Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
―Lo tomaremos. ―Siempre da las peores noticias con una voz suave,
ambigua en cuanto al género, pero efectivamente aterradora. Ya lo conozco
bien. Una sonrisa sucia se asoma por las comisuras de su boca, pero mi
mirada inquebrantable lo convence de reprimirla. Luego miro de reojo a mi
abogado sobre pagado que, como siempre, no tiene nada que añadir―.
Señora Blake, cuanto más recuperemos, mejor le irá en caso de que se
presente una demanda civil.
―Déjame aclarar esto ―digo, exasperada más allá de toda medida porque
después de vivir esta pesadilla durante tres años, no me queda ni paciencia
ni filtro―. Aunque mi esposo nunca usó nada del dinero del inversionista
para nuestro uso personal, ¿aun así puede confiscar cada cosa que
poseemos?
―Señora Blake… ―dice en voz muy baja.
Juro que si dice "Señora Blake", una vez más, tomaré este bolígrafo y lo
conduciré hasta mi arteria carótida. Sin embargo, tiene razón. Los
honorarios de gestión que Matt había estado cobrando no se habían ganado
honestamente cuando todo lo que logró hacer fue perder dinero para sus
clientes.
Inhala, exhala, inhala, respira… respira, perra, respira antes de que te desmayes.
1
Dispositivo de archivo rotativo para almacenar información.
No puedes culparme, no llevamos una vida extravagante, idílica tal vez,
pero no extravagante. Es decir, hasta hace tres años, cuando en una fría
noche de invierno la policía se presentó en la puerta de mi casa para
informarme que el auto de mi esposo tenía que ser sacado del río Hudson,
junto con su cuerpo, y el curso de mi vida fue alterada para siempre.
Ahora bien, si esta fuera una comedia romántica atrevida, esta sería la
parte de la historia en la que monto mi regreso. Completo con un montaje
súper lindo de mí yendo al gimnasio y sudando como un cerdo, limpiando
mi guardarropa y refrigerador, y obteniendo un nuevo trabajo. Tocando de
fondo estaría una banda sonora espectacular con Chaka Khan en la que canta
sobre lo fuerte y poderosa que será esta nueva yo. Alerta de spoiler: no
ocurre nada por el estilo.
―¿Sacaste la basura?
―Sí, Ma.
―¿Recogiste la leche?
―Esa es la segunda vez que preguntas, sí, lo hice.
Caballeros, mi culo.
Han pasado cuatro meses desde que perdí mi casa y mi trabajo. La casa
guarda demasiados recuerdos, no me entristeció del todo ver que se fuera. El
trabajo es un asunto completamente diferente, esa no había sido mi
decisión. El departamento de educación pensó que lo mejor para todas las
partes involucradas era que me fuera a la mierda, ya que algunos de los
padres de mis alumnos de tercer grado habían invertido con Matt.
Soy hija única, una bebé milagro. He escuchado la historia mil millones
de veces, de cómo llegué después de diez años de matrimonio, mucho
después de que mis padres dejaran de tener esperanzas de
concebir. Entonces, decir que tienen todas sus esperanzas y sueños en una
canasta no es una exageración.
―Nada todavía ―digo, mi voz golpea una extraña nota alta que suena
como el peor intento de optimismo de todos los tiempos.
―¿Y la agencia?
No, gracias.
Es una mentira total, por supuesto. En este punto, sin embargo, prefiero
hacer trucos que tomar otro de sus centavos ganados con tanto esfuerzo. Mis
padres son gente de clase trabajadora, ahorradores escrupulosamente
disciplinados, a la "vieja escuela" básicamente. Incluso sospechan de las
tarjetas de crédito. Mi madre tardó años antes de que finalmente cediera y
comenzara a usar un cajero automático y todavía la veo presionar el botón
de cancelar como diez veces antes de alejarse porque está convencida de que
de alguna manera la próxima persona puede ingresar a su cuenta sin una
tarjeta.
Con la forma en que ha ido la economía en los últimos diez años, sus
ingresos ya no pueden cubrir sus gastos. Últimamente, han tenido que echar
mano de su fondo de jubilación. Un fondo de jubilación que ha sido
diezmado gracias a todos los honorarios legales en los que incurrí
demostrando que no tenía nada que ver con el negocio de Matt.
―¿Señorita DeSantis?
Sí, he aprendido por las malas que es mejor usar mi apellido de soltera,
el nombre Blake parece inspirar miradas de total disgusto una vez que la
persona que me entrevista ubica de donde lo ha escuchado. Por supuesto,
todos asumen que, en el peor de los casos, fui cómplice. O, al menos,
plenamente consciente de lo que estaba haciendo mi marido. No importa,
dos agencias gubernamentales me libraron de cargos. Ni siquiera quiero
contemplar la idea de lo que hubiera pasado si no hubiera tenido el dinero
para un abogado decente.
―¿Sí?
―Necesitamos que venga mañana, ha aparecido un trabajo para el que
califica.
―Ellos saben quién soy, ¿verdad? ―El primer trabajo en meses con una
promesa real y estoy tratando de convencerla de que no me contrate, alguien
necesita darme un puñetazo en la cara. La señora Marsh levanta una ceja
demasiado depilada y hecha con lápiz.
―¿Son malos?
―Me dijo un pajarito que no han podido retener a nadie por mucho
tiempo. No voy a endulzar esto para usted, el cliente es un hombre difícil
para trabajar, por eso el salario.
―Supongo que eso explica la parte de 'difícil’. ―Por naturaleza, soy una
persona extremadamente tranquila; mi umbral de la ira es increíblemente
alto y tiendo a no confrontar, lo que significa que me disculparé por esparcir
una situación, tenga la culpa o no. No me malinterpretes, no soy una presa
fácil, pero mi deseo de paz siempre eclipsa mi deseo de ganar cualquier
discusión tonta. La cuestión es que los acontecimientos de los últimos tres
años han puesto a prueba la integridad de mi paciencia y la han debilitado
significativamente. Si a este tipo le gustan las demostraciones públicas de
humillación, esto no va a funcionar.
―¿Cuál es la dirección?
En un extraño giro del destino, la ciudad en la que crecí, la ciudad donde
todavía viven mis padres, está a solo tres pueblos de la dirección que me dio
la agencia de empleo. Sin embargo, económicamente, no podrían estar más
separados. Mientras que mi pequeño pueblo trabaja incondicionalmente
para la clase media, Alpine se ubica constantemente entre los dos códigos
postales más caros de Estados Unidos. Érase una vez, nombres como Frick
llamaban hogar a Alpine. Ahora nombres como Combs, como Sean, Cece
Sabathia y Chris Rock se codean con algunos de los que más ganan en Wall
Street.
―Tome asiento, por favor ―dice el Señor Perfecto ADN. Toma la silla
frente a mí y se sienta con las piernas abiertas, con un archivo abierto en su
regazo, los ojos bajos en dicho archivo.
―Sí.
Me quedo muy quieta mientras proceso por qué me suena ese nombre...
santos gritos calientes. El mariscal de campo titular de los NY Titans.
―Está bien, los detalles. Este trabajo tiene una fecha de vencimiento que
dura noventa días. ―La voz de Perfecto detiene repentinamente mis
cavilaciones. Puedo sentir toda la excitación vertiginosa de la que estaba
borracha hace un rato, salir desangrándose de mí―. Por sus servicios, se le
compensará con cien mil dólares, siempre que todo salga bien.
―Sí ―dice con una cara completamente seria y la chispa maníaca está de
vuelta en mis ojos.
Oh cierto, él es difícil. Por cien mil, podría lidiar con eso. Siempre y cuando
no se case conmigo... y me mienta... y ejecute un esquema Ponzi bajo mis
narices durante cinco años.
―Todo lo que te queda ahora es que conozcas a Cal, quiero decir, al señor
Shaw ―dice el chico atractivo que afortunadamente no será mi empleador―.
Toma asiento y veré si está disponible ―agrega una vez que estamos de
regreso abajo.
―No. ―La voz es profunda y suave. Es la voz más sexy que he escuchado
en mi vida y no digo esa palabra a la ligera. Es el tipo de voz que engendró
el sexo telefónico porque este tipo podía excitar a alguien simplemente
recitando el alfabeto.
―¿Qué quieres decir con ‘no’? ¿Se te cayó una barra sobre la
cabeza? Hemos hablado de esto.
―Sé razonable durante un puto minuto, Cal. Ella está más que calificada,
dispuesta a trabajar en un trabajo temporal, y estoy bastante seguro de que
le gusta a Sam.
―¿Sam dijo algo? ―Su voz es instantáneamente más suave y preocupada.
―No, no tenía que hacerlo. Yo mismo lo vi, él se llevó bien con ella.
―Sácala de mi casa.
Whoa... ¿difícil? Este chico está mucho más allá difícil. Es un idiota total
y absoluto. Las primeras dudas sobre cuánto tiempo puedo durar
comienzan a asomarme. ¿Cuántos otros ha habido antes que yo?
Ella es actriz, con un éxito limitado hasta ahora, pero con su belleza,
inteligencia y talento, es solo cuestión de tiempo y perseverancia antes de
que logre triunfar. Mientras tanto, trabaja como bartender en uno de los bares
más exclusivos de la ciudad. En una noche cualquiera, One Maple Street se
llena de un quién es quién de artistas famosos y atletas estrellas. Después de
algunos arreglos y mucho coqueteo con el nuevo gerente, me marcó un par
de turnos como mesera de cócteles, gracias a Dios, aliviando mis
preocupaciones monetarias, por ahora.
Vaca. Ugh.
Verdad: cada vez que mi cabeza golpea la almohada por la noche esa
palabra suena alrededor de mi cabeza como monedas sueltas... y todas las
mañanas desde ese día, me he despertado de un humor horrible. No, no soy
un copo de nieve delicado. Sin embargo, tener un robusto metro con setenta
y cinco, no me convierte en una vaca. Por supuesto, estoy menos en forma
que cuando jugaba sóftbol en la escuela, pero todavía hago ejercicio con
regularidad. Tengo curvas, siempre las he tenido, con unas tetas y un culo
de los que solía avergonzarme hasta que llegué a la escuela secundaria y me
di cuenta de que a los chicos parecía gustarles. Más importante aún, a
Matthew Edward Blake, el estudiante de último año más popular de
Norwood High School, le encantaban. Y eso es todo lo que realmente me
importó. ¿A veces lucho con la imagen que tengo de mí misma? Por
supuesto que sí. Especialmente cuando estoy comprando jeans, muéstrame
una mujer que no lo haga. ¿Pero una vaca? Mmmm, no.
Amber carga mi bandeja con las bebidas que pedí. Mirando más allá de
mi hombro, sus ojos color avellana se entrecierran cuando dice:
―Alguien acaba de sentarse en la mesa doce. Informa a La Montaña que
la mesa que ocupa está reservada.
Maldita sea. ¿A quién maté en una vida pasada para merecer esto?
Colocando una máscara de fría indiferencia en mi rostro que no siento,
me limpio las manos ahora sudorosas en mis jeans negros y camino
lentamente hacia la mesa doce. Cuando Sarah ve la expresión que estoy
usando, su sonrisa casual se desvanece de su rostro. La veo con una mirada
de muerte, y ella me devuelve un extraño encogimiento de hombros. Luego
gira sobre sus talones y se escabulle. Maldita traidora.
―Para los jugadores de los Titans ―responde sin perder el ritmo. Siento
que mis labios carnosos se adelgazan con flagrante molestia. Dios, me
disgusta mucho este tipo. Finalmente levanta la cabeza y se digna a
mirarme. Sus fríos ojos grises escanean mi rostro durante un tiempo que
considero inapropiado y luego descienden a lo largo de mi cuerpo de vaca.
―A ti ―murmura.
Yo: Síp, no hay remordimiento en esa mirada fría y sin vida. Me importa
una mierda. ¿Pides algo de beber o vas a seguir perdiendo el tiempo?
Él: Silencio. Luego, un ceño fruncido que debería haberme matado, seguido de
más silencio. Da la vuelta y sale de la barra.
―No trabajo aquí por deporte o por pasatiempo, estás ocupando una
mesa que podría hacerme ganar dinero. Ahora, ¿qué puedo ofrecerte?
Porque si no estás aquí para beber, puedo ir a hablar con el gerente.
―Observo cómo se ensanchan las refinadas fosas nasales de su nariz
recta. Puedo decir que quiere explotar por esto, pero prefiere intimidarme
con la mirada.
―Vamos a hacerlo.
―Le gustas a Sam. ―Me toma un minuto darme cuenta de que está
hablando de su sobrino.
Y:
Le doy un rápido vistazo al tipo negro delgado. Lleva un traje azul real
de una costosa gabardina de lana que se adapta perfectamente a la gigantez
de su cuerpo. Acentuando su impecable traje hay una colorida pajarita que
haría ver como un tonto a cualquier otra persona, aunque en él se ve
increíble. Es fácilmente el tipo mejor vestido de la sala y eso dice mucho
entre esta multitud. Además, su constitución, color de piel y amplia sonrisa
brillante también lo hacen devastadoramente guapo.
Los ojos de Shaw se disparan hacia los míos, brillando con algo...
peligroso, mientras, me las arreglo para mantener una expresión totalmente
impasible.
―¿Caro, dices? ¿Qué tan caro, Pop? ―Su mirada gélida permanece
enfocada en mí. James Popovitch, tacleador de la punta.
―¿Estás pasando el rato hasta que lleguen los otros chicos? ―le pregunta
Hendricks a Shaw. Shaw niega con la cabeza y Hendricks responde―: No lo
creí.
―Vuelvo enseguida.
―Iré contigo.
―No es necesario ―respondo mientras me doy la vuelta y me
alejo. Cuando miro brevemente por encima del hombro, veo que me
sigue. No es de extrañar. ¿Son todos los golpes en la cabeza que ha sufrido o
la pérdida de audición, me pregunto?
―Algo que no posees, una máquina del tiempo ―le digo y le entrego la
cuenta que uno de los camareros masculinos ha dejado. Abre la carpeta,
firma su nombre con una floritura y me la devuelve. Sin otra palabra, se da
vuelta y desaparece entre la multitud. Una momentánea punzada de culpa
me golpea por haber herido sus sentimientos. Sin embargo, no me cuesta
mucho sacudirme, todo lo que tengo que hacer es recordarme a mí misma lo
idiota egocéntrico que es este tipo. Distraídamente, abro la carpeta con la
hoja firmada y mis ojos se abren como locos. Dejó una propina de dos mil
dólares en una cuenta de cuatro mil dólares, y ni siquiera tocó el champán.
El resto de la semana pasa volando sin incidentes. No le doy a Shaw más
que un pensamiento superficial, tengo asuntos más urgentes que
considerar. Si no consigo otro trabajo pronto o hago más turnos, estaré en
quiebra una vez más después de pagar mi seguro médico. Me doy cuenta de
que esta sensación de colgarme de las uñas en el borde de un acantilado se
convertirá en un compañero indeseado constante en el futuro previsible y el
impulso de convertirme en alcohólica se hará más fuerte, lástima que no
pueda soportar el licor. Por lo general, tengo una migraña antes de que el
más mínimo zumbido se apodere de mí. Una vez más, estafada por la vida. Una
imagen de los cien mil dólares pasa por mi mente y decido salir a
correr. Necesito aclarar mi mente antes de empezar a destrozar cosas que no
tengo dinero para reemplazar.
El paisaje gris pardo sin vida coincide con mi estado de ánimo. Corro
hasta el punto del agotamiento para bloquear el millón de emociones con las
que no estoy preparada para lidiar. Al entrar por la puerta trasera, me quito
mi chaqueta Patagonia cuando escucho la risa estridente de mi madre que
emana del comedor. Angelina DeSantis, una mujer que ha estado felizmente
casada durante cuarenta años, positivamente se derrite con hombres
atractivos, así que sé que hay uno en la casa por el tono de su voz. Entro en
la habitación y la encuentro tomando un café nada menos que con Ethan
Vaughn. Wow. Sacó las servilletas de lino y las galletas buenas.
―¿Sabías que el señor Vaughn fue a Harvard? ―Sus ojos azul oscuro se
clavan en los míos.
―¿Por qué noventa días? ―Sé que no debería, que cualquier señal de
interés solo abrirá la puerta a más acoso, sin embargo, la curiosidad me está
matando.
―Esa tontería solo funciona con mi madre, así que guárdala si quieres
que considere tu propuesta. ―Una sonrisa brillante se extiende por su
rostro―. Además, nada ha cambiado. Tu cliente sigue siendo un idiota y
todavía estoy ofendida.
―Correcto. Nos vemos pronto. ―Se está alejando antes de que pueda
seguir discutiendo.
―Oh, esta es una buena ―anuncia alegremente Amber. Saca un libro de
la Ley de Atracción del estante y lo levanta para mi edificación.
―Si tienes todos estos, ¿por qué no me los prestas? ―En el silencio con el
que me encuentro, miro en su dirección.
―Todo el tiempo.
Con los brazos cargados con mis libros nuevos, nos ponemos en fila para
pagar. Una mujer de mediana edad con pelo rojo puntiagudo y labios color
burdeos oscuro se pavonea. Ella se detiene repentinamente y se vuelve hacia
mí.
Amber agarra la pila de libros que cargo y los deja sobre una mesa de
exhibición. Luego entrelaza sus dedos con los míos.
