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PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

Unidad 1
SOBRE EL MECANISMO PSÍQUICO DE FENÓMENOS HISTÉRICOS:

COMUNICACIÓN PRELIMINAR | 1893.


1.
Movidos por una observación casual en las más diversas formas y síntomas de la histeria, hallamos el
ocasionamiento del fenómeno en cuestión que suele remontarse muy atrás en el tiempo, aunque en la gran
mayoría de los casos no se consigue aclarar el punto inicial mediante el examen clínico; se debe a que suele
tratarse de vivencias que al enfermo le resulta desagradable comentar pero que en realidad no las recuerda. Y
hay veces que ni vislumbra el nexo entre el proceso ocasionador y el fenómeno patológico. En el caso de la
histeria traumática es evidente que fue el accidente el que provocó el síndrome.
Nuestras experiencias nos han demostrado que los síntomas más diferentes de la histeria mantienen (con el
trauma ocasionador) un nexo tan estricto como aquellos otros fenómenos más transparentes. Con frecuencia
son sucesos de la infancia los que han producido un fenómeno patológico más o menos grave… El nexo suele
ser tan claro que es visible cómo el suceso ocasionador produjo este fenómeno y no otro.

TRAUMAS: EJEMPLO: ‘’Un hombre (…)


asiste a la operación de su
PARÁLISIS hermano donde le estiran la
VÓMITOS articulación de la cadera y
CONVULSIONES
EPILEPSIAS en el momento en que ésta
TICS cede con un crujido, siente
ANOREXIA un dolor en su propia cadera,
ALUCINACIONES dolor que persiste casi un
VISUALES año’’.

En el caso de la neurosis traumática la causa de la enfermedad es el afecto del horror, el trauma psíquico.
Análogamente, nuestras pesquisas averiguaron muchos síntomas histéricos +que es preciso denominarlos como
traumas psíquicos: observará aquí toda vivencia que suscite los afectos del horror, angustia y vergüenza; y de
la sensibilidad de la persona afectada dependerá que la vivencia se haga valer como trauma. El nexo causual del
trauma psíquico ocasionador con el fenómeno histérico es el trauma como agente provocador.
Descubrimos que los síntomas histéricos singulares desaparecían enseguida y sin retornar cuando se conseguía
despertar el recuerdo del proceso ocasionador, convocando al mismo tiempo el afecto acompañante, y luego
cuando el enfermo describía ese proceso de la manera más detallada posible y expresaba en palabras el afecto.
El histérico padece por la mayor parte de reminiscencia.

2.
La perdida de afectividad de un recuerdo depende de varios factores, lo que importa es si frente al suceso
afectante se reaccionó enérgicamente o no. Por ‘’reacción’’ entendemos toda una serie de reflejos voluntarios o
involuntarios en que se descargan los afectos: desde el llanto hasta la venganza. Si la reacción es sofocada el
afecto permanece conectado con el recuerdo. La reacción del dañado frente al trauma tiene un efecto ‘’catártico’’
pero el ser humano encuentra en el lenguaje un sustituto de acción, con su auxilio el afecto puede ser
<abreaccionado> de igual modo. Cuando no se produce la reacción el recuerdo del hecho conserva su tiente
afectivo. Su recuerdo entra en el complejo de asociación, es rectificado por otras representaciones. Así, por
medio de operaciones asociativas el hombre normal consigue hacer desaparecer el afecto. A esto se le suma el
empalidecimiento de los recuerdos que llamamos ‘’olvido’’ y que desgasta a las representaciones ineficaces
afectivamente.
Debemos mencionar que los enfermos no disponen de estos recuerdos como disponen del resto de su vida.
Estas vivencias están completamente ausentes en la memoria de los enfermos en su estado psíquico habitual.
Únicamente si se indaga en ellos en estado de hipnosis esos recuerdos acuden con la vividez intacta de unos
acontecimientos frescos.
En efecto, se demuestra que esos recuerdos corresponden a traumas que no han sido suficientemente
<abreaccionados>. Descubriremos dos series de condiciones que interceptan reacción frente al trauma.
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

1. Los enfermos no han reaccionado frente a traumas psíquicos, porque la naturaleza misma del trauma
excluía una reacción, porque circunstancias sociales la imposibilitaron o porque se trataba de cosas que
el enfermo quería olvidar y por eso las reprimió de su pensar conciente. A esas cosas penosas luego se
las halla en la hipnosis como base de fenómenos histéricos.
2. Están comandadas por los estados psíquicos en que sobrevinieron las vivencias: en la hipnosis uno halla
como ocasionalmente de síntomas histéricos a las representaciones que deben su conservación al
haberse generado en afectos graves y paralizantes (terror).

Ambas clases de condiciones pueden conjugarse en el mismo caso cuando un trauma eficiente sobreviene en un
estado de afecto grave y paralizante o de conciencia alterada. Ambos tienen en común que los traumas
psíquicos no tramitados por vía de reacción no lo son tampoco mediante procesos asociativos y se conservan
tan frescas porque se le es denegado el desgaste normal (por abreacción).

3.
El recuerdo del trauma psíquico eficiente se halla en la memoria del hipnotizado. Aquella escisión de conciencia
existe de manera rudimentaria en toda histeria; entonces, la inclinación a disociar y al surgimiento de estados
anormales de conciencia (hipnoide) sería el fenómeno básico de esta neurosis.
A la tesis de ‘’la hipnosis es una histeria artificial’’ nos gustaría adjuntar otra: ‘’base y condición de la histeria es la
existencia de estados hipnóticos’’. Esos estados hipnoides son asociables entre sí. No sabemos decir nada
nuevo acerca de los estados hipnoides. Nos inclinamos a creer que se desarrollan desde los <sueños diurnos>,
frecuentes en personas sanas.

4.
De los ataques histéricos podemos repetir las mismas aseveraciones que hemos formulado para los síntomas
histéricos. Poseemos una descripción esquemática del ataque histérico que completo discernir en cuatro fases:
1. Epileptoide
2. Grandes movimientos
3. Attitudes passionnelles (fase alucinatoria)
4. Delirio terminal.

Nuestra explicación se refiere a la tercera fase: attitudes passionnelles.


Toda vez que aparece de manera marcada contiene la reproducción alucinatoria de un recuerdo para el estallido
de la histeria: el recuerdo del gran trauma de la histeria traumática o de una serie de trauma parciales, como los
que están en la histeria corriente.
Los recuerdos que afloran en los ataques histéricos se corresponden en sus restantes aspectos con las ocasiones
que dilucidamos como los fundamentos de síntomas histéricos permanentes. Los fenómenos motores del ataque
histérico se pueden interpretar como formas de reacción general para el efecto del acompañante del recuerdo.
Del ataque histérico se obtiene que en la histeria están presentes grupos de representaciones generadas en
estados hipnoides, excluidos del comercio asociativo con los restantes grupos pero asociables entre sí y que de
ese modo constituyen el rudimento de una conciencia segunda: un síntoma histérico permanente corresponde a
una penetración de ese estado segundo gobernada por la conciencia normal; en un ataque histérico atestigua una
organización de ese estado segundo e indica en que esa conciencia hipnoide se ha apoderado de la existencia
total (HISTERIA AGUDA) pero cuando es un ataque recurrente en el que está contenido un recuerdo indica un
retorno de esto último.
La trayectoria típica de una HISTERIA GRAVE es la siguiente: primero se forma en estados hipnoides un
contenido de representación que luego de un suficiente incremento se apodera durante un periodo de < histeria
aguda> de la existencia del enfermo crea síntomas permanentes y ataques, y luego sana; salvando algunos
restos.
El ataque sobreviene de una manera espontanea. Pero también puede ser provocado por la vivencia de nueva
que hace resonar la vivencia patógena por su semejanza con ella.

5.
El modo en que se producen efectos curativos con el método de psicoterapia: cancela la acción eficiente de la
representación no abreaccionada porque permite a su afecto estrangulado el decurso a través del decir y la lleva
hasta la rectificación asociativa al introducirla en la conciencia normal (hipnosis ligera) o al cancelarla por
sugestión medica (sonambulismo con amnesia)

Con el descubrimiento del mecanismo psíquico de fenómenos histéricos


sólo nos hemos acercado al conocimiento del mecanismo de síntomas
histéricos y no a las causas internas de la histeria.
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UNA DIFICULTAD DEL PSICOANALISIS | 1916-1917

Me refiero a una dificultad afectiva: a partir de un gran número de observaciones en el psicoanálisis se ha


plasmado algo así como una teoría conocida bajo el nombre de teoría de la líbido.
El psicoanálisis se ocupa de esclarecer y eliminar las perturbaciones llamadas neuróticas. Para resolverlo se
debe hallar un punto de abordaje y se resolvió buscarlo en la vida pulsional del alma. La concepción popular
divide entre hambre y amor como subrogantes de las pulsiones; en el psicoanálisis distinguimos entre las
pulsiones de autoconservación o yoicas y las pulsiones sexuales, y llamamos líbido a la fuerza con la que la
pulsión sexual emerge en la vida anímica. Suponemos que al comienzo del desarrollo individual toda libido se
anuda a la persona propia: inviste al yo propio.
Al estado en el que yo retiene junto a sí la líbido lo llamamos narcisismo, en memoria del joven que se enamoró
de su propia imagen. El narcicismo universal ha recibido tres graves afrentas de la investigación científica:

1. COSMOLÓGICA: El hombre creyó primero que la Tierra se encontraba en reposo en el centro del
universo, mientras que el Sol, la Luna y los planetas se movían en torno de aquella describiendo órbitas.
En verdad obedecía a sus percepciones sensoriales de manera ingenua: él no registra movimiento
alguno de la Tierra y se encuentra en u circulo que comprende al mundo exterior. La posición de la
Tierra era una garantía de su papel dominante en el universo (se sentía amo del mundo). Asociamos el
aniquilamiento de esta ilusión narcisista con el nombre y la obra de Nicolás Copérnico.
2. BIOLÓGICA: En su desarrollo cultural el hombre se erigió en el amo de sus semejantes animales. No
conforme con este predominio empezó a interponer un abismo entre ellos y su propio ser. Los declaró
carentes de razón y se atribuyó a sí mismo un alma inmortal que le permitió desgarrar su lazo de
comunidad con el mundo animal. Cosa notable: esa arrogancia es ajena al niño. El niño no siente
diferencia entre su propio ser y el del animal; no le asombra que los animales piensen y hablen en los
cuentos. Sólo de adulto se enajena del animal hasta el punto de insultar a los seres humanos con el
nombre de un animal. Fueron los estudios de Charles Darwin los que pusieron término a esa arrogancia.
El hombre no es nada diverso al animal y es pariente próximo de algunas especies, lejano de otras.
3. PSICOLÓGICA: Para Freud, fue la más sentida de las tres. El hombre se siente soberano en su propia
alma. El ha creado en algún lugar del núcleo de su yo un órgano de vigilancia que examina sus propias
mociones y acciones para determinar si armonizan con sus exigencias. Si no lo hacen, son inhibidas. Su
percepción interna (conciencia) anoticia al yo de toda clase de procesos significativos que se desarrollan
en la fábrica anímica y la voluntad ejecuta lo que el yo ordena. En ciertas enfermedades el yo se siente
incomodo, tropieza con los límites en su poder en su propia casa: el alma. De pronto afloran
pensamientos que no se sabe de dónde vienen y no se puede hacer nada para expulsarlos. El yo dice
que eso es una enfermedad, una invasión ajena y redobla su vigilancia.
El psicoanálisis se consagra al esclarecer estos casos patológicos y luego de largas indagaciones le dice
al yo: <es una parte de tu propia vida anímica la que se ha sustraído de tu conocimiento y del imperio de
tu voluntad>

UNIDAD 2
Ensayo de una teoría psicológica de
la histeria adquirida, de muchas
LAS NEUROPSICOSIS DE DEFENSA
fobias y representaciones
1894 obsesivas de ciertas psicosis
alucinatorias.

Por medio de la observación de los enfermos se dilucidó un aporte a la teoría de la histeria.


1º modificación: El complejo sistemático de la histeria justifica el supuesto de una escisión de la conciencia con
formación de grupos psíquicos separados.
Según Janet, la escisión de conciencia es un rasgo primario de alteración histérica. En oposición a éste punto, se
sitúa el sustentado por Breuer en nuestra <comunicación>: la <base y condición> de la histeria es el
advenimiento de estados de conciencia oníricos, a los que podemos denominar como <estados hipnoides>. La
escisión de conciencia es secundaria: se produce en virtud de que las representaciones que afloran en el estado
hipnoide están segregadas del comercio asociativo con el restante contenido de conciencia. La escisión del
contenido de conciencia es la consecuencia de un acto involuntario del enfermo.
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En la tercera forma de histeria la escisión de conciencia desempeña un papel mínimo. Son aquellos casos en
que se interceptó la reacción frente a un estímulo traumático, que luego serán tramitados y curados por
<abreacción>.
TERCERA HISTERIA: HISTERIA DE RETENCIÓN PURA.

Con miras al anudamiento de las fobias y representaciones obsesivas, se ha de considerar la segunda forma de
la histeria. Designó HISTERIA DE DEFENSA (2º) separándola de HIPNOIDE (1º) y de la RETENCION (3º).
Esos pacientes gozaron de salud psíquica hasta en el momento que sobrevino un caso de inconciliabilidad en su
vida de representaciones (=hasta que se presentó en su yo una vivencia, una representación, que despertó un
afecto tan penoso que la persona decidió olvidarla no confiando en poder solucionarla con su yo la contradicción
que esa representación le oponía). En personas del sexo femenino tales representaciones inconciliables nacen
sobre el suelo de vivenciar y el sentir sexual: las afectadas recuerdan con precisión deseable del propósito de
<ahuyentar> la cosa, de no pensar en ella.
En pacientes analizados por Freud ese <olvido> no se logró, se llevó a diversas reacciones patológicas que
provocaron una histeria, una representación obsesiva o una psicosis alucinatoria.

Camino del empeño voluntario del paciente hacia la génesis del síntoma neurótico: la tarea del yo defensor que
se impone es tratar como no acontecido la representación inconciliable; una vez que la huella mnémica y el
afecto adherido a la representación están ahí, ya no se los puede extirpar. Una solución es lograr convertir esta
representación intensa a una débil arrancándole el afecto. Entonces esa representación débil dejara de plantear
exigencias al trabajo asociativo: la suma de excitación divorciada tiene que ser aplicada a otro empleo.
Sólo que en el momento en que se ha conseguido esto la persona se encuentra en una psicosis que no admite
otra clasificación que <confusión alucinatoria>.
El contenido de una psicosis alucinatoria consiste en realzar aquella representación que estuvo amenazada
por la cual sobrevino la enfermedad. Es lícito decir que el yo se ha defendido de la representación insoportable
mediante el refugio de la psicosis: el yo se arranca de la representación insoportable pero ésta es inseparable de
un fragmento de la realidad objetiva. Y en tanto se lleve a cabo esta operación, el yo se deshace –parcial o total-
de la realidad objetiva. Esta última es la condición bajo la cual se imparte a las representaciones propias una
vividez alucinatoria y tras una defensa exitosamente lograda la persona cae en confusión alucinatoria.

La aparición simultánea de fobias y síntomas histéricos es uno de los factores que dificultan una separación de la
histeria respecto de otras neurosis, y fuerzan a postular las <neurosis mixtas>.

SOBRE EL MECANISMO PSÍQUICO DE LA DESMEMORIA

1898

El fenómeno de la desmemoria ataca de preferencia al uso de los nombres propios y se exterioriza de la


siguiente manera: en el contexto de la práctica uno se ve precisado a confesar a su interlocutor que no se puede
hallar cierto nombre del que quería valerse y le pide su ayuda: < ’’ ¿cómo se llamaba? (…) es un nombre tan
conocido, lo tengo en la punta del lengua…’’>.
En los casos apropiados hay dos fenómenos colaterales:
1. El enérgico empeño voluntario de la función de atención se muestra impotente para recuperar el nombre
mientras ese empeño prosigue.
2. A cambio del nombre buscado acude enseguida a otro que es discernido como incorrecto y desestimado. O
bien uno halla en su memoria unas letras o silabas que reconoce como integrantes del nombre buscado.
El mejor procedimiento para apoderarse del nombre buscado consiste en <no pensar en él>.
Pudo por medio del análisis psíquico explicar el proceso devenido en el olvido de los nombres:
‘’Cierta vez emprendí un viaje en coche hacia Herzegovina; la plática con mi compañero tocó el estado de ambos
países (bosnia y Herzegovina) y el carácter de sus habitantes. Le conté acerca de diversas peculiaridades de los
turcos, tal como las había oído años antes de un colega que residió como médico. Al rato, nuestra conversación
recayó sobre Italia y sobre cuadros; tuve la ocasión de recomendarle a mi compañero de ir alguna vez a Orvieto
para contemplar los frescos del fin del mundo y del juicio final con los que un gran pintor adornó las capillas de la
Catedral. Pero el nombre del pintor se me pasó de la memoria y no podía recuperarlo. Esforcé mi memoria pero
el nombre del artista se esconde con obstinación. Mi compañero no pudo ayudarme, mis empeños tuvieron como
resultado hacer aflorar nombres de otros artistas: Botticelli y Boltraffio.
Como durante el viaje no tuve acceso a libros, debí sobrellevar este martirio conectado a ella hasta que me topé
con un italiano que me liberó comunicarme el nombre: <SIGNORELLI>. Pude agregar por mí mismo el nombre:
LUCA. Luca Signorelli.
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¿Qué influjos me habían hecho olvidar el nombre de Signorelli, que me era tan familiar?
¿Y qué caminos habían llevado a su sustitución por los nombres de Botticelli y Boltraffio?

