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Historia de España 2º de Bachillerato

Tema 8
LA GUERRA CIVIL (1936-1939)

El 18 de julio de 1936 se extiende por la Península un golpe de Estado militar contra el gobierno
del Frente Popular. La activa participación del pueblo y la lealtad de casi la mitad del Ejército hacia la
República hacen que esta sublevación sólo triunfe en la mitad del país y desemboque en una guerra civil
de tres años de duración. Surgen así dos zonas: una republicana y otra sublevada con sus respectivos
ejércitos, gobiernos e instituciones.
El rápido apoyo de la Italia de Mussolini y de la Alemania de Hitler al bando sublevado y la no
intervención a favor de la República que sólo contó con el apoyo ruso, hace que el enfrentamiento
armado se prolongue durante casi tres años.
Era el enfrentamiento entre dos concepciones distintas de España. El bando rebelde representaba
los valores tradicionales y conservadores que habían sido socavados durante la República y luchaban
contra todas sus reformas. El bando legal pretendía la modernización del país y la profundización en las
reformas, aunque había sectores que querían ir mucho más allá de los límites de un régimen
parlamentario.
La mayor unidad, la eficacia militar y los importantes apoyos militares dieron el triunfo a la
España sublevada representada por el general Franco y consolidó un régimen político autoritario y
conservador que se mantendría en España durante más de treinta años.

I. EL ESTALLIDO DE LA GUERRA CIVIL


Al clima de radicalización, violencia callejera y polarización de la vida política española desde
las elecciones de febrero de 1936 se unen dos asesinatos consecuencia de lo anterior: el 12 de julio es
asesinado el teniente socialista José Castillo, probablemente por Falange, y el 13 de julio, en respuesta,
el líder monárquico Calvo Sotelo. Este asesinato fue un regalo político para los militares que desde las
elecciones están tramando una conspiración para acabar con la República pues adelantó sus planes.
El 17 de julio se inicia la sublevación en Melilla, el 18 en la Península y el 19 el general Franco
llega a Tetuán a bordo del “Dragon Rapide” para hacerse cargo de las guarniciones insurrectas. La
organización estuvo a cargo del General Mola que cuando se produjo el levantamiento de Franco inició
su avance desde Navarra hacia Madrid. El Jefe de Gobierno, Casares Quiroga, no comprendió la
importancia de la rebelión y no accedió a entregar las armas a los sindicatos y los partidos obreros para
defender a la República.
La reacción de buena parte de la sociedad española fue la de defender la República por lo que el
golpe militar resultó un fracaso, ya que, aun triunfando en Marruecos Español, Canarias, Andalucía
Occidental, Galicia, Castilla y León, Álava, Navarra, Rioja, Aragón Occidental y Mallorca, no consiguió
hacerlo en el resto ni en las principales ciudades y, además, buena parte del ejército y fuerzas del orden
(Guardia Civil y Guardia de Asalto) permanecieron fieles a la República. Al no triunfar el golpe de
estado en muchos lugares, se originó la división del país en dos bandos que iban a enfrentarse en una
cruenta guerra civil.
El de los sublevados estaba constituido por militares conservadores, monárquicos, grupos
católicos, falangistas, carlistas y por todos aquellos que se habían opuesto a las reformas de la República.
Apoyados e inspirados por el fascismo, se definían como “nacionales” (por su defensa de la unidad de
España) y católicos. Entre ellos no había unanimidad sobre las acciones a emprender tras el triunfo del
golpe de Estado: los militares querían restablecer el orden a través de una dictadura militar que
desembocaría en monarquía o república; los monárquicos y la CEDA deseaban una monarquía
Alfonsina; los falangistas ansiaban un régimen fascista a la italiana; los carlistas la instauración de su
pretendiente…
Los leales a la República estaban constituidos por las clases más populares: obreros, pequeña
burguesía y campesinado sin tierras. En su mayoría estaban afiliados o influidos por las organizaciones
socialistas, comunistas o anarquistas, y eran definidos por la derecha como “rojos”. Junto a ellos, las
clases medias republicanas, la burguesía ilustrada y un nutrido grupo de intelectuales. Todos ellos
defendían la legitimidad republicana.