―¿Sí? ¿Por qué no nos guardas un asiento cuando llegues ahí?, perra
decrépita. ―Luego toma mi mano y me arrastra fuera de la tienda, con las
manos vacías, pero con el corazón pesado.
―Ganando un Oscar por mártir, digo, a la madre del año ―respondo con
una sonrisa maliciosa. Amber se ríe porque no necesito dar más
detalles. Conoce bien a mi madre; prácticamente creció en mi casa.
No sé cuándo empezó esta fricción entre mi madre y yo. Tal vez fue
cuando mi padre comenzó a pasar todo su tiempo libre siguiendo mi carrera
de softbol, tal vez siempre estuvo ahí y creció constantemente a lo largo de
los años. Independientemente, mi madre siempre ha tenido un don sigiloso,
pasivo-agresivo para hacerme sentir que tengo la culpa de algo, como si yo
estuviera constantemente por debajo de sus expectativas.
―¿No estás un poco tentada? ―Sus ojos color avellana están sobre mí,
pacientes y amables.
―Ojalá me hubieras dejado tener una pequeña charla con él. ―La mirada
taimada en su rostro me hace reír... y me hace hacer una pausa. Amber no
conoce límites razonables cuando se trata de proteger a las personas que
ama.
―Oye, idiota, la vaca dijo que no. ―Amber escupe esto mientras me
apunta con el pulgar. Tengo que darle crédito, de verdad. Aunque mis ojos
son tan grandes como platos, él ni siquiera parpadea.
―No puedo dejarte en la parada del autobús con este tipo merodeando.
―Ella le lanza otra mirada sospechosa y furtiva―. Estoy recibiendo una vibra
asesina de él.
―¿Qué quieres? ―No hago nada para ocultar mi exasperación―. Son las
dos de la madrugada. He estado corriendo toda la noche y estoy cansada.
―Porque quieres que trabaje para ti. Porque ya has espantado a todos los
demás solicitantes calificados en el área de Tristate, y ahora soy tu última
esperanza. Bueno, pellizcos duros, señor Shaw. Esta vez no ganas. Yo gano
y tú pierdes. ―Y me doy cuenta de que empiezo a gritar. Sus cejas, dos rayas
negras que hacen que sus ojos se vean aún más pálidos, se elevan. Entonces
sucede lo más inesperado, esos ojos fríos e implacables se convierten en
medias lunas y una risa estalla en él.
―No hay nada que ver aquí ―gruño. Mi mirada enfurecida convence al
espectador de que se apresure.
―¿Y si te pago cien mil por adelantado? No en tres pagos. Puedes irte
cuando quieras, después de tres días o tres meses, y aun así puedes quedarte
con el dinero. ―Él no me mira, eligiendo mirar la pared de ladrillos del
edificio de al lado en su lugar. Observo el aire cálido que exhala forma nubes
a su alrededor mientras me imagino mentalmente devolver a mis padres la
mitad de su fondo de jubilación. Mis hombros comienzan a hundirse bajo el
peso de la derrota y la culpa carcomiendo las entrañas de mi orgullo. No
tengo la fuerza para rechazarlo una vez más.
―Puedes llevarme al ferry en el lado oeste.
Su cabeza gira y sus ojos se estrellan contra los míos, cuestionando si esto
es un acuerdo tácito con su oferta, que básicamente lo es. Sin una palabra,
camino lentamente hacia el lado del pasajero de su auto. Escucho un thump,
un thump, un thump justo detrás de mí y me doy la vuelta abruptamente. Solo
para que mi cara casi choque contra la pared, también conocida como su
pecho.
―Le gustas a Sam ―espeta. Esto es todo lo que sigue repitiendo, pero lo
entiendo. Sam parece ser lo único en lo que estamos de acuerdo, un tema
seguro.
―Y él me agrada, que es la única razón por la que estoy considerando
hacer esto.
―¿Entonces lo harás?
―Bien.
―Bien ―dice con los dientes apretados. Vaya, eso pareció doloroso. Debe
estar seriamente desesperado para estar de acuerdo con esto.
Al llegar a la terminal del ferry, estaciona el auto. Estoy lista para saltar
y tiro de la manija de la puerta. Está cerrada. Tiro, tiro, tiro. Sigue
bloqueada. Mis ojos se deslizan hacia él. Está tenso. Incluso me atrevería a
decir un poco nervioso, aunque podría equivocarme.
―Pobre bebé, tráelo a cenar. ―Mi madre está convencida de que todo se
puede arreglar con comida, casi puedo escuchar sus pensamientos mientras
considera lo que le cocinará.
―Que me acabo de convertir en fan de los Titans. ―Eso dice mucho. Papá
ha sido un fan acérrimo del otro equipo de Nueva York toda su vida.
―¿Dónde está el resto de tus cosas?
El señor Etiqueta está de pie en la puerta con las manos en las caderas,
vistiendo una camiseta blanca tan completamente empapada en sudor que
me sorprende que no esté dejando un charco. Miro hacia arriba con disgusto
y veo cómo una V profunda se le clava en la frente. Entre las rayas negras de
sus cejas y su cabello recogido, me recuerda a un guerrero samurái, o al
Príncipe de las Tinieblas.
Sus ojos se mueven de las maletas a mí. Su frente está arrugada y sus ojos
me miran expectantes como si estuviera esperando que yo diera más
detalles. Lo cual, por supuesto, no hago. Todo lo que este tipo necesita saber
es mi nombre, a dónde transferir mi dinero y que tengo un historial
limpio. Finalmente, rompe la mirada.
Mientras sigo a Shaw por el pasillo, pasamos por otra puerta y él señala
y dice:
―Mi habitación.
―¿Mercedes?
―¿Sí?
―No puedo encontrar la sopa de frijoles blancos que hice ayer ―digo
mientras reviso el enorme refrigerador―. La ensalada de papas y judías
verdes que preparé anoche también desapareció y no encuentro las fresas
que compré en Whole Foods.
Esta noche voy a preparar una salsa de tomate fresco con bucatini
artesanal para la cena. Super inflamatorio. Sentado en el mostrador, Sam me
observa con atención durante un rato. Hasta que le pido que se una a mí en
la cocina, donde procede a ayudarme a aplastar los tomates maduros con
una gran sonrisa en su rostro. En solo unos días, ya comenzó a abrirse,
finalmente estoy recibiendo un sí y un no vocal, aunque en voz baja, de él, y
francamente no podría estar más feliz con el progreso que hemos logrado.
―¿Te gustaría ir a cenar a casa de mis padres alguna vez? ―Su entusiasta
asentimiento hace que me duela el corazón.
Me quito los grilletes de la lengua porque los cien mil ya están muy bien
en mi cuenta bancaria y esa agradable pepita de oro siempre está al frente
de mi mente.
―Eso sería moi, Calvin. ―Su ceño se profundiza―. Aunque, preferiría que
no mataras mi nombre. Se pronuncia Camilla. ¿O es demasiada información
para que tu cerebro la procese a la vez?
Sus ojos se agrandan.
Los grandes ojos grises de Sam me miran con preocupación, yo paso mis
dedos por su cabello castaño y le sonrío.
Cuando entro a su oficina, Shaw está de pie con sus manos extra grandes
plantadas en sus caderas. Por primera vez en mi vida, considero cómo se
sentiría ser golpeado por manos de ese tamaño, y mi estómago se vuelve
loco, inmediatamente juego a la ofensiva.
―Acabas de deshacer todo el trabajo duro que logré en tres días. ―Voy
por todas y lo señalo agresivamente―. Él se apaga inmediatamente cuando
siente tu ira. ¿O te han golpeado en la cabeza tantas veces que ni siquiera te
has dado cuenta? ―Mi tono lo pone sobre sus talones, parece inseguro de
cómo responder―. Te sugiero que veas a un psiquiatra, hagas algo de yoga
o tomes medicamentos. En otras palabras, relájate. ―Está sorprendido por
mi entereza. Misión cumplida. Me doy la vuelta para irme.
―¿Cuánto tiempo?
―Tres años.
―Nope.
Más silencio.
2
Cuento para niños.
―Cam ―dice en voz baja. Nuestro primer día juntos, insistí en que me
llamara Cam, señorita DeSantis sonaba demasiado formal para nuestro
arreglo. Le expliqué que todos mis amigos me llaman Cam, y como lo
considero un amigo, estaría bien si él también lo hiciera. Además, él no es el
tipo de niño que es irrespetuoso o que se aprovecha.
―¿Te quedarás?
―¿Promesa?
Como prometió, Shaw me prestó un auto para que lo condujera. Eso fue
bien… inserta ojos en blanco. Si él esperaba que perdiera la mierda por su
colección de autos caros, tendría que esperar una eternidad. Me importan
una mierda los autos, siempre que funcionen correctamente, estoy
bien. Dentro de su garaje de seis puertas, me condujo pasando un auto
deportivo exótico tras otro como si estuviéramos en un episodio de MTV
Cribs3.
3
Serie de televisión estadounidense, en donde se realizan recorridos por las mansiones de las celebridades.
―Lo siento ma’am, nos hemos quedado sin esos esta mañana. ― Luego
me tiró las llaves y salió.
A las cinco tengo que estar de camino a la parada del autobús si quiero
llegar a One Maple a tiempo. Voy en busca de Shaw y mi primera parada es
su gigantesco gimnasio, ni siquiera comenzaré a enumerar todos los equipos
de gimnasio de primera línea, ni siquiera estoy segura de que las
instalaciones del equipo estén tan bien equipadas. Está vacío. Huh.
―¿Hola?
―Me voy a trabajar, la cena de Sam está en la estufa, solo caliéntalo para
él. ¿Crees que puedes hacer eso? ―Silencio―. ¿Hola?
―¿Como vas a llegar allá? ―dice con brusquedad. Y una vez más, parece
enojado sin ninguna razón.
―Autobús. Debo irme, debería estar en casa alrededor de las dos.
―Cuando me doy la vuelta para irme, de repente siento un gran cuerpo
detrás de mí.
―Autobús.
―Yo te llevaré.
―He invertido cien mil dólares en ti, te necesito de una pieza. Ve a decirle
a Mercedes que vigile a Sam. ―Sin esperar respuesta, se aleja―. Encuéntrame
en el garaje ―lanza por encima del hombro.
―Huevos podridos.
―A la una.
―Yo te recogeré.
―¿Dijo eso? ―La voz de Amber está llena de disgusto. Se mueve rápida
y eficientemente, preparando la barra para el servicio.
―Sí.
―¿Es qué?
―¿Y?
―¿Qué pasó con la blanqueada de ojos y la mirada moralista que me
acabas de dar?
―Amber ―gruñí.
―Ocho años. ―Sé que tiene treinta y tres años porque recuerdo haber
visto SportsCenter cuando los analistas discutían los méritos de que los Titans
le ofrecieran otro contrato de cinco años. Shaw se casó joven, como yo.
―Hola preciosa ―dice con un acento sureño que no puedo ubicar y ahora
estoy afectada, instantáneamente molesta. La vergüenza patina por mi
columna vertebral, no hay nada que odie más que los nombres cariñosos de
extraños. Dios le ayude si me llama dulzura, corazón o cualquier otra cosa
parecida.
―No.
Asiento y ella me dice que me vaya, que terminará el resto. Sin discutir,
me preparo para irme ya que tengo que levantarme a las siete para preparar
el desayuno de Sam.
Lo veo tan pronto como salgo por la puerta del club. Range Rover blanco,
lunas tintadas en negro, tapacubos negros. La ventana del lado del
conductor se desliza hacia abajo mientras camino con las manos metidas en
los bolsillos de mi chaqueta.
―No mucho. Hace frío, entra. ―Tengo la sensación que esta cosa del frío
es algo importante para él, para cuando me abrocho el cinturón, él ya ha
acelerado por la Sexta Avenida.
―Siento que esta cosa del frío es muy importante para ti. ―Esto le
desagrada, mi idiotez es tan atroz que ni siquiera merece una respuesta. En
cambio, me inmoviliza con una de sus miradas heladas características―. No
puedes seguir haciendo esto, tengo la intención de seguir trabajando allí y
no puedes llevarme todas las semanas. ―De nuevo, no obtengo nada. El
silencio continúa―. ¿No tienes una vida? Una novia para ir de compras o
grabar un video sexual o lo que sea que ustedes hagan… ―Mis palabras se
ven interrumpidas por una exhalación brusca y molesta.
―¿Nunca te callas?
4
Serie británica-estadounidense de terror gótico, ambientada en la época victoriana en la que se entrelazan los
personajes más famosos del género.
―Eso es un sí definitivo. Son hermosos, sensuales y antiguos. Deben
hacer algunos movimientos serios en la cama. ¿No te parece? ―En conjunto,
decimos―: Alexander Skarsgård.
»¿Mencioné que él tiene todos los canales disponibles del planeta? Solo
eso compensa el abuso verbal.
―Simplemente mezcla su botella de agua con unas gotas para los ojos5
―sugiere la lunática, también conocida como mi mejor amiga.
―Seguro, reclusa 2267. No solo eso es un mito, sino que también puedes
matar a alguien de esa manera.
5
Existe el mito que, si pones gotas para ojos en una bebida, causará diarrea a quien lo beba, pero como
mencionan, no es cierto y puede llegar a ser muy tóxico.
estar enojada con su madre. Dónde está su padre, es un misterio que aún
tengo que resolver.
Solo unos pocos pasos más y estoy a salvo. De repente, la puerta se cierra
y veo que está sosteniendo el resto de pasta primavera que hice para la cena.
Querido Dios, por favor no dejes que su basura esté colgando. Seré
buena, lo prometo.
―Adelante.
―¿Disculpa?
―No digas eso, ni siquiera como una broma. ―Le quito el plato ahora
vacío, me doy la vuelta y empiezo a lavarlo junto con la cacerola en el
fregadero, frotando agresivamente mientras lucho por domar mi corazón
acelerado. Una mano grande y cálida aterriza en la piel expuesta de mi
omóplato y mi respiración tartamudea. Me pongo rígida y el calor
desaparece con la misma rapidez.
Secando mis manos con una toalla de papel, me doy la vuelta y lo miro…
solo hay unos pocos pies separándonos. Está de pie contra el mostrador de
nuevo, con los brazos cruzados, los pectorales abultados sobre sus
antebrazos. Intento como el infierno que mis ojos no se desvíen.
―Bueno, Cam, gracias por la deliciosa comida ―dice en voz baja. Luego
camina alrededor de la isla y se dirige hacia las escaleras―. Que tengas una
buena noche.
El silencio es sofocante.
―Toc, toc ―digo desde la puerta abierta de su oficina. Shaw detiene las
imágenes del juego que está viendo en un televisor de pantalla plana. La silla
de su escritorio está inclinada hacia atrás, las piernas cruzadas a la altura de
los tobillos, los pies apoyados en el borde del escritorio. Su cabeza se vuelve
hacia mí y veo sus ojos trabajar descaradamente a lo largo de mi cuerpo.
―¿A dónde vas? ―El cálido barítono, una voz que en cualquier otra
persona se habría considerado “quemadora de bragas”, en él es de un nivel
de molestia tipo “uñas en una pizarra”. Hay una acusación en su tono, algo
insidioso en la forma en que dice esto. Cruzo los brazos porque si no lo hago,
tal vez me quite el tenis y se lo arroje a la cabeza. ¿De dónde saqué la idea de
que realmente podría hacerme amiga de esta bestia?
―Al club de striptease, para mi turno. ¿A dónde parece que voy a ir?
¿Huh?
―Calvin.
―Calvin... Willie, lo que sea. ―Su cabeza gira para mirarme de nuevo,
con su expresión genuinamente confusa.
―¿Willie?
―Estoy segura de que a las alimañas que lo llaman hogar les encanta.
―Dios, ustedes dos son muy parecidos algunas veces. ―Shaw parece
sorprendido por esto―. Si no estás ocupado esta semana, me gustaría que te
unieras a nosotros en el parque. ¿O quizás puedas lanzar una pelota con él?
―Sugiero casualmente.
―¿Por qué?
―Te pago para que le enseñes, no para que juegues a la psiquiatra. Haz
tu trabajo y ocúpate de tus propios asuntos. ―Vuelve a encender la televisión
e ignora mi mirada. Dios mío, necesito una pastilla feliz para lidiar con este
tipo. Él tiene razón. No soy psiquiatra. Sin embargo, ciertamente la necesita.
La madre naturaleza no ha recibido la nota de que finalmente es abril y
ya es primavera. Hace frío y la lluvia ha estado cayendo constantemente
durante unos días. Una urgente necesidad de quemar algo de energía
nerviosa me hace caminar por la casa como un animal enjaulado, hasta que
recuerdo que dijo que podía usar el gimnasio.
Alrededor de las tres, mientras Sam está ocupado con un nuevo juego de
Lego, decido escabullirme para una carrera de cuarenta minutos. Entro al
gimnasio conteniendo la respiración y exhalo cuando lo encuentro
afortunadamente vacío. Después de estirarme y hacer un calentamiento de
cinco minutos en la cinta, empiezo a trotar ligeramente. Kings of Leon están
cantando 'Comeback Story', mi nuevo himno, y estoy empezando a sentir el
runner’s high6. Me he acostumbrado a un ritmo cómodo cuando dos hombres
muy altos entran, se detienen y me miran. La doble toma me da un latigazo.
6
Se conoce como una sensación de bienestar o euforia que resulta del ejercicio físico, especialmente después de
correr.
mí misma y trato de concentrarme en Kings of Leon. No tuve tanta
suerte. Me reduzco a echar miradas furtivas a través de la habitación, mis
ojos los siguen mientras se mueven de una máquina a otra como si fuera una
adolescente insegura.