Antes de pasar al tema de los frescos de la Catedral, yo había narrado a mi compañero, que años antes había
oído que los turcos de Bosnia trataban al médico con particular respeto y se muestran resignados ante los
decretos del destino. Si el médico se ve obligado a comunicar al padre de familia que uno de los allegados
morirá, su réplica es: <Herr {señor} no hay nada más que decir>. Otro recuerdo a saber es sobre la importancia
que le conceden a los goces sexuales sobre cualquier cosa: <sabes tú, Herr, cuando ‘’eso’’ (la vida sexual) ya no
ande, la vida perderá todo valor>.
Durante el viaje a Herzegovina sofoqué lo relacionado al tema de sexualidad y recordé el primer relato. Poco
después se me pasó de la memoria el nombre de Signorelli y acudieron en sustitución Boltraffio y Bolticelli. El
influjo que había vuelvo inasequible para el recuerdo el nombre de Signorelli (reprimido) sólo podía partir de
aquella historia sofocada sobre la valoración del goce sexual y de la muerte.

<SIGNOR > significa <HERR>


HERZEGOVINA
SEÑOR.

El proceso fue facilitado por el hecho de que en Ragusa yo hablé todo el tiempo en italiano. Y entonces cuando
me empeñaba en recuperar el nombre del pintor no pudo menos que cobrar vigencia a la ligazón en que había
entrado en ese momento.

<Botticelli> contiene las mismas silabas finales que <Signorelli>.


<Signor> es una referencia directa al nombre de <Herzegovina> y al de <Bosnia>; que de manera regular se
enlazaba entre ambos.
El hallazgo del nombre Signorelli quedó perturbado por el tema que tras él yacía, en donde entraban en una los
nombres de Bosnia y Herzegovina.
Además, hacía unas semanas antes recibí la noticia del suicidio de un paciente a causa de una incurable
perturbación sexual. El lugar donde me alcanzó esta noticia se llamaba <Traffoi> y es semejante a la segunda
mitad del nombre de <Boltraffio>.

El ejemplo aquí elucido es considerado como un modelo de los procesos patológicos al que deben su génesis
los síntomas psíquicos de la psiconeurosis (histeria, representación obsesiva y paranoia).
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Entre los múltiples factores que concurren para producir una flaqueza de memoria o una ausencia de memoria
no se puede omitir la parte que desempeña la represión. Cabe aseverarlo con total universalidad: la facilidad con
que evocamos en la memoria cierta impresión depende del favor o disfavor de un factor psíquico particular, que
se mostraría renuente a producir algo que desprendiera displacer o pudiera llevar a un desprendimiento de
displacer.

NOTA SOBRE EL CONCEPTO DE LO INCONCIENTE EN PSICOANALISIS

1912

En el psicoanálisis

– y sólo aquí –

se atribuye el término
<inconciente>.

Una representación puede estar presente en mi conciencia y un momento después desaparecer de ella; puede
reaflorar intacta después de un intervalo y hacerlo desde el recuerdo. Suponemos que la representación ha estado
presente en nuestro espíritu también durante el intervalo, aunque latente en cuanto a conciencia.

Llamemos <conciente> a la representación que está presente en nuestra conciencia y de la que nos percatamos
y hacemos único el sentido de conciente; en cambio, a las representaciones latentes habremos de denotarlas con
el término <inconciente>, una representación inconciente es una de la que nosotros no nos percatamos.
La <Sugestión hipnótica> es una persona puesta en estado hipnótico y despertada luego. Mientras se
encontraba en estado hipnótico le impartían la orden de ejecutar determinada acción en momento preciso. Luego,
despierta y todo indica que se ha reintegrado a su plena conciencia, aunque sin saber por qué: el designio estaba
en su espíritu de forma latente o inconciente hasta que llegó el momento fijado y le devino conciente.
Nos hemos visto llevados de una concepción descripta del fenómeno a una concepción dinámica. La idea de la
acción ordenada en la hipnosis devino eficiente: fue transferida a la acción tan pronto como la conciencia se
percató de su presencia.

MENTE HISTÉRICA = GOBERNADA POR REPRESENTACIONES INCONCIENTES.

Llamaremos <preconciente> a los pensamientos latentes que devienen conciente tan pronto cobran fuerza. Y
llamaremos inconciente para los que no penetran la conciencia por más intensos que sean.

× Inconciente dinámico:
aquellos que a pesar de su intensidad
y su acción eficiente se mantienen alejados de la conciencia ×

Al producto de lo inconciente en modo alguno le es imposible penetrar en la conciencia, para ello es necesario
cierto grado de esfuerzo. Aprendemos que el pensamiento inconciente es excluido de la conciencia por unas
fuerzas vivas que se contraponen a su aceptación. Lo inconciente es una fase regular e inevitable en los procesos
que fundamentan nuestra actividad psíquica; toda acto psíquico comienza como inconciente y puede permanecer
como tal o desarrollarse hasta la conciencia, según tropiece o no con una resistencia. Estos se distinguen cuando
entra en juego la defensa.

● PRECONCIENTES: pueden aparecer en la conciencia y pueden regresar a ella en cualquier momento.


● INCONCIENTE: tienen prohibida la conciencia.

Los pensamientos oníricos latentes no se diferencian en nada de los productos de nuestra actividad anímica
conciente. Merecen el nombre de preconciente y pudieron ser concientes en algún momento de la vigilia. Pero en
virtud con la conexión nocturna que establecieron con las aspiraciones inconcientes fueron asimiladas a estas,
sometidas a las leyes que regulan la actividad conciente; que se distinguen ampliamente de las leyes que rigen la
actividad inconciente.
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Lo inconciente nos pareció un mero carácter enigmático de un cierto proceso psíquico. Permanece a un sistema
de actividad psíquica. Damos el nombre de lo inconciente al sistema que se da a conocer por los procesos
singulares que lo componen. Para designar este sistema propongo las letras ICC, abreviación de inconciente.

INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS


1900

VII. SOBRE LA PSICOLOGIA DE LOS PROCESOS ONÍRICOS.

Entre los sueños que he tomado conocimiento por comunicación con otras personas, hay uno que tiene mérito
para ser recordado, cuya fuente es desconocida.

El sueño: un padre asistió noche y día a su hijo mortalmente enfermo. Fallecido el niño, se retiró el padre a una
habitación vecina con motivo de descansar pero dejó la puerta entre abierta con vista hacia donde yacía el cuerpo
de su hijo rodeado de velones. Luego de dormir unas horas, el padre sueña que su hijo está de pie junto a su cama,
le toma el brazo y le susurra un reproche: ‘’ ¿no ves que me abraso?’’. Despierta y observa un fuerte resplandor de
la habitación y encuentra un brazo del cadáver quemado por una vela que se le habría caído encima encendida

. La explicación de este sueño es simple: el resplandor dio sobre los ojos del durmiente, a través de la puerta
abierta y le sugirió la misma conclusión que habría extraído en la vigilia: una vela volcada habría provocado un
incendio cerca del cadáver. En esta interpretación agregaríamos que el contenido del sueño debió estar sobre
determinado. Y el dicho del niño debió de componerse de dichos pronunciados en la vida real. Debemos reparar
en que este sueño no escapa a un cumplimiento de deseo. En él el niño se comporta como si estuviese vivo y en
virtud de ese cumplimiento de deseo prolongó el padre por un momento el dormir y no despertó.

A) EL OLVIDO DE LOS SUEÑOS.

Nos han dicho que no conocemos en verdad al sueño que pretendemos interpretar o no como en realidad fue. Lo
que recordamos del sueño y sobre lo cual ejercemos nuestra interpretación esta en primer lugar mutilado por la
infidelidad de nuestra memoria, que parece sumamente incapaz de conservar al sueño y quizás ha perdido el
fragmento más significativo del contenido. Y cuando queremos prestar atención a nuestros sueños tenemos
motivos para quejarnos de que soñamos mucho más y por desgracia su recuerdo se nos antoja verdaderamente
inseguro. En segundo lugar, todo nos dice que nuestro recuerdo del sueño es lagunoso y que lo refleja de una
manera infiel y falseada. Puede ponerse en duda que lo soñado fuera tan incoherente y nebuloso como lo
recordamos y también de que un sueño sea tan coherente como lo contamos y que en el intento de reproducirlo
no hayamos llenado con material nuevo las lagunas inexistentes o creadas por el olvido.
Es cierto que figuramos el sueño en el intento de reproducirlo; encontramos en esto lo que llamaríamos la
elaboración secundaria del sueño. Pero tal desfiguración es un fragmento de la elaboración al que son
sometidos regularmente los pensamientos oníricos a consecuencia de la censura del sueño.

La duda sobre el reflejo correcto del sueño es un retoño de la censura onírica, de la resistencia a la irrupción de
los pensamientos oníricos en la conciencia. Esta resistencia no se ha agotado y se adhiere como duda a lo
filtrado.
El psicoanálisis tiene sus reglas y una de ellas es: ‘’todo lo que perturba la prosecución del trabajo analítico es
una resistencia. ’’ El olvido del sueño es en buena parte obra de la resistencia.
La represión es la causa de la amnesia del contenido psíquico, engendrado por la resistencia. Algunos sueños
es más fácil interpretarlos luego de un tiempo cuando se superan ciertas resistencias que perturban.

El ombligo del sueño es donde se encuentra una madeja de pensamientos oníricos que no se dejan desenredar
y que no han hecho contribuciones al contenido del sueño; entonces es allí donde se asienta lo no conocido. Los
pensamientos oníricos con que nos topamos a raíz de la interpretación tienen que permanecer sin clausura
alguna y desbordar en todas las direcciones de nuestro mundo de pensamientos. Y desde ese lugar se eleva el
deseo de sueño.
Hemos reconocido en la resistencia que el alma opone al sueño la principal responsable de ese olvido. ¿Qué fue
lo que en general posibilitó que el sueño se formara en contra de esa resistencia? Tendremos que afirmar que el
sueño en general no habría sobrevenido de haber reinado la resistencia durante la noche como lo hace durante
el día.
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Nuestra conclusión es que ella por la noche perdió una parte de su poder y por esa disminución de la resistencia
se hizo posible la formación del sueño; así comprendemos que ella tras despertar enseguida vuelve a eliminar lo
que se vio forzada a admitir mientras estaba disminuida. El estado de dormir posibilita la formación del sueño por
la rebaja de la censura endoscópica.

B) LA REGRESIÓN.

Principales resultados de nuestra investigación:

El sueño es un acto psíquico de pleno derecho, su fuerza impulsora es un deseo por cumplir; el que sea
irreconocible como deseo se debe a la censura psíquica que debió soportar en su formación; en ella cooperaron
un constreñimiento a la condensación del material psíquico y un miramiento por figurabilidad en imágenes
sensibles.

¿Cómo se explica esta peculiar característica del trabajo del sueño?


Dentro de la forma en que se manifiesta el sueño hay dos caracteres independientes entre sí. Uno es la
figuración como situación presente y el otro es la trasposición del pensamiento a imágenes visuales y dichos.
Peculiaridad exclusiva del sueño es el segundo carácter: el contenido de las representaciones no se piensa; se
muda en imágenes que se creen vivenciar. En el primer carácter el pensamiento onírico que alcanza la figuración
es una oración desiderativa que luego es sustituida por un presente indicativo. El escenario de los sueños es otro
que el de la vida de vigilia. La localidad psíquica corresponde a un lugar en el interior de un aparato, en el que se
produce uno de los estadios previos de la imagen.

Imaginamos entonces al aparato psíquico como un instrumento compuesto por sistemas: nos referimos a
aquellos como <sistemas Ψ> (sistemas psi). Este aparato tiene una dirección. Toda nuestra actividad psíquica
parte de estímulos y termina en inervaciones. Por eso le asignamos al aparato un extremo sensorial y un
extremo motor. En el extremo sensorial se encuentra un sistema que recibe las percepciones y en el extremo
motor se abre las esclusas de la motilidad. El proceso psíquico transcurre desde el extremo de la percepción
hacia la motilidad.

De las percepciones que llegan a nosotros queda una huella a la que podemos llamar <huella mnémica> y a la
función atinente a ella la llamaremos <memoria>. Suponemos que un sistema del aparato (el delantero) recibe
los estímulos perceptivos pero nada conserva de ellos y por tanto carece de memoria; y tras él hay un segundo
sistema que traspone la excitación momentánea del primero en huellas permanentes. Este sería el cuadro de
nuestro aparato psíquico:
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Nuestras percepciones se revelan enlazadas en la memoria, sobre todo en el encuentro en la simultaneidad, se


llama asociación. El sistema P al no tener memoria no puede conservar las huellas para la asociación. Debemos
suponer que la base de la asociación son los sistemas mnémicos. Nuestros recuerdos son en sí inconcientes, lo
que nosotros llamamos ‘’nuestro carácter’’ se basa en las huellas mnémicas de nuestras impresiones.

La instancia criticadora mantiene relaciones con la conciencia más estrechas que la criticada. Se sitúa entre la
criticada y la conciencia como una pantalla. Ahora sustituyamos estas instancias por sistemas: el sistema
criticador se situará en el polo motor.

Incluimos los dos


sistemas en el
esquema y en los
nombres expresamos
su relación con la
conciencia.

Al último de los sistemas situado en el polo motor lo llamamos PRECONCIENTE para indicar que los procesos de
excitación habidos en él pueden alcanzar la conciencia siempre que satisfagan ciertas condiciones. Al mismo
tiempo es el sistema que posee las llaves de la motilidad voluntaria.

Al sistema que está detrás lo llamamos INCONCIENTE porque no tiene acceso a la conciencia sino es por la vía
del preconciente, es un proceso donde debe sufrir modificaciones por el proceso de excitación. Situamos la
formación del sueño en el sistema ICC; es el punto de partida, la fuerza impulsora. La experiencia nos enseña que
durante el día la censura de la resistencia ataja a los pensamientos oníricos en el camino que llevan a la
conciencia pasando por el preconciente. En la noche se abre el acceso a la conciencia.

Lo que ocurre en el SUEÑO ALUCINATORIO lo podemos describir así: la excitación toma un camino de reflujo.
Se propaga hacia el extremo sensorial y alcanza al sistema de las percepciones. Este posee un carácter
regrediente.

P.P -> P.M = PROGREDIENTE.

P.M-> P.P= REGREDIENTE

Llamamos <regresión> al hecho de que en el sueño la representación vuelve a mudarse en la imagen sensorial de
la que alguna vez partió. Solo experimentan esa mudanza los pensamientos que mantienen vinculación con los
recuerdos sofocados o que han permanecido inconcientes.

Distinguimos 3 modos de regresión:


● Una regresión tópica: en el sentido del esquema de los sistemas PSI.
● Una regresión temporal: se trata de una retrogresión a formaciones psíquicas más antiguas.
● Una regresión formal: sustitución de expresión y figuración primitivas a los habituales.
En el fondo los tres son uno solo. El soñar en su conjunto es una regresión a la condición más temprana del
soñante, una reanimación a su infancia, de las mociones pulsionales que lo gobernaron.

C) ACERCA DEL CUMPLIMIENTO DEL DESEO

El sueño es un cumplimiento de deseo. El cumplimiento de deseo nos movió a separar los sueños en dos grupos.
Hallamos sueños que se presentaban como cumplimiento de deseos y otros en que este era irreconocible y
ocultado por todos los medios. A los sueños de deseo no desfigurados los encontramos sobre todo en los niños.
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

¿De dónde proviene en cada caso el deseo que se realiza en el sueño?


A la oposición entre la vida diurna devenida conciente y una actividad psíquica que permanece inconciente y que
puede hacerse notable durante la noche. Aquí veremos tres posibilidades para la génesis de un deseo:
1. Puede haberse excitado durante el día sin obtener satisfacción a causa de condiciones exteriores,
quedando así pendiente para la noche un deseo admitido y no tramitado.
2. Puede haber emergido de día topándose con una desestimación, queda pendiente un deseo no
tramitado pero sí sofocado.
3. Puede carecer de relación con la viuda diurna y contarse entre aquellos deseos que sólo de noche se
ponen en movimiento en nosotros desde lo sofocado.
Aunque una revisión de los sueños nos indica que deberíamos agregar como 4ta fuente del deseo a las mociones
de deseos actuales, que se despiertan del sueño durante la noche (estímulos de sed / necesidad sexual).
Ahora, quisiera tachar todo lo anterior y reformular: El deseo que se figura en el sueño tiene que ser un deseo
infantil. Por lo tanto, en el adulto, proviene del icc. En el niño, en quien la separación y la censura entre el PRCC e
ICC todavía no existen o se constituyen poco a poco, es un deseo no reprimido de la vida de vigilia.

Clasificación de las mociones de pensamiento que se continúan mientras dormimos:


1. Lo que durante el día no se llevo hasta el final.
2. Lo que por desfallecimiento de nuestra capacidad de pensar quedó sin tramitar, lo no solucionado.
3. Lo rechazado y sofocado durante el día.
4. Lo que por trabajo del preconciente fue alterado durante el día en nuestro ICC.
5. Las impresiones del día que nos resultaron indiferentes y por eso quedaron sin tramitar.
¿Cómo se sitúan los restos diurnos preconciente respecto del sueño?
Penetran en él. Aprovechan su contenido para abrirse paso hasta la conciencia durante la noche; y a veces llegan
a dominar el contenido del sueño.

Los sueños de displacer pueden ser SUEÑOS PUNITORIOS. Lo que con ellos se cumple es un deseo
inconciente, de un castigo a causa de una moción de deseo no permitida, reprimida. El carácter esencial reside
que en ellos el formador del sueño es el deseo punitorio que reacciona contra el deseo inconciente que procede
de lo reprimido.

En la mayoría de los sueños puede reconocerse un centro de una particular intensidad sensible. Por lo general es
la figuración directa del cumplimiento de deseo pero si enderezamos los desplazamientos producidos por el
trabajo del sueño hallamos que la intensidad de los elementos de los pensamientos psíquicos fue sustituida por la
intensidad de los elementos del contenido del sueño. Los elementos que están en la cercanías del cumplimiento
del sueño a menudo resultan ser retoños del pensamiento penoso contrario al deseo pero por su nexo con el
elemento central recibieron una intensidad tan grande que se volvió capaz de figuración.

