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TEMA 1: CARACTERIZACIÓN DE LA INTERVENCIÓN CLÍNICA EN TERAPIA DE CONDUCTA

1. LA TERAPIA DE CONDUCTA EN TIEMPOS DEL DSM-5

El DSM-5, en su estreno en 2013, lejos de ser recibido como una flamante renovación, puso de
relieve la crisis de los sistemas diagnósticos tradicionales, al extremo de ponerse a buscar
alternativas. Se ofrecen dos grandes alternativas.

1. Una es la búsqueda de dimensiones transdiagnósticas: procesos psicológicos subyacentes


comunes a distintas topografías clínicas.
2. La otra es el uso de únicamente unas cuantas categorías diagnósticas clásicas, como
problemas neuróticos, psicóticos, del desarrollo y de la personalidad.

Ambas propuestas son coherentes como salida a la crisis diagnóstica y, sin embargo, son
contradictorias entre ellas. Habría que ver si ambas son necesarias y si fuera el caso de qué manera
serian compatibles.

En principio, la crisis diagnóstica no debiera afectar a la terapia de conducta, en la medida en que


ésta basa sus conocimientos y procedimientos en principios generales del funcionamiento
psicológico, empezando por la psicología del aprendizaje y la regulación de la conducta. Por otra
parte, la terapia de conducta tampoco se basa necesariamente en categorías diagnósticas, sino en la
evaluación de los problemas psicológicos en términos funcionales de exceso, deficiencias o
inadecuación.

La terapia cognitivo-conductual constituye la corriente dominante de la terapia conductual desde


finales de la década de los 1970 hasta la llegada de las llamadas terapias de tercera generación a
finales de la década de 1990. Las terapias de tercera generación se refieren a un conjunto de nuevas
terapias de conducta como la terapia de aceptación y compromiso, la psicoterapia analítica
funcional, la terapia de conducta dialéctica y la activación conductual. Estas nuevas terapias se
caracterizan por su énfasis en el ambiente o situación, así como en el contexto social verbal del yo y
en la relación clínica como contexto del cambio terapéutico, en vez del énfasis en la cognición
característico de la terapia cognitivo-conductual. Con esta autoproclamación como terapias de
tercera generación la terapia cognitivo-conductual queda como terapia de segunda generación. Las
terapias de tercera generación o terapias contextuales son transdiagnósticas, como lo era la terapia
de la conducta original fundada en la década de 1950.

La terapia cognitivo-conductual utiliza categorías diagnósticas.

2. INTRODUCCIÓN DEL ESQUEMA A-B-C.

El esquema A-B-C es utilizado tanto por parte del enfoque cognitivo como del enfoque contextual.

El A-B-C del Enfoque cognitivo de la terapia de conducta. A: son los acontecimientos de la vida
que están relacionados con determinadas consecuencias emocionales y conductuales que definen un
problema o trastorno psicológico, aquí representados por C. La relación entre A y C está mediada por
B, que son las creencias (beliefs), las imágenes y los pensamientos que se tiene sobre los
acontecimientos y demás circunstancias de la vida (A). Si estas mediaciones cognitivas (B) tienen un
signo negativo (irracional, catastrófico, autoderrotista), entonces traen probablemente
consecuencias problemáticas como ansiedad, pánico, depresión y, en general, toda suerte de
trastornos psicológicos (C).

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Esquema A-B-C del Enfoque Cognitivo
A B C
Acontecimiento Creencias Consecuencias
Situación Ideas Emociones
Circunstancia Pensamientos Conductas
Evento activador Interpretaciones
Evaluaciones
Imágenes

El Esquema A-B-C del Enfoque cognitivo fue propuesto por Albert Ellis a principios de la década de
1960 como Modelo de la terapia racional-emotiva. La terapia racional-emotiva, actualmente
redenominada Terapia racional emotivo-conductual, ha seguido desarrollando el esquema hasta
convertirlo en todo un modelo terapéutico. Así mismo, es adoptado formalmente como modelo por
la terapia cognitiva de Beck en su extensión a trastornos psicóticos.