Mierda, espero que no esté coqueteando conmigo. Busco en sus ojos una señal
y no encuentro ninguna.
¿El servicio? ¿El servicio? Steve me mira y niega con la cabeza, dejándome
para atender al 'señor de la casa'. Ya terminé oficialmente. No podría
importarme menos lo que este hombre, o cualquier otro hombre, piense de
mí o de mi apariencia. Estoy demasiado cansada, demasiado decepcionada
con la vida, demasiado desilusionada para que me importe más. Y es
enormemente liberador. Una tonelada de mierda de peso se quita de repente
de mis hombros. Ni siquiera me importa si consigo un calambre muscular
que me dure una semana. Sin terminar de estirar mis ya doloridas piernas,
me levanto y salgo cojeando. Quizás Kanye tenga razón después de
todo. Quizás soy más fuerte.
―Tienes que admitir que es un poco sexy ―dice Amber mientras limpia
la barra. Todas mis mesas están vacías. El club estaba inusualmente lento
esta noche. Es casi la una y estoy lista para volver a casa. ¿Casa? Es extraño
que piense así sobre la casa de Shaw.
―Hace unas semanas era un asesino. ¿Ahora es sexy? ―Qué Benedict
Arnold7 es.
―Gran trago de agua a las doce en punto ―murmura Amber, sus ojos de
párpados pesados pegados a un punto por encima de mi hombro―. Voy a
romper mi vibrador esta noche.
―Un Jäger, por favor ―responde con un profundo suspiro. Sus suaves
ojos marrones van y vienen entre nosotras―. ¿Cómo están las señoras esta
noche?
―¿Quieres saber?
7
Fue un general estadounidense que se pasó al bando británico la guerra de la independencia de los Estados
unidos.
―Soy bartender. Escucho más confesiones que un sacerdote.
―Me dejaron. Dijo que no confía en que le seré fiel con ella viviendo tan
lejos ―explica con desánimo.
―Tennesse.
―Me voy ―le digo y Amber asiente con la cabeza. Estoy a medio camino
de la puerta cuando siento un golpecito en el hombro.
―Disculpa aceptada.
―Harper, ¿qué diablos estás haciendo aquí?
Esa voz, esa maldita voz se acerca. Giro a la izquierda para ver a Shaw
salir de su auto. Harper parece totalmente confundido. Su mirada va y viene
de Shaw a mí. Caminando hacia nosotros, Shaw gruñe:
―¿Estás lista?
Shaw responde:
―¿Ves fútbol?
―El año antepasado él estuvo dos puestos por debajo de mí. ―Me río de
esto. Me río. Jodida vaca, en realidad nos estamos riendo juntos. Bueno,
técnicamente él no se está riendo, pero hay un fantasma de sonrisa en su
rostro y se siente bien. Malditamente bien.
―Está bien. ―Ya está molesto. Dios mío, este tipo es fácil de herir.
Una mirada rápida a Shaw me dice que está teniendo un orgasmo por el
pollo y mi ánimo se levanta. Estoy pensando que eso debería aliviar los
gruñidos, hasta que abre la boca.
Nope. Una orden. Una orden que no deja lugar a más discusiones, dada a
un niño de ocho años que ya está completamente intimidado. ¿Qué hace
para divertirse? ¿Ahogar gatitos? Ahora estoy echando humo.
―Lo que quiere decir tu tío, Sam, es que hay un evento de equipo al que
necesita asistir y le encantaría que lo acompañaras. Ayudan a los niños que
están enfermos. ¿Te gustaría ir?
―¿Tú vienes?
―¿Qué?
―Vamos.
―¿Hay algo en lo que esperas que Sam participe? ¿Fotos? ¿Algo que deba
saber?
Está bien, estoy balbuceando. Tiendo a hacer eso cuando estoy nerviosa
y me di cuenta de que estaremos en público, probablemente rodeados de
reporteros y alguien podría reconocerme. Mierda. Doble mierda. Los ojos de
Shaw se posan en mi pierna, que golpea nerviosamente contra el suelo del
auto.
―Sí, lo hice.
―Sí ―respondo, yendo con la verdad. Está mirando como si esperara que
le diera más detalles. Lo estoy pasando mal con esta versión bien afeitada
del Príncipe de las Tinieblas que se parece engañosamente al Príncipe Azul.
―Deja de mirarme así. Es de mala educación ―le espeto, y veo sus cejas
trepando por su frente. Después de mirar hacia atrás para asegurarme de
que Sam no está escuchando, susurro―: Tengo miedo de que alguien me
reconozca.
―¿Por qué?
Odio hablar de esto con quien sea, hay tanta vergüenza atribuida a esto.
¿Quiero contarle sobre la vez que alguien esperó afuera de mi casa durante
dos días y me escupió cuando saqué la basura? ¿Quiero explicar que tuve
que conducir una hora solo para ir de compras durante meses porque me
arrojaron una naranja en mi supermercado local? No. Realmente no quiero.
―Gritarme y maldecirme, a veces empujarme ―murmuro. Cuando el
silencio continúa, me arriesgo a echar un vistazo en su dirección. Está
mirando al frente, con la mandíbula cerrada, la boca estirada en una línea
sombría. Vamos el resto del camino en silencio, la atmósfera tensa. Creo que
acabo de clavar el último clavo en mi propio ataúd. Probablemente esté
enojado por lo que pueda sucederle a su sobrino y no lo culpo. Aparca el
auto y estoy a punto de saltar cuando me agarra de la muñeca.
¿Qué se supone que significa eso? Antes de que pueda preguntar, él está
fuera del auto.
―Sam, ¿por qué no caminas con tu tío para que te presente a algunos de
los otros jugadores del equipo?
―Vamos, Sam.
Sam lo sigue arrastrando los pies, con los hombros caídos. Y casi me
siento mal presionándolo.
―Sabía que serías buena para él ―dice, con esos orbes de chocolate
brillando triunfalmente.
―Cal ha estado entusiasmado contigo, dice que has hecho maravillas con
Sam. ―¿Dijo qué?―. Oh, mierda, sólo sal con eso.
―¿Salir con qué? ―Antes de que pueda decir otra palabra, Vaughn pasa
un brazo por mi cuello y se acurruca más cerca.
―Vaughn, si no quitas la mano de las inmediaciones del área de mi
pecho, romperé cada uno de tus dedos ―le digo con la misma voz que solía
emplear con mis rebeldes alumnos de tercer grado.
―No me pasa nada. ¿Qué diablos te pasa a ti? ―Shaw responde. Ethan
entrecierra los ojos. Hay mucho desconcierto ahí.
Tanto Sam como yo nos damos la vuelta al oír la voz profunda. No creo
haber visto nunca a Shaw tan incómodo. Está de pie allí con las manos
metidas en los bolsillos delanteros de sus jeans como el último niño en el
patio de recreo elegido para un equipo de dodge ball. ¿Dejo que interrumpa
el ambiente feliz que hemos estado surfeando, o lo rechazo y posiblemente
cause más problemas en el futuro? Con una mirada de advertencia a Shaw,
le digo―: Puedes tomar mi turno. ―No me pierdo la mirada de preocupación
que cruza el rostro de Sam.
―Uno más, ¿o has terminado? ―me burlo y miro esos ojos fríos
entrecerrarse―. Esa mirada asesina no funciona conmigo, Calvin. ―El sonido
de su nombre en mis labios hace que se estremezca. Quiere sonreír, sé que lo
hace, y sin embargo... nada.
―Estamos bien.
―Vi la expresión de tu rostro cuando tomó las fotos. ―Luego lo deja caer
y se aleja sin darme otra mirada.
―Qué sorpresa verte aquí ―arrastra una voz amistosa. Miro por encima
del hombro para encontrar a Justin Harper trotando en nuestra dirección. Su
sonrisa torcida y despreocupada también provoca una en mi cara. Cuando
nos alcanza, pasa una pierna larga por encima del banco y se sienta a
horcajadas.
Quiero decir, amo a Amber más de lo que me amo a mí misma, pero ella
lo devorará y escupirá antes de que se dé cuenta de que es carne de
almuerzo. Siento la necesidad de al menos darle la oportunidad de salvarse.
―Lo siento, Justin. Esto no tiene nada que ver contigo ―digo,
persiguiendo a Sam.
Sus ojos se mueven entre Calvin y yo. La mirada taimada en el rostro del
joven Harper me hace detenerme.
8
Control parental.
De camino a casa, todos estamos en silencio. Una vez que el Range Rover
está estacionado en el garaje, Calvin desaparece en la casa para no ser visto
de nuevo. Termino pidiendo pizza para Sam y para mí. Sam se ve tan
cansado como yo me siento, así que después de la cena subimos temprano y
vemos la televisión juntos antes de acostarnos.
Mi mente está nadando con los eventos del día. En la ducha, las palabras
de Ethan me vuelven apresuradas. Calvin ha estado entusiasmado
contigo. ¿Entusiasmado? Sí, tal vez entusiasmado en el mal sentido. Ni siquiera la
dulce sensación del agua caliente golpeando mi cabeza puede hacer que esa
admisión suene remotamente plausible. Tendría que estirar mi imaginación
bastante para creer que Calvin tenía algo mejor que neutral que decir sobre
mí.
Está apoyado contra el marco de la puerta con nada más que un par de
calzoncillos bóxer vergonzosamente viejos y andrajosos. Esos músculos del
trapecio, mi propia marca personal de kriptonita, están en plena
exhibición. Te juro que puedo verlo todo. Dios santo, ¿cómo camina con esa cosa
entre las piernas?
―No.
―No.
―Entonces, ¿por qué no puedes ponerte ropa interior que no esté a punto
de desintegrarse si sopla un viento fuerte? ―Dios mío, ¿acabo de usar la palabra
chupar9? Estoy tan encogida por dentro. Mastica su comida lentamente y
9
Blow significa soplar, pero también significa chupar.
continúa mirándome, su expresión no revela nada. Medio siglo después,
todavía estoy esperando una explicación para esta visita improvisada.
―Calvin.
―Mmm.
―¿Qué quieres?
―Felicidades.
No, creo que parece mierda de perro, pero nadie me pregunta. La asesora
de decoración, una atractiva mujer de unos treinta años con una sonrisa
perpetua en el rostro, que ha contratado el pavo real, no parece estar
haciendo un buen trabajo de consultoría. Digo 'pavo real' porque hoy tiene
otro de sus elegantes atuendos de diseñador. Una sudadera con capucha de
cachemira negra con jeans desgastados de diseñador y botas de motociclista
que ningún motociclista en este planeta podría permitirse.
Así ha transcurrido la mayor parte del día. En este momento soy el Emoji
con líneas rectas en los ojos y la boca con una pistola apuntando hacia él, y
no estoy hablando de la pistola de agua. Para cuando salimos de la cuarta
tienda sin nada que resaltar, estoy perdiendo la paciencia y Sam se ve
aburrido y molesto y nadie quiere ir de compras con un gruñón de ocho
años.
―Calvin, si no compras algo pronto, nos vamos ―siseo fuera del alcance
del oído de su decoradora―. ¿De dónde la sacaste de todos modos?
―Lo que sea, Sam y yo vamos a tomar un bocadillo. ―Por una fracción
de segundo, algo parecido a la preocupación cruza su rostro… en realidad,
se parece exactamente a la preocupación―. Encuéntranos en Pain Quotidien
en la esquina cuando hayas terminado de no comprar. Por el amor de Dios,
no estás jugando contra los Patriots, deja de hacer que esto parezca difícil.
La última parte me gana la mirada más sucia, él mira por encima del
hombro y lo tomo como una señal para irme.
Tan pronto como Sam termina con su comida, nos preparamos para
irnos. Justo cuando estamos a punto de salir por la puerta, un hombre se
acerca a Calvin para pedirle un autógrafo. Tiene problemas para hablar, le
tiemblan las manos mientras ofrece una servilleta para que Calvin la
firme. No sé qué aflige a este hombre, cuáles son sus problemas, pero sean
lo que sean, no son insignificantes. ¿Y Calvin? Bueno, la paciencia y la
calidez genuina con la que maneja a este hombre... sí, es la cosa más
asombrosa que he presenciado.
Ojos arriba. ¡Ojos arriba, maldita sea! ¿Me atrapó? Por supuesto que lo
hizo.
¿Detiene lo que está haciendo como lo haría cualquier otro ser humano
normal y educado? La respuesta a eso es un no rotundo. Pasa un minuto,
dos, tres ―al quinto minuto de escucharlo gruñir a través de otra serie, mis
nervios están en llamas. Tomando una respiración profunda, me lanzo a una
conversación que no pensé, ni siquiera en mis pesadillas más salvajes, que
alguna vez necesitaría tener.
―Sep.
Tan encantador.
―¿Por qué me llamarías tu... umm... novia? ―Casi me ahogo con esa
palabra.
―No.
―¿Sufres de alguna otra condición que deba conocer? ―En respuesta a
esto, recibo una dosis triple de su desagradable ceño característico―.
Entonces, ¿qué pasa con esta aversión a ser tocado?
―No me gusta.
―¿Qué consecuencias?
Estoy tan cerca de reírme como una hiena trastornada. Su rostro está
totalmente relajado, como si estuviéramos discutiendo el final de la serie de
Downtown Abbey y no la destrucción total y completa de lo poco que queda
de mi vida.
―Sigues repitiéndote.
―¡Te dije lo que es para mí! Estoy tratando de esconderme, lo último que
necesito es llamar la atención sobre mí, con lo que sea.
―¿¿Para quién??
―Suena impresionante, pero de nuevo, NO. Será mejor que arregles esto.
Esa arrogancia.
―Estoy segura de que has salido con varias mujeres a las que les
encantaría ser parte de este acto de perros y ponis. Haz que una de ellas lo
haga. ―Hay una pausa larga y me alivia momentáneamente pensar que
finalmente he anotado un punto. Parece estar reflexionando sobre ello.
―No.
Levanto las manos y salgo por la puerta porque, ¿qué más puedo decir?
―¿Y si te pago?
―Explícame por qué crees que tienes derecho a irrumpir aquí. ―Aprieto
entre dientes apretados.
―Fuera.
―¿Por qué?
―Piénsalo. ¿Qué vas a hacer una vez que pasen los tres meses? Después
de impuestos, esos cien mil dólares no van a durar mucho. ―Hay tantas
cosas mal con esa afirmación que me llevaría demasiado tiempo
corregirlo―. No tienes ingresos. ¿Qué pasa si no puedes conseguir otro
trabajo?
―Está bien. Da lo mejor de ti para que pueda decir que no, y podemos
seguir con nuestro negocio como si esto nunca hubiera sucedido.
―Di tu precio.
¿Cariño?
¿Huh? ¿Qué? ¿A dónde voy desde aquí? ¿Cómo llegué aquí? Pero no
tengo tiempo para responder. No. Él ni siquiera se detiene cuando ve la
expresión en mi rostro, que tiene una cantidad igual de ira y frustración.
―Mira, necesito a alguien en quien pueda confiar para evitar que me
molesten cada vez que salgo por esa puerta. ―Con las manos enterradas en
sus pantalones de chándal, se encoge de hombros y se muerde el interior de
la mejilla―. Te necesito. ―Esa es la segunda vez que usa esas palabras,
dejando claro que la primera no fue un desliz.
Si hubiera mencionado el dinero una vez más, habría sido tan fácil, tan
fácil rechazarlo, pero tenerlo ahí parado como un gran bulto de idiota,
luciendo angustiado y pidiendo mi ayuda sacude mi frío y muerto corazón
a la vida. Puedo oír el crujido, me estoy empezando a romper.
―¿Eso es un sí? Tus labios se mueven, pero no sale nada. ―El acento está
de vuelta.
―Dinero y protección.
Te pagó cien mil y te alojó en una hermosa habitación cuando tenías menos de
cincuenta dólares a tu nombre. Paga la comida y te deja usar su auto. Te lo pidió
amablemente.
―Por favor ―dice en voz baja y tranquila. Esa palabra en voz baja es mi
talón de Aquiles. Mi perdición. Una mirada a la vulnerable anticipación en
su rostro mata mi resolución, la grieta se abre de par en par.
¡Buuuuen Dios!
―Sí, papá.
―¿Por qué harías esto? ¿Un novio falso? ¿Por qué alguien querría un
novio falso? ―repite mi madre de nuevo.
Por mucho que quiera tirar a Calvin debajo del autobús, no voy a
hacerlo. Mientras conducía, pensé y pensé, e incluso si todavía creo que es
demasiado riesgo por muy poca recompensa, para mí, es decir, tengo que
admitir que él es mucho más conocedor de los medios que yo. Ha estado en
el ojo público durante la mayor parte de su vida. Él debería saber sobre estas
cosas, ¿verdad? Quizás esta farsa pueda limpiar un poco mi imagen. En
otras palabras, y no puedo creer que esté diciendo esto, confío en que él lo
sepa mejor. Confianza. Sí, estoy usando esa palabra en la misma oración con
alguien del género masculino. Este es un giro impactante de los
acontecimientos. Sin embargo, no confío en el género, es en el hombre.
―¿Puedo decírselo a los chicos del trabajo? ―mi padre tiene el descaro
de preguntar.