No hay duda que los verdaderos perturbadores del sueño son los restos diurnos y que el sueño se esfuerza por
protegerlo.

D) EL DESPERTAR POR EL SUEÑO. LA FUNCIÓN DEL SUEÑO. EL SUEÑO DE ANGUSTIA.

Conocimiento del proceso onírico: ‘’resumen’’.

Del trabajo de vigilia quedan pendientes restos diurnos de los que no se sustrajo por entero la investidura
energética o porque el trabajo de vigilia despertó durante el día uno de los deseos inconcientes. En el curso del
día o al producirse el estado de dormir, el deseo inconciente se facilitó el camino hacia los restos diurnos y ejecutó
su transferencia sobre ellos; así se engendró un deseo transferido… el cual ahora querría penetrar en la
conciencia siguiendo los caminos normales del pensamiento (a través del Prcc) pero choca con la censura que
todavía subsiste y cuya influencia queda sometida. Aquí adopta la desfiguración iniciada por la transferencia
reciente. Pero el estado del dormir en que se encuentra el preconciente no le permite seguir avanzando. El
proceso onírico emprende el camino de la regresión, donde cobra otra figurabilidad. En efecto, la conciencia para
nosotros tiene el significado de un órgano sensorial para la aprehensión de cualidades psíquicas y es excitable en
la vigilia desde dos lugares: primero, desde la periferia de todo el aparato, el sistema de percepción. Segundo,
desde las excitaciones de placer y displacer que resultan de las trasposiciones de energías ocurridas en el interior
del aparato.

Los desprendimientos de placer y displacer regulan el curso de los procesos de investidura. Ahora existen dos
superficies sensoriales: una volcada a percibir y otra a los procesos de pensamientos preconciente.
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

Una vez que el sueño devino perceptivo puede excitar a la conciencia por medio de las cualidades que adhirió.
Esta excitación sensorial dirige a lo excitante. Así debe concederse que el sueño en todos los casos despierta,
pone en actividad una parte de la fuerza en reposo del PRCC. De esta fuerza experimenta el influjo que
designamos <elaboración secundaria>: significa que trata al sueño como a cualquier otro contenido perceptivo.
Creemos que la última imagen del sueño fue tan fuerte que nos compelió a despertar. En realidad fue tan fuerte
solamente porque ya estábamos próximos a despertar.

El deseo pertenece a un sistema ICC mientras que el sistema PCC lo ha desestimado y sofocado. Aún mediando
la plena salud psíquica, el sometimiento del ICC por parte del PCC no es total. La existencia de unos síntomas
neuróticos nos muestran que los dos sistemas se encuentran en un conflicto reciproco: ellos son los productos de
compromiso de ese conflicto. Por una parte procuran al ICC una salida para la descarga de su excitación y por
otra parte le dan al PCC la posibilidad de gobernar al ICC de algún modo.
La sofocación de lo ICC se vuelve necesario porque el decurso de las representaciones en el interior del ICC
desarrollaría un afecto que en su origen tuvo el carácter de placer pero desde que se produjo el proceso de
represión lleva el carácter del displacer. La sofocación tiene el fin de prevenir ese desarrollo de displacer.

La doctrina del sueño de angustia pertenece a la psicología de las neurosis. Aseveré que la angustia neurótica
proviene de fuentes sexuales: el intercambio sexual de los adultos se los antoja ominoso a los niños que lo
observan y les despierta angustia. La experiencia cotidiana lo atestigua. Para esa angustia se ha dado una
explicación: se trata de una excitación sexual que su comprensión no puede dominar pero que tropieza porque en
ella están revueltos los padres y así se muda en angustia.

E) PROCESO PRIMARIO Y PROCESO SECUNDARIA. LA REPRESION.

Creemos correcto que el sueño es desfigurado y mutilado por el recuerdo. En los procesos oníricos hallamos que
trabaja con casi todos los recursos del aparato onírico; pero es indiscutible que estos pensamientos oníricos
surgieron durante el día y es indispensable admitir que la vida del alma conoce un estado de dormir.

En la formación de sueño participan dos procesos psíquicos de naturaleza diferente; uno crea pensamientos
oníricos, de igual valor que el pensamiento normal; el otro procede con estos de una manera extraña e incorrecta,
los cuales presiden la producción de los síntomas histéricos.

Profundizamos en un aparato psíquico primitivo cuyo trabajo era regulado por el afán de evitar la acumulación y de
mantenerse carente de excitación. La acumulación de excitación es percibida como displacer y pone en actividad
al aparato con el fin de producir de nuevo el resultado de la satisfacción; en esta el aminoramiento de la excitación
es sentido como placer.

La actividad del segundo sistema PCC que envía investidura y luego las recoge, necesita disponer libremente de
todo el material mnémica; por la otra seria un gasto si enviara por cada una de las vías de pensamiento grandes
cantidades de investidura sin finalidad. Postulo que al segundo sistema le es dado el conservar la mayoría de las
investiduras energéticas y emplear en el desplazamiento tan solo una pequeña parte.

La actividad del primer sistema PSI está adquirida al libre desagote de las cantidades de excitación.

Y el segundo sistema produce una inhibición de ese desagote (por las investiduras que parten), bajo el imperio de
este sistema el decurso de la excitación se anuda a condiciones mecánicas diversas que el primero; una vez que
acabo su actividad cancela la inhibición de las excitaciones permite que drenen hacia la motilidad.

El primer sistema PSI es incapaz de incluir algo desagradable en el interior del pensamiento. El sistema no puede
hacer otra cosa que desear. Así se abren dos caminos o bien el trabajo del segundo sistema se independiza por
completo del principio de placer y sigue su camino sin hacer caso del displacer del recuerdo o se las arregla para
inviste ese recuerdo displacentero y que se evite el desprendimiento de placer. Se puede desechar la primera ya
que el principio de placer es regulador para el discurrir de la excitación del segundo sistema.

Al proceso psíquico que convierte al primer sistema lo llamaré proceso primario y secundario al que resulta de
la inhibición impuesta por el segundo. El proceso primario aspira a la descarga de la excitación a fin de producir
una identidad perceptiva (con la vivencia de la satisfacción).
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

El proceso segundario ha abandonado ese propósito y apuntó a una identidad de pensamiento (con esa
experiencia de vivencia) en el cual se evitan las condensaciones de representaciones, formaciones intermedias y
de compromiso. Los procesos primarios están dados desde el comienzo mientras que los secundarios sólo se
constituyen poco a poco en el curso de la vida, luego inhiben a los primarios o se les superponen.

La teoría de las psiconeurosis asevera con certeza que pueden ser mociones de deseo sexuales procedentes de
lo infantil las que experimentan la represión (mudanza del afecto) en los períodos del desarrollo de la infancia y
que en periodos posteriores son capaces de una renovación.

El sueño no es un fenómeno patológico. El sueño es una de las exteriorizaciones de lo sofocado del


alma, impedido en la vida de vigilia, que encuentra en la vida nocturna y bajo el imperio de las
formaciones de compromiso de los medios y caminos para abrirse paso hasta la conciencia.

Pero la interpretación de los sueños es la vía regia hacia el conocimiento de lo inconciente dentro de
la vida anímica.

F) LO INCONCIENTE Y LO CONCIENTE. LA REALIDAD.

Ahora rectificaremos algunas intuiciones que pudieron nacer como un mal entendido como localidades situadas
en el interior del aparato anímico: esas intuiciones han dejado su impronta en las expresiones <reprimir> e
<interrumpir>.

Cuando decimos que un pensamiento inconciente aspira a traducirse preconciente a fin de interrumpir desde
allí a la conciencia no queremos que se forme un pensamiento segundo y respecto de interrumpir queremos
aventar toda idea de un cambio de lugar.

Cuando decimos que un pensamiento preconciente es reprimido y el inconciente lo recibe, esta imagen podría
introducirnos a suponer que una investidura enérgica es impuesta a un determinado ordenamiento o retirada de
él.

La cuestión del inconciente en la psicología es menos una cuestión psicológica que la cuestión de la psicología.
Mientras la psicología la despache mediante la declaración de que lo ‘’psíquico’’ es precisamente lo <conciente>
y unos <procesos psíquicos inconcientes> serian un contrasentido.

Según Lipps, el inconciente tiene que suponerse como una base universal de la vida psíquica. Lo inconciente
es el circulo más vasto que incluye al círculo más pequeño de lo conciente; todo lo conciente tiene una etapa
previa inconciente, mientras que lo inconciente puede persistir en esa etapa y reclaman el valor integro. Lo
inconciente es lo psíquico verdaderamente real.

Lo nuevo que nos enseña el análisis de las formaciones psicopatologías en su primer eslabón es que el sueño
consiste en que lo inconciente (psíquico) ocurre como función de dos sistemas separados, que sucede dentro de
la vida normal del alma. Lo inconciente existe de dos modos. En nuestra concepción: el ICC es insusceptible de
conciencia, mientras que el PCC recibió ese nombre porque sus excitaciones pueden alcanzar la conciencia. El
hecho de que las excitaciones tengan que recorrer un itinerario de instancias nos sirvió para proponer un símil
tomado de lo espacial. Descubrimos las relaciones de los dos sistemas entre sí y con la conciencia diciendo que
el sistema PCC se sitúa como una pantalla entre el sistema ICC y la conciencia. El sistema PCC no sólo bloquea
el acceso a la conciencia sino que preside el acceso a la motilidad voluntaria.

El papel que le resta a esa conciencia en nuestro esquema es el de un órgano sensorial para la percepción de
cualidades psíquicas. Sólo podemos concebir esa percepción-conciencia como la operación propia de un
sistema particular para el cual es recomendable la designación abreviada CC. A éste sistema lo imaginamos de
manera parecidas a los sistemas de percepción P; o sea, carente de memoria. El material de excitaciones afluye
desde dos lados al órgano sensorial de la CC: desde el sistema P y desde el interior del aparato.

Por medio de la percepción de placer y displacer influye sobre la circulación de las investiduras en el interior del
aparato psíquico. Nos enteramos que la represión se consuma con más facilidad en recuerdos que en
percepciones.
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

En la medida en que el sueño nos presenta un deseo como cumplido nos traslada indudablemente al futuro

UNIDAD 3
pero este futuro que parece presente es creado a imagen y semejanza de aquel pasado por el deseo
indestructible. LO INCONCIENTE

1915

NOTA INTRODUCTORIA:

Freud en La interpretación de los sueños lo que hizo fue mostrar por primera vez cómo era el inconciente, cómo
trabajaba y cómo difería de otras partes de la psique y las reglas reciprocas con ellas.
El psicoanálisis nos ha enseñado que la esencia del proceso de represión consiste en impedir que devenga
conciente. Decimos que se encuentra en el estado de lo <inconciente> y podemos ofrecer pruebas de que es
capaz de exteriorizar efectos, incluidos los que alcanzan la conciencia.

¿De qué modo podemos conocer lo inconciente?

Desde luego, lo conocemos sólo como conciente, después de que haya experimentado
una trasmudación. Para ello se requiere que el analizado venza ciertas
resistencias, las mismas que en su momento convirtieron a eso en reprimido por
rechazo de lo conciente.

III. SENTIMIENTOS INCONCIENTES


La oposición entre conciente e inconciente carece de pertenencia respecto de la pulsión. Una pulsión nunca
puede pasar a ser objeto de la conciencia; sólo puede serlo la representación. Si la pulsión no se adhiere a una
representación ni saliera a la luz como un estado afectivo nada podríamos saber de ella. Entonces cada vez que
hablemos de una moción pulsional inconciente o reprimida es por un inofensivo descuido de la expresión.

Llamamos <inconciente> a la moción afectiva originaria, aunque su afecto nunca lo fue ya que su representación
debió pagar tributo a la represión. El uso de las expresiones <afecto inconciente> y <sentimiento inconciente>
remite a los destinos del factor cuantitativo de la moción pulsional, que son consecuencias de la represión.
Sabemos que esos destinos pueden ser 3:
1. El afecto persiste (total/en parte) como tal o es mudado en un monto de afecto cualitativamente diverso
(angustia) o lo es sofocado (estorba por completo su desarrollo. Sabemos que la sofocación del
desarrollo del afecto es la meta genuina de la represión y que su trabajo queda inconcluso cuando no le
alcanza.
2. Dentro del sistema ICC puede haber formaciones de afecto que devengan concientes. Toda la diferencia
deriva en que las representaciones son investiduras, mientras que los afectos y sentimientos
correspondientes a procesos de descarga cuyas exteriorizaciones se perciben como sensaciones.
3. Es posible que el desprendimiento de afecto parta directamente del sistema ICC, cuyo carácter es
siempre de angustia, por la cual todos los afectos son reprimidos. Hemos afirmado que en la represión
se produce un divorcio ante el afecto y su representación a raíz de la cual ambos (afecto/representación)
van al encuentro de sus destinos separados.

IV. TÓPICA Y DINAMICA DE LA REPRESIÓN


La represión es en lo esencial un proceso que se cumple sobre representaciones en la frontera de los sistemas
ICC y PCC (cc).
La represión reprimida sigue teniendo capacidad de acción dentro del ICC; por tanto, debe haber conservado su
investidura. Consideremos (2) el caso de la represión propiamente dicha tal como ejerce sobre la representación
preconciente o ya conciente: entonces la represión puede consistir en que a la representación se le sustraiga la
investidura que pertenece al sistema PCC.
(1)De igual modo, el mecanismo de sustracción de una investidura preconciente no funcionaria en una
representación inconciente que aún no ha recibido investidura alguna del PCC y por lo tanto no puede ser
sustraída.
Aquí necesitamos de otro proceso: en primer caso (1) que mantenga la represión y en segundo cuide su
producción y permanencia (2) y sólo podemos hallarlo en una contra investidura mediante el cual el sistema PCC
se protege de la representación inconciente.
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

En el caso de la histeria de angustia una primera fase del proceso suele descuidarse. Consiste en que la
angustia surge sin que se perciba antes. Cabe suponer que dentro del ICC existió una moción de amor que
demandaba trasponerse al sistema PCC pero la investidura volcada a ella desde este sistema se le retiró al modo
de un intento de huida y la investidura libidinal inconciente de la representación así rechazada fue descargada
como angustia. A raíz de una eventual repetición de proceso se dio un primer paso para domeñar ese
desagradable desarrollo de angustia. La investidura fugada se volcó a una representación sustitutiva que por una
parte se extramo por vía asociativa con la representación rechazada y la represión permitió una racionalización del
desarrollo.

En la segunda fase de la histeria de angustia la contrainvestidura desde el sistema CC ha llevado la formación


sustitutiva. Como sabemos, el proceso de represión no está concluido por lo tanto todo el entorno asociado con la
representación sustitutiva es investido con una intensidad particular. Una excitación en cualquier lugar dará el
envión para un pequeño desarrollo de angustia.
El sistema CC se protege ahora con la activación de una representación sustitutiva.

En la histeria de conversión la investidura pulsional de la representación reprimida es traspuesta a la inervación


del síntoma.
Con respecto a la neurosis obsesiva es ella la que procura la primera represión; y en ella se consuma la irrupción
de la representación reprimida.

V. LAS PROPIEDADES PARTICULARES DEL SISTEMA ICC.


El núcleo del ICC consiste en agencias representantes de pulsión que quieren descargar su investidura; es decir,
mociones de deseo que están coordenadas entre sí, subsisten una junto a otras sin influirse y no se contradicen
entre ellas. Cuando son activadas al mismo tiempo dos mociones de deseo confluyen en la formación de un
compromiso.
Aquí rige el proceso psíquico primario, los procesos son atemporales, no tienen arreglo ni se modifican. Están
sometidos al principio de placer, su destino depende de la fuerza que posean y de si cumplen los requisitos de
placer o displacer.

INCONCIENTE:

AUSENCIA DE
CONTRADICCION
PROCESO PRIMARIO
(movilidad de
investidura)
ATEMPORALIDAD
SUSTITUCION DE
REALIDAD POR LA
Dentro del sistema PCC rige el proceso secundario. Los procesos aquí se exhiben una inhibición a la descarga
(característica de las representaciones investidas). Cuando el proceso traspasa de una representación a la otra, la
primera tiene una parte de su investidura y sólo una pequeña proporción experimenta el desplazamiento.
Al sistema PCC le compete el establecimiento de capacidad de comercio entre los contenidos de las
representaciones, de suerte que al influirse generan un orden temporal entre ellas y del principio de realidad.

SUJETO Y FANTASMA

la pulsión a partir de Freud

GRACIELA KAIT

ELEMENTOS Y DESTINOS

En primer lugar Freud dirá que el estimulo pulsional proviene del interior del propio organismo actuando como
una fuerza constante; denominada DRANG, ella es testimonio de un trabajo pulsional que se cancela mediante
la satisfacción que se constituye en la meta que se alcanza mediante una modificación de la fuente interior del
estimulo (zona erógena).
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

Entonces nombremos los 4 elementos:

1) EMPUJE
2) META
3) FUENTE
4) OBJETO

La emergencia es una fuerza constante que hace que no pueda resolver acciones de huida o fuga a diferencia
del estimulo que proviene del exterior:

TENGO FRIO -> ME ABRIGO.

ME MOLESTA LA LUZ-> ANTEOJOS OSCUROS.

De entrada, Freud ubica a la pulsión ligada al organismo.


Lacan destaca que Freud entiende a la pulsión como un montaje. El DRANG es esa fuerza constante que impide
su asimilación a una función biológica que siempre tiene ritmo (empuje). La meta es la satisfacción que sólo se
alcanza cancelando el estimulo que parte de la fuente. El objeto, según Freud, es aquello en lo cual o por cual se
alcanza la meta pero destaca que es lo más variable de la pulsión. La fuente es la zona erógena, su origen en
fuentes somáticas; a las cuales Lacan las llama Zona de borde.

