconectada de él que nunca.

Lo echaba de menos y necesitaba más.

Necesitábamos más.

Volví a apoyar la cabeza en los cojines del sofá y me froté las sienes. Los
pensamientos que se arremolinaban en mi cabeza me ataban en nudos y me tensaban
demasiado los nervios. Necesitaba levantarme y hacer un plan. No sabía cuál era ese
plan, pero cuando miré el reloj y vi que eran casi las siete, supe que estaría en casa.

Me levanté de un salto y corrí a mi habitación para desechar el sujetador negro liso


que llevaba puesto en favor del fino de encaje que dejaba ver mis pezones a través de la
tela. Mordiéndome la mejilla, me giré de lado a lado y me conformé con quitarme las
medias y las bragas y desabrocharme tres botones de más en la parte superior de la
blusa. Sólo iba a subir unos cuantos pisos. Si se me veía un poco el sujetador, nadie lo
vería. Sintiéndome sexy, asentí ante mi reflejo, me puse los zapatos de tacón y subí.

Sólo tuve que esperar unos segundos antes que Jake abriera la puerta en vaqueros
y con una camisa de vestir negra abierta sobre su amplio pecho.

—No recuerdo que tuvieras ese aspecto en el trabajo hoy —dijo, lanzándome una
mirada acalorada de arriba abajo.

—Es curioso. Estaba a punto de decirte lo mismo.

Hizo un sonido ronco y me arrastró a su apartamento, cerrando la puerta de golpe


y apretándome contra ella.
Un escalofrío me recorrió el corazón cuando agachó la cabeza y empezó a besar el
cuello abierto de mi camisa.

—Joder, me encanta este sujetador. —Desabrochó otro botón y tiró de la tela hacia
un lado para poder agarrar mi pezón por encima del encaje.

Grité de placer por sus rápidas caricias y agudos mordiscos.

—Me lo puse sólo para ti.

—¿Te lo pusiste todo el día? ¿Cuándo me senté frente a ti en la reunión de hoy?

—Oh, sí —le animé—. Todo el día el encaje estuvo rozando mis pezones y pensé en
ti.

—Jodida provocación.

—¿Qué habrías hecho si lo hubieras sabido?

Sus manos bajaron a mis piernas y subieron por mis muslos.

—Doblarte sobre tu escritorio al menos dos veces.

—Puedes doblarme sobre tu escritorio ahora —sugerí, hundiendo mis dedos en su


pelo.

Su frente cayó sobre la mía y dejó escapar un gruñido frustrado. Okaaay. No era la
reacción que esperaba.

—Me estaba preparando para salir.

La decepción hizo que mi corazón cayera del pecho a la boca del estómago.

—¿A dónde vas? —Intenté preguntar de forma casual.

—A Voyeur. Le dije a Daniel que quería ver el negocio en acción y me ofreció una
noche para explorar.

Mi corazón recuperó el ritmo y la excitación se disparó por mis venas. Voyeur. Era
perfecto.

—Llévame contigo.

Se apartó y enarcó una ceja hacia mí.

—¿Quieres venir?
—Siempre quiero venir 8 —dije, con la voz ronca y llena de deseo.

—Es sólo trabajo, Carina —advirtió.

—Lo sé, pero eso no significa que no podamos tener ideas y usarlo como juego
previo. —Bajé mi mano a la parte delantera de sus pantalones y palmeé su polla
semidura haciéndolo gemir—. Imagina estar rodeado de todo ese sexo y tensión. Tener
que esperar para conseguir la satisfacción mientras el placer burlón te ponía cada vez
más duro. Dime, Jake —le susurré al oído antes de mordisquearle el lóbulo—.
¿Llegaríamos arriba? ¿O follaríamos en el ascensor como antes?

Jadeé cuando me mordió el cuello.

—Ni siquiera llegaríamos tan lejos. Probablemente tendría que follarte en un


callejón antes de llegar al auto.

Mis miembros se sentían más ligeros que en toda la semana. Imaginar la noche que
nos esperaba me llenaba de euforia.

—Entonces, tomaré eso como un sí.

Daniel nos recibió en la entrada del Voyeur y nos condujo a la barra.

—Limitamos a nuestros clientes a dos bebidas por noche. Queremos que todos
tengan el ingenio a flor de piel y sean capaces de tomar decisiones inteligentes.

—Eso tiene que ser un golpe para sus ingresos —dije.

—Lo es —dijo Daniel—. Pero ofrecer un entorno seguro es nuestra máxima


prioridad. Y las cuotas de los socios suelen cubrir cualquier pérdida de ingresos por el
alcohol.

No pude discutir ese punto. Se me pusieron los ojos en blanco cuando vi las cuotas
de los socios. Y eso era sólo para entrar, sin incluir las actuaciones que quisieras ver.

—Siéntanse libres de mezclarse por ahí. Esta es Charlotte —dijo, señalando a la


rubia que estaba detrás de la barra—. Ella se encarga de la zona del bar y puede
responder a cualquier pregunta que tengan. —Cambió su mirada de mí a Jake—.
También me gustaría invitarlos a una actuación. Así podrán sentir realmente lo que es
un Voyeur.

8
Venir: Carina lo dice en doble sentido porque to come es venir del verbo ir, y al mismo tiempo significa
correrte.
El corazón me retumbó en el pecho ante las posibilidades. No sabía todo lo que
había disponible, pero mi mente se paseó por todas las posibilidades que se me
ocurrían.

—Agradezco la oferta —dijo Jake—. Podemos aceptarla. —Su mano se posó en mi


hombro antes de deslizarse hasta mi cadera. Me atrajo hacia él y pude sentir el
comienzo de su erección empujando mi espalda, haciendo que un rubor subiera por mi
cuello hasta mis mejillas.

—Ignora el costo por las selecciones. Sólo tienes que introducir este código en los
comentarios —dijo, escribiendo en una servilleta— y nos encargaremos de ello a partir
de ahí.

—Gracias —dijo Jake.

—Disfruten de su noche y háganme saber si necesitan algo. —Se alejó, pero se


detuvo, volviéndose hacia nosotros—. Como dije antes, mis clientes y su privacidad son
mi máxima prioridad. Les ruego que recuerden el acuerdo de confidencialidad y se
guarden cualquier juicio para ustedes. Puede que no sea su perversión, pero no
avergonzamos a nadie por la suya.

—Por supuesto —dije rápidamente.

Una vez que se hubo marchado, me giré para mirar a Jake, y me gustó la mirada
acalorada de sus ojos.

—Esto no es por lo que vine aquí, pero no puedo decir que esté triste por el giro de
los acontecimientos.

Mordiéndome el labio, me incliné hacia él.

—¿Estás emocionado por probar algo nuevo conmigo?

—Eres mi persona favorita para experimentar —dijo antes de inclinarse para


presionar un beso en la comisura de mis labios.

—Más vale que sea la única.

Sus ojos ardientes recorrieron mi rostro, quemándome por dentro.

—Siempre —dijo.

Escondí mi sonrisa de satisfacción detrás de mi bebida antes de preguntar:

—Entonces, Jake. ¿Cuál es tu fantasía? ¿Con qué sueñas?


—Hmmm —murmuró, escudriñando la multitud—. Dos chicas.

Jake era único, pero respondió con una respuesta tan típicamente masculina.

—¿Contigo incluido? ¿O para que las veas?

—Buena pregunta. Creo que estaría demasiado tentado como para quedarme
parado y sólo mirar. Querría perderme entre sus cuerpos.

—Oh, sí. Entonces, ¿soy parte de esta fantasía?

—Por supuesto.

Sonreí aún más ante su fácil seguridad.

—Tu turno —dijo—. ¿Cuál es tu fantasía? ¿Qué es lo que sueñas cuando te oigo
gemir en medio de la noche?

—No lo hago —jadeé. No contestó, sólo me dedicó una sonrisa arrogante y movió
las cejas—. Bueno —proseguí—. Si tuviera que elegir algo, tendría que emparejar a tus
dos chicas con dos chicos.

—Interesante. ¿Para mirar o para participar?

—Ambas cosas. —No hubo dudas en mi respuesta. La posibilidad de ver a dos


hombres poderosos enfrentarse me hizo contener los escalofríos. Estar entre ellos con
toda la atención puesta en mí era igual de tentador.

Jake ocultó su reacción a mi confesión dando un largo trago a su cerveza y mirando


alrededor del bar.

—Sabes, haría un trío con una chica por ti.

Sus ojos azules ardieron cuando se volvieron para mirarme.

—¿Es así?

Me incliné hacia él y arrastré mi dedo por su pecho hasta la cintura de sus


pantalones.

—Sí. —Un rubor manchó sus mejillas y bebió otro trago—. Sobre todo, si me
devuelves el favor. Me encantaría ver cómo te toca un hombre.

Al oír eso, escupió un poco de la cerveza que estaba bebiendo y empezó a toser. Se
volvió para mirarme con ojos desorbitados, todavía tosiendo. Me reí de su reacción. No
era frecuente que pudiera conmocionar a Jake, pero parecía que lo hice. Estaba a punto
de decir algo más, sólo para burlarme de él, cuando miró por encima de mi hombro, con
los ojos muy abiertos.

—¿Estás bien, hombre? —preguntó una voz grave desde detrás de mí.

Me giré, y mis ojos se abrieron tanto como los de Jake cuando vi a un Jackson sin
camiseta detrás de mí. Santa. Mierda.

Mis ojos empezaron por sus anchos hombros, que se ondulaban con los músculos,
y bajaron hasta el pecho y los abdominales. ¿Era un paquete de ocho? Y, joder, esa V.

—Mis ojos están aquí arriba, Carina.

—Mierda —murmuré, con el calor subiendo por mi cuello a causa de la vergüenza.


Pero cuando llegué a su cara, sus ojos estaban llenos de risa que hacían juego con sus
labios crispados. Sabía que teníamos una relación de negocios, pero a lo largo de la
semana se convirtió en una divertida camaradería. Empecé a sentirme muy cómoda
junto a Jackson, y decidí unirme a su actitud juguetona—. Lo sé, pero estaba
comprobando la mercancía.

Su cabeza se echó hacia atrás y una sonora carcajada salió de sus carnosos labios.

—Me gustas, Russo.

—¿Qué puedo decir? —Me eché el pelo hacia atrás, disfrutando de la forma en que
la mano de Jake se deslizaba sobre la curva de mi cintura como si me reclamara—. Soy
bastante agradable. Pero no lo conviertas en algo de acoso sexual.

—Puedes acosarme sexualmente cuando quieras. —Jackson me dio una última


sonrisa antes de volver su atención a Jake—. ¿Has terminado de morir?

—Sí. —Jake soltó una carcajada—. Sólo se fue por la tubería equivocada.

—Creo que le di una descarga —dije.

—Oh, sí —preguntó Jackson—. ¿Cómo es eso?

—Oh, um... —No lo pensé bien—. Bueno...

—No fue nada —interrumpió Jake.

—Mira el rubor que mancha esas bonitas mejillas. Estoy seguro que no fue nada. —
Jackson sonrió mientras apoyaba un codo en la barra. Su pecho onduló con el
movimiento, y toda la humedad se secó de mi boca—. Entonces, dime, Carina.
—Bueno. —Arrastré la palabra antes de respirar profundamente y confesar—.
Daniel nos dijo que hiciéramos una selección esta noche y creo que sorprendí a Jake con
lo que elegiría.

Jackson apoyó su barbilla en la palma de la mano, con toda su atención puesta en


mí.

—Cuéntalo.

—Jesús —murmuró Jake.

Me giré para golpear juguetonamente su pecho.

—Hmmm, creo que dejaré que tu mente divague en eso —le dije a Jackson.

—Provocadora.

—Diré esto: hizo que Jake se atragantara con su bebida.

—Huh. No recuerdo que nada sexual haya hecho enojar a Jake en la universidad —
dijo con una sonrisa de satisfacción dirigida por encima de mi hombro.

—¿Qué? —Me giré para mirar a Jake y me encontré con sus labios inclinados hacia
un lado en una sonrisa incómoda—. ¿La universidad? Nunca dijeron que se conocían de
la universidad.

—Umm, sí —tartamudeó Jake—. Lo conocí los primeros años de la universidad.


Supongo que no surgió el tema.

Las palabras de Jake eran ligeras pero vacilantes, y no pude evitar sentir que
ocultaba algo.

Una mirada de dolor apareció en los ojos de Jackson demasiado rápido para que yo
pudiera procesarla.

El momento se prolongó incómodamente entre nosotros hasta que Jake se aclaró la


garganta.

—¿Trabajas esta noche?

—Sí. —Jackson suspiró—. Alguien llamó, así que le dije a Daniel que cubriría al
artista por la noche. No quiero dejarlo colgado. —Charlotte desvió la atención de
Jackson cuando colocó una bandeja llena de bebidas frente a él—. Volveré para
profundizar en esta selección que quieras.
Me hizo un guiño fácil y una varonil inclinación de cabeza hacia Jake antes de
alejarse para entregar su bandeja. Mis ojos se quedaron pegados a su ancha espalda
más tiempo del que debían antes que me volviera a centrar mi mirada en Jake, sólo para
encontrarlo mirando a Jackson también.

—Vamos —dije dispuesta a dejar atrás los últimos cinco minutos, por ahora—.
Vamos a elegir una selección.

—Carina —refunfuñó Jake, sin moverse cuando intenté agarrar su mano y dirigirme
al pasillo trasero que Daniel nos dijo que albergaba los iPads.

Me giré hacia él, con una ceja levantada.

—¿Estás diciendo que no quieres ir a una habitación privada conmigo para ver
porno en directo? ¿Que no quieres ver lo que pasa en esa sala privada cuando se te pone
tan dura que estás desesperado por qué te alivie?

Eso encendió una chispa en sus ojos azules.

—¿Qué vamos a seleccionar?

Dando una pequeña sonrisa y mi mirada más seductora, me metí en su cuerpo y le


susurré:

—Tendrás que seguirme para averiguarlo.

Gimió y no volvió a resistirse.


8
Jake
No quise mantener en secreto mi relación con Jackson en la universidad.
Simplemente, nunca salió a relucir. Y quizá lo evitaba cada vez que lo hacía. Era más
fácil ignorarlo que responder a las preguntas que pudiera tener Carina.

Con suerte, no utilizaría la privacidad de la habitación para presionar para obtener


más información. Así que, tal vez se olvidaría de preguntar para cuándo llegáramos a
casa.

Sonreí para mis adentros pensando en todas las formas en que podría hacerla
olvidar una vez que estuviéramos escondidos. Mi polla ya estaba medio dura pensando
en las selecciones que hizo Carina. Me sonrió tímidamente por encima del hombro,
haciéndome retroceder contra la pared para que la actuación fuera una sorpresa. No
miré. Mis ojos estaban pegados a la curva redondeada de su culo, imaginando que se
deslizaba la falda hacia arriba para exponer la carne cremosa. Cayendo de rodillas y
enterrando mi cara entre sus muslos. A este ritmo, puede que me la folle antes que los
artistas tengan la oportunidad de empezar.

Pasamos por delante de un tipo grande que estaba de pie frente a dos puertas y nos
dirigió a la sala correcta.

—Asegúrense de pulsar el interruptor para que los artistas sepan que están allí y
luego apagarlo para que sepan cuando se vayan.

—¿Y no pueden vernos? —preguntó Carina, con vacilación y emoción en su tono.

—No. Hay un cristal unidireccional que les permite verlos, pero no que ellos los
vean a ustedes.

—Perfecto. Gracias.

Asentí con la cabeza al hombre antes de que Carina me empujara hacia la


habitación. Accionó el interruptor mientras yo lo asimilaba todo. Mis ojos se fijaron
primero en la gran pared de cristal con un sencillo dormitorio más allá. Una cama, una
mesita de noche, una lámpara y una cómoda amueblaban la habitación. Incluso había
pequeños detalles como libros, cepillos y perfumes para darle un aspecto más realista.
Nuestro lado del cristal era mucho más pequeño y sencillo, con un sofá de cuero negro,
una mesa auxiliar y una lámpara. Todo ello era muy normal en sí mismo.

Normal, aparte de la pared de lubricantes, preservativos, juguetes sencillos y un


folleto que anunciaba juguetes adicionales que podíamos solicitar con un costo. No
sabía qué había exactamente dentro, pero en la portada había una máscara de cuero,
una mordaza, pinzas para los pezones y un consolador de aspecto grande.

¿Cuánto costaba una membresía aquí? Porque podría acostumbrarme a esto.

Carina caminó hacia atrás, acercándome al sofá donde me dio un empujón para que
me sentara. La obligué y disfruté viéndola caer de rodillas entre mis muslos abiertos.
Deslizó su mano sobre mi ahora dolorida polla, arrancando un gemido de mi garganta.
Su mano era firme y me hizo subir la electricidad desde las bolas hasta la columna
vertebral. Me sostuvo la mirada cuando se inclinó hacia delante y me dio besos calientes
con la boca abierta a lo largo de mi polla. Joder. Mi mente se aceleró con lo bien que se
iba a sentir cuando finalmente me la sacara y se la metiera hasta la garganta.

Rodó su cabeza sobre mi pierna y preguntó:

—¿Qué quieres de mí?

Casi me reí de la cantidad de cosas que quería de ella. Lo quería todo. En lugar de
eso, pasé suavemente las manos por su pelo y dije:

—Quiero que te quites esa ropa, me desabroches los pantalones y me untes ese
carmín por toda la polla.

Sus labios se convirtieron en una sonrisa de Cheshire mientras se desnudaba


rápidamente y sus finos dedos abrieron los botones de mis pantalones. Flexioné las
caderas hacia la palma de su mano cuando envolvió mi polla con su cálida mano y la
sacó. Se interpuso entre nosotros, larga y enrojecida, con la piel tirante y dolorida.
Siguió sosteniendo mi mirada cuando lamió desde la raíz hasta la punta y finalmente
hundió su cálida boca sobre mí, deslizándose hasta que sus labios casi presionaron la
base. Enroscó los labios y se retiró, manchando de rojo mi piel.

Carina nunca me negó nada. Estaba igual de dispuesta a probar cosas nuevas y a ver
hasta dónde nos llevaba nuestra excitación.

Dejé caer la cabeza hacia atrás y hundí la mano en su pelo, amando la forma en que
los suaves mechones se enroscaban en mi puño. Ella murmuró de placer y yo me sacudí
más dentro de su boca, el sonido de las arcadas sólo me puso más duro.

—Qué buena chica, Carina —gemí.


El ruido de la otra habitación me hizo abrir los ojos y ver entrar a un hombre y una
mujer.

Seguidos por otro hombre.

Mi cuerpo se congeló, mi corazón de alguna manera se aceleró y tropezó consigo


mismo, deteniéndose cada dos latidos. Joder. Joder, joder, joder. Se me cerró la garganta
y las palabras parecían imposibles. A mis pulmones les faltaba el aire para funcionar.

Carina se apartó de mi polla con un chasquido y se giró para mirar por encima del
hombro antes de volverse hacia mí. Intenté imaginar mi aspecto, pero todo estaba
entumecido.

—Si te molesta, podemos irnos. Sé que tenemos que vernos en el trabajo, pero no
para siempre. Es que... Hablamos de nuestras fantasías y él era la única persona en la
lista para esto.

¿Esto? ¿Qué era esto? Mi mente se revolvió tratando de armar el rompecabezas que
tenía frente a mí. Jackson se sentó en una silla del rincón en la que no reparé antes
mientras la pareja se dejaba caer en la cama, besándose y manoseándose.

—Sólo quería compartir mi fantasía contigo. —Su voz era vacilante, llena de dudas,
y me di cuenta que permanecí demasiado tiempo en silencio.

Tragando, luché por recuperar el control de mi cuerpo. La miré a los ojos azules,
muy abiertos y preocupados. Respirando hondo, sostuve su mejilla con la palma de la
mano, acariciando con el pulgar su hueso afilado.

—Quiero experimentar tu fantasía contigo. Y no es nada del otro mundo. Vi a


Jackson antes en algunos juegos locos de verdad o desafío, así que no te preocupes.

Su ceja se alzó, su audacia regresó después de mi tranquilidad.

—Puede que necesite escuchar más sobre estos juegos de verdad o reto más tarde.

Casi me reí ante la idea de compartir esas historias, porque diablos, no. En lugar de
eso, salió como un jadeo ahogado porque ella dejó caer su boca sobre mí de nuevo y
trabajó su mano y su lengua en tándem, llevándome al límite.

La pareja en la cama estaba en ropa interior y la mano de él estaba enterrada entre


los muslos de ella mientras le chupaba el pezón a través de su sujetador transparente.
Por mucho que intentara no hacerlo, mis ojos se desviaron hacia Jackson, y me quedé
embelesado.
Sus pantalones estaban bajados hasta los muslos, sus abdominales ondulaban
mientras su mano se movía tranquilamente sobre su polla. Casi olvidé lo grande que
era. Por lo menos una pulgada más larga que la mía e igual de gruesa.

La lengua de Carina se deslizó en la hendidura de mi cabeza y el fuego ardió por mi


columna vertebral.

—Ven —murmuré, tirando de ella sobre mi regazo, con la espalda pegada a mi


frente. No perdí tiempo en deslizar mis dedos por su húmeda raja—. Estaba a punto de
correrme en esa bonita boca y es demasiado pronto. Quiero estar enterrado
profundamente dentro de ti cuando termine.

—Jake. Sí —respiró ella.

Seguí haciendo rodar mis dedos a lo largo de su húmedo clítoris, provocándola con
una presión indirecta para retener su orgasmo.

—¿Es esto lo que quieres, Carina? —pregunté mientras ambos observábamos la


escena que teníamos delante—. ¿Ser observada por un extraño? —Presionando mis
labios contra su oreja, gruñí—: ¿O que yo vea cómo te folla un desconocido? —Ella
apretó sus caderas contra mis dedos, una nueva humedad resbalando desde su
núcleo—. Chica sucia —elogié.

La mujer en la cama se arqueó a través de su orgasmo antes de caer hacia atrás,


relajada. Entonces el hombre hizo un gesto hacia Jackson. Mis dedos tantearon la
humedad de Carina cuando Jackson se levantó para dirigirse a la cama. Una vez que la
alcanzó, el hombre se puso de pie y se zambulló para trabar los labios con Jackson.

Mi corazón se estrujó, de forma similar a como lo hizo cuando vi a Carina sonrojarse


por los comentarios de Jackson en el bar, antes de caer en mi estómago. Luché por
identificar la sensación, pero decidí que sería más seguro si no lo hacía. Unos
movimientos desde la cama llamaron mi atención y miré para encontrarla lubricando
un pequeño consolador antes de abrir las piernas y deslizarlo hasta su apretado coño.

Luego volví a mirar a Jackson mientras el tipo caía de rodillas y le chupaba la polla
hasta la garganta.

Tanto Carina como yo jadeamos de placer y no pude aguantar más.

—Necesito follarte, nena.

Pensaba deslizarme dentro de ella para que ambos pudiéramos mirar, pero Carina
se puso de pie para sentarse a horcajadas en mi regazo. Ambos gemimos cuando se
deslizó hasta el fondo.

—Jake —jadeó—. Joder, te amo.


—Yo también te amo, nena. —Agarrando sus caderas, controlé sus empujes,
manteniéndolos lentos y tortuosos.

Mi mirada se deslizó por encima de su hombro y tomó el rostro de Jackson que se


contrajo de placer, mirando al hombre. Sus dedos se clavaron en su pelo y Jackson
movió sus caderas, empujando su polla más adentro de la garganta del hombre. Empujé
con más fuerza dentro de Carina, con el recuerdo de hacerle lo mismo a él.

Cerrando los ojos, traté de bloquear el recuerdo y me incliné para chupar su rosado
pezón, amando la sensación de su duro capullo bajo mi lengua. Sentí que se movía para
mirar por encima del hombro.

—Oh, Dios —gimió. Me aparté de su pecho y miré la escena. El hombre estaba


tumbado en la cama, con la mujer montando su polla. Jackson se quitó los pantalones y
se subió a la cama. Mis ojos se fijaron en la forma en que sus muslos se flexionaban hasta
el culo, los músculos de su espalda se ondulaban mientras se colocaba en posición
detrás de la mujer.

El cuerpo de Carina se movía más rápido sobre mí, tan atrapada en la escena como
yo, con los ojos pegados a la forma en que la polla de Jackson se alineaba con su apretado
agujero y entraba lentamente. La humedad se deslizó por mis pelotas y me desesperé
por mantener mi atención exclusiva en Carina mientras veía cómo la polla de Jackson
desaparecía lentamente. Vi sus largos dedos agarrar su suave culo y escuché su gemido.

—¿Estaría yo en tu culo? ¿O querrías montarme y mirarme a los ojos mientras


alguien tomaba tu apretado agujero?

—Oh, Dios —gimió ella.

Mordisqueé la punta de su pezón.

—Dime.

—Un extraño —jadeó—. Un extraño estaría en mi culo. Necesitaría tus ojos sobre
mí. Te necesito. —Sus palabras se desvanecieron en una maraña de palabras, perdidas
en el placer del momento.

Se balanceó con más fuerza, cada vez más rápido.

—Eso es, nena. Fóllame. Usa mi polla para correrte. —Deslicé mi mano entre sus
mejillas y bajé para recoger su humedad antes de subir a bordear su culo—. Sólo voy a
jugar con tu apretado agujero mientras te follas sobre mí.

Ella gimió y enterró su cabeza en mi cuello cuando mi dedo penetró en su abertura


y empujó más en cada empuje. Con ella encorvada sobre mí, dejaba una vista perfecta
para ver la polla de Jackson follando rudamente el culo de la mujer. Miró hacia abajo,
donde reapareció justo para tocar fondo de nuevo. Su cara se tensó de placer.

Viendo cómo sacaba y sacudía la polla, derramando su semen por toda su espalda.

Recordando la forma en que me miró con mi polla sacudiéndose en su boca.

Sintiendo los suaves pechos y el húmedo coño de Carina contra mí. Oyendo sus
gemidos.

Rebotó a través de mí, succionó el oxígeno de mis pulmones, quemó fuego a través
de mis venas. Grité mientras me corría, llenando a Carina con un chorro tras otro de mi
semen, aferrándome a ella mientras perdía el conocimiento y me deshacía en un placer
tan intenso que no recordaba nada igual en los últimos cinco años.

Poco a poco, mis sentidos volvieron a la normalidad y, cuando abrí los ojos, los tres
estaban enredados en la cama. La pareja abrazada y Jackson tumbado a su lado. La
respiración de Carina refrescaba el sudor de mi cuello.

—Me pregunto si te oyeron —dijo, mordisqueándome la oreja.

—No hice tanto ruido.

—Creo que todo el bar pudo oírte.

Un rubor subió por mis mejillas preguntándome si Jackson me oyó correrme.


¿Reconocería el sonido de cuando me hizo correrme tan fuerte? ¿Sabía que era yo?

—Eres adorable —dijo Carina, besando mis mejillas—. Tendremos que intentar
recrear esto pronto. Tal vez hacer tu fantasía la próxima vez.

—Claro que sí.

Me dio un último beso y se separó de mí antes de vestirse. Me limpié y me concentré


en ella mientras cada centímetro de piel desaparecía, procurando no mirar la escena
más allá.

Accionamos el interruptor y salimos de la habitación. A pesar de mis esfuerzos, eché


un último vistazo y fue casi como si Jackson me devolviera la mirada. La pareja seguía
abrazada, pero Jackson yacía desnudo, con el brazo detrás de la cabeza de forma
familiar y tenía los ojos pegados al cristal. Directamente a mí.

Tragué más allá del nudo en la garganta y salí. Mi mente clamaba por la última hora
y estaba desesperado por apagarla. Al ver que el pasillo estaba vacío, volví a atraer a
Carina hacia mí y cerré mis labios en los suyos.
Permitió la entrada de mi lengua y me encontró a mitad de camino, saboreándome
tan desesperadamente como yo a ella. El sabor de su vino y solo el sabor de Carina
explotaron en mi lengua y se convirtieron inmediatamente en un bálsamo para mi alma.
Esa era Carina. Mi mejor amiga. Podía calmarme de una manera que nadie más podía y
la amaba por ello. Ella me dio un poco de confianza y me recordó que yo era un buen
hombre tal y como era. Si alguna vez estaba perdido, sólo tenía que buscarla y ella nunca
me rechazaría.

Era demasiado buena para mí.

Un carraspeo nos separó como dos niños atrapados por sus padres. Miré para
encontrar a Jackson con una ceja enarcada.

—Oh, Dios mío. Lo siento, Jackson —dijo Carina con una risita—. Es que no puedo
quitarle las manos de encima.

Sus ojos me mantuvieron cautivo, bloqueado y agitando todo el tumulto y la


confusión que Carina acababa de asentar. Quería fingir que no sabía lo que veía en su
mirada, pero esa era una de las grandes cosas que habíamos tenido en nuestra amistad.
Esta capacidad de leer a la otra persona con solo una mirada. Y detrás de los ojos
marrones de Jackson, había una confusión que coincidía exactamente con los míos. Se
arremolinaba con otra emoción que nunca había visto en él, pero que sabía cuál era al
verla en mí. Celos.

—Nos estábamos preparando para salir —dijo Carina.

Sus ojos se movieron, la alegría tuvo prioridad antes de mirar a Carina.

—Espero que la hayan pasado bien. —Su tono era ligero, pero podía escuchar el
filo de dolor detrás de él y se me clavó en las entrañas. A pesar de los años, Jackson era
mi amigo y odiaba escuchar algún dolor allí.

Carina tiró de mi mano.

—Vamos, cariño.

Asentí con la cabeza a Jackson, incapaz de mirarlo a los ojos de nuevo y la seguí,
desesperado por dejar el caos atrás y trabajar toda la noche para encontrar la paz en la
mujer que tenía ante mí.

Ella era todo lo que necesitaba.


9
Jackson
—Te agradezco mucho que te hayas pasado por aquí y hayas dejado esto.

Daniel se encogió de hombros y dejó la carpeta manila sobre la mesa.

—No es nada del otro mundo. Andaba cerca y pensé en hacértelos llegar cuanto
antes. Sé que no te veré mucho esta semana.

—Sí. Tengo ese trabajo independiente para Arrowhead Inc.

—El último, ¿verdad?

Una sonrisa se extendió por mi cara.

—Sí. Se siente bien reducir mi enfoque y no correr a mil millas por hora.

—Trabajaste duro los últimos cinco años. Te mereces esto.

—Bueno, no podría haber hecho esto sin ti. Gracias por confiar en mí para dirigir
Voy.

Hizo un gesto de rechazo a mi comentario.

—Estarías bien sin mí. —Cogí un poco de agua antes de sentarnos en la mesa de la
cocina—. ¿Cómo está Andrew?

Daniel nunca dejaba de preguntar por mi hermano, y sólo eso me ayudaba en


algunos de mis momentos más duros. Sólo una pregunta y me sentía menos solo en mis
luchas.

—Está bien. Su cita era sólo una revisión, pero me gusta poder llevarlo al hospital.
Siento que falté a la cita por eso.

La cita de Andrew fue en un momento perfecto para saltarse la reunión y evitar a


Jake y Carina después de la otra noche. Se me revolvió el estómago cuando miré por el
pasillo para encontrar a Jake besándola como si su vida dependiera de ello. Mis labios
se estremecieron al recordar cómo me besó de esa manera y los celos me quemaron por
dentro. Miré sus ropas desarregladas y su piel enrojecida y supe que acababan de follar.

La culpa que vi en los ojos de Jake y la forma en que Carina se sonrojó sin poder
encontrar mi mirada me hicieron preguntarme si ellos fueron la pareja que me solicitó.
Eso desencadenó toda una nueva serie de emociones que se enredaban en un nudo tan
apretado que no sabía ni por dónde empezar a desenredarlo. ¿Quién lo pidió? ¿Por qué?
¿Le gustó a Jake? ¿Se imaginó que éramos nosotros?

Me fui a casa y me tomé una botella de tequila hasta que las preguntas dejaron de
martillarme, haciéndome olvidar cualquier pensamiento sobre Jake mientras me
recordaba que era heterosexual. Y no quería romper la frágil amistad que entablamos
dudando incluso de si había una grieta en su armadura de hombre heterosexual.

La idea de sentarme en una sala de conferencias con ellos, tratando de descifrar


cada mirada mientras Jake se sentaba frente a mí, sonaba agotador y estresante. Por
eso, cuando Andrew me llamó para avisar de su cita, me lancé a por ella, alabando a la
deidad que me miraba ese día.

—Estas son algunas de las ideas que Carina tiene sobre el diseño de Voy —dijo
Daniel, abriendo el archivo—. Tengo algunas otras fotos en mi teléfono que te enviaré
por mensaje. Aunque estoy seguro que también te enviará por correo electrónico el
archivo digital.

Miré los recortes que adjunté como inspiración. Todas las ideas de Carina tenían un
aire rústico, mezclado con moderno. Cada una tenía su propio atractivo. Pasé las
páginas encontrando diferentes muestras de color, seguidas de investigaciones y
números de bares similares en Cincinnati e incluso de bares similares de otros estados.

Llevábamos un año hablando de Voy, pero ver por fin que se concretaba, ver que las
ideas tomaban forma, hizo que las mariposas se volvieran locas en mi pecho.

—Esto es increíble.

—Sí. Hizo los deberes. Me alegro de contratar a su empresa para que nos ayude a
que esto sea un éxito.

—Sería un éxito a pesar de todo. Mira lo bien que te fue por tu cuenta con Voyeur.

—Abrir un club de sexo que sabes que tiene un nicho es diferente a abrir un bar
más en una gran ciudad. No estoy demasiado orgulloso de decir que necesité ayuda para
entender mejor este negocio. Y con Kent en Londres, no me ayuda mucho. Somos más
hombres de ideas. Los inversores. Valía la pena pagar a alguien para que hiciera esta
parte del trabajo por mí.
—Bueno, hagas lo que hagas. Eres un buen hombre de negocios.

—Un hombre de negocios que todavía estaría ahogado en mis finanzas


desorganizadas si no hubieras aparecido. Gracias a Dios por ese elegante título en
negocios.

—Oh, sí. Lo puse en práctica follando delante de la gente.

—Hiciste lo que tenías que hacer para salir adelante. No hay que avergonzarse de
ello.

Le di una media sonrisa. No me avergonzaba de trabajar en Voyeur. Me gustaba el


trabajo y nunca me aburría. Sólo que no era exactamente algo que pudieras comentar
con alguien y compartir cuando te preguntara a qué te dedicas. Aunque tal vez solté la
palabra “porno en vivo” algunas veces sólo para ver la sorpresa en sus caras.

—Quizá ahora puedas salir de esta mierda de apartamento y conseguir uno sin
paredes de papel.

Daniel se puso de pie y caminó alrededor, observando las pocas fotos que tenía
colgadas en la pared.

—No está tan mal.

Hizo una pausa en su lectura para levantar una ceja por encima del hombro antes
de volver a mirar las pilas de libros que tenía contra las paredes.

—Quizá puedas comprarte una estantería.

—Lo pondré al principio de la lista.

Se detuvo en los libros al final.

—¿Te gustan mucho los crucigramas? —preguntó riendo.

—No me juzgues.

Levantando las manos, se giró y sonrió.

—En absoluto. Todos tenemos nuestras manías. Supongo que la tuya está hecha por
PennyPress 9.

9
Empresa donde hacen libros de crucigramas.
—Ríete. Mantiene mi mente activa, y me gusta más que la televisión. —Me levanté
para tirar las botellas de agua—. ¿Puedo ofrecerte algo más?

Como no respondió, me giré para encontrarlo con una de sus miradas serias y traté
de prepararme para lo que diría a continuación.

—¿Cómo están las cosas entre tú y Jake?

Desvié la mirada hacia la encimera manchada y murmuré:

—Bien. ¿Por qué?

—Jackson. —Sólo con mi nombre ya tenía mi atención centrada de nuevo en él. Sus
ojos cristalinos decían que no necesitaba admitir nada porque me conocía lo suficiente
como para saber que estaba luchando—. Información completa porque eres como de la
familia para mí.

—De acuerdo —dije lentamente, preguntándome por qué esto sonaba como si no
fuera una buena revelación.

—Hicieron una petición y vieron una actuación tuya. Normalmente no diría nada,
pero veo que esto es diferente y sentí que debías saberlo.

Sus palabras sólo confirmaron lo que ya sabía. Pero saberlo al cien por cien no
añadía ninguna claridad a los pensamientos que me estuvieron atormentando. Sólo hizo
que se acrecentaran a rabiar, cerré los ojos para concentrarme, intentando que mi boca
funcionara.

Respirando profundamente, abrí los ojos y le dirigí mi propia mirada sincera.

—Todo está bien. Esto es sólo un trabajo y la gente mira todo el tiempo sin que
signifique nada.

—Me preocupa que signifique más de lo que dices. Los tres están tejiendo una
telaraña que parece un enredo.

No tenía forma de negarlo, así que me limité a reír y a frotarme la nuca.

—Sabes que no estoy preocupado por ti y por la profesionalidad. Diablos, tu


coqueteo fue lo que te llevó a Voyeur, así que difícilmente puedo esperar que seas
alguien que no eres. Sólo... ten cuidado.

Sabía que la advertencia de tener cuidado era más bien para no involucrarme
demasiado y perjudicarme, que por algo relacionado con el trabajo. Daniel nunca se
inmutó ante algo sexual o de coqueteo. Mientras todo fuera consentido y no perjudicara
el trabajo, no le importaba.
—Como dije, todo está bien.

Hizo un solo gesto con la cabeza y siguió adelante.

—Bueno, tengo que irme. Llama pronto a Carina para hablar de lo que te perdiste
en la reunión y hablar de lo que te gusta. Nos reuniremos antes de la aprobación final,
pero Jackson, este es tu bebé, tu bar.

A pesar de mi agitación interior, sonreí porque escuchar esas palabras “mi bar” era
embriagador.

—Lo haré.

Daniel se fue y yo saqué mi último rompecabezas y me senté en el sofá. Siempre me


ayudaban a despejar la cabeza, y sin duda necesitaría tenerlo todo bien atado antes de
llamar a Carina.

Carina
—¿Hola?

—Hola, Carina. Soy Jackson de Voyeur.

Un rubor se abrió paso hasta mis mejillas sólo por su profunda voz resonando a
través del teléfono.

—Hola, Jackson. ¿Cómo estás? —Era difícil encontrar mi tono profesional después
de verlo el viernes por la noche. Había un nuevo nivel de intimidad entre las personas
cuando sabes cómo era su polla y los sonidos que hacían al llegar al orgasmo.

—Estoy bien. Siento haberme perdido la reunión de hoy. Daniel pasó por aquí y dejó
el archivo. Me dijo que te llamara y que me pusieras al día.

—Sí, sí. Déjame coger mi ordenador rápidamente.

—Si ahora no es un buen momento, podemos programar otra cosa.

—No. Ahora está bien.

Corrí a la entrada y cogí mi maletín antes de instalarme en la mesa de la cocina para


sacar mi trabajo. Me desanimé cuando Daniel llegó solo a la reunión. Tenía el corazón
en la garganta y los ojos pegados a la puerta mientras esperaba. Jake no dejaba de
lanzarme miradas interrogativas todo el tiempo, pero yo las ignoraba. Debería ser un
problema que estuviera en vilo por ver a Jackson, que mi cuerpo reaccionara sólo con
la idea de estar en la misma habitación que él.

Pero todo el fin de semana Jake y yo follamos como conejos. Todas las esperanzas
que tuve al trabajar con Jake en Voyeur se hicieron realidad este pasado fin de semana.
Después de nuestra noche viendo la actuación, Jake vino con nuevos juguetes. Hicimos
un juego de roles tras otro, imaginando tríos en cada parte de nuestros apartamentos.
Parecía tan entusiasmado con la idea como yo.

Y después, me atendió tan bien. Nuestro sexo fue tan intenso y apasionado que no
tuve más remedio que consolarme después y yo disfrutaba de cada uno de los abrazos
y baños que nos dábamos.

Así que justifiqué mi acelerado corazón al ver a Jackson como si yo estuviera


excitada por lo que nos dio involuntariamente. Y tal vez mi mente vagó por las fantasías
que él sustituía los juguetes y hacía realidad nuestro juego de roles. Parecía un tipo
aventurero y fue amigo de Jake antes. Seguramente eso era suficiente conexión para
que realmente sucediera.

—Estuve hojeando el archivo y realmente me encantan las ideas que ya tienes en


marcha.

—Gracias —dije, sonriendo ante sus elogios—. Son sólo maquetas que servirán
para iniciar la conversación sobre la dirección que queremos tomar.

—Me encanta esta con la madera y las vigas en forma de I.

—Sí, a mí también me gustó mucho esa. Me recordó a un bar muy exitoso de Nueva
Orleans que visité el año pasado. Puedes encontrar algunas de sus estadísticas en la
siguiente página. Jake también calculó la tasa de éxito de un bar como ese en Cincinnati
con sus algoritmos matemáticos vudú.

Su risa era plena y sonaba como si utilizara todo su cuerpo para expresar su alegría.

—Siempre fue bueno para entender ese tipo de cosas.

—Sí. Sigo olvidando que se conocían de la universidad. —Estuve demasiado


ocupada como para acordarme de preguntarle a Jake sobre eso, pero su reacción en el
bar no gritaba que quisiera compartir los detalles. Así que tal vez me estaba
aprovechando de la situación al preguntarle a Jackson. Una chica tenía que hacer lo que
tenía que hacer—. ¿Qué hizo que dejaran de hablarse?

Soltó una risa sin humor que hizo que se me pusiera la piel de gallina en los brazos.
—La vida se interpuso en el camino. Luego, poco después, la vida se puso muy
ocupada para mí, y todas las relaciones cayeron a un lado.

—Bueno, seguro que no todas las relaciones —dije con picardía. No estaba segura
de qué me empujaba a hablar tan libremente con un cliente de negocios. Simplemente
había algo en él. Algo que se sentía natural entre nosotros.

—Una vez que empecé en Voyeur, no tuve la necesidad de encontrar ninguna otra
relación. Follaba unas cuantas noches a la semana, ¿por qué perder mi tiempo con
alguien más?

—Suena como un gran trato. Pero un poco solitario.

—No es tan malo. Tengo compañeros de trabajo y mi hermano. El trabajo ocupa


todo el resto de mi tiempo.

—Supongo que tengo suerte de poder trabajar con mi prometido, si no, no lo vería
nunca. Y él tiene suerte por mí, de lo contrario nunca comería nada más que comida
para llevar.

—Ah, sí. Todos los restaurantes locales que reparten y yo tenemos una relación muy
estrecha. No soy un gran cocinero.

—Me encanta cocinar. Siempre cociné para mi padre cuando era más joven.

—Jake es un hombre afortunado. No puedo decirte la última vez que tuve una
comida casera.

Se me encogió el corazón ante la idea que Jackson estuviera solo comiendo nada
más que comida rápida y para llevar.

¿Por qué no?

La pregunta me golpeaba. ¿Por qué no ofrecerle venir a casa para que yo le cocine?
El hombre parecía necesitar más amistades y yo podría ser una gran amiga si se lo digo.

Y de paso, él y Jake podrían reconectarse como amigos y entonces haríamos un trío.

Sacudí la cabeza ante esa tonta idea y estaba a punto de ofrecerle una invitación
cuando escuché unas llaves abriendo la puerta.

Jake entró con una cálida sonrisa y otra caja en blanco que reconocí de nuestra
tienda de sexo favorita. Se encogió de hombros y se quitó la chaqueta, diciendo en voz
baja:

—¿Quién es?
—Estoy al teléfono con Jackson. —Luego, a Jackson, le expliqué—: Lo siento, Jake
está en casa.

—Te dejaré ir, y podemos fijar una hora para discutir más tus ideas. Saluda a Jake
de mi parte.

Al mismo tiempo, Jake señaló el teléfono y dijo:

—Déjame hablar con él.

—Espera, Jackson. Jake quiere hablar contigo. —Jake alcanzó el teléfono, pero me
retiré antes que pudiera cogerlo—. Antes de irme, ¿por qué no vienes a cenar algún día?
Hago una buena comida casera y nos encantaría que vinieras.

Las cejas de Jake se dispararon hasta la línea del cabello y el silencio me saludó al
otro lado de la línea.

—Por favor —añadí, tratando de convencerlo que aceptara—. No te pasaré a Jake a


menos que aceptes venir.

Jackson se rio antes de aceptar finalmente.

—Bien. Tú ganas. Supongo que puedo dejar que me alimentes.

—Sí. —Levanté las manos en señal de victoria y Jake sacudió la cabeza ante mis
payasadas antes de hacer un gesto para que le dieran el teléfono—. Ok, aquí está Jake.

—Hola, hombre. ¿Podemos quedar esta semana para hablar? Daniel dijo que tienes
los números que necesito para hacer más análisis.

—Tengo trabajo esta semana, pero terminaré el viernes por la tarde. —Escuché a
Jackson a través del teléfono.

—¿Qué tal el viernes por la tarde entonces? —sugirió Jake, alejándose de mí—. De
acuerdo, te mandaré un mensaje con la dirección de donde podemos vernos. Nos vemos
entonces. Adiós.

Colgó el teléfono y se volvió hacia mí con una mirada exasperada.

—¿Cena, Carina?

—¿Qué? —Me encogí de hombros inocentemente—. Estuvimos hablando y parece


que se siente solo y que come fuera todo el tiempo. Quería hacerle una cena por ser
amable. De todos modos, me gusta cocinar.

Se quedó mirando, con las cejas fruncidas mientras me estudiaba con duda.
—¿Qué?

—¿No hay ningún motivo oculto?

—Nop. —Mis labios se despegaron de la p mientras alcanzaba la caja que trajo—.


Además, tenemos lo que sea que tengas aquí. —Moví las cejas y comencé a caminar
hacia atrás, hacia el dormitorio.

Su sonrisa me calentó el cuerpo y luché por no abrir la caja allí mismo. ¿Cómo no
iba a esperar que pasara algo si la sola idea nos hacía arder a los dos?

—Pero si algo ocurriera, entonces tal vez sea el destino. ¿Quién soy yo para discutir
el destino?

Sacudió la cabeza.

—Eres incorregible.

Le di mi mejor sonrisa exagerada.

—¿Quieres decir perfectamente adorable?

—Estarás perfectamente en problemas cuando te meta en esa habitación.

—Oooh, me gusta cómo suena eso.

Y pasó el resto de la noche convenciéndome involuntariamente que tener a Jackson


en la cama con nosotros era exactamente lo que necesitábamos.

Sólo esperaba que el destino pensara lo mismo.


10
Jackson
—¿Te acuerdas de cuando Robbins corrió por la fila de la hermandad? —preguntó
Jake, riéndose al recordarlo.

Sacudí la cabeza, riéndome junto con él, recordando todas las tonterías que hicimos
en nombre de no rechazar nunca un reto.

—Se esforzó mucho por seguirte el ritmo.

Jake se inclinó hacia atrás y respiró sobre sus uñas antes de pulirlas en su camisa.

—Sin embargo, nadie podía.

—¿Recuerdas cuando Luke afirmó que iba a ganar aquella noche en la fiesta de la
fraternidad?

—¿Cuál?

—Aquella en la que los reté a los dos a ponerse encima de la mesa y hacer un
striptease.

Jake echó la cabeza hacia atrás y soltó una sonora carcajada, atrayendo las miradas
de algunas de las otras personas del pub hacia nuestra mesa de la esquina. No es que
los culpe por mirar. En varias ocasiones durante la reunión tuve que obligarme a dejar
de mirar a Jake, a dejar de asimilar y catalogar cada uno de sus gestos. La reunión
empezó hace unas horas, pero una vez terminados los negocios, nos quedamos para
tomar algo y ponernos al día.

—Se echó atrás cuando no pudo quitarse los pantalones porque no llevaba ropa
interior. Le dije que tenía que desnudarse para ganar y saltó de la mesa antes que
terminara mi frase.

—Sin embargo, tú continuaste. —Me reí, recordando los exagerados movimientos


de baile de Jake.
—Tenía que ganar. —Se encogió de hombros—. Y lo haría si alguien no me hubiera
detenido.

—Te salvé. Si todas esas chicas hubieran visto tu polla, te acosarían.

—Lo dices como si hubiera sido algo malo.

Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza ante sus payasadas, pero cambié el
tema de la polla de Jake.

—¿Sigues en contacto con alguien de nuestro grupo?

—No, en realidad no. Aparte de las redes sociales. —Tomó un trago antes de
preguntar—: ¿Y tú?

—No. El último año fue un poco loco para mí. —Una risa sin humor se deslizó de
mis labios ante esa subestimación—. Sólo trataba de llegar al otro lado de la graduación.
El tiempo extra para los amigos se quedó en el camino.

—Sí —dijo Jake, mirando su botella de cerveza antes de volver a mirarme—. Siento
lo de tus padres.

—Siento lo de tu padre —respondí.

Se sentó de nuevo en su silla, con un lado de la boca ladeado en una sonrisa.

—Hacemos una pareja estupenda.

Apoyé mi botella en la suya y me terminé el resto de la cerveza.

—Entonces, ¿por qué Voyeur? —preguntó Jake.

Pasé el pulgar por los arañazos de la mesa de madera, tomándome un momento


para pensar en mis palabras. Recordar cuando empecé a trabajar en Voyeur me parecía
que pasó toda una vida. Tenía que recordar por qué me parecía un regalo del cielo en
aquel momento. Tenía que recordar el shock extremo en el que estuvo mi vida al dar un
giro drástico, la desesperación que me rodeó.

—Cuando mis padres murieron, me encontré con la verdad, que la empresa de mi


padre llevaba un tiempo hundiéndose y tenía una montaña de deudas que no sabíamos
que existían. —Las cejas de Jake se alzaron al oír eso. El accidente era de dominio
público, pero sus negocios no—. Su póliza de seguro de vida y la de mamá cubrieron esa
deuda, pero entonces Andrew y yo nos quedamos sin nada. Vendí la casa para ayudar a
pagar las facturas médicas de Andrew, pero seguía necesitando muchos cuidados. —
Levantando la vista, me encontré con los comprensivos ojos azules de Jake—. Acabé
trabajando en un bar de mala muerte donde el socio de Daniel se me acercó y me ofreció
el trabajo.

—¿Cómo fue esa conversación? —preguntó Jake, riendo—. Nos encantaría que
vinieras a trabajar a nuestro club de sexo.

Me reí de su voz profunda y tonta.

—No estuvo muy lejos. Sin embargo, fue un poco más sutil al explicarlo. Estaba
desesperado en ese momento, y no puedo negar que me gustó la atención una vez que
empecé.

—Ya lo creo. Siempre fuiste una puta de la atención.

—Lo dice el hombre al que tuve que derribar de una mesa para que no se desnudara
en una fiesta multitudinaria.

Un momento se extendió entre nosotros, ambos sonriendo y dejando que los


recuerdos nos unieran. Me pregunté si se había dado cuenta de cómo mis ojos seguían
el movimiento de su lengua lamiendo su labio inferior. Me pregunté si se daba cuenta
que yo notaba que él miraba los míos. El corazón me latía en el pecho. Jake siempre fue
así en la universidad. Nada evidente. Ningún signo externo que gritara que tenía
curiosidad por los hombres. Pero eran pequeñas cosas como la forma en que me
observaba, las miradas persistentes y los comentarios a veces coquetos que
alimentaban las mariposas que a menudo revoloteaban en mi estómago cuando estaba
cerca de él.

No estaba seguro de que lo hiciera intencionadamente, ni que fuera consciente de


ello. Pero esos momentos me hacían esperar lo suficiente como para alimentar mi
esperanza. Por eso, cuando aquella noche se lanzó por mí sin ningún atrevimiento que
provocara sus acciones, aproveché la oportunidad. No me paré a considerar preguntas
o dudas. Me lancé de lleno a la excitación que llevaba años cocinándose a fuego lento.
Incluso cinco años después, no sabía si podía decir que me arrepentía de ceder, de caer
de rodillas y de chuparle la polla. Me arrepentí cuando recordé lo que sentí a la mañana
siguiente, cuando él ya no estaba. Me arrepentí cuando apareció a la semana siguiente
con una chica del brazo y se negó a mirarme a los ojos nunca más.

Pero nunca pude arrepentirme cuando recordé el sabor de su lengua en la mía. La


forma en que sus dedos se clavaron en mi pelo y empujaron su polla hasta el fondo de
mi garganta. El modo en que gimió mi nombre mientras me tragaba su semen. El modo
en que me besó después y me ayudó a masturbarme. Nunca me arrepentiría de la forma
en que me dejó rodearlo con mis brazos en la noche.

Nunca podría arrepentirme de eso.


Se aclaró la garganta y apartó la mirada, rompiendo el momento.

—Creo que es estupendo que consigas dirigir Voy. Parece que trabajaste mucho
para esta oportunidad.

—Lo hice. Fui inteligente con el dinero que gané e invertí. Así que ahora tengo el
lujo de sobrevivir con un solo trabajo, en lugar de tres —bromeé—. Al final todo
funcionó.

—Por lo que me enseñó Carina, va a quedar muy bien.

—¿Viste el interior?

Negó con la cabeza.

—Sólo fotos. Estaba enfermo el día que todos fueron a verlo.

—Tengo las llaves por si quieres echarle un vistazo —sugerí, emocionado por la
oportunidad de mostrar el espacio que pronto sería mi bebé.

—¿Ahora? —preguntó, con las cejas levantadas.

—Sí. Vamos, será divertido.

Miró su reloj, pero se encogió de hombros.

—Muy bien. Vamos.

Encontré un lugar a una cuadra y caminamos el resto del camino.

—Pensamos limpiar toda la basura de allí y pavimentarla para hacer un


aparcamiento. —Señalé el terreno de grava que asomaba por detrás del edificio.

Jake miró el edificio de ladrillo.

—Va a quedar muy bien una vez que esté todo hecho. Tiene buenos cimientos.

—Sí, es lo que convenció a Daniel. Eso y el espacio en la azotea.

Abrí el cerrojo, la puerta crujió cuando la empujé. El espacio vacío se iluminaba


lentamente con cada juego de luces que encendía.

—No es mucho ahora. —Mirando el espacio vacío, me fijé en las paredes de ladrillo
a la vista, los suelos de hormigón y las pilas de herramientas y cajas que había en las
esquinas—. Una vez que tengamos el diseño aprobado, sé que va a ser algo increíble.

