Está en la página 1de 32

7.

La interpretación entre determinismo y


hermenéutica
Laplanche, Jean (1991/1996)
Un nuevo planteo de la cuestión
"La interpretación entre determinismo y hermenéutica - Un
nuevo planteo de la cuestión".
En: Jean Laplanche (1992/1996) La prioridad del otro en
psicoanálisis (pp.135-166). Buenos Aires: Amorrortu.

El debate sobre la interpretación en psicoanálisis no


data de ayer, y no está, por cierto, cerrado. En esta contro- A
versia, el gran libro de ~icoeurlmarca un momento impor-
tante. Nos equivocaríamos si subestimáramos el impacto,
siempre actual, de esta obra, una de las pocas que ha supe-
rado verdaderamente las barreras de lenguaje que se opo-
nen a la difusión de las ideas psicoanalíticas francesas, y
una de las pocas que se cita de continuo como una reflexión
filosófica fundamental en lo referido al psicoanálisis.
No es restar valor a esta obra fundamental y profunda
a f i a r que no propone una perspectiva que vaya más allá
de Freud, sino un intento de reconciliar el freudismo con
concepciones que le preexistieron por mucho tiempo. Más
precisamente, consagra el retorno vigoroso, en el corazón
de la problemática freudiana de la interpretación, de una
tradición clásica, secular y aun milenaria: la de la herme-
néutica. Retorno vigoroso, que no es sin embargo la pri-
mera incursión de la hermenéutica en el psicoanálisis: esta
primera incursión data explícitamente de Jung y Silberer,
y se puede situar, p s o modo,bajo el estandarte de la in-
terpretación uanagógica~,la cual no se satisface con descri-
bir lo que es o ha sido, sino que indica «un estado o un pro-
ceso por vivir». Mas de un pasaje de Ricoeur serviría para
sostener tal filiación que, a mi entender, no implica desva-
lorización alguna. Sin querer atribuir a Ricoeur una in-
fluencia decisiva en todas las cuestiones, puede resultar

Conferencia del 15 de enero de 1991 en la Sociedad Psicoanalítica de Pa-


rís, y del 18 de enero de 1991 en el #Seminariopsicoanalítico* de Zurich.
~L'irprétationentre déterminisme et herméneutique: une nouvelle po-
sition de la question*, Revue Fmnqaise de Psychanulyse, 5, 1991, págs.
1277-301.

lDe I'interpiiétation.Essai sur Fiieud, París: Seuil, 1965.