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El golpe y el estallido de la guerra provocaron la destrucción de las estructuras estatales de la


República. En el bando nacional el poder quedó en manos de un grupo de generales, que, siguiendo las
propuestas de Mola, establecieron un estado autoritario y militarizado. En los primeros momentos de la
guerra hubo una enorme represión en ambos bandos. Las ejecuciones y los asesinatos se extendieron
por todo el país. La represión en la zona nacional se dirigió esencialmente contra los militantes obreros
y campesinos, aunque algunos intelectuales, como Federico García Lorca, fueron también víctimas del
horror. La represión estuvo bastante organizada y controlada por las autoridades militares. Este hecho
no impidió que pistoleros falangistas descontrolados protagonizaran excesos de todo tipo. En la zona
republicana los grupos que sufrieron la violencia fueron esencialmente los sacerdotes y las clases
adineradas. Tras el caos inicial en el que se produjeron graves excesos, el gobierno fue controlando poco
a poco la situación y la represión se atenuó.
Intervención extranjera
Ambos bandos recurrieron al exterior buscando apoyos. Los sublevados pidieron ayuda militar
a los países fascistas. La República pidió colaboración militar pero los gobernantes de las democracias
(Francia, Reino Unido, EEUU), ante el temor de que el conflicto se extendiera por toda Europa, crearon
un Comité de No Intervención donde se comprometían, en teoría, a no ayudar a ninguno de los dos
bandos. Todo fue mera teoría y papel mojado.
La España republicana recibió ayuda militar de la URSS, a cambio de las reservas de oro del
Estado y de que el Partido Comunista tuviera un importante papel en el gobierno, quedando así vinculada
al comunismo según la opinión pública internacional. La ayuda humana le llegó a través de las Brigadas
Internacionales: unos 60.000 hombres de 30 países.
La España rebelde recibió ayuda de Italia y Alemania de forma masiva y pagadera en materias
primas y minerales. Alemania envió su Legión Cóndor, asesores militares, tanquistas y aviadores, Italia
a sus 40.000 soldados, Portugal proporcionó millares de combatientes (los Viriatos) e Irlanda la Legión
de S. Patricio. EEUU se declaró neutral, sin embargo, al igual que en Gran Bretaña, personalidades,
compañías y banqueros prestarían ayuda a los sublevados.

II. LAS OPERACIONES MILITARES


El ejército sublevado mantuvo la iniciativa y ofensiva militar durante toda la guerra, eso se debió
a un mando unificado y a una mayor profesionalidad de los oficiales. Sin embargo, tras el fracaso ante
Madrid, Franco planteó el conflicto como una larga guerra de desgaste que aseguraría su propio poder
personal y le permitiría acabar con todos sus enemigos políticos.
El ejército de la República se vio perjudicado por la desunión entre grupos políticos diferentes y
fracasó en todos sus intentos ofensivos, sin embargo, mostró una resistencia tenaz que también
contribuyó a alargar la guerra. La estrategia de la República era aguantar hasta que estallara la inevitable
guerra europea y contar con el apoyo de Francia y Gran Bretaña.
Primera fase: De la sublevación a la Batalla de Madrid (julio 1936-marzo 1937)
Fracasada la sublevación, gracias a la ayuda alemana e italiana Franco consiguió cruzar el
Estrecho con el ejército de África, enlazó con Queipo de Llano que controlaba Andalucía Occidental y,
tras la toma de Badajoz, consiguió unirse con los sublevados del norte al mando de Mola. El plan de
Franco era dirigirse a Madrid, aunque se desvió para liberar el Alcázar de Toledo. El asalto frontal contra
Madrid fracasó.
El grito de "¡No Pasarán!" se hizo celebre en todo el mundo. La moral de la población madrileña
aumentó con la llegada de refuerzos exteriores. Ante la resistencia de los madrileños y las Brigadas
Internacionales, el ejército de Franco intentó rodear Madrid (Batallas del Jarama y de Guadalajara) pero
también fracasó.
El gobierno de Largo Caballero se traslada a Valencia, quedando en la capital una Junta de
Defensa al mando del general Miaja.