―Con mis padres. Estaban muriendo por conocer a Sam. ―Él asiente
distraídamente. ―Cal... ¿dónde están sus padres? ―Dejo el plato frente a él y
espero pacientemente su respuesta. Su ceja se tensa en un ceño fruncido y
sus ojos se mueven hacia la comida que con entusiasmo come.
―¿Es por eso que nunca te veo beber? ―Un pequeño encogimiento de
hombros, esa es la única respuesta que obtengo. Un pequeño encogimiento
de hombros―. Ellos tienen suerte de tenerte. ―Las palabras salen de mi boca
antes de que tenga tiempo de detenerlas, su mirada se encuentra con la
mía. Luego se levanta y camina hacia el fregadero, y sé que ha terminado de
hablar de eso. Parece pensativo mientras lava el plato―. Hay una boda a la
que tengo que ir el próximo fin de semana.
―Lo sé, lo sé, lo sé. Lo discutí con él el otro día, pero está convencido de
que puede beneficiarnos a los dos. ―Agarro mi bolso y comenzamos a
caminar hacia la puerta trasera. Es como si alguien presionara el botón en
primavera, el clima se vuelve notablemente más cálido durante la noche.
―No quiere que las mujeres se ciernen sobre él, y parece pensar que su
estatus de superestrella, rey de Nueva York puede blanquear mi reputación
empañada.
―Lo sé. Espero que pueda distraer a la gente lo suficiente como para
olvidarse de Matt. ―Lo que no digo, aunque ambas lo sabemos, es que es
imposible para mí decirle que no a alguien que me pide ayuda. Imposible.
―¿Quieres un aventón?
―El clima es cálido. Voy a irme caminando. ―Calvin levanta la mirada y
cuando nos ve paradas allí, sus ojos sostienen los míos―. Lástima que no
puedas usarlo para el sexo. Está caliente como un dulce de azúcar.
―¿Por qué es eso? Debe haber muchas vírgenes optimistas usando esta
expresión pensando que, en el mejor de los casos, las probabilidades son
cincuenta/cincuenta cuando en realidad está más cerca de setenta/treinta,
con el porcentaje más alto siendo que no esté caliente en absoluto... ―No hay
manera de detenerla una vez que ella está en marcha―. En cambio, el dulce
de azúcar casi siempre está caliente.
―No importa. Todo al sur de la frontera está muerto. Mi vagina está rota.
―Tu vagina no está rota. Solo está... tomándose una siesta refrescante,
esperando a que venga un fabricante de bebés caliente como un dulce de
azúcar.
―¿Gruñón y lindo?
―Sí.
Antes de irse, Amber mira a Calvin con los ojos entrecerrados, se lleva
un dedo al cuello y lo arrastra muy lentamente por la garganta. Tengo que
darle crédito, Calvin ni siquiera mueve una gruesa pestaña negra.
A la mañana siguiente partimos hacia los Hamptons temprano. Me
alegra saber que Sam vendrá con nosotros. Tanto la novia como el novio
tienen un par de hijos de matrimonios anteriores, así como los que
comparten, lo que significa que habrá muchos niños presentes para que él
juegue. Sam parece tener dificultades para comunicarse con otros niños, algo
que noté en el parque y, francamente, me ha estado molestando por un
tiempo.
―¿Tienes algún problema con algo? ―La pregunta se entrega con un tono
de voz un tanto afilado, con los ojos fijos en el camino que tiene por delante.
―En serio, ¿qué pasa con la ropa? Cuando te conocí, te veías como si
alguien te hubiera arrancado del fondo de un barril de alcohol ilegal y ahora
eres Derek Zoolander.
―No me digas.
―¿Cómo lo haces?
―¿Hacer qué?
Calvin decide pasar por la casa del novio antes de que nos dirijamos al
hotel. La casa es una extensa casa de playa estilo Nantucket cubierta con tejas
de color azul pálido con rosales blancos que la rodean. Un césped tan
ordenado como verde se extiende por acres a su alrededor, retrocediendo
hasta una playa desierta. ¿Aquí vive gente real? Es una casa de cuento de hadas,
por el amor de Dios.
―¿Algo bueno, espero? ―Sigo esa pregunta con una risa tensa.
¿Qué?
―Bien.
¿Disculpa? Me vuelvo para mirarlo y no obtengo nada más que una leve
diversión a cambio.
―¿Es eso una buena idea? Quiero decir, tienes que organizar una boda
―sugiero.
Dos minutos más tarde, nos llevan a una gran habitación de invitados a
una puerta de la habitación de Sam. Después de que Barry nos deja para
instalarnos, me voy a la habitación de Sam para asegurarme de que esté
bien. Al abrir la puerta, escucho dos pequeñas voces que salen de la
habitación. Una hermosa niña con rizos largos en forma de sacacorchos de
color marrón claro y piel color cacao sostiene un pequeño conejito mientras
Sam lo acaricia suavemente en la cabeza. Ella es mayor que Sam. Supongo
que alrededor de diez años.
―¿Por qué?
―Tengo ropa puesta. ―El hecho de que sea completamente serio cuando
dice esto me habría hecho reír si no estuviera tan contraria a esto. ¿Debo
decirle que tengo una gran vista de sus bolas y pubis desde este ángulo?
―Estoy usando una camiseta. ―Y luego agrega―: Por ti. ―Fuerte énfasis
en las dos últimas palabras.
―Para empezar, pensé que esta era una idea estúpida, pero dejé que tú
lo manejaras porque pensé que tal vez tu juicio no estaba tan deteriorado
como había pensado originalmente. No estoy lidiando con una mierda. Yo
trabajo para ti. Soy del servicio, ¿recuerdas? No somos mejores amigos. No
juré con el dedo meñique compartir una litera en el campamento de
verano. No te debo ningún favor.
―Siento haber dicho que tú eras del servicio. No quise decir nada con
eso. ―Su voz es baja... arrepentida―. Iré a decirle a Barry que no nos
quedaremos. ―Se sienta, sus piernas se balancean sobre el costado de la
cama―. Me pondré algo de ropa ―murmura. Bien podría estar clavándole
agujas calientes debajo de las uñas. Justo cuando creo que mi vida no puede ser
más extraña. Inexplicablemente, me invade una abrumadora necesidad de
reír.
―A las cuatro.
―Voy a tomar una siesta. Si Sam me necesita, despiértame, pero creo que
estará ocupado con su nueva novia.
―¿Novia?
Oh, mierda, oh, mierda, oh, mierda. Quito mi cara de un pecho duro y
cubierto con una camiseta, tengo la mejilla sudada, un poco de saliva en un
lado de la boca y miro hacia arriba. Maldita sea. Me está mirando con
expresión relajada. Como si fuera perfectamente normal para mí estar
durmiendo con todo mi cuerpo envuelto alrededor de él como si fuera una
bebé orangután agarrando a su madre, con mi brazo sobre su cintura y mi
pierna a horcajadas sobre la suya...
―Está bien.
―Estabas cómoda.
Sin mirarlo a los ojos de nuevo, me apresuro al baño con la cola metida
entre las piernas.
Salgo del baño con una bata grande que encontré en la parte de atrás de
la puerta, y encuentro a Calvin en el proceso de quitarse la camiseta como si
le pagaran por hacerlo. Al instante estoy clavada en la alfombra. ¿Me doy la
vuelta y vuelvo al baño? ¿Digo algo? La levanta sobre su cabeza y una pared
de músculos empedrados rápidamente me patea en los órganos que hacen
bebés. No es como si no los hubiera visto antes, pero nunca se me permitió
mirar. Estoy mirando ahora.
―El baño es todo tuyo ―murmuro. Tomando sus cosas, cierra la puerta
detrás de él. Gracias al maldito cielo.
Dentro del portatrajes de Barneys hay uno de los vestidos más bonitos
que he visto en mi vida. Una creación de Valentino rosa y vaporoso que
tengo miedo de tocar porque estoy segura de que cuesta una pequeña
fortuna. Estoy convencida de que no me quedará. Y, sin embargo, cuando
me subo el cierre, me sorprende darme cuenta que encaja perfectamente. No
entiendo cómo Zoolander acertó con mi talla. Además, estoy bastante segura
de que no quiero saberlo.
―¿Esa es tu ex?
―Hola, soy Phoebe ―anuncia sin una pizca de timidez. Es tan linda con
su vestido de flores azul pálido que no es de extrañar por qué Sam está tan
enamorado de ella.
―Hola Phoebe.
―¿Puede Sam venir a jugar con nosotros allí? ―dice, volviéndose para
señalar un castillo hinchable al lado de la casa.
Mis ojos todavía están en Sam, que parece que está pasando el mejor
momento de su vida. Él sostiene las dos manos de Phoebe mientras rebotan
hacia arriba y hacia abajo sin sincronizar, ambos riendo y chillando
histéricamente.
―Está hablando con Hendricks. ―Mira por encima del hombro y señala
a las torres gemelas cerca del bar. Una, oscura y melancólica. La otra,
luminosa y soleada.
―¿Cuánto tiempo hace que lo conoces? Parece ser más que una relación
de trabajo.
―Somos amigos desde Florida State10. ―Con los párpados a media asta,
y sus pestañas que arrojan sombra, me mira pensativo con profundos ojos
castaños―. ¿Cómo lo convenciste para que viniera?
10
Hace referencia al equipo de futbol, no al estado.
Él asiente.
Vaya, no lo vi venir.
―Te he estado buscando por todas partes ―gruñe una voz baja que he
llegado a conocer bien. Para cuando miro por encima del hombro, él está
justo detrás de mí. Me doy la vuelta y lo incluyo. Si no lo supiera mejor,
pensaría que estaba completamente relajado, pero lo sé mejor y el tic-tac del
músculo de su mandíbula es un indicio de muerte.
―Te dije ―le explico en voz muy baja―, que iba con Sam, y asentiste.
―No te escuché.
―¿Me necesitas? Porque puedo sacar a Sam, no lo voy a dejar en esa cosa
sin vigilancia. ―La mirada puntiaguda de Calvin se mueve hacia las dos
niñeras que hablan y no prestan atención a lo que sucede a su alrededor―.
No lo voy a dejar ―repito, obtengo uno de sus asentimientos.
―Voy a necesitar otro de estos si tengo que durar un par de horas más
―dice Ethan con cara inexpresiva, haciendo sonar el hielo en su vaso ahora
vacío.
―Cal...
―Es un idiota.
―Gracias por el baile, Justin, pero tengo que ir a rescatar a mi... umm...
novio. ―murmuro la última palabra en voz baja.
―¿Novio?
―¿Osito?
―Querías que bloqueara a las perras por ti. Considérala bloqueada. ―En
el silencio, miro hacia arriba. Estoy casi segura de que puedo ver una sonrisa
en sus ojos… tal vez. El contacto visual me pone nerviosa, así que redirijo mi
mirada hacia su hombro.
Cada lugar donde su cuerpo toca el mío se siente escaldado. Mis tetas
están aplastadas contra una pared de granito envuelta en lana sedosa y el
calor... Dios mío, el calor que emana de él es nuclear. Me empiezan a sudar
los muslos. Puedo sentir la humedad acumulándose entre mis muslos
desnudos. Esto no está bien.
―Lo sé.
―No ―digo, negando con la cabeza―. Pase lo que pase, por favor no me
mientas nunca. Es lo único que no puedo manejar. ―La expresión de mi
rostro debe haber transmitido mi pánico porque la preocupación altera la
suya con la misma rapidez.
Es elegante, segura de sí misma por algo que no tiene nada que ver con
su apariencia. A mi lado, Calvin parece haberse movido. Está aún más cerca,
y tan tenso como lo estaría para un examen rectal. Le estrecho la mano sin
dudarlo.
―Camilla DeSantis.
―No esperaba verte aquí. ―Ella sonríe con cariño―. Por otra parte,
siempre has tenido la habilidad de sorprenderme.
―Tengo una buena razón para salir más. ― Nadie deja de comprender la
implicación. Mi mirada cae para evitar su escrutinio, temerosa de que pueda
ver la mirada culpable en mi rostro.
Sí, sonríe. Sin dientes, pero definitivamente es una sonrisa. Es como ver
a Pie Grande. Estoy momentáneamente aturdida. ¿Realmente acabo de
presenciarlo? ¿Estoy perdiendo la cabeza? Probablemente un poco de
ambos. Recuperándome rápidamente, digo:
Tan pronto como me arropo, Cal entra arrastrando los pies y tirando de
su corbata. Está callado, qué más hay de nuevo. Sin pensar en la privacidad
en absoluto, comienza a desvestirse frente a mí con tanta naturalidad como
si lo hubiera hecho un millón de veces. Solo Dios sabe con cuántas mujeres
se ha desnudado. No espero a que se dé cuenta del ceño de desaprobación
en mi rostro porque lo más probable es que no le importará de todos
modos. En cambio, me levanto de la cama tan pronto como comienza a
desabrocharse el cinturón. Y ahí está, mi señal para ir a ver a Sam. Como si
mi cabello estuviera en llamas, me pongo una sudadera con capucha y salgo
por la puerta.
Sam ya se arropó y apagó las luces. Parece que se ha estado cuidando así
mismo por un tiempo; es demasiado autosuficiente para un chico de su
edad. No es la primera vez que me pregunto si sus padres saben lo increíble
que es su hijo, lo increíblemente afortunados que son. Por lo que parece,
tendría que decir que no. Lo que, por supuesto, me molesta más allá de toda
medida.
―No.
¿Por qué una palabra me puede hacer sentir como si acabara de ganar la
lotería? Patética, soy completamente patética. Me giro de lado y me meto
una mano debajo de la cara. Todavía está mirando fijamente al techo con la
mirada en blanco.
―No.
―Ella me engañó. Luego me dejó por la persona con la que me fue infiel.
―Solo puedo imaginar lo que eso le hizo a un hombre tan orgulloso como
Calvin.
―¿Como lo descubriste?
―Lo primero que hice después del draft fue hacerme una vasectomía.
―¿Dijiste va-sec-to-mía?
―Sep.
―Estaban más preocupados por emborracharse que por los niños a los
que escupían como conejos.
―No cuando nos casamos, ella estaba loca por su carrera. Se lo expliqué
mil veces y me prometió que lo entendía, pero entonces yo solo tenía
veintidós años, ella cinco años más, así que probablemente pensó que podía
cambiar de opinión.
―Le dije que no iba a tener hijos. ―Sus labios carnosos están colocados
en una línea apretada, su mandíbula desaliñada está bloqueada.
―Te doy más crédito que eso. Creo que le dirías. De hecho, creo que
aliviaría el yugo que llevas alrededor del cuello si le dijeras que te
arrepientes.
―No va a suceder.
―¿Por qué?
Abro los ojos uno a uno para encontrarme con otro encantador ceño
fruncido en su rostro, aunque esta vez parece más una frustración.
Las palabras 'para qué son los amigos' están en la punta de mi lengua,
pero mueren en mis labios. No somos amigos, somos solo dos personas
unidas por las circunstancias. Antes de que pueda hacer algo realmente
estúpido como persuadirlo para que hable de lo que le molesta, me recuerdo
a mí misma que dentro de dos meses me habré ido y su vida continuará
como si nunca nos hubiéramos conocido.
―Se toma su privacidad muy en serio ―explico, abatida más allá de toda
medida. Su mirada en blanco me empuja a continuar―. Puedo probar. ―Las
comisuras de mi boca se arrastran hacia arriba en una sonrisa forzada.
―¿Come te fue?
―Bien.
Pensé que era inmune a las sorpresas, pensé que Matt me había curado
de eso, estaba equivocada. Me toma un minuto entero desenterrar mi voz
bajo toda la incredulidad, me doy la vuelta para mirar su rostro, lo cual es
un poco difícil cuando tienes a un Adonis casi desnudo ante ti. Puede que
yo no me cure de las sorpresas, pero él nunca se curará de desfilar desnudo.
―¿Por quién me tomas, Cam? ―Hay una mirada herida en su rostro que
me hace sentir como basura. Jesús, herí sus sentimientos. No quiero herir los
sentimientos de nadie, y menos los de él. Se pone de pie, luciendo… mierda,
luciendo desilusionado―. Te la tendré mañana.
―¡Camilla!
―No.
―¿Por qué?
Murmura algo que suena vagamente como 'no puedo soportar que ella
me coquetee en este momento', y tengo que morderme el labio inferior para
reprimir la sonrisa que se extiende por mi rostro. Muy suavemente, masajeo
el área con la palma de mi mano presionando y estirando la piel caliente de
su espalda baja.
Sam regresa con las bolsas de hielo y me las entrega. Sus ojos están muy
abiertos y ansiosos.
―Estaré bien, Sam ―agrega Cal con brusquedad. Sí, muy tranquilizador.
Sin embargo, le daré un poco de margen ya que está sufriendo.
―Okey. ―Esa palabra hace lo que nada ha hecho antes: hacerlo parecer
vulnerable. Mi pobre y débil corazón sufre espasmos. Después de que le
consigo los analgésicos y pido comida china para llevar para la cena,
empiezo a aplicar hielo y masajear.
Para mí es tan claro como el día. Cal tardó una fracción de segundo en
apretar el gatillo y les costó el campeonato.
―¿Por qué no dices nada? ―escupe. Está molesto, lo escucho alto y claro
a pesar de que está tratando de ocultarlo.
―La primera vez que dormí en un colchón en vez del suelo fue en la
universidad. ―Su tono es inconfundiblemente defensivo... y ahora me siento
como una completa y total idiota por burlarme de él. Caramba. Si sigue
ofreciendo historias de mala suerte, tendré que empezar una colección de
láminas para él.