práctico situar la continuación del debate en una suerte de Por otra parte, una posición «hermenéutica creadora»,
«después de Ricoeunt. que asienta que todo objeto es construido por la perspectiva
En Francia, es capital la discusión instaurada en torno del sujeto, y que el objeto histórico no podría escapar a este
de los escritos y las tesis de Viderman, que encontró su cul- relativismo. El enfoque psicoanalítico del pasado individual
minación en el coloquio organizado por la Sociedad Psico- no podría derogar esta regla: no hay hechos en bruto, usó10
analítica de París, publicado en 1974 bajo el título «Cons- hay experiencia interrogada. En este preciso sentido habla
trucciones y reconstrucciones en psicoanálisis».2 Viderman de invención y de creatividad de la interpreta-
En el extranjero, si bien relativamente desconectado del ción. Por fin, el proceder del psicoanalista no debería ser
psicoanálisis francés, el debate no es menos vivo. Podemos diferente del de cualquier científico: sale al encuentro de los
citar el libro de Donald P. Spence, Wrdad narrativa y ver- datos, sueños, recuerdos, asociaciones, con la ayuda de pre-
dad histórica? cuyo prefacio, escrito por Robert S. Waller- conceptos sin los cuales simplemente no vería nada. Poco
stein (presidente de la IPA), marca suficientemente la ca- importa lo que ha visto o dicho Leonardo, u10 que importa
pacidad de sacudir ideas recibidas; entxe muchos otros, se es que el analista, sin consideración por la realidad, ajuste
podría también mencionar el tratado de Thoma y Kache- y ensamble estos materiales para construir u n todo co-
le: que se sitúa explícitamente en la línea hermenéutica e, herente que no reproduzca un fantasma preexistente en el
incluso desde otro enfoque, toda la obra de b y Schafer. inconciente del sujeto, sino que lo haga existir al decirlo^.^
Todos estos cuestionamientos a la teoria clásica de la
interpretación analítica incluyen numerosos matices. El
cuestionamiento anglosajón se caracteriza en particular sas, luego la reintegración a una conciencia que había perdido recuerdos
esencialmente traumáticos, o deseos culpabilizados, debían probar, por el
por la crítica radical a todo el pensamiento metapsicoIógico, efecto de la interpretación, o de la construcción, que el acceso a la totali-
y se basa en una teoría de los enunciados y de la narrativi- dad de la historia significativa es a la vez posible y está al alcance de la
dad proveniente de la llamada filosofía «analítica», ajena técnica psicoanalítica, y que una vez cumplida esta tarea, hemos alcanza-
en gran medida al pensamiento francés. do la restitutio ad integrum, objetivo fundamental de la cura analíticru.
Pero, finalmente, a pesar de los puntos de partida y los *La bouteille la men, Revue Fmrqaise de Psychanalyse, XXXVIII, 2-3,
fundamentos filosófico-epistemológicos variables, se dis-
B 1974,pág. 350.
e La construction de l'espace analytique, París: DenGl, 1970,pág. 164.
tinguen dos posiciones, resumidas w n claridad por los tér- Sin duda tales formulaciones, voluntariamente provocadoras, no podrían
minos opuestos de reconstrucción y construcción: sino atraer hacia Viderman el calificativo, e incluso la acusación, de ana-
lista-demiurgo. Pero su respuesta o s u defensa, el segundo tiempo de su
Por una parte, un punto de vista «realista», el cual pre- argumentación, tiene con qué sorprender: la interpretación del analista,
tende que la neurosis es una «enfermedad de la memoria» y si bien debe ser ainventivair, aplurals, e incluso a menudo uarbitrariair, no
que sólo la recuperación de la historia real del sujeto (sea deja de guiarse de un modo seguro por la hipótesis de un ello primordial
por el levantamiento de la arnnesia infantil sea por una re- biológico y de esquemas o fantasmas originarios innatos: *Es bajo la for-
ma fundamental profunda del fantasma originario como vienen a jugar
construcción) permite al yo desprenderse de mecanismos las modulaciones de los acontecimientos que singularizan su historia e
ciegos y acceder a cierta libert~id.~ historizan al sujetos. Así,para retomar términos que no son de Viderman,
sino de Ricoeur, el atelos* de la interpretación no sería arbitrario, sino que
2 ~ e v uFmwaise
e de Psychanalyse, XXXVIII, 2.3, 1974,págs. 323-84. coincidiría en cierta manera con lo que constituye la uarjé, de todo indivi-
3Narrative h t h and Historical h t h , Nueva York, Londres: W.W. duo: su ello primordial, hereditario y, por qué no, filogenético. Sea como
Norton, 1982. fuere, Viderman opone por tanto un F'reud a otro F'reud, un F'reud histo-
4Lehrbuch der psycho-analytischen Thempie, Berlín, Heidelberg, Nue- riador a un F'reud que se podría decir kantiano, en razón de que postula
va York: Springer-Verlag, t. 1, 1985;t. 11, 1988. categorías apriori, patrimonio común de todos los hombres, y que regulan
Es así como Viderman resume. . .: aLa concepción historicista y el p ó - su aprehensión, su ucomtruccióm de lo real. Y, en efecto, si los fantasmas
tulado que la justifica, el del determinismox *En Freud, la n e u i ~ e i ssin originarios son, por así decirlo, lo que orienta con mano f m e toda fan-
una enfermedad de la memoria; y la recuperación de la historia del sujeto, tasía del sujeto, ¿por qué no orientarían, de un modo casi homotécico, la
el restablecimiento de una trama histórica rota por el efecto de las defsn- actividad apoiéticair del analista?
práctico situar la continuación del debate en una suerte de Por otra parte, una posición «hermenéutica creadora»,
«después de Ricoeunt. que asienta que todo objeto es construido por la perspectiva
En Francia, es capital la discusión instaurada en torno del sujeto, y que el objeto histórico no podría escapar a este
de los escritos y las tesis de Viderman, que encontró su cul- relativismo. El enfoque psicoanalítico del pasado individual
minación en el coloquio organizado por la Sociedad Psico- no podría derogar esta regla: no hay hechos en bruto, usó10
analítica de París, publicado en 1974 bajo el título «Cons- hay experiencia interrogada. En este preciso sentido habla
trucciones y reconstrucciones en psicoanálisis».2 Viderman de invención y de creatividad de la interpreta-
En el extranjero, si bien relativamente desconectado del ción. Por fin, el proceder del psicoanalista no debería ser
psicoanálisis francés, el debate no es menos vivo. Podemos diferente del de cualquier científico: sale al encuentro de los
citar el libro de Donald P. Spence, Wrdad narrativa y ver- datos, sueños, recuerdos, asociaciones, con la ayuda de pre-
dad histórica? cuyo prefacio, escrito por Robert S. Waller- conceptos sin los cuales simplemente no vería nada. Poco
stein (presidente de la IPA), marca suficientemente la ca- importa lo que ha visto o dicho Leonardo, u10 que importa
pacidad de sacudir ideas recibidas; entxe muchos otros, se es que el analista, sin consideración por la realidad, ajuste
podría también mencionar el tratado de Thoma y Kache- y ensamble estos materiales para construir u n todo co-
le: que se sitúa explícitamente en la línea hermenéutica e, herente que no reproduzca un fantasma preexistente en el
incluso desde otro enfoque, toda la obra de b y Schafer. inconciente del sujeto, sino que lo haga existir al decirlo^.^
Todos estos cuestionamientos a la teoria clásica de la
interpretación analítica incluyen numerosos matices. El
cuestionamiento anglosajón se caracteriza en particular sas, luego la reintegración a una conciencia que había perdido recuerdos
esencialmente traumáticos, o deseos culpabilizados, debían probar, por el
por la crítica radical a todo el pensamiento metapsicoIógico, efecto de la interpretación, o de la construcción, que el acceso a la totali-
y se basa en una teoría de los enunciados y de la narrativi- dad de la historia significativa es a la vez posible y está al alcance de la
dad proveniente de la llamada filosofía «analítica», ajena técnica psicoanalítica, y que una vez cumplida esta tarea, hemos alcanza-
en gran medida al pensamiento francés. do la restitutio ad integrum, objetivo fundamental de la cura analíticru.
Pero, finalmente, a pesar de los puntos de partida y los *La bouteille la men, Revue Fmrqaise de Psychanalyse, XXXVIII, 2-3,
1974,pág. 350.
fundamentos filosófico-epistemológicos variables, se dis- e La construction de l'espace analytique, París: DenGl, 1970,pág. 164.
tinguen dos posiciones, resumidas w n claridad por los tér- Sin duda tales formulaciones, voluntariamente provocadoras, no podrían
minos opuestos de reconstrucción y construcción: sino atraer hacia Viderman el calificativo, e incluso la acusación, de ana-
lista-demiurgo. Pero su respuesta o s u defensa, el segundo tiempo de su
Por una parte, un punto de vista «realista», el cual pre- argumentación, tiene con qué sorprender: la interpretación del analista,
tende que la neurosis es una «enfermedad de la memoria» y si bien debe ser ainventivair, aplurals, e incluso a menudo uarbitrariair, no
que sólo la recuperación de la historia real del sujeto (sea deja de guiarse de un modo seguro por la hipótesis de un ello primordial
por el levantamiento de la arnnesia infantil sea por una re- biológico y de esquemas o fantasmas originarios innatos: *Es bajo la for-
ma fundamental profunda del fantasma originario como vienen a jugar
construcción) permite al yo desprenderse de mecanismos las modulaciones de los acontecimientos que singularizan su historia e
ciegos y acceder a cierta libert~id.~ historizan al sujetos. Así,para retomar términos que no son de Viderman,
sino de Ricoeur, el atelos* de la interpretación no sería arbitrario, sino que
2 ~ e v uFmwaise
e de Psychanalyse, XXXVIII, 2.3, 1974,págs. 323-84. coincidiría en cierta manera con lo que constituye la uarjé, de todo indivi-
3Narrative h t h and Historical h t h , Nueva York, Londres: W.W. duo: su ello primordial, hereditario y, por qué no, filogenético. Sea como
Norton, 1982. fuere, Viderman opone por tanto un F'reud a otro F'reud, un F'reud histo-
4Lehrbuch der psycho-analytischen Thempie, Berlín, Heidelberg, Nue- riador a un F'reud que se podría decir kantiano, en razón de que postula
va York: Springer-Verlag, t. 1, 1985;t. 11, 1988. categorías apriori, patrimonio común de todos los hombres, y que regulan
Es así como Viderman resume. . .: aLa concepción historicista y el p ó - su aprehensión, su ucomtruccióm de lo real. Y, en efecto, si los fantasmas
tulado que la justifica, el del determinismox *En Freud, la n e u i ~ e i ssin originarios son, por así decirlo, lo que orienta con mano f m e toda fan-
una enfermedad de la memoria; y la recuperación de la historia del sujeto, tasía del sujeto, ¿por qué no orientarían, de un modo casi homotécico, la
el restablecimiento de una trama histórica rota por el efecto de las defsn- actividad apoiéticair del analista?
La interpretación analítica debería entonces, por fin, re- Para decir las cosas simplemente, la ilusión principal es
cordar que es soberana, puesto que todo pasado está deter- aquí la comparación con la historia & los historiadores, la
minado a partir de mi presente, incluso desde mi futuro, de historbgmfia. Más que una comparación, es incluso la ten-
mi pro-yedo. tativa de aplicar al psicoanálisis un modelo epistemológico
que proviene de un dominio totalmente diferente.
Intervenir en un debate es hacer oír, en lo posible, otra C
voz. No una voz conciliatoria, ni tampoco una voz que tome Y, en efecto, es precisamente la historia historiadora, la
partido por una de las partes contra la otra, sino una te=- historiografía, la que se toma constantemente como testi-
ra voz. monio en este debate. Sea que se la recuse, bajo su forma
Pero, como para medir la temeridad de mis palabras, clásica, como empeñada en restituir una verdad puramente
destaco que las dos voces indicadas pueden, una y otra, in- fáctica («verdad histórica» según los términos de Spencer),
vocar en cierto modo a F'reud. Estas son, por ejemplo, las sea que se la apoye (con Viderman) en una historiografía
dos orientaciones alternas, que gobiernan las redacciones moderna, que ha sabido superar un realismo ingenuo y ex-
sucesivas, las correcciones, del caso del «Hombre de los h- traer todas las consecuencias del hecho de que el objeto his-
bos». Una de ellas busca una verdad fáctica, detallada, cro- tórico, como cualquier otro, es un objeto construido.
nológica, de la escena originaria; la otra, de repente da gran Es entonces obligado y forzoso que haga un breve rodeo,
crédito a las objeciones de Jung, abandona casi toda la rea- como no especialista, por la historia colectiva de los hom-
lidad que se ha intentado reconstruir con tanto esfuerzo, bres. Antes de interrogar, radicalmente, como veremos, la
con tanta dificultad, y admite que todo esto tal vez sólo sea pertinencia de este paradigma para nuestra disciplina, es
una fantasía retroactiva, fundada apenas en algunos indi- necesario decir acerca de esto algunas palabras.
cios; pero hay que añadir que, para Freud, una fantasía tal,
& que fuerza a la historia a redefinirse es, en primer lu-
a su vez, sólo encuentra su plena justificación en la existen-
gar, la toma de conciencia, por los historiadores, del rela-
cia de esquemas filogenéticos, verdaderas categorías que, a
tivismo de su ciencia. Ella no es lo absoluto de los historia-
prbri, dan forma a cualquier vivenciar indi~idual.~
dores del pasado, providencialistas o positivistas, sino el
Enfrentados, pues, a dos posiciones que pueden juzgar-
producto de una situación, de una historia. Este carácter
se, en primer análisis, tan freudianas la una como la otra,
singular de una ciencia, que tiene un solo término para su
¿cuál podría ser el encaminamiento?Afirmar que el deba-
objeto y para sí misma, que oscila entre la historia vivida y
te es falaz es, en cierto modo, intentar mostrar que Freud
la historia construida, experimentada y fabricada, obliga a
mismo cayó en la trampa, con la salvedad de remontarnos
los historiadores, ya concientes de esta relación original,
con él hasta el punto donde él mismo se extravía. Pero para
a interrogarse nuevamente sobre los fundamentos episte-
hacer esto es necesario, al menos, indicar cuál es la trampa.
mológicos de su disciplina».8
1 'Cuando Pontalis y yo mismo exhumamos del completo olvido en que Uno puede hacer manifiesta esta ambigüedad -pero,
ee hallaban en la comunidad analítica los afantasmas originarios* (Fan-
tosme originuim, fantasmes &S origines, origines du fantome. 1964; ed. ¿es siempre tan fácil?- repartiéndola entre la historia que
revisada, Paris: Hachette, 1985; ed. castellana, ~Fantasiaoriginaria, fan- sucede, la historia que se cuenta y la historia como discipli-
I tasias de los orígenes, origenes de la fantasian, en El psicoamilisis fmnc4s na o historiografía. El positivismo histórico, caricaturizado
contemporáneo, Buenos Aires: Nueva Visión, 1972), no esperábamos, por y estigmatizado quizás un poco a la ligera, apuntan's, en g ~ t
cierto, el destino grandioso que se les dio, en particular en la comunidad
analítica francesa. Tal es el destino del exégeta o del crítico: por haber re-
realismo ingenuo, a una reproducción sin fisuras de «la his-
descubierto esta noción y mostrado todo el lugar que tiene en el sistema toria que sucede»en la historiografía. La expresión famosa,
freudiano, nos convertimos necesariamente en sus campeones. Veinticin- eternamente citada de L. von Ranke, y según la cual el his-
co años después, me topo con la estupefacción y la incredulidad cuando
a f m o mi decidida oposición a la fábula de las fantasiae filogenéticamen- J. Le Goff y P. Nora, Faim & l'histoim, París: Gallimard, 1974, t. 1,
I te trasmitidas, en la descendencia del padre de la horda primitiva. aRésentatioiu, pág. x.
La interpretación analítica debería entonces, por fin, re- Para decir las cosas simplemente, la ilusión principal es
cordar que es soberana, puesto que todo pasado está deter- aquí la comparación con la historia & los historiadores, la
minado a partir de mi presente, incluso desde mi futuro, de historbgmfia. Más que una comparación, es incluso la ten-
mi pro-yedo. tativa de aplicar al psicoanálisis un modelo epistemológico
que proviene de un dominio totalmente diferente.
Intervenir en un debate es hacer oír, en lo posible, otra
voz. No una voz conciliatoria, ni tampoco una voz que tome Y, en efecto, es precisamente la historia historiadora, la
partido por una de las partes contra la otra, sino una te=- historiografía, la que se toma constantemente como testi-
ra voz. monio en este debate. Sea que se la recuse, bajo su forma
Pero, como para medir la temeridad de mis palabras, clásica, como empeñada en restituir una verdad puramente
destaco que las dos voces indicadas pueden, una y otra, in- fáctica («verdad histórica» según los términos de Spencer),
vocar en cierto modo a F'reud. Estas son, por ejemplo, las sea que se la apoye (con Viderman) en una historiografía
dos orientaciones alternas, que gobiernan las redacciones moderna, que ha sabido superar un realismo ingenuo y ex-
sucesivas, las correcciones, del caso del «Hombre de los h- traer todas las consecuencias del hecho de que el objeto his-
bos». Una de ellas busca una verdad fáctica, detallada, cro- tórico, como cualquier otro, es un objeto construido.
nológica, de la escena originaria; la otra, de repente da gran Es entonces obligado y forzoso que haga un breve rodeo,
crédito a las objeciones de Jung, abandona casi toda la rea- como no especialista, por la historia colectiva de los hom- D
lidad que se ha intentado reconstruir con tanto esfuerzo, bres. Antes de interrogar, radicalmente, como veremos, la
con tanta dificultad, y admite que todo esto tal vez sólo sea pertinencia de este paradigma para nuestra disciplina, es
una fantasía retroactiva, fundada apenas en algunos indi- necesario decir acerca de esto algunas palabras.
cios; pero hay que añadir que, para Freud, una fantasía tal,
& que fuerza a la historia a redefinirse es, en primer lu-
a su vez, sólo encuentra su plena justificación en la existen-
gar, la toma de conciencia, por los historiadores, del rela-
cia de esquemas filogenéticos, verdaderas categorías que, a
tivismo de su ciencia. Ella no es lo absoluto de los historia-
prbri, dan forma a cualquier vivenciar indi~idual.~
dores del pasado, providencialistas o positivistas, sino el
Enfrentados, pues, a dos posiciones que pueden juzgar-
producto de una situación, de una historia. Este carácter
se, en primer análisis, tan freudianas la una como la otra,
singular de una ciencia, que tiene un solo término para su
¿cuál podría ser el encaminamiento?Afirmar que el deba-
objeto y para sí misma, que oscila entre la historia vivida y
te es falaz es, en cierto modo, intentar mostrar que Freud
la historia construida, experimentada y fabricada, obliga a
mismo cayó en la trampa, con la salvedad de remontarnos
los historiadores, ya concientes de esta relación original,
con él hasta el punto donde él mismo se extravía. Pero para
a interrogarse nuevamente sobre los fundamentos episte-
hacer esto es necesario, al menos, indicar cuál es la trampa.
mológicos de su disciplina».8
1 'Cuando Pontalis y yo mismo exhumamos del completo olvido en que Uno puede hacer manifiesta esta ambigüedad -pero,
ee hallaban en la comunidad analítica los afantasmas originarios* (Fan-
tosme originuim, fantasmes &S origines, origines du fantome. 1964; ed. ¿es siempre tan fácil?- repartiéndola entre la historia que
revisada, Paris: Hachette, 1985; ed. castellana, ~Fantasiaoriginaria, fan- sucede, la historia que se cuenta y la historia como discipli-
I tasias de los orígenes, origenes de la fantasian, en El psicoamilisis fmnc4s na o historiografía. El positivismo histórico, caricaturizado
contemporáneo, Buenos Aires: Nueva Visión, 1972), no esperábamos, por y estigmatizado quizás un poco a la ligera, apuntan's, en g ~ t
cierto, el destino grandioso que se les dio, en particular en la comunidad
analítica francesa. Tal es el destino del exégeta o del crítico: por haber re-
realismo ingenuo, a una reproducción sin fisuras de «la his-
descubierto esta noción y mostrado todo el lugar que tiene en el sistema toria que sucede»en la historiografía. La expresión famosa,
freudiano, nos convertimos necesariamente en sus campeones. Veinticin- eternamente citada de L. von Ranke, y según la cual el his-
co años después, me topo con la estupefacción y la incredulidad cuando
a f m o mi decidida oposición a la fábula de las fantasiae filogenéticamen- J. Le Goff y P. Nora, Faim & l'histoim, París: Gallimard, 1974, t. 1,
I te trasmitidas, en la descendencia del padre de la horda primitiva. aRésentatioiu, pág. x.
toriador debería mostrar solamente «cómo eso propiamente unuevos objetos»,correlativos a unuevos enfoques+.Segura-
sucedió»,se ha convertido en un verdadero chivo expiatorio mente, estas nuevas perspectivas son correlativas de una
de la epistemología de la historia. Bástenos recordar dos m'tica de los objetos convencionalmente admitidos; es en
etapas fundamentales de esta crítica, al menos en Francia: menoscabo de los dos átomos tradicionales de la historia
Aron, por una parte, la escuela de los Anales, por otra? clásica: por una parte, el individuo histórico y, particular-
Con Aron y su Introduction a la phihophie de l'histoi- mente, el «granhombre, (ese gran hombre que constituye,
m,1° la m-tica del positivismo es radical. En tanto que la in- precisamente, el objeto de un capítulo del Moisés de Freud),
tención manifiesta del filósofo es marcar límites y encon- y, por otra parte, «el acontecimienb. Pero en su lugar sur-
trar una posición aceptable entre un realismo ingenuo del gen nuevos objetos, que no son menos creíbles ni menos
objeto y un relativismo absoluto, el combate principal se li- científicos por el hecho de ser construidos: historia de la
bra contra el positivismo, de manera que el relativismo pa- ularga duracióm, extendida a veces hasta una historia de
rece ocupar de hecho todo el terreno. El propio Aron, años los climas, historia de los hechos sociales, incluida una his-
después, señaló con acierto su reacción contra esto, deno- toria de la fiesta, también una historia de las mentalida-
minando especulativa, en una suerte de movimiento pen- des, que se extiende hasta una historia de la muerte, una
dular, su antigua posición, y oponiéndose vigorosamente a historia de las instituciones más que de los hechos políticos;
las facilidades del uperspectivismo»:«En los medios pari- a la inversa, y en lo puntual, la monografía considera obje-
sinos la fórmula "no hay hechos" goza de todos los favores. tos voluntariamente descentrados con relación al indivi-
Por supuesto, no ignoro que en cierto sentido la fórmula es duo: así, el famoso ul'víontaillou, pueblo omitano»destrona a
verdadera: no existen hechos que no sean construidos (. . .) la historia del reino de Luis XIV» o a la «historia de las ba-
pero en fin de cuentas, por momentos, estoy tentado de tallas~,cuya famosa (batalla de) ~Marignan1515, se ha
hacerme el beocio».l1,l2 convertido en el slogan, destinado al ridículo.
Si la «disolución del objeto», proclamada durante un Pero más allá de las tomas de partido indispensables a
tiempo por Aron, ha podido prestarse a las interpretaciones toda innovación, asistimos claramente a un enriquecimien-
más subjetivistas, y, en el límite, negar todo conocimiento to y no a una selección arbitraria. Aun la historia de los per-
histórico, el trabajo de la escuela francesa, llamada de la sonajes históricos sale renovada, más que abolida, de los
mueva historia», o aun escuela de los Anales, sigue una vía enfoques cruzados que se superponen. El acontecimiento
muy distinta: practicantes del «oficio de historiador», par- mismo reconquista terreno cuando advertimos que, antes
ten de esta práctica, y de las muevas técnicas» propuestas de ser una creación arbitraria de los cronistas, es constitui-
por los métodos de la investigación moderna, para definir do como tal en el momento mismo en que es vivido. Elabo-
Podríamos valemos, en este punto como en tantos otros, del valiosísimo raciones improvisadas en caliente, pero también reelabora-
estudio de Rimeur: Rmps et k i t , París: Seuil, 1983-1985,en particular, t. 1. ciones sucesivas, forman parte del objeto histórico, y, desde
lo París: Gallimard, 1938, nueva edición, 1986, con nota introductoria este punto de vista, bien puede decirse, con Pierre Nora,
de Sylvie Mesure. que asistimos a un aretorno del acontecimiento»,13pero to-
l1 La révolution intmuvable, París: Fayard, 1968, pág. 124 (citado por
Sylvie Mesure, pág. viii de la obra nombrada en la nota 10).Cuando se da talmente renovado porque intenta considerar simultánea-
un lugar preciso al relativismo hisGrico, nada puede detenerlo. Así, de mente tres aspectos de la palabra «historia»que forman to-
algún modo, ciertas fórmulas de la Znt>.oducciÓnpodrían ser enarboladas da su especificidad: historia que adviene, historia que se
para justificar la negación del *hecho. de las cámaras de gas por un Fau- cuenta e historia del historiador. Síntesis posible o i m p i -
risson, o la relativizaciónde las masacres de los Khmers Rojos, por Mada- ble, la que quiere, por ejemplo, dar una visión de conjunto de
me Verges. Una utilización del relativismo que Raymond Aron habría des-
preciado, sin duda. la historia de Vichy, y de la historia del recuerdo de vichy.14
l2 [El adjetivo gentilicio *beocio* pasó a designar, ya desde la Antigüe- l3 Op. cit. (cf. la nota 8), t. 1, págs. 210-28.
dad griega, atonto, estulto, bobm, en honor a la rusticidad de los habitan- l4 Cf. Henri Rousso, Le syndmme & Mchy & 1944 a nos jours, París:
tes de la región de Beocia. (N. & .!u T.)] Seuil, ~PointsHistoire~,2da. ed., 1990.
toriador debería mostrar solamente «cómo eso propiamente unuevos objetos»,correlativos a unuevos enfoques+.Segura-
sucedió»,se ha convertido en un verdadero chivo expiatorio mente, estas nuevas perspectivas son correlativas de una
de la epistemología de la historia. Bástenos recordar dos m'tica de los objetos convencionalmente admitidos; es en
etapas fundamentales de esta crítica, al menos en Francia: menoscabo de los dos átomos tradicionales de la historia
Aron, por una parte, la escuela de los Anales, por otra? clásica: por una parte, el individuo histórico y, particular-
Con Aron y su Introduction a la phihophie de l'histoi- mente, el «granhombre, (ese gran hombre que constituye,
m,1° la m-tica del positivismo es radical. En tanto que la in- precisamente, el objeto de un capítulo del Moisés de Freud),
tención manifiesta del filósofo es marcar límites y encon- y, por otra parte, «el acontecimienb. Pero en su lugar sur-
trar una posición aceptable entre un realismo ingenuo del gen nuevos objetos, que no son menos creíbles ni menos
objeto y un relativismo absoluto, el combate principal se li- científicos por el hecho de ser construidos: historia de la
bra contra el positivismo, de manera que el relativismo pa- ularga duracióm, extendida a veces hasta una historia de
rece ocupar de hecho todo el terreno. El propio Aron, años los climas, historia de los hechos sociales, incluida una his-
después, señaló con acierto su reacción contra esto, deno- toria de la fiesta, también una historia de las mentalida-
minando especulativa, en una suerte de movimiento pen- des, que se extiende hasta una historia de la muerte, una
dular, su antigua posición, y oponiéndose vigorosamente a historia de las instituciones más que de los hechos políticos;
las facilidades del uperspectivismo»:«En los medios pari- a la inversa, y en lo puntual, la monografía considera obje-
sinos la fórmula "no hay hechos" goza de todos los favores. tos voluntariamente descentrados con relación al indivi-
Por supuesto, no ignoro que en cierto sentido la fórmula es duo: así, el famoso ul'víontaillou, pueblo omitano»destrona a
verdadera: no existen hechos que no sean construidos (. . .) la historia del reino de Luis XIV» o a la «historia de las ba-
pero en fin de cuentas, por momentos, estoy tentado de tallas~,cuya famosa (batalla de) ~Marignan1515, se ha
hacerme el beocio».l1,l2 convertido en el slogan, destinado al ridículo.
Si la «disolución del objeto», proclamada durante un Pero más allá de las tomas de partido indispensables a
tiempo por Aron, ha podido prestarse a las interpretaciones toda innovación, asistimos claramente a un enriquecimien-
más subjetivistas, y, en el límite, negar todo conocimiento to y no a una selección arbitraria. Aun la historia de los per-
histórico, el trabajo de la escuela francesa, llamada de la sonajes históricos sale renovada, más que abolida, de los
mueva historia», o aun escuela de los Anales, sigue una vía enfoques cruzados que se superponen. El acontecimiento
muy distinta: practicantes del «oficio de historiador», par- mismo reconquista terreno cuando advertimos que, antes
ten de esta práctica, y de las muevas técnicas» propuestas de ser una creación arbitraria de los cronistas, es constitui-
por los métodos de la investigación moderna, para definir do como tal en el momento mismo en que es vivido. Elabo-
Podríamos valemos, en este punto como en tantos otros, del valiosísimo raciones improvisadas en caliente, pero también reelabora-
estudio de Rimeur: Rmps et k i t , París: Seuil, 1983-1985,en particular, t. 1. ciones sucesivas, forman parte del objeto histórico, y, desde
lo París: Gallimard, 1938, nueva edición, 1986, con nota introductoria este punto de vista, bien puede decirse, con Pierre Nora,
de Sylvie Mesure. que asistimos a un aretorno del acontecimiento»,13pero to-
l1 La révolution intmuvable, París: Fayard, 1968, pág. 124 (citado por
Sylvie Mesure, pág. viii de la obra nombrada en la nota 10).Cuando se da talmente renovado porque intenta considerar simultánea-
un lugar preciso al relativismo hisGrico, nada puede detenerlo. Así, de mente tres aspectos de la palabra «historia»que forman to-
algún modo, ciertas fórmulas de la Znt>.oducciÓnpodrían ser enarboladas da su especificidad: historia que adviene, historia que se
para justificar la negación del *hecho. de las cámaras de gas por un Fau- cuenta e historia del historiador. Síntesis posible o i m p i -
risson, o la relativizaciónde las masacres de los Khmers Rojos, por Mada- ble, la que quiere, por ejemplo, dar una visión de conjunto de
me Verges. Una utilización del relativismo que Raymond Aron habría des-
preciado, sin duda. la historia de Vichy, y de la historia del recuerdo de vichy.14
l2 [El adjetivo gentilicio *beocio* pasó a designar, ya desde la Antigüe- l3 Op. cit. (cf. la nota 8), t. 1, págs. 210-28.
dad griega, atonto, estulto, bobm, en honor a la rusticidad de los habitan- l4 Cf. Henri Rousso, Le syndmme & Mchy & 1944 a nos jours, París:
tes de la región de Beocia. (N. & .!u T.)] Seuil, ~PointsHistoire~,2da. ed., 1990.
¿En una historiografía tal, profundamente renovada, mágica o mecánicamente a su efecto. En este sentido, ha
puede inspirarse el psicoanálisis? O bien, por el contrario, sido totalmente destronada de todas las ciencias, incluida
¿no será este un modelo falaz para nuestra disciplina? Fa- la historia, en provecho del establecimiento de correlacio-
laz cuando pliega la investigación freudiana sobre la de nes susceptibles de tomar la forma de una función. Qui-
una verdad histórica que sería la de los historiadores clá- siera sin embargo sugerir que, con el psicoanálisis, la causa
sicos (según la archifamosa fórmula de Ranke: el aconteci- pasada de moda, la causa arcaica, ha encontrado, por así
miento «tal como ocurrió efectivamente»). Pero modelo fa- decirlo, su verdadera patria en el sentido profundo de que
laz también cuando quiere oponer a este positivismo una la metapsicología es la mpztriacwn de la metafísica.
pura construcción del objeto histórico que sería igualmente Ocurre tal vez con la arqueologia lo mismo que con el
válida para la «construcciónpsicoanalítica». concepto de causa: dejada lamentablemente de lado, ten-
Para hacerlo presentir, me detendré un momento, como dremos que preguntarnos si no encuentra en el psicoaná-
en dos signos o indicios, en dos puntos paradójicos donde E lisis un sentido más profundo.
(por así decirlo) psicoanálisis e historiografía se contrapo- Si la historia moderna puede ser considerada, en cierta
nen recíprocamente. manera, una ampliación, un perfeccionamiento, y hasta
El primer punto es el del determinismo. Aquí sólo qui- una realización de la historiografía de todas las épocas, y si
siera señalar que en ningún caso el historiador (sea uanti- un Le Roy Ladurie no se ruboriza por considerar su filia-
guo» o «moderno»)formula exigencias deterministas tan ción con nicídides, hasta con Michelet, por el contrario la
rigurosas como las expresadas en el debate psicoanalítico arqueología moderna anuncia verdaderamente la muerte
cuando se trata de la supuesta predictibilidad del presente de la arqueología clásica.
a partir del pasado. Si hay determinismo, para la historio- La arqueología tiene por lo menos tres ancestros, pero
grafía moderna, pero también probablemente para la gran se podría decir que reniega vigorosamente esta ascenden-
mayoría de los historiadores del pasado, no puede tratarse cia. El primer ancestro es el aficionado al arte y a la curio-
sino de correlaciones válidas para secuencias bien precisas, sidad, «el anticuario» en busca del objeto bello o del objeto
para breves «items»susceptibles de repetición; o bien, en curioso: ya el famoso Adriano era un «anticuario»en este
una dimensión completamente diferente, de correlaciones sentido, un coleccionista instruido. El otro origen de la ar
de larga duración, que hacen depender la acontecialidad de queología es el viajero. La arqueología reconoce sus objetos
otros factores, como la geografía, la economía, incluso la y sus yacimientos en los grandes «viajes»de los siglos XVII,
evolución de los climas. Pero es verdaderamente notable XVIII y XIX, y en su cuidada e irremplazable descripción
que los psicoanalistas se batan, para rechazarla o para in- de los monumentos. ¿Cuál es, por último, el tercer antepa-
tentar defenderla, por una concepción del determinismo sado del arqueólogo? Y bien, es menos recomendable: es el
histórico que nunca ha sido la de los historiadores, y que saqueador de tumbas y monumentos.15
apela sobre todo a la ocurrencia de Pascal sobre el. . . largo En todo caso, lo que liga a nuestros tres personajes: el
de la nariz de Cleopatra. No obstante, esta singularidad de viajero, el saqueador y el aficionado, es precisamente el
la exigencia determinista, entre los psicoanalistas, no es
una extravagancia, es una de las piezas importantes de l5 Estaríamos sin embargo bien equivocados si nos hiciéramos los
nuestro legajo. 'knemos el derecho de preguntarnos si ella delicados y consewáramoe sólo los dos primeros, el viajero y el aficionado,
no ha sido adosada, traspuesta sobre la secuencia diacró- pues los trea están ligados. El aficionado siempre se ha provisto con el sa-
queador de tumbas, y a veces el viajero es a la vez los tres: viajero, aficio-
nica, a partir de nuestra comprobación cotidiana: el largo nado y saqueador. Así, Lord Elgin despojó completamente el Paitenón de
de la nariz de Cleopatra. . .puede efectivamente ser la cau- sus famosos frescos para llevarlos al British Museum. ¿Ha sido perjudi-
sa determinante, rigurosa, de un síntoma. cial? Uno puede preguntárselo aun en la actualidad, cuando vemos a
La causa no es en absoluto la ley. Ella no establece rela- Atenas destruida por la contaminación moderna. ¿No habrá salvado Lord
ciones constantes entre fenómenos, sino que pasa cuasi Elgin las Panateneas?
¿En una historiografía tal, profundamente renovada, mágica o mecánicamente a su efecto. En este sentido, ha
puede inspirarse el psicoanálisis? O bien, por el contrario, sido totalmente destronada de todas las ciencias, incluida
¿no será este un modelo falaz para nuestra disciplina? Fa- la historia, en provecho del establecimiento de correlacio-
laz cuando pliega la investigación freudiana sobre la de nes susceptibles de tomar la forma de una función. Qui-
una verdad histórica que sería la de los historiadores clá- siera sin embargo sugerir que, con el psicoanálisis, la causa
sicos (según la archifamosa fórmula de Ranke: el aconteci- pasada de moda, la causa arcaica, ha encontrado, por así
miento «tal como ocurrió efectivamente»). Pero modelo fa- decirlo, su verdadera patria en el sentido profundo de que
laz también cuando quiere oponer a este positivismo una la metapsicología es la mpztriacwn de la metafísica.
pura construcción del objeto histórico que sería igualmente Ocurre tal vez con la arqueologia lo mismo que con el
válida para la «construcciónpsicoanalítica». concepto de causa: dejada lamentablemente de lado, ten-
Para hacerlo presentir, me detendré un momento, como dremos que preguntarnos si no encuentra en el psicoaná-
en dos signos o indicios, en dos puntos paradójicos donde lisis un sentido más profundo.
(por así decirlo) psicoanálisis e historiografía se contrapo- Si la historia moderna puede ser considerada, en cierta
nen recíprocamente. manera, una ampliación, un perfeccionamiento, y hasta
El primer punto es el del determinismo. Aquí sólo qui- una realización de la historiografía de todas las épocas, y si
siera señalar que en ningún caso el historiador (sea uanti- un Le Roy Ladurie no se ruboriza por considerar su filia-
guo» o «moderno»)formula exigencias deterministas tan ción con nicídides, hasta con Michelet, por el contrario la
rigurosas como las expresadas en el debate psicoanalítico arqueología moderna anuncia verdaderamente la muerte
cuando se trata de la supuesta predictibilidad del presente de la arqueología clásica.
a partir del pasado. Si hay determinismo, para la historio- La arqueología tiene por lo menos tres ancestros, pero
grafía moderna, pero también probablemente para la gran se podría decir que reniega vigorosamente esta ascenden-
mayoría de los historiadores del pasado, no puede tratarse cia. El primer ancestro es el aficionado al arte y a la curio-
sino de correlaciones válidas para secuencias bien precisas, sidad, «el anticuario» en busca del objeto bello o del objeto
para breves «items»susceptibles de repetición; o bien, en curioso: ya el famoso Adriano era un «anticuario»en este
una dimensión completamente diferente, de correlaciones sentido, un coleccionista instruido. El otro origen de la ar
de larga duración, que hacen depender la acontecialidad de queología es el viajero. La arqueología reconoce sus objetos
otros factores, como la geografía, la economía, incluso la y sus yacimientos en los grandes «viajes»de los siglos XVII,
evolución de los climas. Pero es verdaderamente notable XVIII y XIX, y en su cuidada e irremplazable descripción
que los psicoanalistas se batan, para rechazarla o para in- de los monumentos. ¿Cuál es, por último, el tercer antepa-
tentar defenderla, por una concepción del determinismo sado del arqueólogo? Y bien, es menos recomendable: es el
histórico que nunca ha sido la de los historiadores, y que saqueador de tumbas y monumentos.15
apela sobre todo a la ocurrencia de Pascal sobre el. . . largo En todo caso, lo que liga a nuestros tres personajes: el
de la nariz de Cleopatra. No obstante, esta singularidad de viajero, el saqueador y el aficionado, es precisamente el
la exigencia determinista, entre los psicoanalistas, no es
una extravagancia, es una de las piezas importantes de l5 Estaríamos sin embargo bien equivocados si nos hiciéramos los
nuestro legajo. 'knemos el derecho de preguntarnos si ella delicados y consewáramoe sólo los dos primeros, el viajero y el aficionado,
no ha sido adosada, traspuesta sobre la secuencia diacró- pues los trea están ligados. El aficionado siempre se ha provisto con el sa-
queador de tumbas, y a veces el viajero es a la vez los tres: viajero, aficio-
nica, a partir de nuestra comprobación cotidiana: el largo nado y saqueador. Así, Lord Elgin despojó completamente el Paitenón de
de la nariz de Cleopatra. . .puede efectivamente ser la cau- sus famosos frescos para llevarlos al British Museum. ¿Ha sido perjudi-
sa determinante, rigurosa, de un síntoma. cial? Uno puede preguntárselo aun en la actualidad, cuando vemos a
La causa no es en absoluto la ley. Ella no establece rela- Atenas destruida por la contaminación moderna. ¿No habrá salvado Lord
ciones constantes entre fenómenos, sino que pasa cuasi Elgin las Panateneas?
amor al objeto por si mismo, al objeto a la vez bello, raro y badamente. Sus objetos no son más que haces de relaciones
lucrativo. Se trata de la búsqueda de la emoción ligada al y de técnicas. El momento en que son encolados, reconsti-
objeto exhumado del pasado, una exhumación que rompe tuidos, mostrados, es sólo una concesión a la vulgarización
los lazos y rodea al objeto de un invisible cerco. o, si se quiere, a la pedagogía.
W a la arqueología moderna se sitúa en oposición a es- Entremos a cualquier exposición de arqueología. iAh! Ya
ta arqueología en busca del objeto o de la ciudad, actividad no es el inverosímil rejunte del viejo Museo de El Cairo, y
tildada hoy de uaproximativa~(Leroi-Gourhan) o, más a aun menos el desorden artístico del antiguo ugabinete de
menudo, incluso vivamente condenada por haber masacra- curiosidades,, precisamente concertado para agudizar el
do irremediablemente campos de excavación importantes. deseo y suscitar el asombro. A partir de ahora, antes de en-
La arqueología moderna bien sabe, ella también, que la contrar el menor objeto, nos vemos asaltados por grandes
excavación es una destrucción irreparable, pero, en un sen- carteles que nos explican, con el apoyo de mapas, esquemas
tido, poco le importa, desde el momento en que lo esencial y diagramas, las migraciones de las poblaciones, los cam-
haya sido extraído: uEl estrato arqueológico es como un li- bios en las costumbres y el hábitat, la evolución de las téc-
bro que se lee destruyendo cada página en el trascurso de nicas. El vaso o la estatua no tiene sentido salvo explicado,
la lectura, y que se tratará de poder reconstituir posterior puesto en relación, encajado en la invención del torno del
mente».16 De tal modo, la excavación es destrucción nece- alfarero y el comercio de la arcilla o del estaño. Cautivado
saria, irremediable, pero, al mismo tiempo, debe intentar por el deseo de instruirme, me veo absorbido en la lectura
conservar cada estrato por los medios más diversos (foto- de un cartel, y es preciso que mi esposa, impaciente, me sa-
grafías, muestras, análisis, ficheros, esquemas, etc.). Pero que de allí: ivamos, ven a ver ese caballo extraordinario!
si una destrucción metódica es de aquí en más coextensiva Los organizadores de la exposición conocen bien este
al trabajo del arqueólogo, es porque él desde ahora busca atractivo, y siempre terminan cediendo a él, aun si se re-
otra cosa que objetos materiales, y hasta de ruinas: la bús- prochan in petto su demagogia. Pues todo este recorrido,
queda de relaciones, de conexiones se ha vuelto más impor- tan bien señalizado por la razón histórica, está en realidad
tante que la de objetos. ¿Qué significa esto, si no es que la atraído, como por un imán, por una sola cosa: el maravillo-
arqueología moderna se ha convertido en una técnica pu- so objeto de la exposición. Este objeto único, aislado (y, en
ramente dominada, impulsada por los prehistoriadores o este sentido, auténticamente arqueokígkn), presentado en
los historiadores y subordinada a sus objetivos: la docu- una vitrina iluminada y, de preferencia, en un santuario se-
mentación más completa, el fichado lo más ordenado posi- parado, tapizado con terciopelo negro; este objeto hecho con
ble de los fenómenos humanos?17 un material a menudo indestructible; este objeto de oro,
En lo sucesivo, la arqueología sólo vale por las redes de que constituye todo el atractivo de los afiches (el oro de los
correlaciones históricas que contribuye a precisar más aca- escitas, el oro de los celtas o el oro de los incas); este objeto
intemporal, pues, atraviesa siglos y milenios para dirigirse
le Paul Marie Duval, 6L'histoire et ses méthodesw, bajo la dirección de directamente a nosotros; esta máscara de Agamenón, ¿qué
Charles Samaran, en Archéologie antique, París: Enciclopédie Pléiade, quiere de mí? Che vuoi?, para citar a Lacan citando a Ca-
Gallimard, 1961,pág. 226. zotte. Esta revancha, este retorno (un Wiederkehr que tam-
" Las dos estructuras que recientemente han trastornado los dos pa-
tios del buvre ilustran esta oposición, en los método8 y en quienes los pu.
bién es, tal vez, un Heimkehr) de la arqueología será uno de
sieron en marcha: en el patio cuadrado, la arqueología clásica ha reen- mis hilos directores para interrogar a F'reud.
wntrado por un momento su esplendor, al exhumar el magnifico castillo Hacer trabajar a F'reud o, según otra fórmula, ~interpre-
de Felipe Augusto y el casco de Carlos VI. En el patio Napoleón 111, por tar F'reud con Freud»,18 no supone buscar una enseñanza
excelencia *estructura del Fhsidentem, el minucioso trabajo de la raedera,
del cincel, del quimiw y del fotógrafo ha permitido una aproximación do-
cumentada a la vida cotidiana, las técnicas artesanales, las relaciones l8 Cf. *Interpréter [avec] Freudm, L'arc, 34, 1968, págs. 37-46. Ed. en
socioeconómicas de los tiempos antiguos. castellano: *Interpretar(con) Freudm, Buenos Aires: Nueva Visión, 1978.
amor al objeto por si mismo, al objeto a la vez bello, raro y badamente. Sus objetos no son más que haces de relaciones
lucrativo. Se trata de la búsqueda de la emoción ligada al y de técnicas. El momento en que son encolados, reconsti-
objeto exhumado del pasado, una exhumación que rompe tuidos, mostrados, es sólo una concesión a la vulgarización
los lazos y rodea al objeto de un invisible cerco. o, si se quiere, a la pedagogía.
W a la arqueología moderna se sitúa en oposición a es- Entremos a cualquier exposición de arqueología. iAh! Ya
ta arqueología en busca del objeto o de la ciudad, actividad no es el inverosímil rejunte del viejo Museo de El Cairo, y
tildada hoy de uaproximativa~(Leroi-Gourhan) o, más a aun menos el desorden artístico del antiguo ugabinete de
menudo, incluso vivamente condenada por haber masacra- curiosidades,, precisamente concertado para agudizar el
do irremediablemente campos de excavación importantes. deseo y suscitar el asombro. A partir de ahora, antes de en-
La arqueología moderna bien sabe, ella también, que la contrar el menor objeto, nos vemos asaltados por grandes
excavación es una destrucción irreparable, pero, en un sen- carteles que nos explican, con el apoyo de mapas, esquemas
tido, poco le importa, desde el momento en que lo esencial y diagramas, las migraciones de las poblaciones, los cam-
haya sido extraído: uEl estrato arqueológico es como un li- bios en las costumbres y el hábitat, la evolución de las téc-
bro que se lee destruyendo cada página en el trascurso de nicas. El vaso o la estatua no tiene sentido salvo explicado,
la lectura, y que se tratará de poder reconstituir posterior puesto en relación, encajado en la invención del torno del
mente».16 De tal modo, la excavación es destrucción nece- alfarero y el comercio de la arcilla o del estaño. Cautivado
saria, irremediable, pero, al mismo tiempo, debe intentar por el deseo de instruirme, me veo absorbido en la lectura
conservar cada estrato por los medios más diversos (foto- de un cartel, y es preciso que mi esposa, impaciente, me sa-
grafías, muestras, análisis, ficheros, esquemas, etc.). Pero que de allí: ivamos, ven a ver ese caballo extraordinario!
si una destrucción metódica es de aquí en más coextensiva Los organizadores de la exposición conocen bien este
al trabajo del arqueólogo, es porque él desde ahora busca atractivo, y siempre terminan cediendo a él, aun si se re-
otra cosa que objetos materiales, y hasta de ruinas: la bús- prochan in petto su demagogia. Pues todo este recorrido,
queda de relaciones, de conexiones se ha vuelto más impor- tan bien señalizado por la razón histórica, está en realidad
tante que la de objetos. ¿Qué significa esto, si no es que la atraído, como por un imán, por una sola cosa: el maravillo-
arqueología moderna se ha convertido en una técnica pu- so objeto de la exposición. Este objeto único, aislado (y, en
ramente dominada, impulsada por los prehistoriadores o este sentido, auténticamente arqueokígkn), presentado en
los historiadores y subordinada a sus objetivos: la docu- una vitrina iluminada y, de preferencia, en un santuario se-
mentación más completa, el fichado lo más ordenado posi- parado, tapizado con terciopelo negro; este objeto hecho con
ble de los fenómenos humanos?17 un material a menudo indestructible; este objeto de oro,
En lo sucesivo, la arqueología sólo vale por las redes de que constituye todo el atractivo de los afiches (el oro de los
correlaciones históricas que contribuye a precisar más aca- escitas, el oro de los celtas o el oro de los incas); este objeto
intemporal, pues, atraviesa siglos y milenios para dirigirse
le Paul Marie Duval, 6L'histoire et ses méthodesw, bajo la dirección de directamente a nosotros; esta máscara de Agamenón, ¿qué
Charles Samaran, en Archéologie antique, París: Enciclopédie Pléiade, quiere de mí? Che vuoi?, para citar a Lacan citando a Ca-
Gallimard, 1961,pág. 226. zotte. Esta revancha, este retorno (un Wiederkehr que tam-
" Las dos estructuras que recientemente han trastornado los dos pa-
tios del buvre ilustran esta oposición, en los método8 y en quienes los pu.
bién es, tal vez, un Heimkehr) de la arqueología será uno de
sieron en marcha: en el patio cuadrado, la arqueología clásica ha reen- mis hilos directores para interrogar a F'reud.
wntrado por un momento su esplendor, al exhumar el magnifico castillo Hacer trabajar a F'reud o, según otra fórmula, ~interpre-
de Felipe Augusto y el casco de Carlos VI. En el patio Napoleón 111, por tar F'reud con Freud»,18 no supone buscar una enseñanza F
excelencia *estructura del Fhsidentem, el minucioso trabajo de la raedera,
del cincel, del quimiw y del fotógrafo ha permitido una aproximación do-
cumentada a la vida cotidiana, las técnicas artesanales, las relaciones l8 Cf. *Interpréter [avec] Freudm, L'arc, 34, 1968, págs. 37-46. Ed. en
socioeconómicas de los tiempos antiguos. castellano: *Interpretar(con) Freudm, Buenos Aires: Nueva Visión, 1978.
en él. Menos aún una ortodoxia. Tampoco supone elegir a ñada de neumis y de infantil y, de modo aún más llama-
un F'reud contra otro, ni ir a pescar aquí o allá una formula- tivo, precedida por un aum:extraído d e , o «a partir d e . . .
ción que me convenga. Hacer trabajar a F'reud es mostrar Cuando releo la definición que Viderman impone, como
en él lo que llamo una exigencia, la exigencia de un descu- una exigencia, a la tesis ortodoxa freudiana que combate:
brimiento que lo empuja sin indicarle nunca la vía, que westablecimiento de la continuidad de una trama histórica
puede por lo tanto empujarlo hacia caminos sin salida o .
rota (. .)reintegración de los recuerdos perdidos (. . .) acceso
hacia falsas vías. Es retomar su encarninamiento, acompa- a la .totalidad de la historia significativa, etc.», me digo, con
ñándolo, pero también criticándolo, buscando otras vías, Viderman, por supuesto, que no es esto lo que Freud logra
aunque movidos por una exigencia semejante a la de él. realizar; pero, contra él, pretendo que no es a esto, en pro-
Para decir las cosas niás familiarmente, ¿qué hace fundidad, a lo que Freud aspinz, y ello incluso en ese texh
correr a F'reud? Mi respuesta, mi proposición es que: ino es aparentemente historiográfico que es *El Hombre de los
la historia! 0, para que la fórmula sea menos provocado- Lobos».A lo que aspira es a una especie de historia del in-
ra, es algo que no tiene nada que ver con la historia de los conciente o, más bien, de su génesis. Una historia sincopa-
historiógrafos. da, cuyos momentos de hundimiento y de resurgimiento
En esta vía, me evitaré dos desvíos, al menos en el mar- son los que cuentan por encima de todo. Una historia, se
co de esta exposición: el primero, que podría ser llamado podría decir, de la represión, en la que las corrientes sub-
freudológico, estudiaría en detalle las posiciones de Freud terráneas son descritas con tanta -incluso más- preci-
en lo referido a la historia de las sociedades, de la historio- sión que los rasgos de carácter manifiestos. ¿Es un relato
grafía.lg El segundo desvío sería una comparación punto acontecial? Sería una paradoja pretender negar que algu-
por punto de parecidos, diferencias, trasposiciones posibles, nos momentos temporales, situados, fechados, constituyen
entre la historiografía de las sociedades y la de los indivi- hitos esenciales de la investigación. Pero ¿cuáles son estos
duos humanos. Por interesante que sea, tal comparación c<acontecimientos»que señalan el giro de una época a otra?
-un tanto académica- erraría el punto esencial: a lo que Citemos lo que concierne a uno de los más importantes:
F'reud aspira no es, traspuesta al individuo, una historia de
vida, una biografía; no encontramos en ninguna parte, en «El momento temporal de esta mudanza puede indicarse
él, una tal historia de vida, sea cual fuere el sentido que se con certeza: fue muy poco antes de cumplir el paciente sus
dé a este término: ni una historia acontecial, ni una histo- cuatro años (. . .)Ahora bien, el suceso que permite esta se-
ria del tipo Jones («su vida, su obra»), ni tampoco una his- paración no fue un trauma externo, sino un sueño del que
toria teñida de psicoanálisis. Seguramente la palabra his- despertó con angustia».20
toria (Geschichte), aplicada al individuo, es frecuente en él.
Pero, por el contrario, la palabra Lebemgeschichte (historia Curiosa historia acontecial, de la cual uno de los tiem-
de vida-biografía) se borra muy a menudo ante la de his- pos principales, decisivos, es un acontecimiento de natu-
toria de enfermedad o de enfermo (Kmnkheitsgeschichte, raleza puramente interna.
Kmnkengeschichte). El audaz fragmento c<histórico»que iUsted niega, se me dirá, la evidencia! ¿Qué más evi-
sigue alimentandonuestros comentarios se titula: UApartir dente, en todo este texh freudiano, que la búsqueda, cuasi
de la historia de una neurosis infantil». La palabra histo- policial, a través del más pequeño indicio, de una escena
ria» aparece claramente allí, pero singularmente acompa- originaria que (según los términos de Ranke) haya «propia-
mente ocurrido» (eigentlich geschehen)? Pero, ya que esta
le Entre muchas otras, la referencia, repetida hasta la deformación, a f m c i ó n está generalmente ligada a los argumentos más
según el relato de Tito Livio sobre la época real de Roma, mostraría que
decisivos de los comentaristas para mostrar que la escena
F'reud no es en m 4 0 alguno insensible a un cuestionamiento relativista
de la objetividad histórica. Un cuestionamientoque es muy anterior a la
tesis de Raymond Aron. m GW,XII,pág. 53; en AE, vol. 17, 1979,págs. 27-8.
en él. Menos aún una ortodoxia. Tampoco supone elegir a ñada de neumis y de infantil y, de modo aún más llama-
un F'reud contra otro, ni ir a pescar aquí o allá una formula- tivo, precedida por un aum:extraído d e , o «a partir d e . . .
ción que me convenga. Hacer trabajar a F'reud es mostrar Cuando releo la definición que Viderman impone, como
en él lo que llamo una exigencia, la exigencia de un descu- una exigencia, a la tesis ortodoxa freudiana que combate:
westablecimiento de la continuidad de una trama histórica
G
brimiento que lo empuja sin indicarle nunca la vía, que
puede por lo tanto empujarlo hacia caminos sin salida o .
rota (. .)reintegración de los recuerdos perdidos (. . .) acceso
hacia falsas vías. Es retomar su encarninamiento, acompa- a la .totalidad de la historia significativa, etc.», me digo, con
ñándolo, pero también criticándolo, buscando otras vías, Viderman, por supuesto, que no es esto lo que Freud logra
aunque movidos por una exigencia semejante a la de él. realizar; pero, contra él, pretendo que no es a esto, en pro-
Para decir las cosas niás familiarmente, ¿qué hace fundidad, a lo que Freud aspinz, y ello incluso en ese texh
correr a F'reud? Mi respuesta, mi proposición es que: ino es aparentemente historiográfico que es *El Hombre de los
la historia! 0, para que la fórmula sea menos provocado- Lobos».A lo que aspira es a una especie de historia del in-
ra, es algo que no tiene nada que ver con la historia de los conciente o, más bien, de su génesis. Una historia sincopa-
historiógrafos. da, cuyos momentos de hundimiento y de resurgimiento
En esta vía, me evitaré dos desvíos, al menos en el mar- son los que cuentan por encima de todo. Una historia, se
co de esta exposición: el primero, que podría ser llamado podría decir, de la represión, en la que las corrientes sub-
freudológico, estudiaría en detalle las posiciones de Freud terráneas son descritas con tanta -incluso más- preci-
en lo referido a la historia de las sociedades, de la historio- sión que los rasgos de carácter manifiestos. ¿Es un relato
grafía.lg El segundo desvío sería una comparación punto acontecial? Sería una paradoja pretender negar que algu-
por punto de parecidos, diferencias, trasposiciones posibles, nos momentos temporales, situados, fechados, constituyen
entre la historiografía de las sociedades y la de los indivi- hitos esenciales de la investigación. Pero ¿cuáles son estos
duos humanos. Por interesante que sea, tal comparación c<acontecimientos»que señalan el giro de una época a otra?
-un tanto académica- erraría el punto esencial: a lo que Citemos lo que concierne a uno de los más importantes:
F'reud aspira no es, traspuesta al individuo, una historia de
vida, una biografía; no encontramos en ninguna parte, en «El momento temporal de esta mudanza puede indicarse
él, una tal historia de vida, sea cual fuere el sentido que se con certeza: fue muy poco antes de cumplir el paciente sus
dé a este término: ni una historia acontecial, ni una histo- cuatro años (. . .)Ahora bien, el suceso que permite esta se-
ria del tipo Jones («su vida, su obra»), ni tampoco una his- paración no fue un trauma externo, sino un sueño del que
toria teñida de psicoanálisis. Seguramente la palabra his- despertó con angustia».20
toria (Geschichte), aplicada al individuo, es frecuente en él.
Pero, por el contrario, la palabra Lebemgeschichte (historia Curiosa historia acontecial, de la cual uno de los tiem-
de vida-biografía) se borra muy a menudo ante la de his- pos principales, decisivos, es un acontecimiento de natu-
toria de enfermedad o de enfermo (Kmnkheitsgeschichte, raleza puramente interna.
Kmnkengeschichte). El audaz fragmento c<histórico»que iUsted niega, se me dirá, la evidencia! ¿Qué más evi-
sigue alimentandonuestros comentarios se titula: UApartir dente, en todo este texh freudiano, que la búsqueda, cuasi
de la historia de una neurosis infantil». La palabra histo- policial, a través del más pequeño indicio, de una escena
ria» aparece claramente allí, pero singularmente acompa- originaria que (según los términos de Ranke) haya «propia-
mente ocurrido» (eigentlich geschehen)? Pero, ya que esta
le Entre muchas otras, la referencia, repetida hasta la deformación, a f m c i ó n está generalmente ligada a los argumentos más
según el relato de Tito Livio sobre la época real de Roma, mostraría que
decisivos de los comentaristas para mostrar que la escena
F'reud no es en m 4 0 alguno insensible a un cuestionamiento relativista
de la objetividad histórica. Un cuestionamientoque es muy anterior a la
tesis de Raymond Aron. m GW,XII,pág. 53; en AE, vol. 17, 1979,págs. 27-8.
no pudo ocurrir ni ser observada, ni ser memorizada de ese do bien que este, a falta de encontrar su razón en sí mismo,
modo, icómo no considerar esta conjunción -exigencia p- corre a su vez el riesgo de remitirnos sea a lo arquetípico
sitivista máxima impuesta a F'reud/prueba de su logro mí- sea a lo vivido atávico. Digamos entonces, más modesta-
nimo- un modo decisivo de ahogar a F'reud en el chaleco mente, que pasamos del acontecimiento a la escena.
de fue- de su postulado realista? Acontecimiento o escena: ¿cómo distinguirlos? Tal vez
La referencia a una supuesta ortodoxia freudiana me por sus modos de registro, que se reúnen con demasiada fa-
parece aquí, como tantas veces, una trampa: o bien uno ad- cilidad bajo el capítulo único del recuerdo o de la memoria:
hiere ciegamente a ella, o bien, más sutilmente, se la invo- conciente-preconcientede un lado, inconciente del otro.
ca para encerrar allí a F'reud y condenarlo. Es en un más 'I'ambién aquí, en lo que concierne a la memoria, F'reud
allá o más bien en un más acá de la ortodoxia donde con- no es unívoco. Su teoría de la memoria, cuando se aproxima
viene situarse; concretamente, en una interpretación de un a una psicología de la fijación, de la recomposición y de la
número de indicios, incoherencias, rupturas, pequeños de- evocación, es altamente creíble. Así, nos dice en su a r t í d o
talles, etc., que contradicen al conjunto pero que dibujan, «Sobre los recuerdos encubridoresw dcaso sea en general
según nuestro método analítico, otras tantas pistas conver- dudoso que poseamos unos recuerdos concientes de la in-
gentes. Para retomar una vez más el término de Ranke que fancia, y no más bien, meramente, unos recuerdos sobm la
en última instancia me es conveniente -eigentlich apropia- infancia».21
mente» o apropiamente hablando-, lo que F'reud busca Esto para la memoria conciente. En contraste con este
apropiamente hablando» no es lo que ha apropiamente relativismo de buen cuño, pero bastante trivial, recordemos
ocurrido»: esto en el sentido del acontecimiento en bruto o, la grandiosa imagen de El malestar en la ~ u l t u mEn . ~ la
como decía Raymond Aron, del inhallable d u a n sin Tierra vida anímica -afirma F'reud- -da de lo que se produjo
pasó por allb. alguna vez desaparece». La muy conocida cumparación ha-
Entre mil indicios, en el «Hombre de los hbos»:el hecho ce intervenir un sitio arqueológico, la Roma antigua, pero
(ya mencionado) de que él considere súbitamente que la precisamente para mostrar toda la diferencia con la ar-
realidad acontecial de la escena originaria pueda ser barri- queología real. En la Ciudad llamada Eterna (no sin iro-
da en un noventa y nueve por ciento sin que nada cambie nía), resulta muy evidente que toda nueva construcción
de su efecto traumático; basta para ello un simple coito presupuso una destrucción. Las capas arqueológicas no co-
entre perros. Otro indicio: el hecho de admitir que se trata existen en estado intacto, sino sólo desgastadas, reducidas
de un coito «repetidotres veces». . .¿Cuál sería, en efedo, el al estado de simples bases. No se puede construir un monu-
verdadero recuerdo de un acontecimiento repetido tres ve- mento sin haber destruido prácticamente todas las super-
ces, si no el recuerdo de una secuencia de tres aconteci- estructuras del anterior. Pero veamos lo que sucedería, a
m i e n h d u a n sin Tierra pasó por allí el 9 de abril, luego el la inversa, con ese sitio hiperarqueológico que es el ser hu-
10 de mayo, luego el 15 de agosto». Mas aquí, en la escena mano:
originaria areconstruida» por F'reud, el &es veces» está in-
cluido en el contenido, como un detalle entre otros. ¿No es lo ddoptemos ahora el supuesto fantástico de que Roma no
que ocurre, por ejemplo, en la lógica del sueño, donde el sea morada de seres humanos, sino un ser psíquico cuyo
cctres veces», como cualquier otra observación concerniente pasado fuera igualmente extenso y rico, un ser en que no se
al relato (aesto no es claro», aesto se reproduce sin c e s m , hubiera sepultado nada de lo que una vez se produjo, en
&c.) debe ser tomado como un elemento del contenido, y no que junto a la última fase evolutiva pervivieran todas las
como una característica extrínseca al sueño? anteriores. Para Roma, esto implicaría que sobre el Pala-
Pasamos -lo vemos claramente- del acontecimiento
fáctico a algo diferente de él. Pero rehúso deslizarme dema- *l GR 1, pág. 553; en AE, vol. 3, 1981,pág. 315.
siado diredamente hacia el afantasma~,sabiendo demasia- 22 AE, vol. 21, 1979.
no pudo ocurrir ni ser observada, ni ser memorizada de ese do bien que este, a falta de encontrar su razón en sí mismo,
modo, icómo no considerar esta conjunción -exigencia p- corre a su vez el riesgo de remitirnos sea a lo arquetípico
sitivista máxima impuesta a F'reud/prueba de su logro mí- sea a lo vivido atávico. Digamos entonces, más modesta-
nimo- un modo decisivo de ahogar a F'reud en el chaleco mente, que pasamos del acontecimiento a la escena.
de fue- de su postulado realista? Acontecimiento o escena: ¿cómo distinguirlos? Tal vez
La referencia a una supuesta ortodoxia freudiana me por sus modos de registro, que se reúnen con demasiada fa-
parece aquí, como tantas veces, una trampa: o bien uno ad- cilidad bajo el capítulo único del recuerdo o de la memoria:
hiere ciegamente a ella, o bien, más sutilmente, se la invo- conciente-preconcientede un lado, inconciente del otro.
ca para encerrar allí a F'reud y condenarlo. Es en un más 'I'ambién aquí, en lo que concierne a la memoria, F'reud
allá o más bien en un más acá de la ortodoxia donde con- no es unívoco. Su teoría de la memoria, cuando se aproxima H
viene situarse; concretamente, en una interpretación de un a una psicología de la fijación, de la recomposición y de la
número de indicios, incoherencias, rupturas, pequeños de- evocación, es altamente creíble. Así, nos dice en su a r t í d o
talles, etc., que contradicen al conjunto pero que dibujan, «Sobre los recuerdos encubridoresw dcaso sea en general
según nuestro método analítico, otras tantas pistas conver- dudoso que poseamos unos recuerdos concientes de la in-
gentes. Para retomar una vez más el término de Ranke que fancia, y no más bien, meramente, unos recuerdos sobm la
en última instancia me es conveniente -eigentlich apropia- infancia».21
mente» o apropiamente hablando-, lo que F'reud busca Esto para la memoria conciente. En contraste con este
apropiamente hablando» no es lo que ha apropiamente relativismo de buen cuño, pero bastante trivial, recordemos
ocurrido»: esto en el sentido del acontecimiento en bruto o, la grandiosa imagen de El malestar en la ~ u l t u mEn . ~ la
como decía Raymond Aron, del inhallable d u a n sin Tierra vida anímica -afirma F'reud- -da de lo que se produjo
pasó por allb. alguna vez desaparece». La muy conocida cumparación ha-
Entre mil indicios, en el «Hombre de los hbos»:el hecho ce intervenir un sitio arqueológico, la Roma antigua, pero
(ya mencionado) de que él considere súbitamente que la precisamente para mostrar toda la diferencia con la ar-
realidad acontecial de la escena originaria pueda ser barri- queología real. En la Ciudad llamada Eterna (no sin iro-
da en un noventa y nueve por ciento sin que nada cambie nía), resulta muy evidente que toda nueva construcción
de su efecto traumático; basta para ello un simple coito presupuso una destrucción. Las capas arqueológicas no co-
entre perros. Otro indicio: el hecho de admitir que se trata existen en estado intacto, sino sólo desgastadas, reducidas
de un coito «repetidotres veces». . .¿Cuál sería, en efedo, el al estado de simples bases. No se puede construir un monu-
verdadero recuerdo de un acontecimiento repetido tres ve- mento sin haber destruido prácticamente todas las super-
ces, si no el recuerdo de una secuencia de tres aconteci- estructuras del anterior. Pero veamos lo que sucedería, a
m i e n h d u a n sin Tierra pasó por allí el 9 de abril, luego el la inversa, con ese sitio hiperarqueológico que es el ser hu-
10 de mayo, luego el 15 de agosto». Mas aquí, en la escena mano:
originaria areconstruida» por F'reud, el &es veces» está in-
cluido en el contenido, como un detalle entre otros. ¿No es lo ddoptemos ahora el supuesto fantástico de que Roma no
que ocurre, por ejemplo, en la lógica del sueño, donde el sea morada de seres humanos, sino un ser psíquico cuyo
cctres veces», como cualquier otra observación concerniente pasado fuera igualmente extenso y rico, un ser en que no se
al relato (aesto no es claro», aesto se reproduce sin c e s m , hubiera sepultado nada de lo que una vez se produjo, en
&c.) debe ser tomado como un elemento del contenido, y no que junto a la última fase evolutiva pervivieran todas las
como una característica extrínseca al sueño? anteriores. Para Roma, esto implicaría que sobre el Pala-
Pasamos -lo vemos claramente- del acontecimiento
fáctico a algo diferente de él. Pero rehúso deslizarme dema- *l GR 1, pág. 553; en AE, vol. 3, 1981,pág. 315.
siado diredamente hacia el afantasma~,sabiendo demasia- 22 AE, vol. 21, 1979.
tino se levantan'an todavía los palacios imperiales y el S e p sino una sucesión y una superposición de imágenes fijas,
tizonium de Septimio Severo seguiría coronando las viejas independientes unas de otras, «que coexisten unas junto a
alturas. Pero todavía más: en el sitio donde se halla el Pa- otras -como dice F'reud del inconcien* sin combatirse
lazzo Caffarelli seguiría encontrándose, sin que hiciera ni influinse». Las etapas insensibles, los momentos de tran-
falta remover ese edificio, el templo de Júpiter capitolino; y sición, quedan abolidos, en beneficio de una sucesión de
aun este, no sólo en su última forma, como lo vieron los ro- arquetipos fijos, cada uno de los cuales forma un todo. Para
manos del Imperio, sino al mismo tiempo bajo su forma parañ-asear lo que decíamos a propósito del «tres veces» del
más precoz, cuando presentaba aspecb etrusco (. . .) Sobre Hombre de los Lobos, los atrea añw de construcción de la
la plaza del Panteón no sólo hallaríamos el Panteón actual, Domus Aurea de NerÓn no están representados por el re-
como nos lo legó Adriano, sino, en el mismísirno sitio, el cuerdo de tres años de trabajos, que constituyan una se-
edificio originario de M. Agripa; y un mismo suelo soporta- cuencia temporal, sino que se convierten en una caraderís-
ría a la iglesia Maria sopra Minerva y al antiguo templo so- tica inherente a la propia Domus Aurea, en su contenido re-
bre el cual está edificada».* presentativo: & Domus Aurea que fue construida en tres
añosB.
Dicho rápidamente: dos concepciones de la memoria», Se trata entonw de una curiosa coexistencia, hecha de
una histórica, la otra arqueológica; una conciente-precon- fijeza y de manipulación, de veracidad y de artificio, lo que
ciente, la otra inconciente. Pero miremos esto más de cerca. caracteriza a este singular campo arqueológico donde se
Esta imagen de Roma, que desarrolla el tiempo como conservaría el «objeto psíquico». No queremos negar que
una cuarta dimensión del espacio, podría hacerse plausible F'reud vea allí un paradigma de la memoria, y es clararnen-
así: un observador se halla a 2700 años-luz de la Tierra, y te bajo el signo conjunto de la memoria y de la arqueología
mira a Roma. Lo que ve es la Roma de Rómulo, cuya ima- como comienza el texto de «Construcciones en el análisim.
gen le llega en ese instante. Al mismo tiempo, le llegan, Pero agregar allí el término inconciente -memoria h n -
trasladadas por un tren de ondas luminosas continuas, las ciente- cambia sin embargo todo, porque ahora no se apun-
imágenes sucesivas de la misma ciudad, cuyo conjunto ta a una trivial puesta en memoria, ni a las triviales recom-
constituye verdaderamente el tipo de holograma en cuatro posiciones de los recuerdos por lo vivido posteriormente, los
dimensiones descrito por F'reud. Al observador le basta con marcos sociales, el envejecimiento, etc. Aquí está en cues-
desplazarse a lo largo de ese holograma (con «variar la di- tión un fenómeno psíquico que es a la vez cataclismo (como
rección de la mirada o la perspectiva», dice Freud), para el hundimiento de Pompeya) y conservación definitiva
privilegiar tal o cual imagen, tal o cual monumento, y tal o (como el entierro de los objetos de nitankamón).
cual época. A partir de esto, la imagen de la arqueología, que obse-
¿Por qué esta racionalización sólo me satisface a me- siona a todo psicoanalista como obsesionó a Freud desde
dias? Porque en nuestro tren de ondas que viajan entre la las cartas a Hiess hasta el último día, está lejos de haber
Tierra y Sirio, no encontraremos jamás tal o cual monu- dado toda su verdad. Remitir esta obsesión, como preten-
mento, tomado aisladamente y definitivamente acabado, de Suzanne Berr~feld,~~ a la nostalgia de la Edad de Oro de
sino todas las etapas, en cada segundo, de su construccióny F'reiberg, al deseo por ese objeto intacto que sería la madre
de su destrucción. La imagen freudiana de la memoria in- e t e m e n t e joven y bella, y a una sublimación atea de la
conciente se vuelve, pues, en relación con nuestro modelo creencia infantil en la inmortalidad, es ver realmente las
físico, extrañamente irrealista: no es ni la recomposición de cosas por el rabillo del ojo, invocando causas que existen en
la memoria viva, conciente-preconciente,ni el holograma todos los humanos sin que la mayoría se preocupe sin em-
íntegro de todo lo vivido (y que sería un revoltijo absoluto), bargo del objeto arqueológico, que, por el contrario, destro-