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Segunda fase: La Campaña del Norte y la intervención extranjera (abril 1937-noviembre


1938)
Tras el fracaso ante Madrid el conflicto se convirtió en una guerra de desgaste. En la primavera-
verano del 37 los franquistas se hicieron con la franja norte desde el País Vasco hasta Asturias. Durante
la campaña vasca, Mola, el único general que podía competir con Franco en el liderazgo del bando
nacional, murió en accidente de avión.
Tratando de distraer fuerzas nacionalistas de la campaña del norte, los republicanos organizaron
la ofensiva de Belchite en Aragón. El fracaso fue total y finalmente las tropas franquistas tomaron todo
el norte del país. Mientras las tropas franquistas tomaban Málaga y de nuevo se producía una dura
represión.
El año 1937 es el año de la intervención extranjera, Alemania e Italia con los franquistas y las
Brigadas Internacionales y Rusia con la República que tuvo que pagar con las reservas estatales de oro
la ayuda soviética.
Tercera fase (diciembre de 1937- diciembre de 1938). De Teruel al Ebro
En diciembre de 1937, tuvo lugar una ofensiva republicana en Teruel. Las condiciones
climáticas marcaron una ofensiva que finalmente fracasó. Tras asegurar el dominio de Teruel, Franco
lanzó un ataque general en Aragón. Franco se dirigió hacia el Mediterráneo a donde llegaron –por
Vinaroz y Benicarló- en abril de 38, partiendo la zona republicana en dos. Su avance quedó detenido
cuando el ejército republicano, habiendo recibido armamento nuevo desencadenó un poderoso ataque
sobre el río Ebro en la provincia de Tarragona.
La ofensiva del Ebro- 28 de julio de 1938- fue el último intento del bando republicano por
cambiar el curso de la guerra. Tras una primera etapa en la que la iniciativa correspondió a las fuerzas
republicanas su avance se detiene en Gandesa. Comienza una guerra de desgaste que dejó
completamente exhausto al ejército republicano que fue derrotado y tras este fracaso los franquistas
conquistaron fácilmente Cataluña. D. Manuel Azaña, presidente de la República huye a Francia. A
principios de febrero de 1939, toda Cataluña estaba ocupada y la suerte de la República estaba echada.
A raíz del Acuerdo de Múnich, se decidió retirar todos los voluntarios internacionales por uno y otro
bando. Pero esto ya no podía alterar el curso de la guerra.
Cuarta fase: Ofensiva en Cataluña y final de la Guerra (diciembre 1938-marzo 1939)
En febrero de 1939 la zona republicana se encontraba reducida a la “zona centro” (Madrid) y la
zona del Mediterráneo que se extendía desde Valencia hasta Almería. El jefe del Gobierno Negrín era
partidario de resistir a ultranza, a pesar de que a finales de febrero de 1939, Gran Bretaña y Francia
reconocen el gobierno de Franco. A primeros de marzo, Azaña, presentó su dimisión como presidente
de la República. Contra esta posición, y defendiendo la negociación de la derrota con Franco, el coronel
Casado dio un golpe contra el gobierno de Negrín. Pese a las propuestas de negociación de Casado,
Franco exigió la rendición incondicional.
El 28 de marzo de 1939 las tropas de Franco entraban en Madrid sin resistencia. En los días
posteriores a la entrega de Madrid se ocupó la zona de Mediterráneo desde Valencia hasta Almería. El
1 de abril de 1939 Franco firmó el último parte de guerra que decía así “en el día de hoy, cautivo y
desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra
ha terminado”.

III. EVOLUCIÓN POLÍTICA DE LAS DOS ZONAS


ZONA REPUBLICANA
La sublevación había provocado la dimisión de Casares Quiroga y la formación de un nuevo
gobierno al mando de José Giral, que organizó la oposición a los sublevados entregando armas a los
milicianos de partidos y sindicatos, disolviendo el ejército tradicional y creando batallones de
voluntarios. Se creó así una estructura de poder popular alrededor de partidos y sindicatos de izquierda,
únicas fuerzas capaces de defender la república. En verano el Estado sufrió un desplome, siendo
sustituido por comités y juntas revolucionarias que organizaban la guerra, la economía, el orden
público… En algunos lugares estos organismos se organizaron en consejos regionales.