—Esto es más grande de lo que pensaba desde fuera.


—Sí, son los techos altos, del tipo antiguo. El bar va a ir a lo largo de esa pared. —
Señalé a lo largo de la izquierda—. Me encanta la idea que tuvo Carina de trabajar en
las vigas en I expuestas detrás de la barra.

—Sí, ella y yo hablamos de eso.

Jake se situó en el centro de la zona abierta y giró en círculo antes de encararse


conmigo con una sonrisa.

No pude evitar devolverle la sonrisa. Tenerlo aquí, que viera mi éxito, me llenó de
orgullo y de una alegría que no sentí en mucho tiempo.

—Ya hemos empezado con la cocina —dije, señalando con la cabeza hacia el
fondo—. ¿Quieres ver?

—Claro que sí.

Empujando la puerta de vaivén, alcancé la pared para encender las luces. Las
bombillas fluorescentes brillaban contra los electrodomésticos de acero inoxidable y
las encimeras ya instaladas.

—Caramba. ¿Vas a abrir un restaurante estilo Michelin aquí atrás?

—Nah. Daniel tiende a hacer lo máximo en su vida, así que fue a por todas.

—Carina mataría por este tipo de cocina —dijo Jake, deslizando sus manos por los
pomos rojos de la cocina de gas.

—¿Cuánto tiempo llevan juntos? —Por lo que sé, Jake nunca tuvo una relación seria
durante los dos años que lo conocí. Le gustaba divertirse y experimentar la vida
universitaria. Siempre decía que su padre esperaba que sentara cabeza pronto, también
le decía que fuera salvaje mientras pudiera. Aun así, Jake siempre dijo que no se veía
eligiendo a una mujer en ningún momento en los próximos diez años. Sin embargo, ahí
estaba.

—¿Supongo que casi dos años?

—Umm, no soy un experto en relaciones, pero ¿no deberías sonar más seguro? —
pregunté riendo.

Se rascó la mejilla y dejó escapar su propia risa.

—Conozco a Carina de toda la vida de una forma u otra. Nuestros padres eran
dueños de la empresa y bromeaban con un matrimonio concertado.

—Vaya, eso es arcaico.


—Sí, empezó como una broma, pero creo que a medida que crecíamos, sobre todo
cuando nos acercamos trabajando juntos, tenían la esperanza que saliera algo más.
Papá siempre dijo que sería una gran relación de negocios y crearíamos bebés perfectos
para hacerse cargo de Wellington & Russo.

—Interesante. —No sabía qué más decir, todo me sonaba muy de la Edad Media.
¿Eran Jake y Carina felices el uno con el otro o se veían empujados a estar juntos por
alguna idea urdida por sus padres? Odiaba la idea que Jake, o Carina, mantuviera una
relación sin amor por culpa de las presiones familiares.

—Incluso cuando nos acercamos siempre fue más una amistad. —Se encogió de
hombros—. Luego fue más. Sin querer, supongo.

—¿La amas? —No sabía quién estaba más sorprendido por la pregunta, si él o yo.
¿Por qué coño iba a preguntar eso? ¿Por qué quería saberlo? ¿Sólo para torturarme?

Levantó una ceja y dudó con su respuesta. No estaba seguro de qué quería que
respondiera.

Respiró profundamente.

—Sí, lo hago. Se convirtió en mi mejor amiga y estuvo a mi lado en muchos


momentos difíciles tras la muerte de mi padre.

Tuve que apartar la vista y apoyar las palmas de las manos en el frío metal, tragando
con fuerza más allá del nudo que me subía a la garganta. Odiaba el hecho que estuviera
enamorado de otra persona. Odiaba que ese amor aplastara cualquier fantasía que
pudiera conjurar por la forma en que me miraba. Odiaba oírlo hablar de ella como su
mejor amiga. Una vez desempeñé el papel de su mejor amigo y me dolía saber que me
sustituyó. Odiaba mucho lo que dijo y no sabía qué me molestaba más.

—Pero como nunca nos sentamos a hablar sobre el cambio en nuestra relación, no
tengo un marco de tiempo específico.

—Eso tiene sentido —Ahogué antes de girarme para mirarlo. Me eché un poco hacia
atrás cuando lo encontré de pie justo detrás de mí, con sus ojos azules observándome,
evaluando lo que estaba escrito en mi cara. Joder, olvidé lo intensas que podían ser sus
miradas. Olvidé lo mucho que deseé perderme en ellas, abrirme y dejarle ver cada parte
de mí.

—¿Y tú? —preguntó suavemente—. ¿Alguna relación?

Sacudí la cabeza.

—No. En realidad, no tengo mucho tiempo. Y el de Voyeur no era exactamente un


trabajo que me permitiera prometer fidelidad a alguien.
Asintió lentamente, con la mirada fija, sus ojos me pinchaban, pero yo no sabía qué
quería. El zumbido de las luces fluorescentes se convirtió en el ruido más fuerte de la
habitación, aparte del latido de mi corazón y la sangre que corría por mis venas.

Dejé que todo se manifestara. Dejé que escarbara en mí y encontrara lo que quería.
Mi atracción, mi deseo, mi disposición a entregarme a él si tan sólo me hiciera saber lo
que quería. Una cosa era fantasear con todas las cosas que sabíamos que nunca se
harían realidad. Pero otra era tener la esperanza puesta en los hechos.

Se hizo difícil dejar de lado las fantasías cuando me miraba así. Como si sintiera
curiosidad por mí. Como si yo le apretara el pecho tanto como él lo hacía con el mío.
¿Cómo podía manejar eso? ¿Cómo iba a ignorar esas cosas que podían convertir mis
fantasías en realidad? Quería gritar porque cualquier otro tipo que me hubiera dado
esas señales, me abalanzaría sobre él, y tomaría lo que me ofrecía.

Pero no sabía lo que Jake quería realmente. No sabía qué pasaría si dejaba de lado
la precaución y respondía a las preguntas que sus acaloradas miradas me hacían.

Resultó que no tenía que decidir porque, al instante siguiente, las manos de Jake me
agarraron las mejillas y me empujó hacia él. Sus labios chocaron con los míos y me
aferré a él para estabilizarme por el impulso y por la conmoción de sentir sus labios
firmes y carnosos presionados contra los míos.

Oh, joder. Oh, joder, joder, joder.

Cerré los ojos y me agarré a sus caderas, amando la forma en que mis pulgares se
sentían contra la muesca del músculo a cada lado de su abdomen. Me quedé perdido y
paralizado bajo el impacto de tener los labios de Jake contra los míos.

Entonces sus manos se movieron para hundir sus dedos en mi pelo, su cabeza se
giró para que nuestras bocas se fusionaran mejor, y su lengua presionó contra la
comisura de mis labios, deseando entrar. En cuanto su lengua tocó la mía, me
descongelé de inmediato, dispuesto a entrar en acción. No era el tipo de hombre que
seguía al líder. Tomaba las riendas.

Tiré de sus caderas hacia las mías, igualando su gemido cuando nuestras duras
pollas chocaron entre sí. Una mano se deslizó por su espalda hasta su cuello y luego lo
sujeté hacia mí mientras tomaba el mando del beso, presionando mi lengua en su boca
para probar cada espacio oculto que tenía. Lo quería todo, y ahora que me dio permiso,
no me contenía.

Mientras mordía sus labios y calmaba la mordedura con mi lengua, lo hice


retroceder hasta que chocamos contra una pared. Apreté mis caderas contra las suyas
y me balanceé para lograr la fricción entre nuestras doloridas pollas. Estaba muy duro
a través de sus pantalones, y fui a meter la mano entre nuestros cuerpos para poder
acariciarlo.

Antes que pudiera hacerlo, me agarró de la muñeca y cambió nuestras posiciones,


de modo que quedé pegado a la pared con la mano inmovilizada por encima de mi
cabeza. Pero él seguía empujando contra mí, haciendo chocar su erección contra la mía,
arrancando gemido tras gemido de mi pecho. Me perdí en sus besos, en la forma en que
su vello me rozaba los labios y sus gruesos dedos se cerraban alrededor de mi muñeca.
La forma en que su pecho se flexionaba al sujetar mi brazo cuando luchaba contra él.

Cuando se separó para tomar aire, empujé mis caderas con fuerza hacia las suyas,
desequilibrándolo y cambiando de nuevo las posiciones, inmovilizando sus dos manos
contra la pared. Mordí su fuerte mandíbula y bajé mis labios por su cuello, chupando la
suave piel, amando las vibraciones de sus gemidos contra mi boca. Le solté una mano,
que inmediatamente cayó sobre mi pelo y me tiró hacia arriba para besarme, y yo siseé
al sentir el escozor en mi cuero cabelludo.

Con mi mano que tenía libre, la coloqué entre nuestros cuerpos y rodeé con los
dedos su gruesa longitud. Me moría de ganas de volver a sentir cómo se agrandaba entre
mis labios, de sentir cómo se deslizaba hasta el fondo de mi garganta hasta que su salado
sabor explotara en mi boca.

Necesitaba sentir su piel. Necesitaba estar más cerca.

Jugueteando con su cinturón, lo besé con más fuerza, tratando de encontrar


cualquier forma de fundirme con él para que no pudiera rechazarme de nuevo.

Pero cuando por fin pasé por encima de su cinturón y casi grité de alegría al sentir
la suave cabeza de su polla en las yemas de mis dedos, se apartó y me empujó.

—No —dijo mientras yo retrocedía a trompicones—. No. No puedo. Carina. Joder.


—Las palabras salieron de sus labios magullados—. Joder.

Su creciente pánico me hizo recordar el agudo dolor de despertarme solo y llamar


durante días sin respuesta. Mi pecho se apretó sobre sí mismo, dificultando la
respiración. No podía volver a pasar por eso. No podía tenerlo en mi vida, sólo para
verlo salir furioso de nuevo. No podía.

Tragando más allá del pánico, me lancé a controlar los daños.

—Está bien —dije lentamente, levantando las manos como si estuviera previniendo
un ataque—. Lo siento mucho. No pasa nada. Sólo fue un beso. No significa nada. —Las
palabras me dolieron al salir porque el beso lo significaba todo para mí—. Está bien,
Jake. Sólo tenemos que calmarnos.
Se abrochó rápidamente los pantalones mientras se paseaba de un lado a otro. Sus
manos se metían en el pelo, apretando y tirando con frustración como si estuviera en
su propia batalla mental.

—Jake, está bien. No significa nada. No tienes que decirle nada a Carina. —El sólo
hecho de decir su nombre me hizo sentir otro tipo de pellizco de arrepentimiento. Me
gustaba Carina, y no quería herirla. Me sentía como un imbécil sabiendo la cantidad de
dolor que sentiría si supiera lo que acababa de pasar. No era un tramposo, pero siempre
estiraba los límites de lo que era cuando estaba con Jake.

—No es sólo eso —murmuró Jake.

—Jake, mírame —le supliqué.

—Joder.

—Jake. —Intenté llamar su atención, sacarlo de su angustia mental.

—No es sólo ella.

—¿Qué? —pregunté, confundido—. ¿Qué quieres decir con que no es sólo ella? —
No lo entendía. Él estaba en ese momento conmigo, tanto como yo con él. Igual que
estuvo conmigo hace cinco años. ¿Por qué seguía haciendo esto? ¿Por qué se lo
permitía? Yo era un hombre seguro de sí mismo. Un hombre bisexual confiado que se
burlaba de la idea de cambiar a un hombre heterosexual. Pero entonces estaba Jake,
haciéndome cuestionar todo sólo por él. ¿Y para qué? ¿Por qué él seguía haciendo esto?

Mi pánico a que saliera corriendo se agudizó, aumentando mi frustración.

—¿Me deseas? Porque yo sí que te deseo y me estoy muriendo aquí con este ir y
venir.

—No es tan sencillo.

—Lo es. Cuando estás conmigo, ¿quieres más de mí?

—Quiero tu amistad —dijo, dando una no respuesta.

—Sentí que querías mucho más que eso cuando me tenías presionado contra la
pared con tu lengua en mi boca.

Sus ojos ardían de calor.

—Eso —dije señalando—. Esa mirada lo dice todo. Dice que no estoy solo en esto.
Entonces, ¿qué es? —Me sentí como si hubiera esperado siglos su respuesta, como si
tuviera suficiente tiempo para creer que iba a acogerme de nuevo en sus brazos.
Pero me equivoqué.

—Porque eres un hombre —gritó, volviéndose hacia mí, con los brazos abiertos.

Cerré los ojos y negué con la cabeza.

—Sí, me di cuenta. ¿Se te pasó eso por alto en algún momento?

—¡No soy un puto gay! —gritó, como si decirlo más alto lo hiciera más cierto.

Todo lo que hizo fue golpearme más fuerte. Me hirió más con la vehemencia con la
que lo dijo. Me sacó de quicio y encorvé los hombros en señal de derrota. Lo sabía. Lo
sabía, y me rendí y mantuve la esperanza de todos modos.

Respirando profundamente, miré hacia otro lado.

—Sí —murmuré—. Está bien.

—No lo hagas. No actúes así, joder.

Eso me hizo levantar la cabeza. Podía rechazarme una y otra vez, pero estaba fuera
de sí si quería que fingiera que no me dejaba sin aliento.

—¿Qué no actúe cómo qué? ¿Como si estuviera herido? ¿Por qué me rechazan? —
Cada pregunta subía de volumen. Mis labios se inclinaron en una mueca, el viejo
resentimiento se elevó a la ocasión—. ¿Vas a desaparecer de nuevo mañana? ¿No
volverás a hablarme nunca más?

Se puso firme y apretó la mandíbula.

—No tienes ni idea de lo que es.

—¿Qué? ¿Ser gay? —pregunté incrédulo—. Alerta de spoiler, Jake. Soy jodidamente
gay.

Se acercó un paso más, poniéndose en mi cara.

—No se trata sólo de ser gay. Toda mi vida escuché a mis padres hablar sin parar
de continuar con nuestro legado. Casarse y tener hijos y criarlos para que continúen con
el apellido Wellington. Mi todo. Maldita sea. La vida. —Se giró, se alejó tres pasos antes
de volver, con los brazos abiertos—. ¿Y sabes cuál fue el último deseo de mi padre? Que
me casara. Que le diera nietos a mi madre. Cuidar de Carina y construirme una vida. —
Sus manos cayeron en señal de derrota, sus ojos se volvieron vidriosos—. Se estaba
muriendo, Jackson, y yo le daría todo lo que quería. Me alegro que hayas tenido el apoyo
para ser el hombre que eres, pero tengo grandes expectativas que no puedo dejar de
lado. Expectativas que no puedo cumplir amando a otro hombre.
Mi corazón tartamudeó con las últimas palabras. Amar a otro hombre. ¿Se refería a
mí? ¿Se refería a amarme a mí? Respirando profundamente, traté de calmarme. Traté
de bajar el tono y sacarnos de este precipicio de ira.

—¿Crees que tu padre realmente querría que sacrificaras tu felicidad sólo para
llevar un nombre si realmente supiera lo que quieres?

Me miró fijamente con las cejas fruncidas. Esperaba que estuviera procesando mis
palabras en su cabeza, que las escuchara realmente para que tuvieran la oportunidad
de cambiar las cosas. Pero se mantuvo firme, echando los hombros hacia atrás.

—Soy feliz con Carina. Feliz con mi vida.

—¿Lo eres?

Toda su postura se hundió, y arrastró una mano sobre su cara, dando una fuerte
exhalación.

—Sí. —Su tono era duro y no dejaba lugar a la discusión, por mucho que sonara a
mentira.

Levanté las manos en señal de derrota.

—Bien entonces. —La duda sobre el siguiente paso rugió en mí. Me esforcé por
mantener mi respiración bajo control mientras el pánico se apoderaba de la idea que
esta sería la última vez que lo viera. Un fuego ardía en la parte posterior de mi garganta,
amenazando con extenderse a mis ojos, pero de alguna manera lo combatí.

—¿Podemos simplemente? —comenzó Jake—. ¿Podemos dejar esto atrás? Por


favor.

Sus ojos me suplicaron y, una vez más, empecé a estirar los límites de lo que yo era.
Permitiéndome permanecer en una situación que me dolía porque quería a Jake en
cualquier capacidad que pudiera tenerlo.

—Claro. —Tragué y luego eché los hombros hacia atrás y me dirigí hacia la puerta—
. Vamos. Te llevaré de vuelta a tu auto.

Apagué todas las luces y nos fuimos. Ninguno de los dos dijo una palabra en el
camino. No nos despedimos al salir, aunque una parte de mí quería hacerle prometer
de nuevo que no me abandonaría, que volveríamos a tomar unas copas y a reír juntos.

Di vueltas en la cama toda la noche, atormentado por los recuerdos del sabor de sus
labios. Atormentado con preguntas sobre en qué me estaba convirtiendo por él.
Entre las tres y las cuatro de la mañana, el resentimiento se apoderó de mí. Mi
orgullo me hizo levantar mis propios muros. No importaba lo que dijera Jake, lo conocía
lo suficientemente bien como para saber que la última noche nos cambió. Tenía que
aceptar que la próxima vez que lo viera, no estaría tan despreocupado como antes.
Llegamos tan lejos el último mes, y todo eso desaparecería ahora. Nos comportaríamos
civilizadamente, seríamos educados y luego me dejaría para siempre.

Bueno, sí me iba a dejar de todos modos, no había razón para andar con pies de
plomo. Sintiéndome bien con mi decisión, me prometí a mí mismo ser el verdadero yo.
Si Jake no quería ser más que amigos, entonces volvería a la forma en que nuestra
amistad era en la universidad. Si era tan heterosexual, entonces no tendría ningún
problema en que me burlara de él y le hiciera bromas. No le importó antes de nuestro
beso. Y si lo que quería era amistad, lo que obtendría sería una amistad a lo Jackson
Fields.

Insinuaciones sexuales, coqueteo y todo eso.


11
Jake
—Después que Jackson y yo discutiéramos más a fondo las ideas de diseño,
pensamos que este sería el mejor montaje para Voy. —Carina hizo clic en la pestaña del
iPad para que aparecieran los muestrarios todos juntos para que Daniel pudiera echarle
un vistazo—. Obviamente, no harás publicidad de Voyeur en Voy, pero queríamos
mantener una sensación similar para los clientes que vendrán de Voyeur. El boca a boca
será tu amigo.

—Me gusta mucho la sensación más moderna, pero sigue teniendo un tono clásico
—dijo Daniel.

—Es algo diferente a Voyeur. Queremos que los clientes de Voyeur lleven a sus
amigos y familiares a este bar y sigan sintiéndose cómodos en el ambiente.

—¿Y los números se ven bien con esto? —Daniel miró hacia mí.

—Sí. Ejecuté un algoritmo para analizar la probabilidad de que la gente pruebe


cosas fuera de su norma, que se centró únicamente en restaurantes y bares. Sé que
hemos hablado de las posibilidades de un aspecto totalmente nuevo para Voy, pero la
gente tiende a gravitar hacia algo similar a lo que conoce, incluso cuando trata de
experimentar algo nuevo. Usando los números que Jackson proporcionó y
conectándolos, creo que tendrás el mejor rendimiento si utilizas tu base de clientes
actual como base para Voy.

—Jake me hizo trabajar duro, pero al final pude conseguirte esos números —dijo
Jackson.

Dirigí mi atención a su rostro sonriente y traté de evitar que se me salieran los ojos
de las órbitas. No sabía cómo seguía despistándome cuando llevaba toda la semana
haciendo comentarios de ese tipo.

—Seguro que sí. —Carina se rió y le dio un golpe en el brazo como si fueran los
mejores amigos confabulando contra mi cordura. ¿Por qué? ¿Por qué estaba haciendo
esto después de lo que pasó el viernes pasado?
—Ouch. —Jackson se frotó el lugar ofendido—. Tendré que hacerte pagar por eso
más tarde.

Carina puso los ojos en blanco, pero aun así se sonrojó.

—Podemos visitar el edificio la semana que viene, así podrás hacerte una mejor
idea de la distribución —le dijo Carina a Daniel.

—Jake —comenzó Jackson—. ¿Quieres volver a ver el bar? Sé que te gustó mucho
la cocina.

—Es preciosa —dijo Carina con entusiasmo.

Apreté la mandíbula y forcé una sonrisa que parecía más bien una mueca. Jackson
me devolvió con una sonrisa arrogante y un guiño aún más arrogante.

Toda. La. Maldita. Semana.

Salimos de aquella cocina, acordando dejarlo ir y dejar atrás el asunto. Al menos


fingir que lo hacíamos. Hice todo lo que pude, pero aun así me encontré con la zozobra,
preguntándome hasta dónde llegaríamos si no hubiéramos parado. Comparando sus
besos con los de hace cinco años. Comparándolo a él con hace cinco años.

Honestamente, esta última semana, Jackson me recordaba más al chico que conocí
en la universidad que al del último mes. Haciendo comentarios para intentar
incomodarme, y normalmente, yo le contestaba y nos reíamos. Su sexualidad no me
molestaba.

Al menos no lo hizo hasta que yo participé activamente en ella.

Y no quería que me molestara ahora. Quería creer que sólo actuaba como el amigo
que yo quería que fuera.

Pero cada comentario, cada broma y cada puñalada que debería ser dicha con buen
humor tenía un filo detrás. La sonrisa que se extendía por sus labios no llegaba a sus
ojos. Empecé a sentir que Jackson me estaba castigando por alejarlo. Y quizá me lo
merecía.

Joder, sabía que lo merecía. Pero no era como si le hubiera premeditado algo. No
sabía cómo manejar los pensamientos que pasaban por mi cabeza, y seguía metiendo la
pata, como lo hice antes.

A pesar de que sabía que metí la pata, sus comentarios se me metieron en la piel.
Como si me mostrara un espejo y me hiciera ver quién era. No me gustó lo que vi. Así
que tomé mi frustración conmigo mismo y la dirigí hacia él.
Él era el que me hacía sentir así.

Era él quien me presionaba.

Él quien me hacía cuestionar quién era yo.

Él, que me desafiaba toda la maldita semana y ya estaba cansado de ello.

Si él iba a seguir presionándome, era hora que yo le devolviera la jugada.

Me encogí de hombros.

—Sí, la cocina estaba bien.

Las cejas de Jackson se levantaron lentamente, sorprendido por mi respuesta. Bien.


Entonces un brillo iluminó sus ojos antes de decir:

—No sé. Estabas bastante impresionado con todo el equipo grande.

No perdí el ritmo.

—Será mejor una vez que Carina le dé su toque femenino a todo.

El brillo desapareció de los ojos de Jackson y succionó el aire de mis pulmones con
él. Aparté la vista de la mirada hueca que me dirigió, sin sentir ninguna victoria por
ganar ese asalto.

—Carina —dijo Daniel antes que Jackson y yo pudiéramos continuar—. ¿Qué te


pareció Voyeur?

—Es bastante sorprendente —respondió ella—. La lista de opciones era un poco


alucinante. Me hizo darme cuenta que no probé tanto como pensaba.

—Estoy seguro que a Jake le encantaría ayudarte a tachar tu lista. —Jackson me


miraba fijamente cuando lo dijo, pero rápidamente volvió la vista hacia Carina.

Ella se encogió de hombros con una sonrisa coqueta.

—Tal vez.

—Vamos —engatusó Jackson, inclinándose más hacia ella sobre el brazo de su


silla—. ¿Cuál es tu mejor opción? ¿Qué es lo que más te gustaría de Jake? Sin límites.
Vuélvete loca. —Se sentó erguido y me desafió con una mirada—. Después de ti, Jake
puede compartir la suya. Iremos por la habitación como en un círculo.
Casi me reí, barajando ideas de lo que iba a decir para escandalizar a Jackson. Pensé
en decir que quería follar con un hombre. O tal vez hacer un sesenta y nueve con un
chico mientras Carina miraba. Chuparle las pelotas a un hombre mientras se follaba a
Carina. Tantas ideas y ninguna me hacía pensar en por qué todo eso hacía que mi polla
se retorciera cuando lo imaginaba con Jackson.

—Jackson. Compórtate —advirtió Daniel, impidiendo que probablemente me


metiera en un agujero más profundo.

Jackson lanzó una mirada inocente.

—¿Qué? Sólo estoy haciendo una pregunta.

—Bueno. —Carina se rio—. Esa es una pregunta que necesitaría mucho alcohol
para responder.

Jackson le dedicó su sonrisa más entrañable, y mi pecho se encogió al ver que ella
le devolvía la sonrisa. Esa era mi prometida y estaba empezando a sobrepasar mis
límites con el coqueteo junto con todo lo demás. Un empujón más y podría caer. No
quería descubrir lo que encontraría en el fondo.

—Hablando de bebidas, ¿por qué no vienes a cenar esta noche? —preguntó Carina.

No, no, no mis entrañas gritaron.

En su lugar, traté de detener con calma el choque de trenes que se estaba gestando.

—Seguro que está ocupado con otra persona o con el trabajo.

Con una amplia sonrisa, Jackson me empujó un poco más hacia el borde.

—¿Sabes qué? Me encantaría.

Carina me entregó otro vaso de bourbon, el segundo en la última hora desde que
llegamos a casa. Se colocó detrás de donde yo estaba sentado en el sofá y pasó su mano
desde mi hombro bajando por mi pecho hasta coquetear con la cintura de mis
pantalones.

—¿Te molesta que haya invitado a Jackson? —preguntó, inclinándose aún más para
chuparme el lóbulo de la oreja.

Gruñí cuando ella mordió el tejido blando.


—No si eso significa que sigas tocándome así. —Se rió y me besó en el cuello—. No
esperas que pase nada esta noche, ¿verdad? —pregunté.

Suspiró.

—No, pero sólo la posibilidad me excita.

Me acerqué por detrás y hundí mi mano en su pelo mientras inclinaba la cabeza


hacia atrás para mirarla.

—¿Debo preocuparme por Jackson? —La ironía que le hiciera esa pregunta no se
me escapó. Yo era el que tenía un pasado con él. Yo fui quien lo besó la semana pasada.
Pero la probabilidad de que yo terminara con Jackson era nula. La probabilidad de que
Carina me dejara por alguien que igualara su carácter juguetón como lo hacía Jackson
parecía mucho mayor. Si a eso le sumábamos todos los sonrojos y sonrisas, me hizo
hacer preguntas estúpidas para calmar mi ego masculino.

—Sí, claro. —Metió la mano entre mis piernas—. Tengo todo el hombre que
necesito aquí. Quizá más tarde podamos usar ese nuevo consolador que tienes y puedas
hacer realidad mis fantasías.

—Joder, sí.

La empujé hacia abajo para poder presionar mis labios contra los suyos, pero antes
que la alcanzara, llamaron a la puerta.

—Nuestro invitado está aquí —susurró.

Me arqueé para alcanzar sus labios, pero ella se apartó, riendo.

—Más tarde.

—Provocadora —gruñí.

Respiré hondo antes de dar un buen trago a mi vaso, preparándome para nuestro
invitado.

Nuestro invitado, que estuvo minando mi cordura durante los últimos siete días,
una insinuación sexual y una mirada coqueta cada vez.

Cada vez era tan obvio, que esperaba que alguien se diera cuenta. Llamarle la
atención y hacerle explicar por qué se metía constantemente conmigo. Pero sabía lo que
diría: sólo éramos amigos, y esta era la misma forma de actuar en la universidad.

Sólo que en la universidad no supo lo duro que podía ponerme. No supo que la
atracción interrogativa que experimenté podía explotar en un deseo estridente.
Un trago más de mi bebida antes de ponerme de pie para saludar a un sonriente
Jackson.

—Hola, Jake. Es un bonito lugar el que tienes aquí.

—Es mío —dijo Carina detrás de él.

Él se volvió hacia ella con una cálida sonrisa.

—Eso explica por qué se ve tan bien.

—Gracias. ¿Por qué no se sientan en la mesa mientras yo termino? Jackson, ¿hay


algo que pueda ofrecerte? ¿Cerveza? ¿Bourbon? ¿Vino?

—Un bourbon sería genial.

—Bien, déjame que vaya por la cena y traigo todo.

Me giré hacia el comedor separado sin comprobar si Jackson me seguía. Quizá si no


decía nada, no tendría ningún comentario que hacerme. Quizás sobreviviría a la noche.

Jackson se sentó frente a mí y me miró con descaro mientras bebía de mi vaso.


Carina entró y dejó su bebida y se fue de nuevo a la cocina.

—Sólo tú y yo otra vez. ¿Vas a ser capaz de mantener tus manos para ti?

—¿Por qué haces esto? —Finalmente cedí y pregunté, terminando con los juegos.

—¿Hacer qué?

—Convirtiendo todo entre nosotros en algo sexual. Coqueteando con Carina.


Coqueteando conmigo.

—Bueno, en primer lugar, me gusta Carina. Y soy abiertamente amigable con la


gente que me gusta. Nos llevamos bien y disfruto de nuestras conversaciones.
Obviamente, tú lo entiendes ya que estás con ella. —Hizo una pausa para tomar un
trago, y yo rechiné los dientes, necesitando terminar esta conversación antes que Carina
regresara—. En cuanto a ti, no debería ser un gran problema, ¿verdad Jake? Sólo somos
amigos y yo solía joderte en la universidad. Nunca tuviste un problema con mis bromas.
Entonces, ¿por qué te molesta mi sexualidad ahora?

—Tú sabes por qué.

—¿Por qué te sientes atraído por mí?


—No lo estoy. Eres mi amigo y eso es todo. —La mentira se me escapó de la lengua.
Tal vez si lo dijera lo suficiente, ambos lo creeríamos.

—Entonces los comentarios y las bromas no deberían ser un problema.

Sabía que no debían serlo. Debería reírme y hacer bromas a cambio. Pero ambos
sabíamos que ahora era diferente. Ambos sabíamos por qué.

—Sólo estoy siendo el amigo que me pediste que fuera.

—Esto no es lo que pedí. Cuando nos fuimos el viernes por la noche, pensé que lo
aclaramos todo para dejarlo atrás.

Su sonrisa se perdió y su mandíbula se apretó.

—No me mientas, Jake. —Su tono era bajo y duro mientras se inclinaba hacia
delante, apoyando los codos en la mesa—. Sabes tan bien como yo que no había vuelta
atrás después del viernes. Habría conversaciones cordiales y evasivas hasta que el
trabajo terminara.

—Eso no es lo que hubiera pasado.

—Deja de mentir. Lo hiciste hace cinco años y sabes que volverías a huir asustado
si pudieras.

—No tengo miedo.

—Seguro que sí. Ni siquiera puedes admitir lo que ambos sabemos. Que te sientes
atraído por mí. Ni siquiera puedes admitir lo mucho que te gustó cuando froté mi polla
sobre ti. Lo mucho que te gustó cuando mi lengua rodó con la tuya. Lo mucho que
quieres que me arrodille de nuevo para chuparte...

—Basta —susurré con dureza—. Tengo una prometida a la que amo mucho.

—Tienes una prometida que quiere otra polla en la vida de ambos. Esa es su
fantasía, ¿no? Tener dos hombres tocándola. Ver a dos hombres tocándose. Eso es lo
que ella pidió en Voyeur esa noche.

Se me escapó el aire de los pulmones y me esforcé por preguntar:

—¿Cómo lo sabes?

—Puede que no tenga un trabajo elegante, pero no soy un maldito estúpido.

Quería negarlo hasta la saciedad, pero sería un desperdicio de aliento.


—No importa cuál es su fantasía. No me gustan los chicos.

—Parece que te gusto bastante. —Esperó a que dijera algo y apreté la mandíbula,
conteniendo todas las palabras que luchaban por escapar—. Admítelo de una puta vez.
No se trata que te gusten los chicos, se trata de preocuparse por alguien y sentir esa
conexión. Tú sientes una conexión conmigo y eso es lo que nos atrae. ¿Por qué no
puedes aceptarlo?

—No importa si lo aceptara. No cambiaría nada para mí.

Puso los ojos en blanco.

—Así es. Prometiste continuar la línea de sangre Wellington.

—Jackson. —Su nombre se escapó como una súplica. Una súplica para que dejara
de presionarlo, porque no importaba lo que sintiera, no importaba lo obvia que fuera
mi negación, no cambiaba nada. Al ver el músculo apretado en su mandíbula, supe que
no iba a ser más fácil para mí sin importar cuánto le rogara.

—No soy tan estúpido como para creer que las cosas seguirán igual entre nosotros.
Así que, ¿por qué no disfrutar de lo que me queda?

Mi boca se abrió y se cerró como un pez fuera del agua. Estaba equivocado. Esta vez
no saldría corriendo.

La negación estaba en mis labios, pero entonces entró Carina llevando un plato de
cristal y una botella de vino metida bajo el brazo.

—Espero que te guste la lasaña.

Me levanté de un salto para ayudarla y cogí la botella antes que se le cayera.

—¿Quieres algo más para beber, Jackson? —preguntó.

—Está bien. Necesito conducir a casa. Me limitaré al agua por ahora.

—La próxima vez no bebas el bourbon tan rápido —bromeó ella.

—Qué puedo decir, me gusta tragar. —Me miró directamente, con esa maldita
sonrisa de oreja a oreja.

Carina se rio, y así fue como transcurrió la siguiente hora de cena, en la que mi
contención se fue desvaneciendo poco a poco.
12
Jake
—Cuéntame alguna de tus locas historias universitarias —dijo Carina mientras
servía su tercera copa de vino. Inclinó la botella hasta que sólo quedaban unas pocas
gotas en la boca—. Bueno, eso fue rápido. Supongo que a mí también me gusta tragar.
—Se rio y dejó la botella vacía sobre la mesa.

—Apuesto a que sí —dijo Jackson—. ¿Y tú, Jake? ¿Te gusta tragar?

Una parte de mí quería mirarlo fijamente, dedicarle una sonrisa de oreja a oreja y
decir:

—¿Por qué no lo averiguamos? —Eso fue lo más cerca que estuve de perder la
cabeza. Hasta el punto que no me importaba el resultado mientras le hiciera callar
durante más de diez putos minutos.

—Son divertidísimos —dijo Carina—. Ahora, cuéntenme algo bueno.

Los ojos de Jackson decían que estaban dando vueltas a todos mis secretos en su
cabeza, tratando de decidir cuál derramar primero. El aliento permanecía atrapado en
mis pulmones esperando que respondiera.

—Nuestro grupo convirtió la verdad o el reto en un deporte. Ganar para presumir.


Pero Jake, aquí, siempre se metía en los mayores problemas con verdad o reto. No sabía
decir que no.

Carina apoyó el codo en la mesa y apoyó la barbilla en la palma de la mano, con los
ojos encendidos de emoción.

—Oooh, dime cómo.

—No —interrumpí antes que Jackson pudiera decir algo más. Era un camino
peligroso, y yo ya estaba nervioso sin que el pasado saliera a relucir. No es que
importara, porque Jackson me ignoró por completo y respondió a la pregunta.
—Bueno, al cabo de unas cuantas copas los retos siempre se volvían sexuales.
Éramos un grupo de universitarios cachondos. Nuestro chico, Jake... —comenzó, pero
se detuvo y arrugó la nariz—. Estoy seguro que no quieres oír esto sobre tu novio.

Carina se sentó, con los hombros hacia atrás.

—Soy consciente de su sexualidad.

Mi bebida se fue por la tubería equivocada y empecé a toser. Carina se detuvo para
mirarme con preocupación, pero le hice un gesto para que no lo hiciera. Ella no sabía
que fue su comentario sobre mi sexualidad, con Jackson al otro lado de la mesa, lo que
me hizo atragantarme.

—Sabía que Jake era un jugador en la universidad.

—No voy a contar nada en concreto —me tranquilizó Jackson—. Simplemente,


siempre acababa siendo él quien realizaba el exhibicionismo.

Carina se volvió hacia mí con una ceja levantada, sus ojos acalorados con ideas que
yo estaba deseando escuchar después.

—Quiero jugar.

—¿Jugar a qué? —pregunté.

—A verdad o reto. Vamos, pregúntame algo.

—Carina —advertí. Esta cena parecía una pequeña llama que me hacía sudar, y ella
quería que le echara gasolina.

—Vamos.

—Bien. Verdad: ¿vas a tomar más vino esta noche?

Me miró con cara de pocos amigos.

—Todo apunta a que sí. —Suspiró y se volvió hacia Jackson—. Tienes razón. Vive
en el lado salvaje.

Jackson se rio, y llegó al otro lado de la mesa y me agarró, instándome a que pensara
a la mierda todo. Si añadimos las tres copas de bourbon, admitir mi atracción por él no
parecía tan descabellado.

—Bien, te voy a preguntar una verdad —le dijo Jackson a Carina—. ¿Has besado
alguna vez a una chica? Si es así, ¿cómo terminó?
Ya sabía la respuesta a esta pregunta, pero no conocía todos los detalles.

La vieja excitación del juego y la emoción de superar los límites empezaron a


recorrerme. Explosión persistente o no, los viejos hábitos son difíciles de erradicar.

Carina volvió a inclinar su copa de vino y la vació. La dejó con cuidado y cruzó las
manos sobre la mesa, alargando el suspenso.

—Lo hice —dijo finalmente—. Y terminó con ella dándome un beso a cambio. En mi
coño.

—Diablos, sí —dijo Jackson, inclinándose hacia atrás y metiendo la mano bajo la


mesa, haciendo evidente que estaba ajustando su polla. Los ojos de Carina cayeron ante
el movimiento, pero rápidamente apartó la mirada, sonriendo. La idea de Carina de
espaldas con una chica entre sus piernas hizo que toda la sangre se fuera entre mis
piernas.

Cuando se volvió para mirarme, hubo una pequeña vacilación como si no estuviera
segura de cómo lo recibiría. Así que, dejé que me viera ajustando mis pantalones
también y articulé más tarde. Más tarde dejaríamos que eso se desarrollara entre
nosotros y alimentara nuestra follada.

—Muy bien, Carina, ahora un reto —dijo Jackson fuera de turno. ¿Nos estábamos
turnando? No lo sabía, y empezaba a no importarme.

—Bien. Estoy lista.

—Te reto a que vayas a poner a Jake más duro de lo que ya está y lo beses.

Jackson me miró fijamente, con el reto en los ojos de poner fin al juego. En lugar de
eso, empujé mi silla hacia atrás y me di una palmada en la pierna, haciendo un gesto
para que Carina tomara asiento en mi regazo. El raspado de su silla al empujarla hacia
atrás sobre la madera dura fue el único sonido en la habitación. Dio un paso adelante y
sentó su suave culo contra mi dolorosa polla, girando su cuerpo para rodear mi cuello
con los brazos.

Si Jackson quería un espectáculo, yo le daría un espectáculo. Metí la mano en el pelo


suelto de Carina y la atraje hacia mí, dejando caer la otra mano para agarrar su culo. Me
aferré a su boca e introduje mi lengua para enredarla con la suya. Sabía a vino y a dulce
embriaguez. Su gemido vibró contra mis labios, y empujé mis caderas hacia arriba,
dejando que sintiera realmente lo duro que me ponía.

Se apartó y me dedicó una sonrisa acalorada antes de levantarse y volver a su


asiento. Volví a mirar a Jackson preparándome para encontrar que su mirada confiada
desapareció de su rostro. Y así fue.
Pero fue sustituida por una mirada que me quemaba la piel. Sus ojos marrones
parecían casi negros desde el otro lado de la mesa. Su pecho subía y bajaba con una
fuerte respiración, y me dolía la polla al saber que le hice eso. En lugar de disuadirlo,
sólo lo excité más.

Otra pulgada más cerca del borde.

Carina se aclaró la garganta.

—Jackson —dijo, atrayendo su atención hacia ella—. ¿Verdad o reto?

—Verdad.

Estaba seguro que iba a elegir reto, y solté el aliento que estuve conteniendo en
previsión de lo que sería ese reto. Podía soportar una verdad.

Al menos creía que podía hasta que la pregunta de Carina me demostró que estaba
equivocado.

—Sé que eres bisexual. Entonces, ¿cuál es tu preferencia? ¿Chica o chico?

—Chico. —Sin dudar en absoluto.

—¿Arriba o abajo?

—Sólo una pregunta por turno —dije, sin necesidad de saber nada de esto.

—Arriba —respondió de todos modos antes de dejar que sus ojos se deslizaran
hacia los míos—. Pero puede que deje que alguien me folle. Aunque tendrían que
ganárselo.

—Uf, eso es caliente. —Carina se abanicó la cara, haciendo reír a Jackson.

—Jake —dijo él, aunque ya había tenido su turno—. Verdad o reto.

De ninguna manera iba a aceptar un reto de él.

—Verdad.

Su sonrisa era lenta y peligrosa. Debería haber elegido el reto.

—¿Alguna vez besaste a un chico?

Mi corazón dejó de latir y mi estómago cayó. Ese hijo de puta sabía lo que estaba
haciendo, y una gran parte de mí quería mirarlo fijamente y mentir. Pero la parte
competitiva, la parte que me hacía desnudarme sobre una mesa en una sala abarrotada
de gente, me tenía al borde del abismo, mi control un mito olvidado que existía antes de
cinco segundos.

Por primera vez en la noche, devolví la sonrisa arrogante de Jackson con una propia.

—Sí.

—Oh, claro que sí —vitoreó Carina desde la barrera.

—¿Quién? —preguntó Jackson.

—Sólo tienes un turno —le recordé.

—¿Quién? —Esta vez la pregunta vino de Carina—. ¿Es alguien que conozco? ¿Un
tipo al azar de un reto en la universidad?

La sonrisa de Jackson era victoriosa y acalorada. Sus ojos bajaron a mi boca, y


hundió intencionadamente sus dientes en el labio inferior. Apreté la mandíbula, sin
responder, pero sin echarme atrás.

Al parecer, Carina se dio cuenta de la tensión porque dio una palmada en la mesa.

—¿Ustedes dos? —preguntó incrédula, con la excitación evidente en su tono—.


¿Besaste a Jackson?

Me giré para mirarla, y sus ojos brillaban. Sólo podía imaginar las ideas que pasaban
por su cabeza.

—Fue un reto.

—¿Verdad o reto? —me preguntó en voz baja.

Me reí.

—Creo que terminé con las verdades por esta noche.

—Te reto a que dejes que Jackson te bese, para que yo pueda mirar.

Hubo un momento en el que lo único que oí fue todo el oxígeno que me succionaba
el cuerpo, un anillo negro que se formaba alrededor de mi visión. Luego hubo risas. Una
risa fuerte y masculina llena de diversión ante mi situación. Que se joda. Creía que me
conocía tan bien. Creía que sabía cuál era mi próximo movimiento.

Debería saber. Jake Wellington nunca rechazaba un reto.


Eché mi silla hacia atrás lo suficiente como para que las patas rozaran el suelo,
atrayendo su atención hacia mí. Manteniendo la mirada perdida, me di una palmadita
en la pierna, como hice con Carina, amando la idea de hacer que se acercara a mí. Su risa
cesó bruscamente. Jackson llevaba la voz cantante en las relaciones, y si él iba a
torturarme, yo quería la satisfacción de hacer que se acercara a mí.

—Intenta no enamorarte de mí —dije, repitiendo las palabras de hace tantos años.

Disfruté de la forma en que su garganta se balanceaba al tragar antes que se pusiera


de pie y se acercara a mí, con la confianza que cubría cada centímetro de él. Mantuve
los hombros hacia atrás, incluso cuando se colocó sobre mí y tuve que inclinar la cabeza
para aguantar su mirada. Colocó ambas manos en el respaldo de mi silla,
aprisionándome.

El pulso me retumbaba. La piel me hormigueaba con la anticipación, la duda, la


excitación y cualquier otro sentimiento bajo el sol. Se acercó, con sus labios a un
centímetro de los míos, y se detuvo.

—No tienes que hacer esto. —Me dio una salida igual que la primera vez. Sólo que
esta vez, yo sabía el resultado. Sabía lo que iba a sentir. Mi polla ya estaba dura y algo
en esto se sentía como algo más que un beso. Como si estuviera cediendo a mucho más
que un simple reto. Como si finalmente estuviera admitiendo lo que sentía por él.

Podía oír las cortas respiraciones de Carina y eso hacía que la tensión que llenaba
mi polla fuera mucho más intensa. Saber que esto la estaba excitando me dio algo en lo
que basar mi excitación. Me aferré a eso y me dije que lo hacía por ella. Ella quería esto.

—Intenta no chupar.

Una mejilla se estiró, y su hoyuelo fue lo último que vi antes que sus labios se
apretaran contra los míos. Lo respiré. Su mano se clavó en mi pelo, e inclinó mi cabeza,
empujando su lengua contra mis labios. Me abrí y gemí. Su sabor, mezclado con el dulce
y picante sabor del alcohol, me llenó la boca y me hizo sentir borracho, mareado y
aturdido.

Agarré sus mejillas entre las manos y luché por controlar los movimientos, tirando
de él con fuerza hacia mí para poder sentir su piel contra mis labios, la textura abrasiva
no me permitía olvidar que estaba besando a un hombre. Él gimió y mi polla se agitó.
Cuando se retiró, perseguí vergonzosamente sus labios, haciéndolo reír.

Esa risa me cabreó y quise apartarlo, regañarlo, pero volvió a morderme los labios
y robó cualquier palabra que hubiera en ellos. Se puso de pie y me guiñó un ojo antes
de darse la vuelta para volver a su silla.
Miré a Carina, probablemente con la misma preocupación escrita en mi cara que
estuvo en la suya después de su confesión. Ella lo pidió, pero ¿pensaba menos en mí?
¿Se arrepentía? ¿Me encuentra desagradable?

No.

Sus mejillas estaban sonrojadas. Sus ojos azules fueron tragados por sus pupilas
dilatadas, dejándolas oscuras de deseo. Sus pezones estaban duros como piedritas
debajo de la camisa. Y se retorcía en la silla como si intentara desesperadamente aliviar
un dolor.

Al observarla, al ver sus labios carnosos entreabiertos por su respiración jadeante,


quise darle esto. Quería hacer realidad sus fantasías. Casi podía creer que todo era por
ella y que nada tenía que ver con la curiosidad que sentía por lo que la noche deparaba.
No tenía nada que ver con la forma en que mi polla se sacudía al recordar cómo se
flexionaba el culo de Jackson al penetrar a esa mujer en Voyeur.

No. Carina me dio una excusa para creer que todo era para ella.

—¿Verdad o reto, Jake? —Carina lanzó la pregunta. Ni siquiera respondí antes que
ella ya me preguntara—. ¿Fue sólo un beso? ¿O fue más?

A pesar de mis mejores esfuerzos por mantener un rostro neutral, pude sentir que
mis ojos se abrían un poco. ¿Cómo sabía ella que debía preguntar eso? ¿Vio algo más
que el beso? ¿Había algo escrito sobre Jackson y yo que dijera que hicimos más?

—Le chupé la polla —respondió Jackson por mí.

Carina cerró los ojos y gimió antes de ponerse en pie y acercarse para apretar sus
labios con fuerza contra los míos.

—Estoy tan jodidamente excitada ahora mismo —susurró contra mi piel.

Me levanté y la abracé. Manteniendo mi frente apoyada en la suya, le pregunté:

—¿Qué parte?

Ni siquiera necesitó confirmación de lo que le estaba preguntando.

—Todo esto.

Sonreí.

—Eres una chica sucia. —Se sonrojó mucho, haciendo que mi polla saltara contra
su estómago—. ¿Verdad o reto, Jackson?
—Reto. —Su voz era estrangulada y llena de deseo.

Giré a Carina en mis brazos y la puse de espaldas a mi frente, mirando a Jackson por
encima de su cabeza.

—Ven a besar a Carina.

Jackson
VEN A BESAR A CARINA.

Ven a besar a Carina.

Ven a besar a Carina.

Las palabras retumbaron en mi interior con tanta fuerza que pude sentir temblores
recorriendo mi columna vertebral y extendiendo el fuego por todo mi cuerpo.

Si a esto le añadimos los ojos pesados de Carina y la mirada impaciente de Jake, la


distancia que nos separaba se redujo en menos de tres pasos. No sabía a dónde mirar,
pero me fijé en los ojos de Jake, buscando un indicio que no quería que esto sucediera.

—Hazlo —dijo cuándo dudé.

Carina se veía tan pequeña entre nuestros grandes cuerpos, con la cabeza
totalmente inclinada hacia atrás contra el hombro de Jake para poder presentarme sus
labios carnosos. Mi sangre palpitaba, cantando para ir, atacar, tomar. Pero este era
nuestro primer beso, la primera vez que la probaría.

Este era el comienzo de algo grande. Algo que parecía que podría ser algo más que
una noche. Las idas y venidas que llevaron a este momento hicieron que la caída libre
hacia la aceptación fuera aún más embriagadora.

Tenía que apreciarlo.

Su cara parecía pequeña acunada en mi gran palma. Le pasé el pulgar por el labio
inferior y me incliné lentamente para acercar mi boca a la suya, dejando que su gemido
me llegara a lo más profundo del alma. Ella me siguió cuando me aparté un centímetro.
Pasé mi lengua por sus labios e inmediatamente se abrieron para recibir más. Soltando
una carcajada, me tomé un segundo para disfrutar de la calma antes de la tormenta,
porque una vez que tocara su boca de nuevo, eso sería todo. Tomaría y tomaría hasta
que no quedara nada hasta que fuera todo mío.

Con Jake incluido.

Que fuera él quien me la presentara era tan bueno como una confesión que me
quería, que me iba a tener. Si necesitaba a Carina como amortiguador, que así fuera. Si
eso significaba tenerlo a él, los amaría a ambos.

Cerrando los ojos, respiré profundamente, amando el ligero olor de su perfume y el


aroma más fuerte de la colonia de Jake. La misma que usaba en la universidad. Un
centímetro más cerca y pude sentir el aliento de Jake contra mi frente y el de Carina
contra mis labios.

Cerré la brecha, aferrándome a su labio inferior, mordiendo la suave carne antes de


aliviarla con mi lengua. Ella succionó descaradamente mi lengua en su boca y arrancó
un gemido de lo más profundo de mi pecho al imaginarla chupando mi polla de esa
manera. Me introduje en ella, presionando mi longitud contra su estómago, haciéndole
saber lo que me estaba haciendo.

La devoré. Saboreé cada rincón de su boca y reclamé cada centímetro. Cada sonido
que escapaba de su dulce boca era mío.

Una mano demasiado grande para la de Carina se enredó en mi pelo y tiró de mí


hacia atrás, tirando hasta que mi atención se centró en él. Me fijé en sus labios
separados, amando las pequeñas bocanadas de aire que intentaba ocultar. Me pregunté
si se retiraría si me inclinaba sobre Carina y le daba el mismo beso que le di a ella. Si
reclamara cada centímetro de él. Sin desafío que lo estimule, sólo puro deseo y
necesidad.

—Dormitorio —gruñó antes de soltarme el pelo y tirar de Carina hacia el pasillo. Lo


seguí obedientemente, casi flotando en una nube surrealista de excitación, entrando en
la oscura habitación. Jake encendió la lámpara de la mesilla de noche y observé todas
las superficies que utilizaríamos esta noche. Una cómoda con un espejo a la izquierda.
Una cama grande cubierta con una colcha gris, con un sencillo cabecero de madera. A
mi derecha había una mecedora acolchada en la que podía imaginar a Carina
hundiéndose. Me encantaría sentar a cualquiera de ellos en esa silla y enterrar mi
cabeza entre sus piernas. Tal vez a los dos.

Pero antes de que mi imaginación llegara demasiado lejos, necesitaba saber.

—¿Hasta dónde iremos esta noche? —les pregunté a ambos, pero miré fijamente a
Jake. La pregunta tácita: ¿Seremos nosotros con ella, o todos juntos? ¿Sería yo un
hombre heterosexual por esta noche? ¿O se me permitía ser bisexual?
Sería lo que él necesitara si eso evitaba que saliera por esa puerta antes que
empezara todo.

—Depende de ella.

Miré a Carina, recostada en la cama, con los ojos muy abiertos y los dientes
mordisqueando sus exuberantes labios.

—Lo quiero todo —Respiró— Todo.

—¿Cómo qué? —Le pregunté.

—Yo... —Hizo una pausa y miró hacia otro lado.

—Nunca hubo nada demasiado lejos entre nosotros, Carina. Sabes que puedes pedir
cualquier cosa. —La tranquilizó Jake. Una pizca de celos se abrió paso en mi pecho al
ver lo tranquilizador, calmado y comprensivo que era con ella. Verlo entre ellos era
como mostrarme todo lo que no tuve en años. Mostrarme lo solo que estaba.

—Quiero ver cómo se la chupas. —Ella me miraba fijamente, pero yo no sabía quién
era “él”—. Quiero ver cómo fue en la universidad.

Mis ojos se dirigieron a los de Jake, preguntándome qué pensaba de todo esto. Su
pecho se agitaba como si apenas estuviera aguantando, y no sabía si era pánico o deseo
o un poco de ambos.

Sea lo que fuere, lo superó y me hizo un pequeño gesto con la cabeza.

—Empieza a desnudarte, nena —le indiqué a Carina mientras me sacaba la camisa


por la cabeza y me ponía de rodillas—. Tú. —Señalé a Jake—. Ven aquí.

La garganta de Jake se balanceó, pero luego sus hombros se echaron hacia atrás, la
confianza apretando cada músculo. Se quitó la camisa por encima de la cabeza y toda
humedad se desvaneció de mi boca.

—¿Cuándo te los hiciste? —Desde el borde de la muñeca hasta el pectoral, estaba


cubierto de un montón de colores y diseños. Todos ellos se mezclaban
maravillosamente, pareciendo que se movían cada vez que sus músculos se flexionaban.
Quería recorrerlos con mi lengua, explorando cada centímetro.

—Con los años. Se convirtió en una nueva obsesión.

—Puede que se convierta en mi nueva obsesión lamer cada uno de ellos. —Sus ojos
se encendieron con calor, encendiendo mi piel. Lo necesitaba ahora—. Pero primero,
empecemos con tu polla.
Me acaricié la polla a través de los vaqueros mientras veía cómo se abría los
pantalones con eficacia y los tuvo caídos contra el culo cuando se puso delante de mí.
Mirarlo me resultaba tan familiar como la última vez que estuve a sus pies, pero también
tan diferente en un millón de aspectos. No estábamos tanteando en el calor de un
momento de embriaguez. Estábamos tomando activamente la decisión de intimar el
uno con el otro. La prometida de Jake estaba en ese momento en sujetador y bragas con
una mano frotando sus pechos, preparada y excitada para verme rodear con mis labios
la longitud de su futuro marido.