LACAN + PULSIÓN = RECORRIDO SEMINARIO XI


Según Lacan no hay nada natural en los 4 conceptos al distinguirlos y ubicarlos. Se presentan como disyuntos.

El DRANG (empuje) es identificado como una tendencia a la descarga que no debe confundirse con una
necesidad.
La característica de la pulsión es ser una fuerza constante.
Para Lacan el único alcance que posee la meta de la pulsión es la función de poner en tela de juicio el asunto de
la satisfacción.
En cuanto al objeto Lacan dice que es lo más contingente de la pulsión.

● CIRCUITO PULSIONAL *

LOS DESTINOS DE PULSIÓN:

REPRESIÓN
SUBLIMACIÓN.
Al trastorno hacia lo contrario / la vuelta hacia la propia persona hay que pensarlos como parte del
trayecto del circuito pulsional y no como destinos.

Respecto del trastorno hacia lo contrario Freud dice que comprende dos procesos distintos:
● La vuelta de la pulsión (actividad -> pasividad).
● El trastorno en cuanto al contenido (amor -> odio).

En relación a la ‘’actividad->pasividad’’ Freud plantea dos pares opuestos: sado masoquismo/voyeurismo-


exhibicionismo.
El trastorno hacia lo contrario atañe a la meta de la pulsión (meta activa-> meta pasiva; mirar / ser mirado).
Lo esencial de la vuelta hacia la propia persona es el proceso por el cual hay un cambio vía del objeto
manteniéndose inalterada la meta (satisfacción) siendo que al final del circuito se satisface pasiva.

Freud entiende con respecto a la finalidad biológica de la sexualidad (reproducirse) que las pulsiones son siempre
pulsiones parciales. Y tanto que la pulsión parcial no es reproductora: o sea que la pulsión no responde a la lógica
de la reproducción de la especie. Justamente, dice Lacan la cuestión de la pulsión se embrolla cuando no se tiene
en cuenta que aunque representa la realización sexual, solo lo hace parcial.
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

El circuito está atravesado por esa flecha ascendente y descendente como DRANG, la superficie como BORD
(<zona erógena>). El dibujo está representado por los cuatros elementos:

● EMPUJE (aim)
● META (goal)
● FUENTE (board)
● OBJETO (a)

La meta NO es la realización del apareamiento reproductivo. ¿¡CUÁL ES!? Lacan lo va a analizar recurriendo al
término AIM:

AIM = TRAYECTO

La meta tiene otra forma que es la GOAL que es haber marcado un punto y con ello haber alcanzado la meta.
Entonces la meta se alcanza con el trayecto.

El objeto es un hueco, un vacío en el que cualquier objeto puede ocupar ese lugar y tiene la forma de objeto
perdido.

A = letra con la que Lacan escribe la falta de objeto.

Si la pulsión se satisface de alguna manera contorneando el agujero, la falta de objeto.

PULSIONES Y DESTINOS DE PULSION

1915

Los <conceptos básicos> fijados en definiciones experimentan un constante cambio de contenido. Un concepto
básico convencional de esa índole es el de pulsión. Intentemos llenarlo de contenido desde diversos lados.
Primero del lado de la fisiología: nos ha proporcionado el concepto de estimulo y esquema de reflejo, de acuerdo
con el estimulo aportado al tejido vivo es descargado desde afuera hacia afuera mediante una acción <acorde al
fin>.

¿Qué relación mantiene la <pulsión> con el <estímulo>?


La pulsión sería un estimulo para lo psíquico pero no se equiparan.
Distinguir entre estímulos pulsionales y otros estímulos (fisiológicos) que influyen sobre el alma. En primer lugar:
el estímulo pulsional proviene del interior del propio organismo. Por eso opera diversamente sobre el alma y se
necesitan diferentes acciones para eliminarlo. La pulsión no actúa como una fuerza de choque momentánea,
sino que siempre actúa como una fuerza constante. Puesto que ataca desde el interior de ella, una huida de
nada puede valer. Será mejor que llamemos <necesidad> al estímulo pulsional, lo que cancela esta necesidad
es la <satisfacción>, que puede alcanzarse por una modificación, apropiada a la meta, de la fuente interior de
estímulos.
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

Primero hallamos la esencia de la pulsión en sus caracteres principales: su proveniencia de fuentes de estímulos
situadas en el interior del organismo y su emergencia como fuerza constante y de aquí derivamos la
incoercibilidad por acción de huida. Después hallamos que la actividad del aparato psíquico está sometida al
principio de placer (se regula por la serie placer-displacer); esas sensaciones reflejan el modo en que se cumple
el dominio de los estímulos: el sentimiento tiene que ver con un incremento de estímulos y el de placer con su
disminución.

CONSIDERACION DE LA VIDA ANIMICA.


La pulsión nos parece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como representante psíquico
de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma.
Algunos términos que se usan con relación al concepto de pulsión:
1) ESFUERZO = Se entiende como el factor motor, es la medida de exigencia de trabajo. Es una propiedad
universal de las pulsiones y su esencia misma.
2) META = Es la satisfacción que sólo puede alcanzarse cancelando el estado de estimulación. Es
momentánea.
3) OBJETO = es aquello por lo cual se puede alcanzar la meta. Es lo más variable.
4) FUENTE = es la zona erógena. Se entiende por aquel proceso somático interior a un órgano o una parte
del cuerpo, cuyo estímulo es representado en la vida anímica por la pulsión.

¿Qué pulsiones pueden establecerse? ¿Y cuántas?


He propuesto distinguir dos grupos de pulsiones primordiales:
● pulsiones yoicas o autoconservación (conservación de la vida)
● pulsiones sexuales (conservación de la especie)

El psicoanálisis ha podido aportar datos únicamente sobre las pulsiones sexuales. Con miras a lo general: son
numerosas, brotan de múltiples fuentes orgánicas. La meta a la que aspiran cada una de ella es el logro del
placer del órgano. Su función de servicio es la reproducción, por eso se las conoce como pulsiones sexuales. En
su primera aparición se apuntaban en las pulsiones de autoconservación, de las que poco a poco se deshacen.
Tendremos que circunscribir a las pulsiones sexuales la indagación de los destinos que las pulsiones pueden
experimentar en el curso de su desarrollo. La observación nos enseña a reconocer como destinos de pulsión de
esa índole:
● El trastorno hacia lo contrario (= transferencia amor – odio).
● La vuelta hacia la persona propia (= sado-masoquismo).
● La represión (=actúa sobre la pulsión).
● La sublimación (=pulsión sexual en modo no sexual).
Los destinos de pulsión pueden ser presentados también como variedades de la defensa contra las pulsiones.

El trastorno hacia lo contrario se resuelve en dos procesos diversos:


● La vuelta de una pulsión de la actividad a la pasividad.
● Trastorno en cuanto al contenido.

El trastorno sólo atañe a las metas de la pulsión; la meta activa es reemplazada por la pasiva. El trastorno en
cuanto al contenido se descubre en la mudanza de amor – odio. La vuelta hacia la persona propia se nos hace
comprensible si pensamos que el masoquismo es un sadismo revuelto hacia el yo propio y la exhibición lleva a
mirarse el cuerpo propio. Lo esencial es el proceso del cambio de objeto con la meta inalterada.
Nos hemos acostumbrado a llamar narcisismo a la fase temprana del desarrollo del yo, durante la cual sus
pulsiones sexuales se satisfacen de manera auto erótica.

Unidad 4
TRES ENSAYOS DE TEORIA SEXUAL.

1915
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6

Nota introductoria:

Las teorías sexuales infantiles y la organización pregenital de la libido fueron incorporadas en 1915. Las
observaciones clínicas realizadas por Freud acerca de la importancia de los factores sexuales en la causación de
la neurosis de angustia y la neurastenia, y luego la psicosis, fueron las que lo llevaron a efectuar una
investigación sobre la sexualidad. Sus primitivos enfoques del tema, en 1890, partían de premisas fisiológicas y
químicas.

Desde el comienzo tuvo la sospecha de que los factores causales de la histeria remontaban a la niñez: Freud
ofrece una explicación de la histeria basada en os efectos de la seducción sexual en la primera infancia. Pero en
los años anteriores a 1897 la sexualidad se consideraba un factor latente, capaz de ser sacado a la luz
únicamente con intervención de un adulto.
En 1897 Freud se ve obligado a abandonar la teoría de la seducción. Su descubrimiento del complejo de Edipo
le llevó a advertir que los niños operaban normalmente impulsos sexuales sin ninguna necesidad de estimulación
externa. Con este hallazgo, la teoría sexual de Freud ya estaba realmente completa.

II. LA SEXUALIDAD INFANTIL


El descuido de lo infantil hace referencia a la afirmación de la falta de sexualidad en la infancia, que sólo
despierta en el período de la vida llamado pubertad. Este error tiene graves consecuencias, pues es la base de
nuestra ignorancia acerca de la vida sexual.
Es cierto que hallamos noticias acerca de una práctica sexual temprana en niños pequeños acerca de
erecciones, masturbación y aun de acciones parecidas al coito. Pero se las menciona como procesos
excepcionales o curiosidades.
Para Freud, la amnesia infantil es la razón de este asombroso descuido. Alude a la peculiar amnesia que en la
mayoría de los seres humanos cubre los primeros años de su infancia, hasta el 6to y 8vo año de vida. Y una vez
adultos nada sabemos por nosotros mismos. ¿Por qué nuestra memoria quedó tan retrasada respecto de nuestras otras
actividades anímicas? Debemos suponer que esas mínimas impresiones que hemos olvidado dejaron las más
profundas huellas en nuestra vida anímica y pasaron a ser determinantes para todo nuestro desarrollo posterior.
No puede tratarse de una desaparición real de las impresiones infantiles, si no de una amnesia semejante a la
que observamos en los neuróticos y su esencia consiste en un mero apartamiento de la conciencia (represión).
La existencia de la amnesia infantil proporciona otro punto de comparación entre el estado anímico del niño y el
de un psiconeurotico.

Durante el periodo de latencia total o parcial se edifican los poderes anímicos que se presentan como
inhibiciones en el camino de la pulsión sexual y angostaron su curso a la manera de unos diques (asco,
vergüenza, reclamos de ideales y moral) cuales en el niño civilizado se tiene la impresión de que el
establecimiento de éstos es por obra de la educación; aunque en realidad se establecen por condicionamiento
orgánico, están fijados hereditariamente y pueden producirse sin educación.

¿Con qué medios se ejecutan estas construcciones tan importantes para la cultura personal y la normalidad posterior del
individuo? Los historiadores de la cultura suponen que mediante esa desviación de las fuerzas pulsionales
sexuales de sus metas y su orientación a metas nuevas, llamada sublimación, se adquieren poderosos
componentes para todos los logros culturales.

Las mociones sexuales de estos años infantiles serian inapelables, pues las funciones de la reproducción
estarían diferidas, lo cual constituye el carácter principal del período de latencia: serían en sí perversas ya que
partirían en zonas erógenas y se sustentarían en pulsiones dada la dirección del desarrollo del individuo
provocarían sensaciones de displacer. Por eso suscitan fuerzas anímicas contrarias que constituyen sofocación
para ese displacer, los mencionados diques psíquicos.

EXTERIORIZACIONES DE LA SEXUALIDAD INFANTIL:

Es preciso distinguir fases de la masturbación infantil:


● El chupeteo: aparece en el lactante y puede conservarse hasta la madurez o persistir toda la vida.
Consiste en un contacto de succión con la boca (labios) repetido de forma rítmica, que no tiene como fin
la nutrición. La acción de mamar lleva al adormecimiento o incluso una reacción en una suerte de
orgasmo, ya que la satisfacción sexual es el mejor somnífero. Por esta vía, muchos niños pasan del
chupeteo a la masturbación.
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6
El autoerotismo es el carácter más llamativo de esta práctica sexual; se satisface en el cuerpo. Es auto
erótica. El niño chupeteador se rige por la búsqueda de un placer ya vivenciado y ahora recordado.
Pertenece al período de lactancia.

● La activación de la zona anal es apta por su posición para proporcionar un apuntalamiento de la


sexualidad en otras funciones corporales. Los niños sacan partido de la estimulabilidad erógena de la
zona anal cuando se delatan porque retienen las heces hasta que la acumulación de estas provoca
fuertes contracciones musculares y pueden ejercer un poderoso estimulo sobre la mucosa.
Evidentemente, se lo trata como a una parte de su propio cuerpo. Pertenece al florecimiento de la
práctica sexual.
● Entre las zonas erógenas del cuerpo infantil se encuentra una zona que está destinada a grandes cosas
en el futuro tanto en los varones como en las niñas. Se relaciona con la micción (clítoris/glande). Las
activaciones sexuales de estas zonas erógenas son el comienzo de la posterior vida sexual ‘’normal’’.
Pertenece del onanismo a la pubertad.

No se requiere de la seducción para despertar la vida sexual del niño; ese despertar puede producirse en forma
espontanea a partir de causas internas. Es instructivo que bajo la influencia de la seducción el niño pueda
convertirse en un perverso poliformo.
Las pulsiones parciales aparecen con cierta independencia de las zonas erógenas y más tarde estrechan
relación con la vida genital pero ya se hacen notables en la niñez como aspiraciones autónomas, separadas al
principio de la actividad sexual de la zona erógena. Esta inclinación es considerada perversa.

La meta sexual de la pulsión infantil consiste en producir la satisfacción mediante la estimulación apropiada de la
zona erógena que se ha escogido. Para que cree una necesidad de repetirla ésta satisfacción se debe haber
vivido antes.

INVESTIGACION INFANTIL
La pulsión del saber se sitúa entre los tres y cinco años, cuando el niño comienza aquella actividad que se
adscribe a la pulsión de investigar. Por el psicoanálisis hemos averiguado que la pulsión del saber de los niños
recae sobre problemas sexuales y quizás es despertada por ellos.
Lo que pone en marcha la actividad investigadora del niño es el enigma de la esfinge. El primer problema que
ocupa al niño es el enigma de < ¿de dónde vienen los niños?>. En cuanto a los dos sexos para el varón es
natural suponer que todas las personas poseen un genital igual al suyo.
El varón se aferra con energía a la convicción del complejo de castración y luego la abandona tras varias luchas
interiores. Las formaciones sustitutivas del pene perdido de la mujer cumplen un importante papel en la
conformación de múltiples perversiones. El supuesto de que todos los seres humanos poseen idéntico genital
masculino es la primera de las asombrosas teorías sexuales. En cuanto a la niña no le ocurre rechazo cuando ve
los genitales del varón pero sí expresa la envidia del pene, que culmina en el deseo de ser un varón.

CARACTERÍSTICAS DE LA SEXUALIDAD INFANTIL:


● Auto erótica: la pulsión se satisface en el cuerpo.
● Nace apuntalada: a las pulsiones de autoconservación y luego se independiza.
● Zona erógena: es un sector de la piel mucosa en el que ciertas estimulaciones provocan sensaciones
placenteras.
Perverso: sin reproducción.

Polimorfo: diferentes formas de


satisfacer.

FASES DE LA SEXUALIDAD INFANTIL:

● ETAPA ORAL: Ocupa los primeros 18 meses de vida. En ella, la boca es la principal zona en la que se
busca el placer.
● FASE ANAL: Los niños sacan partido de aquí. Es aquí donde los niños retienen las heces y como
consecuencia a esto se provocan fuertes contracciones que al descargarlas provocan estimulación en la
mucosa intestinal.
● FASE FÁLICA: Es contemporánea al complejo de Edipo y la amenaza de castración. Su zona erógena
asociada es la de los genitales donde aparece la diferencia entre niños y niñas.
● PERIODO DE LATENCIA: Se extiende hasta el inicio de la pubertad. Aquí se generan los diques
psíquicos. La niña deja el complejo de Edipo poco a poco y el del niño va por el fundamento de angustia.
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6
● PUBERTAD: Es el nacimiento de la sexualidad adulta; la zona erógena vuelve a ser la de los genitales.

SEPULTAMIENTO DEL COMPLEJO DE EDIPO

1924

NOTA INTRODUCTORIA:

Escrito en los primeros meses del 1924. Reclama un interés especial porque en él se hace hincapié por primera
vez en que la sexualidad sigue un curso diferente de desarrollo en los varones y niñas. Esta línea de pensamiento
novedosa fue proseguida por unos dieciocho meses más tarde en <algunas consecuencias psíquicas de la
diferencia anatómica entre los sexos (1925)>.

EL SEPULTAMIENTO DEL COMPLEJO DE EDIPO

El complejo de Edipo revela cada vez más su significación como fenómeno central del periodo sexual de la
primera infancia. Después cae sepultado, sucumbe a la represión y es seguido por el periodo de latencia. Los
análisis parecen enseñar que la raíz de por qué desaparece es la de las dolorosas desilusiones acontecidas: en
la niñita, que quiere considerarse la amada del padre, forzosamente tendrá que vivenciar alguna seria
reprimenda de parte de él y se verá arrojada de los cielos. El varoncito, que considera a la madre como su
propiedad, hace la experiencia de que ella le quita el amor y cuidado para entregárselos a un recién nacido. Así
el complejo de Edipo se iría al fundamento a raíz de su fracaso.
Otra concepción dirá que el complejo de Edipo tiene que caer porque ha llegado el tiempo de su dilución. Es
verdad que el complejo de Edipo es vivenciado de manera individual por la mayoría de los humanos pero es
también un fenómeno determinado por la herencia que tiene que desvanecerse.
Cuando el niño varón ha volcado su interés a los genitales lo deja traslucir por su vasta ocupación manual en
ellos y después tiene que hacer la experiencia de que los adultos no están de acuerdo con ese obrar. Más o
menos sobreviene la amenaza de que se le arrebatará esta parte tan estimada por él. La mayoría de las veces,
la amenaza de castración proviene de mujeres; a menudo, ellas buscan reforzar su autoridad invocando al padre
o al doctor, quienes consumarán el castigo: en ciertos números de casos anuncian la eliminación de la mano. En
efecto, al principio el varoncito no presta creencia ni obediencia alguna a la amenaza. Sólo tras hacer una nueva
experiencia el niño comienza a contar con la posibilidad de una castración.
La observación que por fin quiebra la incredulidad del niño es la de los genitales femeninos. Alguna vez el
varoncito llega a ver la región genital de una niñita, y no puede menos que convencerse de la falta de un pene en
un ser tan semejante a él. Pero con ello se ha vuelto representable la pérdida del propio pene; y la amenaza de
castración obtiene su efecto con posterioridad.