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A la vez se extendió un clima revolucionario: los defensores de la república vinculados a


organizaciones de izquierda revolucionaria se sintieron legitimados para impulsar cambios sociales.
Ejemplo de esta revolución social fue la colectivización de gran parte de la propiedad industrial y
agraria. Los comités, formados por partidos y sindicatos obreros, se hicieron con el control de
transportes, servicios urbanos, suministros militares, fábricas y talleres. En el campo se ocuparon fincas,
colectivizándose las tierras en su totalidad.
Además, se desencadenó una respuesta popular espontánea contra todo lo que pudiera tener
relación con los sublevados: iglesia, burguesía, propietarios, clases acomodadas… fueron objeto de
persecución, dándose asesinatos, quemas de iglesias y conventos, requisas de bienes, represalias y
asesinatos de presos políticos de derechas en las cárceles…
A finales del verano de 1936, y ante el avance de los sublevados, surgió la necesidad de formar
un gobierno capaz de ganar la guerra. Azaña encargó la tarea a Largo Caballero (UGT), integrando a
socialistas, nacionalistas, republicanos y comunistas a los que más tarde se unieron cuatro ministros
anarquistas.
El nuevo gobierno, trasladado a Valencia, proyecta una alianza antifascista, recomponer el Estado
eliminando juntas y comités, militarizar las milicias creando el Ejército Popular… pero los fracasos
militares supusieron un enfrentamiento: republicanos, socialistas y comunistas eran partidarios de
reconstruir un Estado fuerte concentrado en el esfuerzo bélico mientras anarquistas y POUM insistían
en las transformaciones revolucionarias, las colectivizaciones… y se resistían a integrar sus milicias en
el ejército regular.
Los Hechos de Mayo del 37 en Barcelona debilitaron al gobierno de Largo Caballero: la
Generalitat junto a comunistas, ERC y UGT, desalojó a anarquistas y poumistas del edificio de
Telefónica, desde donde controlaban las comunicaciones, tras un enfrentamiento que se saldó con más
de 200 muertos y que fortaleció a los comunistas, que exigieron la disolución del POUM (troskista) y la
detención de sus líderes. Largo Caballero se negó a esto viéndose obligado a dimitir de su cargo. Azaña
encargó formar nuevo gobierno a Juan Negrín (PSOE), que declaró ilegal al POUM y detuvo a sus
militantes.
El nuevo gobierno basó su política en la prioridad del esfuerzo militar: se reforzó el poder central,
se unificó la dirección de la guerra, se integraron todas las milicias en el Ejército Popular y se estableció
un control sobre la producción industrial y agraria. La sede del gobierno se trasladó de Valencia a
Barcelona.
Ante la dificultad de frenar el avance fascista, el gobierno de Negrín intentó buscar una salida
negociada a la guerra con el programa de los “Trece puntos” donde se proponía el cese de la lucha, la
permanencia de la República, la convocatoria de elecciones… Franco hizo saber que sólo aceptaría una
rendición sin condiciones.
Tras la caída del frente norte y las derrotas de 1938, particularmente en la batalla del Ebro, las
esperanzas republicanas estaban en quiebra. Además, faltaban alimentos y productos básicos…
extendiéndose el cansancio de la guerra entre la población. En esta situación Negrín insistía en la
necesidad de la resistencia militar, con la esperanza del inicio de un conflicto en Europa entre
democracias y fascismos que aligerara la presencia italiana y alemana en España. Esta consigna de
¡resistir es vencer! no fue comprendida por todos los combatientes republicanos. Un sector, con el
coronel Casado a la cabeza había decidido ya la rendición a Franco. Esto llevó a combates internos en
Madrid y al Golpe de Estado de Casado, que derribó al Gobierno Negrín y negoció la paz con Franco,
que exigió la rendición incondicional.

ZONA SUBLEVADA
La muerte de Sanjurjo en accidente de aviación, el 20 de julio de 1936, cuando se dirigía a Burgos
para encabezar la rebelión, puso en primer plano la figura de Franco, a quien solamente podían hacer
sombra figuras como Mola, quien también fallecería en junio de 1937. Esto y el hecho de que la
insurrección no triunfase y diera origen a una guerra plantearon el problema del liderazgo en el territorio
sublevado.
El 24 de julio se crea en Burgos la Junta de Defensa Nacional. Formada por militares, su misión
es gobernar el territorio ocupado y sus primeras medidas fueron prohibir la actividad de los partidos
políticos, suspender la constitución, paralizar la reforma agraria…