Muchas cosas eran diferentes. Pero una cosa era igual.

El deseo. La necesidad de esto.

Quería susurrarle que no teníamos que hacer esto, pero este hombre, erguido y
orgulloso, sabía lo que estaba haciendo. Así que, en lugar de eso, levanté mis manos y
hundí mis dedos en su ropa interior y sus pantalones, tirando de ellos hacia abajo,
manteniendo su mirada todo el tiempo. Cuando el material se atascó en su dura
erección, rodeé su suave piel con la mano y deslicé la longitud hacia afuera, soltando un
gruñido hambriento al ver su dura carne. Mi boca salivaba sólo de imaginar su sabor en
mi lengua.

—Hazlo —gimió Carina desde la cama.

Se quitó el sujetador y sus hermosos pechos se agitaban con cada respiración


jadeante, las puntas de color marrón claro estaban duras y pedían ser pellizcadas y
chupadas. Más tarde, me prometí a mí mismo. Más tarde la probaría toda. Su mano se
movió rápidamente entre sus piernas bajo las bragas.

—Quítatelas también, nena. Déjame ver cómo tus dedos juegan con tu coño.

Jake gimió por encima de mí y yo sonreí, viendo a Carina deslizar el encaje negro
por sus piernas y separar sus muslos para mostrarme su coño desnudo.

—Eres una buena chica. Sigue mirando. —Aguantando su mirada, agarré la gruesa
base de la polla de Jake. Dejé un beso de succión a la suave cabeza, la sal de su pre-
semen explotando contra mi lengua.

Joder, sí. Hacía demasiado tiempo que no saboreaba una polla en mi boca.
Normalmente estaba en el extremo receptor en Voyeur. Por eso, sentir la raja en mi
lengua, sus fuertes muslos flexionados bajo mis manos, me recordó que aquí había un
hombre fuerte. Me encantaba. Quería ponerlo de rodillas y hacerle suplicar por su
liberación, suplicarme que no dejara de chuparle la polla.

Abrí la boca y lo llevé al fondo de mi garganta, chupando con fuerza mientras me


retiraba.
—Oh, joder. Joder, sí.

Su mano se disparó hacia mi pelo y se agarró con fuerza, empujando sus caderas
hacia delante. Y como se trataba de Jake, lo dejé. Dejé que me follara la boca, abriendo
mi garganta para recibirlo.

—Jackson, sí.

Mi nombre en sus labios hizo que me doliera la polla. Quería envolverme alrededor
de él y follar su pierna como un perro en celo, listo para correrme de cualquier manera.

—Tómame —dijo Jake. Olvidé lo sucio que era—. Hasta el fondo. Trágate mi polla.

Pasó por encima de mi reflejo nauseoso, manteniéndose allí durante largos


segundos antes de retirarse y empezar de nuevo. Me encantaba el tierno tacto de una
mujer cuando me la comía, pero había algo en el áspero agarre de un hombre que
tomaba lo que quería y se mostraba casi enfadado con sus movimientos que hacía que
mis pelotas hormiguearan con la necesidad de correrse. Despertó mis instintos de
cavernícola para luchar y ganar.

Me encantaba la agresividad de estar con un hombre. Y la forma en que Jake me


cortaba el suministro de aire metiendo su cabeza en mi garganta hizo que aumentaran
todas mis ganas de ganar. Empujé con fuerza sus caderas y me desprendí de su polla,
bajando la cabeza para chuparle los huevos y agarrando con fuerza su longitud por
encima de mí. Lo masturbé más fuerte de lo que él mismo lo haría. Me encantó el
gruñido que soltó.

—¿Estás cerca, nena? —preguntó Jake.

—Sí. Dios, sí —gimió Carina.

—¿Te gusta ver cómo me chupan la polla? ¿Te gusta lo sucio que es esto? —Dudó, y
su voz tembló un poco. Pude oír su suspiro de alivio cuando ella gimió de placer,
sabiendo que lo preguntaba porque necesitaba su aprobación. Estaba nervioso por lo
que ella pensaría de él con un hombre a sus pies—. ¿Crees que podrías chuparme la
polla tan bien? ¿Mejor que Jackson?

—Jake —gritó, su mano se movía más rápido.

Se zafó de mi agarre y me agarró la mandíbula. Mi espalda se enderezó ante la acción


dominante, y quise tirarlo al suelo y demostrarle quién tenía el control. De alguna
manera, me mantuve quieto y escuché.

—Fóllala. Haz que se corra.


Con la mandíbula apretada, asentí una vez y me puse de pie. Se dirigió a la mesita
de noche y sacó un preservativo, lanzándomelo antes de sentarse al borde de la cama.
Le pasó una mano por el pelo mientras con la otra le acariciaba el apretado pezón.

Con el condón puesto y sin pantalones, me arrodillé entre sus piernas, frotando mi
polla por su húmeda raja.

—¿Estás lista, nena?

—Sí. Por favor.

—No seas blando. A Carina le gusta un buen polvo duro. —Jake lo dijo mientras
pellizcaba su pezón con fuerza y tiraba, haciéndola jadear.

Me alineé y metí todo lo que pude de una sola vez hasta que mis pelotas se apoyaron
en su culo. Ambos gritamos por las sensaciones, su calor húmedo me tragó vivo.

Respirando una vez más, me recompuse y empecé a follarla con fuerza,


concentrándome en la forma en que sus pechos llenos rebotaban con cada una de mis
embestidas. La forma en que Jake me miraba deslizándome dentro y fuera de su mujer.
La forma en que su apretado coño me apretaba cuanto más me la follaba.

El sudor resbalaba por mi sien, pero aún no estaba preparado para correrme.

—Ayúdame. Frota su clítoris.

Jake deslizó su mano por su cuerpo y trabajó sobre el pequeño nudo, casi
arrancándome mi propio orgasmo al ver sus gruesos dedos trabajando tan cerca de mi
polla. Lo que daría por sentirlo tocarme, porque rodeara mi base mientras me la follaba.
Cerré los ojos con fuerza y me concentré en mis embestidas. Pronto ella estaba gritando
su liberación, su coño haciendo todo lo posible para exprimir mi orgasmo.

Cuando se calmó, me retiré y miré las vetas de su corrida en el condón. La imagen


me dio una idea para presionar a Jake, para desafiarlo, y conseguir lo que quería.

Tirando del condón, le pregunté a Jake:

—¿Quieres probar este coño? ¿Su orgasmo?

—Oh, sí —dijo, moviéndose ya para ocupar mi lugar.

Pero no me moví de entre sus piernas. En su lugar, agarré mi polla y la apreté justo
en su abertura. Antes de entrar, me mantuve quieto y miré a Jake para pedirle permiso.
Él asintió con la cabeza sabiendo lo que le pedía, sabiendo que no me la follaría a pelo
si no estaba limpio.
Los ojos aturdidos de Carina se cerraron cuando empujé dentro de su húmedo calor,
sólo empujando un par de veces para asegurarme que mi polla estaba cubierta de su
orgasmo.

Al sacarla, miré a Jake.

—Entonces puedes probar mi polla. —Le infundí todo el desafío posible en mi tono,
pero guardé mis sentimientos. No quería que supiera lo nervioso que estaba que se
acobardara y me dijera que me fuera a la mierda.

La espera de su respuesta se hizo eterna, prolongándose hasta que sentí que me iba
a desmayar de tanto aguantar la respiración. Sus manos se apretaron a los lados y sus
ojos se cerraron.

Respirando profundamente, miró a Carina y ella asintió rápidamente, ya sentada


para ver el espectáculo.

Oh, mierda, esto estaba sucediendo. Lo estaba haciendo. Sabía que Jake se sentía
atraído por mí, interesado en lo que sería participar en ser gay, no sólo en recibir. Pero
nunca pensé que llegaríamos a esto. Mi pecho se hundió en una fuerte exhalación, el
alivio me hizo sentir ligero.

Jake se subió a la cama y me empujó con fuerza hasta ponerme de espaldas. Tuve
que apretar las manos para no empujarlo hacia atrás y meterme en su boca como él hizo
con la mía.

Mi cuerpo empezó a temblar mientras él se arrastraba sobre mí y yo hacía lo posible


por ocultar mis nervios, mi excitación. ¿Cuántas veces imaginé este escenario?

—Puede que apeste 10 en esto —murmuró. Sus ojos se dirigieron a los míos antes
de bajar a mi erección.

Me pareció adorable que estuviera tan nervioso. Que le preocupara no ser bueno.
Lo que él no sabía era que yo estaba a punto de correrme sólo por sus ojos que me
miraban tan intensamente. No estaba seguro de cómo iba a contenerme una vez que me
tocara.

—Espero que lo hagas —dije, quitándole importancia a la situación.

Respiró hondo y me agarró la polla, bajando para meterme en su boca todo lo que
pudo. Mis puños apretaron las sábanas y mi espalda se arqueó sobre el colchón. El
cálido calor me envolvió y me acercó más al borde que el orgasmo de Carina. Sus
movimientos eran ásperos y rápidos, el agarre de mi pene demasiado fuerte. Hizo rodar

10
Apestar y chupar se escribe igual en inglés: suck, es por eso la alusión a esa palabra.
sus labios sobre sus dientes y la pelusa de su vello facial raspó mi piel sensible,
disparándose directamente a mis pelotas.

Joder, era burdo e inexperto y un lío torpe.

Y tuve que luchar contra las lágrimas ante la visión que tenía delante. Me preocupé
por Jake durante tanto tiempo. Fue mi mejor amigo, y cuando estuve con él aquella
noche en la universidad, sentí como si todos los sueños que tuve se hicieran realidad de
golpe. Luego se fue.

Pero aquí estaba. El hombre que deseaba, arrodillado entre mis piernas,
chupándome como si su vida dependiera de ello. Su lengua me lamió, saboreando a
Carina. Chupó con fuerza y se retiró lentamente, dejando que sus labios recorrieran mi
longitud.

—¿Sabe bien? —gruñí—. ¿Su coño sabe bien en mí? —Ni siquiera podía formar
frases coherentes.

Él asintió con la cabeza, con su boca todavía en mí y presioné la cabeza hacia atrás
y cerré los ojos. Mirar era demasiado y no creía que a Jake le pareciera bien que le
disparara mi carga en la garganta.

Entonces, la cama se movió y una mano más pequeña acunó mis pelotas. Me levanté
para encontrar la cabeza de Carina cerca de mi polla, con su mano acariciando mi saco.
Jake se apartó y Carina se aferró a ella, con una sensación más suave, su succión era más
lenta y delicada.

Joder, joder. ¿Había algo más excitante que el hecho que se turnaran en mí? Que el
rápido cambio de sensaciones. Sentí que me volvía loco, incapaz de seguir el ritmo. Pero
entonces Jake agarró el pelo de Carina y la apartó para besarla. Se besaron por encima
de mi erección como si no estuviera allí. Se besaron hasta que se distrajeron el uno con
el otro y se desplazaron hasta que Jake se acomodó entre sus muslos y ella se tumbó a
mi lado. Lo vi deslizarse dentro de ella y follarla con fuerza. Lo escuché susurrarle
palabras sucias en su oído.

—¿Vas a dejar que él te folle después? ¿Con mi semen todavía dentro de ti? ¿Vas a
limpiar mi semen de él después?

Tuve que apretar y tirar de mis pelotas para contener mi orgasmo, escuchando a
ambos gemir de placer mientras él empujaba un par de veces más, vaciándose dentro
de ella. Se retiró y rodó hacia su lado.

—Tu turno.

—Mantén esas piernas abiertas, nena.


Agarré un condón y tiré de sus caderas hasta el final de la cama. El semen de Jake
se deslizó por su raja, goteando entre su culo y me restregué por todo ello. La visión de
su semen cubriendo mi longitud era sucia y erótica. Empujé dentro de ella, saliendo
lentamente sólo para ver la cremosidad de ambos extenderse por toda mi polla.

—Estás muy apretada, Carina. Tengo que forzar mi polla más allá de tu coño
hinchado.

La lengua de Jake rodó perezosamente alrededor de su pezón y mordió el pico y yo


gemí con ella como si fuera mi pezón el que estaba torturando.

—Eres una chica tan buena, nena —murmuró Jake contra su piel—. Haciendo que
dos hombres se corran tan fuerte. Un cuerpo tan bello desnudo para ser tomado.

Ella gimió, y yo empujé más fuerte, sacudiendo todo su cuerpo en la cama.

—¿No es la mujer más sexy que jamás hayas visto?

—Jodida. Perfección —gruñí con un empujón.

—¿Nos dejarías llevarte como quisiéramos?

—Sí. Por favor. Úsenme.

Su voz profunda y ronca estaba avivando mis llamas, evocando cada sentido que
tenía hasta que mi cuerpo era un cable vivo esperando a correrse.

—¿Aceptarías la gruesa polla de Jackson en tu apretado pequeño culo? ¿Lo harías


mientras te follo el coño?

—Cualquier cosa. —Sus ojos se cerraron con fuerza y sus respuestas salieron como
un dolor de sus labios—. Me voy a correr. Sí.

—Sí, nena. Sobre mí. Ordeña mi polla con tu húmedo coño.

Apenas aguanté su orgasmo, aguantando hasta que los últimos aleteos de sus
paredes desaparecieron, y entonces me estaba corriendo. Me corrí. Temblores
interminables sacudieron mi cuerpo mientras empujaba tan profundamente dentro de
ella, desesperado por ser parte de todo lo que eran. Deseando arrancar el condón y
dejar que mi semen se mezclara con el suyo, uniéndonos a todos.

Se me puso la piel de gallina porque el aire enfriaba mi piel acalorada y húmeda.


Ambos gemimos cuando me retiré. Le di un suave beso antes de ir a tirar el condón al
baño. Cuando volví, Jake y Carina estaban acurrucados bajo las sábanas. Dos amantes
encontrando la felicidad en los brazos del otro.
Mi corazón se hundió, mi garganta ardió y tuve que apretar la mandíbula para
contener mis emociones. Con movimientos espasmódicos, recogí los pantalones y me
los subí por las piernas cuando Carina preguntó:

—¿Qué estás haciendo?

—Preparándome para salir. Es tarde. —De alguna manera las palabras salieron sin
un solo temblor. No sabía cómo, con todo mi cuerpo a punto de desmoronarse, sólo por
verlos tan perfectos juntos. Sin mí. Me dejaron entrar esta noche, pero eso no significaba
nada. Yo era el intruso. El reto. Un juego.

Carina se sentó, sin importarle que la sábana cayera y dejara al descubierto sus
pechos. Sus cejas se fruncieron al verme abrochar el botón de mis vaqueros.

—¿Por qué? ¿No quieres quedarte?

—¿Qué? —Me quedé helado, sin entender. Miré a Jake, esperando que me dijera que
me fuera, pero en lugar de eso, sus cejas estaban fruncidas igual que las de Carina.

Volvió a colocar las mantas al otro lado de ella.

—Quédate.

Me detuve, mirando la extensión de la sábana blanca, la cantidad perfecta de


espacio para acurrucarme detrás de Carina. Mi mente se arremolinó y mi corazón tronó.
¿Qué significaba? ¿Quería hacerlo? ¿Qué significaría si lo hiciera?

Me encontré casi hiperventilando con todos los pensamientos que me asaltaban.

—Jackson. —Su suave voz me llamó. Hizo un gesto con la cabeza para que me
tumbara y luego volvió a acurrucarse de lado contra Jake.

Jake me miraba con la misma mirada que tuvo cuando me arrodillé ante él antes.
Tragando con fuerza, me despojé de los pantalones y me subí detrás de Carina. Apoyé
mi mano en la hendidura de su cintura, pero ella la agarró con fuerza y la llevó hasta su
pecho. A un lado estaban sus suaves pechos. Y por el otro estaba el áspero vello del
pecho de Jake.

La contradicción me dejó satisfecho. Lo suficientemente contento como para dejar


que mi cuerpo exhausto se durmiera. Pero antes de que lo hiciera, una mano mucho
más grande rodeó la mía. Mis ojos se abrieron de golpe para encontrar a Jake
mirándome por encima del hombro de Carina, enlazando sus dedos con los míos. Esperé
a que Carina dijera algo, pero sólo me encontré con su profunda respiración.

Casi me atraganté con la lengua cuando Jake se inclinó y me dio un persistente beso
en los nudillos antes de cerrar los ojos y dormirse.
Gracias a Dios, porque no quería que viera la humedad que me quemaba los ojos.

Llevaba tanto tiempo solo que todo esto me parecía demasiado grande. Estuve sin
Jake durante demasiado tiempo que cualquier contacto, y mucho menos un afecto tan
perfecto, se sentía como un sueño.

Un sueño que tenía demasiado miedo para esperar, pero uno que no podía dejar de
desear.
13
Jackson
La luz brillante fue mi primera pista que no estaba en mi propia cama. Siempre tenía
las cortinas cerradas y la ventana de mi habitación daba a un callejón. Luego estaba el
olor femenino que me saludaba. Por último, fue el pesado brazo masculino echado sobre
mi abdomen lo que selló el trato. Nunca llevé a nadie a mi casa porque no era
precisamente un apartamento que gritara romance.

Los acontecimientos de la noche flotaban detrás de mis párpados haciendo que


quisiera mantenerlos cerrados un poco más. Pero entonces el brazo se movió, y
necesitaba ver eso más que nada.

Y maldita sea, no me decepcionó. La tinta negra grabada en la piel de Jake destacaba


sobre mi estómago desnudo. Seguí el diseño geométrico en un bosque oculto con fechas,
un crucigrama y trozos de color hasta su hombro redondeado. Quería trazar los
patrones con mi lengua, preguntándole qué significaba cada uno de ellos por el camino.

Continué mi camino hasta llegar a su cara, la gruesa barba incipiente de un rubio


más oscuro que su pelo. Hacía juego con la media luna oscura de sus pestañas, que
descansaban sobre las manzanas de sus mejillas. Era tan condenadamente hermoso que
casi dolía mirarlo. El corazón me golpeó con fuerza en el pecho y me sentí más ligero de
lo que me sentí en años, como si fuera a alejarme flotando en mi felicidad.

Era feliz.

Solté una carcajada sólo de pensarlo, sonriendo como un loco. Si Jake abriera los
ojos ahora mismo, se sacudiría y pensaría que estoy loco.

Podía oír los sonidos de Carina moviéndose por la cocina y me tomé el momento
para simplemente disfrutar de compartir la cama con el hombre que tanto me
importaba. El hombre que hizo mi vida anoche. Sin poder contenerme, alargué los
dedos para tocar su pelo. Me prometí a mí mismo que si se despertaba y no me miraba
a los ojos, si se despertaba y me echaba, estaría bien.

Le daría el espacio que necesitaba y estaría agradecido por la última noche, la


apreciaría con cada parte de mí. La imagen de sus labios rodeando mi polla, de él
mirándome por encima del hombro de Carina mientras me besaba la mano, era mía
para siempre.

Sin importarme lo egoísta que me resultaba, me incliné hacia delante y le di un


persistente beso en la frente antes de salir de la cama, echando ya de menos el fuerte
calor de su cuerpo. Si me iba a echar, quería hablar primero con Carina y prefería que
me rechazara con los pantalones puestos. Con los vaqueros abrochados, miré por última
vez por encima del hombro su cuerpo dormido, más relajado de lo que nunca lo vi.

Carina estaba sentada en la mesa del comedor, donde todo empezó, con el pelo
amontonado sobre la cabeza y un bolígrafo en la boca mientras martilleaba el teclado.
Tenía un aspecto adorable con sus gafas de montura gruesa y el ceño fruncido. Quería
acercarme y apretar mis labios en su ceño hasta que desapareciera.

—Buenos días. —Me acerqué a ella con cautela, inseguro de lo que me depararía las
primeras horas.

Ella se sacudió, sin oírme entrar, pero luego levantó la vista con una amplia sonrisa.
Sus ojos azules brillaban con la misma intensidad que la noche anterior. Si a eso le
añadimos sus mejillas sonrojadas, me convenció de nuevo. Era absolutamente preciosa.

—Buenos días. El café está en la cocina. Las tazas están sobre la encimera.

Adiviné que me quedaba. Esto estaba resultando mejor de lo que podría


imaginarme. Ahora sólo teníamos que superar la reacción de Jake y sería completo.

Cuando volví a entrar en la habitación, cedí a mi impulso y le di un beso en la frente,


disfrutando de la forma en que se inclinó hacia mí, antes de tomar asiento en la mesa.

—Déjame terminar esto rápidamente —dijo Carina, tecleando.

—No hay prisa. No dejes que te interrumpa. —Bebiendo un sorbo de mi café, me


preparé para preguntar si realmente quería que me fuera. No quería preguntar, pero
tenía que saber si sólo estaba siendo educada—. Puedo irme si quieres. No quiero
quedarme más tiempo del que me corresponde.

Dejó de teclear y me miró con los ojos muy abiertos, luego procedió a reírse. El
sonido era como ella: atrevido, pero suave, y femenino en todos los sentidos.

—No creo que puedas abusar de tu bienvenida. Después de anoche eres bienvenido
cuando quieras.

—¿Es así?

—Sí.
—Entonces. —Me aclaré la garganta—. ¿Significa eso que estás de acuerdo con
todo?

—¿De acuerdo? —Sus cejas se elevaron hasta la línea del cabello—. Más que eso.
Quiero hacerlo una y otra vez. —Ella gimió, recordándome los sonidos embriagadores
que hizo la noche anterior—. Dios, estaba tan caliente.

Levanté mi taza hacia ella.

—Es bueno saberlo.

Carina terminó lo que estaba haciendo y yo cogí el periódico de la esquina de la


mesa y lo hojeé en el crucigrama. Iba por la mitad cuando Carina dijo:

—A Jake le encantan esas cosas.

—Sí. —Sonreí al recordar nuestra carrera para ver quién terminaba primero—.
Conectamos por nuestra afición a los crucigramas cuando estábamos en la universidad.

Ella sonrió ante la información antes de tomar un trago de su café. Cuando lo dejó,
me miró fijamente y traté de prepararme para lo que pudiera preguntar.

—¿Qué pasó entre ustedes dos? Quiero decir, sé que... pasaron cosas. Pero, ¿por qué
no fueron amigos después de la universidad?

Me quedé mirando el líquido negro, tratando de averiguar cómo explicarlo. Si debía


explicarlo. No estaba seguro que me correspondiera contarle a la prometida de Jake
nuestra caída. Además, no quería dar demasiado de mí.

Para Carina, yo era el amigo de Jake de la universidad que era sexualmente


aventurero y despreocupado. Si hablaba de Jake, ¿podría ver lo profundo que eran mis
sentimientos por él? ¿Lo mucho que lo anhelaba más que un simple viaje de aventura
en mi bisexualidad?

Como no quería mentir, me mantuve cerca de la verdad, pero de forma vaga.

—Estaba borracho y asustado después de lo que pasó. Luego la vida se complicó.

Se mordió el labio grueso.

—Puedo ver eso en él. Tenía muchas preguntas sobre mí misma después de mi
experiencia con esa chica. Quiero decir, siempre me identifiqué como una mujer
heterosexual, pero ahí estaba yo, disfrutando del sexo con una mujer.

—Creo que el sexo es sexo y experimentar con otra persona, vivir un poco fuera de
tu zona de confort y disfrutarlo, no cambia de repente lo que eres. —Me reí—. ¿No
parezco tan sabio? Como si no hubiera luchado conmigo mismo durante años. Supongo
que tuve casi quince años para aceptarlo.

—¿Crees que volverá a entrar en pánico después de lo de anoche?

Mi corazón se me subió a la garganta ante sus palabras. Ella golpeó mis temores
justo en la cabeza y los lanzó allí. Obligándome a darle vueltas a la idea en mi cabeza,
pensé realmente en lo que podría ocurrir a continuación.

—No lo creo. —La respuesta fue honesta y esperanzadora. Realmente no pensé que
me atacaría. Lo de anoche fue demasiado para ignorarlo—. Creo que contigo se sentirá
más cómodo con lo que pasó. Eres como su neutralizador de la situación. No fue una
experiencia gay, fue un trío con su prometida.

—Bueno, estoy feliz de ser eso —dijo, golpeando su taza contra la mía.

—La verdadera pregunta es si crees que estará tan ansioso como tú por repetirlo.

—Dios, eso espero. ¿Y tú? ¿Estás ansioso por repetir?

—Carina, estoy listo cuando tú lo estés. —Hice un guiño con las palabras para
aligerarlas porque, en mi cabeza, estaba gritando para hacerlo de nuevo. Con Jake
involucrado, no estaba seguro que hubiera mucho que no haría.

—¿Puedo hacerte una pregunta seria? —Ella miró la mesa donde la uña de su pulgar
raspaba la superficie de la madera.

—Cualquier cosa. —Hice mal con Carina, al besar a Jake en la cocina del bar y no
arrepentirme por eso. Quería darle toda la sinceridad posible. Me gustaba ella y me
gustaba verla feliz. Aunque verla feliz con Jake se sintiera como una banda apretando
mi pecho.

—¿Quieres que se repita sólo por Jake? ¿Sólo soy una obligación para tenerlo a él?
Sé que eran amigos y que no me conoces tanto como a él, pero necesito saber si soy...
un equipaje extra.

Mi corazón tronó en mi pecho. Por supuesto, quería que todo fuera con Jake, pero
también disfrutaba con Carina. Ver su vulnerabilidad me dejó sin aliento y lo odiaba.
Sentado, me acerqué a ella y apoyé la palma de mi mano en la suya, mucho más pequeña,
deteniendo el movimiento de su pulgar. Levantó la vista de entre sus pestañas, con los
ojos muy abiertos y nerviosos.

—No. No eres nada más que un premio por ti sola. Es un honor que me dejes entrar
en tu cama con él y que te encuentre increíblemente sexy. Me encantó estar contigo
anoche.
Sus hombros se levantaron mientras inhalaba profundamente, asintiendo con la
cabeza.

—Gracias. Yo también lo disfruté.

Le di un último apretón en la mano, sonriendo al ver la tensión que abandonaba su


rostro.

—Ok, ya está bien. Háblame de ti y de tu familia.

Se llevó el dedo a la barbilla y se encogió de hombros.

—No hay mucho que contar. Está mi padre, que es el copropietario de Wellington
& Russo. Mi madre desapareció en cuanto nací, y mi padre no me cuenta nada de ella.
Pero tengo a mis cuatro tías que son suficiente estrógeno para diez de mí. Nunca me
hicieron sentir que me faltaba un modelo femenino en mi vida.

—Oh, hombre. ¿Tu padre tiene cuatro hermanas? Eso tuvo que ser interesante para
él al crecer.

Se encogió de hombros.

—Supongo. Uno pensaría que estaría más metido en el empoderamiento femenino.

Su tono contenía resentimiento.

—¿No te apoya? Haces un trabajo increíble para la empresa. Seguro que ve lo


valiosa que eres.

Se burló.

—Cree que el mundo de los negocios es para los hombres y que las mujeres no son
tomadas en serio. No es que piense que no pueda manejarlo, pero tiende a ponerme
detrás de las cortinas y deja que los hombres se ocupen de las reuniones.

—Bueno, obviamente no te vi dirigir una reunión. Tomaste el control de Daniel y


eso es una hazaña.

Eso le sacó una sonrisa.

—Gracias.

—¿No tiene planes para que tú estés al frente de la empresa en algún momento?
Mantenerla en la familia y todo eso.
—Oh, él apuesta plenamente que Jake se haga cargo de la empresa. Nuestro
matrimonio le quita un peso de encima, porque ahora puede pasar todo cómodamente
a un hombre en el que confía. Si no fuera Jake, probablemente empezaría a arreglarme
con otros hombres que apruebe para que ocupen su lugar. Como si fuera una yegua que
se vende a cambio de gobernar la empresa de mi familia.

Cada palabra salía más enfadada que la anterior, y mis cejas se alzaron ante la ira
contenida en semejante belleza.

—Si te hace sentir mejor, creo que eres increíble. Serás capaz de poner de rodillas
a cualquier hombre en cualquier reunión. Se arrastrarán para formar parte de lo que
les ofrezcas.

Sus manos se desprendieron de su taza y me sonrió.

—¿Qué dice Jake? —le pregunté.

—Jake dice que ignoremos a mi padre, que se lo restreguemos por la cara cuando
sea yo quien traiga los grandes clientes cuando él se retire. Dice que va a sentarse y
dejar que yo gobierne nuestro imperio.

Mi mandíbula se apretó ante la imagen que pintó. Un rey y una reina destinados a
estar juntos mientras yo lleno un espacio por un tiempo limitado.

—No tengo ninguna duda que estarás en la cima.

—Gracias, Jackson.

—¿Por qué le damos las gracias a Jackson? —Jake entró en la habitación vistiendo
sólo pantalones de deporte, y tuve que hacer un esfuerzo consciente para mantener la
mandíbula cerrada para no babear. Me miró mientras se acercaba a Carina y le daba un
suave beso en los labios. Sus ojos eran imposibles de leer, y yo estaba desesperado por
saber qué estaba pensando, así que decidí pinchar un poco al oso.

—Me estaba dando las gracias por chuparte la polla tan bien anoche. Así no tuvo
que hacerlo.

En todo caso, su cara se quedó más inexpresiva.

Carina se atragantó con la risa que estuvo tratando de contener detrás de su mano.
Jake la miró, y ella murmuró “lo siento” antes que se le escaparan más risas.

Cuando se volvió hacia mí, tenía una mirada tan familiar que me hundí en la silla, el
alivio hizo que mis músculos se aflojaran.

Un lado de sus labios se levantó y su mano se movió para ahuecar su entrepierna.


—Cuando quieras, hombre.

Mi polla se sacudió detrás de mis pantalones, mi sangre se encendió al verle sacudir


el bulto agarrado en su palma.

—Promesas, promesas. —Puso los ojos en blanco y volví a pinchar, sólo para ver
hasta dónde podía llegar—. Sólo si prometes envolver esos bonitos labios alrededor de
mi polla, también.

—Vete a la mierda —dijo, la ligera risa en su voz era como música para mis oídos.

—Tienes que ganarte eso.

—Oh, Dios mío —dijo Carina—. Ustedes dos son demasiado esta mañana. Guarden
las pollas y no las saquen de nuevo hasta que yo lo diga.

Aparté la mirada cuando Jake se inclinó para besarla de nuevo.

—Me encanta cuando eres mandona.

—¿A qué hora es la cena en casa de tu madre otra vez? —gritó Carina cuando salió
del comedor.

Apareció un momento después con una taza de café en la mano y se sentó frente a
mí.

—A las seis en punto.

—Perfecto. Tendré tiempo de comprar un poco de vino antes de irnos.

—¿Cómo está tu madre? —pregunté.

—Está bien. Le costó el primer año después de la muerte de papá, pero se lanzó a
las obras de caridad, manteniéndose ocupada.

—Eso es bueno. Siempre me gustó tu madre. Siempre se refería a mí como tu amigo


más guapo.

—Creo que empezó a quedarse ciega antes de conocerte. No podía verte muy bien.

—Ja. Ja. Ella me quería, y lo sabes.

Jake se dirigió a Carina.

—Mi mamá lo amaba porque le besaba el dorso de la mano y la llamaba hermosa.

Carina se rio y puso los ojos en blanco.


—Siempre el seductor.

Me encogí de hombros, sin disculparme.

—Deberías venir a cenar con nosotros esta noche —invitó Carina antes de dirigirse
a Jake—. Siempre le gusta tener más compañía, y estoy segura de que le encantará
volver a ver a Jackson. Él puede coquetear y sacarle una sonrisa. Le encantará.

Jake se tomó un momento para beber su café, evaluándome por encima del borde
de su taza. Intenté mantener la mirada esperanzada de mi cara. Me encantaría cualquier
excusa para ver más de ellos esta noche. Para formar parte de la vida de Jake un poco
más.

Dejó la taza y se quedó mirando.

—Claro. Le encantaría verte.

—De acuerdo. Estaré allí. —Me levanté de la silla—. Será mejor que me vaya para
poder ducharme y recoger unas flores. No puedo aparecer con las manos vacías, y
Carina ya está llevando vino.

Me estaba poniendo la camiseta cuando volví a entrar en el salón. Una vez que mi
cabeza asomó por el agujero, encontré a Jake mirándome el pecho y, cuando levantó la
vista para descubrir que estaba atrapado, le soplé un beso. Se limitó a sacudir la cabeza
ante mis payasadas.

—Mándame un mensaje con la dirección y nos vemos allí.

Me acerqué a Carina, sintiendo los ojos de Jake sobre mí todo el camino. Me incliné
para besar la coronilla de su cabeza, pero ella se inclinó hacia atrás y se arqueó para
presionar sus labios contra los míos. El beso fue suave, un agradecimiento lleno de
promesas y esperanzas de más. No sabía qué opinaba Jake que nos besáramos, así que
me retiré lentamente sin insistir más.

Ella se mordisqueó los labios hinchados y sonrió. Miré para ver a Jake y sus ojos me
abrasaron la piel. Tenía que salir de aquí antes que se desnudara y exigiera una
repetición.

—No te olvides de darle a Jake también su beso de despedida —murmuró Carina,


con la voz ronca y llena de deseo.

La mandíbula de Jake se apretó, pero sus ojos seguían ardiendo en mi cuerpo.


Entonces, me acerqué y me tomé mi tiempo para inclinarme, esperando hasta el último
momento para cerrar los ojos. Mis labios se pegaron a los suyos y su mano subió a mi
nuca para sujetarme más fuerte, para convertir el beso en un asalto agresivo a mi boca.
Me costó todo lo que tenía para contener el gemido que se acumulaba en mi garganta.
Para no agarrar su mandíbula y moverlo como yo quería.

Me conformé con retroceder lo suficiente como para pellizcar sus labios, con fuerza.

—Ouch —murmuró, lamiendo la piel agredida—. Imbécil.

Volví a hacerlo, más suave esta vez, y lo lamí yo mismo para calmar el dolor.
Sabiendo que Carina estaba mirando, decidí retirarme antes que se me rompiera el
control. O peor aún, antes que le mostrara la emoción cruda que ansiaba ser liberada.

Me pasé la mano por el pelo con brusquedad y le di un beso a Carina.

—Nos vemos luego.


14
Jake
Después de todos los recados a lo largo del día, no fue hasta que estábamos en el
auto de camino a casa de mi madre que pudimos hablar. Imagine Dragons y el zumbido
del motor se mezclaron con la ansiedad de cómo empezar la conversación. Porque sí
que necesitábamos tener una conversación sobre lo que pasó anoche.

—¿Estás bien? —solté como un idiota.

Carina, la maravillosa mujer que era, se limitó a reírse antes de volverse para
mirarme.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí sentado queriendo hacer esa pregunta?

A mí también se me escapó una carcajada. Me conocía muy bien.

—Un rato. Estaba tratando de encontrar la mejor manera de plantearlo.

Volvió a mirar al frente y respiró profundamente.

—Estoy fantástica. Anoche fue fantástico. Y si somos sinceros, que siempre lo


somos, quiero volver a hacerlo.

Vaya. Me tomé un momento para dejar que eso se asimilara. Me imaginé que ella
estaba bien, pero no supe lo que pensaba sobre lo que pasó después. El corazón me latía
con fuerza en el pecho, y no estaba seguro de si era por la excitación o por los nervios.
Creo que tampoco me importaría volver a hacerlo.

—Tú... —Mi voz se cortó y tuve que aclarar la opresión en mi garganta para sacar la
pregunta—. A ti, ¿no te molestó que estuviera con Jackson? ¿No te molestó?

—Dios, no. —Se abanicó para dar énfasis y eso aflojó una fracción de pulgada de
presión de mi pecho—. Jake... nunca te juzgaría por lo que te excita. Siempre y cuando
pueda ser parte de ello. Estuvimos de acuerdo en todo lo de anoche, y hablaría si algo
me hubiera molestado. Siempre somos sinceros el uno con el otro, y eso es lo que nos
hace funcionar tan bien.
Ella tenía razón, y yo sabía todo eso, pero añadir una tercera persona,
especialmente alguien con quien tuve una historia, especialmente un hombre, era un
territorio nuevo y desconocido.

—¿Te molestó que Jackson me follara? —preguntó.

Se me calentó la cara al recordar cómo su polla entraba y salía de ella, con mi semen
cubriendo su eje.

—No, en absoluto.

—¿Entonces por qué es diferente para ti?

La miré, con las cejas levantadas, esperando mi respuesta como si fuera tan fácil de
dar.

—Porque soy un chico y no soy gay.

Se burló de mi respuesta.

—El sexo es sexo, Jake. No es que te repugnen las vaginas y las tetas y que sólo
quieras estar con hombres. Estar con Jackson fue en el momento. Fue sexy. Sin
restricciones.

—Te concedo eso. Definitivamente no me repugna tu vagina.

—Bien. —Clavó sus dedos en el pelo de mi nuca, provocando escalofríos en mi


espina dorsal cuando rascó con sus uñas—. Puedes demostrarme lo mucho que te gusta
después.

—Claro que lo haré —gruñí.

Cuando entramos en el camino de entrada, sentí que nuestra conversación estaba


llegando a su fin, pero tenía una pregunta más que hacer.

—¿Quieres repetir lo de anoche?

—No lo rechazaría. ¿Y tú?

Puse el auto en el aparcamiento y me giré para mirarla. Sus ojos azules eran oscuros,
y sus mejillas estaban sonrojadas, como si la idea de repetir le excitara.

—Yo tampoco lo rechazaría. —Tragando, me tomé un momento para dejar que la


decisión de continuar con nuestro trío diera vueltas en mi cabeza, tratando de
encontrar cualquier problema—. Si esto continuara más de una vez, ¿cuándo
pararíamos? ¿Cómo resolvemos esto entre todos? ¿Hay un límite?
Ella enlazó sus dedos con los míos.

—Paramos cuando ya no se sienta bien. Para todos nosotros. Mientras sigamos


siendo sinceros el uno con el otro, estaremos bien. Pronto seremos un viejo matrimonio,
recordando aquel año antes de nuestra boda en el que hicimos todo lo que queríamos.

Algo me impedía imaginar ese futuro con demasiada claridad, y no quise ahondar
demasiado en el porqué. En su lugar, solté una suave carcajada y dije:

—De acuerdo.

Le di un prolongado beso antes de salir del auto y dirigirnos a la casa.

—Carina. Jake —Nos saludó mi madre en la entrada y nos abrazó a cada uno—. Me
alegro mucho que hayas podido venir esta noche. Seguro que tienes mejores cosas que
hacer un sábado por la noche que cenar con tu madre.

Le besé la mejilla.

—Siempre tengo tiempo para ti, mamá.

Miró a mi alrededor y sus cejas se fruncieron.

—Nos falta alguien.

—Debería estar aquí pronto.

Como si el hecho que habláramos de él lo hubiera convocado, llamaron a la puerta.


Carina abrió a Jackson.

Tuve que tragar la saliva extra que se acumulaba en mi boca con sólo mirarlo. Su
pelo castaño oscuro estaba perfectamente despeinado, como si acabara de pasarse los
dedos en el porche. La camisa negra abotonada se extendía por sus anchos hombros y
se ceñía a sus bíceps. No me tomé el tiempo suficiente para apreciar el hombre en el que
se convirtió Jackson. Siempre fue musculoso, pero en los últimos cinco años creció
mucho.

Entró y sonrió a mi madre, que llevaba un ramo de peonías del color del atardecer.
Le besó la mejilla igual que a la mía y sentí envidia de sus labios presionando la oscura
barba incipiente que era más gruesa que esta mañana.

—Mírate, todo crecido.

—Me alegro de verla, señora Wellington.

—Oh, llámame Joanne. No hay necesidad de formalidades.


—Estas son para ti —dijo, entregándole las flores, dándole su mejor sonrisa.

—Oh, Jackson —soltó, con un toque de color manchando sus mejillas. Puse los ojos
en blanco mirando a Carina, que ocultaba una sonrisa tras las manos—. Voy a poner
esto en un poco de agua. Ustedes vayan a sentarse. La cena saldrá en un rato.

Cuando desapareció al doblar la esquina, Carina se acercó a abrazar a Jackson y le


besó la mejilla. Antes de apartarse, murmuró:

—Besa culos.

Se encogió de hombros descaradamente y me hizo un gesto de bienvenida.

Mamá entró llevando una cesta de panecillos. Detrás de ella venía nuestra ama de
llaves, Martha, con dos platos en cada mano.

—Déjame ayudar —dije, moviéndome para levantarme de mi asiento.

—Yo me encargo, tú siéntate y espera pacientemente. —Martha siempre lo hacía


todo sola. Llevaba años con nuestra familia y se convirtió más en una compañera de
mamá que en otra cosa tras la muerte de papá.

—Esto huele delicioso —dijo Carina.

—Martha tuvo la amabilidad de quedarse y ayudarme a prepararlo todo. Lo hizo


casi todo.

Comenzamos a comer, Jackson y yo llenamos nuestros platos hasta el borde.

—¿Cómo estuviste Jackson? —preguntó mi madre.

—Bien. Ocupado, pero bien.

—Me alegro de oírlo. Me sentí desolada al enterarme de lo de tus padres. —Se limitó
a asentir, indicando que la escuchó—. ¿Cómo está tu hermano?

—Está bien. De hecho, lo vi hace unas horas. Hablamos de salir mañana a hacer algo
divertido. Se aburre encerrado todo el tiempo.

—Oh, deberías traerlo. La próxima vez, ¿vale?

—Por supuesto. Le encantaría.

La próxima vez. Mi mente hizo rodar las palabras, disfrutándolas. Disfrutando de la


forma en que Jackson se situaba de nuevo en mi vida. “La próxima vez” tenía tanto
potencial para un futuro lleno de aventuras. Un futuro de tiempo con mi amigo lleno de
risas y de un consuelo que no me di cuenta que me faltaba hasta que él apareció y me lo
devolvió.

—Entonces, ¿cómo se volvieron a encontrar?

—Jackson va a ser el gerente del bar que estamos preparando.

—Oh, eso es tan emocionante. Tú y Carina están trabajando juntos en eso, ¿verdad?

—Sí —respondió Carina—. Es agradable poder pasar algo de tiempo extra con Jake,
incluso si nos vemos en la oficina es de golpe o no.

—Bueno, Jackson, tienes a los dos mejores empleados de la empresa. Tu negocio


tiene garantizado el éxito con ellos.

—Hacemos un buen equipo —dijo Carina.

Su mano se deslizó sobre la mía y la apretó, haciéndome sonreír. Mis ojos se alzaron
para encontrar el ceño fruncido de Jackson mientras miraba nuestras manos. Su
mandíbula se apretó y levantó la vista para encontrarse con mis ojos, robándome el aire
del pecho. Su expresión era tan despreocupada que el dolor y la nostalgia me golpearon
en el estómago. Pero luego apartó la mirada, tomando otro bocado de su comida.

Seguí mirando, tratando de captar sus ojos, tratando de descifrar sus sentimientos,
pero se negó a mirar hacia mí. Sonrió durante la cena. Se encontró con los ojos de Carina
y participó activamente en la conversación, pero me costó superar la mirada.

¿Por qué tenía esa mirada cuando Carina me cogía de la mano? No fue algo sexual y
¿no era eso todo lo que Jackson quería de mí? Sabía que se sentía atraído por mí y sabía
que le gustaba como amiga, pero no podía evitar preguntarme si tal vez había algo más.
Jackson era un jugador, siempre lo fue. Trabajaba en un club donde tenía sexo con varias
personas por noche. No quería una relación.

¿No es así?

Pero, ¿y si la quería?

—Carina. —La voz de mi madre me sacó de mis pensamientos—. ¿Has fijado algún
plan para la boda? Me estoy poniendo ansiosa por empezar a planificar.

—Todavía no, pero me gustaría empezar una vez que hayamos terminado el trabajo
con Voy.

Mi madre dio un suspiro exagerado.


—De acuerdo, pero no esperes demasiado. Tienen que casarse y darme unos nietos
que mimar.

Mamá y Carina divagaron sobre las citas, y yo volví a mirar a Jackson. Miraba su
plato vacío como si le hubiera hecho daño personalmente. Tenía la mandíbula apretada
y los puños cerrados a cada lado. Necesitaba que levantara la vista para poder verle.
Necesitaba ver la ligera arrogancia en sus ojos. Que hiciera algún comentario burlón
sobre mi boda. Cualquier cosa que me recordara que sólo éramos amigos. Que sólo era
sexo. Que todo esto era por diversión.

Levantó la vista, pero no me dio lo que necesitaba. El dolor seguía allí, su boca se
volvió hacia abajo. Le sostuve la mirada, preguntándome si podía sentir mi confusión,
preguntándome si veía algo en mí que yo ni siquiera sabía que estaba ahí. Necesitaba
apartar la mirada. Nuestra mirada se sentía fuerte, como si intentara gritar por encima
de mi prometida hablando de los planes de boda con mi madre. Como si se apoderara
de cada parte de mí que no debería pertenecerle.

—¿Y tú, Jackson? —La pregunta de mi madre le hizo desviar la mirada, y el ruido de
la habitación volvió a sonar demasiado fuerte—. ¿Estás saliendo con alguien?

Se aclaró la garganta.

—No. La vida está bastante ocupada ahora mismo.

—Bueno, estoy segura que hay alguien ahí fuera esperando que la hagas feliz.

—Agradezco su confianza, señora Wellington.

—Joanne —recordó ella con severidad.

—Joanne. —Le dedicó una sonrisa y volvió a desviar sus ojos hacia los míos—.
Debería ponerme en marcha. Tengo trabajo que hacer mañana. Te agradezco mucho
esta cena, Joanne. Estaba deliciosa, y me encantó ponerme al día contigo.

—Por supuesto. Cuando quieras. No olvides traer a Andrew la próxima vez.

Sonrió y asintió, poniéndose de pie para irse.

—Te acompaño a la salida —dije, levantándome de mi propia silla.

Lo seguí hasta el vestíbulo. Se detuvo y no me miró a los ojos, pero murmuró un


rápido:

—Te veo luego, hombre.

—Jackson.
Se quedó inmóvil antes de girarse lentamente para mirarme. Me acerqué más,
escudriñando su rostro.

—¿Qué pasa?

Su respuesta fue rápida.

—Nada. Sólo estoy cansado de una experiencia loca que tuve anoche. —Intentó
bromear, pero la sonrisa no llegó a sus ojos.

—Si lo de anoche no es lo que quieres, no tenemos que volver a hacer nada parecido.

Estaba negando con la cabeza antes que hubiera terminado.

—No, anoche fue increíble. Más que increíble.

—De acuerdo. —Pero seguía sin parecerse al Jackson fresco y despreocupado que
yo conocía—. Llámame, ¿vale?

—Sí, hombre. Buenas noches.

Se dio la vuelta para irse, y no sé qué me pasó, qué me poseyó. Tal vez fue la
necesidad de consolar a mi amigo de cualquier manera que supiera. Tal vez era una
parte de mí que aún no estaba preparada para reconocer. Pero le arrebaté la mano y lo
empujé hacia mí, me metí en su espacio y apreté mis labios contra los suyos.

Jackson se estremeció, realmente se estremeció, ante el contacto. El beso no fue más


allá. No se acaloró ni se convirtió en un forcejeo de manos y bocas luchando por el
dominio. Fue una dura presión de labios. Un abrazo más íntimo, queriendo ambos saber
que todo estaba bien.

Un último beso y nos retiramos.

—Buenas noches, hombre —susurré.

Se apresuró a dar un beso en mi mejilla.

—Buenas noches, Jake.

Respiré profundamente y esperé a que la puerta se cerrara antes de volver con mi


prometida.

El resto de la noche transcurrió con dos botellas más de vino e historias sobre
nuestros padres. Siempre me gustó la forma en que mi madre se reía cuando
hablábamos de papá, así que nunca me privé de quedarme a cenar para recordar.
—Bueno, ustedes dos. Me voy a la cama, pero siéntanse libres de quedarse y
terminar la botella. —Se levantó y besó a Carina en la cabeza antes de venir a hacer lo
mismo conmigo.

—Buenas noches, mamá. Te quiero.

—Yo también te quiero. Conduce con cuidado y envíame un mensaje cuando llegues
a casa.

Estaba bastante segura que mi madre me haría enviarle mensajes una vez en casa
hasta los cincuenta años. Si eso la tranquilizaba, no me importaba.

Una vez que se fue, Carina y yo terminamos nuestras copas, pero decidimos poner
el resto de la botella en la nevera.

—Tengo que subir rápidamente por un libro. —Ante su cabeza ladeada, le


expliqué—: Era uno de la universidad. Pensé que podría usarlo para refrescar mi
memoria para un algoritmo que estoy usando.

—De acuerdo. Iré a ayudar.

Me siguió a mi habitación y miró a su alrededor, tocando las fotos y los trofeos que
había en las estanterías. Hojeó algunos de mis viejos crucigramas. El que tenía en ese
momento era el de Jackson y mi primer libro de competición. Él tenía uno igual, y
solíamos competir entre nosotros para terminar el crucigrama. Probablemente tenía
una veintena más como este.

Mi estómago se pellizcó y luego cayó al recordar nuestro beso. En ese momento, mi


cuerpo me instó a hacerlo, a establecer una conexión. Pero al mirar la cara sonriente de
Carina, sentí arrepentimiento. Estábamos juntos en esto, pero me tomé un momento
para mí que no tenía nada que ver con ella.

—¿Cuántas damas afortunadas pudieron pasar tiempo con usted en esta habitación,
Sr. Wellington? —Ella arrastró su dedo por mi pecho, acercándose antes de presionar
un beso en mi mandíbula—. ¿Cinco? —Un beso—. ¿Diez? —Un beso—. ¿Veinte?

Me enganché a sus labios en el siguiente beso, perdiéndome en mi prometida.

—Probablemente fueron más —dijo ella, evadiendo mis labios—. Posiblemente


hubo alguna desfloración.

—Oh, sí.

—Sólo una. La mía. Por lo demás, sólo fue un manoseo o una mamada para la que
nos escabullimos.
—¿Hay algo que no hayas hecho en esta habitación? —preguntó, con las cejas
levantadas.

Agarré sus caderas y giré hasta que la parte posterior de sus rodillas golpeó la cama.
La derribé y caí lentamente de rodillas.

—Hubo una cosa que nunca hice en esta habitación.

Se mordió el labio, sus pechos se agitaron mientras yo subía mis manos por su falda.

—¿Ah sí? ¿Qué fue eso?

Sosteniendo su mirada, besé su rodilla, luego su muslo. Mi mano alcanzó su calor y


apartó sus bragas.

—Deja que te lo enseñe.

Con mi cabeza enterrada entre los muslos de mi prometida, recordé quién era. Era
un hombre que probablemente se casaría en un año. Un hombre que amaba comerse a
una mujer. Un hombre que no deseaba a otros hombres.

Cuando ese último pensamiento hizo que la duda se apoderara de mis


pensamientos, me limité a lamer más fuerte a Carina y me olvidé de pensar mientras
escuchaba sus gemidos.
15
Jackson
Conseguí evitar a Jake y Carina durante tres días. Verlos juntos en la cena, cogidos
de la mano, hablando de su matrimonio, me quité las gafas de color de rosa que llevaba
desde nuestros besos de despedida de la mañana siguiente. No sabía qué esperar. ¿Creía
que me presentaría en casa de la madre de Jake con besos cálidos de ambos y con su
madre allí mismo? La explicación de eso probablemente haría que me echara a patadas.

Entonces Jake me besó, y fue como si toda la presión de mi pecho durante la cena
se hubiera liberado. Conduje a casa sonriendo todo el camino. Me acosté en la cama
repitiendo cada momento de las veinticuatro horas, oscilando entre la euforia y la duda.
Me desperté confundido y decidí que la mejor respuesta era evitarlo.

Al menos hasta que los mensajes de Carina comenzaron esta mañana.

CARINA: ¿Qué pasa?

Yo: Nada. ¿Cómo estás?

Carina: Estoy preocupada.

Yo: ¿Por qué? ¿Estás bien?

Carina: Esta semana estuviste evitándome. Cada vez que te vi en Voy en los últimos
dos días, me saludaste con el culo y luego saliste corriendo.

Me froté el pecho y la confusión volvió a surgir. Esta vez se mezclaba con una pizca
de dolor por preocuparla. Esta mujer era increíble y me dejó entrar en su cuerpo, y allí
estaba yo esquivando las esquinas como un cobarde. Peor aún, la evitaba porque estaba
celoso de su relación con Jake.

Todo este trío comenzó cuando vi a Jake y anhelé una conexión con él. En algún
momento, Carina ascendió en el tótem de la importancia y, a medida que me acercaba
a ella, más me cagaba por tener sentimientos tan fuertes por Jake. Sacudí mi cabeza del
remolino de pensamientos y continué con ser un cobarde.

YO: No te estoy evitando. Resulta que me pillas justo cuando salgo por la puerta.

Carina: Y una mierda.

YO: No pasa nada. No hay que preocuparse.

Carina: Lo diré de nuevo... Mentira.

Carina: ¿Jackson?

Carina: ¡Jackson Fields!

Carina: Grrr. Te voy a llamar en mi almuerzo. Y contestarás.

Carina: Si no, no dejaré que te acerques a mi coño o a mi boca nunca más.

La chica no jugó limpio. Así que, cuando llamó, contesté. Me dijo que me dejara de
tonterías y que viniera a cenar. Dejé de lado mis dudas y le dije simplemente “sí, señora”.
Carina era una fuerza a tener en cuenta.

Así fue como terminé frente a la puerta de su apartamento con vino en una mano y
flores en la otra. Después de llamar a la puerta, esperé con el corazón en la garganta,
inseguro de la bienvenida que me darían.

Carina abrió la puerta con la barbilla alta y los pies desnudos. Pude ver que llevaba
un vestido negro bajo un delantal excesivamente floreado y el pelo recogido en lo alto
de la cabeza. Se veía hermosa mientras miraba regiamente por debajo de su nariz hacia
mí y escudriñaba mis ofertas antes de fijar sus ojos en los míos. De alguna manera me
las arreglé para quedarme allí y no apartar la vista, y respiré aliviado cuando sus labios
se movieron.