―Lo siento… no quise decir… solo estaba siendo una idiota. Me gusta tu
elegante manta.
Esos orbes grises siguen mirando con atención. Me quedo allí de pie,
incómoda, por lo que se siente como una eternidad, esperando a que él diga
algo, lo que sea. Es tan guapo que es un maldito crimen contra las
mujeres. Puedo decir eso como un hecho. Habla sobre golpear el Powerball
del ADN. Parece inconcebible que alguien pueda ser tan hermoso y
ridículamente talentoso también.
―De nada.
Sigue mirando como si quisiera decir algo más... hasta que comienza a
ponerse extraño.
―Buenas noches.
―Buenas noches.
―Mejor.
―Te sugiero que te relajes hoy. ¿Puedo traerte algunas cosas para
mantenerte ocupado? ¿Libros o algo?
―¿Tortilla de verduras?
Apartando sus ojos de las imágenes del juego una vez más, me clava una
mirada intensa. No tengo ni idea de lo que esto significa y estoy bastante
segura de que no quiero saberlo. Le doy una mirada que dice '¿Y bien?' y
asiente.
Entre mis lecciones con Sam, paso la mayor parte del día yendo y
viniendo de la sala de estar a la cocina, donde Sam y yo trabajamos en la
comprensión de lectura, la suma y la resta. Cal parece volverse cada vez más
gruñón a medida que avanza el día. No tenía idea de cuántas formas
diferentes de gritar mi nombre existían hasta este mismo momento.
Tan pronto como termino con Sam, entro a la sala de estar para ver si
necesita algo y lo encuentro en el piso alfombrado estirándose.
―¿Cómo te sientes?
―Mucho mejor.
―Sí, bueno, debes tomártelo con calma durante los próximos dos
días. ¿Vas a hacerte una resonancia magnética para ver si hay un desgarro?
―¿Qué posición?
―Pitcher.
―Mmm. Tuve una efectividad de 1.82 y 237 ponches. ―El softbol siempre
había sido fácil para mí.
Por primera vez en años, estoy tentada a decir la verdad, la verdad que
apenas puedo admitir para mí misma, y mucho menos en voz alta. Y, sin
embargo, por alguna razón, parece que si alguien pudiera entender sin
juzgar, es este hombre.
―¿Y la no oficial?
―Ya no tenía el corazón para eso, no soy una competidora como tú. El
tiempo dedicado a practicar y viajar, la dedicación que se necesita. ¿Sabes…?
―Ante esto, me da un gesto de compasión―. Jugué porque era buena con
muy poco esfuerzo, pero nunca me apasionó.
―Sam, ¿sabes cómo jugar Madden? ―le pregunta Calvin. Sam asiente
vigorosamente―. ¿Quieres jugar un poco conmigo?
Ambos me ignoran. Sam está más relajado que nunca, mientras que
Calvin parece que está a punto de romper la televisión en mil pedazos.
―No soy tan malo. ¡Es él! ―dice apuntando con el dedo índice a su
sobrino de ocho años.
―Sí.
―Yo solo.
Mi estómago se aprieta cuando me doy cuenta del subtexto; ha
insinuado lo solo que se siente en casa en más de una ocasión.
―Tú me lo regalaste.
―Si hubiera sabido que me ibas a golpear el trasero así, te habría enviado
otro juego de Lego.
Es una noche ajetreada en el salón y como solo me queda una mesa, estoy
ayudando a Amber a limpiar la barra trasera mientras atiende a los
rezagados. La cara de Amber se queda extrañamente quieta, no me gusta ni
un poco. Es la misma cara que me dio cuando estábamos en la secundaria y
yo estaba locamente enamorada de Sonny Lynch y ella encontró los
garabatos que había dibujado de nuestras iniciales en mi carpeta. Sí, ella
nunca me dejó superarlo.
―No me gusta. Lo respeto, lo que es mucho peor. ―Ella levanta una ceja
rubia―. Está bien, tal vez me guste un poco.
―¿No crees que es hora de dejar ir a Parker, Ambs? ―digo con la mayor
suavidad posible.
―Star News. ¿Le gustaría comentar los rumores de que Calvin Shaw es
impotente?
―Así que te acuestas con él. ¿Él sabe quién eres? ¿Quién era tu
marido? ¿Estás detrás de su dinero? ―Me lanza preguntas tan rápido que no
tengo tiempo para hacer nada más que quedarme congelada. El destello de
su segunda foto me saca de un congelamiento profundo. Busco a Amber y
la encuentro ocupada mezclando bebidas para un nuevo grupo de
clientes. Tengo que salir de allí, lejos de las miradas indiscretas de esta mujer
antes de derrumbarme frente a ella. Saliendo de detrás de la barra, marcho
a doble velocidad hacia la cocina con la reportera pisándome los talones.
Cuando las palabras me golpean, el suelo bajo mis pies parece caer. El
oxígeno sale de mis pulmones y mi corazón late tan fuerte dentro de mi
pecho que estoy bastante segura de que está a punto de implosionar en un
agujero negro.
―Todo esto es culpa tuya ―le gruñe a Calvin, quien continúa actuando
como si ella no estuviera allí lista para asesinarlo. Pasa sus manos extra
grandes y muy cálidas hacia arriba y hacia abajo a lo largo de mis
brazos. Dios, se siente tan bien.
―No.
―Te quedarás conmigo esta noche ―anuncia Amber una vez que estamos
en el callejón detrás de One Maple.
―No, no es así. Ella viene a casa conmigo. ―Amber responde con una
mirada sucia, que Cal finge no ver―. Deja de agitar esos labios y hazte útil
subiéndote al auto.
―Bien ―refunfuña con los dientes apretados y se sube al Range Rover sin
más discusión. Con una expresión cuidadosamente neutral, Calvin me
ayuda a ponerme en la parte de atrás y abrocha mi cinturón de seguridad.
Estoy dejando que él me dirija. Lo sé. Y, sin embargo, no puedo reunir la
energía necesaria para preocuparme. Verdad: está siendo tan considerado
que es más fácil dejarlo, al diablo con el orgullo.
―Son las dos y treinta. Te hemos estado buscando durante más de una
hora. ―La voz de Calvin es baja, subrayada con una pizca de ansiedad. No
estoy demasiado lejos para perdérmela. Sin embargo, no dejo que el
pensamiento se demore, porque me he ido demasiado lejos para que me
importe.
―Estoy bien, deja de mirarme de esa manera ―me las arreglo para decir
débilmente.
―No estás bien ―insiste, sus labios carnosos en una línea sombría―. Lo
discutiremos mañana.
Después de una larga, larga pausa, en la que decido que estoy demasiado
abatida para pelear verbalmente con él, digo la verdad.
―¿Lo hiciste?
―No haré que te arrepientas. ―Su expresión es tan abierta y seria que
casi olvido que debería estar preocupada―. Ya no puedes trabajar allí. ―No
hay emoción de victoria en su voz. Al contrario, es reconfortante y amable.
―Tú ganas.
Diez minutos después, me acerco al valet del hospital, le tiro las llaves al
asistente y arrastro a Sam a la sala de emergencias. La enfermera que me
registra me lleva a la sala de examen dos, después de que le digo que soy su
hija y Sam es su nieto: guiño, guiño.
―¿Papá? ―La adrenalina que está ardiendo por mis venas me convierte
en un desastre nervioso. Aunque hago todo lo posible para mantenerlo
unido.
―No desayuné.
Y van y vienen.
―Llegué aquí lo más rápido que pude. ―Sus ojos grises se mueven de mí,
a mi padre, a mi madre. Ninguno de nosotros mueve un músculo, ni dice
nada. Todos solo miramos.
―Tom.
―¿Puedo hablar contigo un minuto? ―digo con los ojos muy abiertos y
señalo la puerta. Me sigue hasta donde Sam todavía está sentado
pacientemente.
Asiento y respondo:
―Señor Shaw, soy como su mayor fan ―dice efusivamente. Seguro que lo
eres, cariño, de su cara, quieres decir―. ¿Puedo conseguir su autógrafo?
―Lo que el señor Shaw quiere decir es que todos estamos un poco
preocupados en este momento, tal vez más tarde.
―Oh... está bien ―balbucea, gira sobre sus talones y huye de la escena del
crimen.
―Lo sé.
―¿Quién? ¿Calvin? ―Ella arquea una ceja oscura y bien arreglada con
una mirada de 'no seas estúpida' que conozco muy bien―. Si, lo es.
―¿Qué tiene eso que ver con Calvin? ―digo bruscamente. Bien, sueno un
poco a la defensiva.
―Nada.
―¿Ah, de verdad?
―Podrías haber hecho mucho más con tu vida. Eres inteligente, tienes
talento. Renunciaste al softbol. Renunciaste a conseguir tu Maestría. ¿Para
qué? Para hacer realidad los sueños de él y mira lo que pasó.
―Todo lo que digo es que no dejes que las cosas buenas escapen. Matt se
ha ido, no desperdicies tu juventud en duelo por él.
Las lágrimas pinchan mis ojos. Una parte de mí sabe que tiene razón. El
resto de mí, sin embargo, quiere gritar y gritar y criticar al mundo. ¿Por qué
todos tienen las respuestas cuando no son ellos los que sufren?
―Le daré algunos bebés, algunos bonitos bebés de color cacao. ―Se une
la enfermera número tres, seguida de una carcajada femenina.
Tomando el asiento junto al mío, extiende sus largas piernas rectas y las
cruza por los tobillos. Tiene bonitos tobillos, por supuesto. Esto
definitivamente amerita poner los ojos en blanco. Tamborilea con los
pulgares en el reposabrazos de la silla mientras sus ojos recorren la lúgubre
habitación.
Tal vez sea porque estoy exhausta y mis defensas están bajas, tal vez sea
porque soy una criatura superficial, superficial en el corazón... todo lo que
sé es que no puedo evitar beber de la vista de él como si fuera un oasis y he
estado vagando por el desierto durante treinta días.
Su cabello todavía está húmedo por una ducha reciente, casi negro como
boca de lobo, y esas pestañas... Dios, esas pestañas son crueles. ¿Cómo es que
un tipo consigue pestañas así cuando el resto de nosotras nos vemos
obligadas a usar rímel? Iluminadas por la luz del techo, proyectan sombras
en sus pómulos dignos de modelo. No se ha afeitado en un par de días. La
piel que cubre la parte inferior de la cara, pesada y oscura, enmarca sus
labios rosados.
Creo que sabe que lo estoy mirando y lo curioso es que creo que me está
dejando. En un momento, murmuro:
―Al infierno lo harás. ―Abre la puerta del pasajero del Range Rover y
espera mientras entro.
―Es su presión arterial, el médico dijo que tenía que tomárselo con calma.
Mi madre agarra su bolso y sale. Ambos la miramos irse, con una suave
sonrisa afectuosa en el rostro de mi padre.
―Dios, amo a tu madre.
―Lo sé, papá. ―En toda mi vida, eso nunca ha estado en duda. Crecer
con estos dos tortolitos fue mortificante cuando era niña. De adulto, siempre
los he envidiado.
Me mira intencionadamente.
―No, no lo has hecho. ―Ante la inflexión seria en su voz, mis ojos se fijan
en los suyos―. Nunca te hablamos de Liz Infantini.
―¿Huh?
―Liz era la chica que todos los hombres del vecindario querían.
―De todos modos, yo era un chico guapo. Eres hermosa y yo tuve algo
que ver con eso. ―Tom no está exagerando. He visto suficientes
fotos. Rasgos contundentes e incluso masculinos junto con grandes ojos
oscuros y una sonrisa blanca cegadora. Mi papá era guapo.
―Pero era tímido, no sabía cómo hablar con ella, así que no lo hice... hasta
que ella me habló. ―Papá respira hondo―. Duró un año, estaba loco por
ella. Luego, justo después de la graduación, me dejó por Eddy Wachoski, yo
me alisté en la Marina y eso fue todo.
―Lo primero que le dije a tu madre fue que acababa de romper con mi
novia y no estaba listo para empezar algo nuevo. Ella dijo que entendía.
Esperamos en esa línea durante cuarenta minutos. Hablamos todo el
tiempo. Y después de que comimos, ella garabateó su dirección en una
servilleta de papel y dijo, hasta el día de mi muerte nunca olvidaré esto: “Sé
que tu corazón está roto, pero un hombre que puede amar tan
profundamente, es un hombre digno como amigo. Si alguna vez te sientes
solo, escríbeme una carta y te responderé”.
Asintiendo, con una suave sonrisa adornando sus labios, papá dice:
―Puede que no estés lista ahora, pero no dejes que tu cabeza te disuada
de nada de lo que te diga tu instinto.
Dos días después, la primavera irrumpe en escena. Está bien en los 21º,
así que Sam y yo decidimos ir al parque. Al salir, agarro la pelota de
baloncesto. Nuevo descubrimiento: Sam es sorprendentemente bueno en
eso. He estado trabajando para que se abra, para involucrar a los otros chicos
en el parque. Desafortunadamente, he progresado muy poco y me ha estado
molestando.
―Sam, ¿qué dices si le pedimos a Derrick que juegue con nosotros? ―Sam
mira al pobre Derrick y asiente con la cabeza―. Derrick, ¿te gustaría jugar
con nosotros? ―Derrick mira a su padre, quien sonríe y asiente. Con una
amplia sonrisa, Señor Completamente Americano se me acerca y me tiende
la mano.
―Gracias por eso, sigo intentando que juegue con los otros niños. Es tan
tímido y... bueno, no quiero presionarlo demasiado. ―Jason parece
genuinamente preocupado por su hijo. Lo siento por él, realmente lo siento.
Puedo imaginar lo difícil que es para cualquier padre ver a su hijo luchar.
Hombres, smh.
Nos giramos para ver a los chicos hacer un par de tiros y fallar. Parecen
estar hablando, lo cual es asombroso en sí mismo. Jason se acerca a ellos y
durante los siguientes veinte minutos los niños juegan mientras Jason les
ayuda a trabajar en la técnica. A medida que la tarde da paso a las primeras
horas de la noche, nos despedimos.
Por mucho que temiera que esto sucediera, no estoy tan estresada como
pensé que estaría. En ese momento, me doy cuenta de que sí confío en Cal,
no dejará que me pase nada malo. Sé que no lo hará y de todos modos, estaba
destinado a suceder. Quiero decir, es una celebridad por el amor de Dios. Es
curioso lo fácil que tiendo a olvidar eso. Para mí, él es solo Calvin, testarudo,
mandón, aunque en su mayoría genial. Porque él es eso ―genial, eso es. Sin
embargo, para todos los demás es una figura pública. Y ahora que la noticia
se ha vuelto viral, pronto sabremos cuáles serán las consecuencias.
Tan pronto como llegamos a casa, voy en busca del gran tipo en cuestión.
Los gritos provenientes de su oficina atraen toda mi atención. Calvin no
grita, nunca. Fuera de su puerta, espero y escucho.
―No me veo rara ―discuto, las comisuras de mis labios se curvan ante lo
absurdo de la situación―. Solo... no puedo creer que le hablaste así al gerente
general. ¿No te preocupa tu contrato?
―Ya no.
―No nos vamos a esconder, eso es seguro. ―Su acento apareció en algún
momento durante la pelea de gritos en el teléfono y ha estado rondando
desde entonces. Entonces sus ojos se estrellan contra los míos, agudos,
astutos. Es un hombre con un objetivo en mente―. ¿Quieres ir a una cita?
―Nada.
―Pura mierda.
―¿En serio? No te imaginé del tipo que hace llamadas para un polvo de
medianoche.
―¿Disculpa?
―Una follamiga, o como sea que ustedes chicos llamen a las chicas con
las que se acuestan. Personalmente, nunca me gustó ese término. Quiero
decir, ¿quién trata a su amigo así? Sé que yo no lo hago.
Él aparta los ojos del juego el tiempo suficiente para asentir y ambos
salimos de nuestros asientos y nos dirigimos a los puestos de refrescos.
Cuando Sam y yo regresamos, los Yankees tienen dos puntajes abajo, bases
llenas y Chase Headley está al bate.
Tres entradas más tarde y los Yankees están arriba por dos y Boston tiene
las bases llenas.
―¿A dónde irías? ―Le oigo decir. Mis ojos están pegados al juego en
curso, por eso la pregunta me toma por sorpresa.
―¿Cam?
―Podrías quedarte.
Me toma un tiempo registrar lo que dijo porque, de nuevo, no le estoy
prestando atención. Estoy demasiado ocupada comiéndome con los ojos a
las parejas amorosas en la pantalla masiva. Solía ser parte de una pareja
amorosa. Solía ser jodidamente feliz, solía es la palabra clave.
Estoy en shock. Estoy en shock. Claro que lo estoy. Por eso no muevo ni
un pelo. Ni siquiera respiro. Toma mi rostro con suavidad e inclina sus
suaves labios. Maldita sea, son suaves. Uno, dos, tres pinceles.
Sus ojos son fríos y humeantes al mismo tiempo, como hielo seco
humeante. Eso debe ser un oxímoron. Estoy en trance, envuelta en resolver
este enigma, así que no es de extrañar que todo lo que pueda lograr
tartamudear sea algo increíblemente estúpido como:
―¿Qué?
―¿Sí?
―Ahhh, sí, mis padres siempre hacen una gran barbacoa e invitan a todos
sus amigos. Sam viene conmigo―. Ante esto, es su turno de mirar en blanco,
sin comprender―. ¿Y tú?