El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción: activa y pasiva.


Pudo situarse de manera masculina en el lugar del padre y mantener un comercio con la madre, a raíz de lo cual
el padre fue sentido pronto como un obstáculo; o quiso sustituir a la madre y hacerse amar por el padre, con lo
cual la madre quedó sobrando. Ahora bien, la aceptación de la posibilidad de castración puso fin a las dos
posibilidades de satisfacción derivadas del complejo de Edipo. En efecto, ambas conllevan la pérdida del pene:
● La masculina: en calidad de castigo.
● La femenina: premisa.

¿Cómo se consuma el correspondiente desarrollo en la niña pequeña?


También el sexo femenino desarrolla un complejo de Edipo, un superyó y un período de latencia, pero aquí las
cosas no suceden de igual manera que con el varón. El clítoris de la niñita se comporta al comienzo en todo
como un pene pero ella, por la comparación con un compañerito de juegos, percibe que es <demasiado corto> y
siente este hecho como una razón de inferioridad. Pero la niña no comprende su falta actual como un carácter
sexual sino que lo explica mediante el supuesto de que una vez poseyó un miembro igualmente de grande y
después lo perdió por castración. Así se produce esta diferencia esencial: la niñita acepta la castración como un
hecho consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación.
Excluida la angustia de castración, está ausente también un poderoso motivo para instituir el superyó e
interrumpir la organización genital infantil. Mucho más que en el varón, estas alteraciones parecen ser resultado
de la educación que amenaza con la pérdida de ser amado. El complejo de Edipo de la niñita es más univoco
que el del pequeño portador del pene. Su complejo de Edipo culmina en el deseo de recibir como regalo un hijo
del padre, parirle un hijo. Se tiene la impresión de que el complejo de Edipo es abandonado después poco a
poco porque este deseo no se cumple nunca. Ambos deseos (el de poseer un pene y recibir un hijo) permanecen
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6
en lo inconsciente, donde se conservan con fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su
posterior papel sexual.

Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia


anatómica entre los sexos

1925

NOTA INTRODUCTORIA:

Concluido en Agosto de 1925. En este breve articulo esta condensada la primera reformulación completa que
hizo Freud de sus concepciones sobre el desarrollo psicológico de la mujer.
Desde los primeros tiempos, Freud se lamentó la oscuridad que rodeaba la vida sexual de las mujeres. Así, al
comienzo de sus Tres ensayos de teoría sexual (1905) escribió que <la vida amorosa del hombre es la única que
se ha hecho asequible a la investigación, mientras que la de la mujer permanece envuelta en una oscuridad
todavía impenetrable>.
Cuando hemos indagado las primeras plasmaciones psíquicas de la vida sexual en el niño, en general tomamos
por objeto al varoncito. Suponíamos que en el caso de la niña todo seria semejante, aunque diverso de alguna
manera.
La situación del complejo de Edipo es la primera estación que discernimos con seguridad en el varoncito. Nos
resulta fácilmente porque en ella el niño retiene el mismo objeto al que ya en el período precedente había
investido con su libido todavía no genital. También el hecho de que vea al padre como un rival perturbador a
quién querría eliminar y sustituir se deduce limpiamente de las constelaciones objetivas. También ha expuesto
que la actitud edipica del varoncito pertenece a la fase fálica y que se va al fundamento por la angustia de
castración, o sea, por el interés narcisista hacia los genitales. Aún en el varoncito, el complejo de Edipo es de
sentido doble, activo y pasivo, en armonía con la disposición bisexual. También él quiere sustituir a la madre
como objeto de amor del padre; a esto lo designamos como actitud femenina.
En lo tocante a la prehistoria del complejo de Edipo en el varoncito hemos aprendido que hay en ella una
identificación de naturaleza tierna con el padre, de la que todavía está ausente el sentido de la rivalidad hacia la
madre. Otro elemento de esta prehistoria es el quehacer masturbatorio con los genitales; es el onanismo de la
primera infancia, cuya sofocación por parte de las personas encargadas de la crianza, activa el complejo de
castración. Suponemos que este onanismo es dependiente del complejo de Edipo y significa la descarga de su
excitación sexual. O si más bien emerge espontáneamente como quehacer de órgano y solo más tarde queda
anudado al complejo de Edipo; esta última posibilidad es la más verosímil. El hecho de que el niño siga
mojándose en la cama sería el resultado del onanismo, y el varoncito apreciaría su sofocación como una
inhibición de la actividad genital y por tanto en el sentido de una amenaza de castración. Finalmente, el análisis
nos permite vislumbrar que acaso la acción de espiar con las orejas el coito de los progenitores de edad muy
temprana de lugar a la primera excitación sexual y por los efectos que trae con posterioridad pase a ser el punto
de partida para todo el desarrollo sexual. El onanismo, así como las dos actitudes del complejo de Edipo, se
anudarían después a esa impresión, subsiguientemente interpretada. Empero, no podemos suponer que esas
observaciones del coito constituyan un suceso regular y aquí nos topamos con el problema de las <infancias
primordiales>.
A más de los complejos de castración del Edipo en el varón, el de la niña pequeña esconde otro. Inicialmente la
madre fue para ambos el primer objeto y no nos asombra que el varón lo retenga para el complejo de Edipo pero
¿cómo llega la niña a resignarlo y a tomar a cambio al padre por objeto?
Hay buenas razones para suponer que esta fantasía de deseo fue también la fuerza pulsional de su onanismo
infantil y uno fácilmente recibe la impresión de hallarse frente a un hecho elemental de la vida sexual infantil. Un
análisis de estos casos muestra algo diverso: que el complejo de Edipo tiene en ellos una larga prehistoria y es
una formación secundaria.
Según puntualiza el viejo pediatra de Lindner el niño descubre la zona genital dispensadora de placer durante el
mamar con fruición. En suma, la zona genital es descubierta en algún momento y no parece justificado atribuir un
contenido psíquico a los primeros quehaceres del niño con ella. Ahora bien, el paso siguiente en la fase fálica
que así ha comenzado es un descubrimiento grávido en consecuencias, circunscrito a la niña pequeña. Ella nota
el pene de un hermano o un compañerito de juegos, pene bien visible y de notable tamaño, y al punto lo
discierne como el correspondiente, superior de su propio órgano, pequeño y escondido; a partir de ahí cae
víctima de la envidia del pene.

He aquí una interesante oposición en la conducta de ambos sexos: cuando el varoncito ve por primera vez la
región genital de la niña, se muestra irresoluto poco interesado al principio: no ve nada, o desmiente su
percepción. Sólo más tarde, después que cobró influencia sobre él una amenaza de castración aquella
observación se le volverá significativa: su recuerdo mueve en él una temible tormenta afectiva y lo somete a la
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6
creencia en la efectividad de la amenaza. Dos reacciones resultaran de ese encuentro determinaran
duraderamente su relación con la mujer: horror frente a la criatura mutilada, o menosprecio triunfalista ante ella.
Nada de eso ocurre en la niña pequeña. En el acto se forma si juicio y su decisión. Ha visto eso, sabe que no lo
tiene y quiere tenerlo.

En este lugar se bifurca el llamado complejo de masculinidad de la mujer, que si no logra superarlo pronto puede
deparar grandes dificultades al prefigurado desarrollo hacia la feminidad. La niñita se rehúsa a aceptar el hecho
de su castración y se ve compelida a comportarse en lo sucesivo como si fuera un varón.
Las consecuencias psíquicas de la envidia del pene son múltiples y de vasto alcance. Con la admisión de su
herida narcisista, se establece en la mujer un sentimiento de inferioridad. Aunque la envidia del pene haya
renunciado a su objeto genuino, no cesa de existir: pervive en el rasgo de carácter los celos. Es verdad que los
celos no son exclusivos de uno de los dos sexos. Pero yo creo que desempeñan un papel mayor en la vida
anímica de la mujer porque reciben un enorme refuerzo desde la fuente de la envidia del pene, desviada.
Una tercera consecuencia de la envidia del pene parece ser el aflojamiento de los vínculos tiernos con el objeto
madre. El curso histórico suele ser este: tras el descubrimiento de la desventaja los genitales, pronto afloran
celos hacia otro niño a quien la madre supuestamente ama más, con lo cual se adquiere una motivación para
desasirse de la ligazón-madre.
La libido se desliza a una nueva posición. Resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el deseo de un hijo y
con este propósito toma al padre como objeto de amor. La madre pasa a ser un objeto de los celos y la niña
deviene una pequeña mujer.
En la niña el complejo de Edipo es una formación secundaria. Mientras que el complejo de Edipo del varón se va
al fundamento debido al complejo de castración, el de la niña es posibilitado e inducido por este ultimo. La
diferencia entre varón y mujer en cuanto a esta pieza del desarrollo sexual es una comprensible consecuencia de
la diversidad anatómica de los genitales y de la situación psíquica enlazada con ella; corresponde al distingo
entre castración consumada y mera alcanzada de castración.
En cambio, en el varón el complejo no es simplemente reprimido; zozobra formalmente bajo el choque de la
amenaza de castración. Sus investiduras libidinosas son resignadas, desexualizadas y en parte sublimadas; sus
objetos son incorporados al yo, donde forman el núcleo del superyó y prestan a esta neoformación sus
propiedades características. En el caso normal ya no subsiste tampoco en lo inconciente ningún complejo de
Edipo, el superyó ha devenido su heredero.
En la niña falta el motivo para la democión del complejo de Edipo. La castración ya ha producido antes su efecto,
y consistió en esforzar a la niña a la situación del complejo de Edipo. Por eso este último se escapa al destino
que le está deparando en el varón; puede ser abandonado poco a poco, tramitado por represión, o sus efectos
penetrar mucho en la vida anímica que es normal para la mujer. El superyó nunca deviene tan impecable, tan
independiente de sus orígenes afectivos como lo exigimos en el caso del varón.

Unidad 5

EL YO Y EL
ELLO
INTRODUCCIÓN: Éste libro apareció en 1923.
<consideraciones sobre lo inconciente>

El disertante repite la conocida histeria de desarrollo del concepto de ‘’inconciente’’ en el psicoanálisis.


‘’Inconciente’’ es al comienzo un término meramente descriptivo que incluye a lo latente por el momento.
Empero, la concepción del proceso represivo fuerza a dar a lo inconciente un sentido que se lo equipara a lo
reprimido. Lo latente recibe el nombre de ‘’preconciente’’ y se sitúa en las proximidades de lo conciente. Se
demuestra que no es factible hacer coincidir lo reprimido con lo inconciente; y el yo con lo pre-conciente y lo
conciente.
El disertante elucida los dos hechos que prueban que dentro de yo hay un inconciente que se comporta como lo
inconciente reprimido:
● La resistencia en el psicoanálisis.
● El sentimiento inconciente de culpa.

El yo y el ello ofrece una descripción de la psique y su operación es nueva y revolucionaria. La circunstancia


histórica de que en sus orígenes el psicoanálisis estuvo vinculado al estudio de la histeria lo llevó de inmediato a
formular la hipótesis de la represión (o la defensa) como función psíquica y esto a su vez condujo a una hipótesis
tópica: un esquema de la psique dividida en dos partes, una de las cuales era la reprimida y la otra represora. No
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6
es difícil equiparar la parte reprimida de la psique con lo <inconciente> y la represora con lo <conciente>. Freud
representó esta concepción en sus primeros diagramas del aparato psíquico (la interpretación de los sueños) y
este esquema en apariencia simple fue el cimiento en que se asentaron todas sus ideas iníciales:
● Desde el punto de vista funcional: una fuerza reprimida trataba de abrirse paso hasta la actividad pero
era frenada por una fuerza represora.
● Desde un punto de vista estructural: un <inconciente> se oponía a un <yo>.

Pronto surgieron complicaciones. Se vio enseguida que la palabra <inconciente> era utilizada en dos sentidos:
<descriptivo –se atribuía a un estado psíquico una particular cualidad-> y el <dinámico –se atribuía a un estado
psíquico una particular función->. Pero desde el comienzo estuvo envuelta en otra noción más oscura: <sistemas
o instancias> existentes en el aparato psíquico. Este aparato implicaba una división tópica o estructural de la
psique basada en algo más que la función, una división en partes a las que podía atribuírseles ciertas
características y modos de operación diferente. El concepto de <sistemas> fue explicitado en La interpretación
de los sueños. Los términos con los que allí se lo introdujo sugerían imágenes espaciales, tópicas. Había un
cierto número de <sistemas> y entre ellos <el inconciente> que sería designado como <el sistema ICC>.
El sistema inconciente no significaba otra cosa que lo reprimido, hasta que en La interpretación de los sueños se
señala algo de alcances mucho más vastos. En la <nota sobre el concepto de lo inconciente> se establece una
diferenciación entre los usos descriptivos y dinámicos del término <inconciente>. Freud define un tercer uso
<sistemático>. Plantea la cuestión de si el término <inconciente> era en verdad apropiado como designación de
un sistema.
En el modelo estructural del aparato psíquico, desde el principio se distinguió con claridad de <el inconciente>
fue <el yo>; ahora, el yo mismo debía ser descrito en parte como <inconciente>. Esto fue señalado y afirmado en
Más allá del principio de placer (1920): ‘’<Es que sin duda también en el interior del yo es mucho lo inconciente;
justamente lo que puede llamarse el núcleo del yo; abarcamos sólo una pequeña parte de eso con el nombre de
<pre-conciente>’’.
Freud abandonó en este contexto como diferenciación la condición de ser <conciente> y comenzó a considerarla
simplemente como algo que podía adscribirse o no a un estado psíquico.

La expresión <das es (el ello)> fue tomada directamente de George Groddeck. Freud la adoptó dándole un
significado diferente y más preciso: vino a aclarar y reemplazar a los mal definidos usos de las expresiones
anteriores: <el inconciente>, el <ICC> y <el inconciente sistemático>. Parece posible discernir dos usos
principales: el vocablo designa el <sí-mismo> de una persona como totalidad para diferenciarla de otras
personas; en el uso, denota una parte determinada de la psique, que se caracteriza por atributos y funciones
especiales.
Freud no volvió a tocar el tema por quince años. Su interés se centro en sus investigaciones sobre lo inconciente
y las pulsiones, y en el papel que éstas desempeñaban en el comportamiento psíquico normal y patológico.
Nunca soslayó el hecho de que las fuerzas represoras cumplían un papel importante. Por el momento bastaba
con incluirlas bajo el rotulo general de <el yo>.
Alrededor de 1910 hubo dos indicios de un cambio: en su artículo acerca de la perturbación psicógena de la
visión (1910) se mencionan las <pulsiones yoicas>, en las que se combinan las funciones de la represión y
autoconservación. El otro desarrollo importante fue la hipótesis del narcisismo, propuesta en 1909 que dio paso a
un detallado examen del yo y sus funciones en una variedad de contexto. En <lo inconciente> tuvo lugar otra
modificación: lo que antes se llamaba <el yo> pasó a ser <el sistema CC (pcc)>. Este es el sistema progenitor de
<el yo> tal como lo encontramos en la terminología corregida, de la cual se eliminó la vinculación con la cualidad
de <conciencia>.
Todas las funciones del sistema CC (pcc) son asignadas ahora al <yo>. Pero una de esas funciones <el
sentimiento de culpa> había atraído el interés de Freud desde las primeras épocas en conexión con la neurosis
obsesiva.

Freud indica que el narcisismo de la infancia es reemplazado en el adulto por la devoción de un yo ideal que se
forma en su interior. Atribuía a esa instancia funciones como la conciencia moral de la persona normal, la censura
onírica y ciertas representaciones delirantes paranoides.
En el presente trabajo, el <superyó> aparece como equivalente del <ideal del yo>, luego cobra
predominantemente el carácter de una instancia admonitoria o prohibidora. En realidad, luego de éste trabajo y
otros breves, el <ideal del yo> desapareció por completo. Reaparece esporádicamente en Nuevas conferencias,
donde encontramos un retorno al distingo establecido originalmente, pues una <función importante> atribuida al
superyó es actuar como <portador del ideal del yo con el que el yo se mide>. Se nos muestra que el superyó
deriva de la transformación de las primeras investiduras de objeto del niño en identificaciones: ocupa el sitio del
complejo de Edipo.
Una vez efectuada su anatomía de la psique, Freud estaba en condiciones de estudiar sus implicaciones.

I. CONCIENCIA E INCONCIENTE
La diferenciación de lo psíquico en conciente e inconciente es la premisa básica del psicoanálisis, y la única
que le da la posibilidad de comprender los tan frecuentes procesos patológicos de la vida anímica. El
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6
psicoanálisis no puede situar en la conciencia la esencia de lo psíquico, se ve obligado a considerar la
conciencia como una cualidad de lo psíquico que puede añadirse a otras cualidades o faltar.
Aquí está el primer shibbólet (enemigo) del psicoanálisis. Para la mayoría de las personas de formación
filosófica, la idea de algo psíquico que no sea también conciente es tan inconcebible que les parece absurda y
desechable por mera aplicación de la lógica. Y bien, su psicología de la conciencia es incapaz de solucionar
los problemas del sueño y de la hipnosis.