m GW,XIV,págs. 427-8; en AE, vol. 21,1979, págs. 70-1. d h u d and Archeolo~,Amencan Zmagro, VIII, 2,1951, págs. 107-28.
tino se levantan'an todavía los palacios imperiales y el S e p sino una sucesión y una superposición de imágenes fijas,
tizonium de Septimio Severo seguiría coronando las viejas independientes unas de otras, «que coexisten unas junto a
alturas. Pero todavía más: en el sitio donde se halla el Pa- otras -como dice F'reud del inconcien* sin combatirse
lazzo Caffarelli seguiría encontrándose, sin que hiciera ni influinse». Las etapas insensibles, los momentos de tran-
falta remover ese edificio, el templo de Júpiter capitolino; y sición, quedan abolidos, en beneficio de una sucesión de
aun este, no sólo en su última forma, como lo vieron los ro- arquetipos fijos, cada uno de los cuales forma un todo. Para
manos del Imperio, sino al mismo tiempo bajo su forma parañ-asear lo que decíamos a propósito del «tres veces» del
más precoz, cuando presentaba aspecb etrusco (. . .) Sobre Hombre de los Lobos, los atrea añw de construcción de la
la plaza del Panteón no sólo hallaríamos el Panteón actual, Domus Aurea de NerÓn no están representados por el re-
como nos lo legó Adriano, sino, en el mismísirno sitio, el cuerdo de tres años de trabajos, que constituyan una se-
edificio originario de M. Agripa; y un mismo suelo soporta- cuencia temporal, sino que se convierten en una caraderís-
ría a la iglesia Maria sopra Minerva y al antiguo templo so- tica inherente a la propia Domus Aurea, en su contenido re-
bre el cual está edificada».* presentativo: & Domus Aurea que fue construida en tres
añosB.
Dicho rápidamente: dos concepciones de la memoria», Se trata entonw de una curiosa coexistencia, hecha de
una histórica, la otra arqueológica; una conciente-precon- fijeza y de manipulación, de veracidad y de artificio, lo que
I
ciente, la otra inconciente. Pero miremos esto más de cerca. caracteriza a este singular campo arqueológico donde se
Esta imagen de Roma, que desarrolla el tiempo como conservaría el «objeto psíquico». No queremos negar que
una cuarta dimensión del espacio, podría hacerse plausible F'reud vea allí un paradigma de la memoria, y es clararnen-
así: un observador se halla a 2700 años-luz de la Tierra, y te bajo el signo conjunto de la memoria y de la arqueología
mira a Roma. Lo que ve es la Roma de Rómulo, cuya ima- como comienza el texto de «Construcciones en el análisim.
gen le llega en ese instante. Al mismo tiempo, le llegan, Pero agregar allí el término inconciente -memoria h n -
trasladadas por un tren de ondas luminosas continuas, las ciente- cambia sin embargo todo, porque ahora no se apun-
imágenes sucesivas de la misma ciudad, cuyo conjunto ta a una trivial puesta en memoria, ni a las triviales recom-
constituye verdaderamente el tipo de holograma en cuatro posiciones de los recuerdos por lo vivido posteriormente, los
dimensiones descrito por F'reud. Al observador le basta con marcos sociales, el envejecimiento, etc. Aquí está en cues-
desplazarse a lo largo de ese holograma (con «variar la di- tión un fenómeno psíquico que es a la vez cataclismo (como
rección de la mirada o la perspectiva», dice Freud), para el hundimiento de Pompeya) y conservación definitiva
privilegiar tal o cual imagen, tal o cual monumento, y tal o (como el entierro de los objetos de nitankamón).
cual época. A partir de esto, la imagen de la arqueología, que obse-
¿Por qué esta racionalización sólo me satisface a me- siona a todo psicoanalista como obsesionó a Freud desde
dias? Porque en nuestro tren de ondas que viajan entre la las cartas a Hiess hasta el último día, está lejos de haber
Tierra y Sirio, no encontraremos jamás tal o cual monu- dado toda su verdad. Remitir esta obsesión, como preten-
mento, tomado aisladamente y definitivamente acabado, de Suzanne Berr~feld,~~ a la nostalgia de la Edad de Oro de
sino todas las etapas, en cada segundo, de su construccióny F'reiberg, al deseo por ese objeto intacto que sería la madre
de su destrucción. La imagen freudiana de la memoria in- e t e m e n t e joven y bella, y a una sublimación atea de la
conciente se vuelve, pues, en relación con nuestro modelo creencia infantil en la inmortalidad, es ver realmente las
físico, extrañamente irrealista: no es ni la recomposición de cosas por el rabillo del ojo, invocando causas que existen en
la memoria viva, conciente-preconciente,ni el holograma todos los humanos sin que la mayoría se preocupe sin em-
íntegro de todo lo vivido (y que sería un revoltijo absoluto), bargo del objeto arqueológico, que, por el contrario, destro-