―Sin planes.
―Sí.
―No me importa.
―Genial ―responde Sam con entusiasmo. Veo los ojos de Calvin moverse
entre Sam y yo, su frente cubierta de confusión. Escribo mi respuesta y
guardo el teléfono.
―¿Quieres jugar dos contra dos hoy? ―Jason pregunta con un brillo
travieso en sus ojos y gimo. Será mejor que no sea lo que creo que es... un
descarado interés sexual masculino.
¿Dónde estás?
Es de Cal. ¿Por qué la gente olvida los modales sencillos cuando envía
mensajes de texto? Respondo el mensaje de texto.
Un segundo después.
El de Hillside Ave.
¿Qué tal?
Mátame ahora.
―Podrías haberte lastimado. ¿No puedes tomártelo con calma por una
vez?
―Yo no pierdo.
―Incluso si me mata.
―Te vi besarlo.
―Uh huh, ella dice que no puede evitarlo. ¿Por qué no puede evitarlo?
―No soy una experta, pero sé que tu abuela tenía la misma enfermedad.
―No, tu tío no lo tiene, pero no soy médico, así que tal vez podamos
encontrar uno que nos lo explique. ¿Te gustaría eso? ―Asiente
vigorosamente―. Está bien, mañana hablaremos con tu tío al respecto.
De todas las fiestas, el 4 de julio siempre ha sido mi favorita. Calurosas
noches de verano, fuegos artificiales brillantes, una sensación de unión, de
puntos en común. ¿Alguna vez has escuchado a alguien decir 'Odio el 4 de
julio'? No, no lo has hecho. ¿Saber por qué? Porque nunca pasa nada malo el
4. Todo el mundo está demasiado ocupado divirtiéndose.
Todo parece tan hogareño. Como si fuéramos una familia normal yendo
a una barbacoa. Mi espíritu se hunde hasta el fondo de la mierda cuando me
doy cuenta de que Amanda estará aquí cualquier día para recoger a Sam y
yo estaré... quién diablos sabe dónde estaré.
Así, sale volando de mi boca. Veo cómo se le ensanchan las fosas nasales
y se pellizca la boca carnosa. Genial, lo he avergonzado. No sabe cómo
responder a mi triste confesión.
―Novio ―agrega él, viniendo a rescatarla con una sonrisa. Sí, una sonrisa
sincera, de verdad. Y mientras lo miro, mi corazón hace cosas extrañas
dentro de mi pecho que se supone que no debe hacer. Ange le devuelve su
sonrisa más dentuda. Dios, prácticamente puedo oírla redactar la lista de
bodas en su cabeza.
―Amber ―murmuro. Tengo que darle crédito a Calvin, todo lo que hace
es levantar una ceja negra y sonreír.
―¿Cómo te sientes, papá?
―Tu madre reemplazó mis papas fritas con chips de col rizada. ¿Como
crees que me siento?
―Probablemente. No es estúpido.
―Mmm.
―Él me besó.
―¿Lo hizo? ―Ella arrastra las palabras con un arco altivo de una ceja
rubia.
―A mí también.
Ella asiente.
―¿Quieres que te llevemos de regreso a la ciudad? ―Yo ofrezco.
―No, llamé a Uber. ―Su mirada se posa en la etiqueta que está ocupada
escogiendo. Luego mira de reojo y agrega―: Tengo una cita.
Mis ojos se estrellan contra los de ella. Ella mira hacia otro lado
primero. Esta es la primera vez en años que Amber tiene una cita. La alegría
estalla en mi pecho.
―¿Quieres contármelo?
―Está bien ―le digo curvando mis labios alrededor de mis dientes. La
fuerza de la sonrisa que amenazaba con crecer podría romperme la cara en
dos.
Calvin todavía está hablando con los chicos que lo rodean. Por encima
de todos los demás, es imposible perderlo de vista. No puedo estar
enamorada de un hombre que me usa como salvaguarda contra otras
mujeres. Para distraerme, empiezo a limpiar la terraza. Necesito
mantenerme ocupada, pero lo que es más importante, necesito mantener mis
ojos alejados del chico increíblemente sexy con el que vivo.
En el perímetro del patio, lejos de todos los demás, me ubico en una silla
de jardín vacía y veo a mi papá jugar un juego de petanca con Sam. Ambos
se están riendo de algo, la enorme sonrisa que lleva Sam en su adorable
rostro es tan contagiosa que a mí también me hace sonreír.
―Oye. ―Mi atención se vuelve hacia un hombre muy alto que corre en
mi dirección―. ¿Escondiéndote? ―Con las manos en los bolsillos, su paso es
tan relajado como su expresión, la sonrisa que veo en esos labios que sé que
son suaves y dulces me enferma. Sí, has escuchado bien. Dije
enferma. Porque lo anhelo. Lo quiero todo para mí y eso no va a suceder.
Conjurar oraciones completas se vuelve difícil cuando tengo el objeto de mi
fascinación tan cerca, así que recurro a un movimiento de cabeza.
―Creo que Tom ganó algo de dinero esta noche. ¿Cuántos autógrafos
tuviste que firmar?
―Definitivamente te engañó.
―Camilla.
―No lo creí ―anuncia Barbara, con los ojos pegados a la ancha espalda
de Calvin―. No cuando lo leí en las portadas de esas revistas de mala calidad
en el supermercado. Ni siquiera cuando lo vi en la televisión ―agrega, su
tono apesta a desaprobación.
Sus palabras son flechas que dan en el blanco previsto. Una momentánea
punzada de vergüenza me golpea. La mirada de desprecio en su rostro me
hace sudar y acobardarme, excepto que ya no soy la mujer que conoció hace
tres años, no se puede negar que el montón de penurias que he soportado
me ha endurecido. Ahí está tu lado positivo, supongo.
Tener que justificarme ante ella, de entre todas las personas, me pone
furiosa. Ni una sola vez vino a verme, ni a llamarme ni a enviarme una sola
palabra de apoyo por correo electrónico. Ni una sola vez se disculpó por el
infierno que su hijo me hizo pasar. De alguna manera, en su mente retorcida,
él sigue siendo el caballero blanco acusado injustamente de un delito
grave. ¿Y ahora soy la ramera con la que se casó? No, no hay manera.
―No vine aquí para discutir contigo. Vine aquí para darte esto. ―Ella
extiende el sobre manila y lo tomo con cautela como si saliera de los cuencos
del infierno―. Pensé en ahorrarte el dolor, pero es mejor que sepas la verdad.
―¿Estás bien?
Retiro la mano y salgo del Range Rover. Tan pronto como estoy en mi
habitación, cierro la puerta, me muevo al otro lado de la cama y me hundo
en el piso alfombrado con el sobre manila cerca de mi corazón. Con la
espalda apoyada contra el costado de la cama como apoyo, la abro
lentamente.
Durante el año que me investigaron, pensé más de una vez en cómo Matt
lo habría manejado. Nunca fui acusada formalmente, pero Matt
definitivamente lo habría sido si hubiera vivido. Con su estado de ánimo
volátil, no veo cómo hubiera sobrevivido a una sentencia de prisión
extendida. Bárbara lo llamó emocionalmente frágil, yo lo llamé inseguro. A
mí misma, nunca a él.
Saco otro sobre dentro del de manila, mi nombre está escrito con la
desgarbada letra de Matt. Inmediatamente, las lágrimas comienzan a brotar
de mis ojos. A pesar de todo, lo amaba. Con todos sus defectos… realmente
lo amaba. Por otra parte, amaba al hombre que pensaba que era. Nunca
esperé que mi matrimonio fuera perfecto. Nunca aspiré a la perfección.
Siempre he sido demasiado consciente de mis propios defectos como para
esperar que otros lo sean. Pero esperaba honestidad. No creo que sea mucho
pedir.
El sobre está sellado. Con cautela, lo abro y me limpio las lágrimas que
corren por mis mejillas con el dorso de la mano. Sin embargo, no lo
suficientemente rápido, ya que algunos salpican la carta, difuminando la
palabra 'amor'. Lamo la sal de mis labios, que parecen haber explotado hasta
el tamaño de pontones, y empiezo a leer.
Bebé,
Espero que estés leyendo esto cuando seas vieja y canosa y hayamos pasado
nuestras vidas juntos. Espero que tuviéramos cinco hijos. Espero que de alguna
manera me las arreglé para corregir todos los errores. Espero que estuvieras allí para
tomar mi mano cuando dejé este planeta. Y si todas esas cosas no sucedieron, espero
que me perdones. Y espero que encuentres a alguien a quien amar. Porque si lo amas,
yo también lo amaré.
Tu amado esposo,
―Vete.
Mi cara parece haber visto el final después de una pelea con un palo de
madera. Soy una llorona fea, siempre lo he sido. Me hincho mucho mientras
mi piel se vuelve del color de la carne cruda. Lo último que quiero hacer es
abrir esa puerta.
―No estoy decente. ―Un momento de silencio y creo que esta vez puedo
haber ganado.
―No.
Él resopla.
―Allí. ¿Contento?
―Porque sí…
11
Boxeadora profesional.
―¿Pensaste que lo había hecho? ―El profundo murmullo de barítono en
mi oído es calcetines de cachemira en dedos de los pies fríos, es cobrar tu
primer cheque ganado, es ver un atardecer rosa flamenco en la playa. Es una
de las mejores cosas de la vida. Algo que nunca olvidarás y que nunca te
cansarás de experimentar.
―¿Pero él no lo hizo?
―¿Qué dice?
―Conócete a ti mismo.
―¿Por qué sabes tanto sobre lo que sea que sea Suda?
―Yo era un estudiante de historia. Me gusta la historia.
―Hmm… porque nos recuerda lo lejos que hemos llegado. Lo que hemos
logrado.
―No es suficiente.
―Te recordaré eso la próxima vez que tengas esa expresión en tu rostro
como si quisieras golpearme muy duro y repetidamente.
―Beca académica.
Estoy demasiado aturdida para decir una palabra durante un buen rato,
e incluso entonces estoy perdida.
―No.
―Puedes quedarte.
Algo pasa entre nosotros. Algo que no quiero examinar en este momento
porque se parece mucho a… umm, afecto y no puedo sentir eso por él.
Entonces sonríe. Llega a sus ojos y los hace todos cálidos y brillantes.
Sus ojos examinan lentamente mis pies descalzos y piernas sin cubrir.
Subiendo más alto, se deslizan sobre mi vestido. Para cuando llegan a mi
cara sonrojada, su ceño se ha convertido en un ceño tormentoso.
―Mmm. Son solo veintinueve con cien por ciento de humedad, pero me
arriesgaré. ―Me pongo las sandalias plateadas Jimmy Choo que me compró
para ir a la boda y me despido de Sam y Mercedes. Sin esperar más de los
“consejos de moda” de Cal, me dirijo hacia la puerta principal, fingiendo que
no lo oigo pisándome los talones.
―Voy contigo.
―Estoy bien.
―¿Hablas en serio?
―Está bien, no lo hagas. ―Se cae de espaldas con los ojos cerrados, su
traje de Tom Ford corre el peligro de convertirse en una víctima de mi
incapacidad para tocarlo sin quemarme espontáneamente.
Por supuesto que puede. Porque esta atracción es una calle de un solo
sentido, un callejón sin salida.
―Es una maravilla cómo ese roble no ha caído todavía ―digo, mirando
hacia el enorme árbol.
Por esto, obtengo una de sus sonrisas perezosas. Luego mete las manos
detrás de la cabeza y le salen los bíceps. Es tan malditamente guapo que es
un crimen contra toda mujer heterosexual que lo mira y no tiene permitido
tocarlo. Y de repente tengo miedo de hacer o decir algo tremendamente
inapropiado, así que no dejo que ese pensamiento se asiente por mucho
tiempo.
¿Por qué mencioné el dormir? Porque soy una idiota, por eso. Mi mente
evoca instantáneamente imágenes de nosotros enredados en mi cama, su
nariz enterrada en mi cabello, su ingle aplastada contra mi trasero… y ahora
estoy sudando. Hace frío y estoy sudando a lo loco.
―Sí… quiero niños. Quiero una familia, pero quiero algo diferente la
próxima vez y definitivamente tendré mi propio dinero. ―Su rostro se
arruga en el ceño más ridículo―. ¿por qué esa cara? ―digo, medio riéndome
de su extraña reacción.
―Amber dice que todas las mujeres deberían tener su propio dinero
“jódete”.
―Lo único en lo que Amber está calificada para asesorar es en cómo secar
las nueces de un hombre.
―Con mi vida ―digo sin dudarlo―. Eso es diferente, sin embargo, somos
amigos.
Sus ojos sostienen los míos por demasiado tiempo, el tiempo suficiente
para que estemos entrando en la zona extraña. Se me pone la piel de gallina
por los brazos.
―¿Acerca de?
―Estar casada.
―No.
―Bien, sé misterioso.
―Dejaré los pases y las entradas del club en mi escritorio. ―Tan pronto
como las palabras salen de su boca, me congelo. Escanea mi rostro, su
expresión hiper alerta―. ¿Por qué te ves rara?
―Sí, lo haces. Siempre que algo te molesta, tienes esa mirada, como si
estuvieras chupando un limón.
―¿Ah sí?
―Mmm.
―Hola, abogado.
Él mira su camiseta.
―No hay nada simple o viejo en ti, Ethan. ―El cumplido lo hace sonreír
tímidamente.
Me evalúa pensativamente.
De acuerdo, suficiente.
Aparto la mirada antes de hacer algo súper estúpido como jadear. Ahí es
cuando noto la expresión peculiar en el rostro de Ethan. Tomo un sorbo de
mi refresco dietético y lo espero.
―Sabes que no ha salido con nadie desde que Kim se fue.
―Porque creo que ustedes dos serían buenos el uno para el otro.
―¿Él dijo eso? ¿Dijo que está buscando sexo casual? ―Las últimas
palabras las dice con una inflexión de risa, con sus ojos marrones muy
abiertos en anticipación a mi respuesta. Tengo la sospecha furtiva de que me
estoy perdiendo algo.
―Bueno, técnicamente no lo dijo.
¿Sin llamadas para echar un polvo? ¿Por qué no vi esto antes? No ha tenido
una mujer desde que lo conozco, pero pensé que eso era por consideración
a Sam… Huh.
―Está bien, así que él tiene muchas citas. ¿Por qué incluso estamos
discutiendo esto? Todavía no está interesado en una relación seria y yo
tampoco estoy... buscando nada, es decir... ni sexo casual, ni una relación.
―¿Qué?
Dijo que no había tenido una cita en once años. Mierda… eso es lo que quiso
decir. La única persona con la que salió… se casó con la única persona con la
que salió. Ethan espera pacientemente a que me ponga a pensar en esta
nueva información. Mientras tanto, el estadio ruge y todos se ponen de pie,
los jugadores de los Titans salen a través del túnel y estallan los fuegos
artificiales. Salgo de mi trance justo cuando Calvin sale al campo para lanzar
una moneda. Mis ojos comienzan en sus hombros anchos y acolchados y se
abren camino hasta la hinchazón de su perfecto trasero. Quiero decir...
Señor, ten piedad. Nadie, y quiero decir nadie, se ha visto mejor con un par
de pantalones ajustados y brillantes. ¿Se casó con la única persona con la que
salió? Mi mente sigue volviendo a esta incongruencia, masticándola.
Después de que los Rams van tres y terminan, Cal vuelve a jugar una
serie más. En el primer intento, Calvin le entrega el balón al corredor y este
chirría tres yardas. En el siguiente chasquido, entran en una formación
extendida.
¿Formación extendida?
¡Mierda!
―Uh, huh.
―Mmmm.
―Solo quiero asegurarme de que no sufra una hemorragia ―digo
mientras mis pies me llevan rápidamente hacia la salida.
―Correcto.
Los tres salimos del club, un par de esposas dando palabras de aliento.
Si no estuviera del todo enferma por el estado de salud de Calvin, lo estaría
celebrando ahora mismo.
Y, sin embargo, aquí estoy, mirándolo con ojos de ciervo, ¿y en qué estoy
pensando? Su belleza masculina me deja sin aliento. Así es. ¿Quién es la
idiota ahora?
―Te llevaré a casa ―le digo con más determinación de acero de lo que
siento. Él me devuelve la mirada sin pestañear, una pequeña sonrisa tirando
de sus labios hacia arriba. Luego hace una mueca y puedo sentir su dolor tan
agudamente como si fuera mío.
―Okey.
―¿Estás bien para caminar? ¿Te dieron analgésicos? ¿Estás seguro de que
no necesito llevarte al hospital?
―¿Qué pasa?
―¿Para qué son los amigos? ―y doy rienda suelta a una sonrisa que es
todo para él.
―¡Camilla! ―El grito viaja por el gimnasio para encontrarme en el
pasillo. Está en la sala de “tratamiento” el hombre tiene más aparatos
médicos que un hospital. Se supone que debe estar sentado en una bañera
llena de hielo, esperando pacientemente mi regreso―. ¡Camillaaaaa!
―Deja de gritar ―grito desde el final del pasillo. Cuando llego a la puerta
abierta, recuerdo con quién estoy tratando―. ¿Estás decente?
―Por supuesto que no, pero entra de todos modos. ―Asomo la cabeza en
la habitación y lo encuentro en la piscina de hidromasaje de acero,
sumergido hasta la cintura. Tiene los ojos cerrados y la cabeza inclinada
hacia atrás descansando sobre una almohada de baño―. ¿A dónde fuiste?