Teniendo en cuenta el Esquema A-B-C, el contenido de la mediación cognitiva depende de la


modalidad cognitivo-conductual en uso. Por ejemplo,

 La Terapia racional emotivo-conductual de Ellis se empeña en descubrir creencias


irracionales.
 La Terapia cognitiva de Beck se interesa en esquemas cognitivos y distorsiones en el
procesamiento de información.
 El Entrenamiento auto-instruccional de Meichembaun repara sobre todo en lo que uno se
dice a sí mismo.
 La Terapia cognitivo-conductual del pánico de Clark pone el acento en la interpretación de
sensaciones corporales.

El proceder de acuerdo con este esquema supone una relación colaboradora entre terapeuta y
cliente. Esta colaboración tiene un cierto aspecto educativo, semejante de alguna manera a la
formación de la investigación científica. El terapeuta propone al cliente una nueva concepción de su
problema (la determinación de C por B, que no siempre es fácil de asumir), y le compromete a
ponerla en práctica. En este sentido se ha de advertir una labor de teorización convincente por parte
del terapeuta, a menudo quizá en forma de discusión o debate entre ambos, y la correspondiente
disposición de confianza por parte del cliente como para experimentar la vida a través del nuevo
cristal cognitivo. De hecho, el Esquema A-B-C empleado por la Terapia racional emotivo-conductual
incluye la D de discusión y la E de experimentación y también de efectos de la discusión (cognitivos,
emocionales y conductuales). La D y la E más que etapas añadidas, son momentos inscritos en el
propio esquema A-B-C.

El A-B-C- del Enfoque contextual de la terapia de conducta. En este esquema:

 B es la conducta (behavior),
 C son las consecuencias producidas por tal conducta en calidad de reforzadores de la misma.
 A son los antecedentes en cuyas condiciones ocurre la conducta.

En análisis de la conducta distingue cuatro condiciones antecedentes principales:

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1. Situaciones definidas por su aspecto evocador de respuestas emocionales cuya función se
denomina estímulo condicionado. Aunque se suele presentar en términos del
condicionamiento clásico, en la perspectiva de este trabajo se conceptualizaría desde el
punto de vista de la conducta operante.
2. Situaciones definidas por el control de estímulo cuya función se denomina estímulo
discriminativo (Ed). El Ed puede depender de otro estímulo de segundo orden (denominado
técnicamente discriminación condicional) y aún éste puede depender, a su vez, de otro
denominado control contextual.
3. Situaciones definidas por su papel en alterar las funciones discriminativas y reforzantes de
los estímulos presentes, lo que se llama técnicamente operaciones de establecimiento.
4. Situaciones definidas por el control del lenguaje sobre la conducta. Este control verbal se
identifica en términos de conducta gobernada por reglas, una distinción que es pareja de la
conducta moldeada por contingencias.

Esquema A-B-C- del Enfoque Contextual


A B C
Estímulo condicionado Conducta verbal y no-verbal Reforzador …1
Estímulo discriminativo(discriminación Reforzador …2
condicional; control contextual) Reforzador …n
Operaciones de establecimiento Extinción
Control verbal

La forma esquemática mínima del esquema se encuentra más usualmente en la fórmula Ed: C R, a
partir de la que se registran las diversas relaciones contingenciales. Ésta fórmula se leería así: en
presencia de cierto estímulo discriminativo (Ed), determinada conducta (C) probablemente venga
seguida de tal reforzador (R). Lo importante es apreciar que estos tres términos constituyen una
unidad funcional, de manera que tanto las condiciones antecedentes como las consecuentes forman
parte de la estructura de la conducta. Esta unidad se denomina contingencia de tres términos.