m GW,XIV,págs. 427-8; en AE, vol. 21,1979, págs. 70-1. d h u d and Archeolo~,Amencan Zmagro, VIII, 2,1951, págs. 107-28.
zan alegremente trabajando sus campos o construyendo de la séptima cruzada de San Luis escrita por Joinville.
sus autopistas. . . Más diferente aun, tal vez. Y es aquí donde aventuramos el
Se debería calificar esta arqueología freudiana como término uhiperarqueología~-prestas, en contrapartida, a
hipemrpusoi6gi.m o hipemlista: aún más fascinada por el descubrir en esta la raíz profunda de nuestra fascinación
objeto que la arqueología de los tiempos antiguos. Un objeto por la arqueología.
que no sólo os cosa, sino que encierra en sí los tiempos de su
constsuaión, los afectos que ha provocado y sin duda más Hiperarqueología = hipermalidad. Aquí es donde se ins-
Qibe otra exigencia -y otra aporía- de la búsqueda freu-
aún, como comenzamm a presentirlo. Una arqueología que
no está dominada por la historia, como pretende la ciencia diana, la que lleva el nombre de «realidad psíquica».
moderna, sino que domina a la historia con la sola reviven- Tal vez convendría recordar lo que se planteó inicial-
cia del objeto. Esto sucede con Schliemann, héroe y modelo mente: la existencia, el postulado, de un dominio tercero,
para Freud: todo su conocimiento de la historia, historia que no sea la realidad material, fádica, perceptiva, pero
poética de la Iliada o historia de los historiadores antiguos que tampoco sea la subjetividad,do simplemente represen-
se utiliza con un Único fin: ubicar pacientemente, sobre el tado» (das bloss %rgestellte).
terreno, las coordenadas del punto preciso donde habrá que «Yo no podría decir si a los deseos inconcientes hay que re-
cavar para exhumar noya. Modelo entusiasmante para conocerles raalidacl; a todos los pensamientos de transición
Freud, y que es un indicio mayor entre otros. y de ligazón, desde luego, hay que negársela. Cuando se
¿No es otro signo, otra línea asociativa, comprobar la han llevado los deseos inconcientes a su expresion última y
preferencia que él otorga, cuando se trata de esta conserva- más verdadera, es preciso aclarar que la mlidacl psiquica
ción inconciente, al término «huella,: huellas de memoria es una forma de existencia particular, que no debe confun-
(Gedachtnisspuren) o huellas de recuerdo (Erinnerungs- dirse con la realidad r n a t e r i u ~ . ~
quren)? Como si lo que estuviera en cuestión no fuera la
memorización misma sino la huella, por así decir secunda- La que Freud designa aquí, esta intención -para ha-
ria, dejada por el recuerdo, y esto como consecuencia de la blar como un fenomenólogo-, nunca lo cumplirá. O bien só-
represión. lo le encontrará Ersatz. El primer Ersutz consiste en remi-
Igualmente sugerente, aun si hemos dejado de prestarle tir la realidad psíquica a la realidad psicológica, y es todo el
atención, es el término «reminiscencia». Un término que, movimiento de Conferencias de introduocwn al psicoanáli-
por supuesto, remite a Platón, y puede significar incluso sis (cap. 23): bajo el amparo de la regla fundamental, y bajo
una suerte de recuerdo; pero un recuerdo cortado de sus el de la ausencia de indicio de realidad en el inconcientm,
orígenes, cortado de sus vías de acceso, aislado y fijado, re- todos los pensamientos de transición (asociaciones) y de
ducido a una huella. Huella que, sin embargo, no es necesa- ligazón (fantasías) tendrían que ser puestos estrictamente
riamente falsa, sino que contiene un unúcleo de verdad» en el mismo plano que, por ejemplo, los recuerdos. l'bdos, en
más esencial que el recuerdo conciente trivial. efedo, son una parte de lo «real», tan reales como el mundo
A partir de aquí observamos la distancia que existe material, y es su conjunto el cual, en una perspectiva sim-
entre la fórmula según la cual «la histérica sufre de remi- plemente subjetivista,es llamado de aquí en más «realidad
niscencia~y la expresión de Viderman que hace de la neu- psíquica»; pero Freud ha pasado de un sentido al otro de
rosis (en Freud) una «enfermedadde la memoria». Si se nos esta expresión: de algo psíquico particular que sería rea-
quiere acompañar en esta idea, el imnciente no es del or- lidad, que sería cosa en el inconciente, a la comprobación,
den de i u memoria, la mpresión no es una modalidad par-
25 GW,11-111,pág. 625; en AE, vol. 5,1979, pág. 607. Señalemos al pasar
ticular de la puesta en memoria. La represión, cataclismo y los términos: upemsamientoa de transición y de ligazón*. Todo lo que es re-
hundimiento en el inconciente, es tan diferente de una me- lación,en particular lo que es historia, resulta desvalorizado, des-realizado,
morización como el entierro de Pompeya lo es de la crónica con respedo a esta aealidad psíquica, suprema que es lo arqueológico.
zan alegremente trabajando sus campos o construyendo de la séptima cruzada de San Luis escrita por Joinville.
sus autopistas. . . Más diferente aun, tal vez. Y es aquí donde aventuramos el
Se debería calificar esta arqueología freudiana como término uhiperarqueología~-prestas, en contrapartida, a
hipemrpusoi6gi.m o hipemlista: aún más fascinada por el descubrir en esta la raíz profunda de nuestra fascinación
objeto que la arqueología de los tiempos antiguos. Un objeto por la arqueología.
que no sólo os cosa, sino que encierra en sí los tiempos de su
constsuaión, los afectos que ha provocado y sin duda más Hiperarqueología = hipermalidad. Aquí es donde se ins-
Qibe otra exigencia -y otra aporía- de la búsqueda freu-
aún, como comenzamm a presentirlo. Una arqueología que
no está dominada por la historia, como pretende la ciencia diana, la que lleva el nombre de «realidad psíquica».
moderna, sino que domina a la historia con la sola reviven- Tal vez convendría recordar lo que se planteó inicial-
cia del objeto. Esto sucede con Schliemann, héroe y modelo mente: la existencia, el postulado, de un dominio tercero,
para Freud: todo su conocimiento de la historia, historia que no sea la realidad material, fádica, perceptiva, pero
poética de la Iliada o historia de los historiadores antiguos que tampoco sea la subjetividad,do simplemente represen-
se utiliza con un Único fin: ubicar pacientemente, sobre el tado» (das bloss %rgestellte).
terreno, las coordenadas del punto preciso donde habrá que «Yo no podría decir si a los deseos inconcientes hay que re-
cavar para exhumar noya. Modelo entusiasmante para conocerles raalidacl; a todos los pensamientos de transición
Freud, y que es un indicio mayor entre otros. y de ligazón, desde luego, hay que negársela. Cuando se
¿No es otro signo, otra línea asociativa, comprobar la han llevado los deseos inconcientes a su expresion última y
preferencia que él otorga, cuando se trata de esta conserva- más verdadera, es preciso aclarar que la mlidacl psiquica
ción inconciente, al término «huella,: huellas de memoria es una forma de existencia particular, que no debe confun-
(Gedachtnisspuren) o huellas de recuerdo (Erinnerungs- dirse con la realidad r n a t e r i u ~ . ~
quren)? Como si lo que estuviera en cuestión no fuera la
memorización misma sino la huella, por así decir secunda- La que Freud designa aquí, esta intención -para ha-
ria, dejada por el recuerdo, y esto como consecuencia de la blar como un fenomenólogo-, nunca lo cumplirá. O bien só-
represión. lo le encontrará Ersatz. El primer Ersutz consiste en remi-
Igualmente sugerente, aun si hemos dejado de prestarle tir la realidad psíquica a la realidad psicológica, y es todo el
atención, es el término «reminiscencia». Un término que, movimiento de Conferencias de introduocwn al psicoanáli-
por supuesto, remite a Platón, y puede significar incluso sis (cap. 23): bajo el amparo de la regla fundamental, y bajo
una suerte de recuerdo; pero un recuerdo cortado de sus el de la ausencia de indicio de realidad en el inconcientm,
orígenes, cortado de sus vías de acceso, aislado y fijado, re- todos los pensamientos de transición (asociaciones) y de
ducido a una huella. Huella que, sin embargo, no es necesa- ligazón (fantasías) tendrían que ser puestos estrictamente
riamente falsa, sino que contiene un unúcleo de verdad» en el mismo plano que, por ejemplo, los recuerdos. l'bdos, en
más esencial que el recuerdo conciente trivial. efedo, son una parte de lo «real», tan reales como el mundo
A partir de aquí observamos la distancia que existe material, y es su conjunto el cual, en una perspectiva sim-
entre la fórmula según la cual «la histérica sufre de remi- plemente subjetivista,es llamado de aquí en más «realidad
niscencia~y la expresión de Viderman que hace de la neu- psíquica»; pero Freud ha pasado de un sentido al otro de
rosis (en Freud) una «enfermedadde la memoria». Si se nos esta expresión: de algo psíquico particular que sería rea-
quiere acompañar en esta idea, el imnciente no es del or- lidad, que sería cosa en el inconciente, a la comprobación,
den de i u memoria, la mpresión no es una modalidad par-
25 GW,11-111,pág. 625; en AE, vol. 5,1979, pág. 607. Señalemos al pasar
ticular de la puesta en memoria. La represión, cataclismo y los términos: upemsamientoa de transición y de ligazón*. Todo lo que es re-
hundimiento en el inconciente, es tan diferente de una me- lación,en particular lo que es historia, resulta desvalorizado, des-realizado,
morización como el entierro de Pompeya lo es de la crónica con respedo a esta aealidad psíquica, suprema que es lo arqueológico.
bien trivial, de que todo pensamiento, aunque fuese ficción, más importante lo que debe interpretarse no es del orden
es un fenómeno psíquico entre otros, digno de ser conside- de lo fáctico en bruto, ni incluso de lo fáctico histórico, en el
rado y estudiado como tal. sentido del estúpido d u a n sin Tierra pasó por allú. Sin em-
Existen otros retonios (deformados, como lo es un ure- bargo, mi objeción no radica en decir, como se ha mostrado
torno de lo reprimido») de lo que F'reud presintió y quiso de modo harto abundante, que «los hechos humanos no son
cercar constantemente, esto psíquico duro-como-el-hierro, cosas» y, en la acepción más general, que utienen un senti-
tal vez más resistente que el hecho perceptivo mismo; uno d ~Sino . que las escenas infantiles, aquellas de las que se
de esos retornos tiene el nombre de dantasía originaria»; el i ocupa el psicwruílisis, sólo cobmn importancia por los
otro, siempre en F'reud, «ello»primordial anclado en lo bio- mensajes que liberan.
lógico; en Lacan, por último, puede detedarse, bajo la capa Me apoyaré aquí en un texto de F'reud, que me parece
del estruduralismo, un retorno de la misma exigencia, algo ejemplar desde más de una perspectiva. Ejemplar porque
que quisiera conservar el mismo lugar: «lo simbólico». No muestra un proceso de represión en marcha. Ejemplar de-
puedo, aquí, encontrar el espacio para una crítica de estos bido a que demuestra que el recuerdo es bien diferente de
diversos avatares. la fantasía inconciente que de él surge, así como, por otra
parte, de la fantasía conciente, retoño de la precedente. Se
trata de: «Pegan a un niño».27Comenté hace tiempo este
Volvamos otra vez a las reminiscencias y a su forma J !