―A conseguir tu albornoz.
―Si lo miras por más tiempo, cariño, tendrás más que un vistazo. ―Su
voz es tranquila y profunda, un poco ronca y tan rica como el chocolate
fundido. Y que Dios me ayude porque no puedo evitar lamerme los
labios. Una fuerte inhalación de aire me impulsa a mirar hacia arriba. Se
mueve y resbala de repente. Instintivamente, lo agarro por la cintura y se
aferra a mis hombros, nuestros cuerpos chocan mientras luchamos por
recuperar el equilibrio. Mi ropa está empapada. Y a pesar de que ha estado
sentado en el hielo, el calor de su cuerpo me quema desde los pechos hasta
todo lo que está abajo.
―Le haré algo más tarde―le digo―. ¿Dónde van a comer Sam y tú? ―La
ridiculez de esta situación está más allá de toda explicación.
Con eso, nos deja solos, ahí parados abrazados el uno al otro. Miro su
rostro sonriente y siento el suave apretón de sus manotas en mis
hombros. Santo infierno, ¿se siente bien? El calor, el peso de él. Por un
momento, imagino cómo se sentiría todo ese peso sobre mí, empujándome
contra el colchón. ¡¡¡Mieeeeerda!!! Cada célula de mi cuerpo me grita que me
acerque más.
―Es solo un niño que intenta demostrarle al equipo que merece una
selección de primera ronda.
―¿No hay algún tipo de regla sobre no patear a alguien cuando está
deprimido? ―Su suave reprimenda me hace contener el aliento. Ahora me
siento como una mierda de perro.
―No fue tan divertido como pensé que sería… ahora que me metí en el
juego. Cuando te vi en el suelo y con dolor, juro que mi corazón se detuvo.
―Por alguna razón, no siento absolutamente ningún deseo de mentir o
fingir. Quizás porque he pasado por demasiado. Quizás porque sé que la
vida es demasiado corta para perder el tiempo en sutilezas y
ambigüedades. De cualquier manera, no lo voy a permitir. En el pasado,
pasaba demasiado tiempo guardándome la mierda para mí, sin decirle a
Matt cómo me sentía realmente porque no quería mover el barco. Bueno, que
se joda el barco. Si se hunde bajo el peso de la verdad, que así sea. Al menos,
puedo vivir el resto de mi vida sin arrepentimientos.
Estudio al hombre que está pegado a los labios carnosos que descansan
sobre mi pulso. Esas pestañas negras increíblemente gruesas y puntiagudas
arrojan sombra sobre sus pómulos afilados, su respiración profunda e
incluso mientras desciende al sueño. Soplos cálidos o aire golpean mi piel e
irradian placer a cada punto de mi cuerpo. Intento alejarme lentamente, pero
de repente se despierta.
―Lo sé, pero no puedo darte nada hasta dentro de una hora. ―Agarro
una almohada extra, ahueco la maldita cosa y la coloco debajo de su
cabeza. Se pone de costado y luego vuelve a ponerse boca abajo.
―¿No puedes dármela ahora?
―Lo siento, no puedo. Volveré a las ocho en punto, ¿de acuerdo? ¿Puedo
traerte algo más de beber?
Mmmm, está bien. Cómo manejar esto. Se ha vuelto cada vez más exigente
a medida que avanza el día y ahora se ha vuelto francamente desagradable.
Esto no tiene ningún efecto en él, aparte de provocar una expresión terca
que he llegado a conocer bien.
―Cierra tus ojos. ―Por esto, recibo una mirada dudosa―. Hazlo.
Eso parece funcionar. Tan pronto como sus ojos se cierran, comienzo a
pasar mis dedos por su cabello. En segundos, todo su rostro se afloja. Hace
un pequeño zumbido y deja escapar un enorme y relajado suspiro. Diez
minutos después, está dormido. Aleluya. Misión cumplida.
Son las nueve cuando salgo de la ducha. Estoy cansada con C mayúscula,
no sé qué habría hecho si Angelina y Tom no se hubieran llevado a Sam por
el día. El niño regresó con una gran sonrisa en su rostro, así que supongo
que se divirtió. Mi teléfono celular suena con un mensaje de texto entrante.
―Mmm. Quédate.
―Sí.
―¡Lo sabía!
―Vas a tener que mudarte, no puedes vivir con él ahora. Eso le da todo
el poder y te deja sin ninguno. Múdate aquí.
―¿Amanda?
―¿Haciendo qué?
¿Reginald?
La sonrisa tonta que me lanza cuando dice esto produce un nudo de Dios
sabe qué, que se aloja en mi garganta. Mientras tanto, ella irradia
adoración. Hay tanto amor entre estos dos, eso está claro. Una extraña
punzada de celos me golpea... tal vez no celos, ¿envidia entonces?
12
Convinacion de glamorosa y amazona.
―Sam, ¿no vas a saludar a tu mamá? ―La voz de Calvin es gentil, atenta...
y estoy bastante segura de que me enamoré más profundamente de él. Sam
termina el último bocado de pasta y se limpia la boca con su servilleta de
papel.
―Claro. ―Sin mirar atrás, Sam sube directamente las escaleras. Con una
expresión de dolor, mi mirada se encuentra con la de Amanda, ella vacila
entre la preocupación y la culpa.
―Okey. ―Un segundo después, subo las escaleras y camino hacia la sala
de juegos. Sam está ocupado trabajando en una nueva creación de Lego. Me
dejo caer junto a él y empiezo a separar piezas. Trabajamos durante una hora
en completo silencio.
―Sam… ―Me mira con casi la misma expresión que tenía cuando lo
conocí. Este niño es todas las razones por las que quiero ser madre. Ha
robado una gran parte de mi corazón y por eso puedo sentir su dolor como
si fuera el mío―. Sé que dolió cuando tu mamá tuvo que ir al hospital y
dejarte, sé lo aterrador que fue... pero ¿recuerdas lo que dijo el
médico? ¿Sobre ella teniendo una enfermedad?
Él asiente.
―Gracias amiga.
―Estás celosa.
―¿Sí? ―grito.
―No tienes que agradecerme, amo a ese chico. Haría cualquier cosa para
ayudarlo.
―Entonces veámoslo.
―Reggy…
Cal pone los ojos en blanco.
―No es probable. ―Su suave mirada cae a mis labios, y la siento hasta mi
región inferior. Si no digo o hago algo para distraerme, puedo terminar
agrediéndolo sexualmente―. Tu hermana es hermosa. Ahora sé por qué tus
padres tuvieron tantos hijos. ― Su ceja negra se arquea en cuestión―. Si tú y
tu hermana son un indicio, a gritos eran totalmente sexys. ―Él resopla ante
esto―. Tiene sentido que no pudieran quitarse las manos de encima, solo
puedo imaginar cómo son tus hermanos. Ustedes deben haber tenido a todas
las chicas de la escuela secundaria acechándolos.
―¿Arriesgarte?
Su ceño es inmediato.
―¿Por qué?
―¿Por qué tengo que avisarles? ―Me río―. Porque tengo modales, eres
un tonto. ―Es un movimiento reflejo, hecho sin pensarlo ni premeditarlo,
extiendo mi dedo índice y toco esta nariz, él no desperdicia la oportunidad.
Agarrando mi muñeca, la jala hacia adentro, tirando hasta que me veo
obligada a acercarme.
―Calvin... ―Una vez más, él está mirando mis labios con un hambre en
sus ojos que no estoy muy lejos de notar, parece que está a un pelo de
lanzarse sobre mí. Sin embargo, algo lo detiene. Mi corazón se acelera,
palpitando dentro de mi pecho. Deja caer mi muñeca y pasa sus dedos por
mi cabello, agarrando la raíz. Todo mi cuerpo se estremece de placer, y luego
sus labios suaves y carnosos están sobre los míos. El beso es cauteloso,
exploratorio. Está tratando de averiguar lo que me gusta, y cuando suspiro
y me dejo caer contra él, inclina la boca y profundiza el beso.
Él me acerca más, ha dejado de luchar contra eso, sea lo que sea lo que lo
retenía. Es un hombre poseído ahora, haciendo el amor con mi boca como si
hubiera estado muriendo por hacerlo, como si yo fuera todo lo que siempre
quiso. ¡Y todo lo que sigue corriendo por mi mente es sí, sí, sí! Moviéndome,
ruedo sobre mi espalda y él me sigue, colocándose entre mis muslos con
notable agilidad.
¡¡Santa mierda!!
Eso va a dejar una marca. No importa. No. Importa. Hay tanto deseo
sangrando a través de mí en este momento, que estoy en riesgo de olvidar
mi nombre. Sus caderas tienen las mías clavadas al colchón, su polla
presionando directamente en mi punto dulce. Y estoy perdida, embriagada
por la deliciosa sensación de su peso, su olor y su tacto. Él levanta la cabeza,
mis ojos se abren rápidamente, y la bestia sexy mirándome con una sonrisa
maliciosa y un brillo travieso en sus ojos hace círculos con sus caderas. Jadeo,
mis ojos están muy abiertos y rodando hacia atrás en mi cabeza. Me cubre la
boca con la mano.
―Quédate conmigo.
¿Huh? ¿Acabo de escuchar eso bien? Recuperé los sentidos por un breve
momento y lo miré a los ojos. Uh oh, tiene ese aspecto, el que le ha hecho
ganar campeonatos y… esas cosas. Se frota contra mí de nuevo y un
escalofrío recorre mi espina dorsal y me dobla los dedos de los pies.
―¿eh habas? ―Aparto su mano de mi boca y miro a los ojos del hombre
que amo. La determinación y la anticipación que encuentro allí me mata
porque en esos ojos cristalinos bordeados de azul acero, también veo mi
destrucción.
Curvando mis labios entre mis dientes, lucho contra las ganas de reír
porque puedo decir que Tom se está irritando y Dios no lo quiera que
DeSantis se encienda.
13
Diversidad de técnicas relacionadas con la medicina china tradicional.
―¿Te apetece una cerveza? Me siento con ganas de una cerveza.
―¿Estabas asustado?
―Sabes que no tienes que preocuparte por mí, y mamá es mucho más
dura de lo que crees. De todos modos, todavía te necesitamos...
especialmente como árbitro.
―Ustedes dos no están de acuerdo porque son muy parecidas. ―Un gran
escepticismo está en mi rostro―. Lo descubrirás eventualmente. ―Nos
sentamos un rato disfrutando de la compañía del otro, ninguno de los dos
necesita llenarlo con charlas basura.
―¿Vienes mañana? Cal me dio pases para el club y el campo para ti.
―No me lo perdería por nada del mundo. Entonces, ¿le vas a decir?
Me endurezco ante la pregunta casual.
Una tos doble proviene del final del pasillo. Cal se estremece. Se aleja,
pero no me deja ir.
―¿Lo pensaste?
―No puedo.
―No, Calvin… ―Se empuja contra la pared y está al final del pasillo, se
dirige a la cocina, antes de que pueda decir otra palabra.
Amanda ha cocinado un pollo asado notablemente jugoso. Me doy
cuenta de que está nerviosa, así que le doy mucha importancia a felicitarla
por la comida, parece relajarla un poco. Sus ojos están constantemente
saltando entre Sam y Calvin, midiendo sus respuestas. Cal está callado
durante la cena. Ha vuelto a comunicarse con gruñidos y asentimientos.
―El cuscús está delicioso Amanda. Las pasas rubias le dan un buen
sabor.
―Me encantaría invitarte a cenar con mis padres antes de que te vayas.
Dios, está siendo un idiota. ¿Cuál es su problema esta noche? Y luego recuerdo
que jugará mañana, así que le dejo un poco de holgura y dejo caer la mirada
que llevaba.
―Estaba pensando que podríamos quedarnos una semana más ―ofrece
Amanda casualmente.
―No soy Calvin ―dice, sus labios se curvan brevemente hacia arriba.
―Claro ―le digo a pesar de que estoy un poco incómoda por eso; Me
aseguro de dejar la puerta abierta.
―No tomará mucho tiempo. Solo quiero darte las gracias por todo lo que
has hecho por Sam... y por mí. ―Ella se desliza hacia adentro, contemplando
la habitación―. Me quedé en esta habitación cuando Kim todavía estaba por
aquí. ―El nombre de Kim enciende una chispa de grave irritación. Lo último
que quiero hacer a esta hora, o cualquier hora para el caso, es escuchar sobre
la ex esposa de Calvin.
―¿En serio?
Al final del tercer tiempo, estoy más que agotada. Para colmo de males,
el juego está en un periodo tenso. Se reduce a la última posesión. Los Titans
obtienen el balón en su propia línea de diez yardas y tienen que conducir a
lo largo del campo para el gol de campo ganador del juego. En segundo y
quinto, Cal termina siendo derribado. Al segundo siguiente, me pongo de
pie y grito:
Ethan me ordena que espere a Calvin y se apodera del Yukon para llevar
a los demás a casa. Esto no me sienta bien, ni siquiera estoy segura de que
Calvin no vaya directamente a su auto. Mientras contemplo el horror de
estar sentada aquí sola mientras todos los demás miembros de familia se van
con un jugador correspondiente, mi ánimo se hunde a paso constante. Me
siento cada vez más insegura con cada minuto que pasa, no veo ese hermoso
rostro aparecer en la puerta. Y luego, en un instante, toda duda desaparece.
Al alejarse, dice:
―Ven aquí. ―No espera a que responda o actúe. Envuelve esas manos
ganadoras del juego alrededor de mis brazos y me tira hacia abajo,
haciéndonos girar hasta que estoy de espaldas y él está entre mis muslos. Y
por los cielos mi cuerpo lo aprueba. Sus caderas se presionan contra las mías
y es mi turno de suspirar. ¿Cómo diablos puede estar tan duro ya?
―¿Qué?
No tengo tiempo para decir nada más. Se hunde y besa un camino por
mi cuello, sobre mi clavícula, se dirige directamente a mis pechos. En un
movimiento rápido, saca mi camiseta sin mangas por encima de mi
cabeza. Luego se levanta sobre los codos y se queda mirando. La expresión
de su rostro es... de dolor. Parece que tiene dolor.
―Cariño, solo hay una manera de hacer que este dolor desaparezca. ― Se
vuelve a bajar y toma mis pechos. Fijando su boca en mi pezón, lame y
tira. Su otra mano rápidamente cubre mi boca antes de que el grito pueda
salir de mis labios. Dulce bebé Jesús. Eso se siente tan bien que puedo morir
de placer―. Son incluso mejores de lo que imaginaba.
―Calvin... Calvin.
―Déjame cuidarte.
Estoy tan cerca de proclamar mi amor en voz alta que tengo que
morderme la lengua a la fuerza. En cambio, acaricio su brazo de arriba abajo,
le doy besos tiernos por toda la cara, lo aprieto con fuerza. En respuesta,
gruñe su agradecimiento y se acurruca más cerca. Ni diez minutos después
escucho su suave ronquido, de repente es el sonido más querido del mundo
para mí. En mi emoción, casi olvido que jugó un juego hoy, pero mañana...
mañana es mío.
―Me destrozas... cada vez que te miro. ―Busca en mi rostro para ver los
efectos de sus palabras. El efecto es que no puedo ver el principio o el final
de mi amor por él. Es una cosa constante e interminable. ¿Cómo pasó
esto? ¿Cómo llegamos aquí? No hace mucho, apenas podíamos tolerarnos.
Se me acercó sigilosamente, este sexo en un palo, un hombre de doscientos
treinta y cinco libras, se coló sobre mí y me robó el corazón.
Solo he tenido relaciones sexuales con una persona. Estoy tan nerviosa
en este momento que prácticamente me salgo de mi piel. Tomando mi
muñeca, me arrastra hacia el vestíbulo y no llega mucho más lejos. Hemos
esperado demasiado para hacer esto. El deseo estalla entre nosotros,
volviéndonos impacientes y torpes, fuera de control. Envuelve sus manos
alrededor de mi cara y devora mi boca, besándome como si su vida
dependiera de ello.
―¿Confías en mí?
―Sí.
Se pone de pie, se baja los pantalones y respiro. Dios mío... ¿hubo alguna
vez una figura humana más perfecta que esta? Señor ten piedad. Se me hace
la boca agua cada vez que lo veo. Su polla es tan gruesa y dura que
prácticamente le llega al ombligo. No puedo apartar los ojos de eso. Estoy...
hipnotizada.
―Ya te dije. ―Su respuesta solo me confunde más. Escaneo su rostro para
leerlo mejor―. Cuando te vi ese día, mirándome con esos grandes ojos
marrones, me golpeaste como una bola de demolición... entré en pánico.
―No lo entiendo.
―Me sentí así solo una vez más en mi vida ―confiesa. Esos expresivos
ojos grises se encuentran con los míos y me doy cuenta.
―¿Cam?
―Esto fue un error. ―Esas palabras son hojas de afeitar que salen de mi
boca. Por encima del hombro, me arriesgo a echar un vistazo a su rostro. Es
como si una capa de hielo se hubiera cristalizado sobre él. Simplemente me
mira como si hubiera visto un fantasma.
―¿Por qué? ―dice una eternidad después. Me estoy muriendo por dentro
a lentos centímetros. Él es la última persona en el planeta a la que quiero
lastimar y, sin embargo, sé que esto nos va a lastimar a los dos.