—Lo harás —dijo, con una amplia sonrisa mientras me abrazaba. Sus delgados
brazos me estrecharon y me metieron en los huesos un consuelo. Cuando se retiró,
cogió el vino y se dio la vuelta para marcharse—. Estoy preparando la cena. Jake está
en la cocina haciéndome compañía y puedes unirte a él.

—Sí, señora. —Cerré la puerta y colgué mi chaqueta antes de seguir con las flores—
. ¿Esto es algo que vamos a hacer esta noche? Porque necesito preparar mi cuerpo si va
a ser mandado.
—Tal vez —Se encogió de hombros justo al doblar la esquina—, pero me gusta más
cuando tú y Jake me mandan.

Jake estaba de pie, con sus largas piernas extendidas desde donde se apoyaba en el
mostrador. Sus gruesos brazos estiraban la camisa azul oscuro abotonada al cruzar el
pecho y se llevó a los labios un vaso lleno de vino blanco. Sin embargo, ese vaso se
detuvo a mitad de camino ante las palabras de Carina.

—¿Me perdí algo? —preguntó con una ceja levantada.

—¿Además de que tu mujer es un infierno mandón? No, creo que eso lo resume
todo.

Sonrió con adoración a Carina y la atrajo para darle un beso. Fue tan perfecto, dulce
y fácil, que necesité apartar la mirada.

Me ocupé de colocar las flores en la encimera, una tarea que debería llevarme dos
segundos, pero que conseguí alargar hasta treinta. Respirando larga y uniformemente,
me di una charla de ánimo. Si iba a estar allí, tenía que hacerlo con las expectativas
correctas. Tenía que ser honesto conmigo mismo y con la situación en la que me estaba
metiendo y tenía que preguntarme si estaba bien con todo ello. Al girarme, me encontré
con los ojos entornados de Jake enfocados en mí, y el azul de su camisa los hacía mucho
más brillantes, sentí que me sumergía en las profundidades del océano cuando los
miraba.

Sí, estaba bien y listo para entrar en esto. Los quería a los dos, aunque quisiera a
uno más que al otro.

Le dediqué una sonrisa genuina a Jake y me acerqué, arrebatándole el vino de los


dedos y bebiendo de su copa. Se lo devolví con un guiño antes de inclinarme junto a él.

—Entonces, ¿qué hay en el menú de esta noche, Chef Russo?

Carina estaba de pie junto a los fogones, de espaldas a nosotros, con su culo
perfectamente redondo balanceándose de lado a lado al ritmo de la música que sonaba
de fondo.

—Pollo Cacciatore.

—No puedo decir que lo haya probado nunca.

Jadeó y se volvió hacia mí.

—¿Nunca?

—No. Me vas a hacer debutar.


Sonrió con una sonrisa malvada y volvió a su tarea.

—Bueno, te vas a dar un gusto. Hago un buen Pollo Cacciatore, y no me lo voy a


tomar con calma sólo porque sea tu primera vez.

—Maldita sea, es luchadora —le murmuré a Jake.

—De la mejor clase —dijo antes de volverse hacia mí—. ¿Te traigo tu propia copa
de vino?

Volví a coger su copa y me bebí el contenido, aguantando su mirada todo el tiempo.


Cuando terminé, me lamí los labios y tuve que luchar contra el gruñido que se estaba
gestando en mi pecho mientras él los miraba fijamente.

—Me encantaría tener mi propia copa —respondí finalmente.

Negó con la cabeza, pero sus labios se movían de forma tentadora.

Carina cantó “Fat Bottomed Girls” de Queen en su cuchara de madera, moviendo sus
caderas con más fuerza.

Mi polla probablemente no debería estar crispada con su voz quebrándose como lo


estaba haciendo, pero su culo me tenía ansioso por sentir las firmes mejillas en mis
manos mientras la agarraba y la follaba.

Sumergió su cuchara de madera en la sartén y luego la sostuvo sobre su palma


ahuecada, volviéndose hacia mí, todavía balanceándose al ritmo.

—Toma. Pruébalo.

Me acercó la cuchara a los labios y el sabor del tomate explotó en mi lengua.


Cerrando los ojos, gemí en lo más profundo de mi pecho.

—Oh, joder. Qué bueno.

Cuando abrí los ojos, ella estaba radiante de orgullo, pero sus ojos también brillaban
con un destello travieso.

—Jake, ¿quieres probar? —preguntó, sin dejar de mirarme.

—Sabes que me encanta tu cocina.

—Entonces puedes probarla de los labios de Jackson. —Arrastró su dedo por la


cuchara y me pintó los labios con la salsa. Estaba segura que Jake dudaría, pero una
mano áspera me agarró por la nuca y me empujó para que me pusiera de cara a él. Su
boca se aferró a mi labio inferior, chupándolo, y luego al superior antes que su lengua
se deslizara por ambos y empujara hacia el interior. Me abrí, muriéndome de ganas de
quedarme quieto mientras él se daba un festín. Necesitaba moverme. Necesitaba tomar.
Lo necesitaba.

Una pequeña mano en mi bíceps en flexión me impidió atacar. Respirando con


dificultad, me contuve a duras penas y me moví para enfrentarme a ella. Casi ardía en
el suelo por el fuego de sus ojos.

—¿Te gusta lo que ves? —Me burlé, todavía sujetando a Jake. Estábamos a sólo un
centímetro de distancia, pero estaba listo para hacer espacio a la mujer que tenía
delante. Estaba listo para sentir su culo en mis manos de nuevo.

—Los dos son tan masculinos, tan duros. Es lo más excitante que vi al verlos
besarse.

—¿Te gusta esto? —le preguntó Jake, gruñendo la pregunta en mi oído antes de
morder el lóbulo con fuerza.

Ella asintió.

—¿Y esto? —Volvió a morderme, esta vez a lo largo de la mandíbula antes de


calmarla con un beso—. ¿Te gusta la forma en que Jackson es la síntesis de la
contención, todos sus músculos se flexionan para no tomar el control de mí?

La mano de Jake bajó por mi pecho, moviéndose detrás de mí para que mi espalda
quedara frente a él y yo estuviera de cara a Carina. Mis abdominales se flexionaron con
fuerza ante el descenso de su mano, con miedo a moverme y que su contacto terminara.
Todo era aún tan nuevo, y el hecho que Jake me tocara tenía todo mi cuerpo en alerta
máxima.

Dejé escapar un fuerte gruñido cuando su mano me tocó los huevos y subió por mi
pene.

—Ven por él, nena.

Cuando nos dio la espalda, mi pecho se estremeció. Pero entonces giró el pomo de
la estufa y vino a por mí. Apartó la mano de Jake, y la sustituyó por la suya, besando su
camino hacia mi cuello y dejando pequeños mordiscos durante todo el camino.

—Oh, joder —gemí.

—Me pregunto si caerá de rodillas y envolverá esos bonitos labios alrededor de tu


gruesa polla —retumbó Jake en mi oído. Mis sentidos estaban sobrecargados y mi piel
era un cable eléctrico, sensible a cada toque.

—Dale lo que quiere, Carina. Chúpalo todo en tu boca.


Jake me lamió la oreja y movió su duro agarre hacia mi culo, masajeando con rudeza
justo cuando Carina cayó de rodillas y comenzó a desabrochar mis pantalones.

—¿Prefieres su boca o la mía? —preguntó Jake en voz tan baja que apenas le oí.

Quise gritar que siempre era él, pero conseguí ahogar las palabras. Cuando los
cálidos labios de Carina engulleron la cabeza de mi polla, me impulsé hacia delante y
me giré por encima del hombro lo suficiente como para alcanzar los labios de Jake,
distrayéndolo de mi falta de respuesta.

Carina utilizó una mano para acariciarme, encontrándose con sus labios cada vez
que se hundía, mientras su otra mano hacía rodar mis doloridos huevos. Joder, ella
acababa de empezar y yo ya me iba a correr. Todavía no estaba preparado. Me retiré de
su boca y aparté la cabeza de Jake.

—No —murmuré—. Quiero follarte. —Levanté a Carina de sus rodillas y comencé


a rasgar frenéticamente su ropa—. Desnúdate —le ordené a Jake detrás de mí.

Me arranqué la ropa hasta que todos estuvimos desnudos en la cocina. Carina, de


pie ante mí, sin nada que cubriera su cuerpo perfecto. Y Jake detrás de mí, con su cálida
piel presionando mi espalda. Su duro eje se deslizó entre las mejillas de mi culo, y no
pude evitar empujar hacia atrás. Estaba tan cerca de donde lo quería y casi todas mis
partes me urgían a ponerlo en su sitio.

Pero la imagen de antes del culo de Carina balanceándose me tenía ansioso por
tenerla.

—¿Carina? —pregunté, alcanzando su mano y tirando hacia mi pecho, de modo que


me encontraba entre ellos.

—¿Sí? —Me miró con ojos amplios y ansiosos. Acaricié su mejilla queriendo
hundirme en sus profundidades. Quería esperar un momento más, sólo para arrastrar
la anticipación de lo que quería de ella.

—¿Puedo tener tu culo esta noche?

Todo su cuerpo se estremeció mientras aspiraba un fuerte suspiro. Las manos de


Jake en mis caderas se apretaron agresivamente mientras empujaba, y su polla se
deslizó hacia arriba y hacia abajo entre mis mejillas.

Me incliné hacia ella, deslizando mis manos sobre su trasero y agarrando sus
mejillas con fuerza.

—Quiero sentir cómo te estiras a mi alrededor —le susurré al oído.


—Quiero ver cómo mi polla supera tus límites y te folla con fuerza. Quiero que Jake
reclame tu dulce coño al mismo tiempo, haciéndolo dolorosamente apretado a mi
alrededor.

Miró por encima de mi hombro con ojos desesperados, comprobando con su


prometido que esto estaba bien. Él debió dar el visto bueno porque ella volvió a mirar
hacia mí y gimió:

—Por favor. Por favor.

El calor de Jake desapareció de detrás de mí, pero volvió en un instante con


lubricante. Me lo pasó antes de agarrar las caderas de Carina y ponerla sobre la
encimera. Abriendo sus piernas, se arrodilló y comenzó a devorarla. La mano de ella le
agarró la cabeza y lo mantuvo pegado a su coño mientras se mecía contra su cara.
Contemplé el gráfico romance que tenía ante mí, frotando mi polla con lentas caricias
mientras me imaginaba arrodillado junto a Jake y dejando que nuestras lenguas se
rozaran mientras nos la comíamos juntos.

Carina no tardó en echar la cabeza hacia atrás y gemir suavemente. Me moría de


ganas de hacerla gritar. Jake se puso de pie, limpiándose la boca con el dorso de la mano,
pero yo lo jalé hacia mí y le chupé la corrida de Carina de los labios como él chupó el
mío antes.

Como no podía evitarlo, me eché hacia atrás y vi cómo envolvía sus manos alrededor
de su rígida polla y la acariciaba, amando la forma en que sus caderas se agitaban ante
mi tacto.

—Tú entra primero en ella y mantenla en su sitio, para que yo pueda deslizarme en
su culo.

Jake no perdió el tiempo y se situó de nuevo entre sus muslos, alineando su polla
con su abertura y empujando de una vez. Ambos gimieron, y fue música para mis oídos
mientras me ponía un condón. La levantó del mostrador y la puso de espaldas a mí. Me
eché un chorro de lubricante en los dedos y presioné contra su apretado agujero.

—¿Estás lista para mí? —pregunté contra su oído, con los ojos pegados a los de Jake.
Eran fuego y exigencia, y yo quería darles todo a los dos—. ¿Estás lista para algo más
que mis dedos?

Seguí susurrando palabras sucias en su oído mientras la lubricaba y estiraba. Jake


siguió empujando mientras la preparaba, pero perdió el ritmo y gimió cuando le toqué
los huevos de vez en cuando.

—Hazlo —gritó—. Hazlo. Fóllame.


Acercándome, presioné la cabeza de mi polla contra su culo y empujé hacia dentro,
buscando señales que debía parar y sin conseguir ninguna. Un momento después, mis
pelotas estaban presionadas contra las de Jake y su culo caliente me rodeaba.

—Tengo que follarte —dije mientras sacaba hasta la punta y volvía a empujar con
fuerza.

Jake gimió al otro lado de Carina. La cabeza de ella cayó en su cuello y me sostenía
la mirada mientras tratábamos de encontrar un ritmo. Me costó todo lo que tenía para
no llorar de éxtasis cuando pude sentir la polla de Jake acariciando la mía.

—¿Puedes sentirme? ¿Sentir mi polla contra la tuya? —pregunté, sólo porque


quería oírle admitirlo.

—Sí. Joder.

—¿Te gusta? ¿Te gusta cómo se siente mi polla contra la tuya?

Su mandíbula se apretó, pero sus ojos ardían, y empujó un par de veces más, dando
la respuesta que se negaba a expresar. Le permití evitarla como evité su pregunta antes.
Pero sonreí de todos modos, haciéndole saber que conocía su respuesta, aunque no
quisiera decirla.

A medida que los dos nos acercábamos al orgasmo, nuestros movimientos se


volvían espasmódicos y desincronizados. Los músculos de Jake se flexionaban y el
sudor caía por sus sienes. La espalda de Carina estaba húmeda y sus brazos temblaban
de tanto sujetar a Jake.

—Joder, esta posición es mucho más fácil en el porno. —Me reí.

Los empujes de Jake disminuyeron, y se rio conmigo, dejando escapar un fuerte


suspiro justo detrás. Miró alrededor del apartamento y asintió detrás de mí.

—Muévete al sofá.

—Diablos, sí —respiró Carina, también sonando sin aliento—. Quiero montarte,


Jackson. Tener ese control que mencionaste antes.

—Tus deseos son órdenes para mí.

Me desprendí de su culo y me situé en el sofá. Tuve que apretar mi polla con fuerza
mientras Jake acomodaba a Carina sobre mí, deslizándola por mi longitud. Joder, qué
calor ver cómo la punta se abría y se deslizaba hasta que yo desaparecía dentro de ella.
En el siguiente instante, Jake estaba agachado entre nuestros muslos abiertos y
deslizándose dentro de Carina con fuerza. Ella gritó lo mismo que yo. Sus pelotas
golpearon las mías mientras empujaba una y otra vez, cada vez con más fuerza. Carina
hizo todo lo posible por subir y bajar por mi polla, y vi cómo su apretado agujero se
estiraba a mi alrededor.

La polla de Jake seguía frotando la mía, y los resbaladizos jugos de Carina me


cubrían aún más; todo un lío de sexo, calor y deseo. El brazo de Jake se movió entre sus
cuerpos y Carina gritó, su núcleo se apretó dolorosamente a mi alrededor mientras
gritaba su liberación.

Volvió a caer contra mí y la abracé, masajeando sus pechos mientras Jake y yo


utilizábamos su cuerpo, persiguiendo ambos nuestros orgasmos. Llevé una mano a su
nuca cuando cayó sobre el pecho de Carina, sólo para sentir la conexión con él mientras
mi propio semen se disparaba dentro del condón.

Todos éramos un amasijo de sudor y asombro. Podría morir allí con el peso de Jake
y Carina empujándome hacia el sofá.

Estaba casi a punto de morir, o tal vez de dormir, cuando la voz ronca de Carina me
hizo volver.

—No vuelvas a evitarme —dijo, sin aliento—. Si terminaste con esto, dímelo a la
cara. No te hagas el indierente.

Los hombros de Jake temblaron, y pude oír la risa que soltó contra su pecho. No
pude evitar reírme con él.

—Bueno, está bien señorita pantalones mandones. Pero voy a tener que doblarte y
montarte para recordarte quién manda.

—Lo estoy deseando —dijo Carina, con una sonrisa en la voz.


16
Jackson
Se me nublaron los ojos al mirar la hoja de cálculo financiera en la pantalla. La
contabilidad de este mes parecía ser eterna. Estaba terminando, por fin, cuando mi
teléfono vibró.

CARINA: Estoy aburrida. Juguemos a verdad o reto.

Jake: Uno: Estoy a tu lado, así que ¿cómo te aburres? Dos: No podemos jugar al reto
con Jackson si no está aquí.

Carina: Bueno, vamos a remediar eso. Jackson, ven aquí para que podamos jugar a
verdad o reto.

Mis mejillas se estiraron con fuerza en una sonrisa. Llevaba haciendo aquello más y
más en las últimas dos semanas. Pasaba la mayor parte de mi tiempo libre con Carina y
Jake. Sobre todo, en la cama, explorando los cuerpos del otro y todas las formas en que
tres personas podían encajar a la vez. El resto del tiempo estaba en el trabajo, o en
almuerzos o cenas, o incluso sentado en el sofá de Carina mientras veíamos la CNBC y
discutíamos sobre el mundo de los negocios.

No sabía cómo llegué hasta allí y cuando una voz en mi cabeza me dijo que no
pertenecía, o que era un extra, la hice a un lado y disfruté de la compañía de dos de mis
personas favoritas. Era la primera vez desde la universidad que me sentía tan aceptado
y parte de algo. Aunque fuera un extra en su relación, nunca me hicieron sentir como
tal. Me hacían sentir como si fuera el resto del pastel, como si los completara y encajara
perfectamente.

Todavía anhelaba a Jake, pero mis sentimientos por Carina crecían cada día.

Lo que a su vez hacía crecer la culpa por lo mucho que deseaba a Jake. Lo mucho
que quería tener más intimidad con él. Cubrimos cada base cuando estábamos juntos,
pero aún no tuvimos sexo. Y deseaba desesperadamente ser parte de Jake o que él fuera
parte de mí.

Nos las arreglamos para no volver a besarnos sin Carina, aunque pensaba en ello
todo el tiempo. Pero en esos momentos de querer perderme en el hombre, me
recordaba lo afortunado que era por formar parte de ellos. Aunque fuera por un tiempo
limitado. No lo arruinaría.

Jackson: Podemos jugar a la verdad.

Carina: ¡Sí!

Jackson: Jake, ¿quién hace mejor la mamada? ¿Yo o Carina?

Jake: ... Uh. Prefiero cuando los dos me la chupan. Eso es lo mejor.

Jackson: Qué manera de evadir esa respuesta.

Jake: Sigue siendo la verdad.

Carina: Jackson, ¿culo o vagina?

Jackson: Esa es una pregunta difícil. Nunca he tenido el culo de Jake, así que tendré
que decir tu dulce coño.

Jake: -_-

Carina: ¡¡¡Jajajaja!!!

Carina: Quería decir mi culo o mi vagina.

Jackson: Ohhh. ;) Entonces definitivamente tu coño. A menos que Jake esté ahí.
Entonces me encanta lo apretado que tienes el culo y cómo siento su polla rozar la mía
mientras los dos te follamos.

Jake: Felicidades. Conseguiste que Carina se ruborice y se retuerza en el sofá.

Jackson: ¿Hasta dónde llega el rubor? ¿Hasta el pecho? ¿Tiene los pezones duros?
Envíame una foto.

Carina: No vamos a enviar una foto.

Jackson: Aguafiestas.

Jackson: Vale, Jake. Dímelo a mí.

Jake: Comprobando ahora.

Los celos de su relación asomaron la cabeza, pero la empujé hacia abajo. Tenía
suerte de formar parte de esto. Necesitaba no ser codicioso.
Mis ojos permanecieron pegados a la pantalla, esperando la respuesta de Jake,
amando hacia dónde iba esta conversación. Esperemos que sea un juego previo para
más adelante. Los puntos aparecieron y, por desgracia, Daniel aprovechó ese momento
para entrar en la oficina.

—Oye, me llamó un artista. ¿Puedes cubrir esta noche?

Dudé.

Casi en cualquier otro momento, me lanzaría. Pero al mirar esos tres puntitos, la
anticipación y la emoción de las otras dos personas, me hizo pensar en mi respuesta.
Esto era lo más cerca que estuve de una relación, y no quería actuar. No quería estar con
nadie más. Se sentía equivocado.

—Puedo cubrirte en el bar, pero no podré actuar.

Las cejas de Daniel se dispararon.

—¿Te es imposible pararla esta noche?

—Ja. Ja. No. Es que. ...no tengo muchas ganas de actuar.

—¿Estás saliendo con alguien?

—Umm… ¿no?

Me miró de forma inexpresiva.

—Suena serio.

—Es complicado.

—Bueno, sea lo que sea, es tu decisión. Te llevaré por el piso. Aaron tendrá que
trabajar más.

—Estoy seguro que estará súper desanimado. —Aaron era un chico de diecinueve
años que acababa de empezar, y juro que el chico tomaba Viagra antes de venir a
trabajar y podía follar toda la noche.

—Nos vemos ahí fuera —dijo Daniel y luego se escabulló.

Volví a mirar el teléfono.

Jake: Definitivamente duro.


Joder, me dolía la polla imaginando los duros pezones de Carina. Gemí y me ajusté
el pantalón. Dependiendo de lo tarde que trabajara, no estaba seguro de llegar a jugar
con ellos esta noche. No queriendo acabar la conversación completamente, mantuve mi
mensaje corto.

Jackson: No puedo esperar para ver por mí mismo. Pero tengo que irme por ahora.
Daniel me necesita para cubrir un turno esta noche.

Carina: Diviértete.

Terminé mi papeleo de contabilidad y cerré el programa. Ningún otro mensaje


había llegado, así que tiré el teléfono a un lado y me quité la camiseta, doblándola y
dejándola junto a mi bolso. Mis pantalones negros y mi pecho desnudo tendrían que ser
un uniforme suficiente para esta noche. Estaba a punto de salir cuando mi teléfono
volvió a vibrar.

Era un mensaje de Jake, pero no en nuestro chat de grupo.

Jake: No cojas con nadie. Carina no dirá nada, pero parecía dolida cuando le llegó
tu mensaje.

Caí en la silla y cerré los ojos. Esta era la razón por la que nunca salía con nadie,
porque nunca hacía promesas, mientras trabajaba en Voyeur. No era como si le hubiera
hecho alguna promesa a Carina o a Jake, pero quería hacerlo.

Mierda. Me pasé una mano por la cara, abrumado por mis emociones. El miedo
corría desbocado dentro de mí por lo mucho que me importaba y lo mucho que quería
más de esto. También me dolía que Jake pensara que realmente me iba a tirar a alguien.
Que no me conociera lo suficiente, que no pudiera sentir lo mucho que me él importaba
como para no follar con alguien esta noche. No le haría eso a él.

O a Carina.

Intentando ocultar la tormenta que había en mi interior, le contesté con una broma
porque esa era la forma más segura de comunicación entre Jake y yo.

Jackson: Seguuuuuro... Carina estaba herida. ¿Estás seguro que no eres tú el que no
quiere que folle?

Jake: Ya quisieras.

Mis dedos recorrieron la pantalla sin pensarlo.

JACKSON: Ya me gustaría.
No fue mi intención ser tan sincero. Fue más allá de las bromas. El sudor me recorría
la línea del cabello mientras esperaba su respuesta. Los puntos aparecían, luego
desaparecían. Luego volvían a aparecer antes de desaparecer. A la tercera vez, el
arrepentimiento se apoderó de mí y comencé a retroceder.

Jackson: Olvida lo que dije.

Jackson: No pensé antes de enviar. Así que ignóralo.

Jackson: No quiero complicar las cosas.

Jackson: Por favor.

Jackson: De acuerdo. Me voy antes de meterme en un agujero más profundo.

Jake: Jackson.

Mi corazón se congeló en mi pecho ante el único mensaje. Sólo mi nombre.

Jake: A mí también me dolería.

No podría detener la sonrisa, aunque me hubieran dado novocaína en toda la cara.


El corazón me latía con fuerza, e incluso solté una risa, una jodida risa, la felicidad que
me consumía era tan grande. Me sentía como una niña de colegio con su primer
enamoramiento. Y maldita sea, se sentía bien. Con la sonrisa aún en su sitio, me
apresuré a tranquilizarlo.

Jackson: Sólo estoy trabajando en la barra y en la pista.

Jackson: Ya le dije a Daniel que no hay actuaciones.

Jackson: Simplemente no podía hacerlo.

HUBO otra larga pausa de puntos rebotados en la que pensé que volví a decir algo
incorrecto y la sonrisa se esfumó lentamente. Pero reapareció rápidamente cuando
llegó la respuesta de Jake. Volvemos a las bromas.

Jake: ¿No se te para?

Jackson: Luego te demostraré lo bien que se me para.

Jake: Promesas, promesas.

Jackson: Más tarde. ;)


Aquella noche en la pista tenía un ánimo extra. Una sonrisa para todos. ¿Cómo no
iba a hacerlo? A Jake le importaba que me acostara con alguien. No por Carina, sino
porque a él le importaba. Podría flotar con la cantidad de felicidad que me llenaba. No
podía esperar a llegar allí. Iba a chuparle la polla con tanta fuerza. Dejaría que me follara
la cara y que me hiciera atragantarme con su polla. Siempre lo excitaba dominarme,
sabiendo lo mucho que odiaba rendirme así.

Pero siempre lo compensaba. Siempre caía de rodillas y me dejaba sujetar su cabeza


mientras yo empujaba profundamente. Nunca me dejaba correrme en su boca, pero no
me importaba. Me gustaba durar más. Tal vez intentaría algo diferente esta noche. Tal
vez le metería la mano por detrás de los huevos y le presionaría el tentador agujero con
el que siempre soñaba. Tal vez levantaría su polla y deslizaría mi lengua entre sus
mejillas. Lo lubricaría antes de introducir mi dedo en su interior.

Estaba tan perdido en mi ensoñación que casi grité cuando una mano cálida se posó
en mi hombro. Al darme la vuelta, reconocí a una de mis clientas habituales. Era mayor,
tal vez de cincuenta años. Arrastró su mano por mi pecho y me hizo un puchero por
debajo de sus pestañas.

—No te vi en la selección esta noche, Jackson.

Agarré su mano y la sostuve, sólo para que no pudiera bajar más por mi cuerpo.

—Lo siento, Candace. No voy a actuar esta noche.

—¿Ni siquiera para mí?

—Ni siquiera para ti. —Le di mi mejor sonrisa encantadora para suavizar el
rechazo.

Ella me miró de forma evaluadora.

—¿Y si te pago el doble? Sólo para que te masturbes para mí. —Estaba ronroneando
sus sugerencias, tratando de seducirme. Era definitivamente atrevida, lo que
normalmente me gustaba—. Nadie tiene una polla como la tuya. Tan larga. Tan gruesa.

Era tentador. Era mucho dinero. Pero entonces pensé en Jake y mi corazón
revoloteó como un tonto. Estaba sacudiendo la cabeza antes de terminar el
pensamiento.

—Esta noche no. Pero Aaron está disponible. Oí que da un buen espectáculo. —
Sabía que lo hacía. Lo rematé una o dos veces para una actuación. Nadie se quejó.

—Está bien —dijo ella—. Tal vez otra noche.

Probablemente no, pensé mientras se alejaba enfadada.


—Vaya —dijo Charlotte detrás de mí—. Nunca te vi rechazar una actuación.

No contesté, sólo me encogí de hombros.

—Además, ya es hora de que me vaya.

Prácticamente salté de vuelta a la oficina y me puse la camisa, corriendo a revisar


mi teléfono. Un mensaje me esperaba de Carina en nuestro mensaje de grupo.

Carina: No importa lo tarde que sea, ven si te apetece.

Jackson: Siempre me apetece, cariño.


17
Jake
—¿Qué conseguiste por veinte menos?

Ladeé una ceja hacia Jackson a través de los cojines del sofá.

—¿De verdad quieres que te responda a eso?

Dejó caer la cabeza hacia atrás en el brazo del sofá con un fuerte suspiro. El
movimiento lo empujó más hacia abajo en el sofá hasta que sus pies se apretaron contra
mi cadera. Llevábamos una hora sentados así mientras trabajábamos en algunos
rompecabezas.

—Sí. Estoy atascado y me está enfadando.

—Nunca voy a dejar que te olvides de esto.

—Como sea, te ganaré en terminar el siguiente crucigrama primero. Estaremos a


mano.

—Sigue diciéndote eso.

Me pinchó la cadera con los dedos del pie.

—Sólo dime.

—Curioso.

Puso los ojos en blanco.

—Por supuesto, lo es.

—Son unos nerds. —Carina se rio desde su posición en la mesa de la cocina.

—Te encanta. —Le soplé un beso por encima del respaldo del sofá.

Ella me sonrió por sobre el borde de sus gafas y atrapó mi beso antes de apretarlo
contra su mejilla. Bajé la vista a mi crucigrama y me quedé mirando el espacio vacío de
treinta hacia abajo. Me negué a preguntar si lo consiguió después de la putada que le
acababa de dar.

Así fueron nuestros dos últimos fines de semana. Jackson venía a cenar y a nuestras
escapadas sexuales. A veces venía durante la semana, y casi siempre se quedaba todo el
fin de semana. Nos levantábamos, compartíamos café y hacíamos crucigramas.
Hacíamos recados juntos, veíamos películas, comíamos, nos reíamos, follábamos y lo
volvíamos a repetir hasta que se iba a su casa el domingo.

Era muy doméstico de una manera inusual, pero me encantaba. Tenía lo mejor de
ambos mundos y no tenía que fijarme demasiado en lo que esos mundos incluían. Sólo
sabía que era feliz con Carina y Jackson a mi lado, y ellos también parecían contentos
con la situación.

—¡Bien, hecho! —dijo Carina, cerrando su portátil. Se quitó las gafas y se frotó los
ojos—. Voy a meterme en la ducha.

—¿Quieres que te acompañemos? —preguntó Jackson.

—Por muy tentador que parezca, sólo quiero estar bajo el agua y olvidarme de cuál
es mi trabajo durante un rato.

Jackson asintió.

—Lo entiendo.

—¿Vamos a hacer algo hoy? —preguntó ella, acercándose al respaldo del sofá.

—Tengo que salir de aquí dentro de un rato para llevar a Andrew a una cita.

—¿Puedes venir más tarde?

—Claro. ¿Cenar está bien? Puedo coger una botella de vino.

—Perfecto. —Se inclinó y me dio un beso en la mejilla antes de marcharse.

Siempre tomaba nota cuando no besaba a Jackson. Parecía que actuaban de forma
diferente a como Jackson y yo actuábamos el uno con el otro y no estaba seguro de cómo
me sentía al respecto. Era como si Jackson y yo fuéramos más íntimos en todo momento.

Todos follábamos y disfrutábamos de la compañía del otro. Era solo que Carina y
Jackson me recordaban a mi anterior amistad con Jackson. Una conexión entre dos
personas que realmente se gustaban. Una sólida amistad y confianza. Coqueteaban y
compartían bromas sexuales, pero les faltaba el calor que tenía conmigo. Nunca la hizo
sentir menos que el centro de su atención cuando estábamos juntos en la cama. Pero
una vez que el sexo terminaba, era como si un interruptor se activara y él volvía a ser
un amigo.

Ese interruptor nunca se activaba cuando estaba conmigo. Siempre era coqueto y
sexy cuando interactuábamos.

Un piquete en las costillas me robó la atención de mi libro.

—Imbécil.

—¿Eres cosquilloso? —Jackson preguntó con los párpados pesados.

—No.

Me volvió a pinchar y me sacudí. Esta vez no se detuvo, y una risa se escapó de mis
labios antes de agarrar su pie con mi mano y mantenerlo abajo.

—Me encanta cuando eres duro conmigo.

—Mentiroso. Siempre peleas conmigo.

—Porque me encanta la lucha. Por eso me encanta estar con hombres.

—¿Eh? —Pensé en lo agresivos que éramos cuando estábamos juntos—. Me gusta


hacer valer mi dominio sobre ti.

Echó la cabeza hacia atrás y se rio.

—Qué bonito.

Su admisión que le gustaba el desafío hizo que mi mente diera vueltas.

—Entonces, ¿nunca estarías con un hombre sumiso? ¿Alguien más femenino?

Sus labios se pellizcaron mientras lo pensaba.

—No. Quiero decir, nunca digas nunca. Pero no me ha llamado la atención.

Mantuve los ojos pegados al rompecabezas mientras hacía la siguiente pregunta.

—¿Buscas a alguien que te llame la atención ahora mismo?

Podía sentir sus ojos quemando un agujero en mi piel, pero me negué a mirar.

—No. No estoy buscando una relación.

No quería admitir la cantidad de alivio que me produjo oírle decir eso.


—¿Estás bien con nuestra... situación? —Entonces levanté la vista para ver su
reacción. No tuvimos una verdadera charla sobre lo que significaba todo esto.
Simplemente nos dejamos llevar por la corriente, pero quería ser capaz de leer su cara
cuando me respondiera.

—Sí. Estoy muy bien con la situación actual. —Una lenta sonrisa se extendió por su
rostro mientras hundía sus pies bajo mi trasero.

—¿Y si conoces a alguien?

—No tengo necesidad de conocer a nadie.

—Pero podría pasar.

—Jake. —Exhaló una pequeña risa y negué con la cabeza—. Soy feliz aquí y ahora y
eso es suficiente.

Tragué con fuerza y asentí, aun sosteniendo su mirada. Arrastró los dientes sobre
su labio inferior e inhaló.

—¿Y si tú o Carina quieren parar esto? —La pregunta era baja y estaba llena de más
dudas que las mías. No es que lo culpara. Él tenía mucho más que perder, y yo odiaba
haberlo puesto aquí.

—No veo que eso ocurra pronto.

—Pero te vas a casar. No querrás continuar con esto para siempre. —Su tono se
volvió seco—. Especialmente cuando hagas esos bebés que tu madre quiere.

Odié escuchar el dolor en su voz cuando lo dijo.

Aparté la mirada, tratando de ocultar mi encogimiento. No me gustaba pensar


demasiado en ese futuro. Y no me gustaba considerar el por qué no me proyectaba tan
lejos. Sólo quería dejar que todo fuera y disfrutar del momento. Pensar en no estar con
Jackson y no tener esos fines de semana fáciles para nosotros tres no me provocaba un
sentimiento en el que quisiera profundizar.

Todo su cuerpo se tensó cuando moví mi mano sobre su pie, amando la suave piel
que se encontraba con el áspero vello de su pierna.

—Soy feliz aquí y ahora, y eso es suficiente —le repetí sus palabras.

—Sólo promete seguir siendo mi amigo pase lo que pase. No puedo imaginarme
perder eso de nuevo.

—Siempre.
—Uf, ahora me siento mucho mejor —dijo Carina, entrando en el salón.

Aparté la mano del pie de Jackson, sin saber por qué no quería que lo viera. No me
importaría encontrar a ninguno de los dos tocándose tan inocentemente, pero tenía que
admitir que el toque pretendía ofrecer una intimidad, una promesa. No me pareció
inocente.

Jackson miró su reloj.

—Supongo que será mejor que me vaya. Tengo que pasar primero por mi casa antes
de ir a buscar a Andrew.

Jackson se levantó del sofá y se puso los zapatos y la chaqueta antes de volver para
depositar un suave beso en los labios de Carina.

—¿Vino tinto o blanco para esta noche? —le preguntó suavemente, sosteniendo sus
mejillas.

—Blanco.

Un beso más antes de volverse hacia mí. No tuve la suerte de recibir un suave beso
de despedida.

No, tuve más suerte. Hundió su mano en mi pelo y lo agarró con fuerza, tirando de
mi cabeza hacia atrás para atacar mis labios. Me senté a su merced y le dejé comer hasta
hartarse, tratando de recuperar todo lo que él había tomado de mi posición bocabajo
en el sofá. Antes que se apartara, le mordí los labios, sonriendo ante su silencioso «ay».

—Más tarde —dije una vez que me soltó.

Gruñó antes de salir.

Carina vino a ocupar el lugar que Jackson dejó libre, enroscando sus piernas
desnudas bajo ella. Volví a mi juego , resolviendo por fin treinta. Con mucho tacto.
Sonriendo, me alegré de no pedir ayuda a Jackson.

Carina se sentó tranquilamente al otro lado del sofá, y sólo el chasquido de sus uñas
al juntarse me hizo saber que estaba sumida en sus pensamientos. Pero en su silencio,
supe que un rugido se apoderaba de sus pensamientos. No tuve que esperar mucho para
que finalmente hablara.

—¿Qué tienes en mente, preciosa?

—Nada.
Giré lentamente la cabeza, dirigiéndole una mirada dubitativa. La vi trabajar su
labio inferior con los dientes y la esperé. Al final se rompería. Comenzó a girar la cabeza
hacia mi crucigrama cuando finalmente habló, succionando el oxígeno de mis
pulmones.

—¿Alguna vez harías algo más con Jackson?

—¿Más qué? —pregunté lentamente—. Ya hacemos mucho.

—Tener sexo.

Sin dudarlo. Como si me estuviera preguntando si me gustaría probar la mermelada


de frambuesa en lugar de mi habitual de fresa. Como si no me estuviera preguntando si
me gustaría tener sexo con un hombre. Parpadeé, tomándome mi tiempo para centrar
mis pensamientos.

—No creo que esté preparado para ser follado. —Intenté reírme, pero me salió
estrangulado.

—¿Y qué hay de follar con él?

—Carina... —No podía entender esta conversación. No importaba cuántas


respiraciones profundas o pausas o parpadeos, seguía sentado allí, condenadamente
aturdido por cada cosa que decía. El corazón me latía con fuerza en el pecho al pensar
en follar con Jackson. Tuve que concentrarme en no dejar que mi polla se pusiera rígida
bajo mis pantalones de gimnasia al sólo pensar en él agachado, presentándome su firme
culo. Imaginando su apretada calidez dándome la bienvenida.

Mi boca se abría y se cerraba, buscando palabras.

—Si dices que no eres gay, te abofetearé. El sexo es sexo, Jake.

—Yo... no sé si Jackson estaría abierto a eso —dije, dando la respuesta más sencilla
que se me ocurrió.

—Podemos preguntar. Hay algo en dos cuerpos fuertes moviéndose juntos. Tan
caliente —dijo, retorciéndose en su asiento.

De acuerdo. Que se excite con la idea, hablando a través de su fantasía, puedo


soportarlo. Ignorando el calor acelerado por el puto Jackson, centré mis pensamientos
en ella.

—¿Ah, sí? ¿Qué harías tú? ¿Participar?

Sus ojos pesados miraron mi pecho desnudo de arriba abajo.


—No es la primera vez. Querría mirar. Jugar conmigo misma mientras disfruto del
espectáculo.

Dejé mi libro a un lado y empecé a merodear hacia ella, acorralándola contra el


brazo del sofá.

—¿Podría mirarte?

Ella se deslizó hacia atrás y abrió las piernas para dejar espacio a mis caderas.

—Tal vez.

—Me enterraría en él y te vería enterrar tus dedos en tu apretado coño.


¿Imaginarías que soy yo quien te folla?

—Sí —respiró ella.

Mi mano se deslizó por su muslo.

—Una vez que terminara con él, caería de rodillas y me comería hasta la última gota
de tu orgasmo.

—Dios, Jake —gimió ella.

—Ve al dormitorio —le ordené.

Ella se levantó clamando y yo le di una palmada en el culo, dispuesto a olvidar todas


las dudas de la mañana y a perderme en mi prometida.
18
Jake
—Realmente te superaste, Carina. El pollo a la carbonara es una de mis comidas
favoritas.

Carina sonrió ante los elogios de Jackson. Era una mujer de negocios muy
trabajadora, pero el hecho que su padre quisiera que fuera la esposa de un hombre sólo
fomentó una parte de ella que ya estaba ahí, porque le encantaba cuidar de las personas
importantes para ella. Se sentía mejor cuando la elogiaban, y yo siempre me aseguraba
de hacerlo cuando me cuidaba.

Era una mujer perfecta. Mi igual. Y yo quería darle todo lo que deseara. Por eso no
podía apartar los ojos de Jackson, o al menos esa era la razón que me decía a mí mismo.
No podía dejar de imaginar el escenario que pintó con tanta claridad antes en el sofá.

—¿Cómo va el trabajo entre bastidores? —preguntó Jackson.

Carina terminó su copa de vino y la dejó en el suelo antes de contestar.

—Va bien. Estoy emocionada de ver por fin como Voy comienza a tomar forma.

—Sí, no puedo creer que sólo falten un par de semanas. Estoy nervioso.

Vi a Jackson frotarse la ceja mientras hacia esa admisión y me recordó todas las
veces antes que hiciéramos los exámenes. Siempre era él quien decía que estaba
nervioso.

—Lo vas a hacer increíble —le dije, esforzándome por tranquilizarlo—. Voy va a ser
increíble.

—Gracias, hombre. —Dejó su movimiento nervioso y respiró profundamente—.


Entonces, ¿algún otro trabajo emocionante en marcha?

—En realidad no —dijo Carina—. Cada uno de nosotros está comprobando los
proyectos de otros equipos, pero nuestra atención se centra principalmente en Daniel
y Voy. Es un cliente importante con contactos de gran alcance.
—Carina ya habló con Kent, el socio de Daniel, para trabajar con él en futuros
proyectos. Será otro cliente lucrativo que tener.

—Para disgusto de mi padre, estoy pateando culos.

Levanté mi copa en su dirección. Ella se irguió, orgullosa. Tenía todo el derecho a


estarlo. Aunque quería a su padre, me mataba que dudara tanto de Carina. Por eso,
cuando en la última reunión soltó un nuevo cliente que traía ella misma, tuve que
contener la risa al ver el silencio atónito de su padre.

—Eres un tiburón, nena.

—¿Qué te pasa, Jackson? ¿Cómo está Andrew? —preguntó Carina.

—Está bien. Siempre bien, con pequeñas mejoras gracias a la fisioterapia. De hecho,
le mostré algunas casas que estaba mirando. Con la esperanza de sacármelo de encima
de mi apartamento de mierda —dije riendo.

Carina chilló de alegría.

—¡Oh, eso es tan emocionante!

Jackson bajó la cabeza y sonrió tímidamente en la mesa.

—Sí, hace tiempo que no tengo un lugar al que llamar hogar.

Se me apretó el pecho. Perdió tanto y, sin embargo, estaba allí sentado con una
sonrisa en la cara, sin rendirse.

—Bien, pero tienes que prometer que nos dejarás ir y te ayudaremos a bautizar
todas las habitaciones.

Puse los ojos en blanco ante la atrevida afirmación de Carina mientras la cabeza de
Jackson caía hacia atrás y se le escapaba una gran risa.

—De acuerdo, cosa salvaje. Hasta entonces, ¿por qué no vamos a bautizar tu
habitación de nuevo?

—Pensé que nunca lo pedirías.

Jackson me miró desde otro lado de la mesa y yo asentí con la cabeza. Fue todo lo
que necesitó antes de entrar en acción, acercándose a Carina para hundir la mano en su
largo cabello y sujetarla para besarla.

—Ven conmigo —murmuró contra sus labios.


Luego, sin soltarle el pelo, la arrastró hasta el dormitorio, indicándome con el dedo
que lo siguiera cuando pasó por mi asiento.

Me tomé un momento para terminar lo último que quedaba de mi vino y pensé en


lo que me depararía la noche. Me pregunté hasta dónde estaba dispuesto a llegar. Hasta
dónde nos dejaría llegar Jackson.

Entré en la habitación y encontré a Jackson besando el cuello de Carina, con la


cabeza echada a un lado para permitirle más acceso. Cuando llegué a ellos, presioné mi
frente contra su espalda y arrastré el tirante de su camisa por su hombro para darle a
Jackson más espacio. Tiré y tiré hasta que la camisa cayó sobre sus pechos. Aparté las
copas de su sujetador.

—Chúpalos —le ordené a Jackson.

No apartó la vista de mí mientras doblaba las rodillas y bajaba la boca hasta su


pezón. Dio vueltas con la lengua antes de acoplarse y chupar, ahuecando las mejillas.
Me recordó a cuando se arrodilló ante mí e hizo lo mismo con mi polla.

Carina maulló y rodó su cabeza a lo largo de mi hombro. Hice rodar su otro pezón
entre mis dedos, pero no podía apartar la mirada del espectáculo que estaba dando
Jackson. Se dirigió al otro pezón y pasó su lengua por su botón y mis dedos,
arrancándome un gemido. Sabía lo que estaba haciendo. Consiguió meter mi dedo en su
boca y pasar su lengua alrededor de él.

Me puse en marcha.

Con Carina aún entre nosotros, agarré su cabeza por detrás y la levanté para que se
encontrara con mi boca. Nos convertimos en un duelo de labios y lenguas, sin que
ninguno de los dos cediera el control.

—Dios, sí —susurró Carina.

Nos retiramos, pero mantuvimos nuestras frentes apretadas, con la respiración


agitada entre nosotros.

—Quiero más —dijo Carina, y su dedo se acercó a mis labios hinchados—. Quiero
verlos a los dos.

Me puse rígido, preparándome para lo peor, pero Jackson no entendió lo que quería
decir.

—¿A quién quieres ver de rodillas primero, cariño?


No pude levantar la vista para calibrar la situación. En su lugar, mantuve mi mirada
fija en sus pechos, trazando cada curva de su carne. Cuando empezó a hablar, contuve
la respiración.

—Quiero ver cómo Jake te folla.

Otra larga pausa. Más larga de lo que podía aguantar. Con el corazón intentando
subir por mi garganta, miré a Jackson por debajo de mis pestañas.

Sus labios carnosos se separaban en torno a su rápida respiración, sus mejillas


estaban sonrojadas, y sus ojos... sus ojos eran de chocolate fundido. Eran más oscuros
de lo que nunca vi, y quería aferrarme a eso, pero no podía ignorar los nervios que veía.

—Sólo si quieres —susurré, como si hablar demasiado alto fuera a romper el


momento. Él soltó una carcajada, y yo no estaba seguro de qué era lo que le hacía tanta
gracia. Pensé en sus palabras de la primera noche que estuvimos juntos—. No estoy
seguro de merecerlo.

Cuando por fin habló, su voz era profunda y vibraba sobre mi piel como el tacto de
un amante.

—Compartes a tu prometida y tu cuerpo conmigo. Te lo mereces.

Carina se puso de puntillas entre nosotros y besó la mandíbula de Jackson.

—Voy a sentarme y disfrutar del espectáculo. —Su excitación era palpable, todo su
cuerpo temblaba con ella. Se movió hasta quedar frente a mí y me agarró la mandíbula,
tirando de mí para besarme.

—Te quiero —dijo contra mis labios.

—Yo también te quiero.

Y con eso se deslizó entre nosotros, dejando un hueco frío que no estaba seguro de
por dónde empezar a llenar.

Jackson se quedó mirando mientras se llevaba la mano a la espalda y se quitaba la


camiseta, dejando al descubierto los ondulantes músculos de sus abdominales y su
pecho cuando la tiró a un lado. No quería dejar de observarlo, pero no pude evitar bajar
la mirada a cómo sus manos se abrían camino al botón de sus vaqueros, sus dedos
tanteando mientras temblaban.

El pequeño temblor me tranquilizó al saber que no era el único que estaba nervioso
por esto.
Apartando sus manos, cerré la brecha y le desabroché los pantalones. Se lo quité
todo y me lamí los labios al ver cómo su polla subía y golpeaba su estómago.

¿Y ahora qué? ¿Qué hago ahora? Estaba tan perdido en mis nervios y mi excitación
que me quedé congelado mirando su longitud, que ahora exudando pre-semen por la
apertura.

La mano de Jackson me rodeó la mandíbula y me dio un beso en los labios antes de


agarrarme por los hombros y girarme hacia Carina.

—Quítate la ropa para él, nena —ordenó Jackson mientras me levantaba el jersey
por encima de la cabeza.

Carina imitó sus movimientos y se despojó de la ropa de la parte superior de su


cuerpo, se echó hacia atrás en la silla para frotar sus manos sobre sus pechos y gimió,
como si estuviera montando un espectáculo para mí.

Las manos de Jackson tantearon mis pantalones mientras me presionaba con besos
y mordiscos por el cuello y por encima del hombro. Me pasó el material por encima de
las caderas y los dejó caer al suelo. Salí y los aparté de una patada. De pie,
completamente desnudo, con la erección de un hombre apretada entre las mejillas de
mi culo, sus manos agarrando mi polla, vi a mi prometida quitarse los leggins antes de
abrir las piernas para mostrarme lo mojada que estaba.

—¿Esto te excita, Carina? —preguntó Jackson—. Dos hombres fuertes actuando


para tu placer. ¿Te gusta ver cómo mi puño masturba la polla de tu prometido? ¿Y si le
toco las pelotas? ¿Y si supieras que estoy deslizando mi erección arriba y debajo de las
mejillas de su culo, reteniendo el orgasmo porque me encanta ver tu coño reluciente?

Carina y yo gemimos. Yo, porque la mano de Jackson me estaba acariciando


tortuosamente lento y Carina, porque simplemente deslizó sus dedos entre sus piernas
y jugó con su clítoris.

—Está tan duro para ti. Tan duro viendo como tus dedos se mueven sobre ese
húmedo coño.

—Hazlo. Fóllalo —dijo Carina, mirándome fijamente.

—Cualquier cosa por mi chica sucia —le gruñí.

Me giré en los brazos de Jackson y tomé el control. Lo empujé hacia atrás hasta que
cayó en la cama, mirándome con una sonrisa arrogante.

—¿Vas a luchar contra mí? —preguntó.


—Si tengo que hacerlo. —Me incliné hacia abajo, apoyando mis manos a ambos
lados de sus caderas—. Pero no creo que lo haga. —Le mordí los labios y me retiré antes
que pudiera contraatacar.

El corazón me retumbó en el pecho y todo mi cuerpo se estremeció mientras me


acercaba a la mesita de noche y cogía un preservativo y lubricante. Nunca follé con un
hombre, pero estuve en el culo de Carina lo suficiente como para conocer las
herramientas que necesitaría.

Apenas reprimí mi gemido cuando me giré para encontrar a Jackson acariciando su


polla, con la cabeza echada hacia atrás por el placer.

—No te corras todavía. —Mi orden fue fuerte en la silenciosa habitación, llena sólo
de sonidos de respiraciones pesadas y desesperación. Miré a Carina, que movía las
caderas con fuerza en la silla—. Eso también va por ti, princesa.

Ella gimió y frenó, bajando la velocidad de los dedos entre sus piernas.

Cuando fui a arrodillarme en la cama, a horcajadas sobre los muslos de Jackson, mi


conocimiento terminó y el miedo y la duda se instalaron. ¿Y si la cagaba? Sí, me follé a
Carina, pero tenía que ser diferente. ¿Me acostaba entre sus piernas? ¿Le daba vuelta?
¿Me lo follaba con fuerza? ¿Qué le gustaba?

Debió percibir el pánico porque me atrajo hacia abajo para besarme y empujó su
lengua en mi boca, apartando todos los pensamientos de mi cabeza. Estaba demasiado
concentrado en la forma en que su duro pecho se pegaba al mío, el áspero vello de sus
piernas rozando las mías, la rígida polla atrapada entre nuestros cuerpos mientras nos
devorábamos mutuamente. Su barba incipiente contrastaba con la forma en que sus
suaves labios tomaban los míos.

Sintiendo que podía volver a respirar, al menos por un rato, me aparté y mantuve
los ojos cerrados mientras admitía mi ingenuidad.

—Ayúdame. No sé qué hacer.

—Coge el lubricante.

Me senté de nuevo sobre mis piernas, asegurándome de no aplastar sus muslos


mientras Jackson rodaba hacia su estómago, poniéndose de rodillas. No podía apartar
los ojos del duro y firme culo que se me presentaba. Incluso cuando se sentó, no pude
apartar la mirada. En un momento, estaría abriendo ese firme trasero y presionando mi
polla contra su apretado agujero. Mientras mi prometida miraba, me follaría a mi mejor
amigo.
—¿Excitado? —Jackson se rio cuando mis caderas se sacudieron hacia delante,
ansiosas por presionar en su interior—. Ponte el preservativo —dijo, cogiendo el
lubricante de mis manos con el puño.

Cuando levanté la vista de la tarea, se puso de cara a mí, y sus manos resbaladizas
me agarraban la polla, tirando de la base a la punta, una mano sobre la otra, una y otra
vez hasta que mi cabeza se inclinó hacia atrás y yo era un desastre tembloroso que ya
estaba al borde de correrme.

—Para —gemí, agarrando sus muñecas.

Él sonrió.

—Sólo quería asegurarme que estabas bien lubricado.

—Créeme, estoy más que preparado.

—Bueno, yo no lo estoy. —Me pasó el lubricante. Ante mi duda, me explicó—: Igual


a como lo harías con Carina. Quizá no tan suave.

Me guiñó un ojo antes de darse la vuelta y caer sobre los codos, con la cabeza entre
los brazos. Eché un chorro de lubricante en mis dedos antes de apoyarlos en su culo. Lo
rodeé con las yemas de los dedos, y me encantó la forma en que se sacudió al tocarlo.
No podía apartar la mirada mientras mi dedo lo recorría una y otra vez. No era nada
diferente a cualquier otra vez con Carina.

Excepto por el hecho que era mi mejor amigo. El hombre que me hizo cuestionar
todo. El hombre que aclamaba sólo ser más fuerte que los demás. Excepto que era él,
arrodillándose ante mí para que pudiera deslizarme dentro de su cuerpo y reclamarlo
cuando no tenía derecho a hacerlo. Eso no me detuvo.

Mirando a Carina, me hizo un gesto brusco con la cabeza, todo su cuerpo brillaba
por contener su placer.

Jackson y yo gemimos cuando introduje mi dedo en su apretado agujero. Tan


jodidamente apretado. Observé, embelesado, cómo empujaba hasta el fondo y sacaba
lentamente, repitiendo el proceso hasta que Jackson gruñó:

—Más.

Entonces introduje dos dedos, mis ojos pegados a la forma en que lo estiraban.
Fascinado por la forma en que se devolvía contra mí y los músculos de su espalda se
flexionaban y agrupaban con cada movimiento que hacía. Hice una tijera con los dedos
y los retorcí de un lado a otro. Froté una pequeña cresta y Jackson se sacudió, dejando
escapar un duro gemido. Me quedé helado, sin saber si le hice daño.
—¿Te gusta eso?

—Joder, sí. —Apretó la cara contra el brazo—. Sólo que no lo hagas demasiado o me
correré antes que estés dentro de mí.

Me senté y lo froté una y otra vez, porque podía, y me encantó la forma en que cada
músculo de su cuerpo se sacudió.

—Idiota —gruñó.

—Todavía no, pero ya estoy listo.