texto, tomando en particular la noción de apuntalamien-


principal, las escenas.
En toda la discusión acerca de las famosas escenas, su Hoy vuelvo a él con un arsenal conceptual proveniente
realidad, su inverosimilitud, la posibilidad de recordarlas, más diredamente de la teoría de la seducción generalizada:
parecería que se ha producido un acantonamiento en dos
1
mensaje, traducción, fracaso parcial de la traducción.
elementos antitéticos que se oponen como lo harían (en una Recuerdo, entonces, las tres formulaciones propuestas
epistemología de carácter muy discutible) el hecho físico en por F'reud como una secuencia mnológica, y nacidas -nos
bruto y la teorización del físico. Así aparece, ya que Vider- dice él- de varios análisis (cuatro pacientes).
man nos ayuda a clarificar las cosas, la escena de Groucha 1. Mi padre golpea a un hermanito-o-her~nanita.~~
en el «Hombre de los bbos»: 2. Mi padre me pega.
3. Pegan a un niño.
«Es -nos dice- una escena histórica, en el sentido de que 1
se trata de un acontecimientoreal y fechado; no se trata de En la tercera etapa, no tengo nada que agregar a la des-
la historia. No más que 'Cesar cruzó por el Rubicón" (. . .) cripción y a la perfecta explicación de Freud: se trata de
Se trata de hechos objetivos, comparables para los historia- una fantasía perversa conciente, que acompaña a una mas-
dores a la trayectoria de un cuerpo del mundo físico (. . .) Pa- turbación y que desemboca en el orgasmo. Esta fantasía es
ra que esta escena se anime, entre a estar viva y nos hable, un retorno de la fantasía inconciente (número 2), y su deri-
es necesario que F'reud mismo hable.% vación procede por multiples vías: neutralización, compro-
d miso entre la forma sádica del fantasma y el tipo masoquis-
Se pasan por alto aquí dos cosas (y bajo esa expresión se, ta de la satisfacción, desplazamiento de la culpabilidad,
O