<Ser conciente> es, en primer lugar, una expresión puramente descriptiva, que invoca la percepción más
inmediata y segura. En segundo lugar, la experiencia muestra que un elemento psíquico (una representación)
no suele ser conciente de manera duradera. Lo característico es que el estado de la conciencia pase con
rapidez: la representación sólo puede volver a ser conciente bajo ciertas condiciones que se producen con
facilidad. Entre tanto, ella era…. no sabemos qué. Podemos decir que estuvo latente y por tal entendemos que
en todo momento fue susceptible de conciencia. También damos una descripción correcta si decimos que ha
sido inconciente. Eso <inconciente> coincide con <latente-susceptible de conciencia>. Los filósofos nos
objetaran: ‘’no, el término ‘inconciente’ es enteramente inaplicable aquí, la representación no era nada
psíquico mientras se encontraba en el estado de latencia’’. Hemos llegado al término o concepto de lo
inconciente por otro camino: por procesamiento de experiencias en las que desempeña un papel la dinámica
anímica. Tenemos averiguado que existen procesos anímicos o representaciones muy intensas que pueden
tener plenas consecuencias para la vida anímica, sólo que ellos mismos no devienen concientes.
Bástenos con que en este punto intervenga la teoría psicoanalítica y asevere que tales representaciones no
pueden ser concientes porque cierta fuerza se resiste a ello, que si no fuese así podrían devenir concientes y
entonces se vería cuan poco se diferencian de otros elementos psíquicos reconocidos. Esta teoría se vuelve
irrefutable porque en la técnica psicoanalítica se han hallado medios con cuyo auxilio es posible cancelar la
fuerza contrarrestante y hacer concientes las representaciones en cuestión. Llamemos represión (esfuerzo de
desalojo) al estado en que ellas se encontraban antes de que se las hiciera conciente, y aseveremos que en el
curso del trabajo psicoanalítico sentimos como resistencia la fuerza que produjo y mantuvo la represión.
Por lo tanto, es de la doctrina de la represión de donde extraemos nuestros conceptos de lo inconciente. Lo
reprimido es para nosotros el modelo de lo inconciente. Veremos que tenemos dos clases de inconciente: lo
latente (aunque susceptible de conciencia) y lo reprimido (es insusceptible a la conciencia). Llamamos
preconciente a lo latente, que es inconciente sólo descriptivamente, y limitamos el nombre inconciente a lo
reprimido inconciente dinámicamente. De modo que ahora tenemos tres términos:
● Conciente (cc)
● Preconciente (prcc). Suponemos que está mucho más cerca de lo CC que el ICC.
● Inconciente (icc). Cuyo sentido ya no es puramente descriptivo.

¿Por qué no preferimos quedar de acuerdo con los filósofos y, consecuentemente, separar tanto al Prcc como el Icc de lo
psíquico conciente?
Los filósofos nos propondrían describir el PCC y el ICC como dos clases de lo psicoide y así se restablecería la avenencia.
Pero de ello se seguirían infinitas dificultades y el único hecho importante quedaría relegado en aras de un prejuicio, que
proviene del tiempo en que no se tenía noticia de esos estados psicoides.
Podemos manejarnos cómodamente con nuestros tres términos con tal que no olvidemos que en el sentido
descriptivo hay dos clases de inconciente pero en el dinámico sólo una. Comoquiera que fuese, nos hemos
habituado bastante a esta ambigüedad de lo inconciente, y hemos salido airosos con ella. Hasta donde yo puedo
ver, es imposible evitarla: el distingo entre conciente e inconciente es en definitiva un asunto de la percepción, y
se lo ha de responder por sí o por no; el acto mismo de la percepción no nos anoticia de la razón por la cual es
percibido o no es. No es lícito lamentarse de que lo dinámico sólo encuentre una expresión ambigua en la
manifestación fenoménica.
Ahora bien, en el curso ulterior del trabajo psicoanalítico se evidencia que estos distingos no bastan, son
insuficientes en la práctica. Entre las situaciones que lo muestran descaremos como la más significativa a la
siguiente: hemos formado la representación de una organización coherente de los procesos anímicos en una
persona, y la llamamos su yo. De este yo depende la conciencia; él gobierna los accesos a la motilidad: vale
decir, a la descarga de las excitaciones en el mundo exterior; es aquella instancia anímica que ejerce un control
sobre todos sus procesos parciales, y que por la noche se va a dormir, a pesar de lo cual aplica la censura
onírica. De este yo parten también las representaciones, a raíz de las cuales ciertas aspiraciones anímicas
deben excluirse de la conciencia, otras modalidades de vigencia y de quehacer. Ahora bien, eso hecho a un lado
por la represión opone al yo, y se plantea la tarea de cancelar las resistencias que el yo exterioriza a ocuparse
de lo reprimido. Hemos hallado en el yo que también es inconciente, que se comporta exactamente como lo
reprimido, vale decir, exterioriza efectos intensos sin devenir a su vez conciente. He aquí la consecuencia que
esto tiene para la práctica analítica: nuestra intelección de las constelaciones estructurales de la vida anímica
nos obliga a sustituir la oposición entre lo conciente y lo inconciente por otra: la oposición entre el yo coherente y
lo reprimido escindido de él.
Pero más sustitutivas son las consecuencias para nuestra concepción de lo inconciente. La consideración
dinámica nos aporto la primera enmienda; la intelección estructural trae la segunda. Discernimos que lo ICC no
coincide con lo reprimido; sigue siendo correcto que todo reprimido es ICC pero no todo ICC es reprimido.
También una parte del yo puede ser ICC. Y esto del ICC del yo no es latente en el sentido de lo PCC, pues si así
PSICOANÁLISIS 1, 2, 3, 4, 5 Y 6
fuera no podría ser activado sin devenir CC, y el hacerlo conciente no depararía dificultades tan grandes. Puesto
que nos vemos así constreñidos a estatuir un tercer ICC, no reprimido, debemos admitir que el carácter de la
inconciencia pierde significatividad para nosotros. Pasa a ser una cualidad multívoca que no permite las amplias
y excluyentes conclusiones a que habríamos querido aplicarla. Empero, guardémosno de desdeñarla, pues la
propiedad de ser o no conciente es en definitiva la única antorcha en la oscuridad de la psicología de las
profundidades.

II. EL YO Y EL ELLO
La investigación patológica ha dirigido nuestro interés demasiado exclusivamente a lo reprimido. Desde que
sabemos que también el yo puede ser inconciente en el sentido genuino, querríamos averiguar más acerca de
él. Hasta ahora, en el curso de nuestras investigaciones, el único punto de apoyo que tuvimos fue el signo
distintivo de la conciencia o la inconciencia. No obstante, todo nuestro saber está ligado siempre a la
conciencia. Aún de lo Icc podemos decir <hacer conciente algo>? ¿Cómo puede ocurrir?
Tenemos dicho que la conciencia es la superficie del aparato anímico, la hemos adscrito en calidad de función
a un sistema que espacialmente es el primero contacto desde el mundo investigador tendrá que tomar como
punto de partida esta superficie percipiente.
Por lo pronto, son CC todas las percepciones que nos vienen de afuera (percepción) y de adentro (sensorial)
lo que llamamos sensaciones y sentimientos. Ahora bien, ¿qué ocurre con aquellos otros procesos que
podemos reunir bajo el título de ‘’procesos de pensamiento’’? ¿Son ellos los que, consumados en el interior
del aparato como desplazamientos de energía anímica en el camino hacia la acción, advienen a la superficie
que hace nacer a la conciencia, o es la conciencia la que va hacia ellos? Reparamos en que esta es una de
las dificultades que se presentan si uno quiere tomar en serio la representación espacial, tópica, del acontecer
anímico… ambas posibilidades son inimaginables por igual; una tercera tendría que ser la correcta.
Ya en otro lugar adopte el supuesto de que la diferencia afectiva entre una representación (pensamiento) icc y
una Prcc consiste en que la primera se consuma en algún material que permanece no conocido, mientras que
en el caso de la segunda (Prcc) se añade la conexión con representaciones-palabras. He aquí el primer
intento de indicar, para ambos sistemas Prcc e icc, signos distintivos diversos que la referencia a la
conciencia. Por tanto, la pregunta se reformularía más adecuadamente así: < ¿cómo algo deviene
preconciente?> y la respuesta sería: <por conexión con las correspondientes representaciones-palabras.>
Estas representaciones-palabras son restos mnémicos: una vez fueron percepciones y como todos los restos
mnémicos, pueden devenir de un nuevo conciente. Nos parece vislumbrar una nueva intelección: sólo puede
devenir conciente lo que ya una vez fue percepción cc: exceptuados los sentimientos, lo que desde adentro
quiere devenir conciente tiene que intentar trasponerse en percepciones exteriores. Esto se vuelve posible por
medio de las huellas mnémicas.
Concebimos los restos mnémicos como contenidos en sistemas contiguos al sistema pcc, por lo cual sus
investiduras fácilmente pueden trasmitirse hacia adelante a los elementos de este último sistema. En el acto
nos vienen a la memoria la alucinación y el hecho de que el recuerdo se diferencia siempre de la ilusión, así
como de la percepción externa. Sólo que con igual rapidez caemos en la cuenta de que en ese caso de
reanimación de un recuerdo la investidura se conserva en el sistema mnémico, mientras que la alucinación
quizá nace cuando la investidura desborda desde la huella mnémica sobre el elemento P (perceptivo) y que se
traspasa enteramente a este. Los restos de palabra provienen de percepciones acústicas, a través de los
cuales es dado un particular origen sensorial para el sistema PCC. En un primer abordaje pueden desdeñarse
los componentes visuales de la representación-palabra por ser secundarios. La palabra es entonces el resto
mnémico de la palabra oída.
Pero no se nos ocurra olvidar la significatividad de los restos mnémicos ópticos, ni desmentir que es posible
un devenir-conciente los procesos de pensamiento por retroceso a los restos visuales. Se averigua que en
tales casos casi siempre es el material concreto de lo pensado el que deviene conciente pero no puede darse
expresión visual a las relaciones que distinguen particularmente a lo pensado. Por tanto, el pensar en
imágenes es sólo un imperfecto devenir-conciente.
Si tal punto es el camino por el cual algo en sí inconciente deviene preconciente, la pregunta por el modo en
que podemos hacer (pre)conciente algo reprimido ha de responderse: restableciendo, mediante trabajo
analítico, aquellos eslabones intermedios pcc. Por consiguiente, la conciencia permanece en su lugar, pero
tampoco el icc ha trepado hasta la cc.
El vinculo de la percepción externa con el yo es totalmente evidente, el de la percepción interna con el yo
reclama una indagación especial.
La percepción interna proporciona sensaciones de procesos que vienen de los estratos más diversos y por
cierto también de los más profundos, del aparato anímico.
Son mal conocidos, aunque podemos considerar como su mejor paradigma a los de la serie placer-displacer.
Son más originarios, más elementales que los provenientes de afuera y pueden salir a la luz aún en estados
de conciencia turbada. Estas sensaciones son multioculares (de lugar múltiple) como las percepciones
externas; pueden venir simultáneamente en diversos lugares y tener cualidades diferentes, y hasta
contrapuestas.
Las sensaciones de carácter placentero no tienen en sí nada esforzante, a diferencia de las sensaciones de
displacer, que son esforzantes en alto grado: esfuerzan a la alteración, a la descarga, y por eso nos referimos
el displacer a una elevación, y el placer a una disminución, de la investidura energética. Si lo que deviene
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conciente como placer y displacer lo llamamos otro cuantitativo-cualitativo en el decurso anímico, nos surge
esta pregunta: ¿otro de esta índole puede devenir conciente en su sitio y lugar, o tiene que ser conducido
hacia adelante, hasta el sistema P?
La experiencia clínica zanja la cuestión a favor de lo segundo. Muestra que eso otro se comporta como una
moción reprimida. Puede desplegar fuerzas pulsionantes sin que el yo note la compulsión. Sólo una

resistencia a la compulsión hace conciencia enseguida a eso otro. por lo tanto, seguimos teniendo justificación
para afirmar que también sensaciones y sentimiento sólo devienen concientes si alcanzan al sistema P; si les
es bloqueada su conducción hacia adelante, no afloran como sensaciones. Así pues hablamos de
sensaciones inconcientes; mantenemos de ese modo la analogía de <representaciones inconcientes>. La
diferencia entre cC y PCC carece de sentido para las sensaciones; aquí falta lo pcc, las sensaciones son bien
concientes o bien inconcientes. Y aún cuando se liguen a representaciones-palabras devienen tales de
manera directa.
El papel de las representaciones-palabra se vuelve enteramente claro. Por su medición, los procesos internos
de pensamiento son convertidos en percepciones. Es como si hubiera quedado en evidencia la proposición:
<todo saber proviene de la percepción externa>. A raíz de una sobre investidura del pensar, los pensamientos
devienen percibidos real y efectivamente y por eso se los tiene por verdaderos.
Tras la aclaración de los vínculos entre percepción externa e interna, y el sistema pcc, podemos edificar
nuestra representación del yo. Lo vemos a partir del sistema P (perceptivo) como su núcleo, y abrazar primero
al pcc, que se apuntala en los restos mnémicos. Empero, como tenemos averiguado, el yo es inconciente.
Georg Groddeck insiste en que lo que llamamos nuestro <yo> se comport en la vida de manera esencialmente
pasiva y somos <vividos> por poderes ignotos, ingobernables. Propongo dar razón de ella llamando <yo> a la
esencia que parte del sistema P y que es primero PCC, y <ello> en cambio a lo otro psíquico en que aquel se
continua y se comporta como ICC.
Un individuo es ahora para nosotros un ello psíquico, no conocido e inconciente, sobre el cual como una
superficie se asienta el yo. Si tratamos de obtener una figuración gráfica, agregaremos que el yo no envuelve
al ello por complejo, sólo la extensión en que el sistema P forma su superficie (la del yo). El yo no está
separado tajantemente del ello: confluye hacia abajo con el ello.
Pero también lo reprimido con el ello, no es más que una parte del ello. Lo reprimido sólo es segregado
tajantemente del yo por las resistencias de represión, pero puede comunicar con el yo a través del ello. De
pronto caemos en la cuenta: casi todas las separaciones que hemos descrito a incitación de la patología se
refieren sólo a los estratos de superficie del aparato anímico. Tal vez agregaremos que el yo lleva un
<casquete auditivo> y lo lleva sólo de un lado según la anatomía del cerebro. Se lo asienta trasversalmente.

El yo es la parte del ello alterada por la influencia directa del mundo exterior, con mediación de PCC; por así
decir, es una continuación de la diferenciación de superficies. Además, se empeña en hacer valer sobre el ello
el influjo del mundo exterior, así como sus propósitos propios; se afana por reemplazar el principio de placer,
que rige irrestrictamente en el ello, por el principio de realidad. Para el yo, la percepción cumple el papel que
en el ello corresponde a la pulsión. El yo es el representante de lo que puede llamarse razón y prudencia, por
oposición al ello, que contiene las pasiones.
La importancia funcional del yo se expresa en el hecho de que normalmente es asignado al gobierno sobre los
accesos de motilidad. Así, con relación al ello, se parece al jinete que debe enfrentar la fuerza superior del
caballo, con la diferencia de que el jinete lo intenta con sus propias fuerzas, mientras que el yo lo hace con
fuerzas prestadas.
Además del influjo del sistema P (perceptivo), otro factor que parece ejercer una acción eficaz sobre la
génesis del yo y su separación del ello. El cuerpo propio y sobre todo su superficie es un sitio del que pueden
partir simultáneamente percepciones internas y externas. Es visto como un objeto otro, pero proporciona al
tacto dos clases de sensaciones una de las cuales puede equivaler a una percepción interna.
El yo es sobre todo una esencia-cuerpo no es sólo una esencia-superficie. Si no, él mismo es la proyección de
una superficie. Si uno le busca una analogía anatómica, lo mejor es identificarlo con el <homúnculo del
encéfalo>; que está cabeza abajo en la corteza cerebral y tiene a la izquierda la zona del lenguaje.
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El nexo del yo con la conciencia ha sido examinado repetidas veces. No nos sorprende escuchar que el
pulsionar de las pulsiones inferiores tiene curso en lo inconciente, pero esperamos que las funciones anímicas
encuentren un acceso tanto más seguro y fácil a la conciencia cuanto más alto se sitúen dentro de esa escala
de valoración. Ahora bien, la experiencia psicoanalítica nos desengaña en ese punto. Por una parte, tenemos
pruebas de que un trabajo como el que suele exigir una reflexión, puede realizarse también pre-
conscientemente, sin alcanzar la conciencia. Estos casos son indubitables; se producen en el estado de

dormir, y se exteriorizan en el hecho de que una persona tras despertar sabe la solución de un difícil problema
o de otra índole que en vano se afanaba por resolver el día anterior.
Más sorprendentemente es otra experiencia. Aprendemos en nuestros análisis que hay personas en quienes
la autocritica y la conciencia moral son inconcientes y se exteriorizan los efectos más importantes. Por lo tanto
el permanecer-inconcientes las resistencias en el análisis no es la única situación de esta clase. Ahora bien, la
experiencia nueva que nos fuerza a hablar de un sentimiento inconciente de culpa, nos despista mucho más y
nos planta nuevos enigmas, en particular a medida que vamos coligiendo que un sentimiento inconciente de
culpa de esa clase desempeña un papel económico decisivo en gran número de neurosis y levanta los más
poderosos obstáculos en el camino de la curación. Si volvemos a adoptar el punto de vista de nuestra escala
de valores deberíamos decir: lo más profundo y lo más alto en el yo puede ser inconciente. Es como si nos
fuera demostrado lo que antes dijimos del yo conciente: es sobre todo un yo-cuerpo.