―Lo sé… pero la cosa es… ―Por la expresión de su rostro, sé que se está
preparando para discutir―. La cosa es… que quiero niños. No puedo estar
contigo si no hay la más mínima posibilidad de que no cambies de opinión
y sé que no lo harás. Lo has dicho tantas veces. ―El silencio se prolonga. No
puedo mirarlo, tengo miedo de lo que encontraré. Ira. Desprecio. O peor aún,
su indiferencia.
―Sí ―dice con dureza―. Lo sería. ¿Tienes alguna idea de lo que es ser un
niño de catorce años y tener que atarte un bebé al pecho en un portabebés,
un portabebés que tuve que armar porque no podíamos pagar del tipo que
se compra en la tienda, e ir a el supermercado para comprar fórmula porque
la mujer que se supone que debe cuidarnos no ha estado en casa en tres días?
―Jesús, María y José. Las lágrimas me cubren los ojos―. Un bebé con el que
tuve que bañarme, cambiarme y quedarme despierto toda la noche porque
tenía malestar estomacal. Y luego ir a la escuela al día siguiente. ―A medida
que su voz se vuelve más cansada, mi pecho se hunde ante el peso que lo
presiona―. ¿La tienes?
―Te amo mucho... deberías saber eso ―digo entre lágrimas. Se vuelve
rápidamente para mirarme, su expresión es de absoluta conmoción―. No
estoy diciendo eso para coaccionarte. Lo digo porque quiero que sepas que,
si sintiera solo una pequeña fracción de lo que siento por ti, tal vez podría
seguir con esto. Pero no puedo, no contigo, te amo demasiado como para
fingir que estaría feliz con tus términos y dejarte más tarde solo dolería
más… regresaré con mis padres mañana por la mañana. Espero que
podamos seguir siendo amigos, significas el mundo para mí, pero lo
entenderé si no puedes.
Ughhh, es horrible. Cada vez que pienso que estoy doblando una
esquina, pensando menos en él, recibo un mensaje de texto de él y me envía
directamente a las entrañas del infierno emocional.
No he dormido una noche completa desde que salí de su casa y esta
noche es más de lo mismo. Son las dos de la mañana y después de dar
vueltas y vueltas durante dos horas, he perdido la esperanza. Ni siquiera
una nueva novela de uno de mis autores favoritos de romance oscuro puede
captar mi atención.
Bajaré en un segundo.
Mierda, voy a llorar, con los ojos llenos de lágrimas aún no derramadas,
voy por la honestidad, es todo lo que me queda.
Nos lanzamos el uno al otro. Agarro su camiseta, tiro y tiro hasta que me
ayuda a quitársela. Toma mi camiseta sin mangas y la tiene sobre mi cabeza
antes de que yo sepa qué es qué. Ni por un segundo hemos dejado de
besarnos. Me estoy comiendo su cara. En serio, puede que no tenga cara una
vez que hayamos terminado; Voy a darle en el trasero a Hannibal Lecter. De
hecho, puede que yo tampoco tenga una porque siento como si estuviera
limpiando mis mejillas con lana de acero. Hasta que su mano grande y cálida
cubre mi pecho y pellizca mi pezón. Entonces todo pensamiento cesa y solo
existe la sensación.
Dios todopoderoso, este hombre sabe cómo presionar todos los botones
correctos. Cuando el calor de su palma abandona mi pecho, lloro. No por
mucho tiempo. No por mucho tiempo, gracias a Dios, porque me agarra por
la cintura y me pone en su regazo. Sin objetar, giro mi pierna y me siento a
horcajadas sobre él, nuestras ingles se juntan de repente. Su polla, tan dura
que temo que pueda causarle una lesión permanente, se empuja contra mí y
tengo que gritar por el deseo, por el hambre abrumadora que tengo por
él. Juro que estoy a diez segundos de volverme loca. Estirándome entre
nosotros, lo acaricio por encima de sus pantalones y siento una mancha
húmeda. Clavo mis uñas cortas en la cabeza hinchada de su erección, rasco
ligeramente sobre la tela resbaladiza y él toma una bocanada de aire.
―Te amo. ―Las palabras me salen tan fácilmente como él empujó dentro
de mí, sin resistencia. Porque ¿cuál es el punto de reprimirse? O siente lo
mismo, o no, de cualquier manera, no me arrepiento.
No soy fanática de las palabras. No desde que el hombre con el que pensé
que pasaría mi vida las usó para engañarme durante los últimos cinco años
de nuestro matrimonio. En mi experiencia, las palabras son baratas y
desechables. En lugar de eso, dame acción. Incluso tomaré el silencio sobre
las promesas que corren el riesgo de romperse. El hecho de que Cal aún no
me haya dicho cómo se siente no me molesta. Puede guardar esas palabras
en su interior todo lo que quiera porque sus ojos gritan su amor por mí.
―Pensé que habías dicho… ―Rozo mis labios con los suyos―, que ibas a
quemar todos mis sujetadores porque era un crimen esconder estas ―le digo,
señalando mis tetas y luego me derrito positivamente ante la sonrisa tonta
que me da. ¿Soñando con un hombre hermoso? Hmm, suena
familiar. Quizás, después de todo, soy la hija de mi madre.
―Tienes que volver a casa ―anuncia con ese fuerte acento español suyo.
Oh, cielos.
―Los hombres dicen estas cosas. No saben lo que quieren hasta que tú
les haces quererlo ―agrega, en un último esfuerzo.
Ahora que lo escucho decir en voz alta, me doy cuenta de que somos
exactamente iguales. Santa mierda, ¿cómo me perdí esto?
―No está bien. No come bien. Apenas habla. Está deprimido, Camilla.
¿Cómo te sientes tú?
―Me duelen las tetas. ―digo esto en voz muy baja. Diez años después,
finalmente obtengo una respuesta.
Nos levantamos del sofá, nos ponemos las sandalias y salimos corriendo
por la puerta. Con mi cabello como un nido de ratas por la humedad y el de
ella en la parte superior de su cabeza en un moño desordenado, parecemos
un tren completa y totalmente destrozado mientras corremos hacia la tienda
de la esquina.
―No lo entiendes ―me quejo. ¿Cómo le explico que Cal se sometió a una
vasectomía específicamente para evitar que suceda algo así? Santo cielo, el
hombre tiene esperma atómico. ¡¡¿Cómo diablos una queda embarazada por
un hombre que se ha sometido a una vasectomía?!! Hago una nota mental
para buscar en Google este milagro lo antes posible. No puedo decidir si soy
la dama más afortunada del planeta, o posiblemente la más
desafortunada. Matt y yo estuvimos los últimos años sin protección y no
pasó nada... De repente me doy cuenta de que la idea de Matt ya no duele. Su
memoria se ha asentado en un lugar dentro de mí que puedo mirar sin sentir
dolor, culpa o ira. Todo lo que siento es calidez y amor.
Mi alegría ante este descubrimiento dura un nanosegundo. Tan pronto
como mi mente regresa a Cal, el miedo llena mis entrañas. No tengo idea de
cómo se lo voy a decir, y es bastante obvio que esta noticia no se celebrará
como debería.
El Jugador Más Valioso del Super Bowl es arrestado por acosar a la mamá de su
bebé. Consigue un golpe de karate en sus bolas por la valiente mejor amiga.
―Tengo miedo.
―Sí. ―Me doy la vuelta y camino hacia la sala de estar, luego cruzo los
brazos debajo de mis ahora gigantes pechos, ya he subido una talla de
sujetador. El embarazo ha tenido un efecto inmediato y visible en mi cuerpo,
sobre todo en mis tetas. Aunque me siento hinchada por todas
partes. Incluso con una camiseta holgada y unos pantalones cortos de
mezclilla, creo que me veo diferente. Sentado en el sofá, mira distraídamente
a su alrededor. Está inquieto, imbuido de energía nerviosa. Sus ojos vuelven
a mí llenos de múltiples sentimientos: alivio, cariño, alegría… amor. Hay
tanto amor. Su mirada se mueve sobre mí, golpeando todos los puntos
sobresalientes de mi cara y mi cuerpo.
―Te ves... genial ―dice con nostalgia. Sus palabras penetran y envuelven
mi corazón. ¿Puede decirlo? Quizás esto salga mejor de lo esperado…
quizás. Extrañarlo se ha convertido en una parte tan importante de mí que
ahora que él está aquí, todo lo que quiero hacer es beber la vista de él. Con
el pelo corto y un rastrojo cubriendo su firme mandíbula, los cambios son
notables. En menos de un mes, parece haber perdido el peso que le hice
ganar. Sus ojos se ven apagados, los círculos oscuros pintados debajo de ellos
todavía están allí.
―Te ves como una mierda. ―Estoy segura de que en mi cara está escrito
lo mucho que me molesta verlo así. Me asiente con la cabeza y sonríe
tristemente, lo que hace que mi pecho se sienta apretado y mi garganta se
cierre.
―He estado viendo los juegos. Estás jugando bien. ―Perdido en sus
pensamientos, asiente distraídamente―. Parece que ustedes pueden tener un
equipo de playoffs este año ―me las arreglo para decir a través del grueso
trozo de emoción que me atasca la garganta.
―Estoy intentando aquí, maldita sea. Dame algo con lo que trabajar. ―Su
acento está de vuelta, lo que significa que sus emociones se están
apoderando de él. El hecho de que no haya negado lo que acabo de decir me
apuñala las entrañas mientras las lágrimas me arden en los ojos, la afluencia
de hormonas corriendo por mi sangre me hace llorar. No puedo ayudarlo a
tomar esta decisión. Sé lo que tengo que hacer, por los dos. Es la única forma
de descubrir sus verdaderos sentimientos.
―Estoy embarazada.
―Dije, que estoy embarazada. ―Hago lo mejor que puedo para mantener
el contacto visual todo el tiempo que puedo, que resulta que no es mucho
tiempo.
―Es tuyo ―le digo con más calma de lo que siento, y rápidamente seco
las lágrimas. Su cabeza gira en mi dirección.
―¿Se supone que debo creer eso? No sé qué es peor, que te quedaste
embarazada y estás tratando de extorsionarme, o que crees que soy lo
suficientemente estúpido como para creerte.
―¿Qué pasó? ―mi madre chilla cuando me ve entrar a la cocina con una
expresión de absoluta desolación en mi rostro.
―Muy feliz.
―¿Qué es?
―Estoy embarazada.
―Esta es una gran noticia ―anuncia con una sonrisa blanca y brillante.
—No es culpa suya, papá. Verán... uhhh... bueno, Calvin se hizo una
vasectomía. Ambos estamos sorprendidos de que esto haya sucedido.
―¿Es esto una broma? ¿Es esto algún tipo de desafío de YouTube?
―Sí.
—No cuentes con eso, mamá. Es muy terco y muy comprometido con lo
que quiere. No se lo toma a la ligera. No quiero que lo culpes si nunca
vuelve.
―No está bien. Se peleó con Harper el otro día en la práctica. ―Ante esto,
mi cabeza se mueve bruscamente en su dirección, la conmoción me salpicó
la cara. A pesar del mal humor de Calvin, nunca se pone violento. Podría
haber un caos girando a su alrededor y él permanece tranquilo y en control,
sin duda tiene algo que ver con crecer con ocho hermanos en un remolque
de doble ancho―. Nunca lo había visto así, ni siquiera cuando se enteró de
que Kim lo estaba engañando.
―¿Qué pasó?
―¿Vienes?
―Qué onda, Fancy McPantalones ceñidos ―le grita Amber al pobre Ethan,
quien espera pacientemente a que encuentre mi teléfono celular. Camina
desde su dormitorio a la cocina con un par de shorts súper pequeños y una
camiseta sin mangas delgada. Siempre ha sido bastante despreocupada con
su cuerpo porque no hay mucho de él.
―¿Qué evento es este de nuevo? ―le pregunto una vez que estoy bien
abrochada en su Audi y estamos en camino.
―¿Qué diablos está pasando? ¿Por qué están los chicos aquí?
―No creo que sea una buena idea. ―Mis ojos están pegados a la expresión
tormentosa en el rostro de Cal mientras acecha en nuestra dirección. Uno de
los jugadores defensivos está a punto de decirle algo a Ethan cuando Cal nos
alcanza.
Oh no, no lo hizo...
Está de pie con las piernas abiertas y los brazos cruzados, los bíceps
abultados a través de la fina lana de su traje. Por el momento, no estoy segura
de qué es lo que más deseo, besarlo sin sentido, o castrarlo y llevar sus bolas
alrededor de mi cuello.
―Cal…
―Ethan, no te atrevas.
―¿En serio? ¿Quieres hacer esto aquí? ¿Con el señor y la señora Davis
mirando? ―digo con los dientes apretados.
―¿Mi plan? ―La rabia se está apoderando. Puedo sentirlo. Voy a ponerle
el culo a Hulk―. Mi plan era vivir una vida tranquila y sin dramas. ¡Pero
luego vienes con tu culo perfecto, tu boca malhumorada y tus malditas
tuberías con fugas! ¿Quieres culpar a alguien, Cal? ¡Culpa a tu cirujano de
mala calidad!
―Me voy de aquí. Por favor, dile a este idiota más grande de tamaño
natural que puede tomar cada centavo que tenga y metérselo por donde le
quepa. Cualquier otra comunicación se puede enviar a través de ti. ―Luego
me dirijo al idiota en cuestión, señalo a Ethan, le digo―: Conoce a mi
abogado. ―Y me alejo.
―Quita tus sucias manos de mí. ―Se echa un poco hacia atrás y me suelta
el brazo, le quito el abrigo y me sigue hasta la acera, excepto por las
limusinas y los todoterrenos que bordean la calle, está afortunadamente
vacío.
Buena elección.
―Al diablo que lo harás ―le digo levantando el brazo para llamar a un
taxi.
―Cálmate.
¿Poooor queeeeé? ¿Por qué alguien en su sano juicio diría que se calme
a una mujer hormonal enojada?
―¿Harper te dejó sin sentido? ¡No me digas que me calme cuando has
estado actuando como un maldito lunático durante dos meses!
¿Dónde diablos están todos los taxis en Manhattan cuando los necesitas?
―¿Cómo te sientes?
―Te ves... ―Toma una respiración profunda, sus fosas nasales están
dilatadas―. Nunca te has visto más hermosa.
¿Por qué no me da un puñetazo en el corazón? No podría haber dolido
más. Este hombre no reparte cumplidos. Lo he aceptado de él. Y,
francamente, respeto muchísimo porque los que reparte tan exiguamente
significan mucho más.
―¿Sabes qué es lo que más me duele? Que no me conoces, que crees que
te engañaría por dinero, por dinero, Cal. ―Él niega con la cabeza incluso antes
de que termine la oración. Se pasa los dedos por el pelo y se frota las sienes.
―Espero que tengas razón... solo espero que lo haga por la razón
correcta.
―¿Qué ocurre?
―Voy contigo.
―No, solo haz las llamadas. Tienes que repasar tus líneas y prepararte
para la audición. Además, el hospital está a solo cinco cuadras.
Agarro mi bolso y mis llaves, salgo y tomo un taxi.
―Bonito disfraz.
―¡Por supuesto que no! ¿Por qué crees que me dirijo al hospital? ―grito
mientras estoy doblada, sudando balas y asustada. Eso lo impulsa a
conducir a gran velocidad. Dos minutos más tarde, nos detenemos frente a
la sala de emergencias. No hace falta decir que es un milagro que todavía
esté de una pieza. Hoy es mi día de suerte aparentemente porque la sala de
emergencias está vacía, algo que nunca sucede en la ciudad de Nueva
York. Esperemos que continúe la racha ganadora.
Inhala, exhala, inhala, exhala. Dios, por favor, seré buena. Lo prometo.
Simplemente no me quites a este bebé.
―¿Cuánto melón?
―Mucho.
―Disfraz genial.
― ¡¡¡Camilla!!! ―El grito es tan fuerte que puedo escucharlo sobre el caos
típico de las salas de emergencia. Luego, un sonido de refriega―. ¡Quítense
de encima de mí! ―Más refriegas. El doctor Caliente frunce el ceño mientras
mi doctor aparta la cortina para ver de qué se trata la conmoción. Y ahí es
cuando lo veo.
―Whoa, amigo.
―Te amo. Te amo tanto que no puedo recordar lo que es no amarte y soy
el idiota más grande del mundo por no decírtelo antes, pero yo… ―Mirando
por encima del hombro, frunce el ceño al grupo que se congrega a nuestro
alrededor―. ¿Podemos tener algo de privacidad?
―Calvin…
―¿Te gusta?
―¿Reginald?
―¿Qué cariño?
―Sí, porque lo seré contigo. Toda mi vida, sentí que algo me estaba
arrastrando hacia abajo, pero cuando estoy contigo, ese peso desaparece.
―Cal nos pone de pie y se inclina para besar mis ubres rosadas de vaca. ―¿Te
casas conmigo?
―En un rato. ¿Qué vas a necesitar para que me des otro? ―La sonrisa
malvada que curva esos labios sensuales no presagia nada bueno para mí.
―Estás pagando por eso. ―Diez minutos más tarde, después de que ha
puesto a Caroline en su cuna, regresa con una mirada que me advierte que
se avecinan cosas buenas―. ¿Ahora dónde estábamos? Oh sí, te iba a torturar
con mi lengua.
Y sé que lo dice en serio. Este hombre asombroso nunca daría nada más
que lo mejor.
Amber Jones está en un aprieto. Y cuando digo aprieto, me refiero a uno
profundo.
Sabía que no debería haber ido a la fiesta de Nochevieja de su ex.