La conceptualización de los problemas psicológicos se atiende al análisis funcional señalado. Los


problemas tienen que ver con alguno de estos dos grandes aspectos de la función operatoria de la
conducta:

 Problemas relativos a la clase de conductas disponibles: pueden tratarse de repertorios


conductuales que resulten inadecuados para uno mismo, por deficientes o excesivos o que
sean perturbadores para otros.
 Problemas relativos a la regulación inapropiada de la conducta: puede tratarse de un control
débil, demasiado fuerte o inadecuado por parte de las condiciones discriminativas, de las
consecuencias o de las reglas.

Se diferencian tres tipos de intervención:

 Intervenciones con bases en la exposición: consisten en la exposición del sujeto ante ciertas
situaciones evitadas o en la presentación de determinados estímulos, cuyas técnicas clásicas
son la exposición prolongada y la desensibilización sistemática. Aunque en esta forma de
intervención sigue siendo muy importante el lenguaje (explicaciones, reglas, persuasión) y no
falta el reforzamiento contingente, lo que se pondera es la relación A-B, definida como
control excesivo por parte de los estímulos condicionados antecedentes (el E-R de Pavlov).

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 Intervenciones con base en el manejo directo de contingencias: consisten en la disposición
de alguna condición discriminativa y reforzante (valiéndose de varias técnicas como el
control de estímulo, el moldeamiento o sistemas de organización de contingencias).
 Intervenciones con base en el control verbal: consisten en el uso del lenguaje como principal
instrumento terapéutico. En este sentido se pondera el “manejo indirecto” que está
implicado, sobre todo, cuando se trata de reglas que definen contingencias y/o instruyen
acerca de cómo comportarse. Pero el lenguaje puede constituir él mismo un contexto en el
que se da la conducta-problema, de manera que el propio lenguaje (como instrumento
terapéutico) modifique entonces el lenguaje dado como contexto social verbal.
 En psicoterapia analítica funcional, la conducta verbal tanto supone un “manejo
indirecto” de contingencias (relativas a la vida cotidiana), como está sometida al
“manejo directo” de las contingencias que funcionan en la sesión de terapia.

3. OPERACIONES TERAPÉUTICAS QU DEFINEN LA INTERVENCIÓN CLINICA EN LA TC.

1. Observación de la conducta. Forma parte de la evaluación y en este sentido es una tarea


inicial, especialmente, cuando se trata de establecer una línea-base o punto de partida del
funcionamiento de la persona en una situación determinada. Como es conocido, la
observación puede tener su incidencia sobre la conducta observada, suponiendo entonces
una cierta intervención.
2. Presentación de estímulos. Es igualmente una tarea de evaluación.
3. Disposición de condiciones antecedentes. Se incluyen aquí operaciones que intervienen
en alguna circunstancia en cuya presencia se da la conducta. Considerando el esquema A-B-C
del enfoque contextual, son operaciones relativas a condiciones antecedentes (A).
4. Disposición de condiciones consecuentes. Se refieren a las operaciones que suponen un
arreglo de las consecuencias de la conducta. Es decir, consisten propiamente en el manejo de
contingencias, el cual incluye el control antecedente. La disposición de condiciones
consecuentes tiene sus peculiaridades según los contextos de aplicación. A este respecto se
distinguen tres contextos:
 El contexto de la sesión clínica viene dado por la propia relación terapéutica. En este
sentido, las contingencias manejables están provistas por el terapeuta. Pueden ser
tan artificiosas como un “sistema de puntos” y tan naturales que coincidan con la
relación interpersonal. La sesión clínica puede contener ensayos de conducta y otros
ejercicios prácticos (incluyendo la exposición en vivo “fuera de la clínica”). En todo
caso, el terapeuta forma parte de las contingencias de reforzamiento. Es de señalar
que, entre las mayores innovaciones de la terapia de conducta de “tercera
generación”, figura la consideración de la relación terapéutica como un contexto
social representativo de la vida. Así, se citarían el Proceso interpersonal en el terapia
cognitiva promovido por Safran y Segal, la Terapia de conducta dialéctica y la
Psicoterapia analítica funcional. En concreto, la Psicoterapia analítica funcional
destaca la importancia del reforzamiento natural de las conductas de mejoría del
cliente en la terapia por parte del terapeuta.
 El contexto institucional se refiere aquí a los ámbitos educativos y psiquiátricos en
los que se ha desarrollado tradicionalmente el análisis aplicado de la conducta. Es de
destacar el uso actual de disposición de condiciones consecuentes en la forma de
vales de incentivos para el tratamiento de las adicciones.

