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1. INTRODUCCIÓN
El juego que mantuvieron las fuerzas políticas durante el período democrático que
nació al amparo de la Segunda República estuvo cargado de gran tensión y violencia.
Muchos de los intereses y aspiraciones de los distintos grupos sociales estaban en clara
confrontación. Los sectores agrupados en torno a lo que denominamos derecha se
opusieron frontalmente a muchas de las reformas que, promovidas por la izquierda,
amenazaban con subvertir un orden social extremadamente desigualitario. Esta
discordante situación, que generó una fuerte polarización de los posicionamientos
políticos, generó debates parlamentarios muy acalorados y hasta violentos
enfrentamientos armados, entre los que cabe destacar los que se produjeron a raíz de
la denominada Revolución de Asturias de 1934, considerados el precedente inmediato
de la guerra civil.
La República conoció una pérdida progresiva de apoyos sociales, tanto por la izquierda
como por la derecha, que amenazaba seriamente la estabilidad del sistema:
• Los sectores más conservadores de la sociedad española, integrados
fundamentalmente por eclesiásticos, un importante sector del ejército y la patronal
industrial y agraria, mostraron un claro rechazo a las reformas promovidas por la
izquierda, pues dañaban directamente sus intereses y amenazaban a la religión y a
las tradiciones, bases sobre las que se asentaba el orden social establecido.
• Por su parte las organizaciones obreras confiaban cada vez menos en una República
que se mostraba incapaz de acometer las reformas que desde estos sectores se
demandaban, por lo que fueron distanciándose de ella, al tiempo que una parte cada
vez más importante de la izquierda proclamaba la necesidad de romper con la
República e iniciar una revolución proletaria.
El triunfo del Frente Popular (gran coalición formada por fuerzas políticas de izquierda)
en las elecciones de febrero de 1936 hizo aumentar el miedo entre los sectores de
derecha a una inminente revolución que supuestamente pretendía iniciar una
izquierda eufórica ante la victoria electoral. En este ambiente pre-revolucionario una
parte del ejército inició una conspiración militar que desembocó en el alzamiento de
las tropas de Marruecos del 17 de julio de 1936.
Desde una perspectiva interna, la guerra civil española se entiende como la
consecuencia de la convergencia incontrolada de los problemas que España venía
arrastrando desde el siglo XVIII, e incluso antes, a los que la República no dio una
solución satisfactoria, al igual que no lo habían hecho los regímenes precedentes.
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Desde una perspectiva externa fue muy importante la influencia que ejercieron sobre
el desarrollo y conclusión del conflicto las tendencias totalitarias surgidas en Europa
con posterioridad a la Gran Guerra.
El triunfo del golpe en las distintas zonas de España estuvo condicionado más por las
características políticas y sociales de la zona que por la pericia de los militares. El golpe
triunfó en Marruecos, las islas, la provincia de Cádiz y las capitales de Sevilla (al mando
del general Queipo de Llano), Córdoba y Granada en Andalucía; Cáceres, Castilla León,
Galicia, Navarra (al mando de Mola) y Álava y Aragón. Fracasó en el resto de Andalucía,
gran parte de Castilla la Mancha, Badajoz, la Cornisa Cantábrica, País Vasco y todo el
levante desde Murcia a Cataluña.
La España republicana contaba con las zonas industriales y las agrícolamente más
desarrolladas; con la minería, con la flota y la aviación, con la ayuda rusa y con las
reservas del banco de España.
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La España nacional contaba con las zonas agrícolas, con gran parte de los mandos del
ejército y con la ayuda italiana y alemana.
La adscripción a uno u otro bando de una gran parte de la población (la llamada
tercera España) dependió de si triunfó o no el golpe en donde vivía. No obstante, se
puede hacer una división de las capas más politizadas. Clases oligárquicas,
terratenientes, gran parte del ejercito y de la jerarquía eclesiástica tomó partido
mayoritariamente por los nacionales; mientras que el movimiento obrero lo hizo por
los republicanos; en las clases medias fue donde más influyó si había fracasado o
triunfado el golpe de estado. En Andalucía y Extremadura se aliaron los mandos del
ejército y los terratenientes para la represión a los que apoyaban a la república. En
Navarra y Galicia los que apoyaron al ejército fueron los pequeños y medianos
campesinos, obteniendo un masivo apoyo. En Cataluña la CNT defendió la República,
pero quiso compatibilizar la guerra con la revolución. En el País Vasco, no hubo
revolución social y el PNV, nacionalista y católico, apoyó a la República por la promesa
de aprobar su estatuto (aprobado en Octubre del 36).
Dividida España, el gran problema de los nacionales era trasladar el ejército de África a
la península, hecho que se pudo hacer con la ayuda de la aviación alemana, dándose el
primer puente aéreo de la historia. A raíz de ello el avance fue rápido por Andalucía
Occidental y Badajoz; enlazando con las tropas del norte dirigidas por Mola. La toma
de Irún por las tropas del general Mola fue la operación de mayor importancia en el
frente norte, porque cortaba el acceso del ejército republicano del norte a la frontera
con Francia e impedía la llegada de refuerzos por tierra. La intención inicial de dirigirse
a Madrid fue postergada y Franco conquistó Toledo y el Alcázar, todo un símbolo. En
esta fase dominó la guerra de columnas.