—Gracias a Dios.

Acaricié mi polla un par de veces más antes de arrodillarme detrás de Jackson.


Alineando mi miembro con su agujero fruncido, dudé.

Era el momento. Estaba a punto de follar con un hombre. Miré a Carina una vez más
y jadeé cuando él empujó hacia atrás, encajando mi punta. Con una mano en su culo,
separé sus mejillas y comencé a deslizarme dentro.

Los puños de Jackson estaban apretados en las sábanas sobre su cabeza y me


detuve, pero cuando soltó un gemido, un puto gemido, seguí adelante. Me quedé
mirando con asombro y admiración mientras veía cómo mi gruesa longitud desaparecía
dentro de él centímetro a centímetro. En cuanto me senté completamente contra su
culo, no dudé más. Salí y volví a empujar un poco más fuerte que antes.

Jackson jadeaba y yo le agarraba las caderas, poniendo a prueba sus límites cuando
sacaba, y tirando de él hacia mí mientras empujaba, con nuestras pieles chocando, mis
pelotas tocando las suyas.

Otra vez fuera, y otro empujón.

Su mano se movió para desaparecer bajo su cuerpo, su brazo se flexionó mientras


su mano trabajaba sobre su polla. Joder, quería ver. Quería verlo todo. Quería seguir
viendo cómo me deslizaba dentro y fuera de él. Quería ver su cara mientras lo follaba.
Quería ver cómo se masturbaba al tener mi polla metida con fuerza dentro de él. Todo
eso. Lo quería todo.

Deslicé mi mano por su espalda, cayendo sobre él y dando unos cuantos empujones
rápidos, hechos con el suave deslizamiento. Podía oír su mano golpeando su polla y
sentir su culo apretándose a mi alrededor. Gruñí y le mordí la espalda mientras le
rodeaba el cuello con la mano y tiraba de él hacia arriba. Le sujeté la garganta y me
encantó sentir cómo su nuez de Adán se balanceaba contra mi palma mientras lo follaba
de verdad.
—¿Te sientes bien, Jackson? —grité en su oído—. ¿Te gusta mi polla en tu apretado
culo?

—Sí, sí —respiró.

Nuestros cuerpos se golpearon mientras lo follaba con más fuerza.

—Oh, Dios —gimió—. Jake. Por favor. Me voy a venir.

Le agarré la mandíbula y lo giré para que me mirara.

—Todavía no, joder.

Era mío y lo quería todo. Me comí sus labios, tomé cada bocado que me ofrecía. Le
metí la polla hasta el fondo con fuertes y largas embestidas, seguidas de rápidas
estocadas que lo hacían jadear en mi boca. Éramos dos masas que se movían como una
sola, el sudor recorría nuestra piel mientras cada centímetro de nuestros cuerpos se
frotaba contra el otro. Sus músculos se flexionaban contra los míos, y me encantaba lo
duro que podía follarlo. Lo mucho que podía tomar de él.

Como no quería que se corriera todavía, aparté su mano de su polla y la agarré con
la mía.

—Esto es mío. Haré que te corras cuando yo lo diga.

Sus labios se levantaron, su sonrisa delirante y excitada.

—Entonces haz algo con ella, maldita sea —me desafió, y su mano se movió sobre
la mía para agarrar su pene con más fuerza.

Me salí de él y lo empujé a la cama antes de darle la vuelta. Me arrodillé entre sus


piernas abiertas, alineé mi polla y la introduje de una sola vez.

—Voy a ver cómo derramas tu semen por todo ese pecho.

Cuando fue a mover su mano hacia su polla, la inmovilicé por encima de su cabeza
mientras mi otra mano se movía para agarrar su eje.

—Vamos, Jackson. Muéstrame lo bien que se siente. Muéstrame cuánto te gusta mi


polla en tu culo. Lo mucho que te gusta tenerme dentro de ti.

Se acercó y me besó, respirando profundamente entre largos lapsos de nuestros


labios entrelazados, murmurando palabras que ni siquiera estaba seguro que supiera
lo que significaban.

—Sí.
—Te quiero dentro de mí.

—Sólo a ti. Joder, Jake. Sólo a ti.

Me excitaron hasta que no pude aguantar más. El sudor chorreaba por mis sienes y
lo daba todo, tocando fondo cada vez, sacudiendo su polla con fuerza.

—Córrete, maldita sea. Córrete para mí.

Su mano subió para agarrar mi cuello y apretó su frente contra la mía.

—Sólo si te corres conmigo.

Y caímos. Como en un huracán, todo se arremolinó como un caos a nuestro


alrededor, borrando todo lo que no fuera el placer entre nuestros cuerpos. La vista se
me nubló y el sonido se convirtió en un zumbido en mis oídos. Pero me obligué a volver
a sentir la forma en que mi polla se movía dentro de él, llenando el condón. Así pude oír
sus gemidos de placer y ver cómo su polla disparaba largas cuerdas de semen por su
pecho, llegando incluso a aterrizar en su barbilla.

Cuando la tormenta terminó de desatarse a nuestro alrededor, mi brazo tembló al


tratar de sostener mi cuerpo, cayendo sobre mi codo y sólo presionando mi cara contra
la suya. Lo besé una y otra vez, más lentamente esta vez, como si necesitáramos el
contacto, pero estuviéramos demasiado cansados para ser tan bruscos como antes.
Como si la batalla hubiera terminado y estuviéramos lamiendo las heridas del otro. Una
gota blanca se pegó a su barbilla y la curiosidad me pudo. Lamí el líquido y solté un
gemido al sentir el sabor salado de su semen en mi lengua.

Me abrazó mientras me besaba, saboreando su propio sabor en mis labios. Rozamos


nuestras narices, respiramos risas de placer residual, nos saboreamos donde podíamos.

Un pequeño gemido hizo que mi cuerpo se pusiera rígido.

Joder. Joder. Joder. Se me apretó el pecho, con un pellizco de arrepentimiento y


sabiendo que metí la pata.

Respiré hondo y me giré para mirar a Carina, mi prometida, la mujer que olvidé que
estaba en la habitación mientras me enterraba en Jackson.

Tenía la mano entre los muslos, pero no se movía. Sus pechos se agitaban por la
respiración entrecortada y un rubor le subía por el cuello hasta las mejillas. Pero sus
ojos…

Todo el aire se filtró de mis pulmones cuando la miré a los ojos y encontré dudas
por primera vez en nuestra relación. Por primera vez no encontré la aceptación y la
excitación que siempre me recibió.
Pero entonces parpadeó y sus labios se movieron como si intentara sonreír,
intentando que sus músculos hicieran el trabajo y superaran lo que acababa de
presenciar. ¿Y qué vio? Qué vio realmente mientras nos observaba, porque lo que
acababa de ocurrir era como si mi mundo hubiera cambiado y no podía evitar
preocuparme que ella hubiera visto el cambio.

—¿Está nuestra chica lista para su turno? —Jackson preguntó debajo de mí.

Su mano comenzó a moverse de nuevo.

—Puedo terminar sin ti. —Su voz era baja, seductora, pero aún podía oír el temblor
que sacudía su voz.

Jackson gruñó.

—Ni hablar.

Respirando profundamente, cerré los ojos y me desprendí del apretado culo de


Jackson, incapaz de contener el gemido.

—Gracias —susurró antes que me retirara.

Sólo pude asentir mientras deslizaba el condón y lo ataba antes de tirarlo a un lado.

—Tú abajo, y yo arriba —dije, dirigiéndome a Carina.

—Con mucho gusto.

Jackson no perdió el tiempo y se arrodilló para abrir las piernas de Carina. Ella jadeó
cuando él enterró su cabeza entre sus muslos y la trabajó.

Le agarré la barbilla y la obligué a mirarme. Me aseguré de mostrarle lo mucho que


me complacía y me excitaba mientras estaba sentada siendo devorada por otro hombre.

—Qué chica tan sucia. ¿Su lengua se siente bien? ¿Qué está haciendo?

—M-me está lamiendo.

—¿Cómo? ¿Duro, suave? ¿Te está follando con la lengua?

Ella asintió y gimió.

—Dentro de mí, luego con fuerza en mi clítoris.

—Buena chica.
Hice rodar sus pezones entre mis dedos. Me comí sus gemidos de placer. Chupé cada
centímetro de sus pechos. Quería mirar a Jackson, ver su lengua moverse sobre su coño,
pero no lo hice. Le dediqué toda mi atención a ella, haciendo un esfuerzo hueco para
ponerla en el centro de la noche.

Me follé a Jackson por ella, pero en algún punto del camino, ya no me creía esa
mentira.
19
Carina
Se folló a Jackson por mí.

No porque él quisiera.

Nos puse aquí y somos felices. Aventurados. Vamos por el buen camino.

El sexo nunca fue tan intenso e íntimo como en el último mes.

Jake estaba más feliz.

¿Pero era por nuestras aventuras sexuales juntos? ¿O era por Jackson?

¿Nosotros nos veíamos así cuando teníamos sexo? ¿Como si no importara nada más
que estar conectados?

Parpadeé y volví a enfocar la pantalla del ordenador. Los pensamientos estuvieron


dando vueltas en mi cerebro todo el día. Las justificaciones y racionalizaciones. Después
de la noche del sábado, ya no sabía qué pensar.

Tenía que apartar todo eso y volver a revisar el correo electrónico para Alexander.
Estábamos en el proceso de elaborar un acuerdo para sus necesidades. Me moría de
ganas de traer a un cliente tan lucrativo. Podríamos mantener su negocio durante años
mientras ampliaba su imperio hotelero.

Mi puerta crujió y Jake asomó la cabeza.

—Toc, toc. ¿Puedo entrar?

—Claro.

Mi corazón se aceleró al verle entrar en mi despacho, su confianza y sus anchos


hombros ocupando todo el espacio de la oficina, succionando el oxígeno de mis
pulmones. Era hermoso, y lo amaba. Pero mi corazón también latía más fuerte por los
nervios. En algún momento teníamos que abordar lo que iba a pasar. No estaba segura
de cuál sería mi respuesta.
Sentó una bolsa de papel sobre mi escritorio, con el emblema de mi restaurante
asiático favorito en el frente. No pude evitar el gemido que retumbó en mi pecho.

Su sonrisa me hizo querer gemir por una razón totalmente nueva.

—Pensé en traerte algo de comer. Obviamente, hice la elección correcta.

—¿Rollos de primavera?

—Claro que sí.

—Ung. Te quiero.

—Yo también te quiero, cariño.

Sacó la comida y yo pulsé el botón de enviar en mi correo electrónico antes de


prestar toda mi atención a las cajas. Se sentó al otro lado de mi escritorio, ya atacando
la comida.

—Pensé en pasarme por aquí para que pudiéramos hablar. No hemos tenido mucho
tiempo desde el sábado por la noche.

Sus ojos iban y venían entre su cartón de comida y yo. Ambos sabíamos que
teníamos que hablar. Los dos no estábamos seguros de cómo iría.

—¿Estás bien? ¿Con todo lo que pasó?

Esto era todo. No importaba lo que creyera ver, esta era mi oportunidad de hacer lo
que quería. Si lo cuestionaba y mostraba mi inseguridad, lo detendría todo. Jake era leal
y si le decía que algo me hacía daño, movería cielo y tierra para mejorarlo. Si fingía que
estaba bien, seguiríamos y mantendríamos esta conexión entre nosotros.

Además, Jackson me gustaba y no estaba lista para terminar. A pesar de mis recelos,
estaba contenta con nuestro acuerdo y probablemente estaba haciendo una montaña
de un grano de arena.

Con mi decisión tomada, dejé que mis párpados cayeran a medias y le dediqué una
sonrisa lenta y sensual.

—Más que bien. El sábado estuvo más que caliente. Exactamente como quería que
fuera. Como en mi fantasía.

No me di cuenta de lo tenso que estaba hasta que lo vi exhalar y sus hombros


bajaron en señal de alivio.
—Bien. Me preocupaba que me miraras de forma diferente después de tener sexo
con un hombre.

Con cada palabra que decía, sus hombros volvían a subir y cada vez me miraba
menos a los ojos. Así como él haría cualquier cosa para hacerme feliz, yo haría lo mismo
por él, y odiaba verlo lleno de dudas.

—No, Jake. Sigues siendo el hombre sexy y fuerte del que me enamoré. No puedo
verte como otra cosa.

Sus labios se torcieron y me miró a través de sus pestañas.

—Sexy, ¿eh?

—Sexy. —Arrastré la palabra y terminé con una y acentuada—. Ver tus músculos
flexionarse y tensarse fue una experiencia totalmente nueva desde mi lugar en la silla.

—¿Te gustó?

—Dios, sí. —Me retorcí en mi asiento—. La forma en que tu brazo se flexionaba


cuando lo acariciabas o agarrabas su mandíbula. Me encantó verte.

—Hmmm. Esto me está dando ideas para esta noche. No puedo esperar a llevarte a
casa.

—¿Por qué esperar? Tenemos toda una hora de almuerzo.

—Dios, me encanta lo sucia que eres.

—La primera vez que follamos fue en el trabajo. Llamémoslo nostalgia.

Se puso de pie y caminó lentamente alrededor del escritorio hasta que me miró
fijamente.

—Si no recuerdo mal, estabas inclinada sobre la fotocopiadora. Ponte de pie, con las
manos sobre el escritorio y preséntame tu trasero.

Me retorcí de nuevo tratando de aliviar la necesidad que se acumulaba entre mis


muslos antes de ponerme de pie y hacer lo que me dijeron.

—¿Así? —pregunté por encima del hombro.

Su mano rozó la curva de mi trasero y bajó hasta mi muslo desnudo antes de


deslizarse hacia arriba.
—Creo que te azotaré o al menos te agarraré lo suficientemente fuerte como para
marcarte. Así, cuando pases el resto de tus reuniones de hoy, recordarás lo profundo
que estuve dentro de ti.

—Jake. —Arqueé la espalda y gemí, abriendo un poco más las piernas para darle
acceso a entre mis muslos.

Se oyó un golpe seco en la puerta que me hizo levantarme de golpe y Jake dio un
paso casual hacia atrás para apoyarse en mi escritorio, de espaldas a la puerta, para
poder ajustar el bulto bajo sus pantalones.

Me pasé una mano por el pelo y me aclaré la garganta, esperando que no escucharan
la excitación en mi voz.

—Adelante.

Esa excitación fue absorbida por mi cuerpo cuando mi padre empujó la puerta.

—Carina, ¿puedes hacer copias para todos en la reunión? —preguntó, apenas


mirándome. Pero se iluminó como un árbol de Navidad cuando vio a Jake—. Oh, hola
Jake. No te vi allí.

Apreté la mandíbula ante su petición. Yo no era su secretaria. Tenía que preparar


mi propia parte de la reunión, pero él probablemente asumió que preparé una
presentación bonita y con volantes, sin ninguna investigación.

—Hola, Sr. Russo. Sólo vine a almorzar con mi chica. —Jake se agachó para sujetar
mis puños apretados en su mano—. Y haré que Angela haga esas copias. Sé que Carina
se estuvo preparando para esta reunión y necesitaba repasar algunas notas antes de
esta tarde.

Dios, amaba a este hombre.

—Por supuesto. Por supuesto. —Mi padre apartó el comentario de Jake como si no
fuera nada. Probablemente ni siquiera escuchó nada después de mi nombre—. Sabes
Jake, deberías venir a jugar al golf este fin de semana. Los directores generales de
Ackerman Inc. van a venir a hablar de negocios y me encantaría tenerte allí.

Jake movió su mano hacia mi espalda, frotando suavemente. Me pregunté si podía


sentir el vapor que se desprendía de mí. Jake odiaba el golf. Pero a mí me encantaba, me
fascinaba el negocio, pero ¿me invitó mi padre alguna vez? No.

—Carina, ¿cómo van las cosas con Alexander Kent?


Respirando profundamente, calmé mi ira y traté de parecer tranquila y profesional.
Este era mi bebé y no había manera que él pudiera evitar mi trabajo en él. Tenía que
reconocer mi destreza en los negocios con esta interacción.

—Bien. Le envié un correo electrónico antes de que llegara Jake. Estamos


negociando el contrato.

Hizo una mueca y asintió lentamente.

—¿Por qué no me envías todos esos archivos después de hacer copias para la
presentación? Le echaré un vistazo a lo que tienes y terminaré las negociaciones de
hombre a hombre. Jake, puedes intervenir y adquirir algo de experiencia. La necesitarás
cuando empieces a manejar los contratos más grandes.

Jake levantó las manos delante de él, negando con la cabeza.

—Agradezco la oferta, pero este es el proyecto de Carina.

Me dedicó una sonrisa tranquilizadora cuando le di las gracias. Jake siempre decía
que yo dirigiría la empresa mejor que él. No lo haría, pero me encantaba su fe en mí.
Éramos iguales a sus ojos y dirigiríamos esta empresa como iguales. Sólo tenía que
aguantar lo suficiente.

—De cualquier manera, lo espero en mi bandeja de entrada antes de la cena.

Perdí la calma y la profesionalidad en un instante.

—¡Dime que es una puta broma!

—Carina Russo. ¿Qué demonios te pasa?

—¿Qué me pasa? ¿Qué me pasa? —Mi voz era fuerte y temblaba de indignación—.
Este es mi contrato. Mío. Yo hice el trabajo. Lo hice todo, y no dejaré que me lo quites
por tus ideas misóginas.

—Carina, deja de hacer un berrinche. Por esto mismo es por lo que no te iría bien
en las negociaciones. ¿Acaso harías un berrinche en medio de una reunión si no saliera
cómo quieres?

—¿Me estás tomando el pelo? ¿En qué momento te he dado la impresión de que sería
de esa forma cuando le he mostrado a todo el mundo, incluido a ti, completa
profesionalidad?

—Pero este es un mundo de hombres. Así es como pensarán de ti cuando entres.


Los hombres que dirigen estas empresas no te tomarán en serio.
Gruñí, sin tener palabras que pudieran expresar mis emociones.

—Es sólo la forma en que piensan.

—Jake no lo hace. —Por lo general, Jake se mantenía al margen de nuestras


discusiones, se limitaba a ofrecer su apoyo y me dejaba librar mis propias batallas. Pero
mi padre adoraba el suelo que pisaba y quizás creería más en mí si viera la forma en
que Jake creía en mí. Por supuesto, no sucedió así porque él tenía un argumento para
todo.

—Eso es porque te quiere. Claro que cree en ti. —Suspiró como si estuviera cansado
de discutir con un niño—. Sólo envíalo, Carina. Fin de la discusión. —Con eso se dio la
vuelta y se fue.

Me quedé mirando el espacio vacío que acababa de dejar intentando calmar mi


respiración. Jake se puso detrás de mí y me frotó los hombros tensos.

—Entonces, ¿supongo que follar contra el escritorio está descartado? —me susurró
al oído.

Solté una carcajada y negué con la cabeza. Sabía lo que tenía que decir para
relajarme. Para hacerme reír.

Me di la vuelta y le rodeé el cuello con los brazos.

—Más tarde, ¿está bien? Quiero terminar lo que empezamos. —Me puse de
puntillas y le besé la barbilla.

—Haré que cumplas tu promesa —dijo antes de capturar mis labios en un acalorado
beso que me ayudó a olvidar los últimos diez minutos.

—Invitemos a Jackson esta noche.

—¿Segura?

Lo estaba. Quería perderme en el momento entre dos hombres sexys. No estaba lista
para terminar con nuestro acuerdo.

—Definitivamente.
20
Jackson
—Hola, hombre. —Dejé que mis ojos se comieran a Jake cuando pasó junto a mí
para entrar en mi apartamento. Llevaba unos pantalones y una camisa de vestir blanca.
Las mangas estaban remangadas y contrastaban con los tatuajes que decoraban su piel.
Y luego estaba su trasero. Tuve que morderme el labio mientras cerraba la puerta para
contener mi gemido—. Gracias por llevarme a Voyeur. Mi auto debería estar listo para
mañana por la mañana.

—No hay problema.

Cuando se volvió para mirarme, no pude evitarlo. Puse mi mano en su cintura y me


incliné para rozar mis labios con los suyos. Se congeló un poco, pero menos de lo
habitual. Me detenía si no me correspondía el beso. Siempre lo hacía. Me retiré con una
sonrisa y me dirigí a la cocina para guardar algunos platos que acababa de lavar.

Él se paseó por mi pequeño espacio, mirando a su alrededor y asimilándolo todo.


No es que se tardara mucho.

—¿Cómo va la búsqueda de casa? —preguntó una vez que llegó a la cocina. Se apoyó
de lado contra la encimera, y me sonrió.

—No está tan mal.

—Tu vecino está viendo la repetición de The Office. Puedo oírla palabra por palabra.

Pasé junto a él y le di una palmada en el culo.

—Sabelotodo.

Se sacudió con una carcajada.

—Sigue así y puede que te dé unos azotes más tarde.

Enarcando una ceja, me acerqué a él y hablé en voz baja.


—Puede que haya dejado que me folles, pero de ninguna manera me pondré sobre
tus rodillas por ti.

Jake bajó la mirada, pero no antes que viera que un rubor manchaba sus mejillas.

—Eres tan malditamente adorable.

Levantó la vista por debajo de sus pestañas y yo bajé las rodillas lo suficiente para
alcanzar sus labios. Esta vez me quedé el tiempo suficiente para que me probara y me
sintiera. Mi lengua rozó el borde de sus labios mientras su mano se dirigía a mi cintura.
Ambos gemimos y apenas rozamos las lenguas antes de retirarnos.

—No deberíamos hacer esto sin Carina —susurró Jake contra mis labios.

Yo lo sabía. Y lo odiaba porque me preguntaba cómo reaccionaría Carina. ¿Se


excitaría con la idea o lo acusaría de ser infiel? En el fondo, sabía que era un engaño. Me
invitaban a entrar en su relación y cada vez que besaba a Jake sin que ella estuviera
presente, sólo se trataba de la relación mía y de Jake. Quería parar porque no quería
herirla. Pero no podía hacerlo.

—Lo siento. —Pero aun así me incliné para darle un último beso.

Las cosas cambiaron después de que follamos. A la mañana siguiente, la


incomodidad rondaba el apartamento, y me fui preguntando si todo había llegado a su
fin. Me aseguré de darles un beso extralargo a los dos antes de salir, con el corazón
retumbando en mi pecho, aterrorizado de no tener otra oportunidad. Pero luego me
invitaron a la noche siguiente y follamos como conejos.

Al menos follamos con Carina.

Carina también empezó a hablar cada vez más de su boda. Intenté hacerme invisible
en esos momentos porque cada vez que salía a relucir una fecha o un color o una flor
me pesaba más y más en el pecho. Sentía como si una guillotina estuviera cayendo sobre
nuestro tiempo juntos y me daba pánico. Cuando todo empezó, no planee que llegara
tan lejos, pero me vi arrastrado. La primera vez que pasé la noche con ellos sabía en qué
me estaba metiendo. Pero el juego cambió para mí y mi corazón estaba en riesgo. Y mi
corazón era egoísta. Así que robé cada instante que pude por si era el último.

El único momento que estaba deseando repetir, pero que aún no lo hacía, era el de
Jake follando conmigo.

No suelo tocar fondo. Simplemente no estuve con muchos otros tops 11. Lo
disfrutaba, pero también me gustaba tener el control. Pero con Jake, el poder fluyó entre
nosotros y me encantaba que se adueñara de mi cuerpo. Esa noche lo fue todo para mí.
11
“top” (el activo) es el hombre que inserta su pene en el ano del otro.
La forma en que me abrazaba mientras me penetraba, su dura longitud cambiando
entre golpes suaves y potentes. Cada una de ellas me hizo contener mis gritos de éxtasis
mientras me tomaba. Estaría encantado de dejarlo entrar en mi cuerpo una y otra vez.
Cualquier cosa con tal de sentirme tan cerca de él. Como si fuéramos las únicas dos
personas en la habitación. Como si fuéramos las únicas dos personas que importaban.

Cuando me dio la vuelta y me miró fijamente mientras me acariciaba la polla,


perdiéndose dentro de mí, algo se abrió en mi pecho. Jake siempre fue una debilidad;
un sueño que estaba seguro que nunca tendría. Estaba comprometido y era
heterosexual. Intenté convencerme que lo creía incluso mientras su polla se ablandaba
en mi culo. Sin embargo, ahora ya no era un sueño para el que pudiera poner excusas.
Mi corazón lo anhelaba de una manera que no sabía que era posible. Me dolía la idea de
no tenerlo. Late con más fuerza con sólo pensar en él. No conocía límites, no me negaba
nada cuando estaba cerca de él. De ahí todos los besos, todas las caricias. Lo deseaba
todo y no podía reprimir esa necesidad.

Puede que no hayamos vuelto a tener sexo, pero después de la semana, supe que
algo se rompió para Jake también. Me dejó besarlo. Y nuestras noches juntos se
volvieron más atrevidas cada vez.

—Oh, joder. Jake. Chúpame. —Jake se arrodilló ante mí, con mi polla entrando y
saliendo de sus labios carnosos. Sus manos se apretaron a mis muslos para controlar mis
empujes. Le agarré el pelo y le tiré hacia abajo hasta que sus ojos se humedecieron y su
reflejo nauseoso se activó, apretando la cabeza de mi polla.

—Me voy a venir —gemí, dándole el aviso que siempre hacía para que pudiera
retirarse. Sin embargo, cuando intenté retroceder, sus manos se agarraron a mis muslos
y me acercaron. Su boca seguía envolviéndome, sin ceder. De hecho, empezó a chupar más
fuerte.

Miré hacia abajo y lo encontré mirándome fijamente. Parpadeando una y otra vez,
traté de procesar lo que estaba sucediendo. Sabía que me iba a correr y se quedó quieto.
Me hizo un pequeño movimiento de cabeza y un guiño, un puto guiño, antes de volver a
hacerlo. Oh, joder, sí. Jake Wellington se iba a tragar mi semen.

—¿Lo quieres? —Volví a enredar los dedos en su pelo y le cogí la cara, más excitado
que nunca—. Saboréame, Jake. Oh, sí.

Eran gruñidos y gemidos ininteligibles, derramando palabras sucias y corriendo hacia


la línea de meta, temiendo que cambiara de opinión.

—Sí. Ya voy. —Lo abracé, empujando hacia abajo hasta donde podía llegar—.
Saboréame. Joder, sí. Hasta el fondo.
El placer recorrió mi columna vertebral y mis piernas temblaron cuando comencé a
correrme. Tras el primer chorro de semen, empecé a follarle la cara con furia, queriendo
cubrir toda su boca con cada gota. Quería que me probara durante el resto de la noche.
Que supiera que chupó la polla de un hombre y que le gustó. El semen se deslizó fuera de
su boca y bajó por su barbilla. La visión me hizo sentir un placer especial y me corrí un par
de veces más, lentamente. Me lamió la polla y deslizó su lengua en la apertura de la cabeza.
Me dieron ganas de llorar con la forma en amó mi miembro una vez que terminé.

Entonces se sentó y se enfrentó a Carina, agarrando su cara y llevándola a probarme


de sus labios. Ella lamió el semen de su barbilla y eso hizo que mi polla volviera a
estremecerse. También tenía mi corazón retorciéndose mientras mi mente gritaba «mío».

Ignorando eso, me metí entre sus piernas e hice mi parte.

—Hombre, estas donas tienen una pinta increíble. —El comentario de Jake me sacó
del recuerdo. Bajé la mirada a la caja que llevaba el nombre de «Holtman's».

—Mierda. Mierda.

Jake me miró como si hubiera perdido la cabeza.

—Daniel me las dio esta mañana para que las dejara con Andrew. Me olvidé por
completo. —Me pasé la mano por el pelo y pensé en mis opciones—. Siento hacerte
perder el tiempo. Voy a tener que conseguir un Uber para que me lleve allí antes de
Voyeur.

Jake desechó mi idea.

—Yo te llevaré.

—¿Seguro? No quiero hacerte perder la noche.

Puso los ojos en blanco.

—Cállate y vámonos.

Llevar a Jake a ver a Andrew me llenaba de nervios y felicidad. Andrew no era


conocido por su tacto. Pero llevar a Jake a conocer a la persona más importante de mi
vida me hizo contener un grito de alegría.

—¿Qué tal, imbécil? —saludé a Andrew cuando entramos por su puerta. Dorothy
me miró con una ceja levantada mientras quitaba el polvo de las mesas auxiliares.

Andrew giró su silla y levantó los brazos.


—Eh, eh, estrella del porno. —Su atención se desplazó inmediatamente detrás de
mí hacia Jake—. Oh, trajiste a un amigo. —Movió las cejas y traté de prepararme para
lo que pudiera decir a continuación—. ¿Quiere ver mi nuevo truco de fiesta?

—Nadie quiere ver eso.

—Dorothy quiere ver eso. —Miró a su ama de llaves, que puso los ojos en blanco,
pero seguía con una sonrisa en la cara—. ¿No es así, Dorothy?

—Eres incorregible. —Recogió los artículos de limpieza y se dirigió hacia la cocina.


Cuando llegó a mí, se detuvo de espaldas a Andrew antes de hablar en voz baja—. No
hay cambios últimamente. Aunque hemos tenido una mañana difícil con el
fisioterapeuta. Se puso… frustrado.

Intenté mantener una expresión neutral, pero era difícil. Odiaba escuchar que
Andrew tenía problemas.

—Estoy aquí. Sé que estás hablando de mí —refunfuñó Andrew, haciendo rodar sus
ruedas de un lado a otro.

—Que tenga una buena noche, señor Fields —dijo Dorothy, ignorando su
comentario—. Volveré la semana que viene.

Cuando se fue, Andrew dejó de hacer rodar su silla y finalmente me miró.

—Este es Jake.

Se saludaron, Jake siendo educado y Andrew con un brillo en los ojos que me puso
nervioso. Antes de sentarme, dejé la caja de donuts sobre la mesa. Con suerte la tomaría
como una ofrenda de paz y no espantaría a Jake.

—Daniel quería que trajera esto.

—Oh, mierda, sí —gruñó Andrew, abriendo la tapa. Volvió a gemir cuando vio las
seis rosquillas de arce y tocino en el fondo. Pero luego volteó la tapa y levantó la caja
como si estuviera buscando algo—. Pensé que adjuntaría mi solicitud para rellenar.

—Ja. Ja —dije con tono inexpresivo.

—Quiero decir —comenzó Jake—, estoy seguro que alguien tiene que tener un
fetiche. Daniel está desaprovechando la oportunidad. Tendré que revisar los números.

Para cuando terminó, mis ojos estaban desorbitados y le miré preguntándome qué
demonios estaba haciendo. Mientras tanto, Andrew estaba prácticamente rebotando en
su asiento.
—Siiiiii. —Arrastró la i y bombeó los brazos en señal de victoria—. Alguien de mi
lado.

Le dirigí a Jake una mirada sucia a la que él sólo sonrió y se encogió de hombros
mientras Andrew atacaba una de las donas.

Su boca estaba llena con el segundo donut cuando mi corazón casi se detuvo.

—Entonces, Jake. ¿Te estás cogiendo a mi hermano o él a ti? Nunca sé si es un top o


un bottom 12.

Si creía que el comentario de Jake hizo que se me salieran los ojos de la cabeza, esa
pregunta me tenía preocupado por si necesitaba volver a colocarlos quirúrgicamente.

Andrew se limitó a dar otro bocado, sonriendo al ver cómo la mandíbula de Jake se
abría y cerraba con total sorpresa. La sangre me retumbaba en los oídos, un ruido
blanco que lo bloqueaba todo. Pero no bloqueó las siguientes palabras de Jake. Por
mucho que me hubiera gustado.

—¡No! ¡Dios, no! No soy gay. Tengo una prometida. No. Yo nunca... Simplemente no.

Me iba a enfermar. Mi estómago se revolvía más y más con cada no que escupía con
tanta rotundidad. Su mandíbula se apretó una vez que terminó y sus ojos se dirigieron
hacia mí, pero tuve que apartar la mirada para ocultar el fuego que ardía en mi mirada.

Me folló.

Estuvo dentro de mí.

Lo dejé.

Y él lo negó todo.

Sabía que no iba a admitirlo todo abiertamente, pero nunca esperé una negación
tan vehemente. Como si le diera asco sólo pensarlo.

El pecho me dolía físicamente mientras luchaba por respirar. Tuve que rodear con
el puño el brazo de la silla para no huir. Apretando la mandíbula, inhalé por la nariz
todo lo que me permitieron mis apretados pulmones antes de exhalar lentamente por
la boca. Parpadeé un par de veces para aclarar mis ojos y finalmente levanté la vista
para encontrar a Andrew mirando a Jake con su propia mandíbula apretada y sus cejas
bajas.

12
El “bottom” (el pasivo) es el que es penetrado
Andrew sabía quién era Jake. Sabía lo mucho que significaba para mí. Un pellizco se
liberó de mis pulmones aligerando la presión al saber que él estaba de mi lado, que me
cubría la espalda. Pero también regresó cuando me pregunté qué saldría de su boca a
continuación.

Me miró y moví la cabeza lo suficiente para que lo viera. Tragó saliva y sacudió su
propia cabeza para despejarla. Un silencio incómodo se apoderó de la habitación
mientras todos nos sentíamos atraídos por diferentes razones dado al arrebato de Jake.

Andrew cogió otro donut y le dio un mordisco, sin dejar de mirar a Jake. No quería
ver qué estaba haciendo Jake. Si miraba hacia abajo, si sostenía la mirada de Andrew, o
si me miraba a mí con ojos de disculpa. No podía hacerlo. No me creía capaz de ver una
disculpa en sus ojos si es que estaba allí. Era demasiado tarde. Pero al mismo tiempo, si
no estaba tratando de disculparse, no sabía qué me dolería más.

Andrew tragó su bocado y finalmente rompió el silencio de la única manera que


sabía.

—Entonces, ¿puedes conseguirme una prostituta?

Mis cejas se dispararon hacia arriba en mi frente mientras trataba de procesar


mentalmente su pregunta. Y entonces ocurrió la mayor locura. Me reí. Eché la cabeza
hacia atrás y me reí. Pero aún más loco... Jake se reía a mi lado. Los dos nos reímos de la
descabellada pregunta de Andrew, y aunque me seguía doliendo físicamente, me dolía
un poco menos gracias a mi increíble y raro hermano.

—¿Qué? —preguntó, incrédulo—. Puedo pajearme todo el día, pero me encantaría


probarlo en la realidad.

—Jesús —murmuré, todavía riendo.

—Ella tendría que hacer todo el trabajo, pero yo tengo una cara bonita y brazos
fuertes.

Esta vez, sabía que Jake me estaba mirando. Podía sentir su mirada como un toque
en mi piel.

—Tu hermano es algo impresionante.

Él quería que lo perdonara sin que tuviéramos que conversar de lo que dijo, podía
percibirlo en su tono. Pero no sabía si podría hacerlo. Así que no le miré. Mantuve mis
ojos pegados a mi salvavidas haciendo lo mejor que podía para empujar sus caderas
hacia arriba en la silla.

—Sí, lo es.
21
Jackson
—Pareces cansado —me dijo Carina desde donde estaba sentada encima de un
taburete, con los codos apoyados en la barra recién instalada.

Estábamos trabajando juntos en Voy, ella tecleando en su ordenador, asegurándose


que los últimos retoques estuvieran listos antes de abrir. Yo estaba sentado en el otro
extremo con mi propio portátil, revisando los programas de finanzas que estábamos
actualizando tanto para Voyeur como para Voy. El silencio era agradable, ya que todos
los demás se marcharon hacía un par de horas.

Me pasé una mano por la cara y me incliné hacia atrás.

—Han sido unos días muy largos para preparar todo. Además, Daniel se fue esta
semana y lo estuve cubriendo en Voyeur.

—Sabes, si necesitas una noche para ti mismo para relajarte, estoy segura que Jake
entenderá que no vengas.

Si ella hubiera sostenido la mirada y mostrado el brillo inquieto que siempre tenía
en sus ojos cuando estaba preocupada por alguien, desecharía la sugerencia. Haría un
comentario sobre cómo nunca estaba demasiado cansado para satisfacer a los dos.

En lugar de eso, miró fijamente su dedo dibujando ochos en la barra. Sólo mencionó
que Jake sería comprensivo. Su nombre no aparecía en absoluto. ¿Significaba eso que
Jake era el único que tenía que entender?

Tragué con fuerza, deseando que levantara la mirada para darme una pista de lo
que había detrás de sus palabras. Cualquier cosa que me ayudara a despejar el desorden
que ocupó más espacio de lo habitual estos últimos días. Entre que ella parecía más
distante después que Jake y yo nos acostáramos, la rotunda negación de Jake de
interesarse alguna vez por un hombre, y ahora esta actitud tan fácil de ir y venir sobre
mí, estaba dispuesto a caer a sus pies y rogarle que me explicara. Estaba a punto de
hacerlo, cuando las puertas se abrieron de golpe.

Jake entró paseando, con una sonrisa que jalaba del órgano inútil y masoquista
dentro de mi pecho. Quería quitármelo de encima y ser lo suficientemente fuerte como
para dejar que mi ira me impidiera seguir viéndolo. En cambio, mi estúpido corazón
latía más fuerte, como si estuviera más desesperado que nunca por estar cerca de él.

—He pensado que a mis dos personas favoritas les vendría bien cenar —anunció,
sosteniendo dos bolsas. Se acercó a mí y dejó las bolsas en el suelo, sosteniendo mi
mirada. Yo hice lo posible por no delatarlo. Él hizo lo posible por fingir que no me
destripó hace menos de una semana y que aún no hablábamos de ello. Hizo todo lo
posible para sonreír y actuar como si estuviéramos bien. Pero yo podía ver las
preguntas y la preocupación. Lo conocía demasiado bien como para no notarlo.

Dos brazos delgados rompieron nuestra conexión cuando lo envolvieron y lo


acercaron, para que Carina pudiera darle un beso como si no lo hubiera visto en
semanas y no en unas horas. Mi pecho se tensó, así como mi polla. Era como el perro de
Pavlov, mis reacciones eran predecibles. Cómo no iban a serlo si el noventa y nueve por
ciento de las veces, esas dos personas que se besaban delante de mí solían llevarme a la
excitación.

Y la forma en que ella chupaba sus labios, suplicando que su lengua saliera a jugar,
tenía la misión de, al menos, ponérsela dura a Jake. Con un gemido, se retiró y la sonrisa
de Jake se amplió.

Se volvió hacia mí y mi cuerpo se congeló y se derritió. De alguna manera, cuando


se acercó a mi taburete, mantuve el beso como un picoteo, manteniendo mi mano en su
pecho y no permitiendo que se acercara. Mis músculos se flexionaron con fuerza para
no agarrar su camisa con el puño y atacar sus labios.

Pero eso era contraproducente para la forma en que me alejé de él. Haciendo todo
lo posible para no estar a solas con él, para poder seguir evitando la conversación que
aún no teníamos. Cuando salimos de nuestra visita a Andrew, ninguno de los dos habló
en el auto, el pesado silencio ocupaba demasiado espacio para los tópicos y las falsas
promesas que no lo dijo en serio.

Su mandíbula se tensó cuando lo empujé hacia atrás antes que pudiera profundizar
el beso, pero lo ignoré y volví a mi portátil, cerrando lo que estaba trabajando. No me
quedaría mucho tiempo con él allí. Sobre todo, si no teníamos sexo para llenar el tiempo
juntos, que era lo único que me permitía tener con él.

Como un masoquista, no podía dejar de ir al apartamento de Carina y encontrar el


olvido en sus cuerpos. Pero mantuve una parte de mí distante de Jake. Retuve la
profunda conexión que creció en mi interior. En su lugar, me centré en Carina, haciendo
todo lo posible para colocarla entre nosotros. Eso me permitía seguir teniendo a Jake
sin perderme en él. Cuánto tiempo podría mantenerlo así, no tenía idea. Pero, demonios,
lo que sí no sabía, era como detenerme.

—¿Comida italiana? —preguntó Carina, con su mano en el hombro de Jake.


—Italiana para mi italiana favorito —respondió con una sonrisa antes de volverse
hacia mí—. Y fui a Gino's porque sé lo mucho que te gustan sus palitos de pan.

—Gracias. Tendré que comer rápido e irme. Tengo que volver a Voyeur.

—Oh. —Su decepción era palpable, pero la aparté y rebusqué en las bolsas de papel
marrón, colocándome en una de las mesas. Carina y Jake se unieron a mí poco después
y hablaron de su día. Añadí lo que pude, pero en mi mente, cada vez que miraba a Jake,
seguía escuchando su vehemente negación.

No soy gay. Tengo una prometida. No. Yo nunca... Simplemente no.

—A Jackson siempre le gustaron los palitos de pan —dijo Jake, sacándome de mi


pesadilla—. Comía bastante saludable y se racionaba cuando se trataba de cualquier
cosa poco sana, pero era capaz de llevarse diez trozos de pan de ajo sin dudarlo.

Logré sonreír con fuerza ante sus recuerdos.

—Es de los míos —dijo Carina antes de dar un mordisco a su propio pan.

Jake cogió un trozo y, como a cámara lenta, empezó a acercarlo a mis labios. En ese
momento, debería inclinarme hacia delante, imitando la garganta profunda y haciendo
una broma sobre cómo se lo haría a su polla más tarde. Debería hacerlo. Eso sería lo
normal entre todos nosotros.

Lo que sí hice fue agarrar su muñeca cuando se acercó demasiado a alimentarme.


Algo tan pequeño, pero íntimo, al fin y al cabo. Pensé en La dama y el vagabundo y en lo
romántico de la escena, y no quería eso con él. Podía sentir su pulso bajo mis dedos,
palpitando tan fuerte como el mío. Nuestros ojos se cruzaron y ambos gritaron una
súplica. La suya era una súplica de perdón. La mía... no estaba seguro de cuál era mi
súplica, pero la pedí igualmente.

El tenedor de Carina raspó su plato, como si una ventana se rompiera, partiendo el


pesado silencio. Sacudí la cabeza y tuve que aflojar a la fuerza el agarre en el que tenía
a Jake. Pero no lo solté. Lo castigué con mi distancia, tal vez ahora lo castigaría con mis
burlas.

Sin ningún tipo de juego, y con mi corazón latiendo imposiblemente fuerte, y mis
pulmones apretándose, le sostuve la mirada y tomé el bocado del panecillo. Sólo cuando
el calor de su mirada se desvaneció lentamente hasta convertirse en dolor, solté su
muñeca. Él sabía lo que estaba haciendo. Sabía que me estaba burlando, pero de una
manera que le mostraba la intimidad que estuve negando los últimos días.

—Entonces —Carina, interrumpió—. Ya casi terminé aquí.

Terminé de masticar mi bocado y me aclaré la garganta.


—Sí, voy a seguir adelante y empacar. Gracias por la cena. —Me levanté y tiré la
basura antes de coger mi bolsa.

Al girarme para despedirme, observé los hombros caídos de Jake y la forma en que
hacía girar el mismo fideo alrededor de su tenedor una y otra vez. Cuando me acerqué
a la mesa, levantó la vista e ignoré la chispa de esperanza en sus ojos.

No, no terminé de extraer mi castigo. Porque ese mismo castigo satisfacía al


masoquista que había en mí al castigarme también a mí mismo. Me castigaba a mí
mismo por dejarme tratar así, por dejarme caer en una posición que dolía, pero que
también llenaba un vacío en mi pecho.

Centré mi atención en Carina, enterré mi mano en su pelo e incliné su cabeza hacia


atrás hasta que sus profundos ojos azules brillaron hacia mí.

—Gracias por hacerme compañía mientras trabajaba —murmuré contra sus labios.
Luego tomé. Tomé más fuerte de lo necesario para un beso de despedida. Saboreé y
comí y me perdí en su boca llena. Saboreé cada parte de ella y no la solté hasta que mis
pulmones estuvieron desesperados por respirar. Me retiré y me dirigí a Jake, sólo para
inclinarme y girar para que sus labios golpearan mi mejilla, retrocediendo antes que
pudiera atraerme para obtener más.

Entonces me fui.

Me fui con la promesa que no iría esta noche. Aunque sólo fuera una noche, no iría.

Carina
Después que la puerta se cerrara tras Jackson, Jake tardó un minuto en volver a
prestarme atención. Incluso entonces, se quedó mirando su plato durante un rato.

—Gracias por la cena —le dije, tratando de sacarlo de su trance.

—¿Eh? —Levantó la vista, casi sobresaltado al encontrarme todavía sentada y me


mordí el interior de la mejilla para ocultar el dolor que se encendió en mi pecho—. Sí,
quería verlos y pensé que la cena sería perfecta. También tengo postre.

—Qué bien. —Puse mi mano en su antebrazo antes que volviera a meter la mano en
la bolsa y me acercara a él—. Aunque, en cierto modo, esperaba estar en el menú de
postres esta noche.
Su mejilla se levantó y sus ojos bajaron a la forma en que mi camisa estaba abierta.
Mis pezones se pusieron en evidencia, y el calor familiar que siempre tenía con Jake
volvió a rugir a nuestro alrededor.

—Definitivamente puedo asegurarme que eso ocurra —murmuró, cambiando de


dirección para acercarse a mí.

Pero yo quería burlarme de él, hacer que me deseara hasta que se muriera por mí
esta noche, así que levanté la mano y negué con la cabeza.

—Todavía no. Primero quiero el regalo que me trajiste.

—Provocadora… —refunfuñó, con una mirada que prometía retribución más tarde.

No podía esperar.

Abrió un cheesecake con fresas y un pastel de red velvet. Gemí sólo con la idea de
probarlos, mientras apilaba ambos en mi plato y los comía.

—¿Qué tipo de tarta quieres para la boda? —pregunté, metiéndome el tercer


bocado de red velvet en la boca. Apenas hablábamos de la boda en los últimos meses,
pero el distanciamiento que sentía entre nosotros antes de Jackson parecía estar
asomando su fea cabeza y tal vez necesitaba la seguridad de nuestro futuro para
sentirme mejor esta noche.

Su ceño se frunció.

—No lo sé. Realmente no he pensado en eso.

—Deberíamos hacer una degustación de pasteles pronto. Puedo programarla para


después de la apertura de Voy.

—No hay prisa. —Se encogió de hombros, el movimiento casual despertó mi


irritación por el hecho que estuviera evitando el tema cuando, en cambio, necesitaba
que se emocionara—. Ni siquiera hemos fijado una fecha todavía.

—Podríamos —insistí en el tema—. ¿Por qué no? Estamos solos ahora con tiempo
libre y es sólo una cita. Podría ser cualquier día.

—Carina —suspiró, sin apartar los ojos de su plato—. Tenemos tiempo. No tenemos
que preocuparnos por ello ahora. Ambos estamos ocupados con Voy.

No estábamos tan ocupados como para no poder abrir una aplicación en nuestro
teléfono y señalar una cita. Apreté la mandíbula para contener las palabras.
—Ya lo hemos pospuesto y Voy abre tan pronto. ¿Qué hay de malo en pensar en
nuestro futuro?

Las púas de su tenedor se congelaron en medio del arrastre de los restos de


cheesecake. Volvió a respirar profundamente y finalmente me miró, con los ojos en
blanco, aunque una sonrisa se dibujó en sus labios, casi apaciguadora.

—Entonces hablaremos de ello.

Yo también sonreí y dejé de lado la discusión. Por ahora.

—Está bien, es una cita.

—No estás enfadada, ¿verdad?

—No —dije rápidamente antes que se me escapara el sí de los labios. No quería


discutir—. Sólo estoy emocionada por ser tu esposa.

Incluso mientras decía las palabras, sonaban huecas dentro de mí. Vibraron por mi
cuerpo los primeros hilos de duda que sentí. Claro que hubo distancia entre nosotros,
pero nunca dudas sobre nuestro futuro. Pero últimamente, la vieja pregunta que estaba
segura que todas las novias tenían en un momento u otro, surgió. ¿Estaba cometiendo
un error?

Sacudiéndomela de encima, empecé a recoger la basura, lista para ir a casa y


desfallecer.

—Oye, ¿dijo Jackson si iba a venir esta noche? —preguntó Jake.

Jackson.

Siempre volvía a Jackson. Lo amaba. Sin duda alguna. No como amaba a Jake, pero
nos hicimos íntimos y me preocupaba por él. No me arrepentía de mi decisión de
continuar con nuestra relación, pero a veces deseaba que Jake no estuviera tan
preocupado por él. A veces deseaba que Jake preguntara si podíamos ser solo nosotros.
A veces deseaba que Jake volviera a casa de la juguetería que tanto nos gustaba y me
dedicara toda su atención.

Pero la mayor parte del tiempo, sentía que Jackson era el pegamento que nos
mantenía unidos.

Aparté ese pensamiento.

—Dijo que quizá necesitaba una noche para relajarse. —Me acerqué a Jake,
relamiéndome los labios y trazando mi mano por el pecho—. Estaba pensando que
podríamos pasar la noche solos. Tal vez recoger un nuevo juguete en nuestro camino a
casa. Hace tiempo que no aumentamos nuestra colección.

Me agarró de las caderas cuando me acerqué lo suficiente y tiró de mí, bajando la


cabeza hasta mi cuello y dejando besos mordientes hasta mi oreja.

—Quizá esas pinzas para los pezones que quise ponerte.

—Cualquier cosa —susurré. Y lo haría. Le daría cualquier cosa esta noche si


estábamos solos.

Me dio un beso en los labios antes de ayudarme a limpiar. Una vez que tiró lo último
a la basura y me acompañó hasta el auto, frenó mi excitación.

—Quizá llame a Jackson. Sólo para decirle que, si necesita relajarse, siempre puede
hacerlo en nuestra casa. No tenemos que tener sexo.

—Sí —exhalé el dolor con esa palabra, conteniendo de alguna manera lo que
realmente quería decir.

Que quería coger con él.

Que las necesidades de su prometida deberían ser más importantes que las de los
demás.

Pero cuanto más continuaba este trío, más me cuestionaba a quién ponía primero
en nuestra relación.
22
Jake
Él me estaba castigando.

Jackson seguía viniendo al apartamento durante la semana, lo que se estaba


convirtiendo en nuestra norma. Después de tener sexo, se quedaba incluso en mitad de
la semana laboral. Carina hasta tenía un cepillo de dientes para él y apartaba algunas
cosas en su cajón para dejarle espacio. Nuestra relación estaba progresando.

Palabra clave: estaba.

Las últimas noches en las que vino, seguimos teniendo sexo, pero no era lo mismo.
Era como un gran paso atrás. Se folló a Carina. Se la comió. La tocó. La besó. Pero a mí
no. Me indicaba por dónde ir con un tono soso, evitando tocarme cuando podía. No me
besaba y, de hecho, recurrió a retirarse o a darme la mejilla si lo intentaba.

Me estaba castigando y no necesitaba preguntarme por qué. Pero saber que me lo


merecía no hacía que me doliera menos.

Al final de cada noche, en lugar de quedarse acurrucado con nosotros y cogerme de


la mano mientras dormíamos, volvía a ponerse los pantalones y ponía una excusa para
irse. Antes de marcharse, se aseguraba de despedirse de Carina con un beso y sólo me
dedicaba una inclinación de cabeza. Tuve que contenerme para no abalanzarme sobre
él, agarrarle las mejillas y obligarlo a entregarse a mí, a darme lo que tanto echaba de
menos.

Mirándolo fijamente al otro lado de la mesa, sopesé los pros y los contras de aquella
forma de ataque. Me estaba desesperando.

Tuve que reprimir la risa hacia mí mismo mientras me preguntaba hasta dónde
había llegado en los últimos meses. Él volvió a irrumpir en mi vida y pasé de huir de él
a contemplar la forma de volver a tener su boca y sus manos sobre mí. Pasé de dedicar
todo mi amor a Carina a besar a Jackson a sus espaldas, cada fechoría rompía un trozo
de mi corazón por él, obligándome a reconocer que mis sentimientos iban más allá de
la atracción y la amistad.
Al mirar la cara sonriente de Carina mientras se reía de la historia de Jackson, una
pesadez se instaló en mi estómago como una piedra. Lo quería. Era mi mejor amigo. Y,
sin embargo, no podía imaginarme que nuestra relación con Jackson terminara nunca.
De hecho, mi mente se arremolinaba en el caos cada segundo que se alejaba de mí.

—Dios mío —dijo Carina, riendo. Puso su mano sobre la mía y forcé una sonrisa,
apartando mi angustia mental—. Creo que fue cuando ambos teníamos dieciséis años
que nuestros padres hablaron de un matrimonio arreglado como si fuera algo serio.
Siempre bromeaban, pero era sólo eso. Joanne habló con mi padre y le convenció para
que me llevara a casa desde el colegio de sólo chicas en el que estaba para ser su cita en
el baile.

Miré a Jackson y observé cómo un músculo se movía en su mandíbula alrededor de


la sonrisa que estaba forzando.

—Todas las chicas estaban muy celosas de mí. Vieron fotos de Jake.

—Apuesto a que todas tus amigas estaban celosas de él. Sobre todo, si tenías los
mismos pechos que tienes ahora. —Movió las cejas—. Probablemente Jake tuvo que
luchar contra ellas con un palo.

—Creo que las chicas eran más agresivas que los chicos. Jake era una mercancía
caliente.

—Me lo imagino.

Finalmente miró hacia mí, pero a sus ojos marrones les faltaba la chispa que tanto
me gustaba. La alegría por vivir que sabía él poseía. Las náuseas me hicieron alejar el
plato. El arrepentimiento me invadió, sabiendo que le había arrebatado justo aquello.
Haría casi cualquier cosa para arreglarlo, y me asustaba

—¿Recuerdas la vez que nos enviaron de viaje de negocios? —me preguntó Carina.

—Oh, Dios. Sí —gruñí y me pasé la mano por la cara. Aquello fue un lío tan
incómodo, pero solidificó nuestra amistad.

Carina se volvió hacia Jackson, que estaba terminando su bebida, manteniendo los
ojos atentos en Carina y lejos de mí.

—Nos enviaron a un viaje juntos, lo cual era extraño teniendo en cuenta que
acabábamos de empezar. Era un viaje para mayores. Pero cuando llegamos al hotel,
descubrimos que sólo había una habitación reservada. Dijeron que era un error
administrativo, pero cuando entramos, nos esperaban pétalos de rosa y champán.

—Jesús —dijo Jackson entre risas—. No fueron sutiles.


