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Para definir cómo se comporta la estructura de la conciencia interna de tiempo en la

calistenia, quisiera indicar tres momentos que nos servirán como referencia a lo largo de la
explicación: ejercicio, serie y sesión. Primero nos enfocaremos en la vivencia temporal de
la ejecución de cualquier ejercicio. Si nos detenemos a observar la forma de realizar un
ejercicio, éesta no se nos da como un estado estático de forma plena en una mera impresión,
por el contrario, es indispensable considerar una continua impresión de contenidos
sucesivos que la puedan constituir como una unidad consciente entendida que aprehende
todo el movimiento como el un ejercicio. Tiene una génesis al constituirse en el inicio del
movimiento; siendo, en cada momento, ahora; y al final constituyéndose como recién sida;
“la sucesión de acontecimientos psíquicos se unifica “sin más” en una formación
conjunta” (Husserl, 2002, p. 44). Particularmente, antes de realizar un ejercicio, se pueden
hacer predicciones acerca de las características particulares de cada movimiento, referidas,
por ejemplo, a la duración, la inclinación o el desplazamiento, claramente todo en relación
con el cuerpo que la ejecuta; pero el tipo de anticipación del al que nos referimos aquí, es
de un tipo más peculiar, porque sirviéndose de esa parte "más amplia" que es ingrediente de
la composición objetiva que también constituyen el recuerdo y el presente (Husserl, 2002,
p. 46), en sentido estricto hablamos específicamente de expectativas. Dichas expectativas
de cierta forma se imponen y son directamente consecuentes con la situación tripartita de la
vivencia temporal, que experimenta el cuerpo en cada ahora: implicando un tipo de
anticipación que, por un lado, de manera indefectible está arrojada a una múltiple conexión
de posibilidades en cada presente, pero que, por otro lado, se delimita directamente con una
premura creciente en cada constante ahora. Plenamente, podemos constituir un ejercicio
como una unidad de conciencia notando que: si bien cada impresión pasa a ser una continua
retención que constituye el recuerdo que se va sumergiendo y dejando de ser, mientras se
hunde en la conciencia hacia un pasado más lejano (Husserl, 2002, Capítulo 8p. xx); al
mismo tiempo, podemos hacer evidente que el cuerpo, a pesar de no estar padeciendo
ninguna afección que esté siendo directamente causada por la ejecución de ejercicio,
todavía percibe contenidos en su inmanencia. Así, como el eco que queda retumbando
gracias a los contenidos del sonido que tenuemente todavía pueden ser percibidos por la
conciencia (Husserl, 2002, p. 53), de cierta forma con el tacto también quedan retumbando
las inmanencias del cuerpo a consecuencia de las afecciones que causaron la impresión que
fue presente, que es retenida conscientemente, en este caso, la ejecución de un ejercicio.  
Podemos asumir que, enmarcada la duración de cada ejercicio, esta se recorre con un
cuerpo retumbante, pudiendo hablar así de distintas y únicas fases temporales que
componen cada ejecución, que al final de su duración pasan a ser retenidas como recién
sidas (en cada ahora) (Husserl, 2002, p. 47). El cuerpo asume una sobrecarga corporal,
conforme a las expectativas, y en ese transcurso podemos evidenciar dos cosas: por un lado,
todas las anticipaciones que implican la ejecución del ejercicio que directamente afectan el
cuerpo, responden de forma apremiante a las impresiones producidas por un nivel
meramente afectivo, que luego es mentado como recién sido al final de la ejecución; y a su
vez se establece un tipo de medida estándar, digámoslo, realista, para la expectativa en la
situación de cada ejercicio. En ese sentido, lo que podemos evidenciar, es que el cuerpo se
sobrecarga afectivamente, pero esto en una relación de control oscilando entre su capacidad
y su incapacidad. Y más allá de la mera retención, lo que precisamente queda inabrogable
es la evidencia retumbante por la afección de esa sobre carga que ya pasó, en el cuerpo del
ahora. Si nos referimos a la materialidad del asunto, la carne, en cada momento del
ejercicio, se produce a sí misma microfisuras en los tejidos musculares, que
conceptualizamos nombramos después como magulladuras. Es entonces cuando las
anticipaciones en este caso tienen un sentido particular, pues si bien, antes de iniciar el
ejercicio, se puede tener una predicción de su ejecución, es solamente en el momento ahora,
que tiene tanto de retenido, como de presente, donde esa expectativa se caracteriza por
enmarcar realmente los contenidos que afectan el cuerpo en unas expectativas más
“realistas” y acordes con la situación corporal, y lo hacen particularmente de forma
inminente. La inmanencia misma del cuerpo se sobre-sostiene sobre a ella misma en cada
fase temporal; desde el inicio de la vivencia incipiente, hasta que es concluida y
conceptualizada como tal, al tiempo que todas las trascendencias se enmarcan con especial
indicación apremiante en los contenidos inmanentes que en ese momento son patente
afección.  En general, no solo la vivencia consciente, sino también, la carne misma sufren
una especie de contracción sobre sí; y si, tenemos en cuenta que la vivencia que se retiene y
pasa a formar parte del recuerdo, que de forma encadenada, pero decreciente, forma parte
del flujo del ahora (Husserl, 2002, p. 49), también podemos notar, que los ecos que quedan
en ese cuerpo retumbante sirven como nuevo indicador para la expectativa del continuo
ahora.
 Teniendo eso en cuenta, de la misma manera que abordamos lo que sucede en el ejercicio
individual, podemos abordar las dos últimas fases que al principio empezamos por
nombrar. Explicada la primera, la dinámica de las demás no resulta muy distinta,
únicamente deberemos tener en cuenta un factor extra, el cual resulta análogo a nuestro
indicativo del “cuerpo retumbante”, esto es, el descanso, el proceso natural biológico de
homeóstasis y alóstasis (Mucio-Ramírez, 2007), indescriptible para nosotros en forma
vivencial precisa, pero evidente y experimentable. Ya descrito el ejercicio podemos decir
que consiste en afectar controladamente las capacidades del cuerpo, implicando esto llevar
a un punto álgido el carácter de la afección intercalando descansos después de haber
llegado al culmen. La ejecución de un único ejercicio, con todo su desplazamiento, desde el
inicio hasta el fin, de forma correcta, es la base de un ejercicio de calistenia. Una dominada
que cumpla con las características ideales: como desplazamiento completo, inclinación
correcta, y la cadencia adecuada son el primer eslabón de una sucesiva cadena que, en
función de esa primera ejecución inicial, dispone sus expectativas a largo, mediano y corto
plazo. Pues un ejercicio después de ser realizado una primera vez, inmediatamente enmarca
las posibilidades del cuerpo en cuanto a sus capacidades de repetir ese primer ejercicio por
una segunda vez, y así sucesivamente se van a seguir constituyendo las repeticiones de ese
ejercicio de forma controlada, en tanto le sea posible al cuerpo. Así, a mediano plazo
podemos constituir varios ejercicios que conforman una serie, una serie de ejercicios que a
largo plazo conforman una sesión, y siempre oscilando entre lo que puede el cuerpo y lo
que no. Va a ser esta última fase, la de las sesiones, la que nos va a ayudar a explicar mejor
como el cuerpo refuerza o restituye su transparencia, después de que sufre progresivamente
cada afección.

Referencia bibliográfica
Husserl, E. (2002). Lecciones de fenomenología de la conciencia interna del tiempo. Trotta.

Mucio-Ramírez, J. S. (2007). LA NEUROQUÍMICA DEL ESTRÉS Y EL PAPEL DE LOS

PÉPTIDOS OPIOIDES.

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