El ataque a Madrid, a partir de noviembre del 36, se hizo tanto por el norte como el
sur, los militares republicanos, las milicias políticas y sindicales y las Brigadas
Internacionales (voluntarios extranjeros que lucharon a favor del Gobierno de la II
República), repelieron a los nacionales en la Ciudad Universitaria, el Jarama (febrero de
1937) y Guadalajara.
En el frente sur, los rebeldes lograron tomar Málaga (febrero de 1937), operación en la
que tuvieron una participación decisiva las tropas enviadas por Mussolini, y que
representó para el bando republicano el fracaso del modelo de guerra con milicias
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desorganizadas, defendido sobre todo por los anarquistas. Se hizo evidente la
necesidad de crear un ejército popular pero disciplinado, idea que propugnaban los
comunistas y apoyaban la izquierda republicana y los militares profesionales.
C.-LAS GRANDES OFENSIVAS NACIONALISTAS. Norte, sur y este. Mayo 1937 a Abril
1938
Ante tan comprometida situación, el mando republicano preparó una audaz maniobra
para unir de nuevo las dos zonas. Se trataba del paso del Ebro, y el ataque por sorpresa
a la faja que servía de separación. Después de un éxito inicial, la ofensiva quedó
detenida y el ejército republicano aprisionado entre el río y las tropas enemigas,
sufriendo enormes pérdidas.
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cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos
objetivos militares. Españoles, la guerra ha terminado".
Sanjurjo iba a ser el líder de los nacionales, pero su muerte dejó a éstos sin un jefe
claro. Confirmado el fracaso pero no la derrota del golpe, se creó una junta de defensa
nacional integrada por los militares participantes en el golpe más importantes (Franco,
Mola, Queipo de Llano, Cabanellas, Dávila y Saliquert). La primera tarea de esta junta
de defensa nacional era el nombramiento del jefe del mando militar, nombramiento
que recayó en Franco por el avance de su ejército de África, las simpatías alemanas e
italianas y por ser el más cauto y menos ideologizado en cuestión de régimen de los
candidatos. Así la Junta de Defensa Nacional lo nombró Generalísimo de los ejércitos y
-la novedad- jefe del gobierno y del Estado. Era septiembre del 36. El 1 de octubre de
1936 tomó posesión del cargo.
Concentrados los poderes del estado, Franco se dispuso a crearlo, tomando dos
iniciativas fundamentales; la unificación de las fuerzas políticas y el nombramiento de
un Consejo de Ministros. Unificó a falangistas, tradicionalistas (carlistas, encuadrados
en el requeté navarro) y restos de la CEDA en un nuevo partido Falange Española
Tradicionalista de las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas, juzgando y ejecutando a
los que se opusieron a ello como el jefe de la falange Manuel Hedilla. Quedaba claro
que la unidad del mando militar sería en el futuro unidad del mando político, pues
Franco era jefe indiscutible del nuevo partido o Movimiento Nacional.
Inmediatamente la vida política y social se militarizó en esta zona. Se impuso una rígida
censura de prensa, se suprimieron e ilegalizaron todos los partidos políticos y
sindicatos del Frente Popular y se suprimió el derecho de reunión y asociación. El único
partido permitido Falange de la JONS se subordinó a las directrices del ejército. Los
únicos símbolos políticos aceptados fueron el falangista (el yugo y las flechas) y el
carlista (la cruz de San Andrés). Al mismo tiempo se cancelaron todas las disposiciones
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legales sobre la Reforma Agraria y se devolvieron a sus antiguos propietarios las tierras
incautadas.
La guerra civil pronto fue bautizada por la iglesia como una cruzada nacional. Las malas
relaciones de la Iglesia con la izquierda provenía del siglo XIX, pero en el siglo XX se
agudizaron los problemas. La Constitución del 31 y las posteriores leyes religiosas
hicieron romper las relaciones de la iglesia con las autoridades republicanas de
izquierdas. Pero a estos enfrentamientos legales se les unió la represión que las masas,
sin mucha oposición de las autoridades llevaron a cabo sobre la Iglesia, sobre todo
durante el gobierno del Frente Popular y en la guerra civil. En el territorio republicano
fueron asesinados cerca de 7.000 clérigos y desapareció el culto católico. Los incendios
de los templos quedaron a merced de los exaltados. Estos hechos que tenían como
causa la actitud de la Iglesia a favor de los sublevados repercutieron muy
negativamente en la imagen exterior e interior de la República.
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política y los continuos reversos en la guerra dimitió, siendo sustituido por Largo
Caballero, prestigioso sindicalista, político obrero y líder de la UGT.