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 El contexto cotidiano se refiere a las circunstancias diarias del cliente, que también
pueden ser dispuestas en orden a determinados cambios de su conducta. En esta
línea, se ha de hacer referencia a las intervenciones comunitarias, donde se trata de
reorganizar un conjunto de condiciones, desde medio-ambientales hasta políticas,
que cubren toda una comunidad.

5. Disposición de funciones motivaciones. Se refiere, dicho técnicamente, a las


operaciones de establecimiento. Se trata de operaciones que alteran la función de los
reforzadores y de los estímulos discriminativos y, en definitiva, de todas las relaciones de
la contingencia de tres términos. Entre los ejemplos de estas operaciones figuran la
saciedad, la privación, las variaciones de los programas de reforzamiento en curso, así
como otras de carácter verbal. Se consideran también “operaciones de establecimiento”
ciertos acontecimientos de la vida como el éxito, el fracaso, la pérdida, la emergencia y
todas aquellas circunstancias que alteran la relación habitual con las cosas.

6. Disposición de funciones verbales. El lenguaje es tanto un medio como un objetivo del


cambio psicológico. Se distingue cuatro tipos principales de operaciones verbales dadas
en la terapia:

A. Operaciones verbales consistentes en reglas que gobiernan la conducta no-verbal. Se


trata aquí de las funciones verbales por las que se especifican las contingencias y/o las
conductas. Lo característico de la especificación de contingencias es la descripción de
las circunstancias de una manera que facilita el contacto con la realidad. Se aclaran las
situaciones y se define el funcionamiento de las cosas, de modo que uno sabe mejor a
qué atenerse. Por su parte, lo característico de la especificación de la conducta es la
prescripción de la conducta requerida o conveniente para una situación. Se instruye
acerca de la conducta, de modo que uno sabe mejor cómo hacer.
B. Operaciones verbales que establecen funciones motivacionales. Lo característico es que
mediante el lenguaje se puede alterar la función motivante tanto del reforzador como
del discriminativo. En realidad, estas operaciones verbales vienen a ser una variante de
las operaciones anteriormente presentadas como reglas (descriptivas y prescriptivas)
que gobiernan la conducta no-verbal, cuyo matiz es la alteración motivacional que
supone y, de ahí, que se proponga su denominación como reglas motivacionales. Serian
ejemplos de advertencia y la promesa, en la medida en que aumentan la fuerza del
reforzador y dl discriminativo de contingencias vigentes.
C. Operaciones verbales que reparan en la propia conducta verbal. En terapia, no se trata
únicamente de aclarar lo que se quiere decir o de subrayar algo, sino también de
especificar las implicaciones de lo que se dice y, en su caso, de modificar o ajustar el
significado. Serian ejemplos la revisión de los “tendría que” o “deberías” llevados por la
Terapia racional emotivo-conductual, la “exploración de significados idiosincrásicos”
tendentes a determinar el sentido de expresiones usuales (qué quiere decir “no tengo
salida”) practicados por la Terapia cognitiva de Beck, y, en fin, el cuidado puesto en el
propio decir con vistas a matizar su sentido o a especificar un efecto particular y como
auto-control.