—Definitivamente no. La broma fue para ellos porque Jake y yo acabamos pidiendo
el servicio de habitaciones y acumulamos una cuenta enorme hasta que nos
desmayamos viendo Chopped.

—Bien por ti.

¿Era yo el único que podía oír el tono apagado de su voz? ¿Lo veía ella? Era tan obvio
para mí. Pero le tocó la mano y empezó a recoger la mesa como si todo estuviera bien.
Quizás esta noche presionaría más para estar más cerca de él. Esta noche lo besaría de
nuevo y no dejaría que se apartara. Pedirle perdón con las manos y la boca, cualquier
cosa para acabar con esto.

—Probablemente debería irme.

—¿Qué? —La palabra salió antes que pudiera pensarlo mejor. Él miró hacia mí, y
supe que mostraba en mi cara todas las emociones que rugían en mí. Podía sentir mis
labios colgando, mis cejas fruncidas y mis ojos parpadeando furiosamente.

—¿Estás seguro? —preguntó Carina con un puchero.

Se volvió hacia ella con una sonrisa arrepentida.

—Sí, tengo que madrugar en Voy.

—Ah, sí. Seguro que por tu parte estás ocupado con la inauguración de la semana
que viene.

Mi pecho se apretó al recordar que nuestro trabajo terminaría en poco más de una
semana. ¿Y entonces qué? Cuando no tuviéramos una razón para estar juntos, ¿nos
mantendríamos unidos? ¿O a Carina le parecía bien que lo dejáramos todo, porque era
divertido mientras trabajábamos todos juntos? Me arrepentí de cada bocado de la cena
mientras las náuseas me asaltaban.

Jackson cogió su chaqueta y se acercó a Carina, dándole un beso prolongado en los


labios. Cuando pasó junto a mí, extendí la mano para agarrarle la muñeca, impidiéndole
avanzar como si yo no existiera. Me encantó la forma en que sus músculos se
flexionaron bajo mi agarre, como si quisiera luchar. Una parte de mí quería que lo
hiciera. Que forzara mi mano para inmovilizarlo y mostrarme emoción.

—¿Dónde está mi beso? —me burlé.

Miré a Carina y descubrí que su sonrisa se le escapaba de los labios mientras


observaba mi mano en la de Jackson. Tal vez ella no quería que Jackson me diera un
beso de despedida. Tal vez vio lo mucho que lo deseaba. Pero eso no me detuvo. Lo
necesitaba tanto.
Me giré para encontrar su mandíbula apretada. Entonces se inclinó para darme un
rápido beso en la mejilla antes de tirar de su brazo y salir. Me estremecí cuando oí que
la puerta se cerraba tras él.

Me terminé la última mitad de mi cerveza de un tirón y conté hasta diez.

A la mierda con esto.

—Me olvidé de preguntarle algo sobre Voy —le grité a Carina en la cocina—. Vuelvo
enseguida.

Salí corriendo por la puerta y encontré el pasillo vacío. Los números del ascensor
no se movían y miré por el pasillo hacia la escalera. Siempre se quejaba que los
ascensores tardaban demasiado. Corriendo, esperaba no llegar demasiado tarde. No
sabía por qué no dejarlo marcharse sin enfrentarlo se sentía tan importante, pero así
era, y cuando abrí la puerta para encontrarlo al final de dos tramos de escaleras, el alivio
se apoderó de mí, y mis piernas casi se rindieron.

—Jackson. Espera.

No se giró para mirarme cuando por fin lo alcancé. Observando fijamente su


espalda, me esforcé por encontrar algo que decir. ¿Por qué no lo pensé bien? Al final, al
ver que ni siquiera se giraba para mirarme, la ira se impuso.

—¿Qué mierda, Jackson?

—Vuelve con tu prometida.

Con un gruñido, lo agarré por el hombro, obligándolo a girarse y empujándolo de


nuevo contra la pared. Sus ojos parecían contener su propia tormenta, desafiándome a
empujar una vez más. Estaba a punto de empujar mucho más si eso significaba
conseguir algo de él.

—Habla conmigo. —Quería que fuera una orden, pero salió como una súplica.

Respiró profundamente y cerró los ojos. Cuando los abrió, casi di un paso atrás por
lo enfadados que estaban.

—¿Qué quieres que te diga? No eres gay —se mofó, empezando a respaldarme con
cada palabra—. Nunca lo serías. Lo que me pareció bastante chocante ya que te
encantaba estar dentro de mí, derramando tu semen. Follándome como un puto tren de
mercancías desesperado.

Me echó en cara las palabras que solté estúpidamente a su hermano.

—Lo siento —susurré.


—Vete a la mierda —gruñó Jackson antes de golpear mi hombro para pasar por
delante de mí.

Clavando las manos en mi pelo, la frustración surgió dentro de mí, tirando de mí,
ahogándome. Estaba perdiendo el control y no podía respirar por ello.

—LO SIENTO, ¿ESTÁ BIEN? —grité—. La cagué. Entré en pánico. Todo esto es nuevo
para mí: gustar un chico. Juguetear contigo cuando estoy comprometido. No puedo
hablar de ello. Entré en pánico y lo siento. Lo siento mucho.

Dejó que mi disculpa perdurara, y yo contuve la respiración esperando.

—De acuerdo.

¿De acuerdo? ¿De acuerdo? ¿Me estaba tomando el pelo? ¿Me desahogué y está bien?

—No. No está bien. Esto no está bien. —Una quemadura ardiente se acumuló detrás
de mis ojos, picando mi nariz, pero no iba a parar porque él finalmente se volvió hacia
mí—. Te echo de menos. No me tocas, ni me besas, ni te sientas conmigo, ni me abrazas.
Nada. Y te echo de menos, joder.

Me atraganté con las últimas palabras rezando para que no se apartara. Era la vez
que más sincero fui con él, conmigo mismo, sobre mis sentimientos hacia él. El corazón
me retumbaba y las manos me temblaban de lo nervioso que estaba. Nervioso que las
palabras salieran tan bien de mis labios. Nervioso por lo que realmente significaba, por
dejar atrás a Carina, para poder perseguir a Jackson y suplicarle que no me dejara.

—¿Podemos volver, por favor? ¿Puedes por favor perdonarme?

No se trataba sólo de sexo y exploración. Allí mismo, en el hueco de la escalera,


perdiéndome en él, rogándole que se quedara y me cuidara, me di cuenta.

Me estaba enamorando de él.

De un hombre.

Me estaba enamorando de Jackson.

Mientras mi prometida estaba sentada arriba, me di cuenta que me estaba


enamorando de mi mejor amigo.

Mi pecho subía y bajaba con movimientos rápidos y bruscos. Jackson me miró y


debió reconocer el pánico y, siendo mi mejor amigo, me dio una salida. Sus hombros se
relajaron y su dura mandíbula se suavizó en una sonrisa.

—¿Tanto echas de menos chuparme la polla?


Solté una carcajada, exhalando la tensión que me apretaba el pecho como una goma.
Cerrando los ojos, inhalé tan profundamente como pude, sintiendo por fin que
respiraba por primera vez en toda la semana.

—No. Echo mucho de menos que me chupes la polla.

Se acercó y me empujó el hombro juguetonamente.

—Oh, jódete.

—Ya quisieras.

—Claro que sí. —Se acercó más y más, arrinconándome contra la pared. Le aguanté
la mirada. El frío que estuvo enviando hacia mí se derritió bajo el fuego ardiente que
brillaba detrás de sus ojos—. Estarías tan jodidamente apretado. —Mi espalda chocó
contra la pared y mi polla se puso dura cuando levantó los brazos y me enjauló—. Te
tumbaría de espaldas. Me arrastraría entre tus fuertes piernas, empujándolas hacia tu
pecho, exponiendo ese apretado agujero que suplica ser follado. —Su nariz subió por
mi cuello hasta morderme la oreja. —Pero no lo haría todavía. Me arrodillaría y te
pasaría la lengua por tu apretado culo antes de chuparte los huevos con la boca,
haciéndolos rodar por mi lengua.

Me agarré a su cintura con miedo a derrumbar la pared, mi gemido resonando en el


hueco de la escalera. Me mordió la mandíbula y siguió.

—Torturaría tu polla con rudas caricias, la chuparía hasta la base. Sé lo mucho que
te gusta follarme la garganta. Todo mientras trabajaba con mis dedos dentro y fuera de
ti, estirándote para mi polla. —Sus caderas se apretaron a las mías, nuestras pollas se
alinearon perfectamente, haciendo que me empujara contra él para conseguir algo de
fricción—. Entonces, cuando me lo suplicaras, te follaría por fin ese apretado culo virgen
y lo haría mío. Y no usaría un condón porque querría llenarte. Marcarte como mío.

—Jackson —gemí.

—Ahora dame un beso de buenas noches.

No dudé. Me zambullí y devoré sus labios, sintiendo como si hubieran pasado años
desde que me perdí en él y no sólo unos días. Sus manos abandonaron la pared y me
agarraron la cabeza, moviéndome como quería y metiendo su lengua en mi boca para
saborear cada centímetro.

—Espera —jadeé, entre besos—. Joder. Carina.

Se apartó, pero mantuvo nuestras frentes presionadas.

—Lo sé. Dios, lo sé, joder. Lo siento.


—Deberíamos parar.

Apretó los besos sobre mi mandíbula y sobre la comisura de mis labios.

—No puedo. No puedo.

Gruñí con frustración, sintiendo la culpa como un pozo en el estómago al saber que
estaba equivocado, pero cuando sus labios seguían presionando, no pude luchar contra
ello.

—Yo tampoco puedo.

Nos hice rodar a lo largo de la pared para cambiar de posición y me empujé contra
él. No quería parar. Podría correrme en seco sobre su pierna hasta que el semen se
derramara por mis pantalones.

—Oh Dios, Jake. —Quería oírle decir mi nombre toda la noche. Quería desnudarlo y
darle placer sin que la culpa me comiera vivo.

—Vuelve arriba. Por favor.

Los besos se ralentizaron, y supe su respuesta incluso antes que hablara.

—No puedo. Realmente tengo que madrugar.

Lamiéndome los labios, saboreando su sabor, asentí y di un paso atrás.

—De acuerdo.

Ambos respiramos profundamente y ajustamos nuestras pollas, y tuve que


flexionar los puños para contenerme de apartar su mano de un manotazo y tocarlo.

—Jackson. Gracias por perdonarme. Significa todo para mí.

Se movió para colocarse justo delante de mí. Vi cómo su mano subía para acariciar
mi cara, y me incliné hacia sus ásperos dedos con un gemido.

—Todo para mí también.

Y luego se fue. Me quedé en el hueco de la escalera hasta que sus pasos se


desvanecieron en la nada y el portazo del fondo me hizo saber que se marchó.

No supe cuánto tiempo estuve allí tratando de tragarme el nudo en la garganta


pensando en mi prometida que me esperaba arriba.

Carina.
Jackson.

Más lágrimas quemaban mis ojos sabiendo que no había forma de mantener a uno
sin perder al otro. Pero por mucho que lo supiera, no iba a dejar de intentarlo.
23
Carina
Esta noche era la noche.

Semanas de trabajo y esta noche era la gran inauguración de Voy.

Me acomodé mis rizos ondulados detrás de la espalda mientras me miraba en el


espejo del baño. Los chicos estaban en el dormitorio mientras yo daba los últimos
toques a mi maquillaje.

La última semana fue un torbellino de sexo, encuentros y más sexo. Sexo en el


apartamento, en el bar de Voy, en una sala de reuniones del trabajo. En todas partes. Y
siempre con los tres. Siempre.

Eso debería llenarme de alegría al pensar en todos nosotros juntos. Fue mi idea,
después de todo. Me esforcé por ello. Presioné por más en cada paso del camino. Pero
ahora, me sentía acorralada.

Estaba lista para planear mi boda. Estaba lista para hacer el amor con mi prometido
a solas en nuestra cama. Estaba lista para volver a ser sólo dos. Por supuesto, podía ver
una época en la que Jackson visitara nuestra cama de vez en cuando si quería. Pero la
conexión entre Jake y yo que me hizo buscar esta aventura se estaba deshilachando, y
me preocupaba que, si seguíamos, se rompiera por completo.

En lugar de utilizar nuestro sexo con Jackson para alimentar nuestras fantasías
como pareja, Jackson siempre estaba ahí. Quería a Jackson. Pero como amigo. Como una
aventura. Siempre querría que formara parte de nuestras vidas, pero necesitaba que
pasara de amante a amigo.

Tal vez estaba viendo la apertura de Voy como un cierre a este tiempo en nuestras
vidas. No tendríamos que ver a Jackson todos los días. Ya no sería tan fácil. Y como le
dije a la madre de Jake, quería empezar a planear la boda cuando terminara este trabajo.
Incluso abordé el tema con Jake, pero él lo evitó.

Al mirarme en el espejo, esperaba encontrar ojos verdes en lugar de azules. Sabía


lo que alimentaba esta decisión. Los celos. Estaba asustada y celosa. Vi la forma en que
Jackson miraba a Jake, incluso cuando no estábamos teniendo sexo. Cuando estábamos
sentados, descansando, su atención estaba siempre en él. ¿Se daba cuenta Jake? ¿Le
importaba? ¿Le gustaba?

Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante esta última pregunta, respiré hondo y sacudí
mis extremidades. Era hora de seguir adelante. Me pasé la mano por los labios para
asegurarme que mi lápiz labial estaba perfecto antes de abrir un poco más las solapas
de mi bata. Quería aprovechar todas las ventajas para que los ojos de Jake se fijaran en
mí. Sin embargo, una vez que salí, no había ninguna posibilidad que me viera. Me quedé
congelada en el umbral viendo cómo Jackson enderezaba la corbata de Jake mientras le
besaba la mandíbula. Jake se quedó quieto, sonriendo mientras se agarraba a las
caderas de Jackson.

Ver la intimidad entre ellos sin que yo estuviera en la habitación hizo que un ardor
se instalara en mi pecho. Debería estar besando su mandíbula y enderezando su corbata
mientras se aferraba a mí. A mí.

—¿Empiezan sin mí, chicos? —Esperaba que no pudieran oír el temblor de los
nervios en mi voz.

Pero entonces Jake se volvió hacia mí y todo se desvaneció. Su sonrisa se aferró a


mí y sus ojos bajaron a mi escote expuesto. Se apartó de Jackson y me prestó toda su
atención.

—Adelante, desnúdate, nena. Quiero ver cómo te agachas y te pones las bragas.

—¿Quién dice que me las voy a poner?

Gimió, y yo sonreí mientras dejaba caer el algodón de mis hombros. Jackson gruñó
desde donde estaba sentado en el borde de la cama, pero yo me centré en Jake. Puede
que Jackson esté enamorado de mi prometido, pero Jake estaba enamorado de mí. Y
punto.

Hice un espectáculo dándole la espalda y doblándome por la mitad para recoger mis
pantalones. Me aseguré de saltar un poco mientras me los subía, dejando que mis
pechos rebotaran frente a su cara. Me senté en el regazo de Jake una vez que tuve mi
top de cuero negro en su lugar y le pedí que atara los cordones de la espalda. Me mordió
el hombro y me ahuecó los pechos, pellizcándome los pezones mientras yo giraba mi
culo sobre su erección. Y nada de eso tenía que ver con Jackson. Jake y yo éramos las
únicas dos personas en la habitación. Como yo necesitaba que fuera.

Terminó de atarme antes de levantarme para ponerme de pie. Cuando me giré para
mirarlo, estaba mirando a Jackson.

—Asegúrate de venir esta noche, para que podamos celebrar.


Se me cayó el estómago. Esperaba celebrarlo sola.

No creo que ninguno de los dos se diera cuenta de lo callada que estaba de camino
a Voy. Tomamos un Uber juntos, y ellos charlaron todo el camino mientras yo miraba
por la ventana. Sin embargo, en cuanto salimos, me aferré a la mano de Jake.

Era mi compañero de negocios, mi cita, mi prometido. Una vez que entramos,


Jackson fue jalado por Daniel e hizo su ronda de palmadas en la espalda y felicitaciones.
Algunos de nuestros empleados que ayudaron en el proyecto se mezclaron, y Jake y yo
hicimos nuestras rondas hablando con ellos. La noche iba muy bien.

Jackson estaba ocupado con su parte del negocio y Jake y yo estábamos conectados
con la nuestra. Incluso se tomó tiempo para bailar conmigo. Me encantaba. Aunque
tuviera que ignorar la forma en que Jake no dejaba de mirar a su alrededor, sus ojos
encontraban constantemente a Jackson entre la multitud.

—Has hecho un trabajo increíble. Este lugar es excepcional —me dijo Daniel. Volvía
del baño y vi a Jake en la barra cuando Daniel se acercó a mí.

—Realmente no podría hacer esto sin Wellington y Russo, sin ti y tu visión.

—Sólo fui yo quien hizo realidad tus ideas. Pero gracias.

—Me aseguraré de dejarle una reseña elogiosa a tu padre.

—No tienes que hacer eso, Daniel.

Sus cejas se fruncieron, pareciendo molesto.

—Sé que no, pero te mereces el crédito cuando lo mereces. Seas mujer o no.

Se dio cuenta.

—Jake te lo dijo.

Sacudió la cabeza.

—Lo capté aquí y allá en varias reuniones.

El calor inundó mis mejillas, avergonzada por lo obvio que debía ser para todos los
demás. Quizá todos me respetarían más si mi padre también lo hiciera.

—Kent mencionó que está trabajando contigo. Dice que sabes lo que haces.
Agradecí que Daniel siguiera adelante y me hizo reír. Kent era un hombre de
negocios que no se contenía con sus palabras. No perdía el tiempo con formalidades.
Me gustaba.

—Gracias por recomendármelo.

—Gracias por hacerlo tan bien. No olvides tu importancia, Carina.

Con eso, me dio una palmadita en el hombro y se alejó para hablar con otra persona.
Con una nueva sonrisa en su lugar, mi pecho se sentía más ligero, me dirigí hacia donde
Jake estaba de pie en la barra. Acababa de darse la vuelta con dos bebidas en la mano
cuando llegué a él. Deslicé mis manos por debajo de la chaqueta de su traje y alrededor
de su espalda para agarrar su musculoso trasero.

—Vamos a celebrarlo a solas esta noche. —Me puse de puntillas para besar su
barbilla, tratando de seducir a mi prometido—. Tengo un nuevo juguete que quiero que
uses conmigo.

Su cabeza bajó con las cejas fruncidas.

—¿Sin Jackson?

Mi globo de confianza estalló. Esa no era la reacción que esperaba, y eso hizo que
mi irritación aumentara a pesar de cómo luché contra ella.

—Sí. Sólo nosotros.

—¿Por qué?

—Porque no siempre lo necesitamos allí. —Apreté la mandíbula y di un paso atrás,


dejando caer las manos. Esto debería ser algo fácil de aceptar.

—Vamos a ver cómo va la noche —respondió distraído. Sus cejas seguían fruncidas,
pero concentradas en algo por encima de mi hombro. Cuando me giré, encontré a
Jackson sonriendo con otro hombre. Estaban cerca, y el hombre tenía las manos en las
caderas de Jackson, sujetándolo. Jackson se inclinaba un poco hacia atrás, pero todavía
podía reconocer el coqueteo a una milla de distancia. Tal vez él también quería seguir
adelante.

Esperaba girarme y hacer una broma sobre que nuestro amigo encontró a alguien
más con quien celebrarlo, pero las palabras murieron en mi garganta cuando miré a
Jake. Tenía los labios entreabiertos y girados hacia abajo; toda su cara estaba girada
hacia abajo. Su pecho trabajaba horas extra y su manzana de Adán se balanceaba trago
tras trago. Parecía que iba a llorar.

¿Qué mierda? Me aparté un poco más. No es que se haya dado cuenta.


Pude ver desde la periferia que Jackson se dio cuenta que Jake lo miraba. Quería que
se encogiera de hombros o diera un pulgar hacia arriba y se volviera hacia el chico, pero
en lugar de eso frunció el ceño también y empezó a mover la cabeza, como si le hiciera
saber a Jake que no había nada de qué preocuparse. La exhalación de alivio de Jake gritó
sobre mi piel como una sirena de advertencia. Sus hombros se relajaron y sus labios se
movieron en una sonrisa.

Cada acción hizo que las náuseas recorrieran mi estómago. Verlos a los dos, verlos
delante de mí como si yo no existiera. Era demasiado.

Entonces Jackson dijo “Sólo tú”, y a Jake se le iluminó la cara antes de apartar la
mirada como una colegiala tímida.

Yo puse esa cara cuando Jake me decía cosas dulces. A mí. Su prometida.

El fuego ardía detrás de mis ojos cuando ya no podía contener la verdad.

No era sólo Jackson con un tonto enamoramiento. No era Jake ignorándolo para
hacerme pasar el buen rato que quería.

Mi visión se oscureció en los bordes y me di cuenta que estaba conteniendo la


respiración viendo cómo se desarrollaba la escena. Joder. Joder. Joder.

Se amaban el uno al otro.

Jake amaba a Jackson.

Jake amaba a alguien más que a mí.

—No me siento muy bien.

—¿Eh? —Se giró para mirarme como si se sorprendiera que todavía estuviera allí.

—No me siento bien. Creo que me voy a ir a casa temprano.

Jake volvió a mirar a Jackson y luego a mí.

—¿Puedo ayudar en algo?

Sí, no podías querer a otra persona.

—No. A no ser que quieras venir a casa conmigo. —Mi voz era tan esperanzadora,
aunque sabía la respuesta.

—Umm. —Miró al otro lado de la habitación e hizo una mueca antes de volver a
mirarme—. ¿Te importaría que me quedara un poco más?
Sí.

—No, está bien. Te veré más tarde.

El auto odio comenzó alrededor del cuarto shot de tequila. ¿O fueron cinco? Perdí
la cuenta y me tomé otro. El tequila me estaba ayudando a sobrellevar la noche.

Yo hice esto.

Yo empecé todo.

No tenía ni idea.

¿Qué dirá mi padre?

Estúpido verdad o reto.

Estúpidas aventuras sexuales.

—¿Qué hace una chica guapa como tú aquí vestida así?

Dejé mi vaso de chupito y le hice un gesto al camarero cuando me ofreció otro.


Entonces me volví hacia la profunda voz ronca que había a mi lado. Llevaba un traje
oscuro, sin corbata y con los botones de arriba desabrochados. Le quedaba como un
guante que hubo que arreglar porque no se hacían trajes para hombros tan anchos. Y la
forma en que abrazaba sus brazos… sí, definitivamente alterado. Me apreté la nariz y
me pregunté si se necesitarían más de dos manos para rodear su bíceps.

Entonces miré a los ojos grises. ¿Quién tenía ojos grises? Parpadeé para centrarme
en su mandíbula limpia y sus labios carnosos que se inclinaban en una sonrisa
tentadora. Tenía la nariz torcida, como si se la hubieran roto una o dos veces. Eso
endurecía su hermoso rostro.

—¿Te gusta lo que ves? ¿O estás confundida? No puedo decirlo por tu cara ahora
mismo —dijo riendo, mostrando sus blancos dientes.

Bajé la mirada a sus zapatos negros y volví a mirar sus inusuales ojos grises.

—No estás demasiado mal para un lugar como éste.

Se encogió de hombros, y no supe si fue el dolor o el tequila lo que me hizo querer


sentir su espalda arquease por el movimiento.

—Reunión de trabajo no muy lejos de aquí.


—Mi prometido está enamorado de otra persona.

Me reí. Aguda y casi como un grito. Pero me contuve y me tapé los labios. Era la
primera vez que realmente decía en voz alta lo que creo que sabía desde hacía tiempo.
Otra carcajada brotó, pero por suerte el camarero me puso un vaso de agua delante y
me lo tragué con la histeria que intentaba escapar.

—Te mereces algo mejor. Tienes pinta de ser una mujer que no se queda en segundo
lugar. Primero o nada.

—Parece que no es nada entonces.

—Por ahora —murmuró, y me giré para mirarle de nuevo.

Era guapo. Sexy, si soy sincera. Era el primer hombre al que realmente miré en más
de dos años. Aparte de Jackson, por supuesto. Pero incluso eso fue con una mirada
diferente. Esa era una mujer que tenía confianza en su relación, mirando a un hombre
objetivamente. Miré a este hombre, me perdí escudriñando sus labios carnosos, como
una mujer que podía besarlo. Que podría llevarlo a casa. Lo miré como si estuviera
inspeccionando si sería un buen amante, un buen besador.

¿Lo sería?

—¿Puedo... puedo probar algo? —pregunté, volviéndome hacia él. Asintió, y me


incliné hacia delante, pero me detuve—. ¿Estás soltero?

—Claro que sí. —Miró mis labios.

¿Qué estaba haciendo? Llevaba diez minutos hablando con él, y me estaba
inclinando hacia delante preparándome para ver si besar a otro hombre sin que Jake
estuviera allí mismo era una locura como parecía.

Me recibió a medias, interpretando ya mis intenciones. Al principio, tuve que luchar


para no retroceder. Estaba mal. Sus labios estaban demasiado llenos y eran demasiado
diferentes a los que yo conocía tan bien. Pero entonces su lengua me lamió el borde de
los labios y me abrí, dejando que el sabor de su caro whisky cayera sobre mi lengua. Me
agarró la barbilla y me mantuvo en su sitio mientras exploraba lentamente mi boca y
pronto no me pareció tan malo.

Lo que me asustó más que el shock de la diferencia cuando empecé.

Me eché hacia atrás, pero seguí cerca, con sus dedos aún en mi barbilla.

—Yo… —Mis palabras se cortaron y me lamí los labios, saboreando el último sabor
de su alcohol—. No debería hacer eso.
—Escucha, preciosa. Puedo ser el hombre que te lleve a casa y encuentre la forma
de hacerte olvidar a quien te hizo daño. Puedo hacer que te guste. Pero no estoy seguro
que eso sea lo que quieres. Y no soy el hombre que provoca arrepentimientos. —Apretó
otro suave beso y lo devolví—. Pero si me equivoco, dímelo. Pagaré esos chupitos y te
follaré incluso antes de que lleguemos arriba. Probablemente te meta los dedos en el
taxi de camino a casa.

Nada impidió que el gemido escapara de mis labios.

Tampoco nada impidió que el fuego explotara en mi pecho y subiera por mi


garganta. Me lo tragué un poco más. El tequila y el desconocido sexy que estaba usando
a modo de distracción estaban desapareciendo, y podía sentir el momento en que iba a
romper subiendo para aplastarme. Necesitaba volver a casa. Necesitaba encontrar un
lugar seguro para romper.

—Por muy tentador que sea, probablemente debería ponerme en marcha. Dos
errores no harían un acierto de todos modos.

—No puedo decir que esté contento con tu moral, pero puedo entenderla y
respetarla.

Respeto. Me respetó. Sólo por un segundo y se sintió increíble. Lo suficiente como


para ganar tiempo para llegar a casa y, con suerte, no desmoronarse.

—Gracias —susurré. Busqué en mi bolso, pero me hizo un gesto para que me fuera.

—Yo invito.

—Gracias.

—No te olvides de ser la primera.

Le di un rápido beso en su suave mejilla, tan diferente a la de Jake, y llegué al


ascensor antes de romper.

Jackson
Esperé un par de minutos antes de seguir a Jake al baño. Estaba de espaldas a mí
mientras se secaba las manos bajo el secador. Tras un rápido vistazo, vi que el baño
estaba vacío. Perfecto. Me acerqué a él por detrás y me acerqué a su oído.
—¿Celoso?

Se sacudió y giró la cabeza para mirarme. Sólo tardó un momento en darse cuenta
de lo que quería decir.

—No —respondió, con las cejas fruncidas.

Me reí de su respuesta. Porque yo sí estaba muy celoso de ver a Carina de su brazo


toda la noche. Los pequeños besos. Los toques. Los apretones de manos. Quería todo
eso. Quería una relación, y la quería con Jake. Cada día pasaba como un reloj, en la
cuenta atrás para cuando no pudiera tocarlo más, y eso me asustaba. Sabía que estaba
siendo un idiota, pidiendo más de lo que acordé, pero no podía parar.

Sentir el dolor y el anhelo en mi pecho me dolió toda la noche. Estaba enamorado


de él y tal vez mi rabia se apoderó de mí cuando le sonreí al chico, cuando no me aparté
inmediatamente cuando me agarró de las caderas. Pero cuando vi el dolor de Jake, lo
apagué. Ansiaba calmarlo.

—Mentiroso —dije, entrando en su espacio.

—No estoy mintiendo.

—Así que no te enfadarías si viniera aquí a conocerme. Si se arrodillara para


chuparme la polla. No te molestarías si sacara mi polla de mis pantalones, para que él
pudiera mostrarle algo de atención. —Apreté toda mi frente contra la suya y dejé que
mis palabras acariciaran su mejilla—. Apuesto a que le gustaría una buena cogida de
cara.

Antes que pudiera procesar el movimiento, estaba girando y mi espalda chocó


contra la pared, con un hombre enfadado sujetándome con su propio cuerpo, su ceño
fruncido a centímetros de mi sonrisa.

—Más vale que no lo hagas, joder.

Fingí confusión.

—¿Por qué no?

Su mano se deslizó por mi cuerpo para agarrar mi longitud, cada vez más fuerte,
casi demasiado fuerte, arrancando un gruñido de mí.

—Porque esto es mío.

—Demuéstralo. —Le mordí el labio, arrastrando mis dientes por el inferior—.


Chúpame. —Un beso—. Sólo te quiere a ti. —Un beso—. Sólo quiero tu boca en mí. —
Un beso—. Sólo tu garganta acunando la punta de mi polla mientras me corro.
Se zambulló, aplastando mis labios, presionando mi cabeza hacia atrás contra el
ladrillo expuesto, mordiendo su camino hacia mi garganta mientras sus manos
tanteaban mi hebilla. Intenté introducir las manos para ayudarle, pero las apartó de un
manotazo. Una vez bajada la cremallera, me bajó los pantalones de un tirón y me los
pasó por el culo.

—Mío —gruñó, apretando mi polla con fuerza. Se arrodilló y se metió todo en la


boca. No se burló. No se burló de mí, ni jugó conmigo, ni me hizo crecer. Bajó y chupó
con fuerza al volver a subir.

Observé, amando la forma en que sus mejillas se ahuecaban. Me encantaba la


manera en que sus ojos se cerraban de placer mientras me tomaba. Me fascinaba
cuando me miraba con lágrimas en los ojos si empujaba hacia delante y le hacía
ahogarse con mi longitud. Le agarré la cabeza y lo mantuve pegado a mi polla,
esperando a que levantara la vista. Cuando lo hizo, con las lágrimas haciendo que sus
ojos azules fueran mucho más brillantes, gruñí:

—Tuyo.

Se soltó con una respiración entrecortada, pero rápidamente volvió a deslizarse


sobre mí.

Estaba tan absorto en el momento que casi no vi el ruido del pomo de la puerta
antes que se abriera. Jake se bajó y miró por encima del hombro justo cuando Daniel
entraba. Se fijó en la escena y una ceja se deslizó lentamente hacia arriba, sin decir nada.

Jake se levantó rápidamente y se limpió la cara, se pasó las manos por el pelo y
siguió murmurando «joder» en voz baja. Intenté captar su mirada mientras me
abrochaba los pantalones, haciendo una mueca al tratar de meter mi dura polla de
nuevo.

Finalmente, Jake levantó la vista, con los ojos muy abiertos y llenos de pánico. Iba a
huir. Iba a soltar algunos golpes dolorosos y a correr porque no sabía cómo manejarlo
de otra manera.

—No lo hagas —le rogué en un susurro.

Abrió los labios para responder cuando Daniel preguntó desde su posición frente al
urinario.

—¿Dónde está Carina?

Jake se encogió y yo quise tirarle algo a la cabeza a Daniel.

—Enferma, se fue a casa —consiguió decir Jake.


Daniel se limitó a murmurar, haciendo una rápida sacudida antes de subir la
cremallera.

—Entonces, ¿ustedes dos están...?

—No —negó Jake con demasiada dureza.

Y ahí estaba. Sabía que iba a pasar. Entendía por qué, pero seguía doliendo igual.
Seguía golpeándome como un puñetazo que me dejaba sin aire.

—Por favor, no hagas esto, Jake. Es sólo Daniel. A él no le importa.

Daniel no confirmó ni negó. Se limitó a salir del baño, como si su entrada no hubiera
provocado una masacre en mi pecho.

—¿Y si fuera uno de mis compañeros de trabajo? —preguntó Jake, acercándose a


mí, con los brazos abiertos—. ¿Y entonces qué?

—¿Entonces qué?

—Tengo una prometida.

—Entonces no lo hagas. —Las palabras fueron casi un grito. Ni siquiera sabía que
las iba a decir hasta que salieron de mí. Al escucharlas en voz alta, no me arrepentí de
ellas. Eran la verdad. Una verdad dolorosa que me hizo odiarme un poco por lo que
estaba haciendo con una relación que no era mía.

—¿Qué?

Fui un imbécil al no retractarme. Era un imbécil por seguir insistiendo con este loco
deseo. Estaba eligiendo que Jake hiciera daño a Carina antes que, a mí, y aparté ese dolor
porque sólo podía concentrarme en un doloroso cuchillo en el pecho a la vez.

—Sólo... tal vez —tartamudeé las palabras—. Tal vez no tengas una prometida. Tal
vez... tenme a mí.

Los ojos de Jake se cerraron, y su cuerpo se hundió como si apenas pudiera


encontrarlo en él para levantarse.

—Jackson.

—Míranos. —Me acerqué a él, extendiendo los brazos para indicar el baño en el que
acabamos de quedar atrapados—. No podemos parar. No quiero, Jake. Yo… — Le corté
las palabras. Te quiero—. Por favor.
Sacudió la cabeza hacia el suelo antes de levantar la vista, con la derrota colgando
de él. Sus ojos se llenaron de lágrimas por otra razón que no me gustó.

—Es mi prometida. Mi amiga.

—Yo soy... —tragué, mi voz se quebró con las palabras—. Soy tu amigo.

—Yo... no puedo. No puedo hacer esto ahora. Lo siento. —Luego se fue,


desapareciendo por la puerta más rápido de lo que yo podía parpadear.
24
Jake
Fui una gallina de mierda.

Un cobarde.

Me eché agua en la cara y me apoyé en la encimera del baño, mirando fijamente los
ojos azules del espejo que antes me resultaban familiares. Ahora, podrían pertenecer a
un desconocido. ¿Quién era ese hombre que me devolvía la mirada? Mi aspecto era el
mismo, pero mis ojos mostraban la confusión en la que me encontraba. Parecían
diferentes. Tristes. Enfadados. Confundidos. Faltos de confianza. Todas las cosas que
usualmente no veía.

Disgustado conmigo mismo, me di la vuelta y me dirigí al dormitorio. Tenía que ir a


ver a Daniel a Voyeur y dejar algunos archivos finales antes que nuestro trabajo
terminara.

Mi corazón tronó, preguntándome si me encontraría con Jackson. ¿Qué haría?


¿Cómo iría? ¿Sería Carina capaz de ver todo lo que pasó escrito en nuestras caras? Ella
me conocía casi mejor que yo mismo. Tal vez sería capaz de ayudar a descifrar el
extraño en el que me convertí. ¿Quería que lo hiciera?

—Maldito desastre —murmuré, sacando los vaqueros de mi cajón.

Me senté en la cama y me tomé un momento para respirar. Sólo un momento.

Anoche llegué a casa, con la intención de correr hacia Carina. Salí del ascensor y me
quedé frente a su puerta durante diez minutos sin poder llamar. Me quedé allí
odiándome a mí mismo, pensando en todas las formas en que la jodí. Dejé que mi
prometida se fuera a casa sin mí cuando no se sentía bien. Porque quería quedarme con
Jackson.

La dejé de lado las últimas semanas cuando mencionó nuestra relación. ¿Cuándo
nos mudaríamos juntos? ¿Debíamos pensar en una fecha para la boda? ¿Quería tener
una cita, sólo nosotros dos?

Pero lo peor de todo es que me enamoré de otra persona.


Peor aún, cuando Jackson me propuso estar con él y no tener una prometida, una
parte de mí quería decir que sí. Una parte de mí quería decir que sí y atraerlo a mis
brazos. Una parte de mí odiaba salir de ese baño.

Y como un cobarde, me di la vuelta sin entrar y me fui a mi apartamento, donde


procedí a beber hasta que el sueño se hizo más fácil.

Mis sueños no fueron más amables conmigo de lo que fui conmigo mismo. Soñé con
Jackson y con lo que pasaría si Daniel no hubiera interrumpido. Soñé con Carina
entrando. Soñé que me despertaba junto a Jackson cada mañana. Soñé que le decía a mi
madre que tenía una relación con un hombre, y que veía la decepción en su cara. Soñé
que mi padre, al morir, me pedía una cosa: dale a tu madre nietos para que los quiera.
Cuida de Carina. Soñé que la gente me preguntaba si era gay y la confusión que me
invadía me hacía despertar con náuseas, tragándome el nudo en la garganta.

—Maldito. Lío.

Terminé de vestirme, cogí el teléfono y respiré hondo. Podía hacerlo. Pulsé el


nombre de Carina y lo escuché sonar, con el pulso retumbando en mis oídos mientras
esperaba que contestara. Quería asegurarme que estaba preparada porque pensé que
iríamos juntos a Voyeur. Cuando contestó su buzón de voz, colgué y envié un mensaje
antes de salir.

Pasé por su piso y tuve que respirar más profundamente. Llamé y luego puse los
ojos en blanco por llamar a su puerta como si no tuviera llave. Pero dejarme entrar se
sentía incorrecto. Como si ya no tuviera derecho a irrumpir en su apartamento. Dejé
caer la llave y volví a llamar. Cuando no respondió, entré de mala gana por mi cuenta.

Una botella de vino vacía estaba sobre la mesa de café con un montón de pañuelos
desmenuzados.

—¿Carina?

Busqué en el apartamento y lo encontré vacío. Tal vez ya se fue y yo sólo la vería


allí. Cerré con llave y me dirigí a Voyeur, haciendo ejercicios de respiración durante
todo el camino como una lunática.

—Puedes hacerlo. Sé un hombre. Sólo. Hombre. Arriba. —Y ahora estaba hablando


conmigo mismo en el aparcamiento de Voyeur, con las manos apretadas alrededor del
volante, resbalando por el sudor nervioso que cubría mis palmas.

Sacudí la cabeza y me bajé. Mis hombros se tensaban cuanto más me acercaba al


despacho de Daniel, pero cuando entré, estaba vacío de todos los que esperaba. No
estaba Jackson. Ni Carina.
—Hola, Jake. Pasa —me saludó Daniel desde detrás de su escritorio.

—Hola. Soy solo yo, pero supongo que Carina llegará pronto con su información.

Me miró con la cabeza ladeada y las cejas juntas.

—Ella dejó sus materiales hace una hora.

—Oh. Um, está bien. —El calor flameó en mis mejillas. Me veía jodidamente
estúpido allí de pie sin saber el cambio de planes de mi prometida, especialmente
después que me pillara de rodillas delante de Jackson la noche anterior—. Debo
haberme confundido con el plan. —Intenté disimularlo con una risa, pero me salió
ahogada.

Daniel se recostó en su silla, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Parecía bastante alterada. No es que dijera nada, pero los ojos enrojecidos y la
actitud apagada daban a entender que tal vez no era ella misma.

Mi corazón cayó. Cayó y dejó de latir y me robó los pulmones junto con él.

No pude mirar a Daniel a los ojos mientras mi mente se agitaba. ¿Sólo estaba
molesta porque no me fui a casa con ella? ¿O era algo más? Por supuesto, era más. Joder.

Quería abofetearme por mi estupidez. Anoche fue una gran noche para todos
nosotros, y era la primera noche que no estuvimos todos juntos en meses. Y fue
necesario que Daniel me dijera que mi prometida parecía molesta para que todo
encajara.

Carina me conocía. Tenía que saber que algo pasaba, que algo ocurría, y yo lo ignoré.
Ignoré los pañuelos de papel arrugados en la mesa, quitándolos de en medio,
recordando que no se sentía bien la noche del estreno. Lo ignoré todo.

—Um, sí. Dijo que no se sentía bien anoche. Tendré que asegurarme de ver cómo
está. —Necesitaba verla. Necesitaba hablar con ella. Ni siquiera estaba seguro de lo que
diría, pero sabía que había que detener este caos desconocido. Tenía que tomar las
riendas de mi vida.

Se hizo el silencio entre nosotros y me quedé de pie. Desesperado por romperlo,


pregunté:

—¿Está Jackson por aquí?

Los ojos de Daniel me perforaron, viendo todo lo que no estaba diciendo. Pero
siendo el cobarde que era, seguí ignorándolo.
—No —respondió finalmente—. Está en Voy preparándose para la noche.

—Sí. Sí. —Muy suave, idiota. Qué manera de usar tus palabras—. Bueno, supongo
que dejaré esto aquí y puedes contactar conmigo para cualquier asunto.

Dejé los archivos en su escritorio antes de girar para ir.

—Jake. —Detuvo mi salida y me detuve para prepararme, sabiendo que lo que iba
a venir no sería fácil de escuchar—. Conozco a Jackson desde hace mucho tiempo. Nunca
fue así antes. Lo vi pasar de ser un niño enfadado a un hombre de carácter fuerte. Lo vi
follar con más gente que la mayoría. Lo vi desprenderse de casi todo el mundo. —Con
una mueca de dolor, odié la imagen que pintó—. Lo vi convertirse en un hombre
preparado para la vida. Todos llegamos a un punto en el que estamos preparados para
crecer y construir nuestro futuro con otros en él y Jackson está ahí. Y creo que lo está
porque te encontró de nuevo. Te quiere.

Cada palabra me golpeó como un golpe en el pecho, y luché por tragar el dolor y las
lágrimas que subían por mi garganta.

—No te digo esto para que elijas entre él y Carina. Sólo quiero que no dudes de lo
que siente. Definitivamente no quiero que le hagan daño, pero si él es el indicado para
ti, entonces elígelo. Asegúrate de que estés preparado para estar con un hombre. No
dejes que una palabra defina quién eres. Puedes amar a cualquiera, y amar a Jackson no
te hace de una manera u otra. No significa que tengas que sentirte atraído por otros
hombres sólo porque te sientas atraído por él.

Sus palabras tomaron mis pensamientos y soplaron sobre ellos como un molinete.
Cuanto más fuerte soplaba, más palabras lanzaba en la mezcla, más fuerte giraba, más
grande era el borrón de cada pensamiento.

—No quiero ver a nadie herido. Me gustan todos ustedes. Pero parece que te
vendría bien alguien que tal vez guíe tus pensamientos.

Solté una carcajada. Si él supiera el lío que tenía dentro.

Daniel siguió hablando.

—A veces la decisión correcta no está entre las personas que tienes delante, sino
contigo mismo. Está bien tomarse un tiempo para entenderte a ti mismo antes de meter
los sentimientos de otra persona en la decisión.

—Sí. Eso es, eh, más fácil de decir que de hacer.

—Oh, lo sé, joder. —Se rio—. Puedo sentarme detrás de este escritorio todo el día y
sermonearte, pero tú tienes que tomar las decisiones difíciles que a veces nunca te
parecerán cien por cien correctas.
—Gracias —dije sinceramente—. Aprecio que te tomes el tiempo.

—Soy una zona libre de juicios. Y puedo ser objetivo cuando es necesario. No dudes
en llamarme. Pero piensa en lo que dije.

—De acuerdo. —Señalé el expediente antes de girarme para dirigirme a la puerta—


. Echa un vistazo a esos papeles y vuelve a llamarme si necesitas algo. Puede que mi vida
sea un desastre, pero sé lo que hago cuando se trata de negocios. Cuando necesites algo,
dímelo

Me hizo un gesto con la cabeza y me fui. Antes de arrancar el auto, mi teléfono vibró,
y tanteé en mi nerviosismo esperando y temiendo que fuera Carina.

Jackson: Llámame. Tenemos que hablar. Por favor.

Me llamó unas cuatro veces desde que salí furioso la noche anterior, sin dejar
ningún mensaje y no me atrevía a contestar. No sabía qué decir. Mis dedos revoloteaban
sobre el teclado tratando de encontrar una respuesta, tratando de decidir si responder
era una buena idea, cuando llegó otro mensaje.

Carina: Lo siento. Me olvidé de enviarte un mensaje sobre el cambio de planes. Ya


dejé los archivos.

Carina: Hoy tengo recados, así que estaré ocupada.

Carina: Te llamaré si tengo tiempo.

Mi cabeza volvió a chocar contra el asiento.

—Mierda —susurré en el auto vacío.

Quería ir a casa y esperar en su apartamento, exigirle que hablara conmigo. Quería


controlar la situación y...

¿Y qué? ¿Decirle qué? Ni siquiera sabía qué iba a decir.

Tal vez Daniel tenía razón. Tal vez debería tomar el hecho de que Carina estaría
ocupada hoy como una señal para sentarme y resolver mis cosas.

Tomando mi decisión, ignoré ambos mensajes y arranqué mi auto para ir a casa.


Pero primero tenía que coger unas cuantas botellas de whisky. El alcohol ayudaría. Al
menos haría que cualquier decisión que tuviera que tomar fuera un poco menos
dolorosa.
25
Jackson
Dos días. Dos malditos días sin ver o hablar con Jake o Carina.

Contacté con Jake sin éxito y estaba demasiado asustado para intentarlo con Carina.
Me sobrepasó de una manera enorme y no me gustaba que no me retractara. Me gustaba
Carina y odiaba sugerirle a Jake que la dejara por mí. Pero lo amaba. Lo amaba, carajo,
y no me arrepentía de lanzarlo todo. Al menos, si terminaba casado con ella, nunca me
preguntaría qué hubiera pasado si.

La única forma de sobrevivir al fin de semana fue gracias a Voy. Las operaciones
diarias exigían tanto de mi capacidad mental que pude fingir que los negocios eran lo
único que tenía en mente. Pude fingir que no tenía tiempo para hablar con Jake y Carina
porque estaba ocupado.

Podría seguir con ese proceso de pensamiento. Llenar mi tiempo con alcohol y
Andrew. Ese fue mi plan a corto plazo hasta que Andrew me reventó la burbuja. Fui a
visitarlo esta mañana y ni siquiera abrió la boca antes que se me echara encima. Me
senté y me atiborré de sus rosquillas mientras me sermoneaba y me llamó un puto
cobarde y un bebé llorón. Al final, admití la derrota y me rendí. Necesitaba enfrentarme
a Jake.

Salí de la escalera y pulsé por última vez el número de teléfono de Jake, que ya
estaba sonando cuando me paré frente a su puerta.

Y adivina lo que pude escuchar al otro lado: El tono de llamada de Jake.

Me quedé allí y esperé. Oí pasos, pero no hubo respuesta y cuanto más sonaba el
teléfono, más frustrado me sentía. Frustrado porque no cogía mis llamadas ni respondía
a mis mensajes. Frustrado por estar frente a su puerta con tantas dudas. Apareció su
buzón de voz y pulsé el botón rojo. Respiré hondo, echando los hombros hacia atrás y
rebuscando en la calma que pudiera tener y llamé a la puerta.

Apreté las manos para abrirlas y cerrarlas, intentando que mis dedos entumecidos
tuvieran más sensibilidad. Las rodillas me temblaban como si estuvieran a punto de
ceder. ¿Y si no respondía? ¿Y si me cerraba la puerta en las narices nada más verme? ¿Y
si lo perdía todo? Por eso evité venir aquí. Porque todas estas alternativas pesaban más
que lo desconocido. Pero lo desconocido me perseguiría para siempre. Así que me armé
de valor y me quedé allí.

Él hizo una promesa y yo estaba allí para recordársela. Pasara lo que pasara, dijo
que siempre sería mi amigo. Puede que no me quiera, puede que no me deje tocarlo
nunca más, pero si tuviera a mi amigo a mi lado, si pudiéramos seguir riendo y haciendo
crucigramas, la soledad no me consumiría. No estaría completamente perdido en mi
vida. Ya perdí demasiado. Ya lo perdí antes. No lo iba a hacer de nuevo.

La puerta sonó y contuve la respiración. Cuando por fin lo vi, tuve que contenerme
para no abordarlo. Quería peinar con mis dedos su descabellado pelo, que sobresalía en
todas las direcciones. Quería acunar su cara y besar las ojeras. Quería abrazarlo contra
mí y no soltarlo nunca.

—Jackson.

Me tragué el nudo en la garganta. Mi nombre, tan sencillo, me llenó de una mezcla


de temor y alivio.

—Deja de evitarme —dije, acercándome al umbral. Él conocía mis intenciones, y


podía cerrarme la puerta en la cara o dejarme entrar.

Se pasó la mano por el pelo.

—No lo hago.

Otro paso, cruzando la línea hacia su apartamento.

—Mentira.

Su cuerpo se hundió y dio un paso atrás. No dudé en entrar, oyendo el chasquido


del pestillo detrás de mí. Y fue como si una vez que la puerta se cerrara, pudiera dejarme
entrar en el caos que lo consumía, como si ya no pudiera escapar del espacio, así que lo
dejó suelto. Su tono frenético me cortó hasta la médula, pero me mantuve fuerte sin
querer estar en otro lugar que no fuera esta tormenta con él.

—Carina me está evitando, y ni siquiera me atrevo a luchar contra ella. Me


equivoqué; lo que hice estuvo mal y no sé cómo arreglarlo. Yo sólo... —Las dos manos
se hundieron en su pelo y tiraron de él mientras gruñía de frustración antes de dejarlas
caer a los lados—. Joder, Jackson. ¿Qué quieres?

Podría hacer una lista kilométrica de todo lo que quería, pero me limité a lo que vine
a buscar. Fui egoísta el viernes por la noche y, de pie ante él, me estaba comprometiendo
justo con lo que necesitaba.
—Quiero que mantengas tu promesa. Prometiste ser mi amigo sin importar el
resultado de todo esto. Lo prometiste.

No sabía lo que esperaba, pero que se riera no lo era. Sus hombros temblaban
mientras su risa crecía. Su cabeza cayó hacia atrás, y cada risa encendía un fuego en mi
pecho. Cuando estuve a punto de darle un puñetazo, dejó caer su mirada hacia la mía y
retrocedí, no preparada para las lágrimas en sus ojos.

Extendió los brazos.

—Míranos. No puedo ser sólo tu amigo. —Sus manos bajaron junto con su voz y se
acercó a mi espacio personal—. Cada vez que te miro, te anhelo. Tengo que contenerme
para no reclamarte. Y ni siquiera lo entiendo. Yo. no. Lo. entiendo. —Las palabras
vibraban desde lo más profundo de su ser, y hacía una mueca de dolor cada vez que
intentaba comprenderlo—. ¿Cómo puede ser que no me atraiga otro hombre y de
repente, aparezcas tú y simplemente... no pueda controlar mi cuerpo... mi corazón? —
Se golpeó el pecho con el puño antes de llevarse las manos al frente, mirándolas como
si no le pertenecieran—. Mis manos. No puedo controlar nada. Mi cuerpo te desea y no
importa que esté mal porque estoy comprometido con otra persona, no puedo parar.
No puedo dejar de desearte...

No le dejé terminar. Derribé sus manos y agarré su cara, atrayéndolo para mi beso.
Después de todo, yo no era nada más que humano y… ¿tener aquello que más deseaba
delante mío admitiendo que también me deseaba…? Nada me detendría. Ni siquiera mi
moral.

Me apreté a él y sólo tuve que esperar un segundo antes que sus fuertes dedos se
incrustaran en mis caderas, atrayéndome hacia él. Clavé mis pulgares en los huecos de
sus mejillas, exigiendo que se abriera y me dejara probarlo, exigiendo que me dejara
entrar. Ambos gemimos cuando nuestras lenguas se rozaron.

Mi polla se puso dura en un instante y me apreté contra él, sintiendo la recompensa


de su dura longitud rozando la mía. Me hizo retroceder hasta que quedamos apretados
contra el respaldo del sofá, donde procedió a devorarme. Me besó la mandíbula, el
cuello, los hombros y todos los lugares entre ellos, sin dejar nada sin tocar por sus
labios. Su mano bajaba hasta mi longitud, apretando antes de volver a mi cadera y
conectarnos de nuevo.

Se retiró con un grito ahogado, pero dejó su frente pegada a la mía, todavía
abrazándome, todavía empujando sus caderas.

No. No. Todavía no. No podía dejar que se apartara todavía. El corazón me retumbó
y ahogué las respiraciones entrecortadas que no podía detener. Mis pulmones
trabajaron horas extras y apreté los ojos para detener las lágrimas. Todavía no. Por
favor, Dios, todavía no.
—No podemos. No puedo.

Odiándome a mí mismo por ello, pero sin poder parar, hice algo que nunca hice
antes: rogar.

—Por favor. Jake. Por favor. Sólo... sólo dame esto. Si vas a dejarme. Sólo... —La
palabra se cortó por un sollozo que se soltó—. Por favor —susurré—. Sólo por esta vez,
déjate llevar. Sin miedos. Sólo nosotros. Jake, para mí. Dame esto.

Con cada súplica que escapaba de mis labios, me abrazaba más fuerte, su agarre
magullaba mis caderas, acercándome todo lo que podíamos como si quisiera que
fuéramos uno. Y yo daría cualquier cosa para que nunca me soltara.

Respiré entrecortadamente y dije lo único que nunca pensé que diría. Pero no podía
salir de este apartamento sin que él lo supiera.

—Te amo.

Gimió como un animal dolorido, el sonido me atravesó el pecho. Pero entonces su


lengua salió para lamer las lágrimas que cayeron sin que me diera cuenta.

Después de eso, todo se movió a una velocidad vertiginosa, una maraña de manos y
bocas. No podíamos separar nuestros labios mientras nos follábamos en seco. Pensé
que acabaría corriéndome en los pantalones y me pareció bien mientras fuera con él y
en sus brazos. Pero entonces metió las manos entre nosotros y me desabrochó los
pantalones, tirando de ellos hacia abajo. Mi polla se liberó entre nosotros, necesitaba
sentirlo. Agarré el borde de sus pantalones de deporte y se los bajé de un tirón. Su
longitud rozó la mía y la ligera conexión hizo que las estrellas estallaran detrás de mis
ojos.