Se formó otro gobierno de concentración, presidido por el socialista Negrín con Prieto
como Ministro de Defensa y sin la presencia de los sindicatos, su objetivo era resistir
en la guerra del interior y ganar la guerra del exterior. La labor del gobierno consistió
en darle un fuerte impulso a las medidas ya iniciadas con Largo Caballero de
consolidación de un ejército regular, centralización de poderes, mantenimiento del
orden público y de la mediana y pequeña propiedad. La política más criticada de
Negrín fue la centralización, cuando cayó el norte, la República era más pequeña pero
también más unificada.
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forzar una mediación internacional. La mediación internacional fracasó por la negativa
de Franco y la postura de Francia e Inglaterra favorables a la no intervención, que se
confirmó en la conferencia de Munich en Septiembre del 38. Sin éxito en la política
exterior, en la interior, el protagonismo recayó en los comunistas y los militares,
siendo su influencia cada vez mayor. Prieto y Azaña consideraban que la guerra estaba
pérdida; los comunistas y militares no. En esta situación se produce la salida de Prieto
del gobierno y la ofensiva del Ebro que resultó ser otro descalabro militar. Los
comunistas seguían aún queriendo resistir con la esperanza de unir nuestra guerra con
la segunda guerra mundial, pero los militares no. Se produjo entonces el golpe de
estado del general Casado con el apoyo de Besteiro para negociar la rendición. No
hubo negociación, pero si rendición. La guerra empezaba con un golpe de estado y
terminaba con otro.
El país que más ayudó a los republicanos fue Rusia, que facilitó el petróleo y armas
(que se pagaron con las reservas de oro del banco de España). Los consejeros militares
soviéticos jugaron un papel destacado en la organización táctica de la guerra, así como
sus consejeros políticos, que ejercieron su influjo a través del PCE. El apoyo soviético
fue impulsado por una política de acercamiento a los gobiernos democráticos para
hacer frente al nazismo. El Gobierno Soviético ordenó a la Internacional Comunista
que organizara el reclutamiento de voluntarios de todo el mundo, las Brigadas
Internacionales, e impulsó movimientos de solidaridad antifascista en los países
occidentales.
También México, cuyo presidente en ese momento era Lázaro Cárdenas, colaboró con
la República, aunque de manera más bien testimonial, proporcionando municiones y
acogiendo a numerosos exiliados republicanos al término de la guerra.
Italia y Alemania fueron los principales apoyos de los sublevados. Los motivos de estos
países para prestar apoyo a los sublevados fueron de tipo político y estratégico:
- El conflicto español les servía para realizar una puesta a punto de sus ejércitos
de cara a la guerra mundial que se avecinaba. En España pudieron ensayar
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nuevas armas y estrategias, como los carros de combate y los aviones militares,
la guerra de movimientos, etc.
- Los alemanes e italianos simpatizaban ideológicamente con los sublevados. La
victoria de Franco representaba el triunfo del fascismo y daba prestigio a todos
los regímenes autoritarios.
- El apoyo a los sublevados abría la posibilidad de ejercer influencia sobre un
nuevo aliado que podía ser útil para la política internacional en el futuro.
La ayuda alemana fue la más importante, tanto numérica como técnicamente. Destacó
el puente aéreo y la Legión Cóndor (unos 6000), una división que combinaba aviación,
artillería antiaérea y técnicos de primera clase. La ayuda italiana consistió también en
el envío de hombres (La Corpo di Truppe Volontarie, CTV), que llegó a sumar 40000
hombres, aunque también armas.
C. EL COMITÉ DE NO INTERVENCIÓN
Francia tenía muchas simpatías por los republicanos, pero los ingleses la sentían por
los nacionales, ya que veían en ellas una fuerza para parar el movimiento obrero en
Europa. En estas circunstancias, a instancias de las dos potencias se formó el Comité
de No Intervención con el objetivo de impedir que nadie ayudara a los dos
contendientes y para que la guerra no se internacionalizase. Otra razón para la
creación de este comité fue la política seguida por Francia e Inglaterra de
apaciguamiento de Hitler. Este Comité no consiguió impedir que los dos bandos
recibiesen ayuda del exterior.
6- CONSECUENCIAS DE LA GUERRA.
Al finalizar la guerra, se abrió otra herida: la de los exiliados (unos 300.000), obligados
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a abandonar el país, y que se amontonaron en los campos de refugiados de las costa
francesa o huyeron a Méjico o Argentina, muchos de los cuales ya no regresarían.
Esta emigración constituye un serio impacto en nuestra demografía, un impacto
tanto más sensible por cuanto desde un punto de vista laboral se compone de
personas jóvenes, y porque desde un punto de vista cultural engloba a un importante
sector de artistas, escritores, científicos... Además, tanto por las especiales
circunstancias de masificación en las que se produce, como por la incidencia que la
Guerra Mundial tuvo sobre los exiliados, esta expatriación fue para buena parte de sus
componentes especialmente penosa y duradera.
La guerra dejo una profunda huella en las actividades económicas: destrucción de las
infraestructuras, de la cabaña ganadera, del parque automovilístico y ferroviario, de
las industrias... La destrucción de los recursos económicos e infraestructuras trajo en
los años cuarenta los "años del hambre". Se produjo un estancamiento económico
durante toda la década, no recuperándose el nivel de renta de 1935 hasta bien
entrados los años cincuenta.
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