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D. Operaciones verbales consistentes en la alteración de reglas. Si las anteriores
operaciones son distintas clases de reglas, se trata ahora de reglas que alteran el
funcionamiento de reglas establecidas. El caso aquí es que estas “reglas establecidas”
constituyen el sentido común y, por lo tanto, son el trasfondo con que se cuenta. La
cuestión está en que el lenguaje no es meramente algo que se usa, sino que nos habita
y conforma, es decir, que nos habitúa y da la forma a las creencias en las que estamos.

En el dialogo socrático el punto sería una discusión que fuera moldeando una nueva concepción de
las cosas valiéndose de los materiales generados por el propio interlocutor y, en su caso, propuestos
por el terapeuta. El dialogo socrático puede ser visto en este contexto como una forma de
moldeamiento. Por su lado, el debate llevado en la Terapia racional emotivo-conductual puede
adoptar el estilo socrático, así como también se reconoce en la Terapia cognitiva de Beck.

El uso de la paradoja permite descolocar y reestructurar el sentido común o contexto en el que se


inscribe un problema. La Terapia de aceptación y compromiso, así como la Intención paradójica de la
logoterapia utilizan la paradoja como un instrumento de terapia.

También se usan las metáforas. La metáfora hace ver una cosa que pudiera ser difícil de captar, a
través de su semejanza con otra que se ofrece con toda su nitidez en el aspecto relevante y que
funciona, por tanto, como vehículo que permite establecer una similitud. Así, por ejemplo, una
metáfora puede ayudar a ver de otra manera un problema y de este modo recontextualizar su
sentido. El uso de metáforas en TC está especialmente reconocido en la Terapia de conducta
dialéctica y en la Terapia de aceptación y compromiso.

Operaciones terapéuticas que caracterizan la intervención clínica


en la TC

1. Observación de la conducta.
2. Presentación de estímulos.
3. Disposición de condiciones antecedentes.
 Técnicas de exposición.
 Control de estímulo.

4. Disposición de condiciones consecuentes.


 Contexto de la sesión clínica.
 Contexto institucional.
 Contexto cotidiano.

5. Disposición de funciones motivacionales.


 Operaciones de establecimiento.

6. Disposición de funciones verbales.


 Reglas que gobiernan la conducta no-verbal
 Reglas motivacionales.
 Reglas autoclíticas.
 Reglas que alteran otras reglas.
 Diálogo socrático.
 Paradoja.
 Metáfora.

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4. CARACTERIZACIÓN DE LA TERAPIA DE CONDUCTA EN RELACIÓN CON OTRAS TERAPIAS.

La terapia de conducta de puede caracterizar como una terapia breve, directiva, activa, centrada en
el problema, orientada al presente, que supone una relación colaboradora y en la que el cliente
puede ser un individuo, una pareja, una familia, un grupo o una comunidad. Se revisan a
continuación unas dimensiones, donde se apreciará la cantidad de matrices que todavía serian
preciso incorporar:

Breve-Larga. En general, se considera terapias breves las que llevan menos de 30 sesiones, siendo
en torno a 15 el punto de referencia. Las terapias de larga duración remiten a más de 100 sesiones,
contándose a veces por centenares o años. Esta referencia de larga duración viene dada por la
terapia psicoanalítica (el psicoanálisis de corte clásico). Se ha de añadir que de 40 a 90 sesiones no se
consideraría una terapia de largo duración (lo que apenas llevaría un año a razón de dos sesiones por
semana). El ejemplo de la terapia breve en este sentido viene dado por la TC (considerando tanto el
enfoque cognitivo como el contextual), al ser prácticamente la primera alternativa al psicoanálisis.
Así, son terapias breves, además de la TC:

 La terapia estratégica (terapia familiar sistémica y comunicacional, con su versión, además de


“terapia breve”).
 La terapia existencial (incluyendo la logoterapia, la psicoterapia existencial de Yalom y el
análisis transaccional).
 La terapia experiencial (siguiendo la tradición de la terapia centrada en la persona).