impersonal, sitúo no sólo a Viderman, sino también a sus complejo de masculinidad, etcétera.
contradidores,y sin duda, a F'reud mismo): 1) Que antes de
la interpretacihn de F'reud existe una proto-interpretación GW,XII, págs. 195-226;en AE, vol. 17, 1979, págs. 173-200.
m Cf. Me et mort en psychanalyse, París: Flammarion, 1970, cap. V
por el sujeto mismo, de suerte que la interpretación psico- (reed. colección aChampsm, 1989).Ed. cast. Mda y muerte enpsicoanálisis,
analítica no ocurre jamás sino en segundo término. 2) Aún Buenoe Aires: Amomortu editores, 1973,cap. 5.
Geschwiste~hemel alemán designa de este modo a un miembro de la
28 d a bouteille h la mem, op. cit., pág. 343. fratría, sin considerar su sexo. Asimismo, Kind, el niño, es neutro.
bien trivial, de que todo pensamiento, aunque fuese ficción, más importante lo que debe interpretarse no es del orden
es un fenómeno psíquico entre otros, digno de ser conside- de lo fáctico en bruto, ni incluso de lo fáctico histórico, en el
rado y estudiado como tal. sentido del estúpido d u a n sin Tierra pasó por allú. Sin em-
Existen otros retonios (deformados, como lo es un ure- bargo, mi objeción no radica en decir, como se ha mostrado
torno de lo reprimido») de lo que F'reud presintió y quiso de modo harto abundante, que «los hechos humanos no son
cercar constantemente, esto psíquico duro-como-el-hierro, cosas» y, en la acepción más general, que utienen un senti-
tal vez más resistente que el hecho perceptivo mismo; uno d ~Sino . que las escenas infantiles, aquellas de las que se
de esos retornos tiene el nombre de dantasía originaria»; el i ocupa el psicwruílisis, sólo cobmn importancia por los K
otro, siempre en F'reud, «ello»primordial anclado en lo bio- mensajes que liberan.
lógico; en Lacan, por último, puede detedarse, bajo la capa Me apoyaré aquí en un texto de F'reud, que me parece
del estruduralismo, un retorno de la misma exigencia, algo ejemplar desde más de una perspectiva. Ejemplar porque
que quisiera conservar el mismo lugar: «lo simbólico». No muestra un proceso de represión en marcha. Ejemplar de-
puedo, aquí, encontrar el espacio para una crítica de estos bido a que demuestra que el recuerdo es bien diferente de
diversos avatares. la fantasía inconciente que de él surge, así como, por otra
parte, de la fantasía conciente, retoño de la precedente. Se
Volvamos otra vez a las reminiscencias y a su forma ! trata de: «Pegan a un niño».27Comenté hace tiempo este
principal, las escenas. texto, tomando en particular la noción de apuntalamien-
En toda la discusión acerca de las famosas escenas, su Hoy vuelvo a él con un arsenal conceptual proveniente
realidad, su inverosimilitud, la posibilidad de recordarlas, más diredamente de la teoría de la seducción generalizada:
parecería que se ha producido un acantonamiento en dos
1
mensaje, traducción, fracaso parcial de la traducción.
elementos antitéticos que se oponen como lo harían (en una Recuerdo, entonces, las tres formulaciones propuestas
epistemología de carácter muy discutible) el hecho físico en por F'reud como una secuencia mnológica, y nacidas -nos
bruto y la teorización del físico. Así aparece, ya que Vider- dice él- de varios análisis (cuatro pacientes).
man nos ayuda a clarificar las cosas, la escena de Groucha 1. Mi padre golpea a un hermanito-o-her~nanita.~~
en el «Hombre de los bbos»: 2. Mi padre me pega.
3. Pegan a un niño.
«Es -nos dice- una escena histórica, en el sentido de que 1
se trata de un acontecimientoreal y fechado; no se trata de En la tercera etapa, no tengo nada que agregar a la des-
la historia. No más que 'Cesar cruzó por el Rubicón" (. . .) cripción y a la perfecta explicación de Freud: se trata de
Se trata de hechos objetivos, comparables para los historia- una fantasía perversa conciente, que acompaña a una mas-
dores a la trayectoria de un cuerpo del mundo físico (. . .) Pa- turbación y que desemboca en el orgasmo. Esta fantasía es
ra que esta escena se anime, entre a estar viva y nos hable, un retorno de la fantasía inconciente (número 2), y su deri-
es necesario que F'reud mismo hable.% vación procede por multiples vías: neutralización, compro-
d miso entre la forma sádica del fantasma y el tipo masoquis-
Se pasan por alto aquí dos cosas (y bajo esa expresión se, ta de la satisfacción, desplazamiento de la culpabilidad,
O

impersonal, sitúo no sólo a Viderman, sino también a sus complejo de masculinidad, etcétera.
contradidores,y sin duda, a F'reud mismo): 1) Que antes de
la interpretacihn de F'reud existe una proto-interpretación GW,XII, págs. 195-226;en AE, vol. 17, 1979, págs. 173-200.
m Cf. Me et mort en psychanalyse, París: Flammarion, 1970, cap. V
por el sujeto mismo, de suerte que la interpretación psico- (reed. colección aChampsm, 1989).Ed. cast. Mda y muerte enpsicoanálisis,
analítica no ocurre jamás sino en segundo término. 2) Aún Buenoe Aires: Amomortu editores, 1973,cap. 5.
Geschwiste~hemel alemán designa de este modo a un miembro de la
28 d a bouteille h la mem, op. cit., pág. 343. fratría, sin considerar su sexo. Asimismo, Kind, el niño, es neutro.
Concentrémonos en los estadios 1 y 2. Freud los designa tra claramente que &lo con esta comienza la fantasía pro-
a veces como dos etapas de una misma fantasía, pero, mi- piamente dicha; pero, por otra parte, tal formulación (en
rándolas con mayor detenimiento, ¿cómo atribuirles el mis- 1919) viene como a amenazar e incluso a desvalorizar la
mo tipo de realidad? mcepción de las dantasíaa originarias+filogenéticas, for-
El estadio 2 es efectivamente lo que llamamos una fan- mulada dos o tres añoe antes. Así,una fantasía inconciente
tasía inconciente. Posee su carácter fijo y estereotipado; puede ser aoriginab sin dejar de ser el producto de un pm-
inaccesible a toda recomposición, lo es tanto más ya que oeso individual,y sin que sea neceeario referirse a lo arque-
nunca puede devenir conciente. Es únicamente construida tipicó y al inconciente de la especie.
por el análisis: Observación capital, por último: la fantasía inconciente
no es el calco de la eecena conciente, recuerdo fiel que sim-
«Esta segunda fase es, de todas, la más importante y grá- plemente habría sucumbido a la amnesia infantil. Lcr mpm-
vida en consecuencias; pero en cierto sentido puede decirse swn es algo totalmente distinto de una puesta en memoria.
de ella que nunca ha tenido una existencia real. En ningún Es el momento de tratar de describir de otro modo el
caso es recordada, nunca ha llegado a devenir-conciente. Se proceso cuyas etapas Freud traza tan claramente.
trata de una construcción del análisis, mas no por ello es En el primer tiempo, los acontecimientos reales ocurri-
menos necesaria^.^^ dos entre los protagonistas familiares son algo muy dis-
tinto de puras secuencias materiales. Me parece evidente
En cambio, para la primera fase, Freud vacila abierta- que, de un modo u otro, estas son pmpuestas al niño. No es
mente, y más bien se inclina a atribuirle carácter real: como se pega una figurita en un á l b d que se le pega a
un hermanito-o-hermanita,en presencia de Tam-
uEn verdad podemos vacilar en cuanto a si ya a este grado poco es neutro e inocente @ara el inconciente de Groucha)
previo de la posterior fantasía de paliza debe concedérsele lavar el piso delante de wgo~,con las nalgas prominentes.
el carácter de una 'fantasía". Quizá se trate más bien de El hecho de que el padre se dirija al espectador de la es-
recuerdos de esos hechos que uno ha presenciado, de deseos cena se manifiesta, en Freud, en una adjunción añadida a
que surgen a raíz de diversas ocasiones; pero estas dudas la primera formulación: «el padre golpea al hermanito-o-
no tienen importancia alguna».31 hermanita / que yo odia.
Este «queyo odio»no es un elemento fáctico, perceptivo,
Esta última cita es reveladora de una posición bien dife- de la escena. Es un elemento contextual. No pertenece a
rente que en el caso del *Hombre de los L,obos». La escena uno u otro protagonista, sino que es su secreto o su tesoro
real es variable, poco importan sus detalles, y tal vez es es- común. Que yo odie al hermanito-o-hermanita y que, sa-
ta variabilidad la que signa su carácter vivencial. Diferen- biendo esto, mi padm le pegue ante mí, confirma bien que él
tes circunstancias - d i r e m o s - han podido vehiculizar un me dirige un mensaje.
mismo mensaje, y este ha podido ser repetido de diversas Llego ahora a un segundo agregado, que Freud incorpo-
maneras. . . «Estas dudas no tienen importancia alguna* rará a lo que llama el primer estadio: «Mi padre le pega al
-concluye Fieud. hermanito+hennanita/que yo odio/él sólo me quiere a mi».
Por su parte, cualificación significativa, la escena nú-
mero 2, inconciente, es cualificada como «fantasía original» 33 [En M s en el original: ebrrttre un oeub (batir un huevo) y abrrttre
(ursprüngliche ~ h a n t a s i e ) lo
: ~que,
~ por una parte, mues- un enfanb (pegar a un niño). d o es como m bate (bat)una clara de huevo
en la cocina que m pega (brrt) a un hermanito-o-hermanitaen presencia
de egm. (N. de la 211
GW, XII, pág. 204; en AE,vol. 17, 1979, pág. 183. Teirnino que utilizo aquí, sin connotación metafísica, para designar,
31 GW, XII, pág. 204; en AE,vol. 17, 1979, pág. 182. como lo hacen loe etnólogos, al individuo *del que se tratan, en el interior
32 GW, XII, pág. 223;en AE,vol. 17, 1979, págs. 197-8. de lae relaciones de parenteeco.
Concentrémonos en los estadios 1 y 2. Freud los designa tra claramente que &lo con esta comienza la fantasía pro-
a veces como dos etapas de una misma fantasía, pero, mi- piamente dicha; pero, por otra parte, tal formulación (en
rándolas con mayor detenimiento, ¿cómo atribuirles el mis- 1919) viene como a amenazar e incluso a desvalorizar la
mo tipo de realidad? mcepción de las dantasíaa originarias+filogenéticas, for-
El estadio 2 es efectivamente lo que llamamos una fan- mulada dos o tres añoe antes. Así,una fantasía inconciente
tasía inconciente. Posee su carácter fijo y estereotipado; puede ser aoriginab sin dejar de ser el producto de un pm-
inaccesible a toda recomposición, lo es tanto más ya que oeso individual,y sin que sea neceeario referirse a lo arque-
nunca puede devenir conciente. Es únicamente construida tipicó y al inconciente de la especie.
por el análisis: Observación capital, por último: la fantasía inconciente
no es el calco de la eecena conciente, recuerdo fiel que sim-
«Esta segunda fase es, de todas, la más importante y grá- plemente habría sucumbido a la amnesia infantil. Lcr mpm-
vida en consecuencias; pero en cierto sentido puede decirse swn es algo totalmente distinto de una puesta en memoria.
de ella que nunca ha tenido una existencia real. En ningún Es el momento de tratar de describir de otro modo el
caso es recordada, nunca ha llegado a devenir-conciente. Se proceso cuyas etapas Freud traza tan claramente.
trata de una construcción del análisis, mas no por ello es En el primer tiempo, los acontecimientos reales ocurri-
menos necesaria^.^^ dos entre los protagonistas familiares son algo muy dis-
tinto de puras secuencias materiales. Me parece evidente
En cambio, para la primera fase, Freud vacila abierta- que, de un modo u otro, estas son pmpuestas al niño. No es
mente, y más bien se inclina a atribuirle carácter real: como se pega una figurita en un á l b d que se le pega a
un hermanito-o-hermanita,en presencia de Tam-
uEn verdad podemos vacilar en cuanto a si ya a este grado poco es neutro e inocente @ara el inconciente de Groucha)
previo de la posterior fantasía de paliza debe concedérsele lavar el piso delante de wgo~,con las nalgas prominentes.
el carácter de una 'fantasía". Quizá se trate más bien de El hecho de que el padre se dirija al espectador de la es-
recuerdos de esos hechos que uno ha presenciado, de deseos cena se manifiesta, en Freud, en una adjunción añadida a
que surgen a raíz de diversas ocasiones; pero estas dudas la primera formulación: «el padre golpea al hermanito-o-
no tienen importancia alguna».31 hermanita / que yo odia.
Este «queyo odio»no es un elemento fáctico, perceptivo,
Esta última cita es reveladora de una posición bien dife- de la escena. Es un elemento contextual. No pertenece a
rente que en el caso del *Hombre de los L,obos». La escena uno u otro protagonista, sino que es su secreto o su tesoro
real es variable, poco importan sus detalles, y tal vez es es- común. Que yo odie al hermanito-o-hermanita y que, sa-
ta variabilidad la que signa su carácter vivencial. Diferen- biendo esto, mi padm le pegue ante mí, confirma bien que él
tes circunstancias - d i r e m o s - han podido vehiculizar un me dirige un mensaje.
mismo mensaje, y este ha podido ser repetido de diversas Llego ahora a un segundo agregado, que Freud incorpo-
maneras. . . «Estas dudas no tienen importancia alguna* rará a lo que llama el primer estadio: «Mi padre le pega al
-concluye Fieud. hermanito+hennanita/que yo odio/él sólo me quiere a mi».
Por su parte, cualificación significativa, la escena nú-
mero 2, inconciente, es cualificada como «fantasía original» 33 [En M s en el original: ebrrttre un oeub (batir un huevo) y abrrttre
(ursprüngliche ~ h a n t a s i e ) lo
: ~que,
~ por una parte, mues- un enfanb (pegar a un niño). d o es como m bate (bat)una clara de huevo
en la cocina que m pega (brrt) a un hermanito-o-hermanitaen presencia
de egm. (N. de la 211
GW, XII, pág. 204; en AE,vol. 17, 1979, pág. 183. Teirnino que utilizo aquí, sin connotación metafísica, para designar,
31 GW, XII, pág. 204; en AE,vol. 17, 1979, pág. 182. como lo hacen loe etnólogos, al individuo *del que se tratan, en el interior
32 GW, XII, pág. 223;en AE,vol. 17, 1979, págs. 197-8. de lae relaciones de parenteeco.
Aun menos que el primer agregado, este no forma parte Significante o mensaje -agrego- «enigmático».Pero
de lo percibido. Avancemos con la seguridad total de que se rechazo de inmediato la idea de que todo significante es
trata de una interpretación o, más exactamente de una tm- enigmático, si se quiere entender por ello -lo cual sería
ducción, hecha otrora por Mego» y reconstruida en el análi- bien trivial- que él ea p~lisémico.~~ Si debiera abandonar
sis. Desarrollo, siguiendo a Freud de muy cerca, la secuen- 1 a mis objetores el término enigmático», forjaría entonces
cia: u m i padre le pega [ante míJ al hermanito-o-hermanita la expresión «significante comprometido»,en el doble sen-
.
que odio». . «Esto quiere decir [das heisst]: mi padre no tido en que este es un compromiso, como el síntoma, y en
quiere a ese otro niño, él sólo me quiere a mí».35 que btá compmmetidopor el inconciente de quien lo emite.
i
Señalemos al pasar, para refutar a quien quisiera hacer Porque -se siente un poco de vergüenza al decirlo- el
del proceso tradudivo algo puramente «inteledual»,el rol psicoanálisis, a continuación de Freud, olvida señalar que
principal del afecto,que aparece aquí a la vez en el contexto la represión y el inconciente están presentes en el otro an-
de partida, y en la traducción de llegada. tes de estarlo en el niño: en los padres del Hombre de los
Me queda por justificar hasta el fin esta teoría traduc- Lobos, en Groucha, y en el padre que pega.
tiva de la represión, cuya formulación originaria encontré El padre que upega al hermanito-o-hennanitaudice más
en la carta 52/112 de Freud a Fliess: «El rehusamiento de de lo que quierre decir. Quiere decir, por ejemplo: «Hay que
la traducción es aquello que clínicamente se llama "repre- 1 castigar a los niños desobedientes, para educarlos». Más
sión". Subsiste así un anacronismo en cierta provincia, diredamente, dirigiéndose a ego: «Vesbien que eres más in-
unos fueros están aún vigentes».36 teligente que él. . .no eres tú quien merecería tal golpiza. . .B.
¿Por qué traducción y no interpretación? Es porque esta Pero es apenas que este padre sabe lo que quiere decir
dtima palabra, si bien aproximativamente exacta, resulta algo como: «porque te quiero te aporreo^.^^ h u c i ó n ambi-
insuficiente. Demasiado vasta; y también se abre demasia- gua, ya que, concientemente, amar y castigar son los dos
do sobre las facilidades de la hermenéutica. Interpreto cier- polos de toda buena educación, pero, inconcientemente,
tamente un discurso O.un tradudor además se llama «in- tienden a confundirse.
-
térprete*), pero interpreto también la toma de la Bastilla Por último, el padre no sabe en absoluto que él dice una
como signo de un debilitamiento de la nobleza, y precursor cantidad de otras cosas, como: «quereres pegar, forzar, co-
de la guillotina. pular, como, por ejemplo, lo hago con tu madre. . . y esto no
Lo que se traduce, específicamente, no es un signo natu- sólo genitalmente sino también analmente; ya que, ¿de qué
ral, ni tampoco histórico. Es un mensaje, un sign5cante o otro modo se forzaría a un "hermanito-o-hermanita"?etc.».
una secuencia de significantes. Para que haya traducción, Ante este mensaje enigmático, mensaje comprometido '