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Para dirigir la guerra fue ganando adeptos Franco. Su liderazgo se impuso sobre todo después de
liberar el Alcázar de Toledo y de conseguir que Hitler y Mussolini lo reconocieran como único
interlocutor válido. Finalmente, el 30 de septiembre, los militares lo eligen jefe del alzamiento y el 1 de
octubre jefe del Estado y generalísimo de los ejércitos. Así, desde esta fecha existe un mando militar
único e incontestable, pero… no había cohesión política.
Se habían prohibido los partidos del Frente Popular y los sindicatos, actuando sólo como grupos
políticos Falange Española de las JONS y Comunión Tradicionalista (carlistas). Se toleraban la CEDA
y los monárquicos, aunque estaban prácticamente desmantelados.
En abril del 37, con inspiración en los modelos de partido único fascistas, se creó la Falange
Española y Tradicionalista de las JONS, unificando a falangistas, carlistas y todas las demás fuerzas
“nacionales”. Franco sería el jefe nacional del partido. Las resistencias a la unificación se acallaron con
el destierro, la prisión o la muerte.
El proceso de institucionalización del nuevo estado fascista culmina en enero del 38 al
desaparecer la Junta y formarse el primer gobierno de Franco, que asume la jefatura de Estado y la
presidencia de gobierno, pasando a ser llamado “caudillo”. El nuevo estado se inspiraba en el fascismo
y defendía un modelo social basado en el conservadurismo y el catolicismo.
El Estado abolió la legislación republicana; se suprimieron las libertades religiosas, política,
sindical y de prensa; se suprimieron los estatutos de autonomía; se restableció la pena de muerte… Por
último, se respetaba la importante influencia de la iglesia católica, que en julio de 1937 ya hizo pública
una pastoral colectiva de los obispos en apoyo de los sublevados. El nuevo Estado era confesional y
derogó las leyes de matrimonio civil y divorcio, instituyó una retribución para el clero…
La construcción del Estado fue acompañada de una represión extrema contra los vencidos en los
territorios que se ocupaban, fundamentalmente de personalidades relevantes (artistas, intelectuales,
políticos) y, en general, de cualquier sospechoso de simpatizar con las izquierdas, con la intención de
imponer un clima de “terror” que impidiese toda contestación.

IV. LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA.


La Guerra Civil fue el episodio más traumático que vivió la sociedad española durante el siglo
XX: durante tres años conciudadanos lucharon entre sí acrecentando su odio y el deseo de aniquilación
del contrario. Los que vencieron excluyeron y persiguieron a quienes no se habían sumado a su bando.
El dolor de la mayoría y el rencor de muchos era el denominador común de la España de los años
posteriores a la contienda.
La guerra comportó miseria y muerte. A las bajas en los combates y las víctimas de la represión,
hay que añadir las muertes producidas por hambre y enfermedad. En resumen, más de medio millón de
muertos, una buena parte asesinados en las retaguardias. Acabada la guerra, cientos de miles de personas
ingresaron en prisiones o en campos de trabajo forzado.
En los últimos meses de la guerra, millares de combatientes, intelectuales, militantes de partidos
y sindicatos, familias enteras que habían defendido al gobierno legal tuvieron que abandonar España
con precipitación y sufrir las penalidades del exilio. Decenas de miles se concentraron en campos de
internamiento en Francia para más tarde dispersarse por Europa.
Las consecuencias en la cultura fueron importantísimas. Quedó destruido el esfuerzo de
regeneración cultural y educativa. Fueron ejecutados o destituidos la mayoría de maestros y profesores.
La casi totalidad de los intelectuales de la generación del 27 y los más notables científicos y artistas
murieron o marcharon al exilio.
Las consecuencias en el terreno económico fueron desastrosas: pérdida de reservas, disminución
de la población activa, destrucción de infraestructuras viarias y fabriles, así como de viviendas y caída
del nivel de renta. La mayoría de la población sufrió a lo largo de las décadas de 1940 y 1950 los efectos
del racionamiento y la privación de bienes de consumo.
Las consecuencias políticas fueron el final de la más importante experiencia modernizadora y
democratizadora que había tenido la España contemporánea y el inicio de un larguísimo período de
represión, de falta de libertad política y la supresión de derechos fundamentales con el inicio de la
dictadura franquista.
En el ámbito internacional, España inició veinte años de aislamiento político y quedó fuera del
fuerte impulso de progreso que se inició en Europa después de 1945. España llegaba a la mitad del siglo
XX sin haber solucionado sus problemas de convivencia política.

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