Hay ciertas terapias dentro de la propia TC que pueden resultar de larga duración:

 La terapia cognitiva de los trastornos de personalidad.


 Psicoterapia analítica funcional.
 Terapia de conducta dialéctica (cuyas aplicaciones suponen “relaciones terapéuticas
intensas”.

El psicoanálisis, en su adaptación al “mercado terapéutico”, ha desarrollado psicoterapias que sin


perder su inspiración psicoanalítica pueden ser sin embargo, breves, cuyo nombre general es
psicoterapia psicoanalítica, dentro de la cual figura incluso una versión autodenominada
“psicoterapia (psicoanalítica) breve”.

En cuanto a la duración y frecuencia de las sesiones de la TC, la sesión suele durar entre una y dos
horas. Las primeras quizás son más largas, para después estabilizarse en torno a una hora. La
frecuencia suele ser de una vez por semana, si bien al comienzo pudieran ser dos y posteriormente
hacerse más espaciadas. Aunque este tipo de terapias tienen un curso abierto dentro de su horario,
también hay programas terapéuticos que tienen prácticamente estandarizada la aplicación en cuanto
al número, duración y pauta de las sesiones como, por ejemplo, la terapia sexual o la terapia
cognitiva de la depresión. El contrato de terapia, donde se fijan tanto los objetivos a “tratar” como
los aspectos formales relativos a las sesiones, los honorarios y la colaboración del cliente, es una
modalidad establecida en la psicoterapia psicoanalítica breve.

Directiva-Permisiva. En general, las terapias directivas son aquellas en las que el terapeuta adopta
un papel activo en la dirección de la terapia. El contrapunto permisivo lo daría una actitud no-
directiva figurada cual espejo que refleja lo que pone el cliente (sin intervenir en su espontaneidad).

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El Modelo de terapia permisiva lo daría precisamente la Terapia no-directiva de Rogers. Por su lado,
el papel directivo del terapeuta toma diversas formas:

 Un papel directivo toma la forma de la interpretación del “material” presentado por el


cliente.
 Otra pauta directiva se identifica en un cierto papel educativo consistente en doral al cliente
con una nueva explicación y terminología (en definitiva, interpretación). Aquí, el terapeuta
puede proceder de un modo explícito (como hace el análisis transaccional) o implícito pero,
en todo caso, las distintas terapias terminan por adoctrinar según su propia sofisticación
psicológica.
 Otro pape directivo tiene la forma de una intervención práctica de varias maneras, tales
como “observador-participante” (por ejemplo, la “experiencia emocional correctora” de la
psicoterapia psicoanalítica o la “provocación de crisis” de la terapia familiar estructural),
como “director teatral” (por ejemplo, la representación de papeles de la terapia gestáltica o
la experiencial) y como “entrenador” en el aprendizaje de repertorios conductuales más
adecuados (por ejemplo, la exposición, el modelado o el ensayo de conducta de la TC).

Activa-Pasiva. Esta dimensión está correlacionada con la anterior, puesto que una terapia directiva
parece suponer una implicación activa del cliente, mientras que una permisiva sugiere más bien un
sujeto pasivo. Sin embargo, hay terapias en las que terapeuta puede ser activo (por ejemplo, la
interpretación psicoanalítica) y el cliente pasivo, al fijar la “curación” al insight. En general, las
terapias que confían el cambio al insight, al “reencuadre” del sistema comunicacional o a la
información, están controlando con un sujeto pasivo, por más que invoquen la actividad de procesos
mentales. Por su parte, efectivamente, las terapias permisivas sugieren un sujeto pasivo al modo
botánico (crecimiento personal, espontaneidad creadora, autocongruencia).