III. EL YO Y EL SUPERYÓ (IDEAL DEL YO)


Si el yo fuera sólo la parte del ello modificada por el influjo del sistema de percepción, el subrogado del mundo
exterior real en lo anímico, estaríamos frente a un estado de cosas simples. Pero se agrega algo más. En
otros textos se expusieron los motivos que nos movieron a suponer la existencia de un grado en el interior del
yo, una diferenciación dentro de él, que ha de llamarse ideal-yo o superyó. Ellos conservan su vigencia (sólo
puede reconocerse como núcleo del yo al sistema pcc), que esta pieza del yo mantiene un vinculo menos
firme con la conciencia, he ahí la novedad que pide aclaración.
Aquí tenemos que abarcar un terreno algo más amplio. Habíamos logrado esclarecer el sufrimiento doloroso
de la melancolía mediante el supuesto de que un objeto perdido se vuelve a erigir en el yo: una investidura de
objeto es relevada por una identificación. Desde entonces hemos comprendido que tal sustitución participa en
considerable medida en la conformación del yo, y contribuye esencialmente a producir lo que se denomina su
carácter.
Al comienzo de todo, en la fase primitiva oral del individuo es imposible distinguir entre investidura de objeto e
identificación. Más tarde, lo único que puede suponerse es que las investiduras de objeto parten del ello;
siente las aspiraciones eroticas como necesidades. El yo recibe noticias de las investiduras de objeto, les
presta su aquiescencia o busca defenderse de ellas mediante el proceso de la represión.
Si un objeto sexual es resignado no es raro que a cambio sobrevenga la alteración del yo (erección del yo).
Quizás el yo, mediante esta introyección que es una suerte de regresión al mecanismo de la fase oral, facilite
o posibilite la resignación del objeto. Quizás esta identificación sea en general la condición bajo la cual el ello
resigna sus objetos. Como quiera que fuese este proceso es muy frecuente, sobre todo en fases tempranas
de desarrollo, y puede dar lugar a esta concepción: el carácter del yo es una sedimentación de las investiduras
de objeto resignadas. Es preciso atribuir a una escala de la capacidad de resistencia que el carácter de una
persona adopta esos influjos provenientes de la historia de las elecciones eróticas de objeto o se defiende de
ellos. En los rasgos de carácter de mujeres que han tenido muchas experiencias amorosas, uno cree poder
pesquisar fácilmente los saldos de sus investiduras de objeto. También cabe considerar una simultaneidad de
investidura de objeto e identificación: una alteración del carácter antes que el objeto haya sido resignado. En
este caso, la alteración del carácter podría sobrevivir al vínculo de objeto y conservarlo en cierto sentido.
Otro punto de vista enuncia que esta trasposición de una elección erótica de objeto en una alteración del yo es
un camino que permite al yo dominar al ello y profundizar sus vínculos con el ello, aunque a costa de una
ngran docilidad hacia sus vivencias. Cuando el yo cobra los rasgos del objeto se impone él mismo al ello como
objeto de amor, busca reprararle su pérdida: <’’mira, puedes amarme también ami, soy tan parecido al
objeto..’’>.
La trasposición así cumplida de libido de objeto en libido narcisista conlleva una resignación de las metas
sexuales, una desexualización y una suerte de sublimación. Constituye una digresión respecto de nuestra
meta, si bien una digresión inevitable, que fijemos por un momento nuestra atención en las identificaciones-
objeto del yo. Si estas predominan se vuelven demasiado numerosas e hiperintensas, e inconciliables entre sí,
amenaza un resultado patológico. Puede sobrevenir una fragmentación del yo si las diversas identificaciones
se segregan unas a otras mediantes resistencias; y tal vez el secreto de los casos de la llamada personalidad
múltiple resida en que las identificaciones singulares atraen hacia sí la conciencia. Pero aún si no llega tan
lejos se plantea el tema de los conflictos entre las diferentes identificaciones en que el yo se separa, conflictos
que no pueden calificarse enteramente de patológicos.
Ahora bien, comoquiera que se pasme después la resistencia del carácter frente a los influjos de investiduras
de objeto resignadas, los efectos de las primeras identificaciones serán universales y duraderos. Esto nos
reconduce a la génesis del ideal del yo, tras este se esconde la identificación primera del individuo: la
identificación con el padre de la prehistoria personal. Empero, las elecciones de objeto que corresponden a los
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primeros períodos sexuales y atañen a padre y madre parecen tener su desenlace, si el ciclo es normal; en
una identificación de esa clase, reforzando de ese modo la identificación primaria.
Estos nexos son tan complejos que requieren ser descritos más a fondo: dos factores son los culpables de
esta complicación: la disposición triangular de la constelación del Edipo, y la bisexualidad constitucional del
individuo.

El caso del niño varón se plasma de la siguiente manera: en época temprana desarrolla una investidura de
objeto hacia la madre, que tiene su punto de arranque en el pecho materno; del padre el varoncito se apodera
por identificación. Ambos vínculos marchan un tiempo uno junto al otro, hasta que por el refuerzo de los
deseos sexuales hacia la madre y por la percepción de que el padre es un obstáculo para estos deseos, nace
el complejo de Edipo.
La identificación con el padre cobra una tonalidad hostil, se trueca en el deseo de eliminar al padre para
sustituirlo junto a la madre. A partir de ahí, la relación con el padre es ambivalente; parece como si hubiera
devenido manifiesta la ambivalencia contenida en la identificación desde el comienzo mismo. La actitud
ambivalente hacia el padre y la aspiración de objeto hacia la madre caracterizan, para el varoncito, el
contenido del complejo de Edipo simple, positivo.
Con la demolición del complejo de Edipo tiene que ser resignada la investidura de objeto de la madre. Puede
tener dos diversos reemplazos: una identificación con la madre o un refuerzo de la identificación-padre.
Solemos considerar el último enlace como lo más normal; permite retener el vínculo tierno con la madre. De tal
modo, la masculinidad experimentaría una refinación en el carácter del varón por obra del sepultamiento del
complejo de Edipo. La actitud edípica de la niñita puede desembocar en un refuerzo de su identificación-
madre, que afirme su carácter femenino.
Estas identificaciones no responden a nuestra expectativa, pues no introducen en el yo al objeto resignado,
aunque este desenlace también se produce y es más observable en la niñita que en el varón. Muy a menudo
averiguamos por el análisis que la niña pequeña, después que se vio obligada a renunciar al padre como
objeto de amor, retoma y destaca su masculinidad y se identifica con el padre, esto es, con el objeto perdido.
La salida y desenlace de la situación del complejo de Edipo en identificación-padre o identificación-madre
parecen depender entonces de la intensidad relativa de las dos disposiciones sexuales. Este es uno de los
modos en que la bisexualidad interviene en los destinos del complejo de Edipo. El otro es todavía más
significativo: uno tiene la impresión de que en el complejo de Edipo simple no es el más frecuente, sino que
corresponde a una simplificación o esquematización que a menudo se justifica suficientemente en la práctica.
Una indagación más a fondo pone en descubierto el complejo de Edipo más completo, que es uno duplicado
positivo y negativo, dependiente de la bisexualidad originaria del niño. El varoncito posee actitud ambivalente
hacia el padre, una elección tierna de objeto a favor de la madre y también se comporta simultáneamente
como una niña: muestra la actitud femenina tierna hacia el padre y la correspondiente actitud celosa y hostil
hacia la madre. Podría ser también que la ambivalencia comprobada en la relación con los padres debiera
referirse por entero a la bisexualidad y no que se desarrollase por la actitud de rivalidad a partir de la
identificación.
Yo opino que se hará bien en suponer en general la existencia del complejo de Edipo completo. En efecto, la
experiencia analítica muestra que en una cantidad de casos uno u otro componente de aquel desaparece
hasta dejar apenas una huella registrable, se obtiene una serie en cuyos extremos se sitúa el complejo de
Edipo normal, positivo y en el otro el inverso, negativo. A raíz del sepultamiento del complejo de Edipo, las
cuatro aspiraciones contenidas en él se desmontan y desdoblan de tal manera que de ellas surge una
identificación-padre y madre; la identificación padre retendrá el objeto-madre del complejo de Edipo positivo y
simultáneamente el objeto-padre del complejo invertido; y lo análogo es válido para la identificación-madre. En
la diversa intensidad con que se acuñen sendas identificación se espejará la desigualdad de ambas
disposiciones sexuales.
Así, como resultado más universal de la fase sexual gobernada por el complejo de Edipo, se puede suponer
una sedimentación en el yo, que consiste en el establecimiento de estas dos identificaciones, unificadas de
alguna manera entre sí. Esta alteración del yo recibe su posición especial: se enfrenta al otro contenido del yo
como ideal del yo o superyó.
Empero, el superyó no es simplemente un residuo de las primeras elecciones de objeto del ello,sio que tiene
también la significatividad de una enérgica formación reactiva frente a ellas. Su vinculo con el yo no se agota
en la advertencia: <’’así (como el padre) debes ser’’>. Sino que comprende también la prohibición <’’así (como
el padre) no te es lícito ser, esto es, no puedes hacer todo lo que él hace, muchas cosas le están
reservadas’’>. Esta doble faz del ideal del yo deriva del hecho de que estuvo empeñado con la represión del
complejo de Edipo.

El superyó conservará el carácter del padre y cuanto más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido se
produjo su represión (por influjo de la autoridad, la doctrina religiosa, la enseñanza, la lectura) tanto más
riguroso devendrá después el imperio del superyó como conciencia moral, quizá también como sentimiento
inconciente de culpa, sobre el yo.
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Si consideramos una vez más la génesis del superyó tal como la hemos descrito, vemos que este último es el
resultado de dos factores biológicos de suma importancia: el desvalimiento y la dependencia del ser humano
durante su prolongada infancia, y el hecho de su complejo de Edipo, que hemos reconducido a la interrupción
del desarrollo libidinal por el período de latencia y a la acometida en dos tiempos de vida sexual. Esta última
propiedad, específicamente humana, fue caracterizada en una hipótesis psicoanalítica como herencia del
desarrollo hacia la cultura impuesto por la era de las glaciaciones. Así, la separación del superyó respecto del
yo no es algo contingente: subroga los rasgos más significativos del desarrollo del individuo y de la especie,
eterniza la existencia de los factores a que deben su origen.

Incontables veces se ha reprochado al psicoanálisis que no hace caso de lo más alto, lo más moral, lo
suprapersonal, en el ser humano. El reproche es doblemente injusto, tanto histórica como metodológica. Lo
primero porque desde el comienzo se atribuyó a las tendencias morales y estéticas del yo a la impulsión para
el esfuerzo del desalojo (represión); lo segundo porque no se quiso comprender que la investigación
psicoanalítica no podía emerger como un sistema filosófico, sino que debía abrirse el camino hacia la
intelección de las complicaciones del alma paso a paso, mediante la descomposición analítica de los
fenómenos tanto normales como anormales. Ahora que hemos osado emprender el análisis del yo, a aquellos
que en su conciencia ética clamaban que es preciso que haya en el ser humano una esencia
superior,podemos responderle: <’’por cierto que la hay, y es la entidad más alta, el ideal del yo o superyó, la
agencia representante de nuestro vinculo parental. Cuando niños pequeños esas entidades superiores eran
notorias y familiares, las admirábamos y temiamos; más tarde, las acogimos en el interior de nosotros
mismos’’>.
El ideal del yo es la herencia del complejo de Edipo y así expresión de las más potentes mociones y los más
importantes destinos libidinales del ello. Mediante su institución el yo se apodera del complejo de Edipo y se
somete él mismo al ello. Mientras que el yo es esencialmente representante del mundo exterior, de la realidad.
El superyó se le enfrenta como abogado del mundo interior, del ello. Ahora estamos preparados a discernirlo:
conflictos entre el yo y el ideal espejaran la oposición entre lo real y lo psíquico, el mundo exterior y el mundo
interior.
Lo que la biología y los destinos de la especie humana han obrado en el ello y le han dejado como secuela: he
ahí lo que el yo toma sobre sí mediante la formación de ideal, y lo que es revivenciado en él individualmente.
El ideal del yo tiene, a consecuencia de su formación, el más vasto enlace con la adquisición filogenética del
individuo. Lo que en la vida anímica individual ha pertenecido a lo más profundo deviene por la formación del
ideal, lo más elevado del alma humana en el sentido de nuestra escala de valoración.
Es fácil mostrar que el ideal del yo satisface todas las exigencias que se plantean a la esencia superior en el
hombre. Como formación sustitutiva de la añoranza del padre contiene el germen a partir del cual se formaron
todas las religiones. El juicio acerca de la propia insuficiencia en la comparación del yo con su ideal da por
resultado el sentir religioso de la humillación, que el creyente invoca en su añoranza. En el posterior circuito
del desarrollo, maestros y autoridades fueron retomando el papel del padre; sus mandatos y prohibiciones han
permanecido vigentes en el ideal del yo y ahora ejercen como consecuencia moral, la censura moral. La
tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del yo es sentida como sentimiento de
culpa. Los sentimientos sociales descansan en identificaciones con otros sobre el fundamento de un idéntico
ideal del yo.
Religión, moral y sentir social –esos contenidos principales de lo elevado en el ser humano- han sido uno solo.
Según la hipótesis del Tótem y Tabú se adquirieron en el complejo paterno; religión y limitación ética por el
dominio sobre el complejo de Edipo genuino; los sentimientos sociales por la constricción a vencer la rivalidad
permanente entre los miembros de la joven generación. Los varones parecen haberse adelantado en todas
esas adquisiciones éticas; la herencia cruzada aporto ese patrimonio también en las mujeres.
Los sentimientos sociales nacen todavía hoy en el individuo como una superestructura que se eleva sobre las
mociones de rivalidad y celos hacia los hermanos y hermanas. Puesto que la hostilidad no puede satisfacerse
se establece una identificación con quienes fueron inicialmente rivales. Observaciones de casos de
homosexualidad apoyan la conjetura de que también esta identificación sustituye a una elección de objeto
tierna, que ha relevado a la actitud hostil, agresiva.
Con la mención de la filogénesis surgen nuevos problemas y uno preferiría esquivar el darles respuesta. Las
preguntas dicen: ¿quién adquirió en su época religión y eticidad en el complejo paterno: el yo del primitivo o su
ello? Si fue el yo, ¿por qué no hablamos de una herencia en el yo? Si el ello, ¿cómo armoniza esto con el
carácter del ello? ¿O no es lícito hacer remontar a épocas tan tempranas la diferenciación en yo, superyó y
ello? ¿No deben uno confesar honradamente que toda la concepción de los procesos yoicos no sirve de nada
para entender la filogénesis y le es inaplicable?
Tenemos que atribuir a la diferenciación entre yo y ello a los seres humanos primitivos y a seres vivos más
simples aún, puesto que ella es la expresión necesaria del influjo del mundo exterior. En cuanto al superyó, lo
hacemos generarse de aquellas vivencias que llevaron al totemismo. La pregunta acerca de si el yo o el ello
han hecho esas experiencias y adquisiciones, pronto se pulveriza en sí misma. La ponderación más inmediata
nos dice que el ello no puede vivenciar o experimentar ningún destino exterior si no es por medio del yo. Ahora
bien, no puede hablarse de una herencia directa en el yo. Aquí se abre el abismo, la grieta, entre el individuo
real y el concepto de la especie. En verdad, no es lícito tomar rígidamente el distingo entre el yo y el ello, ni
olvidar que el yo es un sector del ello diferenciado particularmente. Las vivencias del yo parecen al comienzo
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perderse para la herencia pero si se repiten con la suficiente frecuencia e intensidad en muchos individuos que
se siguen unos a otros generacionalmente, se trasponen en vivencias del ello, cuyas impresiones son
conservadas por herencia. De ese modo, el ello hereditario alberga en su interior los restos de innumerables
existencias-yo, y cuando el yo extrae del ello la fuerza para su superyó, quizá saca de nuevo plasmaciones
yoicas más antiguas, para procurarles una resurrección.
La investidura genética del superyó permite comprender que conflictos anteriores del yo con las investiduras
de objeto de ello puedan continuarse en conflictos con su heredero, el superyó. Si el yo no logró dominar bien
el complejo de Edipo, la investidura energética de este, proveniente del ello, retomará su acción eficaz en la

formación reactiva del ideal del yo. La amplia comunicación de este ideal con esas mociones pulsionales icc
resolverá el enigma de que el ideal mismo pueda permanecer en gran parte inconciente, inaccesible al yo. La
lucha que se había librado con furia en estratos más profundos y que no se había decidido mediante una
sublimación y una identificación súbita se prosigue ahora en una región más alta.

PSICOLOGIA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO


NOTA INTRODUCTORIA: Por las cartas de Freud sabemos que se le ocurrió por primera vez la <simple
idea> de explicar la psicología de las masas en la primavera de 1919. No comenzó a darle su forma definitiva
hasta febrero de 1921. El libro quedó terminado antes de fines de marzo y se publicó tres o cuatro meses más
tarde.
Hay escasa conexión directa entre la presente obra y Más allá del principio de placer (1920). Las ilaciones de
pensamiento que Freud retoma aquí derivan más bien del cuarto de los ensayos de Tótem y Tabú (1912/1913)
y de <duelo y melancolía> (1917). Así mismo, Freud vuelve en esta oportunidad al hipnotismo y sugestión.
El titulo del presente libro nos está diciendo que su importancia apunta en dos distintas direcciones. Por un
lado, explica la psicología de las masas sobre la mente individual; por el otro, lleva un paso más allá la
investigación de Freud sobre la anatomía estructural de la psique, que había sido prefigurada en Más allá del
principio de placer (1920) y que fue desarrollada más cabalmente en El yo y el ello (1923).