Volvió a meterse en mi boca y yo agarré nuestros miembros juntos, necesitando


sentirlo como fuera, y nos sacudí lentamente, los dos follando mi puño.

—Joder, Jackson. Sí.

Sólo me acaricié un par de veces más antes que sus manos me agarraran por los
hombros y me giraran hacia el sofá. Me palmeó el culo mientras seguía saboreándome,
mordiéndome los hombros. Dios, lo quería dentro de mí. Necesitaba estar más cerca.

—Sí. Fóllame.

—¿Cómo? Dime cómo. No quiero detenerme a buscar lubricante.

Gruñí, empujé hacia atrás contra su polla encajada entre mis mejillas.

—Usa tu saliva. No me importa, sólo entra en mí.


Observé con el rabillo del ojo cómo se lamía la mano y luego escupía en ella antes
de bajar a acariciar su polla. Su otra mano se acercó a mi boca y empujó dos dedos por
mis labios.

Los chupé, haciendo rodar mi lengua alrededor de los largos dígitos, dándole mucha
lubricación. Me retorcí la polla lentamente mientras su mano se deslizaba entre mis
mejillas y dos dedos recorrían mi culo, deslizándose lentamente.

—Fóllame —gruñí—. Hazlo.

Grité cuando sus dedos se introdujeron bruscamente y se movieron para estirarme,


pero sólo por un segundo antes de ser reemplazados por su polla. Sus rodillas se
doblaron y los dos gritamos mientras empujaba hasta el fondo de una sola vez. La
follada fue frenética, no lenta y romántica como antes. No hubo tiempo para hablar de
cosas sucias ni para dar órdenes. Se dejó caer sobre mi espalda y se revolcó contra mí
mientras yo me tocaba. Los únicos sonidos que salían de los dos eran gruñidos y jadeos.

Demasiado pronto, pude sentir la electricidad recorriendo mi columna vertebral.


No había nada que detuviera mi orgasmo. Me toqué y gemí mientras cubría el respaldo
del sofá con cuerdas de mi semen, la cabeza de mi polla rozaba el cuero con cada uno
de sus ásperos empujones que me hacían avanzar. Casi tan pronto como terminé, clavó
sus dientes en mi hombro y se mantuvo dentro de mí mientras gemía su propia
liberación. Esperaba que dejara una marca, que rompiera la piel o que dejara una
cicatriz. Cualquier cosa que pudiera llevarme conmigo.

Cuando por fin dejó de moverse, se quedó dentro de mí y besó el mordisco, con su
respiración jadeante en mi oído. Tenía que probarlo una vez más. Volví a agarrar su
pelo y lo acerqué para poder deleitarme con sus labios. Entre respiraciones, jadeé:

—Te amo. Te amo.

Sentí que tenía que decirlo tantas veces como pudiera por miedo a no volver a
decirlo nunca más.

Pero entonces Jake se derrumbó. Empujó su cabeza contra mi espalda y todo su


cuerpo se estremeció sobre mí. Su pene se desprendió de mí, pero seguía agarrado con
los brazos apretados. Al principio estaba en silencio, pero luego pude oír los rápidos
jadeos, el resoplido y los gritos silenciosos que se negaba a soltar.

Mi cuerpo empezó a temblar por las ganas de girar y abrazarlo. Acariciar su espalda
mientras le prometía mentiras y le decía que todo estaría bien.

—Joder. Carina —Respiró—. ¿Qué hice?


No pude aguantar más. Le quité los dedos de encima y me giré, tirando de él hacía
mis brazos. Le acaricié la espalda y le abracé mientras lloraba, obligándome a no decir
nada, siendo el amigo que debería ser desde el principio. Me dolía el cuerpo por ser más,
pero mientras mi mejor amigo se rompía en mis brazos, forcé mi lado egoísta, sabiendo
que era demasiado tarde, pero haciéndolo de todos modos.

—¿Qué me pasa? —gritó finalmente—. Estoy tan jodidamente perdido, Jackson.


Estoy confundido y ya no me reconozco.

—Jake. No te pasa nada. Nada —dije con vehemencia—. Todo está bien.

—No lo está. No está bien que me importes tanto pero que siga con Carina. No está
bien que la haya engañado. —Podía sentir que sus manos se cerraban en puños contra
mi espalda, pero seguía abrazándome, sin levantar la vista. Si necesitaba el santuario de
mi pecho para hacer sus confesiones, entonces yo lo sería—. No está bien que
decepcione a mi madre. No está bien que acabe de hacer el amor contigo con Carina sólo
unos pisos más abajo. No está bien que no me conozca a mí mismo. ¿Soy gay? ¿Quién
soy?

—Eres Jake Wellington —dije—. Eres uno de los mejores hombres que conozco.
Uno de los hombres de negocios más inteligentes que conozco. Te encantan los
crucigramas. Te encanta tomar unas copas con cada cena. Te encanta que te presionen
y te desafíen. Eres fuerte. Tienes confianza en lo que eres. Sentirte atraído por un
hombre, aunque sea uno solo, no cambia lo que eres como persona.

Jake respiró un par de veces más y finalmente aflojó su agarre sobre mí. Esperé a
que levantara la cabeza y, cuando lo hizo, le sujeté la mandíbula con las manos y le
limpié las lágrimas con los pulgares.

—Mírame.

Apretó los ojos con fuerza antes de abrirlos finalmente, sus ojos brillaban como las
olas del océano más azul. Ansiaba inclinarme hacia él y besarlo, pero no lo hice. Lo que
parecía una hazaña vacía teniendo en cuenta que estábamos pegados al cuerpo desnudo
del otro en medio de su salón.

—Estoy aquí para ti, pase lo que pase. Incluso si es sólo como tu amigo. Siempre
estoy aquí para ti.

Se inclinó y apretó sus labios contra los míos suavemente y tuve que apretar los
músculos para contenerme y no ir más allá. Ya tomé demasiado.

—¿Te quedas conmigo esta noche? No para más. Sólo para no estar solo. Aceptaré
tu oferta de ser mi amigo ahora mismo.
—Tengo que trabajar más tarde, pero me quedaré todo lo que pueda.

—Gracias —susurró.

Entonces, como si fuera nuestra primera vez, y los dos fuéramos adolescentes
torpes e inseguros de cómo actuar, retrocedimos y nos vestimos. Sin decir una palabra,
cogió dos cervezas y dos libros de puzles antes de sentarse en el sofá. Le seguí, y
trabajamos en silencio.

Una hora después, cayó dormido, probablemente agotado emocionalmente. Me


quedé todo lo que pude y lo cubrí con una manta, apretando un beso en su frente antes
de susurrar:

—Te amo.

Salí y esperé que no fuera la última vez que mis labios tocaran su piel. Me permití
ser su amigo esta noche, pero ambos sabíamos que había que tomar una decisión. Y
después de su pecado, ambos sabíamos que la amistad no era una de las opciones.

Quería que me eligiera como su amante, su pareja. Pero mientras él decidía, yo


podía ser su amigo.

Por mucho que me doliera.


26
Jake
Cuando abrí los ojos, sólo había una luz tenue en la cocina. Estaban calientes e
hinchados por mi crisis nerviosa de antes. Cuando me incorporé, la cabeza me palpitaba
y me sentía como si me hubiera bebido una botella entera de whisky en lugar de perder
la cabeza.

Arrastrando una mano por la cara, me incorporé antes de ver que eran casi las
nueve. Miré a mi alrededor, pero sabía que Jackson se había ido. Debió de cubrirme con
una manta antes de irse. Me la quité de encima y apoyé los codos en las rodillas
acunando la cabeza con las manos. Mis sentimientos eran una mezcla de dolor que hacía
que mi estómago se hundiera con la excitación, lo que empeoraba el dolor. Quería odiar
las mariposas que sentía al recordar la forma en que la piel de Jackson ardía bajo la mía.
Quería lamentar la forma en que me besó, la forma en que me abrazó mientras me
rompía. Quería hacerlo. Pero no lo hice.

Me tiré del pelo y dejé escapar una suave risa ante el aprieto en el que me
encontraba. Tan perdido, enfadado, excitado y lleno de odio a mí mismo y de esperanza
y de miedo y de todas las malditas emociones bajo el sol, que sentía que estaban a punto
de estallar, provocando una explosión que no dejaría nada atrás. En ese momento, deseé
que hubiera pasado, para no tener que enfrentarme a mis errores.

Pero necesitaba hacerlo. Necesitaba asumir las decisiones que tomé y enfrentarme
a Carina. Necesitaba ser dueño del agujero en el que seguía cavando más y más
profundo. Necesitaba hablar con ella, y por mucho que mi cuerpo quisiera rebelarse
contra ello, mi piel se tensaba, se sentía casi insoportable y como si ya no cupiera,
necesitaba dejarla ir.

No podía arrastrar a Carina a través de mi desorden y hasta que no pudiera


aferrarme a mí mismo, no podría aferrarme a ella también. Sólo de pensarlo se me hizo
un nudo en la garganta. Quería gritar y golpearme por lo mucho que lo estropeé

Lo que más me dolía no era mi engaño a mi prometida, sino la traición a mi amiga.


Carina siempre fue mi amiga. Incluso cuando éramos niños nos las arreglábamos para
reírnos el uno del otro. Una vez que empezamos a trabajar juntos, todo se acabó.
Pasamos mucho tiempo juntos, unidos. Ella me dio una conexión que me faltaba desde
Jackson y me recordó lo que se siente al ver a alguien. Recordé la vez que nos
emborrachamos en el hotel y nos reímos hasta las tres de la mañana. Me acordé de ella
haciéndome caras en la parte de atrás en medio de las presentaciones de la junta, viendo
si podía seguir. La recordé riéndose de mí cuando entré por la puerta de cristal del
trabajo.

La recuerdo abrazándome mientras lloraba después del funeral de mi padre.


Recordé la primera vez que me dijo que me quería, que me besó, que me aceptó. Cada
recuerdo me golpeó como un golpe en el pecho, arrancándome hasta el último trozo de
oxígeno. Y me dolía como si los cuchillos se clavaran más profundamente porque sabía...
sabía que tenía que enfrentarme a ella y que todo terminó. No sabía dónde estaba con
Jackson, pero le debía el respeto de enfrentarme a ella primero.

Cuando salí de la ducha, tenía un mensaje esperándome en mi teléfono y los nervios


me golpearon tan fuerte que las palabras se desdibujaron mientras mi visión se
tambaleaba.

Carina: Tenemos que hablar.

Carina: Ven esta noche si puedes. Estaré despierta.

Subí las escaleras hasta su apartamento, aprovechando cada segundo que podía
para intentar prepararme. Pero nada me iba a preparar para afrontar mis errores. No
había suficiente tiempo en el mundo para estar preparada para aceptar mis
consecuencias.

Inhalando todo lo que mis pulmones me permitían, llamé a la puerta y esperé.


Exhalé lentamente cuando oí los chasquidos de la cerradura. Ella abrió la puerta con un
aspecto resignado y derrotado antes de abrirla por completo y retroceder, con la
mirada puesta en sus pies. Quise agarrarle el mentón y hacer que me mirara, pero no
tenía derecho a tocarla, ni a exigirle nada.

—Hola —dije una vez cerrada la puerta.

—Hola —Señaló el sofá—. ¿Quieres sentarte?

Me senté a su lado y la observé mientras se comía las uñas, evitando mirarme a los
ojos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿No éramos felices el viernes por la noche antes
de la inauguración? ¿No se suponía que todos íbamos a volver aquí a celebrarlo? Y, sin
embargo, dos días después, estamos desesperados y perdidos, flotando lejos unos de
otros. Como si una cortina se hubiera corrido para revelar lo que todos ocultamos. Fue
tan repentino y como un flash. Boom. Todo a la vista para que nadie lo ignore.
Quería decir que quería volver atrás y cambiarlo, pero sólo nos haría ganar tiempo.
El resultado sería siempre el mismo. Sólo porque lo ocultáramos a nosotros mismos, no
significaba que no estuviera sucediendo.

—Tenemos que parar con Jackson. —Ella habló primero, y sus palabras eran suaves
y huecas. Como si estuviera leyendo de un guion que no creía—. Lo quería porque
quería que volviéramos a tener una chispa cuando sentía que nos estábamos
distanciando. Cuando sentía que éramos más amigos que pronto marido y mujer.
Quería recordarnos que había pasión. Lo quería porque ser sexualmente aventureros
es lo que somos, y necesitaba esa conexión contigo. —Ella seguía mirando sus dedos, su
voz ahora llena de emoción ahogada—. Pero fuimos demasiado lejos.

Demasiado lejos.

Demasiado lejos era un eufemismo.

—Carina… —Alcancé mi mano para cubrir la suya, pero ella se apartó de un tirón.
Levantó la cabeza para mirarme, y sus ojos enrojecidos y sus labios apretados me
desgarraron por dentro.

—¿Desde cuándo te preocupas por él? Y no me refiero al sexo. —El guion hueco se
tiró por la ventana. Estaba llena de fuego, de dolor y de ira.

—Carina, por favor.

—¡Sólo dímelo! —gritó ella, con la voz quebrada, haciéndonos saltar a los dos.

Mis ojos ardían, y luché por contenerlo. Ella se merecía mi sinceridad. No mis
sentimientos. Me mordí el labio inferior tratando de preparar mis palabras, tratando de
profundizar para decirlas.

—Creo que no entendí mis sentimientos por Jackson porque eran por un hombre.
Lo convertí en amistad. Ignoraba su profundidad, me asustaban y los escondía tras la
máscara de ser sólo amigos. Entonces ocurrió aquella noche en la universidad, y fue
como si me arrancaran la máscara y me obligaran a mirarla. Me asusté mucho y salí
corriendo. Luego, cuando estábamos todos, me puse una nueva máscara, diciendo que
era por ti. No era yo quien tomaba la decisión de estar con un hombre, era por ti. Era
fácil, porque no era como si fuera por la calle mirando a otros hombres. Obviamente, no
era gay. —El calor ardió en mis mejillas sólo con decirlo—. Supongo que la atracción
siempre estuvo ahí, mezclada con la amistad que ya teníamos. Sólo lo cubrí con
mentiras.

Sus ojos volvían a estar en sus manos. Tuve que apretar los puños para no
acercarme a ella cuando sus hombros temblaron, y ella sollozó.
—¿Alguna vez me amaste? —preguntó, con la voz baja. Podría ser un grito por el
daño que me hizo.

—Dios, sí, Carina. —Incapaz de contenerme, le agarré las manos, aunque no tenía
derecho, pero ella tenía que creerme—. Tú significas el mundo para mí. Estuviste a mi
lado cuando más te necesité. Fuiste mi mejor amiga. Te quiero.

Pero ambos sabíamos que el amor que profesaba no era lo suficientemente


profundo como para mantenernos juntos.

—Entonces, ¿por qué no yo?

Quería negarlo. Quería fingir que no sabía de qué estaba hablando. Quería fingir que
esto no era el final para nosotros y aferrarme un poco más. Pero no podía. No podía
seguir mintiendo.

Apreté sus pequeñas manos entre las mías, memorizando hasta la última caricia.

—No lo sé. —Exhalé una risa histérica—. No sé nada y siento que estoy perdiendo
la cabeza, sin ver nada con claridad.

Sus manos se cerraron en puños antes de preguntar:

—¿Jackson y tú estuvieron alguna vez juntos sin mí? Sé que pasaron mucho tiempo
juntos y solos —Se atragantó con la palabra y tuvo que tragar antes de dejarla pasar—.
¿Me engañaste con él?

Mis venas se llenaron de hielo y la solté. Tuve que tragar una y otra vez para
encontrar las palabras y hacerlas pasar por el pánico en mi pecho. Todavía no hablé y
ella ya estaba llorando, mirándome con la devastación escrita en su cara. Sus ojos azules
eran más brillantes de lo que jamás vi detrás de sus lágrimas. Sus labios temblaban y
sus cejas se fruncían mientras negaba con la cabeza, como si pudiera hacer que no fuera
cierto.

Mis emociones se rompieron y no pude evitar que las lágrimas inundaran mis ojos
y cayeran. Me las quité de encima, pero siguieron apareciendo como un maremoto que
me sacudía el cuerpo. Respiré entrecortadamente y seguí ahogándome.

—Lo siento. Lo siento tanto, tanto.

—¿Cuándo?

—Yo…

—¡Cuándo! —gritó.
No me atrevía a mirarla, y sabía que eso me hacía más cobarde.

—El viernes en el bar y anoche. —No di detalles porque lo sucedido no quitaba el


hecho que fuera así. Una discreción no era más perdonable que otra.

No vi venir el empujón. Sus manos se estrellaron contra mi pecho mientras gruñía


y me devolvía los empujones. Una y otra vez hasta que los empujones se convirtieron
en bofetadas. Me abofeteó los brazos y el pecho y sollozó todo el tiempo. Y yo la dejé.
Dejé que descargara su ira contra mí.

—Te odio. Te odio. Te odio mucho. —Se ahogó en un sollozo, sus empujones se
volvieron más suaves y perdieron fuerza—. Te odio —susurró.

Cuando por fin terminó, sus manos se apoyaron en mis hombros y su cabeza cayó
sobre su brazo. Aprovechando la oportunidad, la atraje hacia mí y la abracé. Ella no se
apartó, sólo se agarró a mi camisa y lloró. De vez en cuando, su puño bajaba y gimoteaba
“te odio”, pero durante el tiempo que me dejó, la abracé y lloramos por todo lo que
estábamos perdiendo.

—Lo siento mucho —empecé a susurrarle en el pelo—. Lo siento mucho. Soy un


desastre y ya no sé quién soy. Te merecías más que esto. Más que yo arrastrándote por
esto. Te mereces un hombre mejor, un amigo mejor. Te mereces ser feliz.

Sus lágrimas se escurrieron y empezó a respirar profundamente, volviendo a


controlarse. Yo hice lo mismo y me enjugué los ojos, abrazándola todavía todo lo que
me permitió.

Tan silenciosa, que casi no pude escuchar, habló.

—Y tú también te mereces ser feliz.

—¿Qué? —. Mis músculos se apretaron, sorprendidos.

Ella se limpió los ojos y se sentó, y yo la dejé ir de mala gana.

—Eres un idiota infiel y te odio, pero tengo que admitir mi papel.

Carina siempre fue partidaria de aceptar la responsabilidad, de afrontarla y de no


echar la culpa a los demás. Pero esto no era su culpa.

—Carina, no.

—Sabía que estábamos luchando. Y tal vez me aferré más a ti porque me gustaba la
sensación de que mi padre estuviera orgulloso de mí para variar. Pero nuestra relación
estaba cayendo más en la conveniencia que en la pasión de pasar nuestra vida juntos.
Estábamos cómodos. Éramos amigos. —Su voz se endureció y tembló de sinceridad. Se
sentó alta como una reina—. Y yo merezco pasión. Merezco ser la primera.

—Lo mereces. Dios, Carina, lo mereces.

Sus hombros cayeron de nuevo, más lágrimas goteando de sus ojos, igualando las
mías. Joder, quería volver a abrazarla, pero se rodeó con los brazos y supe que ya no me
necesitaba.

—Jake... —Su voz se quebró, y se aclaró la garganta antes de encontrar mi mirada—


. No dejes que una etiqueta te arruine.

Cómo esta mujer podía sentarse allí después que yo no hice nada más que ser
indigno de ella, y darme palabras de sabiduría, tratar de levantar mi moral, nunca lo
sabré. Ella era una reina y yo era indigno de ser su rey. Pero pasara lo que pasara,
siempre estaría ahí para ella si alguna vez me necesitaba.

—No dejes que tu padre te haga cuestionar. —Dudé en extender mi mano para
apoyarla en su brazo y ella me dejó—. Siempre estoy aquí para ti, Carina.

Ella soltó una carcajada, pero se apartó.

—Puede que te tome la palabra. Eres mi mejor amigo, lo que puede ser nuestra
perdición. Pero Dios, te odio tanto y no puedo mirarte ahora mismo. Me duele
demasiado.

Me encogí, sabiendo que me merecía algo mucho peor.

—Pero algún día no será así, y querré a mi amigo. Así que será mejor que esperes a
que termine de odiarte.

—Por supuesto. Será un honor esperar.

Nos miramos fijamente, sin decir nada, sabiendo que sería la última vez que
estuviéramos así de cerca durante quién sabía cuánto tiempo.

—Siempre te querré —dije.

Ella se mordió el labio y asintió, bajando la mirada.

—Probablemente deberías irte.

—De acuerdo. —Me puse de pie y esperé, por si acaso tenía algo más que decir, pero
siguió mirando su regazo y decidí darle un poco de paz.
Cada paso hacia la puerta se sentía como una lucha. De alguna manera, mi cuerpo
quería hundirse en el suelo y no volver a levantarse, pero también quería sonreír
porque sabía que ya no la estaba lastimando. Carina merecía más felicidad de la que yo
podría darle. Sólo esperaba que la encontrara.
27
Carina
El chasquido de la puerta al cerrarse sonó con firmeza.

No era sólo Jake saliendo de mi apartamento, era todo un capítulo de mi vida que se
cerraba. Y lo que me esperaba al otro lado, no tenía ni idea. Todo parecía tan oscuro y
turbio.

Me senté de nuevo en el sofá y me llevé las rodillas al pecho, dejando caer lágrimas
silenciosas mientras miraba al techo.

La única cosa a la que no pude cerrar la puerta era mi amistad con Jake, y quizás eso
me convertía en la más tonta de la Tierra, pero si lo sacaba de mi vida, perdería algo
más que a mi prometido, perdería a mi mejor amigo. Sólo ese pensamiento me hizo
sentir náuseas y acurrucarme más en una bola protectora. Mi prometido me engañó y
no podía perdonarlo, pero mi mejor amigo se enamoró de otra persona y me mintió al
respecto. Ahora lo odiaba, pero no lo haría siempre. Podía perdonar a mi amigo. Quería
hacerlo.

Pero perder a Jake era sólo una parte del maremoto de emociones que me
martilleaba. Pensar en hablar con mi padre y decirle que Jake y yo no nos íbamos a casar
me daba náuseas.

—Ugh —gemí. Ni siquiera estaba aquí, y su decepción era palpable. Se me escapó


una carcajada cuando me pregunté cuánto tiempo pasaría antes de que mi padre
empezara a buscar pretendientes que pudieran ocupar el lugar de los Russo en la
dirección de la parte de la empresa que les correspondía.

Dios. El trabajo.

Una nueva semana me esperaba en menos de doce horas y tendría que enfrentarme
a mi padre, lo que sólo preludiaría el incendio de rumores condenados a extenderse por
la oficina. Tendría que enfrentarme a Jake, y mi pecho se derrumbó por otro sollozo al
verlo de nuevo tan pronto. No estaba preparada, la herida estaba demasiado fresca. Si
tenía que enfrentarme a él con el dolor que me desgarraba, ver cómo seguía adelante
con Jackson, la amargura me envenenaría y sabotearía nuestra amistad. Incapaz de
contenerlo.
No. No podía ver a nadie mañana.

Cogí el teléfono de la mesa y envié un rápido mensaje a mi secretaria para cancelar


mis reuniones de toda la semana. Tenía días de vacaciones y no era que mi padre lo
notara. De todos modos, se hizo cargo de la mayoría de mis proyectos. Todos menos el
de Alexander. La primera sonrisa desde el viernes se dibujó en mis labios al pensar en
que aún no envié esos archivos.

Me tomaría la semana libre para mí, pero seguiría avanzando con los asuntos de
Alexander. Para cuando volviera a mi despacho, sería demasiado tarde para que mi
padre pudiera hacer algo. El contrato de Kent estaría en marcha, todo hecho por su
servidora.

Capturando la primera chispa de felicidad, me levanté y me duché para despedir el


día, el fin de semana entero, y me metí en la cama. Puse mi música más alegre y suave y
me quedé mirando el techo hasta que mi cuerpo se rindió al sueño.

Al igual que los dos últimos días, mi mente se desvió hacia mi desconocido de ojos
grises. Un momento tan pequeño en el tiempo que inundó mis pensamientos y guio mis
decisiones desde entonces.

Ser la primera.

Dos palabras que me acompañarían en todo. Me merecía ser la primera.

Bueno, esas palabras y su beso. Sus suaves labios se colaban en mi mente en


momentos aleatorios, y tenía que tocar los míos como si pudiera recrear la sensación
que dejaron. Volví a hacerlo ahora, cerrando los ojos y arrastrando los dedos primero
por el labio inferior y luego por el superior. Mi pecho se agitó recordando su sabor,
recordando las palabras que me murmuró.

El hecho que no pudiera evitar que mi mente se desviara fue la otra guía en mi
decisión de enfrentarme a Jake. ¿Cómo podía estar con Jake si inmediatamente después
de ser herida, era capaz de fantasear con otro hombre que ni siquiera conocía? ¿Cómo
podía estar con Jake si la excitación de ese beso me consumía? ¿Era así como se sentía
con Jackson? ¿No queriendo necesariamente dejarse consumir por otra persona, pero
sin poder luchar contra ello?

No es que eso hiciera que estuviera bien, pero lo suficiente de mi mente se asentó
al menos para comprender una pizca de su lado. Lo odiaba, lo odiaba a él, pero la
comprensión calmaba los bordes afilados de mi dolor. Lo suficiente como para dormir.

Sin embargo, por la mañana, mis emociones volvieron a girar en la otra dirección
del dolor y la ira. Intenté distraerme de ellas. Corrí, compré alimentos, leí en la librería
antes de gastar demasiado. Nada de eso funcionó. Mi corazón se aceleraba y mis
músculos se tensaban cada vez que pensaba en la traición, en todo lo que tenía que
afrontar.

Y entonces me di cuenta que aún había un cabo suelto que tenía que atar. Todavía
había alguien con quien necesitaba cerrar para seguir adelante. Jake no fue el único que
me hizo daño. Jake no era la única parte de esta ecuación. Jackson fue más que un
compañero en la cama; fue primero un amigo, alguien en quien confiaba. De ahí que
incluso le dejara formar parte de nuestra vida sexual. Y me traicionó. Se aprovechó de
mi confianza y me hizo daño.

Y a pesar de mi ira hacia ambos, me preocupaba. La parte blanda de mí, que


actualmente odiaba, se preocupaba. ¿Y si Jake resultaba herido por Jackson? Anoche
parecía perdido, y su forma de hablar carecía de su habitual confianza, tartamudeando
sus palabras, inseguro de sí mismo. Odiaba que me preocupara, pero como si hubiera
dos partes de mí, la parte amiga quería defender a Jake como fuera. Incluso si no se lo
merecía.

No tenía a nadie más que lo cuidara.

Igual que yo estaría sola sin él.

Jackson
—¿Puedes coger otra caja de servilletas antes de reponer el licor? —le pregunté a
Kyle, mi camarero—. Sólo estás tú durante un rato, pero luego vendrá Wendy a ayudar.
—Asintió rápidamente para indicar que me oyó antes de desaparecer por el pasillo.

Pasó todo un día desde que vi a Jake. Ni siquiera veinticuatro horas. De alguna
manera, sólo conseguí enviarle un mensaje, preguntándole si estaba bien. Lo que
realmente quería hacer era enviarle una pregunta tras otra, exigiendo que las
respondiera todas. ¿Somos amigos? ¿Somos más? ¿Lo sabe Carina? ¿La elegiste a ella?
¿Puedo seguir estando contigo si la elegiste a ella? ¿Cuándo puedo volver a verte? ¿Puedo
besarte? ¿Tocarte?

Pero había sido fuerte con un simple mensaje. Dije que sería su amigo si eso era
todo lo que quería de mí. Así que, actuaba como un amigo. Me respondió diciendo que
estaba bien pero que necesitaba algo de tiempo. Me quedé mirando el mensaje durante
diez minutos tratando de descifrarlo sin ninguna inflexión tonal. ¿Cuánto tiempo era
“algo de tiempo”? ¿Una semana, un mes, un año? ¿O veinticuatro horas? ¿Menos? Quería
desesperadamente que fuera menos. Mi mente se calmaba cuando estaba con él.

Sin embargo, desde que me desperté esta mañana, mis pensamientos fueron todo
menos tranquilos. Recorrieron todos los escenarios, desde que Jake no volviera a
hablarme, hasta que viniera a rogarme que estuviera con él, hasta que apareciera con
Carina del brazo preguntándome cuándo íbamos a volver a follar. El no saber me comía
por dentro.

Entonces mi mente giraba hacia Carina, y me daban ganas de machacarme hasta


hacerla papilla. La echaba de menos. Echaba de menos nuestra dinámica y pasar tiempo
juntos. Durante un tiempo fue como si me perteneciera. Hacía tanto tiempo que no tenía
esa sensación de bienvenida que me acostumbré a no tenerla. Nunca me importó que
no estuviera allí. Hasta que lo estaba y ahora me perseguía como un miembro fantasma.

—Joder —murmuré arrastrando las manos por la cara.

No tenía derecho a anhelar esa aceptación. La destruyó. Destruyó mi conexión con


Carina. Y debería estar pudriéndome por dentro por ello, y lo estaba. Pero tampoco lo
estaba. Porque también dentro de mí había mariposas cuando pensaba en estar con
Jake, cuando recordaba la forma en que me abrazó y folló la noche anterior. Sólo
nosotros dos. Sin retos, sin correr, sólo nosotros y nuestra desesperada necesidad
mutua.

Era un desastre. Todo era un lío y sólo podía imaginar que esto era una pequeña
confusión comparada con la confusión por la que estaba pasando Jake. Recordé cuando
me di cuenta por primera vez que me atraían los hombres. Hui de ello y lo reduje a las
hormonas de la adolescencia y a que me excitaba el aire. Me costó años aceptarlo y tuve
una familia cariñosa que me apoyaba. Jake tenía un campo de minas terrestres
desconocidas.

Estaba comprobando las cajas para el inventario cuando sonó la puerta.

—Estamos cerrados hasta dentro de una hora —grité.

En lugar de oír de nuevo el timbre que indicaba que se fueron, los pasos furiosos se
acercaron. Me di la vuelta, preparado para echarlos cuando me encontré con un par de
ojos azules ardientes que me miraban con rabia. Mis manos se movieron discretamente
para cubrir mis bolas porque Carina no parecía venir a besar y maquillar.

Siguió acercándose hasta que se puso justo delante de mí, y entonces tiró del brazo
hacia atrás, clavándome el pecho con su pequeño puño. Me golpeó lo suficientemente
fuerte como para que yo gruñera y retrocediera unos pasos.

—Eso es por hacer que me gustes.


Otro puñetazo que me hizo querer levantar las manos para bloquearla, pero todavía
preocupado por mis pelotas.

—Eso es por follar a mi prometido a mis espaldas.

Otro puñetazo.

—Eso es por pretender ser mi amigo.

Cerré los ojos por el dolor de sus palabras más que por sus golpes. No vi la bofetada
que se dirigía a mi cara, pero mi cuello se sacudió hacia un lado y un fuerte chasquido
sonó justo antes que el dolor punzante se registrara. Moví la mandíbula y me giré para
mirarla, sin siquiera defenderme, porque sabía que me lo merecía.

Y ver cómo se le llenaban los ojos de lágrimas y cómo le temblaba la mano mientras
me señalaba, dolía más que cualquier daño que pudiera hacer físicamente.

—Y eso... —Su voz se quebró—. Eso es por romperme el corazón. Confiaba en ti.
Éramos amigos.

Me quedé quieto un momento más, asegurándome de ser un blanco fácil si ella lo


necesitaba. Pero cuando cayó su primera lágrima, no pude contenerme más.

—Lo siento mucho. Joder —gruñí—. Me merezco tus palabras, tu rabia, tu dolor. Me
lo merezco todo. Porque me gustas. No tengo muchos amigos y congeniamos y yo... la
cagué y lo siento.

—Eres un imbécil —dijo entre dientes apretados.

—Lo sé.

—Y te odio.

Hice una mueca como si me hubiera abofeteado de nuevo.

—Lo sé. Y quiero decir que volvería al principio y nunca aceptaría ese juego de
verdad o reto, pero no puedo. Disfruté cada segundo contigo. Con los dos. Y lo arruiné.

Me miró fijamente, con los músculos de la mandíbula crispados mientras hacía todo
lo posible por encenderme con una simple mirada. Y tal vez era egoísta de mi parte,
pero tenía que hacerle saber que no fue sólo para coger. No era algo sin sentido.

—Lo amo —le dije. Esta vez fue ella la que se estremeció—. Puse a todo el mundo
antes de mí durante mucho tiempo y no puedo hacerlo con él. Lo amo, y siento mucho
que lo haga.
Se quedó congelada como una hermosa estatua enfadada, dejando que el silencio se
instalara a nuestro alrededor como una pesada manta, atrapándome en el lugar. Volví
a cerrar los ojos porque me dolía mirarla.

Un dolor agudo y punzante se disparó a través de mi pezón y traté de retroceder,


pero el apretado puño de Carina se aferró sólo tirando más fuerte y la quemadura se
extendió por todo mi pecho.

—Dios, joder. Maldita sea. Mierda. —Las palabrotas salieron a borbotones de mi


boca mientras ella me retorcía el pezón con más fuerza antes de soltarlo finalmente.

—Eso es sólo un adelanto de lo que pasaría si alguna vez le rompes el corazón.

Mis cejas se dispararon en la línea del cabello.

—¿Qué?

—Él te quiere y es mi amigo. Ahora mismo los odio a los dos y quiero aplastar sus
estúpidas pollas, pero es mi amigo y te quiere. —Si mi mandíbula cayera más, se
arrastraría por el suelo—. Y te cortaré tu preciada polla y la colgaré de mi manto como
una puta media si me lo quitas sólo para romperle el corazón.

Mi mandíbula se abrió y se cerró mientras tragaba repetidamente, tratando de


encontrar la respuesta correcta.

—¿Cómo una media? —susurré. No tengo ni idea de por qué era eso a lo que se
aferraba mi mente.

Carina se acercó a mí y me clavó el dedo en el pecho.

—Como el puto calcetín más pequeño que jamás haya adornado mi manto en la
mañana de Navidad —susurró.

Mis manos pasaron de proteger mis trastos a aferrarse a ellos para salvar su vida.

Dios, era hermosa en su rabia. La jodimos, rompimos su confianza y, de alguna


manera, seguía allí amenazándome si alguna vez hacía daño al hombre con el que se
suponía que iba a casarse.

—No sé si me quiere.

Dio un paso atrás y dejó caer las manos a los lados, sus hombros se hundieron
cuando la lucha se agotó.

—Lo hace.
Exhalé una carcajada y aproveché para retirar las manos de mi entrepierna para
pasarlas por mi pelo.

—¿Cómo eres tú la que me consuela? Joder, esto no está bien.

—Porque por mucho que te odie ahora mismo, tú también eras mi amigo. Quiero
ignorar eso, pero no puedo apagarlo tan fácilmente. No importa lo mucho que quiera.

Sacudió la cabeza y se dio la vuelta para irse, dando por terminada la conversación.

—Carina, realmente lo siento. Te mereces algo mucho mejor.

—Eso me dijeron —dijo sin siquiera detener su salida.

Odié ver cómo se cerraba la puerta tras ella. Odié pensar que podría ser la última
vez que la viera. Odié todo lo que había en ese momento.

Me quedé mirando la puerta un rato más hasta que Kyle volvió a salir del almacén,
sacándome de mi trance.

—¿Algo más?

—Umm... —Me esforcé por conseguir que mi mente se centrara en su pregunta—.


Uh, sólo continúa donde lo dejé con el inventario. Tengo que hacer una llamada
telefónica.

Me apresuré a ir a la parte de atrás para coger mi teléfono. Veinticuatro horas era


tiempo más que suficiente. Podía pedir espacio, pero las palabras de Carina resonaban
en mi cabeza.

Te quiere.

Al abrir la puerta del despacho, mis labios se crisparon. No necesitaba verlo, pero sí
escuchar su voz.
28
Jake
—Soy gay.

Me miré un segundo más en el espejo del baño antes de volver a intentarlo, pero
con una voz más grave, como si eso fuera a cambiar las cosas.

—Soy gay.

Si alguien entrara en cualquier momento de los últimos cuatro días, probablemente


intentaría llevarme a un psiquiátrico. Me tomé la semana libre en el trabajo, y sólo salí
de mi apartamento para las necesidades. Dejé de afeitarme y mi barba recortada se
estaba convirtiendo en un hombre de montaña. No me puse nada más que pantalones
deportivos y camisetas, fuera donde fuera. Me preguntaba qué pensaría Carina cuando
nos cruzábamos los ojos en el edificio. No llegamos a hablar, pero se las arregló para
esbozar una sonrisa de labios apretados antes de apartar la mirada.

Parecía estar mejor que yo. Al menos lo parecía. Cada vez que la veía, estaba
preciosa. Me hacía feliz que se viera bien, incluso cuando yo me derrumbaba en mi
apartamento. Me lo merecía.

—Soy gay.

Apreté los labios y negué con la cabeza. Me sentí mal al decirlo. Como una piel que
no me correspondía. Cada vez que lo decía, todo se volvía más tenso, como si me
estuvieran estrangulando. Quería que fuera verdad. Quería creerlo porque así tendría
una respuesta. Golpeé con los puños el mostrador antes de cuadrar los hombros y
volver a intentarlo. Pero cuando abrí los labios, otro pensamiento se estrelló en mi
mente y lo intenté en su lugar. Respirando profundamente, miré al hombre del espejo
como si fuera a darme todas las respuestas que me faltaban.

—Estoy enamorado de Jackson.

Mis ojos se ablandaron y mi pecho se aflojó lo suficiente como para inhalar


completamente. La piel se me erizó de emoción y mis labios se movieron con una
sonrisa.
—Estoy enamorado de Jackson —Volví a decir—. Estoy enamorado de Jackson.

Quería decirlo una y otra vez. La afirmación me envolvía como la camiseta perfecta
que guardabas hasta que se deshacía. Como si siempre hubiera estado ahí, pero la
hubieras olvidado detrás de toda la otra ropa, pero cuando te la ponías, estabas en casa.

Exhalé una risa suave que se convirtió en una carcajada de cuerpo entero. Escapó
de mi pecho y explotó fuera de mí.

—Estoy enamorado de Jackson. —No sabía si estaba realmente emocionado por


decirlo y sentirme bien, o si en realidad estaba teniendo un colapso mental. Volviendo
a mi habitación a trompicones, me senté en mi cama y dejé que la risa se desvaneciera.

Arrastrando la mano por el pelo, pensé en mi siguiente paso. Pensé en salir, en


pasearme con mi mano entre las suyas. El orgullo y el miedo me asaltaron a partes
iguales, y odié que el miedo fuera mayor que el orgullo.

Tendría que decírselo a mi madre y se me revolvía el estómago ante la decepción


que podría tener. ¿Me miraría de otra manera? ¿Se pondría del lado de Carina? ¿Me
seguiría queriendo?

—Joder —murmuré.

Antes de decírselo a mi madre, tenía que llamar a Jackson. Llevaba toda la semana
aguantando a duras penas y cada vez que lo evitaba, esperaba y temía que apareciera
en mi puerta. Pero los mensajes disminuyeron en los últimos días y me preguntaba si
se estaba rindiendo. ¿Y si finalmente lo descubría después de hablar conmigo toda la
semana, sólo para descubrir que se frustró demasiado? De hecho, hoy no me mandó
ningún mensaje y ya eran las dos.

Cogí mi teléfono de la mesita de noche para ver su último mensaje.

Jackson: Bien.

Me preguntó cómo estaba, y yo le dije que estaba ocupado, lo cual era una mentira,
y él dijo: “Bien”. Ahora, lo miré como si hubiera toda una novela detrás de esa palabra.
¿Por qué sólo “bien”? Los primeros días sus mensajes fueron de apoyo y cariño. Sólo
quiero que sepas que estoy pensando en ti. Siempre estoy aquí para ti. Espero que te vaya
bien. Echo de menos hablar contigo. Y yo los rechacé, demasiado asustado para animar
una conversación más amplia. ¿Qué debía decir? Oye, sigo diciéndome a mí mismo que
soy gay y no me parece bien. Así que supongo que no soy gay.

Me tumbé de nuevo en la cama y tiré el teléfono antes que pudiera enviar algo
estúpido.
Cuando llamaron a la puerta, mi corazón martilleó contra mi pecho como si
intentara liberarse para llegar a quienquiera que estuviera al otro lado, esperando que
fuera Jackson. Me limpié las palmas de las manos sudorosas en los pantalones e intenté
peinarme con los dedos para poner orden. ¿Debería cambiarme antes de contestar?
Otro golpe, más fuerte esta vez, me hizo renunciar a esa opción y salir corriendo a
contestar.

Con las manos entumecidas, abrí la puerta, con una sonrisa vacilante en los labios.

La sonrisa se me escapó, y di un paso atrás, decepcionado cuando no fue la sonrisa


de Jackson la que me saludó.

—Hola, mamá.

—Bueno, no te emociones tanto —dijo, pasando junto a mí hacia el apartamento. Se


detuvo en el vestíbulo y miró a su alrededor—. Dios mío, Jake. Se llama cubo de basura.

Se dirigió a poner una bolsa sobre la mesa y comenzó a limpiar.

—Mamá, no tienes que hacer eso.

—Obviamente lo hago si quiero tener un lugar donde sentarme y almorzar contigo.

La miré moverse y empecé a ayudar a limpiar. Al menos el comedor.

—¿Qué haces aquí?

—¿No puede una madre traer el almuerzo a su hijo? —Ladeé una ceja—. Intenté
llamar a tu oficina y me dijeron que estabas fuera del trabajo toda la semana. Luego te
llamé al móvil. No contestaste. Luego a la oficina de Carina. Luego a Carina. Todos ellos
sin respuesta. Finalmente, llamé a David y me informó que su hija estaba de baja por
enfermedad. —Ladeó la cadera y frunció los labios. —Bueno, cuando la vi corriendo por
la manzana hace un momento, parecía cualquier cosa menos enferma. Iba a llevarles la
comida a los dos y preguntarles qué demonios está pasando, pero creo que te lo
preguntaré a ti.

Mi cara se sonrojó. Jesús. Mi madre siempre fue una fuerza a tener en cuenta cuando
quería algo. Mi padre siempre dijo que sería una gran interrogadora con lo intuitiva que
era y cómo aplicaba la cantidad perfecta de presión para hacer que te quebraras. No me
salí mucho con la mía en el instituto.

—Mamá —suspiré.

—Nada de mamá. Tienes un aspecto horrible. ¿Cuándo fue la última vez que te
afeitaste?
Me pasé la mano por la barba.

—No te gusta.

—Pareces un vagabundo con tu camisa sucia y tu chándal. Vives como uno. Ahora
deja de intentar distraerme y contéstame.

Seguí mirando fijamente, tratando de hacerme creer que ganaría. Nunca gané
contra mamá.

—Bien. —Le di la espalda y me esforcé por decir la verdad. Tragué unas


cuatrocientas diecisiete veces. Respiré profundamente cuatro veces.

—Jake Aaron Wellington.

—Se acabó el compromiso —grité, volviéndome hacia mi madre, con los brazos
abiertos. Su mano voló a su boca y sus ojos se humedecieron. Joder—. Lo siento, mamá.
Pero... Carina y yo no nos vamos a casar. Hemos roto.

—¿Estás bien? —Se acercó y me dio unas palmaditas en los hombros, arrastrando
sus manos por mis brazos y mirándome como si estuviera físicamente dañado.

—Sí. Estoy... —Bien no era la palabra correcta, y no quería admitir que era un
desastre—. Estoy bien.

—Siéntate —ordenó mientras empezaba a sacar sopas y panes de sus bolsas de


papel—. Háblame. Cuéntame lo que pasó. ¿Carina te engañó?

Silencio. Un silencio que era cualquier cosa menos silencio. Reboté la pierna y junté
las manos en mi regazo, negándome a mirarla. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Llegué al diez
antes que ella se diera cuenta.

—Jake —respiró, su decepción me inundó. Me dolían los pulmones de intentar


respirar a través del nudo que se me formaba en la garganta—. ¿Quién era ella? —
preguntó, con voz dura mientras se hundía en su silla.

Intenté hablar, pero no me salió nada. Me ardían los ojos y quería derrumbarme,
odiándome por ser tan débil. Joder, yo no era así.

—Yo… —Me atraganté y tuve que sorber para contener las lágrimas.

—Nene. —Se acercó más y no me atreví a levantar la vista—. Háblame, Jake. ¿Qué
pasó?

Sus manos se acercaron a las mías y el miedo en su tono me hizo levantar mi


temblorosa barbilla. Me sentí como si tuviera diez años otra vez, a punto de decirle a mi
madre que rompí la ventana en el pasillo jugando al béisbol. Tenía tanto miedo que se
enfadara conmigo, que me odiara, que se sintiera decepcionada que me atraganté y
comencé a llorar.

Pero no tenía diez años. Apreté la mandíbula y me obligué a mirarla a los ojos,
aunque fuera a tientas. Agarré sus manos entre las mías y me aferré, por si acaso era la
última vez.

—Es Jackson.

Sus cejas se arrugaron y su cabeza se inclinó hacia un lado.

—¿Jackson?

No pude decir nada. Me mordí el labio, conteniendo mis emociones, e hice lo posible
por no apartar la mirada.

—Oh. —Sus ojos se abrieron un poco y se incorporó, pero no apartó sus manos de
las mías. Lo tomé como una buena señal—. Oh —volvió a decir. Parpadeó rápidamente,
se lamió los labios y se quedó mirando nuestras manos—. ¿Desde cuándo?

—¿Desde cuándo qué?

—¿Desde cuándo te interesan los hombres? Me gustaría saber por cuánto tiempo
me lo has estado ocultando.

—¿Qué?

—Soy tu madre —dijo, sonando más enfadada que cuando ella pensó que había sido
engañado—. ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no acudiste a mí antes de terminar
comprometido con una mujer con la que no querías estar?

—Sí quería casarme con Carina. La quiero. Sólo que... no lo suficiente. Es mi amiga,
pero se merece más que eso.

—Y tú también.

Sacudí la cabeza, sin creerle. La cagué mucho esta semana.

—No me sacudas la cabeza. Eres mi hijo, y mi hijo merece estar enamorado. No


importa quién sea.

—¿Incluso si es un chico? —pregunté con dudas.


—¿Por qué diablos se te metió en la cabeza que sólo te querría feliz si fuera con una
chica? ¿Cuándo empezaste a pensar que era tan cerrada de mente como para no
apoyarte?

—Yo...yo… —tartamudeé, sin saber qué responder porque no recordaba ningún


momento en el que ella hubiera insinuado eso. Simplemente no era un tema que
surgiera—. Siempre nos empujaste a Carina y a mí juntos, hablaste de nuestro
matrimonio.

—Eso fue en broma, Jake. Tú lo sabías.

—Pero entonces papá murió, y me hizo prometer que cuidaría de Carina, que
pondría en alto el nombre de la empresa y te daría nietos a los que amar. Lo prometí.

—¡Entonces adopta! —exclamó ella, como si fuera la respuesta más obvia—. No


estamos en la Edad Media, donde el linaje es lo único que importa. Jake, mírame. —
Levanté la barbilla y, como no era suficiente, la agarró con la palma de la mano y la
movió a su gusto—. Eres mi hijo y si un hombre es lo que te hace feliz, que así sea. Te lo
mereces.

—No estoy seguro de merecer mucho después de lo que le hice a Carina —


murmuré, bajando de nuevo la mirada. Me dio una palmada en la cabeza y me sacudí.
No fue fuerte, pero lo suficiente como para doler—. Ouch.

—Bien. Porque lo mismo va. Hombre o mujer, lo que le hiciste a Carina estuvo mal
y espero que ella te haya golpeado. Y que tenga la oportunidad de destrozarte. No se
trata así a alguien que se ama.

—Lo sé.

—Te enfrentaste a ella y se lo dijiste a la cara, ¿verdad? Por favor, no me digas que
fuiste un cobarde.

—No, mamá. Me enfrenté a ella.

—Bien, porque si no, te arrastraría hasta allí y la dejaría hacer.

—Gracias, mamá.

Eso me valió otra bofetada, pero esta vez me reí.

—¿Y ahora qué? ¿Jackson te quiere? ¿O está buscando a otro hombre?

Mi mano volvió a pasar por mi cara, queriendo borrar esto de mi mente. Hablar de
un hombre o de una mujer no hacía más fácil hablar sobre parejas con tu madre.
—No quiero a nadie más. Yo… Joder.

—Cuida tu lenguaje.

—Lo siento. Sólo estoy confundido. No soy gay. No estoy buscando otros hombres,
sino a Jackson. —Hice una pausa y pensé en mis palabras, una sonrisa estirando mis
mejillas—. Jackson lo es todo para mí. Siempre lo fue. Sólo que estuve demasiado
asustado para admitirlo.

—¿Se lo dijiste?

—No.

—Bueno, no seas un bebé. Díselo. Entonces invítalo y deja que lo conozca


oficialmente. Y dile que traiga a su hermano.

Y así, sin más, mi madre me aceptó, y me sentí como un tonto por dudarlo alguna
vez. Tenerla de mi lado me quitaba un peso de encima, como si lo llevara conmigo,
haciéndolo más ligero.

—Sigo enfadada contigo por herir a Carina, pero te quiero pase lo que pase y sólo
quiero que seas feliz.

—Gracias, mamá.

—Entonces, ¿habrá boda? Es muy común hoy en día. Una cosa muy moderna.

—Mamá.

—¿Qué? —preguntó inocentemente—. Quiero planear una boda. ¡Ooo! ¿Cuándo vas
a adoptar? ¿Puede ser pronto?

Sacudí la cabeza ante todas sus preguntas, pero sonreí mientras comíamos. Pronto
se puso en marcha de nuevo. Con un beso en la mejilla, un “te quiero” y la orden de
afeitarme, se fue.

Me apoyé en la puerta y miré el desorden de mi apartamento. Limpiaría el


apartamento y a mí mismo, luego dormiría bien e iría a ver a Jackson mañana. Estaba
seguro que esta noche trabajaba hasta tarde y quería estar todo el día con él.

Lo dije de nuevo, sólo para saborear la alegría de las palabras en mis labios.

—Estoy enamorado de Jackson.


29
Jackson
—Abre la puerta, Wellington —grité a la puerta. Ya golpeé a un nivel normal, y
cuando eso no funcionó, recurrí a golpear y gritar.

Lo que seguramente despertaría a alguien, sólo esperaba que fuera a Jake antes que
sus vecinos. Dudaba que fueran demasiado amables con un extraño haciendo ruido a
las dos de la mañana.

Cinco días. Le di cinco días y cada vez estaba más tranquilo con cada día que pasaba.
Hoy le di espacio pensando que eso le haría acercarse a mí, pero permaneció en silencio
y yo me lamenté de ello durante todo el trabajo, con la presión arterial subiendo hasta
estar seguro que iba a reventar. Me esforcé durante las últimas horas de trabajo antes
de venir corriendo a decidir que él tuvo suficiente tiempo para decidirse.

Volví a golpear.

—¡Abre!

—Ya voy, joder —Oí decir en voz baja desde el otro lado de la puerta justo antes
que se abriera para revelar a un Jake aturdido y con aspecto de estar en la cama. Se veía
cansado, áspero y hermoso.

—Jesús, Jackson. Son las dos de la mañana.

Me quedé de pie, mirándolo. Dejando que mis ojos hicieran el camino que quería
que recorrieran mis manos. Quería agarrar su mandíbula y mantenerlo en su sitio
mientras saboreaba sus labios. Quería que se detuvieran y recorrieran cada
protuberancia de su pecho y sus abdominales hasta llegar a la cintura de sus pantalones
de deporte que colgaban precariamente de sus caderas. Quería asimilarlo todo, por si
acaso me rechazaba y no tenía otra oportunidad.

Como no quería hacerlo en su vestíbulo, lo empujé y me paseé por su salón hasta


que oí el clic de la cerradura antes de volverme hacia él.

El pulso me retumbó y el corazón se aceleró como un tren de mercancías. Tragué


saliva, intentando que la boca se humedeciera lo suficiente como para que salieran
todas las palabras. Pensé en lo que quería decir toda la noche, y ahora que estaba allí,
mi mente estaba vacía, como si el pánico hubiera creado un vacío en mi cerebro.
Finalmente dejé que mis ojos se posaran en los suyos y todo se calmó lo suficiente como
para que pudiera volver a pensar. Y una vez que la primera palabra se liberó, el resto
vino a raudales tras ella.

—Se acabó la espera. Terminé. Te di cinco días y no puedo soportarlo. Ni una pista
de lo que nos depara el futuro. Sabes lo impaciente que soy. Te quiero y quiero estar
contigo. —Abrió la boca, pero levanté la mano, hablando por encima de él. No me iba a
detener hasta que terminara—. Carina me dijo que el compromiso está roto, así que o
me quieres o no me quieres. Quería ser tu amigo, pero rechazaste mi oferta, así que es
todo o nada. —Di unos pasos, cerrando la brecha entre nosotros hasta que pude
alcanzarlo y tocarlo si quería—. Y Jake, lo quiero todo. Pero no puedo esperar para
siempre.

Hice una pausa, y la habitación quedó en silencio. Se acercó dos pasos a mí, cerrando
casi por completo el espacio entre nosotros. Contuve la respiración y esperé, pero él no
dijo nada, sólo siguió examinando mi cara. Quería arrancarle el labio inferior de entre
los dientes y suavizar el hundimiento de sus cejas con mi pulgar. Sólo quería tocarlo.

—Joder, Jake. —Quise poner mi frustración detrás, pero mi voz se quebró por la
desesperación—. Si no me quieres, entonces libérame. No puedo mantener...

—Te amo —dijo por encima de mí, robando el aliento de mi cuerpo.

Parpadeé, pensando que tal vez todo era un sueño. En realidad, estaba en casa
durmiendo y soñando con este escenario.

—¿Qué? —susurré.

Su cara se suavizó y los labios que tanto me gustaban, se inclinaron a cada lado
trayendo las líneas de la sonrisa en sus mejillas.

—Te amo —dijo más despacio, su voz un profundo rumor de sinceridad.

Jake Wellington me amaba.

Mi mejor amigo me quería.

Mi mejor amigo me estaba sonriendo y diciéndome que me quería.

Mis pulmones se apretaron y mi aliento salió disparado en una carcajada.