es preciso que alguien haya querido decir algo. por múltiples resurgirnientos inconcientes, el niño lo tra-
Vemos que recurro nuevamente a la categoría del men- duce lo mejor posible, con el lenguaje del que di.spone?O
saje o del significante enigmático, donde el término amen-
saje»insiste en la noción de significante, en el hecho de que 38 Sin ninguna duda, Freud y luego Jones, a partir de él, llaman sím-
este representa a alguien (el «sujeto»,dice Lacan) para un bolo, en sentido psicoanalítico, no a toda representación indirecta y poli-
sémica, sino sólo a aquella en la que lo simbolizado es inconciente. Debido
otro; es esto lo que puede llamarse incluso el aspecto #des- a ello, el símbolo reencuentra la antigua expresión de 1895:es el síntoma,
tinación» del ~ignificante.~~ como producción del inconciente, lo que constituye un .símbolo mnémicon.
39 [En el original: @i aime bien chcitie bien, (algo así como: gel que
35 GW,XII, pág. 206; en AE, vol. 17,1979,pág. 184. quiere bien castiga bienir. (N. de la T.)]
3e Carta 112 del 6 de diciembre de 1896 (Carta 52 de la antigua nume- 40 Se comprenderá, evidentemente, que llamo aquí alenguaje~,exacta-
ración). Cf. AE, vol. 1, 1982,pág. 276. mente como lo hace Freud, a atoda especie de expresión de la vida psí-
La noción de dirección es indispensable para comprender la obra cul- quica, y no sólo al lenguaje verbal. Cf. aL'intér6t de la psychanalyse~,en
tural, así wmo para restablecer la conjunción entre esta y la drasferen- Résultats, idées, pmblemes, 1, París:PUF,1984, pág. 198; G W,VIII, pág.
cia. 403; en AE, *El interés por el psicoanálisis~,vol. 13, 1980,pág. 179.
Aun menos que el primer agregado, este no forma parte Significante o mensaje -agrego- «enigmático».Pero
de lo percibido. Avancemos con la seguridad total de que se rechazo de inmediato la idea de que todo significante es
trata de una interpretación o, más exactamente de una tm- enigmático, si se quiere entender por ello -lo cual sería
ducción, hecha otrora por Mego» y reconstruida en el análi- bien trivial- que él ea p~lisémico.~~ Si debiera abandonar
sis. Desarrollo, siguiendo a Freud de muy cerca, la secuen- 1 a mis objetores el término enigmático», forjaría entonces
cia: u m i padre le pega [ante míJ al hermanito-o-hermanita la expresión «significante comprometido»,en el doble sen-
.
que odio». . «Esto quiere decir [das heisst]: mi padre no tido en que este es un compromiso, como el síntoma, y en
quiere a ese otro niño, él sólo me quiere a mí».35 que btá compmmetidopor el inconciente de quien lo emite.
i
Señalemos al pasar, para refutar a quien quisiera hacer Porque -se siente un poco de vergüenza al decirlo- el
del proceso tradudivo algo puramente «inteledual»,el rol psicoanálisis, a continuación de Freud, olvida señalar que
principal del afecto,que aparece aquí a la vez en el contexto la represión y el inconciente están presentes en el otro an-
de partida, y en la traducción de llegada. tes de estarlo en el niño: en los padres del Hombre de los
Me queda por justificar hasta el fin esta teoría traduc- Lobos, en Groucha, y en el padre que pega.
tiva de la represión, cuya formulación originaria encontré El padre que upega al hermanito-o-hennanitaudice más
en la carta 52/112 de Freud a Fliess: «El rehusamiento de de lo que quierre decir. Quiere decir, por ejemplo: «Hay que
la traducción es aquello que clínicamente se llama "repre- 1 castigar a los niños desobedientes, para educarlos». Más
sión". Subsiste así un anacronismo en cierta provincia, diredamente, dirigiéndose a ego: «Vesbien que eres más in-
unos fueros están aún vigentes».36 teligente que él. . .no eres tú quien merecería tal golpiza. . .B.
¿Por qué traducción y no interpretación? Es porque esta Pero es apenas que este padre sabe lo que quiere decir
dtima palabra, si bien aproximativamente exacta, resulta algo como: «porque te quiero te aporreo^.^^ h u c i ó n ambi-
insuficiente. Demasiado vasta; y también se abre demasia- gua, ya que, concientemente, amar y castigar son los dos
do sobre las facilidades de la hermenéutica. Interpreto cier- polos de toda buena educación, pero, inconcientemente,
tamente un discurso O.un tradudor además se llama «in- tienden a confundirse.
-
térprete*), pero interpreto también la toma de la Bastilla Por último, el padre no sabe en absoluto que él dice una
como signo de un debilitamiento de la nobleza, y precursor cantidad de otras cosas, como: «quereres pegar, forzar, co-
de la guillotina. pular, como, por ejemplo, lo hago con tu madre. . . y esto no
Lo que se traduce, específicamente, no es un signo natu- sólo genitalmente sino también analmente; ya que, ¿de qué
ral, ni tampoco histórico. Es un mensaje, un sign5cante o otro modo se forzaría a un "hermanito-o-hermanita"?etc.».
una secuencia de significantes. Para que haya traducción, Ante este mensaje enigmático, mensaje comprometido '

es preciso que alguien haya querido decir algo. por múltiples resurgirnientos inconcientes, el niño lo tra-
Vemos que recurro nuevamente a la categoría del men- duce lo mejor posible, con el lenguaje del que di.spone?O
saje o del significante enigmático, donde el término amen-
saje»insiste en la noción de significante, en el hecho de que 38 Sin ninguna duda, Freud y luego Jones, a partir de él, llaman sím-
este representa a alguien (el «sujeto»,dice Lacan) para un bolo, en sentido psicoanalítico, no a toda representación indirecta y poli-
sémica, sino sólo a aquella en la que lo simbolizado es inconciente. Debido
otro; es esto lo que puede llamarse incluso el aspecto #des- a ello, el símbolo reencuentra la antigua expresión de 1895:es el síntoma,
tinación» del ~ignificante.~~ como producción del inconciente, lo que constituye un .símbolo mnémicon.
39 [En el original: @i aime bien chcitie bien, (algo así como: gel que
35 GW,XII, pág. 206; en AE, vol. 17,1979,pág. 184. quiere bien castiga bienir. (N. de la T.)]
3e Carta 112 del 6 de diciembre de 1896 (Carta 52 de la antigua nume- 40 Se comprenderá, evidentemente, que llamo aquí alenguaje~,exacta-
ración). Cf. AE, vol. 1, 1982,pág. 276. mente como lo hace Freud, a atoda especie de expresión de la vida psí-
La noción de dirección es indispensable para comprender la obra cul- quica, y no sólo al lenguaje verbal. Cf. aL'intér6t de la psychanalyse~,en
tural, así wmo para restablecer la conjunción entre esta y la drasferen- Résultats, idées, pmblemes, 1, París:PUF,1984, pág. 198; G W,VIII, pág.
cia. 403; en AE, *El interés por el psicoanálisis~,vol. 13, 1980,pág. 179.
Esta traducción es exactamente el texto hablado-vivido- siempre con la famosa parodia del psicoanálisis, anticipada
sentido: m i padre no quiere a ese otro niño, sólo me quiere genialmente por Molikre: aY por eso vuestra hija es muda».
a mí». En el otro caso, ella rubrica que los hechos humanos
Lo que se ha dejado caer en esta traducción es el aspedo siempre tienen a u n sentidom, pero agrega, demasiado rá-
oscuro del mensaje, según el cual se ama, sexualmente ha- 1 pido, que este sentido ea conferido, a un dato inerte, por
blando, pegando y forzando. Estos ufuerom, esta «supervi- ego. Ego infantil, luego ego de la cura, concebido como una
vencia» (Überlebsel) forman precisamente la fantasia in- suerte de colectivo interpretante. Pero la hipótesis crea-
conciente, fantasia fija e inmutable, no historizada, hasta 1
tivista, donación de sentido cuya acción sería
designificada, estúpida, inaccesible directamente, fantasía no puede quedar suspendida en el aire: cuando Freud mis-
verdaderamente original, que no puede ser jalonada sino mo se arriesga a ello con el pequeño Hans, inyectando, por
por los retoños perversos que conocemos.41 así decir, el complejo de Edipo en la situación, atrae sobre sí
de inmediato la pregunta: u¿El profesor habla entonces con
Para hablar de la intepretación psicoanalítica, y de su
estatuto entre determinismo y hermenéutica, no podía evi- el buen Dios para poder saber todo de ante mano?^. Del mis-
tar esta larga introducción a la tercera categoría, que pro- mo modo, la hermenéutica a la Jung o a la Ricoeur, arecap-
tura de un discurso en otro discurscu, intenta apenas disi-
pongo situar en el lugar postulado por F'reud cuando habla
? mular sus intenciones normativas y sus anclajes teológicos.
de «realidadpsíquica».Al lado de la realidad perceptiva y al I
lado de la realidad psicológica, cuya fantasía conciente-pre- Entre determinismo y hermenéutica, ¿qué aportan la
conciente constituye un sector fundamental, habría que noción de mensaje enigmático y aquella, correlativa, de tra-
planteal; como tercem realidacl, la del mensaje, es decir, la 1
ducción? Con el mensaje, la idea de que hay sentido exis-
del significante en tanto que está dirigido por alguien a tente, preexistente, propuesto al sujeto, y del cual no es el
alguien. Decir que esta categoría se encuentra práctica- dueño, sino que sólo se puede adueñar de él sometiéndose-
mente ausente del pensamiento freudiano es decir que el le. Con la noción de enigma aparece una ruptura del deter-
otro, el otro humano, también se encuentra ausente en ella, rninisrno: en la medida en que el emisor del mensaje enig-
en tanto fuente de mensajes. El otro, en particular paren- mático ignora la mayor parte de lo que quiere decir, y en la
tal, no está casi allí sino como protagonista abstracto de medida en que el niño no posee más que medios inadecua-
una escena, o como soporte de proyecciones: esto en F'reud, dos e imperfectos de plasmación o de teorización de lo que
pero también, y aun más, en Klein, por ejemplo.

1
le es comunicado, resulta descalificada cualquier causali-
La interpretación se ve desde entonces entrampada en dad lineal entre el inconciente y el discurso parental, por
el dualismo sin salida de una pura fadicidad y de una ima- L un lado, y lo que con él hace el niño, por el otro. Todas las
ginación creadora. fórmulas lacanianas sobre el inconciente como «discurso
J
En un caso, ella reconstituye pacientemente «hechos», del otro,, o sobre el niño «síntoma de los padres», deses-
de los que espera ver surgir un determinismo que explique timan la ruptura, la modificación profunda que se produce
el presente por el pasado.42Una explicación que se topará entre uno y otro, comparable a un metabolismo que des-
compone el alimento en sus elementos y recompone a partir
41 *Mi padre me pega.. ¿Es o no esta fantasia inconciente un recuerdo de ellos un ensamblaje totalmente distinto.
individual sepultado?¿Es o no un esquema arcaico, trasmitido por heren- Metabolismo -metábola- ¿por qué hablar también so-
cia, una suerte de quinta afantasía originaria, que hay que agregar a las
otras cuatro? Si, como nosotros, se responde que no a estas dos preguntas,
bre traducción? Es en particular porque (como intenté de
¿por qué no poner definitivamente en duda que los contenidos represen-
tativos del ello sean, por una parte, esquemas memoriales, hereditarios y,
por otra, recuerdos reprimidos? 43 Este es el mntido que los henneneutas pretenden dar al ap&-coup
42 Es este el sentido banal y habitual del apres-coup en la obra de freudiano: una retioaeción del presente sobre el pasado, que invierte la
Freud: una acción diferida del pasado sobre el presente. flecha del tiempo (cf. Thoma y Kachele, op. cit., t. 11, págs. 111-5).
siempre con la famosa parodia del psicoanálisis, anticipada
genialmente por Moliere: «Y por eso vuestra hija es muda».
En el otro caso, ella rubrica que los hechos humanos
siempre tienen «un sentido», pero agrega, demasiado rá­
pido, que este sentido es conferido, a un dato inerte, por
ego. Ego infantil, luego ego de la cura, concebido como una
suerte de colectivo interpretante. Pero la hipótesis crea­
tivista, donación de sentido cuya acción sería retroactiva,43
no puede quedar suspendida en el aire: cuando Fl'eud mis­
mo se arriesga a ello con el pequeño Hans, inyectando, por
así decir, el complejo de Edipo en la situación, atrae sobre sí
de inmediato la pregunta: «i.El profesor habla entonces con
el buen Dios para poder saber todo de antemano?». Del mis­
mo modo, la hermenéutica a la Jung o a la Ricoeur, «recap·
tura de un discurso en otro discurso», intenta apenas disi­
mular sus intenciones normativas y sus anclajes teológicos.
Entre determinismo y hermenéutica, ¿qué a portan la
noción de mensaje enigmático y aquella, correlativa, de tra­ M
ducción? Con el mensaje, la idea de que hay sentido exis­
tente, preexistente, propuesto al sujeto, y del cual no es el
dueño, sino que sólo se puede adueñar de él sometiéndose­
le. Con la noción de enigma aparece una ruptura del deter­
minismo: en la medida en que el emisor del mensaje enig­
mático ignora la mayor parte de lo que quiere decir, y en la
medida en que el niño no posee más que medios inadecua­
dos e imperfectos de plasmación o de teorización de lo que
le es comunicado, resulta descalificada cualquier causali­
dad lineal entre el inconciente y el discurso parental, por
un lado, y lo que con él hace el niño, por el otro. Todas las
fórmulas lacanianas sobre el inconciente como «discurso
del otro», o sobre el niño «síntoma de los padres», deses­
timan la ruptura, la modificación profunda que se produce
entre uno y otro, comparable a un metabolismo que des­
compone el alimento en sus elementos y recompone a partir
de ellos un ensamblaje totalmente distinto.
Metabolismo -metábola- ¿por qué hablar también so­
bre traducción? Es en particular porque (como intenté de

43 Este es el sentido que los henneneutas pretenden dar al apres-coup


freudiano: una retroacción del presente sobre el pasado, que invierte la
flecha del tiempo (cf. Thomii y Kiichele, op. cit., t. 11, págs. 111-5).

161
mostrarlo en otra parte)44toda traducción auténtica supo- sías, negando así que denoten, intencionalmente, de ma-
ne una detraducción, es decir, postula que lo que le es pro- nera irreductible, un pasado efectivo. Es en el seno de estos
puesto es ya, de algún modo, una traducción. Aquel que tra- recuerdos donde se hallan, dispersas, a menudo fragmenta-
duce es el individuo humano, a quien he llamado, por como- das o repetidas, las escenas principales, aquellas que están
didad, uego*. Desde la primera infancia él traduce, pero se como atravesadas por los mensajes parentales enigmáticos.
entendería mal esta palabra si se viera en ella un proceso 2. Construccioneso ideologías o teorías que representan
simplemente ideativo. Las teorías sexuales infantiles, que el modo en que ego sintetiza para sí mismo su existencia:
son uno de los prototipos de esta «traducción», implican aproximativamente,pero también compulsivamente.
una manera total -a la vez afectiva, imaginativa, intelec- 3. Retoño8 de lo reprimido original, en sí mismo inacce-
tual y activa- de situarse con relación al mensaje adulto. sible: lo que llamamos Caormaciones del inconcienb.
Indudablemente, ego no cesará de traducir luego, du-
Sólo por comodidad distinguirnos estos tres tipos de ma-
rante toda su vida. Pero, a menudo, a diferencia del niño, el
teriales porque, evidentemente, se encuentran constante-
adulto no hace más que traducir sus traducciones antiguas,
mente mezclados, en los compromisos más variables.
dándoles, por así decir, ureediciones~.La comparación con
¿Qué aporta el descubrimiento freudiano? ¿Es enunciar
la traducción, en el sentido técnico de la palabra, por imper-
una tautología -o bien, no sería acaso r e a f i a r algo am-
fecta que sea, puede ayudarnos: ego cree traducir a Freud,
pliamente olvidad* decir que, ante todo, aporta. . . el ami-
pero traduce a Strachey. . .
lisis? Ante todo, como insiste F'reud, un método. «Métodode
Sin embargo, no nos empecinemos en imponer el mono-
las asociaciones libres polarizadas por la trasferencia~,así
polio de este término y aceptemos sin dificultad adjuntarle
se lo podría definir. No pudiendo, aquí, desarrollar una con-
equivalentes: construcción (o auto-construcción), ideologi-
cepción de la trasferencia (como trasferencia de la situación
zación, auto-teorización («teoría», tomada en el sentido de
enigmática de destinación ~riginal):~necesito sólo insistir
las «teorías sexuales infantiles*).
en el hecho de que el psicoanálisis -a lo largo de las cade-
¿Cómo situar, con relación a este proceso tan antiguo co-
nas de libre asociación- analiza, es decir, descompone,
mo el hombre mismo, al psicoanálisis, a su inaudito descu-
remite a elementos discretos.
brimiento y a la dinámica que instaura? En una palabra:
Este es, en mi opinión, el sentido de la modificación ter-
permitir una auto-construcción más englobante, menos
minológica introducida en «Construccionesen el análisis»:
sujeta a lo «no traducido». No por medio de un levanta-
r e a f i i a r el hecho de que la interpretación del analista es
miento de la amnesia, sino por una deconstrucción de las
el exacto correlato de las asociaciones libres, de las que vie-
construcciones antiguas, correlativas a un levantamiento,
ne sólo a puntuar el curso, subrayando los cortes o puntos
parcial, de las represiones.
nodales. Nada que objetar entonces a la redefinición de
«¿Qué clase de materiales pone a nuestra disposición
[el paciente] en el análisis. . .?N, se pregunta Freud en N Freud: «el término interpretación se refiere a la manera en
la cual nos ocupamos de un elemento aislado del material,
«Construccionesen el análisis~?~ Respondamos organizan-
una ocurrencia, una operación fallida, e t c . ~El . ~término
~
do estos materiales de un modo un tanto diferente del de él: alemán deuten, Deutung, es aquí mucho más elocuente, y
1. Recuerdos o fragmentos de recuerdos, ciertamente mucho menos uhermenéutico~que la palabra francesa
más o menos deformados, ideologizados, pero a los cuales uinte~prétatwn~ [interpretación]: &ten auf es indicar con
es vano e hipócrita poner en el mismo plano que a las fanta- el dedo o con los ojos, «pinten, [puntuar], para retomar