VII. LA IDENTIFICACIÓN
El psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra
persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El varoncito manifiesta un particular
interés hacia su padre; querría conocer y ser como él. Digamos: toma al padre como su ideal. Esta conducta
nada tiene que ver con una actitud pasiva o femenina hacia el padre; al contrario, es masculina por excelencia.
Se concilia muy bien con el complejo de Edipo, al que contribuye a preparar.
Contemporáneamente a esta identificación con el padre, el varoncito emprende una cabal investidura de
objeto de la madre según el tipo de apuntalamiento. Muestra dos lazos psicológicamente diversos: con el
padre, una identificación que lo toma por modelo. Ambos coexisten un tiempo sin influirse ni perturbarse entre
sí. Pero la unificación de la vida anímica avanza sin cesar y como consecuencia de ella ambos lazos
confluyen, y de allí nace el complejo de Edipo normal. El pequeño nota que el padre le significa un estorbo
junto a la madre; su identificación con él cobra entonces una tonalidad hostil y pasa a ser idéntica al deseo de
sustituir al padre junto a la madre. Desde el comienzo la identificación es ambivalente; puede darse vuelta
hacia la expresión de ternura o hacia el deseo de eliminación. Se comporta como un retoño en la primera fase
oral de la organización libidinal, en la que el objeto anhelado y apreciado se incorpora por devoción y así se
aniquila.
Más tarde es fácil perder de vista el destino de esta identificación con el padre. Puede ocurrir después que el
complejo de Edipo experimente una inversión, que se tome por objeto al padre en una actitud femenina, un
objeto del cual las pulsiones sexuales directas esperan su satisfacción; en tal caso la identificación con el
padre se convierte en la precursora de la ligazón de objeto que recae sobre él. Lo mismo vale para la niña.
Es fácil expresar en una formula el distingo entre una identificación de este tipo con el padre y una elección de
objeto que recaiga sobre él. En el primer caso el padre es lo que uno querría ser, en el segundo lo que uno
querría tener. La diferencia depende de que la ligazón recaiga en el sujeto o en el objeto del yo. En lo
metapsicológico es más difícil presentar esta diferencia gráficamente, sólo se discierne que la identificación
aspira a configurar el yo propio a semejanza del otro, tomado como <modelo>.
Dilucidemos la identificación en un nexo más complejo, en el caso de una formación neurótica de síntoma:
supongamos que una niña pequeña reciba el mismo síntoma de sufrimiento que su madre, la misma tos
martirizadora. Ello puede ocurrir por diversas vías. La identificación puede ser la misma que la del complejo de
Edipo, que implica una voluntad hostil de sustituir a la madre y el síntoma expresa el amor de objeto por el
padre, realiza la sustitución de la madre bajo el influjo de la conciencia de culpa: <’’has querido ser tu madre,
ahora lo eres al menos en el sufrimiento.’’>. He ahí el mecanismo completo de la formación histérica de
síntoma o bien el síntoma puede ser el mismo que el de la persona amada (Dora, imitaba la voz de su padre),
en tal caso no tendríamos más alternativa que describir así el estado de las cosas: la identificación remplaza a
la elección de objeto, la elección de objeto ha regresado hasta la identificación.
Dijimos que la identificación es la forma primera del lazo afectivo; bajo las constelaciones de la formación de
síntoma (de la represión y el predominio de los mecanismos del inconciente) sucede a menudo que la elección
de objeto vuelva a la identificación, o sea, que el yo tome sobre sí las propiedades del objeto. Es digno de
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notarse que en estas identificaciones el yo copia en un caso a la persona no amada, y en el otro a la persona
amada. Y tampoco puede dejar de llamarnos la atención que en los dos la identificación es parcial, pues toma
prestado un único rasgo de la persona de objeto.
Hay un tercer caso de formación de síntoma, importante, en que la identificación prescinde por completo de la
relación de objeto con la persona copiada. Por ejemplo, si una muchacha recibió en el pensionado una carta
de su amado secreto, la carta despertó sus celos y ella reaccionó con un ataque histérico, alguna de sus
amigas que saben del asunto pescarán este ataque por la vía de la infección psíquica. El mecanismo es el de
la identificación sobre la base de poder o querer ponerse en la misma situación. Las otras querrían tener
también una relación secreta y bajo el influjo del sentimiento de culpa aceptan también el sufrimiento
aparejado. Sería erróneo afirmar que se apropian del síntoma por empatía. Uno de los <yo> ha percibido en el

otro una importante analogía en un punto (mismo aporte afectivo); luego crea una identificación en este punto,
e influida por la situación patógena esta identificación se desplaza al síntoma que el primer <yo> ha producido.
La identificación por el síntoma pasa a ser así el indicio de un punto de coincidencia entre los dos <yo>, que
debe mantenerse reprimido.
Podemos sintetizar lo que hemos aprendido de estas tres fuentes:
1. La identificación es la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto.
2. Pasa a sustituir a una ligazón libidinosa de objeto por la vía regresiva, mediante introyección
del objeto en el yo.
3. Puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una persona que no es
objeto de las pulsiones sexuales. Mientras más significativa sea tal comunidad, tanto más
exitosa podrá ser la identificación parcial y corresponder al comienzo de una nueva ligazón.
Columbramos que la ligazón reciproca entre los individuos de la masa tiene la naturaleza de una identificación de
esa clase (comunidad afectiva) y podemos conjeturar que esa comunidad reside en modo de la ligazón con el
conductor. Nos enfrentamos con el proceso que la psicología llama <empatía> y que desempeña la parte
principal en nuestra comprensión del yo ajeno, el de las otras personas.
La investigación psicoanalítica pudo mostrarnos la identificación también en algunos otros casos. Trataré en
detalle dos de ellos:
● La génesis de la homosexualidad masculina es la siguiente: el joven ha estado fijado en su madre, en
el sentido del complejo de Edipo, durante un tiempo y con una intensidad grande. Por fin, al completarse
el proceso de la pubertad, llega el momento de permutar a la madre por otro objeto sexual. Sobreviene
entonces una vuelta repentina: el joven no abandona a su madre, sino que se identifica con ella, se
trasmuda en ella y ahora busca objetos que puedan sustituirle al yode él, a quienes él pueda amar y
cuidar como lo experimentó de su madre. Llamativa en esta identificación es su amplitud: trasmuda al yo
respecto de un componente externo importante (carácter sexual) según el modelo de lo que hasta ese
momento era el objeto. Con ello el objeto mismo es resignado. Por lo demás, la identificación con el
objeto es resignado o perdido, en sustitución de él, y la introyección de este objeto en el yo no
constituyen ninguna novedad para nosotros. A veces un proceso de este tipo puede observarse
directamente en el niño pequeño.
● En el análisis de la melancolía (lo que ahora llamaríamos depresión) –afección de la pérdida real o
afectiva del objeto amado- nos ha proporcionado otro ejemplo de esa introyección del objeto. Rasgo
principal de estos casos es la cruel denigración de sí del yo, unida a una implacable autocritica y unos
amargos autoreproches. Por los análisis se ha podido averiguar que esta apreciación y estos reproches
en el fondo se aplican al objeto y constituyen la venganza del yo sobre él. La sombra del objeto ha
recaído sobre el yo. La introyección del objeto es aquí una evidencia innegable.
Estas melancolías nos muestran otra cosa que puede llegar a ser importante para nuestras consideraciones. Nos
muestran al yo dividido, descompuesto en dos fragmentos, uno de los dos cuales arroja su furia sobre el otro.
Este otro fragmento es el alterado por introyección, que incluye al objeto perdido. Incluye a la conciencia moral,
una instancia critica del yo. Ya en ocasiones anteriores nos vimos llevados a adoptar el supuesto de que en
nuestro yo se desarrolla una instancia así, que separa del resto del yo y puede entrar en conflicto con él.
La llamamos <ideal del yo> y le atribuíamos las funciones de la observación de sí, la conciencia moral, la
censura onírica y el ejercicio de la principal influencia de la represión. Dijimos que era la herencia del narcisismo
originario, en el que el yo infantil se contentaba a sí mismo. Poco a poco toma, de los influjos del medio, las
exigencias que este plantea al yo y a las que el yo no siempre puede allanarse de manera que el ser humano
toda vez que no pueda contentarse consigo en su yo puede hallar su satisfacción en el ideal del yo, diferenciado
a partir de aquel. Establecimos que en el delirio de observación se vuelve patente la descomposición de esa
instancia, y así descubre su origen que son las influencias de las autoridades, sobre todo de los padres. La
medida de distanciamiento entre ideal del yo y el yo actual es muy variable según los individuos, en mucho de
los cuales esta diferenciación del interior del yo no ha avanzado mucho respecto al niño.

UNIDAD 6
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Sujeto y fantasma
CLASE 1: presentación de la obra de Lacan.

La enseñanza de Lacan comienza en 1953, comprende los seminarios y los escritos, extendiéndose hasta 1981.
A los seminarios Lacan los dictó a razón de uno por año ante una numerosa asistencia en un estilo coloquial, los
escritos son los que están publicados bajo ese mismo título en dos volúmenes, que cada uno condensa lo
desarrollado en varios seminarios y se caracterizan por un estilo que hace necesaria la operación de lectura por
parte del lector. A lo largo de su enseñanza, Lacan pasa más de una vez por los mismos puntos dándoles
lecturas distintas. No se trata de que dice algo y luego se retracta, sino de que a medida que avanza va
ajustando cada vez más su idea de estructura y con ello cada vez ajusta más los términos y las funciones a la
estructura. Nosotros no somos ajenos a esta modalidad de avance del discurso; con Freud encontramos muchos
puntos de este tenor. Es respecto de esto que es importante cuando se lee a Lacan es poder ubicar cuál es la
cuestión a la que apunta en ese momento, cómo lo aborda y por qué se le hace necesario pasar a otra. De la
idea de estructura que se tenga dependerá, por ejemplo, la idea de sujeto que es efecto de esa enseñanza.

La enseñanza de Lacan puede dividirse en tres periodos, tal como lo plantea Miller en su conferencia Recorrido
de Lacan de la que tomaré varias cosas:
El 8 de Julio de 1953 Lacan pronuncia una conferencia con motivo de la fundación de la Sociedad Francesa de
Psicoanálisis que se constituye con un grupo de disidentes que se separan de la Sociedad Psicoanalítica de
Paris que estaba adscripta a la I.P.A (asociación psicoanalítica internacional). Es en esta conferencia donde
presenta por primera vez su triple nominación: lo simbólico, lo imaginario y lo real; son presentados como tres
registros esenciales de la realidad humana, triple nominación que permanecerá a lo largo de su enseñanza. Dos
meses más tarde, en septiembre de 1953, Lacan lee el informe que lleva al Congreso de Roma, a saber, de
Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, también conocido como el Discurso de Roma y
considerado manifiesto de presentación del grupo disidente. A su vez, tal como lo comenta Miller en Recorrido
de Lacan, éste escrito es a juicio de Lacan como el comienzo de su enseñanza.
En noviembre de 1953, Lacan comienza a dictar su seminario público en el Hospital de Sainte Anne, seminario
que se extenderá hasta 1981 (cuando muere). Su enseñanza propiamente dicha comienza en 1953 y lo que
produjo en los años anteriores él mismo lo considera como antecedente a su entrada al psicoanálisis. Comienza
siendo un médico psiquiatra que escribe trabajos que culminan en el año 1932 con su tesis de doctorado sobre
la psicosis paranoica basada en el Caso Aimeé.
A raíz de este caso se produce el encuentro de Lacan con Freud, el de Introducción al narcisismo. En este
periodo que comprende del ’32 al ’53, Lacan desarrolla su primera teoría analítica basada en la imagen, hace de
lo imaginario la dimensión propia de la experiencia analítica: la primacía aquí es la imagen.
En 1936 Lacan plantea la fase del espejo como formadora de la función del yo a partir de la identificación con la
imagen del semejante. Parte de la observación de un comportamiento animal y explica que el hombre nace con
una prematuración fisiológica que le impide tener una completud de la forma de una manera anticipada con
respecto a su madurez fisiológica. Si bien reconoce la imagen como suya, ésta sigue siendo al mismo tiempo la
imagen del otro, lo que da lugar a la agresividad, a la tensión agresiva, en la relación con el semejante, porque
es el que está en su lugar siendo a la vez él mismo. También, esta forma de constituirse el yo explica la relación
fundamentalmente paranoica del hombre con sus objetos.
¿En qué sentido paranoica? En el sentido en que el objeto le interesa en tanto el otro se lo pueda quitar.
El conocimiento paranoico es exclusión reciproca en la lucha, la competencia, la rivalidad. A este movimiento sin
fin de inclusión-exclusión entre el yo y el otro, Lacan le dará el nombre de imaginario.

● PRIMER PERIODO (1953-1963): PRIMACÍA DE LO SIMBÓLICO


Lacan introduce la imposición: el inconsciente está estructurado como un lenguaje que se agrega a los tres
registros: simbólico, imaginario, real. En este periodo comenta textos y conceptos freudianos. La primacía recae
sobre el registro de lo simbólico sobre lo imaginario.
Entones, mientras que la relación imaginaria es de rivalidad mortal, Lacan ubica en la función de la palabra una
función pacificadora. Además, plantea los comienzos de su enseñanza bajo la consigna del retorno a Freud,
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dada la reducción a la que se había sometido el psicoanálisis y al olvido de los principios que fundamentaban su
práctica.
¿Cuál es esa verdad que hace al descubrimiento freudiano? El hecho de que la verdad habla y lo hace a través
de las formaciones del inconciente: lapsus, chistes, sueños, síntomas. Que el lenguaje está estructurado como
un lenguaje: que sea isomorfo con la estructura del lenguaje, se lee en los primeros textos de Freud (la
interpretación de los sueños, el chiste y la psicopatología) donde demuestra la existencia del inconciente y sus
leyes de funcionamiento: condensación y desplazamiento, prototipos de esas figuras de la retórica que son
metáfora y metonimia. En la tesis de Lacan es que se puede demostrar que el discurso freudiano sólo encuentra
su coherencia a partir de este axioma. Que el inconciente está estructurado como un lenguaje quiere decir que
las leyes que rigen el funcionamiento del inconciente son las mismas leyes que rigen el funcionamiento del
lenguaje: metáfora y metonimia.

La metapsicológia freudiana abarca lo que en la obra de Freud hace relación del hombre con el lenguaje y
fundamenta lo que podemos llamar una lógica del significante, en la medida en que el tratamiento que hace
Freud de la palabra es un tratamiento significante, esto es, de suspensión del sentido de la palabra. Entonces, en
lo simbólico podemos distinguir una vertiente de la palabra que es resolutiva respecto del síntoma y que tiene
una función pacificadora respecto de lo imaginario, en la medida en que introduce una terceridad entre el yo y el
otro y una vertiente del lenguaje.
¿Cómo podemos caracterizar al orden simbólico? Otra manera de decir esto y es que el significante toma
sentido en relación con otro significante: el significado no está dado de antemano sino que es a producir en la
relación de un significante con otro. Lacan introdujo la noción de cadena de significante cuya sobre
determinación es la condición de las formaciones del inconciente.

¿Cómo podemos caracterizar al A (el otro)?


● Es el otro del lenguaje: todo lo que ha sido, dicho y puede ser pensado.
● Es el Otro de la verdad: es el que oficia de tercero tal como Freud lo plantea.
● Es el otro de la creencia: de la buena fe a partir de que se escucha a alguien.
● Es el otro cuyo discurso constituye el inconciente. Este otro del discurso es el otro del deseo en la medida
en que a nivel del discurso del otro es posible ubicar una falta en el otro que lacan escribe: A.

¿Cómo puede constituirse el sujeto en el lugar del Otro que lo preexiste?


El sujeto no es un punto de partida, es a construir.

La articulación privilegiada de este primer período fue simbólico-imaginario y lo real quedó en segundo plano.

● PERÍODO DE TRANSICIÓN (1959-1963): HACIA LO


REAL.
¿Por qué entender estos años como una transición? Porque si bien lo simbólico llega a su máximo desarrollo,
comienza también a desplegarse la cuestión de lo real. Comienza a producirse un giro a lo real en la enseñanza
de Lacan que se plantea a partir de haber ubicado el límite de lo simbólico: la falta en el otro. Se presenta como
límite en la práctica del psicoanálisis: lo real.

Lacan va a diferenciar en el Seminario IX La identificación dos tipos de identificación:


▪ Al significante que va a estar en juego en la operación de alienación y va a
dar lugar a la constitución ideal del yo.
▪ La identificación al objeto a que es la que hace la posición del sujeto en el
fantasma y que se va a corresponder con la otra operación de causación del
sujeto que es la separación.
Es en estos años que el objeto emerge como la invención propia de Lacan y recurre a la topografía de las
superficies para explicar su emergencia. En el Seminario X La angustia (el objeto A ya es causa de deseo, causa
real que divide al sujeto) se puede leer que no es lo simbólico lo que divide al sujeto, sino lo real).

● SEGUNDO PERÍODO (1964-1973): LO REAL


En 1964 se produce la segunda escisión, llamada excomunión. En este periodo podemos caracterizarlo como la
primacía de lo real. Lo que tendremos de lo real es el goce, la sustancia. El goce permite introducir esa función
estructural que es la del plus de gozar. El inconciente es entonces un saber que trabaja y en ese trabajo del saber
se articula lo real como goce. La función fálica sigue siendo el pivote de la dialéctica de los sexos, de la dialéctica
del amor.
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● TERCER PERÍODO (A PARTIR DE 1973): EQUIVALENCIA
RSI.
Los seminarios XXI y XXII se tratan del nudo borromeo de tres. Lo fundamental es cómo se anudan los tres
registros y cómo se puede mostrar esa presentación topológicamente. Lacan plantea la equivalencia de los
registros, como cada uno de ellos es necesario para que los otros dos se mantengan anudados. Son tres que
hacen uno. El nudo es la representación de tres agujeros que forman un agujero donde el objeto A hace de calce.
En un segundo momento, a partir del seminario XXXIII El sinthoma, Lacan planteará el nudo borromeo de cuatro.
La experiencia analítica que conduce a la instalación del nudo borromeo de tres puede ejercerse a condición de un
nudo borromeano de cuatro que anuda los tres en uno. Este simbólico como cuarto elemento, es la función del
psicoanalista como padre nombrante.
En septiembre de 1981 Lacan muere.

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