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A - LA CONSPIRACIÓN
La misma noche de las elecciones el general Franco y Gil Robles habían presionado para
evitar el nombramiento del gobierno del Frente Popular.
Las conspiraciones para poner fin a la República, al riesgo de una revolución, y a los
desórdenes públicos, fueron frecuentes a partir de Febrero. La opinión generalizada entre los
militares conspiradores era que la situación aún no estaba preparada ni había suficientes
apoyos dentro del ejército. En Marzo, un grupo de generales acordó realizar un levantamiento
militar para restablecer el orden. En principio se decidió que el jefe de la sublevación debía ser
el general Sanjurjo (exiliado en Portugal), y que no tuviera signo político alguno.
En los meses siguientes el general Mola (destinado en Navarra, “El Director”)) fue organizando
el golpe militar y recabando apoyos de los grupos políticos de extrema derecha (carlistas,
monárquicos, católicos, tradicionalistas, Falange). Falangistas y carlistas se comprometieron a
aportar sus milicias como voluntarios, la CEDA y Renovación Española ayudaron
económicamente a la conspiración. También se establecieron contactos con Alemania e Italia.
El plan era una sublevación de todas las guarniciones militares del país, y sobre todo de las
tropas estacionadas en Marruecos. El golpe debía de ser contundente, violento, para lograr una
rápida victoria o en su defecto evitar cualquier intento de componenda posterior, y para
demostrar al gobierno que se iba en serio. Pretendía establecer una dictadura militar (en
principio dirigida por Sanjurjo) que acabaría con la República, suspendería la Constitución,
mantendría un Estado laico, eliminaría el peligro de revolución marxista, para volver al poco a
un gobierno civil, republicano o monárquico, como decidiesen unas Cortes Constituyentes.
En Junio ya estaban comprometidos con la sublevación mandos militares como Cabanellas,
Fanjul, Queipo de Llano, Goded, Varela, Yagüe. Pero faltaban bastantes apoyos en regiones
como Madrid, Levante, Cataluña, Andalucía o País Vasco, y gran parte de la oficialidad
permanecía fiel a la República. También había problemas con carlistas y falangistas a los que
el planteamiento del futuro régimen no gustaba y ponían trabas para ceder sus milicias.
La prensa se hizo eco de estos preparativos, el gobierno sabía que se estaba preparando algo,
de ahí el alejamiento de Mola, Franco y Goded de Madrid, pero no hizo nada más para evitarlo.
En Castilla la Vieja y Navarra triunfó rápidamente por el apoyo de las masas de pequeños y
medianos agricultores, tradicionalmente votantes de la derecha. Mola no tuvo dificultades en
Navarra, donde además contó con el apoyo de las milicias de requetés carlistas.
En Andalucía se sublevaron las guarniciones de las capitales (Córdoba, Sevilla, Granada –
asesinato García Lorca-) triunfando Queipo de Llano en Sevilla, mientras las zonas rurales
permanecían fieles a la República. Los sublevados también controlaban la zona de Cádiz y
Algeciras, y por tanto el Estrecho de Gibraltar. Desde estas zonas irían ampliando su dominio
de Andalucía Oriental.
En Extremadura Badajoz siguió fiel a la República mientras en Cáceres triunfaban los
sublevados.
En Asturias sólo se sublevó la guarnición de la capital, Oviedo, que permaneció sitiada durante
meses.
En Galicia ganaron los sublevados, al igual que en la mayor parte de Aragón.
En Baleares la sublevación triunfó en todas las islas menos en Menorca.
La geografía de las zonas donde ganaron los sublevados o los partidarios de la República
coincidía a grandes rasgos con los resultados electorales de Febrero de 1936, lo que da a
entender la importancia de los apoyos populares en un sentido u otro, ya que las guarniciones
se decantaron hacia el sector con más apoyo en su zona.
Los intentos por acabar con la sublevación negociadamente (Martínez Barrio) fracasaron. Por
otra parte, siguiendo las consignas de Mola, los sublevados se emplearon desde el principio
con una extrema brutalidad, lo que impidió cualquier posibilidad de marcha atrás.
El golpe había fracasado en su objetivo de acabar rápidamente con la República, pero España
se había dividido en 2 zonas dominadas por 2 sectores sociales e ideológicos totalmente
irreconciliables. Era inevitable que el conflicto acabara resolviéndose en una Guerra Civil.
El país quedó dividido en 2 partes: la que permaneció fiel a la República, y la “Nacional”, como
empezó a autodenominarse por los sublevados, quienes señalaban que defendían la “nación
española” de los traidores “rojos, comunistas, separatistas”.
Los grupos políticos que apoyaron la sublevación fueron la CEDA (católicos), Comunión
Tradicionalista (Carlistas), Renovación Española (monárquicos), Falange Española de las
JONS y la Lliga Catalana. También recibieron el apoyo desde el exilio de Alfonso XIII y el
infante D. Juan, así como de viejos líderes de la Restauración como Romanones, Santiago
Alba o Francesc Cambó.
Las fuerzas sociales que apoyaron la sublevación fueron: la aristocracia, terratenientes, los
grandes empresarios, la mayoría de los pequeños y medianos campesinos de Castilla-León.
Aunque el apoyo a uno u otro bando dependieron fundamentalmente de en qué sector se había
caído.
Permanecieron fieles a la República la mayor parte del proletariado y empleados urbanos, los
jornaleros andaluces y las clases medias progresistas.
Demográficamente, la zona sublevada estaba menos poblada (40 %), y además era más rural
que la republicana (60 %), en que quedaron las grandes ciudades: Madrid, Barcelona,
Valencia, Bilbao (excepto Sevilla y Zaragoza). Pero el bando republicano no supo aprovechar
esta ventaja demográfica.
En el ejército la división fue total: algo más de la mitad del ejército de tierra y de la Guardia
Civil se sumó a la sublevación, mientras permanecieron fieles a la República más del 65 % de
la Armada y de las fuerzas aéreas, así como el 70 % de los Guardias de Asalto.
No es cierto, por tanto, que la sublevación estuviera auspiciada por todo el ejército, ni que la
República no tuviera fuerzas armadas para defenderse.
La diferencia está en que la mayor parte de la oficialidad sí apoyó la sublevación, y la que
permaneció fiel a la República en muchos casos tuvo poca confianza por parte del gobierno (a
excepción de algunos oficiales como Rojo, Cordón, Miaja, etc.). También en que las mejores
tropas, y las únicas con experiencia de combate, las africanas, estuvieron del lado de los
sublevados, y en que éstos supieron hacer un mejor uso de la artillería, aviación y flota (más
modernos), y que contaron con todo el apoyo militar de Alemania e Italia..
En la zona fiel a la República habían quedado las zonas más industrializadas del país:
Cataluña, País Vasco, Asturias, Valencia, Madrid (hasta que la campaña de 1937 les privó de
Asturias y Euskadi). En cambio en la zona “Nacional” contaban con las grandes zonas
agrarias, sobre todo de cereales.
Por tanto, económicamente la ventaja inicial correspondía a la República, pero ésta no supo
sacar provecho de esta situación. La revolución iniciada en el bando republicano, con las
colectivizaciones de tierras y fábricas tuvo como consecuencia tal desorden en la producción y
la comercialización de productos que se redujo la producción. En cambio, en la zona nacional
la abundancia de productos agrarios hizo que las penurias fueran menores y que se pudiera
abastecer al ejército. Además, tras la conquista del Norte, inmediatamente se emprendió la
reindustrialización de estas zonas.