En el capítulo del preaente volumen <El muro y la arcada*. 46 Cf., en el preeente volumen, el capitulo *De la trasferencia: su pro-
45 Résultats, idées, pmblemes, 11, París: PUF, 1985, pág. 270; GW,XVI, vocación por el analista*.
pág. 44; en AE, vol. 23,1980, pág. 260. 47 Ibid., pág. 273; GW,XVI, pág. 47; en AE, vol. 23, 1980,pág. 262.
mostrarlo en otra parte)44toda traducción auténtica supo- sías, negando así que denoten, intencionalmente, de ma-
ne una detraducción, es decir, postula que lo que le es pro- nera irreductible, un pasado efectivo. Es en el seno de estos
puesto es ya, de algún modo, una traducción. Aquel que tra- recuerdos donde se hallan, dispersas, a menudo fragmenta-
duce es el individuo humano, a quien he llamado, por como- das o repetidas, las escenas principales, aquellas que están
didad, uego*. Desde la primera infancia él traduce, pero se como atravesadas por los mensajes parentales enigmáticos.
entendería mal esta palabra si se viera en ella un proceso 2. Construccioneso ideologías o teorías que representan
simplemente ideativo. Las teorías sexuales infantiles, que el modo en que ego sintetiza para sí mismo su existencia:
son uno de los prototipos de esta «traducción», implican aproximativamente,pero también compulsivamente.
una manera total -a la vez afectiva, imaginativa, intelec- 3. Retoño8 de lo reprimido original, en sí mismo inacce-
tual y activa- de situarse con relación al mensaje adulto. sible: lo que llamamos Caormaciones del inconcienb.
Indudablemente, ego no cesará de traducir luego, du-
Sólo por comodidad distinguirnos estos tres tipos de ma-
rante toda su vida. Pero, a menudo, a diferencia del niño, el
teriales porque, evidentemente, se encuentran constante-
adulto no hace más que traducir sus traducciones antiguas,
mente mezclados, en los compromisos más variables.
dándoles, por así decir, ureediciones~.La comparación con
¿Qué aporta el descubrimiento freudiano? ¿Es enunciar
la traducción, en el sentido técnico de la palabra, por imper-
fecta que sea, puede ayudarnos: ego cree traducir a Freud,
una tautología -o bien, no sería acaso r e a f i a r algo am- O
pliamente olvidad* decir que, ante todo, aporta. . . el ami-
pero traduce a Strachey. . .
lisis? Ante todo, como insiste F'reud, un método. «Métodode
Sin embargo, no nos empecinemos en imponer el mono-
las asociaciones libres polarizadas por la trasferencia~,así
polio de este término y aceptemos sin dificultad adjuntarle
se lo podría definir. No pudiendo, aquí, desarrollar una con-
equivalentes: construcción (o auto-construcción), ideologi-
cepción de la trasferencia (como trasferencia de la situación
zación, auto-teorización («teoría», tomada en el sentido de
enigmática de destinación ~riginal):~necesito sólo insistir
las «teorías sexuales infantiles*).
en el hecho de que el psicoanálisis -a lo largo de las cade-
¿Cómo situar, con relación a este proceso tan antiguo co-
nas de libre asociación- analiza, es decir, descompone,
mo el hombre mismo, al psicoanálisis, a su inaudito descu-
remite a elementos discretos.
brimiento y a la dinámica que instaura? En una palabra:
Este es, en mi opinión, el sentido de la modificación ter-
permitir una auto-construcción más englobante, menos
minológica introducida en «Construccionesen el análisis»:
sujeta a lo «no traducido». No por medio de un levanta-
r e a f i i a r el hecho de que la interpretación del analista es
miento de la amnesia, sino por una deconstrucción de las
el exacto correlato de las asociaciones libres, de las que vie-
construcciones antiguas, correlativas a un levantamiento,
ne sólo a puntuar el curso, subrayando los cortes o puntos
parcial, de las represiones.
nodales. Nada que objetar entonces a la redefinición de
«¿Qué clase de materiales pone a nuestra disposición
Freud: «el término interpretación se refiere a la manera en
[el paciente] en el análisis. . .?N, se pregunta Freud en
la cual nos ocupamos de un elemento aislado del material,
«Construccionesen el análisis~?~ Respondamos organizan-
una ocurrencia, una operación fallida, e t c . ~El . ~término
~
do estos materiales de un modo un tanto diferente del de él: alemán deuten, Deutung, es aquí mucho más elocuente, y
1. Recuerdos o fragmentos de recuerdos, ciertamente mucho menos uhermenéutico~que la palabra francesa
más o menos deformados, ideologizados, pero a los cuales uinte~prétatwn~ [interpretación]: &ten auf es indicar con
es vano e hipócrita poner en el mismo plano que a las fanta- el dedo o con los ojos, «pinten, [puntuar], para retomar

En el capítulo del preaente volumen <El muro y la arcada*. 46 Cf., en el preeente volumen, el capitulo *De la trasferencia: su pro-
45 Résultats, idées, pmblemes, 11, París: PUF, 1985, pág. 270; GW,XVI, vocación por el analista*.
pág. 44; en AE, vol. 23,1980, pág. 260. 47 Ibid., pág. 273; GW,XVI, pág. 47; en AE, vol. 23, 1980,pág. 262.
este término del l a c a n i ~ m oNunca
. ~ ~ hay que dejar de Sería demasiado fácil mostrar que esta oposición de
insistir en este carácter inaudito, revolucionario y, al mis- principio a toda manipulación demiúrgica es contradicha a
mo tiempo, científico del método freudiano. Incluso si este veces por el fundador del psicoanálisis en su propia prác-
método parece ya adquirido, tal adquisición debe ser recon- tica. Pero aquí ~ ~ O sostenemos
B O ~ con vigor la distinción
quistada sin cesar, contra los facilismos y las tentaciones entre la n a x , n s t W n en el análisis (tarea común del ana-
siempre renovadas, incluso en nuestro medio, de la inter- lizante y del analista) y la mnstnuxwn, o mueva versióm
pretación que «sólo se autoriza de sí La urevo- de sí que puede resultar del análisis, pero que es la opera-
lucióm aportada por el método freudiano está siempre en ción sólo del analizante.
recaída: una urevolución permanente» es indispensable. ¿Qué puede ser mmmtrui&o en el análisis? Si se sigue
Avancemos en nuestra ubicación de las diferentes acti- nuestra concepción según la cual lo reprimido original no
vidades en el análisis, y esto, siguiendo muy de cerca las in- es un recuerdo olvidado, la reconstrucción no será esencial-
dicaciones freudianas. ¿Qué sucede, entonces, con la mm- mente de acontecimientos históricos del pasado que ha-
truccwn? ¿Puede uno autorizarse del texto que lleva este brían sido alcanzados por la arnnesia. No negamos por cier
títuio para pretender que el-análisis, y el analista, wons- to que fragmentos de recuerdo, pero también elementos
truyem un nuevo destino? Dos puntos nos parecen evi- menos temporales, sean como tales atraídos al inconciente
dentes, en el conjunto del pensamiento de Freud: por la represión secundaria. El olvido del nombre &ignore-
1) Lo que entiende por el término construcción es siem- llb sigue siendo un perfecto ejemplo de este proceso. Pero la
locución en la que insiste Freud, uesto lo he sabido siem-
pre la reconstrucción del pasado,50 y 2) la construcción de
un nuevo destino para el sujeto, a partir del análisis, no p m , puesta en relación dialéctica con esta otra: «a esto ja-
podría ser una tarea del analista. Quien traduce sus men- más lo habría pensado», significa que la reconstrucción re-
cae sobre algo muy distinto que la historia acontecial. Ella
sajes originarios, quien construye su destino, en el análisis
así como en la infancia, es ego y sólo ego. Hay que oír a constituye cierta puesta en orden de elementos provistos
Freud tronar, apenas se le reprocha el no proceder a una por el método y de los cuales muchos están ya al alcance de
upsicosíntesis~,y el no ayudar al sujeto a construirse: la la mano. Para ser breves (y lo mostraremos tomando el
síntesis - d i c e , e incluso la compulsion a la síntesis, es ejemplo de reconstrucción propuesto por Freud en su ar-
tan dominante (al menos en el sujeto normal o neurotizado) ticulo de 1937), digamos que se reconstruye cierto proceso
que, «si hemos llegado a descomponer un síntoma, a liberar que incluye el mensaje, la tentativa de traducción del men-
un movimiento pulsional de un conjunto coherente, ella no saje, y lo que ha sido dejado de lado por esta traducción: se
queda aislada sino que entra de inmediato en un nuevo trata esencialmente de la reconstrucción de una defensa o
conjunto^.^' de una represión.52Y esto, no con el objeto de restituir un

* Sé que la etimología de deuten liga esta palabra a una antigua (de la


que también deriva deutsch) y que significa: hacer popular, hacer público. 62 Es e n la reconatmcción donde puede introducirse -y con mucha mo-
Pero entre la etimología y las connotaciones actuales, nada indica la sub- deración- cierta referencia a la teona. l b r í a de la represión 6,más e n
sistencia de una comunicación. general, de la defensa), por una parte, pero, por la otra, conocimiento de
49 E n mi artículo de 1968~Interpréter[avec] Freudm (en L'arc, 34, p á g ~ . las ideologías que han servido a ego de marco traductivo. E n el primer
37-46; ed. cast. *Interpretar (con) Freudm, op. cit., p á g ~ 28-31)
. insistí am- plano de estos sistemas ideológicos, el Edipo mismo. Queda por hacer un
pliamente, a propósito de los trabajos de Ricoeur, e n la oposición entre el trabajo sobre los miveles de la teoría, y su intervención e n la cura. Una
método h u d i a n o y toda hermenéutica. Guardián y garante del método, inyección de kleiniemo es, por ejemplo, del mismo orden que una utiliza-
guardián y garante de la trasferencia (en el sentido que yo le doy). Bajo ción de la referencia edipica, en la medida en que esta última (pero no la
este doble rubro se podría redefinir la *función, o la atarea* del analista. primera) no hace sino recorrer las vías de un familiarismo culturalmente
*El trabajo de.constnicción, o, si se prefiere, de reconstrucción,, GW, propuesto a ego, desde la infancia, como sistema de auto-teonzación pri-
XVI, pág. 45; en AE, vol. 23, 1980, pág. 261. vilegiado (documento que puede servir de material para esta intemga-
61 GW,XII, pág. 186, en AE, vol. 17, 1979,pág. 194. ción: el coloquio de la Sociedad Psicoanalítica de París sobre *Función re-
este término del l a c a n i ~ m oNunca
. ~ ~ hay que dejar de Sería demasiado fácil mostrar que esta oposición de
insistir en este carácter inaudito, revolucionario y, al mis- principio a toda manipulación demiúrgica es contradicha a
mo tiempo, científico del método freudiano. Incluso si este veces por el fundador del psicoanálisis en su propia prác-
método parece ya adquirido, tal adquisición debe ser recon- tica. Pero aquí ~ ~ O sostenemos
B O ~ con vigor la distinción
quistada sin cesar, contra los facilismos y las tentaciones entre la n a x , n s t W n en el análisis (tarea común del ana-
siempre renovadas, incluso en nuestro medio, de la inter- lizante y del analista) y la mnstnuxwn, o mueva versióm
pretación que «sólo se autoriza de sí La urevo- de sí que puede resultar del análisis, pero que es la opera-
lucióm aportada por el método freudiano está siempre en ción sólo del analizante.
recaída: una urevolución permanente» es indispensable. ¿Qué puede ser mmmtrui&o en el análisis? Si se sigue
Avancemos en nuestra ubicación de las diferentes acti- nuestra concepción según la cual lo reprimido original no
vidades en el análisis, y esto, siguiendo muy de cerca las in- es un recuerdo olvidado, la reconstrucción no será esencial-
dicaciones freudianas. ¿Qué sucede, entonces, con la mm- mente de acontecimientos históricos del pasado que ha-
truccwn? ¿Puede uno autorizarse del texto que lleva este brían sido alcanzados por la arnnesia. No negamos por cier
títuio para pretender que el-análisis, y el analista, wons- to que fragmentos de recuerdo, pero también elementos
truyem un nuevo destino? Dos puntos nos parecen evi- menos temporales, sean como tales atraídos al inconciente
dentes, en el conjunto del pensamiento de Freud: por la represión secundaria. El olvido del nombre &ignore-
1) Lo que entiende por el término construcción es siem- llb sigue siendo un perfecto ejemplo de este proceso. Pero la
locución en la que insiste Freud, uesto lo he sabido siem-
pre la reconstrucción del pasado,50 y 2) la construcción de
un nuevo destino para el sujeto, a partir del análisis, no p m , puesta en relación dialéctica con esta otra: «a esto ja-
podría ser una tarea del analista. Quien traduce sus men- más lo habría pensado», significa que la reconstrucción re-
cae sobre algo muy distinto que la historia acontecial. Ella
sajes originarios, quien construye su destino, en el análisis
así como en la infancia, es ego y sólo ego. Hay que oír a constituye cierta puesta en orden de elementos provistos
Freud tronar, apenas se le reprocha el no proceder a una por el método y de los cuales muchos están ya al alcance de
upsicosíntesis~,y el no ayudar al sujeto a construirse: la la mano. Para ser breves (y lo mostraremos tomando el
síntesis - d i c e , e incluso la compulsion a la síntesis, es ejemplo de reconstrucción propuesto por Freud en su ar-
tan dominante (al menos en el sujeto normal o neurotizado) ticulo de 1937), digamos que se reconstruye cierto proceso
que, «si hemos llegado a descomponer un síntoma, a liberar que incluye el mensaje, la tentativa de traducción del men-
un movimiento pulsional de un conjunto coherente, ella no saje, y lo que ha sido dejado de lado por esta traducción: se
queda aislada sino que entra de inmediato en un nuevo trata esencialmente de la reconstrucción de una defensa o
conjunto^.^' de una represión.52Y esto, no con el objeto de restituir un

* Sé que la etimología de deuten liga esta palabra a una antigua (de la


que también deriva deutsch) y que significa: hacer popular, hacer público. 62 Es e n la reconatmcción donde puede introducirse -y con mucha mo-
Pero entre la etimología y las connotaciones actuales, nada indica la sub- deración- cierta referencia a la teona. l b r í a de la represión 6,más e n
sistencia de una comunicación. general, de la defensa), por una parte, pero, por la otra, conocimiento de
49 E n mi artículo de 1968~Interpréter[avec] Freudm (en L'arc, 34, p á g ~ . las ideologías que han servido a ego de marco traductivo. E n el primer
37-46; ed. cast. *Interpretar (con) Freudm, op. cit., p á g ~ 28-31)
. insistí am- plano de estos sistemas ideológicos, el Edipo mismo. Queda por hacer un
pliamente, a propósito de los trabajos de Ricoeur, e n la oposición entre el trabajo sobre los miveles de la teoría, y su intervención e n la cura. Una
método h u d i a n o y toda hermenéutica. Guardián y garante del método, inyección de kleiniemo es, por ejemplo, del mismo orden que una utiliza-
guardián y garante de la trasferencia (en el sentido que yo le doy). Bajo ción de la referencia edipica, en la medida en que esta última (pero no la
este doble rubro se podría redefinir la *función, o la atarea* del analista. primera) no hace sino recorrer las vías de un familiarismo culturalmente
*El trabajo de.constnicción, o, si se prefiere, de reconstrucción,, GW, propuesto a ego, desde la infancia, como sistema de auto-teonzación pri-
XVI, pág. 45; en AE, vol. 23, 1980, pág. 261. vilegiado (documento que puede servir de material para esta intemga-
61 GW,XII, pág. 186, en AE, vol. 17, 1979,pág. 194. ción: el coloquio de la Sociedad Psicoanalítica de París sobre *Función re-
pasado más intacto (con el que uno no sabrúz quk hacer) si- 8. De la trasferencia: su provocación por el
no para permitir a su vez una deconstrucción de la cons-
trucción antigua, insuficiente, parcial, errónea; por lo tan- analista
to, para dejar el campo a la nueva traducción que el pacien-
te, constreñido a la síntesis (o, para hablar como los román-
ticos alemanes, en su «pulsión de traducim) no dejará de
producir.
Para concluir: el trabajo de ego, en el análisis, es cons-
treñido y libre a la vez. P
Constreñido, en primer término, por la fuerza que lo Analista: Usted me toma por otro, yo no soy el que usted
mueve: esta fuerza de pulsión (niebkraft) que empuja a cree.
traducir encuentra su origen en la efracción del otro y en la Analizado: Pero precisamente, el otro, el de la relación ori-
necesidad de ligar esta efracción: el otro (&rA&re) infan- ginaria, no era el que yo creía. Y tengo entonces razón en
til del mensaje enigmático, después esa «otra cosa» (das tomarlo por otro.
Andere) interna que es el inconciente; por último, ese repre-
sentante del otro que es el analista.
Libre, empero, porque los mensajes del otro, en tanto
que enigmáticos, jamás liberarán todo su sentido en una La trasferencia o, más exactamente, la manera de ren-
mevelacióm que se baste a sí misma. dir cuenta de ella, ha sido siempre para mí objeto de insa-
Constreñido, después, por el trabajo asociativo, que lo tisfacción. He lanzado formulaciones que corresponden a
obliga a atravesar sin cesar loa «puntos nodales» que no son una perspectiva más general, la de la teoría de la seduc-
invenciones del analista sino retoños de la «realidad psíqui- ción. Expresiones tales como «trascendencia de la trasfe-
ca», y a volver a recorrer las vías obligatorias de las tra- renciam, utrasferencia en hueco», utrasferencia de trasferen-
ducciones y de las antiguas represiones. cia», incluso utrasferencia originaria*, son formulaciones
Libre, sin embargo -y esto es clásico-, debido al hecho abiertas a la discusión y al &abajo». Se está a menudo mal
de que lo reprimido ya no ejerce totalmente una acción cie- situado para hacer trabajar sus propias fórmulas.
ga y mecánica, sino que puede ser reintegrado en un con- Si adopté, para introducir esta exposición, la oposición
texto más vasto y significativo. trasferencia ordinaria/trasferencia extraordinaria no fue
Libre, en razón de que esta nueva traducción es, en el para agregar dos categorías suplementarias, dos nuevos
mejor de los casos, una formulación nueva, más rica y en- conceptos; a lo sumo, un hilo conductor posible que de este
globante, y esto porque es precedida de una detraducción. modo he escogido para una serie de conferencias sobre
Constreñido, no obstante, ya que los esquemas de liga- «psicoanálisisordinario y psicoanálisis ideal». Ese binomio,
zón (o, si se quiere, la «lengua de llegada» de la que dispone ordinario/extraordinario, puede tener al menos dos senti-
el sujeto) no son inventados ex nihilo: ellos son provistos a
ego por todo un entorno social y cultural, de modo que, co-
mo todo descubrimiento, todo destino, aunque fuera el más Esta conferencia fue pronunciada el 28 de mayo de 1991 con el título aLe
singular, nunca es sino a medias tan nuevo como lo parece tranafert: ordinaire et extraordinairew, en un ciclo de conferencias de la
a primera vista. Asociación hicoanalítica de Francia; después, con leves modiikaciones,
el 6 de junio de 1991, en el ciclo de conferencias del Centre de Recherchea
et d'Etudes Freudiennes de l'üniveniité Paris X-Nanterre, sobre el tema
&'identité du psychanalystew. Para la escritura, le restituyo el titulo que
presiva y complejo de Edipow, Revue F m n p i s e de Psychanalyse, LIII, 3, me parece más apropiado. aDu transfert: sa provocation par l'analyste~,
mayo-juniode 1989. Psychanalyse a l'Université, 17,65,1992, págs. 3-22.

También podría gustarte