Entonces ataqué. Agarré su cara con mis manos y lo atraje hacia mí, chocando mis
labios con los suyos. Nos convertimos en un lío de dientes, lenguas y manos.
Me reí entre besos, murmurando:

—Mierda. —Beso—. Mierda.

Nos apretamos el uno contra el otro, gimiendo por el contacto.

—Iba por ti —dijo contra mis labios—. Iba a ir por ti mañana y exponerlo todo allí.
Pero aquí estás, en mi casa a las dos de la mañana, diciéndome que me quieres,
besándome así. Apretando esa deliciosa polla contra la mía. —Empujó sus caderas para
enfatizar, y yo quise arrodillarme y chuparlo hasta la garganta.

—Jake —gemí.

—Quería hablar contigo, pero podemos hablar mañana. Quiero estar contigo esta
noche. Sin ataduras. Sin culpas. Sólo nosotros.

—Sí.

Sus manos se hundieron en mi pelo y tiraron de mi cabeza hacia atrás,


arrancándome un gruñido. Me besó y mordió en el cuello antes de volver a subir y
saborearme de nuevo.

—Me encanta controlarte —susurró en mi boca.

Me reí porque me estaba desafiando, y nunca me eché atrás. Hacía tiempo que no
tenía una relación tan dominante y luchar con Jake era todo lo que soñaba. Empujar
constantemente los límites, utilizar nuestra fuerza, la tensión de los músculos y ejercer
el poder sobre el otro era lo que me gustaba de estar con un hombre.

Me agarré con fuerza mientras lo hacía retroceder, golpeándolo contra la pared,


usando mis caderas para mantenerlo en su sitio, haciéndolas rodar de un lado a otro
torturándonos a los dos. Entonces, mi mano agarró su mandíbula, girando su boca como
yo quería antes de deslizarse más abajo para sujetar su cuello.

—Me va a encantar oírte gemir mi nombre y rogarme que te deje correr.

—Jódete.

Apreté alrededor de su garganta.

—Tal vez si eres un buen chico.

Sus ojos se volvieron pesados y me moría de ganas de sentirlo presionar dentro de


mí. Pero entonces sus manos subieron para rodear mis muñecas y tiraron suavemente.
Solté mi agarre y dejé que moviera mis manos hacia donde las necesitaba. Las arrastró
por su pecho y alrededor de sus caderas, hacia sus pantalones, hasta que las empujó
para agarrar su culo.

Lo obedecí y apreté con fuerza los firmes músculos. Se empujó hacia delante,
dejando que sus ojos se cerraran. Pero su mano seguía sujetando la mía y tiró de ella
aún más, presionando nuestros dedos entre sus mejillas. Contuve la respiración y tomé
el control, tocando su apretado culo, haciendo girar mi dedo, queriendo presionar
dentro.

—Yo... —tartamudeó y luego tragó saliva—. Quiero que me hagas el amor.

—Por supuesto, Jake —dije besando su cuello de arriba a abajo—. Toda la noche.

—No. —Su tono duro me hizo retroceder y buscar en su rostro. Sus ojos seguían
cerrados y empujaba hacia atrás mi dedo—. Quiero que me hagas el amor. Quiero que
me folles.

Mi cabeza cayó hacia delante sobre su hombro y volví a apretar su culo, gimiendo
ante la invitación. Mi polla se sacudió contra mis pantalones y tuve que respirar
profundamente, apretando los músculos para contenerme y no arrancarle los
pantalones y empujar dentro de él antes que pudiera retirarlo.

—¿Estás seguro?

—Dios, sí. —Se rio.

—¿Has intentado algo antes?

—No. Todo lo que me pasó por el culo, fue contigo.

Gruñí y mordí su hombro, mientras agarraba su firme culo y lo atraía bruscamente


hacia mí.

—No voy a poder ser suave, así que espero que tengas lubricante. Llevo demasiado
tiempo queriendo follarte.

Su mano en mi pelo de nuevo, tiró hacia atrás con una sonrisa de satisfacción en su
cara.

—Bien.

Le bajé los pantalones por las piernas y lo aparté de la pared, girándolo hasta que
quedó de cara al brazo del sofá antes de empujarlo por la mitad. Caí de rodillas detrás
de él y acaricié mis manos hacia arriba y abajo de sus muslos, los firmes músculos se
flexionaban con cada toque. Bajé más y me llevé los huevos a la boca para poder
chuparlos. Salieron cuando gruñó y empujó hacia delante.
Agarré sus mejillas y las separé, exponiendo el apretado agujero virgen que me iba
a follar esta noche. Como quería que estuviera al límite, me incliné hacia él y arrastré
mi lengua desde su perineo hasta su abertura y la moví de un lado a otro. Utilicé mi
saliva como lubricante y, cuando estuvo lo suficientemente mojado, le introduje un
dedo en el interior, desesperado por sentir su calor alrededor de cualquier parte de mí.

Gruñó ante la brusca intrusión, pero no perdió tiempo en empujar atrás, hacia mi
dedo.

—Sí, fóllate en mí. Muéstrame que lo quieres.

Tras unos pocos empujones, me retiré y volví a lamerle antes de meterle


rápidamente dos dedos, yendo directamente a su próstata y masajeándola con fuerza.
Se le escapó una mezcla de gruñido y gemido.

—¿Así? —pregunté riendo, metiendo y sacando los dedos.

—Vete a la mierda —gimió contra los cojines del sofá.

Retiré mis dedos y le di una palmada en la mejilla, amando el chasquido de mi mano


en su piel.

—Nos vamos al dormitorio. Necesito espacio para follarte como es debido.

Dejó los pantalones y caminó hacia atrás, acariciándose mientras me veía


despojarme de la ropa. El dormitorio estaba a oscuras cuando entramos, pero Jake se
dirigió a la mesita de noche para encender una lámpara y coger una botella del cajón.
Tiró el lubricante sobre la cama y me miró fijamente.

—¿Cómo me quieres? —Su voz era dura, pero podía oír los nervios que había
detrás.

—Túmbate de espaldas. Quiero verte mientras te hago estallar la cereza.

Se echó hacia atrás, todavía acariciando su longitud. Me subí y me sumergí para


pasar mi lengua por la raja de su polla, recogiendo el pre-semen salado.

—Oh, joder. Sí.

Siguió acariciando lentamente y cogí el lubricante, manteniendo mis labios


alrededor de la cabeza de su polla, haciendo girar mi lengua, haciéndola rodar a lo largo
de la parte posterior, justo debajo de la cabeza. Empujó con fuerza dentro de mi boca
cuando mis dedos lubricados se deslizaron entre sus mejillas. No perdí tiempo en
calentarlo. Le metí dos dedos en el culo y me encantó el largo gemido que soltó,
empujando frenéticamente hacia abajo mis dedos y hacia arriba en mi boca.
Cuando estuvo al borde del jadeo, detuve mi tortura y me puse de rodillas,
empujando sus muslos hacia su pecho y abriéndole de par en par. Un gemido retumbó
en mi pecho al verlo todo expuesto a mí, como un parque de atracciones en el que quería
jugar con todo.

—¿Necesitas que me tome mi tiempo contigo? ¿Qué sea suave?

Sus labios se curvaron, riéndose de mi burla.

—Cógeme.

Antes que pudiera terminar, comencé a introducir la cabeza de mi polla en él.


Observé su reacción, porque por mucho que quisiera desatar toda mi necesidad
contenida en él, tampoco quería hacerle daño.

Sus dientes se hundieron en su labio inferior y sus manos se enroscaron en mis


muñecas sujetando sus piernas hacia atrás. No me detuve. Me hundí por completo hasta
que mis pelotas presionaron su culo.

—Joder, Jake. Joder, yo. Joder. —Las palabras salieron en jadeos y gemidos
frenéticos. Estaba tan jodidamente apretado. Lo era todo y mi pecho se llenó hasta casi
reventar con todo lo que tenía delante—. Te amo.

Me incliné hacia abajo y lo besé, abriendo la boca para comer sus gemidos mientras
me salía y volvía a hundirme. Unos cuantos empujones lentos más y no pude evitar que
mi ritmo se acelerara, necesitando más fricción, necesitando alcanzar nuevas alturas
con él.

—Te quiero —volví a decir.

Me abrazó a él y apretó mi frente contra la suya.

—Yo también te quiero. Mucho.

Necesitando verlo todo, me senté hacia atrás y hacia arriba y miré la forma en que
mi polla lo estiraba. No podía apartar los ojos de la forma en que desaparecía, sacando
hasta que sólo mi cabeza apenas descansaba dentro de él y luego empujando con fuerza
de nuevo.

—Estás tan jodidamente apretado. Se siente tan jodidamente bien.

Empuje tras empuje me hizo correr hacia el final. Cuando la presión aumentó en mis
pelotas, supe que estaba cerca, y necesitaba que se corriera. Necesitaba sentir cómo se
corría conmigo dentro de él. Agarrando su polla, la acaricié con fuerza y rapidez,
frotando mi pulgar sobre la suave punta. Sus gemidos se hicieron más fuertes y su
cabeza rodó hacia atrás sobre las almohadas, sus caderas se volvieron locas debajo de
mí. Utilicé mi otra mano para acariciar su pecho, hice rodar su duro pezón entre mis
dedos y lo masturbé hasta que finalmente su cuerpo se puso rígido mientras el éxtasis
se apoderaba de él. Chorros blancos de semen salieron disparados sobre su pecho,
salpicando desde su cuello hasta su ombligo.

Lo froté suavemente, dejándolo bajar de la euforia hasta que todo lo que quedaba
eran gemidos y suspiros.

—Mierda —respiró.

Una sonrisa ladeada inclinó mis mejillas, y me senté de nuevo y sujeté sus muslos.

—Mi turno. —Empecé a follarlo con fuerza y rapidez, corriendo hacia mi propio
clímax. Me acariciaba los brazos y el pecho, cualquier lugar que pudiera alcanzar,
rebotando por cada áspero empujón dentro de su caliente agujero. Sus dedos se
aferraron a mis dos pezones y los pellizcaron, sus abdominales se contrajeron por la
sentada, el semen cubría su cuerpo, su suave polla y sus pelotas descansaban por
encima de donde lo follaba, tomando su virginidad.

—Ahora eres mío —gruñí, empujando más fuerte, necesitando estar más profundo,
más cerca—. Todo. —Empuje— Joder —Empuje—Mío.

Se me puso la piel de gallina y me abracé dentro de él mientras mi visión se cerraba


en los bordes, mi mundo se inclinaba, mientras llegaba al clímax con más fuerza que
nunca, vaciándome dentro de mi mejor amigo. Mi amante.

Cuando el mundo volvió a la vista, me derrumbé sobre él, inclinándome para


absorber su semen de cualquier parte que pudiera alcanzar. El sabor salado explotó en
mi lengua mientras subía por su cuello hasta llegar a su boca, donde lo besé con todo el
amor que tenía dentro de mí.

—Te amo —susurró—. Estoy jodidamente enamorado de ti, Jackson Fields.

Exhalé una carcajada y rocé mi nariz a lo largo de su mandíbula, amando el olor del
sudor en su piel, la forma en que se mezclaba con el aroma de nuestro sexo. Era
embriagador, me emborrachaba. Me aparté de él, deseando ya volver a entrar en su
interior una y otra vez, pero me conformé con caer a su lado.

Nos tumbamos de lado, uno frente al otro, con las manos entrelazadas y las piernas
entrelazadas.

—¿Estuvo bien?

—Sí. —Pero sonaba casi confundido por ello.


—Está bien que te haya gustado. Está bien que sólo lo imagines conmigo y con
ningún otro hombre. —Me reí—. Quiero decir que prefiero eso. Pero que no sea tan
blanco o negro. El hecho que pueda hacer que te corras más fuerte que nadie enterrando
mi gruesa polla en tu apretado culo, no significa que quieras follar con otros hombres.
Francamente, está haciendo grandes cosas para mi ego que yo sea el único hombre que
te excita.

—Oh Dios —gimió y se rio—. Lo último que necesitamos es que tu ego sea más
grande.

Nos reímos y nos besamos un rato, pero me di cuenta que tenía más preguntas, así
que me aparté y lo esperé.

—¿Cómo funciona? ¿Sólo me vas a follar a mí? ¿Soy el último? ¿O soy el primero?
¿Puedo volver a follar contigo?

Mi pecho retumbó de risa ante su montón de preguntas, como si al hacer una se


abrieran las compuertas para todas ellas.

—Jake, quiero sentirte dentro de mí a menudo. Y habrá veces que quiera


inmovilizarte y follarte.

Se burló.

—Podrías intentarlo.

—No puedo esperar, porque ganaré. —Cuando abrió la boca para una refutación, lo
besé, necesitando terminar—. Esta es nuestra relación. Podemos hacer lo que
queramos. Y tal vez no sea específicamente arriba o abajo. Todo lo que sé es que me
gusta chupar tu polla. Me gusta sentir cómo me follas. Y sé lo mucho que te gusta
chuparme la polla, y el semen que pega nuestros estómagos ahora mismo es la prueba
que me quieres dentro de ti. Y eso está bien. Hacemos lo que queremos.

—De acuerdo. Puedo hacerlo.

—Bien. Porque estoy listo para sentir mi polla metida en tu garganta. —Le di la
vuelta y le inmovilicé los hombros. Me devolvió el empujón y, desnudos como el día en
que nacimos, luchamos por el dominio, riendo como un par de locos enamorados todo
el tiempo.

Al menos hasta que me inmovilizó y me folló con fuerza y crudeza.

Después de una ducha, lo inmovilicé de nuevo, sólo para sentir la lucha y la flexión
de sus músculos contra mi piel. No dejamos de luchar por el dominio hasta que nos
llenamos la boca con la longitud del otro y exploramos los cuerpos del otro hasta que
salió el sol y nos desmayamos, envueltos el uno en el otro.
30
Jackson
Rodeé su pene con mis labios y me hundí hasta la base. Cuando me levanté, Jake
jadeaba con su mano enterrada en mi pelo. Moví la cabeza un par de veces antes de
hundirme y presionar mis labios contra su ingle, usando mi garganta para trabajar la
cabeza de su polla. Se me humedecieron los ojos cuando mi reflejo nauseoso se activó,
pero la forma en que su mano se aferraba a mi pelo y los gemidos estremecedores que
sacudían su cuerpo me hicieron seguir adelante, respirando por la nariz.

—¿Qué diablos me estás haciendo? —jadeó Jake.

Continué, sólo levantando el aire unas pocas veces más antes que él se estremeciera,
y me tragué cada gota de su liberación.

—Oh, joder. Podría despertarme con eso todos los malditos días.

Para cuando le besé el pecho, estaba empezando a controlar su respiración. Me


encantó ver cómo el rubor manchaba sus mejillas y sus ojos estaban vidriosos por el
orgasmo.

—Estaría encantado de tenerte para el desayuno todos los malditos días.

—Mi turno —dijo, tratando de empujarme hacia mi espalda. Pero lo contuve,


dándole un suave beso mientras lo empujaba hacia su almohada y me acurrucaba a su
lado.

—Todavía no. Puedes devolverme el favor en la ducha más tarde. Sólo quiero
disfrutar de despertarme a tu lado. Nunca tuve la oportunidad cuando éramos los tres.
Si me despertaba a tu lado y Carina ya estaba levantada, no me entretenía porque no
me correspondía.

—Lo siento. No me di cuenta del daño que te hacía. Fui egoísta y tuve mi pastel y lo
comí también sin pensar en nadie más.

—No lo sientas. Sabía en lo que me estaba metiendo. Supongo que no planeé caer
tan fuerte. Nunca me preocupé por nadie como lo hago por ti.
Se sonrojó de nuevo y le di un beso en la mejilla.

—Háblame de Carina. Dijiste que vino a verte.

Me reí y le conté cómo entro en tromba, hecha una furia. Le conté cómo me echó la
bronca y mi culpabilidad por todo ello. Le conté cómo me dijo que me quería y me
amenazó con hacer una media con mi pene si le rompía el corazón.

—¿Lo hizo? —preguntó riendo.

—Sí que lo hizo.

Se puso de espaldas y se tapó los ojos con el brazo mientras se reía.

—Dios, ella es increíble.

—¿Te... te arrepientes de no estar con ella? —No me di cuenta de cuánto me pesó


ese miedo hasta que la presión en mi pecho desapareció, dejando libre la duda en la
habitación.

—Me siento como un idiota al decirlo, pero no lo hago. Lamento cómo se desmoronó
todo. Siempre la amaré, pero no era el tipo de amor que ella merecía. No era una pasión
que lo consumiera todo y creo que ella también lo sabía.

—Sí. La forma en que todo se desmoronó será uno de mis mayores remordimientos.
Es una mujer maravillosa.

—Se recuperará. Es así de fuerte.

Odié escuchar el dolor en su voz, sabiendo que mi presencia lo causaba.

—Lo siento.

—Tú tampoco tienes que disculparte.

Volvió a girar para quedar frente a mí, y presionamos beso tras beso en los labios
del otro, hasta que se retiró y apoyó su frente en la mía, con los ojos cerrados.

—Tengo miedo —susurró. Podría ser un grito por lo mucho que me golpeó en el
corazón—. Tengo miedo de este gran cambio en mi vida. De compartir esto con la gente.

Tuve que cerrar mis propios ojos y tragarme el nudo en la garganta antes de poder
hablar. Sus sentimientos eran justos. Tuve que recordarme que todo esto era nuevo
para él.
—Sé que no debería tenerlo, pero me preocupa lo que piense la gente. Me preocupa
el juicio. —Me miró a través de sus pestañas para tranquilizarme—. Eso es una
estupidez, ¿no?

—No, Jake. —Me reí, pensando en cuando era adolescente—. Sé que me hago el
desentendido, pero oigo los susurros y los insultos. Están ahí y los odio, pero no puedo
dejar que controlen mi vida, mi felicidad. Tengo que hacer un esfuerzo consciente para
superarlos y no siempre es fácil. Tengo que recordarme a mí mismo que si quieren
enfadarse por algo que no les afecta, que se jodan. No voy a ocultar mi amor por ti. Me
haces feliz.

—Tú también me haces feliz. Sólo... ten paciencia conmigo. Por favor.

—Lo resolveremos. Mientras te tenga a mi lado, podremos soportar cualquier cosa.


—Le levanté la barbilla, asegurándome que me escuchaba y lo asimilaba—. Te amo.

—Yo también te amo.

Le di un beso antes de quitarnos las sábanas de encima.

—Ahora, vamos a ducharnos. Me debes una mamada.

Todavía nos estábamos secando cuando oí sonar mi teléfono. Me apresuré a salir,


con la costumbre de llevar el teléfono encima para estar disponible siempre que no
estuviera en Voy, por si surgía algún problema. Consideré no contestar ya que no era
un número que reconociera, pero lo hice de todos modos.

—¿Hola?

—¿Sr. Fields? —preguntó una voz masculina que no reconocí.

—¿Sí?

—Soy Andre Mills. Soy enfermero del Hospital Universitario. Acaban de traer a su
hermano y usted figura como contacto de emergencia.

Todo mi mundo se desvaneció en los bordes y mis piernas cedieron. Solté la toalla
de mis dedos entumecidos y caí sobre la cama. Vi a Jake moverse a un lado, pero era un
borrón y lo único en lo que podía concentrarme era en el hermano y el hospital.

—¿Qué pasó? ¿Está bien? ¿Qué pasó? —Las palabras luchaban por salir.

—Lo están operado de una embolectomía pulmonar.

Apenas podía oírle, sus palabras sonaban como si vinieran de muy lejos.
—¿Qué? ¿Está bien?

—El médico le explicará más cuando llegue.

—¿Está bien? —pregunté con más fuerza.

—Lo siento, señor. Tendrá que venir aquí para obtener más información.

Ni siquiera me despedí antes de apuñalar el botón rojo y tirarlo a un lado. Me


encorvé y traté de respirar profundamente. Enterrando la cabeza entre las manos, dejé
escapar un gruñido que salió de lo más profundo de mi ser, cobrando velocidad en el
momento en que escapó de mi cuerpo.

—Jackson. Por favor. Por favor, háblame. —La voz de Jake impregnó de algún modo
la niebla.

Levanté la vista y lo encontré arrodillado frente a mí, con la preocupación grabada


en su rostro.

—Háblame. ¿Qué está pasando?

—Andrew está en el hospital.

—¿Qué? ¿Está bien?

—No lo sé. No lo sé. Joder, Jake. No lo sé, joder.

Mis hombros subían y bajaban rápidamente con cada respiración antes que él me
agarrara las mejillas y acercara su cara a un palmo de la mía, con su voz profunda,
exigiendo que le escuchara.

—Mírame. Concéntrate en mí. —Todavía podía sentir que respiraba demasiado


rápido, pero su toque me ayudó a centrarme—. Vístete y vamos al hospital. Yo
conduzco.

—Gracias —respiré.

Me dio un beso rápido y luego me arrojó unos vaqueros y una camisa. Por suerte,
llevábamos la misma talla, así que no tuve que presentarme con la ropa de ayer, que
aún conservaba el olor a alcohol.

Mirando por la ventana durante el viaje, mi mente se inundó de pensamientos.

¿Y si se estaba muriendo? ¿Y si perdía a mi último pariente, mi hermano?


¿Estaba sufriendo mientras yo salía esta mañana? ¿Y anoche? ¿Y si hubiera ido a verlo
a él en lugar de a Jake?

¿Podría haber prevenido esto?

—Ya hemos llegado.

Jake aparcó, y yo salí y corrí irrumpiendo en la entrada del hospital. La señora de la


recepción me saludó con una sonrisa y quise sacudirla. ¿Cómo podía estar sonriendo en
un momento así?

—Fields. Andrew Fields. Por favor. —Su sonrisa disminuyó, pero afortunadamente
no me llamó la atención por gritarle un nombre.

Hizo clic en su ordenador y le pedí a sus dedos que fueran más rápido. Cada segundo
parecía una vida. ¿Y si moría mientras yo estaba allí mientras ella buscaba su nombre?
Quería destrozar el lugar, gritando su nombre, hasta encontrarlo. Hasta que me miró
con su sonrisa ladeada y sus ojos iguales a los míos y me llamé idiota.

—¿Jake?

La mano de Jake que estuvo sujetando la mía, se soltó de un tirón e inmediatamente


sentí la pérdida. Me giré para ver a un tipo con un peluche azul, flores y un café. Los ojos
de Jake se dirigieron a mí antes de mirar al tipo que le hablaba.

—Hola, hombre —dijo el tipo.

—Sí, hola Todds. ¿Qué estás haciendo aquí?

Mi mente registró que debía ser un tipo del trabajo, pero mi atención seguía estando
principalmente en el recepcionista y en cómo mi mano estaba ahora vacía. No pude
ignorar la forma en que la voz de Jake era vacilante, y se alejó unos pasos de mí para
hablar con este tipo.

—Mi señora finalmente tuvo el bebé. Te echamos de menos en el trabajo la semana


pasada. A Carina también. —Entonces, como si se le acabara de ocurrir algo, ladeó la
cabeza—. ¿Ella está bien? ¿Por eso estás aquí?

—Oh, um no, Carina está bien. —Su tono sonaba nervioso y no dejaba de mirarme,
así que finalmente me volví completamente hacia él, pero le costó encontrarse con mis
ojos—. Mi... el hermano de mi amigo está aquí. Lo traje en mi auto.

Apreté los puños a los lados y tuve que cerrar los ojos, poniendo toda mi atención
en no vomitar allí mismo al ver que Jake me presentaba a su compañero de trabajo como
un amigo.
—Está en la tercera planta —dijo la recepcionista—. Llama al timbre y dales tu
nombre. Te dejarán pasar. Asegúrate de guardar este pase de visitante. —Me entregó
una tarjeta con un clip y luego miró a Jake por encima de mi hombro—. ¿Tu compañero
también necesitará un pase?

Jake se congeló al oír la palabra “compañero” y sus ojos se movieron de un lado a


otro antes de mirarme fijamente, con el dolor y el arrepentimiento pellizcando su cara.

—Jodidamente increíble —murmuré.

No podía creer que, precisamente ahora, fuera a alejarse. La ira encendió un fuego
que recorrió mi cuerpo. Cuando más lo necesitaba, se estaba alejando. No tengo tiempo
para esto. Entonces me volví hacia la recepcionista

—No, sólo soy yo.

No miré hacia atrás, pero esperaba desesperadamente oír sus pasos


persiguiéndome. Pero cuando me giré en el ascensor, ya se había ido.

Estuve en la sala de espera durante dos horas antes que un médico viniera a verme.
Durante ese tiempo, mi mente se agitó, alternando entre pensamientos sobre Andrew
y Jake. Ambos me martilleaban el corazón y me destrozaban. Google no me ayudó
cuando empecé a buscar embolectomía pulmonar. Todo sonaba aterrador. Si veía la
palabra muerte una vez más en una búsqueda, me iba a derrumbar. Entonces, los
pensamientos sobre Jake sólo empujaron mí ya fracturada cordura. Me dejó. Me dejó
allí en un momento de necesidad. No sólo fuimos nosotros. Lo necesitaba y me dejó.

La cirugía de Andrew era casi menos dolorosa de pensar. Así que volví a buscar
índices de supervivencia y a hacer preguntas a las enfermeras. Por suerte, una de ellas
se apiadó de mí y me puso al día, diciéndome que seguía vivo en el quirófano.

—¿Jackson Fields?

Me levanté de mi silla.

—Sí, soy yo.

—Andrew se va a poner bien, pero su recuperación va a llevar algún tiempo.

—¿Qué pasó? —Casi supliqué al médico que me ayudara a entender.

—Aparentemente Andrew ha estado sedentario, rechazando su terapia física toda


la semana. En ese tiempo un coágulo que se formó se convirtió en una embolia
pulmonar. Es muy raro que se conviertan en algo tan grave como lo de Andrew y
necesiten cirugía, pero afortunadamente llegamos a él lo suficientemente rápido. Tiene
suerte de estar vivo.

Cada músculo de mi cuerpo se hundió de alivio y retrocedí unos pasos, cayendo en


una silla.

—Gracias —le dije al médico entre dientes.

—Por supuesto. La enfermera vendrá a buscarte cuando puedas volver a visitarlo.


Estará fuera de combate durante un tiempo, pero puedes quedarte en su habitación.

—Gracias, doctor.

La enfermera me acompañó de vuelta treinta minutos después, y tuve que cerrar


los ojos al ver a mi hermano tan frágil en la cama. Me trajo todos los recuerdos y lo que
perdimos la última vez que tuve que visitarlo en el hospital.

—Póngase cómodo, puede tardar un rato —me indicó la enfermera antes de


marcharse.

Acerqué una silla y envié un mensaje a Daniel y a mi ayudante de bar por si no podía
cubrir mis turnos. Luego esperé y supliqué que abriera los ojos e hiciera alguna broma
burda. Cualquier cosa que me hiciera saber que iba a estar bien.

Después de unas tres horas junto a la cama de Andrew, Jake empezó a enviarme
mensajes de texto y no me atreví a responder a ninguno. Estaba demasiado perdido en
mi propio dolor y rabia. Enfado porque me dejó. Rabia por tardar tanto en saber cómo
estaba.

Enfado conmigo mismo por no saber lo mal que estaba Andrew. Fui tan bueno para
mantenerme al tanto de su cuidado, siempre sabiendo cómo estaba. Pero la semana
pasada, me perdí en mí mismo. No me tomé el tiempo de preocuparme cuando Andrew
no me llamó. No me lo pensé dos veces cuando me envió un mensaje diciendo que no
podía recibir visitas el fin de semana pasado. Fui tonto. Fui egoísta.

Y estar perdido en ese tornado de emociones no dejaba espacio para Jake. Sin
embargo, eso no me impidió leer cada una de ellas.

Jake: ¿Cómo está Andrew?

Jake: Llamé a Daniel. Me hizo saber que Andrew estaba bien. Me alegro.

Jake: Lo siento, Jackson. Lo siento mucho.


Lo siento parecían ser las únicas palabras que nos decíamos últimamente, y me
estaba cansando de ello. Cansado de decirlo, cansado de oírlo.

Un gruñido procedente de la cama me hizo erguirme en la silla, y mis manos se


cernieron sobre Andrew por si me necesitaba.

—Joder —gimió Andrew, la palabra apenas saliendo de sus labios.

—Hola, hombre. ¿Cómo estás? ¿Agua?

Me coloqué sobre él, para que pudiera verme. Sus ojos parpadearon y tuve que
cerrar los míos para ocultar las lágrimas que se acumulaban.

—¿Estás llorando? ¿Me estoy muriendo?

—No. Sólo me alegro que estés bien.

—No me siento bien.

—¿Quieres un poco de agua?

Asintió con la cabeza y le llevé una pajita a los labios. Llamé a la enfermera cuando
se despertó por primera vez y vinieron a comprobar sus signos vitales y a hacer
preguntas.

—Volveremos con algunos medicamentos para el dolor en un rato.

Cuando se marchó, la habitación quedó en silencio, salvo por el pitido de las


máquinas y los sonidos de los demás que caminaban por allí, y las voces que entraban
por la puerta entreabierta. Me quedé con la visión de Andrew, vivo, aunque peor. Pero
me consolé con el hecho que tenía los ojos abiertos y respiraba.

—¿Por qué no me lo dijiste?

Respiró entrecortadamente y vi que sus puños se apretaban a los lados.

—Fue una mala semana.

—Lo siento mucho, Andrew. —Moví mi mano y enrosqué mis dedos alrededor de
sus puños, apretando para asegurarle que no estaba solo.

—¿Por qué lo sientes?

—Estaba tan condenadamente ocupado con mi propia mierda como para darme
cuenta. Siento mucho no estar allí.
Soltó una risa que dio lugar a una tos y terminó en un gemido, con el dolor grabado
en su rostro.

—¿Estás bien?

—Sí, sí. —Su pecho subía y bajaba en una respiración lenta y dificultosa—. No lo
sientas. Siempre estás ahí para mí. Siempre. Y sabía que estarías ahí si llamaba, pero no
lo hice. Lo cual es culpa mía. Está bien cuidar de ti, Jackson.

—Lo sé. Pero casi te mueres y yo... —Me tomé un momento para tragar el bulto que
amenazaba con ahogarme—. No puedo perderte.

Otra risa, más suave esta vez.

—Soy demasiado testarudo para morir, por si no te diste cuenta ya. —Me reí con él,
memorizando su sonrisa por si no la veía durante su recuperación—. Siento no
habértelo hecho saber y no haber hablado contigo.

Quería decir más, pero la enfermera entró con sus medicinas poniendo fin a la
conversación. Le puso algo en la vía y dijo que volvería en unas horas para ver cómo
estaba. Sus ojos se cerraron y se relajó. Estaba seguro que estaba dormido cuando
Andrew habló de la única manera que podía.

—Oye, ¿todavía funciona mi polla? Porque no puedo perderla de nuevo. Si no,


desenchúfame ahora.

Sacudí la cabeza, riendo. Era exactamente lo que necesitaba oír de él. Pero debió ver
algo en mi cara.

—Oye, ¿qué pasa? Esa risa fue floja para un comentario tan bueno sobre la polla. —
Hice rodar los labios entre los dientes, sin saber por dónde empezar. Ni siquiera estaba
segura de querer hacerlo. Andrew necesitaba concentrarse en sentirse mejor. No en mi
mierda—. Habla conmigo. Puedo ver que justificas contenerte, pero el camino va en
ambas direcciones. Habla conmigo. Distráeme hasta que mis medicamentos me dejen
sin sentido.

—¿Te duele mucho?

—Estoy bien. Deja de evitar la pregunta. ¿Qué pasa?

Empecé a contarle sobre la semana pasada. Tan pronto como empecé, todo salió a
borbotones, cada detalle que Jake y yo por fin nos hicimos el uno al otro y cada
acontecimiento doloroso de las últimas doce horas.

Al final, la mano de Andrew se aferró a la mía, apoyándome.


—Maldita sea, hombre.

—No lo entiendo. Quiero decir, lo entiendo, pero pensé que lo superamos. No puedo
lidiar con que salga corriendo cada vez que tenga que admitir nuestra relación. No voy
a ser un secreto. —Me dolía el pecho ante la idea de no poder cogerle nunca de la mano,
de no poder asistir a fiestas juntos, de no poder besarle a menos que estuviéramos en
la intimidad de nuestra casa. Nada de citas. No podía vivir así.

—Bueno, ahí lo tienes. Él sabe que lo amas, Jackson. Sabe que estarás a su lado. Pero
también conoce tus necesidades. Tiene que acudir a ti.

Una piedra se hundió en el fondo de mi estómago.

—¿Y si no lo hace? —susurré, demasiado asustado para decirlo más alto.

—Entonces al menos lo sabes.

Tenía razón. Yo hice toda la persecución en la última semana, y no quería


continuarla por el resto de mi vida con él. Él sabía lo que yo necesitaba, y sabía lo que
necesitaba. Era él quien tenía que dar el paso. La pelota estaba en su tejado.

—Eres una mierda —bromeé—. ¿Puedes desmayarte por las drogas ahora?

Sus ojos se cerraron, pero no antes que fuera capaz de levantar el dedo corazón.

Quería llamar a la enfermera y pedirle que me diera algunas de esas drogas, para
poder desmayarme de mi miseria. Aunque sólo fuera por un rato.

La espera iba a ser un infierno.


31
Jake
Tardé dos días en llegar a la puerta de Voy.

Le mandé mensajes durante todo el día de ayer sin obtener respuesta. No es que
esperara una. No me merecía una. Luego fui a su apartamento a última hora de la noche,
pero no estaba en casa. Probablemente se quedó con Andrew porque eso es lo que
hacías por las personas que amabas. Te quedabas a su lado. Además, era mejor que no
estuviera en casa. Todo lo que apareció eran disculpas y promesas. Se merecía algo más
que palabras. No me lo iba a ganar con más palabras. Así que pasé la noche haciendo mi
plan para hacer algo más que hablar.

Tenía que volver al trabajo, lo que me hacía temer, pero mis vacaciones se acabaron.
Fue incómodo con Carina, pero cordial. Tuve que evitar mirar a su padre, que se pasó el
día frunciendo el ceño. Hizo un sutil comentario en la reunión de la tarde, y Carina me
miró, poniendo los ojos en blanco, sonriendo. La miré con vergüenza, pero sonreí con
ella. Ese fue el momento en el que supe que finalmente estaríamos bien.

En el almuerzo me encontré con Todds y le pregunté cómo estaba el bebé.

—Bien. Muy bien. Mi esposa está muy bien y todos estamos agotados, pero felices.

—Es bueno escuchar eso.

—¿Qué tal el hermano de tu amigo? ¿Está bien?

Este era el momento. Este era mi momento para defender mi relación con Jackson.
No necesitaba estar ahí para demostrarle lo mucho que lo quería y lo elegía. Esta era mi
primera acción para demostrar mi amor por él. Y mi cuerpo tembló de nervios, pero
imaginé su cara sonriente y eché los hombros hacia atrás, dispuesto a decirlo en voz
alta, como se merecía.

—No es mi amigo. Él es uh... es mi novio.

Las cejas de Todds se alzaron en la línea del cabello ante esa revelación, pero no se
acobardó ni frunció el ceño con disgusto.
—Um... ¿No me di cuenta que tú y Carina rompieron? No es que esté juzgando —
dijo, levantando las manos.

Me froté una mano por mi cuello y dejé escapar una pequeña risa.

—Decidimos que estamos mejor como amigos.

—Bien por ti, hombre. Espero que el hermano de tu novio esté bien. —Luego cogió
su taza de café y se fue.

Me quedé mirando el espacio vacío durante cinco minutos, apenas parpadeando,


apenas respirando. Eso era todo. Esa era la gran cosa que me retuvo y alejado del
hombre que amaba.

No era nada. Quería reírme de lo simple que era todo. También quería darme un
puñetazo en la cara por lo mucho que la cagué. Jackson tenía razón, aunque la reacción
de Todds hubiera sido mala, no importaría mientras tuviera a Jackson a mi lado.

La reacción de Todds me vigorizó y me sostuvo durante todo el día hasta que


finalmente me senté frente a Voy, con mis manos sudorosas agarrando el volante de
cuero. Mi teléfono vibró desde mi asiento y respondí rápidamente.

Mamá: ¿Sigue en pie la cena de esta noche?

Yo: Sí.

Sacudí mis manos y salí del auto, manteniéndome erguido mientras abría la puerta
del bar. Buscando en el oscuro interior, vi a Jackson detrás de la barra. Dios, era guapo,
pero parecía cansado, con ojeras y la barba más llena que la última vez que lo vi. Me
dolía ir hacia él y calmarlo, llevarlo a casa y querer que se sintiera mejor.

Y lo haría. Pero primero, necesitaba que él supiera que terminé con las palabras.
Terminé de esconderme.

Cada paso vibraba en mi cuerpo con un propósito. Me abrí paso entre la gente,
chocando con los hombros y sin apenas sentir nada. Mi mundo estaba centrado en el
hombre que secaba vasos detrás de la barra. La música no superaba la aceleración de
mi pulso en mis oídos. Mi corazón se aceleró y revoloteó como si intentara salirse de mi
pecho para llegar a él.

Y entonces él estaba allí. Sus ojos color chocolate levantaron la vista y se abrieron
de par en par, pero no me detuve. Le sostuve la mirada mientras rodeaba la barra y me
agachaba, llegando al mismo lado que él. Seguí sin detenerme. Se quedó congelado y no
pude evitar sonreír con cada metro que me separaba de él.
Su boca se abrió de golpe cuando estuve casi frente a él y me lancé, agarrando sus
mejillas mientras atacaba su boca. Aprovechando la invitación de su boca abierta,
introduje mi lengua en el interior y lo saboreé, le insté a dar tanto como estaba tomando.
En el siguiente segundo, sus brazos me rodearon, sujetándome a él. Sus labios se
fundieron con los míos con un propósito, y nos besamos como si fuera la última vez que
nuestros labios se tocaran.

Cuando la respiración se hizo pertinente, nos retiramos con suaves picotazos, y


apoyamos nuestras frentes juntas, con las respiraciones mezcladas entre nuestros
labios.

—Te amo —susurré.

—Yo también te amo. —Se rio—. No estaba seguro que fueras a hacerlo.

Me dolió escuchar que dudaba de mí, pero era mi culpa que la duda estuviera ahí.

—Siento mucho haberme alejado. Siento mucho haber ocultado nuestro amor. No
hay nada que ocultar entre nosotros. Te amo, y quiero que todos sepan lo afortunado
que soy.

—Pero no lo vuelvas a hacer.

—Nunca. Siempre voy a estar a tu lado.

—Joder, te quiero. Gracias por ser valiente por mí.

Mi cara se rompió en la sonrisa más grande y lo besé de nuevo. Pero el coro de


vítores finalmente se abrió paso. Nos reímos y nos giramos para que todo el mundo
mirara cómo Jackson y yo nos aferrábamos el uno al otro, aplaudiendo y vitoreando
nuestra felicidad.

—Ya era hora —murmuró alguien. Miré para encontrar a Daniel al otro lado de la
barra mirando su cerveza, sonriendo.

Me volví hacia Jackson.

—Te amo y lo siento mucho. No me canso de decirlo. Me enrollaré contigo en todos


los bares, parques, restaurantes y hospitales mientras me lo permitas.

—Dios, sí —gimió y volvió a besarme. No podíamos despegar nuestros labios el uno


del otro y mis pulmones se expandieron, ahora que el peñasco del miedo se retiró de mi
pecho.

—¿Puedes venir a cenar?


—¿Ahora? —preguntó, mirando a su alrededor en el bar lleno de gente.

—Sí.

—Mierda —dijo, su sonrisa se desvaneció.

—Yo te cubro —intervino Daniel.

—¿Estás seguro? —preguntó Jackson.

—Sí. —Daniel hizo un gesto de despreocupación y terminó su vaso de cerveza antes


de ponerse en pie—. Vete.

—El gran Daniel Witt va a ser camarero —bromeó a su lado un hombre de pelo
oscuro salpicado de canas—. No vi eso desde la universidad.

Daniel le dio una palmada en la nuca.

—Como camarero, estás excluido.

—Me haré amigo de la chica guapa de allí para que me sirva.

—Eres un perro, Kent.

Ese debía ser Alexander Kent, el compañero de Daniel y el hombre que tenía a
Carina trabajando como una loca.

—Guau —dijo, riendo antes de terminar su propia cerveza y mirar a la camarera


rubia en el otro extremo de la barra.

—¿A dónde vamos? —preguntó Jackson, atrayendo mi atención de nuevo hacia él.

—A casa de mi madre.

—¿En serio? —preguntó, sorprendido.

—Sí, ya le hablé de ti. Me dio un golpe en la cabeza por aguantar tanto tiempo.

—¿Se lo contaste a tu madre? —preguntó lentamente.

—Sí. Sólo trata de seguirle la corriente cuando empiece a molestarte con lo de la


boda.

Echó la cabeza hacia atrás y se rio.

—Me encanta esa mujer. —Me cogió de las manos y me miró seriamente—. ¿Estás
seguro que estás preparado para esto?
—Sí, quiero que mi madre conozca a mi novio, y está emocionada por molestarte.

Toda su cara se iluminó como un árbol de Navidad y mi pecho se hinchó de orgullo


por poder hacerlo tan feliz. Sólo por admitir mi amor hacia él.

—De acuerdo —respiró y me dio otro beso rápido en los labios antes de
arrastrarme fuera de la barra.

Apenas pudimos quitarnos las manos de encima durante el trayecto a casa de mi


madre y acabamos besándonos en el auto durante casi diez minutos antes de entrar por
fin.

—¿Qué te parecería una mamada en la carretera? —Jackson me susurró al oído


justo cuando mi madre abrió la puerta.

Tuve que apartar las caderas de mi madre cuando me rodeó con sus brazos y me
ajusté discretamente la polla cuando se volvió hacia Jackson, que me guiñó un ojo por
encima del hombro, sabiendo muy bien lo que hizo.

—Jackson, me alegro mucho de verte de nuevo. Y por supuesto, más guapo que
nunca. El amor de mi hijo te hace eso. —Ella le dio un codazo con un guiño.

Él se sonrojó y miró a sus pies, sonriendo antes de hablar.

—Usted también está deslumbrante, señora Wellington.

Ella dio un suspiro exasperado.

—Te he dicho que me llames Joanne. —Nos hizo un gesto para que la siguiéramos
al comedor. En cuanto nos sentamos, frunció el ceño hacia Jackson—. Creí que te dije
que trajeras a tu hermano la próxima vez que vinieras.

Jackson se aclaró la garganta y la sonrisa se le escapó de la cara.

—En realidad está en el hospital en este momento. Tuvo algunas complicaciones


que requirieron cirugía. Pero se espera que se recupere totalmente.

—Oh, pobre chico. Hazme saber si hay algo que pueda hacer para ayudar. Hago
trabajos de caridad para el hospital. Así que me aseguraré de enviarle un buen paquete
de cuidados a su habitación.

—Por supuesto, gracias.

—Asegúrate de que una enfermera sexy se lo lleve —añadí.

—Jake —gimió Jackson, pero se rio—. No lo animes.


—En realidad —dijo mamá, con un dedo en el aire—. Puedo hacer que eso ocurra.

Jackson se rio, y yo atravesé el espacio que nos separaba y le cogí la mano justo
cuando la cena estaba servida.

Esta vez, cuando me miró, irradiaba felicidad, muy lejos de la última vez que nos
sentamos a la mesa, cuando su tristeza me llegó al pecho y me apretó. Ahora, me sentaba
con el amor de mi vida, sintiendo orgullo por la felicidad que llenaba el espacio entre
nosotros mientras se servía la comida.

Esta era mi vida, y no podía esperar a gritar a todo el mundo lo afortunado que era
por tener a Jackson a mi lado.
Epílogo
Jake

—Ya era hora que te mudaras de ese agujero de mierda. —Andrew hizo rodar su
silla y chocó con las espinillas de Jackson.

Jackson puso los ojos en blanco hacia su hermano.

—No estaba tan mal —murmuró, defendiendo a medias su antiguo apartamento. Ni


siquiera pudo decirlo con convicción porque sabía lo malo que era.

—Sí, lo era —dijo Daniel desde su posición contra el brazo del sofá, con una cerveza
colgando entre las piernas—. Gracias a Dios, Jake finalmente te convenció que te
mudaras con él.

—Estábamos esperando a que terminara mi contrato de alquiler. Así podríamos


encontrar un nuevo hogar juntos —dije, enlazando mis dedos con los de Jackson y
llevándolos a mis labios.

Sus labios carnosos se inclinaron en una pequeña sonrisa y sus ojos brillaron de
felicidad. Ese brillo siempre aparecía cuando le mostraba afecto en público. Así que lo
hacía en la medida de lo posible. Y si mi ansiedad aumentaba porque sentía que la gente
me miraba, lo ignoraba y me aferraba más a él.

Se inclinó y me besó la mejilla.

—Te quiero —murmuró antes de retirarse.

—Yo también te quiero.

Nuestros amigos y familiares estaban a nuestro alrededor, hablando, bebiendo,


riendo y celebrando. Jackson y yo cerramos la compra de nuestra casa hace un mes,
casualmente en el aniversario de los seis meses de cuando lo ataqué en Voy, haciéndolo
mío.

Hablamos casualmente del tipo de casa que queríamos, pero no hicimos ningún
plan. Entonces le anuncié que mi contrato de alquiler terminó y le pedí que se mudara
conmigo. Para crear un hogar en el que pudiéramos crecer juntos. Encontramos una
casa tipo rancho, para que Andrew pudiera visitarnos y quedarse con nosotros
cómodamente. Tenía cuatro habitaciones que podíamos llenar con niños si queríamos.

Y Jackson lo quería. Una noche, después que mi madre lo insinuara de forma no muy
casual, lo saqué a colación, y esa noche él me maltrató. Hicimos el amor con fuerza, cada
uno tratando de expresar más nuestra pasión. Creo que había una abolladura en la
pared de mi apartamento donde me golpeó tan fuerte antes de devorarme. Todo por la
sola mención de los niños.

Así que, cuando llegó el momento de buscar casas, decidimos que era mejor tener
más dormitorios.

—Carina hizo un buen trabajo decorando todo —dijo Daniel, mirando a su


alrededor el sencillo y cálido espacio abierto—. Todavía no puedo creer que haya hecho
esto por ti.

—Todavía no estoy seguro que no haya una trampa.

—Te mereces algo así.

—Sí —dije con un fuerte suspiro, arrastrando mi mano por mi cabello—. Es una
mujer con carácter, y tenemos suerte que no haya decidido apartarnos de su vida.

La amistad de Carina y la mía volvió a empezar lentamente. Sólo algunos


comentarios durante el almuerzo, un giro de ojos compartido en las reuniones de la
oficina, una sonrisa y un saludo cuando nos cruzábamos en los pasillos del apartamento.
Luego empezamos a compartir almuerzos de nuevo, como cuando éramos sólo amigos.
No preguntó por Jackson, lo que sabía que le dolía, pero lo entendía. Él dijo que se
alegraba de que recuperara a mi amiga. Sabía lo mucho que la amistad de Carina
significaba para mí.

Entonces, un día, ella se presentó en Voy y le dijo a Jackson que podría conquistarla
si le conseguía un pase libre en Voyeur, porque las películas porno no eran lo suyo. Él
echó la cabeza hacia atrás y se rio, le invitó bebidas gratis por la noche, y yo no estaba
seguro de lo que resultó de su visita a Voyeur. Ya no era de mi incumbencia.

—Hablando del diablo —dijo Jackson.

Miré hacia la puerta justo cuando Carina entraba por la puerta principal. Me vio al
otro lado de la habitación y sonrió. Tras quitarse el abrigo, cogió una copa de vino de mi
madre, que estaba haciendo de anfitriona en la cocina, y se acercó a darnos abrazos a
Jackson y a mí.

Nos costó un tiempo, pero al final encontramos una relación que funcionaba para
todos.
—¿Cómo fue tu cita? —preguntó Jackson.

Carina se burló con un giro de ojos.

—Repugnante. Habló de la empresa y preguntó por nuestro margen de beneficios.


Eso me pasa por acceder a una cita concertada por mi padre y sus amigos.

Jackson hizo una mueca y la atrajo para darle otro abrazo.

—Aguanta. Quizá pueda conseguirte otra noche en Voyeur.

—Sí, por favor.

La puerta principal se abrió de nuevo y un hombre alto, que se parecía


inquietantemente a Clark Kent, entró paseando con una chica menuda del brazo.

—Oaklyn —gritó Jackson, cruzando la habitación con los brazos abiertos—. No


estaba seguro que fueras a llegar.

—No me perdería tu domesticación por nada del mundo.

Oaklyn trabajó en Voyeur con Jackson y yo tuve que superar unos pequeños celos
al saber que intimaron.

—Ya está bien de abrazos, Jackson —dijo Callum, frunciendo el ceño por encima del
hombro de Oaklyn.

Oaklyn se dio la vuelta y dio una palmada en el pecho de Callum, riéndose de él.

—Cálmate, tigre. Sabes que soy toda tuya. —Se volvió y me dio un fuerte abrazo—.
Hola, extraño.

—No soy tan extraño —me defendí. Ella enarcó una ceja y yo me encogí de hombros
riendo. Moviendo la cabeza hacia el grupo, dije—: Vamos. Deja que te presente a todos.

—¡Oaklyn! —gritó Andrew desde su silla, aceptando su beso en la mejilla.

Hizo su ronda, abrazando a quien conocía y sonriendo con un saludo a los que
acababa de conocer.

—Y esta es Carina, mi ex-prometida.

Oaklyn se congeló por un momento, mirándome a mí y luego a Jackson con una


pregunta en los ojos.
—No me mires así —reprendió Jackson con una sonrisa—. Te estás tirando a tu
profesor.

Callum se atragantó con la cerveza que estaba bebiendo, y Oaklyn entrecerró los
ojos hacia Jackson. Me esforcé por contener la risa tras los labios fruncidos. Cuando
Carina y yo establecimos contacto visual, su mano tratando de ocultar su propia sonrisa,
ambos fracasamos, y nuestras risas se soltaron.

—Ya no es mi profesor.

Jackson se encogió de hombros y sonrió antes de terminar lo último de su cerveza.

—Bien, charlatanes, la cena está lista —dijo mi madre desde la puerta, deteniendo
más la conversación sobre nuestras relaciones poco convencionales—. Es estilo buffet,
así que sírvanse ustedes mismos.

Una oleada de nervios me recorrió el cuerpo. Se me humedecieron las palmas de las


manos y tuve que cerrar los ojos y concentrarme en inspirar y espirar.

—¿Oye? ¿Estás bien? —Dos manos se acercaron para enmarcar mi cara y abrí los
ojos para encontrarme con los suyos. Me perdí en el cálido color chocolate derretido,
sintiendo que la calma sustituía a los erráticos latidos de mi corazón. Amaba a este
hombre.

—Te amo —susurré, con su sonrisa brillando sobre mí. Di un paso atrás.
Sosteniendo su mirada, grité por encima de los pies que se arrastraban—. Antes que
devoren toda la comida, ¿pueden prestarme atención?

Se detuvieron y se volvieron hacia el salón, donde Jackson y yo estábamos de pie en


el centro. Su cabeza se inclinó hacia un lado y se le formó una arruga sexy entre las cejas,
y tuve que luchar para no apartarla con un beso. Necesitaba concentrarme.

—Jackson Fields —Empecé, con la voz temblorosa—. Tú has sido lo mejor de mi


vida que nunca vi venir. Luché contra ti, asustado por lo que significaba todo esto. Pero
me sostuviste a través de todo. Nunca dudaste de quién era yo, incluso cuando yo
dudaba de qué clase de hombre era yo. Eres inteligente, cariñoso, trabajador y un millón
de cosas más. Eres todo lo que nunca supe que quería. Eres mi hogar, mi futuro, mi
amor.

Sus ojos estaban húmedos, como los míos, cuando terminé mi discurso. Sus manos
apretaron las mías con fuerza y estaban igual de sudadas. Un momento de silencio se
extendió entre nosotros, la habitación tan silenciosa que se podía oír la caída de un
alfiler. Lo dejé pasar un poco más, esperando que me diera una señal para parar, que no
quería esto. Pero no lo hizo. En lugar de eso, hizo un movimiento brusco con la cabeza
para mí, empujando para continuar.
Con un fuerte trago, le solté la mano, cogí el anillo de platino del bolsillo y me
arrodillé.

—Cásate conmigo, Jackson Fields.

Una sola lágrima se escapó, pero él la ignoró. Me agarró por el cuello de la camisa y
me atrajo hacia él con fuerza, pegando sus labios a los míos, sin apartarse siquiera para
seguir murmurando “sí” una y otra vez. Estallaron los aplausos y me volví hacia nuestro
público con una sonrisa, sacudiendo la cabeza al ver a mi madre llorar, probablemente
pensando ya en los planes de boda.

Unos dientes afilados me mordieron la oreja, antes que unos labios suaves
presionaran la concha y susurraran:

—Que me lo hayas pedido no significa que yo sea la mujer aquí.

Le dediqué una sonrisa arrogante.

—¿Estás seguro de eso?

—No vas a estar tan confiado cuando tengas mi polla enterrada en tu culo esta
noche y me ruegues que te deje correrte.

Mi polla se crispó, y apenas contuve el gruñido de deseo que hacía vibrar mi pecho.

—Sería de mala educación pedirles que se vayan, ¿verdad?

Se rio.

—Vamos, Wellington. Puedes soportar un poco de tortura. Prometo hacer que la


espera merezca la pena.

—Todo con nosotros valió la pena la espera. —Sonrió y fue a caminar hacia la mesa
en la que todos se amontonaban, pero lo agarré de la mano y lo hice retroceder—. Pero
no puedo esperar a esto. ¿Verdad o reto?

—Reto. —Su lengua se deslizó por sus labios, casi rompiendo mi concentración en
la tarea de tenerlo a solas.

No le propuse un reto verbalmente. En su lugar, comencé a caminar hacia atrás por


el pasillo, llevándolo conmigo.

—Lo sabrán —advirtió.

—No les importará. Además, estaré callado.


Jackson sonrió. La misma sonrisa sexy que conocía desde la universidad. La misma
sonrisa que se me quedó grabada, incluso cuando intentaba olvidarla. Pero eso era lo
que pasaba entre Jackson y yo; no había nada olvidable en nuestro amor.

—Reto aceptado.

Fin
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