Orientadas al problema-Orientada a la personalidad. En general, las terapias orientadas al


problema toman como objetivo resolver el problema presentado, sin suponer que fueran necesarios
otros cambios “estructurales”. En principio, la TC junto con buena parte de la terapia estratégica,
serían ejemplos de este tipo. Por su lado, las terapias orientadas a la personalidad, no consideran
resuelto el problema si no se dan otros cambios que consideran más básicos como puedan ser el
autoconocimiento psicoanalítico, el crecimiento personal, la toma de responsabilidad o la
reestructuración cognitiva.

En las Terapias de reestructuración cognitiva hay una orientación a “problemas generalizados” más
que a “problemas circunscritos”, según la distinción de Brewin, lo que también se podría decir de la
Terapia contextual y de la Terapia de conducta dialéctica, aun cuando no tienen inspiraciones en la
personalidad. Por su parte, la Terapia estratégica tiene también su orientación al cambio estructural,
en este caso de la familia.

 Los enfoques dinámicos (psicoanalíticos, experienciales y existenciales) tienen una clara


orientación a la personalidad (en el sentido de pretender un cambio estructural general),
 La TC y la Terapia estratégica serian ejemplos mixtos, aunque quizás más orientados al
problema.

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Presente-Pasado.

 La Terapia psicoanalítica sigue el hilo de los “síntomas” presentados aquí-ahora hasta dar
con el ovillo situado allí-entonces, cuyo descubrimiento desenredaría el problema actual.
 La Terapia gestáltica sería un ejemplo de concentración en el presente, así como en general
las experienciales.
 La Terapia estratégica sitúa también su intervención en el presente.
 La TC está igualmente orientada al presente, si bien su lógica con base en el aprendizaje
supone más un cambio diacrónico paso a paso (cara al futuro) que sincrónico espontáneo
(gestáltico, experiencial o comunicacional)

Relación colaboradora-Relación autoritaria. Aquí, se entiende por relación colaboradora la


participación activa del cliente en una labor terapéutica dirigida por el clínico, como profesional
experto en el que confía. El prototipo de relación colaboradora en este sentido se encuentra en la
Terapia cognitiva de Beck.

La relación autoritaria en su sentido impositivo se encuentra en la Terapia psicoanalítica establecida


por Freud, por más que llevada con todo el poder de la persuasión. La Terapia estratégica tiene
formas autoritarias como, por ejemplo, sus prescripciones, los “engaños benevolentes”, las paradojas
contra la resistencia y los “trucos” para impresionar al cliente. Curiosamente, la Terapia estratégica
familiar en su matrimonio con el constructivismo, ofrece por el contrario el mayor ejemplo de
relación de igualdad, en la que el terapeuta se hace el ignorante y se declara al cliente como experto,
(lo que sin duda es un fingimiento si es que no una pérdida de papeles). Una relación al modo de
Rogers sería otro ejemplo de relación colaboradora diluida en un “encuentro personal” (ni
autoritario ni tampoco colaborador).

Todas las unidades problemáticas-No todas. Las psicoterapias de la tradición psicoanalítica son
individuales y por lo mismo (por su mirada intrapsíquica) lo son también las terapias experienciales y
las cognitivas, aunque trabajen con varias personas a la vez. En cambio, la Terapia estratégica toma
como unidad la familia, como sistema, y no en vano se denomina también Terapia familiar o
sistémica. La Terapia familiar sistémica tiene también una afinidad contextual, por la que transita del
individuo a la comunidad más coherentemente que los enfoques psicodinámicos y cognitivos. Por su
parte, la Terapia existencial Yalom sería un ejemplo más coherente de la terapia individual y grupal.

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Breve Directiva Activa Orientada Situada Relación Todas las
al en el colaboradora unidades
problema presente problemáticas
Terapia 
Psicoanalítica
Psicoterapia  
Psicoanalítica
Terapia     
Gestáltica
Análisis     
Transaccional
Terapia     
Existencial
Terapia    
Estratégica
Terapia  
Centrada en
la Persona
Terapia  
Experiencial

Modificación      
de Conducta

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